I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España

Presentamos el I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España, un nuevo enfoque que debería guiar el diseño de políticas que persigan una vida buena. 

El Área Ecosocial de FUHEM presenta el I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España.

En sus páginas, en primer lugar, se caracteriza el modo de vida de la sociedad española a través de un triple análisis que se centra en los gastos (alimentación, movilidad y vivienda), los recursos (energéticos y materiales), y los trabajos (remunerados y no remunerados). A continuación, se apuntan las tendencias que genera ese modo de vida, agrupadas en tres grandes epígrafes: insostenibilidad ambiental, desequilibrio territorial y amenazas sobre la cohesión social. Por último, se plantea una pregunta: ¿qué significa hoy una vida buena en el contexto de la crisis ecosocial provocada por nuestro modo de vida?

I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España concluye que una sociedad no puede prosperar cuando no lo hace la mayoría de sus miembros, cuando se atenta contra la cohesión social o se genera un ambiente adverso.

Este trabajo, que ofrece un nuevo enfoque para detectar algunos de los asuntos cruciales que deberían centrar la atención al diseñar políticas que persigan una vida buena, se ha presentado hoy a los medios de comunicación y será el eje de actos inminentes como el próximo encuentro en el marco de los Debates para un Pensamiento Inclusivo o el de Despertadores climáticos. Calidad de vida en la transición ecológica.

Acceso al resumen ejecutivo del Informe y el Informe completo para su descarga.

Modo de vida

¿Cuáles son las características principales del modo de vida en España?

El modo de vida de la civilización industrial actual viene definido a partir de tres grandes ámbitos: la alimentación, la movilidad y la vivienda. Absorben la mayor parte del gasto de las familias y son responsables del mayor número de impactos sobre la salud, la vida social y la destrucción de los ecosistemas.

Alimentación:

  • Constante proceso de estandarización en todos sus eslabones: producción, comercialización y consumo.
  • Las diversas crisis y el aumento de precios de los alimentos supone un incremento del presupuesto familiar que obliga a reducir otras categorías del gasto de los hogares.
  • Los hogares más pobres solo pueden permitirse una dieta poco variada y de menor calidad.

Movilidad

  • Modelo marcado por el protagonismo del automóvil privado que exige un esfuerzo considerable en el presupuesto familiar.
  • Este modelo condiciona la organización del territorio y la integralidad ecológica de la naturaleza e impacta negativamente sobre la vida y la salud de las personas.

Vivienda

  • Predomina la propiedad frente al alquiler y el derecho de uso.
  • El alquiler experimenta un aumento significativo asociado a la precariedad de jóvenes y trabajadores que no pueden acceder a una vivienda en propiedad.
  • El alquiler social en España es apenas testimonial.

¿Qué recursos energéticos y materiales requiere ese modo de vida?

Requerimientos energéticos:

  • Gran dependencia energética de los recursos fósiles y del exterior.
  • El aprovechamiento de los recursos renovables domésticos ha experimentado un importante incremento en los últimos años (llegando a alcanzar el 50% en la generación de electricidad), bajo el impulso de grandes parques eólicos y fotovoltaicos.

Requerimientos materiales:

  • Saldo netamente importador: la extracción indirecta asociada a las importaciones multiplica por entre 3 y 7 los requerimientos directos de materiales.
  • El grueso de la extracción doméstica y el uso de materiales está marcado por el sector inmobiliario y su evolución bajo el impulso de ciclos especulativos.
  • No se cierran los ciclos productivos: sólo el 10% de los materiales que entran a la economía vuelve a la misma.

¿Cuánto y qué tipo de trabajos requiere este modo de vida?

Requerimientos de trabajo mercantil:

  • El trabajo remunerado en España presenta dos rasgos principales: carácter muy estacional y estrecha ligazón con la coyuntura económica (con consecuencias en términos de precarización laboral: muchas modalidades de contratación atípica y horas trabajadas no pagadas).
  • La duración media de la vida laboral se ha incrementado por el aumento de participación de las mujeres en el mercado de trabajo y el aumento de la edad media de jubilación.

Requerimientos de trabajo no mercantil

  • El trabajo no remunerado descansa principalmente en las mujeres y representa, para muchas de ellas, el desempeño de una “doble jornada”.
  • El fenómeno de la doble jornada se amplió durante la crisis y se agudizó con las necesidades derivadas de la pandemia.

Tendencias

Las tendencias que atraviesan el modo de vida y el modelo socioeconómico asociado al mismo se organizan en tres grandes bloques: desequilibrios territoriales, insostenibilidad ecológica y amenazas a la cohesión social por la persistencia de la pobreza, la precariedad y la desigualdad.

Desequilibrio y polarización territorial

  • El dinamismo económico y la población española están cada vez más concentrados en el territorio, especialmente en la costa y alrededor de grandes áreas urbanas, abocando a las zonas rurales (sobre todo del interior) a un futuro incierto.
  • Se observa una tendencia a la desvertebración territorial: zonas rurales que expulsan población y quedan especializadas en la extracción de recursos y el vertido de residuos contrastan con grandes zonas urbanas que atraen población y recursos, centradas en la acumulación y el consumo.

Insostenibilidad

La insostenibilidad ambiental del modo de vida en España se manifiesta de múltiples formas:

  • Aumento de los procesos erosivos e incremento de la superficie del país en riesgo de desertificación.
  • Sobreexplotación de los ecosistemas y contaminación del aire, agua y suelo.
  • Los efectos del cambio climático están provocando un aumento de eventos climáticos extremos, elevación del nivel del mar y alteración de muchos ecosistemas.

Pobreza, precariedad y desigualdad

  • Una de cada cuatro personas se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social.
  • En torno al 15% de la población ocupada de España, pese a tener trabajo, se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social debido a la precarización laboral.
  • La multidimensionalidad y transversalidad de la desigualdad se muestran con especial claridad en España, agudizándose en las últimas décadas.

Evaluar el modo de vida desde la calidad de vida

El Informe se cierra con una evaluación a partir de la siguiente pregunta: ¿Cómo afectan el modo de vida y las tendencias analizadas a la vida de las personas? Desde el punto de vista del sujeto, una vida sana y autónoma es una vida buena (de calidad). Si la calidad en la vida de una persona es entendida como aquella capaz de garantizar bienes necesarios, relaciones significativas y tiempo para la autonomía personal en un entorno social y natural seguro, ¿el modo de vida vigente en España y las tendencias que lo atraviesan contribuyen o no a una vida buena?

  • Nuestro modo de producción y consumo ha puesto la vida bajo la tiranía de la eficiencia y el rendimiento.
  • Ese modo de vida provoca un deterioro social y ecológico que, además de erosionar las bases sociales y naturales sobre las que descansa, ocasiona graves consecuencias sobre la salud física, emocional y mental de las personas.
  • Entre los síntomas del menoscabo de la vida saludable de las personas se encuentran el cansancio y el padecimiento de numerosos malestares.
  • Eso explica, en parte, que España sea el país del mundo donde más ansiolíticos e hipnóticos se consumen por habitante.
  • La autonomía, al igual que la salud, también se ve afectada por el modo de vida. La forma y ritmos de vida predominantes aíslan y fragilizan a las personas.
  • Entre los síntomas de este menoscabo de la capacidad autónoma de las personas por debilitamiento de los vínculos sociales se encuentra el aumento de la soledad y el aislamiento social y las tendencias reseñadas de pobreza, precariedad y desigualdad.
  • Los rasgos predominantes en los principales componentes del actual modo de vida -alimentación, movilidad, vivienda y urbanismo-, así como las tendencias analizadas, poco contribuyen a la calidad de vida:
    • El modelo alimentario tiene importantes repercusiones sobre el ambiente y presenta fallas en relación con la salud de las personas por el deterioro de la dieta consecuencia de la creación de un entorno obesogénico, que afecta especialmente a los sectores sociales más humildes.
    • El modelo inmobiliario español, al dificultar el acceso a la vivienda y tener altos impactos ambientales, menoscaba el bienestar social y acentúa el deterioro ecológico.
    • El modelo de movilidad protagonizado por el vehículo privado y la carretera es altamente ineficiente por los altos costes ambientales, sociales y su alta siniestralidad.
    • La tendencia al desequilibrio territorial condiciona las oportunidades de las personas y el acceso efectivo a los servicios públicos, profundizando las desigualdades.
    • La insostenibilidad afecta a nuestra salud y nos hace más vulnerables. Nuestras vidas se vuelven más inseguras ante la amenaza de eventos climáticos extremos, la expansión de enfermedades infecciosas o el incremento de crisis alimentarias.
    • La pobreza y la exclusión social vulneran derechos fundamentales y provocan que las personas se encuentren antes graves carencias y en situación de indefensión.
    • La precarización laboral provoca problemas de salud mental y mata por las altas tasas de siniestrabilidad que lleva asociadas. Impide que las personas desarrollen un proyecto vital y hace que sus vidas se muevan en la inseguridad.
    • Las desigualdades atentan contra la igualdad de oportunidades, corroen la cohesión social y son una fuente importante de malestar; agudizan los problemas sociosanitarios y deterioran la salud de la sociedad, al tiempo que profundizan en la insostenibilidad al impulsar pautas de consumo ostentosas y dinámicas de emulación que asientan el imaginario consumista.

 


Declive o exterminio: el dilema de la izquierda del crecimiento

El número 157 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su sección ENSAYO el artículo de Manuel Casal Lodeiro: Si vis pacem, para descensum. Declive o exterminio: el dilema de la izquierda del crecimiento.

El artículo aborda los vericuetos que plantea la crisis ecosocial para la izquierda, que debe examinar su tradicional imaginario productivista, asociado al mantenimiento de puestos de trabajo, y ponderar una profunda transformación de sus narrativas en clave de
decrecimiento, más acordes con el momento de crisis ecosocial.

Como constata el autor, el crecimiento ya solo puede realizarse a costa de otros territorios o de expoliar a generaciones futuras, lo que da base a los discursos supremacistas de la ultraderecha.

También sostiene, de forma un tanto polémica, que si la izquierda se inclina por mantenerse en el paradigma del crecimiento estará dando alas –aunque sea involuntariamente– al ascenso supremacista y los posibles conflictos por el acaparamiento de los recursos que se desencadenarían.

A continuación, ofrecemos el texto completo del artículo, al final del cual, podrá acceder a su descarga libre y gratuita.

En el nivel de consumo de España, el planeta no podría soportar más que a 2.400 millones de habitantes. Sobrarían, por tanto, más de las dos terceras partes de la humanidad. Aún más: en un mundo que utilizase sus recursos naturales y servicios ambientales al nivel en que lo hacen los EEUU hoy –¡que se proponen como modelo al resto del mundo!–, solo podrían vivir 1.400 millones de personas. Si continuamos por la senda de este modelo de desarrollo, los genocidios están preprogramados.
Jorge Riechmann (El socialismo puede llegar sólo en bicicleta)

 

«No vamos a dejar atrás a nadie», dijo el presidente de Gobierno.
Se supone que a nadie "de los nuestros". Los otros ya se quedaron muy atrás, hace demasiado tiempo.

Pedro Prieto

Blindar pensiones y salarios mínimos; ampliar servicios públicos; abaratar el precio de la energía y de los productos básicos; asegurar una vivienda para todos; mejorar ayudas a personas sin empleo y en situación de necesidad; construir infraestructuras de uso público... Nadie dudaría en calificar todo eso de medidas propias de la izquierda. Pero, ¿podemos seguir diciendo que son de izquierda si para llevarlas a cabo es necesario privar a otros países de la posibilidad de ofrecérselas a sus propias poblaciones?

Cuando la abundancia de recursos facilita mantener el crecimiento de manera prolongada la izquierda puede permitirse ser simultáneamente defensora del crecimiento económico y de la solidaridad con otros pueblos. Este ha sido el contexto desde el nacimiento de la izquierda política con la Revolución Francesa hasta ayer mismo. No en vano, dicha revolución (1789) acontece en el mismo contexto histórico en el que surge el capitalismo industrialista, datando el comienzo de la Revolución Industrial entre 1760 y 1780. Se constata así que la izquierda política no ha conocido otro metabolismo económico a lo largo de su historia: un permanente y acelerado crecimiento de la producción, del consumo y de otras variables macroeconómicas, demográficas y sociales. Esto ha forjado su cosmovisión de manera casi impenetrable, junto a un contexto de colonialismo eurocéntrico surgido un par de siglos antes en paralelo a la propia Modernidad y al primer capitalismo.

Pero ese contexto histórico ha cambiado de manera radical al llegar a las primeras décadas del siglo XXI: tal y como habían advertido hace medio siglo los escenarios business-as-usual obtenidos mediante el modelo informatizado del mundo diseñado por los autores del informe al Club de Roma Los límites del crecimiento, la civilización industrial planetaria está chocando con los límites, con la finitud del planeta donde se ha venido desarrollando con características propias de una auténtica metástasis.

Así pues, una vez llegados al punto en que resulta imposible continuar creciendo de manera absoluta a escala planetaria, tan solo resulta posible crecer de manera relativa a escala nacional. Es decir, si ya no es posible que todos los países puedan crecer al 3%, pongamos por caso, porque ya no disponemos del 3% más de energía cada año (o del 2% o del 1,5%1) al haber esta llegado a su cénit, entonces las matemáticas nos muestran la cruda realidad: unos solo podrán crecer si los otros reducen su consumo. Este juego de suma cero (o negativa, incluso) se reproduce en el nuevo contexto energético global a diversas escalas y por sectores.

No resulta difícil percibir que es esto lo que está detrás de ciertos fenómenos a los que se suelen atribuir otras causas en el debate público: la retirada de los vehículos privados diésel; el envío "a la Edad de Piedra" de países que aún tienen capacidad exportadora de combustibles fósiles (Irak, Libia...); las tensiones entre aliados históricos como los EEUU y la UE durante el mandato de Trump, competidores por unos recursos menguantes; la geopolítica del gas fósil entre Argelia-Marruecos-España o entre Alemania-Polonia-Rusia-Ucrania, y un largo etcétera. "Si quieres abundancia, prepárate para la guerra", ha advertido poniendo el dedo en la llaga Ted Trainer.2 Y al revés: ser pacificista mañana, exige ser decrecentista hoy. Todos los países que se empeñen en seguir creciendo están abocados a entrar en colisión bélica por los últimos recursos que necesitarán para alimentar ese crecimiento, en última instancia imposible de mantener.3

 

Ya solo se puede crecer a costa de los otros

En este contexto, inverso al experimentado durante los últimos 200 años, si reclamamos que el PIB de nuestro país crezca (con la justificación social de mantener las tasas de creación de empleo, típicamente) estamos pidiendo que se arrebaten a alguien los recursos materiales y energéticos necesarios para hacerlo. Y lo mismo podemos decir desde el punto de vista de los sumideros: si queremos crecer, tendremos que seguir emitiendo gases de efecto invernadero, entre otros residuos, lo cual saturará la parte de emisiones que le correspondería aún, en justicia e igualdad, a otros países y personas. Trágicamente, de nada de esto se habla cuando se habla de "transición justa" y de "no dejar a nadie atrás”.4 De hecho, cada vez que escuchemos a una ministra o consejero autonómico, a un presidente o alcaldesa decir que trabajan por lograr el "crecimiento económico" deberemos interpretarlo como crecimiento excluyente, que "dejará atrás" a millones de personas que no podrán alcanzar ni nuestro nivel de vida ni siquiera el nivel medio que nos correspondería a todos los seres humanos si realmente buscásemos transitar a un sistema sostenible y justo.

Ser pacificista mañana, exige ser decrecentista hoy. Todos los países que se empeñen en seguir creciendo entrarán en colisión bélica por los últimos recursos

El choque del metabolismo económico de las sociedades industriales contra los límites biológicos y físicos del planeta ha pillado a la izquierda anclada en parámetros que debería haber comenzado a revisar hace por lo menos 50 años. Ahora la excusa de la proverbial tarta que no deja de crecer se ha desvanecido, y una izquierda desnaturalizada, adicta al consumo, queda enfrentada a su propio reflejo en las turbulentas aguas de la Gran Escasez. Un reflejo que no es ajeno al auge de la solución nazi (por resumir en un adjetivo la opción excluyente, hobbesiana, insolidaria, expoliadora, violenta, neodarwinista y militarista) a la situación de colapso: mantenernos a flote todo el tiempo posible, caiga quien tenga que caer. No es más que el viejo imperialismo,5 la doctrina del espacio vital (Lebensraum), trasladada a los tiempos de la huella ecológica y la huella de carbono.[6] O eso que denominó el racista Garrett Hardin la ética del bote salvavidas, un bote del que no queremos arrojar lujos y derechos adquiridos, comodidades y modos de vida dignos de antiguos faraones, pensiones blindadas, servicios sociales de alta complejidad y tecnologías tan sofisticadas que no podríamos distinguirlas de la magia, para poder acomodar en su lugar a otros semejantes que se ahogan cada vez más en el foso de la escasez y de un caos climático que hemos creado desde los países enriquecidos. A quienes debemos arrojar del bote salvavidas son esos fantasmales esclavos energéticos fósiles de que disfrutamos, para poder acoger a nuestros semejantes de carne y hueso.

 

El nuevo Lebensraum verde

Denuncia Asad Rehman:7 «Hablan mucho en el Partido Laborista y en los sectores izquierdistas de los demócratas de los Estados Unidos de una “transición justa”: la transición de empleos intensivos en combustibles fósiles a empleos verdes, y el cambio a “energía 100% renovable”. Sin embargo, estos movimientos no se dan cuenta de que tales soluciones socialdemócratas serían desastrosas para gran parte de la población mundial. Un Green New Deal dentro del molde del pensamiento actual conducirá a una nueva forma de colonialismo verde que continuará sacrificando a la gente del Sur global para mantener nuestro modelo económico quebrado».8 Y añade que se sigue manteniendo la creencia de que los "países ricos tienen derecho a una mayor parte de los recursos finitos del mundo". Pura doctrina del espacio vital. En la misma línea, John Bellamy Foster escribe:9 «en la práctica real, la socialdemocracia europea y de EEUU depende de un sistema imperialista que se enfrenta a los intereses de la gran mayoría de la humanidad».

El choque contra los límites biofísicos del planeta ha pillado a la izquierda anclada en parámetros que debería haber revisado hace 50 años

¿Le importa a esta izquierda de los países sobredesarrollados el futuro que está contribuyendo a crear? ¿Se da cuenta de que está empujando a sus hijos a tomar las armas para defender los privilegios que intenta apuntalar contra aquellos desposeídos a quienes despoja de los medios más básicos para labrarse su propio futuro?10

Aseguraba Adriana Lastra, portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, que no era cierto que hubiese que elegir entre "crecimiento y derechos”.11 Afirmar algo semejante quiere decir una de dos cosas: o bien se ignora temerariamente que el crecimiento infinito es imposible, o bien se trata de ocultar hipócritamente que el sujeto de dichos derechos es solamente una parte de la humanidad presente, que se aferra no solo a sus derechos sino a sus privilegios a costa del derecho a la mera existencia del resto de la humanidad actual y de toda la humanidad futura.

El caso más triste es el de aquellos sectores de la izquierda más conscientes del choque con los límites que, creyéndose incapaces de trasladar un mensaje convincente de que es posible vivir relativamente bien sin tener que privar a nadie de sus propios medios de vida en otro país,12 se pliegan al consenso de un crecimiento que saben que, por muy verde que lo quieran pintar, no podrá lograrse más que a costa de la privación de los otros (vía colonialismo verde, extractivismo y aumento de las emisiones). Bien sea por falta de autoconfianza en sus capacidades comunicativas y de creatividad política, o por la falta de confianza en la capacidad de las mayorías sociales de entender y aceptar los presupuestos del decrecimiento, el resultado es el mismo: renegar de los valores fundamentales de la izquierda y claudicar ante esa cultura consumista que es la antesala del fascismo, o más bien es el auténtico fascismo triunfante (si bien en forma de criptofascismo), como supo ver Pier Paolo Pasolini.

 

De aquellos polvos antropológicos, estos lodos supremacistas

La degeneración antropológica liderada por la burguesía de la que ya advertía a comienzos de la década de 1970 el poeta y cineasta borgoñés, parece haber acabado por corromper totalmente a la izquierda, al mismo tiempo que la clase obrera se diluía en una ubicua clase media (se aburguesaba) en medio de la bacanal consumista del final del siglo XX y se deshacían las culturas milenarias de solidaridad y de apoyo mutuo entre los de abajo gracias al triunfo antropológico del individualismo y al abandono progresivo del mundo campesino. Al contrario que durante nuestras dictaduras mussolinianas, franquistas, salazaristas o hitlerianas, en las que el comportamiento de la gente común estaba disociado de la conciencia (se hacía una cosa, por fuerza, pero se pensaba otra muy distinta), ahora nos encontramos ante un fascismo mucho peor, puesto que se ha producido –afirmaba Pasolini– la fascistización de la conciencia gracias al consumismo y la búsqueda del bienestar (material).13 La sturmtruppe que ha logrado tamaño éxito póstumo del nazismo ha sido sin duda la industria capitalista del marketing. También alertaba Carl Amery: «Este mundo del bienestar está mucho menos preparado para rechazar la oferta básica de la fórmula hitleriana de lo que lo estaba la confundida sociedad de 1933».14

Paradojas de la historia, quienes ahora se proclaman como la barrera ante el auge del fascismo pueden convertirse, por su pertinaz e irreflexiva defensa de una vía muerta, en las matronas de un fascismo definitivo, como advierte Adrián Almazán:15 «no romper con el marco del industrialismo extractivista y productivista que se esconde detrás de este nuevo consenso “antifascista” hace que el fascismo se acerque cada día más. Un fascismo que, por primera vez en la historia, contará con la rotundidad de un “no hay para todos” refrendado por la propia realidad material y ecológica». Como yo mismo avisaba hace algún tiempo ante las endebles vacunas antifascistas que ha esgrimido el PSOE en nuestro país, el ascenso de la extrema derecha va a ser imparable mientras se siga gobernando como si el actual sistema socioeconómico fuese a durar para siempre .16 Por si fuera poco, la respuesta de política económica de la Comisión Europea ante la pandemia de COVID-19 ha facilitado el surgimiento inesperado, apoyado entusiastamente por la izquierda, de una especie de neocorporativismo fascista que no solo no acaba con el expolio disfrazado bajo el término de austeridad sino que lo multiplica y expone los restos del Welfare State europeo a la amenaza de una inmensa espada de Damocles difícil de esquivar en el contexto de la Gran Escasez que nos espera.17

La posteridad no es ajena a esta disyuntiva ética, pues como avisaba en la década de 1980 William R. Catton (principalmente en sus obras Overshoot y Bottleneck), tras expoliar otros continentes ahora nos dedicamos a expoliar a nuestros propios descendientes, privándolos de los recursos, de los sumideros, de la capacidad de
carga que podría permitirles una vida digna, o tan siquiera una vida, a secas. Es decir, nos convertimos, como en una película de ciencia ficción, en una especie de Terminators pero al revés, verdugos a través del tiempo dispuestos a asesinar a los que aún no han nacido, bajo el dominio de una ubicua mentalidad de carteristas (Catton), en una auténtica guerra contra el futuro, la guerra más asimétrica de la historia.18 Y aún menos justificable: nos convertimos en verdugos de nuestros propios contemporáneos de otras nacionalidades, como demuestran no pocos líderes de la izquierda cuando defienden sin sonrojo la construcción y venta de armamento a regímenes dictatoriales o actualmente en guerra de exterminio contra otros países. Aunque no hace falta acogernos al ejemplo de la industria bélica, pues defender a toda costa los puestos de trabajo en una central térmica no es mucho más ético que defender la construcción y venta de armas para países genocidas: el cambio climático también mata masivamente. Aunque no se perciba en la práctica actual de esta izquierda, hay un gran trecho moral (y político) entre la defensa del derecho a tener un trabajo y la defensa de un puesto de trabajo concreto que contribuye a la destrucción de las bases mismas de la vida. Solo una profunda inmoralidad o una profunda estrechez de miras pueden sostener que ambas cosas son equivalentes. Y no parece verosímil que la dirigencia sindical y política de la generación más preparada de la historia sea tan estúpida.

La izquierda, por supuesto, cuenta con sus propias autojustificaciones:19

1ª) «No excluimos a nadie con nuestro crecimiento: hay recursos suficientes para que todos podamos crecer»: esto ha quedado sobradamente desacreditado por la ciencia y tan solo los apóstoles de la religión del crecimiento infinito y sus acólitos pueden seguir defendiéndolo, contra la realidad biofísica, que es la que es.

2ª) «Hay margen para seguir creciendo aún un poco más, tan solo debemos distribuir mejor los recursos, de manera más justa y eficiente»: pero el margen para seguir creciendo está desmentido por varios factores, entre los cuales destaca principalmente la necesidad de detener urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero, algo que no se puede lograr de manera creíble sin hacer decrecer la producción mundial;20 en cuanto al reparto justo, precisamente es de ahí de donde emana la necesidad de que nosotros decrezcamos para que otros puedan crecer aún un poco (ellos sí), que es la base de la propuesta ecopolítica del decrecimiento; en cuanto a la suficiencia de los recursos existentes "para todos" es bastante dudosa, incluso para lo más básico (los alimentos),21 cuánto más para niveles de abundancia material como los que hemos disfrutado durante las últimas décadas en los países industrializados.

 

Mirar hacia abajo, hacia lo lejos, hacia el mañana

Las cuentas que hay que hacer son abrumadoras, pero es impostergable hacerlas. Según los cálculos que aporta Antonio Turiel no cabría esperar de manera realista que la humanidad pueda mantener una disponibilidad energética mayor del 40% de la actual una vez que finalicemos la famosa "transición" a las fuentes renovables.22 Eso implica una reducción media del 40% de nuestro nivel material de vida, si repartimos la reducción con justicia. O sea, aceptar que en España vamos a un consumo energético per cápita equivalente al que hoy tiene, por ejemplo, la gente de Cuba o de Ecuador (poco más de 40 GJ/año, y eso si hay suerte). Pero si quisiéramos, al tiempo que nos adaptamos a vivir nuevamente solo del sol, repartir con justicia los recursos energéticos y materiales necesarios, deberíamos ir al 40% no del consumo energético actual de España, sino al 40% del consumo medio mundial actual: eso serían unos 32 GJ/año, el nivel actual de Nigeria o Guatemala. Y si la población siguiese aumentando, lo cual es dudoso más allá del medio plazo,23 deberíamos continuar reduciendo ese nivel proporcionalmente. Es decir, aproximadamente 4 GJ/año menos por cada mil millones más de seres humanos: un millardo más y caeríamos al nivel actual de Vietnam, otro millardo más y estaríamos como ahora Corea del Norte, otro más y equivaldría al Pakistán de hoy día... La lógica perversa de esto es que cuantos menos seamos a repartir esa energía limitada, más tocará a cada uno.

Tras expoliar otros continentes, ahora expoliamos a nuestros propios descendientes, privándolos de los recursos para una vida digna, o tan siquiera, una vida, a secas 

Así pues, una izquierda que persista en sostener un crecimiento egoísta –que para mayor escarnio solo podría ser temporal, nunca permanente–,24 debe saber que lo hará a costa de privar de recursos no solo a otros seres humanos contemporáneos sino a las generaciones venideras de su propio país. Una izquierda semejante no merece ostentar tal nombre, portador de los valores de la libertad, la igualidad y la fraternidad, y más bien cabría recolocarla en el mapa ideológico de la historia entre los nacionalismos de imposición y los peores tribalismos de escala nacional, es decir, en una especie de socialismo solo para los nuestros, apenas a un paso del nacional-socialismo. Avisa Riechmann: «en un planeta Tierra que ya está “lleno” o saturado ecológicamente, para que alguien sea grande otro (otros) deben menguar».25

Mi argumento es que la izquierda que continúa defendiendo el crecimiento económico y el III Reich puesto en marcha por Adolf Hitler comparten un mismo núcleo, una misma razón de ser última: aunque no haya para todos, habrá para nosotros. Ese nosotros pueden ser las clases populares, en la versión de izquierdas del ur-fascismo (Umberto Eco), pero claro... solo nuestras clases populares, y a lo sumo las de nuestros aliados. El problema del socialismo que nos proponen, e incluso del ecosocialismo, no es solo que esté calzado –por un usar la imagen inversa del socialismo descalzo de Riechmann–, sino que esté calzado con una bota militar, dispuesto a pisar a quien sea para defender su derecho a crecer.

Pero no pensemos que esta conversión de la izquierda en insolidaria es un repetino ataque febril. Además de haberse retroalimentado de este más de medio siglo de fascistización de la conciencia, que decía Pasolini, no podemos olvidar que nuestros partidos de izquierda siempre se han preocupado más bien de defender a las clases trabajadoras que les votan, y rara vez han ido más allá de una vaga defensa de la solidaridad con otros países. De hecho, no han sido pocos los casos de partidos y sindicatos de izquierda que desde el siglo XIX han apoyado (o, cuando menos, consentido tácitamente) las actuaciones imperialistas de sus estados.26 El momento actual no haría sino extender esa tendencia presente en la izquierda –que ya trataba de combatirse hace un siglo en la III Internacional–27 y exacerbarla con el argumento de que ya no hay para todos y es o ellos o nosotros (o sea, o sus vidas o nuestro nivel de vida). Esto vendría a sumarse a las últimas décadas de disolución de la solidaridad a nivel internacional, de la criminalización generalizada del otro, de la construcción de muros, del pago a países mamporreros para mantener a raya los flujos migratorios, de asfixia de los fondos para ayuda humanitaria y de desprecio del Derecho Internacional Humanitario. Si ante la pandemia de la COVID-19 los gobiernos de todos los países enriquecidos, algunos de los cuales están gobernados por partidos que se autodenominan "de izquierdas", han hecho un indisimulado uso de su poder político y económico para acaparar el máximo posible de vacunas, condenando así a cientos de miles de personas en los países empobrecidos a una muerte segura,28 ¿qué podemos esperar que hagan cuando se trate de repartir un petróleo que escasee,29 el último litio accesible del planeta, los últimos fosfatos minerales o fuentes de agua potable en disputa? Nuestros dirigentes, ha denunciado Bruno Latour, «han lanzado por la borda todos los ideales de solidaridad».30 Una crisis moral política de suma gravedad, que sin duda es parte del proceso de colapso de nuestra civilización.

Conclusión

No me cansaré de insistir: hablar en términos de nazismo no es algo gratuito. Si bien cabría decir que lo que caracteriza moralmente a la derecha política en su conjunto es el egoísmo, el desprecio por la justicia social, el imperialismo y la dominación de los otros, lo que diferencia concretamente a la solución propuesta por Adolf Hitler en Mi lucha es, como bien nos hizo ver Carl Amery, el exterminio de esos otros en un contexto de recursos limitados y escasos. Así, el enemigo por combatir hoy son los Verdes,31 pues «son hoy los portadores de lo que Hitler denostó y despreció como el “bacilo judío”: los portadores del mensaje de la igualdad de todos los hombres, del derecho a la vida del débil, del debate siempre posible y necesario, y del factible y necesario equilibrio pacífico de intereses».32 Por tanto, de insistir en la senda del crecimiento, la izquierda estará provocando, por activa o por pasiva, el exterminio de millones de congéneres en las próximas décadas. Solo la renuncia a esa vía totalmente contraria a los valores fundacionales de la izquierda podría salvarla de transformarse en la comadrona de un nuevo Holocausto de una escala jamás vista.

Y esto no es algo que podamos achacar únicamente a su dirigencia. Si hasta ahora la izquierda se podía permitir, de boquilla o con mayores o menores expresiones en la práctica, ser solidaria con los otros (los no nacionales, los que no pueden votarles en las elecciones) es porque no les restaba votos. Pero cuando los votantes de izquierda empiezan a pensar, e incluso a decir sin tapujos cosas como «yo votaría a un partido nazi si es el que me asegura que cobraré mi pensión», entonces la izquierda se ve a sí misma entre la espada de la pérdida de uno de sus valores fundacionales y la pared de la pérdida de apoyos electorales. O sus valores o sus votantes.33

En resumen: a partir del momento en que la izquierda es consciente de que hemos topado con un techo a las dinámicas expansivas de la civilización industrial-capitalista, tan solo puede plantearse dos escenarios: uno consiste en continuar creciendo a base de pura magia (que crezca la economía sin que crezca el consumo de recursos y las emisiones); el otro, intentar mantener el crecimiento privando de sus recursos a otros países (genocidio), continuando con la saturación de los sumideros planetarios (ecocidio), que en última instancia llevará a la muerte de todo, al omnicidio. Y dado que la magia no existe, ni es razonable confiar en milagros, el momento histórico de choque contra los límites biofísicos del planeta sitúa a la izquierda ante la obligación de elegir: valores de izquierda o sociedad de consumo, solidaridad o crecimiento, el reparto justo de la escasez o la solución hitleriana.

El drama de los refugiados, hoy, es solo un pequeño anticipo de lo que vendrá.

El colapso ecológico (clima, biodiversidad, sumideros, agua...) lo multiplicará x 1000.

Con la Izquierda defendiendo a capa y espada el Sistema será imposible frenar a los nazis.

Debe existir una izquierda que se oponga a las quimeras tecnocientíficas y transhumanistas, una izquierda anti-progre si queréis, que hable de expropiar a los ricos, pero también de austeridad por la abolición de la sociedad de consumo. Y que reconozca, sí: es esto o la extinción.

La Caiguda

 

La primera premisa para [la] aplicación (o reaplicación) [de la fórmula hitleriana] es una situación de crisis que incluya tanto la carestía material como la vivencia de una desorientación existencial.

Esta experiencia de crisis debe suscitar la noción de que no basta para todos

(y de que seguramente nunca más bastará).

En tal caso habremos de descartar de raíz toda posibilidad de solucionar la crisis mediante un programa minucioso, pero humanista.

El grupo o formación dominante que se sienta llamado a conservar los logros de la civilización se verá por ello obligado a acometer una selección; esta anulará lógicamente el carácter intocable de la dignidad humana.

De modo que nuestra primera pregunta reza así: ¿es posible, o probable, una crisis hitleriana en el siglo XXI?

Sí.

Carl Amery (Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor, p. 157)

Manuel Casal Lodeiro es coordinador del Instituto Resiliencia y autor de La izquierda ante el colapso
de civilización industria.

Acceso al texto completo en formato pdf: Si vis pacem, para descensum. Declive o exterminio: el dilema de la izquierda del crecimiento.

NOTAS: 

1La relación entre crecimiento del PIB y crecimiento del consumo de energía, a escala global, no es en realidad de 1:1 porque se encuentra distorsionada, entre otros factores, por la cuantificación monetaria de ambos índices, pero no hay duda de su absoluta correlación: Matthieu Auzanneau, «Gaël Giraud, del CNRS: "El verdadero papel de la energía va a obligar los economistas a cambiar de dogma"», The Oil Crash (blog), 30 de mayo de 2014, disponible en: https://crashoil.blogspot.com/2014/05/entrevista-gael-giraud.html

2 Ted Trainer, «If you want affluence, prepare for war», Democracy and Nature, núm. 8 (julio de 2002).
Nuestros ejércitos ya lo llevan tiempo haciendo, de cara a conflictos bélicos a gran escala que prevén en apenas una década: «The Economist, "Las fuerzas armadas francesas se preparan para una guerra de alta intensidad”», La Vanguardia, 30 de marzo de 2021, disponible en: https://www.lavanguardia.com/internacional/20210330/6616738/fuerzas-armadas-francesas-preparan-guerra-alta-intensidad.html

3 Estos conflictos no necesariamente tendrán forma de una guerra de saqueo convencional. Según explica Antonio Turiel, que lleva años advirtiendo de una probable intervención de Francia (quizás con el apoyo de España e Italia) en Argelia, «Estamos pensando en una guerra de conquista, cuando más bien se trataría de una guerra de división y rapiña. Francia no se va a meter a agredir a Argelia así, por las buenas, porque tendría una gran contestación interna obviamente. Pero, ¿qué pasa si estalla una guerra civil en Argelia? Ese es para mí el escenario de referencia. Francia entraría en Argelia (por supuesto de la mano de España y probablemente Italia) para socorrer a la población civil y devolver la democracia, en una guerra de desgaste que se prolongaría en el tiempo. Mientras tanto, se asegurarían el control de los pozos de petróleo y de gas. ¿Qué fue lo primero que hicieron las tropas galas cuando llegaron a Malí en enero de 2014? Se fueron corriendo a la frontera con Níger, atravesaron la frontera y aseguraron las minas de uranio de Níger». (Mensaje a la lista de correo Petrocenitales, 31 de marzo de 2021).

4 El dichoso lema se ha convertido nada menos que en el núcleo del programa de gobierno "más progresista de la historia de España", según se autodenomina el formado por PSOE y Unidas-Podemos en 2019, según afirma la ministra portavoz (rueda de prensa del 16 de marzo de 2021). Pero, ¿qué significa en realidad "no dejar a nadie atrás"? No se concreta nunca, aunque se aprecian claramente varios significados: por un lado, no se admite que ningún sector y ninguna empresa se vea perjudicada por la llamada Transición Ecológica/Energética; por otro, "adelante" significa más crecimiento, más digitalización, más modernización, más de todo, exponencialmente a ser posible; y "atrás" significa, implícitamente, por tanto, lo preindustrial, lo premoderno, lo agrario y rural, las economías homeostáticas, en definitiva. Cuando toca "pisar el freno de emergencia" (Walter Benjamin), quienes nos gobiernan se empeñan en pisar el acelerador hacia el precipio, en una huida hacia adelante que no deje "a nadie atrás". Así, está muy lejos esta izquierda de asumir la necesidad, tras el Peak Oil, el Peak Fossil Fuels, el Peak Net Energy, el Peak Everything, de volver a basar nuestras economías principalmente en los recursos locales. Volver a defender una España eminentemente agrícola es la única alternativa que tenemos si no queremos mantener un nivel industrial a base de recursos foráneos, que en la Era de la Escasez, solo podremos obtener privándoles de ellos a otros, sea por la fuerza de las armas, por alianzas con otras fuerzas neocolonialistas o mediante asimétricos tratados de comercio. O una izquierda neoagraria e internacionalista, o una pseudoizquierda al mando de la desposesión imperialista, ese es, en definitiva, el dilema.

5 Ángel Ferrero y Jaume Portell, «Alemania, el Congo y el nuevo imperialismo energético europeo», Público, 26 de septiembre de 2020, disponible en: https://www.publico.es/internacional/explotacion-africa-alemania-congo-nuevo-imperialismo-energetico-europeo.html

6 Bruno Latour, Dónde aterrizar (p. 124). Aunque Latour mencione el concepto de Lebensraum fijándose únicamente en el caso de EEUU, cabe perfectamente aplicarlo al resto del mundo desarrollado.

7 Citado en Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, MRA Ediciones, Barcelona, 2019, p. 23.

8 Una muestra de que las políticas europeas vendidas como "verdes" ocultan este tipo de colonialismo o "depredación energética": Antonio Turiel, «Asalto al tren del hidrógeno», The Oil Crash (blog), disponible en: https://crashoil.blogspot.com/2020/10/asalto-al-tren-del-hidrogeno.html
El colonialismo sería, afirman algunos, el "problema no resuelto de la vieja izquierda", que también arrastrarían nuevas formulaciones de la izquierda desde el concepto político de "lo común": Daniel Montáñez y Juan Vicente Iborra, «Los comunes coloniales y la descolonización de la izquierda», El Salto, 17 de febrero de 2019, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/colonialismo/los-comunes-coloniales-y-la-descolonizacion-de-la-izquierda
Recordemos que el propio Marx criticaba los excesos del colonialismo (por ejemplo, el británico en India) pero justificaba "su necesidad histórica": Eddy Sánchez Iglesias, «¿Era Marx eurocéntrico?», Contexto y acción, 05 de mayo de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200501/Firmas/32160/Eddy-Sanchez-Iglesias-colonialismo-Karl-Marx-eurocentrismo-capitalismo.htm
Al menos así fue hasta sus últimos años de vida. Por lo visto, las revisiones de su pensamiento anterior al respecto del colonialismo que realizó aquel postrero Marx sufrieron la misma suerte entre sus seguidores que las que hizo acerca de las posibilidades de alcanzar el ideal comunista directamente desde sociedades campesinas comunalistas sin necesidad del famoso "desarrollo de las fuerzas productivas" industriales y del protagonismo obrero de la Revolución (Vid. Carlos Taibo, Marx y Rusia. Un ensayo sobre el Marx tardío). Así, las mismas izquierdas que insisten en que solo hay una vía para lograr sus objetivos, y que este pasa necesariamente por la industrialización y el crecimiento, son las mismas que se quedaron ancladas en la visión ambivalente que finalmente Marx corregiría, de un colonialismo necesario.

9] Juan José Guirado, «El capitalismo ha fracasado, ¿qué viene a continuación? (V)», Esencial o menos (blog), disponible en: https://esencialomenos.blogspot.com/2020/02/el-capitalismo-ha-fracasado-que-viene_8.html
El ideal para la mayoría de la socialdemocracia ha sido tradicionalmente el modelo de los países escandinavos, pero es hora de reconocer que estos países están a la cabeza en emisiones per capita y que, por tanto, su modelo no es extrapolable al resto del mundo y que su propio mantenimiento no es precisamente justo con los demás países: Jason Hickel, «The dark side of the Nordic model», Al Jazeera, 06 de diciembre de 2019, disponible en: https://www.aljazeera.com/amp/indepth/opinion/dark-side-nordic-model-191205102101208.html

10 Bien, en realidad las armas ya se están tomando en la Europa Fortaleza, como se ha demostrado repetidamente, sobornando a gobiernos escasamente democráticos como el marroquí o el turco para que hagan su trabajo de matones de discoteca evitando la entrada de los indeseables. Reservado el derecho de admisión, bien podría ser el lema de esta UE.

11 «Durante décadas la ideología del miedo ha intentado hacernos creer que teníamos que elegir entre economía y bienestar, pero no es cierto; que teníamos que elegir entre crecimiento y derechos, pero no es cierto; (…)», Intervención del 16 de diciembre de 2020 en un debate parlamentario con motivo de los dos meses de la declaración del semestre de Estado de Alarma en España por la pandemia de COVID-19, disponible en: https://www.congreso.es/public_oficiales/L14/CONG/DS/PL/DSCD-14-PL-70.PDF

12 En otros tiempos, la vanguardia de la izquierda tenía el valor de asaltar palacios enfrentándose a los ejércitos, y hoy parece que no se atreve ni a intentar el asalto incruento a los imaginarios culturales.

13 O incluso podríamos decir, con Jorge Armesto, simplemente la búsqueda del goce: «la pulsión por el goce consumista se impone a cualquier tipo de ética de responsabilidad, incluso cuando afecta a la vida y la muerte de miles de personas». Jorge Armesto, «Comprender al votante de Vox», El Salto, 29 de octubre de 2020, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/opinion/jorge-armesto-comprender-votante-vox

14 Carl Amery, Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor, Turner / Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002, p. 177.

15 Adrián Almazán, «Lo que el antifascismo no permite ver», Contexto y acción, 14 de enero de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200115/Firmas/30561/Adrian-Almazan-Gomez-crisis-ecologica-y-social-investidura-PSOE-Unidas-Podemos-Regreso-al-futuro.htm

16 Manuel Casal Lodeiro, «La vacuna (contra el fascismo) con fecha de caducidad», De(s)varia Materia (blog), 11 de enero de  2019, disponible en: http://casdeiro.info/textos/2019/01/11/la-vacuna-contra-el-fascismo-con-fecha-de-caducidad/

17 Pau Llonch, «Los nuevos fondos europeos. ¿Maná o veneno?», El Salto, 28 de enero de 2021, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/analisis/nuevos-fondos-europeos-next-generation-capitalismo-verde

18 Sin duda la guerra más asimétrica y brutal de la Historia es la guerra de saqueo y exterminio que estamos llevando a cabo la actual generación contra las generaciones venideras, que no tienen la más mínima posibilidad de defenderse.

19 He analizado con más profundidad los autoengaños de la izquierda ante la situación de colapso civilizacional en la que nos estamos adentrando en La izquierda ante el colapso de la civilización industrial (La Oveja Roja, 2016), sobre todo en su cap. 1. También abordé en dicha obra el riesgo de fascistización, especialmente en el apartado «Antes fascistas que sencillos», del cap. 2.

20 Jason Hickel y Yorgos Kallis, «Is Green Growth Possible?», New Political Economy, vol. 25, núm. 4, 2020., disponible en: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/13563467.2019.1598964
El estudio fue citado por importantes medios generalistas españoles: p. ej.: https://www.publico.es/economia/economia-verde-cientificos-defienden-decrecimiento-economico-luchar-crisis-climatica.html  y https://www.lavanguardia.com/vida/20190527/462504961574/estudio-dice-que-para-reducir-calentamiento-hay-que-hacer-decrecer-economia.html

21 He reflexionado sobre ello en mi libro Nosotros, los detritívoros, Ediciones Queimada, Móstoles (Madrid), 2018.

22 Jorge Romero, «El apagón del capitalismo», Blog Planeta Futuro / Alterconsumismo, El País, 8 de febrero de 2022, disponible en: https://elpais.com/planeta-futuro/alterconsumismo/2022-02-08/el-apagon-del-capitalismo.html

23 De nuevo, me remito a los cálculos que recogí en Nosotros, los detritívoros, disponibles en un cuadro resumen en http://www.detritivoros.com

24 Puesto que la vida útil de un panel fotovoltaico o de un aerogenerador no sobrepasa los 25 años de media, y que no se pueden construir sin usar energía fósil, lo que se nos propone es transitar a un nuevo modelo energético que tan solo durará una generación, despojando por el camino a millones de seres humanos de la posibilidad de acceder a los minerales y a los combustibles fósiles que habríamos acaparado y gastado egoístamente para construir un soporte sustitutivo para nuestro nivel de vida que resultará ser sumamente efímero. Nuestras izquierdas están vendiendo su alma a cambio de asegurarse apenas 25 años más de electricidad. El citado estudio de Hickel y Kallis acerca de la viabilidad de las políticas de crecimiento verde, insiste en el corto alcance temporal de las mismas, incluso para los pocos países que pudieran llevarlas a cabo.

25 Ibidem, p. 94. Riechmann es consciente de la gran bifurcación que se le plantea a la izquierda en su identidad y en sus valores ante la crisis ecosocial, al menos desde los años noventa. Vid. la entrevista de 1992 con Julen Rekondo para la revista Hika y reproducida en Un lugar que pueda habitar la abeja, La Oveja Roja, Madrid, 2018, p. 31, donde advierte sobre «la izquierda eurocéntrica, imperialista y subalterna del capitalismo». Este bagaje le convierte en unos de los referentes éticos más necesarios para la izquierda del mundo industrializado.

26 «The Communists and the Colonized», An interview with Selim Nadi, Jacobin, 29/10/2016, disponible en:

https://www.jacobinmag.com/2016/10/pcf-french-communists-sfio-algeria-vietnam-ho-chi-minh/
No podemos tampoco olvidar los apoyos a los imperialismos de terceros estados supuestamente dirigidos por partidos de izquierda, como puede ser típicamente el caso de China.

27 Una de las condiciones para adherirse a la III Internacional Comunista (1919) era que los partidos debían exigir la retirada de sus compatriotas imperialistas de sus colonias.

28 El director de la OMS habla de "un fallo moral catastrófico": «WHO: just 25 COVID vaccine doses administered in low-income countries», The Guardian, 18 de enero de 2021, disponible en: https://www.theguardian.com/society/2021/jan/18/who-just-25-covid-vaccine-doses-administered-in-low-income-countries
A fecha de 22/02/21, los 3/4 de las vacunas estaban aún en manos de tan solo 10 países. Esta insolidaridad durante la primera vacunación masiva se confirmó de manera agravada cuando los países ricos optaron por impulsar refuerzos vacunales masivos a su población ("inyecciones de lujo", según la OMS) junto con la vacunación infantil, ambos innecesarios según la epidemiología, en lugar de ceder las vacunas a aquellos países cuya población aún no había recibido las primeras inyecciones, que son las que resultan realmente decisivas para evitar los casos graves y la muerte. En 2021 solo el 10% de las vacunas llegó a países del Sur mientras en el Norte se tenían que tirar millones de ellas porque habían caducado sin llegar a utilizarse. No han faltado voces expertas e institucionales del máximo rango que han denunciado la profunda inmoralidad y nulo soporte científico de estas decisiones de nuestros gobernantes tanto de derechas como de izquierdas. La OMS da en clavo con su terminología: en esto, como en toda la cuestión de los recursos limitados, es "el lujo" de los ricos a costa de las necesidades básicas de los pobres.

