Bienestar sin crecimiento

El artículo Bienestar sin crecimiento firmado por Max Koch, profesor de Política Social y Sostenibilidad, Universidad de Lund, Suecia, examina el papel del bienestar y las políticas sociales dentro de transformaciones ecosociales más amplias en un contexto de poscrecimiento aplicando los conceptos de bienestar sostenible y «espacio operativo seguro y justo».

Publicado en la sección A FONDO del número 161 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global proporciona también un análisis empírico de la popularidad de las políticas ecosociales diseñadas para dirigir la economía y la sociedad hacia este espacio: ingresos máximos y básicos, impuestos sobre la riqueza y comida, así como una reducción de los tiempos de trabajo.

Estudios comparativos, como los llevados a cabo por Parrique y colaboradores o Haberl y colaboradores indican que los intentos de desacoplar en términos absolutos el crecimiento del PIB del uso de materiales y las emisiones de gases de efecto invernadero o bien han fallado completamente o bien no han alcanzado la dimensión necesaria, en términos de extensión o rapidez de reducción de esos parámetros, como para cumplir los objetivos climáticos acordados en París. El corolario es que «el desacoplamiento tiene que ser complementado con estrategias de suficiencia orientadas y por un refuerzo estricto de los objetivos de reducción absoluta»,1 así como con el definitivo abandono de la prioridad del crecimiento del PIB como objetivo último de las políticas.2 El objetivo de este artículo es entender mejor el papel del bienestar y las políticas sociales dentro de transformaciones ecosociales más amplias en un contexto de poscrecimiento.3

Dado que las analogías históricas pueden servir para entender las posibles características de futuros patrones de cambio, se comenzará con la coyuntura política y económica del período de posguerra tras la Segunda Guerra Mundial, que ensayaron cómo la política social y el estado llegaron a regular el crecimiento capitalista. A esto le sigue un esquema teórico de los roles del Estado de bienestar y la política social dentro de una estrategia de «bienestar sostenible» destinada a garantizar que las prácticas económicas y sociales se desarrollen dentro de un «espacio operativo seguro y justo».4 Todo esto  se complementa en la sección siguiente con el examen de políticas ecosociales concretas que investigaciones previas sugirieron como respetuosas de los límites superior e inferior de este espacio, y se discute sobre su popularidad en Suecia. En las conclusiones se resumen y se reflejan los principales resultados, identificando además algunas posibles vías de investigación futura.5

 

Regulación socioeconómica en la estrategia de crecimiento de la posguerra

En gran parte de Europa occidental, el vínculo entre bienestar y trabajo entró en la agenda tras la Segunda Guerra Mundial. El nexo fordista entre bienestar y trabajo descansaba en el reconocimiento del sindicalismo y una negociación colectiva más o menos centralizada.6 Como resultado, los salarios se ligaron al crecimiento de la productividad, mientras que las políticas fiscales y de crédito se orientaron a la creación de una demanda efectiva en las economías nacionales. Los sindicatos respetaban el poder de la dirección para controlar los procesos de trabajo (con frecuencia taylorizados). El Estado apoyaba este “compromiso de clase” mediante políticas diseñadas para integrar los circuitos de las industrias de bienes de capital y de consumo, así como mediando en los conflictos entra capital y trabajo, especialmente en los relativos a los salarios individuales y sociales. Este acuerdo permitió que las normas sobre producción y consumo evolucionasen en paralelo –particularmente en el caso de bienes de consumo de producción masiva como frigoríficos, televisores, coches o viviendas estándar– conduciendo a tasas de crecimiento del PIB y salarios reales sin precedentes, especialmente entre los años cincuenta y sesenta. El Estado podía usar la creciente recaudación de impuestos de los ingresos primarios de los participantes del mercado laboral para crear y/o expandir los sistemas de bienestar con el objetivo de cubrir riesgos como la vejez, la enfermedad o el desempleo.

