Revolucionando un mundo en crisis

Transformaciones socioecológicas y energías comunitarias

Traducción al español: Mercedes Camps

Las transformaciones de la energía  deben  ir más allá del cambio tecnológico para  repensar nuestro modelo energético a fin de que este refuerce  el control comunitario, minimice el gasto, aumente el acceso a alimentos sanos y agua  limpia,  y regenere nuestro medio ambiente. En toda América  Latina, muchas comunidades están construyendo alternativas energéticas que  allanan el camino para una verdadera transformación.

Así como cambia el mundo,

Cosechar agua y energía…

Será lo más importante.

Pa’ mantener la autonomía

(Salazar, 2023)

La energía  suele analizarse en términos de sistemas o tecnología: monopolios de energía  privados, redes estatales, el uso de energías renovables en lugar  de combustibles fósiles. Sin embargo, se suele pasar por  alto  la fuente  de energía  más importante: la que  brinda energía  a las comunidades para visualizar  y llevar a cabo nuevos sistemas que no solo proporcionan energía  a los hogares,  sino que además  construyen comunidades saludables. Esta energía  comunitaria  ya está siendo  desarrollada por numerosas comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes y urbanas en América Latina y el Caribe. Estas iniciativas comunitarias, que suelen  combinar conocimientos y tecnologías ancestrales y modernos, han  colocado una  vez más al sol, el viento  y el agua  al servicio  de las personas. Al hacerlo, cuestionan el discurso  dominante sobre  la transición energética.

En nuestra labor  como  activistas e investigadoras, hemos  comenzado a documentar estas experiencias en  una  Exhibición Virtual  de Experiencias  Comunitarias de Transición Energética Justa.

Estos ejemplos  no solo abarcan la producción de energía  eléctrica, sino que también intentan construir o consolidar la producción alimentaria o la gestión  del  agua  controladas por  las comunidades, sobre la base de relaciones recíprocas  con la naturaleza y las personas, en  lugar  de relaciones extractivistas. Estas son  esencialmente propuestas para  una  transición energética justa. La exhibición, que comenzó en 2020, ha logrado reunir más de cien experiencias comunitarias que ilustran los esfuerzos de varios pueblos  y comunidades para  enfrentar el modelo energético que ha privatizado la energía, la ha concentrado en manos de unas pocas empresas trasnacionales y ha distanciado a la población de la toma  de decisiones  en asuntos fundamentales sobre la misma.

En el contexto actual, el debate sobre la transición energética ha cobrado relevancia debido  a las crisis climática, alimentaria, económica, de biodiversidad, de democracia y de agua, consideradas por algunas  personas  como  crisis civilizatoria. Estas crisis son en gran medida resultado de un sistema económico que ha maximizado sus ganancias  y su crecimiento dependiendo de la quema de combustibles fósiles. Los resultados de este enfoque han dejado en claro sus devastadoras consecuencias sobre  los territorios. Sin embargo, las propuestas de transición energética a menudo se centran en enfoques corporativos, que  profundizan las desigualdades y dinámicas coloniales entre  el norte y el sur global, donde  este último provee de materias primas  al primero, a expensas de devastar sus territorios y vulnerar los derechos de los pueblos  y comunidades. La promoción de energías renovables a través de grandes megaproyectos y la explotación de minerales requeridos para la transición y la producción de hidrógeno se encuentran en el epicentro de los debates  actuales  y mantienen la división internacional del trabajo.

Ante  este escenario,  surge la necesidad de explorar alternativas dentro de las transiciones socioecológicas, que van  más  allá  del ámbito energético y buscan  replantear nuestras relaciones con  la naturaleza. Aquí  es donde  entran en  juego  las experiencias mencionadas,  que  han  acuñado el término de “energías  comunitarias”.

Estas emergen como  propuestas esenciales y radicales, y desafían  el modelo extractivista al proponer una perspectiva más inclusiva, justa y sustentable. Estas iniciativas  representan un  replanteamiento fundamental de nuestra relación con la energía,  y abordan no solo la electricidad, sino también aspectos cotidianos: la energía de nuestro cuerpo  y músculos, el sol, el viento y el agua. Ampliar el espectro de cómo  entendemos la energía nos lleva a considerarla de manera integral, como un derecho y un bien común.

A lo largo de este ensayo, exploramos algunos aspectos en torno a las energías comunitarias en América  Latina  y el Caribe, centrándonos  especialmente en Colombia, con el propósito de analizar su potencial para  enfrentar los desafíos contemporáneos y proponer soluciones efectivas. De esta forma,  durante el texto  examinamos ejemplos concretos de algunas  de estas iniciativas  y destacamos su capacidad  para integrar diversas fuentes  de energía, promover la soberanía alimentaria y fortalecer a las comunidades locales. También reflexionamos sobre  el papel  crucial  de las mujeres en la construcción y el mantenimiento de estas propuestas, así como  los obstáculos y retos que enfrentan en su camino hacia un  mundo más justo y sostenible.

