Entrevista a Daouda Thiam

«Cuando nos necesitaban, nos facilitaban la entrada; ahora que hay crisis, a los inmigrantes casi nos echan la culpa de lo que pasa»

Nuria del Viso
FUHEM Ecosocial

Daouda Thiam, uno de los fundadores de la Asociación de Sin Papeles de Madrid, realiza en esta entrevista una valoración de las políticas migratorias y los efectos de la crisis sobre los inmigrantes. Nacido en Dakar hace 26 años y ebanista de profesión, conjuga su activismo con su doble trabajo en la hostelería. Completa esta entrevista el testimonio de Sini Sarry, también senegalés, que llegó a España hace siete años cuando la sobrepesca de los grandes buques le dejó sin su medio de vida.

 

Nuria del Viso (NdV): ¿Qué te decidió a emigrar? ¿Qué esperabas y qué has encontrado?

Daouda Thiam (DT): Llegué aquí hace seis años, cuando tenía 20. Desde hace mucho tiempo quería venir a Europa. Tenía la idea de que Europa era un paraíso. Pero la realidad no es así, y hasta que no estás aquí y lo ves con tus propios ojos no puedes tener una información clara y fiable. Desde allí se ven las imágenes positivas, la buena publicidad que hacen de Europa, que es lo que te quieren vender. Así que desde que era pequeño siempre pensaba que Europa era un paraíso, que allí toda la gente está feliz, sobra el trabajo, trabaja pocas horas, pagan mucho, las vacaciones son pagadas, hay más seguridad, se puede tener más futuro… yo y muchos otros hemos tenido ese sueño, y eso fue lo que me motivó a venir. Pero me encontré que si eres de África, considerado un continente pobre, no te facilitan nada. En cambio, alguien de Estados Unidos que quiere venir aquí lo tienen mucho más fácil porque son los más poderosos. Pero para un africano es muy difícil venir. Te piden tantas cosas: trabajo, cuenta bancaria… si tienes miles y miles de euros, no hay problema, pero ese dinero no tiene nada que ver con el precio de un billete de avión, un vuelo no cuesta tan caro. De modo que te pueden negar el visado sin darte una explicación o decirte por qué. Cuando me decidí a venir, lo hice en cayuco, que es la oportunidad que tuve, aunque arriesgas la vida y mucha gente se ha quedado en la travesía. Lo que hemos encontrado aquí no tiene nada que ver con el sueño de Europa que teníamos. Al llegar, algo que me sorprendió mucho fue entrar en el transporte público y ver a gente pidiendo, incluso nativos españoles. Aquí hay mucha gente viviendo en la calle, en situaciones muy vulnerables y no es que estén en crisis, sino en lo siguiente… ni siquiera tienen donde poder dormir, no tienen qué comer y tienen que mendigar. Yo me pregunto, ¿por qué estas realidades? y ¿por qué los medios de comunicación no muestran esto? Creo que los medios tienen que ser responsables, ser empresas comprometidas con su trabajo; pero son muy manipuladores, son pocos los medios que muestran la realidad, los hay, pero son pocos. Si yo hubiera sabido lo que había aquí realmente, tal vez no hubiera cogido una patera arriesgando mi vida, hubiera pensado si merecía la pena. Si los medios tomaran decisiones de forma responsable, si hicieran reportajes de cómo es la realidad, lo difícil que es la vida en Europa, cada uno con su vida, muy individual, nadie ayuda a nadie –hay excepciones, pero en general es así, cada uno está preocupado con lo suyo−. Senegal es un país mucho más pobre, pero a la vez hay mucha más generosidad, lo siento, pero es así. He vivido aquí y allí, así que sé bien lo que estoy diciendo. Allí, si no ayudas a nadie, te sientes mal, no estás cómodo ni te sientes feliz. Aquí puedes tener comida de sobra para tirar y a cien metros hay una persona que no tiene qué comer. Me parece un crimen que haya gente en situaciones muy duras, sin tener nada para alimentarse y a la vez muy cerca haya gente tirando comida; me parece inhumano. A pesar de todo, no me arrepiento de haber venido. Pensaba que en un año iba a ser una persona rica económicamente, que iba a conseguir trabajo en los primeros momentos, pero no ha sido así. Y a la vez, todas las dificultades, todas las experiencias que he vivido me han hecho la persona que soy. Siento que he madurado, he conocido la realidad, he aprendido mucho a través de las personas y a través de otra cultura. Aquí yo también formo parte de la sociedad y puedo aportar algo porque vivo aquí; me importa cómo va. Aunque la gente me vea como una persona inmigrante, yo siento que soy de aquí también, me importa lo que ocurre. Cuando suben los precios, me afecta; cuando la educación va mal, me afecta; cuando la sanidad va mal, me afecta; y cuando el país va bien, también me afecta. España me importa. Tengo amigos que han ido a otros países, y siempre me dicen, “es que tú amas Madrid, no te mueves de ahí”, y yo digo, “Bueno, me gusta Madrid” y quiero vivir aquí, tengo aquí mis amigos y mi forma de vida.
Algunas personas consideran que si han nacido aquí son ellas las que tienen que opinar y decidir, y que el inmigrante no tiene por qué opinar. Lo entiendo, pero yo también tengo mi manera de pensar y veo las cosas de forma diferente. Es peligroso sacar conclusiones sin informarte primero; la gente ve los medios de comunicación y con lo que estos les cuentan, sacan conclusiones. Nos estamos dejando manipular y hablamos sin saber.

