Aprovechar los medios informáticos

De qué modo los movimientos populares pueden derribar los monopolios de las grandes empresas tecnológicas

Entrevista a Cory Doctorow, por Nick Buxton y Shaun Matsheza

Cory Doctorow es un escritor prolífico, un brillante novelista de ciencia ficción, periodista y activista tecnológico. Es consultor especial de la Electronic Frontier Foundation, una organización no gubernamental que se dedica a la defensa de las libertades civiles y la libertad en la legislación, las políticas, las normas y los tratados relacionados con la tecnología. Su publicación más reciente, Chokepoint Capitalism (escrita junto con Rebecca Giblin), es una poderosa investigación sobre el modo en que los monopolios tecnológicos han limitado a los mercados de trabajo creativos y cómo los movimientos pueden defenderse. Nick Buxton, redactor responsable del informe el Estado del Poder del TNI, y Shaun Matsheza, presentador del podcast el Estado del Poder, conversaron con Cory tras las inundaciones en su ciudad natal Burbank, California. Lo que sigue es un fragmento editado de la entrevista.

Comencemos por la primera gran pregunta abierta que es el tema central del informe del Estado del Poder del TNI: ¿quién tiene el poder digital hoy en día?

Cory Doctorow (CD): Es una excelente pregunta. Como ha observado Tom Eastman, un desarrollador de software de Nueva Zelanda, Internet ha evolucionado en cinco sitios web gigantes repletos de capturas de pantalla de textos de los otros cuatro. Unas pocas empresas poderosas, a saber: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, son, en términos de los reguladores europeos, las guardianas, es decir, las que tienen derecho a decidir quién puede expresarse, quién puede contactar a quién y cómo funciona. Se trata de un alejamiento profundo de los valores sobre los cuales se fundaron estas empresas, que se basaban en la idea de que Internet sería un nuevo tipo de red en el que todas las personas que deseaban comunicarse con cualquier otra persona podían hacerlo sin la intervención de un tercero. Ahora tenemos una serie de puestos de control en los cuales una de muy pocas empresas puede controlar la libertad de expresión o actividades similares, como la recaudación de fondos.

Y cabe destacar que el motivo por el cual se permitió que esas empresas crecieran del modo en que lo hicieron, el motivo por el cual los reguladores hicieron la vista gorda es que los estados consideran a esas empresas como posibles asistentes en sus propios ejercicios de poder. Es muy improbable, por ejemplo, que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) hubiera podido obtener autoridad regulatoria o convencer a los usuarios a tener aparatos que anuncian nuestra ubicación en todas partes del mundo. Al permitir que estas empresas hicieran eso mismo, al no intervenir y exigir que se impongan regulaciones, el Gobierno de los Estados Unidos ha forjado un futuro en el que la NSA no necesita interceptar nuestras comunicaciones. Simplemente puede pedir información a Facebook, Google o Apple, a la cual no podría acceder de otro modo. Es decir que eso debe entenderse como una asociación público-privada.

 

Credit: Jonathan Worth. Cory Doctorow

¿Cómo se da esta interacción de poder entre el Estado y las empresas?

CD: Un ejemplo muy claro de ello es que Google recopila información sobre nuestra ubicación de un modo engañoso. Si apagas el rastreo de ubicación en tu dispositivo Android o iOS, el dispositivo seguirá rastreando tu ubicación. Hay al menos doce lugares en tu dispositivo en los que debes apagar el rastreo de ubicación para desactivarlo por completo. Y aun en ese caso, no está claro que el rastreo realmente se detenga. Incluso los empleados de Google se han quejado de que no saben cómo apagar el rastreo. Ahora bien, en un mundo cuerdo, esta sería una actividad prohibida. El artículo 5 de la Ley de la Comisión Federal de Comercio otorga al organismo amplias facultades para intervenir a fin de evitar prácticas “injustas y engañosas”. Es difícil defender la idea de que si haces clic en el botón de “No rastrear mi ubicación” y el dispositivo rastrea tu ubicación de todos modos, esa práctica es justa y no engañosa. Claramente este es el tipo de actividad que prohíbe la ley. Y, sin embargo, los gobiernos no han hecho nada. No se ha aprobado legislación ni normativa para impedirlo.