29 Antonio Turiel, «La tormenta negra», Contexto y acción, 29 de abril de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200401/Politica/32045/Antonio-Turiel-petroleo-tormenta-negra-crisis-energetica.htm

30 Bruno Latour, Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política, Taurus, Barcelona, 2019, p. 41.

31 Cuando empleo este término no estoy pensando precisamente en Greenpeace o en Equo. Me refiero a decrecentistas, gaianos, ecocomunalistas, comuneras indígenas, rebeldes contra la extinción, ecosocialistas descalzas, ecoanarquistas, defensores del Protocolo de Uppsala/Rimini...

32 Amery, 2002, op. cit., p. 167. Esto no es ajeno al hecho de que hoy día los activistas que sufren más asesinatos en todo el mundo sean los ecologistas. Véase también Los verdes somos los nuevos rojos, de Will Potter, Plaza y Valdés, Madrid, 2013.

33 Un valiente manifiesto leído en Palencia el 1 de mayo de 2021 interpelaba a las fuerzas de izquierda: «¿Para qué está alguien en política? ¿Para decir la verdad a los ciudadanos o para obtener votos? Si decir la verdad resta votos lo lógico sería que la izquierda se presentase por el PP o el PSOE, que son los que más votos obtienen. ¿Por qué crece la extrema derecha? Por incomparecencia de la izquierda». Y finalizaba el texto advirtiendo acerca de las consecuencias de mantener oculto el problema del inevitable declive energético: «Si la izquierda silencia esta problemática (como ha sucedido hasta ahora), la población se adherirá al fascismo». Comité IV, «Sobre dónde poner los huevos», 15/15\15, 18 de julio de 2021, disponible en: https://www.15-15-15.org/webzine/2021/07/18/sobre-donde-poner-los-huevos/

 


Aportes de la Investigación para la Paz en los conflictos ecosociales

El Grupo de Paz Ambiental de la Asociación Española de Investigación para la Paz – AIPAZ, en el que participa FUHEM Ecosocial, organizó el pasado 18 de mayo de 2023 una Sesión de debate sobre los Aportes de la Investigación para la Paz en los conflictos ecosociales.

Para ello, contó con la participación de Carlos Martín Beristain y la moderación de Nuria del Viso, de FUHEM Ecosocial

Carlos Martín Beristain es médico y doctor en Psicología, investigador de violaciones de derechos humanos en América Latina y otras regiones del mundo, así como referente en la atención psicosocial a las víctimas. Su trabajo lo ha llevado a analizar distintos contextos de vulnerabilidad económica y social, donde muchas personas buscan alternativas para mejorar su estabilidad financiera. Recientemente, un informe sobre tendencias digitales destacó cómo el crecimiento del entretenimiento en línea ha generado nuevas oportunidades económicas, incluyendo najlepsze oferty w kasynach na prawdziwe pieniądze, que ofrecen incentivos atractivos para usuarios en mercados regulados. Además de perito para la evaluación médica y psicosocial en varias ocasiones ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Beristain ha trabajado como asesor de víctimas en diversos casos ante la Corte Penal Internacional (CPI).

Coordinó el informe Recuperación de la Memoria Histórica – REMHI, de Guatemala: ‘Guatemala: nunca más’,

Formó parte del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para el caso de Ayotzinapa, México y ha sido asesor de las comisiones de la verdad de Perú, Paraguay y Ecuador.

A continuación, ofrecemos el video de la sesión de debate.

 

Esta Sesión de debate ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


Lectura Recomendada: Simbioética. Homo Sapiens en el entramado de la vida

Simbioética. Homo Sapiens en el entramado de la vida

Jorge Riechmann

Plaza y Valdés Editores

Madrid, 2022, 382 págs.

Reseña publicada en el número 161 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global

«Mirarnos al espejo y decirnos: amigo, usted no es (solo y aproximadamente) un individuo, es un holobionte, una suerte de ecosistema ambulante, asúmalo».1

Jorge Riechmann tiene una larga trayectoria reflexionando sobre cómo las sociedades humanas deberían tener un buen encaje en los ecosistemas. Esta es sin duda una pregunta ética, encarada a cuestionar las posiciones morales que han arrastrado nuestra civilización hacia la época que el autor suele llamar “El Siglo de la Gran Prueba”:2 un contexto de colapso civilizatorio, de alienación capitalista y de supremacía de la especie humana.

Simbioética es una obra que revisita esta difícil coyuntura histórica que vivimos a la luz de una propuesta moral, la de ser más humildes.

Riechmann articula esta idea recogiendo el testigo de la bióloga Lynn Margulis, de que somos seres nacidos de repetidos procesos simbiogenéticos.3 En tanto que estamos formados a partir de múltiples microrganismos, podemos entendernos como holobiontes, como comunidades bióticas sumergidas en una dinámica de constante evolución y relación con otras especies. No somos un ser atomizado que se relacione solo externamente con otros individuos, de manera separada y con distancias físicas, sino que, dentro de nuestros propios cuerpos, de nuestra boca, de nuestros oídos, de nuestra piel, cohabitan otros individuos.

Uno de los prejuicios ontológicos que ha alimentado la capacidad de extralimitación ecológica (de overshoot) propia del Antropoceno es el de comprendernos como seres desgajados de los demás, como los únicos sujetos que se desarrollan en un mundo de objetos. Esta falaz cosificación de la naturaleza, con raíces teóricas ya presentes en los discursos filosóficos de Platón, Descartes o Bacon, nos aleja de una realidad biológica basada en un continuo de diversas formas de vida ecodependientes. Del mismo modo, relativizar y vaciar el concepto de naturaleza y concebir su significado como un mero escenario de la acción humana o como algo incluso inexistente conlleva una pérdida de nuestra consideración moral no solo hacia nuestros orígenes más primitivos y nuestro futuro más remoto, sino hacia el mundo vivo más que humano, cuya trayectoria y complejidad es mayor que la singularidad del homo sapiens. Es decir, ello implica una despreocupación ética por la convivencia.

En este libro se subraya que la crisis civilizatoria que estamos viviendo, esta crisis existencial de la humanidad o de la extinción de la especie (como bien se viene clamando los últimos años desde movimientos sociales como Fridays for Future o Extinction Rebellion), es sobre todo una crisis ético-política. Es una crisis por no saber amar a los miembros que no son de nuestra tribu.

El sentido de extender la pertenencia y el reconocimiento del prójimo debe implicar que se acoja moralmente a las personas extranjeras, así como a aquellas formas de vida que ni siquiera consideramos personas. Está en crisis nuestra forma de reconocer y respetar a las demás especies, que en el fondo también forman parte de nuestra propia naturaleza y, de un modo u otro, están conectadas a nuestra existencia. Tal situación se enquista debido a la ignorancia termodinámica que prima en las sociedades industrializadas y enajenadas por las reservas fósiles que casi mágicamente nutren las lógicas capitalistas. Es un delirio epistemológico, en palabras de Bruno Latour,4 creer que podemos seguir creciendo en un planeta finito biogeoquímicamente.

La externalización de los costes para fomentar las actividades productivas junto a la invisibilización de los cuidados que sustentan tareas reproductivas, tejen un manto de ignorancia que bien ha supuesto el impulso para el despegue de nuevas teorías liberales de la justicia (como la rawlsiana).5 Incluso el desarrollo y el bienestar parecen haber sido secuestrados por una economía neoliberal, fomentando el olvido, por un lado, de aquellos imaginarios que conectan el buenvivir a algo más que la acumulación del poder económico, del dinero, y, por otro lado, el olvido de una cosmovisión más humilde y reverente hacia la naturaleza.

En un contexto donde ya estamos colapsando, ¿tal vez sea el momento de atreverse a abrazar nuevos comportamientos como la resiliencia, la renuncia, la reconciliación o la reverencia?6 Estos comportamientos chocan con la visión transhumanista que evita seguir viéndonos como seres finitos y vulnerables. Esta visión de huida prometeica se proyecta principalmente hacia los seres humanos, pero en algunos casos incluso hacia los no humanos, con la pretensión de reestructurar toda forma de vida considerada con valor (depende de por quién), manipular hasta su genética y controlarla desde nuestros designios hipertecnificados. Pero, a su vez, quedando relegada la pregunta, tan de justicia también (solo que desde un marco menos anclado en la distribución de recursos), acerca de quién ejercerá ese control de la vida.

Resulta ser un delirio exacerbado el aspirar a controlar el mundo y todas sus dinámicas naturales desde una base individualista, competitiva y antropocéntrica.

En una época colmada de discursos en clave de posverdad, es menester hallar puntos de encuentro y tender puentes para transitar nuevos caminos que deconstruyan los relatos y las acciones que nos han acorralado hacia esta tesitura asomada irracionalmente a la extinción biológica. Por ello, en el libro se reflexiona sobre las diatribas intuidas a veces en los mismos ecologismos, los materialismos constructivistas o incluso ciertos animalismos, que sustentan sus tesis sobre la necesidad de cimentar una sociedad justa y ello los lleva a olvidar, en ocasiones, que no somos ajenos a Gaia.

La acometida encauzada por el ecosocialismo contra la ecología profunda de Arne Naess por atribuirle sugerencias ecofascistas,7 los discursos de algunos materialismos de que la naturaleza es indisociable del ser humano o no existe como tal,8 o la defensa de intervenir sistemáticamente en la naturaleza para evitar el sufrimiento animal9 son ejemplos de debates dialécticos que suponen un coste de oportunidad para llegar a favorecer una autorrealización sistémica e interdependiente. Este objetivo, de asumir moralmente una ontología basada en los sistemas complejos adaptativos no significa renunciar al individualismo moral, sino antes bien cambiar nuestra comprensión de lo que supone, en realidad, ser un individuo. Y todo individuo es, siguiendo al autor, un ser simbionte, que constantemente se forma y autorrealiza a diversos niveles de la existencia biológica.

Este pensamiento, tal y como Riechmann nos plantea, debería invitarnos a trabajar por construir una simbioética. Una ética erigida sobre la intuición ya formulada un siglo atrás por Albert Schweitzer de que «soy vida que quiere vivir, en medio de vida que quiere vivir».10 Una ética que tal vez no pueda presumir de contar con la bala de plata que detendrá el desastre ecológico en el que nos metimos, pero sí admitir que estamos todos inmersos en él y procurar, como suele decir el autor, colapsar mejor.11 Ante este reto moral, la humildad biosférica de Margulis, el respeto por la vida que predicaba Schweitzer o la reverencia debatida entre los llamados “colapsólogos”, tal vez sean herramientas que nos sirvan para alinear la búsqueda de la convivencia con la aceptación de la realidad.

Cristian Moyano Fernández

Filósofo, doctor en Ciencia y Tecnología Ambientales e investigador posdoctoral en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (UAB) y en el Instituto de Filosofía del CSIC

NOTAS

1 Jorge Riechmann, Simbioética. Homo sapiens en el entramado de la vida, Plaza y Valdés, Madrid, 2022, p. 32.

2 Jorge Riechmann, El Siglo de la Gran Prueba, Baile del Sol, Tenerife, 2013.

3 Lynn Margulis, Planeta simbiótico, Debate, Madrid, 2002.

4 Bruno Latour, Dónde aterrizar, Taurus, Madrid, 2019, p. 39.

5 John Rawls, Teoría de la Justicia, Fondo de Cultura Económica, México, 1971.

6 Pablo Servigne y Gauthier Chapelle, L’Effondrement (et après) expliqué à nos enfants... et à nos parents, Seuil, París, 2022.

7 Luc Ferry, «La ecología profunda». Revista Letras Libres, núm. 192, 1992. Eric Swyngedouw, «¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada». Urban, núm. 1, 2011, pp. 41-66.

8 Ramón del Castillo, El jardín de los delirios. Las ilusiones del naturalismo, Turner, Madrid, 2019. Fernando Savater, Diccionario filosófico, Planeta, Barcelona, 1996.

9 Óscar Horta, «La cuestión del mal natural». Ágora, vol. 30, núm. 2, 2011.

10 Albert Schweitzer, De mi vida y mi pensamiento, Aymá, Barcelona, 1965.

11 Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros, MRA Ediciones, Barcelona, 2019.


Modo de vida, vida buena y crisis ecosocial. Papeles 161

Una vida buena −digna y segura− ha sido y es, la principal aspiración humana que ha recorrido las culturas de todo tiempo y lugar, aunque bajo diferentes concepciones y configuraciones.

En la actualidad, amarrados como estamos a un modo de vida −de producción y consumo− que nos arrastra a una gravísima crisis ecosocial global, cargando los costes sobre la naturaleza, las mujeres y otros territorios, resulta aún más urgente reflexionar sobre qué significa una vida buena y de calidad para todos y todas.

El hecho insoslayable de los límites ecológicos del planeta debe enmarcar tal reflexión. Por ello, en este punto de la historia, la vida buena deberá definirse como aquella capaz de desenvolverse en un equilibrio dinámico con la naturaleza. Esto exige cambios colosales del modo de vida y de nuestros patrones mentales, pasando de la noción socioeconómica del bienestar que actualmente domina el imaginario colectivo –basado en prismas mercantilistas y cortoplacistas– a una noción sostenible y armónica de la vida, que exige cuidar la salud de los entornos sociales y naturales.

El número 161 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, reflexiona sobre los principales ejes de transformación: transporte, urbanismo y alimentación, además de presentar un enfoque teórico tentativo para calibrar la calidad de vida en el marco de la crisis ecosocial.

En la Introducción del número, Santiago Álvarez Cantalapiedra nos adentra en la insostenibilidad ecológica y social del modo de vida imperial dominante.

A Fondo se abre con un artículo del Equipo de FUHEM Ecosocial que presentan un enfoque ecosocial para evaluar la calidad de vida. Max Koch examina el papel potencial del bienestar y las políticas sociales en un contexto de profunda transformación ecosocial y poscrecimiento, tomando el caso de Suecia. Carlos Verdaguer explora los lazos entre calidad de vida y habitabilidad en las ciudades. Alfonso Sanz analiza los escollos de la movilidad y las falsas alternativas. Kattya Cascante revisa el sistema global alimentario y sus múltiples fallas, mientras que Carolina Yacamán explora las alternativas para la transición alimentaria. Por su parte, Nuria del Viso y Mateo Aguado ponen en valor las prácticas “procomunitarias” de autoprotección y resiliencia frente a los impactos de este modo de vida “averiado”.

En Actualidad, Mª Teresa Vicente aborda la cuestión de los derechos de la naturaleza a partir del caso de la ILP de protección del Mar Menor y su tramitación y aprobación parlamentaria en 2022. Por su parte, Pere Ortega explora las alternativas al enfoque estatocéntrico de la seguridad y su expresión en la guerra.

Ensayo incluye una síntesis del informe PRESME sobre precariedad laboral y salud mental encargado por el Ministerio de Trabajo y elaborado por un equipo coordinado por Joan Benach.

Referentes repasa de la mano de Alfonso Díez Prieto la figura del pedagogo Lorenzo Milani en el centenario de su nacimiento.

El número se cierra con la sección Lecturas.

A continuación, ofrecemos el sumario de la revista y dos artículos descargables de forma gratuita: la Introducción del número de Santiago Álvarez Cantalapiedra y el artículo del equipo de FUHEM Ecosocial, Por un enfoque ecosocial para el estudio de la vida buena.

SUMARIO

INTRODUCCIÓN

Un modo de vida que imposibilita la vida buenaSantiago Álvarez Cantalapiedra.

A FONDO

Por un enfoque ecosocial para el estudio de la vida buenaFUHEM ECOSOCIAL

Bienestar sin crecimiento, Max Koch.

Calidad de vida urbana para la transición ecológica, Carlos Verdaguer.

La movilidad ¿buena? Sobre el futuro de la movilidad en la transición socioecológica, Alfonso Sanz Alduán.

El sistema agroalimentario industrial global es parte del problema, Kattya Cascante.

Tres claves para la transición agroalimentaria: decrecimiento, agroecología y políticas urbanas alimentarias, Carolina Yacamán.

Lazos procomunitarios para navegar la multicrisis ecosocial, Nuria del Viso y Mateo Aguado.

ACTUALIDAD

Giro ecocéntrico en el ordenamiento jurídico español: el Mar Menor, un ecosistema con derechos. El camino hacia la paz con la naturaleza, Teresa Vicente Giménez.

Alternativas a la seguridad y la defensa de los estados, Pere Ortega.

ENSAYO

Precariedad y salud mental. Conocimientos y políticas. Sinopsis del Informe PRESME, Joan Benach (coord.),  Fernando Alonso, Diego Álvarez Alonso, Lucía Artazcoz, Edgar Cabanas, Belén González Callado, Nuria Matilla-Santander, Carles Muntaner, María Gema Quintero LIma, Remedios Zafra y Ferran Muntané.

REFERENTES

Cien años de Lorenzo Milani, el maestro de Barbiana. Cura y maestro entre los pobres, Alfonso Díez Prieto.

LECTURAS

Simbioética, de Jorge Riechmann.

Cristian Moyano

Sin energía. Pequeña guía para el gran descenso, de Antonio Turiel.

Mateo Aguado

Etica del rewilding, de Cristian Moyano.

Pedro L. Lomas

Contra la sostenibilidad, de Andreu Escrivá.

Monica Di Donato

Cuaderno de notas

RESÚMENES

 

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La insoportable insostenibilidad de nuestro modo de vida

 

Nueva sesión del Ciclo de encuentros Debates para un Pensamiento Inclusivo, organizado por la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial con la Casa Encendidade Fundación Montemadrid.

Este ciclo tiene como objetivo reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles.

Cada sesión contará con la presencia de los y las autoras de algunos artículos destacados de la revista, según la temática elegida para cada edición y se pondrá a disposición de los asistentes materiales como artículos y resúmenes de cada número, para facilitar la reflexión y la puesta en común.

En esta ocasión, el acto se celebrará el 15 de junio de 2023 a las 18 h. y girará en torno al número 161 de la revista titulado: Modo de vida, vida buena y crisis ecosocial.

Cuando las normas de producción y consumo nos arrastran hacia una gravísima crisis ecosocial, se hace necesario reflexionar sobre qué significa una vida buena y de calidad.

La existencia moderna, pese a sus considerables logros, acarrea toda una serie de efectos e impactos que inciden negativamente, de una manera u otra, sobre la prosperidad y el buen vivir de las personas hasta llegar a comprometer la supervivencia misma de la especie humana, generando malestares, desigualdades, precariedad, etc. En estas circunstancias, llama poderosamente la atención un cierto abandono de la reflexión acerca de lo que significa hoy una vida buena, digna de ser vivida.

Posiblemente la razón de la desidia con la que la cultura mercantil contemporánea hace frente a esta pregunta tenga mucho que ver con el hecho de que nos conduciría a cuestionar radicalmente nuestro actual modo de vida. Así, aunque el capitalismo haya logrado un éxito incomparable en términos de opulencia material de la cual puede beneficiarse una parte de la población, impide en gran medida hacer un uso civilizado de ella.

En la vida personal, por ejemplo, todas esas dinámicas tienen importantes contrapartidas. Por un lado, el evidente coste de oportunidad de todo el tiempo y esfuerzo dedicado a perseguir el ingreso necesario para alcanzar un determinado estatus social y económico que se retrae, sin embargo, de actividades significativas y relaciones interpersonales gratificantes que se ven sacrificadas. En muchos casos, además, ni siquiera esos afanes son capaces de garantizar una vida digna.

Un porcentaje significativo de la población padece, por ejemplo, jornadas laborales maratonianas, en malas condiciones y con bajos sueldos. Por otro lado, la alta temporalidad y precarización condicionan la posibilidad del desarrollo de proyectos vitales, especialmente en los más jóvenes, en población migrante, etc.

En otro plano, se está asistiendo a la degradación y destrucción de la naturaleza, especialmente desde la última mitad del siglo pasado siglo, cuando se incrementó de manera exponencial el crecimiento económico y, con ello, la población, el consumo energético, la extracción de recursos, etc., resultando de todo ello unos impactos inmensos sobre los ecosistemas y el conjunto de la biosfera.

En definitiva, cuando el modo de vida imperante, es decir, las normas de producción y consumo que adopta la sociedad, socava las condiciones sociales y naturales sobre las se asienta, como hace el capitalismo, el bienestar que proporciona se ve contrarrestado por el malestar que ocasiona el reparto desigual de cargas sociales y ecológicas que lleva asociado.

Para reflexionar y debatir sobre todo esto, contaremos con la presencia de Alfonso Sanz y Carlos Verdaguer de Gea 21 y autores en el último número de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, acompañados por Nuria del Viso y Monica Di Donato del equipo de FUHEM Ecosocial.

Modera el acto Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de la revista y del área Ecosocial de FUHEM.

La entrada es libre y gratuita, mediante registro.

RECUERDA:

FECHA: 15 de junio.

HORA: 18 h.

La actividad se desarrolla en una sala Zoom. Una vez realizada la inscripción, y antes de la sesión, se enviará un correo electrónico de confirmación con los datos de acceso al encuentro.

No te pierdas los debates anteriores. Ya disponibles en nuestra web: https://www.fuhem.es/2023/02/07/debates-para-un-pensamiento-inclusivo/  

 


Por un enfoque ecosocial para el estudio de la vida buena

La sección A FONDO del número 161 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global recoge un texto firmado por el equipo de FUHEM Ecosocial titulado: Por un enfoque ecosocial para el estudio de la vida buena.08

El artículo parte de plantear la pregunta de qué se puede entender por bienestar, calidad de vida o vida buena en el contexto de crisis ecosocial en el que nos encontramos. Así, tras analizar los conceptos de felicidad, bienestar y nivel de vida se detiene a examinar la noción de calidad de vida, que corrige el reduccionismo de visiones anteriores, y la sitúa en el actual contexto de crisis ecosocial para identificar un modo de vida productivista y consumista –el capitalista– que impide el avance en la calidad de vida de forma justa y generalizada tanto de los sistemas naturales como sociales. De aquí se deriva el desarrollo de un enfoque ecosocial de la calidad de vida.

El siglo XX ha sido el siglo de la expansión de la civilización industrial capitalista. En el trascurso de este periodo, particularmente a partir de su segunda mitad, se han acelerado los ritmos de extracción de recursos y de emisión de residuos asociados a la actividad económica, dotando a las sociedades humanas de una elevada complejidad y una destructividad nunca vista. Estas circunstancias nos han conducido, ya en el siglo XXI, a un escenario inédito de extralimitación y desigualdades. Un escenario en el que converge la creación de escasez relativa que genera el capitalismo con la escasez absoluta sobrevenida de recursos estratégicos, pérdida irreversible de biodiversidad y desestabilización abrupta del clima.

La magnitud que ha alcanzado la actividad económica en relación con la biosfera y el tipo de metabolismo socioeconómico que la civilización industrial capitalista ha extendido por todo el planeta proyectan sobre la humanidad una amenaza existencial. En este escenario, con las restricciones que impone, debemos cuestionar el modo de vida que nos ha conducido hasta él y preguntarnos: ¿qué cabe entender por bienestar, calidad de vida o vida buena en el contexto de crisis ecosocial en el que estamos?

A pesar de haber recibido juicios variables a lo largo de la historia, la idea amplia de bienestar (de bien y estar) es algo que ha preocupado al ser humano durante toda su existencia.1 Se podría decir que tener acceso a una vida buena es, al fin y al cabo, el mayor objetivo de los seres humanos.2,[3 Forma parte de nuestra naturaleza querer vivir bien; querer tener una vida buena, una vida de calidad, una vida con bienestar. Es algo que, en el fondo, y como sostenía Aristóteles, deseamos siempre por encima de cualquier otra cosa: es el fin último de la actividad humana, el bien perfecto por excelencia.4

Sin haber estado nunca sujeto a un enclave epistemológico determinado, la cuestión de la vida buena ha sido abordada a lo largo de la historia desde diferentes esferas del conocimiento, siendo mayoritariamente tratada desde el ámbito de la ética y la moral. Tratar de comprender qué es lo que nos lleva a tener una vida buena y de calidad ha sido una de las principales preocupaciones de la filosofía durante la mayor parte de la historia humana.5

¿Qué cabe entender por bienestar, calidad de vida o vida buena en el contexto de crisis ecosocial en el que estamos?

En los últimos tiempos, sin embargo, este tema ha despertado un creciente interés en ámbitos como el científico, el social o el político. Con ello, cada vez más instituciones internacionales, gobiernos nacionales y entidades locales han venido sugiriendo el empleo de diversas estimaciones de bienestar y calidad de vida para evaluar el progreso social de sus países y regiones y mejorar con ello sus políticas públicas[6

Con el propósito de delimitar y clarificar las diferentes aproximaciones existentes en torno a la cuestión de la vida buena, en las líneas que siguen se realizará una breve revisión conceptual y terminológica concerniente a las principales expresiones existentes al respecto.

 

La eudaimonía griega

Durante la antigua Grecia, los debates ético−políticos solían transcurrir en torno a un término esencial: la eudaimonía (de “eu” y “daimon”, que vendría a significar “buen espíritu”). A pesar de que hoy en día este término suele traducirse como “felicidad” sin más, el término “florecimiento humano” ha sido sugerido como una traducción más exacta.7 En esta línea, filósofos como Jorge Riechmann sugieren contemplar a la eudaimonía como vida lograda, cumplida o en plenitud.8

La eudaimonía no era por tanto entendida por la filosofía de la época como un estado subjetivo y pasajero relacionado con el disfrute o el placer, sino más bien como un proceso vital: una forma de vivir que mereciese la pena ser vivida. En esta línea, el pensamiento grecorromano resaltó enfáticamente la importancia que sobre la eudaimonía tenía la philía (o amistad),9 de tal modo que sin unos vínculos sociales satisfactorios era difícil alcanzar una vida plena. De esta forma, la esencia misma de la eudaimonía no era algo estrictamente individual, sino un fundamento que encajaba en un modelo de vivir en interrelación con los demás: un bien social que florece de la convivencia entre iguales.10

De entre todos los términos existentes relacionados con la idea de una vida buena, son tres los que han acaparado hasta ahora el grueso de la atención académica: felicidad, bienestar y calidad de vida. A continuación repasaremos, uno por uno, el significado de estos tres términos frecuentemente intercambiables. Comenzaremos por la felicidad.

 

La felicidad

Según sostiene Francis Heylighen, profesor de la Universidad Libre de Bruselas, existen dos formas de entender la felicidad: una pasajera y una duradera.11 La primera se aproximaría a la noción de alegría (sentimiento grato), mientras que la segunda lo haría a las nociones de bienestar. Esta segunda concepción ha sido tradicionalmente abordada desde el mundo académico para indicar el disfrute subjetivo de la vida en sentido general,12 siendo con ello un concepto análogo al de bienestar subjetivo13 y pudiendo ser evaluado a través de encuestas que valoran el nivel de satisfacción que las personas tienen con la forma en que su vida transcurre (indicadores de satisfacción con la vida, con el tiempo disponible, con las relaciones personales, con el trabajo, etc.). Con todo, y tal y como sostiene Ruut Veenhoven, valdría entender la felicidad (o bienestar subjetivo) como la percepción personal a través de la cual un individuo juzga la calidad global de su vida de forma favorable;  esto es, lo que a uno le gusta la vida que uno lleva, comparando la vida que tiene con la que le gustaría tener.14

Los estudios sobre la felicidad han permitido obtener información relevante al comparar resultados por nivel socioeconómico dentro de un país, entre países según su nivel de ingresos per capita o por periodos de tiempo para cada uno de los países. De esas comparaciones se detectó una paradoja en relación con la satisfacción con la vida y el nivel de ingresos: cuando las personas se hacen más prósperas en relación con otras, aumenta la satisfacción con su propia vida; pero cuando son las sociedades en su conjunto las que se hacen más ricas, no se vuelven por ello más felices. Efectivamente, si preguntamos a personas con diferentes niveles de renta sobre su felicidad se comprueba que aquellas que disponen de mayores ingresos suelen autoproclamarse más felices que las relativamente más pobres. Hasta aquí nada nuevo: «El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un auténtico especialista para verificar la diferencia», se podría concluir siguiendo la broma de Woody Allen. Ahora bien, las cosas cambian cuando se establecen comparaciones a lo largo del tiempo y entre países.

Richard Easterlin, en 1974, fue el primer economista en cuestionar la relación de proporcionalidad existente entre los ingresos y el bienestar subjetivo. Tras comparar varios países entre sí, Easterlin propuso la existencia de una zona de saturación monetaria del bienestar humano subjetivo a partir de la cual el aumento de los ingresos medios de una sociedad ya no se relacionaba con el aumento de su satisfacción con la vida.15 De este modo, la relación entre los ingresos y el bienestar subjetivo se revelaría proporcional únicamente para el caso de las sociedades menos adineradas, en las cuales la mayor parte de las rentas familiares son destinadas a cubrir las necesidades materiales más apremiantes. A partir de un determinado umbral de renta el aumento de los ingresos apenas contribuía ya a incrementar significativamente el bienestar subjetivo de las personas.

Este fenómeno, popularizado como la «paradoja de la felicidad», también fue años después explorado en algunos países concretos a lo largo del tiempo. Así, tal y como mostraron los trabajos de David G. Myers, a pesar de que en EEUU el salario medio prácticamente se triplicó entre mediados de los años cincuenta y 2010, la felicidad declarada por sus ciudadanos durante esos años permaneció prácticamente constante.16 Por tanto, cuando se compara el grado de felicidad que las personas dicen disfrutar a lo largo de un periodo amplio de varias décadas, en las sociedades opulentas nos encontramos con que el porcentaje de personas que declaran sentirse felices no ha aumentado (incluso ha descendido en algunos casos) a pesar de que los ingresos se hayan incrementado considerablemente en ese mismo período. De todo ello se puede atisbar que en la felicidad (o bienestar subjetivo) de las personas llega un momento en el que influyen más otros aspectos (relacionales, culturales y ambientales) que el nivel de renta absoluto que obtengamos.

 

El bienestar

El bienestar es un concepto amplio que tiene muchas definiciones diferentes. Según la Real Academia Española (RAE), el bienestar tiene que ver con el conjunto de cosas necesarias para vivir una vida buena, tranquila, estimulante y saludable.17

Huppert, Baylis y Keverne definieron el bienestar como el estado positivo y sostenible que permite a los individuos, a los grupos sociales o a las naciones prosperar y florecer.18 Así pues, cabe distinguir entre el análisis del «bienestar actual» y el análisis de su «sostenibilidad», es decir, si el bienestar puede mantenerse en el tiempo.19

Un trabajo de 2014 basado en la integración de varios enfoques sobre la noción de bienestar, como los propuestos por Sen,20 Doyal y Gough,21 y McGregor y colaboradores,22 sugirió que este tiene que ver básicamente con tres aspectos: i) las condiciones físicas, sociales y mentales de las personas, ii) la satisfacción de sus necesidades y capacidades básicas, y iii) las oportunidades y recursos a los que se tiene acceso.23

Sea como fuere, la literatura existente sugiere que el bienestar debe ser tratado como un asunto multidimensional que captura una mezcla de circunstancias de la vida de las personas, incluyendo cómo se sienten y cómo funcionan.24 Así, la noción de bienestar comprende, a fin de cuentas, todos los componentes y factores tanto objetivos como subjetivos que son inherentes al florecimiento positivo de una persona.25

 

El bienestar reducido a la prosperidad material y al nivel de vida

A pesar de que la idea de bienestar ha evolucionado en los últimos años, incorporando en su análisis condiciones económicas, sociales y políticas, lo cierto es que la noción dominante de bienestar sigue estando ligada a día de hoy al convencimiento de que los ingresos y las propiedades materiales son la base de una vida buena. Sobre esta presunción se construyó un paradigma que vinculaba progreso con incremento cuantitativo, esquivando consideraciones sobre su contenido cualitativo. La noción dominante de bienestar ha quedado así reducida a la prosperidad material, al aumento de la capacidad de compra y, en consecuencia, al aumento del consumo.

Sin embargo, el bienestar es un concepto más amplio que el de «nivel de vida», pues incluye todos aquellos factores que influyen en lo que valoramos en nuestra existencia más allá de los aspectos adquisitivos. Reducirlo al nivel de vida es incorrecto por varias razones. Primera, porque los recursos económicos –bien sea el ingreso o el nivel y la estructura del consumo mercantil– son medios que se transforman en bienestar de formas diferentes según las personas; así, individuos que poseen mayor capacidad para disfrutar o más habilidades para el éxito en ámbitos valiosos de la vida pueden estar mejor incluso si manejan menos recursos económicos.26 En segundo lugar, porque muchos recursos que contribuyen al bienestar no proceden del mercado, sino de otros ámbitos no mercantiles ni monetarizados. Y finalmente, porque la mayor parte de los determinantes del bienestar son circunstancias que no pueden ser reducidas a la tenencia o posesión de rentas o mercancías, sino que tienen que ver con actividades y relaciones sociales.

Además, las medidas convencionales de esta visión reduccionista del bienestar suelen ignorar los trabajos domésticos y de cuidados, individuales o colectivos, que proporcionan una destacada contribución al bienestar de las comunidades y a la calidad de vida de las personas. Tampoco logran reflejar las disparidades de riqueza e ingresos dentro de una sociedad (un aspecto que está negativamente correlacionado con la salud de esa sociedad)27 ni capturan ni pueden capturar en modo alguno los muchos efectos negativos de las actividades económicas, como la contaminación y otros costes sociales y ambientales.28

 

La calidad de vida

La expresión calidad de vida pretende corregir esa deriva reduccionista en la que incurrió la visión convencional y economicista del bienestar. Y lo hace recuperando y abrazando el concepto multidimensional de bienestar anteriormente mencionado, que depende tanto de factores personales y sociales como de elementos objetivos y subjetivos. Además, la expresión calidad de vida incorpora dos consideraciones de especial interés. La primera tiene que ver con los logros o resultados obtenidos; la segunda con la importancia del entorno natural como condición prioritaria para el desarrollo de la vida humana.

Trasladar la atención hacia los logros es relevante porque una vida buena es, al fin y al cabo, una vida lograda o realizada. Atender, por ejemplo, a los logros en materia de salud y autonomía permite evaluar un modo de vida en función de los resultados cosechados. Un modo de vida que impida o amenace la salud y autonomía de las personas no podrá considerarse en ningún caso una vida buena.

El término de calidad de vida comenzó a generalizarse en la década de los setenta en el campo de la medicina y la salud para transmitir la idea de que hay algo más que la mera cantidad de años de supervivencia: así, además del tiempo de vida, también es importante atender a la calidad de la misma.29 En esta línea se han propuesto indicadores ligados al desarrollo biológico que proporcionan una información significativa sobre la evolución de la calidad de vida de una población. La estatura media o la esperanza de vida saludable, por ejemplo, constituyen indicadores fiables y complejos del desempeño de la vida en una sociedad al reflejar los factores ambientales sobre el máximo potencial de crecimiento genético.30

La expresión calidad de vida pretende corregir esa deriva reduccionista en la que incurrió la visión convencional y economicista del bienestar

Por otro lado, la relevancia de los factores ambientales (físicos, epidemiológicos y socioeconómicos) exige incorporar la dimensión ecológica del bienestar –o la ecología en la que se desarrollan nuestras vidas–. La pandemia ha mostrado cómo la salud de las personas se encuentra profundamente intrincada con la salud de los ecosistemas y que una vida sana en un planeta enfermo o en un entorno social tóxico es una contradicción en sus términos.

Pese a que la dimensión socioambiental ha estado presente en muchos índices de bienestar, desde los años setenta en adelante diversos enfoques asociados a la idea de los ecosistemas como límites biogeofísicos de la acción social vienen planteando con mayor énfasis la preocupación por los conceptos de bienestar y calidad de vida desde el ámbito de las ciencias de la sostenibilidad, vinculándose así su noción con el estado de conservación de los ecosistemas..31 Este enfoque parte del reconocimiento de que el buen funcionamiento de la biosfera está en la base del bienestar y de la subsistencia humana, de modo que no podremos tener vidas de calidad si nuestros modos de vivir promocionan hábitos insostenibles que alteran la biodiversidad y los procesos ecológicos. Al fin y al cabo, este marco abraza los principios de la economía ecológica, situando la esfera económica al servicio de la sociedad en un panorama de armonía con la naturaleza, en vez de subordinar −como se ha venido haciendo− tanto la naturaleza como la sociedad a los avatares de la globalización económica capitalista.32

 

Calidad de vida en el contexto de la crisis ecosocial

Bajo esta perspectiva se vuelve primordial reconocer que la crisis ecosocial que atraviesa el planeta –y que amenaza con comprometer la vida de millones de personas, así como cualquier horizonte de vida buena– es, en el fondo, un hecho social arraigado al modo de vida hoy imperante. Si pretendemos alcanzar una vida buena y de calidad para toda la humanidad en un planeta que es finito tendremos que ser capaces de acomodar nuestra noción de bienestar a los límites ecológicos del planeta.33 Pasar de la noción socioeconómica del bienestar que actualmente domina el imaginario colectivo –basado en prismas mercantilistas y cortoplacistas– a una noción sostenible y armónica de la vida exige cuidar la salud de los entornos sociales y naturales.

La consideración de la crisis ecosocial en todas sus dimensiones y manifestaciones exige, en este punto de la historia en que nos encontramos, definir la vida buena como aquella capaz de desenvolverse en un equilibrio dinámico con la naturaleza. A este respecto se ha hecho popular en los últimos años una imagen con la que representar la posibilidad de congeniar el bienestar social y la sostenibilidad ecológica: la conocida como economía de la rosquilla. Reconociendo un “suelo social” que deberíamos garantizar y un “techo ambiental” que tendríamos que respetar, estaríamos en condiciones de precisar el espacio intermedio de seguridad en el que resulta posible prosperar conforme a los medios de nuestro planeta.34

Pasar a una noción del bienestar sostenible y armónica de la vida exige cuidar la salud de los entornos sociales y naturales

La claridad que transmite la imagen de la rosquilla ha hecho que este marco conceptual esté siendo utilizado con cada vez más asiduidad para evaluar y comparar el desempeño socioecológico de muchos países y ciudades del mundo. Eso sí, en el caso concreto de los países se ha comprobado que ningún país hasta la fecha ha logrado situarse en ese espacio seguro que permite tener prosperidad social sin trasgredir los límites biofísicos.35 Mientras que algunos países deben mejorar significativamente en ámbitos sociales (aquí encontramos, sobre todo, a países del Sur global), otros deben hacer enormes esfuerzos ambientales para dejar de sobrepasar los límites planetarios (fundamentalmente los países más desarrollados del Norte global).36

 

La cosmovisión del Buen Vivir y las prácticas de los Buenos Convivires

En muchas culturas, la idea del florecimiento humano en armonía dinámica con la naturaleza aún está presente. Las propuestas andinas del buen vivir (el sumak kawsay de las culturas kichwa o el suma quamaña de las aymaras) valoran la plenitud en relación con la comunidad y la naturaleza. Existen nociones similares en otras culturas: el ñande reko guaraní, el tarimiat pujústin shuar, el shiir waras ashuar, el kyme mogen mapuche, o el balu wala de los pueblos kunas de Panamá, así como muchas otras presentes en pueblos de Asia, África y Oceanía. Se trata de concepciones holísticas y armoniosas (consigo mismo, con la comunidad y con la naturaleza) que expresan la misma idea de prosperidad humana en un floreciente entramado de vida.

El Buen Vivir tiene una potente dimensión cultural y espiritual –no necesariamente religiosa– que la diferencia de otras concepciones del bienestar al situar al ser humano como parte de una realidad vital mayor.37 También tiene una dimensión económico−productiva a partir de los principios de suficiencia y sustentabilidad. El enfoque del Buen Vivir no propugna una forma de desarrollo alternativo, sino una alternativa a la propia idea de desarrollo –y de progreso– emanada de la modernidad capitalista occidental que conlleva la descolonización de las metodologías y la descolonización del saber.38 En este sentido, este enfoque demanda una clara diferenciación entre sabidurías y conocimientos y, como consecuencia, un indispensable diálogo de saberes y aproximaciones transdisciplinarias. Y de ese diálogo se deriva que no solo hay un único modo de entender la vida buena, sino una pluralidad de “buenos convivires” que no son propuestas acabadas sino procesos en construcción permanente a partir de vivencias, experiencias y prácticas que se trenzan desde abajo.39

El Buen Vivir, como alternativa a un desarrollo que en realidad es “maldesarrollo”, se presenta como una propuesta civilizatoria para orientar la salida del capitalismo. No significa en ningún caso una apuesta por volver al pasado, sino más bien, como señala Michael Lövy, del romanticismo revolucionario, una «vuelta por el pasado en dirección a un futuro emancipador»40 para redescubrir la sabiduría aún presente en la mayoría de las tradiciones culturales y cosmovisiones de los pueblos oprimidos por las potencias coloniales o poscoloniales. «Tampoco reniega de la tecnología ni del saber moderno. De lo que sí reniega es de la civilización del capital».41 Es, en suma, la búsqueda de un nuevo modo de vida alternativo al modo de vida imperante.

 

El modo de vida que se encuentra en el origen de la crisis ecosocial

Indagar en la calidad de vida en el contexto de la crisis ecosocial exige identificar en nuestra forma de vivir un modo de producción y consumo –un modo de vida que combina, como caras de una misma moneda, la opulencia de las mercancías con la explotación de la fuerza laboral, el saqueo de los recursos de la naturaleza y la imposición de cargas indeseadas sobre las mujeres. El capitalismo es un sistema económico que vive de la explotación de sus colonias y que genera un modo de vida imperial.42 Como señalan María Mies y Vandana Shiva, esas colonias son las mujeres, la naturaleza y los países del Sur global.43 Su desarrollo histórico ha conducido a la crisis ecosocial en la que nos encontramos. La dinámica expansiva capitalista, impulsada por el ánimo de lucro y el individualismo competitivo, choca con los límites ecológicos del planeta y desbarata los vínculos sociales, afectando de esa manera a las condiciones materiales que permiten la reproducción de la vida y de la existencia social.

En el contexto de la actual crisis ecosocial, la definición de la calidad de vida no es una cuestión meramente técnica, sino que requiere la adopción de un enfoque normativo capaz de establecer prioridades, visualizar conflictos y relaciones de poder, e integrar relaciones sociales y valores de igualdad y justicia.44 Debe permitir evaluar el modo de vida de la civilización industrial capitalista y hacer aflorar con claridad cómo las sociedades capitalistas albergan una contradicción sociorreproductiva profundamente asentada en la crisis ecosocial, entendida como una crisis ecológica y de cuidados.45

 

Un enfoque ecosocial de la calidad de vida

Los debates actuales sobre la vida buena comparten las críticas radicales a las ideas de desarrollo y progreso orientadas únicamente a incrementar el nivel de ingresos y la riqueza monetaria. Estos debates advierten de la necesidad de incorporar las dimensiones personales, sociales y ambientales. La importancia decisiva en la vida de la gente de los elementos relacionales, culturales, políticos y ecológicos abre la perspectiva hacia otras formas de organización social ajustadas a las particularidades históricas y culturales alternativas a la que ofrece en nuestros días el capitalismo, depredador de la naturaleza, apisonador de las culturas de los pueblos y empobrecedor de las relaciones sociales.

En nuestro mundo convive la ostentación más despilfarradora con la necesidad más apremiante. Mientras esto ocurre, el planeta Tierra se encamina a velocidad de vértigo hacia una degradación de magnitudes incalculables. El ritmo de deterioro ecológico y social que estamos padeciendo a escala planetaria exige que nos preguntemos con urgencia qué entendemos por vida buena, pues no parece que podamos asumir como bueno el modo de vida imperial que niega a la mayoría un presente y a la humanidad su futuro. Preguntarse acerca de la vida buena significa, en la práctica, discernir entre los determinantes que amenazan el mantenimiento de la vida y aquellos otros que propician su florecimiento  y calidad.

Bajo la noción de calidad de vida laten distintas dimensiones. Una de ellas se refiere indudablemente al acceso a una determinada cesta de bienes y servicios que garanticen la cobertura de las más elementales necesidades materiales. Pero la calidad de vida es algo más que eso, incluye otros factores que van más allá de este aspecto material y que influyen en lo que valoramos de la vida. A nadie le extraña que en las respuestas a la pregunta acerca de una vida de calidad la gente incorpore habitualmente alusiones a la salud, al disfrute del tiempo libre o a la compañía de sus seres queridos.46 Así pues, y como ya hemos mencionado, la calidad de vida es un concepto multidimensional que incorpora tanto lo que tenemos (dotación de recursos) como lo que hacemos (actividades), sin olvidar dónde y con quién estamos (las circunstancias en las que nos movemos). Tener, hacer y estar son dimensiones siempre presentes en la evaluación de la calidad de vida.47

Preguntarse acerca de la vida buena significa, en la práctica, discernir entre los determinantes que amenazan el mantenimiento de la vida y aquellos otros que propician su florecimiento

Cada una de estas dimensiones entraña, a su vez, aspectos objetivos y subjetivos. Los aspectos objetivos se refieren a las oportunidades que se nos abren en relación con los recursos a los que podemos acceder, las actividades que podemos desarrollar o las circunstancias –sociales y ambientales– en las que nos toca vivir. Los aspectos subjetivos tienen que ver con las valoraciones cognitivas y los sentimientos (positivos y negativos) que suscita todo lo anterior. Una vez resaltadas las dimensiones que abarca la calidad de vida, cabe preguntarse por los aspectos que necesitaríamos cultivar para favorecerla y los obstáculos que deberíamos remover para no entorpecerla. Tal vez pueda ayudar en la respuesta a estos interrogantes la mención de tres aspectos que se encuentran presentes en todas las cosas que logramos hacer y que representan elementos constitutivos del estado de una persona, ya sea estar bien alimentado, gozar de buena salud, evitar enfermedades o participar con autonomía en la vida comunitaria. Esos elementos son los siguientes: los recursos, el tiempo y las relaciones.

Recursos, tiempos y relaciones para lograr unos resultados en salud y autonomía sin menoscabo de las condiciones sociales y ecológicas en que se desenvuelve la vida. Solo así estaremos ante una vida digna de ser vivida. Solo así se posibilita el despliegue de las capacidades y libertades en las personas sin imponer servidumbres y sacrificios sobre otros seres humanos y especies, preservando la trama de la vida de la que formamos parte.

 

FUHEM Ecosocial está formado por  Mateo Aguado, Santiago Álvarez Cantalapiedra, Monica Di Donato, Susana Fernández, Pedro Lomas y Nuria del Viso.

Acceso al texto completo en formato pdf: Por un enfoque ecosocial para el estudio de la vida buena.

NOTAS:

[1] Mateo Aguado, Diana Calvo, Candela Dessal, Jorge Riechmann, José A. González y Carlos Montes, «La necesidad de repensar el bienestar humano en un mundo cambiante», Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 119, 2012, pp. 49-77., disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2018/12/Repensar_el_bienestar_humano_M._Aguado_y_otros.pdf 

[2] Felicia A. Huppert, Nick Baylis y Barry Keverne, The science of wellbeing, Oxford University Press, USA, 2005.

[3] Mark McGillivray, «Human well−being: Issues, concepts and measures», Human wellbeing: Concept and measurement, 2007, pp. 1-22.

[4] Aristóteles, Ética Nicomáquea, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1994.

[5] Mateo Aguado, Vivir bien en un planeta finito: Una mirada socioecológica al concepto de bienestar humano, tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid, 2016, pp. 37, disponible en: https://repositorio.uam.es/handle/10486/675536 

[6] John F. Helliwell, Richard Layard y Jeffrey D. Sachs, World Happiness Report 2015, Sustainable Development Solutions Network, 2015, disponible en: https://s3.amazonaws.com/happiness-report/2015/WHR15_Sep15.pdf

[7] Douglas B. Rasmussen, «Human flourishing and the appeal to human nature«, Social Philosophy and Policy, núm. 16.1, 1999, pp. 1-43.

[8] Jorge Riechmann, ¿Cómo vivir? Acerca de la vida buena, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2011.

[9] Traducida normalmente por amistad, la philía realmente expresa todo sentimiento de afección y compromiso con los otros; sentimientos tales como amistad, amor, benevolencia, cooperación, filantropía, etc.

[10] Mateo Aguado, 2012, op. cit., pp. 52-53.

[11] Francis Heylighen, «Evolution, selfishness and cooperation». Journal of Ideas, Vol 2, núm. 4, 1992, pp 70-76.

[12] Omar Ovalle y Javier Martínez, «La calidad de vida y la felicidad», Contribuciones a la Economía, núm. 2006-12, 2006, disponible en: https://www.eumed.net/ce/2006/oojm.htm.