NdV: Existe la idea aquí de que quienes llegan de África subsahariana son los más pobres de los pobres. Según tu experiencia, ¿es esto cierto? ¿Quiénes emigran en Senegal?

DT: Emigran los que lo necesitan. No tiene nada que ver que sean pobres; quizá los que son de pueblo, que tienen algo que les permita mantenerse allí, no necesitan salir, mientras que los de ciudad lo pueden necesitar más. Mis padres eran de pueblo, pero yo he nacido en Dakar y he vivido allí toda mi vida hasta que vine acá. En general, los inmigrantes vienen de cualquier tipo de familia y nivel social.

NdV: Centrándonos en la legislación sobre inmigración, ¿qué piensas del creciente cierre de fronteras en Europa, la Ley de Extranjería y la Directiva de Retorno? ¿Qué efectos está generando en las personas? La aplicación de la legislación penal en lugar de la administrativa a la inmigración, existencia de los CIE y el trato que en ellos reciben las personas migrantes sin papeles, la reciente penalización del derecho de acogida… ¿Cómo se ve desde el colectivo migrante la forma en que se está criminalizando la inmigración y el acelerado endurecimiento de las normas?

DT: Las leyes cada vez se endurecen más y la situación es cada vez más difícil. Hasta ahora no he visto un cambio que sea favorable a la población inmigrante; al revés, siempre se endurece más. Hablan de derechos humanos, de la Declaración Universal, bla, bla, bla, y luego son los mismos que cambian las leyes de inmigración para endurecerlas, recortan los derechos de las personas, endurecen los trámites, aumentan las tasas, crean los centros de internamiento de extranjeros… no hay manera de encontrar una salida, no facilitan nada. Para ellos, un inmigrante viene aquí para empeorar el país. Yo creo que no. Hubo un momento en que querían que vinieran inmigrantes porque había trabajos que los autóctonos no querían hacer. Así que los que hacían la M 30 eran los inmigrantes; los que trabajan en el campo eran los inmigrantes; en la construcción −un trabajo bajo el Sol, de muchas horas, tan duro− estaban los inmigrantes. Cuando nos necesitaban, nos facilitaban la entrada; ahora que hay crisis, casi nos echan la culpa, ¡como si fuéramos los responsables de la crisis!
Los políticos tienen una manera muy sucia de actuar, intentan manipular a la población todo el tiempo. Lo que hacen estos políticos una vez en el poder es reducir la calidad de la educación porque la educación nos da capacidad para reflexionar, y eso les da miedo. La unidad de las personas les da miedo, la solidaridad les da miedo, el compañerismo entre ciudadanos les asusta ¿Por qué? ¡Tendrían que estar encantados! Porque si todos queremos una democracia, afrontar unidos los problemas y apoyarnos mutuamente, la unidad les tendría que parecer bien, pero no es así. Dicen que quieren democracia, pero de verdad no la quieren. Creo que es el momento de que todos reflexionemos, discutamos y tomemos decisiones, que sepamos a dónde quieren ir ellos, y hasta dónde nos quieren llevar. Si no tratamos de acabar con el capitalismo, el capitalismo acabará con nosotros. Eso está clarísimo. Otra cosa es que no lo quieras entender o no lo quieras aceptar, eso son cuestiones personales, pero está claro que si no actuamos, el capitalismo terminará con nosotros.
