Entrevista a Khury Petersen-Smith
Nick Buxton entrevista a Khury Petersen-Smith en el número 152 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global sobre el movimiento Black Lives Matter.
Pasadas las elecciones presidenciales en EEUU, conversamos en diciembre de 2020 con el activista e investigador Khury Peterson-Smith sobre los retos y oportunidades que se presentan para el histórico movimiento Black Lives Matter bajo la presidencia de Joe Biden. Petersen-Smith es miembro del Institute for Policy Studies, donde desarrolla su actividad investigadora principalmente enfocada en la liberación negra, la solidaridad con Palestina y el fin del imperio estadounidense.
Nick Buxton (NB): El resultado de las elecciones americanas del 3 de noviembre ha supuesto un alivio para muchas personas dentro y fuera de EEUU. ¿Cuál es tu valoración?
Khury Petersen-Smith (KPS): Ciertamente acogí el resultado electoral con sentimientos mezclados. Por un lado, sentí cierto alivio porque la presidencia de Trump ha constituido un asalto frontal sin tregua durante cuatro años. Una de las tácticas clave de su mandato ha sido el continuo hostigamiento por sorpresa a sus oponentes, de forma que podía hacer tratos en los términos más beneficiosos para él. Así es como gestiona los asuntos inmobiliarios, su negocio, y así es como ha gestionado la política internacional y cómo gestiona la política nacional y se dirige a los movimientos sociales.
En su primera semana en la presidencia emitió la Muslim Travel Ban [Prohibición a Musulmanes de Viajar], [1] suprimió una página sobre derechos LGTB de la web de la Casa Blanca y poco después se produjeron arrestos masivos en Standing Rock, lugar de la resistencia indígena a un oleoducto en Dakota del norte, y la construcción del oleoducto se reinició. Es decir, hubo un ataque inmediato y continuo que se extendió durante cuatro años. De modo que efectivamente siento que ahora podemos respirar con alivio.
Sin embargo, no hay que olvidar que Biden era el más conservador de los candidatos Demócratas. Su compromiso es mantener la forma en la que los Demócratas han gobernado en las últimas dos décadas, lo que significa continuar con el neoliberalismo, la desigualdad, la represión de los migrantes, la extracción energética y el robo de la tierra a los pueblos nativos, y la guerra. Tengo una amiga que antes de las elecciones dijo que cuando pensaba en que Trump podía volver a ganar le daba pavor, pero cuando pensaba en que ganara Biden le daba depresión.
Tenemos que aceptar el hecho de que mientras que Biden ganó de forma incontrovertible en el voto popular, una cifra récord de personas votó por Trump. En 2016, el voto a Trump todavía se quedaba en el terreno de las hipótesis. Quizá podía saldarse como un experimento en el que probar qué podía pasar si un matón derechista y brutal, además de una personalidad mediática, se convertía en presidente. Pero ahora, cuatro años después de ver en acción a un fascista que abiertamente celebra los elementos más vergonzosos de este país –la confederación, el internamiento de los japoneses o el robo de tierra de los pueblos originarios– y alguien a quien le agrada gobernar por medio de la violencia, la hostilidad a la democracia y la coerción a todos los niveles, ya no se trata de una hipótesis. Y aun así, más de 70 millones de personas le votaron. Tenemos que asumir esto. Entonces, no puedo disfrutar del alivio del primer momento. Quizá tuvimos un momento de respirar aliviados, pero la situación revela elementos de conflicto profundos y que se extienden en el tiempo.
NB: ¿Qué ámbitos que se han dejado de lado durante la presidencia de Trump es más urgente retomar e impulsar?
KPS: Lo que resulta interesante de la presidencia de Trump es que, aunque haya podido ser horroroso, también ha puesto al descubierto cuestiones con hondas raíces que no eran visibles para mucha gente. Con Obama puede haber habido resistencia, principalmente el movimiento Occupy y Black Lives Matter, pero era como si existieran en paralelo a la Casa Blanca. Incluso Black Lives Matter no asumía qué significaba vivir bajo el mandato de un presidente negro en medio de una galopante violencia policial.
