Los peligros de militarizar la crisis climática
Esta guía elaborada por Nick Buxton, desmitifica el debate y destaca el papel de las fuerzas armadas en provocar la crisis climática, los peligros de que ahora sean ellas quienes brinden soluciones a los impactos climáticos, los intereses de las empresas que lucran con ello, los efectos en las personas más vulnerables y las propuestas de alternativas para una "seguridad" basada en la justicia.
Índice:
1.¿Qué es la seguridad climática?
La seguridad climática es un marco político y normativo que analiza el impacto que tiene el cambio climático en la seguridad. Ese marco prevé que los fenómenos meteorológicos extremos y la inestabilidad climática generados por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provocarán trastornos en los sistemas económicos, sociales y ambientales y, por lo tanto, socavarán la seguridad. Surgen las siguientes interrogantes: ¿de qué tipo de seguridad se trata y a quiénes se beneficia?
El impulso tras la ‘seguridad climática’ y su demanda surgen de un poderoso aparato militar y de seguridad nacional, en particular de los países más ricos. Esto significa que la seguridad se percibe en función de las ‘amenazas’ que representa para sus operaciones militares y su ‘seguridad nacional’, un término que lo abarca y que básicamente se refiere al poderío económico y político de un país.
En este marco, la seguridad climática examina las amenazas directas que se perciben contra la seguridad de un país, como es el caso de las consecuencias para las operaciones militares; por ejemplo, el aumento del nivel del mar afecta las bases militares o el calor extremo impide las operaciones militares. También analiza las amenazas indirectas o las formas en que el cambio climático agravaría las tensiones, los conflictos y la violencia existentes, que podrían extenderse o afectar a otros países. Entre estas se incluyen la aparición de ‘escenarios’ de guerra nuevos, como el Ártico, donde el deshielo deja al descubierto recursos minerales nuevos, así como disputas por el control entre las principales potencias. El cambio climático se define como un ‘multiplicador de amenazas’ o un ‘catalizador de conflictos’. Las narrativas sobre la seguridad climática suelen prever, según las palabras de una estrategia del Departamento de Defensa de Estados Unidos, “una era de conflicto persistente... un entorno de seguridad mucho más ambiguo e impredecible que el que se enfrentó durante la Guerra Fría”.
La seguridad climática se integra cada vez más en las estrategias de seguridad nacional y es adoptada de forma más amplia por organizaciones internacionales como las Naciones Unidas y sus organismos especializados, así como por los movimientos sociales, el mundo académico y los medios de comunicación. Solo en 2021, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, declaró el cambio climático una prioridad de la seguridad nacional de su país, la OTAN elaboró un plan de acción sobre clima y seguridad, el Reino Unido anunció que se pasaba a un sistema de “defensa preparada para el clima”, el Consejo de Seguridad de la ONU celebró un debate de alto nivel sobre clima y seguridad, y está previsto que la seguridad climática sea un tema importante en la agenda de la conferencia COP26 en noviembre en Glasgow.
Como se explora en esta aproximación al tema, darle a la crisis climática el marco de un problema de seguridad resulta profundamente problemático ya que, en última instancia, refuerza un enfoque militarizado del cambio climático que probablemente agudice las injusticias para quienes serán las personas más afectadas por la crisis en ciernes. El peligro de las soluciones basadas en la seguridad radica en que, por definición, buscan asegurar lo que existe: un statu quo injusto. La respuesta basada en la seguridad considera una ‘amenaza’ a cualquiera que pueda alterar el statu quo, como los refugiados, o que se opongan directamente a él, como los activistas climáticos. También excluye otras soluciones de tipo colaborativo para la inestabilidad. La justicia climática, por el contrario, nos obliga a revertir y transformar los sistemas económicos que provocaron el cambio climático, dándoles prioridad a las comunidades que están en la primera línea de la crisis y anteponiendo sus soluciones.
2.¿Cómo se transformó la seguridad climática en una prioridad política?
La seguridad climática se nutre de la historia más extensa que ha tenido el discurso sobre seguridad ambiental en los círculos académicos y de formulación de políticas que, desde las décadas de 1970 y 1980, examina los vínculos entre el ambiente y los conflictos y, en ocasiones, presiona a los responsables de la adopción de decisiones para que integren las inquietudes de índole ambiental a las estrategias de seguridad.
La seguridad climática se introdujo en el ámbito de las políticas (y de la seguridad nacional) en 2003, con un estudio que el Pentágono encargó a Peter Schwartz, un ex planificador de la empresa Royal Dutch Shell, y a Doug Randall, de Global Business Network, una consultora de Estados Unidos. Ambos advirtieron que el cambio climático podría conducir a una nueva Edad Media: “A medida que se desaten la hambruna, las enfermedades y las catástrofes derivadas del clima debido al cambio climático abrupto, las necesidades de muchos países excederán su capacidad de carga. Eso generará una sensación de desesperación, que probablemente desemboque en una agresión ofensiva para recuperar el equilibrio... Las perturbaciones y los conflictos serán características endémicas de la vida”. El mismo año, en un lenguaje menos hiperbólico, la ‘Estrategia de Seguridad Europea’ de la Unión Europea (UE) señaló al cambio climático como un problema de seguridad.
Desde entonces, la seguridad climática se ha integrado cada vez más a la planificación de la defensa, las evaluaciones de inteligencia y los planes operativos militares de un número creciente de países de renta alta, incluidos Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá, Alemania, Nueva Zelanda y Suecia, además de la UE en general. Lo que la distingue de los planes de acción climática a nivel nacional es el foco puesto en las consideraciones militares y de seguridad nacional.
Para las entidades militares y de seguridad nacional, el foco puesto en el cambio climático refleja la convicción de que todo planificador racional puede ver que el problema se está agravando y que afectará a su sector. Las fuerzas armadas son de las pocas instituciones que planifican a largo plazo, para asegurar la continuidad de su capacidad de librar conflictos armados y de su preparación para los contextos cambiantes en los que lo hace. La institución también tiende a examinar los peores escenarios de una manera diferente a la de los planificadores sociales, lo que puede ser una ventaja en cuanto al cambio climático.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, resumió en 2021 el consenso de los militares estadounidenses sobre el cambio climático: “Nos enfrentamos a una crisis climática grave y creciente que amenaza nuestras misiones, planes y capacidades. Del incremento de la competencia en el Ártico a la migración masiva en África y América Central, el cambio climático está contribuyendo a la inestabilidad y nos impulsa a misiones nuevas”.
De hecho, el cambio climático ya afecta directamente a las fuerzas armadas. Un informe del Pentágono de 2018 reveló que la mitad de 3500 zonas militares padecían los efectos de seis categorías clave de fenómenos meteorológicos extremos, como marejadas ciclónicas, incendios forestales y sequías.
Esta experiencia con los impactos del cambio climático y el ciclo de planificación a largo plazo distanció a las fuerzas de seguridad nacionales de muchos de los debates ideológicos y del negacionismo referidos al cambio climático. Eso significó que, incluso durante la presidencia de Donald Trump (2017-2021), las fuerzas armadas siguieron adelante con sus planes de seguridad climática, aunque en público los minimizaran para no atraer las críticas negacionistas.
La determinación de controlar cada vez más los riesgos y amenazas potenciales impulsa el foco de la seguridad nacional referido al cambio climático, lo que significa que busca integrar todos los aspectos de la seguridad del Estado para lograrlo. Esto hizo que aumentaran los fondos destinados a cada rama coercitiva del Estado durante varias décadas. El especialista en seguridad Paul Rogers, profesor emérito de Estudios por la Paz de la Universidad de Bradford, en el Reino Unido, denomina ‘liddism’ (o sea, mantener las cosas bajo control) a la estrategia, que es “tanto generalizada como acumulativa, que implica un esfuerzo intenso por desarrollar tácticas y tecnologías nuevas que eviten problemas y los supriman”. La tendencia se aceleró desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el surgimiento de tecnologías algorítmicas alentó a los organismos de seguridad nacional a monitorear, anticipar y, en lo posible, controlar todas las eventualidades.
Si bien los organismos de seguridad nacional lideran el debate y fijan la agenda en materia de seguridad climática, también hay un número creciente de organizaciones no militares y movimientos sociales que abogan por prestarle mayor atención a la seguridad climática. Entre ellas se incluyen grupos de expertos en política exterior como el Brookings Institute y el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), de Estados Unidos, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) y Chatham House, del Reino Unido, el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Clingendael (Países Bajos), el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Francia), Adelphi (Alemania) y el Instituto Australiano de Política Estratégica. Uno de los principales defensores de la seguridad climática en el mundo es el Centro para el Clima y la Seguridad (CCS), un instituto de investigación con sede en Estados Unidos que mantiene lazos estrechos con el sector militar y de seguridad, así como con las jerarquías del Partido Demócrata. Varios de estos institutos, junto con militares de alto rango, fundaron el Consejo Militar Internacional sobre Clima y Seguridad (IMCCS) en 2019.
BOX 1 Cronología de las principales estrategias de seguridad climática
- 2003: Un escenario de cambio climático repentino y sus consecuencias para la seguridad nacional de Estados Unidos. Fue el primer artículo encargado por el Pentágono que predijo escenarios distópicos del cambio climático y sus consecuencias para la seguridad nacional. Se le considera de una complejidad excesiva, pero marcó la pauta para las estrategias futuras.
- 2007: Era de las consecuencias: Las repercusiones del cambio climático mundial en la política exterior y la seguridad nacional. Un informe influyente, elaborado por destacados estrategas militares y de seguridad, expertos en política exterior y del Partido Demócrata de Estados Unidos, que describió posibles escenarios de impactos correspondientes a posibles aumentos de la temperatura mundial de 1.3, 2.6, y 5.6 grados.
- 2008: Cambio climático y seguridad internacional. La UE sigue el ejemplo de Estados Unidos al declarar el cambio climático como un “multiplicador de amenazas” que agravará las tensiones, los conflictos y la inestabilidad existentes, y presenta “riesgos políticos y de seguridad que afectan directamente a los intereses europeos”.
- 2008:Tendencias mundiales 2025: Un mundo transformado (Dirección Nacional de Inteligencia). El Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos identifica al cambio climático, junto con los cambios geopolíticos, la demografía y las transiciones energéticas, como factores que crean un mundo de escasez e inestabilidad.
- 2010 and 2014: Quadrennial Defense Review (Análisis cuadrienal de defensa). El QDR de 2010 identificó a la “seguridad energética y el cambio climático” como uno de los cuatro problemas que requieren una acción apremiante, y añadió que el cambio climático actuaría como “un acelerador de la inestabilidad o el conflicto, presionando para que las instituciones civiles y militares de todo el mundo respondan”.
- 2015: Estrategia de seguridad nacional y Análisis de la defensa estratégica y la seguridad estratégica (Reino Unido). Califica al cambio climático de motor de inestabilidad.
- 2016: Libro Blanco sobre la política de seguridad alemana y el futuro de la Bundeswehr.
- 2016: Libro Blanco de la defensa de Australia califica al cambio climático de multiplicador de riesgos y pronostica la inestabilidad en los países del Pacífico Sur.
- 2017: La Estrategia de Seguridad Nacional, de 2017 de España. Mencion al cambio climático como amenaza
- 2018:Política de defensa estratégica de Nueva Zelanda.
- 2020:Hoja de ruta de la UE sobre el cambio climático y la defensa. Examina las capacidades de las misiones de la UE en condiciones meteorológicas extremas y aboga por una mejor integración del cambio climático y los aspectos ambientales en la planificación y ejecución de las misiones de la UE.
- 2021: Enfoque estratégico de cambio climático y sostenibilidad del Ministerio de Defensa del Reino Unido. Redactado como parte de la autopromoción del Gobierno antes de la COP26, promueve el sector de defensa del Reino Unido como un actor clave en la solución del cambio climático y los riesgos de seguridad.
- 2021: Plan de acción para la seguridad y el cambio climático de la OTAN. Propone estrategias para evaluar mejor los riesgos climáticos y preparar recursos y operaciones para los impactos del cambio climático, junto con promesas flojas para abordar las emisiones de carbono militares.
3.¿Cómo planifican los organismos de seguridad nacional para el cambio climático? ¿Y cómo se adaptan a él?
Los organismos de seguridad nacional de los países industrializados de renta alta, y en especial sus servicios militares y de inteligencia, planifican para el cambio climático de dos maneras esenciales: mediante la investigación y predicción de escenarios futuros de riesgos y amenazas según distintas hipótesis de aumento de temperatura; y mediante la aplicación de planes para la adaptación climática de su sector militar. Estados Unidos marca la tendencia en la planificación de la seguridad climática, debido a su tamaño y hegemonía (Washington gasta más en la defensa que los 10 países que le siguen, tomados en conjunto).
1. Investigación y predicción de escenarios futuros
Como parte de sus preparativos, las fuerzas armadas también buscan asegurar su operatividad en un futuro caracterizado por el clima extremo y el aumento del nivel del mar. No es poca cosa. Las fuerzas armadas de Estados Unidos identificaron 1774 bases expuestas al aumento del nivel del mar. Una de ellas, la Estación Naval de Norfolk, en Virginia, es uno de los mayores centros militares del mundo y padece inundaciones anuales.
4.¿Cuáles son los mayores problemas al describir el cambio climático como un asunto de seguridad?
El problema fundamental cuando se considera el cambio climático como un asunto de seguridad es que se responde a una crisis provocada por la injusticia sistémica con soluciones de ‘seguridad’, configuradas en una ideología e instituciones concebidas para buscar el control y la continuidad. En esta época en que controlar el cambio climático y garantizar una transición justa exigen la redistribución radical del poder y la riqueza, la estrategia de seguridad busca perpetuar el statu quo. En el proceso, la seguridad climática genera seis consecuencias principales.
1. Oculta o desvía la atención de las causas del cambio climático, lo que frena los cambios necesarios a un status quo injusto. Al centrarse en las respuestas a los impactos del cambio climático y las intervenciones de seguridad que podrían ser necesarias, se desvía la atención de las causas de la crisis climática: el poder de las empresas y países que más contribuyen a provocar el cambio climático, el papel de las fuerzas armadas (uno de los mayores emisores institucionales de GEI), y las políticas económicas, como los tratados de libre comercio, que agravan la vulnerabilidad de muchas personas ante los cambios derivados del clima. Ignora la violencia intrínseca del modelo económico de extracción globalizado, presupone y apoya implícitamente la concentración de poder y riqueza, y busca detener los conflictos y la ‘inseguridad’ resultantes. Tampoco cuestiona el papel de los propios organismos de seguridad en la defensa de un sistema injusto. Si bien los estrategas de seguridad climática señalan la necesidad de abordar las emisiones de GEI que genera el sector militar, eso nunca llega a reclamar el cierre de la infraestructura militar o la reducción radical de las fuerzas armadas y el presupuesto destinado a la seguridad y, de esa manera, pagar los compromisos existentes y brindar financiación climática a los países en desarrollo para que inviertan en programas alternativos, como un Nuevo Pacto Verde Mundial.
BOX 2 Patriarcado y seguridad climática
5.¿Por qué los movimientos sociales y las organizaciones ambientales defienden la seguridad climática?
6.¿Cuáles son los supuestos problemáticos de los planes militares de seguridad climática?
7. ¿La crisis climática genera conflictos?
8. ¿Cómo impacta la seguridad climática en las fronteras y la migración?
La percepción de la ‘amenaza’ de la migración masiva domina las narrativas sobre seguridad climática. Para el influyente informe estadounidense de 2007, Era de las consecuencias: Las repercusiones del cambio climático mundial en la política exterior y la seguridad nacional, la migración a gran escala es “quizá el problema más preocupante asociado con el aumento de las temperaturas y el nivel del mar”, y advierte que “desencadenará serias inquietudes de seguridad y disparará las tensiones regionales”. Un informe de la UE de 2008, Cambio climático y seguridad internacional, clasificó a la migración provocada por el clima como el cuarto problema de seguridad en importancia, después de los conflictos por los recursos, los daños económicos a las ciudades/costas y las disputas territoriales. El informe reclamó “mayor desarrollo de una política migratoria europea integral”, en vista del “estrés migratorio adicional que desencadena el ambiente”.
- La serie completa de informes de TNI sobre políticas de fronteras y la industria de la seguridad fronteriza, Guerras de frontera.
- Felipe, B. (2021) Huir del clima. Cómo influyen la crisis climática en las migraciones humanas. CEAR/Greenpeace.
- Felipe, B. (2019) Perspectiva de género en las migraciones climáticas. Ecodes.
- Rodier, C. (2013) El negocio de la xenofobia. Para qué sirven los controles migratorios. Clave intelectual
9. ¿Qué rol cumplen las fuerzas armadas en la creación de la crisis climática?
10. Los militares, los conflictos y su vínculo con el petróleo y la economía de extracción
Militarismo y petróleo en Nigeria
11. ¿Qué impacto ambiental tienen el militarismo y la guerra?
12. ¿Los militares no son necesarios para las respuestas humanitarias?
Una justificación importante para invertir en las fuerzas armadas en esta época de crisis climática es que son necesarias para actuar ante las catástrofes relacionadas con el clima, y muchos países ya recurren a sus militares en este sentido. Tras el paso del tifón Haiyan, que causó estragos en Filipinas en noviembre de 2013, las fuerzas armadas de Estados Unidos llegaron a desplegar 66 aviones militares, 12 embarcaciones navales y casi 1.000 militares para despejar carreteras, trasladar trabajadores humanitarios, distribuir suministros de socorro y evacuar personas. Durante las inundaciones de Alemania en julio de 2021, el ejército alemán [Bundeswehr] ayudó a reforzar las defensas contra el agua, rescatar personas y a limpiar cuando el agua retrocedió. En muchos países, sobre todo de renta baja y media, las fuerzas armadas quizá sean la única institución con la capacidad, el personal y la tecnología necesaria para actuar ante eventos catastróficos.
13. ¿Cómo buscan las empresas de armas y seguridad lucrar con la crisis climática?
14. ¿Cómo impactan las narrativas de la seguridad climática en el plano interno y la policía?
15. ¿Cómo afecta la agenda de la seguridad climática a otros ámbitos, como los alimentos y el agua?
16.¿Podemos rescatar la palabra ‘seguridad’?
17.¿Cuáles son las alternativas a la seguridad climática?
- Tanuro, D. (2015) Cambio climático y alternativa ecosocialista. Editorial Sylone.
- Camargo, J. y Martín-Sosa, S. (2019) Manual de lucha contra el cambio climático. Libros en Acción
- N. Buxton y B. Hayes (Eds.), Cambio Climático S.A. Cómo el poder [corporativo y militar] está moldeando un mundo de privilegiados y desposeídos ante la crisis climática. FUHEM Ecosocial y TNI, Madrid/Ámsterdam, 2017.

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Día Mundial de las Ciudades
El 31 de octubre de celebra el Día Mundial de las Ciudades que tiene como objetivo promover el interés de la comunidad internacional en la urbanización sostenible, impulsar la cooperación entre países y ciudades para aprovechar las oportunidades y abordar los desafíos de la urbanización, contribuyendo a la sostenibilidad en todo el mundo.
Bajo el tema general del Día Mundial de las Ciudades: Mejor ciudad, mejor vida, el subtema de este año será Adaptar las ciudades para la resiliencia climática.
Los principales objetivos del Día Mundial de las Ciudades 2021 son:
- Aumentar la conciencia sobre la adaptación al cambio climático y la resiliencia urbana.
- Inspirar acciones climáticas a nivel local compartiendo conocimientos sobre soluciones efectivas de
resiliencia en sistemas urbanos. - Contribuir a la implementación de la Nueva Agenda Urbana, el Marco de Sendai para la Reducción
del Riesgo de Desastres y el Acuerdo de París para el Cambio Climático para lograr los Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS).
Esto se relaciona con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11, meta 11b, que señala:
“Para 2020, aumentar sustancialmente el número de ciudades y asentamientos humanos que adoptan e implementan políticas y planes integrados para [...] la adaptación al cambio climático y la resiliencia a los desastres.”
La Nueva Agenda Urbana (párr. 79) incluye un compromiso complementario de: “promover la acción climática
internacional, nacional, subnacional y local, incluida la adaptación al cambio climático y [...] apoyar la
construcción de resiliencia”.
El Día Mundial de las Ciudades marca el final de las celebraciones del mes de Octubre Urbano, que este año
promueve la acción climática ambiciosa y tiene lugar inmediatamente antes de la 26ª Conferencia (COP-26) de la Convención Marco de las Naciones Unidas (CMNUCC), del 1 al 12 de noviembre de 2021 en Glasgow, Escocia, por lo que es una oportunidad de consolidar mensajes, logros y preocupaciones de la comunidad urbana para llevarlos a la COP-26.
Fomentar la resiliencia a la crisis climática puede impulsara las economías y hacer que las ciudades sean más saludables y mejores lugares para vivir.
FUHEM Ecosocial ha colaborado con ONU Hábitat en la difusión de los eventos organizados en la campaña Octubre Urbano y por ello, para celebrar el Día Mundial de las Ciudades ofrecemos una selección de artículos publicados en nuestra revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, que ha dedicado un interés especial por abordar temas relacionados con el derecho a la ciudad, los problemas y desafíos del mundo urbano, la ciudad global, el reto de las ciudades ante la alimentación sostenible, los procesos de gentrificación, las iniciativas comunitarias y movimientos vecinales, las nuevas formas de habitar lo urbano, la ciudad como espacio común, la calidad de vida y la perspectiva de género en la ciudad, la agroecología y los huertos urbanos, las ciudades sostenibles, la resiliencia, es decir la ciudad por la que merece la pena luchar.
Derecho a la vivienda, derecho a la ciudad. Por una acción municipalista, Agustín Hernández Aja, Iván Rodríguez Suárez, Lucas Álvarez del Valle, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 148, invierno 2019-2020, pp. 71-84.
La trampa de una visión urbano-céntrica. David Harvey, del derecho a la ciudad a la revolución urbana, Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 147, otoño 2019, pp. 99-107.
La “smart city” o la “cité radieuse” en la era digital, Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 144, inviierno 2018-2019, pp. 91-103.
Comentarios críticos al texto de Jean-Pierre Garnier “Gentrificación: un concepto inadecuado para una temática ambigua”, Ibán Díaz Parra, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 141, primavera 2018, pp. 39-46.
Agroecología y ciudad: Alimentación, ambiente y salud para una agenda urbana sostenible, Walter Pengue, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 139, oto´ño, 2017, pp. 63-77.
Las ciudades españolas ante el reto de la alimentación sostenible, Pedro M. Herrera, Daniel López y Nuria Alonso, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 139, otoño, 2017, pp. 133-141.
«Gentrification»: un concepto inadecuado para una temática ambigua Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 137, primavera, 2017, pp. 13-26.
Problemas y desafíos del mundo urbano
nún. 130, verano 2015
Hacer frente al proyecto urbanizador del capital, Santiago Álvarez Cantalapiedra, pp. 5-10.
La invisibilización urbana de las clases populares, Jean Pierre Garnier, pp. 29-45.
Financiación local. Apuntes para un cambio en el modelo, Bernardino Sanz y David Bustos, pp. 47-61.
Endeudamiento urbano. La insostenibilidad social de la deuda municipal de Madrid, Carlos Sánchez Mato, pp. 63-74.
Inmigrantes en ciudades globales. El caso de Madrid, Colectivo Ioé, pp. 75-87.
La trascripción espacial del empobrecimiento general. Los barrios como el sumidero de los desechos de la crisis, Víctor Renes Ayala, pp. 89-102.
La ciudad por la que merece la pena luchar, Vicente Pérez Quintana, pp. 103-112.
Municipios y participación ciudadana
núm. 129, primavera 2015
La apuesta municipalista, Santiago Álvarez Cantalapiedra, pp. 5-10.
La ciudad como espacio común, Imanol Zubero, pp. 13-23.
(Re)volver a la ciudad para conquistar la calidad de vida, Julio Alguacil Gómez, pp. 25-35.
Apuntes sobre algunas consecuencias sociales de la reforma local, de 2013, Andrés Boix Palop, pp. 37-52.
Un tema clave: el modelo de financiación local y su relación con los distintos modelos inmobiliarios, José Manuel Naredo, pp. 53-55.
Porqué las ciudades y las ciudadanías son tan importantes, Fernando Prats, pp. 57-71.
Ciudades para las personas, ciudades para la vida: Género y urbanismo, Isabela Velázquez Valoria, pp. 73-83.
Llevar la Transición a la ciudad: problemas y posibilidades del enfoque de «Transición» para cambio climático y la limitación de recursos, Peter North y Noel Longhurst, pp. 85-98.
La revolución democrática desde abajo en el municipalismo: ciudadanía, movimientos sociales y otra manera de hacer política, Jordi Mir, pp. 99-109.
Tendencias y alternativas urbanas
núm.111, otoño 2010
Tendencias y alternativas urbanas, Olga Abasolo, pp. 5-8.
La urbanización del mundo, Javier Gutiérrez Hurtado, pp. 41-55.
Los ecosistemas urbanos en la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio en España, Juan Carlos Barrios, pp. 57-66.
Aceras, plazas y parques: la potencialidad de la ecología urbana y las prácticas barriales, José L. Fernández Casadevante y Alfredo Ramos, pp. 7-76.
De los ecobarrios a las ecociudades. Una formulación sintética de la sostenibilidad urbana, Carlos Verdaguer, pp. 77-85.
La okupación como transformación del estado presente de las cosas, Jacobo Rivero y Olga Abasolo, pp.87-97.
Agricultura urbana: un aporte a la rehabilitación integral, Nerea Morán, pp. 99-111.
El idealismo del espacio público, Manuel Delgado, pp. 113-120.
Otros Artículos de PAPELES:
Pequeñas ciudades, transformaciones rurales y consumo de alimentos en el Sur Global, Cecilia Tacoli, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 131, otoño 2015, pp. 23-33.
Ciudad, urbanismo y clases sociales en perspectiva, Jordi Borja, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 126, verano 2014, pp. 111- 127.
¿Regeneración urbana? Deconstrucción y reconstrucción de un concepto incuestionado, María Castrillo, Ángela Matesanz, Domingo Sánchez Fuentes y Álvaro Sevilla, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 126, verano 2014, pp. 129-139.
CittàSlow: la lentitud para construir una ciudad sostenible, Mara Miele, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 122, verano 2013, pp. 129-139.
Cultivar la resiliencia. Los aportes de la agricultura urbana a las ciudades en transición, José Luis Fernández Casadevante y Nerea Morán Alonso, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 119, otoño 2012, pp. 131-143.
Encuentro Mundial Educar para la vida
El Encuentro Mundial Educar para la Vida es una movilización cultural a nivel mundial sobre la educación para la vida como clave de construcción de un futuro colectivo y el respeto por el bien común, tendrá lugar del 2 al 12 de noviembre de 2021.
Es un proyecto que tiene la finalidad de reflexionar y crear un diálogo en torno a la educación, a las formas de vida que hemos adoptado como humanidad y a las posibilidades de transformarlas mediante una educación diferente. Este proyecto surgió a partir del desafío que para la humanidad ha significado la pandemia y la crisis ambiental, desafíos que se han visto agravados por problemáticas sociales como la desigualdad, la pobreza y las migraciones.
MOTIVACIONES
La educación se enfrenta a una gran encrucijada para tiempos de post pandemia. El planeta podría ser considerado en emergencia humanitaria, las tensiones producidas por el cambio climático, el hambre, las guerras y la pandemia muestran que su efectos negativos y las soluciones son desiguales.
La contundencia de la realidad y la incertidumbre de las respuestas tanto científicas, como políticas y económicas, hacen que la educación aparezca, una vez más, como la tabla de salvación de la especie. Con ella tendremos la capacidad de construir los puentes necesarios para lograr una relación armoniosa con nosotros, con la naturaleza y con la vida.
¿Es la educación el punto de partida para identificar aquellos aspectos que nos han conducido a la situación actual; al desequilibrio, a la injusticia, a la monetización de la vida y al progresivo deterioro de la naturaleza?
¿Cómo consolidar el papel de la educación crítica y un escenario democrático que garantice los derechos humanos y el respeto a la vida?
¿Es posible que desde la educación se produzcan las transformaciones necesarias para reconocer el valor de la naturaleza, de los ecosistemas y de las otras especies, y la aceptación colectiva que desde nuestra supervivencia como especie depende en gran medida del respeto hacia ellas?
¿Es posible que desde la educación se pueda impulsar la movilización social como fuente pacífica de cambio cultural y político?
OBJETIVOS
- Dinamizar una movilización cultural transformadora de las formas de pensar, de producir, de consumir, de convivir en armonía con nosotros mismos, con la comunidad, con la sociedad y con la naturaleza, teniendo en cuenta la perspectiva de la educación como clave para la construcción de un futuro colectivo basado en el respeto por el bien común.
- Desarrolla un diálogo de experiencias individuales, institucionales, comunitarias, colectivas, que permita conocer la estrategias y metodologías que desde la educación se han construido y constituyen dinámicas ejemplares. posibles de ser reproducidas, adaptadas, acogidas como fuentes de transformación de la vida.
- Promover en la ciudadanía del mundo, organizaciones no gubernamentales, instituciones, espacios de intercambio, redes de cooperación, estrategias de incidencia política y de comunicación, medios alternativos sobre la educación y la vida antes y después de la pandemia como una plataforma para el cambio educativo, económico, cultural, político y el impulso de la transición ecológica.
- Identificar y elaborar puentes que permitan la transformación de la educación en relación con los aspectos de la vida que no forman parte de la agenda educativa y comunicativa tradicional en las distintas regiones del planeta.
FORMATOS DE PARTICIPACIÓN
Conferencias: desarrollo de un tema estratégico orientado a pensar de forma crítica la realidad de los diferentes campos de reflexión, su importancia a nivel planetario y su relación con la educación.
Paneles: conversación entre dos expertos sobre un tema específico relacionado con cada uno de los campos de reflexión.
Diálogos: presentación de experiencias de distintas partes del mundo relacionadas con las grandes temática del Encuentro.
CAMPOS DE REFLEXIÓN
El diálogo que este Encuentro propone se realizará en formato virtual y se desarrollará alrededor de seis temas: Educar para la crítica, Cultura de paz, Ciudadanía global, Justicia, Comunicación y Educar en la vida y con la vida.
Educar para la crítica
Es necesario formar una ciudadanía sin miedo para dilucidar con acierto sobre la información verdadera o falsa que circula en medios y redes. Una ciudadanía inmune al engaño que diferencie lo que es bueno para todas y se movilice para lograrlo. Con clara conciencia de respeto por el bien común. Es Incorporar a las escuelas, colegios e institutos una pedagogía para la crítica centrada en mejorar la capacidad de compresión de niñas, niños y jóvenes sobre las distintas realidades, para tener elementos claros de entendimiento de las continuas crisis humanas y ecológicas, y encontrar la mejor forma de enfrentarlas. Es enseñar a los y las que van llegando que hemos hecho cosas buenas y, al mismo tiempo, tantas que pudieron evitarse. Enseñar que es posible que el mundo fuera otro si como ciudadanía hubiéramos conocido el daño que podríamos provocar.
16 Conferencias y 4 Experiencias
Cultura de Paz
Entendidas como un proceso de reconocimiento de las miles de formas, experiencias de resistencia y expresiones locales, comunitarias, étnicas de las que se puede aprender a vivir pacíficamente o a defenderse pacíficamente de la guerra. El universo de los DDHH y la democracia como el escenario de su garantía. Una cultura antimilitarista en donde el lenguaje bélico haya sido reemplazado por uno de la solidaridad, un lenguaje de la aceptación de los disensos múltiples, desde donde se trabaje arduamente en la construcción de una sociedad planetaria justa, antipatriarcal, antirracista, solidaria con nosotros mismos como seres humanos, con las otras especies que habitan el planeta y con la misma naturaleza de la cual somos parte.
10 Conferencias y 3 Experiencias
Ciudadanía global
Las preguntas sobre qué somos como especie, de qué manera ocupamos el planeta y cómo distribuimos la riqueza, nos obligan a pensarnos como una ciudadanía global cargada de responsabilidades frente a los más vulnerables y frente a otras especies. Ser ciudadanos del mundo es tener derechos y es, ante todo, un proyecto político de dimensiones e interconexiones incalculables en donde la educación debe ser entendida como una movilización cultural para la transformación de las formas de vida contrarias a la vida misma. Pero cabe interrogarnos sobre la idea de la naturaleza como bien común. Ser ciudadanos del mundo es reconocernos como parte de la naturaleza y desde allí respetar con inteligencia la vida misma.
11 Conferencias y 3 Experiencias
El día 4 de noviembre Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial, participará con la Conferencia:
La crisis ecosocial y la injusticia ecológica como amenazas para la paz
Modera: Lina Vásquez
País: España
Hora: 17:00 a 17:50
Idioma: Español
Justicia
El mundo actual muestra cómo el poder económico monopoliza las decisiones, concentra los beneficios y reclama derechos mientras elude deberes. La ausencia de solidaridad y compromiso con un modelo económico más equitativo y justo por parte de los poderosos es una realidad incuestionable, pero sería bueno entender que no se trata de filantropía o compasión, sino más bien de justicia. Justicia que en el plano de lo social debería entenderse como la garantía de derechos mínimos que cualquier ser humano debe poseer. Se hace necesario mirar con atención cómo todos estos derechos básicos se han convertido en un negocio y un espacio para desplazar responsabilidades y agencias. Su garantía se ha ido postergando. Nos han educado alejados de la comprensión de lo que es justo, de los derechos, y aceptamos con facilidad que, en medio de la opulencia de unos pocos, millones pasan hambre.
6 Conferencias y 3 Experiencias
Comunicación
Hemos ido creando, de la mano de la tecnología, un territorio virtual en el que, cada vez y con mayor intensidad y velocidad, nos integramos. Ese tránsito de tener medios de comunicación a habitar un territorio de la comunicación está transformando, no solo la manera como nos comunicamos y relacionamos, sino también, la forma como vivimos y hacemos política. Ya sabemos que la política es ante todo comunicación. Ese territorio virtual está en disputa. Y la educación es clave de comprensión de lo que sucede, lo que se está construyendo y cómo puede ser utilizado en pro del bien común. La política, entendida como un lenguaje de administración, gestión y manipulación del poder, encuentra en ese territorio herramientas de comunicación nunca antes disponibles. Las empresas compiten en un mercado de un alcance inimaginable. Las instituciones educativas tienen acceso a la biblioteca más grande; internet, los aspectos y dinámicas de lo global comprenden ahora ciertos monopolios de la comunicación que forman interconexiones, formas y tiempos distintos, especialmente en los campos de la educación.
7 Conferencias y 4 Experiencias
Educar en la vida y con la vida
La mente y el cuerpo son territorios de altísima complejidad y sus cartografías serían bitácoras claves para comprender el camino, ese trayecto, ese viaje corto que es la vida y en el que tantas veces naufragamos. El cerebro y la mente, lugares de enigmas y profundos misterios de emociones vitales y el cuerpo, territorio de los sentidos, son la vida misma. Unos desconocidos, el otro objeto de violencias, vetos y tabúes. La mente ha sido colonizada por la razón instrumental. La imaginación encerrada en la norma y condenada por subversiva. El arte como expresión de la singularidad y por lo tanto de la vida tiene cerradas las puertas de la Escuela.
El aula es centro de atención programada del conocimiento y no está pensado como un espacio de vida. Como eco territorio. La pandemia advierte sobre ese desconocimiento del cuerpo y mente y ha hecho emerger miedos que provienen de allí, la intención política de reclamar el regreso a la normalidad contrasta con la crítica a esa normalidad y la lucha por cambiarla.
8 Conferencias y 11 Experiencias
El día 8 de noviembre Luis González Reyes de FUHEM Educación participará con la Conferencia:
Por qué y cómo realizar una educación ecosocial
Modera: Carlos solano
País: España
Hora: 18:00 a 18:50
Idioma: Español
EXPERIENCIAS
Descarga el Programa de Experiencias








Escenarios temporales de la crisis pandémica
El próximo 26 de octubre de 2021 tendrá lugar la tercera sesión del Ciclo Debates para un Pensamiento Inclusivo, organizado por FUHEM Ecosocial y La Casa Encendida. Este ciclo de encuentros tiene como objetivo reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles.
La sesión Posibilidades y probabilidades: Lo que podemos aprender de lo ocurrido, parte de tres preguntas ligadas a los escenarios temporales de la crisis pandémica (pasado, presente y futuro) para abordar cómo, en la era del capitalismo global, las formas de relacionarnos con la naturaleza han generado condiciones idóneas para la propagación de pandemias, exacerbando además la virulencia ligada a las perturbaciones climáticas.
En este contexto, el encuentro reflexiona, además, sobre las claves para prevenir futuras pandemias en un marco de incertidumbre y complejidad.
Existe un amplio consenso entre la comunidad científica sobre el hecho de que la presión humana sobre los ecosistemas está erosionando la biodiversidad y las barreras naturales que nos protegen de aquellos agentes patógenos que favorecen las condiciones ideales para la propagación de pandemias de origen zoonótico.
Se cree que esta situación contribuye, además, a acentuar, tanto por su frecuencia como por sus impactos, fenómenos ligados a la crisis ecosocial, como, por ejemplo, las perturbaciones climáticas. Pese a todo esto, los avisos de la ciencia durante décadas han caído en saco roto, siendo completamente desatendidos por la acción política.
En este diálogo el encuentro pretende reconstruir, a través de los distintos aspectos que conforman la temática, los escenarios que han marcado el desarrollo de esta crisis anunciada.
En el apartado ¿Qué ha pasado?, haremos un diagnóstico del panorama al que hemos llegado, inmersos en la confluencia de muchas crisis.
En ¿Qué pasa?, analizaremos este conocimiento como lección ante futuras amenazas.
Por último, en '¿Qué podría pasar?', haremos una proyección en el marco de una realidad cambiante, compleja e incierta.
En ese sentido, la Covid-19 ha dejado expuestas amplias brechas de conocimiento, incertidumbre, conflictos de valores, intereses y visiones enfrentadas, no sólo acerca de la enfermedad sino también acerca de la sociedad. Además, ha puesto en tela de juicio el papel mismo de la ciencia en relación con problemas complejos, en el sentido de que el estado actual del conocimiento científico no es capaz de garantizar la predicción absoluta y el control sobre cualquier tipo de perturbación que podamos experimentar en el futuro.
Ante esta situación, probablemente sería mucho más efectivo que nuestras sociedades se orientasen también a actuar en la búsqueda de resiliencia-adaptación, y no bajo el supuesto de que los recursos deberían asignarse exclusivamente al desarrollo de una estrategia de predicción y control.
Una lección que la pandemia ha dejado clara es que tenemos que convivir con la complejidad. A partir de ahí, y siendo conscientes del contexto incierto en el que hay que tomar además decisiones urgentes, la cuestión es: ¿Sabemos cómo hacerlo?
Participan en el debate tres de los autores del número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, “Pandemia y Crisis Ecosocial”.
- Silvio Funtowicz, profesor en la Universidad de Bergen. Pandemia posnormal: las múltiples voces del conocimiento.
- Elisa Oteros Rozas, investigadora del colectivo FRACTAL. Raíces socioecológicas de una pandemia prevista.
- Raquel Pérez Gómez, especialista en genética. La ciencia es la mejor herramienta para luchar contra las pandemias que vendrán.
Modera: Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
Coordina: revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global de FUHEM Ecosocial.
La actividad se desarrolla en una sala Zoom entre las 18 y las 19.30 h. Inscríbete de forma gratuita.
Una vez realizada la inscripción, y antes de cada sesión, se enviará un correo electrónico de confirmación con los datos de acceso al encuentro.
La vivienda: entre el derecho y la especulación
Las dificultades para acceder a la vivienda, tanto en alquiler como en propiedad, marcan las condiciones de vida de una parte significativa de la población, especialmente la más joven.
Desde el Centro de Documentación Virtual de FUHEM Ecosocial ofrecemos una Selección de artículos publicados en el número 148 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, que bajo el título Ciclón Inmobiliario, analiza la situación actual de la vivienda en España.
Según palabras de Santiago Álvarez Cantalapiedra, en la INTRODUCIÓN del número, la vivienda sigue siendo una asignatura pendiente en la tarea de promover una vida buena. Para ello, es necesario un cambio de modelo inmobiliario y acertar con las políticas públicas que promuevan el acceso a la vivienda.
INTRODUCCIÓN
La vivienda entre el derecho y la especulación
Santiago Álvarez Cantalapiedra
El acceso a la vivienda constituye un derecho fundamental. Está reflejado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948, que en su artículo 25 reconoce el derecho de toda persona a disfrutar de la adecuada provisión de bienes y servicios que garanticen su salud y bienestar. Entre esos bienes y servicios esenciales se encuentra la vivienda, ya que la satisfacción de las necesidades humanas asociadas a ese bien primario resulta crucial en relación con una vida buena y el avance del bienestar en una sociedad. De ahí que la mayoría de las constituciones, además de enunciar el reconocimiento de este derecho, hablen también de la obligación de los poderes públicos de promover su adecuada materialización.
ESPECIAL. VIVIENDA: ENTRE LA ESPECULACIÓN Y LA INNOVACIÓN SOCIAL
La vivienda: problema y propuestas
Vicente Pérez Quintana
El problema de la vivienda en España no es una cuestión de que no haya casas suficientes o capacidad para generarlas, sino que amplios segmentos de la población no pueden acceder a ellas, o lo hacen en malas condiciones o a costa de grandes sacrificios. En todos los parámetros que se examinen sobre la vivienda aparece un descuadre entre oferta y demanda, propio de un sistema de relaciones económicas que antepone el valor de cambio al valor de uso y que desliga la producción del consumo. Todo ello provoca graves consecuencias de largo alcance social. El autor formula una serie de pautas y propuestas para paliar esta situación.
Análisis comparado de modelos inmobiliarios en Europa
Maite Arrondo Segovia y Raquel Rodríguez Alonso
Garantizar el acceso a la vivienda al conjunto de la población sigue siendo a día de hoy un reto de difícil solución en España, hasta el punto, que parece haberse convertido en una de las características del fenómeno urbano. A través del análisis de algunos aspectos de las políticas de vivienda en países del entorno europeo y en el propio ámbito comunitario, el artículo pretende poner de manifiesto la necesidad de buscar un nuevo modelo para nuestro país que reoriente la situación.
Irene Escorihuela Blasco
El derecho a la vivienda está fuertemente amenazado por la entrada de los centros urbanos de las ciudades en procesos globales de extracción de rentas. La financiarización y el turismo masivo convierten la vivienda en activos financieros altamente lucrativos, aumentando así su precio y expulsando al vecindario que no puede asumir su coste. Desde los poderes públicos se está empezando a poner coto a estos nuevos fenómenos, ya sea a través de impuestos como de regulaciones. Sin embargo, los actores internacionales que protagonizan estos procesos se mueven en mercados opacos y altamente desregulados, donde empezar a intervenir por parte de las administraciones no resulta sencillo. Grabar las rápidas transacciones de viviendas o limitar las ofertas de plataformas digitales pueden ser primeros pasos hacia un mayor control de estos mercados que puedan caminar hacia su futura regulación o limitación según se considere.
Derecho a la vivienda, derecho a la ciudad. Por una acción municipalista
Agustín Hernández Aja, Iván Rodríguez Suárez, Lucas Álvarez del Valle
Desde 2015, coincidiendo con la llegada de los nuevos ayuntamientos, se produjeron una serie de acontecimientos que supusieron cambios importantes para sus políticas de vivienda: los desahucios hipotecarios que dejaban todos los días familias en la calle, el crecimiento de la pobreza urbana con un incremento de la demanda de alojamientos públicos o el incremento del precio de la vivienda, tanto en compra como en alquiler, junto a las restricciones económicas que suponían la aplicación de una “regla de gasto” que cercenaba la autonomía municipal de forma desmesurada. En ese marco, hasta final de 2018, se produjo un debate sobre la responsabilidad de los ayuntamientos en la resolución del Derecho a la vivienda que aquí hemos intentado sintetizar en 10 líneas de acción prioritarias.
La subida de los alquileres: ¿falta de oferta o fondos buitres?
Javier Gil García
Durante los últimos años los precios de los alquileres se han disparado y las continuas subidas se han convertido en un problema social de primer orden. Es frecuente que escuchemos que las subidas se deben a una cuestión de oferta y que la solución pasa por construir más viviendas. En este artículo se plantea una hipótesis alternativa. Tras el crack financiero de 2008, los acuerdos bancarios internacionales exigían que los bancos se deshicieran de sus activos tóxicos para garantizar su solvencia (y la del conjunto del sistema). Pero en España sucedía todo lo contrario: miles de familias eran desahuciadas y las carteras de los bancos se llenaban de viviendas en proceso de desvalorización.
En este contexto el Gobierno interviene el mercado inmobiliario para forzar la entrada masiva de los fondos buitre en España, que serán los encargados de comprar las viviendas de los bancos. Por lo tanto, estamos ante la reestructuración del sistema financiero español, y su primer efecto ha sido que los precios de los alquileres se han disparado.
PERISCOPIO
La vivienda en Barcelona, algunas experiencias y pensando en el futuro
Núria Pedrals Pugés
Como en muchas otras grandes ciudades en la actualidad, los habitantes de Barcelona han visto peligrar crecientemente el acceso a la vivienda en los últimos años. Este artículo analiza la variedad de iniciativas que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Barcelona con el objetivo de cumplir el derecho a la vivienda tratando de incrementar el parque de vivienda asequible para la ciudadanía.
ENTREVISTA
Entrevista a José Manuel Naredo sobre el modelo inmobiliario español
José Bellver Soroa
Hablar de la problemática de la vivienda en España implica necesariamente hablar del modelo inmobiliario español, algo sobre lo que, en su extensa trayectoria, ha trabajado incansablemente José Manuel Naredo. A través de una gran variedad de publicaciones, entre las que cabe destacar algunos de sus libros más recientes como El modelo inmobiliario español: y su culminación en el caso valenciano (Icaria, 2011), en coautoría con Antonio Montiel, el libro colectivo coordinado junto a Federico Aguilera titulado Economía, poder y megaproyectos (Fundación Cesar Manrique, 2011), o su último libro en torno a la Taxonomía del lucro (Siglo XXI, 2019), José Manuel Naredo es una de las personas que mejor ha analizado y descrito el despilfarro tanto económico como ecológico que el modelo inmobiliario español lleva aparejado, subrayando además sus nefastas consecuencias sociales, de la mano de un marco económico-político que lo promueve para beneficiarse de él.
Día Mundial del Hábitat
Por mandato de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1985, el Día Mundial del Hábitat se observa el primer lunes de cada octubre, seguido de eventos que se celebran en todo el mundo durante el mes de “Octubre Urbano”.
El propósito es reflexionar sobre el estado de nuestros pueblos y ciudades, enfatizar el derecho de todas las personas a una vivienda adecuada, servicios básicos y oportunidades sociales y económicas, y recordar que todos tenemos el poder y la responsabilidad de moldear el futuro de nuestros países, ciudades y pueblos, promoviendo políticas de desarrollo urbano sostenible.
El tema del Día Mundial del Hábitat 2021 es Acelerar la acción urbana para un mundo libre de carbono, que es particularmente relevante a la luz de la próxima conferencia COP-26, programada para realizarse en Glasgow, Reino Unido, del 1 al 12 de noviembre de 2021.
Urbanización y emisiones de carbono
La población urbana mundial ha aumentado vertiginosamente desde mediados del siglo XX. De acuerdo con el Banco Mundial, entre 1950 y la actualidad, la población de ciudades de todo el mundo se ha cuadriplicado con más de 4.200 millones de personas que viven en entornos urbanos. Durante el mismo tiempo, la concentración de dióxido de carbono atmosférico, un indicador clave del calentamiento global, ha aumentado en más de un tercio (figura 1), casi en su totalidad debido a la actividad humana. Hoy en día, las ciudades representan alrededor del 75% del consumo energético mundial y son responsables de más del 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. La forma en que se planifican, construyen y gestionan las ciudades es clave para reducir las emisiones de carbono y mantener el calentamiento global dentro de los límites establecidos por el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático de 2015.
Esto es especialmente importante ya que de acuerdo a datos de UNDESA, se proyecta que la población mundial en las ciudades crecerá en 2.500 millones de personas en los próximos 30 años, lo que elevará la proporción de habitantes en áreas urbanas del 55 por ciento actual a casi el 70 por ciento en 2050. La urbanización se está llevando a cabo más rápidamente en las regiones menos desarrolladas del mundo.
Actualmente, tres veces más habitantes urbanos viven en las regiones menos desarrolladas que en las regiones más desarrolladas, y el 90% de los nuevos residentes urbanos vivirán en África y Asia. La mayoría de las ciudades de África y Asia que albergarán a estas poblaciones, aún están por construirse, y el Foro Económico Mundial proyecta que dos tercios de las inversiones en infraestructura urbana en África necesarias para 2050 aún no se han realizado. Existe una ventana de oportunidad para dar forma a estas ciudades de una manera que se reduzca el consumo total de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El crecimiento de la población y la migración a las ciudades, en muchos casos causados por el estrés climático, crean desafíos en la prestación de servicios básicos, en particular a las poblaciones más vulnerables. Es necesario asegurar que las ciudades en crecimiento sean compactas y que la expansión se lleve a cabo de manera planificada para adaptarse al número creciente de residentes y reducir así su huella de carbono. Las ciudades compactas también hacen que la prestación de servicios básicos como la gestión de residuos, el transporte,
la energía, el agua y el saneamiento, sean más eficientes en cuanto a recursos y económicamente viables. Por lo tanto, ONU-Habitat promueve una estrategia que combina la planificación urbana compacta con la buena gobernanza y la prestación equitativa de servicios básicos. Evitar la expansión urbana también reduce el estrés en los ecosistemas, promueve una convivencia equilibrada entre los asentamientos humanos con la naturaleza, y contribuye a la prevención de enfermedades zoonóticas como el COVID-19.
Según palabras de António Guterres Secretario General de la ONU, en la Reunión con los principales alcaldes de C40 Cities, 16 de abril de 2021.
“Las ciudades también están al frente de la crisis climática. Más de 500 millones de residentes urbanos ya enfrentan un aumento del nivel del mar y tormentas más frecuentes o severas. A mediados de siglo, más de 3.300 millones de personas podrían estar en riesgo de sufrir impactos climáticos severos. Las ciudades también tienen una huella de carbono descomunal. Con poco más de la mitad de la población mundial, emiten más del 70% de los gases de efecto invernadero globales. La pandemia de COVID-19 es una catástrofe global, pero la inversión en recuperación es una oportunidad generacional para poner la acción climática, la energía limpia y el desarrollo sostenible en el centro de las estrategias y políticas de las ciudades. La forma en que diseñamos la generación de energía, el transporte y los edificios, así como diseñamos nuestras propias ciudades, será decisiva para encaminarnos hacia la consecución del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Necesitamos una revolución en la planificación y en la movilidad urbana: incluida una mejor eficiencia de combustible; vehículos de emisión cero; y cambios hacia caminar, andar en bicicleta, transporte público y desplazamientos más cortos. Las ciudades se beneficiarán más de la eliminación gradual del carbón: aire limpio; espacios verdes al aire libre y gente más sana.”
ONU Hábitat está alentando los gobiernos nacionales, las autoridades locales, el sector privado, organizaciones no lucrativas, el mundo académico y otros profesionales urbanos a marcar el día organizando eventos a través de webinarios o talleres en línea, paneles de discusión en línea y entrevistas.
Descarbonizar
Planificar la movilidad
Renaturalizar
Aplicar soluciones basadas en la naturaleza
Edificios energéticamente eficientes
Materiales de construcción de bajas emisiones
Transición energética
Para más información sobre las actividades que se llevarán a cabo visita la web de Octubre Urbano.
Lectura recomendada: Confesiones de un ecologista en rehabilitación
Confesiones de un ecologista en rehabilitación
Paul Kingsnorth
Editorial Errata Naturae, Madrid 2019, 367 págs.
Reseña de Andrea Frutos, Clara Puente, Guillermo Ríos y Jorge Riechmann publicada en la sección LECTURAS del número 151 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
«Las falsas esperanzas son peores que la falta de esperanzas, y las acciones inútiles solo conducen a la desesperación»
Nuestras sociedades se están aproximando a un colapso socio-económico y ambiental, si es que no están ya del todo inmersas en él: son muchos los indicios de esta crisis sistémica. En este camino, lo salvaje es sometido al progreso de lo humano (se diría que ya reducido a mero progreso científico-tecnológico), que mira con incomodidad hacia su origen. Nos contamos relatos, errados en su fundamento, que pretenden a toda costa justificar la peligrosa deriva en que nos hallamos… ¿Seremos capaces de visualizar el lugar al que nos dirigimos?
Confesiones de un ecologista en rehabilitación aborda esta problemática. Su autor, el activista y escritor inglés Paul Kingsnorth, nos adentra en su autobiografía como vehículo para una crítica ecológica. Desde su juventud, sus pensamientos se han enmarcado en la estrecha conexión afectiva entre la naturaleza, la ecología y el reencuentro del hombre con el paisaje y el pasado. En palabras del autor: «me hice ecologista por la fuerte relación emocional que siento ante la naturaleza salvaje y el mundo que está más allá de lo humano» (p. 96). Esta obra representa, junto con su última publicación Savage Gods (2019), una llamada a la retirada estratégica, que puede tomar la forma de un renovado vínculo con el hogar, lo autóctono y lo pequeño. En el caso de Kingsnorth, el lugar desde donde se organiza esta reflexión es una zona rural de Irlanda, a la que se mudó en 2014 con su mujer y sus dos hijos (p. 129).
¿Cómo se llega a esta retirada? Nuestro autor lo explicó en otro texto: «Durante quince años, fui un ecologista convencido y escritor especializado en el tema. Durante dos años, fui editor de la revista The Ecologist. Desde sus páginas, luché contra el cambio climático, contra la desforestación, contra la sobrepesca, la destrucción de los ecosistemas, la extinción de las especies, etc. Escribí sobre cómo el sistema económico global estaba afectando al sistema ecológico. Hice todo lo que hacen los ecologistas. Pero después de un tiempo, dejé de hacerlo. Hay dos razones para haber llegado a ese punto. Una es que ninguna de las campañas ha tenido éxito, excepto a un nivel muy local. A nivel global, todo va a peor. La segunda razón es que los ecologistas, me parece a mí, no están siendo honestos consigo mismos. Cada día se hace más obvio que el cambio climático es imparable, que la sociedad actual no es coherente con las necesidades del planeta, y que el crecimiento económico forma parte del problema. Que el futuro no va a ser verde, confortable y sostenible para 10.000 millones de personas. Que va a ser lo contrario. Y todos los ecologistas hemos estado realizando nuestra labor propia, haciendo como que lo imposible va a ocurrir. Yo ya no me trago ese cuento, y creo que no soy el único» («Why I stopped believing in environmentalism and started the Dark Mountain Project», The Guardian, 29 de abril de 2010).
¿Se puede elaborar reflexión certera sobre cuestiones ecológico-sociales a partir de objetos como la guadaña o el inodoro seco, y las prácticas asociadas con ellos? Kingsnorth nos muestra que sí. El estilo de estas confesiones es el de un manifiesto: claro, directo y expresivo. Esto no limita la calidad de la prosa ni el amplio abanico de referencias del autor: científicos, poetas, artistas y novelistas convergen en sus páginas (todo un paradigma de lo que en los últimos tiempos venimos llamando humanidades ecológicas o ambientales). Sus palabras no solo nos remiten a sus experiencias personales, sino que ilustran un compromiso con un modo de vida: «No estoy hablando de derrota ni de rendición. Estoy hablando de recogerse en un lugar donde puedas respirar, para sentirte libre y humano de nuevo. A partir de ahí todos los caminos están abiertos si les prestas atención» (p. 159).
Uno de los asuntos principales que aborda el libro es la ruptura en el mundo occidental del vínculo entre lo humano y lo salvaje o silvestre (no siempre resulta fácil traducir wild): aquello que Thomas Berry –como señala Kingsnorth– denominó «la gran conversación» entre la especie humana y el resto de la naturaleza (p. 18). Esta gran ruptura recorre nuestra historia, desde el relato abrahámico, pasando por la Ilustración europea, hasta la actualidad. Nuestros días están gobernados por una esperanza romántica que idealiza el futuro: una vuelta al paraíso perdido en clave de progreso tecnológico.
A juicio de Kingsnorth, hay tres mitos que constituyen nuestra comprensión del mundo; el mito de la naturaleza, interpretada como algo ajeno a nosotros; el mito del progreso, asentado sobre el delirio racionalista, que considera lo natural como instrumento o medio para lo humano; y el mito de la civilización, responsable de la democracia de consumo y la economía global, consecuencia de los anteriores:
«Somos, nos decimos a nosotros mismos, la única especie que se ha enfrentado a la naturaleza y la ha vencido. Esa es nuestra gloria» (p. 342).
Pero esta fe en el dominio sobre lo natural a través de una industrialización masiva ha tenido consecuencias devastadoras: cambio climático (causado por la sobredosis de gases de efecto invernadero), desaparición de los glaciares y desestabilización de Ártico, aumento del nivel del mar, crisis energética, desforestación, Sexta Gran Extinción, etc. Y ante esta situación de colapso y crisis, ¿cuáles y cómo son los discursos que ofrece el ecologismo actual? Destacan términos como “ecologismo progresista, sostenible, verde”, “ecologismo de izquierda anticapitalista” o “neoecologismo”. Todos ellos, en el fondo –denuncia Kingsnorth, han sido devorados por la mercantilización, subordinándose a un utilitarismo capitalista: «Es la misma narrativa de siempre: la expansión, la colonización, el progreso, pero esta vez despojada de dióxido de carbono. Es la última fase del exterminio continuo de la naturaleza virgen y no humana; la misma falta de reparos, el mismo egocentrismo, la misma ambiciosa confusión. Es la destrucción en masa de los pocos lugares salvajes que quedan en el mundo para seguir alimentando la economía humana. Y, sin ninguna ironía, hay gente que a esto lo llama “ecologismo”» (p. 100).
Kingsnorth, a lo largo de su vida como activista, vio desaparecer el ecologismo de la primera ola, que centraba sus narrativas en torno al ecocentrismo y la biofilia, sustituido acercamientos políticos e ideológicos: «si te limitas a hablar de tecnología, puedes venir a jugar con los chicos grandes, pero tienes que olvidarte de todas las demás tonterías», (p. 71). Aquí cabe evocar el estremecedor documental de Jeff Gibbs, Planet of the Humans (2019), que realiza un análisis similar pero desde EEUU.
De esta manera, viendo cómo el ecologismo global se entregaba al activismo en vez de a la acción presente, real, el autor decidió adoptar una actitud de retiro y abandono estratégico: ir más allá de las murallas de la civilización, huir a lo salvaje, volver al origen de «la gran conversación» perdida. En suma, decidió replantear el relato: y para ello, junto con su amigo Dougald Hine, puso en marcha el Proyecto Dark Mountain (en 2009) vertebrado por cierta idea de “descivilización” (uncivilization). El manifiesto de Dark Mountain tuvo la motivación de reconciliar lo humano y lo salvaje a través de la empatía, la compasión y la contemplación que el arte facilita.
El arte “descivilizado” mantiene una responsabilidad y misión especial: crear nuevas narrativas que, desde un lugar alejado de la civilización, enfrenten la amenaza del ecocidio. «La creatividad sigue siendo la más ingobernable de nuestras fuerzas» (p. 352). Así, la escritura descivilizada pone en perspectiva los mitos sobre los que se sostiene nuestra civilización. El foco se traslada desde lo humano hacia el conjunto de lo vivo, lo salvaje, lo virgen, lo natural, que, ahora sí, debe ser tratado un fin en sí mismo. «No presentamos este manifiesto porque tengamos algo que decir, sino porque tenemos algo que hacer, pero no podemos hacerlo solos» (p. 361).
En definitiva, como señaló Kingsnorth en «The lie of the land» para The Guardian (18 de marzo de 2017), lo que nos propone, tras tantos años de campaña activista, es enraizar nuestra identidad ecológica en nuestra identidad cultural e histórica y así hacerla única. Frente a los excesos del globalismo económico, hay que volver al sentido de pertenencia, de conocimiento y de cuidado en una comunidad. Siguiendo el lema del economista Leopold Kohr en The Breakdown of Nations (1957), luego popularizado por Ernst F. Schumacher: small is beautiful.
Acceso a la reseña en formato PDF: Confesiones de un ecologista en rehabilitación. LECTURAS 151.
Entrevista a Federico Aguilera Klink
«La universidad actual enseña a obedecer y anula la curiosidad, anulando o contribuyendo a invalidar psicológicamente a las personas que al final ni comprenden dónde viven ni se comprenden a sí mismas»
Salvador López Arnal conversa con Federico Aguilera Klink, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna y Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente Lucas Mallada, 2004; en relación a su artículo «La universidad: entre la irrelevancia, la mediocridad y la cretinización de alto nivel», publicado en el portal digital Rebelión.[1]
Esta entrevista pertenece al número 144 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
Salvador López Arnal (SLA): Publicaste el 6 de septiembre de 2018 en Rebelión un artículo, magnífico en mi opinión, con este título: «La universidad: entre la irrelevancia, la mediocridad y la “cretinización” de alto nivel». Permíteme algunas preguntas sobre este trabajo y temáticas relacionadas.
Abres tu escrito con dos citas. La primera –doble– es de Antonio Orejudo. La segunda parte de la cita dice así: «…la única conclusión era que nuestra universidad había sufrido desde la República hasta nuestros días un proceso de degradación moral y académica del que era imposible recuperarse (…) Al perderse en los primeros años de la Transición la oportunidad de corregir drásticamente esta situación, los jóvenes políticos de la democracia facilitaron al franquismo una de sus últimas victorias: garantizaron que los efectos de ese atroz desmoche llevado a cabo por el régimen en la universidad perdurarían durante siglos». ¿No es Orejudo demasiado crítico? ¿No han existido movimientos universitarios que han abonado, que han sido activos en senderos muy pero que muy alejados?
Federico Aguilera Klink (FAK): La expresión «atroz desmoche», pertenece a Laín Entralgo y da título al libro de Jaume Claret Miranda que muestra la depuración que hace el franquismo en la universidad, a partir del golpe de estado de 1936, y la postración en la que queda. Esto no excluye la posterior existencia minoritaria de movimientos universitarios ni de docentes aislados que constituían y siguen constituyendo auténticos oasis en el desierto o en el páramo universitario franquista y actual. Por eso estoy de acuerdo con Orejudo en que la situación no cambió mucho con la Transición igual que no cambió en muchos otros ámbitos, como lamentablemente seguimos constatando todavía. Mi propia experiencia como estudiante y como profesor es que ni ha habido ni hay voluntad de enseñar a pensar por cuenta propia pues la mayoría del profesorado no sabe lo que es eso, se mantiene en la obediencia y en la sumisión, de manera consciente o inconsciente.
SLA: La segunda cita es esta: «Periodista: ¿Piensa que instituciones como la universidad desaparecerán en el futuro y serán sustituidas por otro tipo de institución más abierta, completa y profunda? David Peat: En más de un sentido esto es motivo hasta de esperanza». Pero esa institución más abierta, completa y profunda, ¿no sería, nombrada de otro modo, una universidad realmente democrática al servicio del saber y no de otro tipo de finalidades? O, visto desde otro punto de vista, ¿la desaparición de la universidad actual no puede generar escenarios aún peores?
FAK: No veo que pueda haber nunca una universidad democrática sin que existan personas democráticas ni instituciones democráticas. Todo esto en la universidad es pura apariencia. Cuando hablo de personas democráticas me quedo con la idea de Erich Fromm (La condición humana actual) del «carácter revolucionario» en el sentido de personas que traten de ser «desobedientes, libres e independientes». ¿A qué poder le interesan esas personas y esa universidad? La desaparición de la universidad actual, para mí un espacio de aburrimiento y de sumisión (con excepciones individuales), es una necesidad. La sumisión de los docentes al poder político-empresarial, (cuando no se someten al «establishment mandarinal universitario» del que habla Morin), elaborando “ideas”, programas e investigaciones a la carta, es realmente lastimosa.
SLA: Pero existen excepciones en esa sumisión del profesorado al poder político-empresarial… Por lo demás, a muchos profesores asociados su situación laboral no les permite muchas disidencias.
FAK: Por supuesto que existen excepciones, que yo considero “heroicas” y dignas de admiración, que achaco a personas que se mueven en torno a ese carácter revolucionario del que habla Fromm, y que asumen la precariedad. Sobre las disidencias, es cierto que los profesores asociados son muy vulnerables y no se les permite salirse del surco porque se les castigaría con la no acreditación o simplemente se les expulsaría, lo que muestra el estado de apertura intelectual de la universidad y revela que muchos catedráticos han llegado a serlo por ser obedientes a una línea de trabajo y a un poder. También conozco el caso, muy poco habitual, de una doctoranda que se negó a aceptar la composición del tribunal que iba a juzgar su tesis doctoral, propuesta por el catedrático que era director de su departamento, porque los miembros del tribunal no sabían nada del tema de la tesis. Y conozco el sufrimiento y el coraje de esa persona, hoy titular. Por eso, lo peor, a todos los niveles docentes de la “jerarquía” universitaria es, desde mi punto de vista, la sumisión aprendida o la obediencia instalada mentalmente que, como pasaba en la mili, se transforma en exigencia de obediencia para el “inferior”. Es como decir (consciente o inconscientemente), si yo obedezco, tú también; de ahí que para una persona que obedece y que está atrapada-instalada en la jerarquía académica ver a alguien que trata de desobedecer y de pensar mínimamente por cuenta propia es algo insoportable, pues te recuerda qué estás haciendo tú en ese contexto de poder.
Castoriadis en «¿Qué democracia?» lo expresa de manera espléndida: «el poder más grande… preformar a alguien de tal modo que haga por sí mismo lo que se quería que hiciera sin necesidad de dominación o de poder explícito. Conforma un conjunto de capacidades, disposiciones y potencialidades incorporadas en nuestras prácticas antes de que el sujeto pueda tomar conciencia de ellas…lo que imposibilita (al menos de entrada) su cuestionamiento, por eso hay que asumir como tarea primordial la formación de los individuos autónomos» (C. Castoriadis, «¿Qué democracia?» en Escritos políticos. Antología, edición de X. Pedrol, Ed. Catarata. Madrid, 2005, p. 26.
SLA: Comentas en el artículo que la universidad debería enseñarnos a pensar y a hacernos personas mejores, centrándose en «enseñar a pensar por cuenta propia, planteándose las preguntas relevantes para poder entender el mundo en el que vivimos y poder así entenderse mejor uno mismo y rechazar el aprender a obedecer». Si no es eso lo que se hace, ¿qué se enseña en tu opinión en nuestras actuales universidades?
FAK: La universidad actual enseña a obedecer y anula la curiosidad, anulando o contribuyendo a invalidar psicológicamente a las personas que al final ni comprenden dónde viven ni se comprenden a sí mismas, se alienan, se alejan de ellas mismas y aprenden a repetir lo que se les “enseña” para poder escapar cuanto antes con el menor coste monetario y psíquico. Esto lo expresaba muy bien en 1969 Joan Robinson, catedrática de economía de la Universidad de Cambridge: «La economía es una rama de la teología. ¿Cómo se ha logrado hacer aceptar a varias generaciones de estudiantes estos conjuros sin sentido? La mayoría de los estudiantes no comprenden de qué va la cosa; piensan que tal vez no sean lo suficientemente inteligentes para entenderlo y se callan. Pero los inteligentes aprenden el truco; empiezan a tener un interés en creer que han aprendido algo importante. Dedicarán el resto de sus vidas a enseñarlo a nuevas generaciones. Así se va perpetuando el sistema [pero] los estudiantes no pueden desperdiciar unos años preciosos aprendiendo solo a recitar conjuros». (J. Robinson, «La economía hoy», en Relevancia de la Teoría económica, Ediciones Martínez Roca. Barcelona, 1976, pp. 165-173.
Por su parte, Leontief, Premio Nobel de Economía, afirmaba en 1982: «Los departamentos de Ciencias Económicas están preparando a una generación de eruditos estúpidos, genios de las matemáticas esotéricas, pero verdaderos niños en materia económica […]. Los métodos utilizados para mantener la disciplina intelectual en los departamentos de Economía más influyentes de las universidades estadounidenses pueden, a veces, recordar a los usados por los marines para mantener la disciplina en Paris Island» (W. Leontief, «Academic Economics», Science, 9 de julio de 1982, vol. 217, núm. 4555, pp. 104-107, versión española en Archipiélago, núm. 33, pp. 28-33, 1998). [2]
Lo que indican las citas anteriores es qué se enseña y cómo se enseña, es decir, se enseña dogmatismo o “catecismo” con los manuales y eso requiere disciplina y autoritarismo (que no es nada más que maltrato), una manera autoritaria de “repetir”, igual que cuando yo, de pequeño, aprendía el catecismo. Pero además, lo que ocurre es que cuando uno lee con atención los manuales y los compara con los textos originales de algunos autores citados en esos manuales, resulta que los autores de esos manuales demuestran que, en muchos casos, no han leído a los autores que “citan” sino que se limitan a copiar y repetir lo que vienen diciendo los manuales desde el inicio de los tiempos. Esa es al menos mi experiencia con autores como Pigou, Coase o Hardin, de los que los manuales solo repiten majaderías que ellos nunca escribieron, pero que, si las recitas en el ámbito académico, «da la apariencia de que sabes», de que sabes repetir, claro.
Si esto ocurre en Inglaterra y los EEUU sin un «atroz desmoche» franquista, pero con otro tipo de «desmoche», ya te puedes imaginar el futuro de la universidad. Por eso, el profesorado que no cumple con estos requisitos de obediencia y sumisión (hablar de intelectuales es un sarcasmo) es el que acabará yéndose y formando otros centros de pensamiento o se quedará mientras pueda aguantar, pero siempre de manera muy minoritaria y sufriendo, como señalo en mi artículo, o quizás acabe sometiéndose.
SLA: Pero los ejemplos que pones se refieren a facultades de Economía o de Economía y Empresa, podría ocurrir que no fuera el caso en otras facultades. Por ejemplo, en Físicas, Matemáticas, Historia o Filosofía.
FAK: Podría ocurrir, pero no es lo que me llega (sin buscarlo) cuando doy algún curso y sale el tema. Conozco licenciados en Ingeniería, Medicina, Derecho, Veterinaria, Agronomía, Farmacia y muchas otras especialidades que me hablan, en público, de sus experiencias negativas en este sentido.
SLA: Decías antes que el profesorado crítico acabará yéndose y formando otros centros de pensamiento o bien se quedará mientras pueda aguantar. Si fuera lo primero, ¿dónde podría irse? ¿A qué centros de pensamiento te estás refiriendo?
FAK: Claro, esa es la respuesta de David Peat, refiriéndose a Inglaterra, que no sé en qué habrá quedado. En nuestro país desconozco la existencia de centros de ese tipo aunque hay intentos de crearlos de manera informal por parte de profesores, universitarios o no, que cuentan con la seguridad del funcionariado. También hay personas independientes, me viene a la cabeza el caso de Jordi Pigem (filósofo), de Manel Ballester (catedrático de cardiología y ahora fuera de la universidad), de Paco Puche, uno de nuestros grandes especialistas en el tema del amianto, de Pedro Prieto, uno de nuestros grandes sabios, que llevan a cabo una investigación realmente fascinante y muy relevante.
A otro nivel, espacios como, Oxfam, GRAIN, Observatorio Europeo de las Corporaciones (CEO), Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL), Observatorio Crítico de la Energía o blogs como Usted no se lo cree (Ferran Vilar) y The Oil Crash (Antonio Turiel), entre otros, juegan un papel muy destacado.
SLA: Citas a Ralston, (La civilización inconsciente, Anagrama, Barcelona, 1997, pp. 81-82): «Las universidades se han convertido en amplia medida en las criadas del sistema corporativista. Y esto no se debe solo a las especializaciones académicas y sus impenetrables dialectos, que han servido a su vez para ocultar tras multitud de velos la acción gubernamental e industrial… si las universidades son incapaces de enseñar la tradición humanista como parte central de sus más alicortas especializaciones es que se han hundido otra vez en lo peor del escolasticismo medieval». Me detengo en esta reflexión. Donde leo «sistema corporativista», ¿debo leer, como equivalente, sistema capitalista?
FAK: Entiendo que sí, realmente no hay otro sistema. Ralston se refiere a las universidades occidentales, pero parece que la situación debe ser similar por todo el mundo. No hay que olvidar la pregunta que se hacía Erich Fromm en La condición humana actual, «¿Qué clase de hombre requiere nuestra sociedad para poder funcionar bien?». Y respondía: «Necesita hombres que cooperen dócilmente en grupos numerosos, que deseen consumir más y más y cuyos gustos estén estandarizados y puedan ser fácilmente influidos y anticipados. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, que no estén sometidos a ninguna autoridad o principio o conciencia moral y que, no obstante, estén dispuestos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina social; hombres que puedan ser guiados sin fuerza, conducidos sin líderes, impulsados sin meta, salvo la de continuar en movimiento, de funcionar, de avanzar».
Chris Hedges, en La muerte de la clase liberal, lo plantea con más dureza refiriéndose a las universidades en EEUU, que son las que siempre nos ponen como ejemplo, y Owen Jones en El Establishment, sugiere la misma situación en Inglaterra. Me parece que es importante cuestionar el mito de la universidad como espacio libre e independiente que no creo que haya existido como tal y en conjunto, alguna vez en algún lado, sean universidades privadas o públicas. Manda el que financia, pero insisto, siempre hay pequeños espacios de resistencia y de independencia, hasta en las universidades más insospechadas, que suelen conllevar un coste personal elevado y una gran soledad, al mismo tiempo que un placer insuperable derivado de sentir que investigas y enseñas lo que consideras socialmente relevante y del agradecimiento de algunos pocos estudiantes por estar ahí y así.
SLA: ¿Ralston está pensando en las universidades privadas o en las públicas?
FAK: No hace una distinción entre ambas, pero se puede afirmar que no tiene que haber demasiadas diferencias. Hay dos noticias recientes que pueden ayudar a entender las lógicas de las universidades privadas. La primera se refiere a la Universidad de Harvard, ejemplo incuestionado de «universidad de calidad». Pues bien, hace unas semanas, la ONG GRAIN publicó un informe señalando que el fondo de dotación de la Universidad de Harvard había gastado 1.000 millones de dólares en la compra de 850.000 hectáreas de tierras agrícolas e indicaba que:
«Las adquisiciones de tierras agrícolas por parte de Harvard fueron hechas sin las auditorías previas adecuadas y han contribuido al desplazamiento y el acoso a comunidades tradicionales, a la destrucción ambiental y a conflictos por el agua. En particular, las consecuencias de estas adquisiciones son perjudiciales en Brasil, donde el fondo de dotación de Harvard adquirió casi 300 mil hectáreas de tierras en el Cerrado, la sabana más biodiversa del mundo.
Las poco claras inversiones en tierras de Harvard tuvieron como resultado ganancias inesperadas para los administradores de los fondos y sus socios comerciales, pero fracasaron como estrategia de inversión para la universidad.
Y exhortaba a los estudiantes, docentes y ex alumnos de Harvard a exigir que el fondo de dotación de la universidad termine con todas las inversiones en tierras agrícolas, tome medidas inmediatas para resolver todos los conflictos de tierras asociados a sus propiedades actuales y asegure que las comunidades afectadas sean compensadas adecuadamente por los daños.» [3]
Por otro lado, las universidades privadas son básicamente «unidades de negocio» como expresa con claridad una reciente noticia[4] que señala que Laurate Education, el dueño de la Universidad Europea, «la pone en venta con el resto de su negocio continental». «Así lo han confirmado los responsables del grupo estadounidense en la última presentación de resultados, correspondientes al segundo trimestre de su ejercicio fiscal. En ella, la compañía detalló sus planes de “desinvertir sus unidades de negocio ubicadas en Europa, Asia, y Centroamérica, con las que se espera generar un mínimo de 1.000 millones de euros en ventas y crear un modelo de negocio más simplificado”, según se explica en el documento dirigido a los inversores».
SLA: Habla también Ralston de acciones gubernamentales e industriales. ¿Nos das un ejemplo de las primeras? ¿Otro de las segundas?
FAK: La financiación pública recortada y condicionada, más la orientación, en el caso español de organismos gubernamentales como la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) que “evalúan” la actividad investigadora con patrones delirantes y obsoletos pero funcionales a una idea rancia de investigación (y a unos intereses muy claros como es el primar dónde se publica sin preocuparse del contenido) condiciona la acreditación y promoción del profesorado. Esto ha llevado a que investigadores estudien las revistas que considera relevantes la ANECA para ver qué artículos se publican y escribir artículos con contenidos y formatos similares simplemente porque «son las que cuentan». Recientemente el Tribunal Supremo acaba de dictar una sentencia obligando a considerar la calidad de los trabajos publicados y no solo la revista o editorial donde se publican.[5] Pero fíjate qué Ministerio de Educación tenemos que afirma que la sentencia anterior solo afecta a la persona que recurrió contra la denegación del sexenio, y no al resto del profesorado.[6]
Las acciones industriales o empresariales están claras, son las cátedras empresariales y la financiación privada a líneas de investigación. Mi postura es clara en esta cuestión. Los bancos y grandes empresas tienen que pagar impuestos y dejar de hacer creer que apoyan a la universidad con cátedras que no son nada más que limosnas ridículas que solo les benefician a ellos, ya que ganan mucho dinero y «orientan y condicionan» las líneas de investigación a la vez que, me imagino, que obtiene más desgravaciones fiscales. Por cierto, una investigación reciente de Begoña P. Ramírez en Infolibre demuestra que los principales bancos y cajas llevan años sin pagar el Impuesto sobre Beneficio de Sociedades, porque, a pesar de los beneficios multimillonarios, la declaración les sale a devolver. En una nota[7] explico estas “hazañas bancarias”.
SLA: Poco y nada bueno. ¿Podrías poner algún ejemplo de eso que acabas de señalar, que bancos y corporaciones «orientan y condicionan» las líneas de investigación?
FAK: Te pongo dos ejemplos genéricos que ayudan a situarnos en el contexto en el que vivimos para no idealizar ni a la universidad ni a los bancos ni a los gobiernos. ¿Qué líneas van a priorizar en la Universidad los bancos que han perpetrado un atraco a nivel mundial y que han empobrecido a la mayoría de la población con el apoyo entusiasta de los gobiernos? Como señala Rafael Poch: «Es el atraco perfecto. Con alevosía y reiteración. Primero una quiebra del sistema financiero, víctima de su propio latrocinio, que se salva mediante un rescate astronómico a base de dinero público. La cifra del coste neto del rescate para el conjunto de los países del G-20 facilitada por el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, es 905.000 millones de dólares. Sumado al monto de los paquetes de estímulo de los respectivos estados nacionales, toda esa inyección aumentó en un año la deuda pública de la eurozona en casi diez puntos, desde el 69,3% en 2008, al 78,7% del PIB en 2009. Entonces se preparó el terreno para el segundo atraco.
El truco ha sido olvidar el motivo y centrarse en la consecuencia. El problema es la deuda, se dice, no el orden atracador que la ocasionó. El casino ha desaparecido. Es la deuda. ¿La solución?: un segundo robo». El segundo atraco es el desmonte social. La deuda es resultado del excesivo gasto social, se dice. Así pues, menos seguro de paro, peor seguridad social, más privatización, más desmonte de lo público, retroceso de derechos laborales, más abuso y más desigualdad. Los ladrones del primer atraco regresan al escenario del crimen para robar más.[8]
O ¿para qué se acerca la banca a la universidad? Cuando Saviano afirma que «Las asociaciones que trabajan en la transparencia[9] han mostrado datos irrefutables. El Reino Unido es, sin duda, el país más corrupto del mundo, no en términos políticos o policiales, pero sí cuando hablamos de blanqueo de dinero (…). En el pasado, a los bancos les asustaba aceptar el dinero de la mafia, eso fue en los ochenta y los noventa. Hoy en día, son los bancos los que buscan el dinero de la mafia para subsanar la falta de liquidez (…). Los sistemas de control bancarios han sido rebajados a sus mínimos y han permitido que la mafia entre. Hablamos de un fenómeno relativamente reciente. La mafia se sirve de los bancos para lavar su dinero y los bancos de sus filiales off shore en América Latina y Asia, un dinero que, ahora, penetra en la economía legal».[10]
Incluyo dos enlaces para los lectores. Uno del Observatorio Europeo de las Corporaciones (CEO, por sus siglas en inglés)[11] sobre sus prácticas habituales en todo tipo de actividades empresariales y de lobby, sin excluir la compra de expertos. Y otro de la ONG Tax Justice Network (TJN)[12] que está llevando a cabo un trabajo espléndido. Si la banca y las corporaciones quieren apoyar líneas de investigación y desean una universidad que realmente lo sea, sería estupendo que apoyasen a CEO y a TJN o investigaciones similares en la universidad.
Finalmente, y en el campo de las farmacéuticas es necesario citar el trabajo del científico Peter Gotzsche (Medicamentos que matan y crimen organizado), que compara a estas empresas con el crimen organizado, afirma que han corrompido los sistemas de salud e insiste en que las industrias farmacéuticas están causando más muertes que los cárteles de la droga, así es que parece que nos movemos entre mafias.[13]
Reparemos en otra información[14] sobre la cesión al Santander de la gestión de la app oficial de las universidades públicas. ¿Se puede decir todavía que en España existe la universidad pública? ¿No parece más adecuado señalar que la banca, y especialmente el Banco de Santander, controla a la universidad? A la vista de uno de los párrafos que se citan, sobre las condiciones que se “aceptan”, concretamente que «El Santander se reserva también el derecho de vender la app en el extranjero y prohíbe a las universidades incorporar a la app soluciones bancarias que sean competitivas con los productos y servicios del Santander», da la impresión de que la universidad “acepta” estar al servicio del Santander.
SLA: Para aclarar posiciones, ¿toda acción gubernamental sobre la universidad, siempre y en toda circunstancia, es forzosamente negativa?
FAK: Claro que no, pero llevamos muchos años sin una acción gubernamental claramente positiva para la universidad. En realidad, los gobiernos que hemos tenido y los que presumiblemente tendremos no muestran una preocupación por hacer de la universidad un espacio de libertad y de construir personas que piensen por cuenta propia.
SLA: Entre esos gobiernos, ¿incluyes también el Gobierno actual del presidente Sánchez?
FAK: Me remito a la decisión del Ministerio de Pedro Duque, imagino que apoyada por Pedro Sánchez, en contra de la sentencia del Supremo referida a evaluar la calidad de los contenidos de las publicaciones y no solo el “prestigio” de las editoriales y revistas donde se publica.
SLA: ¿Qué compondría esa tradición humanista que debería enseñarse, no de manera marginal, en la universidad?
FAK: La tradición humanista tiene como objetivo construir o ayudar a formar personas que, además de su formación profesional, puedan atreverse a hacerse preguntas, como decía Machado, y pensar por cuenta propia en un contexto de respeto a la persona y de comprensión del contexto sociedad, naturaleza y economía. Respecto de lo que se enseña y en cómo se enseña pues no se puede proporcionar una formación humanista de manera autoritaria. Creo que lo mejor que puedo hacer es explicar lo que hacía yo en clase y que el lector juzgue.
El primer día de clase les decía a mis estudiantes: «Ustedes tienen dos posibilidades, aprender a pensar o aprender a obedecer, pero conmigo solo vamos a trabajar la primera ya que la segunda no es para mí una opción. Además, vamos a trabajar leyendo y discutiendo textos originales, no con manuales ni apuntes, así verán por su propia cuenta la diferencia entre lo que les han dicho que dicen algunos autores y lo que ellos dicen. Por otro lado, esto les va a ayudar a ver que también algunos premios Nobel y economistas famosos escriben y argumentan con una confusión considerable e incluso dicen unas majaderías memorables. No pasa nada, se puede criticar a un Nobel, como a cualquier autor, con argumentos, pero solo mediante la lectura de textos originales pueden ustedes conocer de verdad lo que argumentan otros autores, así no dirán nunca “a mí me dijeron que fulanito decía…”. Ya les advertía que esto lleva su trabajo. Luego discutiremos en clase las ideas principales que hayan visto y las dudas que tengan de su lectura, me interesa mucho ver qué han entendido y qué les resulta difícil entender y por qué.
Tienen mucho que decir y se aprende a organizar la mente y a ordenar los argumentos, es decir, a pensar con claridad. Aunque no se lo crean, todos podemos aprender mucho de los demás escuchando, preguntando y respetando las intervenciones. Yo también aprendo mucho de ustedes. Para mí las clases son espacios de respeto y de reflexión y se viene a ellas con un trabajo realizado que consiste en la lectura o lecturas de cada semana, no son clases para tomar apuntes y repetir lo que se dice, sino para reflexionar sobre lo trabajado y mejorar su comprensión. Finalmente, un aspecto clave para mí es el de conocerles, identificarles, llamarles por sus nombres y/o apellidos, lo que facilita el acercamiento y la confianza, no el “colegueo”, entre ustedes y yo. Conocerles es muy útil para recordar y anotar cómo trabaja cada uno, pero es algo más profundo, implica hacerles saber que existen para mí, que no son anónimos, y esto facilita la comunicación y motiva al estudiante. Esa es, al menos, mi experiencia. La participación en clase en un 80% de las lecturas permite aprobar la asignatura. Aprobar vía examen es más complicado pues les pido que reflexionen, con los autores que hayamos trabajado, en relación con noticias y problemas de actualidad para ver en qué medida les ayudan o no a comprender lo que ocurre».