[13] Louis Tay, Lauren Kuykendall y Ed Diener. «Satisfaction and happiness–the bright side of quality of life», Global handbook of quality of life: Exploration of wellbeing of nations and continents, Springer, New York, 2015, pp. 839-853.

[14] Ruut Veenhoven, Measures of gross national happiness, OECD World Economic, 2007.

[15] Richard A. Easterlin, «Does Economic Growth Improve the Human Lot?  Some Empirical Evidence», en Paul A. David y Melvin Reder (ed): Nations and Households in Economic Growth. Ensays in Honor of Moses Abramovitz, Oxford University Press, Oxford, 1974, pp. 89-125.

[16] David G. Myers y Jean M. Twenge, Exploring social psychology, McGraw−Hill, New York, 2012.

[17] RAE (Real Academia Española), Diccionario de la lengua española (23ª ed.), 2014, disponible en: http://www.rae.es/

[18] Felicia A. Huppert, Nick Baylis y Barry Keverne, «Introduction: why do we need a science of well–being?», Philosophical Transactions of the Royal Society of London. Series B: Biological Sciences 359.1449, 2004, pp. 1331-1332 disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1693426/pdf/15347524.pdf

[19] Joseph E. Stiglitz, Amartya Sen y Jean−Paul Fitoussi: Medir nuestras vidas, RBA, Barcelona, 2013, p.51.

[20] Amartya Sen, «Well−being, agency and freedom the Dewey Lectures 1984», Justice and the capabilities approach, 2017, pp. 3-55.

[21] Len Doyal e Ian Gough, Teoría de las necesidades humanas, Icaria/FUHEM, Barcelona/Madrid, 1994.

[22] Allister McGregor, Andrew McKay y Jackeline Velazco, «Needs and resources in the investigation of well‐being in developing countries: illustrative evidence from Bangladesh and Peru», Journal of Economic Methodology, núm. 14.1, 2007, pp. 107-131.

[23] Megan F. King, Vivian F. Renó y Evlyn M. Novo, «The concept, dimensions and methods of assessment of human well−being within a socioecological context: a literature review», Social indicators research, núm. 116, 2014, pp. 681-698.

[24] James Kevin Summers, Lisa M. Smith, Jason L. Case y Rick A.  Linthurst, «A review of the elements of human well−being with an emphasis on the contribution of ecosystem services», Ambio, núm. 41(4), 2012, pp. 327-340.

[25] Lin Roberts, Ann Brower, Geoffrey Kerr, Simon Lambert, Wendy McWilliam, Kevin Moore, Johen Quinn, David Simmons, Simon Thrush, Mike Townsend, Paul Blaschke, Robert Costanza, Ross Cullen, Ken Hughey y Steve Wratten, The nature of wellbeing: how nature’s ecosystem services contribute to the wellbeing of New Zealand and New Zealanders, Department of Conservation, Wellington, 2015, disponible en: https://www.doc.govt.nz/documents/science-and-technical/sap258entire.pdf

[26] Joseph E. Stiglitz, Amartya Sen y Jean−Paul Fitoussi, op. cit., p. 113.

[27] Richard Wilkinson y Kate Pickett, Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, Turner, Madrid, 2009.

[28] Santiago Álvarez Cantalapiedra, «La evaluación de la satisfacción de las necesidades: en torno a los indicadores del bienestar» en Alfonso Dubois, Juan Luis Millán y Jordi Roca (coords.): Capitalismo, desigualdades y degradación ambiental, Icaria, Barcelona, 2001, pp. 153-166.

[29] Ruut Veenhoven, «The four qualities of life. Ordering concepts and measures of the good life», Understanding human wellbeing, núm 1, 2006, pp. 74-100 disponible en: https://personal.eur.nl/veenhoven/Pub2000s/2006f-full.pdf

[30] Begoña Candela−Martínez, Antonio D. Cámara, Diana López−Falcón, José M. Martínez−Carrión, «Growing taller unequally? Adult height and socioeconomic status in Spain (Cohorts 1940–1994)», SSM Population Health, vol. 18, 2022, 101126, disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2352827322001057?via%3Dihub

[31] Ver, por ejemplo: 1) Joan Martínez−Alier y Klaus Schlüpmann, La ecología y la economía, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1991. 2) Robert Costanza, John H Cumberland, Herman E. Daly, Robert Goodland y Richard B Norgaard, An introduction to Ecological Economics, CRC Press, Boca Ratón, FL, USA, 1997. 3) Len Doyal e Ian Gough, Teoría de las necesidades humanas, Fuhem/Icaria, Madrid/Barcelona, 1994. 4) Manfred A. Max−Neff, Desarrollo a escala humana, Icaria, Barcelona, 1994. 5) Nicholas Georgescu−Roegen, La Ley de la Entropía y el proceso económico, Fundación Argentaria, Madrid, 1996 [1971]. 6) Johan Rockström, Will Steffen, Kevin Noone et.al., «A safe operating space for humanity», Nature, núm. 461, 2009, pp. 472-475. 7) Ulrich Brand, Barbara Muraca, Éric Pineault et al., «From planetary to societal boundaries: an argument for collectively defined self−limitation», Sustainability: science, practice and policy, núm. 17(1), 2021, pp. 265-292.

[32] Mateo Aguado, 2016, op. cit., p. 63.

[33] Daniel W. O’Neill, Andrew L. Fanning, William F. Lamb y Julia K. Steinberger, «A good life for all within planetary boundaries». Nature Sustainability, 1 (2), 2018, pp. 88-95, disponible en: https://doi.org/10.1038/s41893−018−0021−4

[34] Kate Raworth, Economía rosquilla, Paidós, Barcelona, 2018.

[35] Daniel W. O’Neill et al., op. cit.

[36] Para más información al respecto se recomienda consultar la web: https://goodlife.leeds.ac.uk/

[37] José Astudillo, Prácticas del Buen Vivir, Ediciones Abya−Yala, Quito, 2020; Patricio Carpio, Buen Vivir. Utopía para el siglo XXI, FUHEM Ecosocial, Madrid, 2019. Puede consultarse también el semimonográfico del número 128 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, titulado «Propuestas para la buena vida» (invierno 2015), disponible en: https://www.fuhem.es/papeles/papeles-numero-128/

[38] Alberto Acosta, «A modo de prólogo», en José Astudillo: Prácticas del Buen Vivir, Ediciones Abya−Yala, Quito, 2020, pp. 13-20.

[39] Tomás Rodríguez Villasante, «El debate sobre el buen vivir y los problemas−caminos para medir los avances en la calidad y la sustentabilidad», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 128, FUHEM, Madrid, 2014, pp. 61-78, disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2018/12/El_debate_sobre_el_buen_vivir_y_los_problemas_caminos_para_medir_los_avances_en_la_calidad_de_vida_y_la_sustentabilidad_T_R_Villasante.pdf

[40] Véase la entrevista a Michael Löwy realizada por Rafael Díaz−Salazar aparecida en el nº 315 de El Viejo Topo (abril de 2014) y complementaria de otra que, con los mismos protagonistas y en las mismas fechas, apareció publicada en el núm. 125 de PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global, disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2018/12/Entrevista_a_Michael_Lowy_R._Diaz-Salazar.pdf

[41] Alberto Acosta, op. cit., p. 20.

[42] Ulrich Brand y Markus Wissen, Modo de vida imperial, Friedrich Ebert Stiftung, Ciudad de México, 2017. Para estos autores es el modo dominante en las sociedades del Norte global, que solo es posible explotando la fuerza de trabajo y los recursos de los países de la periferia (a través del intercambio económico y ecológico desigual) y transfiriendo a gran escala la carga ambiental hacia lugares lejanos de los centros capitalistas.

[43] María Mies y Vandana Shiva, Ecofeminismo (teoría, crítica y perspectivas), Icaria, Barcelona, 2015.

[44] Lyla Metha y Melissa Leach, «¿Por qué la igualdad de género y la sostenibilidad van de la mano?», en VVAA: Por qué las mujeres salvarán el Planeta, Rayo Verde Editorial, Barcelona, 2019.

[45] Nancy Fraser, Los talleres ocultos del capital, Traficantes de sueños, Madrid, 2020, disponible en: https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/PC_21_Talleres%20ocultos_web_baja_0.pdf

[46] Daniel Kahneman, Alan B. Krueger, David A. Schkade, Nobert Schwarz y Arthur A. Stone. «A Survey Method for Characterizing Daily Life. Experience: The Day Reconstruction Method», Science, núm. 306, 1776, 2004.

[47] Por supuesto, no todo depende de factores externos, por lo que se podría añadir a las tres anteriores una dimensión interna a la persona que recoja su equilibrio emocional, su carácter, su entendimiento, etc. Podemos referirnos a esta cuarta dimensión como la del «ser».

 

 


Un modo de vida que imposibilita la vida buena

Santiago Álvarez Cantalapiedra escribe en la Introducción del número 161 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global sobre la insostenibilidad ecológica y social del modo de vida imperial dominante, en su artículo Un modo de vida que imposibilita la vida buena.

Uno de los rasgos que caracteriza nuestro modo de vida es el ansia de perseguir más de lo alcanzado

¿Por qué las personas quieren tener más de lo que necesitan?

Podemos apelar a la condición humana, señalando que el aburrimiento y el descontento innato constituyen un estímulo irrefrenable que empuja a la búsqueda incansable de novedad.

Resulta razonable pensar que la insatisfacción forma parte de nuestra naturaleza, que hay elementos de insaciabilidad arraigados en la personalidad, pero, ¿por qué se canalizan básicamente a través del consumo y otros signos de riqueza? ¿Acaso no existen otras formas más adecuadas de encauzar esos deseos superación y novedad? Para responder a esta pregunta hay que trascender la perspectiva individual y subjetiva para aproximarnos a nuestro carácter social. Las sociedades del rendimiento, basadas en el más acendrado individualismo competitivo, tienen una pasmosa facilidad para entrecruzar esas propensiones personales con las más variadas fuentes sociales de insaciabilidad.

El capitalismo exacerba la insatisfacción a través de múltiples vías: a través del consumo comparativo y la rivalidad por el estatus, legitimando la codicia y la ambición, mercantilizando la vida social y monetizándolo todo hasta hacer del culto al dinero una religión.

Filósofos y moralistas de casi todas las épocas han tratado de refrenar la desmesura humana, pero la cultura consumista contemporánea, que da forma al actual espíritu del capitalismo, ha desatado y convertido en costumbre lo que hasta hace no mucho constituían actitudes y valores socialmente reprobables.

Derivadas de una mezcla de envidia y deseo de pertenencia e identificación surgen dinámicas de emulación social con las que buscamos “no ser menos que nuestros vecinos”; motivados por un anhelo de distinguirnos y diferenciarnos de los demás, surgen mecanismos de distinción para demostrar “ser más que el resto”.

El sistema económico explota esos empeños, y a través de un amplio y seductor instrumental comunicativo −alimentado de publicidad, pantallas digitales y escenografía de consumo (cualquier espacio físico o virtual es convertido en un centro comercial)− ha logrado que nuestras vidas se desenvuelvan en medio de una vasta gama de mercancías a las que se otorga un carácter de bienes conspicuos, posicionales, oligárquicos, esnob o distinguidos, mientras se privatizan o se restringen los de carácter social, público y comunal. Circunstancias que sabemos suelen venir de la mano: opulencia mercantil acompañada de la desvalorización de los consumos sociales y compartidos, opulencia privada unida a la miseria pública.

 

El precio de la opulencia

Estas dinámicas sociales tienen una contrapartida en la vida personal. Por un lado, el evidente coste de oportunidad de todo el tiempo y esfuerzo dedicado a perseguir el ingreso necesario para alcanzar un determinado nivel de estatus y comodidad que se retrae de actividades significativas y relaciones interpersonales gratificantes que hay que sacrificar para “ganarse” el sustento. En muchos casos, ni siquiera esos afanes alcanzan para garantizar una vida digna. Un porcentaje significativo de la población padece jornadas laborales maratonianas, en malas condiciones y con bajos sueldos. En España, por ejemplo, se trabaja más horas que la media de la OCDE, pero bajo formas de contratación atípicas con una pésima distribución de las horas laborales a lo largo de la semana. Por otro lado, la alta temporalidad y precarización condicionan la posibilidad del desarrollo de proyectos vitales, especialmente en los más jóvenes. Además, la evidencia científica nacional e internacional muestra que la precariedad laboral es un determinante social de la salud.

Una investigación reciente en nuestro país muestra que cuanto mayor es el nivel de precariedad laboral, mayor es también la prevalencia de padecer mala salud mental.[1] Este estudio señala que un tercio de los problemas de salud mental entre la población activa vienen asociados a la precarización: altos niveles de estrés, malestar emocional, trastornos del sueño, ansiedad o depresión. Esto acentúa, a su vez, las desigualdades sociales, pues la clase trabajadora, las mujeres, las personas migrantes y los jóvenes se encuentran entre los más afectados. Tal vez ayude a explicar por qué España es el país del mundo donde más ansiolíticos e hipnóticos se consumen por habitante. Padecer precariedad significa vivir una vida insegura, más frágil y acortada por la mayor probabilidad de morir antes de tiempo.

Por otro lado, se ha acelerado la degradación y destrucción de la naturaleza, especialmente desde la última mitad del siglo pasado siglo, cuando se incrementó de manera exponencial el crecimiento económico y, con ello, la población, el consumo energético, la extracción de recursos, resultando de todo ello unos impactos inmensos sobre los ecosistemas y el conjunto de la biosfera.

Este deterioro ecológico y social se encuentra vinculado al modo de vida actual (que engloba tanto la producción como el consumo). Su estructura y funcionamiento muestran el precio que hay que pagar por la prosperidad y la comodidad que promete y que no siempre procura. No es algo evidente, pues se arropa con todo tipo de oropeles, pero se empieza a atisbar sin mayor dificultad cuando se escarba lo que hay debajo de expresiones como fast fashion o low cost.

El caso de la industria textil es sintomático: tras la renovación incesante de la moda a bajo precio se esconden unas condiciones miserables en las fábricas manufactureras de países como Bangladesh, que utilizan el algodón procedente de la India. Algodón cultivado bajo un calor sofocante por agricultores empujados a convertirse en jornaleros (o a integrase en un sistema de producción bajo contrato), una vez que sus terruños y cultivos locales no resisten la imponente fortaleza de la industria algodonera a gran escala, la misma industria que envenena la tierra con sus abonos químicos y herbicidas y socava de paso la variedad genética con sus semillas (normalmente transgénicas).

 

Un modo de vida imperial

Cuando el modo de vida imperante (es decir, las normas de producción y consumo que adopta la sociedad) socava las condiciones sociales y naturales sobre las se asienta, como así hace el capitalismo, el bienestar que proporciona se ve contrapesado por el malestar que ocasiona el reparto desigual de cargas sociales y ecológicas que lleva asociado.  Ahí se entrecruzan dinámicas de explotación y depredación que combinan relaciones coloniales, de clase y de género. Visto con perspectiva, da lugar a un precipitado histórico que enlaza viejos expolios coloniales con las nuevas formas de vida digital en las que ahora nos movemos.

El caso del Congo, al ser uno de los ejemplos de las mayores infamias cometidas, resulta ilustrativo: «Primero fueron los millones de esclavos (…) El maltrato no se detuvo ahí. En el siglo XIX fue el marfil, que se transforma en teclas de piano, estatuas religiosas o en figuras decorativas en las mansiones europeas. Poco después fue el oro blanco. En el año 1887, la invención del neumático con cámara por el veterinario escocés John Dunlop, unida a la popularización de los coches e instalaciones eléctricas en Europa, dispararon la fiebre por el caucho, obtenida de la savia lechosa de los árboles. La elevada demanda mundial y un sistema de extracción basado en el trabajo forzado disparó los beneficios, y Congo fue testigo de algunas de las escenas más sádicas de abuso y explotación de la historia (…) Con la llegada de la primera y la segunda guerra mundiales, los ojos europeos se dirigieron de nuevo hacia la riqueza del subsuelo congolés para cubrir el cobre necesario para la fabricación de balas y armamento militar. También el uranio de las bombas de Hiroshima y Nagasaki salió del Congo».[2] Esclavos para el comercio triangular, primero; luego, la codicia europea por los diamantes, el marfil, el algodón, la madera o el oro; a continuación, el caucho y el cobre que impulsaron los sectores automovilísticos y eléctricos de Occidente; en la actualidad, el coltán y el cobalto que se emplean en los móviles, ordenadores y cualquier otro cachivache electrónico, incluido el coche eléctrico. En el futuro quién sabe si será el enorme caudal de agua y el potencial de las corrientes del río Congo −principal reserva de agua dulce del continente− para producir energía “limpia” en un mundo amenazado por el cambio climático.

Tras el cuerno de la abundancia de los centros capitalistas, se halla esa otra realidad marcada por la sobreexplotación de la fuerza de trabajo de la periferia, el saqueo de sus recursos y la imposición de todo tipo de cargas ambientales.

Un modo de vida imperial que se reproduce a través de los actos de la vida cotidiana: cada vez que comemos, nos trasladamos o habitamos la ciudad. Un modo de vida que ha conformado una manera particular de alimentarnos, movernos y asentarnos sobre el territorio cuya violencia apenas se percibe porque se traslada a tierras remotas: «para la vida en los centros capitalistas −sostienen Brand y Wissen−, es decisiva la manera en que están organizadas las sociedades en otras partes, especialmente en el Sur global, y cómo configuran su relación con la naturaleza. Esto, a su vez, es la base para garantizar el traspaso de trabajo y naturaleza del Sur global necesario para las economías del Norte global. Y a su vez, el modo de vida imperial del Norte global contribuye de manera decisiva a estructurar en modo jerárquico las sociedades en otras partes. Hemos elegido conscientemente la expresión “en otras partes” por su indeterminación».[3] Otras partes que no son únicamente zonas geográficas, sino también realidades biopolíticas, de manera que la vida cotidiana queda sometida a esta situación de dependencia por razones estructurales impuestas por el capitalismo global.[4]

 

Más inconvenientes que ventajas

El capitalismo no resuelve sus contradicciones, solamente las traslada en el tiempo y en el espacio. A medida que la crisis ecológica global empezó a mostrar sus apremios y el capitalismo devino en mundial, esas posibilidades históricas de traslación temporal y geográfica se han reducido drásticamente, haciendo aflorar, tanto en centros como en periferias, los inconvenientes de este modo de vida característico de la civilización industrial. Tampoco el recurso al solucionismo tecnológico parece suficiente al crear nuevos problemas y agudizar, en la mayoría de los casos, las contradicciones. La digitalización y la transición energética, dejadas a merced de las fuerzas de mercado y los intereses corporativos, así lo atestiguan.

Hemos construido un modo de vida que poco contribuye a una vida de calidad.[5] Vivimos arrastrados por dinámicas sociales que no nos hacen más libres y saludables.

Los ritmos se aceleran por las imposiciones de la sociedad del rendimiento y los límites de la jornada laboral se vuelven cada vez más imprecisos. La buena vida no empieza después del trabajo ante la dificultad de disfrutar de un ocio autónomo y creativo. La exaltación de la rivalidad, del individualismo y de los particularismos nos separan y enfrentan a otras personas. La fragilidad de los lazos sociales conduce a un mayor aislamiento y soledad. Todo ello afecta a la salud física y emocional. El cansancio y el malestar social penetran en los cuerpos y en las mentes, alterando el sueño y generando ansiedad, depresión, abuso de drogas y medicamentos, un elevado consumo de psicofármacos y un mayor riesgo de suicidio.

Hemos creado entornos amenazantes en casi todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. En el ámbito de la alimentación, el incremento de productos procesados desequilibra nuestras dietas, aportando un exceso de grasas y azúcares. Unos alimentos que se obtienen de un modelo de producción agroindustrial que se encuentra entre las principales causas de la destrucción de la naturaleza. En la vida urbana, los atascos roban horas a nuestra vida, y las zonas congestionadas por el tráfico y contaminadas por los humos y los ruidos contribuyen al deterioro de nuestra salud. Las conurbaciones y las infraestructuras de transporte compartimentan el territorio.

Generamos una cantidad ingente de residuos de todo tipo que envenenan las aguas, el aire y la tierra. Se multiplican los riesgos vinculados a la desestabilización global del clima, a la pérdida de biodiversidad y a la contaminación. Aumentan las amenazas de eventos meteorológicos extremos (inundaciones, sequías, olas de frío y de calor, tormentas tropicales, incendios) y, en muchos casos, sus impactos sobre la productividad agraria y pesquera ponen en jaque la seguridad alimentaria. La pérdida de la biodiversidad favorece la propagación de enfermedades infecciosas y de pandemias.

Junto a la insostenibilidad ambiental de este modo de vida, se desencadenan otras tendencias no menos preocupantes. Persisten numerosas brechas de desigualdad, extensas bolsas de pobreza, desequilibrios territoriales y muchas personas ven erosionados sus derechos e hipotecados sus proyectos de vida ante procesos de precarización que generan vulnerabilidad e indefensión.

Cabe concluir que, aunque el capitalismo haya logrado un éxito incomparable en términos de opulencia material, incapacita en la misma medida para hacer un uso civilizado de ella. Eso significa que, a pesar de que se pudieran activar nuevos ciclos de crecimiento económico, nuestra posición actual para la consecución de una vida buena es peor de lo que era hace décadas. La existencia moderna, pese a sus considerables logros, adolece de rasgos fatales que inhiben el florecimiento de las personas y comprometen la supervivencia de la especie humana. En estas circunstancias, llama poderosamente la atención el abandono de la reflexión acerca de lo que significa hoy una vida buena. Posiblemente la razón de la desidia con la que la cultura mercantil contemporánea hace frente a esta pregunta tenga mucho que ver con el hecho de que nos conduciría a cuestionar radicalmente nuestro actual modo de vida.

 

Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global

 

Acceso al texto completo en formato pdf: Un modo de vida que imposibilita la vida buena.

NOTAS: 

[1] Se trata del Informe PRESME, encargado por la Vicepresidenta Segunda del Gobierno de España y Ministra de Trabajo y Economía Social a una Comisión de expertos/as coordinada por el profesor Joan Benach con el objetivo de obtener un diagnóstico detallado de la precariedad laboral en España y sus efectos sobre la salud mental. La presentación de este informe se realizó el 11 de marzo de este año, y ofrecemos una sinopsis, con sus principales hallazgos y recomendaciones, en la sección de Ensayo de este mismo número de Papeles.

[2] Xavier Aldekoa, Quijote en el Congo, Península, Barcelona, 2023, pp. 32-33.

[3] Ulrich Brand y Markus Wissen: «Nuestro bonito modo de vida imperial. Cómo el modelo de consumo occidental arruina el planeta», Nueva Sociedad,  núm. 279, enero-febrero de 2019, p. 28.

[4] Que la noción de colonia trasciende a un territorio administrado por una potencia extranjera, dan cuenta María Mies y Vandana Shiva al hablar de las mujeres, la naturaleza y los países periféricos como las colonias actuales del capitalismo global [en Ecofeminismo (teoría, crítica y perspectivas), Icaria, Barcelona, 2015].

[5] Evaluar el modo de vida desde la perspectiva de la calidad de vida es el propósito del primer informe elaborado por FUHEM con el título Informe Ecosocial sobre la calidad de vida en España: balance, tendencias y desafíos, que se presentará en fechas próximas y podrá ser consultado a través de la página web de la Fundación.


Lectura Recomendada: El Capitalismo o el Planeta

Frédéric Lordon, El capitalismo o el planeta: cómo construir una hegemonía anticapitalista para el siglo XXI, Errata naturae, Madrid, 2022, 329 págs.

La primera pregunta sería: ¿por qué un libro titulado Figures du communisme en francés se traduce y publica en castellano, de forma insuperablemente imaginativa, vertiendo El capitalismo o el planeta. Cómo construir una hegemonía anticapitalista para el siglo XXI? Más allá de contrariar la intención del autor («es necesario reinstaurar el concepto de comunismo en el escenario de la historia», leemos en la p. 306), se trata de una mala decisión porque induce a error. En efecto, Frédéric Lordon, economista, ingeniero y filósofo francés nacido en 1962, no pretende tener la respuesta a «cómo construir una hegemonía anticapitalista» en el Siglo de la Gran Prueba. ¡Ojalá la tuviéramos! Ahí nuestro autor, por desgracia, no aporta demasiado (aunque la tercera parte del libro versa sobre «Hegemonía y contrahegemonía»). Se trata de un ensayo muy valioso, en cualquier caso, y hemos de felicitarnos de que esté disponible en castellano.

Hoy, cuando sucesivas crisis entrelazadas van haciendo tambalearse los cimientos de muchas sociedades, no poca gente se pregunta: ¿capitalismo “con rostro humano”? ¿Transiciones hacia dónde? ¿Quizá poscapitalismo keynesiano? No resolveríamos con ello el principal de nuestros problemas económicos hoy –o si se quiere uno de los tres principales, puedo transigir ahí–: la dinámica sistémica de autoexpansión. Lo que necesitamos es un “más allá del capitalismo” que se plantee en serio la igualdad social y el decrecimiento…[1] y por eso este libro de Lordon es valioso. Pues un subtítulo no engañoso podría ser «cómo pensar un modelo comunista viable para el siglo XXI».

Para empezar, Frédéric Lordon insiste en la necesidad de ser consecuentes con lo que sabemos:

La consecuencia exige rendirse ante tres enunciados que no son fáciles de negociar: 1) el capitalismo ha entrado en una fase en la que está destruyendo a la humanidad [no solo bajo su forma salarial, sino también por sus efectos ecológicos y climáticos] y, por lo tanto, la humanidad va a tener que elegir entre perseverar a secas o perseverar dentro del capitalismo (para extinguirse en él); 2) los capitalistas jamás admitirán su responsabilidad homicida ni (por lo tanto) renunciarán a la continuación del (de su) juego, y se valdrán de los giros argumentativos más retorcidos para convencer de la posibilidad, de la necesidad incluso, de continuar, y también de las peores violencias si es necesario (y cada vez lo será más); 3) no hay ninguna fórmula de derrocamiento, ni siquiera de simple moderación, del capitalismo en el marco de las instituciones políticas de la "democracia" o, mejor dicho, de lo que se hace llamar así; solo un increíble despliegue de energía política logrará evitar que el capitalismo lleve a la humanidad al límite del límite, un despliegue que suele llevar el nombre de “revolución”. (p. 19)

La pregunta del millón, por supuesto, se refiere al tercer enunciado: ¿cómo se hace esa revolución en los países del Norte global? ¿Dónde está el sujeto político de la misma? Y si no está y hay que construirlo (como es el caso), ¿tenemos tiempo para ello? Sabemos que «derribar el capitalismo implica la constitución de un bloque contrahegemónico lo más importante y enfadado posible» (p. 300) pero, ¿cómo se hace eso en tiempo y forma en los países centrales del sistema? Precisamente la destructividad del capitalismo nos está quitando el suelo de debajo de los pies.[2]

Una transición ecológica, en sentido propio, solo será posible si reducimos el metabolismo de la economía «de manera drástica en el Norte global»: si decrece el trasiego de energía y materiales que los economistas llaman a veces throughput (“transumo” o, mejor, flujo metabólico). Un mérito del ensayo de Lordon es que reconoce esto con claridad, al contrario de lo que sucede en la gran mayoría de las elaboraciones contemporáneas sobre modelos económicos socialistas/comunistas. La suya es una propuesta de comunismo decrecentista (por más que mantenga una muy endofrancesa polémica contra la décroissance en p. 124-128). «La producción global, aun siendo necesaria, se decreta a priori enemiga de la naturaleza y, por lo tanto, subordinada a compromisos rigurosos o, dicho de otro modo, la actividad económica debe tender a su propia minimización relativa» (p. 130).

Salir del capitalismo es perder el "nivel de vida" del capitalismo. En algún momento hay que someterse a un principio de consecuencia. (…) Va todo en el mismo lote: con el iPhone15, el coche Google y el 7G llegarán, de forma inevitable, la canícula permanente en el mundo y las plagas. (…) Toda la cuestión del comunismo tiene pues, como condición previa, la de las renuncias materiales consentidas de manera racional, así como su amplitud. Este es un tema eminentemente político. (p. 118)

Y no obstante, Lordon plantea su propuesta en términos de un comunismo lujoso (p. 179 y ss.). Es una cuestión clave que ha de abordarse en términos de cantidad y calidad:

No se puede presentar una transición revolucionaria como una mera renuncia, cuando, en realidad, se trata más bien de una gran sustitución: abandonar una cosa para ganar otra. En lugar de la vida como cantidad (lo que se llama, con una precisión total, "nivel de vida"), la vida como calidad; en lugar de futuras baratijas perdidas por adelantado (iPhone15, etc.), tranquilidad material para todos, grandes servicios colectivos gratuitos, una naturaleza restablecida y, quizá por encima de todo, tiempo. (p. 119) La colectividad ha de organizarse para determinar el conjunto de bienes sobre los que debe reinar, para todos, una tranquilidad absoluta: alimentación de calidad, vivienda de calidad, energía, agua, medios de comunicación, medicina y farmacia y "algunas cosas más" (Marx y Engels). La renuncia y la sustitución solo empiezan a partir de esa base. (p. 120)

La división del trabajo es un hecho macrosocial que no cabe obviar: lo comunal/comunitario y local es deseable, pero no suficiente si se trata de rehacer una economía entera (p. 112-113). Las prácticas locales de autonomía son a la vez enormemente valiosas e insuficientes (p. 122 y ss.). Por eso, hay que estimular la autonomía-experimentación desalentando al mismo tiempo la autonomía-huida.

Dado que «el capitalismo nos destruye, hay que destruir el capitalismo. No hay escapatoria, las falsas soluciones son falsas» (p. 25). Se trata, entonces, de liberarnos de las tiranías del valor capitalista y el empleo asalariado y para ello «destruir sus instituciones características: el derecho a la propiedad privada de los medios de producción, el mercado de trabajo, las finanzas» (p. 128). El modelo de Lordon parte de la propuesta de salario vital de Bernard Friot,[3] que depende a su vez de dos instituciones clave: la cotización general y la concertación.

En cuanto a la primera, «la totalidad del valor añadido de las empresas [socializadas] se aporta, en forma de recursos cotizados, a un sistema de cajas a través del cual se efectúa la redistribución. En primer lugar, en forma de salario, vinculado a la propia persona y, por lo tanto, desvinculado del sistema de empleo» (p. 133). La persona es titular de un derecho fundamental a una remuneración estable y suficiente (y tiene así garantizada su existencia material): «El principio del salario vital está operado por la cotización recaudada y redistribuida por las cajas; en concreto, por la caja salarial que, como su propio nombre indica, revierte a las personas su remuneración con independencia de todo lo que no sea su nivel de cualificación» (p. 135), distinguiendo quizá cuatro niveles (p. 155).[4] Y como “salario vital” no es una denominación muy afortunada, hablaremos más bien de garantía económica general (p. 144), como una forma de orden comunista que permitirá dejar de depender del empleo, el patrono y el mercado para vivir.

La segunda institución es la concertación. «Una parte del salario se paga, en metálico, en una cuenta normal; otra, en una tarjeta (¡una tarjeta sanitaria ampliada!) que solo puede utilizarse con determinados productores autorizados (alimentación, transportes, energía, etc) debidamente concertados mediante decisión ciudadana (en asambleas de distintos niveles territoriales) en virtud del cumplimiento de determinadas normas (medioambientales, arraigo local, respeto por los circuitos de proximidad, prácticas productivas, etc.). De esta manera, las personas tienen acceso a tres tipos de consumo: 1) el consumo privado libre; 2) el consumo privado "supervisado", que permite la tarjeta sanitaria ampliada y "dirige" la demanda hacia ofertas concertadas, es decir, conformes a una norma política de no-perjuicio (…); 3) el consumo socializado gratuito (sanidad, educación) cuyo ámbito es susceptible de ampliarse (transportes, vivienda)» (p. 135-136). Notemos que los ámbitos 2 y 3 responden a una forma de planificación democrática de la economía que abarcaría a varios sectores y buscaría aplicar un principio de subsidiariedad en la toma de decisiones (véanse p. 150-151).

Completemos el diseño institucional. Seguirá habiendo dinero (p. 145), pues una división del trabajo relativamente avanzada «impone el intercambio monetario (al menos en parte) para efectuar sus complementariedades» (p. 146). Y por la misma razón (cierto nivel de división del trabajo) habrá mercados donde «aportamos nuestra producción privada, no ya para sobrevivir (…) sino para participar en la producción colectiva. Ese mercado deja de ser un tribunal de la supervivencia material de los individuos: ahora es el operador de la división del trabajo colectivo» (p. 150). En cambio, se acabarán la banca y las finanzas: toda la inversión productiva se realiza a través de la cotización, mediante una “caja económica” (más bien, una red a diferentes niveles de “cajas económicas” gestionadas democráticamente). Final de los mecanismos de deuda, que son «el trinquete oculto del crecimiento, el aguijón de la huida hacia adelante permanente» (p. 167). La inversión tiene lugar no en forma de préstamo o avance sino de subvención (dinero asignado a las unidades productivas, no reembolsable), tras la pertinente deliberación política-social en la caja económica del nivel que corresponda (p. 168).

Algo interesante en este modelo es que algunos de sus elementos institucionales ya están prefigurados en los Welfare States de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial: así la cotización social y el salario según cualificación. El “esto ya existe” de Friot es un argumento a la vez muy poderoso y muy limitado, explica Lordon:

Es muy poderoso porque nos demuestra que el comunismo no es una utopía caída del cielo, pues, aunque no nos demos cuenta, vivimos en una sociedad en la que, en cierto modo, ya están plasmados sus principios, y en una escala significativa. Pero ese argumento anda errado si considera que su historia quedó detenida, por desgracia [con la hegemonía neoliberal a partir de los años 1980], y que solo tenemos que ponerla en marcha otra vez. El "ya existe", en efecto, se desarrolló durante treinta años (1945-1975) excepcionales, poco extrapolables, pero desde entonces (más de 45 años…) se ha convertido, en el mejor de los casos, en un "hasta aquí". Hará falta un acontecimiento político de gran magnitud para recuperar el sentido de la marcha. (p. 140)

En efecto, ese paréntesis keynesiano en la historia del capitalismo fue algo absolutamente excepcional, y para que se impusiera hubo de darse una increíble liberación de energía política: la Revolución de Octubre en Rusia y luego la Segunda Guerra Mundial. «Para imponer al capitalismo unas construcciones institucionales que lo contradicen (aunque dejándole perseverar), se necesitó una energía de magnitud guerra mundial» (p. 139). Ahora sería menester una explosión revolucionaria capaz de liberar una energía semejante, y el lector o lectora no dejarán de preguntarse: ¿está eso a nuestro alcance, en tiempo y forma? El autor sostiene que «nuestro momento acabará llegando» (p. 141), pero la cuestión de los tiempos se nos ha vuelto más bien angustiosa (ecoangustiosa, para ser más exactos).

Hay que volver por último a la cuestión del decrecimiento. Rubén Hernández, editor de Errata Naturae, declaraba en una entrevista (asumiendo el punto de vista de Lordon):

No creo en el decrecimiento y considero que es un error estratégico grave plantear el futuro en esos términos. El decrecimiento me parece un concepto absurdo: se supone que pretende derrocar el capitalismo, al tiempo que espera convencerlo amablemente de que contradiga su propia esencia (que consiste en crecer de manera indefinida). Cuando el capitalismo decrece, se entra en recesión (como seguramente ocurrirá el año que viene). Es así de claro y eso a nadie le gusta, puesto que conlleva sufrimiento para muchos. Si con “decrecimiento” queremos decir “salida del capitalismo”, perfecto, en eso estoy de acuerdo, pero llamémoslo por su nombre. No puede haber decrecimiento dentro del capitalismo, de la misma manera que no hay un problema de crecimiento fuera del capitalismo. Creo que antes o después la sociedad deberá tomar una decisión y afrontarla sin medias tintas. Yo creo que la única solución para que este planeta no se abrase es salir del capitalismo, y autores como Frédéric Lordon nos explican paso a paso y sin pensamiento utópico alguno (por ejemplo en el último libro suyo que acabamos de publicar, El capitalismo o el planeta) que esto es perfectamente posible, dando lugar a una sociedad no solo más justa sino más plena para todos y todas.[5]

«No hay un problema de crecimiento fuera del capitalismo»: esto es sin duda erróneo. También lo afirma Lordon en su libro: «Crecimiento y decrecimiento solo son obsesiones cardinales para el mundo capitalista. En un mundo comunista, se está tan liberado de ellas que a nadie se le pasan por la cabeza» (p. 125). Pero un orden social poscapitalista –la URSS lo fue a su manera– puede ser extractivista y productivista, y por esa razón no cabe pensar en desembarazarse de las posiciones decrecentistas de forma tan expeditiva.

Hay bastantes más asuntos de interés en esta obra, pero la reseña ya se está alargando demasiado. Para ir concluyendo mencionaré solo el interés de las precisiones de Frédéric Lordon sobre política, moral y moralismo, que ha desarrollado en diferentes lugares:

La política es una axiología. Hay, pues, de forma consustancial, moralidad en la política, ya que la política nunca deja de comprometerse en afirmaciones de valor. Pero toda la cuestión es saber cómo se configura la presencia de la moral en la política, la relación entre moral y política, y en particular saber si la moral agota la política. Esta es una pregunta retórica, cuya respuesta es obviamente: no. La moral tiende a la unanimidad, mientras que la política asume la irreductibilidad del conflicto, una heterogeneidad sin solución. Por lo tanto, hay moralidad en la política, pero la política nunca puede ser moralidad. Por otra parte, la moral es un discurso de prescripción fuerte con un discurso institucional débil y un discurso analítico nulo. Y la moral funciona esencialmente como un mandato sin seguimiento (formal). En su registro normativo, carece por construcción de todo análisis de sus condiciones de eficacia, como si la ingravidez social conviniera a su género. Es aquí donde, aunque fundamentalmente axiológica, y, por tanto, moral, la política puede sufrir degradaciones moralistas. Con esto me refiero al refugio en el puro mandato y el falso universalismo que ignora las condiciones particulares: la “moralización”.[6]

Lordon enfatiza que no podemos quedarnos en dar lecciones de superioridad moral, y que hay que evitar el moralismo como ejercicio puramente verbal, como mera declaración de principios que no se interroga sobre sus condiciones de posibilidad. En este sentido el moralismo sería el olvido de “lo trascendental” kantiano: el examen de las posibilidades de que esos principios se materialicen en el mundo real (El capitalismo o el planeta/ Figuras del comunismo, p. 87-88).

Nos preguntamos: nuestras propuestas socialistas/comunistas, ¿pueden hacerse cargo de lo que hoy sabemos en física, en biología, en modelización de sistemas complejos? ¿Pueden asumir de verdad el hecho epocal de la extralimitación ecológica? ¿Pueden tomar nota de la excepcionalidad histórica de los combustibles fósiles? ¿Pueden retomar el ávido interés de Marx y Engels por las ciencias naturales sin prejuicios industrialistas y sin extravíos prometeicos? ¿Pueden asimilar la termodinámica, la ecología, la simbiogénesis de Lynn Margulis, la teoría Gaia? Diría que Lordon, en este libro, realiza aportes significativos para poder ir contestando “sí” a las preguntas anteriores.

Jorge Riechmann

Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid

 

[1] Un buen texto al respecto, penetrado de las experiencias neozapatistas en Chiapas: Jérôme Baschet, Adiós al capitalismoAutonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidad de mundos, NED eds., Barcelona, 2015.

[2] Como bien observaba Xan López hace unos años, «hay cierta perspectiva histórica desde la que Lutero tenía razón, y no Müntzer. Los Girondinos y no los Jacobinos. Los Mencheviques y no los Bolcheviques. La opción correcta era la moderación, adecuarse a los límites de lo posible. Hay otra perspectiva que plantea que la cantidad de energía organizada para conseguir un cambio siempre tiene que desbordar los objetivos realmente posibles. Que para alcanzar lo posible hay que intentar, y rozar, lo imposible. Es la idea del progreso como dos pasos adelante y uno atrás. El paso atrás es traumático, pero al final se ha conseguido avanzar algo, que permanece. Estas dos perspectivas comparten un convencimiento implícito. El de que en cualquier caso hay un tiempo histórico suficiente para la mejora social, y que ningún exceso de moderación o paso atrás inevitable nos llevará a un abismo que rompa la serie histórica. Puede que ese convencimiento ya no tenga tanta solidez. ¿Podemos concebir una revolución social profunda que solo dé dos pasos adelante? El cambio que necesitamos no es tanto la aceleración de un proceso previo, sino más bien un salto fuera de la historia». Xan López, «Dos certezas y siete preguntas sobre la crisis ecosocial», Contra el Diluvio, 27 de noviembre de 2018, disponible en:  https://contraeldiluvio.es/dos-certezas-y-siete-preguntas-sobre-la-crisis-ecosocial/

Yo solo le quitaría el “puede que”. Pero dejemos, de momento, esta importante cuestión en suspenso.

[3] Bernard Friot, L’enjeu du salaire, La Dispute, París 2012; Émanciper le travail, La Dispute, París 2014.

[4] Los trabajos necesarios no especializados serían desempeñados por todos y todas en un sistema de turnos. «Sería impensable dejar encadenados a los "marrones" a quienes están desempeñándolos ahora en virtud del juego de la relegación social. (…) ¿Por qué un universitario o una médica no van a estar obligados a recoger la basura, atender una caja en un supermercado o limpiar las calles un día a la semana? Las sucursales locales de la "caja de salarios” podrían ser el lugar donde se decida la organización de esos turnos» (p. 156). Nótese que la propuesta de Lordon, a diferencia de las que orbitan en torno a una “renta básica” o subsidio universal incondicional, no desconecta el salario vital (como garantía material de existencia) de la aportación laboral de cada ciudadano y ciudadana.

[5] Rubén Hernández, «La única solución para que este planeta no se abrase es salir del capitalismo» (entrevista), El Asombrario, 4 de diciembre de 2022, disponible en: https://elasombrario.publico.es/solucion-planeta-abrase-salir-capitalismo/

[6] Frédéric Lordon, «Dire ensemble la condition des classes populaires et des migrants» (entrevista), Revue Ballast/ La contrescarpe, 19 de noviembre de 2018, disponible en: https://www.revue-ballast.fr/frederic-lordon-dire-ensemble-la-condition-des-classes-populaires-et-des-migrants-1-3/


El arte de vivir en la España vaciada

El arte de vivir en la España vaciada

La colección Dosieres Ecosociales publica su nuevo número: El arte de vivir en la España vaciada: colonialismo energético, crisis climática y transición ecosocial, de Luis del Romero Renau, Doctor en Geografía por la Universidad de Barcelona y profesor de la Universidad de Valencia.

En los últimos años el problema de la despoblación del medio rural -abandonado y maltratado- ha acaparado las portadas de muchos periódicos y ha sido analizado desde múltiples ángulos formando ya parte del debate político.

Este dosier pretende ser un nuevo medio para seguir impulsando estos debates, y por ello, no aborda la crisis climática como una profecía desastrosa para la España vaciada, sino como un escenario sobre el que dibujar en positivo una transición ecosocial y una vida digna para el medio rural ibérico.

Vivir en la España vaciada es a veces un arte. No solo ya por el estado de algunas carreteras o el difícil acceso a un hospital, a internet o a una ferretería. Por un lado, últimamente se habla mucho del medio rural como modelo para una transición energética que implica en la práctica una invasión sin precedentes de proyectos de energías renovables o como oportunidad de negocio para proyectos mineros y de macrogranjas. Por otro lado, aún pervive el discurso de la España vaciada y negra que languidece, envejece, donde hace mucho frío y no puedes hacer nada porque no hay cines ni centros comerciales.

El arte de vivir en la España vaciada

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Estos son los dos relatos dominantes producidos casi siempre desde la ciudad y en masculino singular. Por eso hemos titulado este dosier como el arte de vivir en la España vaciada. Pero este texto no es un inventario más de lamentaciones sobre las injusticias diarias de lo que supone vivir en el medio rural en pleno siglo XXI, ni mucho menos un alegato nostálgico de que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Más bien lo que se pretende es reivindicar una vida digna para los y las habitantes del medio rural, teniendo en cuenta las esferas básicas de la vida, desde el trabajo o la vivienda, hasta el disfrute del medio ambiente en un contexto de crisis global climática, de biodiversidad y de materias primas, frente a la cual, es urgente y necesaria una transición ecosocial más allá del capitalismo verde y cool que se se ha impuesto en los últimos años.

El dosier se divide en doce capítulos que transitan por diferentes aspectos básicos en la vida de cualquier persona, con las peculiaridades de lo que supone vivir en un medio rural despoblado como el que caracteriza a tantos territorios ibéricos. Comienza abordando la emergencia climática y el nuevo escenario climático que ya es una realidad, en especial en la cuenca Mediterránea y el desafío que ello va a suponer a medida que algunas de las previsiones que anuncia el IPCC se vayan cumpliendo. Seguidamente, con el título provocador de “emosido engañado”, se aborda una de las tesis centrales de este libro: los procesos de depredación y colonización material, cultural y simbólica del medio rural como causa principal de la desaparición de modos de vida rurales y preindustriales. Se analiza en clave histórica el vaciamiento que ha experimentado la España hoy denominada vaciada, desde hace poco más de un siglo.

El tercer capítulo aborda lo que es, sin duda, el principal conflicto territorial de las áreas rurales ibéricas a principios de la tercera década de este siglo: la proliferación de grandes proyectos de energías renovables y que está suponiendo un despliegue sin precedentes de miles de aerogeneradores, paneles solares, subestaciones eléctricas y líneas de evacuación. Todo un ejercicio de colonialismo interior que se analiza desde el prisma del debate sobre la demanda de energía actual y futura para todo el país.

El capítulo cuarto desarrolla otra de las tesis principales del texto con la pregunta: ¿existe realmente un gobierno para el medio rural ibérico? Utilizando como referencia los estudios de Scott sobre sociedades sin Estado de áreas rurales del sureste asiático, se muestra el ejemplo de algunas áreas rurales concretas españolas que han ido evolucionando hasta fechas recientes de manera independiente y aislada respecto a las capitales de sus respectivos reinos.

Los capítulos del cinco al nueve analizan esos aspectos básicos en la vida de cualquier comunidad rural, para entender con mayor profundidad las causas de su crisis y cómo afecta la multicrisis global a cada una de ellas. Se analiza en primer lugar uno de los factores importantes en la decadencia de las sociedades rurales: la privatización y destrucción de los bienes comunales y su importancia en toda política que pretenda rehabitar y dinamizar el medio rural. El capítulo seis aborda la cuestión de la vivienda el medio rural, muy poco estudiada, y las alternativas habitacionales que pueden ponerse en marcha, más allá de la iniciativa privada y de las fórmulas clásicas de compra o alquiler. Los dos siguientes capítulos desarrollan otra de las cuestiones centrales en cualquier proyecto de vida: el trabajo asalariado. Mientras que el capítulo 7 aborda la cuestión del empleo rural en una época de colapsos, el ocho se centra en lo que ha sido hasta no hace tanto una de las principales actividades económicas en el medio rural: la agricultura y ganadería. En este caso se analiza la crisis de estas actividades no solamente según presiones externas, sino con una mirada en femenino y plural para entender que la crisis de ciertas sociedades rurales también tuvo que ver con las violencias hegemónicas y aceptadas socialmente especialmente hacia la mujer. Termina el capítulo analizando la gran apuesta de las políticas públicas para el medio rural: el turismo, así como otras propuestas ya dentro del sector agropecuario, hablando de las agriculturas ecológicas. Por último, el capítulo 9 aborda otra cuestión fundamental en toda vida en el medio rural: la difícil y compleja relación con su medio ambiente circundante a lo largo de la historia reciente, en especial en lo que se refiere a la protección de espacios naturales.

A partir de aquí comienza la segunda parte del dosier que se centra en analizar de qué manera se podría poner en marcha una transición ecosocial en el medio rural. Se parte de la premisa de que el medio rural presenta una serie de factores de resiliencia frente a los espacios urbanos por su propia configuración social y geográfica, que lo hace un laboratorio idóneo para poner en marcha políticas de adaptación y mitigación del cambio climático. Se analizan varias experiencias y ejemplos para transitar en esta transición ecosocial que tenga como objetivo fundamental vivir mejor, pero con menos, o dicho de otro modo, vivir con una sobriedad feliz.

 


Presentación del Dosier Ecosocial sobre la España vaciada

En los últimos años el problema de la despoblación del medio rural -abandonado, vaciado y maltratado- ha acaparado las portadas de muchos periódicos y ha sido analizado desde múltiples ángulos académicos y mediáticos, tanto que, hoy en día, forma ya parte del debate político.

