Entrevista a Arcadi Oliveres

Entrevista a Arcadi Oliveres

“La globalización actual es la antítesis de lo que debería ser la economía: la satisfacción de necesidades humanas”

 Nuria del Viso

Incansable activista a favor de la paz, de un desarrollo con justicia y una de las voces críticas más representativas de la altermundialización, Arcadi Oliveres repasa en esta entrevista algunas de las principales cuestiones del actual modelo de desarrollo y los desequilibrios Norte-Sur. Este catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona logra transmitir a amplias audiencias gráficamente las complejas estructuras que determinan la actual situación del mundo. Fundador de ATTAC en España, actualmente preside la ONG Justicia i Pau.

 Nuria del Viso (NV): Al neocolonialismo de la segunda mitad del siglo XX se une ahora el proceso de globalización, mientras la brecha Norte- Sur se sigue ensanchando.  ¿Cuáles son, en su opinión, los problemas prioritarios en este mundo globalizado? ¿Cuáles son las tareas más urgentes?

Arcadi Oliveres (AO): La globalización es la forma actual que reviste hoy la economía, pero en un sentido contrario completamente a lo que la economía bien entendida debería ser. La primera vez que puse los pies en una facultad de Economía, hace ya tiempo, me dijeron que la Economía es aquella ciencia que intenta administrar los recursos escasos que nos da la Naturaleza para transformarlos y obtener bienes y servicios que puedan satisfacer necesidades humanas. Como definición es muy adecuada, lo que pasa es que si miramos la Economía desde este punto de vista, las necesidades, incluso las básicas, de una parte importantísima de la población mundial no están cubiertas, por lo cual uno llega a la conclusión de que la Economía no cumple con su deber. La globalización es la forma actual de dominio económico pero de una forma completamente contraria a lo que debería ser un sistema económico adecuado. Por tanto, estamos en una economía que se puede definir como globalizada, pero que es la antítesis de los que de verdad debería ser la economía: la satisfacción de necesidades humanas.

Hace ahora unos 17 ó 18 años se dio por finiquitado el sistema socialista, y seguramente se hizo bien porque era evidente que no había cubierto las expectativas de la gente, porque no era verdadero socialismo, sino capitalismo de Estado, y además completamente militarizado, así que, de esta forma, no podía satisfacer las necesidades de la gente. Se le dio por perdido. Sin embargo, no fracasó ni por la economía planificada ni porque los medios de producción fueran de propiedad pública; fracasó por el militarismo y nada más que por el militarismo. Entonces, fracasado el socialismo se dio por triunfante al capitalismo, lo cual es una enorme contradicción porque que el socialismo (real) había llevado a la pobreza a 400 millones de personas es una obviedad entonces ¿Cómo puede salir triunfante el capitalismo, que había llevado no a la pobreza, sino a la miseria, no a 400 millones sino a 4.000 millones de personas? Completamente absurdo. Desde entonces, en los años noventa se entra en una enorme vorágine neoliberal que, por suerte, ha sido un poco más calmada en esta década. Una de las razones es que a finales de los noventa se iniciaron los primeros movimientos de protesta frente a esta situación como podía ser el de Seattle (noviembre de 1999), o los Foros Sociales Mundiales.

Respecto a las tareas más urgentes, el primer y mayor problema es el del hambre, lo que más vidas humanas se lleva por delante. En una charla que escuché hace poco, Federico Mayor Zaragoza decía que cada día mueren de hambre 60.000 personas. Aunque trabajamos en temas de paz, es evidente que el hambre mata mucho más que la guerra. Ni todas las guerras juntas se llevan 60.000 vidas humanas cada día. Y además, calladamente, sin salir en ningún noticiario. No sólo es el problema más básico, sino también escandaloso porque en el mundo no faltan alimentos, y bien distribuidos entre la población mundial, todos tendríamos las calorías diarias necesarias para vivir. Es una situación absurda. Igual ocurre con el agua potable o con el tratamiento del HIV/SIDA: en los países desarrollados, con el tratamiento adecuado, una persona puede esperar vivir bastantes años, pero el que tiene SIDA en África lo único que puede esperar es la muerte, porque las farmacéuticas no venden el producto barato. Lo que ocurre es que no hay voluntad política, por tanto,  hay falta de comida, de agua, de fármacos, faltan sistemas de salud… todo ello indica que hay déficits importantísimos en esta economía.