Energías comunitarias: ¿en dónde  surge el concepto y en qué consisten?

La gestación de alternativas energéticas desde una perspectiva comunitaria se inscribe  en  una  historia que  abarca  varias  décadas. Desde finales del siglo XX, diversas comunidades se han visto confrontadas por proyectos extractivos y de infraestructura, como  las megarrepresas, que continuamente amenazan con destruir sus formas  de vida y territorios. Por  ejemplo, en  Santander, la construcción del proyecto hidroeléctrico Sogamoso, de la canadiense Isagen, erigido sobre el río del mismo  nombre, resultó en la destrucción de formas  de vida ribereña. El muro impidió la migración de los peces reofílicos, como el bocachico,  que constituían la base de la economía  local. Además, los caudales del río ahora  dependen del pulso energético, y las comunidades sufren  con frecuencia inundaciones que destruyen sus cultivos y ponen en riesgo su vida. Las mujeres fueron unas de las más  perjudicadas, al perder las actividades  de venta  del pescado  y las actividades  de turismo local, mientras que las jóvenes  experimentaron el abuso  y la violencia,  incluyendo la violencia  sexual, durante la fase de construcción del proyecto.

Lo que  sucedió en el Sogamoso no es un caso aislado, en otros ríos también se vieron  afectadas  comunidades y territorios que  siguen sin ser reconocidas como desplazadas  del desarrollo y, en muchos casos, no han recibido ninguna reparación. La crítica al modelo energético, especialmente en lo referente a las megahidroeléctricas, impulsó a Censat  Agua Viva y a varios procesos de resistencia  a las represas  en Colombia no  solo a enfrentar el poder  de las grandes empresas energéticas, sino  también a reflexionar sobre  la relación con la energía  y a crear soluciones para  alcanzar  la autosuficiencia y autonomía energética. De esta manera, gradualmente, un grupo de organizaciones se unió para  impulsar un  proceso  organizativo1  y formativo que  fortaleciera las capacidades  en  torno a temas energéticos.

El propósito era abordar el debate  energético, construir alternativas y enfrentar la crisis climática y socioambiental. Las propuestas que emergieron buscaban establecer nuevas  relaciones con  la naturaleza, la energía  y las tecnologías asociadas a esta. Las ideas generadas en este proceso  tienen raíces que se extienden más allá del actual  modelo capitalista y están  conectadas con  prácticas ancestrales y saberes  tradicionales presentes en diversos  territorios. Este proceso se consolidó con la creación  de la Escuela de Técnicas y Técnicos en Energías Comunitarias, los debates  allí planteados fue- ron dando forma  al concepto de “energías  comunitarias”.

Este concepto abarca un conjunto de saberes, prácticas y procesos de cambio  relacionados con la producción y el consumo de energía y alimentos. Las energías  comunitarias promueven una  transformación en las relaciones de poder  inherente al sistema  energético, replanteando las relaciones con la naturaleza y todas las formas  de vida, centrándose en el autoabastecimiento y la autonomía local y generando nuevas  prácticas  y usos de la energía  que  evitan  el derroche y el despilfarro. Además, promueven la descentralización de la generación de energía,  abordan problemas como  la escasez y la contaminación del agua, la deforestación y la pérdida de biodiversidad y fertilidad del suelo. También contribuyen a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y son esenciales  para  garantizar el acceso universal a la energía.

Cada una de estas propuestas surge de una realidad local, responde a necesidades específicas y enfatiza que las transiciones socioecológicas son factibles y ya están en marcha. Estas transiciones se construyen a través de diversos procesos sociales que promueven la autonomía y una vida digna, al tiempo que defienden los cuerpos  y territorios.2

La Exhibición Virtual de Experiencias Comunitarias de Transición Energética Justa

Algunas de las propuestas que conceptualizamos como energías comunitarias pueden ser consultadas en  la Exhibición Virtual de Experiencias  Comunitarias de Transición Energética Justa. Esta iniciativa ha sido coorganizada con varias organizaciones año tras año desde el 2020. La finalidad de esta exhibición es destacar y visibilizar las iniciativas y prácticas  relacionadas con energías  alternativas desarrolladas por organizaciones sociales, tanto rurales  como urbanas, en América  Latina y el Caribe. Los ejemplos  que presentamos en el texto hacen  parte  de dicha exhibición virtual.

Recuadro 1


Objetivos de la exhibición

1. Visibilizar experiencias que han logrado resistir y enfrentar desafíos energéticos a nivel local, y alentar la autonomía en materia energética.