Al mismo tiempo, Google ha aumentado el uso de datos de ubicación y lo que los estados denominan órdenes de allanamiento para barreras geográficas, también denominadas órdenes de allanamiento inversas. Ello ocurre cuando un organismo de aplicación de la ley acude a Google, con o sin orden de allanamiento, y describe una ubicación –una manzana, calle por calle– y un periodo de tiempo, por ejemplo de las 13:00 a las 16:00 horas, y solicita información de todas las personas que se encuentran en esa manzana. Ello se utilizó ampliamente contra los manifestantes de Black Lives Matter y, posteriormente, contra quienes participaron en la sedición del 6 de enero.[1] De modo que, el Estado tiene un incentivo perverso para no impedir esta conducta engañosa e injusta.

Sin embargo, es una conducta peligrosa, porque una empresa del tamaño de Google siempre sufrirá amenazas internas, como los empleados que aceptan sobornos de otras personas. Es de conocimiento público que agentes saudíes se infiltraron en Twitter para robar datos de usuarios de Arabia Saudita y entregarlos a los servicios de inteligencia de ese país, de modo que ambos pudieran vigilar a los activistas y tomar represalias contra ellos de las formas más violentas y horrorosas.

También existen riesgos de que todo dato que se recopila puede terminar filtrándose y caer en manos de delincuentes. Se necesita una regulación razonable para poner fin a esta conducta. La única forma de entender por qué sigue siendo predominante es que hay demasiadas partes interesadas en el Gobierno que utilizan estas bases de datos peligrosas y engañosas para facilitar su trabajo. Por lo tanto, no solo no apoyan los esfuerzos para limitar el poder de Google y otras empresas, sino que de hecho se oponen a hacerlo tanto públicamente como en forma oculta. Como observó Upton Sinclair, es muy difícil hacer entender algo a alguien cuando su salario depende de que no lo entienda.

 

¿Cuáles son las repercusiones de esta relación entre Estados y empresas a nivel mundial?

CD: De mediados de la primera década del siglo XXI a comienzos de la segunda, las empresas tecnológicas comenzaron a establecer oficinas locales en países donde el Estado de derecho era muy débil. Hubo un momento crucial cuando Google se instaló en China y luego abandonó el país, y posteriormente muchas empresas se establecieron en Rusia tras su adhesión a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Twitter instaló una oficina en Turquía. Y todo esto fue importante porque puso a la población en peligro. Otorgó a los Gobiernos de estos países el poder de manipular a personas importantes dentro de esa estructura empresarial y, de ese modo, coaccionar a esas empresas para que cooperaran de un modo mucho más fácil que si, por ejemplo, Erdogan amenazara a empleados de Google en California. Si el ejecutivo más cercano de Google estuviera en otro continente, Google tendría un cálculo muy diferente de su participación en la vigilancia turca que cuando se detiene y envía a la cárcel a determinadas personas de interés.

Algo similar sucede con la proliferación de grandes cortafuegos, en primer lugar en China y, posteriormente, como un producto llave en mano (instalado y listo para operar sistemas) en otros lugares, dado que las empresas chinas y occidentales venden sus soluciones llave en mano a Gobiernos que carecen de capacidad técnica propia.

Ello ha hecho que algunos gobiernos digan a las empresas que no les permitirán ingresar a menos que envíen a alguien al país y almacenen datos allí. Y mencionan normas de localización de datos de la Unión Europea (UE), según tales empresas estadounidenses que operan en la UE no pueden trasladar datos de europeos a los Estados Unidos, donde la NSA pueda acceder a ellos. Es absolutamente razonable que la UE haya elaborado esa regulación, pero, dependiendo de las características del gobierno, quizá respeten la privacidad menos que la NSA o incluso sean más propensos que los Estados Unidos a utilizar los datos de sus ciudadanos como un arma. Un ejemplo de ello es el modo en que el Estado etíope ha utilizado herramientas de vigilancia masiva de llave en mano para detener, arrestar, torturar y, en algunos casos, asesinar a figuras democráticas de la oposición. Entonces, para entender cómo las autoridades etíopes tienen acceso a los datos, es preciso entender el vínculo entre la localización de datos, la tecnología nacional de cortafuegos y el imperativo de las empresas de establecer oficinas de ventas en países de todo el mundo para maximizar sus ganancias.

 

¿Y qué papel desempeñan aquí la inteligencia artificial y el aprendizaje automático?