NV:  La globalización ha desdibujado los poderes del Estado nación, pero todavía no estamos instalados plenamente en una comunidad global. Carecemos de instituciones con capacidad para gestionar los problemas de carácter global. ¿Hacia dónde vamos?

AO: Si la economía esta globalizada los órganos de control políticos de la economía deberían estar también globalizados. Supuestamente, cuando las economías tenían nivel nacional había una empresa estatal y un gobierno que le daba permiso. Se podía suponer que existía un control, aunque tampoco era totalmente cierto porque en muchas ocasiones pudimos ver que las empresas acababan dominando a los gobiernos. Ahora a nivel internacional sucede un poco lo mismo. Son las llamadas trasnacionales las que están dominando a los poderes políticos, incluso de una manera organizada, como podemos ver con las reuniones de Davos, donde se reúnen anualmente los poderes fácticos -en este caso económicos- que dominan la vida política. Los políticos son sus servidores, no están por encima del poder económico, que es lo que debería ser.

NV: Enlazando con lo que mencionas, en un momento histórico en que la democracia está ampliamente extendida en el mundo, nos encontramos que buena parte de las decisiones realmente importantes se toman en otra parte, en foros privados y en instituciones internacionales nada democráticas, como la OMC o el G-8. Usted ha indicado que del mundo real sabemos muy poquito ¿en qué medida podemos considerar que vivimos en sociedades democráticas?

 AO: En casi ninguna. En el mejor de los casos, baste recordar que nos hallamos en lo que se denomina democracia representativa, pero democracia participativa, en absoluto. Si empezamos por aquello que es lo más fundamental en una democracia, que es el partido político, vemos que son la antítesis de la democracia. En un partido nadie abre la boca, porque si hablan, el secretario general les hace callar. Como decía Alfonso Guerra, “el que se mueva, no sale en la foto”. Resultado, no hay elecciones primarias, ni listas abiertas, no hablemos de los procesos electorales, con la famosa ley d’Hondt, que otorga los votos sobrantes a aquellos que son partidos mayoritarios y los menos valorados acaban siendo los más perjudicados. Si del nivel del estado pasamos a nivel europeo, la vergüenza del Tratado de Maaschtricht, la vergüenza de la Constitución europea, redactada dictatorialmente por el Sr. Giscard D’Estaing con un grupo de 102 secuaces, que no ni proponen nada interesante ni representaban a nadie, aunque vienen en nombre de los partidos mayoritarios. Le ha seguido la vergüenza del Tratado de Lisboa, que no quiere hacer caso de lo que han dicho los irlandeses. Es impresentable en todos los sentidos. En Derecho Constitucional me enseñaron que los poderes se separaban entre legislativo, ejecutivo y judicial ¿Quién hace las normas de la UE? El Consejo de Ministros. El Parlamento, como mucho, les da el visto bueno. Y si subimos más escalones y llegamos a Naciones Unidas, cinco países tienen derecho de veto en el Consejo de Seguridad.  Andorra tiene un voto y la India tiene un voto ¿en qué cabeza cabe? Y si además sigues y miras al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, la cosa empeora aún más, es un completo escándalo.

NV: De modo que tenemos un sistema que no tiene legitimidad económica ni tampoco política…

AO: En teoría, tiene sus cauces de legitimidad, pero en la práctica, el poderoso domina y establece las normas… hasta el punto de que los lobbies en Bruselas redactan documentos comunitarios que favorezcan sus propios intereses. Los políticos son los que hacen las leyes, pero van un día a Bruselas y regresan a su casa. Los que hacen los reglamentos son los que están allí, que son funcionarios. Ya lo decía el Conde de Romanones, “hagan ustedes las leyes, que ya haré yo los reglamentos”. Y en esos reglamentos influyen los lobbies. Por ejemplo, en Pesca, la UE dice no se pesquen peces pequeños y que se utilicen redes con una cuadrícula mayor, una buena norma; llega el reglamento y establece los milímetros que deben tener las redes entre sus hilos, una distancia muy pequeña, exactamente la que había defendido la patronal de la pesca. Por tanto, la UE aprueba no lo que habían aprobado los ministros, sino lo que deseaba la patronal.

