DIÁLOGO: Dina Bousselham, Kati Bachnik y Armanda Cetrulo

Tres mujeres activistas hablan sobre juventud y precariedad, y de sus formas de lucha

Lucía Vicent
FUHEM Ecosocial

Lucía Vicent (LV): En los últimos años hemos asistido al desarrollo y la extensión de modalidades precarias de contratación (contratos de primer empleo, contratos en prácticas, contratos parciales con vinculación formativa, contratos de formación y aprendizaje, etc.) bajo el supuesto objetivo de mejorar las oportunidades de inserción de los jóvenes en el mercado laboral y contribuir a su formación y experiencia. En tu opinión, ¿a qué responden realmente estas formas laborales de contratación? ¿Cómo lo estáis viviendo los jóvenes en tu país?

 

DINA BOUSSELHAM
Juventud sin Futuro, Estado español

DB: Hace un par de días, desde Juventud Sin Futuro decidimos lanzar el Buzón Precario con el que estamos recogiendo cientos de testimonios de gente que vive en condiciones muy precarias, lo que refleja muy bien el sentir general que vivimos muchos jóvenes en España. Y es que, con el pretexto de que estamos en crisis, la casta política −término, por cierto, acuñado por los italianos− que nos gobierna ha intentado convencer a la sociedad, y especialmente a los jóvenes, de que en tiempos de crisis «hay que apretarse el cinturón», «trabajar gratis si hace falta y dar las gracias por la oportunidad brindada», obligando a miles de nosotros −«los más preparados de nuestra historia»− a exiliarse en unas condiciones precarias. Desde la lógica de la élite política y económica, las personas somos mercancías.

No fue la crisis la que acabó con la esperanza de tener un futuro mejor; fueron ellos, políticos y empresarios corruptos, los que con sus políticas han condenado el futuro de todos nosotros. Y la crisis ha sido una de las mayores estafas de nuestra historia reciente. El problema al que nos enfrentamos es que la crisis la crearon unos pocos y la estamos pagando entre todos. Han precarizado nuestras condiciones laborales y quieren que normalicemos esa situación porque no queda otra. Es cuanto menos sospechoso que los empresarios de este país que más critican al Estado, al sistema de protección social, a las subvenciones, sean los más beneficiados por el Estado. Claro que hay alternativas, y claro que la gente se está movilizando y hay respuesta social desde abajo, algo evidente desde el 15M, que cambió nuestra forma de pensar y de actuar, hasta el 22M, que fue reflejo de que el malestar es general.

KATI BACHNIK
Grüne Jugend, Alemania

KB: Por lo general, en Alemania los becarios y el personal en prácticas, salvo raras excepciones, están mal pagados. Dado que este tipo de trabajo es una precondición importante para conseguir un “buen” trabajo más adelante, hay mucha competencia entre los candidatos. Por otra parte, para las empresas y el sector público es mano de obra barata y motivada.

 

ARMANDA CETRULO
Rete della Conoscenza, Italia

AC: La introducción de la flexibilidad en Italia ha sido tan contundente que en un periodo limitado de tiempo el nivel de protección de los trabajadores se ha recortado drásticamente. Sin embargo, a pesar de que se han reducido las llamadas “rigideces”, el nivel de empleo ha sufrido una especie de “efecto luna de miel”, es decir, no ha durado mucho. Estas miopes elecciones empresariales han tenido dos resultados negativos: los trabajadores han perdido derechos y estabilidad, y el nivel de productividad ha caído bruscamente. Por tanto, no hay una justificación económica para la introducción de las medidas de flexibilidad. Lo que podemos decir es que ha sido el instrumento para debilitar la fuerza de los trabajadores, para acaparar mayor parte de la riqueza derivada del trabajo por el capital, aumentando las desigualdades. La gente joven en especial ha sido muy afectada por estas reformas laborales y, debido a la crisis y al aumento de la pobreza, muchos de ellos están dispuestos a aceptar un trabajo duro a cambio de una compensación muy baja y casi cero derechos.

LV: Habitualmente, cuando empleamos el término precariedad se relaciona únicamente con la esfera laboral, asociándose el concepto a unas condiciones retributivas y de empleo degradas. Sin embargo, la cuestión trasciende la relación contractual que se realiza en el mercado de trabajo y apunta hacia otras muchas direcciones. ¿En qué aspectos la precariedad laboral se traslada a nuestras vidas? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de precariedad vital al explicar la situación mayoritaria de los jóvenes en vuestro país? ¿Cómo será la nueva situación de los jóvenes en el futuro si no se corrige la deriva actual?

