Negacionismo climático

Francisco Heras Hernández
Respuestas ante el negacionismo climático
Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 140, invierno 2017/18, pp. 119-130.

La negación del cambio climático, ya sea activa (rechazo explícito de las interpretaciones de consenso establecidas desde la ciencia del clima) o pasiva (evitar la información sobre el tema, mirar para otro lado) es una respuesta frecuente ante un fenómeno –el cambio climático– percibido como amenazante, tanto por sus impactos como por las responsabilidades que nos plantea. El negacionismo organizado, trata de reforzar y extender esas respuestas de negación utilizando un variado repertorio de prácticas comunicativas.

Descartada la idea de que la negación sea el resultado de una falta de información o un déficit de cultura científica, en los últimos años se han planteado diversas respuestas a las campañas de desinformación negacionistas. Estas respuestas incluyen:

a) ignorar a los detractores.

b) poner al descubierto su estrategia comunicativa, basada en la manipulación.

c) desvelar sus motivaciones.

d) refutar los mitos que difunden.

e) exigir responsabilidad a sus patrocinadores.

El artículo presenta los fundamentos de estas propuestas y apunta algunas líneas de trabajo complementarias para evitar que las iniciativas que se desarrollen para frenar el cambio climático favorezcan las respuestas de negación.

La negación y el negacionismo

Las personas tenemos una capacidad reconocida para rechazar o ignorar aquellas informaciones que nos resultan inaceptables o inconvenientes. En este sentido, la negación, ya sea activa (rechazar, negar) o pasiva (ignorar, evitar prestar atención, mirar hacia otro lado) constituye una respuesta humana común. De hecho, el fenómeno de la negación ha sido largamente estudiado desde la psicología, que le ha otorgado diversas interpretaciones, desde las que lo consideran un mecanismo de defensa motivado a las que lo interpretan como un error cognitivo.

El cambio climático antropogénico es sin duda un fenómeno difícil de asumir, tanto por la amenaza que representa, como por las responsabilidades que nos plantea, lo que hace esperables las respuestas de “negación climática”. Esa negación que puede manifestarse explícitamente a través de posiciones diversas: negación del hecho («no está ocurriendo»), negación de las causas («es un fenómeno natural»), negación de las consecuencias («no es peligroso») o negación de las implicaciones prácticas («no hay nada que podamos hacer»).

El negacionismo ha logrado impacto social no por la solvencia científica o la coherencia de los mensajes que difunde, sino por sus eficaces estrategias de comunicación social

Los estudios sociológicos revelan que los niveles de negación climática y sus modalidades difieren, en ocasiones sustancialmente, entre distintas sociedades. Estas diferencias han sido relacionadas con factores diversos, siendo uno de los más reconocidos la existencia de iniciativas, más o menos intensas, de promoción de la negación, desarrolladas desde lo que podríamos denominar el negacionismo organizado. En este sentido, es interesante diferenciar la negación como respuesta humana del negacionismo, entendido como un movimiento organizado orientado a “desproblematizar” el cambio climático1 y a promover la negación climática.

Atendiendo a sus prácticas, el negacionismo climático ha sido definido como «el uso de argumentos retóricos para dar la apariencia de debate legítimo donde no lo hay».2 El negacionismo difunde mensajes diversos para poner en entredicho la realidad del cambio climático, su interpretación o sus implicaciones: «no está ocurriendo», «no está demostrado», «se debe a causas naturales», «no es peligroso», «debemos ocuparnos de problemas más importantes, etc. Sin embargo, el negacionismo ha logrado impacto social no por la solvencia científica o la coherencia de los mensajes que difunde, sino por sus eficaces estrategias de comunicación social, entre ellas la “siembra de dudas” o la creación de expectativas irreales en relación con la solución al problema.