2. Fomentar la colaboración y la articulación social entre comunidades de distintas regiones mediante el intercambio de conocimientos y experiencias.

3. Contribuir con soluciones prácticas, concretas y reales para la creación de opciones justas de transición energética a nivel local, e incentivar así a las comunidades a adoptar alternativas en sus respectivos territorios.

4. Enriquecer el debate sobre la transición energética desde la perspectiva de la justicia

5. Proporcionar contenido que pueda ser utilizado por individuos que trabajan en diversos ámbitos, como investigadores, tomadores de decisiones y miembros de la comunidad, para sus esfuerzos de promoción, formación o comunicación.


Recuadro 2


A corte de finales de 2023 la exhibición cuenta con:

−119 experiencias reconocidas como alternativas de autonomía energética

−21.083 familias involucradas

−122.226 personas beneficiadas


A finales de 2023, la exhibición había  reconocido 119 experiencias alternativas a la autonomía energética, de las que  se beneficiaban 21.083  familias  y 122.226  personas.  La exhibición reconoce una amplia  diversidad de experiencias. Por un lado, se incluyen iniciativas que trabajan en torno a la autogestión energética comunitaria empleando tecnologías como biodigestores, bicimáquinas, ruedas Pelton, paneles  solares, entre  otras.  Asimismo,  se destacan experiencias que relacionan la energía, la justicia hídrica y la soberanía alimentaria (que incluyen asuntos como  los mercados campesinos, la agroecología, los viveros y huertas familiares  y comunitarias, entre  otras manifestaciones). Además, la exhibición abarca experiencias relacionadas con la reutilización de residuos  orgánicos  e inorgánicos, para la producción de energía y alimento, pero también otros usos, como la elaboración de artesanías. De igual forma, algunas propuestas incluyen los ecobarrios, la autogestión de la salud a través de la transformación de plantas  medicinales en productos para el cuidado, la recuperación y preservación de semillas y platos tradicionales, así como  la recolección de aguas  lluvia,  entre  otras prácticas.

Retos y desafíos  de las energías  comunitarias

En el trabajo conjunto con las experiencias de energías  comunitarias, tanto en la Escuela de Técnicas y Técnicos como en la Exhibición Virtual, hemos  identificado ciertos  desafíos  compartidos. Uno  de los principales retos  que enfrentan estas experiencias radica en la minimización de su potencial. Con frecuencia, se argumenta que no es posible sustentar toda la matriz energética de un país con energías comunitarias, lo que nos lleva a considerar varios problemas en este contexto.

En primer lugar, la transición energética no puede  limitarse a un debate sobre el cambio de la matriz energética basado en diferentes tecnologías. Como  mencionamos anteriormente, existe una  discusión prioritaria que debe abordarse, relacionada con preguntas que consideramos fundamentales: ¿cómo concebimos la energía?, ¿para qué propósitos?, ¿para  quiénes se produce energía?  Si cambiamos el enfoque de esta discusión, tal vez podremos comprender otros aspectos cruciales, como  la necesidad de una  transformación cultural en la cual la energía  deje de ser considerada como  una  mercancía y pase a ser vista como  derecho y un  bien  común, que sostiene  los entramados de la vida, sus cuidados  y lo que varios pueblos  y comunidades  plantean como el “buen vivir”, el “Sumak Kawsay” o el “vivir sabroso”. Esto debe ser abordado de manera contextual en cada uno de los territorios y comunidades.

Por  ejemplo, en el departamento de Quiché,  en Guatemala, la experiencia “Luz comunitaria de la zona  reina  en defensa  del territorio”  es una  propuesta de turbinas comunitarias mediante las cuales varias comunidades mayas promueven la autonomía energética. Estas turbinas comunitarias surgieron en comunidades desplazadas durante el conflicto  armado en los años 1980. La primera iniciativa enfrentó numerosas dificultades, ya que  iba en contra del modelo hidroeléctrico empresarial que despoja a las comunidades de sus te- rritorios y bienes naturales. Sin embargo, la idea de luz comunitaria se propagó a otras  comunidades y logró  articular a más de sesenta de ellas, que  adoptaron esta iniciativa con  el apoyo  del  Colectivo Ecologista  Madreselva. Las turbinas generan beneficios  significativos para  la comunidad, con cuotas  accesibles gestionadas por autoridades  locales. Además  de esto, se implementaron  programas de protección de bosques comunitarios y prácticas agroecológicas  para la siembra. Jóvenes capacitados se encargan del mantenimiento de la infraestructura, mientras que  el colectivo  continúa asesorando proyectos,  promoviendo la autonomía y la vida digna frente  a modelos extractivos.

