Ciudades más allá del crecimiento (Cities Beyond Growth)

La actual crisis ecosocial nos obliga a replantear colectivamente nuestros modos de vida en todas las escalas. En la medida en que los modelos de producción y consumo de nuestras sociedades están chocando con los límites biofísicos del planeta, al tiempo que se muestran incapaces de satisfacer las necesidades humanas de buena parte de la población mundial, ese modo de vida es inviable. La centralidad que en este tiene el crecimiento económico, en pos del lucro y la competencia, no solo potencia el deterioro ecológico, sino que este se traduce también en deterioro social y crecientes desigualdades. Frente a ello, para garantizar un futuro sostenible, justo y equitativo la transición hacia horizontes poscrecentistas se hace ineludible. El ámbito urbano, en el que residimos el 75 % de las y los europeos, constituye un punto clave de partida.
En este sentido, el proyecto “Ciudades más allá del crecimiento” (Cities Beyond Growth), coordinado por el Transnational Institute (TNI) y en el que participamos seis organizaciones procedentes de cinco países europeos, entre ellas FUHEM, tiene como objetivo principal proporcionar un espacio de aprendizaje para que la ciudadanía global, pero también en particular de las ciudades participantes, entre ellas Madrid, aumenten su agencia transformadora y aceleren su transición hacia el poscrecimiento en tiempos de crisis ecosocial, poniendo el bienestar, la justicia social y la sostenibilidad en el centro de la acción colectiva. A través de diferentes actividades formativas, el proyecto ayudará a que las personas involucradas adquieran nuevas habilidades, competencias y herramientas destinadas a influir en la política local desde sus diferentes roles y en línea con los objetivos del poscrecimiento. El proyecto considera de gran relevancia la planificación y el diseño de esta transición, que ha de ser inclusiva, colaborativa y democrática.
Más concretamente, el proyecto está centrado en el desarrollo de un modelo formativo atractivo y de sensibilización, que sea reproducible sobre procesos de transición poscrecentistas en las ciudades como principal instrumento para capacitar a las personas que trabajan en/con los gobiernos locales y la sociedad civil de los barrios y las comunidades de diferentes ciudades europeas, entre ellas la ciudad de Madrid.
Acciones del proyecto:
- Desarrollar un modelo de formación y capacitación para la ciudadanía, las empresas y los gobiernos locales, así como crear un diálogo entre todas las partes para toda la ciudadanía en torno a la transformación en clave de poscrecimiento. en dos planos:
- El curso en línea Cities Beyond Growth abierto y gratuito de seis semanas, que tuvo lugar en el tercer trimestre de 2025 y cuyos contenidos son accesibles.
- Diferentes actividades (talleres, seminarios, etc.) que tendrán lugar en las ciudades de Madrid, Ámsterdam, Praga, Zagreb, Gante y Lovaina.
- Un curso en línea específico sobre la cuestión energética, organizado para activistas y representantes de comunidades locales y regionales a nivel europeo.
- Desarrollar un manual básico para ciudades que se interesen en la planificación y las políticas en esta línea y un manual educativo para aquellas entidades que estén interesadas en replicar el proyecto.
Organizaciones participantes del proyecto:
En el proyecto participan seis organizaciones procedentes de cinco países europeos:
Transnational Institute (TNI), coordinadora del proyecto (Países Bajos)
FUHEM (España)
Commons Network (Países Bajos)
Institut za Politicku Ekologiju (IPE, de Croacia)
Oikos (Bélgica)
Nazemi (República Checa)

Financiado por la Unión Europea. Las opiniones y puntos de vista expresados solo comprometen a su(s) autor(es) y no reflejan necesariamente los de la Unión Europea o los de la Agencia Ejecutiva Europea de Educación y Cultura (EACEA). Ni la Unión Europea ni la EACEA pueden ser considerados responsables de ellos.
Geopolítica del genocidio
Geopolítica del genocidio
Entrevista de Nick Buxton a Rafeef Ziadah
Traducción al español: Nuria del Viso (FUHEM)
Ilustración de Shehzil Malik
La alianza inquebrantable entre Occidente e Israel no solo consiste en ejercer presión o influencia, sino que es una alianza estratégica basada en objetivos imperiales comunes. Entender este mapa geopolítico más amplio es fundamental para construir alianzas y elaborar una estrategia eficaz que confronte a los sistemas y actores que sostienen el proyecto de colonial de asentamiento israelí.

Nick Buxton: ¿Qué revela el genocidio en Palestina sobre la situación actual de la geopolítica: quién tiene el poder y cómo se ejerce?
Rafeef Ziadah: El genocidio en Gaza pone al descubierto la cruda realidad de la geopolítica moderna, poniendo de relieve los mecanismos del poder en un mundo moldeado por las ambiciones imperiales y la explotación estratégica de los recursos. En el centro de esta crisis se encuentra la alineación de las estructuras de poder occidentales con el colonialismo de asentamiento y el autoritarismo en Oriente Medio, con el fin de mantener el dominio económico y el control geopolítico.
El apoyo inquebrantable de Estados Unidos y las principales potencias europeas a Israel está profundamente entrelazado con sus intereses imperiales duraderos en la región. Como colonia de asentamiento, Israel sirve de punto de apoyo occidental en Oriente Medio (Hanieh, 2024). Este proyecto colonial no es un fenómeno aislado, sino que forma parte de una arquitectura de control más amplia, que actúa en connivencia con las monarquías petroleras del golfo, como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, para mantener un sistema regional y mundial que privilegia el poder económico y militar de Occidente.
Acuerdos como los de normalización de relaciones entre Israel y varios países del golfo reflejan una consolidación de fuerzas diseñadas para marginar por completo la liberación palestina y garantizar el statu quo del régimen autoritario y la extracción de recursos a expensas de los pueblos de la región.1 Aunque el genocidio ha puesto en tela de juicio este proyecto, es poco probable que se abandone y es casi seguro que resurja con un nuevo nombre.
También debemos comprender claramente la trayectoria histórica más amplia que está en juego, especialmente el papel de los Acuerdos de Oslo y las promesas vacías de una solución de dos Estados. Los Acuerdos de Oslo pretendían transformar la lucha por la liberación palestina en un proyecto restringido de construcción de un Estado confinado a Cisjordania y Gaza, borrando deliberadamente la realidad colonial más amplia de Israel como Estado colonizador.2
Nick Buxton: ¿Qué podemos concluir, entonces, sobre el imperialismo estadounidense y su trayectoria?
Rafeef Ziadah: Su apoyo inquebrantable a Israel revela mucho sobre la naturaleza y la trayectoria del imperialismo estadounidense. En esencia, esta relación no se basa en una alineación ideológica o en lazos culturales, sino en la importancia estratégica de Israel como colonia de asentamiento para asegurar y proyectar el poder de Estados Unidos.
El proyecto colonial de Israel lo ha convertido en un socio único y firme en la región, cuya supervivencia está indisolublemente ligada al apoyo continuo de Occidente. A diferencia de otros aliados en Oriente Medio, cuyas alianzas con Estados Unidos son a menudo transaccionales o condicionales, la dependencia de Israel del respaldo estadounidense garantiza que actúe como una extensión coherente de los intereses estadounidenses.
Una de las formas más significativas en que Israel facilita los objetivos imperiales de Estados Unidos es ayudando a asegurar el control de los corredores comerciales y los recursos energéticos de importancia crítica en Oriente Medio. No se trata tanto de garantizar el flujo de petróleo hacia Estados Unidos o Europa, que han diversificado sus fuentes de energía, sino más bien de controlar el acceso a estos recursos como arma geopolítica. A medida que China emerge como un posible rival de Estados Unidos, la capacidad de este último para influir en la disponibilidad y el precio del petróleo de Oriente Medio se convierte en una herramienta clave para restringir el crecimiento económico y las opciones estratégicas de China y para evitar otros posibles rivales a su supremacía mundial.
La estrategia de Estados Unidos también ha consistido en fomentar un proceso de normalización entre los Estados del Golfo e Israel, lo que refleja un esfuerzo calculado por reafirmar su primacía en una región en la que su influencia ha experimentado un relativo declive en los últimos años. Estos acuerdos patrocinados por Estados Unidos buscan reforzar el papel de Israel como pilar central del poder estadounidense en la región y vincular más estrechamente a los Estados del Golfo a la influencia estadounidense. En esencia, la normalización no es solo una cuestión de diplomacia, sino una medida estratégica para gestionar el cambiante equilibrio de poder en la región.
Sin embargo, esta estrategia tiene costos significativos, sobre todo porque las acciones cada vez más genocidas de Israel provocan inestabilidad regional y erosionan aún más la posición de Estados Unidos en la opinión pública internacional. Se corre el riesgo de socavar el sistema más amplio de alianzas en el que se basa Estados Unidos. Mientras que los Estados del Golfo, como los Emiratos Árabes Unidos, han normalizado sus relaciones con Israel, las poblaciones de la región siguen profundamente opuestas a las acciones israelíes, lo que crea una tensión que podría desestabilizar a varios regímenes y, por añadidura, la estrategia regional de Estados Unidos.
Nick Buxton: ¿Por qué es importante que los movimientos sociales comprendan este panorama geopolítico?
Rafeef Ziadah: El genocidio en Gaza ha desencadenado una ola de solidaridad mundial sin precedentes, como parte de la cual millones de personas salieron a la calle, estudiantes acamparon en campus universitarios y activistas bloquearon puertos y fábricas de armas. Este aumento de las protestas se opone no solo las acciones de Israel, sino también a los sistemas mundiales que las hacen posibles. Sin embargo, aunque esto ha dado visibilidad a la causa palestina, la forma en que se suele enmarcar Palestina puede ocultar la verdadera naturaleza de la lucha. Con demasiada frecuencia, los debates se limitan a las violaciones inmediatas de los derechos humanos por parte de Israel —asesinatos, detenciones y robo de tierras— sin abordar los sistemas de poder subyacentes que hacen posibles estas violaciones. Enmarcar la cuestión únicamente desde la perspectiva de los derechos humanos despolitiza la lucha palestina, reduciéndola a violaciones aisladas en lugar de una campaña sistemática de colonialismo de asentamientos respaldada por el imperialismo occidental.
En esencia, este genocidio ha sido patrocinado por Estados Unidos y la Unión Europea (UE), en particular por algunos Estados miembros de la UE, que han dado luz verde a Israel en todo momento para que continúe con sus ataques y sus políticas de hambre, al tiempo que lo protegen diplomáticamente y arman a su ejército. Los debates sobre la política israelí suelen centrarse exclusivamente en las acciones de los primeros ministros, en particular de Benjamin Netanyahu, como si ellos solos determinaran la trayectoria del Estado. Si bien estas figuras son importantes, debemos ampliar nuestra perspectiva para comprender la dinámica más profunda y a largo plazo que sustenta las políticas de Israel. Para ello es necesario analizar las fuerzas estructurales e históricas que impulsan su proyecto colonial y su papel más amplio en el mantenimiento de la hegemonía occidental.
A este problema se suma la narrativa persistente que atribuye el apoyo occidental a Israel únicamente a la influencia de un «lobby proisraelí». Se trata de una visión peligrosamente simplista que malinterpreta la relación geopolítica más profunda. La alianza inquebrantable entre Occidente e Israel no es solo una cuestión de presión o influencia, sino una asociación estratégica arraigada en objetivos imperiales comunes.
Comprender el panorama geopolítico más amplio es esencial para construir alianzas eficaces y elaborar una estrategia que vaya más allá de la solidaridad reactiva. Nos permite identificar y confrontar los sistemas y actores que sostienen el proyecto colonial israelí de asentamientos, mientras que evita caer en la trampa de considerar a los regímenes autoritarios de la región como aliados en la lucha por la liberación palestina. Estos regímenes tienen sus propios intereses, a menudo basados en la preservación del poder o la obtención de beneficios económicos y militares, y alinearse con ellos sin adoptar una postura crítica puede socavar los objetivos más amplios de justicia y liberación.
Además, este análisis nos permite identificar a las empresas e industrias que se benefician y sostienen la violencia colonial de Israel. Los fabricantes de armas, las empresas de tecnología de la información y las empresas multinacionales desempeñan un papel fundamental en la viabilidad del proyecto colonial israelí, y denunciar su complicidad es fundamental para desarticular las redes de beneficios que sustentan la opresión. Identificar a estos actores y sus conexiones nos permite diseñar mejores estrategias y dirigir intervenciones que derriben los cimientos económicos de la dominación colonialista.
Por último, una comprensión más profunda del panorama general prepara a los movimientos para el largo plazo. Nos garantiza que nos mantengamos centrados y estratégicos, especialmente cuando nos enfrentamos a iniciativas como los debates sobre la condición de Estado de Palestina o los acuerdos diplomáticos que no cambian la situación sobre el terreno. Al mantener la claridad sobre las realidades de la ocupación y el despojo, podemos evitar dejarnos llevar por un progreso superficial o gestos simbólicos. En cambio, seguimos denunciando la violencia en curso del proyecto colonial de asentamientos y forjando un futuro verdaderamente anticolonial.
Nick Buxton: ¿Cambiará esta dinámica tras la caída del régimen en Siria?
Rafeef Ziadah: Es demasiado pronto para predecir exactamente lo que sucederá en Siria, ya que hay muchos actores involucrados, cada uno con sus propios intereses y agendas. Debemos permanecer atentos a la economía política de la situación, incluyendo los oleoductos propuestos, las rutas de transporte y las iniciativas de reconstrucción. En la región, la “reconstrucción” se ha utilizado para encubrir el control empresarial, la profundización de las divisiones y la consolidación del poder por parte de actores externos.
Por ahora, Israel parece estar centrado en controlar la situación: ha invadido más territorio, ha atacado al ejército sirio y parece preferir una Siria federada en la que pueda ejercer influencia. Este enfoque se ajusta a sus objetivos generales como Estado colonial que busca expandir su territorio y forjar un futuro que lo favorezca. Sin embargo, los planes de Israel dependerán en gran medida de las acciones y los intereses de otros actores clave.
El régimen de Assad es responsable de haber dejado el Estado sirio sumido en el caos. El régimen débil y sostenido por fuerzas externas, sin un apoyo interno genuino, dependía de Rusia e Irán para mantener a Assad en el poder, y dejó el terreno fértil para que ocurriera una fragmentación. Esta fragilidad ha creado oportunidades para que actores rivales persigan sus intereses en Siria, tanto potencias regionales como actores globales. Al igual que Israel, Turquía, por ejemplo, está profundamente interesada en ampliar su control y, al mismo tiempo, reprimir los movimientos kurdos.
Como suele ocurrir en estas constelaciones geopolíticas, los regímenes y los actores externos implicados no se preocupan por la libertad o la democracia de los sirios de a pie. Más bien persiguen sus propios intereses estratégicos y económicos. En última instancia, será el pueblo sirio el que decida su propio destino, aunque será una tarea increíblemente difícil dada la configuración actual de los actores locales y quienes los respaldan.
Nick Buxton: ¿Por qué, salvo algunas voces discretas como las de Bélgica, Irlanda, Italia y España, la Unión Europea ha sido tan cómplice del genocidio de Gaza y tan reacia a impulsar una posición independiente de Estados Unidos?
Rafeef Ziadah: La complicidad de la Unión Europea en el genocidio de Palestina no refleja tanto una subordinación a Estados Unidos, sino que es más bien una convergencia de intereses (Ní Bhriain y Akkerman, 2024). Aunque la Unión Europea suele proyectar una imagen de adhesión a un marco diferente –alegando que da prioridad al derecho internacional, los derechos humanos y el multilateralismo–, en última instancia se beneficia y se alinea con el proyecto imperial más amplio que sustenta el dominio occidental en Oriente Medio. Las políticas y las relaciones de la Unión Europea con Israel, incluidos los acuerdos de libre comercio, los contratos militares y las asociaciones estratégicas, demuestran que sus intereses están profundamente entrelazados con el mantenimiento del statu quo.
La Unión Europea desempeña un papel estratégico al dar una imagen menos agresiva que Estados Unidos. Incluso dentro de este marco, no ha adoptado medidas significativas para presionar a Israel, como suspender los privilegios comerciales o la cooperación militar, lo que pone de manifiesto su falta de compromiso con una verdadera rendición de cuentas.
Los acuerdos de libre comercio entre la Unión Europea e Israel, como el Acuerdo de Asociación UE-Israel, facilitan la cooperación económica y proporcionan a Israel un acceso fundamental a los mercados europeos. Estos acuerdos persisten a pesar de las claras violaciones de Israel. Los contratos y las asociaciones militares consolidan aún más esta relación, ya que algunos Estados miembros de la UE participan en la venta de armas y el intercambio de tecnología que apoyan directamente al complejo militar-industrial israelí. Estas actividades ponen de relieve el interés material de la Unión Europea en los sistemas que sostienen la agresión israelí.
Gráfico 1. Exportaciones de armas de los estados miembro de la UE a Israel (2018-2022) con licencias de exportación concedidas, en millones de euros
Fuente: Ní Bhriain y Akkerman (2024)
En Europa, existe una división entre países como Alemania y el Reino Unido, que prestan un apoyo abierto a Israel, y otros como Bélgica, Irlanda y España, que abogan por una postura más crítica, a menudo enmarcada en la solución de dos Estados. Sin embargo, incluso este último grupo opera dentro de límites estrechos, centrándose en críticas más ligeras y evitando acciones que puedan poner en tela de juicio los lazos del bloque con Israel.
La alineación de la Unión Europea con Estados Unidos e Israel también sirve a los propios intereses estratégicos del bloque en Oriente Medio. Al apoyar a Israel, la Unión Europea contribuye a mantener un orden regional que garantiza las rutas comerciales, estabiliza el suministro energético y reprime los movimientos antiimperialistas. Al igual que Estados Unidos, la Unión Europea tiene interés en contener a las potencias rivales, especialmente en el contexto de la competencia mundial con Rusia y China. El papel de Israel como garante regional complementa estos objetivos, lo que lo convierte en un valioso aliado para los Estados europeos.
En esencia, el enfoque de la Unión Europea con respecto a Palestina no es una alternativa a la política estadounidense, sino que más bien la complementa. Su doble función de alineamiento y diferenciación permite a la UE mantener los beneficios económicos y estratégicos de la relación, mientras proyecta una imagen de neutralidad o moderación.
Nick Buxton: ¿Qué ha hecho China en respuesta al genocidio? ¿Qué dice esto sobre su papel como actor político global?
Rafeef Ziadah: La respuesta de China al genocidio en Gaza ha sido notablemente moderada, caracterizada por llamamientos al alto el fuego y a la ayuda humanitaria, pero carente de medidas contundentes. Aunque ha expresado su apoyo a la libre determinación de Palestina en las Naciones Unidas, no ha asumido un papel de liderazgo en la oposición directa a Israel ni ha prestado un apoyo material sustancial a la causa palestina. Este enfoque moderado refleja la política exterior general de China, que da prioridad a la no intervención y al mantenimiento de las relaciones con una amplia gama de actores, incluido Israel, por razones económicas y estratégicas.
Las acciones de China revelan que prioriza los intereses económicos sobre la alineación ideológica con los movimientos antiimperialistas. Aunque se posiciona como una alternativa a la hegemonía estadounidense, su enfoque a menudo refleja el cálculo pragmático de las potencias tradicionales. Su creciente interdependencia con las monarquías del Golfo y los corredores comerciales más amplios entre Asia Oriental y Oriente Medio sugieren un enfoque centrado en la integración económica más que un cuestionamiento directo a la influencia estadounidense en la región. Esto hace que China parezca evasiva en momentos de crisis aguda.
Nick Buxton: Muchas personas han celebrado que Sudáfrica haya denunciado a Israel ante la Corte Internacional de Justicia como una señal del auge del Sur global en oposición al imperialismo y el sionismo. ¿Qué opina usted al respecto?
Rafeef Ziadah: La decisión de Sudáfrica de llevar a Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) tiene un profundo impacto, sobre todo teniendo en cuenta su propia historia de apartheid y su solidaridad con la lucha palestina. Que Israel sea acusado oficialmente de genocidio a nivel internacional es un paso importante, que pone de relieve la gravedad de sus acciones y refuerza el discurso contra su proyecto colonial.
Sin embargo, hay que reconocer las limitaciones y contradicciones del derecho internacional. Los procesos judiciales como los de la CIJ son largos, a menudo duran años, y el listón para demostrar delitos como el genocidio es muy alto. Incluso cuando las sentencias favorecen la justicia, su cumplimiento depende de la voluntad política de los Estados e instituciones poderosos. Países como Estados Unidos y sus aliados, que protegen a Israel diplomática y militarmente, pueden socavar o ignorar por completo las sentencias de la CIJ, convirtiendo el derecho en una herramienta de justicia selectiva en lugar de responsabilidad universal.
Esta medida también debe entenderse en el contexto más amplio de la dinámica política interna de Sudáfrica. Si bien el Congreso Nacional Africano (ANC) se ha posicionado históricamente como defensor del antiimperialismo y la solidaridad con Palestina, su trayectoria actual está plagada de contradicciones. El ANC se enfrenta a retos internos, como fallas en la gobernanza y la promoción de políticas económicas neoliberales, así como a una creciente desconexión con los movimientos de base.
Al mismo tiempo, debemos estar atentos a las voces de los enérgicos movimientos sociales de Sudáfrica, que llevan mucho tiempo reclamando que el país rompa sus lazos con Israel. Estos movimientos han liderado la demanda de medidas concretas, como el fin de las relaciones diplomáticas y la aplicación de boicots, desinversiones y sanciones (BDS). Si bien el caso de la CIJ tiene un gran poder simbólico, es la presión popular la que garantiza que estos gestos simbólicos se traduzcan en cambios significativos.
Nick Buxton: ¿Dónde encaja el poder empresarial en todo esto? ¿Qué empresas apoyan el genocidio y de dónde provienen?
Rafeef Ziadah: Lamentablemente, numerosas empresas de una amplia gama de sectores apoyan las acciones de Israel y se benefician de ellas, desde los productores de bienes de consumo hasta las empresas de informática que proporcionan infraestructura de vigilancia (No Tech For Apartheid, 2025). Si bien las empresas de armas y energía desempeñan un papel fundamental en la facilitación del genocidio y han sido, con razón, foco de atención de los sindicatos y organizadores palestinos, resulta más eficaz que los individuos y los grupos cuestionen la complicidad dentro de sus propios sectores. Este enfoque amplio garantiza que el movimiento se dirija a todo el ámbito de la participación empresarial, reforzando la campaña en favor de la rendición de cuentas y la justicia.
El 16 de octubre de 2023, sindicatos y asociaciones profesionales palestinos lanzaron un poderoso llamamiento a los sindicatos internacionales, para instarles a «dejar de armar a Israel» (Workers in Palestine, 2023). Este llamamiento puso de relieve la enorme magnitud del apoyo militar y diplomático prestado a Israel, en particular por Estados Unidos y la Unión Europea. Las cifras son abrumadoras. En virtud del actual acuerdo con Estados Unidos, vigente de 2019 a 2028, se proporcionan anualmente 3.800 millones de dólares en ayuda militar a Israel. En respuesta a la última agresión de Israel contra Gaza, Estados Unidos aprobó 14.500 millones de dólares adicionales en ayuda militar como parte de un paquete de seguridad nacional de 106 mil millones de dólares.
Gráfico 2:
Nota: Primera columna, IAI ELTA (subsidiaria de IAI). Tercera columna, THALES (posteriormente, la empresa conjunta fue adquirida por Rumania); MBDA (surge de la fusión de Airbus, BAE Systems y Leonardo).
Fuente: Ní Bhriain y Akkerman (2024).
Los Estados miembros de la Unión Europea también desempeñan un papel importante. Alemania, por ejemplo, ha concedido 218 licencias de exportación de armas a Israel en 2023, el 85% de ellas después del 7 de octubre de 2023. Mientras tanto, los fabricantes de armas han obtenido ganancias enormes. El valor accionario de las cinco principales empresas armamentísticas estadounidenses −Boeing, General Dynamics, Lockheed Martin, Northrop Grumman y Raytheon− se ha disparado en 24.700 millones de dólares desde que comenzó el ataque. Estas cifras ponen de relieve la complicidad directa de la industria armamentista en el genocidio y destacan el potencial de los sindicatos y las campañas populares para interrumpir estas cadenas de suministro y detener el comercio de armas.
La industria mundial de los combustibles fósiles también desempeña un papel crucial en el mantenimiento de la campaña genocida de Israel. La energía, en forma de carbón, petróleo crudo, combustible para aviones y gas, alimenta la maquinaria militar utilizada en el ataque contra los palestinos. Dado que Israel también funciona como un nodo crítico en las redes energéticas regionales, denunciar el transporte de suministros energéticos es un modo de alinear las luchas por la liberación palestina y la justicia climática, y exponer cómo el capitalismo fósil alimenta tanto el genocidio como los sistemas de explotación más amplios.
Por ejemplo, un acontecimiento importante en la estrategia de gas de Israel han sido los acuerdos energéticos con los Emiratos Árabes Unidos, formalizados tras los Acuerdos de Abraham en 2020. Estos acuerdos sobre el gas reflejan la profundización de los lazos económicos entre Israel y los Estados del golfo y tienen importantes repercusiones geopolíticas. En 2021, la empresa emiratí Mubadala Petroleum adquirió una participación de 1000 millones de dólares en el yacimiento de gas de Tamar, en Israel, lo que pone de manifiesto el interés estratégico de los Emiratos en las reservas de gas natural de Israel. Estos acuerdos permiten a Israel posicionarse como centro energético regional, proyectando su poder en toda la región y profundizando sus alianzas con los Estados del Golfo respaldados por Occidente. Al mismo tiempo, la extracción y exportación de gas, a menudo procedente de aguas palestinas, refuerza el dominio colonial y el robo de recursos por parte de Israel, lo que agrava el despojo de los palestinos. Se han firmado acuerdos similares de normalización sobre el gas con Jordania y Egipto. Estas alianzas refuerzan la influencia regional de Israel, ya que las exportaciones de gas fluyen a través de gasoductos y rutas marítimas fuertemente protegidas y militarizadas.
Perturbar estas industrias, ya sea mediante el bloqueo de envíos de armas, la denuncia de los flujos de combustibles fósiles o la oposición a los financiadores de la militarización, ofrece una vía tangible para socavar y desmantelar la infraestructura del colonialismo y el genocidio.
Sin embargo, rastrear estos envíos de armas y flujos de energía es una tarea muy difícil. Estas cadenas de suministro son intencionalmente opacas y las empresas suelen recurrir a redes complejas y ocultas para eludir su responsabilidad. Esto también genera tensiones. Es urgente actuar con rapidez para detener el genocidio en curso, pero las intervenciones significativas y estratégicas suelen requerir una investigación exhaustiva, organización y la creación de coaliciones.
Nich Buxton: El genocidio, sumado al imperialismo estadounidense, ha abierto los ojos de una nueva generación a los horrores de la violencia del colonialismo de asentamiento. ¿Cómo podemos mantener este movimiento? ¿Cuáles son las vías más estratégicas para la resistencia y la solidaridad?
Rafeef Ziadah: La solidaridad internacional con Palestina ha alcanzado un nivel de apoyo extraordinario en los últimos meses, con protestas masivas en ciudades de todo el mundo, lo que demuestra un creciente reconocimiento global de la urgencia de la lucha palestina por la justicia, la liberación y el retorno. Sin embargo, aunque estas manifestaciones han sido poderosas, el reto ahora es canalizar esta indignación y solidaridad generalizadas hacia una acción organizada y sostenida que pueda generar un cambio real y duradero para Palestina. Para ello, debemos ir más allá de la ola de manifestaciones masivas (que son importantes en sí mismas) y centrarnos en construir una infraestructura para una organización estratégica a largo plazo. Una forma de profundizar este movimiento es centrarse en la solidaridad de la fuerza laboral, en particular, mediante la organización en los lugares de trabajo para garantizar que todos los espacios pongan fin a toda forma de complicidad con Israel.
En recientes llamamientos de los sindicatos palestinos, se ha instado a los trabajadores a que dejen de armar a Israel negándose a manipular mercancías y equipo militar destinados al régimen israelí. Este reclamo representa un punto de inflexión clave en el movimiento de solidaridad, en el que la lucha por la liberación palestina se vincula directamente al poder de los trabajadores para desbaratar los sistemas de opresión. Los sindicatos internacionales ya han comenzado a tomar medidas, desde los trabajadores portuarios de Barcelona e Italia que han bloquean los envíos de armas, hasta el cierre de fábricas de armas en Canadá y el Reino Unido (Ziadah y Fox-Hodress, 2023). Estas acciones demuestran que, cuando los trabajadores se posicionan, pueden desafiar de manera significativa a las industrias que alimentan el proyecto colonialista israelí.
Este enfoque liderado por los trabajadores también conlleva el potencial de revitalizar los propios sindicatos, alejándolos de acciones meramente simbólicas. Por ejemplo, aunque las mociones aprobadas en los sindicatos en apoyo a Palestina son importantes, rara vez van acompañadas de reclamos concretos. Para construir realmente poder, estas mociones deben evolucionar hacia la organización comunitaria, la educación y la divulgación, que puedan llevar a los trabajadores a bloquear envíos, interrumpir líneas de producción o participar en boicots más amplios contra las empresas cómplices del genocidio israelí. Es necesario pasar de los gestos simbólicos a la adopción de medidas concretas para detener los sistemas que apoyan la violencia de Israel.
El fortalecimiento del poder de los trabajadores requiere un enfoque profundo y estratégico, centrado en la educación y la solidaridad a largo plazo. Los sindicatos palestinos han destacado la importancia de involucrar a los trabajadores de base en la educación política, ayudándoles a comprender la conexión entre su trabajo y los sistemas de opresión que perpetúan la violencia en Gaza. Muchos sindicalistas son nuevos en la lucha palestina y no todos los activistas conocen bien la historia del colonialismo israelí. Por lo tanto, es fundamental crear espacios de educación y solidaridad que se centren en el aquí y ahora, pero también en cómo construir movimientos sostenibles, liderados por los trabajadores, que puedan seguir luchando por la justicia más allá del momento inmediato.
La historia del internacionalismo obrero ofrece un marco valioso en este sentido. Al igual que los trabajadores de todo el mundo desempeñaron un papel decisivo en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica o en el apoyo a los movimientos de liberación en Chile y Etiopía, el movimiento sindical mundial tiene la oportunidad de construir un legado similar de solidaridad con Palestina. Los trabajadores siempre han estado al frente de la lucha contra el imperialismo, y está claro que pueden desempeñar un papel transformador en esta lucha. La historia de las luchas exitosas lideradas por los trabajadores nos enseña que construir una solidaridad duradera lleva tiempo, pero también tiene el potencial de cambiar fundamentalmente el equilibrio de poder, no solo para poner fin a la ocupación militar de Israel, sino también a los sistemas de opresión más amplios que la sostienen.
Traducción: Nuria del Viso (FUHEM).
NOTAS:
1 Los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993 y 1995, y conocidos oficialmente como Declaración de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Autónomo Provisional, fueron un conjunto de acuerdos entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina. Mediante estos acuerdos se estableció la Autoridad Palestina para que se encargara de administrar partes de Cisjordania y Gaza, y se estableció un enfoque por etapas para lograr una solución de dos Estados. En la práctica, los Acuerdos de Oslo afianzaron el control israelí mediante la fragmentación de los territorios palestinos, la profundización de la dependencia económica y el aplazamiento de cuestiones clave, como el derecho de retorno de los refugiados palestinos, las fronteras y los asentamientos ilegales a una negociación de “condición definitiva” indefinida. Los Acuerdos de Oslo funcionaron básicamente como un mecanismo para gestionar a la población palestina mediante la delegación a la Autoridad Palestina de la seguridad y las responsabilidades administrativas cotidianas. Este acuerdo permitió a Israel mantener control de aspectos fundamentales de la vida palestina, como las fronteras, la seguridad y los recursos, mientras elude todo reconocimiento significativo de los derechos o la libre determinación de la población palestina.
2 Los Acuerdos de Abraham, formalizados en 2020, son una serie de acuerdos de normalización –alcanzados con la intermediación de Estados Unidos– entre Israel y varios Estados árabes, entre ellos los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y, posteriormente, Sudán. Los acuerdos, publicitados como un paso hacia la paz regional, intentan incluir a Israel en los marcos políticos y económicos de Oriente Medio, mientras que dejan de lado a la causa palestina. Al priorizar la cooperación económica y las alianzas de seguridad ––especialmente contra los países percibidos como adversarios regionales, como Irán––, los acuerdos representan una configuración geopolítica que legitima el proyecto de Israel como colonia de asentamientos. Asimismo, consolidan los sistemas de dominación mediante la normalización de la ocupación de Israel y la eliminación de los derechos palestinos de la agenda regional.
Bibliografía:
Hanieh, Adam (13 de junio de 2024). Framing Palestine. Israel, the Gulf states, and American power in the Middle East. TNI.
https://www.tni.org/en/article/framing-palestine
Ní Bhriain, Niamh y Akkerman, Mark (4 de junio de 2024). Partners in Crime – EU complicity in Israel’s genocide in Gaza. TNI.
https://www.tni.org/en/publication/partners-in-crime-EU-complicity-Israel-genocide-Gaza
No Tech For Apartheid (2025). No Tech For Apartheid es una campaña liderada por trabajadores de Google y Amazon en contra del contrato de computación en la nube de estas empresas con el Gobierno y ejército israelíes, denominado proyecto Nimbus, por un valor de mil millones de dólares. http://www.notechforapartheid.com/
Workers in Palestine (16 de octubre de 2023). An urgent call from Palestinian trade unions: end all complicity, stop arming Israel. https://www.workersinpalestine.org/the-calls-languages/english
Ziadah, Rafeef y Fox-Hodess, Katy (13 de diciembre de 2023). Unionists Around the World Block Weapons Bound for Israel. Labornotes. https://labornotes.org/2023/12/unionists-around-worldblock-weapons-bound-israel
Nick Buxton es coordinador del centro de conocimientos del TNI
y consultor de comunicaciones, investigador y editor de publicaciones. Entre numerosos artículos e informes, ha coeditado, junto con Ben Hayes, el libro Cambio climático, S.A. (Madrid: FUHEM, 2017).
Rafeef Ziadah colabora con el sindicato Trabajadores en Palestina y es activista sindical, profesora y poeta. Trabaja como profesora de Política y políticas públicas en el Departamento de Desarrollo Internacional del King’s College de Londres. Entre sus performances político-literarias se destacan “Nosotros enseñamos vida, señor” (2008) y “Hadeel” (2009).
En busca de alternativas. Estrategias destinadas a los movimientos sociales para enfrentar el imperialismo y el autoritarismo
En busca de alternativas
Estrategias destinadas a los movimientos sociales para enfrentar el imperialismo y el autoritarismo
Iqra Anugrah
Traducción al español: Mercedes Camps
Ilustración de Shehzil Malik
Si entendemos al imperialismo no solo como dominación militar, sino también como un sistema de explotación económica por el capital transnacional con el apoyo de las élites políticas a menudo autoritarias, estaremos en mejores condiciones de construir un movimiento popular mundial contra el imperialismo y el capitalismo autoritario.

En mayo de 2024, siete meses después de que comenzara la guerra de Israel en Gaza, estudiantes de la Universidad de Ámsterdam (UvA) erigieron un campamento de solidaridad en los Países Bajos, siguiendo el ejemplo de los estudiantes de la Universidad de Columbia y de otras universidades de Europa y Estados Unidos. La junta directiva de la UvA, con el apoyo de la alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, envió a la policía a desalojar el campamento. Pero eso no detuvo al movimiento. Los manifestantes estudiantiles pronto construyeron un segundo campamento, esta vez más grande (Bariş, 2024), suscitando así un movimiento de campamentos y protestas a favor de Palestina en todo el país que contaron con apoyo de estudiantes de otras universidades neerlandesas, diversos movimientos sociales y la diáspora palestina, e incluyeron a miembros de la clase trabajadora, especialmente de origen migrante. Surgió una nueva política antiimperialista.
Mientras que la guerra en Gaza y los Territorios Palestinos Ocupados en Cisjordania ha revitalizado la política antiimperialista, esta lucha se inspira en varios movimientos sociales recientes del Sur global que han estado a la vanguardia de la resistencia al autoritarismo provocado por el régimen capitalista y la política imperialista/expansionista. Ellos incluyen la alianza antiautoritaria Milk Tea Alliance en Asia Oriental y Sudoriental, formaciones políticas y Gobiernos de izquierda en varios países de América Latina y Europa, las protestas de Black Lives Matter en Estados Unidos y en otras partes del mundo, y diversas luchas locales y nacionales contra las industrias extractivas, la explotación capitalista, el poder oligárquico y la represión estatal.
Entender la naturaleza del imperialismo en la actualidad y las formas creativas que adoptan los movimientos sociales y la resistencia popular para combatirlo resulta fundamental para comprender los estragos causados por el capitalismo y el autoritarismo mundial y ofrecer soluciones alternativas.
Imperialismo: el regreso de un concepto olvidado
Las tensiones políticas y económicas entre Estados Unidos y China u otros poderes de nivel medio como Brasil, Rusia, India y Sudáfrica (los miembros originales de BRICS) se han vuelto puntos de discusión habituales en los discursos académicos, mediáticos y públicos. Además del bloque BRICS, otros países de poder medio como Qatar y Turquía han acaparado la atención mundial por plantear un cuestionamiento diplomático a la hegemonía de Occidente.
No obstante, estas explicaciones no analizan el panorama cambiante del poder mundial en el contexto del desarrollo histórico del capitalismo: un sistema político y económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, la explotación de la mano de obra y el afán de lucro. Como consecuencia de ello, sus explicaciones del mundo son pseudomoralistas e infunden miedo. Según estas, los poderes mayores y medios emergentes “amenazan la libertad, la democracia y el orden normativo” o son “la vanguardia salvadora” contra siglos de colonialismo e hipocresía occidentales.
Esta falsa dicotomía se reitera en discursos políticos. Muchas explicaciones liberales (Becbley y Brands, 2022) y conservadoras (Skiner, 2023) consideran que el auge de China es una amenaza a la libertad, mientras que, irónicamente, el denominado “mundo libre” está llevando a cabo una vigilancia generalizada de sus ciudadanos, ha intervenido en procesos democráticos para proteger sus intereses políticos y económicos y ha apoyado la represión de yemeníes y el genocidio de palestinos. Mientras tanto, algunas facciones de la izquierda y sectores progresistas, en sentido más amplio, poseen una noción idealizada del antiimperialismo del Tercer Mundo o del Sur global (La Botz, 2022) como inherente y eternamente progresista, y se niegan a ver las contradicciones propias de estos proyectos (o más bien Estados) políticos antiimperialistas y su frecuente degeneración en simple autoritarismo.
Es por ello que sigue siendo pertinente realizar una lectura contextual del imperialismo, basada en la economía política. Ella nos permitirá comprender los ámbitos de intersección del poder estatal y empresarial; el papel de Occidente, especialmente de Estados Unidos, en mantener el capitalismo y la forma actual de las relaciones internacionales; la complicidad de las élites políticas y económicas nacionales en perpetuar esta estructura de poder injusta, y la resistencia popular contra ese dominio mundial, especialmente la resistencia de movimientos sociales y de base del Sur global.
Según Lenin (1970), un elemento esencial del imperialismo es la expansión del capital y las relaciones sociales y políticas de los países ricos que lo acompañan –que posteriormente se convirtieron en metrópolis coloniales y potencias mundiales después de 1945, como Estados Unidos y Japón– a las zonas periféricas y subdesarrolladas –que en aquel entonces pasaron a ser conocidas como Tercer Mundo y, más tarde, como “Sur global”–.
En su forma actual, el imperialismo depende de varios mecanismos de extracción de ganancias (Smith, 2016) y coerción para la subyugación nacional (Amin, 2015), principalmente empresas transnacionales que utilizan mano de obra barata con fines de lucro, élites políticas que aplican métodos autoritarios y militares para disciplinar a los trabajadores y moderar sus posturas progresistas en nombre de la estabilidad política y para proteger las inversiones, y mantienen alianzas con los viejos poderes imperialistas.
Entonces, el imperialismo no es simplemente la expansión del capital y la explotación de la mano de obra por parte de las empresas transnacionales a escala mundial, sino, más bien, un proyecto político de la clase dominante en las metrópolis imperiales destinado a limitar y socavar la soberanía de los Estados-nación del Sur global (Chibber, 2022) para mantener su dominio por medios económicos, políticos e incluso militares.
Mientras que el imperialismo económico, fortalecido mediante el dominio nacional del capital en las sociedades capitalistas contemporáneas (Mau, 2023), sigue siendo una de las característica principales del imperialismo actual, es su aspecto más vulgar y militarista que suele molestar a la consciencia pública. Este poder militar asegura no solo el imperialismo económico, sino que también ha cimentado el poder del imperialismo de Estados Unidos —junto con sus aliados estratégicos— durante y especialmente después de la Guerra Fría.
Se ha perseguido esta dimensión político-militar del imperialismo a pesar de su enorme costo militar y humano. La invasión y posterior ocupación estadounidense de Irak de 2003 a 2011, la intervención extranjera en la caótica guerra civil de Libia y la oportunista invasión israelí de Siria tras la caída del régimen de Assad en diciembre de 2024 son tan solo algunos ejemplos.
Resulta curioso que algunos activistas, organizaciones y académicos de izquierda, especialmente que viven en Occidente, estén tan preocupados por la política nacional de sus respectivos países que no tienen en cuenta las dificultades que afrontan los movimientos antiimperialistas en el Sur global (W., J. y T., 2024) y las realidades desoladoras del cerco imperialista (Ness, 2022).
Un estudio recientemente realizado en varios países ha defendido la importancia de los análisis clásicos sobre el imperialismo. Demuestra que los países ricos se beneficiaron de la apropiación a gran escala de recursos y mano de obra del Sur global en el periodo posterior a la Guerra Fría (1990-2015), por un valor de alrededor de 242 billones de dólares en precios de mercado para todo el periodo (Hickel et al., 2022)
El auge económico de los países y regiones no occidentales y el desempeño de las economías de alto crecimiento, como los tigres asiáticos y las economías de los tigres menores (Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam) no augura el fin de la estructuras de poder imperialista. Más bien al contrario, el imperialismo está continuamente reforzado por las empresas transnacionales y los Gobiernos de Estados Unidos y las ex potencias coloniales. Por ejemplo, el estudio de caso de Intan Suwandi sobre Indonesia demuestra que el imperialismo económico sigue funcionando mediante empresas proveedoras y empresas transnacionales del Norte global que lucran con el arbitraje laboral a nivel mundial (Suwandi, 2019) –es decir, la diferencia de salarios entre los trabajadores del Norte y el Sur global–. Los trabajadores de Indonesia y otras economías emergentes siguen siendo explotados, mientras que las empresas transnacionales obtienen ganancias enormes.
Este continuo saqueo económico y aventurerismo militar genera naturalmente una resistencia colectiva. Diversos movimientos sociales se han opuesto firmemente al imperialismo mundial mediante manifestaciones como la “Batalla de Seattle” contra la Organización Mundial del Comercio, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México, la oposición a los Gobiernos autoritarios respaldados por Occidente en muchos países de América Latina y Asia Oriental y Sudoriental, las manifestaciones masivas contra la invasión y posterior ocupación estadounidense de Irak, y la lucha de diversos movimientos sociales locales contra el acaparamiento de tierras, la explotación de los recursos, la privatización y la expansión empresarial. Puede que el auge de los movimientos armados de liberación nacional haya pasado, pero el espíritu antiimperialista sigue vivo.
Imperialismo, capitalismo autoritario y las falacias conceptuales
Estas dinámicas imperialistas coinciden con el giro mundial hacia una forma más autoritaria de capitalismo y la gobernanza electoral que lo sostiene –populismo reaccionario (Hadiz y Chryssogelos, 2017) o iliberal–. Figuras como Donald Trump, Viktor Orban, Jair Bolsonaro y Narendra Modi han ganado elecciones, mientras que movimientos populistas de derecha de diversas facciones, desde partidos políticos de extrema derecha opuestos a la inmigración en Europa hasta corrientes hindutva o islamistas en India y Turquía, respectivamente, han logrado avances políticos significativos.
A diferencia de la sabiduría tradicional que culpa de este malestar a la falta de cultura democrática y la ruptura del consenso de la élite, esta última ola de tendencias autoritarias ha prosperado como consecuencia del poder descontrolado del capital, el desmantelamiento de las instituciones de democracia participativa, el control oligárquico de la política y los ataques contra diversas formas de bienestar social o distributivo.
El capitalismo autoritario, entonces, puede considerarse un producto de la expansión del capital desde la metrópolis mediante un acuerdo imperialista. Este tipo de capitalismo se consolida a medida que los Estados poscoloniales del Sur global se integran cada vez más en el circuito capitalista mundial. Este proceso se intensificó tras la muerte lenta de los proyectos social demócratas y de liberación nacional.
Lo que ha estado en juego aquí no ha sido solo el desmantelamiento del Estado de bienestar y sus instituciones pos 1945 por parte de los acérrimos neoliberales defensores del libre mercado, sino también, para citar a Margaret Somers, los ataques institucionales y políticos contra el poder predistributivo del Estado y el concepto de ciudadanía social. Es decir, la idea misma de que el Estado debería prevenir las desigualdades incipientes en primer lugar y garantizar derechos sociales como parte de su contrato social con sus ciudadanos y residentes (Somers, 2022).
Como consecuencia de ello, los avances económicos y sociales logrados en la “era dorada” del Estado y las políticas de bienestar se han erosionado o revertido, y el reclamo democrático de ese tipo de prestaciones ha disminuido y ha sido tildado de “gasto irresponsable”. Asimismo, el Estado ha sido reestructurado de acuerdo con el imaginario neoliberal como facilitador de presupuestos equilibrados (para la ciudadanía, pero no para las empresas ni las élites políticas), lo que incluye la adopción de medidas de austeridad, privatización, libre comercio y la utilización de mano de obra barata a disposición.
Para ello hace falta la expansión hacia afuera del capital, sus instituciones y aparatos disciplinarios, y el declive de la política de solidaridad con experimentos políticos progresistas en el Sur global. Por consiguiente, este cambio de configuración inclina la balanza geopolítica y económica a favor de los intereses imperialistas.
Esta situación también ha provocado la disminución del bienestar de la clase trabajadora y el surgimiento del populismo autoritario. En Estados Unidos, por ejemplo, decenios de liberalización comercial y desindustrialización en aras de la “competitividad mundial” empobrecieron a las comunidades rurales y brindaron un terreno fértil para el populismo autoritario del estilo de Trump (Edelman, 2012). De modo similar, la globalización desenfrenada ha contribuido al éxito de la política reaccionaria en diversas facciones como el hindutva en la India (Nanda, 2011), el populismo islamista apoyado por la oligarquía en Indonesia (Hadiz, 2017) y el libertarianismo antidemocrático en América Latina (Fang, 2017). A pesar de su retórica “antielitista”, estas corrientes son un vehículo para las políticas neoliberales autoritarias.
Esta guerra económica contra los trabajadores tiene un efecto corrosivo en la democracia popular. En las democracias europeas, los partidos políticos, entre ellos los socialdemócratas, están desconectados del público (Mair, 2013) –los políticos son cada vez más una clase profesional que persigue sus propios intereses, separados de su electorado. Los intelectuales, con el apoyo de los grupos de presión de las grandes empresas, han inventado justificaciones analíticas para promover un mayor neoliberalismo, así como intereses oligárquicos a expensas de los procedimientos democráticos, como puede observarse en Estados Unidos (MckLean, 2017), América Latina (Fang, 2017) e Indonesia (Hermawan, 2024).
Cuando este control elusivo de la democracia no es suficiente para disuadir la resistencia popular, las élites políticas y económicas recurrirán a medidas represivas para salvar su diseño neoliberal y sus intereses (Swyngedouw, 2022, pp. 53-74)1. Esa es la descripción del capitalismo autoritario.
Ser conscientes de estos procesos históricos interseccionales del imperialismo y el capitalismo autoritario puede ayudar a la clase trabajadora y los movimientos sociales progresistas a evitar dos tipos de falacias. En primer lugar, la falacia del antiimperialismo vulgar o “campismo”, es decir, la visión del mundo desde una perspectiva binaria, simplista e idealizada, en la cual el Primer Mundo es imperialista y el Tercer Mundo es eternamente progresista, y se pasan por alto factores como la política nacional, el estado de la democracia y la composición y relaciones de clase dentro de estos dos bloques. Las consecuencias de esta falacia pueden ser letales: en nombre del antiimperialismo es posible brindar apoyo no crítico a Estados autoritarios “antioccidentales”, como Rusia y Siria, y, lo que es peor, desestimar luchas populares, movimientos sociales y personas que realizan campañas a favor del socialismo, un régimen más democrático y los derechos sociales en esos Estados. Esto incluye al intelectual marxista ruso Boris Kagarlitsky,[26] un renombrado crítico y opositor a la extrema derecha y el autoritarismo de Putin, y las fuerzas kurdas que lucharon contra los terroristas totalitarios del Daesh e iniciaron la revolución de Rojava (Hoffman y Matin, 2021).
La segunda es la falacia de la rivalidad interimperialista (Hung, 2020). Esta tesis sostiene que el perfil actual de la política internacional es un reflejo de la rivalidad interimperialista entre Occidente, China y Rusia. También es una forma de pensamiento simplista, ya que equipara la expansión política y económica de potencias emergentes y de nivel medio, ya sean democráticas o autoritarias, con experiencias pasadas de potencias imperialistas. Mientras reconocemos el costo humano de este expansionismo no debemos perder de vista el horripilante historial del imperialismo y el colonialismo de Occidente (Sullivan y Hickel, 2022). Además, demuestra una falta de entendimiento de lo que significa la integración en el circuito de capital mundial y el orden internacional para una potencia económica como China y las potencias medias inconformistas, como Turquía y Qatar, que incluye la contención estratégica, la necesidad de nuevos mercados, la legitimidad internacional de su población nacional y la preservación de los intereses de las élites dominantes.
La profundización de las fracturas de la cooperación antagónica
Sobre la base de diversas tradiciones socialistas, el activista-académico Promise Li describe este proceso simultáneo de confluencia y conflicto de intereses entre el imperialismo de Occidente liderado por Estados Unidos y un conjunto de potencias expansionistas, subimperiales y emergentes, como “cooperación antagónica” (Li y Fuentes, 2023). Si bien reconoce la influencia duradera del imperialismo de Occidente, Li y su interlocutor, Federico Fuentes, también señalan las contradicciones de la dispersa coalición de personas que cuestionan el orden internacional liderado por Estados Unidos y los múltiples antagonismos sociales que esta coalición genera, como la represión política a nivel nacional y los costos ambientales y sociales de sus inversiones extranjeras.
Esta interpretación del imperialismo contemporáneo es innovadora y muy necesaria para la reflexión analítica y el activismo. No obstante, los activistas y los movimientos sociales sobre el terreno no siempre pueden darse el lujo de esperar. En ocasiones deben actuar en momentos críticos y en coyunturas geopolíticas que están muy lejos de ser ideales.2 Ello incluye aprovechar las oportunidades que presentan los quiebres dentro de esta cooperación antagónica y utilizar recursos de Estados que compiten contra el dominio de Estados Unidos y Occidente.
Tomemos los ejemplos de China y Qatar. China ha abandonado su política de apoyo a los movimientos revolucionarios, se benefició enormemente de su integración al capitalismo mundial y adoptó un amplio mecanismo de represión interna de la disidencia y las minorías (Byler,2021) en nombre de la estabilidad política y económica a nivel nacional. Sin embargo, nunca participó en aventuras coloniales en el extranjero, intervenciones militares y proyectos de “construcción del Estado”, a diferencia de varias ex potencias coloniales y Estados Unidos. Walden Bello señala que China mantiene en gran medida una postura militar defensiva estratégica, evita una carrera armamentista y solo tiene una base militar en el extranjero, en Djibouti (Bello, 2023).
Además, los efectos negativos de las inversiones económicas de China en el extranjero, especialmente en los derechos laborales, el bienestar de las comunidades locales y el medio ambiente, no son el resultado de la expansión empresarial y el control militar/autoritario apoyados por el Estado en el modo clásico del imperialismo.
En primer lugar, a pesar de sus recientes avances tecnológicos, el auge geoeconómico de China sigue dependiendo del capital extranjero mediante la globalización de la producción a través de las empresas transnacionales de Occidente (Starrs, 2019). Esto demuestra los límites de la ambición económica y la expansión de China y diferencia su desarrollo del de las potencias imperialistas existentes del Norte global. Decir que China es “imperialista” en un sentido leninista es, por consiguiente, un error.
En segundo lugar, la inversión extranjera china y la sed de recursos son consecuencia de la externalización del desarrollo económico del país en la que participan diversos actores estatales y privados, así como empresas (Hofman y Ho, 2012) con diferentes niveles de cumplimiento de las normas laborales y ambientales.
Es decir que la preferencia de la estabilidad nacional, la presencia de actores de desarrollo que compiten entre sí y tienen intereses diferentes, y la relativa dependencia del capital extranjero de los Gobiernos chinos posteriores a Mao imponen un límite considerable a las élites capitalistas, estatales y del partido con intereses imperialistas en China. El legado duradero de la economía moral y el ethos político maoísta/de izquierda de los movimientos laborales y sociales de China (China Labour Bulletin, 2018) también frenan el impulso expansionista de algunas secciones de las élites del país.
Otro ejemplo interesante es el de Qatar, que ocupa una posición diferente a la de China en su dialéctica de cooperación antagónica con Occidente; Qatar es una potencia media independiente, mientras que China es una potencia dominante emergente con una historia socialista. Sin embargo, al igual que China, Qatar tiene su propia cuota de antagonismo con el imperialismo estadounidense y el capital mundial.
Si bien puede ser percibido como otro Estado del golfo con petrodólares, con un Gobierno autoritario y un historial problemático en materia de derechos humanos, que alberga la mayor base militar estadounidense en Oriente Medio, el apoyo de Qatar a Al-Jazeera ha ampliado el alcance de los debates políticos en el mundo árabe y fuera de él, y ha brindado un canal de medios de comunicación alternativo (Miles, 2016) mediante el cual movimientos sociales y causas antiimperialistas pueden expresar sus aspiraciones. La importancia de esta función queda de manifiesto en la cobertura realizada por el canal de la Primavera Árabe y la guerra de Israel en Gaza, así como la creación de su filial estadounidense, AJ+, un canal de noticias de orientación de izquierda con presencia exclusiva en las redes sociales.3
Las pasadas crisis diplomáticas de Qatar con otros estados árabes aliados de Estados Unidos, como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto también sugieren que el país tiene sus propias preferencias geopolíticas y de política extranjera, que fueron utilizadas por movimientos islamistas y populares durante la Primavera Árabe (Ulrichsen, 2014).
Para resumir, las acciones interesadas de Qatar no representan un quiebre con el imperialismo contemporáneo, pero pueden mitigar sus excesos. La decisión de Qatar de prohibir que Estados Unidos utilice su base militar para atacar a Irán (Middle Est Monitor, 2024) es un ejemplo elocuente de ello. Además, su papel como intermediador en el proceso de alto el fuego entre Israel y Hamás (Schaer, 2025) ha demostrado su importancia como alternativa táctica a la geopolítica imperialista.
Las maniobras geopolíticas de estos Estados sirven efectivamente para controlar al imperialismo contemporáneo. La rivalidad geopolítica entre ellos y Occidente ofrece oportunidades para los movimientos sociales progresistas y a quienes representan. Ello no debería ser controvertido; durante decenios, estos movimientos han utilizado estratégicamente financiamiento de donantes de Occidente canalizado a través de organizaciones no gubernamentales en el Sur global. Esta participación estratégica también puede aplicarse a las relaciones tácticas con estos “Estados tapón” y sus recursos pueden servir para combatir el imperialismo occidental sin convertirse en defensores del autoritarismo “antioccidental”.
Estrategias para los movimientos sociales
Las siguientes secciones destacan los modos creativos en que los movimientos sociales en tres regiones del mundo promueven sus objetivos en medio de este nuevo perfil del imperialismo.
Estudio de caso 1: alianzas y redes inesperadas en los movimientos de solidaridad con Palestina
Comencemos por el caso más reciente de movimientos sociales antiimperialistas: los movimientos de solidaridad con Palestina. En respuesta al genocidio, se creó y consolidó de inmediato una amplia alianza a favor de Palestina y de la paz, integrada por una gran diversidad de grupos: organizaciones políticas de izquierda, movimientos sociales progresistas, sindicatos y trabajadores de diferentes sectores, incluidos estudiantes, judíos antisionistas, la comunidad LGBTQ+, comunidades musulmanas, ciudadanos comunes y corrientes, organizaciones palestinas y la diáspora palestina. El movimiento ha utilizado una estrategia múltiple para exigir un alto el fuego permanente y la liberación de Palestina, que ha incluido movilizaciones masivas, esfuerzos diplomáticos y operaciones mediáticas. Estos elementos, de manera ad hoc, se apoyan y refuerzan entre sí y crean alianzas inesperadas y no coordinadas entre diferentes grupos, Estados y redes. Se han organizado manifestaciones callejeras que han contado con la participación de instituciones de importancia simbólica, intelectual y material para Israel y sus defensores de Occidente: las universidades (Wind, 2024). Esta táctica ha cambiado la opinión pública, ya que ha deslegitimado el mito de Israel como bastión de libertad liberal e intelectual y ha cortado vínculos institucionales, financieros y militares que apoyan su ocupación y crímenes de guerra.
Al igual que el retiro de soldados estadounidenses de Vietnam y el boicot del régimen del apartheid en Sudáfrica, esta presión desde abajo ha hecho que países clave, como Sudáfrica y Colombia, expresaran un fuerte apoyo a la causa palestina, como lo demostró el histórico caso de genocidio presentado contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (2024). Además, como consecuencia de esa presión, varios países europeos como España, Noruega, Irlanda y Bélgica se pronunciaran a favor de los derechos humanos del pueblo palestino.
Se podría argumentar que esta es la repetición de las manifestaciones contra la OMC, cuando movimientos anticapitalistas y antiimperialistas unieron fuerzas momentáneamente con Estados del Sur global y lograron detener el avance de una agenda de comercio neoliberal. La condena internacional de Israel en la Asamblea General de las Naciones Unidas cuenta con el apoyo de casi todos los países del Sur global.
En este caso, las maniobras diplomáticas de China y Qatar también desempeñaron un papel importante. China ha mantenido una postura de constante apoyo a la solución de dos Estados y recientemente medió un acuerdo de unidad entre Hamás, Fatah y otras 12 facciones palestinas para la reconciliación nacional y el reconocimiento de la condición de Estado a Palestina (Al-Jazeera, 2024). Mientras tanto, Qatar ha sido mediador en las negociaciones del alto el fuego y la liberación de rehenes israelíes a cambio de la liberación de palestinos detenidos en Israel, para lo cual tiene un cierto poder de maniobra ya que ha brindado refugio a algunos líderes de Hamás. Huelga decir que es preciso reconocer las limitaciones de la política exterior de China y Qatar. China tiene vínculos económicos y militares profundos con Israel (Li, 2023), mientras que Qatar alberga la base área estadounidense de Al-Udeid.
Efectivamente, en ocasiones hay una convergencia de intereses, o incluso de visiones, entre los movimientos de base a favor de Palestina y de la paz en Oriente Medio, y las secciones más progresistas de las élites estatales en países clave del Sur global y Europa, China y Qatar. Ello, sumado al apoyo popular en Oriente Medio a Palestina e incluso a las operaciones guerrilleras de varios grupos armados que luchan contra las fuerzas israelíes y estadounidenses, consolida una amplia alianza no coordinada de actores estatales y de movimientos sociales.
Un factor que contribuye a lo anterior es la resistencia colectiva de los medios contra las narrativas imperialistas de Occidente y la propaganda hasbara. A pesar del sesgo descarado a favor de Israel en los principales medios de noticias occidentales y el financiamiento abundante de la campaña hasbara para lavar la imagen de los crímenes de guerra cometidos por Israel, la cobertura de Al-Jazeera del genocidio en Gaza ha sido un contrapeso importante en esta batalla informativa, ya que como gigante de los medios de comunicación puede competir con sus rivales occidentales en cuanto a la magnitud y los recursos de la cobertura.
Estudio de caso 2: movimientos antiautoritarios en Asia Oriental y Sudoriental
En Asia Oriental y Sudoriental vemos un ejemplo del modo en que los movimientos sociales se enfrentan al capitalismo autoritario y su expansión transnacional. La ola más reciente es la Milk Tea Alliance, una red informal de movimientos antiautoritarios y pro democráticos en Hong Kong, Taiwán y Myanmar, que estuvo activa en 2020 y 2021. Esta alianza liderada por jóvenes combinaba las movilizaciones masivas con la presencia en línea para combatir diferentes tipos de autoritarismo (Khor, 2024): el autoritarismo del partido-Estado chino en Hong Kong y Taiwán; el despotismo monárquico con apoyo militar en Tailandia, y la junta militar en Myanmar. Esta alianza tiene una fuerte dimensión transnacional y en ella se intercambian normas y prácticas de diversos lugares.
Pero, a su vez, Asia Oriental y Sudoriental también tiene una historia más prolongada de movimientos antiautoritarios, cuyas narrativas han tenido una influencia duradera y se han comprometido a contrarrestar el capitalismo/desarrollismo autoritarios y la estructura de poder imperialista en la que se apoyan. Tomemos, por ejemplo, el caso de los movimientos opositores a Marcos o Suharto en Filipinas e Indonesia, respectivamente, la rebelión de Gwangju en Corea del Sur y las diversas protestas en reclamo de justicia agraria, derechos de la tierra, las manifestaciones contra las represas, las huelgas y luchas de los trabajadores, el activismo prodemocrático e incluso la movilización de grupos religiosos progresistas en la región. Estos movimientos pusieron de relieve la complicidad del capital internacional y el respaldo de Occidente y de las instituciones financieras internacionales a regímenes autoritarios y sus seguidores capitalistas locales en Filipinas (Bello, Kinley y Elinson, 1982) e Indonesia (Aditjondro, 1998). Aunque de forma implícita, el espíritu antiimperialista estaba presente en estas movilizaciones antiautoritarias y de movimientos sociales del pasado.
Los movimientos antiautoritarios actuales en la región utilizaron diversas estrategias políticas, de la movilización masiva a las campañas en línea y la cultura popular. También aplicaron tácticas innovadoras. Los manifestantes de Hong Kong, por ejemplo (Gavroche, 2019), utilizaron paraguas negros y escudos para protegerse de las balas de goma y las cachiporras, organizaron protestas itinerantes en lugar de ocupar zonas específicas, llevaron a cabo contravigilancia de informantes de la policía y utilizaron comunicaciones codificadas.
El reclamo de la Milk Tea Alliance de una mayor democratización representó un gran obstáculo al autoritarismo en Estados de Asia Oriental y Sudoriental. Perturbó la cooperación antagonista de esos Gobiernos con el imperialismo de Occidente y allanó el camino para promover una política más progresista más allá de la democracia electoral, como el control popular del capital.
Lamentablemente, este movimiento fue reprimido por el aparato represivo del Gobierno chino y sus líderes fueron recientemente encarcelados o se exiliaron. No obstante, su táctica creativa de enfrentamiento a la violencia policial podría resultar eficaz para movimientos sociales que operan en entornos menos represivos.
Las limitaciones de estos movimientos también se debieron a su falta de consciencia sobre el papel del capital internacional y la dinámica imperialista en perpetuar el autoritarismo en la región, lo cual facilitó su apropiación por las élites occidentales oportunistas, que lo simplificaron como una afirmación del proyecto (neo)liberal. Es lamentable que, por ejemplo, algunos disidentes de Hong Kong, al oponerse al autoritarismo del partido-Estado chino, busquen inspirarse en una versión depurada del “Occidente liberal”, al punto de apoyar el proyecto reaccionario trumpista (Li y Fuentes, 2023). Esta miopía histórica y analítica debilita la capacidad de los disidentes de oponerse a un pilar fundamental del modelo desarrollista autoritario en Asia Oriental y Sudoriental, a saber, la complicidad del interés imperialista y capitalista de Occidente en mantener ese modelo.
Además, a cuatro años de que la alianza surgiera en el escenario político regional, sus principales reclamos siguen estando centrados en la democracia electoral y la protección de los derechos humanos (Phattharathanasut y Teeratanabodee, 2024). Si bien son reivindicaciones importantes, la forma de enmarcarlas puede estar desconectada de los trabajadores y del llamamiento más amplio de justicia social y lucha de clase democrática.
Estudio de caso 3: la relación estratégica de la izquierda latinoamericana con China
Por último, la izquierda en América Latina es un ejemplo de que los movimientos sociales progresistas pueden aprovechar estratégicamente la competencia geopolítica, en este caso la rivalidad entre Estados Unidos y China. Recurrir a China como fuente alternativa de inversión extranjera disminuye la dependencia de América Latina del poder económico y político de Estados Unidos, desvincula a la región del control imperialista estadounidense y podría servir para financiar programas económicos de inspiración socialista.
La opción de recurrir a la inversión extranjera china contribuyó a la campaña electoral de los movimientos de izquierda en América Latina, conocida popularmente como “marea rosa”. Esta articulación política, que combina el populismo de izquierda con diversos grados de políticas económicas socialistas y socialdemócratas, promovió una serie de proyectos económicos antineoliberales y antiimperialistas, desde amplios programas de bienestar social, intentos de nacionalizar las principales empresas económicas y la creación de instituciones financieras alternativas, como el Banco de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y el Nuevo Banco de Desarrollo de BRICS (Patterson, 2024).
La aplicación de estos programas has sido un proceso político y tecnocrático complejo y difícil, que ha afrontado críticas considerables, pero era necesario desvincular y mejorar la fuerza productiva de la economía para que las fuerzas de izquierda intentaran promover un programa socialista y la democratización en una región dominada por Washington y con una historia de dictaduras respaldadas por Estados Unidos. Como observó Ivo Ganchev (2020), los acuerdos comerciales y de inversión, y los préstamos de China representaron alternativas para países como Ecuador y Bolivia a las instituciones financieras lideradas por Estados Unidos y marcaron un quiebre visible con el imperialismo económico estadounidense. También contribuyeron a revitalizar el espíritu de la cooperación Sur-Sur en el auge del periodo de descolonización.
Obviamente, no todas las inversiones chinas pueden considerarse fundamentalmente benignas. Hay empresas capitalistas chinas que poseen un historial cuestionable en materia de derechos laborales y ambientales. Asimismo, el capital chino no garantiza una mayor democratización de la economía, especialmente de los medios de producción, por parte de los trabajadores. Es preciso realizar una evaluación crítica y velar por que las relaciones con China beneficien a los trabajadores y, al mismo tiempo, reconocer que la tarea de construir alternativas humanas no capitalistas es agotadora.
Desde la primera ola de Gobiernos de la “marea rosa” ha habido retrocesos, como la victoria de las fuerzas reaccionarias en Argentina y Ecuador, y la crisis en Venezuela, que ha dejado a sectores populares atrapados entre el autoritarismo de Nicolás Maduro y las conspiraciones imperialistas estadounidenses para dar un golpe de Estado (Kappeler, 2024). Sin embargo, aún se pueden extraer lecciones importantes y nuevas oportunidades en la segunda ola de la “marea rosa”, específicamente en Brasil y México (Singer y Rugitsky, 2024).
Conclusiones
La historia de la geopolítica actual sigue siendo la historia de un orden internacional occidental liderado por Estados Unidos, pero un orden que afronta cada vez más cuestionamientos de Estados rivales y movimientos populares. Los cambios recientes en la política, la economía y el poder militar a nivel mundial, marcados recientemente por la amplia oposición popular a la guerra de Israel en Gaza, apoyada por Occidente, parecen confirmar este análisis.
El surgimiento de Estados que podrían reemplazar el domino estadounidense no significa necesariamente que estemos en la antesala de una nueva era progresista. Sin embargo, representa una oportunidad para los movimientos sociales de oponerse al imperialismo de Occidente. Estos Estados subimperiales, emergentes y expansionistas quizá estén ligados en la práctica a relaciones dialécticas de cooperación antagónica con el antiguo control imperial y régimen autoritario, pero en determinadas circunstancias, podrían compartir los mismos intereses que la clase trabajadora.
Se trata de una convergencia de intereses, e incluso de valores, entre su orientación de política exterior y los objetivos antimperialistas y antineoliberales de muchos movimientos sociales del Sur global. Sin hacer apología del autoritarismo, los movimientos sociales deberían aprovechar estas oportunidades para promover sus objetivos y enfrentarse el imperialismo de manera eficaz.
El movimiento de solidaridad con Palestina, los movimientos antiautoritarios de Asia Oriental y Sudoriental, y la izquierda latinoamericana han resistido el autoritarismo o imperialismo capitalista. Algunas de sus estrategias y tácticas son incipientes y están plagadas de contradicciones, pero brindan puntos de referencia para acciones y políticas futuras. Del mismo modo, estos movimientos han demostrado, en diverso grado de claridad y éxito, los vínculos entre el despotismo y el imperialismo a nivel nacional y el dominio del capital internacional.
La coyuntura actual de la geopolítica mundial también podrían generar oportunidades para una solidaridad transnacional más amplia, como demuestra la declaración de solidaridad con el pueblo palestino de activistas ucranianos anti Putin (Ukraine-Palestine Solidarity Group, 2023).
No obstante, el principal reto de cara al futuro sigue siendo la tarea de desmantelar el imperialismo económico. Los tres ejemplos de movimientos sociales que hemos destacado se han centrado fundamentalmente en la oposición al poder político del imperialismo y del capitalismo autoritario. Pero resulta más difícil combatir el poder económico del imperialismo y proponer alternativas a este, especialmente mediante el aumento de la fuerza productiva de las economías del Sur global, la creación de programas internacionales de financiamiento para el desarrollo y la democratización de los lugares de trabajo en grandes empresas. Estas deben ser las tareas futuras de todo movimiento social progresista de orientación antiimperialista.
Traducción: Mercedes Camps
NOTAS
1 Véase también Zafirovski (2021). Agradezco a Coen Husain Pontoh por compartir esta referencia.
2 Hasta los revolucionarios de Rojava, quizá uno de los movimientos sociales más idealistas de los últimos años, tuvieron que reconciliar sus visiones de democracia directa y socialismo libertario con la difícil realidad de gestionar una economía de guerra y
promover la participación directa de una población cansada. Para obtener información más actualizada sobre la revolución de Rojava, véase Wimmer (2024, pp. 1-24).
3 Para más información sobre la orientación de izquierda de AJ+, véase su perfil mediático en https://www.ajplus.net/about
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Iqra Anugrah es investigador invitado del Instituto Internacional de Estudios Asiáticos [IIAS] de la Universidad de Leiden. Además, es investigador adjunto del Instituto de Investigación Económica
y Social, Educación e Información [LP3ES] en Yakarta. Tiene varias publicaciones sobre la política de desarrollo y los movimientos sociales y, actualmente, está investigando la teoría política del conservadurismo en la era moderna en Indonesia y la historia de las comunas asiáticas. También es miembro activo de varias organizaciones populares y coaliciones en Indonesia, como las redes de progresistas religiosos y activistas por los derechos agrarios y laborales.
Un pacto transatlántico. La sumisión definitiva de Europa al imperio estadounidense
Un pacto transatlántico
La sumisión definitiva de Europa al imperio estadounidense
Juan Lovera
Traducción al español: Álvaro Queiruga
Ilustración de Shehzil Malik
¿Por qué la Unión Europea ha permanecido mayormente subordinada a los intereses de Estados Unidos, incluso cuando estos no benefician a sus élites? Es importante examinar los vínculos estructurales que unen a la Unión Europea y Estados Unidos para impulsar una Europa basada en los principios de solidaridad y cooperación, y no en la competencia y la explotación.

