Disponible el video del acto Modo de vida imperial, con Ulrich Brand.
PRESENTACIÓN DE LIBRO
Modo de vida imperial
El pasado martes 19 de diciembre Ulrich Brand, Catedrático de Política Internacional y Director de la Red de Investigación sobre América Latina en la Universidad de Viena habló sobre el modo de vida imperial, a través de sus libros:
Modo de vida imperial: vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo, publicado por la editorial Tinta Limón.
Crisis del modo de vida imperial y transiciones ecosociales, publicado por FUHEM y La Catarata.
El acto de presentación tuvo lugar en el Ateneo La Maliciosa a las 19 h.
Conversaron con el autor: Yayo Herrero y Sara Bourehiyi Ecologistas en Acción) y Paco del Pozo (La Villana)
Moderaron: Monica Di Donato (FUHEM Ecosocial) y Tom Kucharz (Ecologistas en Acción)
A continuación puedes ver la presentación:

Organizan:



Guía para la Alfabetización Ecosocial
Desde el Centro de Documentación de FUHEM Ecosocial traemos hoy un recurso que fue presentado en el Seminario Qué significa la paz ambiental en el siglo XXI, organizado por el Grupo de Paz Ambiental de la Asociación Española de Investigación para la Paz, AIPAZ, y por FUHEM Ecosocial −y apoyado por el Centre Delàs de D’Estudis per la Pau , el Instituto de la Paz y los conflictos de la Universidad de Granada – IPAZ y la Fundación Cultura de Paz, con la colaboración de Ateneo La Maliciosa, cuyo objetivo era reunir una serie de personas expertas para examinar el concepto de paz ambiental en el siglo XXI.
El recurso se titula: Una guía para la Alfabetización Ecosocial: Paz, decrecimiento y sustentabilidad para un mundo posfosilista y ha sido elaborado por: María del Buey Cañas y Sofía Pérez Baeza.
Este informe surge de la vinculación del Grupo de investigación en Humanidades Ecológicas de la UAM (GHECO), de la Escuela Demospaz del Instituto Democracia, Cultura de Paz y No Violencia y de la Fundación Cultura de Paz, con el apoyo de European Climate Foundation.
El objetivo de esta guía es abordar la alfabetización ecosocial como herramienta de construcción de paz en el marco de la crisis civilizatoria actual. Para ello, se abordará la crisis de manera integral, analizando su carácter capitalista, industrial y fosilista, y planteando la alfabetización ecosocial como una herramienta con gran potencial para comprender la magnitud de nuestra situación a través del diagnóstico y del desarrollo de un conocimiento profundo que pueda servir de punto de partida desde el que plantear alternativas justas para la vida.
En palabras de las autoras, la gravedad y la urgencia de los desafíos actuales nos demandan una profunda revisión de nuestras formas de habitar la biosfera terrestre, y es en este contexto donde la dimensión educativa cobra una importancia crucial. Entendemos la alfabetización como un proceso clave en el desarrollo de las competencias necesarias para habitar el mundo de manera justa, democrática y sustentable para el conjunto de seres que la integramos.
La alfabetización constituye un paso previo desde el que hacer frente a los desafíos que la crisis ecosocial implica haciendo accesibles aquellas nociones que la atraviesan, como son, entre otras, la huella ecológica, los materiales críticos, la dependencia energética o el decrecimiento, y fomentando, además, el desarrollo de una serie de valores, actitudes y creencias que sirvan para promover una verdadera conciencia ecosocial.
Otro de los objetivos de la guía es trascender la noción de educación ambiental, revisitando sus aportaciones y ampliando su alcance para poder abordar la complejidad de la situación desde una aproximación holística. Así, la alfabetización ecosocial persigue promover la empatía y el cuidado hacia el conjunto de la biosfera, trascendiendo el pensamiento antropocéntrico actual.
La alfabetización ecosocial tiene un enfoque ecocentrista y permite desarrollar un conocimiento profundo de nuestras relaciones de inter y ecodependencia, poniendo en valor la importancia del entramado de la vida. En consecuencia, esta guía es una herramienta de trabajo orientada a un público amplio con el objetivo de lograr, a través del desarrollo de una mejor comprensión de nuestro presente, la cooperación necesaria para pensar y diseñar horizontes de transformación compatibles con vidas ecosocialmente sustentables y dignas.
A continuación, ofrecemos el índice de contenidos, tras el cual se puede acceder al texto completo.
Índice de contenidos
Prólogo. La alfabetización ecosocial como herramienta de construcción de paz.
Capítulo 1: La crisis ecosocial y el fin de los imaginarios fósiles.
- Origen y alcance de la crisis ecosocial. Efectos y proyecciones.
- Imaginarios fósiles: Historiografía y caracterización.
- La crisis energética y la crisis de recursos: Escasez natural y escasez artificial de los combustibles fósiles.
- Extractivismo fósil, luchas de poder y conflictos armados: Agentes sociales implicados y responsabilidades diferenciadas.
Capítulo 2: Transiciones energéticas y construcción de paz positiva.
- Paz positiva: Vinculación con el bienestar ecosocial.
- Las transiciones energéticas: Historiografía y caracterización.
- Comunidades energéticas: formas colectivas y sustentables de captación de energías renovables.
Capítulo 3: Transformación ecosocial: Iniciativas posibles y cambios reales en el territorio nacional.
- Definición de transformación ecosocial: explorar el porqué, el qué y el para qué del proceso de transformación hacia una vida más sustentable, justa y digna.
- ¿Cómo actúa la justicia ecosocial? ¿Cómo transforma el territorio? ¿Cómo contribuye a la construcción de paz positiva?
- ¿Cómo podemos contribuir desde el consumo y la producción energética renovable a la transformación ecosocial?
- Manos en la masa: receta básica de prácticas ecosocialmente justas.
Bibliografía
Entre la bibliografía recopilada podemos encontrar textos de: Jorge Riechmann, Adrián Almazán, José Manuel Naredo, Óscar Carpintero, Silvia Federici, Yayo Herrero, Iván Illich, Serge Latouche, Carmen Madorrán, Manfred Max-Neef, Marta Tafalla, Antonio Turiel, Javier Vindel, David Wallace-Wells, entre otros.
Si queréis echarle un vistazo más profundo, puedes descargarla a texto completo: Una guía para la Alfabetización Ecosocial: Paz, decrecimiento y sustentabilidad para un mundo posfosilista.
Debate sobre el papel del rewilding y la ganadería extensiva en la gestión del territorio
VIDEO
Debate sobre el papel del rewilding y la ganadería extensiva en la gestión del territorio
El martes 7 de noviembre de 2023 realizamos un debate académico que exploró el papel diferenciado en la gestión del territorio del rewilding versus la ganadería extensiva: sus similitudes, diferencias, compatibilidades y controversias y el papel que podrían y deberían jugar en la sostenibilidad de nuestro medio rural.
Contamos con la participación de dos destacados expertos:
Cristian Moyano, doctor en Ciencia y Tecnología Ambientales e Investigador del CSIC.
Pablo Manzano, doctor en Ecología e Investigador del Basque Centre Climate Change.
El debate estuvo moderado por Carolina Yacaman, UAM. y presentado por Mateo Aguado, FUHEM Ecosocial y Violeta Hevia, UAM.
A continuación podrás ver el debate:
Papeles 163: Geopolítica, territorio y conflictos
Papeles 163: Geopolítica, territorio y conflictos
A las formas tradicionales del colonialismo y del imperialismo vinculadas a los combustibles fósiles, actualmente se añaden nuevas expresiones de colonialismo “verde”, orientadas a facilitar la transición energética y la movilidad eléctrica. Pero lejos de traer un cambio de modelo, estas prácticas colonialistas pintadas de verde dan continuidad a las tradicionales formas de acumulación por desposesión, y profundizan las dinámicas de explotación del capitalismo trasnacional, respaldadas por los estados.
El número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global aborda cómo estas dinámicas están ampliando las “zonas de sacrificio” sometidas al extractivismo al tiempo que las grandes corporaciones imponen sus reglas en los territorios de extracción, mermando las capacidades de estados ya de por sí debilitados. Junto a las formas más conocidas de extractivismo surge una amplia gama de actividades comerciales de servicios para la pura actividad extractiva.
La confluencia de estos elementos genera nuevas formas de conflictividad tanto a escala local como global que estallan en multitud de conflictos socioecológicos, y se suman a tensiones geopolíticas y conflictos armados clásicos, algunos de los cuales se están reavivando.

El aumento de las tensiones, fricciones y focos de conflicto abierto hace albergar sombrías perspectivas respecto a la conflictividad en el futuro próximo. Las acciones de la sociedad civil organizada buscan reorientar estas tendencias extraviadas.
La Introducción al número, «Transiciones, conflictos e imperialismo global», firmada por Santiago Álvarez Cantalapiedra, ofrece una introspección sintética de las tendencias en marcha en la geopolítica de la transición verde.
A Fondo explora los contornos del colonialismos verde en América Latina de la mano de Breno Bringel, Miriam Lang y Mary Ann Manahan. Maristella Svampa y Melisa Argento se centran en la explotación en el “triángulo del litio” en Chile, Bolivia y Argentina. Bonnie Campbell disecciona, en la entrevista de Nuria del Viso, los impactos de la extracción minera de las grandes corporaciones en África sobre las poblaciones y sobre los estados.
Gregor Dobler y Rita Kesselring dirigen su mirada a la importancia adquirida por las empresas internacionales que proporcionan la infraestructura de la extracción de minerales del sur de África, y cómo consiguen captar un porcentaje sustancial del valor.
Daniel López analiza el extractivismo en el sector agroalimentario en España. Por su parte, Alejandro López examina los rasgos de la geopolítica generada por la guerra de Ucrania y sus impactos globales en las materias primas.
Desde el plano local, Francisca Fernández Droguett aborda la lucha contra la hidropolítica del despojo en Chile y la defensa por la gestión comunitaria de las aguas, mientras que Jokin Alberdi y Maria Oianguren sintetizan los aprendizajes locales para la gestión de los conflictos del extractivismo y el colonialismo verde en Colombia, Mozambique y País Vasco sistematizados a partir del proyecto «Territorios en conflicto».
En Ensayo, Jorge Guardiola, Diego Checa y José Ángel Ruiz analizan la idea de Gandhi de sarvodaya para una buena vida o buen vivir, con el objetivo de explorar sus contradicciones y convergencias con otras visiones.
El número se completa con la sección Lecturas.
A continuación, ofrecemos el Sumario del número y en abierto, a texto completo, la Introducción de Santiago Álvarez Cantalapiedra y el artículo de Breno Bringel: Colonialismo extractivista en Latinoamérica.
SUMARIO
INTRODUCCIÓN
Transiciones, conflictos e imperialismo global, Santiago Álvarez Cantalapiedra.
A FONDO
Colonialismo verde: raíces históricas, manifestaciones actuales y su superación, Breno Bringel, Miriam Lang, Mary Ann Manahan.
El litio: ¿Falsa solución o vía hacia una sociedad postfósil?, Maristella Svampa, Melisa Argento.
Entrevista a Bonnie Campbell: «En el sector extractivo es de vital importancia centrarse en las obligaciones de los gobiernos del país de origen en las afectaciones al medio ambiente y los derechos humanos», Nuria del Viso.
Extractivismo suizo: el papel de Suiza en el sector del cobre en Zambia, Gregor Dobler y Rita Kesselring.
Ucrania, nodo crítico de materias primas en Europa y el mundo, Alejandro López Canorea.
El régimen extractivista y el sistema agroalimentario español, Daniel López García.
«Territorios en conflicto»: aprendizajes para la construcción de alternativas de vida, Jokin Alberdi, Maria Oianguren.
La defensa de las aguas en el Chile neoliberal: de la hidropolítica: del despojo a la gestión comunitaria de las aguas, Francisca Fernández Droguett.
ENSAYO
El concepto de sarvodaya en Gandhi como idea del buen vivir: convergencias y contradicciones con otros paradigmas, Jorge Guardiola, Diego Checa, José Ángel Ruíz Jiménez.
LECTURAS
Pensar en sistemas: un manual de iniciación, Donella Meadows
Francisco Casas Ossa
Naturaleza sagrada. Cómo podemos recuperar nuestro vínculo con el mundo natural, Karen Armstrong
Inés Sanz Manzano, Elena Pardo Cabrera, Maria Celina Martínez Cubillo, Luis Sánchez de Benito
El mundo está en venta. La cara oculta del negocio de las materias primas, Javier Blas y Jack Farchy
Óscar Carpintero
Notas de lectura
Abajo las armas, Manuel Dios (coord.).
Susana Fernández Herrero
Molinos y gigantes, Jaume Franquesa
Nuria del Viso.
RESÚMENES
Información y compras:
Tel.: +34 914310280
Email: publicaciones@fuhem.es
Puedes adquirir la revista PAPELES en nuestra librería virtual.
Colonialismo verde
Breno Bringel, Miriam Lang y Mary Ann Manahan firman el artículo: «Colonialismo verde: raíces históricas, manifestaciones actuales y su superación» publicado en la sección A FONDO del número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, dedicada a Geopolítica, territorio y conflictos.
El artículo repasa cómo el colonialismo y la colonialidad siguen presentes en la actual etapa de capitalismo verde. El colonialismo verde actual se manifiesta hoy, en tiempos de emergencia climática como colonialismo del carbono. Lo que Breno y Svampa denominan el Consenso de la Descarbonización no sustituye al Consenso de los Commodities, sino que ambos se sobreponen con elementos de continuidad y ruptura.
Durante los últimos años la idea de colonialismo verde ha cobrado fuerza para definir la actual etapa del capitalismo verde asociada a la descarbonización y a las formas mercantiles de afrontar el cambio climático y las transiciones ecológicas. En la órbita de las Conferencias de las Partes (COP) –y con el respaldo de actores públicos y principalmente privados– ha emergido un amplio repertorio de instrumentos, mecanismos y propuestas que se proponen como objetivo afrontar la crisis climática, tales como la agricultura climáticamente inteligente, los mecanismos de compensación, los mercados de carbono, las soluciones basadas en la naturaleza o la Reducción de Emisiones por Degradación y Deforestación (REDD).
Sin embargo, como muestran muchas comunidades en su denuncia cotidiana, así como diversas investigaciones científicas, estas "soluciones-negocios", lejos de resolver el problema, contribuyen a agravarlo. A pesar de la retórica de la descarbonización y sus malabares técnicos para eludir responsabilidades con la idea de "emisiones netas cero", se mantiene el modelo de crecimiento económico ilimitado, aumentan las vulnerabilidades, las desigualdades e injusticias y se acelera la destrucción de territorios, de los ecosistemas y de la vida. Tal como planteado con claridad por las compañeras de la Plataforma Latinoamericana y del Caribe por la Justicia Climática,1 se compran certificados de compensación de biodiversidad para poder seguir destruyendo la biodiversidad (en el mismo lugar o en otro lejano).
Esta descarbonización hegemónica potencia las asimetrías centro/periferia o Norte/Sur y lleva a que muchos estudios recientes hablen de la configuración de un nuevo tipo de colonialismo del carbono,2 colonialismo energético,3 colonialismo climático4 o colonialidad climática;5 es decir, una serie de conceptos contiguos que designan la continuad y perpetuación de relaciones coloniales a través de las políticas climáticas y de transición energética hegemónicas.
Todos estos debates permiten un importante avance en la caracterización y en la denuncia contemporánea del colonialismo verde. Sin embargo, no podemos restringir este fenómeno a la actualidad. Aunque estemos viviendo una importante inflexión histórica, ni la práctica ni la idea de colonialismo verde son un fenómeno reciente.
El colonialismo verde como patrón histórico de poder del capitalismo extractivista
La idea de colonialismo verde se ha usado, principalmente en la historia ambiental, para captar un proceso de largo plazo. Como afirma Grove,6 «el tipo de transformación homogeneizadora intensiva en capital de las personas, el comercio, la economía y el medioambiente con el que estamos familiarizados hoy en día puede remontarse al menos a los inicios de la expansión colonial europea, cuando los agentes del nuevo capital europeo y los mercados urbanos trataron de ampliar sus áreas de operación y sus fuentes de materias primas». En esta línea, entendemos que el colonialismo verde está asociado a un patrón histórico de poder colonial y expansión capitalista y que el extractivismo está en el ADN del colonialismo desde 1492. En un brillante libro, Machado Aráoz7 muestra cómo Potosí se convirtió en el punto de partida de una nueva era, geológica y civilizatoria, en la que la minería moderno-colonial sirve de detonante del capitaloceno. Este patrón ha cambiado a lo largo de los siglos. Si bien la lógica extractivista y la violencia colonial contra los cuerpos, territorios y ecosistemas se ha mantenido, se ha complejizado con el surgimiento de nuevas condiciones materiales y mecanismos de justificación.
Con la expansión del colonialismo, se formó un nuevo imaginario geopolítico moderno sobre la naturaleza y el “otro” no occidental para justificar el acaparamiento de tierras y el sometimiento de poblaciones enteras. Paradójicamente, fue la destrucción ecológica causada por el colonialismo la que permitió, a partir de mediados del siglo XVII, la emergencia de una preocupación por la conservación del medioambiente. Desde entonces, las potencias coloniales han complejizado su estrategia imperial: siguen destruyendo la naturaleza y extrayendo todas las riquezas que pueden, pero al mismo tiempo construyen políticas y discursos conservacionistas.
Vimbai Kwashirai ha analizado el colonialismo verde en Zimbabue desde finales del siglo XIX hasta finales del siglo XX, y muestra tanto las repercusiones socioambientales del colonialismo británico como los distintos tipos de conflictos, relaciones y mediaciones entre funcionarios coloniales, empresas, personal científico y agentes locales en torno a la explotación maderera y la conservación de los bosques.8 Como sostiene Ravi Kumar, la tensión entre la defensa de la conservación y la destrucción de los bosques en África y Asia es un legado del colonialismo británico. En el caso concreto del sur de India, Kumar examina cómo el “colonialismo verde” británico primero destruyó los bosques – a la vez que culpaba a los nativos de hacerlo – y luego creó una política de control de los paisajes forestales, argumentando que era importante mantener y ampliar el control estatal sobre la naturaleza con el fin de controlar el clima y los sistemas de regadío y, así, mejorar el bienestar del país.9
El control tecnológico y la dominación de los paisajes han sido fundamentales para la reproducción continuada del colonialismo verde. La ingeniería hidráulica, por ejemplo, fue uno de los principales motores del imperialismo europeo.10 La construcción de canales, obras de ensanche y presas sirvieron para mantener el poder imperial incluso después del colonialismo formal a través de la necesidad inducida de transferencia de tecnología, después de haber desconocido, devaluado y destruido las tecnologías y formas de manejo existentes en los territorios colonizados. No se trata simplemente de establecer una relación de dependencia material. Worster11 muestra cómo tras la instalación de proyectos de regadío en India y el establecimiento de diversas formas de control del agua, la relación del pueblo indio con el agua nunca volvió a ser la misma. Los sistemas hídricos comunitarios en distintas partes del Sur global quedaron así desmantelados y empezaron a ser controlados por el capitalismo colonial y las autoridades estatales para conseguir sus propios objetivos. En consecuencia, el antropocentrismo implica no solo la obsesión moderna por el control humano sobre la naturaleza, sino también una forma de indiferencia, desprecio e inferioridad hacia el valor de otras formas de organización de la reproducción social.
El control tecnológico y la dominación de los paisajes han sido fundamentales para la reproducción continuada del colonialismo verde.
Por lo tanto, el colonialismo verde se forjó históricamente con el capitalismo y la mercantilización de la naturaleza, combinando expansión material y control subjetivo , lo que se expresa en la «colonialidad de la naturaleza».12 Para el pensamiento hegemónico global y las elites dominantes, esta colonialidad de la naturaleza presenta a América Latina (y a otras regiones del Sur global) como un espacio subalterno que puede ser explotado, destruido y reconfigurado según las necesidades de los regímenes de acumulación dominantes.13 Esto afecta a la realidad biofísica (la flora, la fauna, los habitantes humanos, la biodiversidad de sus ecosistemas) y a la configuración territorial (las dinámicas socioculturales que articulan estos ecosistemas y paisajes), pero también a las mentalidades (colonialidad de la mente y del conocimiento).
Colonialismo verde e imperialismo ecológico
Si el colonialismo verde no terminó con el fin de la colonización formal, la diferenciación conceptual propuesta por Quijano14 entre colonialismo y colonialidad es relevante para diferenciar entre momentos y lugares específicos donde tuvo lugar la dominación imperial y la matriz colonial de poder que persistió tras la independencia política de las antiguas colonias. Además, el marco de la colonialidad es importante para entender cómo el imperialismo de algunos países como los Estados Unidos no necesitó de colonias para ejercer su patrón de poder y potenciar el colonialismo verde mediante amenazas militares, la imposición de mercados globales y otros mecanismos de dominio indirecto cultural, legal y político.
En el colonialismo verde habita una “razón imperial”. Por ello, es importante que el debate contemporáneo explore con mayor profundidad la relación entre colonialismo verde e imperialismo ecológico. Una creciente literatura actual, principalmente marxista, ha rescatado el debate sobre el imperialismo ecológico, vivo en el debate académico desde la década de 1980, haciendo hincapié en las contradicciones ecológicas del capitalismo y la fractura metabólica.15 De forma complementaria, otras personas académicas tratan de examinar cómo el imperialismo ecológico está arraigado en las prácticas cotidianas y es respaldado por las instituciones.
¿Cómo se normaliza esto de una forma que oculte el imperialismo que conlleva?
Esto es lo que Brand y Wissen llaman «el modo de vida imperial»,16 que se acerca mucho a lo que Slater había definido como «imperialidad»,17 es decir, el derecho, el privilegio y el sentimiento percibidos de ser imperial o de defender un modo de vida imperial en el que se legitima la invasión geopolítica.
Estos desarrollos recientes son muy bienvenidos, al igual que los que pretenden pensar el decrecimiento desde una forma política anticolonial.18 Son relevantes en términos de relaciones Norte-Sur porque apuntan a la responsabilización de los grandes contaminadores y reconocen la deuda ecológica como una agenda central de las luchas contemporáneas, al mismo tiempo que reivindican la lucha por la descolonización también en el Norte. Sin embargo, debemos tener cuidado con una cuestión delicada: a menudo el discurso antiimperialista sigue siendo ampliamente movilizado contra la naturaleza por sectores que se autodenominan “progresistas”. El desarrollismo fósil sigue muy presente en diversos actores del Sur que dicen defender una transición energética justa y, al mismo tiempo, están totalmente a favor de seguir explotando el petróleo por interés nacional, porque, de lo contrario, lo haría un país extranjero. Igualmente, la idea del “derecho al desarrollo” sigue resonando con fuerza entre muchos actores del Sur global que se definen como antiimperialistas, a pesar de que abundan las evidencias de ecocidio, genocidio y destrucción epistémica causados también en nombre del “desarrollo”.
El colonialismo verde se forjó históricamente con el capitalismo y la mercantilización de la Naturaleza, combinando expansión material y control subjetivo.
En la lucha por la descolonización de África, el revolucionario ghanés Kwame Nkrumah, en alusión a la famosa tesis de Lenin, sostenía que el neocolonialismo sería la última etapa del imperialismo.19 Hoy podemos sugerir que la colonialidad climática es la etapa más reciente del colonialismo verde. Salvar el clima y descarbonizar la economía se han convertido en mantras. La tensión –o complementariedad– histórica entre conservación y destrucción sigue estando muy presente, aunque con mecanismos cada vez más sofisticados de control digital y territorial. En este proceso, los nuevos moldes del colonialismo verde reproducen las relaciones coloniales históricas y la colonialidad del poder, pero buscan una nueva legitimación social en torno a la idea de la descarbonización y de lo ‘verde’. Es así como el colonialismo verde hoy, en tiempos de emergencia climática, se manifiesta, sobre todo, como un colonalismo del carbono .
El colonialismo verde en la era del Consenso de la Descarbonización y de las transiciones lucrativas
En los últimos años ha emergido un nuevo consenso que Bringel y Svampa definen como «Consenso de la Descarbonización».20 Se trata de un acuerdo capitalista global que apuesta por el cambio de la matriz energética, pasando de una matriz basada en combustibles fósiles a otra con emisiones de carbono reducidas, basado en energías “renovables”. Su leitmotiv es luchar contra el calentamiento global y la crisis climática promoviendo una transición energética impulsada por la electrificación de la producción, del consumo y la digitalización. Sin embargo, en lugar de proteger el planeta, contribuye a su destrucción, profundizando las desigualdades existentes, exacerbando la explotación de los recursos naturales y perpetuando el modelo de mercantilización de la naturaleza.
Por un lado, se sugiere que todo podría seguir como antes si tan solo sustituyéramos los combustibles fósiles por otros que se dicen renovables, pero que no necesariamente lo son. Por otro, se insiste, una vez más, en la centralidad del crecimiento económico (revestido ahora con otra camada de “verde”) para la organización de nuestras economías y sociedades. Además, este Consenso de la Descarbonización limita el horizonte de la lucha contra el cambio climático a lo que Moreno et al.21 definieron como la “métrica del carbono”, es decir, una forma de representar muy diferentes problemáticas ambientales cuantificando el carbono, que proporciona una especie de moneda de cambio internacional y crea la ilusión de que se está haciendo algo respecto a la degradación ambiental. Estas métricas reducen el deterioro y el creciente colapso de la sumamente compleja red de la vida en la Tierra a una cifra que es fácilmente compatible con el ratio capitalista de contabilidad: toneladas de CO2, como si esta cifra pudiera proporcionar información fiable sobre los múltiples daños causados a nuestro hábitat por el modo de vida hegemónico y sus líneas de interconexión. Esto oculta los problemas subyacentes, mientras permite abogar explícitamente por los “negocios verdes” y se construyen políticas no solo inadecuadas, sino también insostenibles.
La protección de nuestro hábitat se ha convertido, de esta manera, en objeto de transiciones ecológicas lucrativas y pactos especulativos que acaban financiarizando la Naturaleza. Las empresas transnacionales del petróleo y del gas planean simultáneamente ampliar sus operaciones con combustibles fósiles al tiempo que exploran nuevas tecnologías, por ejemplo, en torno al hidrógeno. Las grandes potencias mundiales (Unión Europea, Estados Unidos y China), preocupadas por su seguridad energética, se comprometen a reducir las emisiones de carbono y a reorientar sus economías hacia modos de producción bajos en carbono y descarbonizados, pero a la vez apuntan a nuevas oportunidades de crecimiento económico “verde”. Bajo esta misma lógica, algunos países del Sur global también empiezan a anunciar sus propios planes de “transición ecológica”.
En el marco del Consenso de la Descarbonización, el colonialismo verde contemporáneo se manifiesta en la forma de un extractivismo verde que nos aboca a una destrucción profunda de nuestro hábitat y tejido social. Asimismo, moviliza prácticas e imaginarios ecológicos neocoloniales y apuesta por procesos de investigación y de innovación tecnológicas que prosperan, pero están profundamente inscritas en los paradigmas de rentabilidad, progreso infinito y crecimiento económico, en lugar de orientarse por la necesidad fundamental de sostener y reproducir la vida.
Mientras tanto, en la selva tropical ecuatoriana, la deforestación se ve impulsada por el apetito chino hacia el árbol de madera de balsa que se utiliza en la construcción de turbinas eólicas. En Sudáfrica, las enormes infraestructuras de las centrales de hidrógeno para la exportación de energía “limpia” se convierten en un predicamento para las comunidades que basan su sustento en la pesca a pequeña escala o en la agricultura. En el Magreb, los pastores pierden sus tierras y su agua a causa de los enormes parques solares que se construyen para suministrar “energía verde” a Europa. En el triángulo del litio en Sudamérica, las comunidades luchan por las escasas fuentes de agua que son cada vez más acaparadas por la minería del litio con el fin de equipar los coches eléctricos.
El colonialismo verde contemporáneo y las relaciones Norte/Sur
El colonialismo verde actual se despliega en al menos cuatro dimensiones diferentes de las relaciones entre los Nortes y los Sures geopolíticos a medida que se remodelan y actualizan en el contexto del Consenso de la Descarbonización.
- En primer lugar, en la reivindicación de materias primas ilimitadas en la nueva carrera mundial por la seguridad energética, que añade una capa “verde” adicional a las presiones extractivistas ya existentes. Dicho en los términos de Bringel y Svampa,22 el Consenso de la Descarbonización no sustituye al Consenso de los Commodities, sino que ambos se sobreponen con elementos de continuidad y ruptura .
- En segundo lugar, como ya hemos discutido, el colonialismo verde se manifiesta en la imposición de ciertos formatos de conservación en los territorios del Sur en el contexto de esquemas de compensación de emisiones de carbono, que al mismo tiempo permiten posponer aún más los cambios estructurales urgentes en los procesos de producción contaminantes ubicados en las economías del Norte.
- La tercera dimensión es la utilización de lugares del Sur global como vertederos de los residuos tóxicos y electrónicos que arrojan el uso de energías renovables y la digitalización.
- Por fin, la cuarta es la proyección de los Sures como nuevos mercados para vender tecnologías renovables a precios elevados dentro de la arquitectura asimétrica del comercio global, perpetuando así el intercambio desigual.
En muchos debates del Norte global se imaginan o se representan las geografías en las que se producirá esa apropiación como si no hubiera personas ni conflicto, como si estuvieran en otro planeta en el que nada debería preocuparnos. Paisajes, cuerpos y poblaciones enteras del Sur global son tratadas como desechables. La idea de “espacio vacío”, típica de la geopolítica imperial, es utilizada a menudo por gobiernos y empresas. En el pasado, esta idea, que complementa la noción ratzelliana de “espacio vital” (Lebensraum), generó el ecocidio y el etnocidio indígena, y más tarde sirvió para promover políticas de “desarrollo” y “colonización” de territorios. Actualmente, se utiliza para justificar el expansionismo territorial para inversiones en energía “verde”. De este modo, grandes extensiones de tierra en zonas rurales escasamente pobladas se consideran “espacios vacíos” que se pretenden volver rentables mediante la construcción de mega instalaciones de molinos de viento o centrales de hidrógeno.
El Consenso de la Descarbonización no sustituye al Consenso de los Commodities, sino que ambos se sobreponen con elementos de continuidad y ruptura.
Se reproducen así los elementos clásicos mutuamente constitutivos del colonialismo/patriarcado/capitalismo/racismo: las geografías destinadas a la acumulación se aprovechan de otras geografías, destinadas a ser saqueadas.23 El colonialismo verde actual sigue expropiando materias y reproduciendo relaciones coloniales, a la vez que confunde y enmaraña las resistencias al autoproclamarse respetuoso con el medioambiente e indispensable para conceder un futuro a la humanidad. En este viaje, aparentemente, las poblaciones racializadas del Sur global aún no tienen asiento y es desconcertante ver hasta qué punto se ha naturalizado el hábito de externalizar los costes sociales y medioambientales de un modo de vida imperial. En los debates sobre transición energética, eficiencia y seguridad, el privilegio es tan asombrosamente evidente en las sociedades del Norte como lo fue durante los primeros años de la pandemia de COVID-19. Esta autoevidencia se fundamenta en la naturalidad de haber crecido en un contexto en el que tu vida y tus derechos son dignos de ser protegidos, y de ser consciente implícitamente de que este no es el caso de la mayoría de la población mundial. De esta manera, la colonialidad del ser, del poder y del saber, asoma por todas partes en diferentes debates del Norte.
Más allá del colonialismo verde…
Si reconocemos el colonialismo verde y su faceta actual de extractivismo verde como un enemigo a combatir, necesitamos entender bien sus dinámicas, bien como organizarnos para superarlo. Esta es la apuesta del libro Más allá del colonialismo Verde: Justicia Global y Geopolítica de las Transiciones Ecosociales, editado por nosotras y que reúne a activistas e intelectuales de todos los continentes para examinar las diferentes características e implicaciones del colonialismo verde contemporáneos y proponer alternativas.24 Ofrece un diagnóstico sobre las transiciones corporativas, analiza las interdependencias y los entrelazamientos globales y presenta diferentes caminos hacia las alternativas al desarrollo y una transformación socioecológica con justicia global.
Una de las premisas del libro es que no puede haber transformación ecosocial sin justicia global. Nuestro planeta es un ecosistema ultra complejo del que el ser humano forma parte. La pandemia de COVID-19 nos ha mostrado claramente dónde acabamos cuando no consideramos desde el principio soluciones sistémicas para todos, sino que priorizamos los intereses nacionales o corporativos. Al mismo tiempo, tenemos que superar las salidas individualistas e hiper localistas para abrazar la justicia en todas sus dimensiones: social, racial, de género, ecológica, interétnica e interespecies, así como articular enfoques alternativos diversos, desde el ecofeminismo a la economía ecológica, y desde el ecosocialismo a las comprensiones del pluriverso.
Una segunda premisa es que la transformación ecosocial necesita reducir urgentemente el consumo humano de energía y materia en términos absolutos, lo que implica cambios planificados y profundos en nuestros modos de producción y aprovisionamiento. Un decrecimiento planificado, especialmente en el Norte global –acompañado de reformas estructurales hacia una distribución justa de los medios materiales necesarios para reproducir la vida, tanto dentro de los países o regiones como entre ellos– es una dimensión ineludible de esta transformación. La justicia global solo se alcanzará si las voces críticas del Norte y del Sur global reman juntas, a pesar de sus especificidades, en una vía común. El abanico de posibilidades de convergencia es amplio y pasa tanto por espacios de articulación alrededor de la justicia medioambiental y climática, como por el intercambio y aprendizaje desde experiencias ecológicas de base, el decrecimiento, los diálogos con saberes indígenas y ancestrales y una amplia gama de iniciativas territorializadas y populares de transición ecosocial.
Asimismo, si no podemos superar el colonialismo verde sin las voces del Sur global, tampoco podemos homogeneizar el Norte global. Al contrario, debemos complejizar nuestros análisis de diferentes maneras. Por un lado, el colonialismo verde no es simplemente algo que se impone desde arriba o del Norte al Sur. En muchos casos, lo que está en juego es también una especie de “colonialismo verde interno”, que forja las condiciones de posibilidad para el avance del extractivismo verde basado en alianzas y complicidades coloniales entre las élites nacionales del Sur y las mundiales. Por otro lado, necesitamos tender más puentes entre las luchas del Norte y del Sur bajo el paraguas de las alternativas al desarrollo, las alternativas sistémicas y las transiciones radicales y posextractivistas. Si la idea de transición –e incluso de transiciones justas– ha sido cooptada por el capitalismo y diversos actores institucionales que la utilizan de forma limitada y problemática como sinónimo de una transición energética orientada al mercado, es importante clarificar sus significados y horizontes. Las transiciones ecosociales deben entenderse como primeros pasos de un proceso más amplio de transformación de la cultura, de la economía, de la política y de la sociedad y de su relación con la naturaleza. No pueden, además, reducirse a una promesa de futuro, como en el caso de la mayoría de las propuestas hegemónicas. Las transiciones ya están ocurriendo en multitud de experiencias en comunidades y territorios, en zonas rurales y urbanas, así como en resistencias territoriales en todo el mundo contra el capitalismo/colonialismo verde y sus falsas soluciones.
Breno Bringel
Profesor Permanente del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (Brasil) e investigador sénior en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas de la Universidad Complutense de Madrid (España).
Miriam Lang
Profesora en el área de Ambiente y Sustentabilidad de la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador) y Profesora invitada de la Universidad Autónoma de Barcelona (España).
Mary Ann Manahan
Profesora Ayudante Doctor en el Departamento de Estudios sobre Desarrollo y Conflictos de la Universidad de Gante (Bélgica).
NOTAS:
1 Véase el Glosario de la Justicia Climática, elaborado por la Plataforma Latinoamericana y del Caribe por la Justicia Climática: https://latinclima.org/documentos/glosario-de-justicia-climatica
2 Kristen Lyons y Peter Westoby, «Carbon colonialism and the new land grab: plantation forestry in Uganda and its livelihood impacts», Journal of Rural Studies, 36, 2014, pp. 13-21.
3 Josefa Sánchez Contreras y Alberto Matarán Ruiz, Colonialismo energético: Territorios de sacrificio para la transición energética corporativa en España, México, Noruega y el Sáhara Occidental, Barcelona, Icaria, 2023.
4 Gurminder Bhambra y Peter Newell, «More than a metaphor: climate colonialism in perspective», Global Social Challenges Journal, 1-9, 2022.
5 Farhana Sultana, «The unbearable heaviness of climate coloniality», Political Geography, 99, 2022, 102638.
6 Richard Grove, Green Imperialism: Colonial Expansion, Tropical Island Edens and the Origins of Environmentalism: 1600-1860 Cambridge University Press, Cambridge, 1995.
7 Horacio Machado Aráoz, Potosí, el origen: Genealogía de la minería contemporánea, Abya Yala, Quito, 2018.
8 Vimbai Kwashirai, Green Colonialism in Zimbabwe: 1890-1980, Cambria Press, Nueva York, 2009.
9 Ravi V. M. Kumar, «Green colonialism and Forest Policies in South India, 1800-1900», Global Environment, 3 (5), 2010, pp. 101-125.
10 Daniel Headrick, The Tools of Empire: Technology and European Imperialism in the Nineteenth Century, Oxford University Press, Oxford, 1981.
11 Donald Worster, Transformaciones de la Tierra, CLAES, Montevideo, 2008.
12 Fernando Coronil, «Naturaleza del poscolonialismo: del eurocentrismo al globocentrismo», en Edgardo Lander, La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, CLACSO, Buenos Aires, 2000.
13 Héctor Alimonda, «La colonialidad de la Naturaleza: una aproximación a la ecología política latinoamericana», en Héctor Alimonda, (ed.), La naturaleza colonizada, CLACSO, Buenos Aires, 2011, pp. 21-60.
14 Anibal Quijano, «Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina», en Edgardo Lander, La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, CLACSO, Buenos Aires, 2000.
15 John Bellamy Foster y Brett Clark, «Ecological imperialism: the curse of capitalism», Socialist Register, 2004, pp. 186-201.
16 Ulrich Brand y Markus Wissen, Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo, Tinta Limón, Buenos Aires, 2021.
17 David Slater, «The imperial present and the geopolitics of power», Geopolitica(s), 1 (2), 2010, pp. 191-205.
18 Jason Hickel, «The anti-colonial politics of degrowth», Political Geography, 88, 2021,102404.
19 Kwame Nkrumah, Neo-colonialism: The last stage of imperialism, Thomas Nelson & Sons, Ltd., Londres, 1965.
20 Breno Bringel y Maristella Svampa, «Del Consenso de los Commodities al Consenso de la Descarbonización», Nueva Sociedad, (306), 2023, pp. 51-70.
21 Camila Moreno, Daniel Speich Chassé y Lili Fuhr, «A métrica do carbono: abstrações globais e epistemicídio ecológico», Heinrich Böll Stiftung, Río de Janeiro, 2016.
22 Bringel y Svampa, 2023, op. cit.
23 Horacio Machado Aráoz, «Ecología política de los regímenes extractivistas. De reconfiguraciones imperiales y re-existencias decoloniales en nuestra América», Bajo el Volcán, 15 (23), 2015, pp. 11-51.
24 Una primera versión en español del libro ha sido publicada por CLACSO en octubre de 2023. A principios de 2024, se publicarán las ediciones en inglés por Pluto Press y en portugués por la Editora Elefante.
Crisis del modo de vida imperial
La Colección Economía Inclusiva del área Ecosocial de FUHEM publica el texto de Ulrich Brand, Crisis del modo de vida imperial y transiciones ecosociales.
Las múltiples crisis de naturaleza socioecológica y el agravamiento de los efectos del cambio climático dibujan un escenario preocupante a nivel global, atravesado de crecientes desigualdades sociales y soluciones controvertidas, como las promovidas por el “capitalismo verde” o la “economía verde”.
Más allá del cinismo o la ingenuidad de este tipo de propuestas, ¿cómo habría que entender el alcance de estos problemas y afrontar una transformación socioecológica duradera y sostenible?
El politólogo Ulrich Brand proporciona en este conjunto de ensayos, que sintetizan una parte de sus contribuciones a las posibles salidas a la policrisis que vivimos, una comprensión radical y emancipadora de la transformación socioecológica, basada en la imbricación entre los procesos sociales y naturales, y en una profunda crítica al modo de vida imperial capitalista, a sus formas de producción, consumo y explotación, sometidas al imperativo del crecimiento.
Desde una doble perspectiva, analítica y político-estratégica, Brand ensancha el horizonte de los debates actuales e indaga en las posibilidades transformadoras en distintos ámbitos: el de una economía orientada al bien común y al poscrecimiento; el de una ecología del trabajo en la que los sindicatos puedan ejercer un papel importante en la política medioambiental; el de un renovado ecosocialismo capaz de promover otros modelos de bienestar y prosperidad, que contrarresten las políticas antiecológicas más reaccionarias y refuercen los modos de vida solidarios, tanto en el presente como en el futuro.
El primer capítulo de este libro aborda el debate científico y sociopolítico sobre la transformación socioecológica en un marco más conceptual-teórico y propone desarrollar una comprensión radical y emancipadora de la transformación socioecológica en términos de un cambio integral del sistema.
En el capítulo 2 se deconstruye una promesa central, la de una economía verde. Critica, entre otras cosas, que no se cuestione el imperativo de crecimiento capitalista y sus relaciones de producción subyacentes, y menos aún el modo de vida imperial.
El capítulo 3, basado en un texto escrito al comienzo de la pandemia de coronavirus, intenta obtener alguna claridad sobre aquella constelación históricamente única, especialmente en el contexto de la crisis ecológica y las posibilidades de una política emancipadora. Para ello, plantea una serie de preguntas en particular, entre ellas:
¿Qué se puede hacer para que la vida social, el trabajo, las instituciones y las infraestructuras sociales, la democracia y la relación entre la sociedad y la naturaleza cambien de forma permanente?
¿Cómo puede aprovecharse la sensibilización sociopolítica, que de repente hizo posible lo antes impensable en las crisis sanitarias, para bregar por una sociedad más justa y democrática, aunque esencialmente por una sociedad que también permita a las generaciones futuras vivir una vida plena en nuestro planeta?
¿En qué medida pueden reforzarse, en el proceso, las ideas y prácticas del bien común y su protección político-institucional?
El capítulo 4 presenta como una ecología del trabajo debería convertirse en un componente central de los procesos de transición emancipadores.
En el capítulo 5 el autor junto a Christine Schickert, investigadora en la Universidad de Jena (Alemania), reflexionan, sobre la importancia que el enfoque del poscrecimiento pueda tener para un renovado socialismo ecológico.
El horizonte de una sociedad más allá del imperativo de crecimiento capitalista, según el punto de partida del capítulo 6, debe concretarse en áreas específicas, como la alimentación, la movilidad o la vivienda; en ámbitos de la vida como el trabajo o las actividades de ocio, y a nivel local. Solo entonces, este nuevo horizonte podrá ser experimentado por la gente y, posiblemente, convertirse en atractivo.
En el capítulo 7 retoma este hilo y desarrollo ideas en el contexto de un posible horizonte de transformación global, que podría denominarse realpolitik revolucionaria (Rosa Luxemburgo), reformismo radical (Joachim Hirsch) o doble transformación (Dieter Klein). Se trata de vincular las cuestiones sociales y ecológicas y no, como ocurre tan a menudo, de utilizar intencionadamente unas contra otras.
El último capítulo, sobre qué hacer, presenta algunas alternativas que ya existen o que habría que fomentar y generalizar. En particular, en el futuro se tratará, cada vez más, de que sea la sociedad la que recupere su autonomía, estableciendo los límites y perfilando los contornos del deseado cambio ecosocial.
SOBRE EL AUTOR
Ulrich Brand es catedrático de Política Internacional en el Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Viena, Austria. Su libro más conocido es Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica (con Markus Wissen, Buenos Aires, Tinta Limón, 2021), que fue traducido del alemán a 12 idiomas.
Fue miembro del Comité Científico de ATTAC Alemania. Entre 2011 y 2013, fue miembro de la Comisión de Diputados y Expertos del Bundestag alemán, Bienestar y Calidad de Vida. Desde sus inicios en 2010 es miembro del Grupo Permanente Alternativas al Desarrollo, que trabaja sobre América Latina. Y desde sus inicios en 2016 es miembro del Grupo Permanente Beyond Develomment, que trabaja sobre asuntos políticos globales.
ÍNDICE
NOTA A LA EDICIÓN
INTRODUCCIÓN
Capitalismo verde
Estructura del libro
CAPÍTULO 1. ¿CÓMO SALIR DE LA POLICRISIS? LOS CONTORNOS DE UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIOECOLÓGICA
Introducción
Requisitos para un concepto amplio de transformación
Teorización de la transformación socioecológica: conceptos teóricos
La ecología política y la regulación de las relaciones sociales con la naturaleza
Debate y perspectivas
CAPÍTULO 2. ECONOMÍA VERDE Y CAPITALISMO VERDE. EL MODO DE VIDA IMPERIAL COMO LÍMITE DE LA MODERNIZACIÓN ECOLÓGICA
Economía verde
¿Y después del desarrollo sostenible?
Evaluación de la estrategia
Obstáculos estructurales a una economía verde
Capitalismo verde
Conclusión
CAPÍTULO 3. LA CRISIS DEL CORONAVIRUS. OPORTUNIDADES DE APRENDIZAJE E INICIATIVAS POLÍTICAS
Análisis críticos para una política orientada al bien común
Promover iniciativas concretas
CAPÍTULO 4. EN LA TRAMPA DEL CRECIMIENTO. LOS SINDICATOS Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
Inquietud política: ¿qué habrá ocurrido en 2030?
Ecología del trabajo
Más allá de la modernización ecológico-capitalista
¿Cómo será posible convertir al campeón de las exportaciones en campeón socioecológico?
El crecimiento: el punto álgido de una economía socioecológica
¿Sindicatos por el futuro?
CAPÍTULO 5. ¿EL ECOSOCIALISMO COMO PROYECTO DE TRANSFORMACIÓN? REFORMISMO RADICAL, DECRECIMIENTO Y DEMOCRACIA
Explorar nuevas perspectivas emancipadoras
Los debates sobre la transformación socioecológica, ¿en pro de la emancipación o ciegos frente al poder?
Hábitos, costumbres, naturalidades e imaginarios de un mundo poscapitalista
Decrecimiento o poscrecimiento y estrategias ecosocialistas
Perspectivas del futuro: por una comprensión procedimental e internacionalista de las estrategias socialistas
CAPÍTULO 6. LA CIUDAD DEL POSCRECIMIENTO. EL MODO DE VIDA SOLIDARIO COMO PROYECTO
El poscrecimiento como perspectiva tanto del activismo como de la investigación académica Hacia un modo de producción y de vida solidario
CAPÍTULO 7. MÁS ALLÁ DE LA SOSTENIBILIDAD. LOS CONTORNOS DE UN MODO DE VIDA SOLIDARIO
Cambio de clima y justicia
¿Qué transformación?
Vida solidaria y transformación socioecológica como horizonte de una política progresista
El potencial de la crítica al crecimiento
La perspectiva de una democracia transformadora en pro de un modo de vida solidario
CAPÍTULO 8. ¿QUÉ HACER? ALTERNATIVAS VIVIDAS, REIVINDICACIONES EMANCIPADORAS E INTERVENCIONES POLÍTICAS
El reclamo de reparaciones climáticas
La sociedad del poscrecimiento: poner límites políticamente
BIBLIOGRAFÍA
Transiciones, conflictos e imperialismo global
La Introducción del número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, escrita por Santiago Álvarez Cantalapiedra: "Transiciones, conflicto e imperialismo global", ofrece una introspección sintética de las tendencias en marcha en la geopolítica de la transición verde.
Hemos señalado en otras ocasiones, en anteriores números de la revista, que el capitalismo no supera sus contradicciones, sino que las traslada en el espacio y en el tiempo. Hemos hablado también en otros números de esta revista del mundo que está emergiendo de la agudización de esas contradicciones.1 Como han subrayado oportunamente diversos autores, esas transferencias espacio/ temporales suelen adoptar la forma del imperialismo ecológico al depender del saqueo de la periferia y de la traslación a esas zonas de las contradicciones del núcleo.
La apropiación y saqueo de amplios territorios a través de mecanismos neocoloniales se completa con un proceder que no tiene en cuenta las opiniones ni las necesidades de las generaciones venideras, transfiriendo también al futuro las cargas ambientales.2 Las manifestaciones de la crisis energético/climática son la expresión más clara de esas traslaciones, y de sus límites, en la actualidad.
Desde los años ochenta al momento actual el surgimiento y auge del orden neoliberal, la caída del socialismo real y la emergencia de China como gran potencia económica mundial han modificado el mapa geopolítico y económico mundial. Un periodo marcado, a su vez, por la Gran Recesión, la pandemia y la proliferación de nuevas tensiones y guerras. Los cambios que se están experimentando se aceleran, así como el surgimiento de nuevas formas de imperialismo a través de diferentes vías de dominación y dependencia asociadas con la globalización de la producción y las finanzas.
La apropiación y saqueo de amplios territorios a través de mecanismos neocoloniales se completa con un proceder que no tiene en cuenta las opiniones ni las necesidades de las generaciones venideras, transfiriendo también al futuro las cargas ambientales.
Se puede hablar de un imperialismo global como nueva fase que surge de la globalización económica y que cristaliza en mecanismos de acaparamiento para nada ajenos al tipo de acumulación por desposesión que prolonga, ya en el siglo XXI, viejas prácticas de despojo sobre las que se forjó la acumulación originaria.3 Asociadas a ellas se encuentran las nuevas modalidades de colonialismo verde, y bajo su despliegue son las múltiples periferias que van surgiendo las que quedan más expuestas a las pandemias o a los daños derivados del extractivismo y del cambio climático causados por el modo de vida imperial del viejo núcleo capitalista.
Tensiones que surgen del corazón de la transición energética
Asistimos a una realidad cada vez más compleja en la que coexiste la nueva geopolítica asociada a la transición energética con la tradicionalmente convulsa de los combustibles fósiles. Son dinámicas que probablemente permanecerán juntas durante un tiempo sumando nuevas líneas de fractura tanto en el panorama internacional como en el ámbito interno.
Las dinámicas geopolíticas de la energía fósil desde el siglo XIX a la actualidad han sido analizadas por Helen Thompson.4 Hasta el periodo de entreguerras, las viejas metrópolis europeas dependieron fuertemente del petróleo importado del hemisferio occidental, procedente principalmente de los EEUU. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial empiezan a ser evidentes las limitaciones de aquel país para seguir desempeñando el papel de suministrador occidental, así como las dificultades para siquiera garantizar con los recursos fósiles propios la evolución de su potente demanda interna.
Los países occidentales pasaron a poner la atención en Oriente Medio, la región del mundo con mayores reservas. Este desplazamiento del interés hacia el Medio Oriente ha perpetuado desde entonces la inestabilidad geopolítica en la región.5 Sin embargo, eso no impidió que aumentara también la dependencia energética de Europa occidental, particularmente de Alemania, del petróleo soviético desde los años cincuenta y sesenta y del gas ruso más recientemente. Buena parte de las vulnerabilidades y problemas por la que atraviesa la seguridad energética y la autonomía estratégica de la UE en el presente arrancan de este hecho.
La forma en que los estadounidenses reaccionaron a estas circunstancias recorre la geopolítica desde los años setenta del siglo pasado hasta la primera década del nuevo siglo. A partir de entonces, el auge del gas de esquisto en los EEUU ha permitido que este país inyecte al mercado europeo grandes cantidades de gas licuado entrando en competición con Rusia. Las consecuencias que para la seguridad energética europea han supuesto la invasión y guerra en Ucrania no han hecho sino confirmar esta tendencia. En ese contexto, también China, al ser consciente de que necesita garantizar los suministros fósiles para alimentar su enorme capacidad industrial, diseña sus propias estrategias centradas en Asia, África y América Latina generando nuevas tensiones geopolíticas.
Las nuevas tecnologías necesitan nuevos materiales, y muchos de ellos son considerados críticos ante la posibilidad de que su suministro represente un cuello de botella en la implantación masiva de dichas tecnologías a un coste razonable.
A esta vieja geopolítica centrada en las energías fósiles se suman en la actualidad las tensiones derivadas de la transición energética, particularmente por la forma que está adoptando en los países que conforman el núcleo del capitalismo. La cuestión gira sobre la infraestructura necesaria para captar las fuentes renovables del viento y el sol y solventar el desafío del almacenamiento. Transitar hacia otra base energética y alcanzar la neutralidad climática en el año 2050 precisa una cantidad ingente de toneladas de minerales cada año.
Las nuevas tecnologías necesitan nuevos materiales, y muchos de ellos son considerados críticos ante la posibilidad de que su suministro represente un cuello de botella en la implantación masiva de dichas tecnologías a un coste razonable.[6] Por ese motivo, el acceso a estos recursos críticos es contemplado por los países como una cuestión estratégica, de manera que la transición energética deviene de manera inmediata en una cuestión geopolítica de primer orden. Esto sitúa a las tierras raras y a los minerales críticos en el foco de atención.7 La dispersión geográfica de esos materiales favorece de momento a China, que además ocupa una posición dominante en las cadenas de extracción, producción y comercialización de esos minerales.
Pero no hay que olvidar que, como buena parte de la estrategia de transición hacia las renovables depende aún de la inyección de grandes flujos de energías fósiles y descansa en tecnologías poco maduras o que aún no existen, las rivalidades geopolíticas que vemos surgir en torno a los nuevos materiales se mezclan todavía con la vieja geopolítica de la energía fósil. De ahí que las tiranteces y conflictividades pueden aparecer por uno u otro flanco. Con todo, como los objetivos de descarbonización de las estrategias de transición otorgan menor capacidad de maniobra al gas de esquisto (importante en la gestión de las tensiones más recientes), todo indica que de ahora en adelante la válvula de escape para aliviar las presiones que se van acumulando será sobre todo la expansión de la frontera extractiva mineral.8
Zonas de sacrificio y nuevas conflictividades
La expansión de las fronteras extractivistas se puede observar con claridad en el caso del litio. Aunque todavía concentrada en poco enclaves y países,9 el incremento vertiginoso de la demanda está provocando que se extiendan innumerables proyectos por otros países de América Latina, África, Europa, los EEUU y Canadá.10 Tras la explotación de los grandes salares de fácil y rentable extracción, aunque enormemente exigente en el consumo de agua, se pasa a la explotación del litio de roca dura, con las consecuencias ecológicas propias de la minería a cielo abierto e impactos sobre las comunidades locales que, en no pocos casos, implican expulsiones y desplazamientos de población.
Sobre estos territorios se despliegan estrategias corporativas y acciones estatales que no toman en consideración las necesidades y los intereses locales, de manera que las regalías, los impuestos sobre los beneficios de la actividad minera y los controles laborales y ambientales son mínimos o quedan definidos al margen de las poblaciones afectadas. Las cuestiones referidas a la propiedad, las rentas, la tecnología y los impactos sociales y ambientales quedan subsumidas en una lógica y una arquitectura jurídica que contempla la tenencia de las explotaciones como activos financieros que se pueden comerciar en los mercados globales a través del control que ejercen sobre ellos grandes empresas del sector automotriz, bancos o fondos de inversión. Nada que tenga que ver con un desarrollo endógeno y autocentrado en las necesidades de la población de unos territorios que son sacrificados para posibilitar el tránsito a un modelo renovable en los centros del capitalismo global.
En el caso de la República Democrática del Congo, posiblemente uno de los países más turbulentos del mundo y donde se encuentran las principales reservas de cobalto y coltán, la intensificación de la actividad minera se ha desarrollado paralelamente a la militarización y los conflictos armados.11 A esa inestabilidad política y social se añade el despojo, pues el grueso de los recursos es exportado en bruto, ancladas las actividades en el eslabón más bajo de una cadena de valor gobernada por “la regla del notario”.12
División internacional del trabajo, modo de vida y nuevas rivalidades imperiales
Ante esta división internacional del trabajo que condena al Sur global a la exportación de materias primas baratas que otros rentabilizan gracias a su mayor capacidad tecnológica y poder en los mercados, algunos gobiernos plantean la necesidad de escalar en las cadenas de valor prohibiendo las exportaciones en bruto y diseñando planes para el refinamiento en los países de extracción.13 Sin cambiar las reglas de juego se antoja que las medidas se utilizarán para afianzar alianzas público-privadas (estados con grandes corporaciones trasnacionales) que actualicen las viejas alianzas entre oligarquías locales y globales de las que el imperialismo siempre se ha servido. Pero eso únicamente perpetuará la “maldición de los recursos” que produce desigualdad y destrucción ecológica, agravando los conflictos armados, la corrupción y la desigualdad.
Pero no hay que olvidar que la otra cara de la moneda es el modo de vida imperial que da lugar a los privilegios y ventajas que se disfrutan en el Norte global.14 Sin el cuestionamiento de los objetivos e intereses que guían los procesos de extracción, transformación y comercialización es difícil afrontar en serio la crisis ecosocial. De momento, las amenazas del calentamiento global y el paulatino agotamiento de los recursos fósiles, así como la definición de las estrategias de transición, casi exclusivamente centradas en las dimensiones energética y digital, parecen estar diseñadas más para el establecimiento de una «acumulación por desfosilización»15 que para el propósito de racionalizar y reducir los intercambios metabólicos y preservar la integralidad de la biosfera.
Los organismos internacionales parecen más preocupados por la fragmentación de la economía mundial y la geopolítica de bloques que se pudieran derivar del hecho de que muy pocos proveedores −China, Rusia y Australia− controlen la mayor parte de la llamada “minería verde” sobre la que descansa la fabricación de paneles solares, turbinas eólicas y coches eléctricos que de cuestionar el modo de vida occidental.16 Así las cosas, si se utilizan los mismos métodos que se han empleado históricamente con la geopolítica del petróleo, el futuro inmediato no augura nada bueno. EEUU sigue siendo la principal potencia económica, tecnológica y militar del mundo, pero dispone de pocos yacimientos domésticos de minerales críticos y tierras raras y es un imperio en decadencia en un mundo multipolar. Europa parece haber renunciado a cualquier intento de actuar como un centro de poder autónomo y cierra filas −como se está comprobando con motivo de la guerra de Ucrania y la destrucción de Gaza por el gobierno de Israel− con la OTAN como herramienta principal para hacer valer los intereses de Occidente.
La agudización de las rivalidades interimperialistas y la proliferación de todo tipo de conflictos violentos aparecen como una posibilidad cada vez más cercana mientras los procesos de deterioro ecológico siguen su curso y nos van conduciendo a lugares ignotos de los que apenas sabemos si tendremos posibilidades de retorno.
Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciiones ecosociales y cambio global.
Acceso al artículo completo: Transiciones, conflictos e imperialismo global
NOTAS:
[1] Véase, por ejemplo, los número de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global dedicados a un «Mundo de emergencias» (núm. 162), «Militarismo» (núm. 157) o «Geopolítica en el Antropoceno» (núm. 146).
[2] Kohei Saito, El capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2022.
[3] David Harvey, El nuevo imperialismo, Akal, Madrid, 2004.
[4] Helen Thompson, Disorder: Hard Times in the 21ª Century, Oxford University Press, 2022.
[5] Con acontecimientos decisivos como el proceso descolonizador guiado fundamentalmente por los intereses de Gran Bretaña y Francia, la creación del Estado de Israel, la crisis de Suez del año 1956 que confirmó la pérdida de influencia de Gran Bretaña, la revolución en Irán de 1979 que instauró la actual república islámica tras el derrocamiento del último sha de Persia, el apoyo otorgado por los EEUU a Arabia Saudí o las guerras sucesivas en las que los intentos de Occidente de reconfigurar el poder en la zona han involucrado primero a Irak y luego a Siria.
[6] Las materias primas críticas (CRM) −materiales que requieren especial atención por su relevancia económica y el alto riesgo de la interrupción de su suministro− son identificadas por la Comisión Europea e incorporadas a un listado en permanente actualización. La lista de la UE del año 2020 contiene treinta materiales frente a los catorce que contenía en el año 2011 (o los veinte de 2014 y los veintisiete de 2017). La bauxita, el litio, el titanio y el estroncio han sido incorporadas por primera vez al último listado, mientras que el helio −que sigue siendo motivo de preocupación por la concentración del suministro− se ha eliminado por haber disminuido su importancia económica. Se puede consultar el listado completo en la «Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones: Resiliencia de las materias primas fundamentales: trazando el camino hacia un mayor grado de seguridad y sostenibilidad» [COM(2020) 474 final, Bruselas, 03/09/2020]:
https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/HTML/?uri=CELEX:52020DC0474&from=EN
[7] Entre los más relevantes para el avance de la transición energética y digital se encuentran los siguientes: 1) El coltán, que en realidad es el acrónimo popular de las denominadas columbita (óxido de niobio) y tantalita (óxido de tántalo), y que resulta crucial para la microelectrónica; 2) El cobalto y el litio, fundamentales para la producción de baterías; y 3) las llamadas tierras raras (que no son tierras en el sentido popular, ni raras en el sentido de escasas, y que se las denomina así porque suelen aparecer dispersas en minerales relativamente poco comunes) con aplicaciones en múltiples industrias y resultan especialmente importantes para el rendimiento de muchos motores y generadores eléctricos. Son precisamente las tierras raras las que mayor riesgo de suministro presentan para Occidente debido a que la extracción y la comercialización se encuentran controladas por China.
[8] Una válvula que solo puede actuar de manera temporal, pues la demanda de al menos catorce materias primas críticas se estima que en las próximas décadas será superior a las reservas conocidas. Entre ellas se encuentran materiales tan comunes en la industria como el cobre o el níquel como los principales elementos de la transición energética (como el litio, el galio o el cadmio).
[9] Básicamente situados en Australia, Chile, China y Argentina.
[10] Bruno Fornillo, «Las fronteras latinoamericanas del litio. Espejismos, guerras y desfosilización», Nueva Sociedad núm 306, Buenos Aires, julio-agosto de 2023, pp. 38-50.
[11] Nicolas Berman, Mathieu Couttenier, Dominic Rohner y Mathias Thoenig, «This Mine is Mine! How Minerals Fuel Conflicts in Africa», American Economic Review, vol. 107, núm. 6, junio 2017, pp. 1564-1610; Nik Stoop, Marijke Verpoorten y Peter van der Windt, «Artisanal or industrial conflict minerals? Evidence from Eastern Congo», World Development, vol 122, año 2019, pp. 660–674.
