Experiencias innovadoras frente a unas tecnologías no tan desmaterializadas

Lucía Vicent

FUHEM Ecosocial

 

El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) ha supuesto importantes cambios en nuestras sociedades, hasta el punto de situarnos en una posición de gran dependencia en muchos de los procesos que realizamos de forma cotidiana. Los mensajes acerca de los beneficios que nos reporta su utilización son habituales, y contribuyen a generar un discurso hegemónico que no considera −incluso rechaza− los efectos negativos que la intensificación tecnológica y sus constantes avances pueden suponer. Es cada vez más generalizada una percepción de las TIC’s que vincula, casi directamente, el desarrollo tecnológico con mejoras en nuestros estilos de vida y en nuestro bienestar, pero que no son tales para la población. La ciencia no es neutra, ni los protagonistas de su difusión y comercialización son personas desinteresadas que no reciben compensación alguna. Adoptar una mirada crítica para analizar los cambios tecnocientíficos que se producen a nuestro alrededor es cada día más necesario, imprescindible diríamos, y ello ha suscitado la aparición de numerosas agrupaciones, iniciativas y campañas que trabajan en esta dirección.

 

  

El impacto tecnológico a través del ciclo de vida del producto

Ciertos análisis sobre el desarrollo y la implantación drástica de las nuevas tecnologías en las sociedades desde una perspectiva alternativa los encontramos en los propósitos que han dado lugar a la creación de Basel Action Network (BAN). Esta organización incide en la injusticia ambiental global y los impactos, devastadores y divergentes, de los desechos tóxicos y los residuos que generan los productos tecnológicos. Su trabajo combina un enfoque basado en los derechos humanos con análisis, a nivel macro, de esta problemática global. El propósito es romper con la dinámica de globalización que traslada los efectos más negativos de la difusión de productos tecnológicos a los países más pobres, y para ello, consideran que es necesario el planteamiento de alternativas urgentes y viables.

Un ejemplo claro de hacer las cosas de otra manera lo hemos localizado en el diseño Cradle, una apuesta por la sostenibilidad del planeta que implica la reducción de los daños generados por la producción en el entorno. Optar por el Cradle es decantarse por una estrategia global del proceso de obtención de los bienes con alto contenido tecnológico, es decir, mantener en cada una de sus fases de producción –desde el diseño hasta la comercialización del producto– un enfoque de mínimo impacto ecológico. Los protagonistas que desarrollaron esta idea, cuya traducción al castellano sería “de la cuna a la cuna”, son William McDonough y Michael Braungart. Ambos precursores crearon tiempo atrás la organización McDonough Braungart Design Chemistry (MBDC), a través de la cual ofrecen servicios a empresas en torno a la reutilización de materiales, uso de energías renovables, gestión del agua o criterios de justicia social. Uno de sus proyectos más relevantes es Cradle To Cradle Products Innovation Institute, un instituto sin afán lucrativo que promueve un cambio real en los procesos de producción con miras a transformar los métodos actuales y poder conformar una fuerza positiva para la sociedad, el planeta y la economía. Entre otros servicios, cuenta con un programa de certificación que evalúa parámetros, como la calidad o la innovación, según los principios del concepto Cradle. Cuenta con sucursales en Europa y una sede central situada en San Francisco (California) que conforman la estructura física de la organización, la cual se financia a través de fundaciones e individuos que se identifican con los valores con los que promulga la organización.

Opciones para una buena gestión de los residuos tecnológicos

No son pocas las agrupaciones que se centran en denunciar las efectos de las nuevas tecnologías y Electronic take back coalition (ETBC) es una de ellas. La coalición, a través de sus acciones, apuesta por el reciclaje y el diseño verde en lo concerniente a la industria electrónica con dos objetivos claros: proteger tanto nuestra salud como el bienestar de los usuarios de productos electrónicos. Y por ese motivo, los integrantes consideran que es imprescindible exigir a los fabricantes de estos productos que asuman una plena responsabilidad durante todo el ciclo de vida de sus productos. Para ello, proponen como como herramienta política el establecimiento de la Responsabilidad Extendida del Productor (REP), la cual les hará comprometerse con la consecución de un consumo sostenible de productos tecnológicos.