Volviendo a tu pregunta, todas estas medidas son totalmente una discriminación. Por ejemplo, los CIE, que para mí no deberían llamarse centros de internamiento, sino cárceles para seres humanos, aunque son peores que las cárceles porque allí se tortura, muere gente enferma, hay mujeres inmigrantes que son madres de familia y las tienen encerradas porque no han nacido aquí. Sin embargo, allí no meten a un inmigrante del Norte, no meten a un estadounidense, por ejemplo. Conozco a un estadounidense que no tiene papeles, pero su pasaporte es de EEUU y la policía ni lo toca. No tienen vergüenza. Para ellos, una persona rubia de ojos azules les parece un dios. ¡Madre mía! ¡Me parece muy fuerte esto! Trabajo desde hace dos años de relaciones públicas en una discoteca, conozco gente española y extranjera, gente de Erasmus, sé bien lo que estoy diciendo… incluso a los españoles les discriminan frente a un inglés, un noruego o un alemán. Tampoco quiero culpar a la gente del Norte; cada uno ha nacido donde ha nacido; es el sistema el que va a discriminar a uno o a otro.

NdV: Y en este marco del capitalismo que mencionabas, ¿cómo encaja la inmigración?

DT: A los empresarios −y no digo los empresarios sociales, sino a los empresarios en general− les encanta tener a personal inmigrante porque tienen menos derechos y les pueden explotar mejor. Y el capitalismo, como no puede producir más tiempo, intenta producir más dinero explotando a la gente. Lo que más les importa a ellos es que sus empresas sigan creciendo en el menor tiempo posible, a costa de los derechos de quien sea, lo cual es más difícil de conseguir con una persona que conoce bien sus derechos como trabajador y los defiende, como alguien que es de aquí, que está muy bien informado. Por eso, el empresario prefiere al trabajador inmigrante: tiene salarios más bajos, hacen los trabajos más duros, acepta unas condiciones inaceptables… en suma, indignidad. Los inmigrantes son tratados más bien como esclavos modernos; les pagan, pero entre comillas. Como necesitan trabajar, no les queda más remedio que pasar por ahí. Pero el responsable de esto es el propio Gobierno que tenemos hoy, que hizo la reforma laboral para favorecer a los empresarios y desfavorecer al trabajador o trabajadora.

NdV: Otro problema asociado a este proceso es la negación del derecho a atención sanitaria ¿Qué impacto tiene la retirada de la tarjeta sanitaria?

DT: La retirada de la tarjeta sanitaria significa quitar un derecho de las personas. Si, como dicen, la sanidad es un derecho, entonces tiene que ser gratuito. Si lo privatizan, en mi opinión no es un derecho. La sanidad, la educación, la vivienda son un derecho. Entonces, ¿por qué tienen que privatizarlo? Y es un dinero de todos, yo he pagado mi parte, tú también y los demás, es nuestro dinero. Los políticos en el Parlamento toman sus decisiones y no tienen en cuenta lo que piensa la población, y aunque protestemos, aunque haya miles de manifestaciones, les da igual, no hacen caso. No lo entiendo. Con esta medida, gente que no tiene acceso a la sanidad ha acabado muriendo. Para mí es otra manera de matar, no con armas sino de otra forma que es peor todavía porque tardan más en morir.

NdV: ¿Cómo os estáis organizando para responder a estas injusticias?

