Entrevista a Paul Nicholson

Entrevista a Paul Nicholson

“Este modelo agroindustrial exige la masiva expulsión de la agricultura familiar, y ellos son los y las emigrantes”

 Nuria del Viso

Coordinadora del Boletín ECOS.

Paul Nicholson es agricultor y se ha destacado como líder de los movimientos campesinos que protagonizan hoy buena parte de las luchas contra los modelos neoliberales de la agroindustria en todo el mundo. Miembro del sindicato EHNE –unión de agricultores vascos- y miembro fundador de la Comisión Coordinadora Internacional de Vía Campesina, ha sido hasta recientemente su representante en Europa y actualmente es miembro de esta organización.

 

 Nuria del Viso (NV): La globalización económica supone una intensificación del expolio de los recursos naturales, generalmente en territorios del Sur. Buena parte de la  respuesta a esta situación viene de la mano del campesinado, que está hoy al frente de la movilización ecológica y social en muchos lugares ¿En qué aspectos la lucha campesina se entrecruza con problemas ecológicos que alimentan los conflictos socio-ambientales (biodiversidad, gestión de recursos naturales, tierra…? ¿Cuáles señalaría como los conflictos actuales más importantes (casos concretos) y en torno a qué aspectos (tierra, agua, biodiversidad…)?

Paul Nicholson (PN): La primera consideración es que la alimentación y los recursos naturales dentro del modelo neoliberal constituyen una bolsa de negocio destacada. Antes de la actual crisis financiera teníamos una crisis alimentaria, una crisis climática y una crisis sobre los recursos naturales y claramente una de las soluciones que se están viendo a raíz de la crisis financiera es el refugio del dinero especulativo precisamente en los recursos naturales y los alimentos. Hay un impacto sobre la agricultura, los alimentos y los recursos naturales y lo va a ser aún más. Probablemente, junto al cambio climatico, el desafio del modelo productivo y de desarrollo sobre la agricultura y la alimentación va a ser un tema central. Desde el sindicato EHNE decimos que la crisis la llevamos padeciendo los últimos veinte años. Hoy se aprecia que hay una gran competencia por los recursos naturales y hay en marcha una carrera de compra de tierras. GRAIN ha publicado estudios ilustrando estos temas. El caso de Madagascar es muy clarificador. Allí Daewoo ha comprado la tercera parte de la isla con la intención de introducir los agrocombustibles y la alimentacion intensiva. Sin duda, la tierra es un elemento clave y no solamente en Madagascar. Esta carrera, a menudo protagonizada por los países del Golfo, conduce a la compra masiva de tierras en Centro-Asia, África y América Latina, dirigida a una agricultura hipertecnificada e industrial para energía y alimentos. En el caso de China incluso están trasladando a sus propios agricultores; hay ejemplos en África donde se trasladan capesinos chinos para producir alimentos para la metropolis, para el país de origen.

Una situación similar ocurre con el agua, en que los gobiernos donantes del Norte  exijan como condición para otorgar fondos la realización de programas de privatización de la propiedad y gestión del agua pone de manifiesto este punto. De modo que el agua es otro área en que las empresas se están apropiando del recurso de forma especulativa.

El otro ámbito es el de las semillas. No estamos hablando sólo de patentes, sino de las patentes de los nuevos transgénicos -las semillas terminator, suicidas y zombis[1]. Hasta ahora, tradicionalmente los agricultores hemos seleccionado nuestras semillas guardando las mejores de año en año y las vamos adaptando a las nuevas condiciones agronómicas. Hoy las semillas transgénicas están bajo control de las seis principales  corporaciones, que se proponen avanzar en el control total de las semillas. Esto representa un modelos de control sobre la cadena productiva alimentaria que, por supuesto, produce unos impactos sociales y sobre el medio ambiente enormes. A través de los transgénicos se pretende fijar unas condiciones para que las corporaciones impongan un modelo de producción y su control sobre el mismo. Las semillas transgénicas ponen en manos de las corporaciones la cadena alimentaria y en absoluto impulsan una agricultura sostenible social y ecológicamente. En África esta situación es claramente un asesinato. El problema en África no es la falta de semillas, sino la falta de acceso de los campesinos y campesinas a semillas propias. El hacer depender a los agricultores de un modelo intensivo financiera, técnica y tecnológicamente generará una expulsión de campesinos del campo y la dependencia del país de esas corporaciones.

 

(NV): El avance arrollador del modelo agroindustrial por empresas trasnacionales, que privatiza y monetariza recursos básicos para la vida como son los alimentos o el agua, está arrinconando al campesino pequeño y medio. ¿cuáles son los principales puntos de contraposición entre los dos modelos?