La empresa neerlandesa ASML Holding es la posesión más valiosa de la industria europea de semiconductores y un elemento esencial en la estrategia de la Unión Europea (UE) en este sector. ASML es una de las pocas empresas del mundo que produce máquinas de fotolitografía necesarias para fabricar chips informáticos. Dada su posición de liderazgo en esta industria mundial, exporta a China y Estados Unidos, y es precisamente ahí donde comienzan sus problemas. En el contexto de la Nueva Guerra Fría —la creciente tensión geopolítica entre Estados Unidos y China—, Washington ya no acepta que una empresa en un sector tan estratégico opere en el mercado chino y también en el europeo y el estadounidense. Tras un primer intento fallido en 2018, en 2023 Estados Unidos presionó al Gobierno de los Países Bajos para que limitara las exportaciones de equipos de producción de chips a China. Actualmente, el Gobierno neerlandés no tiene previsto renovar los permisos de exportación de ASML a China.
Gracias a la presión de Estados Unidos, Europa y los Países Bajos podrían perder su liderazgo en la industria de semiconductores. Al excluir a China, los Países Bajos no solo sufrirán pérdidas económicas, sino que también se debilitará su capacidad de investigación. China es un mercado demasiado grande como para prescindir de él. Países con industrias importantes de semiconductores, como los Países Bajos, Japón y Corea del Sur, tendrán que elegir entre sus propios intereses económicos o los intereses políticos de Estados Unidos. Hasta ahora, ninguno se atrevió a rebelarse.
Esta experiencia ilustra un fenómeno mucho más amplio en la política exterior de la UE: una sumisión deliberada y voluntaria a Estados Unidos que suele ser contraria a los intereses económicos y sociales de los países europeos. Por lo menos desde 1945, Europa (Occidental) ha seguido en líneas generales la política exterior estadounidense. Aunque en ocasiones algunos países procuraron una mayor autonomía estratégica, siempre terminaron sometiéndose al imperio de Estados Unidos.
Esto obedece a tres factores principales: la interdependencia económica, la dependencia de Europa ante Estados Unidos y la OTAN en materia de defensa y el derrotismo intelectual de gran parte de la política europea mayoritaria. Estos factores deben explicarse y analizarse en su contexto histórico para comprender cómo surgió esta relación entre Estados Unidos y Europa.
Las finanzas de posguerra y cómo se dio la interdependencia entre Europa Occidental y Estados Unidos1
El dominio estadounidense en Europa Occidental se remonta al final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando Estados Unidos desempeñó un papel crucial en la financiación de las potencias de la Triple Entente (Francia, Gran Bretaña y Rusia),2 lo que trasladó el centro financiero del mundo de Londres a Nueva York. Al prestarles 1.700 millones de dólares a Gran Bretaña y Francia, Estados Unidos se consolidó como una potencia económica clave. (Van Der Pijl, 1984, p. 42).
Cuadro 1. Productos adquiridos con dólares estadounidenses: porcentaje de materiales de guerra vitales adquiridos por el Reino Unido en el extranjero, 1914-1918.

Fuente: Elaboración propia.
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos intentó desvincularse de Europa, pero luego en 1941 se incorporó a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) del lado de los Aliados, reforzando la integración de las economías de Estados Unidos y Europa Occidental. El Plan Marshall, iniciado en 1948, marcó una nueva fase de integración económica transatlántica. Este programa de ayuda buscaba contrarrestar la influencia soviética y promover la economía capitalista y de libre comercio. Al inyectar volúmenes considerables de asistencia financiera, Estados Unidos buscó reconstruir las economías europeas de posguerra y generar condiciones favorables para su propia expansión comercial. Al condicionar la ayuda a la liberalización del comercio, el Plan Marshall excluyó caminos alternativos de desarrollo para Europa Occidental y aseguró el dominio del capital estadounidense. En un principio, el Plan impulsó las exportaciones comerciales de Estados Unidos, pero luego el capital estadounidense se concentró en la inversión directa en los mercados europeos.
El Plan Marshall también fue un medio para impulsar la integración europea. Bajo la influencia de Estados Unidos, Francia abandonó su política exterior antialemana y apoyó la propuesta Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que fue el primer paso en el proceso de integración europea. En sus comienzos, el Plan Marshall tuvo una concepción universalista que buscaba incluir a la antigua Unión Soviética en el sistema capitalista internacional. Sin embargo, a medida que se intensificaba la Guerra Fría y quedaba claro que Moscú no abandonaría el socialismo, se descartó la estrategia universalista.(Van der Pijl, 1964, 156). A finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, el anticomunismo se convirtió en un factor de unificación del capital europeo y el estadounidense. Este proceso combinó el mantenimiento del statu quo en las (ex)colonias –con el fin de apaciguar a potencias coloniales como Francia y Gran Bretaña– con el anticomunismo, que rápidamente se convirtió en el eje central de la política exterior de Estados Unidos.
Garantías de seguridad e intervencionismo liberal: la OTAN
Paralelamente a la integración económica, Estados Unidos estableció una nueva arquitectura de seguridad centrada en la OTAN. Creada en 1949, su propósito era esencialmente anticomunista, al ofrecer garantías de seguridad contra la antigua Unión Soviética y mantener el statu quo. Al principio, Francia veía con escepticismo a la OTAN y, en 1966, se retiró de su Estructura de Mando Militar para reafirmar su autonomía estratégica mediante el desarrollo de un programa propio de armas nucleares. Aunque Francia se reincorporó a la Estructura de Mando en 2009 y consolidó un estatus especial dentro de la OTAN, ello no alteró las motivaciones de seguridad anticomunistas que llevaron originalmente a Francia y otros países de Europa Occidental a incorporarse a la alianza.
Mapa 1

Fuente: Elaboración propia.
En 1962, el presidente Kennedy declaró que Estados Unidos “no considera a una Europa fuerte y unida como rival, sino como socia. Apoyar su progreso ha sido el objetivo fundamental de nuestra política exterior durante 17 años”.3 La OTAN se convirtió en la institución central de vinculación militar entre Europa y Estados Unidos, sin entrar en conflicto con la integración europea. Ello no significa que no existieran tensiones dentro de la alianza. Washington resistió los llamamientos de sus aliados europeos a compartir una mayor responsabilidad en la defensa nuclear, que fue uno de los motivos por los cuales Francia decidió desarrollar su propio programa de armas nucleares. Estados Unidos tampoco vio con buenos ojos la Ostpolitik de Alemania Occidental y Francia –su política de normalización de las relaciones con el bloque soviético–. También hubo puntos de fricción relacionados con la descolonización y el Movimiento de Países No Alineados. La oposición estadounidense a la intervención de Francia, Gran Bretaña e Israel durante la Crisis de Suez de 1956 es un ejemplo de ello.
Creada durante la Guerra Fría, la OTAN se transformó tras el colapso de la Unión Soviética, ya que pasó a ser un vehículo para la proyección internacional del poder estadounidense, se expandió hacia Europa oriental y adoptó un plan de seguridad más amplio frente a las amenazas transnacionales. Como se ha visto, la OTAN fue fundamental para vincular a Europa con Estados Unidos. Los acuerdos bilaterales de defensa entre los Gobiernos europeos y Washington fueron equivalentes a reconocer su condición de Estados clientelares. La naturaleza multilateral de la OTAN permitió a los Gobiernos europeos quedar sujetos al dominio estadounidense sin perder su prestigio. Así, la OTAN se convirtió en un instrumento para la proyección del poder estadounidense en todo el mundo. En este período, Francia intentó nuevamente adquirir una mayor autonomía estratégica dentro de la alianza, pero Estados Unidos mantuvo un control firme.
Una preocupación constante en las relaciones entre Europa y Estados Unidos era que los miembros de la OTAN debían destinar un mayor porcentaje de su producto interno bruto (PIB) al gasto en defensa, más conocido como el reparto de cargas de la OTAN. Al finalizar la Guerra Fría, la mayoría de los miembros de la OTAN redujeron considerablemente sus presupuestos de defensa como parte del llamado dividendo de la paz. Dado que los países de la UE dedicaban a la defensa un porcentaje inferior de su PIB en comparación con el de Estados Unidos, el Gobierno estadounidense –y la industria de la defensa– consideraban que los europeos no aportaban lo que les correspondía. Estados Unidos comenzó a criticar el “gasto insuficiente” de la UE en defensa durante la presidencia de Barack Obama (2009-2017), y esta crítica alcanzó su punto culminante bajo la presidencia de Donald Trump.
El doble impacto de Trump y Brexit
Durante decenios, Europa Occidental y Estados Unidos parecían comprometidos a garantizar mutuamente sus papeles protagónicos en los asuntos internacionales y en sus economías, cada vez más integradas. La crisis financiera mundial de 2008 así lo demostró cuando la crisis bancaria de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos tuvo su repercusión casi inmediata en Europa –y otras partes del mundo–, lo que provocó una profunda recesión en algunas de las economías europeas más alineadas con Estados Unidos (Varoufakis, 2011, p. 204).
En el ámbito militar, muchos Estados europeos fueron en gran medida cómplices de las acciones estadounidenses a través de su participación activa en la OTAN. Algunos ejemplos destacables son la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) de la OTAN, que ocupó Afganistán durante 13 años, y la intervención militar en Libia en 2011.
El predominio estadounidense sobre Europa en los ámbitos militar y económico parecía seguro hasta 2016, cuando la combinación del reñido resultado del referéndum en Gran Bretaña para abandonar la UE –Brexit– y la elección de Trump en Estados Unidos pusieron de manifiesto numerosas grietas en las relaciones entre Europa y Estados Unidos.
Brexit afectó considerablemente la relación entre la UE y Estados Unidos, actuando como catalizador para que el bloque buscara una mayor autonomía estratégica. Aunque no fue el único factor, Brexit, junto con la presidencia de Trump, impulsó a la UE a reevaluar su papel internacional y buscar una mayor independencia de Washington. Cabe destacar que Gran Bretaña había sido un intermediario clave entre Estados Unidos y la UE, y antes de Brexit había desempeñado este papel especialmente en negociaciones sobre política comercial y cooperación en materia de seguridad.
El programa “Estados Unidos primero” del presidente Trump consideraba a la UE y China como competidores económicos. Esto llevó en 2018 a la aplicación de aranceles al aluminio y el acero, lo que provocó que el bloque europeo respondiera con aranceles propios. La administración de Trump también dejó sin efecto el mecanismo de solución de controversias de la Organización Mundial del Comercio (OMC), justo cuando los países europeos pretendían disputar los aranceles estadounidenses (Roos y Schade, 2023). Además, Estados Unidos se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear con Irán y del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Tanto Estados Unidos como China estaban en vías de adoptar políticas contrarias a algunos principios clave de la OMC, fundamentales para el desarrollo de la UE. Esto allanó el camino a nuevas políticas europeas, especialmente en lo referente al apoyo estatal a las empresas para garantizar el suministro de materias primas.
En el ámbito de la seguridad, Estados Unidos retiró tropas de Alemania y Afganistán sin consultar a sus aliados europeos. También amenazó con abandonar la OTAN, más que nada porque el Gobierno de Trump consideraba que los europeos no estaban pagando lo que les correspondía. En 2018, Trump resumió la posición de su país de la siguiente manera:
“Estados Unidos paga casi el 90 por ciento de lo que cuesta proteger a Europa. Creo que eso es maravilloso. Le dije a Europa: ‘amigos, la OTAN los beneficia más a ustedes que a nosotros’. Créanme. Países pequeños, países grandes, supuestamente debemos proteger a todos estos países. Les dije: ‘miren, es muy sencillo. Tienen que pagar. Tienen que pagar su factura’” (Benítez, 2018).
No es de extrañar que, tras decenios de integración económica, la UE también haya desarrollado una tipo de política de defensa común. Para que se concretara solo hacían falta las condiciones políticas adecuadas. La presidencia de Trump y Brexit generaron esas condiciones y motivaron al bloque a buscar una mayor autonomía estratégica (Schade, 2023; Blanc, 2024; Knutsen, 2022). Este concepto sigue estando mal definido, pero puede entenderse como la necesidad de la UE de desarrollar capacidad militar para actuar de forma independiente en el escenario mundial, especialmente en situaciones donde los intereses de Estados Unidos y el bloque no coinciden. Otro factor que influyó en esta búsqueda de autonomía estratégica fue la energía. La UE se volvió más dependiente de Estados Unidos en materia energética, especialmente desde 2022, cuando intentó ponerle fin a su dependencia del gas ruso tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia.
Gráfico 1

Nota: En el eje horizontal, Dec. equivale a diciembre,
Aug. equivale a agosto y Apr. equivale a abril.
Fuente: B. Setser (2023).
En los años transcurridos desde Brexit y el primer mandato de Trump, la UE tomó varias medidas para fortalecer su soberanía, especialmente en los ámbitos de la seguridad y la defensa. Revitalizó iniciativas de defensa como la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), un marco basado en tratados para que los 26 Estados miembros participantes (excepto Malta) planifiquen, desarrollen e inviertan conjuntamente en capacidades de defensa colaborativas, mejoren la preparación operativa y la contribución de sus fuerzas armadas, y aumenten los presupuestos de defensa.[11] También estableció el Fondo Europeo de Defensa (FED) en 2021. Con un presupuesto de 8 mil millones de euros, supone un cambio significativo, ya que permite a la UE financiar directamente proyectos militares (Ruiz et al., 2021). El Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (FEAP), que brinda financiación para operaciones militares y asistencia en terceros países, también se creó en 2021. Ha sido criticado por ser un subsidio encubierto a las exportaciones de armas europeas, ya que puede utilizarse para suministrar armas y formación militar a fuerzas extranjeras. Por último, en 2019 se creó la nueva Dirección General de Industria de Defensa y Espacio de la Comisión Europea, que se encarga de promover la competitividad e innovación de la industria armamentista europea.
El gasto en defensa de la UE ha aumentado constantemente desde 2014 y está previsto que alcance los 326 mil millones de euros en 2024.(Dell’Anna, 2024). La industria armamentista estaba preparada para lucrar con este incremento, a menudo con consecuencias devastadoras para las personas en países no miembros de la UE. Un informe del TNI (Apostolis y Ní Bhriain, 2021) estableció un vínculo entre las armas que venden los fabricantes europeos y el desplazamiento forzado en la República Democrática del Congo, Irak, Nagorno-Karabaj en Azerbaiyán y Siria. En un estudio sobre Libia, el TNI concluyó que las armas europeas se utilizan como un instrumento para desplazar poblaciones y, a la vez, impedir que migren hacia la UE (Apostolis Y Ní Bhriain, 20219. Pero también tiene graves consecuencias para la ciudadanía europea. Los miles de millones de euros que se gastan en defensa no se invierten, por tanto, en servicios de salud, vivienda, educación, infraestructura u otras necesidades básicas.
¿Juntos de nuevo y mejor que nunca? China, Ucrania y Gaza
Las economías de la UE y Estados Unidos se han integrado aún más desde la crisis financiera mundial y ahora son los principales socios mutuos en materia de comercio e inversión. El comercio transatlántico ascendió a 1,2 billones de euros en 2021, aunque esta cifra queda chica en comparación con la relación de inversión entre ambos. La UE tiene 2,1 billones de euros en monto acumulado de inversión extranjera directa saliente y recibe 2,3 billones en monto acumulado de inversión extranjera directa proveniente de Estados Unidos. La inversión total de Estados Unidos en la UE cuadruplica su inversión en la región de Asia y el Pacífico. Las inversiones de la UE en Estados Unidos son diez veces mayores que las de India y China juntas (Comisión Europea, 2022). Esto se refleja en ventas derivadas considerables –las ventas de una entidad controlada directa o indirectamente por una empresa–,que consolidan aún más la interdependencia económica. Las ventas derivadas estadounidenses en el extranjero alcanzaron los 3,1 billones de dólares en 2021, superando las exportaciones totales de Estados Unidos.
Otro indicador clave de la interconexión de estas economías es el alto nivel de comercio intraempresarial. En 2020, el 65% de las importaciones estadounidenses desde la UE y Gran Bretaña fueron intraempresariales, un patrón que se repite en las exportaciones. Esta cifra es considerablemente mayor que otras regiones y demuestra hasta qué punto están integrados los procesos productivos de las empresas estadounidenses y europeas (Hamilton y Quinlan,2023, p. 9). Este entrelazamiento económico es la culminación de más de 50 años de integración transatlántica impulsada por Gobiernos de todo signo en Europa y Estados Unidos.
Esta integración económica beneficia considerablemente a las empresas transnacionales, que pueden ejercer presión para liberalizar normas comerciales, debilitar regulaciones y conseguir acceso preferencial a fondos públicos. Los grandes actores financieros, como los principales bancos y fondos de inversión, también desempeñan un papel clave en la elaboración de regulaciones financieras y se benefician de la integración de los mercados financieros. Un ejemplo claro de ello es que ABN AMRO formó parte de un «grupo de expertos» que configuró la liberalización de los mercados financieros (Haar, [2022] 2024, p. 199). Esta liberalización hizo que los mercados financieros de la UE se parecieran más a los de Estados Unidos, lo que reforzó la integración. Esta es una de las razones por las cuales la crisis financiera mundial tuvo tanto impacto en ambos lados del Atlántico. Un patrón similar se observa en el sector tecnológico, donde empresas estadounidenses como Google, Microsoft y Meta (Facebook y WhatsApp) se benefician de la Ley de Mercados Digitales de la UE, que no aborda su control de la infraestructura digital y, por lo tanto, no desafía su posición dominante (Haar, [2022] 2024, p. 199).
El Gobierno de Joe Biden (2021-2025) restableció cierta normalidad en la Casa Blanca tras el primer mandato de Trump y asumió el compromiso de reparar la relación transatlántica y “restaurar el liderazgo mundial de Estados Unidos” (Varma et al., 2020). Se esperaba que el intervencionismo estadounidense, con el respaldo de la UE, volviera a definir al planeta de conformidad con sus intereses. Sin embargo, parte del legado de Trump se mantuvo. Continuaron los intentos de la UE de reafirmar su autonomía estratégica, mientras que el Gobierno de Biden se negó a eliminar los aranceles impuestos por el Gobierno anterior y las cuestiones sobre el reparto de cargas dentro de la OTAN siguieron sin resolverse. Otra fuente de divergencia fue la postura frente a China. Mientras que Estados Unidos adoptó una posición cada vez más hostil, la UE fue inicialmente mucho más cautelosa, habida cuenta de sus importantes vínculos económicos con el país asiático. La recuperación tras la crisis de COVID-19 en general fue más lenta en la UE que en Estados Unidos, a lo que se sumó una crisis energética tras la imposición de sanciones adicionales a los combustibles fósiles provenientes de Rusia como consecuencia de la invasión a gran escala de Ucrania en 2022.
Sin embargo, a medida que recrudece la Nueva Guerra Fría, la UE ha adoptado una postura más cercana a la de Estados Unidos, centrándose en la desvinculación y la reducción de riesgos con China (Brinza et al., 2024). Esto no beneficia ni al capital ni a la mano de obra de la UE, ya que implica una transformación económica sumamente compleja mientras las consecuencias de la COVID-19 y la guerra de Rusia contra Ucrania siguen sin resolverse. La participación europea en la Nueva Guerra Fría es quizás el mejor ejemplo de su continua sumisión a Estados Unidos.
La UE también ha mantenido su agresiva política comercial. Los tratados de libre comercio son en la práctica acuerdos neocoloniales que perpetúan la dependencia de los países de bajos ingresos como proveedores de materias primas. En los últimos años, esta forma de libre comercio recibió críticas de políticos de izquierda que destacan que, con frecuencia, solo beneficia al capital a expensas del medio ambiente y los trabajadores. La competencia entre Estados Unidos y China puso a la geopolítica por encima de la ideología, haciendo cada vez más palpable la contradicción entre la retórica de libre comercio que predica la UE en el exterior y las prácticas proteccionistas que aplica internamente. Esto queda de manifiesto en los renovados enfoques industriales que desafían el dogma y las prácticas del libre comercio. Tras la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos, la UE presentó su propia política industrial en el intento de contrarrestar la estadounidense (Swanson et al., 2023) Sin embargo, la UE sigue impulsando agresivamente nuevos acuerdos de libre comercio, con el argumento de que deben concretarse por temor a «perder» una región o país frente a China. Además, dada la necesidad de la transición energética, la UE ha empleado diversos instrumentos comerciales para asegurar el suministro de materias primas esenciales (Muller, Ghiotto y Bárcena, 2024).
La guerra en curso de Rusia contra Ucrania también aumentó la dependencia europea de Estados Unidos, ya que para muchos países significó romper con la dependencia del gas ruso que habían desarrollado desde el final de la Guerra Fría. Como Alemania era uno de los países más dependientes del gas ruso, la consiguiente crisis energética sumió a gran parte de la UE en una recesión económica, que benefició únicamente a las empresas interesadas en la infraestructura del gas natural licuado (Haar, [2022], 2024, p. 275) Esto no solo generó facturas energéticas mucho más altas para la población de la UE y el Reino Unido, sino que también aumentó la dependencia de Estados Unidos, que se convirtió en exportador neto de energía en 2019 (US Energy Information Administration, 2016). El precio relativamente alto de la energía en la UE también ayuda a explicar el desigual desempeño económico de muchos Estados miembros de la UE y Estados Unidos.
Gráfico 2
Fuente: Consensus Economics (2024).
La dependencia militar transatlántica también se vio fortalecida en este proceso. De hecho, la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania podría haber salvado a la OTAN tras la desconfianza sembrada durante el primer mandato de Trump, y sin duda impulsó la remilitarización de Europa, ya que la mayoría de los miembros europeos de la OTAN gastan actualmente más de la meta del 2% de su PIB en defensa. A mediados de mayo de 2022, los estados miembros de la UE anunciaron un aumento de casi 200 mil millones de euros en el gasto militar para los años siguientes (Akkerman y Ní Bhriain, 2024b) Esto representa una bonanza para los complejos militar-industriales a ambas costas del Atlántico. Los miembros de la OTAN han donado más de 100 mil millones de euros en armas a Ucrania.[26] Además, el conflicto generó un pico en las ventas de armas estadounidenses, que en 2023 alcanzaron su máximo histórico de 238 mil millones de dólares (Matza, 2024).
La UE y Estados Unidos también son cómplices del genocidio que Israel está perpetrando en Gaza. Mientras Estados Unidos proporciona el 65% de todas las armas que Israel importa, Alemania e Italia también apoyaron activamente a Israel con armamento, aunque la mayoría de su población se oponga (Middle East Monitor, 2024; Gritten, 2024). El Parlamento Europeo condena sistemáticamente toda crítica al apoyo incondicional a Israel y no le pide cuentas a ese país. Los motivos de la lealtad de la mayoría de los Gobiernos europeos hacia Israel varían. En Alemania, la compleja interacción entre la desnazificación incompleta en Alemania Occidental y la idea de la «redención a través del recuerdo” explica en parte por qué el apoyo a Israel es considerado la razón de Estado del país europeo(Marwecki, 2024). En países como Hungría, la solidaridad entre conservadores reaccionarios y los valores islamófobos comunes pesan más que el antisemitismo en el vínculo entre Netanyahu y Orban (Zsurzsán, 2024). Pero una razón compartida por todos es que, para Estados Unidos y la mayoría de los Gobiernos europeos, Israel representa un puesto de avanzada militar que, junto con Arabia Saudita y las monarquías del golfo, es crucial para controlar Oriente Medio, sus recursos energéticos y sus rutas marítimas (Hanieh, 2024). Además, la agresión israelí hacia sus países vecinos implica un beneficio para sus respectivos complejos militares-industriales. Esto llevó a que 426 millones de euros del dinero de contribuyentes europeos se destinaran a financiar empresas que arman a Israel, mientras que miembros del Gobierno israelí han sido acusados formalmente por la Corte Penal Internacional de cometer crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y genocidio (Akkerman y Ní Bhriain, 2024a).
Gráfico 3

Fuente: Karl Institute for the World Economy/BBC (2024). Las cifras también incluyen la ayuda
financiera con fines militares.
Así, la UE parece sometida a los intereses de Estados Unidos, incluso cuando no benefician a su capital ni a sus aliados políticos. Esto resulta más evidente en los Países Bajos. Aunque Estados Unidos aprobó una ley que le habilitaría invadir La Haya si algún miembro de sus fuerzas militares llegara a ser juzgado en la Corte Penal Internacional o la Corte Internacional de Justicia, el Gobierno neerlandés parece empeñado en ser el Estado miembro de la UE más fiel a los intereses estadounidenses. Esto significa que acepta con gusto almacenar armas nucleares estadounidenses sobre las que no tiene control (NOS, 2023). Esto no solo implica ceder la soberanía neerlandesa, sino que también convierte a la base aérea de Volkel y al resto de los Países Bajos en un objetivo para cualquier país que posea armas nucleares y decida utilizarlas. En un caso similar que antepone los intereses de Estados Unidos a los de sus propios ciudadanos, el Gobierno neerlandés impidió la reducción del número de vuelos en el aeropuerto de Schiphol tras presiones de Estados Unidos y la UE, aunque así lo reclamaban desde hace años los habitantes de ciudades y pueblos cercanos al aeropuerto (NOS, 2023).
Derrotismo intelectual y atreverse a soñar con un futuro mejor
En ambas costas del Atlántico, la centroizquierda y la centroderecha llegan a ser, en ocasiones, casi indistinguibles en cuanto a su visión política, política económica y relaciones internacionales. Desde los últimos años de la Unión Soviética y la independencia de los países del antiguo Pacto de Varsovia, estos dos extremos del espectro político mayoritario insisten en que no existe alternativa a la liberalización y la mercantilización, garantizando así la supremacía del capital privado. El pensamiento neoliberal domina casi todos los movimientos políticos mayoritarios desde entonces.
Esto engloba el derrotismo intelectual que se observa en todo el espectro político de la UE, quizás especialmente en la izquierda. Tradicionalmente, la izquierda europea insistió más que la derecha en la necesidad de un contrato social fuerte con redes de protección para hacer frente a las crisis constantes del capitalismo. Sin embargo, la centroizquierda parece no tener más voluntad de abordar las fallas estructurales o de soñar con un mañana mejor. Esto explica en parte por qué Europa Occidental sigue alineada con Estados Unidos en su política exterior. Los socialdemócratas fueron, después de todo, los principales arquitectos de la remilitarización de Alemania, una consecuencia derivada de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia. En la centroderecha el capitalismo nunca ha sido objeto de un debate serio. Los partidos liberales y democratacristianos de Europa Occidental fueron clave en la difusión del pensamiento (neo)liberal y el intervencionismo.
Recientemente, la centroderecha ha tendido a ser más expresamente antiinmigrante y xenófoba. Esto también debe entenderse en el contexto del ascenso de la extrema derecha. Las políticas neoliberales destruyeron el Estado de bienestar, y sin este y sin las políticas redistributivas, los partidos liberales derivaron hacia posiciones más derechistas. Esto hizo que estos partidos liberales, como el VVD en Países Bajos, comenzaran a defender políticas de extrema derecha y reforzaran su aparato represivo, que vigila los barrios obreros y las fronteras internacionales. Al adoptar políticas de extrema derecha, los partidos liberales contribuyeron a normalizarla. En consecuencia, los liberales y la extrema derecha unieron fuerzas para excluir a la izquierda del poder institucional. Los partidos liberales y la extrema derecha comparten prácticamente la misma política de clase y, en Europa Occidental y Estados Unidos, también existe un alto grado de consenso en mantener la hegemonía estadounidense (Prashad, 2024). El espectro político entero parecería desplazarse hacia la derecha, y las políticas reaccionarias se normalizan cada vez más.
Algunas de las principales instituciones estadounidenses y europeas han fomentado este derrotismo. La UE y el Tratado de Maastricht, por ejemplo, son instituciones neoliberales concebidas en oposición al anterior consenso keynesiano y socialdemócrata (Haar, [2022] 2024, p. 18). En cuanto a política exterior, grupos de estudios como el Atlantic Council, el International Institute for Strategic Studies, el Center for Strategic and International Studies y Chatham House en Gran Bretaña tienden a incidir en los Gobiernos de Estados Unidos y la UE para que adopten una política exterior similar, sus «opiniones expertas» refuerzan el consenso de una Europa que sigue a Estados Unidos. Las universidades también desempeñan un papel importante en el desmantelamiento del antiguo consenso. En Estados Unidos, la Universidad de Chicago fue el ejemplo más notorio, pero la mayoría de los países de la UE y el Reino Unido tienen al menos una universidad que cumple una función similar. En las reuniones anuales del Foro Económico Mundial en Davos, representantes de estas instituciones, junto con líderes empresariales, se reúnen con políticos y se genera un nexo donde convergen poder e ideas. El antiguo consenso keynesiano desapareció y ha sido reemplazado por un nuevo consenso ostensiblemente despolitizado que se presenta como pragmático y racional.
Simplemente no existe voluntad ni creatividad para imaginar una política exterior diferente dentro del espectro político dominante. El capital europeo ha interiorizado el excepcionalismo estadounidense y no logra, o teme, imaginar un mundo donde Estados Unidos ya no sea la potencia mundial dominante. Esta idea también es influyente entre las y los ciudadanos de Europa y Estados Unidos, que ven al mundo como un juego de suma cero donde perderán privilegios si decae su estatus internacional. Este statu quo es en parte consecuencia de la participación de los Gobiernos europeos en el imperio estadounidense, y de los recursos e influencia que otorga a Europa. Con el nombramiento de Mark Rutte como Secretario General de la OTAN, la lealtad de los Países Bajos al imperio estadounidense fue recompensada con la celebración de la cumbre de la OTAN en La Haya en junio de 2025.
Herbívoros y carnívoros
En un discurso pronunciado en Madrid en 2022, Josep Borrell, vicepresidente de la Comisión Europea y alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, reflexionó sobre las repercusiones en Europa de la invasión rusa en Ucrania. Subrayó que la guerra “es un despertar de nuestro proyecto inicial, un proyecto de paz que dejó de lado la lucha por el poder y utilizó el poder blando, el comercio y el derecho como armas”. Concluyó que “debemos tomar conciencia de que eso no basta, porque los europeos no podemos ser herbívoros en un mundo de carnívoros” (González, 2022).
¿Quiénes son estos “carnívoros” a los que se refiere Borrell? Estados Unidos y China destacan claramente. Con la segunda presidencia de Trump, que asumió su mandato en enero de 2025, no queda para nada claro que la UE quiera vincularse a un proyecto mundial estadounidense cada vez más plagado de crisis. Tras la crisis doble de Brexit y la primera presidencia de Trump, la UE ha reforzado sus propias capacidades como actor internacional. Pero ahora la dinámica cambió radicalmente. El foco de Estados Unidos en Asia hace que la UE tenga que lidiar por su cuenta con las consecuencias de la política estadounidense en Europa Oriental y Oriente Medio.
Pero, ¿acaso eso cambió la interdependencia entre la UE y Estados Unidos? La relación comercial entre ambos es la mayor de su tipo, con un intercambio comercial transatlántico que alcanzó 1,2 billones de euros en 2021, lo que las convierte en las dos economías más integradas del mundo. Los intereses de defensa conjunta se justifican mediante un bloque intervencionista organizado en la OTAN, y los complejos militar-industriales a ambos lados del Atlántico alcanzan ganancias récord gracias al apoyo a Ucrania contra la agresión rusa y al genocidio en Gaza. Respecto al “derrotismo intelectual” de la clase política europea, los políticos de ambos extremos del espectro político no lograron concebir un nuevo futuro para Europa. En cambio, prometieron la vuelta a un pasado mitificado: socialdemócrata para la izquierda y étnicamente homogéneo para la derecha.
Para que la UE rompa con la política exterior estadounidense, primero debe tener la creatividad para definir un futuro nuevo. Este no es un llamado a que la UE se convierta en un “carnívoro”. Una política independiente de la UE podría ser tan dañina como la de Estados Unidos. Los “pactos” migratorios y las intervenciones de la UE en países africanos y alrededor del Mediterráneo son una prueba. Una mayor militarización la arrastraría a una carrera armamentista que solo tendría perdedores. En cambio, la UE debería aspirar a ser una fuerza de solidaridad, con una política exterior basada en la cooperación y no en la competencia, algo que solo podrá lograr si se libera de su sumisión a Estados Unidos.
Traducción: Álvaro Queiruga
NOTAS
Para tener una visión más amplia de cómo se desarrolló esta relación, véanse Tooze (2015) y Van der Pijl (1984).
2 También conocidos como los “Aliados”, principalmente Francia, Gran Bretaña y Rusia que lucharon contra las potencias centrales de Alemania, Austria-Hungría, el imperio otomano y Bulgaria.
3. Véase “President Kennedy offers historic July 4th ‘Declaration of Interdependence’” (1962).
4. Véase https://www.pesco.europa.eu/
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Juan Lovera es coordinador de Handel Anders!, una red de comercio alternativa integrada por sindicatos, organizaciones campesinas y de la sociedad civil, y ciudadanos involucrados, que se dedica a la consecución del comercio justo y sostenible. Anteriormente, trabajó como miembro del personal de la facción municipal de Ámsterdam del Partido Socialista.
¿Puede China desafiar al imperio de Estados Unidos?
¿Puede China desafiar al imperio de Estados Unidos?
Reflexiones sobre poder, polaridad y policrisis
Sean Kenji Starrs
Traducción al español: Álvaro Queiruga
Ilustración de Shehzil Malik
El extraordinario crecimiento de China puede dar la impresión de que ese país pronto reemplazará a Estados Unidos como la potencia hegemónica del planeta. Es importante mirar más allá de los titulares y examinar el poder estructural –es decir, la seguridad, las finanzas, la producción y el conocimiento– para tener una visión más precisa del potencial y las limitaciones de China como potencia mundial.