Esto nos conduce a un tema central, que es la cuestión de la escala. Este modelo extractivista y la misma  geopolítica nos han llevado a la necesidad de creer que si algo no abarca  la totalidad, carece de utilidad, y aquí  yace una  gran  trampa significativa  que obstaculiza la capacidad  de abordar problemas de manera contextual, teniendo en cuenta las particularidades de cada territorio y sus necesidades. Sin embargo, las energías comunitarias desafían esta perspectiva, ya que  surgen  desde lo local sin necesariamente confinarse o aislarse en un  solo lugar,  sino  que  se expresan  de diversas  formas  en diferentes  territorios, articulando sus esfuerzos y capacidades  con otras experiencias. En tal sentido, es importante destacar  que lo comunitario no implica  necesariamente aislamiento.

Otro ejemplo concreto ha sido el aprovechamiento de la biomasa para la generación de energía.  Gran parte de los conflictos en áreas rurales  y urbanas están relacionados con la gestión  de residuos orgánicos. En muchas ciudades, los vertederos o botaderos están saturados y algunos incluso han colapsado y causado graves afectaciones a las poblaciones circundantes. La propuesta de utilizar los residuos para  la producción de energía  y fertilizantes es, sin duda,  una  respuesta  no solo a este problema, sino también a la deforestación, que es la principal causa de emisión de gases de efecto invernadero en la mayoría de los países latinoamericanos, incluyendo a Colombia. La iniciativa de la Red Colombiana de Energía de la Biomasa  (Redbiocol), que también forma parte de la Red Biolac, consiste en emplear estos residuos mediante biodigestores, reducir así la presión  sobre los bosques y las selvas, generar su propia energía, disminuir los costos asociados al suministro de energía  y a los fertilizantes, y desafiar el sistema  energético y agroalimentario que condena a las familias a una gran dependencia de insumos y costos energéticos elevados. La generación de gas a través de los residuos ha permitido potenciar las economías locales, añadiendo mayor  valor a sus productos y fomentando la autonomía energética. Esta, que suele ser considerada una  tecnología exclusiva para espacios rurales,  ha sido también implementada en ámbitos urbanos como  universidades, instituciones públicas  e incluso conjuntos residenciales.

En este contexto, enfatizar en la construcción de autonomías comunitarias no implica concebirlas como entidades cerradas  que excluyen  cualquier diálogo  con otras  experiencias o incluso con lo público y el Estado, siempre y cuando este sea receptivo a las demandas y necesidades  de las energías comunitarias y respete  sus autonomías  y estructuras organizativas propias.  En este punto, es crucial que la institucionalidad reconozca la naturaleza de las energías  comunitarias y las integre en la construcción de las políticas  públicas relacionadas con  el sistema  alimentario, energético e hídrico.  En última instancia, esto debería ocurrir en un marco  de ordenamiento territorial participativo donde se reconozcan y se incorporen las propuestas que ya vienen  trabajando en los territorios en este sentido. Esto implica garantizar verdaderamente el derecho a la participación  según  las necesidades  y características de cada una de las realidades locales.

Asimismo,  en esta relación con lo público, es necesario  que  el Estado fomente investigaciones sobre las energías  comunitarias y demuestre una  voluntad de destinar incentivos, financiamiento y acompañamiento a este tipo de propuestas. También es crucial  respaldar los ejercicios pedagógicos que  muchas experiencias vienen desarrollando en los territorios, así como  promover una  discusión más amplia  en la sociedad  sobre  el tema.  Estos esfuerzos  pedagógicos deben incluir el fortalecimiento de las experiencias y de los técnicos  y técnicas  locales  para consolidar la autonomía comunitaria en la implementación y mantenimiento de las tecnologías. Además, es fundamental que la integración de estas experiencias comunitarias a la red eléctrica principal ofrezca beneficios, como la posibilidad de comercializar el excedente de energía  generado por la comunidad, tanto a la red misma  como a sus vecinos, sin que ello implique tener que registrarse como  empresa de servicios públicos. También es importante promover y respaldar el desarrollo de microrredes comunitarias que  puede  ampliar la escala de alcance  de estas propuestas y su distribución.