NV: Europa quiere erigirse en defensora de los derechos y en referencia de otro modelo frente al que propugna EE UU, pero penetra en América Latina y otros lugares de la mano de grandes proyectos económicos. ¿hasta qué punto Europa representa un modelo alternativo y puede contribuir a aportar soluciones a la crisis actual?

AO: En un artículo que publiqué hace unos días en el diario Avui sobre la famosa “directiva de la vergüenza” terminaba con la frase “me da vergüenza ser ciudadano de la Unión Europea”, y eso que por razones de edad, de joven admiré mucho a Europa. Durante el franquismo, lo veíamos como una esperanza democrática al final del túnel. Pero esta Europa carece de democracia y de política social, es la Europa de la libre circulación de capitales. En política migratoria, nada; en cuestiones políticas, igual -aquí en Cataluña se ve muy bien-, hay un gran déficit en el respeto a las naciones. Otro ejemplo lo vemos con la pena de muerte. Desde los años 1974-75 estuve luchando para la abolición de la pena de muerte; coincidió con la ejecución de Puig Antich y las últimas ejecuciones del franquismo. Finalmente llegó la Constitución española y la abolió, dejando un pequeño resquicio: desde 1978 a 1994 siguió vigente la pena de muerte en el código de justicia militar, esto es, no existía pena de muerte en España excepto para crímenes de guerra o para crímenes cometidos en tiempos de guerra aunque entonces fueran tiempos de paz. Seguí participando en esta campaña hasta que conseguimos en el 1994 que en el código de justicia militar se suprimiera también la pena de muerte. Bueno, feliz, hasta que llega la Constitución europea, una muestra de la hipocresía. Recordará que nos dieron con el periódico un librito de color azul para que votáramos el proyecto el 15 de febrero del año 2005, pero resulta que aquello no es lo que íbamos a votar, aquello era una cuarta parte de lo que íbamos a votar porque una cosa era el texto íntegro de la Constitución, que es lo que nos dieron y otra cosa eran los tres anexos interpretativos que no nos dieron. Yo me fui al centro de Estudios Europeos de mi Universidad y me los regalaron, unos tomos complementarios de la constitución enormes que contenían la interpretación de cada artículo. Acudí al artículo sobre la pena de muerte y ví cómo desaparecía mi alegría: en la UE no existía la pena de muerte, excepto para crímenes de guerra o crímenes cometidos en tiempos de guerra, con lo cual volvíamos a la situación anterior contra la que tanto habíamos luchado. Pero lo que me dejó absolutamente escandalizado fue la primera parte de este articulado, que no permitía la pena de muerte, el derecho a la vida es inviolable y nadie puede matar a nadie, pero en el artículo interpretativo de los anexos decía que el derecho a la vida es inviolable, sí, excepto en tres casos: 1) que la policía mate a alguien que en aquel momento esté amenazando de muerte a otro, un caso estrambótico; 2) el derecho a la vida se considera que es respetado si la policía mata a un preso fugado de la cárcel, eso sí, ha de ser penado, no en el caso de un peso preventivo; y finalmente, el 3)se refería a que la policía puede matar a cualquier ciudadano que se esté manifestando en la calle, siempre que la policía considere que se trata de una insurrección popular, lo cual me rebeló. Con este artículo, Europa se me cayó a los pies, es una desconsideración total del derecho a la vida. Para mí, si es esto, que no me inviten.

NV: Después de la Caída del Muro de Berlín se anunció un Nuevo Orden Global, en el que se dedicarían más esfuerzos al desarrollo y la paz. El 11-S truncó estas aspiraciones y la agenda internacional –y los recursos— se centraron en la “guerra contra el terrorismo”. En paralelo, vemos cómo se está desarrollando la carrera armamentística en varias regiones del mundo. ¿cómo interpreta este giro de los acontecimientos?

