En busca de alternativas
Estrategias destinadas a los movimientos sociales para enfrentar el imperialismo y el autoritarismo
Iqra Anugrah
Traducción al español: Mercedes Camps Ilustración de Shehzil Malik
Si entendemos al imperialismo no solo como dominación militar, sino también como un sistema de explotación económica por el capital transnacional con el apoyo de las élites políticas a menudo autoritarias, estaremos en mejores condiciones de construir un movimiento popular mundial contra el imperialismo y el capitalismo autoritario.

En mayo de 2024, siete meses después de que comenzara la guerra de Israel en Gaza, estudiantes de la Universidad de Ámsterdam (UvA) erigieron un campamento de solidaridad en los Países Bajos, siguiendo el ejemplo de los estudiantes de la Universidad de Columbia y de otras universidades de Europa y Estados Unidos. La junta directiva de la UvA, con el apoyo de la alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, envió a la policía a desalojar el campamento. Pero eso no detuvo al movimiento. Los manifestantes estudiantiles pronto construyeron un segundo campamento, esta vez más grande (Bariş, 2024), suscitando así un movimiento de campamentos y protestas a favor de Palestina en todo el país que contaron con apoyo de estudiantes de otras universidades neerlandesas, diversos movimientos sociales y la diáspora palestina, e incluyeron a miembros de la clase trabajadora, especialmente de origen migrante. Surgió una nueva política antiimperialista.
Mientras que la guerra en Gaza y los Territorios Palestinos Ocupados en Cisjordania ha revitalizado la política antiimperialista, esta lucha se inspira en varios movimientos sociales recientes del Sur global que han estado a la vanguardia de la resistencia al autoritarismo provocado por el régimen capitalista y la política imperialista/expansionista. Ellos incluyen la alianza antiautoritaria Milk Tea Alliance en Asia Oriental y Sudoriental, formaciones políticas y Gobiernos de izquierda en varios países de América Latina y Europa, las protestas de Black Lives Matter en Estados Unidos y en otras partes del mundo, y diversas luchas locales y nacionales contra las industrias extractivas, la explotación capitalista, el poder oligárquico y la represión estatal.
Entender la naturaleza del imperialismo en la actualidad y las formas creativas que adoptan los movimientos sociales y la resistencia popular para combatirlo resulta fundamental para comprender los estragos causados por el capitalismo y el autoritarismo mundial y ofrecer soluciones alternativas.
Imperialismo: el regreso de un concepto olvidado
Las tensiones políticas y económicas entre Estados Unidos y China u otros poderes de nivel medio como Brasil, Rusia, India y Sudáfrica (los miembros originales de BRICS) se han vuelto puntos de discusión habituales en los discursos académicos, mediáticos y públicos. Además del bloque BRICS, otros países de poder medio como Qatar y Turquía han acaparado la atención mundial por plantear un cuestionamiento diplomático a la hegemonía de Occidente.
No obstante, estas explicaciones no analizan el panorama cambiante del poder mundial en el contexto del desarrollo histórico del capitalismo: un sistema político y económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, la explotación de la mano de obra y el afán de lucro. Como consecuencia de ello, sus explicaciones del mundo son pseudomoralistas e infunden miedo. Según estas, los poderes mayores y medios emergentes “amenazan la libertad, la democracia y el orden normativo” o son “la vanguardia salvadora” contra siglos de colonialismo e hipocresía occidentales.
Esta falsa dicotomía se reitera en discursos políticos. Muchas explicaciones liberales (Becbley y Brands, 2022) y conservadoras (Skiner, 2023) consideran que el auge de China es una amenaza a la libertad, mientras que, irónicamente, el denominado “mundo libre” está llevando a cabo una vigilancia generalizada de sus ciudadanos, ha intervenido en procesos democráticos para proteger sus intereses políticos y económicos y ha apoyado la represión de yemeníes y el genocidio de palestinos. Mientras tanto, algunas facciones de la izquierda y sectores progresistas, en sentido más amplio, poseen una noción idealizada del antiimperialismo del Tercer Mundo o del Sur global (La Botz, 2022) como inherente y eternamente progresista, y se niegan a ver las contradicciones propias de estos proyectos (o más bien Estados) políticos antiimperialistas y su frecuente degeneración en simple autoritarismo.
Es por ello que sigue siendo pertinente realizar una lectura contextual del imperialismo, basada en la economía política. Ella nos permitirá comprender los ámbitos de intersección del poder estatal y empresarial; el papel de Occidente, especialmente de Estados Unidos, en mantener el capitalismo y la forma actual de las relaciones internacionales; la complicidad de las élites políticas y económicas nacionales en perpetuar esta estructura de poder injusta, y la resistencia popular contra ese dominio mundial, especialmente la resistencia de movimientos sociales y de base del Sur global.
Según Lenin (1970), un elemento esencial del imperialismo es la expansión del capital y las relaciones sociales y políticas de los países ricos que lo acompañan –que posteriormente se convirtieron en metrópolis coloniales y potencias mundiales después de 1945, como Estados Unidos y Japón– a las zonas periféricas y subdesarrolladas –que en aquel entonces pasaron a ser conocidas como Tercer Mundo y, más tarde, como “Sur global”–.
En su forma actual, el imperialismo depende de varios mecanismos de extracción de ganancias (Smith, 2016) y coerción para la subyugación nacional (Amin, 2015), principalmente empresas transnacionales que utilizan mano de obra barata con fines de lucro, élites políticas que aplican métodos autoritarios y militares para disciplinar a los trabajadores y moderar sus posturas progresistas en nombre de la estabilidad política y para proteger las inversiones, y mantienen alianzas con los viejos poderes imperialistas.
Entonces, el imperialismo no es simplemente la expansión del capital y la explotación de la mano de obra por parte de las empresas transnacionales a escala mundial, sino, más bien, un proyecto político de la clase dominante en las metrópolis imperiales destinado a limitar y socavar la soberanía de los Estados-nación del Sur global (Chibber, 2022) para mantener su dominio por medios económicos, políticos e incluso militares.