El ascenso de la economía china desde los años noventa ha transformado al capitalismo internacional. En cualquier tienda minorista del mundo se venden productos Made in China. Ya en la década de 2010 esto incluía no solo productos manufacturados baratos, sino también tecnologías de mayor valor, como vehículos eléctricos, smartphones, redes sociales y paneles solares. En general, China aumentó su participación en la fabricación mundial del 8,6% en 2004 al 28,8% en 2023 (y alcanzó un máximo del 30,5% en 2021, casi el doble de la proporción de Estados Unidos, del 15,5%).1 China también es el mayor consumidor mundial de BMW, bolsos Louis Vuitton, PC, semiconductores, smartphones y muchos productos más, ahora que su clase media supera los 200 millones de personas. En 2022, China también tuvo la segunda mayor capitalización bursátil nacional del mundo, con 11,5 billones de dólares (el 12,2% del total del planeta), más que la suma de las capitalizaciones bursátiles de Alemania, Japón y Reino Unido (10,4 billones de dólares), aunque aún está lejos del valor de las empresas que cotizan en Estados Unidos (40,3 billones de dólares, es decir el 43% del total mundial).2
El ascenso de China a fábrica del mundo tiene un aspecto negativo, ya que ahora emite más CO2 que todos los miembros de la OCDE en conjunto. Aunque domina la producción y el consumo de «tecnología verde», también quema más de la mitad del carbón del planeta y en 2023 construía un 400% más de capacidad de energía a carbón que en 2019, y un 1.900% más que el resto del mundo.3 En resumen, el extraordinario dinamismo de China desde los años noventa ha reconfigurado al capitalismo internacional en muchos aspectos –y ya desempeña un papel clave para decidir sobre su futuro, incluida la sostenibilidad–.
Mucha gente piensa que, debido a su nuevo peso económico, China ya es (o pronto será) capaz de desafiar el poder estructural de Estados Unidos, que desde 1945 ha expandido y mantenido el capitalismo en todo el planeta. Dicho de otra manera, muchos creen que el orden mundial unipolar posterior a la Guerra Fría dio paso a un sistema multipolar, con un creciente conflicto entre el Occidente liderado por Estados Unidos y los BRICS+ encabezados por China y Rusia.4 De manera más optimista, muchos de quienes en el mundo se oponen al imperialismo estadounidense creen que China podrá contrarrestar considerablemente a Estados Unidos u ofrecer una alternativa a ese país en el capitalismo internacional. Algunas personas hasta imaginan o desean que el poder de Estados Unidos no solo esté en declive relativo, sino que colapse pronto, y que al imperio estadounidense le salga el tiro por la culata, como ocurrió con tantos otros en la historia mundial, mientras Asia Oriental y el Sur global en general continúan su ascenso.
El presente ensayo muestra más pesimismo del intelecto que optimismo de la voluntad con respecto a ese nuevo orden mundial. De hecho, en ciertos aspectos argumento que la forma de desarrollo capitalista de China ha reforzado el poder estructural de Estados Unidos en el centro del capitalismo mundial. Sin duda, China no supone un contrapeso serio al poder militar estadounidense (podría decirse que Rusia tiene un peso mayor), y por diversas razones veo pocas posibilidades de liderazgo chino (y mucho menos de su hegemonía) en Asia Oriental, el Sur global o incluso en los BRICS+. Tampoco creo que en principio China aspire genuinamente a desafiar la hegemonía estadounidense, aunque las élites chinas, incluido el presidente Xi Jinping, a menudo declaren lo contrario. De hecho, China ha sido una de las mayores beneficiarias de la globalización del “libre comercio” que lidera Estados Unidos y, desde la primera presidencia de Donald Trump, parecería ser una mayor defensora del “libre comercio” que el propio Estados Unidos. Por lo tanto, discrepo con los numerosos líderes (entre ellos los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping), responsables políticos, miembros de grupos de estudios, periodistas, expertos, presentadores de podcasts y activistas o integrantes de la sociedad civil de todo el mundo que consideran que ya vivimos en un orden mundial multipolar. Todo lo contrario: en algunos aspectos Estados Unidos es hoy más poderoso que en cualquier década desde 1945.
¿Por qué tantas personas malinterpretan el capitalismo internacional y el orden mundial contemporáneos? La razón es que muchos no han captado la manera en que la globalización (con el ascenso de China como uno de sus principales impulsores) fortaleció el poder de Estados Unidos porque siguen atrapados en un modo de pensar anticuado sobre el poder económico nacional. Es decir, la mayoría de los observadores conciben que el Estado aproveche la producción de bienes y servicios en su territorio nacional (medido por el producto interno bruto (PIB) y otras cuentas nacionales) con el fin de ejercer influencia en el extranjero, entre otros mediante la transformación de esos recursos económicos en recursos militares. En los años setenta y ochenta, cuando las cuentas nacionales de Japón se expandían rápidamente, en los hechos quería decir que las empresas japonesas competían cada vez más en el extranjero y generaban más ganancias que regresaban a Japón a través de la producción y las exportaciones de propiedad nacional. Con la creciente rivalidad económica entre Japón y Estados Unidos, hubo observadores que llegaron a vaticinar una «posible guerra» (Friedman y LeBard, 1991). Pero precisamente debido a la globalización de la producción y las finanzas liderada por el Estado y el capital estadounidenses, ya no podemos dar por sentado que la producción de un territorio nacional determinado sea predominantemente de propiedad nacional (mientras que en el pasado sí podíamos hacerlo, por ejemplo, con Japón y Corea del Sur). Este es especialmente el caso de China, la primera gran economía política que surgió durante la época de la globalización del «libre comercio» posterior a los años noventa, impulsada en gran medida por el capital extranjero.
Entonces, cuando los observadores ven las abultadas cuentas nacionales de China suponen incorrectamente que el Estado chino y sus empresas tienen un control y propiedad casi totales de esa producción dentro de su territorio. Si no se toma en cuenta el alto grado de control y propiedad extranjeras, especialmente de la tecnología avanzada en China, se tiende a sobreestimar el poder chino y su capacidad para reconfigurar las jerarquías globales. En resumen, debemos reflexionar sobre cómo se mide el poder económico nacional en la era de la globalización (Starrs 2013, 2014, 2018a).
Para ello, resucitamos el concepto de «poder estructural» de Susan Strange (Germain, 2016). En The persistent myth of lost hegemony, Strange respondía a un período anterior de «declinismo estadounidense» y sostenía la necesidad de distinguir entre «el poder relacional y el estructural» (Strange, 1987). Afirmaba que mucha gente se centra exclusivamente en el poder relacional, el ruido cotidiano de las relaciones interestatales que pueden cambiar abruptamente a corto y mediano plazo según evolucionen los acontecimientos. A veces, Estados Unidos consigue presionar a otros países para que hagan algo que en principio no harían, pero otras veces fracasa (y en ocasiones puede triunfar a más largo plazo tras el fracaso inicial). Si nuestros análisis caen en la trampa del «presentismo», especialmente en esta época de ciclos noticiosos las 24 horas del día (redes sociales), nuestra comprensión del orden mundial fluctuará en consecuencia.
En cambio, Strange sostenía que el poder estructural era más profundo, duradero y en cierto modo ajeno al ruido cotidiano (aunque no desconectado de él), ya que implicaba poder de cambiar o definir las estructuras dentro de las cuales otros deben actuar si quieren participar en la economía política internacional. Un breve ejemplo es el papel del dólar estadounidense en las transacciones internacionales: Estados Unidos no tiene que presionar directamente a China para que acumule dólares y los invierta en bonos del tesoro estadounidense. China lo hace por su cuenta porque quiere exportar una gran variedad de bienes y servicios, la mayoría cotizados en dólares (véase más información a continuación). Desde la década del cuarenta hasta la de los setenta, Estados Unidos definió la estructura financiera mundial en la que otros participan, de tal modo que resulta sumamente difícil desafiar seriamente al todopoderoso dólar, lo que refuerza su enorme poder, como veremos más adelante.
Strange distinguió cuatro elementos del poder estructural de una entidad, que abarcan desde la familia hasta el Estado-nación: seguridad, finanzas, producción y conocimientos. Subrayó que los cuatro estaban interrelacionados y que para alcanzar la hegemonía era necesario tener el predominio en todos. Así, en los años ochenta consideró que ni la Unión Soviética con su predominio en la seguridad, ni Japón en la producción se aproximaban a desafiar la hegemonía estadounidense, porque esta última prevalecía en los cuatro ámbitos. Sin embargo, lamentablemente Strange no llegó a desarrollar la forma de medir sistemáticamente su concepto de poder estructural en los cuatro elementos antes de que, podría decirse, se viera arrastrada por el discurso globalizador de la década del noventa, según el cual «el mercado» era más poderoso incluso que el Estado estadounidense (Strange, 1996).
En lo que queda de este ensayo intento ofrecer una metodología para medir el poder estructural en la seguridad, las finanzas y la producción, aunque por razones de espacio profundizaré solo en este último.5 Pero dado que estos elementos están interconectados y son simbióticos, el análisis de la estructura de la producción también será pertinente para la seguridad, las finanzas y el conocimiento. Contar con esta metodología nueva brindará una mayor claridad para comprender la naturaleza y el futuro del orden mundial, así como las posibilidades de supervivencia humana.
El poder estructural en la seguridad, las finanzas y la producción
Estructura de la seguridad
Incluso quienes afirman que ya vivimos en un orden mundial multipolar suelen reconocer que el poder militar estadounidense sigue siendo dominante. No existe otro país que haya tenido tantas instalaciones militares en el planeta: se calcula que tiene entre 750 y 1.000 (muchas son secretas e incluyen «simples» puestos de escucha de la CIA o la Agencia de Seguridad Nacional) en al menos 80 países (Vine, 2020). En su apogeo, el imperio británico tenía bases en alrededor de 35 países o colonias (Harkavy, 1982). Desde 1945 hay más de 50 mil soldados estadounidenses movilizados de manera permanente en ambos extremos de Eurasia, y actualmente hay 50 mil más en Oriente Medio. Con la OTAN, Estados Unidos posee el sistema de alianzas más extenso de la historia, además de aliados clave fuera de la organización, como Arabia Saudita, Australia, Corea del Sur, Filipinas, Israel, Japón y Ucrania. Todos adquieren sistemas de armamento estadounidenses y comparten recursos de inteligencia y seguridad. Debido a este sistema de alianzas, decir que el presupuesto militar estadounidense asciende a 850 mil millones de dólares no refleja del todo su dominio en la estructura de seguridad, aunque este presupuesto por sí solo supere la suma de los 10 ejércitos siguientes y cuadruplique aproximadamente al de China, más aún si se incluyen los Departamentos de Energía –custodio del arsenal nuclear–, de Seguridad Nacional y la NASA, entre otros.
Muchos teóricos de la globalización tienen dificultad para incorporar este imperio de bases estadounidenses a sus conceptualizaciones sobre un «mercado mundial desnacionalizado» o una «clase capitalista transnacional» por encima de los Estados-nación.6 Es decir que muchos dan por sentado al imperio más poderoso de la historia humana como algo natural, pero este asombroso éxito para determinar la estructura del conocimiento ideológico del liberalismo invisibiliza el imperialismo estadounidense incluso para muchas personas de izquierda.
No obstante, China tiene una base naval en Djibouti (al igual que Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) desde 2017, su primera base en el extranjero desde el siglo XV, y estaría construyendo otra en Camboya. Desde 2016 existen instalaciones militares en varias islas artificiales del mar de China Meridional, y China y Rusia realizan ejercicios conjuntos periódicos. China también controla dos puertos clave en el océano Índico (entre otros), Gwadar en Pakistán y Hambantota en Sri Lanka, aunque, pese a la fuerte presión de China, Pakistán aún no permite que ese país despliegue recursos militares en Gwadar.
Sin embargo, China no brinda apoyo militar a Rusia en su guerra contra Ucrania, que cuenta con el respaldo de la OTAN; solo Corea del Norte e Irán le dan asistencia militar (de hecho, bancos estatales chinos cancelaron el financiamiento en dólares a Rusia). Esto no augura nada bueno para un posible tratado de defensa mutua entre China y Rusia, que son reacios a firmar acuerdos con otros países, pero seguramente no pueden enfrentarse solos al imperio estadounidense. Aparte de breves conflictos en 1962 y 1967 contra India y en 1979 contra Vietnam, China no ha movilizado a sus soldados desde la Guerra de Corea (1950-1953). De hecho, en toda su historia China no ha librado guerras en otros continentes u océanos. La ausencia de participación china en materia de seguridad en los conflictos de Oriente Medio es reveladora, ya que Rusia ha estado profundamente involucrada en la guerra sucia en Siria desde 2015 y ha exportado sistemas de defensa antimisiles a Irán para contrarrestar a Israel.
Estructura financiera
Estados Unidos se aseguró de que su moneda fuera la más comerciada en el mundo capitalista durante la conferencia de Bretton Woods celebrada en 1944, donde se estableció el nuevo patrón dólar-oro con respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI), en aquel entonces de reciente creación. Cuando el presidente Richard Nixon desvinculó unilateralmente al dólar estadounidense del oro en 1971, Estados Unidos tuvo la libertad de inflar su déficit en la balanza de pagos, junto con una gran desregulación y re-regulación financiera y el surgimiento del petrodólar (Gowan, 1999; Panitch y Konings, 2008). Los Estados del golfo Pérsico se comprometieron a reciclar sus ingresos en dólares procedentes de las exportaciones de petróleo en activos denominados en dólares, especialmente bonos del Tesoro. Esto garantizó que todo país que quiera importar petróleo, el producto básico fundamental del capitalismo industrial (Hanieh, 2024), deba acumular dólares estadounidenses, que solo pueden obtenerse mediante sus propias exportaciones (con la excepción de Estados Unidos, por supuesto, que simplemente puede imprimir dinero). A medida que los países que dependen del crecimiento impulsado por las exportaciones (desde China, Japón y Alemania hasta prácticamente todos los «mercados emergentes») acumulan dólares, necesitan invertir en activos de refugios seguros para proteger su valor de la depreciación y la volatilidad de otros activos (como el mercado de valores).
En las finanzas internacionales, el bono del Tesoro se considera el activo más seguro del mundo en gran parte porque se cree que el Estado estadounidense es el más capaz y dispuesto a garantizar los intereses del capitalismo mundial.7 Aunque esto se expresa en términos de «estabilidad política/de mercado», «democracia/estado de derecho», «bajo riesgo», etc., se debe esencialmente al poder militar de Estados Unidos (ningún país puede invadirlo y alterar su naturaleza burguesa) y a la solidez de su sistema capitalista (las posibilidades de que una revolución socialista derroque a la clase capitalista estadounidense son ínfimas).
El poder militar de Estados Unidos también es importante para proteger el petrodólar: Sadam Huseín en Irak y Muamar Gadafi en Libia querían vender su petróleo en otras divisas que no fueran dólares, lo cual no terminó bien para ellos. Los economistas liberales pasan por alto el papel fundamental que cumple el poder militar estadounidense en la protección del dólar como moneda de facto para las transacciones internacionales.
Con un 2,2% en el tercer trimestre de 2024, el renminbi (RMB) chino apenas puede competir en las reservas de divisas internacionales, ni siquiera contra el dólar canadiense (2,7%), a pesar de que el PIB de China es más de ocho veces superior al de Canadá. Para desafiar seriamente al dólar estadounidense, China tendría que reducir los controles de capital para que los inversores (extranjeros o nacionales) puedan mover libremente el renminbi dentro y fuera del país. Pero tras su primer gran colapso bursátil en Shanghái en 2015, lejos de liberalizarse, China amplió sus controles de capital, dándole prioridad al control estatal sobre la internacionalización. A partir de 2020, Xi Jinping también aumentó el control de las empresas privadas de tecnofinanzas. Llegó a cancelar abruptamente lo que habría sido la mayor salida a la bolsa (IPO) del mundo en ese momento, de Ant Group, cuando su director ejecutivo Jack Ma criticó la política del Banco Central de china, tras lo cual debió ocultarse durante varios años.
Incluso si el Estado chino redujera los controles de capital y liberara las finanzas privadas, seguiría siendo muy difícil convencer a los capitalistas del mundo de que sus intereses se verían más beneficiados por el Partido Comunista de China que el burgués Estado estadounidense. Eso no quiere decir que China sea anticapitalista en un sentido fundamental, pero queda claro que el Partido Comunista de China privilegia la estabilidad política por encima de los intereses de la clase capitalista, ya sea extranjera o nacional.
Por lo tanto, no hay mucho fundamento para que los capitalistas de Asia Oriental/BRICS+ (y mucho menos del mundo) se embanderen con la posible «hegemonía china» y respalden al renminbi para que desbanque al dólar.8 Incluso si ese fundamento existiera, China aún tendría que enfrentarse al poderío militar de Estados Unidos, ya que este no se quedaría de brazos cruzados si Beijing intentara seriamente desafiar su poder financiero.
Producción
Donde China parece haber ganado más terreno es en el ámbito de la producción internacional. El Gráfico 1 muestra la proporción nacional/regional en el PIB mundial de 1960 a 2023, en dólares estadounidenses.9 Según esta medición, la proporción de Estados Unidos disminuyó claramente, al pasar del 40% del PIB mundial en 1960 al 25% en 1980, con fluctuaciones posteriores que alcanzaron un mínimo del 21% en 2011 y se elevaron al 26% en 2023, muy lejos de su cuota en la década del cincuenta. Por el contrario, la proporción de China en el PIB mundial creció constantemente desde la inspección del sur de Deng Xiaoping en 1992, en la que apostó por la provincia de Guangdong y, en particular, por la zona de libre comercio de Shenzhen como fábrica y plataforma de exportación para el capital extranjero. La proporción de China en 1992, que era del 1,7% (la misma que en 1978), se disparó a un máximo del 18,3 % en 2021, antes de caer por primera vez desde 1985 al 16,9% en 2023. A pesar de su importancia para prever el crecimiento futuro, las dificultades económicas de China tras la pandemia no deben distraernos del reconocimiento de su extraordinario auge, que le permitió recuperar su liderazgo y superar la proporción de Japón en el PIB mundial en 2010 por primera vez desde 1961.
El rápido crecimiento de la competitividad internacional de China no es el único motivo por el cual acabó con 50 años de predominio de Japón en la producción, pero cabe destacar que el declive de Japón desde el punto máximo de 17,8% alcanzado en 1995 se produjo al mismo tiempo que se aceleraba el despegue chino. Quizás lo más llamativo es que, por primera vez desde la gran divergencia del siglo XIX (Pomeranz, 2000), China recuperó su posición en el PIB y le quitó el liderazgo a la Unión Europea en 2018. Esta última solía ser un competidor económico a la par de Estados Unidos pero, como muestra la Gráfico 1, aún no se recuperó de la crisis financiera mundial de 2008-2009 ni de la crisis de la eurozona de 2010-2012.
Gráfico 1. Proporción nacional del PIB mundial 1960-2023
Fuente: Cálculos del autor tomados del Banco Mundial, 2024
Si bien la concentración geográfica de la producción mundial sigue siendo muy importante para comprender el capitalismo internacional del siglo XXI, no nos da una visión completa de la globalización de la propiedad y el poder. Por ejemplo, cuando los smartphones se arman en China para su exportación, no podemos suponer que la mayor parte de las ganancias volverán a China, ya que esos teléfonos podrían ser propiedad de una empresa extranjera, como Apple o Samsung Electronics.
Gráfico 2. Tipo de empresa de las exportaciones chinas de “procesos con materiales importados”, 1995-2022

Fuente: Cálculos del autor basados en la Estadísticas Aduaneras de China 1995-2023, 2024 (China’s Customs Stadistics, 2024)
El Gráfico 2 revela de manera más general que las empresas que la aduana china clasifica como “empresas con inversión extranjera” poseen un 75% de los productos de alta tecnología más avanzados de China incluidos en las exportaciones de “procesos con materiales importados” en 2022, por un valor de 809 mil millones de dólares. Entre ellos se incluyen las voluminosas exportaciones de productos electrónicos de China, que implican la importación de componentes clave, el montaje final en China por parte de una empresa extranjera como Foxconn, subcontratada por otra empresa extranjera como Sony, y su posterior exportación. Aunque la participación de las empresas privadas chinas en estas exportaciones cruciales creció de prácticamente cero en la década de los noventa hasta el 20% en 2022 (y esa participación se duplicó desde el inicio de la guerra comercial de Trump tras 2018), esta sigue siendo mucho menor de lo que la mayoría esperaría, debido a las enormes cuentas nacionales chinas. Por lo tanto, aunque China superó a Japón en 2010, hace falta investigar a quién le pertenece la producción –y por ende, quien lucra con ella– en China y el resto del planeta.
Para superar este desajuste entre la producción nacional y la propiedad transnacional, una forma útil de medir lo que es el poder empresarial en su esencia es sumar el porcentaje de las ganancias que reciben las principales empresas transnacionales del mundo, incluyendo sus operaciones transnacionales. Al fin y al cabo, la acumulación del lucro es la lógica central que impulsa al capital. Existen varias clasificaciones empresariales, pero la mejor es la Forbes Global 2000, que desde 2005 clasifica a las 2000 empresas transnacionales más grandes del mundo que cotizan en la bolsa según un índice compuesto de activos, valor de mercado, ganancias y ventas. En el gráfico 3 figuran los 15 sectores en los que las empresas chinas ocupan los tres primeros lugares en cuanto al porcentaje de ganancias acumuladas en 2024. En los cuatro primeros sectores, China lidera a nivel mundial. Esto concuerda con el crecimiento impulsado por la infraestructura y dirigido por el Estado chino desde el descenso de sus exportaciones tras la crisis financiera mundial, a medida que disminuían las importaciones occidentales. Los sectores restantes representan el papel constante (aunque disminuido) de China como fábrica del mundo, así como su emergente mercado de consumo interno.
Así, China ocupa el segundo lugar, solo por detrás de Estados Unidos, en la cima del capitalismo mundial, siempre entre los tres primeros puestos en 24 de los 25 sectores,10 mientras que 10 sectores de Japón quedaron relegados al tercer lugar, seguidos por el Reino Unido con cinco y Francia y Suiza con cuatro cada uno. Si se toma en cuenta que las empresas transnacionales chinas en su conjunto no habían alcanzado los tres primeros puestos en ningún sector hasta 2009 (cuando China estuvo entre los tres primeros en los sectores bancario, inmobiliario, de seguro y transporte), este es un ascenso empresarial extraordinariamente rápido.
Gráfico 3.
Fuente: Cálculos del autor basados en Forbes Global 2000, 2024 (con asistencia en la investigación de Quoc Linh Phm y Yishou Miao) basados en Forbes Global 2000 (Murphy y Shifrin, 2024).
El gráfico 4 a continuación muestra los 13 sectores en los que el porcentaje de ganancias de Estados Unidos es predominante, a un nivel que se mantuvo constante los últimos dos decenios (el país también dominaba en 13 sectores, aunque ligeramente diferentes, en 2005).11 En esta cifra vemos con claridad cómo las cuentas nacionales en la época de la globalización pueden llevar a sobreestimar o subestimar enormemente el poder económico. Por ejemplo, China es el mayor exportador mundial de productos electrónicos desde 2004 y, sin embargo, 20 años después, su participación en las ganancias es “apenas” del 11% (la cuarta a nivel mundial), mientras que la de Estados Unidos es del 43%. Esto tiene sentido intuitivamente cuando vemos todas las etiquetas “made in China” en los productos electrónicos de propiedad estadounidense que venden Apple, Amazon, Cisco, Dell, HP, Microsoft, etcétera. Aún más llamativo es que, después de que la empresa china Lenovo adquiriera la división de computadoras personales de IBM en 2005, China se convirtió en el mayor consumidor mundial de computadoras en 2011 y, posteriormente, en el país con más programadores informáticos del mundo (más de 7 millones). Sin embargo, su participación en las ganancias es de apenas un 6,3%, frente al abrumador 86% de Estados Unidos.
Claro que China tiene cuatro veces la población de Estados Unidos, pero la riqueza de este último país le permite dominar los sectores de alimentación, bebidas y tabaco, y del comercio minorista. Y aunque China superó a Estados Unidos en el sector bancario en 2009, y desde entonces ocupa el primer lugar (con un pico del 41% en 2021, que bajó al 31% en 2024), Estados Unidos, concretamente Wall Street, domina el 63% de los servicios financieros. Esto es considerablemente superior a los tres años anteriores a la crisis de Wall Street en 2008, cuando el predominio de Estados Unidos era de una media del 48% antes de desplomarse a un mínimo del 27% en 2009. Uno de los motivos por los que Wall Street reforzó su dominio mundial tras la crisis se debe al posterior crecimiento de capital extranjero de propiedad estadounidense. Hemos denominado a esto la “americanización del capital mundial” (Starrs, 2017; Tooze, 2017), ya que la propiedad empresarial estadounidense creció en todo el planeta, también en las empresas estatales chinas. Por último, el dominio estadounidense en los medios de comunicación internacionales (76%) indica su capacidad para “fabricar consenso” y decidir la agenda de noticias del planeta: la estructura del conocimiento por excelencia (Hertman y Chomsky, 1988).
Gráfico 4.
Fuente: Cálculo del autor basado en Forbes Global 2000, 2024 (con asistencia en la investigación de Quoc Linh Phm y Yishou Miao) basados en Forbes Global 2000 (Murphy y Shifrin, 2024).
Una vez más, no se pretende con esto negar el extraordinario auge capitalista de China a partir de los años noventa, como se evidencia en los gráficos 1 y 3. Pero ahora podemos ver que ese auge se produjo más a expensas de Japón y Europa Occidental que de Estados Unidos. De hecho, este último aumentó su predominio en los últimos 20 años en diversos sectores clave a pesar del auge de China, o quizás precisamente debido a este.
De hecho, nos recuerda el llamamiento que hizo Henry Luce (quien popularizó la expresión “siglo estadounidense”) en 1950 a favor de una “Europa más próspera e integrada” que permitiera a las empresas estadounidenses aumentar sus ganancias, pero sin suponer una amenaza para Estados Unidos, siempre y cuando este último mantuviera su dominio (Starrs, 2018b). Una lógica similar se aplica a una China más próspera, mientras que las empresas estadounidenses siguen teniendo acceso a su mano de obra y a sus consumidores (el gráfico 2 muestra que las guerras comerciales y tecnológicas posteriores a 2018 solo tuvieron un efecto marginal en el predominio de las empresas extranjeras en las exportaciones chinas). Así, la mayoría de las decisiones en la cima de la estructura productiva mundial relativas a dónde y qué producir en la mayor parte de los sectores se adoptan predominantemente en las juntas directivas de Estados Unidos. En resumen, en 2024 las empresas transnacionales con sede en Estados Unidos lideraban 19 de los 25 sectores generales de la lista Forbes Global 2000, mientras que China lideraba cuatro (y Japón los dos restantes): el dominio persistente de Estados Unidos en la estructura de producción mundial es asombroso y pasa inadvertido si solo examinamos las cuentas nacionales.
China no salvará al mundo (mientras siga siendo capitalista)
La primera presidencia de Xi Jinping (2012-2017) parecía contar con el ímpetu necesario para cumplir su gran estrategia de reorientar Eurasia hacia China, si solo se tomaba en cuenta el poder relacional. La Iniciativa de la Franja y la Ruta se puso en marcha en 2013 con una franja (terrestre) que acabaría conectando a China con Duisburgo, en el río Rin en Alemania (que a su vez se conecta con Róterdam, Países Bajos, el puerto de contenedores más activo de Europa), a través de Rusia, con trenes de mercancías de alta velocidad. La ruta (marítima) sigue las rutas comerciales de Zheng He de principios del siglo XV a través del sudeste asiático, el océano Índico hasta el golfo Pérsico, el mar Rojo y África Oriental. El Nuevo Banco de Desarrollo se fundó en Shanghái en 2015 y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura en Beijing, en 2016. El Gobierno del Reino Unido declaró una “edad de oro” con China en 2015 y se unió a este último Banco, al igual que Italia, otros países europeos y Corea del Sur, entre muchos más.
China siguió creciendo a un ritmo vertiginoso, aunque alcanzó su crecimiento máximo en 2007 con un 14%, y siguió registrando un envidiable 7,9% en 2012 y un 7,0% en 2017. Con unos ingresos anuales gigantescos de sus exportaciones, China destinó decenas de miles de millones de dólares a políticas industriales, concretamente al Gran Fondo para semiconductores en 2014 y, en 2015, a Made in China 2025 (dirigido a 10 sectores). Ya entonces decenas de países exportaban más a China que a Estados Unidos.
Con el viento aparentemente a su favor, Xi se dirigió a un público de capitalistas en el Foro Económico Mundial en enero de 2017 y reprendió a aquellos que intentaban revertir el “resultado natural” de la “globalización económica”, en una referencia directa a Trump, y presentó a China como un actor más responsable del sistema comercial mundial. China ha llegado muy lejos desde que Mao acusó a Deng Xiaoping de ser un “seguidor de la vía capitalista”.
Pero Xi calculó muy mal la probable respuesta de la potencia hegemónica mundial, Estados Unidos. Supuso que China podría seguir “transfiriendo” industrias de Estados Unidos (sobre todo la de tecnología avanzada) libremente y sin ninguna represalia. En su primer mandato, el presidente Trump no estuvo de acuerdo e inició una guerra comercial y luego tecnológica contra China. En el proceso, su administración comenzó a transformar la naturaleza misma de la globalización, al descartar el “libre comercio” y dar paso a una nueva época de tecnonacionalismo (Starrs y Germann, 2021) (que tuvo un fuerte apoyo del presidente Joe Biden), en la que la propiedad de la tecnología avanzada se define en función de la geopolítica.
El enorme poder estructural de Estados Unidos se empleó con una doble estrategia. En primer lugar, bloqueó a algunas de las principales empresas de alta tecnología de China (Huawei, SMIC, YMTC) con controles a la exportación (que abarcaron, al final, a las empresas transnacionales de aliados, como la empresa holandesa ASML) y, a continuación, a sectores enteros (chips avanzados, inteligencia artificial, computación cuántica y supercomputación). Estados Unidos no pudo hacer esto contra Japón en los años ochenta ni contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría porque ninguno de los dos dependía de la tecnología estadounidense; eran mucho más autosuficientes tecnológicamente antes de la globalización en los años noventa.
En segundo lugar, Estados Unidos puso en marcha un estímulo sin precedentes –5 billones de dólares tan solo entre marzo de 2020 y marzo de 2021, más que el New Deal de 1930-1940– y políticas industriales por un valor superior a los 500 mil millones de dólares para la Ley de Chips y Ciencia y la Ley de Reducción de la Inflación de 2022. Estados Unidos puede repartir estas sumas sin precedentes hoy (no podía hacerlo en decenios anteriores) en parte debido al auge de China y a que muchos exportadores reciclan sus dólares estadounidenses nuevamente en la economía de Estados Unidos. Así, China ha sido el primer o segundo mayor financiador extranjero (en alternancia con Japón) de todo lo que hace Estados Unidos, incluido el imperialismo estadounidense contra China. Ningún otro imperio ha construido un sistema financiero en el que el principal rival geopolítico esté estructuralmente obligado a financiar su propia contención.
En forma similar, la ventaja comparativa más devastadora de Estados Unidos es su capacidad extraordinaria para causar muerte y destrucción masivas (ya sea directamente o a través de terceros), mientras profesa las más nobles intenciones y logra que mucha gente lo crea, especialmente quienes siguen aceptando sin crítica alguna las noticias del poder establecido.
Sin espacio para evidenciar la planificación,12 avancemos rápidamente a principios de 2025: los aliados occidentales (el G7, la OTAN) ahora están convencidos de que China es un “rival sistémico”, la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China se ve interrumpida en su ruta a través de Rusia por las sanciones lideradas por Estados Unidos que, en esencia, desvinculan a Rusia del capitalismo occidental. Israel causa estragos en su región, en parte para allanar el camino al Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa –anunciado en la reunión del G20 que se celebró en Nueva Delhi en septiembre de 2023–13, que controlará la ruta marítima de China y su influencia en Oriente Medio en general (en tiempos de guerra, China no tiene la capacidad militar para competir con la influencia de Estados Unidos en la región, y con la caída del Gobierno de Assad en Siria, la influencia de Rusia se redujo, al tiempo que se ve distraída por su guerra contra Ucrania). La “edad de oro” de la Unión Europea y el Reino Unido con China de hace menos de una 10 años es ahora un lío absoluto.
Independientemente de este giro de los acontecimientos, comprender el poder estructural por encima del relacional resulta más útil para analizar las tendencias a largo plazo en la geopolítica del capital, y este ensayo ofrece una nueva metodología para hacerlo, al revelar el asombroso predominio de Estados Unidos en múltiples estructuras.
¿Qué tendría que hacer China para “salvar al mundo” del imperialismo estadounidense y del capitalismo en sí, que impulsan la explotación, la opresión y el ecocidio industrial? Firmar tratados de defensa mutua con tantos países como sea posible (desde 1949, China ha preferido mantenerse al margen), ayudar a la industrialización del Sur global, entre otras cosas mediante la transferencia de tecnología y la fabricación (no solo con el desarrollo de infraestructura y la desindustrialización de la extracción de recursos), avanzar hacia la desdolarización mediante la creación de una divisa internacional alternativa que no esté corrompida por los intereses nacionales (es decir, distinta del renminbi), aumentar rápidamente el bienestar social en China y en el extranjero para mejorar el nivel de vida, reducir drásticamente la quema de combustibles fósiles y ayudar a otros países a hacer lo mismo.
Pero mientras China siga siendo capitalista, no tendrá incentivo alguno para transformar de manera fundamental el capitalismo internacional, especialmente cuando su rival hegemónico está dispuesto a provocar la Tercera Guerra Mundial para defender su poder. Por lo tanto, los trabajadores chinos deberán iniciar primero una nueva revolución socialista para eliminar el capitalismo de China, quizás en colaboración con revoluciones en todo el planeta para eliminar la lógica de la acumulación infinita del capital a través de la explotación y la opresión de clases –sobre todo en Estados Unidos, para liberarse del yugo mundial de su clase dominante. Por supuesto, es mucho pedir. Pero si hay un país que encarna el dicho de Marx “todo lo sólido se desvanece en el aire” ese es China desde 1911, que pasó por numerosas revoluciones y contrarrevoluciones: las pesadillas ya se han convertido antes en sueños chinos.
Traducción: Álvaro Queiruga
NOTAS
1 Cálculos del autor según datos del Banco Mundial (2024) Databank: World Development Indicators (15 de diciembre). https://databank.worldbank.org/source/world-development-indicators
2 Ibid.
3 Esto sucedía después de que Xi Jinping prometiera en 2021 «controlar estrictamente el consumo de carbón». Véase Lempriere, M. (2024)
4 A 2025, el bloque internacional BRICS cuenta con 10 miembros: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (miembros originales), más Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Indonesia e Irán.
5 Lamentablemente, por razones de espacio, no conceptualizo la medición de la estructura del conocimiento, en parte porque es más nebulosa y difícil de someter a un análisis cuantitativo que las demás. En la concepción más restringida de Strange, el poder en el conocimiento se indicaba por el dominio de la tecnología avanzada, que se superpone con la estructura de producción, como se verá más adelante.
6 Como revelaron WikiLeaks y Edward Snowden, el Estado estadounidense no tiene ningún problema en utilizar su aparato militar y de seguridad mundial contra aliados y enemigos por igual para servir al interés nacional estadounidense (de la clase dominante) por encima de un interés capitalista global generalizado. Véanse Assange (2015) y Greenwald (2014).
7 Incluso si Estados Unidos está dispuesto a pisotear los intereses de otros, porque el Estado estadounidense “creó el capitalismo global” (Panitch y Gindin, 2012), desde 1945 sus intereses suelen estar alineados con los de los capitalistas extranjeros para proteger y promover el capitalismo internacional en general: la base de la hegemonía estadounidense en el sentido de Gramsci tanto de consentimiento como de coerción. Véase también Cox (1983).
8 De hecho, en la Cumbre de los BRICS celebrada en Kazán en 2024, Putin expresó su deseo de una “moneda BRICS”, no un renminbi internacionalizado, que estaría sujeto a los intereses chinos. Pero si el Partido Comunista de China no internacionaliza su propia moneda por temor a perder el control estatal, es poco probable que apoye una “moneda de los BRICS”. El hecho de que durante décadas el euro no haya planteado un desafío serio al dólar revela cuán unificado debería ser dicho esfuerzo (por ejemplo, la UE se niega a fijar una política fiscal común debido a intereses nacionales contrapuestos); los BRICS+ están mucho menos unificados geopolíticamente que la Unión Europea.
9 Algunos analistas utilizan el PIB calculado por la paridad de poder adquisitivo[PPA], y según esta medida China ya habría superado a Estados Unidos en 2014. Rechazo la PPA por razones tanto teóricas (rechazo la presuposición subyacente de la teoría neoclásica de la “ley de un precio”, en la que se dan competencia e información perfectas) como empíricas (no hay “dólares PPA” en la vida real, solo comercio en dólares estadounidenses).
10 En todos los casos, excepto en el de sociedades comerciales, un sector que en gran medida acoge un tipo de empresa procedente de Japón, sogo shosha (las empresas transnacionales estadounidenses no han sido clasificadas en este sector).
11 La determinación del “predominio” es algo subjetivo. Para ser precisos, consideramos “predominio” cualquier participación líder que sea del 37,5 % o superior y el doble de la segunda mayor participación. Esto se debe a que la mayoría coincidiría en que
Estados Unidos era económicamente “dominante” en 1950; y las estimaciones de la participación estadounidense en el PIB mundial en ese momento oscilan entre el 25% y el 50%: el 37,5% es la media.
12 En resumen, el objetivo general de la política exterior estadounidense desde la Primera Guerra Mundial ha sido, según el Servicio de Investigación del Congreso, “impedir el surgimiento de potencias hegemónicas regionales”, especialmente en Eurasia. Véase O’Rourke (2024) y, sobre las diversas formas en que Estados Unidos puede debilitar a Rusia con repercusiones para China, véase el informe de RAND encargado por el Pentágono (Dobbins et al., 2019).
13 En su discurso de septiembre de 2024 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu caracterizó a los países IMEC como “la bendición” por la cual sería necesario eliminar la resistencia de “la maldición”
(Palestina, Líbano, Siria e Irán). Véase Netanyahu (27 de septiembre de 2024).
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Sean Kenji Starrs es catedrático de Desarrollo Internacional en el King’s College de Londres. De 2014 a 2021 formó parte del Departamento de Estudios Asiáticos e Internacionales de la City University de Hong Kong. También fue profesor adjunto invitado
del Centro de Estudios Internacionales del Massachusetts Institute of Technology [MIT], y obtuvo su doctorado en la Universidad de York, Toronto, bajo la tutoría Leo Panitch.
Construir los BRICS: retos y oportunidades de la colaboración Sur-Sur en un mundo multipolar
Construir los BRICS
Retos y oportunidades de la colaboración Sur-Sur en un mundo multipolar
Ana Saggioro García
Traducción al español: Nuria del Viso
Ilustración: Shehzil Malik
El bloque de los países BRICS plantea un desafío estratégico a la hegemonía occidental, pero para entender su potencial como contrapoder es preciso examinar más de cerca las complejas relaciones dentro del bloque y entre sus miembros y otros países del Sur Global.

Introducción
La formación del BRICS es uno de los principales rasgos de la globalización del siglo XXI. Formado originalmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el grupo se ha convertido en una plataforma política y económica desde finales de la década de la primera década del siglo XXI. El auge de los BRICS reforzó el arraigado imaginario de la “modernización” y el “desarrollo” en el Sur global,1 que dio lugar a un cierto optimismo sobre la capacidad de estos países para convertirse en una alternativa a la hegemonía occidental. Casi 20 años después, los BRICS siguen respondiendo a este ideal, ya que las tensiones geopolíticas han aumentado y más de 20 países han solicitado su adhesión al grupo (BBC, 2024). Entre ellos figuran países ricos productores y exportadores de petróleo como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto e Irán, además de Etiopía. Esto ha llevado a algunos a afirmar que los BRICS podrían desplazar el centro de gravedad del mundo (The Tricontinental, 2023).
En este ensayo, presento tres formas de analizar el BRICS: una perspectiva geopolítica descendente, una visión horizontal de las relaciones dentro del BRICS y un examen ascendente de las asimetrías de poder y la explotación entre los actuales miembros del BRICS y otros países y regiones del Sur global.2 Dada la compleja coyuntura internacional, la geopolítica atraviesa nuestras realidades cotidianas, aunque, por supuesto, el análisis geopolítico no proporciona por sí solo el panorama completo del capitalismo global contemporáneo. Aquí introduzco otros elementos que podrían ayudar a reposicionar el debate y superar las viejas dicotomías Norte-Sur y Occidente-Oriente.
Los BRICS y el poder internacional
El grupo BRICS se formó gradualmente durante la primera década del siglo XX, a partir de un acrónimo acuñado por Goldman Sachs (2023) para identificar mercados prometedores para la inversión económica y financiera. En 2003, se creó el Foro de Diálogo de la Iniciativa India-Brasil-Sudáfrica (IBSA) como una coalición entre esos países, con el objetivo de fomentar la cooperación Sur-Sur. En 2006, Brasil, China, India y Rusia comenzaron a reunirse al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas, lo que puso de manifiesto su creciente alineamiento. La primera cumbre oficial del BRICS se celebró en 2009 en Rusia, inaugurando una serie de reuniones anuales que ampliaron progresivamente el alcance del bloque más allá de su concepción inicial orientada al mercado. Por supuesto que no se trató de la primera alineación de este tipo entre países del Sur global. Algunas coaliciones anteriores incluyen el Movimiento de Países No Alineados, la coalición de las Naciones Unidas para un Nuevo Orden Económico Internacional, así como proyectos de integración regional, como el ALBA y UNASUR en América Latina.4
El primer análisis, y el más común, de los países BRICS es la visión descendente que considera el sistema internacional como un conjunto de Estados que buscan mantener o aumentar su poder en un entorno de competencia entre ellos. Desde esta perspectiva, los BRICS buscan acumular capacidades económicas, políticas y militares frente a Estados Unidos y Europa, principalmente la Unión Europea.
En el contexto de la crisis financiera mundial de 2008, los BRICS trataron de actuar de manera coordinada en los foros multilaterales para exigir la reforma de las instituciones de gobernanza mundial. Esto ha sido un punto de tensión, ya que algunas potencias occidentales y de otras regiones han tratado de aplazar o incluso impedir esas reformas en las instituciones multilaterales y financieras creadas en el período de posguerra, lo que ha suscitado expectativas sobre el potencial “contrahegemónico” de los BRICS. Radka Desai señaló con un tono optimista que
“desde el Movimiento de Países No Alineados y el llamamiento a un nuevo orden económico en la década del setenta, el mundo no había visto una oposición tan coordinada a la hegemonía occidental en la economía mundial por parte de los países en desarrollo”.
Walden Bello también considera que el papel de los BRICS es positivo para el Sur global, ya que proporciona un contrapeso en las negociaciones con los países e instituciones occidentales.5 Por el contrario, Ray Kiely sostiene que el auge de los BRICS ha supuesto una mayor integración en la globalización, y no al revés: “El auge de estos países no obedece tanto a las desviaciones del capitalismo de Estado respecto a las recetas neoliberales originadas en Occidente, sino más bien a la adopción de políticas favorables a la globalización”. (Kiely, 2015, pp.2-3).
Tras la crisis financiera mundial, la agenda común de los BRICS era reformar las instituciones de Bretton Woods, en particular el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, junto con Patrick Bond, he argumentado que la posición de los BRICS no era de confrontación ni de reclamo del fin de la globalización neoliberal, sino más bien de exigir un “puesto en la mesa” para tener más voz y participación en las instituciones existentes. (Bond y García, 2015). En un artículo publicado a principios de 2013, Vijay Prashad argumenta que los BRICS representan un intento conservador de las potencias del Sur (y de Oriente) de ocupar un lugar acorde con su importancia económica mundial. En otras palabras, los países BRICS han tratado de demostrar que existe una contradicción entre su potencial económico y su papel político. Si bien la agenda reformista ha creado tensiones, hasta la fecha está lejos de suponer un contrapeso geopolítico a Occidente.
La ocupación de Crimea por parte de Rusia en 2014 marcó un punto de inflexión para la alianza BRICS, que pasó de centrarse en la reforma económica a ser considerada cada vez más como un contrapeso geopolítico. Las sanciones de la Unión Europea contra Rusia son anteriores a 2022, y las tensiones geopolíticas posteriores entre los países del BRICS y Occidente han seguido aumentando. Tras la elección de Donald Trump en 2016, Estados Unidos se centró cada vez más en contener la expansión tecnológica de China. A principios de 2022 (Glodman Sachs, 2003), con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, en ocasiones se presentó al mundo como “Occidente contra Oriente”. A medida que el BRICS dejó de ser un bloque económico para convertirse en una alianza cada vez más geopolítica, la agenda prioritaria común ya no consiste solo en reformar las instituciones financieras internacionales, sino construir nuevas alianzas y crear nuevas instituciones que puedan lograr un “mundo multipolar” (Xinhua, 2024). Así, el grupo BRICS se ha convertido en un imán para los países que no encajan en las estructuras del orden internacional dominado por Estados Unidos.
Dos cuestiones han definido el momento geopolítico de los BRICS: su expansión para incluir nuevos miembros y la reducción de la dependencia del dólar estadounidense. La expansión siempre ha estado en la agenda china, que promovió la inclusión de Sudáfrica en el BRICS en 2011, pero desde entonces se ha visto reforzada por Rusia. En 2023, se invitó a seis países a unirse: Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. (BRICS – U. Of Toronto, 2023). Cabe destacar la inclusión de Arabia Saudita, un aliado histórico de Estados Unidos en Oriente Medio, y de su enemigo acérrimo, Irán, que sigue bajo sanciones estadounidenses; y que China ha actuado recientemente como mediador para resolver las tensiones entre ambos países. (Al Jazeera, 2023). En la Cumbre de Kazán de 2024, Turquía, que es miembro de la OTAN, se unió al BRICS como socio estratégico, junto con Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Malasia, Kazajistán, Nigeria, Uganda, Uzbekistán, Tailandia y Vietnam.<sup>6</sup>
La decisión de Brasil de incluir a Argentina (con el objetivo de equilibrar la composición latinoamericana del BRICS) era arriesgada, ya que el país se enfrentaba a elecciones y el candidato de extrema derecha, ahora presidente, Javier Milei, es hostil a China y cercano a Trump, por lo que rechazó la invitación a unirse al grupo. Al mismo tiempo, Argentina sigue dependiendo enormemente del apoyo financiero chino para superar los bloqueos impuestos por los mercados financieros y acceder a crédito y recursos que no se calculan en dólares estadounidenses. En este sentido, a pesar de la retórica, Milei ha renovado los acuerdos establecidos por los anteriores Gobiernos peronistas para intercambios en renminbi y pesos.7
Esto nos lleva a la segunda cuestión que marca el momento geopolítico: reducir la dependencia del dólar estadounidense y crear mecanismos comerciales y crediticios en monedas locales. Youfen Li ha señalado que
“la India ha comenzado a comprar petróleo ruso en renminbi, moneda saudita y rublos. Rusia y China han comercializado petróleo, carbón y metales rusos en renminbi. Rusia y un grupo de países africanos han iniciado conversaciones para establecer acuerdos en monedas nacionales, eliminando tanto el dólar estadounidense como el euro”.
Brasil y China han anunciado la creación de una cámara de compensación para permitir transacciones comerciales y préstamos en renminbi /Sanches,2023). Como parte de las sanciones contra Rusia, Estados Unidos ha congelado sus reservas internacionales, lo que ha provocado un aumento de la cuota del renminbi en el comercio entre China y Rusia.
La presidencia de Rusia del BRICS en 2024 impulsó esta agenda. La Declaración de Kazán (BRICS, 2024) anunció varias iniciativas nuevas, en particular la creación de nuevas infraestructuras para las transacciones financieras en monedas locales, entre ellas, el Mecanismo de Cooperación Interbancaria del BRICS para facilitar enfoques financieros innovadores, incluida la exploración de mecanismos de financiación en moneda local; la Iniciativa de Pagos Transfronterizos del BRICS, una iniciativa voluntaria y no vinculante destinada a reforzar las redes de corresponsalía bancaria entre los países BRICS y permitir las liquidaciones en monedas locales; BRICS Clear, diseñada para proporcionar una compensación y liquidación transfronteriza independiente, complementando la infraestructura financiera existente; y la capacidad de reaseguro independiente del BRICS, incluida la Compañía de (Rea)Seguro del BRICS, con participación voluntaria.
Su Estrategia General 2022-2026 establece que el Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS tiene como objetivo que el 30% de su financiación se realice en las monedas locales de sus miembros para 2026 (NDB, 2022). Su informe anual de 2021 indicaba que, a finales de ese año, el 23 % de los préstamos acumulados aprobados se habían concedido en moneda local, y que en China habían alcanzado el 70% en el mismo año. (Nuevo Banco de Desarrollo, 2021).
Relaciones intra BRICS
Una segunda forma de analizar el BRICS es desde una perspectiva horizontal (o “lateral”), analizando las relaciones dentro del bloque e identificando sus convergencias y asimetrías. En los últimos 15 años, el BRICS ha creado nuevas instituciones y ampliado el alcance de la cooperación dentro del bloque (Ramos et al., 2018). Algunos ejemplos son las reuniones anuales de ministros de Asuntos Exteriores al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas; las reuniones periódicas de grupos de trabajo sectoriales, como el de salud; las reuniones de ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales en el G20; y la creación del Nuevo Banco de Desarrollo8 y el Acuerdo de Contingencia de Reservas. Este bloque también reconoce a otros organismos no gubernamentales, como el Consejo Empresarial del BRICS, el Consejo de Grupos de Estudios del BRICS y el Foro Académico,9 el Consejo Civil de los BRICS y el “BRICS desde abajo” (Bond y Gasrcía, 2021).
Sin embargo, mi investigación realizada para el Instituto PACS y ActionAid Brasil (Saggioro García, 2018) sobre la inversión china en Brasil, India y Sudáfrica reveló la persistencia de asimetrías económicas entre los países del BRICS, debido principalmente al dominio económico de China. Los datos del Trade Map destacan aún más estas disparidades.10
Tres países del BRICS, Brasil, Rusia y Sudáfrica, mantienen superávits comerciales con China, aunque sus exportaciones son en gran medida materias primas agrícolas y minerales. Por ejemplo, entre 2013 y 2023, las tres principales exportaciones de Brasil a China −semillas oleaginosas, minerales y combustibles minerales− representaron el 80,72% del total de sus exportaciones. Del mismo modo, el 63,78% del comercio de Sudáfrica con China correspondió a perlas naturales o cultivadas, piedras preciosas y semipreciosas, metales preciosos, minerales, escorias, cenizas, hierro y acero. Las exportaciones de Rusia a China también dependieron en gran medida de las materias primas, ya que el petróleo crudo, el petróleo refinado, el gas natural y el carbón representaron el 67% de su comercio durante el mismo período. La India es el único país del BRICS que mantiene un déficit comercial con China y, a pesar de que sus exportaciones se centran principalmente en productos primarios, están más diversificadas. Entre 2013 y 2023, los minerales, el pescado y los crustáceos y los productos químicos orgánicos representaron el 35,6% de sus exportaciones totales a China.11
Por el contrario, las exportaciones de China dentro del BRICS se concentran en productos industriales avanzados, como maquinaria y equipo eléctrico, aparatos de grabación y reproducción de audio y televisión, piezas y accesorios para estos productos, así como reactores nucleares, calderas y otros aparatos mecánicos. Esta asimetría pone de relieve la diversidad de la dinámica comercial entre los países del BRICS, ya que China suministra productos manufacturados de mayor valor, mientras que los demás dependen de la exportación de materias primas y productos mínimamente procesados. Estos patrones comerciales reflejan la tradicional división internacional del trabajo, centrada en China, y se reflejan además en el flujo de inversión extranjera directa entre los países del BRICS, lo que refuerza los desequilibrios económicos dentro del bloque.
Otras investigaciones recientes del BRICS Policy Center (García et al., 2023b) han profundizado el análisis y la comparación con la inversión extranjera directa china en Brasil y Sudáfrica. China es el principal socio comercial de ambos países desde 2009 y una de las fuentes más importantes de préstamos e inversión extranjera directa. En el ámbito político, Brasil y Sudáfrica son ahora socios importantes de China en sus respectivas regiones, así como en el BRICS y otros foros multilaterales, como el Foro de Cooperación China-África (FOCAC) y el Foro China-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Desde una perspectiva histórica, los países de América Latina y el Caribe y África necesitan apoyar la diversificación de asociaciones económicas que podrían contrarrestar la omnipresencia de los Estados Unidos y la Unión Europea en estas regiones. ¿En qué medida las inversiones Sur-Sur podrían crear nuevas oportunidades para un desarrollo socioambiental más equitativo y sostenible? ¿Y en qué medida estas inversiones reproducen la división tradicional del trabajo a nivel internacional, generan la explotación de la mano de obra y los recursos naturales, y crean nuevas asimetrías?
Sobre la base de estudios de caso del Parque Industrial de Manaos (García et al., 2023a) en la Amazonia brasileña, y de la Zona Económica Especial de Musina-Makhado, en la provincia de Limpopo, en Sudáfrica (Thompson, 2023), mis colegas y yo hemos demostrado que, dentro del modo de producción capitalista, las inversiones Sur-Sur no ofrecen una alternativa económica positiva para los trabajadores, las comunidades y el medio ambiente locales (García. Thompson y Brito, 2024). Por ejemplo, en nuestra investigación sobre cuatro fábricas chinas en el Parque Industrial de Manaos, en Brasil, los trabajadores denunciaron un empeoramiento de las condiciones laborales, ya que las empresas chinas pagan salarios más bajos y ofrecen menos prestaciones e incentivos que otras empresas mundiales comparables del sector manufacturero. Además, las fábricas tienden a centralizar en la sede la toma de decisiones sobre la contratación de personal, lo que deja poca autonomía o capacidad creativa a los trabajadores locales.
Los BRICS y la acumulación de capital en el Sur global
Esto nos lleva a un tercer enfoque para analizar los BRICS, centrado en sus relaciones con otros países y regiones en desarrollo de África, Asia y América Latina. Esta perspectiva adopta un enfoque ascendente, que considera la forma en que cada país miembro del BRICS funciona como potencia regional, esforzándose por influir y acumular poder económico sobre los países más pobres. Desentraña las jerarquías dentro del Sur global y también abarca los antagonismos y conflictos que involucran a las fuerzas sociales que se resisten a los megaproyectos extractivos impulsados por las empresas multinacionales, así como por las instituciones financieras de los países del BRICS.
Patrick Bond considera a los BRICS como potencias subimperiales, caracterizadas por la superexplotación de la mano de obra y la colaboración (aunque con tensiones) con las potencias imperiales.[11] Bond se basa en la idea de David Harvey de nuevos centros de acumulación de capital en desarrollo que necesitan soluciones temporales y espaciales para deshacerse de su capital excedente. Harvey había argumentado que un gran volumen de inversión extranjera directa china fluye a través de África y América Latina, lo cual sitúa a las empresas chinas (e indias) en el centro de las cadenas de productos básicos minerales y agrícolas, el extractivismo y el acaparamiento de tierras. Algunos ejemplos son las acciones de la empresa minera brasileña Vale en Mozambique, que han provocado el desplazamiento de comunidades, la degradación del medio ambiente y violaciones de los derechos laborales (Marshall, 2015); los impactos de las empresas petroleras y mineras chinas en Ecuador (Bonilla Martínez, 2014), Perú (Rodríguez y Bazán Seminario, 2023) y países de diferentes partes de África (Lee, 2017); y las empresas mineras rusas en Zimbabwe (Amsi et al., 2015). Los proyectos de infraestructura, como los oleoductos, han afectado a los territorios comunitarios, como es el caso del oleoducto de crudo de África Oriental (EACOP) entre Tanzania y Uganda (HRW, 2023), en el que participan la empresa francesa Total y la empresa china CNOOC. Representantes comunitarios y movimientos de solidaridad se movilizaron en toda África en contra del proyecto y participaron en las protestas durante la Cumbre del BRICS en Johannesburgo en agosto de 2023, como parte de la reunión informativa BRICS desde abajo.12
Pradraig Carmody (2015) sostiene que el capital sudafricano y chino suelen colaborar para explotar los recursos naturales y dominar el continente africano. En América Latina, muchos intelectuales de izquierda, como Atilio Borón, consideran que las relaciones con China son una alternativa al imperialismo estadounidense, que podría fomentar espacios políticos más autónomos para iniciativas de integración regional e instituciones regionales libres de la injerencia estadounidense (cit. en Svampa y Slipak, 2015). Otros, sin embargo, analizan la relación con China como desigual y dependiente del comercio y la inversión, que sirve para garantizar el suministro de materias primas y facilitar la apertura de mercados para los productos y servicios de alta tecnología de las empresas chinas (García, Misra y Lannes, 2023).
Más recientemente, he profundizado en la cuestión de los acuerdos de facilitación y protección de las inversiones entre países del Sur global, analizando más detenidamente los acuerdos de inversión de los BRICS con países africanos y latinoamericanos (Saggioro García y Curty Pererira, 2023; García y Rodríguez, 2024). Un tratado bilateral de inversión es un instrumento jurídico que protege las inversiones y a los inversores en el territorio de la otra parte contra la nacionalización, la expropiación y otras medidas similares sin proporcionar una indemnización adecuada. Según Juan Hernández Zubizarreta, estos acuerdos son una expresión del poder corporativo en el capitalismo global que representa una nueva Lex Mercatoria (Hernández Zubizarreta y Ramiro, 2016). Además, opina que generan una asimetría normativa (Hernández Zubizarreta, 2015) al garantizar que las empresas transnacionales obtengan derechos comerciales, frente a los cuales el derecho internacional de los derechos humanos es frágil. En toda la región de América Latina y el Caribe, los movimientos sociales han desempeñado un papel importante en el debate y el compromiso crítico sobre los acuerdos de inversión y de libre comercio (TLC), liderando importantes campañas de resistencia a lo largo de los años noventa y 2000 (América Latina en Movimiento, 2013).
Aunque los tratados bilaterales de inversión (TBI) se caracterizan por acuerdos asimétricos entre países más ricos y más pobres, el número de tratados firmados por estos últimos ha aumentado desde la década de 2000. Por ejemplo, de los TBI firmados por países del BRICS, China es ahora el líder mundial: 145 TBI firmados y 124 en vigor (UNCTAD, 2024). En la región de América Latina y el Caribe, China tiene 15 TBI y cuatro TLC, así como 34 TBI en África.
En una investigación que realicé en 2023 sobre los acuerdos del BRICS con países africanos y latinoamericanos,13 concluí que, aunque algunos países BRICS han impulsado de diversas maneras reformas del régimen internacional de inversiones, con la excepción de Brasil, todos ellos utilizan el modelo tradicional de TBI. Sudáfrica y la India han rescindido los tratados de la antigua generación: Sudáfrica ha elaborado una nueva ley nacional para sustituir los TBI, y la India ha desarrollado un nuevo modelo restrictivo; Rusia también ha publicado nuevas directrices para la negociación de TBI. Brasil es el que ha ido más lejos, al desarrollar un modelo totalmente nuevo que no incluye la solución de controversias entre inversores y Estados (ISDS). Por el contrario, China ha aprovechado los acuerdos existentes y no ha desarrollado un modelo de TBI reformado o alternativo, adaptando el modelo actual a cada país con el que negocia.
Sin embargo, a pesar del enfoque reformista en sus relaciones con América Latina y el Caribe, así como con los países africanos, el uso por parte de los BRICS del modelo tradicional de TBI −con la excepción de Brasil− refuerza las normas y principios que garantizan los derechos de los inversores extranjeros a expensas del derecho soberano de los Estados de regular en aras del interés público en cuestiones como el medio ambiente, la salud, los derechos laborales y la estabilidad macroeconómica. Como se ha destacado, existen varios casos de ISDS que involucran a empresas multinacionales con sede en países del BRICS contra países de África y América Latina.14
Rumbo futuro
Estas tres dimensiones del análisis del BRICS son complementarias, ya que, aunque cada una destaca una realidad específica y ninguna ofrece por sí sola una visión completa de los cambios y coyunturas actuales del capitalismo global. Sin embargo, juntas reposicionan el debate más allá de las trilladas dicotomías “Norte-Sur” y “Occidente-Oriente”.
En este sentido, Walter Mignolo (2011) destaca el auge del Sur Global en medio de las crecientes tensiones entre dos trayectorias: la “reoccidentalización” y la “desoccidentalización”, ambas sustentadas por economías capitalistas. Mignolo hace hincapié en la lucha entre Oriente y Occidente por el control de la “matriz colonial del poder”, que abarca el conocimiento, la subjetividad, el género, la sexualidad, la economía y la autoridad, y tiene como ejes transversales el racismo y el patriarcado. En lugar de ofrecer una alternativa a la opresión capitalista, ambos operan dentro de marcos capitalistas moldeados por sus distintas historias locales.
Del mismo modo, es necesario reflexionar más profundamente sobre el significado del “Sur global” y sus diferentes usos. Como sugiere Aude Darnal (2023), el Sur global no es simplemente una categoría geográfica, económica o de desarrollo, sino que abarca diversos Estados que buscan promover la descentralización y la multipolaridad en la economía política global y reducir el dominio de los Estados Unidos y la Unión Europea.
Por lo tanto, aunque el Sur global es una categoría que ayuda a promover determinadas políticas en el ámbito internacional, no siempre es necesariamente positiva en términos de avances socioambientales y derechos humanos. Si bien el discurso actual del Sur global sirve para fomentar un sentido de identidad común entre los países de bajos ingresos o periféricos, es necesario examinarlo con detenimiento para lograr una agenda Sur-Sur más equitativa y mutuamente beneficiosa. Esto significa mejorar la calidad de la cooperación Sur-Sur. Por ejemplo, es necesario mejorar las relaciones entre Brasil y Sudáfrica mediante intercambios y el desarrollo de estrategias conjuntas basadas en programas de desarrollo que antepongan las necesidades de las personas a los beneficios económicos. La transferencia de tecnología Sur-Sur y la cooperación eficaz en ámbitos como la salud, el medio ambiente, la agricultura y la energía son fundamentales para lograr mejores condiciones sociales y laborales para la mayoría: las mujeres, los pueblos indígenas, las poblaciones negras, los pequeños agricultores, los trabajadores, etcétera. El BRICS podrían convertirse en un espacio multilateral para que las fuerzas sociales progresistas impulsen estas agendas, pero aún queda un largo camino por recorrer.
Traducción: Nuria del Viso (FUHEM)
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NOTAS
1 Los BRICS se consideran en gran medida una coalición del Sur global, sin que haya mucho debate sobre esta categoría, cómo definirla y cuáles son sus implicaciones políticas. Waisbich, Roychoudhury y Haug (2021) han avanzado algo sobre este tema en un número especial de Third World Quarterly. Sin embargo, se necesita mucho más debate, como se señala al final del presente ensayo.
2 Una versión anterior de este ensayo fue presentada y publicada en el programa ‘Caminos desde el Neoliberalismo: voces desde NEMA’ en la American University de El Cairo. Véase https://gapp.aucegypt.edu/research-hub/pathways-beyond-neoliberalism-voices-from-mena . Patrick Bond y yo hemos utilizado en los últimos años una división de posiciones ideológicas sobre el BRICS que denominamos “BRICS desde arriba”, “BRICS desde el centro” y “BRICS desde abajo”. Estas divisiones indican alianzas políticas y puntos de vista ideológicos sobre el BRICS. Lo que presentaré a continuación es una metodología para analizar el BRICS desde distintos niveles de análisis, que son complementarios entre sí.
3 Véase https://www.ibsa-trilateral.org/
4 Véanse https://nam.go.ug/history y https://www.albatcp.org/en/
5 En el momento en que Bello escribió el artículo, los BRICS todavía se consideraban una coalición del Sur Global, sin que hubiera mucho debate sobre esta categoría, cómo definirla y cuáles eran sus implicaciones políticas. Se ha debatido sobre este tema
en “Beyond the single story: Global South polyphonies” (Waisbich, Roychoudhury y Haug, 2021). Este es el último artículo de un número especial sobre ‘El Sur Global en el estudio de la política mundial’. Habrá que debatir mucho más sobre este tema, como
ya se ha indicado al final de este ensayo.
6 Véase https://roscongress.org/
7 El primer acuerdo de swap entre Argentina y China se produjo en 2009 y sigue vigente desde entonces. Véase https://www.globaltimes.cn/page/2023
8 Véase https://www.ndb.int/
9 Véanse https://sabricsbusinesscouncil.co.za/ y https://bricsthinktankscouncil.org/
10 Véase https://www.trademap.org/Index.aspx
11 Quisiera agradecer a mis ayudantes de investigación, Luma Gaspar, Bruno Peixoto y Camilla Souza, estudiantes de Relaciones Internacionales en la UFRRJ, por su apoyo en la investigación de los datos de intercambio comercial entre los países del grupo BRICS.
12 Véanse https://www.stopeacop.net/ y https://www.bricsfrombelow.org/
13 He escrito otro artículo sobre el modelo brasileño de Acuerdos de Cooperación y Facilitación de Inversiones con países africanos. Véase Garcia y Torres (2021).
14 Como ya he comentado en otro lugar, China es un caso interesante porque es el país que cuenta actualmente con el mayor número de TBI (124) del mundo, que reproducen el modelo tradicional de normas de protección de las inversiones. Sin embargo, a pesar de tener el mayor número de esos tratados, tiene relativamente pocos casos de procedimientos de solución de controversias entre inversores y Estados [ISDS] (29 en total, incluidos 20 casos como Estado demandante). Las multinacionales chinas han iniciado cinco casos contra países de América Latina y el Caribe, y cuatro en África. Esto representa un doble enfoque: por un lado, China se integra en los regímenes de tratados de inversión y en las disposiciones liberales de arbitraje entre inversor y Estado, y, al mismo tiempo, utiliza las configuraciones institucionales nacionales para evitar participar en el arbitraje internacional de inversiones. Lin (2024) llama a esto un “desequilibrio” en la solución de controversias entre inversores y Estados que puede explicarse por la adopción instrumental y selectiva por parte de China de las normas internacionales y el orden neoliberal. He analizado los tratados de inversión entre China y lo países de América Latina en un libro de CLACSO de próxima publicación, que es el resultado del grupo de trabajo Lex Mercatoria, Poder Corporativo y Derechos Humanos, que coordino con Luciana Ghiotto.
Ana Saggioro Garcia es profesora asociada de Relaciones Internacionales y del Programa de Posgrado en Ciencias Sociales de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro y del Programa de Posgrado en Relaciones Internacionales de la PUC-Rio, Brasil. Junto con Luciana Ghiotto, coordina el grupo de trabajo de CLACSO “Lex Mercatoria, poder corporativo y derechos humanos”. Fue directora del BRICS Policy Center entre 2021 y 2023. Es miembro del consejo editorial del Socialist Register (Canadá) y fue investigadora en el Instituto de Políticas Alternativas para el Cono Sur [PACS], en Río de Janeiro. Es autora de publicaciones sobre economía política internacional, teoría crítica, Gramsci, hegemonía, imperialismo, empresas multinacionales y relaciones Sur-Sur.
El nuevo frente de batalla. La lucha entre Estados Unidos y China por el control de las redes mundiales
El nuevo frente de batalla
La lucha entre Estados Unidos y China por el control de las redes mundiales
Ilias Alami, Jessica DiCarlo, Steve Rolf y Seth Schindler
Traducción al español: Mercedes Camps
Ilustración de Shehzil Malik
La competencia geopolítica actual se ha profundizado al punto de convertirse en una Segunda Guerra Fría entre Estados Unidos y China, pero esta vez no se trata de una lucha por el territorio, sino por el control de las redes mundiales. Los Estados están intentando controlar cada vez más las cadenas de suministro de los semiconductores y la producción de vehículos eléctricos, las plataformas digitales, la infraestructura del transporte y los sistemas de pago.
¿Cómo pueden el Sur Global y los movimientos sociales transitar este nuevo terreno geopolítico?