AO: Se ha hablado bastante del dividendo de paz, en el sentido de que al caer el muro y desaparecer el enemigo soviético se esperaba que se reduciría el gasto militar y que esos fondos podrían destinarse a alternativas más sociales. Nos dimos cuenta en seguida de que esto no era cierto, primero, porque casi no se ahorraba, y segundo, porque lo poco que se ahorraba enseguida se dedicó a la famosa lucha antiterrorista. A este respecto, hace unos años leí en Le Monde una entrevista con el que hasta entonces había sido responsable de la lucha antiterrorista del gobierno francés. Había trabajado 37 años en el servicio y en los últimos siete había sido el máximo responsable de la lucha antiterrorista. Con la tranquilidad que da estar ya retirado, declaró que después de tantos años tratando de luchar contra el terrorismo había llegado a una conclusión: que quienes mayores actos terroristas cometen en el mundo son los estados. El estado es el mayor actor terrorista; el gobierno francés, en concreto, es sabido que ponía bombas contra Greenpeace en Nueva Zelanda, o el gobierno US en Guantánamo o el de Putin y los atentados en Chechenia. ¿Cómo los gobiernos, los mayores terroristas, pueden luchar contra el terrorismo, que es lo que ellos practican? Esta es una primera contradicción de la lucha antiterrorista; en segundo lugar, ante otros terroristas, que indudablemente los hay, lo que no va a servir nunca como solución es una acción represiva. El señor Blair hizo muy bien en poner a las distintas facciones de Irlanda del Norte en torno a una mesa, porque esa es la única solución. Respecto al 11-S, yo no creo nada de la versión oficial de los atentados; particularmente interpreto que es un atentado cometido si no por todo por una parte del gobierno americano y que Bin Laden no es otra cosa que un agente del gobierno americano, no que lo fue, que lo es, un agente que sigue trabajando a su servicio. En esto, admiro mucho a Estados Unidos, las grandes potencias y las grandes empresas para fabricar un enemigo: desde la caída de la URSS se habían quedado sin un oponente y les hacía falta recuperarlo, algo, si quieres, perverso, pero el máximo exponente de este pensamiento es un señor frecuentemente estudiado en las facultades de Ciencias Políticas, el profesor Samuel Huntington, que es el que habló de la amenaza confucio-islámica y que cuando pasó el tiempo quitó lo de confucio y lo dejó simplemente en islámica. Este personaje, muy reconocido, hasta que se jubiló fue el director del Instituto de Relaciones Internacionales de Harvard, que es una universidad muy prestigiosa, pero privada, y el instituto recibe financiación de fundaciones norteamericanas. He podido saber que el máximo financiador es la fundación Olin, y si miras quien está detrás descubres que son las industrias Olin, y si miras quiénes son las industrias Olin verás que son las industrias de municiones más importantes de Estados Unidos, con lo cual el señor Huntington no es otra cosa que un empleado, eso sí, de altísimo nivel, de la industria de armas. Puede decir lo que quiera sobre amenazas y este invento de enemigos forzosos y así tienen al público distraído en la lucha contra el terrorismo. Lo primero que tenemos que saber es lo que pasa porque si ignoramos la información, nos van a embaucar con cualquier falsa amenaza y le daremos más instrumentos al poder.

NV: La carrera armamentística se está desarrollando en varias regiones del mundo. ¿Cómo valora el estado de la paz en estos momentos? ¿Qué podemos esperar?