Factores relacionados con la negación climática

Para entender mejor cómo un conjunto de mensajes que carecen de una mínima solvencia científica, cuando no contradicen de forma clara y evidente hechos firmemente establecidos, han logrado crédito en determinados ámbitos sociales, revisaremos brevemente algunas aportaciones realizadas desde la investigación social sobre cuáles son los factores clave asociados a las respuestas de negación. Es importante advertir, no obstante, que la relevancia de los diferentes factores relacionados con la negación varía en distintos contextos sociales y culturales y el grueso de la investigación realizada sobre este tema se ha desarrollado en países anglosajones, especialmente EEUU, Reino Unido y Australia.

La negación del cambio climático ha sido asociada intuitivamente a:

• Un déficit de información: el alineamiento con las posiciones negacionistas es frecuentemente achacado a una falta de información rigurosa sobre el fenómeno, su naturaleza o su peligrosidad. Según esta interpretación «si la gente supiera…» todo sería diferente.

• Una falta de cultura científica: el problema no sería solo la falta de información, sino la falta de criterio para entenderla y valorarla adecuadamente. La falta de cultura científica explicaría que los argumentos negacionistas, insolventes desde una perspectiva académica, sean aceptados por la gente.

Estas asunciones han llevado a proponer respuestas para combatir la negación como la divulgación del cambio climático desde la perspectiva de la ciencia o la promoción de la cultura científica.

Sin embargo, los científicos sociales llevan largo tiempo advirtiéndonos de que esas interpretaciones, aunque lógicas, no están sustentadas por la investigación empírica. Por ejemplo, hay un buen número de estudios que concluyen que el nivel de escepticismo o negación climática no guarda una relación proporcional con la cantidad de información que la gente posee sobre el fenómeno del cambio climático.3 Por otra parte, los niveles de cultura científica tampoco parecen guardar una relación clara con el grado de penetración de las respuestas de negación en una sociedad. A modo de ejemplo, los estudios comparativos otorgan niveles similares de cultura científica a España y EEUU, países que, sin embargo, muestran unos niveles de negación climática muy diferentes.4

Si la aceptación de las interpretaciones científicas de consenso acerca del cambio climático no es, esencialmente, una cuestión de información, ¿cuáles serían los factores que explicarían la adopción de posiciones de negación? Se trata de una cuestión compleja, lejos de ser bien entendida, pero en los últimos años, la investigación social ha relacionado la negación con aspectos como:

La autojustificación del sistema y la defensa del status quo

La problemática ambiental contemporánea es, en buena medida, resultado de las prácticas políticas y económicas dominantes. En este sentido, dar respuesta a la destrucción ambiental en general y al cambio climático en particular conlleva un reto a las mismas bases de nuestro sistema socioeconómico. Y la percepción de que el cambio climático pone en entredicho al propio sistema puede estimular respuestas defensivas:5

La motivación de ver a las corporaciones industriales y a las prácticas de mercado, a los gobiernos nacionales y sus líderes, a las instituciones económicas y culturales como legítimas e inofensivas puede inhibir una valoración realista de lo serio del inminente desastre y de lo inadecuado de las reacciones actuales al problema.

La tendencia a la justificación del sistema parece guardar una relación estrecha con la defensa de los propios intereses: aquellos que se ven más favorecidos por el sistema tienden a implicarse en su justificación de forma más entusiasta que aquellos que no son favorecidos. Alguna tendencia diferencial en las creencias o valoración del riesgo derivado del cambio climático que aparecen asociadas al perfil demográfico (por ejemplo, la mayor proporción de negación del cambio climático entre hombres que entre mujeres) también ha sido relacionada con este factor “defensivo”, ya que son precisamente los hombres los que exhiben una mayor tendencia a implicarse en la defensa del sistema.6

La paradoja es que el afán por “proteger” al sistema de argumentos que amenazan su valoración –y, por ello, su persistencia– obstaculiza las respuestas ante amenazas al propio sistema de mucho más calado.