CD: No me gusta el término inteligencia artificial. No es ni artificial ni inteligente. Tampoco me gusta el término aprendizaje automático. A la expresión inferencia estadística le falta algo, así que utilizaré el término aprendizaje automático, que se entiende como permitir un juicio automático a una escala que los seres humanos no podrían alcanzar. Entonces, si se quiere identificar todo lo que tiene forma de rostro en una multitud al consultar la base de datos de todos los rostros que se conocen, la capacidad de un Estado de hacerlo estaría limitada por el número de personas incluidas en la base de datos. En la antigua Alemania del Este una de cada sesenta personas trabajaba de un modo u otro para los servicios de inteligencia, pero no se acercaba a la escala de vigilancia actual.

Sin embargo, ello plantea una serie de problemas importantes. El primero es que quizá funcione, y el segundo es que quizá no. Si funciona, es una capacidad de inteligencia que supera los sueños de cualquier dictador de la historia. Cuanto más fácil le resulte a un gobierno impedir la oposición, menos atención deberá prestar a gobernar bien para impedir la formación de la oposición en primer lugar. Cuanto más barato sea construir cárceles, menos hospitales, carreteras y escuelas deberán construirse, habrá menos necesidad de gobernar bien y se podrá gobernar en el interés de los poderosos. Por lo que, cuando funciona, es perverso. Y cuando fracasa, es malo porque, por definición, está funcionando a una escala que es demasiado rápida para mantener informado a un ser humano. Si a cada segundo se generan millones de juicios que ningún ser humano sería capaz de supervisar, y si solo hay un pequeño margen de error, de alrededor del 1%; el 1% de un millón es 10.000, por lo que se cometerían 10.000 errores por segundo.

 

Entonces, ¿ha cambiado algo desde las revelaciones de Edward Snowden?

CD: Creo que tenemos una idea más clara de que nos están vigilando. No es polémico decir que estamos bajo vigilancia masiva y que nuestros dispositivos digitales están siendo corrompidos por el Estado. Sus revelaciones han generado un espacio para que empresas y organizaciones sin fines de lucro creen y mantengan tecnologías resistentes a la vigilancia. Se puede observar el aumento del uso de tecnologías como Signal, así como la incorporación por grandes empresas como Facebook de tecnología contra la vigilancia en WhatsApp.

Y en la industria existe una mayor consciencia de que esta vigilancia masiva es nociva porque el mecanismo básico utilizado por los organismos de vigilancia gubernamentales es identificar defectos en la programación y, en lugar de informar a los fabricantes acerca de esos defectos, los acaparan y utilizan para atacar a adversarios del organismo. Es decir que cuando la NSA descubre un error en Windows, en lugar de notificar a Microsoft, lo utiliza para hackear a personas que considera son terroristas o espías o simplemente contrarios a los intereses nacionales de los Estados Unidos.

Y el problema con ello es que hay una probabilidad anual de alrededor de 1 en 5 de que cualquier fallo específico será redescubierto de forma independiente y que será utilizado por delincuentes o por un gobierno hostil, lo que significa que al descubrir estas fallas y no adoptar medidas de inmediato para resolver esas lagunas, el Gobierno de los Estados Unidos expone a sus partes interesadas, empresas e individuos, a un riesgo enorme. Y ese riesgo realmente se expresa de la mejor manera en la epidemia actual de programas de secuestro (ransomware), en la cual oleoductos, hospitales y organismos gubernamentales y ciudades enteras están siendo tomadas como rehenes por delincuentes menores.

Ese es el tipo de retroceso que hemos experimentado en la vigilancia masiva y ha impulsado un movimiento contrario a la vigilancia que está cobrando fuerza, aunque no haya llegado tan lejos como se esperaba, si se tiene en cuenta el sacrificio que personas como Ed Snowden han hecho.

Lo que no puede sostenerse para siempre se detendrá en algún momento. Y la vigilancia masiva es tan tóxica para nuestro discurso, tan peligrosa e irresponsable, que no puede existir por siempre. Entonces, la cuestión no es si dejará de existir, sino cuánto peligro y daño provocará antes de que eso suceda. Y acontecimientos como las revelaciones de Snowden acelerarán ese proceso.

Lo primero que debemos entender acerca de las grandes tecnologías es que no son muy buenas en innovación. Tome Google. Esta es una empresa que fabricó tres productos exitosos. Hace 30 años crearon un motor de búsqueda muy bueno, un clon de Hotmail bastante bueno y una especie de navegador espeluznante. Todo lo demás que han hecho internamente ha fracasado.