[12] José Manuel Naredo y Antonio Valero se valen de la “regla del notario” para explicar cómo el deterioro ecológico y social no se contabiliza en la noción convencional de desarrollo económico, de manera que no existe una relación entre los verdaderos costes y los precios de los recursos. La fuerte asimetría entre la evolución del coste físico y la valoración monetaria se puede ilustrar en términos energéticos de la siguiente forma: «En la construcción de una casa los mayores consumos energéticos tienen lugar en los materiales de obra que son los que menos cuestan por unidad de energía consumida. Al final de la obra el consumo energético que hace el notario para firmar la escritura es el que más dinero cuesta» (Antonio Valero, https://www.rqueerre.com/blog/la-regla-del-notario-y-el-mundo-que-nos-queda-por-antonio-valero/). La regla del notario se desprende de las asimetrías entre, por un lado, los postulados de la termodinámica y la economía convencional y, por otro, las normas y condicionamientos institucionales en las prácticas económicas que tienden a retribuir más las tareas de dirección, gestión y comercialización frente a las directamente implicadas en la extracción y elaboración. Véase: José Manuel Naredo y Antonio Valero, «La evolución conjunta del coste físico y del valor monetario en el curso del proceso económico: la “regla del notario” y sus consecuencias», capítulo 23 del libro dirigido y editado por estos mismos autores: Desarrollo económico y deterioro ecológico, Fundación Argentaria- Visor Dis., Madrid, 1999.
[13] Lo señala Rodrigo Santodomingo en una crónica publicada en el Blog Planeta Futuro asociado al diario EL PAÍS: «Exportar metales y minerales sí, pero refinados: la batalla de África por rentabilizar las materias primas»
[14] Ulrich Brand, Crisis ecosocial, modo de vida imperial y transiciones, FUHEM/ Catarata (Colección Economía Inclusiva, núm. 6), Madrid, 2023 (en prensa).
[15] Maristella Svampa y Pablo Bertinat (eds.), La transición energética en la Argentina. Una hoja de ruta para entender los proyectos en pugna y las falsas soluciones, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2022.
[16] Véase el capítulo tercero «Fragmentation and Commodity Markets: Vulnerabilities and Risks» del survey del FMI, World Economic Outlook: Navigating Global Divergences, Washington, DC., octubre de 2023, pp. 71-92.
Extractivismo suizo: el papel de Suiza en el sector del cobre en Zambia
El número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su sección A FONDO un ensayo de Gregor Dobler y Rita Kesselring titulado Extractivismo suizo: el papel de Suiza en el sector del cobre en Zambia,1 que trata sobre la infraestructura económica del extractivismo y su papel en el capitalismo global.
Al analizar el extractivismo −dependencia de los países de la exportación de materias primas que crea dependencia económica y política y redirige los beneficios a otros países−,2 los científicos sociales suelen centrarse en los lugares de extracción: en las minas, los campos petrolíferos o las plantaciones.
En los estudios africanos, el tema ha suscitado un renovado interés desde que el crecimiento económico de China cambió el panorama de la extracción mundial y generó una nueva ola de inversiones en materias primas a gran escala.3
Los estudiosos han mostrado el papel desempeñado por las empresas multinacionales y sus directivos4 y han analizado las relaciones entre los grandes inversores, las comunidades anfitrionas y los gobiernos de los países ricos en recursos.5
Los problemas medioambientales han encontrado tanta cobertura como los programas de reasentamiento, las medidas de responsabilidad social corporativa o las relaciones laborales.6 Estos estudios han mostrado el enorme impacto de la extracción de materias primas en las personas que viven alrededor de las minas y los campos petrolíferos, y han vinculado este impacto a las relaciones de poder en la economía global.
Sin embargo, la economía política del extractivismo no puede entenderse concentrándose únicamente en las minas y los pozos. Entre su extracción y su uso en la producción industrial global, las materias primas tienen que ser financiadas, aseguradas, trasladadas, almacenadas, limpiadas, pesadas, mezcladas, compradas, vendidas, certificadas, rastreadas, por mencionar solo algunas actividades posteriores. Los proveedores de servicios, como las empresas comerciales, las compañías de transporte y envío, las instituciones financieras y los proveedores de certificación y software son agentes tan importantes de la extracción de materias primas como las empresas mineras. Estos segmentos de las redes mundiales de producción ocupan un lugar menos destacado en la literatura. El consiguiente desequilibrio distorsiona nuestra imagen de las formas en que los países exportadores de materias primas están integrados en la economía mundial.
Utilizando como ejemplo las relaciones entre Zambia y Suiza, en este artículo mostramos lo activas que son las empresas internacionales a la hora de proporcionar la infraestructura de la extracción de minerales del sur de África, y cómo consiguen captar un porcentaje sustancial del valor creado por ella. Sostenemos que, para comprender las consecuencias de la extracción de minerales para los países receptores y, en última instancia, aumentar los beneficios locales mediante la regulación y una fiscalidad eficaz, debemos prestar mucha más atención a estas actividades menos espectaculares, pero no por ello menos rentables.
No somos los primeros en argumentar en este sentido. Los estudiosos de las cadenas de valor mundiales se interesan desde hace tiempo por las distintas formas en que se añade valor a los bienes a lo largo de su recorrido,7 mientras que los teóricos de las redes de producción mundiales destacan el papel funcional de intermediarios como los agentes financieros, logísticos y normativos.8 Más recientemente, un nuevo enfoque sobre la servicificación de las cadenas de valor mundiales ha puesto de manifiesto que las empresas manufactureras de las economías avanzadas suelen generar un alto porcentaje de sus ingresos mediante la prestación de servicios.9 Sin embargo, la mayoría de los estudios sobre la servicificación se han centrado en las industrias de Europa, EEUU y Asia, y poco se sabe sobre la medida en que los servicios contribuyen a añadir valor en la extracción de minerales en los países africanos. Esperamos que nuestro artículo cubra alguna de estas lagunas y aumente el interés por los aspectos menos espectaculares de la extracción de materias primas.
Nuestro estudio de caso tiene un enfoque restringido: analizamos el papel de las empresas suizas en el sector del cobre de Zambia. Nos centramos en una materia prima y un par de países, y solo incluimos las actividades derivadas de la minería que tienen lugar en el sur de África.
Zambia, actualmente octavo productor mundial de cobre, depende en gran medida de la minería. El sector extractivo representa directamente el 10%, indirectamente hasta el 50% de su PIB y el 80% de las exportaciones en 2016. A pesar de ello, la minería solo aportó el 18% de los ingresos públicos en 2015, la mayor parte procedente de los cánones minerales.10
Según las estadísticas comerciales oficiales, la mitad del cobre de Zambia se exporta a Suiza, es decir, es comprado y vendido por empresas suizas de comercio de materias primas. Esto es típico del papel de Suiza en la economía mundial. El país se ha convertido en un centro de comercio mundial: el 60% de los metales del mundo, el 60% del café, el 50% del azúcar, el 35% de los cereales y el 35% del petróleo crudo se comercializan hoy en día a través de Suiza.11
Cuando comenzamos nuestra investigación, queríamos comprender mejor las consecuencias del papel de Suiza como centro de comercio para el cobre de Zambia. Pronto nos dimos cuenta de que el comercio de materias primas es solo una de las formas en que la economía suiza y la zambiana están interrelacionadas. En nuestra descripción y análisis de estos vínculos no queremos señalar a las empresas suizas como excepcionales, y vemos el peligro de que el enfoque nacional pueda restar importancia a las conexiones globales de capital. Demostraremos, sin embargo, que centrarnos en Suiza hace que la dinámica general del capitalismo mundial sea más claramente visible. Es una herramienta heurística útil para comprender las disparidades regionales y la captura de valor en el capitalismo global.
Metodológicamente, el artículo se basa en investigaciones etnográficas en ciudades fronterizas y mineras del sur de África. Gregor Dobler ha trabajado en este contexto durante los últimos 15 años y ha realizado trabajo de campo de corta duración para este artículo en Chirundu y Lusaka; Rita Kesselring ha llevado a cabo 18 meses de trabajo de campo etnográfico en Solwezi y Kalumbila, dos nuevas ciudades mineras del noroeste de Zambia, y, en menor medida, en Mufulira y Kitwe, dos antiguas ciudades del “cinturón del cobre” (Copperbelt). Ambos hemos entrevistado a un amplio abanico de agentes del sector en Zambia y Suiza, y hemos llevado a cabo una exhaustiva investigación documental de las zonas a las que nos resultó difícil acceder.12
La estructura del artículo es sencilla. Tras una breve introducción, seguimos el viaje del cobre a través de las principales etapas de la minería, el comercio y la logística del transporte. En cada etapa, mostramos el alcance y la forma de participación de las empresas suizas. Una segunda parte, más breve, examina un vínculo diferente entre los países que surge de sus interacciones económicas: los movimientos de solidaridad entre grupos de la sociedad civil. Demostramos que para las empresas que utilizan los entornos normativos favorables como una baza importante, estos movimientos críticos se han convertido en un riesgo estratégico y en agentes normativos en sí mismos. En la conclusión, unimos estas vertientes para teorizar el papel de las empresas suizas en la partición mundial del trabajo.
Extracción
Nuestro interés no solo por la minería, sino por todo el entramado productivo del cobre, es una de las pocas cosas que compartimos con Glencore, la empresa suiza más conocida que opera en el sector del cobre de Zambia. Glencore empezó como comerciante de materias primas, pero ahora se ha convertido en una multinacional integrada de commodities. Un paso importante en esta dirección ha sido su inversión en minas de cobre en Zambia y la RDC desde 2000. La decisión de Glencore de comprar minas en Zambia fue anticíclica y, en retrospectiva, llegó en el mejor momento posible para la empresa.
Zambia tiene una larga historia de extracción comercial de cobre. Bajo el dominio de la British South Africa Company y, más tarde, de la colonia británica, sus minas de cobre eran propiedad de la Anglo American Corporation y la Roan Selection Trust. En 1969, cinco años después de la independencia, el gobierno zambiano nacionalizó las minas de cobre del país. En 1982, en respuesta a una larga depresión de los precios del cobre que comenzó a mediados de los años setenta, las dos empresas mineras estatales se fusionaron para crear Zambia Consolidated Copper Mines Limited (ZCCM). Los principales accionistas de ZCCM eran el gobierno zambiano, con un 60,3%, y la Anglo American Corporation, con un 27,3%. La consolidación no pudo detener el declive del sector. En un entorno de liberalización y desregulación mundial, el aumento de la deuda externa y la falta de ingresos obligaron al presidente Kaunda a ceder a las presiones del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros prestamistas para privatizar las minas y otros activos estatales.13
El alcance y el ritmo del programa de privatización y liberalización del país aumentaron bajo el Movimiento para la Democracia Multipartidista (MMD) dirigido por Frederick Chiluba.14 En 1996, el gobierno zambiano empezó a disgregar la ZCCM en paquetes de activos y a venderlos a diversos inversores, al tiempo que mantenía una participación minoritaria en cada nueva empresa. Debido a la caída de los precios mundiales en la década de 1990, hubo que esperar hasta 2000 para que se privatizaran todos los activos, tras años de duras negociaciones, ofertas bajas y un aumento de la deuda.
Glencore adquirió una participación mayoritaria en las minas de cobre de Mopani, el mayor empleador del cinturón de cobre, que comprendía las minas de Nkana y Mufulira, dos concentradores, una fundición, una refinería y dos plantas de cobalto.
En 2000, Carlisa Investments Corp, empresa conjunta de First Quantum Minerals Limited (FQM, véase más adelante) y Glencore International AG, constituida en las Islas Vírgenes británicas, adquirió una participación del 90% en Mopani. Muy pronto, FQM diluyó su participación en la empresa, lo que redujo sus acciones en las minas de cobre de Mopani del 45,9% al 16,9% y aumentó las de Glencore del 44,1% al 76,3%. El 10% restante sigue siendo propiedad de ZCCM.15
Desde los 2000, Glencore fue una de las primeras comercializadoras de materias primas en ampliar su alcance a lo largo de la cadena de valor.
Al igual que con todos los activos de ZCCM, las condiciones para la venta de Mopani se codificaron en un Acuerdo de Desarrollo bilateral secreto que posteriormente se filtró al público. El acuerdo definía un "periodo de estabilidad" de 15 años durante el cual las condiciones contractuales permanecerían estables. Eximía a Glencore y FQM de cubrir los pasivos financieros de ZCCM (incluidas las pensiones de los trabajadores de ZCCM) y los legados medioambientales, y de pagar la mayoría de los impuestos.16 Aunque los acuerdos de desarrollo dejaron de ser vinculantes tras su anulación en la Ley de Desarrollo de Minas y Minerales de 2008, muchas de sus disposiciones siguen vigentes.
En la actualidad, Glencore es el cuarto productor de cobre por producción en Zambia, por detrás de FQM, Barrick Gold y Vedanta. También posee Sable Zinc Kabwe Limited, una planta de procesamiento de cobre y cobalto en Kabwe,17 la mina Mutanda y el 74,4% de Katanga Mining en la vecina RDC.
La historia suiza de Glencore es bien conocida. La empresa se remonta a Marc Rich & Co AG, registrada en Zug (Suiza) en 1974. Rich, que por entonces figuraba en la lista de los 10 fugitivos más buscados por el FBI, acusado, entre otras cosas, de evasión fiscal, chantaje y evasión de las sanciones de EEUU en el comercio con Irán, vendió su negocio comercial a los directivos de la empresa en 1993. (Más tarde, Bill Clinton le concedió el famoso indulto en su último día de mandato, después de que Denise Rich, esposa de Rich, donara más de un millón de dólares al Partido Demócrata). La nueva empresa, Glencore, salió a bolsa en 2011 y se fusionó con el gigante minero suizo Xstrata en 2012/13. Hoy es la mayor empresa comercializadora de materias primas del mundo. Glencore plc está constituida en Jersey y domiciliada en Baar (Suiza). Entre los accionistas de Glencore plc se encuentran inversores institucionales, como Qatar Holding (8,47%) y BlackRock Inc. (5,69%), pero grandes acciones de la empresa son propiedad de directivos, por ejemplo, el consejero delegado Ivan Glasenberg (8,40%) y Aristotelis Mistakidis (3,12%).18 19
Desde la década de 2000, Glencore fue una de las primeras grandes comercializadoras de materias primas en ampliar su alcance a lo largo de la cadena de valor, una estrategia que ahora siguen muchos de los gigantes del sector, ya que los márgenes del arbitraje han disminuido en una era de información de precios más fácilmente disponible.20] Su expansión en la minería ha generado muchos debates, algunos de ellos vinculados a los beneficios económicos o los peligros de la integración vertical, otros a las prácticas empresariales o los efectos medioambientales de sus minas y fundiciones. Los empleados de otras empresas mineras zambianas con las que hablamos consideran que Glencore se rige por una lógica diferente, no minera,21 mientras que los empleados de otras empresas comerciales suizas ven a Glencore como un gigante opaco y algo turbio.
Los precios mundiales del cobre se multiplicaron por seis tras la adquisición de Mopani por parte de Glencore, pasando de 1.500 dólares por tonelada métrica en 2000 a más de 10.000 dólares por tonelada en febrero de 2011. Después de 2012, el precio cayó gradualmente por debajo de los 5.000 dólares en 2016, para recuperarse hasta los 6.000-7.000 dólares en el momento de escribir estas líneas. Debido a la privatización de los activos mineros y a un régimen fiscal desfavorable, pocos de los beneficios resultantes se quedaron en el país. Los múltiples intentos del gobierno de aumentar los ingresos procedentes de la minería han fracasado en gran medida debido al poder de negociación de las empresas.22
Comercio
Las empresas mineras con sede en Zambia no utilizan el cobre para la producción, sino que venden su producto a otras empresas. Las minas rara vez venden cobre directamente a los agentes económicos que necesitan cobre físico para la producción. En su lugar, el cobre pasa a manos de comerciantes especializados que lo venden a otros comerciantes o consumidores.
Los comerciantes tienen un doble papel. Por un lado, prestan servicios a productores y consumidores asignando el cobre de forma más rentable de lo que podrían hacerlo los consumidores o los productores por sí solos. Los comerciantes tienen acceso a un gran número de productores y consumidores y pueden ahorrar costes de transporte ajustando la oferta y la demanda en distintas regiones del mundo; financian el transporte y el almacenamiento de las materias primas, lo que permite a productores y consumidores optimizar el flujo de caja y ahorrar costes; y pueden protegerse de los riesgos del mercado de forma más eficaz que los agentes más pequeños, manteniendo estables y predecibles los costes para los demás agentes. Por estos servicios, reciben una parte de los beneficios globales de la red de producción. Esta participación es, al menos en la teoría económica de los libros de texto, inferior a los costes que tendrían los demás agentes de la red de producción sin los comerciantes; de lo contrario, los clientes los eludirían y obtendrían su cobre directamente de las minas. Así pues, lo ideal es que las empresas comerciales aumenten la eficacia de la red de producción. Si su negocio se centra en el elemento de asignación del comercio, las empresas comerciales suelen obtener beneficios relativamente pequeños pero predecibles en cada transacción. Sus beneficios se deben más a los grandes volúmenes que a los grandes márgenes.
Por otro lado, las empresas comerciales realizan operaciones especulativas para aumentar sus propios beneficios. Tratan de anticiparse a la evolución de los precios y apuestan contra los mercados. En esta vertiente de su negocio, los comerciantes no son agentes ni de los productores ni de los consumidores, sino que actúan en interés de los propietarios del capital (y de sus propias primas). Los operadores sostienen que gran parte del comercio especulativo redunda en beneficio de todos los participantes en el mercado, ya que contribuye a la fijación de precios justos y a la estabilidad general de los precios. Sin embargo, los críticos señalan que el comercio especulativo genera grandes riesgos y contribuye a concentrar los beneficios en manos de los grandes propietarios de capital, al tiempo que externaliza los riesgos del mercado a los inversores menos poderosos.
Las empresas comerciales realizan operaciones especulativas para aumentar sus propios beneficios; tratan de anticiparse a la evolución de los precios y apuestan contra los mercados.
El centro de comercio suizo. Mientras que la minería y, en menor medida, la producción industrial está estrictamente localizadas, las materias primas pueden comprarse y venderse independientemente de su ubicación física. Esto ha permitido a Suiza, un país sin salida al mar y sin muchos recursos naturales, convertirse en uno de los centros más importantes del comercio mundial de materias primas.23
Suiza tiene una larga historia comercial y a menudo se ha beneficiado del comercio con materias primas africanas, desde los esclavos24 hasta el cacao y el café. El comercio suizo de materias primas se ha desarrollado de forma sorprendente en las dos últimas décadas, sobreviviendo indemne a la crisis financiera.25 En 2016, Suiza generó el 3,7% de su PIB gracias al comercio de materias primas, un porcentaje superior al de la banca o el turismo.26 En 2017, las cinco mayores empresas suizas por volumen de negocio eran comercializadoras de materias primas: Glencore, Vitol, Trafigura, Cargill y Mercuria Energy Trading.27 El sector ha atraído recientemente la atención de académicos, activistas y reguladores,28 pero incluso en Suiza, su importancia sigue siendo apenas conocida fuera de los círculos especializados.
Una serie de factores se han combinado para convertir a Suiza en un centro de comercio de materias primas. El país cuenta con toda la infraestructura que necesitan los comerciantes. Acceso rápido y seguro a financiación y seguros, excelentes conexiones globales virtuales y físicas, una industria naviera vibrante, normativas favorables a los comerciantes, la proximidad a los organismos normativos internacionales (sobre todo las diferentes organizaciones de la ONU y la plétora de grupos de presión internacionales en Ginebra), una mano de obra altamente cualificada, un mercado laboral flexible y un tipo del impuesto de sociedades muy bajo son solo los factores más importantes. La neutralidad suiza y su no pertenencia a la ONU hasta 2002 fue otro elemento crucial, ya que permitió a las empresas comerciar con países sometidos a sanciones de la ONU, como la Sudáfrica del apartheid o Irán.
Un gran número de comerciantes internacionales de materias primas tienen hoy su sede en Suiza. Su variedad es enorme: desde el gigante integrado de la minería y el comercio Glencore hasta grandes empresas comerciales especializadas como Gunvor o Cargill, pasando por divisiones comerciales de bancos y empresas de inversión y pequeños comerciantes independientes. Aproximadamente la mitad de las 400 empresas de trading tienen menos de 10 empleados, mientras que el 10% supera los 300 empleados. El número total de empleados en el sector se sitúa probablemente entre 7.500 y 10.000.29
¿Qué papel desempeñan estas empresas comerciales suizas en la red mundial de producción de cobre zambiano?
Las estadísticas de exportación ofrecen una primera aproximación. Según las cifras de UN Comtrade, alrededor del 40-50% del cobre zambiano se ha exportado a Suiza todos los años entre 2006 y 2017. Estas estadísticas subestiman sustancialmente el porcentaje de cobre comercializado por empresas suizas, ya que el comercio de tránsito es difícil de clasificar en las estadísticas aduaneras. Las aduanas de Zambia suelen clasificar las exportaciones de cobre según los países de destino (es decir, el país al que se envían las mercancías). Solo cuando no se conoce el destino final en el momento de la venta, se registra en su lugar el país del comprador.
El cobre zambiano comprado por comerciantes suizos nunca se envía a Suiza. Gran parte se vende en tránsito, a menudo desde depósitos aduaneros. Este cobre se registrará como exportado a Suiza; el cobre comprado por empresas suizas y enviado a un tercer país conocido se registrará como exportado a este tercer país. Cuando, por ejemplo, una empresa comercial suiza tiene un acuerdo de compraventa con una empresa minera zambiana y suministra la mitad de este cobre a una empresa en China, mientras que vende la otra mitad desde un depósito aduanero en Johannesburgo, la mitad del cobre comprado en la mina se registrará como exportado a China y la otra mitad como exportado a Sudáfrica, aunque todo haya sido comercializado por una empresa suiza. Por tanto, el porcentaje de cobre zambiano comercializado por empresas suizas es probablemente mucho mayor de lo que muestran las cifras de exportación.
El cobre zambiano comprado por comerciantes suizos nunca se envía a Suiza. Gran parte se vende en tránsito, a menudo desde depósitos aduaneros.
Empresas comerciales suizas en Zambia. Para entender cómo se lleva a cabo este comercio, utilizaremos Glencore y Metal Corp Trading como dos ejemplos diferentes. Hablaremos de Trafigura, otro gran comerciante de materias primas, en la sección sobre el transporte de cobre.
Las minas de Glencore comercializan gran parte de su cobre a los segmentos comerciales de Glencore, muy probablemente a través de Glencore UK.30 Además, la división comercial de la empresa compra cobre extraído por otras minas de Zambia y la RDC. Dado que las operaciones de extracción y fundición de Glencore son difíciles de ocultar y que la empresa tiene una merecida mala reputación, está sometida a un escrutinio relativamente estrecho por parte de las ONG y la prensa.
Otros operadores suizos suelen pasar desapercibidos, salvo para los conocedores del sector. El brazo comercial de First Quantum Minerals, Metal Corp Trading AG (Suiza), es un buen ejemplo. First Quantum Minerals (FQM), con sede en Canadá, es la mayor empresa minera de cobre de Zambia. Su mina Kansanshi y el nuevo proyecto Trident producen aproximadamente un tercio del cobre de Zambia. En sus formularios de información anual, FQM afirma que tiene "un número limitado de compradores".31 Se trata de un eufemismo. FQM vende todo su cobre a solo otras dos empresas: Trafigura, con sede desde hace tiempo en Ginebra, y Metal Corp Trading, registrada en Zug.
Metal Corp se remonta a Republic House, una empresa registrada en Zug en 2000 y formada principalmente por operadores que habían trabajado para MRI, otra empresa comercial suiza. Republic House era propiedad, al menos desde 2005, de Energem Resources, una antigua empresa del sector minero sudafricano. (Fundada como DiamondWorks, había cambiado de nombre en 2004 tras las acusaciones de tráfico de diamantes de sangre). Como preparación para la adquisición total de Republic House por FQM en 2010, Energem fundó Metal Corp Trading AG en Zug.32 En la actualidad, la empresa es una filial propiedad al 100% de Metal Corp (Suecia) AB, que a su vez es una filial propiedad al 100% de FQM.
En resumen, la empresa minera zambiana de FQM vende su cobre a la empresa comercial suiza de FQM. De hecho, Metal Corp Trading «compra y vende todos los metales de FQM y, en el proceso, lleva a cabo una sofisticada gestión de derivados para gestionar el riesgo de los precios».33 Aunque la empresa tiene una placa de latón y un buzón en Zug, su actividad principal se lleva a cabo a través de oficinas en la londinense Great Portland Street, situadas en el mismo edificio que la sede británica de First Quantum Minerals Ltd.
Para los acuerdos comerciales de Metal Corp, Suiza no es importante como lugar físico. El cobre que compra y vende no llega al país. Sus comerciantes no trabajan a orillas del lago Zug, en Suiza; quizá ni siquiera los beneficios se almacenan en bancos suizos. “Suiza” es un régimen regulador al que Metal Corp alquila el acceso pagando la cuota mínima de los impuestos de Zug . Por supuesto, esta Suiza virtual se cruza con el lugar físico. Muchas otras empresas comerciales tienen una huella física mucho mayor en Suiza, pero para todas ellas el acceso al régimen regulador suizo es un activo primordial.
Transporte y logística
Transporte. Prácticamente todo el cobre zambiano se exporta en buques portacontenedores desde los puertos de Durban (Sudáfrica), Walvis Bay (Namibia), Dar es Salaam (Tanzania) y Beira (Mozambique). En su camino –normalmente por carretera– desde las minas y fundiciones hasta los almacenes y puertos, tiene que cruzar al menos una frontera nacional, a menudo varias. Los camioneros y los propietarios tienen que hacer frente a las difíciles condiciones de las carreteras, los frecuentes atascos y retrasos en las fronteras y, a veces, los robos.
“Suiza” es un régimen regulador al que Metal Corp alquila el acceso pagando la cuota mínima de los impuestos de Zug.
Dado que el cobre es caro de transportar por tierra, los costes de envío a los puertos son un factor crucial para la fijación de precios y los beneficios. Hoy en día, los precios del cobre en el mercado mundial son muy transparentes, y las oportunidades de arbitraje son cada vez más escasas con la omnipresencia de los medios electrónicos y la información, de modo que los beneficios obtenidos en la figurativa "primera y última milla" son cada vez más importantes para los ingresos de los comerciantes.34 Aquí –en el transporte por camión en Zambia, en el almacenamiento, en el papeleo transfronterizo–, la presencia sobre el terreno, el conocimiento local y las buenas conexiones tanto con las autoridades locales como con los actores transfronterizos son indispensables,35 y la información sobre los costes de transporte es mucho menos transparente que la información sobre los precios del mercado del cobre. En consecuencia, algunos comerciantes mundiales de materias primas invierten cada vez más en toda la cadena de transporte para independizarse de las empresas de logística y obtener el control de los beneficios en estos segmentos cruciales.36 Las empresas suizas no son una excepción. Mientras que Glencore ha invertido principalmente en empresas de camiones que transportan cobre desde la RDC, Trafigura se ha dedicado, por un lado, al almacenamiento y, por otro, a la logística del petróleo que alimenta todo el transporte (véase más adelante).
Glencore utiliza la empresa de camiones Muzuri Sana para transportar el cobre desde su mina de Mutanda, en la RDC, hasta los almacenes de Zambia. Esta empresa, según los entrevistados zambianos, es una joint venture entre Mutanda y Hakuna Matata, el negocio de camiones propiedad del ex gobernador de Katanga, magnate minero y candidato presidencial de la oposición Moïse Katumbi. (En un acuerdo muy similar, la vecina mina de Tenke Fungurume transporta su cobre a Zambia utilizando los camiones de Habari Kani, también copropiedad de Hakuna Matata).37
Estas empresas transportan cobre y cobalto desde la provincia de Katanga, en la RDC, a Zambia a través del puesto fronterizo de Kasumbalesa. Descargan en el cinturón del cobre zambiano y llevan los suministros mineros de vuelta a la RDC. El transporte posterior desde el cinturón de cobre hasta los puertos corre a cargo de distintas empresas. La razón principal de este arreglo es la dificultad de transportar mercancías a través de la RDC. Legalmente, las mercancías extraídas en la RDC deben ser transportadas por empresas registradas en la RDC con conductores congoleños. Y lo que es más importante, los camioneros con los que hablamos indicaron que necesitaban muchos conocimientos y conexiones locales para sortear los controles en las carreteras de la RDC, un conjunto de cualificaciones bastante diferente del que se necesita para las rutas a Gauteng o Dar es Salaam.
El papel de las empresas suizas en el transporte no se detiene en los puertos. Aunque Suiza no tiene puertos marítimos, la Mediterranean Shipping Company (MSC), el segundo mayor transportista de contenedores del mundo, tiene su sede en Ginebra. Junto con sus competidores Maersk y CMA-CGM, la compañía es un actor importante en los envíos de cobre desde los puertos del sur de África. Las tres compañías ofrecen servicios de desembarque directo para Zambia, pero dado que el transporte de cobre puede planificarse con antelación y está muy rutinizado, la mayoría de los cargadores prefieren organizar su propio transporte, de modo que los armadores como MSC solo entran en juego en la terminal portuaria.38
Almacenamiento. El almacenamiento es una parte integral de la gestión logística. En el pasado, el cobre zambiano solía almacenarse en los terrenos de la mina a la espera de ser embarcado. Hoy en día, el cobre se envía inmediatamente después de la extracción y se almacena en depósitos aduaneros en el cinturón de cobre o en países vecinos. Muchos de estos almacenes están gestionados por empresas internacionales de logística. Para estas empresas, los almacenes son cruciales para optimizar las cargas por camión y ferrocarril, para almacenar, reempaquetar y mezclar, y para regular los flujos de caja almacenando y liberando valor.
En Zambia, la mayoría de las empresas internacionales de logística concentran sus esfuerzos en la ruta hacia un puerto concreto. J&J, por ejemplo, una empresa mozambiqueña, se concentra en el transporte a Beira, mientras que el gigante francés de la logística Bolloré se especializa en la ruta a Durban. El principal actor suizo del sector es Impala Terminals, la rama logística de Trafigura. Impala ha invertido mucho en infraestructuras a lo largo del corredor Kolwezi-Lubumbashi-Ndola-Dar es Salaam. La empresa explota la mayor terminal de un solo cliente en el puerto de Dar es Salaam y utiliza sus recursos para canalizar los transportes de cobre a Dar (y para influir en las políticas comerciales de Tanzania, como la fiscalidad y el desarrollo ferroviario). La empresa posee almacenes aduaneros en Kolwezi, Lubumbashi, Ndola y Dar, todos ellos con conexiones por carretera y ferrocarril, y puede manipular contenedores de 20 y 40 pies, así como carga fraccionada. A lo largo de la carretera a Dar es Salaam, Impala ha construido paradas de camiones específicas como puntos de parada seguros para los transportes de cobre.39
Además de servir a los propios transportes de Trafigura, su almacén de Ndola es un centro importante para los transportes de cobre de terceros desde la RDC y Zambia a Walvis Bay y Durban. Lo mismo ocurre con el segundo almacén de cobre de nueva construcción, el centro de Chingola de Bolloré. Su principal objetivo es servir de entrepuerto para el cobre de la RDC y de punto de encuentro de las flotas de camiones del sur y del norte. Esta inversión de 10 millones de dólares se inauguró en mayo de 2014 y hoy maneja unas 360.000 toneladas al año de cobre, cobalto y reactivos mineros. Además de sus almacenes, camiones y terminales, Bolloré es también el mayor agente de aduanas de Zambia para envíos de terceros.40]
La mayor parte del transporte, ya sea por carretera o ferrocarril, lo siguen realizando empresas sudafricanas como BHL, J&J o GSM, algunas registradas en Zambia y otras en Sudáfrica, Namibia o Mozambique. Las estrictas condiciones contractuales del transporte de cobre solo pueden cumplirlas las grandes empresas de transporte, que suelen poseer y explotar unos cientos de camiones. Los cátodos de cobre se transportan a los almacenes en camiones de plataforma o contenedores, mientras que los transportes a los puertos se hacen exclusivamente en contenedores para evitar la recarga. Antes de ser cargado en contenedores, el cobre transportado en camiones de plataforma tiene que ser lavado, un servicio que no todos los almacenes pueden ofrecer.41 Los contratos de transporte suelen insistir en que haya convoyes, seguimiento por GPS y personal de seguridad armado.
Combustible. Al igual que las excavadoras y los camiones mineros, los camiones y trenes diésel necesitan combustible. El suministro de combustible a Zambia y a los países vecinos es una parte integral de la logística del cobre, en la que una empresa suiza desempeña un papel importante. Trafigura posee una participación del 49% en Puma Energy, una de las empresas de distribución de productos petrolíferos más importantes del sur de África.
Puma ha sido controvertida desde el principio, especialmente en lo que respecta a su inversión angoleña. El 28% de la empresa, que posee la mayor parte del negocio de distribución de petróleo de Angola, está en manos de Sonangol, la compañía petrolera estatal angoleña; otro 15% es propiedad de Chochan Holdings, una empresa fundada y propiedad del general Leopoldino ("Dino") Fragoso do Nascimento, uno de los empresarios y políticos angoleños más ricos y mejor relacionados. En 2011, la empresa compró participaciones en las estaciones de BP de Namibia (100%), Botsuana (100%), Zambia (75%), Malaui (50%) y Tanzania (50%) y se hizo con un enorme depósito de almacenamiento en Walvis Bay.42 En 2014, Puma Energy Africa Holdings adquirió una participación del 49% en la empresa zimbabuense Sakunda Energy, una empresa monopolística de distribución de combustible fundada por Kudakwashe Tagwirei, un empresario bien relacionado con el ejército de Zimbabue. A través de Sakunda, Puma controla el oleoducto Feruka entre sus instalaciones de almacenamiento en Beira y Harare, que se ha convertido en un importante problema político en el conflicto entre el presidente Mnangagwa y los militares.43
Más recientemente, Trafigura, a través de DTS, una empresa conjunta al 50% entre Trafigura y Cochan del general Dino, ha invertido en la reapertura de una ruta ferroviaria crucial desde Kolwezi, en la RDC, hasta el puerto de Lobito, en Angola.44 Puma, por supuesto, no es la única compañía petrolera en estos países, pero una buena parte de los transportes de cobre, sea cual sea la compañía naviera, beneficia indirectamente a Trafigura.
Pruebas, certificación y vigilancia. Otro elemento muy importante de la logística, pero que a menudo se pasa por alto, es la certificación y vigilancia de las mercancías. A menudo, los propios comerciantes no tienen la posibilidad de evaluar la calidad de las mercancías que compran y venden. Los bancos que financian operaciones comerciales tienen que saber que sus valores valen lo que el deudor reclama. Las compañías de seguros tienen que asegurarse de que la cobertura del seguro se corresponde con el valor de las mercancías. Los compradores quieren asegurarse de que los productos se ajustan a sus especificaciones antes de que se los envíen. Los organismos estatales evalúan los derechos en función del contenido metálico. En todos estos casos, los servicios independientes de inspección y verificación aumentan la confianza y permiten realizar transacciones anónimas.
Quizá no sorprenda que una de las mayores empresas de inspección tenga su sede en Suiza: SGS (antes Société Générale de Surveillance). SGS tiene una
gran presencia en todo el mundo y certifica todo tipo de productos, desde la crema de avellanas hasta las centrales nucleares, desde los derechos laborales hasta el contenido de metales y desde el comercio justo hasta la seguridad alimentaria. Gracias a su participación en organismos industriales e iniciativas de múltiples partes interesadas, es uno de los organismos privados de normalización más importantes de la economía mundial.45 La empresa opera en muchos países africanos. Dirige la inspección de vehículos de Uganda, opera básculas puente, servicios de seguimiento electrónico de cargas y servicios de verificación de importaciones para el gobierno de Kenia y supervisa a los contratistas de carreteras en Senegal.
Quizá no sorprenda que una de las mayores empresas de inspección tenga su sede en Suiza: SGS, firma global que certifica todo tipo de productos.
En Zambia, SGS posee un laboratorio en la pequeña ciudad de Kalulushi, en el cinturón de cobre, en el que confían muchas minas para las pruebas de mineral; Glencore, por ejemplo, utiliza el laboratorio para las muestras de Katanga Mining.46 Laboratorios similares de SGS operan en Sudáfrica. Y lo que es aún más importante, SGS supervisa el embalaje de los contenedores en los almacenes de Sudáfrica y Tanzania y certifica su contenido. Este servicio es crucial para el comercio, los seguros y la financiación, y junto con sus competidores Alfred H. Knight y Alex Stewart, SGS es uno de los actores más importantes de África y del mundo. Las tres empresas figuran también entre los muestreadores que cotizan en la bolsa de metales de Londres.
Aduanas. Una última aportación suiza a las partes zambianas de la red mundial de producción de cobre necesita al menos ser mencionada: cada mercancía que se importa o exporta de Zambia, ya sea maquinaria, cobre, ácido sulfúrico o naranjas, pasa por un servicio suizo de exportación. Como la mayoría de los países del mundo, Zambia utiliza Asycuda (Sistema Automatizado de Datos Aduaneros, actualmente Asycuda World) para tramitar todos los documentos aduaneros. Este programa informático de gestión aduanera integrada ha sido desarrollado por la UNCTAD en Ginebra. Es uno de los medios técnicos menos conocidos, pero más importantes, de facilitación y normalización del comercio. En un servicio basado en la nube que funciona en servidores de Lusaka, los transportistas, agentes de aduanas y expedidores pueden introducir electrónicamente los envíos para el (pre)despacho de aduanas. A pesar de muchos problemas, la mayoría relacionados con la inactividad de los servidores, el uso de Asycuda ha mejorado significativamente los flujos de trabajo y la transparencia de las aduanas de Zambia y ha acortado considerablemente los tiempos de tramitación en las fronteras. Proporciona al Estado los instrumentos necesarios para recaudar ingresos y recopilar datos comerciales precisos, facilita la financiación y los seguros y permite a los transportistas y propietarios controlar mejor sus envíos. El software es, por tanto, un factor crucial para reducir los costes de transporte y aumentar la eficiencia, y ni los corredores de transporte ni los puestos fronterizos de ventanilla única funcionarían realmente sin él.
Esto puede sonar universalmente benigno, pero también crea efectos de distribución importantes y poco estudiados. Los menores costes de transporte modifican la distribución de los beneficios dentro de la red de producción mundial: los beneficios para los países productores y consumidores se generan al disminuir los ingresos en los países mineros y de tránsito. En el caso de los países exportadores de recursos, podrían contribuir a una mayor externalización de los beneficios, que tendrían que compensarse con impuestos o cánones para financiar las infraestructuras de las que dependen.
Desafíos al extractivismo suizo: actores de la sociedad civil en Zambia y Suiza
Hasta ahora hemos examinado la sorprendente importancia de los actores empresariales suizos en algunos segmentos de la red mundial de producción de cobre de Zambia. Nos hemos centrado en el poder corporativo y en la capacidad de las empresas suizas para capturar valor, puntos sobre los que volveremos con más detalle en la conclusión.
La imagen del extractivismo suizo estaría incompleta sin incluir el clima público en el que operan las empresas. Las OSC, las ONG, los políticos (y a veces los investigadores) tienen el potencial de influir en el valor que las empresas pueden y no pueden capturar, y forman una parte crucial del entorno en el que las empresas toman decisiones estratégicas. El clima público tanto en Zambia como en Suiza se ha vuelto cada vez más crítico hacia la extracción de materias primas, pero la regulación en Suiza sigue siendo en gran medida favorable para las empresas internacionales
Los diferentes cantones de Suiza compiten en la carrera nacional e internacional por los tipos más bajos del impuesto de sociedades. La media mundial para los impuestos sobre los beneficios, el impuesto sobre el capital y el impuesto sobre la propiedad combinados es del 29%; la media suiza es del 16,6%, mientras que algunos cantones se mantienen por debajo del 12%.47 Este es un incentivo importante para que las empresas se trasladen a Suiza y optimicen los impuestos trasladando los beneficios al país.48 Para las empresas mineras internacionales, el comercio intraempresarial con sucursales suizas puede ser una vía importante para reducir la carga fiscal y aumentar los beneficios de los accionistas. Esto aumenta las dificultades de los países exportadores de materias primas para gravar eficazmente las industrias extractivas.49 Trafigura Group, por ejemplo, da su tasa impositiva global efectiva en 2017 como 8,4%.50
El clima público tanto en Zambia como en Suiza se ha vuelto cada vez más crítico hacia la extracción de materias primas.
Es notoriamente difícil evaluar si todas las estrategias de optimización fiscal son legales. En abril de 2011, la ONG suiza Berne Declaration (hoy Public Eye) presentó junto con otras ONG internacionales una denuncia formal ante la OCDE contra Glencore y FQM por presunto incumplimiento de las Directrices de la OCDE.51 La denuncia se basaba en un informe de auditoría de 2009 realizado en nombre de las autoridades de Zambia.52 En él se alegaba que la filial de FQM, Mopani Copper Mines, manipuló sus cuentas financieras con el fin de reducir su factura fiscal mediante la sobreestimación de los costes de explotación, la subestimación de los volúmenes de extracción, la manipulación de los precios de transferencia y el incumplimiento del principio de plena competencia. El Punto Nacional de Contacto (PNC) suizo de la OCDE tramitó la denuncia y facilitó la mediación. El resultado fue decepcionante para los actores de la sociedad civil. Como se describe en la declaración final del PNC de noviembre de 2012, las partes solo pudieron "acordar estar en desacuerdo", e incluso este acuerdo sigue siendo confidencial.
A pesar de su éxito limitado, el ejemplo es típico de los desafíos contemporáneos al extractivismo. La oposición a las supuestas irregularidades de una empresa no surgió de las autoridades reguladoras de los estados, sino de actores de la sociedad civil que se perciben a sí mismos como vigilantes de la ética en relación con las empresas mundiales. Al aumentar los riesgos para la reputación y la regulación, los actores de la sociedad civil pueden cambiar las estrategias empresariales y la captura de valor.53 No permanecen al margen de las redes mundiales de producción, sino que pueden convertirse en una fuerza importante que les dé forma.
En Suiza, la conciencia pública del peso económico y político del sector del comercio de materias primas, así como de sus aspectos problemáticos, ha ido creciendo en los últimos años. La opinión pública suiza recibe más información que nunca sobre la mala conducta de empresas suizas en otros países. Un punto central es la iniciativa de referéndum "Iniciativa Empresarial Responsable", puesta en marcha por una alianza de más de 80 ONG, OSC e iglesias.54 La iniciativa pretende hacer legalmente obligatorio el cumplimiento global de las normas medioambientales y de derechos humanos para todas las grandes empresas, e introducir el derecho a recurrir a los tribunales suizos en caso de infracción. Se basa en los Principios Rectores de la ONU sobre las Empresas y los Derechos Humanos de 2011, que el Consejo Federal Suizo solo aplicó como recomendaciones voluntarias. En el momento de escribir estas líneas, ambas cámaras del Parlamento suizo han rechazado una contrapropuesta reducida, lo que significa con toda probabilidad que el pueblo suizo votará sobre la iniciativa en referéndum en 2020.55]
La iniciativa se basa en décadas de solidaridad y trabajo de campaña de las OSC y ONG suizas. A nivel internacional, la organización más conocida que lucha por unas relaciones justas entre Suiza y los países más pobres es Public Eye, pero varias organizaciones más pequeñas realizan un trabajo similar a nivel de base, a menudo en cooperación con socios del Sur. Los políticos de izquierdas también han intentado sistemáticamente cambiar la política a nivel cantonal, como Josef Lang, del partido Alternativa Verde, o los Jóvenes Verdes del cantón de Zug, donde Glencore y muchos otros comerciantes tienen su sede. Una estrategia ha consistido en llamar la atención de la población sobre las malas condiciones de vida y las violaciones de los derechos humanos en los alrededores de las plantas de las empresas suizas, un esfuerzo en el que los medios de comunicación públicos suizos han desempeñado un papel importante.56
En Zambia, la oposición a la industria minera ha estado presente desde que existe la minería comercial, y los sindicatos han criticado duramente la privatización en la década de 1990.57 La influencia tanto de los sindicatos58 como de la sociedad civil se ha visto debilitada por la liberalización y la falta de fondos, así como por la creciente opresión estatal bajo el Gobierno del Frente Patriótico desde 2011. Las ONG, a menudo con financiación extranjera, como Publish What you Pay (PWYP), ActionAid y Cáritas, celebran anualmente indabas nacionales y regionales para debatir el estado del sector minero y, de forma limitada, las alternativas a la minería con representantes de la industria y el Gobierno. Frente a un Estado cada vez más autoritario, solo un pequeño número de ONG está en condiciones de denunciar la explotación de los recursos del país, la mala gestión y la corrupción. Aunque trabajan en condiciones mucho más difíciles que sus homólogos suizos, estas iniciativas han planteado retos muy importantes a las empresas mineras de Zambia.
La más exitosa de estas iniciativas es probablemente la demanda judicial presentada por el viudo de Beatrice Mithi. Mithi, comisaria del distrito de Mufulira, murió tras inhalar dióxido de azufre liberado por Mopani Copper Mines, filial de Glencore, en 2013. El año anterior, la Autoridad de Gestión Medioambiental de Zambia (ZEMA) había encontrado pruebas de que las nieblas ácidas perjudicaban a las personas y al medio ambiente en las comunidades de Mufulira y ordenó el cierre de una de las plantas de Mopani debido a sus niveles de contaminación. En 2016, el Tribunal Superior de Kabwe dictaminó que las emisiones de dióxido de azufre de la planta de cobre causaron la muerte de Mithi, y ordenó a la filial de Glencore que cotiza en Londres pagar 400.000 kwachas zambianos por daños y perjuicios al viudo.59 Glencore había rechazado la demanda alegando un acuerdo de indemnización medioambiental firmado con el gobierno zambiano en 2000. El juez dictaminó que el acuerdo no era aplicable porque las emisiones de dióxido de azufre habían superado los límites legales. Glencore ha recurrido la sentencia ante el más alto tribunal de Zambia.
Otro caso digno de mención no está directamente relacionado con Suiza, pero tanto la sociedad civil como las empresas lo siguen de cerca como posible precedente importante. Lungowe y otros contra Vedanta Resources y Konkola Copper Mines se presentó extraterritorialmente ante un tribunal del Reino Unido en 2015. Con la ayuda del bufete de abogados Leigh Day, 1.826 zambianos alegan que, como consecuencia del vertido de efluentes tóxicos de la mina de Nchanga, en Chingola (Copperbelt), sufrieron pérdidas de ingresos al resultar dañadas las tierras y las vías fluviales de las que dependían sus medios de vida. Alegan además que muchos sufren lesiones personales como consecuencia del uso de agua contaminada. Los demandados, Vedanta y su filial Konkola Copper Mines, impugnaron la competencia de los tribunales ingleses. En 2016, tras una vista de tres días, el juez consideró que un tribunal inglés era el foro más adecuado para la resolución de las demandas y permitió que estas siguieran adelante. El recurso de las empresas fue desestimado por el Tribunal de Apelación el 13 de octubre de 2017.
A pesar de su éxito provisional, ambos casos también demuestran que los largos procesos de apelación juegan a favor de las empresas, ya que pueden agotar fácilmente los recursos y la paciencia de los demandantes.60 Las alianzas con ONG del Norte o con bufetes de abogados que disponen de mejores recursos parecen una forma de abordar este desequilibrio inherente.
No todas las iniciativas de la sociedad civil zambiana son tan destacadas. Muchas OSC trabajan a nivel local y nunca llegan más allá de sus circunscripciones. Un ejemplo reciente es el Foro de ONG de Mufulira, que exige agua potable a Mopani Copper Mines y hace campaña tanto en el municipio como en la mina. Su trabajo está financiado en parte por Solifonds, una ONG suiza fundada por la Federación Suiza de Sindicatos y varias otras instituciones, y muy activa cuando se trata del papel global de las empresas suizas.61
Otros desafíos para las empresas mineras tienen su origen en los gobiernos de los estados exportadores de materias primas. Varios gobiernos africanos introdujeron recientemente nuevos códigos mineros (por ejemplo, RDC) o emitieron grandes facturas a las empresas por impuestos pendientes (por ejemplo, Tanzania y Zambia). A principios de 2018, la Autoridad Tributaria de Zambia (ZRA) facturó a FQM derechos de importación pendientes por valor de 150 millones de dólares e intereses y sanciones asociados por valor de 8.000 millones de dólares. La ZRA alegó que los consumibles para uso en la mina Sentinel (Kalumbila) se clasificaron incorrectamente como maquinaria minera, que no devenga derechos de importación, desde enero de 2013 hasta diciembre de 2017. FQM refuta la acusación y, en el momento de escribir estas líneas, está llevando a cabo su propia auditoría. Aunque algunos sostienen que la factura fiscal es principalmente un esfuerzo del Gobierno de Zambia para posponer su crisis de deuda evitando los reembolsos pendientes del IVA,62 el pago fue noticia internacional y llevó a Moody's a revisar su perspectiva de calificación de FQM de estable a negativa.
Tales esfuerzos estatales para frenar el poder corporativo hoy en día siguen siendo a nivel nacional y a menudo fracasan debido al poder de negociación de las empresas mineras. Aunque el anterior sistema zambiano de minas nacionalizadas y comercialización nacionalizada del cobre tenía muchos problemas, dejaba oportunidades algo mayores para presionar en favor de precios más altos y un entorno de mercado más justo. El Conseil Intergouvernemental des Pays Exportateurs de Cuivre (CIPEC), fundado en Lusaka en 1967 y disuelto finalmente en 1988, fue una iniciativa estatal para aumentar el poder de mercado de los países que dependían de las exportaciones de cobre. Aunque el CIPEC nunca ha tenido éxito,63 incluso el intento de formar un grupo de este tipo se enfrentaría a obstáculos mucho mayores hoy en día. El gobierno de Zambia depende en gran medida de los impuestos de las empresas mineras. En todos los aspectos de la política minera, el gobierno tiene que negociar con empresas multinacionales cuyos directivos están sometidos a presiones para reducir costes y que pueden enfrentar a distintos países entre sí. A pesar de los esfuerzos estatales por aumentar el impacto de la minería en el desarrollo,64 el margen de actuación de los gobiernos es reducido, lo que deja a los actores de la sociedad civil, tanto en los países del Norte como en los del Sur, como los grupos de presión más importantes.
Nuestros ejemplos de desafíos al extractivismo en Zambia y Suiza muestran la importancia, pero también algunos problemas y limitaciones de la acción de la sociedad civil.
En primer lugar, todas las iniciativas existentes se centran en la dimensión minera de las empresas, en las consecuencias directas para las comunidades afectadas y en ejemplos extraordinarios de mala conducta empresarial, cuestiones en torno a las cuales pueden organizarse campañas significativas. Abordar las prácticas empresariales cotidianas y las consecuencias de los aspectos menos visibles de la extracción –por ejemplo, el comercio, la logística y el transporte– es mucho más difícil. El funcionamiento interno de las empresas sigue siendo opaco para las personas ajenas a ellas, y las consecuencias de las fuerzas anónimas del mercado son mucho más difíciles de mostrar que las consecuencias de, por ejemplo, un vertido de ácido.
En segundo lugar, tanto los grupos de la sociedad civil como los estados se enfrentan al carácter transnacional de las empresas y a su distanciamiento de un lugar concreto. Debido a la compleja estructura jurídica de las empresas internacionales, a menudo ninguna jurisdicción nacional específica parece ser el lugar adecuado para exigirles responsabilidades. Ningún órgano judicial transnacional está facultado para investigar las prácticas de las empresas a través de las soberanías estatales65 y, debido a los desequilibrios de poder entre las empresas mineras internacionales y los gobiernos, las posibilidades de una acción supranacional de los países exportadores parecen escasas.
En tercer lugar, a pesar de las críticas públicas, el extractivismo suizo sigue gozando de un considerable apoyo estatal, tanto en Suiza como en Zambia. Se considera que la economía suiza se beneficia enormemente del comercio de tránsito.66 Zambia, por su parte, no tiene más remedio que depender de los inversores internacionales para obtener ingresos fiscales y empleo, lo que deja al gobierno con pocos recursos frente al poder de negociación de las empresas.
Conclusión: la captura de valor en el extractivismo global
Hemos rastreado las diferentes formas en que las empresas suizas participan en las redes mundiales de producción del cobre extraído en Zambia. Nuestro enfoque ha sido muy restringido. Solo hemos analizado el segmento relativamente pequeño entre la minería y los puertos del sur de África. No hemos considerado lo que ocurre aguas arriba de la minería, por ejemplo, en maquinaria minera, suministros, patentes o formación en ingeniería, ni hemos analizado el procesamiento posterior una vez que el cobre sale del continente. Hemos ignorado por completo las finanzas y los seguros, en los que las empresas suizas desempeñan un papel crucial a escala mundial, y hemos dejado de lado el papel del capital suizo invertido en otros lugares.
A pesar de tales limitaciones, ha empezado a surgir una imagen clara. Hemos conocido el papel de Suiza en el sector del cobre de Zambia y podemos aprender de él.
Debido a la compleja estructura jurídica de las empresas internacionales, a menudo ninguna jurisdicción nacional específica parece ser el lugar adecuado para exigirles responsabilidades.
¿Qué hemos aprendido sobre el papel de Suiza? En primer lugar: es más importante de lo que la mayoría de la gente, incluidos nosotros, habríamos supuesto. Aunque solo una de las cinco principales empresas mineras de Zambia tiene su sede en Suiza, una parte sustancial del comercio, la logística, la certificación y, hasta cierto punto, el transporte del cobre corre a cargo de empresas suizas. Es muy difícil cuantificar la participación suiza; las cifras exactas son difíciles de obtener y el nexo suizo de las empresas multinacionales es a menudo imposible de medir. Sin embargo, para un país de poco más de 8 millones de habitantes, Suiza desempeña un papel de primer orden. Mientras que el comercio de tránsito del país ha sido objeto de un mayor escrutinio en los últimos años, otros aspectos de la participación suiza han permanecido en gran medida desapercibidos.
Si nuestros datos pueden generalizarse, las empresas suizas dedicadas a la extracción de materias primas suelen invertir en servicios más que en la extracción propiamente dicha. Los servicios, a diferencia de la extracción, requieren una inversión comparativamente baja o móvil y proporcionan beneficios estables relativamente independientes de los precios. Las técnicas y los conocimientos técnicos, que por supuesto son muy importantes para estos servicios, suelen ser mucho más adaptables a diferentes materias primas que en el caso de la extracción. En resumen, los servicios son más móviles y menos dependientes de un solo país o de un solo mercado de materias primas que la minería.
Esta tendencia a la flexibilidad explica las vías por las que las empresas suizas de servicios suelen expandirse en los mercados en desarrollo. Adquieren empresas locales de éxito y las integran en una marca global. Mediante estas adquisiciones, pueden apropiarse de la experiencia y la credibilidad locales y combinarlas con su propio alcance global y su reputación internacional. Esto, además, permite a las empresas equilibrar diferentes mercados entre sí, manteniendo las pérdidas locales y apropiándose de las ganancias.67
En resumen: la economía de servicios suiza puede beneficiarse de la extracción global en gran medida sin sufrir los inconvenientes de la dinámica extractivista. Las empresas suizas suelen construir y mantener la infraestructura del comercio mundial de materias primas en lugar de comprometerse con la gran inversión localizada necesaria en la minería. Al hacerlo, continúan una larga historia de facilitación suiza del comercio mundial, desde la trata de esclavos hasta el oro del apartheid.
No todas las empresas suizas son iguales. Algunas tienen su origen en Suiza, mientras que otras se han trasladado allí recientemente. Diferentes empresas mundiales se sienten atraídas por distintos aspectos del modelo suizo tal como lo hemos descrito; algunas buscan un régimen fiscal favorable y no necesitan mucho más que un buzón en Zug, mientras que otras buscan el acceso al centro de comercio y finanzas y al personal cualificado que trabaja en él. Algunas empresas suizas –Glencore o Trafigura– están integradas verticalmente y extienden sus actividades a muchos países, mientras que otras –Metal Corp– son simplemente una parte local de una empresa mundial.
Sea cual sea su papel y su alcance, ya no pueden confiar en permanecer sin cuestionamiento. La marcada diferencia en las condiciones de vida entre Suiza y muchos países en los que operan empresas suizas suscita críticas y, cada vez más, peticiones de regulación y control. El mayor activo de las empresas con sede en Suiza, su capacidad para tender puentes entre los mercados y extraer valor de todos ellos, puede convertirse entonces en un pasivo. La interconexión mundial de las empresas suizas también puede crear las condiciones para que la presión de la sociedad civil en Suiza genere cambios materiales para las personas que viven en otros países.
¿Qué nos enseñan estas percepciones de las relaciones económicas entre Suiza y Zambia sobre las estructuras económicas del extractivismo?
En primer lugar, sería un error que todas las personas implicadas –estudiosos, activistas, reguladores – se centraran únicamente en las minas y los pozos cuando intentan comprender el extractivismo. Los lugares de extracción son masivos, prominentes y visibles. Tienen un enorme impacto ecológico, económico y social. Esta prominencia tiende a ocultar la infraestructura que les permite funcionar. El sector servicios es una parte importante de esta infraestructura, y uno en el que se puede obtener una parte considerable de los beneficios de la extracción.
La servicificación afecta a la distribución de los beneficios tanto como la globalización de la minería. Los economistas han argumentado que las estructuras de poder asimétricas en las cadenas de valor mundiales conducen a una distribución desigual de los beneficios,68 y que el valor añadido nacional puede disminuir con la integración en las cadenas de valor mundiales «debido a una inyección de contenido de mano de obra extranjera altamente cualificada en sus exportaciones»,69 un proceso tan claramente visible en la proporción de trabajadores expatriados en las categorías salariales más altas de las minas de Zambia como en la dependencia de las empresas de logística de los conocimientos técnicos producidos en países mejor pagados. Cuando se trata de la extracción de minerales en África, los análisis de estas tendencias rara vez han tenido en cuenta el sector servicios. No disponemos de datos cuantitativos suficientes para corroborarlo claramente, pero nuestro análisis cualitativo muestra que las tareas de servicios de mayor cualificación que crean un valor añadido estable son asumidas cada vez más por empresas internacionales.
Estas tendencias modifican la distribución de los beneficios en las redes mundiales de producción. En dichas redes, un gran número de actores de diferentes países crean conjuntamente valor que, cuando satisface la demanda del mercado, puede traducirse en beneficios. La red de producción no solo organiza la cooperación entre los actores, sino que también es un mecanismo para asignar un valor relativo a cada una de las contribuciones de los actores y remunerarlas en consecuencia. Los distintos agentes tienen distintas capacidades para convencer a los demás del valor de sus actividades y, por consiguiente, para captar valor dentro de la red.
La dependencia de la extracción de materias primas es problemática para los países más pobres por dos razones principales. En primer lugar, les deja en la red de producción solo con los segmentos de relativamente poco valor de lo que se produce (definido como “producción”). En segundo lugar, un porcentaje comparativamente elevado de los beneficios generados incluso en estos sectores se exporta a otras economías nacionales como dividendo sobre la inversión de capital, de modo que no puede invertirse para desarrollar alternativas económicas a la extracción en los países mineros.
Como muestra nuestro análisis del papel de Suiza en Zambia, ambos argumentos son válidos para la infraestructura de extracción. Entre las minas y los puertos, un gran número de actores añaden valor al cobre: desde los estados que construyen carreteras y ferrocarriles hasta las empresas de logística, pasando por los camioneros, los encargados de las gasolineras, los guardias de seguridad o los vendedores de comida al borde de la carretera. Cada uno de ellos crea valor, pero su capacidad para captar partes de la creación de valor global difiere enormemente. Las empresas suizas se encuentran entre las que más éxito han tenido a la hora de hacerse con una parte del valor añadido del cobre entre su extracción y su uso en la producción industrial. Sus ventajas competitivas les permiten invertir con flexibilidad en los segmentos más lucrativos de las redes de producción del cobre. Como consecuencia, pueden generar y apropiarse de una parte cada vez mayor de los beneficios generados en los segmentos sudafricanos de la cadena de valor del cobre, beneficios que luego mejoran la vida a orillas del lago Zug, no en Zambia.
Las condiciones previas para que Suiza ocupe un lugar favorable en las cadenas mundiales de materias primas son los conocimientos técnicos, el acceso a la financiación, la reputación mundial y, no menos importante, la estabilidad política. Estas condiciones también han convertido al país en un centro de organizaciones internacionales y de regulación mundial, una proximidad que, de nuevo, crea una ventaja para las empresas establecidas allí. Todas estas ventajas permiten a las empresas suizas controlar partes esenciales de la red mundial de producción de cobre, y generar una gran cantidad de beneficios en el camino.
La desigual distribución de los beneficios también debería hacer que los gobiernos se pensaran dos veces la utilidad de los proyectos de infraestructuras que conectan los lugares de extracción con los mercados mundiales.70 Puede que aumenten la actividad económica, pero sin cambios adicionales, lo más probable es que las empresas mundiales se lleven las ganancias inesperadas mientras que los contribuyentes nacionales tendrán que hacer frente a las deudas.71
La minería se ha presentado a menudo como un negocio sucio vinculado a la degradación medioambiental, las violaciones de los derechos humanos, la corrupción y la evasión fiscal. La sociedad civil y, al menos en parte, los actores gubernamentales se han centrado en estos problemas. El estudio de caso que comentamos muestra que, si bien es importante centrarse en las prácticas corruptas, la sociedad civil también debería debatir la asignación desigual normalizada de beneficios, salarios, impuestos y prestaciones. En la economía mundial financiarizada, la participación de los propietarios del capital en los beneficios lleva décadas aumentando. Dado que el capital invertido en las industrias extractivas y los servicios relacionados suele proceder de los países ricos del Norte, esto también ha desplazado el equilibrio de los beneficios entre el Norte y el Sur globales. Los intentos de corregir este cambio y aumentar la parte de los beneficios que se queda en un país exportador de materias primas pueden utilizar cada uno de los factores de producción clásicos como palanca: la tierra aumentando los cánones mineros, la mano de obra negociando mejores salarios, puestos de trabajo mejor pagados o tasas de empleo más altas, y el capital aumentando los impuestos o la propiedad. Zambia lo ha intentado y ha fracasado en todos estos frentes, y a pesar del éxito comercial de su sector minero, el país se enfrenta a una creciente inseguridad económica.
