4, 3, 2, 1…
Era inevitable, el curso comenzó con una idea que estaba presente en todas las personas que formamos la Comunidad Educativa de Santa Cristina: este es el último curso en el que el Colegio estará abierto.
Algunas lo dicen en alto pensando desde el primer día cómo construir un broche final que esté a la altura de las circunstancias, otras se mueven más sigilosas de un lado a otro buscando cómo poner en práctica nuevas metodologías que nos permitan mejorar cosas respecto al curso pasado y todas, independientemente de nuestro papel en el Colegio, nos buscamos para compartir espacios, charlas… cualquier encuentro se convierte en un momento de intercambio más cercano y fácil.
Participar y sentir más próximo lo que le pasa al otro se hace ahora casi inevitable: no cabe duda de que ser un cole pequeño tiene sus ventajas.
Tres años despidiendo a compañeros, alumnos y alumnas. 4, 3, 2… Pero septiembre empezó con la certeza de que no estábamos diciendo adiós, sino que estábamos comenzando un curso nuevo, ¡todo un curso por delante! Y tantas cosas por hacer, con más ganas, con más ilusión, porque queremos cuidar nuestro Colegio hasta el último día.
Sabiendo que cuidar pasa por saber solucionar los conflictos, por preocuparnos e implicarnos en la búsqueda de alternativas para las familias que están pasando situaciones económicas muy complicadas, por entender que lo que pasa en el Santa Cristina es también lo que pasa por las tardes en el barrio más allá del muro del patio o lo que ocurre en un país que azota a sus habitantes con políticas despiadadas.
Convencidos y convencidas de que el cambio viene acompañado de palabras como esperanza, solidaridad, colectivo, ilusión, alternativas, rebeldía, dignidad o sueños. Estas palabras son importantes en nuestro Colegio.
Dice Gabriel García Márquez que la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
En estos casi 50 años de existencia de Santa Cristina hay miles de recuerdos. Recuerdos que son contados en el barrio, que pasan de bocas a orejas, de orejas a corazones. Y todavía quedan muchos por construir: todos los que vivamos este año.
Así comenzamos este curso, con el propósito de que “el Santa” no sea lo que quede en las paredes del edificio, sino que sea lo que recordemos y contemos cada una de las personas que hicimos y hacemos vida en ese espacio.
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