Día Mundial de las Ciudades 2020

Bajo el lema Valorando nuestras comunidades y ciudades, el Día Mundial de las Ciudades es un momento para reflexionar sobre nuestras ciudades y pensar en su futuro.

Según ONU Hábitat en los últimos 12 meses, la vida en nuestras ciudades ha cambiado drásticamente. El impacto en la salud por la COVID-19, junto con los trastornos sociales, políticos y financieros, está remodelando la vida urbana en todo el mundo de una manera sin precedentes.

Ofrecemos a continuación una selección de artículos publicados en nuestra revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, que ha dedicado un interés  especial por abordar temas relacionados con el derecho a la ciudad, los problemas y desafíos del mundo urbano, la ciudad global, el reto de las ciudades ante la alimentación sostenible, los procesos de gentrificación, las iniciativas comunitarias y movimientos vecinales, las nuevas formas de habitar lo urbano, la ciudad como espacio común, la calidad de vida y la perspectiva de género en la ciudad, la agroecología y los huertos urbanos, las ciudades sostenibles, la resiliencia, es decir la ciudad por la que merece la pena luchar.

Derecho a la vivienda, derecho a la ciudad. Por una acción municipalista, Agustín Hernández Aja, Iván Rodríguez Suárez, Lucas Álvarez del Valle, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 148, invierno 2019-2020, pp. 71-84.

La trampa de una visión urbano-céntrica. David Harvey, del derecho a la ciudad a la revolución urbana, Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 147, otoño 2019, pp. 99-107.

La “smart city” o la “cité radieuse” en la era digital,  Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 144, inviierno 2018-2019, pp. 91-103.

Comentarios críticos al texto de Jean-Pierre Garnier “Gentrificación: un concepto inadecuado para una temática ambigua”, Ibán Díaz Parra, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 141, primavera 2018, pp. 39-46.

Agroecología y ciudad: Alimentación, ambiente y salud para una agenda urbana sostenible, Walter Pengue, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 139, oto´ño, 2017, pp. 63-77.

Las ciudades españolas ante el reto de la alimentación sostenible, Pedro M. Herrera, Daniel López y Nuria Alonso, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 139, otoño, 2017, pp. 133-141.

«Gentrification»: un concepto inadecuado para una temática ambigua Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 137, primavera, 2017, pp. 13-26.


Problemas y desafíos del mundo urbano
nún. 130, verano 2015

Hacer frente al proyecto urbanizador del capital, Santiago Álvarez Cantalapiedra, pp. 5-10.

La invisibilización urbana de las clases populares, Jean Pierre Garnier, pp. 29-45.

Financiación local. Apuntes para un cambio en el modelo, Bernardino Sanz y David Bustos, pp. 47-61.

Endeudamiento urbano. La insostenibilidad social de la deuda municipal de Madrid, Carlos Sánchez Mato, pp. 63-74.

Inmigrantes en ciudades globales. El caso de Madrid, Colectivo Ioé, pp. 75-87.

La trascripción espacial del empobrecimiento general. Los barrios como el sumidero de los desechos de la crisis, Víctor Renes Ayala, pp. 89-102.

La ciudad por la que merece la pena luchar, Vicente Pérez Quintana, pp. 103-112.

Municipios y participación ciudadana
núm. 129, primavera 2015

La apuesta municipalista, Santiago Álvarez Cantalapiedra, pp. 5-10.

La ciudad como espacio común, Imanol Zubero, pp. 13-23.

(Re)volver a la ciudad para conquistar la calidad de vida, Julio Alguacil Gómez, pp. 25-35.

Apuntes sobre algunas consecuencias sociales de la reforma local, de 2013, Andrés Boix Palop, pp. 37-52.

Un tema clave: el modelo de financiación local y su relación con los distintos modelos inmobiliarios, José Manuel Naredo, pp. 53-55.

Porqué las ciudades y las ciudadanías son tan importantes, Fernando Prats, pp. 57-71.

Ciudades para las personas, ciudades para la vida: Género y urbanismo, Isabela Velázquez Valoria, pp. 73-83.

Llevar la Transición a la ciudad: problemas y posibilidades del enfoque de «Transición» para cambio climático y la limitación de recursos, Peter North y Noel Longhurst, pp. 85-98.

La revolución democrática desde abajo en el municipalismo: ciudadanía, movimientos sociales y otra manera de hacer política, Jordi Mir, pp. 99-109.

Tendencias y alternativas urbanas
núm.111, otoño 2010

Tendencias y alternativas urbanas, Olga Abasolo, pp. 5-8.

La urbanización del mundo, Javier Gutiérrez Hurtado, pp. 41-55.

Los ecosistemas urbanos en la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio en España, Juan Carlos Barrios, pp. 57-66.

Aceras, plazas y parques: la potencialidad de la ecología urbana y las prácticas barriales, José L. Fernández Casadevante y Alfredo Ramos, pp. 7-76.

De los ecobarrios a las ecociudades. Una formulación sintética de la sostenibilidad urbana, Carlos Verdaguer, pp. 77-85.

La okupación como transformación del estado presente de las cosas, Jacobo Rivero y Olga Abasolo, pp.87-97.

Agricultura urbana: un aporte a la rehabilitación integral, Nerea Morán, pp. 99-111.

El idealismo del espacio público, Manuel Delgado, pp. 113-120.


Otros Artículos de PAPELES:

Pequeñas ciudades, transformaciones rurales y consumo de alimentos en el Sur Global, Cecilia Tacoli, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 131, otoño 2015, pp. 23-33.

Ciudad, urbanismo y clases sociales en perspectiva, Jordi Borja, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 126, verano 2014, pp. 111- 127.

¿Regeneración urbana? Deconstrucción y reconstrucción de un concepto incuestionado, María Castrillo, Ángela Matesanz, Domingo Sánchez Fuentes y Álvaro Sevilla, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 126, verano 2014, pp. 129-139.

CittàSlow: la lentitud para construir una ciudad sostenible, Mara Miele, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 122, verano 2013, pp. 129-139.

Cultivar la resiliencia. Los aportes de la agricultura urbana a las ciudades en transición, José Luis Fernández Casadevante y Nerea Morán Alonso, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 119, otoño 2012, pp. 131-143.


Entrevista a Francisco López Segrera

Salvador López Arnal entrevista a Francisco López Segrera sobre Immanuel Wallerstein en el número 147 de nuestra revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

Salvador López Arnal (SLA): Usted ha señalado en algunas ocasiones que, en su opinión, Wallerstein y Prigogine han sido las dos figuras claves del pensamiento de las ciencias sociales y naturales del siglo XX. Nada menos. ¿Nos puede trazar una breve biografía intelectual del gran sociólogo neoyorquino recientemente fallecido?

Francisco López Segrera (FLS): El 31 de agosto de 2019 falleció el pensador más importante, radical e innovador de las ciencias sociales a lo largo de varias décadas: Immanuel Wallerstein. En 1968, publicó «The Colonial Era in Africa». Entre 1974, cuando publicó el primer tomo de El moderno sistema mundial, y 2019 fue, a mi juicio, uno de los más profundos y brillantes críticos del capitalismo, a la vez que el mayor innovador de las ciencias sociales, como muestran sus múltiples  ensayos:  Abrir  las  ciencias sociales; El capitalismo histórico; Después del liberalismo; Utopística o las opciones históricas del siglo XXI; La decadencia del Imperio; El legado de la sociología; las cartas que publicó como presidente de la Asociación Internacional de Sociología, entre otros textos valiosos; y los 500 comentarios que publicó en su web todos los días, 1 y 15 de cada mes, desde el 1 de octubre de 1998 hasta el 1 de julio de 2019.

Desde fecha temprana rompió con la visión eurocéntrica de la mayoría de los intelectuales de “Occidente” mostrando interés especial por el movimiento anticolonial en la India.

Desde 1976, fue profesor de sociología en la Universidad de Binghamton (SUNY) hasta su jubilación en 1999. Fue en dicha Universidad, director del Centro Fernand Braudel –para el estudio de economías, sistemas históricos y civilizaciones– hasta 2005. También fue director asociado de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales en París, y Presidente de la Asociación Internacional de Sociología entre 1994 y 1998. Previamente había presidido la Comisión Gulbenkian sobre la «Reestructuración de las Ciencias Sociales», que tuvo como resultado el Informe Abrir las Ciencias Sociales, con la colaboración de Ilya Prigogine y otros autores.

 

SLA: Suele señalarse que Wallerstein fue el fundador de una corriente de investigación que, recogiendo aportaciones de la escuela de los Annales de Fernand Braudel y de la teoría de la dependencia de la CEPAL, ejerció a partir de 1974 un notable impacto en las ciencias sociales, en el pensamiento crítico y en activistas de los movimientos sociales. ¿Qué caracterizaría a ese corriente de investigación y pensamiento crítico que él encabezó? ¿Por qué fueron tan importantes para él los movimientos anticoloniales?

FLS: Wallerstein integró la teoría de Marx de la mercancía, sus análisis del capitalismo, a la visión economie monde de Braudel, y a la teoría de la dependencia. Su pensamiento se nutrió de los aportes de Theotonio Dos Santos, André Gunder Frank, Giovanni Arrighi y Samir Amin, en especial.

Esa corriente se caracterizó por hacer un análisis crítico del desarrollo mundial del capitalismo, de la explotación colonial y neocolonial del centro desarrollado a la periferia de países subdesarrollados. Una situación de dependencia en la que la economía de un grupo de países subdesarrollados está condicionada por el desarrollo y la expansión de una economía central, a la cual el propio “desarrollo” de estos países subdesarrollados está atado. Esta estructura histórica beneficia a determinados países en perjuicio de otros.

 

SLA: Una pregunta de casi imposible respuesta en pocas líneas: ¿puede explicarnos lo esencial de su teoría del sistema-mundo moderno como una economía-mundo capitalista?

¿Se han formulado críticas a su teoría?

¿Sigue siendo fructífera y de interés?

FLS: Wallerstein mostró un enorme interés en varios de sus libros sobre la revolución francesa de 1789 y la revolución estudiantil de  1968,  como  momentos  de  ruptura.

Estudió en primer lugar la historia del capitalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, de sus principales procesos históricos –como las mencionadas revoluciones– hasta la Guerra de Irak, sin dejar de analizar la epistemología, la teoría del conocimiento dominante en las ciencias sociales, que criticó con lucidez en Abrir las Ciencias Sociales.

Lo principal de su teoría del sistema- mundo fue su visión del capitalismo como una estructura con un ciclo de desarrollo histórico limitado –y no como un sistema eterno– que se caracteriza por una estructura jerarquizada que genera desigualdad creciente en sus tres espacios: centro, semiperiferia y periferia. La teoría de los ciclos de Kondrátiev es también un instrumento teórico utilizado en los análisis de Immanuel. En este marco, la decadencia de la hegemonía norteamericana forma parte de la crisis general y terminal del capitalismo. Pienso que sus análisis tienen absoluta vigencia en un momento en que el capitalismo no solo ha generado enormes desigualdades, como ha mostrado Piketty, sino que amenaza cada vez más –mediante el cambio climático y la posibilidad en aumento de una guerra nuclear– el propio habitat del hombre: la Tierra.

Consideró que las fallas estructurales del actual sistema-mundo capitalista no podrán impedir su disolución. Estas fallas son tres: la desruralización; el agotamiento ecológico producto del afán de externalizar los costos; y una democratización que ha llevado a mayores exigencias de gasto público. «La combinación de las tres está creando una presión estructural masiva de largo  alcance  sobre  las  utilidades  provenientes de la producción y está en proceso de convertir el sistema capitalista en algo que ya no es rentable para los capitalistas».

 

SLA: Suelen destacarse las críticas de Wallerstein al eurocentrismo (sé que usted también está curado de esta peligrosa enfermedad).

¿Nos resume las críticas fundamentales del maestro recientemente fallecido?

FLS: En múltiples libros y en ensayos abordó la temática del racismo y del eurocentrismo. “El propósito del racismo es mantener a la gente dentro del sistema, pero como inferiores”, señala Immanuel en el capítulo sobre el racismo en su libro La decadencia del Imperio (2003), donde también critica el nacionalismo etnocentrista de partidos políticos europeos de derecha y de figuras como Le Pen y Berlusconi.

Recuerdo que tanto Immanuel, como la entonces Secretaria de CLACSO, Marcia Rivera, nos animaron a participar en el simposio «Alternativas al eurocentrismo y colonialismo en el pensamiento latinoamericano contemporáneo» en el Congreso Internacional de Sociología (1998) presidido por él. Encomendé la organización a Edgardo Lander, participamos en el Simposio y publicamos un libro –La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales– con las principales ponencias, animados por Wallerstein. En mi artículo en dicho libro «Abrir, Impensar y redimensionar las ciencias sociales en América Latina y el Caribe» intenté, como homenaje a Wallerstein, aplicar su modelo teórico de Abrir e Impensar las ciencias sociales y de preguntarme si acaso ya existía una ciencia social no eurocéntrica en América Latina.

 

SLA: Salvo error por mi parte, Wallerstein colaboró con Etienne Balibar, un discípulo de Louis Althusser, en un libro titulado Razón, nación y clase. ¿Cuáles son las tesis fundamentales de este ensayo?

FLS: En dicho libro se analiza con lucidez por ambos autores la especificidad del racismo contemporáneo y sus vínculos con los nacionalismos y las luchas de clases. La hipótesis central de ambos autores –y en especial de Wallerstein– es que el racismo es una actitud de clase para legitimar la explotación de otros grupos étnicos. Racismo que se aplica también a la pobre- za, aunque pertenezca al mismo grupo étnico, en forma de un elitismo excluyente. Es un manifiesto contra el eurocentrismo, el etnocentrismo y el nacionalismo excluyente, propio de muchos autores de la ciencia social occidental, que convierte a los hombres del subdesarrollo en objetos de interés antropológico, a diferencia de Balibar e Immanuel que lo estudian como ser humano, convertido en condenado de la tierra por el colonialismo y el neocolonialismo. Recuerdo que una vez me comentó Immanuel lo que le había impresionado la obra de Fannon sobre los condenados de la tierra.  El mencionado libro de Immanuel y Balibar, publicado en 2001, tiene especial actualidad hoy con el tema del incremento de la migración en general y hacia la UE y EEUU en especial. Wallerstein analiza en el posfacio de este libro la vinculación entre racismo, nacionalismos excluyentes e incluso el sexismo, como formas de legitimar la explotación y exclusión propias del sistema capitalista que han promovido otros sistemas históricos con fines similares.

 

SLA: Wallerstein hablaba frecuentemente de la crisis estructural del sistema- mundo, ¿qué escenarios vislumbraba?

¿Socialismo o barbarie de nuevo?

FLS: Para Immanuel el capitalismo estaría agotado como sistema alrededor del 2050, pero dependerá de nosotros si lo sustituye un sistema mejor o peor, algo cercano al socialismo o al fascismo. Pero dejemos hablar al maestro Wallerstein:

A principios del siglo XXI (2001) afirmaba que «la primera mitad del siglo XXI sería más perturbadora, pero más abierta que el siglo XX». «Digo esto basándome en tres premisas. La primera premisa es que los sistemas históricos, como todos los sistemas, tienen vidas finitas. Tienen un comienzo de un largo periodo de desarrollo y, finalmente, mueren, cuando se alejan del equilibrio y alcanzan puntos de bifurcación. La segunda premisa es que el resultado de tales bifurcaciones es intrínsecamente determinado. La tercera premisa es que el moderno sistema-mundo, como sistema histórico, ha entrado en una crisis terminal y no resulta verosímil que exista dentro de 50 años. Sin embargo, ya que el resultado es incierto, no sabemos si el sistema (o sistemas) resultante será mejor o peor» y anunciaba que la transición sería una etapa llena de turbulencias.  A partir de aquí ofreció cuatro conclusiones:

1) «el progreso no es inevitable», pero «no es imposible»;

2) «la creencia en certezas, una premisa fundamental de la modernidad, ciega y mutila»;

3) «un cambio fundamental es posible, pero no seguro, corresponde a nuestra responsabilidad moral el actuar racionalmente, de buena fe y con energía en busca de un sistema histórico mejor», 4) «la incertidumbre es maravillosa» y la certeza sería «la muerte moral», «si todo está sin decidir, entonces todo está abierto a la creatividad».

A lo  largo  de  la  obra  de  Wallerstein estas premisas y conclusiones se argumentan con gran extensión y profundidad. Los conceptos de caos, bifurcación y flecha del tiempo –presentes en la obra de Immanuel y en parte asimilados de los análisis de Prigogine– fueron herramientas teóricas claves para Immanuel en sus trabajos. Las tendencias evolutivas del sistema-mundo capitalista, en el marco de una flecha del tiempo irreversible, implican etapas de caos, bifurcaciones –en el marco de las luchas por el poder y la hegemonía– y conflictos para reorganizar el sistema, mediante sucesivas disputas por la hegemonía y las esferas de influencia. Señala que –entre el 2020 y el 2050– habrá una dura lucha entre un capitalismo en crisis con modalidades fascistas y distintas propuestas de índole socialista como alternativa histórica. Pero que depende de nosotros que esta alternativa positiva prevalezca. Los movimientos sociales desempeñarán un papel clave en su lucha contra Estados autoritarios en ese período de caos sistémico posterior al 2020, según Immanuel.

 

SLA: Tres grandes nombres que tampoco están entre nosotros: Samir Amin, Giovanni Arrighi y André Gunder Frank.

¿Mantuvo Wallerstein relaciones con estos grandes pensadores marxistas?

¿Se influyeron mutuamente?

FLS: Fui testigo en muchos seminarios y reuniones –y también por el estudio de la obra de todos ellos–de la estrecha amistad y mutuas influencias entre estos pensadores. A ellos hay que agregar la influencia de Theotonio dos Santos, también muy vinculado a ese grupo. Todos ellos, pese a la especificidad de la obra de cada uno, analizaron el sistema mundo capitalista en forma muy crítica. Todos ellos se influyeron mutuamente y tienen una obra colosal. Samir Amin en El desarrollo desigual (1973), ensayo sobre las formaciones sociales del capitalismo periférico, ya cita trabajos de todos ellos; Arrighi desarrolló en su obra los aportes de Wallerstein con respecto a los ciclos económicos; Frank enriqueció sus estudios sobre el desarrollo-subdesarrollo y luego sobre el auge de Asia y China con los trabajos de Wallerstein; Dos Santos siempre tuvo a Immanuel como un referente y reunió este grupo, más de una vez, en los seminarios de la Red de economía mundial y desarrollo sostenible de UNESCO que presidía (REGGEN). En 1998, en homenaje a los 60 años de Theotonio Dos Santos, invité a estos autores –Dos Santos, Marini, Amin, Frank, Wallerstein– a escribir ensayos, que fueron publicados en los dos tomos de Los retos de la globalización, libro  del cual fui coautor y editor. El trabajo de Wallerstein Los desafíos de la globalización es una excelente síntesis del estado de sus investigaciones en ese momento, de su visión de futuro y una sólida crítica a la globalización neoliberal. También Immanuel tiene influencias de todos ellos en su obra. Un día me dijo –en la Maison des Sciences de l’Homme en París (1995)– que sin los aportes de la teoría de la dependencia, y en especial de la obra de Dos Santos, él no hubiera podido desarrollar aspectos esenciales de su obra sobre el sistema-mundo capitalista.

 

SLA: Usted tuvo una larga amistad y relaciones de trabajo con él, desde que participó en su Seminario en la Maison des Sciences de l’Homme de Parísen el invierno de 1995. ¿Nos puede contar algo de esta relación?

FLS: Tuve una larga amistad y relaciones de trabajo con Immanuel, desde que participé en su seminario en la Maison des Sciences  de  l’Homme  en  el  invierno  deMi libro Cuba: capitalismo dependiente y subdesarrollo (1972) –considerado por Dos Santos como un interesante estudio de caso aplicando la teoría de la dependencia a un país subdesarrollado– había despertado su atención. Creo que por esa razón y debido a que en el reducido grupo del Seminario había representantes de todas las regiones del mundo, pero no de América Latina, se propició que me invitara a participar en él. Luego colaboré con él en la organización del Congreso Mundial de Sociología en 1998 y nos reunimos en Caracas y Montreal a esos efectos. Una muestra de su visión crítica del eurocentrismo fue la publicación de 11 volúmenes precongreso (1997) que recogían lo más innovador de las ciencias sociales en las distintas regiones del mundo. Contribuí en especial a la preparación del volumen sobre América Latina –organizado por Briceño y Heinz Sonntag– que incluyó trabajos de Aníbal Quijano, Lander, H. Vessuri, Emir Sader, Pablo González Casanova, López Segrera y M. Rivera, entre otros. En mi tra- bajo traté el tema del futuro de las ciencias sociales en la región.

Impartí   en   el   otoño   de   2001   en Binghamton, invitado por él, un curso sobre «Prospectiva de América Latina». Me hizo el honor de asistir a las conferencias de mi curso y también su esposa Beatriz asistió a algunas y lo acompañaba en algunos de sus viajes.