DT: En octubre de 2008 creamos la Asociación de Sin Papeles de Madrid, en Lavapiés, para intentar ayudar a las personas inmigrantes sin papeles, para que no se sientan solas, acompañarlas en sus trámites y facilitarles el idioma. Ha venido mucha gente, gente nueva, y seguimos funcionando, aunque actualmente es muy difícil debido a la crisis. Teníamos clases de castellano, hacíamos actividades en centros culturales, cosas divertidas, pero ahora, debido a la crisis, la cosa esta más floja. Muchos centros sociales hoy en día están cerrados, la gente está muy preocupa, hay falta de tiempo… por ejemplo, yo mismo no estoy asistiendo a las asambleas últimamente porque se coincide con mi hora trabajo, pero bueno hacemos lo que se puede para mantener la asociación. Aprovecho esta ocasión para agradecer a los compañeros y compañeras que estuvieron y a los que están actualmente manteniéndola.

NdV: Desde 2007 que empezó esta crisis, ¿qué cambios habéis observado en el flujo migratorio? ¿Y en el deterioro de las condiciones laborales y de trabajo informal?

DT: Se ha notado mucho. Es más difícil encontrar trabajo y las condiciones son peores. También se nota que ha bajado mucho el flujo de gente que llega. En África la gente está sufriendo, pero para llegar a otro país que está sufriendo igual, pues acabas aumentando el sufrimiento porque aquí las leyes te impiden trabajar, las condiciones de trabajo son duras, la gente no te entiende y tú no entiendes a la gente… necesitas un tiempo para sentirte bien, adaptado. Por otro lado, mucha gente que estaba en España ha reemigrado a otros países, a Noruega, a Bélgica, incluso a Francia o a Inglaterra.

NdV: ¿Crees que se han intensificado los controles y la presión sobre la inmigración “ilegal” desde el inicio de la crisis?

DT: En los últimos meses se nota menos presión que hace, por ejemplo, un año. Ahora, aunque sigue, la presión policial es más suave; ha habido momentos en que era mucho más intensa. Yo creo que desde el Gobierno se están dando cuenta de que esa presión al final genera más crisis: tantos gastos, tantos coches de policía, tantos aviones llevando a gente expulsada, es muchísimo dinero y no es dinero que luego se reponga. Esa es mi explicación, aunque no sé la razón.

NdV: En numerosas ocasiones y lugares, la llegada de una crisis económica se asocia a un aumento de las tendencias xenófobas de la población receptora. ¿Percibes un aumento de la xenofobia desde el inicio de la crisis? ¿Cuál sería el mejor modo de afrontar y tratar estas actitudes?

DT: La xenofobia ha aumentado mucho. Desde que empezó la crisis, a los inmigrantes nos tratan como si fuéramos los responsables de esto; todo lo malo, los inmigrantes. La gente en general no está contenta con el Gobierno. La gente está enfadada, con rabia y como no puede expresarla a los responsables, echan la bronca al que está más cerca, al inmigrante o a la inmigrante, tiran contra la persona que viene de fuera. A veces en la calle me insultan, me dicen, “vete a tu p… país”, y yo, ni contesto porque no tengo que ponerme a su altura. Dicen que los inmigrantes les quitan el trabajo. Yo puedo decir que los españoles quitan el trabajo a los inmigrantes. Por ejemplo, en Almería, hoy el campo está lleno de españoles y hace cinco años los únicos españoles eran los capataces; en Mercamadrid había mucho trabajo que no querían los españoles, y actualmente hay mucha competencia, cosa que me parece bien porque no nos queda más remedio, las personas buscan donde sea. Pero que algunos digan que los inmigrantes les quitan el trabajo, no me vale.
Creo que las personas racistas necesitan ayuda, yo no les condeno, no les culpo. A lo mejor algunos han nacido en una familia totalmente ignorante y han crecido en ese entorno, a lo mejor nunca han salido de España. El que sale ha conocido otra cultura, otras personas, ha crecido más que el que no tiene oportunidad de viajar y tiene otra manera de ver las cosas. Con frecuencia confundimos el racismo y la ignorancia. A menudo, la gente es tan ignorante porque está manipulada, porque está metida en su entorno, o escuchando la tele, opinando sin conocer la realidad; si la conocen, pueden cambiar, si quieren. Hace falta sacar a estas personas del círculo donde están, llevarles a los encuentros sociales, que conozcan a la gente, que vean la realidad. A las personas racistas yo las llevaría a mi entorno, con mi gente, compartiendo mi vida y después iban a estar más contentas y a tener mejores sentimientos hacia los demás.