(PN):Se trata de un modelo que se impone en el Norte y el Sur. Hoy el conflicto se libra entre un modelo agroindustrial y un modelo de soberanía alimentaria desde su perspectiva política de empoderamiento a los gobiernos y a los pueblos en relación a modelos de producción sostenibles, frente a un modelo que controlado por las transnacionales y que promueve una dependencia alimentaria de la agroexportación, y la agroexportación genera hambre.

(NV): Se ha dicho que los agrocombustibles se “comen” literalmente las posibilidades de alimentarse de los más pobres  ¿cuál es tu posición en este tema? ¿en qué medida pueden resolver o agravar la crisis del modelo energético? Se podría argumentar que el actual modelo agroindustrial agrava esta crisis, mientras que un modelo de soberanía alimentaria ayudaría en la actual coyuntura?

(PN): Sí, e incluso diríamos más sobre los agrocombustibles. Desde Vía Campesina y los movimientos campesinos de base estamos defendiendo una agricultura más social, que responda a las necesidades locales, y aquí entran muchos debates sobre el modelo energético. Históricamente, en todos los continentes ha habido una actividad agraria alrededor de los agrocombustibles, pero siempre en base local, a través del uso local de la energía y el uso de los recursos naturales: viento, agua, biomasa. Lo que ahora ocurre con los agrocombustibles es completamente diferente: es la ocupación de las tierras más viables para la produccion de agrocombustibles de forma industrial, expulsando a la agricultura campesina, a los pueblos indígenas, utilizando y destruyendo los recursos acuíferos, es decir un modelo diferente. Nuestra posición es que estamos en contra de los agrocombustibles industriales y reivindicamos otro modelo energético, en base a una producción más localizada para un uso más racional de la energía, y, por tanto, habría que cambiar toda la estructura de consumo.

(NV): Mientras se deterioran las condiciones de vida de los y las campesinas -muchos de ellos se ven obligados a vender sus cultivos por debajo de los costes-, paralelamente se disparan los precios de los alimentos ¿cómo explicar la coincidencia de estas dos tendencias?

(PN): Al tiempo que se está realizando la privatización de los recursos naturales y de los instrumentos de política agraria –selección de los alimentos, producción, mantenimiento de reservas nacionales-, al desregularizar esas políticas lo que de hecho se hace es generar una nueva propiedad sobre ellas porque se ponen en manos de las trasnacionales, que hoy ocupan posiciones destacadas en el proceso de decisión política en los gobiernos e influyen en todas las instituciones multilaterales. En el debate de los transgénicos, se quiere hacer ver que las competencias no están en manos de los gobiernos sino que se deciden en el marco de la OMC, es decir, el control de las políticas alimentarias por las transnacionales mercatiliza los derechos que hay sobre los alimentos, el derecho a  comer, el derecho a un medio ambiente sano. Y al final, los precios al productor nunca han sido tan bajos como actualmente -están por debajo de los costes de producción- y al mismo tiempo los consumidores y consumidoras estamos pagando unos precios muy altos. La organización española COAG hace un análisis económico mensual muy riguroso de los productos alimentarios básicos y a través de esos estudios se aprecia este fenómeno. Por ejemplo, las patatas, el productor recibe 10 céntimos por kilo y el consumidor paga 2 euros por kilo. Es decir, hay un precio diferencial que puede ser del 500 al 1.000 %  sin ninguna limitación económica y que responde al control de las transnacionales de toda la cadena alimentaria. Los perjudicados de este monopolio (u oligopolio) somos los consumidores.

(NV): Este debate se conecta a un tema de derechos, más cuando miramos a los paises del Sur…

(PN): No hay diferencia entre Norte y Sur en este sentido. En este momento de crisis, cuando se está hablando de un 20% de paro, la sociedad urbana pobre también se ve seriamente afectada. El derecho a la alimentación se vulnera cuando existe tanto malnutrición como desnutrición, y claramente en sociedad desarrolladas, en los barrios pobres de EE UU p.ej. existe malnutricion. Los consumidores tenemos derecho a una alimentación sana, diversa, local y eso no se da ni en el Norte ni en el Sur. Tenemos que construir nuestras alternativas desde lo local. Aunque es diferente una hambruna de la malnutrición, en ambos casos son resultado de políticas agrarias controladas por las transnacionales; los gobiernos al final reivindican como si fueran una ONG, no tienen dientes, no tienen poder político. Cuando se produjo la crisis alimentaria hace seis meses, los gobiernos se dieron cuenta que habían perdido las riendas de las decisiones políticas y las habían puesto en manos de las corporaciones y en ese caso, más grave aún, en manos de la especulación financiera; los precios alimentarios se marcaban en la Bolsa de Chicago, no en base a las necesidades o a una supuesta oferta y demanda, sino simplemente en función del ansia de beneficios en la Bolsa.