Luego seguimos colaborando y nos reencontramos en diversos eventos. En 2003, en Río de Janeiro, estuvimos en un seminario de especial interés organizado por Theotonio Dos Santos, quién seleccionó un grupo de ponencias – Wallerstein, Gunder Frank, la de él mismo, Giovanni Arrighi, López Segrera, Samir Amin, Gilberto Dupas, Estrella Bohadana, Rene Dreifuss, Xie Shou-Guang y Gao Xian– y las publicó en el libro Os impasses de la globalização. Casi todos los autores de este libro están muertos, salvo mi persona, Xie y Gao Xian. Con casi todos ellos tuve una especial amistad y relaciones de trabajo. Sobre todo, con Theotonio, Wallerstein, Frank, Samir Amin y René Dreifuss. Fue una relación muy enriquecedora. Hoy día no creo exista un grupo de pensadores de esta talla analizando el sistema mundo capitalista. También gracias a Wallerstein entré en contacto con el Premio Nobel de Química y gran físico Ilya Prigonine, pues al irme de París a Caracas como consejero regional de Ciencias Sociales, Wallerstein me entregó el borrador del libro suyo con Prigogine (como resultado de sus trabajos en la comision Gulbenkian) que hice traducir y publicar en español con el apoyo de Sonntag con el título de Para abrir las Ciencias Sociales en una primera edición y que luego se publicó en Siglo XXI con prólogo de Pablo Gónzalez Casanova –también en un seminario  organizado por este último en 1997 coincidimos con Wallerstein en la UNAM–, texto clave que abogaba por la integración de las ciencias sociales y las ciencias duras. Luego, en 1996, en un proyecto de UNESCO dirigido por Jérôme Bindé,   pude   colaborar   con   Prigogine, Morin –que me ayudó mucho cuando creamos la Red GUNI de universidades de innovación–  y otros pensadores y el resultado de nuestro trabajo se publicó en el libro Représentation et complexité (1997).

En 2004, Wallerstein nos hizo el honor de hacer la Introducción a un libro –América Latina y el Caribe en el siglo XXI (2004)– coordinado por nosotros y Francisco Mojica, que recogía las principales ponencias de nuestros Congresos de la Red Latinoamericana de Estudios Prospectivos, que yo presidí entre 1996-2004.

Pienso que Wallerstein y Prigogine son las dos figuras claves del pensamiento de las ciencias sociales y duras del siglo XX. Su legado debe preservarse y desarrollarse en un momento en que el mundo está amenazado por los Trump, Boris Johnson, Bolsonaro (ya cayó Salvini) y otras figuras deleznables.

 

SLA: Fue usted decisivo para la traducción al castellano de un ensayo de temática poco frecuente, escrito al alimón por Wallerstein y Prigonine: Para abrir las Ciencias Sociales. ¿A qué tenían que estar abiertas las ciencias sociales según estos dos grandes pensadores?

 FLS:  En  la  ponencia  ya  mencionada, «Abrir, impensar y redimensionar las Ciencias Sociales en América Latina y el Caribe» que presenté al Congreso Internacional de Sociología (1998) cuando lo presidía Immanuel, traté de resumir la visión de Wallerstein y Prigogine al respecto del modo siguiente:

Es necesario no sólo repensar las ciencias sociales, sino sobre todo impensarlas, como  ha  afirmado  Immanuel  Wallerstein. Es decir, poner en cuestión el legado decimonónico y el de este propio siglo en las ciencias sociales, a la manera que Ilya Prigogine ha hecho en las ciencias duras con la herencia de la física newtoniana y de la teoría de la relatividad. Esta necesidad de impensarlas obedece a que muchas de sus suposiciones, pese a su carácter falaz, permanecen arraigadas firmemente en nuestra mentalidad. Consideramos que impensar las ciencias sociales significa reconciliar lo estático y lo dinámico, lo sincrónico y lo diacrónico, analizando los sistemas históricos como sistemas complejos con autonomía, y límites temporales y espaciales. Si decidimos, por tanto, que la unidad de análisis no es ya el Estado- nación,  sino  el  sistema-mundo  (es  decir, que no podemos analizar ningún Estado- nación disociado del sistema-mundo) debemos además acudir al análisis transdisciplinario eliminando la tradicional distinción entre el método de análisis ideográfico propio de la historia, y el nomotético propio de la antropología, economía, ciencias políticas y sociología. Las ciencias sociales no deben ser ni mero recuento de los hechos del pasado (historia tradicional), ni tampoco la simple búsqueda de regularidades con una visión ahistórica. Las ciencias humanas como la psicología y la filosofía, entre otras, también deben ser tenidas en cuenta a la hora de elaborar esta síntesis.

La “gran teoría”, por un lado, y el empirismo abstracto de estudios en detalle, por otro, son los grandes peligros que acechan a las ciencias sociales desde sus orígenes y por lo cual resulta necesario impensarlas y también abrirlas. Esto último significa: deconstruir las barreras disciplinarias entre lo ideográfico y lo nomotético; integrar las disciplinas ideográficas y nomotéticas en un método transdisciplinario; promover el desarrollo de investigaciones conjuntas, no sólo entre historiadores de un lado y antropólogos, economistas, politólogos y sociólogos de otro, integrando equipos transdisciplinarios en torno a un tema de investigación, sino además integrar a científicos de las ciencias naturales y exactas en proyectos conjuntos en que participen especialistas de las ciencias sociales y de las ciencias duras, y donde por tanto lo transdisciplinario no se agote en la fusión de lo ideográfico y lo nomotético, sino que además también incluya las ciencias duras. Es esto lo que nos ha enseñado el legado de Marx, Durkheim y Weber según Immanuel.

Las obras de Braudel, Wallerstein, Morin y Dos Santos, entre otros, constituyen a nuestro juicio un esfuerzo notable en este sentido desde las ciencias sociales, e igualmente la de Prigogine desde el terreno de las ciencias duras. En resumen, para que las ciencias sociales tengan verdadera relevancia hoy, es imprescindible la reunificación epistemológica del mundo del conocimiento, sin que esto implique la muerte inmediata de disciplinas con una larga tradición. Abogamos por la integración en el análisis de los fenómenos sociales de lo ideográfico y lo nomotético, e incluso de esta visión con las ciencias duras, lo cual no quiere decir que neguemos el valioso legado de las disciplinas autónomas, aunque sí su menor relevancia en análisis desintegrados de los conocimientos que pueden aportarnos el conjunto de ellas. Este es el mensaje esencial que nos trasladaron Wallerstein y Prigogine, en el informe Abrir las Ciencias Sociales de la Comisión Gulbenkian para reestructurar las ciencias sociales.

 

SLA: También usted ha hablado en alguna ocasión con admiración, destacando este puntode la dimensión humana de Wallerstein. ¿Qué nos puede decir de ella?

FLS: Pienso que la sencillez y humildad de Immanuel, su rechazo de todo elitismo eurocéntrico, de toda discriminación a otras culturas, era algo que transmitía con su praxis. Por eso, en todos los seminarios y en los Foros de Porto Alegre, se ganó el respeto y la admiración, no solo por su obra, sino en especial por esta actitud abierta y solidaria con los “condenados de la tierra”.

 

SLA: Mil gracias por sus palabras. ¿Me permitirá dedicarlas a la memoria de Immanuel Wallerstein?

FLS: Con gusto.

 

Francisco López Segrera es Doctor en Estudios Latinoamericanos (París VIII, Sorbonne) y vicerrector del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba (1980-1989). Fue funcionario de la UNESCO y director de la revista Educación Superior y Sociedad (1998-2001). Fue seleccionado por la organización para integrar el Grupo Internacional de Expertos del Foro UNESCO en educación superior.  

Asesor académico, editor y autor en la Universidad Politécnica de Cataluña de los Informes de la Global University Network for Innovation, ha sido profesor visitante y/o conferencista invitado en más de 140 universidades del mundo. Entre ellas: UNAM, Universidad de Sao Paulo, Boston College, Binghamton, Berkeley, Stanford, Oxford, Riverside, Sorbonne, Instituto de Barcelona de Estudios Internacionales, Universidad de Salamanca y la UPC. El doctor López Segrera colaboró  con Wallerstein en la organización del Congreso Mundial de Sociología en 1998 e, invitado por él, impartió en otoño de 2001 en la Universidad de Binghamton un curso sobre «Prospectiva de América Latina».

Salvador López Arnal es miembro de CEMS (Centro  de Estudios de los Movimientos Sociales) de la Universidad Pompeu Fabra.

 

Disponible el texto completo en formato pdf: Entrevista a Francisco López Segrera sobre Immanuel Wallerstein

 


Día Internacional contra Cambio Climático: Recursos Ecosociales

 

Cada 24 de octubre, a instancias de la ONU se conmemora el Día Internacional contra el Cambio Climático, con el objetivo de informar, concienciar y educar a la población mundial, acerca de los atroces efectos del cambio climático y del calentamiento global.

En FUHEM Ecosocial hemos abordado en nuestras publicaciones cuestiones relacionadas con las causas y las consecuencias del cambio climático y, por ello, ofrecemos una selección de recursos que abordan diferentes aspectos relacionados con esta problemática: los discursos que se utilizan para hablar de cambio climático, los procesos de securitización como respuesta a la crisis climática y sobre cómo el poder está moldeando un mundo de privilegiados y desposeídos ante esta crisis.

Las consecuencias de los modelos alimentarios actuales en el calentamiento global y cómo el sistema alimentario global puede convertirse en una pieza clave de la lucha contra el calentamiento global.

¿Qué hay de verdad en la afirmación de que las centrales nucleares son una solución a las emisiones de efecto invernadero porque la producción de electricidad, a partir de energía nuclear, está libre de emisiones de CO2?

Los impactos del negacionismo climático y las diferentes respuestas ante las campañas de desinformación, y como reacciona la sociedad española ante el cambio climático.

Sobre cómo la tecnología está creando un tecno-optimismo frente a las consecuencias de su excesivo uso en el calentamiento global. Y cómo las catástrofes naturales generadas por el cambio climático están produciendo migraciones ambientales masivas, sin que haya un estatus jurídico que proteja y de refugio a las víctimas.

 

Los discursos en torno a la emergencia climática

Rubén Gutiérrez Cabrera
Dosieres Ecosociales, mayo 2020.

En poco tiempo, la “emergencia climática” se ha convertido en nuevo marco con el que los medios de comunicación y la opinión pública global se refieren a la actual situación de crisis climática que enfrenta la humanidad, pasando de ser un concepto apenas utilizado a perfilarse como un eslogan con un potencial de incidencia en las políticas ambientales sin precedente.

En este contexto, se vuelve fundamental indagar en los relatos surgidos en torno a la “emergencia climática”, pues del resultado de las batallas que se libran en torno a su definición e implicaciones dependerá en gran medida que las “declaraciones de emergencia climática” se decanten del lado de la sostenibilidad y la justicia climática, o del lado de un repliegue autoritario en forma de ecofascismo.

 

 

Un estudio para la participación ambiental, la ciudadanía activa y las redes vecinales ante la emergencia climática

Cristina Contreras Jiménez

Dosieres Ecosociales, abril 2020.

Nos encontramos en un momento histórico marcado por una profunda crisis múltiple, que abarca desde problemas económicos hasta políticos y de cuidados, así como una crisis ecológica que pone en jaque a la humanidad. Si bien aquellas son graves y urgentes, ésta marca un horizonte que no debe ser traspasado para asegurar la supervivencia de nuestra especie.

En cualquier caso, deben ser abordadas en su conjunto para asegurar la justicia social al tiempo que la sostenibilidad.

La educación ambiental y la participación son herramientas de cambio. Barrios por el clima es un proceso de participación ambiental que busca la transformación desde el compromiso, la implicación y la corresponsabilidad. En definitiva, pretende educar para la acción.

Este texto es el resultado de una investigación que parte de la hipótesis de que la participación en Barrios por el clima genera cambios hacia una mayor conciencia ambiental, que son impulsores de la transformación social, a tres niveles: personal (micro), colectivo (meso) y ciudad (macro).

 

De los delirios escapistas frente al cambio climático a la búsqueda de respuestas colectivas

Nuria del Viso

En Crisis Ecosocial, Conflictos y Construcción de Paz, Boletín ECOS, núm. 44, septiembre-noviembre 2018.

El artículo aborda las diferentes respuestas que se están desarrollando en el contexto de la crisis climática. Se engloban, básicamente, en dos bloques: las respuestas de autoprotección de las elites, ya sea como negacionismo, mercantilización o securitización; y las respuestas desde la sociedad civil organizada, en concreto, el movimiento de justicia climática y la autoorganización comunitaria. Nos jugamos mucho dependiendo de qué criterios se utilicen y quién dirija la adaptación al cambio climático porque esto determinará el tipo de respuestas que se apliquen, si tenderán a ser en clave excluyente y con tintes ecofascistas, o bien con criterios de justicia y equidad.

El movimiento por la justicia climática, creado fuera de la academia, ha contribuido, sin embargo, a desarrollar conceptos, como el de «deuda climática», y argumentos que sustentan un discurso que comienza a calar más allá del activismo.

 

Respuestas ante el negacionismo climático

Francisco Heras Hernández

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 140, invierno 2017/18, pp. 119-130

La negación del cambio climático, ya sea activa (rechazo explícito de las interpretaciones de consenso establecidas desde la ciencia del clima) o pasiva (evitar la información sobre el tema, mirar para otro lado) es una respuesta frecuente ante un fenómeno –el cambio climático– percibido como amenazante, tanto por sus impactos como por las responsabilidades que nos plantea. El negacionismo organizado, trata de reforzar y extender esas respuestas de negación utilizando un variado repertorio de prácticas comunicativas. Descartada la idea de que la negación sea el resultado de una falta de información o un déficit de cultura científica, en los últimos años se han planteado diversas respuestas a las campañas de desinformación negacionistas. Estas respuestas incluyen a) ignorar a los detractores; b) poner al descubierto su estrategia comunicativa, basada en la manipulación; c) desvelar sus motivaciones; d) refutar los mitos que difunden; y e) exigir responsabilidad a sus patrocinadores. El artículo presenta los fundamentos de estas propuestas y apunta algunas líneas de trabajo complementarias para evitar que las iniciativas que se desarrollen para frenar el cambio climático favorezcan las respuestas denegación.

El reto es comunicar y actuar frente al cambio climático de manera efectiva sin alimentar las respuestas de autodefensa y negación

 

Cambio Climático S.A.

Nick Buxton, Ben Hayes (eds.)

Madrid: FUHEM Ecosocial, 2017, 301 págs.

Los ejércitos y las corporaciones, con el consenso de ciertos grupos políticos, buscan hacer del cambio climático un gran negocio del que lucrarse, mientras profundizan la exclusión de las y los desposeídos, expuestos a las peores consecuencias.

El libro plantea una serie de incómodas pero necesarias cuestiones ante las que no podemos permanecer indiferentes: ¿Quiénes son los ganadores y los perdedores de las nuevas estrategias de «seguridad climática»? ¿Cuáles son las implicaciones de que instituciones como el Pentágono o corporaciones como Shell reformulen el alcance del cambio climático desde los ámbitos de justicia social y ambiental a los de seguridad? ¿Qué es lo que se va a asegurar, para quién, por parte de quién y a qué coste?

Al mismo tiempo, el libro invita a la ciudadanía a pensar otros modos de abordar las consecuencias de la crisis climática respetando los derechos sociales y la sostenibilidad.

 

 

Modelo alimentario y cambio climático

Carlos A. González Svatetz

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 139, otoño 2017, pp. 55-62.

La importancia de la agricultura, y particularmente de la ganadería, en la generación de gases de efecto invernadero (GEI) convierte al sistema alimentario global en una pieza clave de la lucha contra el cambio climático. El excesivo consumo de carne, que incluye cada vez a más países, no solo incide negativamente en el medio ambiente, sino que puede perjudicar a la salud. Por ello, resulta imprescindible involucrar activamente a la sociedad civil en la lucha contra el calentamiento global y el cambio de pautas de consumo, junto a políticas públicas e impositivas que apoyen tal transformación.

Existe una profunda relación entre la producción y consumo de distintos tipos de alimentos y la generación de GEI

 

Centrales nucleares, emisiones de CO2 y cambio climático

Xavier Bohigas

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 138, verano 2017, pp. 109-121.

Existe una gran preocupación sobre el cambio climático y sus efectos entre la población. Desde hace años la industria nuclear se postula como una solución a las emisiones de gases de efecto invernadero, alegando que la producción de electricidad a partir de la energía nuclear está libre de emisiones de CO2. En este artículo comentamos diversos estudios que muestran que la energía nuclear no está exenta de emisiones de CO2, tanto si analizamos todo el ciclo de vida de una central nuclear, como si nos restringimos a la fabricación del combustible nuclear. Estas emisiones son menores que las producidas por las industrias eléctricas basadas en el carbón, petróleo o gas, pero, por otro lado, son mayores que las producidas por las industrias que utilizan energías renovables. La energía nuclear no es una alternativa para mitigar el cambio climático, pues tiene enormes inconvenientes en comparación con la opción de las energías renovables.

Las energías renovables representan un menor coste para el contribuyente que la energía nuclear

 

Perspectivas sobre el Cambio Climático

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 134, verano 2016,

ESPECIAL

Cuando lo importante no es relevante. La sociedad española ante el cambio climático
Francisco Heras Hernández y Pablo Ángel Meira Cartea

De la realidad ontológica a la percepción social del cambio climático: el papel de la comunidad científica en la dilución de la realidad
Ferran Puig Vilar

La opinión crítica de los investigadores sobre la comunicación mediática del cambio climático
Gemma Teso Alonso

Cambio climático y publicidad: desintoxicación cultural para responder al monólogon
Isidro Jiménez Gómez y Mariola Olcina Alvarado

Resistencias psicológicas en la percepción del cambio climático
Cristina Huertas y José Antonio Corraliza

Terminar la ESO sin conocer el cambio climático. Algunas reflexiones y herramientas para que esto no ocurra
María González Reyes

El debate electoral sobre el cambio climático
Javier Gutiérrez Hurtado

 

Tecno-optimismo climático: el escapismo tecnológico, frente al calentamiento global

Samuel Martín-Sosa Rodríguez

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 134, verano 2016, pp. 25-38.

Los discursos tecno-optimistas destilan habitualmente cierta confusión entre tecnología y energía, como si se tratara de la misma cosa. La premisa es tan sencilla como errónea: desarrollando la tecnología, encontrar nuevas fuentes de energía no será un problema. Tampoco lo será el crecimiento en su consumo: se esboza un futuro idealista de economía desmaterializada donde, gracias a la eficiencia tecnológica, la producción se desacoplará del consumo energético (y del uso de los recursos en general), requiriéndose cada vez menos energía por unidad de producción, ad infinitum. Se obvian así los límites físicos y la segunda ley de la termodinámica, que nos habla de la irremediable degradación de la energía.

La tecnología está sirviendo para prolongar la agonía del declive energético y para crear un espejismo de solución respecto al principal problema, el climático, que la desmesura energética ha creado.

 

 

La migración ambiental: entre el abandono, el refugio y la protección internacional

Susana Borrás

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 132, invierno 2016/17, pp. 31-49

La República de Kiribati, país insular ubicado en el océano Pacífico, al noreste de Australia (Oceanía), se compone de 33 islas y 102.000 habitantes, que viven en su mayoría en la capital, Tarawa Sur. La población de este país se dedica principalmente a la pesca. Kiribati es uno de los países insulares del mundo más vulnerables frente a las inundaciones marítimas, como se ha señalado en los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU. De hecho, ninguna parte de su isla principal se eleva por encima de los dos metros sobre el nivel del mar, por lo que si la temperatura del planeta aumentara 2 °C el territorio de este país estaría condenado a desaparecer sumergido bajo las aguas y su población obligada a emigrar. ¿Qué estatus jurídico puede proteger a las víctimas migrantes de las alteraciones humanas del clima?

Según Oxfam, la migración ambiental crea un nuevo concepto de refugiado: los que son forzados a huir de su país de origen porque las condiciones climáticas ponen en peligro su existencia

 

El Acuerdo de París y el cambio transformacional

Rogelio Fernández-Reyes

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 132, invierno 2016/17, pp. 101-114

La cumbre del clima (COP21) de París contó, de manera inaudita, con la presencia de 150 jefes de Estado. El evento vino precedido de una amplia movilización ciudadana y declaraciones de líderes de distintos ámbitos que alertaban de la dimensión del problema. La mirada de este trabajo se centra principalmente en referencias científicas, deteniéndose en lo que suponen los objetivos climáticos «muy por debajo de los 2 °C» y «1,5 °C». Se estudian las reacciones de los científicos y se concluye que es preciso que prevalezca un cambio transformacional. A partir de ahí se evalúan los compromisos adquiridos, los cuales cuentan con una distancia ingente con los objetivos acordados.

En España existe el riesgo de que la temperatura se llegue a incrementar entre 5,4 y 7,4 °C en el año 2100 aun cuando se cumplan los compromisos del Acuerdo.

 
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Crisis Ecosocial, injusticia ecológica y ciudadanía global

Ciudadanía Global. Una visión plural y transformadora de la sociedad y de la escuela

Informe elaborado por la Fundación SM y coordinado por Rafael Díaz Salazar, con el que quiere canalizar el debate sobre la ciudadanía global a través de la reflexión y el diálogo, para orientar su educación con un enfoque solidario y humanista, basado en el respeto a las personas y a la naturaleza.

El informe está dividido en tres bloques, en el primero de los cuales se analizan los aspectos más conceptuales y los componentes clave de la ciudadanía global: ecoeducación y ecociudadanía global, virtudes públicas, conflictos, migraciones, refugiados, emancipación de la mujer, etc.

En este bloque aparece publicado el capítulo escrito por Santiago Álvarez Cantalapiedra titulado: Crisis ecosocial, injusticia ecológica y ciudadanía global que pueden leer a texto completo a continuación.

“No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la recibimos prestada de nuestros hijos.”

Proverbio keniano

La Crisis Ecosocial

En Los límites del crecimiento, informe encargado por el Club de Roma a un grupo de expertos en dinámica de sistemas vinculados al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y publicado en 1972, se plantea  por primera vez que la actividad humana ha adquirido una dimensión demasiado grande en relación con la biosfera y que esa escala desmesurada plantea el riesgo de colapsar los servicios de los ecosistemas y las funciones ambientales que proporciona la naturaleza.

