Un futuro sin combustibles fósiles
Lecciones de la lucha contra las grandes empresas petroleras
Traducción al español: Mercedes Camps
Las grandes empresas petroleras han estado en la mira de activistas durante más de veinte años como el principal obstáculo para adoptar medidas eficaces para combatir el cambio climático. El TNI entrevistó a dos importantes activistas e investigadores del clima que participan en la campaña contra la empresa multinacional francesa Total, para que evaluaran las campañas y los planes para el futuro.

¿Cuánto poder tienen las grandes empresas petroleras hoy en día? ¿Son tan poderosas como hace diez años?
Olivier Petitjean: Sería difícil argumentar que las grandes empresas petroleras han perdido poder en los últimos diez años. Por supuesto que las grandes empresas de gas y petróleo como TotalEnergies son cada vez más cuestionadas (Deneault, 2020), entre otros, por partes del sector financiero, y sufren creciente presión de activistas por el clima. Su “licencia social para operar” se ha erosionado considerablemente. Al menos en algunas partes del mundo es muy probable que sus nuevos proyectos de petróleo y gas afronten fuerte resistencia.
Por otro lado, han seguido creciendo, enriqueciéndose y abriendo nuevas fronteras de gas y petróleo en todo el mundo. En los últimos años, todas las grandes empresas de petróleo y gas han obtenido más ganancias que nunca antes: Exxon, Chevron, Shell, BP y TotalEnergies obtuvieron casi 200.000 millones de dólares en 2022. Ese año, TotalEnergies inició nada menos que veinte nuevos proyectos de combustibles fósiles, en algunos casos en sitios como Uganda, donde nunca antes se habían extraído esos combustibles. Además, fue clasificada la tercera empresa de gas y petróleo del mundo y la primera en África, y está procurando explotar nuevos yacimientos de petróleo y gas. Sus documentos oficiales afirman que planifican aumentar la producción de combustibles fósiles en un 20 % de aquí a 2030. De modo que la extracción continúa.
Han compensado con creces la aparente pérdida de apoyo de la opinión pública en países de Occidente mediante la construcción de vínculos aún más estrechos con otros gobiernos, especialmente en países productores de petróleo. Lo que es más aterrador es que, además de ello, han logrado ganar más influencia de la que jamás habían tenido en políticas sobre clima a nivel nacional e internacional, como queda de manifiesto en el hecho de que los presidentes de la COP28 [Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático] celebrada en Dubái en 2023 y la COP29, que se celebrará este año 2024 en Azerbaiyán, son en ambos casos presidentes de empresas petroleras.
Clémence Dubois: El hecho de que las grandes empresas de petróleo y gas aún estén explorando nuevos proyectos habla por sí solo: aún tienen demasiado poder y la búsqueda de enormes inversiones para el desarrollo de nuevos yacimientos de petróleo y gas en los próximos años se cobrará miles de millones de vidas.
No obstante, solemos ser muy autocríticos y a veces nos cuesta ver nuestros logros como movimiento. La dinámica ha evolucionado considerablemente en los últimos diez años. En una época, las grandes empresas petroleras tenían una autoridad indudable, do- minaban sin afrontar ningún cuestionamiento. Ahora, las grandes empresas petroleras están siendo objeto de creciente presión donde sea que vayan y la resistencia internacional de la ciudadanía plantea grandes desafíos a sus bastiones tradicionales. Si se toma el ejemplo del proyecto de crudo de Total en África oriental, la financiación del proyecto está demorando años debido a que las instituciones financieras están retirando su apoyo una tras otra como consecuencia de la presión que afrontan, en Kampala, París o Tokio. No es exagerado decir que todas las personas que han participado en este tipo de campañas han contribuido a retrasar a la industria y sabemos que cada granito de arena en el cambio climático hace la diferencia.
¿Cuáles son las principales fuentes de poder de las grandes empresas petroleras y cómo procuran mantenerlas?
