Un futuro sin combustibles fósiles

Lecciones de la lucha contra las grandes empresas petroleras

Traducción al español: Mercedes Camps

Las grandes  empresas petroleras han  estado  en la mira  de activistas durante más de veinte  años como el principal obstáculo para adoptar medidas  eficaces para  combatir el cambio  climático. El TNI entrevistó  a dos importantes activistas e investigadores del clima  que participan en la campaña contra la empresa multinacional francesa Total, para que evaluaran las campañas y los planes para el futuro.

¿Cuánto poder tienen las grandes empresas petroleras hoy en día? ¿Son tan poderosas como hace diez años?

Olivier Petitjean: Sería difícil argumentar que  las grandes  empresas petroleras han  perdido poder  en los últimos diez años. Por supuesto que  las grandes  empresas de gas y petróleo como  TotalEnergies son  cada  vez más  cuestionadas (Deneault, 2020), entre  otros,  por partes  del  sector  financiero, y sufren  creciente  presión  de  activistas por  el clima.  Su “licencia  social para  operar”  se ha  erosionado considerablemente. Al menos  en algunas  partes  del mundo es muy probable que sus nuevos proyectos de petróleo y gas afronten fuerte resistencia.

Por otro  lado, han  seguido  creciendo, enriqueciéndose y abriendo  nuevas  fronteras de  gas y petróleo en  todo  el mundo. En  los últimos años, todas las grandes  empresas de petróleo y gas han  obtenido más ganancias  que nunca antes: Exxon, Chevron, Shell, BP y TotalEnergies obtuvieron casi 200.000 millones de dólares  en 2022. Ese año, TotalEnergies inició nada menos  que veinte nuevos proyectos de combustibles fósiles, en algunos  casos en sitios como Uganda, donde  nunca antes  se habían extraído esos combustibles. Además, fue clasificada la tercera  empresa de gas y petróleo del mundo y la primera en África, y está procurando explotar nuevos  yacimientos de petróleo y gas. Sus documentos oficiales afirman que planifican aumentar la producción de combustibles fósiles en un 20 % de aquí a 2030. De modo  que la extracción continúa.

Han  compensado con creces la aparente pérdida de apoyo  de la opinión pública  en  países de Occidente mediante la construcción de vínculos  aún  más estrechos  con otros  gobiernos, especialmente en países productores de petróleo. Lo que es más aterrador es que, además  de ello, han  logrado  ganar  más influencia de la que  jamás habían tenido en políticas sobre clima a nivel nacional e internacional, como  queda  de manifiesto en el hecho  de que  los presidentes de la COP28 [Conferencia de las Naciones Unidas  sobre el Cambio Climático] celebrada en Dubái  en 2023 y la COP29, que se celebrará este año  2024 en  Azerbaiyán, son  en  ambos  casos presidentes de empresas petroleras.

Clémence Dubois: El hecho de que las grandes  empresas de petróleo y gas aún  estén explorando nuevos  proyectos  habla  por sí solo: aún tienen demasiado poder  y la búsqueda de enormes inversiones para el desarrollo de nuevos  yacimientos de petróleo y gas en los próximos años se cobrará miles de millones de vidas.

No obstante, solemos  ser muy  autocríticos y a veces nos cuesta ver nuestros logros como  movimiento. La dinámica ha evolucionado considerablemente en los últimos diez años. En una  época, las grandes  empresas petroleras tenían una  autoridad indudable, do- minaban sin afrontar ningún cuestionamiento. Ahora, las grandes empresas petroleras están siendo objeto  de creciente presión  donde sea que vayan y la resistencia  internacional de la ciudadanía plantea grandes  desafíos a sus bastiones  tradicionales. Si se toma  el ejemplo del proyecto de crudo de Total en África oriental, la financiación del proyecto está demorando años debido a que las instituciones financieras están retirando su apoyo una  tras otra como  consecuencia de la presión  que afrontan, en Kampala, París o Tokio. No es exagerado decir que todas las personas  que han participado en este tipo de campañas han  contribuido a retrasar a la industria y sabemos  que cada granito de arena  en el cambio  climático hace la diferencia.

¿Cuáles son las principales fuentes de poder de las grandes empresas petroleras y cómo procuran mantenerlas?