Austin McKinley/CC BY 3.0/Wikimedia Commons. Vista aérea del campus principal de Google en Mountain View, CA.

Volvamos a las empresas que están a cargo de esta tecnología. ¿Cómo caracterizaría el problema de las grandes empresas tecnológicas? ¿Se trata de unas pocas empresas o personas que tienen demasiado poder, como Elon Musk o Mark Zuckerberg? ¿El problema es el modelo de negocios, la vigilancia masiva? ¿O lo problemático es que las grandes empresas tecnológicas funcionan dentro de una estructura mucho más amplia?

CD: Lo primero que debemos entender sobre las grandes empresas tecnológicas es que no son muy buenas en la innovación. Tomemos el ejemplo de Google. Es una empresa que creó tres productos exitosos. Crearon un motor de búsqueda muy bueno hace treinta años, un clon bastante bueno de Hotmail y un buscador bastante espeluznante. Todo lo demás que han hecho ha fracasado. Y todos los demás logros se alcanzaron mediante la compra de otras empresas. Cuando Google Video fracasó, compraron YouTube. Su plataforma de avisos tecnológicos, su plataforma digital, sus herramientas de gestión de servidores, sus herramientas de servicio al cliente: a excepción de estas tres herramientas, todas las partes de la empresa Google las adquirieron de otra persona.

Históricamente, los reguladores antimonopolio habrían impedido estas fusiones y adquisiciones contrarias a la competencia y habrían obligado a estas empresas a buscar su propia forma de innovar o a no impedir que personas con mejores ideas las superen. El caso de Google no es excepcional. Apple, Facebook y Microsoft son fábricas de adquisición de otras empresas, aunque aparentan ser fábricas generadoras de ideas. Hemos detenido el avance tecnológico al permitir que empresas que tienen acceso a los mercados de capital decidan cómo será el futuro de la tecnología. Es una economía planificada, pero es planificada por los financieros y ejecutivos poderosos de unas pocas empresas, no por legisladores o un Gobierno democráticamente responsable –o un autócrata, o al menos un autócrata en el Gobierno–. Hay autócratas en los directorios de empresas estos días.

Y cuando se logra entender que la principal ventaja de estas empresas es acceder a mercados de capital y comprar y extinguir a los posibles rivales antes de que puedan crecer de manera considerable, entonces se entiende dónde radica el poder. Es un error creer en el revuelo en torno a Google o Facebook, que salen a decir a posibles anunciantes que han construido una máquina para controlar mentes que podemos utilizar para vender cualquier cosa a cualquier persona si pagan una cuota. Desde la era de Rasputín, o incluso antes, muchas personas han afirmado, falsamente, haber construido una forma de controlar mentes. Las afirmaciones extraordinarias necesitan pruebas extraordinarias y las pruebas son muy escasas. En cambio, lo que vemos es que las empresas tienen un monopolio. Facebook puede llegar a 3.000 millones de personas porque las espía constantemente y porque es prácticamente imposible utilizar Internet sin utilizar Facebook. Incluso si no se es usuario de Facebook, todas las aplicaciones probablemente se hayan creado con el conjunto de herramientas de Facebook, lo que significa que siempre están recopilando nuestra información. Lo mismo ocurre con Google. No es el modelo de negocios de vigilancia lo que dio poder a estas empresas. Sino que su poder hizo que adoptaran un modelo de negocios de vigilancia que, de otro modo, habría estado prohibido en cualquier sistema regulatorio coherente, o habría sido socavado por los competidores.

Por ejemplo, muchas personas disfrutan de tener un excelente motor de búsqueda, pero muy pocos nos damos cuenta del modo en que Google nos espía. Históricamente, si una empresa cuyos productos digitales hacen tres cosas que sus clientes aprecian y una que desprecian, entonces alguien producirá un módulo posventa que nos ofrezca todo lo que deseamos y nada de lo que no deseamos. Sin embargo, cuando una empresa intenta construir algo de ese tipo, o bien es adquirida por Google, Facebook o Apple, u otra de las grandes empresas, o es demandada hasta el punto del olvido por haber incurrido en una conducta muy similar a la conducta en que estas mismas incurrieron cuando estaban creciendo. Cuando ellas lo hacen, es un proceso legítimo. Cuando lo hacemos nosotros, es robo.