En el año 1992, más de 1500 científicos (entre los que se incluían la mayoría de los premios nobel de ciencias que vivían por entonces) constataban a partir de la evidencia empírica disponible y las tendencias en curso que el rumbo que había adoptado la humanidad estaba empujando a los ecosistemas de la Tierra más allá de su capacidad de soportar la red de la vida. Esta primera advertencia de la comunidad científica mundial es conocida como “primer aviso”. Veinticinco años después, la comunidad científica lanza (tras analizar la evolución de los principales indicadores en el período transcurrido y evaluar las respuestas al primer llamamiento) un “segundo aviso” (Ripple, et al., 2017), donde se denuncia el fracaso de la humanidad para resolver los retos ambientales enunciados en la primera advertencia y se constata que, en la mayoría de ellos, estamos en una situación mucho peor que la de entonces.

Se advierte de la sexta gran extinción, que está provocando la desaparición masiva de especies a un ritmo y con una extensión que no tiene precedentes.

Especialmente preocupante es la trayectoria del catastrófico cambio climático debido a las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles, pero también a la deforestación y a los cambios en los usos del suelo asociados en gran medida a la ganadería de rumiantes y los altos niveles de consumo de carne. Además, se advierte de la sexta gran extinción, que está provocando la desaparición masiva de especies a un ritmo y con una extensión que no tiene precedentes. El mismo grupo de científicos que promovieron este “segundo aviso” ha publicado recientemente (el 5 de noviembre de 2019 y en la misma revista BioScience) un tercer llamamiento centrado en la emergencia climática: “World Scientists’ Warning of a Climate Emergency” (Ripple, et al., 2020).

Entre tantas llamadas de atención que ha venido efectuando la comunidad científica, resulta especialmente relevante la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, publicada en 2005, en la que se constataba (treinta y tres años después del informe al Club de Roma sobre Los límites del crecimiento) que alrededor del 60 % de los servicios de los ecosistemas y las funciones ambientales que proporciona la naturaleza ya habían sido degradados y utilizados de forma insostenible.

Hay que tener en cuenta la dimensión internacional de esta Evaluación de los Ecosistemas. Participaron en el proyecto 1360 expertos de todo el mundo, y llegaron a la conclusión de que la actividad humana está teniendo un impacto significativo y creciente sobre los ecosistemas y la biodiversidad del planeta, reduciendo la capacidad de la Tierra para albergar la vida (biocapacidad) y su resiliencia o capacidad de recuperación frente a la presión que ejerce el ser humano (Millennium  Ecosystem Assessment, 2005).

Los expertos han establecido nueve límites, o umbrales críticos, relacionados con los siguientes factores:

  • El cambio climático.
  • La integridad de la biosfera (o pérdida de sus funciones ecológicas).
  • La perturbación de los flujos biogeoquímicos (aportes de nitrógeno y fósforo a la biosfera).
  • Los cambios en los usos del suelo.
  • La acidificación de los océanos.
  • El agotamiento del ozono estratosférico.
  • El uso del agua dulce.
  • La carga atmosférica de aerosoles.
  • La contaminación generada por nuevas sustancias (por ejemplo, contaminantes químicos, organismos genéticamente modificados, nanomateriales, microplásticos o residuos nucleares).

Estos nueve procesos globales, tres de los cuales son ciclos biogeoquímicos, son esenciales para mantener las condiciones ambientales que han estado presentes en el planeta en los 12 000 últimos años. Todo parece indicar que se han sobrepasado los umbrales críticos o límites sostenibles de los cuatro primeros, restringiendo drásticamente nuestras posibilidades de un vivir civilizado e incluso, quizá, poniendo en riesgo la propia supervivencia de la especie humana (Rockström, et al., 2009; Steffen, et al., 2015).

Con el cambio climático, los fenómenos meteorológicos extremos (sequías, inundaciones, olas de calor, tormentas, etc.) se han incrementado en frecuencia e intensidad en las tres últimas décadas y, en consecuencia, también los desastres sociales vinculados con el clima.

Así pues, la humanidad se enfrenta a uno de los desafíos más críticos y decisivos de su historia, el denominado cambio global, o conjunto de transformaciones socioambientales que incluyen el cambio climático, pero que no se reducen a él al incorporar también otros muchos procesos interrelacionados que amenazan con alterar sustancialmente las condiciones necesarias para sostener la vida humana tal y como hoy la conocemos. La situación es tan apremiante que se suceden los pronunciamientos de los científicos alertando de la gravedad de la situación en la que nos encontramos. Ya se ha mencionado que la última advertencia (realizada hace apenas unos meses y respaldada por más de 11200 científicos de 153 países) declaraba de forma clara e inequívoca, a partir de la evidencia disponible y la obligación moral de la comunidad científica de señalar a la humanidad la existencia de una amenaza catastrófica, que el planeta Tierra se enfrenta a una emergencia sin precedentes  (Ripple, et al., 2020).

Considerando solo la desestabilización global del clima, que como hemos dicho no es más que uno de los síntomas de la grave enfermedad que padece la Tierra, podemos hacernos una idea del escenario en el que nos movemos. Con el cambio climático, los fenómenos meteorológicos extremos (sequías, inundaciones, olas de calor, tormentas, etc.) se han incrementado en frecuencia e intensidad en las tres últimas décadas y, en consecuencia, también los desastres sociales vinculados con el clima. Por otro lado, el nivel del mar se está elevando y amplias zonas del litoral corren el riesgo de verse anegadas; este proceso, al igual que los eventos climáticos extremos, se ha acelerado en las últimas décadas. Pero los impactos del calentamiento global no se reducen a los desastres generados por los fenómenos extremos o la elevación del nivel del mar.

Hemos  entrado  en la era de las consecuencias, un período en el que debemos convivir de manera irremediable con los resultados de la crisis ecosocial.

La modificación de los patrones del clima está generando también otras muchas alteraciones, como cambios en los regímenes de lluvias, en el grado de humedad de las tierras de cultivo y en los ritmos de erosión del suelo; está incrementando asimismo el estrés hídrico de muchas zonas y provocando alteraciones en la flora y en la fauna. Se desatan círculos viciosos de retroalimentación positiva: si la pérdida de biodiversidad y el cambio climático contribuyen a poner en peligro la salud y la productividad de los suelos, a su vez la propia degradación de los suelos ayuda a acelerar el cambio climático y la hecatombe de la biodiversidad, incrementando la vulnerabilidad de miles de millones de personas (UNCCD, 2017; WAD, 2019). En general, la desestabilización del clima está creando unas condiciones ambientales muy adversas que, al afectar a la producción de alimentos, al suministro de agua o a la salud pública, provocan crecientes situaciones de inseguridad humana por hambrunas, pandemias o desplazamientos forzados de población.

Hemos  entrado  en la era de las consecuencias, un período en el que debemos convivir de manera irremediable con los resultados de la crisis ecosocial. Algún autor ha utilizado, acertadamente, la expresión convergencia catastrófica para resaltar que los impactos de la crisis ecológica se combinan con los de otras crisis preexistentes ligadas a la pobreza y a la desigualdad, multiplicando y amplificando los conflictos en aquellas zonas de la geografía mundial donde se muestra más evidente esa convergencia (Parenti,  2011 y 2017). Pero las crisis ecológica y social no se entremezclan únicamente en el plano de las consecuencias. Ambas tienen unas raíces comunes. Los mismos elementos que provocan la degradación ecológica son los responsables del deterioro social, por eso el papa Francisco, en su encíclica Laudato si’ (2015), afirma que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental” (139).

 

Una enorme Injusticia Ecológica

Las raíces del deterioro ecológico y social son culturales y económicas. La combinación de ambas manifiesta el cariz civilizacional que adquiere la crisis ecosocial. La civilización industrial capitalista en apenas dos siglos de existencia ha situado a la humanidad en una encrucijada al socavar las bases sociales y naturales sobre las que sostiene su idea de progreso (Álvarez Cantalapiedra, 2011 y 2019). Esta es su gran contradicción: desenvolverse en una estrecha racionalidad crematística que, beneficiando únicamente a una minoría, da lugar a una profunda irracionalidad social que amenaza con minar las bases que sostienen la vida en el planeta Tierra.

Las raíces culturales de este despropósito se encuentran en la mentalidad materialista y tecnocrática, exclusivamente orientada por la razón instrumental, basada en una fe ciega en el mercado y la tecnología y obsesionada por dominar la naturaleza y la acumulación de riqueza y poder. Las raíces económicas, abonadas por este paradigma de modernización, han redefinido profundamente las relaciones sociales y el régimen de intercambios que establecen las sociedades con el medio natural a través de un doble proceso de apropiación predatoria que alcanza tanto a la fuerza de trabajo humano como a los ecosistemas. De este modo, el sistema económico vive de la explotación de sus colonias y genera un modo de vida imperial. Como han señalado María Mies y Vandana Shiva, esas colonias son las mujeres, la naturaleza y los países del Sur: “Sin esa colonización, o sea, sin su subordinación en aras de la apropiación predatoria (explotación), no existiría la famosa civilización occidental ni su paradigma de progreso” (Mies y Shiva, 2015,103). La civilización industrial occidental, universal hoy gracias a la globalización, no es más que el resultado histórico de la combinación de diferentes sistemas de dominación que han precipitado en el llamado capitalismo patriarcal colonial.

Este sistema ejerce un dominio común sobre la naturaleza, las mujeres y las culturas que, como las campesinas e indígenas, no se adecuan al molde de la modernidad capitalista occidental. Un dominio que solo es posible cuando esas realidades son consideradas como “lo otro” y son reducidas a sujeto pasivo e incluso a la condición de objeto (cosificación). Ese “otro” se representa como algo externo al hombre (varón, occidental), distinto a uno mismo, susceptible de apropiación y transformación según sus deseos, siempre con características inferiores, apropiables y transformables (Shiva, 2004).

El extractivismo es el principal perpetrador de la injusticia ambiental en nuestros días.

Se comete una injusticia sobre ese otro al que solo se le reconoce en su inferioridad, rasgo común de cualquier visión colonial, racista y patriarcal, y se ejerce esa injusticia a través de los mecanismos de apropiación y transformación que terminan por destruirlo. El capitalismo cosifica la naturaleza y ejerce su dominación a través de múltiples instrumentos (políticos, económicos o financieros), entre los que el extractivismo sobresale por su violencia.

El extractivismo es el principal perpetrador de la injusticia ambiental en nuestros días. La extracción predatoria de los recursos naturales tiene una larga historia, pero desde finales del siglo XX y primeros lustros del XXI la expansión de megaproyectos con el único propósito de extraer y exportar grandes cantidades de recursos naturales hacia los grandes centros de producción se ha convertido en algo habitual en amplias zonas de la periferia mundial (particularmente de América Latina y África).

El extractivismo consagra un régimen claramente insostenible. El funcionamiento de una sociedad depende de los flujos continuos de recursos intercambiados con la naturaleza. A esto lo denominamos metabolismo socioeconómico. La civilización industrial capitalista indujo el tránsito desde un régimen metabólico basado en los flujos de recursos bióticos (renovables), que nos brinda la naturaleza viva, hasta otro que depende de los stocks de recursos fósiles y minerales que extraemos de la corteza terrestre (no renovables). Dicha civilización se ha expandido por todo el mundo a lo largo del siglo XX, sobre todo a partir de su segunda mitad, cuando se aceleran los ritmos de extracción de recursos y de emisión de residuos, dotando a las sociedades humanas de una destructividad sobre el mundo natural  nunca vista. Esa inyección de recursos acelera la población mundial, el proceso urbanizador, los niveles de transporte, la producción y el comercio internacionales, el consumo global de agua, de fertilizantes, las capturas pesqueras, etc. Prácticamente nada queda al margen de este impulso voraz: incluso la arena, una materia prima hasta hace poco abundante y barata, en la actualidad se torna escasa debido al elevado ritmo  extractor. Sin embargo, esa vorágine extractiva genera, tras una apariencia de prosperidad material sin término, un proceso acelerado de degradación de los ecosistemas (desaparición de bosques tropicales, pérdida de biodiversidad, concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, acidificación oceánica, contaminación química en los lugares más remotos, etc.).

Para hacernos una idea de la escala que han alcanzado las dinámicas extractivistas hay que recurrir al Panel Internacional de Recursos de las Naciones Unidas, que evalúa las cinco décadas transcurridas desde 1970 a 2017 en 191 países. Solo así podremos percatarnos de la dimensión física de la economía mundial.  Dicho panel estima que alrededor de 90 000 millones de toneladas son extraídas cada año. Ahí se contabilizan las toneladas extraídas de biomasa (que incluye materiales como la madera, los cultivos alimentarios o los materiales de origen vegetal), combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo), metales (preciosos y no preciosos, como el hierro, aluminio o cobre) y minerales no metálicos (básicamente arena, grava y piedra caliza usadas en la construcción y en los procesos industriales). Aunque el extractivismo se asocia habitualmente con la minería y la obtención de hidrocarburos, los datos anteriores muestran también que las explotaciones agrícolas, ganaderas y forestales en forma de monocultivo, así como las piscifactorías y camaroneras orientadas a la exportación deben ser consideradas como parte del mismo proceso.

El extractivismo  despliega un amplio abanico de consecuencias económicas, ecológicas, sociales y políticas sobre los territorios  por los que se expande. Tiene importantes repercusiones en el modelo de desarrollo económico porque profundiza el subdesarrollo y la condición periférica  de los países donde se fomenta  la actividad extractiva. Tiene también un importante impacto ecológico al no contemplar la naturaleza como lo que verdaderamente es, un entramado de vida, sino como un stock de recursos que se pueden extraer, incorporar a los mercados y valorar monetariamente en cuanto que insumos para la producción industrial. Esta apropiación y transformación de la naturaleza conduce a la destrucción de las funciones y los servicios ambientales cruciales para la vida y hace colapsar a los ecosistemas. De todo ello no dejan de desprenderse importantes consecuencias sociales, entre las que cabe destacar la destrucción que el extractivismo inflige a pueblos indígenas y comunidades campesinas al depender su existencia de la salud de unos ecosistemas a los que acceden, por lo general, como recursos de uso común gestionados colectivamente. En el plano político, las consecuencias no son menores. En este tipo de desarrollismo es habitual que las empresas transnacionales adquieran un protagonismo inusitado y que su influencia en la política sea enorme, debilitando la vida democrática y capturando las instituciones del Estado (y muchos de sus principales contrapesos, como, por ejemplo, los medios de comunicación).

Pero la extensión de los patrones de producción  y consumo de los que disfruta una parte de la población mundial empeora las condiciones de vida de toda la humanidad  y amenaza de forma inmediata  la vida de los más pobres.

Estas dinámicas,  emanadas de unas estructuras  económicas y de unas instituciones políticas, hacen posible el modo de vida imperial, así denominado al descansar en la apropiación a escala planetaria de los recursos naturales, la explotación a esa misma escala de la fuerza de trabajo y la externalización de los costes sociales y ecológicos a terceros. A través de este modo de vida arraigan y se hacen cotidianos, en sectores amplios de la sociedad adquisitiva mundial, ciertos comportamientos característicos de la civilización industrial (como el uso del coche, el consumo de carne, la compra de electrodomésticos o, en general, el “paquete estándar” de bienes de consumo). Pero la extensión de los patrones de producción  y consumo de los que disfruta una parte de la población mundial empeora las condiciones de vida de toda la humanidad  y amenaza de forma inmediata  la vida de los más pobres. El modo de vida imperial es un modelo que genera bienestar a unos pocos a costa del malestar de la mayoría. Es un modo de vida que revela las profundas relaciones existentes entre la riqueza del Norte y de los ricos y el deterioro de las condiciones de vida de los pobres y los conflictos en el Sur (Brand y Wissen, 2019). Es un modo de vida que expresa una enorme injusticia social y ambiental.

 

El Ecologismo de los Pobres

Aún hoy, un amplio porcentaje de la población de la periferia de la economía mundial es rural en el sentido estricto de dedicarse a actividades de apropiación de la naturaleza (agricultura, ganadería, pesca, recolección o silvicultura). Hacen lo que hasta hace poco hizo siempre el ser humano a lo largo de su historia: recolectar y cultivar alimentos. Y lo hacen de una manera tradicional, en el marco de lo que podemos denominar como modo agrario tradicional o campesino, caracterizado por la producción a pequeña escala orientada  al autoconsumo o a los mercados locales, con empleo de energía solar (músculo humano o animal, agua, viento y biomasa) y recursos autóctonos. Son ecologistas, aunque no sean conscientes de ello, pues organizan sus vidas a partir de los recursos bióticos presentes en su territorio, siguiendo un modelo de desarrollo acorde con la naturaleza, concebida no solo como el hogar que proporciona los recursos necesarios para su reproducción, sino también como la maestra que enseña a manejarlos.

A diferencia del modo imperial de vida, el modo de vida de los pueblos y comunidades que practican el ecologismo desde antes de que se inventara el término es el único capaz de universalizarse y garantizar la sostenibilidad sin necesidad de exclusiones.

En un momento en que la civilización industrial capitalista nos coloca frente al colapso ecológico, estos pueblos se organizan comunitariamente  y ofrecen un modo de vida íntimamente ligado a la naturaleza a través de sus cosmovisiones, conocimientos y prácticas productivas, manteniendo una relación profunda y sabia, en el orden material y espiritual, con su territorio. Mientras que la crisis ecosocial representa la principal amenaza existencial de la actualidad, el ecologismo popular de los pueblos y comunidades que viven armónicamente en sus territorios  desde tiempos inmemoriales representa la lucha frente a las dinámicas ecocidas y una reserva de sabidurías y enseñanzas capaz de iluminar una auténtica ciudadanía global. ¿Por qué? Porque, a diferencia del modo imperial de vida, el modo de vida de los pueblos y comunidades que practican el ecologismo desde antes de que se inventara el término es el único capaz de universalizarse y garantizar la sostenibilidad sin necesidad de exclusiones

 

Ciudadanía Global

Vivimos con la sensación de caminar sobre una superficie que se resquebraja, y a esta fragilidad  se suma la incertidumbre ante unos procesos que parecen fuera de control y sobre los que nuestro conocimiento resulta muy parcial. La inseguridad y el miedo que se desprenden de esta fragilidad  e incertidumbre deberían conducirnos a interrogarnos sobre cuestiones que, solemnemente, podríamos denominar esenciales, como ocurre en el plano personal cuando experimentamos situaciones cercanas a la enfermedad o a la muerte. Pero, por el momento, no hemos sido capaces de destilar la suficiente  sabiduría como para proporcionar respuestas en positivo. Antes bien, predomina la reclusión en comunidades cerradas, la obsesión por trazar fronteras y por individualizar la gestión de unos riesgos cuya naturaleza es marcadamente global con la vana ilusión de que así se logrará la protección  necesaria. Unas respuestas que no hacen sino profundizar el autoengaño.

Una ciudadanía bien informada con los conocimientos que proporciona la ciencia para ser conscientes de que la acción humana no está a la altura de la complejidad  que ella misma genera.

Podemos enunciarlo de forma muy sintética: las respuestas individuales y los repliegues nacionales no son la solución a unos problemas que son globales y cuyas causas son estructurales; necesitamos con urgencia construir ciudadanía global, una ciudadanía que, en coherencia con lo que venimos diciendo, debe estar bien informada, ser radical, resaltar su dimensión política y moral y beber de todas las fuentes de sabiduría a su alcance.

Una ciudadanía bien informada con los conocimientos que proporciona la ciencia para ser conscientes de que la acción humana no está a la altura de la complejidad  que ella misma genera. Las enormes capacidades productivas que otorgan la economía y la tecnología se han utilizado  sin plena conciencia  de las consecuencias que conjuntamente tienen sobre la naturaleza y el funcionamiento del planeta Tierra.

Necesitamos construir una ciudadanía bien informada científicamente para romper con la ignorancia interesada y con la indiferencia general convertida en el principal peso muerto de la historia.

Una ciudadanía radical en la medida en que no desatiende las raíces culturales y económicas de la crisis ecosocial actual. Una ciudadanía que realza su dimensión poliética (Fernández Buey, 2003) porque es capaz de fusionar la responsabilidad moral de nuestros actos con la política, desvelando cómo se articulan y se apoyan entre sí los sistemas de dominación capitalista, patriarcal y colonial. Una ciudadanía que se nutre de la sabiduría de los pueblos originarios, de las culturas campesinas y de las experiencias de cuidado que han practicado tradicionalmente las mujeres; que alcanza a reconocer que la humanidad  depende de la naturaleza de la que forma parte, que somos naturaleza y que esta ecodependencia es constitutiva de nuestra condición humana, de modo que negarlo implica negarnos a nosotros mismos, mientras que reconocerlo supone asumir responsabilidades.

Texto completo del artículo (PDF)

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Foro Mundial Ciudades y Territorios de Paz

Rumbo al III Foro Mundial Ciudades y Territorios de Paz.

 

Estos días debería estar celebrándose el III Foro Mundial Ciudades y Territorios de Paz, que es continuación de los dos Foros anteriores sobre Violencias Urbanas y Educación para la Convivencia y la Paz organizados por el Ayuntamiento de Madrid durante los años 2017 y 2018.

En esta ocasión, el Foro ha sido acogido por la Ciudad de México pero debido a la situación actual de pandemia no ha sido posible y se ha aplazado a la primavera de 2021. Aún así, se ha querido mantener las fechas en que estaba prevista su celebración, con el fin de organizar una serie de sesiones plenarias y eventos paralelos virtuales, con el nombre de Rumbo al Foro, que darán darán inicio a un proceso que culminará con la celebración del Foro presencial en abril de 2021.

Este encuentro es un foro multiactor y multinivel que destaca la importancia que tiene la construcción de la convivencia y la paz en las ciudades y territorios, así como la necesidad de identificar las causas de las tensiones y de las violencias, para poner en marcha políticas públicas, programas e iniciativas ciudadanas que ayuden a construir cultura y educación para la paz.

El Foro no es un evento, es un proceso de reflexión e incidencia mundial, colectiva y horizontal, con la finalidad de ofrecer soluciones a nivel político y en la implementación de políticas de construcción de convivencia y paz en los territorios. Durante el proceso del Foro, se celebra un evento de convocatoria mundial que marca un hito en la hoja de ruta que se extiende a través de redes, ciudades, acciones de intercambio, incidencia política, programas educativos o campañas en diversas partes del mundo con diversos formatos.