Este planteamiento humanista respeta al estudiante como persona y cuenta con él, no es una pose; es que realmente no se puede enseñar con apuntes ni catecismos, eso es adoctrinar. A pesar de esto algún compañero me comentó que varios estudiantes le habían dicho que no elegían “mis” asignaturas porque Aguilera te obliga a pensar. Si a esto añades que mi campo de trabajo ha estado siempre vinculado a la economía institucional, economía ecológica, economía del agua, etc., que cuestiona los conceptos o etiquetas aprendidos en los primeros cursos, para muchos estudiantes “mis” asignaturas eran una especie de oasis personal e intelectual y también de cierto enfado pues me ‘increpaban’ ¿Y ahora tratamos estas cuestiones? A veces el enfado era grande, y lo entiendo pues lo que creían que habían aprendido se les caía por completo al pasar de un sistema de economía cerrada (en el que la biología y la termodinámica no existen) a un sistema de economía abierta, como señalaba mi admirado Kapp, en el que no hay economía sin biología ni termodinámica, y los conceptos que “funcionan” en un sistema cerrado no sirven en el nuevo sistema.
SLA: ¡Ojalá hubiera sido alumno tuyo! ¡Qué suerte que tienen algunos! Afirmas: «Dados los incentivos académicos para ser considerado merecedor de una plaza de profesor, cada vez es más necesario que el trabajo académico sea socialmente “irrelevante” y no cuestione apenas nada si quieres que te publiquen en alguna revista “académicamente relevante” en el sentido de que “cuente” como mérito académico». ¿Nos das algún ejemplo de esta irrelevancia social?
FAK: Muchas gracias, la verdad es que he disfrutado mucho. Quizás mi propio trabajo sirva de nuevo y represente a miles de docentes e investigadores. Oficialmente para la ANECA mi trabajo investigador es desde 2002 (hasta ese año obtuve tres sexenios de investigación) irrelevante académicamente, quizás por relacionar la existencia de problemas ambientales con la calidad de la democracia y la manera autoritaria y arbitraria que tienen los gobiernos de tomar decisiones y de plegarse a los intereses empresariales, algo expresado en libros y artículos en revistas científicas de manera argumentada y con datos. Pero en economía, hablar del poder (sin el cual no hay explicación científica de lo que pasa) está considerado «poco serio y de mal gusto».
A pesar de dirigir varios proyectos nacionales de investigación, de dirigir grupos de investigación españoles en proyectos europeos, de participar como profesor de cursos, conferencias y másteres en universidades españolas y extranjeras que precisamente valoran mi investigación, la ANECA rechazó mis peticiones de sexenios desde 2002. De hecho, el primer ranking de profesores de Economía Aplicada, realizado por un grupo de investigación en métrica de la Universidad de Granada me situaba entre los 10 primeros de toda España. (Sin que yo termine de creer en los rankings ni en su metodología, algo obsesivo hace ya unos años con Google Scholar y Researchgate).
En realidad, hay trabajos de investigación muy valiosos que tienen más difusión a través de revistas no consideradas de alto nivel por la ANECA, periódicos, digitales o no, y cuya relevancia al abordar temas de actualidad es total, pero que no son considerados valiosos académicamente. En ese sentido, la relevancia del trabajo de difusión que hace Rebelion.org es inmensa.
SLA: ¿Hay en las universidades, en las facultades españolas una apología consciente o inconsciente del capitalismo desregulado? ¿No hay corrientes críticas o muy críticas? Pienso, por ejemplo, en la oposición al Plan Bolonia.
FAK: Sí a las dos preguntas, aunque no se puede olvidar que el 90% del contenido es capitalismo, sin nombrarlo así, sino vendido como economía científica o académica a través de manuales aparentemente asépticos o científicos, pero siendo realmente puro adoctrinamiento ideológico que la mayoría del profesorado considera que es lo que los estudiantes tienen que estudiar para ser considerado como un economista.
En realidad, esto “enseña” un formalismo habitualmente descontextualizado y sin claridad conceptual que te permite aprobar exámenes sin entender casi nada de la economía real, como señalaba Leontief, que era matemático. Por su parte, Owen Jones en El Establishment, afirma (y lo comparto pues es una experiencia que he vivido en diferentes cuestiones) «toda la ideología de mercado libre se basa en una estafa: el capitalismo británico depende por completo del Estado. Es más, a menudo la ideología mercantilista del establishment es poco más que una simple fachada para colocar recursos públicos en manos privadas a expensas de la sociedad» (p. 253). De esto apenas se habla en las facultades de Economía cuando es la práctica habitual en todos los países y comunidades autónomas. Hasta el Financial Times lo tiene claro, pero la Universidad es un mundo ajeno a la realidad.
Luego hay un pequeño porcentaje de economistas críticos que se las ven y se las desean para poder continuar con su trabajo. Por ejemplo, el economista y profesor de la Universidad de Cambridge Ha-Joon Chang, se considera a sí mismo en la universidad como «parte de una minoría de aproximadamente el 5%» (citado por Owen Jones).
Con respecto a la idea de capitalismo desregulado entiendo que el capitalismo siempre está regulado, lo relevante es preguntarse quién tiene capacidad para cambiar las reglas, con qué criterios y a quién beneficia (o perjudica) esa nueva regulación. Como indica Dean Baker de manera más concreta: «Durante el último cuarto de siglo, los progresistas no han dejado de lanzar diatribas contra el “fundamentalismo del mercado libre”. Su principal queja se refiere a que los conservadores quieren eliminar el sector público y dejarlo todos en manos del mercado. Pero este planteamiento es un completo disparate. La derecha tiene tanto interés como los progresistas en que el sector público se implique en la economía. La diferencia radica en que los conservadores quieren que el sector público intervenga de un modo que redistribuya el ingreso en provecho de los más pudientes. La otra diferencia está en que la derecha es lo suficientemente lista como para ocultar estas intervenciones, tratando de que parezca que las estructuras que redistribuyen el ingreso hacia los de arriba no son más que el resultado del funcionamiento natural del mercado.
Los progresistas estamos favoreciendo la causa de los miembros de la derecha cuando les acusamos de ser unos “fundamentalistas del mercado”, dando por buena la idea de que los conservadores efectivamente desean una estructuración de la economía de acuerdo con su estado natural».[15] Esto es una especie de ABC de primero de economía que se ignora sistemáticamente mientras se presta atención a los supuestos automatismos del supuesto mercado y se enseña a jugar a los estudiantes y a recitar conjuros, como afirmaba Joan Robinson.
SLA: De acuerdo, de acuerdo con tu crítica. Gracias.
FAK: Finalmente, me gustaría señalar que aunque sea de manera inconsciente, la economía que enseñan los manuales, así como la “lógica” que se explicita en ellos como ejemplo de racionalidad económica supuestamente universal basada en el egoísmo y como supuesto reflejo de la naturaleza humana, no es nada más que ideología (que ya cuestionaba Adam Smith en su defensa de la compasión o empatía frente al supuesto egoísmo del ser humano) y que legitima un comportamiento criminal por parte de los economistas y empresarios en nombre de la obtención del máximo beneficio privado e ignorando en consecuencia los costes sociales y ambientales de esas decisiones económicas llamadas racionales, como expresa con toda claridad el excelente dibujo de Miguel Brieva.[16]
Eduardo Galeano ya lo expresó con inmensa claridad:
La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas (…) Los militares, los mercaderes, los banqueros, y los fabricantes de opiniones y de emociones de los países dominantes tienen el derecho de imponer a los demás países dictaduras militares o gobiernos dóciles, pueden dictarles la política económica y todas las políticas, pueden darles la orden de aceptar intercambios ruinosos y empréstitos usureros, pueden exigir servidumbre a sus estilos de vida y pueden dictar sus tendencias de consumo. Es un derecho natural, consagrado por la impunidad con que se ejerce y la rapidez con que se olvida (…) La memoria del poder no recuerda: bendice. Ella justifica la perpetuación del privilegio por derecho de herencia, absuelve los crímenes de los que mandan y proporciona coartadas a su discurso. La memoria del poder, que los centros de educación y los medios de comunicación difunden como única memoria posible, sólo escucha las voces que repiten la aburrida letanía de su propia sacralización. La impunidad exige desmemoria.
En el mundo académico, una de las pocas personas que se ha atrevido a verlo así ha sido la ex-catedrática de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, Soshane Zuboff, escribiendo en 2009 un artículo sobre la racionalidad económica de Wall Street,[17] qué se enseña y legitima en la universidad, y que ella califica como de «crímenes económicos contra la humanidad», tanto por el modelo de negocio que enseñan como por el tipo de persona o de personalidad criminal que «forman y configuran» para llevar a cabo ese negocio. Más concretamente, para Zuboff:
«Los financieros actuales se centran en realizar “transacciones” sin preocuparse por las consecuencias de esas transacciones, tales como fracturar la economía mundial, generar pérdidas de trillones de dólares y hundir millones de vidas (…) rechazando su responsabilidad por ellas (…) la mayoría de los expertos culpan a la falta de regulación y de vigilancia de esta locura o bien a la existencia de los incentivos erróneos que la han empujado (pero) ignoran la terrible quiebra humana que se encuentra en el origen de esta crisis que deriva de un modelo de empresa que genera de manera rutinaria distanciamiento, irreflexión y la anulación del juicio moral individual (…). Banqueros, intermediarios y especialistas financieros han sido todos ellos participantes en un modelo de empresa centrado en sí mismo que celebra lo que es bueno para los miembros de la organización a la vez que deshumaniza y distancia a todos los demás miembros ajenos a ella (…) La crisis económica ha demostrado que la banalidad del mal disimulada bajo un modelo de empresa ampliamente aceptado puede poner al mundo entero en peligro (…). En la crisis de 2009, la creciente evidencia de fraude, conflictos de interés, indiferencia ante el sufrimiento, rechazo de la responsabilidad y la ausencia sistémica de un juicio moral individual, generó una masacre económica y administrativa de tal tamaño que constituye un crimen económico contra la humanidad».[18]
Y es que, aunque cueste creerlo, se sigue manteniendo, en esencia, el mismo núcleo teórico y la misma idea de racionalidad en la enseñanza de la economía desde hace décadas. De hecho, Adam Smith enseñaba una economía mucho más radical y lúcida que la que todavía se sigue enseñando basada en un comportamiento consistente en negar la evidencia empírica manteniendo sin cambiar la misma teoría, algo que es considerado como un comportamiento delirante por el psiquiatra y profesor de la Universidad de Alcalá Alberto Fernández Liria para quien «…los “economistas” han producido un discurso propio que “explica” lo que sucede en unos términos idiosincrásicos y tiene la característica peculiar de no modificarse aunque sus predicciones no se cumplan o los hechos parezcan desmentirlos. Los profesionales de la salud mental trabajamos con personas que mantienen discursos con características semejantes».[19]
El problema adicional es que ese comportamiento se divulga mediante la publicidad como un comportamiento deseable y se califica de racional, así “nos instalamos” como consumidores en un estado de enajenación cuidadosamente programada que apenas nos permite entender algo, mientras no nos afecte y nos haga sufrir de manera directa y dolorosa.
SLA: Gracias por la referencia a Alberto Fernández Liria y muchas gracias también por este regalo que nos haces de Miguel Brieva. En toda esta situación, ¿qué papel juega la generalizada precarización, la proletarización del profesorado universitario?
FAK: La precarización es fundamental para conseguir la sumisión, lo que añadido a la jerarquización y maltrato tan extendido en la universidad genera docentes proletarizados, asustados, mal pagados y peor formados. No tienen tiempo para reflexionar ni la jerarquía, ese establishment mandarinal universitario del que habla Morin, muestra interés por incentivar y/o acompañar en su reflexión a los nuevos investigadores, más bien se transmite obediencia en la línea de investigación, en dar(le) las clases al que manda y en esperar que en algún momento te saquen o salgan plazas y “te toque”.
La precarización es fundamental para conseguir la sumisión, lo que añadido a la jerarquización y maltrato tan extendido en la universidad genera docentes proletarizados, asustados, mal pagados y peor formados.
SLA: Te manifiestas muy crítico en tu artículo con los que llamas expertos en “ciencias de la educación”. ¿En quiénes estás pensando ¿Por qué eres tan crítico?
FAK: No pienso en nadie en concreto, cuando critico la pedagogía estoy criticando unas decisiones que prestan más atención a las formas que al contenido, es decir, el envoltorio cuenta más que el contenido. En este sentido, las reflexiones de Michéa y de Debord me ayudaron a comprender mejor el objetivo deliberado de conseguir un alto nivel de estupidez ordenado por el Ministerio de Educación, vía ANECA y los equipos rectorales obedientes, de investigar de una manera determinada y de trabajar con guías docentes que nadie entiende, llenas de “competencias” que hay que “encajar” y darles “peso”, pero todo ello en un contexto en el que casi nadie se pregunta con claridad por los contenidos relevantes que necesitan aprender los estudiantes ni cómo se enseñan esos contenidos.
El resultado, como me comentan algunos sorprendidos profesores de distintas facultades y universidades cada vez que sale el tema, es la sorpresa por el elevado nivel de estupidez que muestra desde hace años la universidad. Todos están sorprendidos al observar el bajo nivel de inteligencia y el elevado nivel de sumisión que les rodea, por eso la cita tan lúcida de Orejudo al principio de mi artículo y, al mismo tiempo, tan obvia para cualquiera que tenga una mínima capacidad de observación. Desde mi punto de vista, el espacio universitario se caracteriza por un bajísimo nivel de inteligencia y por un elevado nivel de deterioro mental y/o de maldad. A veces bromeaba con una compañera de psicología sobre la necesidad de realizar un proyecto de investigación sobre la calidad de la salud mental del profesorado universitario.
Yo estoy convencido de que si los estudiantes pudieran expresar con libertad lo que les llega a ellos en las aulas nos quedaríamos horrorizados. Solo hay que hablar con ellos sin chantajes ni intimidaciones. Lo que ocurre es que también los estudiantes están “aprendiendo” a moverse en este contexto y “juegan” a aparentar que estudian, como muchos profesores ‘juegan’ a aparentar que enseñan, “exigiendo” una bajada en los requerimientos para aprobar y mostrando un nivel de confrontación del tipo «no me vengan ahora a decirme que trabaje» (es mi caso con asignaturas en los últimos cursos) que hace muy difícil las clases.
SLA: En cuanto a la investigación, afirmas, el problema es que «lo importante no es qué se investiga sino dónde se publica». ¿No hay entonces investigaciones de interés en las universidades públicas? ¿Extiendes las críticas al CSIC?
FAK: Cada vez es mayor el movimiento de rechazo por toda Europa, y me imagino que también fuera de ella, (pero compatible con la mayor obediencia a la vez) a la sumisión a la política de las revistas “científicas” que se apropian de los resultados de la investigación financiada (de manera insuficiente) con fondos públicos, pero a las que gobiernos como el español pagan cantidades muy elevadas (25 millones de euros al año) para poder usarlas como fuentes de referencia científica en las evaluaciones de los docentes (y unos 213 millones de euros desde 2012).[20] Precisamente hace unos días, George Monbiot ha publicado un claro artículo titulado de manera contundente «La estafa de las revistas científicas llega a su fin».[21]
SLA: Sí, sí, lo hemos publicado también en Rebelión.
FAK: No conozco la situación del CSIC, pero no veo que haya razones para que sea diferente de la situación que se vive en las universidades si los criterios que fija la ANECA son los mismos.
SLA: Citando a Morin, has hablado de él varias veces, hablas de la «falsa racionalidad» con «la que nos educan en la universidad y que impide realmente pensar con claridad, comprender y reflexionar». ¿Qué tipo de racionalidad irracional es esa que estás denunciando? ¿Dónde ves más su hegemonía? La universidad, señalas, sigue instalada en un enfoque reduccionista y lo enseña e impone como si fuera científico. ¿Qué es un enfoque reduccionista? ¿Cómo logra imponerlo sin disenso? Sé que son varias preguntas en una.
FAK: Te uno las dos preguntas anteriores y te contesto con uno párrafos de Morin que expresan perfectamente esa cuestión, aunque recomiendo la lectura completa de su excelente artículo «El desafío de la globalidad», publicado en Archipiélago en 1993.
El pensamiento que compartimenta, recorta, aísla, permite a los especialistas y expertos ser eficaces en sus compartimentos y cooperar eficazmente en sectores de conocimiento no complejos, sobre todo en los que afectan al funcionamiento de máquinas artificiales, pero la lógica a la que obedecen extiende sobre la sociedad y sobre las relaciones humanas las coerciones y los mecanismos inhumanos de la máquina artificial; y su visión determinista, mecanicista, cuantitativa y formalista ignora, oculta o disuelve todo lo que es subjetivo, afectivo, libre y creador.
Además, los espíritus parcelados y tecno-burocratizados son ciegos a las inter-retro-acciones y a la causalidad en bucle, y a menudo consideran todavía los fenómenos a la luz de la causalidad lineal; perciben las realidades vivas y sociales según la concepción mecanicista/determinista, tan solo válida para las máquinas artificiales. Más amplia y profunda es la incapacidad del espíritu tecno-burocrático para percibir ‒y concebir lo global y lo fundamental‒, la complejidad de los problemas humanos.
Los problemas son interdependientes en el tiempo y en espacio, mientras que las investigaciones disciplinarias aíslan los problemas entre sí. Hay ciertamente, sobre todo en lo que se refiere al entorno y al desarrollo, una primera toma de conciencia que lleva a promover investigaciones inter-disciplinarias, pero, pese a una importante asignación de fondos a estos efectos, los resultados son escasos porque los diplomas, carreras y sistemas de evaluación tienen lugar en el marco de disciplinas. Hay, sobre todo, una resistencia del stablishment mandarinal/universitario al pensamiento trans-disciplinario tan formidable como lo fue la de la Sorbona de siglo XII al desarrollo de las ciencias. La posibilidad de pensar y el derecho a pensar son rechazados por el principio mismo de organización disciplinaria de los conocimientos científicos y por el confinamiento de la filosofía sobre sí misma. La mayor parte de los filósofos desdeñan consagrar su reflexión a los conocimientos nuevos que modifican las concepciones del mundo, de lo real o del hombre. Por vez primera en la tradición que naciera en los griegos, se vuelven de espaldas al cosmos, al destino del hombre en el mundo, a las aporías de lo real. El mundo agoniza, y ellos discuten sobre el sexo de Edipo, debaten sobre un Lebenswelt sin Leben ni Welt.
En cuanto a evitar el disenso o imponer el “consenso”, es una cuestión de poder disfrazado de «esto es ciencia» y lo demás no cuenta. Me remito a las reflexiones de Joan Robinson y de Leontief citadas más arriba que son aplicables a otros campos y universidades. En oposición a esa línea obediente, insisto, hay pequeños núcleos de investigadores en universidades y fuera de ellas que cuestionan ese pensamiento reduccionista.
SLA: Otra de tus afirmaciones críticas: «la mayoría de las carreras universitarias siguen siendo excesivamente largas y sin apenas contenido relevante, sin enseñar a relacionar, duplicándose y triplicándose “temas sin contenido y sin profundidad” y evitándose las cuestiones clave y las preguntas relevantes que son las que permiten comprender en qué sociedad vivimos, qué implicaciones tiene nuestra manera de “pensar” y de vivir y qué perspectivas tenemos como especie para vivir de manera razonable en este planeta». ¿Nos das algún ejemplo de lo que apuntas? Por ejemplo, en la facultad de Filosofía de la Complutense, ¿se evitan esas cuestiones clave de las que hablas?
FAK: Empiezo por el final, así es que te contesto que no sé lo que hacen en filosofía en la Complutense. Conozco mejor lo que se hace en las facultades de Económicas y me reafirmo en lo que digo. La prueba es que son los propios estudiantes los que se quejan de que se les repiten contenidos similares en varias asignaturas sin darles una idea clara de los temas, no hay nada más que preguntarles a ellos e incluso sin preguntarles, mi experiencia en cursos en diferentes universidades es que son los propios estudiantes de diferentes grados e ingenierías los que empiezan a contar en público sus decepcionantes experiencias por toda España.
Pero además es que cuando uno abre alguna cuestión conceptual la respuesta de los estudiantes es habitualmente (porque así lo han aprendido) repetir trivialidades y lugares comunes bajo la apariencia de que saben algo de economía. Siguen instalados (les han instalado) en el esquema de lo privado es bueno, lo público es malo; el mercado es bueno, la “intervención” es mala; los empresarios son emprendedores, lo público-funcionarios son burócratas, etc. Es decir, han aprendido a repetir una serie de conjuros, como decía Joan Robinson, que son puro adoctrinamiento ideológico y no saben hacerse preguntas ni ver si los conceptos que creen utilizar (utilizan más bien puras etiquetas vacías) les sirven para pensar con claridad. Yo siempre les digo que lean a Adam Smith para aclarar todas estas cuestiones pues cualquier otro economista desde Galbraith en adelante les asusta si no les repite las mismas majaderías.
Una prueba de lo anterior es que mientras contesto esta entrevista, (27 de Septiembre) el electrónico CTXT publica como una novedad, para que veas dónde estamos, una entrevista a la economista Mariana Mazzucato catedrática del University College en Londres[22] en la que vuelve a tratar de aclarar la confusión conceptual e ideológica creada sobre el mercado, lo público, el Estado,…etc, insistiendo en que los éxitos empresariales innovadores en EEUU están todos relacionados con las ayudas y la inversión públicas, algo que saben perfectamente los grandes empresarios pero que, al mismo tiempo, defienden el discurso (la apariencia) del mercado libre y de la necesidad de una empresa privada competitiva y eficiente frente a la ineficiencia de lo público.
En el fondo no dice nada nuevo que no dijera (de otra manera) Adam Smith, y más recientemente Galbraith, Stiglitz o Dean Baker entre otros pero, como decía Georgescu Roegen en 1975, «tenemos que enfatizar lo obvio porque ha sido ignorado durante mucho tiempo». El problema es que ahí seguimos con esa tarea casi imposible porque el peso abrumador del adoctrinamiento y del lavado de cerebro en las facultades de economía y en otras muchas es impresionante y consigue que sigamos instalados en «el prohibido ver lo evidente» de El Roto a pesar de la realidad que vivimos. Ese es el éxito de la ideología y de la propaganda de los medios de comunicación apoyada por el bombardeo pseudointelectual de las grandes corporaciones. No hay nada más que escuchar o leer cómo plantean estos días los medios de comunicación el intento italiano de cuestionar esta Unión Europea en manos de los bancos que tanto daño y tanta pobreza ha generado. Pues nada, el discurso oficial se basa en la inmensa mentira de que Grecia ha salido ya de la crisis y que Italia no nos puede llevar a otra. Es vomitivo.
SLA: Lo es. Me alegra que cites también a El Roto. Paco Fernández Buey, como sabes, lo consideraba uno de nuestros grandes filósofos-humoristas.
FAK: Efectivamente, para mí también lo es. También hay mucho que aprender de este otro filósofo que es Miguel Brieva.
Por otro lado, fíjate lo que decía Adam Smith en La riqueza de las naciones (1776):
Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que venga de esta categoría de personas (los empresarios) debe siempre ser considerada con la máxima precaución, y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no sólo con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo. Porque provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho la han engañado y oprimido en numerosas oportunidades.
Y lo que afirma Stiglitz, que fue asesor económico de Clinton y que sabe cómo funcionan los empresarios, en su libro Los felices 90. La semilla de la destrucción (2003). Enuncia los tres principios “empresariales” que él fue viendo que seguían los líderes de las grandes empresas con los que tenía que lidiar. Son estos:
1. La gente de negocios generalmente se opone a las subvenciones… para todos menos para sí mismos.
2. Todo el mundo está a favor de la competencia… en todos los sectores de la economía menos en el suyo propio.
3. Todo el mundo está a favor de la franqueza y la transparencia… en todos los sectores de la economía, menos en el suyo propio. La conclusión a la que llega Stiglitz es que «la mayor parte de las empresas veían las subvenciones como algo totalmente garantizado».
De la banca que no paga impuestos ni te cuento. El Financial Times tiene un artículo espléndido de hace unos años donde reconoce que la banca, causante de este latrocinio, sigue mandando con ayudas públicas y sin asumir sus responsabilidades.[23]
SLA: Estos ejemplos que citas en el artículo «Pregunté a un médico cuánto tiempo tardaría en enseñarme a ser médico. “Seis semanas”, respondió (…) Después de todo, no tardamos en olvidar al menos la mitad de lo que aprendemos en la universidad (…) Pregunté a un ingeniero cuánto tiempo tardaría en enseñarme a ser ingeniero. “Tres meses”, respondió. No a ser un verdadero ingeniero, sino a comprender su lenguaje y sus problemas, a aprender lo esencial de su forma de pensar». (Zeldin, Conversación, 1999), ¿no son un poco exagerados? ¿Mes y medio para aprender a ser médico?
FAK: Se trata, como indica Zeldin, de aprender lo esencial de la forma de pensar. Claro que lo que plantea Zeldin parece exagerado, pero a mí me parece que no lo es. Una cosa es la base técnico-científica de una carrera, si la tiene, y otra su práctica, cómo abordar problemas concretos, qué conceptos son relevantes, qué aspectos a tener en cuenta, aprender esa actitud es a lo que se refiere Zeldin. Obviamente es la clave. Mis estudiantes se incomodaban conmigo cuando les paraba y les decía: «defíneme cuál es el problema ¿Qué conceptos te pueden ayudar o no a plantearlo adecuadamente y a entenderlo mejor?» Y se quedaban desconcertados porque no estamos acostumbrados a reflexionar, sino que aprendemos a obedecer y a repetir, entre otras cosas porque si no obedeces corres el peligro de no aprobar.
La mayoría de los universitarios ni siquiera aprenden a plantearse preguntas relevantes.
Es lo que afirma más arriba Galbraith. Y Chomsky, por ejemplo, tiene en youtube una excelente entrevista sobre qué es la educación en la que defiende que el objetivo de la educación consiste en hacer mejores personas que sepan pensar por su cuenta y que lo importante no es el programa que se “cubre” sino lo que se “descubre” por parte del estudiante. Nada que ver con las prácticas habituales.
SLA: Hablas también en tu escrito de las cátedras empresariales. Sé que has hablado de ello antes de pasada, pero te pregunto más en concreto: ¿qué es una cátedra empresarial? ¿Cuáles son sus efectos más perniciosos si los hubiera?
FAK: Me refiero a las cátedras que son financiadas por bancos, empresas e incluso organismos públicos. Evidentemente no me opongo a la colaboración entre la universidad y estos sectores pero mi impresión es que están financiando líneas concretas de investigación y exigiendo una reorientación ideológica de esas líneas en la defensa machacona, fraudulenta y genérica de que lo privado y el mercado es lo más eficiente, es decir, en la defensa de un lenguaje y de un esquema que no existe tal y como ellos lo plantean sino que oculta un saqueo feroz de lo público y un secuestro de la democracia, eso sí, en nombre del mercado, la eficiencia, la competencia, etc. Hay muy buenos economistas que trabajan sobre estos temas, pero apenas se leen en la universidad. Un buen ejemplo es Galbraith padre cuyo diagnóstico lúcido escrito en 1972, y que yo cito con frecuencia, sigue siendo ignorado porque seguimos básicamente igual. Fíjate lo que afirmaba: «Cuando la corporación moderna adquiere poder sobre los mercados, poder sobre la comunidad y poder sobre las creencias pasa a ser un instrumento político, diferente en forma y en grado, pero no en esencia, del Estado mismo. Sostener algo contrario es más que evadirse de la realidad. Es disfrazar esta realidad. Las víctimas de este encubrimiento son los estudiantes a los que formamos en el error. Los beneficiarios son las instituciones cuyo poder disfrazamos de esta manera.
No puede haber duda: la economía, tal como se la enseña, se convierte, por más inconscientemente que sea, en una parte de la maquinaria mediante la cual se impide al ciudadano o al estudiante ver de qué manera está siendo gobernado o habrá de estarlo» (J.K. Galbraith, «El poder y el economista útil», en Anales de un liberal impenitente, vol. 1, p. 189, Gedisa, Barcelona, 1982). En un trabajo mío (La economía patriarcal como estructura psíquica) disponible en la web[24], que es el texto de una charla que di en homenaje al psiquiatra chileno Claudio Naranjo en Madrid en 2013, planteo todas estas cuestiones.
La economía, tal como se la enseña, se convierte, por más inconscientemente que sea, en una parte de la maquinaria mediante la cual se impide al ciudadano o al estudiante ver de qué manera está siendo gobernado o habrá de estarlo
Insisto, si queremos que algo cambie, las grandes corporaciones tienen que pagar impuestos y salir de la universidad, claro que también hay mucho profesorado deseoso de ser catedrático ‘al servicio’ de estas cátedras así es que algo serio pasa también en la universidad. De hecho, mi impresión es que hay mucho profesorado que “investiga” (si es que se puede llamar investigación a su trabajo) y elabora informes “a la carta” para los partidos, no se trata de investigaciones libres e independientes sino, es una suposición, de encargos que cuando uno los lee se ve con claridad que están hechos a la carta. El campo de excusas del encargo a la carta es muy amplio, puertos, aeropuertos, autovías, trasvases, embalses, leyes variadas, dirección de másteres, regiones ultraperiféricas, costes de insularidad, cohesión social, pensiones…, en fin, un “nicho” como dicen algunos, que da para mucho. Y esos encargos se esgrimen como documentos “científicos”, solamente porque están elaborados por profesores universitarios (ese sería el argumento de autoridad), pero yo creo que nadie se los toma en serio, ni siquiera los que los encargan, que se cuidan mucho de que no se incluyan reflexiones inconvenientes. En realidad, la indeseable presencia como la más que perniciosa influencia de políticos indeseables en la universidad con profesores que aceptan esta situación es muy habitual.
SLA: Una pregunta fuera de la línea central. Citas mucho a Manuel Azaña en tu artículo. ¿Por qué? ¿Admiración, respeto histórico, coincidencia con sus reflexiones? ¿No hablaba el presidente republicano fallecido en el exilio de una universidad muy distinta a la nuestra?
FAK: Cito a Azaña porque me sorprendió hace mucho tiempo su claridad para reflexionar sobre la universidad (1911) y sobre la España de principios del siglo XX en relación con la enseñanza y la democracia. Para mí Azaña, en esos ámbitos en los que más le he leído, tiene una actualidad total. Igual que cito a Adam Smith y recomiendo su lectura pues sus reflexiones lúcidas son muy actuales. Todo lo que ayude a reflexionar con claridad sobre el contexto en el que vivimos me parece relevante. Por supuesto que incluyo autores que no comparto porque su lectura también ayuda a reflexionar y obtener claridad conceptual, que es lo que siempre he tratado de hacer con los estudiantes. Adoctrinar nunca ha sido mi trabajo.
SLA: Tu reflexión final: «Desde luego, después de lo que está aflorando a raíz del caso Cifuentes (y de los muchos casos similares que puede quizás haber en otras universidades), hay que reconocer lo poco que hemos avanzado». ¿No es una conclusión demasiado pesimista? El caso Cifuentes u otros casos similares, ¿no están muy centrados en una o en dos universidades?
FAK: Claro que es pesimista, cuando diagnósticos como los de Tomás Moro (1516), Adam Smith, Azaña, etc., siguen siendo relevantes y actuales es que algo serio pasa. Cuando Joan Robinson, Galbraith, Leontief, Chomsky, Hedges, Parenti y tantos profesores de distintas universidades y periodistas serios siguen insistiendo en el tema es porque el problema es muy grave y porque predomina un contexto de apariencias y de no criticar a la universidad. Insisto de nuevo, hay que preguntarle a los estudiantes de manera no intimidatoria. No se trata solo de dos universidades sino de prácticas habituales y de la presencia directa e indirecta de la peor política y de los peores políticos y docentes en las universidades.
SLA: No te he preguntado por «el caso Casado» o por la tesis doctoral del presidente Sánchez. ¿Quieres hacer algún comentario?
FAK: Parece, por lo que voy leyendo, que son dos ejemplos más de comportamiento de universidades a la carta. Igual que Stiglitz habla del «Capitalismo de amiguetes», podríamos hablar de las universidades de amiguetes que, lo mismo te facilitan un Grado, que un máster, una tesis doctoral o alguna asignatura. De todas maneras, hace años que funcionan “centros” que, previo pago, te hacen un trabajo de fin de grado, de máster, tesis doctorales y, por supuesto, trabajos para asignaturas.
SLA: Llega la pregunta de siempre: de acuerdo, es así, tal como describes y comentas críticamente. Pero, ¿qué hacer entonces? ¿No hay solución? ¿Solo un cambio general podría permitir una universidad con otras características muy distintas? ¿Cómo podemos intervenir?
FAK: Cualquier respuesta se va a banalizar. Volvemos al inicio de la entrevista y a lo que sugería David Peat. La desaparición de esta universidad que, en su mayoría, transmite obediencia, adoctrinamiento y sumisión es un motivo de esperanza pues el papel que cumple es el de contribuir a la cretinización. Esto permite que la propia universidad siga con sus juegos, sus peleas internas y su ficción de espacio de pensamiento independiente (no es un espacio de pensamiento libre, sino un espacio libre de (en el sentido de sin) pensamiento, que las corporaciones y partidos políticos controlan-compran cada vez más a esta universidad financiando estudios que enseñen a mirar para otro lado y, al mismo tiempo, con un porcentaje muy pequeño de actividad realmente libre e independiente. Y esta universidad, o lo que sea, es muy funcional a un sistema empresarial, ideológico y político llamado capitalismo que nos lleva al abismo a todos, con un sufrimiento muy elevado, y con unos cuantos millones de privilegiados entre los que nos encontramos al vivir del saqueo que nuestros gobiernos y corporaciones imponen al planeta y a la mayoría de las personas.
SLA: ¿Quieres añadir algo más?
FAK: Sí, este dibujo, cuyo autor desconozco y que me parece muy relevante.
SLA: No creo que haya forma mejor de finalizar nuestra conversación. Mil gracias por tu tiempo y por tus interesantes reflexiones.
Salvador López Arnal es miembro de CEMS (Centro de Estudios de los Movimientos Sociales) de la Universidad Pompeu Fabra.
Acceso a la entrevista completa en formato pdf: Entrevista a Federico Aguilera Klink
NOTAS:
[1] F. Aguilera Klink, «La universidad: entre la irrelevancia, la mediocridad y la cretinización de alto nivel», Rebelión, 6 de septiembre de 2018.
[2] Se pueden ver más ejemplos en: http://www.publicacionescajamar.es/pdf/publicaciones-periodicas/cuaderno-interdisciplinar-de-desarrollo-sostenible-cuides/8/8-510.pdf
[3] GRAIN y Rede Social de Justiça e Direitos Humanos, El fiasco de Harvard: mil millones de dólares en tierras agrícolas, GRAIN, septiembre de 2018.
[4] J. García Ropero, «El dueño de la Universidad Europea la pone en venta con el resto de su negocio continental», Cinco Días, 16 de agosto de 2018.
[5] A. Munárriz, «El Supremo carga contra el sistema español de evaluación científica por ignorar el contenido de los artículos», Infolibre.es, 18 de septiembre de 2018.
[6] A. Munárriz, «La "dictadura del impacto" se impone en la universidad pese al varapalo del Supremo», Infolibre.es, 30 de septiembre de 2018, disponible en:
[7] F. Aguilera Klink, «La ULL el Banco de Santander y los Paraísos Fiscales», Lacasademitia.es, 29 de mayo de 2016.
[8] R. Poch, «Atraco perfecto», 8 de febrero de 2011.
[9] Paradise Lost: Ending The Uk’s Role As A Safe Haven For Corrupt Individuals, Their Allies And Assets, Transparency International, abril de 2016.
[10] «Roberto Saviano: “El Reino Unido es el país más corrupto del mundo, cuando hablamos de blanqueo de dinero”», Euronews, 4 de abril de 2017.
[11] https://corporateeurope.org/
[12] https://www.taxjustice.net/
[13] M. Ayuso, «La industria farmacéutica es muy rica y ha corrompido los sistemas de salud», El Confidencial, 3 de noviembre de 2014.
[14] C. del Castillo y L. Galaup, «Los rectores ceden al Santander la gestión de la app oficial de las universidades públicas», Eldiario.es, 15 de octubre de 2018.
[15] http://www.sinpermiso.info/textos/el-mito-del-fundamentalismo-del-mercado-libre
[16] Véase al final de esta entrevista.
[17] S. Zuboff, «Wall Street's Economic Crimes Against Humanity», Bloomberg, 20 de marzo de 2009.
[18] Ibídem.
[19] A. Fernández Liria, «Economía y psico(pato)logía», Mediterráneo Económico, Vol. 23, mayo de 2013.
[20] A. Villareal, «Esto es lo que cuestan las revistas científicas: España se ha pulido 213 millones desde 2012», El Confidencial, 16 de febrero de 2018.
[21] G. Monbiot, «La estafa de las revistas científicas se acerca a su fin», Eldiario.es, 16 de septiembre de 2018.
[22] S.J. Dubner, «Mariana Mazzucato: «¿Es Silicon Valley producto del libre mercado o de la mano activa y visible del Estado?», ctxt, 26 de septiembre de 2018.
[23] F. Aguilera Klink, «No cambiaran nuestro modelo de convivencia», Rebelión, 24 de noviembre de 2015.
[24] Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/282077216_Economia_patriarcal_como_estructura_psiquicaalgunas_implicaciones
¿Civilización sin barbarie?
¿Civilización sin barbarie? Crónica de un eterno retorno: Reflexiones desde la corriente crítica latinoamericana, de Ofelia Agoglia, fue publicado en la sección ENSAYO del número 150 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global
El presente trabajo se enfoca en el análisis de la contradicción estructural conceptualizada como “civilización o barbarie”,
visibilizada en el marco de las etapas por las que transcurre la historia ambiental Argentina, según los modelos productivos dominantes.
Posteriormente, el debate se centra en las posibles respuestas que emergen de la corriente ambiental crítica latinoamericana, focalizando
en la reinstauración de modelos de corte neoliberal, de base conservadora, institucionalizados como propuestas civilizatorias.
Puede ser muy injusto exterminar salvajes, sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos que están en posesión de terreno privilegiado; pero gracias a esta injusticia, la América, en lugar de permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta, la más inteligente, la más bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra [...] Así, pues, la población del mundo sujeta a revoluciones que reconocen leyes inmutables: las razas fuertes exterminan las débiles, los pueblos civilizados suplantan la posesión de la tierra a los salvajes.
Domingo F. Sarmiento, 1909.1
Reflexionar sobre la barbarie y sobre cómo evitar su avance, eje central sobre el que discurre este trabajo, resulta un desafío por demás interesante si se consideran los alcances que la categoría barbarie adopta en el contexto latinoamericano. La aplicación de la contradicción estructural conceptualizada en términos dicotómicos como civilización o barbarie, particularmente en Sudamérica y Argentina, no puede analizarse desvinculada de su carga histórico-valorativa configurada bajo una matriz sustentada en la explotación social y el despojo ambiental.
Los procesos de mayor concentración de la riqueza, estructurada sobre la apropiación desigual de los recursos naturales, desde la historia oficial, se visibilizan como los principios fundantes de las nuevas repúblicas del sur. La corriente civilizatoria decimonónica, en apariencia ideológicamente liberal, se propone arrasar con todo vestigio de “barbarie”, remanente del proceso colonizador, estigmatizando bajo esta condición a los sectores sistemáticamente despojados de sus condiciones materiales de reproducción social y ambiental (pueblos originarios, gauchos y criollos iletrados). Como así también, a todas aquellas vertientes políticas y corrientes ideológicas que, desde el periodo independentista en adelante, hayan propuesto un tipo de organización social, política y económica, sostenido sobre un modelo de distribución más equitativo, que trastocara los intereses de la burguesía nacional concentrada en torno a la extracción primaria.
Los procesos más interesantes que se han desarrollado en Latinoamérica paradójicamente emergen desde la barbarie
Bajo este esquema de dominación tradicional, constituido sobre la riqueza concentrada de materias primas, los procesos más interesantes que se han desarrollado en Latinoamérica, que se visualizan como de transición hacia relaciones de mayor justicia social y ambiental, paradójicamente, emergen desde la barbarie.
La singularidad de este proceso constituye el hilo conductor sobre el cual transcurre el análisis propuesto. Para ello, en primera instancia se presenta un recorrido que describe, a grandes rasgos, las etapas por las que transcurre la historia ambiental 2 en la mayor parte de los países sudamericanos y específicamente en Argentina, estructurado sobre la relación que se establece entre sociedad/naturaleza, según los modelos productivos dominantes. De forma particular, se hace hincapié en las propuestas que, a lo largo de este proceso, pueden considerarse huellas de los inciertos pasos que abren camino hacia alternativas de transición socio-ecológica en clave histórica.
Posteriormente, el debate se centra en las posibles respuestas que emergen de la corriente ambiental crítica latinoamericana, considerando el papel que le cabe a este movimiento al interpelar propuestas políticas que irrumpen desde la barbarie y, como tales, se erigen sobre una matriz social de carácter igualitario. Focalizando en las contradicciones y retrocesos que implica la reinstauración de modelos de corte neoliberal, aunque de base conservadora, institucionalizados como propuestas civilizatorias.
Configuraciones de la historia ambiental sudamericana: rasgos principales
Se ha dicho, y dicho muy bien,
que el estudio de lo pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir;
porque desengañémonos, la base de nuestras operaciones siempre es la misma,
aunque las circunstancias alguna vez la desfiguren.
Manuel Belgrano, 1814..3
El presente texto se organiza en torno a las grandes etapas que se identifican como constitutivas de la historia ambiental sudamericana. Para ello, se toman como referencia los trabajos de Alimonda;4 Brailovsky y Foguelman;5 Brailovsky;6 Chumbita;7 Galasso;8 Galeano;9 Hernández Arregui;10 Leff;11 Pigna;12 Quijano;13 y Ramos14, entre otros, a partir de los cuales se propone un abordaje que entrecruza los aspectos ecosociales con los procesos históricos y su análisis político.
El elemento unificador sobre el que se estructuran los límites entre una etapa y otra, está dado, por la relación que se establece, entre los modelos productivos dominantes y las políticas públicas, sobre el uso, explotación y distribución de los recursos naturales, que resultan de esos modelos. El análisis se complementa, tomando en cuenta las interrelaciones, entre el contexto social local y las determinaciones del contexto internacional, que enmarcan cada proceso.
La gran ruptura ambiental. El dominio por despojo (fines del s. XV - principios del s. XIX)
Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos, que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas.
Mariano Moreno, 1802.15
Esta etapa se centra en dos grandes momentos, el primero se refiere al sistema de organización socio-espacial característico de las culturas precolombinas, entre las que destaca el modelo incaico, tanto por su escala geográfica como por la influencia ejercida sobre gran parte de los pueblos del sur andino.
La organización del imperio inca, tal como sostienen Brailovsky y Foguelman, «constituye un espectacular ejemplo de eficiencia en el manejo de la tierra y el respeto al equilibrio ecológico de la región»16, estructurado sobre un modelo socio-productivo de agricultura en terrazas, armónico con la fragilidad del ambiente natural, desarrollado según complejos y delicados mecanismos tecnológicos y sociales.
Según las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega17, rescatadas por Brailovsky18, Galeano19 y Pigna20, el sustento se basa prioritariamente, en el cultivo de la papa y el maíz, aunque se cultivan más de cien especies, y el desarrollo de tecnologías apropiadas para el secado de carne y el congelamiento de la papa. Las actividades pecuarias se organizan en torno a la domesticación de camélidos como animales de carga y la esquila de alpacas para la elaboración de textiles. Se practica el descanso de la tierra y su fertilización a través de excrementos humanos y guano de aves. Cada familia cuenta con una parcela para satisfacer sus necesidades alimenticias, más un excedente requerido desde la organización central, que se acopia para el mantenimiento del imperio, la manutención de viudas, huérfanos y ancianos, y para superar condiciones climáticas extremas. La seguridad social se organiza y planifica sobre un riguroso sistema decimal posicional que permite conocer con precisión la composición poblacional y, una red de caminos que se extiende comunicando todo el territorio de influencia del imperio. La estructura socio-productiva se erige sobre la figura del Inca y una compleja red de administración que regula el trabajo y la educación, el reparto colectivo de la tierra y, en particular, sobre la ausencia de moneda. Según, el Inca Garcilaso:
Todos universalmente sembraban lo que había menester para sustentar sus casa, y así no tenían necesidad de vender los abastecimientos, ni sabían que cosa era carestía. De manera que lo necesario para la vida humana, de comer y de vestir lo tenían, que nadie podía llamarse pobre ni pedir limosna. Todos sabían tejer y hacer sus ropas, todos sabían labrar la tierra, todos se hacían sus casas, y las mujeres eran las que sabían de todo.21
El segundo momento se desarrolla a partir de la invasión ibérica, cuyos alcances y efectos sobre el centro y sur del continente, suponen una ruptura ambiental de tal envergadura que puede catalogarse de ecocidio22. El dominio por despojo social y ambiental se organiza sobre un sistema extractivo que sienta las bases de la explotación colonial y las relaciones de dependencia económica, política y cultural, que se generan a partir de su instauración. Según sostiene Alimonda:
La conquista de América por parte de los europeos fue probablemente la experiencia más violenta y radical de la historia. Se constituyó allí una ruptura que da origen a la particular heterogeneidad y ambigüedad de las sociedades americanas y de sus imaginarios sociales, pero también a la flora, la fauna y los paisajes con que conviven.23
A nivel ecológico la ruptura se materializa en diversas dimensiones, entre ellas, la extracción intensiva de metales preciosos supone el mayor impacto (se calcula que sólo del cerro Potosí se extraen dieciséis millones de kilogramos de plata). La estructura productiva colonial tiene por finalidad principal satisfacer las necesidades de circulante de las potencias ibéricas en el momento en que su poderío se encuentra en clara declinación. Al respecto señala Brailovsky:
De una amplia gama de posibilidades de extracción de excedentes (fruto de una oferta natural extremadamente rica y ampliamente diversificada) se adopta una solución muy restringida, la especialización en la producción de una sola mercancía, la mercancía dinero. La posesión de territorio suple el desarrollo industrial de la península, según observa Quevedo: “el metálico nace en las Indias honrado/ donde el mundo le acompaña/ viene a morir en España/ y es en Génova enterrado.24
Así como Potosí se transforma en el centro de la vida colonial, Buenos Aires lo hace como el principal puerto del virreinato. De allí la impronta que adquiere la denominación del enorme río por el que salen los recursos naturales hacia la metrópoli, como “de la Plata” y su fuerte significación sobre el desarrollo de un modelo mercantil sostenido en la exportación de materias primas, según las demandas externas de regiones biosféricas.25
En sentido contrario, tal como argumentan Galeano26 y Ramos27, la otra cara de la ruptura socioambiental se produce como resultado de la sobre explotación social, pero fundamentalmente de la desidia y la ignorancia de quienes en nombre de la civilización llevaron a cabo el proceso de colonización.
Se calcula que en 150 años la población nativa se redujo en un 95%, la red de riego y el sistema de cultivo por terrazas fueron abandonadas, dando como resultado la inutilización de los frágiles suelos andinos, por desertificación o por erosión, resultado de la aplicación de una tecnología inapropiada, como la utilización del arado.
A tres siglos de economía de rapiña de recursos, le siguió la agricultura de grandes haciendas para el mercado
Luego de tres siglos de economía de rapiña, estructurada sobre la apropiación intensiva de recursos minerales, vino la devastación del sistema de seguridad social y la sustitución de un sistema de producción agraria de subsistencia por uno de explotación en grandes haciendas destinado al mercado. La magnitud de la ruptura socioambiental es de tal envergadura, que: por primera vez en la historia de la región, «el nuevo mundo conoce, la paradoja de una agricultura que provoca hambre en vez de saciarla».[28]
Los años de lucha independentista. Propuestas desde la barbarie (albores del Siglo XIX)
Las guerras por la independencia de las colonias españolas se desarrollan en las primeras décadas del s.XIX. Más allá de lo triunfos, avatares, traiciones y decepciones que recorren este periodo, a los fines aquí consignados, resulta interesante destacar algunas de las alternativas políticas que emergen desde el interior mismo de la revolución. Y que, entre sus propuestas, contempla un plan integral para el uso, manejo y distribución de los ecosistemas naturales, que resulta complementaria con la necesidad de construcción de una identidad latinoamericana.
En este sentido, es desde el sector independentista que logra materializar su objetivo (posteriormente bastardeado por los connacionales que se benefician del mantenimiento del mercado colonial) del que emergen formas de organización social, que resultan interesantes a la hora de imaginar opciones hacia una transición socio-ecológica.
La vastedad del movimiento independentista implica realizar un recorte desde donde poder visibilizar los ejes principales que conforman su ideario en la región sur del continente. No sólo por su relevancia histórica, sino por la singularidad de su concepción ideológica, muy avanzada para la época. Ejemplo de ello, lo constituyen las propuestas de organización política desarrolladas por Manuel Belgrano29 y José Artigas.30
Según los trabajos de Brailovsky y Foguelman;31 Galeano32 y Pigna33, más allá de sus aportes como uno de los ideólogos fundamentales de la Revolución de Mayo y su papel al frente del ejército del Norte, Manuel Belgrano puede considerarse un visionario en materia de alternativas ecosociales. Siendo secretario del consulado de comercio de Buenos Aires en los años previos a la revolución, impulsa un programa que integra actividades agrarias, mercantiles e industriales. Para fomentar la agricultura recomienda la rotación de cultivos y la forestación de los campos (en particular en zonas desérticas), la creación de una escuela de agronomía y el reparto de tierras y herramientas entre los estudiantes, en forma de subsidio. Complementariamente propone un sistema de extensión agraria, sostenido a través de un adelantado plan de educación ambiental a cargo de la iglesia, institución que impartía la enseñanza y que debía instruir sobre métodos de labranza para el cultivo de trigo (con fines alimenticios), y de cáñamo y lino para la producción textil. En cuanto al desarrollo mercantil, propicia la creación de una flota mercante para contrarrestar los abusos del comercio internacional y la formación de una curtiembre, promoviendo el cuidado de forestales destinados a la extracción de tanino. Incentiva la creación de instituciones de enseñanza técnica y las innovaciones tecnológicas. Sobre ordenamiento territorial plantea, entre otros, un sistema de manejo de aguas corrientes con el objeto de evitar epidemias, mejoras en el sistema de comunicación interna, la creación de una escuela de arquitectura y agrimensura y el desarrollo de un plan estadístico. De forma integral, Belgrano promueve los derechos de la mujer, la educación gratuita, la integración de los pueblos originarios y la distribución de la riqueza, en un contexto desfavorable a esta posición, tal como lo manifiesta en la memoria consular de 1809:
Si es cierto como lo aseguran todos los economistas, que la repartición de las riquezas hace la riqueza real y verdadera de un Estado, elevándolo al mayor grado de felicidad, mal podrá haberla en nuestras provincias, cuando existiendo el contrabando y con infernal monopolio se reducirán las riquezas a unas cuantas manos que arrancan el jugo de la Patria y la reducen a la miseria.34
Complementariamente, adelantándose un siglo a las ideas de las revoluciones sociales de principios del siglo XX, José Artigas, desde la proclama de la Convención de los Pueblos Libres[35] de 1815, propone un plan de reforma agraria con equidad social sostenido en los siguientes puntos: distribución de tierras, democracia e igualitarismo, protección a la industria local y americanismo. Según observa Galeano:
El código agrario de 1815 –tierra libre, hombres libres– fue las más avanzada y gloriosa constitución dictada por esos tiempos. Surgida como una respuesta revolucionaria a la necesidad nacional de recuperación económica y justicia social, decreta la expropiación y reparto de las tierras pertenecientes a europeos y americanos (emigrados a causa de la revolución) y el decomiso a latifundistas, bajo el principio “los más infelices serán los más privilegiados.36
Desde su perspectiva, todo hombre es igual ante la ley, siendo los indios y los desposeídos los que tienen mayor derecho. En el mismo sentido, el reglamento contiene disposiciones específicas para radicar a los pobres sobre los campos y convertir en paisanos a los gauchos errantes, evitando la acumulación de la tierra en pocas manos.
Tal como describe Chumbita37, «el movimiento artiguista surge del levantamiento insurreccional, conjugando las ideas liberales igualitarias con las costumbres de las pampas y la rebeldía de los gauchos». Su programa reclama la independencia absoluta de España para fundar el poder político en los derechos de los hombres y los pueblos, al tiempo que establece la educación pública universal y obligatoria, conforme los principios del contrato social de Rousseau.
No obstante, los esfuerzos de Belgrano, Artigas y tanto otros, en particular Mariano Moreno, Juan José Castelli, Juana Azurduy38 o el propio San Martín y, más allá de que, «a carga de lanza y machete, los desposeídos de las guerrillas montoneras39 asumen las luchas post independentistas con el mismo ímpetu»40, los resultados no son los esperados. La idea de unidad americanista se disuelve al fragor de las nuevas naciones dominadas por burguesías terratenientes, comerciantes y especuladores, al servicio del industrialismo británico, aunque barnizadas de liberalismo francés. La emergencia de estos grupos económicos, se consolida sin desarrollar ningún aporte al impulso de la industria local, sino como parte de un engranaje internacional, que si bien, por un lado, apoya la independencia de las colonias de España, por otro, promueve el endeudamiento y la dependencia del mercado británico, con el apoyo explícito de latifundistas locales beneficiados históricamente de un modelo de intercambio desigual.41
El modelo exportador repercute en la destrucción e las economías regionales y las artesanías locales
El despojo colonial sostenido en la extracción de minerales es reemplazado por un modelo exportador, que repercute en la destrucción de las economías regionales y las artesanías locales, dedicados al abastecimiento del mercado interno. De este modo, la traición sostenida por la oligarquía local y la cadena externa de dependencia, se imponen sobre los cimientos de una reforma agraria y un modelo de organización igualitario y americanista, que emerge pensado desde la barbarie, pero que nunca llega a ser.
La inserción en la división internacional del trabajo. Un modelo de apropiación concentrado (mitad del S. XIX a mitad del S. XX)
El comercio y el común interés de los individuos han creado lazos entre Europa y América que ningún gobierno puede ahora disolver. Y mientras esos lazos existan, Europa tendrá el derecho y ciertamente no carecerá de los medios ni de la voluntad de intervenir en la política de América, por lo menos en la medida necesaria para la seguridad de los intereses europe
John Ponsonby42
Finalizadas las cruentas contiendas fratricidas entre dos modelos que se disputan el control de la nueva nación, inmortalizada por Sarmiento bajo la contradicción «civilización y barbarie»43 el proyecto civilizador se institucionaliza, por sobre los restos del sistema de organización proteccionista con sustento popular, llevado a cabo por los caudillos federales. Superada “la herejía bárbara”, la oligarquía se reencuentra con su cometido histórico, los representantes del ideario civilizador sostienen:
…contentémonos con la humilde idea de enviar a aquellos bazares europeos nuestros productos y materias primas, para que nos los devuelvan transformados…materias primas es lo que Europa pide, para cambiarlas en ricos artefactos.44
Por su parte, los cambios ecológicos45 acontecidos en los suelos pampeanos, fruto de una combinación de elementos de origen antrópico y natural, favorecen el desarrollo del cultivo de granos y el inicio del modelo de apropiación concentrada de la tierra.
De la combinación de estos elementos, emerge una particular organización sociopolítica, de concentración por distribución, a través del reparto de tierras fiscales entre particulares de clase alta cercanos al poder político. A mediados del siglo XIX, doscientas noventa familias son dueñas de nueve millones de hectáreas.46 El modelo de apropiación privada promovido desde el poder político determina el modo de uso y explotación, así como la injusta distribución de la renta que se obtiene de la explotación de la naturaleza.
Bajo un esquema de demanda sostenida de materias primas y alimentos por parte del industrialismo europeo, Sudamérica ingresa en la división internacional del trabajo, según la disposición geográfica de recursos naturales de cada país. En el caso argentino, como productora de cereales, carnes y lanas, según las ventajas comparativas que otorga la fertilidad del ecosistema pampeano. De este modo el esquema de intercambio comercial ratifica el camino trazado por Europa con relación al destino de América Latina.
El crecimiento de la industria exportadora de bienes primarios condiciona el modelo de producción, en detrimento del intercambio comercial con países limítrofes autosuficientes. Situación que favorece un particular proceso de industrialización sin revolución industrial, impulsado por empresas extranjeras, alejado del modelo clásico de crecimiento paulatino de las fuerzas productivas, que se establece a partir de la sustitución de una actividad por otra.47
La inserción en el mercado global supone un tipo de organización social adaptada a la clase dominante
El capital externo aprovecha las ventajas de invertir en un sector débilmente desarrollado, con relación a la demanda sostenida de alimentos y materias primas, generada por las nuevas relaciones de producción y la emergencia del proletariado industrial. La actividad agroindustrial no sólo produce importantes modificaciones en los ecosistemas pampeanos, sino también en la distribución, el transporte y comercialización de recursos naturales, las relaciones laborales y la adopción de tecnologías, pero, sobre todo, en el uso y ordenamiento del territorio.48
La inserción en el mercado global supone un tipo de organización social adaptada a las condiciones de la clase dominante, para lo cual, la centralización del poder en manos de un Estado fuerte que trabaja a su servicio, constituye la herramienta principal para la imposición de un modelo, cuyo requisito fundamental es despojar del territorio todo vestigio de barbarie remanente del periodo anterior.49 Tal como expresa Sarmiento en El Facundo: «no trate de economizar sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país».50
Hacia el interior de la etapa descrita, se destaca un acontecimiento que visibiliza los alcances del proceso de concentración por apropiación y la intrincada relación de dependencia interno-externa que se necesita para llevarlo a cabo: la guerra contra el Paraguay. Desarrollada por la triple alianza conformada por Brasil-Argentina-Uruguay, constituye el capítulo más infame del devenir histórico del sur de América, cuyos efectos sobre la población y la cultura material paraguaya, pueden calificarse de genocidio.
Hasta la invasión, Paraguay es la única nación que ha resistido la intromisión del capital extranjero, a partir de una organización socioeconómica autónoma y sostenida. A diferencia del resto de los países del sur del continente, es el Estado (con el apoyo de las masas campesinas) quien ocupa el lugar de una burguesía nacional inexistente y el que define, el uso y destino de sus recursos.51 El modelo se estructura sobre una economía autárquica, sin dependencia del comercio exterior, favorecida por dos elementos esenciales, por un lado, su posición geográfica mediterránea, por otro, la supresión de la oligarquía terrateniente.
Según Galeano, Ramos y Chumbita, en 1865, Paraguay cuenta con una línea de telégrafos y una línea de ferrocarril, produce materiales de construcción, textiles diversificados, papel, loza y pólvora, al mismo tiempo que desarrolla de forma exponencial la industria siderúrgica.52 Dispone de un astillero y una flota mercante, desde donde maneja sus exportaciones con una balanza comercial positiva. Cuenta con una moneda fuerte y capital suficiente para invertir en su proceso productivo sin necesidad de endeudamiento externo, al tiempo que maneja los movimientos migratorios para el desarrollo endógeno (se contratan técnicos ingleses, y se envía a algunos jóvenes a capacitarse al extranjero). Casi la totalidad del territorio tiene carácter público, el Estado cede a los campesinos la explotación de parcelas a cambio de cultivarlas, sin derecho a venta. El control del manejo de los recursos naturales se complementa con la construcción de caminos, puentes, obras de riego y represas, así como el estricto mantenimiento de las dos cosechas anuales, rescatada de la tradición jesuita. El sistema proteccionista se estructura sobre el impulso a la industria nacional, el mercado interno y la protección aduanera de los ríos navegables.
El mercado británico, dependiente del circuito comercial periférico, manifiesta su preocupación por la influencia de la experiencia paraguaya sobre los países vecinos, «resultándole inaceptable, no intervenir de forma directa en el proceso productivo de una nación que construye su destino, sin dependencia de la banca externa y al margen del flujo del libre comercio».53 De la preocupación, pasa a la acción, y ejecuta todos los mecanismos de los que dispone desde su hegemonía global, para promover la guerra a partir de un acuerdo tripartito entre Uruguay, Argentina y Brasil. Este acuerdo, cuenta con el beneplácito de las clases dominantes de los tres países, azuzadas desde la prensa, que brega por la defensa del libre comercio, estigmatizando la figura de Solano López54 (práctica que a lo largo de los años se vuelve cotidiana, cada vez que el statu quo se siente amenazado).
La guerra dura más de lo calculado, el «oprobioso tirano resiste la invasión por cinco años, con el apoyo literal de toda la población, inclusive los niños».55 Al final de la guerra sólo sobreviven 250.000 paraguayos, como resultado de una contienda que se erige para redimir al pueblo paraguayo y termina con su exterminio. Es el triunfo de la civilización y el progreso, que deja en bancarrota a los países invasores y en absoluta devastación al territorio y la población paraguaya.
Al igual que hizo el colonialismo a principios del siglo XIX sobre la Haití autodeterminada56, la historia se repite y recrudece sobre el modelo autonómico paraguayo, del mismo modo que ocurrirá en diferentes momentos de la historia latinoamericana, cada vez que una nación proponga un tipo de organización, que ponga en riesgo el mantenimiento de las relaciones de dependencia económica institucionalizadas a partir de la división internacional del trabajo.
El bien-estar en manos del Estado, propuestas desde la barbarie (mediados del siglo XX)
Sentimos la íntima proximidad de lo que estaba perdido en las brumas del tiempo
o disperso en un catálogo de anécdotas inconexas y falseadas.
Se vuelven vivas y reales las hazañas de Tupac Amaru,
las esperanzas de tantos alzamientos de indios, negros, mulatos y zaparrastrosos
que oligarquías crueles y rapaces ahogaron en sangre.
John William Cooke, 1977.57
Las primeras décadas del siglo XX transcurren entre los avatares de una sucesión de crisis económicas y sociales, que evidencian la desigualdad estructural provocada por el modelo agroexportador decimonónico, ensalzado por la elite dominante como el hecho fundante de una república pujante, que mientras ve crecer los índices de su producto bruto al fragor de la exportación de alimentos, provoca una brecha insalvable con las mayorías excluidas, que no alcanza a cubrir sus necesidades mínimas, entre ellas las alimentarias.
A mediados de los años cuarenta, el peronismo irrumpe en el imaginario y la estructura social argentina, constituyéndose en el hecho político de mayor relevancia de la historia nacional de los últimos setenta años. El análisis de las implicancias estructurales de un movimiento, considerado desde diversas concepciones ideológicas como el «hecho maldito del país burgués»58, traspasa largamente los fines de este trabajo. Por esta razón, el eje se centra en las principales propuestas políticas y conquistas sociales de este periodo, y sus implicancias directas o indirectas sobre la cuestión ambiental, considerando que, tal como sostiene Commoner:
Si queremos sobrevivir y conservar nuestra herencia natural y nuestra propia humanidad, debemos descubrir, al fin, la manera de resolver por medios sociales los males sociales que amenazan ambas cosas.59
Gran parte de las medidas adoptadas en este periodo, trastocan los intereses de la oligarquía nacional (cuyas prácticas se han venido explicitando a lo largo de este trabajo), poniendo por primera vez, desde la emergencia fundacional de la nación argentina moderna, a los herederos de la barbarie en el centro de la escena política.
Desde sus inicios el peronismo se manifiesta como una confluencia de sectores unidos por la necesidad de reconfigurar el modelo productivo desde un carácter nacional, para frenar la influencia del capital extranjero propiciado por el sector agroexportador. Su propuesta política, sostenida por una fuerte presencia del Estado, implica una ruptura con las relaciones de dependencia desigual respecto al comercio británico.
Ruptura que se materializa a través de la implementación de medidas orientadas a una efectiva recuperación del control económico, tales como, la nacionalización del Banco Central, el control del tipo de cambio, las tasas de interés y la circulación monetaria, la nacionalización de los depósitos de la banca privada y el control del crédito. Así como al manejo integral del sector productivo, para lo cual se crea el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) y un régimen estatal de reaseguros, destinado al manejo estatal del comercio exterior, la nacionalización de los ferrocarriles y las empresas de transporte y comunicaciones, el impulso a la flota mercante, la recuperación de la soberanía de los puertos y la creación de una aerolínea nacional. Paralelamente, se cancela la deuda externa con la Baring Brothers, contraída en 1824 y se opta por no ingresar al sistema del Fondo Monetario Internacional.60
Entre 1946 y 1949, en Argentina se produce un despegue generalizado de todas sus fuerzas productivas, estructurado sobre la sustitución de importaciones y el apoyo estatal a la industria nacional, desde una organización particular caracterizada por su fuerte impronta social. A diferencia del capitalismo tradicional, el Estado ocupa el lugar del sector privado, en un sistema mixto con preponderancia de empresas estatales, cuyo sistema de acumulación se produce por transferencia de ingresos del sector agroexportador al industrial.61 Dando como resultado un capitalismo con grados de socialización, que cuenta con el apoyo mayoritario de los trabajadores.
En este esquema, el Estado se hace cargo de la tarea que la burguesía local no asume en siglo XIX. Además del control de los servicios básicos ya señalado, toma el control de amplios sectores de la industria, como la siderúrgica, farmacéutica, metalúrgica, química, automotriz, aeronáutica, fabricaciones militares y astilleros.
Con el peronismo, el Estado toma el control de lo servicios básicos y de amplios sectores de la industria
Mientras desde el sector estatal se producen tractores, aviones, embarcaciones, vagones ferroviarios y automóviles, se promueve la pequeña y mediana empresa, conformada en cooperativas o con capitales privados de origen nacional, a partir de un sistema de créditos blandos, otorgados desde la banca nacional.
Las medidas adoptadas a nivel social conllevan a que grandes sectores excluidos accedan por primera vez a derechos como: tribunales de trabajo, sindicatos por ramas, vacaciones pagas, indemnización por despido y accidentes, salario mínimo, convenios colectivos de trabajo, turismo social y pago de aguinaldo. Se crea el Ministerio de Trabajo y se institucionaliza el estatuto del peón rural.62
Un elemento a destacar es la preponderancia de la política sobre la economía, puesta de manifiesto en dos aspectos centrales, por un lado en la programación en planes quinquenales en temas estratégicos como trabajo, salud, desarrollo científico-tecnológico, educación, servicios y comunicaciones, como herramienta central para atender las demandas de un país cuya vastedad territorial (octavo en superficie a nivel global) no se condice con una poblacional escasa y desproporcionalmente concentrada. Situación que requiere necesariamente, de políticas públicas de cobertura nacional. Por otro, en el control estatal de la renta agraria diferencial, recurso del que históricamente se habían valido las burguesías terratenientes para imponer sus intereses por sobre el resto de los sectores. Esta ventaja comparativa, asociada al menor costo de producción local con relación al costo del mercado mundial, como resultado de la calidad del suelo y las condiciones climáticas que favorecen la producción agropecuaria, contribuye al enriquecimiento de una «oligarquía parasitaria que derrocha ganancias y explota a los trabajadores con una mínima inversión tecnológica».63
El peronismo toma la renta diferencial como política de Estado, impone retenciones a la renta de la exportación agropecuaria, que luego es transferida por el Banco Central al sector industrial, lo cual se combina con políticas aduaneras proteccionistas (que impiden la competencia de manufacturas extranjeras). A ello se suma el congelamiento del alquiler de la tierra por parte de los terratenientes, medida que beneficia a los pequeños productores.64
En cuanto a las decisiones orientadas al uso y distribución de los recursos, se nacionalizan los servicios energéticos, tanto el gas como las usinas eléctricas, que hasta el momento pertenecían a empresas extranjeras, lo que significa un cambio profundo en las relaciones sociales y en la democratización de la distribución energética.
La política ambiental adquiere carácter de hecho con la decisión política de reordenar el territorio respecto a la explotación agropecuaria. Complementariamente, se realiza un mapa ecológico del país, que establece las regiones productivas y las zonas de reserva, lo cual implica un reconocimiento de las posibilidades reales de cada lugar, procurando evitar o frenar la sobreexplotación.65
Por primera vez en el país se promueve que enormes contingentes de población proveniente de sectores desfavorecidos, disfruten y conozcan sus maravillas naturales, desde una perspectiva que pone de manifiesto la interrelación que se asume desde el gobierno, entre ambiente y territorio, cultura y estado, como elementos constitutivos de la nueva nación, conformada sobre una concepción de naturaleza propia, que genera riqueza, pero también identidad. Esta dualidad conceptual que otorga a lo natural, valor material y espiritual, convierte a la naturaleza en un símbolo que, al mismo tiempo, «aúna, otorga referencia del lugar donde se vive (que es diferente a otras latitudes), ubica y completa a los sujetos». La conjunción entre lo natural y lo nacional, permite una alternativa real de apropiación, «poner en circulación esta representación en el discurso, posibilita un registro simbólico fuerte y una marcada identificación».66
Si bien el proceso de industrialización y la expansión de los sectores urbanos tienen implicancias ecológicas visiblemente negativas, y el uso de los recursos naturales se somete a los procesos económicos y al interés social, según el modelo de crecimiento de primera mitad del siglo XX, «al menos se vislumbra una perspectiva de utilización racional y moderada, con referencia a posturas abiertamente enfrentadas al cuidado del ambiente».67 En este sentido, resulta interesante rescatar algunas de las medidas institucionalizadas en la Constitución de 1949, en la que se reconoce a los ciudadanos y a la naturaleza como sujetos portadores de derechos, en particular en el capítulo V, que versa sobre la función social de la propiedad, el capital y la actividad económica:
La propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, está sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común. Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo e intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento, en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva. El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino. La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social.
Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedades imprescriptibles e inalienables de la nación, con la correspondiente participación en su producto. Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaren en poder de particulares serán transferidos al Estado (Artículos 38 al 40).
Medidas que, como tantas otras propuestas emanadas desde la barbarie (considerada desde la carga simbólica de este trabajo), serán deslegitimadas desde la historia oficial, aunque permanezcan grabadas en la memoria colectiva de aquel “aluvión zoológico”68, del que emerge el primer peronismo. Ya que, a pesar de la ferocidad del golpe de Estado de 1955 y sus cruentas estrategias para erradicar la identidad peronista de una vez y para siempre, hay un elemento que la oligarquía no tuvo en cuenta, y es lo que Lacan denomina «el fantasma del goce neurótico del otro», representado en este caso, por el odio que despierta el goce del “negro peronista”, que no se olvida nunca de que con el peronismo fue feliz.69
Instauración del capitalismo financiero. El terror y el shock económico como estrategias de dominio (fines del S.XX - principios del S.XXI)
Esta etapa, caracterizada como modernización periférica, tiene rasgos similares en diversas regiones de Latinoamérica. La oleada revolucionaria de los setenta, conformada por movimientos sociales de liberación nacional que adoptan diferentes formas según el contexto local (impulsados por la cristalización de la revolución cubana), va a ser cruentamente acallada, a través de un plan sistemático de terrorismo de Estado, perpetrado por cúpulas militares instigadas desde el poder civil, instaurado en la mayoría de los países del sur del continente.
En particular en Argentina, los tres golpes de Estado que, con sus matices, se suceden desde 1955, tienen por objeto concluir con el plan original de arrancar de la memoria los rastros simbólicos de aquella barbarie, que a lo largo de la historia propuso alternativas materiales al poder concentrado de la oligarquía terrateniente. No obstante, los derechos adquiridos en la década del cuarenta calan hondo en la conciencia popular y, a pesar de dieciocho años de proscripción, el peronismo gana las elecciones de 1973.
Queda claro entonces que, para reestablecer el control, va a ser necesario recurrir a la vieja táctica de la fuerza y el horror, aludiendo a los principios morales de la república y la seguridad jurídica, que una y otra vez, se constituyen en argumento de la clase dominante para conservar sus privilegios, no importa si para ello se requiere bombardear la Plaza de Mayo70, condenar a la pobreza a grandes sectores de la población, profundizar la desigualdad o exterminar una generación. Argumentos que quedan de manifiesto en algunos discursos de la Sociedad Rural Argentina, previos al último y más certero de los golpes de Estado, acontecido en marzo de 1976:
Como argentinos y hombres de campo, nos causa enorme preocupación e inquietud la situación por la que atraviesa nuestra Patria. Queremos que de una vez por todas se encuentre el camino apropiado para la recuperación de la República. Estamos viviendo una crisis que tiene profundas raíces morales [...] Es indispensable que todos los sectores del país hagan un gran esfuerzo para superarla y para ello es fundamental asegurar el orden en todos los aspectos, para que renazca la confianza y tenga sentido el trabajo creador.71
Deberemos apelar a todas nuestras reservas, porque ya nadie deja de percibir que lo que está aquí en juego no es un triunfo electoral o el predominio de un grupo sobre otro, sino toda una manera de concebir la vida, que determinará el mundo sombrío o brillante en el que deberán crecer nuestros hijos: el del colectivismo o el de la libertad.72
La complejidad de este periodo requiere necesariamente realizar un recorte estructurado sobre las políticas ambientales establecidas en tres momentos diferentes; el primero asociado a los gobiernos democráticos de principios de los setenta; el segundo centrado en los procesos dictatoriales; y el tercero, a la instauración del neoliberalismo en la década del noventa, considerando las principales implicancias sociales y económicas de una de las etapas más cruentas por la que atraviesa Latinoamérica en el siglo XX.
En materia ambiental, tal como lo reconoce la CEPAL73, a principios de la década del setenta, el ambiente se reconoce como tema de agenda gubernamental latinoamericana, en consonancia con el contexto internacional. En Argentina, en 1973 se crea la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, bajo la órbita del Ministerio de Economía. Desde allí se elabora el Plan Nacional de Medio Ambiente (decreto 4858/73), en el que destaca el Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo74, pronunciado por Perón desde el exilio en 1972.
El clima intelectual del debate latinoamericano centro-periferia, conlleva a considerar la política ambiental como parte del poder de decisión del Estado sobre el territorio. El foco se centra en el cuestionamiento a la división internacional del trabajo, establecida entre potencias industrializadas y economías proveedoras de materias primas, y en particular, en torno «al control sobre las fuentes de energía y los bienes primarios estratégicos».75 Se pone de manifiesto la conexión entre los problemas ambientales y la dependencia económica de los entonces denominados países del tercer mundo, de modo que el poder y la dominación de unas naciones sobre otras, resulta del establecimiento de un patrón de relaciones ambientales.76
Bajo la misma lógica, se reclama en términos de soberanía política la necesidad de que cada país pueda definir su modo de organización social y sus esquemas ambientales. Hablar de ambiente implica reivindicar el derecho a la definición del uso de los recursos naturales y a regular las relaciones de fuerza que implica su control, uso y distribución77 dentro del país, y en su relación con otros países.78
En el plano nacional, instaurada la dictadura cívico militar en marzo de 1976, la matriz del Estado autoritario se centra en un ejercicio sistemático, intenso y criminal para detectar y castigar toda forma de activación popular.79 La disolución de los lazos de solidaridad y el desmembramiento forzoso de cualquier tipo de acción comunitaria, en materia política, social y económica, de la cual la política ambiental no queda exenta. Se inicia un proceso de fragmentación administrativa a partir de la diseminación de las áreas de incumbencia de la Secretaría de Estado de Recursos Naturales y Medio Ambiente, hacia otras instancias del aparato administrativo.80
Poco a poco la concepción política del ambiente se va desdibujando en un tinte sanitarista, se crea la Subsecretaría de Recursos Naturales Renovables y Ecología dependiente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, para finalmente concentrarse en el Ministerio de Salud Pública, con la misión de «entender en las acciones sanitarias relacionadas con la preservación y mejoramiento del ambiente». Esta mirada borra la concepción de ambiente como recurso estratégico, o como resultado de relaciones de poder y “mucho menos como derecho de un pueblo a su control y definición.81 Se rompe con la perspectiva anterior, en tanto se invisibiliza y neutraliza todo tipo de acción política, simplificando el problema ambiental a un tema de daño, consecuencia de la intervención humana.
En términos socioeconómicos, la dictadura inicia el camino de mayor desigualdad por la que atraviesa la sociedad argentina82, que termina desembocando en la crisis estructural de 2001. El modelo económico impuesto, repite viejas recetas de libre comercio, abandonando la estrategia de autarquía económica, para lo cual se recurre al congelamiento de salarios, liberación de precios, devaluación de la moneda, disminución del control impositivo, desregulación económica y apertura de las importaciones, sostenido sobre una marcada política de desindustrialización que favorece la actividad financiera, a partir de la suba de las tasas de interés y el incremento exponencial del endeudamiento externo. La estrategia se basa en la acumulación rentística, la apertura externa irrestricta, comercial y de capitales83, y el disciplinamiento social.
A partir de estas medidas, se restablece la prevalencia del mercado en la asignación de recursos y se restringe la participación del Estado en la toma de decisiones, que favorece a las elites agropecuarias, los grupos económicos y financieros locales, y los intermediarios de las finanzas y el comercio internacional.84
Hacia fines de la década del setenta, se produce una combinación de elementos que incluye: costos favorables, buenas condiciones climáticas y bajas en la demanda externa de carne, que lleva a que, paulatinamente, el modelo de ganadería extensiva dé lugar a un incremento de la producción agrícola. Se intensifica la producción de girasol y se difunde el cultivo de soja, promocionado por multinacionales proveedoras de paquetes tecnológicos para su desarrollo. Lo cual una vez más, beneficia a los grandes productores, con capacidad para asumir los costos de tecnología, adaptada en tamaño y potencia a grandes extensiones de tierra, culminando en un proceso mayor de concentración, con fuerte incidencia en la reducción de diversidad asociada al monocultivo, que se va a incrementar de forma exponencial en la década del noventa.
En esta década el desarrollo sostenible consolida su presencia en materia de legislación y políticas públicas, en cuanto a la modalidad y las estrategias de intervención sobre lo ambiental en toda Latinoamérica.85 En 1992, en Argentina, se restructura la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, anexando dependencias que entienden sobre recursos estratégicos, procesos de privatización de empresas estatales y financiamiento internacional. Esta definición opera sobre la capitalización86 y objetivación87 de lo ambiental y, por ende, del territorio. El ambiente aparece como función principal del mercado y sus necesidades:
…la posibilidad de comprar y vender naturaleza se considera una condición previa para su explotación sostenible y su conservación a largo plazo e influye en la definición y aplicación de los derechos de propiedad y de poder dispositivo de la naturaleza.88
Así, conceptos como preservación, equilibrio o racionalidad en el uso, que marcaron las decisiones de la política ambiental argentina de los noventa, adquieren importancia según su contribución al funcionamiento del libre mercado. La naturaleza deja de constituir una entidad autónoma, fuente de vida y de discurso, para pasar a cumplir una «posición pasiva, dependiente, delimitable, administrable como recurso natural, requerido para la industria y el comercio».89 El ambiente se diluye en los diferentes elementos que lo componen: agua, tierra, bosques, fauna, minerales, adquiriendo una realidad particionada, externa a la sociedad, cuantificable e inteligible mediante métodos compatibles con su objetivación.90
En cuanto a la concepción jurídica, la constitución argentina de 1994, se distancia de la noción ligada al ambiente como un derecho del Estado, a la determinación del uso y distribución de los recursos naturales, promoviendo un derecho “al ambiente”. Es decir que antes que una facultad para determinar su uso o distribución, el derecho al ambiente supone que su portador puede gozar de él, con la condición previa de que este ambiente debe ser «sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano».91
En los noventa, la importancia de la política ambiental argentina pasa a depender de la contribución al mercado
El papel del Estado se reduce a la generación de políticas que regulen los aspectos que el mercado no puede rectificar, y a promover las medidas correctas para lograr un crecimiento económico que proteja la calidad del ambiente y la integridad del acervo de capital.92 Se promueve la asistencia técnica de organismos internacionales, desde una concepción neutral de la ciencia y la técnica, que contribuye a concebir al ambiente como cuestión “a-tópica”, fuera del espectro político existente.93
Por último se destaca que, con la instauración del neoliberalismo, se privatizan todos los recursos naturales estratégicos: el petróleo, el gas, el carbón, el agua, las empresas generadoras y distribuidoras de electricidad, el transporte público (previo cierre de la red ferroviaria), la aerolínea estatal, los medios de comunicación, los astilleros, el correo, el banco hipotecario, la caja nacional de ahorro y seguro, el sistema estatal de jubilaciones y pensiones; a lo que se suma la descentralización de servicios esenciales como salud y educación a la órbita de las provincias, sin el financiamiento ni la infraestructura necesaria para garantizar su funcionamiento y la confiscación de depósitos bancarios privados.
Transcurridos veinticinco años de devastación económica, exclusión social, cartelización de la política y entrega de los recursos naturales, los nuevos sujetos de la barbarie, aglutinados en movimientos piqueteros, de desocupados, derechos humanos, jubilados, centrales obreras disidentes, con fuerte presencia docente y estatal, emergen de las cenizas, abriendo camino hacia lo que se constituirá en un proceso inclusivo de carácter popular, simbolizado en el sentido de la alteridad de Levinas, en una categoría que sintetiza su identidad bajo la consigna: “la patria es el otro”.
Crónicas del eterno retorno. Debates actuales sobre la avanzada neoliberal conservadora.
Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengamos historia, no tengamos doctrina, no tengamos héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como una propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.
Rodolfo Walsh, 1968.
Reflexionar sobre las condiciones sobre las que discurre el presente, resulta mucho más complejo que debatir en clave histórica, más aún, si de lo que se trata es de imaginar salidas alternativas con algún grado de viabilidad, considerando los estrechos márgenes de acción que se vislumbran en un contexto incierto y reciente, articulado sobre estrategias perversas de despojo material y de profunda devastación simbólica.94
En el siglo XXI, la contradicción estructural conceptualizada en términos dicotómicos se reconfigura a partir del “aggiornamento” de un viejo sujeto de estigmatización, enfatizando en la adjetivación que más se adecua a este espacio-tiempo, de lo que resulta que, el viejo fantasma del populismo, aparte de populista deviene corrupto. Bajo esta matriz, el “populismo”, se presenta como el origen de todos los males existentes, y su exterminio, se establece en el principio prescriptivo de la oleada neoliberal reinstaurada en el poder en sur del continente, desde fines de 2015.
En esta coyuntura, y más allá de los aciertos y desaciertos, de los gobiernos progresistas, que conformaron el espectro político en la mayoría de los países del sur del continente, durante la primera década del siglo XXI, analizar el papel que le cabe al movimiento ambiental latinoamericano, a la hora de interpelar los alcances del modelo inclusivo americanista propuesto desde esos procesos, se vuelve prioritario.
El carácter contrafáctico de este debate, genera enormes contradicciones hacia el interior de la corriente crítica que asume como preocupación teórica la cuestión socioambiental, que calan hondo, al momento de proponer alternativas de transición hacia un modelo de justicia social y ecológica.95 En este sentido, el ejercicio de revisión crítica de la producción teórica desarrollada desde esta corriente, sobre el carácter neoextractivista de los progresismos latinoamericanos, resulta cuanto menos paradójico, si se considera que la mayoría de esos procesos, están siendo arrasados por sistemas cuya conformación ideológica y material, se estructura en la explotación por despojo. Y en el breve lapso que llevan en el poder, han profundizado hasta el paroxismo, relaciones de dependencia colonial que, en el pasado reciente, era imposible pensar que pudieran volver a establecerse.
No obstante ello, en tiempos de oscuridad conceptual, quizás de lo que se trata es de reconfigurar los interrogantes, y volver sobre las inquietudes iniciales sobre los que se erigen los principales tópicos del debate neoextractivista (por más obvio que parezca este ejercicio y más allá de toda certeza), focalizando en las contradicciones y retrocesos que implica la institucionalización, por medio de procesos democráticos, de proyectos políticos cuya matriz ideológica expresa lo peor de la conjunción entre, la volatilidad de las “corporaciones financieras” y la violencia del “mesianismo conservador”.96
Lo cual remite, en primer lugar, a poner el eje en el papel del Estado y considerar: ¿Cuál sería la estrategia política concreta para adoptar, para salir del extractivismo, teniendo en cuenta las relaciones históricas de dependencia de nuestro continente? Y en este mismo sentido, ¿sería posible una salida por fuera de la intervención y la organización del Estado, considerando las estrategias y los mecanismos de reproducción con que cuentan los grupos de poder concentrados en Latinoamérica? Por otro lado, si se asumen y se reconocen estos mecanismos de poder ¿la fragilidad del Estado no es la mejor herramienta con que cuentan y han contado los sectores concentrados para mantener sus privilegios?
En segundo lugar, si uno de los ejes principales de este debate, es romper con las relaciones coloniales en términos simbólicos, colocarse por fuera de los procesos objeto de crítica, desde una posición de cierta superioridad neutral, ¿no supone reproducir la estructura de las condiciones coloniales? En este mismo esquema, priorizar la crítica férrea (en algunos casos en términos virulentos y dogmáticos), más allá de la plena consciencia de los efectos devastadores del neoliberalismo financiero, sobre los sectores más desfavorecidos, ¿no supone reproducir estas condiciones desde una situación de privilegio?
En cuanto al tema de la representatividad y las estrategias de participación social, si bien es el tópico que resulta más controversial, considerando el acompañamiento inicial de muchos de los teóricos de la corriente crítica a los procesos progresistas, inclusive en la definición de sus principios estructurales. No obstante ello, en el contexto regresivo actual, vale la pena volver a considerar, ¿según qué parámetros de representatividad resulta válido priorizar el argumento de las continuidades entre extractivismo clásico y neoextractivismo, por sobre los derechos adquiridos de vastísimos sectores de la población en términos inclusivos? y más aún, ¿estos argumentos, resultan suficientes, cuándo de lo que se trata es de que sean las comunidades las que definan sus principios? Más allá de los avances y retrocesos acontecidos en los años del progresismo ¿no son los sectores sociales mayoritarios quienes deben conducir este proceso, según sus tiempos, debilidades y fortalezas? Por otro lado, si los principios originales se consideran válidos, y la fragilidad se presenta al momento de disputar la hegemonía a los sectores del poder concentrado y sus herramientas clásicas de coacción ¿no hubiera sido interesante redoblar la apuesta desde el interior de los procesos?