Los valores y visiones del mundo y el mantenimiento de la propia identidad

La consideración de los riesgos ambientales guarda relación con los propios valores y visiones del mundo. En palabras de D.M. Kahan,7

Las personas con valores individualistas, que valoran la iniciativa personal, aquellos que tienen valores jerárquicos, que respetan la autoridad, tienden a rechazar las evidencias de riesgos ambientales debido a que la aceptación general de esas evidencias conllevaría restricciones al comercio y la industria, actividades que admiran. En contraste, gente que subscribe valores más igualitarios y comunitarios desconfía del comercio y la industria, que conciben como fuentes de una desigualdad injusta. Están, por tanto, más inclinados a creer que esas actividades provocan riesgos inaceptables y deben ser objeto de restricciones.

La tendencia a la justificación del sistema parece guardar una relación estrecha con la defensa de los propios intereses: aquellos que se ven más favorecidos por el sistema tienden a implicarse en su justificación de forma más entusiasta que aquellos que no son favorecidos.

La valoración de los riesgos ambientales a través de este filtro cultural sería responsable de que la gente interprete las nuevas evidencias de forma sesgada para reforzar sus predisposiciones. Como consecuencia, «grupos con valores opuestos a menudo se polarizan más, y no menos, cuando reciben información científicamente solvente».8

La polarización política

Los niveles de polarización política existentes en relación con el cambio climático también han sido relacionados con el nivel de negación climática. En algunos países, actuar frente al cambio climático ha sido identificado como una causa progresista, quizá porque conlleva una implicación activa por parte de los gobiernos y la adopción de regulaciones.9

George Marshall ha puesto de manifiesto los peligros asociados a la polarización política:10

Si el escepticismo sobre el cambio climático se convierte en una marca de identidad política es mucho más probable que esta posición sea compartida entre personas que se conocen y se tienen confianza, aumentando el atrincheramiento y la resistencia a argumentos externos.

El pensamiento conspirativo

Las creencias conspirativas pueden ser descritas como «la asunción innecesaria de la conspiración, cuando hay otras explicaciones más probables».11

La literatura existente sobre pensamiento conspirativo coincide en apuntar que las personas que apoyan una teoría conspirativa tienden a apoyar otras, aunque no posean ninguna relación entre ellas. Este hallazgo sugiere que el apoyo a las teorías conspirativas no es el resultado exclusivo de una evaluación racional de las evidencias relacionadas con cada argumento conspirativo, sino que indica que hay personas más proclives que otras a asumir ese tipo de explicaciones.12

El cambio climático de origen antropogénico ha sido explicado frecuentemente como una conspiración desarrollada por científicos y ecologistas. Algunos negacionistas climáticos defienden, por ejemplo, que los registros de temperaturas y los análisis estadísticos de esos registros han sido manipulados con objeto de “demostrar” la existencia de un calenta- miento global.

Stephan Lewandowsky y otros investigadores han confirmado empíricamente la relación entre pensamiento conspirativo y negación climática al constatar que el apoyo a una serie de teorías conspirativas (como que la NASA simuló el aterrizaje en la luna) es un buen predictor del rechazo a la ciencia del clima.13

La duda como estrategia y el tratamiento de la incertidumbre

El distanciamiento respecto a las interpretaciones científicas de consenso sobre el cambio climático no solo tiene su origen en factores psicológicos; posiciones más ambivalentes, como la de quienes dudan, se puede generar cuando se transmite una impresión –equívoca– de que nos hallamos ante un tema sobre el que «los científicos no se ponen de acuer- do». Las dudas pueden llevar a desentenderse del problema o a defender que es necesario esperar «hasta que se sepa lo suficiente».