Introducción
La rivalidad geopolítica ha regresado para vengarse. Lo que comenzó como una competencia geoeconómica entre Estados Unidos y China ahora incluye además a la Unión Europea y Rusia, y se ha convertido en una competencia en toda regla que hemos denominado “Segunda Guerra Fría” (Schindler, 2024). A diferencia de su predecesor, este nuevo conflicto no se centra en la ideología o la expansión territorial, sino en el control de redes mundiales estratégicas. El exdirector de la Agencia Central de Inteligencia [CIA] y exsecretario de Estado de Estados Unidos Mike Pompeo lo expresó de la siguiente manera: “No se trata de contención […] sino que estamos ante un nuevo y complejo desafío que jamás hemos enfrentado antes. La Unión Soviética estaba aislada del mundo libre. La China comunista ya es parte del mundo” 1. El elemento central de esta Segunda Guerra Fría es la firme determinación de Estados Unidos de mantener su dominio mundial, incluso cuando su poder, aunque sigue siendo considerable, disminuye gradualmente en relación con el poder cada vez mayor de China (v. Lieven, 2022).
Los Gobiernos del mundo están respondiendo mediante la ampliación de sus funciones como actores de política industrial e inversores-accionistas. A fin de ejercer control sobre nodos fundamentales de las redes económicas mundiales, están aplicando políticas tecnoindustriales, utilizando fondos soberanos, bancos de orientación política, empresas públicas y otras formas de propiedad estatal. Aunque esta tendencia quizá no contribuya a disminuir la integración económica mundial, introduce una realpolitik o lógica pragmática a las conexiones transnacionales en las que se basa la globalización. Para entender la importancia de este fenómeno, introducimos la noción de geopolítica estatal-capitalista, registramos su surgimiento y exploramos sus manifestaciones clave y posibilidades futuras. La geopolítica estatal-capitalista está transformando la estructura de la economía mundial y reconfigurando el terreno político mediante oportunidades estratégicas para los países del Sur Global y los movimientos sociales progresistas transnacionales en todo el mundo.2
De contención a conectividad: el surgimiento de la geopolítica estatal-capitalista
En 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin y la victoria de los Aliados era inminente, Winston Churchill y Joseph Stalin se reunieron en Moscú para dividir el mundo de la posguerra. Tenían más aspectos en común de los que habrían admitido. Ambos disfrutaban los debates geopolíticos y el espionaje clandestino que caracterizaron su primera reunión cara a cara. Se pusieron de acuerdo en el porcentaje de control que cada uno ejercería en los diversos países tras el fin de la guerra: la Unión Soviética [URSS] obtuvo el 90 % de influencia en Rumania; Gran Bretaña obtuvo el 90 % en Grecia, y cada uno se quedó con un 50 % de control sobre Hungría y Yugoslavia.3 Este acuerdo informal fue posteriormente consolidado en la Conferencia de Yalta, cuando ambos líderes se reunieron con el entonces Presidente de Estados Unidos, Roosevelt, para fundar el orden mundial de la posguerra.
El aparente intento de cooperación entre los exiliados durante la posguerra finalizó abruptamente con el estallido de la Guerra de Corea (Radchenko, 2024). A medida que se afianzó la Guerra Fría, las esferas de influencia acordadas en Yalta se convirtieron en bloques territoriales. La geopolítica de la Guerra Fría en las décadas siguientes significó una renegociación del acuerdo de Yalta, dado que tanto Estados Unidos como la URSS intentaban expandir sus bloques. La contención de la influencia comunista se convirtió en la piedra angular de la estrategia geopolítica estadounidense por temor a que si un país se volvía comunista provocaría un efecto dominó que haría “caer”, uno tras otro, a los países vecinos. Los soviéticos intentaron impedir el “cerco capitalista” al dificultar la expansión del sistema de alianzas de Estados Unidos. Ambas potencias procuraron atraer a países recientemente descolonizados a sus respectivos bloques.
Ya en la década de los ochenta, el escenario estratégico había cambiado drásticamente. La URSS estaba rezagada con respecto a Estados Unidos en materia de desarrollo tecnológico, perspectivas económicas e influencia internacional. El ambicioso programa de reforma de Gorbachov para hacer frente a estos problemas terminó por desestabilizar al Partido Comunista y ello provocó la disolución de la URSS en 1991. Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia mundial. Bajo la presidencia de Bill Clinton, Washington amplió la escala y el alcance de las instituciones internacionales que integraban el exbloque de Occidente (Achcar, 2023). Este proyecto neoliberal mundial constituía una agenda maximalista de liberalización económica, comercial y financiera, que estuvo acompañada por el aislamiento de los mercados de la política democrática. En esta nueva era las empresas multinacionales, fundamentalmente de Estados Unidos, Europa y Japón, trasladaron su producción al extranjero, donde la mano de obra era barata y carecía de poder. También externalizaron a los productores locales, creando redes de producción complejas de múltiples etapas y alcance verdaderamente mundial (Coe et al., 2004).
Los responsables de la elaboración de políticas de Estados Unidos consideraban que la interdependencia económica reduciría el conflicto, dado que a los Estados no les convenía ser excluidos de una economía conectada a nivel mundial. Los países que seguían desconectados de las redes mundiales eran considerados una amenaza al orden internacional liderado por Estados Unidos debido a que no podían someterse a la disciplina del mercado, lo cual explica por qué el principal imperativo estratégico de Washington era integrar a las personas, los países y las regiones a la economía mundial, de ser necesario por la fuerza. Los expertos se refirieron a este fenómeno como geopolítica neoliberal: “El peligro ya no se percibe como algo que debe contenerse y mantenerse a distancia. Ahora, en un contraste absoluto, el peligro es en sí definido como desconexión del sistema mundial” (Roberts, Secor y Sparke, 2003). Muchos países establecieron conexiones con redes mundiales bajo coerción. Las instituciones financieras internacionales impusieron programas de ajuste estructural para reducir los obstáculos a la movilidad del capital, mientras que Estados como Cuba, Irán y Libia soportaron sanciones impuestas tanto por Estados Unidos como a nivel internacional. Al mismo tiempo, la invasión de Estados Unidos a Irak demostró que Washington estaba dispuesto a aplicar “mano dura” para ampliar las redes mundiales. La Autoridad Provisional de la Coalición, liderada por Estados Unidos, aprobó 100 decretos administrativos en sus primeros 14 meses, liberalizando ampliamente la maltrecha economía iraquí.
A fines del siglo XX y comienzos del XXI comenzaron a aparecer grietas en el sistema, cuando el proyecto de globalización neoliberal fue sacudido por una serie de crisis políticas y económicas, y el denominado Consenso de Washington atravesaba dificultades y comenzaba a fracasar (Rodrik, 2006). La liberalización del comercio y la inversión se estancaron como resultado del fracaso de la ronda de negociaciones de Doha de la Organización Mundial del Comercio [OMC] en 2001, cuando los Gobiernos de los países de menores ingresos (al verse enfrentados a presiones sociales) ya no estuvieron dispuestos a aceptar la promesa de que liberalizar el comercio sería la “salvación” para todos. La crisis financiera de Asia en 1997 también generó renuencia a adoptar la liberalización financiera, y en América Latina se produjo una “ola rosada”, con la llegada de Gobiernos de izquierda al poder. La crisis financiera mundial de 2008 erosionó aún más la confianza en el modelo neoliberal. Tras esta crisis, Estados Unidos y China proporcionaron el contrapeso que mantuvo a la economía en pie, mediante la adopción de medidas estatistas decisivas para mantener la liquidez mundial y la inversión en la economía real (Tooze, 2018).
La crisis financiera también desencadenó el regreso de la competencia entre las grandes potencias, dado que puso de manifiesto las fallas del orden económico internacional liderado por Estados Unidos. La respuesta asertiva de Beijing y el robo generalizado de la propiedad intelectual alienó aún más a las empresas multinacionales que tenían grandes inversiones en China (Hung, 2022). La respuesta de Estados Unidos se centró en dos aspectos. Desde el punto de vista geopolítico, dio la señal de estar dispuesto a utilizar la fuerza para limitar el creciente poder naval de China en el mar de China Meridional, al tiempo que intentó promover una mayor integración económica. La iniciativa emblemática del Gobierno de Obama, el Acuerdo de Asociación Transpacífico, seguía estrechamente vinculado a las prácticas geopolíticas neoliberales. Si bien el acuerdo buscaba la integración de las economías de Asia y el Pacífico, excluía condicionalmente a China, aceptando su inclusión únicamente si esta desmantelaba su economía estatista (una exigencia imposible).
No obstante, el Gobierno de Trump marcó un quiebre decisivo con la política de incluir a China, mediante la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de 2017, en la que se definió oficialmente a China y Rusia como adversarios. Fue la primera vez en más de 20 años que “Estados hostiles”, en lugar de grupos terroristas no estatales, fueron identificados como la principal amenaza a Estados Unidos, y se abandonó la hipótesis de que la participación económica podía convertir a rivales en socios.4
Como lo establecía la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos en 2017:
Estas competencias obligan a Estados Unidos a repensar las políticas de los últimos 20 años, que se basaban en el supuesto de que la colaboración con rivales y su inclusión en las instituciones internacionales y el comercio mundial los convertiría en actores benéficos y fiables. En general, esta premisa resultó ser falsa.
China respondió a las provocaciones del Gobierno de Trump mediante preparativos cada vez más amplios para reducir su dependencia tecnológica y económica de Estados Unidos, mediante el aumento del control estatal de industrias clave y de la banca, y al centrarse en los sectores estratégicos de la alta tecnología.
La competencia geopolítica actual se ha intensificado y se ha convertido en una Segunda Guerra Fría –un conflicto arraigado que abarca a toda la sociedad y no tiene muchas perspectivas de resolverse rápidamente–. Sin embargo, a diferencia de la primera Guerra Fría, Estados Unidos no puede esperar “contener” territorialmente a China en la actualidad, lo cual es indispensable para la economía mundial. En 2024, por ejemplo, la producción de ese país representó alrededor del 35 % de la fabricación mundial (Norton, 2024). Sin embargo, habida cuenta de que Estados Unidos ha descartado una mayor colaboración económica entre ambos países, es preciso adoptar una nueva orientación estratégica. El nuevo campo de batalla gira en torno al control de las redes mundiales –de las cadenas de suministro de los semiconductores y la producción de vehículos eléctricos, a las plataformas digitales, la infraestructura para el transporte y los sistemas de pagos. El control de estas redes transnacionales ofrece la posibilidad de ejercer el poder adecuadamente durante el siglo actual. Estados Unidos, China y las potencias regionales están ampliando su papel como actores económicos, dado que compiten para definir la geografía de estas redes, establecer normas de participación, erigir obstáculos al ingreso de opositores y controlar sus nodos más estratégicos. Nos referimos a este fenómeno como geopolítica estatal-capitalista.
Gráfico 1.

Fuente: R. Baldwin/MD (2024) con base en datos de la OCDE.
La nueva era de la geopolítica estatal-capitalista
La geopolítica estatal-capitalista no funciona como una doctrina coherente, sino como un conjunto de prácticas en evolución. A medida que el mundo se ajusta a una nueva fase de rivalidad geopolítica en el contexto de una interconexión profunda que impide la contención o conexión como únicas opciones viables, los Estados se ven impulsados a desarrollar estrategias nuevas para participar en la política de la fuerza. Ello, por supuesto, no significa que la geopolítica territorializada y la doctrina militar ya no sean importantes, como lamentablemente ha quedado claro tras la brutal invasión de Rusia en Ucrania y la guerra genocida de Israel en Gaza y el Líbano. El papel de Estados Unidos en alimentar estos conflictos, su creciente incapacidad o falta de voluntad para gestionar otros y el peso cada vez mayor de las potencias del medio han provocado colectivamente un aumento marcado de la violencia intraestatal en las últimas décadas (Shidore, 2023; Vision of Humanity, 2024). No obstante, como se ilustrará más adelante, la estructura de la economía es tal que de hecho obliga a que la competencia geopolítica adopte una nueva forma, centrada en las redes.
La geopolítica estatal-capitalista también implica una expansión y reconfiguración drásticas de las funciones de los Estados como actores de políticas industriales, catalizadores de tecnología e innovación, contralores de nodos financieros e infraestructura clave, financiadores de defensores nacionales y sectores estratégicos, inversores-accionistas y propietarios directos de capital y activos. Es así que, además de los aranceles comerciales, las restricciones a la inversión extranjera, los controles de las exportaciones, las sanciones financieras y otras medidas económicas defensivas u ofensivas, las formas emblemáticas de la geopolítica estatal-capitalista también incluyen aspectos como nuevas formas de políticas tecnoindustriales, fondos soberanos, bancos de orientación política, empresas públicas, fondos públicos de capital de riesgo y otras empresas controladas por el Estado.5 Más que simplemente fomentar la inversión y el crecimiento, estos instrumentos y vehículos de políticas brindan a los Estados la capacidad de ejercer diferentes grados de propiedad y control respecto del capital y los activos, desde la propiedad estatal absoluta hasta Gobiernos que son propietarios mayoritarios o minoritarios de acciones, al utilizar acciones privilegiadas para mantener los derechos de veto o actuar como inversores pasivos. También les permiten forjar nuevas alianzas entre Estado y capital con el fin de alcanzar objetivos geoestratégicos (Barbesgaard et al., 2024). En resumen, lo que hace de la geopolítica estatal-capitalista un modo de práctica geopolítica distintivo y cualitativamente diferente es su lógica fundamental (define y controla las redes en las cuales se basa la globalización, controlando sus nodos más estratégicos) y sus herramientas y formas emblemáticas (la amplia movilización de intervencionismo económico estatal agresivo y la propiedad estatal renovada).
Para entender por qué los Estados del mundo practican cada vez más la geopolítica estatal-capitalista, debemos observar el desarrollo histórico del capitalismo mundial en los últimos 20 años. Lo que los expertos llaman un “nuevo capitalismo de Estado” tiene raíces profundas (Alami y Dixon, 2024). Al menos cuatro factores han impulsado su auge mundial. En primer lugar, las crisis financieras han desempeñado un papel decisivo en la elaboración de nuevas formas de intervencionismo y propiedad estatal. La financiarización del capitalismo implica que los impactos se sienten más rápidamente en el sistema crediticio mundial (la pandemia de COVID-19, por ejemplo, desató un shock financiero que sumergió a muchos países de ingresos medios y bajos en crisis de deuda). Los Gobiernos han tenido que adaptarse a este contexto de mayor vulnerabilidad, mediante la implantación de amplios planes de rescate, recapitalizaciones bancarias e inversiones contracíclicas tras las crisis financieras, mientras que los bancos centrales en los países de ingresos altos y más bajos han desarrollado instrumentos para estabilizar a los mercados financieros y asegurar su funcionamiento adecuado. Por ejemplo, el balance de la Reserva Federal de Estados Unidos prácticamente se duplicó (con respecto al PIB) en respuesta a la crisis de COVID-19.
En segundo lugar, la reestructuración de la economía mundial y la formación de cadenas mundiales de valor cada vez más complejas han impulsado a los Estados a realizar intervenciones importantes para asegurar la “competitividad” de sus economías. De allí el resurgimiento, en los últimos 10 años, de la planificación del desarrollo, las políticas industriales y la inversión a gran escala coordinada por el Estado (a menudo a cargo de empresas públicas, fondos soberanos o bancos de desarrollo) en las redes eléctricas, las redes digitales, la infraestructura para el transporte y los sistemas logísticos integrales (Schindler y DiCarlo, 2023). Además, la acumulación de enormes superávits –provenientes, por ejemplo, de la consolidación de modelos orientados a la exportación en economías de Asia Oriental y Sudoriental y la “reprimarización” de muchas economías latinoamericanas y africanas– ha suscitado la multiplicación de los fondos soberanos y el fuerte crecimiento del control de los activos mundiales. Los fondos soberanos han ampliado sus operaciones a nivel nacional y en el extranjero desde comienzos de la primera década del siglo XXI, en ocasiones en asociación con empresas públicas. En 2024, había 179 fondos soberanos en el mundo, es decir que se septuplicaron con creces desde el año 2000. Estos fondos controlan grandes volúmenes de dinero y capital (por un valor superior a 12,4 billones de dólares) y se han convertido en actores fundamentales en los mercados financieros mundiales. El Fondo Monetario Internacional (FMI, 2020) estima que las empresas públicas ahora representan el 20 % de las 2 mil empresas más grandes del mundo, el doble que hace 20 años.
En tercer lugar, la disminución del índice de crecimiento eco- nómico mundial –o incluso el estancamiento absoluto en algunos países– ha aumentado la competencia por la participación en el mercado y el acceso a activos estratégicos y oportunidades de inversión en los sectores industriales, desde los agroquímicos a la construcción de buques, aluminio, acero, la producción de energía a partir del carbón, los paneles solares, la tecnología 5G, etcétera. En respuesta a ello, los Gobiernos están aplicando políticas para apoyar la competitividad internacional de sus empresas y ayudar a las empresas a desarrollar o adquirir capacidades estratégicas para estar a la vanguardia de la frontera tecnológica y de la productividad, como los semiconductores avanzados, las nanotecnologías, la inteligencia artificial [IA], la computación cuántica, 5G, el Internet de las cosas, la computación en la nube y la robótica inteligente, entre otros. Las políticas industriales ambiciosas incluyen subsidios estatales y la creciente movilización de bancos de orientación política y fondos de inversión estatales para inyectar liquidez en la forma de inversión o crédito subsidiado. Los Estados también han aumentado las restricciones al comercio y la inversión y, en algunos casos, han inyectado propiedad estatal (en la forma de participación accionaria) en empresas clave para proteger las cadenas de suministro fundamentales de la competencia extranjera, como en los sectores de los semiconductores y las baterías para vehículos eléctricos. Estados Unidos, por ejemplo, ha impuesto aranceles del 100 % a los vehículos eléctricos chinos, mientras que la Unión Europea ha impuesto aranceles a la importación del 38,1%.
En cuarto lugar, este contexto llevó a la elaboración de formas virulentas de nacionalismo económico que eliminan la distinción entre interés económico y seguridad nacional. Desde que se ha ampliado la definición de seguridad nacional, los competidores económicos son representados como amenazas a la soberanía y la integridad de la nación (Drezner, 2024). Para establecer el control de los sectores estratégicos, el nacionalismo económico renovado no duda en movilizar la propiedad estatal, por ejemplo, mediante acciones de fondos de inversión y empresas públicas. Tampoco duda en imponer sanciones comerciales para penalizar a los competidores extranjeros, con fundamentos a menudo cuestionables. Los aranceles aduaneros que la Unión Europea impone a los vehículos eléctricos importados de China ilustran esta tendencia. Estas variedades de nacionalismo económico a menudo tienen trasfondos problemáticos, dado que mezclan el proteccionismo económico con la xenofobia y los prejuicios raciales. La movilización del poder estatal para disciplinar a los competidores extranjeros en nombre de la seguridad nacional suele estar estrechamente vinculada –discursiva, ideológica y materialmente– con el desarrollo de formas coercitivas y represivas de dominación nacional en el mundo.
Gráfico 2.
Fuente: FMI (2023).
En resumen, las crisis, contradicciones y dinámicas competitivas capitalistas han creado las condiciones para una expansión drástica de la propiedad estatal y una proliferación concomitante de las modalidades agresivas de intervencionismo estatal.
La geopolítica estatal-capitalista está redefiniendo la globalización
A medida que la Segunda Guerra Fría se ha intensificado en los últimos años, los Estados poderosos han utilizado estas nuevas herramientas capitalistas cada vez más con fines geopolíticos. Ello no está desatando un proceso de “desglobalización”, es decir una reducción de los flujos mundiales de finanzas, comercio y servicios, sino que en la mayoría de los casos el objetivo es reconfigurar y ejercer control sobre las redes económicas mundiales que sustentan la globalización. Un ejemplo de ello son las redes de infraestructura, donde los poderes hegemónicos y de rango medio compiten para financiar, construir y controlar la infraestructura conectiva en los países de ingresos bajos y medios. Los competidores en esta carrera por la infraestructura han creado nuevas entidades estatales específicas y han ampliado las existentes.
Como parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, por ejemplo, China coordina a una serie de organismos gubernamentales (como la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma), bancos de desarrollo y políticas (como el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación de China), empresas públicas (como China Railway International y China Machinery Engineering Company) y fondos soberanos (como el Fondo de la Ruta de la Seda y el Fondo de Desarrollo China-África), combinando así la ayuda orientada al desarrollo, los subsidios y los préstamos con tasas de interés por debajo del mercado, créditos a la exportación con orientación comercial y mecanismos de financiación basados en el mercado para la consecución de una gran variedad de proyectos de infraestructura mundiales.
El Programa de Políticas para la Promoción de Sistemas de Infraestructura en el Extranjero del Japón combina, de modo similar, las operaciones de múltiples agencias estatales, incluida la Agencia de Cooperación Internacional del Japón [JICA] (agencia oficial de ayuda para el desarrollo), el Banco de Cooperación Internacional del Japón (créditos a la exportación), Nippon Export and Invesment Insurance [NEXI] (seguro de comercio) y dos fondos estatales de inversión en infraestructura: Japan Overseas Infrastructure Investment Corporation for Transport and Urban Development [JOIN] y Fund Corporation for the Overseas Development of Japan’s Information and Communication Technology [JICT].
La Unión Europea también ha reconfigurado su arquitectura de financiación para el desarrollo con el objetivo de competir mejor. La relación entre el Banco Europeo de Inversiones, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, los bancos nacionales de desarrollo y los Estados miembros de la Unión Europea se ha modificado para ajustar a estas instituciones a los objetivos geoestratégicos con respecto al desarrollo de infraestructura en países de ingresos más bajos.
De modo similar, Türkiye ha incrementado su apoyo estatal (mediante créditos impositivos, financiación del Türk Eximbank y redes de mecenazgo) para ayudar a las empresas de construcción turcas a establecerse no solo como principales contratistas, sino también como inversoras en infraestructura pública y privada en Oriente Medio, el Magreb y el África Subsahariana (Calabrese, 2022). Incluso Estados Unidos, que a menudo es considerado renuente a participar en los bancos de desarrollo de propiedad estatal, ha ampliado las prerrogativas y el presupuesto de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos para que compita en la carrera por la infraestructura (Departamento de Estado de Estados Unidos, 2024). Washington también está intentando forjar nuevas alianzas entre Estado y capital para competir a nivel internacional.
La deuda de transición de los mercados emergentes es un ejemplo de ello. Se trata de una asociación entre el Tesoro de Estados Unidos y los administradores de activos mundiales, cuyo objetivo es canalizar el capital privado de inversores institucionales a infraestructura limpia, tecnología limpia y descarbonización, mientras, según la exsecretaria del Tesoro Janet Yellen, “se promueven las prioridades clave del Tesoro” (2024).
La geopolítica estatal-capitalista también está desempeñando un papel cada vez más importante en las redes de producción mundiales. Ello se puede observar en los sectores digital y de fabricación avanzada, como los semiconductores y la IA. Los Estados exportadores de petróleo del Golfo Pérsico, especialmente los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, utilizan sus fondos soberanos para invertir en la fabricación avanzada, los programas informáticos y la IA generativa en todo el mundo. Además, están adquiriendo grandes cantidades de semiconductores de alto rendimiento de Nvidia y otras de las principales empresas fabricantes de chips, y ofrecen salarios generosos para atraer a ingenieros especializados en IA y desarrolladores de software de todo el mundo (especialmente de China) con el fin de apoyar los esfuerzos y las ambiciones de desarrollo de la IA. Muchas economías capitalistas avanzadas en Asia Occidental y Oriental han iniciado planes tecnoindustriales ambiciosos para consolidar su posición en las cadenas de suministro de semiconductores (una forma de reindustrializar, “relocalizar” las capacidades de producción estratégicas y asegurar la soberanía tecnológica). Ello incluye la Ley de Chips y Ciencia de Estados Unidos, la Estrategia Nacional de Semiconductores del Reino Unido, el Reglamento de Chips de la Unión Europea y la Ley K-Chips de Corea. Japón anunció un amplio programa de subsidios para incentivar a las principales empresas del sector industrial del mundo (TSMC, Micron, Samsung Electronics, Rapidus y otras) a que inviertan en nuevos centros de producción en ese país. Además, la Corporación Japonesa de Inversiones, un fondo de inversión con apoyo estatal supervisado por el Ministerio de Economía, Comercio e Industria, ahora está adquiriendo directamente participaciones de control en empresas estratégicas, como la empresa JSR, con sede en Tokio. Es la primera vez que el fondo de inversión ha tomado medidas para nacionalizar (aunque de un modo favorable al mercado) una empresa que controla un nodo fundamental de la cadena mundial de suministro de semiconductores, mitigando así los riesgos geopolíticos y para la cadena de suministro. Del mismo modo, Estados Unidos está creando un fondo de riqueza soberana para inyectar capital y realizar importantes inversiones en sectores estratégicos y cadenas de suministro, en un intento explícito de competir con sus rivales geopolíticos (Politi, 2024).
Las tecnologías limpias y la energía renovable son otro conjunto de redes de producción donde la geopolítica estatal-capitalista ha estado particularmente activa y ha suscitado polémica, y para las cuales se han movilizado grandes fondos soberanos, fondos estatales de capital de riesgo, bancos de orientación política y empresas públicas. La Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos, el Pacto Verde Europeo y los amplios programas de subsidios a la tecnología verde en China ponen de relieve lo que está en juego a nivel geopolítico (Bickenbach et al., 2024). Mientras tanto, el Fondo de Innovación de la OTAN (2024), creado tras la invasión de Rusia a Ucrania en 2022, es el primer fondo de capital de riesgo multisoberano del mundo, cuyo mandato consiste en invertir mil millones de euros en empresas emergentes que desarrollan tecnología de vanguardia para abordar los desafíos en materia de defensa y seguridad, incluida la “tecnología verde” y la energía renovable (v. Alami, 2024). Ello sugiere que la propiedad estatal puede convertirse en un instrumento privilegiado para reunir los imperativos “verde” y de seguridad.
Los mercados emergentes y en desarrollo también están experimentando con herramientas del capitalismo estatal para participar en la geopolítica de la transición energética. Brasil anunció nuevos aranceles a los vehículos eléctricos chinos y tiene programado combinar el capital y los conocimientos de Petrobras (la empresa petrolera estatal) y BNDES (un importante banco de desarrollo brasileño) para estructurar un fondo de capital de riesgo con apoyo del Estado destinado a la energía renovable y la movilidad baja en carbono (Morais, 2024). Una empresa estatal poderosa, OCP, desempeña un papel central en la estrategia de Marruecos de convertirse en líder del hidrógeno verde conectado con la infraestructura del hidrógeno verde de Europa. Indonesia está aumentando su participación y propiedad en el amplio panorama de empresas públicas y fondos de desarrollo estatales en el sector del níquel, con el objetivo de posicionarse en el centro de las cadenas de suministro mundiales del acero y las baterías eléctricas.
Por consiguiente, la geopolítica estatal-capitalista no está precipitando el fin de la globalización, sino que está reconfigurando la economía mundial. Los flujos de comercio y capital siguen registrando niveles más elevados que nunca. Sin embargo, estos flujos son reconfigurados y limitados cada vez más por la intervención gubernamental (mediante una combinación de “sanciones” y “recompensas”) en direcciones que favorecen objetivos geoestratégicos y de seguridad directos.
Estrategias de desarrollo nacionales y regionales: ¿hacia un polialineamiento?
La geopolítica estatal-capitalista desplaza la lógica de la geopolítica neoliberal, que buscaba producir una paz liberal mediante la subordinación de la economía mundial a las consideraciones más importantes de las empresas multinacionales. En ese sentido, ofrece a los países, especialmente del Sur Global, posibilidades de forjar nuevas estrategias de desarrollo en el orden político-económico mundial y de mejorar su posición relativa dentro de este. Cabe señalar especialmente dos cambios.
Gráfico 3.
Fuente: TNI basado en datos del Banco mundial (2022).
En primer lugar, las estrategias de inversión y ubicación de las empresas transnacionales demuestran una lógica geoestratégica. Puesto de manera sencilla, estas empresas están organizando sus operaciones no solo teniendo en cuenta cuestiones como los costos laborales y el acceso al mercado de consumidores, sino también la minimización de los riesgos geopolíticos. Lejos de simplemente liberalizar las economías y atraer directamente a las empresas multinacionales, los países pueden captar inversiones al posicionarse como socios seguros al cultivar relaciones con superpotencias. Por ejemplo, pueden obtener validación con iniciativas como el programa internacional de “Seguridad Tecnológica e Innovación” de la Ley de Chips de Estados Unidos o mediante el desarrollo de “estrategias de conectividad” para aprovechar sus activos geoestratégicos. Estos podrían incluir la ubicación a lo largo de las rutas comerciales, la proximidad a mercados clave y la posesión de recursos estratégicos que son necesarios para las redes de producción nuevas y emergentes y los proyectos de descarbonización, como los materiales de transición fundamentales. Por otro lado, los “países conectores”, como Hungría, Polonia, Vietnam, Indonesia y Malasia, se posicionan como conductos para evitar aranceles y sanciones, tendiendo redes para superar los conflictos geopolíticos (Gopinath et al., 2024). México lo está haciendo para facilitar la inversión china en vehículos eléctricos en el continente americano. Mientras tanto, Marruecos quiere atraer la inversión de empresas chinas, francesas, alemanas y coreanas en su sector de producción de automóviles.
Además, una mayor intervención y control estatales permiten a los países del Sur Global evitar “elegir un bando”, dado que intentan permanecer conectados con múltiples potencias, como Estados Unidos, China, la Unión Europea, Rusia, o potencias regionales. Esta estrategia se denomina “polialineamiento”. Cuando el reportero de la publicación The Economist le preguntó al vice primer ministro de Singapur, Lawrence Wong, “¿por qué describe la posición de Singapur como ni pro China ni pro Estados Unidos?”, este replicó brevemente: “Somos pro Singapur”. Los líderes estatales del mundo en desarrollo han expresado opiniones similares y desean entablar relaciones comerciales y políticas con múltiples socios. Por ejemplo, los Gobiernos de Indonesia y Vietnam desean atraer la inversión en manufacturas de empresas chinas y estadounidenses. El polialineamiento del Brasil está caracterizado por actores federales, subnacionales y no estatales que persiguen relaciones e intereses diversos con China y las potencias de Occidente, lo cual da como resultado una política exterior multifacética que trasciende los límites ideológicos tradicionales y los cambios de Gobierno. Por su parte, Turquía transita proyectos de conectividad competidores, que cuentan con el apoyo de potencias rivales (como el Corredor Central de China y el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa [IMEC], que tiene apoyo de Estados Unidos), mientras que persigue sus propias iniciativas como el Corredor de Zangezur y la Ruta de Desarrollo de Irak para mantener la autonomía estratégica. La eficacia a largo plazo de estas estrategias aún está por verse. Para empezar, el FMI advirtió que no elegir bandos –a lo que denominó “incertidumbre en materia de políticas”– podría desalentar la inversión extranjera directa debido a que, como han demostrado algunos estudios (Aiyar y Presbitero, 2023), ese tipo de inversiones fluye con mayor facilidad a Estados geopolíticamente alineados (FMI, 2023; Aiyar et al., 2024). Además, los Estados “polialineados” pueden de todos modos afrontar limitaciones al desarrollo y cuellos de botella, desde los riesgos de nuevas “maldiciones de recursos” hasta la relegación como “zona de sacrificio” y la dependencia financiera.
En segundo lugar, el estancamiento geopolítico ha debilitado a las instituciones disciplinarias neoliberales como la OMC, otorgando a países con capacidad fiscal e institucional más espacio en materia de políticas para adoptar estrategias de desarrollo estatales, sin tanto temor a la recriminación. Los nuevos nacionalismos de los recursos están, por ende, en aumento en las economías del Sur. Indonesia, por ejemplo, está persiguiendo una estrategia industrial para captar valor en el sector de las baterías mediante la prohibición de la exportación de níquel en bruto con el fin de desarrollar capacidades de procesamiento a nivel nacional (Warburton, 2023). A pesar de que la Unión Europea ganó un fallo contra esta práctica en la OMC en 2022, el tribunal de apelaciones del organismo es incapaz de oír la apelación de Indonesia y, por ende, aplicar una sanción. Mientras tanto, la participación de ese país en la extracción de níquel a nivel mundial se disparó de un 5 % hace 10 años a un 50 % en 2023.
Los Gobiernos locales y regionales también adaptan los programas de alineamiento a medida que reconsideran estrategias de desarrollo previas ante la tensión geopolítica, las prácticas estatales-capitalistas y la lógica de inversión geoestratégica. A diferencia de los intentos de “conservar” el capital internacional en el periodo de globalización neoliberal, las regiones hoy en día no pueden ignorar el papel cada vez más central que desempeñan los Estados y sus esfuerzos por reconfigurar la lógica de inversión de las empresas multinacionales, incluidas las empresas privadas e híbridas y aquellas que controlan directamente.
Están surgiendo dos tipos de estrategias de desarrollo regional a partir de la lógica de la geopolítica estatal-capitalista. En las economías de la periferia que no están estrechamente alineadas con Estados Unidos o China, están emergiendo nuevas “regiones conectoras”. En Hungría, las regiones combinan el gas de Rusia con la coordinación administrativa de Europa y la tecnología de baterías de China. En Vietnam, los Gobiernos regionales intentan capturar fragmentos de cadenas de suministro chinas para integrarlos con empresas estadounidenses y así evitar o sobrellevar los controles de Estados Unidos.
Los distritos industriales más antiguos de las principales economías capitalistas también están hallando nuevas oportunidades de desarrollo. Por ejemplo, Magdeburgo, en la ex Alemania del Este, y Ohio, en Estados Unidos, eran hasta hace poco considerados cinturones de óxido6 con dificultades para atraer inversión de capital. En la actualidad, albergan enormes complejos de fabricación de chips para la empresa Intel. El senador de Ohio Sherrod Brown afirmó que, gracias a la fabricación de semiconductores para Intel en su estado, ahora se puede “abandonar el término cinturón de óxido”. Si bien esto es inusual, ilustra la relación entre política nacional, política industrial y seguridad nacional. El vicecanciller alemán Robert Habeck afirmó que la inversión de Intel en Magdeburgo “aumentará considerablemente la producción de semiconductores en Alemania y es una importante contribución para mejorar la soberanía europea”. Habida cuenta de la escala de los subsidios, esas regiones no pueden recurrir directamente a las empresas multinacionales para esas inversiones. En cambio, deben posicionarse en primer lugar con los Gobiernos nacionales como lugares de inversión estratégicos –en cuanto a cohesión social, seguridad nacional o, para decirlo sin rodeos, estrategias electorales de los partidos de Gobierno. Es decir que, el cambio hacia una geopolítica estatal-capitalista brinda oportunidades a localidades y regiones que anteriormente no eran considerados en la geopolítica neoliberal.
Aperturas estratégicas y dilemas políticos para las fuerzas progresistas
Nos centraremos ahora en las posibilidades, menos examinadas, de cambio social emancipador y políticas progresistas habida cuenta de los modos en que evoluciona el poder en el seno de la geopolítica estatal-capitalista, especialmente desde la perspectiva de los movimientos laborales y sociales. La coyuntura generada por esa geopolítica no es fácil de transitar para las fuerzas sociales progresistas. Cabe señalar que hay oportunidades tanto en términos ideológicos como materiales. Esta sección analiza las posibles estrategias en este nuevo panorama para promover el cambio social emancipador, a la vez que se reconoce la complejidad de este terreno.
En primer lugar, la geopolítica estatal-capitalista ya ha repolitizado el papel del Estado como agente de transformación económica y social, dado que los Estados participan en las economías y sociedades en formas más explícitas y visibles que nunca. Este cambio socava las reformas institucionales neoliberales que aislaron a los mercados de la política democrática. Ahora resulta más difícil para los ideólogos neoliberales defensores del libre mercado afirmar que los Estados no pueden alcanzar logros significativos más allá de proteger la propiedad privada, hacer dinero y librar guerras. Es así que la geopolítica estatal-capitalista brinda oportunidades a los movimientos sociales para que presionen a los Estados a que utilicen sus capacidades y recursos redescubiertos para fines que son, como mínimo, menos destructivos desde el punto de vista social y ambiental, de modos que:
1) aborden de inmediato las crisis cada vez más intensas de los estándares de vida y la desigualdad en la mayoría de los países del mundo;
2) alteren el equilibrio de fuerzas a favor de la clase trabajadora.
Los Estados pueden actuar en la economía en formas que favorecen más a sus ciudadanos, como mediante la rectificación de desigualdades, el empoderamiento de la clase trabajadora y la descarbonización de las economías.
Los bancos estatales de desarrollo y orientación política se han convertido una vez más en actores centrales con una trayectoria demostrada de apoyo a empresas, sectores e industrias considerados estratégicos. Su papel cada vez más importante suscita inevitablemente la siguiente pregunta: ¿por qué no ampliar considerablemente sus capacidades de crédito para generar vías de descarbonización rápidas y facilitar grandes transferencias de recursos financieros de los países más ricos a los más pobres? Los Estados ahora también son propietarios directa o indirectamente de un gran volumen de activos y capital mediante las empresas públicas y los fondos soberanos, que a su vez se invierten en una gran variedad de empresas y sectores. Aquí también existe potencial para obligar a los Estados a desinvertir de las industrias intensivas en carbono o simplemente a no explotar los combustibles fósiles. Ello también podría implicar utilizar a empresas y activos estatales como “accionistas activistas”, a fin de influenciar a las empresas en las que tienen acciones para que desarrollen prácticas menos perjudiciales para el medio ambiente. Además, si el intervencionismo del Estado puede movilizarse para penalizar a Estados y empresas del extranjero o para obtener el control de las redes económicas clave, entonces seguramente dichas capacidades coercitivas del Estado pueden dirigirse a hacer cumplir la legislación ambiental, las normas laborales y los sistemas fiscales sólidos para disciplinar al capital intensivo en carbono y limitar el poder de las empresas.
Sin embargo, la vía para aprovechar la geopolítica estatal-capitalista con fines progresistas está repleta de obstáculos. Décadas de neoliberalismo han erosionado las vías liberales-democráticas y los mecanismos de representación mediante los cuales las fuerzas progresistas han promovido proyectos reformistas. El poder de los sindicatos ha disminuido mediante la legislación y la reestructuración industrial; los partidos socialdemócratas han apoyado a los mercados y se han alejado de sus funciones originales de defensores de los intereses de la clase trabajadora; y la elaboración de políticas económicas está cada vez más desconectada de las necesidades diarias de los ciudadanos. En este contexto, resulta difícil, aunque no imposible, promover una forma de capitalismo estatal “más verde” y “más democrático” por las vías parlamentarias convencionales. De algún modo, seguimos (al menos parcialmente) constreñidos por la camisa de fuerza institucional neoliberal, aun cuando la ideología neoliberal posiblemente esté perdiendo peso. Además, el nuevo capitalismo estatal está cada vez más inmerso en los aparatos estatales represivos destinados a eliminar la disidencia popular, la movilización y otras protestas y manifestaciones. Este solapamiento del nuevo capitalismo estatal y las tendencias autoritarias complica los esfuerzos de extraer sus posibles elementos progresistas. Esta dificultad se ve exacerbada por posturas geopolíticas y económico-nacionalistas agresivas, que a menudo acompañan al capitalismo estatal, en las cuales las élites describen cada vez más a la competencia por las redes económicas globalizadas como un juego de suma cero.
Para hacer frente a estos desafíos y oportunidades, señalamos varios ámbitos de investigación y posibilidades de acción. Forjar solidaridad transnacional, reformular conceptos clave, como seguridad y desarrollo, y aprovechar el papel ampliado del Estado ofrecen posibilidades para lograr un futuro más equitativo. Las políticas industriales ocupan un papel central en la actual coyuntura geopolítica. Por ejemplo, hay margen para promover estrategias industriales verdes centradas en la descarbonización o para vincular los subsidios e inversiones estatales a beneficios comunitarios y derechos laborales.
El periodo actual también ofrece la oportunidad de volver a priorizar alternativas a los modelos económicos neoliberales, como las cooperativas, las iniciativas de economía solidaria y los servicios públicos universales. Habida cuenta de la orientación de la geopolítica estatal-capitalista hacia las redes, existe una necesidad persistente de solidaridad transnacional. Por último, debido a las diferencias entre el neoliberalismo del “primer” y “tercer” mundo, para que existan fuerzas progresistas en la geopolítica estatal-capitalista hacen falta políticas sociales contextuales y pactos verdes regionales. Ante la creciente competencia, la solidaridad interregional puede contribuir a resistir las tácticas de dividir y conquistar.
Una plataforma para aprovechar los poderes del capitalismo estatal con fines progresistas debe negarse categóricamente a aceptar que las conquistas de los trabajadores y ciudadanos de un país se logran a expensas del medio ambiente natural de otros. Por ello es necesario adoptar nuevas formas de solidaridad planetaria como principio rector para nuestro proyecto de reconvertir el Estado, sus activos y facultades de planificación. No obstante, articular políticas internacionalistas coherentes y significativas es especialmente difícil en la coyuntura histórica actual. Las estructuras y los efectos producidos por la geopolítica estatal-capitalista tienden a fomentar un clima propicio para el chauvinismo interimperial, en el cual se suelen adoptar narrativas de arriba hacia abajo que derriban la distinción entre interés económico y seguridad nacional, y adoptan explícitamente una retórica que presenta a los competidores económicos como amenazas a la integridad nacional. Debemos rechazar estas ideas, discursos y visiones del mundo, y evitar que se acepten como “sentido común”. Para ello puede ser necesario articular visiones alternativas de la propiedad pública y la planificación ecológica en aras de la prosperidad compartida dentro y fuera de las fronteras nacionales-territoriales.
Para aprovechar oportunidades mientras se superan obstáculos será necesario adoptar estrategias creativas de participación en el ámbito de la política institucional y más allá de él, forjando nuevas alianzas populares transnacionales y produciendo visiones contrahegemónicas y alternativas atractivas para un futuro justo y sostenible.
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NOTAS
1. Véase el discurso completo en inglés aquí https://mn.usembassy.gov/speech-secretary-pompeo-07-23-2020/
2. Utilizamos la expresión “Sur Global” para destacar que vivimos en un sistema mundial desarrollado en forma desigual, donde la pobreza de la mayoría del mundo está relacionada con la riqueza de unas pocas economías capitalistas avanzadas.
3. Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Acuerdo_Churchill-Stalin_sobre_los_Balcanes
4. Sírvase consultar el documento completo en el siguiente enlace https://trumpwhitehouse.archives.gov/wpcontent/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf
5. Las políticas tecnoindustriales son intervenciones gubernamentales para estimular la innovación, acelerar el cambio tecnológico y promover industrias específicas.
6. [N. de la T.]. La expresión “rust belt” en inglés hace referencia a las ciudades industria- les que han sufrido deterioro económico.
Ilias Alami es profesor adjunto de Economía Política del Desarrollo de la Universidad de Cambridge e investigador invitado del Observatorio de la Segunda Guerra Fría. Es autor de Money Power and Financial Capital in Emerging Markets: Facing the Liquidity Tsunami (Nueva York: Routledge, 2019) y coautor, junto con Adam Dixon, de The Spectre of State Capitalism (Oxford: OUP, 2024)
Jessica DiCarlo es profesora adjunta de Geografía Humana de
la Facultad de Medio Ambiente, Sociedad y Sostenibilidad de la
Universidad de Utah. Su investigación contribuye a debates sobre la función de China en la configuración de la política de recursos, el desarrollo y el capitalismo mundial. Es cofundadora del Observatorio de la Segunda Guerra Fría. Además, fue investigadora invitada de la Wilson China Fellow en 2023-2024 y, en la actualidad, es investigadora invitada de la Public Intellectual Program Fellow en 2023-2025, del Comité Nacional de Relaciones entre Estados Unidos y China.
Steve Rolf es investigador invitado de la Escuela de Negocios de la Universidad de Sussex e investigador adjunto del Observatorio de la Segunda Guerra Fría. Estudia la economía política de las tecnologías digitales, con especial hincapié en la rivalidad entre Estados Unidos y China. Es autor de China’s Uneven and Combined Development (Londres: Palgrave, 2021) y coautor, con Seth Schindler, de State Platform Capitalism: The Geopolitical Economy of US-China Competition in Digital Technology (Cambridge: CUP, en prensa).
Seth Schindler es profesor de Política Urbana y Desarrollo en el
Global Development Institute de la Universidad de Manchester, y es cofundador del Observatorio de la Segunda Guerra Fría. https://www.secondcoldwarobservatory.com/
Presentación pública del libro de Economía Inclusiva
Economía Inclusiva: conceptos básicos y algunos debates
FUHEM Ecosocial presenta su octava entrega de la Colección Economía Inclusiva: Economía Inclusiva: conceptos básicos y algunos debates.
Este libro, coordinado por Óscar Carpintero, nace como una reflexión colectiva de diferentes economistas que comparten una visión crítica con el enfoque económico más convencional que domina la enseñanza, las políticas económicas y una buena parte de la investigación en el ámbito de la economía desde hace mucho tiempo.
La presentación tendrá lugar el 1 de diciembre en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid ( C/ Noviciado, 3.) de 18,30 a 20 horas.
Contará con la presencia de:
- Carlos Berzosa, coautor y catedrático emérito de la Universidad Complutense.
- Óscar Carpintero, coordinador y coautor. Catedrático de Economía Aplicada (UVA).
- Monica Di Donato, coautora. Investigadora del Área Ecosocial de FUHEM.
- Ángel Martínez González-Tablas, coautor. Ha sido presidente de FUHEM y catedrático de Economía Aplicada (UCM).
El aforo es limitado. No te quedes sin plaza. ¡Inscríbete!
Desplazamiento forzado por causas climáticas en la era de crisis ecosocial
Desplazamiento forzado por causas climáticas en la era de la crisis ecosocial