La regulación del crecimiento económico asumió distintas formas según los países. Los “regímenes” del bienestar variaban, sobre todo, en términos de la división del trabajo social entre el mercado y las esferas públicas a las cuales correspondían distintas formas y niveles de imposición, y que estaban asociadas a distintos patrones de estratificación.7 El enfoque del régimen de bienestar ha sido retomado posteriormente en los discursos de modernización ecológica. De acuerdo con Dryzek,8 los países socialdemócratas como Suecia están mejor preparados que los países liberales, por ejemplo, en la gestión de la interrelación entre políticas sociales y ambientales. Esto se debe a que en los países socialdemócratas hay un mayor apoyo a la idea de que las políticas ambientales pueden ser buenas para los negocios, así como para sus aparatos estatales y regímenes de gobernanza en funcionamiento más desarrollados, que son entendidos como una precondición para trayectorias de “crecimiento verde”. El resultado sería una «integración tanto de las preocupaciones igualitarias como de las ambientales». 9 Aún así, si se toman indicadores ambientales clave como el de emisiones de CO2 per cápita o las huellas ecológicas de la producción y el consumo, una investigación comparativa no respalda la “hipótesis de la sinergia” en la cual los países socialdemócratas se comportarían mejor que los liberales, los conservadores o los países del Mediterráneo.10 Lo que afectaría más al cumplimiento de los objetivos ambientales no sería tanto su pertenencia a un régimen de bienestar determinado sino su nivel de PIB per cápita: en general, cuanto más rico es un país, peor es su comportamiento en términos de indicadores ambientales .11

En general, cuanto más rico es un país, peor es su comportamiento en términos de indicadores ambientales

La evolución reciente no ha conducido a una situación en la que se haya reducido la fuerte relación entre crecimiento económico y actividad del estado de bienestar, sino a una transición entre el énfasis sobre la demanda hacia una gestión más ligada a la oferta en el contexto de la transnacionalización y financiarización de la producción y la inversión. Las instituciones de bienestar se modificaron y recibieron nuevas funciones dentro de la estructural general del “Estado competitivo”.12 Diseñado para dar soporte a los actores nacionales y/o locales de la economía global, la política social llegó a ser considerada como una «inversión». Sin embargo, hasta ahora, las estrategias de regulación socioeconómica de «demanda» y «oferta» han tenido en común ignorar en gran medida los aspectos ambientales del desarrollo capitalista del bienestar. En cuanto a las huellas ecológica y de carbono, los estándares de bienestar material occidentales tras la Segunda Guerra Mundial no fueron de ningún modo generalizables al resto del planeta –a pesar del hecho de que fueron culturalmente celebrados, ideológicamente reforzados y exportados a otras muchas partes del mundo–. De hecho, si los ciudadanos de todas las naciones hubieran llevado estilos de vida similares a los occidentales, el planeta habría terminado en una emergencia climática aguda mucho antes.

 

Un «espacio operativo seguro y justo» y el bienestar sostenible

El marco de un «espacio operativo seguro y justo» puede servir como punto de partida para conceptualizar la actividad de un Estado de bienestar y la toma de decisiones políticas ecosociales en contextos de poscrecimiento, dado que considera tanto los límites planetarios como los sociales. La economía y la sociedad se desenvuelven dentro de un espacio en forma de dónut, donde el uso de recursos está por debajo del nivel de los límites planetarios críticos (el límite superior o espacio ecológicamente sostenible y seguro), pero por encima del nivel de suficiencia requerido para satisfacer las necesidades básicas de las personas (el límite inferior o el espacio socialmente seguro). No solo se conceptualiza aquí a la economía como un subsistema de los sistemas biofísicos y sociales, sino que los sistemas de bienestar serían considerados como partes dentro de un contexto ecológico y entendidos como «sistemas de abastecimiento»13 para satisfacer necesidades de modo sostenible. Teniendo en cuenta el techo ambiental, la actividad del Estado de bienestar y las políticas sociales no asumirían ya más la forma simplista de crecientes impuestos redistribuidos –como en el período de la posguerra–, sino que implicarían decisiones controvertidas enfocadas a los recursos de poder de grupos de ricos y personas influyentes.