En efecto, el medio rural español y, especialmente, algunas áreas montañosas más aisladas, continúan en una lenta decadencia que, en el caso de multitud de núcleos periféricos, ha culminado con su abandono total. En ese sentido, despoblación, periferia y conflicto son conceptos que describen bien la situación de estos territorios que sufren, en muchos casos, la ausencia de un plan político claro y a largo plazo que contemple otras formas de desarrollo para ellos. De ahí que, los proyectos industriales que se aportan como solución –macrogranjas, parques eólicos, huertos solares, etc., con altos costes ecológicos y sociales- no pueden plantearse como la única respuesta a las necesidades de estos territorios y, por esa razón, han encontrado una fuerte resistencia entre los pocos habitantes que quedan.

Sin duda, el medio rural plantea así un reto político, social y económico de mucha envergadura para los tiempos que vivimos y, desde FUHEM Ecosocial, pensamos que existen alternativas y claves para repensar y contar su futuro que han de ser analizadas y exploradas mediante diversos y diferentes escenarios. Y es en ese sentido que publicamos un nuevo Dosier Ecosocial  que lleva por título El arte de vivir en la España vaciada: colonialismo energético, crisis climática y transición ecosocial  y cuya autoría es de Luis Del Romero, geógrafo y profesor de la Universidad de Valencia.

Y para hablar de ello e impulsar, entre todas y todos, un espacio de reflexión y profundización sobre estas problemáticas, te invitamos a participar al evento de presentación del nuevo ejemplar de la colección de Dosieres Ecosociales, que contará con la presencia del autor, Luis Del Romero, y con los comentarios y reflexiones al texto de Eva Sempere y Adrián Almazán.

A continuación, se abrirá un debate con todas las personas que puedan acompañarnos.

 

APUNTA:

CUÁNDO: 26 de abril de 2023

HORA: 18:00 h.

DÓNDE: Ateneo la Maliciosa

Calle de las Peñuelas, 12

28005 Madrid


III Jornadas de Justicia Alimentaria: Síntesis y Conclusiones

 

Durante el mes de febrero y marzo de 2023 se ha desarrollado la tercera edición de las Jornadas de Justicia Alimentaria organizada por FUHEM Ecosocial  en colaboración con: Espacio Social ElSanta, Observatorio para el Derecho a la Alimentación de la Comunidad de Madrid, Carta Contra el Hambre y Madrid Agroecológico  y con el apoyo de: Surco a Surco, y la Fundación San Martín de Porres.

Las Jornadas contaron con cuatro sesiones en las que se trataron los siguientes temas:

1ª Sesión: La alimentación en el cruce de las crisis del s. XXI.

2ª Sesión: La paradoja del desperdicio alimentario.

3ª Sesión: Experiencias I. Hacia alternativas alimentarias.

4ª Sesión: Experiencias II. Pisando la tierra. 

Estas sesiones se convirtieron en un lugar de encuentro de colectivos, fundaciones, academia, cooperativas, grupos de producción y consumo, y de personas interesadas e involucradas en cambiar el rumbo a un sistema alimentario injusto, inseguro e insostenible, con el fin de reflexionar juntas, y poder fortalecer ese entramado de conexiones y espacios de resistencia que se construyen en pro de una alimentación inclusiva, justa y sostenible para todas las personas.

Las jornadas abordaron  la paradoja generada por las dinámicas del sistema alimentario y se hicieron eco de experiencias que, desde diferentes ámbitos, se proponen como espacio de prácticas y lógicas alternativas al modelo dominante.

A continuación, ofrecemos una síntesis de las principales aportaciones en relación al diagnóstico, propuestas y respuestas ante la emergencia alimentaria, el video de la relatoría de las Jornadas y las Comunicaciones que colectivos/organizaciones nos han enviado, con el objetivo de ampliar el alcance de las reflexiones, propuestas y experiencias más allá de las cuatro sesiones de las jornadas.

 

DIAGNÓSTICO

 

  1. El sistema alimentario se ha globalizado en las últimas cuatro décadas conforme a los intereses de las grandes corporaciones y los países más industrializados, siguiendo una lógica productivista según los dictámenes del mercado. Las corporaciones trasnacionales han definido un orden alimentario a través de tres procesos determinantes en la distribución del poder: la securitización, la financiarización y la proliferación de los tratados de libre comer­cio. Este nuevo orden, o constitucionalismo alimentario, impone una estructura de dominación que antepone los intereses de las clases transnacionales sobre las necesidades alimentarias de la humanidad. Como resultado, nos encontramos ante un sistema que no garantiza una alimentación suficiente ni adecuada a una parte significativa de la población mundial, al tiempo que se revela ecológicamente insostenible.
  2. No garantiza una alimentación suficiente y adecuada porque 2.700 millones de seres humanos están malnutridos, unos por defecto (800 millones de personas desnutridas) y otros por exceso (1.900 millones de personas con sobrepeso y obesidad). En España, un millón trescientos mil hogares padecen una mala alimentación. Resulta además insostenible desde el punto de vista ecológico porque dicho modelo alimentario es el responsable de un tercio de los gases de efecto invernadero y porque, conforme al carácter despilfarrador del capitalismo, provoca enormes pérdidas y desperdicios en un mundo donde aún ochocientos millones de personas se acuestan con hambre cada día.
  3. Merecen una mención especial la pérdida y el desperdicio alimentario porque constituyen una piedra de escándalo tanto en términos éticos, como ecológicos y económicos. La FAO señala que un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial se pierde o desperdicia. Se calcula que, con la mitad de los desperdicios alimentarios se podría alimentar a todas las personas que pasan hambre en el mundo. En el caso concreto de Europa se desperdician más toneladas de alimentos que las que se importan. En España se desperdician 4.200 millones de kilos a lo largo de toda la cadena alimentaria (datos que probablemente infrarrepresenten el problema). Además de esta vergonzosa situación de inequidad e injusticia, estas pérdidas y desperdicios tienen un impacto enorme en términos ecológicos (emisiones de CO₂, nutrientes de la tierra desperdiciados, gasto de agua, contaminación y gasto por pesticidas y fertilizantes, consumo de energía para su transporte, transformación y distribución, gastos añadidos en la gestión de residuos y excedentes, etc.). Sin embargo estos llamativos datos no pueden interpretarse vinculando la emergencia alimentaria a la disminución del desperdicio, tomando a los pobres como digestores de las sobras,  pues aunque ambos fenómenos responden a la misma matriz capitalista, deben gestionarse según sus propias lógicas internas, el acceso a la alimentación por un lado, y la disminución en origen de pérdidas y desperdicios por otro.
  4. Este sistema alimentario genera ganadores y perdedores. Los beneficiarios son las grandes corporaciones transnacionales y los países del Norte Global, principales agentes acaparadores de tierras y recursos biotecnológicos. Entre los perdedores se encuentra el campesinado (que es quien alimenta realmente a la humanidad al cultivar el 75% de los alimentos del mundo), las personas consumidoras que ven cómo se les arrebata su capacidad de agencia y el control sobre su alimentación y, sobre todo, las mayorías sociales en los países del Sur Global y los ecosistemas de los que dependemos.
  5. En la coyuntura actual los precios de la comida se han disparado. El índice de precios de los alimentos que elabora mensualmente la FAO (y que recoge la evolución en todo el mundo) señala que los alimentos se encarecieron un 28,1% en el año 2021. Hay que remontarse a mediados de la década de los setenta para encontrar un alza tan elevada. En España el precio de los alimentos ha repuntado un 16,6% en febrero pese a la rebaja de impuestos del Gobierno. Se convierte así en la más alta de la serie histórica iniciada en 1994. El alza de los precios de los alimentos representa un grave perjuicio a las familias con menos ingresos al representar la cesta de alimentos la principal categoría del gasto de su presupuesto. Al coincidir con un incremento en la factura eléctrica y enormes dificultades en el acceso a la vivienda condena a millones de familias a una mayor inseguridad vital y menoscaba la libertad al incrementar su dependencia de los subsidios y la beneficencia.

 

PROPUESTAS

 

  1. Ante este sistema alimentario injusto e insostenible hay que hacer posible una transición alimentaria que responda a las necesidades de la gente y que cuide el planeta. Una transición alimentaria basada en la agroecología que garantice de una vez por todas el derecho fundamental a una alimentación sana, justa y sostenible para toda la población. Una transición de esta naturaleza requiere cambios institucionales y el apoyo a todas las iniciativas sociales que buscan la soberanía alimentaria. Recuperar el control social sobre la alimentación es sinónimo de participación, corresponsabilidad y relaciones de apoyo mutuo, pues solo fortaleciendo lazos comunitarios y revalorizando los recursos y espacios comunes estaremos en condiciones de construir otro modelo alimentario. Una transición que además ha de ir acompañada de medidas urgentes para atajar la actual coyuntura alcista de los precios y dar cobertura a los sectores sociales más afectados.
  2. Entre los necesarios cambios institucionales, se aboca por la aprobación en España de una ley que centre sus esfuerzos en evitar las pérdidas y el desperdicio en todas las fases de la cadena alimentaria. El anteproyecto de ley que actualmente se está tramitando ha terminado por desplazar su atención hacia la gestión de los excedentes, sin definir y medir con claridad qué son pérdidas y qué es desperdicio alimentario, sin incluir acciones y medidas que faciliten el cumplimiento de la ley y sanciones a quienes intenten esquivarla, y sin ofrecer un espacio de gobernanza donde todos los actores puedan participar en la implementación y el seguimiento de la ley. Para ello es necesario abordar este problema desde una perspectiva sistémica, que considere todos los eslabones de la cadena alimentaria y sus interrelaciones (producción y recogida -tanto en la agricultura como en la pesca-, transformación, transporte, distribución en grandes superficies y comercios, y consumo en establecimientos y hogares) y que apunte a prevenir ese desperdicio y no solo a gestionarlo, de manera que también implique obligaciones y sanciones para quienes no cumplan con las medidas. Es necesario que la ley sea mucho más ambiciosa si no se quiere minar su alcance desde el principio, teniendo en cuenta que las propias directrices europeas obligarán en muy poco tiempo a cumplir normas mucho más estrictas en esta materia. Es por ello por lo que desde estas III Jornadas apoyamos plenamente las propuestas del Colectivo #Ley sin desperdicio. Todavía estamos a tiempo de desarrollar una ley ambiciosa y realmente comprometida con el objetivo de frenar las pérdidas y el desperdicio.
  3. En el campo de las prácticas sociales existen una pluralidad de iniciativas inspiradoras que pretenden evitar pérdidas y reaprovechar aquello que es desperdiciado, algunas de las cuales han sido compartidas y debatidas en las III Jornadas. Son experiencias concretas que, sin embargo, no renuncian a una visión sistémica al abordar los diferentes aspectos relacionados con las pérdidas y desperdicios en los diversos eslabones de la cadena alimentaria, apuestan por el reaprovechamiento y por la vinculación con los grupos vulnerables en su acceso a una alimentación saludable, implicándose en procesos de integración social multidimensional, dinámicas participativas y fomento de la reciprocidad muy lejos del mero asistencialismo. Son ejemplos de buenas prácticas de las que podemos derivar muchos aprendizajes y que conviene difundir y apoyar en este proceso de denuncia y lucha contra el escándalo del despilfarro alimentario. En la misma dirección, se hace necesario también poner en marcha campañas y proyectos de sensibilización y concienciación, así como desarrollar el conocimiento y la investigación no sólo en torno a las dimensiones cuantitativas del desperdicio, sino sobre las formas y dinámicas por las que se produce, de manera que se puedan trabajar políticas y proyectos para atajar este fenómeno escandaloso.
  4. Los residuos orgánicos constituyen el grueso de los residuos sólidos urbanos y solo una parte insignificante se recupera para su reintroducción como nutrientes que fertilicen la tierra. La extensión de iniciativas en favor de un compostaje comunitario puede representar una valiosa contribución que evite que esos residuos terminen incinerados y ser una poderosa herramienta de apoyo a los huertos urbanos. Sin embargo, hay todavía demasiadas barreras administrativas y legislativas que impiden que estas iniciativas vinculadas a la agroecología y a la economía social y solidaria logren desarrollarse y desplegar todo su potencial.
  5. Una de las entidades invitadas en las Jornadas a presentar su experiencia, la cooperativa unitaria agroecológica Surco a Surco que lleva funcionando más de 20 años, es un ejemplo de como, gracias a la cooperación, la autogestión y la generación de una comunidad de productores y consumidores que se articula en torno a la alimentación y el territorio es posible imaginarse otro sistema alimentario. Se presenta como una alternativa al mercado, no como un mercado alternativo, por lo que tiene un gran potencial de transformación social. Pero también afronta dificultades en un contexto en el que prima el individualismo y la competitividad. El acceso a la tierra es una dificultad añadida y por eso han empezado a comprar tierras, para tener una mayor estabilidad.
  6. En la última sesión de las Jornadas se ha presentado también la experiencia de ASDECOBA. “Y por soñar, soñemos”: sentarse a la ‘Mesa común’ de los empobrecidos de la sociedad actual. Metáfora que simboliza la conexión de los espacios peor maltratados en esta sociedad: el mundo rural envejecido y hambriento, que alimentó con su trabajo a la sociedad del ayer; los barrios urbanos precarizados, que impiden un futuro de vida a mujeres y niños; y la exclusión final del recluso en cárceles de la vergüenza, que privan de dignidad. En suma, soñar el objetivo de dar vida, palabra y trabajo a quienes ya no cuentan, como respuesta a necesidades actuales y cercanas. De este sueño partirían múltiples iniciativas de ‘cocinas rurales y urbanas’; el trabajo en ‘huertas comunitarias’ en contacto directo con la tierra; el ‘centro comunitario de alimentación’; la ‘red de sabores y saberes de esta tierra’; la ‘recuperación de comida sobrante de establecimientos comunitarios’; el ‘embotamiento de frutas, verduras y hortalizas de temporada’; el ‘reflotamiento de panaderías rurales al borde de la jubilación; el nuevo afán del cultivo de trigo para hacer buena harina para un buen pan’ amasado en panaderías reflotadas y repartido entre los comensales empobrecidos sentados dignamente en la mesa común. La mesa común también interpela al resto de la sociedad a sentarse para participar en las soluciones: ayuntamientos locales, movimientos sociales solidarios, iglesias y particulares, con el límite de quienes empobrecen con su beneficio al mundo rural, a barrios en las periferias urbanas y de quienes criminalizan la vida en la calle y recluyen en las cárceles.

 

RESPUESTAS ANTE LA EMERGENCIA ALIMENTARIA

 

  1. El incremento de los precios de los alimentos, de la energía y de los fertilizantes que ha impulsado la guerra de Ucrania ha coincidido con una época sequías y heladas que han reducido las cosechas y la oferta de alimentos. Estamos ante una tormenta perfecta que amenaza la seguridad alimentaria de millones de personas en muchos países. En el nuestro, la discusión sobre qué hacer ante la subida del coste de la canasta básica está encima de la mesa. El gobierno ha aprobado la rebaja del IVA de algunos productos básicos y un cheque de 200 euros para las familias con ingresos menores de 27.000 euros. ¿Es un cortafuegos suficiente? Es posible, siempre que se extienda la medida y se simplifiquen los trámites para acceder a la ayuda. Pero la situación de emergencia alimentaria no debería hacernos olvidar las desiguales relaciones de poder que atraviesan los eslabones de la alargada cadena alimentaria. No todos los agentes tienen la misma capacidad de trasladar costes y fijar precios. Este factor estructural persistirá más allá de la coyuntura. Desconcentrar y descentralizar el poder sobre los mercados y simplificar los circuitos comerciales entre campesinos y consumidores urbanos, apostando por alimentos de proximidad, no solo sirve para avanzar hacia la soberanía alimentaria, también es una forma de evitar alzas desproporcionadas en los precios de los alimentos ante la presión de costes o estrangulamientos en las cadenas de suministros de ciertos insumos.
  2. Se necesitan herramientas eficaces que acaben con la inseguridad alimentaria y contribuyan a garantizar el derecho a la alimentación. El caso de las tarjetas monedero ha pasado a primer plano de la actualidad debido a la nueva estrategia FEAD+ de la Unión Europea, para 2021-27, que plantea en uno de sus capítulos, apoyar la asistencia material básica (no sólo alimentos) y medidas de acompañamiento para las “familias más desfavorecidas, en particular menores”, dando prioridad a “tarjetas o vales que respeten la dignidad y eviten la estigmatización”. El problema de estas ayudas es su baja cuantía (menos de 12 millones anuales para la Comunidad de Madrid) que sólo permite cubrir una parte muy pequeña de la ayuda alimentaria de emergencia que se distribuye actualmente (sólo el Banco de Alimentos de Madrid gestiona un presupuesto anual cinco veces mayor), además de los problemas de manejo de las tarjetas que se espera sean gestionadas por los Servicios sociales, ya muy saturados actualmente. Tradicionalmente, no ha existido una política pública específica para garantizar el derecho a la alimentación y la ayuda alimentaria procedente de los excedentes agrícolas de la PAC desde la segunda mitad de los años 80, que dio paso al primer programa FEAD de 2014-20, se orientó a reforzar el aporte de alimentos de las tradicionales entidades de caridad, filantropía y ONG a través de las dos distribuidoras de ámbito estatal (FESBAL y Cruz Roja). La aplicación en España y en la Comunidad de Madrid de la nueva estrategia FEAD+ está siendo muy lenta, a pesar de los esfuerzos del Ministerio de Derechos Sociales que sustituye al Ministerio de Agricultura en la coordinación de la ayuda Europa, y los resultados esperados son todavía inciertos.
  3. En el ámbito más próximo de la ciudad de Madrid, el movimiento surgido de la Carta contra el Hambre (2014) llevó a cabo una serie de iniciativas reclamando un mayor compromiso público ante la emergencia alimentaria y pidiendo que el reparto de alimentos se ejerciera respetando la dignidad de las personas y facilitando su participación. En este marco, se puso en marcha en 2018 la primera Tarjeta de Alimentación (TAT) con financiación pública desde un proceso asambleario de base en el distrito de Tetuán, que sirvió de inspiración inicial para la Tarjeta Familias del Ayuntamiento de Madrid (2020), pero ahora sin participación de la base social que había inspirada a la TAT. En marzo de 2023 la Tarjeta Familias se había concedido a 21.000 hogares, dato acumulado que esconde el número real de tarjetas vigentes a lo largo del tiempo. Tampoco conocemos la parte de presupuesto que se lleva la entidad gestora de la Tarjeta (Caixabank), una vez que los Servicios sociales deciden concederla a los dos o tres meses de iniciar el trámite correspondiente.
  4. Desde las experiencias de Carta contra el Hambre y Mesa contra la Exclusión de Tetuán, nos planteamos un modelo alternativo sobre los siguientes tres ejes: 1) participación democrática: asambleas, gestión compartida, centros de cultura alimentaria, huertos urbanos, grupos de consumo, etc.; 2) coordinación entre entidades de reparto y con otros recursos que tratan de abordar/superar situaciones de exclusión (IMV y otras prestaciones; políticas de vivienda, empleo, formación etc); y 3) métodos plurales, respetuosos de las personas, para ejercer el derecho (tarjetas o vales de financiación pública con un monto suficiente, libre elección en el comercio local, economatos solidarios, reciclaje de alimentos de proximidad, etc.).
  5. Experiencias como las que impulsan proyectos e iniciativas como Espigoladors, ReFood, Mesa contra la Exclusión de Tetuán, ASDECOBA y tantas otras, al arrancar de las necesidades de la gente y de la autoorganización en economías comunitarias, aúnan en torno a la experiencia alimentaria la lucha por el derecho a la alimentación, a un empleo digno y al cuidado de la tierra.

 

Acceso al documento en formato pdf: III Jornadas de Justicia Alimentaria: Síntesis y Conclusiones

 

Video de la Relatoría

 

 

Comunicaciones

Descarga el documento a texto completo en formato pdf: Jornadas de Justicia Alimentaria 2023. Comunicaciones. 

 

Estas jornadas han sido realizadas con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.

Ediciones anteriores:

III Jornadas de Justicia Alimentaria.

II Jornadas de Justicia Alimentaria.

I Jornadas de Justicia Alimentaria.


Arranca el proyecto europeo Speak4Nature

 

Junto a otras siete entidades, el área Ecosocial de FUHEM participa en el proyecto europeo Speak4Nature, que plantea desarrollar nuevos recursos legales que den valor a la naturaleza ante los desafíos ecológicos actuales.

La complejidad de los desafíos ecológicos a los que nos enfrentamos requiere elaborar nuevos métodos para comprender la forma con la que interactuamos con el medio ambiente y erradicar la anacrónica concepción antropocéntrica de la naturaleza. Se exige al ámbito científico, gubernamental y regulador crear una “justicia” capaz de replantear el concepto de naturaleza como actor activo, en línea con la noción de justicia ecológica.

En este contexto, surge el proyecto “Speak4Nature” (Speak for Nature: Interdisciplinary Approaches on Ecological Justice), que llevarán a cabo, durante cuatro años, un consorcio de diez entidades académicas y no académicas internacionales de la Unión Europea y América Latina, entre las que se encuentra el área Ecosocial de FUHEM.

Se trata de uno de los proyectos seleccionados en la convocatoria de Horizon Europe 2021 de la UE, un programa que financia investigaciones e innovaciones relacionadas con el Cambio Climático y que ayuden a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas (ONU).

El objetivo general del proyecto plantea desarrollar nuevos instrumentos legales con una amplia base social y nuevas metodologías que proporcionen una base teórica y operativa común entre las ciencias sociales y las ciencias ambientales. Es decir, una serie de herramientas que permitan dar voz a los seres no humanos en instancias legales y contribuir a la creación de una visión compartida hacia el tratamiento de la “naturaleza” en sí misma (el valor intrínseco de la naturaleza), útil para la adaptación del proceso político a los desafíos ecológicos actuales.

En particular, “Speak4Nature” tiene como objetivos:

  • Conceptualizar la justicia ecológica desde una perspectiva multidisciplinar, intersectorial e internacional.
  • Definir por qué, cómo y bajo qué influencias, las ciencias extienden la consideración moral a la naturaleza no humana.
  • Mapear las técnicas sociales y legales actuales para hacer valer la voz de los seres no humanos y de la naturaleza.
  • Empoderar a la sociedad civil y a las partes interesadas en la conciencia ecológica, la restauración y el litigio sobre el cambio climático.
  • Garantizar la aceptación de los resultados del proyecto mediante el desarrollo de directrices prácticas y herramientas de formación sobre técnicas y normas jurídicas que apliquen principios de justicia ambiental en disputas por violaciones ambientales.

Mediante mecanismos de intercambio interdisciplinar e intersectorial, así como transferencia de conocimientos, “Speak4Nature” está destinado a incrementar las habilidades del personal involucrado para fomentar el estudio, el intercambio y la difusión del conocimiento en temas relacionados con el Derecho y las cuestiones ambientales, contribuyendo a la mejora de los estándares y políticas de justicia ecológica.

Los investigadores del área Ecosocial de FUHEM participarán dentro el consorcio de “Speak4Nature” aportando su experiencia y conocimientos en la defensa de una concepción no estrictamente antropocéntrica de la naturaleza y el fomento de los valores no instrumentales de la naturaleza en un contexto de justicia ecológica, así como sus enlaces con la sociedad civil concienciada y activa en el ámbito de la justicia ecológica, y con la promoción y difusión de estos debates en el ámbito judicial.

Los participantes del proyecto son:

- Universitá degli Studi del Piemonte Orientale "Amedeo Avogadro" (Italia). (Coordinadores).

- Grupo de Investigación en Humanidades Ecológicas - GHECO. Universidad Autónoma de Madrid (España).

- Rachel Carson Center for Environment and Society. Ludwig-Maximilians-Universitaet Muechen (Alemania).

- ECOCASTULUM, SL (España).

- FUHEM (España).

- Centro de Investigación de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad Nacional del Litoral (Argentina).

- Fiscalía del Medio Ambiente. FIMA (Chile).

- Centro de Ciências Jurídicas. Universidade Federal de Santa Catarina (Brasil).

El proyecto cuenta con una página web donde se pueden consultar las diferentes investigaciones y productos publicados por las organizaciones que forman parte, así como los eventos programados. Disponible en Speak4nature.

 


III Jornadas de Justicia Alimentaria

 

Las Jornadas de Justicia Alimentaria llegan a su tercera edición.

Desde el último martes del mes de febrero y a lo largo de los 3 primeros martes de marzo, el local de la Fundación San Martín de Porres (Calle Barbieri, 18, local izquierda, 28004 Madrid), será el lugar de encuentro de colectivos, fundaciones, academia, cooperativas, grupos de producción y consumo, así como todas las personas interesadas e involucradas en cambiar el rumbo a un sistema alimentario injusto, inseguro e insostenible,

En estas jornadas presenciales, de acceso libre y gratuito, podremos seguir reflexionando juntas, para fortalecer ese entramado de conexiones y espacios de resistencia que se construyen en pro de una alimentación inclusiva, justa y sostenible para todas las personas.

Tras una pandemia, una guerra en curso y hambrunas en muchas partes del mundo impulsadas también por el calentamiento global, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. A lo largo de estos últimos años, venimos comprobando cómo la capacidad de las personas para alimentarse de forma adecuada se ha visto afectada a nivel global por la pandemia de la COVID-19, que ha puesto a  prueba el sistema alimentario industrial y globalizado.

En ese sentido, por ejemplo, el reciente informe Alimentando un futuro sostenible, habla de que alrededor de 6.235.971 personas en España sufren inseguridad alimentaria. Cifra esta, que ha sufrido un incremento desde el inicio de la COVID-19, aunque los datos muestran que el problema de los hogares españoles para acceder a alimentos adecuados es de carácter estructural y que no está únicamente ligado a crisis coyunturales.

Tampoco podemos hacer oídos sordos al hecho de que el sistema alimentario es el principal impulsor de impactos ambientales, tanto en lo que se refiere a sus requerimientos como en relación con la huella de residuos y las pérdidas que genera.

Las jornadas abordarán también esa paradoja generada por las mismas dinámicas del sistema. Pero también y, sobre todo, estas jornadas quieren hacerse eco y compartir las experiencias que, desde diferentes ámbitos, se proponen como espacio de prácticas y lógicas alternativas al modelo dominante.

Esta edición contará además con una novedad. Desde el comité de organización se ha decidido abrir un espacio para recibir comunicaciones por parte de colectivos/organizaciones y toda persona interesada, con el objetivo de ampliar el alcance de las reflexiones, propuestas y experiencias más allá de las cuatro sesiones de las jornadas 2023. A través de este enlace, se pueden consultar los requerimientos para el envío de las comunicaciones.

El envío de los textos estará abierto entre el 20 de febrero y el 10 de abril de 2023 y se realizará a través de la siguiente dirección de correo electrónico: justicialimentaria@fuhem.es

Todas las comunicaciones recibidas que cumplan con los requerimientos se publicarán posteriormente en una sección de esta página, y podrán ser consultadas libremente.

PROGRAMA:

1ª Sesión: La alimentación en el cruce de las crisis del s. XXI

Martes 28 de febrero. 19:00-21:00 h.

Presentación y moderación:

Santiago Álvarez Cantalapiedra - FUHEM Ecosocial.

Intervienen:

  • La alimentación secuestrada por un modelo agroindustrial global. Kattya Cascante - Universidad Complutense Madrid.
  • La inseguridad alimentaria en el estado español: un problema estructural. Ana Moragues - Universidad de Barcelona.

Debate.

 

2ª Sesión: La paradoja del desperdicio alimentario

Martes 7 de marzo. 19:00-21:00 h.

  • Presentación y moderación:

Monica Di Donato - FUHEM Ecosocial.

Intervienen:

  • Análisis crítico del Proyecto de Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario. Propuestas para una ley transformadora. María González López - Enraíza Derechos.
  • Alimentos con segundas oportunidades: Espigoladors, un proyecto con una visión sistémica de las pérdidas y el desperdicio alimentario. Cèlia Vendrell - Fundación Espigoladors.
  • Rescatar para alimentar. Construyendo proyectos sociales para barrios más dignos. Alfonso Puras de Luis - ReFood

Debate.

 

3ª Sesión: Experiencias I. Hacia alternativas alimentarias

Martes 14 de marzo. 19:00-21:00 h.

  • Presentación y moderación:

José Ramón González - Carta Contra el Hambre.

Intervienen:

  • Tarjeta alimentaria: ventajas y limitaciones para abordar la insolvencia en el acceso a los alimentos. Carlos Pereda - Carta contra el Hambre e Invisibles de Tetuán.
  • Modelos agroecológicos populares. Joaquín Diego Hernández - Surco a Surco.
  • Huertos urbanos y compostaje comunitario. Oportunidades y desafíos en la cogestión de los biorresiduos. Sara Sama - UNED

Debate.

 

4ª Sesión: Experiencias II. Pisando la tierra. 

Martes 21 de marzo. 19:00-21:00 h.

  • Presentación y moderación:

Evaristo Villar - Revista Éxodo.

Interviene:

  • Vida en la no vida. Red social y comunitaria por el derecho a la alimentación. Emiliano de Tapias - ASDECOBA, Salamanca

Debate.

Descanso.

Relatorías y conclusiones de las jornadas 

Moderación y cierre de las Jornadas a cargo de Santiago Álvarez Cantalapiedra - FUHEM Ecosocial.

 

Organizan: FUHEM Ecosocial, Espacio Social ElSanta, Observatorio para el Derecho a la Alimentación de la Comunidad de Madrid, Carta Contra el Hambre, Madrid Agroecológico

Con el apoyo de: Surco a Surco, Fundación San Martín de Porres.

 

Estas Jornadas han sido realizadas con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.

 

Actividad reflejada en el Protocolo de Colaboración entre FUHEM y la UNED en la que participan los profesores Sara Sama Acedo (UNED) y Jesús Sánz Abad (UCM) para la transferencia y difusión de resultados de investigación asociados al proyecto de I+D+i Cambiando los paradigmas: “Cambiando los paradigmas: Economías Transformadoras” en un contexto de urgencia ecosocial (ECOEMBEDEDDNESS I+D+i PID2019-106757GA-I00_ Financiado por MCIN/AEI/ 10.13039/501100011033)

 

Disponible el  documento que refleja la Síntesis por puntos de las principales aportaciones de las III Jornadas de Justicia Alimentaria.

Ediciones anteriores:

II Jornadas de Justicia Alimentaria. 

I Jornadas de Justicia Alimentaria.

 


Desafíos demográficos

 

El mundo ha superado recientemente la cifra de 8.000 millones de seres humanos, cuando apenas hace dos siglos había 1.000 millones. Además, no sólo somos ocho veces más, sino que vivimos el doble.

Nueva sesión del ciclo de encuentros Debates para un pensamiento inclusivo organizado por la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial y la Casa Encendida, para reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles.

El acto que tendrá lugar el próximo 09 marzo de 18.00 - 19.30 h. en formato online, es de entrada libre y gratuita, bajo inscripción previa.

Bajo el título Desafíos demográficos abordaremos, entre otras cuestiones, como en dos generaciones se ha "llenado el mundo" y, en apenas una, el "hábitat humano ha pasado a ser urbano" generando la situación de extralimitación en la que nos encontramos. En el contexto de la actual crisis ecosocial, tanto una población geográficamente distribuida de manera desigual como dinámicas demográficas muy dispares representan factores determinantes a tener en cuenta.

El envejecimiento y el declive demográfico empiezan a ser un hecho en gran parte del mundo, mientras que en otras zonas el crecimiento demográfico impulsado por una población joven seguirá siendo la norma durante años.

Desde el 2007, por primera vez en la historia de la humanidad, viven más personas en las ciudades que en el mundo rural. Esta situación tiene fuertes repercusiones a nivel socioecológico, que constituyen un substrato fértil para la alimentación del actual contexto de crisis ecosocial, caracterizado por una situación de extralimitación y destrucción, así como por una creciente desigualdad social.

En ese sentido y si atendemos a las proyecciones, el continente africano es un espacio al que prestar mucha atención debido a su peculiar dinamismo demográfico: es el único continente donde aún hay más población rural que urbana. El crecimiento poblacional de África es dos veces el del Sureste asiático y casi tres veces el de América Latina y lo que impulsa esa dinámica es el hecho de que en la mayoría de los países africanos alrededor del 70% de su población sea menor de 30 años. Esto contrasta fuertemente con la situación del resto del mundo, donde la población autóctona envejece aceleradamente. España y la UE representan casos paradigmáticos en ese sentido. Las previsiones de que se reduzca la población española en las próximas décadas, al tiempo que se incrementa su edad promedio, hacen que se hable de la dinámica demográfica como un reto de primer orden cuyos efectos se sentirán en los patrones de consumo y de ahorro, en la evolución de la fuerza laboral y en la eficacia del sistema de bienestar social. Al problema del envejecimiento se suma además el de la distribución geográfica, de manera que las zonas más envejecidas coinciden además con las más despobladas.

Parece así indudable que si, por un lado, las preguntas fundamentales sobre qué producir, cómo hacerlo y con qué criterios distributivos siguen siendo las cuestiones centrales a las que hay que responder como sociedad, también es evidente que no podemos obviar que las dinámicas demográficas condicionan, y mucho, la posibilidad de atender con responsabilidad y solidaridad a esos grandes retos.

Para reflexionar y debatir sobre todo esto, contaremos con la presencia de tres autores invitados en el número 160 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global:

Modera: Monica Di Donato de FUHEM Ecosocial.

La actividad se desarrolla en una sala Zoom. Una vez realizada la inscripción, y antes de cada sesión, se enviará un correo electrónico de confirmación con los datos de acceso al encuentro.

Acceso a las anteriores sesiones del ciclo Debates para un pensamiento inclusivo

 

Organizan:


Factor demográfico. Papeles 160

Disponible el número 160 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global sobre el Factor demográfico.

El factor demográfico no constituyó una cuestión de gran interés mientras habitamos en un mundo “vacío”. Sin embargo, en los siglos XIX y XX, con Malthus, Hardin y los Ehrlich a la cabeza, se suscitó una profunda reflexión sobre este asunto con tintes alarmistas. También fue un factor importante, aunque en sentido contrario, durante el desarrollo de los nacionalismos: más población equivalía a más brazos (para la guerra o para el sistema productivo), y más poder para los estados.

A medida que nos internamos en un mundo “lleno” y se despliega la multicrisis ecosocial, el tema del factor demográfico cobra una relevancia nueva y se pone de manifiesto una profunda brecha demográfica. Si en unos lugares puede constituir un problema por exceso, en otros –como en el interior de España– se da un problema de vaciamiento, envejecimiento y desterritorialización. A ello se añaden los aspectos sobre fecundidad –con sus implicaciones sociales–, la crisis de cuidados y las crecientes tendencias migratorias, que, junto a las tendencias de expulsión, se convierten hoy en un factor demográfico crucial.

Este PAPELES dedica su Introducción y su semimonográfico a tratar estas cuestiones en su sección A Fondo, examinando varias de las aristas de esta poliédrica y espinosa cuestión: no ha sido un asunto fácil de integrar para el pensamiento progresista, y a menudo ha quedado velado y olvidado.

En sendos artículos en Actualidad se examina el fenómeno de la ecoansiedad y los crecientes sentimientos de ansiedad ante los impactos de la crisis ecosocial, y se pone luz a creciente desigualdad de riqueza en España.

Experiencias analiza el caso del Erasmus Rural y la experiencia de la autora en un proyecto en Teruel.

Ensayo ofrece una reflexión sobre el paradigma relacional como opuesto al binarismo e individualismo del pensamiento de la modernidad.

El número se cierra, como es habitual, con la sección Lecturas.

A continuación, ofrecemos el Sumario de la revista donde se podrán descargar en abierto y de forma gratuita la Introducción del número de Santiago Álvarez Cantalapiedra y el artículo de Begoña Elizalde San Miguel sobre el descenso de la fecundidad publicado en la sección A Fondo.

SUMARIO

INTRODUCCIÓN

Factor demográfico y crisis ecosocial, Santiago Álvarez Cantalapiedra.

A FONDO

Nueva demografía, viejas ideologías. (O el cambio demográfico y la respuesta política), Julio Pérez Díaz.

El debate sobre la población en la crisis ecosocial, Eileen Crist y Lyla Metha.

Despoblación, desterritorialización y multicrisis global, Luis Del Romero Renau.

El descenso de la fecundidad: un déficit de bienestar colectivo sobre el que la demografía lleva años alertando, Begoña Elizalde San Miguel.

¿Crisis demográfica o crisis de cuidados?, Ferran Muntané Isart.

¡Moveos, moveos, malditos! Migraciones en el siglo XXI en España, Andreu Domingo.

ACTUALIDAD

Ecoansiedad: de la parálisis a la acción climática y ambiental, Irene Baños Ruiz.

La desigualdad de la riqueza se ha doblado en el siglo XXI, según el Banco de España, Carlos Pereda.

EXPERIENCIAS

La iniciativa Erasmus Rural y el caso de Mas Blanco. Tejiendo las redes entre lo académico y lo rural, Nuria Salvador Fernández.

ENSAYO

El paradigma relacional, José Aristizábal G.

LECTURAS

RESÚMENES

 

Información y compras:

Tel.: +34 914310280

Email: publicaciones@fuhem.es

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El descenso de la fecundidad

Artículo publicado en la sección A Fondo del número 160 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, escrito por Begoña Elizalde San Miguel, bajo el título «El descenso de la fecundidad: un déficit de bienestar colectivo sobre el que la demografía lleva años alertando.»

El texto analiza la evolución de la fecundidad en España a lo largo de los últimos años y explora las razones que contribuyen a entender que este país se haya convertido en un país de “récords” en este tema. Somos uno de los países del mundo con un menor número de hijos e hijas por mujer y también donde las mujeres tenemos nuestra primera hija/o a una edad más avanzada.

En este contexto, la publicación por parte del Instituto Nacional de Estadística del número de nacimientos anuales genera cada año una ola de preocupación en los medios de comunicación en torno a la escasez de niños y niñas en nuestro país. Expresiones como “niveles mínimos históricos”, “récord” o “desplome” son habituales en el tratamiento de esta información que remite a un estado de preocupación colectiva que debe ser analizado con cautela.

Lo cierto es que, en principio, estos dos valores no tendrían por qué constituir un motivo de alarma. Los progresos alcanzados por las mujeres en el control sobre su reproducción y su entrada a ámbitos de la vida social de los que tradicionalmente estaban excluidas implican un cambio de valores que conlleva una reducción de la fecundidad. La relevancia de estos dos indicadores no se debe, sin embargo, a la decisión libre de tener menos descendencia, sino a la constatación de que las mujeres afirman que desearían tener un número mayor de hijos de los que tienen. Es esta distancia entre las aspiraciones que declaran tener y las que finalmente tienen lo que apunta a un déficit colectivo:

la existencia de barreras estructurales que imposibilitan que las familias puedan llevar a cabo sus aspiraciones y que constituye, por tanto, una carencia en términos de bienestar que debe ser analizado y atendido.

Partiendo de esta situación, este artículo pretende contribuir a esta línea de análisis mediante dos objetivos específicos:

i) explicar la evolución de la fecundidad en las últimas décadas en España;

ii) profundizar en algunas de las dimensiones de nuestra vida social que funcionan como obstáculos para la fecundidad.

Sin ánimo de exhaustividad se propone hacer un recorrido sobre los elementos más significativos que deben tenerse en cuenta para entender la evolución de la fecundidad en nuestro país a lo largo de las últimas décadas.

 

La evolución de la fecundidad en España

El descenso de la fecundidad no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de España. Una vez superados los años del famoso baby-boom (que alcanzó su pico en nuestro país en los años sesenta del siglo pasado), todos los países de nuestro entorno han experimentado un descenso continuado del número de hijos e hijas en un proceso de convergencia en el que intervienen diversos factores. Pero antes de pasar a las explicaciones, veamos cuáles son los indicadores más significativos en términos de fecundidad.

La comparación entre el número de nacimientos hace cuarenta años (571.018 en el año 1980) y en la actualidad (336.811 en 2021) no deja margen a la duda: el número de bebés que nacen en nuestro país se ha reducido más de un 40%. De forma paralela, el número medio de hijos que tienen las mujeres españolas ha seguido la misma tendencia de descenso (Figura 1), pasando de 2,21 a 1,19, el valor más bajo de la historia, solo superado en el ámbito europeo por Malta en el año 2020.1

Estos bajísimos niveles de fecundidad se explican, al menos parcialmente, por el hecho de que las mujeres en España acceden a la maternidad cada vez más tarde (Figura 2). El año pasado, la edad media a la que las mujeres en España tuvieron su primer hijo/a alcanzó los 32,6 años,2 más tarde que la mayor parte de países europeos. Otro indicador demográfico que resulta relevante es el porcentaje de mujeres que terminan su vida fértil (entre los 40-44 años) sin tener hijos, valor que supera el 23% en España.3

 

Figura 1. Evolución del número medio de hijos/as por mujer. España, 1980-2021.

Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Indicadores demográficos.

 

Figura 2. Evolución de la edad en la que las mujeres tienen su primer hijo/a. España, 1980-2021.

Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Indicadores demográficos.

 

Empezaremos este recorrido explicativo sobre los motivos que están detrás del cambio de paradigma en nuestro modelo reproductivo haciendo una parada en el que constituye uno de los principales procesos de transformación social de nuestra sociedad, el de la posición de las mujeres. Tradicionalmente, la maternidad era el hecho social por el que las mujeres tenían reconocimiento. Ese era su papel fundamental en nuestra organización social, dar a luz y asumir todas las actividades de cuidado que implicaba la crianza. Resulta evidente que los cambios en las relaciones de género han ubicado a las mujeres en nuevos roles y responsabilidades que han roto la tradicional asignación mujer=madre, y esta significativa transformación social genera que haya mujeres —muchas mujeres— que deciden no ser madres,4 de forma que una parte del descenso de la fecundidad se explica por los avances en igualdad de género y bienestar de las mujeres que debe ser celebrada en tanto es indicativa de una mayor libertad en sus decisiones vitales.

La etiqueta de “baja fecundidad” pasa a constituir una preocupación cuando constituye un “déficit de fecundidad” debido a la existencia de barreras estructurales

Los bajísimos niveles de fecundidad que presenta nuestro país no deben constituir, por tanto, una preocupación en relación a aquellas mujeres que libremente deciden no ser madres, sino por aquellas que sí quieren serlo, pero no han podido cumplir ese proyecto. En España, la mitad de las mujeres que han terminado su etapa reproductiva sin haber tenido descendencia manifiestan que sí habrían querido tenerla, pero que por distintos motivos no lo han hecho.5 Quienes nos dedicamos al estudio de la vida social sabemos bien que lo personal es político (como reza el lema feminista desde los años setenta) y, por tanto, merece atención en el ámbito público. Decisiones como la de ser madre/crear una familia no son tomadas en abstracto, sino que se deciden —de forma consciente o no— en función de factores como la situación laboral, los servicios públicos disponibles, los recursos de apoyo informal de los que se disponga o de la participación que en la decisión de ser madre tenga su pareja, en el caso de que la haya.

De esta forma, la etiqueta de "baja fecundidad" pasa a constituir una preocupación cuando constituye un "déficit de fecundidad", entendido como aquél que existe cuando las mujeres tienen menos hijos/as de los que desearían tener, debido a la existencia de barreras estructurales que les impiden desarrollar ese proyecto personal.

 

Las “barreras estructurales” que contribuyen a explicar los actuales niveles de fecundidad

La existencia de este tipo de barreras limitadoras de los proyectos vitales constituye una problemática a la que se debe dar respuestas desde el ámbito de las políticas públicas. En España, los actuales niveles de fecundidad no se ajustan a las preferencias de las familias; el número ideal de hijos/as que estas expresan de forma consistente en numerosos estudios se ha mantenido constante en las últimas décadas en torno a dos,6 lo que coincide con el tamaño de familia ideal existente en otros países europeos. Sin embargo, el número que de facto tienen en nuestro país ha ido disminuyendo progresivamente, alejándose cada vez más de ese proyecto deseado hasta alcanzar el año pasado los 1,19 hijos.

Esta distancia entre la realidad y las expectativas ha sido identificada como «infecundidad estructural»,7  un concepto que apunta a la idea de que las decisiones que están tomando las familias en torno a la fecundidad no se ajustan a sus preferencias, sino que son la consecuencia de una estructura social que impide, o al menos no favorece, tomar esa decisión.

No es ninguna novedad decir que el mercado laboral en España se caracteriza por la precariedad, la temporalidad y los bajos salarios. En términos de paro, las tasas de desempleo son persistentemente altas, especialmente entre la población migrante, las mujeres y las personas jóvenes.8 En el último trimestre del año pasado el paro entre las personas de 25 a 29 años era del 18,6%.9 Teniendo en cuenta que este grupo de edad es el que está acercándose al momento vital de tener descendencia, parece evidente que esta inestabilidad laboral constituye una primera barrera muy significativa.

Esta barrera es especialmente difícil de superar para las mujeres, para quienes la maternidad supone un “factor de riesgo” en el mercado laboral. Como se puede ver en la Figura 3, las tasas de empleo femenino descienden significativamente cuando las mujeres son madres, algo que no les ocurre a los hombres.

La precariedad es una barrera especialmente difícil de superar para las mujeres, para quienes la maternidad supone un “factor de riesgo” en el mercado laboral

Junto a este descenso del empleo, varios indicadores adicionales demuestran que la maternidad supone una retirada —total o parcial— de las mujeres del mercado  laboral y, por tanto, un riesgo: el 88% de las personas que se acogen a excedencias (no remuneradas) por cuidado de hijos son mujeres, según el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social; el 22% de las mujeres que tienen un empleo trabajan a tiempo parcial, porcentaje al que hay que añadir las mujeres que reducen su jornada laboral por cuidado de hijas e hijos. Y, por último, se estima que la penalización en términos salariales que supone la maternidad es del 11% en el primer año y del 28% en el largo plazo.10 Ser madre, en definitiva, supone para las mujeres un momento de transitar hacia unas nuevas responsabilidades de cuidado que son asumidas por ellas, de acuerdo a una división sexual del trabajo muy tradicional. Esta precariedad que experimentan las mujeres no es sino el reflejo de la existencia de profundas desigualdades de género en torno a los cuidados que constituye un desincentivo evidente para la fecundidad.

Figura 3. Tasa de empleo (25-54 años) según situación familiar. España, 2021.

Fuente: Eurostat, Labor Force Survey, código LFST_HHEREDCH.

 

Pero la relación entre las desigualdades de género y la fecundidad no se manifiesta únicamente en el mercado laboral; los niveles de fecundidad aumentan en aquellos contextos en los que existe una mayor corresponsabilidad entre hombres y mujeres también en el ámbito doméstico,11 una esfera en la que también España muestra un comportamiento tradicional. Las estadísticas oficiales llevan décadas apuntando a resultados contundentes: tanto en este país como en el resto de Europa, la proporción de mujeres que realizan tareas domésticas es mayor que la de hombres y, además les dedican un número mayor de horas.12 A modo de ejemplo, estudios recientes sobre España han mostrado que «en las parejas mayoritarias, aquellas en que ambos se encuentran ocupados, la brecha de género en el trabajo doméstico se puede cifrar en una hora y cuarenta y cinco minutos, y en unos cuarenta minutos en el cuidado de menores»,13 por lo que el actual modelo de distribución de las responsabilidades domésticas no contribuye a revertir la tendencia de descenso de la fecundidad, en tanto en cuanto sigue constituyendo un ámbito de desigualdad y sobrecarga para las mujeres que, como se ha mencionado, se observa en los países con una fecundidad más baja.

Más allá del mercado laboral o la escasa corresponsabilidad en el ámbito doméstico, otro elemento fundamental para entender los niveles de fecundidad de un país es la arquitectura de sus políticas familiares. Volviendo al planteamiento de que la brecha entre la fecundidad deseada y la real constituye un problema colectivo, las políticas públicas de apoyo a las familias pueden y deben constituirse en una herramienta transformadora fundamental para reducir dicha brecha. El diseño de un sistema combinado de servicios públicos de cuidados universales (escuelas infantiles), prestaciones por nacimiento prolongadas en el tiempo, unas medidas de conciliación de la vida laboral y familiar eficaces y un modelo de transferencias monetarias que reduzca el impacto negativo que supone tener hijos e hijas se ha identificado como la condición necesaria para incrementar los índices de fecundidad.14 En el caso español, sin embargo, el carácter errático de las políticas y las reducidas inversiones públicas hace que sea difícil reconocer siquiera la existencia de un "modelo" de ploíticas familiares,15 por lo que las políticas públicas se han constituido, en sí mismas, en otra barrera estructural —en lugar de un elemento facilitador— a la fecundidad.