DB: La supuesta crisis, que ellos han creado −porque los que han vivido por encima de las posibilidades nuestras son ellos−, ha precarizado muchas esferas de nuestras vidas. La precariedad es el resultado directo de estas políticas donde impera el poder financiero sobre el poder del ciudadano. La precariedad laboral es una de ellas, sin duda, pero no la única. En el plano laboral sufrimos hoy una degradación de las condiciones laborales: trabajamos más horas y estamos expuestos a un mayor riesgo para la salud, trabajamos por debajo de nuestra cualificación y formación. Y encima nosotras, las mujeres, somos las que más lo sufrimos porque cuando llegaron las vacas flacas, la crisis, nosotras ya cobrábamos menos, ya sabíamos lo que era eso de la precariedad. Nos han quitado recursos en educación; nos han quitado recursos en sanidad, reduciendo personal e intentando privatizar el sistema público. Poca gente habla de ello pero también han precarizado una parte importante de nuestra vida relativa al ocio y a la cultura; y han reducido nuestro derecho a la movilidad. Y por último, y no menos importante, nos han quitado el derecho a crear nuestro futuro, a emanciparnos, a acceder a una vivienda digna. Si no podemos hacer un doctorado porque no hay becas, si no encontramos trabajo, si no podemos pagar el transporte, ¿cómo vamos a poder construir un futuro en el que seamos independientes? Todas estas medidas forman parte de una estrategia política de una clase privilegiada que satisface sus necesidades a costa de los más desfavorecidos. El mensaje que nos transmiten cuando se aplican medidas de austeridad es que están protegiendo al capital financiero frente al ciudadano. Por eso, salir de la crisis no es un problema técnico, sino político, de voluntad política.

KB: No se trata de un problema entre jóvenes y mayores, sino entre ricos y pobres. Hay una parte creciente de la población que, sencillamente, no tiene acceso a vivienda, a alimentos y a otras necesidades básicas. Normalmente, hay que realizar muchos trámites para conseguir subsidios públicos y, en consecuencia, mucha gente pobre tiene que recurrir a centros privados de distribución de alimentos.

AC: Actualmente la precariedad es un sentimiento social muy extendido, no solo entre la gente joven, sino entre todos los grupos sociales menos protegidos. Sin embargo, los jóvenes probablemente viven una situación específica y única: a diferencia de sus padres, no tienen la percepción de que su futuro será mejor que su presente. No confían en absoluto en la posibilidad de encontrar un trabajo en línea con sus estudios y aspiraciones. Este sentimiento es reforzado ampliamente por la destrucción y cancelación del sistema social nacional: ahora no solo es difícil encontrar un trabajo, sino que está resultando cada vez más difícil encontrar una cama en un hospital, disponer de un trasporte público eficiente, y acceder a eventos culturales. Se ha deteriorado toda la situación social y el peso de la crisis económica se ha cargado mayoritariamente sobre la ciudadanía y sobre los trabajadores, mientras que los sistemas financieros siguen sin reformarse. Además, estas políticas de austeridad tan cortas de miras está haciendo la recesión mucho más larga, y probablemente asistiremos a una mayor destrucción de servicios sociales y reducción de (los ya escasos) derechos laborales.

LV: Un fracción importante de la población joven, no cuenta con unos mínimos ingresos con los que poder subsistir y son sus familias las que les permiten mantenerse ajenos a la exclusión social en nuestra sociedad. ¿Qué supone para los hogares que más de una tercera parte de nuestros jóvenes (en el mejor de los casos) no puedan contar con un empleo, y aquellos que sí lo tienen, cuenten con unas condiciones, en su mayoría, altamente precarizadas?

DB: Significa literalmente que nos han robado la esperanza de vivir mejor que los que nos precedieron. Significa vivir frustrados por no saber qué proyecto de vida nos espera. Las posibilidades que nos ofrecen es que nos echan del país y nos obligan a ir en busca de nuevas oportunidades, mientras que aquí el acceso a las mismas es cada día más desigual. Según los últimos datos, más de 300.000 familias viven de la pensión de los abuelos. ¿Es eso normal en un sistema democrático, en un país industrializado con un sistema productivo desarrollado? ¿Son normales los beneficios que está obteniendo la banca cuando un tercio de la población está en riesgo de exclusión social? Hay cosas que son incompatibles y dependen de nuestra elección (política). Democracia o Troika, esa es la cuestión.