Evento presencial, que tuvo lugar el 13 de noviembre 2026, en la Universidad Federal de Santa Catarina – USFC, con alumnos de Relaciones Internacionales.
Participaron:
Leticia Alburquerque – USFC
Fernanda Medeiros – Instituto Piracema.
Nuria del Viso – FUHEM Ecosocial.
En esta sesión del ciclo de Seminar Series del Proyecto Speak4Nature, se abordó el tema del Desplazamiento forzado por causas climática en la era de la crisis ecosocial, con una presentación de Nuria del Viso en la que caracterizó este fenómeno, ofreció su cuantificación con los datos disponibles y se expuso la situación de desprotección de estas personas en desplazamiento forzoso en un marco de fronteras cerradas.
A continuación se desarrollo un interesante debate con el estudiantado
Economía, ambiente y alimentación
Economía, ambiente y alimentación

FUHEM Ecosocial participa en un Seminario organizado por la Universidad Nacional de Entre Ríos – UNER, de la serie de Seminarios del Proyecto Europeo Speak4Nature.
Bajo el título: Economía, ambiente y alimentación el seminario tendrá lugar el día 12 de de noviembre de 2025, en el Auditorio PAFCCO UNER, Paraná, a las 10 hora local.
El Seminario está organizado por:
Instituto de Estudios Sociales (CONICET/UNER)
Doctorado de Ciencias Sociales UNER
Participará Monica Di Donato del equipo de FUHEM Ecosocial con una ponencia titulada Crisis ecosocial y metabolismo alimentario en los hogares, donde se analizará desde la economía ecológica, recursos naturales que se consumen en los hogares y los impactos ambientales que generan.
Papeles 171: El rapto de Europa

Como ocurriera con la princesa fenicia secuestrada por Zeus, de cuyo nombre proviene el del continente, los sueños europeos han sido capturados con malas artes por quien manda e impone las reglas del juego, aunque quepa sospechar en este caso si no habrá sido la propia princesa la que se subió a lomos del toro a sabiendas.
El rapto de Europa es el título del número 171 de la revista Papeles de relaciones internacionales y cambio global que explora la situación actual de la Unión Europea, evocando sus principios fundadores y analizando los principales problemas que ha encontrado después de más de setenta años, el experimento de integración institucional de naciones soberanas más original que se ha realizado hasta ahora.
Abre el número la Introducción de Santiago Álvarez Cantalapiedra, La captura de Europa aborda
A fondo reúne seis ensayos que abordan las principales cuestiones que tiene hoy planteadas la UE. José Antonio Nieto Solís realiza una retrospectiva de la andadura del Unión y lanza una breve mirada al futuro. Joám Evans Pim examina la dependencia de las materias primas minerales de la UE hasta el punto de securitizar su acceso. Tica Font y Pere Ortega revisan el plan de rearme europeo. Andreu Domingo explora el cambio demográfico en Europa, las políticas migratorias y los discursos de involución en la UE. Mónica López sigue indagando en las política de inmigración, pero ahora desde el punto de vista del asilo y el refugio y como ha evolucionado desde la firma del Tratado de Maastrich en 1993. Angelina Giannopoulou cierra la sección con un análisis sobre los aspectos políticos del proceso de integración, su involución institucional que contrasta con los movimientos de solidaridad internacionalistas de la izquierda y de los movimientos de resistencia a escala europea.
Actualidad recoge un análisis de Jordi Mir sobre la larga historia en la reivindicación del derecho a la vivienda. Por su parte, Rodrigo Rogelis explora los derechos de la naturaleza y las nuevas gobernanzas a través del caso de personalidad jurídica del río Atrato, en Colombia, y su consejo de guardianes.
La sección Experiencias nos trae una entrevista de Ana García Juanatey a Pia Hollenstein, fundadora y miembro de KlimaSeniorinnen que protagonizó el sonado caso de condena del Tribunal Europeo de Derechos Humanos al Estado suizo por la desprotección de colectivos vulnerables, como las mujeres mayores, ante el cambio climático.
Ensayo se abre con un texto de Jonatan Palmblad sobre instrumentalidad y personalidad ecológica. Marc Chopplet reflexiona, por su parte, sobre las humanidades y las ciencias sociales ante la inteligencia artificial, y se pregunta sobre su posible extinción.
El número se cierra, como es habitual, con la sección Lecturas.
A continuación, ofrecemos el Sumario de la revista con el acceso al texto de la introducción y al artículo firmado por Angelina Giannopoulou.
SUMARIO
INTRODUCCIÓN
La captura de Europa, Santiago Álvarez Cantalapiedra
A FONDO
La UE en retrospectiva: ¿vendrán tiempos mejores?, José Antonio Nieto Solís
La securitización de las materias primas minerales en la UE: porqué Europa no es inmune a la maldición de los recursos, Joám Evans Pim
El rearme militar de Europa, Tica Font y Pere Ortega
Cambio demográfico, políticas migratorias y discurso de la involución en la UE, Andreu Domingo
Política de inmigración y de asilo europea: ¿igualitaria y solidaria?, Mónica López
Desarmados de visión, armados hasta los dientes, o una Europa democrática, verde y social, Angelina Giannopoulou
ACTUALIDAD
Derecho a la vivienda: una la larga disputa, Jordi Mir
Guardianes del río Atrato: derechos de la naturaleza y la construcción de nuevas gobernanzas, Rodrigo Rogelis
EXPERIENCIAS
Entrevista a Pia Hollenstein, fundadora y miembro de KlimaSeniorinnen, Ana García Juanatey
ENSAYO
Instrumentalidad y personalidad ecológica: ¿Con qué finalidad?, Jonatan Palmblad
Inteligencia artificial y humanidades y ciencias sociales, ¿en vías de extinción?, Marc Chopplet
LECTURAS
Dialéctica de la ecología. socialismo y naturaleza, de John Bellamy Foster
Pedro L. Lomas
Ecotopías. Imaginar el futuro para cambiar el presente, VV.AA.
Manuel Casal Lodeiro
Climas de cambio. Las nuevas sociedades del calentamiento global, de José Antonio Cortés Vázquez
Nuria del Viso
Notas de lectura
RESÚMENES
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La captura de Europa
El proyecto europeo nació de un anhelo de paz. La integración avanzó con la idea de que podría ser un buen camino para evitar la pérdida de peso e influencia de los países del Viejo Continente. Se ha querido presentar además como un modelo cargado de valores y virtudes democráticas que representa un faro para navegar en medio de las procelosas y, con frecuencia, embrutecidas aguas de las relaciones internacionales. Sin embargo, hasta ahora, las cosas parecen haber discurrido por otros derroteros.
El promisorio horizonte de paz en el continente se ha ido disipando. No solo porque en su día fuera incapaz de evitar la sucesión de guerras derivadas de la desintegración de la antigua Yugoslavia o, más recientemente, la destrucción de Ucrania como consecuencia de la invasión rusa, sino porque la UE y algunos de sus miembros fueron responsables, en cierto modo, de la activación y profundización de aquellos procesos.
Santiago Álvarez Cantalapiedra escribe en la Introducción al número 171 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global sobre cómo la irrelevancia europea en el mundo se ha evidenciado de forma clara en las últimas décadas como consecuencia de los efectos paradójicos de una globalización que, impulsada inicialmente por Occidente para su propio beneficio, ha cambiado por completo el mapa geopolítico y el centro de gravedad económico mundial. Europa pesa cada vez menos en la economía global y, en el plano geopolítico, no está menos subordinada política y militarmente a los EEUU que antaño.
Por último, al histórico déficit democrático de las instituciones europeas se han sumado los procesos actuales de “desdemocratización” de los países y la doble vara de medir con que se abordan los principales conflictos internacionales. La quiebra moral ante el genocidio del pueblo palestino ha dejado a Europa sin alma y, lejos de ser un faro, la acción exterior de la UE contribuye más a la oscuridad que a iluminar las tinieblas. A estas alturas, tampoco parece extrañar ya a nadie el abandono clamoroso del enfoque de los derechos humanos en la gestión de sus fronteras.
Como ocurriera con la princesa fenicia secuestrada por Zeus, de cuyo nombre proviene el del continente, los sueños europeos han sido capturados con malas artes por quien manda e impone las reglas del juego, aunque quepa sospechar en este caso si no habrá sido la propia princesa la que se subió a lomos del toro a sabiendas.
Europa en el mapa mundial
El mundo vive un cambio de época en el cual Europa descubre perpleja que se encuentra más apartada, débil y dividida que nunca. Lo primero se evidencia en cómo Trump y Putin tratan de abordar una salida a la agresión rusa a Ucrania o en cómo Trump y Netanyahu acordaron la retirada parcial de las tropas en Gaza. Europa y, por supuesto, los pueblos palestino y ucraniano, ni siquiera han sido convocados. Su debilidad resulta incuestionable cuando se observa la nueva geografía económica mundial. Las divisiones internas se revelan cada día más claramente en las tensiones entre los países que forman la UE y en las fracturas económicas y territoriales que se siguen profundizando en su seno.
El auge de Asia es uno de los fenómenos económicos más relevantes de comienzos del siglo XXI. Para Europa ha representado el fin de la ventaja excepcional que logró con la implantación del industrialismo alumbrado por el capitalismo naciente. La publicación del libro La gran divergencia de Kenneth Pomeranz hace veinticinco años mostró cómo Europa había logrado una ventaja apabullante sobre China gracias a factores casuales.1 Hasta el siglo XVIII Europa y China —contemplando las regiones más avanzadas de cada área—disfrutaban de un desarrollo con unos niveles de prosperidad y una estructura socioeconómica bastante similares. La protoindustrialización en ambas zonas estuvo basada en la extracción de recursos naturales y el empleo masivo de madera como fuente de energía. Rápidamente el incipiente desarrollo industrial occidental se toparía con las limitaciones naturales de su propio territorio. La forma de sortear esas restricciones ecológicas contribuyó a la gran divergencia con el área asiática. Según Pomeranz, las diferencias tuvieron que ver principalmente (que no únicamente) con varios elementos esenciales: en primer lugar, las limitaciones energéticas impuestas por la deforestación europea pudieron aliviarse gracias al acceso a unos yacimientos de carbón abundantes y próximos, permitiendo la utilización de otras formas de energía distintas de la madera; en segundo lugar, el acceso a los recursos de las Américas, siguiendo un esquema de organización colonial, proporcionó el acceso a un territorio suficiente que, combinado con el uso de mano de obra esclava (gracias al comercio triangular), permitió la obtención de materias primas —como el algodón (pero también madera y azúcar)— que de otro modo habría requerido enormes extensiones en Europa. Finalmente, y no menos importante, las interminables rivalidades entre los países europeos terminaron por alumbrar las capacidades fiscales y militares de los Estados europeos que asentaron su dominio en ultramar. Así pues, las posibilidades de utilización del carbón mineral (con mayor densidad energética que la biomasa), así como el desarrollo temprano de las tecnologías coligadas (como, por ejemplo, la máquina de vapor creada en 1712 por Thomas Newcomen, mejorada sustancialmente décadas después por el escocés James Watt), junto al desempeño de la dominación militar colonial (también con sus correspondientes innovaciones tecnológicas y financieras), resultaron los elementos determinantes que hicieron despuntar a Europa, y particularmente al Reino Unido, convirtiéndola en el centro de la economía mundial. No fueron factores culturales ni institucionales,2 como se enfatiza desde interpretaciones liberales, los que originaron la gran divergencia, sino la fuerza coercitiva del colonialismo y las capacidades tributarias y financieras de los Estado europeos.
Pero volvamos al presente para entender el papel que parece corresponderle a Europa en el momento actual. El 27 de julio de este año es la fecha, para muchos, de la capitulación del proyecto de la UE ante los EEUU. En esa fecha, la UE aceptó sin contrapartidas un arancel del 15% sobre el grueso de sus exportaciones a los EE UU, comprometiéndose además a comprarle energía por valor de 750.000 millones de dólares, realizar inversiones no especificadas por otros 600.000 millones e incrementar la adquisición de armamento estadounidense. Más allá del alcance y de las posibilidades reales de concreción de este “acuerdo”, para Varoufakis lo que resuena en este acontecimiento es lo que aconteció con el tratado de Nanjing de 1842.3 Dicho tratado supuso la gran capitulación de China frente a la potencia europea de la época (el Reino Unido) y el inicio de un “siglo de humillación” que marcaría el declive de Oriente frente a Occidente. Ahora las prácticas imperiales a las que Europa recurrió en el pasado para doblegar la voluntad de otras naciones se revuelven, ironías de la historia, contra el viejo continente. Pero a diferencia de la China de 1842, cuya humillación fue resultado de una derrota militar, la servidumbre europea se presenta ahora como una opción libremente elegida por la propia Unión ante la administración norteamericana.
EEUU tiene claro con qué bazas cuenta para actualizar esa servidumbre voluntaria europea.4 En primer lugar, sabe sacar provecho del vínculo trasatlántico a través de la OTAN, siempre bajo su control. A través de la Alianza Atlántica se da forma al rearme y a la subordinación europea en materia de seguridad exterior. La exigencia de dedicar el 5% del PIB al gasto militar revela —más allá de la fetichización de un porcentaje5 quién manda realmente sobre los presupuestos de los Estados miembros. Justificados por las autoridades comunitarias como una oportunidad, junto a la transición digital, para robustecer el modelo productivo6 y la autonomía estratégica europea, estos gastos militares son, en realidad, un refuerzo estructural de la dependencia del Viejo Continente al complejo militar estadounidense, al tiempo que responden plenamente a sus designios de seguridad global (centrar la atención en Asia y delegar en Europa responsabilidades de contención de Rusia). En segundo lugar, EEUU sabe de la importancia de desenganchar a Europa de los suministros energéticos rusos y reforzar la dependencia de los suyos, y para tal propósito cualquier medio es válido (sabotaje del gaseoducto Nord Stream, la exigencia de compra de hidrocarburos plasmada en el acuerdo del 27 de julio, etc.).
Con eso basta dado que, en otros campos como el tecnológico, la UE cada vez tiene menos cosas que decir. Un informe reciente del Belfer Center de la Universidad de Harvard ha subrayado que EEUU retiene el liderazgo en sectores fundamentales como la IA, los semiconductores, la tecnología espacial, cuántica y las biotecnologías, mientras que China se encuentra en segundo lugar en las dos últimas. Los países europeos en solitario apenas pintan nada en ninguna y, en conjunto, suman la mitad de las capacidades de las de EE UU y dos tercios de las chinas, con un rezago especialmente significativo en el ámbito de los semiconductores y la tecnología espacial.7
Salir del camino equivocado
El camino de servidumbre elegido por Europa revela, por un lado, sus miedos e impotencias y, por otro, y más fundamental, que su proyecto coincide en lo sustancial con el del Leviatán norteamericano: la defensa del modo de vida occidental. El innegociable american way of life ha representado siempre el punto de encuentro entre Europa y los EEUU más allá de cualquier divergencia o discrepancia coyuntural. Pero seguir por esta senda equivale directamente a negar la existencia de la crisis ecosocial.
Más razonable sería que Europa tratara de responder con sabiduría y humanidad al dilema que plantea Bruno Latour:
¿Qué hacemos entonces? O bien negamos directamente la existencia del problema, o bien buscamos aterrizar. Para cada uno de nosotros, la pregunta significa: “¿Vas a seguir alimentando sueños de evasión o te pondrás en marcha en busca de un territorio habitable para ti y para tus hijos?”. En adelante, esto es lo que divide a la gente, mucho más que saber si uno es de izquierdas o de derechas.8
La Europa que alumbró el industrialismo capitalista gracias al carbón y a la dominación colonial, tiene la oportunidad de reconocer, ahora que le urge desengancharse de los fósiles y no es más que la cola del león, que el modo de vida occidental es un camino sin salida plagado de amenazas que niega el futuro a la humanidad, y que esas amenazas coinciden ya con el momento en que nos vemos obligados a acoger en el continente a millones de seres humanos expulsados de su tierra por el modo de vida que hemos engendrado. Tenemos que aprender a convivir con quienes nunca habíamos compartido tradiciones, costumbres e ideales, con esos prójimos extranjeros con los que, sin embargo, tenemos una cosa en común: vernos privados del suelo que habitamos. Por eso, con esos pueblos en migración compartimos destino: «Nosotros, los antiguos europeos, porque nos falta planeta para tanta globalización y vamos a tener que cambiar por completo nuestros modos de vida; ellos, los futuros europeos, porque han tenido que abandonar su antiguo suelo devastado y aprender a cambiar por completo sus modos de vida. ¿No es un poco exagerado? No, es nuestra única salida: descubrir en común un territorio donde habitar. Es la nueva universalidad. La otra bifurcación de la alternativa es fortificarme detrás de una muralla y hacer como si nada hubiera cambiado, prolongando el sueño con los ojos abiertos del American way of life del que sabemos que nueve mil millones de seres humanos no sacarán ningún provecho».9 Solo así Europa puede liberarse del rapto del que fue objeto, recuperando los anhelos de paz e integración de su proyecto e iluminando las tinieblas que oscurecen un futuro que, si no es compartido, simplemente no existirá.
Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocil y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
NOTAS
1 Kenneth Pomeranz, The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy, Pricenton University Press, 2000 [existe una edición reciente en castellano de la editorial Arpa, octubre 2024].
2 Ni el espíritu del capitalismo, asentado en la ética calvinista (Weber), ni las instituciones recomendadas por Adam Smith (propiedad privada, presupuestos equilibrados, mercados, etc.) tienen en la interpretación de Pomeranz un papel protagonista. No se niega esos factores, simplemente son situados en lugar secundario. Piketty ha subrayado, además, la paradoja que supone para las explicaciones liberales el hecho de que las instituciones en la China del siglo XVIII eran más «smithianas» que las del Reino Unido (Thomas Pikkety, Una breve historia de la igualdad, Deusto, 2021).
3 Yanis Varoufakis, «Un siglo de humillación para Europa», Sin Permiso, 22/08/2025, disponible en: https://sinpermiso.info/textos/un-siglo-de-humillacion-para-europa
4 Thomas Fazi, «Europa, la capitulación permanente», Le Monde Diplomatique en español, septiembre de 2025, pp. 20-21.
5 El establecimiento de fetiches en forma de porcentaje no es nuevo. El neoliberalismo se caracterizó por una visión contable de la actividad económica, de modo que todos los procesos de la integración europea bajo su égida estuvieron marcados por porcentajes con independencia de su necesidad o conveniencia: recuérdense los criterios de convergencia de la Unión Monetaria para los países de la eurozona (1,5% de tasa de inflación, el 3% de déficit público, el 60% del PIB de deuda pública o el 2% en el tipo de interés a largo plazo) o, más recientemente, los requisitos establecidos para las reglas fiscales del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
6 En el juego de eufemismos en el que estamos, el militarismo es presentado en nuestro país como un Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa. https://www.lamoncloa.gob.es/consejodeministros/resumenes/Documents/2025/230425-plan-industrial-y-tecnologico-para-la-seguridad-y-la-defensa.pdf
7 Belfer Center for Science and International Affairs, Critical and Emerging Technologies Index, Harvard Kennedy School, Junio de 2025. El Informe completo y los informes de países (Francia, Italia, Alemania, Japón y Corea del Sur) se pueden consultar y descargar en: https://www.belfercenter.org/critical-emerging-tech-index
8 Bruno Latour, «La Europa refugio», en VVAA: El Gran Retroceso, Seix Barral, Barcelona, 2017, pp. 171-183.
9 Ibidem, pp. 174-175.
Acceso al texto completo del artículo en formato pdf: La captura de Europa.
Miradas interdisciplinares sobre la naturaleza, alimentación y cuidados
Miradas interdisciplinares sobre la naturaleza, alimentación y cuidados

FUHEM Ecosocial participa en un Seminario organizado por la Universidad Nacional del Litoral, en el marco de la serie de Seminarios del Proyecto Europeo Speak4Nature.
Bajo el título: Miradas interdisciplinares sobre la naturaleza, alimentación y cuidados, el seminario tendrá lugar el día 6 de noviembre de 2025, en el Consejo Directivo del Edificio Histórico FCJS/UNL, Santa Fe, Argentina, a las 15 hora local.
El Seminario está organizado por:
- Secretaría de Investigación y Desarrollo de los Recursos Humanos Docentes FCJS/UNL.
- Pl Meulen III: Los entramados socio-jurídicos sobre la cuestión ecológica desde una perspectiva Latinoamericana.
- CAID «Seguridad alimentaria y derecho humano a la limentación».
- Proyecto Speak4Nature (Horizon-MSCA-2021 SE-01) ref. 101086202.
Estará dividido en dos bloques y contará con la presencia de:
Cuestión alimentaria y justicia ecológica
Monica Di Donato – FUHEM
Mariel Wicky – FBCB/UNL
Historias de asistencia, resistencia y cuidados.
Pilar Peralta – LMU
Chiara Bertoldi – UPO
Nicolás Maiarota – FCJS/UNL
En su ponencia Crisis ecosocial y metabolismo alimentario de los hogares: un análisis de las desigualdades en el uso de los recursos naturales y sus impactos ambientales, Monica Di Donato, del equipo de FUHEM ecosocial, abordará cómo las distintas formas de consumo alimentario de los hogares resultantes de nuestro modo de vida son uno de los condicionantes de que se alcance o no el objetivo de la sostenibilidad.
Las métricas monetarias habitualmente usadas no son suficientes para evaluar este aspecto. Por ello se hace necesario complementarlas con métricas biofísicas, a través de aproximaciones como el metabolismo social, en este caso, en su vertiente alimentaria. Entender los distintos flujos del metabolismo alimentario, es decir, de los flujos de materiales que lo constituyen, así como de los impactos ambientales ligados al comportamiento alimentario de los hogares a lo largo de un periodo, es una información fundamental dentro del contexto de emergencia, ligado a la actual crisis ecosocial, y de transición ecológica, caracterizado por niveles de recursos menguantes y un medio crecientemente degradado.
En ese sentido, el diagnostico constituiría una herramienta útil para el decisor de políticas públicas y los aparatos jurídicos para controlar, y resolver desigualdades de injusticia alimentaria y disponer de acciones encaminadas a la realización y garantía a una alimentación justa y sostenible como derecho fundamental.
How do human rights and the rights of nature converge?

How do human rights and the rights of nature converge?
The legal and jurisprudential recognition of the rights of nature and ecological justice (EJ) that has been taking place since the beginning of the 21st century opens up a whole new field of research and practice. In parallel, there is a whole body of previous legislation, with at least eight decades of existence, dedicated to the development of human rights theory and practice.
The long shadow of the financialization of nature in the nature conservation law: the case of SBAP Law in Chile.

The long shadow of the financialization of nature in the nature conservation law: the case of SBAP Law in Chile.
After 13 years of negotiation and processing, approval of Ley 21.600 que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP) y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) (Law 21.600 for the creation of the Service for Biodiversity and Protected Areas and the National System of Protected Areas) has been a milestone for nature conservation in Chile.
Economía Inclusiva: conceptos básicos y algunos debates
Economía Inclusiva: conceptos básicos y algunos debates
La Colección Economía Inclusiva del área Ecosocial de FUHEM publica su entrega número ocho: Economía Inclusiva: conceptos básicos y algunos debates, coordinado por Óscar Carpintero.
Este libro nace como una reflexión colectiva de diferentes economistas (reunidos en torno al Grupo de Economía Inclusiva, impulsado y coordinado por el área ecosocial de FUHEM) que comparten una visión crítica con el enfoque económico más convencional que domina la enseñanza, las políticas económicas y una buena parte de la investigación en el ámbito de la economía desde hace mucho tiempo.
La pregunta detonante de esa reflexión gira alrededor de si es posible abordar una visión más inclusiva de la economía que reconozca los conflictos, desigualdades y límites del sistema actual. En ese sentido, la propuesta y la apuesta de esta publicación es avanzar hacia un enfoque de economía inclusiva desde un pluralismo integrador, capaz de articular distintos enfoques que comparten diagnóstico y críticas al funcionamiento del sistema capitalista.
A diferencia de lo que sostiene el enfoque económico convencional, el libro constata que, el capitalismo está lejos de encontrarse en un equilibrio amable (o tendente a él) y, además, sigue atravesado por conflictos y desigualdades de todo orden: conflicto capital-trabajo, capital-naturaleza, capital-género, etc.

Conflictos que afectan a varias dimensiones (ecológica, social, política), generan desigualdades más o menos estructurales de renta, riqueza, de género y que son, al final, expresión de la diferente distribución del poder económico y político en las sociedades.
A diferencia de lo que sostiene el enfoque económico convencional, el libro constata que, el capitalismo está lejos de encontrarse en un equilibrio amable (o tendente a él) y, además, sigue atravesado por conflictos y desigualdades de todo orden: conflicto capital-trabajo, capital-naturaleza, capital-género, etc. Conflictos que afectan a varias dimensiones (ecológica, social, política), generan desigualdades más o menos estructurales de renta, riqueza, de género y que son, al final, expresión de la diferente distribución del poder económico y político en las sociedades.
Esta es la realidad que buena parte de los estudiantes de economía desearía conocer y analizar y también es la realidad que los economistas críticos tratan de comprender y la economía convencional escatimar. Precisamente estos conflictos son analizados de forma particular, y por separado, por algunos enfoques económicos heterodoxos como la economía feminista, la economía ecológica, postkeynesiana, institucional o marxista. Ahora bien, lo verdaderamente novedoso de este libro reside en el dialogo que establece entre estos enfoques heterodoxos (que muchas veces han estado incomunicados), resaltando lo que tienen en común para lograr una representación más integral e inclusiva del proceso económico con todos sus conflictos y desigualdades.
Y lo hace de dos maneras. Por un lado, señalando aquellos conceptos o categorías que, aunque a veces utilizadas principalmente por un enfoque heterodoxo en concreto, pueden ser planteadas y aceptadas de manera inclusiva e integral para entender el mundo económico. Conceptos como género, límites, sostenibilidad, excedente social, clase social, racionalidad limitada, cuidados, sistemas abiertos, trabajo, metabolismo social, modo de vida y calidad de vida, instituciones, poder y conflicto social, patriarcado o necesidades son, por ejemplo, categorías que pueden y deben utilizarse para profundizar en esa perspectiva inclusiva e integradora de la ciencia económica. Y, por otro lado, el libro suscita debates y propuestas que tienen, precisamente, esa mirada integral e inclusiva, a través del tratamiento de asuntos como el poscrecimiento, los impactos del cambio tecnológico, el imperialismo y el colonialismo verde, o la reducción del tiempo de trabajo.
Por todo lo anterior, el libro podría constituir una fuente de interés tanto para estudiantes y estudiosos de la economía, como para un público general interesado en mirar con gafas distintas de las habituales el funcionamiento del sistema económico y las desigualdades y conflictos sociales y ecológicos que este genera.
Óscar Carpintero.
Capítulo 1. Una mirada inclusiva a la representación de la actividad económica
Santiago Álvarez Cantalapiedra, Alfons Barceló, Óscar Carpintero, Cristina Carrasco, Ángel Martínez González-Tablas, Albert Recio y Jordi Roca.
Capítulo 2. Conceptos y categorías básicas
Ámbito doméstico y cuidados – Paula Rodríguez Modroño.
Ciencia, realismo, racionalidad – Alfons Barceló.
Clase social – Jorge Sola y Julián Panadero.
Los comunes – César Rendueles.
Desigualdad – Jorge Guardiola.
Principio de demanda efectiva – Paloma Villanueva.
Dinero y finanzas – Óscar Carpintero y Eduardo Fernández-Huerga.
La Empresa – José Miguel Rodríguez Fernández.
El Estado – Luis Buendía.
Excedente social – Alfóns Barceló, Carlos Berzosa y Ángel Martínez González-Tablas.
Género y patriarcado – Carmen Castro García.
Incertidumbre – Eduardo Fernández-Huerga y Óscar Carpintero.
Instituciones – Luis Fernando Lobejón y Sherman Farhad.
Límites y sostenibilidad – Óscar Carpintero y Pedro L. Lomas.
Mercados – Eduardo Fernández-Huerga.
Metabolismo social – Óscar Carpintero y Pedro L. Lomas.
Modo de vida y calidad de vida – Santiago Álvarez Cantalapiedra y Monica Di Donato.
Necesidades y consumo – Santiago Álvarez Cantalapiedra.
Poder y conflicto social – Albert Recio y Luis Fernando Lobejón.
Producción (genealogía del concepto) – José Manuel Naredo.
Producción – Ángel Martínez González-Tablas, Cristina Carrasco y Óscar Carpintero.
Sistemas abiertos – Óscar Carpintero y Jaime Nieto.
Sistemas económicos y sistema económico capitalista – Ángel Martínez González-Tablas y Alfons Barceló.
Tecnología y cambio tecnológico – Xavier Vence.
Trabajo – Albert Recio.
Capítulo 3. Debates y propuestas
Cambio demográfico – Jordi Roca Jusmet y Mireia Farré Mallofré.
Crisis económicas – Carlos Berzosa.
Crítica a los indicadores macroeconómicos – Jordi Roca Jusmet.
Impactos del cambio tecnológico – Xavier Vence.
Imperialismo global y colonialismo verde – José Bellver y Pedro L. Lomas.
Inflación – Carlos Berzosa.
Mirada feminista interseccional – Astrid Agenjo-Calderón y Cristina Carrasco.
Pluriversos – Jorge García-Arias y Jorge Guardiola.
Postcrecimiento – Jordi Roca Jusmet.
Reducción del tiempo de trabajo – Verónica Castrillón y Jon Bernat Zubiri.
Transiciones socioecológicas – Óscar Carpintero y Jaime Nieto.
Capítulo 4. Reflexiones finales y algunas propuestas para avanzar
Óscar Carpintero.
Bibliografía
Sobre las autoras y autores.
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Entrevista
Entrevista a Óscar Carpintero, coordinador y autor del libro.
Presentaciones

El pasado 17 de noviembre de 2025 fue presentado el libro Economía inclusiva: conceptos básicos y algunos debates, en el Auditorio de la Facultad de Ciencias Económicos, de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina.
Organizado por:
Cátedras de Economía Laboral y Desarrollo Económico.
El acto contó con la presencia de:
Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del área Ecosocial de FUHEM.
Monica Di Donato, investigadora de FUHEM.
Del Estado social al Estado ecosocial: desafío y experiencias desde España y Argentina
Del Estado social al Estado ecosocial: desafío y experiencias desde España y Argentina

FUHEM Ecosocial participa en un Seminario organizado por la Universidad Nacional del Litoral, en el marco de la serie de Seminarios del Proyecto Europeo Speak4Nature.
Bajo el título: Del Estado social al Estado ecosocial: desafío y experiencias desde España y Argentina, el seminario tendrá lugar el día19 de noviembre de 2025, en el Consejo Directivo del Edificio Histórico FCJS/UNL, Santa Fe, Argentina, a las 17 hora local.
El Seminario está organizado por:
- Secretaría de Investigación y Desarrollo de los Recursos Humanos Docentes FCJS/UNL.
- Pl Meulen III: Los entramados socio-jurídicos sobre la cuestión ecológica desde una perspectiva Latinoamericana.
- Proyecto Speak4Nature (Horizon-MSCA-2021 SE-01) ref. 101086202.
Contará con la presencia de:
Santiago Álvarez Cantalapiedra – FUHEM
Daiana Pérez – INES, CONICET, UNER.
Valentina Locher – UNL
Dabel Leandro Franco – UNL
Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del área Ecosocial de FUHEM hablará de cómo ante las consecuencias de la crisis ecosocial surge la necesidad de regular de otra manera las relaciones sociales y los intercambios con la naturaleza, así como proveer a la gente de la adecuada cobertura protectora frente a los riesgos sociales y ecológicos.
La capacidad para regular las relaciones sociales (suturando las brechas sociales, sea cual sea su origen: de clase, género o étnica) y racionalizar los intercambios con la naturaleza (reduciendo los flujos materiales y el gasto energético minimizando los impactos sobre los ecosistemas) a través de la acción del Estado requiere poner la atención sobre su potencial capacidad para actuar (en todos sus niveles, desde el ámbito local hasta el regional e internacional), al menos, en tres frentes:
1º) en el de la dirección e impulso de las trasformaciones socioeconómicas necesarias
2º) en el de la redistribución y compensación a los sectores y grupos sociales afectados por esas transformaciones y
3º) en el de la protección a los grupos más vulnerables frente a las consecuencias catastróficas más inminentes asociadas a las crisis ecológicas en curso.
Speak4Nature: Seminar Series
El rol de las bibliotecas en épocas de fake news

Nueva sesión de Seminar Series del proyecto de Speak for Nature correspondiente a las estancias en la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina.
Bajo el título: El rol de las bibliotecas en épocas de fake news el seminario tendrá lugar el día 13 de noviembre de 2025, en el Aula 25 del Edificio Histórico FCJS/UNL, Santa Fe, Argentina, a las 10 hora local.
En esta ocasión participa Susana Fernández Herrero documentalista de FUHEM Ecosocial.
Coordinan:
Leticia Giménez – Biblioteca Pablo Vrillaud, FCJS – UNL.
María Valeria Berros – UNL
Organizan:
- Secretaría de Investigación y Desarrollo de los Recursos Humanos Docentes, FCJS – UNL.
- Biblioteca Pablo Vrillaud, FCJS-UNL
- PI Meullen III: Los entramados socio-jurídicos obre la cuestión ecológica desde una perspectiva latinoamericana.
- Proyecto Speak4Nature (HORIZON-MSCA-2021-SE-01 ref. 101086202.
Esta ponencia abordará cómo a pesar de vivir en la época en la que existe el mayor volumen de información disponible de toda la historia, sin embargo, debemos platearnos si estamos bien informados.
Una aproximación al actual ecosistema informativo, al exceso de información y las consecuencias que la infoxicación tiene sobre las personas. A la problemática surgida a partir del desarrollo de la desinformación y las noticias falsas y cómo estas están teniendo un papel clave en nuestra forma de ver e interpretar la realidad.
Se tratarán diferentes estrategias para combatir la desinformación y sobre todo, se destacará el papel que tienen las bibliotecas y sus profesionales en la formación de ciudadanos responsables y críticos que pueden hacer frente a estos fenómenos.
PAPELES: 40 Aniversario

Con motivo de su 40 aniversario, la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global organizó el coloquio TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE para reflexionar y dialogar con la audiencia sobre los problemas ecosociales que atraviesan nuestro presente.
El acto que tuvo lugar el pasado 9 de octubre de 2025 en la Sala Valle Inclán, Círculo de Bellas Artes, contó con la presencia de:
Ángel Martínez González-Tablas: ex presidente del patronato de la fundación FUHEM, fue el inspirador de la creación de la revista PAPELES. Ha sido catedrático de Economía Internacional y Desarrollo de la U. Complutense de Madrid, vinculado desde sus orígenes con el movimiento de Economía Crítica.
M. Eugenia Rodríguez Palop: jurista, profesora universitaria, columnista y política española, actual secretaria de política internacional y europea de Sumar. Fue eurodiputada entre 2019 y 2024. Es especialista en Derechos Humanos y Democratización, siendo profesora de ello en varias universidades. Investigadora del Instituto de Estudios de Género y del Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas de la UC3M, del que fue también subdirectora hasta 2018.
Carlos Gómez Gil: doctor en Sociología, profesor titular en el Departamento de Análisis Económico Aplicado de la Universidad de Alicante donde imparte docencia en cooperación al desarrollo. Investigador en el Instituto Universitario de Estudios Sociales de América Latina (IUESAL) de la UA y en la Red de Investigadores y Observatorio de la Solidaridad (RIOS) que preside.
Presentó: Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de la revista y del Área Ecosocial de FUHEM.
La conversación corrio en paralelo a los análisis que forman los semimonográficos de los números 169, titulado «Tiempos sombríos. Amenazas a la paz y la democracia», y 170, «Tiempos de incertidumbre. Una mirada desde las últimas décadas».
Cuestiones sobre geopolítica, imperialismo, crisis ecológica, nuevo ciclo de conflictos, riesgos para la paz, derechos y la democracia, así como una mirada desde la perspectiva histórica sobre las últimas cuatro décadas en el plano económico, político, tecnológico y de los derechos ayudarán a devanar un diálogo iluminador sobre las principales cuestiones de nuestro tiempo de la mano de tres notables pensadores. Junto al análisis habrá lugar para perfilar o, al menos sugerir, propuestas para salir de los atolladeros actuales.
Celebramos cuatro décadas de análisis de la revista PAPELES, cuatro décadas explorando cuestiones ecosociales, a través de artículos, entrevistas, diálogos, perfiles y testimonios. Y queremos compartirlo contigo.
A continuación ofrecemos el video del acto.
El riesgo químico: una amenaza invisible en la Unión Europea
La contaminación química es una de las mayores amenazas planetarias de nuestro tiempo, junto con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, al tratarse de un riesgo invisible, se le presta poca atención en los ámbitos sociales y políticos.
Tatiana Santos, responsable de políticas de sustancias tóxicas en la Oficina Europea de Medio Ambiente (EEB), aborda en esta artículo, como la ciudadanía europea se enfrenta a la exposición continua a sustancias químicas peligrosas, tanto a través del agua, los alimentos y el aire contaminado, como por medio de productos de uso diario, con graves consecuencias para la salud y que, a pesar de los esfuerzos legislativos en Europa, hay una gran preocupación sobre la eficacia de la regulación actual. Este texto profundiza en esta cuestión, evaluando si existe o no un control adecuado y ofreciendo recomendaciones de mejora.
La ciudadanía europea ya está altamente contaminada. La Iniciativa Europea de Biomonitorización Humana,1 un programa de cinco años que involucra a 116 agencias gubernamentales, laboratorios y universidades de toda Europa, ha analizado la presencia de 18 de los grupos de sustancias químicas más problemáticos en muestras de orina y/o sangre de más de 13 000 personas de 28 países europeos. Esta investigación ha descubierto que la población está expuesta a niveles «alarmantemente altos de sustancias químicas peligrosas, especialmente en el caso de niños y niñas», según uno de los coordinadores del programa.2 Los científicos describen a los bebés como nacidos «pre-contaminados».3 Han encontrado PFAS, las sustancias químicas eternas en todos los cordones umbilicales de las casi 30 000 muestras analizadas.4
Los contaminantes químicos están presentes en nuestra agua, alimentos, aire y en una amplia variedad de productos cotidianos, desde juguetes y artículos de cuidado infantil hasta recipientes para alimentos, cosméticos, muebles y textiles. Muchas de estas sustancias comprometen nuestra salud, causando enfermedades,5 infertilidad,6 deterioro cognitivo 7 y muerte prematura, y tienen impactos desproporcionados en mujeres, niños y futuras generaciones. Por ejemplo, los ftalatos, que se encuentran comúnmente en plásticos y productos de cuidado personal, están relacionados con problemas de salud reproductiva y endocrina al poder interferir con el sistema hormonal humano, causando efectos adversos en la salud.8 La exposición diaria a mezclas de sustancias tóxicas se relaciona con la disminución de las poblaciones de insectos,9aves y mamíferos.10 La contaminación química es una crisis de salud pública profunda que infringe el derecho humano fundamental a un medio ambiente seguro y saludable.
Las lagunas normativas y la falta de responsabilidad de la industria química han impedido que las regulaciones eviten los riesgos ocasionados por las sustancias peligrosas
La comunidad científica advierte de que la amenaza persistente de la contaminación por sustancias químicas peligrosas ha traspasado ya el límite planetario,11 y presenta un desafío alarmante y sin precedentes que amenaza nuestra supervivencia y la estabilidad de la Tierra. Las agencias Europeas de Sustancias Químicas y de Medio Ambiente han advertido que la producción de las sustancias químicas más dañinas (cancerígenas, mutágenas y tóxicas para la reproducción) sigue aumentando, mientras que «se necesita más trabajo para hacer que las sustancias químicas sean seguras y sostenibles» e indican la necesidad de un cambio de paradigma.12
¿Por qué son importantes las regulaciones de sustancias químicas de la Unión Europea?
La Unión Europea (UE) establece las reglas que todos sus países miembros deben seguir. Esto es importante porque asegura que disponemos de una protección similar, independientemente del país de la UE en el que vivamos.
Europa es reconocida como una de las regiones más avanzadas del mundo en la regulación de los riesgos de las sustancias químicas peligrosas. Sin embargo, en la práctica, las lagunas normativas y la falta de responsabilidad de la industria química han impedido que estas regulaciones eviten los riesgos ocasionados por las sustancias peligrosas . No se ha dado suficiente importancia a los costes reales de la exposición química sobre nuestra salud y bienestar, y esto ha desembocado en un problema generalizado de inacción política. Rápidos en aprobar su uso y dolorosamente lentos para ponerse al día con los peligros que estas sustancias entrañan, los responsables políticos se muestran reacios a hacer cumplir la normativa, y necesitan más de una década para regular sustancias que ya se conoce que causan graves daños a las personas y al medio ambiente.13
Según las encuestas, la ciudadanía europea muestra una alta preocupación por la presencia de sustancias peligrosas en los productos cotidianos. El 84% de la ciudadanía europea cree que la legislación ambiental de la UE es esencial y el 92% afirma que las empresas deberían asumir los costes de la limpieza de la contaminación.14 El Pacto Verde de la Comisión Europea, anunciado en diciembre de 2019, reconoció la amenaza y la preocupación pública e incluyó la «ambición de cero contaminación para un entorno libre de tóxicos» y un «juramento verde: no hacer daño».15
La Estrategia de Sustancias Químicas para la Sostenibilidad (CSS por sus siglas en inglés),16 publicada por la Comisión Europea en octubre de 2020 fue un intento encomiable de abordar brechas históricas en las políticas químicas de la UE ya que reconoció la «necesidad urgente de aumentar significativamente las protecciones» legales y prometió «reforzar considerablemente la aplicación de las normas de la UE», lo que incluye la mejora de la información sobre peligros y usos de las sustancias, la introducción de medidas de simplificación regulatoria y el compromiso de prohibir las sustancias químicas más dañinas que todavía se utilizan en los productos de consumo.
Las sustancias químicas tóxicas PFAS, que contaminan progresiva y permanentemente nuestros cuerpos, serían prohibidas en todos los usos, excepto en los «esenciales». Se pondría fin a la práctica poco ética de vender a naciones menos desarrolladas millones de toneladas anuales de sustancias químicas peligrosas prohibidas en la UE. Europa dejaría de intentar «vaciar el mar con una cuchara»17 al regular las sustancias químicas una por una y, en su lugar, pondría fin a familias químicas enteras. Para ello, proponía revisar el Reglamento de Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas (REACH) en una regulación.
¿Dónde estamos cuatro años después de la estrategia química?
Aunque la CSS demostró ambición para mejorar la protección de las personas y el medio ambiente contra sustancias químicas nocivas, los esfuerzos de los responsables políticos y la efectividad de las medidas adoptadas han resultado insuficientes.
Cuatro años después de su anuncio, aún queda mucho por hacer. De las trece acciones clave prometidas, solo una, la revisión del Reglamento de Clasificación, Etiquetado y Embalaje de sustancias químicas (CLP), se ha implementado con el nivel de ambición previsto. Importantes expedientes siguen pendientes, como la revisión del Reglamento REACH y la implementación de la Hoja de Ruta de Restricciones para eliminar progresivamente las sustancias químicas más dañinas en los productos de consumo. Estas son herramientas esenciales para controlar las sustancias químicas en Europa. Otras medidas no se han implementado en absoluto, como es el caso de la prohibición de las exportaciones tóxicas. La mayoría de las otras acciones solo han visto una implementación parcial o mínima. En general, existe un preocupante y escandaloso bajo nivel de cumplimiento de las promesas de la CSS, que muestra la falta de determinación entre los responsables políticos para tomar medidas esenciales para salvaguardar la salud pública y el medio ambiente de sustancias químicas peligrosas.
Por otro lado, se han perdido oportunidades para alinear la CSS con otras legislaciones, como las de clima, biodiversidad y economía circular, así como para incentivar la sustitución, lo que subraya la necesidad de un enfoque más integral para asegurar la sostenibilidad química dentro del marco regulatorio de la UE.
Desafortunadamente, la transformación dramática que nos prometió el Pacto Verde parece poco probable, al menos por ahora.
Los costes de la inacción
La Comisión Europea retrasa de manera generalizada las decisiones de prohibición de tóxicos, a menudo incumpliendo los plazos legales y pasando por alto el impacto más amplio de las sustancias químicas peligrosas, que incluye el coste de la inacción18 para la salud y el bienestar. Esto causó una gran preocupación el año pasado al Defensor del Pueblo Europeo.19
Los costes de la inacción y los retrasos en la respuesta regulatoria son financieramente onerosos y perjudiciales para la salud pública
Es importante recordar que los funcionarios son responsables de la seguridad pública y ambiental. Cada día de retraso significa miles de bebés que nacen en Europa pre-contaminados por sustancias químicas no reguladas, personas que enferman y muertes prematuras causadas por la contaminación química. Es un asunto muy serio. Incluso cuando los riesgos son claros, la Comisión Europea y los gobiernos tardan años en responder. Esto refleja una falta de sentido del deber público y exacerba los riesgos de las sustancias químicas peligrosas. Por ejemplo, un ftalato considerado como sustancia altamente peligrosa, el DEHP, sigue utilizándose desde hace una década debido a una autorización de facto debida a la ausencia de una decisión de la Comisión Europea sobre si debe ser autorizado o no. A la UE le tomó once años prohibir un PFAS, el PFOA, una sustancia química detectada en la sangre humana ya en los años cincuenta, cuarenta años después de que los científicos comenzaran a expresar preocupaciones sobre sus efectos dañinos. Esto ilustra que los costes de la inacción y los retrasos en la respuesta regulatoria son financieramente onerosos y perjudiciales para la salud pública .
Este tipo de inacción es una forma de mala administración, lo que genera altos costes públicos y pone en peligro vidas.
Principales deficiencias
¿Cuáles son los principales cuellos de botella que actualmente dificultan el control efectivo de las sustancias químicas en Europa? Esta pregunta podría contestarse explorando las lagunas políticas y obstáculos que llevaron a la contaminación generalizada con sustancias químicas eternas per- y polifluoroalquiladas (PFAS) en toda Europa.