Por último, con relación a las críticas internas y externas, sobre las estrategias cortoplacistas, la falta de conocimiento sobre los ritmos y los procesos metabólicos y sobre la falta de determinación en la toma de decisiones, resulta necesario repensar, ¿qué mecanismos se deberían implementar?, para que quienes cuentan con las herramientas teóricas y el conocimiento técnico, se involucren en los procesos de toma de decisión y en la definición de los procedimientos para su aplicación, asumiendo los costos que implica poner el cuerpo, en la disputa del sentido común, lo cual remite una vez más, al debate inicial que da origen a este trabajo.
El recorrido trazado, deja al descubierto que, a lo largo de la historia de Latinoamérica, los procesos de explotación social y apropiación ambiental se erigen sobre la interrelación de dominio de los hombres entre sí y de la sociedad sobre la naturaleza, pero fundamentalmente sobre la construcción del sentido común. Las estrategias e instrumentos, de los que se valen las clases dominantes para mantener su condición, se repiten y reproducen en una “crónica de eterno retorno”, dirigida a desarticular las propuestas de carácter emancipatorio, que emergen desde los confines de la barbarie. El poder de los grupos concentrados se sostiene a partir de los mecanismos institucionales y jurídicos, que el propio sistema forja para mantener y reproducir su situación. Sobre este aspecto se observa que, si bien los instrumentos utilizados se reconfiguran acorde con las particularidades del contexto y que, incluso cuando las condiciones se tornan desfavorables, no dudan en recurrir a la violencia y el terror para preservar sus privilegios, la estrategia de estigmatización valorativa se mantiene constante, más allá de las variaciones de sus argumentos.
El orden conservador organiza el sentido común bajo su forma de mirar el mundo, naturalizando la desigualdad como un proceso inevitable.
Tal como se desprende del proceso analítico desarrollado, el orden conservador organiza el sentido común bajo su forma de mirar el mundo, naturalizando la desigualdad como un proceso inevitable. En este esquema, los argumentos van mutando según la adjetivación con la que, en cada momento histórico, se califica al sujeto social identificado con la barbarie, y al cual es necesario combatir y derrotar (material, pero sobre todo, simbólicamente): indios salvajes, gauchos vagos, negros peronistas, jóvenes subversivos, piqueteros desestabilizadores, populismos corruptos.
Cabe entonces preguntarse, de que estrategias valerse para disputar la batalla del universo simbólico, considerando los recursos con que cuentan las oligarquías latinoamericanas para lograr restablecerse por sobre procesos sociales, que en determinados momentos de la historia, logran conformar sistemas de organización política de matriz inclusiva, con fuerte raigambre popular.
En este sentido, es imposible desconocer la significación de los progresismos latinoamericanos del siglo XXI, considerando que, a pesar de haber conseguido logros indiscutibles en materia de justicia e inclusión social, en casos emblemáticos como Argentina y Brasil, no han podido preservar su hegemonía, dejando paso al restablecimiento del neoliberalismo conservador. Ejes sobre los que discurrieron los principales debates desarrollados en el marco del Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, que tuvo lugar en Buenos Aires en noviembre de 2018, y que resulta interesante rescatar.
Entre los logros alcanzados, se destaca el haber sacado más de 70 millones de personas de la pobreza (entre el año 2000 y el 2015), lo cual constituye un dato irrefutable sobre la importancia de estos procesos, sea cual sea el marco ideológico desde el que se analice. En el mismo sentido, se pueden mencionar, la reducción de la desigualdad, el establecimiento de nuevas formas de participación política, un mayor acceso a la salud, la educación y los servicios sociales. La democratización creciente de las relaciones interpersonales y la institucionalización de nuevos derechos, los avances en materia de igualdad de género y derechos humanos, las políticas de integración latinoamericana y de soberanía continental, el desendeudamiento externo, el establecimiento de nuevas formas de gobernabilidad, la estabilidad democrática, el acercamiento de los jóvenes a la política, la revalorización de la cultura como herramienta de transformación, el engrosamiento de los sectores medios, la apuesta al desarrollo científico-tecnológico, el fortalecimiento de la industria nacional y el establecimiento de estrategias económicas de articulación selectiva.97
Con relación a los desafíos, el debate se estructura sobre cuatro ejes que representan los límites con los que se enfrentan y deberán enfrentarse estos procesos, de producirse “una nueva oleada progresista”, constituidos por: aspectos económicos; de estructura institucional; de orden ecológico y; fundamentalmente de carácter ideológico, en torno a la disputa del sentido común.
A nivel económico se destaca la necesidad de generar un plan que consiga sostenerse más allá de la satisfacción de necesidades materiales básicas, que generan estabilidad en un primer momento, pero que una vez satisfechas, requieren de un proceso constante de distribución de la riqueza y de reducción de los índices de desigualdad, como factor excluyente de gobernabilidad. Considerando especialmente la volatilidad de los sectores medios.98
En términos institucionales, se plantea la necesidad de adecuar el sistema de gobernanza a las condiciones actuales de distribución del poder, a partir de establecer una nueva arquitectura institucional, fundamentalmente en el ámbito judicial, cuya estructura de funcionamiento es la más perimida, no sólo para regular sobre las nuevas estructuras de poder, sino también para legitimar la incorporación de nuevos actores sociales.99
En materia ambiental, se advierte que el nuevo proceso económico que se vaya a desarrollar, debe estar necesariamente estructurado en función de los límites ecológicos. En un proceso que, de materializarse una segunda etapa de procesos progresistas, se avizora inevitablemente como un socialismo ecológico.100
Con relación a la necesidad de revolucionar el sentido común (considerado como el conjunto de criterios morales, procedimientos lógicos y actitudes, que se ejecutan sin reflexionar acerca de ellas), cuyo accionar se materializa en el «lenguaje, en el conjunto de indignaciones y tolerancias morales que constituyen los algoritmos de la vida cotidiana, así como en la forma de actuar y ser en el mundo».101 En esta línea, la transformación del sentido común acorde con las características de los progresismos latinoamericanos, se plantea como el eje fundamental del nuevo programa ideológico. Para lo cual, habrá que valerse de todas las herramientas posibles, en un proceso sistemático y planificado, que involucre aspectos: culturales, artísticos, comunicacionales, educativos, morales e institucionales, de modo tal, que el viejo orden no pueda aprovecharse de momentos de debilidad para volver a restablecerse.
El desafío consiste entonces en repensar las estrategias para revolucionar el sentido común, de forma tal de articular las condiciones materiales y subjetivas, recuperando y revalorizando lo mejor de los procesos sociales de la historia latinoamericana, en los cuales se encuentran claves interesantes, para la conformación de estrategias de transición hacia relaciones de mayor justicia social y ecológica.
Ofelia Agoglia, es investigadora en el nodo Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto Interdisciplinario de Ciencias Básicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina) e integrante del grupo de trabajo de Ecología Política de CLACSO.
Acceso al texto completo en formato pdf: ¿Civilización sin barbarie? Crónica de un eterno retorno: Reflexiones desde la corriente crítica latinoamericana.
NOTAS:
1 Domingo Sarmiento, Obras Completas, Tomo II, Ed. Luz del día, Buenos Aires, 1909, p. 241.
2 Según las bases sobre las que Héctor Alimonda (Anotaciones sobre historia ambiental, ecología política y agroecología en una perspectiva latinoamericana, en IV Congreso Brasileño de Agroecología, Porto Alegre, Brasil, 2003, p.32), considera como historia ambiental, con relación a los patrimonios colectivos: «esas herencias tienen un componente material, constituido por la huella ecológica de la humanidad en general, y de cada comunidad en particular, sobre el entorno físico-natural, a partir de una dinámica de destrucción y reconstrucción, y por el conjunto de elementos e instalaciones edificados por los humanos para satisfacer sus diversas necesidades. Todo ello representa procesos de satisfacción de necesidades que, son a su vez el origen de nuevas carencias y necesidades. Pero existen también los componentes inmateriales de esas herencias, cuya vigencia, legitimidad y significación no son unívocas, y que son objeto de luchas a veces tan enconadas como las de los componentes materiales. Nos referimos a todas las dimensiones culturales, simbólicas y de valores que conforman ese patrimonio inmaterial».
3 Manuel Belgrano, Autobiografía, Buenos Aires, 1814.
4 Héctor Alimonda, Las tormentas de la materia. aporte para una Ecología Política latinoamericana, CLACSO, Buenos A, 2006, p. 96.
5 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, Memoria Verde. Historia ecológica de la Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2001.
6 Antonio Elio Brailovsky, Historia ecológica de Iberoamérica. De los mayas al Quijote, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2005. Véase también del mismo autor: Historia ecológica de Iberoamérica II. De la Independencia a la Globalización, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2006.
7 Hugo Chumbita, Historia Crítica de las Corrientes Ideológicas Argentinas. Revolucionarios, Nacionalistas y Liberales 186-1988. Editorial Fundación Ross, Buenos Aires, 2013.
8 Norberto Galasso, Peronismo y Liberación Nacional, 1945-1955, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2003; Véase también del mismo autor: Sarmiento. ¿Civilizado o Bárbaro?, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2003, y; La década infame, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo. Buenos Aires, 2005; Artigas y las masas populares en la Revolución, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2006.
9 Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Catálogos, Buenos Aires, 2007.
10 Juan José Hernández Arregui, La Formación de la Conciencia Nacional, Ed. Plus Ultra. Buenos Aires, 1960.
11 Enrique Leff, «La ecología política en América Latina. Un campo en construcción», en Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana, CLACSO, Buenos Aires, 2006; Véase también del mismo autor: Aventuras de la Epistemología Ambiental: de la articulación de ciencias al diálogo de saberes, Siglo XXI, México, 2007.
12 Felipe Pigna, Libertadores de América, Grupo Editorial Planeta, Buenos Aires, 2010. Véase también del mismo autor: Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes, incorrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930, Planeta, Buenos Aires, 2012, y; Manuel Belgrano. El hombre del bicentenario, Planeta, Buenos Aires, 2016.
13 Aníbal Quijano, «Colonialidad de poder y clasificación social», Cuestiones y Horizontes de la Dependencia Histórico Estructural a la Colonialidad/Descolonialidad del Poder, CLACSO, Bueno Aires, 2014
14 Jorge Ramos, Historia de la Nación Latinoamericana, Editorial Continente, Buenos Aires, 1968. Véase también del mismo autor: Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, Senado de la Nación, Buenos Aires, 2006.
15 Mariano Moreno, Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios, Buenos Aires, 1802.
16 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, op.cit., p. 25.
17 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales, Espasa Calpa, Buenos Aires, 1970.
18 Antonio Elio Brailovsky, op.cit., 2005.
19 Eduardo Galeano, op.cit.
20 Felipe Pigna, op.cit., 2010.
21 Inca Garcilaso, op.cit., p.35.
22 Como observa Alimonda (op, cit., 2003, p. 33): este proceso, “implicó el sacrificio gratuito de universos simbólicos y de tecnologías adaptadas a diferentes ecosistemas del continente, basadas en siglos de paciente observación de los procesos naturales. Gran parte de estos procesos se desarrollaron espontáneamente, con independencia de la voluntad y de las intenciones del poder imperial, sin embargo, formaron parte de un gigantesco dispositivo de reordenamiento social y ambiental de los territorios en función del establecimiento de lo que ha sido denominado «economía de rapiña».
23 Héctor Alimonda, op. cit., 2006; La Naturlaeza Colonizada. Ecología Política y Minería en américa Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2011; «Notas sobre la ecología política latinoamericana: arraigo, herencias, diálogo», Ecología Política, núm. 51, Icaria, Barcelona, 2016.
24 Antonio Elio Brailovsky, op.cit., 2006, p. 41.
25 Las culturas biosféricas se han desarrollado de forma incipiente con los primeros Estados centralizados, y de manera más plena a partir del siglo XVI, con la explotación imperialista del resto del mundo por parte de Europa. Estas, acopian los recursos de su propio territorio y también de ecosistemas lejanos; pueden desarrollar pautas de “usar y tirar” con respecto a los recursos naturales, convencidas de que, una vez exprimida una zona, se podrá comenzar a “desarrollar” la siguiente (Jorge Riechmann, Ética ecológica. Propuestas para una reorientación, Icaria, Barcelona, 2004, pp. 1-2).
26 Eduardo Galeano, op.cit.
27 Jorge Ramos, op.cit., 1968; op.cit., 2006.
[28] Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, op.cit., p. 33.
29 Manuel Belgrano (1770-1820), abogado, economista, político, diplomático y militar de destacada actuación en la historia argentina de las dos primeras décadas del siglo xix. Uno de los principales ideólogos que impulsaron la Revolución de Mayo y uno de los principales artífices de la independencia argentina, sigue despertando, a casi dos siglos de su muerte, la admiración de los que lo conocen y el desprecio de quienes siguen viendo en él a un denunciante de las injusticias, las inequidades y el atraso nacional, provocados por los que él llamaba “partidarios de sí mismos” (Felipe Pigna, op.cit., 2016, p.1).
30 José Gervasio Artigas (1764-1850) estadista y militar uruguayo, participó de la guerra de independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata, destacado defensor del federalismo, recibió el título de protector de los pueblos libres.
31 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, op.cit.
32 Eduardo Galeano, op.cit.
33 Felipe Pigna, op.cit., 2010; op.cit., 2016.
34 Manuel Belgrano, op.cit., p. 35.
35 Artigas es quien organiza el Congreso de los Pueblos Libres, que tiene lugar en junio de 1815 en la Villa del Arroyo de la China (Entre Ríos, Argentina), para tratar la organización política de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero, el papel de las comunidades indígenas en la economía de la confederación y la política agraria (Hugo Chumbita, op.cit.).
36 Eduardo Galeano, op.cit., p.154.
37 Hugo Chumbita, op.cit., p.43.
38 Moreno y Castelli, representan el ala más radical de la Primera Junta, conformada en mayo de 1810. Sus ideas están fuertemente influenciadas por la Revolución Francesa, pero también imbuidas del carácter americanista del sueño de la Patria Grande, van a ser literalmente acalladas, en el caso de Castelli a quien le cortan la lengua, y en el caso de Moreno, a través de una muerte dudosa en altamar. En el mismo sentido, Juana Azurduy, considerada la más grande heroína de la independencia argentina, organizó y luchó en el escuadrón de “los leales”, bastión fundamental en la liberación del Alto Perú y el ejército del Norte, va a ser objeto del abandono deliberado y de la pobreza que le impone la oligarquía patricia que se hace con el gobierno, después de la independencia.
39 Ramos, hace referencia a las tropas gauchas federales, en la contienda contra los unitarios a mediados del S. XIX.
40 Jorge Ramos, Jorge Ramos, op.cit., 2006, p.60.
41 Hugo Chumbita, op.cit.; Jorge Ramos, op.cit., 2006.
42 Oscar Muiño, Buenos Aires la colonia de nadie, Eudeba, Buenos Aires, 2015, p.45.
43 Sarmiento, D. (1845). Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentina. Al proponer el diálogo entre civilización y barbarie como el conflicto primordial en la cultura latinoamericana, se da forma a una polémica que comienza en el periodo colonial y que continúa hasta el presente (Ramos, op.cit., 2006).
44 Eduardo Galeano, op.cit., p.42.
45 Se trata de un desequilibrio ecológico de envergadura, tal como observa Darwin en 1825: “de una hierba gruesa pasamos a una alfombra verde de pasto fino”, los suelos originales eran ricos en materia orgánica pero pobres en nitrógeno, la introducción del ganado significó suplir esta falta, a lo que se suman los incendios producidos por los indígenas y como política de manejo agrario, todo lo cual, resulta en la fertilidad de los suelos pampeanos (Brailovsky y Foguelman, op.cit., p.105).
46 Antonio Elio Brailovsky, op. cit., 2006
47 Jorge Ramos, op.cit., 2006.
48 Juan José Hernández Arregui, op.cit.
49 Norberto Galasso, op.cit., 2006; Jorge Ramos, op.cit., 1968.
50 Eduardo Galeano, op.cit., p. 243.
51 Eduardo Galeno, op.cit.; Jorge Ramos, op.cit.,1968
52 Ibídem; Hugo Chumbita, op.cit.
53 Jorge Ramos, op.cit., 1968, p. 45.
54 Francisco Solano López (1826-1870) fue el segundo presidente constitucional de Paraguay entre 1862 y 1870. Se desempeñó como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y jefe supremo de la nación paraguaya durante la guerra de la triple Alianza.
55 Eduardo Galeano, op.cit., p. 250.
56 En 1791 estalló la revolución esclava, la guerra fue larga, el país quedó paralizado, “en 1803 casi toda la colonia, antiguamente floreciente, era un gran cementerio de cenizas y escombros. El país nació en ruinas y no se recuperó jamás” (Eduardo Galeano, op.cit., p. 92).
57 John W. Cooke, «Apuntes sobre el Che», en Revista compromiso, núm. 3, Buenos Aires, 1977, p. 7.
58 William Cooke en Norberto Galasso, op.cit., 2003.
59 Barry Commoner, El círculo que se cierra, Plaza y Janés, Barcelona, 1971, p. 245.
60 Norberto Galasso, op.cit., 2003; Jorge Ramos, op.cit., 2006.
61 Norberto Galasso, op.cit., 2003.
62 Juan José Hernández Arregui, op.cit.
63 Norberto Galasso, op.cit., 2003, p. 9.
64 Jorge Ramos, op.cit., 2006.
65 Durante este periodo se observa un intenso programa de protección de áreas naturales y de otras en peligro de extinción. Se dicta la Ley de defensa de la riqueza forestal (ley Nº 13273/48), que prohíbe la devastación de bosques y tierras forestales y obliga a la reforestación. Se establecen seis nuevos parques nacionales, tres reservas nacionales y un monumento natural (Ximena Carreras Doallo, «Discurso y política forestal en el peronismo histórico. Entre la protección al ambiente y el productivismo, 1946-1955», Estudios Rurales, vol. 6, núm. 11, CEAR-UNQ, Buenos Aires, 2016, pp. 22-23).
66 Ibídem
67 Ibídem
68 Concepto peyorativo con el que se simboliza a los obreros que produjeron el histórico “17 de octubre” de 1945, y que fue utilizado para descalificar a los simpatizantes del peronismo desde una marcada posición de clase.
69 Daniel Santoro, Peronismo y Goce: Un Diálogo con Daniel Santoro Sobre Lacan y Evita, Pájaro Rojo, Buenos Aires, 2014.
70 El bombardeo a la Plaza de Mayo, ocurrido el 16 de junio de 1955, constituye uno de los acontecimientos más terribles cometidos contra la población civil, por parte de la Fuerza Aérea y la Marina argentina, instigados desde el poder civil, con el apoyo de la iglesia. El objetivo era el asesinato de Perón, en un intento de golpe de Estado fallido, que culminó con 364 muertos, además de casi 800 heridos.
71 Diario La Nación, 28 de julio de 1975.
72 Diario La Nación. 13 de diciembre de 1975.
73 CEPAL, Políticas públicas para el desarrollo sustentable: la gestión integrada de cuencas, 1994 disponible en: http://www.eclac.org/publicaciones/xml/9/19759/lcr1399s.
74 Vale la pena profundizar en las ideas centrales de este mensaje, en el que se proponen algunas de las medidas que se considera urgente tomar ante la crisis ambiental, y sobre la posición a adoptar desde los países periféricos, con relación a la soberanía de sus recursos.
75 Horacio Machado Aráoz, «El auge de la Minería transnacional en América Latina. De la ecología política del neoliberalismo a la anatomía política del colonialismo», en: La Naturaleza colonizada. Ecología política y minería en América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2011, pp. 152.
76 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit.
77 En sintonía con la aprobación de la resolución de Naciones Unidas acerca de la soberanía permanente sobre los recursos naturales, en que se establece: “el reconocimiento del derecho inalienable de todo Estado a disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales en conformidad con sus intereses nacionales, y respeto a la independencia económica de los Estados” (Resolución1803 de Naciones Unidas, 1962).
78 Myriam del Valle Díaz, La política ambiental argentina: entre 1973-1999. EUSJ, San Juan, Argentina, 2009.
79 María Alejandra Ciuffolini, En el llano todo quema: movimientos y luchas urbanas y campesinas en la Córdoba de hoy, EDUCC, Córdoba, 2009.
80 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, 2001
81 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit., p. 107.
82 De haber alcanzado el mínimo histórico de desempleo en 1974, la cifra se incremente del 2,7% al 17,3% en 1996, para llegar al récord histórico de 21,5% en 2001. Lo mismo ocurre con el índice de Gini que pasa del 0,35 al 0,40 en la dictadura, hasta alcanzar el 0,55 en 2002. En cuanto al nivel de deuda externa pública en relación al PIB, en 1974 estaba en 10%, en 2002 se ubicar en el 160% (CEPAL, Estudio económico sobre América Latina, 2015).
83 Estas políticas se van a complementar con la Ley de entidades financieras de 1977 y la Ley de inversiones extranjeras, que permiten respectivamente, restituir a las entidades financieras la facultad de captar depósitos por cuenta propia y fijar las tasas de interés activas y pasivas, así como la liberalización de la entrada de capitales externos en el país, restringiendo al mínimo las áreas prohibidas para este tipo de inversiones, asegurando un trato igualitario a las inversiones extranjeras y las nacionales (Mario Rappaport, «La herencia de la dictadura militar», Diario Página 12, 25 de marzo de 2011, Buenos Aires, 2011).
84 Ibídem
85 Werner Raza, «Desarrollo capitalista, neoliberalismo y ambiente en América Latina: Una breve sinopsis», Ecología Política, núm. 20, 2000, pp. 153-165.
86 Por capitalización se entiende la representación del medio biofísico (naturaleza y economías no industrializadas), así como de las esferas domésticas (naturaleza humana) como reserva de capital, susceptible de ser comercializada en el mercado (O’Connor en Inca Garcilaso De la Vega, op. cit., 2013).
87 El proceso de objetivación se refiere a que el ambiente, toma la forma de un reservorio o depósito de materias primas, de activos naturales para la producción de mercancías (Escobar, 1998; Raza, 2000).
88 Werner Raza, op.cit., p.161.
89 Omar Ramírez, «El espejo invertido de la realidad: del discurso del desarrollo a la apología de la gestión ambiental», Avá Revista de Antropología, núm.10, 2007, p. 75.
90 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit.
91 Congreso de la Nación. Constitución de la República Argentina de 1994. Buenos Aires, 1994, artículo 41.
92 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit.
93 Héctor Leis, La Modernidad insustentable, Nordan, Montevideo, 2001, p. 108.
94 Ofelia Agoglia, Contribuciones de la teoría social crítica al análisis de la problemática ambiental y sus posibles alternativas de resolución en clave latinoamericana, Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, CLACSO, Buenos Aires, 2018.
95 Ofelia Agoglia, op.cit.
96 Ibídem
97 Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, CLACSO, Buenos Aires, 2018.
98 Ibidem.
99 Cristina Fernández, Capitalismo, neoliberalismo y crisis de la democracia, en Primer Foro M de Pensamiento Crítico, 2018
100 Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, 2018.
101 Álvaro García Linera, El futuro de la izquierda y de la dignidad humana, en Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, 2018.
Lectura Recomendada: Contra la doctrina del shock digital
Contra la doctrina del shock digital
Adrián Almazán y Jorge Riechmann (eds.)
Centro de Documentación Crítica, Ciempozuelos (Madrid), 2020, 156 págs.
Explicaba Joseph Tainter en The Collapse of Complex Societies (1988) que un factor decisivo que lleva históricamente a las civilizaciones a entrar en procesos de colapso y que, al mismo tiempo, constituye una señal de que se ha entrado en ellos, es el declive de los rendimientos marginales de la complejidad. Es sabido que una característica inherente al proceso civilizatorio desde sus albores es la estrategia de resolver problemas mediante incrementos de la complejidad. Cuando se dispone de un flujo extra de energía (fuego, animales de tiro, agricultura... carbón, petróleo, gas natural, uranio...) la tendencia es a aplicarlo a dichos problemas incrementando la complejidad social, y por tanto también su ritmo metabólico. Así, si una sociedad recolectora-cazadora experimentaba una época de sequía, simplemente migraba a otro lugar con mejores condiciones. Pero si una sociedad sedentaria y agrícola experimenta esa misma situación se embarcará en transformaciones de alto coste energético, como la creación de canales de irrigación. Esto suele conllevar la aparición de nuevos problemas que hay que resolver a su vez incrementando más la complejidad y, por tanto, generando nuevos problemas: es la denominada trampa de la complejidad.
Esto puede prolongarse a lo largo de los siglos hasta que se alcanza un punto en que las ventajas que obtiene la sociedad por cada aumento de complejidad comienzan a decaer: cada vez cuesta más esfuerzo lograr alguna mejora, estas son cada vez menores, y llega el momento en que el simple mantenimiento de la complejidad existente comienza a exigir más y más energía (el efecto Reina Roja, en honor al personaje de Lewis Carroll). En última instancia la sociedad comienza a perder complejidad y entra en lo que Tainter denomina colapso (esto es: una reducción brusca y profunda del nivel de complejidad).
La apuesta por la quinta generación de telefonía móvil es un moderno ejemplo de este proceso y un claro aviso de la llegada de nuestra civilización industrial a dicho punto de inflexión. Si nos remontamos al inicio de la telefonía deberemos reconocer que supuso un salto de enorme trascendencia en las capacidades sociales de comunicación a distancia, con un coste relativamente bajo en instalación de líneas de par trenzado y en construcción de centralitas y terminales, relativamente sencillos de fabricar con la tecnología del momento: la curva de rendimientos de la complejización en esta área tecnológica comenzaba con una pendiente elevada. La puesta en marcha de la primera generación de telefonía celular (analógica, en 1979) fue otro salto notable en las capacidades de telecomunicación, al independizarlas de un punto fijo de conexión. Las inversiones comenzaban a complicarse, pues ya no servían los millones de km de cables de la telefonía fija y se necesitaba instalar antenas allí donde quisiera ofrecerse cobertura.
La siguiente generación, la 2G, supuso otro paso relevante de la mano de la digitalización, aunque realmente el gran avance de liberarse del punto fijo de conexión se había producido ya en la fase anterior. La 3G aportó después la primera conectividad a Internet, y comenzaron a introducirse los smartphones. A cada salto, el coste en terminales, nuevas antenas, sustitución de las antiguas y consumo energético, debido sobre todo a la ampliación de la cobertura y al incremento del tráfico de datos, fue aumentando de manera considerable. La 4G apenas supuso, desde el punto de vista de la funcionalidad, más que una ampliación en el ancho de banda (más velocidad). Y en ese punto estábamos cuando la industria decidió dar un nuevo salto e inventó la 5G cuyos costes anunciados resultan descomunales no sólo en instalaciones nuevas (incluidos miles de satélites) sino también en consumo energético (varias veces el de la 4G). Y toda esta nueva complejidad, ¿para solucionar qué problema social, exactamente? Entre las funciones nuevas que se han anunciado se incluyen la llamada “internet de las cosas” (conexión domótica de electrodomésticos, por ejemplo), la conducción de vehículos autónomos, la descarga casi instantánea de películas, la comunicación más rápida entre robots en las fábricas o la posibilidad de realizar operaciones quirúrgicas a distancia. A nada que se sopesen costes contra beneficios parece claro que hemos llegado a unos escasos rendimientos sociales comparados con el salto de complejidad/energía/recursos que se nos propone (o más bien se nos impone, puesto que los planes de despliegue están ya en marcha, con un nulo debate público).
En este contexto es en el que se publica un pequeño pero bien armado arsenal defensivo contra la 5G en forma de libro. Sus coordinadores (y autores de buena parte de los textos) son Adrián Almazán y Jorge Riechmann, representantes de dos generaciones de filósofos implicados en la lucha ecologista más consciente, y que se están destacando en estos últimos tiempos por una crítica radical al despliegue de la tecnología 5G en nuestro país, con contundentes textos como los incluidos en esta recopilación bajo el título Contra la doctrina del shock digital.
Los numerosos argumentos con que los autores atacan la irracionalidad e inconveniencia del despliegue antidemocrático de la quinta generación de telefonía móvil abarcan tanto cuestiones sociopolíticas (ampliación del control y vigilancia de la población) como de salud (principio de precaución ante la posible nocividad reconocida por la propia OMS de las radiaciones electromagnéticas, que ahora serían ampliadas) o de coste de oportunidad en un contexto de declive energético y material, una cuestión esta que aún no resulta suficientemente conocida para los movimientos en defensa de la privacidad o de la salud, y por tanto especialmente pertinente en una obra de este tipo, con vocación de abarcar todo el espectro del activismo social.
Los cinco artículos y un manifiesto que conforman esta obra fueron publicados previamente en medios como Ctxt.es, ElDiario.es, Ecologista y la revista 15/15\15. Su reunión en forma de libro no podría ser más oportuna, a las puertas de una irrigación masiva con fondos europeos de todo tipo de entelequias más o menos disparatadas y peligrosas, pero todas ellas marcadas por los valores sagrados para la cultura hegemónica: innovación, tecnología y modernización, recargados ahora por el poder mágico de la descarbonización (mágico puesto que no se sostiene en los hechos empíricos que lo digital esté exento de emisiones de CO2, más bien todo lo contrario). A los autores españoles, con Almazán y Riechmman a la cabeza, se une en el primero de los textos, el que introduce el concepto de doctrina del shock digital, el colectivo francés Écran total.
Si estábamos inmersos ya en el más descomunal experimento jamás realizado con seres humanos (en realidad nadie sabe cómo afectarán a largo plazo las masivas e ubicuas radiaciones de microondas a nuestra especie ni a otras), a este hecho no reconocido se unirá ahora una multiplicación de las capacidades de control y vigilancia ya existentes sobre las poblaciones y un derroche inmoral de recursos energéticos y materiales (nunca revelados oficialmente) para multiplicar las infraestructuras necesarias para una 5G que apenas una minoría elitista deseaba. Hay quien afirma que la 5G es a nuestra civilización como la construcción de moais fue a la antigua civilización de Rapa Nui, un delirio megalomaníaco, una huida hacia adelante que sólo sirvió para acelerar la caída en el colapso más atroz.
Personalmente echo de menos en esta obra una exploración más profunda de la relación con la doctrina del shock descrita por Naomi Klein en su conocida obra de 2007. El título del libro sugiere una conexión muy interesante, aunque quizás hubiese sido más adecuado titularlo «Contra la doctrina digital del shock», puesto que lo que es digital es más bien la aplicación de la doctrina y no el propio shock, que en este caso se trata de la pandemia de COVID19. Las pistas más importantes acerca de esta aplicación digital de la doctrina general descrita por la autora canadiense las encontraremos en el primero de los textos que conforman el libro, donde se nos advierte de que «el centro» de dicha doctrina consiste en «la intensificación de la digitalización de la vida cotidiana y económica» (p. 15). El golpe de Pinochet o la desintegración de la URSS fueron algunos de los shocks históricos aprovechados por el neoliberalismo para imponer por la vía rápida los dogmas de los Chicago boys, como nos reveló Naomi Klein. Ahora el libro de Riechmann y Almazán nos explica cómo el impacto no previsto de una pandemia está siendo usado para imponer, sin el más mínimo debate público, una digitalización forzosa en una sociedad que, si hay algo que no necesita en estos momentos, son procesos que la conviertan en menos resiliente aun de lo que es, porque como enuncia el título de uno de los apartados del libro «el crecimiento de la tecnología únicamente puede ser fuente de colapsos ecológicos y sanitarios» (p. 20).
La COVID19 «ha sido la oportunidad perfecta para reforzar nuestra dependencia de las herramientas informáticas y desarrollar muchos proyectos económicos y políticos previamente existentes», y no precisamente proyectos emancipadores o ecológicos, cabría aclarar. La escasa contestación social ante este shock se debe, en buena medida, a que aún no somos mayoritariamente conscientes del proceso de colapso ecosocial. «La pandemia actual debería incitarnos a transformar radicalmente» nuestras sociedades insostenibles, advierten los autores, y sin embargo la gestión público-privada de la misma está haciéndonos profundizar aun más en su insostenibilidad. O, en palabras de Riechmann: «La digitalización acelera el capitalismo, y con ello contribuye a hacer más probable el colapso ecosocial» (p. 77). Es por ello que la aplicación indiscutida de esta doctrina digital no es simplemente la enésima treta capitalista para crear nuevos nichos de negocio a costa de recursos públicos y tampoco es una solución ingenieril más a la busca de un problema. Debido al crítico momento histórico en el que se produce, el despliegue de la 5G constituye un paso más hacia nuestra autodestrucción.
Manuel Casal Lodeiro
Entrevista a José Manuel Naredo sobre economía, lucro y poder
José Manuel Naredo habla en esta entrevista publicada en la sección A FONDO del número 151 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global de cómo el enfoque económico ordinario considera el proceso económico como un proceso “productivo” de supuestos “bienes y servicios” que debe de crecer incesantemente, dejando un “medio ambiente” físico, pero también político, social, e incluso financiero, inestudiado; por tanto, sin advertir si ese crecimiento se asocia o no a algo social y ecológicamente deseable.
Frente a ello, Naredo propone en su nuevo libro Taxonomía del lucro (2019) visibilizar, clasificar y jerarquizar todas las fuentes de lucro que el enfoque económico ordinario engloba y da indiscriminadamente por buenas en términos de producción, cuando más bien de lo que se trata es de actividades de adquisición de riqueza, en cuyos mecanismos el poder constituye un ingrediente clave.
Desde la primera edición de La economía en evolución (1987), una de las obras de historia del pensamiento económico más reconocidas en nuestro país, José Manuel Naredo lleva sacándole los colores a la ideología económica dominante por su incapacidad para interpretar la importancia de las relaciones de poder en la economía, así como su dependencia ecológica invisibilizada por el velo monetario que recubre la noción de sistema económico.
En este sentido, mientas el enfoque económico ordinario sigue promoviendo la idea de que la riqueza procede principalmente de la producción, Naredo ha venido subrayando en sus múltiples publicaciones cómo se ha transitado de una «economía de la producción» a una «economía de la adquisición». De ahí que ahora, en su último libro proponga realizar una Taxonomía del lucro[1] que en definitiva permita distinguir las diferentes formas de lucro “realmente existentes”, que incluya por tanto aquellas formas de lucro que pudieran considerarse punibles (como las muchas prácticas corruptas escenificadas en la economía española y que recoge exhaustivamente el libro), además de las socialmente admitidas.
José Bellver (JB): Llevas tiempo apuntando, por lo menos desde tu libro de La economía en evolución, cuya cuarta edición actualizada vio la luz en 2015, que la idea usual de sistema económico limita la visión de lo económico al ámbito de lo monetario, recubriéndolo además de un halo benéfico con la “metáfora de la producción” e ignorando aspectos que interaccionan con, o forman parte de, la realidad económica pero no tienen reflejo en el enfoque económico dominante. Entendiendo que te refieres con ello a la realidad ecosistémica, al ámbito de la reproducción social y la influencia del poder, ¿a qué se debe esta “anacronía académica”, con la que está cayendo?
José Manuel Naredo (JMN): En efecto, al considerar el proceso económico como un proceso “productivo” de supuestos “bienes y servicios” reflejados en el famoso PIB, se recubre como dices de un halo positivo todo el lucro que recoge ese agregado monetario y se ve con buenos ojos que crezca sin analizar lo que incluye y lo que excluye. Hablo así de la metáfora absoluta de la producción, recordando que se entiende por tal una metáfora que permite transferir ideología y juicios de valor sobre temas socialmente relevantes sin contar con apoyo racional ni empírico alguno. Con lo que su función expresiva no puede, así, racionalizarse, ni el concepto sustituirse, ocupando en este caso un lugar esencial como soporte de la ideología económica dominante. Pero si nos damos cuenta de que el llamado PIB agrega los “valores añadidos” de operaciones variopintas que meramente consiguen revender con beneficio, se desinfla ese halo positivo que proyecta sobre el lucro así obtenido la metáfora de la producción. Por ejemplo, el aeropuerto sin aviones de Castellón habrá sumado en el PIB, al igual que los sobrecostes de hasta el 60% que se han facturado en las obras de algunos tramos del recubrimiento de la M-30 en Madrid. Además, el proceso de mercantilización y la creación de nuevas necesidades conlleva automáticamente aumentos del PIB, sin que necesariamente originen ganancias de utilidad. Por ejemplo, antes el grueso de la gente iba a pie al trabajo, mientras que ahora la mayoría tiene que comprar medios o servicios de transporte para llegar al trabajo, cuya fabricación y mantenimiento origina aumentos del PIB y, todavía más, si caen a diario en embotellamientos o tienen accidentes y gastan más en carburante, reparaciones, etc., sin que esa mayor “producción” y “consumo” de servicios se refleje en un mayor disfrute de la vida.
Así el PIB, al atribuir una realidad monetaria domesticada a esa producción metafórica que se presupone que debe crecer para colmar de “bienes y servicios” a la población, hace que se salude con entusiasmo su crecimiento asociado al proceso de mercantilización en curso, sin advertir si ese crecimiento se asocia o no a algo social y ecológicamente deseable, dejando así un medio ambiente inestudiado.
JB: ¿En qué consiste ese medio ambiente inestudiado?
JMN: El reduccionismo monetario del enfoque económico dominante deja, por una parte, un medio ambiente físico inestudiado, que se ha naturalizado con el nombre de “medio ambiente”, como si fuera algo neutro y objetivo, cuando en realidad es un mero fruto de la cortedad de miras del enfoque económico ordinario, desde el que se habla para referirse a él de “externalidades”. Cuando ese medio ambiente de la economía estándar no existe para las ciencias de la naturaleza ya que forma parte de su objeto de estudio habitual. Por ejemplo, para la hidrología no hay medio ambiente que valga: estudia el ciclo hidrológico en su conjunto, desde la fase atmosférica, la precipitación, la infiltración, la escorrentía, hasta que el agua llega al sumidero último de los mares y la evaporación la va devolviendo a la fase atmosférica, para que reinicie el ciclo ganando calidad y cota. Así, al entronizar la palabra medio ambiente como algo objetivo y encomendar a entidades —agencias internacionales, ministerios…— que se ocupen de cuidarlo cuando carecen de competencias para hacerlo, induce a marear permanentemente la perdiz a base de gestos ceremoniales y campañas de imagen verde orientadas a contentar a la población.
Y se produce también un medio ambiente político y social inestudiado, pues el enfoque económico ordinario hace abstracción de la influencia del poder en la toma de decisiones económicas y limita el análisis social al vinculado a esa otra categoría domesticada que es el trabajo. Para visibilizar y analizar estos entornos inestudiados por el enfoque económico ordinario hay que superar su reduccionismo monetario y recurrir a enfoque políticos, antropológicos y sociales más amplios, que aborden el comportamiento humano y las relaciones de dominación, no solo en forma de relaciones de clase, sino también y sobre todo de clientelismo político y económico que cultivan esas organizaciones jerárquicas que son los partidos políticos y las empresas, brindando apoyo a los actuales poderes oligárquicos… o de las relaciones patriarcales que acostumbra a albergar la familia tradicional, relaciones de dominación que se entrecruzan y recorren todo el cuerpo social e inciden sobre la formación y distribución del lucro, la salud o la calidad de vida en nuestras sociedades.
Pero, además, paradójicamente, el enfoque económico ordinario, anclado y arropado por la metáfora de la producción, genera también un medio ambiente financiero inestudiado. Es el que se ve espoleado por el proceso de financiarización en curso, que ha alimentado el lucro asociado a los procesos de creación de dinero papel, bancario y financiero y de las plusvalías que genera el comercio de bienes patrimoniales (sobre todo bursátiles e inmobiliarias) al margen del PIB. Este lucro se ha venido emancipando y creciendo a tasas muy superiores a las del PIB y desacoplándose del mismo, como analizo en el libro Taxonomía del lucro. Así, el enfoque económico ordinario sigue tomando el PIB como fuente básica de ingresos y considerando el proceso económico como un proceso de producción de riqueza, soslayando que en realidad se trata de un proceso de adquisición de riqueza. Y ello tanto porque el propio PIB alberga actividades meramente extractivas y/o adquisitivas, como porque han ido engordando fuentes de lucro ajenas al PIB. Por eso en el libro Taxonomía del lucro señalo la necesidad de visibilizar, clasificar y jerarquizar todas esas fuentes de lucro que el enfoque económico ordinario engloba y da por buenas indiscriminadamente al incluirlas en el PIB o las ignora al quedar fuera del mismo.
JB: Y ¿cómo se te ocurrió hacer este libro?
JMN: La inspiración me vino cuando me invitaron a presentar en Sevilla un libro coordinado por Manuel Delgado y Leandro del Moral.[2] Ello ocurrió tras haber promovido antes con Federico Aguilera Klink el curso sobre Economía, poder y megaproyectos realizado en Lanzarote bajo el patrocinio de la Fundación César Manrique y el libro que con el mismo título se publicó en 2009, en la Colección Economía & Naturaleza, patrocinada por esa misma fundación. Y después de haberme ocupado del tema en trabajos sobre las “mordidas” y “pelotazos” asociados al sobredimensionado aquelarre constructivo de infraestructuras hidráulicas y de transporte y a las dos últimas “burbujas inmobiliarias”, la reciente publicación del libro sobre Los megaproyectos en Andalucía, espoleó mis reflexiones sobre los megaproyectos desplazándolas hacia las prácticas extractivas de lucro en general, pues la amplia gama de casos, formas e instrumentos de pillaje recogida en esa obra, hace que la palabra megaproyecto resulte demasiado estrecha e imprecisa para designarla.
De pronto me sorprendió que, a estas alturas, faltara el aparato conceptual y la terminología adecuada para esclarecer el panorama complejo de la adquisición de riqueza. Vi que la idea de sistema económico que se enseña en los manuales, y que asume el común de los mortales, al estar gobernada por la noción de producción, no deja cabida al estudio de las formas de adquisición de riqueza que, paradójicamente, resultan cada vez más habituales e importantes. Al creer que ese sistema —con su carrusel de la producción y del consumo— está sometido a los automatismos del mercado, se suele ignorar la presencia y la discrecionalidad del poder en la toma de decisiones, que constituye, junto a la información privilegiada, el ingrediente clave de los mecanismos de adquisición de riqueza asociados al mundo de las grandes corporaciones y los megaproyectos. Además, con la creencia de que la actividad económica está regida por la producción y el mercado, se presupone también que es buena de por sí, porque parece que cubre demandas insatisfechas, eliminando la moral y el poder del escenario económico. Lo cual induce a soslayar que la actividad económica diaria está plagada de operaciones y megaproyectos apalancados por el poder cuya finalidad es el ordeño directo por sus promotores de la cadena de valor en alguna de las fases del desarrollo de los mismos, siendo su función productiva o utilitaria —en los casos en los que exista y alcance algunos resultados— un mero pretexto encubridor de la verdadera finalidad extractiva que lo impulsa y que suele quedar en la sombra. A la vez que se ignoran las redes clientelares que posibilitan estas prácticas y su incidencia sobre la generación y redistribución del lucro.
JB: ¿Podrías sintetizar las ideas fuerza que te inspiraron a hacer el libro y qué es lo que tratas de aclarar en él?
JMN: Las reflexiones antes indicadas me llevaron a vislumbrar una gran paradoja: la economía, ciencia del lucro, no clasifica ni revisa las formas de lucro, las da por buenas al agregarlas en el PIB o las ignora al excluirlas. Esta sorprendente paradoja pudo producirse porque la moderna idea de sistema económico cerró en falso el divorcio subrayado por Aristóteles entre la economía, que se ocupa de la intendencia, y la crematística, que se ocupa del lucro.
JB: Y ¿cómo pudo cerrarse ese divorcio?
JMN: Justificando indiscriminadamente el lucro como algo socialmente deseable. Y eso ocurrió cuando la economía se emancipó de la moral, allá por el s.XVIII, basando su idea de sistema económico sobre el objetivo de acrecentar la producción de riquezas renacientes sin menoscabo de los bienes fondo, acorde con la vieja visión organicista del mundo en la que se pensaba que la Madre-Tierra, no solo hacía crecer las cosechas, los bosques o la pesca, sino también los minerales y que los continentes dilataban sus límites. Así, el famoso Tableau économique (1758) de Quesnay presentaba entre las actividades productivas de riquezas renacientes asociadas a la Madre-Tierra no solo la agricultura, los bosques y la pesca, sino también la minería (no en vano durante largo tiempo los yacimientos mineros se han venido denominando “criaderos”). A la vez que puntualizaba que, según su criterio, producir no era revender con beneficio, sino generar riquezas renacientes. El objetivo de la nueva ciencia económica apuntó así a gestionar y orientar ese crecimiento de riquezas renacientes hacia fines utilitarios. Y al multiplicar esta producción física por los precios de los productos mudaba en producción monetaria: el crecimiento físico de riquezas renacientes se plasmaba en “valores añadidos” monetarios.
Pero cuando a finales del siglo XVIII y principios del XIX esa visión organicista del mundo se vino abajo, la idea de sistema económico siguió imperando ya en el mero campo de los valores monetarios y, en contra de los que postulaba Quesnay, producir acabó siendo revender con beneficio dando lugar al famoso agregado de producción: el PIB. Este agregado recoge los “valores añadidos” que resultan de restar al valor en venta de ciertos “bienes y servicios” el coste de obtención.
Así, insisto, la metáfora absoluta de la producción y la meta del crecimiento económico justificaron (o ignoraron) indiscriminadamente las formas de lucro, al agregarlas (o ignorarlas) en el PIB. A la vez que la función de producción se erigió en la fuente que “crea” valores añadidos (lucro) y, junto a la idea mercado, revistió el lucro de utilidad, cerrando en falso el antiguo divorcio entre economía y crematística.
JB: De hecho, has venido comentando en tus trabajos que el enfoque económico ordinario, al presentar el proceso económico como un proceso “productivo” soslaya su naturaleza cada vez más “adquisitiva”, que ha ido in crescendo. ¿Cómo se ha producido este desplazamiento desde la producción hacia la adquisición de riqueza?
JMN: Este desplazamiento desde la producción hacia la adquisición de riqueza se ha visto impulsado por procesos de cambio diferentes.
En primer lugar, la ideología, los valores y las instituciones propios de la civilización industrial divorciaron el comportamiento humano del característico de la biosfera. Al igual que el resto de la biosfera, en principio la especie humana apoyó su intendencia en cadenas tróficas asociadas a la fotosíntesis, pero tras la revolución industrial desplazó ese apoyo hacia el extractivismo. Así, resulta paradójico que triunfara la metáfora de la producción, justo cuando el proceso económico pasó a apoyarse crecientemente en la extracción (y deterioro) de esas rarezas de la corteza terrestre que son los yacimientos mineros en explotación, hasta hacer que la especie humana moviera más tonelaje que cualquier fuerza geológica, lo que ha inducido a definir esta singularidad como una nueva era geológica denominada el Antropoceno. Y en esta situación la propia actividad agraria fue perdiendo su condición inicial de renovable, para convertirse en una actividad dependiente de las inyecciones de energía y materiales externos y contaminante que, para colmo, deterioraba los suelos, los cauces y acuíferos y recortaba la diversidad biológica y paisajística. Lo cual, unido a una valoración sesgada (formalizada por la Regla del Notario)[3] que considera solo el coste de extracción, no el de reposición de lo extraído, y que hace que las actividades finales de elaboración y comercialización se lleven la parte del león de los “valores añadidos” generados, hace que la agricultura y las propias actividades extractivas tengan un peso ridículo en el PIB. Así, como constato en el libro Taxonomía del lucro, la pobre agricultura tan ponderada por los fisiócratas como la verdadera fuente originaria de valor, explicaba en 2017 solo el 2,7 % del PIB de la economía española, las actividades extractivas el 0,2 % y la industria manufacturera el 14,2 %. Con lo cual la famosa “producción material” de mercancías que ha venido acaparando la atención de economistas clásicos y marxistas, apenas alcanza ya a superar el 20% del PIB, correspondiendo el resto mayoritario a los servicios.
Por otra parte, está el proceso de mercantilización que provoca aumentos automáticos del PIB como ya hemos comentado. Basta que se deteriore la calidad del agua de un manantial o de la que sale por el grifo, para que haya que comprar agua embotellada que se cobra muchísimo más cara y, al aumentar la “producción” de agua embotellada que antes no hacía falta, aumente el PIB.
Pero es sobre todo el proceso de financiarización, que es el que más ha contribuido a alimentar formas de lucro ajenas al PIB. En lo que concierne al mundo financiero valga decir que cobró una importancia sin precedentes, espoleado desde el último tercio del siglo XX por cambios institucionales que lo potenciaron. Estos cambios se orientaron, por una parte, a desvincular la creación de dinero del mundo físico, a diversificar la creación de activos financieros y a liberalizar y agilizar su comercio, potenciando los mercados financieros internacionales. Se consiguió así romper el vínculo tan exclusivo que había venido uniendo a los Estados con el dinero, al multiplicarse los activos financieros que usurparon las funciones de este y las entidades capaces de emitirlos al margen del control estatal, apoyando la creación de lo que acostumbro a llamar dinero financiero. Los Estados fueron perdiendo, unos más que otros, las riendas del dinero y, por ende, su capacidad de intervenir sobre la economía, con el consiguiente recorte del poder “político” estatal en favor de los emergentes poderes “económicos” transnacionales, hasta desembocar en la presente “globalización” financiera.
JB: Por favor precisa un poco más en que ha consistido la llamada financiarización de la economía.
JMN: La palabra financiarización trata de designar el proceso mediante el cual los activos financieros han ido cobrando gran importancia y protagonismo en el mundo económico. Una buena muestra del crecimiento trepidante, muy superior al del PIB, que han observado en los últimos decenios la masa monetaria y los activos financieros es que, mientras en 1980 el valor del PIB a escala planetaria se situaba bien por encima del valor de la masa monetaria, de los activos financieros y de los activos derivados, treinta años después, en 2015, se sitúan todos bien por encima del PIB.[4] Y este desacoplamiento entre el PIB y los activos financieros es mucho más acusado en los países ricos. Por ejemplo, si en 2015 el valor de los activos financieros planetarios multiplicaba por cuatro al valor del PIB, en España lo multiplicaba por ocho.[5]
Este proceso en el que el valor de los activos financieros e inmobiliarios (y el lucro asociado a ellos) va dejando pequeño al PIB, ocurrió gracias a los cambios institucionales producidos a raíz de la desvinculación del dólar al oro en 1971, cambios que acabaron configurando el actual sistema monetario internacional y desencadenando los procesos de diversificación de activos y desintermediación financiera, que referiremos sumariamente a continuación.[6]
Los fenómenos de diversificación de activos financieros, permitieron trasladar el riesgo de las deudas exigibles, sobre los mercados financieros internacionales a través del fenómeno de las titulizaciones. Las titulizaciones consisten en “empaquetar” y transformar activos financieros de los bancos que no son negociables en los mercados financieros —como son, por ejemplo, sus préstamos al consumo o sus créditos hipotecarios— en bonos o títulos de renta fija negociables en esos mercados. De esta manera la banca consigue vender las deudas exigibles, de las que es acreedora, en los mercados financieros internacionales obteniendo liquidez y trasladando el riesgo sobre los compradores. Como es sabido, este dispositivo, al conectar por primera vez de forma importante y directa el riesgo inmobiliario de las “hipotecas subprime” estadounidenses con los mercados financieros en los que cotizaban, fue el que provocó el chispazo que marcó el inicio de la crisis global en el verano de 2007 y la desconfianza hacia los “activos tóxicos” que erosionaban la solvencia de las entidades.
Los cambios en la regulación del panorama financiero internacional iniciados en la década de los setenta dieron lugar a la llamada desintermediación financiera, al permitir que la intermediación financiera propia de la banca se extendiera por el mundo empresarial, llevando los fenómenos de creación monetaria más allá de los confines de la banca y de las fronteras de los Estados, capitaneada por el “eje dólar-Wall Street-City de Londres”, como núcleo principal de los mercados financieros internacionales que posibilitaron la creación de nuevas formas de liquidez planetaria.
Al igual que el papel-moneda permitió construir sobre él la creación de dinero bancario, ambos sirvieron de base a los nuevos procesos de creación de lo que acostumbro a denominar dinero financiero. Pues junto a la cadena de créditos y depósitos que originaba la creación de dinero bancario se desplegaron otras cadenas más amplias de activos y pasivos financieros que se respaldan mutuamente en los balances de las empresas siendo fuente de una nueva creación monetaria globalizada amparada en la confianza de los ahorradores y en la liquidez que facilitan los mercados financieros internacionales, al posibilitar en todo momento a los titulares vender los activos financieros convirtiéndolos en dinero líquido.
Así como la creación de dinero bancario reforzó el poder y el riesgo de los bancos, esta nueva creación monetaria refuerza el poder y el riesgo de las entidades empresariales que son capaces de llevarla a cabo, pues la emisión de títulos no solo permite captar dinero a las entidades que los emiten, sino que las acciones mismas se han transmutado en moneda no ya como depósito de valor, sino como medio de pago en las billonarias compras y absorciones de empresas y en la remuneración a directivos y accionistas.
La mayor capacidad de crecimiento de las empresas transnacionales que se dedican a crear dinero financiero, emitiendo títulos y controlando o comprando empresas (públicas y privadas), frente a aquellas otras que se limitan a las tareas ordinarias de fabricación y comercialización, acarrea el continuo reforzamiento del poder del capitalismo transnacional frente a los Estados y al capitalismo local, que van siendo comprados y sometidos a sus intereses expansivos.
JB: ¿Qué incidencia ha tenido la financiarización en la formación y distribución de los ingresos?
JMN: La financiarización antes indicada ha desatado dos procesos que se alimentan mutuamente al ampliar enormemente, por una parte, la capacidad de compra sobre el mundo derivada de la creación de dinero (papel, bancario y, sobre todo financiero) y, por otra, de las plusvalías obtenidas de la compraventa de bienes patrimoniales (sobre todo de activos financieros e inmobiliarios). Y, en consecuencia, ha venido ampliando también la polarización social que se observa entre las personas y entidades beneficiarias de los ingresos derivados de esa creación monetaria generalizada y de ese comercio de bienes patrimoniales y las que no lo son.
Por otra parte, cabe subrayar que la trepidante expansión de la capacidad de compra sobre el mundo en manos de las grandes corporaciones empresariales creadoras de dinero bancario y financiero, ha favorecido la inflación de los precios de los activos patrimoniales inmobiliarios y financieros, a la vez que en los países ricos se mantienen estables los precios de los bienes de consumo, ya que la precarización de las condiciones de trabajo y el desmantelamiento del “Estado de bienestar” han venido escatimando los ingresos a la mayoría de la población y deprimiendo su demanda de bienes de consumo. Esta inflación de los precios de los activos patrimoniales ha generado una creciente polarización social entre propietarios, que se benefician de la revalorización de los activos patrimoniales, y no propietarios, cuyos ingresos se han venido recortando. A la vez que se impone al conjunto social la mentalidad de los propietarios, haciendo que los media saluden como bueno para todo el mundo el crecimiento de las cotizaciones bursátiles e inmobiliarias.
JB: Tanto en trabajos tuyos anteriores como en este último libro llamas la atención sobre algo que también están apuntando otros autores como Piketty, esto es, la necesidad de realizar cuentas nacionales de patrimonio, que entre otras cosas darían una imagen más fiel de lo que ocurre con la riqueza y su distribución, en contraste con el cajón de sastre de la producción. ¿Cómo podría ponerse esto en marcha? ¿Qué opinas de las propuestas de impuestos a las grandes fortunas y los impuestos de patrimonio? ¿Hay manera de hacerlos realmente efectivos?
JMN: En efecto, el problema es que para tener información de los procesos arriba descritos hace falta contar con cuentas de patrimonio que registren los ingresos derivados de todas estas creaciones de valor ajenas al PIB y eso muchas veces no ocurre. Por ejemplo, en España el INE ha venido elaborando solamente las cuentas nacionales de flujos centradas en el consabido PIB, pero no cuentas de patrimonio, aunque las incluya la metodología de cuentas Nacionales de Eurostat. El Banco de España elabora desde hace tiempo las Cuentas Financieras de la economía española, que incluyen cuentas de patrimonio financiero, y solo recientemente ha estimado el valor del patrimonio en vivienda, por lo que tuve que estimar el patrimonio inmobiliario y hacer las Cuentas de Patrimonio de la economía española para poder interpretar lo ocurrido con las últimas burbujas inmobiliarias.[7] En estas investigaciones ya venía advirtiendo desde hace mucho tiempo que el patrimonio se distribuye peor y crece más que la renta y el gasto, por lo que resulta clave priorizar los estudios sobre el patrimonio a la hora de explicar la creciente desigualdad, como vienen subrayando ahora los textos de Piketty.
En cualquier caso, las estadísticas tributarias tienen una percepción más amplia y adaptada a la realidad que trasciende los ingresos recogidos en el PIB, reflejando el creciente peso de las plusvalías patrimoniales en los ingresos de los hogares. Esto lo vengo constatando tanto en el Impuesto sobre la Renta de la Personas Físicas (IRPF) de Estados Unidos (EEUU) como de España. En ambos, el peso de las plusvalías realizadas por revalorizaciones patrimoniales sigue una tendencia marcadamente creciente, aunque sujeta a los altibajos de la coyuntura. Por ejemplo, en EEUU el peso de las plusvalías patrimoniales realizadas y declaradas, que no alcanzaba el 2% de los ingresos los hogares en 1980, llegó a superar el 10% antes del pinchazo de la burbuja inmobiliario-financiera a finales de 2007, para recuperarse tras la caída superando ya en 2015 el 7%. Y este porcentaje es mucho más elevado para los hogares con mayor renta y patrimonio.
En España ocurrió algo parecido, aunque con altibajos más marcados por el gran peso que tuvieron las plusvalías realizadas durante el pasado boom inmobiliario. En el IRPF español el peso de los ingresos por plusvalías declaradas por la venta de bienes patrimoniales, que no llegaba a explicar el 1% de los ingresos de la renta de los hogares recogidos en el IRPF en 1995, pasó a suponer cerca del 8% en la cúspide de la burbuja inmobiliaria, para caer tras su pinchazo situándose en 2018 en torno al 3%. Pero este porcentaje medio próximo al 3%, se eleva al 14% y al 26% para el 5% y el 1% de hogares con más renta (en el IRPF de 2015). Y esto se refiere solo a las plusvalías declaradas en el IRPF, cuando predomina el afán de evadir o minimizar su declaración y sobre todo las grandes fortunas se suelen escaquear mediante ingenierías que contemplan vías de evasión fiscal muchas veces vinculadas a los “paraísos fiscales” y testaferros, ejemplificadas en nuestro país por el comportamiento del propio Rey Juan Carlos, de expresidentes de gobiernos autonómicos y de grandes corporaciones. Habría que poner coto a estas prácticas para que un impuesto sobre las grandes fortunas fuera eficaz y no se tradujera en un aumento de la tributación de los paganos de siempre: las clases medias de funcionarios, profesionales… y pensionistas. Lo mismo ocurre con la Renta Básica:[8] si se financia con el IRPF, como usualmente se propone, sin haber saneado antes el impuesto para evitar el escaqueo generalizado de todos los que no tienen sueldos e ingresos fiscalizados por la administración tributaria, se degradará su propósito.
A todo esto, el enfoque económico ordinario sigue considerando la “producción y venta de bienes y servicios” plasmada en el PIB como la única y verdadera fuente de “creación de valor” y soslayando el creciente peso de los ingresos derivados de la creación tan generalizada de dinero y del comercio de activos patrimoniales. Paradójicamente, en el mundo asociado las grandes corporaciones que cotizan en bolsa también se habla de “crear valor” como objetivo, pero referido en este caso al mero aumento del valor cotizado de las empresas y este es un valor virtual que supera normalmente con mucho el valor del patrimonio neto de las empresas, como se explica en el libro Taxonomía del lucro. A la vez, el enfoque económico ordinario soslaya también la parasitación de los ingresos contenidos en el PIB por actividades predominante adquisitivas y muchas veces corruptas que no generan utilidad alguna. Con lo cual, al percibir no solo que el lucro sin contrapartida o con contrapartida virtual o corrupta asociado a las operaciones financieras e inmobiliarias ha venido dejando pequeño al PIB, sino parasitando el mismo PIB, nos encontramos con un panorama verdaderamente inquietante, que trata de reflejar metafóricamente el cuadro de El grito, de Munch, que elegí para la portada del libro Taxonomía del lucro, frente al cuento con final feliz que nos regala el enfoque económico ordinario. Panorama en el que, insisto, se ensancha la brecha entre los propietarios y beneficiarios de las redes clientelares imperantes asociadas a la actual tiranía corporativa y los que no lo son.
JB: ¿Podemos hablar en este sentido de una separación entre la creación de valor y producción de cosas que se suponen útiles? ¿Crees que esto guarda relación con la existencia de una “emancipación” de las élites de las tareas “productivas”?
JMN: Es evidente que esto ocurre. Pero la ideología económica dominante trata de soslayarlo al presuponer que el lucro que persigue el homo economicus se deriva de la “producción de bienes y servicios”, cuando este axioma no se sostiene cuando existen formas mucho más sencillas de lucrarse. Recuerdo el inicio de esa joya de realismo italiano que es la película de Rossi titulada Manos sobre la cuidad, en el que los capos de la mafia napolitana, a la vez que daban un buen “pelotazo urbanístico”, se carcajeaban de esos capitanes de la industria que tenían que gestionar grandes y complejas factorías y pelearse con los sindicatos para conseguir algo de beneficio. Pero hace ya más de un siglo Veblen, en su libro La clase ociosa (1899) advertía que la relación de las élites, por él denominadas «clase ociosa», con el proceso económico «es una relación adquisitiva, no productiva; de explotación, no de utilidad».[9] Y es que la manera más fácil y directa de obtener dinero es fabricarlo. Como esto era monopolio del Estado, el Código Penal impone duras penas a los falsificadores. Pero hoy día no solo los bancos crean dinero bancario, sino que cualquier corporación que se precie es capaz de crear dinero financiero, a la vez que es mucho más fácil lucrarse “creando valor” en los mercados financieros y/o comerciando con bienes patrimoniales que fabricando mercancías. Como hemos indicado, el marco institucional, al permitir la financiarización en curso, ha incentivado el divorcio que puntas entre “creación de valor” y “producción” y la “emancipación” de las élites de las tareas “productivas”.
JB: Mencionas en el libro el concepto de clase política y su solapamiento con las relaciones clientelares que han existido desde tiempos inmemoriales y que en la Europa mediterránea, y particularmente en España, han ido mudando del caciquismo agrario a un neocaciquismo financiero-inmobiliario. ¿En qué punto estamos ahora? ¿Ha cambiado algo la llamada «nueva política»?
JMN: A mi juicio la gran contradicción es la que enfrenta a Estados que se pretenden “de derecho” (que teóricamente dan un trato igualitario a todos los ciudadanos) con las relaciones de caciquismo clientelar que se mantienen desde épocas inmemoriales y que hoy se plasman en el actual clientelismo político y económico que albergan y promueven en la sombra esas dos instituciones jerárquicas generalmente admitidas que son los partidos políticos y las empresas. Clientelismo que tiene una larga trayectoria en nuestro país y que, por definición, promueve tratos de favor y recompensas en el comportamiento de las burocracias políticas y empresariales que rompen con el pretendido trato neutro e igualitario que marcan los Estados de derecho.
¿Hasta qué punto se mantiene el viejo caciquismo bajo nuevas formas de clientelismo político? ¿Hasta qué punto permanecen vigentes las siguientes apreciaciones de Joaquín Costa y de Macías Picavea sobre los males del caciquismo que corrompían España?
«No es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es usual entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias […] O, dicho de otro modo, no es el régimen parlamentario la regla, y excepción de ella los vicios y las corruptelas […] al revés, eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituyen el régimen, son la misma regla».[10]
«El caciquismo encierra dos inferiores aspiraciones: dominar, no gobernar; expoliar, no administrar».[11]
Valga como ejemplo de la pervivencia de estas prácticas de dominación y expolio lo ocurrido con el empeño de privatización del Canal de Isabel II de la Comunidad de Madrid, analizado en el libro colectivo titulado Más claro agua. El plan de saqueo del Canal de Isabel II.[12] Además de relatar la trama del expolio, se adjunta una cronología detallada que evidencia que no fue algo improvisado, sino que se venía planificando desde hacía mucho tiempo.
Pero no cabe precisar aquí cómo ha mudado el caciquismo clientelar con orígenes más asociados al mundo rural que predominaba hace un siglo, hacia el caciquismo inmobiliario-financiero hoy imperante. Ni cómo mudó desde la escuela de corrupción y picaresca desatadas al calor del estraperlo, las licencias de importación, la reclasificación de terrenos y demás regalías discrecionales del franquismo, hasta el clientelismo desplegado en torno a los partidos políticos gobernantes y las grandes corporaciones empresariales en nuestra coronada democracia. Recordemos solo que la extensión de relaciones clientelares asociadas a las redes de poder oligárquico imperante en cada caso, es la que ha mantenido la corrupción como un mal endémico.
JB: ¿Es España un país especialmente corrupto?
JMN: Creo que sí lo es, y en mi libro Taxonomía del lucro dedico a confirmarlo el capítulo titulado «España, teatro de prácticas corruptas» y otros referidos a figuras de corrupción específicas. En la amplia casuística abarcada, se ve que la corrupción alcanza desde a la familia real, hasta expresidentes autonómicos y de la patronal, viendo que se trata de un problema sistémico y que tiene gran importancia económica directa e indirecta. Otra cosa es que hay que reconocer que estas prácticas se extienden —tal vez de forma menos descarada o más discreta, al contar con mejores controles y una ciudanía más crítica— en otros países europeos de capitalismo maduro.[13]
JB: Parece que existe una aceptación social del enriquecimiento sin contrapartida social alguna, como pueden ser las prácticas especulativas y/o corruptas de todo tipo, desde el mundo financiero al inmobiliario, que por otra parte deriva en la protección y el predominio del derecho de propiedad sobre otros derechos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo revertimos esto?
JMN: Lamentablemente, existe esa aceptación social de prácticas especulativas y/o corruptas. Que personajes corruptos como Jesús Gil ganaran varias veces por goleada las elecciones municipales en Marbella… o que partidos como el PP sigan cosechando votos pese a sus fuertes tramas de corrupción que han aflorado en los tribunales y en la prensa, así lo atestiguan. Creo que el libro Taxonomía del lucro explica en buena medida cómo hemos llegado hasta aquí al relatar cómo se construyó la ideología que ampara tal estado de cosas y se cómo han evolucionado las relaciones clientelares que lo sostienen. Y se concluye que, bajo el paraguas ideológico de la producción y del mercado, el mar de corrupción que hoy ha conseguido aflorar evidencia, primero, que buena parte de la corrupción suele ser legal; segundo, que tiene gran peso económico (directo e indirecto); y tercero, que tiene carácter sistémico.
En el libro dedico un capítulo a las reflexiones sobre el precio justo y los contratos de los juristas y teólogos de la hoy llamada Escuela de Salamanca que, antes de que se impusiera la ideología económica dominante, nos recordaban que la ganancia podía alcanzar con facilidad tintes mezquinos y antisociales y, en tal caso, debería de ser identificada, denunciada y penalizada, como turpe lucrum. Hoy deberíamos identificar y denunciar el turpe lucrum derivado del expolio caciquil imperante durante el pasado boom inmobiliario que agravó la crisis por dos caminos: uno, financiando numerosas operaciones y megaproyectos de muy dudoso interés económico y social para facilitar el “pelotazo” de algunos y, otro, extendiendo prácticas de administración desleal y apropiación indebida que ilustra el rosario de casos de corrupción antes mencionado.
El hecho de que algunos de estos casos de corrupción estén siendo juzgados y condenados muestra el camino para revertir esta situación. El hecho de que la reforma del Código Penal de 2015 tipificara nuevos delitos económico distintos del robo y de la estafa, como son la administración desleal y la insolvencia punible, denota que la moral ha vuelto a entrar de nuevo en la economía y arroja un rayo de luz sobre la posibilidad de revertir la situación. Creo que corregir la situación actual exige desvelar todas las formas de lucro y clasificarlas en función de su interés económico, ecológico y social para orientar normativas acordes con el interés general y marcar mejor la frontera de los delitos económico. Y desvelar y jerarquizar todas las formas de lucro es la tarea que me propuse en el libro Taxonomía del lucro, que dio lugar a esta entrevista.
José Bellver Soroa es economista y, en el momento de la publicación de la entrevista, miembro de FUHEM Ecosocial.
NOTAS:
[1] José Manuel Naredo, Taxonomía del lucro, Siglo XXI de España Editores, Tres Cantos, Madrid, 2019.
[2] Manuel Delgado y Leandro del Moral, Los megaproyectos en Andalucía. Relaciones de poder y apropiación de riqueza, Aconcagua Libros, Sevilla, 2017.
[3] Expuesta en Naredo, J.M. (2015) Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Madrid Siglo XXI, y a la que se refiere el mimo libro Taxonomía del lucro (2019) sobre el que versa esta entrevista.
[4] José Manuel Naredo, 2019, Op. cit., pp. 191-192.
[5] Ibid., gráfico p. 194.
[6] El lector interesado puede encontrar una exposición más detallada de los mismos en Jose Manuel Naredo, Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Siglo XXI, Madrid, 2015.
[7] Mis primeras estimaciones del Balance Nacional y del patrimonio de los hogares figuran en mi ponencia sobre «Composición y distribución de la riqueza de los hogares españoles» presentada en el I Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza de la Fundación Argentaria, Vol. II, Fundación Argentaria, Madrid, 1993, en mi capítulo sobre «Riqueza personal y familiar», en Salustiano del Campo (dir.), Tendencias sociales en España (1960-1990), Vol. III, Fundación BBV, Madrid, 1993, y en mi libro titulado La burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica reciente (1985-1995), Siglo XXI, Madrid, 1996. Posteriormente he venido actualizando las estimaciones del Balance Nacional y el patrimonio de los hogares españoles en varios volúmenes publicados por FUNCAS. Véase, por ejemplo: Jose Manuel Naredo, Óscar Carpintero y Carmen Marcos, Patrimonio inmobiliario y Balance Nacional de la economía española (1995-2007), FUNCAS, Madrid, 2008.
[8]La renta básica (RB) es una transferencia monetaria, universal e incondicionada del Estado a sus ciudadanos.
[9] Thorstein Veblen,The Theory of the Leisure Class. An Economic Study of Institutions, Mac Millan Company, Nueva York, 1899 [Edición en castellano: Teoría de la clase ociosa, FCE, México, 1995, p. 214].
[10] Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo como la forma actual de gobierno en España, 1901.
[11] Macías Picavea, El problema nacional, 1899.
[12] Plataforma contra la privatización del CYII, Más claro agua. El plan de saqueo del Canal de Isabel II, Traficantes de Sueños, Madrid, 2017.
[13] Para aclarar este tema, el entrevistado remite a dos libros muy ilustrativos sobre la corrupción y las redes de poder en el Reino Unido: los de David Whyte, How corrupt is Britain?, Pluto, Londres,2015, y de Owen Jones, El Establishment, Seix Barral, Barcelona, 2015.
Acceso al texto completo de la Entrevista en formato pdf: Entrevista a José Manuel Naredo sobre economía, lucro y poder.
Felicidad Interior Bruta (FIB)
El articulo de Luis Rodríguez Calles: «Felicidad Interior Bruta (FIB): una vía política para otro desarrollo» pertenece a la sección EXPERIENCIAS del número 150 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
La Felicidad Interior Bruta (FIB) en Bután ha sido proclamada como un elemento central de la vida en el país. En este artículo, se analiza el FIB como una guía moral u horizonte civilizatorio en el desarrollo en Bután y como un marco conceptual o criterio de razón pública que delimita la agenda política butanesa.
Se analizan prácticas y concepciones morales, culturales y religiosas que son propias de la sociedad butanesa y se examina la GNH Survey.
Bután, Bhutan o Druk-Yul es una monarquía constitucional de las más jóvenes del mundo, enclavada entre los dos gigantes asiáticos, China e India, en plena cordillera del Himalaya.
La historia del pequeño país guarda ciertas similitudes con otros países de Asia del Sur con influencias tibetanas, como Nepal.[1] Alberga una población de casi 800.000 habitantes (como Chipre) en una extensión de aproximadamente 38.000 km² (el tamaño de Suiza).
El país, un gran desconocido en Occidente, registra escasas apariciones en los medios de comunicación, que se suelen centrar en destacar su atractivo turístico dada su vasta riqueza natural y cultural. No obstante, en las últimas décadas, también ha sido objeto de atención de diversos estudiosos de la economía política, la filosofía o los estudios del desarrollo.
El país ha sido bautizado como una «economía de la felicidad», «el país más feliz del mundo»[2], e incluso se ha asociado con el paradisíaco Shangri-La de James Hilton.[3] Intelectuales como Jeffrey Sachs,[4] Joseph Stiglitz[5] o el expresidente francés Nicolás Sarkozy[6] han puesto el foco de estudio en Bután y su novedosa concepción del desarrollo en torno al concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB). En efecto, la Felicidad Interior Bruta, por oposición al Producto Interior Bruto, medida por excelencia del desarrollo de los países del Norte, ha sido una apuesta que pretende ser una medida del desarrollo que impugne el crecimiento económico como principal objetivo de una nación desarrollada o en desarrollo, buscando una aproximación holística que tenga en cuenta la felicidad de la ciudadanía.
Algunas de las cuestiones que van más allá del progreso económico y que forman parte de la medición que se realiza a partir del concepto y la filosofía de la FIB son, entre otras, el buen uso del tiempo, la intensidad de las relaciones sociales, o la diversidad y capacidad de resiliencia ecológica. La FIB entiende que la felicidad se halla no sólo en la satisfacción de las necesidades materiales, sino también en la satisfacción de un tipo de necesidades inmateriales que se refieren a la libertad, la estabilidad emocional o psicológica y la identidad.
La vitalidad de la comunidad de referencia y la participación en los ritos sociales y prácticas culturales cumplen la función de dar un sentido a la trayectoria vital de los individuos. La búsqueda de la realización personal y social del individuo está estrechamente ligada a la concepción sobre la felicidad para los budistas –el sukha. Esta felicidad habrá de encontrarse en un verdadero entendimiento del mundo y el yo: en las relaciones interpersonales, no en las posesiones materiales.
Con estas premisas, en Bután se articulan un conjunto de políticas públicas, con base en un desarrollo moral de tipo budista, que podrían lograr desafiar las presiones convergentes capitalistas de los modernos países desarrollados del Norte. La Felicidad Interior Bruta comprime conceptual y operativamente la particular idea de cuál debería ser el camino al desarrollo en Bután.
El origen del FIB en Bután
La Felicidad Interior Bruta (FIB) representa a un concepto (idea que concibe o forma el entendimiento) que se puede entender de diversas maneras: como un conjunto de disposiciones a modo de criterios prácticos de razón pública, una guía normativa para la política pública, una meta-norma, un artefacto de medición y evaluación, o un código moral y ético. En todo caso, en la actualidad, es un concepto que viene a resumir las particularidades en el camino al desarrollo en Bután. Una definición generalista, sin necesidad de entrar en detalle, pero aceptada por todas las instituciones oficiales de Bután,[7] podría ser la dada por el GNH Centre, sito en Thimphu, Bután:
La Felicidad Interior Bruta (FIB) es una aproximación holística y sostenible al desarrollo, la cual trata de equilibrar valores materialistas y no materialistas con la convicción de que la humanidad busca la felicidad. El objetivo del FIB es conseguir ese desarrollo equilibrado en todas las facetas de la vida que son esenciales.[8]
Respecto a su nacimiento, se toma aquí la primera referencia a la FIB más aceptada: una entrevista para el New York Times, publicada el 29 de abril de 1980, cuando Jigme Singye Wangchuck, el más célebre expresidente butanés, contestaba a una pregunta sobre el crecimiento y el desarrollo en Bután diciendo que «existe el producto interior bruto, pero también una felicidad interior bruta». [9] Michael T. Kaufman, autor del artículo, remarcaba las siguientes palabras del rey de Bután:
Mientras que resulta importante mejorar las condiciones de vida del país, otras condiciones relacionadas con la felicidad no debían ser puestas en peligro por el camino al desarrollo perseguido.[10]
Este artículo, junto a otro publicado después en el mismo medio y por el mismo autor, son consideradas las primeras referencias oficiales a la FIB.[11] Este momento inaugural para el concepto FIB a nivel internacional está protagonizado por Jigme S. Wangchuck, momento en que se acuñaría un “eslogan” bien conocido en el país: «La Felicidad Interior Bruta es más importante que el Producto Interior Bruto». A partir de ese momento, se declara explícitamente la importancia de la felicidad, luego traducida al concepto FIB, en la vida política butanesa.
Pero volviendo al nacimiento del concepto, una conversación de Jigme Y. Thinley, un destacado político butanés, con el profesor McDonald, podría arrojar luz sobre la aparente falta de acuerdo respecto a los orígenes del término.[12] En la conversación, Thinley asegura que meses después de la coronación de Jigme S. Wangchuck, en 1972, fue la primera vez que se escuchó el término Felicidad Interior Bruta. Lo significativo de las declaraciones de Thinley es su concepción de la FIB como una guía para la política butanesa que opera, al menos, desde la década de los 70: una “idea de fondo” que orienta las estrategias políticas en Bután desde entonces.
En Bután, la Felicidad Interior Bruta (FIB) orienta las estrategias políticas
Tal afirmación abre un debate sobre la presencia histórica de la felicidad en la historia de Bután. En otro lugar, elaboré una reconstrucción de algunos momentos clave de la historia política del país en los que la felicidad ha sido, de una manera u otra, un referente para la elaboración de legislación, escritos y textos sagrados, o disposiciones éticas y morales vinculadas al budismo.[13] De entre las más destacables se encuentran las referencias explícitas a la felicidad en algunos textos antiguos de Bután, como el Tsa Yig Chenmo o el Segundo Código Legal de Bután, en base a lo cual es frecuente afirmar que la felicidad –siempre– ha sido un referente vital para la política en Bután, que –siempre– ha estado “de fondo” en las mentes de los gobernantes, y que ha influido decisivamente en la formación de instituciones políticas y el estilo de gobierno.[14] No en vano, las referencias a la felicidad encontradas en el Tsa Yig Chenmo se remontan a hace más de seis siglos. Ese sustrato histórico es el que podría haber convergido en el nacimiento de la FIB, traduciendo las referencias históricas a la felicidad en Bután en torno a un nuevo concepto con la idea de hacerlo oficial.
Cabría distinguir, entonces, entre la felicidad y/o FIB como meta-norma que ha estado presente, con matices, de manera histórica en Bután, del dispositivo FIB, criterio de razón pública recogido en textos oficiales del país y traducido internacionalmente a modo de filosofía del desarrollo. La diferenciación entre la (filosofía) FIB y el (dispositivo) FIB es el objeto central del presente artículo.
Cuatro manifestaciones de la FIB
A partir de su nacimiento, el concepto FIB ha sido abordado de muy diversos modos, siendo, de hecho, operacionalizado, entendido y estudiado desde distintas ramas del conocimiento, las cuales le han otorgado un significado no siempre coincidente. En este artículo se trata de dar cuenta del concepto Felicidad Interior Bruta desde una perspectiva sociológica, considerándolo de manera general una herramienta de planificación del desarrollo. Así, la FIB puede ser entendida, al menos, en las siguientes manifestaciones:
- Como guía moral u horizonte civilizatorio humano, resultado del proceso de traducción de un conjunto de principios budistas que se van a agrupar en torno a un dispositivo político, social, cultural y religioso.[15]
- Como marco conceptual desde el que se despliegan el conjunto de políticas públicas, disposiciones legales, etc. en Bután.[16] Esta manifestación es la que representa a la FIB como una herramienta de planificación del desarrollo estrictamente hablando.
- Como práctica o responsabilidad individual derivada de un contrato social particular. El contrato social se fundamentaría sobre la madurez moral a la que da soporte el conjunto de principios budistas de amplio seguimiento en el país.[17]
- Como meta-norma con alcance global.[18]
La tarea de operacionalizar y dotar de contenido con capacidad de agencia a lo que puede ser un concepto moral, un marco de desarrollo, una práctica individual o una meta-norma global como la FIB, es una tarea compleja, a la luz de las dificultades que son reconocidas por las autoridades del propio país, expuestas, por ejemplo, en McDonald[19] y por similares retos a los que se han enfrentado experimentos de desarrollo con ambiciones parecidas, tal y como recoge, por ejemplo, J. Sachs[20] respecto de Ecuador o Bolivia.
En este artículo, se exploran más a fondo las dos primeras manifestaciones de la FIB previamente apuntadas. Se reservan para la conclusión algunas reflexiones sobre las otras dos manifestaciones con ánimo de suscitar la discusión académica. El anterior exordio no es óbice de un posterior debate acerca de las premisas hasta aquí planteadas, pues la amplitud del concepto admite tantas caracterizaciones como personas escriban sobre él.
El FIB como guía moral u horizonte civilizatorio
La Felicidad Interior Bruta (FIB) en Bután puede ser entendida como una manifestación de un código moral que sirva como horizonte civilizatorio, y que, tal y como se defiende aquí, podría ser resultado de un proceso de secularización y traducción de un conjunto de tradiciones religiosas budistas que han estado operando en Bután desde hace siglos. En el fondo, en este epígrafe se tratará de dar cuenta del proceso de construcción de un conjunto de marcos de sentido que dan lugar a una particular “forma de pensar” (en el sentido dado por el lingüista Lakoff)[21] en Bután. Se presentan algunos de los principios morales del budismo Mahāyāna, tratando de ponerlos en relación con una conceptualización común del horizonte vital al que se pretende dirigir la nación butanesa a través de la FIB. Más adelante, se defiende la necesaria conexión entre desarrollo moral y felicidad, conexión presente en la mayoría de las tradiciones religiosas, de manera destacable en Bután, pero que ha ido desapareciendo en los países desarrollados neoliberales como resultado de los procesos de modernización y globalización. En último lugar, se explora la naturaleza de la traducción de los principios morales del budismo en una filosofía FIB, operación que podría haber funcionado como invención de una tradición que sirve como mecanismo de refuerzo de la identidad, creencias, valores y convenciones en la sociedad butanesa. Se evitará, por el momento, dar una definición precisa del concepto de felicidad por la polisemia del término dentro de la práctica y teoría budista.
El budismo Mahāyāna, del que después surgiría la corriente de budismo Vajrayāna esotérico, es la religión oficial en Bután desde principios de los años 1970 y está enraizado en la tradición del país al menos desde que es país (siglo XVII). El budismo ha tenido y tiene una influencia cultural y política incuestionable, incluyendo una clara influencia sobre la creación del concepto de la Felicidad Interior Bruta.[22] Se puede afirmar que la FIB toma, para su fundación, numerosos preceptos morales del budismo Mahāyāna para traducirlos a una guía moral que sirva de modelo de comportamiento.[23] Muchos de estos preceptos budistas se fundamentan sobre la base de una serie de prácticas, rituales y códigos de conducta dirigidos a lograr la iluminación / felicidad dentro de la cosmovisión budista. De igual modo, la corriente budista Theravāda tiene un concepto moral del universo que aporta idéntico marco para la interpretación y planificación de la política como una esfera más del comportamiento moral. Las prácticas budistas han marcado, en este sentido, las derivas históricas del poder en buena parte de Asia del Sur y el sudeste asiático[24], no siendo Bután una excepción.
Para la aplicación de estas prácticas, resulta evidente la necesidad implícita de cierta madurez moral por parte de los gobernados en la consecución de los objetivos explicitados por la FIB.[25] Dicho de otro modo, el desarrollo y madurez moral que se requiere de los gobernados por –y gobernantes de– la FIB da por descontado un sustrato cultural proporcionado por el budismo y la práctica budista. Es necesario, por tanto, dar cuenta de esas prácticas y principios budistas que dotan a la filosofía FIB de contenido específico acerca de los comportamientos esperados, los códigos morales y éticos y que, a modo de guía o norma, orientan definitivamente el horizonte humano, espiritual y civilizatorio representado en la FIB. Algunos de esos principios se examinan a continuación, aunque una caracterización completa de las prácticas budistas en Bután habrá de buscarse, por ejemplo, en autores como Rigyal y Prude[26] o Halkias.[27]
Uno de los conceptos más importantes para el budismo es el de “verdad definitiva” o Ultimate Truth. Con este concepto, la teoría budista alude a la naturaleza infinita de la realidad del universo y el cosmos. La comprensión de la “verdad definitiva” implica, en términos generales, un esfuerzo significativo por tratar de comprender la naturaleza del universo, mediante lo cual sería posible un estado de iluminación.[28] La narrativa de la FIB alude, al respecto, a la importancia de un desarrollo personal de tipo comunitario, rechazando el desarrollo personal individualista y alienante basado en el consumo. El desarrollo desde la óptica budista pasa por la “adquisición del conocimiento”, esto es, la superación de los deseos que nos impulsan al consumo, logrando como fin último la iluminación.[29]
La narrativa de la FIB alude a la importancia de un desarrollo personal de tipo comunitario, no individualista
Dirigido a alcanzar la iluminación y la verdad definitiva, se encuentra el “Noble Camino Óctuple” o Eigthfold Path, código de conducta por excelencia del budismo seguido por sus practicantes con el objetivo de llevar una vida ética, acabando con el sufrimiento y cesando las causas de la ignorancia y sus malestares asociados.[30] Los ocho “brazos” del Noble Camino son: 1) visión adecuada, 2) intención adecuada, 3) discurso/palabra adecuada, 4) acción adecuada, 5) sustento vital adecuado, 6) esfuerzo adecuado, 7) conciencia adecuada, y 8) concentración adecuada.