El marco de un espacio operativo seguro y justo puede servir como punto de partida para conceptualizar la actividad de un Estado de bienestar

El concepto de “bienestar sostenible”,14 en general, y las teorías de las necesidades humanas, en particular, podrían servir como contexto teórico para una nueva generación de políticas sociales y de bienestar.15 Comenzando con la “doble injusticia” –que las responsabilidades y los impactos del cambio climático con frecuencia trabajan en direcciones opuestas, dado que los grupos que tienen más posibilidades de ser afectados por estos últimos son aquellos con menos responsabilidad de haberlos causado–, el bienestar sostenible considera el hecho de que las políticas sociales necesitarán tener en cuenta las desigualdades y los conflictos que es probable que surjan  como consecuencia de la descarbonización de los patrones de producción y consumo, y que se harán cada vez más necesario formularlas en formas que creen sinergias con los objetivos ambientales, pero también de modo aceptable para el electorado. Esto incluye el reconocimiento de los umbrales y límites críticos del bienestar material, una revisión paralela de los sistemas de bienestar y la idea de que en un mundo limitado no todos los “deseos” de –con frecuencia– bienes “posicionales” pueden ser apoyados políticamente en nombre de la soberanía del consumidor. Algunos seguramente tendrán que ser restringidos. Otros debates en los círculos de bienestar sostenible y decrecimiento/poscrecimiento han dado lugar a la adopción de sistemas de cuentas basados en las necesidades frente a aquellos otros basados en las cuentas hedónicas, utilitarias y subjetivas del bienestar.16

La metodología del Desarrollo a Escala Humana introdujo en término “satisfactor” para subrayar las formas culturales específicas –y más o menos ecológicamente sostenibles– en las cuales se satisfacen las necesidades en la práctica.17 Desde la perspectiva de una mayor transformación ecosocial, las idea políticas que funcionan como lo que Max-Neef llamó satisfactores de necesidades “sinérgicos” son particularmente relevantes dado que tienen el potencial de satisfacer de modo más que justo una necesidad en contextos diferentes y, por tanto, podrían servir como punto de inicio para comenzar un «círculo virtuoso de políticas de bienestar sostenible».18 Las discusiones académicas y políticas acerca de sistemas de generación de bienestar dentro de un «espacio operativo seguro y justo» han intentado más bien identificar los niveles máximos y mínimos de la satisfacción de necesidades, así como los instrumentos políticos ecosociales con potencial para orientar la economía y la sociedad respetando estos «techos y suelos».19

Utilizando el ejemplo de Suecia, se discutirán ahora ciertos datos cuantitativos sobre algunas de las propuestas políticas ecosociales que la investigación previa ha identificado como capaces de dirigir la economía y la sociedad hacia el «espacio operativo seguro y justo» mencionado anteriormente, subrayando tanto límites superiores como inferiores: renta máxima, impuestos a la riqueza, renta básica, reducción de las horas de trabajo e impuestos a la carne (Tabla 1).

Tabla 1: Apoyo a las políticas ecosociales en Suecia 2020 (porcentajes)

Ideas de políticas ecosociales A favor En contra Indeciso
Límites a la renta (n=1274) 24,8 61,1 14,1
Impuestos a la riqueza (n=1372) 42,5 42,7 14,8
Renta básica (n=1303) 17,6 71,1 11,3
Reducción del tiempo de trabajo (n=1353) 51,6 31,4 17,0
Impuestos al consume de carne (n=1396) 30,3 52,7 17,1

Fuente: Encuesta representativa llevada a cabo dentro del proyecto “The New Urban Challenge: Models of Sustainable Welfare in Swedish Metropolitan Cities”. Se pidió a los encuestados que evaluasen las políticas mencionadas y contestasen sobre una escala de Likert de 5 puntos que contenía las siguientes categorías: muy bien y bastante bien (“a favor”), muy mal y bastante mal (“en contra”), ni bien ni mal (“indeciso”).