Olivier: La fuente de su poder es en parte la misma que la de otras empresas mundiales: dinero, recursos, conexiones estrechas con gobiernos y una gran capacidad para unir fuerzas con el fin de defender sus intereses comunes. Pero tienen mucho más de todo eso que otras empresas.
Su poder también es el resultado de decenios de privatización, liberalización y políticas favorables a las empresas que han privado a los gobiernos de todo control que pudieran tener en el pasado sobre la energía nacional, los mercados y los precios, y de toda capacidad que pudieran haber tenido para llevar a cabo una transición energética directamente, sin depender de grandes empresas. Como consecuencia de ello, muchos gobiernos se han quedado aparentemente sin más alternativa que aceptar el eslogan de las grandes empresas petroleras de que no solo son el problema, sino también la solución, la única solución.
Por último, otra fuente importante de poder es el modo en que los combustibles fósiles están integrados en nuestras economías industriales en su conjunto y en los mercados financieros. Ello significa que otros grupos muy ricos e influyentes están extremadamente dedicados a su prosperidad, o al menos a no abandonar la explotación de gas y petróleo demasiado rápido. Las empresas de petróleo y gas, por ejemplo, representan una porción considerable del valor de mercado de la mayoría de las principales bolsas de valores. Es impensable que los grandes actores financieros, como BlackRock, dejen de invertir en combustibles fósiles, dado que destruiría su propio modelo de negocios.
¿Afectan las políticas predominantes sobre clima a las grandes empresas petroleras? ¿Cómo están respondiendo?
Olivier: En los últimos diez años, las principales empresas petroleras de Occidente −especialmente las europeas, como Total− han disminuido sus críticas a la acción por el clima y han intentado adoptar una actitud en apariencia más progresista. Reconocen públicamente que el cambio climático es un asunto importante y que deberíamos hacer algo al respecto. Pero la cuestión fundamental es qué deberíamos hacer exactamente y quién debería pagar.
Es decir que lo que llamamos “transición energética” debe tener tres elementos: el desarrollo de energía limpia y renovable, la eliminación de los combustibles fósiles y, por último, la reducción de nuestro consumo total de energía y materiales en general. Básicamente las grandes empresas petroleras como TotalEnergies quieren que hablemos únicamente del primer elemento, mientras que añaden en esa canasta “verde” muchas tecnologías que poco tienen que ver con la energía renovable, como la captura y el almacenamiento de carbono o los agrocombustibles o el hidrógeno. Y quieren que los gobiernos inviertan mucho dinero para pagar por todo esto y desean controlar el sector de energías renovables. Además, quieren hablar lo menos posible sobre la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, como hemos observado recientemente cuando se introdujo lenguaje muy débil al respecto en el texto del acuerdo de la COP celebrada en Dubái. Los directores ejecutivos de TotalEnergies, por ejemplo, admiten públicamente que en algún momento se dejarán de utilizar los combustibles fósiles, pero en un futuro lejano. Y el tercer elemento, la reducción del consumo general, apenas se menciona.
Lo que hemos visto en la práctica en los últimos años es precisamente la aplicación de este programa. No se ha avanzado en la eliminación de los combustibles fósiles y apenas hubo algunos avances con respecto al desarrollo de energías renovables, pero ello se está añadiendo a la combinación energética actual, en lugar de sustituir a los combustibles fósiles. Lamentablemente, muchos gobiernos de Occidente han aceptado básicamente la versión de “acción por el clima” promovida por las grandes empresas petroleras y están confiando en que esas empresas se encargarán de llevar a cabo la transición energética −cuyo esfuerzo inevitablemente seguirá siendo insuficiente y tardío, y tendrá un costo enorme para los gobiernos, las comunidades y los consumidores, mientras que las empresas y sus accionistas se quedarán con las ganancias y el mérito.
¿Las grandes empresas petroleras están intentando impedir una transición energética o configurarla para su propio beneficio?