En relación con la cuestión de la escala, también es importante destacar  la experiencia de Adjuntas Pueblo Solar, dirigida  por la organización Casa Pueblo, quienes  ante  la devastación provocada por el huracán María en Puerto Rico, que dejó a la población sin energía  eléctrica durante varios meses, optaron por lo que llamaron la “insurrección energética” al implementar un proceso de solarización del municipio de Adjuntas, un poblado de dieciocho mil habitantes  en una  región  montañosa de Puerto Rico. Esta experiencia, que  inició  resistiendo a un  proyecto minero, fue derivando en un proceso que incorporó el debate  energético como un asunto central para lograr la autonomía y democracia energética. Adjuntas Pueblo Solar  ha  logrado  la instalación de cientos  de módulos fotovoltaicos y ha empezado a construir sus propias  microrredes para generar su propia energía  de manera autónoma, local y descentralizada. En su enfoque, han  priorizado la prestación de servicios básicos y han atendido a los hogares más vulnerables, incluyendo aquellos con necesidades médicas que requieren asistencia de tecnologías de manera  constante. A través  de esta  iniciativa, han  logrado  establecer condiciones para  independizarse de la red  eléctrica,  que en Puerto Rico está bajo el control de un  monopolio corporativo que, en momentos de adversidad, no responde y, en cambio,  profundiza las desigualdades. Esta experiencia ejemplifica las posibilidades de las energías  comunitarias en  escalas amplias  y coloca en  el centro la autonomía y la solidaridad.

Otro  desafío común que enfrentan las energías  comunitarias se relaciona con la instalación y el mantenimiento de tecnologías y equipos, lo cual responde a las barreras que impone la tecnociencia y el limitado acceso a estos conocimientos. La tecnología desempeña  un  papel  fundamental en la industria energética y los grandes poderes  energéticos han sabido aprovecharla estratégicamente para consolidar su posición  dominante y generar dependencia. A través de inversiones masivas en infraestructura y desarrollo tecnológico, estas corporaciones han  logrado  controlar la generación, distribución y acceso a la energía en gran parte del mundo. Su enfoque se ha centrado en  tecnologías convencionales, como  centrales eléctricas de combustibles fósiles y redes  de distribución centralizadas, que requieren una  inversión considerable y que,  una  vez establecidas, crean una  barrera significativa para la entrada de competidores más pequeños, comunitarios y sostenibles. Además, han promovido sistemas de medición y gestión de datos que se promueven con el discurso  de mejorar la eficiencia energética, pero también han  sido utilizados para mantener el control y limitar la elección  de fuentes de energía  más limpias  y descentralizadas por parte de los (pro)consumidores. Esta estrategia ha llevado  a una  dependencia continua de fuentes  de energía  altamente contaminantes y costosas, lo que perpetúa la influencia de estos grandes poderes energéticos en detrimento de alternativas más sostenibles y descentralizadas.

Los pueblos y las comunidades siempre han tenido a la tecnología como  una  barrera para llevar a cabo sus propuestas. Ante esta problemática, surge  la Escuela de Técnicas  y Técnicos  en Energías Comunitarias como  un  espacio donde diversas organizaciones comunitarias de base  pueden intercambiar experiencias y llevar a cabo procesos de formación destinados a mejorar la promoción y la sostenibilidad de tecnologías en comunidades que defienden sus territorios y contribuyen a mejorar los procesos productivos y la calidad de vida. En este entorno, se han desarrollado conocimientos e intercambios en  torno a procesos como la deshidratación solar, las estufas eficientes,  la energía  fotovoltaica y los biodigestores, así como otras formas de relacionarse con la energía, las tecnologías y lo comunitario. Así recuerda Juan Pablo Soler la construcción de la escuela:

Desde 2013 hacia adelante, empezamos a generar  un  proceso  metodológico  de formación, que hemos ido replanteando con el tiempo de acuerdo  a cómo el aprender haciendo nos va diciendo que hay que cambiar las cosas, es decir una  metodología que está en constante renovación, que inició como un intercambio de experiencias y que hoy ya está perfilada como un  espacio, escuela  de formación […] Hacer escuela a partir  de la práctica, y empezamos a incorporar unos principios, unos principios que partían por ejemplo  del “Aprender Haciendo”,  no  esperamos que  alguien  de afuera  venga  y nos instale  la tecnología en el territorio porque vamos a generar  una dependencia, entonces empezamos a plantear sistemas educativos  de transferencia de conocimientos donde  rompemos la dependencia y quien  monta o quien  opera  los sistemas son los mismos  pobladores locales (Soler, 2023).3

Otros desafíos que enfrentan las energías comunitarias incluyen el acceso y costo de algunos  materiales, la centralización de la generación  energética, la falta de difusión de conocimientos, la ausencia de voluntad política  y apoyo  gubernamental, la carencia  de políticas que fomenten y fortalezcan la autonomía y la descentralización energética, la privatización de servicios y bienes  comunes como  el agua  o la energía,  los impactos de la crisis climática, la violencia política  y criminalización del trabajo de las organizaciones sociales, la falta de un enfoque de transformación radical  en algunas perspectivas sobre la transición energética y los debates  en torno al poscrecimiento.