En el debate sobre el papel del Estado de bienestar en la salvaguarda de la satisfacción de las necesidades a un nivel suficiente –el límite inferior del «espacio justo y seguro»–, los proponentes de un Estado de bienestar sostenible o ecosocial apoyan la creación de una renta básica universal e incondicional (RBU),20 la expansión/creación de unos servicios básicos universales (SBU),21 un sistema de cupones22 o una combinación de los tres. Cuando nos fijamos en las variedades nacionales de dichas combinaciones, los regímenes de bienestar y la dependencia del camino institucional previo pueden ser factores importantes a la hora de determinar la mezcla concreta de RBU, SBU y cupones en cada país. Puede ser más fácil extender estos sistemas allí donde ya existe una fuerte tradición universal en servicios de bienestar, como es el caso de los países nórdicos, mientras que sería menor el papel de una RBU. Esta hipótesis estaría apoyada por el hecho de que, de acuerdo con nuestra encuesta, algo más del 17% están a favor y un 71% en contra de la introducción de una RBU en Suecia. De este modo, en ese país, la SBU supondría una base institucional más apropiada para una transformación ecosocial, posiblemente extendida y complementada selectivamente con algún esquema de renta mínima (más o menos testado). Allí donde la SBU existe en formas muy rudimentarias y la tradición del bienestar liberal predomina, la RBU podría ser la forma más fácil y rápida de proceder. Esto es debido a que la construcción de sistemas universales de bienestar lleva bastante tiempo y, con toda probabilidad, solo podría llevarse a cabo con una perspectiva de medio-largo plazo.

En cuanto al límite superior del espacio operativo seguro y justo, se han presentado muchas menos propuestas. Si embargo, existen aproximaciones filosóficas que defienden el limitarianismo en un mundo ecológicamente limitado,23 al cual los académicos de las políticas sociales podrían volver, y propuestas económicas más concretas,24 que proponen la definición de rentas máximas como una proporción de las rentas mínimas (10:1, 20:1 etc.). No hay, sin embargo, un acuerdo sobre cuál sería el nivel al que habría que poner el límite (a partir del cual la imposición sería del 100%) y tampoco sobre si todas las formas de riqueza tendría que ser limitadas.25

El bienestar sostenible considera el hecho de que las políticas sociales necesitarán tener en cuenta las desigualdades y los conflictos que es probable que surjan

Dada la novedad de la propuesta política, por cuya introducción ningún gran partido político hace campaña actualmente, no supone una gran sorpresa que no haya más que un cuarto de la población sueca que apoya una renta máxima de aproximadamente 145.000 euros anuales. Sin embargo, no es inconcebible que el apoyo a una política como esta se incrementaría si se promoviese más activamente y fuese objeto de debates políticos en la población. Así que nadie se llamará a sorpresa si el apoyo a un –comparativamente moderado pero más conocido– impuesto a la riqueza es bastante mayor (42,5%). Los participantes en la encuesta mencionaban la última propuesta con más frecuencia, aunque muchos no eran conscientes del reciente debate académico sobre los límites a la riqueza y/o a la renta.

Dos sugerencias más de reforma ecosocial, con frecuencia subrayadas como satisfactores sinérgicos de necesidades universales tan diferentes como protección, participación, ocio, creación y libertad (siguiendo la terminología de Max-Neef), son una reducción de las horas de trabajo (especialmente para desactivar el círculo trabajo-gasto-consumo), y un impuesto sobre el consumo de carne (para apoyar a la agricultura ecológica, una nutrición más vegetariana y una transición general a un modo de vida poscarbono). De lejos, la reducción de las horas de trabajo es el instrumento político más popular de los seleccionados aquí: cerca del 52% de los participantes verían bien una semana de trabajo de 30 horas en Suecia (como opuesta a las 40 horas semanales actuales). A pesar de esto, solamente el Partido de la Izquierda Sueca (Vänster) hace campaña en este sentido. El apoyo a un impuesto a la carne se situó en un 30%, con casi un 53% de personas que se oponían a esta política. Sin embargo, un 17% de “indecisos” indican un mayor potencial estructural de popularidad futuro.