Y ¿qué ocurre con quienes afirman que el problema es el modelo de negocios de vigilancia que empresas como Google están adoptando?

CD: No creo que tenga que ver con el modelo de negocios. Existe esta idea de que si no pagas por el producto, eres el producto. Apple ha creado excelente tecnología anti vigilancia que impide que Facebook te espíe. Pero resulta que aunque escojas la opción “no espiar” en las herramientas de un dispositivo iOS, en tu iPhone o iPad, Apple igualmente espía tus actividades. Recopila de manera engañosa un conjunto prácticamente idéntico de información al que Facebook habría recopilado y lo utiliza para mostrarte anuncios. El mayor acuerdo que Apple realiza cada año, que es negociado en persona entre el principal ejecutivo de Apple, Tim Cook, y el principal ejecutivo de Google, Sundar Pichai, es el que hace que Google sea la herramienta de búsqueda por defecto en iOS, lo que significa que cada vez que utilizas tu iPhone, Google te está espiando.

Entonces, la idea de que hay empresas buenas y malas o de que el modelo de negocios de vigilancia convierte a nerds buenos y honestos en villanos malvados no tiene sentido. Las empresas te tratarán del modo en que pueden tratarte de manera impune. Y si pueden hallar la forma de hacer dinero al tratarte como un producto, lo harán. Si crees que darles dinero hará que se detengan, eres un tonto.

Cory, tu respuesta es la primera que de algún modo es alentadora cuando entendemos el poder digital de las grandes empresas tecnológicas como un poder basado en mediocres que logran obtener un monopolio. Entonces, básicamente, si podemos romper su monopolio, ¿quizá podremos reivindicar el poder?

CD: Sí, creo que así es. El problema con la teoría del poder de controlar la mente que se esboza en libros como La era del capitalismo de la vigilancia, de Shoshana Zuboff, es que es consuelo de pobres. Hay una sección que dice: ¿Qué ocurre con la ley de la competencia? ¿Qué sucedería si dividiéramos a esas empresas y las hiciéramos menos poderosas? La autora sostiene que eso no las volvería menos poderosas porque si haces que vuelvan a ser pequeñas, ahora tienen la máquina de controlar mentes. Y en lugar de que haya un solo supervillano malvado a cargo de una máquina para controlar mentes, habrá cientos de supervillanos malvados, que es como tener dispositivos nucleares de maleta en manos de terroristas tontos, en lugar de la teoría súper racional de los juegos que actualmente juegan las superpotencias.

Eso sería cierto si, de hecho, hubieran fabricado armas superpoderosas. Pero no es así. Ni siquiera hacen bien su trabajo. Fabrican sus productos cada vez peor y cometen muchos errores terribles. Y, al igual que muchas personas poderosas, pueden cometer todo tipo de errores, y porque tienen un gran colchón –como el poder del mercado, las reservas de capital, el acceso a los mercados de capital, los aliados poderosos y los organismos gubernamentales y otras empresas que dependen de ellas para infraestructura y apoyo– pueden cometer todo tipo de errores y seguir como si nada. Elon Musk es el ejemplo más claro del fracaso. Un hombre que está tan aislado por su riqueza, su suerte y su privilegio que no importa cuántas veces se equivoque, siempre cae de pie.

Entonces, ¿en qué se equivocó la izquierda? Ambos llegamos a la adultez en la década de los noventa, cuando había la sensación de que Internet era una herramienta emancipadora y que las fuerzas progresistas de izquierda estaban a la vanguardia en ese sentido, ya fuera al cuestionar las estructuras de la Organización Mundial del Comercio o al derrocar gobiernos antidemocráticos. Pero ahora vivimos en una época en que las grandes empresas tienen un cuello de botella de control, donde el discurso de Internet está plagado de desinformación y es la extrema derecha la que al parecer utiliza las tecnologías digitales de manera más exitosa. Entonces, ¿cuál crees que ha sido la causa de que esto suceda y qué lecciones se pueden extraer?