Fuente: Forever Pollution Project
Se puede acceder al mapa original en: https://foreverpollution.eu/maps-and-data/maps/
Los PFAS son una familia de químicos fabricados por el hombre que abarca más de 10 000 sustancias diferentes. Son conocidos como los químicos eternos (forever chemicals), como consecuencia de su extremada persistencia en el medioambiente, al permanecer en el entorno natural sin apenas degradarse. Es posible encontrar PFAS en el medioambiente de prácticamente cualquier país del mundo y también podemos detectarlos en nuestra sangre.
Deficiencias en el conocimiento y la implementación: reguladores dando palos de ciego. Uno de los principales obstáculos del control químico es que persiste la falta de conocimiento por parte de las autoridades de los peligros, usos y exposición a las sustancias. El incumplimiento generalizado de las obligaciones de información del reglamento REACH por parte de las empresas, junto con la comunicación ineficaz a lo largo de la cadena de suministro, han llevado a usos no reportados de sustancias químicas peligrosas y un control limitado sobre los usos industriales y las emisiones. El principio de «sin datos, no hay mercado» que rige la norma REACH, se elude rutinariamente, lo que empeora el problema al permitir el uso de sustancias sin una supervisión adecuada y sin consecuencias para las empresas que incumplen la ley.
Normativa impotente a industria irresponsable. El control de sustancias químicas en Europa es notablemente lento. El sistema normativo obliga a las autoridades a autorizar la comercialización de sustancias químicas en no más de tres semanas, sin revisar adecuadamente los datos de seguridad química de la industria. Sin embargo, la regulación de una sustancia preocupante puede tomar una década o más. La ausencia de consecuencias para las empresas por la presentación de datos inadecuados perpetúa la cultura del incumplimiento y compromete la efectividad de las regulaciones. La falta de responsabilidad de la industria, junto con la ingenuidad de REACH y su dependencia del cumplimiento voluntario por parte de las empresas, plantean desafíos sustanciales para una regulación efectiva. La ausencia de mecanismos de aplicación estrictos permite a las empresas evitar proporcionar información crítica. Además, el fracaso en implementar efectivamente el principio de precaución contribuye aún más a niveles sin precedentes de contaminación.
Enfoque sustancia por sustancia: vaciar el mar con una cuchara. Las ineficiencias del enfoque actual de regular sustancias una a una, enfatizan los retrasos en abordar la contaminación de manera integral. Algunas sustancias químicas pertenecen a grupos de sustancias similares, de la misma familia, de miles de distintos compuestos químicos, como es el caso de los PFAS. Regular este y otros grupos, analizado cada sustancia individualmente, supondría un siglo de esfuerzo y recursos ingentes de los gobiernos.
Un modelo de industria química insostenible. Abordar y revertir los daños causados por la contaminación química es prohibitivamente caro. El modelo tradicional de la industria química es insostenible e inasequible. Solo limpiar la contaminación por PFAS se estima que costará más que el PIB global y, aun así, estas sustancias se siguen produciendo y liberándose en el medio ambiente.
Inacción y falta de responsabilidad por parte de las autoridades. La preocupante falta de responsabilidad de las autoridades, particularmente la Comisión Europea, agrava aún más los desafíos regulatorios. Esto se debe principalmente a la falta de plazos legalmente vinculantes para que la Comisión presente sus propuestas normativas. La tendencia de la Comisión Europea hacia la inacción, a menudo influenciados por las partes interesadas de la industria, la insuficiente consideración de la evidencia científica, el desprecio por los costes de la inacción, junto con la falta generalizada de aplicación del principio de precaución, comprometen el control de las sustancias químicas peligrosas.
Insuficiente empoderamiento de la ciudadanía europea: las víctimas olvidadas de la contaminación química. Finalmente, el insuficiente empoderamiento de la ciudadanía europea para proteger sus derechos frente a los peligros químicos es una barrera significativa para un control efectivo de sus riesgos . Esto incluye el derecho a conocer las sustancias químicas peligrosas presentes en los productos cotidianos, la capacidad para exigir acción preventiva pública o para recibir compensación por parte de los contaminadores. La falta de mecanismos para la participación ciudadana y acceso a la justicia debilita la capacidad del marco regulatorio para abordar de manera efectiva las preocupaciones de salud y medioambientales de los individuos y comunidades afectadas.
Foto de la gran manifestación (8 de octubre de 2017, Lonigo) en la que participaron 11 000 personas y gracias a la que la Región del Veneto rebajó los límites de PFAS en el agua potable.
Fuente: Mamme No PFAS
En una decisión histórica, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló a favor de un grupo de más de 2 000 mujeres suizas de 75 años y más que argumentaron que las políticas climáticas inadecuadas del Gobierno suizo violaban sus derechos humanos. El tribunal europeo reconoció los impactos climáticos como graves e irreversibles y estableció un precedente legal que reconoce que los gobiernos son responsables por su inacción climática, y que el cambio climático representa una amenaza directa a los derechos humanos. La decisión también llamó a los gobiernos a una acción más decidida para proteger a sus ciudadanos y el medio ambiente. Una victoria para la justicia intergeneracional y una llamada a los gobiernos para que actúen con mayor firmeza y urgencia para proteger la salud pública y el medio ambiente que pronto podría trasladarse al campo de la contaminación química.
Recomendaciones
En respuesta a estos hallazgos, la Oficina Europea de Medio Ambiente, el EEB por sus siglas en inglés, propone una serie de recomendaciones para mejorar las políticas de control de sustancias químicas.
Acelerar la regulación de sustancias químicas peligrosas. Es crucial utilizar la información científica disponible para agilizar la regulación de sustancias químicas peligrosas. Para el año 2030, debemos lograr que los productos de consumo estén libres de sustancias tóxicas. Para ello, se deben prohibir las sustancias más dañinas en usos de consumo, profesionales e industriales no esenciales.
Las sustancias químicas más dañinas, como los disruptores endocrinos y sustancias persistentes, identificados ya el siglo pasado como «amenazas emergentes»,20 nunca deberían haber sido permitidas en productos de uso cotidiano. Las personas esperan que los productos a los que tienen acceso sean seguros, lo cual debe ser una prioridad.
Fortalecer la aplicación de REACH y la responsabilidad de la industria. Para que el Reglamento REACH sea verdaderamente efectivo, es fundamental introducir sanciones armonizadas y disuasorias en todos los países europeos. Esto significa que las sanciones deben ser consistentes y lo suficientemente fuertes como para desincentivar cualquier incumplimiento. Además, es esencial incorporar un mecanismo que permita retirar del mercado aquellos productos que no cumplan con los requisitos de seguridad, bajo el principio de «sin datos, no hay mercado».
Las empresas químicas deben ser responsables del daño que sus productos puedan causar. Esto implica que deben asumir la responsabilidad financiera para cubrir los costes de monitoreo, compensación a los afectados y remediación del daño ambiental. Es crucial incorporar en la legislación el principio de «quien contamina paga», asegurando así que las empresas que causan daños sean las que se encarguen de reparar y mitigar esos impactos. Este enfoque no solo incentivará a las empresas a ser más cuidadosas, sino que también aliviará a los ciudadanos y a los gobiernos de los costes asociados a la contaminación.
Cumplir con las promesas pendientes de la Estrategia de Sustancias Químicas para la Sostenibilidad. Es crucial implementar rápidamente las acciones pendientes de la Estrategia de Sustancias Químicas. Esto incluye prohibir sin demora las sustancias más peligrosas en productos de consumo. Adoptar el concepto de «uso esencial» es fundamental; esto significa que solo se debe permitir el uso de sustancias peligrosas, si son realmente necesarias para garantizar la salud, la seguridad o el buen funcionamiento de la sociedad, y solo cuando no existan alternativas más seguras.
Además, debemos detener la exportación de sustancias químicas prohibidas en Europa para garantizar que no afecten a otras regiones del mundo.
Mejorar la responsabilidad de las autoridades. Es fundamental fortalecer los mecanismos de responsabilidad de la Comisión Europea y las autoridades nacionales encargadas del control de sustancias químicas. Debemos empoderar a estas autoridades y exigirles que tomen acciones decisivas para abordar los riesgos químicos emergentes.
Solo mediante una mayor responsabilidad y acciones efectivas por parte de las autoridades podremos garantizar un control adecuado de las sustancias químicas y proteger tanto la salud pública como el medio ambiente.
Empoderar a la ciudadanía y establecer mecanismos de compensación. Empoderar a la ciudadanía y asegurar la justicia es esencial para un entorno más seguro y saludable. Para ello, es crucial proporcionar información accesible sobre los riesgos químicos y permitir la participación de ciudadanas y ciudadanos en los procesos de toma de decisiones. Además, debemos establecer acceso a la justicia y mecanismos de compensación para las víctimas de la contaminación química. Esto asegura que los individuos y comunidades afectadas tengan vías claras para obtener reparación y remediación.
Integrar químicos, materiales y productos intrínsecamente seguros y sostenibles, y promover la sustitución. Los productos químicos, materiales y productos deberían ser intrínsecamente seguros y sostenibles en todos los sectores de la industria y la vida cotidiana. Para lograrlo, debemos implementar políticas e instrumentos económicos que incentiven el uso de estas alternativas, y promover estrategias de sustitución. Además, se necesita establecer un centro de apoyo a la sustitución a nivel de la UE, que facilite la transición hacia opciones más seguras y sostenibles.
Cerrar la brecha de datos. No podemos vivir en la ignorancia y seguir dando palos a ciegas. Hay que priorizar los esfuerzos para solucionar la falta de datos sobre sustancias químicas, asegurando que las empresas proporcionen información completa sobre peligros, usos y exposición. Además, debemos mejorar la accesibilidad de esta información para las autoridades y partes interesadas a lo largo de las cadenas de suministro. Esto incrementará la transparencia y la trazabilidad de las sustancias químicas en materiales, productos y residuos.
Conclusiones
Aunque la Estrategia de Sustancias Químicas para la Sostenibilidad representa un paso encomiable hacia la gestión sostenible de sustancias químicas, su implementación ha encontrado desafíos significativos, como lo demuestra el escándalo de la contaminación por PFAS en toda la UE. Sin una aplicación estricta, la contaminación de hoy se convierte en el legado de mañana, sin justicia ni reparaciones por el daño causado .
Para romper este ciclo, debemos hacer asumir responsabilidades, poniendo fin a la impunidad con la que operan los contaminadores químicos.
Debemos actuar ahora para combatir la contaminación tóxica. El cambio es un imperativo atrasado. Ignorar el problema no hará que desaparezca. No podemos permitirnos esperar décadas para solucionar lo que sabemos que ya está roto.
Al abordar estos problemas y adoptar las recomendaciones aquí expuestas, los responsables políticos pueden mejorar la efectividad de la CSS, prevenir futuras catástrofes similares a la de los PFAS y asegurar un paisaje químico más seguro y sostenible para Europa.
Es nuestro deber generacional salvaguardar el futuro, construir resiliencia, apoyar la innovación y asegurar que dejemos un entorno saludable para quienes nos sucedan.
NOTAS
1 Iniciativa Europea de Biomonitorización Humana, disponible en: https://www.hbm4eu.eu/wp-content/uploads/2017/03/Spanish-1.pdf
2 «All Europeans are exposed to chemical substances», Vito, 2 de mayo de 2022, disponible en: https://vito.be/en/news/all-europeans-are-exposed-chemical-substances
3 Kyle Bagenstose, «'Polluted' babies, millions dead: Scientists sound alarm on global pollution», Phys Org, 18 de mayo de 2022, disponible en: https://phys.org/news/2022-05-polluted-babies-millions-dead-scientists.html
4 Tom Perkins, «‘Forever chemicals’ detected in all umbilical cord blood in 40 studies», The Guardian, 23 de septiembre de 2022, disponible en: https://www.theguardian.com/environment/2022/sep/23/forever-chemicals-found-umbilical-cord-blood-samples-studies
5 Organización Mundial de la Salud, The public health impact of chemicals: knowns and unknowns, OMS, Ginebra, 2016, disponible en: https://www.who.int/publications/i/item/WHO-FWC-PHE-EPE-16.01-eng
6 Joseph Pizzorno, , «Environmental Toxins and Infertility», Integr Med (Encinitas), abril de 2018, 17(2), pp. 8-11, disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6396757/
7 Philippe Grandjean y Philippe J. Landrigan, «Neurobehavioural effects of developmental toxicity», The Lancet Neurology, marzo de 2014, 13(3), pp. 330-338, disponible en: https://www.thelancet.com/journals/laneur/article/PIIS1474-4422(13)70278-3/fulltext
8 Iniciativa Europea de Biomonitorización Humana, Factsheet - Phthalates, s/f, disponible en: https://www.hbm4eu.eu/factsheets/phthalates/
9 Damian Carrington, «Warning of 'ecological Armageddon' after dramatic plunge in insect numbers», The Guardian, 18 de octubre de 2017, disponible en: https://www.theguardian.com/environment/2017/oct/18/warning-of-ecological-armageddon-after-dramatic-plunge-in-insect-numbers
10 Damian Carrington, «Orca 'apocalypse': half of killer whales doomed to die from pollution», The Guardian, 27 de septiembre de 2018, disponible en: https://www.theguardian.com/environment/2018/sep/27/orca-apocalypse-half-of-killer-whales-doomed-to-die-from-pollution
11 Damian Carrington, «Chemical pollution has passed safe limit for humanity, say scientists», The Guardian, 18 de enero de 2022, disponible en: https://www.theguardian.com/environment/2022/jan/18/chemical-pollution-has-passed-safe-limit-for-humanity-say-scientists
12 ECHA y EEA, «EU Agencies: more work needed to make chemicals safe and sustainable», 17 de abril de 2024, disponible en: https://echa.europa.eu/-/eu-agencies-more-work-needed-to-make-chemicals-safe-and-sustainable
13 Tatiana Santos, Vito Buosante, Hélène Loonen y Geraldine Borja, «Need for Speed – Why it takes the EU a decade to control harmful chemicals and how to secure more rapid protections», European Environmental Bureau (EEB), julio de 2022, disponible en: https://eeb.org/library/the-need-for-speed-why-it-takes-the-eu-a-decade-to-control-harmful-chemicals-and-how-to-secure-more-rapid-protections/
14 Eurobarómetro de la Comisión Europea, disponible en: https://europa.eu/eurobarometer/surveys/detail/3173
15 Comisión Europea, Pacto Verde Europeo, 2019, disponible en: https://commission.europa.eu/strategy-and-policy/priorities-2019-2024/european-green-deal_es
16 Comisión Europea, Estrategia de sostenibilidad para las sustancias químicas, 2020, disponible en: https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/HTML/?uri=CELEX:52020DC0667&from=DE
17 EEB, «From Risk to Resilience: Navigating Towards a Toxic-Free Future», 2024, disponible en: https://eeb.org/library/from-risk-to-resilience-navigating-towards-a-toxic-free-future/
18 El coste de la inacción se refiere a las consecuencias negativas y costos que resultan de no tomar medidas para evitar problemas.
19 Defensor del Pueblo Europeo, «The risk management of dangerous chemical substances by the European Commission», 2023, disponible en: https://www.ombudsman.europa.eu/en/opening-summary/en/170893
20 Comisión Europea, Estrategia comunitaria en materia de alteradores endocrinos, 1999, disponible en: https://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=COM:1999:0706:FIN:Es:PDF
Acceso al texto del artículo en formato pdf: El riesgo químico: una amenaza invisible en la Unión europea.
Por muy verde que nos lo pinten
El 22 de noviembre del año 2023 no fue un día cualquiera para la salud de la población y el medio ambiente europeo. Fue uno de los días más tristes y vergonzosos (y ha habido muchos) que se recuerdan en el Parlamento Europeo. Se votaba un reglamento que proponía una reducción significativa del uso de los pesticidas más tóxicos que inundan cada día los ecosistemas y que provocan graves problemas de salud a las poblaciones humanas y, contra todo pronóstico, se rechazó en medio la euforia descontrolada (literalmente) del lobby agroquímico, junto con la algarabía de la derecha, ultraderecha liberales y parte del grupo socialista europeo.
No era un reglamento cualquiera, era el primer intento serio de limitar el derecho a contaminar que se ha auto otorgado la industria pesticida y el modelo agrícola enganchado a los agrotóxicos. Un primer rayo de luz para intentar construir una Europa más saludable para nosotros y las generaciones venideras. Kaputt.
Javier Guzmán director de Justicia Alimentaria escribe «Por muy verde que nos lo pinten» en el número 166 de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global dedicado a los Contaminantes químicos.
El rechazo del Parlamento Europeo del 22 de noviembre de 2023 a un reglamento que proponía una reducción significativa del uso de los pesticidas más tóxicos sirve al autor como punto de partida para analizar los sinsentidos y peligrosidad del actual modelo alimentario global, y de la UE en particular.
Un largo proceso
Este reglamento no fue un invento que se redactó una mañana en un despacho de una organización ambientalista. Fue uno de los textos más trabajados y con más consenso social y académico que se recuerdan. Las voces que pedían una reforma del uso de pesticidas provenían tanto de la propia Comisión Europea, como de distintas comisiones del Parlamento Europeo, el Tribunal de Cuentas Europeo, la comunidad científica independiente (con una carta de más de 7 000 personas científicas), la ciudadanía europea (Eurobarómetro), asociaciones médicas, ambientalistas, ONG y un largo etcétera. Pero de nada ha servido el clamor popular, científico y europeo. Después de dos años de arduo trabajo intentando revocar una normativa obsoleta e ineficaz para proteger a la ciudadanía europea y al medio ambiente de la inaceptable toxicidad que producen décadas de uso descontrolado e intensivo de pesticidas altamente peligrosos, todo voló por los aires con ese voto en favor de la toxicidad. Ese día entramos en modo suicida.
El primer paso hacia el desastre, y que ya empezaba a insinuar el golpe que se avecinaba, se registró con la autorización durante diez años más del glifosato, una sustancia altamente peligrosa que podrá seguir contaminando nuestros cuerpos y medio ambiente hasta el año 2034. Es la segunda prórroga que se le concede a esta substancia fabricada por Bayer de la que no hay ninguna duda, ninguna, de que es ultra tóxica.
Lo que se aprobó ese 22 de noviembre fue decir que no a la reducción del uso de sustancias catalogadas como altamente peligrosas, decir no a dejar de utilizar pesticidas peligrosos en zonas sensibles (zonas de alta biodiversidad, zonas cerca de personas vulnerables, escuelas, centros sanitarios), decir no al paquete de ayudas para la transición hacia una agricultura libre de pesticidas, decir no a las ayudas a la gestión integrada de plagas y sistemas de gestión agrícola sin pesticidas y decir no a las acciones destinadas a potenciar el uso de pesticidas de bajo riesgo frente a los más peligrosos.
Finalmente, y para cerrar el debate y tirar las llaves al fondo del mar, en una maniobra totalmente inédita, se impidió que el texto rechazado pudiera volver a la Comisión de Medio Ambiente para reajustarlo e intentar una segunda votación de consenso.
Esto demuestra que el único objetivo por parte de la derecha, ultraderecha y el socialismo europeo más conservador era el detener frontalmente la reforma y aniquilar cualquiera normativa que afectara los intereses económicos dictados por los lobbies de la agroindustria.
Un sistema agroalimentario suicida
El golpe del 22 de noviembre del año 2023 esconde el problema de fondo. Vivimos en una contradicción suicida que deberíamos resolver, pero el sistema alimentario actual no puede. Por un lado, los pesticidas se han convertido en la piedra angular de los sistemas agrícolas predominantes y, puesto que el sistema agroalimentario se ha construido en base a ellos, ahora resulta extremadamente difícil quitarlos porque la estructura se tambalearía y amenazaría con derrumbarse. Es un modelo productivo dependiente de los agrotóxicos y esto es un grave problema.
Por otro lado, estos mismos pesticidas son una de las mayores amenazas para nuestra salud y medioambiente. Hoy en día respiramos, comemos, bebemos y tocamos sustancias que nos enferman y matan silenciosamente. A nosotros y a nuestro entorno.
Esta contradicción es irresoluble. O cambiamos de modelo productivo (y de sistema alimentario) o vamos a seguir enfermándonos y enfermando al planeta. No hay término medio, ni consensos ni terceras vías. De ahí los nervios descomunales de todo el agronegocio cada vez que se toca el tema de los pesticidas; de ahí la absoluta necesidad de seguir intentándolo. Es su piedra angular, como cuando juegas al juego de los barquitos y te das cuenta de que has tocado al portaaviones.
Vivimos en una contradicción suicida, pero el sistema alimentario actual no puede resolverlo porque es un modelo productivo dependiente de los agrotóxicos
El Estado español no es un actor secundario en toda esta problemática, al contrario. Somos el rey absoluto en el uso de pesticidas en Europa. Nuestros suelos agrarios reciben, anualmente, más de 76 000 toneladas de pesticidas y eso es así, en semejantes cantidades, desde hace una decena de años como mínimo. Año tras año. En esta «Eurocopa de la toxicidad» ganamos claramente a Francia (69 000 ton.), a Turquía (52 000 ton.), a Italia (50 000 ton.), y goleamos claramente a Alemania (48 000 ton.). Si lo calculamos por habitante, Italia, Francia y Portugal rondan el kilo de biocidas por persona; el Estado español alcanza 1,6 kg.
Por lo que respecta al negocio, las empresas de pesticidas han comercializado sus substancias tóxicas en el Estado por un valor de 1 000 millones de euros.
¿Cómo se puede llegar a justificar semejante avalancha tóxica? En parte gracias a un complejo entramado legal y “científico” que lo permite y avala. Un punto clave para entender de lo que estamos hablando es pensar que la aprobación, uso y control de los pesticidas esta «controlado». La realidad es que, cuando se miran bien los datos y las normativas, nos daremos cuenta que ese entramado es de cartón piedra y que estamos confiando en un sistema con más grietas y agujeros que la Acrópolis, y mucho menos bonito. Por un lado, el sistema de aprobación se ha diseñado basándose en todo un entramado a medida de la industria, divide los pesticidas en tres grandes categorías: autorizados, no autorizados y prohibidos. En teoría, las prohibidas y las no autorizadas tienen un grado de toxicidad del todo inasumible, mientras que las autorizadas van desde las muy tóxicas a las menos tóxicas. ¿Una sustancia prohibida no es lo mismo que una no autorizada? A nivel de toxicidad es prácticamente lo mismo, pero no a nivel «usuario». Básicamente las no autorizadas son sustancias altamente tóxicas pero que se pueden utilizar bajo determinados supuestos. La normativa concede autorizaciones excepcionales de 120 días para el uso de estas sustancias altamente tóxicas y la concesión es tan sencilla que asusta. Solamente en el año 2019, el Estado español dio su visto bueno a 33 solicitudes de excepción. La mayoría de ellas (76 %) fue para usos para los que no existe autorización; el resto (24 %) fue para permitir usar sustancias prohibidas. En 2022 y hasta abril de 2023, el Estado español concedió 58 autorizaciones excepcionales y es el Estado que más excepciones utiliza.
España es el rey absoluto en el uso de pesticidas en Europa: nuestros suelos agrarios reciben, anualmente, más de 76 000 toneladas de pesticidas
Y aquí viene uno de los grandes problemas de este sistema y es que es esencial determinar con certeza qué sustancia es tóxica y cuál no y, sobre todo, cuánto de tóxica es y dónde ponemos el límite entre la toxicidad aceptable y la que no lo es. La ineficacia del sistema actual de autorización para proteger adecuadamente la salud humana y medioambiental reside en que el sistema vigente no tiene en cuenta, a la hora de las evaluaciones de riesgo, el ciclo de vida del pesticida, como tampoco sus efectos a largo plazo y acumulativos, ni la actividad de disrupción endocrina, ni el efecto combinado o cóctel que aparece cuando actúen diferentes sustancias activas tóxicas al mismo tiempo, ni tampoco los patrones dosis-respuesta no estándares que siguen muchas sustancias.
No estamos hablando de cuatro sustancias. Aunque las cifras se actualizan periódicamente, en la actualidad existen unas 480 sustancias activas autorizadas, unas 890 sustancias no autorizadas, unas 45 prohibidas y unas 15 pendientes de autorización. Pero recordemos que una cosa son las sustancias activas y otra los pesticidas. Estos pueden contener diversas sustancias. De hecho, el número de pesticidas autorizados asciende a más de 2 000, pero se pueden combinar de muchas más maneras. Cada una de estas sustancias y combinaciones se deben evaluar en términos de toxicidad aguda, toxicidad crónica, toxicidad acumulada, toxicidad por efecto cóctel, posible efecto hormonal; en términos también de toxicidad para el medio ambiente (todo el medio ambiente, y metamos en esta categoría todo lo imaginable). Está demostrado que hemos sobrepasado el límite humano de análisis y control de las sustancias químicas. Entender que hay un límite físico a lo que podemos evaluar y que superarlo supone de facto, no evaluar, es importante en el caso de los pesticidas. La no evaluación de un producto tóxico y su dispersión a gran escala es una irresponsabilidad mayúscula y con graves efectos para la especie humana, presentes y futuros.
La toxicidad de esta galaxia de sustancias es, literalmente, invaluable. Y no solo es que el sistema esté sobrepasado por lo que tiene que controlar y sus efectos, sino que además cuenta con un sistema de control pobre y en nuestra opinión, poco riguroso. Para controlar los pesticidas existentes, los países de la Unión Europea están obligados a publicar anualmente el número de muestras de alimentos, qué pesticidas y en qué cantidad se han encontrado. Los últimos datos disponibles para el Estado español hacen referencia a los resultados del programa de vigilancia y control de residuos de plaguicidas en alimentos para el año 2020. Se tomaron 1 543 muestras. Para hacernos una idea de si eso es mucho o poco, en el año 2014 se tomaron prácticamente el doble. A nivel de muestras per cápita, son seis muestras por cada 100 000 habitantes. En Alemania se toman 23 por cada 100 000, en Francia 12 o en Italia 18. Siendo más claros: el Estado español es el país de la UE que menos muestras analiza per cápita.
Otro tema preocupante es qué tipo de pesticidas se analizan en las muestras. Los criterios de selección de qué se debe analizar no están claros, ya que no se evalúan todas las sustancias utilizadas en la práctica agrícola del país. De hecho, de los 50 pesticidas más utilizados en el Estado español, no se evaluaron algunos de los productos de mayor consumo, dejando a más del 62% de los pesticidas disponibles sin supervisar. Es decir, el Estado español mira poco y mal, cada vez permite más pesticidas en las frutas y verduras y estos son cada vez más combinados y peligrosos.
Exportar toxicidad
Si quieren continuar viendo la absoluta ficción de control en la que vivimos, la cosa toma un aspecto todavía más inexplicable cuando comprobamos que los países la UE estamos exportando toxicidad a países vulnerables.
Se ha constatado que cada vez se fabricaban y comercializaban más pesticidas peligrosos en el mundo y que la mayor parte de países que los recibían no tenían la capacidad para evaluarlos correctamente. Se trata de sustancias cuyo uso está prohibido en territorio europeo, pero no su fabricación. Ello permite que las empresas situadas en el Estado español y en la UE sigan fabricando sustancias prohibidas y las exporten a terceros países. Las administraciones involucradas no solamente lo permiten, sino que lo facilitan a través de la creación y mantenimiento de un sistema normativo ad hoc.
Según datos de la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA), en 2020 se exportaron unas 667 000 toneladas de productos químicos peligrosos prohibidos o severamente restringidos en la UE. El mecanismo básico que facilita a las empresas producir pesticidas que están prohibidos en la UE y exportarlos a otros países se denomina Consentimiento Previo Informado (PIC, por sus siglas en inglés). Lo único que tienen que hacer, pues, es informar al país importador. Poniendo números a la barbarie, 4 400 millones de euros de los más de 12 000 millones en ventas de pesticidas realizadas por las cinco principales empresas del sector provienen de las ventas de pesticidas muy peligrosos.
La UE exporta pesticidas altamente peligrosos y prohibidos aquí, externalizando la toxicidad sobre las personas y los países más vulnerables
La irracionalidad de este sistema de exportación tóxica se constata cuando se entiende que quienes más utiliza estas sustancias son los países agroexportadores, y que la utilizan para fumigar sus monocultivos, y que el destino de esos alimentos no es otro que la UE. Es decir, te vendo un tóxico peligroso, lo utilizas en las plantaciones de frutas y verduras, y luego te las compro. Un buen negocio para las corporaciones, pero malas noticias para la población de aquí y de allí. Este «efecto bumerán», por tanto, viene de lejos y es que este regreso de los pesticidas prohibidos a través de la importación de alimentos contaminados es una realidad antigua e innegable.
En el caso del Estado español, ¿existe este efecto bumerán? Hemos visto que los dos mayores países receptores de las exportaciones tóxicas de nuestro Estado son Marruecos y Brasil. Una de las aplicaciones más utilizadas de estas sustancias es para los monocultivos de frutas y hortalizas. ¿Cuál es el país del que importamos más fruta? Efectivamente, de Marruecos. El segundo es Costa Rica. ¿Y el tercero? Brasil. Más del 15% de toda la fruta que importamos viene de Marruecos y Brasil. En lo que se refiere a las hortalizas, el principal país del que importamos es Francia, pero el segundo es, de nuevo, Marruecos.
Exportar tóxicos a Marruecos para que se utilicen masivamente en alimentos que vamos a importar en grandes cantidades no parece un modelo ejemplar de protección de la salud de la población española. Pero, ¿los alimentos importados de países a los que vendemos pesticidas aquí prohibidos tienen residuos de los mismos? Hay indicios que apuntan hacia una misma dirección que sirve para denunciar que una gran parte de las frutas y verduras que consumimos tienen residuos de pesticidas no autorizados. La UE tiene la denominada Red de Alerta Rápida para los Productos Alimenticios y Piensos (RASFF), que intenta detectar los riesgos para la población europea de los alimentos que entran en la UE. Si miramos cuántas alertas se han generado por presencia ilegal de residuos de pesticidas en alimentos importados veremos que son más de 3 000 en dos años y medio (desde enero de 2020 hasta mediados de 2022). Es decir, 3,5 alertas cada día. En el caso del Estado español, durante este mismo período se han detectado noventa casos, uno cada semana, y de estos, la mitad es por causas de «grave riesgo››.
Los Estados europeos (incluido el español) dan luz verde al efecto bumerán autorizando la exportación de pesticidas prohibidos o no aprobados a pesar de saber que estas sustancias dañan gravemente la salud humana y el medio ambiente en los Estados importadores. A pesar de la parálisis de las autoridades europeas, algunos gobiernos han empezado a mover ficha. El caso más destacable es Francia, que desde el 1 de enero de 2022 prohibió la exportación de pesticidas que están prohibidos en la UE por razones de salud o protección del medio ambiente.
Ahora que tenemos claro el diagnóstico, se ve con claridad lo que movimientos sociales y científicos venimos denunciando hace años. No hay otra salida que abandonar de manera urgente el uso de pesticidas, y para ello es necesario apostar por una transformación del actual sistema alimentario, de base agroecológica y descentralizada que priorice el derecho a la alimentación, y la buena noticia es que es posible, es viable y se puede hacer.
Viendo que el sistema es irreformable, que el negocio de los pesticidas es mayúsculo y que el modelo agrícola actual es totalmente dependiente de estas substancias, quizás se entienda mejor lo que pasó el 22 de noviembre del año 2023 en el Parlamente Europeo. Con lo que no contábamos, seguramente, era con que la barra libre a la toxicidad pesticida era el primer paso para la demolición exprés del incipiente edificio de política de transición alimentaria y agraria europea, y descarbonización de la misma.
Un derribo que es la expresión de la victoria de la movilización agraria que hemos vivido los últimos meses. Movilización iniciada y creada por las grandes patronales agrarias europeas cuyos intereses y gobierno están muy cerca, por decir algo moderado, de las grandes empresas agroquímicas europeas. El guion estaba escrito: se trataba de hacer descarrilar el pacto verde europeo y la incipiente transición ecológica de la agricultura europea. O al menos ganar tiempo hasta la llegada de las elecciones parlamentarias europeas de 2024 en las que todos los expertos auguran un aumento del peso y poder de los partidos conservadores y de extrema derecha.
Para realizar esta operación, estaba claro que nadie en su sano juicio podría plantear un choque frontal contra las medidas del Pacto Verde, en medio de la crisis climática y meses después de la cumbre de Dubái en la que la agricultura jugó un papel protagonista en el diagnóstico de nuevas políticas frente a la crisis climática.
Así que había que sacar a los agricultores a la calle, y para ello utilizaron los elementos reales e indiscutibles que están afectando al modelo de agricultura familiar europea. Factores como la subida de precio de insumos, como el petróleo, el gas, los fertilizantes, el abuso en la imposición de márgenes de las grandes distribuidoras de alimentos o el exceso de burocracia y dificultad, cuando no imposibilidad para aplicar las medidas “verdes” derivadas de la última PAC, que suponía un auténtico calvario para los agricultores debido a un exceso de burocratización, y a medidas que en absoluto estaban pensada para la mediana y pequeña agricultura. Todo esto mezclado con problemas estructurales no resueltos, como es la concentración de la propiedad de la tierra cada vez mayor, la falta de relevo generacional, etc.., creaba las condiciones necesarias para incendiar las capitales europeas, que, si bien ya habían comenzado en Holanda y Alemania, toman su mayor vuelo e importancia cuando irrumpen en el país de mayor poder en la política agraria europea como es Francia, impulsada por la patronal conservadora agraria más importante, la FSNA. Una movilización que en nuestro país coincide paradójicamente, con uno de los mejores años de renta del sector agrario, con aumento de márgenes que no hacía prever una movilización de tal magnitud, y que si prendió fue por la habilidad de la extrema derecha que consiguió sacar colectivos y grupos a la calle, con la inestimable colaboración de unos medios de comunicación ávidos de imágenes similares a las francesas, y que acabó arrastrando a todo el movimiento sindical agrario, nadie podía quedarse en casa y regalar ese espacio a la extrema derecha.
Revolución verde 4.0
Pues bien, después de la absoluta victoria y entierro del Pacto Verde, después de recogidos los restos de la fiesta que se vivió en los mejores salones de Europa, la pregunta que nos hacemos es: ¿y ahora qué? ¿Volvemos a lo de antes? ¿Todo está resuelto? ¿La agricultura familiar ya es viable? ¿Nos cargamos los objetivos del cambio climático? ¿Los pesticidas ya no serán reducidos? En mi opinión la respuesta no es sencilla, pero si conocemos las líneas maestras de lo que viene, de lo que llevan las grandes empresas del agro business diseñando hace algunos años. El primer objetivo no es nuevo, de hecho, es el de siempre, el gran pilar de la política neoliberal europea y que se ha expresado de una manera clara y transparente, se trata de seguir avanzando sin cortapisa en el desarrollo del modelo industrial agroexportador a través de la expansión de los tratados de libre comercio. Como muestra de ello, los dos últimos acuerdos con Chile y Nueva Zelanda este mismo año. Avanzando sí, pero no como antes, y aquí vienen las novedades que marcarán sin duda el tablero de juego los próximos años, y es que las grandes empresas del agronegocio se dieron cuenta hace un tiempo que no podían seguir siendo los malos de la película, los que contaminan el campo y los alimentos, y dejar por otro lado que la agroecología y la soberanía alimentaria siguiera su expansión y su configuración como única salida a la crisis alimentaria y climática. Si ese modelo basado en sistemas alimentarios locales, descentralizados y sociales se convirtieran en hegemónicos, se acaba el negocio y control de las grandes corporaciones químicas y del agro. El cambio climático no pueda dar lugar a un cambio en las políticas, actores, y modelos, el cambio climático tiene que dar lugar a la profundización del actual modelo y para ello van a activar todas las palancas necesarias, y en esto están.
Lo que viene, por tanto, es una nueva Revolución verde. En unos meses vamos a empezar a escuchar por todos lados y a ver planes, estrategias, productos, normativas, reglamentación con palabras como agricultura de precisión, inteligente, de alta tecnología, adaptada, regenerativa, climática, big data alimentaria, Revolución verde 4.0 o neutra en emisiones. A esta revolución se le está llamando de diferentes formas, todas con nombres que desprenden atributos concebidos como positivos por la sociedad, pero no se pierdan, ya que se trata del mismo modelo de la Revolución verde 1, 2 y 3. Ya no sabemos ni cuantas llevamos. Mismos actores, mismos efectos. Un modelo basado en el uso ingente de tecnología, sensores, robots, drones, inteligencia artificial, nuevos regadíos, datos algoritmos, satélites, fertilizantes y pesticidas de nueva generación, nuevos transgénicos, cultivos intensivos de regeneración, etc. Y esta vez, con una reducción de la mano de obra como no podemos ni imaginar. Un modelo que sigue la consigna industrial, grandes monocultivos “verdes” y la sustitución de mano de obra, que en este momento es uno de los mayores costes asociados a la vez que genera un mayor consenso en los países del norte debido a la sensibilidad creciente contra la explotación laboral. No es el foco principal de este texto, pero, como se decía antiguamente, manténganse a la escucha porque frente a los innegables impactos negativos del modelo alimentario capitalista actual, impactos sociales, ambientales, climáticos, territoriales, culturales y de salud, el nuevo juguete del agronegocio se va a basar en la tecnología inteligente con la promesa de usar el pesticida justo, en el momento justo, en el lugar justo. De usar el agua justa y precisa, de usar el fertilizante sintético justo, de usar la energía justa en el lugar justo. Ahora será todo preciso, inteligente, limpio y smart.
El nuevo juguete del agronegocio se basa en la tecnología inteligente que promete usar el pesticida justo, en el momento justo, en el lugar justo
Esto es el paquete que está impulsando el gran lobby del agronegocio, y una vez derribado el edificio del Pacto Verde, los gobiernos estatales y también el europeo ya están allanando el camino para este desembarco, no solo en nuevas regulaciones sino directamente en la inversión de dinero público. Hace unos pocos días el Ministerio de Agricultura anunciaba una nueva política de modernización de regadíos, con la inversión más ambiciosa de la historia superior a los 2 400 millones de euros. O si quieren, vean la cantidad ingente de fundaciones, investigaciones, jornadas, seminarios y publicaciones “verdes” financiadas por las grandes empresas agroquímicas y tecnológicas.
Se trata del mayor trampantojo de la historia, o si lo prefieren, de la tormenta perfecta de greenwashing, perpetrado por las grandes corporaciones, que en un momento fueron conscientes del avance de las propuestas campesinas a nivel global como única respuesta necesaria frente a la crisis climática, y decidieron disputar y ocupar ese espacio tan preciado de la sostenibilidad. Una sostenibilidad agroexportadora tan falsa como cara. Tan falsa, porque como pueden entender, muchas de estas tecnologías suplemente son espejismos, no sirven y ya se ha demostrado su falta de eficacia y adaptación al mundo agrario. Se trata en realidad de una patada hacia adelante, profundizado en el sistema que nos ha traído hasta aquí, empresas exportadoras cada vez más grandes, más recursos, más monocultivos, más concentración de tierras, más integrado, más vertical y, claro está, más caro. La tecnología no es barata ya saben, mejores tractores, drones, cosechadoras, etc. Un paraíso al que la pequeña y mediana producción no serán llamados, porque simplemente no se lo podrán pagar, esta vez ni siquiera endeudándose.
En este momento de bruma y confusión es imprescindible distinguir bien, y no equivocarnos como la paloma, por muy verde que nos lo piten. Hace falta reivindicar con más fuerza que nunca la soberanía alimentaria como nuestra última línea de defensa y esperanza. No se trata de una batalla contra la tecnología en sí, sino por el control de la misma y su adaptación. No es igual que los datos sean públicos y accesibles para todos los agricultores y agriculturas que solo en manos de grandes empresas privadas, y no es igual una tecnología pensada en grandes monocultivos intensivos que en pequeñas y medianas explotaciones. La disputa es política, no solo tecnológica. Las preguntas son las de siempre: ¿quién ha de producir los alimentos? ¿Para quién? ¿Cómo se producen y dónde? De como respondamos dependerá nuestro futuro.
Javier Guzmán es director de Justicia Alimentaria.
Acceso al artículo en formapo pdf: Por muy verde que nos lo pinten
PAPELES 170, Tiempos de incertidumbre
La revista PAPELES cumple 40 años, por ello este número culmina estas cuatro décadas de análisis sobre las tendencias de fondo que atraviesan nuestro tiempo.
Los textos recogidos componen un collage con el que hemos tratado, si no de hacer un balance completo, al menos sí ofrecer una reflexión ilustrativa de los cambios vividos en estos cuarenta años.
Si bien algunas dinámicas –la demográfica o la superación de los límites naturales– se podían vislumbrar allá por 1985, otros procesos han resultado más sorpresivos, tanto en los ámbitos de la economía y la geopolítica como en los de la tecnología y las dinámicas culturales.
Resulta imposible encapsular la realidad y sus múltiples manifestaciones en unas pocas páginas. Lo que sí está claro es que a medida que avanza la crisis ecosocial, se cierra una ventana de oportunidad con todo un abanico de caminos posibles. Nuestras opciones se reducen, y actualmente se decantan en determinadas direcciones, con ciertos factores estructurantes realimentándose entre sí. A pesar de movernos en un contexto tan complejo, el futuro –hoy como siempre– no está escrito y, más que nunca, es tiempo de reflexión y acción.
En la Intoducción, «Un mundo cambiante y convulso», Santiago Álvarez Cantalapiedra esboza las principales transformaciones que han marcado estas cuatro décadas.
En A Fondo, Ángel Martínez González-Tablas traza las líneas maestras que han tenido lugar en el ámbito económico, mientras que Jaime Pastor dirige su mirada al ámbito de la geopolítica y las relaciones internacionales. Itziar Ruiz-Giménez y Rebeca Giménez abordan la emergencia de los ecofeminismos, que aportan herramientas de análisis y praxis para transitar la realidad. Antonio Ortega centra su análisis en el plano de la ecología y, en concreto de las agroecologías políticas. Montserrat Galcerán aborda el debate sobre clase y diversidad, y su evolución en las últimas décadas. Juan Carlos Velasco explora una de las cuestiones actuales que concentra más atención y distorsión: las migraciones, contrastando percepciones y hechos. Ricardo Castaño dirige su mirada a la ciencia y la tecnología. Carlos Gómez Gil sopesa la accidentada vida de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y su permanente dilación. Por su parte, Jordi Armadans reflexiona sobre cómo construir paz en un mundo fragmentado.
En Actualidad, Monica Di Donato conversa con el experto en cuestiones energéticas Jesús Ramos sobre el «Gran apagón» en la península ibérica del 28 de abril pasado, y Nick Buxton entrevista a la activista sindical Rafeef Ziadah sobre el genocidio en Palestina y su trasfondo del colonialismo de asentamiento de Israel, bendecido por EEUU.
La sección Miradas desde la literatura, específica para este número especial, recoge dos análisis. Victor Hugo Pérez Gallo analiza, a través de las obras Fortuna y Maniac, la evolución deshumanizadora del capitalismo contemporáneo, mientras que Manuel Casal Lodeiro reflexiona críticamente sobre el libro El ministerio del futuro, de Kim Stanley Robinson, y valora su utilidad de cara a hallar respuestas ante la crisis del clima.
El número se cierra con la sección Lecturas.
A continuación, ofrecemos el Sumario de la revista y dos artículos en abierto: la Introducción de Santiago Álvarez Cantalpiedra y el artículo de la sección A Fondo firmado por Ángel Martínez González-Tablas.
Sumario
INTRODUCCIÓN
Un mundo cambiante y convulso. Cuarenta años de transformaciones de la mano de Papeles, Santiago Álvarez Cantalapiedra
A FONDO
Balance general en el plano económico de los últimos cuarenta años, Ángel Martínez González-Tablas
Del viejo orden neoliberal al caos sistémico, Jaime Pastor
Ecofeminismos ante el (des)orden global: herramientas para pensar y habitar un presente en disputa, Itziar Ruiz-Giménez Arrieta y Rebeca Giménez González
Construir pazes ambientales desde las agroecologías políticas, realidades, retos y reexistencias, Antonio Ortega
Clase y diversidad en las sociedades capitalistas contemporáneas, Montserrat Galcerán Huguet
La creciente y paradójica centralidad de las migraciones en la esfera pública, Juan Carlos Velasco
Ciencia, tecnología y sociedad. Un poquito de historia, un poquito de geografía y un poquito de ética, Ricardo Castaño Tamara
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en tiempos de policrisis: del negacionismo a la Agenda 2050, Carlos Gómez Gil
Construir paz en un mundo fragmentado, Jordi Armadans
ACTUALIDAD
Entrevista a Jesús Ramos sobre el «Gran Apagón» y sus implicaciones, Monica Di Donato
Entrevista a Rafeef Ziadah sobre el genocidio en Palestina, Nick Buxton
MIRADAS DESDE LA LITERATURA
Fortuna y Maniac: dos rutas literarias hacia el capitalism posmoderno y la deshumanización progresiva, Víctor Hugo Pérez Gallo
El Ministerio del Futuro no es la novela que necesitamos (contra el cambio climático), Manuel Casal Lodeiro
LECTURAS
Huertopías. Ecourbanismo, cooperación social y agricultura, José Luis Fernández Casadevante, Kois
Monica Di Donato
Utopías cotidianas. Lo que dos mil años de experimentos pueden enseñarnos sobre vivir bien, Kristen R. Ghodsee
José Luis Fernández Casadevante, Kois
Capitalismo caníbal. Qué hacer con este sistema que devora la democracia y el planeta, y hasta pone en peligro su propia existencia, Nancy Fraser
José Bellver
Breviario de ecología libertaria, Carlos Taibo
Lucía Andrinal y Estefanía Sánchez
Notas de lectura
RESÚMENES
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Un mundo cambiante y convulso. Cuarenta años de transformaciones de la mano de Papeles
La revista Papeles cumple cuatro décadas de existencia. Cuarenta años dan para mucho, especialmente en estos tiempos acelerados. Lejos quedan las épocas en las que todo parecía trascurrir con una tranquilidad pasmosa.
El futuro no se veía como una amenaza, más bien todo lo contrario, pues gracias a una fe inquebrantable e ingenua tanto en el progreso como en la ciencia y la tecnología (que venían a ser casi la misma cosa), cabía contemplar el porvenir como un horizonte liberador de las miserias del presente. Ahora las tornas han cambiado. Hemos hecho del presente un instante eterno para no afrontar los riesgos del futuro. Pero con independencia de cómo nos situemos ante el tiempo, lo cierto es que las últimas cuatro décadas han sido pródigas en acontecimientos. El más relevante es sin duda, por la magnitud que ha alcanzado, la crisis ecosocial. No solo hemos llenado el planeta, sino que lo hemos desbordado, conduciéndonos a una situación de extralimitación que nos arroja, a toda velocidad y sin frenos, hacia el colapso ecológico.
Se habla sin parar de sostenibilidad, de transiciones y pactos verdes, de innovaciones circulares y de planes renovables, pero sin modificar ni un ápice el régimen sociometabólico que nos empuja hacia el abismo. Podemos engañarnos tanto como queramos, pero estamos ante un capitalismo que huye a la desesperada, cada vez más belicoso y dispuesto a exprimir el planeta hasta las últimas consecuencias.
No se ha llegado hasta aquí por casualidad. Algunas tendencias ‒como la dinámica demográfica o los límites naturales‒ empezaban a vislumbrarse con claridad en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Sin embargo, otras fuerzas estructurantes del presente apenas despuntaban hace cuarenta años. En el transcurso de este periodo, hemos asistido a importantes acontecimientos económicos, geopolíticos, demográficos, tecnológicos y culturales. La realidad ha cambiado tanto que quien piense que le valen los diagnósticos, las preguntas y las respuestas de hace apenas unos pocos años, es que simplemente no sabe en qué mundo vive.
Cambios económicos y geopolíticos profundos
En el plano económico, las últimas cuatro décadas han estado marcadas por la globalización y la financiarización. El orden neoliberal surgido de la crisis y reestructuración del capitalismo de finales de la década de los setenta del siglo pasado ha dejado un reguero interminable de crisis (la crisis financiera asiática de los años 1997-98, la crisis de las punto.com al inicio del nuevo siglo, la Gran Recesión de 2008-09, la posterior crisis de la deuda europea) además de unas sociedades extremadamente fragmentadas y desiguales.
Las transformaciones cualitativas de la economía mundial han sido tan profundas que, tras el vertiginoso ascenso económico de China y su integración en los circuitos del capital junto al resto de economías emergentes (BRICS), se ha implantado una geopolítica muy diferente de la que supuso la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS. De las tensiones de la Guerra Fría, derivadas de la confrontación ideológica entre dos grandes potencias con sistemas económicos diferentes, hemos pasado ‒después de un periodo relativamente breve con los EEUU como única superpotencia global‒ a las tensiones entre dos tipos de capitalismo en pugna: por un lado, un capitalismo corporativo, representado por los EEUU; por el otro, un capitalismo dirigido por el Estado, simbolizado en la República Popular China. Este nuevo escenario no solo implica un reequilibrio del poder económico entre los viejos centros capitalistas y los nuevos países emergentes, sino también algo más profundo que ya apuntábamos en el número anterior de la revista: el declive de eso que hemos dado en llamar «Occidente».1
Un declive que viene acompañado de violencia. Hay en la actualidad cincuenta y seis conflictos armados activos, el mayor número desde la Segunda Guerra Mundial, con noventa y dos países involucrados fuera de sus fronteras. Sea cual sea el indicador al que apelemos (número de conflictos, de desplazados forzosos, tendencias al rearme o muertes en guerras) vivimos en el peor escenario desde la Guerra Fría. Durante las últimas cuatro décadas hemos asistido a la primera Guerra del Golfo, al genocidio de Ruanda, a las guerras de los Balcanes, a las llamadas «guerras contra el terrorismo» en Afganistán, Irak, Libia o Siria, a la invasión rusa de Ucrania, al genocidio que aún sigue consumándose contra el pueblo palestino en Gaza y a las acciones bélicas israelíes sobre Hezbolá en el Líbano y sobre Irán con la anuencia e inestimable ayuda de los EEUU. Por no hablar de otros conflictos olvidados e innumerables guerras civiles (principalmente en África: Sudán, República Democrática del Congo, Níger, etc.).
Un escenario muy preocupante que coincide con un periodo de retroceso del multilateralismo y la legalidad internacional, acompañado del auge del nacionalismo autoritario y el debilitamiento democrático. Así pues, no solo hay una disputa entre dos modelos de capitalismo, sino que en uno de ellos ‒autoproclamado liberal y democrático‒ las pulsiones belicistas y autoritarias parecen imponerse, como se puede comprobar en el Estado de Israel, en la América de Trump o en el seno de la Vieja Europa. El ardor guerrero que se vive en Occidente lleva a secundar acríticamente la visión de Netanyahu de que la paz únicamente se consigue a través de la fuerza. Los planes de rearme no solo responden a esa lógica belicista, sino que han encontrado también su conexión con la industria armamentística como nueva fuente lucrativa de negocios apoyada en un renacido keynesianismo militar.2
Otros cambios igualmente profundos
Los cambios demográficos experimentados en las últimas cuatro décadas han sido también profundos y marcarán lo que queda de siglo. Tres dinámicas poblacionales merecen especial atención: en primer lugar, el proceso urbanizador global; en segundo, el envejecimiento de la población mundial y, finalmente, la creciente relevancia de los flujos migratorios.
Efectivamente, no solo asistimos al «gran éxodo rural» que ha conducido a la «urbanización masiva» (hasta 2009 vivían más personas en el campo que en la ciudad, pero en la actualidad más del 55% de la población mundial ya es urbana y se prevé que la tendencia se acentúe hasta alcanzar el 70% en 2050), sino también al hecho de que más del 60% de la población mundial vive en países con una tasa total de fecundidad inferior al nivel de reemplazo. Esta circunstancia, junto con el incremento de la esperanza de vida, está provocando que la mayoría de los países del mundo ‒con la excepción de los países de África subsahariana‒ estén experimentando un aumento en el número y la proporción de personas mayores (aquellas de 60 años o más). Parece así culminarse un proceso de transición demográfica que sitúa hoy la población mundial por encima de los 8000 millones y con unos desequilibrios, en cuanto a su distribución geográfica y socioeconómica, cada vez más pronunciados. Los movimientos migratorios mundiales son una expresión y una consecuencia de estos grandes desequilibrios, destacando en su seno el peso cada vez mayor de los desplazamientos forzados por motivos ambientales. Todos estos cambios demográficos no solo están reconfigurando la composición de las sociedades, sino que están también redefiniendo las prioridades políticas y económicas de los gobiernos (con el fin de adaptar los sistemas de salud, educación, trabajo y protección social, reequilibrio territorial, etc.).
Pero si hay un campo donde las transformaciones se han percibido de forma más evidente y con un alcance mayor es en el tecnológico, especialmente con el auge de las tecnologías de la información y la digitalización. Lo que conocemos como internet comenzó a finales de los sesenta cuando dos universidades norteamericanas de la costa oeste lograron conectar sus computadoras en el marco de un programa desarrollado por el Departamento de Defensa. Veinte años más tarde, Tim Berners-Lee creó una serie de protocolos y lenguajes que conectaban esa información en una telaraña de hipertextos, la World Wide Web. La generalización en el acceso a la información en la web ha terminado por cambiarlo todo: el mundo del trabajo (con la irrupción de las economías de plataforma, la gig economy, el teletrabajo y el trabajo en remoto), el de la educación (con las competencias digitales, el aprendizaje en línea y la educación virtual), el del consumo (con cualquier cosa a cualquier hora a la puerta de casa), el cómo nos entretenemos (a través de un caudal inagotable ofrecido en streaming) y el cómo nos relacionamos (mediante redes sociales de todo tipo), sin olvidar los nuevos códigos de comunicación política y los efectos sobre la vida y calidad de las democracias. La factura ecológica de mantener en funcionamiento todo el tinglado digital, la concentración del sector en un puñado de big techs y el giro securitario que ha propiciado el asentamiento de un nuevo capitalismo de vigilancia (comercial, policial y militar), son temas frecuentemente elididos de las conversaciones sobre las maravillas de las sociedades de la información. Todo ello ha conducido a que el paradigma tecnológico de nuestra época sea el de la llamada «inteligencia artificial» y que esta, junto y en combinación con la biología sintética, sean contempladas como los vectores disruptivos de mayor potencialidad.
Con semejantes cambios económicos, demográficos y tecnológicos redefiniendo las relaciones humanas, así como las que establecemos con el resto de los seres vivos mediante la apropiación depredadora de la naturaleza, no debería resultar extraño que las transformaciones culturales hayan sido también intensas y radicales. La cultura de la inmediatez, la conectividad permanente y la viralidad han acelerado las pulsiones consumistas y han sumergido a sociedades ‒cada vez más anómicas y obsesionadas por la identidad‒ en polémicas interminables, muchas de ellas amplificadas por unas tecnologías digitales de uso masivo que han acabado por fragmentar las comunidades en tribus, polarizando las posiciones de sus miembros y disolviendo las certezas en la sopa de la posverdad y los hechos alternativos.
En este contexto no es fácil promover una cultura política alternativa. Lo señalábamos recientemente en uno de los últimos números de la revista, esa posibilidad se enfrenta a demasiados obstáculos materiales e ideológicos difíciles de sortear. A lo más que parece que se puede aspirar ahora es a disputar alguna que otra de las llamadas “batallas culturales”, que no son más que las manifestaciones habituales de la pérdida de los consensos políticos y que por eso renacen con fuerza en esta etapa posneoliberal. Sin embargo, no hay que desdeñar la importancia de los giros epistémicos y la irrupción de nuevas visiones en la forma de entendernos como habitantes de este planeta de la mano del pensamiento y la praxis de movimientos alternativos, feministas, ecologistas y decoloniales. Es también una novedad de las últimas décadas y significa una profunda mutación en nuestra relación con el mundo.
El siglo XX terminó despeñado por el abismo de la limpieza étnica en Bosnia (1992-95) y el genocidio de Ruanda (1994), después de haberse vivido en Europa una guerra interminable entre 1914 y 1945 y una desolación colonial en muchas regiones del planeta. Pero fue inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial cuando se fundó la Sociedad de las Naciones y se impulsaron ciertos acuerdos internacionales (como los primeros Convenios de Ginebra), y fue al concluir la Segunda cuando la Asamblea General de las Naciones aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fue también después de los crímenes de Ruanda y la antigua Yugoslavia cuando se dieron los primeros pasos para crear el Tribunal Penal Internacional y empezaron a cobrar vida las ideas sobre la justicia internacional en el ámbito del derecho penal. Parece mentira, pero el principio de jurisdicción universal (que permite perseguir los crímenes de lesa humanidad y genocidio sin importar dónde se cometieron y quién fue el autor) es un asunto relativamente novedoso que la detención en Londres de un dictador como Pinochet en octubre de 1998 puso de manifiesto.3 Putin y Netanyahu saben perfectamente qué países pueden visitar y cuáles no. Más reciente aún es la idea de justicia ecológica que se abre paso con el pie firmemente apoyado en culturas, religiones y cosmovisiones ancestrales que resaltan la importancia de la identidad relacional frente a los procesos de individualización extrema de la modernidad capitalista y la tarea insoslayable del cuidado de la vida.
Han sido cuarenta años de existencia de una revista que ha sabido dar cuenta de cuanto acontecía en un mundo cambiante y convulso que parece empeñado en negar el futuro a la trama de vida que hospeda. Es posible que estemos inaugurando una nueva etapa sombría de imperios en disputa y competencia feroz por los recursos estratégicos necesarios para lograr la supremacía tecnológica y el dominio territorial. Pero también es posible que no nos resignemos y que surjan nuevos amaneceres de las luchas y los raptos de lucidez y bondad que suelen acompañar a los humanos cuando se asoman al fondo de sus abismos.
Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
Acceso al artículo completo en formato pdf: Un mundo cambiante y convulso. Cuarenta años de transformaciones de la mano de Papeles
NOTAS:
1 Véase, en el Papeles de relaciones ecosociales y cambio global núm. 169 (primavera 2025), tanto la introducción «Orden imperial y amenazas para la paz y la democracia» (pp. 5-11) como el artículo de Augusto Zamora «Multipolaridad y cambio sistémico: el mundo del siglo XXI» (pp. 27-37).
2 Se ha puesto de manifiesto con la apuesta de la Comisión Europea por un rearme dotado de 800 000 euros, que busca facilitar la industrialización además de la relevancia estratégica del Viejo Continente.
3 Acontecimiento reflejado magistralmente en el libro Philippe Sands, Calle Londres 38, Anagrama, Barcelona, 2025.
Entrevista a Jesús Ramos sobre el «Gran Apagón» y sus implicaciones
La sección ACTUALIDAD del número 170 de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global incluye una entrevista a Jesús Ramos, doctor en ciencias ambientales, profesor en el departamento de Economía e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en cuestiones energéticas y en la evolución de los sistemas económicos desde un punto de vista biofísico, además de miembro del consejo de redacción de esta revista. La conversación dirigida por Monica Di Donato, del equipo de FUHEM Ecosocial, se centra en el apagón eléctrico del 28 de abril en la península ibérica.
Monica Di Donato (MDD): Empezaría con una foto de diagnóstico sobre el suceso. Han transcurrido ya varias semanas desde el día del denominado «Gran Apagón» en España y Portugal ¿Qué podemos decir a un mes de lo ocurrido (fecha de esta entrevista)? ¿Qué es lo que se sabe realmente y cuánto queda por esclarecer?
Jesús Ramos (JR): El pasado 28 de abril sufrimos un evento excepcional que puso de manifiesto la gran fragilidad de las economías modernas, altamente dependientes de la energía eléctrica y de los servicios que dependen de ella, como las comunicaciones o los sistemas de control. En ecología es bien conocido que los sistemas son más frágiles a medida que aumenta su complejidad (mayor número de agentes y de interconexiones entre ellos).
En realidad, a pesar del tiempo transcurrido, no tenemos certeza de lo que sucedió realmente y las propias autoridades nos dicen que la respuesta tardará tiempo en llegar. Lo que parece claro es que el lunes 28 de abril de 2025, entre las 12:32 y las 12:33, la red eléctrica de la península ibérica sufrió una oscilación de frecuencia muy intensa que desembocó, en apenas cinco segundos, en la desconexión de unos 15 000 MW de generación –cerca del 60% de la producción española en ese momento– y en el aislamiento completo del sistema ibérico del resto de Europa. Curiosamente, momentos antes, España exportaba electricidad a Marruecos, Portugal y Francia, e incluso estaba utilizando gran cantidad de energía para bombear agua desde las partes bajas de las cuencas hacia los embalses, que es la única forma práctica de almacenar energía a gran escala.
Se han descartado ciberataques, sabotajes y fenómenos meteorológicos extremos como causa directa del apagón, sin embargo, se desconoce el porqué de la oscilación previa de la red continental en la zona del Báltico, y que parecería estar en el origen del evento.
Según Red Eléctrica de España (REE), el desencadenante fue una pérdida de generación en la zona suroeste peninsular seguida de varias protecciones automáticas que, al actuar en cascada, agrandaron el desequilibrio entre oferta y demanda, llevando al sistema a una situación de sobretensión. A las 12:33, la desconexión automática de las interconexiones con Francia y Portugal impidió cualquier apoyo externo, precipitando el colapso total del sistema ibérico.
Parece claro, eso sí, que el nivel bajo de interconexión de las redes de la península con el resto de Europa, de un 2,8% de la capacidad, frente a un 10-15% recomendado, provocó la desconexión con Francia para evitar trasladar la incidencia al resto del continente. También parece que hubo una incapacidad por parte de los sistemas de control para aislar la incidencia en regiones concretas, de ahí la caída en cascada.
La incógnita principal es, por tanto, por qué el sistema de gestión y control, y sus mecanismos de seguridad, no pudieron asimilar la anomalía del Báltico, y por qué no pudieron aislar el fenómeno a zonas geográficas concretas con una mayor coordinación.
MDD: Según lo que se va sabiendo, y teniendo en cuenta el tiempo de recuperación relativamente corto para la magnitud del suceso, parece que ciertas cosas se hicieron bien y otras no tanto. Si tuvieses que destacar los tres elementos que mejor han funcionado en la gestión de esta crisis y los tres que peor lo han hecho, ¿cuáles serían los que señalarías y por qué?
JR: Entre los aspectos positivos, destacaría en primer lugar la rapidez en el restablecimiento del servicio. Los sistemas insulares no se vieron afectados y las zonas cercanas a la frontera con Francia solo sufrieron cortes breves. El resto del sistema se recuperó en menos de 24 horas en el 99% del territorio peninsular. Esto creo que refleja una buena preparación en protocolos de arranque en isla y una coordinación eficaz entre operadores como REE y REN, con el apoyo de centrales hidroeléctricas, ciclos combinados e importaciones desde Francia y Marruecos.
En segundo lugar, las protecciones automáticas funcionaron correctamente para evitar daños mayores por sobretensiones. Aunque estas mismas protecciones contribuyeron al aislamiento de la red ibérica, actuaron según lo previsto para evitar que la perturbación se propagara al resto de Europa, priorizando la integridad de los equipos.
También funcionaron los planes de contingencia en infraestructuras críticas como hospitales y aeropuertos, que siguieron operando con normalidad.
En cuanto a lo que no funcionó, lo más preocupante fue la programación de la generación, que dio lugar a una elevada proporción de generación no síncrona en el sistema –sin inercia física–, lo que parece que redujo su capacidad para amortiguar perturbaciones de frecuencia. Este problema se debe al modelo implantado por la liberalización del sector eléctrico, que responde únicamente a decisiones de mercado, activando unas fuentes de generación u otras en función de variables económicas, y no necesariamente de seguridad de suministro. La desconexión masiva de MW solares en segundos, precisamente por motivos de seguridad, evidencia también la falta de regulación que obligue a dotar a estas instalaciones de inercia sintética u otros sistemas de estabilización. Esta tecnología ya existe, pero su implantación ha sido frenada por las grandes empresas eléctricas por razones de rentabilidad, para ahorrar costes, lo cual requiere una intervención urgente del regulador y del legislador.
En segundo lugar, la escasa interconexión con Europa, apenas del 2,8% de la capacidad, impidió recibir soporte externo en un momento crítico. Esta carencia, conocida desde hace años, no ha sido abordada ni bilateralmente con Francia ni por las instituciones europeas, revelando una falta de compromiso con la planificación energética. Según el regulador europeo ACER las interconexiones con Francia y Portugal tendrán un coste de unos 8000 millones de euros y estarían listas en diciembre de 2028 la del Golfo de Vizcaya, en 2036 la de Navarra y en 2041 la de Aragón.
Finalmente, el modelo actual de mercado basado en precios marginales no ofrece la robustez que necesita un sistema tan complejo y descentralizado. Urge repensar este modelo hacia uno basado en costes de generación más un margen razonable, que asegure una operación más estable y una mejor gestión ante picos de demanda.
MDD: Los primeros momentos de la emergencia estuvieron protagonizados por bulos y teorías de la conspiración (como viene siendo ya costumbre en situaciones parecidas), y más tarde el debate (también bastante tendencioso) comenzó a girar alrededor del papel de las renovables dentro de los vectores energéticos usados para la generación eléctrica, la falta de robustez de los sistemas, la calidad de la conexión con la red europea y, cómo no, lo supuestamente imprescindible que resultaba la energía nuclear. ¿Qué consideraciones te merece este aspecto del debate de cara a evitar situaciones parecidas para el futuro (dónde habría que hacer hincapié realmente)? Y ¿cuánto crees que puede llegar a instrumentalizarse en ese sentido, tanto en relación con las renovables, que son un apuesta política y económica clara del Estado, como de los grupos de presión pro-nucleares u otros grupos de interés?
JR: Es una cuestión clave. Las crisis técnicas como la del 28 de abril generan un terreno fértil para la desinformación, y esta no fue la excepción. En los primeros minutos, y mientras duraron las comunicaciones por teléfono y móviles, las redes sociales se llenaron de teorías infundadas: desde ciberataques rusos hasta pulsos electromagnéticos o sabotajes internos. Luego, el debate giró hacia la supuesta fragilidad de las renovables y la defensa de tecnologías como la nuclear.
Esto revela tres dinámicas preocupantes.
Primero, el ruido informativo y la instrumentalización mediática. Las primeras horas tras una crisis energética son críticas. La ausencia de información técnica clara favorece explicaciones simplistas o conspirativas, muchas veces impulsadas por intereses ideológicos o económicos. Para contrarrestarlo, es esencial mejorar la alfabetización energética de la población, establecer canales institucionales de información en tiempo real y activar protocolos de comunicación desde Protección Civil. El apagón en las comunicaciones afectó mucho más a la población en el corto plazo que la propia ausencia de electricidad, y es algo que no debería haber ocurrido.
Segundo, la polarización del debate. Se ha planteado una dicotomía artificial: o las renovables son culpables por su volatilidad, o la solución es un regreso masivo a la energía nuclear. Esto ignora que la solidez de un sistema eléctrico no depende únicamente del tipo de generación, sino de su arquitectura: flexibilidad, almacenamiento, redes malladas, respuesta rápida e inercia eléctrica. De hecho, las nucleares se desconectaron por seguridad al inicio del incidente y tardaron más que otras fuentes en reintegrarse. Un sistema 100% renovable mal diseñado es frágil, pero lo mismo ocurriría con uno 100% nuclear sin adaptabilidad. El debate debe enfocarse en cómo se diseñan y acoplan los distintos vectores energéticos.
Tercero, ciertos lobbies han aprovechado la situación para cuestionar la transición energética. La defensa de la nuclear ignora sus limitaciones económicas, de seguridad y la socialización de sus costes a largo plazo, especialmente por la gestión de residuos. También es engañosa la narrativa de que las renovables provocaron el colapso, pues carece de fundamento técnico en este caso.
El verdadero desafío es reforzar la infraestructura del sistema: redes inteligentes, almacenamiento, gestión de demanda, digitalización y mayor interconexión. Solo con esa base puede construirse una matriz energética renovable y resiliente. La transición energética no será solo tecnológica; será también política, cultural e informativa. Y para ser estable, debe apoyarse en el consenso técnico, no en una guerra de relatos.
MDD: En relación con la pregunta anterior, ¿cuál es la de capacidad de control, exigencia, etc. por parte del Estado del sistema eléctrico español? (me refiero, sobre todo, a en qué medida el Estado puede exigir, controlar, intervenir a las grandes empresas eléctricas).
JR: El apagón del 28 de abril ha evidenciado una vulnerabilidad estructural largamente advertida por expertos: la dependencia total de la electricidad en la vida moderna contrasta con el hecho de que el sistema eléctrico español está mayoritariamente en manos privadas. Esta situación es crítica, ya que hablamos de una infraestructura esencial –al nivel del agua o la seguridad– cuya operación escapa al control directo del Estado.
Desde la liberalización del sector en los años noventa, la generación, comercialización y gran parte de la distribución eléctrica han quedado en manos de grandes empresas privadas. El Estado conserva funciones estratégicas –planificación, regulación y participación en Red Eléctrica de España (REE)– pero su capacidad de intervención directa en las decisiones clave del sistema es limitada.
En la práctica, decisiones sobre qué tecnologías se desarrollan, cómo se gestionan los picos de demanda o dónde se invierte se toman según criterios de rentabilidad empresarial, no de interés público. Esto genera una asimetría preocupante: cuando ocurre una disrupción como la del 28 de abril, es el Estado quien debe asumir la responsabilidad política y garantizar la recuperación del sistema, sin tener las herramientas operativas necesarias para prevenir o gestionar eficazmente estas crisis.
Este modelo plantea un dilema estructural: si la electricidad es una infraestructura crítica sin la cual no puede funcionar la sociedad, ¿tiene sentido que su control esté guiado por lógicas corporativas orientadas al beneficio privado? La respuesta no implica necesariamente renacionalizar, aunque algunos defendamos esta posición por motivos ideológicos y de justicia distributiva, sino repensar la gobernanza del sistema para garantizar que los intereses estratégicos colectivos estén protegidos frente a fallos, decisiones unilaterales o insuficiente inversión en resiliencia.
En este sentido, el apagón no fue solo una advertencia técnica, sino también política. Ha revelado los límites de un modelo basado en la externalización de un bien esencial a actores privados, y la necesidad de una revisión profunda. No (solo) por razones ideológicas, sino por principios de seguridad, cohesión social y sostenibilidad a largo plazo.
MDD: Ahora mismo el debate está centrado en su práctica totalidad, también en el ámbito de la transición energética, en general, en lado de la oferta, es decir, en la producción (y recordemos que cualquier tipo de producción requiere explotación de recursos a diferentes escalas), pero se habla poco del lado de la demanda. Las dos cosas están claramente relacionadas, ¿qué elementos fundamentales destacarías que han de ser tenidos en cuenta en ese sentido y que quizás ahora mismo están un poco apartados del debate?
JR: El debate energético actual está claramente desequilibrado hacia el lado de la oferta. Se discute cómo producir más energía –qué tecnologías usar, de qué fuentes, y con qué grado de autonomía–, pero se presta muy poca atención al lado de la demanda: cuánto consumo es realmente necesario y cómo debe orientarse según criterios sociales, ecológicos y económicos.
Esta omisión refleja una visión productivista que da por hecho que el crecimiento de la demanda es inevitable y deseable. Sin embargo, una transición energética sostenible y justa debe incluir con urgencia un debate sobre la reducción planificada de la demanda o, al menos, la priorización de usos consciente. No se trata de frenar la innovación ni de empobrecer, sino de asumir que toda forma de generación –incluso la renovable– conlleva impactos materiales, territoriales y ecológicos. Disminuir estructuralmente el consumo alivia la presión por seguir instalando capacidad sin fin, especialmente cuando existen límites físicos y conflictos sociales por el uso del territorio.
Esto implica repensar la eficiencia energética no solo como una mejora tecnológica (hacer lo mismo con menos energía), sino como un principio de organización social: hacer solo lo necesario, con el menor consumo posible, priorizando usos estratégicos frente a los prescindibles. ¿Debe una familia vulnerable tener el mismo trato que un centro comercial con climatización constante? ¿Debemos expandir sin límite industrias eléctricamente intensivas como los centros de datos o el turismo masivo que duplica el consumo de la población local en términos per cápita?
También es clave avanzar en mecanismos de gestión flexible de la demanda –tarificación dinámica, respuesta activa al consumo, hábitos culturales más racionales– para adaptar el consumo a la disponibilidad real de energía renovable y evitar el sobredimensionamiento del sistema.
En resumen, no basta con descarbonizar la oferta energética: hay que redefinir para qué, para quién y con qué límites producimos y consumimos. Incorporar el debate sobre el decrecimiento y la priorización energética no es una opción ideológica, sino una condición material para construir un sistema energético resiliente, justo y verdaderamente transformador, incluso si llega a ser 100% renovable.
MDD: En el futuro no es descartable que vuelvan a suceder hechos como el acaecido a finales de abril de 2025. ¿Qué tipo de escenarios dominarán la transición energética en España y cómo de vulnerable seguirá siendo el sistema eléctrico en relación con estos? ¿Un mayor volumen de autoproducción eléctrica y mejor organizada podría ser una solución de transición para emergencias similares? ¿Será el gas, como se suele decir? ¿Otras fuentes?
JR: Es probable que en el futuro se repitan episodios críticos como el apagón de abril de 2025. Factores como la creciente complejidad del sistema, la digitalización, la variabilidad climática, las tensiones geopolíticas y la electrificación generalizada incrementan la vulnerabilidad estructural del sistema eléctrico español. La transición energética representa una oportunidad, pero también introduce nuevos riesgos que exigen una gobernanza más robusta, ágil y democrática.
El futuro del sistema estará marcado por tres tendencias principales: mayor penetración de renovables variables (solar, eólica), electrificación de sectores clave (movilidad, climatización, industria), e integración más profunda en el sistema europeo. A esto se suma la digitalización y el crecimiento de productores-consumidores activos. Este escenario dificulta el control del sistema, pero permite construir resiliencia si se gestiona adecuadamente.
La autoproducción eléctrica distribuida (residencial, cooperativa, municipal) puede desempeñar un rol clave como complemento flexible al sistema centralizado. No obstante, es esencial que esta generación esté correctamente registrada e integrada en los sistemas de gestión del operador para evitar inestabilidad y problemas de calidad en el suministro.
El gas seguirá siendo necesario a corto y medio plazo como respaldo flexible y de arranque rápido. Sin embargo, su uso debe estar regulado para no frenar la inversión en tecnologías limpias ni aumentar la dependencia de mercados volátiles.
Un reto crucial será reformar el modelo retributivo de la generación eléctrica. El actual sistema marginalista –que paga toda la energía al precio de la última unidad necesaria– distorsiona el mercado, sobre todo cuando el coste marginal de las renovables es cercano a cero. Se requiere una reforma que introduzca un sistema de remuneración que reconozca los costes fijos y operativos y garantice una rentabilidad mínima, pero que permita a su vez conocer qué fuentes son las que van a generar en cada momento, sin depender del precio marginal. Este nuevo marco debe permitir al Estado y a los operadores públicos anticipar y coordinar mejor el despliegue de recursos, tanto centralizados como distribuidos.
En definitiva, construir un sistema eléctrico más resiliente para los escenarios futuros exige no solo innovación tecnológica, sino también una transformación profunda del marco institucional, regulatorio, económico y cultural que lo sostiene. De lo contrario, la vulnerabilidad persistirá, aunque adopte nuevas formas.
MDD: Finalmente, ¿cómo valoras la respuesta social a la gestión de la crisis? Cada vez más se está perfilando como una dimensión imprescindible en las gestiones de situación de emergencia.
JR: La reacción social ante el apagón de abril de 2025 reflejó dos tendencias contrapuestas: una notable capacidad ciudadana de autoorganización y solidaridad, y una preocupante debilidad en los canales institucionales de información y coordinación. Mientras se desconocían las causas del fallo eléctrico y proliferaban las teorías –algunas conspirativas–, muchas personas se organizaron espontáneamente para ayudar a los más vulnerables, compartir recursos y difundir información útil en redes sociales, o simplemente compartir la información que recibían en su transistor.
Esta respuesta comunitaria, aunque desordenada, evidenció un tejido social activo y resiliente. Sin embargo, la falta de una comunicación institucional clara y oportuna minó la eficacia de la gestión pública. La ausencia de un relato oficial inmediato favoreció la desinformación y complicó la toma de decisiones tanto individuales como colectivas. Si la incidencia hubiese durado más tiempo, no sabemos cómo habría evolucionado esa capacidad de autoorganización de la población.
La crisis puso de relieve que la gestión técnica de una emergencia no es suficiente: es igualmente esencial una gestión social que incluya comunicación pedagógica, participación ciudadana y escucha activa. La confianza pública se construye con transparencia, coordinación interinstitucional y liderazgo en momentos críticos.
Otro aspecto clave fue la desigualdad en la capacidad de respuesta. Las personas mayores, los hogares sin acceso digital o sin un simple aparato de radio, quienes dependen de dispositivos médicos eléctricos o quienes viven en zonas mal conectadas, fueron los más afectados. Aunque la solidaridad social fue destacable, no puede sustituir a políticas públicas orientadas a proteger a los más vulnerables.
En definitiva, la dimensión social de la crisis fue tan crítica como la técnica. No basta con tener protocolos para la recuperación del suministro eléctrico: se necesitan también planes de resiliencia comunitaria, marcos de cooperación entre Estado y sociedad civil, y estrategias de comunicación que refuercen la cohesión social.
España dispone de una base social sólida, pero aún frágil, que debe integrarse activamente en las estrategias de transición y seguridad energética. En un contexto de creciente complejidad e incertidumbre, la fortaleza de las infraestructuras debe ir acompañada de la fortaleza del tejido social y democrático.
Monica Di Donato es doctora en Economía, especialista en economía ecológica y en cuestiones de alimentación e investigadora del área Ecosocial de FUHEM.
Acceso al texto completo en fomato pdf: Entrevista a Jesús Ramos sobre el «Gran Apagón» y sus implicaciones.
Balance general en el plano económico de los últimos cuarenta años
Balance general en el plano económico de los últimos cuarenta años
El número 170 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global celebra sus cuarenta años y expertos y expertas analizan los cambios acaecidos en estas cuatro décadas.
Ángel Martínez González-Tablas aborda en la dimensión económica los profundos cambios que han tenido lugar, y que son muestra de una realidad compleja de la que es importante captar su estructura profunda, porque solo si lo hacemos podrá la economía afrontar los desafíos y descubrir lo que en ellos hay también de oportunidad.
La economía en el período de vida de Papeles
Tomar conciencia de la evolución de la realidad económica a lo largo de los últimos cuarenta años −de las principales problemáticas, del pensamiento económico o de las políticas practicadas− nos ayuda a entender el presente y las dinámicas en curso.
Al nacer Papeles −a sus espaldas los años «gloriosos» que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial− estábamos instalados en la fase neoliberal, que a lo largo de cuatro décadas iba a inspirar el comportamiento de la economía mundial, antes de dar paso a la actual patada al tablero del orden nacido de a partir de 1945, en cuyo seno, se han desarrollado fenómenos tan distintos como el fordismo y el neoliberalismo.
Desde sus inicios, la economía puso el foco en la riqueza de las naciones (Adam Smith) y en el crecimiento, pero desde mediados del siglo XX hubo voces que reclamaron que lo que nos debía ocupar era la montaña del hambre (José Luis Sampedro), a la vez que se señalaba que el crecimiento no era lo mismo que el desarrollo y que este y no aquel debería ser el objetivo.
Mientras la cooperación al desarrollo pugnaba por asentarse, la problemática del subdesarrollo fue evolucionando con tratamientos dispares: el Consenso de Washington marcó la visión de la ortodoxia, la propuesta de la teoría de la dependencia fue radicalmente diferente y la experiencia de los nuevos países industrializados del sudeste asiático, junto al ascenso de China mostraron otras posibilidades, antes de que en algunos recodos del Sur global empezara a intuirse que la colonialidad no había terminado con el colonialismo.
Una década antes de que Papeles iniciara su andadura, ya había estallado en la política y en círculos académicos la denuncia ecologista y la afirmación de los límites al crecimiento −de la mano de la conferencia de Estocolmo y del informe del Club de Roma− trastocando los términos en los que se planteaban los debates.
A la vez, en apenas unos años, pasamos de ocuparnos de los modelos de construcción del socialismo −tradicional soviético, revolución cultural de Mao, nuevo pragmatismo de Deng− a enfrentarnos con el derrumbe de la URSS, el fin de la Guerra Fría, el espejismo del fin de la historia y la oportunidad −perdida− de construir unas nuevas relaciones internacionales basadas en la cooperación pacífica.
En Europa, la UE vivía la ampliación de sus miembros y el desgarro del Brexit, sin que se produjera una modificación funcional de su dinámica institucional, en un contexto que lo pedía a gritos, oscilando entre referencia mundial de proyecto exitoso y ejemplo de rígidas políticas de austeridad.
En conjunto, estos cuarenta años han estado marcados por un relativo estancamiento económico y por una sucesión de crisis, manifestación de una crisis multidimensional de gran calado. En ella, se dispara la desigualdad interna y decrece la existente entre países, como consecuencia del mayor crecimiento de algunas grandes economías procedentes del subdesarrollo. Por su parte, la ONU ha tratado de que la comunidad internacional ensanchara la mirada y se comprometiera con los Objetivos del Milenio.
El recorrido se cierra con el encadenamiento siniestro de la pandemia del COVID-19, la guerra de Ucrania, el genocidio de Gaza (ante la pasividad de la comunidad internacional), el ascenso de la ultraderecha, la erosión de la democracia y la segunda presidencia de Trump.
En el terreno del pensamiento y las políticas económicas, el predominio de la síntesis neoclásica supuso el vaciamiento de la potencialidad exploratoria del keynesianismo y propició un pensamiento único, altamente formalizado, pero de contenido empobrecido, al que se fue añadiendo cierta dimensión institucional.
En este contexto, asciende la presencia de las problemáticas desveladas por las perspectivas ecologista y feminista. En la economía ortodoxa, tales perspectivas han aportado aspectos puntuales de sus planteamientos, sin incorporar su fondo ni cuestionar las bases de su propio paradigma. En la economía crítica, se ha tratado de asumir la visión radicalmente diferente que subyace en esos enfoques.
Estos cuarenta años han estado marcados por un relativo estancamiento económico y por una sucesión de crisis, manifestación de una crisis multidimensional de gran calado.
En paralelo, a partir de unos antecedentes complejos y densos, que no tiene sentido entrar a detallar, lo que devendría la globalización neoliberal se inicia con las decisiones de Nixon de suspender la convertibilidad del dólar y de entreabrir la puerta a los movimientos internacionales de capital, mientras que su variante interna viene de la mano de las políticas de Thatcher y Reagan, con una amplia variedad de concreciones.
En España, el régimen de 1978 −nacido de los cambios imprescindibles para que la transición fuera viable, pero sin plantear los que hubieran modificado la estructura del poder y las características del sistema socioeconómico− hizo posible liberalizar la economía en la línea de las de nuestro entorno, abordar la configuración territorial de las autonomías y sentar las bases de un cierto Estado del bienestar. En paralelo, se desarrollaba el proceso de integración del país en el entramado capitalista occidental con la conversión del ambiguo «OTAN de entrada no» en un inequívoco «pero luego sí», seguido de la incorporación a la naciente Unión Europea y la posterior adopción del euro.
En el entorno más próximo de Papeles destacan dos aspectos. En primer lugar, el Centro de Investigación para la Paz (CIP), que incorpora la problemática ecológica, los temas suscitados por el feminismo, la profundización de la democracia y una mirada crítica de la economía, en lo que en el fondo era un planteamiento ecosocial, mucho antes de que se popularizara este nombre. De otro lado, el reconocimiento, en las Jornadas de Economía Crítica, de la necesidad de un enfoque que acoja problemáticas que la ortodoxia ignora o trata como cuestiones colaterales, pero sin cuya comprensión no es posible ni entender la realidad, ni dar respuesta a los problemas reales que ya se manifestaban como cruciales en la segunda mitad del siglo XX.
Visión estructural de la economía actual
La situación actual proviene de los antecedentes que acabamos de comentar, está atravesada por unos ejes que la estructuran y desemboca en la segunda presidencia de Trump, que cobra sentido al situarla en este proceso.
Fuerzas estructurantes de la economía mundial actual. No es posible entender lo que está sucediendo en la economía mundial solo a la luz de alguna de las fuerzas estructurantes que actúan en su seno. Ninguna de las seis que postulamos puede explicar por sí sola la complejidad que tenemos ante nuestros ojos, porque todas actúan y la resultante es fruto de su entrecruzamiento.1 Estas fuerzas conformadoras de las grandes problemáticas estructurales de nuestro tiempo son las siguientes:
1) la transgresión de los límites biofísicos del planeta Tierra,
2) la profundización de la digitalización,
3) la evolución hacia un imperialismo globalizado,
4) la permanencia de unas finanzas a la vez protagonistas y disfuncionales,
5) los cambios demográficos y la nueva perspectiva que proporciona la visibilidad de la reproducción de la vida y
6) la incertidumbre acerca de qué paradigma terminará imponiéndose.
No es exagerado afirmar que nuestro tiempo está marcado por la dimensión ecológica, porque el fin de la época de los combustibles fósiles, el cambio climático y la transgresión de límites biofísicos básicos hacen insostenible el modelo de producción y consumo imperante.
También es cierto que la revolución digital en curso trastoca los fundamentos sobre los que descansaba el mundo que conocíamos, modifica el libre albedrío de las personas, libera fuerzas productivas impensables, y proporciona medios de conformación y control del funcionamiento social, con efectos sobre el poder, el trabajo y la economía en su conjunto.
Tampoco puede negarse que el desarrollo desigual y la evolución de la globalización neoliberal hacia un imperialismo globalizado van a afectar al funcionamiento de la economía, a las empresas, al empleo, a los países, a las áreas geográficas y a la pugna por la hegemonía, dejando tras de sí un reguero de ganadores y perdedores.
Por su parte, el susbsistema financiero no cumple de forma satisfactoria las funciones que tiene atribuidas en el sistema económico capitalista (SEC), perturbando la articulación con los demás momentos de la actividad económica y erosionando la cohesión social.
El que la población total apunte hacia el estancamiento y el descenso supone un cambio cualitativo que nos coloca objetivamente en una fase desconocida, mientras, en el otro extremo, la visibilización del espacio doméstico y el reconocimiento del papel de la mujer en la vida social obligan a repensar los términos del funcionamiento y la medición de lo que debe ser considerado actividad económica.
El hecho de que el neoliberalismo esté en retroceso no aclara los rasgos del eventual paradigma dominante, menos aún a la vista de la segunda presidencia de Trump, que confirma que las posibilidades evolutivas no solo son diversas sino incluso antagónicas.
Significado e implicaciones de la segunda presidencia de Trump (T2). Los argumentos y cálculos utilizados por Trump son, con frecuencia, ridículos, pero lo que subyace es un retorno al proteccionismo, en un contexto de imperialismo globalizado, tras años de multilateralidad, en los que se han creado relaciones económicas y estructuras productivas (cadenas de valor) que no se pueden cambiar de la noche a la mañana. Ello se produce en un entorno marcado por la ausencia de bloques sistémicos, pero con una fuerte pugna por la hegemonía entre el poder decadente de EEUU y una multipolaridad emergente, en la que sobresale la República Popular China, pero en la que no puede ignorarse a la UE, India, BRICS y a una Rusia, débil económicamente, pero fuerte militarmente.
Lo que subyace en la segunda presidencia de Trump es un retorno al proteccionismo en un contexto de imperialismo globalizado, tras años de multilateralidad
Su irrupción procede y, a la vez, añade matices al contexto geopolítico mundial, a las fuerzas estructurantes que hemos caracterizado y a los distintos momentos de la actividad económica. Nada volverá a ser lo mismo, aunque sus primeras expresiones se vean modificadas por una cadena de rectificaciones y por lo que resulte de negociaciones bilaterales.2
T2 es una patada en el tablero de las relaciones internacionales vigentes desde la Segunda Guerra Mundial, cuya legalidad y entramado institucional, imperfectos, tanto en su concepción como en su práctica, tenían una vigencia efectiva que los partícipes no se saltaban a su antojo, aunque en ocasiones se ejerciera con cinismo y crudeza, erosionando de forma progresiva su legitimidad.
La pauta se desplaza ahora a poder duro y relaciones bilaterales, sin que esté claro el papel que les queda a los organismos económicos internacionales de inspiración multilateral imperfecta (OMC, FMI, Banco Mundial), que creían haber establecido unas reglas de juego de obligado cumplimiento. Por su parte, el ámbito de seguridad y defensa se orienta hacia una reactivación del militarismo, con el consiguiente aumento de los gastos de armamento, sin que haya atisbos de adaptación a los nuevos tiempos ni de Naciones Unidas, ni de la OTAN, ni tampoco asentamiento de un poder judicial de rango mundial. La negación de lo que se abandona no viene acompañada de ninguna propuesta creíble, con lo que la sensación de vacío aumenta la incertidumbre.
La negación de lo que se abandona no viene acompañada de ninguna propuesta creíble, con lo que la sensación de vacío aumenta la incertidumbre
También incide en las fuerzas estructurantes para la problemática ecológica −en la que el tiempo cuenta y la urgencia es apremiante− el negacionismo, la falta de cooperación y el obstruccionismo, que pueden tener efectos irreparables. Tampoco nada hace pensar que vaya a facilitar el control público de los procesos básicos de la revolución digital y de las grandes tecnológicas, con lo que aumentan las amenazas más inquietantes que conllevan. Es de temer que impulse una versión alejada de la búsqueda de una cooperación pacífica en el regreso de los estados que subyace en el imperialismo globalizado y dista de estar claro hasta qué punto o en qué planos puede incluso impulsar una cierta desglobalización. No es probable que esté dispuesto a enfrentarse con los capitales que protagonizan la financiarización, apoyando las medidas que permitirían poner el subsistema financiero al servicio del buen funcionamiento del sistema económico. Así mismo, es de temer que ante las grandes dinámicas demográficas mundiales profundice la represión y la xenofobia sin actuar sobre las causas profundas y sin explorar con pragmatismo y espíritu de cooperación otras posibilidades, al igual que todo apunta a que continuará ignorando el espacio doméstico, los cuidados y la visión feminista de la vida. Finalmente, es difícil que de su planteamiento pueda surgir un paradigma que propicie un modelo de desarrollo legitimado que favorezca las articulaciones y oriente los comportamientos, superando el orden social de facto que ha existido, con pobres resultados, en las décadas de dominio del neoliberalismo. Las reglas de juego de la economía mundial vigentes en las últimas décadas −entre la gran potencia, aunque sea decadente, que es EEUU y el resto del mundo− es previsible que se vean modificadas, sin que surjan otras de similar rango y seguridad. Es cuestión aparte las que adopte el resto del mundo para relacionarse entre sí, al margen de EEUU; es difícil formular un pronóstico; el multilateralismo puede mantenerse, profundizarse, quedar a lo que resulte de relaciones bilaterales o entrar en un proceso generalizado de proteccionismo.
Si ponemos el foco en los momentos de la actividad económica capitalista los resultados no dejan de ser preocupantes. En el comercio, el efecto inmediato va a ser disminuir las relaciones comerciales entre EEUU y el resto del mundo, lo que obligará a reorientar, con otra distribución espacial, esos flujos comerciales.
Las multinacionales que hayan construido sus cadenas de valor adaptándose a los criterios hasta ahora imperantes tendrán que readaptarlas, con lo que comportará de período transitorio, reorganización, coste y riesgo; las de EEUU tendrán ante sí la cuadratura del círculo si quieren ser estrictamente norteamericanas y, a la vez, comportarse con la lógica propia de una empresa multinacional.
Muchos consumidores de importaciones en EEUU y en otros países verán encarecerse las de procedencia recíproca, con el consiguiente efecto sobre el nivel de vida y sobre la inflación.
Tampoco será nada fácil que el actual funcionamiento del sistema financiero internacional no se vea afectado, porque al cambiar el papel del dólar, lo harán también los flujos internacionales de capital que financiaban los déficits, con lo que la cotización de las divisas se verá sometida a presiones contradictorias.
Oportunidades y necesidad de una economía que sea capaz de cumplir su función
El hecho de que domine lo negativo no debe llevar a no detectar las oportunidades que también afloran; una potencialidad que, si se la identifica y trata adecuadamente, nos ayudará a construir la economía que necesitamos.
El mundo emergente, además de desafíos trae consigo oportunidades. Se trata de detectar cambios que abren posibilidades. Algunos de naturaleza objetiva, mientras que otros, como reacción frente a los excesos, nacen del interior de amenazas.
El desprecio a la legalidad y al entramado institucional regulador de carácter internacional, actualmente plasmado en la ONU y en el entorno de organizaciones y acuerdos derivados, crea un nivel de incertidumbre difícilmente soportable por los actores y la opinión pública, propiciando un clima en el que se pueda plantear la disminución de la dependencia estructural de EEUU, la coincidencia con China en la defensa y fomento de la multilateralidad, así como la exploración de un replanteamiento profundo de las relaciones europeas con Rusia, que recupere, en beneficio mutuo, las posibilidades descartadas en las décadas que siguieron a la caída del muro y el fin de la Guerra Fría.
La OTAN postula el ascenso del más crudo militarismo, sin replantear las versiones heredadas de seguridad, defensa y militar, propone aumentar el gasto del 2% al 5%, cuando en Europa el problema es de concepción, coordinación y funcionamiento y para nada de cuantía del gasto de defensa agregado, que solo beneficiaría a la industria armamentista. La disuasión no necesita acumulación de capacidad de exterminio, vale con que sea efectiva. Una nueva concepción de la seguridad y la defensa aconsejaría, en el contexto de los conflictos de Gaza y Ucrania, reincorporar todo lo que concierne a la investigación para la paz a las preocupaciones del enfoque ecosocial y no el aumento del gasto que se pretende.
Una nueva concepción de la seguridad y la defensa aconsejaría e incorporar lo relativo a la investigación para la paz a las preocupaciones del enfoque ecosocial.
Objetivamente, el paso de globalización neoliberal a imperialismo globalizado favorece la proximidad y penaliza los flujos económicos espacialmente distanciados, desactivando tendencias perjudiciales para la dimensión ecológica que han predominado durante décadas.
De la misma manera, el imperialismo globalizado favorece la recuperación de la simetría entre los planos económico y político, en torno al espacio de los estados, facilitando la regulación consciente pública (RCP), que se había hecho cada vez más difícil en la fase de globalización neoliberal al desarrollarse la actividad económica en espacios en los que no existía una capacidad reguladora fuerte de los poderes públicos.
En ese proceso, junto a cierto regreso de los estados, el ascenso de la bilateralidad y el retroceso de la multilateralidad de ámbito mundial, propician la formación de áreas institucionalizadas que tengan cohesión, masa crítica y actitud proactiva en las relaciones internacionales. Áreas que, sin caer en ningún señuelo hegemónico, promuevan su autonomía y la soberanía substancial, convirtiéndose en referencia y fermento de democracia, cooperación internacional y multilateralidad alejada de la versión neoliberal. La UE es, quizá, el ejemplo más relevante, aunque para convertirse en realidad necesite reformar tratados y políticas, sin rehuir la versatilidad que le proporcionaría el manejo de varias velocidades.
El conjunto de los excesos, inherentes al T2, pueden propiciar reacciones que abran posibilidades. Es el caso del aumento de la desigualdad interna, la pérdida de cohesión social, la prepotencia oligárquica y el asalto de la plutocracia en la primera fase del mandato de Trump. Al combinarse, pueden provocar un rechazo del orden existente, canalizable tanto hacia propuestas emancipadoras como como hacia populismos no democráticos.
El tratamiento de las migraciones es un terreno crítico que tiene mucho de amenaza y algo de oportunidad. La forma de abordarlas descansa en una percepción sesgada tanto de sus causas como de sus efectos, ignorando la historia de los países receptores y conculcando los más elementales derechos humanos. Los países tienen límites en su capacidad para recibir e integrar inmigración, pero esta realidad no se puede tratar con represión y xenofobia. No somos ajenos a sus causas profundas, su maltrato puede infectar la convivencia básica de las sociedades receptoras y una cooperación al desarrollo de orientación y cuantía creíbles podría permitir regulaciones que hoy no son realistas.
No hay duda sobre la negatividad de los escenarios de catástrofes y colapsos, que hay que tratar de evitar con todos los medios que estén a nuestro alcance, pero terminemos con una pregunta ¿en qué medida puede haber algo de oportunidad si llegan a materializarse, si, a pesar de nuestros esfuerzos, no conseguimos evitarlos y la vida de la especie humana en el planeta Tierra puede continuar sobre otros fundamentos? ¿Tiene algún sentido recordar la metáfora del Arca de Noe?
La economía que necesitamos. No podemos dar por supuestas en la economía cuestiones que otras ciencias consideran obvias, al existir en torno a ellas un amplio consenso, que no existe en nuestro caso; tampoco nos basta con dotarnos de metodología científica y de rigor lógico, porque además tienen que darse unas condiciones materiales para que el propósito de la economía pueda convertirse en acción efectiva; finalmente, tenemos que dotarnos de los medios que, bien aplicados, tienen capacidad para conseguir lo que se pretende.
Hay campos en los que no es necesario plantear cuestiones previas relativas al contenido, la trayectoria histórica o las tareas de su especialidad científica. No es nuestro caso. Nosotros, como comunidad, necesitamos hacerlo.3
Empecemos por lo más elemental: la función de la actividad económica es suministrar, en un entorno sistémico complejo, los bienes y servicios que requiere la vida social y su reproducción sostenible. Una función objetivo que no se puede concretar de forma satisfactoria al margen de las necesidades, posibilidades, satisfactores y calidad de vida de cada momento histórico.
Por ello, es esencial un buen conocimiento de la historia de la actividad económica (como proceso fáctico con diversidad de plasmaciones: algunas puntuales, otras sistémicas, con articulaciones múltiples de las que se puede aprender y que en la fase actual permiten hablar de capitalismos, dada la multiplicidad de sus variantes).
También es importante conocer la evolución del pensamiento económico, pero sin que al hacerlo las propuestas actuales queden constreñidas, subordinadas y como mero apéndice de la trayectoria de ese pensamiento, en lugar de volar libres y autónomas, irrigadas por su conocimiento.4
A partir de aquí, las tareas que le corresponden a la economía como ciencia son comprender, representar y medir la estructura y el funcionamiento del sistema económico, desarrollando medios que le permitan a la sociedad intervenir con criterio y eficacia. No podrá hacerlo sin el conocimiento y la comprensión de otras perspectivas científicas que inciden en la actividad económica y en las tareas de la economía −como pueden ser la física, la ecología, la información, la comunicación, la sociología, la política−, sin por ello diluir su función y responsabilidad específicas, porque tanto endogámica y encerrada sobre sí misma, como prisionera de una transversalidad superficial, no podrá ni diagnosticar, ni entender, ni proporcionar los análisis y medios que necesitan las sociedades para movilizarse e intervenir en la economía.
Una vez clarificadas estas cuestiones epistemológicas previas, hay que insistir en que para poder avanzar y para que los planteamientos teóricos puedan convertirse en práctica son imprescindibles determinadas condiciones, porque sin base social, sin una ubicación espacial bien delimitada y sin suficiente poder efectivo los diseños más consistentes devienen entelequias. Tan importante como dotarse de fundamentos propios es identificar, resistir y combatir los que sustentan el ascenso de la ultraderecha, utilizando las posibilidades que abre la recuperación de la proximidad, el papel de estados que solo si son conscientes de sus posibilidades y limitaciones podrán ser un factor de progreso y con áreas institucionalizadas democráticamente que proporcionen masa crítica en determinados campos, sin tampoco despreciar la potencialidad que late en una mundialización construida con otros criterios.
Llegados a este punto, hay que concretar los medios capaces de proporcionar una lógica reproductiva adaptada a las posibilidades y desafíos de los tiempos, una lógica en la que tienen que intervenir en la proporción adecuada las variantes del sistema económico capitalista (SEC), los mercados y la RCP.
El pragmatismo más ambicioso aconseja asumir la existencia y necesidad de variantes del SEC cuyo itinerario y grado de subordinación estén abiertos a la experimentación, articulables con una lógica reproductiva emancipadora, que no puede ser la actual, pero que no estamos en condiciones de predeterminar con precisión, sin creer que la proporciona el discurso esterilizante del poscapitalismo.5
En su seno, los mercados deben reunir los rasgos que precisan para ser funcionales, rasgos que en el mundo real demasiadas veces no se cumplen porque el creciente grado de monopolio lo impide. Los mercados son instituciones cuya aportación no hay que desdeñar, sabiendo que no sirven para cualquier propósito y que no tiene sentido utilizarlos en campos en los que no pueden desarrollar su potencialidad.
El pragmatismo aconseja asumir la existencia y necesidad de variantes del sistema económico capitalista cuyo itinerario y grado de subordinación estén abiertos a la experimentación
Como colofón, en el mundo actual y sobre estos fundamentos, la componente crítica es la consecución de una difícil RCP, que no cabe esperar que vaya a ser de logro generalizado. Sin ella, ni las oportunidades se aprovecharán, ni llegará a arraigar la economía que necesitamos. La triada que forman la sociedad, el sistema político y la Administración pública tiene indudables riesgos, pero innegables posibilidades, si además aprenden a utilizar una planificación renovada por la experiencia histórica y lo que puede aportar la inteligencia artificial.
Con estos mimbres, la economía que postulamos tiene ante sí la tarea de conseguir una buena resolución de la dimensión temporal, que haga posible gestionar el presente y construir el futuro, sabiendo que un escenario de poscrecimiento es tan inevitable y necesario como no inmediato, dada la correlación de fuerzas. El fin de los combustibles fósiles, la transgresión de los límites biofísicos y la tendencia demográfica al estancamiento y descenso de la población total nos colocan objetivamente en ese escenario, pero asumir desde el punto de vista teórico y operativo que el crecimiento deja de ser un objetivo, es un desafío monumental que exige construir otro, sin que el que se abandona desaparezca fruto de un consenso espontáneo.
Reflexiones finales
El período de vida de Papeles nos muestra la complejidad del mundo económico y su mutabilidad.
Sin una comprensión profunda e integral de la economía actual −atravesada por fuerzas estructurantes y sometida al impacto que se deriva de la nueva era Trump− difícilmente podremos afrontar el presente y avanzar hacia un futuro digno y sostenible.
En el horizonte predominan las amenazas y los riesgos, pero de esta acumulación de excesos y transgresiones también surgen oportunidades que es fundamental identificar y aprovechar.
No lo conseguiremos si no somos capaces de construir otra economía, si no sabemos pasar del papel a la práctica recreando las condiciones necesarias para intentarlo, si no nos dotamos de los medios imprescindibles para construir otra lógica reproductiva y si no aprendemos a movernos en el eje temporal en un escenario desconocido de poscrecimiento.
Ángel Martínez González-Tablas ha sido catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y ha presidido el patronato de FUHEM.
NOTAS
1. Angel Martínez González-Tablas, «Visión estructural de la economía mundial en un entorno incierto: entre la desolación y el desafío de la posibilidad», Revista de economía mundial, 2025 (en prensa), asume la complejidad, profundiza en el cuadro en el que nos movemos y proporciona orientación a la necesidad de intervención.
2. Andrea Rizzi proporciona en su libro La era de la revancha, Editorial Anagrama, (2025), una presentación informada y accesible de la complejidad del contexto geopolítico mundial.
3. En este contexto cobra todo su sentido el libro colectivo, coordinado por Óscar Carpintero, Economía Inclusiva. Conceptos básicos y algunos debates, Colección de Economía Inclusiva, FUHEM y Catarata, Madrid, 2025 (en prensa).
4. Probablemente, la larga trayectoria de José Manuel Naredo sea, entre nosotros, la aportación crítica más valiosa a la historia del pensamiento económico, pero, a la vez, una muestra significativa de la dificultad de hacerlo compatible con una formulación de la actividad económica y de las funciones de la economía como ciencia social, enunciadas de forma directa y positiva en el contexto actual.
5. Angel Martínez González-Tablas subraya en «Capitalismos, desarrollo alternativo y transiciones», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 162, 2023, pp. 85-94, la diversidad de variantes del capitalismo y los riesgos a que conduce una utilización imprecisa de poscapitalismo en el tratamiento de las transiciones.
Acceso al texto completo del artículo en formato pdf: Balance general en el plano económico de los últimos cuarenta años
Entrevista a la RE de la ONU sobre la Promoción y Protección de los Derechos Humanos en el contexto del Cambio Climático, Elisa Morgera
Es fundamental considerar las experiencias de los grupos vulnerables sobre el clima al mismo nivel que los conocimientos técnicos
El número 169 de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global recoge en su sección ACTUALIDAD una entrevista realizada por Nuria del Viso a la Relatora Especial de la ONU sobre la Promoción y Protección de los Derechos Humanos en el contexto del Cambio Climático, Elisa Morgera.
Elisa Morgera es catedrática de Derecho Ambiental Global en la Universidad de Strathclyde, Glasgow (Reino Unido) y profesora adjunta de Derecho Ambiental Internacional y de la Unión Europea en la Universidad de Finlandia Oriental. Anteriormente, trabajó con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación en Italia y con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Barbados; y siguió colaborando con las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales como consultora y experta independiente. Ha asesorado a gobiernos y a la sociedad civil en África, Asia, Europa, América Latina, el Caribe y el Pacífico Sur. De 2019 a 2024, Elisa Morgera dirigió One Ocean Hub, una colaboración de investigación global Norte/Sur sobre los derechos humanos y el océano.
Morgera es licenciada en Derecho por la Universidad de Trieste (Italia), tiene un máster en Derecho Medioambiental por el University College de Londres y un máster de investigación y un doctorado en Derecho Internacional por el Instituto Universitario Europeo (Italia). Ha publicado extensamente sobre los derechos humanos y el medio ambiente, el derecho humano a la ciencia, así como los derechos humanos de los pescadores artesanales, los pueblos indígenas y los niños, en el nexo clima-biodiversidad y clima-océano. También ha publicado sobre la responsabilidad de las empresas de respetar los derechos humanos.
Desde abril de 2024 es la nueva Relatora Especial de la ONU sobre la Promoción y Protección de los Derechos Humanos en el contexto del Cambio Climático. En esta entrevista, conversamos sobre las prioridades ambientales que impone el cambio climático con relación a los derechos humanos y de los objetivos de su mandato.
Nuria del Viso (NV): El cambio climático es una de las mayores amenazas para la humanidad, con una multiplicidad de impactos cada vez más virulentos y visibles en todo el planeta. De las cuestiones que entrelazan el cambio climático y los derechos humanos, ¿cuál le parece más preocupante?
Elisa Morgera (EM): Todos los impactos son extremadamente preocupantes, ya que están profundamente entrelazados y se están agravando. Lo que quizá sea más grave, tanto para las personas que llevan más de una década soportando los efectos del cambio climático en algunas regiones como para las que han tenido el privilegio de experimentar solo efectos limitados del cambio climático hasta ahora, son los efectos sobre la salud humana, especialmente para las mujeres, los niños, las personas con discapacidad y las personas mayores. Por ejemplo, el aumento de la salinidad de las fuentes de agua dulce en las zonas costeras debido a la subida del nivel del mar se ha relacionado con un aumento de la hipertensión en las mujeres embarazadas, con un incremento de los abortos espontáneos. Las repercusiones sobre nuestra salud mental también son amplias y aún se subestiman.1
NV: Su predecesor, el Sr. Ian Fry, completó la revisión de varias de las prioridades de su mandato, quedando pendientes las siguientes: la responsabilidad corporativa en el contexto de los derechos humanos y el cambio climático; la protección de los derechos humanos a través de una transición justa para los trabajadores de las industrias que contribuyen al cambio climático; y la exploración de los impactos sobre los derechos humanos de las nuevas tecnologías asociadas a la mitigación del cambio climático. ¿Cuáles son las prioridades y los retos de su mandato en estos tres ámbitos?
EM: Me propongo abordar la responsabilidad de las empresas de respetar los derechos humanos en el contexto del cambio climático como una cuestión transversal en todos mis informes temáticos. He decidido abordar la transición justa −no solo para los trabajadores, sino para todas las comunidades afectadas− sector por sector y a través de una perspectiva global y transformadora. Este año me estoy centrando en la energía, con dos informes sobre la economía basada en los combustibles fósiles y sobre las energías renovables y los minerales críticos. En un futuro próximo, también me gustaría dedicar un informe temático completo a las tecnologías climáticas. Para ver todas mis prioridades (y las principales conclusiones de las consultas que realicé el año pasado de las que extraje estas prioridades) pueden consultar el documento que se publicó en diciembre pasado.2
NV: Sobre el derecho a una información precisa y asequible sobre el cambio climático, en general, y teniendo en cuenta el problema de la ausencia de datos históricos en algunas regiones, ¿en qué medida proporcionan los Estados a la ciudadanía información correcta y suficiente sobre los riesgos climáticos, incluidas las personas desplazadas forzosamente de su territorio por condiciones climáticas adversas? ¿Cómo podría aplicarse el derecho humano a la ciencia −como usted ha sugerido− para mejorar esta información y vincular todas las fuentes?
EM: Creo que es un reto para todos los Estados, incluso para los que cuentan con más recursos y buenos datos históricos, colmar las lagunas y conectar las fuentes de información entre los distintos sectores y niveles de gobierno, así como entre la sociedad civil, la comunidad investigadora y las organizaciones internacionales. Se necesita información sobre las fuentes y los efectos del cambio climático, en particular sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, los patrones meteorológicos y de catástrofes naturales, así como sobre las repercusiones en la salud humana, la movilidad, el trabajo, los derechos sociales, económicos y culturales, y el derecho a un medio ambiente limpio, sano y sostenible. Y esa información integrada debe abarcar los impactos interrelacionados en los contextos terrestre, marino y de agua dulce.
NV: Uno de los grandes problemas pendientes en la mitigación del cambio climático es que las emisiones militares no se tienen suficientemente en cuenta, lo que sesga significativamente los cálculos. ¿Qué podría hacerse al respecto a nivel nacional y supranacional?
EM: Como he comentado brevemente en mi informe sobre el acceso a la información, durante los conflictos armados solo se dispone de datos indirectos y de teledetección. Es más difícil hacer un seguimiento de todos los impactos climáticos debido a la complejidad de las cadenas de suministro y al secreto de la información en el contexto de las operaciones militares. Los conjuntos de datos globales son, por tanto, deficientes. A ello se suma el hecho de que la presentación de informes a escala internacional sobre las emisiones militares sigue siendo voluntaria.
NV: La velocidad a la que avanza la crisis climática no parece corresponderse con la acción de los gobiernos, y ya existen numerosas situaciones de vulnerabilidad social ante fenómenos meteorológicos extremos en el Norte y el Sur global, lo que introduce un componente de desigualdad que perjudica los derechos humanos. Desde su visión, ¿cuáles son los colectivos más amenazados y/o afectados? ¿Cómo avanzar en una acción más acorde con las nuevas necesidades de protección que impone el cambio climático, tanto desde el ámbito multilateral como desde los Estados y la sociedad civil?
EM: Cada vez hay más pruebas de impactos negativos graves y desproporcionados sobre los derechos humanos de las mujeres y las niñas, los niños, los jóvenes, las personas mayores, las personas con discapacidad, los pueblos indígenas, los campesinos y los pescadores artesanales, así como las personas de ascendencia africana, las personas con albinismo, las personas en situación de pobreza y las comunidades de primera línea de los pequeños Estados insulares en desarrollo, los desplazados internos y los migrantes, y otras personas vulnerables al cambio climático.
Por lo tanto, es fundamental, para la eficacia de toda acción climática, considerar las experiencias vividas y los conocimientos distintivos de los titulares de derechos humanos en situación de vulnerabilidad al mismo nivel que los conocimientos técnicos sobre el clima. Y para ello, es necesario comprometerse respetuosa y genuinamente con los titulares de derechos humanos más afectados por el cambio climático, reconociéndolos como agentes de cambio.
NV: Junto a la omnipresencia de la crisis climática, preocupa el auge de voces negacionistas, reaccionarias o, simplemente, indiferentes al fenómeno, así como las campañas de desinformación orquestadas por partes interesadas. ¿Cómo podemos responder a este desafío? ¿Qué ocurre cuando estas actitudes o campañas proceden directamente de un gobierno?
EM: Como también han subrayado otros Relatores Especiales, las industrias de los combustibles fósiles, química, minera, nuclear, del plástico y de los residuos están promoviendo soluciones climáticas falsas o engañosas y difundiendo desinformación sobre las tecnologías climáticas, al tiempo que restan importancia a sus efectos adversos sobre los derechos humanos y el clima.
Los Estados deben proteger al público contra las campañas de desinformación y la información engañosa debida a los intereses creados del sector empresarial, y garantizar que el público pueda beneficiarse de expertos técnicos independientes para la realización de los derechos de acceso a la información y participación.
Además, los Estados deben financiar y apoyar la investigación participativa y las prácticas de recopilación de información por parte de organizaciones locales de base y redes de comunidades de primera línea. Los Estados también deben proteger a los activistas climáticos, científicos y periodistas como defensores de los derechos humanos ambientales, ya que contribuyen en gran medida a garantizar que se proporcione al público información precisa y oportuna sobre el cambio climático, y sobre la inacción climática o la acción ineficaz.
NV: Usted ha trabajado extensamente sobre los aspectos jurídicos de los océanos y las costas. ¿Hasta qué punto existe un vínculo entre la salud de los océanos y los derechos humanos? ¿Podrían las leyes del mar ser un modelo de colaboración en la crisis climática?
EM: El océano ha absorbido más del 90% del exceso de calor causado por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero desde 1955. El océano también actúa como sumidero de alrededor de ¼ de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Así pues, desempeña un papel crucial en la regulación del clima mundial, además de producir la mitad del oxígeno que respiramos y contribuir al ciclo global del agua. Los derechos humanos de todos dependen de un océano sano.3
Aún queda mucho por hacer en la protección de los derechos humanos en el contexto de las decisiones sobre el océano (véase también el último informe del Relator Especial de la ONU sobre el Derecho Humano a un Medio Ambiente Sano).4 De forma crucial, la Opinión Consultiva de 2024 del Tribunal Internacional del Derecho del Mar sobre las obligaciones de los Estados en materia de cambio climático proporciona ciertamente aclaraciones pioneras para garantizar una acción climática más eficaz, como las obligaciones estrictas de proteger el medio marino de los impactos del cambio climático y la acidificación de los océanos, y conservar y restaurar la biodiversidad marina con fines de mitigación y adaptación al cambio climático.5
NV: Para terminar, ¿qué logro le haría sentirse especialmente satisfecha al final de su mandato?
EM: El logro más importante de mi mandato es hacer más visibles y relacionables las historias y experiencias de individuos y grupos que ya han estado soportando el peso del cambio climático: poblaciones de pequeños estados insulares en desarrollo, niños y mujeres, pueblos indígenas, agricultores familiares, pastores y pescadores a pequeña escala. Y sobre esa base, mostrar, científica y jurídicamente, dónde tenemos que cambiar de dirección en nuestros esfuerzos por garantizar un clima seguro para la humanidad: si podemos proteger a los que se encuentran en situaciones más vulnerables, entonces todos estaremos efectivamente protegidos contra el cambio climático.
NV: Muchas gracias por sus respuestas y por su tiempo.
Nuria del Viso Pabón es editora de la revista Papeles y miembro del Área Ecosocial de FUHEM.
NOTAS:
1 Véase: Elisa Morgera: Policy Brief: Climate Change, Mental Health and Human Rights, Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Procedimientos Especiales, 16 de diciembre de 2024, disponible en: https://www.ohchr.org/sites/default/files/documents/issues/climatechange/policy-brief-climate-change-mental-health-1-en.pdf
2 Elisa Morgera, Summary of the consultations on the priorities for the future thematic reports of the UN Special Rapporteur on the promotion and protection of human rights in the context of climate change, Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Procedimientos Especiales, 12 de diciembre de 2024, disponible en: https://www.ohchr.org/sites/default/files/documents/issues/climatechange/activities/consultations-2024-executive-summary-for-page.pdf
3 Nathan J. Bennett, Elisa Morgera y David Boyd, «The human right to a clean, healthy and sustainable ocean», npj Ocean Sustain 3, 19 (2024), https://doi.org/10.1038/s44183-024-00057-7
4 Astrid Puentes Riaño, A/HRC/58/59: The ocean and human rights - Report of the Special Rapporteur on the human right to a clean, healthy and sustainable environment, Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Procedimientos Especiales, 31 de diciembre de 2024, disponible en: https://www.ohchr.org/en/documents/thematic-reports/ahrc5859-ocean-and-human-rights-report-special-rapporteur-human-right
5 «Law of the sea tribunal’s judgment on marine environment and climate change underscores obligations, say UN experts», Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Procedimientos Especiales, 23 de mayo de 2024, disponible en: https://www.ohchr.org/en/press-releases/2024/05/law-sea-tribunals-judgment-marine-environment-and-climate-change-underscores
Acceso a la entrevista completa en formato pdf: Entrevista a la RE de la ONU sobre la Promoción y Protección de los Derechos Humanos en el contexto del Cambio Climático, Elisa Morgera.
Monografía. II Informe sobre la Calidad de Vida