Mientras que el imperialismo económico, fortalecido mediante el dominio nacional del capital en las sociedades capitalistas contemporáneas (Mau, 2023), sigue siendo una de las característica principales del imperialismo actual, es su aspecto más vulgar y militarista que suele molestar a la consciencia pública. Este poder militar asegura no solo el imperialismo económico, sino que también ha cimentado el poder del imperialismo de Estados Unidos —junto con sus aliados estratégicos— durante y especialmente después de la Guerra Fría.
Se ha perseguido esta dimensión político-militar del imperialismo a pesar de su enorme costo militar y humano. La invasión y posterior ocupación estadounidense de Irak de 2003 a 2011, la intervención extranjera en la caótica guerra civil de Libia y la oportunista invasión israelí de Siria tras la caída del régimen de Assad en diciembre de 2024 son tan solo algunos ejemplos.
Resulta curioso que algunos activistas, organizaciones y académicos de izquierda, especialmente que viven en Occidente, estén tan preocupados por la política nacional de sus respectivos países que no tienen en cuenta las dificultades que afrontan los movimientos antiimperialistas en el Sur global (W., J. y T., 2024) y las realidades desoladoras del cerco imperialista (Ness, 2022).
Un estudio recientemente realizado en varios países ha defendido la importancia de los análisis clásicos sobre el imperialismo. Demuestra que los países ricos se beneficiaron de la apropiación a gran escala de recursos y mano de obra del Sur global en el periodo posterior a la Guerra Fría (1990-2015), por un valor de alrededor de 242 billones de dólares en precios de mercado para todo el periodo (Hickel et al., 2022)
El auge económico de los países y regiones no occidentales y el desempeño de las economías de alto crecimiento, como los tigres asiáticos y las economías de los tigres menores (Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam) no augura el fin de la estructuras de poder imperialista. Más bien al contrario, el imperialismo está continuamente reforzado por las empresas transnacionales y los Gobiernos de Estados Unidos y las ex potencias coloniales. Por ejemplo, el estudio de caso de Intan Suwandi sobre Indonesia demuestra que el imperialismo económico sigue funcionando mediante empresas proveedoras y empresas transnacionales del Norte global que lucran con el arbitraje laboral a nivel mundial (Suwandi, 2019) –es decir, la diferencia de salarios entre los trabajadores del Norte y el Sur global–. Los trabajadores de Indonesia y otras economías emergentes siguen siendo explotados, mientras que las empresas transnacionales obtienen ganancias enormes.
Este continuo saqueo económico y aventurerismo militar genera naturalmente una resistencia colectiva. Diversos movimientos sociales se han opuesto firmemente al imperialismo mundial mediante manifestaciones como la “Batalla de Seattle” contra la Organización Mundial del Comercio, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México, la oposición a los Gobiernos autoritarios respaldados por Occidente en muchos países de América Latina y Asia Oriental y Sudoriental, las manifestaciones masivas contra la invasión y posterior ocupación estadounidense de Irak, y la lucha de diversos movimientos sociales locales contra el acaparamiento de tierras, la explotación de los recursos, la privatización y la expansión empresarial. Puede que el auge de los movimientos armados de liberación nacional haya pasado, pero el espíritu antiimperialista sigue vivo.
Imperialismo, capitalismo autoritario y las falacias conceptuales
Estas dinámicas imperialistas coinciden con el giro mundial hacia una forma más autoritaria de capitalismo y la gobernanza electoral que lo sostiene –populismo reaccionario (Hadiz y Chryssogelos, 2017) o iliberal–. Figuras como Donald Trump, Viktor Orban, Jair Bolsonaro y Narendra Modi han ganado elecciones, mientras que movimientos populistas de derecha de diversas facciones, desde partidos políticos de extrema derecha opuestos a la inmigración en Europa hasta corrientes hindutva o islamistas en India y Turquía, respectivamente, han logrado avances políticos significativos.
A diferencia de la sabiduría tradicional que culpa de este malestar a la falta de cultura democrática y la ruptura del consenso de la élite, esta última ola de tendencias autoritarias ha prosperado como consecuencia del poder descontrolado del capital, el desmantelamiento de las instituciones de democracia participativa, el control oligárquico de la política y los ataques contra diversas formas de bienestar social o distributivo.
El capitalismo autoritario, entonces, puede considerarse un producto de la expansión del capital desde la metrópolis mediante un acuerdo imperialista. Este tipo de capitalismo se consolida a medida que los Estados poscoloniales del Sur global se integran cada vez más en el circuito capitalista mundial. Este proceso se intensificó tras la muerte lenta de los proyectos social demócratas y de liberación nacional.
Lo que ha estado en juego aquí no ha sido solo el desmantelamiento del Estado de bienestar y sus instituciones pos 1945 por parte de los acérrimos neoliberales defensores del libre mercado, sino también, para citar a Margaret Somers, los ataques institucionales y políticos contra el poder predistributivo del Estado y el concepto de ciudadanía social. Es decir, la idea misma de que el Estado debería prevenir las desigualdades incipientes en primer lugar y garantizar derechos sociales como parte de su contrato social con sus ciudadanos y residentes (Somers, 2022).
Como consecuencia de ello, los avances económicos y sociales logrados en la “era dorada” del Estado y las políticas de bienestar se han erosionado o revertido, y el reclamo democrático de ese tipo de prestaciones ha disminuido y ha sido tildado de “gasto irresponsable”. Asimismo, el Estado ha sido reestructurado de acuerdo con el imaginario neoliberal como facilitador de presupuestos equilibrados (para la ciudadanía, pero no para las empresas ni las élites políticas), lo que incluye la adopción de medidas de austeridad, privatización, libre comercio y la utilización de mano de obra barata a disposición.
Para ello hace falta la expansión hacia afuera del capital, sus instituciones y aparatos disciplinarios, y el declive de la política de solidaridad con experimentos políticos progresistas en el Sur global. Por consiguiente, este cambio de configuración inclina la balanza geopolítica y económica a favor de los intereses imperialistas.
