Una forma de estar presente la naturaleza en la ciudad

Madrid es una ciudad en la meseta, de suaves relieves articulados por lomas y vaguadas, suelos arenosos provenientes del Guadarrama y falta de agua. Madrid es un desierto refrescado con alguna vegetación a orillas del Manzanares y en parajes excepcionales que fueron posesiones reales, cuya extensión durante el antiguo régimen y hasta la época de la Restauración representaba más de la tercera parte del término municipal, triplicando la superficie total del casco urbano.

El paisaje de la Casa de Campo está compuesto de lomas y vaguadas cuyos encinares, pinares y sotos alternan con fresnos, olmos, chopos, sauces, plátanos y algunos cedros y cipreses. Retamas y otros arbustos junto a gran variedad de herbáceas constituyen la flora. La fauna original, en regresión por la acción humana conserva aún variedad de aves y mamíferos.

Felipe II, monarca fundacional de la monarquía hispánica, estableció la residencia real y la corte en Madrid otorgando a la Villa, en 1561, la capitalidad del reino. Felipe II concibió un proyecto de construcción de palacios, palacetes, casas de campo, edificios religiosos, parques, cotos de caza y bosques unidos mediante un tejido de vías arboladas.

La Casa de Campo tiene su origen en 1562 cuando el rey compró la villa de los Vargas en la orilla este del Manzanares, frente al Alcázar, acondicionándola como villa-palacete de recreo fue ajardinada con parterre español al gusto renacentista.

Durante el reinado de Felipe III, en 1616, allí fue situada su estatua ecuestre, que desde época isabelina se ubica en la Plaza Mayor. Felipe IV desplazó el interés de la corte al Buen Retiro y ya en el siglo XVIII, con el cambio dinástico y la entronización de la Casa de Borbón, Fernando VI llevaría a cabo la ampliación de la posesión real convirtiendo la Casa de Campo en Bosque Real y distrito forestal. La nueva dinastía introdujo el ajardinamiento francés, broderies, bajo diseños desarrollados como un bordado. Fueron cercados el Monte del Pardo, la Casa de Campo y la Florida. El reformismo ilustrado de Carlos III impulsó la utilidad agropecuaria de la finca.

Durante la Guerra de Independencia, entre las reformas urbanísticas acometidas por José I se abrió el pasadizo por debajo de la Virgen del Puerto para conectar el Palacio y el Campo del Moro con la Casa de Campo.

La crisis del antiguo régimen, la guerra, el retorno del absolutismo y la incapacidad de remontar la grave situación financiera del estado provocaron el abandono y descuido de esta posesión real.

En la década de 1834-1844, el impacto del liberalismo tuvo su acometida con un intento urbanizador mediante un proyecto urbanístico cuya pretensión fue crear una población –la Real Cristina- en toda la extensión de la Casa de Campo, que por suerte no se llevó a cabo.

El abandono y pérdida de monte por abuso en la saca de leña se hizo patente hacia 1839 y en 1845 la gestión forestal científica recayó en Agustín Pascual que ordena los aprovechamientos de las posesiones reales, ratifica el carácter silvopastoral de la finca, redujo el monte a retama y mandó repoblar con pinos y encinas. En 1860, el trazado de la línea de ferrocarril del Norte atravesó la Casa de Campo.

Mientras, la burguesía ascendente necesitaba nuevos espacios de sociabilidad donde esparcirse y hacerse visible, los paseos y los parques. Las referencias burguesas van a ser el Bois de Boulogne y el Parc-Monceau parisinos, pero en Madrid, la alianza monárquico aristocrática y burguesa dificultaba la posibilidad de cesión de las posesiones reales para disfrute las clases burguesas en ascenso.

Fue durante la fase democrática del liberalismo, tras la Revolución Gloriosa de 1868, cuando el Gobierno Provisional decretó la cesión del Retiro como Parque de Madrid. El espacio ajardinado repite la estructura urbana, vinculándose a operaciones de urbanización y viabilidad, siendo concebido como una ciudad de plantas. La expropiación del Real Sitio de la Florida en 1868 y su cesión al Ayuntamiento permitió también la creación a finales del XIX del Parque del Oeste, de trazado romántico a la manera de jardín inglés, como lugar de esparcimiento de los nuevos barrios del ensanche burgués de Argüelles.

Desde 1875, el sistema liberal de la Restauración estuvo vertebrado en torno a la monarquía, manteniendo las posesiones reales en manos de la Corona. Entre ellas, estaba la Casa de Campo cuya gestión pasó a formar parte del Real Patrimonio y a tener casi en exclusiva un uso cinegético.