Como  podemos ver, varios de los desafíos que enfrentan las energías  comunitarias tienen su raíz  en  las diversas  concepciones sobre la energía:  para  quién,  de qué maneras se produce y con qué propósito. No obstante, las energías  comunitarias han  logrado  superar  algunos  de estos retos  y desafíos. En la mayoría de los casos, los obstáculos se superan mediante el trabajo colectivo, las mingas, la “mano compartida”, el convite  y otras prácticas  comunitarias que suelen  existir en estas comunidades y que ayudan a superar los obstáculos  económicos. También se han utilizado fondos rotatorios comunitarios para el préstamo de recursos destinados al desarrollo de proyectos individuales, como ocurre  con las comunidades indígenas del Tolima apoyadas por el Grupo Semillas. De igual forma, en algunas ocasiones, también han  contado con recursos económicos de la cooperación internacional, los cuales suelen ser limitados pero contribuyen a la implementación de experiencias. Finalmente, ha habido apoyo a proyectos  comunitarios por parte de administraciones locales, como en el caso de Lebrija, en Santander, donde  el alcalde, motivado por la experiencia de la Escuela de Técnicos y Técnicas, decidió  financiar la construcción de cientos  de estufas. Los técnicos y técnicas comunitarias participaron en la construcción de algunas de estas estufas.

Estas experiencias demuestran  la  viabilidad de  la  autogestión y la autonomía energética para las comunidades, la creación de propuestas concretas para  alejarse  de las energías  basadas  en combustibles  fósiles, innovaciones tecnológicas  y  metodológicas  en medio  de sus procesos, la diversificación de las fuentes de energía, la participación activa de las mujeres en la construcción y sostenimiento de este tipo de experiencias, la creación  y transmisión intergeneracional de conocimientos, la mejora de la calidad  de vida y la reivindicación de sus formas  propias de concebir y vivir en el mundo. En resumen, estas propuestas acumulan conocimientos y prácticas  que crean  y proyectan otros mundos posibles, más justos y sustentables desde la autonomía y la dignidad. Esto implica una comprensión amplia de la energía y la relación con ella, y el promover cambios culturales que conllevan a hacer un uso más consciente de la energía y de nuestros bienes comunes, lo que conduce a una comprensión integral y una  experiencia vivida de las transiciones socioecológicas.

En cuanto a la integralidad, varias propuestas relacionadas con las energías  comunitarias adoptan enfoques multidimensionales al combinar diversas fuentes de energía, procesos organizativos/comunitarios y saberes propios  y contextuales. En este caso, nos gustaría resaltar  la experiencia de “Las canastas de tecnologías y prácticas: una propuesta para la soberanía energética y alimentaria de Lo Bueno del  Monte”, liderada por la Fundación UTA y la Finca  Tosoly “Lo bueno del Monte”, la cual se ha desarrollado en Santander, Colombia. Esta iniciativa trabaja en  la revitalización de las prácticas tradicionales del cultivo  de arroz  y trigo, para  fortalecer la soberanía  alimentaria desde  una  perspectiva agroecológica. Para  lograrlo, desarrollaron las Escuelas de Estilos de Vida Sostenibles, donde exploraron y propusieron el concepto de “canastas  comunitarias de tecnologías y prácticas”.  Estas canastas  implican la creación  de propuestas integrales adaptadas a la realidad y proyectos de vida de cada comunidad, que incluyen equipos  y conocimientos relevantes para la producción agrícola  (por  ejemplo, producción de biofertilizantes, recolección de aguas lluvias, huertas familiares, entre  otras) y la autogestión energética (por ejemplo, biodigestores, deshidratadores solares, bicimáquinas, entre  otras),  el intercambio de saberes  y el trabajo colectivo en comunidades rurales.

La integralidad de las propuestas de las energías comunitarias reconoce y abarca diversos flujos energéticos, desde el sol, los alimentos, la energía  humana hasta los distintos procesos de producción. Estas propuestas están diseñadas  para responder a las necesidades  de las comunidades en varias dimensiones. Además  de conceptualizar las relaciones como un intercambio constante y mutuo entre  los diferentes elementos de la naturaleza, en contraposición a reducirlas a simples transacciones en el mercado. En el caso de la propuesta de UTA y la Finca Tosoly “Lo bueno del Monte”, han  logrado articular la diversidad de procesos  en la construcción de la soberanía energética y alimentaria de varias familias rurales,  lo cual ha permitido fortalecer sus propuestas productivas. En esta misma vía, existen numerosas  experiencias que integran una  variedad  de conocimientos, prácticas y herramientas tecnológicas diseñadas  para abordar las necesidades y prioridades de los contextos en los que surgen.