La situación actual genera un escenario de creciente preocupación debido a contradicciones cada vez más evidentes entre el modo de vida y la transgresión por parte de este del espacio de seguridad humana (entendido en sentido amplio), una dinámica impulsada por factores socioeconómicos que moldean los procesos y estructuras causantes de la crisis ecosocial.
El II Informe sobre la Calidad de Vida de FUHEM Ecosocial recoge un Monográfico dedicado a la Seguridad alimentaria.
En este informe se aborda cómo el escenario actual y los acontecimientos específicos de los últimos meses están mostrando con toda evidencia cómo las tensiones, fracturas y contradicciones se muestran con evidencia exacerbante para el sistema alimentario (ya que juegan e intervienen muchos factores), tanto que podrían poner seriamente en jaque el sostenimiento y sobre todo y paradójicamente la seguridad (en sentido amplio) a futuro de unos de los sistemas fundamentales para nuestra vida: la alimentación, precisamente. Y esto generaría un impacto difícil de predecir sobre la salud de las personas y sobre su seguridad y autonomía.
Inestabilidad política y económica ligadas a la coyuntura actual (inestabilidad en los precios de bienes básicos, tratados comerciales, menor disponibilidad de recursos, falta de acceso garantizado a una cesta básica alimentaria, etc. ), un entorno natural amenazado y amenazante (superación limites planetarios, pérdida de biodiversidad, perdida de nutrientes en el suelo, eventos climáticos extremos, sequias prolongas, disponibilidad y contaminación del agua, etc.) pandemias de origen zoonótico, inseguridad alimentaria para muchos estratos de la población al mismo tiempo que adquiere más relevancia el fenómeno de la perdida y desperdicio alimentario, problemas de salud ligados a la perdida de patrones dietéticos más saludables (ej. dieta mediterránea), aumento significativo (también en población infantil y estratos sociales desfavorecidos) de los niveles de obesidad y enfermedad a cargo del aparato digestivo, trastornos del comportamiento y emocionales ligados a los patrones alimentarios, etc.
Todas estas variables hacen evidente cómo es cada vez más relevante analizar la seguridad (acceso, disponibilidad, “safety”, etc.) de nuestro sistema alimentario y en qué medida es capaz de contribuir a asegurar un nivel de calidad de vida idónea para las personas a través de una alimentación que sea adecuada, sana, culturalmente viable y sostenible. De ese modo será también posible explorar o diseñar rutas alternativas que intenten lidiar con las lagunas y los problemas detectados.
El objetivo general de esta monografía sería entonces el de radiografiar el estado de salud del Sistema Alimentario en España y sus principales contribuciones a la Calidad de vida (riesgos y desafíos), respondiendo a esta pregunta marco:
¿Está garantizada la Seguridad Alimentaria (en todas sus dimensiones) a medio plazo?
ÍNDICE
CAPÍTULO 1
Evaluación de la producción del sistema agroalimentario en España
CAPÍTULO 2
Cambios en los hábitos alimentarios de los hogares españoles ¿hacia una alimentación saludable?
CAPÍTULO 3
El sistema alimentario español en la transgresión de los límites planetarios
CAPÍTULO 4
Análisis de las repercusiones sobre la salud de las personas
CAPÍTULO 5
Análisis de las alternativas
Principales amenazas en salud asociadas al cambio climático y aspectos clave para la adaptación
El cambio climático afecta a la salud humana y tiene graves efectos asociados, algunos de ellos poco conocidos.
Julio Díaz y Cristina Linares que pertenecen a la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, escriben para el número 164 de Papeles de relacione ecosociales y cambio global sobre las «Principales amenazas en salud asociadas al cambio climático y aspectos clave para la adaptación»
Los meses de verano de 2023 trajeron una gran cantidad de fenómenos meteorológicos extremos como los devastadores incendios forestales en Canadá o las inundaciones ocurridas en la costa este de Estados Unidos. Un "comienzo inusualmente temprano y agresivo" de la temporada de huracanes en el Atlántico. Un devastador incendio forestal en la isla hawaiana de Maui, alimentado por el calor y los vientos ciclónicos, que prácticamente destruyó una ciudad histórica. En Grecia, las olas de calor, la sequía, los incendios forestales demoledores y unas históricas inundaciones mortales han dejado el país devastado.1 En Libia, las muertes por las inundaciones producidas por el ciclón Daniel arrojan un balance provisional de más de 11.000 muertes y se teme por brotes de enfermedades infecciosas que podrían hacer aumentar esta cifra. En España, una Depresión Aislada en Niveles Altos de la atmósfera (DANA) ha provocado grandes daños en la zona central y varias muertes.
Según el Servicio de Cambio Climático Copernicus, los meses junio-julio-agosto de 2023 la temperatura en el planeta fue de 16,77 °C, lo que supone un 0,66 °C por encima de la media. En Europa, los datos son un poco peores: 19,63 °C de temperatura media, con un 0,83 °C de aumento.
Un nuevo análisis de la organización sin ánimo de lucro Climate Central ha trazado una línea directa entre esas temperaturas y el cambio climático, argumentando que casi la mitad de la población mundial –3.900 millones de personas– experimentó 30 o más días entre junio y agosto con temperaturas que se hicieron al menos tres veces más probables por el cambio climático.
En España, el verano de 2023 ha sido el tercero más cálido desde que hay registros, solo superado por los de 2022 y 2003. En su transcurso, se registraron cuatro olas de calor, con un total de 24 días en esa situación. La temperatura media del verano en España fue de 1,3 ºC superior al promedio norma.2 Evidentemente, estas anomalías tienen una consecuencia directa en la salud como recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por ejemplo, las altas temperaturas que se registraron en Europa en el verano de 2022 conllevaron asociada una mortalidad atribuible a la temperatura de 61.000 personas, de las cuales 11.000 se produjeron en España. El verano de 2023 ha dejado una mortalidad atribuible a las olas de calor en España de 1.834 muertes.
En este punto quizá haya que remarcar que cuando se producen temperaturas extremas en España,3 en particular en la zona centro, suele deberse a dos situaciones meteorológicas claramente definidas. Una de ellas, es una situación de bloqueo anticiclónico que impide los movimientos verticales y horizontales del aire, lo que conlleva a un calentamiento progresivo debido a la alta insolación. En esa situación meteorológica, se produce un incremento importante en los niveles de ozono troposférico. La segunda situación meteorológica que puede estar presente en una ola de calor es la advección de polvo cálido y seco procedente del Sahara. En este caso, además de subir la temperatura también lo hacen las concentraciones de contaminantes como las partículas (PM10), el dióxido de nitrógeno (NO2) y el ozono (O3). En algunas causas específicas de mortalidad como son las muertes por causas circulatorias y respiratorias el efecto de la contaminación es superior al de la propia temperatura. Por tanto, la atribución exclusiva a la temperatura del aumento de mortalidad en olas de calor debe de analizarse en mayor detalle, tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualitativamente a la hora de introducir la contaminación atmosférica como otro elemento básico en los planes de prevención ante altas temperaturas. Hay que recordar que la contaminación atmosférica se relaciona en España a corto plazo con 10.000 muertes al año.4
Las sequías aumentan la morbimortalidad a corto plazo por causas circulatorias, respiratorias, renales e incluso enfermedades mentales, además de las enfermedades de transmisión hídrica
Por otra parte, las mismas situaciones meteorológicas que provocan esas altas temperaturas han incidido en la exacerbación de una sequía en nuestro país como no se recordaba desde 1995, condiciones que han conducido a nuestros pantanos a contar con un volumen embalsado de tan solo el 36,8% de su capacidad total, según datos de 18 de septiembre 2023. Lo que es menos conocido es que las sequías, además de sus evidentes impactos directos en el sistema agrícola y ganadero, también tienen consecuencias a corto plazo sobre la salud. Las sequias aumentan la morbimortalidad a corto plazo por causas circulatorias, respiratorias, renales e incluso enfermedades mentales aumentando también las enfermedades de transmisión hídrica, originadas por la falta de agua y su menor calidad.5
Los dos fenómenos anteriores, altas temperaturas y sequía, sin duda, han contribuido de forma relevante a los incendios forestales incontrolables que hemos sufrido durante este verano especialmente en el sur de Europa, como se citaba anteriormente. En España, con 254.000 hectáreas de territorio arrasadas en el año 2022 –el peor dato del decenio–, la superficie quemada multiplica casi 5 veces a la superficie del récord registrado en 2012.6 En 2023 esta cifra ha bajado cerca de 88.000 hectáreas quemadas. Al igual que ocurría con la sequía, los incendios forestales también tienen un efecto en la salud a corto plazo hasta ahora no monitorizado adecuadamente por la vigilancia en salud pública. Investigaciones realizadas en nuestro país indican que los incendios forestales inciden en la mortalidad por causas cardiovasculares y respiratorias, en los partos prematuros y en el bajo peso al nacer en lugares alejados hasta cientos de kilómetros del foco del incendio.7
Por otro lado, y no solo en verano, el cambio climático modifica las condiciones ambientales de humedad y temperatura que hacen que se redistribuyan e incrementen enfermedades como son dengue, chikunguya, zika o virus del Nilo transmitidas por vectores como mosquitos (Aedes aegypti, Aedes Albopictus, Culex spp), o de enfermedades vinculadas a las garrapatas como la enfermedad de Lyme y el virus hemorrágico Crimea-Congo.
Los cambios a nivel climático están modificando también los procesos de polinización, alterando sus estacionalidades y concentraciones con el consiguiente impacto sobre los procesos alérgicos. Las enfermedades alérgicas son sensibles al clima: condiciones más cálidas favorecen la producción y liberación de alérgenos transportados por el aire (pólenes, esporas, etc.) que tienen efecto sobre las enfermedades respiratorias alérgicas y que pueden inducir asma, dolencia que ya afecta a unos 300 millones de personas a nivel mundial.
Por si esto fuera poco, a nivel global, el número de desastres naturales relacionados con la meteorología se ha más que triplicado desde los años sesenta del siglo XX. Cada año, estos fenómenos causan más de 60.000 muertes, sobre todo en los países en desarrollo. El aumento del nivel del mar y unos eventos meteorológicos cada vez más intensos y/o frecuentes destruyen hogares, servicios médicos y otros servicios esenciales. Más de la mitad de la población mundial vive a menos de 60 km del mar y, en España, la población residente en municipios costeros supera los 15 millones de personas, en torno a un tercio del total lo que supone que muchas personas pueden verse obligadas a desplazarse, acentuando a su vez el riesgo de efectos en salud, desde trastornos mentales hasta enfermedades transmisibles.8
También están aumentando la frecuencia y la intensidad de las inundaciones y se prevé que siga incrementándose la frecuencia y la intensidad de precipitaciones extremas a lo largo de este siglo. La creciente variabilidad de las precipitaciones afectará probablemente al suministro de agua dulce, y la escasez de esta puede poner en peligro la higiene y aumentar el riesgo de enfermedades diarreicas (cada año provocan a nivel mundial aproximadamente 760.000 defunciones de menores de cinco años). En los casos extremos, la escasez de agua causa sequías y hambrunas. En 2020, hasta un 19% de la superficie terrestre mundial se vio afectada por sequías extremas.9
La incidencia del cambio climático en la producción de alimentos y en las enfermedades que se transmiten por esta vía10 es un tema importante en los países desarrollados, pero es vital en los países menos favorecidos. La sinergia entre todos estos factores, especialmente en los países o zonas geográficas más desfavorecidas, está provocando la aparición de los migrantes climáticos, más de 2 millones en la actualidad, de los que cerca de 900.000 son desplazados dentro de los propios países. Se estima que en el año 2050 habrá cerca de 200 millones de desplazados a nivel global.
Mitigación, proyecciones y adaptación
Desde el punto de vista de la reducción de emisiones, parece que los compromisos actuales de mitigación serán insuficientes para lograr el objetivo del Acuerdo de París de mantener la temperatura media del planeta por debajo de un incremento de 1,5 ºC en relación al periodo preindustrial. Los datos actuales indican que en los próximos cinco años (2023-2027), se prevé que la temperatura media global en superficie sea entre 1,44 y 1,55 ºC más alta que la de los niveles preindustriales, según las modelizaciones realizadas por el centro Barcelona Supercomputing Center y que los 2 ºC se alcanzarán en la década de 2050. Según la Agencia Europea Copernicus, al ritmo actual de emisiones llegaremos a un escenario en el que se alcanzará un incremento de 3 ºC en la temperatura media global en el horizonte del 2100.
Parece evidente, por tanto, que además de redoblar los esfuerzos en la mitigación –los impactos asociados a una subida de 2 ºC no son los mismos que a 3 ºC– hay que efectuar políticas encaminadas hacia la adaptación a la nueva realidad asociada al cambio climático si queremos minimizar la vulnerabilidad de las personas a los impactos anteriormente descritos.
Un ejemplo exitoso de estos procesos de adaptación lo tenemos en el caso de las olas de calor y puede servir de ejemplo de cómo, aunque aumente la temperatura, los impactos en salud no tiene que incrementarse al mismo ritmo, como se expone a continuación.
En España, en el periodo 1983-2018 la temperatura máxima diaria ha subido, de media, 1,4 ºC , es decir, a un ritmo de 0,41 ºC por década. En un escenario desfavorable de emisiones (RCP8.5) este ritmo de aumento de temperatura en el periodo 2051-2100 será de 0,66 ºC por década. Por lo tanto, las olas de calor aumentarán tanto en frecuencia como en intensidad y, consecuentemente, la mortalidad asociada a las olas de calor también lo hará. En concreto, se pasará de las 428 olas de calor al año (definiendo ola de calor desde el punto de vista de su impacto en salud y sumando todas las que se producen a nivel provincial en España) registradas en el periodo 2000-2009 a unas 557 olas de calor al año en el periodo 2021-2050 y a 2.269 olas de calor al año en el periodo 2051-2100. La mortalidad atribuible a las olas de calor pasará entonces de 1.310 muertes/año que se produjeron en el periodo 2000-2009 a cerca de 13.000 muertes/año en el periodo 2051-2100.11
Los datos anteriormente descritos se han obtenido suponiendo que el impacto que tiene el calor sobre la mortalidad diaria se ha mantenido constante en el tiempo. Pero a través de diferentes investigaciones epidemiológicas se conoce que esto no es así. Diversos estudios realizados en España y en otros países, indican que el impacto del calor está disminuyendo de forma clara . En nuestro país, de un incremento de la mortalidad atribuible a las olas de calor cercano al 14% por cada ºC en el que se superaba la temperatura de definición de ola de calor para el periodo 1983-2003 se ha pasado a un impacto de menos del 2% en el periodo 2004-2013.12 Esto indica que, si el impacto del calor ha disminuido sobre la población, se está produciendo un proceso de adaptación al calor, aunque para justificar con mayor rigor esta afirmación, hay que aclarar previamente varios conceptos.
Diversos estudios realizados en España y en otros países, indican que el impacto del calor en la mortalidad está disminuyendo
En primer lugar, indicar que la mortalidad atribuible a las olas de calor muy pocas veces se debe al denominado golpe de calor, sino que al igual que ocurre con la contaminación atmosférica o el ruido, el efecto de las altas temperaturas es, principalmente, agravar patologías previamente existentes. Es decir, personas con enfermedades respiratorias, cardiovasculares, renales, neurológicas o endocrinas de base que, frente a una ola de calor, ven agravados sus síntomas de manera importante e ingresan en un hospital o si la descompensación no es controlada, fallecen. Un ejemplo, en el año 2003 en España en los primeros quince días de agosto se registró un exceso de mortalidad atribuible a una ola de calor muy intensa de 6.600 personas, de estas solo 141 fallecieron por golpe de calor.
Otro concepto es el referente a lo que se denomina temperatura de mínima mortalidad (TMM). Si se representa en un sistema de ejes X-Y la relación existente entre la temperatura y la mortalidad, en el eje Y se registra la mortalidad diaria que se produce en un determinado lugar en un tiempo fijo y en el eje X se representa la temperatura máxima diaria a la que se produce esa mortalidad, esta relación tiene una forma de “V” de forma universal. La rama izquierda de la “V” es más alargada que la rama derecha. El vértice de esa “V” es el valor que indica la temperatura a la cual la mortalidad analizada tiene su valor mínimo. Ese punto es lo que se denomina TMM. La mortalidad que queda representada a la izquierda de la TMM es la mortalidad atribuible al frío, a la derecha de TMM se representa la mortalidad atribuible al calor. Esta TMM es variables de un lugar a otro, por ejemplo, en Madrid está en torno a los 30 ºC, en Barcelona a los 26 ºC o en Córdoba a los 32 ºC.
Más a la derecha de esa TMM, hay otra temperatura clave que es aquella a partir de la cual la mortalidad registrada atribuible al calor se dispara de forma brusca, a esta temperatura se le denomina temperatura umbral de definición de ola de calor (Tumbral); es a partir de esa temperatura cuando se define una ola de calor desde el punto de vista de la salud. Por supuesto, esta Tumbral también varía de unos lugares a otros y en tiempo, es 36 ºC para la provincia de Madrid, 31 ºC para Barcelona o en 41,5 ºC para Córdoba.
¿En qué consiste la adaptación al calor? ¿Está ocurriendo?
Tanto la TMM como la Tumbral además de ser diferente de unos lugares a otros, ambas también varían o evolucionan en el tiempo de forma más o menos simétrica. Si la Tumbral o la TMM son cada vez mayores (se incrementan), significa que cada vez hacen falta temperaturas más altas para que aumente la mortalidad por calor, es decir, la variación de la TMM o la Tumbral constituiría un indicador de la adaptación poblacional al calor. Si la TMM o la Tumbral se incrementan más rápido del ritmo al que suben las temperaturas por el calentamiento global podremos decir que nos estamos adaptando al calor desde el punto de vista del impacto en salud. Teniendo en cuanta este proceso de adaptación, en el periodo 2050-2100 no habrá 13.000 muertes atribuibles al calor, sino que estaremos en valores próximos a las 1.000 muertes/año, valores incluso inferiores a las 1.300 muertes/año del periodo 2000-2009.
Para responder a si esta adaptación está ocurriendo realmente se ha de comparar si las temperaturas máximas diarias en un determinado lugar están incrementándose a un ritmo más o menos rápido que lo está haciendo la TMM. Si suben más rápido que las TMM no habrá adaptación, si crecen de forma más lenta que las TMM entonces sí hablaremos de un proceso de adaptación.
A nivel global, las temperaturas máximas diarias en España en el periodo 1983-2018 han subido a un ritmo de 0,41 ºC/década, mientras que la TMM lo ha hecho a un ritmo de 0,64 ºC/década por lo que de forma general podemos decir que España se está adaptando al calor. Si examinamos las provincias de forma individual, hay provincias que se están adaptando muy bien, con un crecimiento de TMM a un ritmo de casi 1,5 ºC/década, como es el caso de Córdoba, Huelva o Lugo, mientras que, en otras, esta TMM no está incrementándose, sino que está decreciendo como puede ser el caso de Ciudad Real o Valladolid.
Es clave conocer qué factores posibilitan la adaptación para poder modificar aquellos en los que se puede intervenir
Los factores que pueden explicar estas heterogeneidades geográficas se está investigando en la actualidad. Parece ser que el carácter predominantemente urbano o rural de la provincia juega un papel importante, así como que en ese lugar se den altas temperaturas de forma habitual; también influyen otros factores como el nivel de renta, la pirámide de población, el estado de las viviendas. con objeto de conseguir esta adaptación al calor y, por tanto, disminuir la vulnerabilidad de la población a las temperaturas extremadamente altas.
Según la OMS, los estudios sobre la vulnerabilidad a las olas de calor deben de realizarse a escala local ya que son los factores locales los que hacen que unas poblaciones sean más vulnerables al calor que a otras. Por ejemplo, un estudio realizado en los diferentes distritos de Madrid13concluye que el nivel de renta, la existencia o no de aire acondicionado y el porcentaje de población mayor de 65 años puede explicar por qué unos distritos son más vulnerables al calor que otros, y entre estos el que resulta más importante respecto al riesgo atribuible es el nivel de renta. Por tanto, son los distritos más pobres los que más sufren las consecuencias de las olas de calor. En la misma línea de estudios de carácter local, otro estudio realizado en España concluye que las provincias urbanas son hasta seis veces más vulnerables al calor que las rurales .14 Entre las variables que influyen en esa vulnerabilidad se encuentra como factores de riesgo, el índice de pobreza, el porcentaje de personas mayores de 65 años y como factores de protección aparecen significativos el número de licencias de rehabilitación y la calidad de la edificación. También es un factor de protección la habituación al calor, es decir, que en ese lugar ocurran olas de calor de forma frecuente.
Aspectos para la adaptación
Aunque ya se ha citado anteriormente que la calidad de la vivienda y su rehabilitación, así como la posibilidad de acceso al aire acondicionado, o la disminución de la pobreza energética son factores que influyen en una menor vulnerabilidad al calor y una mejor adaptación, factores de carácter urbanístico también pueden contribuir, una mayor proporción de construcciones bioclimáticas con cubiertas y muros vegetales y un mejor aislamiento en paredes y ventanas. Se trata de medidas que han de implementarse a nivel local, determinando con anterioridad cuáles son más eficientes en cada zona geográfica.
Desde el urbanismo de la ciudad se recomienda plantar árboles y construir parques y fuentes, así como reducir en lo posible el asfalto y materiales no permeables. Todos estos factores disminuirían en el efecto de isla térmica que en las ciudades costeras especialmente influye en la mortalidad y en los ingresos hospitalarios que se producen en olas de calor.15También desde la ciudad se contribuye mediante el transporte de forma importante a las emisiones de gases de efecto invernadero, por tanto, una movilidad sostenible es otro factor clave que puede contribuir a una disminución del problema y, por tanto, a una mejor adaptación.
Otro factor que ha resultado ser muy relevante en los procesos de adaptación al calor es la existencia de planes de prevención ante las altas temperaturas. Desde el año 2004 de junio a septiembre cada verano se ponen en funcionamiento estos planes de prevención que han resultado tener un importante efecto en la disminución del impacto al calor especialmente en el grupo de mayores de 65 años.16 Una medida clave sería mejorar esos planes de prevención detectando grupos especialmente vulnerables (trabajadores al aire libre, personas con enfermedades renales, neurológicas, respiratorias, circulatorias) y articular protocolos de actuación para estos grupos. Esto conduce a mejorar la gestión de los riesgos derivados del calor y, por tanto, a una disminución de los impactos en salud. Estos planes han de diseñarse a nivel local como ya se ha comentado, teniendo en cuenta las características socioeconómicas, urbanísticas, sanitarias y demográficas de cada lugar.
Por último, tener en cuenta que el cambio climático no solo se reduce a la mayor exposición a las altas temperaturas, sino que se relaciona con un aumento de la contaminación atmosférica, la exacerbación de los procesos de sequías, una mayor frecuencia de incendios forestales, una mayor probabilidad de enfermedades trasmitidas por el agua y los alimentos, el aumento de enfermedades transmitidas por vectores como mosquitos y garrapatas. Lo ideal sería poder diseñar planes que integren todos estos factores.17 De esta forma se daría respuesta a un problema global como es el de los impactos en salud derivados del cambio climático.
Como conclusión, parece claro que ante el panorama actual y futuro que nos presenta los riesgos en salud derivados del cambio climático, las actuaciones no deben dirigirse únicamente hacia la mitigación de emisiones. Es necesario un esfuerzo mayor en adaptación que minimice la vulnerabilidad de las personas. Son necesarios sistemas de alerta temprana y vigilancia epidemiológica centrados en salud ambiental y en especial aquellos que permitan gestionar los riesgos asociados al cambio climático. Mitigación, adaptación y gestión del riesgo son las herramientas en salud pública para afrontar el mayor reto ambiental y social al que se enfrenta la humanidad.
Julio Díaz Jiménez es profesor de investigación y codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano, Instituto de Salud Carlos III, Madrid.
Cristina Linares Gil es científica titular y codirectora de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano, Instituto de Salud Carlos III, Madrid.
Acceso al artículo en formato pdf: Principales amenazas en salud asociadas al cambio climático y aspectos clave para la adaptación
NOTAS
[1] Kieran Mulvaney, «El histórico clima extremo de este verano podría ser una señal de lo que está por venir», 11 de septiembre de 2023, National Geographic, disponible en: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2023/09/clima-extremo-verano-historico-senal-futuro-viene
[2] El verano de 2023 fue el tercero más cálido desde que hay registros, Ministerio de Transición Ecológica y el reto Demográfico,14 de septiembre de 2023, disponible en: https://www.miteco.gob.es/es/prensa/ultimas-noticias/2023/09/el-verano-de-2023-fue-el-tercero-mas-calido-desde-que-hay-regist.html
[3] Ruiz-Páez et al., «Does the meteorological origin of heat waves influence their impact on health? A 6-year morbidity and mortality study in Madrid (Spain)», Science of the Total Environment, vol. 855, 2023, 158900.
[4] Manuel Ansede, «La contaminación ha matado a 93.000 personas en España en una década», El País, 22 de junio 2018, disponible en: https://elpais.com/elpais/2018/06/21/ciencia/1529592814_225910.html
[5] Coral Salvador, «Implicaciones de la sequía en la salud», aemetblog, 19 marzo de 2022, disponible en: https://aemetblog.es/2022/03/19/implicaciones-de-la-sequia-en-la-salud/
[6] Europa Press, «Los incendios forestales arrasan más 250.000 hectáreas en 2022, el peor de la década con diferencia», Europa Press, 17 Septiembre 2022, disponible en: https://www.europapress.es/sociedad/medio-ambiente-00647/noticia-incendios-foresrales-arrasan-mas-250000-hectareas-2022-peor-decada-diferencia-20220917114449.html
[7] Cristina Linares et al., «Impact on mortality of biomass combustion from wildfires in Spain: A regional analysis», Science of the Total Environment, vol. 622-623, 2018, pp.547-555.
[8] Katie Hayes y Blake Poland, «Addressing Mental Health in a Changing Climate: Incorporating Mental Health Indicators into Climate Change and Health Vulnerability and Adaptation Assessments», Int J Environ Res Public Health, 2018, 15 (9), 1806.
[9] Marina Romanello et al., «The 2021 report of the Lancet Countdown on health and climate change: code red for a healthy future», The Lancet, vol 398, 2021, pp.1619-1662.
[10] Isidro Juan Mirón et al., «The influence of climate change on food production and food safety. Environmental Research», 216, 2023, 114674.
[11] Julio Díaz et al., «Mortality attributable to high temperatures over the 2021–2050 and 2051–2100 time horizons in Spain: Adaptation and economic estimate», Environmental Research, 172, 2019, pp.475-485.
[12] Julio Díaz et al., «Time trend in the impact of heat waves on daily mortality in Spain for a period of over thirty years (1983–2013)», Environment International, 116, 2018, pp. 10-17.
[13]José Antonio López-Bueno et al., «Analysis of the impact of heat waves on daily mortality in urban and rural areas in Madrid», Environmental Research, 195, 2021, 110892.
[14] José Antonio López-Bueno et al., «Analysis of vulnerability to heat in rural and urban areas in Spain: What factors explain Heat’s geographic behavior?», Environmental Research, 207, 2022, 112213.
[15] Teresa Cuerdo-Vilches et al., «Impact of urban heat islands on morbidity and mortality in heat waves: Observational time series analysis of Spain's five cities», Science of the Total Environment, 890, 2023, 164412.
[16] Miguel Ángel Navas-Martín et al., «Heat Adaptation among the Elderly in Spain (1983–2018)», International Journal of Environmental Research and Public Health, 20, 2023, 1314.
[17] Crinstina Linares et al., «A new integrative perspective on early warning systems for health in the context of climate change», Environmental Research, 187, 2020, 109623.
La Calidad de Vida: Un Marco Interpretativo
El concepto de «modo de vida» remite a los patrones de producción, distribución y consumo, así como al imaginario cultural y a las subjetividades fuertemente arraigadas en las prácticas cotidianas de la mayoría de la población. En este sentido, se trata de un modo de vida hegemónico, es decir, aceptado socialmente y arraigado política e institucionalmente con una influencia abrumadora en las prácticas ordinarias de las personas.
El primer Capítulo del 2 Informe sobre Calidad de Vida en España, elaborado por FUHEM Ecosocial, ofrece una caracterización del modo de vida de la sociedad española y un marco de interpretación del mismo desde la perspectiva de la calidad de vida.
Introducción
Hace ya más de una década que Johan Rockström y colaboradores1 publicaron su investigación sobre los límites planetarios. Rápidamente se convirtió en una referencia en la literatura sobre la sostenibilidad. Junto con la narrativa de la Gran Aceleración2 y al concepto de Antropoceno,3 el concepto de límites planetarios amplió el vocabulario científico y ayudó a evaluar, mediante variables de control, si la humanidad se mantiene en un umbral de seguridad, evitando la desestabilización de los ciclos biogeoquímicos de la Tierra y los riesgos asociados. La transgresión de este espacio de seguridad humana se ha visto impulsado por factores socioeconómicos que moldean los procesos y estructuras causantes de la crisis ecosocial subyacente.4 En el trasfondo se encuentra la civilización industrial capitalista, con sus estructuras, instituciones, actores y relaciones de poder que impulsan unos flujos de materia y energía en constante expansión que resultan necesarios para su funcionamiento y reproducción social, definiendo el tipo de intercambios -el metabolismo social- que establecemos con la naturaleza.
La vida en las sociedades del capitalismo central resultaría difícil de explicar sin atender a la manera en que se organizan e insertan en la economía global las sociedades periféricas. Cualquier aspecto característico de nuestro modo de vida contiene trabajo y materias primas que provienen de la periferia. Esas condiciones sociales y ecológicas, normalmente invisibilizadas, permiten que estos productos puedan ser comprados y consumidos tan fácilmente. Estas prácticas cotidianas, así como las relaciones de poder sociales e internacionales subyacentes, generan y perpetúan el dominio de unas personas sobre otras y la explotación de la naturaleza, impulsando de ese modo la destrucción de ecosistemas, tensiones geopolíticas, desequilibrios territoriales, polarización social o empobrecimiento y destrucción de economías locales. Nos encontramos ante un modo de vida convertido en un bien posicional, exclusivo y excluyente, cuyas consecuencias se reflejan en forma de altos costes sociales y ecológicos desigualmente repercutidos.5
Se ofrece a continuación una caracterización del modo de vida de la sociedad española y un marco de interpretación del mismo desde la perspectiva de la calidad de vida.
Modo de vida
El concepto de «modo de vida» remite a los patrones de producción, distribución y consumo, así como al imaginario cultural y a las subjetividades fuertemente arraigadas en las prácticas cotidianas de la mayoría de la población. En este sentido, se trata de un modo de vida hegemónico, es decir, aceptado socialmente y arraigado política e institucionalmente con una influencia abrumadora en las prácticas ordinarias de las personas. Prácticas y comportamientos que se generalizan en el conjunto de la sociedad y que forman parte de la cotidianeidad (por ejemplo, en la manera de alimentarse, vestirse, moverse y asentarse sobre el territorio), pero que se materializan de forma desigual y diversa en función de la posición que cada persona y grupo ocupa en la jerarquía social y las posibilidades de que dispone.
Esas diferencias estallan en una multiplicidad de «estilos de vida» marcados por las desigualdades de renta, de género, de etnia y por las preferencias culturales e identitarias de personas y grupos sociales. La cuestión relevante es que esta multiplicidad de «estilos de vida» que observamos en la actualidad descansa en última instancia en la estructura de un mismo modo de vida que las engloba.
Se podría añadir que, además de hegemónico y desigual, ese modo de vida es también imperial si existen fuertes vínculos entre esas prácticas cotidianas hegemónicas y desiguales con los intereses y estrategias empresariales y la geopolítica internacional, implicando un acceso a los recursos, al espacio, a las capacidades laborales y a los sumideros de todo el planeta a través de reglas económicas aseguradas mediante determinadas políticas, leyes y ejercicios de poder (tanto en la faceta violenta de fuerza coercitiva dura como en la meramente persuasiva), (véase la entrada “Imperialismo y colonialismo verde”). El modo de vida característico de las sociedades opulentas ha venido asociado históricamente a la producción sistemática de malas condiciones de trabajo, relaciones políticas autoritarias, condiciones de vida precarias y destrucción ecológica en otros lugares diferentes de donde se asienta, siendo un aspecto central de su constitución y vigencia los mecanismos de transferencia o externalización de costes sociales y ecológicos hacia otros territorios (Brand y Wissen, 2021). Para los centros capitalistas resulta decisiva la manera en que quedan organizadas las periferias, especialmente en el Sur global, y cómo configuran su relación con la naturaleza.
María Mies y Vandana Shiva (2015) sostienen que esas “otras partes” sobre las que descansa el modo de vida imperial no son únicamente zonas geográficas, sino también realidades biopolíticas, de manera que la noción de colonia trasciende a la de un territorio administrado por una potencia extranjera e incluye a las mujeres y a la naturaleza (y no solo a los países periféricos) como las colonias actuales del modo de vida del capitalismo patriarcal global.
Una categoría controvertida, pero necesaria para la economía inclusiva
De lo dicho podemos concluir que el modo de vida no remite tanto a una realidad social uniforme como a otra marcada por la hegemonía, las desigualdades y las relaciones de dominación en un sentido plural y amplio. Es una forma de caracterizar de manera sintética una realidad dinámica de carácter estructural que contempla -además de las normas que organizan la producción, circulación y desigual acceso a las mercancías- el eventual deterioro ecológico y social, así como la transferencia -en el espacio y en el tiempo- de riesgos y costes a terceros.
Así, desde la perspectiva de la economía inclusiva el concepto de modo de vida sirve para integrar en los análisis diferentes dimensiones (políticas, ecológicas y de género) normalmente eludidas en los enfoques ortodoxos y permitir entender muchos comportamientos como efectos de unos mecanismos sociales de los que no son más que un engranaje, sin descuidar sus costes y consecuencias (sincrónicas y diacrónicas, cuantitativas y cualitativas) sobre colectivos sociales, espacios y totalidades. Es una noción compatible con la introducción de la perspectiva de la economía como un sistema abierto (véase la entrada “Sistemas abiertos”) y estimula la capacidad de hacer aflorar dimensiones ocultas que intervienen en el funcionamiento y reproducción de una sociedad (FUHEM, 2023).
Al mismo tiempo, esta noción presenta limitaciones evidentes cuando se queda en un plano meramente estructural e ignora los efectos que se desprenden de las actuaciones de las instituciones y de las políticas presentes en cualquier formación social histórica.
Calidad de vida
La reflexión sobre la calidad de vida implica adentrarse en un terreno en el que se encuentran y entrecruzan las preocupaciones de filósofos y científicos sociales. Abordada a lo largo de la historia desde diferentes esferas del conocimiento, siendo mayoritariamente tratada desde el ámbito de la ética y la moral, en el fondo no es más que la reflexión sobre «lo que somos y lo que deseamos ser», cuestión que define la intersección entre el campo del análisis de los resultados obtenidos por una sociedad y el campo normativo que define lo que es una sociedad justa y sostenible.
La discusión sobre qué cabe entender por una vida buena y de calidad ha despertado un creciente interés en la medida en que empieza a ser evidente el deterioro social y ecológico que provoca el funcionamiento ordinario de la economía. Por ello, cada vez más instituciones internacionales, gobiernos nacionales y entidades locales vienen sugiriendo el empleo de diversas estimaciones de bienestar y calidad de vida con el fin de evaluar el progreso social real de sus países y regiones y así poder mejorar con esa evaluación sus políticas públicas.
Aunque las reflexiones en este ámbito han evolucionado con los años, incorporando en su análisis condiciones económicas, sociales y políticas, lo cierto es que la noción aún dominante de bienestar sigue estando ligada al convencimiento de que los ingresos y las propiedades materiales son la base de una vida buena. Sobre esta presunción se construye la idea que asocia el progreso con un incremento cuantitativo, esquivando consideraciones sobre su contenido cualitativo. El bienestar social queda así reducido a la prosperidad material, al aumento de la capacidad de compra y al aumento del consumo y, en definitiva, a lo que se entiende estadísticamente como nivel de vida.
Sin embargo, el bienestar es un concepto más amplio que el de «nivel de vida», pues incluye todos aquellos factores que influyen en lo que valoramos en nuestra existencia más allá de los aspectos adquisitivos. Reducirlo al nivel de vida es incorrecto por varias razones. Primera, porque los recursos económicos (bien sea el ingreso o el nivel y la estructura del consumo mercantil) son medios que se transforman en bienestar de formas diferentes según las personas; así, individuos que poseen mayor capacidad para disfrutar o más habilidades para el éxito en ámbitos valiosos de la vida pueden estar mejor incluso si manejan menos recursos económicos (Stiglitz, Sen y Fitoussi, 2013). En segundo lugar, porque muchos recursos que contribuyen al bienestar no proceden del mercado, sino de otros ámbitos no mercantiles ni monetarizados, tal y como recuerda la economía feminista. Y finalmente, porque la mayor parte de los determinantes del bienestar son circunstancias que no pueden ser reducidas a la tenencia o posesión de rentas o mercancías, sino que tienen que ver con actividades y relaciones sociales. De ahí que las medidas convencionales de esta visión reduccionista del bienestar suelan ignorar los trabajos domésticos y de cuidados, individuales o colectivos, que proporcionan una destacada contribución al bienestar de las comunidades y a la calidad de vida de las personas, y que tampoco logran capturar en modo alguno los muchos efectos negativos de las actividades económicas, como la contaminación y otros costes sociales y ambientales.
La expresión calidad de vida pretende corregir esa deriva reduccionista en la que incurrió la visión convencional y economicista del bienestar. Y lo hace abrazando un concepto multidimensional del bienestar que depende tanto de factores personales y sociales como de elementos objetivos y subjetivos. Además, la expresión calidad de vida incorpora dos consideraciones de especial interés. La primera tiene que ver con los logros o resultados obtenidos; la segunda con la importancia del entorno natural como condición prioritaria para el desarrollo de la vida humana y del entorno social como ámbito de oportunidades para que las personas puedan desarrollar sus capacidades y libertades (Nussbaum y Sen, 1996).
Una de las ideas fundamentales del enfoque de las capacidades es que cada persona debe tener la oportunidad de desarrollar sus capacidades hasta su máximo potencial. Nussbaum (2002) identifica, en ese sentido, toda una serie de capacidades centrales que considera esenciales para una vida digna, como por ejemplo:
1. Vida (ser capaz de vivir una vida humana de duración normal hasta su fin, sin una muerte prematura evitable o antes de que la propia vida quede reducida a algo que ya no merece vivirse);
2. Salud física (tener buena salud, incluyendo la salud reproductiva, nutrición y techo adecuados);
3. Integridad corporal (ser capaz de moverse libremente y estar seguro frente a potenciales agresiones);
4. Sentidos (ser capaz de imaginar, sentir y pensar de forma cultivada a través de una adecuada educación entendida en un sentido amplio);
5. Emociones (ser capaz de amar, vincularse y cuidar);
6. Razón práctica (para poder plasmar una concepción del bien y reflexionar críticamente sobre la propia vida);
7. Afiliación (poder vivir con y hacia los demás, reconocer y mostrar preocupación y respeto por otras personas y otras especies);
8. Ocio y juego (en el sentido de poder disfrutar de actividades recreativas);
9. Control sobre el entorno (tener derechos políticos y materiales, y poder participar en decisiones políticas que afecten la propia vida).
Una propuesta inclusiva: el enfoque ecosocial sobre la calidad de vida
En el contexto de la actual crisis ecosocial la definición de la calidad de vida no es una cuestión meramente técnica, sino que requiere la adopción de un enfoque capaz de establecer prioridades, visualizar conflictos y relaciones de poder e integrar relaciones sociales y valores de igualdad y justicia. Además, debe permitir evaluar el modo de vida de la civilización industrial y hacer aflorar con claridad cómo las sociedades capitalistas entran en contradicción con otros sistemas al erosionar las bases sociales y naturales de los que depende para su funcionamiento y reproducción, provocando con ello una crisis que ha de ser entendida sobre todo como una crisis ecológica y de cuidados.
Preguntarse acerca de la vida buena en este contexto significa, en la práctica, discernir entre los determinantes que amenazan el mantenimiento de la vida y aquellos otros que propician su florecimiento y calidad. Esto representa el trasfondo y apuesta metodológica que ha guiado la elaboración del I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España elaborado por FUHEM (2023).
El enfoque ecosocial sobre la calidad de vida orienta la mirada hacia los logros o resultados obtenidos por una sociedad. Desde un punto de vista centrado en las personas, una vida buena es una vida sana y autónoma. La posibilidad de obtener esos logros dependerá de si se garantiza:
1) un acceso adecuado y suficiente a los bienes socialmente necesarios,
2) unas relaciones -sociales e interpersonales- significativas y gratificantes
3) la capacidad de las personas para organizar su tiempo en
4) unos entornos —sociales y naturales— saludables.
La atención a las instituciones económicas, políticas y culturales que permitan el acceso universal y equitativo a una cesta de bienes y servicios que garanticen la cobertura óptima de las necesidades humanas ha de contemplarse como condición sine qua non para la materialización de los logros que dan sentido a la expresión calidad de vida. Una taxonomía de los bienes presentes en las distintas formas de consumo (privado mercantil, no mercantil, sociales y públicos), acompañada de la genealogía de los procesos mediante los que esos bienes finales son obtenidos y las consecuencias sociales y ambientales que se pudieran derivar de cómo son usados y desechados, es considerada útil para la elección —individual y colectiva— de los satisfactores más convenientes ante los problemas de falta de cobertura social e insostenibilidad ambiental (véase la entrada “Necesidades”).
Pero la calidad de vida es algo más que garantizar una canasta de consumo, incluye otros factores que van más allá de este aspecto material y que influyen en lo que valoramos de la vida. Como ya hemos mencionado, la calidad de vida es un concepto multidimensional que incorpora tanto lo que tenemos (dotación de recursos) como lo que hacemos (actividades), sin olvidar dónde y con quién estamos (las circunstancias en las que nos movemos). Así pues, se debe complementar la condición necesaria de acceso universal y equitativo a los bienes y servicios esenciales con las valoraciones referidas al uso del tiempo y las relaciones que desplegamos para lograr los resultados en salud y autonomía sin menoscabo de las condiciones sociales y ecológicas en las que se desenvuelve la vida.
De todo lo anterior podemos concluir que los factores clave para que una sociedad prospere tendrán que ver con la dotación de recursos, la organización de los tiempos y el grado de gratificación de las relaciones —sociales e interpersonales— necesarias para lograr unos resultados en salud y autonomía sin menoscabo de las condiciones sociales y ecológicas en las que se desenvuelve la existencia. Solo así estaremos ante una vida digna de ser vivida. Solo así se posibilita el despliegue de las capacidades y las libertades en las personas sin imponer servidumbres y sacrificios sobre otros seres humanos y especies, preservando la trama de la vida de la que formamos parte.
Este marco de comprensión de la calidad de vida exige otros criterios de medición diferentes de los habituales para valorar cómo evoluciona aquello que contribuye o entorpece al bienestar. Hay que evitar la tentación de querer sintetizar todo en un único indicador. Tal pretensión suele derivar en una especie de fetichismo estadístico. El problema se agrava si, además de usar un único marcador, el elegido es además claramente inadecuado para reflejar los vínculos del modo de vida con la calidad de vida (véase la entrada “Crítica a los indicadores macroeconómicos”). Los propósitos de los sistemas estadísticos son múltiples, y una medida diseñada para un propósito puede no funcionar para otro. De ahí que quepa preguntarse: ¿una única medida o un cuadro de mando de indicadores? Con un solo indicador no podemos reflejar algo tan complejo como nuestra sociedad y el bienestar que en ella se genera. En cambio, con un cuadro de indicadores a modo de panel es posible evaluar la amplia gama de factores físicos y de naturaleza socioeconómica implicados en la calidad de vida. El panel se puede organizar en un conjunto de ámbitos o dimensiones según su nivel de contribución al bienestar. El objetivo fundamental de ese conjunto de indicadores es ofrecer algo así como un barómetro que mida el grado de presión hacia una mejor calidad de vida para todos en el presente y para las generaciones venideras.
Evaluación del modo de vida desde un enfoque ecosocial centrado en la calidad de vida
Evaluar el modo de vida actual desde la perspectiva de la calidad de vida no solo sirve para corregir la deriva reduccionista que asimila bienestar a nivel de ingreso y consumo, sino que permite además desvelar el precio que hemos de pagar por seguir manteniendo un modelo basado en el crecimiento económico indefinido dentro de un planeta finito. Para proceder a esa evaluación hay que analizar en primer lugar las estructuras de producción y consumo, así como las dinámicas que atraviesan ese modo de vida en una sociedad concreta (tendencias que pueden ser agrupadas en tres grandes bloques: desequilibrios territoriales, insostenibilidad ecológica y amenazas a la cohesión social por la persistencia de la pobreza, la precariedad y la desigualdad). Surge entonces, en segundo lugar, la pregunta de si ese modo de vida previamente caracterizado contribuye o no a una vida buena o de calidad.
Desde el enfoque ecosocial de la calidad de vida esa cuestión se reformulará de la siguiente manera: ¿Cómo afecta el modo de vida imperante a los objetivos de salud y autonomía que persiguen las personas y a los aspectos que consideramos básicos ‒acceso suficiente y universal a los recursos, relaciones significativas y tiempos para la autonomía personal en un entorno social y natural seguro‒ para conseguir aquellos logros? La siguiente figura sintetiza un posible recorrido para responder a esa pregunta.
Figura1: Evaluación de la calidad de vida desde una perspectiva ecosocial

