Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030

El artículo de Emilio Santiago Muíño, Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030. Equilibrios difíciles entre lo ecológicamente necesario y lo políticamente posible fue publicado en la sección A FONDO del número 150 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

La transición ecosocial va a suponer mutaciones profundas en el mundo del trabajo. Este artículo analiza las conclusiones del informe Escenarios de trabajo ante la transición ecosocial 2020-2030, publicado por Ecologistas en Acción, que maneja un modelo con tres escenarios prospectivos, con diferentes implicaciones tanto laborales como en emisiones de CO2: Business as Usual, Green New Deal y Decrecimiento. La comparativa que dibuja el informe contribuye a cartografiar el mapa de complejidades y dificultades con el que debemos orientarnos en la tarea central de la próxima década: ajustar los cambios ecológicamente necesarios con las reformas políticamente posibles.

El informe Escenarios de trabajo ante la transición ecosocial 2020-2030,[1] publicado por Ecologistas en Acción con el apoyo de la Fundación Biodiversidad, propone y aplica un modelo para dibujar diferentes escenarios de evolución tanto del empleo como del trabajo en el marco de diferentes opciones de transición ecológica para la próxima década.  Y lo hace en base a una metodología sustancialmente diferente a los informes de prospectiva laboral sostenible en circulación, que ayuda a comprender interrelaciones en el conjunto del sistema económico y sociometabólico que son poco intuitivas y suelen quedar ocultas: contabilizando las horas de trabajo necesarias para el funcionamiento del orden social, incluyendo las horas reproductivas no remuneradas del trabajo de cuidados, y vinculándolas con emisiones de CO2.

Como todo modelo conviene ser cauto con las conclusiones, y situarlas en su justo quicio epistemológico. Decían los estadísticos Norman Draper y Georges Box en 1987 que todos los modelos están equivocados, pero algunos son útiles. Este aforismo aplica perfectamente a este estudio: su valor radica en su utilidad para dibujar ciertos márgenes de verosimilitud cualitativa sobre las diferentes opciones que tenemos por delante antes que en su poder predictivo.

El trabajo compara tres escenarios de transición ecológica arquetípicos: BAU (Business As Usual), Green New Deal y decrecimiento. El escenario BAU se define por dejar que las lógicas económicas actuales sigan su curso sin ninguna modificación. El Green New Deal (GND) toma el marco de trabajo del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) del Ministerio de Transición Ecológica[2] y lo proyecta dentro de una reforma socioeconómica “posneoliberal”. Esto es, conectando con el espíritu histórico del New Deal original, especula con unas transiciones en un escenario de inversiones no encorsetado por los objetivos de déficit y deuda fijados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, una mayor importancia de la inversión pública, mayor presión fiscal, herramientas de política industrial y un reparto de la renta nacional más favorable a las rentas del trabajo.  Finalmente, el escenario decrecimiento (D) asume una impugnación ambiciosa del sistema capitalista y del Estado como institución política moderna de regulación social.

Este estudio es útil para dibujar ciertos márgenes de verosimilitud cualitativa sobre las diferentes opciones que tenemos por delante.

Este escenario plantea un horizonte de transición sistémica que, sin haberse desplegado por completo en diez años (presupuesto considerado demasiado utópico) sí que ha comenzado a desarrollar lógicas de desalarización y desmercantilización de la población, con la aparición de un sector del metabolismo social autogestionado que se insertaría dentro de las dinámicas de comunidades que serían, a la vez, embriones de formas postestatales más democráticas de regulación política. En paralelo, el escenario decrecentista permitiría aplicar políticas socioeconómicas mucho más disruptivas y ecológicamente más ambiciosas.

A grandes rasgos, los resultados que arroja el modelo son los siguientes:

El escenario BAU refleja la tendencia ecológicamente destructiva del sistema socioeconómico español. De no hacer nada en 2030 las emisiones de CO2 se incrementarían un 21%. Este aumento va en la dirección contrario respecto a los Acuerdos de París y aleja a España de sus compromisos en la lucha contra el cambio climático (y por tanto nos condena a un escenario de fuerte inestabilidad y alto sufrimiento social, en la medida que España es el país de Europa más vulnerable al cambio climático y sus efectos). En el lado laboral el empleo remunerado se incrementaría un 13% (2,4 millones de nuevos empleos), que se concentrarían en los sectores del turismo, la construcción y el comercio.