(NV): El hambre es el principal problema que tiene planteada hoy la humanidad y aunque entró en la agenda internacional hace décadas, sin embargo la actuación ha sido mínima ¿cuál crees que son las razones? ¿la crisis financiera actual podría ser una nueva coartada para relegarlo una vez más?

(PN): (Suspiro…) Una buena pregunta. Está claro que la prioridad de las corporaciones es hacer beneficios. En los últimos veinte años se ha multiplicado por tres el número de hambrientos en el mundo. La desigualdad, la injusticia de la desigualdad es cada vez mayor. Más de la mitad de la población mundial gana menos de 2 euros al día. El hecho de que el hambre aumente –y este año superará los 1.000 millones de personas- es simplemente un reflejo de esa situación.

(NV):  Entonces, este problema está estrechamente vinculado a lo que antes aludías, que los gobiernos no tienen dientes, que han cedido su espacio de poder a las transnacionales…

(PN): Sí, y también son parte. Está claro que los gobiernos han dejado de asumir su responsabilidad en las políticas alimentarias y agrarias. Las políticas neoliberales conducen a esa situación y a la privatización de todo. En la crisis alimentaria resulta claro que los gobiernos renuncian a desarrollar sus políticas agrarias, simplemente gestionan las necesidades de las transnacionales. En el caso de la política de cooperación, entre comillas, que los gobiernos del Norte hacen hacia el Sur se trata de estrategias que condicionan la ayuda al desarrollo a la implantación de políticas neoliberales, a planes de privatización, al desarrollo de infraestructuras, a un modelo agroindustrial y agroexportador, que es el que ha generado el hambre. Cada vez que se celebra una cumbre se dice: ‘tenemos que resolver el problema del hambre, entonces más comercio y más tecnología’, es decir, más veneno, más de lo mismo, no hay una capacidad de generar políticas que conduzcan a la soberanía alimentaria.

(NV): Frente a los graves problemas ecológicos y sociales que está provocando el modelo agroindustrial se proponen limitadas medidas correctoras basadas en los factores que apuntas -más tecnología y más privatización-, que no parecen llevar a vías de salida sino a intensificar los actuales problemas ¿por dónde tendrían que transitar las respuestas?

(PN): Primero, el reconocimiento de una perspectiva de derechos, derechos humanos, y la soberanía alimentaria debe ser la base sobre la que se deben construir las políticas alimentarias y agrícolas. El mercado global no alimenta al mundo, no van a ser los McDonnald o los Carrefour los que alimenten al mundo. Hay que producir los alimentos básicamente en un área cercana y en una lógica de desarrollo sostenible, y aunque esa palabra ha sido transformada para significar desarrollo sostenido, estamos hablando de una agricultura social, agroecológica, donde la exportación puede tener su papel, pero no de una manera prioritaria. Hay que responder primero a las necesidades sociales en cuanto a producción, a un modelo social, de agricultura familiar, de economía más localizada, más regionalizada, donde existen instrumentos políticos de control de la producción que dependen de las necesidades de su propia sociedad. La soberanía alimentaria nos da esa pauta sobre la cual podemos basar el futuro. Cada vez más gobiernos entienden la necesidad de una soberanía alimentaria, no solamente política, sino sobre modelos de producción. Gobiernos como los de Bolivia, Ecuador, Nepal u otros en África empiezan a aplicar políticas basadas en la soberanía alimentaria. Tenemos más instituciones locales que entienden que tiene que partir de una realidad más local, más concreta y desarrollan políticas de defensa del área cercana, frente a una importación masiva de alimentos que destruyen la capacidad productiva local. Hay todo un movimiento institucional que va en defensa de la soberanía alimentaria. A nivel de los movimientos sociales y la sociedad en general también hay mayor preocupación sobre lo que comemos, y eso se ve en el Norte clarísimamente: hay una mayor sensibilidad ante la alimentación y la necesidad de defender un modelo de consumo más responsable, más cercano, más social y con menor usos de agroquímicos. Y en el marco de la crisis financiera en Europa, estoy seguro que estas tendencias se van a desarrollar más.

(NV): El modelo que apuntas requiere cambios de estructuras profundos. En un contexto de crisis económica, quizá estos cambios se hacen imperativos y no se podrán diferir por mas tiempo.

