Un lugar en el mundo
En 2011, año en el que comenzó la guerra en Siria, se produjeron 7.000 peticiones de asilo de migrantes de ese país. A finales del año pasado, esta cifra ya se había multiplicado 121 veces.
La proclamación del Estado Islámico en zonas del conflicto y el recrudecimiento de la guerra durante 2015, provocaron una situación de alarma internacional cuando en tan solo siete meses se recibieron las mismas peticiones de asilo que durante los cinco años anteriores.
Durante el presente curso, en el Colegio Montserrat, se observa una gran preocupación por tratar el problema de las crisis de los refugiados dentro de sus actividades en el aula. Estas iniciativas comienzan a enraizar dentro de las dinámicas diarias, para tomar conciencia del problema al que nos enfrentamos y poder visualizar qué tipo de intervenciones se pueden llevar a cabo.
Con las actividades ya en marcha, en noviembre del pasado año nos sacuden los atentados terroristas de París. Esta tragedia hace que, de nuevo, todo el mundo ponga la vista en los conflictos de Oriente Medio y nos preguntemos, también de nuevo, por el modo con el que Europa los está gestionando. Mientras la UE intenta definirse con una respuesta al conflicto, nosotros, en el pequeño mundo del colegio y del aula, volvemos a poner el problema sobre el tapete. La forma de afrontarlo es siempre mediante los instrumentos que para los griegos clásicos conformaban el peso de las decisiones democráticas: la palabra (logos) y el diálogo. Mediante este juego dialéctico se establecían soluciones conjuntas, se definían las ideas que necesitamos como referente para saber quiénes somos y hacia dónde debemos ir.
Con la palabra y el diálogo surgió la colaboración entre el Colegio Montserrat y CEAR (Comisión de Ayuda al Refugiado), y se produjo la iniciativa del grupo del trabajo “Cultura y Paz” para convertir al Centro en “Tierra Refugio”. Se trata de una declaración institucional en la que nos solidarizamos con la población siria, que vive cada día una situación de injusticia internacional en la que los poderes europeos no consiguen llevar a la práctica lo que la palabra y el diálogo dejó establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Con esta iniciativa, todo el colegio se pone a trabajar para que, en el Día de la Paz, la causa de los refugiados sea la protagonista, con un eslogan muy claro: “Sin hogar no hay paz”.
La DUDH dice en su artículo 25.1: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios…”.
Así pues, toda comunidad humana debería solidarizarse y reclamar que las personas que están sufriendo la situación de desamparo social por un conflicto de estas características, tengan un hogar para poder vivir, como una exigencia mínima moral. Si los poderes políticos europeos no consiguen dar una respuesta satisfactoria a esta demanda, la sociedad civil y las comunidades, y dentro de éstas las Educativas, deben poner de manifiesto públicamente su solidaridad con aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar, aquel sitio en el que vivían en comunidad, perdiendo el contacto y consuelo de familiares y amigos. La pérdida del hogar es la pérdida de lo comunitario y social que nos hace humanos, que desarrolla nuestras potencialidades como personas, aquello que nos define. Nosotros reconocemos a cada uno de esos individuos, que forman parte de ese magma humano de migrantes que buscan un lugar en el mundo, como personas y, por ello, declaramos en el pasado Día de la Paz a nuestro colegio: Tierra Refugio.