El escenario GND obtiene una reducción de emisiones en 2030 del 55%, incluyendo absorción forestal, respecto a los datos de 2019. Esto coloca a este escenario en la senda de los Acuerdos de París y 5 puntos por encima de las ambiciones del PNIEC, que son a la vez uno de los documentos oficiales de descarbonización más avanzados del mundo. En cuanto al trabajo, el escenario GND muestra un gran potencial para el incremento del empleo remunerado en el marco de la próxima década: un volumen de horas que podría repartirse en un millón de empleos nuevos bajo el marco del mercado laboral actualmente existente, y casi cinco millones de empleos en un mercado laboral en el que la jornada laboral se circunscribiera a 30 horas semanales. En este escenario las horas de cuidados no remunerados se mantienen constantes, lo que unido a incremento sustancial de los cuidados salarizados ofertados por el sector público, puede dar lugar, si el GND se articula con una política pública feminista, a una mejora sustancial de la crisis de cuidados que hoy tensa nuestras relaciones reproductivas.

En cuanto a la estructura socioeconómica que resultaría de este escenario, el estudio arroja varias cuestiones interesantes:

  1. La reducción de emisiones del escenario no se conseguiría sin un cambio muy radical en el ámbito del transporte, con una reducción muy sustancial del tráfico de automóviles privados, el transporte de mercancías por carretera y la aviación –con importantes afecciones a sectores como el turismo.
  2. Un modelo de Green New Deal climáticamente ambicioso no se corresponde bien con el modelo Hi Tech de las Smart City, sino más bien con un Green New Deal que ponga mucho énfasis en los cambios de los usos del suelo mediante el desarrollo de la agroecología y la reforestación y una auténtica revolución en el urbanismo y la ordenación del territorio.
  3. Resulta una pilar fundamental del escenario la expansión del empleo público (impensable sin una expansión fiscal progresiva) en ámbitos como la educación, la sanidad o la dependencia, por lo que la pata de redistribución de riqueza del GND se descubre tan importante como la pata de la modernización ecológica del sistema productivo.[3]

Todas estas cuestiones tienen implicaciones políticas profundas. Por ejemplo, entender el turismo, una de las actividades más importantes de nuestro PIB, como sector en reconversión. También impulsar un reequilibrio demográfico entre ciudades congestionadas y campos vaciados política y antropológicamente que es muy complejo. Este GND requiere transformaciones simbólicas en los imaginarios que no casan bien con algunas modulaciones del Green New Deal continuistas con un clima cultural que podríamos llamar “el mito de la Ley de Moore”, que da por hecho un desarrollo tecnológico exponencial, ya que los sectores de la reforestación y la agricultura tienen en la ideología hegemónica resonancias regresivas. Finalmente, el potencial ecológico del GND no puede desligarse de cómo este se module como un instrumento efectivo de la lucha de clases.

En cuanto al escenario D, este arroja las reducciones de emisiones de CO2 más sustanciales: un 80% incluyendo absorción forestal, lo que permitiría cumplir con las exigencias no solo del Acuerdo de París, sino con las reivindicaciones más radicales del movimiento ecologista que están bien alineadas con la extrema gravedad y el tono de urgencia que arrojan los datos científicos. En el aspecto del trabajo, el escenario D, si mantiene la estructura laboral actual, solo logra su objetivo de reducción de emisiones con un empequeñecimiento del mercado de trabajo de alrededor del 10%, con una pérdida neta de 2 millones de puestos de trabajo. Sin embargo, con un mercado laboral de 30 horas semanales equitativamente repartido, este escenario también lograría un incremento sustancial del empleo de 1,3 millones de personas ocupadas más en 2030.  Respecto a las horas de trabajos de cuidados no remuneradas, en este escenario se incrementarían, asumiendo tareas que antes pasaban por el Estado y el mercado, pero en tanto que estas serían gestionadas por nuevas comunidades políticas de signo postestatal y autogestionarias, este incremento del trabajo de cuidados no remunerado no repercutiría en un agravamiento de las lógicas patriarcales.