Las mujeres desafían  el modelo energético centralizado y patriarcal

Por otro  lado, en lo que respecta al papel de las mujeres en la construcción y sostenimiento de estas iniciativas,  es crucial su contribución a proyectos que tienen como objetivo central la construcción de una vida digna, la permanencia en los territorios  y la promoción  del  buen  vivir para sus familias  y comunidades. A menudo, sin autonombrarse como  feministas, las mujeres trabajan en favor de prácticas antipatriarcales, anticapitalistas y antiextractivistas, y promueven una  visión  alternativa del mundo. Esto implica  enfocarse en la ecodependencia y la interdependencia, así como  en la lucha  contra la mercantilización del agua, la tierra y la energía, y la defensa de la autonomía territorial. A su vez, es importante destacar  que el discurso  en torno a la energía  y la transición suele ser masculinizado y vinculado a intereses  corporativos, lo que excluye otras voces y perspectivas sobre el tema. Sin embargo, consideramos que al centrarse en propuestas que exploran otras formas de relacionarse con la energía,  se abre el espacio para voces diversas, que van desde  lo comunitario, lo territorial, las mujeres, las y los jóvenes, niñas y niños, entre  otros.

Algunas de estas propuestas han contribuido a facilitar las tareas diarias de las mujeres relacionadas con las labores del cuidado y la reproducción de la vida.4  Por  ejemplo, la experiencia del “Vivero de las Mujeres  de Roble, energía  solar para  sembrar plantas  medicinales y transiciones justas” en el Valle del Cauca, liderada por un grupo  de mujeres afrodescendientes, es un  ejemplo notable. Estas mujeres instalaron unos aljibes y un sistema de recolección pluvial, lo que les ha evitado realizar largos desplazamientos para  obtener agua, como hacían anteriormente. Además,  el vivero ahora cuenta con paneles solares que les permiten aprovechar la energía  solar para diversas actividades  dentro del mismo. Esto les ha brindado la posibilidad de escuchar radio mientras trabajan y de prolongar su jornada en el vivero después de la caída del sol, lo que les permite compartir más tiempo con sus compañeras. Además, el vivero se ha convertido en una fuente  de ingresos al transformar las plantas medicinales en productos para la autogestión de la salud, lo que no solo contribuye a su autonomía económica, sino que  también fortalece su papel en la comunidad y recupera sus saberes ancestrales.

Otro  ejemplo en esta línea  son las estufas eficientes,  que no requieren el mismo consumo de leña y contribuyen así a la reducción de la deforestación. Además, promueven los huertos leñeros para producir la madera necesaria para su funcionamiento. Esta práctica evita que las mujeres, niñas  y niños tengan que ir a buscar grandes cantidades de leña, al tiempo que mejora la salud de las mujeres y reduce los problemas respiratorios causados  por las estufas de leña tradicionales. La experiencia “Estufas  eficientes  de leña  y huertos leñeros  para  la conservación comunitaria de los bosques  y el buen vivir” es ejemplo de ello.

Reflexiones finales

La urgencia de transformar el sistema  energético en el contexto de las transiciones socioecológicas  supone una  transformación socio- cultural profunda del modelo de producción, gestión,  propiedad y de consumo. A su vez implica  la reconfiguración del modelo energético hegemónico, que está caracterizado por la alta concentración de grandes  empresas privadas  que controlan la generación y la distribución eléctrica  (Grupo de  Acción  por  la  Energía  Ciudadana, 2023). En cambio,  debemos avanzar hacia un modelo que otorgue un papel central a las iniciativas  locales, democratice la producción y generación de energía,  y promueva estas propuestas desde un enfoque intersectorial, impulsado por organizaciones, comunidades, cooperativas y otras formas organizativas comunitarias.

En concreto, es necesario  que la institucionalidad brinde incentivos fiscales y financiamiento para  el fortalecimiento, desarrollo y la implementación de este tipo  de experiencias. Ello debe estar conectado con un marco  regulatorio claro y favorable  que reconozca y promueva este tipo de iniciativas.  De igual forma,  es necesario que el acceso a la red eléctrica  pública facilite la integración de la energía generada a nivel comunitario y se establezcan mecanismos equitativos para la retribución por el excedente de energía inyectado a la red, así como  la posibilidad de una  comercialización entre  vecinas y vecinos.  También, es necesaria la participación y la vinculación de estas experiencias en la toma  de decisiones alrededor del sistema energético es central, así como la defensa del territorio y una visión integral del mismo  en donde no necesariamente se fraccione lo alimentario, lo energético y lo hídrico, sino que se establezcan miradas, rutas y políticas más integrales. Hay otros aspectos en los que es necesario profundizar, como el fomento y desarrollo nacional de ciertas tecnologías y materiales que mantienen la dependencia y encarecen los insumos.