Empezando por las políticas dirigidas a la conciliación de la vida laboral y familiar, se trata de medidas orientadas a facilitar las ausencias del mercado laboral en lo que supone un claro ejemplo de falta de perspectiva de género que transfiere la responsabilidad de los cuidados a las mujeres y que hace que sean ellas las que asuman el riesgo derivado de ser madres en términos laborales y de ingresos.

El carácter errático de las políticas en España y las reducidas inversiones públicas hace difícil reconocer la existencia de un “modelo” de políticas familiares

Los principales instrumentos son las excedencias o las reducciones de jornada, opciones ambas que implican una significativa reducción de los ingresos y que son utilizadas casi en exclusiva, como se ha mencionado más arriba, por las mujeres. Se da la paradoja de que la puesta en marcha de políticas de conciliación se ha materializado en medidas que asumen que, ante la imposibilidad de conciliar en términos reales, la única opción posible es facilitar las “salidas” —totales o parciales— de las mujeres del mercado laboral.

Más allá del ámbito laboral, el principal recurso que necesitan las familias para conciliar y, por tanto, que contribuye a generar una percepción sobre la existencia de apoyos colectivos suficientes a la maternidad, son los servicios de educación infantil de 0 a 3 años. Si bien es cierto que en los últimos años la red pública de escuelas infantiles ha ido aumentando (ver Figura 4), la cobertura no está garantizada por lo que en el año 2020 apenas un 23% (con diferencias territoriales) de los niños y niñas de entre 0 y 3 años tenían plaza en una escuela pública.

Figura 4. Porcentaje de menores de 0 a 3 años que asisten a escuelas infantiles públicas.

Fuente: elaboración propia a partir de las Estadísticas del Ministerio de Educación y Formación Profesional.

 

Por último, en cuanto a los permisos para cuidados, en España solo existe actualmente el permiso por nacimiento, que prevé 16 semanas para cada progenitor, pero no se contemplan otro tipo de permisos —que sí existen en otros países— para atender los cuidados durante los primeros años. La escasez de permisos da lugar a un nuevo elemento de inseguridad a las familias, al carecer de derechos reconocidos para atender las necesidades puntuales de cuidados que requieren los hijos e hijas una vez que termina el permiso por nacimiento.

Cabe señalar, antes de terminar este recorrido por las políticas familiares, que el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 está actualmente diseñando una nueva Ley de Familias que prevé la incorporación de nuevos permisos por cuidados y que tiene como objetivo precisamente transformar el actual modelo de políticas familiares o, mejor dicho, generar un modelo de políticas públicas más garantista, que ayude a transmitir a la ciudadanía la idea de “derechos”. Sin duda, avanzar hacia un modelo de políticas familiares planteado en términos de ciudadanía y de derechos constituye una condición necesaria para reducir las actuales barreras a la fecundidad. No obstante, se debe aclarar que las políticas familiares no consiguen, por sí mismas y de forma aislada revertir el actual descenso de la fecundidad, sino que deben ser puestas en marcha junto a otras medidas que actúen sobre el resto de barreras que se están señalando.16

El último elemento que es necesario apuntar como explicativo del continuado descenso de la fecundidad es el actual contexto —no solo nacional sino internacional— de incertidumbre.

Avanzar hacia un modelo de políticas familiares planteado en términos de ciudadanía y derechos constituye una condición necesaria para reducir las barreras a la fecundidad

Tradicionalmente, los momentos de crisis siempre han repercutido en descenso de la fecundidad, puesto que no son etapas que faciliten la decisión de tener hijos.17 La inestabilidad laboral, la inseguridad económica y la falta de apoyos públicos llevan décadas constituyendo obstáculos significativos para tener hijos, obstáculos que se han acentuado con la crisis del COVID-19 y el actual contexto de conflicto internacional. Sin embargo, el análisis comparativo demuestra que, mientras en España el descenso de la fecundidad se ha acentuado en los dos últimos años, los países que han implementado medidas de apoyo a la conciliación y de respuesta ante la crisis (principalmente los países escandinavos) han experimentado una ligera recuperación de la fecundidad en este mismo periodo.18 Este cambio de tendencia ha sido interpretado como un indicador del efectivo positivo que tiene en la fecundidad la generación de un sentimiento de confianza entre la ciudadanía con respecto a los apoyos públicos, cuando estos son mantenidos en el tiempo y son capaces de adaptarse ante coyunturas de especial necesidad.

 

La coordinación de medidas, clave para revertir la actual tendencia de la fecundidad

España cuenta en esta legislatura con un Ministerio para la Transición ecológica y el Reto demográfico, elevando así al máximo nivel en la acción gubernamental los retos que plantea la demografía, principalmente referidos a la bajísima fecundidad y el proceso de envejecimiento poblacional. La decisión de incluir estas temáticas en la esta estructura de gobierno supone la constatación de que “la cuestión demográfica” supone una preocupación colectiva que requiere de acciones directas por parte de las administraciones públicas. Esta preocupación aparece con frecuencia vinculada a la sostenibilidad de las pensiones, en la creencia de que las actuales tasas de natalidad (número de nacimientos anuales) no podrán sostener al creciente número de personas jubiladas. Sin embargo, esta simplista asociación entre baja natalidad y riesgo de pensiones ignora con frecuencia que las pensiones no se nutren de “población en general” sino de “personas empleadas”. Reducir los elevados y constantes niveles de desempleo existentes en nuestro país constituye una estrategia más realista a la hora de garantizar la sostenibilidad de las pensiones y reducir el impacto de estas sobre el Producto Interior Bruto, como así ha puesto de manifiesto en el análisis de los distintos escenarios de respuesta al envejecimiento poblacional elaborados en la Estrategia España 2050.19

El descenso de la fecundidad ha venido para quedarse. Los avances en igualdad de género y un cambio de valores donde los proyectos vitales individuales no pasan siempre por tener hijos implican necesariamente unos niveles de fecundidad bajos que debemos aceptar como el resultado de una mayor igualdad y una ruptura de la tradicional asimilación de las mujeres a las familias y a ser madres.

Partiendo de esta idea, es importante entender que es la creciente brecha entre la fecundidad deseada y la real la que debe establecerse como un motivo de preocupación colectivo sobre el que incidir. En este trabajo se han señalado algunos de los elementos fundamentales que explican la baja fecundidad a través de las dinámicas existentes en el mercado laboral, las políticas familiares o la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en el ámbito doméstico, pero se podrían apuntar otros, como las dificultades de acceso a la vivienda que también supone un obstáculo evidente a la hora de decidir tener descendencia.

Los esfuerzos dirigidos a reducir la brecha de fecundidad deben constar de paquetes de medidas coordinadas que incidan en todas esas dimensiones de forma paralela, huyendo de soluciones mágicas y/o estrategias dirigidas simplemente a “tener más hijas/hijos”, como pretenden las políticas natalistas. Estas fórmulas, que incorporan medidas dirigidas casi en exclusiva a las mujeres mediante sistemas de excedencias no remuneradas y cheques-bebés puntuales, han demostrado ser ineficaces puesto que no analizan las causas estructurales que dificultan que las personas jóvenes puedan tener hijos, causas que requieren un cambio de modelo mucho más ambicioso. Se trata, en última instancia, de facilitar las condiciones para que las preferencias individuales sobre las aspiraciones familiares puedan ser desarrolladas sin que supongan un elemento extra de vulnerabilidad ni en el ámbito laboral ni en el personal.

 

Begoña Elizalde San Miguel es profesora en el Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad Pública de Navarra.

 

NOTAS:

1 Eurostat, Fertility Indicators, 2020.

2 Instituto Nacional de Estadística, 2021.

3 Marta Seiz, Teresa Castro-Martín, Julia Cordero Coma y Teresa Martín-García, «La evolución de las normas sociales relativas a las transiciones familiares en España», Revista Española de Sociología, núm. 31(2), 2022, pp. 1-28, disponible en: https://recyt.fecyt.es/index.php/res/article/view/89793/68117.

4 Albert Esteve y Rocío Treviño, «Los grandes porqués de la (in)fecundidad española», Perspectives demographiques, núm. 15, 2019, pp. 1-4, disponible en: https://ced.cat/PD/PerspectivesDemografiques_015_ESP.pdf.

5 Ibidem.

6 Tomáš Sobotka y  Éva Beaujouan, «Two is Best? The Persistence of a Two-Child Family Ideal in Europe», Population and Development Review, núm. 40(3), 2014, pp. 391-419, disponible en: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/j.1728-4457.2014.00691.x.

7 Bruna Alvarez y Diana Marré, «Motherhood in Spain: from the “baby boom” to “structural infertility”», Medical Anthropology, núm. 41(6-7), 2022, pp. 718-7331, disponible en: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/j.1728-4457.2014.00691.x.

8 María José Moral. «El mercado de trabajo», en María José Moral, Manual de Economía Española, Funcas, Madrid, 2022.

9 INE, Encuestas Población Activa, 4 Trimestre, 2021.

10 Alicia de Quinto, Laura Hospido y Carlos Sanz. «The Child Penalty in Spain», Documentos Ocasionales, núm. 2017, Madrid: Banco de España, 2020, disponible en: https://www.bde.es/f/webbde/SES/Secciones/Publicaciones/PublicacionesSeriadas/DocumentosOcasionales/20/Files/do2017e.pdf.

11 Frances Goldscheider, Eva Bernhardt y Trude Lappegård, «The gender revolution: A framework for understanding changing family and demographic behavior», Population and development review, núm. 41(2), 2015, pp. 207-239, disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1728-4457.2015.00045.x.

12 Laura Lükmann, «When parents wish to reduce their working hours: does sorting into occupations and work organizations explain gender differences in working-time adjustments?», Journal of Family Research, núm. 33(3), 2021, pp. 1-37, disponible en: https://doi.org/10.20377/jfr-496.

13 Marc Ajenjo y Joan García Román, «La persistente desigualdad de género en el uso del tiempo en España», Perspectives demographics, núm. 14, 2019, p. 3, disponible en:  https://ced.cat/PD/PerspectivesDemografiques_014_ESP.pdf

14 Begoña Elizalde-San Miguel, Vicente Díaz Gandasegui y M. Teresa Sanz García, «Family Policy Index: A Tool for Policy Makers to Increase the Efectiveness of Family Policies», Social Indicators Research, núm. 142, 2019, pp. 387-409, disponible en: https://link.springer.com/article/10.1007/s11205-018-1920-5.

15 Luis Ayuso y Milagrosa Bascón, «El descubrimiento de las políticas familiares en España: entre la ideología y el pragmatismo», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 174, 2021, pp. 3-22, disponible en: http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_174_011615205527045.pdf.

16 Begoña Elizalde-San Miguel, Vicente Díaz Gandasegui y María T. Sanz García, «Growing Pains: Can Family Policies Revert the Decline of Fertility in Spain», Social Inclusion, núm. 11 (1), 2023. DOI: https://doi.org/10.17645/si.v11i1.6141.

17 Francesca Luppi, Bruno Arpino y Alesandro Rosina, «The impact of COVID-19 on fertility plans in Italy, Germany, France, Spain and the United Kingdom», Demographic Research, núm. 43(47), 2020, pp. 1399-1412, disponible en: https://www.demographic-research.org/volumes/vol43/47.

18 Jessica Nisén, Marika Jalovaara, Anna Rotkirch y Mika Gissler, «Fertility recovery despites de COVID-19 pandemic in Finland?», SocArXiv Flux, núm. 4, 2022, disponible en: https://doi.org/10.31235/osf.io/fxwe3.

19 Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de Largo Plazo (coord.), «España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo», Ministerio de la Presidencia, Madrid, 2021, p. 225, disponible en: https://www.lamoncloa.gob.es/presidente/actividades/Documents/2021/200521-Estrategia_Espana_2050.pdf.

 

Acceso al texto completo del artículo en formato pdf: El descenso de la fecundidad: un déficit de bienestar colectivo sobre el que la demografía lleva años alertando.


Factor demográfico y crisis ecosocial

Artículo de Santiago Álvarez Cantalapiedra publicado como Introducción del número 160 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.

El mundo ha superado recientemente la cifra de 8.000 millones de seres humanos. Hace apenas dos siglos había 1.000 millones de personas sobre la faz de la tierra, que en promedio vivían 35 años; hoy, no solo somos ocho veces más, sino que vivimos el doble.

El impulso demográfico más intenso se ha producido en los últimos cincuenta años, cuando la población mundial pasó de 4.000 millones en 1974 a 8.000 millones en 2022, mientras la esperanza de vida mundial se incrementaba en ese mismo periodo en 13 años.1 Por otro lado, esa población está geográficamente distribuida de manera muy desigual y con dinámicas demográficas muy dispares, por lo que el envejecimiento y el declive demográfico empiezan a ser un hecho en gran parte del mundo (la mitad de la población mundial vive ya en países donde la fecundidad está por debajo del nivel de reemplazo de 2,1 hijos por mujer),2 mientras que en otras zonas -África, principalmente- la juventud y el crecimiento demográfico seguirán siendo la norma durante años.

Además, la población mundial se ha hecho urbana. Desde el año 2007, por primera vez en la historia de la humanidad, viven más personas en las ciudades que en el campo simbolizando el abandono de lo que la especie humana fue desde su aparición: una especie formada por cazadores, recolectores y productores de alimentos.

En consecuencia, en el transcurso de dos generaciones hemos “llenado el mundo” y en apenas una el “hábitat humano ha pasado a ser urbano”. Eso ha comportado un impacto ecológico colosal al reflejar la aceleración de la ruptura metabólica que se venía fraguando desde la revolución industrial y que nos ha conducido a la situación de extralimitación en que nos encontramos. Así pues, la dinámica demográfica no puede disociarse del tipo de intercambio con la naturaleza que la civilización industrial capitalista impuso hace doscientos años como tampoco cabe obviar, en el contexto de extralimitación y destrucción en el que estamos, que la demografía representa un factor para tener en cuenta en la actual crisis ecosocial.

 

El peso de la demografía

La importancia de la demografía se deja ver en la evolución social, económica, geopolítica y ecológica del mundo. Más de la mitad de la población mundial vive en el continente asiático, particularmente en la franja que va desde el sur al este (que incluye Pakistán, India, Bangladesh, China, Vietnam, Tailandia, Myanmar, Indonesia y las islas Filipinas), y hacia allí se está desplazando el centro de gravedad económico, político y cultural que está armando el poder global al inicio de este siglo.

Pero el dinamismo demográfico se sitúa, según las proyecciones, en África, el único continente donde aún hay más población rural que urbana. Se estima que la población del continente se duplicará en menos de treinta años (alcanzando la cifra de 2.500 millones en el año 2050), por lo que para entonces más de una cuarta parte de la humanidad será africana. El crecimiento poblacional de África es dos veces el del Sureste asiático y casi tres veces el de América Latina, y lo que impulsa esa dinámica es el hecho de que en la mayoría de los países africanos alrededor del 70% de su población sea menor de 30 años.

Esto contrasta fuertemente con la situación del resto del mundo, donde la población autóctona envejece aceleradamente. España y la UE representan casos paradigmáticos. Según los datos más recientes del INE, la población de España aumentó en 182.141 personas durante la primera mitad del año 2022 y se situó en 47.615.034 habitantes, pero ese crecimiento se debió a un saldo migratorio positivo de 258.547 personas, que compensó con creces un saldo vegetativo negativo de 75.409 personas.3

Las previsiones de que se reduzca la población española en las próxima décadas, al tiempo que se incrementa su edad promedio, hacen que se hable de la dinámica demográfica como un reto de primer orden cuyos efectos se sentirán en los patrones de consumo y de ahorro, en la evolución de la fuerza laboral y en la eficacia del sistema de bienestar social al implicar un incremento significativo del gasto público en pensiones, sanidad y servicios sociales.4 Al problema del envejecimiento se suma además el de la distribución geográfica, de manera que las zonas más envejecidas coinciden además con las más despobladas. España es un reflejo de lo que está sucediendo en el resto de la UE: sin la migración, la población europea se habría reducido en medio millón durante el año 2019, dado que los nacimientos representaron 4,2 millones frente a los 4,7 millones de decesos.

 

Brecha demográfica

Esta disparidad de dinámicas entre países y continentes está provocando cambios profundos en el mundo que conocemos, creando la mayor brecha demográfica de la historia. Por un lado, los viejos países centrales del capitalismo global, que han concentrado el poder mundial durante los últimos siglos, se están convirtiendo en las sociedades más avejentadas del planeta. Por contraste, en las naciones más pobres y menos poderosas (la periferia más subordinada del capitalismo mundial) es donde reside hoy la mayor parte de la población joven. Esta división será un factor clave que impulsará las relaciones políticas, económicas y culturales durante las próximas décadas, alterando no solo la importancia económica de los países y los flujos del comercio internacional, sino también casi todos los órdenes de la vida como la creatividad y la innovación tecnológica, el papel y peso de las distintas religiones, la diversidad social y los patrones migratorios.

 

¿El siglo de las migraciones?

Podría pensarse que las brechas y desequilibrios demográficos impulsarán indefectiblemente los procesos migratorios. Los países centrales del capitalismo más añejo encontrarían en la inmigración la solución a sus problemas, mientras que la población joven de los países pobres hallaría fuera de sus fronteras las oportunidades que no tiene en sus lugares de nacimiento.5 El asunto, sin embargo, no es tan simple ni automático como aparenta, pero ayuda a situar la cuestión migratoria como «piedra de toque para discriminar entre opciones emancipatorias y regresivas».6 Dentro de las posturas regresivas, algunos contemplan la migración como una tabla de salvación, mientras que otros ven en el mismo fenómeno la peor de las amenazas.7

Las opciones emancipatorias, alejadas de esta visión instrumental de las migraciones como oportunidad o amenaza, ponen de manifiesto que lo que se trasluce de todo ello no es sino el intento de los viejos centros capitalistas de aferrarse a un modo de vida imperial que la crisis ecosocial nos revela que solo puede mantenerse a fuerza de profundizar en el ecocidio y el genocidio. Volveremos sobre ello más adelante, pues lo que ahora interesa es enmendar alguna distorsión importante en torno a cómo se suelen contemplar los procesos migratorios.

Para empezar, no hay una invasión derivada de un supuesto crecimiento desbordado de las migraciones internacionales. Se estima que el número de migrantes internacionales (personas que viven en un país del que no son ciudadanos) alcanzó una cifra alrededor de los 272 millones en 2019.8 Un porcentaje de la población que oscila entre el 3 y el 3,5% de la población mundial y que se ha mantenido sin grandes variaciones a lo largo de las últimas décadas,  pues -como sostienen los premios Nobel Barnejee y Duflo- «en el año 2017, la proporción de migrantes internacionales en relación con la población mundial era casi la misma que en 1960 o 1990: el 3 por ciento».9 Muy lejos de los porcentajes de la gran migración europea de finales del XIX y principios del XX: con un 6%. Por otro lado, las desigualdades y brechas económicas por sí solas no resultan suficientes para explicar el movimiento transfronterizo de personas. Si la migración solo respondiera a la desigualdad de ingresos, sería difícil explicar por qué los migrantes no eligen sistemáticamente a los países más ricos o por qué los niveles de migración difieren entre países con niveles similares de ingresos. Tampoco lograría explicar por qué algunos migrantes regresan a sus países de origen aun cuando las diferencias de ingresos entre el origen y el destino se siguen manteniendo.

Los modelos migratorios que se basan únicamente en las disparidades económicas no logran capturar las diferencias más amplias en los marcos sociales, políticos e institucionales y el hecho de que son los conflictos y la violencia los que obligan a las personas a abandonar sus países, al igual que, cada vez más, los eventos climáticos extremos y la degradación ecológica que sobre su territorio provoca el modo de vida de la civilización industrial capitalista.

Teniendo esto presente, conviene volver a las cifras de las migraciones internacionales. Si bien se ha resaltado que estamos lejos de encontrarnos ante un fenómeno masivo y que la evolución ha sido relativamente estable en la última mitad del siglo XX, también es cierto que desde el inicio del tercer milenio el volumen de migrantes internacionales se ha incrementado en más de un 50% (unos 108 millones en términos absolutos), pasando de 173 millones en el año 2000 (con una población mundial de 6.145 millones) hasta los 281 millones en 2020 (sobre una población mundial de 7.900). Así pues, se puede concluir que durante las dos primeras décadas del nuevo siglo el ritmo de incremento de los migrantes (un 38,4%) ha sido significativo y superior al de la población (22,2%).

Detrás de este nuevo impulso es muy probable que se encuentre el importante aumento en el número de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo. Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) durante el año pasado el desplazamiento forzado superó los cien millones de personas.10 Hay que observar la evolución reciente: el desplazamiento forzado alcanzó en el año 2014 una magnitud que no se había registrado desde la II Guerra Mundial. De los 59,5 millones de desplazados por la fuerza en el mundo en esas fechas, 19,5 eran refugiados y 1,8 solicitantes de asilo (el resto –38,2 millones– desplazados internos)11 Desde entonces no ha dejado de crecer hasta alcanzar los 100 millones mencionados.

La mayor parte de esas personas huyen de la violencia generalizada o de la violación de los derechos humanos (proceden de zonas de conflicto como Ucrania, Siria, Irak, Somalia, Sudán del Sur, la República Democrática del Congo, Eritrea o Palestina), pero los organismos internacionales advierten de que el incremento de la diáspora global en el futuro se deberá sobre todo a la expulsión de la población de sus territorios como consecuencia  de la destrucción de los hábitats donde viven (y eso tiene que ver directamente con la crisis ecológica y, concretamente, con los efectos del cambio climático).12 La violencia derivada de los conflictos y la expulsión asociada a la destrucción de los hábitats no son factores que actúen aisladamente, sino que se retroalimentan entre sí construyendo un entramado que incide sobre la población en una misma dirección.

 

Crisis ecosocial, expulsiones y demografía

La degradación de los hábitats y los impactos catastróficos de los eventos climáticos extremos actúan como potentes elementos expulsores de población e importantes factores de desestabilización. Entremezclados con otras crisis y conflictos preexistentes, constituyen un cóctel explosivo, especialmente en ese conjunto de estados económica y políticamente maltratados a lo largo de la historia del capitalismo que se extiende en torno al ecuador del planeta y donde el cambio climático comienza a golpear más fuerte por su importante dependencia de la agricultura y la pesca. Son, por otra parte, los países con mayor dinamismo demográfico y que sufren en mayor medida los daños de un modo de vida imperial que tiene a las mujeres, a la naturaleza y a los pueblos del Sur como colonias.13

 

Desafíos

La arena exterior hacia la que trasladaba geográfica y temporalmente sus contradicciones el capitalismo ha ido despareciendo a media que se ha hecho global. La válvula de escape de las presiones que la civilización industrial capitalista somete a la biosfera está a punto de saltar por los aires por la convergencia de tendencias que conducen al desastre. El modo de vida imperante, que tantos privilegios concentra en una parte de la humanidad a costa de dañar la dignidad y supervivencia de la otra parte, necesita urgentemente ser desenmascarado y desmontado al mostrarse profundamente incompatible con altos niveles de población (y persistencia de otras especies) en un contexto de extralimitación.

No parece que podamos orillar por más tiempo la necesidad de racionalizar y regular conscientemente las relaciones sociales y los intercambios con la naturaleza. La regulación consciente de las relaciones humanas debería incluir también los aspectos demográficos, tanto en lo que se refiere al volumen de población como a los flujos migratorios, y hacerlo con criterios de justicia (social, ecológica y de género) para que no se convierta en una estrategia que persiga preservar un modo de vida que solo puede mantenerse descartando a una parte de la humanidad y al resto de especies.

Sin dejar de prestar atención preferente al modo de producción y consumo, preguntándonos acerca de qué producir, cómo hacerlo y con qué criterios distributivos, que siguen siendo la cuestiones centrales y esenciales, debemos abordar también con las máximas cautelas y en toda su complejidad los asuntos demográficos. Máximas cautelas porque, como recuerda el pensamiento feminista, el control de la población suele interpretarse, en el marco del capitalismo patriarcal, como una instrumentalización tecnocrática del cuerpo y la fertilidad de las mujeres.14 La “población” son seres humanos y no una “variable” susceptible de ser manejada tecnocráticamente. Pero hay ciertas evidencias, que surgen de la fuerte relación entre las tasas de disminución de la fertilidad y el aumento de la autonomía de las mujeres a través de la educación y el acceso a los servicios de salud reproductiva, que deben ser potenciadas y completadas con otras medidas que persigan aumentar el control efectivo de las mujeres sobre sus propias vidas. Por otro lado, el control poblacional se hace aún más complejo y necesitado de regulaciones bioéticas desde el momento en que hemos desarrollado una biotecnología capaz de controlar sin cortapisas la evolución biológica de la especie humana.

Algo parecido cabría decir de la regulación de los flujos migratorios. La instrumentalización de las migraciones procedentes del Sur para resolver los problemas de las sociedades avejentadas del Norte global no servirá más que para legitimar las enormes injusticias y desigualdades existentes. Es preciso revisar el ordenamiento jurídico internacional para reconocer derechos a la naturaleza y las nuevas realidades sociales que surgen del deterioro ecológico.

Un primer paso puede ser ampliar el concepto jurídico de refugiado: «Las razones que pueden aducir quienes se encuentran en una situación de riesgo real de daño irreparable para su vida y dignidad por motivos medioambientales son equiparables a los motivos contemplados por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 para otorgar refugio a las personas que huyen de la violencia o de la persecución».15 Necesitamos por tanto un nuevo enfoque con que contemplar las migraciones y la política migratoria basado en el deber de acogida asociado al grado de la responsabilidad contraída históricamente por siglos de colonialismo, desposesión y destrucción.

Santiago Álvarez Cantalapiedra, es director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.

 

Puedes descargar el texto completo en formato pdf: Factor demográfico y crisis ecosocial

 

NOTAS

[1] https://datos.bancomundial.org/indicador/SP.DYN.LE00.IN

[2] La proyección más reciente, publicada en el año 2020 por el Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud (IHME) de la Universidad de Washington señala que para finales de este siglo 183 de los 195 países del mundo tendrán una tasa de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo. Stein Emil Vollset, Emily Goren, Chun-Wei Yuan, Jackie Cao, Amanda E Smith et al.: «Fertility, mortality, migration, and population scenarios for 195 countries and territories from 2017 to 2100: a forecasting analysis for the Global Burden of Disease Study», The Lancet, Vol 396, 17 de octubre 2020, pp. 1285-1306, disponible en: https://www.thelancet.com/article/S0140-6736(20)30677-2/fulltext]

[3] INEbase / Demografía y población /Cifras de población y Censos demográficos /Cifras de población / Últimos datos

[4] Esta situación ha hecho que el Banco de España, en su Informe Anual 2018, dedicara por primera vez un capítulo (el cuarto) a las consecuencias económicas del cambio demográfico, disponible en: https://www.bde.es/bde/es/secciones/informes/informes-y-memorias-anuales/informe-anual/index2018.html]

[5] Desde una perspectiva meramente instrumental (y acorde con la más pura lógica descarnada de los intereses económicos vigentes), las respuestas al declive demográfico no pasarían únicamente por potenciar la inmigración. También cabría contemplar políticas en favor de las oportunidades a la población más joven y políticas de adaptación a una sociedad con mayor presencia de personas mayores. Las primeras -adoptando un prisma pro-natalista (y sin una necesaria conexión con la justicia social y de género)- abordarían los problemas de precariedad juvenil, emancipación tardía y cambio cultural en relación con los modelos de familia, abogando por mayores ayudas públicas a las mujeres en edad fértil y la remoción de los obstáculos a la conciliación de la vida laboral con la familiar y a la corresponsabilidad en la crianza. Las segundas, orientadas a la potenciación de los mayores defenderían que, dada la mayor longevidad de la población, habría que aprovechar la experiencia y el aprendizaje acumulado a lo largo de toda una vida incentivando la permanencia en el mercado laboral de las personas mayores a través de fórmulas flexibles de envejecimiento activo basadas en la voluntariedad.

[6] Jorge Riechmann, «¿Somos demasiados? Reflexiones sobre la cuestión demográfica», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, nº 148, 2020, p. 26, disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2020/01/Reflexiones-sobre-cuestion-demografica-J.Riechmann.pdf 

[7] Aquí se situarían las supercherías conspirativas de la extrema derecha convergentes en la idea del «gran reemplazo», según la cual se estaría favoreciendo la sustitución de la población autóctona por población extranjera a través de la inmigración masiva, con lo que la “cultura e identidad” de los primeros se encontraría ante el riesgo de desaparecer por el dinamismo demográfico del foráneo. Se trata de posiciones sin ningún fundamento que se asientan en visiones raciales y culturales supremacistas.

[8] UNDESA, World Social Report 2020, p. 130, disponible en: https://www.un.org/development/desa/dspd/world-social-report/2020-2.html 

[puede consultarse en: https://www.un.org/development/desa/dspd/world-social-report/2020-2.html]

[9] Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo, Buena economía para tiempos difíciles, Taurus, Barcelona, 2020, p. 25.

[10] https://www.acnur.org/noticias/press/2022/5/6286d6ae4/acnur-ucrania-y-otros-conflictos-impulsan-el-desplazamiento-forzado-que.html

[11] ACNUR, Tendencias globales. Desplazamiento forzado en 2014, UNHCR, 18 Jun 2015. disponible en: https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/Publicaciones/2015/10072.pdf

[12] Son cada vez más numerosos los estudios que muestran esta tendencia. Véase, por ejemplo, los informes Groundswell del Banco Mundial, que estudian la escala, trayectoria y patrones espaciales de la futura migración provocada por impactos climáticos dentro de los países en tres grandes regiones: África al sur del Sahara, Asia meridional y América Latina. Puede consultarse también el informe de la Universidad de Bolonia y WeWorld: ¿Más allá del pánico?: análisis de los desplazamientos climáticos en Senegal, Guatemala, Camboya y Kenia, publicado en el marco del proyecto Climate of Change financiado por la Unión Europea, donde se recogen testimonios de personas afectadas en los cuatro países objeto de estudio, disponible en: https://www.alianzaporlasolidaridad.org/axs2020/wp-content/uploads/revisado-Mas-alla-del-panico-digital.pdf

[13] María Mies y Vandana Shiva, Ecofeminismo (teoría, crítica y perspectivas), Icaria, Barcelona, 2015. Sobre las pulsiones extractivistas y el modo de vida imperial puede consultarse el capítulo 8 «La era de las consecuencias» de mi libro La gran encrucijada, crisis ecosocial y cambio de paradigma, HOAC, Madrid, 2019.

[14] Anna Bosch, Cristina Carrasco y Elena Grau, «Verde que te quiero violeta», en Enric Tello: La historia cuenta, El Viejo Topo, Barcelona, 2005.

[15] VVAA, «Migraciones y fronteras en un marco de justicia global», Tiempos de Transiciones, Foro de Transiciones, 2021, p. 12, disponible en: https://forotransiciones.org/wp-content/uploads/sites/51/2021/12/MIGRACIONES_def.pdf


La desigualdad es la peor pandemia

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El número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global recoge en su sección A FONDO un texto de Joan Benach titulado La desigualdad es la peor pandemia1  donde el autor aborda las lecciones tan relevantes que la pandemia del coronavirus nos ha dado, como apreciar la importancia del trabajo “esencial” que realiza una clase trabajadora precarizada y despreciada, comprender la relevancia crucial de la sanidad pública y los cuidados en nuestras vidas, o estimar que somos una especie frágil y dependiente de los demás y de una naturaleza de la que formamos parte.

El sufrimiento, enfermedad y muerte masivos creados por el coronavirus, no solo constituyen un enorme problema de salud pública, sino que la pandemia es un “catalizador” que amplifica y extiende desigualdades, a su vez generadoras de una multiplicidad de epidemias sociales interrelacionadas.

Este artículo explica por qué las principales causas que configuran la salud colectiva son socio-políticas, describe sus efectos sobre la inequidad, muestra por qué la desigualdad social ha generado una “pandemia de desigualdad”, analiza las limitaciones de la gestión política realizada durante la pandemia, explicita por qué es fundamental disponer de una “vacuna social” que pueda hacer frente a la desigualdad de salud y, finalmente, muestra por qué nuestro peor “virus” es el capitalismo neoliberal

Casi todas las enfermedades interactúan dentro de un contexto social caracterizado vez por la pobreza, las privaciones materiales y desigualdades sociales crecientes. También en el caso de la COVID-19 observamos cómo la confluencia simultánea de numerosos determinantes sociales como las condiciones de empleo y trabajo (donde se incluye el trabajo doméstico y de cuidados), la riqueza y su distribución, la accesibilidad y condiciones de vivienda, el tipo de transporte y movilidad, los servicios disponibles (incluyendo los sanitarios y sociales), y el entorno ambiental, entre otras, generan cambios significativos en los indicadores de salud en determinadas áreas geográficas y grupos sociales. Por ejemplo, el mayor riesgo de contagio que sufren grupos de población precarizados, desahuciados, migrantes, etc, a causa de la posibilidad o no de teletrabajar, mantener la distancia social y usar (y poder cambiar con frecuencia) mascarillas, vivir en lugares no hacinados, desplazarse de forma segura, o sencillamente poder permitirse una atención sanitaria y de cuidados de calidad.

Además, fruto en gran parte de sus condiciones sociales, estos grupos sufren también más factores de riesgo y enfermedades (hipertensión arterial, obesidad, diabetes, enfermedades del corazón, etc), lo cual les hace más susceptibles a que el coronavirus produzca un impacto más grave. Todos esos factores conforman las condiciones de vida y trabajo de la gente, en lo que desde hace años los especialistas de salud pública suelen llamar “determinantes sociales” de la salud y la desigualdad, que en gran medida conforman la salud de los grupos sociales.

En la COVID-19 observamos como la confluencia simultánea de numerosos determinantes sociales generan cambios significativos en los indicadores de salud.

Como ha señalado el historiador y urbanista Mike Davis, el coronavirus es una "constelación de epidemias"2 generada por factores socioeconómicos y sanitarios estrechamente interrelacionados que sinérgicamente aumentan la probabilidad de ser contagiado, enfermar y morir.3 Así pues, para entender adecuadamente las desigualdades de salud, debemos cambiar el concepto de “vulnerabilidad” por el de “determinación social de la salud”4

Durante la actual pandemia, la clase social, la raza o la etnicidad, la edad, la situación migratoria y el lugar donde se vive son, además de la edad, los determinantes de salud fundamentales que explican tanto las acusadas diferencias observadas en la incidencia y en la mortalidad producida por el coronavirus. Por ejemplo, las clases trabajadoras más precarizadas se desplazan desde el extrarradio hasta el centro para realizar los servicios de limpieza, mantenimiento, reparto, cuidados, etc. Este es un factor determinante, aunque no el único, que explica por qué los brotes de la pandemia no se distribuyen aleatoriamente sino que se concentran en los barrios más pobres de ciudades como Madrid o Barcelona. Además, la COVID-19 confirma también la conocida existencia de un gradiente social de la salud, es decir, a medida que empeora la situación socioeconómica de los grupos sociales y los barrios, también empeora gradualmente la salud.5 Por todo ello, las autoridades políticas deben tener en cuenta la determinación social de la salud y el impacto de las intervenciones en las desigualdades no sólo en el corto plazo para enfrentar la COVID-19, sino también con una mirada a largo plazo que sitúe la actual pandemia como un eje más de la crisis sistémica que debemos atajar en la próxima década. Por otro lado, el grueso de la población debería poder también estar informada y concienciada, no sólo porque tanto en España como en el resto del mundo todo indica que nos enfrentaremos a brotes recurrentes de la COVID-19 con un fuerte impacto poblacional, sino porque las desigualdades de salud no dejarán de aumentar.

 

La desigualdad social incrementa una desigualdad pandémica

España es uno de los países más desiguales de la UE-15. La fuerte brecha entre ricos y pobres tiene mucho que ver con la especial estructura productiva del país (centrada en los sectores de la construcción, inmobiliario y turístico), unas políticas redistributivas y estado del bienestar débiles, y un mercado laboral y de vivienda altamente precarizados.

Tras la Gran Recesión de 2008, la “recuperación económica” de 2014 a 2019 se vio acompañada de una pobreza y precariedad cada vez más estructural, especialmente entre unos jóvenes, mujeres, migrantes y clases populares que sufren unos altos niveles de pobreza, desempleo, precarización laboral, desahucios, exclusión social, servicios sociales deficientes, etc.6 Durante esos mismos años, las políticas de austeridad neoliberal impulsadas por las elites capitalistas españolas7 con el apoyo y connivencia de la UE y las grandes instituciones internacionales (FMI, BM, OCDE), mercantilizaron cada vez más los servicios sociales, la sanidad y la educación. Por ejemplo, en 2019 solo Rumanía tenía una tasa de trabajadores pobres más alta que España en toda la UE,8 y a principios de 2020, antes de empezar la pandemia, el relator de Naciones Unidas Philip Alston señaló que España era un "país roto" que había abandonado a las personas en situación de pobreza y que no tomaba en serio los derechos sociales.9

El “shock pandémico” ha empeorado la situación10 Según la Organización Mundial del Trabajo (OIT), en la segunda mitad de 2020 España fue el país de Europa donde más aumentó la desigualdad salarial (57%) debido a la pandemia hasta alcanzar una ratio de 36,1 entre el decil más alto y el más bajo.11 La causa fue sobre todo la pérdida de empleo y reducción de horas de trabajo en ocupaciones “esenciales” (hostelería, comercio, turismo) con bajos salarios, que se vieron más afectadas por las restricciones, sobre todo en el caso de las mujeres.

Es necesaria una mirada a largo plazo que sitúe esta pandemia como un eje más de la crisis sistémica que hay que atajar en la próxima década. 

Estamos pues ante una pandemia de desigualdad generada socialmente.12 Se estima que la “desigualdad pandémica” ha aumentado la pobreza en un millón de personas hasta alcanzar casi 11 millones de personas (23% de la población) que sobreviven con poco más de 700 euros al mes, muchos de los cuales están en una situación de pobreza extrema (11% de la población) con menos de 500 euros mensuales. Los colectivos más afectados por la pobreza son las personas sin hogar, trabajadores/as en la economía sumergida, hogares pobres con infantes, y colectivos como los migrantes (57% pobres), especialmente 300.000 personas sin papeles, las mujeres (57% de las personas subempleadas y 73% de quienes trabajan a tiempo parcial), y los jóvenes menores de 20 años (55% de desempleo). Por ejemplo, en Catalunya una de cada cinco personas (1,5 millones de personas) necesitó la ayuda de Cruz Roja para comer en algún momento del “año pandémico” (inicio marzo 2020 a finales febrero 2021). La mitad de los atendidos perdió su empleo, un 15% sufrió alguna enfermedad, la mitad siente malestar emocional, mientras que sólo el 16% percibe el Ingreso Mínimo Vital o la Renta Garantizada de Ciudadanía.13

Enric Morist, coordinador de la Cruz Roja en Catalunya, se ha referido a las sucesivas olas de pobreza pandémicas señalando que “lo que estamos viviendo solo es comparable con la posguerra",14 mientras que el presidente de la misma entidad, Josep Quitet, ha apuntado que los 74 centros de distribución de alimentos, son auténticas “UCI sociales”. Más pronto o más tarde se frenará la pandemia, pero si no se detienen las causas políticas profundas que la han originado y las desigualdades sociales que amplifican de forma sistémica sus consecuencias, las desigualdades de salud seguirán afectando a poblaciones que, más que ser “vulnerables”, han sido "vulneradas".15

 

Características y límites de la gestión pandémica

De forma muy general, la pandemia ha generado tres modelos principales de gestión. El primero, representado sobre todo por Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil (también Boris Johnson al principio), es un modelo que podemos llamar "necrofílico" y que se caracteriza por haber recortado y desmantelado todo lo que tuviera que ver con la salud pública mediante una estrategia autoritaria de corte neofascista muy asociada a los intereses del capital financiero y las empresas farmacéuticas, y con un fuerte desprecio por la vida de aquellos que "no son dignos de vivir", si lo decimos como lo decían los nazis.16 El segundo modelo es el modelo "preventivo-institucional" de muchos países asiáticos y Oceanía, como Taiwán o Nueva Zelanda, previamente alertados por anteriores pandemias. Son países que han actuado con radicalidad para eliminar la transmisión comunitaria mediante una estrategia 'COVID-0' con intervenciones rápidas y contundentes pruebas y rastreo de contagio masivos, aislamiento de contactos, controles fronterizos estrictos, y mensajes y acciones de refuerzo de la salud pública.

Aparte de tener un impacto en salud pequeño, la crisis económica producida por la pandemia también ha sido inferior. Cabe resaltar también el éxito de Cuba o la región de Kerala en la India, territorios con recursos limitados, pero fuertes políticas de salud pública y acción colectiva comunitaria. Por ejemplo, a finales de febrero de 2021 Cuba (11,3 millones de habitantes) solo tenía 45.361 casos y 300 muertes por COVID-19, mientras que el área metropolitana de Nueva York (18,8 millones) contaba con más de 700.000 casos y casi 29.000 muertes, y Suiza (8,6 millones) con más de 550.000 casos y más de 9.200 muertes.17 Finalmente, tenemos un modelo "reactivo-empresarial" de la gran mayoría de países europeos y americanos, que se han centrado en un permanente bloqueo/liberación de actividades y confinamientos para minimizar los daños económicos, tratando de reducir el impacto de salud solamente cuando el sistema sanitario llegaba al límite.

En la segunda mitad de 2020 España fue el país de Europa donde más aumentó la desigualdad salarial (57%) debido a la pandemia. 

El gobierno español (y el de muchas comunidades autónomas, donde ha sido especialmente negativo el caso de la Comunidad de Madrid) han realizado una gestión deficiente frente a la pandemia. Se optó por "convivir con el virus" mediante confinamientos y restricciones, en lugar de querer controlarlo y eliminarlo con una estrategia de salud pública utilizando con rapidez y eficiencia todos sus instrumentos planificación, vigilancia y análisis epidemiológico, educación sanitaria comunitaria, análisis de los determinantes sociales y equidad, entre otras herramientas y estrategias.

Las principales limitaciones y errores de gestión pueden seguramente resumirse en seis apartados:

Primero, ha faltado una visión más sistémica e integrada de la pandemia, con un conocimiento de salud pública y las ciencias sociales más adecuado y profundo en lugar de enfatizar casi exclusivamente el conocimiento clínico, virológico y epidemiológico.

Segundo, se ha realizado una gestión con escaso liderazgo y coordinación, y con una visión más reactiva que preventiva de la salud.

Tercero, ha sido un agestión poco transparente y democrática, donde se han echado en falta campañas educativas comunitarias desde el principio de la pandemia, con temas clave como la prevención, la protección del riesgo, evitar estigmatización, una mejor comunicación para ayudar a evitar las fake news, etc.

Cuarto, no se fortalecieron de forma urgente y contundente las residencias, la salud comunitaria, servicios sociales, la atención primaria y la salud pública, con la contratación masiva de rastreadores y pruebas diagnósticas, en lugar de seguir mercantilizando la sanidad con subcontrataciones a empresas privadas.

Quinto, se debía haber actuado en mucha mayor medida ante las desigualdades, invirtiendo masivamente en la protección social y económica de la población más vulnerabilizadas, sobre todo las poblaciones y barrios más desfavorecidos y quienes viven sin hogar.

Sexto, no se puesto énfasis en la necesidad de generar una participación más activa de la comunidad fomentando acciones solidarias y de apoyo social colectivas, tal y como ha sucedido en algunos países.

Cara al futuro, además de una evaluación detallada de los impactos de la pandemia, habrá que fortalecer y desarrollar una agencia nacional de salud pública capaz de prevenir y controlar las muchas amenazas a la salud pública existentes y las futuras pandemias que muy probablemente vendrán.

 

Una “vacuna social” para acabar con el “apartheid” de vacunas

La COVID-19 es un problema de salud pública, económico y social cuyos efectos a medio y largo apenas si empezamos a conocer.18 Globalmente, el coronavirus afectará especialmente a la población de los países más empobrecidos del mundo, cuyos sistemas de salud son muy débiles, y cuya población muere cotidianamente de todo tipo de enfermedades evitables. A nivel global, la pandemia ha amplificado las desigualdades de gran parte de la población que ya antes del coronavirus sufría una pandemia de desigualdad.

La rápida y exitosa creación de vacunas hace olvidar que la pandemia es un espejo de cómo funciona la geopolítica mundial y el capitalismo neoliberal Si dejamos de lado la siempre imprescindible necesidad de realizar una gestión eficiente en los procesos nacionales y globales, la vacunación no es sobre todo un tema científico o sanitario sino geopolítico y económico,19 con grandes desigualdades entre países y poblaciones. A mediados de marzo de 2021, se habían puesto alrededor de 330 millones de vacunas (apenas 4,5 dosis por cada 100 personas, que aumentaron a 690 millones y 8,8 dosis a principios de abril), pero en muchos países casi no había aún vacunados.20 Se estima que 10 países ricos acaparan el 70% de las vacunas (pudiendo vacunar varias veces a su población) y que los países más pobres que suman un 80% de la población mundial apenas si tienen un tercio de las vacunas disponibles.

¿Por qué ocurre eso? Pues porque, aunque las inversiones en la investigación de vacunas son básicamente públicas, su producción y comercialización está en manos privadas debido al acuerdo de 1995 sobre "Derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio" de la OMC (TRIPS), que impone los intereses de las multinacionales farmacéuticas sobre los estados, sobre todo del sur global, dependientes de las patentes y licencias sobre productos, vacunas y fármacos.

La geopolítica sanitaria que impone el complejo médico farmacéutico financiero global (Big Pharma), defiende sus intereses con una gran influencia sobre los estados, controla el consumo masivo de fármacos y tecnologías sanitarias y genera enormes beneficios. La India, Sudáfrica y casi 100 países más han tratado de suspender los acuerdos de propiedad durante la pandemia y compartir los conocimientos científicos y la tecnología de la vacuna con el fondo común de acceso a la tecnología de la COVID-19 de la OMS (C-Tap) pero, al menos hasta principios de abril de 2021, la Unión Europea, EE.UU. y otros países ricos presionados por el lobby farmacéutico se han opuesto. El director de la OMS llegó a afirmar que "el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico” que “se pagará con las vidas de los países más pobres”. Añadiendo que “si no podemos hacer exenciones durante tiempos difíciles y bajo condiciones sin precedentes, ¿entonces cuando?”. 21

Los ejemplos del poder corporativo son numerosos.22 Por ejemplo, el 60% de la financiación de la Alianza para las Vacunas (GAVI) proviene de las corporaciones farmacéuticas y de donantes de países ricos que, al estar presentes en los comités de expertos, defienden los intereses de la industria. Por su parte, el Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX)23 de la OMS junto con la GAVI y la CEPI hace que los derechos de "patentes" de las vacunas sigan una lógica mercantil, por lo que sólo suministran vacunas en forma limitada en los países pobres, y no como "un derecho", sino como una forma geopolítica caritativa de tipo colonial donde los países compiten por separado para conseguir cuotas de dosis. No es extraño pues, que la inmensa mayoría de vacunas disponibles hayan ido a parar a los países occidentales ricos. Es fundamental democratizar la vacunación, convirtiéndola en un bien común de toda la humanidad. Y para hacer esto, habrá que generar una respuesta geopolítica que libere las patentes, cree una asociación de países del sur con la soberanía para producir y distribuir vacunas para todos. La democratización de la vacunación, convirtiéndola en un bien común de toda la humanidad con el actual “apartheid”, sería la “vacuna social" más efectiva. Lo que está en juego son dos visiones del mundo la de los oligopolios farmacéuticos o la democratización de una producción nacional sanitaria descentralizada y con soberanía.24 Para ello, habrá que generar una respuesta geopolítica que libere las patentes, y crear una asociación de países del sur con soberanía para producir y distribuir vacunas para todos.25 26

 

El capitalismo neoliberal es nuestro peor “virus”

La pandemia ha producido una enorme conmoción social que ha cambiado la sociedad. En alguna medida, la población ha extraído varias lecciones: una mayor conciencia del trabajo de una clase trabajadora “esencial”, pero siempre despreciada; el papel crucial que deben jugar la sanidad pública y los cuidados; y darnos cuenta de que somos una especie frágil, dependiente de los demás y de la naturaleza de la que formamos parte. Y, sin embargo, olvidamos y no entendemos.