Para Suiza, la industria minera de Zambia ha tenido el efecto contrario. Las empresas suizas han encontrado en Zambia oportunidades de inversión lucrativas y de bajo riesgo, centrándose en la logística y el comercio de minerales. La minería en Zambia crea así un flujo constante de ingresos para las empresas registradas en Suiza, mientras que gran parte de los costes económicos, políticos y medioambientales de la minería recaen sobre los zambianos.
Gregor Dobler es profesor en el Instituto de Etnología, Departamento de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Friburgo (Alemania).
Rita Kesselring forma parte de la sección de Etnología en el Departamento de Ciecias Sociales de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de Basilea (Suiza).
NOTAS:
1 Este artículo es una traducción del texto publicado por los mismos autores en The Journal of Modern African Studies, vol. 57, núm. 2, pp. 223-245, con licencia libre, y disponible en su versión original. La investigación para este artículo ha sido financiada por SNIS, la Red Suiza de Estudios Internacionales. Damos las gracias a todos los socios del proyecto Valueworks. Terminamos el artículo como Fung Global Fellow en el Institute for International and Regional Studies (PIIRS), Universidad de Princeton (Rita Kesselring), y como Visitor en el Institute for Advanced Study, Princeton (Gregor Dobler); estamos muy agradecidos a ambas instituciones por el inspirador entorno de escritura que nos ofrecieron. Dos revisores anónimos han aportado críticas muy valiosas. Sobre todo, queremos agradecer a nuestros compañeros de investigación zambianos su hospitalidad, su interés por nuestra investigación y su paciencia ante nuestra curiosidad.
2 Alberto Acosta, «Extractivism and neoextractivism: two sides of the same curse», en Miriam Lang y Dunia Mokrani, eds. Beyond Development: alternative visions from Latin America, Fundación Rosa Luxemburgo, Quito, 2013, pp. 61–86; Eduardo Gudynas, «Extractivism», en Ronaldo Munck y Raúl Delgado Wise (eds.), Reframing Latin American Development, Routledge, Nueva York, 2018, pp. 61–77.
3 Womin, African Women Unite Against Destructive Resource Extraction, Women, Gender and Extractivism: a collection of papers, Johannesburgo, 2013; Jasper Abembia Ayelazuno, «The “new extractivism” in Ghana: a critical review of its development prospects», The Extractive Industries and Society, vol. 1, núm. 2, 2014, pp. 292–302; Gregor Dobler, «China and Namibia, 1990 to 2015: how a new actor changes the dynamics of political economy», Review of African Political Economy 44, 153, 2017, pp. 449–65; Bettina Engels y Kristina Dietz (eds.), Contested Extractivism, Society and the State – Struggles over Mining and Land, Palgrave Macmillan, Londres, 2017; Jon Schubert, Ulf Engel, U. y Elísio Macamo (eds.), Extractive Industries and Changing State Dynamics in Africa: beyond the resource curse, Routledge, Nueva York, 2018.
4 Ching Kwan Lee, The Spectre of Global China: politics, labor, and foreign investment in Africa, University of Chicago Press, Chicago, 2017.
5 Rita Kesselring, «The local state in a new mining area in Zambia's Northwestern Province», en Jon Schubert, Ulf Engel Elísio Macamo, (eds), Extractive Industries and Changing State Dynamics in Africa: beyond the resource curse, Routledge, Nueva York, 2018, pp. 129–147.
6 Stuart Kirsch, Mining Capitalism: the relationship between corporations and their critics. University of California Press, Berkeley, 2014; Marina Welker, Enacting the Corporation: an American mining firm in post-authoritarian Indonesia, University of California Press, Berkeley, 2014; Asanda Benya, «The invisible hands: women in Marikana», Review of African Political Economy 42, 146, 2015, pp. 545–60¸ Catherine Dolan Dinah Rajak (eds.), The Anthropology of Corporate Social Responsibility, Berghahn Books, Nueva York, 2016.
7 Gary Gereffi, «Global value chains in a post-Washington consensus world», Review of International Political Economy vol. 21, núm. 1, 2014, pp. 9–37.
8 Henry Wai-chung Yeung, y Neil Martin Coe, «Toward a dynamic theory of global production networks», Economic Geography vol. 91, núm.1, 2015, pp. 29–58.
9 Sébastien Miroudot, The Servicification of Global Value Chains: evidence and policy implications, UNCTAD, Ginebra, 2017.
10 Zambia EITI, Extractive Industries Transparency Initiative (EITI), 8º Informe para el Año Fiscal que finaliza el 31 de diciembre de 2015, EITI, Lusaka, 2017.
11 Anu Lannen, Elisabeth Bürgi Bonanomi, Stephan Rist, y Judith Wehrli, Switzerland and the Commodities Trade: taking stock and looking ahead, Swiss Academies Factsheets 11 (1), Swiss Academies of Arts and Sciences, Ginebra, 2016.
12 Parte de la información contenida en este artículo procede de, o fue corroborada por, entrevistas con altos directivos de la mina de Kansanshi, propiedad de First Quantum Minerals (FQM). Durante un periodo de 2016, tuvimos acceso a varios altos empleados y directivos. Las entrevistas se grabaron con el consentimiento de los entrevistados. Sin embargo, cuando nos dirigimos al director general de la mina para solicitar una entrevista, denegó la petición. Dejó claro que, en su opinión, los entrevistados habían violado los procedimientos internos al hablar con nosotros sin autorización del consejo de administración de FQM. En consecuencia, hemos decidido utilizar el material obtenido a través de entrevistas concedidas libremente, aunque sin dar los nombres de los entrevistados ni asignarles citas. Gran parte de la información facilitada en las entrevistas fue corroborada por otras fuentes.
13 Neo Simutanyi, «The politics of structural adjustment in Zambia», Third World Quarterly vol. 17, núm. 4, 1996, pp. 825–39; John Craig, «Putting privatisation into practice: the case of Zambia Consolidated Copper Mines Limited», Journal of Modern African Studies 39, 3, 2001, pp. 389–410.
14 Alastair Fraser y Miles Larmer, «Introduction: boom and bust on the Zambian Copperbelt», en Alastair Fraser y Miles Larmer, (eds.), Zambia, Mining, and Neoliberalism: boom and bust on the globalized Copperbelt, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2010, pp. 1–30.
15 First Quantum Minerals Ltd., First Quantum to Reduce Its Interest in Mopani Copper Mines Plc, FQM 2002, acceso: 7/2/2019.
16 Christopher S. Adam y Anthony M. Simpasa, «The economics of the copper price boom in Zambia», en Alastair Fraser y Miles Larmer, (eds.), Zambia, Mining, and Neoliberalism: boom and bust on the globalized Copperbelt, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2010, pp. 59–90, pp. 67-68.
17 Glencore, Informe Anual 2017, Glencore plc, Baar, 2018, p. 192.
18 Ibid., pp. 106-107.
19 Mistakidis dimitió como jefe de comercio mundial de cobre de Glencore a finales de 2018 en medio de las investigaciones de la Comisión de Seguridad de Ontario y del Departamento de Justicia de Estados Unidos sobre las minas de Katanga de Glencore. Véanse, por ejemplo, Bloomberg, 2018. y Canadian Lawyer, 2019.
20 Bloomberg, Commodity Traders Have a Really Big Problem, 2017, acceso: 7/2/2019.
21 Véase también Lee, 2017, op. cit., p. 65.
22 David Manley, Ninth Time Lucky: is Zambia's mining tax the best approach to an uncertain future?, Natural Resource Governance Institute, Nueva York, 2017; Richard Saunders y Alexander Caramento, «An extractive developmental state in Southern Africa? The cases of Zambia and Zimbabwe», Third World Quarterly 39, 6, 2018, pp. 1166–90, pp. 5-9.
23 Lea Haller, Transithandel: Geld- und Warenströme im globalen Kapitalismus, Suhrkamp, Frankfurt, 2019.
24 Hans Fässler, Reise in Schwarz-Weiss. Schweizer Ortstermine zur Sklaverei, Rotpunktverlag, Zürich, 2005.
25 Elisabeth Beusch, Barbara Döbeli, Andreas M. Fischer y Pinar Yesin, Merchanting and Current Account Balances, Swiss National Bank, Basilea, 2013.
26 Anu Lannen, Elisabeth Bürgi Bonanomi, Stephan Rist, y Judith Schäli, Switzerland and the Commodities Trade: taking stock and looking ahead, Swiss Academies Factsheets 11 (1), Swiss Academies of Arts and Sciences, Ginebra, 2016.
27 Ralph Pöhner, Glencore ist das grösste Unternehmen der Schweiz, Handelszeitung, 2018. La mayoría de estas empresas tienen diferentes sedes; Cargill opera principalmente desde Minnesota, Estados Unidos, mientras que Trafigura tiene su sede en Singapur. Las cifras reflejan las estadísticas económicas oficiales suizas sobre las empresas con sede en el país.
28] Erklärung von Bern (ed.), Rohstoff: Das gefährliche Geschäft der Schweiz, Salis Verlag, Zürich, 2011; Interdepartmental Platform on Commodities, Report of the Interdepartmental Platform on Commodities to the Federal Council – Background Report: Commodities, EDA, Berna, 2013; Public Eye, «The ‘Paradise Papers’, Switzerland and Commodities», Berna, 2017.
29 Nina Eggert, Giovanni Ferro-Luzzi y Difei Ouyang, Commodity trading monitoring report. SRIC e IREG, Ginebra, 2017; Andreas Missbach, Alternative Facts from the Swiss Commodity Trading Lobby, Public Eye, Berna, 2017.
30 "Glencore tiene un acuerdo de compra del 100% con Mopani para toda la vida de las minas, con la propiedad transferida a Glencore a la puerta de la mina y la fijación de precios basada en los precios de la LME", según el folleto de la OPI de Glencore de 2011 (Véase Glencore, 2011, p.85. Véase también la nota a pie de página 23 de la denuncia de la OCDE Sherpa et al contra Glencore International AG, OECD Watch, 2011.
31 Por ejemplo, FQM, First Quantum Minerals Ltd. Annual Information Form. As at December 31, 2016, 2017, p. 116, acceso: 7/2/2019.
32] Wikileaks, 2005, acceso: 7/2/2019; Metal Bulletin, 2010a, <https://www.metalbulletin.com/Article/2397816/Republic-House-sets-up-Metal-Corp-Trading-ahead-of-First-Quantum-takeover.html>, acceso: 7/2/2019; Metal Bulletin, 2010b, acceso: 7/2/2019.
33 Mineman, 2015, acceso: 7/2/2019.
34 Alexander Franke, Roland Rechsteiner y Graham Sharp, The Endgame for Commodity Traders, Oliver Wyman, Zürich, 2017, p. 5.
35 Gregor Dobler, «The green, the grey and the blue: a typology of cross-border trade in Africa», Journal of Modern African Studies 54, 1, 2016, pp. 145–69.
36 Craig Pirrong, The Economics of Commodity Trading Firms, Trafigura, Ginebra, 2014, p. 40.
37 Según el perfil de LinkedIn de su director de tráfico. No hemos podido verificar de forma independiente la titularidad de la empresa.
38 El servicio de conocimiento de embarque directo tiene dos ventajas principales para los clientes de Zambia: Garantiza el acceso a contenedores vacíos para la carga (dado que Zambia no dispone de un depósito de contenedores vacíos, los contenedores utilizados por cargadores independientes tienen que encargarse previamente a Sudáfrica, a menudo con varias semanas de antelación); y traslada el riesgo de sobreestadía (multas que se pagan por la llegada tardía de las mercancías cargadas en los buques) a los transportistas contratados por el transportista. Ninguna de estas ventajas suele compensar su coste para el transporte de grandes volúmenes de cobre a través de almacenes. Sobre el papel de MSC en el desguace de buques, uno de los puntos finales de la cadena de valor del cobre, véase Ebe Daems y Gie Goris, Behind the Hypocrisy of Better Beaches: shipbreaking in India, ship owners in Switzerland, lobbying in Belgium, Shipbreaking Platform, Bruselas, 2019.
39 Impala Terminals, Folleto de Impala Terminals Corporate, Impala Terminals, Ginebra, 2016, p. 35.
40 Bolloré, 2018, acceso: 7/2/2019.
41 Daniela Smal, Zambia's Dependability: imports and exports, (Premio a la empresa novel de transporte internacional del año), Publicación privada, Lusaka, 2015.
42 Sonangol y el entorno de José Eduardo dos Santos están vinculados a Suiza de diferentes maneras, supuestamente utilizando sus bancos como conductos para el dinero obtenido en tratos corruptos. A pesar de varias acusaciones, hasta ahora ningún tribunal suizo ha declarado a nadie culpable en este sentido; por ejemplo, OSISA, 2014.
43 Africa Confidential, «Trafigura in a tug-of-war», 59, 22, 9 de noviembre de 2018, pp. 1–3.
44 Zambia Chamber of Mines, Trafigura Group helps re-establish historic African trade route, 2018, acceso: 7/2/2019.
45 Anne Peters, Lucy Koechlin, Till Förster y GrettaFenner Zinkernagel (eds.), Non-State Actors as Standard Setters, Cambridge University Press, Cambridge, 2009; Tim Bartley, Rules Without Rights: land, labor, and private authority in the global economy, Oxford University Press, Oxford, 2018.
46 Katanga Mining Ltd., NI43-101 Technical Report on the Material Assets of Katanga Mining Limited, 2018, p. 74 y 127, acceso: 7/2/2019.
47 BAK Economics, 2018, acceso: 7/2/2019.
48 Alex Cobham, Petr Janský y Alex Prats, Estimating Illicit Flows of Capital via Trade Mispricing: a forensic analysis of data on Switzerland, Center for Global Development, Washington, DC, 2014; Public Eye, 2017, op. cit.
49 Mick Moore, Wilson Prichard y Odd-Helge Fjeldstad, Taxing Africa: coercion, reform and development, Zed Books, Londres, 2018.
50 Trafigura Group Pte., 2017 Annual Report: advancing trade, Trafigura, Singapur, 2018.
51 OECD Watch 2011, acceso: 7/2/2019.
52 GrantThornto, Pilot Audit Report: Mopani Copper Mines Plc., 2010, acceso: 7/2/2019.
53 Henry Wai-chung Yeung y Neil Martin Coe, N. 2015. «Toward a dynamic theory of global production networks», Economic Geography 91, 1, 2015, pp. 29–58; Chris F. Wright, «Leveraging reputational risk. Sustainable sourcing campaigns for improving labour standards in production networks», Journal of Business Ethics 137, 1, 2016, pp. 195–210.
54 Humanrights.ch., 2017, acceso: 7/2/2019.
55 N. de la E. La Iniciativa Empresarial Responsable fue rechazada en referendum el 29 de noviembre de 2020 a pesar de haber obtenido el 50,7% del voto popular debido a que solo obtuvo el 8,5% de las 12 mayorías regionales necesarias en los cantones suizos.
56 Un ejemplo importante son las contribuciones televisivas de Res Gehriger, que ayudaron a sacar a la luz la contaminación excesiva de la fundición de Glencore en Mufulira; véase SRF, Glencore-Xstrata und die Asthma-Toten von Mufulira, 2014 y SRF, Gericht in Sambia verurteilt Glencore-Kupferwerk, 2016.
57 Miles Larmer, «Reaction and resistance to neo-liberalism in Zambia», Review of African Political Economy 32, 103, 2005, pp. 29–45; Miles Larmer, Mineworkers in Zambia: labour and political change in post-colonial Africa, Tauris Academic Studies, Londres, 2007.
58 Esther Uzar, «Contested labour and political leadership: three mineworkers’ Unions after the opposition victory in Zambia», Review of African Political Economy 44, 152, 2017, pp. 292–311.
59 Tribunal Superior de Kabwe, Juicio Mithi vs Mopani, 2016.
60 Rita Kesselring, Bodies of Truth: law, memory and emancipation in South Africa, Stanford University Press, Stanford, 2016.
61 Solifonds, «AnwohnerInnen in Mufulira fordern sauberes Wasser jetzt!», Solifonds Informationsbulletin 106, 2018, pp. 1–3.
62 Africa Confidential, «As the debts balloon, Lungu avoids the spotlight», 59, 8, 20 de abril de 2018, pp. 1–3.
63 Mikdashi Zuhayr, «Collusion could work», Foreign Policy 14, 1974, pp. 57–68; Wolfgang Kohler, Multinationale Konzerne und die Chance von Entwicklungsländern auf eine eigenständige Rohstoffpolitik: das Beispiel der CIPEC, Universität Konstanz, Constanza, 1979.
64 Véase Kesselring 2018a, op.cit.; Saunders y Caramento 2018, op.cit..
65 Lucas Bastin, «Transfer pricing and the WTO», Journal of World Trade 48, 1, 2014, pp. 59–80.
66 Beuch et al. 2013, op. cit.
67 Véase también Rachel Parker, Stephen Cox, y Paul Thompson, «Financialization and value-based control: lessons from the Australian mining supply chain», Economic Geography 94, 1, 2018, pp. 49–67, p. 56.
68 William Milberg, The Changing Structure of International Trade Linked to Global Production Systems: what are the policy implications?, International Labour Organization Policy Integration Department, Ginebra, 2004; Jamez Heintz, «Low-wage manufacturing and global commodity chains: a model in the unequal exchange tradition», Cambridge Journal of Economics 30, 2006, pp. 507–20.
69 José Caraballo y Xiao Jiang, «Value-added erosion in global value chains: an empirical assessment», Journal of Economic 50, 1, 2016, pp. 288–96.
70 Paul Nugent, «Africa’s re-enchantment with big infrastructure: white elephants dancing in virtuous circles?», en Jon Schubert, Ulf Engel y Elísio Macamo (eds.), Extractive Industries and Changing State Dynamics in Africa: beyond the resource curse, Routledge, Nueva York, 2018, pp. 22–40.
71 Rita Kesselring, «The electricity crisis in Zambia: blackouts and social stratification in new mining towns», Energy Research & Social Science 30, 2017, pp. 94–102; Rita Kesselring, «At an extractive pace: conflicting temporalities in a resettlement process in Solwezi, Zambia», The Extractive Industries and Society 5, 2, 2018b, pp. 237–44.
Acceso al artículo completo en formato pdf:
El papel del Estado en la Economía
La búsqueda de un enfoque económico que reuniera aproximaciones potencialmente convergentes, pero, a veces, de facto, con cierta distancia entre ellas, llevó a la creación de la colección Economía Inclusiva de FUHEM Ecosocial dentro de la que este libro se ubica.
En el proyecto, tal como lo presentaron Santiago Álvarez Cantalapiedra y Ángel Martínez González-Tablas (2020), se anunciaba la publicación de materiales que sirvieran para construir una perspectiva integradora de diferentes enfoques procedentes de la económica heterodoxa y, en ese sentido, facilitaran un entendimiento de una realidad que es necesariamente compleja.
Como señalan ambos autores, son cuatro las fuentes tradicionales de provisión de recursos en una economía: la familia, el mercado, la comunidad y el Estado. En este sentido, con este libro pretendemos contribuir, desde nuestras posibilidades, a esos objetivos generales que hemos enunciado en el párrafo anterior, centrándonos en el estudio de esa cuarta fuente: el Estado.
El contexto en el que nos encontramos resulta proclive para materializar esta propuesta. En efecto, desde la crisis económica de los años setenta, se impuso en la teoría y en las políticas económicas un paradigma que cuestiona el modelo intervencionista anterior, y sin embargo, por razones que trataremos de explicar, salvo algunas excepciones, las siguiente décadas no vieron una caída notable ni del gasto ni de los ingresos públicos, sino más bien una transformación en el cometido que se reservaba al Estado.
La crisis de 2008 dio argumentos a los (numerosos) autores y autoras que situaron precisamente en los rasgos distintivos del capitalismo de las últimas décadas la causa de los problemas que derivaron en ella. No obstante, los primeros programas de estímulo y de rescate bancario enseguida dieron paso a nuevas políticas de recorte que situaban la responsabilidad de la crisis en esos mismos Estados.
Desde entonces, y cuando parecía que el retorno al cuestionamiento del papel económico del Estado era inevitable, una pandemia mundial y el subsiguiente parón de la economía capitalista global han vuelto a poner de manifiesto la importancia de ese intervencionismo para reactivar la economía, más aún teniendo en cuenta que esas crisis, incluso las debidas a shocks externos, dejaban entrever problemas estructurales, como los derivados del impacto de la acción humana en la biosfera y la consiguiente degradación medioambiental o la vieja tendencia del sistema económico a crecer engendrando los mismos desequilibrios que culminan en dañinas crisis.
Estos problemas, enraizados en el propio sistema económico, han llevado a muchos autores y autoras, para quienes la actuación pública puede ser una solución, a pensar en el Estado como mecanismo para su resolución o, al menos, para la atenuación de sus consecuencias más perniciosas.
La cuestión es si estas mayores demandas de intervención pública van a consolidarse como ya hicieran tras la Segunda Guerra Mundial, dando lugar por lo menos a una interrelación entre Estado y mercado ahora diferente, o si, por el contrario, en realidad volveremos a asistir a una nueva vuelta a la primacía del mercado. Parecen, pues, regresar debates de hace varias décadas acerca del papel que el Estado puede y debe desempeñar en un sistema económico mundial que, a decir de Milanovic (2019), es ya exclusivamente capitalista.
¿Tiene capacidad el Estado para atemperar las crisis del sistema económico?
¿Serviría tal acción para algo más que para hacer al sistema, con todas sus contradicciones y problemas, más fuerte?
¿Hay resquicios para una acción colectiva que utilice al Estado para construir una sociedad mejor?
Este libro no pretende responder a estas preguntas, sobre todo, por razones de espacio, pero sí contribuir a los debates que suscitarían sus respuestas. Queremos por ello aportar un conjunto de reflexiones acerca del papel que está desempeñando en la actualidad el Estado, incluyendo su caracterización, y de lo que asoma como porvenir con el fin de enriquecer los debates ligados a esas preguntas.
Iremos para ello más allá de la cuestión estrictamente cuantitativa (que, eso sí, en un libro de estas características estará de todos modos presente) para desentrañar, más bien, el aspecto cualitativo de las funciones de ese Estado, que en todo caso es un Estado, como hemos dicho, dentro de un sistema económico capitalista, no una institución flotante en un vacío histórico. Se trataría, por tanto, de funciones que irían desde la legitimación del propio sistema económico a la protección social y la redistribución, pero también la producción y la regulación, para lo cual será necesario también observar el modo en que se articulan los movimientos sociales (realmente existentes) con esa intervención pública, es decir, los mecanismos en que la sociedad organizada trata de traducir sus demandas en acciones efectivas por parte del Estado (entendido en sentido amplio, por lo que incluimos cualquiera de los niveles de las Administraciones públicas). Y sin olvidarnos de la función que se le achaca en la necesaria transición energética que habrá que recorrer en los próximos años.
Así pues, con el fin de facilitar la comprensión del papel actual del Estado, hemos dividido el libro en nueve capítulos, más esta introducción y unas reflexiones finales.
En los dos primeros, se realiza un recorrido sintético por diferentes posiciones que, desde la teoría económica han convivido con respecto al papel que el Estado debe desempeñar en la economía. Así, en el capítulo 1, de la mano de Luis Buendía García y Alberto Ruiz Villaverde, se repasan diferentes corrientes utilizando como hilo conductor los cambios de paradigma dominante entre el liberal y el intervencionista desde el siglo XIX al XXI, terminando con una revisión de los elementos que apuntan (quizá) a un nuevo paradigma en estos últimos años.
Por su parte, June Sekera en el capítulo 2 recoge el testigo del capítulo anterior para, a través del contraste de ideas, en particular entre la escuela alemana de economía pública y la public choice, contribuir a esta obra con un examen de los rasgos que adopta la intervención pública en el ámbito de la producción, en el sentido, sobre todo, de los servicios y actuaciones de no mercado que proporciona hoy en día, y reivindicar en última instancia una propuesta analítica para su estudio que, por su propia naturaleza, debe alejarse de los manuales y libros que predominan en el pensamiento económico dominante.
En el capítulo 3, Rafael Muñoz de Bustillo, tras explicar los cambios que se han producido en el seno de los Estados de bienestar de los países industrializados en las últimas décadas, se ocupa de los principales retos que afrontan, incluyendo los problemas demográficos, los de la digitalización y el dilema existente entre el crecimiento económico (muy ligado al desarrollo de esos Estados de bienestar) y la crisis medioambiental, terminando con una recopilación de las posibles respuestas que se pueden dar a cada uno de ellos.
A continuación, en el capítulo 4, Pablo García García desarrolla uno de los dilemas planteados en el capítulo previo, a saber, la cuestión de las transiciones energéticas justas (es decir, transiciones energéticas que atenúen las consecuencias negativas de los cambios que es necesario acometer) y el papel que el Estado puede ejercer en su promoción. Tras explicar la genealogía del propio concepto de transiciones energéticas justas con el fin de comprender toda su naturaleza, muestra los desafíos a los que se enfrenta, incluyendo en particular la necesidad de compensar a los colectivos más perjudicados por el proceso, y repasa los argumentos que la literatura académica ha incorporado sobre el papel que los Estados de bienestar pue[1]den desempeñar en este proceso, incorporándose a ese debate con un análisis propio que le sirve de base para vincular esas transiciones a herramientas como la renta básica universal o los servicios básicos universales, como propuestas que se están planteando dentro del sistema económico vigente para resolver o, al menos, atenuar esos efectos perniciosos.
En el capítulo 5, Miguel Artola Blanco aborda un enfoque que ha ido ganando peso en los últimos años cuando se estudia el papel de la intervención pública, a saber, su impacto en la desigualdad, y lo hace por medio de una aproximación metodológica, la de las cuentas nacionales distributivas, que se ha desarrollado de manera muy reciente y, a pesar de lo cual, cuenta con un importante apoyo académico. Para ello, y con el fin precisamente de resultar clarificador, se explican las fuentes y las metodologías que requieren este abordaje para pasar a continuación a exponer los resultados de la desigualdad antes y después de la intervención pública, poniendo de manifiesto su efecto final.
Nuria Alonso y David Trillo revisan en el capítulo 6 los cambios en las políticas fiscales que se han puesto en marcha, en particular, desde la crisis de 2008, prestando atención a sus cambios y, dentro de Europa, el efecto que han tenido las directrices que manan de los órganos de poder de la Unión Europea. Se incide asimismo en cuestiones particulares del caso español, como las vinculadas al sistema impositivo, tema sobre el que se adopta igualmente una perspectiva más amplia y nos sitúa en el debate sobre el margen de maniobra existente que tienen los países a este respecto.
El capítulo 7 lo dedica Julián Sánchez a exponer las políticas monetarias que se han aplicado en la realidad, centrándose en el papel que el Banco Central Europeo ha desempeñado desde sus orígenes hasta la actualidad. Tras explicar pormenorizadamente su funcionamiento tradicional, se ocupa del programa de expansión cuantitativa puesto en marcha en los últimos años, incluyendo sus orígenes teóricos, así como los efectos que las tesis monetaristas han tenido en el diseño de las políticas monetarias que se han venido aplicando. El capítulo termina reivindicando la alternativa analítica contenida en la perspectiva del dinero endógeno y, por último, la Teoría Monetaria Moderna.
En el capítulo 8, Ángel Martínez González-Tablas se adentra en la cuestión de otra de las tareas asumidas desde la intervención pública: la regulación. Tras diseccionar los elementos que compondrían el análisis de la realidad que nos rodea, se ocupa de estudiar el efecto de la regulación pública en la economía actual y su contraste con la regulación privada de mercado, terminando con unas reflexiones acerca de cómo sería necesario abordar esa regulación pública con el fin de optimizarla.
Por último, el capítulo 9, escrito por María A. Ribón, se ocupa del gran elemento ausente en los análisis que le preceden: la articulación entre los movimientos sociales y el sector público, centrándose en el caso español. En efecto, si hasta el momento se han ido examinando diferentes aristas de la intervención del Estado en la economía, en este capítulo se trata la cuestión de la influencia que la sociedad organizada tiene en la forma que adopta dicha intervención, con el fin de terminar de dotar de mayor complejidad al objeto de estudio al que hemos dedicado el libro. En este sentido, se plantea un diálogo entre esos movimientos sociales y la economía heterodoxa para reclamar una economía inclusiva como mecanismo de transformación social en el perímetro del actual sistema económico.
El libro se cierra con unas breves reflexiones en las que trataremos, por un lado, de sintetizar las ideas expuestas en cada uno de los capítulos previos y, por otro, apuntar algunas otras que han quedado fuera del libro y que nos llevarían a un programa de investigación sobre el Estado y la economía también más allá del capitalismo. Con él terminamos un recorrido que, confiamos, sirva para entender mejor el tipo de intervención que el Estado está poniendo en marcha en las economías del siglo XXI, tanto desde una perspectiva cuantitativa como, sobre todo cualitativa, aunque también desde el enfoque de la evolución de las ideas, y permita asimismo vislumbrar las líneas por las que puede discurrir su evolución en los próximos años.
No queremos concluir esta Introducción sin explicitar nuestros agradecimientos a quienes han hecho posible este libro. En primer lugar, a Santiago Álvarez Cantalapiedra y a FUHEM, en cuyo seno tuvieron lugar los debates del Grupo de Economía Inclusiva que supusieron el punto de partida y la idea inicial del libro, y dieron pie a un encargo que nos ha dado la oportunidad de juntar una serie de ideas (y de diferentes autores y autoras) que nos llevaban años rondando la cabeza.
En segundo lugar, el esfuerzo y la paciencia con mis requerimientos que han desplegado esos autores y autoras de los diferentes capítulos no ha sido pequeño, lo que ha facilitado mucho nuestra labor de coordinación. Y por último, de suma importancia ha sido también la labor de Monica Di Donato, también de FUHEM Ecosocial, y de Carmen Pérez, de La Catarata, quienes han contribuido de manera decisiva en la forma final del libro, pero además, a pesar del caótico ritmo de trabajo que otras obligaciones nos han impuesto en los últimos tiempos, se han mostrado siempre comprensivas aportando además grandes dosis de optimismo.
Geopolítica de los recursos: extractivismos, conflictos y resistencia
Geopolítica de los recursos: extractivismos, conflictos y resistencia
Nueva sesión del ciclo Debates para un pensamiento inclusivo, un espacio de encuentros para reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles, y que esta ocasión, abordará la Geopolítica de los recursos: extractivismos, conflictos y resistencia.
Organizado por la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial con la Casa Encendida de Fundación Montemadrid, bajo el título Geopolítica de los recursos: extractivismos, conflictos y resistencia, el evento tendrá lugar el próximo 16 de noviembre de 2023 a las 18 h.
Los conflictos ecosociales y la nueva geopolítica de recursos perfilan escenarios que replantean luchas y extienden espacios de resistencia.
La creciente pugna por unos recursos estratégicos escasos y las exigencias derivadas de la progresiva digitalización o la transición energética de los países del centro capitalista, aventuran un recrudecimiento de los conflictos (en todos los planos: el comercial, el tecnológico o el militar) y un incremento de la importancia de la geopolítica para preservar esferas de influencia y garantizar el acceso y la seguridad en el abastecimiento de los recursos (colonialismo verde).
Ejemplos paradigmáticos en ese sentido podrían también relacionarse con la actual etapa del capitalismo verde, asociada al proceso de descarbonización y a las formas mercantiles de afrontar el cambio climático y las transiciones ecológicas, que en el fondo siguen manteniendo un modelo de crecimiento económico ilimitado, aumentan las vulnerabilidades, las desigualdades e injusticias y aceleran la destrucción de los territorios y de los ecosistemas.
De ese modo, hablar de conflictos ecosociales, geopolítica de los recursos o colonialismo verde hace necesario abordar y analizar el escenario de nuevos y/o ampliados extractivismos que se viene perfilando, así como de sus consecuencias, en clave tanto interna (conflictos y polarización territorial) como externa (influencia en los grandes conflictos socio-ecológicos globales y geopolítica de los recursos). Y esto requiere complejizar nuestros análisis de diferentes maneras, hasta extender la mirada hacia nuevas experiencias y formas de resistencias territoriales en todo el mundo.
Reflexionaremos sobre todo ello al hilo de la reciente publicación del número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global dedicado a profundizar en estas temáticas.
En el acto contaremos con la presencia de:
Breno M. Bringel, investigador en UCM.
Bonnie Campbell, profesora en Universidad de Quebec, Canadá.
Francisca Fernández Droguett, activista Plataforma Defensores de la Tierra y el Territorio de Chile.
Presenta y modera: Monica Di Donato, FUHEM Ecosocial.
Organizan: Revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial y La Casa Encendida.
FECHA: 16 de noviembre de 2023, 18 h.
El acto es gratuito previo registro.
La actividad se desarrolla en una sala Zoom. Una vez realizada la inscripción, y antes de la sesión, se enviará un correo electrónico de confirmación con los datos de acceso al encuentro.
Organizan:


Colabora:

El estado de la agricultura y la alimentación 2023
El estado de la agricultura y la alimentación 2023
La escalada de los desafíos mundiales —la falta de disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad de los alimentos debido a la crisis climática; la pérdida de biodiversidad; las desaceleraciones y recesiones económicas; la pobreza que se agrava; y otras crisis superpuestas—, hace que nos encontramos en una coyuntura crítica.
Las decisiones que adoptemos ahora, las prioridades que establezcamos y las soluciones que apliquemos determinarán la trayectoria de nuestro futuro común. Como consecuencia de ello, las decisiones que tomemos sobre los sistemas agroalimentarios mundiales deben reconocer estos desafíos interrelacionados.
Nuestra recomendación es el Informe de El estado mundial de la agricultura y la alimentación de 2023: Revelar el verdadero costo de los alimentos para transformar los sistemas agroalimentarios, elaborado por FAO.
El informe examina el verdadero costo de los alimentos para lograr sistemas agroalimentarios sostenibles. En el informe se introduce el concepto de beneficios y costos ocultos ambientales, sociales y sanitarios de los sistemas agroalimentarios y se propone un enfoque (la contabilidad de costos reales [CCR]) para abordarlos.
Con el fin de poner en marcha el enfoque de la CCR, en el informe se propone un proceso de evaluación de dos fases, que inicialmente consiste en evaluaciones a nivel nacional basadas en la CCR para sensibilizar sobre la cuestión y después pasa a evaluaciones más profundas y específicas destinadas a priorizar soluciones y orientar la adopción de medidas transformadoras.
El análisis revela la necesidad urgente de tener en cuenta los costos ocultos en los procesos de adopción de decisiones para la transformación de los sistemas agroalimentarios.

Los sistemas agroalimentarios generan importantes beneficios para la sociedad, incluidos los alimentos que consumimos y los puestos de trabajo y medios de vida de más de 1 000 millones de personas. Sin embargo, sus efectos negativos derivados de actividades y prácticas insostenibles orientadas al mantenimiento de las condiciones actuales están contribuyendo al cambio climático, la degradación de los recursos naturales y la inasequibilidad de las dietas saludables.
Abordar estos efectos negativos es complicado porque las personas, las empresas, los gobiernos y otras partes interesadas no tienen una visión general de cómo afectan sus actividades a la sostenibilidad económica, social y ambiental cuando toman decisiones en su día a día.
En el informe se presenta un primer intento de evaluación a escala nacional de 154 países, el cual sugiere que los costos ocultos mundiales derivados de los sistemas agroalimentarios ascienden a, al menos, 10 billones de dólares PPA de 2020. Las estimaciones indican que los países de ingresos bajos soportan la carga más elevada de los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios en relación con los ingresos nacionales.
Se necesitan innovaciones en materia de investigación y datos, así como inversiones en recopilación de datos y creación de capacidad, que permitan ampliar la aplicación de la CCR, especialmente en los países de ingresos medianos y bajos, de forma que se pueda convertir en un instrumento viable para fundamentar los procesos de adopción de decisiones y formulación de políticas de manera transparente y coherente.
Transformación de los sistemas agroalimentarios para conseguir una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor para todos sin dejar a nadie atrás.
Mensajes principales:
- No cabe duda del valor de los sistemas agroalimentarios. Proporcionan alimentos, mantienen las economías y conforman las identidades culturales. Sin embargo, también han de tenerse en cuenta los costos ocultos ambientales, sociales y sanitarios asociados a estos sistemas.
- La contabilidad de costos reales (CCR) permite estimar los costos ocultos, generados por las ineficacias del mercado, las instituciones y las políticas. Proporciona a los encargados de adoptar decisiones los datos objetivos necesarios para corregir dichas ineficacias y transformar los sistemas agroalimentarios a mejor.
- La CCR orientada a la adopción de decisiones se basa en una larga tradición de valoración económica; sin embargo, la falta de disponibilidad de datos de alta calidad, tanto sobre los costos ocultos como los relativos a la adopción de medidas, suele limitar su aplicación.
- En el presente informe se propone un proceso de evaluación de dos fases, basándose primero en evaluaciones a nivel nacional basadas en la CCR para dar a conocer la cuestión (presentadas en este informe) y pasando después a evaluaciones más profundas y específicas destinadas a priorizar soluciones y orientar la adopción de medidas transformadoras (que será el tema central de la edición del informe que se publicará en 2024).
- El informe de este año presenta un primer intento de evaluación a escala nacional de 154 países. Incluso con una gran incertidumbre y excluyendo algunas repercusiones, existe un nivel muy elevado de certeza de que los costos ocultos cuantificados mundiales derivados de los sistemas agroalimentarios ascenderán a 10 billones de USD de paridad de poder adquisitivo (PPA) de 2020 o más, lo cual pone de manifiesto la necesidad urgente de tener en cuenta estos costos en el proceso de adopción de decisiones para transformar los sistemas agroalimentarios.
- A nivel mundial, los costos ocultos cuantificados predominantes son los que se derivan de los hábitos alimenticios que provocan enfermedades y una productividad inferior de la mano de obra. Estos costos relacionados con la salud varían considerablemente según el país, pero son los más destacados en los países de ingresos medianos y altos.
- Los costos ocultos ambientales, aunque no se han calculado de manera exhaustiva, constituyen más del 20 % de los costos ocultos cuantificados y equivalen a casi un tercio del valor añadido agrícola. Están asociados principalmente a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y nitrógeno, y resultan pertinentes para todos los grupos de países por nivel de ingresos.
- Los costos ocultos parecen constituir una carga mayor en los países de ingresos bajos, donde se estima que ascienden, de media, al 27 % del producto interno bruto (PIB), en comparación con el 11 % registrado en los países de ingresos medianos y el 8 % en los países de ingresos altos.
- Abordar la pobreza y la subalimentación sigue siendo una prioridad en los países de ingresos bajos, pues representan en torno a la mitad de los costos ocultos totales cuantificados en estos países.
- Las nuevas estimaciones a nivel nacional constituyen un primer paso hacia la sensibilización, aunque estén incompletas e incluyan un elevado grado de incertidumbre. Se precisan evaluaciones específicas basadas en la CCR que también tengan en cuenta el costo de las diferentes medidas de reducción —el aspecto en el que se centrará el informe del próximo año— para proporcionar información a los encargados de adoptar decisiones sobre cómo aprovechar las políticas, los reglamentos, las normas y el capital privado para realizar una transición hacia sistemas alimentarios sostenibles.
- Para ampliar la escala de las evaluaciones basadas en la CCR, se necesitan innovaciones en materia de investigación y datos, así como inversiones en recopilación de datos y creación de capacidad, que permitan ampliar la aplicación de la CCR, especialmente en los países de ingresos medianos y bajos, de forma que se pueda convertir en un instrumento viable para fundamentar los procesos de adopción de decisiones y formulación de políticas de manera transparente y coherente.
Informes anteriores
Geopolítica de los recursos: extractivismos, conflictos y resistencia
Nueva sesión del ciclo Debates para un pensamiento inclusivo, un espacio de encuentros para reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles, y que esta ocasión, abordará la Geopolítica de los recursos: extractivismos, conflictos y resistencia.
Organizado por la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial con la Casa Encendida de Fundación Montemadrid, bajo el título Geopolítica de los recursos: extractivismos, conflictos y resistencia, el evento tendrá lugar el próximo 16 de noviembre de 2023 a las 18 h.
Los conflictos ecosociales y la nueva geopolítica de recursos perfilan escenarios que replantean luchas y extienden espacios de resistencia.
La creciente pugna por unos recursos estratégicos escasos y las exigencias derivadas de la progresiva digitalización o la transición energética de los países del centro capitalista, aventuran un recrudecimiento de los conflictos (en todos los planos: el comercial, el tecnológico o el militar) y un incremento de la importancia de la geopolítica para preservar esferas de influencia y garantizar el acceso y la seguridad en el abastecimiento de los recursos (colonialismo verde).
Ejemplos paradigmáticos en ese sentido podrían también relacionarse con la actual etapa del capitalismo verde, asociada al proceso de descarbonización y a las formas mercantiles de afrontar el cambio climático y las transiciones ecológicas, que en el fondo siguen manteniendo un modelo de crecimiento económico ilimitado, aumentan las vulnerabilidades, las desigualdades e injusticias y aceleran la destrucción de los territorios y de los ecosistemas.
De ese modo, hablar de conflictos ecosociales, geopolítica de los recursos o colonialismo verde hace necesario abordar y analizar el escenario de nuevos y/o ampliados extractivismos que se viene perfilando, así como de sus consecuencias, en clave tanto interna (conflictos y polarización territorial) como externa (influencia en los grandes conflictos socio-ecológicos globales y geopolítica de los recursos). Y esto requiere complejizar nuestros análisis de diferentes maneras, hasta extender la mirada hacia nuevas experiencias y formas de resistencias territoriales en todo el mundo.
Reflexionaremos sobre todo ello al hilo de la reciente publicación del número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global dedicado a profundizar en estas temáticas.
En el acto contaremos con la presencia de:
Breno M. Bringel, investigador en UCM.
Bonnie Campbell, profesora en Universidad de Quebec, Canadá.
Francisca Droguett, activista Plataforma Defensores de la Tierra y el Territorio de Chile.
Presenta y modera: Monica Di Donato, FUHEM Ecosocial.
Organizan: Revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial y La Casa Encendida.
FECHA: 16 de noviembre de 2023, 18 h.
El acto es gratuito previo registro.
La actividad se desarrolla en una sala Zoom. Una vez realizada la inscripción, y antes de la sesión, se enviará un correo electrónico de confirmación con los datos de acceso al encuentro.
Acceso a las anteriores sesiones del ciclo Debates para un pensamiento inclusivo.
Ética del Rewilding
Con la adopción de soluciones basadas en la naturaleza como herramientas para la lucha contra el cambio climático, y la necesidad de emprender acciones para detener la pérdida de biodiversidad, en los últimos años viene tomando fuerza la idea de la renaturalización del territorio, lo que se conoce actualmente como rewilding.
Ética del rewilding
Cristian Moyano
Plaza y Valdés Editores, Madrid, 2022
338 págs.
Frente al tecnooptimismo generalizado y las propuestas de nueva modernidad ecológica basadas en un mayor control humano de los ecosistemas a todas las escalas, no sin polémica, se han puesto en marcha o se proyectan ya multitud de acciones, configurando todo un abanico de propuestas de naturaleza muy diversa alrededor de este concepto. Y precisamente, tratando de concretar la naturaleza del término rewilding y sus diferencias/similitudes con otros conceptos comienza este trabajo de Cristian Moyano, filósofo y doctor en Ciencia y Tecnología Ambientales dentro del ICTA de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo objetivo es plantear algunos de los principales desafíos éticos que implica la práctica y pensamiento del rewilding.
Así, en un primer bloque de dos capítulos, el autor realiza una revisión de los principales antecedentes, significados y debates alrededor del rewilding, así como del aporte que potencialmente podrían realizar distintas visiones filosóficas la mismo.
En el primer capítulo, el autor argumenta su elección de usar el concepto rewilding en inglés porque otros términos no recogerían toda la fuerza explicativa y carga de sentido de este.[1] De esta forma, elige diferenciar rewilding de renaturalización, resalvajización o reasilvestramiento, a los que atribuye significados menos amplios que el de rewilding. Y también lo diferencia de restauración ecológica, dentro de la cual otros muchos autores integran el rewilding.
A su vez, describe diversas clasificaciones de rewilding, según la escala temporal (pleistocénico y holocénico), según la escala espacial (micro, meso y macroescala) y según el enfoque (pasivo, ecológico, trófico, y otros). También entra en la disyuntiva entre aquellos proyectos de rewilding que parten de espacios en buenas condiciones, y tratan de llegar a cuantos más espacios mejor, que califica de ecoutilitarismo cuantitativo, frente a aquellos otros que parten de espacios en peores condiciones, y tratan de mejorarlos, lo que califica como ecoutilitarismo cualitativo. Finalmente, en este capítulo del libro se abordan las diferencias entre un rewilding basado en uso diferenciado de los espacios (land sparing) y un rewilding basado en el uso compartido de los espacios (land sharing). En el otro capítulo, se hace un repaso de distintas teorías filosóficas y sus conexiones más o menos directas con el rewilding, desde los antiguos filósofos griegos hasta enfoques filosóficos más modernos, tratando de entender qué categorías y marcos conceptuales pueden servir al objetivo de construir una ética del rewilding.
En una segunda parte del libro, se aborda lo que el autor denomina las tensiones éticas de las diferentes prácticas de rewilding.
Cuando se trata el rewilding holocénico, el autor hace referencia a varios debates. El primero tiene que ver con la idea de a qué especies se dirige la acción, es decir, si tendríamos que considerar o no que hay especies que son más importantes que otras en aras de recuperar la funcionalidad en los ecosistemas (especies ingenieras, especies clave, etc.) o, por el contrario, todas lo son por igual, sin que tengan una función determinada para el ser humano o el ecosistema, en aras de una moral individualista basada en la sintiencia. También, se aborda la diversidad de intereses humanos, en ocasiones radicalmente contradictorios, que pueden girar alrededor de un determinado proyecto de rewilding, y que potencialmente pueden desembocar en problemas e incluso una situación peor que la de partida. Otro debate es el que tiene que ver con la relatividad del concepto de especie invasora, según criterios espaciotemporales y criterios tróficos, que puede conducir a proyectos con consecuencias negativas a pesar de las intenciones originales. Además, también se aborda el asunto del potencial prejuicio paternalista en los proyectos, a través de barreras prácticas (p.ej. intervenir demasiado) o psicológicas (p.ej. ver mortalidades masivas sin actuar), estableciendo tres aspectos (quiénes se benefician, qué o quiénes han provocado los cambios ambientales, y cómo se ha conocido el problema), cuyo análisis derivaría en una serie de consideraciones éticas y líneas de actuación. Finalmente, se cuestiona la mayor o menor idoneidad de las hibridaciones como estrategias para favorecer la funcionalidad de los ecosistemas y la resiliencia ecológica de estos.
Por su parte, el rewilding pleistocénico conlleva un conjunto de debates y desafíos distintos. Aparte de la ya mencionada instrumentalización de las especies, el primero tiene que ver con la distinción entre un tipo de rewilding basado en la reintroducción de especies holocénicas parecidas a las pleistocénicas (rewilding pleistocénico débil) y otro basado en la desextinción de especies pleistocénicas a través de ingeniería genética (rewilding pleistocénico fuerte), lo cual añade debates éticos ligados a la bioingeniería y la propia necesidad de una fuerte componente tecnológica, con los aspectos de desigualdad que esto supone, así como a un uso diferenciado de los espacios con especies desextinguidas. También se plantea el debate sobre si la propia escala temporal del pleistoceno puede ser idónea o no para la práctica del rewilding en la actualidad, dado que durante el Pleistoceno la especie humana, como tal, no existía, y que los ecosistemas que había, por no decir, la propia configuración de las áreas terrestres y marinas, eran completamente ajenos a los actuales.
Finalmente, el autor trata los desafíos éticos del rewilding pasivo, partiendo de las diferencias con el abandono, que residirían en la intencionalidad de la ausencia de intervención. En primer lugar, tratando el problema de si la causa de esa intencionalidad es voluntaria o involuntaria, y si es más o menos deseada, con sus correspondientes ventajas y desventajas. Por otra parte, también analiza cuáles son las implicaciones prácticas de las condiciones de partida del ecosistema dentro de una práctica que consistiría en dejar intencionadamente de intervenir. Otro debate tiene que ver con el efecto que el propio aislamiento, necesario para la ausencia de intervención, puede provocar en la funcionalidad de los ecosistemas y su relación con ecosistemas limítrofes. Finalmente, se aborda aquí la dialéctica entre dos formas de no intervenir, aquella que parte del principio de precaución, donde la atención está en las posibles consecuencias de la actuación, y se interviene lo mínimo, cuando se conocen los riesgos que puede comportar la acción, y aquella otra que parte del “dejar hacer”, es decir, que asume que la naturaleza lleva a cabo sus propios procesos sin necesidad de intervención alguna.
El tercer bloque de dos capítulos tiene que ver, por una parte, con la práctica del rewilding en entornos urbanos y en espacios agrícolas y ganaderos. En primer lugar, con la aplicación de soluciones basadas en la naturaleza en espacios urbanos (restauración de ríos, atracción de fauna, plantación de especies autóctonas, etc.), que plantea diversos aspectos de justicia social y desigualdad (gentrificación verde, determinantes ambientales de la salud, etc.), problemas relacionados con el grado de convivencia con especies más o menos silvestres, y el control de plagas o de los microorganismos que pueblan los ecosistemas urbanos y son huéspedes de estos animales o plantas, y finalmente los problemas relativos a cómo el propio metabolismo urbano condiciona la situación más allá de sus fronteras, y cómo la artificialización del territorio puede suponer un sumidero de especies silvestres. En cuanto al segundo, el libro aborda la disyuntiva entre dedicar el territorio a la alimentación humana o dedicarlo al rewilding, el nuevo intento de vender la intensificación agraria como una herramienta para la conservación, el potencial económico que aporta el rewilding, la disyuntiva entre el control animal a través de la caza o el rewilding con depredadores, así como el potencial en términos de integridad ecológica que nos proteja de enfermedades zoonóticas.
En el último bloque se tratan nuevamente dos asuntos. Por un lado, la vertiente cultural del rewilding, donde aborda cómo distintos contextos culturales condicionan nuestra actitud hacia la naturaleza, llegando a generar, a través de las dimensiones psicológica, cosmológica y simbólica la idea de especies culturalmente claves. En este sentido, se hace aquí un llamamiento hacia una nueva cultura no antropocéntrica, y se pone la atención en la influencia que puede tener la ecoalfabetización en el despertar de una conciencia ecológica. En el último capítulo del libro, el autor llama a una responsabilización por el rewilding, que parte de la necesidad de un cambio estructural y político (acción y responsabilidad social), pero también de una responsabilidad individual, a veces culturalmente diluida, pero siempre presente.
Un libro extenso, pero conscientemente no exhaustivo, donde el autor plantea de modo didáctico y asequible a un público no especializado, algunos de los grandes debates de carácter ético que la conceptualización y la práctica actual y potencial del rewilding están poniendo sobre la mesa, en un contexto de agitadas discusiones y urgentes decisiones sobre la crisis de la biodiversidad, en el que el necesario y constante replanteamiento de los modelos de conservación está sufriendo las embestidas del capitalismo ecomodernista, tanto en el ámbito académico como en la propia toma de decisiones.
Pedro L. Lomas
FUHEM Ecosocial
[1] El autor de esta reseña, aunque prefiere el uso de renaturalización, empleará el término inglés rewilding en coherencia con el contenido del trabajo reseñado.
El papel del Estado en la economía
El próximo 15 de noviembre de 2023, a las 18 h., presentamos el libro El papel del Estado en la economía, la entrega más reciente de la Colección de Economía Inclusiva de FUHEM Ecosocial y La Catarata, que en esta ocasión dedica sus reflexiones al papel del Estado en la economía.
El acto tendrá lugar en el Ateneo La Maliciosa, un espacio con vida propia, diseñado para acoger iniciativas y actividades sociales.
Editado por Luis Buendía García, profesor de Economía en la Universidad de León, el libro recoge textos de varios expertos que ofrecen un debate sobre el papel que el Estado puede y debe desempeñar en el sistema económico mundial.
¿Tiene capacidad el Estado para atemperar las crisis del sistema económico?
¿Serviría tal acción para algo más que para hacer el sistema, con todas sus contradicciones y problemas, más fuerte?
¿Hay resquicios para una acción colectiva que utilice al Estado para construir una sociedad mejor?
Al hilo de estas y otras preguntas, el libro se propone contribuir a los debates que suscitarían sus respuestas. Para ello, los autores y las autoras que participan aportan un conjunto de reflexiones acerca del papel que está desempeñando en la actualidad el Estado y de lo que asoma como porvenir.
Más allá de la cuestión estrictamente cuantitativa, el libro desentraña más bien el aspecto cualitativo de las funciones de ese Estado, dentro de un sistema capitalista y para entender este papel cuenta con nueve capítulos más una introducción y unas reflexiones finales.
Se trata, así, de un libro coral que aborda y visualiza una nueva definición de qué se entiende por intervención pública, contemplando los diferentes aspectos o dimensiones que reclama la situación actual.
En el acto contaremos con la presencia de:
Luis Buendía, profesor de economía en la Universidad de León, autor y coordinador del libro.
Bibiana Medialdea, economista y profesora de Economía Aplicada en la UCM
Santiago Álvarez Cantalapiedra, Director de FUHEM Ecosocial.
Presenta y modera: Monica Di Donato, Fuhem Ecosocial
Entrada libre hasta completar aforo, previo registro, rellenando el siguiente formulario.
Anota en la Agenda:
El impacto de los pesticidas en nuestra salud. Entrevista a Nicolás Olea
La investigación médica estima que nueve millones de muertes están relacionadas con la contaminación cada año. En ese sentido, hablar de “exposoma” permite identificar y tener en cuenta ese mapa complejo de los efectos interactivos en nuestra salud no solo de factores ambientales como las sustancias químicas presentes en el aire, el agua y los alimentos, sino también de todo los factores sociales y personales como la respuesta individual de nuestro cuerpo al entorno en el que está inmerso.
FUHEM Ecosocial entrevista a Nicolás Olea, Catedrático/Facultativo Especialista de la Facultad de Medicina/Hospital Clínico S. Cecilio Universidad de Granada y socio fundador del think tank para la transición alimentaria Alimentta, sobre “EXPOSOMA”: el impacto de un ambiente tóxico sobre nuestra salud por vía alimentaria, con el objetivo de analizar y reflexionar sobre los efectos negativos de la exposición a los pesticidas y otras sustancias tóxicas por vía alimentaria para la salud de las personas, perfectamente conscientes de que existen otras dimensiones e impactos a tener en cuenta, también sobre la salud del medio natural.
En un estudio del 2021 la Agencia AESAN alertaba de que 46 plaguicidas no autorizados por la UE seguían presentes en los alimentos, como consecuencia de autorizaciones excepcionales para su uso, porque son contaminantes persistentes o porque se hace un uso ilegal de los mimos. Además, sabemos, por el mismo estudio, que el 43% de las muestras de frutas y verduras y el 40% del conjunto de alimentos contienen residuos de plaguicidas, es decir, restos de insecticidas, herbicidas o fungicidas. Esto quiere decir que en los alimentos se han detectado 125 tipos de plaguicidas diferentes, aunque “sólo” el 2,5% de las muestras supera los límites legales permitidos por la normativa.
Las preguntas surgen espontáneas: si existe legislación en materia, ¿Qué hacen esas sustancias en nuestros alimentos? Si miramos los biomarcadores, ¿Cuántos de estas sustancias volvemos a encontrar? ¿Cuánto de peligroso es el efecto sumatorio debido a tanta exposición? Estas y muchas otras preguntas son las que Nicolás Olea intenta responder en esta entrevista.
Consideramos que de cara a los nuevos retos y expedientes que se abren en Europa con el objetivo de definir y perfilar una ley de sistemas alimentarios sostenibles, una nueva normativa comunitaria sobre plaguicidas, la desregulación en materia de nuevos OGM y las dudas que plantea, contar con la opinión y reflexión informada de uno de los mayores expertos con una larga trayectoria académica a nivel internacional, puede resultar de gran ayuda si queremos ampliar el conocimiento y la conciencia de las repercusiones problemáticas de comer alimentos contaminados y estar expuestos de manera permanente a sustancias toxicas.
A continuación ofrecemos el video de la entrevista completa.
Para profundizar sobre la temática recomendamos:
Recursos publicados por FUHEM ECOSOCIAL:
I Informe sobre la calidad de vida en España, FUHEM Ecosocial, Madrid, 2023.
La Alimentación en disputa, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 139, otoño 2017, disponible en:
¿Jugando a aprendices de brujo con la comida? Luces y sombras de la polémica sobre transgénicos y arroz dorado. Entrevista a Tiziano Gomiero, FUHEM Ecosocial, 2017.
V Diálogo Ecosocial: ¿Comer es un acto peligroso?, FUHEM Ecosocial, 2015.
Publicaciones de Nicolás N. Olea:
Publicaciones recopiladas en Pubmed de la National Library of Medicine.
Nicolás Olea Serrano, “Libérate de tóxicos. Guía para evitar los disruptores endocrinos”, RBA, 2019, 416 p.
Otros:
Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
Malestares e ilusiones (Horizonte 2008-2023)

Jordi Mir, profesor de filosofía moral y política en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y la Universitat Autònoma de Barcelona, escribe Malestares e ilusiones (Horizonte 2008-2023), para la sección A FONDO del número 158 de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, que gira en torno a los malestares de la sociedad actual.
El autor reflexiona sobre los malestares invisibilizados de forma forzosa, como la pobreza, la precariedad y desigualdades cada vez más clamorosas dentro de sociedades que se empobrecen y se enriquecen al mismo tiempo a tenor de las crisis encadenadas que se suceden en este siglo: la de las hipotecas en 2008, la del COVID-19 en 2020 y la de la energía con la guerra de Ucrania en 2022. Malestares que se vuelven súbitamente visibles en periodo electoral. Sin embargo, el “autismo” de los partidos tradicionales ha llevado a una frustración en parte de la ciudadanía que ha ayudado a alumbrar nuevos proyectos políticos.
Malestares que no se quieren ver. «Yo no lo veo», así se expresaba el portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, ante los resultados del Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en la Comunidad de Madrid de la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y de la Sociología Aplicada).1 Negaba objetividad al informe y ante el aumento de la pobreza señalado en el informe se preguntaba: «¿Por dónde estarán?». Siempre con buenas palabras sobre los informes y la necesidad de atender a las personas que lo necesitan, Ossorio, como portavoz del gobierno de la Comunidad de Madrid negaba la realidad, negaba el conocimiento y lo existente. Los principales resultados de este informe, que se centra en la Comunidad de Madrid, pero que FOESSA también elabora sobre otras comunidades autónomas y se une sus trabajos sobre el conjunto de España, alertan de que la cohesión social ha sufrido un impacto sin precedentes como consecuencia de las crisis relacionadas con la pandemia del SARS CoV-2.
Este informe se elaboró junto con el informe global Evolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España,2 y fue desarrollado por 30 investigadores de diez universidades y entidades de investigación. El equipo encargado de la encuestas llamó a más de 90.000 hogares de toda España.
Los resultados negados por el gobierno de la Comunidad de Madrid muestran que un millón y medio de personas en ese territorio se encuentran en situación de exclusión social. Esto supone cinco puntos más que antes de la pandemia (del 17% en 2018 al 22%), es decir, 370.000 personas más en exclusión social. Hay que señalar el aumento del 25% de las situaciones de exclusión severa, alcanza ya a 800.000 personas.
Este informe, como otros de los desarrollados en los últimos años, nos muestran una tendencia constante en nuestra sociedad. Somos una sociedad que se enriquece y se empobrece al mismo tiempo. Los resultados de este último informe indican un aumento de la desigualdad entre los más pobres, que han visto reducidas sus rentas un 22%, que contrasta con el crecimiento del 18% de las rentas de las personas con mayores ingresos. La pobreza aumenta, cada vez afecta a más personas, y se agudiza, mientras la riqueza de las personas más ricas también aumenta.
Cada nueva crisis se encadena con una anterior que está lejos de estar superada. Toda crisis tiene impactos que consolidan precariedad y pobreza
Esta tendencia a la desigualdad, a la pobreza que va a más mientras que la riqueza de pocos también, es una constante de los últimos años y de las últimas crisis. Pero se continúa hablando como si la sociedad fuese una. Se habla de si el país va bien, de si la economía se recupera o está en crisis, y se desconoce, se olvida o se quiere ocultar lo que realmente ocurre. Nuestra sociedad se enriquece y se empobrece a la vez: cada vez hay más personas pobres y con casos de pobreza más severa mientras que podemos encontrar algunos indicadores que se utilizan para señalar lo positivo de nuestra situación económica.
Cada nueva crisis se encadena con una anterior que está lejos de estar superada. Toda crisis que estamos viviendo tiene impactos que consolidan precariedad y pobreza. Negar este conocimiento de la realidad que tenemos es negar la realidad.
Se trata de una realidad que no afecta exclusivamente a una comunidad autónoma, a un país, a un continente. Hace unos años se popularizó la expresión “los perdedores de la globalización”. Se trata de una expresión que puede tener la capacidad de mostrar, de señalar, la dimensión de lo que estamos hablando. Es algo que va más allá de unas fronteras y que, aunque no se quiere ver, acaba emergiendo.
Malestares que sí se ven cuando llegan elecciones
En los últimos años se ha recurrido a los malestares existentes para explicar resultados electorales no esperados. La victoria electoral de Donald Trump generó mucha literatura para intentar entender cómo podía ganar la presidencia de los Estados Unidos de América una persona que para un determinado sentido común era inaceptable.3 Lo inconcebible había sucedido. ¿Cómo explicarlo?
Algo parecido ha ocurrido con el crecimiento del proyecto de extrema derecha de Marine Le Pen en Francia. En las dos últimas elecciones presidenciales ha conseguido pasar a la segunda vuelta y disputar a Emmanuel Macron la presidencia. En esta última ocasión también hemos podido leer un gran número de artículos dedicados a los malestares que explicarían estos resultados. Le Pen para un determinado sentido común también era inaceptable. Lo inconcebible había sucedido, aunque en este caso no llegara a la presidencia.
Estas realidades no se limitan a Estados Unidos de América o a Francia, podemos pensar en la evolución de la sociedad española, en el Brexit del Reino Unido, y en tantos otros países. Los malestares conducen a diferentes sectores de la población a opciones de votos que para otros son inconcebibles, inaceptables.
La significativa reducción de apoyos a los partidos políticos tradicionales puede ser vista como señal de su agotamiento, o incapacidad, para dar respuestas a los problemas que vive una parte de sus sociedades. No está escrito en ningún sitio, no obstante, que las nuevas opciones que han ido surgiendo y ocupando su espacio lo lograrán, pero parece evidente que la confianza se ha roto con las tradicionales. Los partidos tradicionales sufren una considerable crisis de representatividad.