Los resultados del relativamente alto apoyo a un impuesto a la riqueza y a la reducción de las horas de trabajo parecen sugerir que los gobiernos, particularmente en contextos de bienestar socialdemócrata como el sueco, podrían ser más ambiciosos de lo que son actualmente a la hora de implementar políticas ecosociales. Pero también el atractivo de Nuevos Pactos Sociales Verdes, cada vez más amplios, indica que la movilización de la sociedad civil, los partidos políticos y las agencias gubernamentales pueden, de hecho, reforzarse entre sí en la creación del impulso necesario para las transformaciones socioecológicas en contextos de poscrecimiento .26 Eckersley subraya que los gobiernos son todavía capaces de llevar a cabo cambios de gran calado utilizando el ejemplo de la crisis actual de la COVID-19: después de varias décadas de retroceso del Estado de bienestar, la reacción inmediata de los gobiernos occidentales fue una expansión de la actividad del Estado –desde restricciones sobre la movilidad a través de nuevos tipos de pagos hasta paquetes de estímulo para empresas–. En cuanto a una posible salida conjunta de las crisis climática y de la COVID-19, ella sugiere un «estímulo a través del gasto en infraestructura verde con un abandono secuencial de la industrias más intensivas en emisiones y dañinas desde el punto de vista ecológico» para permitir una restructuración ecológica de la economía después de la crisis pandémica.27

Aunque, en general, los resultados empíricos apuntan a una diferencia considerable entre las medidas de largo alcance que los científicos consideran necesarias para afrontar de modo significativo la emergencia climática y la sobrecapacidad ecológica (ver Introducción) y las medidas que los ciudadanos de los estados de bienestar avanzados, como Suecia, están preparados a dar apoyo actualmente. Las explicaciones de esta gran diferencia incluyen la inculcación del modo de pensar del crecimiento en las mentes de las personas o la consolidación de las prácticas sociales e individuales habituales, que con frecuencia aparecen como el modo “natural” de hacer las cosas.28 Dado que la idea de que todo un rango de instituciones como los sistemas legal, educativo y de bienestar, que han demostrado ser cruciales para los relativos altos estándares de bienestar con los que se califica a las sociedades occidentales, históricamente se desarrollan en paralelo con el crecimiento económico y actualmente están acoplados al mismo, cualquier movimiento político más allá del crecimiento económico capitalista necesitaría tener en cuenta la preocupación que surgiría por una posible pérdida de bienestar, anomia o exclusión social.29

Una forma de desactivar estas preocupaciones es expandir los espacios ya existentes, donde se han testado formas alternativas, sostenibles y cooperativas de trabajo y vida comunitaria. Con este propósito, sería necesario llevar a cabo ejercicios participativos, como seminarios, consultas o foros de debate.30 Tal y como sugiere el ejemplo irlandés,31 los gobiernos podrían apoyar este proceso mejorando el estatus de los foros ciudadanos y dándoles un carácter consultivo. Esto estaría en línea con los argumentos de los teóricos de ciencias políticas de que una respuesta adecuada a la crisis ecológica requiere aumentar las instituciones de representatividad democrática a través de mecanismo de democracia directa y deliberativa que tengan el potencial de la “deliberación disruptiva”.32

 

Conclusiones

Frente a un marco de fondo de emergencia climática, transgresión de otros límites planetarios y el fallo de las respuestas políticas del “crecimiento verde”, este artículo afronta el papel potencial del bienestar y las políticas sociales en un contexto de profunda transformación ecosocial y poscrecimiento. Se revisa la literatura previa relevante, los conceptos teóricos de bienestar sostenible y «espacio operativo seguro», así como las ideas de políticas ecosociales diseñadas para dirigir a la economía y la sociedad hacia un funcionamiento dentro de este espacio, y se discuten los datos cuantitativos para Suecia y un contexto de bienestar socialdemócrata.