Clémence: Durante cincuenta años, Total y sus pares ocultaron la crisis climática, al distraer la atención de los combustibles fósiles como principal causante del calentamiento global. Se ha documentado exhaustivamente que Total, Exxon y otras empresas mintieron deliberadamente acerca de la crisis climática, su conocimiento de las causas y su responsabilidad en esta. Y ahora son las comunidades las que sufren las consecuencias: quienes hoy sufren los impactos climáticos fueron condenados en una junta directiva hace cincuenta años.
A medida que las temperaturas han aumentado en los últimos años, resulta inútil negar la realidad. En respuesta a ello, Total está haciendo mayores esfuerzos de comunicación, cambiando su imagen como una “empresa energética responsable”, dando a entender que ha cambiado significativamente de estrategia. Sin embargo, su supuesta participación en la transición energética, al igual que de otras empresas de petróleo y gas, le sirve como cortina de humo para lucrar con la continua explotación de combustibles fósiles. Y quieren que sigamos creyendo sus engaños.
A pesar de su cambio de discurso, Total asigna casi todas sus inversiones a la extracción de más carbono del suelo, en lugar de adoptar energía renovable. La empresa invirtió un sorprendente 75 % de sus inversiones en 2022 en petróleo y gas. En 2030, dos tercios de las inversiones empresariales se destinarán a combustibles fósiles, lo cual impedirá lograr un avance real.
¿Su excusa? Culpar a los consumidores: pasar la responsabilidad a las personas, en lugar de adoptar medidas significativas. Pero no son los únicos, además de sus accionistas, que se benefician de esta inacción. Es por ello que, habida cuenta del aumento de los impactos climáticos, el eslogan #makethempay (que ellas paguen) ha recibido tanto apoyo.
¿Qué lecciones ha aprendido −o debería haber aprendido− el movimiento por la justicia climática de enfrentar a las grandes empresas petroleras durante decenios?
Olivier: Básicamente, que no se puede pretender afrontar la crisis climática sin enfrentar al poder de las empresas. Parte del movimiento por el clima creía que podía cambiar a las grandes empresas petroleras desde adentro, ya sea mediante la participación, la realización de campañas, la denuncia, etcétera. Sin embargo, las grandes empresas petroleras no quieren cambiar y tienen suficiente poder e influencia para evitar o retrasar el cambio o desviar la mayoría de sus efectos a otros. Ellas no iniciarán un “cambio de sistema”, dado que ellas son el sistema.
Se han realizado campañas y acciones muy valiosas y eficaces, que siguen siendo muy necesarias y pertinentes, y en muchas ocasiones han logrado victorias para el movimiento por el clima. Persuadir a los inversores a que desinviertan en los combustibles fósiles o a instituciones culturales a que dejen de estar patrocinadas por grandes petroleras es muy importante, al igual que los juicios sobre el clima entablados contra empresas como Shell, TotalEnergies o ExxonMobil. Ello ha sido fundamental para revocar la “licencia social para funcionar” de estas empresas. Si tomamos el caso de TotalEnergies, la empresa fue obligada a comunicar casi exclusivamente sus inversiones en energía verde y sus compromisos con el clima. Pero, por otro lado, aún existen y siguen siendo poderosas y siguen librando cada batalla legal o de comunicaciones con todos sus recursos. De modo que siempre existe el riesgo de que nuestras victorias sean demasiado pequeñas, demasiado parciales y que puedan revertirse. De hecho, actualmente estamos sufriendo algunas reacciones adversas con respecto a algunas de nuestras victorias anteriores. Es así que diría que lo que faltó fue un intento de combatir el poder de las grandes empresas petroleras desde dentro.
Clémence: El movimiento de desinversión es un buen ejemplo de un enfoque de cambio de sistema y ha sido muy exitoso en los últimos diez años. En lugar de instar a las grandes empresas petroleras a que cambiaran, se centró estratégicamente en erosionar sus pilares de apoyo: su licencia social, el acceso a financiación y la influencia en los gobiernos y las instituciones al pedirles que rompieran vínculos con la industria.
La movilización de base fue la columna vertebral del movimiento, y siempre debemos intentar organizar a grupos diversos y crear nuevas iniciativas locales, que vinculen la justicia social con la justicia climática.