En respuesta a las reivindicaciones de organizaciones como ETBC, que exigen que los productores se asuman su papel en los efectos que causan como consecuencia de sus actividades económicas, se han logrado algunos avances. Somos conscientes de que se han afianzado y consolidado alianzas entre distintos fabricantes comprometidos con la reducción del impacto ambiental de los residuos tecnológicos. Con el fin de disminuir los efectos nocivos del desarrollo de tecnológico se constituye la Fundación Eco-Raee’s, la cual reúne a más de 200 empresas con el objetivo de desarrollar un Sistema Integral de Gestión de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos.

En la misma línea, cada vez encontramos más experiencias concretas relacionadas con una buena gestión de los desechos de productos que cuentan con un importante componente tecnológico. Tal es el caso del proyecto Ecovitrum, una iniciativa cuya misión se centra en el reciclaje de estos residuos. Algunas de las opciones que nos sugieren para un tratamiento adecuado de los productos que vamos a tirar y a los que se les puede dar una segunda oportunidad (la reutilización) son los ecoparques o los puntos limpios. Otro ejemplo que apunta hacia esa misma dirección lo encontramos en el proyecto E-Basura. En él, confluyen profesores y alumnos de informática y del laboratorio de investigación de nuevas tecnologías de la Universidad Nacional de la Plata (Argentina) concienciados con el problema ambiental que el desarrollo de esta rama causa a nuestro alrededor. Los participantes se encargan de restaurar y reciclar toda clase de equipamiento informático para su posterior reutilización por parte de ONG’s, escuelas y otras instituciones sin fines de lucro a las que les donan los equipos y les facilitan sistemas operativos de software libre.

Más allá de los efectos ecológicos de los productos tecnológicos…

Los efectos ecológicos no son los únicos impactos de la industria electrónica –compra de telefonía móvil, ordenadores portátiles, reproductores de música, y un largo etcétera de esta clase de productos–, sino que la implantación de procesos tecnológicos de producción suponen graves abusos, en el ámbito laboral, que sufren los trabajadores de las organizaciones donde se implementan estos cambios. El proyecto makelITfair, de alcance europeo, a través de sus numerosas campañas busca generar conciencia de las negatividades más allá de los impactos ambientales y apuntan a otras direcciones (cambios laborales, en las relaciones sociales o en los derechos) que son fruto de los avances científico-tecnológicos que tratamos en este boletín.

En el ámbito educativo también encontramos agrupaciones que luchan contra las desigualdades que la implantación de las nuevas tecnologías y el acceso a nuevas formas de comunicación y de información pueden provocar. En el mundo en el que vivimos, las técnicas de desarrollo no cesan de renovarse y de especializarse cada vez más dentro de los diferentes campos del conocimiento y se requiere una actualización continua en lo que respecta a los avances tecnológicos. Frente a las trayectorias actuales que ponen el foco en lo tecnológico, la Fundación RET ofrece alternativas en las que se tratan de combinar el reciclaje y la educación con las nuevas tecnologías. Lo mismo ocurre con Labdoo, una organización que promueve prácticas de desarrollo sostenible por todo el mundo y busca la reducción de la brecha digital entre países con la promoción de la educación y el aprendizaje. Sus acciones se centran en la provisión de portátiles a niñas y niños de países empobrecidos que se donan desde los países ricos, donde se renuevan constantemente estos aparatos. En España podemos acceder a e-igualdad.net, espacio promovido y financiado principalmente por el Instituto de la Mujer hasta el 2011 pero donde se mantienen, y podemos acceder, a muchos artículos, materiales e iniciativas sobre las desigualdades entre hombres y mujeres en lo relativos a las TIC’s que pretenden visibilizar las brechas de género que también existen.
En este esfuerzo por reflejar los impactos de muy distinta índole de los avances de las TIC’s, se pueden localizar además espacios para la reflexión relacionados con los fenómenos sociales articulados a través de internet y las tecnologías digitales como el que nos facilita el Observatorio para la cibersociedad. Se trata de una red abierta en la que sus integrantes ofrecen una mirada social y humana sobre todo aquello que se encuentra conectado con el término que le da nombre, la cibersociedad. El Observatorio nos acerca a una interpretación interdisciplinar donde, además de valorarse las potencialidades de las tecnologías digitales, se cuestiona también su repercusión entre la población y las posibles negatividades de un mal uso de las mismas.