Olivier: La fuente de su poder  es en parte  la misma  que la de otras empresas mundiales: dinero, recursos, conexiones estrechas  con gobiernos y una  gran capacidad  para unir  fuerzas con el fin de defender sus intereses  comunes. Pero tienen mucho más de todo eso que otras empresas.

Su poder  también es el resultado de decenios de privatización, liberalización y políticas favorables  a las empresas que han privado a los gobiernos de todo control que pudieran tener en el pasado sobre la energía  nacional, los mercados y los precios, y de toda capacidad que pudieran haber  tenido para llevar a cabo una transición energética directamente, sin depender de grandes  empresas. Como  consecuencia  de ello, muchos gobiernos se han  quedado aparentemente sin más alternativa que aceptar  el eslogan  de las grandes  empresas petroleras de que no solo son el problema, sino también la solución, la única solución.

Por último, otra fuente  importante de poder  es el modo  en que los combustibles fósiles están integrados en nuestras economías industriales en su conjunto y en los mercados financieros. Ello significa que otros grupos  muy ricos e influyentes están extremadamente dedicados  a su prosperidad, o al menos  a no abandonar la explotación de gas y petróleo demasiado rápido. Las empresas de petróleo y gas, por ejemplo, representan una  porción considerable del valor de mercado de la mayoría de las principales bolsas  de valores.  Es impensable que  los grandes  actores  financieros, como  BlackRock, dejen de invertir en combustibles fósiles, dado  que  destruiría su propio modelo de negocios.

¿Afectan las políticas predominantes sobre clima a las grandes empresas petroleras? ¿Cómo están respondiendo?

Olivier: En los últimos diez años, las principales empresas petroleras de Occidente −especialmente las europeas, como  Total− han  disminuido sus críticas a la acción  por el clima  y han  intentado adoptar una  actitud en apariencia más progresista. Reconocen públicamente que el cambio  climático es un asunto importante y que deberíamos  hacer  algo  al respecto.  Pero  la cuestión fundamental  es qué deberíamos hacer exactamente y quién  debería pagar.

Es decir  que  lo que  llamamos “transición energética” debe  tener  tres elementos: el desarrollo de energía  limpia  y renovable, la eliminación de los combustibles fósiles y, por  último, la reducción de nuestro consumo total  de energía  y materiales en general.  Básicamente las grandes  empresas petroleras como  TotalEnergies quieren  que hablemos únicamente del primer elemento, mientras que añaden en esa canasta “verde” muchas tecnologías que poco tienen que  ver con  la energía  renovable, como  la captura y el almacenamiento de carbono o los agrocombustibles o el hidrógeno. Y quieren que los gobiernos inviertan mucho dinero para pagar por todo esto  y desean controlar el sector  de energías  renovables. Además, quieren hablar lo menos  posible  sobre  la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, como  hemos  observado recientemente cuando se introdujo lenguaje muy  débil al respecto  en el texto  del acuerdo de la COP  celebrada en  Dubái.  Los directores ejecutivos de TotalEnergies, por ejemplo, admiten públicamente que en algún momento se dejarán de utilizar los combustibles fósiles, pero en un futuro lejano. Y el tercer elemento, la reducción del consumo general, apenas se menciona.

Lo que hemos  visto en la práctica  en los últimos años es precisamente la aplicación de este  programa. No  se ha  avanzado en la eliminación de los combustibles fósiles y apenas hubo algunos avances con respecto  al desarrollo de energías  renovables, pero ello se está añadiendo a la combinación energética actual,  en lugar  de sustituir a los combustibles fósiles. Lamentablemente, muchos gobiernos de Occidente han  aceptado básicamente la versión  de “acción  por  el clima” promovida por  las grandes  empresas petroleras y están  confiando en  que  esas empresas se encargarán de llevar  a cabo la transición energética −cuyo esfuerzo inevitablemente seguirá siendo  insuficiente y tardío, y tendrá un costo enorme para  los gobiernos, las comunidades y los consumidores, mientras que  las empresas y sus accionistas se quedarán con las ganancias y el mérito.

¿Las grandes empresas petroleras están intentando impedir una transición energética o configurarla para su propio beneficio?