La mera percepción de que existe un debate legítimo basado en discrepancias fundadas sirve para ese fin y, de hecho, la siembra de dudas ha sido tradicionalmente el eje de las estrategias del negacionismo organizado en EEUU y otros países anglosajones. Así, el elevado peso de la negación climática en sociedades como la norteamericana ha sido explicado como una consecuencia de la sobrerrepresentación de las visiones “escépticas” en los medios de comunicación, que trasmiten la sensación de falta de consenso científico.14

Las tácticas negacionistas e interpretación de la negación

Es forzoso reconocer que los negacionistas, muy especialmente en países como EEUU o el Reino Unido, han sabido interpretar las raíces de la negación y los factores que la alimentan y han sabido traducir este conocimiento en estrategias efectivas para promoverla y reforzarla: las explicaciones conspirativas, la politización del cambio climático y, sobre todo, la siembra de dudas,15 han sido líneas maestras del trabajo del negacionismo organizado.

En este sentido, una primera llamada de atención: cuidado con subestimar el negacionismo organizado, caricaturizándolo como una pandilla de indocumentados o ignorantes. No lo son. Es cierto que la sagacidad que han exhibido para entender las raíces psicológicas y sociales de la negación contrasta con su aparente incapacidad para entender las bases físicas del cambio climático. Pero esto es únicamente un indicio de que estamos ante personas y organizaciones que ponen la realidad por detrás de sus ideas y sus intereses, que consideran el cambio climático como un campo de batalla frente a un conjunto de “contrarios”.


Respuestas frente al negacionismo climático

Aceptando que la negación es una respuesta autodefensiva, con un fuerte componente emocional, y reconociendo que el negacionismo organizado dista de ser una reacción improvisada e insolvente, ¿cómo actuar en la esfera comunicativa en relación con el negacionismo? A continuación revisaremos algunas de las principales propuestas planteadas en los últimos años, tratando de analizar su sentido y su valor.

Ignorar a los detractores

La compañía de comunicación Futerra planteaba en sus recomendaciones estratégicas sobre comunicación del cambio climático «olvidarse de los detractores», argumentando que «quienes niegan la ciencia del cambio climático son irritantes, pero no son importantes».16 Ciertamente, dar la contrarréplica pública al negacionismo puede contribuir a reforzarlo, otorgando a sus argumentos un protagonismo inmerecido.

La estrategia de «olvidarse de los detractores» está especialmente justificada en los países en los que la inmensa mayoría de la gente se muestra convencida de que estamos ante un problema real y originado por la actividad humana, como es el caso de España, uno de los países occidentales con menores índices de negación explícita.17

Las explicaciones conspirativas, la politización del cambio climático y, sobre todo, la siembra de dudas, han sido líneas maestras del trabajo del negacionismo organizado

Pablo Meira18 advierte que, en todo caso, hay que permanecer atentos a sus argumentos y sus estrategias de comunicación, ya que se dirigen con frecuencia a públicos muy específicos, de carácter estratégico, como responsables políticos, ejecutivos de grandes empresas, líderes sindicales, gestores de fondos de investigación, etc.

Poner al descubierto la estrategia comunicativa negacionista

P. Diethelm y M. McKee19 hacen notar que la respuesta académica habitual ante un argumento opuesto (implicarse en un debate analizando las fortalezas y las debilidades de cada posición con la expectativa de que la verdad emergerá del proceso de debate) requiere que ambas partes respeten ciertas reglas, como la intención de considerar todo el conjunto de evidencias disponible, rechazar distorsiones deliberadas o aceptar los principios de la lógica. Cuando una de las partes rechaza estas reglas, es imposible, –argumentan los autores– que se establezca un discurso lógico. En consecuencia, defienden que es necesario reorientar el debate, centrándolo en «exponer al escrutinio público las tácticas que emplean e identificarlos públicamente por lo que son».

En esta línea, Diethelm y McKee describen algunos rasgos de la argumentación negacionista:

• La identificación de conspiraciones: si una mayoría aplastante de la opinión científica considera que algo es cierto, se argumenta que los individuos en cuestión se hallan implicados en una conspiración secreta.

• La utilización de falsos expertos, recurso que a menudo se complementa con la denigración de los expertos e investigadores más reconocidos.