(PN): Creemos que sí. ¿Por qué? Primero, porque en un tiempo la alimentación va a ser muy importante y no siempre va a estar asegurada. En ese sentido, es esencial estratégicamente fortalecer procesos de producción local. Otro factor: la precariedad de los mercados internacionales hace que la necesidad de tener una base productiva cercana y una economía más equilibrada sea más perentoria. Nosotros ya lo estamos viendo: en mi organización de base, ENHE Vizcaya, en el contexto de la crisis de la industria, muchas personas se están acercando al sindicato pidiendo apoyo y formación para reintegrarse en la producción alimentaria, bien para producir para los mercados, bien para autoconsumo. Estamos acostumbrados a pensar que es el supermercado el que nos alimenta, pero somos los agricultores y las agricultoras las que alimentamos a la sociedad. Hace falta políticas de apoyo a un modelo agroecológico y de producción. Actualmente en la UE estamos perdiendo una explotación familiar cada dos minutos; en el Estado español está desapareciendo una generación de agricultores, y no tenemos relevo. La agricultura industrial no genera posibilidad de relevo, únicamente lo genera la agricultura familiar. Tenemos que abrir nuestra capacidad productiva a nuevos agricultores y agricultoras que vienen de la sociedad urbana; necesitamos dramáticamente nuevos productores alimentarios a nivel local y poner a disposición los recursos naturales necesarios, posibilitar el acceso a tierra, agua, semillas, mercados locales. No es compatible defender una agricultura competitiva exportadora con una agricultura familiar, social y basada en la economía local, sencillamente no es posible, y el decir que esa convivencia es posible supone aceptar la desaparición de la agricultura familiar.

(NV): Por tus palabras se deduce que el modelo agroindustrial genera una problemática común para las personas en el Norte y en el Sur, ya sean agricultores o consumidores…

 (PN): Sí, aunque con una dimensión nueva, la migración. El 50% poblacion mundial somos agricultores y agricultoras. Este modelo agroindustrial exige la masiva expulsión de la agricultura familiar, y éstos son los y las emigrantes. Es una realidad imparable y se aprecia más claramente en los momentos de crisis. Frente a la migración, son necesarias políticas de soberanía alimentaria, que el Norte se olvide de sus políticas colonialistas hacia África, y se dé cuenta de que no es posible trasladar – usando la misma lógica- el modelo de producción alimentaria del Mediterráneo, por ejemplo, de Almería, a Marruecos o a Senegal para producir más barato aquellos productos que las mismas empresas después exportan a Europa. Hace falta una transformación real de las políticas de la UE que visualicen un futuro con esperanza porque las políticas agrarias y alimentarias actuales conducen a una competitividad asesina para ese 50% de la población mundial, es una política sin esperanza para nosotros. La política de la esperanza es la soberanía alimentaria, es hacer de los alimentos y de la agricultura eje fundamental en la sociedad, donde participemos todos los sectores de la sociedad en la definición de las políticas; eso genera esperanza, que los agricultores junto a movimientos sociales y la sociedad contribuyamos a hacer un mundo rural vivo.

(NV): ¿Qué grado de colaboración existe entre los movimientos campesinos y los movimientos ecologistas?

(PN): Actualmente estamos consiguiendo la colaboración. Históricamente ha habido una mala comprensión entre ambos, pero a partir de los años 90 hemos consolidado alianzas y una comprensión. Desde las organizaciones sociales en los últimos quince años ha habido cambios muy profundos, la visión de que la agricultura es social, que no es solamente de los agricultores, y que hace falta la acumulación de fuerzas sociales para cambiar estas políticas agrarias.  A nivel del Estado es claro que en la lucha contra los transgénicos hay una alianza bien pensada entre COAG, por ejemplo, y Amigos de la Tierra, Greenpeace y Ecologistas en Acción. A base de muchas reuniones se está consiguiendo una estrategia con mucho arraigo. Habrá diferencias, pero se hablará. Hay áreas donde tenemos que hablar mucho más para hacerlas comunes, por ejemplo, en el tema del agua. Desde las organizaciones agrarias tenemos bien interiorizado que tenemos que llevar a cabo una política de alianzas porque comprendemos que nosotros solos no cambiamos estas políticas agrarias, así que es indispensable la alianza con los movimientos ecologistas organizados y movimientos sociales urbanos y de consumidores. Sabemos que es complicado porque hay contradicciones reales, por ejemplo, en el tema de precios. Las alianzas son muy importantes, también al nivel internacional dentro de un proceso de articulación de organizaciones a favor de la soberanía alimentaria. En este sentido, hay una relación especial entre Vía Campesina y Amigos de la Tierra al nivel local y global, así como con la Marcha Mundial de las Mujeres.

[1] Las terminator son semillas transgénicas que no se pueden multiplicar, son de una generación. Ello obliga a los agricultores a comprar año tras año esas semillas, perdiendo así su autonomía y capacidad de producir por sí mismo. El caso de las zombi es aún más perverso, son auténticas asesinas, porque son semillas transgénicas que además quedan en el suelo muertas hasta que reciben el contacto del agente químico que las reactiva y las hace germinar.