CD: La falla no consistió en ver el potencial liberador de la tecnología o no haber visto su potencial para coartar la libertad y el poder, sino, más bien, no haber entendido lo que había sucedido con la ley de competencia, no solo en la tecnología, sino en todas las esferas de la legislación, que comenzó con Ronald Reagan y se aceleró durante la era tecnológica. Recuerden que Reagan fue electo el año en que la computadora Apple II Plus salió al mercado. Entonces, la economía neoliberal y el sector tecnológico no pueden disociarse. Están profundamente interconectados. No hemos logrado entender que algo fundamentalmente diferente estaba sucediendo en el modo en que permitíamos a las empresas realizar sus actividades, al permitirles adquirir cualquier competidor que se les interponía y al permitir a los mercados de capital financiar esas adquisiciones para crear estos monopolios, que cambiarían el equilibrio de fuerzas.

Mi experiencia personal es que me compré una Apple II Plus en 1979, de la que me enamoré y me convertí en un niño obsesionado con la tecnología. Al mismo tiempo, las empresas que en un momento habían sido gigantes estaban colapsando y nuevas empresas más interesantes pasaron a reemplazarlas. Era fácil pensar que esa era una característica intrínseca de la tecnología. En retrospectiva, esos fueron los últimos días del mercado competitivo para la tecnología. La Apple II Plus y las computadoras personales fueron posibles gracias a las leyes contra el monopolio en la industria de los semiconductores en la década de los setenta. El módem fue posible debido a la división de AT&T en 1982.

Como consecuencia de ello, ahora vivimos en un mundo en que ya no existe ese dinamismo. Vivimos en un mundo fosilizado. Una época en que la tecnología, el entretenimiento y otros sectores se han fusionado no solo entre sí, sino también con las fuerzas armadas y el Estado, de modo que tenemos una masa de poder empresarial cada vez más concentrado que se entremezcla con el poder estatal en una forma que es difícil de desvincular.

También podemos tener esperanza en el hecho de que la tecnología digital es profundamente diferente y genuinamente excepcional de otros tipos de tecnología, es decir, que la tecnología digital es universal.

Entonces, ¿diría que no hay marcha atrás? Parece que se han adoptado algunas medidas para regular el sector en los últimos años, como el Reglamento General de Protección de Datos en Europa o la Ley de Mercados Digitales. Hay algunas discusiones antimonopolio en los Estados Unidos y en general las personas ahora son conscientes de esta problemática. ¿Qué piensa de estas iniciativas legislativas y de la concienciación del público en general?

CD: Vivimos un momento extraordinario, un momento de reglamentación de las grandes empresas tecnológicas y otro tipo de poder empresarial que hacía falta hace tiempo y que ha tardado mucho en llegar. Creo que hay una idea cada vez más predominante de que las grandes empresas tecnológicas no son un fenómeno aislado, sino que son tan solo una expresión del fenómeno subyacente de poder empresarial cada vez más concentrado en todos los sectores. Entonces, cuando decimos que queremos controlar a las empresas tecnológicas, estamos participando en un movimiento que dice también que queremos que se controle a las grandes empresas agrícolas y las grandes empresas petroleras, financieras y de logística, y todos los demás grandes sectores integrados, concentrados que brindan un servicio cada vez peor obtienen cada vez más ganancias, infligen cada vez más daño y afrontan cada vez menos consecuencias.

Además, el modo en que la tecnología digital es profundamente diferente y verdaderamente excepcional respecto de otros tipos de tecnología, lo que significa que la tecnología digital es universal, puede ser esperanzador. Solo hay un tipo de computadora que sabemos fabricar. Es la máquina de von Neumann del sistema Turing completo. Formalmente, es una computadora en la que funciona cualquier programa que desarrollemos, por lo que si hay una computadora diseñada para vigilarnos, también hay un programa que puede funcionar en esa computadora que impedirá la vigilancia. Es muy diferente de otros tipos de tecnología, porque estos programas pueden reproducirse al infinito simplemente al hacer clic en un ratón e instalarse en todo el mundo. Ahora, ello significa, por un lado, que organizaciones delictivas pueden explotar tecnologías de modos terribles. No existe algo como una computadora hospital que pueda solamente hacer funcionar la máquina de rayos X, sin además hacer funcionar el programa de secuestro. Pero significa que lo que solíamos llamar hacktivismo y lo que cada vez más se está llamando simplemente buenas políticas industriales, como se pueden ver en la Ley de Mercados Digitales de la Unión Europea, puede inclinar la balanza de modo que la estructura de estas grandes empresas y los Estados que las apoyan sean sobornados para apoyar a quienes se oponen a ellas.

Entonces, ¿cómo crees que podemos aprovechar este momento al máximo? ¿Cómo podemos contribuir a que sea un punto de inflexión?