La política descarada de Trump, sin embargo, revela mucho más. Ciudadanía que era indiferente o no se daba cuenta anteriormente de las injusticias se encontraron mostrando su solidaridad con la comunidad musulmana; gente que tenía posiciones muy tibias o que era ambivalente hacia Black Lives Matter apoyaron el movimiento con decisión; aquellos que nunca habían desafiado la larga militarización de nuestra frontera con México denunciaron la existencia del muro y expresaron sus protestas ante el hecho de que se encerrara a niños y niñas. Por supuesto, también fue desalentador y difícil luchar bajo la presidencia de Trump porque no había muestras de que pudiera inducir cambios. De modo que lo que tenemos ahora es tanto la esperanza de que las cosas pueden cambiar con un sentido más amplio de lo que debe cambiar.
Me preocupa que Biden pueda cooptar a parte de esta necesaria resistencia con el resultado, por ejemplo, de que no presionemos tanto como deberíamos en torno a la justicia climática porque consideramos a Biden más receptivo. Sin embargo, no obtendremos resultados si no presionamos lo suficiente. La derrota de Trump no nos permite relajarnos. Todas las crisis que enfrentábamos bajo la presidencia de Trump continúan y se están agravando, de forma que los movimientos sociales deberán seguir activos.
NB: La muerte de George Floyd a manos de la policía constituye una manifestación más de la violencia sistémica de los cuerpos de seguridad contra la ciudadanía negra, y detonó una intensa movilización de Black Lives Matter.
¿En qué medida se pueden identificar rasgos novedosos en estas movilizaciones?
¿Qué elementos hicieron que esta vez las movilizaciones traspasaran los ejes raciales para extenderse a toda la sociedad estadounidense?
¿Qué poso puede quedar?
KPS: Black Lives Matter surgió en 2013 con el asesinato del joven de 17 años Trayvon Martin, de modo que llevamos siete años de lucha. Sin embargo, esta oleada de protestas de Black Lives Matter después del asesinato de George Floyd representa algo más profundo y más amplio. Podemos apreciar cómo ha madurado el movimiento a lo largo del tiempo.
En primer lugar, pienso que la gente que llenaba las calles este verano tiene mucha más consciencia de que no puede haber pequeños cambios o retoques cosméticos para rectificar la violencia policial. El sistema ha tenido una oportunidad durante varios años de responder imponiendo justicia en los casos de las personas que murieron a manos de la policía, cambiando el modelo de cómo ejercer las funciones policiales o confrontando el racismo que muestran los monumentos y banderas confederadas. Sin embargo, después de varios años, la policía sigue matando a personas negras y los monumentos siguen en pie. Esta es la razón por la que había tanta indignación en las protestas; no se restringía a la cuestión particular de la muerte de George Floyd o de Breanna Taylor sino que iba dirigida contra todo el sistema policial y las bases de este país en la esclavitud. Esto abrió un debate generalizado sobre la abolición y la retirada de fondos a la policía, y sobre los orígenes racistas del país. También condujo a protestas violentas que incluyeron destrucción de propiedades.
Otra cuestión inaudita fue el apoyo que obtuvieron estas protestas de la ciudadanía blanca. Vivo en Boston, una ciudad notoriamente racista, y sin embargo fue sorprendente ver tantos símbolos de Black Lives Matter en barrios blancos. Mucha gente sintió la necesidad no solo de afirmar que no son racistas, sino de movilizarse activamente a favor del antirracismo. En un momento dado, los sondeos mostraron que el 70% de la ciudadanía apoyaba las protestas, lo que no deja de sorprender dado el nivel de beligerancia de las protestas.
NB: ¿Qué hace falta para transformar estas protestas en un cambio estructural?