Cada una de las conductas y prácticas prescritas por el Noble Camino tienen una carga “kármica” que afecta sobre la vida presente y futura del individuo. El karma es el concepto budista (heredado del hinduismo védico) que se refiere a los resultados de los comportamientos y actuaciones personales: el fruto de las acciones individuales.
El concepto de karma está estrechamente vinculado con el de “verdad definitiva”, puesto que es un ingrediente fundamental del Noble Camino. Según el budismo Mahāyāna, la ley de causa y efecto representada en el karma implica la concepción de un universo interconectado en el que las buenas acciones convierten a las personas en “buenas personas” en sus vidas posteriores, pero también en la presente. Las buenas o malas acciones tienen consecuencias para la reencarnación, así como para la felicidad de todos los seres humanos.[31] Lo relevante del concepto de karma es que añade a esa guía moral budista la necesidad de interdependencia entre los miembros de una sociedad. Como explica Ura[32], el karma es una revisión constante de las interacciones de los unos con los otros, lo que empuja a interacciones sociales dirigidas a alcanzar la felicidad. En suma, la noción de karma hace explícita, con base en el Noble Camino, una guía moral acerca del bien y el mal, con consecuencias sobre –y como consecuencia de- los actos, las palabras y los pensamientos individuales.
En efecto, la cosmovisión budista se fundamenta sobre el reconocimiento de una realidad no dual, esto es, sobre la interconexión de todos los organismos del planeta, los cuales se ven afectados por igual por las leyes del karma. En el budismo no existe la noción de ego, eliminando así el concepto eterno del alma de la tradición judeocristiana.
Este conjunto de prácticas y principios morales y éticos constituyen un cuerpo de sabiduría que debería ser capaz de crear las condiciones propicias para alcanzar el objetivo final de la práctica y filosofía budista: la iluminación, o traducida a la filosofía FIB, la felicidad. Tal afirmación hace implícita una relación entre el desarrollo moral propiciado por el budismo, también propuesto por casi todas las religiones conocidas, con el camino conducente a la felicidad.
En el fondo, la conexión entre madurez moral y verdadera felicidad se ha constituido en la base intelectual para la mayoría de los sistemas de coordinación social del mundo. En el cristianismo, por ejemplo, la generosidad, la compasión y el respeto por los demás, representados en los diez mandamientos, conducen a la adopción de una cierta sensibilidad moral y a conductas pro-sociales. En el islamismo, del mismo modo, también se encuentran prescripciones sobre una moral relacionada con la caridad, la vida pacífica y el compañerismo con los semejantes. Igual sucede en la tradición del confucianismo o el hinduismo. El budismo, particularmente el budismo Mahāyāna, fundamenta su camino a la felicidad como un camino en el que cultivar la compasión y la contribución a la felicidad de los otros.
Estas sabidurías universales, también presentes en culturas indígenas, y continuadas por tradiciones seculares posteriores tales como la de Aristóteles, Kant, Bentham, incluso Rawls o Adam Smith, han sido progresivamente diluidas como consecuencia de los distintos procesos de modernización.[33] En particular, se podría afirmar que esta madurez moral y sabiduría ancestral ha sido sustituida por, al menos, dos principios universales aplicables a la mayoría de sociedades industriales (neo)liberales: en primer lugar, el abandono de la felicidad como fin último, reemplazada por fines secundarios como la riqueza o la libertad individual; en segundo lugar, la negación de la madurez moral como código de conducta que rige nuestras vidas, siendo reemplazada por fuerzas ajenas a nuestro control, como el mercado o la globalización.
Esta pérdida de dirección de las religiones en la globalización económica y cultural contemporánea han transformado el camino a la felicidad. Las sociedades occidentales, en general, han sustituido una trayectoria de progreso personal racional por una trayectoria de autoindulgencia irracional, haciendo de la madurez moral y el desarrollo personal un logro espontáneo que habrá de llegar una vez eliminadas las constricciones morales de la religión.[34] Las consecuencias de estos procesos de modernización y secularización sobre los principios morales y éticos que una vez dieron sustento a la mayoría de sistemas de coordinación social son evidentes en la actual realidad de los países desarrollados: una altísima desigualdad social[35], una insostenibilidad de los procesos productivos que, orientados a la maximización del beneficio por encima de todo, han dado lugar a la era del maldesarrollo[36], propiciando, incluso, una reactualización de las peores profecías maltusianas, ahora vislumbradas como un inminente desastre o colapso civilizatorio, ecológico, etc.[37]
El budismo en Bután, por su parte, sigue siendo un elemento central en la vida política, cultural y social en el país. La FIB reivindica la práctica budista como propia y necesaria para alcanzar la iluminación / felicidad. La práctica budista está reconocida como una tradición viviente, de manera que ambos elementos, tradición y viviente, contribuyen al mantenimiento del conocido como “camino medio” del budismo. Los teóricos budistas, según esta tradición viviente, adaptan la ortodoxia religiosa al espacio y tiempo en que se practica el budismo, reinventándose de continuo sin perder la dirección ni abandonar el fin último de la felicidad en medio de la globalización cultural. Esto significa que el budismo, como tradición viviente, sigue permeando y delimitando los márgenes del poder, así como orientando la práctica política en países que integran la cosmovisión moral hasta aquí descrita.
Toda vez que se puede dar por descontado un determinado sustrato sociocultural en Bután, así como una cierta madurez moral en sintonía con los principios morales y éticos de la filosofía FIB, es necesario reconocer que tal madurez no ha sido explícitamente promovida por los poderes políticos de manera oficial hasta épocas recientes: hace poco más de una década. Antes bien, tales principios han tenido su “atrio de poder” hacia dentro de las instituciones monásticas y budistas del país. De nuevo, al estudiar el FIB como código moral u horizonte civilizatorio, es necesario diferenciar entre una filosofía que siempre ha estado de fondo en Bután, al relacionarse directamente con la filosofía budista, y el FIB como herramienta de planificación y evaluación recogida oficialmente por el aparato político. Aquella filosofía se tradujo a la herramienta FIB mediante la creación de indicadores y variables, tratando de recoger el seguimiento y aceptación del conjunto de prácticas y preceptos anteriormente expuestos entre la sociedad butanesa. Esa misma herramienta FIB se reivindica, por tanto, como una guía moral que logra aglutinar la práctica budista extendida por el país, tomándose como si fuese una tradición: la tradición butanesa encarnada en el FIB.
Si bien la filosofía que ahora representa el FIB está directamente relacionada con una filosofía budista de fuerte arraigo en el país, la herramienta política denominada FIB puede ser considerada como una invención reciente. De este modo, si tomamos como referencia los estudios de Hobsbawm[38] sobre la invención de las tradiciones políticas, la invención de la tradición FIB podría haber tenido el propósito político de actuar como mecanismo de refuerzo de la identidad, creencias y valores de la sociedad butanesa. Siguiendo este argumento, la herramienta FIB tendría el propósito de promover la cohesión social del país, a la vez que podría estar reafirmando una posición soberana frente a las presiones externas. Del mismo modo, la FIB serviría para legitimar y reafirmar la posición de las instituciones del Estado como instituciones distintivamente butanesas, marcando un claro horizonte vital común frente a las distintas presiones globalizadoras[39] y sobre la base de un nacionalismo étnico.[40] No obstante, esta manera de entender la operación de traducción estaría restando crédito a la genuinidad de la filosofía FIB, pues el sustantivo invención señala una ruptura con la tradición. Nuevamente, se hace preciso recordar la diferencia entre el FIB como filosofía reencarnada del budismo, de la FIB como herramienta política. La última, sin duda reciente, pretende recoger los principios representados por la primera, transformándose en la ideología oficial de Bután. Aunque el aparato político actual pueda estar sostenido por una invención de la FIB que es reciente, se ha tratado de demostrar aquí hasta qué punto la tradición budista ha sido responsable de inspirar la filosofía FIB, viéndose en ella continuada.
La FIB como marco conceptual para las políticas públicas y el desarrollo
A partir de 2005, el gobierno de Bután decide desarrollar la FIB como un marco conceptual para las políticas públicas, creando una serie de indicadores para “traducir” la filosofía generalista incluida en el concepto FIB en una filosofía mensurable. La creación de indicadores FIB, pensados para desarrollar un índice de medición en última instancia, deberían servir, también, como objetivos o metas capaces de visibilizar un camino o propósito común en consonancia con los valores y madurez moral tradicional del país. Dicho de otro modo, capaces de constreñir y enmarcar los procesos de elaboración política en Bután.[41] Para ello se crea, en un primer instante, la Gross National Happiness Commission, una institución gubernamental encargada de «promocionar un ambiente propicio para la satisfacción de la felicidad de los butaneses». Con vocación intelectual y académica se crea The Centre for Bhutan Studies & GNH Research, y nace una revista de publicación periódica, Journal of Bhutan Studies. Un tercer pilar de las instituciones del FIB descansa sobre el GNH Centre Bhutan, una organización de la sociedad civil sin ánimo de lucro y bajo el patronato de la casa real butanesa.
Estas tres instituciones son las principales encargadas de debatir, planificar y ejecutar las políticas del FIB, así como velar por la transversalidad de éste en la agenda política butanesa, ya sea mediante la divulgación científica o mediante la acción política directa.[42] Son, por tanto, la materialización política/civil resultado del ejercicio de translocación de la filosofía FIB a un marco conceptual y operativo para la política en Bután, que a su vez vendrá a ejecutarse mediante la aplicación de planes quinquenales (Five-years plans).
A continuación, se esbozará una caracterización de la FIB como dispositivo político que orienta y ayuda a planificar las políticas públicas en Bután dirigidas hacia la felicidad de los butaneses. Para ello, se estudiarán cada uno de los indicadores contenidos en el dispositivo FIB, así como su alcance e implicaciones sociológicas sobre la base de lo hasta aquí presentado. Para ello, se propone el siguiente ejercicio: un análisis del contenido medido y observado por el FIB a través de las preguntas y cuestiones que se introducen en el cuestionario que se aplica a los nacionales butaneses, el GNH Survey o cuestionario FIB, que constituye la herramienta fundamental en el sistema de planificación y evaluación de las políticas en Bután.[43] Se dará cuenta del alcance sociológico de los dominios del FIB, entendidos como objetivos que visibilizan un horizonte común y orientan la agenda política del país y se realizará una pequeña revisión o estado de la cuestión de cada uno de los debates sociológicos que los mismos plantean. Para ello, se parte de una exploración previa de los treinta y tres indicadores del FIB, reflejados en el cuestionario en setenta y dos preguntas, normalmente resumidos en nueve dominios o dimensiones que dan forma al conjunto.
Una representación visual que ya resulta habitual para presentar el FIB se observa en la figura 1. Se enumeran con más detalle los nueve dominios y treinta y tres indicadores, así como su peso relativo en la formación del índice FIB en la figura 2. Estos son: bienestar psicológico; salud; buen uso del tiempo; educación; diversidad cultural y resiliencia; buena gobernanza; vitalidad de la comunidad; diversidad ecológica/resiliencia; y calidad o estándar de vida. Se aborda, en lo que sigue, el análisis de los nueve dominios.
Figura 1. Los 9 dominios del FIB [44]
Figura 2. Dominios, indicadores y su peso en el FIB [45]
Dominio | Indicadores | Peso | Dominio | Indicadores | Peso |
Bienestar psicológico | Satisfacción de vida | 33% | Uso de tiempo | Trabajo | 50% |
Emociones positivas | 17% | Sueño | 50% | ||
Emociones negativas | 17% | Buena gobernanza | Participación política | 40% | |
Espiritualidad | 33% | Servicios | 40% | ||
Salud | Salud autopercibida | 10% | Desempeño gobierno | 10% | |
Días saludables | 30% | Derechos fundamentales | 10% | ||
Discapacidad | 30% | Vitalidad de la comunidad | Donaciones de tiempo/dinero | 30% | |
Salud mental | 30% | Seguridad percibida | 30% | ||
Educación | Nivel alfabetismo | 30% | Relaciones comunitarias | 20% | |
Escolarización | 30% | Familia | 20% | ||
Conocimiento | 20% | Diversidad ecológica y resiliencia | Daño a la vida salvaje | 40% | |
Valores | 20% | Asuntos urbanos | 40% | ||
Diversidad cultural y resiliencia | Zorig Chusum (artesanía) | 30% | Responsabilidad medioambiental | 10% | |
Participación cultural | 30% | Asuntos ecológicos | 10% | ||
Idioma nativo | 20% | Calidad de vida | Ingresos per cápita | 33% | |
Driglam Namzha (etiqueta) | 30% | Patrimonio | 33% | ||
Vivienda | 33% |
1) Bienestar psicológico: esta batería de preguntas del GNH Survey va orientada a conocer la percepción subjetiva del encuestado sobre su propio bienestar. Las limitaciones de este tipo de mediciones y los sesgos que pueden introducir en los resultados han sido identificadas en otros lugares.[46] Aun así, sí que permiten reflejar, entre otras cosas, las percepciones acerca de la calidad de las relaciones sociales y personales como parte de la satisfacción general con la vida, la capacidad para manejar experiencias y emociones tanto positivas como negativas o el nivel de espiritualidad de los preguntados.
El budismo no distingue entre lo que se entiende en Occidente por emociones y otro tipo de procesos mentales. Por el contrario, reconoce las actividades mentales que conducen a un adecuado equilibrio personal, beneficiosas, y aquellas que lo alejan de este objetivo: dañinas. En el fondo, la práctica budista consiste en la introspección personal en busca de los sentimientos y emociones que puedan ser destructivos y alejen del equilibrio personal para ser removidos. Las emociones que el budismo dice que han de ser evitadas forman parte de lo que se denomina dukkha, sufrimiento o insatisfacción, y son:
(a) el deseo (Taṇhā, o literalmente sed) como materialización de las pulsiones tanáticas que nos abandonan al placer y la satisfacción de experiencias placenteras (hedonismo). El budismo sostiene que estas experiencias psicológicas han de ser sustituidas por deseos que resulten en beneficio de otros (altruismo);
(b) el odio como estado de la mente obsesionada con la destrucción y no la construcción de estados mentales en busca del equilibrio; y (c) el egoísmo, que representa la separación del yo y el conjunto y se materializa en la avaricia, el odio, la arrogancia, etc. La falsa creencia en la distinción entre uno mismo y el entorno es opuesta a la concepción budista de la interdependencia entre el individuo y su entorno[47], sujeta a las leyes del karma. La práctica budista va orientada a contrarrestar estas pulsiones mentales en aras del bienestar. En este caso, es evidente que bienestar psicológico y religión van ligados.
Volviendo al propio cuestionario FIB, en él se pregunta en una escala numérica por el nivel de felicidad percibida, el nivel de felicidad deseado y el nivel de satisfacción con diversos aspectos de la vida cotidiana, entre otras cosas.
Las valoraciones subjetivas de la felicidad sirven de control para ponderar la validez de los resultado posteriores
Aunque técnicamente pudieran ser cuestiones demasiado subjetivas para ser tomadas en cuenta, lo cierto es que sirven de pregunta de control en el cuestionario para ponderar la validez de los resultados posteriores. Además, son variables de rápida lectura para tomar el pulso a la satisfacción de la Felicidad Bruta en términos generales. El uso de este tipo de indicadores está bien valorado por algunos esfuerzos recientes de mediciones del desarrollo alternativas, por ejemplo, el del informe Stiglitz-Sen-Fitoussi.[48]
(2) Salud: la felicidad y el goce de una buena salud son cuestiones íntimamente ligadas. Hay que tener en cuenta que en Bután permanece vigente la práctica médica indígena tradicional junto a la moderna medicina como parte del camino medio característico de la vía butanesa de desarrollo. Bután mantiene una cobertura sanitaria universal y gratuita que llega a más de un 90% de la población, gracias a lo cual se han hecho importantes avances sanitarios capaces de ser reflejados en indicadores sobre salud de alcance internacional.[49] No obstante, aún presenta sus propias particularidades. La salud integral del individuo es concebida por las comunidades originarias del país como un equilibrio entre salud física y salud mental, siendo necesaria una integración del individuo con su entorno y consigo mismo. La salud es, por tanto, algo más que la mera ausencia de enfermedad. En Bután se suelen referir a la felicidad con una popular sentencia: «lus lu na tsha med, sems lu sdug sngal med», que podría traducirse por «sin enfermedad física ni preocupaciones mentales». La felicidad se convierte, por tanto, en un fin en sí mismo en tanto que ausencia de malestar.
Ello explica el esfuerzo de Bután por lograr una salud de sus habitantes más allá de una mera cobertura sanitaria en los términos habituales. Mantener una buena salud es una cuestión de equilibrio personal y comunitario. Se constituye así en un estado buscado activamente, fundamentalmente a través del ejercicio espiritual, reflexivo y físico: de ahí la conexión entre religión, felicidad y salud. Como siempre, la salud es un elemento transversal al resto de cuestiones relacionadas con el desarrollo, por lo que, habitualmente, la adecuación del resto de indicadores del FIB determina el nivel de salud general. En este sentido, el cuestionario evalúa la salud auto percibida por los encuestados, así como otras variables que indican el estado de salud en los términos descritos anteriormente y con resultados, en general, satisfactorios.[50]
(3) Buen uso del tiempo: es una cuestión clave bastante reveladora de la naturaleza de una vía determinada de desarrollo. Teniendo en cuenta lo expuesto por la literatura sociológica acerca de la monetización del tiempo o el dinero como valor del tiempo de trabajo propia del desarrollo capitalista de los países del Norte, el surgimiento del dinero como agente controlador del tiempo ha venido a transformar por completo las relaciones de la vida social.[51] La eficiencia en la organización espacial y temporal propia del fordismo y el taylorismo en tiempos de la modernidad, es ahora flexibilidad y adecuación de ambas dimensiones como condición propia de la posmodernidad.[52] Por tanto, podemos afirmar que el control del tiempo individual por parte de los agentes de poder, y puesto al servicio de los intereses de la producción capitalista, es un fenómeno propio de lo que llamamos modernidad capitalista, y por tanto de lo que antes he referido como maldesarrollo.[53]
En el centro de este indicador se halla una discusión en torno al trabajo dentro o fuera del aparato productivo, esto es, el trabajo remunerado –dentro– y el trabajo voluntario o comunitario –fuera. Es decir, sobre si empleamos nuestro tiempo fuera o dentro del aparato productivo, al servicio de determinados intereses corporativos. Una medición del desarrollo tradicional, como es el PIB, no toma en cuenta ningún trabajo que se encuentre fuera del marco formal productivo de un país, por ejemplo, el trabajo de activismo o voluntariado, los intercambios de bienes y servicios en las comunidades, o incluso el autocultivo para consumo propio.
El FBI toma en cuenta trabajo remunerado y no remunerado, y da igual importancia al tiempo de descanso
Un modelo de desarrollo orientado al crecimiento del PIB, en consecuencia, incentiva toda actividad –uso de tiempo– que contribuya a la producción en los límites del mercado laboral del país. La definición de tiempo de trabajo que se utiliza en la medición del FIB, por el contrario, incluye también el trabajo no remunerado tal y como se describía anteriormente. En especial el trabajo relacionado con el cuidado familiar, el trabajo comunitario y el trabajo voluntario.[54]
En la encuesta, además de interesarse por el detalle del uso del tiempo en lo que se refiere al trabajo o la actividad diaria, se concede igual importancia al tiempo de descanso. Se incluye por tanto una pregunta acerca de las horas de sueño y la calidad del mismo, como indicador clave para lograr el bienestar personal.[55]
(4) Educación: Bután tiene una larga tradición de educación monástica fundamentada en la práctica budista. Esta educación consiste en la memorización de largos pasajes de libros religiosos con enseñanzas del tipo causa-efecto, con la finalidad de capacitar a los alumnos para desarrollar complejos argumentos y ricos debates en torno a temas filosófico-morales. La propia institución de enseñanza está revestida, también en sus prácticas, de un fuerte componente ritual y canónico. La relación maestro-alumno se sostiene igualmente por unos estrictos roles en los que la autoridad del maestro no es cuestionada y donde el pensamiento independiente y crítico se desarrolla escasamente. La investigación sobre las prácticas educativas tradicionales y su contribución a la cultura en Bután es una materia amplísima, aunque estos breves apuntes pueden ser suficientes aquí para entender el porqué del choque entre ambas corrientes educativas. En este choque se encuentra representada, de nuevo, la idea del camino medio en el desarrollo característico de Bután.[56]
En la idea del camino medio budista, Bután ofrece algunos ejemplos de equilibrios funcionales. Es el caso de las exitosas green schools, un proyecto del ex-ministro de educación de Bután, Thakur Singh Powdyel[57], donde se trata de conjugar la tradicional ética comunitaria heredada del budismo con la exigencia técnica y valores de la enseñanza moderna. En ellas, resulta fundamental la adscripción de los alumnos a la ética y moral de la institución educativa: el respeto por el entorno, la solidaridad, la camarería y el compromiso, integradas con la moderna formación en disciplinas técnicas y prácticas.
Por lo que respecta al cuestionario FIB, en él se trata de encontrar reflejo, a través de sus preguntas, del peso del saber popular y local, el mantenimiento de las costumbres y tradiciones y la educación sobre salud, civismo, y ecología como base de la felicidad de los butaneses.
(5) Diversidad cultural y resiliencia: una cuestión prioritaria en la vía de desarrollo seguida por Bután. Como parte del camino medio, el país se encuentra en la posición de tener que equilibrar la influencia cultural externa (cuya injerencia es cada vez mayor, fruto de la reciente apertura a las relaciones exteriores, el turismo y las nuevas tecnologías de la información con la llegada del nuevo siglo) y la importante herencia cultural tradicional del país ligada a la práctica budista. Es frecuente afirmar que la preservación de la cultura y principios tradicionales en Bután cumple las funciones de atemperar la influencia de la cultura occidental y la modernización que trae consigo la globalización, proporcionar los valores necesarios para un desarrollo espiritual y emocional equilibrado o mantener la soberanía y cohesión interior del pequeño país. En este sentido, Bután da claros signos de resistencia cultural frente a la globalización capitalista neoliberal, realizando un esfuerzo activo por mantener el pulso mediante la promoción de cuatro aspectos culturales clave:[58] el lenguaje (Dzongkha), habilidades u oficios artesanos tradicionales (zorig chosum), la participación sociocultural en festividades, rituales, etc., y el seguimiento de los códigos de conducta y etiqueta públicos (Driglam Namzha).
Así, en la encuesta se introducen preguntas dirigidas a conocer el grado de implantación del Driglam Namzha, la utilización del Dzongkha entre los encuestados, y su posición frente a determinadas conductas sancionables como matar, robar, mentir, abusar sexualmente, etc.
Equilibrar influencia externa y herencia tradicional es una prioridad en la vía de desarrollo seguida por Bután
(6) Buena gobernanza: encontramos en este punto un elemento transversal de toda la actuación del gobierno y la satisfacción del FIB como elemento central de la política social y económica del país. Una buena gobernanza habría de ser resultado del encuentro entre la actividad ejecutiva de los representantes institucionales y la consecución del fin último del FIB: la felicidad y el equilibrio personal.
La encuesta trata, de esta manera, de estudiar las percepciones (satisfacción) de los encuestados sobre la gobernanza a través de indicadores del tipo: valoración de determinadas acciones del gobierno, percepciones acerca del sistema electoral y de partidos, grado de participación política, etc. En la última encuesta de 2015 se incluyen, además, algunas preguntas encargadas de valorar el grado de penetración y buen funcionamiento de una herramienta telemática propuesta por el PNUD para Bután: the virtual zomdu, y que el país ha incorporado recientemente con cierto grado de éxito. La misma consiste en una plataforma informática que permite la asistencia virtual, a través de internet, a las reuniones institucionales del gobierno en todos los niveles de la Administración. Además de eso, permite la intervención oral en las reuniones de los asistentes virtuales, de manera que se convierte en una herramienta que acerca los procesos decisorios de la esfera gubernamental a los ciudadanos con problemas de movilidad o de poblaciones remotas y aisladas. No obstante, está por ver el éxito de su implantación, máxime teniendo en cuenta las características sociodemográficas del pequeño país.
(7) Vitalidad de la comunidad: dentro de la satisfacción del FIB en Bután se encuentra la importante cuestión de la vitalidad de las comunidades dispersas por el territorio. Este indicador pretende hacer una representación del capital social y relacional del país formado por las relaciones cooperativas y las redes sociales que en él se establecen. En el fondo, lo que se pretende medir es el apoyo social prestado a través del trabajo voluntario y comunitario, la cualidad y calidad de los lazos sociales, las relaciones familiares y la sensación de seguridad en términos subjetivos que se experimenta como resultado de los anteriores.[59]
Entre las cuatro necesidades básicas del individuo en sociedad, se encuentra la necesidad de identidad o pertenencia identitaria. Precisamente, la herramienta política representada en el FIB va fuertemente orientada a la satisfacción de esta necesidad a través de los sentimientos de pertenencia y grado de confianza en la comunidad. Este elemento es igualmente transversal al resto de cuestiones: el individuo necesita dar una coherencia a su experiencia y trayectoria vital. Esta experiencia viene determinada por las relaciones y vínculos que el individuo establece con su entorno, por lo que la participación en acontecimientos sociales, vecinales, comunitarios, de voluntariado y cooperación pueden generar un sentimiento de pertenencia a la comunidad. Lo contrario sería la alienación social de un individuo outsider: la anomia en los términos de la sociología funcionalista.
En efecto, todo esto este trabajo comunitario, como trabajo no remunerado, se sitúa fuera del marco formal productivo de un país: es trabajo informal. En Bután a este tipo de trabajo se le conoce como woola y es definido como trabajo comunitario, trabajo voluntario y ayuda informal.[60] El woola ha jugado un papel decisivo en el sostenimiento y mejora de las comunidades locales, que son la base de la organización social de un país que sigue siendo mayoritariamente rural.
En la encuesta se pregunta acerca de la cantidad de dedicación a labores como: construcción de edificios religiosos, rituales religiosos, construcción de viviendas, campañas de recaudación, de limpieza, de restauración de caminos, etc. Respecto al woola, el cuestionario considera catorce actividades como tal: el trabajo voluntario en hospitales, centros de salud, instalaciones agrícolas y de riego, o centros para animales, entre otros. Por último, resultan destacables las preguntas respecto a la seguridad percibida, por ejemplo, cómo de seguro se siente el encuestado cuando anda solo por la calle durante la noche. La pregunta cuestiona directamente el grado de confianza y seguridad que el individuo tiene en la comunidad. Al respecto, resulta que Bután, según el Global Peace Index de 2019[61], es el decimoquinto país más seguro del mundo y el primero de Asia.
(8) Diversidad ecológica y resiliencia: En lo que se refiere a la diversidad ecológica y la capacidad de resiliencia en Bután, la encuesta introduce diversos elementos que merecerían ser abordados con la suficiente profundidad. Es altamente reseñable la política activa en favor de la conservación y mimesis con el medio ambiente y el entorno natural que caracteriza a Bután. En el índice FIB se pretenden ver reflejadas ciertas preocupaciones en este sentido. En general los indicadores intentan medir el grado de preocupación de los butaneses por cosas como la polución, la responsabilidad percibida para con la naturaleza, la preocupación por la vida animal y la preocupación por problemas derivados de la urbanización. Se trata, por tanto, de obtener una respuesta o devolución por parte de los ciudadanos sobre los que se aplican las políticas públicas que configuran el camino al desarrollo que se viene describiendo.
El índice FIB pretende también reflejar la diversidad ecológica y la capacidad de resiliencia del país
Bután es uno de los países menos contaminantes del mundo, con mayor biodiversidad y cobertura forestal por habitante (protegida constitucionalmente) y a punto de convertirse en un país 100% orgánico, con una actividad productiva sostenible/renovable fuertemente vinculada a la energía hidráulica. De hecho, Bután ha acaparado algunas portadas recientemente, tras hacer la apuesta más comprometida en el marco de la Cumbre sobre el cambio climático de París respecto a la reducción de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. En la actualidad, ya es un “sumidero de emisiones de carbono” (del inglés carbon sink) dado que absorbe tres veces más CO2 del que emite en su conjunto. Recientemente se ha visto envuelto en un proyecto conjunto con la World Wildlife Fund (WWF) para recabar y reestructurar fondos destinados a la protección de sus bosques con el propósito de aumentar la cantidad de CO2 que es capaz de absorber. El proyecto se llama Bhutan for Life y se suma a otros proyectos similares de calado medioambiental notable, entre los que destaca el conocido como GPP Bhutan –Green Public Procurement in Bhutan.
(9) Calidad o estándar de vida: finalmente se encuentra la dimensión del índice FIB más conectada a las tradicionales mediciones materiales del tipo PIB. El indicador trata de dar cuenta del nivel de bienestar material del encuestado mediante preguntas acerca del poder adquisitivo de su unidad familiar, el nivel de ingresos y activos de los que dispone, y la calidad de la casa o solución habitacional de que disponga. Nótese que esta dimensión material de la situación de los encuestados queda relegada a un último lugar en la encuesta y supone un capítulo más de lo que en Bután se considera calidad de vida, vivir bien o felicidad.
A este tipo de indicador y a la importancia que adquiere en la orientación del modelo de desarrollo de un país se reduce la aproximación más superficial a la cuestión de la medición –PIB vs. FIB. En el fondo, la cuestión del equilibrio entre PIB y FIB representa la oposición dialéctica entre producir vs. felicidad o desarrollo económico vs. desarrollo personal y social, oposiciones básicas en las cuales se puede situar a Bután.
En suma, el FIB como código de buenas prácticas, como guía para la elaboración de políticas públicas o como marco de planificación en Bután, empuja, según el análisis previo de los nueve pilares, a un camino al desarrollo que tenga en cuenta las siguientes premisas:
- Las condiciones de posibilidad que crea el FIB están sustentadas por una adscripción a la práctica budista en la búsqueda del bienestar personal y colectivo. Sobre la base de un adecuado desarrollo moral de los butaneses, se logra reproducir en el contexto sociopolítico del país el conjunto de prácticas, creencias y valores de los que se dio cuenta anteriormente.
- Un desarrollo ecológicamente sostenible, respetuoso, y en biomímesis con el entorno resulta más eficiente desde el punto de vista material. La superación de la capacidad biofísica del planeta por los desmanes del modelo de desarrollo capitalista requiere un replanteamiento de todo nuestro aparato productivo y las prácticas asociadas al mismo si queremos asegurar nuestra permanencia en la tierra. La gestión de los recursos naturales del país ha de estar orientada por esta visión.
- Un desarrollo equilibrado de fronteras hacia dentro, con una democracia participativa capaz de movilizar a todos los sectores de la ciudadanía, resulta eficaz para mantener una población integrada en el proyecto de nación, dando coherencia a sus vidas como ciudadanos. En ello ha jugado un papel vital el respeto y admiración de los ciudadanos por la monarquía en Bután, así como el alto grado de autonomía política de las comunidades budistas y regiones dispersas por el país que satisfacen adecuadamente este tipo de desarrollo.
- El mantenimiento de una cultura y tradiciones propias resulta importante para garantizar la necesidad básica de identidad. Además, el trabajo comunitario y las actividades reproductivas de cuidado juegan un papel fundamental en el sostenimiento del bienestar social. Frente a la globalización capitalista y la extensión de prácticas asociadas a un modelo de desarrollo puramente materialista, Bután mantiene un camino al desarrollo que nace de su idiosincrasia propia.
Conclusiones
Tal y como se ha podido demostrar, en Bután convergen, al menos, dos manifestaciones de la FIB: (a) un código moral, o guía moral, que aporta los marcos de sentido y los horizontes civilizatorios del conjunto de la población butanesa; y (b) un criterio de razón pública que restringe y orienta las políticas públicas en Bután hacia la satisfacción de la felicidad. En suma, se articula como conjunto sociopolítico y cultural, promovido desde las instituciones políticas, con el fin de crear las condiciones necesarias para que los butaneses logren la felicidad. Pero, la FIB, considerado como una responsabilidad colectiva, necesita también un compromiso individual de los ciudadanos para que participen de su felicidad propia y la de los demás. El ciudadano como individuo precisa entender la filosofía contenida en el dispositivo FIB, aceptando la responsabilidad de tomar un papel activo en el mantenimiento de las actitudes, prácticas y comportamientos que el mismo representa. Esta responsabilidad será la que dé lugar a la madurez moral propia de lo que podríamos llamar el “vivir felizmente”, condición según la cual un ciudadano podría llegar a ser feliz. La GNH Survey ha trasladado un mensaje claro a la comunidad internacional en ese sentido: Bután es uno de los países más felices del mundo.[62]
La particularidad del camino al desarrollo que transita Bután es el resultado de aquellas prácticas individuales y del contexto donde tienen lugar las dinámicas políticas, económicas, sociales y culturales propias del país, y que tampoco pueden explicarse exclusivamente en torno a la filosofía y el dispositivo FIB. De hecho, la esencia misma del desarrollo hace que sea difícil canonizar y replicar un pretendido “modelo” de desarrollo a modo de receta que resulte por igual en diferentes fronteras, por lo que el conjunto FIB puede que no sea exportable como paquete orientador del desarrollo ni como meta-norma global que consiga replicarse tal cual. Lo que sí puede ocurrir, sin embargo, es que determinadas pulsiones ciudadanas, iniciativas civiles o pequeñas políticas localizadas –locales– coincidan en el tiempo, teniendo la fuerza de marcar un objetivo común y un camino convergente que impulse un modelo de desarrollo alternativo al modelo hegemónico. En ese sentido, el FIB podría contribuir a inspirar y delimitar los contornos de algunas de esas apuestas, si bien conviene recordar su limitada fuerza geopolítica, pues Bután representa no más de un 0,01% de la población mundial.
Pero ¿hasta qué punto puede Bután exportar la idea de la felicidad como objetivo o fin último de la política pública? Los esfuerzos por internacionalizar el relato en torno al FIB por parte de Bután ya han comenzado. El punto de partida pudo haber sido el año 2011, cuando Bután logró que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobase una resolución que invitaba a los países a apostar por la elaboración de medidas adicionales que logren capturar la importancia de la felicidad y el bienestar en el desarrollo de las naciones, con el propósito de que sean capaces de orientar las políticas públicas de sus gobiernos hacia ese fin. Este objetivo, además, ha sido incluido como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para 2020, así como en la agenda 2030. En esta línea, se creó en 2012 un grupo internacional de investigadores provenientes de diferentes disciplinas con el propósito de traducir y adaptar los objetivos políticos y el paradigma de desarrollo representado en el FIB a los diferentes contextos internacionales.[63] Asimismo, el Centre For Bhutan Studies and GNH ha logrado celebrar, hasta la fecha, siete conferencias internacionales sobre el FIB, reuniendo ponencias de autores internacionales y butaneses sobre la felicidad, el budismo, los estudios del desarrollo y el alcance del FIB en el contexto mundial. Como resultado de la última de ellas, se logró facturar una publicación colaborativa editada por el mismo Centre For Bhutan Studies and GNH[64] que apuesta por la felicidad como objetivo político central de la agenda mundial.
Además, las relaciones bilaterales de Bután con otros países del Sur Global han logrado fecundar y empujar a favor de algunas de las apuestas políticas más relevantes de los últimos años. En particular, los gobiernos del Buen Vivir y el Vivir Bien, en Ecuador y Bolivia respectivamente, se han nutrido de las sabidurías ancestrales de sus comunidades originarias indígenas, en clara sintonía con las sabidurías populares de las comunidades rurales de Bután. Los intercambios más relevantes han tenido lugar en el ámbito de la agricultura tradicional o la conservación del medio natural, compartiendo expertise y saber hacer. De especial relevancia son dos encuentros entre Bután y Bolivia, celebrados ambos en 2014, conocidos como “Encuentros Internacionales del Dragón y el Cóndor”. Durante estos eventos, se desarrolló un intercambio de saberes y experiencias en los que Bután compartió, desde la base de sus entidades propias, el cálculo del Índice de Felicidad Interior Bruta con varios países, entre ellos Ecuador, México y Bolivia, con el fin de poder resolver la demanda social de felicidad de aquellos pueblos, mediante la creación de una metodología que aporte de manera armónica y complementaria a la construcción colectiva de la medición e implementación del Vivir Bien/Felicidad/Buen Vivir. Desgraciadamente, los resultados de tales encuentros son inciertos. Tras realizar algunos contactos personales con autoridades en Bolivia, interesándome por la naturaleza y resultados de los encuentros, tan sólo he podido obtener un par de documentos, redactados ad hoc, que dan cuenta de su realización, sin ningún tipo de información complementaria.
Otros países tan dispares como Brasil, Japón, Tailandia, Canadá o Francia se han interesado por la medición del desarrollo que realiza el FIB, adaptando e integrando con diferentes resultados el concepto FIB en sus procesos de elaboración de políticas públicas, en algunos casos logrando permear contextos institucionales y prácticas individuales con relativo éxito.
Luis Rodríguez-Calles es investigador en el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) de la Universidad Pontificia de Comillas
NOTAS:
[1] Andrea M. Savada y George L. Harris (ed.), Nepal and Bhutan. A country study. Federal Research Division of the Library of Congress, Washington, 1991.
[2] Jeffrey Sachs, «La economía de la felicidad», El País, 4 de septiembre de 2011.
[3] Sandra Brunet, Johannes Bauer, Terry De Lacy y Karma Tshering, «Tourism Development in Bhutan: Tensions between Tradition and Modernity», en Journal of Sustainable Tourism, 9 (3), 2001, pp. 243-263.
[4] Jeffrey Sachs, La era del desarrollo sostenible: nuestro futuro está en juego. Aupemos el desarrollo sostenible a la agenda política mundial, Deusto, Bilbao, 2015.
[5] Joseph Stiglitz, El precio de la desigualdad, Punto de lectura, Madrid, 2014.
[6] Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi. Medir nuestras vidas. Las limitaciones del PIB como indicador de progreso, RBA, Barcelona, 2013.
[7] Karma Ura, Sabina Alkire, Tshoki Zangmo, Karma Wangdi, A Short Guide to Gross National Happiness Index, CBS&GNHr. Thimphu, 2012.
[8] Traducción propia. Ibidem
[9] Traducción propia. Citado en: ¿Lauchlan Munro, «Where did Bhutan’s gross national happiness come from? The origins of an invented tradition», Asian Affairs, núm. 47, 2016, p. 74. El artículo original tiene la siguiente referencia: Michael T. Kaufman, «Basketball is Big in Bhutan but Traditions are Prized Too», New York Times, 29 de abril de 1980, p. 2.
[10] Traducción propia. Citado en: Ibidem, p. 74
[11] Ibidem
[12] Thinley en Ross McDonald, Taking Happiness Seriously: Eleven Dialogues on Gross National Happiness. The Centre for Bhutan Studies, Thimphu, 2010.
[13] Luis Rodríguez-Calles, «Breve historia de Bután. Una identidad y un horizonte común en torno a la felicidad como objetivo político», Estudios de Asia y África, 54 (2), 2019, pp. 373-390.
[14] Ross McDonald, op. cit., 2010
[15] Ritu Verma, «Gross National Happiness: meaning, measure and degrowth in a living development alternative», Journal of Political Ecology, 24, 2017, pp. 476-490
[16] Karma Ura, «The experience of Gross National Happiness as development framework», ADB South Asian Working Paper Series, 42, 2015, pp. 1-30.
[17] Ross McDonald, «Towards a new conceptualization of Gross National Happiness and its foundations», Journal of Bhutan Studies, 12, 2005, pp. 23-46.
[18] Ritu Verma, op. cit., 2017
[19] Ross McDonald, op. cit., 2010, pp. 1-11
[20] Jeffrey Sachs, op. cit., 2005
[21] George Lakoff, Política moral. Cómo piensan progresistas y conservadores, Capitán Swing, Madrid, 2016.
[22] Tashi Wangmo, John Valk, «Under the influence of Buddhism: The Psychological Well-being indicators of GNH», Journal of Bhutan Studies, 26, 2012, pp. 53-81.
[23] Samdrup Rigyal y Alyson Prude, «Buddhism in Contemporary Bhutan», en M. Jerryson. (ed.), The Oxford Handbook of Contemporary Buddhism, Oxford University Press, New York, 2017, pp. 61-76.
[24] Matthew Walton, Buddhism, Politics and Political Thought in Myanmar, Cambridge University Press, Cambridge, 2016.
[25] Ross McDonald, op. cit., 2005
[26] Samdrup Rigyal y Alyson Prude, op. cit., 2017
[27] Georgios T. Halkias, «Buddhist Models of Self: Politics when People Matter», en Karma Ura. y Dendup Chophel (eds.), Buddhism Without Borders, Proceedings of the International Conference on Globalized Buddhism, The Centre for Bhutan Studies, Thimphu, 2012.
[28] Michael Givel, «Mahayana Buddhism and Gross National Happiness in Bhutan», International Journal of Wellbeing, 5(2), 2015, pp.14-27
[29] Sandra Brunet, Johannes Bauer , Terry De Lacy & Karma Tshering, «Tourism Development in Bhutan: Tensions between Tradition and Modernity», Journal of Sustainable Tourism, 9 (3), 2001, pp. 243-263.
[30] Georgios T. Halkias, op. cit., 2012
[31] Michael Givel, op. cit.
[32] Karma Ura, op. cit., 2012a
[33] Ross McDonald, op. cit., 2005
[34] Ibidem, p. 28
[35] Branko Milanovic, Global Inequality: A New Approach for the Age of Globalization, Harvard University Press, Cambridge, 2016; Joseph Stiglitz, op. cit., 2014.
[36] José María Tortosa, 2001, El juego global. Maldesarrollo y pobreza en el capitalismo mundial. Barcelona: Icaria.
[37] Carlos Taibo, Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo. Catarata, Madrid, 2016.
Jorge Riechmann, Autoconstrucción: la transformación cultural que necesitamos, Catarata, Madrid, 2015.
[38] Eric Hobsbawm y Terence Ranger (ed.), The Invention of Tradition, Cambridge University Press, Cambridge, 1983.
[39] Lauchlan Munro, «Where did Bhutan’s gross national happiness come from? The origins of an invented tradition», Asian Affairs, 47: 1, pp.71-92
[40] Michael Hutt (ed.), «Ethnic Nationalism, refugees and Bhutan», Journal of Refugee Studies, 9(4), 1996, pp. 397-420.
[41] Kent Schroeder, The Politics of Gross National Happiness. Image and Practice in the Implementation of Bhutan’s Multidimensional Development Strategy [Tesis doctoral]. University of Guelph, Ontario, 2014.
[42] Karma Ura, The Bhutanese Development Story, 2013.
[43] Para un análisis sobre la manera de operacionalizar el índice FIB puede consultarse: Sophus A. Reinert, Thomas Humphrey y Benjamin Safran, «Bhutan: Governing for Happiness», Harvard Business School Case, 2014, pp. 715-024.
[44] Elaboración propia a partir de The Centre for Bhutan Studies & GNH, A compass towards a just and harmonious society, GNH Survey report, CBS&GNHr, Thimphu, 2015.
[45] Karma Ura et. al., An extensive analysis of the GNH Index, CBS&GNHr, Thimphu 2012.
[46] Alejandro Adler y Martin E.P. Seligman, «Using wellbeing for public policy: Theory, measurement, and recommendations», International Journal of Wellbeing, 6(1), 2016, pp. 1-35.
[47] Paul Ekman, Richard J. Davidson, Matthieu Ricard y B. Alan Wallace, «Buddhist and psychological perspectives on emotions and well-being», Current Directions in Psychological Science, vol. 14(2), 2005, pp. 59-63.
[48] Joseph Stiglitz et al., op. cit., 2013
[49] Tashi Tobgay, Tandin Dorji, Dorji Pelzom, y Robert V. Gibbons, «Progress and delivery of health care in Bhutan, the Land of the Thunder Dragon and Gross National Happiness», Tropical medicine & international health. 16(6), 2011, pp. 731-6.
[50] Ibídem
[51] Norbert Elias, Sobre el tiempo, (3ªed), FCE, México, 2010
[52] David Harvey, La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. (2ª ed.), Amorrortu, Buenos Aires, 2012.
[53] José María Tortosa, op. cit., 2001
[54] Karma Ura, et al., op. cit., 2012b
[55] Lam Dorji, Yangzom y Tashi Wangmo, «GNH Time-use», International Journal of Business Intelligent, núm.4, vol. 1, junio de 2015, pp. 6-10.
[56] Brian Denman, y Singye Namgyel, «Convergence of monastic and traditional education in Bhutan?», International Review of Education, 54(3-4), 2008, pp. 475–491.
[57] Una asociación mallorquina ha editado un libro en castellano y catalán sobre las experiencias de las green schools en Bután contadas por el señor Powdyel, con quien, para este artículo, se ha establecido contacto personal y hecho sendas consultas sobre el modelo educativo butanés. Véase: Thakur S. Powdyel, Mi escuela verde: Una guía, Fundació Educació per la vida, Mallorca, 2015.
[58] Ritu Verma, op. cit., 2017
[59] Karma Ura et al., op. cit., 2012a
[60] Karma Ura, Beneficiary Labour Contribution, The Centre for Bhutan Studies, monograph 17, junio de 2005.
[62] The Centre for Bhutan Studies & GNH (2015). A compass towards a just and harmonious society. 2015 GNH Survey report. Thimphu: CBS&GNHr.
[63] Ritu Verma, op. cit., 2017
[64] Centre For Bhutan Studies and GNH, op. cit., 2017.
Acceso al texto completo en formato pdf: Felicidad Interior Bruta (FBI): una vía política para otro desarrollo.
Lectura Recomendada: Capitalismo, nada más
Esta reseña realizada por Alejandro Castañeda Hernández pertenece a la sección LECTURAS del número 153 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global de FUHEM Ecosocial.
Capitalismo, nada más. El futuro del sistema que domina el mundo.
Branko Milanovic
Taurus, Barcelona, 2020, 338 págs.
En la actualidad el capitalismo está presente en todo el mundo. No es que sea el sistema económico dominante, sino que es el único sistema económico.
A lo largo de cinco capítulos y tres apéndices (que detallan algunas cuestiones tratadas en los capítulos), Branko Milanovic, uno de los más destacados investigadores mundiales sobre desigualdad, explica en su último libro las razones por las que el capitalismo ha triunfado en todo el mundo y las posibilidades que se abren de conseguir un capitalismo más justo en el futuro en un momento en el que compiten dos modelos distintos de capitalismo: el capitalismo meritocrático liberal (representado por EEUU) y el capitalismo político (representado por China).
El primer capítulo sirve como introducción al tema: nunca, en ningún otro periodo histórico, el capitalismo había estado tan presente en todo el mundo, a la vez que no parece existir una alternativa realista a dicho sistema en el corto plazo. Milanovic explica brevemente los dos tipos de capitalismo que dominan actualmente e introduce lo que considera, siguiendo sus palabras, «el meollo del libro» (p. 20): la competencia entre el capitalismo meritocrático liberal y el capitalismo político. El autor aborda a lo largo del libro los rasgos principales de ambos, con el fin de determinar el atractivo de cada uno y las posibilidades de que uno acabe dominando sobre el otro.
El análisis detallado de cada tipo de capitalismo se hace en los capítulos dos y tres (capitalismo meritocrático liberal y capitalismo político, respectivamente). El autor centra su análisis, y lo remarca de manera explícita, en la esfera de la distribución y no de la producción. Ambos capítulos son de gran utilidad, no exenta de originalidad en algunas de sus afirmaciones, para entender cómo funcionan los dos tipos de capitalismo y cómo se ha llegado a su existencia.
El capitalismo meritocrático liberal sería la continuación en Occidente del capitalismo clásico (presente hasta la Primera Guerra Mundial) y del capitalismo socialdemócrata (desde la Segunda Guerra Mundial hasta los años ochenta). Milanovic hace un recorrido por esas etapas, comparando distintas formas de desigualdad (la distribución funcional de la renta, la concentración del capital, la homogamia, la movilidad social o la homoploutia —término que se explicará más adelante—, entre otros) entre estas formas de capitalismo en Occidente, llegando a la conclusión de que es cada vez más difícil luchar contra la desigualdad creciente.
En el tercer capítulo, tal vez el más estimulante de leer y cuya temática podría dar para un libro en sí mismo, analiza el lugar del comunismo en la historia y los rasgos principales del capitalismo político, así como la posibilidad de que este tipo de capitalismo se expanda a otros países, como ha hecho el capitalismo liberal desde EEUU. Para Milanovic, el principal atractivo del capitalismo político es el éxito económico, el cual se traduce en elevadas tasas de crecimiento, como las cosechadas por China en las últimas décadas. No analiza la China actual en contraposición con EEUU como si de una nueva guerra fría se tratara, sino que su objetivo es analizar el ascenso de la economía china y su transformación en una economía capitalista; de hecho, menciona hasta otros diez países que tienen un capitalismo político, pero China es el más importante de todos ellos con diferencia.
En el capítulo cuatro Milanovic trata la globalización y su interconexión con el capitalismo a través del análisis de la movilidad del trabajo y del capital, del Estado del Bienestar y de la corrupción. Milanovic nos dice lo siguiente respecto a por qué la movilidad del capital es casi ilimitada mientras que la del trabajo tiene muchas más trabas: «El capital, según esta tesis, puede entrar en las distintas sociedades sin provocarles cambios espectaculares, mientras que el trabajo no» (p. 172).
Es verdad que parece existir un mayor rechazo de la población a la inmigración del que existe para el capital extranjero. Puede que sea porque, como apunta la frase entrecomillada, se perciba que el capital no causa “cambios espectaculares”, como sí puede causar el trabajo.
«El capital puede entrar en las distintas sociedades sin provocarles cambios espectaculares, mientras que el trabajo no»
En este sentido, lo que parece ocurrir (y Milanovic lo apunta, aunque con palabras diferentes), es que el factor capital es “menos visible” que el factor trabajo, es decir, el trabajador necesita estar presente en el lugar de trabajo (aunque cada vez menos), mientras que la actuación del capital “no se ve” a pesar de que pueda causar daños mayores. Es controvertido su acercamiento al tema de la migración, puesto que, como él mismo señala, su planteamiento de una relación negativa entre el número de inmigrantes y los derechos que se les conceden puede crear subclases dentro de un país, como ya ocurre en algunos países, como EEUU o Reino Unido.
Finalmente, el capítulo quinto hace referencia al propio futuro del capitalismo, abordando los problemas que acarrea dicho sistema y también sus virtudes (por algo habrá triunfado en todo el mundo). El autor contrapone los dos tipos de capitalismo explicados anteriormente, comparando las ventajas de uno y otro y hace un repaso de los posibles escenarios existentes. Aquí encontramos a un Milanovic pesimista, ya que no parece existir un final visible al capitalismo («There is no alternative»).
Entre los puntos fuertes del libro está la originalidad de algunos de los planteamientos que hace Milanovic, aunque a su vez puede que sean controvertidos, como el análisis que hace sobre la posición del comunismo en la historia, criticando tanto a la teoría marxista como a la liberal y argumentando que el papel del comunismo en la historia ha sido, precisamente, permitir avanzar hacia el capitalismo para las economías menos desarrolladas. Destaco también un concepto que me ha gustado especialmente: la homoploutia. Indicador que nos muestra el porcentaje de personas que están, a la vez, en el 10 % más alto de ingresos de capital y en el 10 % más alto de ingresos salariales. Este indicador se ha incrementado en los últimos años, mostrando así la complejidad creciente de las sociedades capitalistas, donde cada vez se hace más difícil diferenciar entre capitalistas y cuadros gerenciales y técnicos asalariados.
Sin embargo, para ser un libro que trata sobre el futuro del capitalismo global se echa en falta un análisis sobre el cambio climático y los límites físicos y biológicos existentes. Solo una vez hace referencia a este tema, al final del libro, si bien es justamente para criticar la idea de que los recursos son limitados, argumentando que simplemente no sabemos qué nuevas materias primas podremos usar para sustituir al petróleo o los nuevos usos que tendrán otros recursos. Por otro lado, también hay algunas afirmaciones con las que no todo el mundo estará de acuerdo. Un ejemplo de ello puede ser el punto de vista que tiene Milanovic sobre la corrupción, ya que parece suponer que existe un cierto apego de la población a la corrupción y que no tiene por qué ser especialmente mala en sí misma desde el punto de vista económico si se la tratara como una renta más.
Se trata de un libro no muy extenso, pero con una gran cantidad de anotaciones y de evidencia empírica que sustentan cada afirmación que hace el autor. Es claro en sus explicaciones y analiza perfectamente los dos tipos de capitalismo existentes, destacando las principales virtudes de cada uno, así como los problemas que hacen que se tambaleen: la creciente desigualdad en el caso del capitalismo meritocrático liberal y la corrupción endémica del capitalismo político. También llega a proponer medidas de política económica para reducir la desigualdad en Occidente, como políticas fiscales para incentivar que la clase trabajadora posea acciones o incentivos para que participen en mayor medida en el accionariado de las empresas, así como mayores impuestos de sucesiones o de patrimonio, con el objetivo de «nivelar el acceso al capital» (p. 65) de los adultos jóvenes. Si bien, cabe tener en consideración los efectos que estas medidas puedan tener sobre la ya financiarizada economía actual, son interesantes las medidas que plantea y merecen al menos una reflexión por nuestra parte.
En definitiva, este libro disecciona el funcionamiento del sistema capitalista de manera original, con matices (a pesar de que “divida el mundo en dos”) y en ocasiones de forma un poco provocativa, pero ofreciendo siempre una rica panorámica tanto para aquellas personas que defiendan con uñas y dientes el sistema capitalista como para aquellas que deseen acabar con él.
Alejandro Castañeda Hernández
Master de Economía Internacional y Desarrollo (UCM)
Entrevista a Guillermo Fernández Vázquez
La Entrevista a Guillermo Fernández Vázquez a propósito de su libro Qué hacer con la extrema derecha en Europa, realizada por Diego Escribano, pertenece a la sección A FONDO del número 152 de Papeles de Relaciones Ecosociales Y Cambio Global
Guillermo Fernández Vázquez es investigador en la Universidad Complutense de Madrid, especializado en el estudio de las derechas radicales europeas. Ha dedicado buena parte de sus trabajos al estudio de la retórica política del Front National francés, de Vox en España y de la Lega Norte italiana. Además, ha profundizado en la cuestión de la definición del populismo y de las diferencias entre “populismo de izquierdas” y “populismo de derechas”.
Diego Escribano (DE): En el libro señalas que la manera en que una parte de la izquierda se acerca a las derechas radicales es la sobreactuación, desde los mensajes sensacionalistas. Señalas casos concretos: Mélenchon en las elecciones presidenciales francesas o, en el contexto español, Pablo Iglesias hablando de “alerta antifascista”. ¿A quién crees que tienen como destinatarios mensajes de ese tipo? ¿Cuándo hablas de “alerta antifascista” estás eligiendo hablar solo a aquellos que ya están en tu campo político?
Guillermo Fernández (GF): Sí, ese mensaje de Pablo Iglesias fue un error. Ejemplifica esa reacción primaria de la izquierda ante el fenómeno: asustarse y lanzar grandes proclamas, más voluntaristas que otra cosa. Lo mismo sucedió cuando apareció Mélenchon en la noche electoral de las elecciones europeas de 2014 con mensajes voluntaristas.
El problema no es solo que esos mensajes no aporten demasiado políticamente sino que resultan contraproducentes: los partidos de derecha radical, como el Frente Nacional o Vox, al escuchar esos mensajes, se alegran. Están deseando que les llamen fascistas, les viene bien.
DE: ¿Crees que la pandemia ha contribuido a que la izquierda consolide la demonización como parte de su zona de confort?
GF: Hay varios problemas: por un lado, creo que la tendencia a la moralización, a tomar una perspectiva moral sobre este fenómeno político está muy presente. Particularmente, aunque no solo, en las izquierdas. En general en el establishment.
En ese tipo de enfoque se introducen metáforas de índole bíblico (“el monstruo de la extrema derecha”, “el diablo de la extrema derecha”) o médicas (“la epidemia ultra”, “el virus fascista”). Son enfoques que buscan el sensacionalismo y ese sensacionalismo tiene un público.
Hay otra derivada de esto que es no tanto abordarlo desde el punto de vista moral, escandalizándose por lo malos que son sino entrar a abordar lo diligentes que son. Desde determinadas perspectivas, a veces vinculadas a la izquierda, se tiende a sobrevalorar la capacidad política y la capacidad de análisis de estos partidos. Se acaba generando una mitología de “genios del mal” ante los que solo cabría decir que son perversos, malos y astutos.
Creo que el fenómeno de la derecha radical, la derecha identitaria, hay que tomárselo en serio sin moralizarlo ni amplificar la capacidad política de sus dirigentes. Su éxito no se basa en que sean “genios del mal” o gente muy lista sino en politizar algunas cuestiones en el contexto actual.
De hecho, cuando hablo con gente de Vox reconocen que el fenómeno Vox trasciende el partido. Existe, a pesar de sus torpezas, una posibilidad de levantar una alternativa política identitaria en un contexto internacional favorable que implica producción política e intelectual, experimentación comunicativa y probablemente mayores fuentes de financiación.
(DE): En el libro se hace mención a la disputa entre el proyecto del Frente Nacional de Marine Le Pen, que busca alejarse de la demonización y la “vuelta a los orígenes” que representaría el proyecto simbolizado por Marion Maréchal Le Pen. La posición del segundo sector parece derivarse de la creencia de que, en tanto el contexto actual tiende a la polarización, ya no sería tan útil tratar de resignificar conceptos importantes para la izquierda sino reconectar con los temas tradicionales del campo político propio. ¿Crees que en la estrategia de la izquierda pueda estar detrás ese mismo análisis?
GF: Efectivamente, la estrategia de Marion Maréchal Le Pen respondería a la idea de que es inútil tratar de lograr una mayoría replicando la lógica política de 2005, cuando se produce en Francia el rechazo al Tratado de Constitución Europea. Cree que es inútil, incluso en un contexto de austeridad y crisis económica, buscar una mayoría transversal que agrupe a una parte de la izquierda y la derecha con un mensaje soberanista, un mensaje social y algunas gotas de identitarismo.
¿Por qué cree Marion que es inútil? Porque ese mensaje no consigue convencer a las suficientes personas de izquierdas y, al mismo tiempo, aleja a personas de derechas que podrían votarles. Defiende que el eje izquierda-derecha no se puede superar y que la única opción que tienen, por tanto, es ser la fuerza hegemónica en la derecha.
Su estrategia central es liderar la lucha política y cultural para, de un modo muy gramsciano, liderar primero culturalmente y después políticamente. Con la meta de que, a medio plazo, el partido central de la derecha sea el Frente Nacional. Habla constantemente de la unión de las derechas, para superar a Macron. Quiere ir más allá del Frente Nacional, liderando una plataforma unitaria de la derecha. Algo así como constituirse en el “gran otro” frente a la “izquierda progre”. El asunto es que la estrategia de Marion es la que tiene más futuro en Europa.
DE: Una de las cuestiones que más me llamó la atención en el libro, es la estrategia de acercamiento al mundo del trabajo del Frente Nacional. Primero mediante el intento, frenado por reveses judiciales, de desarrollar una organización sindical propia. Posteriormente, mediante el entrismo en grandes organizaciones sindicales. ¿Crees que la idea de Vox de crear un sindicato parte del análisis de lo que se hizo en Francia?
GF: Aunque no es el único lugar donde las derechas radicales lo hicieran, la influencia de las derechas radicales francesas en España es alta. Lo ha sido desde los años setenta. Ahora, además eso está fomentado por las buenas relaciones entre Marion Maréchal Le Pen y dirigentes de Vox.
La estrategia de Vox me recuerda no tanto al entrismo del Frente Nacional en los sindicatos tradicionales (particularmente al sindicato CGT, al que llegó a poner en dificultades al expulsar a delegados sindicales apreciados por sus compañeros) en la etapa de Marine Le Pen y Florian Philippot, sino más bien a la estrategia de los años noventa de crear sindicatos propios.
En el caso del Frente Nacional era una estrategia para tratar de afianzar voto popular creando sindicatos. Es verdad, sin embargo, que el voto popular que tenían en los años noventa era mayor que el que tiene Vox ahora. En el caso del Frente Nacional era más para afianzar ese voto, en el caso de Vox para explorar.
La otra similitud que veo entre el Frente Nacional de los noventa y Vox es que en ambos la retórica anticomunista es muy presente, cosa que en Marine Le Pen no está nada presente. Con un perfil tan rígido no logran expandirse: es ilógico tratar de expandirse usando palabras que son importantes en la biografía de muchas de las personas a las que quieres dirigirte, o en la biografía de sus padres.
DE: ¿Crees que el anuncio de creación de un sindicato por parte de Vox puede tratarse de un giro social en el discurso que les lleve más adelante a algo similar a lo que hizo Marine Le Pen cuando asoció el modelo social francés, el mismo Estado del bienestar, con la identidad francesa?
GF: Tengo la certeza de que Vox está pretendiendo acercarse a ello, está tratando de hacer un cierto giro social. Eso no implica que vayan a hacer lo mismo que Marine Le Pen. Ellos están moviendo un poco el barco. Haber elegido a Buxadé como portavoz (Buxadé fue falangista), y no a alguien del sector más “neocon” o “neoliberal” como por ejemplo Iván Espinosa de los Monteros es significativo.
Vox ha conseguido que ese giro social se empiece a poner en marcha porque ha convencido al ala más neoliberal de que, en el contexto de pandemia, la única opción de que la izquierda pierda es que pasen dos cosas: la primera, fundamental, que la izquierda no se movilice; y la segunda que la derecha esté muy movilizada. Vox entiende que si la izquierda va a votar, no ganará nunca. Al mismo tiempo, es importante que la derecha esté muy movilizada. Aquí hay una cierta división del trabajo: por un lado, movilizar a parte del electorado de derechas que podría quedarse en la abstención. Por otro lado, desafiliar de la izquierda a personas que se sienten incómodas con el feminismo o con el ecologismo.
En comparación con el Frente Nacional, es un giro social mucho más débil, mucho más atenuado. Con algo que además le hace mucho más débil: el imaginario anticomunista. El hecho, por ejemplo, de que el sindicato se llame Solidaridad inspirándose en Polonia, o también que miembros de Vox visiten y etiqueten como “colas del hambre” determinados fenómenos que se están produciendo, forzando un paralelismo con Venezuela. Creo que a Vox le pesan demasiado algunas cadenas del pasado, entre ellas el fuerte imaginario anticomunista: la idea de un gobierno social-comunista que provoca el hambre entre los compatriotas. Se trata de una retórica anticomunista que el FN o el MSI tenían en los años setenta u ochenta, pero que dudo que ahora tenga la eficacia de antaño. En primer lugar, porque ya no hay guerra fría.
Sin embargo, vimos que durante la pandemia Vox exacerbó ese discurso anti-comunista. La idea de que España estaba en una deriva totalitaria. Al inicio, en marzo, el marco discursivo que utilizaba Vox era el de seguridad, el de protección. Las críticas al Gobierno eran porque no había suficientes mascarillas. Ese marco discursivo funcionaba bien para el votante de Vox, y no solo para él. Ahora bien, cuando a partir del mes de abril Vox empieza a apoyar manifestaciones por la libertad y contra el totalitarismo a mi juicio se equivoca: no ve que una parte importante de sus votantes tienen mucho más miedo al virus que a una supuesta “deriva totalitaria” en España. Quizás eso no se ve tanto en Madrid, pero sí en otras regiones en las que se votó mucho a Vox, como las dos Castillas. Los votantes de Vox estaban pidiendo mayores medidas coercitivas y no un mensaje de libertad.
DE: Con ese mensaje basado en imaginario anticomunista, parecería que Vox se asemeja más a los momentos iniciales del FN en Francia y que no han encontrado nada que pueda permitirles el crecimiento que permitió al Frente Nacional la oposición a la Constitución Europea en 2005. ¿Crees que es así? ¿Su crecimiento está limitado al no haber encontrado ninguna causa que les permita romper el eje izquierda-derecha de la manera como lo hizo esa consulta en Francia?
GF: Aunque no lo parezca, Vox es un partido anterior a Podemos. El partido de Abascal pega el petardazo tras el otoño de 2017 en Cataluña. Vox se sube a una ola que es bastante transversal o, al menos, mucho más transversal de lo que cualquier fuerza política de la derecha radical hubiera soñado en España. Como consecuencia de la “herida identitaria” producida en muchos españoles y sin que ningún partido llamara a ello, se produjo la llamada “revolución de los balcones”. Aparecieron en balcones de decenas de ciudades españolas banderas rojigualdas. Si algo así pudo ocurrir fue por una mezcla de indignación y miedo que hizo que mucha gente estuviera dispuesta a significarse políticamente ante sus vecinos. Indignación contra los dirigentes independentistas y miedo real a que España se desmembrara efectivamente, o que se produjera un conflicto civil.
Esa reacción espontánea y el poso que deja permite a Vox tener un suelo en el que apoyar su discurso meses después. Su mensaje principal consistió en ofrecer a aquellos que se habían sentido agredidos en sus sentimientos nacionales, una dosis compensatoria de sentimiento nacional. O, mejor, una sobredosis. Con un añadido que recuerda a la psicología positiva: le dijo a los españoles: “recordad que somos grandes, que somos una gran nación porque hicimos cosas heroicas en el pasado”.
No es comparable con el 2005 de Francia, pero sí fue un fenómeno transversal que prácticamente permitió a Vox salir de la nada.
DE: Decías antes que Vox insulta a muchas personas y que ese feroz anticomunismo está muy lejos de la situación en Francia, donde Marine Le Pen se ha podido pasear por Marsella y apelar al viejo votante de la izquierda.
Esa situación conecta con una propuesta que está presente en muchos pasajes de tu libro: la necesidad de pelear desde la izquierda por conceptos de los que se ha venido apropiando la derecha. ¿Crees que la dificultad en la izquierda española para utilizar el concepto de España, para apropiarse de él, ha podido provocar que una parte de sus potenciales votantes se sintieran insultados?
GF: Creo que la izquierda española no ha digerido lo que supusieron los años noventa en lo que concierne a la visión de los nacionalismos periféricos. Creo que en los años noventa hay un importante corrimiento del sentido común hacia la derecha, que la inmensa mayoría de la izquierda parlamentaria asume. Eso incluye la demonización de los nacionalismos periféricos, especialmente del vasco. En ese cambio de sentido común, “el gran otro” sobre el que se construye el “nosotros, los demócratas” es ETA. Y no cualquier ETA: la ETA que mata concejales.
Ese cambio, en el que se convierte casi de sentido común la idea de que se ha ido demasiado lejos y que es necesaria la recentralización de ciertas competencias, crea las condiciones para que surja UPyD. Sus votantes son en su mayoría exvotantes socialistas descontentos con Zapatero por su política territorial y su “connivencia” con los nacionalismos periféricos. La tensión en Cataluña ha mantenido vivo ese tema.
Pelear por significantes como patria, la bandera, puede ser hoy aún más interesante para la izquierda. Sin que eso implique renunciar a nada. Disputar esos términos para poder decir “somos españoles” sin que eso tenga necesariamente que conllevar la construcción de un “otro” encarnado en los nacionalistas. Es decir, poder reivindicar el “ser español” confrontando con otra cosa. La cuestión es la pregunta: ser español con respecto a qué. Enseñar la bandera con respecto a qué.
Otra cuestión clave es la cuestión de la familia. No entiendo por qué la izquierda no puede reivindicar la familia o un concepto amplio de las familias. Pondría a la derecha en una posición incómoda. No tiene sentido que la izquierda se pase la vida criticando la maternidad o no hablando de ello y dejándole el tema a la derecha, cuando existe un malestar privado en muchas personas que llegan a una determinada edad y tienen dificultades para tener hijos, o tienen que pagar grandes cantidades de dinero en tratamientos de fertilidad y en psicólogos. Vox está sabiendo politizar eso. Y no solo Vox: la derecha en general con algunos artículos aparentemente poco políticos, como por ejemplo uno titulado Whiskas, satisfyer y lexatin. La izquierda deja sin asidero intelectual a personas con esa clase de conflictos, que se ven obligadas a un cierto tipo de “disonancia cognitiva”. Así que eso les deja más expuestas a mensajes que sacan a la luz esos sufrimientos, pero desde una perspectiva conservadora.
DE: Hay otros dos conceptos que mencionas en el libro, como susceptibles de disputa por la resignificación: meritocracia y seguridad. ¿Aún es posible recuperarlos?
GF: La meritocracia fue reivindicada por Podemos en sus inicios. En 2014 y 2015 trataron de reivindicar la meritocracia para utilizarla en contra de sus principales valedores entonces: el PP, fundamentalmente.
En el caso de la seguridad, me refería a la idea de seguridad vital. Generalmente la derecha prefiere la idea de seguridad, mientras que la izquierda habla de estabilidad. Se puede tomar la idea de estabilidad y empezar a sustituirla por la de seguridad. Significando estabilidad en los contratos, estabilidad en las formas de vida. Es decir: certezas. Ser una fuerza que aporta certezas y que está a favor de las certezas. No veo por qué la izquierda no podría presentarse como la fuerza política española de las certezas securitarias: en el trabajo, en que la comunidad nacional no te va a dejar tirado, en quién eres, en a qué puedes aspirar, etc.
DE: En un pasaje del libro presentas a los votantes de la derecha radical como individuos sometidos a una gran angustia existencial. Individuos desorientados en una sociedad tremendamente competitiva. Frente a eso, Marine Le Pen habla de liberación, en contra del “totalitarismo económico” y presenta como respuesta existencial la lucha por la libertad. Cuando se menciona en el libro que en un momento dado la mayor parte de las personas jóvenes votaban al Frente Nacional, hace pensar que en la tradicional disputa entre justicia (asociada a la izquierda) y libertad (asociada a la derecha) el concepto que goza de mayor atractivo es el de libertad. ¿Puede la izquierda ofrecer una respuesta discursiva, casi existencial, que le permita (re)apropiarse de la idea de libertad?
GF: Todas las derechas radicales están haciendo OPAS semánticas al concepto de libertad. Buena parte de estos partidos se llaman “Partido de la Libertad” (Austria, Holanda). Antes de eso, ya lo hizo Berlusconi. De hecho, Vox podría perfectamente haberse llamado “partido de la libertad”.
Esa reivindicación de la libertad viene de lejos. En los años de Zapatero, la COPE hablaba de libertad. Federico Jiménez Losantos se presentaba como defensor de la libertad frente a un gobierno que obligaba a los ciudadanos a hacer cosas.
Si los problemas territoriales en España siguen siendo fuertes y se ceden mayores competencias, probablemente las derechas den la pelea por el concepto de igualdad. Igualdad de todos los españoles frente a los mimados, privilegiados, independentistas. La idea de igualdad es la siguiente gran OPA semántica que Vox y su entorno podría tratar de hacer.
DE: Entonces, ¿crees que la derecha está más cerca de apropiarse del concepto de igualdad que la izquierda el de libertad?
GF: Probablemente sí. Sin ser nunca una apropiación definitiva, la derecha está en mejores condiciones de disputar con garantías el concepto de igualdad que la izquierda el de libertad. Es verdad que hay algunas respuestas desde la izquierda. La última vez que la izquierda se apropió de la idea de libertad fue con el matrimonio homosexual: la libertad de amar. Por ahí, por el avance de derechos, la izquierda podría disputar la idea de libertad.
DE: ¿Crees que sería mejor priorizar el concepto de derechos, la idea de ampliar derechos para que su disfrute efectivo sea una realidad de todas las personas, frente al concepto de privilegios ligado a la izquierda tradicional?
GF: En una sociedad en crisis (no solo económica sino de expectativas), en la que predomina un cierto “sálvese quien pueda”, adquirir algún privilegio parcial puede ser un deseo de la mayoría. Una persona cualquiera, en un entorno muy hostil y no siendo en absoluta privilegiada en otras facetas de su vida, puede querer el privilegio de llevar a sus hijos a un colegio un poco mejor donde sepa que vayan a encontrarse menos problemas. Hablar de “privilegios” no me convence. Por muy de izquierdas que sea la palabra y suene muy bien, como gran insulto. Es un concepto potente pero que no creo que tenga una gran aceptación. Por el contrario, un vocabulario de derechos bajo la égida de la libertad es mucho más potente.
Diego Escribano Carrascosa es graduado en Derecho y Ciencia Política y Administración Pública. Máster en Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Acceso al artículo en formato pdf: Entrevista a Guillermo Fernández Vázquez a propósito de su libro Qué hacer con la extrema derecha en Europa.
Fiscalidad justa ante la crisis económica del Covid19
El texto de Xavier Casanovas Combalia: Fiscalidad justa: una respuesta solidaria a la crisis económica del Covid19, está incluido en la sección ACTUALIDAD del número 150 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global dedicado al "Trabajo y vida buena en la encrucijada".
La crisis económica derivada de la pandemia del Covid19 supone una oportunidad para abordar una reforma del sistema fiscal que mejore su progresividad y solidaridad. Para ello hacen falta modificaciones del sistema tributario largamente esperadas y medidas excepcionales valientes para que esta crisis no incremente más aún la desigualdad de nuestra sociedad. En este artículo proponemos una revisión del sistema tributario español, en el actual marco de competencia global, así como algunas posibles medidas a implementar.
Empecemos con un ejemplo. La revista Forbes arroja diariamente la variación de la fortuna de las principales riquezas mundiales en base al precio de sus acciones. Algunos periódicos lo han aprovechado para calcular cómo ha cambiado su patrimonio durante los dos primeros meses de pandemia. Parece que mientras 22 millones de personas perdían su empleo en EEUU, la riqueza de sus 600 primeras fortunas aumentaba un 15%, lo equivalente a 434.000 millones de dólares.[1] En el caso de España, a la vez que se perdían casi un millón de empleos y tres millones de personas entraban en un ERTE,[2] la fortuna de los 23 españoles más ricos aumentaba un 16%, sumando a su patrimonio 14.000 millones de euros.[3]
Tenemos un sistema económico extractivo y altamente financiarizado que alimenta de forma acuciante la desigualdad. A inicios del año 2020 se pronunciaba al respecto la nueva directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, cuando afirmaba que «la desigualdad de oportunidades, entre generaciones, entre mujeres y hombres y, por supuesto, la desigualdad de renta y riqueza» es uno de los más grandes desafíos de la economía global pero que tenemos herramientas para combatirlo: «las políticas fiscales y la tributación progresiva»[4]
Hablar de fiscalidad es hablar del modelo de sociedad que queremos. El debate por una fiscalidad justa choca de frente con dos de las corrientes sociales más fuertes de nuestro tiempo: la falsa meritocracia y el individualismo del sálvese quien pueda.
El discurso meritocrático se ha impuesto como una trampa que alimenta la ambición, pero se reconoce como una mentira que legitima altos grados de desigualdad y estigmatiza a los más pobres. Durante un análisis realizado en un foro organizado por expertos en el sector del entretenimiento digital, se discutió cómo plataformas como los top online Casinos ohne Lugas reflejan dinámicas similares: un sistema que aparenta premiar únicamente la habilidad individual pero que, en realidad, está profundamente influido por reglas ocultas y desigualdades estructurales. La meritocracia justifica la dejación de responsabilidades de “los de arriba”, olvida que el mérito siempre está repartido y que nuestro esfuerzo –condición necesaria pero nunca suficiente para un buen desempeño en la vida– se construye en base a contextos sociales y estructuras económicas construidas colectivamente.
Hablar de fiscalidad es hablar del modelo de sociedad que queremos
Así pues, todas aquellas personas que apuestan por una sociedad de la responsabilidad colectiva están de acuerdo en que un sistema tributario progresivo y solidario es condición de posibilidad para vivir en sociedades justas. Desde los que creen que solo la fiscalidad permitirá al capitalismo salvarse de sí mismo,[5] a los que abogan por una transición hacia un modelo de socialismo democrático.
La fiscalidad española ante el espejo
La primera y evidente constatación es que España no ha conseguido nunca, ni en los tiempos de mayor crecimiento, acercarse a la presión fiscal media de los países de la eurozona. España tiene una presión fiscal del 35,4% mientras que países con economías similares a las nuestras, los llamados países del sur de Europa, están todos por delante nuestro en presión fiscal: Portugal en un 37,2%, Italia en un 42% e incluso Grecia en un 41,5%.[6] Los actuales más de seis puntos de distancia con la media de la eurozona evidencian una incapacidad constante de financiación del gasto público y un déficit enquistado que ha generado un aumento de la deuda llegando a superar el 100% del PIB actualmente. Hemos tenido sobradas oportunidades para salvar ese déficit por la vía de una mejora de nuestro sistema fiscal. No se ha hecho y más bien se nos ha dicho lo contrario: “no nos podemos permitir el estado del bienestar que tenemos”, imponiendo a través de este mantra un modelo social que ha ido externalizando y privatizando servicios básicos las últimas décadas.
En la actual estructura del sistema tributario la recaudación se sostiene básicamente en tres cuartas partes en las rentas de las personas físicas (IRPF), 40,8% de la recaudación, y en la tributación del consumo (IVA), en un 33,6%. Es decir, el sistema fiscal va a ser sostenible, si y solo si, las clases medias en este país no desaparecen. Algo que no parece que estemos evitando, pues viene erosionándose en las últimas crisis por la vía del aumento de la desigualdad.
La aportación vía impuesto de sociedades (IS) ha caído en picado en los últimos 13 años, suponiendo solamente el 11% de la recaudación cuando había llegado a ser del 22% en 2007. La recaudación impositiva en 2019 creció en total un 2% respecto al año anterior llegando al máximo de la serie histórica, pero lo hizo a costa del IRPF que aumentó un 4,9% en su recaudación, mientras que el IS cayó un 4,4%.[7]
La imposición especial o los llamados impuestos verdes tienen un peso realmente pequeño y las aportaciones de los impuestos cedidos a las autonomías suponen solo el 6%, dejando un margen de maniobra bajísimo a una subsidiariedad mal entendida. A todo ello hay que añadir el alto nivel de economía sumergida y fraude fiscal asociado, que se cifra entre el 18 y el 22% del PIB español según los informes. Algo que no ha mejorado especialmente en gobiernos de ningún color político.
La reforma que nunca llega
La necesaria reforma de nuestro sistema fiscal no ha llegado a darse a pesar de algunos infructuosos intentos al respecto. El último en 2014 con la presentación bajo bombo y platillo del famoso informe Lagares encargado por el ministro Montoro. Un informe que levantó un gran debate, generando no pocas reacciones, y finalmente siendo casi ninguneado por el mismo gobierno que lo encargó. En la última década, y desde la anterior crisis económica del 2008, en vez de poner las bases para acercarnos a un cierto estándar europeo en España nos hemos dedicado a usar los impuestos en clave electoralista.
Algunos ejemplos de ello son: la rebaja del impuesto de sociedades justo antes de la crisis económica de 2008 con aquel “bajar impuestos es de izquierdas” de Zapatero que ha pasado a la historia; un impuesto de patrimonio eliminado en 2008 pero recuperado con carácter excepcional y de forma temporal a partir de 2011 y renovado cada año en función de la capacidad de aprobar presupuestos del gobierno de turno, pero renunciando a establecer una imposición al patrimonio estable y efectiva; o el necesario aumento de los tipos del IRPF en plena recuperación económica en el bienio 2012-14, que poco se tardó en volver a bajar justo en 2015-2016 antes de elecciones perdiendo así una capacidad de recaudación importante cifrada en torno a los 9.300 millones de euros que hubiese permitido poner las bases para una mejor situación económica a futuras crisis como la actual. [8]
En vez de poner las bases para acercarnos a un cierto estándar europeo en España nos hemos dedicado a usar los impuestos en clave electoralista
Así pues, vamos acumulando evidencias de la necesidad de una reforma de nuestro sistema fiscal que tenga en cuenta los principios de equidad y progresividad, pero que sobre todo busque gravar bases impositivas amplias que permitan mejorar la recaudación eliminando el diferencial histórico que nos separa de la media de los países de la zona euro. Algunos de los consensos generales que deben abordarse para una reforma fiscal pasan por:
- Mejorar la progresividad del conjunto del sistema fiscal. Se esperaría de éste que la presión fiscal de los hogares creciera con la renta, pero debido al peso de los impuestos indirectos y de las bases mínimas de cotizaciones sociales, el 20% más pobre de los hogares españoles soporta un tipo medio efectivo superior que el siguiente 40%. Sólo el 40% más rico tiene una presión fiscal más alta. Esta anomalía viene siendo alertada desde hace años y aunque la progresividad del conjunto del sistema ha mejorado, sigue penalizando a las rentas más bajas.[9]
- La eliminación de ciertos beneficios fiscales. El conjunto de exenciones, deducciones y minoraciones de cuota hace del sistema fiscal un entramado con múltiples agujeros de los que se escapa gran parte de la recaudación. En 2017, la Plataforma per una fiscalitat justa analizaba 7.991 millones de euros de los 42.148 de beneficios fiscales y concluía que cada año se pierden 5.501 millones en beneficios fiscales discutibles tanto por su utilidad pública como por su carácter regresivo.[10]
- La competencia fiscal entre comunidades autónomas. Los impuestos cedidos a las autonomías, así como los ámbitos de regulación que atesoran, se han convertido en un terreno de canibalismo en el cual se compite para atraer rentas y patrimonios. Esta dinámica, de carrera fiscal a la baja, genera grandes pérdidas tributarias que debe ser cortada de raíz con la aplicación de tipos mínimos para todas las comunidades.
Los ámbitos necesitados de reforma son muchos más, pero, ciertamente, algunos escapan a las posibilidades del Estado Español de afrontarlas en solitario. Toda aquella imposición vinculada a la necesidad de gravar la riqueza o los rendimientos del capital, sea por la vía de sociedades o por la vía de la tributación personal, así como atajar de una vez por todas el régimen de privilegio de las sociedades de inversión como las SICAV o las SOCIMI, debería ser una prioridad, pero pide de una mirada al contexto global.[11]
Capital versus trabajo, una batalla a muerte en el tablero fiscal global
La globalización está en la base de la incapacidad de los Estados nación para atajar las fugas impositivas. Las razones son múltiples. Por un lado, el papel que juegan los paraísos fiscales como lugares donde el capital esconde fácilmente sus ganancias. Por el otro, la capacidad en una economía altamente financiarizada y globalizada, de trasladar los beneficios en aquellos espacios donde la regulación es más beneficiosa para las rentas del capital. Esto ha dado lugar, no solamente a pérdidas de recaudación, sino también a una dinámica de carrera a la baja en los tipos impositivos por el miedo a ver huir la poca recaudación aún existente en este campo. El caso del impuesto de sociedades lo evidencia: la media de los tipos impositivos en los años ochenta llegaba casi al 50 %. En el año 2000 los países de la Unión Europea (UE) tenían un tipo medio de impuesto de sociedades del 32 %, y en 2016 ya era solamente del 23 %. En diez años, España ha visto disminuir el tipo impositivo del 35 % al 25 %. Algunos estudios confirman que, entre 1994 y 2007, los países de la OCDE respondieron a la globalización aumentando impuestos para las clases medias y reduciéndolos para las empresas y las rentas más altas.[12]
Las empresas del Ibex35 han cuadruplicado el número de sociedades que tienen en paraísos fiscales desde 2009.[13] La realidad actual es que las multinacionales han dejado de declarar 13.500 millones de euros en España perdiendo así un 13% de recaudación en el IS. Según el economista Gabriel Zucman, el 40% de los beneficios de las multinacionales y el 8% de la riqueza financiera de los hogares –el 80% de la cual corresponde al 0,1% de la población más rica– tributa en paraísos fiscales.[14] En España es el 11% de la riqueza de las personas la que se encuentra en paraísos fiscales y el 9,6% sin declarar. Para combatir esta sangría fiscal la UE creó una lista oficial de paraísos fiscales que se ha demostrado totalmente insuficiente. Sobre todo por hipócrita: si se aplicaran sus criterios a los mismos países de la UE deberían entrar en la lista Holanda, Irlanda, Luxemburgo, Malta o Chipre, países que por ser de la UE no están en ella.
Las multinacionales han dejado de declarar 13.500 millones de euros en España perdiendo así un 13% de recaudación en el impuesto de sociedades
Más evidencias. Las primeras conclusiones del informe Country by country presentadas en 2019, una iniciativa que obliga a las empresas de mayor tamaño a declarar cuál es su actividad, ingresos y beneficios, país por país, confirma lo que ya sabíamos: las multinacionales sólo tributan el 12,6% de sus beneficios en España.[15] Cuando la agencia tributaria informa de cuánto pagan las empresas en España en impuestos nos dice que el 7,7%, las grandes empresas, el 14,1% las medianas y las pequeñas el 18,4%,[16] a pesar de que el tipo nominal se encuentra en el 25%. La patronal siempre se queja de estos datos porque dicen que no tienen en cuenta los impuestos que las empresas pagan en otros países. El informe Country by country lo desmiente, si juntamos ambas informaciones concluimos que las empresas que facturan más de 750€ millones de euros pagan de media un 7,7% de impuestos en España y sólo el 4,5% restante fuera del país.
Se nos hace evidente que para abordar efectivamente esta sangría fiscal hacen falta medidas coordinadas e impulsadas en el plano supranacional. Ante la erosión de las bases imponibles en el impuesto de sociedades hemos asistido la última década a la lenta y fatigosa implementación de la agenda Base erosion and profit shifting (BEPS) de la OCDE. Con un cierto avance hemos visto cómo se va forjando la necesidad de tener una misma definición para el cálculo de las bases imponibles del IS en función de donde se localiza la actividad económica –y no donde se trasladan los beneficios– y un suelo mínimo de cotización común. Las diferentes iniciativas en marcha son importantes, pero hace falta más contundencia a través de sanciones a aquellos países que esgrimen descaradamente una competencia desleal. Se han visto tímidos intentos en Europa de combatir estas prácticas, como la famosa multa a Irlanda en el caso Apple en 2016. Pero a la vez poca valentía y falta de mirada a largo plazo de los líderes europeos para tejer dinámicas de cooperación fuertes entre países que pueden y deben marcar las reglas de juego fiscal en Europa. El actual momento puede ser una oportunidad también en este terreno para proponer medidas de cooperación fiscal a nivel de la UE.