Una parte importante de la población ha considerado que los proyectos políticos tradicionales son parte del problema y no puede representar a unos sectores de la ciudadanía que habían confiado en ellos durante décadas. En buena parte de estas sociedades los sistemas de partidos han vivido un significativo vuelco en pocos años.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos de América de 2016 nos mostraron cómo su sólido bipartidismo fue cuestionado por dos opciones que surgían desde la enmienda a sus propios partidos. Es el caso de Trump y Sanders. Bernie Sanders no logró ser designado candidato por el Partido Demócrata, pero ganó una repercusión muy considerable que llevó incluso a comportamientos reconocidos como no honestos durante las primarias por parte de las estructuras del partido. Trump ganó la representación por el Partido Republicano con una gran enmienda al propio partido. Trump acabó imponiéndose a Hillary Clinton, quien era asociada por amplios sectores de la sociedad con los problemas que vivían ellos mismos y su país.
En las elecciones de 2020, pese a todo lo vivido, la victoria de Biden se dio con un gran resultado por parte de Trump. Está por ver la evolución de esa sociedad, incluso tras el episodio del asalto al Capitolio y la afirmación del robo electoral.
Ante malestares en aumento y respuestas en descenso por los partidos tradicionales, una parte significativa de la sociedad ha decidido buscar alternativas políticas
En Francia hemos visto algo comparable durante los últimos años. Emmanuel Macron abandonó el partido socialista en declive para crear rápidamente un nuevo proyecto que le permitió llegar a la presidencia. La propuesta de Le Pen también debe ser vista como un proyecto que ha ido evolucionando con voluntad de convertirse en un partido capaz de ocupar la centralidad de su sociedad.
En el Reino Unido asistimos a la gran recomposición de los partidos tradicionales alrededor del gran acontecimiento que fue el Brexit. De un modo parecido a lo vivido en los Estados Unidos, en el Reino Unido el bipartidismo ha vivido mutaciones relevantes. Si en Estados Unidos llegaba con opciones Sanders en las primarias demócratas, en el Reino Unido fue Jeremy Corbyn quien alcanzó el liderazgo del Partido Laborista. Y algo comparable a lo vivido con Trump se puede ver con Boris Johnson.
Ante malestares en aumento y respuestas en descenso por parte de los partidos políticos tradicionales una parte significativa de sus sociedades, viviendo una crisis de representatividad, ha decidido buscar alternativas. Trump era una alternativa al poder tradicional de Washington, demócrata o republicano. El Brexit era una alternativa al poder tradicional del bipartidismo. Macron era una alternativa a los partidos tradicionales… pero a las alternativas también les acaba llegando su caducidad.
En España se ha vivido un proceso parecido alrededor de las movilizaciones del 15M de 2011 y la ola democratizadora que impulsaron.4 El Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español están siendo capaces de mantener sus posiciones dominantes, pero fueron cuestionadas seriamente por nuevos proyectos como Ciudadanos y Podemos. Ciudadanos y Podemos estuvieron a punto de descabalgar al Partido Popular y al Partido Socialista Obrero Español de sus posiciones dominantes en el centro-derecha y el centro-izquierda.
El bipartidismo sólidamente asentado en el Congreso de los diputados estuvo en disputa. Y durante los últimos años hemos vivido la lucha de los partidos tradicionales para volver a sus posiciones de dominio, pero han quedado alteradas.
En España el gran cambio electoral se dio en las elecciones municipales de 2015. Lo vivimos en mayo de ese año. Cómo explicar que en ciudades como Barcelona y Madrid (y podemos ampliar la lista con Iruña, A Coruña, Santiago de Compostela, Cádiz, Zaragoza…) llegaran a gobernar proyectos políticos que representaban una significativa novedad frente a la tradición. Proyectos políticos que a pesar de confluir con opciones políticas preexistentes tenían muy poco tiempo de vida.
Este cambio en los gobiernos municipales no se puede explicar sin las movilizaciones sociales vividas entre 2008 y 2014, aproximadamente. Si nos centramos con más detalle en el ámbito catalán también habría que incorporar el proceso independentista como respuesta a los malestares y atender a la severa alteración del mapa de partidos.
Hubo quien rápidamente intentó explicar lo que empezaba a ocurrir recurriendo a un concepto que hizo fortuna: el populismo. Hubo quien no perdió ocasión de presentar como iguales todas estas novedades con unos argumentos muy cuestionables. Se ha querido poner en el mismo saco a Le Pen y Jean-Luc Melénchon en Francia, a VOX y Unidas Podemos en España... Lo que está claro es que estos proyectos han significado una novedad, que ha contribuido a mostrar malestares, y diferentes maneras de abordarlos.
Estos proyectos tienen concepciones de la democracia bastante antagónicas en algunos casos. Mientras unas surgen desde la reivindicación de más y mejor democracia, otras parecen hacer hincapié en el control y las restricciones que hay que establecer en la democracia. Algunos de estos proyectos han nacido de la voluntad de ampliar la democracia y dotarla de mayor calidad y otros buscan redefinirla limitando su alcance a determinados sectores de nuestra sociedad sin incorporar la preocupación por su calidad y su profundización. Tienen diferentes conceptos de lo que es la democracia y de cómo hacerla vivir.
Relatos y concreciones
Estos nuevos proyectos políticos surgidos de diferentes malestares existentes, no reconocidos, negados, invisibilizados han llegado a gobernar en diferentes lugares, dentro y fuera de España. Pero no siempre han querido o podido entrar a solucionar los malestares existentes. En ocasiones, su apelación a esos malestares ha formado parte de relatos para la captación de apoyos que no se han concretado. En ocasiones, su llegada al gobierno se ha concretado en cambios más o menos profundos limitados por los apoyos necesarios para hacer efectivas las políticas que querrían implementar.
Tenemos pendiente un gran trabajo de análisis de los impactos que han podido generar estos nuevos proyectos desde su aparición y desde su obra de gobierno. Por ejemplo, pensando en el caso español, ¿qué diferencias podemos encontrar en las políticas públicas que se han desarrollado o se están desarrollando para actuar ante las crisis vinculadas a la pandemia y las aplicadas en las crisis iniciadas en 2008?
En el escenario español tenemos un caso especialmente útil para acercarnos a estas posibilidades y limitaciones. El lunes 18 de octubre de 2021 el grupo parlamentario de Unidas Podemos organizaba en el Congreso unas jornadas dedicadas a la ley estatal de la vivienda que está impulsando (18 y 19 de octubre). En la presentación de las jornadas Ley Estatal de Vivienda: un nuevo paradigma estaba la ministra Yolanda Díaz, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, Ione Belarra, secretaria general de Podemos, y Alejandra Jacinto, secretaria de Derecho en la Vivienda de Podemos.
No se puede entender a Podemos sin la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca y las movilizaciones del 15M. Podemos surge de esas movilizaciones, de los malestares que allí se expresaron. Esto no quiere decir que Podemos sea su traducción en la política institucional, pero las movilizaciones surgidas hace una década hicieron posible la construcción de un proyecto político que ahora gobierna en España, en un gobierno de colación con el PSOE, partido que ya gobernaba cuando tuvieron lugar estas movilizaciones.
La PAH nació en 2009 para reivindicar el derecho a la vivienda en un momento en el que la situación económica empezaba a afectar a personas que se habían endeudado durante un período de alto crecimiento económico y alza de los precios de las viviendas que compraron. La situación en 2009 había cambiado y empezaban a emerger las graves dificultades para pagar las deudas. A la crisis de las hipotecas después se sumó el impago de alquileres. Alrededor de la PAH creció el movimiento por el derecho a la vivienda, pero también nacieron nuevos espacios como los Sindicatos de inquilinas, las Asambleas de vivienda o se reactivaron otros ya existentes. El movimiento por el derecho a la vivienda es diverso. La PAH en 2009 era una movilización pequeña que creció y creció a partir de las movilizaciones del 15M de 2011. Casi podríamos decir que el mapa de las acampadas del 15M en 2011 en 2012 se sustituyó por el de las diferentes PAH que iban naciendo. Llegarían a ser más de 200 en el conjunto de España.
Estas organizaciones siempre han tenido como objetivo el derecho a la vivienda, reconocido en la Constitución española, pero no garantizado. La PAH no ha logrado el cambio legal para hacer posible este objetivo, pero son múltiples los logros y los aprendizajes que ha generado.5
Ante las limitaciones de la movilización y el escenario que se había abierto para entrar en la política institucional hubo gente que quiso intentarlo. En Unidas Podemos encontramos a diferentes personas que han surgido de la movilización de la PAH. En Barcelona en Comú también. Ada Colau, Lucía Martin forman parte del gobierno del Ayuntamiento de Barcelona hoy y vienen de la PAH de Barcelona, la primera en constituirse. En el Gobierno español, por la parte de Unidas Podemos también encontraremos diferentes personas que han hecho este recorrido. Y más allá de estas figuras públicas encontraríamos más. Y la PAH continúa con su trabajo y empujando al gobierno.
El derecho a la vivienda no se ha garantizado nunca en España, y no entramos ahora en la grave situación que esto supone en buena parte del planeta. Si hoy en España se está un poco menos lejos de hacerlo posible es gracias al movimiento por el derecho a la vivienda y a Unidas Podemos. ¿Se conseguirá? No parece fácil. Nunca lo ha sido y hay una mayoría de partidos que no parecen estar trabajando en ese objetivo. ¿Se adelantará al establecer medidas que contribuyan a ello? Lo han hecho en ayuntamientos donde gobiernan y lo han llevado a gobiernos autonómicos. Estas reivindicaciones han ganado un apoyo social que no tenían hace unos años y cuesta negarlas o enfrentarse a ellas; sin embargo, una parte importante de los partidos encuentran la manera de conseguir que no avancen.
La movilización social ha logrado conectar calles y parlamentos para abordar un elemento clave de nuestro sistema social: el derecho a la vivienda. Está por ver qué transformaciones se conseguirán. Pero conviene reconocer esos cambios que estamos viviendo. Hay una cierta tendencia a menospreciar estos cambios impulsados por la movilización o a camuflarlos, hacerlos pasar por propios de los partidos. Sin la movilización social, que es expresión de malestares e ilusiones, no estaría pasando.
Hoy todavía no sabemos qué saldrá de este intento por conseguir garantizar de forma efectiva el derecho a la vivienda. Lo que sí sabemos es que los debates están abiertos, alguien ha logrado que se abran y convendría que no se cerraran en falso. Hay quien nunca le ha interesado hablar del derecho a la vivienda, ni de la pobreza, ni de la emergencia climática, ni del patriarcado, ni de las distintas opresiones que se viven en nuestra sociedad.
Hoy, tras años de movilizaciones, la hegemonía discursiva ha cambiado. Costará encontrar un partido que no hable en nombre del derecho a la vivienda, nadie lo negará. Y lo mismo ocurrirá con los demás asuntos que la movilización social ha logrado introducir en los parlamentos... Pero no es suficiente con el relato, con ganar la hegemonía discursiva, hay que conseguir la concreción, la hegemonía efectiva que concrete y garantice el derecho.
«España es una democracia plena» es un lema que se repite con insistencia para responder al cuestionamiento del funcionamiento de nuestra sociedad. En los últimos meses, por ejemplo, como respuesta a los espionajes que se han conocido, pero también contra otras reivindicaciones. Hoy España no es una “democracia plena”, como mínimo a ojos del índice de The Economist que la rebajaba a “democracia con defectos”. Más allá de los criterios de The Economist, justo hace 11 años se popularizaba otro lema: «Democracia real ya». Un grito presente en las manifestaciones del 15M. Un grito que daba nombre a uno de los colectivos convocantes. Un grito que no nacía de la nada, daba continuidad a un canto clásico de las movilizaciones de décadas anteriores: «Le llaman democracia y no lo es».
Las sociedades que se quieren democráticas acostumbran a profundizar en ella si están dispuestas a criticar y cuestionar lo existente. Más allá de la discusión nominal sobre si son democracias o no, lo relevante acostumbra a ser la exigencia que se decide tener. Lo que conocemos como 15M fue una movilización de exigencia democrática, una nueva ola de democratización en una sociedad con carencias significativas. La exigencia de «democracia real ya» surgía de las condiciones materiales de vida, de la crisis de representación política, de una legalidad que se consideraba favorecedora de los poderes existentes, de las corrupciones…
¿Es democrática una sociedad en la que no se garantiza el derecho a la vivienda? ¿Es democrática una sociedad en la que existe una parte tan amplia de la población en riesgo de pobreza o en precariedad laboral y vital? La idea de democracia nació en las sociedades modernas como ideal revolucionario. Hoy, en demasiadas ocasiones, se defiende como justificación de lo existente. Hoy comparten gobierno en España, y en el Ayuntamiento de Barcelona, quien insiste en que España es una democracia plena y quien llegó allí reivindicando democracia real ya.
La pandemia nos muestra aquello que es esencial, que no funciona en nuestra sociedad y ha contribuido al desencadenamiento de este enorme malestar
Se hace política con quien se puede y no siempre con quien se quiere. Y más allá de las dinámicas partidistas y de los gobiernos de coalición, convendría recordar el apoyo mayoritario a la democratización que consiguió el 15M, y cómo en tiempos de grandes malestares y crisis la respuesta mayoritaria en nuestras sociedades continúa siendo la de la profundización de la democracia. Pero no tenemos suficiente con relatos y discursos, necesitamos poder afrontar los graves problemas que tenemos como sociedad. Necesitamos concreciones. Necesitamos concreciones que den respuestas a los malestares existentes y que contribuyan a hacer posibles las ilusiones necesarias.
Ilusiones necesarias
«Saben inventar mundos futuros que nos pueden ayudar a identificar sorpresas estratégicas, nuevas amenazas y nuevos conflictos en 2060»7 declaraba Emmanuel Chiva, director de la Agencia de Innovación para la Defensa (AID) del Ministerio de las Fuerzas Armadas de Francia, al presentar el proyecto Red Team. Se trata de un grupo de personas creadoras de ciencia ficción que han recibido el encargo de imaginar futuros para preparar al ejército francés ante riesgos que ahora no pueden prever, no importa que no sean realistas. La población no veía como realista la pandemia de la COVID-19. Hay que prepararse para todo lo que pueda llegar en los próximos años. Lo que no deja de llamar la atención es que se dediquen recursos a posibles males no imaginados y no seamos capaces de ver los malestares ya existentes hoy. Nuestros gobiernos no suelen hacer el encargo de imaginar utopías; han preferido imaginar desastres, amenazas, que necesiten una respuesta militar.
La pandemia nos está mostrando aquello que es esencial, aquello que no funciona en nuestra sociedad y ha contribuido al desencadenamiento de este enorme malestar. Hemos visto cómo nuestra deforestación planetaria nos acerca a enfermedades para las que la selva antes actuaba como vacuna. Hemos visto cómo disponer de un sistema sanitario insuficiente, tensionado, colapsado en determinados momentos del año sin necesidad de añadir ninguna circunstancia excepcional, tiene múltiples efectos negativos. Hemos visto cómo una pandemia nos puede igualar ante la enfermedad, pero las características de nuestra sociedad nos hacen vivir grandes desigualdades que se suman a las que ya se han convertido en estructurales. En nuestras sociedades hay graves problemas relacionados con el acceso a la vivienda, al trabajo, a suministros básicos…
No son problemas nuevos, vienen de lejos y se agudizan con cada nueva crisis: la crisis de las hipotecas basura de 2008, la crisis de la pandemia, las crisis de la guerra de Ucrania, la crisis de la inflación… Todo son crisis. Cada una con sus características, sus causas y sus efectos, pero todas teniendo un fuerte impacto en el conjunto de la ciudadanía y permitiendo que una pequeña parte de nuestras sociedades se enriquezca. Es una constante. Nuestras sociedades se enriquecen y empobrecen a la vez, todo depende de qué parte de nuestra sociedad observemos.
En las últimas elecciones de Francia o en las de Andalucía hemos vuelto a ver la ausencia en las urnas de distintos sectores de la sociedad. Las personas jóvenes, las personas con menos recursos… Personas que parecen necesitar de la ilusión por ir a votar. Lo hemos visto en otras convocatorias electorales. Lo hemos visto en distintas sociedades. Hemos visto también qué ocurre cuando hay alguna ilusión que se extiende por una sociedad: de repente sectores que hacía tiempo que no votaban lo hacen y se pueden producir cambios. No parece haber nada más poderoso que una ilusión. Y también hemos visto algunas respuestas ante esto: si tu proyecto no puede ser el de la ilusión el objetivo será acabar con el que lo pueda ser.
Vivimos tiempos de falta de ilusiones, incluso podíamos decir que son tiempos de resignación y desesperación. Cuando más falta nos hacen las ilusiones más se echan de menos. La pandemia debía servirnos para pensar en qué nos había llevado hasta ella para evitarlo y salir mejor. No lo había logrado hacer la emergencia climática que sufrimos. La guerra ha llevado a hablar de mayor inversión militar, de nuevos frentes de batalla, de enemigos a vencer, y de pasar página rápidamente de todas aquellas necesidades sociales que la pandemia había contribuido a situar en primer plano. Nos vuelven a hablar de la OTAN como futuro, como solución a problemas que están causados por el propio militarismo8/ que esta organización impulsa.
Nuestras sociedades se enriquecen y empobrecen a la vez, todo depende de qué parte de nuestra sociedad observemos
El «No hay alternativa» de Margaret Thatcher –TINA: There is no alternative– siempre hay quien lo recupera. Lo hace de forma explícita o implícita, nos lo demuestra con palabras y hechos o solo con hechos y utilizando palabras que escondan la realidad. No hay alternativa a la guerra. No hay alternativa a la OTAN. No hay alternativa a las fronteras donde matamos a quien quiere entrar en nuestro país. No hay alternativa a los desahucios. No hay alternativa a los precios de los alquileres que nos hacen marchar de nuestras localidades. No existe alternativa a la precariedad laboral. No existe alternativa a la crisis ecológica. No existe alternativa a las violencias y opresiones que vivimos. No hay alternativa a que no te hagamos caso… Este es otro de nuestros malestares, el pensar que no hay alternativas posibles.
Una parte de estas personas que ya no van a votar lo hacen asumiendo o resignándose al «no hay alternativa» o, dicho de forma más cercana, «es lo que hay». El crecimiento de la extrema derecha debe entenderse también en este escenario.8 La extrema derecha aporta ilusiones cuando otras ilusiones parecen haberse apagado, cuando otras opciones ya se han probado y la extrema derecha intenta convencer de que su tiempo ha llegado... Las ilusiones pueden comportar desilusiones. Necesitamos someter las ilusiones a la crítica y la autocrítica. No caer en engaños y tampoco tirar a la criatura con el agua sucia. Hay que valorar lo que se consigue en cada ola ilusionada que logra producir cambios.
Francisco Fernández Buey, que dedicó mucho más que una obra9 a las ilusiones y las utopías, decía que era necesario distinguir entre tener ilusiones y hacerse ilusiones. Necesitamos tener ilusiones, que es necesario fundamentar bien y que no dejaremos de trabajar. Ilusiones que mucha gente nos dirá que son irrealizables, utopías… Estas ilusiones serán utopías, no en el sentido negativo que se ha ido imponiendo para hablar de realidades imposibles. Estas ilusiones serán utopías en el sentido de lo que todavía no es, pero que mejorará nuestra sociedad cuando sea. Estas ilusiones serán utopías como lo fueron antes de que existieran derechos y libertades que ahora tenemos. Aquellos derechos y aquellas libertades que mucha gente dijo que jamás serían, que nunca podrían ser. Las libertades y los derechos de hoy fueron utopías ayer y las ilusiones de hoy, las utopías de hoy, serán las libertades y los derechos de mañana.
Acceso al texto completo en formato pdf: Malestares e ilusiones (Horizonte 2008-2023).
NOTAS:
[1] El informe completo se puede leer aquí: https://www.foessa.es/main-files/uploads/sites/16/2022/03/Informes-Territoriales-2022_MADRID.pdf
[2] El informe completo se puede leer aquí https://www.caritas.es/producto/evolucion-de-la-cohesion-social-y-consecuencias-de-la-covid-19-en-espana/
[3] Una lectura interesante desde la perspectiva de los malestares y las ilusiones puede ser Extraños en su propia tierra. Réquiem por la derecha estadounidense, de la socióloga Arlie Hochschild, Capitan Swing, 2018.
[4] Para profundizar en lo que el autor ha trabajado sobre el 15M, véase: Ola 15M 10 años de movilización y cambio, Bellaterra edicions, Barcelona, 2021.
[5] Para profundizar sobre la PAH se puede destacar la reciente obra de João França La PAH. Manual de uso, Rosa-Luxemburg-Stiftung, 2022. Disponible en: https://www.rosalux.eu/es/article/2025.la-pah.html
[6] «Cuando el ejército se une a la ciencia ficción para imaginar lo peor», publicado en Radio France Internationale, 9 de julio de 2021. Disponible en: https://www.rfi.fr/es/francia/20210709-cuando-el-ej%C3%A9rcito-se-une-a-la-ciencia-ficci%C3%B3n-para-imaginar-lo-peor
[7] Para profundizar en el militarismo es muy recomendable el número 157 de esta revista. Disponible en: https://www.fuhem.es/2022/05/04/papeles-157-militarismo/
[8] Puede ser interesante aproximarse a las actuaciones de una referencia para la extrema derecha como es Steve Bannon para entender sus ideas y sus comportamientos. Véase Jordi Mir, «Steve Bannon: Fogonazos en los diagnósticos, oscuridad tenebrosa en las respuestas», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 155, 2021 (ejemplar dedicado a: Ritmos autoritarios), págs. 119-125, disponible en: https://www.fuhem.es/papeles_articulo/steve-bannon-fogonazos-en-los-diagnosticos-oscuridad-tenebrosa-en-las-respuestas/
[9] Francisco Fernández Buey, Utopías e ilusiones naturales, El Viejo Topo, Barcelona, 2007.
Qué significa la paz ambiental en el siglo XXI

La paz ambiental pretende dar respuesta al desafío de la crisis climática y ecosocial mediante la solución de los conflictos socioambientales por medios pacíficos.
Es una paz positiva centrada en los ecosistemas y en las personas, en sus derechos y en la justicia social y de género. Es una paz que nos lleva a actuar con conciencia global y de especie, porque los grandes problemas del siglo XXI son planetarios, no entienden de fronteras y, aunque de forma diferenciada, afectan a todas las personas y especies vivas.
La paz ambiental se contrapone al modelo de vida del norte global impuesto por el capitalismo y a sus sistemas de seguridad militar, que actualmente mantienen los modelos de crecimiento capitalista y de explotación neocolonial de recursos, tanto no renovables como renovables, que son causa de la crisis ecosocial, con un uso intensivo de los combustibles fósiles que origina el calentamiento global, la degradación ambiental y la crisis climática.
Su objetivo es el de ofrecer protección a la naturaleza y a las personas, armonizando las tensiones entre política y seguridad, para poder satisfacer las necesidades básicas de las comunidades sin destrucción de su hábitat y abordando los conflictos con métodos pacíficos y de diálogo; además de acompañar y visibilizar los movimientos de defensa del territorio y las resistencias a una destrucción socio-ambiental que, a menudo, tiene un marcado componente de clase, género y raza. La paz ambiental conlleva inevitablemente el desarme y la renuncia a las soluciones violentas, desde la constatación de que no hay paz sin paz ambiental.
El Grupo de Paz Ambiental de la Asociación Española de Investigación para la Paz, AIPAZ, y por FUHEM Ecosocial −y apoyado por el Centre Delàs de D'Estudis per la Pau , el Instituto de la Paz y los conflictos de la Universidad de Granada - IPAZ y la Fundación Cultura de Paz, con la colaboración de Ateneo La Maliciosa−organizaron un Seminario cuyo objetivo era reunir una serie de personas expertas para examinar el concepto de paz ambiental en el siglo XXI, el del Antropoceno, o el Siglo de la Gran Prueba, en palabras de Jorge Riechmann.
Se exploraron los impactos para la paz de la crisis ecosocial a través de un examen de los marcos en los que se sitúa y también de sus impactos en forma de conflictos socioecológicos y de delitos contra el mundo natural. Pero no nos quedamos ahí; también se expusieron otros marcos y alternativas que permitan superar estas condiciones, o al menos, amortiguarlas: las aproximaciones desde el derecho, la economía, la tecnología, los nuevos enfoques de la seguridad y la alfabetización ecosocial.
A continuación ofrecemos los videos resultantes de cada una de las sesiones:
Presentación y Conferencia Inaugural.
Presentación a cargo de Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del Área Ecosocial de FUHEM, y Co y Ana Barrero presidenta de la Asociación Española de Investigación para la Paz - AIPAZ y directora de la Fundación Cultura de Paz y Conferencia inaugural: El derecho humano al agua para la construcción de paz, por parte de Pedro Arrojo, Relator Especial de la ONU sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento.
https://www.youtube.com/live/iVF5Dx3qEeg?si=LMfVsZcmaoPLqd80
BLOQUE I: DIAGNÓSTICO
Sesión 1. La paz ambiental ante los desafíos de la crisis ecosocial.
- Jesús Sánchez Cazorla, coordinador de Miradas al Mundo. Instituto de la Paz y los conflictos - IPAZ. Universidad de Granada.
- Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del Área Ecosocial de FUHEM y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
- Pere Brunet, investigador del Centre Delàs d'Estudis per la Pau y profesor jubilado de la UPC.
Modera: Nuria del Viso, investigadora del Área Ecosocial de FUHEM.
https://www.youtube.com/live/O7AUksyLMBo?si=KgzV5j3cFXxj46sM
Sesión 2. Ecocidio y propuestas de protección de la naturaleza desde el derecho
- Maite Mompó, Stop Ecocide.
- Teresa Vicente, ILP Protección del Mar Menor/ Universidad de Murcia.
- Luis Lloredo, Proyecto Speak4Nature, UAM.
Modera: Beatriz Arnal Calvo, investigadora del Seminario e Investigación para la Paz -SIP y WILPF- España.
https://www.youtube.com/live/tC_FdcCmni8?si=l-NvBoNSGxV7fHQc
Sesión 3. Presentación informe Alfabetización Ecosocial para la Construcción de la Paz
- María del Buey, Grupo GHECO, coautora del informe.
- Sofía P. Baeza, Grupo GHECO, coautora del informe.
- Elena Boschiero, Secretaría técnica/Coordinación del proyecto “Energía de Paz” y DEMOSPAZ - UAM.
Modera: Luis Sánchez Vázquez, profesor de la Universidad de Córdoba / STAND UGR.
https://www.youtube.com/live/qG9cEEqcDGY?si=vv14_F9xrJujRxhc
Sesión 4. Conflictos socioecológicos, nuevas manifestaciones de la conflictividad global
- Luis Sánchez Vázquez, profesor de la Universidad de Córdoba / STAND UGR.
- Nuria del Viso, investigadora del Área Ecosocial de FUHEM.
- María Oianguren Idígoras, directora Gernika Gogoratuz - Centro de Investigación por la Paz.
Modera: Jesús Andrés Sánchez Cazorla, coordinador de Miradas al Mundo. Instituto de la Paz y los conflictos - IPAZ. Universidad de Granada.
https://www.youtube.com/live/mggvIBwzxU8?si=1Eyp9KaRmUd9UoZy
BLOQUE II: Alternativas
Sesión 5. De la violencia a la paz: Nuevos enfoques de la seguridad para la paz ambiental
- Pere Ortega - Centre Delàs de D'Estudis per la Pau
- Beatriz Arnal Calvo, investigadora del Seminario e Investigación para la Paz -SIP y WILPF- España.
Modera: Pere Brunet - Centre Delàs de D'Estudis per la Pau
Conclusiones y cierre, Pere Ortega, investigador del Centre Delàs d'Estudis per la Pau
https://www.youtube.com/live/-MArv5kaQ2k?si=TMufQhnKnvY6Mgl3
Organizan: Apoyan: Colabora:
![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() |
Este Seminario ha sido realizado con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
Entrevista a Juan Manuel Vera
Nuria del Viso, del equipo Ecosocial de FUHEM entrevista a Juan Manuel Vera, publicada en el número 158 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
La entrevista, en torno a los temas planteados por Juan Manuel Vera en su libro Contra las oligarquías, repasa el actual contexto de desposesión de numerosos resortes democráticos debido al poder de las élites y las oligarquías, para detenerse en los impactos de la COVID-19 sobre el cuerpo social. Vera examina las posibilidades de los movimientos sociales para revertir la situación de múltiples malestares.
En un contexto de élites saludables y hercúleas oligarquías reflexionar sobre los valores de la democracia libertaria y antioligárquica en el presente, sin renunciar a sus raíces históricas, es una necesidad inaplazable. A esta tarea dedica Juan Manuel Vera su ensayo Contra las oligarquías, que examina el papel de los movimientos sociales en la transformación de este presente. Juan Manuel Vera, economista especializado en la lucha contra el fraude fiscal, ha publicado numerosos textos sobre temas históricos, políticos, tributarios y sociales y es uno de los máximos divulgadores en España del pensamiento de Cornelius Castoriadis. En esta entrevista conversamos sobre los problemas que han motivado su libro y sobre los elementos que han confluido para alimentar los distintos malestares contemporáneos.
Nuria del Viso (NV): Acabas de publicar Contra las oligarquías. Ensayos sobre la memoria socialista y democracia libertaria. ¿Qué persigues con este libro?
Juan Manuel Vera (JMV): Este libro es una reflexión sobre lo que me parece una notable paradoja del mundo contemporáneo. Vivimos una época en la que el dominio del capitalismo neoliberal aparece como absoluto y, sin embargo, muestra permanentemente su notoria incapacidad para cumplir las expectativas sociales que genera. De hecho, en las décadas transcurridas del siglo XXI se han manifestado abiertamente los flujos sociales que se resisten a esa dominación. Pero no aparece una alternativa política y social visible.
La paradoja consiste en que la fuerza del sistema presenta debilidades potencialmente explosivas y, a la vez, la debilidad de quienes se resisten al mismo está llena de potenciales de reconstrucción social. Los ensayos incluidos en el libro oscilan entre ambos niveles de análisis.
La aparente ausencia de alternativa al orden neoliberal es la razón por la que la primera parte del libro tiene un enfoque histórico. Aunque las reflexiones contenidas en Contra las oligarquías se orientan al presente me ha parecido oportuno prestar atención a las raíces históricas y sociales de la decadencia de las tradiciones de la izquierda. Pero siempre teniendo muy presente, como decía la Reina en Alicia detrás del espejo, que «es una triste clase de memoria aquella que solamente funciona hacia atrás».
Me gustaría desarrollar un poco esta elección. En la primera parte del libro se explica que la izquierda se había construido en la segunda mitad del siglo XIX como expresión política y parte de un movimiento de los de abajo, un amplio movimiento social con metas de libertad política y de igualdad social. La izquierda del siglo XX dejó de beber de esa fuente social para construir organizaciones plenamente estatalistas, ya fueran adaptadas a las estructuras capitalistas o empeñadas en construir un poder burocrático supuestamente socialista. La izquierda del siglo XX estaba obsesionada por el poder estatal. Frente a las ideas originarias libertarias-democráticas-socialistas se hicieron muy presentes las experiencias autoritarias-totalitarias-estatalistas. Esa mirada histórica hace inevitable preguntarse de qué hablamos cuando hablamos de izquierda. El culto a los líderes, el instinto oligárquico y una gran desconfianza por la autoorganización de la sociedad han sido algunos de sus elementos constitutivos.
Por otra parte, la izquierda política ha dejado de ser la referencia de un movimiento por la igualdad social. El igualitarismo ya no encuentra en el eje izquierda/derecha una formulación adecuada. El programa igualitario necesita reconstruirse sobre unas bases sustancialmente distintas de las que lo sostuvieron en el pasado, cuando la fe en la estatalización de la propiedad creció al mismo tiempo que la influencia del marxismo.
Finalmente, otro factor de la decadencia de la izquierda tiene carácter civilizatorio: es el declive de todas las visiones fundamentadas en un crecimiento constante de las fuerzas productivas, en el crecimiento económico ilimitado, en la fe en el progreso y en la creencia en la neutralidad de las tecnologías.
La izquierda sigue atrapada en viejas fórmulas que no abren los ojos, sino que los cierran. Puede seguir alimentándose de las melancolías sobre el mundo sencillo de la Guerra Fría o en un antiamericanismo primario. O en el caso de la socialdemocracia, conciliar su participación en el consenso neoliberal con la melancolía sobre la leyenda feliz del Estado de bienestar. Nada de ello ayudara a construir un proyecto que merezca la pena.
La segunda parte del libro se centra en las cuestiones relacionadas con la democracia y la necesidad de un impulso antioligárquico. Mi reflexión pone su foco en todo aquello que se opone al dominio de las oligarquías, desarrollando procesos colectivos que buscan la igualdad social, la democratización y la autogestión social. Defender esas ideas es la pretensión fundamental de Contra las oligarquías.
NV: Desde la crisis de 2008, los recortes de 2011, la pandemia y ahora la subida acelerada de los precios de la energía, amplios sectores de la ciudadanía española vienen encadenando estrecheces y sumando malestares en un clima de desigualdades e injusticias que se amplían mientras observan cómo las oligarquías nuevas y viejas obtienen beneficios récord y se embolsan “dinero caído del cielo”. ¿Cuáles son los principales efectos de esta situación?
JMV: Cada episodio de los últimos años, como los que mencionas, ha supuesto un instrumento en manos de las élites en su intento de atenazar más a la población tanto en España como en el resto del mundo. Ya sea la crisis de 2008 y las políticas de austeridad, los efectos de la pandemia o el repunte de la inflación por la situación generada por los cuellos de botella en China y la invasión de Ucrania. El mundo neoliberal ha seguido plenamente su curso, con sus valores insolidarios y sus poderosas imágenes individualistas y economicistas, utilizando las circunstancias para seguir profundizando en sus políticas.
En cuanto a la pandemia, ha mostrado algo más. La incapacidad del mundo neoliberal para poner en primer plano la defensa de la salud y las condiciones de vida añade una nueva confirmación de una crisis civilizatoria que se profundiza, mientras las élites se atrincheran en una primacía de los valores mercantiles que no solo genera desigualdad, sino que pone en riesgo las condiciones de vida de la mayoría de los seres humanos. De esta pandemia no salimos con un mundo mejor; se ha convertida en una experiencia más del mundo neoliberal generando más desigualdad, más precariedad, más insolidaridad.
A mí me parece que la desigualdad es la enfermedad del siglo XXI. Desde aproximadamente 1980, la desigualdad de ingresos se ha incrementado rápidamente en Norteamérica, China, India y Rusia. También ha crecido significativamente, aunque sea más moderadamente, en Europa. Las estimaciones sobre el crecimiento de la desigualdad mundial desde 1980 y de su distribución entre la totalidad de la población revelan que el 1% de mayores ingresos a escala global recibió el doble de ingresos que el 50% más pobre.
El aumento de la desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza constituye una de las principales consecuencias del éxito de las trasformaciones neoliberales de las últimas décadas. Las políticas tributarias en favor de los más ricos es uno de los ejes olvidados de esa regresión social. El capitalismo neoliberal aparece como desregulado y desregulador, pero en realidad es un regulador de nuevo tipo, mercantilizador y desfiscalizador en beneficio de los grupos privilegiados.
El desmantelamiento parcial de las políticas sociales en los países occidentales ha permitido que se desplieguen los peores efectos de un capitalismo sin control. Sabemos desde hace mucho tiempo que el capitalismo solo cambió y se hizo más soportable durante algunas etapas de su historia, al menos en los países occidentales, como reacción a las luchas que, en nombre de la libertad y la democracia, de los derechos de los trabajadores y de los derechos sociales, le hicieron frente y le obligaron a adaptarse si quería sobrevivir.
El éxito de la ofensiva de las ideas liberistas ha representado un sistemático proyecto socialmente reaccionario, cuyos efectos prácticos han socavado fuertemente, en Europa y en el resto del mundo, algunos de los aspectos más importantes de la ciudadanía social. El nuevo espíritu del capitalismo, por mencionar la obra de Luc Boltanski y Ève Chiapello, ha vinculado su reorganización y expansión con la degradación de la situación social de la mayoría de la población.
El neoliberalismo ha destruido gran parte de la legitimidad del viejo sistema sin aportar realmente una legitimación alternativa. La expansión de comportamientos que trasladan en todos los ámbitos reglas basadas en la competencia individual y la gestión empresarial, hasta constituir una lógica social y una subjetividad propia, apunta a una nueva e inestable creación histórica del capitalismo. El deterioro de la ciudadanía social ha facilitado a las élites económicas reforzar su grado de control e influencia sobre los gobiernos y las agendas públicas. Esa posición reforzada ha sido utilizada, además, para obstruir el desarrollo de las instituciones supranacionales imprescindibles para someter a control el nuevo impulso tecnoeconómico.
La precarización ha producido una crisis de la ciudadanía que nos encamina a una sociedad del malestar
Este poder social no está determinado por ciegas fuerzas anónimas. El mundo global está gobernado por oligarquías políticas y económicas profundamente entrelazadas. El capitalismo neoliberal sigue fomentando el consumismo, pero también la precarización de las relaciones laborales y el deterioro de la protección social y de los servicios públicos. Todo ello ha producido una crisis de la ciudadanía que nos encamina a una sociedad del malestar, cada vez más ajena al proyecto de una sociedad democrática.
NV: Nos hallamos ante una profunda crisis civilizatoria que cruza todos los ámbitos. Valores como el de progreso, uno de los puntales civilizatorios de los últimos tres siglos, hace aguas, pero las oligarquías están dispuestas a seguir adelante cambiando mínimamente las reglas del juego. En tu libro mencionas la oligarquización de la política y el ascenso de sentidos fuertes y heterónomos (religión, nacionalismo, racismo…) ¿Puedes comentar sobre estos y otros posibles impactos? Por ejemplo, el uso de la tecnología a favor de las élites y las oligarquías.
JMV: En las últimas décadas el riesgo de colapso ecosocial se ha hecho una realidad. Como dijo en alguna ocasión Castoriadis, la humanidad se encuentra en un callejón sin salida, cortando afanosamente la rama del árbol en el que está sentada.
La crisis de civilización en que estamos inmersos afecta inevitablemente al conjunto de ideologías y concepciones imaginarias. Hay que tener presente que el capitalismo supuso el nacimiento de una nueva y muy poderosa significación imaginaria social: el “dominio” económico seudo racional, que implica que las principales finalidades humanas sean el crecimiento ilimitado de la producción y el consumo. Ese sueño del crecimiento económico ilimitado ha supuesto el centro de las concepciones sociales imaginarias del mundo capitalista en que vivimos. Y ello ha sido así tanto en la concepción burguesa del mundo como en gran parte de las concepciones supuestamente alternativas. No podemos olvidar que en la visión marxista el gran objetivo era el desarrollo de las fuerzas productivas, hasta el punto de que la necesidad del socialismo se hacía derivar de que el capitalismo suponía un freno a su desarrollo.
Mencionas la cuestión del uso de las tecnologías en favor de las élites. El problema es que las tecnologías no son neutrales, su propia naturaleza es consustancial a la organización económicosocial. La supuesta neutralidad de las tecnologías es otro de los elementos ideológicos más persistentes tanto del liberalismo económico como de Marx. Los socialistas pensaban que bastaría sustituir la forma de propiedad para que las tecnologías se volvieran virtuosas. Hoy sabemos que eso no es así, ni nunca ha sido así. No son los seres humanos los que deberían adaptarse a las tecnologías sino estas a nuestras necesidades y objetivos. Pero eso supone una transformación radical de la sociedad en que vivimos.
La lógica del capitalismo realmente existente es una lógica sin proyecto, tanto en los países y entre las clases privilegiadas, como en el resto. Una huida hacia adelante de una civilización que no está dispuesta a pensar a fondo sobre sí misma y en hacia dónde va, y que ya se enfrenta a los límites materiales de la sostenibilidad del sistema. Los peligros propios de nuestro tiempo siguen procediendo, pues, de ese imaginario extraordinariamente activo y destructivo, el imaginario capitalista. La cuestión central es que la ilusión del progreso, aunque esté en crisis, no tiene alternativa en el marco del capitalismo. La significación imaginaria central del capitalismo se está desmoronando sin que aparezca una nueva. Esa crisis genera un gran vacío. La ausencia de auténticas significaciones o representaciones colectivas creativas afecta a todo el sistema-mundo. Ese es el marco estricto en donde deben comprenderse fenómenos como el ascenso de nuevas formas de heteronomía que, en muchos casos retoman o actualizan viejos monstruos, desde los integrismos religiosos a los nuevos populismos de derecha.
La capacidad de crear simulacros de sentido por las sociedades capitalistas avanzadas creció sobre la base del consumo de masas y la universalización del ocio como vida ilusoria. Pero a esos simulacros de sentido cada vez les resulta más difícil enfrentarse a la emergencia de identidades y sentidos fuertes, radicalmente heterónomos, que dan a la gente algo en qué creer.
NV: El maridaje capitalismo/democracia representativa, que funcionó desde la Segunda Guerra Mundial, toca a su fin. Pero si la democracia se encuentra en crisis y en fase de “destitución” es en buena parte por las malas prácticas de las propias oligarquías… ¿Cómo salimos de esta encrucijada sin llevarnos por delante lo bueno que ha podido haber en el modelo de las democracias liberales?
JMV: Para empezar, debemos ser conscientes de que uno de los rasgos más negativos de nuestras democracias electorales es la facilidad con que las élites políticas y económicas y los grupos oligárquicos consiguen el control y la determinación de las agendas públicas y sus decisiones. En esas condiciones la participación ciudadana se limita al mero ejercicio periódico de un voto electoral.
La dominación por las élites y las oligarquías es un problema que ha acompañado siempre al desarrollo de la democracia ya desde la antigua Grecia. La compleja arquitectura política que diseñaron los demócratas griegos se debía a que temían la capacidad de las oligarquías de manipular en su favor las instituciones democráticas. Por ello se dotaron de un conjunto de instituciones elegidas por sorteo para evitar las tendencias aristocráticas de las asambleas y, salvo el puesto de estratego y aquellos cargos que requerían una específica cualificación técnica, entendían que debían designarse por sorteo.
La construcción de las democracias liberales no ha sido capaz de establecer un conjunto mínimamente eficaz de dispositivos antioligárquicos. La separación de poderes, que es una importante garantía de los derechos de los ciudadanos, no sirve para evitar el excesivo poder de presión que las minorías privilegiadas, las élites y grupos oligárquicos ejercen sobre las instituciones.
El riesgo que en el siglo XXI corren las democracias es muy grande. El populismo de las nuevas derechas es un factor que no es ajeno al peso determinante de las oligarquías políticas, sociales y económicas sobre las instituciones nacionales y supranacionales. Debería servirnos de aviso la trágica experiencia de los años treinta del siglo pasado, con el derrumbe de las democracias continentales europeas, sometidas a la impotencia de sus instituciones y constituciones frente a los fascismos y al giro autoritario de las oligarquías económicas.
El imaginario democrático solo es activo cuando se desarrolla. Defender la democracia exige una profundización en todos sus ámbitos: locales, regionales, nacionales y supranacionales. Avanzar en un sentido que llamo democrático libertario que, tal y como lo entiendo, supone introducir en la actual democracia electoral contrapesos perdidos de la democracia representativa y, sobre todo, asignar protagonismo a nuevas formas de participación directa y al uso de mecanismos antioligárquicos. Indudablemente, una evolución democrático libertaria de los sistemas democrático electorales los haría más complejos, es decir, mejor adaptados a la propia complejidad de la sociedad contemporánea.
Me parece que la posibilidad de una radicalización y regeneración democrática pasa por cuatro ejes fundamentales:
- Introducción de dispositivos antioligárquicos. Ahí la democracia griega sigue siendo una fuente de inspiración, no tanto en los mecanismos concretos, como en el objetivo esencial que se plantearon de limitar el poder de las élites.
- Activación de la participación directa de la ciudadanía. Los mecanismos posibles son múltiples, desde la creación de órganos deliberativos preparatorios elegidos por sorteo, a formas de democracia directa virtual sobre determinadas decisiones en algunos ámbitos. Significaría una transformación importante de los actuales sistemas pues limitaría la endogamia de las élites burocráticas impidiendo adoptar decisiones relevantes sin un debate y voto ciudadano. Sobre todo, podría ser un modelo capaz de desarrollar una ciudadanía responsable, informada y activa.
- Desarrollo de las perspectivas de autogestión social. La vieja cuestión de la democracia industrial y de la autogestión puede resucitar bajo nuevas formas. Ahora que muchas organizaciones aspiran a ser redes y pueden entenderse como redes, el problema de la distribución del poder en su seno debería resurgir. Reducir la democratización exclusivamente a las macroinstituciones es renunciar a la humanización de las organizaciones donde trabajamos y actuamos.
- Reconstrucción del vínculo entre democracia e igualitarismo. La democracia política solo puede ser ejercitada adecuadamente por personas que se encuentran en un estado de ciudadanía. Para ello el ciudadano político debe ser al mismo tiempo un ciudadano social. Personas más libres y menos vulnerables que tienen asegurado no solo el derecho a la educación y a la sanidad, sino también una subsistencia vital y cultural.
Ningún procedimiento político es intrínsecamente emancipatorio. Los dispositivos deseables son aquellos capaces de responder a los elementos de degradación y corrupción que, siempre en beneficio de las minorías dominantes, aparecen en todos los sistemas de organización política. La necesidad de una transformación de las democracias no es una discusión sobre si los procedimientos electorales deben ser más proporcionales o mayoritarios, o sobre las virtudes y vicios del presidencialismo respecto al parlamentarismo. La cuestión decisiva es otra: la necesidad de una nueva relación entre ciudadanos e instituciones, así como evitar que los poderes económicos sigan dominando las decisiones políticas.
Es necesaria una nueva relación entre ciudadanos e instituciones, y evitar que los poderes económicos sigan dominando las decisiones políticas
NV: Hacia el final de su vida Castoriadis, a quien ya has mencionado, reflexionó sobre el ascenso de la insignificancia en la sociedad. ¿En qué medida ves signos de esta tendencia en la actual sociedad española? ¿Cómo se relaciona con el vaciamiento del espacio público y la falta de protagonismo de la ciudadanía? ¿Qué papel desempeñan las redes sociales?
JMV: Creo que la primera vez que Castoriadis habló explícitamente de ascenso de la insignificancia fue en una entrevista de 1993. En los últimos años de su vida –falleció en 1997– reflexionó sobre ello en el contexto de lo que describe como una sociedad a la deriva o una época de conformismo generalizado vinculado a un triunfo del imaginario capitalista en sus más crudas y groseras formas. Pero esa reflexión se relaciona con una tendencia general que analizó en 1960-1961 en el texto «El movimiento revolucionario bajo el capitalismo moderno», que se expresaría en la creciente privatización e individualismo de las sociedades occidentales y la degradación del espacio público.
Estas consideraciones conducen a la interrogación sobre el grado de decadencia de una parte de los valores de Occidente, los relacionados con la libertad y la igualdad, e incluso sobre la posibilidad de una crisis antropológica que obstruya la propia capacidad de autorreproducción del sistema. El concepto de insignificancia también advierte sobre el riesgo de un proceso de destitución en la actual democracia electoral, el contradictorio régimen de compromiso entre las oligarquías liberales y las mayorías sociales. Todo eso conllevaría una creciente autodestrucción de cualquier cohesión social. Castoriadis parecía tener en mente uno de los posibles rostros de la barbarie: una sociedad que se desgarra internamente sin ser capaz de crear nada. Por ejemplo, la evolución de las redes sociales en la última década parece ejemplificar ese desgarro que no produce algo nuevo, esa habla que no escucha, esa rabia que no expresa ni construye, ese individualismo que no permite construir colectividad.
El pensamiento de Castoriadis es sustancialmente antielitista y, por tanto, esas valoraciones de tono pesimista sobre el devenir de la sociedad occidental son un aviso premonitorio del peligro de degradación que genera la falta de protagonismo de la ciudadanía. Por ello, la cuestión de la destitución y de la insignificancia debe ser evaluada cuidadosamente mediante su contrapeso, la creatividad que en las últimas décadas han mostrado algunos movimientos ciudadanos por todos los rincones del planeta.
Indudablemente la crisis de las democracias electorales se manifiesta en el creciente desapego de la gente respecto a los partidos que supuestamente les representarían. Ese desapego en un hecho que en sí mismo no tiene un sentido unívoco, puede ser la base tanto del auge de la derecha populista como de la emergencia de un proyecto democrático orientado a transformar sustantivamente nuestras instituciones.
En cuanto a la sociedad española, observo los mismos rasgos esenciales que en el resto de sociedades occidentales en cuanto a la crisis de las significaciones imaginarias sociales. Evidentemente, como en cualquier otro país, hay rasgos singulares. Por ejemplo, es relevante que tanto España como Portugal hayan sido receptores tardíos del desarrollo de la ciudadanía social propia del Estado de bienestar. Ello ha permitido una fortaleza algo mayor de la vieja izquierda y de los aparatos de la socialdemocracia. Por otra parte, la mayor singularidad española de las últimas décadas me parece que está representada por un movimiento como el 15M, cuyo aparición y desarrollo reveló la profundidad del descontento social con el sistema de poder y de representación. La incapacidad del régimen para una regeneración democrática añade dramatismo a nuestra actual situación.
NV: Actualmente conviven alrededor del mundo varias tendencias sociales: un cierto nihilismo con un aumento de la protesta. ¿Hasta qué punto se trata de corrientes paralelas y sin cruces? ¿Existen puntos de encuentro entre las dos tendencias?
JMV: Los grandes acontecimientos sociales nunca son puros, ya que expresan procesos de lucha y de creación anónima que reflejan el conflicto de imaginarios sociales existentes en un tiempo dado.
La última década ha sido pródiga en acontecimientos. Parece que fue hace mucho, pero en 2011 tuvo lugar el 15M en las plazas españolas. Y las movilizaciones en las plazas europeas y americanas, y en muchos otros lugares. O las primaveras árabes, que no gozaron en Occidente del apoyo que debían haber tenido en su lucha contra las dictaduras y el fundamentalismo islámico. Y el comienzo de la tragedia de la guerra civil siria. O la lucha kurda por instituciones autogestionadas socialmente y los derechos de las mujeres.
La aparición y desarrollo del 15M reveló la profundidad del descontento social con el sistema el poder y de representación
Merece la pena recordar algunas de las luchas sociales del período 2018-2019, antes de la pandemia. Una mera enumeración no exhaustiva de algunos de esos acontecimientos es impactante. Empecemos por el movimiento histórico de las mujeres que recorrió gran parte del mundo y que ahora es objeto del ataque de todos los proyectos reaccionarios del mundo contra el derecho al aborto.
Recordemos que en Hong Kong se desarrolló el movimiento democrático más potente que ha conocido el continente asiático... En Irak, un gran movimiento popular... En el continente africano, en Argelia y Sudán, movilizaciones históricas masivas para conquistar derechos y libertades... En Nicaragua, una rebelión popular ahogada en sangre en 2018. En Puerto Rico, una inmensa protesta supuso un terremoto político que abrió en Latinoamérica el camino a poderosas movilizaciones populares en Haití, Ecuador. En Chile el movimiento popular fue lo suficientemente fuerte para imponer un proceso constituyente... A pesar de la pandemia, en 2020, un intenso movimiento popular se desarrolló en Colombia y se produjo un gran movimiento democrático en Bielorrusia contra la dictadura de Lukashenko. En enero de 2022, un movimiento social de protesta fue reprimido sangrientamente por el gobierno kazajo con el apoyo del ejército de Putin.
Todos esos acontecimientos tienen un componente antioligárquico muy visible, pero son procesos complejos, necesitados de análisis singulares, con efectos probablemente distintos en el corto y en el largo plazo. No son agregables mecánicamente y están abiertos a consecuencias directas e indirectas muy heterogéneas.
Entender y aprender de las luchas sociales que expresan el magma social, que se desarrollan simultáneamente a todas las tendencias regresivas de las que hemos hablado, debería ser una prioridad para quienes pensamos en un mundo mejor. Ello exige una mirada limpia de anteojeras ideológicas y de los prejuicios de la izquierda.
NV: En este presente de oligarquías fortalecidas, ¿qué alternativas se pueden esperar? ¿Cómo las iniciativas emancipadoras pueden abrirse camino y sembrar cambios verdaderos?
JMV: En la actual crisis civilizatoria nadie nos salvará. No hay salvadores. Solo desde una sociedad organizada y movilizada se podrán afrontar esos retos. No debemos olvidar que los grandes movimientos emancipatorios y libertarios del pasado fueron siempre híbridos y no hay ningún motivo para pensar que no vaya a ser así en el futuro. Por tanto, un nuevo momento emancipatorio, como movimiento social de creación de nuevas institucionalidades, solo excepcionalmente puede surgir de un impulso único desde abajo, mientras que la regla general sería su aparición como eclosión de los instrumentos heterogéneos desarrollados en el conjunto de la sociedad y en sus distintos ámbitos de participación y de lucha.
En la actual crisis civilizatoria nadie nos salvará. Solo desde una sociedad organizada y movilizada se podrán afrontar esos retos
Tal y como la entiendo, una política de la autonomía no es ajena a un pragmatismo radical, estableciendo y privilegiando los enganches entre las luchas del presente y el tipo de sociedad futura que se desea; lo cual, en cada momento, significa reconocer los movimientos sociales que impulsan la lucha por nuevos derechos y libertades (y la defensa de los existentes) e incorporan la pretensión de la participación más amplia posible de la ciudadanía.
El avance en el sentido de una democracia libertaria (y, por tanto, igualitaria) solo puede ser el resultado de un movimiento social democrático. La apuesta es por la posibilidad de un poderoso movimiento capaz de fomentar una acción instituyente mediante vectores creativos alimentados tanto de las fuerzas de la cooperación como de los conflictos permanentes entre los de abajo y los de arriba. Un movimiento consciente de que su objetivo no es construir un aparato de mera delegación, generar un liderazgo en sentido populista o ser una pieza más del entramado institucional. La emergencia de un movimiento social de esa naturaleza se puede desear, pero no es predecible ni es seguro que tenga lugar. Los acontecimientos históricos son imprevisibles, indeterminados e indeterminables.
Lo que cada uno de nosotros puede hacer en favor de esa apuesta es desarrollar, en la medida de nuestras posibilidades una praxis consistente con el deseo de un mundo distinto. Nos encontramos con las prácticas cotidianas de transformación social, que se presentan bajo múltiples formas e iniciativas, generando nuevas imágenes y lenguajes desde cualquier rincón de cualquier lugar, en un sentido cooperativo, libertario e igualitario.
Nuria del Viso Pabón es miembro de FUHEM Ecosocial y editora de la revista PAPELES
Acceso al texto completo en formato pdf: Entrevista a Juan Manuel Vera.
Hacia la ecologización del conocimiento
Hacia una ecologización del conocimiento
Curso de Justicia Ecológica organizada por las entidades miembros del Proyecto Speak4Nature, en el que participa FUHEM Ecosocial, que plantea desarrollar nuevos recursos legales que den valor a la naturaleza ante los desafíos ecológicos actuales.
El curso, que tendrá lugar el próximo 29 de septiembre de 2023 en el Centro Cultural “La Corrala”, abordará un amplio panorama de perspectivas dentro del ámbito de la Justicia Ecológica, que irán desde el Derecho hasta la Ecología Política Feminista, pasando por las Humanidades, la Ecología o la Economía.
Desde el área ecosocial de FUHEM se aportarán algunas lecciones críticas de varias décadas del proceso de ecologización de la Economía que puedan tener interés para la futura ecologización del Derecho en el ámbito de la Justicia Ecológica. Participarán también ponentes del Grupo de Investigación en Humanidades Ecológicas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Centro Rachel Carson de la Universidad de Munich (Alemania), el Centro de Ciencias Jurídicas de la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil) y del Departamento de Desarrollo Sostenible y Transición Ecológica de la Universidad del Piamonte Oriental (Italia).
Se trata de un curso gratuito (se emitirá certificado de asistencia previa solicitud), al que invitamos a unirse a todos aquellos interesados en estos campos emergentes.
PROGRAMA:
9.30 h. – Bienvenida y presentación de la web del Proyecto Speak4Nature - Jennifer Lertola – UPC.
10.00 h. – Justicia ecológica: una agenda de problemas - Luis Lloredo – UAM.
10.45 h. – Debate.
11.00 h. – Pausa café.
11.30 h. – El derecho ecológico como nuevo paradigma - Tania Duha – UFSC.
12.15 h. – El derecho ecológico en acción - Rodrigo Míguez – UPO.
13.00 h. – Debate.
13.30 h. – Comida.
15.00 h. – Humanidades ecológicas - Carmen Madorrán – UAM
15.45 h. – Ecologizar la economía: algunas lecciones - Pedro L. Lomas – FUHEM Ecosocial.
16.30 h. – Debate.
17.00 h. – Pausa café.
17.30 h. Ecología política feminista - María del Pilar Peralta – LMU.
18.15 h. – Clínica privada UAM: el caso de las Lagunas de Ambroz - Blanca Rodríguez-Chaves, Marina Corral, Yanna Winkler – UAM
18.45 h. – Despedida y cierre.
RECUERDA:
FECHA: 29 de septiembre de 2023.
HORA: 9.30 h. – 19 h.
LUGAR: Centro Cultural “La Corrala”
C/ Carlos Arniches, 3 y 5
28005 Madrid
Inflación en tiempos de distopía
La sección A FONDO del número 158 de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global incluye un artículo de Albert Recio Andreu , profesor honorífico de Economía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, titulado Inflación en tiempos de distopía.
La crisis financiera de 2008 puso en evidencia la mala calidad de las políticas neoliberales y la fragilidad del capitalismo financiarizado. Quebró un sueño, y provocó pesadillas a millones de personas. No es que antes las cosas fueran maravillosas. Los problemas de todo tipo ya formaban parte de la vida cotidiana de mucha gente común en los países desarrollados (en el resto nunca ha habido una experiencia sostenida de bienestar).1 Cuando estalló la crisis, ya llevábamos unos cuantos años analizando la precariedad laboral, el desempleo masivo y el crecimiento de las desigualdades.
El auge constructivo que precedió al estallido de la burbuja inmobiliaria no había servido para garantizar una vivienda digna a todo el mundo. Más bien al contrario. Esto es indicativo del cúmulo de contradicciones que se generaron en esta fase de la acumulación capitalista, bien diferente al anterior período expansivo de la postguerra mundial. Sin contar que el crac bancario de 2008 había venido precedido por una serie de crisis financieras (la de 1997, la del efecto tequila, la rusa, la asiática, la de las punto.com…) que apuntaban a la existencia de una fragilidad sistémica del mundo financiero. Que la mayoría de economistas de postín no se hubieran enterado dice más de hasta qué punto se habían creído su propia ficción, que del poder analítico de sus esquemas teóricos. Habían ayudado a edificar un campo jurásico que, como el del film de ficción, se transformó en un mundo invivible para mucha gente.
Desde el estallido de la crisis financiera el mundo rico entró en una continua repetición de sobresaltos. El resto del mundo nunca ha salido de ellos. El crac inicial fue, posiblemente menos grave en términos sociales de lo que vendría a continuación. La primera oleada de la crisis trajo consigo el consiguiente crecimiento del paro y en países como España, donde la burbuja inmobiliaria había sido especialmente intensa, la primera oleada de desahucios, que acabarían convirtiéndose en una cuestión endémica. En esta primera oleada se adoptaron modestas medidas de expansión del gasto público para paliar la recesión y, sobre todo, se optó por salvar a toda costa al núcleo del sistema financiero. La segunda fase, caracterizada por la imposición en muchos países de las políticas de austeridad, fue posiblemente más dura y de efectos más duraderos que la recesión inicial. Sobre el pretexto del endeudamiento externo de muchos países –y el claro objetivo de proteger a los grandes bancos acreedores– se desarrollaron políticas neoliberales extremas, especialmente recortes drásticos del gasto público, reformas “estructurales” del mercado laboral y los sistemas de protección sociales, privatizaciones, etc. Los países que implementaron estas políticas, como España, experimentaron una segunda recesión, más profunda que la inicial, una pérdida de derechos sociales y una escalada de desigualdades.2 Al final solo una política monetaria heterodoxa implementada por parte del Banco Central Europeo consiguió impedir que las políticas de austeridad acabaran generando una debacle económica colosal. Pero los efectos de aquellas políticas ya habían provocado importantes daños económicos y sociales de largo plazo: aumento de las desigualdades, de la precariedad laboral, del acceso a la vivienda, deterioro de los servicios públicos, etc.
Solo una política monetaria heterodoxa implementada por parte del Banco Central Europeo consiguió impedir que las políticas de austeridad acabaran generando una debacle económica colosal
Cuando los grandes organismos económicos decretaban la superación de la crisis del 2008, llegó la pandemia. Y provocó otra crisis económica, en este caso asociada a la promulgación de políticas sanitarias que frenaron en seco gran parte de la actividad productiva. La crisis de 2020 probablemente es la primera crisis capitalista en la que el detonante no es uno de los habituales “fallos de mercado”, sino una decisión gubernamental adoptada para atajar un grave problema sanitario. Por esto para muchos economistas del mainstream puede considerarse que se trata de un shock externo al funcionamiento normal de una economía capitalista. Analizado con más detalle, la cuestión es más compleja: la pandemia y su extensión tienen una relación bastante clara con las dinámicas de la globalización. Por una parte, la propia pandemia parece estar relacionada con la presión que experimentan los sistemas naturales que facilita el traslado a la especie humana de virus procedentes de otras especies. De otra, más obvia, la enorme cantidad de flujos interterritoriales de la economía global favoreció la rápida difusión de la COVID-19 generando, en un plazo muy breve, una crisis sanitaria universal. Una crisis que además ha puesto en evidencia los efectos del debilitamiento de los sistemas sanitarios públicos, la vulnerabilidad de los sistemas productivos superespecializados y las indecentes desigualdades de poder entre países y entre sectores multinacionales. Si en la crisis financiera los grandes gobiernos protegieron por todos los medios a los grandes bancos, en la crisis de la COVID-19 hemos asistido a una protección parecida de los derechos de propiedad de la industria farmacéutica. Al igual que la crisis anterior, la crisis de la COVID-19, si bien ha sido más corta en su duración, ha dejado un reguero de efectos secundarios no solo en términos de desigualdades, sino también de salud (especialmente el incremento de las enfermedades mentales que forman parte del marco endémico de las sociedades modernas).