La revisión teórica y de la literatura sugieren que cualquier cambio hacia estados de bienestar sostenible requeriría, independientemente del punto de partido institucional y de la pertenencia a un determinado régimen de bienestar, una transformación profunda y fundamental33 desde la lógica expansionista que viene caracterizando el bienestar occidental desde el período de la posguerra a uno que considere seriamente los límites sociales y ambientales (aquí considerados como «espacio operativo seguro y justo»). Sin embargo, los resultados empíricos indican que la pertenencia a un determinado régimen de bienestar podría ser un factor importante a la hora de identificar las trayectorias concretas de cada país dentro de esta línea general de cambio. La investigación comparativa previa demuestra que los ciudadanos de los países nórdicos son más propensos a apoyar el bienestar sostenible,34 este estudio aumenta la evidencia sobre el apoyo a políticas concretas diseñadas para dirigir la economía y la sociedad hacia un espacio operativo seguro y justo. En cuanto al límite inferior, en los países como Suecia, de la tradición socialdemócrata del bienestar, son más posibles medidas como la SBU, mientras que el RBU sería más relevante para los países liberales. En cuanto al límite superior, el apoyo es mucho mayor a impuestos a la riqueza que a límites sobre la renta/riqueza. Sin embargo, este resultado podría estar influido también por cierta falta de conocimiento de esta última propuesta política.

El futuro desarrollo conceptual de la aproximación del bienestar sostenible debería incentivar el diálogo entre el decrecimiento, el limitarianismo filosófico y la política social para mejorar nuestra comprensión del bienestar dentro de los límites planetarios. Políticamente, será crucial no solo discutir y estudiar las sugerencias políticas individuales, sino también desarrollar modelos de cómo se podrían reforzar unas a otras en un nuevo círculo político virtuoso. El apoyo para este tipo de estrategia política así como para determinadas políticas individuales puede aumentar cuando se codesarrolla entre investigadores, activistas y ciudadanos en distintos tipos de foros de deliberación. Este conocimiento sería crucial para la formación de alianzas políticas que permitan generar el tipo de cambio social que requiere una respuesta efectiva y socialmente inclusiva a la emergencia climática.

Max Koch es profesor de Política Social y Sostenibilidad, Universidad de Lund, Suecia.

NOTAS

1 Helmut Haberl et al., «A systematic review of the evidence on decoupling of GDP, resource use and GHG emissions, part II: Synthesizing the insights», Environmental Research Letters, 15(6), 2020, pp. 065003.

2 Tim Parrique et al., Decoupling debunked. Evidence and arguments against green growth as a sole strategy for sustainability, Brussels: European Environment Bureau 2019.

3 Para una revision general de la literature al respecto, ver Tuuli Hirvilammi et al., «Social policy in a Climate Emergency Context», Journal of Social Policy, 52(1), 2023, pp. 1-23.

4 Kate Raworth, Doughnut Economics: Seven Ways to Think Like a 21st-Century Economist, Random House, Londres, 1997.

5 Una parte del contenido de este artículo se basa en Max Koch, «Social policy without growth: Towards sustainable welfare states», Social Policy and Society, 21(3), 2022, pp. 447-459. El autor quiere agradecer expresamente a los editores de esta revista por el permiso para tomar ciertos contenidos del artículo.

6 Michel Aglietta, A Theory of Capitalist Regulation: The US Experience, Verso, Londres, 1987.

7 Gøsta Esping-Andersen, The Three Worlds of Welfare Capitalism, Polity, Cambridge, 1990.

8 Ian Gough et al., «JESP symposium: climate change and social policy», Journal of European Social Policy, 18(4), 2008, pp. 25–44.

9 Ibidem.

10 Max Koch y Martin Fritz, «Building the eco-social state: do welfare regimes matter?» Journal of Social Policy 43(4), 2014, pp. 679–703.

11 Martin Fritz y Max Koch, «Economic development and prosperity patterns around the world: structural challenges for a global steady-state economy», Global Environmental Change 38, 2016, pp. 41–48.