KPS: Nada más y nada menos que la refundación estructural de este país. El racismo no es solo un rasgo erróneo, desafortunado y pernicioso de la sociedad estadounidense; constituye la base de los cimientos del país. EEUU se formó a partir de una guerra genocida contra la población nativa y el sometimiento de la población negra como ciudadanía de segunda clase permanentemente, situada en la base social. Han pasado 400 años y todavía estamos esperando una igualdad real. Cada aspecto de la sociedad estadounidense está conformado por estos rasgos: las leyes, la educación, la policía, la geografía, los monumentos… está en todas partes. Cambiarlo supone poner patas arriba las nociones estadounidenses de propiedad privada, y de qué sociedad merece no ya la ciudadanía negra, sino la ciudadanía. Concretamente, una acción específica y directa de múltiples componentes sería la reparación a la ciudadanía negra no solo por la esclavitud y su legado, sino también por la continuada extracción de riqueza que observamos en la vivienda y en términos económicos en general. Esto se relaciona con una agenda redistributiva amplia.
NB: Antes has mencionado a Obama, durante cuyo mandato se incrementó la violencia policial sin obtener una respuesta adecuada por su parte. En aquel momento, su elección se entendió como un gran paso adelante hacia la justicia racial. ¿Por qué falló?
KPS: Obama goza de la reputación de ser un héroe progresista, y en cierto nivel tiene sentido. Fue sometido a un trato que ningún otro presidente había sido sometido debido al racismo, así que tiene sentido defenderle, pero sus políticas reales o su legado no son progresistas. Deportó a más migrantes que cualquier otro presidente, convirtió a EEUU en el “productor” de energía número uno a un coste elevadísimo para los pueblos nativos y el planeta, aumentó y expandió la guerra contra el terrorismo, y rescató a los bancos en lugar de a las personas. Ese es su legado. Debido a los años de Trump, mucho de lo que hizo Obama se ha olvidado. Sin embargo, incluso ahora interviene en el debate político desde una posición reaccionaria.
La última es la denuncia del eslógan de retirar los fondos a la policía. Y anteriormente este año, en el punto álgido de las protestas de Black Lives Matter, cuando los atletas profesionales en un gesto histórico rehusaron jugar y la NBA estaba a punto de ir a la huelga por el llamamiento de uno de los jugadores más famosos del planeta, LeBron James, Obama en lugar de apoyarlo, voló para reunirse con los jugadores y detener la protesta.
NB: Aunque Donald Trump ya es un “pato cojo”, es muy probable que el trumpismo persista durante largo tiempo.
¿Cómo interpreta la existencia de esta corriente?
¿Cuáles son sus raíces?
KPS: Las raíces del trumpismo se hunden en la historia reaccionaria de este país. El rechazo de Trump a admitir su derrota se asemeja al rechazo de los confederados a admitir su derrota en la guerra civil. Hay gente en EEUU que nunca aceptó la derrota en aquel conflicto, y son los predecesores políticos de Trump. También hunde sus raíces en el abrazo entusiasta del proyecto de asentamiento colonial. Se ha comparado a Trump con el ex presidente Andrew Jackson, un populista de derechas que asesinó con entusiasmo a los nativos americanos. Las raíces más contemporáneas descansan en una grave crisis social nacional en términos de empleo, precariedad y desigualdades. Buena parte de la ciudadanía ha perdido la seguridad económica que tenían hace 30 ó 40 años. Trump vendió la mentira de que podía recuperar el esplendor de aquellos días, pero nadie puede hacerlo. Por ejemplo, EEUU no puede volver a ser el centro manufacturero del mundo. No se asume honestamente que el momento de hegemonía política y económica estadounidense ha terminado.
La izquierda tiene que admitir que una parte de la ciudadanía encontrara atractivos los abusos de Trump a las mujeres, la infancia encerrada y los muros, así como las crisis económica y política que los sustentan, y el por qué la respuesta de la izquierda no se ha hecho oir. Muchos de los que votaron por Trump no habían votado antes porque sentían que el sistema es muy corrupto, cosa que es cierta, pero resulta trágico que la ciudadanía se incline hacia una demagogia derechista para abordar la corrupción. La izquierda tiene que construir una multiplicidad de visiones sobre el hecho de que todo el mundo merece vidas dignas pero basadas en la solidaridad, no en un mito de grandeza que depende del poder y el éxito de las elites.
NB: ¿Cuáles son actualmente las principales reivindicaciones del movimiento Black Lives Matter?
¿Cuáles son los grupos más destacados de la sociedad civil organizada?
¿Y sus estrategias de lucha?