La estructura socioeconómica del escenario D sufriría una gran mutación, mucho más radical que la planteada en el escenario GND. Este escenario es indisociable de:

  1. Una reducción importante del tamaño de la esfera material de la economía.
  2. Una fuerte primarización del conjunto de la estructura socioeconómica, que además debería orientarse hacia un sector primario poco industrializado, convirtiéndose la agricultura en la tercera actividad del país en volumen de horas dedicadas, solo por detrás de los cuidados no remunerados y los cuidados remunerados.
  3. Un avance sustancial en la autarquía económica de España, con un fuerte desconexión de las cadenas internacionales de producción y de generación de valor. Por poner un ejemplo, la navegación internacional debería reducirse a menos de un 20% de la actual.

Las implicaciones políticas del escenario D son mucho más disruptivas, y cabe calificarlas de auténticamente revolucionarias: este escenario necesita una transición poscapitalista, que además logre ser política y geopolíticamente viable (con todas las dificultades que el siglo XX nos han enseñado al respecto), y lo haga además experimentando con nuevas formas de descentralización política de signo comunitario, autogestionario y postestatal. Si el GND ya implicaba cambios en la correlación de fuerzas y los imaginarios culturales sustanciales, así como una pericia política exquisita para poder llevar el proceso a buen puerto, es fácil consensuar que el escenario D lo exige multiplicando estas implicaciones por varios órdenes de magnitud.

Dejemos a un lado el escenario BAU, cuyo mensaje llueve sobre mojado, pues desde los años setenta existe consenso científico sobre el desenlace de la modernización si no se hace nada respecto a la extralimitación ecológica: el desastre ambiental con alto riesgo de colapso social. Lo interesante de este informe es que dota al debate entre GND y D, muy actual en los círculos ecologistas, de nuevos materiales argumentativos a disputar, significar, comparar y analizar.

La discusión Green New Deal-decrecimiento no es un falso debate, pero sí un debate miope. El elefante en la sala es otro

Pero antes de entrar a discutir sus resultados a la luz de este debate, es preciso hacer una consideración preliminar: la discusión decrecimiento – Green New Deal, que tanta pasión despierta en nuestros microuniversos activistas (la polémica con la película de Michael Moore El planeta de los humanos es un ejemplo) es un debate relativamente secundario y desajustado respecto a los retos más urgentes de nuestra coyuntura. No es un debate falso, porque ambas posiciones chocan en cuestiones esenciales como la tolerancia con el extractivismo minero, pero sí un debate miope. El elefante en la sala es otro. Las posturas decrecentistas están pecando de un eurocentrismo en el sentido más estrecho del término, Europa, preocupante, confundiendo varias cuestiones: confunden Green New Deal con capitalismo verde, pero más preocupante es confundir capitalismo verde con el mainstream geopolíticamente dominante sin darse cuenta que la fuerza que hoy está reconfigurando todo el mapa político de la modernidad, que va a la ofensiva en todos los países, es el negacionismo climático organizado. El debate se dislocó en cuanto Trump accedió al poder y empezó a aplicar una agenda negacionista en el imperio más poderoso de la Tierra: salir de los acuerdos de París, colocar oilmen en todos los puestos clave, desmontar toda la política ambiental precedente, amenazar con cerrar la EPA, facilitar el fracking desregulándolo salvajemente. Y este movimiento de dislocación se ha consumado cuando las diferentes franquicias políticas de Trump empiezan a ganar elecciones y a aplicar un modelo que se basa en a) negacionismo climático para apurar la era de los combustibles fósiles hasta el máximo posible combinado con b) apartheid climático para externalizar las consecuencias, y c) en medio una ambiciosa reinvención de los afectos políticos consistente en desprenderse de todo compromiso con el pacto social que obligaba a los privilegiados a pensarse cohabitando con otros en un mundo común.