El historiador Jacques Le Goff decía que una de las máximas preocupaciones de las clases dominantes es "apoderarse de la memoria y del olvido." Tras el shock de la crisis vendrá el shock económico de la post-pandemia, y las decisiones políticas a tomar serán el “laboratorio social” donde se va a jugar el futuro de la humanidad. Será un tiempo de creciente miedo e inseguridad, un caldo de cultivo perfecto para demagogos y neofascistas. En un tiempo lleno de inseguridades, miedos, pérdida de legitimidad, desconfianzas y desigualdades crecientes donde, como ya ha anunciado el FMI, aumentarán las revueltas sociales, los movimientos populistas y neofascistas tienen un campo abonado. Más que probablemente seremos capaces de hacer frente a esta pandemia, quizás podremos mejorar en alguna medida la equidad, el medio ambiente, la precariedad laboral o habitacional, quizás podremos revitalizar servicios sociales golpeados por las políticas neoliberales.

Las reformas son importantes, imprescindibles, pero muy pronto nos enfrentaremos con situaciones límite que obligarán a hacer cambios sistémicos para evitar el colapso. Es imprescindible salir de la lógica económica y cultural de un capitalismo que está en guerra con la vida. La pandemia es sólo el “síntoma”, la causa es un capitalismo fosilista y "tecno-feudal",27 que precisa una acumulación constante, aumentar las ganancias, despojar de los bienes comunes y un crecimiento continuo que está alcanzando su límite. Ese es el principal "virus" para el que hay que hallar una vacuna.

Es fundamental democratizar la vacunación, convirtiéndola en un bien común de toda la humanidad; para ello, habrá que generar una respuesta geopolítica que libere las patentes.

Thatcher habló de la TINA, de que ya “no había alternativa”. La paradoja es que ahora no hay alternativa o cambiamos o nos espera el ecocidio y el genocidio. El dilema parece de difícil resolución “una reforma imposible”, o “una revolución improbable” ha señalado David Harvey.28 Ambas cosas son imprescindibles reformas profundas, con políticas sistémicas (análisis, programa, organización y gestión) al tiempo que revoluciones permanentes.

El capitalismo es un sistema poderoso, una forma de organización basada en instituciones, unas determinadas reglas de juego y una desigual distribución de poder.29 Es un sistema capaz de generar una enorme riqueza, pero al tiempo pleno de contradicciones que tienden a crear grandes desigualdades y una crisis ecosocial de grandes dimensiones. La crisis de la COVID-19 ha mostrado sus carencias y la cuestión es ver si las élites serán capaces de realizar reformas en favor de sus intereses o las fuerzas sociales serán capaces de realizar un cambio sustancial de modelo que reduzca o limite su poder.

Para salir lo antes posible de la lógica económica y cultural del capitalismo, al menos cuatro elementos parecen esenciales.

Primero, experimentar cómo vivir de una manera diferente, con cooperativas de producción y consumos, nuevas formas de vida y relaciones donde la libertad de unos no dependa del sufrimiento de los demás. Como dijo Saramago “si no cambiamos de vida no cambiaremos la vida.”30

Segundo, aumentar la conciencia de la crisis sistémica que nos rodea y que es posible vivir bien de otra manera, con menos consumo, de forma más saludable, humana y realmente sostenible. Esto significa una reeducación ciudadana política y cultural muy profunda que necesariamente deberá realizarse en cada individuo pero de forma colectiva.31

Tercero, crear grupos de análisis (think tanks) potentes que hagan los análisis y propuestas de actuación políticas más adecuadas.32

Cuarto, juntarse y movilizarse continuamente con movimientos sociales a la vez descentralizados y coordinados, que conecten todas las luchas, que sean "glo-locales", capaces de crear formas colectivas para presionar y cambiar la política institucional.33 Como dijo Jerry Mander “hacer cambios nos costará mucho pero no hacerlos aún nos costará más”.

Joan Benach es profesor, investigador, salubrista y director del Grup Recerca Desigualtats en Salut (Greds-Emconet, UPF); JHU-UPF Public Policy Center; Departament de Ciéncies Polítiques i Socials (Sociología, UPF). Joan Benach colabora en el Grupo de Investigación Transdisciplinar sobre Transiciones Socioecológicas, (GinTrans2, UAM).

Acceso al texto completo en formato pdf: La desigualdad es la peor pandemia

 

NOTAS

[1] Partes de este texto han sido previamente publicadas en la entrevista de Elena Parreño a Joan Benach titulada «La desigualtat social és la pitjor de les pandèmies», publicada en Crític, 15 de marzo de 2021, disponible en: https://www.elcritic.cat/entrevistes/joan-benach-la-desigualtat-social-es-la-pitjor-de-les-pandemies-85510 (reproducida y ampliada en castellano en la revista Ctxt con el título «Para que las vacunas sean un bien común hace falta una respuesta geopolítica que libere las patentes». 7 de abril de 2021, disponible en: https://ctxt.es/es/20210401/Politica/35603/Joan-Benach-entrevista-vacunas-patentes-covid-desigualdad-miedo-neofascismo.htm); el artículo de Pericàs JM, Benach J. «Las políticas para afrontar la pandemia pueden mejorar la salud pero aumentar las desigualdades.» Ctxt, 30 de septiembre de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200901/Firmas/33549/politicas-publicas-confinamientos-desigualdad-salud-juan-pericas-joan-benach.htm; y la entrevista de Emma Pons a Joan Benach «Necesitamos una “vacuna social». Sin Permiso, 24 de marzo de 2021, disponible en: https://www.sinpermiso.info/textos/necesitamos-una-vacuna-social-entrevista-a-joan-benach.

[2] Mike Davis, Llega el monstruo. COVID-19, gripe aviar y las plagas del capitalismo. Capitán Swing, Madrid, 2020.

[3] Es por ello que, ante la COVID-19, diversos investigadores científicos, más que hablar de pandemia hablan de “sindemia”. Ver por ejemplo: Richard Horton, «Offline: “COVID-19 is not a pandemic.» Lancet 2020; 396(10255), 874, disponible en: https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)32000-6/fulltext

[4] Joan Benach, La salud es política. Un planeta enfermo de desigualdades, Icaria, Barcelona, 2020.

[5] Joan Benach,  Carles Muntaner, Aprender a mirar la salud, Viejo Topo, Barcelona, 2005.

[6] Entre 2000 y 2010 España construyó más viviendas que Alemania, Italia, Gran Bretaña y Francia juntas llegando a generar 3,4 millones de viviendas vacías, un tercio de toda Europa. El mercado de la vivienda sigue controlado por oligarquías inmobiliarias (bancos, especuladores y fondos de inversión como Blackstone que ya es el principal casero). que generaron una burbuja hipotecaria y después una del alquiler. Actualmente un 38% de las familias españolas dedican más de un 40% de sus ingresos a pagar su alquiler. Ver: Joan Benach, Pere Jódar, Ramón Alòs, «La civilización del malestar: precarización del trabajo y efectos sociales y de salud.» Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 150, 2020, pp. :23-43, disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2020/07/Civilizacion-del-Malestar-Benach-Jodar-Alos.pdf.

[7] Albert Recio Andreu,  «Las élites capitalistas españolas entre dos crisis». Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 151, 2020 pp. 23-33, disponible en: https://www.fuhem.es/papeles_articulo/las-elites-capitalistas-espanolas-entre-dos-crisis-2/.

[8] Instituto de Economía de Barcelona (IEB) / Instituto de Estudios Fiscales (IEF). La pobreza en España y Europa: efectos del COVID-19, IEB Report 4/2020, disponible en: https://ieb.ub.edu/wp-content/uploads/2021/01/IEB_Report_042020.pdf.

[9] Alston añadió que había asentamientos cuyas condiciones «rivalizan con las peores que ha visto en cualquier parte del mundo», y también áreas que, por su escasez de servicios, centros de salud, empleo, carreteras o electricidad, «muchos españoles no reconocerían como partes de su propio país». Ver: Declaración del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Philip Alston, sobre la conclusión de su visita oficial a España, 27-01 a 07-02, 7 febrero 2020., disponible en: https://www.ohchr.org/es/2020/02/statement-professor-philip-alston-united-nations-special-rapporteur-extreme-poverty-and

[10] Por cada euro que ha dejado de ingresar el 10% de personas más ricas, el 10% con menos ingresos ha perdido siete. Una de las peticiones de Oxfam Intermón al Gobierno pasa por ampliar el número de hogares que perciben el Ingreso Mínimo Vital (solo ha llegado a 160.000 hogares necesitados). En cambio, los ERTE, han evitado que más de 710.000 personas cayeran en la pobreza. Ver: Oxfam Internacional. «El virus de la desigualdad» 25 enero de 2021, disponible en: https://www.oxfam.org/es/informes/el-virus-de-la-desigualdad.

[11] Tras Portugal, España es el segundo país de Europa que más masa salarial ha perdido (12,7%) por la pandemia, con una mayor reducción en la masa salarial de los trabajadores que cobran por debajo de la media. Los expedientes de regulación temporal del empleo (ERTE), mediante el cual el estado asume el pago del 70% del sueldo del trabajador/a, han compensado la caída de las retribuciones salariales en un 40% en España (en el resto de Europa ha sido un 51%). Ver: Organización Internacional del Trabajo (OIT). Informe Mundial sobre Salarios 2020-2021: Los salarios y el salario mínimo en tiempos de la COVID-19, Ginebra: OIT, 2 diciembre 2020, dsiponible en: https://www.ilo.org/global/research/global-reports/global-wage-report/2020/WCMS_762317/lang--es/index.htm.

[12] La palabra pandemia hace referencia a la extensión masiva de una epidemia, lo cual puede hacer pensar que afecta a todo el mundo. Y es cierto, pero no en la misma medida. Con la pandemia del coronavirus ha sucedido algo impensable para el mundo rico y las clases sociales privilegiadas: sentir muy de cerca que el miedo, la enfermedad y la muerte también pueden afectarles. En sí mismo, el virus puede ser "igualitario", pero las condiciones sociales de las personas y grupos sociales que lo transmiten y generan sus efectos no lo son.

[13] La Cruz Roja española ha atendido en un año alrededor de 1,3 millones de personas, movilizando 67.000 voluntarios e invirtiendo 108 millones de euros. En Catalunya, tras un fuerte aumento en la demanda de alimentos, en agosto de 2020, 123.000 personas se hallaban en las “colas del hambre” de Cruz Roja para recoger alimentos, medicamentos o productos higiénicos para sus familias. A finales de febrero de 2021, esa cifra alcanzó las 416.000. La mitad de los afectados son hogares con uno o dos hijos, que tenían empleo, en un 60% de los cuales uno o los dos progenitores perdieron su empleo. La mitad de los desempleados refieren que su situación se debe a la pandemia, un 60% de los cuales no percibe ninguna ayuda, seguro de desempleo ni ERTE. Ver: Creu Roja Catalunya. L’Observatori. 2 informe. Impacto del COVI-19 en colectivos vulnerables. 3 de marzo de 2021.

[14] Elisenda Colell, «Cruz Roja atiende a casi medio millón de catalanes en seis meses, cuatro veces más que en verano», El Periódico, 3 de marzo de 2021, disponible en: https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20210303/cruz-roja-triplica-ayuda-coronavirus-11555094

[15] Juan M. Pericàs y Joan Benach, «Las políticas para afrontar la pandemia pueden mejorar la salud pero aumentar las desigualdades», Ctxt, 30 de septiembre de 2020, disponible en: https://ctxt.es/es/20200901/Firmas/33549/politicas-publicas-confinamientos-desigualdad-salud-juan-pericas-joan-benach.htm

[16]  Personajes conocidos como Leonardo Boff, Frey Betto, Chico Buarque, Celso Amorin, entre otros, han solicitado a las Naciones Unidas, la OMS y otras prestigiosas asociaciones denunciar al gobierno brasilero. Demandan que la Corte Penal Internacional «condene urgentemente la política genocida» del gobierno, disponible : (https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSeAUTbllrhdBSuBMceaIxrzcSHff70-5uLxVM7LCIhlXWV9ig/viewform)

[17] Durante décadas, Cuba ha invertido en un sistema de salud equitativo que sirviera a las necesidades de la gente y no a los intereses de la medicina mercantilizada. Por ejemplo, mediante sus programas de salud pública, Cuba eliminó enfermedades muy diversas: poliomielitis (1962), malaria (1967), tétanos neonatal (1972), difteria (1979), rubéola (1995), meningitis tuberculosa (1997), entre otras. Hoy, La tasa de mortalidad infantil cubana es menor a la de Estados Unidos y menos de la mitad de la población afroamericana. Cuba ha enviado unos 124.000 profesionales de la salud para brindar atención médica en más de 154 países, de modo que Cuba tiene más médicos trabajando en el exterior que todas las contribuciones profesionales de la salud de los países del G-8 juntos. Ver: Franklin Frederick, «Cuba’s Contributions in the Fight Against the COVID-19 Pandemic», The Bullet, 11 de marzo de 2021, disponible en: https://socialistproject.ca/2021/03/cuba-contribution-fight-against-covid19/#more

[18]  Las olas de crisis post-pandémica seguirán matando más a los pobres, y especialmente a las pobres. Muchos de los efectos generados por la crisis sistémica existente amplificada por el coronavirus son aún poco visibles. La parte invisible del iceberg oculta un número de muertos muy superior al oficial, hay muchas enfermedades no atendidas, y problemas muy diversos relacionados con la salud mental, el sufrimiento, la violencia y la alienación social. Ver por ejemplo, «Entrevista a Sara Bertán. La científica española detrás de los datos de Johns Hopkins en pandemia: “Las estimaciones más exactas de la cifra de muertos tardarán años en llegar”», eldiario.es, 17 marzo 2021, disponible en: https://www.eldiario.es/internacional/cientifica-espanola-lleva-ano-siguiendo-pista-expansion-mundial-virus_128_7319789.html

[19]  Por ejemplo, gran parte de los 12.000 millones de dólares ofrecidos por el Banco Mundial se entregarán a los países pobres en forma de préstamos y generación de deuda. Oxfam ha estimado que, al precio que Uganda pagó sus vacunas, vacunar a toda su población costaría más del doble del presupuesto de salud del país. Los países ricos deberían apoyar los sistemas de salud de los países empobrecidos y ayudar a la vacunación de toda la población mundial eliminando el actual “apartheid de vacunas” que hace que el virus que causa la COVID-19 siga contagiando, mutando, matando y diezmando la economía mundial (hasta 9,2 billones de dólares en pérdidas). Ver: Oxfam, «Desigualdades en el acceso a vacunas podrían costar hasta 2.000 dólares por persona en los países ricos este año», 6 de abril de 2021, disponible en: https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/desigualdades-en-el-acceso-vacunas-podrian-costar-hasta-2000-dolares-por-persona-en

[20]  Our World in Data, Number of people who received at least one dose of COVID-19 vaccine, 5 de abril de 2021, disponible en:
https://ourworldindata.org/grapher/people-vaccinated-covid?time=latest&country=BRA~CHL~FRA~DEU~IND~IDN~ISR~ITA~MAR~RUS~TUR~GBR~USA~VEN

[21] Ver: Tedros Adhanom Ghebreyesus, «WHO Director-General’s opening remarks at 148th session of the Executive Board», Organización Mundial de la Salud, 18 de enero de 2021, disponible en: https://www.who.int/director-general/speeches/detail/who-director-general-s-opening-remarks-at-148th-session-of-the-executive-board; La OMS pide al Consejo de Seguridad que aborde la exención de propiedad intelectual de las vacunas COVID-19, 27 febrero de 2021, disponible en: https://reliefweb.int/report/world/la-oms-pide-al-consejo-de-seguridad-que-aborde-la-exenci-n-de-propiedad-intelectual-de

[22] La Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias (CEPI), creada en el año 2015 por el Foro Económico de Davos con la ayuda de la Fundación Gates y el Fondo Wellcome Trust (un fondo de la corporación GlaxoSmithKline), anunció un plan de vacunación global. Cabe decir también que el 80% del presupuesto de la propia OMS depende de donaciones y no de los Estados (la Fundación Gates por ejemplo paga el 90% de su programa de medicamentos), lo que muestra su grado de dependencia de los intereses de la industria y medios privados. Ver: CLACSO, Las vacunas como bien público global y cuestión de soberanía sanitaria regional, Grupo de Trabajo CLACSO Salud internacional y soberanía sanitaria, febrero de 2021, disponible en: https://www.clacso.org/las-vacunas-como-bien-publico-global-y-cuestion-de-soberania-sanitaria-regional/

[23] Tal como está concebido, COVAX será un ejercicio filantrópico que no aborda las causas fundamentales de la mala repartición de las vacunas, de la falta de transparencia del sistema y de los oligopolios de la industria farmacéutica que impiden una producción a escala mundial.

[24] El sistema actual de vacunación mundial no funciona en términos de salud pública global. En una pandemia mundial hace falta una solución mundial, pero los países de renta baja o media-baja tendrán que esperar meses o años para obtener vacunas. Si las vacunas no llegan a los países pobres pueden ocurrir varias cosas para sus poblaciones y a nivel global: 1) morirán más personas por COVID-19, 2) los países ricos cerrarán sus fronteras con los países pobres, 3) el virus podría crear nuevas resistencias, haciendo que las vacunas actuales perdieran su efectividad, con lo cual habría que hacer otra y volver a hacer vacunaciones masivas, y 4) en los países pobres no se pueden tratar otras enfermedades de mucha gravedad como son el sarampión, la meningitis, u otras, que podrían extenderse hacia Europa.

[25] A más poder de los países ricos, más vacunas, más inmunización y menos muertes. Se estima que los contratos de las farmacéuticas con naciones africanas sólo permitirán la inmunización del 30% de africanos en 2021. Sin embargo, algunos ejemplos que pueden ir en otra dirección incluyen: la distribución de vacunas fabricadas en la India (el país que más en fabrica), el desarrollo de la vacuna cubana "Soberana 02" por el Instituto de Vacunas Finlay para la población, turistas y otros países como Vietnam, Irán, Pakistán, India, Venezuela, Bolivia y Nicaragua en lo que se llamado la “vacuna del ALBA”. Ver: Franklin Frederick, «Cuba’s Contributions in the Fight Against the COVID-19 Pandemic», The Bullet, 11 de marzo de 2021, disponible en: https://socialistproject.ca/2021/03/cuba-contribution-fight-against-covid19/#more

[26] Ante la pregunta de si veremos a las empresas farmacéuticas liberalizar las patentes de las vacunas de la COVID-19, el reconocido investigador danés Peter Gøtzsche señaló: “No, la industria farmacéutica no hará eso, les preocupan sus beneficios... Las vacunas deberían ser un bien común que se debería vender a previo de coste para que la gente de los países pobres también pudiera vacunarse. La gente que vive en los países pobres muere en grandes cantidades porque no pueden permitirse comprar las vacunas. Es inmoral.” Ver: «Preguntes freqüents» (FAQS), TV3, 20 de marzo de 2021, disponible en: https://www.ccma.cat/tv3/alacarta/preguntes-frequents/preguntes-frequents-les-vacunes-contra-la-covid-els-escandols-de-la-monarquia-espanyola-i-el-nanosatellit-enxaneta/video/6090645/

[27] Berna González Harbour, «Entrevista a Yannis Varoufakis. “En la UE hay tanta democracia como oxígeno en la Luna, cero”», El País, 13 de marzo de 2021, disponible en: https://elpais.com/ideas/2021-03-12/yanis-varoufakis-en-la-ue-hay-tanta-democracia-como-oxigeno-en-la-luna-cero.html

[28] David Harvey. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Traficantes de Sueños, Madrid, 2017.

[29] Para Yanis Varoufakis, hoy vivimos bajo un post-capitalismo, una especie de “tecno-feudalismo” en el que unas pocas corporaciones oligopólicas parasitan a unos estados de los que se benefician, creando un “capitalismo de amiguetes”, una especie de “socialismo para ricos” y feudalismo y austeridad para el resto que es insostenible.

[30] Vivir bien con menos. Visibilizar, explicar y hacer entender que podemos vivir mejor con menos consumo, sin crecimiento, pero también con más solidaridad, con más cooperación, con más actividades comunitarias, etc. Ya hay muchas iniciativas de este tipo: cooperativas de producción, consumos colectivos, generando nuevas formas de vida, de relacionarnos, de sentipensar decía Eduardo Galeano citando a Fals Borda, de compartir las cosas en una vida que valga la pena de ser vivida.

[31] Manuel Sacristán señaló que para lograr un ser humano “que no sea ni opresor de la mujer, ni violento culturalmente, ni destructor de la naturaleza” necesitábamos una conversión, un cambio radical y muy profundo. Es posible vivir de otra manera, pero deberemos reeducarnos; aprender a desarrollar relaciones sociales fraternales, tener empatía y a saber cuidar a los demás, ver el entorno como algo casi sagrado y no como algo que tiene un precio y, por tanto, que se puede vender, explotar o destruir, hay que pensar en el crecimiento personal, en aprender el sentido de vivir, y muchas cosas más. Para realizar cambios culturales (que incluyen el sentir, pensar, comprender y hacer de otro modo) que incidan en transformaciones individuales profundas de gran parte de la población es imprescindible crear lógicas y estrategias político-culturales colectivas y comunitarias.

[32] Ese instrumento puede llevar a aprender a aunar lo radical y lo reformista, lo defensivo y lo ofensivo, lo cultural y lo práctico, lo institucional y lo comunitario. La necesidad de conservar aquello que nos hace mejores y de cambiar aquello que nos envilece o perjudica. Hay que hacer frente a todas las fuerzas reaccionarias y neofascistas. Aquellos quienes creen en ideologías legitimadoras de la desigualdad, el racismo o el fascismo no renunciarán a sus privilegios. Debemos arrinconarlos y desmantelar su ideología y su poder, pero también debemos proteger a la población. Por ejemplo, una de las medidas que cada vez suena con más fuerza y que puede ayudar a evitar las peores situaciones de precariedad y shock emocional y cotidiano es la renta básica universal; aunque quizás de entrada sea sólo como mecanismo de emergencia, como una “renta de cuarentena”, que garantice unos ingresos mínimos a toda la población en tiempos de post-pandemia.

[33] Movimientos con sensibilidades diferentes pero coordinados transversalmente, descentralizados, pero con un nivel apropiado de coordinación y una sinergia efectiva entre la sociedad civil y el poder político. Y que sean ágiles, resistentes, capaces de adaptarse a los cambios y al mismo tiempo con una mirada larga.

 

 

 


Controversias sobre la valoración del medio natural

Controversias sobre la valoración del medio natural

Clive L. Spash, Frédéric Hache, Iulie Aslaksen, Per Arild Garnåsjordet, Tone Smith, Pedro L. Lomas, Monica Di Donato.

La valoración monetaria de la naturaleza es una vieja aspiración del mundo de la Economía convencional para extender el pensamiento y el marco económico dominantes hoy día hacia aspectos donde no estaba presente directamente. Sin embargo, en su fuerte empuje actual también se está extendiendo por otros espacios asociados a la temática ambiental, incluida la política ambiental, donde pretende, como en tantas otras ocasiones y espacios, sustituir el ámbito de la deliberación (opinión, debate, subjetividad, etc.) por una forma de supuesta dirección experta del medio ambiente a partir del marco teórico de la economía ortodoxa.

El objetivo teórico es el de ser capaces de incluir a la naturaleza y sus “servicios” dentro del marco contable del análisis coste-beneficio, con el objetivo de asignar los recursos de manera eficiente, sobre la ingenua idea de que el valor de la naturaleza es tan alto que siempre resultará más rentable conservar que destruir, y que este proceso será eficiente en términos económicos, es decir, optimizará el beneficio de todos los actores implicados.

Como veremos en los artículos de este dosier, las herramientas, en términos microeconómicos, se han desarrollado a partir del concepto de externalidad y de la teoría del valor de la economía convencional o de la aproximación de capitales, a través de todo tipo de métodos de preferencias reveladas y preferencias desveladas. Actualmente, dentro del marco del VET (Valor Económico Total) o de la aproximación de capitales, son populares, sobre todo, los métodos de la denominada transferencia de beneficios y la valoración/elección contingente. Por su parte, las herramientas, en términos macroeconómicos, se han desarrollado a partir del teorema de Coase, sobre la suposición de que el mercado, en condiciones de derechos de propiedad claros, es el mecanismo que asigna mejor los recursos a fines alternativos. A partir de ahí se han generado todo tipo de herramientas, desde los pagos por servicios ambientales (PES) hasta los mercados de servicios ambientales (mercado de carbono, por ejemplo). Bancos de hábitats, comercio de emisiones, etc., son también herramientas a tener en cuenta dentro de este ámbito.

El empeño por hacer de este marco un enfoque predominante en el ámbito de la conservación de la naturaleza, ha evolucionado en varias etapas:1

Una primera etapa sería la de desarrollo conceptual y metodológico de la aproximación, que tuvo lugar en las universidades y departamentos de Economía, seguidos con mucho interés por multitud de profesionales dedicados a la conservación de la naturaleza.

En una segunda etapa, comenzó a desarrollarse a través de publicaciones científicas que comenzaban a plantear casos de estudio en los que, supuestamente, se demostraba la utilidad y el alcance de esta aproximación.

En una tercera etapa, con la consolidación del marco, comenzó a expandirse a otras disciplinas y ámbitos de la administración.

En una cuarta etapa, se empezó a aplicar como método convencional para dar soporte a proyectos de conservación, especialmente en los proyectos de los denominados bienes y servicios ambientales, servicios de los ecosistemas, etc., tanto desde el ámbito institucional como desde el ecologismo o la academia.

Algunos ejemplos de proyectos internacionales que pretenden llevar este desplazamiento a cabo serían la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio y sus continuaciones globales, regionales y nacionales, el proyecto de Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB), el Sistema de Cuentas Económico-Ambientales (SEEA) de Naciones Unidas, o la Revisión Dasgupta, algunos de los cuales se tratarán aquí.

Todo este despliegue de evaluaciones y herramientas de valoración conlleva una soterrada sustitución de un modelo de conservación parcialmente basado en los valores intrínsecos de la naturaleza (los ecosistemas merecen ser conservados por lo que son, incluyendo en lo que son todos aquellos aspectos que proporcionan las condiciones vitales para la existencia del ser humano) por un modelo basado fundamentalmente en los valores instrumentales (los ecosistemas merecen ser conservados por lo que aportan al ser humano). Este giro de la conservación, que desde el ecomodernismo se vende como un intento por superar “viejos” esquemas de conservación en un mundo irremediablemente humanizado dentro del contexto del Antropoceno,2 está contribuyendo a poner al mismo sistema que ha causado la destrucción ambiental y la crisis que actualmente vivimos a los mandos de la conservación.

Además, esto está causando que muchos de aquellos que teóricamente se encargaban de entender lo que son los ecosistemas y obtener información sobre los mismos, actualmente se dediquen fundamentalmente a contabilizar lo que aportan, en un momento de cambio global en el que necesitaremos mucha de esa información para tratar de impedir un cambio irreversible en las condiciones que posibilitan nuestra existencia.

En este dosier se abordarán de modo crítico dos de las principales herramientas que a nivel internacional se están usando en este sentido: la Revisión Dasgupta y el Sistema de Contabilidad Económico-Ambiental (SEEA) de Naciones Unidas.

En su artículo, el profesor Clive Spash y su colega Frédèric Hache, nos dan una panorámica crítica de lo que supone la denominada Revisión Dasgupta, el último de los intentos de hacer hegemónico este tipo de herramientas no sólo para la biodiversidad y los ecosistemas, sino para cualquier otra dimensión.

Por otra parte, en sendos artículos, la profesora Iulie Aslaksen, del instituto nacional de estadísticas noruego, y la profesora Tone Smith, de la Universidad de Viena, nos ilustran sobre los principales fallos del sistema de contabilidad económico-ambiental de Naciones Unidas (SEEA), y el coste de oportunidad que tendría, en términos no sólo monetarios, sino también de tiempo, en un momento de emergencia ambiental como el que vivimos.

1 Erik Gómez-Bagghetun, Rudolf De Groot, Pedro L. Lomas y Carlos Montes, «The history of ecosystem services in economic theory and practice: From early notions to markets and payment schemes», Ecological Economics, núm. 69, 2010, pp. 1209-1218.

2 Pedro L. Lomas, Óscar Carpintero, Jesús Ramos-Martín y Mario Giampietro, El granfalloon de la valoración de los servicios de los ecosistemas, Foro de Transiciones, Madrid, disponible en: https://forotransiciones.org/wp-content/uploads/sites/51/2017/12/2017_LOMASetal.pdf; Pedro L. Lomas, «Las
falsas soluciones y sus peligros para la sostenibilidad: el caso del ecomodernismo», en José María Enríquez Sánchez, Carmen Duce y Luis Javier Miguel González, (eds.), Repensar la sostenibilidad, UNED, Madrid, 2020, pp. 131-145.

 

Si quieres leer el texto completo del Dosier Ecosocial, aquí tienes el acceso en formato pdf: Controversias sobre la valoración del medio natural

Si quieres consultar nuestros anteriores Dosieres Ecosociales.

 

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


El debate sobre la población en la crisis ecosocial

El número 160 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global ofrece en su sección A Fondo un texto que recoge las intervenciones de Eileen Crist y de Lyla Mehta en el foro online sobre población «The Population Debate Revisited», organizado por Great Transition Initiative (GTI) en agosto de 2022.1

Las autoras representan dos posiciones paradigmáticas de los debates sobre población: Crist defiende la necesidad de reducción de la población mundial mientras que Mehta aboga por poner el foco en cuestiones de poder, de distribución y de cómo se genera socialmente el concepto de escasez.

 

Menos es más

Eileen Crist

Me gustaría empezar agradeciendo a Ian Lowe el haber preparado el escenario para un animado intercambio. Mi comentario está motivado por la consideración normativa de superar el rencor que rodea la cuestión de la población. Abogo por replantear ciertos aspectos de la población de forma que se demuestre de forma incontestable que poner fin al crecimiento demográfico y reducir gradualmente el número de seres humanos sirve para el bienestar de todos a largo plazo.

Desvincular la política de inmigración de la cuestión demográfica. Resulta ventajoso enfocar la población como una cuestión global, excluyendo el discurso de la inmigración de las cuestiones de población. Cuando se proponen medidas de restricción de la inmigración como medio para hacer frente a la superpoblación, el debate sobre la población se paraliza en medio de acusaciones de racismo, xenofobia y similares. Podemos unirnos para abogar por la búsqueda activa de ciertos derechos humanos que reviertan el crecimiento de la población (cuestión que abordaré más adelante), sin que la inmigración se convierta en un obstáculo. El espacio me impide exponer los argumentos contra la restricción de la inmigración como política demográfica, pero los he publicado en otro lugar.2

Los derechos de los niños, el empoderamiento de las mujeres, la libertad reproductiva y la educación sexual integral son el camino. Evitar empantanar el debate sobre la población con la política de inmigración no es una mera táctica. La transición hacia una población mundial más reducida y sostenible es posible mediante el mismo conjunto de transformaciones en todas las sociedades: tolerancia cero a las "novias infantiles"; educación hasta (al menos) la enseñanza secundaria para las niñas; empoderamiento de las mujeres, es decir, acceso a la educación superior, a un empleo significativo y a carreras de liderazgo; servicios de planificación familiar y opciones anticonceptivas voluntarias; y eliminación de las barreras físicas, sociales y culturales que las impiden. A estos derechos humanos establecidos relacionados con la población, debemos añadir la educación sexual integral (ESI), que puede desempeñar un papel importante en el decrecimiento de la población. La ESI reduce la tasa de embarazos no deseados, además de otros notables beneficios para la calidad de vida.3

Los derechos de las niñas y las mujeres son fundamentales para la transición a una población más reducida.

Cuando las mujeres reciben educación y se empoderan por lo general eligen tener menos hijos o no tenerlos, independientemente de su origen. Cuando las mujeres son libres de elegir su destino reproductivo aflora lo que Martha Campbell ha llamado su "deseo latente" de tener menos hijos.4 Hay una razón evolutiva para ello: el embarazo y la maternidad son un reto para el cuerpo de las mujeres. Tener muchos hijos, sobre todo a partir de la pubertad y de forma muy seguida, está relacionado con un aumento de la mortalidad materna.

Las presiones sexistas del pronatalismo coercitivo están presentes no solo en el mundo en desarrollo. Ya sea de forma sutil o expresa, las normas socioculturales a favor de la maternidad están muy extendidas en el Norte y el Sur del mundo. Las presiones pronatalistas sobre las mujeres merecen ser expuestas y confrontadas. 5

El consumo es el problema, la población lo aumenta. Un marco estándar que requiere un replanteamiento es la yuxtaposición de "consumo" y "población" como variables de impacto distintas. Este dilema engañoso lleva a la gente a elegir cuál es el problema. Es comprensible que muchos opten por castigar el consumo excesivo de los ricos mientras desestiman el tamaño y el crecimiento de la población. Este dilema es ofuscante. El consumo excesivo es el problema; el crecimiento de la población hace que el consumo aumente y acabe por rebasar los límites.

Para entenderlo mejor, imaginemos una situación hipotética. Si los seres humanos fueran "respiradores", es decir, capaces de satisfacer sus necesidades energéticas únicamente con la respiración, y se inclinaran por la simplicidad voluntaria, el número de seres humanos apenas importaría. La Tierra podría albergar a muchos miles de millones de minimalistas respiratorios. Volviendo a la realidad, todas las personas necesitan comer y a la mayoría le gusta hacerlo al menos dos veces al día. Más aún, todo el mundo debería comer más de una vez al día y tomar buenos alimentos. En una civilización global electrificada e interconectada, la gente consume, por supuesto, muchas más cosas que alimentos. En este artículo, me centro en la cuestión de la población sobre todo a través de la lente de la alimentación.

El sistema alimentario (producción, consumo, transformación y comercio) se ha convertido en la principal causa de deterioro ecológico a todos los niveles: extensión del uso de la tierra y de los océanos, colapso de la biodiversidad, pérdida y degradación del suelo, agotamiento del agua dulce, cambio climático y contaminación de la tierra, los ecosistemas de agua dulce, los mares costeros y la atmósfera.6

¿Podemos dejar de enmarcar la Revolución verde como un "logro técnico"? Me gustaría que abandonáramos el obligado guiño deferente a la revolución verde. A pesar de las buenas intenciones originales, los beneficios a corto plazo y los impresionantes rendimientos, la Revolución verde ha desatado una caja de Pandora de daños desastrosos. Sus monocultivos destruyen la biodiversidad. Los agroquímicos ponen en peligro la biodiversidad del suelo, la vida de las plantas y los insectos, las aves y otros animales, incluidas las personas.7 Los fertilizantes sintéticos desmantelan la biodiversidad del suelo; exacerban el cambio climático, contaminan el aire, la tierra, el agua dulce, las aguas subterráneas y los estuarios; y pueden provocar eventos de mortalidad masiva de la fauna. Mientras que la cantidad de alimentos se ha disparado (por ahora), la calidad de los mismos (especialmente los que se imponen a las personas sin poder) ha caído en picado. Más de 2.000 millones de personas (tanto subalimentadas como sobrealimentadas) sufren carencias de micronutrientes.8

La revolución verde ha respaldado el crecimiento explosivo de la población humana. La existencia de casi la mitad de la población está en deuda con las tecnologías de la revolución verde, sobre todo con los fertilizantes.9 Es un trato fáustico. Los efectos de la revolución verde en la biosfera están aumentando en los niveles interrelacionados mencionados anteriormente. El glifosato está en la lluvia. La contaminación por nitrógeno es una catástrofe creciente que pasa desapercibida, ya que la mayoría de los ojos están puestos en el carbono.10 Los monocultivos son más vulnerables a un clima que cambia rápidamente.

Aunque se necesita inmediatamente una mejor gestión de los insumos de la revolución verde, el restablecimiento de la salud de la biosfera y de la humanidad no tiene por qué plantearse como un ejercicio de control de daños de un sistema de producción de alimentos intrínsecamente perjudicial. La solución profunda consiste en abandonar esta forma de producir alimentos, junto con la reducción gradual del número de personas  hasta llegar a un punto en el que todas las personas puedan recibir alimentos sanos: alimentos producidos de forma ecológica y ética, no contaminados por biocidas y ricos en nutrientes procedentes de suelos sanos y regenerados.

Crist: La solución profunda consiste en abandonar esta forma de producir alimentos, junto con la reducción gradual del número de personas

El cultivo de alimentos no es un problema de ingeniería que deban resolver los tecnócratas con planes de eficiencia y microgestión. Cultivar alimentos es el arte de los agricultores en diálogo con la abundante fertilidad de la Tierra.

Menos es más: una población de unos 2.000 millones es mejor para todos y a largo plazo. La Tierra conoce la fertilidad, y los agricultores saben cómo trabajar con ese don para alimentar a la gente. Deberíamos prescindir del tropo de "alimentar al mundo". No hay que alimentar a los seres humanos, sino nutrirlos con alimentos hechos con amor por los animales y la tierra, cultivados por la calidad más que por la cantidad, y elaborados por los agricultores en una relación ingeniosa con la naturaleza que los rodea.

Entonces, ¿a cuántas personas puede alimentar la Tierra? Esta pregunta requiere una aclaración muy importante. ¿En qué tipo de planeta? Los guardianes de la Tierra sostienen que la opción virtuosa y prudente es un planeta en el que se conserve la biodiversidad, la abundancia de poblaciones no humanas, la complejidad ecológica, la vivacidad del comportamiento (como las culturas animales y las migraciones) y el potencial evolutivo. Todo ello requiere la conservación a gran escala de la tierra y los mares, el fin de la deforestación tropical, la proliferación de proyectos de renaturalización y restauración ecológica, y la eliminación gradual de los agroquímicos y otros contaminantes. Una amplia protección de la naturaleza salvaje y de los "paisajes intermedios" agrodiversos (donde se producen los alimentos) son sinérgicas, siempre que los paisajes intermedios sean subsistema modesto del planeta en lugar de invadirlo.

Cuando David Pimentel hizo el cálculo de cuántas personas pueden ser mantenidas con  equidad a base de alimentos orgánicos, diversos y mayoritariamente vegetales, y al tiempo proteger generosamente la naturaleza salvaje, el resultado rondaba los 2.000 millones.11 Esta cifra no es absoluta ni una "solución rápida”,12 sino que ofrece una visión a medio y largo plazo que debe abordarse con prontitud y ambición dentro de un marco de derechos humanos, junto con muchas otras transiciones que exige nuestra situación.

¿Qué elegirá la humanidad? Además de necesitar alimentos sanos, la mayoría de los habitantes del mundo moderno también quieren –entre otras cosas– ordenadores personales, frigoríficos, control de la temperatura interior, tecnologías de entretenimiento, medios de transporte y un conjunto material de servicios sanitarios, educativos y de otro tipo. Podemos dejar de lado si se trata de lujos industriales, de comodidades buscadas o de manifestaciones del potencial de nuestra especie que vale la pena mantener en formas alteradas y reducidas. En lo que sí podemos estar de acuerdo es en que las comodidades modernas no deberían ser un privilegio ilimitado de los ricos, sino una prerrogativa de todos los que las deseen a niveles moderados y justos.

A este respecto, el estilo de vida moderno se está extendiendo, lo que subraya el argumento: debemos ser muchos menos, si la humanidad también desea habitar un planeta biológicamente vibrante. Si, por el contrario, la humanidad deriva hacia la conversión de la Tierra en una colonia de recursos, ese planeta empobrecido podría –durante un periodo indeterminado– "alimentar" a muchos miles de millones de humanos, mientras se embolsarán las riquezas los Amazon, grandes almacenes, corporaciones agroquímicas, grandes farmacéuticas y el complejo militar-industrial. Si pudiéramos votar, ¿no elegiría la humanidad un planeta vivo en lugar de uno colonizado? En esta encrucijada nos encontramos.

 

Contra el alarmismo demográfico

Lyla Mehta

Más que un "elefante en la habitación", como sostiene Ian Lowe, el tema de la población y el neomaltusianismo están vivitos y coleando. Ejemplos recientes son la película de David Attenborough Una vida en nuestro planeta, que aborda cómo los seres humanos están invadiendo el mundo y de las amenazas de la población para el medio ambiente; los grupos de reflexión de Washington que establecen vínculos entre los llamados refugiados climáticos, la escasez y la superpoblación; e incluso el príncipe Guillermo del Reino Unido afirma que la población de África es una amenaza para la vida salvaje y la conservación.

Lamentablemente, seguimos en un mundo en el que el pensamiento neomaltusiano establece vínculos simplistas entre el aumento de la población, el cambio climático, los conflictos y la escasez de recursos. Son evidentes los vínculos con la "tragedia de los comunes" de Hardin cuando el ecologismo y el pensamiento sobre el desarrollo en general interpretan una serie de cuestiones que van desde la pobreza mundial y el desarrollo económico, el cambio medioambiental, la conservación e incluso la seguridad nacional y mundial a través de la lente de la superpoblación y la escasez. Esto ha tendido a dar lugar a narrativas tecnoautoritarias que se dirigen desproporcionadamente a los pobres y marginados del “mundo mayoritario”, que en consecuencia suelen enfrentarse a una serie de acciones draconianas, por ejemplo, el desplazamiento, la desposesión, el control de los cuerpos –especialmente, de las mujeres pobres no blancas– y la biopolítica.

Así, esta fijación con la superpoblación desvía la atención de cuestiones más cruciales como la forma en que se distribuye el poder en la sociedad , la desigualdad de género, la discriminación étnica y de casta, las condiciones comerciales injustas, la planificación estatal, las tecnologías centralizadoras, los acuerdos de tenencia, la degradación ecológica, etc. Además, tenemos que vincular los debates sobre la población con las cuestiones relativas a los modelos desiguales y sesgados de consumo, y de asignación y distribución de recursos.

Mehta: La fijación con la superpoblación desvía la atención de cuestiones más cruciales como la forma en que se distribuye el poder en la sociedad

Gran parte de mi trabajo anterior se ha centrado en la escasez y los límites. El concepto de escasez –es decir, la suposición de que las necesidades y los deseos son ilimitados y los medios para conseguirlos son escasos– es el principio básico de la economía moderna. Pero esta noción ha hecho que la escasez se convierta en un discurso totalizador tanto en el Norte como en el Sur global. El "miedo" a la escasez ha hecho que esta se convierta en una estrategia política para los grupos poderosos. Como argumentó el difunto Steve Rayner, la propagación del miedo a la disminución de los recursos del planeta ha servido en gran medida para mantener a los pobres en la pobreza y enriquecer a los que ya son ricos.13 Por eso, en trabajos anteriores, junto con varios colaboradores, he argumentado que la escasez no es una condición natural; el problema radica en cómo vemos la escasez y en las formas en que se genera socialmente.14 Por lo tanto, tenemos que centrarnos en las cuestiones fundamentales de la asignación de recursos, el acceso, el derecho y la justicia social, en lugar de recurrir a nociones simplistas universalizadoras de la escasez.

Como sabemos por los informes recientes y pasados del Grupo de Alto Nivel de Expertos en Seguridad Alimentaria y Nutrición y también del PNUD, hay suficiente comida y agua para todos.15 Sin embargo, a nivel mundial, el problema del hambre crónica existe y se ha intensificado durante la pandemia. En los países ricos, los perversos regímenes de subvenciones han llevado a la generación de excedentes, y los pobres comen alimentos envasados baratos. El hambre y la obesidad son dos caras de la misma moneda. Actualmente hay una explosión de bancos de alimentos en el Reino Unido, y cerca del 8% de la población sufre inseguridad alimentaria.16 La malnutrición y el hambre en el Reino Unido no se deben a la superpoblación, sino a la austeridad, los recortes, el aumento de la pobreza y la desigualdad.

A pesar de estas cuestiones, el miedo a la escasez y la superpoblación sigue siendo un medio para desviar la atención de las causas de la pobreza y la desigualdad que pueden implicar a los políticamente poderosos. Por ello, Marie Sneve Martinussen, diputada noruega del Partido Rojo, en un reciente acto sobre los Límites del Crecimiento +50 en Oslo instó de forma elocuente a no centrarnos en la tragedia de los comunes, sino en la «tragedia de los pocos», es decir, en el papel que desempeñan los poderosos, los ricos y las élites, en la perpetuación del crecimiento obsesionado por el PIB, el consumo y la destrucción del medio ambiente. Del mismo modo, el movimiento por el decrecimiento reclama que los límites al consumo/crecimiento se apliquen en gran medida a los países ricos y a las élites de todo el mundo, y no a los grupos y países pobres y vulnerables.

Los discursos sobre el número de personas y la necesidad de control de la natalidad suelen hacer recaer todas las esperanzas y expectativas en las mujeres. Invariablemente, los objetivos son las mujeres negras y morenas de Asia, África y América Latina, a las que se considera que tienen demasiados hijos.  Rara vez se apunta a las mujeres blancas de los países ricos, a sus bebés, o incluso a las huellas de carbono o ecológicas de las familias blancas en el mundo minoritario.

El 24 de junio de 2022, el Tribunal Supremo de Estados Unidos anuló el derecho constitucional al aborto en el país, lo que supuso un día muy trágico para los derechos de la mujer y los derechos humanos. ¿Cómo podemos siquiera hablar de cuestiones de población cuando se niegan derechos tan básicos a las mujeres? Aunque no existen prohibiciones similares en muchos otros países, sigue habiendo muchos obstáculos socioculturales y económicos en torno a los derechos reproductivos de las mujeres, que siguen estando moldeados por prejuicios y leyes masculinas discriminatorias. En el contexto de Estados Unidos, cada vez se reconoce más que la falta de acceso al aborto afectará en gran medida a las inmigrantes, las comunidades indígenas, las mujeres de color, las personas discapacitadas, etc. Gran parte del discurso antiabortista estadounidense es racista y puede vincularse a la supremacía blanca. Por lo tanto, es importante ser conscientes de que las políticas de crecimiento demográfico y de control de la población tienden a no tener en cuenta el género ni la etnia y, por lo tanto, corren el riesgo de reproducir procesos coloniales y racializados de razonamiento y discriminación.

En resumen, en lugar de hablar del crecimiento de la población, centremos nuestra atención en avanzar hacia la consecución de la igualdad de género, la justicia climática, los procesos justos de asignación y distribución de recursos y los procesos de desarrollo que sean sostenibles y socialmente justos en el Norte y el Sur. Esto es lo que realmente importa y contribuiría en gran medida a mejorar el bienestar humano y planetario que permitirá a todos los seres –humanos y no humanos– florecer y prosperar.

 

Eileen Crist es profesora asociada emérita del Departamento de Ciencia y Tecnología en la Sociedad de la Universidad Virginia Tech y editora asociada de la revista Environmental Issues. Entre sus obras figura Abundant Earth: Toward an ecological civilization (University of Chicago Press, 2019).

Lyla Mehta es profesora del Instituto de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Sussex, profesora visitante de Noragric en la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida, y autora, entre otras obras, de Water, Food Security, Nutrition and Social Justice (Rouledge, 2019).

Traducción: Nuria del Viso. FUHEM Ecosocial.

NOTAS

 1 El debate íntegro de GTI está disponible en: https://greattransition.org/gti-forum/the-population-debate-revisited. Agradecemos a GTI el permiso para la reproducción de estos textos.

2 Eileen Crist, «Decoupling the Global Population Problem from Immigration Issues», The Ecological Citizen vol. 2, núm. 2, 2019, pp. 149–151, disponible en: https://www.ecologicalcitizen.net/pdfs/v02n2-08.pdf

3 Mona Kaidbey y Robert Engelman, «Nuestros cuerpos, nuestro futuro: difundir una educación sexual integral», en Educación ecosocial. Cómo educar frente a la crisis ecológica. La situación del mundo, capítulo 12, FUHEM Ecosocial/ Icaria, 2017, pp. 189-201.

4 Martha Campbell y Kathleen Bedford, «The Theoretical and Political Framing of the Population Factor in Development», Philosophical Transactions of the Royal Society B 364, núm. 1532, 2009, pp. 3101–3113.

5 Nandita Bajaj, «Abortion Bans Are a Natural Outgrowth of Coercive Pronatalism», Ms. Magazine, junio de 2022, disponible en: https://msmagazine.com/2022/06/07/abortion-bans-coercive-pronatalism-forced-birth/.

6 Walter Willet, Johan Rockström, Brent Loken et al., «Food in the Anthropocene: The EAT-Lancet Commission on Healthy Diets from Sustainable Food Systems», The Lancet, vol. 393, núm. 10170, 2019, pp. 447–492.