Medidas extraordinarias ante la crisis de la Covid19
La crisis económica derivada de la Covid19 ha puesto de nuevo sobre la mesa la necesidad de retomar el debate fiscal allí donde quedó parado. El impacto en términos económicos en España se estima entre el 9,5% del PIB según el FMI y el 13,6% según el mismo Banco de España. Se abre un horizonte inquietante con escenarios que hablan de un desempleo cercano al 22%, una reducción del consumo privado en un 11,9% y una desinversión en equipamientos del -57,4% en el Estado en 2020. La fiscalidad puede ser una herramienta que permita en un primer momento aumentar la respuesta social, y en la fase de reanudación sostener las inversiones que reclamará un tejido productivo y una economía dañada. En cuanto a los ingresos, la caída en la recaudación de impuestos y en las cotizaciones, estimada entre 25.700 y 42.000 millones de euros en las primeras previsiones,[17] consolidan la perspectiva de un aumento del déficit y de la deuda pública que no puede trasladarse de nuevo a un empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de la ciudadanía que ya pagó la anterior crisis.
La crisis económica derivada de la Covid19 ha puesto de nuevo sobre la mesa la necesidad de retomar el debate fiscal allí donde quedó parado
La Plataforma por una Fiscalidad Justa acaba de proponer 15 paquetes de medidas[18] que deberían permitir levantar hasta 34.301 millones de euros abordando las reformas fiscales pendientes ya comentadas y apostando de forma valiente para pedir, en este momento, un mayor esfuerzo a quien más tiene. Lo que se propone no es revolucionario, sino que pone el énfasis en las actuales injusticias de nuestro sistema fiscal, y en lo que ha sido posible hacer en otros momentos históricos de crisis global. Algunas de las medidas excepcionales deberían pasar por:
- Un impuesto sobre las ganancias empresariales para aquellas grandes empresas que presenten resultados extraordinarios. Esto debe hacerse a la vez que se implementa una tributación mínima efectiva del 15% sobre el resultado contable, y del 18% para grandes empresas y sector de la banca e hidrocarburos. Con un doble objetivo: evitar la elusión fiscal de los grandes grupos empresariales y aumentar la recaudación del impuesto de sociedades. A la vez la aplicación temporal para la pequeña y mediana empresa, de un sistema anticipado de compensación de pérdidas para el bienio 2020-2021.[19]
- Diferenciar en tres tramos las cuotas superiores del IRPF a partir de los 60.000 euros –como ya se hace actualmente en algunas comunidades autónomas– con tipos impositivos que puedan llegar alrededor del 50% a partir de los 175.000 euros. [20]
- Reducir la dualidad fiscal del IRPF equiparando la tributación de las rentas del capital, actualmente con tipos máximos de sólo el 23%, a los tipos de tributación de las rentas del trabajo creando nuevos tramos, así como aumentando su progresividad.
- Suprimir el régimen fiscal especial aplicable a las personas trabajadoras desplazadas en territorio español. La reforma fiscal de 2015 fijó la tributación en el 24% a los primeros 600.000 euros y en el 45% a partir de dicho importe, si bien se excluyó a los deportistas profesionales.
- Crear una tasa temporal y extraordinaria (CovidTax) sobre el patrimonio con recaudación finalista para paliar los efectos de la COVID-19, tanto en el ámbito sanitario como en el económico y social. Este nuevo impuesto debería gravar la riqueza de los patrimonios superiores al millón de euros –1% de la población más rica–[21] con tipos impositivos entre el 1% y el 3%.[22] Este impuesto debería ser consensuado en toda la Eurozona, y mientras no sea posible, crear mecanismos de cooperación reforzada entre países para empezar a implementarlo.
Evidentemente a esto hace falta añadir muchas otras medidas como la implementación de una tasa a las empresas tecnológicas, la tan necesaria Tasa Tobin para desincentivar los comportamientos especulativos en los mercados y que lleva estancada en su implementación desde 2012 o un paquete de impuestos “verdes” para profundizar en una fiscalidad ambiental que nos debería servir para atacar las actividades nocivas con el medioambiente e incentivar las inversiones en economía verde que permitan avanzar en la tan necesaria transición ecológica.
¿Qué podemos esperar?
Ciertamente no va a haber pasos valientes hacia una reforma fiscal a nivel estatal ni a nivel europeo si no hay un clamor ciudadano que lo secunde. Pero si algo hemos aprendido las entidades sociales y ciudadanas la última década es la importancia capital de hacer pedagogía sobre la bondad de los impuestos. Deben ser defendidos con uñas y dientes como la última posibilidad de una vida social compartida, donde nadie quede al margen. Son la tabla de salvación de un estado del bienestar por terminar de construir.
En el plano europeo, parece que el plan de recuperación que propone la Unión Europea –y de la que España se va a beneficiar– busca dar un paso más a nivel de coordinación fiscal. Se apuesta por la aparición de nuevos impuestos que graven los beneficios empresariales generados por la dinámica del mercado único y sobre el impacto ambiental de la actividad económica. La Comisión Europea propone la idea del single market tax, es decir, liderar la imposición en aquellos campos en los que los estados no consiguen plantar cara: la economía digital y su ubicuidad, y la necesaria transición ecológica. La UE deberá hacerlo contando con un sistema de financiación propio y liderando las inversiones, y para ello le tocará vencer las actuales dinámicas de revitalización de los sistemas estatales-nacionales. La Comisión ha lanzado la propuesta y ahora vamos a necesitar la aprobación de todos los estados miembros, veremos si llega a ser posible.
Necesitamos más valentía que nunca para implementar medidas extraordinarias
En el terreno estatal, ahora que hemos entendido la importancia de los servicios públicos y el mal que los recortes han hecho a una atención sanitaria que ha respondido de manera ejemplar, ¿alguien se atreverá a decir que no se puede mejorar la progresividad del IRPF? ¿O se escandalizará por la implementación de una CovidTax que grave los patrimonios de más de un millón de euros a tan sólo un 1%? ¿O por un impuesto que grave la especulación de quien se ha enriquecido con la volatilidad financiera de los últimos dos meses? Necesitamos más valentía que nunca para implementar medidas extraordinarias, y más consenso que nunca para abordar aquellas reformas fiscales históricamente aparcadas. Se lo debemos a cajeras, transportistas, enfermeras, riders, cuidadoras de ancianos, y tantos otros colectivos que han visto cómo su poder adquisitivo caía año tras año la última década y ahora han sido el último dique de contención de un modelo social y económico que hacía aguas.
No nos engañamos, sabemos que de esta crisis saldremos todos más pobres, y vendrán tiempos muy duros, pero si algo no podemos permitir es que salgamos de nuevo más desiguales. Una fiscalidad más justa puede ayudarnos a ello.
Xavier Casanovas Combalia es Director del Centro de Estudios Cristianisme i Justícia, portavoz de la Plataforma per una fiscalitat justa, ambiental i solidària. Autor de Fiscalidad justa: una lucha global (Cuadernos CJ, núm. 205, septiembre de 2017).
NOTAS:
[1] Kristalina Georgieva, «Tale of two crises: billionaires gain as workers feel pandemic pain», AmericansForTaxFairness.org.
[2] Gabinete Económico Confederal de Comisiones Obreras, Informe de coyuntura laboral, mayo 2020.
[3] Begoña P. Ramírez, «La fortuna de los españoles más ricos crece durante los dos meses de pandemia», Infolibre, 1 de junio de 2020.
[4] Kristina Georgieva, «Reduce inequality to create opportunity», IMFBlog, 7 de enero de 2020.
[5] Joseph E. Stiglitz, Todd N. Tucker, and Gabriel Zucman, «The Starving State. Why Capitalism’s Salvation Depends on Taxation», Foreign Affairs, enero de 2020.
[6] Eurostat, «Tax-to-GDP ratio up to 40.3% in EU A one-to-two ratio across Member State», datos de 2018 publicados per Eurostat en octubre de 2019.
[7] Agencia Tributaria, Informe de recaudación de la Agencia Tributaria 2019.
[8] Agencia Tributaria, Informe de recaudación de la Agencia Tributaria 2016
[9] Julio López Laborda, Carmen Marín y Jorge Onrubia, Observatorio sobre el reparto de los impuestos y las prestaciones monetarias entre los hogares españoles. Cuarto informe: 2016 y 2017, FEDEA, Estudios sobre la Economía Española, núm. 2019-36, Madrid.
[10] Plataforma per una fiscalitat justa, ambiental y solidària, Beneficios fiscales, ¿beneficios para quién?, marzo de 2018.
[11] Es necesaria una revisión del régimen de las sociedades cotizadas de inversión en el mercado inmobiliario (SOCIMI) que mantiene un tipo de gravamen del 0% en impuesto sobre sociedades, y debe exigirse un gravamen especial del 19% sobre los dividendos distribuidos a los socios que estén exentos o tributen a un tipo inferior al 10%, con varias excepciones. El proyecto de Ley de PGE para 2019 preveía un gravamen del 15% sobre los beneficios no distribuidos. Para evitar la elusión de las grandes fortunas hace falta modificar la Ley y el Reglamento de Instituciones de Inversión Colectiva para incluir un nuevo requisito que establezca un límite máximo en el porcentaje de participación en una SICAV, entre el 2% y el 5% del capital social máximo.
[12] Peter Egger, Sergey Nigai y Nora Strecker, The impact of globalisation on tax structures in OECD countries, mayo de 2016, CEPR - Centre for Economic Policy Research.
[13] Oxfam Intermon, Reparto desigual. Cómo distribuyen valor las empresas del IBEX 35, febrero 2019.
[14] Gabriel Zuckman, Annette Alstadsæter y Niels Johannesen, «Who Owns the Wealth in Tax Havens? Macro Evidence and Implications for Global Inequality», Journal of Public Economics, 2018, 162, pp. 89-100.
[15] Agencia Tributaria, Principales resultados de la explotación de la información declarada en el modelo 231 ejercicio 2016, noviembre 2019.
[16] Agencia Tributaria, Cuentas anuales consolidadas del impuesto sobre sociedades.
[17] Gobierno de España. «España remite a la Comisión Europea el Programa de Estabilidad y el Plan Nacional de Reformas», 1 de mayo de 2020.
[18] Plataforma per una fiscalitat justa, ambiental i solidària. Rescate Fiscal. Medidas de choque y propuestas de reforma estructural del sistema impositivo en tiempos de la Covid-19, mayo 2020.
[19] Se trataría de aplicar un impuesto negativo que no pueda superar la cantidad de impuestos pagados en los tres ejercicios anteriores, o la media de los cinco anteriores para mitigar la problemática de financiación de la pequeña y mediana empresa.
[20] Se propone establecer la tarifa estatal del IRPF (aplicable al 50% de la base liquidable) de forma que: a las rentas de más de 60.000€ se les aplique un tipo nominal del 22,5% en la escala estatal, a las de 100.000€, un tipo del 23,5%, a las de más de 140.000€, un 24,5% y a las de más de 175.000€, un 25,5%, (de forma similar a los tramos activos entre 2012 y 2014). En cuanto a la escala autonómica de la cuota (aplicable al otro 50% de la base) establecer también estas tarifas como mínimas, dejando a cada comunidad la posibilidad de poner, si quiere, tipos superiores.
[21] Según el último informe de Crédit Suisse sobre la riqueza en el mundo de 2019, en España hay 979.000 personas con un patrimonio superior al millón de euros. El número de millonarios se ha multiplicado por 4,7 desde el año 2010. En concreto hay: 899.008 que tienen entre uno y cinco millones de euros, 52.585 entre cinco y diez millones de euros, 26.270 entre diez y 100 millones euros; 685 entre 100 y 500 millones de euros; 61 más de 500 millones de euros. Credit Suisse, Global Wealth Report 2019.
[22] En concreto, vale la pena estudiar la medida propuesta por Zucman, Sáez y Landais que explora una tributación del 1% para los patrimonios de más de 1 millón de euros (1% de la población más rica), del 2% para los de más de 8 millones de euros (0,1%) de la población, y del 3% a partir de los 1.000 millones de €. Con esta tasa se podría recaudar el 1,05% del PIB de la UE cada año, con lo que, en diez años, sólo con esta tasa, se financiaría todo el gasto causado por la COVID-19. En países como España el 1% de los patrimonios controlan entre un 20% y un 25% de la riqueza del país. Se pueden ver los detalles de la propuesta en: A progressive European wealth tax to fund the European COVID response, CEPR - Centre for Economic Policy Research, mayo de 2020.
Acceso al texto completo en formato pdf: Fiscalidad justa: una respuesta solidaria a la crisis económica del Covid19
Lectura Recomendada: Conexiones perdidas
Esta Lectura Recomendada ha sido publicada en el número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
Conexiones perdidas
Johann Hari
Capitán Swing, Madrid, 2020
358 págs.
Reseña elaborada por: Diego Escribano Carrascosa.
Un libro, publicado en primera versión en 2019, con enorme potencial y actualidad reforzada por las consecuencias de la pandemia.
El autor, el periodista Johann Hari, escribe desde el conocimiento en primera persona del sufrimiento. También, desde la profunda investigación. Acompaña las reflexiones basadas en experiencias personales con multitud de referencias bibliográficas y conversaciones con actores relevantes.
Tras alertar sobre el alarmante aumento de consumo de fármacos el autor afirmar que:
«Hemos aceptado que un gran número de las personas que nos rodean se sienten tan afligidas que se creen en la necesidad de ingerir a diario unas sustancias químicas muy fuertes para tirar adelante»
Presenta la situación en la que se le plantearon preguntas clave (¿Por qué continuaba deprimido? ¿Por qué había tantos como yo): «A los treinta y un años me encontré químicamente desnudo por primera vez en mi vida adulto. Llevaba casi una década ignorando los amables recordatorios de mi médico de que seguía deprimido pese a la medicación. Solo me animé a escucharle tras sufrir una crisis en mi vida, la cual me hizo sentir fatal de forma inequívoca y de la que no me pude librar. Lo que había estado probando durante mucho tiempo daba señales de no funcionar» (p.31).
Aunque aplazó abordar el tema en profundidad, ya que «una vez has asumido una historia para explicar tu dolor, te muestras muy reticente a desafiarla» (p.31), afirma lo siguiente: «No ha sido un periplo fácil para mí. Como veréis, me aferré a la vieja historia que explicaba mi depresión como resultado de un cerebro roto. Luché por ella. Durante mucho tiempo di la espalda a las pruebas que me presentaban. Esto no fue una transición amable hacia otra manera de pensar. Fue un combate" (p.27).
Finalmente se sumerge de lleno en una búsqueda de verdad con impacto individual y colectivo. Una búsqueda que llevó a una revisión radical de la historia, «la propia y la de la angustia esparciéndose por nuestra cultura» (p.25). Una escucha del dolor, individual y colectivo, que permita identificar causas reales.
La forma en la que vivimos, la forma en la que se organizan las sociedades, tiene para el autor una importancia fundamental. Afirma, contundente, que «la causa principal de la depresión y la ansiedad crecientes no se halla en nuestras cabezas. La descubrí principalmente en el mundo y en el modo en que vivimos en él» (p.27).
Añade que cuando finalmente comprendió lo que (le) estaba ocurriendo, se le reveló la existencia de antidepresivos auténticos. «Su aspecto no recuerdo al de los antidepresivos químicos que se han mostrado tan poco efectivos para tantos de nosotros. No son algo que uno compre o ingiera. Pero quizá nos señalen el punto de partida de un camino que de verdad nos aleje de nuestro dolor» (p.28). Un camino en el que las explicaciones tengan en cuenta el contexto, en las que se reconozcan la importancia de que nuestras vidas no sean como deberían.
Erich Fromm, psicólogo social y socialista apasionado por la libertad, defendió la idea de que lo que resulta beneficioso para el sistema económico puede resultar nocivo para la salud (mental) de las personas.
Hari, con el objetivo de ofrecer esperanza a millones de personas, escribió un libro desde la convicción de que las respuestas basadas en las explicaciones vinculadas a desequilibrios químicos son insuficientes. Como apunta el título del libro, identifica en la desconexión el origen principal de la ansiedad y la depresión. En consecuencia, se propone la reconexión como la estrategia más afectiva para enfrentarse a esos males. Desde la convicción de que la salud en una sociedad enferma es una anomalía.
Hari, tras hacer repaso a la evolución de su reflexión crítica sobre la eficacia de las respuestas farmacológicas, identifica diferentes causas de la depresión y la ansiedad.
La primera causa que menciona es la desconexión de un trabajo con sentido. Más allá de las cuestiones vinculadas a los trabajos de mierda, entendiendo estos como lo hacía David Graeber (un trabajo de mierda como aquel que la persona piensa que no debería existir. Por innecesario o, incluso, porque el mundo sería mejor sin ese empleo), señala una cuestión importante en el ámbito laboral relacionada con depresión y suicidio: la falta de equilibrio entre esfuerzos y recompensas. Una cuestión, esta última, de enorme relevancia al analizar la situación de las personas jóvenes.
La segunda causa enunciada es la desconexión de las otras personas. La respuesta desde un individualismo desconectado. La constatación del uso obsesivo de las redes sociales como «un intento por llenar un agujero, un vacío inmenso, que se produjo antes de que dispusiéramos de un teléfono inteligente» (p.125).
El hecho de que la desconexión de otras personas sea una de las causas mencionadas por Hari no niega, únicamente complementa, la necesidad de la conexión con uno mismo y, concretamente, con los traumas propios. De hecho, la desconexión con los traumas propios es otra de las causas que identifica. El autor apunta así a la necesidad simultánea de conectar con uno mismo y con otras personas. Así, creo que de la lectura del libro puede derivarse dos conclusiones complementarias: no todo el sufrimiento individual está causado por cuestiones colectivas/estructurales y, al mismo tiempo, buena parte del sufrimiento individual está relacionado con cuestiones colectivas/estructurales.
En esos espacios de interconexión entre lo individual y lo colectivo se sitúan otras causas que identifica como son la desconexión de valores significativos, la desconexión del mundo natural o la desconexión del estatus y el respeto.
Otra de las causas identificadas es la desconexión de un futuro esperanzador o seguro. Alerta, además, de la relación existente entre la pérdida del futuro y el aumento de los suicidios. Recuerda a sus amigos engullidos por el precariado, amigos que no «le hallan el sentido a sus vidas: su futuro se ve constantemente fragmentado. Todas las expectativas sobre lo que vendría a continuación en las que fueron educados parecen haberse esfumado» (p.196).
Entre las soluciones, en línea con las causas mencionadas, identifica la reconexión con los otros. La superación de las soluciones puramente individuales. Así, junto a la aceptación y superación de traumas individuales, menciona también entre las estrategias efectivas la prescripción social, la superación de la adicción a uno mismo y la reconexión con valores significativos.
También, la reconexión a un trabajo significativo. En el capítulo dedicado a esa reconexión nos acerca el caso de una empresa en la que se toman decisiones democráticas. Una de las personas de que trabajan en esa empresa apunta que «no es el trabajo en sí lo que te hace enfermar, sino la sensación de verte controlado y de no ser más que un engranaje inútil dentro de un sistema. Es la sensación de que, con independencia de tu grado de rendimiento, te van a tratar de la misma manera y nadie va a prestar atención; un desequilibrio entre esfuerzo y recompensa» (p.276). Todas las personas que trabajan en esa empresa le aseguraron que se sentían «menos ansiosos y deprimidos que cuando trabajaban en el tipo de organizaciones piramidales que imperan en nuestra sociedad» (p.276).
Por último, Hari propone recobrar el futuro. Superando el mayor obstáculo que identificó en su búsqueda: la necesidad de tiempo para reconectar de las maneras que señala. Como él señala, «la mayoría de las personas no paran de trabajar y el futuro les provoca inseguridad. Están exhaustas y sienten que la presión crece año tras año. No es fácil unirse a una gran batalla cuando llegar al final del día ya se antoja suficiente batalla» (p.329). Partiendo de la constatación del hecho de que «cuanto más pobre eres, más probabilidades tienes de sufrir depresión o ansiedad, así como de enfermar de cualquier manera posible» (p.331), explora la propuesta de la renta básica universal.
Menciona la defensa de Barack Obama al final de su presidencia, sugiriendo que «una renta universal podría ser la mejor herramienta a nuestro alcance con el fin de recrear la sensación de seguridad, no con la promesa absurda de reconstruir un mundo perdido, sino de llevar a cabo algo genuinamente nuevo» (p.335).
Cierra la exploración con el relato de una conversación con Rutger Bregman. Bregman señala la existencia de un mercado laboral marcado por «la omnipresencia de la gente desesperada» (p.335). Frente a ello propone «debatir y hacer campaña por la renta generalizada como antidepresivo, como una forma de tratar con el estrés generalizado que está hundiendo a tantos de nosotros, con el tiempo» (p.338) para, sacando a la luz uno de los factores de la desesperación, «devolverles un futuro seguro a aquellos que están perdiendo la capacidad de imaginarse uno para ellos mismos, un modo de devolvernos a todos el oxígeno que nos permita cambiar nuestras vidas y nuestra cultura» (p.338).
Diego Escribano Carrascosa
Graduado en Derecho y en Ciencia Política y Administración Pública y Máster en Derecho Internacional de los Derechos Humanos
Acceso al texto pdf de la sección LECTURAS, donde aparece esta reseña.
Diálogo: respuesta vecinal a la COVID-19
Diálogo con Asociaciones Barriales sobre la respuesta vecinal durante la COVID-19
FUHEM ECOSOCIAL[1]
En las primeras semanas de la COVID-19, en la primavera de 2020, cuando se multiplicaban el desempleo y los ERTE, y empezaban a hacerse visibles los impactos sociales y económicos de la pandemia en las “colas del hambre”, numerosas asociaciones de barrio redoblaron sus actividades para dar respuesta a esta emergencia y apoyar a sus vecinos y vecinas en esta difícil situación. Hemos hablado con tres de estas asociaciones, Somos Tribu, la Red de Solidaridad Popular de Latina-Carabanchel, ambas de Madrid, y la Xarxa de Suport Mutu de Poblenou, en Barcelona. Esta conversación coral cuenta con una introducción de la periodista Helena López, de El periódico, quien retrató en sus artículos la respuesta de las organizaciones de la sociedad civil organizada de Barcelona en aquellos duros momentos.[2]
La respuesta fue inmediata y prácticamente unánime. En cada rellano, en cada escalera, en cada calle. Barrios en los que ya había, por necesidad o tradición, o seguramente por ambas cosas, redes de apoyo mutuo tejidas décadas antes del covid, y barrios en los que no. Lo primero fue preguntar a la vecina mayor que vivía sola si necesitaba que le trajeran algo de la farmacia, pero, al poco tiempo, fue darse cuenta de que más que subirle el carro de la compra, en demasiadas ocasiones el problema era cómo llenarlo. En ciudades turísticas, como Barcelona, además, el crack social que siguió a la COVID dejó en evidencia el espejismo de las bondades del modelo. Cientos de vecinos que vivían al día gracias a empleos vinculados de una forma u otra al turismo se quedaron de un día para el otro sin nada. Literalmente. Trabajadores sin contrato, muchos, o con contratos de la mitad de horas de las que realmente hacían, muchos otras, que ni siquiera podían acceder a esos ERTES que llegaron tarde y de forma caótica. Cocineros, camareros, limpiadores… empleos precarios y sin contrato que permitían a miles de vecinos vivir, pero por supuesto no ahorrar, con lo que a los pocos días del encierro total se quedaron completamente fuera de juego.
Ante ese panorama desolador, cuyo epicentro en Barcelona fue el barrio del Raval, donde los conflictos siempre emergen con más fuerza, la respuesta vecinal fue tan ejemplar como desoladora era la situación. Ver en las calles desiertas a ciudadanos filipinos, siempre tan discretos, desesperados, pidiendo ayuda. Personas que jamás habían acudido a los servicios sociales, con lo que desconocían el circuito, se vieron de un día para el otro totalmente desorientadas, con unos servicios sociales ya saturados con sus usuarios habituales.
Sandra Pardo, la presidenta de la Fundació Pare Manel, que trabaja con familias en el barrio de Verdum, en el distrito de Nou Barris, lo tiene claro: «las redes de apoyo han sido el “airbag” de la pandemia». Lo mismo señalan en las decenas de redes creadas en la capital catalana, muchas de las cuales, como la del Poblenou, cuya voz está presente en este texto, un año después todavía duran, igual que la necesidad.
Helena López
Periodista de El Periódico
FUHEM Ecosocial: ¿Qué os movió a actuar en vuestros barrios en los primeros meses de la pandemia? ¿Qué no se estaba atendiendo desde las instituciones que os llevó a actuar?
Xarxa de Poblenou: A principios de la pandemia de COVID nos dimos cuenta que muchas vecinas del barrio tenían falta de recursos, se quedaban sin trabajo, o bien porque les ponían en ERTE o entraban al paro. Por ello se empezó a activar dentro de la Xarxa de apoyo mutuo del barrio la iniciativa de una recogida de dinero entre las vecinas y vecinos solidarios y la compra de productos para satisfacer las necesidades de todas las familias. Al estar en pleno confinamiento, muchas familias y personas mayores no podían o tenían miedo de salir de casa y se hacia el reparto a domicilio. A medida que iba avanzando la pandemia la situación de crisis se fue acentuando, por tanto las personas que venían a pedirnos ayuda fue aumentando, pero la conciencia de vecinos y vecinas solidarias también iba creciendo. De esta forma se consolidó una xarxa de alimentos propia y autónoma de la red o xarxa de recursos inicial, gracias al trabajo de personas voluntarias que se iban integrando y a un barrio receptivo y participativo que iba colaborando.
Red de Solidaridad Popular de Latina-Carabanchel: Nosotras llevamos trabajando con familias en riesgo de exclusión desdel año 2014, con lo cual cuando arrancó el confinamiento estábamos trabajando, y nos llevó a seguir actuando ante las llamadas de familias pidiendo ayuda. Las instituciones nunca han ayudado a las familias en el tema alimentario, no existen recursos especificos para ello, ni ahora ni antes.
Somos Tribu: No surgimos porque las instituciones no estaban haciendo lo necesario. Somos Tribu VK nace en previsión, conociendo la realidad del distrito de Puente de Vallekas, y con el apoyo de la dinamizadora vecinal de San Diego y de un vecino muy activista del barrio se decidió montar una red para apoyar a vecinos y vecinas en recados para que no tuvieran que salir de casa.
El 14 de marzo de 2020 se declaró el Estado de alarma en todo el país. En Madrid se cerraron los colegios y los centros de mayores el día 12 de marzo. Ese día mediante grupos de Whatsapp nace Somos Tribu VK para apoyarnos mutuamente y superar las dificultades ante la crisis de la COVID-19. El primer grupo se llenó en unas horas, y se crearon grupos de cada barrio del distrito de Puente de Vallekas. Los vecinos y vecinas se organizaron colgando sábanas en los balcones con teléfonos de contacto. Se contactó con los centros de salud, farmacias y hospitales de referencia. Se elaboró un protocolo de seguridad. Estábamos a día 15 de marzo y ya teníamos una cuenta de correo electrónico, perfiles en redes sociales, más de 10 grupos de Whatsapp…
¿Qué estaba haciendo la Administración mientras tanto? No estaba, la gente llamaba a Servicios Sociales y nadie les cogía el teléfono, llamaban al 010 y tampoco, nosotras sí. No nacemos para sustituir la labor de la administración, surgimos para apoyarnos entre todas. Iban a venir tiempos complicados, y un barrio unido es más fuerte para salir adelante ante una crisis como la de la COVID-19.
Hablamos con el departamento de Servicios Sociales, porque se trataba de sumar, y hemos sido de los pocos distritos que ha estado en coordinación constante con la Administración, derivando familias y exigiendo refuerzos necesarios para toda la demanda que había y la que estaba por llegar.
FUHEM Ecosocial: ¿Qué tipo de acciones decidísteis poner en marcha y cómo han ido evolucionando?
Xarxa de Poblenou: A partir del crecimiento en la demanda mencionado antes se decidió cambiar un poco la estrategia, además de seguir recogiendo fondos económicos para la compra de recursos, se vio importante visibilizar la Xarxa al barrio con la petición de “Vecinas ayuda a otras vecinas”. Así se empezó a ir con un carrito y los carteles de la xarxa a la salida de los supermercados a buscar alimentos y productos de limpieza. De esta forma además de recoger lo necesario para poder repartir los sábados a las familias apuntadas, iba aumentando la conciencia solidaria en el barrio, creciendo también el número de personas dispuestas a colaborar.
Otro tema importante fue crear conciencia cooperativa y principio de apoyo mutuo a todas las personas apuntadas en las listas para que no solo vinieran a buscar pasivamente los productos como una actividad de beneficencia, sino que la organización y la participación se realizara entre todas con un nivel importante de implicación.
Al ir trabajando a nivel de barrio creamos otras comisiones, como la de escuelas, para divulgar entre los jóvenes la situación social del barrio, el valor de la solidaridad, nuestra actividad reivindicativa como xarxa, acompañado de una crítica al capitalismo, causante de estas desigualdades y esta crisis.
La comisión de proximidad inició un contacto con comercios concretos del barrio, extendiendo los valores de la xarxa y potenciando que el comercio de proximidad respondiera de forma solidaria ofreciéndose como puntos fijos de recogida.
A partir del 8 de marzo se creó la comisión “Feminismos en la xarxa” que se unió al movimiento de mujeres feministas del barrio y a sus acciones. Esta comisión está en desarrollo, aunque las necesidades urgentes del momento impiden poder ejercer una suficiente dedicación, dado que la mayoría de personas que vienen a recoger alimentos son mujeres y muchas inmigrantes, con importantes cargas familiares, poca autonomía, poca formación y poca socialización. La idea es realizar grupos o talleres de temas que puedan interesar a las mujeres, empezando por cursos de español o catalán e ir yendo hacia un empoderamiento y una concienciación feminista.
Red de Solidaridad Popular de Latina-Carabanchel: Durante el confinamiento lo único que se podía hacer era repartir alimentos, la RSP Latina-Carabanchel lleva casi siete años realizando múltiples actividades a parte de la despensa, pero el julio 2020 pusimos en marcha una asesoría del Ingreso Mínimo Vital (IMV) y la Renta Mínima de Inserción (RMI) para ayudar en las tramitaciones, asesoría por la que han pasado más de 300 personas.
Somos Tribu: Desde el primer momento fue increíble la respuesta de la vecindad de Vallekas y sus movimientos. En el segundo día del nacimiento de la red, para mejorar la proximidad y como respuesta a la sobresaturación de los grupos de Whatsapp se dividió Vallekas en 5 barrios (Entrevías/El Pozo, Palomeras, San Diego, Numancia/Portazgo y Doña Carlota) destinados a realizar recados a las vecinas del barrio que no tenían esa posibilidad. Surgieron comisiones de trabajo específicas para solventar muchas de las problemáticas sucedidas por la falta de acción y paralización de la Administración. El grupo de maternidad y el de apoyo laboral son el mayor ejemplo. Nacieron a su vez otras comisiones para fomentar y potenciar los valores y la cultura de nuestro barrio, siendo ejemplo ‘’Somos creatividad’’.
Para consolidar la red y llegar a toda la población de Vallekas se hicieron diferentes campañas de difusión desde vídeos y cartelería por farmacias y comercios hasta sábanas colgadas de los balcones, pero fue utilizar el altavoz que proporcionan los medios de comunicación más relevantes a nivel estatal cuando aflora la necesidad de las familias y vecinas de nuestro barrio que vieron en SomosTribu la herramienta necesaria para superar sus dificultades.
Este incremento de peticiones hace que el modelo establecido no sea eficaz por lo que surge hace un año justamente (mediados de abril) la primera despensa en Palomeras, siguiéndola el resto de barrios y evolucionando a una red donde la solidaridad, autogestión, el apoyo mutuo y el generar vínculos barriales se convierten en los pilares fundamentales de la red, de las familias y vecinas que forman parte, tengan necesidad de alimentos o no, siendo todas partícipes.
Del grupo de creatividad surge una comisión de cultura, donde participan todas las comisiones y despensas, siendo capaces de generar un festival online solidario de unas cinco horas, donde a través de una pantalla, podíamos ver teatro, poesía, grupos de música de nuestro barrio y un sinfín de actividades que culminaron con un documental que fue posible gracias a los compas de #404comunicación (Que siguen al pie del cañón).
Son este el tipo de dinámicas que de una u otra forma van evolucionando y que dan continuidad a las raíces del nacimiento de SomosTribuVk... Cada día que pasa nos conocemos más entre las vecinas, tomamos conciencia de nuestros derechos para reivindicarnos y aportamos desde la humildad un grano de arena que puede mejorar nuestro querido barrio del que tenemos un sentimiento profundo de pertenencia y es un orgullo.
FUHEM Ecosocial: ¿De qué formas la pandemia ha agravado situaciones de pobreza y precariedad preexistentes?
Xarxa de Poblenou: Ha creado un aumento de vulnerabilidad en toda la población, y en concreto en nuestros barrios. Se ha aumentado el número de desempleo, la gente se ha encontrado sin ingresos, sin trabajo, sin recursos y a veces sin techo. Existe cantidad de familias, muchas veces numerosas, que viven en malas condiciones en asentamientos o viviendas con pobreza energética, sin luz, sin gas o sin agua. Son también unos barrios donde hay mucha inmigración, mucha de ella vive en casas o viviendas ocupadas, y es precisamente en este sector de la población donde recae más la crisis económica y social. Pero a esto debemos añadirle familias de clases medias que se han quedado sin trabajo, sin su pequeño negocio y sin recursos y tienen que hacer lo que nunca hubieran imaginado: ir a Servicios Sociales o ante su poca eficiencia y dedicación a una Xarxa solidaria a buscar la comida para subsistir.
Al principio la Xarxa se inició con unas 40 familias, aproximadamente unas 150 personas, actualmente la lista de la xarxa consta de 140 famílias con un total de 450 personas, más 60 familias en lista de espera y se ha tenido que cerrar las inscripciones por imposibilidad de medios y organización.
Red de Solidaridad Popular de Latina-Carabanchel: Durante los peores meses del confinamiento atendimos a más de 1.800 familias, entregándoles un lote para un mes, con lo cual la mayoría de ellas pasaron tres o cuatro veces por nuestra despensa.
Somos Tribu: Vallecas es un muy humilde y un barrio obrero, por lo que la pandemia nos golpeó de lleno. Muchxs de los vecinxs se dedican a la venta ambulante en mercadillos, muchas a trabajar como limpiadoras o cuidadoras de ancianxs o menores, trabajos que en la inmensa mayoría de los casos son trabajos en B, el índice de inmigración es muy alto, todas estas variables dan como resultado una gran precariedad laboral y la economía sumergida es muy habitual. Otro perfil muy extendido es el de las madres que viven solas con hijos que tienen muy difícil el acceso al mercado laboral. También tenemos muchos vecinos que han estado en ERTE o continúan estando, muchos de ellos no han cobrado aún, por lo que la economía en las familias vallecanas se ha visto muy resentida durante la pandemia.
Recibimos solicitudes de ayuda de todo tipo, familias que no cuentan con ingresos de ningún tipo, con situaciones irregulares, muchxs ancianxs que no llegan a fin de mes con su pensión, familias que nunca se habían visto en una situación crítica y que ahora necesitan ayuda, familias monoparentales, estudiantes, personas dependientes, etc…
Actualmente repartimos más de 500 cestas de comida semanales y hay familias en lista de espera. Estamos en contacto con Servicios Sociales y Cáritas para poder atender la gran demanda de alimentos que recibimos a diario.
FUHEM Ecosocial: ¿Qué tipo de medidas institucionales creéis que serían necesarias para paliar la pobreza extrema que se vive en los barrios?
Xarxa de Poblenou: En realidad la pobreza siempre ha existido aunque la pandemia la haya aumentado. En un principio dicha xarxa se planteó como algo temporal, como un parche a lo que no abarcaban las instituciones, pero la dimensión de la crisis y el aumento que va teniendo la demanda semana tras semana hace que desconozcamos cuál va a ser su evolución, y no descartamos su futura flexibilidad.
Creemos que una salida real de la crisis social y económica debería ir acompañada de un aumento del presupuesto de gastos sociales, una absoluta mejora de los Servicios Sociales tanto en centros, en profesionales, como en presupuesto, un aumento de vivienda social pública y accesible, la creación de sitios de trabajo para todas las personas en paro y desocupadas a través de una economía social solidaria, una mejora de la educación pública universal a lo largo de la vida que sirva para promocionar todas las personas que quieran y además la consecución de papeles y permisos de residencia y nacionalidad para la inmigración. Todo esto es lo que pedimos a las instituciones.
Red de Solidaridad Popular de Latina-Carabanchel: Nuestra actividad lleva desarrollándose desde 2014, con lo cual somos conocedores de que las instituciones ni las del 2014, ni las que llegaron en el 2015, ni la institución actual han hecho nada para solucionar el problema alimentario en la ciudad de Madrid.
Somos Tribu: Nuestra acción nace del apoyo mutuo vecinal que siempre estuvo y estará presente en nuestro barrio. Es verdad que la red surge durante la pandemia, pero como ya hemos explicado somos portadores de la larga herencia de solidaridad y lucha vecinal vallecana. Somos Tribu no pretende sustituir la acción de los responsables políticos y de la Administración para atender las necesidades y asegurar los derechos de nuestras vecinas y vecinos. Nos encantaría poder dedicarnos a un apoyo mutuo vecinal centrado en otras cuestiones menos vitales, pero, a día de hoy, las despensas solidarias y el resto de grupos y comisiones siguen siendo muy necesarias.
Desgraciadamente, no parece que vayan a venir tiempos mejores, y Somos Tribu seguirá ahí mientras sea necesario pero sin dejar de denunciar y señalar a los responsables de esta situación.
En cuanto a las medidas institucionales más necesarias, resulta fundamental agilizar la recepción del ingreso mínimo vital. Por otro lado, se debería aumentar notablemente la inversión en servicios sociales y en sanidad pública. Los recursos económicos y humanos que se dedican a atender a la población de los barrios son claramente insuficientes. Cuando cerraron los colegios y los comedores escolares, la Comunidad de Madrid no aumentó el presupuesto en servicios sociales, pero tuvieron la "brillante" idea de enviar pizzas a los niños y niñas en situación de vulnerabilidad.
En plena pandemia, el Ayuntamiento de Madrid se está dedicando a expulsar a las despensas solidarias de sus locales como ha sucedido con el Espacio Vecinal Arganzuela.
FUHEM Ecosocial: Muchas gracias a las tres organizaciones y a Helena López por atender nuestras preguntas y por vuestra valiosa labor.
NOTAS:
[1] Recopilación de respuestas y edición del diálogo: Susana Fernández y Nuria del Viso, miembros de FUHEM Ecosocial.
[2] Sus artículos pueden encontrarse en este enlace: https://www.elperiodico.com/es/autor/helena-lopez-16719
Acesso al Diálogo en formato pfd: Diálogo con Asociaciones Barriales sobre la respuesta vecinal durante la COVID-19
Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030
El artículo de Emilio Santiago Muíño, Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030. Equilibrios difíciles entre lo ecológicamente necesario y lo políticamente posible fue publicado en la sección A FONDO del número 150 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
La transición ecosocial traerá cambios profundos en el mundo del trabajo. Este artículo examina las conclusiones del informe Escenarios de trabajo ante la transición ecosocial 2020-2030, publicado por Ecologistas en Acción, que plantea tres posibles escenarios futuros con distintas implicaciones laborales y en emisiones de CO₂: Business as Usual, Green New Deal y Decrecimiento. La comparativa presentada en el informe — cuyos resultados completos pueden consultarse en el apartado de 詳細はこちら — ayuda a trazar el complejo panorama al que debemos enfrentarnos en la próxima década: equilibrar los cambios ecológicamente necesarios con las reformas políticamente viables.
El informe Escenarios de trabajo ante la transición ecosocial 2020-2030,[1] publicado por Ecologistas en Acción con el apoyo de la Fundación Biodiversidad, propone y aplica un modelo para dibujar diferentes escenarios de evolución tanto del empleo como del trabajo en el marco de diferentes opciones de transición ecológica para la próxima década. Y lo hace en base a una metodología sustancialmente diferente a los informes de prospectiva laboral sostenible en circulación, que ayuda a comprender interrelaciones en el conjunto del sistema económico y sociometabólico que son poco intuitivas y suelen quedar ocultas: contabilizando las horas de trabajo necesarias para el funcionamiento del orden social, incluyendo las horas reproductivas no remuneradas del trabajo de cuidados, y vinculándolas con emisiones de CO2.
Como todo modelo conviene ser cauto con las conclusiones, y situarlas en su justo quicio epistemológico. Decían los estadísticos Norman Draper y Georges Box en 1987 que todos los modelos están equivocados, pero algunos son útiles. Este aforismo aplica perfectamente a este estudio: su valor radica en su utilidad para dibujar ciertos márgenes de verosimilitud cualitativa sobre las diferentes opciones que tenemos por delante antes que en su poder predictivo.
El trabajo compara tres escenarios de transición ecológica arquetípicos: BAU (Business As Usual), Green New Deal y decrecimiento. El escenario BAU se define por dejar que las lógicas económicas actuales sigan su curso sin ninguna modificación. El Green New Deal (GND) toma el marco de trabajo del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) del Ministerio de Transición Ecológica[2] y lo proyecta dentro de una reforma socioeconómica “posneoliberal”. Esto es, conectando con el espíritu histórico del New Deal original, especula con unas transiciones en un escenario de inversiones no encorsetado por los objetivos de déficit y deuda fijados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, una mayor importancia de la inversión pública, mayor presión fiscal, herramientas de política industrial y un reparto de la renta nacional más favorable a las rentas del trabajo. Finalmente, el escenario decrecimiento (D) asume una impugnación ambiciosa del sistema capitalista y del Estado como institución política moderna de regulación social.
Este estudio es útil para dibujar ciertos márgenes de verosimilitud cualitativa sobre las diferentes opciones que tenemos por delante.
Este escenario plantea un horizonte de transición sistémica que, sin haberse desplegado por completo en diez años (presupuesto considerado demasiado utópico) sí que ha comenzado a desarrollar lógicas de desalarización y desmercantilización de la población, con la aparición de un sector del metabolismo social autogestionado que se insertaría dentro de las dinámicas de comunidades que serían, a la vez, embriones de formas postestatales más democráticas de regulación política. En paralelo, el escenario decrecentista permitiría aplicar políticas socioeconómicas mucho más disruptivas y ecológicamente más ambiciosas.
A grandes rasgos, los resultados que arroja el modelo son los siguientes:
El escenario BAU refleja la tendencia ecológicamente destructiva del sistema socioeconómico español. De no hacer nada en 2030 las emisiones de CO2 se incrementarían un 21%. Este aumento va en la dirección contrario respecto a los Acuerdos de París y aleja a España de sus compromisos en la lucha contra el cambio climático (y por tanto nos condena a un escenario de fuerte inestabilidad y alto sufrimiento social, en la medida que España es el país de Europa más vulnerable al cambio climático y sus efectos). En el lado laboral el empleo remunerado se incrementaría un 13% (2,4 millones de nuevos empleos), que se concentrarían en los sectores del turismo, la construcción y el comercio.
El escenario GND obtiene una reducción de emisiones en 2030 del 55%, incluyendo absorción forestal, respecto a los datos de 2019. Esto coloca a este escenario en la senda de los Acuerdos de París y 5 puntos por encima de las ambiciones del PNIEC, que son a la vez uno de los documentos oficiales de descarbonización más avanzados del mundo. En cuanto al trabajo, el escenario GND muestra un gran potencial para el incremento del empleo remunerado en el marco de la próxima década: un volumen de horas que podría repartirse en un millón de empleos nuevos bajo el marco del mercado laboral actualmente existente, y casi cinco millones de empleos en un mercado laboral en el que la jornada laboral se circunscribiera a 30 horas semanales. En este escenario las horas de cuidados no remunerados se mantienen constantes, lo que unido a incremento sustancial de los cuidados salarizados ofertados por el sector público, puede dar lugar, si el GND se articula con una política pública feminista, a una mejora sustancial de la crisis de cuidados que hoy tensa nuestras relaciones reproductivas.
En cuanto a la estructura socioeconómica que resultaría de este escenario, el estudio arroja varias cuestiones interesantes:
- La reducción de emisiones del escenario no se conseguiría sin un cambio muy radical en el ámbito del transporte, con una reducción muy sustancial del tráfico de automóviles privados, el transporte de mercancías por carretera y la aviación –con importantes afecciones a sectores como el turismo.
- Un modelo de Green New Deal climáticamente ambicioso no se corresponde bien con el modelo Hi Tech de las Smart City, sino más bien con un Green New Deal que ponga mucho énfasis en los cambios de los usos del suelo mediante el desarrollo de la agroecología y la reforestación y una auténtica revolución en el urbanismo y la ordenación del territorio.
- Resulta una pilar fundamental del escenario la expansión del empleo público (impensable sin una expansión fiscal progresiva) en ámbitos como la educación, la sanidad o la dependencia, por lo que la pata de redistribución de riqueza del GND se descubre tan importante como la pata de la modernización ecológica del sistema productivo.[3]
Todas estas cuestiones tienen implicaciones políticas profundas. Por ejemplo, entender el turismo, una de las actividades más importantes de nuestro PIB, como sector en reconversión. También impulsar un reequilibrio demográfico entre ciudades congestionadas y campos vaciados política y antropológicamente que es muy complejo. Este GND requiere transformaciones simbólicas en los imaginarios que no casan bien con algunas modulaciones del Green New Deal continuistas con un clima cultural que podríamos llamar “el mito de la Ley de Moore”, que da por hecho un desarrollo tecnológico exponencial, ya que los sectores de la reforestación y la agricultura tienen en la ideología hegemónica resonancias regresivas. Finalmente, el potencial ecológico del GND no puede desligarse de cómo este se module como un instrumento efectivo de la lucha de clases.
En cuanto al escenario D, este arroja las reducciones de emisiones de CO2 más sustanciales: un 80% incluyendo absorción forestal, lo que permitiría cumplir con las exigencias no solo del Acuerdo de París, sino con las reivindicaciones más radicales del movimiento ecologista que están bien alineadas con la extrema gravedad y el tono de urgencia que arrojan los datos científicos. En el aspecto del trabajo, el escenario D, si mantiene la estructura laboral actual, solo logra su objetivo de reducción de emisiones con un empequeñecimiento del mercado de trabajo de alrededor del 10%, con una pérdida neta de 2 millones de puestos de trabajo. Sin embargo, con un mercado laboral de 30 horas semanales equitativamente repartido, este escenario también lograría un incremento sustancial del empleo de 1,3 millones de personas ocupadas más en 2030. Respecto a las horas de trabajos de cuidados no remuneradas, en este escenario se incrementarían, asumiendo tareas que antes pasaban por el Estado y el mercado, pero en tanto que estas serían gestionadas por nuevas comunidades políticas de signo postestatal y autogestionarias, este incremento del trabajo de cuidados no remunerado no repercutiría en un agravamiento de las lógicas patriarcales.
La estructura socioeconómica del escenario D sufriría una gran mutación, mucho más radical que la planteada en el escenario GND. Este escenario es indisociable de:
- Una reducción importante del tamaño de la esfera material de la economía.
- Una fuerte primarización del conjunto de la estructura socioeconómica, que además debería orientarse hacia un sector primario poco industrializado, convirtiéndose la agricultura en la tercera actividad del país en volumen de horas dedicadas, solo por detrás de los cuidados no remunerados y los cuidados remunerados.
- Un avance sustancial en la autarquía económica de España, con un fuerte desconexión de las cadenas internacionales de producción y de generación de valor. Por poner un ejemplo, la navegación internacional debería reducirse a menos de un 20% de la actual.
Las implicaciones políticas del escenario D son mucho más disruptivas, y cabe calificarlas de auténticamente revolucionarias: este escenario necesita una transición poscapitalista, que además logre ser política y geopolíticamente viable (con todas las dificultades que el siglo XX nos han enseñado al respecto), y lo haga además experimentando con nuevas formas de descentralización política de signo comunitario, autogestionario y postestatal. Si el GND ya implicaba cambios en la correlación de fuerzas y los imaginarios culturales sustanciales, así como una pericia política exquisita para poder llevar el proceso a buen puerto, es fácil consensuar que el escenario D lo exige multiplicando estas implicaciones por varios órdenes de magnitud.
Dejemos a un lado el escenario BAU, cuyo mensaje llueve sobre mojado, pues desde los años setenta existe consenso científico sobre el desenlace de la modernización si no se hace nada respecto a la extralimitación ecológica: el desastre ambiental con alto riesgo de colapso social. Lo interesante de este informe es que dota al debate entre GND y D, muy actual en los círculos ecologistas, de nuevos materiales argumentativos a disputar, significar, comparar y analizar.
La discusión Green New Deal-decrecimiento no es un falso debate, pero sí un debate miope. El elefante en la sala es otro
Pero antes de entrar a discutir sus resultados a la luz de este debate, es preciso hacer una consideración preliminar: la discusión decrecimiento - Green New Deal, que tanta pasión despierta en nuestros microuniversos activistas (la polémica con la película de Michael Moore El planeta de los humanos es un ejemplo) es un debate relativamente secundario y desajustado respecto a los retos más urgentes de nuestra coyuntura. No es un debate falso, porque ambas posiciones chocan en cuestiones esenciales como la tolerancia con el extractivismo minero, pero sí un debate miope. El elefante en la sala es otro. Las posturas decrecentistas están pecando de un eurocentrismo en el sentido más estrecho del término, Europa, preocupante, confundiendo varias cuestiones: confunden Green New Deal con capitalismo verde, pero más preocupante es confundir capitalismo verde con el mainstream geopolíticamente dominante sin darse cuenta que la fuerza que hoy está reconfigurando todo el mapa político de la modernidad, que va a la ofensiva en todos los países, es el negacionismo climático organizado. El debate se dislocó en cuanto Trump accedió al poder y empezó a aplicar una agenda negacionista en el imperio más poderoso de la Tierra: salir de los acuerdos de París, colocar oilmen en todos los puestos clave, desmontar toda la política ambiental precedente, amenazar con cerrar la EPA, facilitar el fracking desregulándolo salvajemente. Y este movimiento de dislocación se ha consumado cuando las diferentes franquicias políticas de Trump empiezan a ganar elecciones y a aplicar un modelo que se basa en a) negacionismo climático para apurar la era de los combustibles fósiles hasta el máximo posible combinado con b) apartheid climático para externalizar las consecuencias, y c) en medio una ambiciosa reinvención de los afectos políticos consistente en desprenderse de todo compromiso con el pacto social que obligaba a los privilegiados a pensarse cohabitando con otros en un mundo común.
Dicho de otro modo: el debate decrecimiento - Green New Deal se distorsiona si no rompemos la dicotomía de estos dos polos con otra posibilidad que además va ganando la partida, que es esa especie de hiper-BAU genocida y criminal del que el trumpismo es vanguardia histórica.
Si comparamos ambos escenarios GND y D solo en su dimensión climática, cabría concluir que el GND se encuentra en la dirección correcta. Sin embargo, una reducción del 55% de las emisiones puede leerse como insuficiente desde la perspectiva del conjunto del planeta. Como España es uno de los principales emisores del mundo en términos históricos, actuales y per cápita, le correspondería, por justicia climática, una reducción mayor de emisiones. Sin dejar hueco al Sur, lo que exige un esfuerzo extra en los países del Norte, la transición ecológica puede convertirse en una oportunidad terrible para reconstruir esa arquitectura de poder global colonial que ha dominado la historia del capitalismo los últimos 500 años y, que con retrocesos y avances, venía desmontándose los últimos setenta años. Por el contrario, el escenario D sí que se ajusta a las exigencias de una transición ecológica socialmente justa a nivel global.
El problema es que ejercicios de solidaridad internacional que supongan niveles tan importantes de erosión de los intereses nacionales de aquel que los promueve (compárese con la lucha por 0,7% para el desarrollo y sus magros resultados, siendo este objetivo de los años noventa muchísimo menos comprometido) es algo literalmente sin precedentes en la historia política. Cuesta imaginar que, salvo que medie una revolución antropológica, algo más ambicioso que el escenario GND sea impulsado por un gobierno en la próxima década. Especialmente si este incremento de las reducciones se fundamenta en la idea de justicia climática global, y si este impulso se da en régimen de competencia electoral donde se disputará el gobierno con partidos que negarán cualquier transferencia de riqueza al sur amparada en criterios morales. No obstante, esto no es obstáculo para que los movimientos sociales ecologistas no busquen arraigar socialmente una idea de justicia climática tan potente que convierta el escenario GND para España en insuficiente. De su éxito en la movilización y el cambio de imaginarios dependerá que los gobiernos puedan ser más avanzados, incluyendo la justicia climática como elemento estratégico (incremento de las reducciones) y no puramente retórico de las políticas públicas.
De esta reflexión sobre la justicia climática resulta evidente que tanto el escenario GND como el escenario D van a toparse con numerosos obstáculos, pero a una escala diferente. En la medida en que el GND es un escenario que depende de la inauguración de un ciclo de gobernanza posneoliberal, los intereses del neoliberalismo van a presentar una oposición intensa. A su vez, las medidas de acompañamiento desde el sector público para la transformación de la estructura del empleo no tienen garantizado su éxito ni aun teniendo la fuerza política para implementarse. Las reconversiones industriales, incluso las promovidas desde una óptica de justicia social, son operaciones muy complejas en la medida en que el reciclaje de las capacidades laborales de un sector a otro no pueden trasvasarse como se mueve el agua entre dos vasos. Se producen fricciones. Y a veces resultan sencillamente imposibles. Por eso no es descartable que el escenario GND no genere bolsas de población que se autoperciba como “perdedores del proceso”, y que encarnen una oposición al mismo que ya no viene solo desde las oligarquías neoliberales sino desde ámbitos sectoriales de las clases populares (modelo chalecos amarillos franceses).
Aunque en un grado sustancialmente menor al escenario D, hacer frente a la emergencia climática y alumbrar sociedades sostenibles implicará también en el GND vidas más frugales para la población en algunos aspectos, con considerables reducciones del consumo de materia y energía. Estos cambios no deben asociase a una pérdida de calidad de vida, pues hay muchas posibilidades de asegurar vidas buenas actuando sobre la obsolescencia programada, potenciando alternativas de vida buena de bajo impacto energético (vida comunitaria, deporte, cultura, creatividad, relaciones sexoafectivas) y potenciando la economía del compartir que permita optimizar la riqueza ya producida. Pero dados los marcos culturales imperantes, estos cambios pueden generar resistencias en los anticuerpos simbólicos de unas ideologías que han hecho del consumo expresivo de mercancías la relación de identidad constitutiva fundamental de la sociedad moderna. Y necesitan venir acompaños de lo que Gramsci llamaba una reforma moral.
La tarea del ecologismo pragmático es disputar la idea de Green New Deal para encajarla dentro de los límites del crecimiento
Por tanto, ambos escenarios van a enfrentar restricciones importantes en su traducción práctica, pero mucho más acentuadas en el caso del D. Estas fricciones vendrán tanto de las oligarquías capitalistas beneficiarias del orden económico neoliberal, como también de grandes masas de las clases medias y populares en un país OCDE como el nuestro, que tienen intereses subjetivos fuertes y compromisos de continuidad importantes con el modelo vigente. Los estilos de vida ecológicamente insostenibles no se reducen al 1%, sino que en un país como España abarcan la mayor parte de la población. La dificultad es mayor si se toma la perspectiva de la complejidad que introduce en el juego político democrático, donde se debe ganar a opciones que van a oponerse radicalmente a cualquier idea restrictiva respecto al acaparamiento de espacio ecológico global.
En este sentido, cabe concluir que en la tensión entre lo ecológicamente necesario y lo políticamente posible, en cuya contradicción está resumida la tragedia de la transición ecológica, el escenario D se presenta mucho más cercano a lo ecológicamente necesario mientras que el escenario GND se antoja, de primeras, más cercano a lo políticamente posible, al menos para el plazo de una década. El segundo nos remite a transformaciones exitosas que podemos recordar en el marco del siglo pasado: el cambio en la correlación de fuerzas socioeconómicas de signo posneoliberal que persigue el GND no es diferente del cambio que se pudo propiciar a partir de los años treinta con la implantación del New Deal o en Europa occidental a partir de la Segunda Guerra Mundial con la creación del Estado del Bienestar. El cambio antropológico que persigue el GND se puede asemejar al cambio antropológico neoliberal, la transformación del alma, que persiguió y logró con éxito Margaret Thatcher. Por el contrario, el cambio socioeconómico que impulsa el escenario D nos remite necesariamente a las grandes revoluciones sistémicas del pasado reciente, mucho más complejas y difíciles: la tentativa de revolución sistémica socialista que fracasó en el siglo XX, y a la transformación sistémica que preñó la sociedad moderna burguesa dejando atrás el feudalismo entre 1789 y 1848. En lo antropológico, solo la fuerte reruralización implícita en el escenario D nos lleva a compararlo con el modelo de transformación cultural de mayor magnitud que la historia y la antropología han registrado: las conversiones religiosas.
Por todo ello, y de cara al debate entre decrecimiento y GND, este estudio puede ser interpretado como una prueba de que la solución a esta polémica debe pasar por una síntesis paradójica: para que el decrecimiento sea alguna vez posible, Green New Deal ahora. O dicho de otra forma: la tarea del ecologismo pragmático es disputar la idea de Green New Deal para encajarla dentro de los límites del crecimiento. Y esto se puede hacer sin menoscabo de que las corrientes más utópicas del activismo ecologista sigan pensando haciendo la guerra cultural en pos de un decrecimiento democrático y justo de nuestra esfera material.
Emilio Santiago Muíño es Doctor en Antropología, profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza y coautor del informe Escenarios de trabajo ante la transición ecosocial 2020-2030.
NOTAS:
[1] VVAA, Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030, Ecologistas en Acción, 2019, disponible en: https://www.ecologistasenaccion.org/132893/informe-escenarios-de-trabajo-en-la-transicion-ecosocial-2020-2030/
[2] Ministerio de Transición Ecológica, Borrador actualizado del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030. 20 de enero de 2020, Disponible en: https://www.miteco.gob.es/images/es/pniec_2021-2030_documentosintetico_borradoractualizado_tcm30-506492.pdf y https://www.miteco.gob.es/images/es/pniec_2021-2030_borradoractualizado_tcm30-506491.pdf
[3] Para una explicación más extensa de este modelo, véase Héctor Tejero, H. y Emilio Santiago, ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por el Green New Deal, Capitán Swing, Madrid, 2019.
Acceso al artículo en formato pdf: Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030. Equilibrios difíciles entre lo ecológicamente necesario y lo políticamente posible.
Lectura Recomendada: Claves ecofeministas
Claves ecofeministas para rebeldes que aman a la tierra y a los animales
Alicia H. Puleo
Plaza y Valdés, Madrid, 2019, 164 págs.
Alicia H. Puleo (1952) nos abre las puertas al Jardín-huerto ecofeminista con su último libro, donde sintetiza gran parte de su pensamiento dando lugar a una obra orgánica que pretende ser una introducción al ecofeminismo de fácil lectura para cualquiera que quiera aproximarse al tema.
Claves ecofeministas es un libro que se convierte en el modelo de aquello que defiende: con un lenguaje accesible, las autoras (Alicia Puleo del texto y Verónica Perales de las ilustraciones) nos ofrecen una obra hipermedia, que rompe la barrera de la página combinando imágenes, dibujos en las cubiertas y códigos QR que nos llevan a recursos audiovisuales. La autora hace uso de un lenguaje sencillo que se sirve tanto de mitos y relatos como de argumentos filosóficos y análisis históricos y retoma muchas de las tesis que ya desplegó en Ecofeminismo para otro mundo posible (2011), libro que contribuyó a la fundación de la Red Ecofeminista en 2012.
La obra se compone de una introducción en la que nos ofrece un acercamiento a su Jardín-huerto ecofeminista, cuatro capítulos en los que desarrolla sus tesis y un epílogo que es una reflexión en la que se confrontan diferentes perspectivas acerca del futuro de la especie humana.
Alicia H. Puleo propone el Jardín-huerto de Epicuro como un modelo, pero interpretado de manera ecofeminista, es decir, situado críticamente frente a cualquier forma de androcentrismo y antropocentrismo. Este Jardín-huerto, sin dejar de lado la búsqueda de placeres moderados, lejos de sugerir una evasión del mundo, está comprometido ética y políticamente tanto con los seres humanos como con los animales y la naturaleza.
El ecofeminismo crítico que se propone en el libro es una filosofía para pensar un futuro mejor. Por ello, una de las claves de este movimiento es la rebeldía, de ahí el subtítulo del libro: “Para rebeldes que aman a la Tierra y a los animales”. Lo que señala la autora es que no hay cabida para la resignación, sino que la tarea debe ser la reelaboración de la realidad mediante una praxis que sea a la vez feminista, animalista y ecologista, mientras afrontamos con resiliencia (p. 15) situaciones adversas que son ya inexorables.
Puleo trata de esclarecer que el ecofeminismo no es un feminismo ambiental, sino que va más allá de eso: «Implica una nueva visión empática de la naturaleza que redefine al ser humano en clave feminista para avanzar hacia un futuro libre de toda dominación» (p. 19-20). Conlleva, dirá desde una perspectiva que podemos calificar de materialista, el reconocimiento de que la naturaleza no es un mero “medio” para la actividad humana, sino que tiene consistencia ontológica propia. En este sentido, a la autora le parecen ejemplares los movimientos de resistencia al extractivismo de países de América Latina, como pueden ser las madres de Ituzaingó en Argentina o las mujeres de Anamuri en Chile. A ellas se les puede considerar ecofeministas por sus prácticas en defensa de la Tierra porque también están relacionadas con sus problemas en tanto mujeres.
El libro ofrece una pequeña panorámica de lo que ha sido la historia del feminismo para después diferenciar entre los diferentes tipos de ecofeminismos. Lo que se consideró “ecofeminismo clásico” invirtió la valoración del dualismo naturaleza y cultura, viendo esperanza en los atributos femeninos de cuidado y conservación frente al hombre en el que encontraban actitudes nocivas y bélicas. Esta perspectiva esencialista (que exalta como capacidad femenina la maternidad) provocó desconfianza entre las feministas que habían pretendido poner punto final a los roles de género. Puleo desestima abiertamente tanto este «esencialismo determinista que niega la posibilidad del cambio» como un «constructivismo extremo que sostenga que somos una pizarra en blanco» (p. 32). Propone que mediante la educación es posible potenciar y limitar ciertas cualidades. Pero esa transformación social a la que aspiramos debe pasar por un aprendizaje intercultural.
La autora señala que la sororidad del feminismo ha sido y debe ser internacional, y por ello es necesaria una ecojusticia que lleve consigo un rechazo del neocolonialismo, pues el extractivismo, el abuso de los recursos naturales y la crisis climática afectan más a las clases desfavorecidas, a las mujeres y a los animales, siendo estos a su vez los que menos contribuyen. Rechaza de pleno también el alquiler de úteros, comparable a su juicio a la “agricultura por contrato”, una forma de agroextractivismo que se da en los países del Sur global. En definitiva, el ecofeminismo se presenta como un movimiento en lucha contra la interseccionalidad de las opresiones ecológicas y sociales.
La autora recupera una distinción que utiliza en otras de sus obras: distingue entre patriarcados de coerción y patriarcados de consentimiento. Los primeros son propios de sociedades en los que se oprimen todos los aspectos de la vida femenina, dejando a la mujer sin capacidad de decisión sobre su cuerpo. Los patriarcados de consentimiento en cambio son aquellos que encontramos en las sociedades capitalistas neoliberales en que malvivimos, y se caracterizan por restringir el ámbito de libertad de la mujer a través del consumo y la imposición de ciertos cánones culturales (de belleza, por ejemplo).
La precariedad hacia la que empuja el modelo de “contrato basura” es la otra cara de la moneda de los patriarcados de consentimiento. Bajo una falsa apariencia de libertad de elección se esconde una presión que nos empuja a consumir y a elegir aquello que muy probablemente no deseemos en realidad: «El mandato del patriarcado del consentimiento ya no es la represión de los deseos sexuales como en el patriarcado de coerción. Por el contrario, el mandato es la intensificación del deseo y la práctica sexual, transformados en requisitos de la autoestima y del reconocimiento social» (p. 60). La maternidad subrogada, indica la autora, es un ejemplo paradigmático de aquello que en nuestras sociedades se nos vende como forma de liberación femenina; no obstante, hay, según señala, una gran desinformación acerca de los riesgos que corren las mujeres que se someten a este proceso.
Para la filósofa, el modelo de emancipación femenina que se proponga no puede estar basado en la masculinización de la mujer, haciéndola adoptar actitudes de dominación, sino que más bien tiene que pasar por una feminización de la sociedad. Esto no conlleva otra cosa que reivindicar aquellos valores y tareas que han sido tradicionalmente asignados a las mujeres como valores y tareas que son exigibles a toda la especie humana. El modelo del conquistador de la naturaleza que se ha desarrollado durante la modernidad ha sido profundamente androcéntrico, pues han sido los valores masculinos de dominación e impaciencia los que han propiciado una conquista agresiva de la Tierra y una explotación de la vida de los demás animales.
En este contexto, la ciencia, la tecnología y la educación tienen un papel fundamental. Puleo habla de no rechazar la ciencia, sino de adaptarla críticamente a valores como la empatía, también dando pautas para una educación ambiental. Esta debe abandonar su sesgo androcéntrico para proporcionar formación emocional ecológica, proporcionando ejemplos de lucha ambiental femenina. También debe estar impartida por docentes que amen la naturaleza e incluir la conciencia ética hacia los animales, por mencionar algunas de sus características.
A nivel moral, el valor que debe acompañar a estas transformaciones es la generosidad y no la caridad, extendiendo nuestra comunidad moral al resto de los animales y promoviendo pactos de ayuda mutua con luchas ya existentes.
Puleo habla de mostrar el sesgo patriarcal del maltrato animal, por ejemplo, para establecer lazos entre las luchas animalista y feminista: «A través del ecofeminismo, el feminismo puede redefinir a los animales humanos y no humanos y establecer nuevas formas de relación despojadas de explotación y violencia» (p. 108).
El ecofeminismo de Alicia H. Puleo es una propuesta política y moral comprometida con el futuro, lo que acaso dificulta un posicionamiento con respecto al avance tecnocientífico. Puleo da por sentado que tal avance es imparable, mientras que al mismo tiempo considera que sería posible una regulación crítica de sus efectos negativos. Sin embargo, cabría objetar que esto resulta contradictorio pues, si es imparable, ¿hasta qué punto podremos evitar sus derivas destructivas?
Por último, se sirve de la readaptación de Blade Runner como ejemplo de cómo la ciencia ficción ha innovado en su representación de las tecnologías mientras que el modelo del “eterno femenino” no ha cambiado más que para adaptarse. Trae a colación el posthumanismo de Donna Haraway como un punto de partida interesante para pensar en una “reinvención” de lo humano, puesto que deslegitima las barreras construidas entre lo que tiene carácter humano y lo que tiene carácter de máquina. Puleo lleva más allá esta disolución de barreras, pues valora la posición antiesencialista de Haraway y extiende su crítica para subrayar que no hay límites entre lo humano y lo natural, lo cual le lleva a sostener que la comunidad moral debe ser ampliada a todos los sintientes.
Carmen Peinado Andújar e Irene Gómez-Olano Romero
Estudiantes del Máster de Crítica y Argumentación Filosófica
Universidad Autónoma de Madrid
Afganistán
EEUU y la comunidad internacional que le acompañó en la intervención en Afganistán tras el 11-S abandonan el país dos décadas después con muy pocos o ningún logro de los enunciados entonces.
Con su retirada precipitada, al ritmo de las fechas límite marcadas por los talibán, dejan a sus espaldas una situación incierta y caótica, y muchos de los problemas que encontraron hace veinte años, si cabe hiperdesarrollados por dos décadas de malas prácticas de presencia extranjera: corrupción, violencia de los talibán o los “señores de la guerra”, producción de opio, represión de las mujeres y desprecio de sus derechos…
Los males que ahora se exhiben para tratar de justificar un atropellado repliegue han estado presentes durante estos veinte años de intervención internacional, pero quedaron en segundo plano ocultos tras el exultante entusiasmo y el brillo de los ambiciosos objetivos de la operación, que pretendía sobre el papel dar la vuelta al país e insertarlo en un modelo de democracia a la occidental sin tocar las estructuras profundas, sin tener en cuenta sus necesidades o características, haciendo caso omiso de su historia; es más, en muchos casos fortaleciendo sus brechas. Un ejemplo ilustrativo fue el apoyarse en los “señores de la guerra”, con su violencia, caciquismo y sectarismo, para extender la presencia extranjera.
Aunque se vistió de otros ropajes y un nutrido argumentario, la palanca que llevó a EEUU a la intervención de un país en el corazón de Asia fue su intento de resarcir su orgullo herido después del 11-S; de otro modo, la operación podría haberse limitado a las montañas de Tora Bora donde se escondía Bin Laden, pero se optó por la ocupación de todo un país.
El motor de la operación marcó un enfoque militar a la intervención que no ha abandonado en estos años, un marco muy poco proclive a desarrollar las bonanzas civiles que decía perseguir. A ello se unió una lluvia de millones repartidos con poco criterio allí donde se buscaban apoyos e influencia, lo que disparó la corrupción. Sin embargo, esta lluvia de millones no ha mejorado las condiciones de vida de la población afgana común.
El país ocupa el puesto 169 de un total de 189 en el último Índice de Desarrollo Humano, publicado en 2021. En 2001 ocupaba el puesto 162. Poco se hizo en dos décadas, salvo acciones simbólicas, para crear las bases de una economía autosostenida que pudiera ir abandonando la producción de opio.
La lucha por los derechos de las mujeres, una de las grandes razones esgrimidas para justificar la intervención –sin lazo aparente con el 11-S–, por lo general no ha ido mucho más allá que gestos cosméticos.
Las mismas razones que se arguyeron para justificar la operación en 2001 siguen presentes ahora. Los clichés sobre el país y sus gentes que llenaron los telediarios en 2001 vuelven ahora a las noticias para tratar de explicar la retirada: opio, corrupción, violencia, derechos de las mujeres pisoteados… sin embargo, no todo sigue igual.
Hoy nos encontramos en peor posición después de la herencia que han dejado las operaciones de intervención de la “guerra contra el terrorismo”, con un Oriente Medio maltrecho –en Siria, recordemos, continúa el conflicto bélico– y un Sahel contagiado por la violencia que ha encontrado en el neocolonialismo, el malgobierno (o desgobierno), y la pobreza atizada por la crisis socioecológica un fértil campo de cultivo.
También estamos peor en la acogida de aquellas personas que huyen. La llamada “crisis de los refugiados” sirios de 2015 aceleró cambios en las políticas de migración y asilo y la fortificación de Europa. Si Alemania se mostró entonces generosa con la acogida de refugiados sirios, hoy la UE, incapaz de alcanzar una posición común, ha dejado en manos de los vecinos de Afganistán –Irán y Pakistán, principalmente– la gestión de los flujos de refugiados, que ya no tocarán suelo europeo, salvo en casos muy concretos. Países de tránsito, como Turquía y Grecia, se blindan ante lo que se avecina.
Esta espiral descendente no solo arrasa las esperanzas de la población afgana; también merma la credibilidad y el prestigio que conservaban las potencias occidentales. China, fronteriza con Afganistán por el corredor de Wakhan, quiere garantizar su propia seguridad y la de la región, y no duda en obtener garantías de los talibán. Su papel, que da imagen de mesura, pragmatismo y responsabilidad, contrasta con la desbaratada retirada de Afganistán de la coalición internacional y el abandono de los socios que prometieron proteger.
En definitiva, estamos peor con un tiempo ya irrecuperable, aspiraciones malogradas y oportunidades perdidas.
Nuestra revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global ha abordado a lo largo de sus diferentes etapas la situación de Afganistán, sus conflictos internos, las guerra que ha sufrido por la invasión e intento de control de diversos países debido a su interés geoestratégico.
En 1989, Eqbal Ahmad y Richard J. Barnet nos ofrecían, en el monográfico de Papeles para la Paz, núm. 34 titulado Afganistán. Tribus y superpotencias, un panorama histórico de las invasiones sufridas por el país desde 1924 hasta la retirada de los soviéticos en 1989.
Según Jordi Raich en el núm. 69 de Papeles de Cuestiones Internacionales (invierno 1999-2000) ¿Quién controla Afganistán? el conflicto de Afganistán se caracteriza por un juego continuo de alianzas y fidelidades en el plano regional e internacional, constantemente rotas y rehechas. Analiza el papel de Pakistán, Irán, arabia Saudí, Rusia, China y las nuevas repúblicas de Asia Central en la financiación y sostenimiento de los talibanes y de sus opositores, en una guerra tras la cual subyacen intereses políticos y religiosos y una competencia por el gas, el petróleo y los oleoductos hacia Occidente.
Los atentados terroristas del 11 de Septiembre de 2001 marcan el inicio de una nueva etapa en la historia de Afganistán.
El número 76 de Papeles de Relaciones Internacionales titulado El impacto del 11 de septiembre (invierno 2001-2002) incluye el artículo Claves para la reconstrucción de Afganistán de Alejandro Pozo que ya destacaba que la reconstrucción de Afganistán no podía quedarse limitada a la política, sino que debía extenderse también al ámbito económico y social, destacando tres acciones de emergencia que debían realizarse: la asistencia humanitaria, la desmovilización de los combatientes y el retorno de los refugiados.
En la primavera de 2002 Papeles publica en su número 77 dedicado a la Prevención de la Guerra un texto de John K. Cooley que destaca varias lecciones de la guerra de Afganistán tanto militares, políticas, históricas y, sobre todo, humanas.
Barnett R. Rubin ofrece una propuestas y recomendaciones para la estabilidad de Afganistán que fueron publicadas en el número 91 de Papeles de Relaciones Internacionales (otoño 2005), destacando que aunque Afganistán ha hecho avances hacia la estabilidad, sin embargo, el proceso desarrollado hasta ahora es sólo el principio del objetivo estratégico de conseguir un estado legítimo, efectivo y responsable. Esto exige también avanzar en la seguridad y en una base económica que permita el desarrollo del país.
Nuria del Viso, del equipo de FUHEM Ecosocial, firma los últimos análisis publicados sobre Afganistán. En el numero 95 (otoño 2006) de Papeles de Cuestiones Internacionales escribe Afganistán: ¿la paz aplazada? en el momento en que se cumplían cinco años de la caída del régimen talibán, de la invasión internacional liderada por EEUU y del inicio de un “nuevo Afganistán”; y constata que aunque en una primera fase la comunidad internacional percibió la experiencia como exitosa, sin embargo, el aumento de los enfrentamientos con los talibán, los atentados terroristas y el manifiesto descontento de la población afgana, mostraban el reflejo de los problemas que amenazaban el proceso de reconstrucción del país.
La nueva etapa de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global publica tres textos de la autora. En el número 99 (otoño 2007) Afganistán: guerras asimétricas, víctimas civiles, destaca que la población civil no sólo sufren las repercusiones de las hostilidades como receptores pasivos de “efectos colaterales” sino que, en ocasiones, son el objetivo deliberado de los ataques. Afganistán es uno de los países donde el conflicto está afectando con más crudeza a los civiles que se encuentran atrapados en medio de las hostilidades que se desarrollan entre, los talibanes por un lado, el principal grupo de la insurgencia, y, por otro, las tropas internacionales compuestas por la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), bajo el mando de la OTAN y avalada por la ONU, y la Coalición Libertad Duradera, liderada por EEUU. Aunque el conflicto armado no es la única fuente de inseguridad para los afganos: la extrema pobreza, la fragilidad del Estado, la omnipresente corrupción y la amplia penetración del narcotráfico en la economía sirven de caldo de cultivo para el aumento de las actividades criminales.
En la primavera de 2008, el número 105 incluye el artículo Nuevas estrategias para Afganistán: ¿cambio o continuismo? donde se aborda la nueva estrategia sobre Afganistán de Barak Obama. En términos generales, como en la etapa anterior, domina un sentido utilitarista, la operación no se realiza guiada por consideraciones éticas –como la mejora de las condiciones de vida de la población afgana–, sino para servir los propios objetivos de las potencias que intervienen, en este caso, su propia seguridad. Esto se liga además con la necesidad de promover gobiernos amigos que se encarguen de controlar en lo posible los territorios considerados inestables.
Esta nueva estrategia se basó en cuatro puntos, que confluyen en el intento de encontrar una solución –rápida– a la difícil situación actual, y se sintetiza en: continuar combatiendo a la insurgencia a través de la fuerza, lo que implica expandir la presencia militar e impulsar el entrenamiento del ejército y la policía afgana, fortalecer las instituciones y mejorar las condiciones de vida en Afganistán y Pakistán, negociar con los llamados “talibanes moderados” e involucrar a los países de la región en la búsqueda de una salida sostenible para Afganistán.
Sembrando tempestades: una década de la OTAN en Afganistán publicado en el número 115 (otoño 2011) de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, Nuria del Viso hace balance de la situación de Afganistán 10 años después del inicio de la Operación Libertad Duradera. El artículo repasa las razones que ofreció EE UU y sus aliados para justificar la operación y las contrasta con la situación en 2011, en la que se hace patente la ausencia de avances en los indicadores de desarrollo humano y el agravamiento en otros ámbitos, como la seguridad y la calidad democrática.
El texto combina la visión de la autora con las opiniones de parlamentarios y analistas de centros de investigación recogidas en 2011 para la elaboración del artículo.
Diez años después de la publicación de este último artículo podemos comprobar que la situación política, económica y social en Afganistán apenas ha mejorado. El regreso al poder de los talibanes tras 20 años de ocupación, denota el fracaso de una intervención militar que deja al país con casi el 50% de su población en situación de pobreza, con un aumento del número de desplazados y con unas imágenes desesperadas de personas que quieren salir del país temerosas de las represalias que puedan tomar los talibanes por haber colaborado con países extranjeros; y con el miedo de las mujeres afganas de volver a perder todos sus derechos, unos derechos que fueron esgrimidos como una de las razones que "justificaban" la intervención del país y que serán probablemente las grandes perdedoras de la nueva etapa que en la historia de Afganistán se abrirá a partir del 31 de agosto de 2021.
Nuria del Viso Pabón y Susana Fernández Herrero - FUHEM Ecosocial.
Emergencia climática, alimentación y vida saludable
Reseña del libro Emergencia climática, alimentación y vida saludable de Carlos A. González Svatetz, elaborada por Monica Di Donato del equipo de FUHEM Ecosocial, publicada en el número 153 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
Cuando en 1862 el filósofo alemán Ludwig Feuerbach dijo que «somos lo que comemos», en otras palabras, que en la comida se refleja nuestra manera de vivir y convivir en y con la naturaleza, seguramente no tenía en mente cuestiones como la sostenibilidad o el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, hoy en día, su famoso aforismo puede aplicarse a la perfección a uno de los problemas ambientales emergentes en nuestra sociedad: el sistema alimentario repercute no solo en nuestra salud, sino que también afecta a la salud del planeta, ya que, si pensamos en términos de cambio climático, por ejemplo, según datos de la FAO, alrededor del 30% de las emisiones que inciden sobre el calentamiento global estarían directamente vinculadas a la forma en que se produce, distribuye y consume nuestra comida. Un reciente artículo aparecido en la revista Nature, bajo el título «Food systems are responsible for a third of global anthropogenic GHG emissions», corrobora claramente esta tendencia tan preocupante mediante el uso de una base de datos que cubre cada etapa de la cadena alimentaria para todos los países, proporcionando datos de emisiones de CO2, CH4, óxido nitroso (N2O) y gases fluorados para cada año entre 1990 y 2015.
Bajo una perspectiva más amplia, que todo el sistema de producción y consumo de alimentos se escapa peligrosamente a una mínima lógica de tutela de los ecosistemas ya lo ponían negro sobre blanco en 2005 los resultados de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (Millennium Ecosystem Assessment), y lo confirman informes más recientes como el Informe especial sobre el cambio climático y la tierra (SRCCL, siglas en inglés para Special Report on Climate Change and Land), presentado en 2019 por el IPCC. Aquí se alerta, por ejemplo, de que solo la agricultura, la silvicultura y otros tipos de uso del suelo representan el 23% de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas directa o indirectamente por actividades humanas. También se subraya que el aumento de la población y del consumo per cápita de alimentos en las últimas décadas ha incrementado drásticamente la utilización de tierras y recursos hídricos no solo en términos de la extensión de superficie utilizada sino también en cuanto a la intensidad de su utilización, causando erosión y degradación del suelo.
En ese sentido, si por un lado el hombre utiliza actualmente alrededor del 70% de las tierras emergidas no cubiertas por hielo, por el otro es muy preocupante que un 25% de estas sufran degradación causada por la actividad humana. En otros términos, los efectos a largo plazo del cambio climático en relación a la degradación del suelo, la desertificación y la seguridad alimentaria de todas las personas dependerán del camino socioeconómico que se escoja. Variables clave de dichos caminos serán el ritmo de incremento de la población, el nivel de desigualdad, la capacidad de adaptación y el grado de adopción de modos de producción compatibles con el medio ambiente. Por ello, en las próximas décadas, con un aumento creciente de las necesidades sociales, es previsible que (de hecho, ya hay evidencias) estos sistemas se enfrentarán a presiones aún mayores, con el riesgo de un debilitamiento más acentuado de la naturaleza, de la que dependen todas las sociedades.
Si pensamos en la crisis multidimensional ligada a la COVID-19, podríamos encontrar muchas claves en ese sentido.
Las reflexiones introducidas anteriormente son útiles como telón de fondo para mostrar que la cuestión de la sostenibilidad ecológica y también social (en otros términos, la viabilidad ecosocial) referidas al sistema alimentario en su conjunto (ya que un alimento no es solo un alimento, sino un sistema complejo de múltiples flujos físicos interconectados y con múltiples impactos a diferentes escalas) es muy relevante y ha impulsado, sobre todo en los últimos años, toda una serie de análisis que intentan cuantificar rigurosamente las cargas y las huellas en los ecosistemas de determinados alimentos, dietas, etc., así como sus diferentes impactos en términos de salud de las personas y cargas asociadas a nivel de sistema social, con el objetivo de demostrar que seguir una dieta sana es, al mismo tiempo, una forma eficaz de cuidar a los ecosistemas, y también a las personas y a la sociedad en su conjunto, por la reducción, por ejemplo, de los gastos sanitarios derivados de modelos dietéticos inadecuados.
El libro objeto de esta reseña, Emergencia climática, alimentación y vida saludable, del epidemiólogo y especialista en salud publica Carlos González Svatetz constituye un ejemplo en ese tipo de producción científica de carácter divulgativo.
Para entender la importancia de las aportaciones del libro, partimos de una breve descripción de la trayectoria profesional de su autor. Carlos González Svatetz ha dedicado más de treinta años de su carrera profesional de experto epidemiólogo a investigar la relación entre los factores ligados al estilo de vida (como la alimentación, el tabaco, el alcohol, el exceso de peso, etc.) y los determinantes ambientales en el desarrollo de distintos tipos de cáncer, participando, como coordinador, en un importantísimo estudio europeo dentro del ámbito descrito: European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition. Con esta especialidad de fondo, una cierta sensibilidad social y con el comienzo de una nueva etapa vital, el autor decide profundizar en una nueva dirección, investigando acerca de la importancia de analizar el modelo de producción y consumo alimentario dentro del paradigma de la crisis climática, y ahondando en la necesidad de un nuevo paradigma de salud dentro del actual marco socioeconómico capitalista.
Su inquietud a la hora de afrontar estos temas tiene como punto de partida una hipótesis en línea con las reflexiones que abrían esta reseña: «la emergencia climática no es un fenómeno puramente natural: es producto de la actividad humana. Y es una cuestión prioritaria que afecta tanto a los sistemas humanos, incluida la salud, como a los sistemas naturales (aire, tierra, agua, océanos, diversidad biológica, etc.) y que altera las complejas relaciones entre estos sistemas. Es consecuencia de un modelo productivo, de vida y de consumo, guiado únicamente por el mayor beneficio económico en el menor tiempo posible. Desprecia la sostenibilidad de nuestro entorno natural y la sostenibilidad del ecosistema», tal y como puede leerse en la introducción al libro. Para cambiar e intentar revertir entonces ese escenario, González Svatetz apela a la necesidad de arrinconar los afanes negacionistas de algunos y de tomar medidas urgentes y drásticas contra el cambio climático, y esto, en términos de sistema alimentario, implica también cambios radicales como el progresivo abandono de modelos basados prevalentemente en productos de origen animal por dietas basadas en más productos vegetales, que son más saludables y tienen un impacto climático menor. En ese sentido, muchos estudios, como subraya el mismo autor, muestran como el enorme crecimiento de producción y consumo de carnes es insostenible, y el exceso en su consumo en los países más desarrollados se asocia a diversos tipos de cáncer, obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
En este ámbito, González Svatetz cuenta con una larga experiencia que le ha llevado a colaborar con el IARC y algunos de sus famosos y polémicos informes. El dato descrito antes, además, se torna todavía más preocupante si se piensa que en el siglo XIX y comienzos del XX las enfermedades prevalentes eran las infecto-contagiosas, mientras hoy en día predominan las enfermedades crónicas (cáncer, cardiovasculares, diabetes, obesidad) totalmente relacionadas por nuestros hábitos de vida y de consumo, que provocan también, a su vez, la emergencia climática.