Así, la convocatoria a un evento mundial es un momento importante de suma de energías que permite el intercambio y la deliberación. Un espacio que ayuda a promover de forma más eficaz y eficiente los valores de la construcción de convivencia y paz.

El Gobierno de la Ciudad de México está acompañado de un Comité Organizador (del que FUHEM Ecosocial es miembro a través de AIPAZ), en el que participan organismos internacionales, regionales, nacionales y locales.

El Foro cuenta con una página web Ciudades de Paz, donde se puede consultar la información del evento. En la parte dedicada a Rumbo al Foro puedes encontrar esta bonita referencia a nuestro trabajo: Para este III Foro Mundial sobre Ciudades y Territorios de Paz, resulta significativo retomar la concepción positiva de este concepto que la Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ) propone desde su perspectiva global y multidisciplinar:

“la concepción positiva de paz, entendida no solo como ausencia de conflictos bélicos, sino también como presencia de justicia social, desarrollo sostenible, ejercicio democrático de la ciudadanía, cumplimiento de los derechos humanos dentro y entre estados y, por consiguiente, opuesta a cualquier tipo de violencia.” (AIPAZ, 2020).

Rumbo al foro contará con una sesión inaugural, 6 Plenarios y una serie de eventos paralelos

Sesión Inaugural 05-10-2000

El objetivo de la sesión es arrancar no solo los encuentros virtuales del 5 al 7 de octubre denominados “Rumbo al Foro”, sino dar inicio al proceso que culminará con la realización del Foro presencial en abril de 2021.

Los ponentes tendrán la oportunidad de compartir, brevemente, cómo desde sus ciudades y territorios han construido los conceptos de convivencia y paz.

MODERADORA: Dra. Ana Laura Magaloni

  • Claudia López, Alcaldesa de Bogotá
  • Ada Colau, Alcaldesa de Barcelona
  • Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México
  • Juan Ramón de la Fuente, Embajador de México ante las Naciones Unidas
  • Mario Rodriguez Casas, Director del Instituto Politécnico Nacional
  • Silvia Giorguli Saucedo, Presidenta de El Colegio de México
  • Eduardo Peñalosa Castro, Rector de la Universidad Autónoma Metropolitana
  • Enrique Graue Wiechers, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Plenaria 1. Derecho a la Ciudad y Paz.  05-10-2020

La sesión plenaria pretende reflexionar sobre el trabajo positivo que se está realizando desde ciudades y territorios para la construcción de paz, en concreto para lograr hacer efectivo el derecho a la ciudad y la paz. Este espacio busca aportar reflexiones y compartir experiencias y actuaciones que, desde una propuesta participada con la ciudadanía, contribuyen a reducir las desigualdades que encontramos en las ciudades y territorios, como pueden ser las brechas en el acceso a los servicios públicos de salud, educación o culturales, así como acceso y usos del espacio público, o la tecnología. Así como también las acciones destinadas a mejorar la convivencia en la vecindad y a prevenir o afrontar situaciones de violencia interpersonal que resultan esenciales para hacer efectivo el derecho a vivir en paz y desarrollar una vida plena en las ciudades y territorios.

Moderador: David Fernández Dávalos

  • Manuela Carmena, Ex Alcaldesa de Madrid.
  • Dolores González Sarabia, Fundadora de Servicios y Asesoría para la Paz (SERAPAZ).
  • Vladimir Rodríguez, Alto Consejero para los derechos de las víctimas, Alcaldía Mayor de Bogotá.
  • Pilar Díaz, Alcaldesa de Espluges de Llobregat y Diputada delegada de Relaciones Internacionales de la Diputación de Barcelona.
  • Augusto Barrera, Director innovación social de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Profesor-Investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y Alcalde de Quito 2009-2014.
  • Octavi de la Varga, Secretario General de la Asociación Mundial de las Grandes Metropolis.
  • Nelson Saule Jr, Coordinador Global, Plataforma por el Derecho a la Ciudad.
  • Siphelele Ngobese, Investigadora de la Red de Ciudades de Sudáfrica.
  • Cristiane Serpa, Secretaria Adjunta de Desarrollo Económico, Belo Horizonte.
  • Nathalie Goulet, Miembro del Comité Ejecutivo de Montreal.
  • Gyonggu Shin, Director del Centro Internacional de Gwangju

Puedes ver Sesión Inaugural y Primer Plenario a través de: https://youtu.be/N8IsrYkvlOE

 

Plenaria 2. COVID y Construcción de Paz. 06-10-2020. 15 h.

La pandemia global del virus COVID-19 ha generado cambios drásticos en las formas de relacionamiento y convivencia en las ciudades, acompañados de incertidumbre generalizada por los impactos socio-económicos y sociales de la misma. En este panel buscamos compartir experiencias, reflexiones académicas y vivencias relacionadas con los procesos de construcción de paz en las ciudades en el contexto de la crisis generada por la pandemia; para esto, se propone identificar los retos particulares, las nuevas violencias y conflictividades generadas a partir de la crisis sanitaria, las situaciones agudizadas por la pandemia, las propuestas que tienen los diferentes actores sociales frente a la gestión de nuevas conflictividades y las oportunidades de generar procesos de resiliencia que fortalezcan la convivencia en medio de la crisis.

MODERADORA: Nicole Huete Guevara

  • Lorenzo Jiménez de Luis, Representante Residente del PNUD en México.
  • Michele Curto, Presidente de la Agencia para el intercambio cultural y económico con Cuba.
  • Carlos Pérez, Jefe de la Misión médica de La Habana en Lombardía, Italia.
  • Jhon Alexander Rojas Cabrera, Gobernador Nariño, Colombia.
  • Igor Alexsander G. Amorim, Líder comunitario en la Favela Paraisópolis (SP) y coordinador del G10 Favelas, Favela Paraisópolis.
  • Josep Mayoral, Alcalde de Granollers.
  • Carlos Martínez, Alcalde de Soria, representante de la FEMP y enviado de CGLU para la Nueva Agenda Urbana.
  • Ana Paulina Cerdán Corona, Directora Ejecutiva del Centro de Colaboración Cívica México.
  • Berenice Maria Giannella, Secretaria de Asistencia Social de la Prefeitura de Sao Paulo.
  • Carmen Magallón Portolés, Presidenta Seminario de Investigación para la paz, SIP.

Sesión Plenaria 2: 06/10/2020, 15-16.30 h. : https://youtu.be/HwJ-0jfImYk

 

 

Plenaria 3. Migración y Racismo 06-10-2020, 16.30 - 18 h.

La historia de la humanidad es una historia de migraciones. La migración cambiaba las expectativas de las personas migrantes, igualándolas al resto de la sociedad de llegada. Sin embargo, hoy la discriminación, el racismo y la xenofobia se convierten en amenazas para la convivencia. 272 millones de migrantes internacionales en el mundo (3,5% de la población mundial), 41 millones de desplazados internos, 26 millones de refugiados… La convivencia y la paz en las ciudades y territorios requiere abordar iniciativas que logren vencer el virus del racismo y la xenofobia. En la migración identificamos origen, tránsito y destino. El diálogo entre ciudades relacionadas por este fenómeno, la narración del impacto de la discriminación, el racismo y la xenofobia, serán las temáticas de esta plenaria.

MODERADOR: Dr. Mauricio Meschoulam

  • Shadi Sharaf al-Deen, Director de Asuntos Tècnicos – Responsable de Planificacion Estrategica y Urbana, Alepo, Siria.
  • Raffael Crocco, Presidente Atlante delle Guerre.
  • Ernesto Muyshondt, Alcalde de San Salvador.
  • Linda Tinio-Le Douarin, Coordinadora de la Coalición Internacional de Ciudades Inclusivas y Sostenibles de la UNESCO.
  • Petra Ignacio Matías, Mujer Mazahua. Representante de Comunidad Indigena Pluricultural.
  • Tica Font, Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ).
  • Marta Benavides (KNP), Activista por los derechos humanos y la paz.
  • Fabiana Goyeneche, Directora de Desarrollo Social de la Intendencia de Montevideo.
  • César Mantilla Cisneros, Vocero de la Coalición Ciudadana de Organizaciones Sociales de la Ciudad de Quito.
  • María Jesus Herrera, Jefa de misión de España, Organización Internacional para las Migraciones.

Sesión Plenaria 3: 06-10-2020, 16.30-18 h. https://youtu.be/jR9aJkwJ_S4

 

Plenaria 4: Agendas Globales y Territorios de Conviviencia y Paz. 07-10-2020, 15 - 16.30 h.

Esta plenaria analizará la acción institucional que los gobiernos municipales y el tejido asociativo están llevando a cabo para superar las violencias existentes y construir una ciudad y un territorio de convivencia y paz. Todas estas actuaciones constituyen un patrimonio de paz que hay que reconocer y poner en valor. Las actuaciones que se presentarán pueden ir dirigidas a revertir situaciones de violencia existentes, a prevenir las mismas, a cambiar los valores que las sustentan o a paliar sus efectos. El objetivo de esta plenaria va más allá de compartir las actuaciones concretas que las instituciones y ciudadanos estamos desarrollando, pretende sentar las bases para articular una agenda internacional de construcción de convivencia y paz en las ciudades y territorios.

MODERADOR: Emanuele Giordana

  • José Ángel Calle, Director General de la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional, Junta de Extremadura´.
    Patrícia Menezes,
    Directora de Planeación, Educación y Descentralización de la Gestión Ambiental del Estado de Pará y co-fundadora de la Red de ODS Brasil.
  • Gemma Santana, Directora de la Agenda 2030 de la Presidencia de México.
  • Pablo Vázquez Camacho, Subsecretario de participación ciudadana y prevención del delito, Secretaría de Seguridad Ciudadana, Gobierno de la Ciudad de México.
  • Christian Luy, Coordinador de Decentralisation and Local Governance (DeLog).
  • Juma Assiago, Especialista/Coordinador – Programa Ciudades Seguras de la Subdivisión de Prácticas Urbanas ONU-Hábitat.
  • Amy Gill, Jefa de prevención de conflicto, construcción de paz y responsabilidad institucional (CPPRI) de PNUD.
  • Héctor Dada Sánchez, Director Oficina Subregional para México de la Secretaría General Iberoamericana.
  • Hugo Beteta, Director de la Sede Subregional, Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
  • Lothar Rast, Coordinador de gobernanza de la GIZ México.
  • Guzmán Palacios, Director de Relaciones Culturales y Científicas de la Agencia Española de Cooperación Internacional.

Sesión Plenaria 4: 07-10-2020, 15-16.30 h. https://youtu.be/WbBH531fp-E

 

Plenaria 5. Mujeres, Cultura de Paz y No-Violencia. 07-10-2020, 16.30-18 h

Esta plenaria busca reunir las voces y experiencias de mujeres alrededor del mundo, quienes, desde sus vidas, acciones y profesiones, se dedican a transformar y establecer culturas de paz y no-violencia en sus ciudades y territorios que sienten las bases hacia nuevos paradigmas sociales. La violencia histórica y estructural hacia las mujeres, que en la mayoría de los países ocupa una dimensión ancestral, es un desafío pendiente por erradicar dentro de sistemas sociales que siguen siendo eminentemente patriarcales y autoritarios. Frente a estas condiciones, generaciones de mujeres por todo el planeta han encabezado luchas sociales, culturales, raciales y políticas, que siguen inspirando y abriendo nuevos horizontes de cambio para todas. Las diferentes formas de violencia hacia las mujeres, desde la simbólica a la violencia más extrema, actualmente son confrontadas por movimientos feministas y nuevas luchas y asociaciones, que siguen enunciando lo prioritario de atender desde todos los ámbitos esta situación.

MODERADORA: Dra. Cristina Herrera

  • Ouided Bouchamaoui, Premio Nobel de la Paz 2015 – Cuarteto para el Diálogo Nacional Tunesino / Directora de la Confederación Tunecina de Industria, Comercio y Artesanía (UTICA).
  • Karina Batthyany Dighiero, Investigadora Universidad de la República (Uruguay) y Secretaria Ejecutiva de CLACSO.
  • Joy Ada Onyesoh, Presidenta de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF).
  • Natalia Calero, ONU Mujeres México.
  • Julia Monárrez, Investigadora Colegio Frontera Norte México.
  • Patricia Aldana, Representante México, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
  • Ingrid Gómez Saracíbar, Secretaria de las Mujeres de la Ciudad de México.
  • Diana Osorio, Gestora Social, Alcaldía de Medellín.
  • Mónica Baró, Periodista.
  • Santiago Saura, Concejal delegado de internacionalización y cooperación. Representante del partenariado por la seguridad urbana de la Unión Europea.

Sesión Plenaria 5: 07-10-2020, 16,30-18 h. https://youtu.be/0tIpf2m-wIo

 

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Entrevista a Andrew Fanning

Entrevista a Andrew Fanning

Monica D Donato

La pandemia de la Covid-19, una durísima “puesta en escena” más de la que venimos llamando crisis ecosocial, ha puesto sobre la mesa toda una serie de elementos críticos a nivel mundial que trascienden ampliamente lo estrictamente sanitario, poniendo en evidencia los aspectos que son esenciales para cubrir las necesidades individuales y sociales de la población (salud, alimentación, protección de los más vulnerables, cuidados, las relaciones sociales y con el entorno natural, etc.).

Esta entrevista, que nace dentro del proyecto de FUHEM Ecosocial sobre la calidad de vida en España desde una perspectiva ecosocial, intenta indagar de modo crítico en cómo se define un  nuevo escenario dentro del cual las personas y sus necesidades importen, y donde seamos consciente de cuáles son nuestros límites como especie, considerando los límites de la biosfera (un sistema vivo regulado por leyes biogeofísicas); y, sobre todo, cómo sería un modelo económico que no anteponga las ganancias o el beneficio privado a la finalidad de asegurar una vida digna para todas las personas.

 

Monica Di Donato (MDD): Considerando el contexto de crisis ecosocial y civilizatoria que hace de telón de fondo a nuestra época, ¿Qué debemos de entender por buena vida o calidad de vida?

Andrew Fanning (AF): Innumerables estudios muestran que hay realmente pocas cosas que sean importantes para la mayoría de las personas. Valoramos nuestra salud, pasar tiempo con la familia, amigos y en la naturaleza, cuidar a nuestros seres queridos, tener un trabajo útil, y unos ingresos estables y suficientes. Para mí, una buena vida es aquella en la que las personas puedan satisfacer sus propias aspiraciones, respetando tanto los derechos y las aspiraciones de los demás como de la biosfera.

Sin embargo, si el objetivo de la humanidad es alcanzar esta visión de una buena vida, actualmente nos encontramos muy lejos de lograrlo. A nivel mundial, miles de millones de personas aún no pueden satisfacer sus necesidades más esenciales, y al mismo tiempo, colectivamente estamos superando, al menos, cuatro límites planetarios. No hay duda de que el impacto creciente de las crisis del siglo XXI –tanto la crisis climática, la pandemia de salud global como la crisis económica– está estresando de modo severo y recurrente a todas las sociedades del mundo.

Dado que todos buscamos ser capaces de manejar y salir de estas crisis interconectadas, existe una oportunidad única de ponerse al frente de las transformaciones necesarias para crear un mundo que sea mucho más justo socialmente y ecológicamente seguro. Tenemos la oportunidad de construir resiliencia y mejorar la capacidad de nuestras sociedades para proporcionar una buena vida que pueda persistir durante generaciones, no sólo localmente, sino también en un contexto mucho más global. Sin embargo, para tener éxito, creo que tenemos una necesidad crucial de comprender y, en última instancia, hacer frente a los poderosos intereses arraigados en un statu quo insostenible, altamente desigual y extractivo.

 

MDD: En la literatura especializada se pueden rastrear muchos intentos de conceptualizar, definir, y acotar de modo cualitativo o cuantitativo el concepto de calidad de vida, vida buena, prosperidad, etc. ¿Crees que es posible llegar a establecer un “lenguaje o marco común” entre todos o algunos de estos conceptos?  Y, en ese sentido, ¿cuáles son, desde tu punto de vista, los indicadores que podrían constituir una aproximación multidimensional solvente y robusta?

AF: Existen diferencias fundamentales en las filosofías subyacentes que dan forma a las distintas medidas de bienestar, algunas de las cuales se remontan a milenios.

¿Le está yendo bien a una determinada sociedad proporcionando el mayor bien al mayor número de personas?

¿O nos sentimos realmente mejor sólo cuando la situación de los más pobres mejora?

¿O quizás el bienestar está impulsado por la autonomía para elegir entre diferentes opciones, en lugar de la elección en sí misma?

Todas estas son buenas preguntas, y yo diría que está cada vez más aceptada la idea de que la pluralidad de enfoques sobre el bienestar es el mejor camino a seguir. En este momento, creo que el concepto de "economías de bienestar" está surgiendo como un lenguaje común estimulante alrededor del cual los investigadores, las empresas, la sociedad civil y los gobiernos se están movilizando: la ‘Wellbeing Economies Alliance’ es un buen ejemplo de este enfoque inclusivo y plural.

Con respecto a los indicadores, existe un consenso muy amplio sobre las distintas dimensiones que son importantes para el bienestar, tales como la alimentación, el saneamiento, la salud, la igualdad de género, y la participación política, entre otras. Para mí, lo que hay que tener en cuenta es que las listas de dimensiones sociales propuestas por los distintos investigadores y organizaciones no suelen ser muy largas. Por ejemplo, mi colega Kate Raworth identifica 12 dimensiones que forman el suelo social de su ‘Donut de Limites Sociales y Planetarios’ (que a su vez se derivan de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU). Dentro de cada una de estas grandes dimensiones, el número de indicadores puede ser mayor o menor, dependiendo de si el propósito es generar una fotografía ilustrativa del funcionamiento social o una evaluación integral.

 

MDD: Precisamente, tus últimos trabajos publicados en Nature Sustainability y en el Journal of Cleaner Production, con Daniel O’Neill y colegas, van en la dirección descrita en la pregunta anterior.[1] ¿Podrías comentarnos cuáles son los elementos o las evidencias que muestran estos estudios? En otros términos ¿Cómo podemos llegar a tener una buena vida dentro de los límites de nuestro planeta, considerando una población en rápido crecimiento?

AF: Destacaré dos resultados de estos estudios empíricos que encuentro realmente llamativos. Primero, en el estudio de Nature Sustainability con Daniel O'Neill, William Lamb y Julia Steinberger, titulado ‘A Good Life For All Within Planetary Boundaries’, hemos encontrado que actualmente ningún país satisface las necesidades básicas de sus ciudadanos con un nivel de uso de recursos globalmente sostenible. Aunque naciones ricas como el Reino Unido y España satisfacen la mayoría de las necesidades básicas de sus ciudadanos, lo hacen con un nivel de uso de recursos que está lejos de ser sostenible. Por el contrario, los países que utilizan recursos a un nivel sostenible, como Uganda o Sri Lanka, no satisfacen las necesidades básicas de sus pueblos. De manera preocupante, vemos que cuantos más objetivos sociales alcanza un país, más límites biofísicos tiende a sobrepasar.

En segundo lugar, cuando se comparan países en un momento dado, el funcionamiento social y el uso de recursos parecen estar vinculados a niveles bajos, pero sólo hasta un cierto "punto de inflexión", a partir del cual un mayor consumo no contribuye casi nada al bienestar. En el estudio publicado en Nature Sustainability sugerimos que los países ricos que han cruzado este punto de inflexión podrían reducir el uso de recursos considerablemente con poco efecto sobre el bienestar, liberando así espacio ecológico para que los países más pobres aumenten su consumo para satisfacer las necesidades básicas. Investigamos esta hipótesis examinando esas relaciones a través de series temporales en el estudio ‘Wellbeing–Consumption Paradox’ (publicado en la revista Journal of Cleaner Production). Si la expectativa de vida se utiliza para medir el bienestar, nuestros resultados respaldan esta hipótesis porque las personas viven más tiempo independientemente de si el consumo disminuye o aumenta. Sin embargo, si la felicidad se usa para medir el bienestar, nuestros resultados no respaldan esta hipótesis, ya que una disminución en el consumo se asocia con una disminución en la felicidad.

Pero es muy importante tener en cuenta que estos resultados cuantitativos se basan en relaciones históricas: no nos dicen cómo guiar nuestras sociedades hacia un futuro sostenible y próspero. Lo que sí que creo que pueden hacer es proporcionar información para dar soporte a las discusiones públicas sobre el significado de una "buena vida" y cómo podría ser ésta en un mundo que respetase los límites planetarios. Con este fin, he liderado el desarrollo de un sitio web interactivo donde cualquier persona con conexión a Internet puede visualizar y explorar nuestros resultados para más de 150 países (https://goodlife.leeds.ac.uk).

En general, yo diría que las estrategias para mejorar los sistemas de abastecimiento físico y social, con énfasis en la suficiencia y la equidad, tienen el potencial de llevar a los países hacia la sostenibilidad, pero el desafío es enorme. Por supuesto, sería aún más difícil con poblaciones en crecimiento rápido, pero afortunadamente las tasas de crecimiento de la población han estado disminuyendo durante décadas, por lo que hay pocos lugares que actualmente tengan que afrontar ese problema (y prácticamente todos ellos tienen niveles muy bajos de uso de recursos per cápita). Estoy mucho más preocupado por los crecientes niveles de consumo per cápita, especialmente en los países ricos, que tienden a ser vistos como "modelos a seguir", a pesar de que sus niveles de uso de recursos no pueden extenderse de manera sostenible a todo el mundo.

 

MDD: En uno de los artículos citados, haces referencia a la “Paradoja de Easterlin”. ¿Por qué es importante reconsiderarla dentro de estos tipos de análisis, y qué evidencias aportan los datos analizados en ese sentido?