Esta situación también ha provocado la disminución del bienestar de la clase trabajadora y el surgimiento del populismo autoritario. En Estados Unidos, por ejemplo, decenios de liberalización comercial y desindustrialización en aras de la “competitividad mundial” empobrecieron a las comunidades rurales y brindaron un terreno fértil para el populismo autoritario del estilo de Trump (Edelman, 2012). De modo similar, la globalización desenfrenada ha contribuido al éxito de la política reaccionaria en diversas facciones como el hindutva en la India (Nanda, 2011), el populismo islamista apoyado por la oligarquía en Indonesia (Hadiz, 2017) y el libertarianismo antidemocrático en América Latina (Fang, 2017). A pesar de su retórica “antielitista”, estas corrientes son un vehículo para las políticas neoliberales autoritarias.
Esta guerra económica contra los trabajadores tiene un efecto corrosivo en la democracia popular. En las democracias europeas, los partidos políticos, entre ellos los socialdemócratas, están desconectados del público (Mair, 2013) –los políticos son cada vez más una clase profesional que persigue sus propios intereses, separados de su electorado. Los intelectuales, con el apoyo de los grupos de presión de las grandes empresas, han inventado justificaciones analíticas para promover un mayor neoliberalismo, así como intereses oligárquicos a expensas de los procedimientos democráticos, como puede observarse en Estados Unidos (MckLean, 2017), América Latina (Fang, 2017) e Indonesia (Hermawan, 2024).
Cuando este control elusivo de la democracia no es suficiente para disuadir la resistencia popular, las élites políticas y económicas recurrirán a medidas represivas para salvar su diseño neoliberal y sus intereses (Swyngedouw, 2022, pp. 53-74)1. Esa es la descripción del capitalismo autoritario.
Ser conscientes de estos procesos históricos interseccionales del imperialismo y el capitalismo autoritario puede ayudar a la clase trabajadora y los movimientos sociales progresistas a evitar dos tipos de falacias. En primer lugar, la falacia del antiimperialismo vulgar o “campismo”, es decir, la visión del mundo desde una perspectiva binaria, simplista e idealizada, en la cual el Primer Mundo es imperialista y el Tercer Mundo es eternamente progresista, y se pasan por alto factores como la política nacional, el estado de la democracia y la composición y relaciones de clase dentro de estos dos bloques. Las consecuencias de esta falacia pueden ser letales: en nombre del antiimperialismo es posible brindar apoyo no crítico a Estados autoritarios “antioccidentales”, como Rusia y Siria, y, lo que es peor, desestimar luchas populares, movimientos sociales y personas que realizan campañas a favor del socialismo, un régimen más democrático y los derechos sociales en esos Estados. Esto incluye al intelectual marxista ruso Boris Kagarlitsky,[26] un renombrado crítico y opositor a la extrema derecha y el autoritarismo de Putin, y las fuerzas kurdas que lucharon contra los terroristas totalitarios del Daesh e iniciaron la revolución de Rojava (Hoffman y Matin, 2021).
La segunda es la falacia de la rivalidad interimperialista (Hung, 2020). Esta tesis sostiene que el perfil actual de la política internacional es un reflejo de la rivalidad interimperialista entre Occidente, China y Rusia. También es una forma de pensamiento simplista, ya que equipara la expansión política y económica de potencias emergentes y de nivel medio, ya sean democráticas o autoritarias, con experiencias pasadas de potencias imperialistas. Mientras reconocemos el costo humano de este expansionismo no debemos perder de vista el horripilante historial del imperialismo y el colonialismo de Occidente (Sullivan y Hickel, 2022). Además, demuestra una falta de entendimiento de lo que significa la integración en el circuito de capital mundial y el orden internacional para una potencia económica como China y las potencias medias inconformistas, como Turquía y Qatar, que incluye la contención estratégica, la necesidad de nuevos mercados, la legitimidad internacional de su población nacional y la preservación de los intereses de las élites dominantes.
La profundización de las fracturas de la cooperación antagónica
Sobre la base de diversas tradiciones socialistas, el activista-académico Promise Li describe este proceso simultáneo de confluencia y conflicto de intereses entre el imperialismo de Occidente liderado por Estados Unidos y un conjunto de potencias expansionistas, subimperiales y emergentes, como “cooperación antagónica” (Li y Fuentes, 2023). Si bien reconoce la influencia duradera del imperialismo de Occidente, Li y su interlocutor, Federico Fuentes, también señalan las contradicciones de la dispersa coalición de personas que cuestionan el orden internacional liderado por Estados Unidos y los múltiples antagonismos sociales que esta coalición genera, como la represión política a nivel nacional y los costos ambientales y sociales de sus inversiones extranjeras.
Esta interpretación del imperialismo contemporáneo es innovadora y muy necesaria para la reflexión analítica y el activismo. No obstante, los activistas y los movimientos sociales sobre el terreno no siempre pueden darse el lujo de esperar. En ocasiones deben actuar en momentos críticos y en coyunturas geopolíticas que están muy lejos de ser ideales.2 Ello incluye aprovechar las oportunidades que presentan los quiebres dentro de esta cooperación antagónica y utilizar recursos de Estados que compiten contra el dominio de Estados Unidos y Occidente.
Tomemos los ejemplos de China y Qatar. China ha abandonado su política de apoyo a los movimientos revolucionarios, se benefició enormemente de su integración al capitalismo mundial y adoptó un amplio mecanismo de represión interna de la disidencia y las minorías (Byler,2021) en nombre de la estabilidad política y económica a nivel nacional. Sin embargo, nunca participó en aventuras coloniales en el extranjero, intervenciones militares y proyectos de “construcción del Estado”, a diferencia de varias ex potencias coloniales y Estados Unidos. Walden Bello señala que China mantiene en gran medida una postura militar defensiva estratégica, evita una carrera armamentista y solo tiene una base militar en el extranjero, en Djibouti (Bello, 2023).
Además, los efectos negativos de las inversiones económicas de China en el extranjero, especialmente en los derechos laborales, el bienestar de las comunidades locales y el medio ambiente, no son el resultado de la expansión empresarial y el control militar/autoritario apoyados por el Estado en el modo clásico del imperialismo.
En primer lugar, a pesar de sus recientes avances tecnológicos, el auge geoeconómico de China sigue dependiendo del capital extranjero mediante la globalización de la producción a través de las empresas transnacionales de Occidente (Starrs, 2019). Esto demuestra los límites de la ambición económica y la expansión de China y diferencia su desarrollo del de las potencias imperialistas existentes del Norte global. Decir que China es “imperialista” en un sentido leninista es, por consiguiente, un error.
