El final de la era del petróleo barato

Petróleo, final de trayecto

Nuestros hábitos de vida están dominados enteramente por la energía. Sabemos que alrededor del 90 % de la energía primaria producida hoy en todo el mundo (excluyendo la leña) viene de los combustibles fósiles, siendo la fuente más importante el petróleo (alrededor del 40 %), seguido del gas natural y del carbón.

El final de la era del petróleo barato trata el tema de la dependencia energética del petróleo a bajo coste con las diferentes aportaciones de los autores que intervienen. Este libro, editado por Icaria e apoyado por CIP-Ecosocial, deja claro como la perspectiva de un encarecimiento creciente de esta fuente junto al problema del cambio climático no podrá seguir sosteniendo el metabolismo social y económico del siglo XXI.

De hecho, el cénit del petróleo – el agotamiento de las reservas más baratas de petróleo y de gas (junto con nuevas y alarmantes pruebas en cuanto a los límites del carbón accesible) – amenaza la supervivencia a largo plazo de las naciones industrializadas, al igual que la industrialización en sí, a su escala actual. El transporte de larga distancia, los sistemas de alimentación industrial, los complejos sistemas urbanos y suburbanos, además de muchos productos básicos para nuestro modo de vida actual –automóviles, plásticos, productos químicos, pesticidas, refrigeración, etc.– están todos sostenidos por la hipótesis fundamental de la sociedad industrial: un abundante suministro energético barato de origen fósil. Así, en una era de caos climático y de recursos menguantes, el modelo económico neoliberal de globalización pronto puede llegar a ser significativamente inviable.

El fin de la era del petróleo barato plantea, en definitiva, profundos dilemas técnicos, políticos y morales. Jordi Roca, por ejemplo, en el capítulo dedicado al Protocolo de Kyoto, examina las dimensiones económicas y ecológicas del problema. El consenso general del mundo científico sobre la realidad del efecto invernadero, y los riesgos que conlleva, deberían bastar para programar un rápido abandono de las fuentes energéticas fósiles, antes incluso de que se considere seriamente la perspectiva de su agotamiento físico, que muchos analistas consideran aún lejano, o la rarefacción creciente de su extracción barata, que muchos otros sitúan en horizontes cercanos e incluso inmediatos.

Además del efecto invernadero, y sus previsibles consecuencias ambientales – cambio climático, subida del nivel del mar, drástica reducción de la biodiversidad, etc.- el fin de las energías fósiles baratas plantea otra serie de riesgos socio-económicos directamente asociados al papel que ha llegado a desempeñar en nuestras vidas. Así, Ernest García y Josep Puig exploran en sus trabajos respectivos varios escenarios posibles y diversos interrogantes aún abiertos para la transición hacia una sociedad post-fosilista.

Joseph Puig analiza, en concreto, qué supondría sustituir por centrales nucleares todas las centrales eléctricas que usan energías fósiles, para concluir que el uranio se agotaría en doce años dejando una herencia envenenada y, además, económicamente ruinosa de residuos nucleares, pues es un secreto a voces que las centrales nucleares sólo se han podido mantener en funcionamiento gracias a cuantiosas subvenciones públicas y al ocultamiento de sus externalidades en la contabilidad económica de sus costes.

Eduardo Giordano aborda en su texto una disección de los factores geopolíticos coyunturales que han influido en las recientes subidas del precio del crudo, o en el propósito que inspira la intervención imperialista de los EE.UU. en Oriente Medio. En su recuento de los intereses privados estadounidenses favorables a un petróleo caro, Giordano pone en duda la afirmación de muchos economistas de que el encarecimiento del petróleo cuesta a la economía estadounidense una reducción del crecimiento económico.

Siguiendo en la lectura del libro, Mariano Marzo reúne un balance completo de las estimaciones más verosímiles que se desprenden de las distintas fuentes, evalúa la hipótesis del pico del petróleo, y relaciona todos esos datos con las previsiones de demanda para concluir que la actual rutina energética no es sostenible y que el dogma del crecimiento ilimitado debe ser abandonado.

En esta línea, Joaquím Sempere sigue planteando la necesidad de medidas de planificación económica que permitan una transición ordenada a otros modelos energéticos post-fosilistas, y sostiene que para este viaje se requerirán mecanismos de intervención pública a contracorriente del ultra-liberalismo dominante.

Por otro lado, no está nada claro que a largo plazo pueda mantenerse con fuentes alternativas el elevadísimo consumo de energía exosomática actual en los países ricos, y menos aún hacerlo extensivo a ocho o diez mil millones de personas. Óscar Carpintero y Jorge Riechmann evalúan, así, el potencial de los biocarburantes con unas conclusiones demoledoras. Según estos autores, los biocarburantes no son una alternativa a los derivados del petróleo para el transporte mecánico. Y no sólo porque los balances energéticos son negativos o dan un superávit insignificante, sino también por razones sociales que ya empiezan a ser visibles. Además, la cuestión de los biocarburantes pone al descubierto los peligros de un libre mercado que destruye la soberanía y la seguridad alimentaria de los países más vulnerables y, en particular, de los que han sido transformados en importadores de alimento.

El libro contiene también algunas reflexiones de José Manuel Naredo sobre el conflicto entre eficacia y sostenibilidad, y sobre cómo utilizar el “capital mineral” de la tierra o el flujo solar y sus derivados renovables, basadas en el libro que escribió junto a Antonio Valero, titulado “Desarrollo Económico y Deterioro Ecológico”.

El futuro está aún abierto, y la trayectoria dependerá de una elección moral.

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