AF: En 1974, Richard Easterlin observó la paradoja de que los ingresos y el nivel de satisfacción con la vida percibido por las personas están correlacionados en un momento dado, pero la satisfacción con la vida no aumenta a medida que los ingresos aumentan con el tiempo. Aunque el producto interior bruto (PIB) se ha más que triplicado desde los años 50 en naciones ricas como los Estados Unidos y el Reino Unido, una persona media no es más feliz. La principal explicación que podemos encontrar a esta paradoja es que las personas comparan sus ingresos en relación con los demás o con su propio pasado. La felicidad que se obtiene por un aumento en los ingresos puede verse influida a la baja si otros obtienen mayores aumentos en sus ingresos, o si se obtiene un aumento menor que las expectativas que se tenían al respecto, dejando así el nivel de felicidad nacional sin cambios a pesar de un aumento constante de los ingresos.

La paradoja de Easterlin sugiere que el crecimiento económico no tiene que ser tan deseable desde una perspectiva social, ya que en un mundo de crisis climática también debemos considerar el vínculo entre el crecimiento económico y las presiones ambientales, como las emisiones de gases de efecto invernadero. No hay duda sobre la tendencia de que el uso de recursos suele aumentar con niveles crecientes de ingresos, pero he encontrado que hay muy poco aporte de carácter empírico sobre la relación entre el bienestar y la reducción a largo plazo en las emisiones de carbono necesarias para tener alguna oportunidad de alcanzar los objetivos climáticos de los Acuerdos de París. Además, aunque se ha prestado ya mucha atención a la relación empírica entre la felicidad y el aumento de los ingresos, existe una sorprendente falta de investigación comparativa entre países sobre el papel de la disminución de ingresos en el bienestar.

Así que nos preguntamos:

¿cómo cambian las relaciones entre el bienestar humano y el consumo intensivo en carbono a lo largo del tiempo?

¿cómo difieren esas relaciones entre países con consumo creciente y no creciente?

Ampliamos el alcance del trabajo de Easterlin analizando dos indicadores de bienestar (satisfacción con la vida y expectativa de vida) y dos indicadores de consumo (ingresos y huella de carbono) para cerca de 120 países durante el período 2005-2015.

Encontramos que las personas en países con altos niveles de consumo tienden a ser más felices y sanas que las personas en países con bajos niveles de consumo para un año determinado, pero no hay evidencias de que un aumento en los ingresos o en la huella de carbono mejoren ninguno de los indicadores de bienestar en el tiempo. Sin embargo, la satisfacción con la vida tiende a disminuir en países con ingresos o huella de carbono no crecientes, lo que implica que la felicidad se debe hacer más resiliente a disminuciones en el consumo en un escenario de acción climática ambicioso a nivel mundial. La buena noticia es que encontramos que la expectativa de vida aumenta constantemente en todos los países, independientemente de si los ingresos o la huella de carbono están creciendo o no. Dicho esto, nuestro análisis no tiene en cuenta los efectos de la pandemia de coronavirus, que puede haber cambiado este resultado a peor de un modo trágico.

 

MDD: Como anotación final y recogiendo las reflexiones anteriores, ¿podríamos afirmar entonces que nuestras economías no serían “Economías del Donut”, siguiendo las definiciones de Kate Raworth? Y en ese sentido, también como miembro del Doughnut Economics Action Lab, ¿Cuáles son las acciones que se deberían de emprender para transitar hacia escenarios más sostenibles ambientalmente y más justos socialmente? ¿los postulados decrecentistas pueden aportar algo en ese sentido y si es así, en qué términos?

AF: Para que más de 7,5 miles de millones de personas vivan bien dentro de los límites de nuestro planeta, se requieren cambios radicales en nuestro sistema económico del siglo XX. En el Doughnut Economics Action Lab, vemos la economía como un sistema dinámico que está en constante evolución y, por lo tanto, no hay "leyes" de oferta y demanda, o rendimientos decrecientes, u otras que los economistas convencionales nos cuentan: sólo hay diseño. En el siglo XXI, este diseño tendría que ser regenerativo, de modo que nuestro uso de materiales y energía funcione dentro de los ciclos de la biosfera y dentro de los límites planetarios. Pero también debe ser distributivo, para que las dinámicas de comportamiento de los mercados no concentren el valor y los rendimientos en manos de un 1 por ciento, que es lo que está sucediendo actualmente, sino que los distribuya de manera más efectiva entre las personas. En este momento, nuestras economías no están diseñadas para ser regenerativas y distributivas, están diseñadas para crecer, y eso necesita cambiar. Así que sí, estoy de acuerdo con los "decrecentistas" en que los países ricos como los Estados Unidos y España deben ir más allá de la búsqueda del crecimiento económico, que ya no sirve para mejorar la vida de las personas en esos países, sino que empuja a la humanidad cada vez más cerca de un desastre ambiental.

 

Andrew Fanning es economista ecológico. Encabeza el área de Investigación y Análisis de Datos del Doughnut Economics Action Lab (DEAL), en sus siglas en inglés) y es investigador en el Sustainability Research Institute (Instituto de Estudios sobre la Sostenibilidad) de la Universidad de Leeds. Bajo la aproximación de la economía ecológica, sus investigaciones ponen el acento en los vínculos entre el uso de recursos biofísicos y el comportamiento social, y beben de los recientes avances en la definición de los limites planetarios desde una perspectiva nacional o sub-nacional. En ese sentido, analiza los sistemas de aprovisionamiento que permiten un uso sostenible de los recursos que aseguran una vida buena y cumplen con las condiciones de una "economía de estado estacionario".

Monica Di Donato es investigadora en FUHEM Ecosocial.

1. En el primer caso, el artículo cuantifica el uso de recursos asociado con la satisfacción de las necesidades humanas básicas y se compara con los límites planetarios para más de 150 naciones; en el segundo estudio, se analizan, para un arco temporal de 10 años, los vínculos entre el bienestar y el consumo intensivo en carbono para 120 países.

Entrevista publicada en CTXT el 29/09/2020.

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Comentarios y aportaciones a la meta del decrecimiento

Comentarios y aportaciones a la meta del decrecimiento, a la sombra de los diccionarios del Posdesarrollo y del Decrecimiento1

José Manuel Naredo

Artículo publicado en la sección de ACTUALIDAD del número 150 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

La realidad ha venido erosionando la fe en el progreso asociada a la promesa de generalizar la opulencia consumista de la mano del desarrollo económico. Como es bien sabido, a la crisis ecológica de fondo se han venido añadiendo pandemias y crisis económicas con múltiples “recortes” de ingresos y derechos que hacen que buena parte de los jóvenes, en vez de mejorar, vivan situaciones más precarias que las de sus padres.

Se produce así una doble paradoja. Por una parte, que el mismo sistema que prometía múltiples parabienes asociados al crecimiento económico, nos viene ofreciendo con largueza el decrecimiento del empleo, de los salarios, de las ayudas sociales, de los derechos… y de los bienes y servicios públicos. Por otra, que cuando el sistema nos impone, de hecho, el decrecimiento, evidenciado su agotamiento y crisis, el movimiento ecologista abraza la palabra decrecimiento como propuesta. Y es que la bandera del decrecimiento que se viene enarbolando desde el movimiento ecologista surgió en pleno auge consumista como crítica a los excesos de la “sociedad de consumo”.2  Pero sorprende que se siga enarbolando a piñón fijo esa bandera haciendo abstracción de depresiones y pandemias. Así lo atestigua la reciente publicación de los diccionarios del Posdesarrollo y del Decrecimiento3  que tratan de consolidar la propuesta decrecentista tras lustros de recesión.

Como había comentado en ocasiones, creo que enarbolar el decrecimiento como titular rompedor de revista o libro para coger a contrapié a la dogmática del crecimiento económico puede resultar adecuado.4  Pero considero que tomar en serio ese término como meta y/o bandera del movimiento ecologista es, en primer lugar, un gesto tributario del reduccionismo propio del enfoque del crecimiento económico dominante y, en segundo lugar, un objetivo genérico poco atractivo, sobre todo cuando el decrecimiento nos lo viene ofreciendo el propio sistema.

El decrecimiento no suscita por sí mismo ninguna idea de cambio de modelo o de sistema

Desde hace tiempo he venido apreciando la falta de coherencia, y de oportunidad política, que alberga el discurso del decrecimiento que mantiene parte del movimiento ecologista.5 Y veremos que, lamentablemente, ambos diccionarios, lejos de corregir, contribuyen a dejar más claras estas incoherencias.

Por una parte, el objetivo del decrecimiento es tributario del reduccionismo del enfoque económico ordinario, porque el término no suscita por sí mismo ninguna idea de cambio de modelo o de sistema, sino que surge como el negativo del discurso del crecimiento económico. Pues, al igual que crecimiento, decrecimiento refleja un verbo sin sujeto ni predicado y para que tengan sentido ambos han de referirse a la evolución unidireccional de algo a definir. La ideología económica dominante le dio sentido al término crecimiento tras un arduo y prolongado trabajo de más de un siglo.6 Pues para llenar de contenido económico al término crecimiento tuvieron que inventarse primero y asumirse después la metáfora absoluta de la producción7  y la idea usual de sistema económico para construir, por último, sobre estas ideas los sistemas de Cuentas Nacionales y cifrar el famoso PIB, que por fin otorga realidad monetaria domesticada a esa producción metafórica que se presupone que debe crecer para colmar de “bienes y servicios” a la población. Es este largo trabajo ideológico el que ha otorgado tal peso y valor positivo al término crecimiento (económico) o a su análogo desarrollo, que ha llegado a eclipsar los otros posibles significados, permitiendo su utilización sin necesidad de adjetivarlo, ni de precisar ya que se refiere al agregado de renta o producto nacional. Para que tenga sentido el objetivo del decrecimiento, este se ha de referir también a alguna variable y el problema es que esa variable ha de ser distinta de la producción, ya que su decrecimiento tiene nombre propio, se llama depresión y no puede resultar atractivo para la mayoría de la gente, que tendría que sufrir sus consecuencias. Por lo tanto, llenar de sentido el objetivo del decrecimiento exige referirlo a alguna variable igualmente cuantitativa8 que resulte tan altamente significativa y deseable que pueda movilizar a la población. Volveremos después sobre este tema para revisar los intentos de dar contenido al objetivo del decrecimiento.

Por otra, decimos que es poco atractivo, porque decrecimiento rema a contracorriente de las metáforas que comunican sensaciones positivas (se habla, por ejemplo, de crecimiento personal, de las cosechas… o de los niños, que se ven con buenos ojos), como en mayor medida ocurre con la palabra desarrollo (pues se habla del desarrollo del conocimiento, de los organismos, o de un plan o de una carrera profesional; lo mismo que alto se considera, en general, mejor que bajo y se habla, por ejemplo, de alto standing, de alta gama, como de sentimientos elevados, frente a las bajas pasiones y los sentimientos rastreros, etc.). Precisamente la valoración metafórica positiva que impregna a las nociones de crecimiento y desarrollo es lo que permite que autores, como Amartya Sen, empleen acepciones más amplias de estos términos asociadas al desarrollo de capacidades y libertades humanas. Pero con independencia de que juegue a favor o en contra de las valoraciones metafóricas habituales, hay que adjetivar o poner atributos al decrecimiento para que tenga algún significado concreto, en suma, hay que aclarar ¿qué es lo que se piensa y se propone que deba decrecer? Veamos cómo responden a esta pregunta los diccionarios del Posdesarrollo y del Decrecimiento, para ver en qué medida se solapa con el decrecimiento que nos viene ofreciendo el propio sistema.

 

Decrecimiento ¿de qué?

La voz «Decrecimiento» del Diccionario del posdesarrollo (pp. 204-207) llamada a aclarar el tema, dice en su primer párrafo que «el decrecimiento […] reclama una  reducción  equitativa  de  la  producción  y  del  consumo  en  los  países industrializados» (p. 204).  Y, por si hubiera dudas, el mismo Diccionario del decrecimiento en su principal entrada sobre el tema, en la rúbrica «El decrecimiento hoy», insiste pontificando que «los economistas ecológicos definen el decrecimiento como una reducción equitativa de la producción y del consumo» (p. 39). Es decir que los principales teóricos del decrecimiento, no sólo usan de forma acrítica las categorías de producción y de consumo, sino que proponen que decrezcan, lo que como hemos dicho, por muy “equitativamente” que lo hagan, tiene nombre propio: se llama depresión y no puede ser una propuesta atractiva ni ilusionante para la mayoría.

Los principales teóricos del decrecimiento usan de forma acrítica las categorías de producción y de consumo

Sorprende así sobremanera que gente bienintencionada e inteligente del movimiento ecologista dedique sus esfuerzos a defender y definir el decrecimiento de esta manera. De ahí que en los textos de los propios diccionarios se trate de quitar hierro al asunto añadiendo matizaciones y puntos de vista que, o bien, resultan contradictorios con esa definición, o bien aderezan la voz decrecimiento con atributos benéficos totalmente ajenos a la misma, generando un panorama confuso. Por ejemplo, resulta contradictorio con lo anterior que en la misma voz decrecimiento del Diccionario del posdesarrollo, se diga una página más atrás que «el decrecimiento no equivale a una recesión o a un crecimiento negativo». O que «la frase [supongo que quiere decir “la palabra” decrecimiento] no es originalmente un concepto (al menos a la manera del desarrollo económico) sino más bien una desafiante consigna política…» (como si las consignas no tuvieran que apoyarse en conceptos para ser eficaces). Y entre los múltiples atributos ajenos que se le atribuyen al decrecimiento para dulcificarlo figura, en la misma página, que «el decrecimiento implica una redistribución equitativa de la riqueza» (cuando bien puede implicar lo contrario: reforzar el clientelismo político-empresarial y desatar una mayor polarización social). O para encubrir la imagen de penuria que puede asociarse al decrecimiento, se afirma que «el proyecto del decrecimiento aspira a la construcción de otra sociedad, de una sociedad de abundancia frugal» (bonito oxímoron). Para soslayar el reduccionismo que hereda del enfoque del crecimiento económico se postula que «el atractivo del decrecimiento surge de su poder para incluir y articular diferentes fuentes o corrientes de pensamiento (incluidas la justicia, la democracia y la ecología) y formular estrategias a diferentes niveles» (vaya, no veo ese gran poder de inclusión de la palabra decrecimiento que presuntamente hace su atractivo).

Al resultar poco atractivo este término convertido en fetiche que suplanta al todo, genera sectarismo

En suma, se afirma a la vez de forma gratuita y grandilocuente que «de hecho el decrecimiento no es una alternativa, sino más bien una matriz de alternativas, que reabre la aventura humana a la pluralidad de destinos y al espacio de la creatividad, eliminando la cubierta de plomo del totalitarismo económico»…o se añaden otras bondades también atribuidas al decrecimiento en   el   diccionario   del   mismo   nombre:   «una transición al decrecimiento no equivale a una permanente trayectoria de descenso, sino una transición a sociedades convivenciales que viven simplemente, en común y con menos» (p. 51). En términos psicológicos semejante proceder trata de reforzar el atractivo del decrecimiento como término fetiche que suplanta al todo –es decir, al cambio socioeconómico deseado– volcando sobre el mismo el contenido emocional asociado a ese todo deseado. Con el agravante de que el término fetiche, al resultar en este caso poco atractivo, genera sectarismo.

Frente al mar de confusión que siembran ambos diccionarios sobre el objetivo del decrecimiento, creo que la polémica que mantuvieron Ernest García y Juan Torres en el Consejo de ATTAC y mis posteriores comentarios9  resultaron mucho más clarificadores al acabar respondiendo con precisión y consenso a la pregunta clave ¿qué es lo que se piensa y se propone que debe decrecer?

Las respuestas que dio Ernest García a las preguntas planteadas por Juan Torres, ayudan a aclarar lo que creemos que debe decrecer en términos agregados, pero también consideré que se podían añadir nuevas precisiones. Respondiendo a la pregunta: «¿qué debe decrecer?», Ernest afirma que «la sociomasa, (el término es de Kenneth Boulding, y significa todo lo que tiene masa en el sentido físico en la sociedad; es decir, las poblaciones, los organismos, los artefactos) y el flujo metabólico de energía y materiales que mantiene la sociomasa (el throughput de Herman Daly)». Y a la de «¿cuánto debe decrecer ese indicador o lo que sea el objeto del decrecimiento?», responde que «hasta que las dos magnitudes (sociomasa y flujo metabólico) estén por debajo de la capacidad de carga del planeta…». Y a la tercera pregunta, relacionada con los efectos del decrecimiento propuesto sobre la vida y el bienestar de la gente, propone que la reducción demográfica sea «benigna y voluntaria», que la reducción de artefactos se haga «sobre todo en equipos y consumos superfluos (o dañinos)…», que «la reducción del flujo metabólico se haga incrementando la eficiencia energética y material…».

Tras un nuevo intercambio concluyeron ambos que: «no hay un indicador sintético adecuado para combinar los objetivos de decrecimiento, de bienestar social y de igualdad o justicia social» […] «En teoría –concluye Ernest– supongo que se trataría de fijar un objetivo de decrecimiento “en grueso” para llegar a una escala física sostenible y añadir entonces un sistema de medidas más analítico para tratar de orientar políticamente el camino, poniendo más acento en el decrecimiento de los males y tratando de evitar el de los bienes».

Justo hasta aquí he visto que llegan las precisiones que proponen los defensores más solventes del decrecimiento como propuesta y ese objetivo agregado de decrecimiento “en grueso” es demasiado ambiguo (a continuación, subrayaré mi propuesta para precisarlo). Pero también hay que reconocer que es difícil hacerlo operativo sin concretar lo que se quiere que decrezca y lo que se quiere que no lo haga, restando universalidad al objetivo generalizado del decrecimiento, al complementarlo con otros de mantenimiento o incluso de crecimiento.

La ambigüedad que conlleva proponer que decrezca la “sociomasa”, que alberga tanto a los artefactos (buenos y malos) como a la propia especie humana, es tal que se prestaría a humoradas del tipo de precisar que el objetivo generalizado del decrecimiento no incluye propuestas de pigmeización y/o jibarización del propio ser humano. Lo mismo ocurre con el flujo metabólico de energía y materiales, habida cuenta que alberga energías renovables y no renovables, materiales abundantes y escasos…y que su uso puede cerrar o dejar abiertos los ciclos de materiales o generar residuos tóxicos o peligrosos u otros que no lo son. Por ejemplo, puede haber casos de arquitectura vernácula que requieran mover más tonelaje en materiales que el consabido estilo universal, como sería la arquitectura de adobe (que usa tierra, en vez de hierro y cemento). En cualquier caso, comparaciones de este tipo exigirían análisis más complejos que distinguieran entre la naturaleza y los requerimientos directos e indirectos de los distintos materiales y energías, estimando las mochilas y huellas de deterioro ecológico de los distintos modelos constructivos a comparar. Además, cuando las energías y los diversos materiales pueden sustituirse, tendríamos que tener algún criterio menos burdo que el requerimiento total de energía y materiales o que el llamado throughput para agregarlas. Para resolver estos problemas y ofrecer un contenido más preciso a la propuesta del decrecimiento, retomo la propuesta que sintetiza el siguiente párrafo de mi artículo antes citado.

 

Una propuesta razonable

«Como ya he apuntado antes […] Antonio Valero y yo hemos desarrollado y aplicado una metodología que permite cuantificar, en unidades de energía, el coste de reposición del deterioro que el proceso económico inflige a la base de recursos planetaria, posibilitando establecer el seguimiento agregado de la misma. Esta metodología es de utilidad para llenar de contenido preciso la propuesta del decrecimiento: todo el mundo podría estar de acuerdo en el objetivo de reducir o hacer que decrezca el deterioro de la base de recursos planetaria, asociada a lo que se conoce como deterioro ambiental, por extracción de recursos y emisión de residuos. Creo que esta meta sustituye con ventaja a otros intentos de llenar de contenido físico la propuesta del decrecimiento, proponiendo asociarlo a variables menos básicas o más parciales, ambiguas o imprecisas, como son las de reducir el requerimiento total de materiales, de energía…o la apropiación de biomasa neta». 10

 

La propuesta antes indicada, permitiría agregar el deterioro ecológico de los procesos trascendiendo la disociación entre energía y materiales y, dentro de estos, entre los distintos tipos de energía y materiales. Pues aporta información cuantitativa para saber si, desde el punto de vista ecológico, es mejor usar cierta cantidad de agua, de energía o de otros materiales. Incluso permite cuantificar el daño o coste ecológico asociado a los distintos usos de que puede ser objeto un mismo material o tipo de energía, pudiendo concluir si uno es “mejor” o menos dañino que otro.

Cuantificar el deterioro ecológico del proceso económico puede aportar precisión a la propuesta del decrecimiento

Nuestra propuesta se ha ido afinando tras la realización de numerosos trabajos que van desde el libro Desarrollo económico y deterioro ecológico (1999)11 hasta culminar, tras varias tesis doctorales, en el libro Thanatia (2014),12 que entre otras cosas precisa la composición del estado de máxima entropía hacia el que a civilización industrial va empujando a la Tierra, respecto al cual podemos ver en qué medida nos vamos acercando. Como ejemplo más concreto y aplicado al agua, el lector interesado puede consultar mi trabajo «Retos de la economía del agua en España. Costes y cuentas del agua»,13 en el que se define y aplica la metodología que permite cuantificar en unidades de energía el daño o coste ecológico asociado a los distintos usos del agua, con criterios homogéneos generalmente aplicables.