CD: Quizá hablar de punto de inflexión no sea la mejor forma de analizarlo. En estadística existe la curva de crecimiento punteada (scalloped). Probablemente la hayan visto. Es una curva que asciende, llega a un pico, luego desciende a un nivel superior al inicial y luego vuelve a ascender a un nuevo pico, y de allí a un nivel más elevado que antes. De modo que es como un crecimiento punteado.

Y el modo de entenderlo en términos de las sospechas del poder empresarial es que los abusos de las empresas –que ocurren inevitablemente como consecuencia del poder concentrado– crearán progresivamente su propia oposición. Por ejemplo, el mes pasado, la aerolínea Southwest dejó a un millón de pasajeros tirados en la semana de Navidad. La empresa recibió 85.000 millones de dólares como parte del rescate a las aerolíneas y ha declarado un dividendo de 460 millones de dólares para sus accionistas. El Secretario de Transporte, que está a cargo de su regulación, Pete Buttigieg, no hizo nada, aunque tiene amplios poderes para intervenir. Y ello dio lugar a que muchas personas fueran partidarias de adoptar medidas para regular el poder de las empresas. Ahora, esas personas tienen otras cosas que hacer. Algunas abandonarán la lucha, pero otras, impulsadas por su enojo, serán parte de un movimiento para controlar el poder empresarial. Y debido a que estas empresas están tan poco reguladas, vaciadas, y ejercen poder de un modo tan provinciano y venal, en algún momento generarán más crisis y aún más personas se sumarán al movimiento.

Entonces, no creo que habrá un punto de inflexión, sino más bien una especie de acumulación lenta e inexorable de la voluntad popular. Y creo que nuestro desafío es lograr que las personas dirijan sus críticas al lugar correcto, que entiendan que la causa es el poder empresarial desenfrenado y los funcionarios que lo permiten, que no se trata del mal de la tecnología o de una, muy improbable, máquina para controlar mentes. O, creo que va de suyo: no son los inmigrantes, no es George Soros, no son las personas queer. Es el poder empresarial descontrolado.

 

Noel Tock/www.noeltock.com//Flickr/CC BY-NC 2.0 Conductor de Uber

 

Me ha gustado mucho tu libro, Chokepoint Capitalism, y supongo que gran parte de nuestra conversación se ha centrado en nosotros como consumidores y activistas. Pero no hemos hablado mucho de los trabajadores. En tu libro hay anécdotas interesantes sobre cómo activistas y trabajadores se enfrentaron al poder empresarial y lograron revertirlo. ¿Puedes compartir una de las historias inspiradoras de las que deberíamos extraer lecciones?

CD: Sí, claro. Mi preferida es la historia de los conductores de Uber, que utilizamos como una anécdota ejemplar en el libro. Aquí, en California, Uber ha robado abiertamente el salario de los conductores. No se trata del robo habitual del salario que es consecuencia de no categorizar correctamente a los trabajadores, sino una forma diferente de robo de salario, en la cual la empresa se estaba quedando con dinero que adeudaba a los conductores. En California, los conductores de Uber debieron firmar un acuerdo de arbitraje vinculante para poder conducir para la empresa, según el cual todas las disputas las resolvería un árbitro, caso por caso.

Un árbitro es un juez de mentira que trabaja para una empresa empleada por la compañía que infligió el daño y que, como no es de extrañar, rara vez falla en contra de la empresa que paga sus honorarios. Pero, aunque lo haga, eso no importa porque en general el acuerdo es confidencial y no sienta un precedente, lo que significa que la siguiente persona no puede utilizar el mismo argumento para obtener un resultado similar. Cabe destacar que un acuerdo de arbitraje vinculante prohíbe entablar una demanda colectiva, lo que significa que todos los conductores de Uber deben contratar individualmente a un abogado para que los represente, lo cual no sería económicamente razonable o viable. Todo ello ha implicado que Uber robara todo ese dinero impunemente.

De modo que los conductores de Uber trabajaron con un bufete de abogados inteligente y hallaron el modo de automatizar las reclamaciones de arbitraje. Contratar a un árbitro, que Uber debe pagar por ser la entidad que impone el arbitraje, cuesta unos miles de dólares. Entonces, si un millón de personas recurren a arbitraje, rechazar sus reclamaciones costaría más que hacer lo correcto y pagarles. Por lo que, ante la posibilidad de tener que pagar cientos de millones de dólares en honorarios de arbitraje, Uber llegó a un acuerdo con los conductores y les dio 150 millones de dólares en efectivo, lo cual es maravilloso.