Estos cuestionamientos nos  conducen a la necesidad de visibilizar y fortalecer las energías comunitarias, para que  puedan establecerse cada vez más como una red  y un  sistema  alternativo que promueva el cuidado y la reproducción de la vida a través de la soberanía energética, alimentaria e hídrica  de los territorios. Las energías comunitarias requieren garantías para sus propuestas. También necesitan ser visibilizadas,  reconocidas y respetadas, resaltando su carácter  comunitario y autónomo como  aspecto central. Además, exigen un relacionamiento equitativo con el sistema energético nacional  e internacional, que transforme las relaciones de poder que han impuesto las grandes empresas energéticas. Esto implica  que se las reconozca como actores fundamentales en lugar de tratar de cooptarlas y obligarlas a adoptar estructuras formales  como empresas y otras  figuras. También son  necesarios incentivos financieros, programas de formación y fortalecimiento para  las y los promotores locales, el fomento de la industria nacional para  reducir la dependencia tecnológica externa y la implementación de programas locales de asistencia técnica, entre  otras medidas.

La transición energética justa avanzará a medida que asumamos el control de la energía, las maneras de producirla y en qué se decide utilizarla.

¡Fortalecer las energías comunitarias es poner la reproducción de la vida en el centro!

NOTAS

1  Organizativamente, este proceso dio lugar inicialmente a la red nacional de pueblos afectados por hidroeléctricas, que posteriormente se transformó en el Movimiento Nacional de Afectados por Represas, Ríos Vivos.

2 Para obtener una  caracterización más  detallada, recomendamos consultar Censat Agua Viva et al. (2023).

3    Ver Censat  Agua Viva – Amigos de la Tierra  Colombia [@censataguaviva-amigosde- lat2863] (14 de noviembre de 2023).

4    Labores en las cuales han sido históricamente socializadas en el marco  de la división sexual del trabajo.

 

Bibliografía

Censat Agua Viva – Amigos de la Tierra Colombia [@censata- guaviva-amigosdelat2863] (14 de noviembre de 2023). Video  1 – Aprender haciendo: Escuela de técnicos  y técnicas  comunitarias en  energías  alternativas [Video].  YouTube.  https://www.youtube. com/watch?v=pKspzspwf8c

Censat  Agua Viva et al. (2023). Promoción y fortalecimiento de las Energías Comunitarias en Colombia. Propuestas para Plan Nacional de Desarrollo 2023-2026. Ruta de la Transición Energética Justa. Planes Departamentales y Municipales de Desarrollo. Bogotá. https://censat.org/wp-content/uploads/2023/03/Promocion-y-fortalecimiento-de-las-Energias-Comunitarias-en-Colombia.pdf 

Grupo de  Acción  por  la  Energía Ciudadana, Chile  (2023) Impulsar transiciones energéticas justas desde la ciudadanía.  Comunidades Energéticas, Energías Comunitarias. Revista Energía y Equidad, (6). https://co.boell.org/es/2023/08/15/ comunidades-energeticas-energias-comunitarias 

Salazar, Fernando (2023). Coplas campesinas nacidas en el seno de la Escuela técnicas y técnicos comunitarios en energías alternativas. Comunidades Energéticas, Energías Comunitarias. Revista Energía y Equidad, (6), 64. https://co.boell.org/es/2023/08/15/ comunidades-energeticas-energias-comunitarias

Soler-Villamizar, Juan  Pablo  (4 de abril  de 2023). Habilitadores Energéticos. Revista Raya. https://revistaraya.com/juan-pablo-soler/287-habilitadores-energeticos.html

Tatiana Roa Avendaño es una ambientalista colombiana. En enero de 2024 fue nombrada viceministra de Ordenamiento Ambiental del Territorio por el Gobierno de Gustavo Petro. Anteriormente fue cofundadora y coordinadora de Energía y Justicia Climática en Censat Agua Viva. Ha sido parte de diversas redes nacionales e internacionales como Oilwatch, la Alianza Colombia Libre de Fracking y el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur. Es ingeniera de petróleos, tiene una maestría en Estudios Latinoamericanos y es candidata a doctorado en la Universidad de Ámsterdam.

Eliana Carolina Carrillo Rodríguez es una antropóloga e investigadora feminista sobre ecología feminista, justicia ambiental y feminismos en América Latina. Es investigadora y docente en Censat Agua Viva y coordinó la Exhibición Virtual de Experiencias Comunitarias de Transición Energética Justa. Forma parte de un grupo de investigación feminista de la Universidad de los Andes y del Grupo Cultura y Ambiente de la Universidad Nacional de Colombia.

Estado del poder 2024 | Energía, poder y transición

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