Fuente: FUHEM, 2023
Conclusiones
El balance que cabe hacer es que el modo de vida imperante, aunque ha logrado grandes cuotas de éxito en términos de opulencia material para algunos grupos en determinadas sociedades, no garantiza en la misma medida la autonomía y la salud (física, mental y emocional) de todos sus miembros, y constituye una seria amenaza global al derrumbar las condiciones para una vida civilizada, socavando las bases sociales y naturales sobre las que descansa la reproducción de la existencia social.
Todo esto plantea un escenario de creciente preocupación debido a las contradicciones entre los modos de vida y la transgresión del espacio de seguridad humana sostenible, una dinámica impulsada por factores socioeconómicos que moldean procesos y estructuras causantes de la crisis ecosocial. La propuesta aquí reflejada ofrece el marco para una agenda de investigación que, adoptando un enfoque integrador, ayude a impulsar el debate sobre lo que significa, en un contexto de profunda crisis civilizatoria, una vida de calidad digna de ser vivida.
BIBLIOGRAFÍA
Álvarez Cantalapiedra, S. (2019). La gran encrucijada. Crisis ecosocial y cambio de paradigma, Madrid: HOAC.
Brand, U. (2023). Crisis del modo de vida y transiciones ecosociales, Madrid: FUHEM Ecosocial y La Catarata.
Brand, U. y Wissen, M. (2021). Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo, Buenos Aires: Tinta Limón.
Mies, M. y Shiva, V. (2015): Ecofeminismo (teoría, crítica y perspectivas), Barcelona: Icaria.
FUHEM (2023). Informe Ecosocial sobre calidad de vida en España: balance, tendencias y desafíos, Madrid, FUHEM: https://www.fuhem.es/informe-ecosocial/
Kahneman, D., Krueger, A., Schkade, D., Schwarz, N. y Stone, A. (2004): A Survey Method for Characterizing Daily Life. Experience: The Day Reconstruction Method», Science, núm. 306, 1776.
Nussbaum, M. (2002). Las mujeres y el desarrollo humano, Herder.
Nussbaum, M. y Sen, A. (comp.) (1996): La calidad de vida, México: Fondo de Cultura Económica.
Stiglitz, J., Sen, A. y Fitoussi, J. (2013): Medir nuestras vidas, Barcelona: RBA.
NOTAS:
1 Rockström, J., W. Steffen, K. Noone, Å. Persson, F.S. Chapin, E.F. Lambin, T.M. Lenton, et al. 2009a. A safe operating space for humanity. Nature 461(7263): 472-475;
Rockström, J., W. Steffen, K. Noone, Å. Persson, I. F. S. Chapin, E. Lambin, T.M. Lenton, et al. 2009b. Planetary Boundaries : Exploring the safe operating space for humanity. Ecology and Society 14(2): 32.
2 Steffen, W., W. Broadgate, L. Deutsch, O. Gaffney, y C. Ludwig. 2015. The trajectory of the Anthropocene: The Great Acceleration. The Anthropocene Review 2(1): 81-98;
Steffen, W.L., R.A. Sanderson, P.D. Tyson, J. Jäger, P.A. Matson, B. Moore III, F. Oldfield, et al. 2004. Global change and the earth system: a planet under pressure. Springer.
3 Crutzen, P.J. y E.F. Stoermer. 2000. The Anthropocene. IGBP Newsletter 41: 17-18.
4 Ulrich Brand, Barbara Muraca, Éric Pineault, Marlyne Sahakian, Anke Schaffartzik, Andreas Novy, Christoph Streissler, Helmut Haberl, Viviana Asara, Kristina Dietz, Miriam Lang, Ashish Kothari, Tone Smith, Clive Spash, Alina Brad, Melanie Pichler, Christina Plank, Giorgos Velegrakis, Thomas Jahn, Angela Carter, Qingzhi Huan, Giorgos Kallis, Joan Martínez Alier, Gabriel Riva, Vishwas Satgar, Emiliano Teran Mantovani, Michelle Williams, Markus Wissen & Christoph Görg (2021) From planetary to societal boundaries: an argument for collectively defined self-limitation, Sustainability: Science, Practice and Policy, 17:1, 264-291, DOI: 10.1080/15487733.2021.1940754
5 Santiago Álvarez Cantalapiedra y Monica Di Donato, «Consumo y crisis ecosocial global», en Luis Enrique Alonso Benito (ed. lit.), Carlos Jesús Fernández Rodríguez (ed. lit.), Rafael Ibáñez Rojo (ed. lit.), Estudios sociales sobre el consumo, CIS, 2020, pp. 533-553.
Descargar el Capítulo completo en formato pdf: La Calidad de Vida: Un Marco Interpretativo.
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