Carlos Skliar: “Siento que todavía no es tarde para ir hacia la infancia y encontrarnos allí con la escuela que queremos”

Carlos Skliar es Investigador Principal del CONICET de Argentina, y del Área Educación de FLACSO y es reconocido internacionalmente por sus aportes pedagógicos, filosóficos y literarios al campo de la educación. En FUHEM Educación hemos querido contar con sus reflexiones para abrir la jornada inaugural del curso 2020-21 que hemos celebrado esta semana y, además de mandarnos este cariñoso y sentido saludo en vídeo, nos hizo llegar las líneas que a continuación copiamos más abajo.

Es un placer para nosotras poder escuchar y leer sus reflexiones en estos tiempos tan difíciles porque hoy, más que nunca, necesitamos recordar qué aspectos son esenciales para construir una educación de calidad.

Acerca de extrañar la escuela

Por Carlos Skliar

«Es extraño extrañar lo habitual, lo de todos los días, lo que ocurre casi sin querer, aquello que es, como se dice vulgarmente y encogiéndose de hombros: “lo de siempre”, “nada en especial”.

No se siente falta de lo que no se fue, de lo que se queda, de lo que está allí todos los días, de lo que parece mantenerse inalterable, sin cambios a la vista, firme, consistente.

No se echa de menos aquello cuya presencia parece prescindir de nosotros mismos, donde podríamos estar o no porque otros pueden estar en nuestro lugar, aquello que es de algún modo un centro de gravedad al que le dedicamos días, meses, años de nuestras vidas. Nada hay de más extraño que sentir necesidad de lo que está plantado delante de nosotros, como un monumento rígido, como un templo sagrado, como un recordatorio mudo de una historia de siglos.

Pero de pronto lo extraño, lo que la vida ocupada no permite ni siquiera entrever, aquello que el ritmo frenético y el apuro vertiginoso piden desatender, lo extraño como rareza o como lo bizarro, se vuelve extrañado, se echa de menos, se siente en falta, nos hace sentir saudades, porque nos damos cuenta que no somos nosotros su reflejo acabado sino quienes le damos tibieza y movimiento, aire y luz, palabra y tiempo.
Como si lo que faltase es recomponer no ya un regreso melancólico sino un deseo ardoroso de ir, de ir una y otra vez, como si el cuerpo incitase a un encuentro desbordante, desesperante, para poder hacer lo que no se hace solo, lo que no hacemos solos, lo que no se hace por sí mismo, lo que no es natural ni automático.

A ciertas edades se extraña lo que fuimos porque entonces tal vez éramos lo que quizá no somos o no pudimos ser. Un cierto halo de tristeza envuelve el recuerdo de aquellos extraños tiempos en que podíamos ser cualquier cosa, serlo todo, y al echar la vista atrás nos topamos con lo que somos o creemos ser de verdad, y la discrepancia entre el niño y el joven, entre el joven y el adulto, suelen hacernos temblar los pies y agitar el alma.

Quienes todavía creemos que la niñez no es una edad sino una experiencia de intensidad distinta con el tiempo, un instante que se abre en las aguas de la vida y crea esos círculos cada vez más agigantados, sentimos que todavía no es tarde para ir hacia la infancia y encontrarnos, allí, con esa escuela que queremos.

Es extraño no estar en medio de la gente, no sentir complicidad al primer gesto. Y se extraña lo que aún no hemos vivido junto a otras y otros. Se extraña los abrazos que no dimos y que tenemos en la punta de los brazos. Se extraña asombrarse con las vidas distintas a las propias, con los cuerpos que se mueven en otra dirección, con las bocas que se ríen de otro modo, con las palabras que dicen otras cosas, con el saber que no sabemos, aunque ya lo saboree de antemano.

Se extraña esa figura entrañable delante de la cual es posible hacernos ciertas preguntas inconfesables o imposibles delante de otros. Se extraña lo común porque es extraña la sensación de no habitar un lugar y un tiempo juntos para hacer las cosas que solo podemos hacer en las escuelas. Las que hicimos, las que estamos haciendo, las que haremos. Esas cosas que no están en ningún otro lugar ni en ningún otro tiempo, que tienen la potencia de la conversación entre varios, que se descubren porque son enseñadas y no solamente encontradas por el azar de una búsqueda azarosa.

Lo extraño es extrañar todo lo que no extrañábamos porque dábamos por sentado que allí estaría para siempre, inconmovible, y que ahora se ha vuelto más imprescindible, más esencial, distinto.

Entonces habría que cuidar lo importante y dejar de lado, aunque más no sea por un tiempo, lo banal, lo accesorio, lo superficial. Escuelas esenciales para tiempos extraños que extrañan el cuidado de lo entrañable del mundo y que se cuiden de lo horroroso del mundo. Porque un mal día todo puede desmoronarse. Porque un mal día todo será demasiado tarde.

Y tal vez para eso están las escuelas, para que un buen día algo se reconstruya, para que un buen día nunca sea demasiado tarde».