A medida que nuestro movimiento creció, la intensificación de los cuestionamientos provocó que las instituciones desinvirtieran para evitar riesgos a su reputación vinculados con el apoyo a estas industrias irresponsables. Posteriormente, los objetivos se volvieron cada vez más amplios, lo cual provocó un efecto dominó, como consecuencia del cual grandes entidades financieras, como el Banco Europeo de Inversiones, o instituciones culturales de renombre, como los museos Tate o Louvre, reconsideraron su apoyo tradicional. La campaña de desinversión, a escala mundial, generó un frente unido contra las inversiones en combustibles fósiles.
La labor de incidencia jurídica y política para responsabilizar a las grandes empresas petroleras y la colaboración con otros movimientos de justicia social también han reforzado nuestros esfuerzos estratégicos y, ante todo, han logrado apoyo a las comunidades que luchan contra proyectos sobre el terreno. Nuestra interconexión exige la acción y la solidaridad.
De cara al futuro, deberíamos centrarnos en una visión de largo plazo, reconociendo que para lograr un cambio sistémico se requiere perseverancia, adaptabilidad y solidaridad. Nuestro movimiento debe seguir aprendiendo de los retrocesos y luchar por mantener el ímpetu. En resumen, esta lucha contra las grandes empresas petroleras nos ha enseñado que la mejor forma de resistirlas es organizarse colectivamente mediante una diversidad de tácticas, pero con una visión y entendimiento comunes de cómo logramos el cambio.
¿Y cómo han evolucionado nuestros movimientos para enfrentar a las grandes empresas petroleras? ¿Cuáles son los grandes retos de cara al futuro?
Clémence: Hemos pasado de hacer hincapié únicamente en la responsabilidad de los consumidores a adoptar un enfoque más holístico que tenga en cuenta la dinámica de la oferta y la demanda.
A nivel mundial, hemos alcanzado logros importantes. Se han desinvertido miles de millones de dólares de los combustibles fósiles, se han detenido grandes proyectos de infraestructura y se ha asegurado el compromiso de autoridades locales y naciones enteras para dejar de explotar y utilizar combustibles fósiles. Nuestra influencia también queda de manifiesto en las discusiones sobre la eliminación progresiva de los combustibles fósiles durante las negociaciones de las Naciones Unidas sobre cambio climático, para lo cual obtuvimos el apoyo de más de 130 Estados.
Pero hay tendencias políticas mundiales que amenazan el progreso. Muchos activistas sufren agotamiento, desesperanza y el desafío de recuperar el impulso de las movilizaciones de 2019. Entre 2020 y 2023 se atravesó un periodo de conmoción, que estuvo marcado por el impacto de la COVID-19, los confinamientos y una sensación predominante de impotencia. El auge de la extrema derecha hace peligrar los pocos logros progresistas. Cada año en que no adoptamos las medidas necesarias, se podrían perder millones de vidas. En ese sentido, disminuir la actividad de la industria es un logro impresionante, pero no es suficiente.
Las diferencias de opinión a nivel interno son otro obstáculo. Hay quienes apoyan un enfoque inmediato más agresivo, mientras que otros destacan la necesidad de ampliar y consolidar nuestra base. Mientras que la diversidad en nuestras filas es una fortaleza, también plantea desafíos de colaboración y coordinación. No obstante, crear unidad es fundamental para preparar el terreno a fin de alcanzar puntos de inflexión fundamentales. Debemos reconocer el carácter gradual de nuestros esfuerzos de organización y entender su importancia en allanar el camino para momentos transformadores más amplios.
¿Cuáles son las principales vías para socavar o revocar el poder de las grandes empresas petroleras?