• La selectividad en el uso de las fuentes científicas, que les hace construir sus argumentaciones sobre un escaso número de trabajos que no son representativos del conjunto.

• La creación de expectativas imposibles de satisfacer sobre las aportaciones de la ciencia (por ejemplo, quienes niegan la realidad del cambio climático denuncian la inexistencia de medidas de temperaturas precisas previas a la invención del termómetro).

• El uso de falacias lógicas, como la distorsión del argumento contrario para hacerlo más fácilmente rebatible o la utilización de analogías falsas.

Revelar las motivaciones del discurso negacionista

El negacionismo climático se ha presentado a sí mismo como sano “escepticismo”, asociado a actitudes como el espíritu crítico o la independencia de criterio. Durante largos años lograron eficazmente dar a sus posiciones la apariencia de contribuciones legítimas a un debate científico. Sin embargo, desde finales de los años noventa numerosas evidencias señalan que se trata de una corriente altamente mediatizada por motivaciones económicas e ideológicas, orientada y financiada por la industria de los combustibles fósiles y los grupos de ideología ultraliberal para la defensa de intereses muy definidos; una situación muy alejada del escepticismo y la actitud inquisitiva propios de la ciencia, bajo cuyo paraguas intentan encuadrarse:

– Las investigaciones de científicos sociales y periodistas de investigación han revelado vínculos estrechos entre la industria del carbón y del petróleo y la actividad negacionista.20 Robert Brulle, profesor de la Universidad de Drexel (Filadelfia, EEUU), estima que la financiación puesta a disposición de fundaciones de carácter ideológico y grupos opuestos al cambio climático, por parte de grandes corporaciones, asciende a cientos de millones de dólares.21

El componente de cruzada ideológica propio del negacionismo organizado ha sido documentado, entre otros, por Jacques, Dunlap y Freeman. Estos autores analizaron 141 libros de orientación escéptica publicados entre 1972 y 2005 encontrando que el 92% se asociaban a think tanks de carácter conservador.22 Los datos llevan a los autores a afirmar: «Concluimos que el escepticismo es una táctica de un contramovimiento dirigido por una lite, diseñado para combatir el ambientalismo, y que el uso exitoso de esta táctica ha contribuido a debilitar el compromiso de EEUU con la protección ambiental».23

Poner en entredicho los mitos difundidos por el negacionismo

Por todo el mundo, numerosas personas y organizaciones han dedicado esfuerzos a refutar las informaciones falsas difundidas desde el negacionismo, utilizando con frecuencia blogs independientes.24 Sin embargo, reducir la influencia de la desinformación es un reto complejo. John Cook y Stephan Lewandowsky, en su Guía para refutar mitos, advierten:25

Refutar un mito es problemático. A menos que se tenga mucho cuidado, el esfuerzo por refutar desinformación puede reforzar inadvertidamente el mismo mito que se quiere combatir. Para evitar estos “efectos contraproducentes”, una refutación efectiva necesita tres elementos principales. Primero, la refutación debe centrarse en los hechos principales antes que en el mito, para no popularizarlo. Segundo, cualquier mención del mito debe estar precedida por advertencias explícitas de que tal información es falsa. Finalmente, la refutación debe incluir una explicación alternativa que dé cuenta de los problemas contenidos en el mito original.

Exigir responsabilidad a los patrocinadores

Buena parte de las corporaciones que patrocinan el negacionismo climático se presentan ante la opinión pública como instituciones preocupadas por la calidad del medio ambiente y el bienestar humano. Situar a las organizaciones ante sus responsabilidades morales, exigir que el comportamiento ético que pregonan en sus memorias de responsabilidad social corporativa sea coherente con sus prácticas informativas y financieras, es otra línea de trabajo relevante frente al negacionismo organizado.