12 Philip G. Cerny, «The competition state today: from raison d’etat to raison du monde», Policy Studies, 31(1), 2010, pp. 5-21.

13 Andrew Fanning, Daniel O’Neill y Milena Büchs, «Provisioning systems for a good life within planetary boundaries», Global Environmental Change, 64, 2020, p. 102135.

14 Max Koch y Oksana Mont (eds), Sustainability and the Political Economy of Welfare, Routledge, Londres, 2016.

15 Max Koch, «The state in the transformation to a sustainable postgrowth economy», Environmental Politics, 29(1), 2020, pp. 115–133.

16 Milena Büchs y Max Koch, Postgrowth and Wellbeing: Challenges to Sustainable Welfare, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2017.

17 Manfred Max-Neef, Human Scale Development: Conception, Application and Further Reflections, Zed Books, Nueva York, 1991.

18 Tuuli Hirvilammi, «The virtuous circle of sustainable welfare as a transformative policy idea», Sustainability, 12(1), 2020, p. 391.

19 Ian Gough, «Defining floors and ceilings: The contribution of human needs theory», Sustainability: Science, Practice and Policy, 16(1), 2020, pp. 208-219.

20 Philippe Van Parijs y Yannick Vanderborght, Basic Income: A Radical Proposal for a Free Society and a Sane Economy, Harvard University Press, Cambridge, 2017.

21 Anna Coote y Andrew Percy, The Case for Universal Basic Services, Polity, Cambridge, 2020.

22 Katharina Bohnenberger, «Money, vouchers, public infrastructures? A framework for sustainable welfare benefits», Sustainability, 12(2), 2020, p. 596.

23 Ingrid Robeyns, «What, if anything, is wrong with extreme wealth?», Journal of Human Development and Capabilities, 20(3), 2019, pp. 251-266.

24 Sam Pizzigatti, The Case for a Maximum Wage, Polity, Cambridge, 2018.

25 Hubert Buch-Hansen y Max Koch, «Degrowth through income and wealth caps?», Ecological Economics, 160, 2019, pp. 264–271.

26 Max Koch, «State-civil society relations in Gramsci, Poulantzas and Bourdieu: Strategic implications for the degrowth movement», Ecological Economics, 193, 2022, p. 107275.

27 Robyn Eckersley, «Greening states and societies: From transitions to great transformations», Environmental Politics, 30 (1-2), 2021, pp. 245-265.

28 Max Koch, «The naturalisation of growth: Marx, the regulation approach and Bourdieu», Environmental Values, 27(1), 2018, pp. 9–27.

29 Milena Büchs y Max Koch, «Challenges to the degrowth transition: The debate about wellbeing», Futures, 105, 2019, pp. 155–165.

30 Mònica Guillén-Royo, «Applying the fundamental human needs approach to sustainable consumption corridors: Participatory workshops involving information and communication technologies», Sustainability: Science, Practice and Policy, 16(1), 2020, pp. 114-127; Max Koch, Jayeon Lindellee y Johanna Alkan-Olsson, «Beyond growth imperative and neoliberal doxa: expanding alternative societal spaces through deliberative citizen forums on needs satisfaction», Real-world Economics Review, 96, 2021, pp. 168-183.

31 Clodagh Harris, «Democratic innovations and policy analysis: climate policy and Ireland’s citizens assembly», en John Hogan y Mary Murphy (eds.), Policy analysis in Ireland, Policy Press, Bristol, 2021, pp. 221-35.

32 Marit Hammond, «Democratic deliberation for sustainability transformations: between constructiveness and disruption», Sustainability: Science, Practice and Policy, 16(1), 2020, pp. 220-230.

33 Hubert Buch-Hansen, Max Koch e Iana Nesterova, Deep Transformations: A Theory of Degrowth, Manchester University Press (en prensa), Manchester, 2023.

34 Martin Fritz y Max Koch, «Public support for sustainable welfare compared: Links between attitudes towards climate and welfare policies», Sustainability, 11(15), p. 4146.

 

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