Olivier: Sería bueno pensar que podemos simplemente ignorar a las grandes empresas petroleras y construir un sistema energético diferente desde cero, basado en las energías renovables, independientemente de esas corporaciones, y dejar que lentamente se pudran y desaparezcan. El problema es que siguen invirtiendo en nueva producción de petróleo y gas, están socavando activamente la acción política que reduciría el consumo de combustibles fósiles y, hoy en día, incluso logran cooptar una gran parte del apoyo político de los gobiernos y financiación para energía “limpia”. Debemos desarmarlas, amordazarlas e impedirles que hagan daño. Por lo que sí, es necesario comenzar a construir un sistema diferente, pero no podemos evitar algún tipo de enfrentamiento directo con el poder y la influencia de las grandes empresas petroleras.
Tradicionalmente, muchas personas en el movimiento por el clima y en la izquierda suponen que la mejor forma de hacerlo es mediante reglamentaciones, es decir, que los gobiernos deberían adoptar medidas y obligarlas a que cambien, a que dejen de producir combustibles fósiles sin elevar los precios ni despedir a sus trabajadores. Podría funcionar en teoría, pero en la práctica esto no sucederá porque los gobiernos no pueden, y a menudo no quieren, introducir reglamentaciones eficaces a empresas tan grandes y hacerlas cumplir. Las grandes empresas petroleras ya son demasiado grandes para eso. Ello no significa que no necesitan ser reguladas, sino que debemos además disminuir su poder y controlarlo. Y el modo tradicional de hacerlo es la nacionalización.
Algo más sobre la regulación: cuando se trata de enfrentar a las grandes empresas tecnológicas no necesitamos solo un nivel de regulación, por ejemplo regular sus emisiones de gases de efecto invernadero. Necesitamos una gran variedad de regulaciones sobre diferentes piezas y turbinas de la máquina −que detallamos en nuestro informe TotalEnergies – This is what a phaseout looks like (Observatoire des multinationales y 350.org, 2023). Un aspecto muy importante es la regulación del lobby en el sentido más amplio, que incluye las puertas giratorias y toda forma de contacto entre funcionarios y representantes de la industria. Si no se regula el lobby de manera eficaz, nunca se podrá regular nada en absoluto, debido a que se corre el riesgo de que las empresas se apropien de los procesos de decisión. Si se imponen normas firmes sobre el lobby y los conflictos de interés −como las instauradas por la Organización Mundial de la Salud para el tabaco−, hay mayores probabilidades de lograr que se aplique la regulación de manera eficaz. Es por ello que propuestas, como las de la coalición Fossil Free Politics en Europa, para introducir el mismo tipo de reglas para los combustibles fósiles que las que se aplicaron al tabaco pueden ser una parte clave de la solución, pero deben aplicarse en todos los niveles de influencia, no solamente en las Naciones Unidas y las cumbres sobre clima (COP).
¿Cómo puede llevarse a cabo la nacionalización, habida cuenta de los obstáculos económicos y jurídicos?
Olivier: La nacionalización como acto no es un problema desde el punto de vista jurídico. Puede hacerse a través de un simple acto legislativo. Se ha hecho en el pasado (incluso por gobiernos de derecha favorables al mercado) para rescatar a los bancos, por ejemplo. La cuestión es cuánto costaría y si es éticamente aceptable permitir que los accionistas de las grandes empresas petroleras −que son en su mayoría inversores institucionales, como BlackRock, Vanguard y otros− se queden con miles de millones de euros y dólares que básicamente ganaron por invertir en la destrucción del clima.
Si Francia, por ejemplo, aprobara una ley para nacionalizar TotalEnergies, tendría que desembolsar en teoría alrededor de 150.000 millones de euros para adquirir todas las acciones de la empresa, además de que podría afrontar juicios de indemnización por parte de algunos accionistas o socios que podrían argumentar que fueron privados indebidamente de un posible lucro. Y ello incluso sin tener en cuenta todos los costos de dejar de invertir en combustibles fósiles, el desmantelamiento de instalaciones y el establecimiento de una empresa pos combustibles fósiles que esté al servicio del público.
