El extraño viaje de Gipsy

Gipsy Danger era un robot de última generación. Pertenecía a una variedad conocida como Jaeguer, creada con el objetivo de cazar monstruos. Se trataba de un droide de grandes dimensiones capaz de destrozar un edificio con sus propias manos.

Gipsy solía estar bastante ocupado, pero, casualmente, ese día se encontraba sin ninguna misión. Había sido recientemente restaurado, así que Gipsy pensó en aprovechar su día libre para probar sus nuevas armas y complementos.

Tras varias horas destrozando camiones, coches y edificios abandonados, Gipsy decidió probar su dispositivo para viajar en el tiempo. Pensó en viajar a la costa de Alaska para enfrentarse de nuevo al monstruo con cabeza de cuchillo cuando, de repente, se le sobrecargó el dispositivo y acabó sobre lo que parecía ser una estación de tren.

Gispy observó que su tamaño había cambiado y se había adaptado a las dimensiones de esa extraña estación, que por los carteles colocados en las paredes, parecía ser la parada de Chamberí. Pero estaba cambiada, no se trataba de una estación fantasma, sino que estaba en pleno funcionamiento.

El robot, sorprendido, decidió explorar la estación, ver cómo era la vida antes de que seres como él hubieran sido creados. La decoración era lo que más llamaba su atención. Las paredes estaban cubiertas de baldosas cerámicas blancas y verdes. Los anuncios parecían mucho más trabajados que los actuales.

Mientras observaba impresionado todo lo que le rodeaba, Gipsy no se dio cuenta de que los humanos que se encontraban a su alrededor habían empezado a huir histéricos ante su presencia. Gipsy trató de calmarles, pero sus intentos parecían no tener resultado. Comenzó a ponerse nervioso y a sobrecalentarse. Sus circuitos parecían haberse vuelto locos y le hacían hacer cosas muy extrañas. Decía frases sin sentido, las chispas recorrían su cuerpo y, lo peor de todo, su tamaño parecía estar volviendo a aumentar.

Gipsy no pudo evitarlo, con cada paso que daba medía un metro más. Sus pisadas destrozaban los raíles, sus hombros chocaban con las lámparas de los tejados. La gente huía cada vez más asustada. Era una pesadilla.

Entonces Gipsy decidió teletransportarse de nuevo al presente para evitar destruir por completo la hermosa estación de Chamberí, con sus baldosines de colores, y a los pobres humanos que estaban en ella.