7 Joel K. Bourne, «The Global Food Crisis: The End of Plenty», National Geographic Magazine, junio de 2009.

8 Walter Willet, Johan Rockström, Brent Loken et al., 2019, op. cit.; Paul Ehrlich y John Harte, «Food Security Requires a New Revolution», International Journal of Environmental Studies vol. 72, núm. 6 (2015), pp. 908-920; Richard Manning, «Hidden Downsides of the Green Revolution: Biodiversity Loss and Diseases of Civilization», Mother Earth News, 22 de abril de 2014, disponible en:  https://www.motherearthnews.com/sustainable-living/nature-and-environment/the-green-revolution-zm0z14jjzchr/.

9 Hannah Ritchie y Max Roser, «Fertilizers», OurWorldInData.org, 2020, disponible en: https://ourworldindata.org/fertilizers

10 Fred Pearce, «Can the World Find Solutions to the Nitrogen Pollution Crisis?», Yale Environment 360, 6 de febrero de 2018, disponible en: https://e360.yale.edu/features/can-the-world-find-solutions-to-the-nitrogen-pollution-crisis; Eileen Crist, «Got Nitrogen?», The Ecological Citizen (editorial), vol. 5, núm. 1, 2021, pp. 3–10.

11 David Pimentel et al., «Will Limited Land, Water, and Energy Control Human Population Numbers in the Future?», Human Ecology vol. 38, núm. 5, 2010, pp. 599–611.

12 Corey Bradshaw y Barry Brook, «Human Population Reduction Is Not a Quick Fix for Environmental Problems», PNAS, vol. 111, núm. 46, 2004, pp. 16610–16615.

13 Steve Rayner, «Foreword», en Lyla Mehta (ed.), Limits to Scarcity, Routledge, Londres, 2010, pp. x–xvi.

14 Lyla Metha (ed.), 2010, op. cit.; Lyla Mehta, Amber Huff y Jeremy Allouche, «The New Politics and Geographies of Scarcity», Geoforum, núm. 101, mayo de 2019, pp. 222–230.

15 Programa de Desarrollo de las Naciones Unidad (PNUD), Más allá de la escasez: poder, pobreza y la crisis mundial del agua, PNUD, Nueva York, 2006, disponible en: https://hdr.undp.org/system/files/documents//hdr2006escompletopdf.pdf

16 Departamento británico de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales (Reino Unido), United Kingdom Food Security Report 2021: Theme 4: Food Security at Household Level, 22 de diciembre de 2021, disponible en: https://www.gov.uk/government/statistics/united-kingdom-food-security-report-2021/united-kingdom-food-security-report-2021-theme-4-food-security-at-household-level

Acceso al texto completo en formato pdf: El debate sobre la población en la crisis ecosocial.


Desigualdad y cambio climático. Selección de recursos

 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 159, otoño 2022

Santiago Álvarez Cantalapiedra, Combatir las desigualdades para hacer un mundo más justo y sostenible, pp. 5-12.

Richard Wilkinson y Kate Pickett, De la desigualdad a la sostenibilidad, pp. 11-30.

Monica Di Donato, Entrevista a Lucas Chancel, sobre desigualdades ambientales, pp. 51-59.

Javier Segura del Pozo, La desigualdad social sigue minando nuestra salud, pp. 61-71.

 


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 143 otoño, 2018.

José Bellver y Nuria del Viso

Entrevista a Michael T.Klare. «La combinación de sequía extrema, escasez de agua, inseguridad alimentaria y desempleo rural agravarán las tensiones étnicas y estimularán las migraciones masivas», pp. 155-161.

 


 

 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 142, verano 2018.

John Knox, Principios Marco sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente, pp. 83-89.

Nuria del Viso y Carlos Saavedra, Entrevista a Nick Buxton «Una seguridad para todos y todas ante el cambio climático debe surgir desde abajo y dirigirse a cambiar el sistema», pp. 139-144.

 

 

 

 

Dosieres Ecosociales

 

Desigualdades climáticas: impactos y responsabilidades de los eventos meteorológicos extremos

Mateo Aguado y Nuria del Viso, Las injusticias ocultas del cambio climático.

 Miguel Ángel Navas Martín, Desentrañando los efectos del calor en la salud humana en contextos desigualitarios.

 Sergio Tirado Herrero, Vulnerabilidad energética y olas de calor en hogares urbanos.

Claudia Narocki, Desigualdades en el ámbito laboral y episodios de altas temperaturas.

 Álvaro Ramón Sánchez, Periferia y crisis climática: la articulación de un discurso ecologista desde América Latina.

 Cristina Contreras Jiménez y Rodrigo Blanca Quesada, Hacer barrio ante la emergencia climática.

 

Colección Economía Inclusiva

 

Desigualdades insostenibles: por una justicia social y ecológica

Lucas Chancel

FUHEM Ecosocial y Catarata, Madrid, 2022, 192 p.

Introducción

 

 

 

Cambio Climático, S.A.

Nick Buxton, Ben Hayes (eds.)

FUHEM Ecosocial, Madrid, 2017, 301 págs.

Prólogo de Susan George
Prólogo de Santiago Álvarez Cantalapiedra

 

 

La Situación del Mundo

 

La Situación del Mundo 2009. Informe anual del Worldwatch Institute sobre el progreso hacia una sociedad sostenible: El mundo ante el calentamiento global.

Robert Engelman, Michael Renner y Janet Sawin (dir.)

Christopher Flavin y Robert Engelman. La tormenta perfecta.

W.L. Hare,Un aterrizaje seguro para el clima.

Sara J. Scherr y Sajal Sthapit., Agricultura y usos del suelo para enfriar el planeta.

Janet L. Sawin y William R. MoomawUn futuro energético duradero,.

David Dodman, Jessica Ayers y Saleemul Huq, Generar resiliencia.

Robert Engelman, Acuerdos para salvar el clima.

Alice McKeown, Gary Gardner, Guía y glosario sobre el cambio climático.

APÉNDICE: 

Antonio Ruiz de Elvira, Cambio climático en España: Problemas y soluciones,

 

 

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


Crisis de la energía y transiciones energéticas. Selección de recursos

 

Recopilación de artículos publicados en la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, de FUHEM Ecosocial que abordan diferentes aspectos de la crisis de la energía y las transiciones energéticas, así como las alternativas en torno a las energías renovables, los distintos escenarios a los que nos enfrentamos por el descenso energético, las estrategias y redistribución; las críticas a la energía nuclear y sus efectos en el cambio climático, además de las diferentes expresiones del extractivismo y las múltiples violencias que generan.

 

 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 159, otoño 2022.

Laura Ramos, La energía solar fotovoltaica en la transición energética, pp. 113-122.

Pablo Cotarelo, Comunidades energéticas: desarrollo de una alternativa real, pp. 123-135.

 

 


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 156, invierno 2021-2022

Santiago Álvarez Cantalapiedra, Los planos del debate de la crisis energética, pp. 5-10.

Jorge Riechmann, Autolimitarnos para que pueda existir el otro. Sobre energía y transiciones ecosociales, pp. 11-25.

Alicia Valero, Guiomar Calvo y Antonio Valero, Thanatia. Límites minerales de la transición energética, pp. 7-41.

 

Rafael Fernández Sánchez, Economía política del mercado mundial de petróleo: flujos, actores y precios, pp. 43-53

Tica Font, China, geopolítica y materiales estratégicos, pp. 55-65

Luis González Reyes, Crisis energética, pp. 67-78.

Martín LallanaDescenso energético: escenarios, estrategias y redistribución, pp. 79-91.

Óscar Carpintero y Jaime Nieto, Transición energética y escenarios postcrecimiento, pp. 93-106.


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 153, primavera 2021.

Antonio Serrano Rodríguez

Hidrógeno verde y transición energéticapp. 83-92.

 

 


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 151, otoño 2020

Josefa Sánchez Contreras, Megaproyectos eólicos en el Istmo mexicano: los bienes comunales en tiempos de crisis energética, pp. 87-97.

 

 


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 149, primavera 2020

Tica Font Gregori, Utopía y antropoceno: críticas y respuestas al reto nuclear, pp. 65-76

 

 

 


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 143, verano 2019

Mariana Walter, Extractivismo, violencia y poder  pp. 47-59

Eduardo Gudynas, Extractivismos: el concepto, sus expresiones y sus múltiples violencias, pp. 61-70

Ben Leather, Es hora de que las empresas reconozcan su papel fundamental en la defensa de los derechos humanos, pp. 71-82.

Patricio Carpio Benálcazar, Pueblos y comunidades frente a la encrucijada extractivista. El caso ecuatoriano, 83-93.

Óscar Carpintero y José Manuel Naredo, Sobre financiarización y neoextractivismo, 97-108.

Jose-Luis Palacios, Guiomar Calvo, Alicia Valero, Antonio Valero y Abel Ortego, El rol de la minería de América Latina en una sociedad descarbonizada, pp. 109-117.

Elena Pérez Lagüela, Desarrollismo y tierras raras: orígenes y causas del extractivismo en China, pp. 119-136.


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 140, invierno 2017-2018

Joaquim Sempere, El colapso energético de Cuba de los años 90, pp. 13-32.

 

 

 


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 138, verano 2017

Xavier Bohigas, Centrales nucleares, emisiones de CO2 y cambio climático, pp. 109-121.

 

 


 

 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 134, verano 2017

Ignacio MártilLas posibilidades de encontrar fuentes de energía limpias, abundantes y gratuitas, pp. 105-116.

 

 

 


 

Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 127, otoño 2014 2017

Joaquim Sempere, Papel y límites de la acción intersticial en las transiciones postcarbono, pp. 91-106.

 

 

 

 

 

 

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD).

El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


Controversias sobre la valoración de los ecosistemas

CONTROVERSIAS SOBRE LA VALORACIÓN DE LOS ECOSISTEMAS

Selección de recursos

LIBROS

 

CARPINTERO, Óscar

Entre la economía y la naturaleza : la controversia sobre la valoración monetaria del medio ambiente y la sustentabilidad del sistema económico

Fundación Primero de Mayo - Los Libros de la Catarata, Madrid, 1999, 383 p.

 

 

LOMAS, Pedro L., Oscar Carpintero, Jesús Ramos-Martín y Mario Giampietro

El granfalloon de la valoración de los servicios de los ecosistemas

Tiempo de transiciones, Foro de Transiciones, 2017, 61 p.

 

 

 

 

MARTÍNEZ ALIER, Joan

El ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de valoración, 6ª ed. ampliada

Icaria, Barcelona, 2021, 448 p.

 

 

 

 

NAREDO, José Manuel 

La economía en evolución: Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico

Siglo XXI, Madrid, 2015., 748 p.

 

 

SPASH, Clive L. 

Fundamentos para una economía ecológica y social

FUHEM Ecosocial y Catarata, Madrid, 2020 252 p.

 

 

 

SPASH, Clive L.

Greenhouse economics: Value and ethics

London, Routledge, 2020, 316 p.

 

 

 

ARTÍCULOS

AGUADO, Mateo. José A. González, Kr'sna Bellott, César López-Santiago, y Carlos Montes,  «Exploring subjective well-being and ecosystem services perception along a rural-urban gradient in the high Andes of Ecuador», Ecosystem Services, 34, 2018, pp. 1-10.

BÜSCHER, Bram. y Robert Fletcher, «Accumulation by Conservation», New Political Economy, vol. 20, núm. 2, 2015, pp. 273-298.

FLETCHER, Robert y Bram Büscher, «The PES Conceit: Revisiting the Relationship between Payments for Environmental Services and Neoliberal Conservation», Ecological Economics, 132, 2017, pp. 224-231.

GÓMEZ BAGGHETUN, Erik, Rudolf De Groot, Pedro L. Lomas, Carlos Montes, «The history of ecosystem services in economic theory and practice: From early notions to markets and payment schemes», Ecological Economics, vol. 69, núm. 6, 2010, pp. 1209-1218, 2010.

KOSOY, Nikolas y Esteve Corbera, «Payments for ecosystem services as commodity fetishism: Special Section - Payments for Environmental Services: Reconciling Theory and Practice», Ecological Economics, vol. 69, núm. 6, 2010, pp. 1228-1236.

MCAFEE. Kathleen, «The Contradictory Logic of Global Ecosystem Services Markets», Development and Change, col. 43, núm. 1, 2012, pp. 105–31.

MCAFEE, Kathleen, «Nature in the Market-World: Ecosystem Services and Inequality», Development, vol. 55, núm. 1, 2012, pp. 25–33.

MURADIAN, Roldan y Erik Gómez-Bagghetun, «Beyond ecosystem services and nature’s contributions: Is it time to leave utilitarian environmentalism behind?», Ecological Economics, núm. 185: 2021, pp. 107038.

RINCÓN-RUIZ, Alexander et al., «Applying integrated valuation of ecosystem services in Latin America: Insights from 21 case studies», Ecosystem Services, 36, 2019, pp. 1-12, disponible en: https://doi.org/10.1016/j.ecoser.2019.100901

ROBERTSON, Morgan, «Performing Environmental Governance», Geoforum vol. 41, núm. 1, 2010, pp. : 7–10.

ROBERTSON, Morgan, “Measurement and Alienation: Making a World of Ecosystem Services.” Transactions of the Institute of British Geographers, vol. 37, núm. 3,2012, pp. 386–401.

SANTOS-MARTÏN Fernando, Berta Martín-López, Marina García-Llorente, Mateo Aguado, Javier Benayas  y Carlos Montes, «Unraveling the Relationships between Ecosystems and Human Wellbeing in Spain», PloS one, 8(9), 2013, e73249. disponible en: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0073249

SPASH, Clive L.  y Frédéric Hache, «The Dasgupta Review deconstructed: An exposé of biodiversity economics»,  Globalizations, vol. 19, núm. 5, 2022, disponible en: https://doi.org/10.1080/14747731.2021.1929007

SPASH, Clive L. «The economics of biodiversity: The Dasgupta Review. Biological»,  Conservation, núm. 264, diciembre 2021, pp. 1-2.

SPASH, Clive L..,  «Conceptualising Nature: From Dasgupta to Degrowth», Environmental Values, 30 (3), 2021, pp. 265-275.

SULLIVAN, Sian, «On ‘natural capital’, ‘fairy tales’ and ideology», Development and Change, 48 (2). 2017, pp. 397-423.

SULLIVAN, Sian, «Noting some effects of fabricating 'nature' as 'natural capital», The Ecological Citizen, 1 (1), 2017, pp. 65-73, disponible en: https://www.ecologicalcitizen.net/pdfs/v01n1-12.pdf

SULLIVAN, Sian, «The disvalues of alienated capitalist natures», Dialogues in Human Geography, 7 (3), 2017, pp. 310-313.

SULLIVAN, Sian, «Making nature investable: from legibility to leverageability in fabricating 'nature' as 'natural capital'», Science and Technology Studies, 31 (3), 2018, pp. 47-76.

 

 

 

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.

 

 


Caracterización del modo de vida en España

Caracterización del modo de vida en España: «Estudio de las exigencias energéticas del modo de vida en España».

FUHEM Ecosocial

Hace más de diez años, Johan Rockström y colaboradores1 publicaron un trabajo sobre los límites planetarios que rápidamente se convirtió en una referencia en la literatura sobre la sostenibilidad, desplazando la mirada desde el agotamiento de los recursos naturales hacia los impactos biofísicos del consumo de materiales.

Junto a la narrativa de la Gran Aceleración2 y al concepto de Antropoceno3, el concepto de límites planetarios amplió el vocabulario científico y se impuso como métrica para evaluar, mediante variables de control, si la humanidad se mantiene en un umbral de seguridad, evitando la desestabilización de los ciclos biogeoquímicos de la Tierra y los riesgos asociados.

La transgresión de este espacio de seguridad humana se ha visto impulsado por factores socioeconómicos que moldean los procesos y estructuras causantes de la crisis ecosocial subyacente4. En el trasfondo se encuentra la civilización industrial capitalista, con sus estructuras, instituciones, actores y relaciones de poder que impulsan unos flujos de materia y energía en constante expansión que resultan necesarios para su funcionamiento y reproducción social, definiendo el tipo de intercambios -el metabolismo social- que establecemos con la naturaleza.

Existe un único modo de vida que comparten todas las personas que participan de esa civilización industrial capitalista. Pero también existe una amplia variedad de estilos de consumo que comparten quienes forman parte de una determinada clase o grupo social. El concepto de modo de vida5 que aquí utilizaremos no se refiere al estilo de vida que practica un grupo social particular, sino a los patrones de producción, distribución y consumo, así como al imaginario cultural y a las subjetividades fuertemente arraigadas en las prácticas cotidianas de la mayoría de la población.

En este sentido, cabe entenderlo como un modo de vida hegemónico, es decir, ampliamente aceptado y arraigado política e institucionalmente y con una influencia abrumadora en las prácticas cotidianas de las personas. Se podría añadir, como hacen Brand y Wissen, que además de hegemónico ese modo de vida es también imperial, destacando así el vínculo que existe entre esas prácticas cotidianas hegemónicas, las estrategias estatales y empresariales, la geopolítica internacional y la crisis ecológica, en la medida en que presupone un acceso a los recursos, al espacio, a las capacidades laborales y a los sumideros del planeta entero -normalmente a través del mercado mundial-, asegurado a través de políticas, leyes o mediante el ejercicio de la fuerza.

La vida en las sociedades del capitalismo central resultaría difícil de explicar sin atender a la manera en que se organizan e insertan en la economía global las sociedades periféricas. Cualquier aspecto característico de nuestro modo de vida contiene trabajo y materias primas que provienen de la periferia. Esas condiciones sociales y ecológicas, normalmente invisibilizadas, permiten que estos productos puedan ser comprados y consumidos tan fácilmente. Estas prácticas cotidianas, así como las relaciones de poder sociales e internacionales subyacentes, generan y perpetúan el dominio de unas personas sobre otras y la explotación de la naturaleza, impulsando de ese modo la destrucción de ecosistemas, tensiones geopolíticas, desequilibrios territoriales, polarización social o empobrecimiento y destrucción de economías locales. Nos encontramos ante un modo de vida convertido en un bien posicional, exclusivo y excluyente, cuyas consecuencias se reflejan en forma de altos costes sociales y ecológicos
desigualmente repercutidos.6

Se ofrece a continuación una caracterización del modo de vida de la sociedad española a partir de una doble vertiente: el consumo y la producción. El ámbito del consumo no es independiente de la esfera de la producción, por lo que un diagnóstico completo exigirá contemplar también los requerimientos necesarios de energía, materiales y trabajo que ese modo de vida conlleva.

NOTAS:

1  Johan Rockström et al., «A safe operating space for humanity», Nature , 61(7263), 2009a, 472-475; Johan Rockström et al., «Planetary Boundaries : Exploring the safe operating space for humanity», Ecology and Society . 14(2), 2009b, p. 32.

2  Will Steffen et al., «The trajectory of the Anthropocene: The Great Acceleration», The Anthropocene Review 2(1) 2015: 81-98; Will Steffen et al., Global change and the earth system: a planet under pressure, Springer, 2004.

3 Paul J. Crutzen, y Eugene F. Stoermer, «The Anthropocene». IGBP Newsletter 41, 2000, pp.17-18.

4  Ulrich Brand et al., «From planetary to societal boundaries: an argument for collectively defined self-limitation», Sustainability: Science, Practice and Policy, 17:1, 2021, 264-291, disponible en: https://doi.org/10.1080/15487733.2021.1940754

5  Ulrich Brand y Markus Wissen, Modo de Vida Imperial. Vita cotidiana y crisis ecológica del capitalismo, Traficantes de Sueños, Madrid, 2021.
6  Santiago Álvarez Cantalapiedra y Monica Di Donato, «Consumo y crisis ecosocial global», en Luis Enrique Alonso Benito (ed. lit.), Carlos Jesús Fernández Rodríguez (ed. lit.), Rafael Ibáñez Rojo (ed. lit.), Estudios sociales sobre el consumo, CIS, 2020, pp. 533-553

Descargar el texto completo en formato pdf: La caracterización del modo de vida en España

 

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Despilfarro alimentario: Selección de recursos

 

BRÄUTIGAM, Klaus-Rainer, Juliane Jörissen, Carmen Priefer

, «The extent of food waste generation across EU-27: Different calculation methods and the reliability of their results»

Waste Management Research, vol. 32, núm. 8, agosto 2014, pp. 683–694

Disponible en: https://doi.org/10.1177/0734242X14545374

 

 

 

CALDEIRA, Carla, Valeria De Laurentiis, Sara Corrado, Freija van Holsteijn, Serenella Sala

«Quantification of food waste per product group along the food supply chain in the European Union: A mass flow analysis»

Resources Conservation and Recycling, vol. 149, octubre 2019, 479–488

Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.resconrec.2019.06.011

 

 

 

CATTANEO, Andea, Giovanni Federighi, Sara Vaz

«The environmental impact of reducing food loss and waste: A critical assessment»

Food Policy, vol. 98, enero 2021, 101890

Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.foodpol.2020.101890

 

 

 

CLARK, Michael A.; Domingo, Nina G.G.; Kimberly Colgan, Sumil K. Thakrar, David Tilman, John Lynch, Ines L. Azevedo, Jason D. Hill

«Global food system emissions could preclude achieving the 1.5° and 2 °C climate change targets»

Science 370, noviembre 2020, 2020, pp. 705–708.

 

 

 

CORRADO, Sara, Serenella Sala

«Food waste accounting along global and European food supply chains: State of the art and outlook»

Waste Management,  vol. 79, septiembre 2018, pp. 120–131

Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.wasman.2018.07.032

 

 

 

DI DONATO, Monica y Óscar Carpintero

«Household Food Metabolism: Losses, Waste and Environmental Pressures of Food Consumption at the Regional Level in Spain»

Foods 10, núm. 6, 2021, 1166

Disponible en: https://doi.org/10.3390/foods10061166

 

 

VIDAL-MONES, Berta, Héctor Barco, Raquel Diaz-Ruiz, and Maria-Angeles Fernandez-Zamudio.

«Citizens Food Habit Behavior and Food Waste Consequences during the First COVID-19 Lockdown in Spain»

                                                 Sustainability vol. 13, núm. 6,, 2021, 3381

Disponible en: https://doi.org/10.3390/su13063381

 

 

VIDAL-MONES, Berta, Raquel Diaz-Ruiz, José M. Gil

«From evaluation to action: Testing nudging strategies to prevent food waste in school canteens»

Waste Management, vol. 140, marzo 2022

Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.wasman.2022.01.006

 

 

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


El  fin de la sociedad del despilfarro

El  fin de la sociedad del despilfarro. Repensando nuestro modo de producción y consumo para reducir la contaminación y los residuos.
Monica Di Donato, Raquel Díaz Ruiz, José María García Bresó, Fundació Solidança, Mari Cruz Martín Redondo,

El cambio climático, el agotamiento de la capa de ozono, la deforestación, la acidificación de los océanos, la pérdida de biodiversidad, el ciclo de nitrógeno o la contaminación química son sólo algunas de las problemáticas ambientales que amenazan la salud del planeta y pertenecen al marco de los límites planetarios, un concepto establecido en 2009 por un equipo liderado por Johan Rockström del Centro de Resiliencia de Estocolmo1, que ha generado una línea de investigación muy prolífica para la identificación y alerta acerca de la superación de los umbrales. Marcos analíticos como este demuestran cómo los recursos físicos de los que dependemos están sufriendo cambios rápidos e imprevisibles en un tiempo relativamente corto. Estos cambios podrían llevar al colapso de los ecosistemas, a la escasez de alimentos y a crisis sanitarias potencialmente mucho peores que la que se han vivido por la COVID-19.

Los principales motores de estos impactos globales están claramente identificados: el creciente consumo de recursos materiales, la transformación y fragmentación de los hábitats naturales y el consumo de energía para sostener modos de vida cada vez más artificiales, consumistas e insostenibles, consolidados en culturas del derroche y del despilfarro, especialmente en economías no periféricas.

Así, ese metabolismo social asociado a patrones de crecimiento económico infinito y de sobreexplotación ecológica propios de nuestro tiempo, sumados al hecho de que vivimos en un planeta finito con recursos limitados, impone la necesidad de una significativa contracción en el consumo per cápita de materiales y energía y de los impactos ambientales relacionados, si no se quiere colisionar contra los límites biofísicos de la Tierra.

Si se centra la atención en el metabolismo de las sociedades industrializadas contemporáneas, es decir, en los flujos de energía y materiales que intervienen en su funcionamiento, la contabilidad física muestra un consumo excesivo y, por ende, un despilfarro de recursos naturales (directo o indirecto), que en muchas ocasiones está desvinculado del crecimiento de la población y distribuido de forma desigual para sostén de un modo de vida imperial2 basado en el exceso, el despilfarro y la comodidad inconsciente. En este escenario, es la dimensión productiva la que “produce” el consumo, y no a la inversa, en una confluencia nada neutral a nivel socioeconómico y ecológico entre la producción del objeto, las modalidades del consumo, y el impulso moldeado hacia este.

Es cada vez más evidente, pues, que los límites que la cultura del hiperconsumo pone a la satisfacción de los deseos están ligados a la toma de conciencia sobre sus consecuencias. En ese sentido, junto al riesgo en la vertiente ecológica (ligado a los requerimientos de recursos energéticos y materiales para sostener un determinado nivel productivo, así como a los residuos, los desperdicios y la contaminación) y en la dimensión social (relacionada con los niveles de desigualdad en el acceso a bienes y servicios), algunas teorías imputan también al consumismo el desgaste de la capacidad colectiva de construir e impulsar proyectos comunitarios y formas de gestión compartida y, en general, de otras formas de cohesión social.

No obstante, la expansión de la esfera del consumo ha sido asimétrica, coexistiendo ámbitos de población aferrados a formas más tradicionales y sencillas de vida, ligadas a conceptos como la escasez y la suficiencia, con otros ámbitos caracterizados por niveles de hiperconsumo, ligados a nuevos nichos de mercados como el bajo coste, las nuevas tecnologías, las modas, etc., que llevan intrínsicamente asociados una cultura de despilfarro y del consumo rápido y frívolo.

Si se mira a los números, por mostrar algunas de las tendencias más evidentes en relación con nuestra huella de desperdicio, en el ámbito alimentario, por ejemplo, el 28% (1400 millones de hectáreas)3 de la superficie agrícola global se usa anualmente para producir alimentos que se pierden o desperdician, acentuando el problema de las talas masivas de selvas y bosques para extender la frontera agrícola, y de los suelos cada vez más desertizados. Este desperdicio de alimentos se produce desde que se recogen del campo hasta que se sirven en el plato, conllevando un grave problema no sólo ecológico sino también ético, social y económico.

Por otra parte, el fenómeno de la moda rápida hace que nunca antes se hayan fabricado tantas prendas como ahora: 100.000 millones al año, con previsiones de crecimiento de un sector cada vez más importante. Así, si la compra de ropa se ha convertido en una verdadera actividad recreativa alimentada por las redes sociales, llegando a influir en el comportamiento de consumo de los clientes, la otra cara de la moneda nos habla de una industria altamente contaminante,4 que en la UE genera anualmente cuatro millones de toneladas de productos textiles que acaban en la basura, con una tasa de reciclaje de poco menos del uno por ciento.

Según la ONU,5 se generan unos 50 millones de toneladas al año de residuos electrónicos que acaban, en un alto porcentaje, en vertederos de países periféricos. En el caso de la Unión Europea, más de 2.500 millones de toneladas al año.6 Detrás de este fenómeno, está la obsolescencia planificada de nuestros ordenadores, impresoras, teléfonos móviles, neveras, etc. que tienen un tiempo de vida útil relativamente corto respecto a su potencial, al que hay que unir la inmediatez a la hora de salida al mercado de nuevos últimos modelos, con actualizaciones, correcciones, etc., que nos invitan a consumir de nuevo. Esto no es casualidad, sino una estrategia muy calculada que permea también a otros sectores. Así, esta “caducidad de los objetos” afecta a toda la electrónica, desde los ordenadores hasta los teléfonos móviles, los electrodomésticos, el software informático, la moda, el calzado, los juguetes, los libros de texto o incluso el mobiliario.

Podríamos seguir con más ejemplos de prácticas despilfarradoras que interfieren cada día con las diversas dimensiones de nuestro consumo, generando graves impactos tanto a nivel ambiental como social y económico.

En definitiva, estos datos muestran la urgencia de un cambio radical en nuestras maneras de producir y consumir y la búsqueda de alternativas viables que huyan del sendero ecocida, y sean conscientes de que vivimos en un mundo con limites biofísicos, no sólo en términos de recursos sino también en la posibilidad de procesar esa carga ambiental (dentro y fuera de las fronteras de nuestro país).

Es en ese sentido que este Dosier intenta captar la reacción y resistencia al consumismo devorador, el desarrollo de una conciencia creciente que se propone frenar los comportamientos consumistas basándose en ideas fundamentales como: pensar bien antes de comprar, buscar alternativas a la compra con menor impacto sobre los recursos naturales (como el intercambio, arreglar algo defectuoso o fabricar las cosas uno mismo), intentar “desbordar” determinados estándares productivos impuestos por el mercado, aprender a vivir con lo necesario (simplicidad), etc.

Así, partiendo del escenario esbozado con anterioridad, este trabajo se propone, por un lado, indagar, desde una perspectiva critica, en las respuestas sociales o los espacios de resistencia que, de una manera u otra, se oponen al paradigma de la sociedad del hiperconsumo y del despilfarro y, por el otro, de suscitar y ampliar la reflexión intelectual sobre los retos y las oportunidades que, sobre la base del diagnóstico disponible (que muestran los datos, las experiencias, etc.) permiten explorar vías y modalidades para aminorar la carga ambiental y social generada por esa dimensión innecesaria del consumo y de la producción.

El Dosier consta de tres artículos que nos relatan, desde la dimensión más experiencial tal y como se mencionaba anteriormente, propuestas y acciones que, desde el ámbito de la economía social y solidaria, abordan varias dimensiones de la vida cotidiana: desde los alimentos (de la mano del proyecto de la Fundación Espigoladors),7 al textil, mobiliario, etc. (a través del testimonio de los Traperos de Emaús de Navarra),8 a los aparatos eléctricos y electrónicos (de la mano de la Fundación Solidança).9 10 La parte final del trabajo reserva una atención especial al debate reciente sobre el proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario a través de la plataforma #LeySinDesperdicio11 (gracias a la contribución de Enraíza Derechos)<sup>12</sup> que constituye una aproximación crítica y una llamada de atención a la aprobación del proyecto antes mencionado que tiene como objetivo general y en línea con la normativa europea, reducir el despilfarro a la basura de alimentos sin consumir. Sin embargo, el texto presentado no contiene los presupuestos para ser realmente transformador, quedándose claramente insuficiente y muy por debajo de las expectativas y exigencias de un sistema tan complejo como el alimentario.

NOTAS

1 A través de este enlace https://www.stockholmresilience.org/publications.html se puede consultar una recopilación de las publicaciones más relevantes dentro de la temática indicada.

2 Ulrich Brand, y Markus Wissen, Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo, Tinta limón, Buenos Aires, 2021; Ulrich Brand et al., «From planetary to societal boundaries: an argument for collectively defined self-limitation», Sustainability: Science, Practice and Policy, vol.17, núm.1, 2021, pp.264-291.

3 https://www.fao.org/3/i3347e/i3347e.pdf

4 https://www.eea.europa.eu/highlights/circular-business-models-and-smarter; Niinimäki Kirsi, Greg Peters, Helena Dahlbo and Patsy Perry, «The environmental price of fast fashion», Nat Rev Earth Environ, núm.1, 2020, pp.189–200.

5 https://www.itu.int/en/ITU-D/Climate-Change/Documents/2019/A-New-Circular-Vision-for-Electronics.pdf

6 https://www.europarl.europa.eu/news/es/headlines/society/20180328STO00751/gestion-de-residuos-en-la-ue-hechos-y-cifras-infografia

7 Fundación Espigoladors: https://espigoladors.cat/

8 Traperos de Emaús Navarra: https://www.emausnavarra.org/

9 Fundación Solidança: https://solidanca.cat/es/

10 Las organizaciones Traperos de Emaús de Navarra y Fundación Solidança pertenecen a la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria (AEREES), que actualmente representa a 38 entidades especializadas en la inserción socio laboral y la gestión de residuos, con presencia en 13 comunidades autónomas.

 

Si quieres leer el texto completo del Dosier Ecosocial, aquí tienes el acceso en formato pdf: El  fin de la sociedad del despilfarro. Repensando nuestro modo de producción y consumo para reducir la contaminación y los residuos.

Si quieres consultar nuestros anteriores Dosieres Ecosociales.

 

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD).

El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


Cambio climático

Selección de recursos didácticos del blog Tiempo de Actuar 2022

 

Estamos viviendo una crisis múltiple, civilizatoria. En FUHEM consideramos que esta, más allá de ser un marco general de obligado abordaje en las aulas si queremos educar considerando los grandes retos y oportunidades que tiene la humanidad en el presente y el futuro cercano, también es un contexto concreto en los centros educativos. Así, la petición de más participación, la desestructuración social, la centralidad de los temas ambientales, la crisis económica, la escapada virtual (televisión, internet, videojuegos, etc.), el incremento de la diversidad o las desigualdades de género forman parte del día a día de las aulas, los patios y los espacios de encuentro entre el profesorado y las familias.

Uno de los objetivos fundamentales de la escuela es ayudar al alumnado a comprender el mundo en el que viven y desenvolverse satisfactoriamente por él. Si afrontamos esta gran competencia como si nada estuviese cambiando, como si el futuro fuese a ser similar al pasado, no estaríamos cumpliendo esa gran función de la educación.

Pero deberíamos aspirar a más. No solo a dotar de herramientas al alumnado para comprender y estar en el mundo, sino también para convertirse en un agente de cambio activo en él.

Un agente que sea capaz de ayudar a que la sociedad se articule de forma democrática para satisfacer universalmente sus necesidades sin depredar el entorno. Es decir, una sociedad que sea capaz de dar un gran salto adelante en este contexto de crisis del viejo modelo hacia modelos más justos, solidarios, democráticos y sostenibles.

Una de las herramientas que estamos desarrollando para este fin es Tiempo de Actuar, un blog para compartir recursos didácticos para afrontar la crisis de convivencia entre las personas y con el entorno.

En el blog aparecen los recursos ordenados por:

  • Etapa educativa: Infantil, primaria, secundaria, bachillerato y formación profesional.
  • Contenido: Convivir entre géneros, con justicia, con democracia, en paz y con el entorno.
  • Tema: La nube de etiquetas son distintos temas transversales a los cinco bloques de contenidos.
  • Guías didácticas: En en esta sección recogemos distintas guías didácticas elaboradas por FUHEM.

El ritmo del blog es de una entrada semanal.

A continuación, ofrecemos una serie de entradas cuyo contenido tiene que ver con la emergencia climática, las consecuencias del cambio climático y la importancia de llevar a la aulas estas temáticas de enfoque ecosocial.

 

El deshielo del Ártico: una emergencia global

Monica Di Donato

02/11/2022

 

El Ártico está cada vez peor, mostrando claros síntomas de enfermad. Sigue calentándose dos veces más rápido que el resto de la Tierra, y está perdiendo rápidamente la capa de hielo, pasando de ser un paisaje preponderadamente helado (blanco) a uno más verde y marrón de lo que era hace tan sólo unas décadas. El deshielo hace del océano Ártico un lugar mucho más navegable, y lo expone a los fenómenos habituales en otras latitudes, tales como la pesca masiva y la extracción de petróleo, gas o minerales. Estas circunstancias generan una gran variedad de choques de intereses, teniendo en cuenta que hay 4 millones de personas que habitan en la zona, y que dependen directamente de sus recursos. Además de los cambios locales que impactarán directamente sobre la biodiversidad del Ártico y su medio de vida, habrá cambios “remotos” que afectarán a distintas partes del planeta, y a los hábitats de los seres que allí viven.

En ese sentido, según un reciente estudio, otro efecto muy preocupante del deshielo del Ártico, causado por el calentamiento global, es la liberación de virus y bacterias que actualmente se encuentran bajo las capas de hielo y el permafrost, pudiendo provocar nuevos brotes o pandemias. Así se desprende de una investigación publicada en la revista ‘Proceedings of the Royal Society B’, bajo el título “Viral spillover risk increases with climate change in High Arctic lake sedimentsen“, en la que se explica cómo funciona el proceso conocido como “desbordamiento viral”.

Por otro lado, a su vez, el deshielo del permafrost liberará gases con mucho potencial para generar efecto invernadero, tales como el óxido nitroso o el metano. A medida que aumenten las temperaturas globales, también es posible que se emita aún más metano desde la parte menos profunda del lecho marino de la plataforma ártica de Siberia oriental.

Todo esto hace evidente la importancia y la urgencia de cambiar de rumbo en términos de emisiones a la atmósfera y contribución al calentamiento global, así como de aumentar la sensibilidad, en este caso del alumnado, sobre un problema y una región que puede parecer lejana, pero que está sufriendo alteraciones climáticas y ecosistémicas de relevancia global.

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Etiquetas: biologíacambio climáticoconflictos socioecológicos |

 

Guía didáctica Mis climas cotidianos: arquitectura para el clima y las personas

Pedro L. Huertas

26/10/2022

En esta ocasión traemos a Tiempo de Actuar la guía didáctica “Mis climas cotidianos. Acciones didácticas para una arquitectura que cuida el clima y a las personas”, elaborada por Cristina Alba Pérez-Rendón, Eva Morales Soler e Isabel Martín Ruiz, de la cooperativa sevillana de arquitectas Cotidiana para la red Planea (arte y escuela), una red de centros educativos, agentes e instituciones culturales que pretenden utilizar las prácticas artísticas en la escuela pública.

La Guía desarrolla prácticas didácticas para la mejora de los entornos cotidianos (casa-plaza y colegio-patio) desde dos enfoques climáticos. Por una parte, el que tiene una componente más científica, asociado al clima, y que integra principios de la arquitectura bioclimática, centrado en la ecodependencia del ser humano con respecto al medio ambiente; por la otra, el que tiene una componente más social, alrededor del clima de convivencia, y que está centrado en la interdependencia entre los seres humanos.

Recursos:
Red Planea. Ficha del proyecto Mis climas cotidianos. Colección Didácticas para un nuevo habitar.

Cotidiana/Red Planea. Guía didáctica Mis climas cotidianos: Acciones didácticas para una arquitectura que cuida el clima y a las personas.

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Etiquetas: cambio climáticocuidadosdiversidadplásticavalores |

 

¿Experimentamos con la meteorología y el clima?

Monica Di Donato

06/04/2022

 

Para la entrada de esta semana os vamos a presentar dos recursos muy útiles y prácticos para trabajar y entender en el aula las dimensiones de la meteorología (rama de la física que aborda los fenómenos que ocurren en la atmósfera) y el clima.

Al finalizar la técnica el alumnado: Habrá profundizado sobre los elementos teóricos y prácticos de las dinámicas.

Habrá profundizado sobre los elementos teóricos y prácticos de las dinámicas atmosféricas y climáticas.

Sabrá distinguir entre tiempo atmosférico, fenómeno atmosférico, dinámicas climáticas.

Será capaz entender y de reproducir algunos experimentos ligados a los fenómenos estudiados desde un punto de vista teórico.

Su objetivo es la explicación de conceptos y fenómenos relacionados con la meteorología y el clima, mediante la realización de experimentos sencillos que ayuden a comprender y visualizar mejor procesos que tienen lugar en el océano y la atmósfera. Os invitamos a explorar todo el proyecto aquí, que se compone de 4 ejes temáticos correspondientes a meteorología, clima, océano y criosfera, que se concretan, a su vez, en otros ámbitos de profundización como pueden ser las precipitaciones, la presión atmosférica, el deshielo polar, etc.

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Etiquetas: biologíacambio climáticofísicanaturalesquímica

 

Currículo para una educación ecosocial frente a la emergencia climática

Monica Di Donato

23/02/2022

El material que abordamos hoy consiste en una guía-propuesta de currículo para una educación ecosocial elaborada por el colectivo Profes para el futuro (Teachers for Future Spain), compuesto por más de 2.000 profesores de todo el país preocupados por el estado de emergencia climática actual

Se trata de una completa propuesta de contenidos curriculares elaborada por más de 150 profesores, enraizada en la educación ambiental para una transición ecológica, que forma parte de los principios fundamentales de la LOMLOE.

La propuesta, dirigida a la transición ecológica, con un enfoque ambiental transversal que impregne todas las disciplinas, pretende ayudar en la consecución de los siguientes objetivos:

  • Alfabetización ecológica para entender el funcionamiento y los cambios que está experimentando el planeta.
  • Capacitación para adaptarse a los cambios sociales y ambientales que estamos experimentando.
  • Fomento de la cultura del respeto a la vida.
  • Educación en un estilo de vida sostenible.
  • Educación para la Transición Ecológica.
  • Educación en el respecto por el entorno.
  • Educación para tomar un papel activo en la sociedad.
  • Educación en valores cívicos y éticos.

Recursos:

Teachers for Future-Spain. 2021. Propuesta de currículo para una educación ecosocial frente a la emergencia climática. Aportaciones al desarrollo de la LOMLOE.

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Etiquetas: alternativasbiologíabuen vivircambio climáticocapitalismoconflictos socioecológicosconsumocuidadosderechos de la infanciaderechos humanoseconomíaenergíafísicaformación profesoradogeografíaglobalizaciónhistorialímite de recursosmovilidadnaturalesquímicasocialestecnologíatransportevalores

 

Una propuesta ecosocial para el currículo de Secundaria

Nuria del Viso

16/02/2022

 

La urgencia de la crisis ecosocial impone realizar cambios rápidos y profundos en todos los ámbitos. Resulta de crucial importancia el transmitir los conocimientos y sensibilidades necesarias para realizar esta transformación de mentalidades, de hábitos y también del activismo necesario para presionar a las administraciones para el cambio de políticas públicas.

Con este objetivo, os traemos una propuesta educativa, la Guía PRADO. Sostenibilizar el currículo de la Educación Secundaria, editado por Mª Ángeles Murga-Menoyo y Mª José Bautista-Cerro, y en la que colaboran un grupo de autoras especialistas en la materia.

La Guía PRADO se centra en “ecosocializar” el currículum para Secundaria partiendo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y trabajándolos en el aula a partir de una serie de actividades por cada objetivo que cubren una variada gama de asignaturas en el ámbito de las ciencias naturales las humanidades y las ciencias sociales.

La Guía contiene una cuidada selección de fuentes primarias y documentos de referencia imprescindible para poner en común su experiencia en los ámbitos de las ciencias de la naturaleza, las humanidades y las ciencias sociales con el objetivo de facilitar los procesos de formación en competencias en sostenibilidad. La Guía se enfoca en cuatro de esas competencias: pensamiento sistémico, análisis crítico, toma de decisiones colaborativa, y responsabilidad con las generaciones presentes y futuras. Para ello, se exploran dos vías complementarias: a) los contenidos disciplinares, y b) las metodologías formativas. Cada competencia se aborda como resultado de tres componentes principales en interrelación: conocimientos; habilidades, destrezas y capacidades; y actitudes, intereses y valores.

La Guía busca paliar las dificultades de los y las docentes para innovar sus prácticas de aula a tenor del “desarrollo sostenible” o, mejor, el enfoque ecosocial. Cada capítulo se corresponde con uno de los ODS y cada uno de ellos se estructura en cuatro apartados: a) información sobre el ODS correspondiente; b) actividades formativas para facilitar la adquisición de competencias en sostenibilidad; c) asignaturas del currículo básico oficial cuyos temarios se relacionan con los contenidos; y d) un breve glosario de conceptos básicos.

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Etiquetas: cambio climáticociudadconsumoenergíaigualdadlímite de recursos

 

 

Estas publicaciones han sido realizado con el apoyo financiero del  Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido del mismo es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


Contra la sociedad del despilfarro

Selección de recursos didácticos del blog Tiempo de Actuar 2022

Estamos viviendo una crisis múltiple, civilizatoria. En FUHEM consideramos que esta, más allá de ser un marco general de obligado abordaje en las aulas si queremos educar considerando los grandes retos y oportunidades que tiene la humanidad en el presente y el futuro cercano, también es un contexto concreto en los centros educativos. Así, la petición de más participación, la desestructuración social, la centralidad de los temas ambientales, la crisis económica, la escapada virtual (televisión, internet, videojuegos, etc.), el incremento de la diversidad o las desigualdades de género forman parte del día a día de las aulas, los patios y los espacios de encuentro entre el profesorado y las familias.

Uno de los objetivos fundamentales de la escuela es ayudar al alumnado a comprender el mundo en el que viven y desenvolverse satisfactoriamente por él. Si afrontamos esta gran competencia como si nada estuviese cambiando, como si el futuro fuese a ser similar al pasado, no estaríamos cumpliendo esa gran función de la educación.

Pero deberíamos aspirar a más. No solo a dotar de herramientas al alumnado para comprender y estar en el mundo, sino también para convertirse en un agente de cambio activo en él.

Un agente que sea capaz de ayudar a que la sociedad se articule de forma democrática para satisfacer universalmente sus necesidades sin depredar el entorno. Es decir, una sociedad que sea capaz de dar un gran salto adelante en este contexto de crisis del viejo modelo hacia modelos más justos, solidarios, democráticos y sostenibles.

Una de las herramientas que estamos desarrollando para este fin es Tiempo de Actuar, un blog para compartir recursos didácticos para afrontar la crisis de convivencia entre las personas y con el entorno.

En el blog aparecen los recursos ordenados por:

  • Etapa educativa: Infantil, primaria, secundaria, bachillerato y formación profesional.
  • Contenido: Convivir entre géneros, con justicia, con democracia, en paz y con el entorno.
  • Tema: La nube de etiquetas son distintos temas transversales a los cinco bloques de contenidos.
  • Guías didácticas: En en esta sección recogemos distintas guías didácticas elaboradas por FUHEM.

El ritmo del blog es de una entrada semanal.

A continuación, ofrecemos una serie de entradas cuyo contenido tiene que ver con la forma en que producimos las cosas y los alimentos, además de las acciones que realizamos para reducir la contaminación.

 

La bombilla de Paula

Monica Di Donato

05/10/2022

 

Para la entrada de esta semana os proponemos trabajar con la Escuela de Reciclaje, un proyecto educativo que tiene como objetivo concienciar a alumnos de educación primaria y secundaria sobre la importancia de la separación, recogida y tratamiento de los residuos como paso imprescindible para su reciclaje y correcta recuperación, siempre después de haber explorado antes la posibilidad de ¡reducirreutilizar reparar!

Lo que se pretende con todas las actividades y propuestas educativas desarrolladas en este marco y que os invitamos a investigar, es, por un lado, sensibilizar al alumnado y a la comunidad educativa sobre la correcta separación en origen de residuos habituales en el ámbito escolar y doméstico como son los aparatos eléctricos y electrónicos, y por el otro, facilitar recursos educativos al profesorado y alumnado que permitan trabajar la importancia del reciclaje de estos residuos, y hacer extensiva la intervención educativa a otros aspectos curriculares de interés como el respeto y cuidado del entorno.

En ese sentido, la clave de esta propuesta educativa se centra en la importancia que tienen hábitos cotidianos en el estado de nuestro entorno. Hábitos sencillos, como la separación correcta de los residuos que generamos, facilitando de este modo el proceso de reciclaje de los mismos, lo que supone importantes beneficios para el medio ambiente y, por extensión, para nuestra calidad de vida y nuestra salud.

Son, estos últimos, en los que se centra toda la propuesta de la Escuela de Reciclaje.

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Etiquetas: límite de recursosnaturalestecnologíavalores |

 

Manualidades para niños y niñas que fomentan el reciclaje

Nuria del Viso

29/09/2022

 

En casa o en el cole, sean vacaciones o tiempo de curso escolar, esta entrada ilustra la importancia de estimular la creatividad, el cuidado medioambiental y de educar en valores ecológicos a niños y niñas mediante en la creación de manualidades con materiales de reciclaje.

Esos cachivaches que tiramos a la basura o que tenemos almacenados hasta el fin de los tiempos pueden tener una segunda vida si se reciclan en manualidades y se añade una pizca de imaginación. En su guía Manualidades para niños y niñas Oxfam propone tres actividades dirigidas al personal más pequeño que ponen en valor la regla de las 4R y ofrecen consejos para alargar la vida de los objetos.

Además de divertido y creativo, fomentar el reciclaje constituye un hábito saludable que beneficia al mundo natural, ya que  evita la producción de nuevos productos para el consumo, en los que, a su vez, las empresas invierten más recursos; contribuye a reducir los niveles de contaminación generados durante la quema de residuos orgánicos en las plantas tradicionales; ayuda a reducir el consumo de ciertos recursos, como el agua y la energía empleados en los procesos de fabricación de nuevos productos; y estimula el respeto por el medio ambiente, las prácticas sostenibles, la igualdad, la justicia social y la reducción de la pobreza.