Clémence: Durante cincuenta años, Total y sus pares ocultaron la crisis climática, al distraer la atención de los combustibles fósiles como principal causante del  calentamiento global.  Se ha  documentado exhaustivamente que Total, Exxon y otras empresas mintieron deliberadamente acerca de la crisis climática, su conocimiento de las causas y su responsabilidad en esta. Y ahora  son las comunidades las que  sufren  las consecuencias: quienes  hoy sufren  los impactos climáticos  fueron condenados en una  junta directiva  hace  cincuenta años.

A medida que las temperaturas han  aumentado en los últimos años, resulta  inútil negar  la realidad. En respuesta a ello, Total está haciendo mayores  esfuerzos  de comunicación, cambiando su imagen como  una “empresa energética responsable”, dando a entender que ha cambiado significativamente de estrategia. Sin embargo, su supuesta participación en la transición energética, al igual  que  de otras  empresas de petróleo y gas, le sirve como  cortina de humo para  lucrar  con la continua explotación de combustibles fósiles. Y quieren que sigamos creyendo sus engaños.

A pesar de su cambio  de discurso, Total asigna casi todas sus inversiones a la extracción de más carbono del suelo, en lugar de adoptar energía  renovable. La empresa invirtió un sorprendente 75 % de sus inversiones en 2022 en petróleo y gas. En 2030, dos tercios  de las inversiones empresariales se destinarán a combustibles fósiles, lo cual impedirá lograr un avance real.

¿Su excusa? Culpar a los consumidores: pasar la responsabilidad a las personas,  en lugar de adoptar medidas  significativas. Pero  no son los únicos, además  de sus accionistas,  que se benefician de esta inacción. Es por ello que, habida cuenta del aumento de los impactos climáticos, el eslogan #makethempay (que ellas paguen) ha recibido tanto apoyo.

¿Qué lecciones ha aprendido −o debería haber aprendido− el movimiento por la justicia climática de enfrentar a las grandes empresas petroleras durante decenios?

Olivier:  Básicamente, que  no  se puede  pretender afrontar la crisis climática sin  enfrentar al poder  de las empresas. Parte  del  movimiento por el clima creía que podía cambiar a las grandes empresas petroleras desde adentro, ya sea mediante la participación, la realización de campañas, la denuncia, etcétera. Sin embargo, las grandes empresas petroleras no quieren cambiar y tienen suficiente  poder e influencia para evitar o retrasar el cambio  o desviar la mayoría de sus efectos a otros. Ellas no iniciarán un “cambio de sistema”, dado que ellas son el sistema.

Se han  realizado campañas y acciones  muy  valiosas  y eficaces, que siguen  siendo  muy  necesarias  y pertinentes, y en muchas ocasiones han  logrado  victorias  para  el movimiento por el clima. Persuadir a los inversores a que desinviertan en los combustibles fósiles o a instituciones culturales a que  dejen  de estar  patrocinadas por grandes  petroleras es muy importante, al igual que los juicios sobre el clima  entablados contra empresas como  Shell, TotalEnergies o ExxonMobil. Ello ha sido fundamental para revocar  la “licencia social para funcionar” de estas empresas. Si tomamos el caso de TotalEnergies, la empresa fue obligada  a comunicar casi exclusivamente sus inversiones en  energía  verde  y sus compromisos con  el clima. Pero, por otro  lado, aún  existen y siguen siendo  poderosas y siguen librando cada batalla legal o de comunicaciones con todos sus recursos. De modo  que siempre existe el riesgo de que nuestras victorias sean demasiado pequeñas, demasiado parciales y que puedan revertirse. De hecho,  actualmente estamos  sufriendo algunas  reacciones adversas con respecto  a algunas  de nuestras victorias  anteriores. Es así que diría que lo que faltó fue un intento de combatir el poder  de las grandes  empresas petroleras desde dentro.

Clémence: El movimiento de desinversión es un buen  ejemplo de un enfoque de cambio  de sistema y ha sido muy exitoso en los últimos diez años. En lugar de instar a las grandes empresas petroleras a que cambiaran, se centró estratégicamente en  erosionar sus pilares  de apoyo: su licencia social, el acceso a financiación y la influencia en los gobiernos y las instituciones al pedirles  que rompieran vínculos con la industria.

La movilización de base fue la columna vertebral del movimiento, y siempre debemos intentar organizar a grupos  diversos y crear nuevas  iniciativas  locales, que vinculen la justicia  social con la justicia climática.

