Derechos humanos y chocolate con churros
El pasado 13 de enero, Amnistía Internacional celebró su reunión anual en el Colegio Montserrat de Madrid. A esta reunión acudieron alumnos de cursos comprendidos entre 1° de ESO y 2° de Bachillerato de los centros Montserrat, Juan de Herrera, Herrera Oria y El Sagrado Corazón, y varios estudiantes universitarios.
La mañana comienza con un fantástico desayuno de chocolate con churros, como cortesía del colegio Montserrat, para empezar bien calientes la mañana de trabajo y talleres del nuevo encuentro de la Red de Escuelas por los Derechos Humanos de Amnistía Internacional, a la que pertenecemos, y que este año nos satisface celebrar en nuestro centro. No nos paran de llegar felicitaciones y agradecimientos a los anfitriones por el completo desayuno y nosotros no podemos estar más felices por comenzar con tan buen pie el primer encuentro de jóvenes activistas de 2018. Tras apurar los últimos tragos del rico chocolate que ha dado de sobra para llenar de energías el cuerpo de los invitados, comienza a sentirse en el ambiente la incertidumbre y las ganas por conocer el trabajo de cada colegio y después, dar paso a los nuevos talleres que nos esperan.
Desde que los alumnos y alumnas del colegio Montserrat toman la palabra, en las presentaciones de los grupos con sus respectivos proyectos, queda huella un año más del trabajo y el sacrificio que los jóvenes del colegio Montserrat, como miembros de FUHEM, llevan realizando desde hace años. Cada generación ha sido fiel heredera del espíritu trabajador e inconformista que ha caracterizado a los centros de FUHEM y, en este caso concreto, al del colegio Montserrat que alberga cada año una cantidad de proyectos y trabajos, que, a inicios de curso, sería sorprendente poder alcanzar.
Todo esto se debe al compromiso de unos alumnos que están aprendiendo a mirar más allá de su aula, que han conocido más realidades aparte de las de su entorno familiar y que cada mañana acuden al colegio para intentar cambiar el mundo desde lo más sencillo que esté al alcance de su mano. Desde el punto de vista de un alumno que ya ha participado en varios encuentros de escuelas de Amnistía y ha acudido a actos relacionados con estos talleres trabajados, es una alegría comprobar cómo ha ido creciendo cada año con el empeño de sus educadores. Llegar una vez más a un encuentro de estas características, supone relacionarse con personas que ya han crecido en este ambiente como tú o que están dispuestas a sacrificar más de un sábado por la mañana y más de dos, además de sacarle partido a las horas lectivas que haya podido dedicar a hacer el mundo un poco mejor, en vez de seguir su apretado horario escolar estudiando lengua o matemáticas.
Durante esa mañana de sábado, todos los que iban en calidad de estudiantes se dividieron en cinco grupos, cada uno con un informe en el que se mostraban violaciones a los Derechos Humanos, sobre el que se debía hablar y hacer un stop-motion intentando explicar la situación. Los trabajos trataron sobre casos de crisis generalizadas, como los campos de refugiados en Kenia o de situaciones más personales, como una familia en trance de ser deportada.
Charla sobre la mutlilación genital femenina en Somalia
Por la tarde, la fundadora de la asociación "Save a girl, save a generation", Asha Ismail, vino a hablarnos sobre la mutilación genital femenina, concretamente, sobre su experiencia personal en esa durísima vivencia, sucedida cuando contaba cinco años; explicando también las situaciones que tuvo que sufrir como mujer nacida en Somalia y las vidas de otras mujeres y niñas mutiladas al crecer por el valor del precio por el que será vendida a su marido: la dote. Para Asha Ismail, el tema de la dote era tan importante en este asunto como la propia ablación, hasta el punto de decir que si se prohibiera legalmente ese pago por cada niña infibulada, desaparecería la siniestra práctica.
Su testimonio conmocionó a todo el auditorio, la escuchábamos sobrecogidos e indignados, empatizando con su recuerdo, pero no menos que con su fortaleza y su impulso contagioso. Cuando terminó, tras una ronda de preguntas y un trato amabilísimo por su parte con quienes quisieron hablar con ella, concluyó la reunión.
Estoy seguro de que los activistas de mayor escala que ya han conseguido cambiar el mundo y hacer que vaya a mejor, se sentirían muy agradecidos y orgullosos de comprobar cómo es posible creer en la próxima generación que heredará el mundo que nos tocará vivir en unos años.
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