 

Es genial. Es una señal de que de algún modo es posible que haya un cambio. Y, a propósito de ello, ¿crees que se puede reconfigurar el poder digital, definido ampliamente como lo describiste al comienzo en el interés público, y utilizarlo para hacer frente a las grandes crisis, como la catástrofe ambiental?

CD: Creo que la tecnología que responde a las necesidades de los usuarios, la tecnología diseñada para maximizar la autodeterminación tecnológica, es fundamental para todo futuro en el que abordamos nuestras principales crisis. La tecnología digital baja los costos de transacción, es decir, los costos que debes soportar cuando intentas hacer cosas con otra persona. Esa es la mejor forma de entender su poder transformador.

Cuando era pequeño, por ejemplo, si quería ir al cine con mis amigos un viernes por la noche o bien teníamos que planificarlo de antemano o teníamos que llamar a cada uno desde teléfonos públicos y dejar un mensaje, y esperar que de algún modo lo recibieran. Hoy en día basta con enviar un mensaje de texto grupal y preguntar: ¿queréis ver una película? Es un ejemplo simple y claro de cómo bajamos los costos de transacción.

Internet reduce significativamente los costos de transacción. Nos permite hacer cosas como crear enciclopedias y sistemas operativos y otros proyectos ambiciosos de manera fácil e improvisada. Bajar los costos de transacción es realmente importante para fomentar el cambio social porque, por definición, los actores poderosos han descifrado los costos de transacción. Si eres un dictador o una gran empresa, tu función es resolver cómo coordinar que muchas personas hagan lo mismo al mismo tiempo. Allí es donde está la fuente del poder, en coordinar que muchas personas actúen al unísono para amplificar tu voluntad en el mundo.

Entonces, mientras que para la policía el costo de determinar quién está en una manifestación es más bajo que nunca, el costo de organizar una manifestación también es más bajo que nunca. Pasé gran parte de mi infancia andando en bicicleta en el centro de Toronto, pegando carteles en postes de teléfono, intentando movilizar a personas para que participaran en manifestaciones en contra de la proliferación nuclear, contra el apartheid, a favor del aborto, etcétera. Entonces, aunque mucha gente se burla de la cultura de Internet, tiene una riqueza que, apenas unos decenios atrás, jamás habríamos imaginado ni en nuestros sueños más descabellados.

Entonces, nuestro proyecto no debe ser poner fin a la tecnología, sino ver la forma de aprovechar los medios de la informática, de construir un sustrato tecnológico que responda a las necesidades de las personas, que nos permita construir el mundo que queremos, en particular un mundo con menos carbono, menos injusticia, más derechos laborales, etcétera.

Este es un ejemplo de cómo podemos lograrlo para abordar la crisis ambiental. A menudo se nos pide que elijamos entre el decrecimiento y la abundancia material, entonces se nos dice que el decrecimiento significa hacer menos con menos. Pero, de algún modo, tener más coordinación nos permitiría hacer mucho más con menos. Vivo en una casa en los suburbios de Los Ángeles, por ejemplo, y tengo un taladro barato porque solo necesito hacer un agujero en la pared seis veces al año. Mis vecinos también tienen taladros de mala calidad por la misma razón. Pero hay muy buenos taladros. Si viviéramos en un mundo en que no nos tuviéramos que preocupar por la vigilancia porque nuestros Estados nos rinden cuentas, y no nos preocupara el poder coercitivo, entonces tendríamos taladros estadísticamente distribuidos en los barrios y los taladros te dirían donde están. Ese es el mundo en que tienes un mejor taladro, siempre hay un taladro disponible al alcance de tu mano, pero lo que pagas por el material, la energía y la mano de obra disminuye por orden de magnitud. Solo hace falta coordinación y rendición de cuentas respecto de la tecnología que utilizamos.

 

Nick Buxton es asesor de comunicaciones y colabora como redactor y coordinador de las comunidades de aprendizaje digital del TNI, además de coordinador y editor del informe Estado del Poder.

Shaun Matsheza es presentador del podcast el Estado del Poder, de TNI.

Traducción: Mercedes Camps (TNI).