En segundo lugar, la inversión extranjera china y la sed de recursos son consecuencia de la externalización del desarrollo económico del país en la que participan diversos actores estatales y privados, así como empresas (Hofman y Ho, 2012) con diferentes niveles de cumplimiento de las normas laborales y ambientales.
Es decir que la preferencia de la estabilidad nacional, la presencia de actores de desarrollo que compiten entre sí y tienen intereses diferentes, y la relativa dependencia del capital extranjero de los Gobiernos chinos posteriores a Mao imponen un límite considerable a las élites capitalistas, estatales y del partido con intereses imperialistas en China. El legado duradero de la economía moral y el ethos político maoísta/de izquierda de los movimientos laborales y sociales de China (China Labour Bulletin, 2018) también frenan el impulso expansionista de algunas secciones de las élites del país.
Otro ejemplo interesante es el de Qatar, que ocupa una posición diferente a la de China en su dialéctica de cooperación antagónica con Occidente; Qatar es una potencia media independiente, mientras que China es una potencia dominante emergente con una historia socialista. Sin embargo, al igual que China, Qatar tiene su propia cuota de antagonismo con el imperialismo estadounidense y el capital mundial.
Si bien puede ser percibido como otro Estado del golfo con petrodólares, con un Gobierno autoritario y un historial problemático en materia de derechos humanos, que alberga la mayor base militar estadounidense en Oriente Medio, el apoyo de Qatar a Al-Jazeera ha ampliado el alcance de los debates políticos en el mundo árabe y fuera de él, y ha brindado un canal de medios de comunicación alternativo (Miles, 2016) mediante el cual movimientos sociales y causas antiimperialistas pueden expresar sus aspiraciones. La importancia de esta función queda de manifiesto en la cobertura realizada por el canal de la Primavera Árabe y la guerra de Israel en Gaza, así como la creación de su filial estadounidense, AJ+, un canal de noticias de orientación de izquierda con presencia exclusiva en las redes sociales.3
Las pasadas crisis diplomáticas de Qatar con otros estados árabes aliados de Estados Unidos, como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto también sugieren que el país tiene sus propias preferencias geopolíticas y de política extranjera, que fueron utilizadas por movimientos islamistas y populares durante la Primavera Árabe (Ulrichsen, 2014).
Para resumir, las acciones interesadas de Qatar no representan un quiebre con el imperialismo contemporáneo, pero pueden mitigar sus excesos. La decisión de Qatar de prohibir que Estados Unidos utilice su base militar para atacar a Irán (Middle Est Monitor, 2024) es un ejemplo elocuente de ello. Además, su papel como intermediador en el proceso de alto el fuego entre Israel y Hamás (Schaer, 2025) ha demostrado su importancia como alternativa táctica a la geopolítica imperialista.
Las maniobras geopolíticas de estos Estados sirven efectivamente para controlar al imperialismo contemporáneo. La rivalidad geopolítica entre ellos y Occidente ofrece oportunidades para los movimientos sociales progresistas y a quienes representan. Ello no debería ser controvertido; durante decenios, estos movimientos han utilizado estratégicamente financiamiento de donantes de Occidente canalizado a través de organizaciones no gubernamentales en el Sur global. Esta participación estratégica también puede aplicarse a las relaciones tácticas con estos “Estados tapón” y sus recursos pueden servir para combatir el imperialismo occidental sin convertirse en defensores del autoritarismo “antioccidental”.
Estrategias para los movimientos sociales
Las siguientes secciones destacan los modos creativos en que los movimientos sociales en tres regiones del mundo promueven sus objetivos en medio de este nuevo perfil del imperialismo.
Estudio de caso 1: alianzas y redes inesperadas en los movimientos de solidaridad con Palestina
Comencemos por el caso más reciente de movimientos sociales antiimperialistas: los movimientos de solidaridad con Palestina. En respuesta al genocidio, se creó y consolidó de inmediato una amplia alianza a favor de Palestina y de la paz, integrada por una gran diversidad de grupos: organizaciones políticas de izquierda, movimientos sociales progresistas, sindicatos y trabajadores de diferentes sectores, incluidos estudiantes, judíos antisionistas, la comunidad LGBTQ+, comunidades musulmanas, ciudadanos comunes y corrientes, organizaciones palestinas y la diáspora palestina. El movimiento ha utilizado una estrategia múltiple para exigir un alto el fuego permanente y la liberación de Palestina, que ha incluido movilizaciones masivas, esfuerzos diplomáticos y operaciones mediáticas. Estos elementos, de manera ad hoc, se apoyan y refuerzan entre sí y crean alianzas inesperadas y no coordinadas entre diferentes grupos, Estados y redes. Se han organizado manifestaciones callejeras que han contado con la participación de instituciones de importancia simbólica, intelectual y material para Israel y sus defensores de Occidente: las universidades (Wind, 2024). Esta táctica ha cambiado la opinión pública, ya que ha deslegitimado el mito de Israel como bastión de libertad liberal e intelectual y ha cortado vínculos institucionales, financieros y militares que apoyan su ocupación y crímenes de guerra.
Al igual que el retiro de soldados estadounidenses de Vietnam y el boicot del régimen del apartheid en Sudáfrica, esta presión desde abajo ha hecho que países clave, como Sudáfrica y Colombia, expresaran un fuerte apoyo a la causa palestina, como lo demostró el histórico caso de genocidio presentado contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (2024). Además, como consecuencia de esa presión, varios países europeos como España, Noruega, Irlanda y Bélgica se pronunciaran a favor de los derechos humanos del pueblo palestino.
Se podría argumentar que esta es la repetición de las manifestaciones contra la OMC, cuando movimientos anticapitalistas y antiimperialistas unieron fuerzas momentáneamente con Estados del Sur global y lograron detener el avance de una agenda de comercio neoliberal. La condena internacional de Israel en la Asamblea General de las Naciones Unidas cuenta con el apoyo de casi todos los países del Sur global.