Pero el mismo empeño de dar solidez teórica y empírica al objetivo del decrecimiento requiere de propuestas y procesos que escapan a la simple palabra decrecimiento, al exigir reconversiones con aumentos y disminuciones. La reducción del deterioro de la base de recursos y el ambiente planetarios, exigiría cambiar las reglas del juego económico en el sentido antes indicado, para promover (y aumentar) el uso de las energías renovables y la conservación y el reciclaje de materiales, para desactivar (y reducir) el uso de aquellos no renovables y para desinflar los afanes adquisitivos y/o consuntivos extendidos por todo el cuerpo social. Afanes que hacen que hasta los más pobres se esfuercen en trabajar para los ricos con el ilusorio empeño de emular los patrones de vida de estos recurriendo a los sucedáneos de la llamada sociedad de consumo. En este sentido de cambiar las reglas del juego y los afanes adquisitivo-consuntivos apuntan, tanto el “programa bioeconómico mínimo” que propone Georgescu-Roegen (incluido en el libro editado por Grinevald y Rens antes citado) que empieza proponiendo prohibir las guerras y la fabricación de armamento…, como las “orientaciones” que nos da Lewis Mumford –por citar a otro de mis autores de cabecera– en el último capítulo de su libro Técnica y civilización (1934), con apartados con títulos como «¡Aumenten la conversión!, ¡Economicen la producción! ¡Normalicen el consumo! ¡Socialicen la creación! …».14 Pero ninguno de ambos autores habla de decrecimiento como propuesta, como en algún caso se ha dado a entender.

Dar solidez teórica y empírica al decrecimiento requiere propuestas y procesos que exigen reconversiones con aumentos y disminuciones

Georgescu-Roegen incluye en ese mismo libro críticas muy duras a la propuesta de crecimiento cero entonces de moda, que serían hoy aplicables a la del decrecimiento. Además, con su peculiar sentido del humor, ridiculiza las críticas a la sociedad de consumo que proponen una idílica vuelta a la naturaleza, cuando afirma que «bien lerdo será aquel que proponga renunciar totalmente al confort industrial de la evolución exosomática. La humanidad no volverá a vivir en las cavernas y, menos aún, sobre los árboles». Consideración que bien cabría extender a nivel cultural. Y la propuesta de reconversión social de Mumford supone aumentos y disminuciones, crecimientos y decrecimientos: «la actividad saludable –dice– exige restricción, monotonía, repetición, así como cambio, variedad, expansión».

Por último, quiero subrayar que la metodología propuesta, si bien aporta información precisa sobre el coste ecológico de los procesos y las mochilas de deterioro ecológico de los productos a disminuir, no permite decir nada sobre su utilidad, individual o colectiva, ni menos aún sobre los aspectos redistributivos, que habría que tener en cuenta a la hora de enjuiciar y priorizar procesos y políticas. En lo que concierne al afán de hacer operativa la meta de conseguir que decrezca el deterioro ecológico que la especie humana inflige a la Tierra, a sus distintos niveles de agregación, quiero subrayar lo siguiente: que actualmente es el reduccionismo monetario, guiado por meros afanes de lucro, lo que mueve el comercio y arrastra los flujos físicos, que evolucionan con el pulso de la coyuntura económica. Por lo tanto, el objetivo de hacer que decrezcan ciertos flujos físicos no puede abordarse directamente, es decir, sin cambiar las reglas del juego económico que los mueven y que hacen que el crecimiento de los agregados monetarios de renta, producción o consumo acentúe el deterioro ecológico. Porque la evolución de los flujos físicos no es una variable independiente en el actual modelo de gestión, sino que depende de los flujos monetarios y de los beneficios y plusvalías que los mueven y orientan. Hay que visibilizar las actividades y lucros tan variopintos que alberga ese cajón de sastre de valor monetario que es el PIB, para enjuiciar lo que hay dentro y lo que queda fuera, lo que debería crecer o decrecer. Precisamente, en mi libro Taxonomía del lucro (2019)15 he emprendido esta tarea de identificar y jerarquizar las actividades fuente de lucro con el ánimo de generar una conciencia social y un marco institucional que desanime o impida aquellas que arrojan lucro sin contrapartida o con contrapartida corrupta o que resultan ecológica y socialmente dañinas.

Para aclarar mi punto de vista a este respecto voy a poner un ejemplo. Con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria el consumo de cemento se ha desplomado en España a la cuarta parte de lo que era y apenas repunta… o el input total de materiales e la conurbación madrileña ha decrecido en más de un 30%. En esta situación de claros decrecimientos, más que seguir proponiendo el decrecimiento como si nada hubiera pasado, habría que proponer el cambio del modelo inmobiliario, para defender la vivienda como bien de uso y no como objeto de inversión y evitar que las finalidades especulativas sigan gobernando los flujos físicos y los usos del territorio en un sistema que tiende a encadenar burbujas especulativas. Es el cambio de mo- delo, de enfoques, de políticas y de instrumentos, lo que permitiría reducir en el futuro el deterioro ecológico y no al revés. Es lo que debería de exigir el movimiento ecologista, ya que exigir decrecimiento, antes que reconversión del sistema, viene a ser como poner el carro delante de los bueyes: no resulta eficaz. Hacer hincapié en la meta del decrecimiento puede oscurecer la verdadera meta de la reconversión hacia los escenarios ecológica y socialmente más saludables hacia los que el movimiento ecologista debería liderar la actual crisis de civilización

 

José Manuel Naredo es estadístico, doctor en Economía y miembro del consejo de redacción de esta revista.

Acceso al texto completo del artículo en formato pdf: Comentarios y aportaciones a la meta del decrecimiento, a la sombra de los diccionarios del Posdesarrollo y del Decrecimiento.

 

NOTAS:

1  El presente texto retoma y reelabora ideas y párrafos de un trabajo más amplio: José Manuel Naredo, «Sobre las preocupaciones y metas del movimiento ecologista. Comentarios y aportaciones a los diccionarios del desarrollo (1992) y del posdesarrollo (2019)», Biblio3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales,

5 de junio, núm. 1.297, 2020.

2  Hay que recordar que las críticas a la “sociedad de consumo” venían desde mucho antes de que se empezara a utilizar el eslogan del decrecimiento. Estas críticas alcanzan, al menos, desde la formulación pionera de Veblen, en su Teoría de la clase ociosa (1899) (edición en castellano del FCE, México, 1995) y las múltiples elaboraciones que culminaron a raíz del mayo 68, hasta las que sintetizan más recientemente el panorama del “consumo”, como son, por ejemplo, los libros de Jorge Riechmann (coord..), Necesitar, desear, vivir, Catarata, Madrid, 1998 o de Luís Enrique Alonso, La era del consumo, Siglo XXI, Madrid, 2005.

3  Ashish Kothari, Ariel Salleh, Arturo Escobar, Federico Demaria, Alberto Acosta (coords.) Pluriverso. Un diccionario del posdesarrollo, Icaria, Barcelona, 2019 y Giacomo D’Allisa, Federico Demaria, Giorgos Kallis (eds.) Decrecimiento. Vocabulario para una nueva era, Icaria, Barcelona, 2015, 2ª ed. Ampliada 2018.

4  Es el caso, por ejemplo, del libro editado en francés por Jacques Grinevald e Ivo Rens con textos de Nicholas Georgescu-Roegen, cuya primera edición llevó por título Demain la décroissance (Eds. Pierre-Marcel Favre, Paris-Lausanne, 1979), que presentaba el decrecimiento como algo que nos acabaría ofreciendo el sistema, no como una propuesta de los autores.

5  Véase José Manuel Naredo, «Reflexiones sobre la bandera del decrecimiento», Viento Sur, núm. 118, septiembre, 2011.

6  Para un análisis detallado de la génesis histórica de la noción de producción y del afán de promover su crecimiento, como elementos constitutivos de la noción usual de sistema económico, véase: José Manuel Naredo, La economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico, Siglo XXI, Madrid, 2015.

7  Según la metaforología, una metáfora absoluta es aquella que permite transferir ideología y juicios de valor sobre temas socialmente relevantes sin contar con apoyo racional ni empírico alguno. Su función expresiva no puede, así, racionalizarse, ni el concepto sustituirse, ocupando un lugar esencial en la historia del pensamiento, en este caso, económico.

8  El término así lo exige, pues tanto el crecimiento como el decrecimiento ha de referirse a algo que cuyo aumento o disminución pueda constatarse.

9  Véase José Manuel Naredo, «Ideas a raíz de la polémica del decrecimiento. A propósito de un debate en el Consejo de ATTAC», Viento Sur, núm. 120, enero, 2012.

10  José Manuel Naredo, op. cit., 2011, pp. 33-35.

11   José Manuel Naredo, y Antonio Valero (dirs.), Desarrollo económico y deterioro ecológico, Fundación Argentaria y Visor Distrib., Col. Economía y Naturaleza (accesible en la sección de publicaciones de la web de la Fundación César Manrique junto con los otros libros de la Colección Economía y Naturaleza), Madrid, 1999.

12  Alicia Valero y Antonio Valero, Thanatia. The Destiny of the Earth’s Mineral Resources. A Thermodynamic Cradle-to-Cradle Assessment, World Scientific, Londres, 2014.

13  José Manuel Naredo, «Retos de la economía del agua en España. Costes y cuentas del agua», Universidad de Almería (accesible en la sección de Publicaciones de mi página Web El rincón de Naredo), 2017.

14  Lewis Mumford, Técnica y civilización, Alianza, Madrid, 1971 [1934]

15  José Manuel Naredo, Taxonomía del lucro, Siglo XXI, Madrid, 2019.

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Entrevista a Hope Jahren

Entrevista a Hope Jahren.

Nuria del Viso

FUHEM Ecosocial

«Consumimos tanto que ni siquiera somos capaces de gestionar la basura que generamos»

FUHEM Ecosocial entrevista a Hope Jahren, geoquímica y geobióloga estadounidense y profesora en el Centro para la Evolución de la Tierra y la Dinámica de la Universidad de Oslo, con motivo de la publicación de su libro: El afán sin límite: cómo hemos llegado al cambio climático y qué hacer a partir de ahí, editado por Paidós.

Nuria del Viso (NdV): Ese afán sin límite al que se refiere el título de su nuevo libro se relaciona estrechamente con los combustibles fósiles. ¿Cómo se entrelazan ambos elementos?

Hope Jahren (HJ): En inglés el título es The Story of More, y la traducción del título al español me parece  preciosa, porque creo que capta algo que en inglés solo puedo expresar al hablar. Cuando hablo con alguien sobre el libro, a menudo le explico que con ese «more» no me refiero a un simple «más». La historia de ese más es que antes consumíamos energía y recursos, hasta que fuimos capaces de estar mejor preparados, de resguardarnos de la intemperie, de cuidar los unos de los otros y de gozar de buena salud. Sin embargo, lejos de detenernos ahí, seguimos consumiendo más hasta alcanzar el nivel del lujo. En el libro expongo que hemos seguido creando más y más cosas, hasta tal punto que ahora tenemos que idear nuevas e imaginativas maneras de deshacernos de todo ello. Consumimos tanto que ni siquiera somos capaces de gestionar la basura que generamos. Empleamos combustibles fósiles para fabricar objetos en fábricas, por ejemplo. Los empleamos para transportar esos objetos hasta donde estamos. Los empleamos para desplazarnos a nuestro puesto de trabajo, donde trabajamos para ganar dinero que gastar en comprar esos objetos que transportamos hasta donde estamos. Por lo tanto, los combustibles fósiles están en la raíz de muchas cosas: objetos, ropa, alimentos, tecnología, etc. Ese más que ansiamos está fabricado con combustibles fósiles, se transporta con combustibles fósiles, se empaqueta con combustibles fósiles...  y toda esa cantidad de lo que yo llamo más genera tales desechos que para deshacernos de ellos necesitamos combustibles fósiles. Por ejemplo, el 40 % de los alimentos acaban en la basura y son luego transportados, procesados, etc. Así que hemos caído en esta espiral tan extraña en la que creamos cosas que ni siquiera terminamos consumiendo, quemando combustible a lo largo de toda la cadena.

Quemamos combustible para generar una necesidad de combustible, después quemarlo, y así sucesivamente . El libro trata de señalar lo absurdo que resulta todo ello cuando lo observamos en su conjunto.

De acuerdo, hubo un momento en el que estos recursos mejoraron nuestra salud, nos proporcionaron abundancia y permitieron que nuestras vidas florecieran, pero hemos llegado a un punto en que no solamente estamos degradando el planeta, sino también a nosotros mismos.

 

NdV: En su libro repasa meticulosamente los principales problemas con los que nos enfrentamos en el presente en muy diversos ámbitos, ecológicos (sexta extinción de la biodiversidad) y sociales (encrucijada de la energía, cambio climático).

¿Pueden identificarse elementos sistémicos o estructurales en este “fallo generalizado”?

HJ: Creo que todo empezó cuando dejó de parecernos suficiente. Y eso que en el mundo hay muchos que todavía no tienen suficiente: suficientes medicamentos, suficientes alimentos, suficiente electricidad para llevar a cabo sus tareas diarias... Creo que cuando construíamos casas y empezamos a tener coches, televisiones, electricidad, cierta comodidad, etc. nos dimos cuenta de que tener más cosas y más energía disponible hacía que nuestras vidas fueran mejores. Y en algún punto del camino comenzamos a creer que más siempre iba a significar mejor, que no tendría ninguna consecuencia.

Seguimos fabricando y vendiendo, fabricando y vendiendo, fabricando y vendiendo todas esas cosas que nadie necesita realmente, mientras dañamos al planeta.

Nuestras propias buenas intenciones nos han atrapado en una caja, seguimos avanzando con los ojos vendados por el camino del consumo, y es hora de hacernos una pregunta. Esa pregunta no es «¿deberíamos llevar esta vida?», sino «¿acaso queremos llevar esta vida?».

 

NdV: Para combatir el afán sin límite, usted argumenta una propuesta movilizadora y de esperanza, frente al miedo paralizador, que consiste en “consumir menos y compartir más”, lo que precisa un profundo cambio cultural, de valores.

¿Cuáles serían otros ingredientes del cambio? ¿Cómo movilizar a los mil millones para quienes la transformación implica renunciar a ciertos privilegios? ¿Cómo puede la ciencia contribuir a ese fin?

HJ: Yo soy profesora. No soy política, ni legisladora, ni trabajo para el gobierno. Soy profesora. Como tal, basándome en el trabajo que llevo desarrollando durante décadas, creo que la forma más poderosa de cambiar a una sociedad es persona a persona : que una persona reciba una información nueva, aprenda algo, lo utilice para cambiar su vida y sus conductas y en el transcurso de una generación el mundo habrá cambiado. Estoy convencida de que cuando la gente empieza a ver la relación entre las pequeñas decisiones que tomamos día a día, la energía que consumimos y los desechos que generamos, cambia la forma en la que ve su vida, la forma en que se relaciona con los demás, y en la siguiente generación el mundo ya será diferente, porque la generación anterior ha aprendido algo nuevo. Esa es mi esperanza para el futuro.

Cuando hablo con la gente sobre estos temas, sea en clase o a raíz del libro, me doy cuenta de que cambiar cosas como el tiempo que pasamos conduciendo o lo que compramos cuando vamos al supermercado no tiene por qué significar renunciar a privilegios . Algunos de los cambios (consumir menos, a veces incluso hacer menos) nos permiten pasar más tiempo con los demás y nos ayudan a conocernos mejor. Esto no supone perder privilegios, sino ganar tiempo, salud y vida. Creo que muchas de las veces no son realmente sacrificios, son decisiones que tomamos porque queremos darnos algo mejor y actuamos en consecuencia.

 

NdV: En el capítulo “Pasar a la acción” usted basa sus recomendaciones en la información, la sensibilización y la movilización individual. ¿Qué papel corresponde en estos cambios a las instituciones —gobiernos, empresas, medios de comunicación, academia—?

HJ: Los cambios pueden venir desde abajo, motivados por una gran cantidad de personas como tú y como yo, e ir subiendo, o pueden venir desde arriba en forma de normas y políticas establecidas por una institución, un gobierno o la industria. Normas que prohíben generar determinados desechos, consumir determinada energía, etc. Sería fantástico que se creasen esas normas, que se creasen las normas que necesitamos. He visto a colegas de la universidad y a activistas medioambientales reclamar políticas, suplicar políticas, pedir políticas y esperarlas durante años y años, pero esas políticas jamás llegarán. Yo creo que es hora de mirarnos a nosotros mismos, porque el consumo energético es la suma de todo un conjunto de pequeñas decisiones sobre las cuales tenemos cierto control.

Comemos tres veces al día, consumimos energía 30 veces antes de llegar al desayuno. Y sí que tienes algo de control sobre las decisiones que tomas, si empiezas a darte cuenta y a observar esas decisiones, desarrollarás otra conciencia, no solamente sobre la energía que consumes tú, sino sobre la que ves consumir a tu alrededor. También creo que es una cuestión de asumir la responsabilidad de que el cambio climático es algo que nosotros hemos provocado como sociedad. No es algo que nos haya hecho un señor malo sin nombre, ni una industria ni un gobierno determinados. Es la suma total de todos los cambios en nuestro estilo de vida a lo largo de los últimos 50 años, y creo que el verdadero cambio solo se hará posible cuando seamos muchos los que examinemos nuestras vidas, tanto a nivel individual como colectivo.

 

NdV: ¿Existe relación entre la COVID-19 y las pandemias en general con ese afán sin límite? ¿En qué medida esta pandemia está para quedarse?

HJ: Una de las peculiaridades de la COVID-19 es que ha surgido en una era con un tráfico aéreo muy intenso. El número de vuelos que despegaban a diario hace un año era el doble que hacía 10 años. La COVID-19 apareció como cualquier otra de las muchísimas enfermedades contagiosas, pero la posibilidad de coger un avión y hacer Wuhan - Milán - Londres - Nueva York - Seúl - Tokio en el transcurso de 10 días no existía hace tan solo 10 años. Por eso, las características de cómo la COVID-19 se ha extendido por el mundo son especiales. Por ese afán sin límite.

 

NdV: Recientemente se observa una tendencia preocupante de corrientes que niegan el conocimiento científico: negacionistas del cambio climático, terraplanistas, antivacunas, anti-COVID… Como científica de larga trayectoria, ¿qué consideración le merece el cuestionamiento de la ciencia desde la no-ciencia o las meras creencias? ¿Cómo contrarrestarlo?

HJ: Cuando alguien me cuenta algo, siempre pienso «¿Qué hace que le crea o no?». Si viene alguien desconocido y me cuenta algo, ¿qué me convence de que tengo que creerle? En mi opinión, son aspectos de la propia naturaleza humana, son cosas como: ¿Me está tratando con respeto? ¿Le importa que yo sepa esto? ¿Está intentando que haga algo, que compre algo? ¿Por qué quiere que sepa esto?

Todas estas preguntas son importantes cuando alguien nos da una información, y los científicos no solamente tienen una responsabilidad en cuanto a cómo generan información, cómo la descubren, sino también sobre lo bien que la comunican. A nadie le gusta que lo manipulen, ¿verdad? Si crees que alguien te está contando algo con el único propósito de manipularte, te vuelves escéptico. Y yo sí que observo un elemento desafortunado de manipulación. He oído a gente recomendar que deberíamos inspirar más miedo, que la respuesta al cambio climático es que la gente sienta más miedo de las consecuencias, porque presuponemos que el miedo hace que algo te importe más y, por lo tanto, será más probable que hagas algo al respecto.

No me parece responsable sembrar miedo en la gente de forma intencionada usando tu conocimiento como experto; yo no fui a la universidad para eso.

Mi experiencia en la docencia y la comunicación, sea cual sea el tema, es que la gente va a creer en algo si puede observar cómo sucede. Esto es algo que yo utilizo muchas veces a lo largo del libro: hablo de cómo han cambiado las cosas desde mi infancia hasta hoy. Yo crecí en el norte de los Estados Unidos, cerca de la frontera con Canadá, y antes podíamos patinar sobre el hielo durante todo el invierno. Ahora, esos lugares en los que patinábamos ya no se hielan. Creo que ejemplos como este son muy eficaces para que la gente crea o, mejor dicho, vea la evidencia del cambio climático en sus vidas con el paso del tiempo. Desde luego, son mucho más eficaces que simplemente decir que ha aumentado la temperatura o mostrar un gráfico. Lo que pasa es que se necesita tiempo.

Se necesita contar una historia y se necesita pararse a escuchar. Y hemos de reconocer que no todo el mundo ve las cosas del mismo modo. No todo el mundo tiene las mismas experiencias. La ciencia no va de decirle a la gente lo que tiene que hacer o a quién tiene que creer; va de proporcionarles una información que les sirva para decidir qué creer y qué es lo que quieren hacer. Por eso elegí abordar este problema escribiendo un libro y no de otra forma.

 

NdV: Margulis, Lovelock, Haraway, Latour, Maturana, y muchos más, incluida usted misma, han hecho valiosas aportaciones a las teorías de las ciencias de la vida. ¿Nos encontramos en un punto de ruptura y gestación de un nuevo paradigma científico respecto a la naturaleza y sus interconexiones?

HJ: ¡Espero que sí! Sin embargo, no creo que haya forma de saberlo hasta que no haya sucedido. Creo que en la vida, cuando tus ideas cambian, no te das cuenta hasta pasado un tiempo. De pequeña odiaba las aceitunas, pero ¡ahora me encantan! Y ese momento en que muerdes la primera aceituna y no te desagrada, realmente no lo recuerdas, ¡no eras consciente mientras sucedía! [se ríe].

Tengo la esperanza de que en los últimos años de mi carrera profesional el paradigma haya cambiado, de poder echar la vista atrás y describir cómo antes pensábamos diferente.

Pero ahora mismo no puedo mentir y decir que sé lo que va a pasar, es imposible.

Hope Jahren es geoquímica y geobióloga estadounidense y profesora en el Centro para la Evolución de la Tierra y la Dinámica de la Universidad de Oslo, donde ostenta la cátedra J. Tuzo Wilson como miembro electo de la Academia Noruega de Ciencias y Letras. Es una de las 100 personas más influyentes del mundo, según la revista Time y ha recibido tres premios Fulbright de geobiología. Es la única mujer que ha recibido la Medalla para Jóvenes Investigadores en Ciencias de la Tierra. Es autora de El afán sin límite y de La memoria secreta de las hojas, además de numerosos artículos científicos.