El valor oficial de mercado de TotalEnergies es 150.000 millones de euros, pero hay muchos motivos para argumentar que ese valor es exagerado, debido a que se basa en el supuesto de explotar todos los valores actuales de combustibles fósiles de la empresa. Ello se debe a que son denominados “activos varados”. Entonces, en nuestro informe proponemos crear una comisión para evaluar el valor justo de TotalEnergies −que se suele hacer en caso de una nacionalización− pero teniendo en cuenta la naturaleza específica y problemática de esos activos. También exploramos otra opción más radical: una expropiación, en lugar de una nacionalización. Nuevamente, ello se ha hecho en el pasado, pero solamente en circunstancias muy específicas, a menudo vinculadas con un estado de guerra. El argumento sería que debido a sus violaciones anteriores y su actual sabotaje a la acción por el clima que se necesita urgentemente, una empresa como TotalEnergies puede ser expropiada por el Gobierno. Ello no significa que no habrá una indemnización, sino que ya no existiría el pretexto de que se trata de una transacción de mercado “normal”.
En todo caso, incluso 150.000 millones de euros no es un precio demasiado elevado. Los gobiernos de Occidente han demostrado con frecuencia −después de la crisis financiera de 2008 y más recientemente durante la pandemia de COVID-19− que son capaces de hallar decenas de miles de millones de dólares para rescatar al sector empresarial y a los mercados financieros.
¿Cómo sería una nacionalización eficaz y justa de las grandes empresas petroleras? ¿Cómo podríamos asegurar que logre una transición energética justa habida cuenta de la mala gestión de las actuales empresas energéticas estatales?
Olivier: Huelga decir que la propiedad estatal no es una solución en sí misma. Hay numerosas empresas estatales en todo el mundo que son tan peligrosas como las empresas privadas. Una empresa estatal puede ser más influyente en las políticas y prioridades del Gobierno, como quedó demostrado en Francia en el caso de EDF, nuestra empresa de electricidad estatal que está a favor de la energía nuclear. Por este motivo, muchas personas del movimiento climático y ambiental temen a la nacionalización de TotalEnergies.
Diría que algún tipo de reapropiación pública es necesario e inevitable para que una empresa como Total deje de estar controlada por los mercados financieros. Únicamente los Estados cuentan con los recursos y la capacidad suficientes para llevar a cabo una operación política, financiera e industrial de esa magnitud. Pero debe hacerse como parte de un proceso democrático más amplio desde el comienzo, que incluya la participación ciudadana, de partes interesadas y, por supuesto, de los trabajadores. Proponemos comenzar con una convención de ciudadanos y presentar el tipo de gobernanza inclusiva, transparente y participativa del que muchas empresas estatales carecen hoy en día.
Se puede tomar inspiración de los ejemplos del movimiento de remunicipalización (Transnational Institute, s/f ), aunque sea un nivel de gobernanza más bajo. La nacionalización debe ser en primer lugar y ante todo una democratización de la empresa, tanto a nivel interno como en su relación con el resto de la sociedad. Para nosotros, al final de cuentas, después de que TotalEnergies esté bajo control público y haya desinvertido los proyectos de combustibles fósiles, debe formar parte de un servicio de energía público más amplio o convertirse en una empresa de propiedad ciudadana o una combinación de ambas cosas.
Consideramos que también podría haber una dimensión internacional en este proceso, donde diferentes países lleven a cabo el mismo proceso con sus empresas nacionales de petróleo y gas al mismo tiempo −Shell en los Países Bajos y el Reino Unido, ENI en Italia, etcétera. Ello daría mayor impulso a todo el proceso, además de permitir alguna forma de mutualización de los costos. Las reflexiones que hemos desarrollado acerca del caso específico de TotalEnergies en Francia no son aisladas. Hay otras organizaciones y grupos de estudios que están analizando este proceso en diversos países.
¿Cómo aseguramos que las grandes empresas de energía renovable no sigan el mismo camino que las grandes empresas petroleras?
Olivier: Se podría argumentar que, actualmente, las grandes empresas de energía renovable no solo son como las grandes empresas petroleras, sino que son los mismos actores corporativos. Participamos en un reciente informe coordinado por el Transnational Institute, “‘Green’ Multinationals Exposed” (14 de noviembre de 2023), en el que se plantea precisamente este argumento.