Dicho de otro modo: el debate decrecimiento – Green New Deal se distorsiona si no rompemos la dicotomía de estos dos polos con otra posibilidad que además va ganando la partida, que es esa especie de hiper-BAU genocida y criminal del que el trumpismo es vanguardia histórica.

Si comparamos ambos escenarios GND y D solo en su dimensión climática, cabría concluir que el GND se encuentra en la dirección correcta. Sin embargo, una reducción del 55% de las emisiones puede leerse como insuficiente desde la perspectiva del conjunto del planeta. Como España es uno de los principales emisores del mundo en términos históricos, actuales y per cápita, le correspondería, por justicia climática, una reducción mayor de emisiones. Sin dejar hueco al Sur, lo que exige un esfuerzo extra en los países del Norte, la transición ecológica puede convertirse en una oportunidad terrible para reconstruir esa arquitectura de poder global colonial que ha dominado la historia del capitalismo los últimos 500 años y, que con retrocesos y avances, venía desmontándose los últimos setenta años. Por el contrario, el escenario D sí que se ajusta a las exigencias de una transición ecológica socialmente justa a nivel global.

El problema es que ejercicios de solidaridad internacional que supongan niveles tan importantes de erosión de los intereses nacionales de aquel que los promueve (compárese con la lucha por 0,7% para el desarrollo y sus magros resultados, siendo este objetivo de los años noventa muchísimo menos comprometido) es algo literalmente sin precedentes en la historia política. Cuesta imaginar que, salvo que medie una revolución antropológica, algo más ambicioso que el escenario GND sea impulsado por un gobierno en la próxima década. Especialmente si este incremento de las reducciones se fundamenta en la idea de justicia climática global, y si este impulso se da en régimen de competencia electoral donde se disputará el gobierno con partidos que negarán cualquier transferencia de riqueza al sur amparada en criterios morales. No obstante, esto no es obstáculo para que los movimientos sociales ecologistas no busquen arraigar socialmente una idea de justicia climática tan potente que convierta el escenario GND para España en insuficiente. De su éxito en la movilización y el cambio de imaginarios dependerá que los gobiernos puedan ser más avanzados, incluyendo la justicia climática como elemento estratégico (incremento de las reducciones) y no puramente retórico de las políticas públicas.

De esta reflexión sobre la justicia climática resulta evidente que tanto el escenario GND como el escenario D van a toparse con numerosos obstáculos, pero a una escala diferente. En la medida en que el GND es un escenario que depende de la inauguración de un ciclo de gobernanza posneoliberal, los intereses del neoliberalismo van a presentar una oposición intensa. A su vez, las medidas de acompañamiento desde el sector público para la transformación de la estructura del empleo no tienen garantizado su éxito ni aun teniendo la fuerza política para implementarse. Las reconversiones industriales, incluso las promovidas desde una óptica de justicia social, son operaciones muy complejas en la medida en que el reciclaje de las capacidades laborales de un sector a otro no pueden trasvasarse como se mueve el agua entre dos vasos. Se producen fricciones. Y a veces resultan sencillamente imposibles. Por eso no es descartable que el escenario GND no genere bolsas de población que se autoperciba como “perdedores del proceso”, y que encarnen una oposición al mismo que ya no viene solo desde las oligarquías neoliberales sino desde ámbitos sectoriales de las clases populares (modelo chalecos amarillos franceses).

Aunque en un grado sustancialmente menor al escenario D, hacer frente a la emergencia climática y alumbrar sociedades sostenibles implicará también en el GND vidas más frugales para la población en algunos aspectos, con considerables reducciones del consumo de materia y energía. Estos cambios no deben asociase a una pérdida de calidad de vida, pues hay muchas posibilidades de asegurar vidas buenas actuando sobre la obsolescencia programada, potenciando alternativas de vida buena de bajo impacto energético (vida comunitaria, deporte, cultura, creatividad, relaciones sexoafectivas) y potenciando la economía del compartir que permita optimizar la riqueza ya producida.  Pero dados los marcos culturales imperantes, estos cambios pueden generar resistencias en los anticuerpos simbólicos de unas ideologías que han hecho del consumo expresivo de mercancías la relación de identidad constitutiva fundamental de la sociedad moderna. Y necesitan venir acompaños de lo que Gramsci llamaba una reforma moral.