Nuria del Viso

FUHEM Ecosocial

Septiembre 2020

 


Día Internacional de la Paz: Selección de Recursos

Día Internacional de la Paz 2020

Forjando la paz juntos

Cada año, el 21 de septiembre, se celebra el Día Internacional de la Paz en todo el mundo. La Asamblea General ha declarado esta fecha como el día dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz, a través de la observación de 24 horas de no violencia y alto el fuego.

Este año, la COVID-19 amenaza nuestra salud, seguridad y estilo de vida. y nos ha recordado que lo que sucede en una parte del planeta puede afectar a las personas en todas partes.

Desde el Centro de Documentación de FUHEM Ecosocial queremos recordar la larga tradición de la institución en los temas relacionados con la Construcción de Paz, la Investigación para la Paz y los conflictos: los conflictos armados en una primera época y, en la actualidad, los conflictos generados por la crisis ecológica, la falta de vertebración social y las dificultades relativas al ejercicio de la democracia.

El tratamiento de estas temáticas constituye, sin duda, un paso importante en la búsqueda de la manera de pacificar las relaciones sociales y las relaciones de los seres humanos con la naturaleza, y será, por tanto, la forma de seguir contribuyendo desde FUHEM Ecosocial a la Investigación para la Paz.

A continuación, ofrecemos una selección de textos que hace un recorrido por nuestra publicación más emblemática Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, a lo largo de sus 35 años de historia. Además elaboramos una panorámica de las principales organizaciones, españolas y extranjeras en al ámbito del estudio de la paz.

 

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global

 

Debates para la Paz

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio global, núm. 109, primavera 2010.

INTRODUCCIÓN

Santiago Álvarez Cantalapidra

La confluencia en el tiempo de distintas manifestaciones de una «crisis global» que parece encaminada a convertirse en una «crisis total» –o «crisis de civilización»

En este contexto resultan imprescindibles el pensamiento pacifista y la práctica de la noviolencia.

El movimiento por la paz ha revelado siempre gran capacidad de respuesta e innovación frente a lógicas militaristas, autoritarias y coercitivas que, desgraciadamente, se imponen en en cada contexto y época. En el plano teórico ha sabido beber sin dogmatismo de fuentes plurales, combinando críticas antimilitaristas y antibelicistas con la afirmación de valores que sostienen una visión humanista de las relaciones y la dignidad de las personas.

En el campo de la práctica ha formulado acciones directas no violentas, la objeción de conciencia y la desobediencia civil, bajo la convicción ética de que no se puede servir al mismo mal que se condena.

La no violencia organizada como movimiento político-social ha sabido pasar de la negación a la afirmación en la medida en que ha construido una cultura de la paz que ha sometido a revisión viejos conceptos y ha incorporado temáticas y dimensiones ausentes o apenas consideradas en su reflexión.

ESPECIAL

Movimiento por la paz: evolución, cambio e impactos
Jordi Armadans

Decidir en los procesos de paz, un derecho de hombres y mujeres ¿Qué ha aportado la resolución 1325 del Consejo de Seguridad?
Carmen Magallón

Víctimas y memoria
Xabier Etxeberria Mauleon

Abdicación de la conciencia. La izquierda ante la violencia
F. Javier Merino Pacheco y Martín Alonso Zarza

El miedo de las mujeres como instrumento del patriarcado. Claves para una política pública de seguridad ciudadana que incorpore las necesidades y demandas de las mujeres
María Naredo Molero

ENTREVISTA

Entrevista con Pepe Beunza. Las virtudes de la desobediencia
José Luis Fernández Casadevante y Alfredo Ramos

Entrevista a Juan Gutiérrez. La paz no es sólo ausencia de violencia, sino vida compartida
Amador Fernández-Savater

PERISCOPIO

Declaración mundial de contribución de las personas con diversidad funcional a una cultura de paz
Área de trabajo "Cultura de Paz, Derechos Humanos y Vida Independiente" del Centro UNESCO, Comunidad de Madrid

Artículos anteriores:

Manifiesto. Cumbre Mundial de la Paz. Bogotá, 04-10-2009. Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 107, 2009, pp. 153-156.

La urgencia de un nuevo pacifismo, Carlos Taibo, Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 100, 2007-2008, pp. 79-84.

¿Qué hay de democrático en la paz democrática?, Daniele Archibugi y Mathias Koenig-Archibugi, Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 99, otoño 2007, pp. 43-60.

Un nuevo enfoque sobre las guerras, Mary Kaldor, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 94, verano 2006, pp. 11-20.

Justicia internacional y cuestiones de paz, Gaby Oré Aguilar, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 88, invierno 2004-2005,, pp. 9-18.

Mujeres en los procesos de paz: la Resolución 1325, Carmen Magallón Portolés, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 87, invierno 2004-2005,, pp. 97-104.

Cronología: CIP 20 años de análisis, Susana Fernández Herrero, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 87, invierno 2004-2005,, pp. 161-169.

Investigación para la Paz, Susana Fernández Herrero, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 87, invierno 2004-2005,, pp. 191-195.

La investigación para la paz después del 11-S: una perspectiva filosófica, Vicent Martínez Guzmán, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 85, primavera 2004,, pp. 33-40.

La teoría de la paz democrática, Jordi Raich, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 76, invierno 2001-2002,, pp. 77-86.

La construcción de la paz, Carmen Magallón, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 73, invierno 2000-2001,, pp. 23-31.

Investigación sobre la paz, investigación para la paz: problemas y respuestas, José María Tortosa, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 69, invierno 1999- 2000, pp. 11-16.

¿Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de la guerra?, Rafa Vila-Sanjuán, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 68, 1999, pp. 133-143.

Entre la paz imperfecta y la postmetafísica, Vicent Martínez Guzmán, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 67, 1999, pp. 11-16.

Sobre “la paz imperfecta”, Wolfgang Sützl, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 66, 1999, pp. 15-19.

La paz imperfecta: apuntes para la reconstrucción del pensamiento “pacifista”, Francisco A. Muñoz, Papeles de Cuestiones Internacionales, núm. 65, 1998, pp. 11-14.

 


Como el lema de este año es Forjando la paz juntos, a continuación, recogemos las organizaciones de paz españolas e internacionales más importantes, junto a las que debemos seguir trabajando por la construcción de una Cultura de Paz

 

Día Internacional de la Paz. Organizaciones Españolas

 

 

Selección de organizaciones españolas, Centros de investigación, institutos universitarios y fundaciones, que desde una perspectiva multidisciplinar trabajan por la eliminación de las distintas formas de violencia, la promoción de la justicia, el respeto de los derechos humanos, el desarrollo y la resolución pacífica de los conflictos, la sostenibilidad, el ejercicio democrático de la ciudadanía. La mayoría de estas organizaciones se encuentran dentro de la Asociación Española de Investigación para la Paz - AIPAZ.

Día Internacional de la Paz. Organizaciones Internacionales

 

 

Selección de organizaciones, coaliciones y redes de ámbito internacional que trabajan en el ámbito de la prevención y resolución pacífica de conflictos, y el establecimiento de la paz. Trabajan por el control y contra la venta de armas ligeras, así como en negociaciones para que se firme un tratado que prohíba las armas nucleares. Trabajo por el cual algunas de ellas fueron galardonadas con el premio nobel de la paz 2017. Tienen un compromiso con la promoción de la educación y la cultura de la paz, con el fin de la violencia y con la defensa del derecho internacional y los derechos humanos, sobre todo de los más vulnerables. Algunas de estas redes y organizaciones tienen estatus consultivo ante Naciones Unidas.


Semana Europea de la Movilidad 2020

La Semana Europea de la Movilidad (SEM) es una campaña de concienciación dirigida a sensibilizar, tanto a los responsables políticos como a los ciudadanos, sobre las consecuencias negativas que tiene el uso irracional del coche en la ciudad, tanto para la salud pública como para el medio ambiente, y los beneficios del uso de modos de transporte más sostenibles como el transporte público, la bicicleta, los viajes a pie, los sistemas de coche compartido, etc.

La iniciativa surgió en Europa en 1999 y a partir del año 2000 contó con el apoyo de la Comisión Europea. Se celebra cada año, del 16 al 22 de septiembre, realizando actividades para promocionar la movilidad sostenible y fomentando el desarrollo de buenas prácticas y medidas permanentes.

El 22 de septiembre se celebra además el evento ¡La ciudad, Sin coche!, origen de esta iniciativa europea, que pretende encontrar nuevas soluciones a los problemas asociados al aumento del tráfico en las ciudades.

El tema elegido por la Comisión Europea para la campaña de este año es:

“Por una movilidad sin emisiones”.

Esta temática refleja el ambicioso objetivo de alcanzar la neutralidad en las emisiones de carbón para el año 2050, recogido en el Pacto Verde Europeo.

El tema también pretende resaltar la importancia de la accesibilidad a sistemas de transporte de cero emisiones y promover un sistema inclusivo para todas las personas.

En España la campaña está coordinada por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, donde puedes encontrar más información sobre los eventos organizados durante la semana.

Desde el Centro de Documentación de FUHEM Ecosocial ofrecemos una Selección de Recursos sobre movilidad que recoge el documento oficial del evento sobre Directrices Temáticas, elaborado por POLIS - Red de ciudades y regiones europeas para el desarrollo de soluciones de transporte innovadoras y EUROCITIES; así como una recopilación de materiales aparecidos en nuestras publicaciones.

Semana Europea de la Movilidad 16 - 22 de septiembre 2020

Directrices temáticas

El tema refleja el objetivo ambicioso de lograr un continente climáticamente neutro para el año 2050, Además, subraya la importancia de la accesibilidad de un transporte sin emisiones y promueve un marco inclusivo en el que participen todos los actores.

A pesar de las distintas condiciones climáticas, geográficas y socioeconómicas de las zonas urbanas europeas, hay una serie de medidas que se pueden adoptar para promover un entorno urbano climáticamente neutro e inclusivo.

Este documento analiza las ciudades más destacadas en cuanto a objetivos ambiciosos para una movilidad de emisiones cero e inclusiva y presenta ideas para que los municipios fomenten las metas ambiciosas de la Comisión Europea entre los residentes que participan en la SEMANA EUROPEA DE LA MOVILIDAD de este año.

 

Recursos FUHEM Ecosocial

Dosieres Ecosociales

Contaminación del aire y movilidad en la ciudad

El Dossier aborda la problemática de la contaminación en las ciudades investigando la situación en España y Europa, los escenarios, las acciones emprendidas, así como los efectos sobre la salud y la calidad de vida de las personas.

Al mismo tiempo, ofrece una reflexión sobre la necesidad de una nueva cultura de la movilidad y un nuevo modelo urbanístico.

Incluye los siguientes artículos:

Contaminación urbana en España: el cambio climático y la “recuperación”agravan la situación, Miguel Ángel Ceballos Ayuso

 

La perplejidad del extraterrestre, Alfredo Sánchez Vicente y Alfonso Sanz Alduán

La contaminación del aire y sus efectos en la salud humana, Elena Isabel Boldo

Un cambio de paradigma de la movilidad urbana para que todo siga igual, Pilar Vega Pindado

Selección de recursos de la mano de Susana Fernández Herrero desde el Centro de Documentación Virtual de FUHEM Ecosocial:

Selección de Libros

Selección de Informes

Otros recursos

Accesible el Dossier completo: Contaminación del aire y movilidad en la ciudad

 

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global

Alfonso Sanz Alduán, Pilar Vega Pindado y Miguel Mateos Arribas

Bajo la alfombra mágica. Relatos del transporte desde la perspectiva ecológica, núm. 129, primavera 2015, pp. 123-137.

La idea de progreso sigue activando la creencia en un desplazamiento rápido, instantáneo, sin esfuerzo, a voluntad. Tenemos la necesidad de mejorar la comprensión global del transporte e incorporar la complejidad a las decisiones que, sin despreciar las opciones tecnológicas, son, sobre todo, de carácter social, cultural y político.

Paco Segura

Las políticas de grandes infraestructuras de transporte en el Estado español: un despilfarro inmoral, núm. 128, invierno 2014-2015, pp. 109-121.

Hemos contraído una enorme deuda pública como resultado de la persistente aplicación de una política de infraestructuras de transporte desarrollista, despilfarradora e insostenible que no es justificable ni entendible en términos de necesidades de movilidad. El español es el Estado europeo con mayor dotación de grandes infraestructuras de transporte y el que más invierte en ellas, al tiempo que estamos en el furgón de cola de la inversión social pero, sin embargo, es en esta donde se aplican los recortes.

Paco Segura

Alternativas a un transporte eco-dependiente, núm. 118, pp. 109-118.

Si hay un sector en el que la disminución de disponibilidad de petróleo y el fuerte aumento de su precio van a tener consecuencias críticas, sin duda es el del transporte. Y es que no basta solo con que se mejore su eficiencia algo deseable, sino que necesitamos una drástica reducción neta en el consumo de recursos. Urge, por tanto, encontrar alternativas viables y sostenibles a este transporte tan petro-dependiente.

 

Curso de Economía. Universidad del Barrio

Movilidad urbana en clave sostenible

Sesión del Curso de Economía coordinado por FUHEM Ecosocial, Economistas sin Fronteras y el Salmón Contracorriente.en el Teatro del Barrio

Las políticas de ordenación del territorio tienen un impacto altísimo en la configuración de las ciudades. Establecen prioridades en nuestras formas de estar en la ciudad - estableciendo prioridades entre tráfico rodado o peatonal, entre parques habitables y paseables frente a junglas de asfalto - además de impactar directamente en nuestros hábitos de salud.

La bicicleta es una de las luchas perennes de los colectivos ecologistas, que poco a poco, ha ido ganando terreno en la forma en que nos movemos. Sin embargo, han aparecido también otras formas de moverse como patinetes o bicicletas compartidas.

En esta sesión se habló de cómo el transporte configura nuestras ciudades y sus consecuencias a la hora de relacionarnos con los demás y nosotras mismas. Para ello contamos con la presencia de:

- Pilar Vega, profesora de geografía de la UCM.

- Juan Bárcena, responsable del área de calidad del aire de Ecologistas en Acción

Moderado: Jose Bellver, FUHEM Ecosocial.

A continuación ofrecemos el video completo de la sesión:

 

 

Situación del Mundo 2016 Ciudades Sostenibles. Del sueño a la acción

Tom Prugh y Michael Renner,

Ciudades y emisiones de gases de efecto invernadero

Al menos desde 2008, las ciudades albergan a la mitad, o más, de toda la humanidad, una proporción que sigue creciendo. Las ciudades también representan más del 80% del producto interior bruto (PIB) y alrededor del 70% del consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero mundiales, que incluye las procedentes de los modelos de transporte y los patrones de asentamiento. Estos pueden favorecer el uso del automóvil tiende al alentar una dispersión urbanística, mientras que un desarrollo urbanístico más denso fomenta que muchos habitantes urbanos puedan prescindir del coche y posibilita un transporte público más eficiente.

Michael Renner

Apoyar un transporte sostenible.

El transporte —el movimiento de personas y de mercancías— es la savia de una ciudad. Pero hacer a una ciudad demasiado dependiente del transporte motorizado puede ocasionar multitud de problemas de diferente índole: atascos en la circulación y accidentes mortales, una contaminación atmosférica debilitante y la pérdida de tierras valiosas sepultadas por calles, autopistas y aparcamientos. Unos sistemas de transporte basados en el coche y el camión corren el riesgo de convertirse en arterias obstruidas: son perjudiciales no solo para la vitalidad y el atractivo de las ciudades, sino también para la salud de los habitantes urbanos, la calidad ambiental local y el clima global.

 

Tiempo de Actuar

Blog de FUHEM para compartir recursos didácticos para afrontar la crisis de convivencia entre las personas y con el entorno, para dotar de herramientas alprofesorado y alumnado para comprender, estar en el mundo, y también para convertirse en un agente de cambio activo en él.

Ride a bike!

Publicada en
Técnica sobre transporte y movilidad, desarrollada por Itziar Segura Pérez del colegio Hipatia-FUHEM, que pueden ser de utilidad para diversas asignaturas, como son Educación física, Valores, Ciencias sociales e Inglés, en 2º de Primaria.
Los objetivos de esta técnica van desde el dar a conocer al alumnado las normas básicas de circulación y seguridad vial, hasta una visión del modelo de movilidad predominante, sus principales problemas asociados y sus alternativas en términos de salud, equidad y sostenibilidad. Como consecuencia, se contribuye, mediante las actividades sugeridas, a fomentar un tipo de movilidad más consciente con las personas y el entorno que prime alternativas no motorizadas como el transporte en bicicleta, en patines o a pie.

 

¡A por un aire limpio!

Respirar aire limpio y sin riesgos para la salud debería ser un derecho inalienable de todo ser humano. Está demostrado que la contaminación atmosférica es un problema con una fuerte vertiente local, pero también una magnitud planetaria, ya que los contaminantes pueden viajar largas distancias. El origen de este problema en nuestras ciudades se encuentra, principalmente, en las emisiones originadas por el tráfico rodado, a lo que se suman en mucha menor proporción las causadas por las calefacciones, así como las ocasionadas por el tráfico marítimo y aéreo en aquellas ciudades que disponen de puerto y/o aeropuertos próximos

 


Ingreso Mínimo Vital

El día 29 de mayo se aprobó en el Consejo de Ministros el Real Decreto-ley 20/2020 que regula el acceso a un ingreso mínimo vital (IMV) desde el sistema de la Seguridad Social.

El Ingreso Mínimo Vital es una prestación dirigida a prevenir el riesgo de pobreza y exclusión social de las personas que viven solas o están integradas en una unidad de convivencia y carecen de recursos económicos básicos para cubrir sus necesidades básicas.

Se configura como derecho subjetivo a una prestación económica, que forma parte de la acción protectora de la Seguridad Social, y garantiza un nivel mínimo de renta a quienes se encuentren en situación de vulnerabilidad económica.  Persigue garantizar una mejora real de oportunidades de inclusión social y laboral de las personas beneficiarias.

Han pasado tres meses ya desde su aprobación y las trabas burocráticas, la escasez de personal, así como las dificultades en el plano digital de muchas familias para poder solicitarlo, obstaculizan el avance en la resolución de los expedientes, por lo que miles de personas siguen esperando la llegada de este subsidio.

El número 150 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, titulado  Trabajo y la Vida Buena en la Encrucijada incluye en su sección ACTUALIDAD, un artículo de Guillermo Fernández Maíllo que hace un repaso a los antecedentes más recientes del IMV, los elementos de avance que posee y algunos de sus déficits y ambigüedades más preocupantes. Señala también algunos de los aspectos sobre los que habrá que estar atentos en relación a su desarrollo futuro y el impacto que genera en la implantación de una Renta Básica Universal.

Ya está aquí el Ingreso Mínimo Vital

Guillermo Fernández Maíllo

Papeles de Relacioness Ecosociales, núm. 150, verano 2020, pp. 83-92.

De dónde venimos

Han tenido que pasar casi treinta años, desde el inicio del desarrollo de las Rentas Mínimas de Inserción en las Comunidades Autónomas (CC.AA), como se las denominó en su origen, para que un gobierno central se decida a implantar una prestación estatal que busque como objetivo principal

«garantizar, a través de la satisfacción de unas condiciones materiales mínimas, la participación plena de toda la ciudadanía en la vida social y económica, rompiendo el vínculo entre ausencia estructural de recursos y falta de acceso a oportunidades en los ámbitos laboral, educativo, o social de los individuos».[1]

La prestación que hasta ahora capitalizaba este objetivo, las actuales rentas mínimas autonómicas, han sido consideradas habitualmente como la última malla de seguridad para la ciudadanía con menos oportunidades. Una malla con grandes carencias, que salvo los casos de País Vasco, Navarra y, en menor medida, Asturias, no conseguían alcanzar la reducción de la pobreza en sus territorios de forma suficiente. Y ha sido un virus el que ha catapultado esta iniciativa.

El conjunto de prestaciones de protección social que ha ido creciendo progresivamente en España en las últimas décadas lo ha hecho de forma desordenada  y respondiendo a necesidades concretas de grupos o necesidades específicas que iban haciéndose hueco en la agenda política. Esto ha provocado problemas ya muy conocidos tanto por los científicos sociales como por las organizaciones del Tercer Sector de Acción Social (TSAS). Superposición de poblaciones objetivo, déficits de cobertura, insuficiencia de las cantidades a percibir, articulaciones administrativas complejas, problemas de accesibilidad, condicionalidades punitivas y un largo etcétera. Es cierto que este desarrollo ha acabado construyendo un “sistema” con cierta tendencia a trazar un itinerario donde las rentas mínimas se habrían ido colocando en esa posición de “última red”. Una red creada, potenciada, asumida y gestionada al 100% por las CC.AA, lo que ha provocado una disparidad histórica en quién, cuánto y cuántos eran ayudados con esas necesidades de supervivencia.

Las diversas mejoras que se han producido en esta última red se han generado por procesos de ósmosis entre las CCAA, que han sido claramente insuficientes para consolidar una prestación homologable en el conjunto del territorio.

Durante el largo proceso de “prosperidad” económica desde la crisis de mediados de los años noventa hasta finales de la primera década del siglo XXI apenas apareció este tema en la agenda política y ciudadana. Quedaba su discusión circunscrita al ámbito reducido de los Servicios Sociales Públicos, de las organizaciones que trabajaban en el ámbito de la pobreza y la exclusión social y de algunos especialistas de la academia. Sin embargo, la crisis de 2008 comenzó a ponerlo tanto en la agenda ciudadana como en la de investigación social. Se comenzó a reclamar cada vez más insistentemente, que fruto de las consecuencias de la precariedad que se estaban viviendo, el Gobierno central tomara la iniciativa en relación a esta cuestión. A la necesidad de implementar un ingreso digno para los hogares que estaban sufriendo la crisis, se unió la discusión sobre si esta renta debía ser de carácter universal e incondicionada (RBU). Una idea sobre la que ya se venía teorizando y trabajando desde hace décadas, pero que apenas había salido de los ámbitos especializados.