A medida que nuestro movimiento creció, la intensificación de los cuestionamientos provocó  que las instituciones desinvirtieran para  evitar  riesgos a su reputación vinculados con el apoyo  a estas industrias irresponsables. Posteriormente, los objetivos se volvieron cada vez más amplios, lo cual provocó un efecto dominó, como consecuencia  del cual grandes entidades financieras, como el Banco Europeo  de Inversiones, o instituciones culturales de renombre, como los museos  Tate o Louvre, reconsideraron su apoyo  tradicional. La campaña de desinversión, a escala mundial, generó  un frente  unido contra las inversiones en combustibles fósiles.

La labor  de incidencia jurídica  y política  para  responsabilizar a las grandes  empresas petroleras y la colaboración con otros  movimientos de justicia social también han reforzado nuestros esfuerzos estratégicos  y, ante  todo, han  logrado  apoyo a las comunidades que luchan contra proyectos  sobre el terreno. Nuestra interconexión exige la acción y la solidaridad.

De cara al futuro, deberíamos centrarnos en una  visión de largo plazo, reconociendo que para lograr un cambio  sistémico  se requiere perseverancia, adaptabilidad y solidaridad. Nuestro movimiento debe seguir aprendiendo de los retrocesos  y luchar  por mantener el ímpetu. En resumen, esta lucha  contra las grandes  empresas petroleras nos ha enseñado que  la mejor  forma  de resistirlas  es organizarse colectivamente mediante una  diversidad de tácticas, pero con una visión y entendimiento comunes de cómo logramos el cambio.

¿Y cómo han evolucionado nuestros movimientos para enfrentar a las grandes empresas petroleras? ¿Cuáles son los grandes retos de cara al futuro?

Clémence: Hemos  pasado  de hacer  hincapié únicamente en  la responsabilidad de los consumidores a adoptar un enfoque más holístico que tenga en cuenta la dinámica de la oferta y la demanda.

A nivel  mundial, hemos  alcanzado logros  importantes. Se han desinvertido miles  de millones de dólares  de los combustibles fósiles, se han  detenido grandes  proyectos  de infraestructura y se ha asegurado el compromiso de autoridades locales y naciones enteras para dejar de explotar y utilizar combustibles fósiles. Nuestra influencia también queda  de manifiesto en las discusiones  sobre la eliminación progresiva  de los combustibles fósiles durante las negociaciones  de las Naciones Unidas  sobre cambio  climático, para lo cual obtuvimos el apoyo de más de 130 Estados.

Pero  hay tendencias políticas  mundiales que  amenazan el progreso.  Muchos   activistas  sufren  agotamiento,  desesperanza y  el desafío de recuperar el impulso de las movilizaciones de 2019. Entre  2020 y 2023 se atravesó  un  periodo de conmoción, que  estuvo marcado por el impacto de la COVID-19, los confinamientos y una sensación  predominante de impotencia. El auge de la extrema derecha hace peligrar  los pocos logros progresistas.  Cada año  en que no adoptamos las medidas  necesarias,  se podrían perder millones de vidas. En ese sentido, disminuir la actividad  de la industria es un logro impresionante, pero no es suficiente.

Las diferencias de opinión a nivel  interno son  otro  obstáculo. Hay quienes  apoyan  un enfoque inmediato más agresivo, mientras que  otros  destacan  la necesidad de  ampliar y consolidar nuestra base. Mientras que  la diversidad en nuestras filas es una  fortaleza, también plantea desafíos de colaboración y coordinación. No obstante, crear unidad es fundamental para preparar el terreno a fin de alcanzar  puntos de inflexión fundamentales. Debemos reconocer el carácter  gradual de nuestros esfuerzos  de organización y entender su importancia en allanar el camino para momentos transformadores más amplios.

¿Cuáles son las principales vías para socavar o revocar el poder de las grandes empresas petroleras?