Movimientos, iniciativas y campañas

La concienciación acerca de los efectos negativos del avance científico tecnológico y de un consumo creciente de productos “tecnologizados” es cada vez mayor entre la ciudadanía. En esta tarea de sensibilización han contribuido muchos colectivos, iniciativas así como campañas que se han articulado frente a dicha problemática.

El Movimiento Sin Obsolescencia Programada (SOP) es uno de los casos más reseñables. En esta plataforma toman partido ciudadanos con un interés común frente a la obsolescencia programada así como ante los intereses que se encuentran detrás de este concepto. Phonebloks ejemplifica una de las apuestas contra la obsolescencia que busca superar la dificultad de mantener durante mucho tiempo los aparatos con un alto contenido electrónico. Esto es de lo más común con la telefonía móvil, y es en este campo en el que surge Phoneblock, un teléfono compuesto por piezas desmontables, fáciles de sustituir o de cambiar si queremos actualizar nuestros teléfonos. La empresa Motorola se ha comprometido a llevar adelante la idea y a desarrollar este proyecto, aunque la iniciativa quiere mantener su carácter independiente a través de una financiación por donaciones particulares.

Las campañas desplegadas, tanto a nivel nacional como internacional, han contribuido mucho en la difusión y denuncia de conceptos derivados de la creciente intensidad tecnológica utilizada por nuestras sociedades y la reposición, cada vez más rápida, de los productos que en este sentido adquirimos.

Greenpeace, entre otras organizaciones, realizó la Campaña Basura tecnológicaque denunciaba la contaminación, el cambio climático u otras tensiones medioambientales que llevamos décadas arrastrando. El objetivo va más allá de una profunda explicación del problema a la que le acompaña un esfuerzo de sensibilización, sino que nos acerca a la Responsabilidad Extendida del Productor (REP) y ponen a nuestra disposición un ranking verde de electrónicos en el que la organización sitúa a las marcas más conocidas que fabrican estos productos según su impacto en el entorno. Sobre este aspecto concreto podemos ampliar la información gracias al portal Desechos electrónicos, que nos sitúa frente a los retos que plantea la basura tecnológica y los cementerios electrónicos; o Yo reciclo, donde confluyen distintas agrupaciones que facilitan múltiples opciones de reutilización y reciclaje, y que apoyan campañas y promueven alternativas para combatir el impacto ecológico de los bienes que consumimos, haciendo especial hincapié en los productos de gran contenido tecnológico.

Otra de las campañas que ha demostrado una importante repercusión es la que lucha Por una Ley de Desechos Tecnológicos y que promueve la Asociación de Informáticos del Uruguay AsIAP. La campaña exige una ley que contemple la reutilización del equipamiento tecnológico, la gestión menos contaminante para aquellos materiales no reutilizables, la prohibición de supuestas donaciones de desechos electrónicos de países desarrollados y señalar a los responsables para que asuman los costos. En este sentido, no podemos olvidar tampoco la reivindicativa estatua de protesta conocida como WEEE man. Se trata de una figura con forma humana diseñada por Paul Bonomini y está compuesta por los residuos eléctricos y electrónicos que, de media, genera un habitante de Reino Unido durante toda su vida (si se mantiene la tendencia actual).

Una denuncia de carácter más concreto sobre la explotación de los materiales necesarios en la elaboración de los bienes electrónicos que más se comercializan (móviles, portátiles, e-books, etc.) es la que hace la campaña de SOMO sobre e-waste. El conocimiento del camino seguido por los materiales, su transformación y los residuos que generan ayudan a situarnos en la lucha hacia la sostenibilidad en el marco de la producción.

Gracias a la recogida de estas experiencias, entre las que inevitablemente no hemos podido aludir a todas las que se suceden y cuyos esfuerzos se mantienen en línea con los propósitos de las que sí se han reunido, nos acercamos a una visión de carácter más crítico y realista con los cambios que han supuesto las nuevas tecnologías para el desempeño de nuestras vidas. Teniendo en cuenta tanto los aspectos que nos posibilitan y las oportunidades que nos brindan –interiorizados casi por completo gracias a la publicidad y mensajes relativos a estos avances–, así como otros efectos negativos, intrínsecos a estas iniciativas recogidas que los visibilizan y denuncian, hemos tratado de reflejar otras visiones y otros modos de hacer que ya están sucediendo.