NdV: Entre las vías más efectivas para abordar el cambio de actitudes está la educación. Sé que has participado en el proyecto de los colegios de FUHEM Santa Cristina e Hipatia “Rompiendo muros, abriendo ventanas” de sensibilización de la comunidad educativa respecto a la inmigración. ¿Cómo valoras tu experiencia?

DT: Es una de las mejores experiencias de mi vida y quedará conmigo para siempre. Guardo las fotos, los vídeos, el libro. Es un proyecto muy útil para mí y para las niñas y niños, y se notaba mucho, ellos no pueden mentir: mostraban mucho cariño, me escuchan y cuando terminaba no querían que me fuera, me decían “tienes que volver, nos ha gustado mucho”. Lo más curioso es que un tiempo después recordaban todo lo que habíamos compartido en la actividad. Estoy muy contento de haber tenido la oportunidad de acercarme y compartir mis experiencias en colegios. Allí hablamos de otros sistemas de valores que no tienen nada que ver con la TV, de cómo es África, cómo es allí la gente, los bailes y cuentos de mi país. También les explicamos por qué y para qué venimos aquí, por qué no sacamos un visado, por qué vinimos en cayuco y por qué las personas blancas no cogen un cayuco para ir a África. Y así conocen la realidad, que es muy importante para la educación, porque sin educación no hay futuro ni es posible cambiar el mundo. También el proyecto significa un paso más contra la xenofobia y el racismo porque a lo mejor esos niños y niñas pueden ayudar en un futuro a las personas racistas. Yo mismo he aprendido mucho a través de los niños y las niñas, que tienen más humanidad que las personas mayores. Si tengo tiempo, me gustaría repetir la experiencia algún día.