AO: Creo que el estado de la paz es muy malo. En 1987 llegamos al cenit del gasto militar, con un billón de dólares; después de la caída del muro, no es que Occidente ahorrara nada, pero Oriente si redujo su gasto militar porque se deshizo el Pacto de Varsovia. En 1993 llegamos a un gasto militar de 750.000 millones de dólares, no está mal, una reducción del 25%. Actualmente el gasto se sitúa en 1,2 billones, lo cual significa que casi hemos duplicado el gasto del año 93 sin que surgiera ningún nuevo enemigo, amenaza o riesgo. Es absurdo. No estamos caminando hacia vías de paz, sino de guerra, y esto hay que conocerlo y denunciar que las amenazas son mayoritariamente falsas. Y debemos hacer algo al respecto. El capitalismo mundial no lo vamos a cambiar ni tú ni yo, ni tú y yo juntos, pero si que se pueden ir elaborando pequeñas cosas y pequeños propósitos, y considero que eso es nuestra obligación.

NV: La industria armamentista –con apoyos oficiales- continúa pujante en muchos países, entre ellos España, al tiempo desde las instituciones se habla de impulsar la cultura de paz ¿es esto una contradicción o una mera paradoja?

AO: Esto no se lo cree nadie, aunque a mí no me sorprende porque parte del actual gobierno ya gobernaba en el año 82 cuando Felipe nos hizo comulgar con ruedas de molino, y después de ganadas las elecciones con la promesa de salida de la OTAN lo que hizo fue un referéndum para la permanencia de España en la OTAN. A Felipe González hay que llevarlo a los tribunales por haber engañado a la opinión pública. Y desde aquel momento, Narcís Serra hizo enormes inversiones en la industria de armamento aduciendo que la industria de armas acabaría siendo “la locomotora” de la reindustrialización española, cuando de locomotora no tuvo nada, fue un furgón de cola con un coste extraordinario, ya que se amortizaron empresas públicas que después de saneadas con dinero de todos los ciudadanos se privatizaron, como Santa Bárbara, que después de saneada se privatiza y se vende a bajo precio a la empresa norteamericana General Dynamics, que ahora tiene la posibilidad de recoger los frutos de la construcción de unos 340 carros de combate Leopard que el gobierno español, a través del Ejército, se había comprometido a comprar. Y ahora tenemos la antigua Bazán, ahora llamada Navantia, que vende portaviones a lugares como Tailandia, o la empresa Indra, radicada en Barcelona, que se dedica a simuladores de vuelo para aviones de combate, y no deja de ser una paradoja que se haya instalado en Poble Nou en el complejo industrial llamado el 22@ que se construyó para el Forum de las Culturas, uno de cuyos objetivos era la paz –junto a la sostenibilidad y la multiculturalidad.

NV:  Las contradicciones del sistema económico capitalista han revelado su falta de legitimidad y para muchos resulta evidente la necesidad de cambiarlo ante este desorden globalizado. ¿es reformable el sistema o necesitamos crear otro tipo de orden mundial? ¿tenemos que cambiar de paradigma? ¿cuáles serían las directrices de ese nuevo orden?

AO: El paradigma, indudablemente, lo tenemos que cambiar, lo que pasa es que a veces, como no podemos hacer nada hasta que no llegue el nuevo paradigma, pues nos quedamos parados frente a la cervecita sin hacer nada.  El paradigma debe ser cambiado, pero debe hacerse entre todos nosotros. Pero hay que elegir y yo he llegado a la conclusión que no tengo ningún modelo alternativo preparado. Además, a lo largo de la historia no se ha dado nunca esta situación. Cuando se abandonó el sistema feudal y apareció el capitalismo fue un proceso de cambios paulatino. Primero los aristócratas perdieron poder, los burgueses en las ciudades lo fueron ganando, la burguesía comercial se impuso, y luego dejó paso a la industrial y después a la financiera. Ahora estamos hablando de globalización. Vemos, pues, que se sucedieron una serie de etapas. El paradigma lo tenemos que cambiar, pero estos pasos para lograrlo los tendremos que ir avanzando poco a poco. Me parece que esto del cambio de modelo es como cuando de pequeño te regalaban un rompecabezas, con una serie de cubos y varias láminas, y te decían, nene, o nena, cámbialo, y a los cinco minutos obtenías una nueva lámina. Eso es lo que yo entiendo con el nuevo paradigma: si queremos impulsar un cambio de paradigma, como en un rompecabezas, tenemos que ir cambiando los cubos para que aparezcan nuevas láminas encima. Recomendaciones de qué cubos tenemos que cambiar nos sobran. Afortunadamente para mí, tengo la oportunidad de asistir cada año al Foro Social Mundial, que es un exponente de muchas nuevas ideas. Yo entiendo que para conseguir este cambio debemos esforzarnos cada uno en su lugar y de acuerdo a sus capacidades.