La presión de organizaciones ambientalistas, e incluso de los propios accionistas, ha llevado a un número creciente de grandes compañías a distanciarse del negacionismo, adquiriendo compromisos para abandonar su financiación. Por ejemplo, entre 2014 y 2015 grandes compañías tecnológicas como Google, Yahoo y Faceboook, e incluso algunas del sector de los combustibles fósiles como Occidental Petroleum y British Petroleum, han roto sus lazos con el American Legislative Exchange Council, un lobby norteamericano que niega la causalidad humana del cambio climático.26

El reto es comunicar y actuar frente al cambio climático de manera efectiva sin alimentar las respuestas de autodefensa y negación

Otra línea de trabajo relacionada es el análisis crítico y control de la comunicación comercial de las empresas, que en ocasiones es utilizada para alentar visiones desproblematizadoras de la crisis ambiental.27

Una propuesta complementaria: evitar alimentar la negación

Informadores, divulgadores, políticos y activistas que trabajan para frenar el cambio climático pueden de manera indeseada contribuir a reforzar los argumentos y mensajes negacionistas. Por ello, el reto es comunicar y actuar frente al cambio climático de manera efectiva sin alimentar las respuestas de autodefensa y negación. En este sentido es conveniente contemplar algunas precauciones básicas:

Cuidado con el miedo: generar miedo a las consecuencias del cambio climático es un recurso frecuente que busca aumentar el interés y la preocupación de la gente frente al problema. Sin embargo, el miedo solo es útil «si sabes hacia donde correr». Señalar riesgos sin apuntar salidas puede ser contraproducente, generando inhibición o negación.

La definición de las políticas y el reparto de los esfuerzos: algunas personas temen más a las respuestas frente al cambio climático que a las propias consecuencias del fenómeno. En este sentido, unas políticas frente al cambio climático basadas en la deliberación social y la participación, que den lugar a un reparto justo de los esfuerzos, tendrán una mayor legitimidad social y serán mejor comprendidas y aceptadas.

El tratamiento de la incertidumbre: la cultura del sentido común identifica incertidumbre con desconocimiento y por ello, la percepción de incertidumbre alimenta a menudo la inacción. Por este motivo, al tratar aspectos sobre los que existe un amplio consenso científico es conveniente situar los mensajes en un marco de certidumbre, mientras que si se abordan cuestiones que poseen una incertidumbre significativa, es importante delimitarla y clarificarla, para evitar que todo sea percibido como incierto por efecto contagio.

Reflexión final

En España, la negación radical de la ciencia del clima tiene un apoyo social escaso. Sin embargo, las modalidades más pasivas y sutiles de negación se encuentran extendidas28 y la relevancia social, política y mediática del tema es limitada.29 En este escenario, la intensificación de los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático podría alimentar respuestas de negación o apoyo al negacionismo por parte de quienes se sienten atacados por las medidas puestas en marcha. Dicho de otra manera: aceptar la ciencia del clima o apoyar la acción por el clima es fácil si “sale gratis”; si no conlleva esfuerzos o inconvenientes personales, pero, ¿qué ocurrirá si las políticas y medidas frente al cambio climático empiezan a ser más incisivas?

En este sentido, conviene reconocer, valorar y, en su caso, respaldar o adoptar, respuestas para la contención y la desactivación de la propaganda negacionista. El abanico de opciones es amplio y las respuestas habrán de concretarse en función de los contextos y circunstancias propias de cada caso.

Francisco Heras Hernández es biólogo ambiental y autor de la tesis doctoral Representaciones sociales del cambio climático en España: aportes para la comunicación.

NOTAS:

1 A.M. McCright y R.E. Dunlap, «Challenging global warming as a social problem: an analysis of the conservative’s movement counter-claims», Social Problems, Vol. 47, núm. 4, 2000, pp. 499-522.

2 M. Hoofnagle, «Hello Science blogs», entrada publicada en el Blog Denialism Blog el 30 de abril de 2007.

3 D.M. Kahan, «Fixing the communications failure», Nature, núm. 463, 2010, pp.296-297.

4 Fundación BBVA, Estudio Internacional sobre Cultura científica de los españoles, Fundación BBVA, Departamento de Estudios Sociales y Opinión Pública, 2012.