En este caso, las maniobras diplomáticas de China y Qatar también desempeñaron un papel importante. China ha mantenido una postura de constante apoyo a la solución de dos Estados y recientemente medió un acuerdo de unidad entre Hamás, Fatah y otras 12 facciones palestinas para la reconciliación nacional y el reconocimiento de la condición de Estado a Palestina (Al-Jazeera, 2024). Mientras tanto, Qatar ha sido mediador en las negociaciones del alto el fuego y la liberación de rehenes israelíes a cambio de la liberación de palestinos detenidos en Israel, para lo cual tiene un cierto poder de maniobra ya que ha brindado refugio a algunos líderes de Hamás. Huelga decir que es preciso reconocer las limitaciones de la política exterior de China y Qatar. China tiene vínculos económicos y militares profundos con Israel (Li, 2023), mientras que Qatar alberga la base área estadounidense de Al-Udeid.
Efectivamente, en ocasiones hay una convergencia de intereses, o incluso de visiones, entre los movimientos de base a favor de Palestina y de la paz en Oriente Medio, y las secciones más progresistas de las élites estatales en países clave del Sur global y Europa, China y Qatar. Ello, sumado al apoyo popular en Oriente Medio a Palestina e incluso a las operaciones guerrilleras de varios grupos armados que luchan contra las fuerzas israelíes y estadounidenses, consolida una amplia alianza no coordinada de actores estatales y de movimientos sociales.
Un factor que contribuye a lo anterior es la resistencia colectiva de los medios contra las narrativas imperialistas de Occidente y la propaganda hasbara. A pesar del sesgo descarado a favor de Israel en los principales medios de noticias occidentales y el financiamiento abundante de la campaña hasbara para lavar la imagen de los crímenes de guerra cometidos por Israel, la cobertura de Al-Jazeera del genocidio en Gaza ha sido un contrapeso importante en esta batalla informativa, ya que como gigante de los medios de comunicación puede competir con sus rivales occidentales en cuanto a la magnitud y los recursos de la cobertura.
Estudio de caso 2: movimientos antiautoritarios en Asia Oriental y Sudoriental
En Asia Oriental y Sudoriental vemos un ejemplo del modo en que los movimientos sociales se enfrentan al capitalismo autoritario y su expansión transnacional. La ola más reciente es la Milk Tea Alliance, una red informal de movimientos antiautoritarios y pro democráticos en Hong Kong, Taiwán y Myanmar, que estuvo activa en 2020 y 2021. Esta alianza liderada por jóvenes combinaba las movilizaciones masivas con la presencia en línea para combatir diferentes tipos de autoritarismo (Khor, 2024): el autoritarismo del partido-Estado chino en Hong Kong y Taiwán; el despotismo monárquico con apoyo militar en Tailandia, y la junta militar en Myanmar. Esta alianza tiene una fuerte dimensión transnacional y en ella se intercambian normas y prácticas de diversos lugares.
Pero, a su vez, Asia Oriental y Sudoriental también tiene una historia más prolongada de movimientos antiautoritarios, cuyas narrativas han tenido una influencia duradera y se han comprometido a contrarrestar el capitalismo/desarrollismo autoritarios y la estructura de poder imperialista en la que se apoyan. Tomemos, por ejemplo, el caso de los movimientos opositores a Marcos o Suharto en Filipinas e Indonesia, respectivamente, la rebelión de Gwangju en Corea del Sur y las diversas protestas en reclamo de justicia agraria, derechos de la tierra, las manifestaciones contra las represas, las huelgas y luchas de los trabajadores, el activismo prodemocrático e incluso la movilización de grupos religiosos progresistas en la región. Estos movimientos pusieron de relieve la complicidad del capital internacional y el respaldo de Occidente y de las instituciones financieras internacionales a regímenes autoritarios y sus seguidores capitalistas locales en Filipinas (Bello, Kinley y Elinson, 1982) e Indonesia (Aditjondro, 1998). Aunque de forma implícita, el espíritu antiimperialista estaba presente en estas movilizaciones antiautoritarias y de movimientos sociales del pasado.
Los movimientos antiautoritarios actuales en la región utilizaron diversas estrategias políticas, de la movilización masiva a las campañas en línea y la cultura popular. También aplicaron tácticas innovadoras. Los manifestantes de Hong Kong, por ejemplo (Gavroche, 2019), utilizaron paraguas negros y escudos para protegerse de las balas de goma y las cachiporras, organizaron protestas itinerantes en lugar de ocupar zonas específicas, llevaron a cabo contravigilancia de informantes de la policía y utilizaron comunicaciones codificadas.
El reclamo de la Milk Tea Alliance de una mayor democratización representó un gran obstáculo al autoritarismo en Estados de Asia Oriental y Sudoriental. Perturbó la cooperación antagonista de esos Gobiernos con el imperialismo de Occidente y allanó el camino para promover una política más progresista más allá de la democracia electoral, como el control popular del capital.
Lamentablemente, este movimiento fue reprimido por el aparato represivo del Gobierno chino y sus líderes fueron recientemente encarcelados o se exiliaron. No obstante, su táctica creativa de enfrentamiento a la violencia policial podría resultar eficaz para movimientos sociales que operan en entornos menos represivos.
Las limitaciones de estos movimientos también se debieron a su falta de consciencia sobre el papel del capital internacional y la dinámica imperialista en perpetuar el autoritarismo en la región, lo cual facilitó su apropiación por las élites occidentales oportunistas, que lo simplificaron como una afirmación del proyecto (neo)liberal. Es lamentable que, por ejemplo, algunos disidentes de Hong Kong, al oponerse al autoritarismo del partido-Estado chino, busquen inspirarse en una versión depurada del “Occidente liberal”, al punto de apoyar el proyecto reaccionario trumpista (Li y Fuentes, 2023). Esta miopía histórica y analítica debilita la capacidad de los disidentes de oponerse a un pilar fundamental del modelo desarrollista autoritario en Asia Oriental y Sudoriental, a saber, la complicidad del interés imperialista y capitalista de Occidente en mantener ese modelo.
Además, a cuatro años de que la alianza surgiera en el escenario político regional, sus principales reclamos siguen estando centrados en la democracia electoral y la protección de los derechos humanos (Phattharathanasut y Teeratanabodee, 2024). Si bien son reivindicaciones importantes, la forma de enmarcarlas puede estar desconectada de los trabajadores y del llamamiento más amplio de justicia social y lucha de clase democrática.