Olivier: Sería bueno pensar  que podemos simplemente ignorar a las grandes  empresas petroleras y construir un sistema energético diferente  desde cero, basado  en las energías  renovables, independientemente de esas corporaciones, y dejar  que  lentamente se pudran y desaparezcan. El problema es que siguen invirtiendo en nueva  producción de petróleo y gas, están  socavando activamente la acción política  que reduciría el consumo de combustibles fósiles y, hoy en día, incluso  logran  cooptar una  gran  parte  del  apoyo  político  de los gobiernos y financiación para  energía  “limpia”. Debemos desarmarlas, amordazarlas e impedirles que  hagan  daño.  Por  lo que sí, es necesario  comenzar a construir un  sistema  diferente, pero  no podemos evitar  algún  tipo de enfrentamiento directo  con el poder y la influencia de las grandes  empresas petroleras.

Tradicionalmente, muchas personas  en  el movimiento por  el clima  y en la izquierda suponen que la mejor  forma  de hacerlo  es mediante reglamentaciones, es decir,  que  los gobiernos deberían adoptar medidas  y obligarlas  a que  cambien, a que  dejen  de producir combustibles fósiles sin elevar los precios ni despedir  a sus trabajadores. Podría  funcionar en teoría, pero en la práctica esto no sucederá  porque los gobiernos no pueden, y a menudo no quieren, introducir reglamentaciones eficaces a empresas tan  grandes  y hacerlas cumplir. Las grandes  empresas petroleras ya son demasiado grandes  para  eso. Ello no  significa que  no  necesitan ser reguladas, sino  que  debemos además  disminuir su poder  y controlarlo. Y el modo  tradicional de hacerlo  es la nacionalización.

Algo  más  sobre  la regulación: cuando se trata  de  enfrentar a las grandes  empresas tecnológicas no necesitamos solo un  nivel de regulación, por  ejemplo regular  sus emisiones de gases de efecto invernadero. Necesitamos una  gran  variedad  de  regulaciones sobre  diferentes piezas  y turbinas de  la  máquina −que  detallamos en nuestro informe TotalEnergies  – This is what a phaseout looks like (Observatoire des multinationales y 350.org, 2023). Un aspecto muy importante es la regulación del lobby en el sentido  más amplio, que incluye  las puertas giratorias y toda  forma  de contacto entre  funcionarios  y representantes de la industria. Si no se regula el lobby de manera eficaz, nunca se podrá  regular  nada  en absoluto, debido a que  se corre  el riesgo de que  las empresas se apropien de los procesos de decisión. Si se imponen normas firmes sobre el lobby y los conflictos de interés  −como las instauradas por la Organización Mundial de la Salud para el tabaco−, hay mayores probabilidades de lograr que se aplique la regulación de manera eficaz. Es por ello que propuestas, como  las de la coalición  Fossil Free Politics en Europa, para introducir el mismo  tipo de reglas para los combustibles fósiles que las que se aplicaron al tabaco  pueden ser una  parte  clave de la solución, pero deben  aplicarse en todos los niveles de influencia, no solamente en las Naciones Unidas y las cumbres sobre clima (COP).

¿Cómo puede llevarse a cabo la nacionalización, habida cuenta de los obstáculos económicos y jurídicos?

Olivier: La nacionalización como  acto no es un  problema desde el punto de vista jurídico. Puede  hacerse  a través  de un  simple  acto legislativo. Se ha hecho en el pasado (incluso  por gobiernos de derecha favorables  al mercado) para  rescatar  a los bancos, por ejemplo. La cuestión es cuánto costaría  y si es éticamente aceptable permitir que los accionistas  de las grandes  empresas petroleras −que son en su mayoría inversores institucionales, como BlackRock, Vanguard y otros− se queden con miles de millones de euros y dólares que básicamente ganaron por invertir en la destrucción del clima.

Si Francia,  por ejemplo, aprobara una  ley para  nacionalizar TotalEnergies, tendría que desembolsar en teoría alrededor de 150.000 millones de euros  para  adquirir todas  las acciones  de la empresa, además  de que podría  afrontar juicios de indemnización por parte de algunos  accionistas o socios que podrían argumentar que fueron privados indebidamente de un  posible  lucro.  Y ello incluso  sin tener en cuenta todos los costos de dejar de invertir en combustibles fósiles, el desmantelamiento de instalaciones y el establecimiento de una empresa pos combustibles fósiles que esté al servicio del público.