KPS: La fortaleza de Black Lives Matter descansa en sus campañas locales que demandan justicia para las familias. Ciertos asesinatos como el de George Floyd o Breanna Taylor adquieren relieve y apoyo nacional, pero hay otros tantos casos a escala local.
Una demanda unificadora de estas campañas es la de retirar los fondos a la policia –#defundthepolice– que en un futuro no se considerará radical, pero actualmente sí. Los presupuestos de la policía hasta ahora han sido sagrados, pero hay muchos lugares donde se han discutido cambios en la asignación de recursos. Los Angeles ha decidido reducir el presupuesto policial, Minneapolis incluso se comprometió a disolver la policía aunque después se retractó, los activistas de Seattle obtuvieron algunos compromisos, aunque se está retrasando su aplicación. El activismo se está dando cuenta de que llevará mucho más trabajo de lo que pensaban lograr estos cambios, pero incluso aunque sea así, ha suscitado conversaciones relevantes para reimaginar la sociedad sobre dónde invertir los recursos, qué podría reemplazar a la policía que respondiera a los problemas sociales porque actualmente se llama a la policía para responder a todo, y lo hace con violencia. Hay numerosos casos en los que personas negras en situaciones de angustia psicológica son respondidos por la policía con violencia en lugar de con apoyo médico.
Biden ya ha señalado que no está a favor de este movimiento. Una semana antes de las elecciones, la policía de Filadelfia asesinó a Walter Wallace, un hombre negro que atravesaba un episodio de angustia en una crisis de salud mental, lo que desató enormes protestas. Cuando preguntaron a Biden qué opinaba sobre las protestas, respondió que no hay excusa para el pillaje. No son buenos presagios sobre cómo va a actuar con la policía, y de hecho a lo largo de su carrera su solución a la violencia policial siempre ha sido aumentar el presupuesto, más policía y más formación. Será una dura batalla, pero el movimiento es fuerte y logrará que se implante cierta clase de rendición de cuentas.
Otra cuestión será la reparación. Algunas instituciones académicas han hecho gestos de reconocimiento. Harvard, Brown, Georgetown… instituciones elitistas que se han beneficiado de la esclavitud. Brown, por ejemplo, fue fundada por un capitán de barcos de esclavos. Hasta ahora, ha habido algunos compromisos de indemnizar a los descendientes de las personas esclavizadas y de ofrecer garantías a los estudiantes negros.
Todas las ciudades tienen su historia con diferentes formas de desposeer a la ciudadanía negra. En Boston se puso en marcha un programa nacional de renovación urbana que llevó a la destrucción de los vecindarios negros para construir nuevas carreteras. Este proyecto suscitó una fuerte resistencia, pero no antes de que se hubieran demolido 500 edificios en un barrio comercial negro que nunca se ha recuperado del todo. Necesitamos reparaciones a escala nacional, pero también necesitamos respuestas locales. Cambiaría mucho la situación si las instituciones responsables de destruir las barriadas compensaran a las comunidades negras.
Creo que lo que es emocionante y hermoso de estas conversaciones sobre la abolición y las reparaciones es que muestran que aunque las heridas son muy profundas, se pueden sanar. Hay una promesa real de redención y un futuro esperanzador.
¿Cómo sería la sociedad si cientos de miles de personas no estuvieran encarceladas, sino trabajando en las comunidades?
¿Cómo sería si los recursos para las prisiones se invirtieran en las necesidades de la gente?
¿Qué sería posible socialmente si se produjera ese tipo de reparación?
Nick Buxton es asesor de comunicaciones y colabora como redactor y coordinador de las comunidades de aprendizaje digital de Transnational Institute (TNI).
1 La Orden Ejecutiva 13769, bajo el título «Protecting the Nation from Foreign Terrorist Entry into the United States», de 27 de enero de 2017, recibe la denominación de Muslim Travel Ban por los detractores de la norma [N. de la T.]
Traducción: Nuria del Viso del equipo de FUHEM Ecosocial.
Acceso al artículo completo en formato pdf: Entrevista a Khury Petersen-Smith: de Black Lives Matter a la liberación negra.