En el libro, el autor muestra así cómo nuestra salud está ligada indisolublemente a la salud del ecosistema. No podemos tener buena salud en un planeta enfermo, tal y como se hace hincapié desde el enfoque de «Una sola salud» (One Health). Cabe preguntarse, entonces, qué se puede y qué se debe hacer para prevenir estas enfermedades y mitigar la crisis climática.
En ese sentido, el autor estructura sus reflexiones, fruto del trabajo en su larga trayectoria de investigación, a través de seis capítulos, donde se analizan una por una las diez consecuencias principales del calentamiento global, sus causas, se habla de las consecuencias de la crisis climática sobre la salud y se reflexiona sobre qué proponen y hacen los gobiernos, los organismos internacionales, los movimientos sociales y los científicos para proteger la salud. El libro se cierra con un capítulo dedicado a reflexionar sobre qué podemos y debemos hacer por mejorar nuestra salud y la salud del planeta en el actual contexto de crisis sistémica en la que está involucrada la sociedad (con una clara exhortación a que la salida a la crisis de esta pandemia sea ecológica, y abocando por la formulación de un nuevo marco más radical y basado en el enfoque de una sola salud). En este capítulo se hace especial hincapié en la importancia y el papel de la dieta mediterránea como modelo para esa transición hacia sistemas alimentarios más resilientes, sostenibles y justos.
Finalmente, el apéndice lo ocupa un manifiesto promovido por 350 organizaciones que representan a más de 40 millones de profesionales sanitarios dirigido a los líderes del mundo, solicitando una recuperación de la crisis de la COVID-19 que tenga en cuenta la contaminación del aire y la crisis climática, como una ventana de esperanza, en el sentido que indicaría la magnitud de la conciencia alcanzada en la necesidad de un cambio radical de rumbo.
En un informe muy reciente de IPES-Food y ETC Group, bajo el título Un movimiento a largo plazo por la alimentación: transformar los sistemas alimentarios para 2045, volvemos a encontrar muchas de las reflexiones que González Svatetz señala en su libro. Al igual que el investigador argentino, también esos organismos internacionales señalan cómo el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la rápida disminución de la fertilidad del suelo están dañando seriamente la salud de las personas y del planeta, quebrando a las sociedades y amenazando los sistemas alimentarios de todo el mundo. Además, en el informe se señala otro aspecto de gran preocupación a considerar, que no puede ser dejado de lado cuando se habla de sistemas alimentarios sostenibles y saludables: la inseguridad alimentaria y el problema del hambre, un problema que todavía atraviesan demasiadas personas en el mundo.
Así, a pesar de que existe un compromiso a escala mundial para eliminar el hambre en 2030, se ha perdido mucho terreno y los datos parecen haber empeorado. En ese sentido, se estima que 690 millones de personas pasaban hambre en 2019 y más de 2.000 millones carecían de acceso a alimentos seguros, nutritivos y suficientes de manera regular. Y esto antes de que la pandemia de la COVID-19 aumentara en aproximadamente 130 millones de personas más el número de aquellos que padecen hambre, empujara a innumerables millones más al borde de la hambruna, y pusiera en riesgo un tercio de los medios de subsistencia de las personas involucradas en la producción agroalimentaria.
Ante este panorama, los autores y autoras del estudio hacen referencia a la importancia de plantearse cómo serían los sistemas alimentarios en 2045 si se permitiera que siguiese la dinámica de funcionamiento actual de los sistemas agroalimentarios mundiales. Frente a esos preocupantes escenarios parece fundamental, y esto lo subraya Gonzalez Svatetz también en el libro, que tanto la sociedad civil como los movimientos sociales tomen la iniciativa, y se empoderen de alguna manera para exigir cambios radicales a los gobiernos y presionarlos para que actúen ya a favor del cambio para transformar los flujos financieros, las estructuras de gobernanza y los sistemas alimentarios desde la base.
Todas estas reflexiones nos hacen concluir que existe una creciente evidencia de que la salud humana, animal y ambiental están estrechamente vinculadas, lo que significa que hay que superar visiones parcelarias y reduccionistas, y no limitarse únicamente a pensar en la seguridad de los alimentos y piensos, sino que se debe adoptar una perspectiva más amplia, para girar hacia un enfoque de «una salud, un medio ambiente» en un contexto de justicia social.
Una vez más, es la misma ciencia la que nos hace tomar conciencia de que lo que elige comer o dejar de comer un individuo marca la diferencia en el camino hacia la sostenibilidad ecológica y social, y hacia la mejora de nuestro estilo de vida. Hay que señalar que es fundamental el papel de las instituciones para que esto sea posible para todas las personas y en todo el mundo.
Monica Di Donato
Acceso a la reseña en formato pdf: Emergencia climática, alimentación y vida saludable
Papeles 154: Pandemia y Crisis Ecosocial
La presión humana sobre los ecosistemas y el cambio de los usos del suelo están minando la biodiversidad y los equilibrios protectores que aquellos ofrecen frente a elementos patógenos, proceso que está en la raíz de pandemias como la COVID-19.
Esta nueva pandemia se expandió por todo el planeta con asombrosa rapidez desde finales de 2019 y principios de 2020 debido a la globalización y una intensa movilidad humana. No sirvieron para prevenirla los distintos avisos desde la ciencia a lo largo de una década. El riesgo se conocía bien, pero no se actuó.
La COVID-19 está intensificando problemas sociales previos a escala global, como la desigualdad o la precariedad, y aunque aún no podemos concretar cuáles serán sus impactos a largo plazo, sí podemos adelantar que el coronavirus ha llegado para cambiarlo todo.
En un momento en que el mundo rico empieza a ver retroceder la enfermedad gracias a una intensa campaña de vacunación corremos el riesgo de un cierre en falso si pensamos que el problema ha entrado en vías de solución. Si queremos evitar nuevas pandemias incluso más peligrosas, resulta crucial examinar ahora las causas profundas de la SARS-CoV-2 –que remiten a unos modos de vida insostenibles– cómo se ha gestionado y sus efectos, cuestiones que se examinan en el número 154 de la revista PAPELES a través de los ocho artículos incluidos en la sección A FONDO, que ponen el foco en distintos ángulos del problema: las raíces socioecológicas, nuestra responsabilidad, la desigualdad como la mayor pandemia, los cuidados, las muestras de solidaridad ante la crisis sanitaria, y la ciencia como la mejor herramienta para afrontar las pandemias que vendrán.
ACTUALIDAD examina la crisis alimentaria como otra forma de pandemia con un texto de Enrique Yeves Valero.
En EXPERIENCIAS el equipo consistorial de Villanueva de Viver examina las restricciones de la digitalización en las zonas rurales y el caso de este pueblo para revertirlas.
ENSAYO presenta un artículo introductorio sobre la ciencia posnormal de la mano de Silvio Funtowicz y Cecilia Hidalgo.
El número se cierra con las reseñas de la sección LECTURAS.
A continuación, ofrecemos el sumario de la revista, que podrás descargar a texto completo, junto con la INTRODUCCIÓN de Santiago Álvarez Cantalapiedra, el artículo firmado por el Colectivo Fractal que aborda las raíces socioecológicas de la pandemia y el ENSAYO de Silvio Funcowicz y Cecilia Hidalgo sobre Ciencia Posnormal.
INTRODUCCIÓN
Pandemia, crisis ecosocial y capitalismo global.
Santiago Álvarez Cantalapiedra
A FONDO
Raíces socioecológicas de una pandemia prevista.
Colectivo Fractal
La pandemia, un episodio del Antropoceno.
Antonio Campillo
La desigualdad es la peor pandemia.
Joan Benach
Empleo de hogar y cuidados durante la pandemia.
Isabel Otxoa.
Pandemia, entre la distopía y la utopía ecosocial.
Jordi Mir Garcia y João França.
Diálogo con asociaciones barriales. La activación de la respuesta vecinal durante la COVID-19.
FUHEM Ecosocial.
Entrevista a Joan-Ramon Laporte.
Nuria del Viso
La ciencia es la mejor herramienta para luchar contra las pandemias que vendrán.
Raquel Pérez Gómez
ACTUALIDAD
El hambre, la pandemia del siglo XXI.
Enrique Yeves Valero.
EXPERIENCIAS
Tiempos de cambio en Villanueva de Viver, Castellón. Abordaje de la brecha digital.
María Amparo Pérez, María José Ureña, David Chiva y Andrea Blázquez Colás.
ENSAYO
Pandemia posnormal: las múltiples voces del conocimiento.
SIlvio Funtowicz y Cecilia Hidalgo.
LECTURAS
Grandes granjas, grandes gripes. Agroindustria y enfermedades infecciosas, de Robert Wallace
Monica Di Donato
Claves ecofeministas para rebeldes que aman a la tierra y a los animales, de Alicia H. Puleo
Carmen Peinado Andújar e Irene Gómez-Olano Romero.
Conexiones perdidas, de Johann Hari
Diego Escribano Carrascosa.
Will the gig economy prevail?, de Colin Crouch
Carlos Jesús Fernández Rodríguez.
Cuaderno de notas
RESÚMENES
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Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
Pandemia, crisis ecosocial y capitalismo global
Pandemia, crisis ecosocial y capitalismo global, escrito por Santiago Álvarez Cantalapiedra es el título de la INTRODUCCIÓN del número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global,
Las epidemias no son fenómenos naturales. Hay que verlas, más bien, como fenómenos sociohistóricos de aparición relativamente reciente. Las primeras epidemias humanas surgieron en el contexto de la revolución neolítica. La expansión de la agricultura y la ganadería transformaron profundamente nuestra relación con el medio. La destrucción y transformación de los hábitats para ampliar las tierras de cultivo y la domesticación de animales para usarlos como alimento o como bestias de carga es lo que permitió que las vacas nos trasmitieran el sarampión y la tuberculosis, los cerdos la tosferina o los patos la gripe. Las primeras sociedades urbanas, el desarrollo del comercio, la esclavitud y las guerras entre imperios crearon las condiciones para que las primeras enfermedades infecciosas se convirtieran en epidemias. Las transformaciones en las formas de relacionarnos con la naturaleza asociadas a los cambios en nuestros modos de vida crearon las condiciones para la propagación de las infecciones, incluyendo la posibilidad de la zoonosis, esto es, el contagio de enfermedades de animales a humanos.
Asociamos al medioevo con la peste bubónica. La peste negra, la gran epidemia que afectó a Eurasia a mediados del siglo XIV, ha sido la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad, provocando la muerte de entre el 30 y el 60% de la población europea. Introducida por marinos, penetró en Europa desde Asia a través de las rutas comerciales que recababan en puertos como el de Mesina. Las condiciones sociales y demográficas en las ciudades y pueblos medievales hicieron el resto. A falta de una explicación convincente de las causas del flagelo, la ignorancia de la época sirvió para propagar otra de las pandemias recurrentes en la historia humana: la necesidad de buscar un chivo expiatorio a los males propios; en esa ocasión, fueron los judíos a quienes se acusó de envenenar los pozos que abastecían de agua a las poblaciones, reanudándose así los pogromos ya iniciados con la Primera Cruzada en el siglo XI.
La expansión colonial de los imperios europeos provocó oleadas pandémicas de nuevas enfermedades que asolaron el orbe. La viruela, con la inestimable ayuda de las encomiendas, acabó con parte de la población indígena del Nuevo Mundo. En el Congo, un lentivirus portado por los macacos se propagó a la misma rapidez con la que los colonos belgas se apresuraron a saquear los recursos naturales del aquel vasto territorio considerado la finca particular de Leopoldo II. El lentivirus del macaco continuaría su propio desarrollo histórico hasta convertirse en el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) asociado al SIDA. En Bengala, el imperio británico se propuso transformar en arrozales el inmenso humedal de Sundarbans, el manglar más importante del mundo situado en el delta donde confluyen los ríos Ganges, Brahmaputra y Meghna. La proliferación de enfermedades infecciosas se interpuso en los planes de la administración colonial. La historia en este punto sería tan prolija como las atrocidades cometidas en la era colonial.
Con la revolución industrial, el cólera, la sífilis y la tuberculosis provocarán las grandes pandemias de esa época. Son enfermedades estrechamente relaciona- das con las condiciones de vida de la población, por lo que la proliferación de barriadas donde se hacinaba a la clase trabajadora en condiciones miserables e insalubres creó el caldo de cultivo para su desarrollo.
COVID-19: la pandemia de la era del capitalismo global
Cada pandemia es hija de su época. La del COVID-19, la primera gran pandemia global stricto sensu, ha sido posible gracias a la combinación de dos hechos estrechamente relacionados: 1) la presión que ejercemos los seres humanos sobre el conjunto de los ecosistemas y 2) la globalización. Aunque habitualmente se ha contemplado esta pandemia en términos exclusivamente sanitarios, tiene como trasfondo la crisis ecosocial provocada por el capitalismo global.
La presión humana sobre los ecosistemas está erosionando la biodiversidad y los equilibrios protectores que aquellos ofrecen frente a elementos patógenos. La comunidad científica no se cansa de subrayar los riesgos que supone la pérdida de biodiversidad en la propagación de las enfermedades infecciosas. Los virus se constituyen verdaderos espacios de amortiguación frente a la virulencia de los patógenos. Ahora que se vuelve a hablar del virus del Nilo, los expertos señalan que las áreas con mayor diversidad de aves muestran tasas más bajas de infección porque los mosquitos –que sirven de vector de infección– disponen en ese caso de menores probabilidades para encontrar el huésped adecuado. Una saludable cobertura vegetal que albergue una amplia variedad de especies animales protege a los seres humanos de la transmisión de enfermedades a través de los mosquitos porque estos se diluyen en el entorno. Se ha establecido que existe una relación entre el advenimiento de epidemias y la deforestación. Los estudios realizados en torno al ébola muestran que este virus, cuyo origen ha sido localizado en varias especies de murciélago, aparece en las zonas de África Central y Occidental más afectadas por la deforestación. La tala de los bosques provoca que las especies de murciélagos que habitaban en ellos tengan que posarse ahora en los árboles de los hábitats ocupados por humanos, aumentando la probabilidad de interacción y transmisión.
Sin embargo, las zonas de amortiguación ecológica están siendo erosionadas a una velocidad sin precedentes. La intensísima intervención humana sobre la Tierra está simplificando la naturaleza. La apropiación humana de la biomasa terrestre y la destrucción de la integralidad de los ecosistemas que ello conlleva no encuentran parangón en la historia. Una muestra de ello es que, del total de la biomasa de vertebrados terrestres, la mayoría es ganado (59%) o seres humanos (36%), y solo alrededor del 5% está compuesta por animales silvestres (otros mamíferos, aves, reptiles y anfibios).1 La destrucción y simplificación de la naturaleza nos hace más vulnerables ante organismos patógenos que en sus ecosistemas naturales mantenían un equilibrio que ahora se rompe al entrar en contacto con el nuestro. El segundo factor que interviene en las pandemias contemporáneas es la globalización, que además de impulsar la destrucción de la naturaleza al incrementar la explotación de los recursos naturales y extender el modelo de ganadería industrial de alta intensidad, facilita la propagación de los brotes infecciosos gracias al desarrollo vertiginoso de unos sistemas de transporte que mueven ingentes cantidades de personas y mercancías por todo el planeta. La globalización ha hecho del mundo una aldea global donde todos sus rincones son accesibles en poco tiempo. Así pues, en el trasfondo de esta pandemia se encuentran las consecuencias de los comportamientos del sapiens contemporáneo. La alteración de los hábitats y la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas que provoca el capitalismo mundial derrumban las barreras que podrían amortiguar la expansión de los patógenos, al mismo tiempo que los estilos de vida globalizados tienden puentes cada vez más efectivos para su propagación.
Del optimismo tecnológico a las pandemias recurrentes
El higienismo y el descubrimiento de vacunas y antibióticos consiguieron atenuar en gran medida el alcance y los efectos de las epidemias a lo largo del siglo XX. Los éxitos cosechados con estas tecnologías terapéuticas han sido tan relevantes que su generalización propició que las enfermedades infecciosas dejaran de ser una de las principales causas de mortalidad en el mundo. Hace apenas un cuarto de siglo la muerte por enfermedades infecciosas representaba aún el 33% de los fallecimientos; hoy apenas alcanza el 19% del total.2 La rapidez y eficacia con que se han desarrollado y producido las vacunas contra el COVID ha sorprendido y provocado la admiración de casi todo el mundo.
Sin embargo, aunque en la actualidad las principales causas de muerte sean las enfermedades cardiovasculares y los cánceres (enfermedades asociadas en alto grado a los hábitos y a los estilos de vida urbanos), el optimismo tecnológico no debería hacernos olvidar que es imposible pretender acabar con todos los virus que provocan las infecciones, fundamentalmente porque forman parte de la trama de la vida, con sus interacciones y equilibrios naturales. Su desaparición completa equivaldría a la desaparición de la propia vida, entendida como la trama en la que se desarrolla la existencia concreta de cualquier individuo. De ahí que las enfermedades nunca sean aconteceres aislados al margen del sistema social y ecológico del que forman parte, como tampoco la salud está al margen de sus determinantes económicos y socioambientales.
Los avances terapéuticos pueden sumergirnos en un ilusionismo tecnológico que nos impida atender a las causas (los modos de vida) al concentrar la atención sobre los efectos (las enfermedades). La enorme superficie de naturaleza desriesgo de enfermedades infecciosas. Las zoonosis y las enfermedades por coronavirus se sucederán con más frecuencia si no preservamos los ecosistemas naturales. Un estudio de la Universidad de Brown ha estimado que entre la década de los ochenta del siglo pasado y la primera del nuevo siglo el número de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas se ha multiplicado por tres.3 La pandemia del COVID-19 parece estar confirmando algo que venía observando con preocupación la comunidad científica desde hace tiempo: desde la segunda mitad del siglo XX, coincidiendo con la gran aceleración de la actividad económica y sus correspondientes impactos sobre la naturaleza, han aparecido muchos microbios patógenos en regiones en las que nunca habían sido advertidos. Es el caso del VIH, del ébola en el oeste de África o del zika en el continente americano, sin olvidar el SARS que apareció en 2002 en el sudeste asiático y las más recientes gripes porcinas (H1N1) y aviar (H5N1). Muchos de esos virus (en torno al 60%) son de origen animal, algunos provenientes de animales domésticos o de ganado, pero en su mayoría –más de las dos terceras partes– procedentes de animales salvajes.4 Por muy elevada que sea la inversión en farmacología, no cabe esperar una remisión de las pandemias en el futuro más inmediato mientras no cambiemos de forma sustancial el modo de vida predominante asociado al capitalismo global.
Más allá de la crisis sanitaria
Urge hacer una lectura de esta pandemia más allá de la crisis sanitaria que ha provocado que nos permita extraer las oportunas enseñanzas. La pandemia ha revelado aspectos cruciales de cómo vivimos y nos comportamos. Una de las primeras cosas que mostró fue la clamorosa desigualdad existente en todos los ámbitos sociales. Se repitió con mucha frecuencia, y es cierto, que por ser global representaba una amenaza para todas las personas, pero se omitió frecuente- mente, no siendo menos verdad, que no todas eran igual de vulnerables a esa amenaza. El confinamiento fue muy revelador en este sentido. Uno de los ejemplos más claros de la inequidad en esos meses distópicos fue la división del trabajo: la existencia de una gran brecha entre quienes conservaban su empleo y podían trabajar desde su casa sin exposición ni riesgo y aquellos que perdían su empleo o se veían obligados por la naturaleza de sus funciones a salir a la calle y exponerse al virus. Otra manifestación reveladora de la desigualdad ha sido el “apartheid vacunal” al que se ha sometido a las poblaciones y pueblos más pobres del mundo. Esta segregación ha mostrado que, aunque vivimos en un mundo global, no por ello dejar de ser un mundo fragmentado por los juegos de intereses económicos y geopolíticos del poder. El criterio de reparto aplicado en los planes de vacunación en las sociedades ricas (primeros los mayores y los sanitarios, luego el resto de la población según su edad) no se ha utilizado en las relaciones internacionales, donde todo se ha dejado en manos de las grandes farmacéuticas, las reglas del mercado y la “filantropía” de unos estados que lo que realmente buscan es alcanzar mayor influencia global.
Si nuestra salud se sostiene sobre ecosistemas bien conservados, nuestra sociedad se sostiene sobre las personas menos reconocidas y remuneradas: personal sociosanitario, temporeros, equipos de limpieza, repartidores, reponedores, transportistas, empleadas del hogar o cajeras de supermercados. Justamente la gente a la que el sistema condena a la precariedad y a los sueldos más bajos. Mientras descubrimos la importancia de todas estas ocupaciones que fueron declaradas en su día esenciales, los medios de comunicación se hacen eco de la noticia de que los directivos de los bancos obtienen remuneraciones y bonos equivalentes a la suma del sueldo medio de miles trabajadores que esos mismos bancos han anunciado que quieren despedir, pudiéndose así comprobar que el salario no se fija por la utilidad del trabajo que se desempeña sino por el prestigio social que concede el ejercicio del poder.
Todo ello invita a que nos replanteemos cómo y a qué otorgamos valor. Y otorgar valor a una cosa no es sinónimo de ponerle un precio, a menos que nos deslicemos hacia la estupidez de la que habla Machado en boca de su Juan de Mairena. Tal vez sea esta la causa última de la pandemia: la incapacidad que tiene la civilización capitalista de valorar adecuadamente lo que socialmente resulta más necesario.
Santiago Álvarez Cantalapiedra es director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
NOTAS:
1 Yinon M. Bar-On, Rob Phillips y Ron Milo, «The biomass distribution on Earth», Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), junio de 2018, 115 (25) 6506- 6511; DOI: 10.1073/pnas.1711842115.
2 Juan Ignacio Pérez Iglesias, «¿De qué se muere la gente en el mundo?», The Conversation, 18 de mayo de 2020.
3 Katherine F. Smith, Michael Goldberg, Samantha Rosenthal, Lynn Carlson, Jane Chen, Cici Chen y Sohini Ramachandran, «Global rise in human infectious disease outbreaks», Journal of The Royal Society Interface, Vol. 11, núm. 101, 6 de diciembre de 2014 [https://doi.org/10.1098/rsif.2014.0950]
4 Sonia Shah, «Contra las pandemias, la ecología», Le Monde diplomatique (en español), marzo 2020, pp. 24-25.
Acceso al artículo completo en formato pdf: Pandemia, crisis ecosocial y capitalismo global
Raíces socioecológicas de una pandemia prevista
La sección A FONDO del número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, se abre con el artículo firmado por el Colectivo Fractal: Raíces socioecológicas de una pandemia prevista, en el que las autoras destacan que aunque la pandemia de la COVID-19 ha cogido por sorpresa a la mayoría, hace décadas que se conocen las relaciones directas e indirectas entre los cambios en los usos del suelo, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la aparición de enfermerdades infecciosas provenientes de zoonosis.
El texto explica algunos de los mecanismos y procesos ecológicos que subyacen al surgimiento de esta amenaza y su relación con los extractivismos, como la ganadería industrial, y la globalización. Invita asimismo a la reflexión sobre algunos de los impactos socioecológicos de la desregulación ambiental que se está generando desde el estallido de la pandemia. Tanto las consecuencias de la pandemia como de esta desregulación, además, están aumentando la vulnerabilidad de las poblaciones de manera diferencial. Propone, a modo de cierre, el impulso de aproximaciones interdisciplinares, la transformación profunda del modelo económico y la incorporación de la mirada de la justicia ambiental para el abordaje y la prevención de futuras pandemias.
La crisis de biodiversidad, la emergencia climática y el colapso del sistema globalizado e industrializado en que vivimos han dado la cara en 2020 con un sombrero nuevo. O no tan nuevo en realidad, visto que desde 1940 la intensificación del sistema agrícola se ha asociado con más del 50% de las enfermedades infecciosas emergentes[1] en humanos derivadas de zoonosis, y se espera que esta proporción siga aumentando según se expande e intensifica un cierto modelo agrícola-alimentario.
El coronavirus 2 del síndrome agudo respiratorio (SARS-CoV-2), responsable de la pandemia mundial COVID-19 es un ejemplo de zoonosis, es decir, una enfermedad o infección que se transmite desde otros animales a los humanos (fenómeno conocido también como desbordamiento), a través de agentes transmisores como virus, bacterias, parásitos u hongos. El 60% de las enfermedades humanas son de origen zoonótico. Esta proporción además está aumentando, de forma que más del 70% de los 180 patógenos emergentes o re-emergentes en las últimas tres décadas son de origen zoonótico , la mayoría causados por virus RNA.[2],[3] Todas las enfermedades de la lista de enfermedades prioritarias por la OMS son de origen zoonótico.[4]
Aparición de enfermedades infecciosas
¿Tan fácil es que salten los virus de un animal a otro hasta el ser humano? En realidad es algo extremadamente raro, pues hay una serie de barreras o cuellos de botella que lo suelen impedir: barreras ecológicas que regulan la presencia e intensidad de los patógenos en los huéspedes iniciales y que regulan la liberación y difusión de patógenos, barreras que protegen a los humanos de la exposición y barreras fisiológicas que disminuyen la susceptibilidad de los humanos una vez se han visto expuestos al virus. Así que los procesos por los cuales se da el desbordamiento, o salto de una especie a otra, y emergen las zoonosis incluyen tanto elementos ecológicos, fisiológicos, microbianos y epidemiológicos, como de comportamiento. Estos determinan cómo los patógenos se distribuyen, se liberan y diseminan, cual es la probabilidad, la dosis y la ruta de exposición para los humanos y cuál es la susceptibilidad y por tanto la probabilidad y severidad de una infección.[5]
Desde la década pasada, como poco, sabemos cuáles son los factores que contribuyen a la aparición de zoonosis y enfermedades infecciosas y cómo muchos de ellos están asociados al extractivismo y especialmente al sistema alimentario globalizado e industrializado: la urbanización y en general los cambios de usos del suelo, la pérdida de hábitats y biodiversidad, el cambio climático, el crecimiento y concentración en ciudades de la población humana, el aumento de la conectividad, el incremento del consumo de productos de origen animal y, por tanto, del comercio de especies silvestres y la ganadería intensiva. Aunque estos factores están estrechamente relacionados entre sí y es imposible abordarlos de manera aislada, vamos a ir explicando uno por uno.
Un tridente nefasto: cambios de usos del suelo, pérdida de biodiversidad y cambio climático
Los cambios de usos del suelo, es decir la transformación de los ecosistemas para dar respuesta a una creciente demanda de recursos y materiales por parte de una economía globalizada, es el factor principal del cambio global e incluye la industria extractiva y la deforestación, el acaparamiento de tierras y la intensificación agrícola y ganadera, la urbanización y la fragmentación de hábitats (por ejemplo, por la construcción de infraestructuras). Según un reciente informe del Panel Intergubernamental Ciencia-Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), el 75% de la superficie terrestre ha sido significativamente alterada por dinámicas capitalistas asociadas a empresas e individuos.[6]
La conversión de ecosistemas aumenta la probabilidad de transmisión de patógenos entre especies porque aumenta el contacto entre la fauna silvestre, el ganado y las personas: facilita la captura ilegal de animales, su tráfico, su venta en mercados a menudo ilegales donde pueden estar en contacto con otras especies y muchas personas, y su posterior consumo.[7] La extinción local de especies puede empobrecer las comunidades biológicas y facilitar la expansión de especies oportunistas cuya densidad de población puede aumentar al no tener competidoras. Este es el caso de la fragmentación de bosques, que ha afectado a la zarigüeyas y así impulsado el aumento de la abundancia relativa del ratón de pies blancos (Peromyscus leucopus), una especie reservorio muy competitiva que hospeda la garrapata portadora de la bacteria Borrelia burgdorferi causante de la enfermedad de Lyme.[8] También es el caso de algunas poblaciones de roedores en Asia, que son portadores de hantavirus y adenovirus que causan fiebres hemorrágicas con síndrome renal, como el ébola. Otro ejemplo famoso es el de Malasia, donde se registró un brote de la enfermedad de Nipah en 1992, cuyo origen se asocia al desplazamiento hacia entornos más urbanos de poblaciones de gran zorro volador (Pteropus vampyrus) debido a la deforestación y los incendios de sus hábitats naturales. Allí se cree que el contacto entre estos murciélagos y cerdos hacinados en granjas dio lugar a la cadena de contagios que acabó afectando a la población local, con una letalidad del 40%.
Los cambios de usos del suelo aumentan la probabilidad de transmisión de patógenos porque crece el contacto entre la fauna silvestre, el ganado y las personas.
La agricultura intensiva es el factor determinante detrás de la rápida propagación del virus del Nilo Occidental[9] en Estados Unidos y la facilidad con la que el mirlo americano (Turdus migratorius), huésped preferente del virus, se expande en estos paisajes. Asimismo, algunos estudios han relacionado el consumo de carne de animales silvestres, que desempeña un importante papel en la dieta de los hogares pobres en Camerún, con enfermedades infecciosas asociadas a los virus del VIH/SIDA, Ébola y Marburgo.[10]
Los cambios de usos del suelo son un impulsor directo de la pérdida global de biodiversidad, una de las principales emergencias que vivimos: alrededor del 25% de las especies de grupos de animales y plantas evaluados están amenazadas, alrededor de un millón de especies ya están en peligro de extinción y, si no se adoptan medidas, habrá una mayor aceleración del ritmo de extinción de especies en todo el mundo (IPBES). Sin embargo, la biodiversidad constituye posiblemente el mejor protector frente a la transmisión de patógenos. Por un lado, la diversidad de huéspedes inhibe la abundancia de parásitos.[11] Por otro, a mayor diversidad genética, mayor probabilidad de desarrollo de resistencia, ya que esta diversidad representa la capacidad para encontrar individuos que suplan a otros afectados por diversas dolencias congénitas, malformaciones, debilidad ante patógenos u otros problemas hereditarios. Cuanto mayor diversidad genética, mayores probabilidades tienen las especies de sobrevivir a los cambios del medio ambiente. Patógenos y hospedadores pueden co-evolucionar y adaptarse para sobrevivir juntos sin problemas durante mucho tiempo.
Además, se ha hablado mucho en el último año, de cómo en contextos con mucha diversidad se pueden dar el llamado “efecto de dilución”.[12] Según el efecto de dilución, comprobado empíricamente en la mayoría de casos, en hábitats con gran diversidad de especies y alto número de ejemplares:
1) las poblaciones de especies susceptibles de hospedar patógenos están mejor reguladas,
2) los virus se distribuyen entre las distintas especies e individuos de la población, teniendo muchas posibilidades de acabar en alguno que bloquea su dispersión,
3) se inhibe la proliferación de herbívoros, vectores habituales de patógenos.
En un ecosistema presionado, de hecho, las primeras especies que suelen desaparecer son aquellas más apicales en la cadena trófica, las predadoras, o las especialistas, que son las que más contribuyen al control de la propagación de vectores, dejando así lugar para la proliferación de las poblaciones de otras especies más oportunistas. Sobre el efecto de dilución hay debate y controversia:[13] no parece ubicuo, sino que depende de cada comunidad y las características de las especies, pero las últimas revisiones sistemáticas apoyan su relevancia y por tanto la importancia de la conservación de la biodiversidad a todas las escalas para frenar la aparición de enfermedades infecciosas.
Además, en los territorios muy deteriorados, el cambio climático (a su vez impulsado por estos cambios de usos) puede exacerbar los riesgos de desbordamiento zoonótico. Un ejemplo es el del polvo en suspensión como vector de patógenos: en ecosistemas con suelos muy degradados, la erosión, tanto por agua de escorrentía como por el viento, es frecuente y precisamente el incremento del viento es uno de los efectos del cambio climático. El aumento de las temperaturas medias se ha demostrado que aumenta la incidencia de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo y la persistencia del virus del Zika. Por efecto del calentamiento global se están derritiendo enormes superficies de hielo y permafrost dentro de las que había encapsulados virus, por ejemplo, en antiguos yacimientos funerarios humanos. El deshielo da lugar a nuevos hábitats donde se pueden desarrollar, reproducir y transmitir patógenos entre especies. De hecho, ya han empezado las apuestas sobre cuál será el origen de la próxima gran pandemia, y algunos de los patógenos mortales de los siglos XVIII y XIX suenan como candidatos fuertes.
Otros factores ecológicos relacionados con enfermedades infecciosas
Asociadas a la transformación de los ecosistemas y al cambio climático están las alteraciones en la movilidad, los patrones migratorios y en general la ecología de especies silvestres que sirven de reservorio y/o vector de patógenos. Estas alteraciones influyen en la probabilidad de contacto y exposición entre individuos de la misma especie y entre especies. Por ejemplo, las alteraciones en los patrones migratorios de algunas aves, debidas al cambio climático o al tráfico de aves, resulta en su redistribución y contacto con otras especies o con humanos. En las islas de Sumatra, la migración de los murciélagos de la fruta provocada por la deforestación debida a los incendios de la selva condujo a la aparición de la enfermedad de Nipah entre los ganaderos y el personal de los mataderos de Malasia.
Otro factor ecológico clave en la dispersión de enfermedades infecciosas son la concentración y la conectividad, ya que facilitan la rápida propagación de los patógenos una vez se ha dado la infección y dificulta las medidas de distanciamiento personal para evitar la propagación.[14] El enorme y rápido aumento de la densidad de población en las ciudades, que genera arrabales y barrios especialmente poblados, empobrecidos y sin infraestructuras adecuadas de vivienda y saneamiento, por ejemplo en Asia, no hace más que allanar el camino a las enfermedades infecciosas. También la enorme movilidad a escala mundial, asociada al comercio, el empleo y el ocio, facilita, como hemos visto con la COVID-19, la rápida dispersión de patógenos a escala planetaria.[15] Esto sucede, no solo en tanto en cuanto el ganado y las personas somos vectores, sino también de forma indirecta, ya que las infraestructuras (viarias, ferroviarias, portuarias…) asociadas a dicha conectividad contribuyen a la fragmentación de hábitats cuyos impactos mencionamos antes. Este tipo de conectividad y de concentración de la población mundial en ciudades nos hace por tanto más vulnerables frente a las enfermedades infecciosas emergentes.
Las alteraciones en los patrones migratorios de algunas aves, debidas al cambio climático o al tráfico de aves, resulta en su redistribución y contacto con otras especies.
Las especies invasoras pueden actuar como vectores, como reservorios de patógenos o facilitando la expansión de estos, por ejemplo compitiendo con las especies autóctonas o provocando enfermedades en estas.[16] Además, el estudio de enfermedades infecciosas derivadas de patógenos infecciosos humanos como la COVID-19, tienen características y consecuencias similares al patrón de las invasiones biológicas,[17] así que es necesario buscar sinergias entre disciplinas como la epidemiología y la ecología, para comprenderlas y evitarlas. El riesgo de introducción de especies está estrechamente ligado con las actividades humanas y se ha visto incrementado debido al desarrollo de nuevos y más rápidos sistemas de transporte que permiten un incremento del comercio y el turismo.[18],[19] Además, a su vez, las especies exóticas son una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad y uno de los principales motores del cambio global, especialmente en contextos mediterráneos debido a las condiciones ambientales y a consideraciones biogeográficas.[20]
Otras relaciones con el sistema alimentario globalizado
El incremento del consumo de proteínas de origen animal ha contribuido de manera indirecta a aumentar los riesgos de zoonosis. Por un lado, ha impulsado la industrialización masiva de la ganadería en todo el mundo (especialmente de aves y cerdos, estupendos vectores de virus), aumentando enormemente el volumen de ganado en el planeta, su densidad y por tanto la probabilidad de infectar a humanos. Por desgracia, en España la producción de cerdo se ha doblado en las últimas tres décadas y es la primera de Europa y la cuarta a nivel mundial. En el caso de los pollos de engorde, la producción ha duplicado su crecimiento en los últimos cinco años. Por otro lado, está aumentando el consumo de especies silvestres, especialmente en Asia, África y Latinoamérica, incentivando el comercio ilegal de especies y sus productos, así como la caza. En estas zonas, de hecho, son habituales los mercados de animales, un espacio donde coinciden y se concentran animales de diferentes orígenes que pueden portar diversos patógenos y no cuentan con condiciones de salubridad o agua corriente. En términos de impacto, sin embargo, la responsabilidad en los hombros del sistema agro-alimentario industrializado, impulsado por el consumo exacerbado en el Norte global, es mucho mayor que la de los mercados del Sur global donde se comercializan productos derivados de animales silvestres.
La resistencia a insecticidas está creciendo y se espera que siga haciéndolo debido a la intensificación y la simplificación de la agricultura, lo cual plantea enormes dificultades para el control de enfermedades cuyo vector es un insecto. Algo parecido sucede con el abuso indiscriminado de antibióticos, tanto en humanos como en animales, que están generando una resistencia sistémica que la OMS ya teme como la primera causa de muerte a nivel mundial en 2050. También se ha visto que el incremento de nutrientes debido al uso excesivo de fertilizantes agroquímicos en la agricultura industrial y a la contaminación por nitratos derivada de la ganadería intensiva, puede exacerbar el impacto de las enfermedades infecciosas.
Finalmente, en el último eslabón de la cadena, además de la resistencia a antibióticos, todos los problemas relacionados con la salud humana y la capacidad del sistema inmunitario de responder, nos hacen más vulnerables frente a las enfermedades infecciosas emergentes: la deficiencia de determinados nutrientes por malnutrición o desnutrición, la obesidad, el estrés, la diabetes o la exposición a contaminantes.[21]
Impactos ambientales de las desregulaciones a causa de la COVID-19
Es interesante comprobar cómo la epidemia provocada por la COVID-19 a su vez está teniendo un efecto negativo sobre el debilitamiento de las regulaciones ambientales a nivel global, en contra de lo que cabría pensar, aumentando así los futuros riesgos a pandemias. Por ejemplo, la ONG Conservación Internacional a través del rastreador de retrocesos de la conservación global[22] ha contabilizado los retrocesos de las regulaciones ambientales desde que comenzó la pandemia. En Brasil, por ejemplo, ha habido intentos de autorizar la minería en tierras indígenas, construir nuevas carreteras y legalizar la ocupación de tierras indígenas por acaparadores de tierras, generalmente con fines de agronegocios o minería. En India se ha dado vía libre a más de 30 proyectos en áreas protegidas, reservas de elefantes y tigres para la minería del carbón, carreteras y líneas eléctricas. En Canadá se eliminaron muchos requisitos de monitoreo para las compañías petroleras, incluido el monitoreo del agua superficial y del agua subterránea. En el caso de España, se han aprobado diversos decretos, más laxos en regulación ambiental, donde se acortan plazos en procedimientos administrativos con el argumento de estimular la reactivación de la actividad económica.[23]
En abril de 2020, el relator especial de la ONU sobre derechos humanos y medio ambiente ya avisó de que estas acciones eran «irracionales, irresponsables y ponen en peligro los derechos de las personas vulnerables».[24] No se puede afirmar que todos estos retrocesos se han debido directamente a la pandemia, pero sí que han ocurrido en un momento donde la participación cívica se ha limitado debido al distanciamiento social y las restricciones de reuniones públicas. Según Global Witness, algunos gobiernos han utilizado la pandemia como excusa para restringir las libertades de las y los defensores de territorios y del medio ambiente, como el derecho a protestar o la libertad de expresión. La limitación de las protestas y manifestaciones ha contrastado con la permisividad con los proyectos extractivos como la minería. La Coalición Defensora de Defensores del Medio Ambiente y la Tierra ha identificado tres tendencias generales que han emergido con la pandemia: el mantenimiento de las amenazas contra las/os defensoras/es, la aparición de nuevos tipos de riesgo y la exposición de pueblos indígenas en particular.
Propuestas para evitar futuras pandemias
Ha quedado claro cómo el modelo de producción y consumo y en especial el sistema agroalimentario industrializado y globalizado, tiene una parte importante de la responsabilidad de las zoonosis y la pandemia de la COVID-19 en concreto.[25] Así que es urgente y fundamental transformar radicalmente las relaciones entre la sociedad y la naturaleza, y especialmente el sistema agroalimentario, para acoplar de nuevo el sistema económico y social dentro de los límites planetarios y asegurando los niveles de calidad de vida de la población. Las propuestas de la agroecología, que apuntan de hecho a re-localizar la producción y el consumo, cerrar ciclos, garantizar el bienestar animal y respetar los ritmos y funciones de los agroecosistemas y de las personas, parecen ahora más pertinentes que nunca. La llamada a trabajar por “Una Salud” (One Health) ha cobrado protagonismo también en este sentido: es «el esfuerzo de colaboración de múltiples disciplinas que trabajan a nivel local, nacional y mundial, para lograr una salud óptima para las personas, los animales y nuestro medio ambiente», porque toda está conectado.[26] Sin embargo sigue faltando la valentía para emprender el camino del decrecimiento y dejar atrás el extractivismo exacerbado que sustenta el desarrollismo capitalista.
La comunidad científica lleva años advirtiendo de que la destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad fomenta el surgimiento de enfermedades zoonóticas. Es necesario reconocer que las mismas actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son las que tamién generan riesgo de pandemia a través de sus impactos directos e indirectos en la naturaleza. Además, las consecuencias no han sido iguales para todo el mundo. Hay poblaciones que, especialmente durante la pandemia, se han visto más vulnerabilizadas. Actuar para prevenir riesgos contra futuras pandemias también significa trabajar sobre los ejes de la justicia social y ambiental, poniendo especial énfasis en proteger y respaldar a aquellas comunidades que están defendiendo el medio ambiente y los territorios.
Finalmente, para responder a futuras pandemias se necesita un conocimiento heterogéneo, abordajes interdisciplinares para mejorar la predicción, prevención y respuesta ante futuros eventos. Recientemente, Montserrat Vilá y colaboradores han reclamado la necesidad de perspectiva interdisciplinar sobre las enfermedades infecciosas y la biología de las invasiones podría hacer avanzar ambos campos,[27] y en particular la necesidad de considerar la complejidad de los sistemas socioecológicos y promover un marco que adopte una perspectiva multiescalar y orientada a los sistemas en un contexto de cambio global.[28] Tomar una perspectiva desde los sistemas complejos adaptativos y los sistemas socioecológicos[29] ayudará a comprender las estrechas interrelaciones e interdependencias entre el sistema ecológico y social para entender mejor las relaciones entre naturaleza y pandemia como parte de una red mayor de relaciones.
Colectivo Fractal es un espacio de mujeres investigadoras. En este artículo han colaborado las investigadoras Elisa Oteros Rozas (Universitat Oberta de Catalunya), Irene Iniesta Arandia (ICTA - Universitat Autónoma de Barcelona), Cristina Quintas Soriano (Universidad de Almería), Marina García Llorente (Universidad Autónoma de Madrid), Violeta Hevia (Universidad Autónoma de Madrid), Federica Ravera (Universitat de Girona) y Sara Mingorría.
NOTAS:
[1] La OMS define las "infecciones infecciosas emergentes" como "enfermedades infecciosas que han sido identificadas y clasificadas taxonómicamente recientemente”. Algunas parecen ser "nuevas" enfermedades de los seres humanos, otras pueden existir desde hace muchos siglos y han sido reconocidas solo recientemente porque los cambios ecológicos u otros cambios ambientales han aumentado el riesgo de infección humana.
[2] Mark EJ Woolhous y Sonya Gowtage-Sequeria, «Host range and emerging and reemerging pathogens», Emerging Infectious Diseases 11(12):1842-7, 2005, https://doi.org/10.3201/eid1112.050997
[3] Stuart Levin, «Zoonoses», en: Goldman, L. Schafer, A.I. (Eds.), Goldman’s Cecil Medicine, ed. 24ª, W.B. Saunders, Philadelphia, 2012, pp. 1964–1967.
[4] «Prioritizing diseases for research and development in emergency contexts», OMS, página web, s/f.
[5] Raina K. Plowright, Colin R. Parrish, Hamish McCallum, Peter J. Hudson, Albert I Ko, Andrea L. Graham, James O. Lloyd-Smith, «Pathways to zoonotic spillover», Nat. Rev. Microbiol. 15, 502–510, 2017, https://doi.org/10.1038/nrmicro.2017.45
[6] S. Díaz, J. Settele, E. S. Brondízio et al., Informe de Evaluación Mundial sobre la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas. Resumen para los encargados de la formulación de políticas, IPBES, Bonn, 2019,
[7] Felicia Keesing y Richard S. Ostfeld, «Impacts of biodiversity and biodiversity loss on zoonotic diseases», PNAS, 118 (17) e2023540118, 2021, https://doi.org/10.1073/pnas.2023540118
[8] Kathleen LoGiudice, Richard S. Ostfeld, Kenneth A. Schmidt, Felicia Keesing, «The ecology of infectious disease: effects of host diversity and community composition on Lyme disease risk», PNAS 100, 567–571, 2003, https://doi.org/10.1073/pnas.0233733100
[9] A Marm Kilpatrick,. «Globalization, Land Use, and the Invasion of West Nile Virus», Science 334: 323-327, 2011, https://doi.org/10.1126/science.1201010
[10] LoGiudice et al., 2003, op.cit.
[11] David J. Civitello, Jeremy Cohen, Hiba Fatima, Neal T Halstead, Josue Liriano, Taegan A McMahon, C Nicole Ortega, Erin Louise Sauer, Tanya Sehgal, Suzanne Young, Jason R Rohr, «Biodiversity inhibits parasites: Broad evidence for the dilution effect», PNAS, 112: 8667-8671, 2015, https://doi.org/10.1073/pnas.1506279112
[12] F Keesing, RD Holt, RS Ostfeld, «Effects of species diversity on disease risk», Ecology Letters, 9: 485-498, 2006, https://doi.org/10.1111/j.1461-0248.2006.00885.x
[13] Para ampliar en este sentido se puede consultar el trabajo de Randolph y Dobson, quienes hicieron una crítica a la manera en que se estaba dando por sentado la ubicuidad del efecto de dilusión (https://dspace.stir.ac.uk/bitstream/1893/17673/1/Pangloss%20revisited.pdf); la respuesta de https://www.cambridge.org/core/journals/parasitology/article/abs/candide-response-to-panglossian-accusations-by-randolph-and-dobson-biodiversity-buffers-disease/C2784AE4150C159B9CD0AEC6FC469199
[14] Shima Hamidi, Sadegh Sabouri, Reid Ewing, «Does Density Aggravate the COVID-19 Pandemic?», Journal of the American Planning Association, 86:4, 495-509, 2020, https://doi.org/10.1080/01944363.2020.1777891
[15] Serina Chang, Emma Pierson, Pang Wei Koh, Jaline Gerardin, Beth Redbird, David Grusky, Jure Leskovec, «Mobility network models of COVID-19 explain inequities and inform reopening», Nature, 589: 82–87, 2021, https://doi.org/10.1038/s41586-020-2923-3
[16] Helen E. Roy, Sven Bacher, Franz Essl, Tim Adriaens, David C. Aldridge, John D. D. Bishop, Tim M. Blackburn, Etienne Branquart, Juliet Brodie, Carles Carboneras, Elizabeth J. Cottier-Cook, Gordon H. Copp, Hannah J. Dean, Jørgen Eilenberg, Belinda Gallardo, Mariana Garcia, Emili García-Berthou, Piero Genovesi, Philip E. Hulme, Marc Kenis, Francis Kerckhof, Marianne Kettunen, Dan Minchin, Wolfgang Nentwig, Ana Nieto, Jan Pergl, Oliver L. Pescott, Jodey M. Peyton, Cristina Preda, Alain Roques, Steph L. Rorke, Riccardo Scalera, Stefan Schindler, Karsten Schönrogge, Jack Sewell, Wojciech Solarz, Alan J. A. Stewart, Elena Tricarico, Sonia Vanderhoeven, Gerard van der Velde, Montserrat Vilà, Christine A. Wood, Argyro Zenetos, Wolfgang Rabitsch, «Developing a list of invasive alien species likely to threaten biodiversity and ecosystems in the European Union», Glob Chang Biol, 25:1032–1048, 2019, https://doi.org/10.1111/gcb.14527
[17] Motserrat Vilá, Alisson M. Dunn, Franz Essl, Elena Gómez-Díaz, Philip E. Hulme, Jonathan M. Jeschke, Martín A. Núñez, Richard S. Ostfeld, Aníbal Pauchard, Anthony Ricciardi, Belinda Gallardo, «Viewing Emerging Human Infectious Epidemics through the Lens of Invasion Biology», BioScience, biab047, 2021, https://doi.org/10.1093/biosci/biab047
[18] Charles Perrings, Katharina Dehnen-Schmutz, Julia Touza, Mark Williamson, «How to manage biological invasions under globalization», Trends in Ecology and Evolution, 20(5): 212–15, 2005, https://doi.org/10.1016/j.tree.2005.02.011
[19] Laura A. Meyerson, Harold A. Mooney, 2007. «Invasive alien species in an era of globalization», Frontiers in Ecology and the Environment, 5: 199–208, 2007, https://doi.org/10.1890/1540-9295(2007)5[199:IASIAE]2.0.CO;2
[20] Osvaldo E. Sala, F. Stuart Chapin III, Juan J. Armesto, Eric Berlow, Janine Bloomfield, Rodolfo Dirzo, Elisabeth Huber-Sanwald, Laura F. Huenneke, Robert B. Jackson, Ann Kinzig, Rik Leemans, David M. Lodge, Harold A. Mooney, Martin Oesterheld, N. LeRoy Poff, Martin T. Sykes, Brian H. Walker, Marilyn Walker, Diana H. Wall, «Global Biodiversity Scenarios for the Year 2100», Science, 287: 1770-1774, 2000, https://doi.org/10.1126/science.287.5459.1770
[21] Hellas Cena y Marcello Chieppa, «Coronavirus Disease (COVID-19–SARS-CoV-2) and Nutrition: Is Infection in Italy Suggesting a Connection?», Front. Immunol. 11:944, 2020, https://doi.org/10.3389/fimmu.2020.00944
[22] Global Conservation Rollbacks Tracker. ,
[23] Véase a modo de ejemplo: https://www.ecologistasenaccion.org/146703/con-la-excusa-de-la-covid-la-junta-suprime-la-licencia-ambiental-en-castilla-y-leon/ o https://theconversation.com/la-pandemia-de-decretos-leyes-que-ponen-en-riesgo-el-medioambiente-140652
[24] «COVID-19: “no es una excusa” para retroceder en la protección y aplicación medioambiental, afirma un experto de las Naciones Unidas en derechos», ACNUR, Ginebra, 15 de abril de 2020.
[25] Rivera-Ferre MG, López-i-Gelats F, Ravera F, Oteros-Rozas E, di Masso M, Binimelis R, El Bilali H., «The two-way relationship between food systems and the COVID19 pandemic: causes and consequences», Agricultural Systems, 191: 103134, 2021, https://doi.org/10.1016/j.agsy.2021.103134
[26] «One Health : A New Professional Imperative», 2018. American Veterinary Medical Association, 2018, p. 9, [consulta: 20 de agosto de 2017]
[27] Vilá et al., 2021, op.cit.
[28] Graeme S. Cumming, Celia Abolnik, Alexandre Caron, Nicolas Gaidet, John Grewar, Eleonore Hellard, Dominic A. W. Henry, Chevonne Reynolds, «A social–ecological approach to landscape epidemiology: geographic variation and avian influenza», Landscape Ecology, 30: 963–985, 2015, https://doi.org/10.1007/s10980-015-0182-8
[29] Rodrigo Arce Rojas, «Relaciones naturaleza y pandemia desde la perspectiva de los sistemas complejos adaptativos», Pluriversidad, 6: 13-31, 2020, https://doi.org/10.31381/pluriver sidad.v0i6.362
Acceso al artículo completo en formato pdf: Raíces socioecológicas de una pandemia prevista
Pandemia posnormal: las múltiples voces del conocimiento
Pandemia posnormal: las múltiples voces del conocimiento es el título del artículo de Silvio Funtowicz y Cecilia Hidalgo publicado en la sección ENSAYO del número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global
La pandemia Covid-19 ha puesto en tela de juicio el papel de la ciencia en problemas complejos y ha subrayado la relevancia de las ideas y conceptos de la ciencia posnormal (CPN).
¿Cuál es la originalidad de CPN?
Poner entre paréntesis el ideal de la Verdad, un lujo que no podemos permitirnos en tiempos de crisis y, en función de un propósito común, concentrar esfuerzos en la evaluación de la Calidad de los procesos y productos que informan y legitiman la acción política. Para ello, la CPN propone una extensión de la comunidad de evaluadores más allá de los expertos acreditados, reconociendo que el conocimiento útil para afrontar cuestiones sociales complejas, prácticas y políticas es inclusivo y plural.
El contexto mundial pandémico ha actualizado el interés sobre la ciencia posnormal (CPN), una perspectiva que desde hace ya cuarenta años propone nuevos modelos acerca de la ciencia que se aplica como base de legitimación para la formulación de políticas frente a problemas complejos. Es que la COVID-19 ha dejado expuestas amplias brechas de conocimiento, incertidumbre, conflictos de valores, intereses y visiones contrastantes no solo acerca de la enfermedad sino también acerca de la sociedad.
La CPN forma parte de un movimiento más amplio de democratización de la ciencia y del conocimiento. No es un nuevo paradigma científico que busca transformarse en un método estandarizado, sino un conjunto de ideas y conceptos con consecuencias para la práctica de la investigación y la política en un sentido amplio. Es una perspectiva que deja en suspenso consideraciones acerca de la verdad del conocimiento científico para concentrarse en la calidad de los procesos, que siempre están en relación con un objetivo y un propósito, definidos fundamentalmente en el ámbito político-social de cada comunidad.
Distintos aspectos de la práctica científica, con centro en métodos de diagnóstico- tratamiento clínicos y generación de vacunas, se han movilizado y han recibido apoyo financiero en una escala verdaderamente histórica. No obstante, el conocimiento en áreas cruciales todavía está sumergido en la ignorancia (fuentes del virus, su evolución, mutaciones, inmunidad de los infectados, reinfecciones y consecuencias a futuro, entre muchas otras). La experticia en que se basa el asesoramiento sobre políticas relativas a la COVID-19 corresponde, en el mejor de los casos, a suposiciones especulativas sobre el virus mismo y sobre hasta qué punto es posible controlar y predecir cómo se comportarán las personas en distintas sociedades. Reconocidos expertos hacen visibles divergencias irresueltas de perspectiva con respecto a la utilidad, límites y peligros de tales especulaciones, avivando la memoria del público sobre experiencias previas de improvisación y cacofonía.
Lo que “se sabe que no se sabe” incluye elementos clave de epidemiología como la prevalencia real del virus en la población, el papel de los casos asintomáticos en la rápida propagación del virus y sus mutaciones, el grado en que los humanos desarrollan inmunidad, las vías de exposición dominantes, el comportamiento estacional de la enfermedad; y también factores sociales clave, como la aceptación de la población a las medidas de aislamiento o distanciamiento social, el uso de mascarillas en los espacios públicos, la escasa capacidad de prevención de los sectores más vulnerables de la población, la saturación de las capacidades hospitalarias y de los servicios de salud pública; la reducción, cierre o desaparición de empresas y empleos; la desigual distribución mundial de las escasas vacunas disponibles. Ante el coronavirus cualquier tipo de predicción cuantitativa se muestra especulativa y poco confiable, en tanto “respuesta numérica” resultado de modelos matemáticos que producen cuantificaciones precisas, obtenidas solo a costa de omitir o menospreciar las incertidumbres asociadas.
El conocimiento en áreas cruciales todavía está sumergido en la ignorancia: fuentes del virus, su evolución, mutaciones, inmunidad de los infectados, reinfecciones y consecuencias a futuro.
En todas partes asistimos a un quiebre del consenso epistémico que se requiere para hacer que la ciencia normal funcione. Esto está sucediendo no solo en los campos en que era esperable: psicología conductual, sociología y ética, sino también en virología, genética y epidemiología. En otras palabras, cuando quienes se dedican a la ciencia aplicada o a la consultoría profesional ya no están en sus zonas de confort, sino que se encuentran en un contexto que ya no es el normal sino posnormal, cambia el significado de lo que es ser adecuado al propósito. Incluso en los campos científicos establecidos, en la actualidad es imposible ocultar los desacuerdos o imponer el consenso al público general. De allí que abunden la disidencia y la controversia en torno a la justificación de las medidas de acción que se toman cotidianamente.
El estado actual del conocimiento científico no es capaz de garantizar la predicción absoluta y el control sobre cualquier tipo de perturbación que podamos experimentar en el futuro. Así las cosas, probablemente sería mucho más efectivo que nuestras sociedades fueran orientadas a actuar en búsqueda de resiliencia y no bajo el supuesto de que los recursos deberían asignarse de acuerdo a una estrategia de predicción y control.
Limitaciones de la ciencia normal cuando las condiciones son posnormales
El siguiente diagrama (Diagrama 1) muestra la estrategia de resolución de problemas (simples) en el Estado moderno, que comienza después de los tratados de Westfalia (1648). El sistema de legitimación de la acción política del Estado moderno toma como insumo privilegiado a la ciencia, a la que atribuye la capacidad de proporcionar evidencia cuantitativa objetiva y neutral. Ya no es Dios o el monarca sino la ciencia quien define la acción política del Estado moderno. Elocuente en este sentido es el desarrollo de la estadística en tanto disciplina orientada a proveer al Estado indicadores cuantitativos que permitan a las instituciones de gobernanza predecir, controlar y gestionar racionalmente.
La idea es sencilla: (a) que cualquier problema práctico-político se puede traducir como un problema técnico-científico; y (b) que la resolución del problema técnico-científico resuelve el problema práctico-político. Esta idea es fundante en el Estado moderno: cuando se habla de la ciencia se habla de la verdad, de los hechos, mientras que cuando se habla de la sociedad se habla del bien, de valores e intereses.
El modelo moderno de resolución de problemas preveía la estricta separación entre hechos (el territorio de la ciencia) y valores (el territorio de la gobernanza), y un proceso en el que, obtenida la verdad, se procedía a la acción política para el bien común. Históricamente este modelo funcionó muy bien, la ciencia y la tecnología se desarrollaron extraordinariamente y las instituciones de gobernanza maduraron. Los estados modernos —incluso pequeños países europeos— se convirtieron en potencias coloniales que conquistaron el mundo e impusieron el modelo.
Avanzando rápidamente en el tiempo, podemos argumentar que el triunfalismo y optimismo sobre el desarrollo de la ciencia y el crecimiento económico empiezan a ser matizados a inicios de la década de los sesenta y encuentra un hito en la Conferencia de Río de Janeiro, Brasil, de 1992, donde se introduce lo que se conoce como el principio de precaución.
En su Primavera Silenciosa,[1] Rachel Carson revela la ambigüedad y las patologías ocultas del crecimiento y la tecnociencia; el mismo año, Thomas Kuhn, en la Estructura de las Revoluciones Científicas,[2] cuestiona el ideal de progreso científico de la modernidad; un año después Derek de Solla Price publica un libro menos conocido pero igualmente importante Little Science Big Science[3] donde cuestiona el crecimiento exponencial de la ciencia, anticipando serios problemas de control de calidad de la producción científica. Derek Price es el padre de los indicadores cuantitativos de excelencia científica que todos los académicos conocen y temen. La justificación de la introducción de estos indicadores es simple: cuando la ciencia era pequeña, los miembros de una comunidad disciplinar se conocían entre sí y el proceso de evaluación de calidad era informal. Cuando la ciencia se convierte en grande, se industrializa, los miembros de la comunidad dejan de conocerse y es necesario formalizar la evaluación de la calidad.
Tal industrialización es la culminación de un proceso que ve a la ciencia convertirse en el motor principal del crecimiento económico después de la Segunda Guerra Mundial, justificado por su contribución al esfuerzo bélico. Cabe señalar que no solo los físicos trabajaron para construir la bomba atómica, sino científicos como Alan Turing y otros matemáticos y lógicos que desarrollaron la investigación operativa que continuaría luego con la teoría de las decisiones. La conexión cada vez más estrecha entre la tecnociencia y la sociedad tuvo profundas consecuencias no solo para el crecimiento económico, sino también para el modelo de legitimación de las decisiones y de la acción política. Por no hablar de las transformaciones correspondientes en el ámbito académico.
La conciencia sobre las patologías denunciadas por Rachel Carson se refleja, por ejemplo, en el surgimiento de movimientos ambientalistas y va trascendiendo a otros ámbitos a medida que la tecnociencia se va convirtiendo en omnipresente, con influencia en casi todos los aspectos de la vida humana, incluso los más íntimos. Hasta ese momento no se ponía en duda que si una cuestión práctico-política se podía expresar científicamente, también se la podía resolver científicamente. Pero en los años setenta, Alvin Weinberg introduce el término “trans-ciencia” para definir escenarios de riesgo que aún cuando pueden expresarse en el lenguaje de la ciencia, no pueden ser resueltos científicamente[4]. El problema de Weinberg era si los efectos de las emisiones de rutina de una central de energía nuclear sobre la salud humana se podían establecer científicamente con un alto grado de fiabilidad. Ante su conclusión negativa se hizo evidente para muchos que casi todos los grandes problemas generados en la sociedad denominada “sociedad del riesgo” eran de carácter transcientífico. En ese momento la legitimidad de la acción política basada en la ciencia empieza a vacilar y se producen distintos episodios que señalan un cambio importante en la conciencia colectiva acerca del rol de la ciencia. Como ejemplo, hacia fines de la década de 1970 cuando emerge el movimiento conocido como epidemiología popular como reacción a casos de contaminación local y enfermedades que los expertos acreditados ignoran o no reconocen. En Latinoamérica, es un caso emblemático el reclamo contra el uso extensivo del glifosato en la producción de soja que se generalizó con la expansión de la frontera agropecuaria, la liberalización de los transgénicos y el paquete tecnológico de siembra directa asociado.[5]
La conexión cada vez más estrecha entre la tecnociencia y la sociedad tuvo profundas consecuencias no solo para el crecimiento económico, sino también para el modelo de legitimación de las decisiones y de la acción política.
Un hito en el proceso de concienciación corresponde a la Conferencia de Rio de Janeiro de 1992, que confiere estatus internacional a la necesidad de dar solución a las crisis ambientales. La sostenibilidad se convierte en un objetivo público y en el capítulo denominado Agenda 21 se introduce lo que se conoce como el principio de precaución, que posteriormente se extendería del ambiente a la salud. ¿Cuál es el objetivo del principio de precaución? Resolver la anomalía del modelo moderno extendiendo la legitimidad de la acción también a casos en los cuales existe incertidumbre. A los fines de la protección del medio ambiente, el principio afirma, entre otras cosas:
Ante daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas.
Tal formulación del principio.[6] se entiende precisamente en relación con el régimen de legitimación de la acción política del Estado moderno, en el cual la acción política es legítima solo en caso de certeza científica. Es sorprendente que aun cuando el principio se refiere a la acción política en caso de incertidumbre, la palabra “incertidumbre” no figura en el texto, lo que sugiere dos preguntas:
(1) ¿Por qué no aparece explícitamente?
(2) ¿Incertidumbre es lo mismo que falta de certeza científica absoluta?
No debe subestimarse la importancia y la dificultad de aceptar un principio como este, cuya implementación implica cambios institucionales sustantivos, que pueden llegar incluso a la necesidad de reformas constitucionales.
La estrategia moderna de resolución de problemas práctico-políticos pierde sentido cuando los problemas ya no son concebidos como simples o meramente complicados (un conjunto de problemas simples organizados linealmente). Cuando el problema práctico-político es concebido como complejo, se transforma en ambiguo y aquella estrategia deja de ser aplicable.
Una ciencia que responda a condiciones posnormales
A principios de los años ochenta, reflexionando acerca de una serie de cuestiones prácticas y políticas complejas que se traducen en problemas tecnocientíficos igualmente complejos y no simples o lineales, Silvio Funtowicz y Jerry Ravetz comenzaron a desarrollar lo que hoy se denomina CPN (ciencia posnormal). En sus primeros trabajos comienzan a elucidar las dificultades políticas que plantea lo que Weinberg identificara como trasnciencia a la hora de caracterizar un tipo de ciencia que enfrenta el desafío de las cuestiones políticas atinentes al riesgo y el ambiente.[7] Para ello, acuñaron el término “posnormal” en claro contraste con la actividad científica ordinaria de las ciencias maduras descrita por Thomas Kuhn como “ciencia normal”. En sus análisis juega un rol fundamental la crítica a cómo se expresa y comunica la incertidumbre en el campo del análisis de riesgos, en particular, la incertidumbre que concierne a los resultados cuantitativos. Hacia 1990 crearon el sistema NUSAP y publicaron el libro Uncertainty and quality in science for policy.[8]
¿Cuáles son las características de los problemas que definen a la CPN?[9]
- Los hechos son inciertos.
- Existe una pluralidad de valores, usualmente en conflicto.
- Lo que se pone en juego es potencialmente muy elevado.
- Las decisiones son urgentes.
Es importante señalar que las características que la CPN introduce son criterios considerados externalidades a la ciencia. Incluso la primera puede ser interpretada irónicamente: ¿cómo es posible que un hecho sea incierto?
Se advierte con facilidad que las cuatro son características de la crisis de la COVID-19 y de tantas otras crisis como las atientes al clima, la biodiversidad, la sostenibilidad, junto a la gran mayoría de las cuestiones políticas y prácticas que nos preocupan. A diferencia de otras formas de concebir el desarrollo actual de la ciencia, para la ciencia posnormal la complejidad de los problemas y su ambigüedad son inherentes. Decir que un problema es ambiguo significa reconocer que se da la coexistencia de una pluralidad de perspectivas legítimas, pero no se pueden reducir unas a otras. Estos problemas ya no son simples o meramente complicados sino malvados (wicked): son ambiguos e implican cuestiones decisionales. Para enfrentarlos se debe trabajar con la diversidad y pluralidad de perspectivas, con la incertidumbre, la indeterminación e incluso la ignorancia. Hablamos de ambigüedad y no de relativismo, que puede entenderse como un principio sano de puesta en cuestión de posiciones alternativas. La CPN reconoce la importancia de la cuestión de la verdad, pero considera que lo que es preciso valorar del conocimiento que provee la ciencia no es el rigor o el método sino su calidad, entendida como una relación armoniosa de adecuación (fitness) a un propósito o una función social, relación que se construye a través de un proceso político.
En Latinoamérica, donde muchos países no han logrado una industrialización plena y la búsqueda de “modernización” aparece reiteradamente como un ideal fuera de toda disputa, los debates alrededor de la agroindustria, la producción minera, la agenda de investigación vacante y los cursos de acción a seguir para afrontar el cambio global, entre muchos otros ejemplos, ilustran este punto.[10] Queda en evidencia la parcialidad de perspectiva de los expertos científicos o los administradores gubernamentales, quienes ya no son los únicos participantes legítimos en los debates. En consonancia con alegatos de larga data entre activistas civiles, movimientos sociales y voces de las ciencias humanas y la ética, hoy se reconoce la autonomía y conocimiento de los agentes "legos" y son cada vez más comunes las formas de organización de la investigación que se orientan a apoyar la toma de decisiones, a proporcionar estimaciones directas de la incertidumbre y a satisfacer las necesidades de los sectores más sensibles a los problemas que se investigan. Formas que instan a la coproducción del conocimiento e implican la colaboración entre investigadores, agentes sociales y funcionarios gubernamentales.
Calidad y pertinencia a un propósito socialmente establecido
El diagrama que sigue (Diagrama 2) representa la relación entre dos dimensiones, la incertidumbre del sistema y lo que se pone en juego en las decisiones. Ambas dimensiones no son independientes, la incertidumbre emerge de aquello que se está poniendo en juego.
Se tornan centrales el reconocimiento de distintos tipos de incertidumbre, la inclusión de otros tipos de conocimiento, fundamentalmente el conocimiento práctico-local, el conocimiento de vivir y hacer. En este caso quienes determinan los propósitos, quienes valoran la calidad, los actores que evalúan la adecuación de las decisiones constituyen una comunidad distinta, plural, más extendida.
¿Cuál es la originalidad de la CPN? Poner entre paréntesis el ideal de verdad, un lujo que no nos podemos permitir en tiempos de crisis, y concentrar los esfuerzos en la calidad. Evaluar la calidad de los procesos y productos que informan y dan legitimidad a la acción política en función de un propósito compartido. La cuestión por evaluar no es la verdad de la propuesta científica sino si se ajusta y es pertinente a un propósito establecido socialmente.
La pandemia ha demostrado que la ciencia no habla con una sola voz; aún nos falta aprender que el conocimiento nos habla con muchas voces.
En este sentido, la CPN propone una extensión de la comunidad de evaluadores más allá de los de los expertos acreditados, reconociendo que el conocimiento útil a la resolución de las cuestiones complejas, prácticas y políticas de una sociedad, es inclusivo y plural. La pandemia ha demostrado que la ciencia no habla con una sola voz, pero aún nos falta aprender que el conocimiento nos habla con muchas voces.
La llamamos comunidad extendida o ampliada de pares para recordar que, en el modelo de resolución de problemas del Estado moderno, la evaluación de calidad está reservada a los expertos disciplinares, aquellos que estudiaron en las mismas instituciones académicas y publican en las mismas revistas científicas. A medida que crece la incertidumbre o lo que se pone en juego, se reconoce una extensión de los evaluadores de calidad; por ejemplo, el contrato social de la medicina y la ingeniería es diferente del de la ciencia.
La CPN no renuncia al conocimiento y la pericia de los expertos científicos o técnicos, sino que los sitúa en su contexto adecuado. No postula que todos debemos saber hacer una operación de corazón o volar un jet, o que hay que organizar un proceso participativo para establecer las leyes de la termodinámica.
¿Nueva normalidad pospandemia?
Este es un momento muy particular, la COVID-19 y sus consecuencias han obligado a cambios impensables poco tiempo atrás, demostrando la capacidad de adaptación de la gente, incluyendo la adaptación a distintos grados de confinamiento y modalidades virtuales de comunicación. Al respecto, debemos responder dos preguntas:
¿Es posible volver a la normalidad pre-COVID?
¿Es deseable retornar a la normalidad pre-COVID?
Con relación a la primera pregunta, parece improbable revertir los efectos de la pandemia: pérdida de empleos y actividades comerciales y culturales, adopción permanente de medidas de precaución (mascarillas, distancia física, comunicación en modalidad virtual), consecuencias traumáticas (humanas, sociales y psicológicas), implementación de tecnologías de rastreo potencialmente invasivas, etc. Pero es la segunda pregunta la que nos interesa en este trabajo: ¿Es deseable retornar a la normalidad pre-COVID? Nuestra respuesta es que, aun si se pudiese retornar a la aparente normalidad pre-COVID, no debemos hacerlo.
Es importante no olvidar los debates sobre los grandes desafíos preexistentes a la pandemia y que no han desaparecido: las perturbaciones serias a los ecosistemas y al clima, la falta de progreso hacia la sostenibilidad, las crecientes y escandalosas desigualdades políticas y socioeconómicas, las tentaciones políticas autoritarias y la debilidad de las instituciones democráticas.
El virus no ha eliminado los desafíos de nuestra época, por el contrario, los ha agravado. Tales retos ilustran un sistema ya en crisis mucho antes de la COVID-19. Después de mucho tiempo, y en realidad solo recientemente, se ha extendido entre amplios sectores sociales el cuestionamiento al triunfalismo de la narración del progreso de la ciencia y el crecimiento económico y social. En este sentido, la COVID-19 ha mostrado aspectos innovadores dignos de reflexión. ¿Cuáles son estos aspectos innovadores?
Es cierto que casi todos los gobiernos han legitimado decisiones, en algunos casos con medidas muy drásticas, alegando que «seguían los dictados de la ciencia» (follow the science), un tipo de justificación perfectamente consistente con el marco de referencia vigente desde los orígenes del Estado Moderno. Pero el público ha seguido de cerca, prácticamente a diario, el conocimiento científico que se iba generando y ha reclamado información completa y adecuada como fundamento básico para el ejercicio de libertades fundamentales. De este modo, ha asistido casi en primera fila a grandes debates públicos entre expertos, que cándidamente reconocían incertidumbre (e ignorancia) y desacuerdos; común en las ciencias sociales y humanidades, pero raramente visto en disciplinas biomédicas maduras.
En Europa y los EEUU solo en pocas ocasiones anteriores se había visto a expertos discutir acaloradamente y exhibir graves desacuerdos en público, tal vez el ejemplo más claro sea la BSE (o la enfermedad de la vaca loca) al final de la década de los ochenta, o los de la aftosa humana boca-manos-pies, el SARS, la gripe H1N1 y toda una serie de otros desastres que comparten características similares a la de la pandemia COVID y parecen ser exactamente el tipo de situaciones para cuyo abordaje ha sido diseñada la CPN.
En Latinoamérica, donde las diferencias entre expertos son moneda corriente, se ha dado una notoria diferencia entre crisis como la pandemia y los casos que son objeto de discusión continua como, por ejemplo, el uso de transgénicos o agroquímicos en la agricultura o los megaproyectos de ingeniería. En estos últimos, las discusiones se dan entre expertos de partes: los expertos de los que proponen y los expertos de los que se oponen. En general, se puede decir que se da una contienda entre dos o más certezas contradictorias.[11] Pero en relación con la COVID hemos visto expertos y autoridades que declaraban tanto conocimiento de lo que ignoraban como ignorancia de lo que ignoraban. Y prácticamente no hemos visto intentos de forzar el consenso científico. En todo el mundo parece haberse aprendido que el conocimiento no se expresa con una sola voz.
Sin embargo y generalizando, esta cautela —que en algunos casos roza la humildad— se ha insertado en una estructura de asesoramiento científico muy conservadora. Los expertos que componían los comités han sido de una falta de diversidad notable, no solo de género, sino también en cuanto al conocimiento y experiencia que representan. Una colección que incluyó preferentemente la elite biomédica y economistas, simbolizando el encuadre del problema en el falso dilema de salvar vidas o salvar la economía. Otros tipos de conocimiento, incluido el local, práctico y experiencial, han sido raramente considerados. Pensemos en las consecuencias de confinar familias en alojamientos inadecuados, muchas con historias de violencia y abuso, o en recomendar medidas de higiene imposibles de implementar para muchos. Hemos visto también una carrera poco edificante por anunciar resultados incompletos, metodológicamente dudosos y no evaluados adecuadamente, que ha hecho avergonzar a publicaciones de prestigio. Situación ya preexistente con serios problemas de reproducibilidad de los resultados científicos y un sistema de evaluación académica en crisis.
Conclusión
L'illusione è la gramigna più tenace della coscienza collettiva; la storia insegna, ma non ha scolari (Da Italia e Spagna, L'Ordine Nuovo, 11 marzo 1921, anno I, n. 70)
Antonio Gramsci
El modelo de resolución de problemas y de legitimación del Estado moderno es obsoleto para afrontar los retos del presente. La estrategia que funcionó exitosamente y dio como resultado crecimiento y desarrollo en otras épocas no puede hacer frente a desafíos actuales como los que plantea la catástrofe de la pandemia COVID-19.
Sin embargo, las catástrofes son y han sido oportunidades, donde la posibilidad del cambio es ponderada en relación con la tragedia que el desastre conlleva. Recordemos, por ejemplo, el gran terremoto de Lisboa (1755) que desencadenó importantes debates acerca de la necesidad de cambios fundamentales en los que participaron entre otros Voltaire y Rousseau. No perdamos la oportunidad de que una crisis tan dolorosa como la que atravesamos deje lugar a la nostalgia y la añoranza de una normalidad pre-COVID que no toma en cuenta lo aprendido y naturaliza un sistema socioeconómico en extremo injusto y al borde del colapso ambiental.
El conocimiento práctico, experiencial situado, adquirido por vivir en un cierto lugar y condición no es inferior a un conocimiento que se pretende objetivo.
La CPN plantea una reforma en la cual la extensión democrática al derecho al conocimiento es no solo políticamente eficaz o éticamente justa, sino que también potencia la calidad de la evidencia tecnocientífica en los procesos de decisión para la acción orientada al bien común. La CPN reconoce como paritario el conocimiento creado histórica y culturalmente fuera del ámbito científico. No se trata solamente de reconocer que los campesinos y los pescadores tienen conocimientos válidos y útiles. No basta solo con “saber qué” sino también “saber cómo”. El conocimiento práctico, experiencial, situado, adquirido por vivir en un cierto lugar y condición no es inferior a un conocimiento que se pretende objetivo, una visión neutral que se da desde ninguna parte.
Hace 100 años, el filósofo y político Antonio Gramsci, escribía que la historia enseña, pero no tiene alumnos. Refutemos a Gramsci, apostemos a cierto tipo de cultura o civilización donde la memoria y el conocimiento de todos dé lugar al aprendizaje.
El sistema ya estaba en crisis antes de la COVID-19 y la pandemia nos brinda la oportunidad de no retornar a la aparente normalidad pre-COVID, la ocasión de apropiarnos de lo que hemos aprendido en estos largos meses. Por cierto, los desafíos no tienen una resolución simple. Tenemos que convivir en complejidad y aprender cómo hacerlo.
El qué hacer dependerá de la calidad del proceso, necesariamente plural e inclusivo, reconociendo el gran diferencial de poder existente. Tenemos que confiar en que, si tenemos éxito en la creación de un proceso de alta calidad, el qué hacer, finalmente emergerá.
Silvio Funtowicz es miembro del Centre for the Study of the Sciences & the Humanities (SVT) de la University of Bergen (UiB).
Cecilia Hidalgo pertenece al Instituto de Ciencias Antropológicas (ICA) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
NOTAS:
[1] Rachel L. Carson, Silent Spring, Boston, MA: Houghton Mifflin Company, 1962. [Hay traducción al español: Primavera silenciosa, editorial Crítica, Madrid, 2005].
[2] Thomas Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, The University of Chicago Press, Chicago, 1962. [Hay traducción en español: La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1971].
[3] Derek J. De Solla Price, Little Science, Big Science, Columbia University Press, 1963.
[4] Alvin Weinberg, «Science and tran-science», Minerva, 10, 1972, págs. 209-222.
[5] Véase también Atlas Global de Justicia Ambiental, creado por Joan Martínez Alier y Federico Demaria, Institut de Ciència i Tecnologia Ambiental (ICTA) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y un equipo internacional de expertos, que documenta la expansión de los litigios de raíz ecológica en todo el planeta y demuestra la insostenibilidad del actual modelo económico.
[6] Es importante aclarar que existen otras definiciones del principio de precaución, véase Van der Sluijs, J.P., M. Kaiser, S. Beder, V. Hosle, A. Kemelmajer de Carlucci, A. Kinzig, The Precautionary Principle, UNESCO, Paris Cedex, París, France, marzo de 2005, 54 pp.
[7] Steve Rayner y Daniel Sarewitz, «Policy making in the post-truth world. On the limits of sciencia and the rise of Inappropriate Expertise», Breakthrough Journal núm.13, invierno 2021.
[8] Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz, Uncertainty and quality in science for policy, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, 1990.
[9] Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz, «Science for the post-normal age», Futures, 31(7): 1993,735-755, 2020; Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz, La ciencia posnormal. Ciencia con la gente, Icaria, Barcelona, 2000 (Primera edición como Epistemología política. Ciencia con la gente, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1993).
[10] Silvio Funtowicz y Cecilia Hidalgo, «Ciencia y política con la gente en tiempos de incertidumbre, conflicto de intereses e indeterminación», en José A. López Cerezo, Francisco Javier Gómez González (eds.), Apropiación social de la ciencia, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008; Renzo Taddei y Cecilia Hidalgo, «Antropología Posnormal», Cuadernos de Antropología Social, núm. 42, FFyL-UBA, 2016; Cecilia Hidalgo, «Interdisciplinarity and Knowledge Networking: Co-Production Of Climate Authoritative Knowledge In Southern South America», Issues in Interdisciplinary Studies, Association For Interdisciplinary Studies, núm. 34, 2016.
[11] Michael Thompson y Michael Warburton, «Decision Making Under Contradictory Certainties: How to save the Himalayas when you can’t find what's wrong with them», J. Applied Systems Analysis, 12, pp. 3-34, 1985.
Acceso al artículo en formato pdf: Pandemia posnormal: las múltiples voces del conocimiento.
Entrevista a César Rendueles
El número 152 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global publica una entrevista que José Bellver realiza a César Rendueles sobre las bases materiales de la polarización, una polarización en el plano político que ocupa actualmente portadas y titulares de periódicos (o revistas como esta misma) y telediarios. Pero también conviene seguir el rastro de la fragmentación ideológica y afectiva que parece estar afectando crecientemente a nuestras sociedades.
La fragilización social, la disminución de la solidaridad comunitaria y el aumento de la desconfianza colectiva han sido, a lo largo de la historia, rasgos comunes cuando se incrementa la desigualdad.
Así lo atestigua en su último libro César Rendueles (Girona, 1975), sociólogo y filósofo, que desde su –muy reconocido– primer libro de ensayo, Sociofobia (Capitán Swing, 2013), viene denunciando cómo el capitalismo constituye un sistema destructor de las relaciones comunitarias y los vínculos sociales que resultan imprescindibles en cualquier proyecto de vida buena. A su opera prima le siguieron dos obras, Capitalismo canalla (Seix Barral, 2015) y En bruto (Catarata, 2016), que lo consolidaron como uno de los más destacados pensadores del panorama actual.
En Contra la igualdad de oportunidades (Seix Barral, 2020), que el propio autor reivindica de manera provocadora como panfleto igualitarista, Rendueles ahonda el carácter corrosivo de la desigualdad y en la reivindicación de la centralidad social, cultural y ética que ha de tener la igualdad en las políticas emancipadoras contemporáneas frente a la perversión meritocrática del igualitarismo.
JOSÉ BELLVER (JB): En varios pasajes de tu último libro subrayas la estrecha relación que existe entre igualdad y cohesión social. Por tanto, podemos entender que, a la inversa, la polarización política y social que vivimos actualmente encuentra sus raíces en el aumento de la desigualdad económica. ¿Lo ves así? ¿Se conecta esto con el malestar social que ha dado lugar a la oleada populista en tantos lugares del mundo, pero especialmente en los países occidentales en los últimos años?
CÉSAR RENDUELES (CR): Los estudios sobre los efectos de la desigualdad material han experimentado un salto cualitativo en las últimas décadas. Cada vez somos más conscientes de que la desigualdad está estrechamente correlacionada con un abanico de problemas y malestares sociales amplísimo. No estamos muy seguros de cuáles son los mecanismos causales implicados pero hay una conexión fuerte entre desigualdad, esperanza de vida, enfermedades mentales, delincuencia, resultados educativos…
Tradicionalmente se había achacado la proliferación de este tipo de problemas a la pobreza pero ahora sabemos que, al menos en las sociedades más ricas, son más frecuentes cuanta más desigualdad existe, con independencia de la situación absoluta de los más pobres. A partir de cierto nivel de bienestar material, más o menos el de los países de la OCDE, incluso cuando la situación material de quienes peor están en una sociedad es comparativamente buena, si en esa sociedad existen grandes diferencias de ingresos entre las clases altas y las clases bajas esos problemas serán más intensos que en sociedades más igualitarias, aunque estas últimas sean algo más pobres en términos absolutos. La relación entre la pérdida de cohesión social y el aumento de la desigualdad es un fenómeno igualmente conocido. En general, en las sociedades más desiguales la gente considera a los demás menos dignos de confianza. Por supuesto, “cohesión” es un concepto complejo que puede significar muy distintas cosas y ni mucho menos todas ellas políticamente positivas. Pero, en general, la competencia y la comparación odiosa son difícilmente compatibles con la sensación de compartir un espacio social, una serie de reglas e instituciones que de alguna manera reducen la conflictividad a unas dimensiones asumibles en una sociedad democrática.
En un estudio ya clásico, Robert Putnam detectó un deterioro muy amplio en la participación en la esfera pública en EEUU a partir de los años setenta del siglo XX tras un ciclo de varias décadas de incremento posterior a la Segunda Guerra Mundial. Putnam no saca esa conclusión, pero creo que hay una conexión evidente entre la pérdida de lo que él llama “capital social” y la restauración mercantil que comienza en esos años, que son los inicios del proyecto neoliberal.
Tenemos buenas razones para pensar que la mercantilización deteriora las condiciones sociales necesarias para crear un espacio democrático digno de tal nombre. Las políticas iliberales contemporáneas y eso que se llama a veces “polarización” es el resultado de esta desfundamentación. Cuando la gente intenta recuperar la voz que el mercado le ha arrebatado, se encuentra con un entorno institucional degradado en el que prolifera la irracionalidad.
JB: En el libro realizas una crítica frontal a la meritocracia, al igual que lo hace el filósofo americano Michael Sandel en su último libro que, curiosamente, habéis sacado prácticamente a la par. ¿Cómo incide la meritocracia en la polarización política y cultural presente en nuestros días?
CR: La meritocracia es el proyecto que queda cuando se ha abandonado la esperanza de alcanzar la igualdad real. Viene a decir, “ya que no podemos dar a cada uno lo que necesita, al menos demos a cada cual lo que se merece”. La doctrina de la igualdad de oportunidades es, de hecho, una formulación muy precisa del programa elitista moderno, o sea, una teoría de la circulación de las élites. La legitimación del elitismo ha consistido siempre en la defensa que las clases altas hacían de sus propios privilegios en virtud de sus supuestas virtudes del tipo que fuera: morales, militares, religiosos, intelectuales... Los proyectos igualitaristas, en cambio, proponían dar a cada uno lo que necesitaba, no lo que merecía, y también tomar de cada uno en función de sus capacidades: eran un conjunto de derechos, pero también de obligaciones.