El valor  oficial de mercado de TotalEnergies es 150.000 millones de euros,  pero  hay  muchos motivos  para  argumentar que  ese valor  es exagerado, debido  a que  se basa en  el supuesto de explotar todos los valores actuales  de combustibles fósiles de la empresa. Ello se debe a que son denominados “activos varados”. Entonces, en nuestro informe proponemos  crear  una  comisión para  evaluar  el valor justo de TotalEnergies −que se suele hacer  en caso de una  nacionalización− pero  teniendo en  cuenta la naturaleza específica y problemática de esos activos. También exploramos otra opción  más radical: una  expropiación, en lugar de una  nacionalización. Nuevamente, ello se ha hecho  en el pasado, pero solamente en circunstancias muy específicas, a menudo vinculadas con un estado de guerra. El argumento sería que debido  a sus violaciones anteriores y su actual  sabotaje  a la acción  por  el clima  que  se necesita  urgentemente, una  empresa como  TotalEnergies puede  ser expropiada por  el Gobierno. Ello no significa que no habrá  una  indemnización, sino que ya no existiría el pretexto de que se trata  de una  transacción de mercado “normal”.

En todo caso, incluso 150.000 millones de euros no es un precio demasiado elevado.  Los gobiernos de  Occidente han  demostrado con frecuencia −después de la crisis financiera de 2008 y más recientemente durante la pandemia de COVID-19− que  son  capaces  de hallar decenas de miles de millones de dólares para rescatar al sector empresarial y a los mercados financieros.

¿Cómo sería una nacionalización eficaz y justa de las grandes empresas petroleras? ¿Cómo podríamos asegurar que logre una transición energética justa habida cuenta de la mala gestión de las actuales empresas energéticas estatales?

Olivier: Huelga  decir  que  la propiedad estatal  no  es una  solución en sí misma.  Hay numerosas empresas estatales  en todo  el mundo que  son  tan  peligrosas  como  las empresas privadas.  Una  empresa estatal  puede  ser más  influyente en  las políticas  y prioridades del Gobierno, como  quedó demostrado en Francia  en el caso de EDF, nuestra empresa de electricidad estatal que está a favor de la energía nuclear. Por este motivo, muchas personas  del movimiento climático y ambiental temen a la nacionalización de TotalEnergies.

Diría que algún  tipo de reapropiación pública  es necesario  e inevitable  para que una  empresa como  Total deje de estar controlada por los mercados financieros. Únicamente los Estados cuentan con los recursos  y la capacidad  suficientes  para  llevar  a cabo  una  operación  política,  financiera e industrial de esa magnitud. Pero  debe hacerse  como  parte  de un  proceso  democrático más amplio desde el comienzo, que incluya  la participación ciudadana, de partes interesadas y, por supuesto, de los trabajadores. Proponemos comenzar con una convención de ciudadanos y presentar el tipo de gobernanza inclusiva,  transparente y participativa del que muchas empresas estatales carecen hoy en día.

Se puede  tomar inspiración de los ejemplos  del movimiento de remunicipalización (Transnational Institute, s/f ), aunque sea un nivel de gobernanza más bajo. La nacionalización debe ser en primer lugar y ante todo una democratización de la empresa, tanto a nivel interno como en su relación con el resto de la sociedad. Para nosotros, al final de cuentas,  después  de que  TotalEnergies esté bajo  control público y haya  desinvertido los proyectos  de combustibles fósiles, debe formar parte de un  servicio de energía  público más amplio o convertirse en una  empresa de propiedad ciudadana o una  combinación de ambas  cosas.

Consideramos que  también podría  haber  una  dimensión internacional en  este proceso,  donde  diferentes países lleven  a cabo  el mismo  proceso con sus empresas nacionales de petróleo y gas al mismo  tiempo −Shell en los Países Bajos y el Reino  Unido,  ENI en Italia, etcétera. Ello daría mayor  impulso a todo el proceso, además de permitir alguna  forma  de mutualización de los costos. Las reflexiones  que  hemos  desarrollado acerca del caso específico de TotalEnergies en Francia  no son aisladas. Hay otras  organizaciones y grupos  de estudios  que  están  analizando este proceso  en  diversos países.

¿Cómo aseguramos que las grandes empresas de energía renovable no sigan el mismo camino que las grandes empresas petroleras?

Olivier: Se podría  argumentar que, actualmente, las grandes  empresas de energía  renovable no solo son como las grandes  empresas petroleras, sino que son los mismos actores corporativos. Participamos en un  reciente informe coordinado por el Transnational Institute, “‘Green’ Multinationals Exposed” (14 de noviembre de 2023), en el que se plantea precisamente este argumento.