Testimonio − Sini Sarry, colaborador de la Oficina de Derechos Sociales

Sini Sarry, 37 años, tiene dos hijos pequeños en Senegal. Salió de su pueblo, en la costa senegalesa, hace ahora siete años. «Nunca pensé en salir de mi país, allí estaba muy bien. Desde que nací nunca me ha faltado de nada. Nací en una familia grande. Mi padre era pescador y también tenía campos», señala en un correcto castellano. También él se dedicó a la pesca durante 15 años, pero la sobreexplotación de los grandes buques pesqueros extranjeros les dejó sin negocio y sin un medio de subsistencia. «Llegó un momento en que el mar daba poco: llegaron los grandes pesqueros, que tienen formas de pesca más eficaces, y nos faltaba peces. La pesca iba mal; al mismo tiempo, la gente que venía de Europa y de América tenía cosas que nosotros nunca podríamos comprar, como casas más bonitas y coches buenos, así que pensamos: “allí hay más dinero que donde estamos”, y así empezamos a pensar en viajar a Europa».
En esos años comenzaban a salir las primeras pateras de Senegal; los primeros que salieron ya habían mandado noticias de que habían llegado bien, lo que animó a otros a intentarlo. Salió en la primera patera que partía de su pueblo. Sarry tuvo que recurrir a su larga experiencia en la mar durante la travesía cuando arreciaron fuertes vientos que les desviaron tres días de su ruta. Tardaron nueve días en alcanzar la costa canaria. A 200 kilómetros de tierra firme, la nave se quedó sin combustible, e improvisaron una vela. «Llegamos con la ayuda de Cruz Roja y de los guardacostas; gracias a ellos hemos sobrevivido», apunta. Le trasladaron a un campo de internamiento y después de examinarle le dieron la entrada y le trasladaron a la península. «Cuando llegué pensé, “ya he llegado donde quería llegar; como persona trabajadora que soy, seguro que encuentro trabajo fácilmente”. Pero me di cuenta pronto que en este país no se puede trabajar sin papeles ». Sólo quedaba la venta ambulante y, aunque trató de esquivarlo porque, como explica, «la venta nunca me ha gustado», acabó por aceptar. «Llevaba siete meses en una casa en Salou, en Tarragona, y no trabajaba, no vendía ni hacía nada, sabía que eso no podía seguir así, que tenía que buscarme la vida porque no podía seguir viviendo del apoyo de otros. Llamé a unos compañeros en Madrid y me dijeron que podía vivir con ellos. Era una casa abandonada que tenía agua, pero no tenía luz y empecé a dedicarme a la venta. Ganábamos poco dinero, si no sabes comunicarte bien y te da un poco de vergüenza vender, pues es difícil, y es lo que me pasaba, solo sabía hablar francés y mi idioma materno». En 2008 la asociación CEAR le ofreció ir a una de las casas de acogida. «Me quedé con ellos cinco meses. Allí empecé a estudiar castellano y pude empezar a comunicarme con la gente». Después conoció a algunas personas de la Oficina de Derechos Sociales y empezó a colaborar con ellos hasta hoy.
En cuanto consiguió los papeles hace unos meses, Sarry visitó a su familia en Senegal, después de siete años sin verse. Su hijo pequeño apenas le recordaba. Todos sus ahorros los dejó en Senegal. «Siempre ves allí gente que necesita ayuda y si tienes algo, tienes que ayudarles. Así somos todos los senegaleses, nos ayudamos mutuamente. Ahora yo no tengo trabajo ni dinero y me están ayudando mis compañeros», manifiesta.
Sini Sarry señala que la ruta migratoria ya no parte de Senegal, como hace unos años, sino de Marruecos, a donde llegan de otros países de África para emigrar desde allí a Europa.
Explica las dificultades administrativas impuestas para conseguir los papeles, empezando por los obstáculos de comunicación para muchos de los recién llegados de África subsahariana y critica el trato vejatorio que se dispensa a los que carecen de papeles. Así le ocurrió un par de veces antes de tener los papeles. «Primero, te desnudan completamente para humillarte. Es muy vergonzoso, nunca imaginé que eso ocurriera. Luego te hace la foto, cogen tus huellas y te llevan a la comisaría de Moratalaz por la noche. La policía suele salir por la noche en unas furgonetas pequeñas, donde casi no hay aire, meten gente como si fueran animales, unos esposados a otros. Allí, te hacen más fotos de todas las formas posibles, como si fueras un criminal, otra vez te cogen las huellas y te informan de a qué hora puedes salir del calabozo a hacer tus necesidades. Luego por la mañana te llevan a los juzgados de Plaza Castilla. El juez decide si te deja libre, te pone una multa o dicta una expulsión por 3 ó 5 años. Esto significa que te mandan a un CIE por un periodo que antes era 40 días y ahora es 60 días sin saber si te van a dejar libre o te van a expulsar. Si te expulsan, estás en el CIE hasta que reúnen el número suficiente de personas para un vuelo. Te dicen que “si tienes buen comportamiento, te llevamos sin problemas”, pero si no, te ponen las esposas, o te ponen unas ropas con las que no te puedes mover. Algunos empiezan a dar golpes o a armar un escándalo en el aeropuerto para que no les expulsen, porque si es un vuelo comercial de pasajeros y protestas, el piloto puede decidir que no entras, y a lo mejor te dejan libre, como les ha pasado a algunos. Por eso, cada vez más, usan vuelos militares, y ahí te llevan de todas formas».
A la pregunta de si ha notado más indicios xenófobos desde que empezó la crisis, Sarry asegura que «siempre hay gente que lleva dentro el racismo, lo lleva y lo va a llevar eternamente; pasa en todos los países, incluso en África». Y añade, «habría que decirle a la gente racista que “si estoy en tu país es para ganarme la vida; no vengo a agredir o a molestar”. La mayoría de nosotros tarde o temprano vamos a volver a nuestra tierra natal, así que sólo estamos aquí temporalmente para trabajar y poder vivir mejor, que es lo que quieren todas las personas».


Acceso a la entrevista a Daouda Thiam y testimonio de Sini Sarry (pdf)