Las respuestas sociales a estas crisis no han sido homogéneas por diversas razones. Apuntaré las que considero más relevantes. En primer lugar, aunque la crisis financiera y la crisis de la COVID-19 se han experimentado en todo el mundo, sus efectos han sido localmente diferentes. Tanto porque las estructuras económicas, políticas, sociales o el despliegue de los servicios públicos difieren de un país a otro como porque las respuestas políticas han sido en algunos casos diferentes. A ello contribuye de forma relevante el hecho que la propia economía política y económica mundial está jerarquizada y concede un mayor o menor grado de acción en función de la posición concreta de cada país. Esto ayuda a entender, por ejemplo, por qué a algunos países se les impusieron grados de austeridad mientras otros pudieron adoptar medidas más “socialdemócratas”.3 O porque la COVID-2019 fue más dramática en Estados Unidos que en Europa, por la inexistencia en el primer país de un verdadero servicio público de salud. En segundo lugar, las estructuras sociales de las sociedades capitalistas son hoy más complejas que antes, especialmente por lo que respecta a la población asalariada donde se han desarrollados segmentos sociales que mantienen situaciones laborales, de renta y estatus diferenciadas. Ello implica que el impacto de las políticas y la crisis afecta de forma asimismo desigual a diferentes grupos de la población, lo que condiciona sus respuestas. Por ejemplo, el deterioro de la asistencia sanitaria pública está dando lugar a protestas y movilizaciones, pero también a una respuesta de salida en forma de aumento de la afiliación a los seguros médicos privados. Es obvio que esta última respuesta solo es viable para determinados niveles de ingresos y lo que puede acabar generando es una sanidad pública solo orientada al segmento más pobre de la sociedad. No se trata solo de posibilidades materiales, de poder de “salida” individual.
Los procesos de socialización y la propia experiencia laboral generan experiencias vitales que conforman la subjetividad individual y esta se traduce en respuestas sociales diferenciadas ante una misma situación de partida. En tercer lugar, la enorme transformación del proceso de socialización e información que incide en las formas como las personas se relacionan, captan la realidad, interaccionan y que por tanto influye en las respuestas que adoptan ante un mismo fenómeno. Destacar al respecto que estos cambios han tendido a debilitar las viejas formas de organización colectiva y, condicionan a muchos movimientos sociales.
Llegó la inflación y la guerra
La dinámica de los acontecimientos parece corresponder a un guión escrito por un autor de narraciones apocalípticas: después de la pandemia, la guerra. El origen de la inflación –algo que nos remonta a décadas anteriores, en las que se produjo la eclosión de las políticas neoliberales– es incierto y está por dilucidar. En todo caso, se inició antes del estallido de la guerra de Ucrania. En todo caso, esta última ha servido para realimentar un incendio que ya estaba declarado.
No está claro el origen de la situación, es posible que sea una combinación de factores. Hay un cierto paralelismo con la situación de los años 1970 en el hecho de que la subida de los precios ha sido especialmente pronunciada en los combustibles fósiles (petróleo y gas) y en las materias primas agrícolas. Sin embargo, en aquel momento el factor determinante fue la política de precios de la OPEP la que generó el impulso inicial y ahora no se detecta una actuación semejante. No hay un agente único al que culparle del alza.
Una de las explicaciones plausibles es la que asocia el crecimiento de los precios energéticos con las perspectivas de caída futura de la producción y la necesidad de recurrir a explotar yacimientos donde la extracción es más costosa.4 En una línea similar se situarían los que argumentan que el alza de las materias primas agrarias tiene en parte su origen en las peores perspectivas de cosechas provocadas por los efectos del cambio climático, así como por la dependencia que tiene la agricultura convencional de los combustibles fósiles y sus derivados. En su conjunto estas hipótesis pondrían en relación diversos elementos de la crisis ecológica –crisis energética, cambio climático– con el proceso inflacionario. De ser ciertos, estarían indicando que tras el alza de precios hay un problema de incremento de costes y de carestía de materiales que apuntan a un problema fundamental del futuro: la imposibilidad de mantener un modelo productivo en el que el despilfarro de recursos es una condición esencial de su funcionamiento.
El funcionamiento real de las economías capitalistas es demasiado complejo para atribuir toda la carga del proceso a un solo elemento. Los procesos de fijación de precios son mucho más variados que los simplistas modelos de adoctrinamiento económico. Lo podemos constatar en el caso de los precios eléctricos donde el precio final es el resultado de una particular regla –en este caso determinada por normas públicas– que ha permitido convertir las alzas del aumento del precio del gas en un negocio redondo para las eléctricas. A pesar que el gas solo representa una parte menor del proceso de producción eléctrica y que, como se ha mostrado en España, durante muchos días las centrales a gas no han intervenido en la producción. Los derechos de propiedad de que gozan las eléctricas les permitía “ofrecer” la energía de origen hidráulico a un precio ligeramente inferior al del gas (con el efecto colateral que en pleno agosto vaciaron pantanos con el consiguiente impacto ambiental). El escándalo de las eléctricas lo conocemos porque su sistema de precios depende de una regulación pública, pero los oligopolios de diverso grado operan en gran parte de sectores posiblemente con mayor opacidad que el caso comentado.
En la medida que la mayor inflación se concentra en energía y alimentación obliga a considerar cómo operan estos oligopolios
Sin una investigación específica sobre el funcionamiento de mercados concretos va a resultar difícil saber cuáles han sido los motores desencadenantes de la inflación actual. En algunos casos puede que se trate de un efecto “rebote”, de una actualización de precios para cubrir las caídas que las empresas tuvieron que hacer en plena pandemia (por ejemplo, en el sector de hostelería y restauración). También, que los distintos bloqueos que se forman en los cada vez más saturados circuitos logísticos y los parones experimentados en diversos momentos en la gran fábrica del mundo –China– pueden dar lugar a aumentos de precios. Pero en la medida que la mayor inflación se concentra en energía y alimentación obliga a considerar, más allá de los elementos estructurales ya señalados, la forman como operan estos mercados, los oligopolios que operan en los mismos, los elementos especulativos habituales en los mercados de futuros.
La invasión rusa de Ucrania realimenta estas tendencias y ofrece justificaciones a los especuladores de siempre. Todas las guerras son situaciones propicias a la inflación y la especulación. El papel que tienen Rusia y Ucrania en el suministro mundial de petróleo, gas, cereales y aceite de girasol impactan en los mercados y generan respuestas que refuerzan estas tendencias: busca de suministros alternativos de mayor coste, acaparamiento, etc. También la guerra estuvo presente en el episodio inflacionario desatado en 1973, aunque la corta duración de la guerra del Yom Kipur no explica por si solo el cambio; más bien fue una cobertura de un proceso económico de mayor alcance. Pero de nuevo la combinación de guerra –que puede evolucionar hacia situaciones mucho más peligrosas y ya está sirviendo de coartada para un rearme criminal– e inflación, nos sitúa en una perspectiva de enorme riesgo.
La inflación en el contexto actual
Que suban los precios no siempre tiene la misma importancia y gravedad. Depende del grado en que lo hacen y cómo afecta a diferentes grupos sociales. Si todas las rentas y los precios estuvieran indexados, la inflación no tendría ningún impacto distributivo. Si, por ejemplo, subieran precios y salarios al mismo ritmo, pero no se pudieran indexar los alquileres y los productos financieros, gran parte de la gente mejoraría su nivel de vida a costa de los rentistas. Siempre hay que analizar qué precios suben más que otros, quienes tienen capacidad de indexar sus ingresos y quiénes no. La inflación, además de un fenómeno monetario, tiene un importante papel distributivo. Si lo único que ocurre es que sube el precio de unos determinados productos y el resto se mantiene inalterado, los vendedores de estos productos encarecidos aumentan sus ingresos a costa del resto. Pero a menudo un aumento inicial genera una cascada de respuestas por lo que los aumentos se transmiten a la mayoría de bienes y servicios y se acaba generando un proceso inflacionario sostenido en el tiempo. Como habitualmente no todos los que intervienen en el mercado tienen la misma capacidad de trasladar los aumentos de precios casi todo proceso inflacionario acaba con ganadores y perdedores. Y en tanto dura genera muchas tensiones que, en el momento presente, son especialmente peligrosas.
En primer lugar llegamos a esta nueva situación tras un largo período de caída de las rentas del trabajo como resultado combinado de las políticas adoptadas en el período anterior, los cambios en la estructura y organización del trabajo, el debilitamiento de la acción colectiva. En el caso de España, las rentas salariales perdieron cinco puntos del PIB tras la crisis anterior y los salarios de amplios sectores se encuentran a niveles sustancialmente bajos. Ahora una gran parte de convenios colectivos carecen de los mecanismos de indexación salarial que protegen de la inflación. Por tanto hay muchas posibilidades que este proceso aumente las desigualdades y amplíe la devaluación salarial.
En segundo lugar, no se puede perder de vista que el control de la inflación constituye el único objetivo que institucionalmente se ha encomendado al Banco Central Europeo. Su obsesión antiinflacionaria y su despreocupación por otras cuestiones como el desempleo está en el origen de las perversas políticas de austeridad. De hecho, en los primeros años de la crisis, cuando se produjo un repunte de los precios energéticos el BCE optó por una subida de tipos de interés que no hizo más que ahondar los problemas. En especial con esta operación aumentó el coste de las hipotecas y ayudó a precipitar la crisis de impagos que sigue pesando en los problemas de vivienda de mucha gente. El problema no es solo la fijación de las autoridades monetarias por la inflación, sino que la considere como una cuestión monetaria para la que solo tiene un instrumento a utilizar: la subida de los tipos de interés. Cuando escribo estas notas ya sabemos que se va a poner en marcha este mecanismo. Y la subida de los tipos de interés tiene un efecto devastador para los deudores (entre los que se encuentran las haciendas públicas de los países que experimentaron más duramente la crisis anterior y los tenedores de hipotecas) y para el empleo. Es más o menos como algunas terapias contra el cáncer que no solo atacan al tumor sino a todo lo que tiene alrededor. Y además, resulta particularmente inútil para hacer frente a las causas profundas de una inflación generada por problemas de abastecimiento, sobreuso de recursos y maniobras oligopolistas. Puede que al final volvamos a experimentar una nueva versión de las viejas políticas de austeridad.
Hay muchas posibilidades de que este proceso inflacionario aumente las desigualdades y amplíe la devaluación salarial
En tercer lugar, en la medida que la inflación se produce de forma descentralizada y la capacidad de respuesta es muy desigual para diferentes grupos de personas favorece la propagación de tensiones sociales, en muchos casos parciales, focalizadas en los problemas específicos de cada grupo. Estas ya son visibles y pueden alimentar protestas radicalizadas en las formas, cohesionadas por identidades de grupos particulares, y, al mismo tiempo, sin un horizonte claro de respuesta. No se puede pasar por alto que, en muchos países, algunas de las protestas más sonoras se han producido como respuesta a los aumentos de los precios de los combustibles, al estilo de los chalecos amarillos. La incapacidad de dar respuesta con las políticas actuales refuerza además el desprestigio de los gobiernos y favorece culturas autoritarias y antidemocráticas.
Los economistas suelen dar importancia a otros efectos de la inflación tales como la pérdida de competitividad exterior, cuando un país tiene un importante diferencial de inflación respecto a los países de su entorno comercial –lo que no es el caso en el momento presente–, así como su impacto sobre las decisiones de inversión en la medida que las fuertes variaciones de precios aumentan las incertidumbres en una actividad ya de por sí compleja (o generan un desplazamiento hacia bienes especulativos que los inversores consideran más seguros). Pero en el momento presente considero que los problemas centrales se encuentran en el peligro de que la inflación actual refuerce la tendencia a las desigualdades y aumente la pobreza, se traduzca en nuevos recortes de las políticas públicas por el problema de la deuda y sea una fuente de deslegitimación democrática que genere un conflicto social descontrolado.
La cuestión más importante con todo es que en el actual marco de diseño de las políticas económicas es imposible hacer frente a los problemas que generan la inflación actual porque se ha renunciado a los mecanismos que serían necesarios para hacerlos. En concreto, sigue sin desarrollarse una política que tome en consideración el conjunto de cuestiones que plantea la crisis ecológica y adopte medidas para que esta no acabe generando una verdadera catástrofe social. Y también se ha renunciado a intervenir en los mercados concretos para atacar los oligopolios que son los principales generadores del modelo de capitalismo rentista que condiciona las vidas de millones de personas.
Cómo encarar la nueva convulsión
La inflación actual suma sus efectos y los reactualiza. La crisis de la deuda vuelve a ser una amenaza, que nunca desapareció, con el previsible aumento de los tipos de interés. Sin un potente giro de guión, se profundizarán las ya insoportables desigualdades y se abren las puertas a salidas reaccionarias de la situación. Por esto es necesario pensar en qué tipo de respuestas pueden ser más adecuadas para hacer frente a estos peligros.
De entrada hay que recordar que la inflación no es un proceso homogéneo. Los habituales parámetros utilizados para medirla (IPC, deflactor de la renta) son meros índices construidos a partir de seleccionar una serie de productos, darles un peso en la cesta de la compra y medir la variación de cada precio. Su valor puede cambiar simplemente cambiando sus componentes (por citar un caso relevante, durante muchos años el precio de compra de vivienda no se ha tenido en cuenta en la elaboración del IPC porque se consideraba una inversión, esto tendía a subvalorar el crecimiento real del coste de la vida en momentos en que gran parte de la población destinaba una parte sustancial de sus ingresos a la compra de vivienda). De la misma forma tampoco las subidas del IPC afectan por igual a cada persona o grupo familiar. Las estructuras de gasto son tan variadas como los cambios en los precios, y por esto, un mismo aumento afecta de forma desigual a gente con diferente tipo de consumo. Por ejemplo, el aumento del precio de la gasolina no reduce la renta de quién nunca utiliza el coche, el de los alquileres a quién vive en una vivienda propia, el de los viajes a quién nunca hace turismo. Tener una evaluación precisa del impacto personal es complicado, pero hay la posibilidad de generar un conocimiento aproximado a partir de las informaciones que ofrecen las estadísticas de gasto familiar. Y en el momento actual la evidencia es que la inflación afecta más a las rentas más bajas (por el aumento del suministro doméstico de energía y de los alimentos).5
Sin un potente giro de guión, se profundizarán las ya insoportables desigualdades y se abren las puertas a salidas reaccionarias de la situación
Las propuestas oficiales, ante el temor a que las subidas de precios se retroalimenten y conduzcan a una inflación descontrolada, oscilan entre dos únicas alternativas: la ya comentada del ajuste monetario, que conlleva un aumento del desempleo, y la más “socialdemócrata” de un pacto de rentas en las que, teóricamente, empresarios y trabajadores aceptan una reducción de renta real y renuncian a trasladar los aumentos de precios de los mercados internacionales a precios y salarios, con el objeto de impedir que se desarrolle una espiral inflacionista. Es cierto que esta segunda alternativa es menos salvaje que la monetaria, pero es difícil que se produzca y contiene en sí misma problemas importantes.
En el caso de las rentas salariales el compromiso habitual es sencillo, aceptar aumentos de salarios inferiores a la inflación. Lo mismo puede aplicarse a las prestaciones públicas: se puede acordar que el aumento de las pensiones es más moderado que el de la inflación. Mucho más difícil es el control de las rentas empresariales. Mientras las empresas tienen autonomía para fijar precios no es claro cómo se pueden limitar sus rentas. Por esto, una fórmula utilizada es la de limitar el reparto de dividendos. Lo que no es en absoluto una moderación de rentas puesto que la parte de beneficios no repartidos quedan en la empresa y pueden ser recuperados posteriormente con fórmulas diversas (dividendos extraordinarios, devoluciones de capital, etc.). Tampoco suelen figurar en las políticas de rentas la desindexación de los alquileres –algo que debería hacerse en todo proceso inflacionario porque los rentistas ven actualizadas sus rentas sin aportar nada nuevo a la sociedad–. Muchas políticas de rentas acaban siendo un eufemismo de moderación salarial. Una moderación tanto más injusta porque los salarios llevan más de una década acumulando caídas y una parte de la población asalariada se ubica alrededor de la frontera que marca la línea de la pobreza.
Un pacto de momento no parece posible porque los sindicatos son conscientes de la reducción salarial experimentada en los últimos años y por esto siguen exigiendo acuerdo que garanticen el mantenimiento o recuperación de la renta real. Los empresarios tampoco están muy dispuestos al acuerdo no solo por el temor que les llevara a hacer concesiones y porque se sienten en una posición de fuerza real (propiciado por reformas laborales, la externalización de actividades, las nuevas tecnologías de la información, el lavado de cerebro cultural…) que no les obliga a ofrecer concesiones innecesarias para sus intereses.
Evitar que la inflación derive en otro desastre social exige aplicar una visión diferente a la de la economía convencional y tratar de responder a las cuestiones básicas que están presentes en la situación actual. En la sección anterior he tratado de destacar tres cuestiones básicas: el aumento de las desigualdades que provoca el proceso actual y que solo refuerza dinámicas anteriores; la importancia de las estructuras olígopólicas que generan hiperbeneficios en manos de determinados grupos y que en muchos casos dependen de las regulaciones institucionales en vigor; y por último, y quizás más relevante, la conexión de la inflación actual con el modelo productivo dominante, especialmente enfrentado a una crisis ecológica multiforme, con especial incidencia en la falta de materiales y los problemas derivados de la crisis climática.
La cuestión distributiva central es la de reducir las desigualdades elevando sobre todo los ingresos bajos y medios. Aunque la inflación afectará a todo el mundo por igual no es lo mismo una pérdida del 5% del poder adquisitivo para alguien con ingresos elevados que para quien esta en situaciones de subsistencia. Por esto, es básico que se plantee una política de garantía de ingresos a las rentas más bajas y pensar cual es la forma mejor de articular la medida. Es difícil que ello se consiga en la negociación colectiva directa, entre otras cosas por el bajo poder sindical en los sectores de bajos salarios, que coinciden en muchos casos con grupos empresariales sometidos a su vez al poder de los grandes grupos. Se podría diseñar una extensión de la renta básica financiada con un impuesto a las rentas altas, aunque los esquemas concretos habrá que estudiarlos a fondo, así como incluir reformas del sistema público que permita que estos derechos topen con una pared burocrática como ya ha ocurrido con la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital (IMV), y en otros muchos casos.
Hay que combatir los oligopolios, los variados mecanismos que generan rentas excesivas en detrimento de la colectividad
En segundo lugar, hay que combatir los oligopolios, los variados mecanismos que generan rentas excesivas en detrimento de la colectividad. En unos casos sabemos, como el ya comentado de la electricidad, de la existencia de un mecanismo de fijación de precios inadecuado, o de una sobreprotección excesiva a los derechos de propiedad, como en el caso de las patentes farmacéuticas. Hay mucho espacio de reforma en este campo. Hasta ahora inexplorado porque partimos de un mundo institucional que sobreprotege a la propiedad privada y de una cultura económica que recela de todo lo que suponga intervenir en los mercados. Hace tiempo que perdió fuerza el viejo populismo antimonopolista y en la academia se enterró a la vieja política industrial. Un primer paso debería ser el contar con buena información y trasparencia sobre cómo funcionan realmente los distintos mercados, la trazabilidad de las rentas, donde están los cuellos de botella. Sin buena información es imposible actuar con buen tino. Y analizar todas las regulaciones que inciden en la formación de los precios y de los derechos de los diferentes participantes en la sociedad. Y reformar lo que fuera necesario o imponer impuestos elevados allí donde se detectan rentas parasitarias. No es una política sencilla, sabemos del poder organizado de los lobbies empresariales, de su brutalidad a la hora de defender sus privilegios, pero es precisamente ahora cuando esta línea de actuación resulta más necesaria y tiene más posibilidades de conseguir audiencia.
Y está, sin duda, la cuestión más crucial. La que plantea la crisis ecológica. Si puede discutirse que esta sea el desencadenante de la actual inflación debe tomarse como un aviso de lo que vendrá en un futuro próximo. Porque es indudable que, en una crisis de oferta de energía y materiales, una sucesión de malas cosechas acaba siendo traducida en alzas de precios. Si percibimos que los precios son un mecanismo de racionamiento, que raciona en función de la renta de cada cual, resulta obvio que esta va a ser una de las conexiones entre crisis ecológica y desigualdad. Por esto es urgente adoptar reformas e iniciativas que puedan favorecer unas formas de producción y consumo adaptadas a los límites de nuestro planeta, sin desigualdades insoportables. Hasta ahora, gran parte de lo que se ha llamado transición verde es solo un intento de prolongar las estructuras actuales, los negocios fundamentales en un nuevo contexto. Por ejemplo, en los planes Next Generation se dedican grandes sumas a financiar el coche eléctrico, mientras no hay una sola partida sustancial para el transporte colectivo y la remodelación de las pautas de movilidad. Hace falta mucho más, y la inflación va a ser una de las manifestaciones de las contradicciones de las políticas actuales. En este replanteamiento de la organización productiva debe incluirse también el cuestionamiento de la hiperespecialización espacial generado por la globalización y que no solo es fuente de crecientes embotellamientos, sino que también impide los intentos serios de generar circuitos cerrados y minimizar despilfarros.
El episodio actual es una etapa más de una dinámica económica que lleva años generando desastres, víctimas, malestar. Es el resultado de un modelo de globalización cuyas contradicciones y costes son cada vez más visibles. Pero que hasta el momento ha podido sobrevivir recurriendo a políticas de parches ad hoc, a la propia inercia social, al monumental esfuerzo cultural y propagandístico del marketing, a las políticas de control social y, sobre todo a la ausencia de proyectos transformadores capaces de dar cuenta de la complejidad de los problemas y de generar dinámicas sociales suficientemente poderosas. Sabemos dónde están los problemas, pero no tenemos claras las respuestas. Pero hemos llegado a un punto donde esta ausencia puede abrir paso a dinámicas sociales aún más perversas y peligrosas. Toca pensar, proponer, experimentar, transformar, organizar.
Albert Recio Andreu es profesor honorífico de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Acceso al artículo completo en formato pdf: Inflación en tiempo de distopía.
NOTAS
1 Por ejemplo, el libro de Andrew Glyn, Capitalismo desatado: finanzas, globalización y bienestar, FUHEM/Catarata, Madrid, 2010, publicado inicialmente en 2006, antes del estallido de Lehman Brothers, ya adelantaba cuestiones que después se mostraron relevantes.
2 El libro de Mark Blyth, Austeridad. Historia de una idea peligrosa, Crítica, 2014, analiza con detalle el proceso que llevó de la crisis de 2008 a las nefastas políticas adoptadas por la UE en 2010.
3 En Steffen Lehndorf, El triunfo de las ideas fracasadas. Modelos de capitalismo europeo en la crisis, FUHEM/Catarata, 2015 se compara el diferente modelo de acción aplicado en diez países europeos.
4 Sobre esta cuestión inciden diversos trabajos de Antonio Turiel publicados en su blog Oilcrash.
5 Como apuntaba el artículo sin firma de Eldiario.es de 17 de enero de 2022, «La batalla por subir los salarios en 2022 está servida», basado en parte en el trabajo de Luis Ayala y Olga Cantó, Radiografía de medio siglo de desigualdad en España, Observatorio Social de la Caixa, 2022.
El malestar en época de crisis concatenadas
José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología social en la Universidad Autónoma de Madrid, escribe para el número 158 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global sobre algunas claves psicosociales para comprender el malestar producido por la experiencia vivida de crisis concatenadas en los últimos años.
El malestar en época de crisis concatenadas: algunas claves psicosociales analiza como las expectativas y planes de muchas personas y el ritmo de su propia vida cotidiana se han visto truncados. El síntoma más evidente puede describirse como sensación de malestar con múltiples indicadores económicos, emocionales y de salud mental. Se mencionan algunos indicios de las alteraciones de la salud mental y el bienestar. Y se proponen algunas claves descriptivas de este malestar como la incertidumbre, la parálisis de la acción y el vacío existencial.
Vivimos momentos de incertidumbre, que se convierte en angustia.
Siempre me ha fascinado la seguridad existencial de algunas personas a la hora de planear su vida y, sobre todo, a la hora de explicarse las circunstancias de sus decisiones. Durante un tiempo, he tenido que visitar periódicamente un centro de fisioterapia en el que me obligaban a permanecer durante más de una hora sin poder hacer gran cosa. Escuchaba las conversaciones que se mezclaban en ese ambiente de aparatos y de idas y venidas pausadas. En cierta ocasión, un grupo de personas hablaban, escandalizados, de la decisión que un conocido común había tomado en su vida. Y realmente no lograban ponerse de acuerdo en la explicación de esa decisión. Hasta que una persona de autoridad (la propia fisioterapeuta) dijo que «eso es la costumbre». Todos aceptaron la explicación como explicación definitiva. Me di cuenta, una vez más, del modo en que engañan las falsas respuestas que agotan el caudal de interrogantes ante una situación.
Una sensación similar tuve cuando leí, hace años, el best-seller sobre economía de J. K. Galbraith, titulado La era de la incertidumbre.1 En el prólogo de ese libro, Galbraith, aun asumiendo el éxito de imagen de un título así (que, por ejemplo, le reportó incluso una serie de televisión en la BBC sobre esta cuestión), se veía obligado a reconocer que, en realidad, todas las etapas de la historia de la humanidad podrían ser consideradas eras de incertidumbre. Y, sin embargo, hay momentos en los que las personas y los grupos sociales generan una atmósfera de incertidumbre que, a veces, puede llegar a ser tan intensa que se convierte en un rasgo característico y compartido de un espacio social en un tiempo dado. Quizás sea este uno de esos momentos en los que se comparte una cierta sensación de agobio y un clima generalizado de ansiedad por las circunstancias vitales. Y así, se termina asumiendo que, en efecto, estamos viviendo en una era de incertidumbre, cerrando el paso a indagaciones ulteriores sobre las causas de esa incertidumbre.
La más íntimas experiencias personales se ven atravesadas por la incidencia, a veces perturbadora, de la condiciones sociales de la existencia.
La respuesta, a diferencia de la que proporcionaba la fisioterapeuta en el caso anteriormente mencionado, no tranquiliza, sino que se convierte en un motivo de angustia más. Se traduce en un ansia infinita de que pase todo de una vez. Como el caso de Don Quijote cuando tranquilizaba a Sancho con una apelación, apenas explicable, en la conocida sentencia inspirada en el refranero popular: «Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo, y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca».2
Amenazas y angustia
Estamos viviendo unos tiempos de borrascas encadenadas cuyos efectos inciden no solo en los ritmos existenciales y las rutinas de la vida cotidiana, sino, sobre todo, a la capacidad de elaborar los significados personales de las propias experiencias. El filósofo alemán de origen surcoreano, Byung-Chul Han –aunque no acertó en muchas de sus predicciones sobre el fin de los riesgos bacterianos y víricos–, sugiere que este tipo de experiencias conducen al lamento personal de que nada es posible:3 «No-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión» (p. 31). El conjunto de rutinas que estructuran las vidas personales –y a las que se adhiere con intensidad la persona– se rompen y también se truncan las expectativas. Las condiciones sociales –de optimismo irracional extremo o de angustia existencial máxima– se acaban traduciendo en una sensación de parálisis a la hora de actuar: la persona activa, adopta un patrón de respuesta expectante, y la inquietud en un patrón de mirada borrosa, víctima de lo que el propio Han denomina la “guerra interiorizada”.
Esta guerra interiorizada incrusta las condiciones históricas en la propia biografía personal. Una idea similar ya fue planteada (en un libro originalmente publicado en 1959) por Charles Wright Mills,4 cuando planteaba la necesidad de elaborar constructos que permitiera analizar simultáneamente “historia” (experiencia colectiva) y biografía (experiencia personal), inquietudes personales y problemas de la estructura social. Las más íntimas experiencias personales se ven atravesadas por la incidencia, a veces, perturbadora, de las condiciones sociales de la existencia.
Este enfoque es especialmente relevante cuando el horizonte que describe el escenario vital es, en realidad, una fuente de incertidumbre, si no un telón de fondo de amenazas que alteran los planes personales trabajosamente construidos. Esto afecta especialmente en momentos de crisis reconocidas, como las actuales. Surgen, así, dos incisivas preguntas que afectan al bienestar existencial de las personas; la primera hace referencia a los riesgos personales en este tipo de circunstancias (¿cómo me afecta?) y la segunda a las estrategias de afrontamiento (¿qué puedo hacer?) y el eventual compromiso ante esa situación.
Además, a ello se suma la presencia de riesgos invisibles que se hacen visibles, como destacaba Ulrich Beck.5 Los riesgos más claros son los riesgos derivados de la desestabilización económica que se vive desde hace más de una década, los derivados del calentamiento global y el cambio climático, los riesgos sanitarios debido a los límites de la efectividad de medicamentos como los antibióticos, las guerras constantes y, por supuesto, los derivados de la pandemia de la COVID-19. Esta situación ha creado un contexto generalizado de incertidumbre sobre las causas y, en consecuencia, también de incertidumbre sobre las soluciones. La tentación es, sin más, como en el caso de la clínica de fisioterapia, conformarse con la falsa explicación de la incertidumbre, o, por el contrario, aunque no se pueda con las causas, indagar modestamente, al menos, algunas de las claves que describen las secuelas de la situación que vivimos.
Uno de los costes existenciales de la aparente adaptación a estas situaciones de crisis se traduce, precisamente en sentimientos (incluso íntimos) de malestar como consecuencia del desasosiego emocional vinculado a la incertidumbre y las expectativas frustradas. Nuestras biografías se llenan de planes truncados y la trama vital se convierte en una malla de hilos rotos, casi imposible de recomponer. Los costes de esta experiencia se traducen en síntomas de alteración de la salud, física, social y psicológica.
Indicios de malestar: la salud mental en riesgo
El lenguaje común apela con frecuencia a expresiones ilusorias, según las cuales cualquier problema, por grave que sea, tiene solución. Quizás (ojalá) eso sea cierto. Algunos especialistas, además, aluden a la casi infinita plasticidad de los recursos psicológico para adaptarse a cualquier situación. La cuestión es que la adaptación a situaciones de exceso de demanda –como son las crisis sucesivas que estamos viviendo– puede ser efectiva. En efecto, las personas de adaptan a situaciones más o menos extremas, pero esto lleva aparejado un amplio conjunto de costes que se traducen en alteraciones relevantes del bienestar físico y psicológico de las personas. Estos costes, en psicología, se reconocen con el término estrés. Uno de los aspectos en los que con más claridad se pueden identificar estos costes es en las alteraciones de la salud mental. Vamos a repasar algunos de los indicios sobre estos problemas, una selección de los cuales se recoge en la tabla 1.
En octubre de 2021, la Fundación Adecco (en colaboración con Johnson & Johnson) publicó un informe sobre salud mental,6 basado en una doble encuesta a 101 empresas de 21 áreas de actividad y a 234 demandantes de empleo con certificado de discapacidad por problemas de salud mental. En dicho informe ser reconoce, entre otros datos, que la OMS predice que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el año 2030. Y, por ejemplo, que el 64,6% de los encuestados considera que la crisis de la COVID-19 ha empeorado mucho o bastante su salud (véase también la tabla 1).
Tabla 1. Algunos indicios del impacto en la salud mental de los cambios de los últimos años
Indicadores | Fuente |
· El 25% de la población sufrirá algún trastorno de este tipo a lo largo de su vida. · El 64,6% cree que la crisis de la Covid-19 ha empeorado mucho (35,6%) o bastante (29%) su salud. | Fundación Adecco y Johnson & Johnson (2021). Un empleo para la #SaludMental. |
a) Trastorno depresivo mayor: • Incremento adicional: 27,6% de (53,2 millones, -44,8 a 62,9-), por la Covid-19. • La tasa de incidencia por 100.000: 3252,9 casos (2722,5 a 3654,5). b) Trastorno de ansiedad general: • Incremento adicional: 25,6% (76,2 millones -64,3 a 90,6-). • La tasa de incidencia por 100.000: 4802,4 casos (4108,2- 5588,6). | COVID-19 Mental Disorders Collaborators (2021) The Lancet, 398(10312): 1700-1712. DOI: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(21)02143-7 |
· Los trastornos de ansiedad en España: 6,7% de población (8,8% en mujeres, 4,5% en hombres). · TDAH en España: 40% de las consultas de especialistas en neuropediatría. · Estimación ansiedad en la población infanto-juvenil (OMS): entre un 5% y un 8%. | Sistema Nacional de Salud (2020, diciembre). Salud mental en datos. BDCAP-Series 2. |
a) Buena salud física autoinformada: · En 2017: 86,7% · En 2020-21: 54,6%. b) Trastornos mentales en la juventud: · En 2017: 6,2%. · En 2020: 15.9%. c) Ideas suicidas en la juventud: · En 2019:5,8%. · En 2021: 8,9%. · 35,4% lo ha pensado alguna vez d) Otras alteraciones: · 56%: Dificultad para concentrarse y control de impulsos (edad 15-20). · 47%: Inquietud/desasosiego (edad 20-24). · 38%: irritación, explosividad (edad 20-24). · 48%: cansancio y apatía (edad 20-24). · 45%: miedo e incertidumbre ante el futuro (edad 20-24). · 44% dificultades para dormir (edad 20-24). | Sanmartín, A., Ballesteros, J. C., Calderón, D. y Kuric, S. (2022), Barómetro Juvenil 2021, Madrid: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Fundación FAD Juventud. (ver también: https://www.alimente.elconfidencial.com/bienestar/2022-06-03/peor-salud-fisica-y-mental-jovenes-espanoles_3435341/)
|
• Tasa de emancipación juvenil: El 14,9%. de las personas jóvenes está emancipado. | Consejo de la Juventud de España (2021). |
Fuente: Elaboración propia
Un trabajo, publicado en la revista Lancet,7 realizado por un equipo internacional de investigadores sobre trastornos mentales y COVID-19, basado en una revisión sistemática de 40 estudios publicados entre enero de 2020 y enero de 2021 en todo el mundo, concluye que globalmente se ha producido un incremento adicional de 53,2 millones de casos adicionales de trastorno depresivo mayor (un incremento del 27,6%) como consecuencia de la pandemia. En este mismo estudio se apunta el dato de que el incremento adicional de trastornos de ansiedad es del 25,6% (esto supone una cantidad absoluta estimada de 76,2 millones de personas afectadas). Los cálculos, bastante rigurosos, de este este estudio no permiten, sin embargo, estimar cuánto de este crecimiento de las tasas de depresión y ansiedad se deben a efectos exclusivos de la pandemia, y cuántos se deben al efecto acumulado de otras amenazas derivadas de la crisis económica desencadenada después de la caída de Lehman Brothers (2008), de las ocasionadas por otras alertas sanitarias, las guerras en el mundo, los movimientos migratorios forzados o las amenazas derivadas del calentamiento global y el cambio climático. Lo que parece claro, tal y como se recoge en la tabla 1, es que las vidas personales y los niveles de salud y bienestar están claramente marcados por las circunstancias extremadamente demandantes que estamos viviendo.
Otros indicadores recogidos en la mencionada tabla aluden a indicios sustanciales de alteraciones de los indicadores de salud mental que afectan a la población española. Llama la atención, por ejemplo, el registro de la incidencia de los trastornos de ansiedad generalizada en la población española que afectan al 6,7% de población total, con una diferencia en la incidencia entre mujeres (8,8%) y hombre (4,5%), según un informe de 2020 del sistema Nacional de Salud.8
Igualmente, merece la pena destacar que en la población juvenil española la tasa de incidencia de trastornos mentales en el año 2020 es del 15,9%, mientras que tres años antes esta tasa era del 6,2%, lo cual puede ser un indicador de la incidencia diferencial de los efectos de las crisis en grupos especialmente vulnerables. También llama la atención el incremento de la ideación suicida en tres puntos en este mismo grupo de edad. Estos datos, tomados del Barómetro Juvenil 2021. Salud y bienestar,9 y otros que se recogen en la tabla 1, según reconocen las personas encuestadas, son síntomas que están estrechamente relacionados con el estrés que les produce el trabajo y los estudios (63%) y la situación económica (51,4%). Teniendo en cuenta este tipo de datos, no puede llamar la atención la baja incidencia de otro indicador de vulnerabilidad de la población juvenil como el que se refleja en las dificultades de emancipación juvenil (solo el 14,9% de está emancipado), tasa esta que, según reconocen el informe del Consejo de la Juventud de España,10 es la tasa más baja de emancipación juvenil de las dos últimas décadas.
Los datos recogidos son un indicador de la soterrada situación de trauma compartido que se está viviendo. Y muestran, en conjunto, la extremada vulnerabilidad de grupos particulares y de la sociedad en su conjunto. En algunos foros de discusión, normalmente de personas acomodadas relativamente blindadas ante las más negativas secuelas de estas situaciones, se alude a la “generación de mantequilla”, para aludir a la escasa capacidad de resiliencia que algunos modelos educativos han generado en las nuevas generaciones y que contrastan con la capacidad de aguante y sacrificio de otras personas en otros momentos históricos. No puede ser más desenfocada esta alusión, como algunas otras muchas derivadas de superficiales libros de autoayuda. Realmente, las borrascas encadenadas que estamos viviendo no serán el fin del mundo, pero exigen de las personas y los grupos estrategias de adaptación y afrontamiento con elevados costes psicológicos, de los cuales los datos anteriores son solo indicios de las alteraciones globales que se están produciendo. Además de mostrar un bajísimo nivel de empatía ante el sufrimiento humano que estas crisis desencadenan, los acomodados líderes que argumenta estas ideas pretenden incrementar la responsabilidad individual en las consecuencias. Este argumento convierte a la víctima en su propio verdugo, agravando aún más los síntomas del estrés, al convertir la propia situación de malestar en un destructivo reproche a sí mismo, cuyas consecuencias se traducen en un incremento de los sentimientos de culpabilidad e, incluso, un motivo para la propia agresión.
Más allá de los síntomas, estos datos plantean la necesidad de recurrir a algunas claves que nos ayuden a mejor comprender estas situaciones de vulnerabilidad, que obviamente no pueden agotarse en la extensión limitada de este artículo. Algunas de estas claves son, en realidad, dimensiones emocionales vinculadas a la experiencia de estas situaciones de amenazas encadenadas que estamos viviendo, que actúan como lastre que dificulta comprender mejor la situación así como tranquilizar sobre nuestras capacidades personales para hacerles frente.
Clave 1. Tratar con la incertidumbre y miedo
El filósofo Han, antes mencionado, alude a que el prototipo ideal de la persona en las sociedades modernas (en el momento en el que él escribe, en el tránsito de siglo pasado al actual) es el del «sujeto del rendimiento». Y este referente, sin duda, ha planteado un horizonte axiológico basado en el planteamiento de metas y consecución de objetivos coherentes, basados en el principio de racionalidad en la gestión de la información disponible. Sin duda, este modelo es, en exceso, artificial y voluntarioso. Y todo ello se desmorona cuando la ecuación de metas-objetivos-acciones se llena del ruido que produce la incertidumbre extrema de una situación.
Pero, ¿por qué atribuir tantos efectos negativos a la exposición a situaciones de incertidumbre? En realidad, el funcionamiento psicológico está preparado para la acción en situaciones de incertidumbre. Algunos investigadores defienden, incluso, que la alerta que produce cualquier señal imprevista y sorprendente desencadena el mecanismo, evolutivamente adquirido, de la curiosidad. La curiosidad es un tipo de respuesta que pone en alerta a la persona ante el peligro que pudiera entrañar una señal o información imprevista. De hecho, como se ha escrito, la selección natural ha favorecido a los individuos más sensibles a las alarmas, sean reales o infundadas. Dos psicólogos sociales, Haselton y Nettle, acuñaron en el año 200611 el término de «paranoia optimista». La paranoia optimista alude al hecho de que los costes de alarmarse inútilmente son, en términos funcionales, menores que los riesgos derivados de no alarmarse. Podría conectarse con el refrán castizo de «mejor prevenir que lamentar». En términos evolutivos, podríamos decir que los individuos de las comunidades de nuestros ancestros que se alarmaban por la rápida aparición de un nubarrón en el cielo y corrían a protegerse se adaptaron mejor que aquellos que despreciaron esa señal de alarma, que, de haberse producido, podrían haber tenido consecuencias fatales. El coste funcional de alarmarse es menor que el coste potencial de no alarmarse (que puede tener consecuencias irreversibles). Desde este punto de vista, el miedo ante señales inciertas no tiene nada de irracional; al contrario, constituye un recurso de sagacidad que asegura la supervivencia. En otras palabras, como reconoce Gérald Bronner, «somos descendientes de los miedosos».12
La paranoia optimista precisamente alude al sesgo de estimar de manera diferente el estado personal de la situación social. De hecho, como sugieren los autores, este fenómeno del optimismo paranoico predice «paranoia sobre el entorno, pero optimismo sobre uno mismo». Y Haselton y Nettle, en el artículo antes citado, reconocen que hay evidencias en la literatura que sugieren este doble rasero. Y citan varios de estos trabajos.13 Por ejemplo, un metaanálisis de más de 70 estudios de satisfacción con la vida de nueve países muestra que las personas tienden a creer que su propia vida está mejorando, al mismo tiempo que creen que la vida en general en el país donde viven está empeorando.14 Igualmente, citan el trabajo de McKenna,15 en el que se confirma que las personas creen que tienen menos riesgo de ser víctima de un accidente de coche si son conductores, pero no son pasajeros. Este mecanismo regulador se ve afectado por la intensa propaganda del terror, tal y como describiera hace algunos años Naomi Klein.
Este fenómeno de la paranoia optimista debe tranquilizar sobre el papel adaptativo del miedo, procurando evitar el miedo a tener miedo. Pero, este enganche, de origen evolutivo, con los mensajes alarmantes tiene un efecto perverso que deriva del hecho de que concede a aquellos que actúan como “productores del miedo” una “ventaja competitiva”. Y esta ventaja competitiva, además, se justifica en que, como se ha mostrado en la psicología social, las informaciones negativas son más seguidas que las positivas.16 Es mucho más probable que se sigan los mensajes de miedo e incertidumbre que cualquier otro mensaje. Esta idea ya fue anunciada por Naomi Klein en su libro de 2007,17 donde anunciaba la difusión de mensajes de miedo como estrategia controladora de las respuestas de las personas antes situaciones difíciles, explicando el contexto político y económico de este abuso del miedo que ella denominó la «doctrina del shock».
Así pues, más allá de visiones conspiranoicas, a mí me preocupa que, frente a los discursos infundados que prometen futuros felices de estética Disney, se generalice lo que Bronner ha denominado el «embotellamiento de temores», que agotan la capacidad de respuesta humana ante las situaciones de desastres y que pueden describir la sensación de falta de futuro que muchas personas tienen en el momento presente.
¿Cómo nos percibimos a nosotros mismos en estas situaciones? El rasgo más característico que emerge es precisamente el de la indefensión, la creencia en la imposibilidad de afrontar estas situaciones, lo que explica alguna de las altas tasas de incidencia de trastornos de la salud mental que se comentaron anteriormente. Frente a esto, hay que asumir, como condición normal de desenvolvimiento, un óptimo nivel de incertidumbre como una vacuna frente a la inoculación de temores y miedos infundados.
En otras palabras, hay que definir estrategias sociales y personales basadas en tratar (negociar) con un cierto nivel de incertidumbre, asumiendo compromisos y riesgos derivados de ello, pero sin caer en indefensión. No todo está asegurado, pero tampoco todo está condenado fatalmente. Un ejemplo que podría ilustrar esta reacción es la respuesta humana ante el calentamiento global. Obviamente, el riesgo y el miedo es real, y los factores que amenazan la supervivencia están relacionados con acciones, estilos de vida y patrones de organización económica y social, y no surgen como consecuencia de dinámicas autónomas de la naturaleza. Una difusión mera y descarnada de los mensajes de miedo puede hacer que las personas desconecten de los mismos y de las ideas y propuestas en que se apoya. Y, sin embargo, hay que negociar entre la inoculación del miedo y la difusión de información sobre las medidas de mitigación más adecuadas. No es suficiente el mensaje del miedo, aunque sea más probable que este sea el mensaje que llegue. Para negociar y tratar con la incertidumbre es decisivo abrir caminos a la acción y la intervención humana. Por eso, es muy importante recuperar el principio de la responsabilidad (básico en el ecologismo contemporáneo, como el de James Lovelock), que no solo conduce a imaginar siempre lo peor, sino a asumir los cambios en los patrones y estilos de vida que puedan mitigar o evitar el potencial colapso. Siempre habrá algo que se pueda hacer y, de hecho, el miedo no es necesariamente paralizante, si va acompañado de la difusión de estrategias que refuercen la adopción de medidas de afrontamiento sin renunciar a establecer consecuencias.
Tabla 2. Contradicción en la opinión sobre política y cambio climático
Pregunta 17 Y, ¿Qué importancia, mucha, bastante, poca o ninguna, cree Ud. que deberían dar en sus programas los partidos políticos españoles a luchar contra el cambio climático?
Pregunta 18 En general, ¿Cuánto influye en usted la problemática ecologista y medioambiental la hora de vota por un partido político o por otro: mucho, bastante, poco o nada?
|
Fuente: CIS.18
Un caso claro de esta contradicción podemos observarlo en los datos de uno de los estudios del CIS sobre el cambio climático de 2018. En este estudio (véase la tabla 2), observamos el registro de dos datos esencialmente contradictorios. Cuando se pregunta a la muestra de participantes hasta qué punto considera conveniente que los partidos políticos introduzcan en sus programas medias de lucha contra el cambio climático, se obtiene que un porcentaje superior al 80% de las personas encuestadas creen que es muy y bastante necesario. Sin embargo, cuando se pregunta hasta qué punto tiene en cuenta las propuestas sobre medio ambiente en general a la hora de votar, el porcentaje de personas que lo tienen en cuenta bastante o mucho se reduce a poco más del 30%. Es un indicio claro de falta de “consecuencialismo”. O quizás es solo el reflejo de una cierto “ecofatalismo”. La tendencia al ecofatalismo refuerza el carácter inevitable de los datos de la evolución del cambio climático. El ecofatalismo no se basa en el miedo y en la incertidumbre, sino en la certidumbre del desastre inevitables, del “naufragio inminente” que ya se está produciendo.
Y esto se relaciona con la segunda de las claves que quiero mencionar: la parálisis de la acción,
Clave 2. Parálisis de acción: «bostezando en el Apocalipsis»
En el año 2018, dos psicólogos de la Universidad de Cambridge escribieron un pequeño artículo titulado «Bostezando en el Apocalipsis».19 Intentan explicar la falta de respuesta ante la gravedad de algunas de las amenazas, especialmente las derivadas del cambio climático. En realidad, la imagen que sugiere este trabajo intriga más que aclara. Pero, sin duda, plantea una cuestión relevante sobre las razones de la aparente inacción ante los graves problemas actuales, incluidos, por supuesto, los de la emergencia climática. Para más enganche, proponen una interesante interpretación del cuento sobre el cerdo y el cuervo del fabulista ruso Ivan Andreevich Krylov (1769-1844). Esta fábula cuenta la historia de un cerdo que, después de haber comido hasta hartarse las bellotas que están debajo de un roble, se dedica, jugueteando, a hozar las raíces del árbol dejándolas al descubierto. El cuervo le advierte del riesgo que eso supone para el roble, que podría llegar a secarse. Y el cerdo le replica: «a quién le importa un árbol cuando uno está harto de bellotas». Esta imagen ilustra la despreocupación por las consecuencias futuras de las acciones que se desarrollan buscando una ganancia inmediata y, en cierta medida, puede ser aplicable para definir algunas claves de la percepción humana de problemas como el cambio climático. Reposando después de una suculenta comida, uno queda inactivo ante los riesgos que atenazan el futuro. En efecto, una posible explicación de la falta de implicación se deriva de la incapacidad para estimar las consecuencias de las decisiones que se toman, así como de los hábitos que conforman los estilos de vida cotidiana.
Esta no es la única explicación de la inacción. William Rees publicó un artículo de divulgación en 2017 con el título «What, Me Worry? Humans Are Blind to Inminnent Environmental Collapse». Basándose en una contribución previa,20 aduce, como han hecho otros investigadores, que la cuestión no es tanto que no preocupe el cambio climático como que el problema es tan enorme e inabarcable que incluso las personas preocupadas se sienten impotentes y sin saber qué se puede hacer. De hecho, algunos autores como Glenn Albrecht han hablado de «ecoparálisis»21 y otros investigadores han señalado directamente la ansiedad por el cambio climático22 e, incluso, en algunas contribuciones se alude específicamente a la significación clínica de la ansiedad o preocupación por el cambio climático.23 Los resultados de este último artículo sugieren, entre otras cosas, que la ansiedad por el cambio climático no es infrecuente, especialmente entre los adultos más jóvenes, dato confirmado también con muestras adolescentes y jóvenes en nuestro país por un estudio que hemos realizado hace unos meses. Pero lo que me parece más importante de este artículo es que se confirma empíricamente que la ansiedad por el cambio climático está correlacionada con respuestas emocionales, pero no conductuales, ante el cambio climático. Y aquí nos encontramos, otra vez, con la inacción. Aunque sea exagerado decir que «bostezamos ante el apocalipsis», está claro que este elevado nivel de preocupación no cambia necesariamente las acciones de las personas. Aunque el problema obviamente preocupa y es objeto de interés, las causas y las consecuencias son realmente inabarcables y acaba suscitando intensas respuestas emocionales –como la compasión e incluso angustia– sin encontrar las estrategias para dar rienda suelta a estas respuestas emocionales.
Una vez más, la cuestión no se refiere solo a la dimensión real y objetiva de los problemas que nos atenaza, sino al modo en que percibimos (vale decir, “experimentamos”) los problemas de nuestra época. Y el rasgo más importante es que están fuera de nuestro control. La experiencia concatenada de crisis sucesivas refuerza, aún más, esta respuesta de indefensión que se asocia a pautas depresivas según las cuales no hay nada que hacer. De hecho, aunque sin connotación clínica, en muchos estudios de opinión se suelen registrar dos tipos de respuesta con frecuencias bastante elevadas. La primera podría ser etiquetada como ineficacia («cambiar mi comportamiento no tendrá efectos reales»); y la segunda, como desconocimiento («no sé lo que yo puedo hacer contra el cambio climático»). Por ejemplo, en un estudio de referencia de 2014 sobre cambio climático en España de GFK, estas categorías agrupan respectivamente el 24% y el 19% respectivamente del total de la muestra de participantes. En conjunto, el 43% de las respuestas. Especialmente relevante es la percepción de ineficacia de la propia acción, que refuerza el sentimiento de dependencia de la persona y desmotiva para implicarse en acciones que puedan tener impacto en las circunstancias de la propia existencia. La disminución del sentimiento de control sobre las situaciones avala la generalización de patrones de respuestas inactivas y la tendencia a la parálisis.
Esto se ve reforzado, en la situación actual, por la existencia de amenazas concatenadas y seguramente relacionadas entre sí. El mismo hecho de la proliferación de amenazas –económicas, sanitarias, ambientales y de todo tipo– redunda en la tendencia a convertirse en espectador y no en actor. Uno se refugia, agobiado por el exceso de exhibición de riesgos, en su propia esfera privada, rumiando incesantemente argumentos paralizantes y los juicios sobre la esterilidad de la acción misma. La tendencia a la inacción surge como consecuencia del exceso de señales, sean positivas o negativas. Un experimento que narra el psicólogo alemán Gerd Gigerenzer24 sobre el comportamiento ante un estante repleto de 24 productos (en este caso, confituras) y otro con solo 4 de estos productos, muestra que, obviamente, el estante con más productos ocupó más tiempo de atención de los clientes, pero suscito menos decisiones de compra. El segundo de los estantes atrae menos la atención, pero facilita diez veces más decisiones de compra que el primero. Es decir, es mucho más probable que adoptemos acciones efectivas en contextos no saturados que en situaciones que provocan un alto nivel de estimulación. Esta evidencia puede ser generalizada a otros muchos contextos, más allá del ámbito de comportamiento de compra del estudio original. Y, en efecto, en situaciones de demandas múltiples y excesivas, es mucho más probable que los planes de acción se paralicen, sea por miedo o por simple prudencia. O quizás como consecuencia del estado de confusión mental que puede generar estar expuesto a una ingente cantidad de señales que demandan nuestra atención.
Y, en momentos como los presentes, evidentemente hay muchas señales –la mayor parte de ellas de alerta– que llaman nuestra atención. En la sociedad digital podría pensarse en una excepción de esta regla que se refiere sobre todo al desplazamiento de nuestras intenciones de acción (o incluso nuestra indignación) a través de las redes sociales. Así, las redes sociales pueden llegar a convertirse en canales a través de los cuales se expresan, como si fueran acciones simuladas, dosis ingentes de indignación y cólera. Diversos autores (por ejemplo, Gerald Bronner, ya citado) han reconocido el interés, a este respecto, del comentario de Crockett en la revista Nature (Human Behaviour) de 2017 sobre la expresión de la indignación moral en redes sociales25 que, junto a muchas luces que presenta –expresión de críticas, ámbito de acciones fuera de circuitos controlados, etc.–, puede tener un “lado oscuro” y servir como sustituto de acciones y compromisos efectivos, reducir los discursos sociales elaborados más productivos y, como este autor reconoce en sus conclusiones, «puede exacerbar conflictos sociales, deshumanizar a los demás y aumentar el riesgo de peleas destructivas».
Clave 3. Vacío existencial: soledad y solastalgia
La expresión de vacío existencial quizás resulte un tanto retórica, y, en efecto, lo es. Pero con ella quiero referirme a la experiencia de fragilidad que nos invade cuando sentimos que los puntales de nuestra existencia se desvanecen. Esencialmente, los dos puntales más importantes de nuestra existencia son la relación con los otros y la vinculación emocional y apego a los lugares que habitamos. Ambos referentes son cruciales en la construcción de la propia identidad. El vacío existencial, pues, fundamentalmente, se produce cuando se difumina los patrones de nuestra propia identidad por la falta de referentes sociales o la desaparición de los lugares que nos anclan al territorio.
La soledad. La disminución de los lazos sociales o la falta de apoyo social percibido constituye el primero de los eslabones que desencadenan esta experiencia de vacío existencial. Como es bien sabido, desde la vieja teoría de Cooley del «yo espejo», los otros son un apoyo fundamental en el manejo de nuestra propia vida. Sin ellos, sin su referencia, quizás nos convirtamos en ciclistas alocados que deambulan por una ruta sin sentido. Siempre me ha impresionado la imagen del conejo blanco que se describe en el libro Alicia en el país de las maravillas, y que mira compulsivamente su reloj insistiendo en que llega tarde sin que quede claro ni el motivo ni el destino, reflejando, mucho tiempo antes de que se describiera, el comportamiento ansioso compulsivo. La falta de referencias de la presencia, real o imaginaria, de los otros es una fuente de esta respuesta ansiosa. Así, emerge como un problema clave la denominada experiencia de soledad.
La soledad puede definirse como la experiencia subjetiva relacionada con la insatisfacción con las relaciones sociales esperadas. La soledad, por definición, es, pues, la experiencia de una persona que quiere abrirse a los demás y no tiene éxito, siendo, en mi opinión, redundante el uso de la coletilla “no deseada”.
Uno de los más interesantes informes sobre el sentimiento de soledad ha sido publicado en el año 2020, pero con datos referidos a 2018.26 Según este informe, el 10,2% de la población de Madrid (aproximadamente, 400.000 personas) se ha sentido sola siempre, casi siempre o bastantes veces. Y de ellos, el 21,5% viven solos, aunque también aparece este sentimiento en el 8,5% de las personas que viven acompañadas. De hecho, en algunos textos se ha etiquetado este problema como una verdadera epidemia en ascenso y un problema de salud pública.27 Según esta nota de Cacioppo y Cacioppo, publicada en la revista The Lancet, la experiencia de la soledad puede producir un 26% más de riesgo de mortalidad y, según su estimación, afecta a alrededor de un tercio de la población de los países desarrollados. Cabe imaginar que las condiciones vividas en la pandemia posiblemente hayan incrementado la tasa de población afectada, así como la gravedad de sus secuelas. También estos autores plantean algo que es lógico y es que, tanto las condiciones extremas de soledad como sus más graves efectos, están relacionado con variables como el nivel de ingresos, la educación, el género, la raza. Y en determinadas situaciones resulta contagiosa. La experiencia de la soledad también se explica por las condiciones estructurales de la sociedad.
La explicación de este fenómeno es bastante compleja y requiere recurrir a causas de nivel macrosistémico (como la organización espacial de los entornos urbanos), mesosistémico (como la disminución de la intensidad de los lazos comunitarios) y microsistémico (como quizás el exagerado aprecio de la autonomía individual en algunas etapas de la vida). Tanto las causas como las consecuencias deberían ser objeto de estudio, más aún después de la experiencia de la pandemia, en la que muchos grupos y colectivos se dieron cuenta de la vulnerabilidad añadida de las personas en soledad, acometiendo programas e iniciativas de apoyo social a las personas más vulnerables. En cualquier caso, la experiencia de la soledad no puede considerarse fruto exclusivo de una decisión personal (por rasgos caracteriales de la persona afectada o por el denominado síndrome del ermitaño), sino el reflejo de desajustes graves en el flujo de interacción social que se reduce también como consecuencia de la exposición a entornos gravemente afectados por la crisis económica, ambiental y sanitaria, entre otras. De los muchos efectos que se pueden registrar, uno de los más importantes en el desdibujamiento de la propia identidad como consecuencia de la falta de contacto social, sea intencional o no. De hecho, se hace necesaria una especie de cirugía social a través de programas comunitarios, intervenciones conductuales e incluso recursos online para hacer frente al problema de la soledad. Una de las potenciales consecuencias –además de los riesgos para la salud física y psicológica, así como el incremento de la fobia social– es, precisamente, la restricción del horizonte vital que, en algún lugar, se ha denominado déficit de futuro.
El apego al lugar y la solastalgia. El vacío existencial también puede estar motivado por la ruptura o el deterioro de la estrecha vinculación emocional que se construye en la relación con los lugares. De hecho, los lugares son un referente importante en la formación de la propia identidad. En la psicología ambiental se aborda este proceso con la etiqueta del apego al lugar,28 que ha sido estudiado especialmente –aunque no solo– en relación con el ambiente residencial. El apego hace referencia «al vínculo que las personas establecen con los entornos en los que llevan a cabo sus actividades diarias y el desarrollo de sus historias personales, donde la persona se siente segura y a salvo y en el que, por tanto, quiere permanecer».29 Este vínculo (unidireccional, a diferencia del apego social) supone establecer lazos afectivos con el entorno que acaba actuando como una extensión del propio yo. La cuestión es cuáles son los efectos que tiene la ruptura de este vínculo. Cabe imaginar que los efectos son corrosivos. De hecho, en este mismo artículo se apunta que «la mayoría de la evidencia disponible parece consistente al señalar que hay una influencia positiva del apego al lugar sobre la felicidad, independientemente tanto de que esta se conceptualice como calidad de vida, satisfacción con la vida o bienestar».30 En consecuencia, se puede deducir que la ruptura del apego al lugar puede afectar seriamente tanto al equilibrio emocional como al desempeño psicológico.
Un caso específico que podría relacionarse o deducirse del apego al lugar es el que se plantea con el concepto de solastalgia.31 Glenn Albrecht explica la génesis del término relacionando la primera parte del término con el verbo latino solari (aliviar, calmar, apaciguar) y la conocida terminación de origen griega de -algia para referirse al dolor o tristeza. De esta forma, el término, ampliamente reconocido, aunque aún poco investigado empíricamente, alude a la experiencia de desolación que puede describir, simultáneamente, el sentimiento personal de abandono por una crisis existencial y la apreciación de un lugar o un paisaje con un alto nivel de degradación y/o deterioro. Albrecht define la solastalgia como «el dolor y la angustia causada por la pérdida continuada de consuelo y la sensación de desolación producida por el estado actual del entorno y del territorio».32 Este tipo de emoción negativa genera una experiencia existencial de malestar que se produce como consecuencia de la observación de un cambio ambiental negativo que rompe el vínculo afectivo de la persona con el lugar. Es, en definitiva, el trauma producido por la destrucción del “sentido del lugar” que trabajosamente las personas construimos a lo largo de nuestra experiencia ambiental. Se supone que ello se traduce, entre otras cosas, en una crisis existencial que afecta tanto a la persona como a las comunidades. En suma, la solastalgia describe la respuesta emocional negativa que surge por el hecho de que la degradación y pérdida del territorio que produce también el deterioro del sentido del lugar, a la vez que socava elementos claves de la propia identidad.
Pero la ansiedad solastálgica no está motivada únicamente por el impacto paisajístico y territorial de la actividad minera o cualquier otra actividad humana que directamente degrada el entorno. Se puede relacionar con el juicio de la irreversibilidad de la destrucción de un entorno (natural o urbano) que puede aparecer como consecuencia de una sequía persistente, las inundaciones, los incendios o los procesos de gentrificación urbana, entre otros factores. En definitiva, define la experiencia vivida de los efectos negativos de los procesos de degradación del entorno que vive una persona.
Entre otras consecuencias, la hipótesis de la solastalgia supone una pérdida personal puesto que con la pérdida del lugar se pierden las emociones a él asociadas y en él guardadas en las distintas etapas de la vida. Y esto altera el nivel de bienestar existencial que el territorio y los lugares proporcionan. También puede hacer emerger un sentimiento que podemos denominar déficit de futuro, un sentimiento producido por una pérdida que personalmente se considera irrecuperable. Los procesos de degradación ambiental actúan como desencadenantes de una angustia irremediable por la imposibilidad de recuperar los recuerdos y emociones que guardamos en los lugares que habitamos y los daños colaterales que estos procesos de cambio ambiental negativo producen a la propia identidad.
El estudio de estas emociones negativas se encuentra en un estado incipiente y muchas de nuestras suposiciones se encuentran en un estado embrionario, basado en intuiciones; es necesario el desarrollo de líneas de trabajo e investigación que empíricamente puedan mostrar la incidencia psicológica de los procesos de degradación ambiental en la degradación de la propia identidad.
La soledad y la solastalgia son solo dos ejemplos con los que se pretende mostrar que los graves problemas globales tienen secuelas que afectan a dimensiones íntimas de la vida cotidiana, que, en este caso, se vinculan con lo que se ha denominado el vacío existencial.
Conclusión
Este trabajo pretende ofrecer algunas claves para la lectura existencial de algunos efectos de las crisis concatenadas que vivimos en el momento presente y que afectan a prácticamente todos los escenarios en los que transcurre nuestra vida cotidiana. Es cierto que el momento presente, quizás más que otros períodos del pasado, puede describirse como una experiencia traumática.