NV: Pero, ¿cómo hacemos para persuadir a los que actualmente tienen el poder para convencerles de que efectivamente hay que ir cambiando los cubos?

AO: El que tiene el poder se mueve en función de una balanza con un doble peso: por un lado el peso de los privilegiados, pero en política también se debe a otro fiel de la balanza, que es el del pueblo. Tengo un amigo que me contó que una vez asistió a una reunión donde el señor Zapatero dijo que tenía que dedicar el 40% de su tiempo a defender los intereses de Repsol, Endesa y Telefónica. Muy bien. Pero tiene otro 60% de tiempo, que lo puede dedicar a aquellos que le votan, a aquellos que le piden cosas, nuestra obligación es estar dando la tabarra a Zapatero o a Sarkozy, tanto da, para que acaben tomando en consideración lo que les pedimos. A partir de ahí, ¿qué?, se trata de disponer de buena información, objetivos concretos, realizar presión política, sensibilizar a la opinión pública, publicar artículos en prensa, publicaciones, y demás para influir en la gente. Que se van a resistir, está claro.

NV: La actual crisis del petróleo anuncia el agotamiento de los recursos energéticos derivados de los hidrocarburos, a los que seguirán otros importantes recursos (agua, agotamiento de los suelos…) ¿podemos hablar de los conflictos por recursos?

AO: Sí, ya desde hace tiempo, lo que pasa es que ahora se aprecian más por el agotamiento de los recursos de forma más inmediata, y aparece esta palabra de decrecimiento: tenemos que cambiar radicalmente nuestra postura y empezar a pensar en el decrecimiento. Sabemos que desde el punto de vista de la opinión pública esto será difícil de conseguir y algunos lo califican de utopía, pero las utopías son precisamente lo que nos sirve para seguir avanzando. Estoy convencido que la opinión pública acabará adaptándose porque, como dice el refrán, tenemos que hacer de la necesidad, virtud. Cuando veamos que ya no hay agua, que los ríos están contaminados, que el aire es irrespirable, cambiaremos de actitud. Lo que se trata es de ser inteligente y ser capaces de cambiar antes de que este fatídico momento llegue. Pero atención, este momento puede tardar en llegar, aunque esto es lo más grave, porque antes de que llegue a nosotros, y cuando digo nosotros me refiero a los 1.200 millones de privilegiados que vivimos en el Norte, se habrá llevado por delante millones de vidas humanas en los países del Sur. Probablemente, nosotros no vamos a sufrir la falta de petróleo, porque para una quinta parte de la humanidad hay petróleo suficiente; los que se van a quedar sin carburante son los otros, y mientras estamos matando a miles y millones de personas, y esto es lo que nos debe hacer reaccionar.

NV: La actual crisis en el precio de los alimentos parece la expresión más extrema de las desigualdades mundiales, pero tiene causas muy concretas. Desde su visión, ¿cómo se inserta en el contexto actual?

 AO: A nosotros nos afecta, pero afecta mucho más a la gente de países empobrecidos. Para ti y para mí, comprar los alimentos puede suponer el 10% del presupuesto familiar, pero para un señor africano esto puede suponer el 80%. Por tanto, si aquí sube el pan, es lo podemos asumir, pero para el africano es fatal. Vemos que esta crisis alimentaria, en parte debida a la subida de los precios de la energía, acaba implicándonos a todos, pero especialmente a los que son más vulnerables.

NV: En el número de julio de  Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet argumenta que pocas veces en la historia han coincidido tres crisis –la financiera, la enegética y la alimentaria- de la dimensión de la actual. ¿Estamos viviendo un momento especial, de crisis global?