KB: Hay mucha desigualdad en Alemania, también entre los jóvenes. Muchos estudiantes tienen que simultanear estudios y trabajo, recibiendo salarios muy bajos. Pero esta no es la peor situación, ya que los estudiantes universitarios, al menos, tienen acceso a servicios y ayudas y, en general, pagan tasas universitarias bastante reducidas (unos 500-1500 € al año). Los jóvenes en prácticas tienen peores condiciones. Por un contrato en prácticas a tiempo completo ganan bastante poco y no se pueden permitir vivir de su salario.

AC: El impacto en los hogares es enorme. Es necesario también tener en cuenta que existen muchos casos, especialmente en los países del Sur, en que distintos miembros de una familia están enfrentando el desempleo a edad diferente: no es solo la gente joven los que no encuentran trabajo, también es un problema para sus padres, que ahora están perdiendo progresivamente sus empleos. Por tanto, los diferentes miembros de la familia están enfrentando muchas dificultades y es absolutamente necesario introducir no solo un ingreso mínimo para los jóvenes, sino restituir los beneficios de desempleo para la gente que perdió su trabajo durante la crisis.

LV: La falta de responsabilidad, cada vez mayor, de los Estados para garantizar empleo a la población, en unas condiciones decentes, se conjuga con la eliminación de mecanismos de protección social que evitaban traspasar la línea de la exclusión. La contrapartida ha consistido en una mayor responsabilidad asumida por los hogares y la articulación de respuestas alternativas por parte de la sociedad civil (pisos compartidos por distintas unidades familiares, agrupamiento de jóvenes que conviven juntos, proyectos de autogestión en pueblos deshabitados, etc.) ¿Qué experiencias conoces que estén teniendo lugar en tu país y cuál es la participación de los jóvenes en ellas?

DB: Es cierto que ante la desprotección por parte del Estado −desde hace más de seis meses, la mitad de los parados ya no recibe prestación alguna− hay que reaccionar colectivamente. Esto pasa cuando socializamos nuestros problemas y nos damos cuenta de que lo que uno sufre lo sufren muchas personas más. Gracias al 15M aprendimos en las plazas que no estamos solas y que los problemas que padecemos son colectivos. Partiendo de ahí, muchos jóvenes tratamos, día a día, de encontrar una solución a esto entre todos, y una de las alternativas son los proyectos autogestionados. Son muchos los espacios sociales que se han ido creando en Madrid como respuesta colectiva a las necesidades e inquietudes de los madrileños, jóvenes y no tan jóvenes. Otra de las alternativas para combatir la precariedad laboral que quisiera compartir aquí, cuyo objetivo es el de negociar condiciones decentes y dignas, es la renta básica que, en definitiva, ayudaría a una mejor redistribución de la riqueza, algo que por sentido común deberíamos apoyar todos.

KB: Comparado a otros países, en Alemania solo un porcentaje muy pequeño de jóvenes vive todavía en casa de sus padres. Normalmente, los estudiantes y otros jóvenes viven o bien en los escasos alojamientos estatales de precio reducido o comparten piso con otras personas. Algunos también acceden a viviendas subvencionadas por el Estado. En algunas ciudades, incluso los pisos compartidos y los alojamientos de estudiantes son bastante caros y es difícil conseguirlos sin suficientes ingresos propios o el aval de los padres. Cuando surgen contratos en prácticas mal pagados en otras ciudades, la gente suele vivir con otros durmiendo en el suelo o en el sofá.

AC: En los últimos años, obviamente, la crisis y el empeoramiento de las condiciones del mercado laboral no solo han aumentado el desempleo, sino que también han destruido algunas de las llamadas “redes sociales de seguridad”, formadas por redes familiares. Desde que la desesperación y la pobreza han empezado a alcanzar también a familias de clase media, existe el riesgo de que muchas encuentren difícil aceptar su nueva condición y también el pedir ayuda. Sin embargo, el Estado no está proporcionando suficiente apoyo social, y, por ello, están emergiendo y extendiéndose en todas las ciudades italianas muchas actividades y nuevos grupos. Pese a todo, se aprecia en la comunidad bastante descomposición; están muy enfadados con los gobiernos, pero aun así siguen sumidos en la rabia y la depresión. Por tanto, debe incentivarse cualquier iniciativa que trate de unir a los ciudadanos en su conjunto −incluidos los inmigrantes−, porque es la única forma capaz de nutrir la solidaridad y la conciencia sobre la necesidad de un cambio radical.

 

Leer el diálogo completo entre Dina Bousselham, Kati Bachnik y Armanda Cetrulo (pdf)

 

 

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