Las emergencias intensas repentinamente entran en nuestra biografía y la evolución de los parámetros estructurales –ecológicos, económicos, políticos, geopolíticos y de emergencia sanitaria, entre otros– incrementa el catálogo de riesgos que nos amenazan. Tan importante como este catálogo de amenazas es el modo en que las personas construyen significados de esta experiencia de trauma compartido. No está claro que compartir experiencias traumáticas genere espontáneamente más redes solidarias. Estas tienen que aparecer como consecuencia de un esfuerzo voluntarioso y comprometido por descubrir que el destino personal es indisociable del destino colectivo. Y poder reconstruir redes de apoyo social e institucional para hacer frente a las situaciones de grupos y personas más vulnerables.
Junto a este esfuerzo, es necesario alertar del riesgo de colapso ecológico. Algunos especialistas defienden que el origen de estas crisis concatenadas hay que buscarlo en la inadecuada relación que nuestras sociedades y nosotros mismos tenemos con los hábitats y los recursos que contienen. Recuperar la importancia del vínculo con el territorio puede ser clave para asumir con más detalle la responsabilidad en su cuidado y el apoyo a políticas públicas que mitiguen los graves y alarmantes indicadores de crisis ecosocial.
La experiencia de estos últimos años, como hemos visto, nos ha hecho más vulnerables. Si algo estamos aprendiendo de esta situación es que, como en los contagios víricos, dependemos unos de otros. Avishai Margalit, en un libro de referencia de hace algunos años,33 dice que la sociedad civilizada nos ha permitido aprender, aunque se olvide con mucha frecuencia, a no humillarnos entre nosotros. Propone, además, que la sociedad sea decente. La sociedad decente es aquella en la que las instituciones asumen el compromiso de no humillar a las personas. Exigir a las instituciones públicas un compromiso para defender y no humillar a las personas, es una tarea de siempre. Es aún más imperioso exigir este compromiso en el momento presente.
José Antonio Corraliza Rodríguez es catedrático de Psicología social en la Universidad Autónoma de Madrid.
NOTAS
1 John Kenneth Galbraith, La era de la incertidumbre, Plaza & Janés, Barcelona, 1981.
2 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, capítulo XVIII (primera parte), Alfaguara, Madrid, 2015 [1605].
3 Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio (segundo ensayo: «Más allá de la sociedad disciplinaria»), Bilbao, Herder, Bilbao, 2012.
4 Charles Wright-Mills, La imaginación sociológica, FCE, Madrid, 1999.
5 Ulrich Beck, La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad, Paidós, Madrid, 2006.
6 Fundación Adecco/Johnson & Johnson, Un empleo para la #SaludMental, 2021, disponible en: file:///C:/Users/Usuario/Desktop/Art%C3%ADculo%20de%20FUHEM%202022/ADecco,%201921%20Informe-Un-empleo-para-la-salud-mental.pdf
7 COVID-19 Mental Disorders Collaborators, «Global Prevalence and Burden of Depressive and Anxiety Disorders in 204 Countries and Territories in 2020 Due to the COVID-19 Pandemic», The Lancet, 398(10312): 1700-1712, 2021, DOI: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(21)02143-7
8 Sistema Nacional de Salud, Salud mental en datos: prevalencia de los problemas de salud y consumo de psicofármacos y fármacos relacionados a partir de registros clínicos de atención primaria. BDCAP-Series 2, diciembre de 2020, disponible en: https://www.sanidad.gob.es/estadEstudios/estadisticas/estadisticas/estMinisterio/SIAP/Salud_mental_datos.pdf
9 Anna Sanmartín, Juan Carlos Ballesteros, Daniel Calderón y Stribor Kuric, Barómetro Juvenil 2021. Salud y bienestar: Informe Sintético de Resultados, Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Fundación FAD Juventud, Madrid, 2022, DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.6340841
10 Consejo de la Juventud de España, Observatorio de Emancipación del primer semestre de 2021, Consejo de la Juventud de España (CJE), Madrid, 2021, disponible en: http://www.cje.org/es/publicaciones/novedades/observatorio-emancipacion-primer-semestre-2021/#:~:text=Observatorio%20de%20Emancipaci%C3%B3n%20primer%20semestre%202021&text=La%20presente%20edici%C3%B3n%20registra%20la,j%C3%B3venes%20en%20Espa%C3%B1a%20est%C3%A1%20emancipado.
11 Martie G. Haselton y Daniel Nettle, «The “paranoid optimism”: An integrativee evolutionary model of cognitive bias», Personality and Social Psychology Review, 10 (1), 2006, pp. 47-66.
12 Gérald Bronner, Apocalipsis cognitivo. Cómo nos manipulan el cerebro en la era digital, Paidós, Madrid, 2021, p. 90.
13 Haselton y Nettle, op. cit., p. 29.
14 Michael R. Hagerty, «Was life better in the “good old days”? Intertemporal judgments of life satisfaction», Journal of Happiness Studies, 4, 2003, pp. 115-39.
15 Frank P. McKenna, «It won’t happen to me: Unrealistic optimism or illusion of control?», British Journal of Psychology, núm. 84, 1993, pp. 39-50. https://doi.org/10.1111/j.2044-8295.1993.tb02461.x
16 Michael Siegrist y George Cvektovichc, «Better negative than positive? Evidence of a bias for negative information about possible health dangers», Risk Analysis, 21, 2001, pp. 199-206. https://doi.org/10.1111/0272-4332.211102.
17 Naomi Klein, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, Paidós, Madrid, 2007.
18 Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Barómetro, noviembre de 2018.
19 Cameron Brick y Sander van der Linden, «Yawning at the Apocalypse», The Psychologist, 31, 2018, pp. 30-35.
20 William Rees, «What´s blocking sustainability? Human, nature, cognition and denial», Sustainability: Science, Practice and Policy, 6(2), 2010, pp. 13-25. https://doi.org/10.1080/15487733.2010.11908046
21 Glenn Albrecht, Las emociones de la tierra, mra ediciones, Barcelona, 2020, pp. 116 y ss.
22 Susan Clayton, «Climate Change and Mental Health», Current Environmental Health Reports, 8, 1-6, 2021. https://doi.org/10.1007/s40572-020-00303-3.
23 Susan Clayton y Bryan Karazsia, «Development and validation of a measure of climate change anxiety», Journal of Environmental Psychology, 69, 101434, 2020. https://doi.org/10.1016/j.jenvp.2020.101434.
24 Gerd Gigerenzer, Decisiones instintivas: la inteligencia del inconsciente, Ariel, Barcelona, 2018.
25 Molly J. Crockett, (20117). «Moral outrage in the Digital Age», Nature Human Behaviour, 1, 2017, pp. 769-771, DOI: 10.1038/s41562-017-0213-3
26 Rodríguez Pérez M., Díaz-Olalla J. M., Pedrero Pérez E. J. y Sanz Cuesta M. R., (2020). «Informe monográfico: Sentimiento de Soledad en la Ciudad de Madrid», en Díaz Olalla J. M. (Dir.); Benítez Robredo M. T., Rodríguez Pérez M., y Sanz Cuesta M. R. (Coord.) Estudio de Salud de la Ciudad de Madrid 2018, Madrid Salud: Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 2020, pp. 429-503.
27 John T. Cacioppo y Stephanie Cacioppo, «The growing problem of loneliness», The Lancet, 391(10119), 426, 2018, DOI: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(18)30142-9.
28 Bernardo Hernández, «Place Attachment: Antecedents and Consequences, PsyEcology, 12:1, 2021, pp. 99-122, disponible en: https://doi.org/10.1080/21711976.2020.1851879.
29 Ibid., p. 110.
30 Ibid., p. 117.
31 Albrecht, 2020, op.cit. Ver también José Antonio Corraliza, «¿Por qué nos duele la tierra? Emociones negativas y naturaleza», Hoja verde (ADENEX), 5, 2022, pp. 7-11.
32 Albrecht, op. cit., p. 59.
33 Avishai Margalit, La sociedad decente, Paidós, Barcelona, 2010.
Puedes descargar el texto del artículo en formato pdf: El malestar en época de crisis concatenadas: algunas claves psicosociales
Migraciones internacionales y justicia global a la luz de la filosofía política
Ensayo escrito por Nuria del Viso para el número 158 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, que aborda uno de los problemas contemporáneos más relevantes: los derechos de los migrantes internacionales en un marco de justicia global.
Se considera esta cuestión partiendo de los planteamientos más relevantes para el caso de estudio. Se repasan las ideas de John Rawls para, a continuación, analizar las críticas a Rawls enunciadas por Thomas Pogge, Michael Walzer, Nancy Fraser e Iris Marion Young, para finalizar con algunas propuestas en los comentarios finales.
La cuestión de las migraciones internacionales emerge como una de las principales encrucijadas contemporáneas donde se entrelazan cuestiones de justicia, derechos, desigualdades y experiencias de sufrimiento humano.
Las actuales migraciones son reflejo de una determinada organización del mundo, fracturado –grosso modo– entre Norte y Sur global. En el capitalismo tardío, la organización de las migraciones desde el Norte global sirve a las necesidades económicas de trabajadores abundantes y baratos, tanto en la actividad fabril deslocalizada como en los países del Norte en empleos de menor estatus y salarios nimios. Es, precisamente, el desequilibrio entre el mundo rico y el pobre lo que mueve a muchas personas a desplazarse en busca de un futuro mejor.
El mundo contemporáneo vive la paradoja de una globalización de mercancías, capitales y personas pudientes, pero de fronteras infranqueables para el resto de seres humanos, situación que profundiza la brecha Norte-Sur, resultando en lo que Velasco (2020: 2) denomina con el oxímoron de “globalización fronterizada”.1
En las últimas dos décadas se ha configurado un nuevo orden migratorio internacional en el que las restricciones a la movilidad constituyen la regla y la libertad de circulación de las personas la excepción.2 Actualmente se da la coincidencia de, al menos, tres factores sobre esta cuestión:
1) Una profundización de las desigualdades y de la brecha Norte-Sur;
2) Un progresivo endurecimiento de las políticas migratorias en los países del Norte global, que conlleva un control más estricto de las fronteras a través de sofisticadas tecnologías. En paralelo, se produce la externalización de la gestión fronteriza a terceros países, alejando los espacios fronterizos de los países ricos;
3) La conceptualización de la migración como problema, cuyo foco es un tipo muy concreto, la denominada migración irregular, que justifica, a pesar de que constituye una porción exigua de los flujos migratorios, elevadas inversiones en la fortificación de las fronteras.
Estas tres dinámicas confluyen en la producción de una categoría de migrantes “ilegales” a la que se criminaliza, persigue y aplica toda clase de instrumentos punitivos. Quienes logran traspasar las fronteras del mundo rico no corren mejor suerte. Se ven amenazados por el internamiento indefinido y la expulsión y, en el eventual caso de lograr establecerse, se les niegan los derechos de ciudadanía. Como contrapunto, conviene recordar que la migración es un derecho reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 13.2)3
Así, la posibilidad de viajar o no, de atravesar fronteras internacionales se ha convertido actualmente en un nuevo mecanismo de estratificación social y de segregación selectiva4 Estas dinámicas convierten los espacios fronterizos globales en limbos legales donde las leyes quedan en suspenso; un espacio de alegalidad donde que se producen graves violaciones de los derechos humanos. Todo ello plantea claros problemas de injusticia y abusos. ¿Cómo responden los filósofos políticos a estas cuestiones?
John Rawls: de la justicia nacional a la esfera global
Las ideas sobre la justicia han estado largo tiempo marcadas por la teoría de John Rawls desde la publicación de A Theory of Justice en 1971. Esta obra sentó las bases de un marco liberal igualitario todavía vigente. La justicia pertenece a la estructura básica de instituciones porque influye en la perspectiva de vida de las personas en la sociedad5 Las instituciones sitúan a los diferentes miembros (o incluso a los no-miembros) de una sociedad en diferentes posiciones que determinan sus opciones y oportunidades para desarrollar sus capacidades y alcanzar bienestar. En el modelo de Rawls, el Estado nación marca los límites de aplicación de la justicia, siendo la nacionalidad el elemento que condiciona los derechos y oportunidades de los sujetos. Así, se aplica un rasgo heredado o circunstancial, producto de una “lotería natural” como es nacer en un determinado país como salvoconducto para la movilidad planetaria.6 Caracteriza a una sociedad injusta el que determinados grupos de personas tengan menos oportunidades que otras, especialmente por rasgos no elegidos. En estas circunstancias, «el sentido de justicia se resiente».7 ¿Se aceptaría el actual régimen fronterizo en una hipotética situación de “velo de la ignorancia”, como teorizó Rawls? Parece que no, a la vista de las atrocidades y abusos de los derechos humanos que ocurren cada día en múltiples espacios de frontera a lo largo del planeta.
A medida que avanzaba el proceso globalizador en los años noventa, la tesis de la justicia limitada a las demarcaciones nacionales perdió base. En 1993, Rawls publicó Law of Peoples, o Derecho de gentes, la extensión al ámbito de las relaciones internacionales de su teoría de justicia como equidad, y donde sitúa los derechos humanos como elemento clave que establece los límites morales al pluralismo entre los pueblos.8 Si el liberalismo igualitario defiende que hacer justicia entraña «implementar algún tipo de reparación compensatoria a favor de quienes son víctimas de una mala suerte bruta que no han provocado ni elegido», en la senda del “igualitarismo de la suerte” marcada por Dworkin, esta idea solo se aplica en el interior de los estados. En Derecho de gentes Rawls cambia inexplicablemente el criterio primordial de la justicia: ya no es la redistribución de recursos, sino la estabilidad del sistema de estados. La atención a la injusticia en el mundo no constituye un deber de asistencia internacional, sino que queda a merced de la ayuda humanitaria. Así, la teoría de Rawls se queda corta para abordar los problemas globales, al tiempo que genera nuevos problemas de justicia en el interior de los estados, ya que al considerar sujetos de la redistribución –y, eventualmente de derechos políticos– estrictamente a los ciudadanos de cada unidad política implícitamente supone que los extranjeros que se hallen en ese territorio no son destinatarios natos de tales derechos.
Por su parte, Joseph Carens, también desde el liberalismo igualitario, parte del carácter moral arbitrario de las fronteras y concluye que el liberalismo igualitario conduce a la defensa de un mundo con fronteras territoriales abiertas en el que cada persona debe poder elegir su lugar de residencia.9 Carens señala que el estatus de ciudadanía en las democracias liberales occidentales es el equivalente moderno del privilegio feudal, un elemento heredado que multiplica nuestras oportunidades en la vida.10 De ser así, los principios de justicia deberían neutralizar esos factores. Siguiendo a Loewe, «un modo de hacerlo sería mediante el reconocimiento de obligaciones de justicia distributiva global (que Rawls expresamente rechaza. Otro modo, mediante el reconocimiento de un derecho a la movilidad sin fronteras».11
El modelo rawlsiano de justicia global fue contestado desde visiones más progresistas que criticaron que no hay razones para que los efectos de las asimetrías socioeconómicas globales sean tratados de manera diametralmente distinta en el plano nacional y global. Muy pronto se planteó un debate entre nacionalistas liberales, internacionalistas y cosmopolitas en torno a si tenemos obligaciones de justicia más allá del Estado nación. Cosmopolitas e internacionalistas coinciden en señalar que la posición liberal falla a la hora de asegurar una distribución equitativa de derechos y recursos en el plano global. Frente a la posición nacionalista de los liberales, la corriente cosmopolita afirma que el objeto de la justicia son las relaciones entre todos los seres humanos, y la unidad básica de distribución es el plano global. Por su parte, los internacionalistas plantean una estructura con dos niveles, nacional e internacional, que entraña distintos grados de obligaciones.
Las influyentes tesis de Rawls despertaron, no obstante, críticas desde diferentes visiones. Se destacan a continuación cuatro autores cuyos argumentos iluminan otros tantos elementos cruciales para pensar las migraciones internacionales desde la perspectiva de la justicia que están ausentes en la teoría rawlsiana. Estos autores son Thomas Pogge, que introduce en el campo de la justicia el elemento de la pobreza y los derechos humanos; Michael Walzer, quien explora la convivencia como base de la pertenencia y de la ciudadanía; Nancy Fraser, que examina la cuestión del sujeto de la justicia en la era de la globalización; y, finalmente, Iris Marion Young, con una singular reflexión sobre la injusticia estructural que resulta iluminadora aplicada a las migraciones internacionales.
Thomas Pogge: la pobreza en el marco de la justicia y los derechos humanos
Una de las críticas más contundentes al enfoque rawlsiano a escala global fue la de Thomas Pogge, cuya teoría trata la pobreza y los derechos humanos, lo que el autor denomina “cosmopolitismo moral en el lenguaje de los derechos humanos”.12 Para Pogge, la organización de la economía internacional produce externalidades que influyen en el desarrollo econoómico de las naciones. Aunque los factores internos de los países desempeñan un papel, la pobreza de algunas naciones solo se puede explicar si se atiende las consecuencias de otros factores con un carácter global en las políticas nacionales, tales como las reglas del comercio internacional. Así, Pogge entiende que los efectos de un sistema internacional que favorece a unos más que a otros se derivan obligaciones de justicia distributiva global. Este autor sitúa los derechos humanos como el mínimo básico debido a todos los seres humanos. El ideal de justicia se vincula así a los derechos humanos. En el caso de las migraciones internacionales, situar los derechos humanos como medida del mínimo exigible a todas las instituciones evitaría numerosos abusos y posibilitaría mejorar la situación y los derechos de los migrantes, tanto en tránsito como aquellos asentados en el interior de un estado.13
Aunque Pogge considera inadecuada la apertura de fronteras para eliminar la pobreza, pues solo lograría resolver la situación de unos pocos, sostiene que en el mundo contemporáneo se dan estructuras lo bastante sólidas como para garantizar la aplicación de principios jurídicos en las relaciones entre individuos de comunidades políticas distintas, y señala que «A los ciudadanos más privilegiados e influyentes de los países más poderosos […] les corresponde una responsabilidad compartida por el papel que desempeñan sus gobiernos […] en ese orden global».14 Este autor defiende que los países ricos deben modificar las condiciones de entrada de migrantes y, sobre todo, las aplicadas a su permanencia para aquellos en situaciones de necesidad extrema.15
Pogge aboga por un cosmopolitismo institucional en el que se da la distribución vertical de la soberanía ciudadana entre diferentes escalas de unidades políticas en las que ninguna domina al resto, con un doble movimiento de centralización y descentralización. Sin duda, la aplicación a las migraciones redundaría en un reequilibrio del poder, ya que unidades subnacionales podrían democráticamente acordar otras normas para la entrada y establecimiento de extranjeros, algo que desafortunadamente no es posible en la actualidad, como muestra la experiencia del Ayuntamiento de Riace (Italia)16 y el encausamiento y condena de su alcalde. Igualmente, la propuesta de Pogge permitiría el avance de una gobernanza global y la configuración de instituciones supranacionales con capacidades para instituir normativas de movilidad humana.
Michael Walzer: la convivencia como base de la pertenencia
En un importante texto,17 Walzer repasaba cuestiones relevantes a las migraciones internacionales cuando analizaba los entresijos de la pertenencia a una comunidad política y el tratamiento hacia los extranjeros que viven en ella. Walzer, desde su perspectiva comunitarista, señala que lo que se distribuye en la comunidad política es la pertenencia, que da acceso a toda otra gama de opciones materiales e inmateriales. Se trata de un bien primario que, en el actual modelo migratorio se niega o se restringe con frecuencia a ciertos extranjeros.
El autor desgrana cuál era el régimen de los extranjeros, los metecos, en la antigua Atenas: vivían en la ciudad, pero no podían acceder a la ciudadanía, y, por tanto, tampoco a los derechos que granjeaba. Walzer establece un paralelismo entre los metecos y los trabajadores huéspedes contemporáneos en las modernas economías centrales y en los países del Golfo, quienes carecen indefinidamente de todo derecho político.18
Este autor apunta otra cuestión importante: que un grupo social –los ciudadanos–, por mayoritario que sea, determine las oportunidades de los otros se traduce en opresión, y crea sociedades duales, o escindidas, con dos categorías de sujetos: los ciudadanos de pleno derecho y los extranjeros, sin derechos. Ello convierte la ciudadanía en un inesperado mecanismo de exclusión que rompe el principio de igualdad. Esta situación resulta inaceptable en una democracia donde impera el Estado de derecho. Walzer sostiene que la justicia distributiva comienza por dar acceso a la pertenencia, y aboga por revertir el actual estado de injusticia y ofrecer a los migrantes las oportunidades que brinda la ciudadanía. En este contexto, resulta crucial redefinir la institución de ciudadanía en clave inclusiva, o, dicho sinéticamente, es necesario desnacionalizar la institución de ciudadanía.19
Nancy Fraser: ¿Quién es el sujeto de la justicia en la globalización?
Esta filósofa plantea los límites del enfoque westfaliano-keynesiano de la justicia vinculados al Estado nación para abordar correctamente los problemas que surgen con la globalización, que ponen en cuestión no solo la sustancia de la justicia, sino también el marco de la misma. Fraser enuncia un modelo de justicia democrática postwestfaliana que se sostiene en tres pilares: la redistribución, el reconocimiento y –tras las críticas de Young a su enfoque dual original– la dimensión política, con la “paridad de participación” como principio.20
Esta autora se detiene a examinar las cuestiones de marco, que denomina «la política del enmarque», y que implica, en primer lugar, distinguir entre quiénes son parte de la comunidad, a quienes les corresponden derechos y obligaciones –esto es, quiénes son sujetos de la justicia– y quiénes no lo son.
Nancy Fraser también analiza los distintos niveles de la justicia metapolítica. El tercer nivel alude a las injusticias creadas por los procesos no democráticos con los que se establece el marco, y que adolece de paridad participativa. Fraser lo denomina representación fallida metapolítica, y surge «cuando los Estados y las élites transnacionales monopolizan la actividad de establecimiento del marco, negando voz a quienes pueden resultar perjudicados en el proceso e impidiendo la creación de foros democráticos» en los que se diriman sus reivindicaciones21 Es un hecho resaltable que, en particular en el caso de las migraciones internacionales en el ámbito de la UE, las políticas se han aprobado no solo sin participación de los afectados –se han desarrollado a nivel institucional estatal–, sino que además la aplicación de las normas en la UE se ha otorgado a una institución de nueva creación, Frontex (hoy denominada Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas), que es una institución opaca y exentas de control democrático. Así, las migraciones internacionales podrían considerarse, en términos de Fraser, como un caso de representación fallida metapolítica.
Iris Marion Young: la injusticia estructural. Aplicación al caso de las migraciones
Young parte de que la conexión social surge antes que las instituciones políticas, y las obligaciones jurídicas son fruto de las relaciones institucionales de cooperación. Concibe la injusticia como una cuestión estructural, con cinco aristas –explotación, marginación, carencia de poder, imperialismo cultural y violencia–, y junto a las cuestiones de distribución añade tres fuentes de limitaciones: procedimientos de toma de decisiones, división del trabajo y cultura. Además, analiza cómo se experimenta la opresión y la dominación, y sus diferentes aristas en relación con la justicia. De acuerdo con Young, «la injusticia estructural existe cuando los procesos sociales sitúan a grandes grupos de personas bajo la amenaza sistemática del abuso o de la privación de los medios necesarios para desarrollar y ejercitar sus capacidades, al tiempo que estos procesos capacitan a otros para abusar o tener un amplio espectro de oportunidades para desarrollar y ejercitar capacidades a su alcance».22 La injusticia social, apunta Young, remite en verdad a una injusticia estructural que se asienta en una serie de procesos que lo permiten, con cuatro componentes:
1) los hechos sociales objetivos, experimentados por los individuos como algo que limita y capacita a la vez;
2) el espacio macro social en el que las posiciones están relacionadas;
3) lo que ya existe, pero solo en las acciones;
4) lo que involucra de forma cotidiana las consecuencias no intencionadas de la combinación de actos de muchas personas.
Si aplicamos este esquema a las migraciones internacionales, no cabe duda de que esta situación representa un caso de injusticia estructural. Veamos cómo. En primer lugar, resulta evidente cómo los sujetos afectados experimentan el modelo migratorio del Norte como restrictivo en derechos, lo que impacta en sus oportunidades y su acceso a bienes y servicios –también al mercado laboral legal–, creando una precariedad que afecta al devenir de sus vidas; pero que impacta paralelamente de una forma biopolítica: en el “secuestro” de su tiempo de vida mientras están recluidos en instituciones donde pasan meses y años sin saber cuándo se resolverá su caso.23 Así, las estructuras limitan sus vidas de forma directa, aunque también de forma indirecta, como señala Young, de un modo más tangencial y acumulativo.
En segundo lugar, el espacio macro social donde se desarrollan las migraciones viene marcado por aspectos históricos –la experiencia de la colonización del resto del planeta por parte de Europa–, por procesos geopolíticos más recientes: imperialismo, neoimperialismo de los recursos, formación de bloques, etc., que conforman las estructuras y guían el establecimiento de normas, y por procesos simbólicos: la construcción de la oposición “nosotros”-“el otro”. El resultado es la jerarquización de los sujetos por nacionalidad y nivel económico que se establece en base a criterios políticos, de cercanía cultural, pero también por prejuicios raciales/étnicos que determina quiénes acceden al derecho al movimiento y, en concreto, a traspasar las fronteras del mundo rico. Las barreras de entrada al sistema son muy distintas para unos y otros, lo que da cuenta de que los criterios utilizados funcionan para filtrar a quienes se desplazan de acuerdo a los deseos y necesidades laborales de los países receptores. La existencia de un mercado de trabajo irregular es funcional al sistema económico. Así pues, se trata de una “desigualdad persistente” que en la actualidad opera profundizando la categorización o jerarquización de los seres humanos a quienes corresponderán distintos grados de privilegio o marginación/exclusión/depauperación.
En tercer lugar, señala Young que las reglas o recursos que definen las estructuras sociales «existen solo en la medida en que los individuos de la sociedad tienen conocimiento de ellos».24 En el caso de las migraciones, en general, es así, pero la legislación y normativa actual se aplica tras un velo de discrecionalidad y opacidad, por lo que a veces ni los ciudadanos de pleno derecho ni los irregulares afectados conocen las disposiciones; se opera en un ambiente de ocultamiento: vuelos de madrugada de “devolución” de migrantes, instalaciones de internamiento en emplazamientos discretos, etc. que parecen no existir, son una especie de no-lugares, como diría Marc Augé, fuera de la mirada pública y donde los internos son números anónimos despersonalizados; sin embargo, se trata de acciones que construyen ladrillo a ladrillo una realidad. Como recuerda Young, las estructuras «se producen solo mediante la acción… son recursivas».25
En cuarto lugar, las consecuencias no intencionadas –no calculadas sería mejor, ya que sí hay una intención de criminalizar a ciertas personas y de que existan mercados laborales paralelos y precarios– del actual modelo migratorio producen un daño ingente: vidas que se pierden, pero también vidas que se malogran por la precariedad, graves violaciones de los derechos humanos que llegan a la esclavización (como está ocurriendo en Libia), abusos sexuales sistemáticos a las migrantes, daños psicológicos persistentes por el daño sufrido… En ello intervienen una cadena de agentes, desde los responsables de políticas estatales, partidos políticos que criminalizan a los migrantes, el sistema jurídico y policial que hace cumplir las normas pero a veces “se les va la mano”, medios de comunicación que hacen de altavoz, empresarios que demandan trabajadores baratos, ciudadanías acomodadas que desean delegar las tareas de cuidados, pasando por los gobiernos de países que realizan la gestión externalizada de las migraciones, su utilización política de esta prerrogativa, sus fuerzas armadas y policiales que hacen el trabajo sucio, los propios gobiernos y estados de origen que no crean condiciones para el bienestar de su ciudadanía, sino juegos de equilibrios políticos, clientelismos y corruptelas… Quienes participan de un modo u otro tienen su parte de responsabilidad en afianzar o no la injusticia estructural que limita las oportunidades de los sujetos “sujetados”. Todos estos elementos se entrecruzan con un resultado nefasto sobre las personas que se desplazan.
Desde su enfoque socioestructural, Young propone un esquema de conexión social como modelo de responsabilidad para interpretar las obligaciones jurídicas. Este modelo se basa en que «todos los agentes que contribuyen con sus acciones a los procesos estructurales que originan injusticias tienen la responsabilidad de trabajar para solucionar estas».26 Para Young, las obligaciones jurídicas exceden lo que es debido por mera humanidad. Lo desmarca del modelo más común de la responsabilidad enfocado a identificar al culpable directo de un daño porque en un sistema complejo como el actual, con injusticias socioestructurales, como argumenta Young, los responsables de una injusticia pueden no presentar relaciones directas con los perjudicados. Es decir, las relaciones entre el agente o agentes de una primera acción en una larga cadena de eventos y los perjudicados finales de ese proceso pueden estar invisibilizadas, pero no por ello deja de existir un nexo. Por ello, Young sostiene la necesidad de un concepto ampliado de la responsabilidad, y propone el modelo de conexión social que otorga responsabilidad a los individuos respecto a las injusticias estructurales más allá de las fronteras del Estado nación, incluso aunque no haya una cadena causal directa. Este modelo de conexión social es aplicable a las migraciones internacionales, ya que, si bien no participamos en el diseño de las políticas restrictivas, sí tenemos una responsabilidad compartida en la injusticia estructural a través de distintos canales: como votantes, como consumidores, como vecinos, como empleadores de migrantes, como activistas, etc. Sin embargo, aunque coincidiendo con el análisis de Young, cabe alegar que la cadena de responsabilidad puede entrar en terrenos pantanosos difíciles de seguir la pista en los vericuetos de la sociedad global, lo que plantea una pregunta legítima: ¿Hasta dónde alcanza la cadena de responsabilidades?
Young enumera las características de este modelo, que recojo sucintamente:27
1) no pretende aislar, es decir, identificar al responsable principal de una injusticia porque hay distintos sujetos con responsabilidades;
2) evalúa las condiciones originales a las que normalmente se atribuye la culpa, y amplía este enfoque;
3) más proyección (a futuro) que reconsideración (del pasado), así, no busca la reparación por injusticias pasadas, sino más bien evitar que tales injusticias se sigan reproduciendo;
4) responsabilidad compartida entre quienes participan con sus acciones en los procesos que conducen a injusticias estructurales;
5) solo es posible abordarlos mediante la acción colectiva.
El modelo remite estrechamente a la responsabilidad política de organización colectiva para transformar las estructuras. Esta responsabilidad compartida no entrañaría, sin embargo, como aclara Young, una igual responsabilidad. La “responsabilidad compartida pero diferenciada” ha sido precisamente uno de los mantras de la ONU respecto al cambio climático.
En la senda de lo apuntado por Young, pueden señalarse, tal como apunta Velasco, dos deberes básicos de los países prósperos: uno, resarcir a los injustamente perjudicados; y dos, rediseñar el orden jurídico-económico internacional para que no se sigan generando tales daños. Velasco alega que se trata de una responsabilidad no solo moral, sino también legal acorde con los instrumentos internacionales de derechos humanos, y aboga no solo por marcos conceptuales distintos, sino también nuevas estructuras político-institucionales.28 Este autor propone un modelo de gestión inclusiva de las fronteras basado en una concepción de las mismas como membranas, estables al tiempo que permeables y reguladas –moral y jurídicamente– bajo criterios de justicia y equidad. Esto permitiría mantenerlas habitualmente abiertas. El cambio de perspectiva implica saltar de pensar las migraciones como “problema de seguridad” y como “competencia exclusiva del Estado” a considerarlas en clave de justicia global y de responsabilidad compartida.
Comentarios finales
Los autores recogidos en el texto exponen numerosas propuestas para la transformación del modelo de las migraciones internacionales desde una perspectiva de justicia global. Sintetizo algunas de las ideas que considero más prometedoras para este fin, a saber:
Primero, considerar las migraciones internacionales desde un marco integral que revele su condición de injusticia estructural.
Segundo, situarlas en el marco de los derechos humanos, un imperativo universal cuyo cumplimiento evitaría muchos de los presentes abusos que sufren quienes se desplazan.
Tercero, revisar los derechos de los migrantes tanto en el plano distributivo como de reconocimiento y derechos políticos bajo el principio de “paridad de participación”.
Cuarto, redefinir las normas que otorgan los derechos de ciudadanía para aquellos extranjeros que habitan en una unidad política a fin de que la ciudadanía se ligue a criterios de convivencia.
Quinto, para iniciar transformaciones más profundas, considerar un modelo institucional multiescalar de responsabilidad en las migraciones, así como activar un enfoque de “conexión social”.
Sexto, a escala supranacional, trabajar por desarrollar un orden institucional global capaz de gobernar las migraciones internacionales, aplicando criterios de justicia que se dan por sentados en el interior del Estado nación. Ya existen numerosos documentos que dan contenido y directrices para dicha gobernanza, como la Declaración de Nueva York para los Refugiados y Migrantes (2016), el Pacto Mundial para los Refugiados y el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (ambos de 2018), junto a la anterior Convención sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares (Asamblea ONU, 1990, que entra en vigor en 2003).
Séptimo, operar bajo un esquema de fronteras abiertas y de libre circulación de personas como norma, con el cierre de forma excepcional.
En el desarrollo de estas tareas, resulta urgente la democratización de la esfera internacional.
Nuria del Viso Pabón es miembro del Área Ecosocial de FUHEM y editora de la revista PAPELES.
Disponible el contenido del artículo a texto completo en: Migraciones internacionales y justicia global a la luz de la filosofía política
NOTAS:.
1 Juan Carlos Velasco, «Hacia una visión cosmopolita de las fronteras. Desigualdades y migraciones desde la perspectiva de la justicia global», Revista Internacional de Sociología, vol. 78 (2), e153, abril-junio 2020, p. 2.
2 Juan Carlos Velasco, El azar de las fronteras. Políticas migratorias, ciudadanía y justicia, FCE México, 2016, p. 284.
3 Puntualizar que este ha sido el caso para las migraciones internacionales, aunque el conflicto de Ucrania ha creado una situación de acogida de ciudadanía ucraniana en la Unión Europea bien diferente a los usos habituales empleados en las dos últimas décadas para otros refugiados. Esta situación ha puesto en evidencia los principales argumentos empleados por el Norte global a la hora de justificar sus prácticas restrictivas, como analiza Juan Carlos Velasco en este artículo: https://www.madrimasd.org/blogs/migraciones/2022/03/09/133243 y en este: https://theconversation.com/la-respuesta-europea-a-los-refugiados-ucranianos-una-excepcion-178738
4 Bernardo Bolaños, «Migración, derecho consular y justicia global», Isonomía, núm. 30, abril de 2009, p. 3, disponible en: http://www.scielo.org.mx/pdf/is/n30/n30a1.pdf
5 John Rawls, «La estructura básica como objeto», en: John Rawls, Liberalismo político, Barcelona, Crítica, capítulo 1, 2006, pp. 1-32.
6 John Rawls, «Los principios de la justicia», en: Rawls, John, Teoría de la justicia, Madrid, Fondo de Cultura Económica, cap. 2, 1995, pp. 62-118.
7 Juan Carlos Velasco, 2016, op. cit., p. 15.
8 John Rawls, «El derecho de gentes», Isegoría, 16, 1997, pp. 5-36, p. 5.
9 Bernardo Bolaños, 2009, op. cit.; Velasco, 2016, op. cit., pp. 243-248.
10 Joseph Carens, «Aliens and citizens. The case of open borders», The Review of Politics, vol. 49, núm. 2, primavera, 1987, pp. 251-273, citado en Daniel Loewe, «Justicia distributiva global e inmigración», REMHU, Revista Interdiscip. Mobil. Hum., vol. 25, núm. 50, agosto de 2017, pp. 25-45, p. 33.
11 Daniel Loewe, 2017, op. cit., p. 33.
12 Thomas Pogge, «Cosmopolitismo y soberanía», en: La pobreza en el mundo y los derechos humanos, cap. 7, Paidós, Barcelona, 2005, pp. 215-248, p.217.
13 A esta postura se suma Ariadna Estévez, quien señala que se podrían evitar los conflictos que sufren los migrantes bien a través de la ampliación de la ciudadanía, bien a través del reconocimiento y aplicación de los derechos humanos. Ariadna Estévez, Derechos humanos, migración y conflicto: hacia una justicia global descolonizada, Centro de Investigaciones sobre América del Norte (Cisan), Universidad de México, México, 2014, p. 178.
14 Thomas Pogge, 2005, op. cit., p. 220.
15 Juan Carlos Velasco, 2020, op. cit, pp. 9-10.
16 Para más información, véase: https://www.itanol.com/2019/05/riace-pueblo-italiano-famoso-modelo-de-acogida-de-migrantes/ y https://www.elsaltodiario.com/italia/escandalosa-sentencia-al-ex-calcalde-de-riace-y-su-modelo-de-acogida-solidaria-
17 Michael Walzer, «La pertenencia», en: Las esferas de la justicia. Una defensa del pluralismo y la igualdad, México, FCE, capítulo 2, 1997 [1983], pp. 44-74.
18 Ibid., p. 65 y ss.
19 Juan Carlos Velasco, 2016, op. cit., pp. 277-284.
[20 Nancy Fraser, «Reenmarcar la justicia en un mundo en globalización», en: Escalas de justicia, cap. 2, Herder, Barcelona, 2008, pp. 31-64, p. 39.
21 Nancy Fraser, 2008, op. cit., p. 60.
22 Iris Marion Young, «La estructura como objeto primario de la justicia», en: Responsabilidad por la Justicia, Fundación Paideia Galiza, A Coruña, 2011, pp. 61-88, p. 69.
23 Ruben Andersson, «Beneficios y depredación en la bioeconomía humana», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 145, primavera 2019, pp. 27-56, disponible en: https://www.fuhem.es/papeles_articulo/beneficios-y-depredacion-en-la-bioeconomia-humana/
24 Iris Marion Young, 2011, op. cit., p. 76.
25 Ibid., p. 77.
26 Iris Marion Young, «Responsabilidad y justicia global: un modelo de conexión social», Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 39, 2005, pp. 689-708, p. 689.
27 Ibid., p. 702 y ss.
28 Juan Carlos Velasco, «Alternativas a la funesta manía de erigir muros», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 153, primavera 2021, pp. 101-112, disponible en: https://www.fuhem.es/papeles_articulo/alternativas-a-la-funesta-mania-de-erigir-muros/
Entrevista con Daniel W. McShea y Carlos de Castro
El número 158 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su sección ENSAYO una entrevista realizada por Ramón del Buey a Daniel W. McShea y Carlos de Castro
¿Cómo reaccionar ante un nuevo cambio en cosmología?
Es sintomático que el filósofo francés Bruno Latour haya titulado su conferencia de aceptación del último Premio Kyoto así: «Cómo reaccionar a un cambio en cosmología». ¿Cuál hubiese sido nuestra reacción de haber vivido en primera persona la revolución copernicana? ¿Y si estuviéramos ante una revolución similar en la biología?
La entrevista que se ofrece a continuación es una oportunidad de trasladar dicho experimento mental a una situación de cuestionamiento más real. El 6 de abril de 2022, la prestigiosa revista Paleobiology, editada por Cambridge University Press, publicó «Applying the Prigogine view of dissipative systems to the major transitions in evolution»,[1] una investigación sobre la evolución de la complejidad de la vida que está llamada a ocupar un lugar importante no solo en la historia de la ciencia, sino también en los pensamientos (¿y en los actos?) de cualquier alma concernida por la comprensión de nuestro puesto en el cosmos.
El artículo ha sido elaborado por Carlos de Castro (Departamento de Física Aplicada, Universidad de Valladolid) y Daniel W. McShea (Departamento de Biología, Duke University), a partir de una pregunta tan sencilla como trascendental: ¿por qué la trayectoria del grado de complejidad de los sistemas orgánicos, que se acelera en el tiempo de manera exponencial según las observaciones empíricas no coincide con las previsiones del neodarwinismo, un modelo explicativo para el cual lo esperable sería la ralentización en la evolución? La respuesta ofrecida por los autores consiste en defender un tipo concreto de retroalimentación entre los niveles superiores e inferiores de dichos sistemas orgánicos. Este se basa en la tesis de que las cadenas causales que se dan en esa retroalimentación no seguirían una orientación solamente ascendente –de tal forma que pudiéramos explicarlo todo como interacciones de partículas subatómicas–, sino que, al contrario, la causalidad sería también descendente. Así, las totalidades, en especial las orgánicas más abarcadoras, explicarían causalmente la realidad de las funciones y las interacciones de materia y energía que finalmente encontramos en las relaciones de los entes o seres que conforman con su interacción dichas totalidades orgánicas. El artículo, como su título indica, aplica una herramienta proveniente de la física termodinámica, el trinomio de Prigogine, a un ámbito estudiado por la biología, la historia de la evolución y, en concreto, la historia de lo que se conocen como Major Transitions in Evolution (en adelante MTE), es decir, los cambios de mayor relevancia en la complejidad de los sistemas orgánicos, como el que se produjo en el paso de las células procariotas a las eucariotas, o en el paso de las células eucariotas a los organismos pluricelulares. Si no resultan familiares las ideas de Prigogine o la teoría Gaia, se facilita la referencia de tres textos accesorios para facilitar la comprensión.[2] Pero también cabe la posibilidad de que el asombro que sobrevenga a la lectura sea de otro tipo. ¿Será nuestra reacción ante un nuevo cambio en cosmología?
Ramón del Buey (RB): ¿Cómo fue que un biólogo y un físico colaborasteis para un trabajo tan transdisciplinar?
Carlos de Castro (CC): La termodinámica que defendió Ilya Prigogine es uno de los dos pilares “físicos” en los que me apoyo para explicar cómo emerge una Gaia de tipo orgánico. Como sabes, llevo ya cerca de dos décadas defendiendo una teoría Gaia que identifica la biosfera con un organismo vivo, pero es muy difícil publicar en el ámbito científico algo así. Cuando estás mentalmente en este nuevo paradigma muchas de las controversias que se tratan en la biología, en la ecología y en la filosofía natural las interpretas rápidamente de otra forma, en ocasiones de forma muy sencilla.
El caso que nos ocupa lleva muchas décadas en discusión en la biología evolutiva, aunque con tendencia a pasar de puntillas sobre él. A partir de mis publicaciones sobre la teoría Gaia orgánica en las que algo de esto se describe y explica, me animé hace un par de años a escribir un pequeño artículo que tratara de explicar dos ideas: que el ritmo de aparición de las MTE en la jerarquía que se observaba en la Tierra no cuadraba con las explicaciones clásicas de la biología evolutiva y que desde la física e interpretación de sistemas complejos disipativos de Prigogine se podía tener una explicación coherente. Como ya me había pasado en muchas ocasiones desde los años noventa, se repetía la historia: llevé el artículo a algunas revistas relevantes y los editores ni lo llevaron a revisión. Tras tres rechazos, se me ocurrió pedir ayuda y acudir a algún biólogo reconocido que pudiera compartir mis ideas. Consideré que el más avanzado, puesto que ya tenía gráficos que marcaban una aceleración en la complejidad y los niveles jerárquicos y llevaba tiempo estudiando el tema casi “predicando en el desierto” era Dan. Le envié mi trabajo y se ofreció con entusiasmo a ayudarme. La ayuda se convirtió rápidamente en colaboración y un montón de discusión de pormenores y, sobre todo, en una mejora impresionante del artículo, de su extensión y calidad y de “traducción” a un lenguaje más próximo a la biología. Destacaría además que esa discusión transdisciplinar con Dan me llevó a una mayor convicción del papel y significado del trinomio de Prigogine , a profundizar en la bibliografía sobre los detalles y a rectificar el cierto prejuicio que tenía con los briozoos, los primeros animales coloniales, quizás por la fascinación que tengo por los insectos sociales (abejas, termitas y hormigas) y porque al principio creí que podría descuadrar mi idea de que seguíamos una curva exponencial. También he de decir que Dan es un biólogo con un sentido fenomenológico de la termodinámica muy agudo, fue él, por citar un caso, el que escribió el ejemplo del huracán que damos en el artículo. Creo que fue necesario, pues, un biólogo con buenos conocimientos fenomenológicos de física y al revés.
Daniel McShea (DM): Cuando Carlos me propuso colaborar, vi una magnífica oportunidad para explorar algunas ideas que tenía sobre la relación entre los sistemas alejados del equilibrio y la evolución a gran escala con un físico que también había pensado en estas cosas. Era una oportunidad para aprender, pero no esperaba que estuviéramos de acuerdo en demasiadas cosas. La mayoría de mis intentos de explorar esta área con físicos no habían llegado muy lejos, porque no podíamos superar las diferencias con respecto a los conceptos fundamentales. Esta colaboración con Carlos fue muy diferente. Resultó que pensábamos en estos problemas más o menos en sintonía conceptual, y nuestras diferencias se reducían sobre todo a la terminología que empleábamos. Carlos es un físico que, cuando la ocasión lo requiere, puede pensar como un biólogo. También resultó que su punto de vista ofrecía una nueva manera de pensar en un problema con el que yo había estado luchando durante algunos años: la aceleración a lo largo de la historia de la vida en el origen de nuevos niveles de organización, el aumento de la jerarquía de la bacteria a la célula eucariota y del individuo multicelular a la colonia. Tenía una solución tentativa que había propuesto en un artículo anterior, pero Carlos me permitió verla en términos mucho más generales y de una manera más amplia que la del detalle biológico.
RB: ¿Podéis resumirnos cuál es la principal novedad que aporta el artículo y por qué creéis que es relevante en la biología evolutiva y quizás más allá de sus MTE?
CC: Diría que la mayor novedad son las realimentaciones entre los elementos y el todo que emerge de la interacción de los elementos . La biología, como otras ciencias, ha tendido históricamente a la visión reduccionista, a explicar los detalles, a ir en último término como interacción de átomos, o elementos mínimos de cada disciplina: moléculas en la química, genes en la biología, etc. Prigogine advertirá que incluso en sistemas físicos, la historia es relevante y la formación de sistemas macroscópicos, formadores de historia, de totalidades, no solo emerge de las interacciones microscópicas sino que tanto en el proceso de formación como una vez formado ese todo se producen fenómenos de causación en la otra dirección: la totalidad también determina los procesos microscópicos que van a ser seleccionados. Se termina generando una causalidad circular con mucho potencial evolutivo y, bajo ciertas condiciones, explosivo, exponencial. Es decir, existiría una causación de “arriba hacia abajo” (top-down), desde el nivel más alto hacia los más bajos, desde lo que Prigogine llama estructura hacia las funciones o microestructuras. No solo que el todo tenga propiedades más allá de la suma de las partes, es que termina, en ciertos sistemas, determinando la interacción de las partes. Prigogine creyó observarlo en ciertos sistemas físicos y defendió que se podía aplicar a sistemas biológicos y sociales. Yo me lo tomé en serio.
El resultado es que ese ciclo de causación, en la que la tercera pata del trinomio son las fluctuaciones, lo que interpreté como los flujos de energía y materia entre sistemas, tiene un potencial evolutivo en el caso de la biología que puede resultar en aceleración de los procesos en estudio. Es decir, funciones exponenciales que aparecen cuando hay realimentaciones circulares positivas. La biología evolutiva sin esa “fuerza” se estaba dando de bruces para explicar por qué parece que ciertos procesos de complejidad, como las MTE, se aceleran, cuando desde las teorías clásicas lo esperado es una ralentización en la evolución. Además, en ese juego del trinomio, se muestra que requiere fases que desde la perspectiva micro, interpretamos como la necesaria colaboración de los entes, –en el caso de la biología, los organismos–, lo que explicaría que lo más relevante en la evolución no es la competencia sino la cooperación como forma de resolver problemas, pero como tendencia universal ¡desde la propia física!
Si nos situamos en la perspectiva de las totalidades formadas, hablamos de coordinación, existiría una tendencia hacia la formación de totalidades en sistemas evolutivos y esos todos promocionarían la cooperación de sus partes, coordinándolas. De nuevo, con apoyo en las leyes de la termodinámica. Esto es brutal, porque la termodinámica nos estaría ensañando justo lo contrario a cómo se la interpretó en buena parte del siglo XIX y XX, como esa tendencia a la degradación. Y da la vuelta a cierta obsesión histórica en la biología evolutiva desde Darwin a interpretaciones de lucha y competencia excluyentes que muchas veces ha tenido impactos sobre cómo nos organizamos social, económica y moralmente en los últimos siglos. Por supuesto, en el artículo, procuramos solo rozar algunas de estas cuestiones, bastante controvertido puede llegar a ser centrándose en algo tan concreto.
DM: Apoyo plenamente la visión descendente de la causalidad de Prigogine y Carlos. Es una visión que ha estado implícitamente presente pero oficialmente ausente en el discurso evolutivo. Oficialmente, la causalidad va hacia arriba, de abajo a arriba, empezando por los genes y terminando por el organismo y su ecología. Sin embargo, implícitamente, la selección natural darwiniana es necesariamente un proceso descendente. Es, en palabras del paleontólogo del siglo XX Leigh Van Valen, «el control del desarrollo por la ecología». Una entidad ecológica actúa de forma descendente sobre los organismos que contiene, filtrando las variantes menos adaptadas, fomentando las mejor adaptadas y moviendo las poblaciones hacia una mayor aptitud.
Curiosamente, Carlos y yo expresaríamos este tipo de causalidad en términos algo diferentes. En sus términos, el conjunto determina los procesos de nivel inferior que se seleccionan. En los míos, los procesos de nivel inferior no están determinados, sino que surgen al azar, como dice la teoría tradicional, y aquellas variantes que apoyan o fomentan el flujo de energía a través del sistema son estabilizadas por el todo o, en términos darwinianos estándar, son “seleccionadas” o “favorecidas”. En ambas formas de expresarlo, la flecha causal corre hacia abajo desde el sistema de nivel superior (en términos biológicos, la ecología) hasta sus partes (organismos o linajes).
RB: ¿Qué queréis decir con “de-darwinización” o “maquinización” de las partes y qué implica este proceso en la literatura evolutiva?
CC: La literatura ha identificado, en ocasiones de forma independiente, creo, términos como “de-darwinización”, maquinización o domesticación cuando las totalidades formadas al nivel de las jerarquías que describimos, restan capacidad de autonomía a sus partes que en su día fueron totalidades más “plenas” (organismos): las bacterias que se incorporan a la célula eucariota y que termina siendo un orgánulo como el cloroplasto o la mitocondria dejan de ser tan autónomas, pierden funciones (y genes) y son maquinizadas o domesticadas así por ese todo. La selección natural ya no actúa sobre la mitocondria como actuaba sobre la bacteria, actuaría sobre la célula eucariota, en ese sentido, biólogos evolucionistas hablan de “de-darwinización”. Para que no pensemos en este proceso de forma antropomórfica en exceso yo suelo usar, aunque no lo hemos incorporado al artículo, “transferencia de telos”: la totalidad absorbe las funciones, los propósitos, la autonomía de las partes, que en su día dirigían hacia ellos mismos. También hablo de “dilución de egos”, los egos al colaborar y cooperar con otros van formando totalidades y se van diluyendo como egos frente al nuevo ego que se va formando. Pero estos términos son demasiado radicales para una biología aún muy anclada en el mecanicismo reduccionista, donde esquemas teleológicos (no necesariamente autoconscientes), son atacados sin piedad, aunque el sentido común nos diga que un pájaro cuando hace un nido lo hace con un propósito (teleología) que le pertenece y emerge del pájaro como tal.
DM: En un artículo de hace algunos años describí lo que llamé el “drenaje de complejidad” que se produce en la evolución de los individuos de nivel superior. El artículo surgió de una observación casual de que las células de los individuos pluricelulares parecían tener menos partes que los organismos unicelulares de vida libre. Una célula de la piel de un mamífero tiene menos partes –menos orgánulos y menos estructuras internas en general– que una ameba. De hecho, algunas células de los organismos pluricelulares, como las células sanguíneas humanas, no tienen ninguna parte a macro escala. Así que me propuse comprobarlo, desarrollando una definición objetiva y operativa de “parte” y utilizando las micrografías electrónicas ya disponibles en la literatura al respecto para contar las partes de las células. Los datos apoyaron firmemente la existencia de un drenaje. En términos evolutivos, el drenaje tiene sentido. Como dice Carlos, con la aparición de un individuo multicelular, algunas de las diversas funciones que el organismo debe realizar se transfieren de las células al conjunto multicelular. Una célula hepática no necesita recoger oxígeno o alimento, ni tampoco reproducirse, porque estas funciones las realiza el conjunto multicelular. Así, la célula hepática necesita menos partes. Pensando más en ello, parece bastante probable que la misma lógica evolutiva se aplique a todos los niveles, que la aparición de la célula eucariota produjera un drenaje de partes dentro de las células procariotas que la componen. Y la aparición de sociedades y colonias produce un drenaje de las partes dentro de los individuos multicelulares que las componen. Es casi seguro que estas dos últimas ocurrieron, pero no han sido demostradas formalmente con conjuntos de datos robustos: una oportunidad para algún biólogo con mentalidad empírica.
RB: Ambos tratáis pues el tema de la complejidad y de su evolución. Este trabajo es, por tanto, más específico de lo que os ocupa. ¿Para qué otros campos más allá del caso de las MTE creéis que sería relevante vuestra discusión?
CC: En su día me apoyé en las mismas ideas para especular con que la tendencia en la complejidad de los organismos medida de alguna manera con el número de genes mínimo para “fabricar” un organismo, seguía una función exponencial en vez de una función creciente ralentizada como se esperaría de nuevo desde las teorías clásicas en la biología. De hecho, intenté publicarlo en su día, sin apoyarme en Prigogine. El problema es que el número de genes es una forma débil de medir la complejidad y, por otro lado, el jaleo es impresionante porque la funcionalidad de los genes no es nada directa a su número. Pienso ahora más en un estudio que identifique número de variantes de proteínas (proteómica), algo que invitaría a explorar a los microbiólogos que lean esto. En cualquier caso, el número mínimo de genes para hacer una bacteria, una célula eucariota, un organismo pluricelular sencillo, como una esponja o una medusa y un organismo complejo como un leopardo, si lo pones en función del tiempo geológico que se necesitó para que aparecieran por primera vez, también correlaciona con una función acelerada mientras que la teoría clásica seguiría prediciendo una ralentización.
Los trabajos de Dan precisamente me convencieron de que era mejor explorar los saltos jerárquicos. Pero para mí, lo más relevante es que existe una fuerza directora, una tendencia física, que ayudaría a explicar por qué de una sopa informe –así nació nuestro Universo– se forman, bajo ciertas condiciones, estructuras cada vez más complejas de forma acelerada (aunque con límites) y en el caso de los fenómenos biológicos, si contemplamos los ecosistemas y Gaia desde el esquema de Prigogine, podemos inferir también procesos de transferencia de funciones, de maquinización y de coordinación, que decíamos antes, desde todos que llamaríamos ecosistema y Gaia. Creo que la ecología daría un vuelco tratada así y las teorías Gaia también porque podrían explicar sus fenómenos desde esos todos sin necesidad de recurrir siempre y en exclusiva a los fenómenos micro, en último término a la física cuántica. Es un tanto paradójico que sea la física la que defienda así que tienen pleno sentido las ciencias biológicas y sociales, que no tienen por qué perder su trabajo porque el proyecto reduccionista hacia la física atómica es imposible.
Por último, señalo un par de ideas que están en pies de página del artículo, pero que creo que podrían ser relevantes. Por un lado, no necesariamente los animales coloniales es el final de la historia, si aún estamos en fase exponencial, es muy posible que no estén presentes ya factores limitantes que impidan seguir ascendiendo en la cadena jerárquica, y a su vez, las colonias tienen un gran recorrido futuro, un éxito asegurado, se inventarán más veces y evolucionarán en complejidad interna. Eso es coherente con lo que describimos, y excitante. A su vez, si extrapolamos la cadena al pasado, decimos que la primera bacteria no tuvo tiempo material de formarse en la Tierra, de lo que se infiere que estaríamos mostrando, creo que, por primera vez, una teoría que discriminaría entre dos hipótesis: que el origen de la vida ocurre en la Tierra o que el origen es extraterrestre, más antiguo que el Sistema Solar y que la Tierra fue colonizada por bacterias extraterrestres. Hasta ahora creo que no había base teórica para preferir una u otra, de ahí que se exploraran las dos, aunque mayoritariamente la “equivocada” en mi opinión. Por otro lado, muchos de los procesos evolutivos de pérdidas funcionales, de pérdidas genéticas y demás, de escalas de nivel ecosistémico, tendrían un paraguas explicativo en nuestra discusión de los procesos de MTE usando el mismo esquema teórico. Así, que no sinteticemos vitamina C es parte de un proceso de transferencia de telos, a totalidades mayores, de anclaje funcional al ecosistema y a Gaia…
DM: Carlos y yo estamos de acuerdo en la mayor parte de lo que dice. Sin embargo, un punto de discrepancia tiene que ver con la expectativa de la futura evolución jerárquica. El nivel social –los individuos que colaboran para formar sociedades– se formó y estabilizó hace al menos 480 millones de años (con el origen de las primeras colonias avanzadas de briozoos, que forman colonias similares a las de los corales). Estos son los primeros “superorganismos”. Desde entonces, no ha evolucionado ningún superorganismo inequívoco, diría yo. Los seres humanos son altamente sociales, por supuesto, pero nuestras asociaciones en sociedades de más alto nivel –Estados nación y metasociedades de varios tipos– están relativamente poco integradas. Un Estado nación puede tener un enorme poder y capacidad, pero no es un organismo, en mi opinión (¡Carlos y yo hemos tenido varias discusiones fascinantes sobre lo que se requiere para ser un organismo!). De todos modos, si estoy en lo cierto, y si no han evolucionado superorganismos en los últimos 480 millones de años, se plantea la posibilidad de que la tendencia instanciada por las grandes transiciones haya alcanzado su límite superior. Como Carlos y yo argumentamos en el artículo, todos los sistemas alejados del equilibrio tienen tales límites. La mayoría de los sistemas físicos simples alcanzan su límite superior con solo un pequeño número de niveles anidados de trinomios. Los organismos, debido a su complejidad, pueden formar sistemas profundamente anidados. Pero incluso ellos tienen límites.
RB: En el artículo, ciertamente, conectáis al final de forma relativamente breve, con la teoría Gaia y en concreto abrís tímidamente la puerta a una discusión cuantitativa, del grado de su organicidad. ¿Hasta qué punto es compatible lo que exponéis con la teoría Gaia orgánica que defiende Carlos?
CC: No es que sea solo compatible. La teoría Gaia orgánica tal y como la he expuesto, trata de buscar los “mecanismos” que llevan a su emergencia, a que emerja un macrosistema en la biosfera con las mismas características que un organismo vivo, que un ser vivo. Uno de estos mecanismos es el mismo proceso que describimos en detalle en el artículo de las MTE: cooperación inicial dirigida por la termodinámica de sistemas complejos disipativos que lleva a la formación de estructuras, a su vez la termodinámica daría mayor probabilidad de formar y mantener estas estructuras y capacidad de estas estructuras de influir primero y luego coordinar después sus partes –organismos–, y finalmente, la formación de una totalidad orgánica.
La otra gran pata explicativa en la que no entramos en el artículo, que tiene que ver con la necesidad del reciclado de materiales, ayudaría, en el caso de sistemas biológicos, a terminar formando una Gaia orgánica. Pero una vez formada, y en coherencia con el propio trinomio de Prigogine, es ella la que coordina, la que “domestica”, la totalidad orgánica que establece las relaciones de arriba a abajo, o top-down, que van a dirigir los procesos internos, incluida la propia evolución interna de lo que llamamos organismos y su MTE. Es decir, la aceleración observada en las MTE creo que necesita, además de lo descrito, el apoyo de una totalidad compleja y orgánica como Gaia, porque las barreras y factores limitantes de esa evolución que describimos son muy grandes.
DM: Cuando se trata de Gaia, soy más tímido que Carlos. En particular, me resisto a llamarla organismo. La razón es que me siento incómodo con los términos que sugieren dicotomías, incómodo con lo uno o lo otro, en biología. En el pensamiento estándar, ser un organismo –o, como Carlos lo ha llamado acertadamente, la organicidad– se entiende generalmente como un concepto dicotómico. Algo es un organismo o no lo es. Hay debates en biología sobre si, por ejemplo, un virus es un organismo o no, pero en la mayoría de ellos se asume que la organicidad no es una cuestión de grado. Creo que en biología muy pocas cosas son todo o nada, muy pocas cosas son discretas. En los mamíferos, por ejemplo, ni siquiera el número de brazos es discreto (pensemos en los seres unidos al nacer). Y supongo que el organicismo no va a resultar discreto. Cuando tengamos una mejor comprensión de los sistemas biológicos, supongo que seremos capaces de idear una escala de organicidad con múltiples variables –como la capacidad de reproducción y la capacidad de metabolizar, etc.– y que cada entidad biológica, desde los virus hasta Gaia, se registrará como un organismo de diferente grado. En cualquier caso, nuestro debate sobre esta cuestión –el estatus de organismo de Gaia– fue para mí una de las discusiones más interesantes que tuvimos.
RB: ¿Y alguna implicación más allá de la biología, en la antropología, la filosofía…?
CC: No sé si es mi papel como científico, aunque como persona, sí las veo, claramente. No es lo mismo tratar el conjunto de seres vivos, y a estos como “mecanismos complejos”, que darles un carácter más “vivo”, con valor cualitativo, sobre todo si Gaia está viva. Si consideramos que Gaia es un organismo, el resto de vivientes formamos parte de él, y la sostenibilidad del organismo Gaia y de sus partes dependen del buen funcionamiento de sus partes. Parece una aproximación que lleva a plantearse si nuestra sociedad, en las últimas generaciones, no se está comportando de forma análoga a un cáncer. Pero, sin duda, rompe con un exceso de antropocentrismo y nuestro artículo en concreto tiende a romper también con ese mito de que somos egoístas en un mundo de lucha competitiva desde la biología: hay sesgo físico hacia la cooperación. Creo que la biología, si bien históricamente a regañadientes ha reconocido la colaboración o la ayuda mutua, tiene ahora más apoyos para que esas relaciones salgan del mundo de las anécdotas. El propio Darwin usó ya muchos más ejemplos de competencia excluyente que de cooperación altruista.