AO: Quizá la estamos viviendo ahora esos 1.200 millones de privilegiados que vivimos en el primer mundo, porque para 4.800 o 5.000 millones de personas, la crisis no es actual, es permanente. Que no tengas nada que comer, ni agua potable, ni acceso a educación gratuita, en la sanidad tienes que ir a comprar todos los productos a la farmacia si quieres que te atiendan, la vivienda sea inexistente o sea una barraca es evidente que se trata de una crisis, y esto, por desgracia para tres cuartas partes de la humanidad, ya lo está sufriendo. Para los que hasta ahora hemos vivido bien –aunque no hay que olvidar que dentro de este grupo hay un 20% de pobreza y marginación- sí nos puede afectar en el futuro próximo esta tripleta de crisis, quizá la financiera en menor medida, porque esto hace ya tiempo que empezó a petar y ha afectado a los que hacen de la especulación financiera su vida, así que no creo que nos afecte mucho para la vida real. En el caso de las otras dos sí nos afectarán; se trata de dos caras de la misma moneda porque si la comida es cara en parte es porque incorpora costos de transporte, lo que significa petróleo. Son crisis fuertes; nos estamos planteando una crisis a largo plazo, definida por factores como una población mundial que está creciendo, una demanda cada vez más intensa de bienes junto a una escasez mayor de recursos, por lo que la crisis tiene carácter estructural, y la tenemos a la vuelta de la esquina.

NV: Después de casi cinco décadas de militancia activa en diversos movimientos sociales y como presidente de diversas organizaciones y plataformas ¿qué lecciones se pueden extraer sobre la organización de la sociedad civil, su capacidad para generar cambios y en qué se puede mejorar para tener más impacto en la tarea de lograr un mundo más justo?

AO: Fundamentalmente apuntaría dos cuestiones, una es la ética y la otra es una faceta de la ética que se llama coherencia. Entiendo que tenemos que reformar enormemente los principios éticos: si vemos a un señor con una pistola que mata a otro, todos diremos que eso no es ético, en cambio hay otras cosas que me sorprende que no hayan entrado dentro de las consideraciones éticas de la opinión pública. Un ejemplo concreto: un personaje que no tengo especial antipatía, no es de los peores, el señor Bill Gates, que ha acumulado una fortuna extraordinaria, la tercera del planeta en base a producir unos sistemas de software que vende en exclusiva y de forma monopolística a todo el mundo. En Estados Unidos hay una ley antimonopolios que impide que si tienes una actividad acapares toda la tarta. ¿Qué ha hecho Bill Gates? Ha creado otras empresas con otros nombres pero vinculadas a su negocio, que le permitió argumentar que su empresa capta el 50% del mercado, porque hay cuatro actores, lo cual es una manera ilegal de obtener beneficios. Para continuar con la historia: el Sr. Bill Gates ¿qué produce? Software para los ordenadores ¿Quién le ayuda a producir este software? Los científicos que trabajan con él.

En buena medida, miles de sus científicos son ciudadanos indios especializados en informática. En Estados Unidos hay trabajando unos 2.000 ingenieros de la India. Gracias a esto, Microsoft, o la que sea, acabarán teniendo unos software de categoría, pero atención, si la India quiere acceder a este software le tendrá que pagar a Gates los derechos de patente de un software obtenido gracias al esfuerzo de un señor de la India cuya educación ha cubierto la India. Esto es inverosímil. Y sin embargo, si mañana llama Bill Gates comunicando que viene a España, tendrías a tres ministros recibiéndole, al rey y a Zapatero dándole hora de comida y un tumulto de periodistas a su alrededor, y se iría a Oviedo para recibir el Premio Príncipe de Asturias. De esa fortuna acumulada con esos procedimientos dejara un dinerillo para combatir la malaria.

Mientras la gente no entienda que esto no puede funcionar así, y que si Bill Gates llega a Barajas, hay que mandarle a la cárcel inmediatamente, mientras la gente no piense moralmente en cómo hay que actuar, no haremos nada. Lo que necesitamos, en primer lugar, es ética, y en segundo lugar, coherencia. Estos dos valores, ética y coherencia son fundamentales.