Creo que a veces la gente atribuye ciertas virtudes a la meritocracia porque la entiende así, como la posibilidad de que, con independencia de cuál sea tu situación social de partida, tengas la oportunidad real de dedicarte a aquello que se te da mejor y que esa posibilidad implique una cierta responsabilidad social. Pero me parece que eso tiene que ver con la idea de movilidad social horizontal más que con la meritocracia, que implica una especie de chantaje: premiar especialmente a algunos grupos como condición para que desarrollen sus talentos. En este sentido, el elitismo meritocrático tiene algunos rasgos más destructivos que otras formas de desigualdad, ya que libera a las élites de cualquier tipo de responsabilidad hacia los demás, pues se supone que lo que tienen se lo han ganado y, además, cualquiera tiene la oportunidad de llegar a su posición si se esfuerza y tiene el talento suficiente. No creo que nuestras élites sean exactamente peores que las del pasado pero sí más abiertamente desarraigadas: su comunidad es el paraíso fiscal más conveniente, su patria algún hotel Hilton.
Esa emancipación de las clases altas fomenta claramente la polarización. De hecho, muchos discursos de la derecha radical contemporánea identifican a un doble enemigo que relacionan con la globalización: por un lado, los flujos globales de inmigración, por otro, las élites financieras e intelectuales globales, gente desarraigada que tiene la capacidad económica o las cualificaciones para surfear los desastres de la economía. Frente a esta amenaza global, una parte de la extrema derecha, la más peligrosa políticamente, apuesta por una alianza de las clases trabajadoras locales con los honestos empresarios industriales nacionales.
JB: Ligado a todo esto, se habla mucho de que los perdedores de la globalización son las clases medias occidentales; pero al mismo tiempo parece haber cierta confusión en torno a la propia concepción de clase media, aunque mantenga la centralidad del discurso de los partidos políticos.
¿Qué es hoy la clase media y cómo se relaciona con la política?
CR: En primer lugar, la idea de que las clases medias son las que más han perdido es simplemente falsa. Según el Barómetro Social del Colectivo IOE entre 2002 y 2014 los hogares medio-altos (los centiles 50-90) aumentaron su patrimonio un 7%, los hogares medio-bajos (los centiles 25-50) perdieron un 16% de su patrimonio. Pero es que el 25% más pobre perdió un alucinante 108%. Literalmente lo perdieron todo. Si miramos las rentas pasa algo parecido. Quienes peor lo están pasando son los que ya estaban muy mal antes de la crisis. El 30% que menos tiene de este país ha visto como su situación ha pasado de mala a desesperada.
Lo que ha sucedido con las clases medias es que han experimentado una profunda crisis de expectativas, una bancarrota de su horizonte vital. Se ha roto el pacto social en el que mucha gente se socializó: la idea de que si estudiabas mucho y te quejabas poco se abrirían ante ti amplias posibilidades de mejora económica y oportunidades de consumo sofisticado. Se ha derrumbado el horizonte de ascenso social que, de hecho, modulaba el sentido mismo de la noción de clase media. Porque la noción de clase media es bastante difusa, tiene un fuerte componente aspiracional y no tanto características sustantivas, como si ocurre con “clase trabajadora” o “clase alta”. Clase media es una categoría sociológicamente vacía que define algo así como el deseo de parecerse a los ricos en sus estilos de vida, en su consumo sofisticado. Ser de clase media es soltar lastre y aspirar a más. Por eso, paradójicamente, en España no sólo las clases trabajadoras sino los grupos de clase alta se ven a sí mismos como de clase media. En las encuestas del CIS prácticamente nadie se autodefine como de clase alta.
JB: Uno de los capítulos de tu último libro pone el foco sobre la igualdad de género en cuyo inicio recuerdas la distinción entre las reivindicaciones universalistas y aquellas otras de tipo identitario, que podemos extender a otras cuestiones como la orientación sexual, la etnia o la edad. Todos estos asuntos han dado lugar de una manera o de otra manera a importantes ejes de confrontación en la política (no sólo de España) entre distintos grupos de la sociedad.
¿Sigue existiendo una dicotomía entre redistribución y reconocimiento?
¿Crees que ha habido un desplazamiento de la confrontación ideológica hacia cuestiones identitarias o estas se están entrelazando con las problemáticas distributivas?
CR: Vamos a ver, una reivindicación identitaria puede ser la recuperación de la cultura de, yo que sé, los vaqueiros de alzada. El feminismo no es una reivindicación identitaria. Considerar la defensa de los intereses de al menos el 50% de la humanidad como un asunto identitario es absurdo. De hecho, dudo mucho de que el número de asalariados en sectores considerados típicamente “proletarios” haya alcanzado nunca ese porcentaje en ningún país del mundo. De igual modo, considerar que el ecologismo es un movimiento identitario o, peor aún, postmaterialista es simplemente grotesco. Pero no se trata sólo del número de personas a las que interpelan directamente esos movimientos. En realidad, cuando el socialismo clásico consideraba que la clase trabajadora representaba intereses universales no era sólo porque fuera un movimiento social masivo sino porque planteaba reivindicaciones que podían mejorar la situación de todo el mundo pero que ningún otro colectivo podía defender.
Otros colectivos tal vez más numerosos –por ejemplo, el campesinado– estaban atrapados en dilemas pragmáticos que les impedían proponer un modelo de mejora social global. También en ese sentido más profundo creo que muchos movimientos a veces tachados de identitarios son, en realidad, universalistas. El aumento de la igualdad entre hombres y mujeres nos ha mostrado que los privilegios degradan la vida de todos, tanto de quienes los sufren como de quienes los disfrutan, y nos impiden llevar una vida buena compartida. Sin duda se pueden hacer muchas críticas a las políticas antagonistas de las últimas décadas pero de ningún modo creo que nos hayamos equivocado al apoyar a colectivos subordinados que vivían situaciones insoportables.
Todas esas luchas nos ayudan a afianzar una igualdad más compleja, más rica y más digna de ser vivida. No veo ninguna contradicción en las políticas que han tratado de mejorar la situación de colectivos tradicionalmente relegados. La igualdad y la libertad son aspectos que se retroalimentan, dos dimensiones que se nutren entre sí: la igualdad ayuda a ser más libre y la libertad nos ayuda a ser más iguales. Por otro lado, la distinción entre redistribución y reconocimiento de Nancy Fraser es interesante analíticamente pero compleja. Jacques Rancière descubrió que muchas de las reivindicaciones de los trabajadores de la época tenían que ver no sólo con la mejora de sus condiciones laborales sino también con exigencias de muestras de respeto. Por ejemplo, una demanda habitual de los trabajadores era que el patrón se quitara el sombrero al entrar al taller. Cuando nos pensamos como iguales, los aumentos en la autonomía generan aspiraciones renovadas de reconocimiento, pues profundizamos en el sentido de nuestra dignidad propia.
De la igualdad entre hombres y mujeres surgen preguntas sobre qué significa ser mujer u hombre en distintos momentos de nuestra vida –como hijos, como madres y padres, como compañeros de trabajo, como amantes…– o incluso si esa dualidad agota el abanico de identidades de género posibles. Y esas preguntas, a su vez, plantean nuevos desafíos igualitarios.
JB: ¿En qué medida crees que existe una radicalización de los discursos como consecuencia de la decadencia de los modelos que anteriormente han sentado las bases del orden social keynesiano y posteriormente el régimen neoliberal que parece haber sobrevivido como un zombi desde la crisis de 2008?
¿Ves nuevas posibilidades de articulación entre movimientos emancipadores en el contexto actual?
CR: La crisis del proyecto neoliberal a partir de 2008, ha provocado un retorno de las pasiones políticas. Al fin y al cabo, la extensión del mercado siempre se basa en una promesa extrapolítica, en la esperanza de que el comercio conseguirá fomentar la prosperidad y la concordia mejor que el juego político. La idea era que la globalización tendría un efecto arrastre sobre las instituciones democráticas. Por eso, en la Unión Europea se apostó por la unión monetaria sin una estructura política acorde con ese proyecto. El crash financiero arruinó esas esperanzas y hemos vuelto a buscar en las intervenciones políticas una solución a los problemas compartidos. Lo que ocurre es que las intervenciones políticas pueden ir en muchas direcciones, no todas ellas amables o democratizadoras. De hecho, el terreno político que nos han dejado cuatro décadas de neoliberalismo parece abonado para los proyectos iliberales y la descomposición institucional. Es un proceso que ya se dio en el periodo de entreguerras del siglo XX. En un famoso discurso del 21 de marzo de 1933, Adolf Hitler afirmó: «Queremos restaurar la primacía de la política, que tiene la obligación de organizar y dirigir la batalla por la vida de la nación». Pero esa es una idea que seguramente también podrían haber suscrito Roosevelt o Attlee. Quiero decir, que sin duda el colapso de la globalización ha liberado las fuerzas totalitarias que habían estado contenidas en Occidente.
No deberíamos olvidar que eso sólo ha sido así en Occidente, y que en otros lugares del mundo la extensión libre mercado ha sido sinónimo de genocidio. Pero ese colapso también abre posibilidades de otras articulaciones de posibilidades políticas que parecían fuera del horizonte de lo factible. Creo que hemos vivido una década políticamente muy intensa, en la que han pasado cosas que parecían imposibles y se han producido giros políticos inesperados a toda velocidad. Dar la partida por perdida me parece absurdo.
Acceso al texto completo del artículo en formato pdf: Entrevista a César Rendueles sobre las bases materiales de la polarización.
Hacia una nueva antropología
Desde FUHEM Ecosocial queremos hacer un homenaje a nuestro colaborador Paco Puche, fallecido recientemente, y para ello, recuperamos un ENSAYO publicado en el número 147 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, titulado: Hacia una nueva antropología, en un contexto de simbiosis generalizado en el mundo de la vida.
Lo que necesitamos es una revisión
completa de las suposiciones
sobre la naturaleza humana
De Waal[1]
Si la simbiosis es tan frecuente
e importante como parece,
habrá que reconsiderar la
biología desde el principio.
Lynn Margulis[2]
Ingeniero técnico y economista de formación, librero de profesión y militante ecologista, Puche en este texto plantea la necesidad de un cambio de paradigma en nuestra forma de entender la naturaleza, a partir de la crítica al neodarwinismo y las aportaciones de Lynn Margulis en torno al mundo microbiano como pilar de la naturaleza. De todo ello se desprende un significado radicalmente opuesto a la vieja Biología, y de él pueden extraerse lecciones para el reino de lo humano formado por seres sociales y de la naturaleza, a cuyas leyes, tendencias y limitaciones están sometidos los seres sociales de manera fuerte. Se subraya igualmente cómo han existido épocas y lugares en que los asuntos humanos han estado más del lado de lo más constitutivo de la naturaleza humana: la cooperación, el afecto y la vida en común, la simbiosis mutualista. Planteamientos que el autor considera necesario poner en el centro del nuevo paradigma para evitar que este mundo no llegue a la mayor de sus catástrofes vividas.
Reconsiderar la biología desde el principio, revisar completamente la antropología, ¡vaya reto! Pero es imprescindible.
El contexto en que se formulan estas propuestas es un mundo que se acaba para los seres humanos y para otras especies, y el propósito es indagar cómo podemos hacer, de la mejor manera posible, la transición desde este mundo finiquitado hasta ese otro que esperamos emerge en pocos decenios. La “mejor manera” es la más igualitaria, la que reduce los sufrimientos y preserva los mayores escenarios en que discurren los ecosistemas, pero, también, “la mejor manera” es indagar caminos y perspectivas nuevas.
No insistimos en las causas del porqué este mundo finito no se sostiene tal cual, las damos por verificadas.[3] Es una cuestión de capacidad de carga global y de endiosamiento de nuestra especie. Factores materiales y psicosociales, por tanto. Hemos culminado el mandato bíblico de «creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla», y nos hemos creído estar hechos a imagen de Dios.[4] El capitalismo, el crecimiento y las religiones se han encargado de realizar este programa. El tiempo de este mundo considerado infinito ha sido colmado.
Nos corresponde indagar otro paradigma y sus prácticas correspondientes.
Acerca de un cambio de paradigma en biología evolutiva
Hincarle el diente al darwinismo y al neodarwinismo es peliagudo. Están situados en la poltrona de la “verdad científica” y del paradigma dominante, y el cambio implica, como sostenía Kuhn, «la destrucción de paradigmas a gran escala y cambios importantes en los problemas y técnicas de la ciencia normal, (por eso) el surgimiento de nuevas teorías es precedido generalmente por un periodo de inseguridad profesional profunda (…) porque las revoluciones científicas se consideran como aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible».[5]
Hablar de cambio de paradigma en biología hoy hace despertar la sospecha de una corriente creacionista. Nada más lejos de esta propuesta, que sí apunta a la falsación de lo más granado del neodarwinismo y a la aparición de otra cosmovisión incompatible con la anterior, en el sentido kuhnniano.
El intento de hacer este cambio revolucionario en biología en nuestra época se debe, principalmente, a Lynn Margulis. Con motivo de la concesión del doctorado honoris causa que le concedió la Universitat de València en 2001, se editó un libro titulado Una revolución en la evolución, referido a su abundante trabajo que expresaba muy bien lo que decimos. Margulis es la persona que aporta un nuevo paradigma en biología extremadamente interesante para la humanidad. A ella la seguiremos.
El neodarwinismo en la pendiente de la falsación.
Daremos una visión esquemática de este primer proceso que tiene que ver con la crisis de la ciencia normal.
Hablar de cambio de paradigma en biología hoy hace despertar la sospecha de una corriente creacionista. Nada más lejos de esta propuesta, que sí apunta a la falsación de lo más granado del neodarwinismo.
Primero hay que considerar el contexto en el que Darwin (1809-1882) formula su teoría hace ya más de 150 años. Se trata de un inglés formado en el imperialismo y el supremacismo británico, de clase alta y con serias influencias de la iglesia anglicana (él iba para cura), como es el caso de la doctrina de Malthus que explícitamente adopta a su visión evolutiva; y de los economistas de la época, especialmente del escocés Adam Smith y su teoría de la competitividad y la mano invisible. Por otra parte, no sabía nada de microbiología, ni podía saber puesto que el microscopio electrónico no se usó hasta los años sesenta del siglo XX; tampoco sabía nada de genética o ADN, y el registro fósil, como él admitía, de momento no le daba la razón, pero creía que era cuestión de nuevos descubrimientos.
Sus grandes pilares teóricos: la evolución frente al creacionismo; la criba de los individuos sobrantes por medio de la selección natural, con la tendencia hacia los más aptos y hacia la perfección de los que iban quedando; la adaptación gradual como mecanismo creativo de aparición de nuevas especies, y la competencia en la lucha por la vida para sobrevivir y dejar a las siguientes generaciones mayor número de individuos mejorados, vienen a ser las grandes propuestas del paradigma darwiniano. Si añadimos la aportación del neodarwinismo de las mutaciones al azar heredables en las siguientes generaciones, tenemos el escenario que, en gran parte, se derrumba.
Unos textos seleccionados nos ayudarán a ilustrar esta crisis.
Sobre el registro fósil y su silencio
Dice Darwin: «La dificultad de encontrar una razón buena para la carencia de vastas capas ricas en fósiles, por debajo del sistema cámbrico, es muy grande (…) el caso, por ahora, tiene que quedar sin explicación, y bien puede ser presentado como argumento válido contra las opiniones aquí sostenidas».[6] Después de 150 años de estas palabras, no aparecen los múltiples eslabones perdidos que el gradualismo darwinista inducía que deberían de haber existido, y lo que sí han aparecido son las pruebas de los periodos de estabilidad (estasis) de muchas especies en cientos de miles de años. La llamada explosión del Cámbrico[7] sigue sin aclarase del todo.
La selección natural, poco natural
La obra magna de Darwin no tiene por nombre el Origen de las especies, tal como la conocemos habitualmente, sino El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia. Y ¿cuáles son esas razas? Según el sexto Tratado Bridgewater[8] sobre «el Poder, la Sabiduría y la Bondad de Dios», estas potencias divinas «se manifestarán por sus obras y, particularmente, por la acertada distribución de carbón, hierro y caliza, por las cuales el Ingeniero Divino ha garantizado la primacía industrial a sus creaciones británicas».[9] En Una revolución en la evolución Margulis es más explícita si cabe. Afirma:
«que todos los organismos que viven hoy sobre la Tierra, solo los procariotas (las bacterias) son individuales. Todos los demás (cuatro de los cinco Reinos que constituyen toda la vida, como animales, plantas y hongos) son comunidades complejas desde el punto de vista metabólico formadas por una multitud de seres íntimamente organizados, reconocibles como una colección de varias entidades autopoyéticas[10] de distinto tipo. Resumiendo, todos los organismos mayores que las bacterias son, de manera intrínseca, comunidades. Las plantas y los animales no son elegidos por la selección natural, porque en el sentido literal no existen animales o plantas individuales».[11]12]
La ignorancia del mundo microbiano, pilar de la naturaleza
Ernst Mayr, uno de los padres del neodarwinismo, en el prólogo a un libro de Margulis, admite que «el estudioso medio de animales y plantas sabe más bien poco –¡o casi nada!– de este mundo» (de los microbios), y le agradece que llame la atención sobre estos seres tan importantes en el edificio de la naturaleza.[13]
Generaciones de estudiantes universitarios adquieren una cosmovisión de lucha por la vida frente a un modelo simbiótico.
En un influyente libro de texto actual, los términos «combate», «competencia» y «conflicto» aparecen al menos en 18 páginas, mientras que los términos «simbiosis» y «simbiogénesis» no se mencionan ni una sola vez en sus más de 700 páginas.[14] Estos son los poderes de la ciencia normal, generaciones de estudiantes universitarios adquieren una cosmovisión de lucha por la vida frente a un modelo simbiótico.
El azar como clave de la aparición de especies
Mantiene Margulis que «Hermann Muller, premio Nobel, demostró que el 99,9% de las mutaciones son dañinas (…) únicamente insistimos, en que siendo una parte de la saga evolutiva la mutación ha estado siempre dogmáticamente sobrevalorada».[15]
La simbiosis
Como veremos, la simbiosis es un universal en el mundo de la vida. ¿Pero qué entendemos por simbiosis?
Literalmente quiere decir «vida en común». Puesto en circulación el término por el botánico alemán Anton de Bary, en 1879, ya la definió como «la vida en conjunción de dos organismos disímiles, normalmente en íntima asociación, y por lo general con efectos benéficos para al menos uno de ellos». Desde muy pronto el término añadió a su literalidad la cualidad del beneficio mutuo. Pero no siempre es así. Hay distintas maneras de llevar adelante una vida en común: mutualista, comensalista, depredadora y parasitaria.
La tendencia, es hacia el mutualismo, es decir hacia interacciones, esporádicas o permanentes, de las que salgan beneficiados los y las simbiontes, porque si no para qué interactuar mucho tiempo. Hay simbiosis que se reconstruyen en cada generación, como el que se establece entre comunidades de bacterias y el intestino de animales. Por ejemplo, en nuestra masa corporal adulta hay más de dos kilos de microorganismos. Hay otras simbiosis que se convierten en permanentes, en la que los y las simbiontes se trasmiten verticalmente por vía materna, de generación en generación. Es el caso de la aparición de las células eucariotas y sus siguientes concreciones en protoctistas, animales, hongos y plantas en las que la fusión simbiótica constituye la propia célula.
Hay simbiosis que se reconstruyen en cada generación, como el que se establece entre comunidades de bacterias y el intestino de los animales. Poe ejemplo, en nuestra masa corporal adulta hay más de dos kilos de microorganismos.
Hay una plétora de asociaciones simbióticas en la naturaleza. Hay microorganismos que viven en asociación estrecha con protoctistas, hongos, animales y plantas, y comunidades de bacterias o arqueas que viven dentro de eucariotas unicelulares y pluricelulares. Esta variedad de asociaciones relacionales que llamamos simbiosis, produce diferencias entre los distintos modos de asociarse que se presentan en la naturaleza. Pero hay una cierta regla general y es que, cuando la simbiosis es avanzada y madura, la tendencia, con toda probabilidad, es hacia el establecimiento firme de una simbiosis de tipo mutualista.[16]
En un libro de texto universitario sobre Botánica podemos leer:
«el fenómeno de la simbiosis está tan generalizado en los distintos grupos de seres vivos, que se propone actualmente como uno de los mecanismos más importantes de los procesos de la evolución de los organismos, generador de nuevas formas».[17] Y «la simbiosis mutualista en los vegetales son un fenómeno esencial en la utilización y reciclaje de los elementos más importantes en la biosfera (…). La formación de simbiosis mutualistas de los hongos con fotobiontes (…) está tan ampliamente extendida que podría confirmar la existencia de una mayor ventaja desde el punto de vista evolutivo».[18]
Un ejemplo extraordinario es el de la micorrización o fusión de las plantas y los hongos. En efecto «las micorrizas son uno de los tipos de simbiosis más abundantes en la biosfera, y se ha demostrado ampliamente que las raíces con micorrizas son órganos absorbentes más eficaces que sin ellas. Más del 90% de las plantas presentan estas asociaciones».[19]
También, las asociaciones de insectos y bacterias intracelulares son bastantes comunes. Se calcula que cerca del 20% de los insectos albergan endosimbiontes. Veamos el asunto por el lado de las relaciones tróficas, que es el escenario en el que más se resalta la competencia entre individuos y especies y en donde aparecen las simbiosis no mutualistas como el parasitismo y la depredación, y que pasamos a considerar.
Acerca del herbivorismo, es decir de aquellos seres vivos que se alimentan de plantas (heterótrofos), «destacamos que las plantas han estructurado su cuerpo de forma modular (carente de órganos únicos) para hacer frente a los ataques externos. Gracias a esta estructura, la depredación animal no constituye un problema grave (…) son capaces de sobrevivir a depredaciones a gran escala».[20] Por eso, existen pruebas de que las vastas manadas de antílopes en las planicies del este de África facilitan la producción de hierba; la producción primaria neta es mayor con los herbívoros que sin ellos. Una simbiosis de grupo a partir de la depredación. Si tenemos en cuenta que cerca del 99% en peso de la biota terrestre la constituyen el reino de las plantas, vemos lo atenuado que queda en este escenario esta versión de la simbiosis no mutualista.
En cuanto a la competencia, los trabajos de den Boer de 1986, que revisó esta interacción, concluyen que «la coexistencia es la regla y la exclusión competitiva completa es la excepción».[21]
El parasitismo es una relación trófica en la que un simbionte vive a expensas del otro. El ataque que no mata o lo hace de manera lenta es un tema que se repite en la evolución. Con el tiempo se producen cambios entre depredadores y presas y la hostilidad de convierte en mutualismo, como ocurre en la formación de las células eucariotas. O bien, se tiende a largo plazo a un parasitismo “razonable”, y en donde las poblaciones concernidas tienden a estabilizarse. El principio general que se puede establecer es que cuando los parásitos han estado asociados a sus hospedantes largo tiempo, la interacción es moderada y es neutra o beneficiosa bajo un punto de vista del largo plazo.[22]
En cuanto a las relaciones tróficas, no hay que olvidar la pléyade de seres vivos autótrofos que se alimentan del sol (cianobacterias, algas y plantas, por ejemplo), y de los litoautotrófos que lo hacen de los compuestos inorgánicos, ni las diversas situaciones de simbiosis mutualista en la que cada simbionte aporta su parte alimenticia.
Podemos concluir que el resultado de todas estas interacciones de simbiosis de cualquier signo está dominado por la evidencia que plantea Margulis cuando sostiene que: «La vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación. Las formas de vida se multiplicaron y se hicieron más complejas asociándose a otras, no matándolas».[23]
El comensalismo en términos tróficos sería más bien un detritivorismo débil, que no perjudica a uno de los simbiontes y favorece al otro. El detritivorismo llevado a cabo por bacterias y hongos principalmente, es la apuesta por el reciclaje de nutrientes que arbitra la biosfera en su lucha contra la entropía.
Como resumen de lo hasta aquí aportado, podemos concluir con Máximo Sandín, que los nuevos datos están descubriendo una naturaleza que presenta un significado radicalmente opuesto a la vieja biología: «de cooperación frente a competencia, de comunidades (sistemas) frente a individuos, de integración en el ambiente frente a lucha contra él, de procesos explicables científicamente frente al absurdo azar sin sentido».[24] En definitiva, y su programa coincide con el de Margulis, «se trata, nada menos, que de rehacer la Biología».
Las bacterias y la aparición de las células eucariotas
En el principio de la vida fueron las bacterias, o seres vivos procariotas, las primeras células. La célula es la unidad mínima de la vida por su condición autopoyética, es decir con capacidad de autocrearse y de replicarse en conexión con el exterior. Desde que la autopoiesis empezó nunca ha dejado de funcionar, y cuando deje de hacerlo la vida desaparecerá.
Situados en este escenario vital, la primera consideración que hay que hacer es la distinción entre células procariotas y células eucariotas, es una diferencia en la estructura y en el tiempo. Primero aparecieron las procariotas, células sin núcleo y pequeñas, y a partir de ellas siguieron las eucariotas, células con núcleo, mayores y más complejas. Una figura comparativa:
Esta encrucijada de la vida, habida hace más de dos mil millones de años atrás, significó uno de los pasos más importantes para la diversidad de la vida. En este tiempo, a partir de células procariotas, bacterias y arqueobacterias, y por simbiosis mutualista de las mismas, se crearon las eucariotas, células de la que están hechos los cuatro reinos más conocidos de la vida: Protoctistas, Animales, Plantas y Hongos. De estos reinos, los tres últimos, se fueron formando desde hace 580 millones de años atrás, son unos recién llegados a la vida si tenemos en cuenta que de las bacterias existen registros fósiles desde hace 3.700 millones de años. Estos nuevos seres coexistieron y coexisten con el reino de las moneras o reino de las bacterias, que sigue siendo el más imprescindible para que la vida continúe.
El proceso histórico tan importante para la diversidad de vida, el paso simbiótico de las procariotas a las eucariotas, lo explica Margulis en su Teoría de la Endosimbiosis Seriada (SET), esbozada ya en un primer trabajo de 1967.[25] Es compleja porque abarca miles de millones de años y los registros fósiles validantes no son abundantes, pero suficientes.[26] Como pauta mantenida a lo largo de esos miles de millones de años, se trata en todos los pasos históricos dados de una simbiosis mutualista que tiene como protagonistas a bacterias y arqueobacterias: primero se fusionan permanentemente arqueobacterias termófilas con bacterias con motilidad (espiroquetas), hace unos 2.200 millones de años. Aparecen los nucleocitoplasmas, o primeras eucariotas. Es el reino de las Protoctistas. Luego, esta simbiosis hace una nueva simbiosis mutualista con bacterias que respiran oxígeno, hace unos 2.000 millones de años. Es el origen de las mitocondrias. De esta fusión y 580 millones de años atrás, van apareciendo los animales y los hongos. Por último, hace unos 1.200 millones de años algunas se fusionan de nuevo con bacterias fotosintéticas o cianobacterias y dan lugar a los plástidos, que hace 480 millones de años dieron lugar a las plantas. Nuestra especie apenas cuenta históricamente, es una recién aparecida. Todo lo dicho queda expresado en el siguiente esquema de Margulis:
Como se puede ver, el proceso vital es una dinámica que en todo momento dirigen y propician las bacterias, es decir las células procariotas. Pero su papel no ha terminado aquí. Como resumen de su importancia destacamos lo siguiente:
Las tareas que realizan los equipos de bacterias son, nada menos, que el acondicionamiento del planeta entero (planeta simbiótico). Son ellas las que evitan que la materia viva acabe convirtiéndose en polvo (entropía). Convierten unos organismos en alimento para otros. Mantienen los elementos orgánicos e inorgánicos en el ciclo de la biosfera. Purifican el agua de la Tierra y hacen los suelos fértiles. Perpetúan la anomalía química que es nuestra atmósfera. Con Lovelock, Margulis mantiene que los gases producidos por microbios actúan como un sistema de control para estabilizar el medio ambiente vivo (hipótesis Gaia).[27]
Los procariotas transfieren de manera rutinaria y rápida distintos fragmentos de su material genético de unos individuos a otros. Todas las bacterias tienen acceso a la reserva de genes de todo el reino bacteriano y a sus mecanismos adaptativos. Como su velocidad de recombinación es superior a la de mutación de los organismos superiores, estos podrían tardar un millón de años en adaptarse a un cambio a escala mundial, cuando las bacterias podrían conseguirlo en unos pocos años. Por medio de constantes y rápidas adaptaciones a las condiciones ambientales, los organismos del microcosmos son el pilar en que se apoya la biota entera, ya que su red de intercambio global afecta, en última instancia, a todos los seres vivos. Las teorías del cambio por las mutaciones al azar quedan en un segundo plano. Es la otra teoría importante de Margulis llamada Simbiogénesis. Desde esta formulación, el árbol lineal de la vida de Darwin, queda como un arbusto, lleno de fusiones de ramas.
Las bacterias son, nada menos, que el acondicionamiento del planeta entero: evitan que la materia viva acabe convirtiéndose en polvo, purifican el agua de la Tierra y hacen los suelos fértiles.
Los microorganismos no han quedado rezagados en la historia de la vida, al contrario, nos rodean por todas partes y forman parte de nosotros. Además, el nuevo conocimiento de la biología altera la visión de nuestra evolución como una competición continuada y sanguinaria entre individuos y especies. La vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación. Las formas de vida se multiplicaron y se hicieron más completas asociándose a otras no matándolas. El resultado es un planeta que ha llegado a ser fértil y habitable para formas de vida de mayor tamaño gracias a una supraorganización de bacterias que han actuado comunicándose y cooperando a escala global.
Con todo lo aportado, podemos decir que la tendencia fundamental en la dinámica de la vida, de toda clase de vida, es la simbiosis mutualista. Y que los verdaderos agentes creadores son las bacterias. Nuestro endiosamiento, una vez más, debe caer por los suelos. Somos solo unos recién llegados a la vida (menos del 1% de su tiempo) y somos como especie absolutamente prescindibles. Al lado de las diminutas, maltratadas y denostadas bacterias no somos nada.
La hipótesis Gaia
El nombre de esta teoría es muy curioso. Lovelock la empezó llamando con la engorrosa denominación de «Un sistema cibernético biológico capaz de mantener homeostáticamente el planeta en un estado físico y químico óptimo apropiado para su biosfera actual», pero no le parecía un nombre adecuado y consultó a su vecino, el premio Nobel de literatura William Golding (autor del Señor de las moscas) para que le sugiriese otro nombre, que debería ser de cuatro letras; y este, a la vista del contenido, le propuso llamarla Gaia,[28] nombre que Lovelock aceptó inmediatamente. En homenaje, cuenta con una escultura de la diosa griega en el jardín de su casa de campo.
Podemos definir a Gaia como una entidad compleja que comprende el suelo, los océanos, la atmósfera y la biosfera terrestre: el conjunto constituye un sistema cibernético autoajustado por realimentación que se encarga de mantener en el planeta un entorno física y químicamente óptimo para la vida. El mantenimiento de unas condiciones hasta cierto punto constantes mediante control activo es adecuadamente descrito con el término «homeostasis», si se refiere al equilibrio hacia un punto fijo. Si se refiere a la regulación alrededor de un punto cambiante se le llama «homeorresis».
Por ello podemos decir que «la vida no está rodeada por un medio esencialmente pasivo al cual se ha adaptado, sino que se va construyendo una y otra vez su propio ambiente».[29] La teoría Gaia es una intensa revisión de la selección natural de mutaciones genéticas, ya que los procesos de regulación gaianos son los «selectores naturales».
Las bases para sostener esta hipótesis se basan en que la estabilidad de la temperatura media en los últimos 3.000 millones de años, a pesar de que la luminosidad del sol ha ido aumentando en esos años y que la temperatura media de la Tierra, por ello, debería haber aumentado; en el mantenimiento dinámico del oxígeno para que no alcance niveles de combustibilidad ni de anoxia (baja concentración)[30] y de la neutralización de la tendencia a la acidez del planeta, que se lleva a cabo mediante la producción de sustancia alcalinas, como el amoniaco, por millones de organismos.
La naturaleza ha sido, desde tiempos relativamente recientes, maltratada, instrumentalizada y temida por la especie humana. No siempre fue así.
La hipótesis Gaia es simplemente la simbiosis vista desde el espacio. Una visión simbiótica desde arriba, de la misma manera que a principios de los sesenta, Lynn Margulis nos proporcionó una visión desde debajo de Gaia a través de su microscopio y nos mostró que se componía de microorganismos simbiontes y que estaba viva.
Hacia la veracidad naturalista
La naturaleza ha sido, desde tiempos relativamente recientes, maltratada, instrumentalizada y temida por la especie humana. No siempre fue así. En tiempo remotos, digamos 200.000 años atrás hasta el Holoceno, fue venerada. Fruto de esta distancia y complejo de señorío sobre la misma que nos hemos fabricado, ha sido el invento de la llamada “falacia naturalista”, es decir del intento de hacer costumbres y éticas autónomas respecto a Natura. Lo que pudiese derivarse de Gaia era considerado falso y peligroso.
Frente a esta vieja concepción, que corresponde a nuestro endiosamiento y a la consideración del mundo de la vida en el que ahora estamos asentados (la naturaleza de “dientes y garras ensangrentadas”, o el principio de muerte freudiano), aparece en todo su esplendor el conjunto de la concepción marguliniana de la vida como cooperación universal, como modestia humana, como inserción y veneración por Gaia.
En este contexto debemos hablar de imitación de la naturaleza, de inspiración de la naturaleza, de comportamiento congruente con la misma, de reconocimiento y veneración por Gaia: de panteísmo.
Claro que hay que salvar escollos y estar atentos en varios sentidos: quién se apropia de la verdad de nuestro ser natural, de qué verdad y con qué modos. Esto tiene dos pilares: la lucha por una suerte de democracia que reduce todas las desigualdades e impide las coerciones más o menos patentes, y la búsqueda humilde, no dogmática, no inquisitorial, de esa verdad. Dada nuestra condición subjetivista y nuestra incapacidad esencial para lograr ese empeño, iremos conviviendo con esas verdades no absolutas, que además esperan su corrección, pero que de momento no la encuentran. Un escollo es salvar la petitio principii en todo caso, no dando por bueno como partida ni fundamento aquello que hemos de validar. Mejor andar con dudas que salirse de nuestro ser natural. Se nos ocurre bautizar a la falacia naturalista como una falacia.
La revisión del concepto de naturaleza humana
En este contexto hemos de empezar por la naturaleza para poder indagar en la condición humana, como nos advertía Frans de Waal que deberíamos hacer. Porque parece ilógico no querer aplicar las lecciones de la evolución y la ecología al reino terrenal de lo humano. O quedarnos en una esfera privilegiada de autonomía como especie elegida, que puede ignorar las verdades evolutivas y tendenciales de la vida, como si fuésemos animales aparte.
Pero la mente igual que el cuerpo, surge de la autopoiesis. Mente, cuerpo y percepción son procesos igualmente autorreferenciales y autorreflexivos, presentes ya en las bacterias más primitivas. Todo lo que sabemos, todo lo que somos capaces de conocer es un producto de nuestra evolución como criaturas adaptadas a la supervivencia.
Entre la altanera concepción de la especie humana derivada de la visión renacentista representada por Pico della Mirandola, contenida en su discurso sobre la dignidad del hombre,[31] y el determinismo estructural,[32] creemos que todos los seres vivos tenemos algunos márgenes para el libre albedrio, pero no dejamos de ser seres de la naturaleza, sometidos a sus leyes, tendencias y limitaciones de manera fuerte. Los potentes mecanismos de autoengaño de que estamos dotados, los miedos, el sometimiento a líderes, dictadores, gurúes, principalmente masculinos, la aceptación de religiones mayormente irracionales y fantasiosas, nos indican meros mecanismos de (inadecuada) adaptación para la supervivencia, amén de nuestra renuncia a integrarnos en nuestra casa común, en Gaia, que esa es la libertad de que gozamos. La libertad de equivocarnos fuera de nuestro mundo. También, por tanto, la libertad de retomar la senda de la simbiosis vital inclusiva.
La ilusión de considerar al ser humano independiente de la naturaleza es un caso peligroso de ignorancia. Una línea continua de vida, sin fragmentación, existe ahora y ha existido siempre, a través de los 4.000 millones de años del tiempo darwiniano y de los aproximadamente 25 km de espesor de espesor que se extiende desde 10 km por debajo de la superficie marina hasta 10 km por encima en lo más alto de la troposfera, constituyendo lo que se llama espacio de Vernadsky. Todos los organismos estamos comprendidos en este sistema vivo.[33]
La simbiosis mutualista es una tendencia universal y a largo plazo, es nuestra mayor esperanza. Lo decía de Waal: «La antigüedad evolutiva de la empatía hace que me sienta extremadamente optimista (…). Es un universal humano. (…) De hecho yo diría que la biología constituye nuestra mayor esperanza».[34]
La antropología en los tiempos originales del homo sapiens
El homo sapiens moderno podemos decir que habita el planeta desde unos 200.000 años atrás hasta nuestros días.
A la vista de la ambigüedad humana (fuerte empatía frente a demoledoras experiencias de matanzas) en un contexto tendencial de simbiosis mutualista, cabe esperar épocas en que los asuntos humanos estuviesen más del lado de lo más constitutivo de la naturaleza humana: la cooperación, el afecto y la vida en común, la simbiosis mutualista.
Y, efectivamente, podemos afirmar que existió esa época (o épocas), que existió ese “paraíso” y de ahí la nostalgia histórica del mismo, expresada en muchos mitos: la Biblia, Hesiodo, Ovidio, Cervantes, Milton, etc. Nos referimos a los más de 150.000 años en que el homo sapiens era principalmente una sociedad recolectora, cazadora y carroñera.
Este periodo de la historia humana es muy importante porque representa el 95% de la misma, en el cual ha vivido nuestra especie en este tipo de sociedades conocidas también como extractivas o cinegéticas. Y en la actualidad subsisten aún más de mil culturas que viven según este sistema de apropiación, aglutinando una población en torno a 500.000 personas que presenta una gran diversidad cultural: identificadas por su lengua conforman unos mil pueblos que representan una sexta parte de la riqueza cultural del mundo.[35]
Se trata de sociedades con fuertes vínculos de parentesco y en las que la posición de la mujer y el hombre no está muy desequilibrada, no hay matriarcado, pero tampoco patriarcado. Eso sí, existe una diferenciación sexual del trabajo: la mujer recolecta y cuida la “casa” y el hombre caza, pero la mujer aporta cerca el 80% de los alimentos que se consumen, que son vegetales. Por eso se ha propuesto con razón que se les llame sociedades de «recolectoras-cazadores».
La economía está destinada a obtener el sustento necesario, por eso el tiempo dedicado a la misma no sobrepasa las 2 a 3 horas diarias,[36] el resto del tiempo es de ocio y de relaciones sociales. «Es la gente del mundo que tiene más tiempo libre», al decir de Service.[37] O como las califica Sahlins, las primeras sociedades de la abundancia.
Tienen una buena dieta alimenticia por lo que, en general gozan de muy buena salud: buena comida y suficiente, agua limpia, aire nada contaminado y ausencia total de estrés. Están muy dotadas, pues, para hacer frente a las enfermedades infecciosas. [38] Los recursos naturales de los que depende la banda son propiedad colectiva o comunal. La igualdad y la democracia son la norma. Lo primero se explica por la práctica hegemónica de la reciprocidad generalizada (todos/as “dan”, todos/as “toman”) entendida como la disposición universal a dar, esperando la devolución sin tiempo, lugar o cantidad similar a devolver. El trabajo clásico de Marcel Mauss sobre el don habla de la obligación de dar, de la obligación de recibir y de la obligación de devolver en el tiempo con demasía.[39] También existe la práctica de la redistribución, según la cual todo lo obtenido en la cosecha y caza es concentrado en un lugar central que administra el “jefe” de la banda o de la tribu repartiéndolo entre todos.[40]
La guerra externa, contra otras sociedades, es muy rara y existen instituciones como el tabú del incesto que obliga a casamientos fuera del grupo doméstico o banda, con lo que se fomentan las alianzas políticas con los extraños al grupo y con eso se ventila en muchos casos el desencadenamiento de conflictos, o se tiene más fuerza a la hora de padecerlos. Igualmente, instituciones como el potlatch (la fiesta de la distribución y el prestigio) y el kula (una mezcla de comercio y de fomento de buenas relaciones) sirven para evitar los conflictos armados.[41] Los trabajos arqueológicos ratifican este estado de paz perpetua. Menéndez et al. mantienen que «todavía con una cultura paleolítica, la necrópolis sudanesa de Jebel Sahaba (c. 12.000 a 10.000 B.P.) muestra el ejemplo más antiguo conocido de muerte violenta colectiva, resultado tal vez de un conflicto por los recursos en un momento de gran sequía».[42]
La esperanza media de vida al nacer se calcula alrededor de los 33 años.[43] Como dice Wright [44] «la triste verdad es que hasta mediados del siglo XIX, la mayoría de las ciudades eran trampas mortales, infestadas de enfermedades, alimañas y parásitos. La esperanza media de vida de la antigua Roma no pasaba de 19 ó 20 años, menos que en la ciudad neolítica de Catal Hüyük, aunque algo mejor todavía que en la región industrial de Birmingham, tan vívidamente descrita por Dickens, donde la media decayó a 17 o 18 años”. En todas ellas la esperanza de vida era menor que en la Edad de Piedra.
Estudios actuales (c.1988) sobre los Kung, pueblos cazadores-recolectores que viven en el desierto de Kalahari, muestran que el 10% de ellos tiene más de 60 años (comparado con el 5% de países agrícolas como India o Brasil) y los exámenes médicos demuestran que gozan de buena salud.[45]
Los reflejos de la simbiosis en la esfera humana
También, como cabría esperar de un contexto generalizado de simbiosis mutualista, hay rastros firmes de esa tendencia universal. Por ejemplo, en relación a la empatía, de Waal sostiene que «no decidimos ser empáticos: simplemente lo somos (...) lo cual significa que la empatía es innata (…) A lo largo de 200 millones de años de evolución mamífera, las hembras sensibles a sus retoños dejaron más descendencia que las que eran frías y distantes: las madres que no respondían no perpetuaron sus genes».[46]
Hace unas tres décadas se descubrieron en unos primates un singular grupo de neuronas que se activaban simplemente cuando se contemplaba el movimiento de otros monos, se les llamó neuronas espejo. Se ha comprobado que también existen en el cerebro de los humanos y que también permiten hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. Constituyen la base neurológica de la empatía, lo que demuestra que somos seres profundamente sociales. La sociedad, la familia, y la comunidad son valores realmente innatos.[47][48]
Es llamativo también nuestro parecido genético con los bonobos, nuestros parientes más próximos con los que compartimos el 99% del ADN; ellos son pacíficos y amoroso y resuelven sus conflictos con actos de amor-sexo, es un caso de simbiosis mutualista sin mezcla de mal alguno.
Los bonobos, nuestros pariente más próximos con los que compartimos el 99% del ADN son pacíficos y amorosos y resuelven sus conflictos con actos de amor-sexo: un caso de simbiosis mutualista sin mezcla de mal alguno.
Y en orden a lo que es la naturaleza humana, hay que oír las opiniones de Michael Tomasello, codirector del Instituto de Antropología Evolutiva de Leipzig, que, observando a niños de 1 a 3 años, llega a la conclusión de que los niños y niñas «a partir del primer año de vida –cuando empiezan a hablar y a caminar y se van transformando en seres culturales–, ya muestran inclinación por cooperar y hacerse útiles en muchas situaciones. Además, no aprenden esta actitud de los adultos: es algo que les nace (…) son altruistas por naturaleza y esa predisposición es la que intentan cultivar los adultos, pues los niños también son egoístas por naturaleza. Porque todos los organismos viables deben tener algún rasgo egoísta; deben preocuparse por su propia supervivencia y bienestar. El afán de cooperar y ser útiles descansa sobre esos cimientos egoístas».[49]
Por último, son de destacar en este capítulo los trabajos de la economista, premio Nobel en 2009, Elinor Ostrom. Según el propio Comité, que le ha concedido ese galardón, la concesión se le ha dado por que «ha puesto en cuestión la afirmación convencional de que la gestión de la propiedad común suele ser ineficiente, razón por la cual debería ser gestionada por una autoridad centralizada o ser privatizada».
Sus trabajos muestran que no solo en el espacio («Hemos estudiado varios cientos de sistemas de irrigación en el Nepal, y sabemos que los sistemas de irrigación gestionados por los campesinos son más eficaces que los muy tecnificados construidos por el Banco Mundial», confiesa ella misma) sino también en el tiempo (ha estudiado bienes comunes en Suiza, Japón, España, Filipinas, etc., que llevan funcionando hasta 800 años con éxito y sin sufrir deterioro ecológico, es decir de forma sostenible) los bienes comunes funcionan con éxito y proliferan, más allá de los bienes privados o estatales.[50] Aunque, insiste, que deben de cumplirse ciertas condiciones.
Los economistas Bowles y Gintis ratifican las propuestas de Ostrom, y de los antropólogos Knauft y Boehm, y admiten que ese periodo de cien mil años de solidaridad vivido por la humanidad abarca más del 90% de su existencia.[51]
Los diez mandamientos gaianos y una propuesta semántica.
Llegados a este punto queremos formular una guía para la vida, que formulamos como sigue:
- La simbiosis, con tendencias mutualistas, es la orientación social e individual más prometedora para tener éxito. Por ello, hay que favorecer el comunalismo respecto a la propiedad, uso y gestión privada de los bienes. Ya hemos visto con Ostrom que no se trata de una utopía sino de todo lo contrario.
- La inserción, de nuevo, de los seres humanos en la naturaleza, su economía, su hábitat, su sensibilidad y su mística. Sin ella no solo no hay porvenir, sino que sin ella perdemos lo mejor de nuestro conocimiento, percepción, y adecuación a los más importante para nosotros que es la alegría de vivir.
- La vuelta a la tierra, al humus, a la humildad profunda, al igualitarismo con los demás seres vivos. Por razones de congruencia con el proceso que nos ha constituido. Poniendo cierto énfasis en la propia especie.
- La simplicidad de la vida para adaptarla a la capacidad de carga, a la convivencia con las demás especies, al desarrollo fraternal y a la vida interior.
- El cultivo de la resiliencia, esa propiedad para adaptarse y superar situaciones de crisis y poder desencadenar la homeostasis y la homeorresis.
- El sentido de la vida como alegre permanencia en el ser y en estar vivo. Como fusión inteligente, como simbiosis mutualista.
- La igualdad básica entre todos los seres humanos, sin que puedan ser coexistentes las carencias graves con las riquezas ostentosas. No siempre habrá ricos y pobres (ni siempre los ha habido), mejor predicar las dificultades de los ricos para la vida buena, comparables a la entrada del camello por el ojo de la aguja, que la profecía de que los pobres “siempre los tendremos entre nosotros”.
- El reconocimiento de la centralidad de las bacterias en el origen, mantenimiento y futuro de la vida. Del antropocentrismo al bacteriocentrismo.
- Una mirada gaiana sobre la muerte, como reintegración en el ciclo vital. Solo los individuos mueren. Pero sus reservas corporales no se pierden. «Morir es perder la identidad y unirse al resto».[52] En vez del “descanse en paz”, mejor “las bacterias nos lo devolverán”.
- La “religión” (religación) panteísta. Todo es sagrado, el todo es lo sagrado. Ese es el objeto de nuestra reverencia.
La propuesta semántica consta de dos apartados: en el primero hay que abogar para que el nuevo paradigma tenga su reflejo en los términos del lenguaje geológico. Proponemos que la denominación Super Eón Bacteriano debe sustituir a ese cajón de sastre que ahora llamamos informalmente Precámbrico. En el segundo, la denominación de época Gaiaceno debe sustituir a esa novedad que se propugna titulada Antropoceno. Estas propuestas deben llegar a la Comisión Internacional de Estratigrafía para su aceptación universal.
Conclusión
A la vista de todo lo dicho, hay que afirmar que para que este mundo, para los seres humanos, no llegue a la mayor de sus catástrofes vividas, será necesario cambiar la cosmovisión hoy dominante de exponencialidad, egoísmo, hybris, endiosamiento, y desprecio a Natura, por el nuevo paradigma que se atisba en este contexto de simbiosis mutualista generalizada, que hemos tratado de argumentar, que implica la reverencia a Gaia.
Con Riechmann cantamos que… siempre nos quedarán las bacterias y los bosquimanos, y añadiríamos, y los bonobos. Tres bes benditas.
NOTAS:
[1] F. de Waal, La edad de la empatía. ¿Somos altruistas por naturaleza?, Tusquets, Barcelona, 2013, p. 22)
[2] L. Margulis, Micocosmos, Tusquets, Barcelona, 1995, p. 108.
[3] W. Steffen et al., «Planetary boundaries: Guiding human development on a changing planet», Sciencexpress, 15 de enero de 2015.
[4] Génesis 1, 27 y 28
[5] T.S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1971 [1962], pp. 114 y 149.
[6] C. Darwin, El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia, Akal, Madrid, 1985 [1859], pp. 378-379.
[7] El térmico “Cámbrico” hace referencia al nombre antiguo de Escocia.
[8] En 1829, el conde de Bridgewater dejó en su testamento 8.000 libras para cualquier gran hombre que estudiase el Poder, la Sabiduría y la Bondad de Dios. Se escribieron ocho tratados.
[9] L. Margulis y D. Sagan, Captando genomas. Una teoría sobre el origen de las especies, Editorial Kairós, Barcelona, 2003, p. 253.
[10] Autopoieisis: capacidad de un ser para autocrearse, automentenerse y replicarse. Es la condición que separa un ser vivo de uno no vivo. Fue el salto sistémico del mundo inorgánico al mundo orgánico de la vida.
[11] Los cuatro Reinos no bacterianos son todos eucariotas, es decir están formados por células con núcleo, procedentes de simbiosis permanente de bacterias, y que se diferencian sustantivamente de las procariotas, células sin núcleo. Por eso todos estos seres vivos son literalmente compuestos, en todos los casos.
[12] L. Margulis et al., Una revolución en la evolución, Publicaciones de la Universitat de València, Valencia, 2002, p. 287
[13] L. Margulis y D. Sagan, Op.cit., 2003, p. 16.
[14] J. Herron y S. Freeman, Análisis evolutivo. Pearson, 2002.
[15] L. Margulis y D. Sagan, Op.cit., 2003, p.36
[16] A. Moya y J. Peretó, Simbiosis. Seres que evolucionan juntos, Editorial Síntesis, Madrid, p. 53, 2011.
[17] J. Izco et. al., Botánica, McGraw-Hill, Madrid, 1997, p. 51.
[18] Ibidem, p. 309.
[19] Ibidem, p. 336 y 337.
[20] S. Mancuso y A. Viola, Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015, pp. 6 y 108.
[21] E.P. Odum y F.O. Sarmiento, Ecología. El puente entre ciencia y sociedad, McGraw-Hill, México D.F., 1997, p. 192.
[22] Ibidem, p. 176.
[23] L. Margulis et al., Op.cit., 2002, p. 108.
[24] M. Sandín, Pensando la evolución, pensando la vida. La biología más allá del darwinismo, Editorial Nativa, Cauac, 2010, p. 105.
[25] L. Margulis, «On the Origin of mitosing cells», Journal of Theoretical Biology, vol. 14, n.º 3, 1967 (Lo firma con el nombre de casada Lynn Sagan).
[26] L. Margulis y D. Sagan, Op.cit., pp. 86 y ss.
[27] L. Margulis, op.cit., 1995, p. 108.
[28] Gaia, diosa griega que, según Hesíodo, ante todo fue el Caos; luego Gaia, la del ancho seno, eterno e inquebrantable sostén de todas las cosas.
[29] L. Margulis, Op.cit., 1995, p. 290.
[30] Ibidem, pp. 289 y ss.
[31] Habla Dios así: «No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos».
[32] ¿Cómo olvidar aquella mecánica causalidad con la que tanto hemos argumentado, que nos somete al desarrollo de las fuerzas productivas, generadores de unas relaciones de producción y a unas superestructuras adecuadas, entre las que se encuentran las psicológicas y las epistemológicas?
[33] L. Margulis y D. Sagan, Op.cit., 2003, p. 27.
[34] F. de Waal, Op.cit., pp. 267 y 69.
[35] M. González de Molina, y V. Toledo, Metabolismos, naturaleza e historia. Hacia una teoría de las transformaciones socioecológicas, Icaria, Barcelona, p.123, 2011.
[36] M. Sahlins, Economía de la edad de pieda, Akal, Madrid, 1983, pp. 13 y 36
[37] E.L. Service, Los cazadores, Editorial Labor, Barcelona, 1973, p. 22.
[38] Harris (1995:26) sostiene que «sin duda había enfermedades, pero como factor de mortalidad debieron ser considerablemente menos significativas durante la Edad de Pìedra que en nuestros días».
[39] M. Mauss, Ensayo sobre el don. Formas y función del intercambio en las sociedades arcaicas, Katz Editores, Madrid, 2009, [1925], p. 91.
[40] R. Gargarella y F. Ovejero, Razones para el socialismo, Paidós, Barcelona, p. 176: «todas las sociedades humanas practicaron un comportamiento igualitarista y en su mayoría tuvieron éxito en su empresa», 2001.
[41] Service (Op.cit., pp. 70 y 75): «la condición normal es la paz dentro de la banda, no la guerra de todos contra todos. También resulta raro que haya verdadera lucha entre bandas (…) es excepcional y no se prolonga ni se registra gran número de muertos».
[42] M. Menéndez, A. Jimeno y V. Fernández Diccionario de prehistoria (2ª edición), Alianza Diccionarios, Madrid, 2011, p. 146.
[43] «Esta cifra sale favorecida en comparación con las de muchas naciones modernas de África y Asia» (se refiere a finales de los setenta del siglo XX). M. Harris, Antropología cultural, Alianza Editorial, Madrid, 2000 [1983], p. 28.
[44] R. Wright, Breve historia del progreso. ¿Hemos aprendido por fin las lecciones del pasado?, Ediciones Urano, Barcelona, 2006, p.108.
[45] M. Harris, Op. cit., p. 109.
[46] F. de Waal, Op.cit., pp. 96.
[47] J. Riechmann, La habitación de Pascal. Ensayos para fundamentar éticas de suficiencia y políticas de autocontención, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2009, p. 252.
[48] M. Jacoboni sostiene que «cuando vemos que alguien sufre o siente dolor, las neuronas espejo nos ayudan a leer la expresión facial de esa persona (…) esos momentos constituyen los cimientos de la empatía y quizá de la moralidad, una moralidad enraizada en nuestras características biológicas» (Las neuronas espejo. Empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de cómo entendemos a los otras, Katz Editores, Buenos Aires, 2009, p. 14).
[49] M. Tomasello, ¿Por qué cooperamos?, Katz Editores, Madrid, 2010, pp. 24-25 y 69.
[50] E. Ostrom, El gobierno de los bienes comunes, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1990, pp. 110-145.
[51] R. Gargarella y F. Ovejero, Op.cit. pp. 174-176.
[52] U.K. Le Guin, Los desposeídos. Minotauro, Barcelona, 1983, p.16.
Acceso al texto completo en formato pdf: Hacia una nueva antropología, en un contexto de simbiosis generalizado en el mundo de la vida.
Lecturas Recomendadas
Las epidemias no son fenómenos naturales. Hay que verlas, más bien, como fenómenos sociohistóricos de aparición relativamente reciente.
Santiago Álvarez Cantalapiedra en la INTRODUCCIÓN del número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, Pandemia y Crisis Ecosocial, constata que cada pandemia es hija de su época y que la del COVID-19, que sería la primera de carácter global stricto sensu, ha sido posible gracias a la combinación de dos hechos estrechamente relacionados:
- la presión que ejercemos los seres humanos sobre el conjunto de los ecosistemas
- la globalización.
Aunque habitualmente se ha contemplado esta pandemia en términos exclusivamente sanitarios, tiene como trasfondo la crisis ecosocial provocada por el capitalismo global.
La presión humana sobre los ecosistemas está erosionando la biodiversidad y los equilibrios protectores que aquellos ofrecen frente a elementos patógenos. La comunidad científica no se cansa de subrayar los riesgos que supone la pérdida de biodiversidad en la propagación de las enfermedades infecciosas.
Desde el Centro de Documentación de FUHEM Ecosocial queremos hoy recomendar dos lecturas que abordan el origen y las causas de estas enfermedades desde diferentes perspectivas.
La primera de ellas Grandes Granjas, grandes gripes. Agroindustria y enfermedades infecciosas de Robert Wallace, publicada en la sección RESEÑAS del número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, rastrea las formas en que la gripe y otros patógenos emergen de una agricultura controlada por corporaciones multinacionales, ofreciendo alternativas sensatas al agronegocio letal.
La segunda recomendación apareció en la sección de CUADERNO DE NOTAS del número 151 de nuestra revista. Escrito por Mike Davis el libro: Llega el monstruo. COVID-19, Gripe aviar y las plagas del capitalismo analiza la actual pandemia, situando esta crisis en el contexto de algunas catástrofes virales previas, en particular, el desastre de la gripe de 1918, la gripe aviar de hace una década y media, pasando por la SARS o la MERS, hasta llegar al devastador brote que estamos viviendo.
Grandes Granjas, grandes gripes. Agroindustria y enfermedades infecciosas
Robert Wallace
Capitán Swing, Madrid, 2020, 509 págs.
Traducida al castellano por J. M. Álvarez-Flórez de la homóloga en inglés del 2016, representa un estudio acerca del origen de algunas de las enfermedades más alarmantes de nuestro tiempo, dividido en sietes partes introducidas por un prefacio a la edición española que contextualiza el libro dentro del escenario de la COVID-19.
El autor, un biólogo evolutivo y filogeógrafo de salud pública cuya investigación se centra en las formas en que la agricultura y la economía influyen en la evolución y propagación de los patógenos –en particular, los que causan la gripe porcina (H1N1) y aviar (H5N1)–, utiliza aquí una escritura técnica, precisa, y detallada, pero cercana, para componer un itinerario de exploración sobre cómo ha crecido intensamente el consumo de carne en tan solo dos décadas, y de qué forma ha afectado eso a la dimensión socioecológica.
Con todo ello, Wallace nos muestra la cara B del modelo económico de la agroindustria y nos proporciona muchas razones para cambiar nuestros hábitos alimenticios y la relación que mantenemos con la naturaleza.
Esta intencionalidad se resume de manera excelente en una declaración suya en la cual afirmó que «Cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos debe investigar el modelo industrial de la agricultura y, más específicamente, la producción ganadera. En la actualidad, pocos gobiernos y pocos científicos están preparados para hacerlo».
En ese sentido, el libro aparece como el intento de comprender la distribución histórica y geográfica de peligrosos virus y debería haber servido como una gran advertencia o llamada de atención para la actual pandemia de coronavirus.
Una de las ideas fundamentales que propone el autor de Grandes granjas, grandes gripes es que para muchas “familias” de virus zoonóticos (es decir, los virus que pueden transmitirse de animales a humanos), los factores socioeconómicos y/o las variables materiales que subyacen a su evolución viral, propagación e impacto no son totalmente aleatorios. Esto tiene implicaciones importantes: el mayor foco de atención se pone en tratar de comprender los “mecanismos moleculares” (es decir, la técnica) por los cuales tales virus prevalecen sobre el sistema inmunológico humano, mientras que se pone poco énfasis en tratar de comprender las otras causas, quizás menos lineales y más complejas, que están detrás de que una cepa de gripe “poco patógena” se convierta en una cepa “altamente patógena”, capaz de infectar y matar a millones de personas.
La consecuencia de ello es que, si por un lado este mecanismo nos garantiza que se llegará a desarrollar respuestas de “ataque” al virus, como por ejemplo vacunas efectivas con tecnologías muy innovadoras, por el otro no se llega a la raíz del problema que conduciría a la prevención de futuros brotes, ya que no se cuestionan las fuerzas que de alguna manera impulsan la evolución de los virus. Y, como explica Wallace, una de las razones por las que se adopta este “enfoque molecular” para las pandemias virales se puede encontrar en el tipo de ciencia con fines de lucro que interesa a las grandes compañías farmacéuticas y a las grandes corporaciones agroindustriales. En este sentido, la lógica capitalista muestra descarnadamente que es más rentable atender el problema que prevenirlo en primer lugar. «La perversión de la ciencia para obtener beneficios políticos es en sí misma una fase de la pandemia», advierte el autor.
Uno de los asuntos tratados por Wallace tiene que ver con la nomenclatura. En ese sentido, el estadounidense proporciona una recopilación de incidentes registrados en algunos países que se habrían negado a cooperar con la Organización Mundial de la Salud (OMS), e incluso la presionaron para que se adoptaran nuevos sistemas de nomenclatura con el fin de desviar la atención sobre ciertos gobiernos o industrias que podían tener alguna responsabilidad en un brote inicial.
El argumento del biólogo es que en verdad aquí se esconden intereses más profundos: si por un lado hay un gran intento de limpiar su imagen y negar sus responsabilidades, por el otro es evidente que su falta de voluntad para cooperar surge porque el poder estatal ha sido capturado por los grandes agronegocios.
Así, si por un lado se afirma:
¿Podemos asignar la culpa a un determinado país como Indonesia, Vietnam o Nigeria, porque es en el que primero surge una cierta enfermedad entre humanos?
¿Debemos culpar a China por generar repetidamente brotes a nivel regional e internacional?
¿O debemos culpar a los EEUU donde se originó el modelo industrial de aves de corral integradas verticalmente, con miles de ellas empacadas como alimento para la gripe?
Las respuestas son sí, sí y sí», por el otro, en el libro se advierte de que «No importa si el brote comenzó en el infame mercado de alimentos vivos de Wuhan o en otra terminal periurbana. Lo que necesitamos es reajustar nuestra visión conceptual de los procesos por los cuales los organismos vivos se convierten en mercancías y transforman cadenas de producción completas en vectores de enfermedades».
Un buen ejemplo de todo esto sería el brote de gripe porcina de 2009, que Wallace identifica como una pandemia que resultó casi imposible de rastrear debido precisamente al inmenso poder que ejerce la agroindustria a nivel mundial.
En la base de estas reflexiones subyace el convencimiento de que las pandemias virales son intrínsecas a un modelo económico capitalista en el cual existe un sector agroindustrial —entre otros— cuyo único interés es el de maximizar las ganancias mediante la brutal explotación de animales que viven hacinados y están expuestos a una gran variedad de virus y enfermedades. Es el caso, por ejemplo, de la gran industria aviar, donde los pollos de engorde genéticamente uniformes se han criado selectivamente para crecer tres veces más rápido con la mitad de la cantidad de alimento que sus parientes silvestres. Y esta “productividad” capitalista y agresiva se obtiene a costa de “garantizar” técnicamente un sistema inmunológico robusto.
Además, los sistemas de naves cerradas empleados por los productores industria les evitan la exposición a los virus de baja patogenicidad que circulan naturalmente a través de las poblaciones de aves de corral criadas en libertad por los pequeños agricultores. Hay entonces dos grandes peros que considerar: el primero es que, dado que sus sistemas inmunológicos no están tensionados regularmente por estas cepas poco patógenas, si se dan las circunstancias de que tales cepas entran en las poblaciones, evolucionan rápidamente para volverse altamente patógenas y virulentas. Y el segundo elemento a considerar es que, en un contexto de cambio climático y pérdida de superficie de bosques con progresiva pérdida de biodiversidad, la probabilidad de que las poblaciones de pollos de engorde contraigan cepas de baja patogenicidad aumenta ya que las poblaciones de aves silvestres se acercan cada vez más a las granjas industriales.
Está claro que existirían medidas preventivas de bioseguridad, pero es también evidente que, en la mayoría de los casos, estas tienen altos costes, que no son compatibles con los intereses del capitalismo industrial. Así, lo que habría que implementar es, por el contrario, una producción a pequeña escala y local. Los monocultivos genéticos de aves de corral deberían ser revertidos por una mayor variedad de cultivos, y para ello habría que restaurar los ecosistemas de ciertas regiones del mundo.
En definitiva, el libro da una vuelta de tuerca más al argumento según el cual el neoliberalismo sería la causa fundamental de las pandemias virales; Wallace afirma repetidas veces que sería más exacto decir que el capitalismo en sí mismo es la fuerza impulsora. Por la naturaleza en la que el capital atrae y compra el poder estatal, la agroindustria no está realmente disciplinada por la economía de “libre mercado”, sino que utiliza al Estado para destripar derechos, asegurarse contra recesiones económicas y adquirir cada vez más zonas de control y poder.
En particular, y dentro de este marco de relaciones y poder corporativo, Wallace deja claro que la red globalizada de producción ganadera no solo potencia las pandemias virales, sino que en realidad actúa como una fuerza selectiva que determina inextricablemente la evolución viral. Si los modelos epidemiológicos incorporaran los factores que determinan la tasa de propagación ligada a los métodos de agricultura industrial intensiva, la disminución de superficie de los ecosistemas terrestres y la pérdida de biodiversidad, sin duda se potenciaría enormemente su poder predictivo.
Para reducir la aparición de nuevas epidemias, la producción de alimentos debería cambiar radicalmente. La autonomía de los agricultores y un sector público fuerte pueden, en cierta medida, contener el impacto ambiental y ahuyentar las infecciones. Sería necesario introducir reservas y cultivos, y restaurar las áreas sin cultivar. Además, y para nada secundario, habría que permitir que los animales se reprodujesen en el lugar para permitirles desarrollar y transmitir sus “patrimonio inmunológico”. Wallace insiste en que es fundamental, en ese sentido, proporcionar subsidios y fomentar las compras para apoyar la producción agroecológica y, en última instancia, defender estas medidas tanto frente a las coacciones que la economía neoliberal impone a los individuos y comunidades como frente a las amenazas de la represión estatal liderada por los capitalistas.
La agroindustria, como forma de reproducción social, debería terminar, aunque solo sea por una cuestión de salud pública. La producción de alimentos altamente capitalizada depende de prácticas que ponen en peligro a toda la especie humana, en este caso contribuyendo a provocar una nueva pandemia mortal. Se necesitaría, en palabras del autor, una verdadera socialización de los sistemas alimentarios para evitar la aparición de nuevos patógenos tan peligrosos. Esto requerirá, en primer lugar, armonizar la producción de alimentos con las necesidades de las comunidades agrícolas y, además, implementar prácticas agroecológicas que protejan el medio ambiente y a los agricultores cuando cultivan nuestros alimentos. A una mayor escala, necesitaríamos, tal y como señalan muchos otros autores, sanar las fracturas metabólicas que separan la economía de la ecología.
En resumen, Wallace advierte: «tenemos un planeta que recuperar».
Monica Di Donato. Investigadora, FUHEM Ecosocial
Llega el monstruo. COVID-19, Gripe aviar y las plagas del capitalismo
Mike Davis
Capitán Swing, Madrid, 2020, 175 págs.
Hace aproximadamente quince años el autor de este trabajo, el activista y escritor estadounidense Mike Davis, escribía otro libro bajo el título El monstruo llama a nuestra puerta: la amenaza global de la gripe aviar. Desde aquel entonces, numerosos estudios, investigaciones, o ensayos (cómo no recordar en ese sentido «Grandes granjas hacen grandes gripes», del biólogo evolutivo y fitogeógrafo Rob Wallace) advirtieron de la posibilidad de nuevas y peligrosas pandemias, destacando las responsabilidades y los intereses económicos de las “grandes farmacéuticas” y de las políticas neoliberales en la difusión de los virus y las enfermedades infecciosas. Y, una vez más, las predicciones se han cumplido: ¡la COVID-19 es finalmente ese monstruo que llama a nuestras puertas! Y los coronavirus, que antes eran de interés sobre todo para la ciencia veterinaria, ahora son el gran desafío de la ciencia médica y biotecnológica en general.
El libro reseñado en esta nota de lectura representa una edición sustancialmente ampliada del libro del Davis antes mencionado, y una revisión exhaustiva y muy acertada de la COVID-19 y sus plagas precursoras. En ese sentido, Mike Davis analiza la actual pandemia, situando esta crisis en el contexto de algunas catástrofes virales previas, en particular, el desastre de la gripe de 1918, que mató a millones de personas en pocos meses, la gripe aviar de hace una década y media, rápidamente olvidada por los grandes poderes, pasando por la SARS o la MERS, hasta llegar al devastador brote que estamos viviendo.
El autor reconoce que precisamente la SARS activó las alarmas de que una nueva pandemia vírica era inminente, amenazándonos a todos «independientemente de las costumbres sexuales y del uso o no de jeringuillas», y poniendo de manifiesto que «la presunción de que nuestra infraestructura sanitaria y de gestión tiene el conocimiento o el poder para controlar enfermedades infecciosas ya no se sostiene, y es peligrosamente arrogante».
A pesar de la enjundia de determinadas reflexiones y análisis, el lenguaje utilizado por Davis resulta en todo momento accesible y acertado para examinar las raíces científicas y políticas del apocalipsis viral actual. Al hacerlo, denuncia, como de costumbre en sus obras, el papel clave de las grandes farmacéuticas, los agronegocios y las industrias de comida rápida (incubadoras y distribuidoras de los nuevos tipos de gripe, debido a los modelos de producción que las sostienen), instigados por gobiernos corruptos y por un sistema global capitalista descontrolado, en la creación de las “perfectas” condiciones previas, desde un punto de vista ecológico, para la difusión de un virus que ha llevado a gran parte de la población mundial (y en particular a los más vulnerables) a una crisis de múltiples dimensiones.
Podríamos concluir señalando que dos son las reflexiones que hacen de telón de fondo a los análisis que se exponen en el libro y que, precisamente, invitan a una lectura atenta del trabajo para entender mejor las dinámicas de nuestros tiempos. Por un lado, el capital multinacional ha sido el motor que ha impulsado la evolución cada vez más significativa de determinadas enfermedades infecciosas mediante, sobre todo, la tala de bosques tropicales, que rompió las barreras naturales entre las poblaciones humanas y los virus, el aumento de la caza de animales silvestres a gran escala para abastecer de carne los mercados urbanos, el auge de la industria cárnica y el crecimiento exponencial de los barrios pobres, a lo que hay que añadir el empleo informal y el fracaso de la industria farmacéutica para encontrar beneficios en la producción masiva de antivirales esenciales, antibióticos de nueva generación y vacunas que sean universales.
El autor subraya cómo el enfoque basado en intervenciones técnicas específicas para cada enfermedad ha salvado vidas, pero deja casi inalteradas las condiciones sociales que promueven las enfermedades, y señala la necesidad de invertir en infraestructuras de atención primaria de salud en grupos, áreas regionales y países más pobres y vulnerables, basadas en las ideas de la “medicina social”, junto con reformas sociales radicales.
Por otro lado, es necesario promover un debate sobre modelos democráticos de respuesta efectiva para las “pestes” presentes y futuras, unos modelos que activen el empuje popular, coloquen a la ciencia al mando y empleen los recursos de un sistema de cobertura sanitaria universal y de salud pública (con una visión claramente tipo “One Health”).
En definitiva, la COVID-19 nos está obligando a comprender que no vivimos en una pandemia, sino en una era de pandemias. Ahora bien, con verdaderos monstruos que llegan y llegarán a nuestra puerta, ¿despertaremos a tiempo?.
FUHEM Ecosocial
La civilización del malestar: precarización del trabajo y efectos sociales y de salud
La civilización del malestar: precarización del trabajo y efectos sociales y de salud, de Joan Benach, Pere Jódar y Ramón Alòs, publicado en la sección A FONDO del número 150 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.
¿Te has dado cuenta de que cada vez es más difícil abrir el envoltorio de los pequeños objetos de consumo?
Algo parecido ha sucedido con las vidas de quienes tienen un trabajo remunerado. Quienes tienen un empleo legal y no son pobres viven en un espacio muy reducido, que cada vez les permite menos capacidad de elección, a excepción de la sempiterna elección binaria entre la obediencia y la desobediencia.
Sus horarios de trabajo, su lugar de residencia, su experiencia y sus capacidades, su salud, el futuro de sus hijos, todo lo que trasciende su función como empleados debe ocupar un pequeño lugar subordinado a las exigencias enormes e imprevisibles del beneficio económico. Es más, a esta rígida regla general se le denomina flexibilidad. John Berger. Mientras tanto[1]
Nacemos frágiles y precarios, nos quieren precarios y frágiles. La precariedad es la otra cara de la moneda de la flexibilidad. La pandemia que estamos viviendo une de forma dramática la precariedad laboral, vital y social, así como la fragilidad de nuestra relación con la naturaleza que, acorde con la desigualdad, multiplica nuestra vulnerabilidad de salud.
Aceptemos, de entrada y para definir la situación, la aproximación de Andrés Bilbao:[2]: «[precariedad] significa romper la norma que identificaba empleo con ocupación estable de un puesto de trabajo», una brecha que se acompaña con la pérdida de derechos y de la capacidad negociadora colectiva de los trabajadores. Esta situación objetiva, en la que el mismo puesto de trabajo puede ser ocupado por diversas personas (en formato temporal, a tiempo parcial, subcontratado, etc.), se complementa, como argumenta Robert Castel,[3] con una presión político-moral que hace que mientras se genera una “penuria de empleos”,[4] la respetabilidad social se centre en una ocupación idealizada, sobrevalorada; de manera que el desempleo, la informalidad, o la misma situación precaria, se asimile a una falta de competencia laboral o a “una ociosidad culpable”.
La precariedad actual en los países dominantes, nace como una estrategia política de las elites y clases opulentas de manera que el hambre, la penuria y las deudas constituyan incentivos necesarios para que la ciudadanía trabaje a bajo precio. Con la emergencia de China y la India se ha expandido la reserva de mano de obra hasta límites insospechados. Pero lo más grave es cómo han conseguido expandir un sentido común individualista, competitivo, excluyente. El trato con la servidumbre siempre ha sido distante, con ciertas dosis de cinismo o crueldad, cuando no de racismo y supremacismo. Una actitud similar a la de muchos trabajadores europeos ante los inmigrantes. Como dice John Berger, se expande una fórmula en la que: «los que trabajan son delincuentes latentes».[5] Siempre están bajo sospecha.
Por ello y por las razones que enumeraremos seguidamente es necesario hablar de precariedad o, quizás mejor, de precarización. Junto al desempleo, la informalidad, la pobreza y las migraciones, debemos rescatarla del manto de sospecha, indignidad, estigmatización y represión diseñado por los que, precarizando y empobreciendo, se enriquecen hasta límites que sonrojan.
En primer lugar, la precariedad, es una estrategia política que implica una pérdida del poder negociador de trabajadores y sindicatos. Esta estrategia en su expansión borra las fronteras entre situaciones ocupacionales (trabajo fijo, precario, desempleo) y de la vida material. La lógica del tiempo y el espacio fordista se disuelve; ahora se puede trabajar y se debe estar disponible para trabajar en cualquier lugar y momento. Así, aparecen nuevas formas de gestión basadas en la disciplina del pago por tareas, proyectos, objetivos y resultados. La disolución del tiempo y del espacio ocupacional favorece nuevas formas de precariedad, disciplina y de dependencia, múltiples. Es, en este sentido, que mantenemos que la precariedad es la otra cara de la moneda de la flexibilidad promovida por las agencias internacionales y las políticas neoliberales, bajo el pretexto de ser la mejor opción para reducir el paro. Una precarización que, en España, junto al desempleo, está sobredimensionada si se compara con países del entorno europeo occidental.
En segundo lugar, , que se expande con base a realidades objetivas mediante los diferentes tipos de crisis (militares, económicas, sociales, políticas, sanitarias, ambientales), y sus derivados en forma de desempleo, pobreza o grandes migraciones. Que, asimismo, vienen acompañadas de acciones que fomentan una determinada subjetividad, un discurso ideológico o sentido común concreto. Por un lado, contienen unos mensajes en positivo: flexibilidad para adaptarse a los nuevos retos, autonomía y libertad para el individuo emprendedor; y, por otro lado, discursos en negativo: los estereotipos y la estigmatización sobre países y colectivos determinados.
De este modo, la expansión de la precariedad y el desempleo, bajo el paraguas de la “libertad” de mercado, destruye el tejido social y comunitario . El trabajo autónomo y cualificado, antes vinculado a las bien remuneradas profesiones liberales, aún continúa planteándose como promotor de “libertad de elección”, pero tras ella se puede amagar un trabajo mal pagado, disciplinado e inseguro. Esta falsa sensación de libertad es un intento de conseguir la forma más segura de vigilancia de los trabajadores, que no es otra que la autodisciplina y el autocontrol.[6] No sólo se trata de que el empleado trabaje, sino que además se identifique emocionalmente, aunque los incentivos materiales o las recompensas morales no sean más que humo embotellado. Se borra la distinción entre el trabajador y la persona. La vieja idea de alienación de Marx experimenta una nueva vuelta de tuerca.[7] Ya desde el sistema educativo y su énfasis actual en cuestiones empresariales (las competencias) y financieras, nos preparan para la subordinación y el endeudamiento. El trabajo gratis, tanto mediante la extracción de datos de nuestros dispositivos móviles, como a través del sistema generalizado de prácticas, nos dejan aún más inermes.[8]
La expansión de la precariedad y el desempleo, bajo el paraguas de la “libertad” de mercado, destruye el tejido social y comunitario
Este sistema de precarización, en cierto modo nos remite a las contundentes conclusiones de Pierre Bourdieu sobre la flexiexplotación[9] que, con instrumentos como la informalización y la desocupación, suponen un nuevo modo de dominación; o también a Isabell Lorey[10] cuando señala la precarización como proceso de precarizar personas hasta hacer hegemónico un sentido común que legitima la precariedad y «la convierte en una estrategia de gobierno».[11] En definitiva, la precariedad laboral es un proceso de dominación donde trabajadoras y trabajadores se ven obligados a aceptar la explotación o la autoexplotación.
Las causas de tipo sistémico y político que hay detrás de esta vulnerabilidad socio-laboral generalizada, junto con la destrucción del medio natural y la crisis eco-social, o las crisis sanitarias tras probables nuevas pandemias, representan retos fundamentales para recuperar la salud de las sociedades y de las personas. Los tiempos se polarizan entre la barbarie autoritaria o la supervivencia social. Hay un margen cada vez más estrecho para la emancipación democrática.
La precariedad, sin embargo, no es un fenómeno nuevo ya que ha acompañado al trabajo asalariado o dependiente desde los inicios del capitalismo (y, si nos ceñimos al trabajo, desde que hubo dominadores y dominados, explotadores y explotados). Ahora simplemente muestra caras diferenciadas, sobre todo en los países ricos. Es, también, un fenómeno global que debe entenderse y medir de forma multidimensional.[12] [13]
Finalmente, es imprescindible comprender la precarización si queremos desarrollar estrategias alternativas. La precariedad no es un fenómeno natural sino impuesto. Tras 40 años de experimentación, se observa con claridad su objetivo implícito: el aumento de la reserva de mano de obra mediante el desempleo, el trabajo incierto y mal remunerado, sin los derechos laborales y sociales que acompañaron al empleo regulado y protegido en buena parte de los países más ricos. Y, como se ha dicho previamente, la auto-inculpación por parte del trabajador precario de su situación laboral; en definitiva, un ataque frontal a la solidaridad de clase, a la acción colectiva, a los sindicatos. Sin importar en todo ello las calamidades sociales, ecológicas o sanitarias que surjan de su flexible y voraz desarrollo. Con ello los sindicatos, la negociación colectiva y las relaciones laborales han pasado de ser instrumentos para la solución de los problemas sociales derivados del crecimiento económico (un instrumento válido para equilibrar y pacificar el intercambio de trabajo por salario), a ser, en sí mismos, el problema para el nuevo capitalismo neoliberal.
¿Cómo se extiende la precarización y qué efectos sociales produce?
Hace más de un cuarto de siglo, un documento de la OCDE era muy explícito.[14] Estados Unidos, eliminando protecciones a los trabajadores, rebajando el bienestar y disminuyendo la administración pública tenía menos desempleo; por tanto, la Unión Europea (UE) tenía señalado el camino a seguir. Poco importaba que en Estados Unidos creciera la precariedad y el trabajo mal remunerado; ya que, como decía el mismo documento: «sus problemas sociales serían mucho peores sin esos empleos». Y Europa se puso manos a la obra y, en esa acción, España fue un alumno aventajado, reforma laboral tras reforma laboral, precarizamos a través de instrumentos sumamente sensibles al ciclo económico: el trabajo temporal, el autónomo dependiente, las empresas de trabajo temporal (ETT), la subcontratación... Tras 2008, las políticas austericidas y las reformas laborales degradaron y mercantilizaron aún más las condiciones de empleo y trabajo. De manera que la solución flexibilizadora impuesta a nuestro país no le ha librado del desempleo, ni del trabajo de mala calidad, ni de la ocupación informal, ni tampoco de la desigualdad social que ha crecido de manera alarmante.
Y no sólo se trata de la desigualdad de rentas, ya que uno de los indicadores más sensibles que reflejan la existencia de desigualdad (y de injusticia social) es la constatación de cómo se distribuye la salud en los distintos grupos sociales y territorios. Según el Government at a Glance,[15] en relación con el gasto de la Administración pública, España está a la cola de Europa; respecto del gasto por habitante, estamos por debajo de la media OCDE y, por supuesto de los países de la zona euro (ambos datos, en porcentaje de PIB). Una conclusión similar se puede constatar respecto del empleo público español, con el agravante de su progresiva laboralización y precarización. El gasto en educación o protección social en 2017 era de los más bajos de Europa y de alrededor de la media OCDE. Por lo que hace a la sanidad, el gasto público descendió desde la Gran Recesión de 2008, lo que implicó la reducción del número de camas hospitalarias, del número de profesionales y, junto a ello, siguiendo las recetas neoliberales, la expansión del sector privado y la mercantilización de la sanidad.[16]
La insistencia de las organizaciones internacionales en mercantilizar y privatizar (OMC) , o en la necesidad de flexibilizar nuestro mercado de trabajo (OCDE y FMI) es muy marcada, aún cuando, siguiendo sus indicadores de rigidez-flexibilidad (EPL, Employment Protection Legislation), ya hace años que España tiene un EPL inferior (es decir, es más “flexible”) al de algunos países con dinámicas ocupacionales mucho más exitosas que las nuestras en términos de tasa de ocupación, desempleo y precariedad como Alemania o Dinamarca.[17]
Los estereotipos legitimadores de la precariedad difunden la idea de que ese es el destino de los trabajadores con bajo nivel de estudios o poca cualificación. Sin embargo, los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) van mostrando a lo largo del tiempo cómo las profesiones y actividades de alto nivel de estudios, así como las relacionadas con la sanidad o la educación se van precarizando; y no sólo en España[18]. Es más, en momentos de crisis como el actual, se vuelve a mostrar que muchas profesiones con el estigma de baja cualificación o, incluso, despreciadas , como cajeras y reponedores de supermercado, limpieza, recogida de basuras, agricultura, etc., son más indispensables que muchas de aquellas que tienen un alto precio en el mercado como son, por citar algunas, los brokers, intermediarios, conseguidores y tiburones de las finanzas.
Uno de los segmentos de actividades y de ocupaciones paradigmático, donde se concentran las ambigüedades y contradicciones del tipo de prácticas enunciadas, es el relacionado con el cuidado de ancianos, un trabajo que debiera ser altamente cualificado porque ¿cómo dejar a padres y abuelos, en muchas ocasiones con problemas de salud mental o física, en manos inexpertas, o en centros con pocos recursos y que proporcionan cuidados y condiciones irresponsables? Y, sin embargo, la implantación de políticas neoliberales austericidas tras la crisis de 2008 recortó el gasto en residencias públicas, incrementó el déficit de plazas, redujo el papel de entidades sin ánimo de lucro, y externalizó servicios a grandes empresas, aseguradoras y fondos especulativos que hallaron en la atención a las personas mayores un mercado rentable para hacer negocio. Este se hizo recortando personal, precarizando sus condiciones, ahorrando en material y degradando la atención y condiciones de las personas ancianas. Se parasita al sector público, se gestiona privadamente y se actúa sin control democrático.[19] Este es un punto crítico de un sistema que desprecia la vida y falta al respeto y a la dignidad de las personas y los trabajadores.
La actual crisis muestra que profesiones con el estigma de baja cualificación son más indispensables que aquellas con alto precio en el mercado
Otra cuestión punzante, puesta sobre la mesa en la crisis de salud pública actual, es la de intentar pasar de puntillas en el campo educativo (conocedores de las elevadas desigualdades que pesan sobre él); es decir, pasar de una enseñanza presencial a una enseñanza virtual de la noche a la mañana en colegios, institutos y universidades en la actual crisis COVID-19 tras una larga etapa no solo de intensa mercantilización y privatización, sino también de austericidio.[20] Aparecen desnudas, en estos dos casos, la fragilidad, la inconsistencia y la irresponsabilidad, con las que tratamos a las personas dependientes y más vulnerables. A unos porque solo tienen presente (la ancianidad) y, a otros, porque se les supone futuro (los jóvenes). La forma de solucionar sus problemas pone bajo los focos que aquello que necesitamos, al contrario de lo que predicaba la señora Thatcher y su «no hay alternativa», es «más sociedad» y una economía que resuelva las acuciantes necesidades que tiene la población, sobre todo las más desfavorecida. El trabajo de la reproducción, de los cuidados, no solo es social, es política y económicamente indispensable.
La precarización afecta la trayectoria laboral, tanto en las condiciones de empleo (tipo de contrato o despido, por ejemplo), como a nuestras condiciones de trabajo (salario, jornada, intensidad del trabajo, etc.), pero también a nuestras vidas, introduciendo condicionalidad y vulnerabilidad cotidiana (no llegar a final de mes, no poder hacer frente a los pagos de la vivienda o de los servicios indispensables, no poder planificar la vida cotidiana, no poder formar una familia). Como hemos sugerido anteriormente citando a Bilbao, un primer mecanismo de precarización afecta la situación laboral-contractual y de trayectoria laboral que engloba las condiciones de empleo y de trabajo. La norma estándar de empleo (fijo, estable, a tiempo completo, con derechos y protecciones) deja paso a una nueva norma de empleo no estable, inseguro, a tiempo parcial o incierto, con derechos y protecciones limitados, que borra las fronteras no sólo entre situaciones de empleo (fijo y temporal o a tiempo completo y tiempo parcial), sino también entre situaciones ocupacionales: asalariados y autónomos, formales e informales, contratados y subcontratados, ocupados y subocupados. Recordemos que el desempleo, precisamente, ha sido el ariete justificador de la explosión precarizadora. Cómo se nos repite con insistencia a modo de excusa: es mejor tener un trabajo, el que sea, que no tener ninguno.