La tarea del ecologismo pragmático es disputar la idea de Green New Deal para encajarla dentro de los límites del crecimiento

Por tanto, ambos escenarios van a enfrentar restricciones importantes en su traducción práctica, pero mucho más acentuadas en el caso del D. Estas fricciones vendrán tanto de las oligarquías capitalistas beneficiarias del orden económico neoliberal,  como también de grandes masas de las clases medias y populares en un país OCDE como el nuestro, que tienen intereses subjetivos fuertes y compromisos de continuidad importantes con el modelo vigente. Los estilos de vida ecológicamente insostenibles no se reducen al 1%, sino que en un país como España abarcan la mayor parte de la población. La dificultad es mayor si se toma la perspectiva de la complejidad que introduce en el juego político democrático, donde se debe ganar a opciones que van a oponerse radicalmente a cualquier idea restrictiva respecto al acaparamiento de espacio ecológico global.

En este sentido, cabe concluir que en la tensión entre lo ecológicamente necesario y lo políticamente posible, en cuya contradicción está resumida la tragedia de la transición ecológica, el escenario D se presenta mucho más cercano a lo ecológicamente necesario mientras que el escenario GND se antoja, de primeras, más cercano a lo políticamente posible, al menos para el plazo de una década. El segundo nos remite a transformaciones exitosas que podemos recordar en el marco del siglo pasado: el cambio en la correlación de fuerzas socioeconómicas de signo posneoliberal que persigue el GND no es diferente del cambio que se pudo propiciar a partir de los años treinta con la implantación del New Deal o en Europa occidental a partir de la Segunda Guerra Mundial con la creación del Estado del Bienestar. El cambio antropológico que persigue el GND se puede asemejar al cambio antropológico neoliberal, la transformación del alma, que persiguió y logró con éxito Margaret Thatcher. Por el contrario, el cambio socioeconómico que impulsa el escenario D nos remite necesariamente a las grandes revoluciones sistémicas del pasado reciente, mucho más complejas y difíciles: la tentativa de revolución sistémica socialista que fracasó en el siglo XX, y a la transformación sistémica que preñó la sociedad moderna burguesa dejando atrás el feudalismo entre 1789 y 1848. En lo antropológico, solo la fuerte reruralización implícita en el escenario D nos lleva a compararlo con el modelo de transformación cultural de mayor magnitud que la historia y la antropología han registrado: las conversiones religiosas.

Por todo ello, y de cara al debate entre decrecimiento y GND, este estudio puede ser interpretado como una prueba de que la solución a esta polémica debe pasar por una síntesis paradójica: para que el decrecimiento sea alguna vez posible, Green New Deal ahora. O dicho de otra forma: la tarea del ecologismo pragmático es disputar la idea de Green New Deal para encajarla dentro de los límites del crecimiento. Y esto se puede hacer sin menoscabo de que las corrientes más utópicas del activismo ecologista sigan pensando haciendo la guerra cultural en pos de un decrecimiento democrático y justo de nuestra esfera material.

Emilio Santiago Muíño es Doctor en Antropología, profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza y coautor del informe Escenarios de trabajo ante la transición ecosocial 2020-2030.

NOTAS:

[1] VVAA, Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030, Ecologistas en Acción, 2019, disponible en: https://www.ecologistasenaccion.org/132893/informe-escenarios-de-trabajo-en-la-transicion-ecosocial-2020-2030/

[2] Ministerio de Transición Ecológica, Borrador actualizado del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030. 20 de enero de 2020, Disponible en: https://www.miteco.gob.es/images/es/pniec_2021-2030_documentosintetico_borradoractualizado_tcm30-506492.pdf y https://www.miteco.gob.es/images/es/pniec_2021-2030_borradoractualizado_tcm30-506491.pdf

[3] Para una explicación más extensa de este modelo, véase Héctor Tejero, H. y Emilio Santiago, ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por el Green New Deal, Capitán Swing, Madrid, 2019.

Acceso al artículo en formato pdf: Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030. Equilibrios difíciles entre lo ecológicamente necesario y lo políticamente posible.