A medida que  las gigantes  energéticas consolidadas invierten cada vez más en energía  renovable, su negocio  se sigue basando en el mismo  modelo: orientado al lucro, extractivista (en términos de minerales y tierra),  perjudicial para  las comunidades y los trabajadores,  y neocolonialista, al igual  que  muchos de los proyectos  de energía  solar y eólica de gran  escala en el sur global  o en regiones remotas para beneficiar los intereses  del norte.

Hay  otra  vertiente potente que  necesitamos para  la transición energética: una  que  se centre  en  reducir el consumo, en  lugar  de simplemente añadir capacidad,  en satisfacer  las necesidades  de las personas,  en lugar de las industrias y en construir sistemas de energía democráticos, parcialmente descentralizados. Esa versión de una transición es la única  realmente viable. La anterior es un  callejón sin salida desde una perspectiva social y climática.

¿Creen que finalmente podremos vencer a las gigantes de petróleo y gas como Total? Como activistas por el clima, ¿en qué deberíamos centrar nuestros esfuerzos?

Clémence: Vencer a las gigantes como Total no es fácil, pero para rea- vivar la llama del cambio  de sistema, el movimiento debe enfrentar directamente este sentimiento de impotencia.

El  reciente  auge  del  activismo   por  el  clima,  observado  por ejemplo en la campaña Just Stop Oil,  destaca el deseo de adoptar medidas de inmediato. Y con la aterradora multiplicación de la crisis, es hora  de centrarse en cambios que realmente importan a las personas. Cambiar de estrategia significa apoyar soluciones y contar historias que destaquen que es posible emprender un camino positivo, lo cual es aún  más importante si queremos impedir el avance de los movimientos de extrema derecha  en el mundo. Debemos enfocarnos  en hacer  bien  las cosas, ayudar  a las comunidades sin perjudicarlas, mientras responsabilizamos a quienes  están en el poder.

Cuando casi promediamos esta  década  crucial  para  combatir el calentamiento global,  las decisiones  que  adoptemos de  aquí  a 2025 son fundamentales. Un plan claro para 2025, con una  meta  de 1,5 °C, debe apuntar a un futuro de energías renovables. Aumentar la producción de energías  renovables significa que debemos seguir abordando las cuestiones financieras. Necesitamos invertir alrededor de 1,5 billones  de dólares al año de aquí a 2030.

En 350.org estamos haciendo un esfuerzo conjunto con nuestros seguidores, les ofrecemos  apoyo y orientación. Juntos, estamos construyendo los cimientos de la democracia energética y una  revolución de energías  renovables justa y equitativa. Nuestra comunidad, creada mediante campañas eficaces y contribuciones constantes, es una fuerza poderosa para un futuro sin combustibles fósiles.

Bibliografía

Deneault,  Alain   (2020).   Corporations  as   Private    Sovereign Powers: The case of Total. TNI Longreads. https://longreads.tni.org/ stateofpower/corporations-as-private-sovereign-powers

Observatoire des multinationales y 350.org (2023). TotalEnergies: This is what a total phaseout looks like. Francia.

Transnational Institute (s/f ). Remunicipalisation. https://www.tni. org/en/topic/remunicipalisation

Transnational Institute (14 de noviembre de 2023). “Green”  Multinationals Exposed:  How  the  energy  transition is being  hijacked by corporate interests. https://www.tni.org/en/publication/ green-multinationals-exposed

Olivier  Petitjean es periodista y cofundador del  Observatorio de Multinacionales,  creado  en  Francia  en  2013. Se especializa  en empresas y lobby.

Clémence Dubois  es subdirectora de campañas mundiales de 350.org, una red de activismo por el clima. Ambos forman  parte  de la campaña francesa  Stop Total.  El Observatorio de Multinacionales y 350.org  copublicaron un  informe en diciembre de 2023, TotalEnergies: This is what a total phaseout looks like, en el que analizan las opciones  para  recuperar el control que está en manos de las grandes  petroleras y cómo  los Estados podrían eliminar progresiva y rápidamente los combustibles fósiles en el marco  de una “transición justa”, democrática, transparente e inclusiva.

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