Al tiempo, un segundo mecanismo actúa combinando protecciones y desprotecciones, riesgos y vulnerabilidades en el trabajo, de manera que más o menos protección y derechos (indemnización, representación o negociación), da lugar a mayor o menor seguridad, incertidumbre, vulnerabilidad (miedo, indefensión, despido), o discriminación (de diversos tipos hasta llegar a las amenazas y la violencia). Su escenario es el puesto y lugar de trabajo, pero se amplía hasta abrazar la vida cotidiana de las personas afectadas, dada la inseguridad o incertidumbre generada por estas vivencias. El ejemplo más inmediato es la insuficiencia de ingresos, pero tampoco debemos olvidar sus múltiples efectos en la salud, en la vida personal y familiar, o en situaciones de discriminación o acoso.
Finalmente, un tercer mecanismo facilita la penetración de la vulnerabilidad en la vida cotidiana y en los hogares. Así, Santamaría y Serrano apuntan que «el precario se somete a un control sobre su vida».[21] El empleo precario se relaciona con la privación y pobreza que alcanza a los hogares como señala la Fundación Foessa.[22] No es solo que existan el 14% de trabajadores pobres, aun y estando ocupados, o que justo antes de la pandemia superáramos los tres millones de desocupados, es también la pobreza que afecta a una cuarta parte de los españoles, lo que cuestiona la subsistencia, una de las funciones claves de la reproducción. En este sentido las familias afectadas por la inseguridad laboral soportan los efectos de la precariedad y el desempleo, lo que unido al progresivo cuestionamiento y desmantelamiento del estado del bienestar incorpora riesgos sociales importantes actuales y futuros: por ejemplo, en términos de cuidado y atención; en términos de educación, sanitarios, etc.[23]
La precarización laboral, vital y de salud
Hoy en día el gran capital ha alcanzado un grado tal de impunidad, encerrado en su burbuja de codicia, interés y supremacismo desmedidos que apenas le afectan las protestas y movilizaciones sindicales, tampoco aquellas motivadas por la falta de regulación o gobernanza de la globalización, ni las acciones feministas, ecologistas, etc. Por su parte, la atención sanitaria y la biomedicina sufren también las consecuencias de la especialización vinculada a una división del trabajo extrema ligada a la mercantilización y la permanente búsqueda del beneficio. Pero no controlamos la naturaleza y un minúsculo betacoronavirus de apenas 100 nanómetros de diámetro nos recuerda nuestra fragilidad y precariedad como productos que somos de esa misma naturaleza que nos acoge o nos puede destruir.
A esa precarización como género humano se une la precariedad social impulsada estratégicamente por unas élites extractivas, que no quieren ni tienen ninguna alternativa a un sistema que genera sus privilegios y defiende sus intereses. En los países ricos nos dimos cuenta de su existencia por la implantación de la desregulación, flexibilidad y austeridad, que abraza nuestras vidas, nuestros hogares y familias. Y la precariedad ha entrado en nuestros cuerpos y en nuestras mentes hasta convertirse en una mentalidad precaria. Como señala Guy Standing, la mente precarizada “carece de anclajes, revolotea de un tema a otro, con el sufrimiento extremo del trastorno de déficit de atención. Pero también es nómada en su trato con otras personas”.[24] Su expresión en términos de salud es muy diversa: malestar, enfermedad, muerte prematura, etc. Y, sin embargo, como veremos, hay cuerpos, mentes, personas y grupos sociales más precarios que otros. La precarización es ubicua y a la vez desigual.
A la precarización como género humano se une la precariedad social impulsada estratégicamente por unas élites extractivas
Una encuesta sobre la precariedad en Barcelona,[25] siguiendo los escala de medición de la precariedad laboral EPRES elaborado por el grupo de investigación Greds-Emconet (UPF), muestra que las personas precarizadas, están más expuestas a la contratación inestable (61,3%), su salario no permite cubrir imprevistos (74,7%; 65,5% con un sueldo inferior a los 1.000€) y, asimismo, tienen baja capacidad negociadora sobre sus condiciones salariales y de empleo, son más vulnerables (amenaza de despido, indefensión ante trato injusto, miedo a represalias por reclamar mejores condiciones), más riesgo de no tener derecho a indemnización por despido y, en el ejercicio de esos derechos, tienen más dificultades para coger permisos o de hacer días de fiesta semanales, regular horarios laborales, etc. Otro estudio realizado en Cataluña 2017[26] muestra la mayor prevalencia de precariedad en determinados grupos más expuestos como son las mujeres, jóvenes, inmigrantes, trabajadores manuales y de menor nivel educativo. El nivel de precariedad entre la clase obrera con trabajos manuales menos cualificados (57 y 56% en mujeres y hombres respectivamente), es parecida, o incluso mayor, que la de los trabajadores mejor situados (profesionales o directivos de empresas) con contratos temporales (38 y 60% en mujeres y hombres respectivamente). Ahora bien, esta sobreexposición no debe ocultarnos que la precarización avanza también entre los trabajadores con nivel educativo superior y profesiones de nivel técnico o de mando; el miedo al despido aparece también entre los supuestamente no precarios. La desigualdad y la precarización van juntas. Por otro lado, según la encuesta sobre precariedad en Barcelona (2018), la precariedad también se relaciona con la pobreza energética, no solo en términos de temperatura adecuada (entre el 22-44% según nivel de precariedad), sino también de no disponer de internet (entre el 15-26% según precariedad). Asimismo, los precarios están más expuestos a problemas con el pago de la vivienda (entre el 27-35% según situación de precariedad) y la amenaza o el desahucio propiamente, así como a cortes de suministros básicos.
De todo lo anterior se desprende que la precarización tiene consecuencias laborales, personales y sociales de gran amplitud, pero también sobre la salud y calidad de la vida. La crisis del coronavirus solo ha puesto de manifiesto su especial urgencia. La salud, como el consumo, el cuidado y la atención a las personas, son temas transversales (del mismo modo que el poder y la dominación, el género o el racismo) que sacuden el mundo del trabajo, inseparable de la vida. Y, sin embargo, la salud como nos recuerda Richard Sennett, fue un problema para los primeros urbanistas (siglo XIX) que diseñaron las grandes ciudades actuales no como respuesta a las crisis económicas, sino como actuación frente a los “problemas de salud pública y enfermedades que afectaban tanto a ricos como a pobres”.[27] La calidad de la vida urbana solo mejoró a partir de la dedicación a la tarea de médicos higienistas y urbanistas como Ildefons Cerdà y su preocupación por la salud.
La precarización tiene consecuencias laborales, personales y sociales de gran amplitud, pero también sobre la salud y calidad de la vida
El desempleo y la precarización de la vida constituyen una epidemia social tóxica, que impide llegar a fin de mes, que genera personas pobres que no pueden calentarse en invierno o llenar la nevera, individuos desesperados. La precarización empeora la salud mental, genera violencia y suicidios; aumenta el riesgo de enfermar, de empeorar la salud y de morir prematuramente, no solo para quienes trabajan en esas condiciones, sino también para sus familias, todo lo cual conlleva desigualdades de salud. Unas precarias condiciones de vida que son especialmente graves cuando afectan a menores de edad, por los condicionantes que suponen en sus futuras trayectorias vitales. Hace dos décadas, una investigación mostraba de forma cualitativa algunas de las reacciones y sensaciones de mujeres de mediana edad de un grupo de limpieza (Tabla 1).[28] En gran parte coinciden con entrevistas a parados en fechas más recientes, en las que se hablaba del estigma, el miedo, o la discriminación que afectan la salud; como decía una entrevistada; «vas al médico y nos dan Diazepam».[29]
Tabla 1. Ejemplos de dimensiones de la precariedad relatado por trabajadoras de la limpieza
Horario/ disponibilidad absoluta y permanente | “Dejas de dormir esperando que te llamen” | “Estas nerviosa pensando que te van a llamar” | Duele mucho no cumplir con las promesas a tus hijos” |
Vulnerabilidad /Impotencia | “Psicológicamente me mata, te da una impotencia muy grande” | “Es que nos callamos por el miedo que tenemos.” | |
Trato discriminatorio | “Ahora lo llevo mejor, pero me ha costado, bajando la cabeza, siempre detrás, siempre detrás, hasta que han claudicado ya.” | “Te pones mal, te vas a tu casa quemada” | “Es humillante te tratan como basura” |
Distintos estudios permiten ver con claridad cómo conforme aumenta la precariedad laboral el impacto sobre la salud es mayor[30] tanto en el nivel de salud mental como en la autopercibida,[31] produciéndose un gradiente social de la salud. Por ejemplo, el impacto sobre la salud mental es mucho mayor (más de 3 veces más riesgo) en los trabajadores más precarios. La peor situación se observa en las mujeres, inmigrantes, obreras y jóvenes, cuya precariedad es elevadísima (alrededor del 90%).
Antes veíamos uno de los extremos de la precariedad: el desempleo y sus consecuencias en términos de inseguridad. Otro extremo es el trabajo informal, sin contrato. Por ejemplo, una investigación realizada en Chile, revela que el empleo informal muestra peores resultados en la salud autopercibida y la salud mental que la ocupación formal aunque hay diferencias entre personas dependientes y no dependientes y por género.[32] [33]
Actividades vitales durante la COVID-19 y la generación de precarización
Al tiempo que las investigaciones muestran cada vez con mayor detalle y precisión los efectos de la precarización en la salud, la combinación letal de flexibilidad y austeridad desde la Gran Recesión de 2008 ha seguido promoviendo, entre políticas neoliberales y grandes empresas, una continua precarización de aquellas actividades y ocupaciones que hoy día son vitales para la subsistencia, como se ha remarcado en numerosos medios de comunicación durante los primeros meses de 2020.[34]
Cuando dentro de un tiempo tengamos datos y análisis fiables podremos valorar integralmente los efectos en la salud de la pandemia; pero hoy, la COVID-19, reúne todas las condiciones para que debamos considerarla una pandemia de la desigualdad , que representa una grave amenaza para la población obrera y los barrios populares. La pandemia de la COVID-19 amplificará desigualdades sociales previas. Llueve, y llueve sobre mojado, pero no llueve del mismo modo para todas las personas. Las políticas neoliberales mercantilizadoras deterioraron sin piedad los recursos y servicios de la sanidad pública; los servicios sociales y de dependencia nunca fueron suficientemente desarrollados; y la salud pública, el medio para analizar, proteger y prevenir la enfermedad y promocionar la salud colectiva ha sido sistemáticamente infrafinanciada y, a menudo, condicionada a intereses privados. Los profesionales sociosanitarios, aclamados hipócritamente por algunos cómo héroes, han debido (junto a sus familias) exponerse innecesariamente al contagio y al riesgo de morir. Durante días, un gran número de trabajadores precarizados han tenido que elegir entre riesgos: ir a trabajar, perder el empleo, o, más tarde, confinarse precariamente sin disponer de la posibilidad de teletrabajar. Junto a obreros de la construcción, repartidores y empleados del sector turístico y los servicios, una gran parte de la clase trabajadora que sostiene la vida común de toda la población ha sido invisibilizada. En el hogar, la crisis se manifiesta sobre todo en las mujeres que cuidan y atienden a personas enfermas y con discapacidad, a infantes y mayores. Las cajeras, limpiadoras, camareras de piso y trabajadoras sociales y de cuidados tienen también rostro de mujer.[35]
Distintos estudios permiten ver con claridad cómo conforme aumenta la precariedad laboral el impacto sobre la salud es mayor.
Una aproximación empírica a la precariedad[36] con los cambios ocurridos entre 2011 y 2019, asociados a algunas de las profesiones calificadas de “esenciales” o a trabajadores/as calificadas de “héroes” o “heroínas”, muestra cifras muy ilustrativas (Tabla 2). La cuestión es particularmente llamativa en el caso de la enfermería, que ha visto reducir su empleo no precario, mientras el precario aumenta espectacularmente; del mismo modo reponedores o trabajadores de los cuidados personales. Excepto entre farmacéuticos y trabajadoras de la industria de alimentación, el empleo precario aumentó más que el indefinido, estable o a tiempo completo, en todas estas profesiones clave.
Sí planteamos el mismo ejercicio para actividades relacionadas (Tabla 3), veremos a simple vista que el empleo precario ha aumentado prácticamente en todas ellas entre 2011 y 2019; en la industria alimentaria, un 30,8%; en educación, un 23,1%; en sanidad, un 45,1%; en asistencia en establecimientos residenciales, un 31,9%; en comercio, entre el 37,6% y el 41,9%; en depósito y almacenamiento la tasa de precariedad ha pasado del 19,5% en 2011 al 45,3% en 2019. Transporte de mercancías es la única actividad de las reseñadas en las que ha aumentado el trabajo no precario.
Tabla 2. Precariedad según ocupación seleccionada. España, 2011 y 2019
Ocupación principal | % empleo precario IV trimestre | Variación empleo de 2011 a 2019 | |||
2011 | 2019 | Precario | No precario | Total | |
Médicos | 32,7% | 34,9% | 25,4 | 13,5 | 17,4 |
Profesionales de enfermería y partería | 32,4% | 41,3% | 36,4 | -7,1 | 6,9 |
Otros profesionales de la salud | 39,7% | 43,1% | 84,0 | 59,8 | 69,4 |
Auxiliares de enfermería | 36,5% | 38,6% | 36,9 | 24,9 | 29,3 |
Farmacéuticos | 30,2% | 27,3% | 38,4 | 59,0 | 52,8 |
Técnicos auxiliares farmacia y emergencias sanitarias y otros trabajadores de cuidados a personas en servicios de salud | 32,7% | 34,8% | 32,6 | 21,0 | 24,8 |
Trabajadores de los cuidados personales a domicilio (excepto cuidadores de niños) | 50,0% | 56,3% | -2,9 | -24,5 | -13,7 |
Vendedores en tiendas y almacenes | 39,6% | 40,9% | 13,7 | 7,6 | 10,0 |
Cajeros y taquilleros (excepto bancos) | 44,6% | 51,2% | 26,9 | -2,4 | 10,7 |
Reponedores | 41,3% | 52,5% | 37,8 | -12,2 | 8,5 |
Trabajadores de la industria de la alimentación, bebidas y tabaco | 34,7% | 31,2% | -5,7 | 10,5 | 4,8 |
Total precarios | 31,8% | 33,7% | 18,0 | 8,0 | 11,2 |
Nota: % de empleo precario en cada ocupación reseñada
Fuente: elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Población Activa, microdatos.
Tabla 3. Precariedad según sectores de actividad, variación entre 2011 y 2019 en España
Ocupación principal | % empleo precario IV trimestre | Variación empleo de 2011 a 2019 | |||
2011 | 2019 | Precario | No precario | Total | |
Industria de la alimentación | 25,5% | 27,6% | 30,8 | 17,7 | 21,1 |
Educación | 32,4% | 36,1% | 23,1 | 4,6 | 10,6 |
Actividades sanitarias | 31,9% | 39,6% | 45,1 | 3,5 | 16,8 |
Asistencia en establecimientos residenciales | 35,8% | 37,8% | 31,9 | 21,1 | 25,0 |
Comercio al por mayor de productos alimenticios, bebidas y tabaco | 30,1% | 34,7% | 37,6 | 11,8 | 19,6 |
Comercio al por mayor de artículos de uso doméstico | 20,6% | 20,8% | 11,1 | 9,6 | 9,9 |
Comercio al por menor en establecimientos no especializados | 29,9% | 34,6% | 41,9 | 14,1 | 22,4 |
Comercio al por menor de productos alimenticios, bebidas y tabaco en establecimientos especializados | 37,5% | 34,7% | -8,8 | 3,0 | -1,5 |
Depósito y almacenamiento | 19,5% | 45,3% | 105,2 | -40,1 | -11,9 |
Transporte de mercancías por carretera y servicios de mudanza | 25,6% | 19,3% | 0,6 | 44,6 | 33,3 |
Actividades anexas al transporte | 19,7% | 26,9% | 89,5 | 26,5 | 38,9 |
Actividades postales sometidas a la obligación del servicio universal | 13,2% | 39,6% | 183,4 | -34,3 | -5,6 |
Otras actividades postales y de correos | 26,2% | 33,0% | 43,0 | 2,9 | 13,4 |
Total | 31,8% | 33,7% | 18,0 | 8,0 | 11,2 |
Nota: % de empleo precario en cada ocupación reseñada
Fuente: elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Población Activa, microdatos.
Este es el panorama detrás de los aplausos cotidianos que podemos escuchar cada tarde. El riesgo no es para el empleador, sino para el trabajador.[37]
Otra referencia similar es la de los contratos registrados en el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).[38] Ahí se observa (Tabla 4) la enormidad de contratos registrados en el año 2019. Además, una mirada más atenta permite descubrir que solo una pequeña proporción son contratos indefinidos. La precariedad y la fragilidad caracterizan estos sectores de actividad y estas profesiones tan vitales en la crisis actual.
Tabla 4. Contratos registrados en el año 2019 y ocupados en el IV trimestre 2019, España
Contratos registrados año 2019 | Ocupados IV trim 2019 | % contratos registrados sobre empleo | |
Profesionales de la salud | 354.646 | 663.971 | 53,4% |
Trabajadores de los cuidados a las personas en servicios de salud | 497.387 | 470.156 | 105,8% |
Otros trabajadores de los cuidados a las personas | 311.931 | 347.134 | 89,9% |
Trabajadores de los servicios personales | 502.286 | 321.234 | 156,4% |
Empleados domésticos | 201.727 | 408.226 | 49,4% |
Otro personal de limpieza | 1.453.566 | 682.706 | 212,9% |
Recogedores de residuos urbanos, vendedores callejeros y otras ocupaciones elementales en servicios | 523.453 | 161.061 | 325,0% |
Total | 22.512.221 | 16.846.141 | 133,6% |
Fuente: Fuente: elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Población Activa, microdatos, y del SEPE, Estadística de Contratos Acumulados 2019.
A lo largo del año 2019 se registraron en España 1.341.776 contratos de trabajo en actividades sanitarias y de servicios sociales, de los cuales solo 41.682, el 3,1%, eran indefinidos. Entre profesionales de la salud se formalizaron 354.646 contratos, de los cuales apenas 20.748, esto es el 5,9% del total, eran indefinidos. Entre los trabajadores de cuidados a las personas en servicios de salud, de 406.653 contratos, sólo 7.967 eran indefinidos, menos del 2%. Estas cifras confirman la elevada inestabilidad contractual que afecta a una no pequeña parte de trabajadores de dichos ámbitos.
Conclusiones
La precarización es un fenómeno estructural, endémico y tóxico, que existe en todos los trabajos y todos los sectores y que, aun con importantes diferencias, afecta a la inmensa mayoría de trabajadores, ya sea en el ámbito privado y público, en la industria, agricultura y servicios, en sus condiciones de empleo, en sus condiciones de trabajo, o en su hogar y vida cotidiana. Además del empleo asalariado, la precarización se hace omnipresente en gran número de trabajos no asalariados y sin relaciones contractuales, muchos de los cuales quedan ocultos, como es el caso de quienes trabajan por un alojamiento y manutención sin ningún sueldo, en diversas situaciones de servidumbre y esclavitud. También con múltiples tipos de empleo informal, en el que destaca el enorme número de mujeres que realizan el trabajo doméstico, incluido el trabajo de cuidados y de atención a las personas dependientes. La crucial importancia del trabajo reproductivo femenino, invisible, no remunerado y precarizado radica en que constituye un factor clave e la organización de la producción y en el proceso de acumulación capitalista.
La precarización es un fenómeno estructural, endémico y tóxico, que existe en todos los trabajos y todos los sectores
En este texto hemos reflexionado acerca de la supervivencia de nuestras sociedades, pero, ¿es eso posible si seguimos el mismo ritmo, dinámica y exposición actuales? ¿Debemos experimentar nuevas fórmulas? Por ejemplo, ¿podemos pensar el trabajo teniendo en cuenta el cuidado y la atención a las personas?, ¿O teniendo en cuenta la salud de la humanidad y la salud del planeta? El trabajo reproductivo, en el que se incluye la educación y la salud, es un trabajo digno, socialmente necesario e imprescindible. Necesita el reconocimiento que su importancia social merece. Y un reconocimiento no mercantil, porque los trabajos de reproducción son instrumentos que generan equidad.
El Estado al servicio del mercado naturaliza lo que es antinatural. El Estado es una institución social que debiera estar al servicio de la sociedad. Además, lo privado no necesariamente funciona y, aún menos, funciona mejor (Mazzucato, Krugman).[39] Desde los años ochenta en España hemos visto cómo la venta de patrimonio y servicios públicos solo garantiza grandes beneficios a los propietarios actuales[40] e incrementa la desigualdad y la pobreza. Una dualidad tan insoportable como la que van generando los intereses económicos en la sociedad, entre los que pueden no pagar o incluso evadir impuestos frente a los que tienen que pagar impuestos religiosamente y los que no pueden pagarlos dado su elevado grado de vulnerabilidad y pobreza. Como expone el economista Paul Krugman, la Seguridad Social y la sanidad provista por el Estado es hoy más necesaria que nunca.
La precarización del trabajo no es un destino o una fatalidad esgrimida para culpabilizarnos, sino el resultado de un régimen político y un modelo económico impuestos a conciencia. Por ello es necesario pensar un modelo alternativo de sociedad y economía que asegure la vida material de las personas; un modelo donde se trabaje menos pero quizás en diversas actividades y de modo diferente, mucho más respetuoso con el medio ambiente y con las capacidades de las personas (mujeres y hombres de orígenes y etnias diferentes) para trabajar y vivir mejor. Los cambios deberán ser radicales. Por un lado, habrá que aumentar la protección social y la seguridad material al margen de tener empleo o trabajo. Sea mediante una reedición de un contrato social de bienestar que asegure el pleno empleo, como mecanismo básico de redistribución, pero que también consolide los servicios sociales indispensables (salud, educación, vivienda, energía, transporte, etc.); o sea mediante algún mecanismo de garantía de rentas a la ciudadanía. En todo caso, se han de poner en marcha mecanismos que alejen la miseria económica del trabajador pobre, así como la incertidumbre y la arbitrariedad en la que vive. Por otro lado, habrá que respetar y desarrollar los derechos de los trabajadores y democratizar radicalmente la organización y las condiciones de trabajo. Habrá que avanzar en una economía que incentive la solidaridad y la cooperación con proyectos nuevos, alternativos, que creen ilusión y esperanza, y que sean creativos, ecológicos y socialmente útiles. En esta encrucijada histórica, hay que repensar nuevas propuestas que conformen una alternativa para emanciparnos a las cadenas con que nos ata el neoliberalismo capitalista. Ante la progresiva destrucción de los derechos laborales y de la negociación colectiva y la extensión global de la precarización hay que reivindicar la importancia decisiva de luchar por la democracia laboral y evitar que el trabajo sea una mercancía.
Joan Benach es director del Grupo de Investigación de Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET, UPF), subdirector del JHU-UPF Public Policy Center (UPF), y colaborador del Grupo de Investigación Transdisciplinar sobre Transiciones Socioecológicas (GinTRANS2) en la UAM
Ramón Alós es profesor jubilado de Sociología, Universitat Autònoma de Barcelona, investigador del Centre d'Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT) y del Institut d’Estudis del Treball (IET).
Pere Jódar es profesor de Sociología, Universitat Pompeu Fabra.
NOTAS:
[1] John Berger, Panorámicas. Ensayos sobre arte y política, editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2016, p.306.
[2] Andrés Bilbao, «Trabajo, empleo y puesto de trabajo», Política y Sociedad, 34, 2000, pp. 69-81, p.69.
[3] Robert Castel, La montée des incertitudes. Travail, protections, statut de l’individu, Éditions du Seuil, París, 2009.
[4] Ibidem, p. 114.
[5] John Berger, 2016, Op. cit., p. 305.
[6] Ver, por ejemplo, Emiliana Armano, Annalisa Murgia, «Hybrid areas of work In Italy: hypotheses to interpret the transformations of precariousness and subjectivity», en Emiliana Armano, Arianna Bove, Annalisa Murgia, Mapping Precariousness, Labour Insecurity and Uncertain Livelihoods. Subjectivities and Resistance, Routledge, Londres, 2017, pp. 47-59. También, Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica, Fondo de Cultura Económica, México, 2007.
[7] David Casassas, Libertad condicionada. La renta básica en la revolución democrática, Paidós, Barcelona, 2018.
[8] Andrew Ross, «Working for nothing: the latest-high great sector?», En Armano, Bove y Murgia, 2017, Op. cit., pp.189:198.
[9] Pierre Bourdieu, «Job Insecurity is Everywhere Now», en Pierre Bourdieu, Acts of Resistance. Against the Tyranny of the Market, The New Press, Nueva York, 1998, pp. 81-87.
[10] Isabel Lorey «Labour (in-) dependence, care: conceptualizing the precarious», en Armano, Bové y Murgía, 2017, Op. cit., pp. 199-209.
[11] Isabel Lorey, 2017, Op. cit., p. 200.
[12] Alejandra Vives, Marcelo Amable, Monserrat Ferrer, Salvador Moncada, Clara Llorens, Carles Muntaner, Fernando G. Benavides y Joan Benach, «The Employment Precariousness Scale (EPRES): psychometric properties of a new tool for epidemiological studies among waged and salaried workers», Occup Environ Med. 2010, 67(8):548-55.
[13] Joan Benach, Alejandra Vives, Marcelo Amable, Christophe Vanroelen Gemma Tarafa y Carles Muntaner, «Precarious employment: understanding an emerging social determinant of health», Annu Rev Public Health, 2014, 35:229-53.
[14] OCDE, The OECD Jobs Study. Facts, Analysis, Strategies, 1994.
[15] OCDE, Government at a Glance, 2019,
[16] Joan Benach, «El Sistema Nacional de Salud español: ¿Cómo se originó? ¿Qué logró? ¿A dónde debería ir?», Sin Permiso, 29 de enero de 2018.
[17] Damian Grimshaw, Mat Johnson, Jill Rubery y Arjan Keizer, European Work and Employment. Reducing Precarious Work. Protective gaps and the role of social dialogue in Europe, European Commission project (DG Employment, Social Affairs and Equal Opportunities VP/2014/004, Industrial Relations & Social Dialogue), 2016. Ver también Rafael Muñoz-de-Bustillo Llorente y Fernando Pinto Hernández, Reducing Precarious Work in Europe through Social Dialogue: The Case of Spain, informe para la Comisión Europea, Universidad de Salamanca, 2016.
[18] Danièle Linhart, La comèdie humaine du travail. De la déshumanisation taylorienne à la sur-humanisation managériale, Éditions Érès, Toulouse, 2017.
[19] Joan Benach, «Las muertes en residencias y la mercantilización de los cuidados», El País, 27 de abril de 2020, disponible en:
[20] Que prosigue en la crisis de la COVID-19, al ser la enseñanza una de las actividades que pierde más ocupación, según los datos de la Seguridad Social. Un síntoma más de su mercantilización y privatización. También un síntoma de la fragilidad vinculada a la segregación entre actividades de mujeres y de hombres y de la precarización relacionada, disponible en:
[21] Elsa Santamaría López y Amparo Serrano Pascual, Precarización e individualización del trabajo: claves para entender y transformar la realidad laboral, Editorial UOC, Barcelona, 2016.
[22] Fundación Foessa, VIII Informe Foessa sobre exclusión y desarrollo en España, Fundación Foessa, Madrid, 2019, Capítulo 3.
[23] En cierta manera, la actual eclosión del teletrabajo muestra que esos tres mecanismos al final afectan a las personas en los hogares; punto de encuentro insoslayable de condiciones de empleo, trabajo y vida. Será necesario, en este sentido, estar atentos a la expansión de la impunidad de la ‘nueva’ relación laboral ya puesta en práctica mediante el crowdsourcing y el trabajo de plataforma. Cabe no olvidar que hasta el momento las regulaciones sobre el teletrabajo son limitadas e insuficientes. Ana María Romero Burillo, Trabajo, género y nuevas tecnologías: algunas consideraciones, IusLabor 1, 2019. Ver también Anna Ginès i Fabrellas y Sergi Gálvez Durán, «Sharing economy vs. Uber economy y las fronteras del Derecho del Trabajo: la (des)protección de los trabajadores en el nuevo entorno digital», INDret, 1, 2016, pp. 1-44.
[24] Guy Standing, «¿Quién servirá de voz al precariado que está surgiendo?», Sin Permiso, 5 de junio de 2011. ,
[25] Mireia Bolíbar, Irene Galí, Pere Jódar y Sergi Vidal, Precariedad laboral en Barcelona: un relato sobre la inseguridad, repositorio de la Universidad Pompeu Fabra, 2020.
[26] Mireia Julià, Alejandra Vives, Gemma Tarafa y Joan Benach,«Changing the way we understand precarious employment and health. Precarisation affects the entire salaried population», Safety Science, 2017, 100:16-73.
[27] Richard Sennet, Construir y habitar. Ética para la ciudad, Anagrama, Barcelona, 2019, p. 34.
[28] Marcelo Amable, Joan Benach y Sira González, «La precariedad laboral y su impacto sobre la salud: conceptos y resultados preliminares de un estudio multi-métodos», Arch Prev Riesgos Laboral, 2001, 4:169-184.
[29] Pere Jódar y Jordi Guiu, Parados en movimiento. Historias de dignidad, resistencia y esperanza, Icaria, Barcelona, 2019.
[30] Alejandra Vives, Christophe Vanroelen, Marcelo Amable, Monserrat Ferrer, Salvador Moncada, Clara Llorens, Carles Muntaner, Fernando G. Benavides y Joan Benach, «Employment precariousness in Spain: prevalence, social distribution, and population-attributable risk percent of poor mental health» Int J Health Serv, 2011, 41(4):625-46
[31] Joan Benach, Mireia Julià, Gemma Tarafa, Jordi Mir, Emilia Molinero y Alejandra Vives, «La precariedad laboral medida de forma multidimensional: distribución social y asociación con la salud en Cataluña», Gac Sanit 2015, 29(5):375-8.
[32] Marisol E. Ruiz, Alejandra Vives, A, Érica Martínez-Solanas, Mireia Julià, y Joan Benach, «How does informal employment impact population health? Lessons from the Chilean employment conditions survey», Safety Sci, 2017, 100(Part A):57–65.
[33] Marisol E. Ruiz, Alejandra Vives, Vanessa Puig-Barrachina y Joan Benach, «Unravelling Hidden Informal Employment in Chile: Towards a New Classification and Measurements to Study its Public Health Impact», Int J Health Serv, 2019, 49(4):817-843.
[34] Ver, por ejemplo, Maite Gutiérrez, «La cajera del súper sostiene la economía durante la pandemia», La Vanguardia, 12 de abril de 2020. (Acceso: 5 de mayo de 2020), disponible en:
[35] Joan Benach, «La pandemia mata a los pobres, la desigualdad todavía matará a más», Ctxt, 16 de abril de 2020.
[36] Estas cifras se han confeccionado a partir de la Encuesta de Población Activa del INE (microdatos). Hemos elegido dos años, 2011 y 2019 para poder trabajar con la misma clasificación de ocupaciones (CNO) y de actividades (CNAE). La precariedad la hemos definido sumando temporales y trabajadores a tiempo parcial involuntarios. Aunque esta decisión no “captura” toda la precariedad, sí puede servir para acercarnos a su dimensión y evaluar su evolución en el período. Atendiendo a estos criterios, el año 2019 finalizó con más de 5,6 millones de trabajadores precarios en España, que representan un tercio del empleo total.
[37] Ya hace tiempo que especialistas en temas laborales advierten de la degradación de actividades de prestigio relacionadas con las profesiones tradicionales: medicina, arquitectura, abogacía, ingeniería; las TIC e inteligencia artificial facilitan su degradación y la pérdida de control de las propias tareas por parte de los afectados. Desde el punto de vista de la estratificación social no estamos volviendo al siglo XIX, sino al siglo XVIII. Ver al respecto: Josep Fontana, Capitalisme i democracia 1756-1848. Com va començar aquest engany,, Edicions 62, Barcelona, 2019; Gonzalo Pontón, La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII, Pasado & Presente, Barcelona, 2016.
[38] Hemos analizado los datos del Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Población Activa, microdatos, y del SEPE, Estadística de Contratos Acumulados 2019.
[39] Mariana Mazzucato, El valor de las cosas. Quién produce y quién gana en la economía global,, Taurus, Madrid, 2019; Paul Krugman, Contra los zombis. Economía, política y la lucha por un futuro mejor, Crítica, Barcelona, 2020.
[40] O sobrevenidos por la gracia del gobernante de turno que les cedió bancos y empresas públicas: la factura que deben a los españoles es enorme.
Acceso al texto del artículo en formato pdf: La civilización del malestar: precarización del trabajo y efectos sociales y de salud
Presentación del libro Economía política feminista en Barcelona
Presentación del libro Economía política feminista en Barcelona
El próximo viernes, 18 de junio de 2021, a las 19 horas, tendrá lugar una nueva presentación del libro Economía política feminista: sostenibilidad de la vida y economía mundial, perteneciente a la Colección Economía Inclusiva de FUHEM Ecosocial.
En el acto contaremos con la presencia de la autora, Astrid Agenjo Calderón, doctora en Ciencias Sociales y máster en Economía Internacional y Desarrollo. Junto a ella, intervendrán Sandra Ezquerro, directora de la Cátedra UNESCO Dones, Desenvolupament i Cultures, de la Universidad de Vic; y África Planet, editora de FUHEM.
El evento tendrá lugar en la librería Llavors, de L’Hospitalet de Llobregat, situada en la calle Llobregat, nº 66. La entrada es libre y gratuita si bien, dadas las medidas de control de aforo es necesario reservar plaza escribiendo un correo a la librería: activitats@spaillavors.cat
Os esperamos en la Librería cooperativa y espacio comunitario Llavors.
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Entrevista a Jordi Salat
Entrevista al matemático y oceanógrafo Jordi Salat
Salvador López Arnal
Geopolítica en el Antropoceno, Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 146, verano de 2019, págs. 151-166.
Jordi Salat es matemático por la Universidad de Barcelona (1973), y oceanógrafo del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona desde 1974. Trabaja en oceanografía física descriptiva; interacciones físico-biológicas en ecosistemas marinos naturales y dinámica de poblaciones marinas.
Ha sido también profesor a tiempo parcial en la Universidad Pompeu Fabra, Barcelona (1993-2010). Tiene una amplia experiencia investigadora, con artículos publicados en revistas científicas y comunicaciones en congresos internacionales. Ha participado en unos 50 proyectos científicos y en más de 40 expediciones oceanográficas. Ha colaborado también con agencias de Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales, así como con organismos nacionales, administraciones y fundaciones, como experto en oceanografía, medio ambiente marino, pesquerías y clima.
Salvador López Arnal (SLA): Estudiaste matemáticas en la Universidad de Barcelona (UB), pero poco después te convertiste en un oceanógrafo del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona.
¿Por qué ese cambio? ¿Te dejaron de interesar las ciencias matemáticas?
Jordi Salat (JS): Dedicarse a la oceanografía, era un cambio, claro. Pero no creo que estuviera relacionado con una falta de interés por la ciencia matemática, sino más bien con un interés más amplio. O, por lo menos, es la impresión que ahora tengo. Ciertamente, un interés más amplio puede tener desventajas, especialmente en la situación competitiva que el mercado ha ido imponiendo por doquier. Tal como dice el saber popular, «quien mucho abarca, poco aprieta». Claro que en aquel momento no era consciente −si la había− de la necesidad de “apretar”. Y ya puestos…, ¿por qué la oceanografía?
SLA: Eso, ¿por qué la oceonografía?
JS: Aquí tenemos un nuevo protagonista, el azar. Es este personaje que casi siempre aparece en los momentos más trascendentales de nuestra existencia, y al que no siempre hacemos caso. Seguramente cuando no nos interesa lo que ofrece. No fue este el caso, obviamente. Pero tampoco creo que pueda decir que fuera «lo que siempre había estado esperando» o «el descubrimiento que daba sentido a mi vida». No. Para nada. Cuando se presentó la situación y acepté es, seguramente, porque debía tener una predisposición a caer en los encantos del azar. Visto desde el presente, con la perspectiva de los años, creo que el principal motivo era que me ofrecía la posibilidad de no seguir el camino marcado, pues si ha habido alguna constante en mi vida, esta ha sido la de evitar el camino marcado. En plan pretencioso, podría asimilarse a ser un “espíritu rebelde”.
SLA: ¿Y es el caso?
JS: Sinceramente, no lo creo. Además, en los tiempos que corren, acabaría saliendo mal parado si lo asumiera. El caso es que, volviendo a la oceanografía, la propuesta ofrecía algunos alicientes extra para quien tenía (y tiene) cierta aversión a estar encerrado, algo de espíritu aventurero y bastante curiosidad hacia el territorio en sentido amplio. Un concepto geográfico, que con permiso de los geógrafos (y de la etimología de territorio), trasciende la parte emergida del Planeta (Gea). Es uno de los problemas de las lenguas latinas, que confunden todo el planeta con la parte que podemos pisar, pero da juego cuando muestras imágenes de la Tierra, vista desde el espacio, en las que solo se ve agua, en forma líquida: océanos y nubes, o sólida.
SLA: Aunque sea una pregunta muy básica y algo hayas dicho ya antes: ¿qué es un oceanógrafo? ¿Qué tipo de ciencias son las Ciencias del Mar? ¿Qué investigan?
JS: Un oceanógrafo sería un geógrafo especializado en la capa del planeta que se encuentra mayoritariamente en estado líquido y que recibe el nombre genérico de océano. Aquí, en esta definición que me acabo de sacar de la manga, se puede ver como a veces me sale la vena de matemático.
SLA: Está muy bien esa vena matemática.
JS: Desde mi punto de vista, las Ciencias del Mar son el nombre publicitario que se usa para “vender” la Oceanografía. En algunas lenguas –las eslavas, por ejemplo– se habla de Oceanología, pero en la práctica son sinónimos, a pesar de la diferencia etimológica. Yo creo que, en el fondo, tratamos de lo mismo. No obstante, por algún motivo, parece que el concepto de oceanógrafo no acaba de satisfacer a los que estudian algo que va más allá del agua. Por ejemplo, los seres vivos que pueblan esas aguas o los sedimentos del fondo del mar. Así, si hablamos de Ciencias del Mar, podemos incluir a todos los que estudian “cosas que pasan” en el mar sin que nadie se sienta incómodo. Últimamente, también se habla de Ciencias de la Tierra, para incluir a los geólogos. ¿Son distintos de los geógrafos? Pues parece que sí, aunque por la etimología, la diferencia sería la misma que entre oceanógrafos y oceanólogos... Mejor no seguir por aquí o acabaremos perdiéndonos.
SLA: De acuerdo, no nos perdamos. He leído que trabajas en, copio la descripción, «oceanografía física descriptiva: dinámica oceánica y de masas de agua; oceanografía operacional; análisis de datos oceanográficos a largo plazo; interacciones físico-biológicas en ecosistemas marinos naturales y desarrollo de herramientas metodológicas para el procesamiento de datos oceanográficos y biológicos», así como «dinámica de poblaciones, análisis morfométricos y modelos bioeconómicos». ¡¡Uff, uff!!
¿Nos haces una traducción al román paladino, una definición asequible de este conjunto de investigaciones?
JS: Esto pasa cuando te piden que pongas lo que has estado haciendo a lo largo de tu vida profesional en un párrafo. Porque sabes que lo van a usar para decidir si los miembros del equipo en el que trabajas “merecen” que se financie su proyecto de investigación −normalmente por la mitad de lo que cuesta. Lo que dice la parrafada de mi CV es que he colaborado en sacar adelante proyectos sobre toda esta tira de temas, con diversos niveles de participación. Algunos de los proyectos son quizás muy especializados y no merece la pena detallarlos en el contexto de una entrevista. Lo que sí me parece que sería útil aquí es comentar que la lista incluye algunos aspectos necesarios para mejorar el conocimiento que tenemos del mar y que seguramente irán saliendo a lo largo de la entrevista, como por ejemplo: interacciones físico-biológicas, ecosistemas marinos, análisis de datos o dinámica oceánica y de masas de agua. La poca relación de los humanos con el mar nos lleva a la típica frase que dice, más o menos, «conocemos mejor la Luna que el océano, a pesar de que lo tenemos aquí mismo». Pues en esto andamos. Como dices son muchas cosas pero no hay que abrumarse.
SLA: ¿Y por qué esa poca relación de los humanos con el mar? A nuestros antepasados griegos o fenicios no les era desconocido. Tampoco a aquellos que emprendieron la vuelta al mundo.
JS: Yo creo que se debe a cuestiones biológicas. Nuestra especie es terrestre. Está adaptada a vivir en un medio terrestre: anda sobre el suelo, respira a través de pulmones, tiene la vista adaptada al medio aéreo, etc. Es decir, se mueve en el agua con dificultades, no puede respirar el oxígeno disuelto y prácticamente no ve nada allá dentro.
¿Qué interés puede tener en el océano? Pues aprovechar algunos alimentos o utilizarlo para trasladarse. Lo que los fenicios o griegos empezaron aquí en el Mediterráneo y siguieron otros, que llegaron a dar la vuelta al mundo. Desde mi punto de vista, sin embargo, los que me parece que estaban mejor adaptados al mar y lo conocían mejor eran los polinesios. Por necesidad, sin duda. Necesidad que lamentablemente volverá al inundarse los arrecifes de coral de los llamados Mares del Sur, debido a la inevitable subida de nivel del mar a causa del cambio climático.
SLA: He leído que has participado en 40 expediciones oceanográficas, en 14 de ellas como científico responsable. ¿Qué es una expedición oceanográfica? ¿Qué se pretende con ellas?
JS: Es lo que en la mayoría de disciplinas se llama trabajo de campo. Si quieres saber lo que pasa, tienes que ir a verlo. En nuestro caso, esto significa ir al mar. Muy a menudo hay que meterse en un barco y pasar una temporadita navegando mientras sacas muestras y haces −o por lo menos, lo intentas− todo tipo de observaciones. Para ello, siempre se trabaja en equipo. Por regla general, cada expedición tiene unos objetivos marcados por uno o varios proyectos de investigación. A veces los objetivos se consiguen y otras no. El mar pone sus condiciones y hay que respetarlas. Hay que tener muy claro que tú eres el invitado y él –el mar– es quien manda en su casa. Esto lo sabe muy bien la gente de mar.
SLA: ¿En quiénes piensas cuando hablas de la gente de mar?
JS: Esta es una expresión bastante genuina, por lo menos en catalán, aunque creo que también lo es en español. Se trata de gente cuya vida está muy relacionada con el mar: marineros y pescadores, en general. En catalán hay un cuento que narra el origen de «Cal Mariner» en Sant Pau de Seguries, un pueblo cerca del Pirineo. Dice la leyenda que la casa fue fundada por un marinero a quien el mar dejó sin nada y quiso alejarse de la costa hasta dónde el mar fuera algo desconocido. Se fue tierra adentro con un remo a cuestas recorriendo el territorio hasta que llegó a Sant Pau y allí se instaló, al comprobar que nadie sabía qué era el remo que llevaba.
SLA: Decías que en las campañas había que pasar una temporadita navegando. ¿Cuánto tiempo sería en estos casos?
JS: Es muy variable. Depende del alcance, el recorrido y el trabajo a realizar. Digamos que va desde unos pocos días a uno o dos meses. Normalmente si las expediciones son más largas hay cambios de equipo de trabajo.
SLA: ¿Nos cuentas alguna campaña en las que hayas participado en estos últimos años?
JS: Voy a comentar dos de ellas. Una de escala oceánica y otra de escala local.
SLA: Adelante con ellas. Hablamos de 2017
JS: Una de ellas se desarrolló en aguas del Atlántico Suroccidental, entre Tierra de Fuego y el sur de Brasil. El principal objetivo de la expedición era la interacción entre las aguas frías de la corriente de Malvinas, desde el Sur, y las cálidas de la corriente de Brasil, desde el Norte. Se trata de un proyecto sobre «dinámica oceánica y de masas de agua», de aquellos de la lista interminable de más arriba.
SLA: Me acuerdo de esa lista interminable.
JS: Las dos corrientes se encuentran en una zona situada a la altura del Río de la Plata, en mar abierto, muy lejos de la costa. En esta zona de encuentro se observa un cambio de temperatura muy brusco. En menos de 5 millas náuticas (~9 km) el agua de superficie pasa de 12 a 20 ºC. Un contraste muy fuerte. Es como pasar de invierno a verano en media hora de navegación. Esta zona, que denominamos frontal porque pone dos “mundos” distintos en contacto, es muy dinámica. La forma del frente y su posición varían constantemente. Estos movimientos y la interacción entre estas masas de agua comportan grandes intercambios de energía. Hay que tener en cuenta que hablamos de corrientes que transportan entre 40 y 60 Hm3 de agua por segundo. Es una cifra difícil de asimilar desde nuestra experiencia cotidiana pues estamos hablando de flujos de agua que llenarían todos los pantanos de Cataluña en menos de un minuto. En general, las corrientes marinas y sus interacciones son los responsables de la distribución del calor en la superficie terrestre (de Tierra) desde las latitudes bajas a las altas. Es, entre otros aspectos, nuestro “sistema de calefacción” a escala planetaria.
La otra expedición se desarrolló en el Mediterráneo noroccidental, frente al litoral de Cataluña. Al lado de casa, como quien dice. Se intentaba cubrir de observaciones la zona de plataforma y talud continental, hasta fondos de 2.000 m, para estudiar la influencia de las condiciones invernales sobre el desarrollo de algunos peces comerciales, como la sardina y la maire (en catalán; bacaladilla en español). En este caso, pues, tratamos de «interacciones físico-biológicas y ecosistemas marinos», de la mencionada lista anterior. Este proyecto, aunque por la situación parece más de estar por casa, en realidad no es tanto así porque los resultados pueden ser comparables a otras zonas y ayudar a entender impactos sobre las poblaciones de cambios en las condiciones climáticas. Desde el punto de vista operativo, las condiciones de trabajo en invierno aquí son bastante complicadas, con fuertes vientos que levantan el mar muy rápidamente. Además, la cosa se complica al no disponer de un barco tan grande como el del caso anterior. Como he dicho, se trataba de ver como actuaban las condiciones invernales sobre unas especies, pero, a diferencia de lo que uno puede hacer en el laboratorio, estas condiciones no se controlan. Así, resulta que el invierno del año 2017 fue un invierno muy suave, desde el punto de vista de temperaturas, por lo que las condiciones oceanográficas que encontramos eran más propias de una primavera que de invierno. Esto evidencia la diferencia entre observar y experimentar, pero, aun así, salen cosas, aunque requieren mucho esfuerzo y presentan un cierto grado de incertidumbre.
SLA: ¿Y de quiénes son los barcos que utilizáis en estas expediciones? ¿El CSIC tiene barcos de propiedad?
JS: En España hay diversas instituciones que se dedican total o parcialmente a la oceanografía, en sentido amplio. En primer lugar, está el Instituto Español de Oceanografía, con sede en Madrid, y laboratorios en la costa, en todas las Comunidades Autónomas menos en las del País Vasco, Valencia y Cataluña. Aquí, está transferido desde los años ochenta (una trasferencia de BOE, pero sin contenido pues no existía ningún centro del IEO en Cataluña). En el País Vasco tampoco existían, pero ahora hay el SIO (Servicio de Investigación Oceanográfica), que depende del Gobierno Vasco y realiza una actividad muy notable en este terreno. En Cataluña, por aquellas fechas me imagino que “no tocaba”.
El IEO es una institución dedicada totalmente a la oceanografía y, fundada en 1910, es la más antigua del país. Es, además, el organismo que ostenta la representación de España en todas las organizaciones internacionales y el responsable oficial de asesorar a la Administración.
El CSIC tiene diversos institutos dedicados a la oceanografía en Galicia, Andalucía, Valencia y Cataluña. La Marina, concretamente, su Instituto Hidrográfico, lleva a cabo trabajos de prospección oceanográfica, para el levantamiento de cartas náuticas. Otras instituciones, como Puertos del Estado, el ya mencionado SIO y muchas universidades mantienen actividades relacionadas con la oceanografía.
Tanto el IEO como el CSIC y, por supuesto, la Marina, tienen barcos oceanográficos. Estos barcos están disponibles para el desarrollo de proyectos financiados por las administraciones públicas. También se pueden ofrecer a otros países europeos y recíprocamente, siempre dentro del sector público. Por ejemplo, en 2016 estuve en un barco de Polonia, trabajando en aguas de Noruega, dentro de un proyecto financiado por la UE, liderado por un centro tecnológico español. En ocasiones, los barcos también se ofrecen a empresas privadas en régimen de alquiler. Existe una comisión que organiza los calendarios de los barcos según demandas y disponibilidades a escala europea. En muchos casos, los equipos que realizan las investigaciones suelen estar formados por personal de los diversos organismos citados, por lo que es frecuente que personal del CSIC vaya en barcos del IEO o al revés, así como en barcos de otros países. Entre los barcos cuya titularidad es del CSIC, tenemos el García del Cid, de 37 m, con el que realizamos la expedición del Mediterráneo a la que me he referido antes. Es del año 1979, el más antiguo de la flota actual. El Sarmiento de Gamboa es más grande, 70 m, el más nuevo, del año 2007 creo, y el mejor equipado.
El CSIC también dispone del Hespérides, en servicio desde 1991 y operado por la Armada. Es el mayor barco de la flota, con 86 m de eslora y fue con el que realizamos la expedición mencionada en el Atlántico sur.
SLA: ¿A quiénes facilitáis los resultados que obtenéis en estas expediciones? ¿Son materia para futuros artículos vuestros?
JS: El procedimiento no difiere del que se utiliza en cualquier otro tipo de investigación. Los resultados, en general, sirven para dar respuesta a los objetivos planteados en los proyectos. Se debaten dentro de los equipos de investigación y se da cuenta de ellos en los correspondientes informes de justificación. Los resultados más relevantes se publican en revistas científicas especializadas y, en muchas ocasiones, se presentan públicamente o se divulgan a través de los medios una vez el proyecto ha finalizado. En la mayoría de casos los datos se ponen a disposición de la comunidad oceanográfica internacional, a través de bases de datos, una vez publicados los primeros resultados.
SLA: También has participado en 48 proyectos científicos. ¡Nada menos! ¿Nos puedes describir alguno de estos proyectos?
JS: Son años… Acabas metido en muchos temas, como ya he comentado. Colaboras con equipos que trabajan en temas muy diversos, de otras instituciones, de otros países… Hay que decir, además, que esta cifra incluye algunas participaciones en temas más bien marginales dentro de los proyectos. En general, los objetivos de los principales proyectos en los que he participado son oceanográficos, como los mencionados anteriormente. No obstante, también ha habido de tipo metodológico: desarrollo de modelos, software de tratamiento de datos, instrumentos autónomos, transmisión de información, etc., que hay que poner a prueba en el mar en situaciones extremas. Hoy día se ha avanzado mucho en estas técnicas.
SLA: Desarrollo de modelos… ¿De qué tipo modelos hablas?
JS: Cuando hablamos de modelos, nos referimos en general a programas informáticos que hacen cálculos según unas ecuaciones que pretenden simular la realidad. Imaginemos que deseamos saber a qué velocidad llega al suelo una piedra lanzada desde el campanario de mi pueblo. La llamada ley de la gravedad nos ofrece una ecuación que nos permite simular este resultado a partir de la altura del campanario sobre el suelo. Obviamente es un cálculo sencillo al alcance de cualquier alumno de ESO, pero no deja de ser un modelo y el resultado no será exactamente igual que la realidad porque el modelo es una simplificación ya que no tiene en cuenta la totalidad de factores que influyen en el proceso. Así, los modelos permiten simular resultados que se obtendrían de acuerdo con determinadas condiciones de partida. En el caso de la piedra, sería la altura, pero se podría complicar algo más para que fuera más realista, incluyendo el rozamiento con el aire, el viento, etc. Podríamos, entonces, hacer varios experimentos en condiciones diversas y comparar los cálculos con las observaciones. Si usáramos diversas piedras de formas y pesos distintos, veríamos como los resultados serían distintos según la piedra, lo que nos sugeriría que, al incluir el viento y el rozamiento del aire, la forma y peso de la piedra también influirían en los resultados y, por tanto, habría que modificar el modelo para incluir esa información.
Resumiendo. Los modelos permiten, por un lado, comprobar y modificar las hipótesis de trabajo, y por otro, simular resultados que producirían determinadas situaciones y así hacer previsiones. Por ejemplo, las que hace el IPCC sobre la evolución del clima.
SLA: ¿Qué países o quiénes han avanzado en esas técnicas que antes comentabas?
JS: Sin sorpresas. En general quienes más han avanzado han sido quienes más recursos humanos y materiales han dedicado al tema. Si no inviertes, no avanzas. En este sentido cabe destacar, EEUU, la antigua Unión Soviética (aunque no siempre su tecnología estaba a nuestro alcance), Reino Unido, Alemania y Japón. Otros países como Francia, Italia, Países Bajos, Bélgica, Canadá, Australia o Corea también han hecho sus contribuciones relevantes. Incluso en nuestro país, a pesar de estar casi siempre bajo mínimos –especialmente estos últimos años– también hemos contribuido en algún desarrollo tecnológico.
SLA: Ser oceanógrafo, por lo que cuentas, ¿no tiene mucho de riesgo? ¿No tienes miedo en alguna ocasión?
JS: Cuando estás trabajando en el mar, muchas veces te preguntas: «¿quién me mandaría meterme en esta situación?» o «¿qué hago yo aquí? ¡con lo bien que estaría en casa!». Ya sea porque estás incómodo, pues todo se mueve y tienes que andar agarrándote para no caerte, o porque te mojas, pasas frío o mucho calor, o no funcionan los equipos, o esperabas encontrar algo que no sale, etc. Y eso día tras día, sin posibilidad de salir de allí. No puedes decir, «¡parad! que me apeo». La verdad es que a veces se hace largo, pero no siempre. Al final, te quedas con la parte buena. Este aire limpio, estos vastos horizontes, aquel resultado que habías previsto −aunque casi nunca tal como lo habías previsto− o algo inesperado, que te hace pensar. A veces, te queda la sensación de superar algo que ya dabas por perdido….
Hay que tener en cuenta que en un barco, grande o pequeño, tienes un espacio muy limitado. No puedes irte y desconectar. Ni tan solo aislarte de los demás. Siempre hay alguien por ahí. Te encuentras con los que te caen bien y los que no tanto. Trabajas a veces de día y duermes de noche, pero otras veces va al revés. En un barco, siempre hay alguien trabajando y siempre hay alguien durmiendo. Siempre hay algo que hacer y a veces no puedes descansar. Claro que imagínate lo aburrido que podría ser en estas condiciones y sin tener nada que hacer. Por eso en los “cruceros” se pasan todo el día haciendo todo tipo de actividades para “distraer al personal”.
Hay riesgo, efectivamente, pero en general, si no haces imprudencias, el riesgo está bastante limitado. Como en cualquier trabajo o actividad. El mar a veces impone. Te da la sensación de que se han desatado todas las furias y cuando ves que pasa una ola barriendo la cubierta y se lleva alguna cosa que creías que estaba bien asegurada, piensas: «si caigo al agua, ya no salgo». La verdad es que hay algunas situaciones que dan miedo. Afortunadamente son pocas. La mayoría son de respeto. Hay que tener claro, como ya he comentado, que estás de invitado y es el mar quien manda.
SLA: Has comentado antes: «aquel resultado que habías previsto −aunque casi nunca tal como lo habías previsto−». Déjame hacerte una pregunta de filosofía de la ciencia, sobre hechos y teorías: ¿cómo se pueden prever esos resultados a los que aludes? ¿Desde qué teorías? ¿Los hechos, vuestras observaciones, las refutan?
JS: Cuando uno escribe un proyecto se basa en conocimientos previos y pretende elaborar o comprobar alguna teoría. A partir de este conocimiento, se hacen hipótesis y el objetivo es intentar comprobarlas para ir montando la teoría. Las observaciones se diseñan de acuerdo con lo que se prevé. Es decir, lo que se vería (o lo que no debería verse) si la hipótesis fuera válida (o lo mismo si no lo fuera). Si lo que se observa encaja “razonablemente” con las previsiones, se puede dar por buena (o rechazar) la hipótesis, y se puede seguir montando la teoría a partir de estos resultados. El problema es que (i) este encaje puede no ser “suficientemente razonable”, (ii) las observaciones fallan o no se pueden completar o (iii) salen resultados que podrían ser compatibles con la hipótesis de partida bajo unas condiciones que no se habían previsto o que requieren nuevas hipótesis. A esto último es a lo que me refería.
Por ejemplo, en 1982, en una campaña que, a bordo de un barco pesquero, pretendíamos estudiar los fondos del llamado Banco de Valdivia, situado en medio del Atlántico Sur, a más de 400 millas náuticas de Namibia. En el trayecto de vuelta hacia Namibia, en un par de puntos de muestreo observamos la presencia de especies más bien propias del Océano Índico, junto a temperaturas ligeramente más altas que en el resto de los puntos de muestreo. Hay que decir que estas observaciones eran complementarias al estudio –para “aprovechar” los trayectos– y estaban separadas más de 60 millas entre sí. Esta “anomalía” quedó sin explicación hasta que a finales de los ochenta se publicó una información basada en imágenes de satélite que mostraba cómo se desprendían anillos de la corriente de Agulhas, que recorre la costa sudafricana del Océano Índico y eran transportados a través del Océano Atlántico hacia el norte. Consultando imágenes de satélite –entonces no era tan fácil como ahora– contemporáneas de nuestra campaña, pudimos comprobar que aquellos puntos “anómalos” estaban afectados por la presencia de los anillos mencionados, cosa que permitía justificar nuestras observaciones.
Finalmente, publicamos los resultados en 1998, casi 16 años después de las observaciones. El tema nos había llevado de cabeza durante mucho tiempo. Estuvimos dudando de si había algún error. Algo que no hubiéramos hecho bien con los medios precarios de qué disponíamos a bordo de un pesquero, pero no encontrábamos ningún error. No lo entendíamos. Ahora, 30 años después, los anillos de Agulhas salen por doquier y se ha comprobado que pueden atravesar todo el océano Atlántico Sur hasta Brasil. Además, se considera que es uno de los mecanismos que provoca que la salinidad superficial del Atlántico sea mayor que la del Pacífico, por ejemplo.
SLA: ¿Qué papel juega la oceanografía en nuestra sociedad? ¿Se conocen suficientemente vuestros trabajos y proyectos? JS: Ya he comentado que hay un desconocimiento muy general de lo que es el océano y de cómo influye en nuestras vidas. Nuestra relación directa con el mar es para obtener algunos alimentos, como medio para desplazar plataformas −que llamamos, barcos− de transporte o agresión (y de deporte o para la ciencia, en los últimos 100-200 años), para refrescarnos cuando hace calor, y poca cosa más, aparte del deleite que pueda ofrecernos la presencia del mar. Deleite que, dicho sea de paso, mejora cuanto más sabes sobre él.
Sobre esta base, la respuesta es: «la oceanografía tiene un papel poco más que testimonial en nuestra sociedad» y, en consecuencia, nuestros trabajos y proyectos también. Es decir, no sirve para curar el cáncer ni para crear puestos de trabajo. De todas formas, estamos haciendo bastantes esfuerzos para dar a conocer nuestros resultados a la sociedad. Hay que tener en cuenta que, si la mayor parte de la financiación para la investigación oceanográfica es pública, es razonable que la sociedad esté al corriente de lo que genera su inversión. Trabajar en el mar es caro, aunque a escala global no represente una gran cantidad de dinero. Tal como me comentaba un colega inglés, el presupuesto anual de su institución, una de las mayores del Reino Unido, es inferior a la ficha de Neymar. Será que genera menos beneficios…
SLA: Será eso, probablemente.
JS: En general hay un gran desconocimiento por parte de la sociedad sobre la mayor parte de trabajos científicos. No solo en nuestro campo. Como comentaba irónicamente más arriba, solo se salvan algunos relacionados con la salud o con tecnologías muy punteras. A pesar de todo, sí que percibo un cierto interés en algunos temas relacionados con el mar, ya sea por la belleza de algunas imágenes que nos traen los documentales, por el componente “exótico” de lo desconocido o porque se le asocia un cierto espíritu aventurero.
SLA: ¿Por ejemplo?
JS: Por ejemplo, hace casi tres años que a raíz de la Barcelona World Race, una regata oceánica que daba la vuelta al mundo desde Barcelona, se realizó un programa educativo para «abrir la ciudad al mar». Para dar contenido a esta frase, entre otras actividades en colaboración con diversas entidades, montamos un MOOC (Massive Online Open Course) −un curso abierto en Internet− titulado «Oceanografía, una clave para entender mejor nuestro mundo», que sigue todavía abierto y que ya han completado más de 450 personas. Como promotores del curso, desde la Universitat de Barcelona, comentan que está en el segundo puesto del ranking de los MOOC que promueven. También se va viendo que aparecen reportajes y noticias en los medios que hablan de temas oceanográficos. Hay interés. Ya sea porque se habla del cambio climático o del agotamiento de los recursos pesqueros, etc. Lo que pasa es que, en general, se ven como temas aislados. La perspectiva siempre es desde tierra, desde el continente −por las razones mencionadas más arriba− y las situaciones en el mar se ven distorsionadas. Por ejemplo, cuando se trata de «proteger una playa contra los temporales» o se aplican métodos de producción a la explotación de la pesca. Daría mucho de qué hablar.
SLA: ¿De qué recursos pesqueros hay agotamiento?
JS: El problema es que actuamos como si el mar fuera una factoría y los recursos que obtenemos de él solo dependieran de nuestra capacidad extractiva. Confundimos la capacidad de producción con la extractiva. En el mar, podemos controlar la capacidad extractiva, pero no la productiva. Los recursos que obtenemos del mar dependen de ambas capacidades.
Se dice que la actividad pesquera es el último reducto del Paleolítico. La diferencia es que la tecnología disponible hoy día nada tiene que ver con la de hace 8.000 años. Además, en aquella época la población humana dependía totalmente de la recolección y la caza, por lo que su crecimiento estaba controlado por la disponibilidad de alimentos que aquella actividad podía suministrar. Hoy día, salvo algunas situaciones muy locales, la pesca no es la fuente principal de alimento, por lo que esta no ejerce ningún control de crecimiento en la población humana. Así las cosas, en el mar tenemos una capacidad de captura muy superior a la de cualquier especie marina competidora y, encima, jugamos desde fuera porque no es nuestro medio ambiente. Lo raro sería que, en estas condiciones, no estuvieran ya agotados todos los recursos pesqueros. No lo están, pero muestran síntomas claros de agotamiento. La mejor prueba de ello es que a pesar de las mejoras tecnológicas (GPS, sónar, etc.) que han incrementado mucho la capacidad extractiva en los últimos 20 años, las capturas no han aumentado, sino que han empezado a disminuir en todo el océano. No significa que el mar se muera, sino que las especies que aprovechamos nosotros escasean cada vez más.
SLA: ¿El cambio climático está relacionado con lo que ocurre en los océanos?
JS: La respuesta a la pregunta es sí. El cambio climático está relacionado con todos los componentes del sistema climático. El océano es un componente del sistema climático, luego el cambio climático está relacionado con el océano. Puro silogismo. La pregunta es: ¿por qué el océano es un componente del clima?
SLA: De acuerdo, formulémosla así, como me enseñas.
JS: La respuesta sencilla ya la he comentado antes, diciendo que el océano es el “sistema de calefacción” a escala planetaria. Quizás deberíamos decir, de climatización puesto que no solo calienta, sino que refresca, a veces. En realidad, hablar de clima es hablar de cómo se reparte la energía que el planeta recibe desde el Sol, la mayor parte de la cual se devuelve al espacio pero una fracción se queda y permite, entre otras cosas, que nosotros estemos hablando. Los cuerpos asimilan esta energía en forma de lo que llamamos calor y se “ponen” a una determinada temperatura de acuerdo con este calor. Un recipiente con agua a 80°C contiene más calor que si el agua está a 20°C. Lo que ya no es tan evidente es que si en vez de llenarlo de agua, le ponemos arena seca a 80°C contendría menos calor que con agua a 20°C. Es decir, el calor específico del agua es superior al de la arena, por lo que ésta es más fácil de enfriar o calentar que el agua. Si comparamos el calor específico del aire y el agua, la diferencia es de 1 a 5 pero, además, como el agua es mucho más densa, si comparamos la capacidad calorífica de toda la atmósfera con la de todo el océano, la diferencia es de 1 a más de 1.000. Esto se complica con la evaporación y condensación. En estos procesos, los requerimientos de energía son muy superiores a los que hacen falta para modificar la temperatura. Cuando el agua del mar se evapora, se lleva energía del mar. Es decir, este se enfría. Es lo que hacemos para enfriar la sopa, soplando sobre el plato para facilitar la evaporación de una pequeña parte del agua que contiene la sopa. Cuando este vapor condensa en forma de diminutas gotas de agua que forman una nube, el calor extraído al mar se devuelve a la atmósfera. En resumen, el océano, no solo es un componente esencial del clima, sino que es el más importante.
SLA: Remarco lo que señalas: el más importante. ¿Trata bien nuestra especie a los océanos?
JS: Yo creo que nuestra especie no trata bien ni al medio ambiente terrestre, que es el que la sustenta de manera directa. Su propio hábitat. El medio del que forma parte como entidad biológica que es. Entonces, ¿cómo no va a maltratar un medio del que ni tan solo forma parte? Que le es ajeno y no percibe que pueda afectarle. Pero lo cierto es que el océano es donde va a parar todo lo que se lleva el agua (y el viento, a veces), y no tiene un desagüe para poderlo vaciar, limpiar y llenar de nuevo.
La única salida a la situación es concienciarse de que nuestro hábitat no es un producto de la tecnología. Aunque a veces, lo parezca, en realidad la tecnología no va más allá de hacernos la vida más confortable, pero son los ecosistemas de los que formamos parte, los que nos sustentan. La tecnología no es más que un añadido (unos gadgets como se dice ahora) y, además, tiene un precio (en el sentido de transacción). Lo que llamamos naturaleza pone las cosas en su sitio de vez en cuando. Supongo que los ecologistas parten de esta concienciación y, a partir de este punto, surgen posturas que podrían corregir la tendencia de ir de mal en peor. Entiendo que si hay alguna solución tiene que ser por esta vía. De momento, mientras haya combustibles fósiles, por lo menos tendremos suficiente energía externa como para “forzar” situaciones que nos hagan creer que seguimos siendo los amos de la Tierra. Después, lamentaremos no haber usado la energía que el Sol nos proporcionó durante millones de años –y que la Tierra ha guardado celosamente– para prevenir el futuro. Estas “baterías” ya no estarán disponibles para que el planeta pueda seguir manteniendo la anomalía que representa nuestra especie.
De todas formas, incluso así, si se consiguiera esta conciencia (que «no está ni se le espera”), veo difícil que lleguemos a una solución “razonable”. Es decir, a que no prenguem mal. No veo indicios esperanzadores, pero... ¿quién sabe?
SLA: Me pongo filósofo ahora: «Todo es agua». ¿Es un aforismo-idiotez de Tales de Mileto o este antiguo matemático, de célebre teorema, tenía razón en alguna o mucha medida?
JS: A la vista del teorema que hizo famoso a este señor, no me cabe ninguna duda de que era un buen observador, capaz de sacar conclusiones de sus observaciones. Me gustaría saber algo más de esta frase. Si es que se conserva. Las frases, por brillantes y sintéticas que sean, suelen ser incompletas. Es algo así como ¡toma frase!. Quedan bien en los calendarios, y últimamente en los tuit. El enunciado del Teorema de Tales, no obstante, no cabría en un tuit.
Volviendo a la frase, podríamos verle una faceta de visionario, con la información que tenemos hoy día porque imaginamos lo que le falta decir a nuestro favor, es decir, como si él ya lo hubiera sabido. Si era así, es una lástima que no nos lo contara en detalle (o se perdiera esta información). Si era una intuición, estamos en lo del principio. Era un gran observador, capaz de sacar conclusiones de sus observaciones. Lo repito porque creo que es la base de la intuición y creo que ésta es una gran herramienta para avanzar en ciencia (lo cual no quita que haya que seguir el procedimiento, como supuestamente hizo Tales con su teorema).
SLA: Cuando se afirma que la vida surgió en el agua, ¿qué se está afirmando exactamente?
JS: Sería bueno preguntárselo a quien lo afirma. Yo no lo he afirmado. Entre otras cosas porque lo desconozco. Mis conocimientos de biología son sobre cuestiones algo más recientes. Aunque ciertamente hay quien afirma que el origen de la vida no es algo del pasado, sino que se está continuamente generando. Por decir, que no quede. De hecho, antes de Pasteur se hablaba de generación espontánea…
Como todo esto suena a escaqueo, voy a entrar en el tema y convertir tu pregunta en lo siguiente: «¿es el agua el medio más adecuado para que en ella se origine la vida?». Mi respuesta es: «de los medios que hay hoy en día, sí». Porque es un buen “disolvente” a temperaturas en las que la vida se puede desarrollar fácilmente, sin muchas complicaciones. Así pues, es un buen medio para poner en contacto diversas sustancias que podrían haber originado toda esta “movida”. Pero, insisto, no sé suficiente biología para decir más.
SLA: Una pregunta demasiado general tal vez: ¿qué es para tí la ciencia?
JS: Pregunta corta en la que cabe todo. Pregunta trampa en un examen. Si intento definir la ciencia, «la ciencia es… » No encuentro qué. No sé si esto significa que desconozco su esencia. Aquí me tendrás que ayudar.
SLA: Mi ayuda: haz lo que puedas, a tu aire.
JS: De acuerdo, pues me olvido de pretender decir lo que es y hablo de lo que yo entiendo como ciencia. Ello incluye, por lo menos, una manera de razonar para estudiar el mundo que nos rodea, intentar explicarlo y comprenderlo. Para mí, lo más esencial −y ¡dale con la esencia!− son las reglas del juego. Si a lo largo del proceso de estudio se cumplen, estamos dentro de la ciencia, y lo más importante, el recíproco, si no se cumplen, no estamos en ella. Es pseudociencia −que suena mejor que ciencia falsa. No se trata de descalificar a nadie por no seguir las reglas. Simplemente, no es ciencia. Y no hay que “venderla” como tal, como se observa a diario en el terreno de la publicidad (incluyendo la política). Tampoco vamos a entrar en detalles, pero habría que denunciar una clara perversidad y malas intenciones en algún tipo de pseudociencia. Por lo menos en el sentido de confundir a la sociedad. ¿Pongo ejemplos?
SLA: Por supuesto, algún ejemplo será muy ilustrativo.
JS: La mayoría de ejemplos que he encontrado se refieren a temas de salud. Seguramente porque son los que más preocupan a la gente, de manera que es fácil vender soluciones milagrosas a sus problemas. Estos anuncios suelen encontrarse en las páginas web de periódicos y revistas en general, pero a menudo también se encuentran en webs de servicios públicos que, a causa de su infrafinanciación, se ven obligados a contratar publicidad (lamentablemente sin ningún control). Aprovechando el marco de esta entrevista, pongo un ejemplo basado en el agua del mar.
En un anuncio encontramos frases como las siguientes: «… a finales del siglo XIX, un investigador francés, desarrolló una auténtica teoría científica sobre la terapia marina que estipula que las enfermedades son, en realidad, una intoxicación del medio interno a nivel celular. Según este científico, las células para poder desarrollar sus funciones correctamente deben disfrutar de un medio interno equilibrado como método para evitar que los órganos terminen por deteriorarse. Y ese medio interno es análogo al agua del mar. Distintos médicos, expertos o periodistas de la época resaltaron sus evidentes éxitos a la hora de tratar enfermedades como tuberculosis, enfermedades de la piel o desnutrición, entre otras muchas que veremos a continuación». Aquí te venden el producto, y siguen «… otra alternativa es consumir agua de mar en botella. Eso sí, si esta va a ser tu elección, procura elegir siempre agua envasada en botella de vidrio para no perjudicar el medio ambiente» (por lo menos, anima a respetar el medio ambiente). «Una buena fórmula es tomar un taponcito de agua de mar disuelta en la botella de agua dulce de un litro que bebamos habitualmente. Aunque lo mejor es, sin duda, que si quieres utilizar el agua de mar con fines terapéuticos te pongas, como siempre, en manos de un especialista que te indique las cantidades en relación a la afección que quieras tratar, tu edad, sexo y circunstancias personales». (Por lo menos, avisa de que puede haber riesgos en tomar agua de mar, así, por las buenas).
Quizás este investigador siguió en su momento el método científico, pero su teoría a día de hoy no creo que se mantenga, por lo menos para curar la tuberculosis, por ejemplo.
SLA: Por lo demás, perdóname que insista: ¿qué reglas del juego son esas en tu opinión?
JS: Las reglas básicas son: observaciones objetivas, es decir, que no dependan del observador. A partir de ellas, se elabora una teoría en la que se formulan unas hipótesis que hay que comprobar, de manera objetiva, mediante nuevas observaciones. Siempre que sea posible hay que contrastar los resultados de las observaciones mediante experimentación o verificación. Si ello no es posible hay que preparar modelos adecuados para simular las posibles variaciones y estar preparado para verificar- las cuando se den las situaciones simuladas. La teoría será científicamente válida bajo estas premisas. Asimismo, cualquier teoría científica puede ser rebatida si se dan nuevos resultados, obtenidos mediante las mismas reglas del juego, que la modifiquen o incluso la contradigan.
En el mundo oceanográfico, por ejemplo, hemos pasado de “ver” las corrientes como algo más o menos fijo en el espacio: «por aquí pasa la corriente tal o cual» y el resto del mar prácticamente estático, a “ver” como el agua se mueve por todas partes, formando remolinos, filamentos, ondulaciones, etc. y las zonas donde pasan las corrientes tal o cual son donde en promedio el agua se mueve en una determinada dirección a una cierta velocidad. Se trata de una nueva interpretación basada en la información sinóptica que ofrecen los satélites. ¿Contradice las observaciones anteriores? No. Simplemente la complementa y da una nueva interpretación a aquellas observaciones.
SLA: Una información de la Coalición para la Conservación de las Aguas Profundas (DSCC en inglés): «Grupos de conservación urgen a los países participantes en la Reunión de la Autoridad Marítima Internacional a garantizar la transparencia y proteger la diversidad biológica del mar profundo». ¿Qué pasa con la biodiversidad de los mares profundos? Se comenta en el artículo que la minería en aguas profundas para metales como cobre, cobalto, níquel, manganeso y plata está a un paso más de hacerse realidad.
JS: Los ecosistemas profundos son muy delicados, pues mantienen equilibrios muy ajustados y la diversidad biológica es un indicador de la calidad de los ecosistemas. Calidad en el sentido de que el ecosistema funciona y se puede mantener por sí mismo. No conocía la existencia de esta coalición, pero ciertamente las actividades que afecten las aguas profundas pueden tener graves consecuencias sobre los ecosistemas. La más conocida, por lo menos para mí, es el impacto de la pesca de arrastre sobre los fondos. Está muy documentado que el paso de estas redes destruye la trama biológica que se sustenta sobre el fondo –y que sirve de base de alimentación u ofrece refugio ante depredadores a las especies que pescamos. La recuperación de esta trama, cuando la hay, es muy lenta. En general, tanto más cuando más profunda. Esto ha llevado a prohibir la pesca de arrastre en profundidades superiores a los 1.000 m, creo.
En todo caso, cualquier actividad humana sobre el medio ambiente debería siempre someterse al principio de precaución, según fue formulado en la Declaración de Río de Janeiro en la Cumbre de la ONU de 1992 en aquella ciudad. Es decir, en caso de incertidumbre, suponer que la actividad humana causa impactos negativos sobre los ecosistemas, por lo que solo podrá ser aceptable si se demuestra que no es así. De alguna manera, sería aplicar a estas actividades el recíproco de la presunción de inocencia. Lamentablemente, este principio sigue siendo de difícil aplicación a causa de las presiones que ejercen las grandes corporaciones y muchos gobiernos afines o que dependen de ellas.
SLA: ¿Quieres añadir algo más?
JS: Si viene a cuento, contar una pequeña gamberrada en la que participé cuando era estudiante. Por aquel entonces, aproximadamente 1970, empezaba a funcionar la nueva Universitat Autónoma de Barcelona, cuya sede provisional era el monasterio de Sant Cugat del Vallès. Un compañero de curso tenía un amigo que cursaba Filosofía y Letras en aquella universidad, donde un profesor les introducía en lo que ahora se diría la modernidad. Hablaba del fenómeno underground y de personajes como Andy Warhol, por ejemplo. El caso es que a nuestro amigo se le ocurrió gastar una broma y nos pidió ayuda para presentar una película de “cine matemático”, como expresión del movimiento underground. El título de la película era White y su autor sería un matemático estadounidense conocido (espero que jamás le llegara esta información…). Se trataba de una película basada en el operador blanco un cuadrito, □, que aparecía en los libros de este autor. La película no era más que un trozo de cinta velada, de 10 minutos de duración, a la que añadimos los títulos de crédito y el The end correspondiente. Mi compañero de matemáticas y yo hicimos una presentación de 40 minutos sobre el operador blanco y de cómo la película encajaba dentro del movimiento underground, y proyectamos la película ante unos 80 estudiantes en un aula del monasterio. Fue un éxito rotundo, o por lo menos, nadie se enfadó, ni puso en riesgo nuestra integridad ni la del proyector que habíamos alquilado. Eran otros tiempos y, por supuesto, ahora sería incapaz de hacerlo.
SLA: No se me ocurre mejor forma de cerrar esta conversación. Todo un honor para mí. Mil gracias por tu tiempo y tu generosidad.
Salvador López Arnal es miembro de CEMS (Centro de Estudios de los Movimientos Sociales) de la Universidad Pompeu Fabra.
Acceso a la entrevista en formato pdf: Entrevista al matemático y oceanógrafo Jordi Salat
Lectura Recomendada: Ecoanimal
EcoanimaL. Una estética plurisensorial, ecologista y animalista
Marta Tafalla
Plaza y Valdés Editores, Madrid, 2019
362 págs.
Reseña de Mara Nieto González, FUHEM Educación, publicada en el número 147 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, Periferias: nuevas geografías del malestar.
Ecoanimal, de Marta Tafalla, es un libro imprescindible que nos abrirá no sólo los ojos, sino todos los sentidos, para conectar con la naturaleza, apreciar su belleza y, así, cuidarla.
Se compone de nueve capítulos que nos van adentrando en la estética plurisensorial, ecologista y animalista que subtitula la obra.
Sus páginas nos invitan a abandonar el antropocentrismo con el que nos relacionamos con la naturaleza, y comprender que somos seres ecodependientes, animales que comparten la Tierra con más animales no humanos y con ecosistemas completos.
Su planteamiento parte, además, de una perspectiva ecofeminista, entendiendo que la lógica de dominación y jerarquía que subyace a la explotación de la naturaleza y los animales no humanos es la misma que la explotación de los pueblos indígenas y de las mujeres. Todos estos ejes de dominación están basados en el pensamiento dualista: humano/animal, civilizado/salvaje, hombre/mujer, racionalidad/naturaleza, cuerpo/alma… Basándose en esta misma lógica jerárquica y dicotómica cuestiona la asociación de los sentidos de la vista y del oído como lo intelectual-racional y, por tanto, considerados como más valiosos que el resto de sentidos.
Siguiendo esta línea argumental, Tafalla pone de relieve la multitud de sentidos con los que percibimos el mundo. Lejos de la clasificación simplista que estudiamos en el colegio, según la cual tenemos cinco sentidos, la autora expone una relación de al menos catorce, que incluyen el olfato ortonasal y retronasal, el equilibrio, la propiocepción, la cronocepción, entre otros. Además, desde su realidad como anósmica (carece del sentido del olfato), la autora pone en valor el olfato como una vía fundamental en nuestra interacción con el mundo que nos rodea, en las experiencias vitales, los recuerdos, y en la apreciación estética de la naturaleza. En definitiva, desde la estética plurisensorial, tomar conciencia de todos nuestros sentidos y de su importancia favorece que nos abramos a percibir la naturaleza y el resto de seres con los que compartimos el planeta desde la apreciación estética que nos permite disfrutar de todo ello.
A lo largo del libro la autora señala algunas ideas para apreciar la naturaleza desde esta perspectiva. Nos invita a silenciar nuestra identidad humana para escuchar y apreciar a la naturaleza en toda profundidad, haciendo una crítica al antropocentrismo con el que nos aproximamos a ésta y del que hacemos gala cuando analizamos las conductas de otros animales no humanos. Es necesario que abandonemos la idea de que la naturaleza está ahí para servirnos, los elementos naturales no han sido creados por nosotros ni para nosotros, no están para que los explotemos y obtengamos beneficio de ellos. Sin embargo, sí podemos aproximarnos a ellos, a la naturaleza, desde la apreciación estética, apoyándonos en el conocimiento científico del que disponemos. La biología, la ecología, la geología, etc. nos permiten apreciarla y entenderla de manera profunda.
Intentamos controlar la naturaleza, domesticarla, apropiarnos de ella y, sin embargo, ella encuentra la manera de liberarse y recuperar su espontaneidad. Por ejemplo, la autora nos recuerda que las ciudades están hechas a nuestra medida, pero la vida salvaje reclama su lugar en ellas: plantas que crecen bajo el asfalto, animales que utilizan a su modo los recursos disponibles en las ciudades, ríos desviados para construir en sus orillas que vuelven a su cauce cuando aumenta su caudal por las intensas lluvias, etc. La naturaleza está presente, reclamando su espacio, y podemos aprender a apreciarla en nuestras propias ciudades observando, por ejemplo, las distintas especies de pájaros que comparten el espacio con nosotras y nosotros, las plantas que crecen sin mediación humana, los insectos que encuentran espacios en los que vivir sus vidas. Tafalla presenta el land art o los jardines como espacios donde pueden unirse el arte y la naturaleza de una forma respetuosa con esta última, donde poder apreciar todas esas cualidades estéticas que nos acerquen a ella.
Intentamos controlar la naturaleza, domesticarla, apropiarnos de ella y, sin embargo, ella encuentra la manera de liberarse y recuperar su espontaneidad.
Las vidas de los animales no humanos, al igual que los recursos naturales, también han sido instrumentalizadas, y la apreciación estética que hacemos de ellos es muy superficial. Los reducimos a simples objetos ornamentales, servir de metáforas despojándoles de su verdadera identidad, los utilizamos para trabajar al servicio de las personas pero “agradeciéndoles por su servicio” (o, más bien, su explotación), o los exhibimos en zoos o circos para, supuestamente, apreciar su belleza pero eliminando su agencialidad, su naturaleza libre, su propia vida para ponerla al servicio humano. Esto último es lo que la autora denomina “paradoja estética”, según la cual los seres humanos encuentran plancentero contemplar a un animal a pesar de que sus condiciones de exhibición le causen daño. Los seres humanos desterramos a los animales de sus hábitats naturales, les obligamos a permanecer en entornos hostiles, les forzamos a huir de los lugares que ocupamos y les culpamos y despreciamos en sus intentos de recuperar sus espacios. Muchas personas son capaces de afirmar que aman a los animales mientras defienden o participan de su explotación visitando zoos y espectáculos, se alimentan de ellos, se visten con sus pieles o decoran sus casas con sus cuerpos.
Si entendiéramos que cada animal es en sí mismo un sujeto propio, un individuo particular y único, un ser con una vida propia, que se relaciona con el mundo de una determinada forma, con un cuerpo, unos sentidos, unos deseos y una identidad concreta y, en definitiva, con su propia historia igual que cada uno de nosotros y nosotras, probablemente no les someteríamos a la explotación a la que les sometemos actualmente, no los usaríamos como fuerza de trabajo, ni permitiríamos la existencia de la industria ganadera, ni nos comeríamos sus cuerpos, su leche o sus huevos.
Los seres humanos desterramos a los animales de sus hábitats naturales, les obligamos a permanecer en entornos hostiles, les forzamos a huir de los lugares que ocupamos y les culpamos y despreciamos en sus intentos de recuperar sus espacios
Apreciar la naturaleza y las vidas de los otros animales no significa apreciar lo que nos pueden aportar a nosotros y nosotras como humanas, sino que implica abandonar la perspectiva antropocéntrica para admirar cada una de esas vidas que también merecen ser vividas. Hemos tardado siglos en intentar entender estas vidas, en entender a esos sujetos con identidad propia, no les hemos visto como seres inteligentes, con emociones y deseos, sino simplemente como recursos a los que explotar, como objetos de los que podemos hacer uso para nuestro propio beneficio, para satisfacer nuestras necesidades, sin comprender que no están en la Tierra para eso, sino que están aquí para vivir sus vidas, igual que las personas.
Poco a poco, debido a la crisis climática que estamos provocando, están desapareciendo cada día cientos de especies de fauna y flora que dejaremos de recordar y de poder apreciar. Desde la estética plurisensorial, animalista y ecologista, la autora nos invita a apreciar todas esas vidas, todas esas especies de fauna y flora para frenar su desaparición, para cuidarlas, y para no olvidar las que ya han desaparecido. La única forma de conservar y cuidar las vidas de todos esos animales no humanos y plantas es conservando sus ecosistemas, poniendo en práctica la estética ecoanimal.
Acceso al texto completo de la reseña en formato pdf: EcoanimaL. Una estética plurisensorial, ecologista y animalista.