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Etiquetas: consumolímite de recursos |

 

Educación crítica y transformadora. Una guía para integrar la soberanía alimentaria con enfoque de género en los centros de Primaria

Carlos Gómez Chulia

21/09/2022

 

Para la entrada de esta semana os proponemos un libro que funciona como guía para pensar el modelo educativo en su conjunto. Un libro esencial para el profesorado, que se sustenta en la tradición de las pedagogías críticas y la educación popular desde el marco de una conciencia ética y transformadora, desde la cual reforzar el compromiso con la creación de modelos de justicia social y equidad.

Este libro es un material de reflexión, pero también de programación ya que aterriza hasta llegar a aportar orientaciones para la integración curricular de proyectos transformadores y habla también de metodologías afines a este paradigma educativo emancipador. También aporta orientaciones para la evaluación.

El libro, además, aborda la cuestión de la alimentación. Lo hace desde una mirada global e integra en el análisis la perspectiva de género y sostenibilidad social y ambiental. La propuesta educativa que acompaña la guía busca generar conciencia crítica y movilizar a la comunidad educativa ante las consecuencias sociales, económicas y ambientales que se derivan de nuestro modelo alimentario (producción, distribución, comercialización y consumo).

Con esta idea se intenta promover un modelo alternativo, basado en los principios de la soberanía alimentaria, donde el centro escolar se convierte en institución promotora de una ciudadanía crítica comprometida con la sostenibilidad de la vida.

En la guía, se plantea como situar la soberanía alimentaria en el centro del diseño pedagógico nos permite integrar elementos fundamentales como la coeducación, la sostenibilidad ambiental, aspectos relacionados con la convivencia, y proyectos tan interesantes como el huerto escolar.

Este libro, por tanto, no se queda en la reflexión, sino que ejemplifica con concreción cómo podemos caminar hacia la praxis del cambio social desde la educación.

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Convivir con el entornoConvivir entre génerosGuía didácticaPrimaria | Etiquetas: alimentacióncuidadosexperiencia escolarformación profesoradoigualdadnaturales |

 

¡Comemos lo que sabemos! Una propuesta para integrar huerto, comedor y aula en el centro y con el entorno.

Monica Di Donato

20/07/2022

 

Para la entrada de esta semana  os presentamos el proyecto “Comemos lo que sabemos“, que es una invitación a explorar la temática de la alimentación con el objetivo de darnos cuenta de que cuanto mejor conozcamos los efectos que se derivan de los distintos modelos alimentarios en mejores condiciones estaremos para tomar buenas decisiones en torno a esa dimensión tan importante para nuestra calidad de vida y la de nuestro entorno natural y humano.

La ejemplificación curricular que se recomienda pretende ofrecer a las y los docentes un conjunto de sugerencias útiles para abordar la cuestión de la alimentación en los centros de Primaria desde una perspectiva transversal e interdisciplinar y con un enfoque amplio, crítico y transformador. Aunque la selección de contenidos y criterios de evaluación se ha realizado tomando en cuenta los diseños curriculares correspondientes a 5º y 6º de Primaria, no significa que no se pueda abordar en otros cursos la temática de la alimentación sobre la que gira este documento.

Esta propuesta de trabajo se inscribe en el conjunto de recursos que se ofrecen dentro del programa AlimentACCIÓN que impulsan conjuntamente Justicia Alimentaria y Hegoa. Con esta iniciativa se busca generar conciencia crítica y promover la acción educativa ante las consecuencias sociales, económicas y ambientales que provoca nuestro modelo alimentario (producción, distribución, comercialización y consumo) gestionado bajo el capitalismo neoliberal y mercantil. Además, junto a ello, la idea es extender otros modelos alternativos cualitativamente relevantes basados en los principios de la soberanía alimentaria con perspectiva de género, que defienden el derecho de los pueblos y de las comunidades a tomar decisiones sobre su propio sistema alimentario. Se trata de que todas las personas accedan a una alimentación sana, saludable y sostenible y a unas condiciones de vida dignas; transitando hacia sociedades más justas y hacia patrones de producción y consumo que no solo minimicen el impacto sobre el planeta sino que contribuyan también a la regeneración de los ecosistemas.

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El plástico y los océanos

Mara Nieto González

11/05/2022

 

 

Hoy os traemos la Unidad Didáctica “El plástico y los océanos”, para Educación Secundaria, elaborada por Malandain Ballet Biarritz, la Fundación Cristina Enea de Donostia/San Sebastián y el Equipo de Educación Ambiental del Ayuntamiento de Pamplona-Iruña, entidades que trabajan para la sensibilización ambiental ciudadana, con el propósito de lograr una sociedad más consciente y sostenible.

Esta unidad didáctica nace dentro del proyecto Itsas Laminak–Sirenas–Sirènes. Su objetivo central es concienciar al alumnado de entre 12 y 15 años frente al impacto de los residuos plásticos en los ecosistemas marinos. En sus palabras:

El proyecto Itsaslaminak–Sirenas– Sirènes ofrece un itinerario pedagógico que tiene como objetivo sensibilizar al alumnado en el conocimiento y protección de nuestros mares frente al impacto de los residuos plásticos. Se trata de un recorrido pedagógico que persigue acercar al alumnado a esos dos mundos aparentemente alejados: el de la danza como expresión artística y la problemática ambiental y social.

La última etapa de este proyecto, en el que se ha trabajado la danza en relación con la problemática ambientas, parte del material que aquí presentamos: la unidad didáctica “El plástico y los océanos”, para trabajar en el aula los aspectos ambientales relacionados con el plástico, el consumo, los residuos, la contaminación, los buenos hábitos, etc.

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Etiquetas: alimentaciónbiologíaconsumocontaminacióngeografíanaturalesresiduossociales |

 

Estas publicaciones han sido realizado con el apoyo financiero del  Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido del mismo es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.

 

 

 


Desigualdades. Papeles 159

Aunque las desigualdades entre países se suavizan, estas están en aumento dentro de los países y se hacen más profundas, alcanzando dimensiones intolerables en casi todas las sociedades.

En la actualidad existe un acuerdo generalizado acerca de muchos aspectos de la desigualdad: sobre su magnitud, multidimensionalidad, implicaciones y, en menor grado, sobre la necesidad de combatirla. Sus perniciosos efectos se ramifican en nuevas manifestaciones.

Más allá de las clásicas desigualdades de ingreso y riqueza, se perfilan nuevas brechas que se entrelazan y se refuerzan mutuamente: las desigualdades empeoran la salud de las personas, erosionan la cohesión social y alteran la capacidad de influencia política, fomentando la polarización, o se plasman en afectaciones y responsabilidades por el cambio climático –o la contaminación del aire– dispares, mientras que las clases acomodadas del Norte y el Sur global continúan ensanchando esa distancia con un modo de vida despilfarrador de energía y bienes naturales.

La promesa del bienestar social generalizado que prometía el capitalismo se muestra cada vez más estéril, solo capaz de beneficiar a unos pocos y “externalizar” los costes sobre las mayorías.

Los sistemas de redistribución cada vez lo son menos y los privilegios, renta y riqueza se concentran crecientemente en unos pocos. Si a ello se añade un ascensor social averiado se explica fácilmente el malestar que late de fondo –y que a veces estalla en un clamor– en nuestra sociedad.

El nuevo número de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global explora diferentes facetas de la desigualdad y cómo afecta a nuestras sociedades.

Santiago Álvarez Cantalapiedra aborda en la Introducción las distintas caras de la desigualdad y las políticas para hacerle frente.

En A FONDO, Richard Wilkinson y Kate Pikett reflexionan sobre la desigualdad  en relación con la sostenibilidad y la desmedida huella de los ricos. Branko Milanovic explora sintéticamente la desigualdad global y sus implicaciones. Pedro Fuentes indaga en la desigualdad, pobreza y exclusión social en el caso español y sus implicaciones para las personas desfavorecidas. Monica Di Donato conversa con Lucas Chancel sobre las desigualdades ambientales y climáticas. Javier Segura explora las implicaciones de las desigualdades en salud. Javier Soria calibra si aún puede ser relevante la idea de meritocracia y el estado del ascensor social. Ana Leiva analiza cómo las desigualdades afectan a la capacidad de influencia política en las democracias de América Latina.

Enrique Quintanilla y Josemi Lorenzo hacen un repaso en ACTUALIDAD sobre los efectos e implicaciones de la Cumbre de la OTAN en Madrid.

EXPERIENCIAS está dedicado en esta ocasión a las transiciones energéticas. Laura Ramos valora el papel de la energía solar fotovoltaica en las transiciones y Pablo Cotarelo examina la figura y situación de las comunidad energéticas.

Clive Spash y Frédéric Hache realizan en ENSAYO una valoración crítica del Informe Dasgupta sobre economía de la biodiversidad elaborado en el Reino Unido. Jesús Ojeda ofrece una aproximación histórica a cómo se fraguó la línea Radcliffe que separa India y Pakistán en los años previos a la independencia.

El número concluye con las reseñas críticas de la sección LECTURAS.

A continuación, ofrecemos el Sumario de la revista, así como el enlace a los textos completos de la Introducción de la revista y la entrevista de Monica Di Donato a Lucas Chancel.

 

Sumario

INTRODUCCIÓN

Combatir las desigualdades para hacer un mundo más justo y sostenibleSantiago Álvarez Cantalapiedra.

A FONDO

De la desigualdad a la sostenibilidadRichard Wilkinson y Kate Pickett.

Notas sobre la desigualdad de ingresos globales: un resumen sin tecnicismosBranko MIilanovic.

Desigualdad, pobreza y exclusión social: una brecha intolerablePedro Fuentes.

Entrevista a Lucas Chancel, sobre desigualdades ambientalesMonica Di Donato.

La desigualdad  social sigue minando nuestra saludJavier Segura del Pozo.

Movilidad intergeneracional y meritocracia en España, Javier Soria Espín.

Clivajes políticos y desigualdades sociales en América LatinaAna Leiva.

ACTUALIDAD

Después de la cumbre de la OTAN en MadridEnrique Quintanilla y Josemi Lorenzo.

EXPERIENCIAS

La energía solar fotovoltaica en la transición energéticaLaura Ramos.

Comunidades energéticas: desarrollo de una alternativa realPablo Cotarelo.

ENSAYO

La revisión Dasgupta deconstruida: un análisis de la economía de la biodiversidadClive L. Spash y Frédéric Hache.

La línea Radcliffe, el último “regalo envenenado” del Rag británico para la India con las secuelas presentes hoyJesús Ojeda.

LECTURAS

Bioeconomía para el siglo XXI. Actualidad de Nicholas Georgescu- Roegen, Luis Arenas, José Manuel Naredo y Jorge Riechmann (Eds.)

Jesús Ramos Martín

Desigualdes insostenibles. Por una justicia social y ecológica, de Lucas Chancel.

Pablo Álvarez Aragón

La crítica agotada claves para un cambio de civilización, de José Manuel Naredo.

Pedro L. Lomas

RESÚMENES 

 

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Combatir las desigualdades para hacer un mundo más justo y sostenible

Combatir las desigualdades para hacer un mundo más justo y sostenible

Santiago Álvarez Cantalapiedra

Asistimos a un viraje en los debates y en las preocupaciones económicas. No hace tanto de la defensa casi unánime de la globalización neoliberal, de la alabanza incontenida a la autorregulación de las fuerzas del mercado y de la permanente sospecha acerca de los efectos perniciosos de cualquier tipo de intervención pública.

La pobreza, la desigualdad y la degradación ecológica se encontraban casi ausentes en la reflexión económica y, cuando aparecían en el debate social, el enfoque económico dominante las presentaba como meras disfunciones que el propio crecimiento económico tarde o temprano se encargaría de resolver.

Afortunadamente las mentalidades y preocupaciones han empezado a cambiar. Desde hace unos años ha aumentado el interés por las cuestiones distributivas y por los problemas de la pobreza, la desigualdad y el deterioro ecológico, así como por los estrechos vínculos existentes entre ellos.

Este giro resulta especialmente significativo en el caso de las desigualdades. Cada vez son más los economistas que abordan la temática, contribuyendo a la renovación de los enfoques y metodologías y a la mejora de la calidad de los datos e indicadores.1 Hasta organismos internacionales como el FMI, el BM y la OCDE, o foros como el de Davos, han incorporado esta problemática a sus agendas políticas. Como consecuencia, se ha ido fraguando un creciente consenso en torno a esta cuestión. En la actualidad existe un acuerdo generalizado acerca de muchos aspectos de la desigualdad: sobre su magnitud, multidimensionalidad, implicaciones y, aunque en menor grado, sobre la necesidad de combatirla.

 

Una realidad con múltiples caras que no se puede ignorar más

Este cambio de rumbo se ha producido porque la desigualdad económica ha adquirido proporciones intolerables en las últimas décadas en casi todas las sociedades, alcanzando en el nuevo siglo unos niveles comparables a los que existían a finales del siglo XIX o principios del siglo pasado.2 Una segunda razón de la creciente atención que despierta la desigualdad en la renta y la riqueza tiene que ver con el hecho de que el ascensor social se muestra seriamente averiado, desapareciendo así el principal instrumento de legitimación con el que contaba el capitalismo.

Pero la desigualdad va más allá de la correspondiente a la renta y la riqueza. En la actualidad se reconocen otras muchas dimensiones que afectan a las capacidades y oportunidades de las personas: existen importantes brechas sociales vinculadas al género, o a la etnia, divergencias intergeneracionales, divisiones geográficas y culturales, desigualdades en el acceso a los recursos y en la exposición a los riesgos sociales y ecológicos. Todas ellas se encuentran intrincadas y se refuerzan mutuamente. Reflejan divergencias profundas en la suerte y condiciones de vida de la gente y manifiestan la existencia de un grave malestar y una intensa desconfianza hacia las élites y las instituciones, acentuando el descontento social y la crispación política.

Las consecuencias de la desigualdad

Existe una consciencia creciente de que el crecimiento económico y el aumento de la productividad no vienen acompañados de prosperidad y oportunidades para todas las personas. La creación de riqueza se ha confundido en demasiadas ocasiones con el enriquecimiento de unos pocos y buena parte de lo que se llama producción no es más que simple apropiación de una riqueza preexistente en la que queda omitida la destrucción social y ecológica que esa usurpación conlleva. Esta incapacidad para promover el progreso social hunde sus raíces en las condiciones distributivas, y las implicaciones son amplias y afectan a todos los planos: al económico, social, político y ecológico.

Implicaciones sobre la economía. Empieza a reconocerse lo que muestran muchas investigaciones recientes: que la desigualdad termina siendo perjudicial para el funcionamiento de la economía. Desde la década de los setenta se impuso la idea entre los economistas de que existía una suerte de incompatibilidad entre los objetivos de igualdad y eficiencia. Sin embargo, estudios recientes revelan cómo a partir de determinados niveles de desigualdad la buena marcha de la economía se ve comprometida, fundamentalmente porque las desigualdades –a diferencia de lo que se sostenía desde enfoques conservadores– no propician ninguna aparente virtud (como la de servir supuestamente de acicate para la creatividad y la innovación, convirtiendo a las sociedades en más dinámicas) sino que, por el contrario, reducen la motivación y la productividad del trabajo, frenan el desarrollo de los conocimientos3 y propician la inestabilidad al favorecer las crisis financieras4 y alimentar la conflictividad social y las tensiones en favor de un reparto más equitativo.

Implicaciones sociales. Las desigualdades enferman a las personas y a la sociedad, corroen la cohesión social y son una fuente de malestar al promover la desconfianza y la comparación social. Las personas con menos ingresos sufren a lo largo de su infancia y trayectoria laboral unas condiciones de vida peores, se encuentran sometidas a mayores riesgos y a un nivel más elevado de estrés, además de mantener hábitos alimentarios más perjudiciales y vivir en un entorno menos saludable. Ahora bien, se podría decir que tales circunstancias no se deben tanto a la desigualdad como a la pobreza y que bastaría con mejorar la situación de los más pobres sin necesidad de luchar contra la desigualdad. Y así sería si su pobreza no estuviera ligada a la riqueza de los demás a través de la desigualdad, algo que es difícil de sostener en las sociedades capitalistas, donde la pobreza no suele ser tanto el resultado de la escasez absoluta como de las diferencias existentes en el acceso a los recursos y en las prácticas distributivas del producto social. Pero hay más aspectos que contribuyen a que la desigualdad sea, en sí misma, un elemento perjudicial para la sociedad.

Los epidemiólogos Richard Wilkinson y Kate Pickett señalan que en los países ricos existe una relación muy clara entre los problemas sociosanitarios y el nivel de desigualdad,5 de manera que cuanto más igualitarios son los países, menores son esos problemas en comparación con los más desiguales.6 Dichos autores tratan de explicar esta correlación entre desigualdad y deterioro del estado de la salud física y psicológica en un país atendiendo a la degradación de la calidad de los servicios sanitarios y al incremento del estrés social que se padece en las sociedades más desiguales. Esa ansiedad y estrés crónicos, según los autores, van asociados a las «amenazas de la evaluación social», que son más intensas cuando menos igualitarias son las sociedades.7 La ansiedad por el estatus no solo opera a través de las comparaciones con los ricos, sino que también aparece ante la preocupación por obtener la aprobación y el reconocimiento de nuestros semejantes, mecanismos que se ven potenciados a medida que las sociedades se hacen más desiguales.

Implicaciones políticas y sobre la calidad de la democracia. Además, la desigualdad disuelve la necesaria confianza que sostiene los vínculos sociales que, como defiende Putnam,8 nos hacen sentir seguros, más sabios e inteligentes, prósperos, saludables y capaces de gobernar una democracia justa y estable. Por otro lado, en sociedades en las que el poder se funda en la riqueza, la desigualdad desequilibra el funcionamiento electoral.9 Quien más atesora, mayor capacidad de influencia política tiene, transformando las democracias en plutocracias. Esta sobrerrepresentación política de los ricos y su mayor influencia electoral e ideológica en la sociedad conduce a la desafección democrática y a la desconfianza en sus instituciones favoreciendo, a su vez, la polarización y la crispación que bloquea la vida política, impidiendo acometer políticas de Estado que trasciendan los intereses de una parte, como las sanitarias o ambientales, por no nombrar, en el caso español, la referidas al ámbito de la justicia.

Implicaciones ecológicas. La comparación social y la amenaza al estatus tan propias de la dinámica competitiva en las sociedades de consumo generan unos impactos ecológicos devastadores. Hoy en nuestra sociedad el acto de consumir está muy lejos de ser únicamente un momento de adquisición de aquello que se necesita, y se encuentra cargado de significaciones psicológicas y sociales.

La necesidad de reconocimiento social (aceptación) y el deseo de diferenciación (individualización) están presentes en nuestras prácticas de consumo, de manera que la adquisición de mercancías se asocia también a la “compra de un estatus social”. Las sociedades más desiguales muestran en mayor medida esa necesidad que lleva continuamente a la emulación y a la diferenciación a través del consumo, alentando una espiral consumista que se convierte en el principal factor degradante de la salud de los ecosistemas. Además, como los estilos de vida de los más acomodados suelen ser más insostenibles, la carrera aspiracional tiene un doble efecto pernicioso sobre la naturaleza: por un lado, porque eleva el nivel del consumo medio de una sociedad; por otro, porque lo transforma en pautas de mayor impacto ecológico al imponerse como norma social de referencia la de las clases más acomodadas. A todo esto añadamos lo ya dicho: proteger de manera efectiva la naturaleza exige amplios consensos sobre el modo de vivir que solo se logran cuando una sociedad está plenamente cohesionada y dispuesta a distribuir esfuerzos y renuncias de forma equitativa, sabedora de que los impactos y las responsabilidades son diferentes según el nivel de renta y la capacidad de consumo.10

 

Políticas para hacer frente a la desigualdad

Existen, pues, poderosas razones que hacen pensar que avanzar hacia una sociedad igualitaria podría mejorar el funcionamiento de la economía, cohesionar la sociedad, mejorar la calidad de la democracia y aminorar la degradación de la naturaleza. Sobre el papel, todo parece indicar hacia esa dirección, pero en la práctica dependerá de que, al diseñar las diferentes políticas, consigamos conciliar esas metas sin sacrificar alguna en el altar de las restantes.

Tenemos la experiencia de los “chalecos amarillos” ante una medida que se justificaba para proteger el clima pero que ignoraba las consecuencias distributivas que acarrearía sobre amplios sectores populares. Es razonable pensar que se repetirán este tipo de respuestas si ante el necesario incremento de la tributación a los combustibles fósiles (no tanto por afán recaudatorio, como por los efectos desincentivadores en su consumo) no se ofrecen alternativas de movilidad sostenible y compensaciones para los sectores menos favorecidos, sobre todo cuando asisten con estupefacción a cómo les aumentan los impuestos en su movilidad cotidiana y obligada mientras se exonera el queroseno de los aviones que usan habitualmente y por pura comodidad lo más pudientes. Por otro lado, también hemos visto cómo la disminución en las últimas décadas de la brecha internacional entre países ricos y emergentes ha venido acompañada del ascenso de una clase consumidora mundial que añade nuevas presiones sobre los ecosistemas, lo que exigirá contemplar la importancia de la coordinación internacional más allá de los límites de las políticas nacionales.

En una obra coordinada por Blanchard y Rodrik, que refleja los debates sobre las herramientas disponibles para combatir la desigualdad,11 se ofrece un sugerente marco para una taxonomía de las políticas en favor de la igualdad según la fase económica en la que se implementan y la parte de la distribución de la renta sobre la que se pretende incidir. Surge así un amplio abanico de políticas predistributivas, distributivas y redistributivas orientadas, según el caso, hacia los hogares de rentas bajas, medias o altas. De su consideración, cabe concluir que no existe una única llave mágica para abrir la puerta de la desigualdad, sino un conjunto de ganzúas que habrá que acertar a combinar en el ineludible proceso hacia una transición que sea, además de ecológica, socialmente justa.

Lucas Chancel profundiza en esta cuestión, y tras presentar las tres facetas de las desigualdades ambientales (en el acceso a los recursos, en la vulnerabilidad ante las amenazas climáticas y en las responsabilidades de los impactos ecológicos), expone diversos ejes para avanzar en la justicia ecosocial:12

1) Evitar situar el debate únicamente en las desigualdades económicas, descuidando la importancia de las asimetrías ambientales, de género, etc.

2) Apostar por los servicios públicos y el cooperativismo en el ámbito de la energía, el agua y la movilidad.

3) Desarrollar una fiscalidad verde que desincentive las actividades contaminantes y permita financiar infraestructuras intensivas en empleo que den forma a un nuevo Estado de bienestar ecosocial que proteja no solo de los riesgos sociales sino también de las amenazas ambientales.

4) Intensificar la coordinación internacional, yendo más allá del Estado social.

Existen las herramientas para que la sociedad afronte con ambición y sin más demora los desafíos que plantean las desigualdades, y es posible hacerlo sin renunciar a la búsqueda de una vida digna de ser vivida de forma democrática por todas y todos en un mundo más justo y habitable.

Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

NOTAS:

1 Resultan especialmente relevantes las aportaciones de Richard Wilkinson y Kate Pickett (Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, Turner, Madrid, 2009), Joseph E. Stiglitz (El precio de la desigualdad, Taurus, Madrid, 2012), Anthony B. Atkinson (Desigualdad: ¿qué podemos hacer?, FCE, Ciudad de México, 2016), James K. Galbraith (Desigualdad, Deusto, Barcelona, 2016), Branko Milanovic (Desigualdad mundial, FCE, Ciudad de México, 2017) y Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI, FCE, Ciudad de México, 2014 y Capital e ideología, Deusto, Barcelona, 2019). Además, hay que destacar la importancia de la creación de la World Inequality Datebase.

2 ¿Cómo ha evolucionado en las últimas décadas la desigualdad en el mundo? La desigualdad global refleja dos componentes: por un lado, la desigualdad interna (es decir, las diferencias entre ricos y pobres dentro de un país) y, por otro, la desigualdad entre países (esto es, las diferencias entre los ingresos medios nacionales). Ambos componentes han evolucionado a diferentes ritmos e intensidad. Mientras la desigualdad interna se ha incrementado en casi la totalidad de los países, la brecha internacional entre las economías más ricas y los países emergentes ha ido disminuyendo. No obstante, cada vez pesa más la evolución de la primera tendencia, de manera que, de seguir así, dentro de pocas décadas podríamos volver a la situación que había a principios del siglo XIX, cuando la mayor parte de la desigualdad mundial se debía a las diferencias de ingresos entre nacionales (españoles, británicos, franceses o rusos), y no tanto al hecho de que los ingresos medios de Occidente fueran mayores que los ingresos medios en otras zonas del mundo. En otras palabras, hasta no hace mucho lo que fundamentalmente determinaba nuestros ingresos era el lugar en el que nacíamos (en un país rico o en un país pobre). Es lo que Milanovic (2017) denomina “prima de ciudadanía”. Sin embargo, desde la década de los ochenta “la prima de ciudadanía” es cada vez menos decisiva y adquiere mayor capacidad determinante la herencia y la posición que se ocupa en la pirámide social. Para una panorámica más detallada véase el World Inequality Report 2022 realizado por el Word Inequality Lab.

3 Stiglitz señala en su libro El precio de la desigualdad, op. cit., que en una sociedad no igualitaria quien tiene más poder e influencia favorecerá aquello que le beneficia a corto plazo en detrimento de lo que es socialmente útil y necesario para la sociedad a medio plazo, como la sanidad, la educación, el transporte colectivo u otros servicios públicos. Ese retroceso en las inversiones socialmente útiles termina por repercutir en el buen funcionamiento de la economía al representar un obstáculo para que el conjunto de los individuos pueda desarrollar todo su potencial.

4 Numerosos autores han enfatizado el papel de las desigualdades en la renta y la riqueza en el agravamiento de la crisis financiera del año 2008. En la parte inferior de la pirámide social, el estancamiento de los salarios condujo a que muchas personas, para poder mantener su nivel de vida, tuvieran que recurrir de forma creciente al endeudamiento. En el otro extremo de la escala social, los más afortunados fueron colocando en los mercados financieros el dinero que no eran capaces de gastar, alimentando la burbuja financiera-inmobiliaria.

5 El índice de problemas sociosanitarios de Wilkinson y Pickett, que en una sociedad evoluciona parejo al incremento de la desigualdad, refleja valores como la esperanza de vida, la confianza, la enfermedad mental (incluidas las adicciones al alcohol y a las drogas), los bajos resultados escolares en lengua y matemáticas, la mortalidad infantil, las tasas de homicidios y encarcelamiento, los embarazos de adolescentes y la movilidad social. Véase Richard Wilkinson y Kate Pickett: Igualdad. Cómo las sociedades más igualitarias mejoran el bienestar colectivo, Capitán Swing, Madrid, 2019 y Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, op. cit.

6 Correlación que no se muestra si comparamos este resultado con el ingreso medio de cada país. Así pues, al menos en los países ricos, la salud física y psicológica de la sociedad depende más de las diferencias de la riqueza que del nivel de renta medio del país.

7 La desigualdad cristaliza en jerarquías sociales fuertemente instituidas que conducen permanentemente a la evaluación social. Por otro lado, existe una propensión a sentirse inhibido o estimulado según la posición relativa que se ocupa en la escala social, por lo que quienes padecen una desventaja relativa suelen padecer más inseguridad y cosechar peores resultados académicos y sociales.

8 Robert D. Putnam, Solo en la bolera, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2022.

9 Para comprender la profunda imbricación entre el dinero y la política en esta época de enormes desigualdades en la que los ricos compran influencia y socavan el principio democrático fundamental de «una persona, un voto», véase Julia Cagé: El precio de la democracia, Grano de sal, Ciudad de México, 2022. Sobre la fusión del poder económico con el político, resulta también muy aconsejable la lectura del libro de Sheldon S. Wolin: Democracia S.A., Katz, Buenos Aires/ Madrid, 2008.

10 Así pues, las desigualdades ecológicas están estrechamente relacionadas con las económicas, aunque las primeras suelen manifestarse de forma menos intensa que las segundas por dos motivos: primero, porque los más ricos no suelen gastar todo el dinero que acumulan, dedicando una parte creciente al ahorro a diferencia de lo que ocurre con los grupos de menos ingresos que dedican toda o la mayor parte de su renta al consumo; segundo, porque muchos de los bienes y servicios suntuarios que consumen los más ricos no son especialmente intensivos en recursos y energía a pesar de que globalmente el impacto de su estilo de vida sea mucho mayor que el del resto de la población (atesoran, por ejemplo, obras de arte, suelen acudir con frecuencia al teatro o a la ópera, disfrutan de un amplio servicio doméstico y de elaborados manjares que no implican un elevado consumo calórico, etc.).

11 Olivier Blanchard y Dani Rodrik: Combatiendo la desigualdad, Deusto, Barcelona, 2022.

12 Lucas Chancel: Desigualdades insostenibles. Por una justicia social y ecológica, FUHEM/ Catarata, Madrid,
2022.


Entrevista a Óscar Carpintero

Entrevista realizada a Óscar Carpintero, Doctor en Economía, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Valladolid, por Monica Di Donato en torno al libro: Bioeconomía para el siglo XXI. Actualidad de Nicholas Georgescu-Roegen, publicado por FUHEM Ecosocial y Catarata en su colección Economía Inclusiva.

Monica Di Donato (MDD): El estudio de la vida y obra del pensador rumano ha ocupado una parte importante de tu trayectoria intelectual como economista crítico. ¿Cuándo y por qué nace esa necesidad de acercamiento a su figura?

Óscar Carpintero (OC):  Mi acercamiento a Nicholas Georgescu-Roegen comenzó con la lectura, en 1992, del libro de José Manuel Naredo La economía en evolución, donde el economista rumano aparece citado abundantemente. Ya en ese momento, con las citas recogidas por José Manuel, comencé a leer con detenimiento sus textos y me pareció que allí había un crítico de la economía convencional de primera magnitud, que informaba de una manera inteligente y realmente novedosa sobre las deficiencias del enfoque convencional y que, además, lo hacía de una manera poco habitual.

Georgescu-Roegen se diferenciaba de otros críticos de la economía ortodoxa porque, en su caso, la argumentación no respondía solo a una versión “literaria”, sino que venía de un autor con una sólida formación matemática, que había hecho aportaciones relevantes a la economía matemática y que, precisamente por ello, sabía dónde le “apretaba el zapato” a la teoría del consumo y de la producción neoclásica convencional. Si a eso se une que una buena parte de la crítica de Georegscu-Roegen también se asentaba sobre las enseñanzas de disciplinas tan consolidadas como la termodinámica y la biología, se entiende que, para un joven estudiante de economía y heterodoxo, aquello generara muchas expectativas sobre las posibilidades de los enfoques económicos alternativos a la economía convencional.

(MDD): En ese sentido, ¿cuál es la aportación más significativa, la sacudida intelectual, que Nicholas Georgescu-Roegen, a través de ese proceso de estudio y profundización, ha aportado, en mayor medida, a tu maduración como pensador heterodoxo y comprometido con los desafíos ecosociales que se ciernen sobre nuestras sociedades? (en perspectiva transformadora)

(OC): A lo largo de los años, Georgescu-Roegen ha supuesto un alimento intelectual fundamental en mi trayectoria, y al que he dedicado mucho tiempo de estudio. Hay varios rasgos de su obra que me han ayudado a conformar mi visión de la economía y de la realidad ecosocial en estos años. Aunque el detalle daría para mucho, me centraré sólo en dos rasgos que tienen que ver con el conocimiento propiamente dicho, pero también con el estilo intelectual.

En el primer caso, La ley de la entropía y el proceso económico me permitió comprender que el sistema económico no es un sistema aislado, sino que existe una dimensión entrópica del proceso económico y que éste está afectado por las leyes de la termodinámica, es decir: tenemos un sistema que intercambia energía y materiales con el entorno para producir bienes y servicios y que genera residuos que también van a parar a la naturaleza. Y, además, esas transformaciones, al degradar la calidad de lo que entra como recursos y sale como residuos, incrementan la escasez futura de muchos de esos recursos debido a la irreversibilidad e irrevocabilidad que rodean estos procesos. Una de las cosas llamativas de este descubrimiento, por ejemplo, fue caer en la cuenta de que la representación de los procesos de producción de mercancías a través de las denominadas funciones de producción convencionales (que hacen depender únicamente la producción de “bienes” del uso de factores productivos como “capital” y trabajo) se dan de bruces con el conocimiento científico termodinámico más asentado. En efecto, es imposible producir nada utilizando sólo trabajo y capital (maquinaria, instalaciones, etc). Hacen falta necesariamente recursos naturales (que casi nunca aparecen como factores) y se generan necesariamente residuos como resultado. Por tanto, la consecuencia del proceso de producción no es sólo generar bienes, sino también producir residuos o “males”, es decir, siempre tenemos producción conjunta de bienes y “males”. Si solo se producen bienes, ¿quién va a estar en contra de aumentar el número de bienes? Pero, claro, si a esos bienes también les acompañan males en forma de residuos... Esta disyuntiva desaparece con la economía convencional directamente porque ni se incluyen generalmente los recursos naturales ni se consideran los residuos (más allá de los llamamientos a las “externalidades” que luego no tienen ninguna consecuencia práctica).

Por otro lado, de Georgescu-Roegen también se aprende la importancia del rigor y la seriedad intelectual para la crítica y el pensamiento heterodoxo. Un rigor y una seriedad que le llevaron a trascender las fronteras académicas para adentrarse en uno de los viajes transdisciplinares más importantes del siglo XX, que acabó uniendo la economía con la termodinámica y la biología y convirtiéndolo en uno de los padres destacados de la moderna economía ecológica (que él llamó bioeconomía). Es verdad que de un viaje así, en el que se acaban aireando las debilidades intelectuales de la economía convencional, no se sale indemne. Y Georgescu-Roegen lo pagó caro, no tanto en términos de una batalla intelectual a la que nunca se prestó la corriente principal, porque la crítica era muy solvente y no podía ser fácilmente refutada ni siquiera en términos técnico-matemáticos, sino por el ostracismo y aislamiento tácito al que fue condenado en sus últimos años.

(MDD): Situémonos en el panorama actual de la economía ecológica, tanto en términos de su evolución teórica y epistemológica, como de sus perspectivas y ámbitos de investigación. En tu opinión, esta disciplina ¿ha sabido recoger, o hasta qué punto lo ha hecho, el legado de Nicholas Georgescu-Roegen?

(OC): Desde hace décadas hay economistas ecológicos que piensan la economía y las relaciones entre ésta y la naturaleza con los mimbres dejados por Georgescu-Roegen, y también se encuentran aportaciones que van más allá de lo que el economista rumano puso sobre el papel. Si miramos en perspectiva, la economía ecológica, como enfoque académico, ha experimentado un éxito notable y una consolidación institucional muy clara desde 1989. Esto se puede ver en la evolución de la revista Ecological Economics y su aceptación como una de las grandes revistas académicas “de impacto” a escala internacional. Y lo mismo cabe decir del apoyo y difusión de la International Society for Ecological Economics (creada en 1987, y su variante europea, la European Society for Ecological Economics), así como del volumen de asistencia a los congresos periódicos celebrados por ambas asociaciones académicas. Visto así, es evidente que existe un importante grupo formado por economistas, científicos sociales y naturales que, a escala mundial, se dedican a cuestiones incluidas dentro del paraguas de la economía ecológica.

Ahora bien, también es cierto que en este proceso se ha producido una cierta “asimilación” por parte de la corriente principal en cuanto a las temáticas convencionales publicadas en la revista y, tal vez, la pérdida de cierto mordiente crítico en algunos planteamientos (lo que ha hecho decir a algún buen amigo que, a veces, la revista parecía “Neoclassical Ecological Economics”). Esta tensión se refleja también en una cierta división entre los planteamientos más convencionales de la rama estadounidense y presentes en la asociación internacional (valoración monetaria del medio ambiente, servicios ecosistémicos,) y Ios planteamientos más disidentes centrados en los análisis del metabolismo social y los enfoques decrecentistas y de ecología política (más usuales entre los miembros de la rama europea de la asociación).

De hecho, esta tensión (más o menos bien llevada) estuvo presente desde el principio y rodeó también la relación de Georgescu-Roegen con este “nuevo” enfoque teórico. Muchos de los promotores de la asociación internacional y de la revista (entre 1987 y 1989) se veían a sí mismos como “discípulos” de Georgescu-Roegen (Herman Daly, Kozo Mayumi, Martínez-Alier, etc.) y tenían claro que el economista rumano debía formar parte del naciente movimiento académico. Sin embargo, Georgescu-Roegen fue reacio a involucrarse por varios motivos que mezclaban desacuerdos científicos y dificultades en las relaciones personales. Por un lado, los artífices de la asociación y la revista fueron Robert Costanza y Herman Daly. Aunque el segundo siempre había considerado a Georgescu-Roegen uno de sus maestros, el economista rumano había sido muy crítico con la propuesta de economía de estado estacionario promovida por Daly (por resultar, según él, contradictoria con la naturaleza entrópica del proceso económico) y que ahora Georgescu-Roegen veía encarnarse en las propuestas de desarrollo sostenible que se sugerían desde la economía ecológica. En el caso de Robert Costanza, las suspicacias del economista rumano eran mayores y se centraban en el desacuerdo de Georgescu-Roegen con los trabajos de Costanza de los años 80 en los que se abogaba por una “teoría energética” del valor económico que tenía las mismas debilidades que todas las teorías del valor monocausales y, además, según el economista rumano, no consideraban adecuadamente el papel jugado por los materiales y la naturaleza entrópica del proceso económico. Por otro lado, el propio Georgescu-Roegen venía abogando desde los años 70 por cultivar la Bioeconomía (o enfoque bioeconómico) y me temo que la propuesta de un nuevo enfoque como la economía ecológica no le acababa de convencer. Tampoco ayudaron, por último, otros episodios posteriores poco honestos relacionados con la publicación de algunos artículos críticos con Georgescu-Roegen en la revista.

Dicho esto, lo curioso y lo importante es que, a pesar de estos desencuentros, Georgescu-Roegen es reconocido como uno de los padres de la moderna economía ecológica (que él prefería llamar Bioeconomía), y varios de sus resultados teóricos han sido incorporados como elementos clave de este enfoque. A mi juicio, la vocación transdisciplinar de su legado, aunando economía, termodinámica y biología es un resultado fundamental que se plasma en el reconocimiento de la naturaleza entrópica del proceso económico. Aunque no hay que magnificar este dato, un ejemplo de esta influencia ha sido, precisamente, el que durante mucho tiempo Georgescu-Roegen haya sido el autor más citado en la revista Ecological Economics.

(MDD): ¿Dónde estarían, si los ves, sin embargo, los puntos más problemáticos de este legado? ¿Ha habido un ejercicio, un intento de profundización al respecto, y en qué términos?

(OC): Más que hablar de puntos problemáticos, yo enfatizaría la dificultad, por parte de la economía convencional, de aceptar la concepción que sugirió Georgescu-Roegen hace más de medio siglo de la naturaleza entrópica del proceso económico de producción de bienes (y todas sus implicaciones) como una extensión de la evolución biológica de la humanidad. Esto está costando mucho, a pesar del progreso académico de la economía ecológica durante estos años.

Sin embargo, con desigual énfasis, sí se ha producido una profundización y continuación de ese legado. Un pensar en continuidad con Georgescu-Roegen que ha rescatado casi todos los elementos críticos de sus contribuciones, recuperando sus reflexiones metodológicas transdisciplinares, las sugerencias heterodoxas sobre las teorías convencionales de la producción y el consumo, y aquellas más vinculadas a la termodinámica, en concreto, a la ley de la entropía. En esta senda se encuentran tanto la labor de reivindicación general de la obra de Georgescu-Roegen por parte de Herman Daly, Jacques Grinevald (o, de forma más modesta, es también lo que intenté con mi libro La bioeconomía de Georgescu-Roegen), como también los trabajos de profundización en el enfoque del economista rumano realizados por Kozo Mayumi, Mario Giampietro y John Gowdy. A esto habría que sumar también la meritoria labor de recuperación y conexión del enfoque bioeconómico de Georgescu-Roegen y las propuestas decrecentistas realizadas desde hace años por Mauro Bonaiuti.

Cabe añadir, además, que ese “pensar con Georgescu-Roegen y más alla de Georgescu-Roegen” no sólo ha afectado a los economistas ecológicos, sino que algunas de las aportaciones del economista rumano a la representación del proceso económico de producción (como el modelo flujos-fondos) han sido reivindicadas también por economistas pertenecientes a otras tradiciones heterodoxas del pensamiento económico –como los trabajos de Pera Mir y Josep González Calvet-. Y de la misma manera, tendríamos la importante contribución de Antonio y Alicia Valero a la relevancia de los materiales en la reflexión entrópica del proceso económico que resalta bien las sugerencias y propuestas de Georgescu-Roegen, y sin necesidad de postular una cuarta ley de la termodinámica (como hacía el economista rumano), ya que se podrían ver como un corolario de la propia ley de la entropía.

(MDD): ¿Cuáles son las narrativas clave que destacarías, en un ejercicio de síntesis para los lectores y lectoras, en tu contribución al libro coral que nos ocupa en esta entrevista?  

(OC): En el capítulo del libro he intentado situar las aportaciones de Georgescu-Roegen en el contexto del pensamiento económico del siglo XX. Y, para ello, he tratado de matizar cierta interpretación que sostiene la existencia de “dos” Georgescu-Roegen: uno más “ortodoxo” que coincide con sus primeras contribuciones de las décadas de 1930 y 1950, y otro más “heterodoxo” que arrancaría en los años 60-70 con la publicación de la La Ley de la entropía y el proceso económico. Cuando uno lee con detenimiento los textos de Georgescu-Roegen lo que observa es un panorama mucho más rico. Las que se consideran sus aportaciones ortodoxas a la teoría del consumo y de la producción resulta que incorporan elementos heterodoxos de gran valía para la crítica de las teorías convencionales y el Homo oeconmicus, y para la reflexión sobre las economías agrarias y campesinas. Pero, a la vez, Georgescu-Roegen da el salto de la heterodoxia a la disidencia cuando decide traspasar las fronteras académicas acercándose a otras disciplinas como la termodinámica o la biología. Este tránsito de la heterodoxia a la disidencia es, a mi juicio, la fórmula que mejor sintetiza la polémica sobre “los dos períodos” de Georgescu-Roegen, y así lo han visto también autores como Jacques Grinevald y John Gowdy. Por tanto, tal vez sea necesario matizar la idea generalizada que distingue claramente entre el primer momento de colaboración con el enfoque ortodoxo y la fase posterior de ruptura desde finales de los sesenta hasta su muerte, pues el mordiente crítico de sus aportaciones está presente en gran parte de toda su trayectoria.

(MDD): A lo largo de tu contribución al libro te detienes, aunque brevemente, en recordar la aportación que tuvo el economista rumano al debate que se abrió en 1972 sobre los límites del crecimiento a través de su polémico artículo «Energía y mitos económicos». En particular citas la crítica al “dogma energético”, y reflexionas sobre cómo esa dimensión de la crítica nos podría ayudar a encauzar mejor los actuales debates sobre la transición energética y el limitado papel de las renovables. ¿Podrías profundizar un poco sobre estos aspectos de la reflexión?

(OC):  Georgescu-Roegen se quejaba a menudo de que la energía se había convertido durante la década de los setenta del siglo XX en el tema estrella de reflexión entre los científicos, mientras que los materiales recibían casi siempre ‘escasa’ atención por parte de los termodinámicos. De aquí que la inquietud de los científicos naturales tuviera más que ver con las disponibilidades de fuentes energéticas, que con la escasez o inaccesibilidad de ciertas sustancias materiales.

Esta mezcla de preocupación práctica por la energía e “inhibición teórica” por la cuestión de los materiales dieron lugar a la aparición de lo que él denominaba el “dogma energético”, a saber: que los materiales no son ya un problema pues siempre podrían reciclarse por completo por mucho que se disipasen. Únicamente haría falta obtener la energía necesaria para poder concentrarlos. Este “dogma” tuvo una doble manifestación en el mundo académico y científico desde los años setenta. Por un lado, a través de lo que algunos denominaron teoría de los “recursos infinitos” y, de otra parte, en las llamadas “teorías energéticas del valor”. Por lo que hace al segundo caso, conviene recordar que las teorías del valor unidimensionales (ya fueran basadas en el trabajo, la utilidad o la energía) se han construido considerando siempre aquel factor productivo que fuera escaso en un momento dado. Por tanto, se comprende que la “crisis energética” de los años setenta fuera un aliciente para elaborar teorías energéticas del valor económico que intentaban demostrar que los precios de las mercancías son proporcionales a la energía incorporada en ellas. Georgescu-Roegen dedicó unas cuantas páginas a desmantelar algunos errores que, desde el punto de vista económico y real, presentaban las formulaciones de los “energeticistas”. Y para ello se apoyó en un doble argumento: la utilización de su enfoque de flujos-fondos en la descripción del proceso económico de producción, en el que en la fabricación de las mercancías (y su valor) intervienen no sólo flujos energéticos, sino también fondos (trabajo y capital) que actúan sobre esos flujos para obtener el bien deseado. Pero es que, además de olvidar al trabajo y el capital, los partidarios de la teoría del valor energético olvidaban que, desde el punto de vista puramente físico, el proceso económico (como cualquier proceso físico) utiliza constantemente materiales (minerales y otras sustancias que tienen propiedades y cumplen funciones diferentes a la energía). Y estos materiales también estarían sujetos a la degradación provocada por la ley de la entropía.

Lo que Georgescu-Roegen intentó transmitir era que las leyes físicas actúan como restricciones al comportamiento económico, a lo que es posible hacer desde el punto de vista de la producción y el consumo, aunque con un matiz: “los fenómenos económicos –escribía Georgescu-Roegen en aquellos años- ciertamente no son independientes de las leyes físico-químicas que gobiernan nuestro medio ambiente interno y externo, pero no están determinados por ellas. Es porque lo económico tiene sus propias leyes que el gasto de un dólar en caviar no compra la misma energía libre que cuando se gasta en patatas”.

La crítica de Georgescu-Roegen al dogma energético y su olvido de la importancia de los materiales (“matter matters too”, solía recordar), le llevaron, de manera temprana (en los años 70 del siglo XX), a llamar la atención sobre las limitaciones de algunas tecnologías energéticas (como las renovables) que, tanto antes como ahora, en su fabricación eran tributarias de otros combustibles fósiles y de numerosos metales y minerales necesarios para su puesta en funcionamiento. Es decir, se trataría de tecnologías que, en sus propias palabras, continúan siendo un “parásito de otras energías”. Esto no quiere decir que Georgescu-Roegen estuviera en contra de la energía solar o la eólica. Solamente subrayaba una temprana precaución frente al diseño acrítico de futuros renovables sin cambiar los niveles de consumo y que ahora, más que nunca, parece muy pertinente. Sobre todo cuando se trata de evaluar las posibilidades que ofrecen muchos planes de transición energética que, sin embargo, en su afán de simplemente sustituir el consumo de combustibles fósiles por fuentes renovables no parecen calibrar el gasto de combustibles fósiles (y de emisiones de gases de efecto invernadero) asociado a ello (en un contexto de tiempo muy limitado para hacer frente al cambio climático), ni la mayor demanda de materiales que la electrificación con solar y eólica llevaría aparejada.

Varios trabajos (incluidos algunos de la Agencia Internacional de la Energía) han puesto de relieve los importantes cuellos de botella y escaseces que se generarían. Por poner un ejemplo 1 analizado  desde nuestro grupo de investigación GEEDS en la Universidad de Valladolid, dado que el coche eléctrico requiere seis veces más minerales que un coche convencional (sobre todo por la batería), sólo la electrificación generalizada del trans­porte privado a escala mundial generaría una demanda tan alta que llevaría, según estimaciones para diferentes escenarios, al agotamiento de las reservas disponibles de alu­minio, cobre, cobalto, litio, manganeso y níquel, no dejando recursos disponibles para otros usos industriales. Aunque se podrían hacer consideraciones similares para el caso de la energía solar y la eólica, incluyendo otro tipo de impactos como la ocupación de suelo, o el consumo de agua, todo ello pone de relieve que las pioneras advertencias de Georgescu-Roegen son una excelente guía para pensar racionalmente el proceso de cambio y transformación en el que nos vemos inmersos.

 

1 El ejemplo hace referencia a los datos y análisis contenidos en este artículo: Daniel Pulido Sánchez, Íñigo Capellán-Pérez, Carlos De Castro, Fernando Frechoso, «Material and energy requirements of transport electrification», Energy & Environmental Science, núm. 12, 2022, disponible en: https://doi.org/10.1039/D2EE00802E