Estudio de caso 3: la relación estratégica de la izquierda latinoamericana con China
Por último, la izquierda en América Latina es un ejemplo de que los movimientos sociales progresistas pueden aprovechar estratégicamente la competencia geopolítica, en este caso la rivalidad entre Estados Unidos y China. Recurrir a China como fuente alternativa de inversión extranjera disminuye la dependencia de América Latina del poder económico y político de Estados Unidos, desvincula a la región del control imperialista estadounidense y podría servir para financiar programas económicos de inspiración socialista.
La opción de recurrir a la inversión extranjera china contribuyó a la campaña electoral de los movimientos de izquierda en América Latina, conocida popularmente como “marea rosa”. Esta articulación política, que combina el populismo de izquierda con diversos grados de políticas económicas socialistas y socialdemócratas, promovió una serie de proyectos económicos antineoliberales y antiimperialistas, desde amplios programas de bienestar social, intentos de nacionalizar las principales empresas económicas y la creación de instituciones financieras alternativas, como el Banco de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y el Nuevo Banco de Desarrollo de BRICS (Patterson, 2024).
La aplicación de estos programas has sido un proceso político y tecnocrático complejo y difícil, que ha afrontado críticas considerables, pero era necesario desvincular y mejorar la fuerza productiva de la economía para que las fuerzas de izquierda intentaran promover un programa socialista y la democratización en una región dominada por Washington y con una historia de dictaduras respaldadas por Estados Unidos. Como observó Ivo Ganchev (2020), los acuerdos comerciales y de inversión, y los préstamos de China representaron alternativas para países como Ecuador y Bolivia a las instituciones financieras lideradas por Estados Unidos y marcaron un quiebre visible con el imperialismo económico estadounidense. También contribuyeron a revitalizar el espíritu de la cooperación Sur-Sur en el auge del periodo de descolonización.
Obviamente, no todas las inversiones chinas pueden considerarse fundamentalmente benignas. Hay empresas capitalistas chinas que poseen un historial cuestionable en materia de derechos laborales y ambientales. Asimismo, el capital chino no garantiza una mayor democratización de la economía, especialmente de los medios de producción, por parte de los trabajadores. Es preciso realizar una evaluación crítica y velar por que las relaciones con China beneficien a los trabajadores y, al mismo tiempo, reconocer que la tarea de construir alternativas humanas no capitalistas es agotadora.
Desde la primera ola de Gobiernos de la “marea rosa” ha habido retrocesos, como la victoria de las fuerzas reaccionarias en Argentina y Ecuador, y la crisis en Venezuela, que ha dejado a sectores populares atrapados entre el autoritarismo de Nicolás Maduro y las conspiraciones imperialistas estadounidenses para dar un golpe de Estado (Kappeler, 2024). Sin embargo, aún se pueden extraer lecciones importantes y nuevas oportunidades en la segunda ola de la “marea rosa”, específicamente en Brasil y México (Singer y Rugitsky, 2024).
Conclusiones
La historia de la geopolítica actual sigue siendo la historia de un orden internacional occidental liderado por Estados Unidos, pero un orden que afronta cada vez más cuestionamientos de Estados rivales y movimientos populares. Los cambios recientes en la política, la economía y el poder militar a nivel mundial, marcados recientemente por la amplia oposición popular a la guerra de Israel en Gaza, apoyada por Occidente, parecen confirmar este análisis.
El surgimiento de Estados que podrían reemplazar el domino estadounidense no significa necesariamente que estemos en la antesala de una nueva era progresista. Sin embargo, representa una oportunidad para los movimientos sociales de oponerse al imperialismo de Occidente. Estos Estados subimperiales, emergentes y expansionistas quizá estén ligados en la práctica a relaciones dialécticas de cooperación antagónica con el antiguo control imperial y régimen autoritario, pero en determinadas circunstancias, podrían compartir los mismos intereses que la clase trabajadora.
Se trata de una convergencia de intereses, e incluso de valores, entre su orientación de política exterior y los objetivos antimperialistas y antineoliberales de muchos movimientos sociales del Sur global. Sin hacer apología del autoritarismo, los movimientos sociales deberían aprovechar estas oportunidades para promover sus objetivos y enfrentarse el imperialismo de manera eficaz.
El movimiento de solidaridad con Palestina, los movimientos antiautoritarios de Asia Oriental y Sudoriental, y la izquierda latinoamericana han resistido el autoritarismo o imperialismo capitalista. Algunas de sus estrategias y tácticas son incipientes y están plagadas de contradicciones, pero brindan puntos de referencia para acciones y políticas futuras. Del mismo modo, estos movimientos han demostrado, en diverso grado de claridad y éxito, los vínculos entre el despotismo y el imperialismo a nivel nacional y el dominio del capital internacional.
La coyuntura actual de la geopolítica mundial también podrían generar oportunidades para una solidaridad transnacional más amplia, como demuestra la declaración de solidaridad con el pueblo palestino de activistas ucranianos anti Putin (Ukraine-Palestine Solidarity Group, 2023).
No obstante, el principal reto de cara al futuro sigue siendo la tarea de desmantelar el imperialismo económico. Los tres ejemplos de movimientos sociales que hemos destacado se han centrado fundamentalmente en la oposición al poder político del imperialismo y del capitalismo autoritario. Pero resulta más difícil combatir el poder económico del imperialismo y proponer alternativas a este, especialmente mediante el aumento de la fuerza productiva de las economías del Sur global, la creación de programas internacionales de financiamiento para el desarrollo y la democratización de los lugares de trabajo en grandes empresas. Estas deben ser las tareas futuras de todo movimiento social progresista de orientación antiimperialista.
Traducción: Mercedes Camps
NOTAS
1 Véase también Zafirovski (2021). Agradezco a Coen Husain Pontoh por compartir esta referencia.
2 Hasta los revolucionarios de Rojava, quizá uno de los movimientos sociales más idealistas de los últimos años, tuvieron que reconciliar sus visiones de democracia directa y socialismo libertario con la difícil realidad de gestionar una economía de guerra y
promover la participación directa de una población cansada. Para obtener información más actualizada sobre la revolución de Rojava, véase Wimmer (2024, pp. 1-24).