¿Y si damos la vuelta al discurso habitual y tratamos de explicar la competencia como lo anecdótico frente a la tendencia general cooperativa? Hace no mucho leía un artículo sobre bonobos que demostraba que tienen tendencias xenofílicas (“amor al extraño” algo interesante para formar todos más abarcantes), en buena medida tenían que justificarlo muy bien y con “barroquismos” explicativos, algo que parece solo necesario cuando el paradigma es el competitivo y de lucha encarnizada por la supervivencia. A mí no me extraña, es más, es lo “natural” en un organismo tan complejo.
DM: Antes de mi colaboración con Carlos, no había pensado mucho en las implicaciones sociales o políticas de esta cuestión. Y estoy en deuda con él por nuestras discusiones, que en gran medida me llevaron a su punto de vista. Sí, el punto de vista de Prigogine apoya una visión menos competitiva y más cooperativa del mundo biológico. El sistema de nivel superior, nuestra ecología, llega hasta sus partes (nosotros) y estabiliza las interacciones que apoyan el flujo de energía a través del sistema, y muchas de estas interacciones estabilizadoras son probablemente cooperativas. Por otro lado, no olvidemos el drenaje de complejidad, la maquinización, que también se produce. Deberíamos esperar que el conjunto social de nivel superior favorezca la eliminación de "partes" dentro de nosotros, el despojo de las capacidades sobrantes a nivel individual, funciones que el conjunto realiza mejor y más eficazmente. Las colonias de hormigas son “inteligentes" en cierto sentido, pero esa inteligencia es posible en parte porque los individuos que las componen son "estúpidos". Es decir, las hormigas individuales han sido despojadas de gran parte de su complejidad y autonomía. Aplicado a los humanos, el drenaje de complejidad significa que la inteligencia social tiene el mismo coste, una reducción de la complejidad y la autonomía a nivel individual. No es difícil imaginar contrastes que hagan evidente este punto: un cazador recolector humano podría ser omnicompetente, en el sentido de que cada individuo es capaz de comprender y realizar la mayoría de las tareas esenciales. Yo, por el contrario, dudo de mi capacidad como individuo para cultivar alimentos suficientes para alimentarme durante todo un año y me siento algo sobrepasado cuando arranco mi coche.
RB: ¿Qué acogida esperáis de este trabajo en vuestros respectivos ámbitos académicos y en qué aspectos os gustaría seguir desarrollando esta investigación en el futuro?
CC: La verdad es que espero más impacto fuera de la física y la biología, al menos por ahora. En física tardamos siglos de pasar del mecanicismo, determinismo y reduccionismo que inició Newton a la física del siglo XX que se abrió a otros paradigmas a partir de la relatividad, la cuántica, la termodinámica de no equilibrio y la teoría del caos. Supongo que la biología requiere tiempo, ya lleva 150 años en un paradigma que la física dejó obsoleto (aunque no los físicos necesariamente), quizás le quede pues aún décadas por delante para “imitar” el camino seguido por la física, espero que no muchas, pues me gustaría experimentarlo en vida. En cuanto al trabajo futuro, en parte dependerá de si hay reacción y cuál al artículo. Me encantaría seguir abusando de los conocimientos y el sentido común de Dan, pero ambos andamos bajos de disponibilidad de tiempo ahora mismo. También hay un proyecto que es más viejo que este de las MTE, que incluso consulté con el mismo Prigogine en los noventa, la idea de que los propios mecanismos que usa la biología evolutiva (el neodarwinismo más en concreto) no cumplen con el trinomio de Prigogine (no hay causación top-down, por ejemplo). Él lo creyó entender así cuando se lo comenté, pero no quiso meterse en el berenjenal, aunque me animó a ello. Dudo que me anime tras décadas infructuosas, y creo que es más práctico tratar de exponer la teoría Gaia que defiendo con sus dos patas básicas sin atacar al neodarwinismo, ahora que ya hay una de ellas con un ejemplo expuesto y quizás admitido.
DM: Soy más optimista sobre el impacto en la biología. La biología evolutiva, al menos, ha dejado atrás el neodarwinismo en las últimas décadas. La llamada “síntesis moderna” ya no es la vanguardia. En su lugar, hemos estado debatiendo qué forma adoptará una “síntesis ampliada”. No se ha llegado a un consenso, por supuesto, pero está claro que la causalidad descendente, la termodinámica y el pensamiento al estilo de Prigogine, e incluso una Gaia algo viva, serán mucho más bienvenidos en el nuevo discurso en desarrollo. Y creo que nuestro artículo será considerado una importante contribución a ese discurso. En cuanto a la investigación futura, he estado trabajando durante la última década en una nueva forma de entender la orientación hacia objetivos o el propósito, que se aplica a todos los sistemas con metas, desde una bacteria que sigue un gradiente de alimentos hasta máquinas dirigidas por metas y procesos afectivos como el deseo y la preferencia en animales que tienen esas capacidades. Intuitivamente, la dinámica lejos del equilibrio debería formar parte de toda esta historia, aunque –a pesar de haber aprendido mucho de Carlos (¡gracias, Carlos!)– todavía no soy lo suficientemente físico como para contar esa historia. Estoy trabajando en ello.
Ramón del Buey Cañas forma parte del personal docente e investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid y es miembro del Laboratorio Filosófico sobre la Pandemia y el Antropoceno de la Red Española de Filosofía.
[1] Carlos de Castro y Daniel W. McShea, «Applying the Prigogine view of dissipative systems to the major transitions in evolution», Paleobiology, 6 de abril de 2022. Disponible en: https://www.cambridge.org/core/journals/paleobiology/article/abs/applying-the-prigogine-view-of-dissipative-systems-to-the-major-transitions-in-evolution/950CC803571570A46EEF7EE5970C50A1#
[2] Ilya Prigogine, ¿Tan solo una ilusión? Una exploración del caos al orden, Tusquets, Barcelona, 1988; Carlos de Castro, El Origen de Gaia, Libros en Acción, Madrid, 2020; Carlos de Castro, Reencontrando a Gaia, Ediciones del Genal, Málaga, 2019.
Refugiados, migrantes e integración
Refugiados, migrantes e integración: una breve antología
Jürgen Habermas
Editorial Tecnos, Madrid, 2022
124 págs.
Reseña publicada en el número 158 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
Volvemos a Habermas a través de la lectura de una antología de textos, seleccionada, editada traducida y estudiada por Juan Carlos Velasco, inédita.
La intención de este libro es la que ofrecer al lector una aproximación al pensamiento habermasiano en relación con las cuestiones vinculadas con los procesos migratorios y las políticas de integración. Se trata, por tanto, de un viaje a través de una serie de artículos que abordan, desde una perspectiva profundamente alemana, aquellas cuestiones que han ido apareciendo en el país germano desde el proceso de reunificación en relación con la aproximación política a temas como la construcción de la identidad nacional alemana, la conceptualización de la política de asilo o la necesidad de la adopción de una política de integración que vaya más allá una aculturación unilateral por parte de las sociedades de acogida.
Quizás unas de las cuestiones más interesantes del libro es poder ver cómo las migraciones ponen en cuestión modelos políticos clásicos, y plantean preguntas nuevas e incluso incómodas sobre el modo en que esos procesos son gestionados.
Pero, además, y como no podía ser de otro modo, Habermas nos abre la puerta a la complejidad de las aproximaciones en relación con esta cuestión, puesto que la forma de realizarlo puede dar lugar a diferentes resultados, en ocasiones buscados, en otras no deseados.
En los textos recogidos en este libro, además, se puede observar la genuina implicación de Habermas como persona preocupada por el devenir de la sociedad en la que habita, así como su intención explícita de influir en el debate político alemán, algo que, por cierto, continúa haciendo a día de hoy a sus más de noventa años de edad.
Esta antología nos permite trazar la evolución de la línea de pensamiento de Habermas en relación, no solo con la inmigración, sino también con el pasado, presente y futuro no exclusivamente de Alemania, sino también de Europa. A través de los textos que aquí se presentan se observa como el pensamiento habermasiano no ha perdido ni un ápice de actualidad. Así ya en 2006 planteaba cuestiones como el déficit democrático del que adolecía el proceso de construcción europeo y la incapacidad de avanzar en la vía democrática en tanto en cuanto no existiera una esfera pública europea digna de ser llamada como tal. Del mismo modo, clamaba por la necesidad de reforma de las Naciones Unidas, así como por la necesidad de la puesta en marcha de una política exterior europea genuina. Y argumentaba «Solo en una Unión Europea capaz de actuar en términos de política exterior podría influir en el curso de la política económica mundial. Podría impulsar la política ambiental y dar los primeros pasos hacia una política interna mundial» (pp. 97). Pero, además, entonces, también denunciaba, con una claridad meridiana, el riesgo al que se asomaban las sociedades europeas al vincular la inmigración con cuestiones de seguridad, así como establecer una equivalencia entre fundamentalismo e inmigración. Y afirmaba: «Los hijos y nietos de los antiguos inmigrantes forman parte de nosotros desde hace mucho tiempo. Pero como en otro sentido no son parte de nosotros, representan un desafío para la sociedad civil y no para el Ministerio del Interior. Se trata de respetar a los miembros de las culturas y comunidades extranjeras en su alteridad y de implicarlos en la solidaridad cívica» (pp. 98). Así de lúcidas y visionarias son las reflexiones de Habermas en su artículo «La ampliación del horizonte. Europa y sus inmigrantes» publicado allá en 2006.
Y este es solo uno de tantos ejemplos, de los que está sembrado el libro, de cómo desde una perspectiva normativa Habermas es capaz de ofrecer de manera reactiva análisis avanzados y con total vigencia en estos días.
De hecho, también a principios de los años noventa analizaba la política de asilo con un punto de partida que no deja lugar a dudas: el derecho de asilo es un derecho humano, y todos los que lo soliciten debe ser tratados de manera justa y ser acogidos con todas las consecuencias asociadas a este hecho, algo que, desde su óptica, Europa había pasado por alto hasta el fin de la Guerra Fría. Y este debate lo realiza asumiendo la centralidad que las decisiones que se adoptaran entre Alemania y Francia tendrían un impacto significativo en el resto del continente.
Pero, quizás, algo que resulta especialmente interesante en estos textos es cómo Habermas denuncia de manera permanente la necesidad imperativa de deconstruir el concepto de nación entendida como comunidad étnica (Volksgeminschaft) para avanzar en la construcción de una comunidad jurídica (Rechtsgemeinshaft) sobre la base del Estado de Derecho.
Habermas considera que la inmigración puede ser un catalizador adecuado para poner en marcha este proceso. Un proceso que acentuará la diversidad en las sociedades europeas y dará lugar a tensiones sociales que darán paso a una estructura de gobierno supranacional al margen de las particularidades históricas o tradiciones compartidas que son las causantes cierta reactividad por parte de las sociedades afectadas. Y eso se hará, según Habermas, a través de la puesta en marcha de una política de inmigración liberal que huya de lo que denomina el «chovinismo del bienestar». Además, incide en la necesidad de escapar de la idea de “cultura rectora” (Leitkultur) fundamentada en «la idea errónea de que el Estado liberal debe exigir a sus inmigrantes algo más que aprender el idioma del país y respetar los principios constitucionales. Teníamos, y al parecer tenemos aún, que superar la opinión de que los inmigrantes supuestamente deben asimilar los “valores” de la cultura mayoritaria y adoptar sus “costumbres”» (pp. 112). Y, además, alerta de que «no mejora las cosas que hoy en día la cultura rectora no se defina tanto por la “cultura alemana” como por la religión» (pp. 113).
Habermas también plantea la necesidad de que la propia tradición nacional tendrá que ser apropiada de tal manera que esté relacionada y relativizada por los puntos de vista de otras culturas y, por tanto, deconstruida. Ve la inmigración masiva y la relativización de las culturas como una forma de democratizar la ciudadanía y avanzar en la construcción de una auténtica ciudadanía mundial. Y en el caso particular de la UE, una genuina esfera pública europea que permita avanzar en la construcción democrática del proyecto europeo. Y hacerlo, además, en el caso alemán a través de la superación de lo que Habermas denomina la gran mentira. Alemania ya vivió una gran mentira vital, la lanzada por Adenauer: «todos somos demócratas», y argumenta con Hans Magnus Enzensberger que «cree que la RFA está sufriendo una “mentira vital”: la ilusión de que la reunificación era lo que siempre quisimos» (pp.67), y que Habermas replica con la frase: «Si realmente ha ido surgiendo una segunda mentira vital desde 1989, entonces es que sea la mentira de que “por fin hemos vuelto a la normalidad”» (pp.68).
En gran medida, este pequeño gran libro, nos permite realizar un ejercicio de introspección y reflexión para adentrarnos en la búsqueda de esas mentiras vitales y extrapolarlas más allá del contexto alemán. En un momento de máxima crisis geopolítica, económica y humanitaria en el continente europeo, es imprescindible indagar cuáles han sido estas mentiras vitales con las que Europa ha trabajado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, tales como la ilusión de que el régimen multilateral surgido entonces y sostenido sobre la democracia liberal era indestructible, aún más tras el fin de la Guerra Fría. Y si seguimos las claras instrucciones analíticas presentadas en este texto por Habermas, podemos trazar una clara línea que correlacione este hecho con la manera en la que nuestras sociedades han ido abordando y abordan los fenómenos migratorios, tanto en sus distintas fases como en su diversidad.
Ruth Ferrero-Turrión
Profesora Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid
Reseña disponible en: https://www.fuhem.es/papeles_articulo/lecturas-158/
Mundo de emergencias. Papeles 162
El mundo que surge de la pandemia y de la guerra de Ucrania presenta luces y sombras.
Este conflicto armado ha acelerado el ascenso de la importancia creciente de la geopolítica, ha fragmentado el mundo en nuevos bloques de poder y áreas de influencia, y ha profundizado las tendencias autoritarias y armamentísticas que se venían mostrando desde comienzos del siglo. A su vez, la pandemia nos ha recordado la vulnerabilidad y ecodependencia humana y ha rubricado procesos que estaban en curso con anterioridad, como la digitalización de las sociedades o la recuperación del papel decisivo de los Estados a través de los planes de reconstrucción y resiliencia. Mientras el consenso neoliberal se desploma, surge ya un nuevo orden social plagado de incertidumbres y contradicciones. En el número 162 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, indagamos en los contornos de lo que está emergiendo.
En la Introducción, Santiago Álvarez Cantalapiedra resalta que «la caída del orden neoliberal y la emergencia de otro indefinido nos muestran que ya estamos viviendo una transición. El problema es la transición: adónde nos conducirá y en qué condiciones».
En A fondo, Tica Font disecciona las actuales batallas por la hegemonía mundial; Fernando Estenssoro ofrece un análisis de la geopolítica del siglo XXI desde América Latina; Federico Aguilera Klink aborda los antecedentes y la guerra de Ucrania y el papel de los medios de comunicación; el equipo Ecosocial de FUHEM conversa con Jesús Sanz, quien hace balance de la pandemia; Nuria del Viso explora el desplazamiento forzado, una de las principales tendencias de nuestro tiempo; Adriana Mayor examina cómo ha afectado la guerra de Ucrania a las políticas climáticas y ecológicas; y Ángel Martínez González-Tablas analiza la regulación consciente pública como instrumento en las transiciones.
En Actualidad, Monica Di Donato y Pedro L. Lomas hablan con Ugo Bardi sobre colapso y el otro lado del crecimiento; y Héctor Barco desgrana algunas de las lecciones aprendidas de la primera cuantificación del desperdicio alimentario en Euskadi.
Experiencias recoge las reflexiones de Laila Vivas y Virginia Soler tras la ocupación de End Fossil en la Universitat Autònoma de Barcelona, e Hingrid Camila Pérez Bermúdez explora las figuras que operan en la justicia tradicional afro en Colombia.
Ensayo explora los crecientes impactos psicosociales del cambio climático y las migraciones de la mano de M. Carmen Hidalgo y Macarena Vallejo.
La sección Lecturas cierra este número.
A continuación, ofrecemos el Sumario del número y en abierto, a texto completo la Introducción del número de Santiago Álvarez Cantalapiedra y el artículo de Fernando Estenssoro sobre la geopolítica en América Latina.
Sumario
INTRODUCCIÓN
Mundo de emergencias, Santiago Álvarez Cantalapiedra.
A FONDO
América Latina en la geopolítica del siglo XXI: el riesgo de pasar de “Sur global” a “Sur absoluto”, Fernando Estenssoro.
Pandemia, guerra y competición por la hegemonía mundial, Tica Font.
La guerra contra Rusia, Federico Aguilera Klink.
Desplazamiento forzado, exponente de una “tormenta perfecta”, Nuria Del Viso.
Las políticas climáticas y ecológicas, sacudidas por la guerra en Ucrania, Adriana Mayor.
Entrevista a Jesús Sanz, coordinador del libro Salir mejores. Una hoja de ruta de emergencias, Equipo FUHEM Ecosocial.
Capitalismos, desarrollo alternativo y transiciones, Ángel Martínez González-Tablas.
ACTUALIDAD
Entrevista a Ugo Bardi a propósito del libro Antes del colapso: Una guía para el otro lado del crecimiento, Pedro L. Lomas y Monica Di Donato.
Algunas lecciones aprendidas de la primera cuantificación del desperdicio alimentario en Euskadi, Héctor Barco.
EXPERIENCIAS
Verbos para habitar el Antropoceno. Reflexiones sobre la ocupación de End Fossil en la Universitat Autònoma de Barcelona, Laila Vivas y Virginia Soler.
Las sabedoras de la justicia propia afrocolombiana: una práctica decolonial en reemergencia, Hingrid Camila Pérez Bermúdez.
ENSAYO
Aproximación a los impactos psicosociales del cambio climático y las migraciones, Mª Carmen Hidalgo y Macarena Vallejo.
LECTURAS
Necesidades ante la crisis ecosocial. Pensar la vida buena en el Antropoceno, Carmen Madorrán Ayerra.
Marcela Vélez León
Nuevos comunalismos. Una hipótesis política para el decrecimiento, Adrián Almazán e Iñaki Barcena (coords.).
Ramón del Buey Cañas
Geopolítica. Una breve introducción, Klaus Dodd.
Guillermo Carazo Diez-Aja
Notas de lectura
RESÚMENES
Información y compras:
Tel.: +34 914310280
Email: publicaciones@fuhem.es
Puedes adquirir la revista PAPELES en nuestra librería virtual.
Mundo de emergencias
El cinco de mayo de este año, el director de la OMS anunció el fin del estado de emergencia sanitaria internacional por la COVID-19.
Esto no significa que haya terminado la pandemia y sus secuelas y, mucho menos, las causas finales que la provocaron. Aún está por ver si el SARS-CoV-2 se vuelve estacional o si se sucederán nuevos brotes a partir de distintas variantes en diferentes estaciones del año. Tampoco se ha encarado la asignatura pendiente del «COVID persistente», que sufre actualmente en torno al 10% de las personas que padecieron la pandemia.
La emergencia sanitaria se cruzó con la emergencia climática, y las dos emergencias traspasaron, a su vez, otras problemáticas de la crisis ecosocial en la que estamos. Si no hacemos nada (y eso significa: si no vamos a las causas, es decir, si no cambiamos nuestro modo de vida), el factor microbiano y el atmosférico seguirán amenazando nuestra existencia.
Santiago Álvarez Cantalapiedra en este artículo, que constituye la Introducción del número 162 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, habla de cómo los últimos tres lustros han mostrado signos de lo que cabe esperar del mundo que emerge tras cuatro décadas de orden neoliberal.
En el contexto de un cambio global que no deja de acelerarse –cuya principal manifestación es la convergencia de la escasez de recursos con la pérdida irreversible de biodiversidad y la desestabilización abrupta del clima–, hemos asistido durante estos últimos quince años a una crisis financiera descomunal (La Gran Recesión del año 2008), a una pandemia global (la COVID-19 del 2020) y, desde febrero del 2022, a una guerra en Ucrania que acelera la tendencia armamentística que se venía incubando años atrás y que aviva la pesadilla exterminista asociada al Armagedón nuclear. En tiempos de crisis los límites de lo posible se ensanchan en todas direcciones, tanto reaccionarias como emancipadoras, unas veces a favor de las élites y otras en beneficio de las mayorías sociales.
La emergencia de un nuevo orden
La crisis ecosocial, resultante de la combinación de la ecológica con la social, revela hasta qué punto el funcionamiento del capitalismo socava las bases de su reproducción. El capital necesita determinadas condiciones sociales y ambientales para proseguir con su senda de acumulación y, al mismo tiempo, esa tendencia a la acumulación ilimitada socava los procesos de reproducción social y ecológica sobre los que asienta sus cimientos. En este escenario de crisis ecosocial plagado de múltiples incertidumbres y contradicciones es en el que emerge hoy un nuevo orden social.
El consenso neoliberal ha saltado por los aires, asegura Gary Gerstle,1 y tardaremos al menos una década en terminar de definir cómo será el próximo orden establecido. Así pues, la caída del orden neoliberal y la emergencia de otro indefinido nos muestran que ya estamos viviendo una transición. El problema es la transición: adónde nos conducirá y en qué condiciones.
El orden emergente arranca de la Gran Recesión provocada por la crisis del neoliberalismo2 y, aunque todavía sin contornos definidos, empiezan a perfilarse algunos de sus rasgos característicos.
En primer lugar, en este orden emergente vivimos un reajuste del papel del Estado y los mercados. Se empezó a vislumbrar con la crisis del 2008 y los primeros programas de estímulo y de rescate bancario, así como con los intentos –más bien retóricos– de regular el capitalismo financiarizado; aconteció de nuevo, pero con mucha más fuerza, con la pandemia, con la parada forzosa de la economía mundial, la emergencia sanitaria y el reinicio posterior de las economías con la ayuda de ingentes planes de reconstrucción y resiliencia; se ha asentado con la guerra, cuando gastos militares y programas armamentísticos se ven impulsados con nuevos fondos. En tales circunstancias, la presencia y expansión de los ámbitos públicos no solo no son cuestionadas, sino que son alentadas de forma generalizada hasta por quienes no hace mucho promovían un miedo cerval al Leviatán del Estado. Cabe preguntarse si esta mayor intervención pública marcada por las circunstancias tiene visos de consolidarse. Hay motivos para pensar que así será: las diversas facetas de la transición –energética, ecológica, digital, y todas aquellas otras que se quieran añadir– parecen estar reclamando una presencia renovada del Estado. El nuevo papel de la intervención pública no se traduce únicamente en la simple cuestión cuantitativa del incremento del gasto: consiste sobre todo en la redefinición del nuevo rol cualitativo que debe desempeñar el Estado (no solo en sus funciones protectoras y redistribuidoras, sino también en las reguladoras y de impulso de la innovación).3 Se trataría de encontrar la oportuna combinación entre gobiernos proactivos, pero controlados, y mercados dinámicos, pero bien regulados. Sin embargo, el regreso del intervencionismo público acontece en un contexto de involución autoritaria. En Occidente viene acompañado de décadas de retroceso de derechos sociales y vaciamiento democrático tras la aplicación de políticas de ajuste y alianzas público-privadas que fusionan el poder económico con el político;4 en Oriente, el capitalismo político o autoritario dirigido por el Estado, ejemplificado perfectamente por China, socava la pretensión de Occidente de afirmar la existencia de un vínculo necesario entre capitalismo y democracia liberal.5
En segundo lugar, asistimos a un retroceso de la hiperglobalización vivida durante la década de los noventa del siglo pasado tras el derrumbe del bloque soviético. Las estrategias orientadas a fragmentar, desplazar y reorganizar los procesos productivos mediante subcontrataciones y deslocalizaciones han mostrado sus inconvenientes. Se ha construido una economía demasiado compleja y, por eso mismo, extremadamente vulnerable: la paralización de parte de la producción por la escasez de suministros, el encarecimiento de los carburantes o los problemas en la logística global (debidos no solo a los cuellos de botella creados por la pandemia sino también a hechos como el acontecido en el Canal de Suez por el buque portacontenedores Ever Given) señalan que se ha ido demasiado lejos con la globalización. Ningún país es capaz de controlar su economía. Las principales potencias de Occidente comienzan a replantearse el papel de las cadenas globales de suministro y a reorganizar a través de políticas industriales las actividades que antes habían fragmentado y deslocalizado a miles de kilómetros, haciéndolas pasar del plano mundial a un ámbito de mayor proximidad geográfica (la UE, la economía nacional) para así garantizar el suministro de componentes e insumos considerados estratégicos (microchips, baterías, vacunas, semillas, cereales, fertilizantes, etc.).
Finalmente, los cambios en la geografía económica mundial, cuyo centro de gravedad se desplaza hacia Asia, y el surgimiento de nuevos actores en el escenario internacional –particularmente China, pero también la India con su enorme peso demográfico–, unido a la creciente pugna por unos recursos estratégicos escasos y las exigencias derivadas de la creciente profundización de la digitalización y el colonialismo verde de los países del centro capitalista, aventuran un recrudecimiento de las rivalidades –en todos los planos: el comercial, el tecnológico o el militar– y un incremento de la importancia de la geopolítica para preservar esferas de influencia y garantizar el acceso y la seguridad en el abastecimiento de los recursos.
En este contexto cabe interpretar el escenario surgido de la guerra de Ucrania. Representa el pulso entre potencias nucleares con el pueblo ucraniano como víctima, reflejando un choque de imperios en declive –el ruso y el occidental nucleado en torno a la OTAN– en un momento dominado por el ascenso fulgurante de una nueva figura: China. Una confrontación que se desprende de la pugna entre potencias ascendentes y dominantes en la emergencia de un nuevo orden, y que ha puesto de actualidad el riesgo que el politólogo norteamericano Graham T. Allison quería señalar al utilizar la expresión «trampa de Tucídides»: la amenaza de guerra que se desprende del miedo a perder la hegemonía.6 La guerra de Ucrania sería la primera salva militar de una nueva guerra fría entre un Occidente Cuadrilateral –formado por EEUU, Europa, Japón y Oceanía– y un Oriente –liderado por China en alianza con Rusia y sus respectivas zonas de influencia– que puede acabar convirtiéndose en caliente en algún momento de las próximas décadas.
Nuevos consensos en un nuevo orden
Cada orden social representa una determinada configuración de poder definida por juegos de dominación y compromiso (entre alianzas en torno a una potencia, en el plano internacional; y, en el plano interno, entre clases y fracciones de clase). A cada orden le corresponde un discurso ideológico hegemónico que se presenta como “consenso”. El neoliberalismo logró un éxito sin precedentes en este campo. Generó uno aceptado y asumido incluso por sus oponentes, capturados en un espacio del que no pudieron escapar. En este sentido, los gobiernos de Felipe González, Bill Clinton, Tony Blair, Gerhard Schröder o Barak Obama fueron tan neoliberales como los de Margaret Thatcher o Ronald Reagan. El «Consenso de Washington» definió las reglas del juego para la economía mundial durante casi medio siglo y creó el mito de que la democracia liberal era la forma de gobierno universal con el que se clausuraba la historia.
Nada más lejos de la realidad, pues si hay algo que muestra el nuevo contexto geopolítico es precisamente la caída de dos de los principales mitos del orden neoliberal en el plano internacional: el primero, que el crecimiento económico y el libre comercio conducen a los países sin libertades políticas hacia regímenes de gobernanza y libertades asimilables a los occidentales; el segundo mito consistía en la creencia de que el incremento del comercio y las relaciones económicas garantizaría la paz entre las naciones. Uno y otro han sido desmentidos por China y Rusia respectivamente. Según el consenso occidental, China debería haber iniciado la senda hacia las libertades y los derechos civiles y, sin embargo, no es lo que está ocurriendo cuando el círculo de poder se estrecha cada vez más en torno a la figura de Xi Jinping –quien ha conseguido, no lo olvidemos, prorrogar su mandato indefinidamente– y el capitalismo en aquel país se asienta sobre un poderoso Estado autoritario tecnocrático. El mismo consenso llevó al error de pensar que Rusia iba a aguantar paciente, en virtud de los lazos comerciales contraídos con Europa, todas las ignominias y humillaciones que Occidente le ha estado infligiendo desde el derrumbe del bloque soviético.
La realidad internacional, más allá de los mitos, lo que muestra es la emergencia de un mundo que se fragmenta en bloques en un contexto geopolítico marcado por pulsiones autoritarias y amenazas bélicas. Aunque la crisis ecosocial y las problemáticas emergentes reclaman mayor cooperación y multilateralismo, la realidad que va surgiendo viene marcada por un orden multipolar fragmentado y mediado por un bilateralismo de bloques y áreas de influencia.
En el plano interno también se percibe una pérdida de consensos. El neoliberalismo, como orden social, trascendió las divisiones ideológicas presentes en una sociedad. Las diferencias culturales siguieron existiendo, pero armonizadas en torno a un único proyecto y los mismos principios del libre mercado. Convivían, aunque rivalizando entre ellos, neoconservadores y progresistas neoliberales.7 Los primeros poniendo el énfasis en los valores del esfuerzo, la responsabilidad y la autoridad, en el legado de la tradición, en la defensa de la familia patriarcal y heterosexual; los segundos, enfatizando el mérito y los valores cosmopolitas que celebran el globalismo y la apertura a nuevas culturas, a la diversidad social y a nuevas tipologías de familia y formas de convivencia ancladas en códigos morales plurales. Diferencias ideológicas que se suelen despachar en forma de guerras culturales, pero que no llevan a impugnar el orden social ni el modo de vida de la civilización capitalista. Sin embargo, a medida que empiezan a percibirse con mayor gravedad las amenazas del avance de la insostenibilidad, el deterioro de las condiciones de vida por el incremento de las desigualdades sociales y las brechas territoriales que comprometen la cohesión social, y el retroceso de las instituciones democráticas corre paralelo al avance del poder de las elites, al repliegue autoritario o a la securitización y militarización de la respuesta a los flujos migratorios y a los desplazamientos forzados de población, el orden político y los consensos se resquebrajan al surgir la necesidad de cuestionar los fundamentos sobre los que se estaba instituyendo el orden emergente. De la mano de movimientos como Occupy Wall Street, el 15-M o los chalecos amarillos, se empieza a destacar la importancia de abordar los temas fiscales y poner coto a los mercados financieros y al poder de las corporaciones, se insiste en la urgencia de una transición ecológica justa que reparta con equidad los costes y los esfuerzos, en la necesidad de erigir redes de seguridad que protejan a la gente de las amenazas que se multiplican,8 en suma, se abre el debate sobre el reajuste de las relaciones entre el Estado, la economía y la sociedad, sin olvidar el metabolismo social y la ecología, en el marco de un planeta que se precipita hacia el abismo borracho de (des)información y posverdad.
Sin embargo, nada está decidido. Aún no se ha forjado un nuevo consenso alternativo y el actual orden social continúa indefinido. Las respuestas a las cuestiones estructurales urgentes se van posponiendo porque la combinación de fuerzas no termina de decantarse hacia ningún lado. Mientras tanto, las fuerzas reaccionarias vuelven a la carga con sus cuitas culturales (costumbres y tradición, nación, identidad, ética y moral individuales…), y a su llamada se entra al trapo con tanto entusiasmo como despreocupación por la suerte de miles de millones de personas cuya vida depende de que el orden emergente logre ser más ilustrado y civilizado (o si se prefiere, menos bárbaro) que el saliente.
Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global
Acceso al texto completo en formato pdf: Mundo de emergencias.
NOTAS
] Gary Gerstle, Auge y caída del orden neoliberal, Península, Barcelona, 2023.
2 Los órdenes sociales emergen tras profundas crisis en el capitalismo. Desde finales del siglo XIX, momento en el que apareció el capitalismo organizado con rasgos contemporáneos, se han sucedido tres órdenes sociales, cada uno de los cuales empieza y termina con una crisis estructural: la crisis estructural de 1890 inauguró el orden liberal o «primera hegemonía financiera»; la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado abrió la puerta al orden socialdemócrata o «compromiso social keynesiano de izquierdas»; y la crisis de los años setenta del siglo XX, precipitó el comienzo del orden neoliberal o «segunda hegemonía financiera». La Gran Recesión, que se desencadena en el año 2008, representa el inicio del tránsito hacia un orden social emergente cuya suerte aún estaría por decidir.
3 Luis Buendía García (ed), El papel del Estado en la economía. Análisis y perspectivas para el siglo XXI, Catarata/ FUHEM, Madrid, 2023.
4 Sheldon S. Wolin, Democracia S.A., Katz, Buenos Aires/ Madrid, 2008.
5 Branko Milanovic, Capitalismo nada más. El futuro del sistema que domina el mundo, Taurus, Madrid, 2020.
6 Tucídides fue un historiador y general ateniense que escribió Historia de la guerra del Peloponeso, donde se refiere a la pugna entre dos ciudades-Estado de la Antigua Grecia: una Esparta dominante (que lideraba la Liga del Peloponeso) y una Atenas en ascenso (encabezando la Liga de Delos). El profesor de Harvard Graham Allison, en su obra Destined for War: Can America and China Escape Thucydides´s Trap? (Houghton Mifflin Harcourt, Nueva York, 2017), examinó dieciséis enfrentamientos entre potencias ascendentes y dominantes desde el año 1550, señalando que en doce de los casos el desenlace fue el estallido de una guerra.
7 Neovictorianos y cosmopolitas los denomina Gary Gerstle (op. cit). La expresión neoliberalismo progresista la tomo de Nancy Fraser, que la define como una suerte de alianza entre ciertas corrientes de los movimientos sociales (feminismo, antirracismo, multiculturalismo y derechos LGTBQ) con las fuerzas del capitalismo cognitivo y financiarizado (Wall Street, Silicon Valley y Hollywood).
8 No solo las amenazas climáticas o las vinculadas a nuevas pandemias y crisis financieras, también las que se puedan desprender del factor demográfico, la política, la geopolítica, la inteligencia artificial u otros aspectos de la actual revolución tecnológica. Nouriel Roubini, en su libro Megamenazas (Deusto, Barcelona, 2023), advierte sobre diez de ellas.
América Latina en la geopolítica del siglo XXI
La sección A FONDO del número 162 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global incluye un artículo de Fernando Estenssoro, titulado América Latina en la geopolítica del siglo XXI: el riesgo de pasar de “Sur global” a “Sur absoluto”.
Durante la Guerra Fría los países subdesarrollados, al momento de esquematizar la división de poder en el orden internacional, enfatizaron la división Norte-Sur a fin de salirse de la lógica del conflicto dominante entre el bloque capitalista y el bloque comunista o conflicto Este-Oeste y su categorización entre Primer Mundo (capitalismo desarrollado), Segundo Mundo (países comunistas industrializados) y Tercer Mundo (países subdesarrollados).
El objetivo fue poder relevar la urgencia de superar la miseria, el atraso y el subdesarrollo que caracterizaba a sus sociedades y que eran la gran mayoría de la humanidad.
«La idea de "Sur" se construyó esencialmente por oposición al Norte y por diferenciación al conflicto Este y Oeste».1 A mediados de la década de 1970 surgió formalmente el Diálogo Norte-Sur en la Organización de Naciones Unidas (ONU), «vinculado a las demandas de un Nuevo Orden Económico Internacional, formuladas (…) por prácticamente la totalidad de los países subdesarrollados».2 En 1977 el canciller alemán Willy Brandt encabezó una comisión destinada a proponer un Nuevo Orden Internacional para superar las tensiones entre el mundo desarrollado y el mundo subdesarrollado y/o en vías de desarrollo. Tres años después, en1980, se publicó el informe de la Comisión Brandt, Dialogo Norte-Sur, e igualmente se popularizó la “línea Brandt”, que dividía al mundo entre países desarrollados y subdesarrollados y en donde la República Popular China, a raíz de su bajo PIB per cápita quedaba en el mundo no desarrollado (ver imagen 1).3
Y si bien, tras el término de la Guerra Fría, el conflicto Este-Oeste y la categorización del mundo en tres segmentos perdió todo sentido; no ocurrió lo mismo con la división Norte-Sur, dado que las diferencia entre un mundo desarrollado y altamente industrializado y un mundo subdesarrollado y/o en vías de desarrollo no desapareció, por lo cual la línea Brandt siguió vigente.
Tras la Guerra Fría el conflicto Este-Oeste perdió todo sentido; no ocurrió lo mismo con la división Norte-Sur
En este sentido, quienes mantuvieron la vigencia de la división Norte-Sur comenzarán a utilizar los conceptos de Norte global y Sur global para enfatizar ya no solamente diferencias económicas y de riqueza entre países desarrollados y subdesarrollados, sino también las diferencias en las relaciones de poder geopolítico que implicaba esta división:
"Norte-Sur" responde a consideraciones de poder y percepción y no de geografía. En cuanto al primero, es evidente que la división Norte-Sur refleja la distribución de poder en el sistema internacional (…) no se trata de estar en la parte Meridional o Septentrional del planeta, ni de alcanzar determinadas cifras macroeconómicas: la diferencia entre unos y otros radicaría esencialmente en las nociones de poder y percepción (…) La distribución de poder en el sistema internacional determina la división del mundo en esta visión simplificada...4
De la misma forma, buscaban cuestionar las perspectivas que planteaban una creciente homogenización económica, política y cultural del mundo bajo los valores liberales occidentales y que se resumían en el concepto de globalización. Esta era la mirada que buscaba imponer el Norte global, o sea el grupo de poder liderado por Estados Unidos e integrado por el G7,5 más la Unión Europea y Australia, principalmente. Por el contrario, el Sur global reunirá a todos los países que, ya se consideren en vías de desarrollo o subdesarrollados, buscaran alternativas a esta hegemonía globalizadora neoliberal, impuesta por EEUU y sus aliados. Por esta razón se ha señalado que
El término Sur Global funciona como más que una metáfora del subdesarrollo. Hace referencia a toda una historia de colonialismo, neoimperialismo y cambios económicos y sociales diferenciales a través de los cuales se mantienen grandes desigualdades en los niveles de vida, la esperanza de vida y el acceso a los recursos.6
Declinación de Estados Unidos y ascenso de China y las “potencias emergentes”
Si bien esta división entre Norte global y Sur global se mantuvo relativamente clara hasta la primera década de este siglo XXI, a partir de la segunda década las relaciones de poder vienen experimentado importantes cambios que nos llevan a preguntarnos si es posible seguir utilizando esta división entre Norte global y Sur global y por cuánto tiempo más. Este interrogante se fundamenta en base a dos fenómenos principales: a) la relativa declinación del poder hegemónico de EEUU y b) el surgimiento de las llamadas potencias emergentes asociadas al crecimiento económico de Asia en general y de China en particular.
a. Declinación del poder hegemónico estadounidense. El debate acerca de la declinación hegemónica de Estados Unidos se refleja en las tesis que plantean que el orden mundial se encontraría en una transición desde el unipolarismo en el que quedó el mundo tras el fin la Guerra Fría –cuando los norteamericanos quedaron como la única mega potencia global y sin contrapeso (militar y económico)– hacia un nuevo orden de poder de carácter multipolar. Es creciente el número especialistas que señalan que el imparable aumento de la deuda nacional de EEUU, así como su persistente deterioro social interno, unido al acelerado crecimiento económico de China está generando un inevitable e irreversible cambio de poder lejos de los EEUU y Occidente.7 Por esta razón se afirma que «si se avecina una gran transformación (…) se trata de una transformación estructural de la unipolaridad a la multipolaridad».8 Por cierto, esta declinación hegemónica no significa que EEUU vaya a perder su categoría de gran potencia, sino que ya no podrá dictar a su capricho la diferencia entre el “bien y el mal” en el orden mundial y tendrá que acostumbrarse a compartir el poder con otros. Como dice Fareed Zakaria, el orden mundial que viene es un mundo posamericano donde el poder será más difuso debido a la emergencia de las nuevas potencias, sobre todo las asiáticas, como China e India entre otras, y si bien EEUU seguiría siendo uno de los principales poderes ya no será el único súper poder sin contestación.9 Igualmente, es relativamente consensual señalar que esta declinación hegemónica quedó irremediablemente visible tras la crisis económica (subprime) de 2008, que implicó la superación de las tesis unipolaristas «por las premoniciones de la decadencia y la transformación geopolítica de Estados Unidos», en la medida que dejo en evidencia «el desplazamiento de la riqueza y el poder mundial de Occidente a Oriente», y en donde la principal expresión de este fenómeno será el rápido ascenso «de China al estatus de gran potencia».10
b. China, Asia y las “potencias emergentes”. El otro fenómeno que se instaló en el debate tras la crisis económica de 2008 es el enorme crecimiento económico de Asia en general y de China en particular, así como la aparición de las llamadas “potencias emergentes”.11
El caso de China es quizás el más estudiado y sorprendente de todos, dado el extraordinario crecimiento económico que ha experimentado en un periodo relativamente breve de tiempo. Por ejemplo, en 1991, cuando terminó la Guerra Fría, el PIB de China representaba apenas el 1,4% del PIB mundial mientras que el de EEUU representaba el 26% del PIB mundial; treinta años después, en 2021 el PIB de China representó el 18,4% del PIB Mundial y el de EEUU el 24,2%. Además, en 2010 China se transformó en la segunda mayor economía del planeta y desde esa fecha hasta el presente cada año se acerca más al PIB bruto de EEUU y se espera que en los próximos años lo supere y se transformé definitivamente en la primera economía mundial.12
No se trata únicamente de China y los BRICS; es prácticamente toda Asia la que está creciendo e industrializándose aceleradamente
En relación a las llamadas potencias emergentes, el caso de los BRIC será arquetípico. En 2001 el economista Jim O’Neill popularizó la idea que Brasil, Rusia, India y China, serían los nuevos mercados emergentes que llegarían a dominar el mercado global y los identificó con su acrónimo BRIC. Tras la crisis económica de 2008, estos países, conscientes del peso específico que estaban adquiriendo en la economía global, se constituyeron, en el año 2009, en un grupo específico (similar al G7) para aumentar su influencia en la política internacional y dos años después, en 2011, incorporaron a Sudáfrica por lo que pasaran a ser identificados como BRICS. Entre sus objetivos principales, figuraba (y figura) la promoción de un mundo multipolar y más justo, así como la reforma integral de las Naciones Unidas.13
Pero no se trata únicamente de China y los BRICS; es prácticamente toda Asia la que está creciendo e industrializándose aceleradamente. Importantes estudios proyectan que el PIB del continente asiático subirá de 17 trillones de dólares en 2010 a 174 trillones en 2050, lo que equivaldría al 50% del PIB mundial. Este crecimiento estaría liderado por siete economías principales: China, India, Japón, Corea del Sur, Indonesia, Tailandia y Malasia.14 Según el World Economic Forum, en 2030 Asia representará el 60% del crecimiento económico mundial y será el mayor mercado de consumo al contener a la clase media más numerosa del planeta, lo que transformara a este continente en el motor de una economía global liderada por China.15
Por esta razón, Zbigniew Brzezinski señaló que con la crisis económica de 2008 quedó en evidencia una «nueva realidad geopolítica: el cambio en el centro de gravedad del poder global y del dinamismo económico del Atlántico hacia el Pacífico, del Oeste hacia el Este».16
¿Modificaciones en la línea Brandt?
Desde el punto de vista de las relaciones de poder, el crecimiento de China y el hecho de que esté planteando a EEUU y al resto de la comunidad internacional la urgente necesidad de institucionalizar esta “nueva realidad multipolar” sugiere que la línea Brandt, que en 1991 dividía al mundo desarrollado del mundo no desarrollado, estaría modificándose o prontamente lo hará.
Hasta el momento, el debate se centra en la situación de China y los intentos de Estados Unidos para que la Organización Mundial de Comercio (OMC) y otros organismos internacionales dejen de considerarla como país en vías de desarrollo y entre la categoría de país desarrollado.17 Cuando en 2001 China ingreso a la OMC se calificó como país en vías de desarrollo y EEUU acepto esta calificación sin objeciones. Sin embargo, veinte años después la situación había cambiado radicalmente. El 27 de enero de 2023, la Cámara de Representantes aprobó por unanimidad un proyecto de ley para privar a China de su calidad de país en vías de desarrollo, acción que China rechazo casi inmediatamente catalogándola como «otro truco de Washington para contener y reprimir el desarrollo de la nación».18
El crecimiento de toda Asia tendrá, indudablemente, repercusiones en las relaciones de poder, como tempranamente advirtió el National Bureau of Asian Research (organismo estadounidense dedicado a orientar estratégicamente a sus tomadores de decisiones respecto del continente asiático), cuando señaló:
El poder en el sistema internacional continúa pasando a Asia desde Occidente, impulsado por el crecimiento superior de las principales economías de Asia (…) El crecimiento económico ha permitido a los estados asiáticos invertir más en capacidades militares modernas, lo que podría amenazar la hegemonía estadounidense y la estabilidad regional.19
Por lo tanto, son cada vez más comunes planteamientos tales como: «China ya no es un país subdesarrollado periférico, sino que comienza a rivalizar con EEUU», a lo que se debe agregar que «India se está poniendo al día rápidamente».20
El peligro de América Latina de transformarse en “Sur absoluto”
De aquí entonces, la emergencia de un nuevo orden de característica multipolar –proceso que puede ser bastante prolongado y “accidentado”–, lleva a que, si intentamos un ejercicio proyectivo, por ejemplo hacia 2045 o mediados de este siglo, nos preguntemos ¿quiénes se sentaran en la mesa del poder de este nuevo orden multipolar una vez que se haya consolidado?, y ¿cuál será la situación de América Latina en este nuevo orden?
En los años noventa Kissinger proyectó que «el relativo poderío militar de EEUU declinará paulatinamente» y que el sistema internacional se caracterizaría por un multipolarismo similar al equilibrio europeo del siglo XIX, en donde el orden será determinado por «al menos seis grandes potencias –EEUU, Europa, China, Japón, Rusia y probablemente la India–».21 Años más tarde, Brzezinski señaló que las mega potencias que compartirían el poder global en el siglo XXI, junto a EEUU y China, serían «Rusia, Japón e India, así como a los líderes informales de la UE: Gran Bretaña, Alemania y Francia».22 Por nuestra parte, podemos plantear, con todo lo reduccionista que resultan proyecciones como estas, que si cruzamos solo cuatro grandes variables geopolíticas que definen a una superpotencia tales como, territorio de tamaño continental, alto número de habitantes, grandes economías (industrializadas y tecnologizadas) y armas nucleares o estratégicas, nos aparecen inmediatamente cinco grandes candidatos: Estados Unidos, China, Unión Europea, India y Rusia.
En el nuevo orden global América Latina y África corren el riesgo de transformarse en “Sur absoluto”, en permanente estado de “en vías de desarrollo”
Evidentemente, América Latina y el Caribe no aparecen en ninguna de estas proyecciones y lo mismo ocurre con África. O sea, América del Norte, Europa y Asia seguirán siendo los continentes que continuaran alojando a las mega potencias globales, ergo desarrolladas, ya sean tradicionales o “nuevas”. Por lo tanto, el mapa geopolítico del poder global no se habrá movido un centímetro del Norte geográfico; solo mostrará modificaciones en cuanto a la relativización del poder hegemónico estadounidense, al verse obligado a compartir el poder con las “nuevas” potencias asiáticas. O sea, “Occidente” se verá obligado a compartir el poder con “Oriente”.
Lo anterior, significa que el Norte global, según se ha entendido hasta el momento, habrá perdido sentido, en la medida que la línea Brandt se habrá desplazado de este a oeste (ver imagen 2) y, en esta nueva esquematización, América Latina y África corren el riesgo de transformarse de “Sur global” en “Sur absoluto”, o sea en permanente estado de “en vías de desarrollo”.
Recordemos que el poder político proviene del poder económico y que la categoría de “desarrollados”, con todo lo polémica y reduccionista que puede resultar, se sustenta en sociedades altamente industrializadas según se demuestra históricamente, dado que el estatus de “desarrollados” solo lo consiguieron aquellos países que lograron sostener en el tiempo un permanente proceso de industrialización. Este proceso es lo que ha hecho China, y está haciendo la India, así como prácticamente todo el resto del vasto continente asiático.
Sin embargo, por lo menos para el caso de América Latina , está ocurriendo el proceso inverso. En las últimas tres décadas décadas, bajo las directrices neoliberales ordenadas por el Consenso de Washington y la aplicación de la teoría de las “ventajas comparativas”, esta región del mundo ha vivido un proceso de desindustrialización y reprimarización de su economía, como bien han demostrado diversos estudios.23 O sea, ha vuelto depender para su “crecimiento” económico casi exclusivamente de las exportaciones de recursos naturales y commodities de escaso valor agregado, fenómeno que se ha visto acentuado por el acelerado crecimiento chino y su creciente demanda de recursos. Incluso grandes economías como el caso de Brasil y México no han podido salir de esta tendencia. Y todo indica que esta situación se acrecentará. Por eso se denuncia que la región no ha sido capaz de superar el modelo extractivista, o sea la explotación irracional de sus recursos naturales orientados al mercado externo, lo que solo genera y perpetúa su condición de región subdesarrollada, con sociedades altamente desiguales y en permanente conflicto sociopolítico. O sea, permanece en un estado de dependencia, subordinación y atraso, frente a los principales centros de poder (político y económico) del mundo. Esta situación se generó con el propio proceso de conquista y colonización de este continente desde el siglo XVI en adelante y que se ha mantenido hasta el presente.
Fuente: Elaboración propia
Reflexión final
Es sabido que esta región del mundo es riquísima en recursos naturales de todo tipo, razón por la cual fue subordinada por sus elites gobernantes –primero europeas, luego criollas– a ser una región surtidora de estos recursos para los centros imperiales. En la actualidad esta situación se ve aún más acentuada, frente a los desafíos del cambio climático y la crisis ambiental en general, ya que posee grandes reservas de recursos que se comienzan a considera estratégicos y escasos por las grandes potencias, tales como el agua dulce, o el litio, entre otros. Esto significa que, frente al creciente interés de las grandes economías industriales por estos recursos cada vez más escasos, la presión por la reprimarización de su economía puede ser aún mayor en la medida que la crisis ambiental se agudiza. Por otra parte, esta región posee ecosistemas que se consideran vitales para conservar la “salud del planeta”, como es el caso de la Amazonia.
América Latina ha vivido un proceso de desindustrialización y reprimarización de su economía, y vuelve a depender de las exportaciones de recursos naturales
Por estas razones, se ha planteado que la situación de América Latina se torna en extremo peligrosa frente a la geopolítica ambiental de este siglo XXI, y que ya tiene enfrentados a EEUU y China en la región, como quedo absolutamente claro con las declaraciones de la comandante del Comando Sur de EEUU (USSOUTHCOM), la general Laura Jane Richardson, quién ante el Congreso estadounidense expuso la importancia de América Latina para EEUU y por qué era necesario terminar con la creciente presencia de China:
América Latina y el Caribe (ALC) enfrentan inseguridad e inestabilidad exacerbadas por el COVID-19, la crisis climática y la República Popular China (RPC). La República Popular China continúa su marcha implacable para expandir su influencia económica, diplomática, tecnológica, informativa y militar en ALC y desafía la influencia de EEUU en todas estas áreas (…) La región representa 740.000 millones de dólares en comercio anual con los EEUU; contiene el 60% del litio del mundo y el 31% del agua dulce del mundo; tiene las mayores reservas de petróleo del mundo; y es el hogar de la selva amazónica ambientalmente crucial.24
De aquí entonces, en la geopolítica del presente siglo XXI y en los conflictos y componendas de poder que surjan entre las potencias globales, ya sean nuevas o tradicionales, América Latina y el Caribe se enfrenta a un futuro incierto y nada prometedor. Mientras siga “atada” a un modelo económico primarizado continuará en su histórica senda de subdesarrollo y por lo tanto subordinada y dependiente. Más aún, la conflictividad que comienza a surgir a raíz de la crisis ambiental puede escalar al punto que esta región del mundo se transforme en el teatro de operaciones de enfrentamientos entre las mega potencias por el acceso a sus recursos.
Este escenario poco halagador, propio de este “Sur absoluto” que proyectamos, solo será posible de evitar y superar con un proceso real de integración regional que aumente su capacidad relativa de negociación en un mundo multipolar y, además, se oriente a ir superando el extractivismo por un modelo de industrialización, sustentable e inteligente.
Fernando Estenssoro es doctor en Estudios Americanos, profesor titular de la Universidad de Santiago de Chile, USACH, y director del Doctorado en Estudios Americanos de la USACH.
Acceso al texto completo en formato pdf: América Latina en la geopolítica del siglo XXI: el riesgo de pasar de "Sur global" a "Sur absoluto".
NOTAS
1 Alejandra Kern E., Lara Weisstaub, «El debate sobre la Cooperación Sur-Sur y su lugar en la política exterior de la Argentina», Revista Española de Desarrollo y Cooperación, núm. 27, 2011, p. 87.
2 Luis De Sebastián, «El Dialogo Norte-Sur», Anuario Internacional CIDOB, 1989, p. 152, disponible en: https://raco.cat/index.php/AnuarioCIDOB/article/view/33224
3 Informe de la Comisión Brandt, Dialogo Norte-Sur. Nueva Sociedad. México D.F., 1981.
4 Josefina Del Prado, «La división norte-sur en las relaciones internacionales», Agenda Internacional, núm.5 (8), 1998, p. 23.
5 El G7 está integrado por EEUU, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Reino Unido.
6 Nour Dados y Raewyn Connell, «The Global South», Contexts, núm. 11, 2012, pp. 12-13.
7 Simon Serfaty, «Moving into a Post-Western World», The Washington Quarterly, núm.34 (2), 2011, pp. 7-23.
8 Randall Schweller y Xiaoyu Pu, «After Unipolarity. China's Visions of nternational Order in an Era of U.S. Decline», International Security, núm. 36 (1), 2011, p. 42.
9 Fareed Zakaria, The Post Amercian World. Release 2.0., W. W. Norton & Company, Nueva York y Londres, 2011.
10 Christopher Layne, «This Time It's Real: The End of Unipolarity and the Pax Americana», International Studies Quarterly, núm. 56, 2012, p. 203.
11 Se utiliza el concepto de potencias emergentes para describir a «países que se cree que están en proceso de aumentar su poder económico (y político) más rápido que el resto» y, además son países que necesitan ser relativamente grandes en extensión geográfica y población, «y más pobre per cápita que los países industrializados». Oliver Stuenkel, «Emerging Powers and BRICS», Oxford Bibliographies, 2020, disponible en: https://www.oxfordbibliographies.com/display/document/obo-9780199743292/obo-9780199743292-0187.xml
12 Banco Mundial, disponible en: https://data.worldbank.org/
13 Alejandra Cabello, Edgar Ortiz, Miriam Sosa, «Creciente importancia de los BRICS en la gobernanza financiera y economía globales», Oikos Polis, núm. 6, 2021, pp. 135-184.
14 Asian Development Bank, Asia 2050: Realizing the Asian Century, 2011, disponible en: https://www.adb.org/sites/default/files/publication/28608/asia2050-executive-summary.pdf
15 Praneeth Ynendamuri, Zara Ingilizian, «En 2020, Asia registrará el mayor PIB mundial. ¿Qué significa eso?», World Economic Forum, 9 de enero de 2020, disponible en: https://es.weforum.org/agenda/2020/01/en-2020-asia-registrara-el-mayor-pib-mundial-que-significa-eso/
16 Zbigniew Brzezinski, Strategic Vision. American and the crisis of the global power, Basic Book, Nueva York, 2013, p. 15.
17 «China ingresó en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 autodefiniéndose como economía emergente, un estatus que otorga ventajas dentro de la organización, como períodos más largos para cumplir acuerdos, asistencia técnica y eliminación o reducción de aranceles». Ana Montes, «¿Por qué se considera a China un país en desarrollo?», EOM, 18 de junio 2021, disponible en: https://elordenmundial.com/por-que-considera-china-pais-desarrollo/
18 Sebastián Seibt, «EE.UU.quiere elevar a China al estatus de 'país desarrollado'; Pekín no está de acuerdo», France 24, 5 de abril de 2023, disponible en: https://www.france24.com/en/asia-pacific/20230405-the-us-wants-to-elevate-china-to-developed-country-status-beijing-disagrees
19 Ashley Tellis, «Strategic Asia: Continuing Success with Continuing Risks», en Strategic Asia en Asia’s Rising Power and America’s Continued Purpose, Ashley Tellis; Andew Marble y Travis Tanner (eds), The National Bureau of Asian Research, 2010, p. 2, disponible en: https://carnegieendowment.org/files/SA1001_Overview.pdf
20 Matthew D. Stephen, «Emerging Powers and Emerging Trends in Global Governance», Global Governance, núm. 23, (3), 2017, p. 486.
21 Henry Kissinger, La diplomacia, Fondo de Cultura Económica, México, 2017, pp. 17,18.
22 Brzezinski, op. cit, p. 23.
23 Al respecto ver: Néstor Santana Suárez, «¿Reprimarización en América Latina?: Efectos de la demanda china sobre el patrón exportador latinoamericano y las estructuras económicas internas (1995-2016)». Papeles de Europa, vol. 31 (2), 2018, pp. 149-173. Sebastián Herreros y José Durán, Reprimarización y Desindustrialización en América Latina, dos caras de la misma moneda, CEPAL, 7 de noviembre de 2011, disponible en: https://www.cepal.org/sites/default/files/events/files/presentacion_sebastian_herreros_y_jose_duran.pdf
24 Laura Richardson, Statement of General Laura J. Richardson Commander, United States Southern Command before the 117th Congress House Armed Services Committee, 8 de marzo de 2022, pp. 3-7, disponible en: https://www.congress.gov/117/meeting/house/114486/witnesses/HHRG-117-AS00-Wstate-RichardsonL-20220308.pdf
El papel del Estado en la economía
La Colección de Economía Inclusiva de FUHEM Ecosocial y Catarata publica un nuevo número dedicado al papel del Estado en la economía.
Editado por Luis Buendía García el libro recoge textos de varios expertos que ofrecen un debate sobre el papel que el Estado puede y debe desempeñar en el sistema económico mundial.
¿Tiene capacidad el Estado para atemperar las crisis del sistema económico? ¿Serviría tal acción para algo más que para hacer el sistema, con todas sus contradicciones y problemas, más fuerte? ¿Hay resquicios para una acción colectiva que utilice al Estado para construir una sociedad mejor?
Este libro no pretende contestar estas preguntas pero sí contribuir a los debates que suscitarían esta respuestas. Para ello, aportan un conjunto de reflexiones acerca del papel que está desempeñando en la actualidad el Estado y de lo que asoma como porvenir.
Más allá de la cuestión estrictamente cuantitativa, el libro desentraña más bien el aspecto cualitativo de las funciones de ese Estado, dentro de un sistema capitalista y para entender este papel cuenta con nueve capítulos más una introducción y unas reflexiones finales.
En los dos primeros capítulos Luis Buendía García, Alberto Ruiz Villaverde y June Sekera realizan un recorrido sintético por diferentes posiciones que, desde la teoría económica han convivido con respecto al papel que el Estado debe desempeñar en la economía.
El capítulo 3 Rafael Muñoz del Bustillo se ocupa de los principales retos que afrontan los Estados incluyendo problemas demográficos, los de la digitalización y el dilema existente ente crecimiento económico y la crisis medioambiental, aportando posibles respuestas.
En el capítulo 4 Pablo García García desarrolla la cuestión de las transiciones ecológicas justas y el papel del Estado en su promoción.
Por su parte, el capítulo 5 de Miguel Artola hace una aproximación metodológica a las cuentas nacionales distributivas.
Nuria Alonso y David Trillo revisan en el capítulo 6 los cambios de la políticas fiscales, desde la crisis del 2008, prestando atención, en Europa, al efecto que han tenido las directrices de la Unión Europea.
El capítulo 7 lo dedica Julia Sánchez a exponer políticas monetarias que se han aplicado en la realidad, centrándose en el papel del Banco Central Europeo.
En el capítulo 8, Ángel Martínez González-Tablas, se adentra en otra de las tareas asumidas dese la intervención: la regulación.
Por último, el capítulo 9, escrito por María A. Ribón se ocupa de la articulación entre los movimientos sociales y el sector público, centrándose en el caso español.
El libro se cierra con unas reflexiones finales que sintetizan las ideas expuestas y apuntan a otras que se han quedado fuera del libro.
INTRODUCCIÓN
Luis Buendía García
CAPÍTULO 1. LA INTERVENCIÓN PÚBLICA EN LA ECONOMÍA CAPITALISTA: UNA INTRODUCCIÓN HISTÓRICA DESDE EL PENSAMIENTO ECONÓMICO
Luis Buendía García y Alberto Ruiz Villaverde
- Introducción
- El paradigma liberal primigenio
- El paradigma intervencionista de la ‘edad de oro del capitalismo’
- La crisis de los años setenta y el fin del paradigma intervencionista
- Balance y perspectivas para el siglo XXI: ¿hacia un nuevo paradigma?
CAPÍTULO 2. PRODUCCIÓN COLECTIVA: LA FORMA DE PRODUCIR DE LOS GOBIERNOS. UN ANÁLISIS SISTÉMICO DE LA ECONOMÍA PÚBLICA
June Sekera
- Prefacio
- La evolución de las ‘ciencias económicas’
- Economías múltiples: una perspectiva sistémica
- La economía pública
- Resumen comparado: economía de mercado y economía pública
- Un ejemplo: la mitigación del cambio climático. Depender de los mercados para hacer lo que los mercados no pueden hacer.
- Conclusión
CAPÍTULO 3. EL ESTADO DE BIENESTAR DEL SIGLO XXI: TRANSFORMACIONES Y RETOS
Rafael Muñoz de Bustillo Llorente
- Introducción
- Hechos estilizados del Estado de bienestar
- Retos del Estado de bienestar ya entrados en el siglo XXI
- Opciones de respuesta del Estado de bienestar
CAPÍTULO 4. LA INTERVENCIÓN PÚBLICA ANTE EL RETO DE LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA JUSTA
Pablo García García
- El concepto de transición energética justa
- Desafíos de la transición energética justa
- La hipótesis de la sinergia eco-social
- De la teoría a la realidad: situación de la sinergia eco-social
- Hacia la transición sinérgica a través del bienestar sostenible
- Los ejes de una intervención fructífera
CAPÍTULO 5. LAS CUENTAS NACIONALES DISTRIBUTIVAS: LA NUEVA FRONTERA EN EL ESTUDIO DE LA DESIGUALDAD
Miguel Artola Blanco
- Introducción
- Las cuentas nacionales distributivas: principios generales
- Las cuentas nacionales distributivas: fuentes y métodos
- La desigualdad antes de impuestos: composición de la renta y distribución (2000-2019)
- La desigualdad después de impuestos y transferencias
CAPÍTULO 6. SITUACIÓN Y PERSPECTIVAS DE LA POLÍTICA FISCAL EN EL ACTUAL CONTEXTO POLÍTICO EUROPEO
Nuria Alonso y David Trillo
- Política fiscal desde la gran crisis
- ¿Es real la debilidad de los ingresos públicos en España?