El 14 de abril de 1931 fue proclamada la II República y por Decreto de 20 de abril el Gobierno Provisional de la Segunda República entregó la Casa de Campo al pueblo de Madrid. El 1º de mayo de 1931 unos 300.000 madrileños acudieron a celebrarlo en una fiesta multitudinaria. Antes de las cinco de la mañana empezó a llegar la gente a la Casa de Campo,
aunque no se abría hasta las ocho y media. Muchos obreros lucían el gorro frigio, de papel o paño o se lo habían puesto a sus hijos. Durante la República, la Casa de Campo y la Dehesa de la Villa fueron los lugares preferidos para estas excursiones campestres de celebración de la fiesta del proletariado.

La sublevación militar y el fracaso del golpe de estado dirigido contra la II República en julio de 1936 desembocaron en la guerra civil. En noviembre de 1936, la Casa de Campo se convirtió en uno de los escenarios de la Batalla de Madrid. En ella se instaló el frente y la resistencia de la población madrileña impidió la toma de la ciudad por los sublevados que mantuvieron sus posiciones en este recinto hasta el final de la guerra en 1939. Aún son visibles vestigios de trincheras y fortificaciones militares.

Desde 1939 permaneció cerrada atendiendo a la recuperación de los destrozos sufridos durante la guerra, aunque desde 1941 sirvió de alojamiento a campamentos falangistas del Frente de Juventudes, hoy albergue juvenil Richard Schirmann, que da cabida a la Escuela de Circo y a dos organizaciones ecologistas.

En 1948, el dictador firmó la cesión de la Casa de Campo a Patrimonio Nacional, cuya titularidad sigue a fecha de hoy conservando, aunque de usufructo municipal a perpetuidad.

La Casa de Campo fue abierta progresivamente y en 1950 se celebró la primera Feria del Campo, en 1952 se repobló con pinares y durante la etapa tecnocrática de la dictadura y los años del desarrollismo el afán urbanizador provocó intervenciones invasivas. En 1961, la línea del Suburbano hasta Batán y las nuevas barriadas obreras periféricas; en 1969, la apertura del Parque de Atracciones y el teleférico uniendo Argüelles con la Casa de Campo desde el Paseo de Rosales hasta el Cerro Garabitas; y en 1972, se inauguró el zoológico.

Tras la dictadura franquista, en 1977 después de participar en las manifestaciones, la clase obrera madrileña recuperaba la celebración del Primero de Mayo con un almuerzo campestre festivo, con tortillas de patatas y vino, en el Pinar de las Siete Hermanas. Una carga policial disolvió la fiesta.

Durante los años 80, la presión ecologista y vecinal consiguió la prohibición del tráfico en vías no asfaltadas y en 2007 la prohibición total de tráfico rodado en la Casa de Campo. También en 2007, tras un recurso presentado por el Club de Campo, una sentencia del Tribunal Supremo anulaba la declaración como Bien de Interés Cultural que como Jardín Histórico se había publicado en 1999 protegiendo el parque de cualquier intervención urbanística. Dentro del Recinto ferial, cuenta desde 2002 con el pabellón Madrid Arena destinado a usos deportivos, espectáculos y ferias.

El desequilibrio en el uso actual de la superficie de la Casa de campo es llamativo, un quinto de la superficie en manos de instituciones municipales o privadas, un uso articulado por las infraestructuras de transporte que permiten acceso a ella.

El neoliberalismo sostiene que las reglas del mercado representan el mecanismo óptimo para el desarrollo económico convirtiendo todos los bienes y servicios de la sociedad en mercancías. El urbanismo neoliberal somete a la ciudad al imperio del mercado mediante diferentes mecanismos entre los que se encuentran los de transformación del ambiente y de las formas urbanas, degradando el medio, eliminando espacios públicos urbanos o intensificando la vigilancia sobre ellos, creando espacios privatizados para el consumo, jerarquizando el uso siguiendo criterios clasistas, expandiendo las fronteras de gentrificación e intensificando la polarización social.

La destrucción de la ciudad liberal en la que todos los ciudadanos disfrutan de libertades civiles básicas, derechos políticos y civiles y servicios sociales, introduciendo formas discriminatorias de vigilancia y control social, y movilizando políticas de seguridad basadas en modelos de tolerancia cero.

La más reciente intervención en la Casa de Campo ha sido el arranque en 2014 de las obras de la Ciudad de la Seguridad, el “pentágono madrileño” que agrupará todos los servicios policiales municipales.

La capacidad de revertir el programa neoliberal pone en juego la refundación del espacio público como lugar cívico donde sean también reconocibles las formas de la naturaleza en la ciudad.