5 I. Feygina, J.T. Jost y R.E. Goldsmith, «System Justification, the Denial of Global Warming, and the Possibility of “System Sanctioned Change”», Personality and Social Psychology Bulletin, Vol 36, núm. 3, 2010, p. 327.

6 Ibidem.

7 D.M. Kahan, Op. cit.

8 Ibidem.

9 N. Bondre, «Whence climate skepticism?», Global Change, núm.75, 2010, pp.16-19. (pág. 17).

10 G. Marshall, «Why we find it so hard to act against climate change», Yes Magazine, núm. 52, 2010, pp. 44-47 (pág. 46).

11 D. Aaronovitch, Voodoo histories: the role of the conspiracy theory in shaping modern history, Jonathan Cape, Londres,2009, pág. 5.

12 R. Brotherton, C.C. French y A. Pickering,«Measuring belief in conspiracy theories: the Generic Conspiracist Beliefs Scale»,
Frontiers in Psychology, núm. 4, 2013, pág. 279.

13 S. Lewandowsky, K. Oberauer y G.E. Gignac, «NASA faked the moon landing -Therefore (Climate) Science is a Hoax: An
Anatomy of the Motivated Rejection of Science». Psychological Science, Vol. 24, núm. 5, 2013, pp. 622-633.

14 M.T. Boycoff y J.M.Boycoff, «Balance as bias: global warming and the US prestige press», Global Environmental Change, núm, 14, 2004, pp. 125-136.

15 N. Oreskes y E.M. Conway, Merchants of doubt. How a handful of scientists obscured the truth on issues from tobacco smoke to global warming, Bloomsbury Press, Nueva York, 2010.

16 VVAA, The rules of the game. Principles of climate change communications, Futerra Sustainability Communications, 2005, p. 7.

17 B. Tranter y K. Booth, «Scepticism in a changing climate: A cross-national study», Global Environmental Change, núm. 33,
2015, pp. 154–164.

18 P. A. Meira, Comunicar el cambio climático. Escenario social y líneas de acción, Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Organismo Autónomo de Parques Nacionales, Madrid, 2009.

19 P. Diethelm y M. MCkee, «Denialism: what is it and how should scientists respond?», European Journal of Public Health, núm. 19, 2009, pp. 2-4.

20 J. Hoggan, Climate cover-up: the crusade to deny global warming, Greystone Books, Vancouver, 2009.

21 R. J. Brulle, «Institutionalizing delay: foundation funding and the creation of US climate change counter-movement organizations», Climatic Change, Vol. 122, núm. 4, 2014, pp. 681-694.

22 P. J. Jacques, R. E. Dunlap y M. Freeman, «The organisation of denial: Conservative think tanks and environmental scepticism», Environmental Politics, núm. 17, 2008, pp. 349-385.

23 P.J. Jacques, R.E. Dunlap y M. Freeman, Op. cit., p. 349.

24 Entre los más conocidos, en el ámbito anglosajón «Skeptical Science» y en el ámbito hispano «Usted no se lo cree».

25 J. Cook y S. Lewandowsky, The Debunking Handbook, University of Queensland, St. Lucia, Australia, 2011.

26 «BP joins list of companies fleeing Alec», The Guardian, 23 de marzo de 2015.

27 F. Heras, «El uso de argumentos ambientales en publicidad: definiendo líneas rojas, reconociendo buenas prácticas», Carpeta Informativa del CENEAM, noviembre de 2012.

28 F. Heras, P.A. Meira y J. Benayas, «Un silencio ensordecedor: el declive del cambio climático como tema comunicativo en España 2008-2012». Redes.com, Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación, 2016.

29 F. Heras y P.A. Meira, «Cuando lo importante no es relevante. La sociedad española ante el cambio climático», Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm.136, 2016-2017, pp. 43-53.

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