3 Para más información sobre la orientación de izquierda de AJ+, véase su perfil mediático en https://www.ajplus.net/about
Bibliografía
Aditjondro, George J. (1998). Large dam victims and their defenders: The emergence of an anti-dam movement in Indonesia. En Philip Hirsch y Carol Warren (eds.), The Politics of Environment in Southeast Asia (pp. 29-54). Londres / Nueva York: Routledge.
Al-Jazeera (23 de julio de 2024). Hamas and Fatah sign unity deal in Beijing aimed at Gaza. Al-Jazeera. https://www.aljazeera.com/news/2024/7/23/palestinian-rivals-hamas-and-fatah-sign-unity-deal-brokered-by-china
Amin, Samir (1 de julio de 2015). Contemporary Imperialism. Monthly Review. https://monthlyreview.org/2015/07/01/contemporary-imperialism/
Bariş, Eser (5 de julio de 2024). Palestine solidarity encampments at UvA: experiences and reflections. Standplaats Wereld. https://standplaatswereld.nl/palestine-solidarity-encampments-at-uva-experiences-and-reflections/
Beckley, Michael M. y Brands, Hal (2 de diciembre de 2022). China’s Threat to Global Democracy. Journal of Democracy. https://www.
journalofdemocracy.org/chinas-threat-to-global-democracy/
Bello, Walden (2023). From Partnership to Rivalry: China and the USA in the Early Twenty-First Century. Journal of Contemporary
Asia, 53(5), 828-851.
Bello, Walden; Kinley, David y Elinson, Elaine (1982). Development Debacle: The World Bank in the Philippines. San Francisco: Institute
for Food and Development and Policy.
Byler, Darren (mayo de 2021). From Xinjiang to Mississippi: Terror Capitalism, Labour and Surveilance. TNI Long Reads. https://longreads.tni.org/stateofpower/from-xinjiang-to-mississippi-terror-capitalism-labour-and-surveillance
China Labour Bulletin (24 de agosto de 2018). Police raid student group as support for Shenzhen Jasic work. China Labour Bulletin. https://clb.org.hk/en/content/police-raid-student-group-support-shenzhen-jasic-workers-grows
Corte Internacional de Justicia [CIJ] (2024). Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of
Genocide in the Gaza Strip (South Africa v. Israel). CIJ. https://www.icj-cij.org/case/192
Chibber, Vivek (16 de octubre de 2022). To Fight Imperialism Abroad, Build Class Struggle at Home. Jacobin. https://jacobin.
com/2022/10/vivek-chibber-imperialism-lenin-marx-class-struggle-labor-aristocracy
Edelman, Marc (2021). Hollowed out Heartland, USA: How capital sacrificed communities and paved the way for authoritarian
populism. Journal of Rural Studies, (82), 505-517.
Fang, Lee (9 de agosto de 2017). Sphere of influence: How American Libertarians are remaking Latin American politics. The Intercept. https://theintercept.com/2017/08/09/atlas-network-alejandro-chafuen-libertarian-think-tank-latin-america-brazil/
Ganchev, Ivo (2020). China Pushed the Pink Tide and the Pink Tide Pulled China: Intertwining Economic Interests and Ideology in Ecuador and Bolivia. World Affair, 183(4), 359-388.
Gavroche, Julius (17 de agosto 2019). The Hong Kong insurrection: Reading the shape of things to come from tactics. Autonomies. https://autonomies.org/2019/08/the-hong-kong-insurrection-reading-the-shape-of-things-to-come-from-tactics/
Hadiz, Vedi R. (23 de mayo de 2017). The Indonesian Oligarchy’s Islamic Turn? Australian Institute of International Affairs.
https://www.internationalaffairs.org.au/australianoutlook/indonesian-oligarchys-islamic-turn/
Hadiz, Vedi R. y Chryssogelos, Angelos (2017). Populism in world politics: A comparative cross-regional perspective’. International
Political Science Review 38(4), 399-411.
Hermawan, Ary (23 de agosto de 2024). Indonesia’s intelligentsia is complicit in decimating our fragile democracy. Project Multatuli.
https://projectmultatuli.org/en/indonesias-intelligentsia-is-complicit-in-decimating-our-fragile-democracy/
Hickel, Jason et al. (2022). Imperialist appropriation in the world economy: Drain from the global South through unequal exchange, 1990-2015. Global Environmental Change, (73), 102467. https://doi.org/10.1016/j.gloenvcha.2022.102467
Hofman, Irna y Ho, Peter (2012). China’s ‘Developmental Outsourcing’: A critical examination of Chinese global ‘land grabs’
discourse. Journal of Peasant Studies, 39(1), 1-48.
Hoffmann, Clemens y Matin, Kamran (2021). Beyond Anarchy and Capital? The Geopolitics of the Rojava Revolution in Syria.
Geopolitics, 26(4), 967-972.
Hung, Ho-Fung (7 de noviembre de 2020). The US-China Rivalry is About Capitalist Competition. Jacobin. https://jacobin.
com/2020/07/us-china-competition-capitalism-rivalry
Kappeler, Aaron (2024). Tropical Leninism or the Eighteenth Brumaire of Nicolás Maduro? Dialectical Anthropology, (48), 459-474.
Khor, Yu-Leng (2024). Mapping the Transnationalisation of Social Movements Through Online Media: The Case of the Milk Tea
Alliance. En G. Facal, E. L. de Micheaux y A. Noren-Nilson (eds.), The Palgrave Handbook of Political Norms in Southeast Asia (pp. 121-
136). Singapur: Palgrave Macmillan.
La Botz, Dan (2022). Internationalism, Anti-Imperialism, And the Origins of Campism. New Politics. https://newpol.org/issue_post/
internationalism-anti-imperialism-and-the-origins-of-campism/
Lenin, Vladimir I. (1970). Imperialism, the Highest Stage of Capitalism. Beijing: Foreign Language Press.