- Carga impositiva, equidad distributiva y reforma fiscal
- Nuevas perspectivas para generar margen fiscal a través de los impuestos
- Conclusiones
CAPÍTULO 7. POLÍTICA MONETARIA: MENOS MEJOR QUE MÁS
Julián Sánchez González
- Introducción
- Un recorrido de interés por la política monetaria del BCE desde su origen a hoy
- Un tipo de interés justo basta
- El azote del monetarismo
- El dinero endógeno
- La Teoría Monetaria Moderna (TMM)
- Conclusiones
CAPÍTULO 8. LÓGICAS REGULADORAS Y REGULACIÓN CONSCIENTE PÚBLICA (RCP)
Ángel Martínez González-Tablas
- Introducción
- Aspectos generales
- Economía
- La RCP en la economía actual
- Conclusiones
CAPÍTULO 9. LA ARTICULACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y EL SECTOR PÚBLICO EN ESPAÑA
María A. Ribón
- Reutopizar desde la economía heterodoxa
- Movimientos por una democracia sustantiva: más democracia y otra economía
- Alianzas movimentales por una economía inclusiva
- Alianzas movimentales en el espacio público no institucional
- Alianzas movimentales en el espacio público institucional
REFLEXIONES FINALES
Luis Buendía García
El Estado y la economía en la actualidad…
…Y más allá
BIBLIOGRAFÍA
SOBRE LAS AUTORAS Y LOS AUTORES
Información y compras:
Tel.: +34 914310280
Email: publicaciones@fuhem.es
A continuación, ofrecemos un video de presentación del libro y una reseña publicada en la Revista de Economía Crítica.
En el video, el editor del libro Luis Buendía habla de cómo esta obra aspira a esclarecer el tipo de intervención que los Estados tendrán en las economías del siglo XXI y su devenir en los próximos años, con una mirada de largo recorrido, que sigue tanto la evolución desde los paradigmas teóricos como de las políticas económicas y las transformaciones producidas en los Estados en las últimas décadas.
La reseña del libro, elaborada por Carlos Sánchez Mato, ha sido publicada en el número 36 de la Revista de Economía Crítica, correspondiente al segundo semestre de 2023.
I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España
Presentamos el I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España, un nuevo enfoque que debería guiar el diseño de políticas que persigan una vida buena.
El Área Ecosocial de FUHEM presenta el I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España.
En sus páginas, en primer lugar, se caracteriza el modo de vida de la sociedad española a través de un triple análisis que se centra en los gastos (alimentación, movilidad y vivienda), los recursos (energéticos y materiales), y los trabajos (remunerados y no remunerados). A continuación, se apuntan las tendencias que genera ese modo de vida, agrupadas en tres grandes epígrafes: insostenibilidad ambiental, desequilibrio territorial y amenazas sobre la cohesión social. Por último, se plantea una pregunta: ¿qué significa hoy una vida buena en el contexto de la crisis ecosocial provocada por nuestro modo de vida?
I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España concluye que una sociedad no puede prosperar cuando no lo hace la mayoría de sus miembros, cuando se atenta contra la cohesión social o se genera un ambiente adverso.
Este trabajo, que ofrece un nuevo enfoque para detectar algunos de los asuntos cruciales que deberían centrar la atención al diseñar políticas que persigan una vida buena, se ha presentado hoy a los medios de comunicación y será el eje de actos inminentes como el próximo encuentro en el marco de los Debates para un Pensamiento Inclusivo o el de Despertadores climáticos. Calidad de vida en la transición ecológica.
Acceso al resumen ejecutivo del Informe y el Informe completo para su descarga.
Modo de vida
¿Cuáles son las características principales del modo de vida en España?
El modo de vida de la civilización industrial actual viene definido a partir de tres grandes ámbitos: la alimentación, la movilidad y la vivienda. Absorben la mayor parte del gasto de las familias y son responsables del mayor número de impactos sobre la salud, la vida social y la destrucción de los ecosistemas.
Alimentación:
- Constante proceso de estandarización en todos sus eslabones: producción, comercialización y consumo.
- Las diversas crisis y el aumento de precios de los alimentos supone un incremento del presupuesto familiar que obliga a reducir otras categorías del gasto de los hogares.
- Los hogares más pobres solo pueden permitirse una dieta poco variada y de menor calidad.
Movilidad
- Modelo marcado por el protagonismo del automóvil privado que exige un esfuerzo considerable en el presupuesto familiar.
- Este modelo condiciona la organización del territorio y la integralidad ecológica de la naturaleza e impacta negativamente sobre la vida y la salud de las personas.
Vivienda
- Predomina la propiedad frente al alquiler y el derecho de uso.
- El alquiler experimenta un aumento significativo asociado a la precariedad de jóvenes y trabajadores que no pueden acceder a una vivienda en propiedad.
- El alquiler social en España es apenas testimonial.
¿Qué recursos energéticos y materiales requiere ese modo de vida?
Requerimientos energéticos:
- Gran dependencia energética de los recursos fósiles y del exterior.
- El aprovechamiento de los recursos renovables domésticos ha experimentado un importante incremento en los últimos años (llegando a alcanzar el 50% en la generación de electricidad), bajo el impulso de grandes parques eólicos y fotovoltaicos.
Requerimientos materiales:
- Saldo netamente importador: la extracción indirecta asociada a las importaciones multiplica por entre 3 y 7 los requerimientos directos de materiales.
- El grueso de la extracción doméstica y el uso de materiales está marcado por el sector inmobiliario y su evolución bajo el impulso de ciclos especulativos.
- No se cierran los ciclos productivos: sólo el 10% de los materiales que entran a la economía vuelve a la misma.
¿Cuánto y qué tipo de trabajos requiere este modo de vida?
Requerimientos de trabajo mercantil:
- El trabajo remunerado en España presenta dos rasgos principales: carácter muy estacional y estrecha ligazón con la coyuntura económica (con consecuencias en términos de precarización laboral: muchas modalidades de contratación atípica y horas trabajadas no pagadas).
- La duración media de la vida laboral se ha incrementado por el aumento de participación de las mujeres en el mercado de trabajo y el aumento de la edad media de jubilación.
Requerimientos de trabajo no mercantil
- El trabajo no remunerado descansa principalmente en las mujeres y representa, para muchas de ellas, el desempeño de una “doble jornada”.
- El fenómeno de la doble jornada se amplió durante la crisis y se agudizó con las necesidades derivadas de la pandemia.
Tendencias
Las tendencias que atraviesan el modo de vida y el modelo socioeconómico asociado al mismo se organizan en tres grandes bloques: desequilibrios territoriales, insostenibilidad ecológica y amenazas a la cohesión social por la persistencia de la pobreza, la precariedad y la desigualdad.
Desequilibrio y polarización territorial
- El dinamismo económico y la población española están cada vez más concentrados en el territorio, especialmente en la costa y alrededor de grandes áreas urbanas, abocando a las zonas rurales (sobre todo del interior) a un futuro incierto.
- Se observa una tendencia a la desvertebración territorial: zonas rurales que expulsan población y quedan especializadas en la extracción de recursos y el vertido de residuos contrastan con grandes zonas urbanas que atraen población y recursos, centradas en la acumulación y el consumo.
Insostenibilidad
La insostenibilidad ambiental del modo de vida en España se manifiesta de múltiples formas:
- Aumento de los procesos erosivos e incremento de la superficie del país en riesgo de desertificación.
- Sobreexplotación de los ecosistemas y contaminación del aire, agua y suelo.
- Los efectos del cambio climático están provocando un aumento de eventos climáticos extremos, elevación del nivel del mar y alteración de muchos ecosistemas.
Pobreza, precariedad y desigualdad
- Una de cada cuatro personas se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social.
- En torno al 15% de la población ocupada de España, pese a tener trabajo, se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social debido a la precarización laboral.
- La multidimensionalidad y transversalidad de la desigualdad se muestran con especial claridad en España, agudizándose en las últimas décadas.
Evaluar el modo de vida desde la calidad de vida
El Informe se cierra con una evaluación a partir de la siguiente pregunta: ¿Cómo afectan el modo de vida y las tendencias analizadas a la vida de las personas? Desde el punto de vista del sujeto, una vida sana y autónoma es una vida buena (de calidad). Si la calidad en la vida de una persona es entendida como aquella capaz de garantizar bienes necesarios, relaciones significativas y tiempo para la autonomía personal en un entorno social y natural seguro, ¿el modo de vida vigente en España y las tendencias que lo atraviesan contribuyen o no a una vida buena?
- Nuestro modo de producción y consumo ha puesto la vida bajo la tiranía de la eficiencia y el rendimiento.
- Ese modo de vida provoca un deterioro social y ecológico que, además de erosionar las bases sociales y naturales sobre las que descansa, ocasiona graves consecuencias sobre la salud física, emocional y mental de las personas.
- Entre los síntomas del menoscabo de la vida saludable de las personas se encuentran el cansancio y el padecimiento de numerosos malestares.
- Eso explica, en parte, que España sea el país del mundo donde más ansiolíticos e hipnóticos se consumen por habitante.
- La autonomía, al igual que la salud, también se ve afectada por el modo de vida. La forma y ritmos de vida predominantes aíslan y fragilizan a las personas.
- Entre los síntomas de este menoscabo de la capacidad autónoma de las personas por debilitamiento de los vínculos sociales se encuentra el aumento de la soledad y el aislamiento social y las tendencias reseñadas de pobreza, precariedad y desigualdad.
- Los rasgos predominantes en los principales componentes del actual modo de vida -alimentación, movilidad, vivienda y urbanismo-, así como las tendencias analizadas, poco contribuyen a la calidad de vida:
- El modelo alimentario tiene importantes repercusiones sobre el ambiente y presenta fallas en relación con la salud de las personas por el deterioro de la dieta consecuencia de la creación de un entorno obesogénico, que afecta especialmente a los sectores sociales más humildes.
- El modelo inmobiliario español, al dificultar el acceso a la vivienda y tener altos impactos ambientales, menoscaba el bienestar social y acentúa el deterioro ecológico.
- El modelo de movilidad protagonizado por el vehículo privado y la carretera es altamente ineficiente por los altos costes ambientales, sociales y su alta siniestralidad.
- La tendencia al desequilibrio territorial condiciona las oportunidades de las personas y el acceso efectivo a los servicios públicos, profundizando las desigualdades.
- La insostenibilidad afecta a nuestra salud y nos hace más vulnerables. Nuestras vidas se vuelven más inseguras ante la amenaza de eventos climáticos extremos, la expansión de enfermedades infecciosas o el incremento de crisis alimentarias.
- La pobreza y la exclusión social vulneran derechos fundamentales y provocan que las personas se encuentren antes graves carencias y en situación de indefensión.
- La precarización laboral provoca problemas de salud mental y mata por las altas tasas de siniestrabilidad que lleva asociadas. Impide que las personas desarrollen un proyecto vital y hace que sus vidas se muevan en la inseguridad.
- Las desigualdades atentan contra la igualdad de oportunidades, corroen la cohesión social y son una fuente importante de malestar; agudizan los problemas sociosanitarios y deterioran la salud de la sociedad, al tiempo que profundizan en la insostenibilidad al impulsar pautas de consumo ostentosas y dinámicas de emulación que asientan el imaginario consumista.
Declive o exterminio: el dilema de la izquierda del crecimiento
El número 157 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su sección ENSAYO el artículo de Manuel Casal Lodeiro: Si vis pacem, para descensum. Declive o exterminio: el dilema de la izquierda del crecimiento.
El artículo aborda los vericuetos que plantea la crisis ecosocial para la izquierda, que debe examinar su tradicional imaginario productivista, asociado al mantenimiento de puestos de trabajo, y ponderar una profunda transformación de sus narrativas en clave de
decrecimiento, más acordes con el momento de crisis ecosocial.
Como constata el autor, el crecimiento ya solo puede realizarse a costa de otros territorios o de expoliar a generaciones futuras, lo que da base a los discursos supremacistas de la ultraderecha.
También sostiene, de forma un tanto polémica, que si la izquierda se inclina por mantenerse en el paradigma del crecimiento estará dando alas –aunque sea involuntariamente– al ascenso supremacista y los posibles conflictos por el acaparamiento de los recursos que se desencadenarían.
A continuación, ofrecemos el texto completo del artículo, al final del cual, podrá acceder a su descarga libre y gratuita.
En el nivel de consumo de España, el planeta no podría soportar más que a 2.400 millones de habitantes. Sobrarían, por tanto, más de las dos terceras partes de la humanidad. Aún más: en un mundo que utilizase sus recursos naturales y servicios ambientales al nivel en que lo hacen los EEUU hoy –¡que se proponen como modelo al resto del mundo!–, solo podrían vivir 1.400 millones de personas. Si continuamos por la senda de este modelo de desarrollo, los genocidios están preprogramados.
Jorge Riechmann (El socialismo puede llegar sólo en bicicleta)
«No vamos a dejar atrás a nadie», dijo el presidente de Gobierno.
Se supone que a nadie "de los nuestros". Los otros ya se quedaron muy atrás, hace demasiado tiempo.
Pedro Prieto
Blindar pensiones y salarios mínimos; ampliar servicios públicos; abaratar el precio de la energía y de los productos básicos; asegurar una vivienda para todos; mejorar ayudas a personas sin empleo y en situación de necesidad; construir infraestructuras de uso público... Nadie dudaría en calificar todo eso de medidas propias de la izquierda. Pero, ¿podemos seguir diciendo que son de izquierda si para llevarlas a cabo es necesario privar a otros países de la posibilidad de ofrecérselas a sus propias poblaciones?
Cuando la abundancia de recursos facilita mantener el crecimiento de manera prolongada la izquierda puede permitirse ser simultáneamente defensora del crecimiento económico y de la solidaridad con otros pueblos. Este ha sido el contexto desde el nacimiento de la izquierda política con la Revolución Francesa hasta ayer mismo. No en vano, dicha revolución (1789) acontece en el mismo contexto histórico en el que surge el capitalismo industrialista, datando el comienzo de la Revolución Industrial entre 1760 y 1780. Se constata así que la izquierda política no ha conocido otro metabolismo económico a lo largo de su historia: un permanente y acelerado crecimiento de la producción, del consumo y de otras variables macroeconómicas, demográficas y sociales. Esto ha forjado su cosmovisión de manera casi impenetrable, junto a un contexto de colonialismo eurocéntrico surgido un par de siglos antes en paralelo a la propia Modernidad y al primer capitalismo.
Pero ese contexto histórico ha cambiado de manera radical al llegar a las primeras décadas del siglo XXI: tal y como habían advertido hace medio siglo los escenarios business-as-usual obtenidos mediante el modelo informatizado del mundo diseñado por los autores del informe al Club de Roma Los límites del crecimiento, la civilización industrial planetaria está chocando con los límites, con la finitud del planeta donde se ha venido desarrollando con características propias de una auténtica metástasis.
Así pues, una vez llegados al punto en que resulta imposible continuar creciendo de manera absoluta a escala planetaria, tan solo resulta posible crecer de manera relativa a escala nacional. Es decir, si ya no es posible que todos los países puedan crecer al 3%, pongamos por caso, porque ya no disponemos del 3% más de energía cada año (o del 2% o del 1,5%1) al haber esta llegado a su cénit, entonces las matemáticas nos muestran la cruda realidad: unos solo podrán crecer si los otros reducen su consumo. Este juego de suma cero (o negativa, incluso) se reproduce en el nuevo contexto energético global a diversas escalas y por sectores.
No resulta difícil percibir que es esto lo que está detrás de ciertos fenómenos a los que se suelen atribuir otras causas en el debate público: la retirada de los vehículos privados diésel; el envío "a la Edad de Piedra" de países que aún tienen capacidad exportadora de combustibles fósiles (Irak, Libia...); las tensiones entre aliados históricos como los EEUU y la UE durante el mandato de Trump, competidores por unos recursos menguantes; la geopolítica del gas fósil entre Argelia-Marruecos-España o entre Alemania-Polonia-Rusia-Ucrania, y un largo etcétera. "Si quieres abundancia, prepárate para la guerra", ha advertido poniendo el dedo en la llaga Ted Trainer.2 Y al revés: ser pacificista mañana, exige ser decrecentista hoy. Todos los países que se empeñen en seguir creciendo están abocados a entrar en colisión bélica por los últimos recursos que necesitarán para alimentar ese crecimiento, en última instancia imposible de mantener.3
Ya solo se puede crecer a costa de los otros
En este contexto, inverso al experimentado durante los últimos 200 años, si reclamamos que el PIB de nuestro país crezca (con la justificación social de mantener las tasas de creación de empleo, típicamente) estamos pidiendo que se arrebaten a alguien los recursos materiales y energéticos necesarios para hacerlo. Y lo mismo podemos decir desde el punto de vista de los sumideros: si queremos crecer, tendremos que seguir emitiendo gases de efecto invernadero, entre otros residuos, lo cual saturará la parte de emisiones que le correspondería aún, en justicia e igualdad, a otros países y personas. Trágicamente, de nada de esto se habla cuando se habla de "transición justa" y de "no dejar a nadie atrás”.4 De hecho, cada vez que escuchemos a una ministra o consejero autonómico, a un presidente o alcaldesa decir que trabajan por lograr el "crecimiento económico" deberemos interpretarlo como crecimiento excluyente, que "dejará atrás" a millones de personas que no podrán alcanzar ni nuestro nivel de vida ni siquiera el nivel medio que nos correspondería a todos los seres humanos si realmente buscásemos transitar a un sistema sostenible y justo.
Ser pacificista mañana, exige ser decrecentista hoy. Todos los países que se empeñen en seguir creciendo entrarán en colisión bélica por los últimos recursos
El choque del metabolismo económico de las sociedades industriales contra los límites biológicos y físicos del planeta ha pillado a la izquierda anclada en parámetros que debería haber comenzado a revisar hace por lo menos 50 años. Ahora la excusa de la proverbial tarta que no deja de crecer se ha desvanecido, y una izquierda desnaturalizada, adicta al consumo, queda enfrentada a su propio reflejo en las turbulentas aguas de la Gran Escasez. Un reflejo que no es ajeno al auge de la solución nazi (por resumir en un adjetivo la opción excluyente, hobbesiana, insolidaria, expoliadora, violenta, neodarwinista y militarista) a la situación de colapso: mantenernos a flote todo el tiempo posible, caiga quien tenga que caer. No es más que el viejo imperialismo,5 la doctrina del espacio vital (Lebensraum), trasladada a los tiempos de la huella ecológica y la huella de carbono.[6] O eso que denominó el racista Garrett Hardin la ética del bote salvavidas, un bote del que no queremos arrojar lujos y derechos adquiridos, comodidades y modos de vida dignos de antiguos faraones, pensiones blindadas, servicios sociales de alta complejidad y tecnologías tan sofisticadas que no podríamos distinguirlas de la magia, para poder acomodar en su lugar a otros semejantes que se ahogan cada vez más en el foso de la escasez y de un caos climático que hemos creado desde los países enriquecidos. A quienes debemos arrojar del bote salvavidas son esos fantasmales esclavos energéticos fósiles de que disfrutamos, para poder acoger a nuestros semejantes de carne y hueso.
El nuevo Lebensraum verde
Denuncia Asad Rehman:7 «Hablan mucho en el Partido Laborista y en los sectores izquierdistas de los demócratas de los Estados Unidos de una “transición justa”: la transición de empleos intensivos en combustibles fósiles a empleos verdes, y el cambio a “energía 100% renovable”. Sin embargo, estos movimientos no se dan cuenta de que tales soluciones socialdemócratas serían desastrosas para gran parte de la población mundial. Un Green New Deal dentro del molde del pensamiento actual conducirá a una nueva forma de colonialismo verde que continuará sacrificando a la gente del Sur global para mantener nuestro modelo económico quebrado».8 Y añade que se sigue manteniendo la creencia de que los "países ricos tienen derecho a una mayor parte de los recursos finitos del mundo". Pura doctrina del espacio vital. En la misma línea, John Bellamy Foster escribe:9 «en la práctica real, la socialdemocracia europea y de EEUU depende de un sistema imperialista que se enfrenta a los intereses de la gran mayoría de la humanidad».
El choque contra los límites biofísicos del planeta ha pillado a la izquierda anclada en parámetros que debería haber revisado hace 50 años
¿Le importa a esta izquierda de los países sobredesarrollados el futuro que está contribuyendo a crear? ¿Se da cuenta de que está empujando a sus hijos a tomar las armas para defender los privilegios que intenta apuntalar contra aquellos desposeídos a quienes despoja de los medios más básicos para labrarse su propio futuro?10
Aseguraba Adriana Lastra, portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, que no era cierto que hubiese que elegir entre "crecimiento y derechos”.11 Afirmar algo semejante quiere decir una de dos cosas: o bien se ignora temerariamente que el crecimiento infinito es imposible, o bien se trata de ocultar hipócritamente que el sujeto de dichos derechos es solamente una parte de la humanidad presente, que se aferra no solo a sus derechos sino a sus privilegios a costa del derecho a la mera existencia del resto de la humanidad actual y de toda la humanidad futura.
El caso más triste es el de aquellos sectores de la izquierda más conscientes del choque con los límites que, creyéndose incapaces de trasladar un mensaje convincente de que es posible vivir relativamente bien sin tener que privar a nadie de sus propios medios de vida en otro país,12 se pliegan al consenso de un crecimiento que saben que, por muy verde que lo quieran pintar, no podrá lograrse más que a costa de la privación de los otros (vía colonialismo verde, extractivismo y aumento de las emisiones). Bien sea por falta de autoconfianza en sus capacidades comunicativas y de creatividad política, o por la falta de confianza en la capacidad de las mayorías sociales de entender y aceptar los presupuestos del decrecimiento, el resultado es el mismo: renegar de los valores fundamentales de la izquierda y claudicar ante esa cultura consumista que es la antesala del fascismo, o más bien es el auténtico fascismo triunfante (si bien en forma de criptofascismo), como supo ver Pier Paolo Pasolini.
De aquellos polvos antropológicos, estos lodos supremacistas
La degeneración antropológica liderada por la burguesía de la que ya advertía a comienzos de la década de 1970 el poeta y cineasta borgoñés, parece haber acabado por corromper totalmente a la izquierda, al mismo tiempo que la clase obrera se diluía en una ubicua clase media (se aburguesaba) en medio de la bacanal consumista del final del siglo XX y se deshacían las culturas milenarias de solidaridad y de apoyo mutuo entre los de abajo gracias al triunfo antropológico del individualismo y al abandono progresivo del mundo campesino. Al contrario que durante nuestras dictaduras mussolinianas, franquistas, salazaristas o hitlerianas, en las que el comportamiento de la gente común estaba disociado de la conciencia (se hacía una cosa, por fuerza, pero se pensaba otra muy distinta), ahora nos encontramos ante un fascismo mucho peor, puesto que se ha producido –afirmaba Pasolini– la fascistización de la conciencia gracias al consumismo y la búsqueda del bienestar (material).13 La sturmtruppe que ha logrado tamaño éxito póstumo del nazismo ha sido sin duda la industria capitalista del marketing. También alertaba Carl Amery: «Este mundo del bienestar está mucho menos preparado para rechazar la oferta básica de la fórmula hitleriana de lo que lo estaba la confundida sociedad de 1933».14
Paradojas de la historia, quienes ahora se proclaman como la barrera ante el auge del fascismo pueden convertirse, por su pertinaz e irreflexiva defensa de una vía muerta, en las matronas de un fascismo definitivo, como advierte Adrián Almazán:15 «no romper con el marco del industrialismo extractivista y productivista que se esconde detrás de este nuevo consenso “antifascista” hace que el fascismo se acerque cada día más. Un fascismo que, por primera vez en la historia, contará con la rotundidad de un “no hay para todos” refrendado por la propia realidad material y ecológica». Como yo mismo avisaba hace algún tiempo ante las endebles vacunas antifascistas que ha esgrimido el PSOE en nuestro país, el ascenso de la extrema derecha va a ser imparable mientras se siga gobernando como si el actual sistema socioeconómico fuese a durar para siempre .16 Por si fuera poco, la respuesta de política económica de la Comisión Europea ante la pandemia de COVID-19 ha facilitado el surgimiento inesperado, apoyado entusiastamente por la izquierda, de una especie de neocorporativismo fascista que no solo no acaba con el expolio disfrazado bajo el término de austeridad sino que lo multiplica y expone los restos del Welfare State europeo a la amenaza de una inmensa espada de Damocles difícil de esquivar en el contexto de la Gran Escasez que nos espera.17
La posteridad no es ajena a esta disyuntiva ética, pues como avisaba en la década de 1980 William R. Catton (principalmente en sus obras Overshoot y Bottleneck), tras expoliar otros continentes ahora nos dedicamos a expoliar a nuestros propios descendientes, privándolos de los recursos, de los sumideros, de la capacidad de
carga que podría permitirles una vida digna, o tan siquiera una vida, a secas. Es decir, nos convertimos, como en una película de ciencia ficción, en una especie de Terminators pero al revés, verdugos a través del tiempo dispuestos a asesinar a los que aún no han nacido, bajo el dominio de una ubicua mentalidad de carteristas (Catton), en una auténtica guerra contra el futuro, la guerra más asimétrica de la historia.18 Y aún menos justificable: nos convertimos en verdugos de nuestros propios contemporáneos de otras nacionalidades, como demuestran no pocos líderes de la izquierda cuando defienden sin sonrojo la construcción y venta de armamento a regímenes dictatoriales o actualmente en guerra de exterminio contra otros países. Aunque no hace falta acogernos al ejemplo de la industria bélica, pues defender a toda costa los puestos de trabajo en una central térmica no es mucho más ético que defender la construcción y venta de armas para países genocidas: el cambio climático también mata masivamente. Aunque no se perciba en la práctica actual de esta izquierda, hay un gran trecho moral (y político) entre la defensa del derecho a tener un trabajo y la defensa de un puesto de trabajo concreto que contribuye a la destrucción de las bases mismas de la vida. Solo una profunda inmoralidad o una profunda estrechez de miras pueden sostener que ambas cosas son equivalentes. Y no parece verosímil que la dirigencia sindical y política de la generación más preparada de la historia sea tan estúpida.
La izquierda, por supuesto, cuenta con sus propias autojustificaciones:19
1ª) «No excluimos a nadie con nuestro crecimiento: hay recursos suficientes para que todos podamos crecer»: esto ha quedado sobradamente desacreditado por la ciencia y tan solo los apóstoles de la religión del crecimiento infinito y sus acólitos pueden seguir defendiéndolo, contra la realidad biofísica, que es la que es.
2ª) «Hay margen para seguir creciendo aún un poco más, tan solo debemos distribuir mejor los recursos, de manera más justa y eficiente»: pero el margen para seguir creciendo está desmentido por varios factores, entre los cuales destaca principalmente la necesidad de detener urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero, algo que no se puede lograr de manera creíble sin hacer decrecer la producción mundial;20 en cuanto al reparto justo, precisamente es de ahí de donde emana la necesidad de que nosotros decrezcamos para que otros puedan crecer aún un poco (ellos sí), que es la base de la propuesta ecopolítica del decrecimiento; en cuanto a la suficiencia de los recursos existentes "para todos" es bastante dudosa, incluso para lo más básico (los alimentos),21 cuánto más para niveles de abundancia material como los que hemos disfrutado durante las últimas décadas en los países industrializados.
Mirar hacia abajo, hacia lo lejos, hacia el mañana
Las cuentas que hay que hacer son abrumadoras, pero es impostergable hacerlas. Según los cálculos que aporta Antonio Turiel no cabría esperar de manera realista que la humanidad pueda mantener una disponibilidad energética mayor del 40% de la actual una vez que finalicemos la famosa "transición" a las fuentes renovables.22 Eso implica una reducción media del 40% de nuestro nivel material de vida, si repartimos la reducción con justicia. O sea, aceptar que en España vamos a un consumo energético per cápita equivalente al que hoy tiene, por ejemplo, la gente de Cuba o de Ecuador (poco más de 40 GJ/año, y eso si hay suerte). Pero si quisiéramos, al tiempo que nos adaptamos a vivir nuevamente solo del sol, repartir con justicia los recursos energéticos y materiales necesarios, deberíamos ir al 40% no del consumo energético actual de España, sino al 40% del consumo medio mundial actual: eso serían unos 32 GJ/año, el nivel actual de Nigeria o Guatemala. Y si la población siguiese aumentando, lo cual es dudoso más allá del medio plazo,23 deberíamos continuar reduciendo ese nivel proporcionalmente. Es decir, aproximadamente 4 GJ/año menos por cada mil millones más de seres humanos: un millardo más y caeríamos al nivel actual de Vietnam, otro millardo más y estaríamos como ahora Corea del Norte, otro más y equivaldría al Pakistán de hoy día... La lógica perversa de esto es que cuantos menos seamos a repartir esa energía limitada, más tocará a cada uno.
Tras expoliar otros continentes, ahora expoliamos a nuestros propios descendientes, privándolos de los recursos para una vida digna, o tan siquiera, una vida, a secas
Así pues, una izquierda que persista en sostener un crecimiento egoísta –que para mayor escarnio solo podría ser temporal, nunca permanente–,24 debe saber que lo hará a costa de privar de recursos no solo a otros seres humanos contemporáneos sino a las generaciones venideras de su propio país. Una izquierda semejante no merece ostentar tal nombre, portador de los valores de la libertad, la igualidad y la fraternidad, y más bien cabría recolocarla en el mapa ideológico de la historia entre los nacionalismos de imposición y los peores tribalismos de escala nacional, es decir, en una especie de socialismo solo para los nuestros, apenas a un paso del nacional-socialismo. Avisa Riechmann: «en un planeta Tierra que ya está “lleno” o saturado ecológicamente, para que alguien sea grande otro (otros) deben menguar».25
Mi argumento es que la izquierda que continúa defendiendo el crecimiento económico y el III Reich puesto en marcha por Adolf Hitler comparten un mismo núcleo, una misma razón de ser última: aunque no haya para todos, habrá para nosotros. Ese nosotros pueden ser las clases populares, en la versión de izquierdas del ur-fascismo (Umberto Eco), pero claro... solo nuestras clases populares, y a lo sumo las de nuestros aliados. El problema del socialismo que nos proponen, e incluso del ecosocialismo, no es solo que esté calzado –por un usar la imagen inversa del socialismo descalzo de Riechmann–, sino que esté calzado con una bota militar, dispuesto a pisar a quien sea para defender su derecho a crecer.
Pero no pensemos que esta conversión de la izquierda en insolidaria es un repetino ataque febril. Además de haberse retroalimentado de este más de medio siglo de fascistización de la conciencia, que decía Pasolini, no podemos olvidar que nuestros partidos de izquierda siempre se han preocupado más bien de defender a las clases trabajadoras que les votan, y rara vez han ido más allá de una vaga defensa de la solidaridad con otros países. De hecho, no han sido pocos los casos de partidos y sindicatos de izquierda que desde el siglo XIX han apoyado (o, cuando menos, consentido tácitamente) las actuaciones imperialistas de sus estados.26 El momento actual no haría sino extender esa tendencia presente en la izquierda –que ya trataba de combatirse hace un siglo en la III Internacional–27 y exacerbarla con el argumento de que ya no hay para todos y es o ellos o nosotros (o sea, o sus vidas o nuestro nivel de vida). Esto vendría a sumarse a las últimas décadas de disolución de la solidaridad a nivel internacional, de la criminalización generalizada del otro, de la construcción de muros, del pago a países mamporreros para mantener a raya los flujos migratorios, de asfixia de los fondos para ayuda humanitaria y de desprecio del Derecho Internacional Humanitario. Si ante la pandemia de la COVID-19 los gobiernos de todos los países enriquecidos, algunos de los cuales están gobernados por partidos que se autodenominan "de izquierdas", han hecho un indisimulado uso de su poder político y económico para acaparar el máximo posible de vacunas, condenando así a cientos de miles de personas en los países empobrecidos a una muerte segura,28 ¿qué podemos esperar que hagan cuando se trate de repartir un petróleo que escasee,29 el último litio accesible del planeta, los últimos fosfatos minerales o fuentes de agua potable en disputa? Nuestros dirigentes, ha denunciado Bruno Latour, «han lanzado por la borda todos los ideales de solidaridad».30 Una crisis moral política de suma gravedad, que sin duda es parte del proceso de colapso de nuestra civilización.
Conclusión
No me cansaré de insistir: hablar en términos de nazismo no es algo gratuito. Si bien cabría decir que lo que caracteriza moralmente a la derecha política en su conjunto es el egoísmo, el desprecio por la justicia social, el imperialismo y la dominación de los otros, lo que diferencia concretamente a la solución propuesta por Adolf Hitler en Mi lucha es, como bien nos hizo ver Carl Amery, el exterminio de esos otros en un contexto de recursos limitados y escasos. Así, el enemigo por combatir hoy son los Verdes,31 pues «son hoy los portadores de lo que Hitler denostó y despreció como el “bacilo judío”: los portadores del mensaje de la igualdad de todos los hombres, del derecho a la vida del débil, del debate siempre posible y necesario, y del factible y necesario equilibrio pacífico de intereses».32 Por tanto, de insistir en la senda del crecimiento, la izquierda estará provocando, por activa o por pasiva, el exterminio de millones de congéneres en las próximas décadas. Solo la renuncia a esa vía totalmente contraria a los valores fundacionales de la izquierda podría salvarla de transformarse en la comadrona de un nuevo Holocausto de una escala jamás vista.
Y esto no es algo que podamos achacar únicamente a su dirigencia. Si hasta ahora la izquierda se podía permitir, de boquilla o con mayores o menores expresiones en la práctica, ser solidaria con los otros (los no nacionales, los que no pueden votarles en las elecciones) es porque no les restaba votos. Pero cuando los votantes de izquierda empiezan a pensar, e incluso a decir sin tapujos cosas como «yo votaría a un partido nazi si es el que me asegura que cobraré mi pensión», entonces la izquierda se ve a sí misma entre la espada de la pérdida de uno de sus valores fundacionales y la pared de la pérdida de apoyos electorales. O sus valores o sus votantes.33
En resumen: a partir del momento en que la izquierda es consciente de que hemos topado con un techo a las dinámicas expansivas de la civilización industrial-capitalista, tan solo puede plantearse dos escenarios: uno consiste en continuar creciendo a base de pura magia (que crezca la economía sin que crezca el consumo de recursos y las emisiones); el otro, intentar mantener el crecimiento privando de sus recursos a otros países (genocidio), continuando con la saturación de los sumideros planetarios (ecocidio), que en última instancia llevará a la muerte de todo, al omnicidio. Y dado que la magia no existe, ni es razonable confiar en milagros, el momento histórico de choque contra los límites biofísicos del planeta sitúa a la izquierda ante la obligación de elegir: valores de izquierda o sociedad de consumo, solidaridad o crecimiento, el reparto justo de la escasez o la solución hitleriana.
El drama de los refugiados, hoy, es solo un pequeño anticipo de lo que vendrá.
El colapso ecológico (clima, biodiversidad, sumideros, agua...) lo multiplicará x 1000.
Con la Izquierda defendiendo a capa y espada el Sistema será imposible frenar a los nazis.
Debe existir una izquierda que se oponga a las quimeras tecnocientíficas y transhumanistas, una izquierda anti-progre si queréis, que hable de expropiar a los ricos, pero también de austeridad por la abolición de la sociedad de consumo. Y que reconozca, sí: es esto o la extinción.
La Caiguda
La primera premisa para [la] aplicación (o reaplicación) [de la fórmula hitleriana] es una situación de crisis que incluya tanto la carestía material como la vivencia de una desorientación existencial.
Esta experiencia de crisis debe suscitar la noción de que no basta para todos
(y de que seguramente nunca más bastará).
En tal caso habremos de descartar de raíz toda posibilidad de solucionar la crisis mediante un programa minucioso, pero humanista.
El grupo o formación dominante que se sienta llamado a conservar los logros de la civilización se verá por ello obligado a acometer una selección; esta anulará lógicamente el carácter intocable de la dignidad humana.
De modo que nuestra primera pregunta reza así: ¿es posible, o probable, una crisis hitleriana en el siglo XXI?
Sí.
Carl Amery (Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor, p. 157)
Manuel Casal Lodeiro es coordinador del Instituto Resiliencia y autor de La izquierda ante el colapso
de civilización industria.
Acceso al texto completo en formato pdf: Si vis pacem, para descensum. Declive o exterminio: el dilema de la izquierda del crecimiento.
NOTAS:
1La relación entre crecimiento del PIB y crecimiento del consumo de energía, a escala global, no es en realidad de 1:1 porque se encuentra distorsionada, entre otros factores, por la cuantificación monetaria de ambos índices, pero no hay duda de su absoluta correlación: Matthieu Auzanneau, «Gaël Giraud, del CNRS: "El verdadero papel de la energía va a obligar los economistas a cambiar de dogma"», The Oil Crash (blog), 30 de mayo de 2014, disponible en: https://crashoil.blogspot.com/2014/05/entrevista-gael-giraud.html
2 Ted Trainer, «If you want affluence, prepare for war», Democracy and Nature, núm. 8 (julio de 2002).
Nuestros ejércitos ya lo llevan tiempo haciendo, de cara a conflictos bélicos a gran escala que prevén en apenas una década: «The Economist, "Las fuerzas armadas francesas se preparan para una guerra de alta intensidad”», La Vanguardia, 30 de marzo de 2021, disponible en: https://www.lavanguardia.com/internacional/20210330/6616738/fuerzas-armadas-francesas-preparan-guerra-alta-intensidad.html
3 Estos conflictos no necesariamente tendrán forma de una guerra de saqueo convencional. Según explica Antonio Turiel, que lleva años advirtiendo de una probable intervención de Francia (quizás con el apoyo de España e Italia) en Argelia, «Estamos pensando en una guerra de conquista, cuando más bien se trataría de una guerra de división y rapiña. Francia no se va a meter a agredir a Argelia así, por las buenas, porque tendría una gran contestación interna obviamente. Pero, ¿qué pasa si estalla una guerra civil en Argelia? Ese es para mí el escenario de referencia. Francia entraría en Argelia (por supuesto de la mano de España y probablemente Italia) para socorrer a la población civil y devolver la democracia, en una guerra de desgaste que se prolongaría en el tiempo. Mientras tanto, se asegurarían el control de los pozos de petróleo y de gas. ¿Qué fue lo primero que hicieron las tropas galas cuando llegaron a Malí en enero de 2014? Se fueron corriendo a la frontera con Níger, atravesaron la frontera y aseguraron las minas de uranio de Níger». (Mensaje a la lista de correo Petrocenitales, 31 de marzo de 2021).
4 El dichoso lema se ha convertido nada menos que en el núcleo del programa de gobierno "más progresista de la historia de España", según se autodenomina el formado por PSOE y Unidas-Podemos en 2019, según afirma la ministra portavoz (rueda de prensa del 16 de marzo de 2021). Pero, ¿qué significa en realidad "no dejar a nadie atrás"? No se concreta nunca, aunque se aprecian claramente varios significados: por un lado, no se admite que ningún sector y ninguna empresa se vea perjudicada por la llamada Transición Ecológica/Energética; por otro, "adelante" significa más crecimiento, más digitalización, más modernización, más de todo, exponencialmente a ser posible; y "atrás" significa, implícitamente, por tanto, lo preindustrial, lo premoderno, lo agrario y rural, las economías homeostáticas, en definitiva. Cuando toca "pisar el freno de emergencia" (Walter Benjamin), quienes nos gobiernan se empeñan en pisar el acelerador hacia el precipio, en una huida hacia adelante que no deje "a nadie atrás". Así, está muy lejos esta izquierda de asumir la necesidad, tras el Peak Oil, el Peak Fossil Fuels, el Peak Net Energy, el Peak Everything, de volver a basar nuestras economías principalmente en los recursos locales. Volver a defender una España eminentemente agrícola es la única alternativa que tenemos si no queremos mantener un nivel industrial a base de recursos foráneos, que en la Era de la Escasez, solo podremos obtener privándoles de ellos a otros, sea por la fuerza de las armas, por alianzas con otras fuerzas neocolonialistas o mediante asimétricos tratados de comercio. O una izquierda neoagraria e internacionalista, o una pseudoizquierda al mando de la desposesión imperialista, ese es, en definitiva, el dilema.
5 Ángel Ferrero y Jaume Portell, «Alemania, el Congo y el nuevo imperialismo energético europeo», Público, 26 de septiembre de 2020, disponible en: https://www.publico.es/internacional/explotacion-africa-alemania-congo-nuevo-imperialismo-energetico-europeo.html
6 Bruno Latour, Dónde aterrizar (p. 124). Aunque Latour mencione el concepto de Lebensraum fijándose únicamente en el caso de EEUU, cabe perfectamente aplicarlo al resto del mundo desarrollado.
7 Citado en Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, MRA Ediciones, Barcelona, 2019, p. 23.
8 Una muestra de que las políticas europeas vendidas como "verdes" ocultan este tipo de colonialismo o "depredación energética": Antonio Turiel, «Asalto al tren del hidrógeno», The Oil Crash (blog), disponible en: https://crashoil.blogspot.com/2020/10/asalto-al-tren-del-hidrogeno.html
El colonialismo sería, afirman algunos, el "problema no resuelto de la vieja izquierda", que también arrastrarían nuevas formulaciones de la izquierda desde el concepto político de "lo común": Daniel Montáñez y Juan Vicente Iborra, «Los comunes coloniales y la descolonización de la izquierda», El Salto, 17 de febrero de 2019, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/colonialismo/los-comunes-coloniales-y-la-descolonizacion-de-la-izquierda
Recordemos que el propio Marx criticaba los excesos del colonialismo (por ejemplo, el británico en India) pero justificaba "su necesidad histórica": Eddy Sánchez Iglesias, «¿Era Marx eurocéntrico?», Contexto y acción, 05 de mayo de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200501/Firmas/32160/Eddy-Sanchez-Iglesias-colonialismo-Karl-Marx-eurocentrismo-capitalismo.htm
Al menos así fue hasta sus últimos años de vida. Por lo visto, las revisiones de su pensamiento anterior al respecto del colonialismo que realizó aquel postrero Marx sufrieron la misma suerte entre sus seguidores que las que hizo acerca de las posibilidades de alcanzar el ideal comunista directamente desde sociedades campesinas comunalistas sin necesidad del famoso "desarrollo de las fuerzas productivas" industriales y del protagonismo obrero de la Revolución (Vid. Carlos Taibo, Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío). Así, las mismas izquierdas que insisten en que solo hay una vía para lograr sus objetivos, y que este pasa necesariamente por la industrialización y el crecimiento, son las mismas que se quedaron ancladas en la visión ambivalente que finalmente Marx corregiría, de un colonialismo necesario.
9] Juan José Guirado, «El capitalismo ha fracasado, ¿qué viene a continuación? (V)», Esencial o menos (blog), disponible en: https://esencialomenos.blogspot.com/2020/02/el-capitalismo-ha-fracasado-que-viene_8.html
El ideal para la mayoría de la socialdemocracia ha sido tradicionalmente el modelo de los países escandinavos, pero es hora de reconocer que estos países están a la cabeza en emisiones per capita y que, por tanto, su modelo no es extrapolable al resto del mundo y que su propio mantenimiento no es precisamente justo con los demás países: Jason Hickel, «The dark side of the Nordic model», Al Jazeera, 06 de diciembre de 2019, disponible en: https://www.aljazeera.com/amp/indepth/opinion/dark-side-nordic-model-191205102101208.html
10 Bien, en realidad las armas ya se están tomando en la Europa Fortaleza, como se ha demostrado repetidamente, sobornando a gobiernos escasamente democráticos como el marroquí o el turco para que hagan su trabajo de matones de discoteca evitando la entrada de los indeseables. Reservado el derecho de admisión, bien podría ser el lema de esta UE.
11 «Durante décadas la ideología del miedo ha intentado hacernos creer que teníamos que elegir entre economía y bienestar, pero no es cierto; que teníamos que elegir entre crecimiento y derechos, pero no es cierto; (…)», Intervención del 16 de diciembre de 2020 en un debate parlamentario con motivo de los dos meses de la declaración del semestre de Estado de Alarma en España por la pandemia de COVID-19, disponible en: https://www.congreso.es/public_oficiales/L14/CONG/DS/PL/DSCD-14-PL-70.PDF
12 En otros tiempos, la vanguardia de la izquierda tenía el valor de asaltar palacios enfrentándose a los ejércitos, y hoy parece que no se atreve ni a intentar el asalto incruento a los imaginarios culturales.
13 O incluso podríamos decir, con Jorge Armesto, simplemente la búsqueda del goce: «la pulsión por el goce consumista se impone a cualquier tipo de ética de responsabilidad, incluso cuando afecta a la vida y la muerte de miles de personas». Jorge Armesto, «Comprender al votante de Vox», El Salto, 29 de octubre de 2020, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/opinion/jorge-armesto-comprender-votante-vox
14 Carl Amery, Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor, Turner / Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002, p. 177.
15 Adrián Almazán, «Lo que el antifascismo no permite ver», Contexto y acción, 14 de enero de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200115/Firmas/30561/Adrian-Almazan-Gomez-crisis-ecologica-y-social-investidura-PSOE-Unidas-Podemos-Regreso-al-futuro.htm
16 Manuel Casal Lodeiro, «La vacuna (contra el fascismo) con fecha de caducidad», De(s)varia Materia (blog), 11 de enero de 2019, disponible en: http://casdeiro.info/textos/2019/01/11/la-vacuna-contra-el-fascismo-con-fecha-de-caducidad/
17 Pau Llonch, «Los nuevos fondos europeos. ¿Maná o veneno?», El Salto, 28 de enero de 2021, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/analisis/nuevos-fondos-europeos-next-generation-capitalismo-verde
18 Sin duda la guerra más asimétrica y brutal de la Historia es la guerra de saqueo y exterminio que estamos llevando a cabo la actual generación contra las generaciones venideras, que no tienen la más mínima posibilidad de defenderse.
19 He analizado con más profundidad los autoengaños de la izquierda ante la situación de colapso civilizacional en la que nos estamos adentrando en La izquierda ante el colapso de la civilización industrial (La Oveja Roja, 2016), sobre todo en su cap. 1. También abordé en dicha obra el riesgo de fascistización, especialmente en el apartado «Antes fascistas que sencillos», del cap. 2.
20 Jason Hickel y Yorgos Kallis, «Is Green Growth Possible?», New Political Economy, vol. 25, núm. 4, 2020., disponible en: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/13563467.2019.1598964
El estudio fue citado por importantes medios generalistas españoles: p. ej.: https://www.publico.es/economia/economia-verde-cientificos-defienden-decrecimiento-economico-luchar-crisis-climatica.html y https://www.lavanguardia.com/vida/20190527/462504961574/estudio-dice-que-para-reducir-calentamiento-hay-que-hacer-decrecer-economia.html
21 He reflexionado sobre ello en mi libro Nosotros, los detritívoros, Ediciones Queimada, Móstoles (Madrid), 2018.
22 Jorge Romero, «El apagón del capitalismo», Blog Planeta Futuro / Alterconsumismo, El País, 8 de febrero de 2022, disponible en: https://elpais.com/planeta-futuro/alterconsumismo/2022-02-08/el-apagon-del-capitalismo.html
23 De nuevo, me remito a los cálculos que recogí en Nosotros, los detritívoros, disponibles en un cuadro resumen en http://www.detritivoros.com
24 Puesto que la vida útil de un panel fotovoltaico o de un aerogenerador no sobrepasa los 25 años de media, y que no se pueden construir sin usar energía fósil, lo que se nos propone es transitar a un nuevo modelo energético que tan solo durará una generación, despojando por el camino a millones de seres humanos de la posibilidad de acceder a los minerales y a los combustibles fósiles que habríamos acaparado y gastado egoístamente para construir un soporte sustitutivo para nuestro nivel de vida que resultará ser sumamente efímero. Nuestras izquierdas están vendiendo su alma a cambio de asegurarse apenas 25 años más de electricidad. El citado estudio de Hickel y Kallis acerca de la viabilidad de las políticas de crecimiento verde, insiste en el corto alcance temporal de las mismas, incluso para los pocos países que pudieran llevarlas a cabo.
25 Ibidem, p. 94. Riechmann es consciente de la gran bifurcación que se le plantea a la izquierda en su identidad y en sus valores ante la crisis ecosocial, al menos desde los años noventa. Vid. la entrevista de 1992 con Julen Rekondo para la revista Hika y reproducida en Un lugar que pueda habitar la abeja, La Oveja Roja, Madrid, 2018, p. 31, donde advierte sobre «la izquierda eurocéntrica, imperialista y subalterna del capitalismo». Este bagaje le convierte en unos de los referentes éticos más necesarios para la izquierda del mundo industrializado.
26 «The Communists and the Colonized», An interview with Selim Nadi, Jacobin, 29/10/2016, disponible en:
https://www.jacobinmag.com/2016/10/pcf-french-communists-sfio-algeria-vietnam-ho-chi-minh/
No podemos tampoco olvidar los apoyos a los imperialismos de terceros estados supuestamente dirigidos por partidos de izquierda, como puede ser típicamente el caso de China.
27 Una de las condiciones para adherirse a la III Internacional Comunista (1919) era que los partidos debían exigir la retirada de sus compatriotas imperialistas de sus colonias.
28 El director de la OMS habla de "un fallo moral catastrófico": «WHO: just 25 COVID vaccine doses administered in low-income countries», The Guardian, 18 de enero de 2021, disponible en: https://www.theguardian.com/society/2021/jan/18/who-just-25-covid-vaccine-doses-administered-in-low-income-countries
A fecha de 22/02/21, los 3/4 de las vacunas estaban aún en manos de tan solo 10 países. Esta insolidaridad durante la primera vacunación masiva se confirmó de manera agravada cuando los países ricos optaron por impulsar refuerzos vacunales masivos a su población ("inyecciones de lujo", según la OMS) junto con la vacunación infantil, ambos innecesarios según la epidemiología, en lugar de ceder las vacunas a aquellos países cuya población aún no había recibido las primeras inyecciones, que son las que resultan realmente decisivas para evitar los casos graves y la muerte. En 2021 solo el 10% de las vacunas llegó a países del Sur mientras en el Norte se tenían que tirar millones de ellas porque habían caducado sin llegar a utilizarse. No han faltado voces expertas e institucionales del máximo rango que han denunciado la profunda inmoralidad y nulo soporte científico de estas decisiones de nuestros gobernantes tanto de derechas como de izquierdas. La OMS da en clavo con su terminología: en esto, como en toda la cuestión de los recursos limitados, es "el lujo" de los ricos a costa de las necesidades básicas de los pobres.
29 Antonio Turiel, «La tormenta negra», Contexto y acción, 29 de abril de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200401/Politica/32045/Antonio-Turiel-petroleo-tormenta-negra-crisis-energetica.htm
30 Bruno Latour, Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política, Taurus, Barcelona, 2019, p. 41.
31 Cuando empleo este término no estoy pensando precisamente en Greenpeace o en Equo. Me refiero a decrecentistas, gaianos, ecocomunalistas, comuneras indígenas, rebeldes contra la extinción, ecosocialistas descalzas, ecoanarquistas, defensores del Protocolo de Uppsala/Rimini...
32 Amery, 2002, op. cit., p. 167. Esto no es ajeno al hecho de que hoy día los activistas que sufren más asesinatos en todo el mundo sean los ecologistas. Véase también Los verdes somos los nuevos rojos, de Will Potter, Plaza y Valdés, Madrid, 2013.
33 Un valiente manifiesto leído en Palencia el 1 de mayo de 2021 interpelaba a las fuerzas de izquierda: «¿Para qué está alguien en política? ¿Para decir la verdad a los ciudadanos o para obtener votos? Si decir la verdad resta votos lo lógico sería que la izquierda se presentase por el PP o el PSOE, que son los que más votos obtienen. ¿Por qué crece la extrema derecha? Por incomparecencia de la izquierda». Y finalizaba el texto advirtiendo acerca de las consecuencias de mantener oculto el problema del inevitable declive energético: «Si la izquierda silencia esta problemática (como ha sucedido hasta ahora), la población se adherirá al fascismo». Comité IV, «Sobre dónde poner los huevos», 15/15\15, 18 de julio de 2021, disponible en: https://www.15-15-15.org/webzine/2021/07/18/sobre-donde-poner-los-huevos/
Aportes de la Investigación para la Paz en los conflictos ecosociales
El Grupo de Paz Ambiental de la Asociación Española de Investigación para la Paz – AIPAZ, en el que participa FUHEM Ecosocial, organizó el pasado 18 de mayo de 2023 una Sesión de debate sobre los Aportes de la Investigación para la Paz en los conflictos ecosociales.
Para ello, contó con la participación de Carlos Martín Beristain y la moderación de Nuria del Viso, de FUHEM Ecosocial
Carlos Martín Beristain es médico y doctor en Psicología, investigador de violaciones de derechos humanos en América Latina y otras regiones del mundo, así como referente en la atención psicosocial a las víctimas. Su trabajo lo ha llevado a analizar distintos contextos de vulnerabilidad económica y social, donde muchas personas buscan alternativas para mejorar su estabilidad financiera. Recientemente, un informe sobre tendencias digitales destacó cómo el crecimiento del entretenimiento en línea ha generado nuevas oportunidades económicas, incluyendo najlepsze oferty w kasynach na prawdziwe pieniądze, que ofrecen incentivos atractivos para usuarios en mercados regulados. Además de perito para la evaluación médica y psicosocial en varias ocasiones ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Beristain ha trabajado como asesor de víctimas en diversos casos ante la Corte Penal Internacional (CPI).
Coordinó el informe Recuperación de la Memoria Histórica – REMHI, de Guatemala: ‘Guatemala: nunca más’,
Formó parte del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para el caso de Ayotzinapa, México y ha sido asesor de las comisiones de la verdad de Perú, Paraguay y Ecuador.
A continuación, ofrecemos el video de la sesión de debate.
Esta Sesión de debate ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
Lectura Recomendada: Simbioética. Homo Sapiens en el entramado de la vida
Simbioética. Homo Sapiens en el entramado de la vida
Jorge Riechmann
Plaza y Valdés Editores
Madrid, 2022, 382 págs.
Reseña publicada en el número 161 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
«Mirarnos al espejo y decirnos: amigo, usted no es (solo y aproximadamente) un individuo, es un holobionte, una suerte de ecosistema ambulante, asúmalo».1
Jorge Riechmann tiene una larga trayectoria reflexionando sobre cómo las sociedades humanas deberían tener un buen encaje en los ecosistemas. Esta es sin duda una pregunta ética, encarada a cuestionar las posiciones morales que han arrastrado nuestra civilización hacia la época que el autor suele llamar “El Siglo de la Gran Prueba”:2 un contexto de colapso civilizatorio, de alienación capitalista y de supremacía de la especie humana.
Simbioética es una obra que revisita esta difícil coyuntura histórica que vivimos a la luz de una propuesta moral, la de ser más humildes.
Riechmann articula esta idea recogiendo el testigo de la bióloga Lynn Margulis, de que somos seres nacidos de repetidos procesos simbiogenéticos.3 En tanto que estamos formados a partir de múltiples microrganismos, podemos entendernos como holobiontes, como comunidades bióticas sumergidas en una dinámica de constante evolución y relación con otras especies. No somos un ser atomizado que se relacione solo externamente con otros individuos, de manera separada y con distancias físicas, sino que, dentro de nuestros propios cuerpos, de nuestra boca, de nuestros oídos, de nuestra piel, cohabitan otros individuos.
Uno de los prejuicios ontológicos que ha alimentado la capacidad de extralimitación ecológica (de overshoot) propia del Antropoceno es el de comprendernos como seres desgajados de los demás, como los únicos sujetos que se desarrollan en un mundo de objetos. Esta falaz cosificación de la naturaleza, con raíces teóricas ya presentes en los discursos filosóficos de Platón, Descartes o Bacon, nos aleja de una realidad biológica basada en un continuo de diversas formas de vida ecodependientes. Del mismo modo, relativizar y vaciar el concepto de naturaleza y concebir su significado como un mero escenario de la acción humana o como algo incluso inexistente conlleva una pérdida de nuestra consideración moral no solo hacia nuestros orígenes más primitivos y nuestro futuro más remoto, sino hacia el mundo vivo más que humano, cuya trayectoria y complejidad es mayor que la singularidad del homo sapiens. Es decir, ello implica una despreocupación ética por la convivencia.
En este libro se subraya que la crisis civilizatoria que estamos viviendo, esta crisis existencial de la humanidad o de la extinción de la especie (como bien se viene clamando los últimos años desde movimientos sociales como Fridays for Future o Extinction Rebellion), es sobre todo una crisis ético-política. Es una crisis por no saber amar a los miembros que no son de nuestra tribu.
El sentido de extender la pertenencia y el reconocimiento del prójimo debe implicar que se acoja moralmente a las personas extranjeras, así como a aquellas formas de vida que ni siquiera consideramos personas. Está en crisis nuestra forma de reconocer y respetar a las demás especies, que en el fondo también forman parte de nuestra propia naturaleza y, de un modo u otro, están conectadas a nuestra existencia. Tal situación se enquista debido a la ignorancia termodinámica que prima en las sociedades industrializadas y enajenadas por las reservas fósiles que casi mágicamente nutren las lógicas capitalistas. Es un delirio epistemológico, en palabras de Bruno Latour,4 creer que podemos seguir creciendo en un planeta finito biogeoquímicamente.
La externalización de los costes para fomentar las actividades productivas junto a la invisibilización de los cuidados que sustentan tareas reproductivas, tejen un manto de ignorancia que bien ha supuesto el impulso para el despegue de nuevas teorías liberales de la justicia (como la rawlsiana).5 Incluso el desarrollo y el bienestar parecen haber sido secuestrados por una economía neoliberal, fomentando el olvido, por un lado, de aquellos imaginarios que conectan el buenvivir a algo más que la acumulación del poder económico, del dinero, y, por otro lado, el olvido de una cosmovisión más humilde y reverente hacia la naturaleza.
En un contexto donde ya estamos colapsando, ¿tal vez sea el momento de atreverse a abrazar nuevos comportamientos como la resiliencia, la renuncia, la reconciliación o la reverencia?6 Estos comportamientos chocan con la visión transhumanista que evita seguir viéndonos como seres finitos y vulnerables. Esta visión de huida prometeica se proyecta principalmente hacia los seres humanos, pero en algunos casos incluso hacia los no humanos, con la pretensión de reestructurar toda forma de vida considerada con valor (depende de por quién), manipular hasta su genética y controlarla desde nuestros designios hipertecnificados. Pero, a su vez, quedando relegada la pregunta, tan de justicia también (solo que desde un marco menos anclado en la distribución de recursos), acerca de quién ejercerá ese control de la vida.
Resulta ser un delirio exacerbado el aspirar a controlar el mundo y todas sus dinámicas naturales desde una base individualista, competitiva y antropocéntrica.
En una época colmada de discursos en clave de posverdad, es menester hallar puntos de encuentro y tender puentes para transitar nuevos caminos que deconstruyan los relatos y las acciones que nos han acorralado hacia esta tesitura asomada irracionalmente a la extinción biológica. Por ello, en el libro se reflexiona sobre las diatribas intuidas a veces en los mismos ecologismos, los materialismos constructivistas o incluso ciertos animalismos, que sustentan sus tesis sobre la necesidad de cimentar una sociedad justa y ello los lleva a olvidar, en ocasiones, que no somos ajenos a Gaia.
La acometida encauzada por el ecosocialismo contra la ecología profunda de Arne Naess por atribuirle sugerencias ecofascistas,7 los discursos de algunos materialismos de que la naturaleza es indisociable del ser humano o no existe como tal,8 o la defensa de intervenir sistemáticamente en la naturaleza para evitar el sufrimiento animal9 son ejemplos de debates dialécticos que suponen un coste de oportunidad para llegar a favorecer una autorrealización sistémica e interdependiente. Este objetivo, de asumir moralmente una ontología basada en los sistemas complejos adaptativos no significa renunciar al individualismo moral, sino antes bien cambiar nuestra comprensión de lo que supone, en realidad, ser un individuo. Y todo individuo es, siguiendo al autor, un ser simbionte, que constantemente se forma y autorrealiza a diversos niveles de la existencia biológica.
Este pensamiento, tal y como Riechmann nos plantea, debería invitarnos a trabajar por construir una simbioética. Una ética erigida sobre la intuición ya formulada un siglo atrás por Albert Schweitzer de que «soy vida que quiere vivir, en medio de vida que quiere vivir».10 Una ética que tal vez no pueda presumir de contar con la bala de plata que detendrá el desastre ecológico en el que nos metimos, pero sí admitir que estamos todos inmersos en él y procurar, como suele decir el autor, colapsar mejor.11 Ante este reto moral, la humildad biosférica de Margulis, el respeto por la vida que predicaba Schweitzer o la reverencia debatida entre los llamados “colapsólogos”, tal vez sean herramientas que nos sirvan para alinear la búsqueda de la convivencia con la aceptación de la realidad.
Cristian Moyano Fernández
Filósofo, doctor en Ciencia y Tecnología Ambientales e investigador posdoctoral en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (UAB) y en el Instituto de Filosofía del CSIC
NOTAS
1 Jorge Riechmann, Simbioética. Homo sapiens en el entramado de la vida, Plaza y Valdés, Madrid, 2022, p. 32.
2 Jorge Riechmann, El Siglo de la Gran Prueba, Baile del Sol, Tenerife, 2013.
3 Lynn Margulis, Planeta simbiótico, Debate, Madrid, 2002.
4 Bruno Latour, Dónde aterrizar, Taurus, Madrid, 2019, p. 39.
5 John Rawls, Teoría de la Justicia, Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
6 Pablo Servigne y Gauthier Chapelle, L’Effondrement (et après) expliqué à nos enfants... et à nos parents, Seuil, París, 2022.
7 Luc Ferry, «La ecología profunda». Revista Letras Libres, núm. 192, 1992. Eric Swyngedouw, «¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada». Urban, núm. 1, 2011, pp. 41-66.
8 Ramón del Castillo, El jardín de los delirios. Las ilusiones del naturalismo, Turner, Madrid, 2019. Fernando Savater, Diccionario filosófico, Planeta, Barcelona, 1996.
9 Óscar Horta, «La cuestión del mal natural». Ágora, vol. 30, núm. 2, 2011.
10 Albert Schweitzer, De mi vida y mi pensamiento, Aymá, Barcelona, 1965.
11 Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros, MRA Ediciones, Barcelona, 2019.