A medida que las gigantes energéticas consolidadas invierten cada vez más en energía renovable, su negocio se sigue basando en el mismo modelo: orientado al lucro, extractivista (en términos de minerales y tierra), perjudicial para las comunidades y los trabajadores, y neocolonialista, al igual que muchos de los proyectos de energía solar y eólica de gran escala en el sur global o en regiones remotas para beneficiar los intereses del norte.
Hay otra vertiente potente que necesitamos para la transición energética: una que se centre en reducir el consumo, en lugar de simplemente añadir capacidad, en satisfacer las necesidades de las personas, en lugar de las industrias y en construir sistemas de energía democráticos, parcialmente descentralizados. Esa versión de una transición es la única realmente viable. La anterior es un callejón sin salida desde una perspectiva social y climática.
¿Creen que finalmente podremos vencer a las gigantes de petróleo y gas como Total? Como activistas por el clima, ¿en qué deberíamos centrar nuestros esfuerzos?
Clémence: Vencer a las gigantes como Total no es fácil, pero para rea- vivar la llama del cambio de sistema, el movimiento debe enfrentar directamente este sentimiento de impotencia.
El reciente auge del activismo por el clima, observado por ejemplo en la campaña Just Stop Oil, destaca el deseo de adoptar medidas de inmediato. Y con la aterradora multiplicación de la crisis, es hora de centrarse en cambios que realmente importan a las personas. Cambiar de estrategia significa apoyar soluciones y contar historias que destaquen que es posible emprender un camino positivo, lo cual es aún más importante si queremos impedir el avance de los movimientos de extrema derecha en el mundo. Debemos enfocarnos en hacer bien las cosas, ayudar a las comunidades sin perjudicarlas, mientras responsabilizamos a quienes están en el poder.
Cuando casi promediamos esta década crucial para combatir el calentamiento global, las decisiones que adoptemos de aquí a 2025 son fundamentales. Un plan claro para 2025, con una meta de 1,5 °C, debe apuntar a un futuro de energías renovables. Aumentar la producción de energías renovables significa que debemos seguir abordando las cuestiones financieras. Necesitamos invertir alrededor de 1,5 billones de dólares al año de aquí a 2030.
En 350.org estamos haciendo un esfuerzo conjunto con nuestros seguidores, les ofrecemos apoyo y orientación. Juntos, estamos construyendo los cimientos de la democracia energética y una revolución de energías renovables justa y equitativa. Nuestra comunidad, creada mediante campañas eficaces y contribuciones constantes, es una fuerza poderosa para un futuro sin combustibles fósiles.
Bibliografía
Deneault, Alain (2020). Corporations as Private Sovereign Powers: The case of Total. TNI Longreads. https://longreads.tni.org/ stateofpower/corporations-as-private-sovereign-powers
Observatoire des multinationales y 350.org (2023). TotalEnergies: This is what a total phaseout looks like. Francia.
Transnational Institute (s/f ). Remunicipalisation. https://www.tni. org/en/topic/remunicipalisation
Transnational Institute (14 de noviembre de 2023). “Green” Multinationals Exposed: How the energy transition is being hijacked by corporate interests. https://www.tni.org/en/publication/ green-multinationals-exposed
Olivier Petitjean es periodista y cofundador del Observatorio de Multinacionales, creado en Francia en 2013. Se especializa en empresas y lobby.
Clémence Dubois es subdirectora de campañas mundiales de 350.org, una red de activismo por el clima. Ambos forman parte de la campaña francesa Stop Total. El Observatorio de Multinacionales y 350.org copublicaron un informe en diciembre de 2023, TotalEnergies: This is what a total phaseout looks like, en el que analizan las opciones para recuperar el control que está en manos de las grandes petroleras y cómo los Estados podrían eliminar progresiva y rápidamente los combustibles fósiles en el marco de una “transición justa”, democrática, transparente e inclusiva.

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