Li, Promise (21 de octubre de 2023). China and Israel Have a Long History of Cooperating in Repression. Jacobin. https://jacobin.com/2023/10/china-israel-repression-militarytrade-palestine-technology
Li, Promise y Fuentes, Federico (14 de septiembre de 2023). US-China rivalry, ‘antagonistic cooperation’ and anti-imperialism
in the 21st century: Interview with Promise Li. Links: International Journal of Socialist Renewal. https://links.org.au/us-china-rivalry-antagonistic-cooperation-and-anti-imperialism-21st-century-interview-promise-li
MacLean, Nancy (2017). Democracy in Chains: The Deep History of the Radical Right’s Stealth Plan for America. Nueva York: Viking
Press.
Mair, Peter (2013). Ruling the Void: The Hollowing of Western Democracy. Londres / Nueva York: Verso.
Mau, Søren (2023). Mute Compulsion: A Marxist Theory of the Economic Power of Capital. Nueva York / Londres: Verso Books.
Middle East Monitor (24 de junio de 2024). Qatar has banned the US from using its military base against Iran. Middle East Monitor.
https://www.middleeastmonitor.com/20240624-qatar-has-banned-the-us-from-using-its-military-base-against-iran/
Miles, Hugh (2006). Al-Jazeera: The Inside Story of the Arab News Channel that is Challenging the West. Nueva York: Grove Press.
Mudde, Cas (2021). Populism in Europe: An Illiberal Democratic Response to Undemocratic Liberalism (The Government and
Opposition/Leonard Schapiro Lecture 2019). Government and Opposition, 56(4), 577-597.
Nanda, Meera (2011). The God Market: How Globalization is Making India More Hindu. Nueva York: Monthly Review Press.
Ness, Immanuel (26 de diciembre 2022). The Oxford Handbook of Economic Imperialism: Interview with Immanuel Ness. AntiImperialist Network. https://anti-imperialist.net/blog/2022/12/26/the-oxford-handbook-of-economic-imperialism-interview-with-immanuel-ness/
Patterson, Tom (23 de julio de 2024). How Latin America Can Delink from Imperialism. Tricontinental. https://thetricontinental.org/dossier-how-latin-america-can-delink-from-imperialism/
Phattharathanasut, Tuwanont y Teeratanabodee, Wichuta (8 de abril de 2024). The Fourth Year of the Milk Tea Alliance. E-International Relations. https://www.e-ir.info/2024/04/08/the-fourth-year-of-the-milk-tea-alliance/
Schaer, Cathrin (16 de enero de 2025). Israel-Hamas ceasefire: Why Qatar is such a good negotiator. Deutsche Welle. https://www.
dw.com/en/israel-hamas-ceasefire-why-qatar-is-such-a-good-negotiator/a-69995458
Singer, André y Rugitsky, Fernando (8 de enero de 2024). Slow Motion Lulismo. Sidecar. https://newleftreview.org/sidecar/posts/
slow-motion-lulismo
Skinner, Kiron K. (2023). Department of State. En Paul Dans y Steven Groves (eds.), Mandate for Leadership: The Conservative Promise (pp. 171-199). Washington: Project 2025 / The Heritage Foundation.
Smith, John (2016). Imperialism in the Twenty-First Century: Globalization, Super-Exploitation, and Capitalism’s Final Crisis. Nueva York:
Monthly Review Press.
Somers, Margaret R. (2022). Dedemocratizing citizenship: how neoliberalism used market justice to move from welfare queening to authoritarianism in 25 short years. Citizenship Studies, 26(4-5), 661-674.
Starrs, Sean Kenji (2019). Can China Unmake the American Making of Global Capitalism. Socialist Register, (55), 173-200.
Sullivan, Dylan y Hickel, Jason (2 de diciembre de 2022). How British colonialism killed 100 million Indians in 40 years. Al-Jazeera. https://www.aljazeera.com/opinions/2022/12/2/how-british-colonialpolicy-killed-100-million-indians
Suwandi, Intan (2019). Value Chains: The New Economic Imperialism. Nueva York: Monthly Review Press.
Swyngedouw, Erik (2022). Illiberalism and the democratic paradox: The infernal dialectic of neoliberal emancipation. European
Journal of Social Theory, 25(1), 53-74.
Transnational Institute (2024). Boris Kagarlitsky and the challenges of the left today. Transnational Institute. https://www.tni.org/en/
event/boris-kagarlitsky-and-the-challenges-of-the-left-today
Ukraine-Palestine Solidarity Group (2 de noviembre de 2023). Ukrainian Letter of Solidarity with Palestinian People. Commons.
https://commons.com.ua/en/ukrayinskij-list-solidarnosti/
Ulrichsen, Kristian C. (2014). Qatar and the Arab Spring. Nueva York: Oxford University Press.
W., Cristina; J., Ron y T., Andrew (17 de abril de 2024). Cuban Links: No Tolerance for Disorganizing Chauvinism’. Red Star Caucus. https://redstarcaucus.org/cuban-links/
Wind, Maya (2024). Towers of Ivory and Steel: How Israeli Universities Deny Palestinian Freedom. Nueva York: Verso Books.
Wimmer, Christopher (2024). Decentralization of power? Council democracy and the social contract in north and east Syria.
Transcience: A Journal of Global Studies, 15(2), 1-24.
Zafirovski, Milan (2021). Capitalist Dictatorship: A Study of its Social Systems, Dimensions, Forms and Indicators. Leiden: Brill.
Iqra Anugrah es investigador invitado del Instituto Internacional
de Estudios Asiáticos [IIAS] de la Universidad de Leiden. Además,
es investigador adjunto del Instituto de Investigación Económica
y Social, Educación e Información [LP3ES] en Yakarta. Tiene varias publicaciones sobre la política de desarrollo y los movimientos
sociales y, actualmente, está investigando la teoría política del conservadurismo en la era moderna en Indonesia y la historia de las comunas asiáticas. También es miembro activo de varias organizaciones populares y coaliciones en Indonesia, como las redes de progresistas religiosos y activistas por los derechos agrarios y laborales.
Noticias relacionadas
9 diciembre, 2025
Un pacto transatlántico. La sumisión definitiva de Europa al imperio estadounidense
¿Por qué la Unión Europea ha…
5 diciembre, 2025
¿Puede China desafiar al imperio de Estados Unidos?
El extraordinario crecimiento de China…