Las prestaciones de protección social han ido creciendo progresivamente en España en las últimas décadas de forma desordenada.

Sin embargo, la opción del Gobierno socialista y posteriormente la del popular, fue canalizar las ayudas a través del marco de las prestaciones por desempleo, siguiendo la lógica de la activación que liga cualquier mecanismo de participación en el producto social a estar incorporado en el mercado de trabajo. Un mercado que llevaba años de precarización y de expulsión de grandes colectivos fuera del marco del empleo de calidad. La crisis 2008-2016 fue una nueva oportunidad de articular el último entramado de seguridad.

La discusión sobre la RBU adquirió altos grados de temperatura entre defensores y detractores, entre utópicos y pragmáticos, convirtiéndose en un debate complejo de entender por el conjunto de la ciudadanía. Mucha gente no acababa (ni acaba) de entender la diferencia entre renta mínima, renta garantizada, renta básica universal y los diversos matices que rodean la cuestión. Esto ha generado que la misma haya llegado al conjunto de la sociedad de una forma distorsionada, a pesar del esfuerzo de muchos por poner claridad y razón.

Fue durante la segunda legislatura del Gobierno de Mariano Rajoy, debido a las presiones que estaba recibiendo no solo a nivel interno de las organizaciones sociales sino desde la Unión Europea, cuando se acomete el último intento de revisar a fondo el sistema de garantía de rentas para poder reorganizarlo. No existe una versión pública de lo sucedido en ese proceso que se desarrolló entre octubre de 2016 y diciembre de 2017. Queda como testigo del trabajo el informe que realizó el equipo de investigación encargado a tal efecto.[2]

Mi impresión sobre aquel proceso en el cual participé, es doble. Por un lado, el Gobierno (o los representantes del mismo en el proceso) le costaba asumir que la realidad que subyacía como necesidad de aquella reforma no cuadraba con la imagen de un país en recuperación. No se compartían las cifras de pobreza, exclusión y desigualdad que lo fundamentaban. Por otro, las conclusiones eran demoledoras para el propio sistema y necesitaban de un esfuerzo ciclópeo el querer acometerlas, sobre todo porque reconocían que el empleo, tanto por cantidad como por calidad, ya había dejado de tener la fuerza suficiente para la inclusión de amplias capas de la población. Invertir en reforzar el sistema de prestaciones era difícilmente asumible en un contexto de contención del gasto público.

Después de diez años desde el comienzo de la “gran Recesión” no habíamos sido capaces de acometer a nivel estatal una reforma necesaria de los mecanismos prestacionales de lucha contra la pobreza.

Y en esta situación llegó un virus…

Dónde estamos

El día 29 de mayo se aprobó en el Consejo de Ministros el Real Decreto-ley 20/2020 que regula el acceso a un ingreso mínimo vital (IMV) desde el sistema de la Seguridad Social. Para los miles de personas que lo necesitaban antes de la crisis de la COVID-19 y para las que no tenían ingresos en los que apoyarse llega muy tarde. Sin embargo, que en tres meses que han pasado desde el estallido de la pandemia se haya legislado al respecto, y dentro de los ritmos de gestión de cualquier administración pública, hay que valorarlo muy positivamente.  El RDIM despeja las dudas de enfoque que se han venido discutiendo a lo largo de los últimos años y supone un hito en la protección social en España al introducir una prestación de carácter flexible y dirigida a la lucha contra la desigualdad y la pobreza  en el sistema de la Seguridad Social.

Enunciemos en primer lugar algunos de los avances de la norma frente al anterior sistema. El RDIM reconoce la doble naturaleza de la pobreza y la exclusión, tanto desde el punto de vista personal y del hogar (trampa de la pobreza) como de déficits estructurales de la sociedad (seguro colectivo). Se reconoce como derecho subjetivo, dando un paso importante frente a la tradición, en épocas de crisis, de limitar el derecho por la vía de la asignación de un presupuesto limitado con objetivo de contener el déficit en primera instancia. Esta práctica fue muy utilizada durante la anterior crisis por algunas CCAA. Su entrada en la cartera de prestaciones no contributivas de la Seguridad Social amplía su marco de protección.

Se vincula a la situación de necesidad y no a un plazo predeterminado independientemente a la misma. Con ello se convertirá en un mecanismo de estabilización automática como las prestaciones de desempleo en épocas de crisis.

Se articula con otras necesidades básicas como la vivienda, exonerando la vivienda habitual del cómputo patrimonial para la obtención del ingreso y contemplando posibilidades de mejora en tanto en cuanto el alquiler supere el 10% del ingreso mínimo anual correspondiente a su categoría. Esta articulación es un avance relevante, aunque tiene que entenderse que los costes de la vivienda exceden con mucho lo que el Ingreso Mínimo Vital (IMV) puede resolver en las necesidades de vivienda de la población perceptora de la prestación.

Finalmente, y esto es algo importante cuando hablamos del ámbito de la exclusión social, dota de la posibilidad de contemplar circunstancias individuales y del hogar diferentes a las descritas a la hora de valorar su concesión y las circunstancias de cambio. En este aspecto las CCAA y los Ayuntamientos podrán tener un papel relevante en este aspecto, transformando el sentido arbitrario histórico de las rentas mínimas, por una prestación de derecho “comprensiva” de los matices de la realidad de los hogares. En este caso no es lo mismo si es antes “el huevo o la gallina”. No es lo mismo tener una prestación de derecho que la pueden percibir justificadamente hogares que no cumplen determinados requisitos, que una valoración subjetiva que te da acceso a una prestación de derecho.

Sin embargo, hay aspectos que, desde mi punto de vista, o bien quedan ambiguamente definidos o bien quedan a expensas de futuros desarrollos normativos de carácter reglamentario que no está clara su dirección.

El fundamental tiene que ver con la articulación con los mecanismos del empleo. De forma tácita se reconoce la obligación de participar en el marco del empleo como mecanismo principal de inclusión. Esta participación se circunscribe inicialmente a estar inscrito como demandante de los servicios de empleo. Cómo y de qué manera se vaya a desarrollar esta vinculación será determinante dadas las dificultades de los Servicios de empleo de estar preparados para trabajar con perfiles de personas en programas o itinerarios que no están diseñados a tal efecto. Una de las causas fundamentales de la pobreza severa en España tiene que ver con la enfermedad y la no existencia de prestaciones adecuadas ante esta circunstancia. Es deseable que lo que el IMV puede ayudar a paliar, no lo menoscabe la presión hacia una empleabilidad imposible.

Un objetivo muy razonable del RDIM es impulsar las oportunidades para la inclusión social.

¿Cómo se piensa articular el IMV con esas oportunidades?

¿Será bajo los tradicionales mecanismos de control social de los Servicios Sociales o esto supondrá un replanteamiento de los mismos intentando construir el derecho a la inclusión independientemente al derecho a la supervivencia?

La existencia de una prestación en la Seguridad Social es una herramienta que puede ser utilizada como palanca para la inclusión, pero la percepción del IMV no puede condicionarse a la participación en itinerarios de inclusión. El éxito de un itinerario (que por cierto es un concepto explicativo que no es real en la intervención social) se debe a la voluntad de los que lo recorren, voluntad que no debe ser condicionada, dado que su efectividad bajará en ese caso.

Queda abierto, por otro lado, que se vinculen las obligaciones de la prestación con futuros acuerdos para la inclusión con las CCAA en el desarrollo de sus propias competencias. Si no existe una cierta homogeneidad en la aplicación en este sentido se puede abrir un nuevo frente de desigualdad que precisamente este Real Decreto trata de superar con la prestación. En las diversas reuniones explicativas que se han desarrollado post-decreto, se ha insistido en pedir aclaraciones sobre este aspecto, asegurándose que no se va a condicionar recibir la prestación del IMV a aceptar un trabajo o a participar en un itinerario de inserción. En la línea de la idea de un doble derecho. Este será un punto especialmente complejo. En este momento el ministro Escribá ha anunciado que se ha propuesto pasar “de oficio” a los actuales perceptores de las rentas mínimas autonómicas al nuevo IMV.

¿Será obligatorio también la participación en itinerarios discrecionales como lo es en muchas CCAA?

Por último, un elemento que debería de abordarse en el desarrollo reglamentario del RDIM es el de algunos colectivos específicos que se han quedado fuera. Solo cito uno específico como ejemplo, el de las personas que salen con 18 años de nuestro sistema de protección de menores y que por edad no tendrían derecho a percibirlo. Es absurdo haber estado protegiendo a niños y jóvenes, invirtiendo en ellos durante años y luego dejarlos a la intemperie. Su incorporación en el desarrollo reglamentario tendría todo el sentido.

Mención aparte es el no contemplar la inmigración irregular. Podría entenderse la necesidad de establecer un límite en esta materia, sin embargo, los diseñados dejan fuera situaciones no de personas recién llegadas sino vinculadas a la irregularidad sobrevenida y otras circunstancias difíciles de comprender. Se argumenta que quizá este pudiera ser el campo de las políticas de asistencia social de las CCAA, porque es cierto que ciertas particularidades pueden ser enfrentadas mejor desde la cercanía de una administración territorial. Sin embargo, esta cuestión es demasiado amplia y compleja como para querer evadirla.

Hacia dónde vamos

Uno de los temas más espinosos, una vez comience a implementarse esta prestación, es a qué se van a destinar los actuales fondos de gasto de las rentas mínimas. Existe el riesgo de que el efecto sustitución entre ambas prestaciones genere incentivos no deseados, ya que ante la garantía desde el Estado de una cantidad mínima homogénea a nivel del conjunto del país, puede haber CCAA que decidan directamente ahorrarse la prestación o trasvasar sus fondos a partidas alejadas del gasto social.

Una de las ideas que subyace detrás de la nueva ley es la de que se produzca una articulación adecuada con las realidades sociales de las diferentes CCAA. En este sentido, los niveles de vida de cada una de ellas es diferente, y las realidades de desigualdad también.[3] Parecería razonable que una primera forma de utilizar esos fondos sea para equilibrar los déficits que la inversión estatal pudiera suponer respecto a los umbrales autonómicos de pobreza y exclusión social o para incrementar la lucha contra la pobreza en aquellas CCAA con menor nivel de vida, pero con mayores índices de pobreza y exclusión social. De esta manera podrían mejorarse los resultados en términos de reducción de la pobreza monetaria. Una segunda manera es construyendo un sistema de complementos a esa renta mínima estatal que vaya dirigido a realidades específicas de los hogares que tengan ciertas características de vulnerabilidad y no contempladas en el RDIM, como las personas que no puedan justificar alguno de los requisitos de empadronamiento o tiempo de emancipación, etc.

Las cifras del IMV apenas llegan para superar los niveles de pobreza severa en un hogar, por lo que hay un amplio elenco de necesidades que no llega a cubrir.

Una tercera vía es la de construir prestaciones complementarias vinculadas a necesidades concretas, como podría ser para el acceso o el mantenimiento de la vivienda, necesidades de salud (acceso a tratamientos como el dentista o acceso a medicación) o necesidades urgentes frente a gastos inesperados. No olvidemos que las cifras del IMV apenas llegan para superar los niveles de pobreza severa en un hogar, por lo que hay un amplio elenco de necesidades que no llega a cubrir.  Por último, otra vía es vincular ese gasto al desarrollo del concepto del doble derecho. Derecho a la supervivencia, a través de una prestación dirigida a reducir la pobreza monetaria (a través del IMV), y derecho a la inclusión, a través de programas de apoyo para mejorar la participación en el producto social a través de los Servicios Sociales Públicos.

Esta última alternativa, solo la vería eficaz en aquellas CCAA con un volumen elevado de gasto en la actual prestación, ya que suelen correlacionar con sistemas de seguridad social más desarrollados y con menos problemas estructurales. CCAA con déficits en, por ejemplo, ratio de trabajadores sociales por habitante y que actualmente dedican pocos fondos a la renta mínima corren el riesgo de que los mismos se vean absorbidos por ese tipo de necesidad, pero que al ser cantidades mínimas no tengan un impacto real en esos déficits y acaben perjudicando al sector de la población que las pudiera percibir.

Un segundo aspecto, quizá el más relevante históricamente en relación a las rentas mínimas autonómicas, es la capacidad de cobertura entre la población que la necesite.

¿Llegará a quién lo necesita? Esto depende de dos aspectos, los requisitos y la accesibilidad.

En relación a la primera los requisitos parecen razonables en el contexto en el que nos encontramos, aunque está por demostrar si la capacidad de gestión y la solicitud telemática no reflejará la brecha digital de la población más pobre. Simplemente tener que hacer la declaración de la renta (aunque sea a posteriori) ya será un hándicap a superar.

En relación al segundo, el RDIMV establece la necesidad de llegar a acuerdos con el máximo posible de agentes que puedan colaborar en este sentido. La existencia multicanal de solicitudes puede ser beneficiosa si finalmente se estructura. Habrá que esperar al desarrollo de los acuerdos correspondientes y de los medios que se pongan a disposición de este desarrollo.

En cualquier caso, habrá que dar tiempo para comprobar en la práctica las personas que quedan fuera del IMV, tomar las medidas correctoras correspondientes y valorar las mejoras de la propia prestación . Se ha insistido durante la presentación del RDIMV en la importancia de la evaluación tanto ex-ante como ex-post. Bienvenidas sean, son muy necesarias y nos ayudarán a tomar mejores decisiones. “Ojalá” todas las políticas públicas sean tan bien evaluadas como las dirigidas a las personas más pobres.

Un tercer aspecto notable de futuro será hasta qué punto, una vez puesto en funcionamiento y habiendo alcanzado un cierto desarrollo, el IMV interferirá o potenciará el debate sobre continuar dando pasos para que esta prestación se convierta verdaderamente en una Renta Garantizada no condicionada, o relance el debate más amplio de la Renta Básica Universal (RBU). Hay elementos positivos en la actual ley que la acercan a una renta garantizada como el reconocimiento del derecho subjetivo, y quizá los elementos de condicionamiento que se han establecido en el IMV reflejan la ambigüedad de la actual discusión.

Es posible que esta implantación sea un primer paso como ya anunció el Ministro Escrivá,[4] y que la misma ley enuncia, que en el futuro tenga que ser contemplado dentro de una reordenación más amplia de nuestro “sistema” de garantía de rentas. Pero la línea que se ha establecido se acerca mucho más a políticas focalizadas que a una dirección más universalista. Además de esta dificultad, no hay seguridad de que esto sea así en un contexto de inestabilidad política y de enormes tensiones presupuestarias. De hecho, podría esperarse un proceso de reducción conjunta a la baja una vez que se incorpore en el debate la reforma de los mecanismos de prestaciones al desempleo y de las pensiones. La solución a solapamientos e ineficiencias del sistema, medidas imprescindibles de acometer, pueden llevar a una cierta desinversión que debe ser suficientemente justificada en el caso que se produzca.

Con unos presupuestos del Estado en situación de aumento creciente en su déficit, no parece muy posible avanzar en la discusión/implantación de la RBU. Como apunta Noguera,[5] en este tipo de contextos nos enfrentamos a un trilema de difícil solución simultánea: que la renta sea lo suficientemente alta para hacer desaparecer la pobreza, que sea disponible de forma inmediata y que sea incondicional, universal e individual . En cualquier caso, la actual ley es un paso que había que recorrer.

Un cuarto aspecto es cómo va a evolucionar el apoyo a medidas protectoras de este tipo en la ciudadanía y la interpretación que hagan las mismas nuestros decisores públicos. El barómetro de mayo de 2020 del Centro de Investigaciones Sociológicas da un apoyo del 83,4 % de que el Gobierno conceda un IMV a aquellas personas y sectores más necesitados. Existe un alto apoyo a una prestación condicionada. Sin embargo, el apoyo a una prestación universal y no condicionada no supera el 50% en la mayoría de las CCAA según los estudios territoriales realizados por la Fundación FOESSA. Incluso como refieren Barragué y Martínez[6] es posible que las personas que apoyan una Renta Básica Universal ante una pregunta de prestación condicionada a los niveles de renta y pensando solo en los que lo necesiten, también expresen opiniones contradictorias.

Por último, tendremos que observar atentamente cuáles son los efectos reales de una prestación de estas características sobre la economía sumergida. Parece clara la intencionalidad, en las próximas reformas del sistema asistencial de prestaciones públicas, de reducir, de forma indirecta, los efectos perniciosos de la misma. No sabemos qué efectos tendrá la colusión en este caso, pero no perdamos de vista que las dinámicas de la pobreza y la exclusión social van mucho más allá de los mecanismos legislativos. El trade-off que conlleva entrará en juego en relación a este último objetivo, y el resultado es una incógnita.

El Ingreso Mínimo Vital era necesario, pero solo es un paso más en el largo camino que queda por recorrer en la garantía del derecho a la supervivencia material.

Guillermo Fernández Maíllo es sociólogo. Miembro de la Fundación FOESSA y del Equipo de Estudios de Cáritas Española.

 

[1] Exposición de motivos del Real Decreto-ley 20/2020, de 29 de mayo, por el que se establece el Ingreso Mínimo Vital.

[2] Luis Ayala, José María Arranz, Carlos García y Lucía Martínez, El sistema de garantía de ingresos en España: tendencias, resultados y necesidades de reforma, Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, 2015,

[3] Estas disparidades pueden ser consultadas en  Guillermo Fernández (coord..) Informes territoriales sobre exclusión y desarrollo social, 2019.

[4] Consulta 9 de junio 2020, https://www.eldiario.es/economia/Jose-Luis-Escriva-ingreso-hogares_0_1018398538.html

[5]  José Antonio Noguera La renta básica universal, un estado de la cuestión, 2019.

[6] Borja Barragué y César Martínez, «La renta básica en la agenda de Podemos: ¿cuestión de viabilidad política o de viabilidad financiera?», ICADE, Revista de la Facultad de Derecho núm. 99: Economía de la salud, 2016, pp. 159-183.

 

Acceso al texto completo en formato pdf: Ya está aquí el Ingreso Mínimo Vital.

 

 


Lecturas Ecosociales Recomendadas

 

Se acerca el mes de agosto en el que nos vamos de vacaciones y por ello, antes de hacer las maletas FUHEM Ecosocial quiere dejaros unas recomendaciones de lecturas para que podáis disfrutar estos días.

Para ello, hemos recopilado unas publicaciones sobre interesantes temáticas: las relaciones entre el trabajo y la calidad de vida, las utopías en tiempos de pandemia, enfoques críticos sobre la economía mundial, el trabajo de cuidados, educación ecosocial, el buen vivir, la securitización del cambio climático, la crisis ecosocial, la emergencia climática, la ciudadanía activa frente a los problemas ambientales y sobre el poder de las corporaciones, entre otros.

Papeles de relaciones Ecosociales y Cambio Global

 

 

Trabajo y vida buena en la encrucijada, Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 150, verano 2020.

Este número de PAPELES aborda la cuestión del trabajo, el origen del término, y su relación con la calidad de vida. Respuestas necesarias respuestas en clave social y solidaria a la crisis económica post-Covid19: la fiscalidad justa y el ingreso mínimo vital desde una mirada crítica. El novedoso concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB) como un marco conceptual y una análisis de decrecimiento y posdesarrollo.Inclyue también un artículo sobre economía militar en España desde el franquismo a la democracia y otros textos que no te puedes perder.

 

Utopías en tiempos de pandemia, Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 149, primavera 2020.

En este número queremos explorar los caminos de la utopía como un horizonte hacia el que mirar, en un contexto como el actual de guerra contra el planeta en la era del Antropoceno. Por ello, hacemos un repaso histórico de la noción de utopía que se ubica en el contexto contemporáneo del Antropoceno. Realizamos una crítica a las utopías tecno-científicas, como es el caso del transhumanismo (superación de las enfermedades, muerte, con la biomedicina e incluso traspaso de nuestra mente a un ordenador); y reflexionamos sobre qué queda de la utopía pacifista con nuestra actual capacidad militar de destrucción, o de la utopía socialista después de las experiencias vividas.

Dosieres Ecosociales

Un estudio para la participación ambiental, la ciudadanía activa y las redes vecinales ante la emergencia climática

Cristina Contreras

Nos encontramos en un momento histórico marcado por una profunda crisis múltiple, que abarca desde problemas económicos hasta políticos y de cuidados, así como una crisis ecológica que pone en jaque a la humanidad. Si bien aquellas son graves y urgentes, ésta marca un horizonte que no debe ser traspasado para asegurar la supervivencia de nuestra especie.

La educación ambiental y la participación son herramientas de cambio. Barrios por el clima es un proceso de participación ambiental que busca la transformación desde el compromiso, la implicación y la corresponsabilidad. En definitiva, pretende educar para la acción.

Los discursos en torno a la emergencia climática
Rubén Gutiérrez Cabrera

En poco tiempo, la “emergencia climática” se ha convertido en nuevo marco con el que los medios de comunicación y la opinión pública global se refieren a la actual situación de crisis climática que enfrenta la humanidad, pasando de ser un concepto apenas utilizado a perfilarse como un eslogan con un potencial de incidencia en las políticas ambientales sin precedente.

En este contexto, se vuelve fundamental indagar en los relatos surgidos en torno a la “emergencia climática”, pues del resultado de las discusiones que se libran en torno a su definición e implicaciones dependerá en gran medida que las “declaraciones de emergencia climática” se decanten del lado de la sostenibilidad y la justicia climática, o del lado de un repliegue autoritario en forma de ecofascismo.

Colección Economía crítica & ecologismo social

La economía mundial: enfoques críticos

Pedro José Gómez (coord.)

El número 16 de la colección Economía crítica & Ecologismo social coordinado por Pedro José Gómez, recoge las aportaciones de los principales representantes de la economía crítica en nuestro país que articulan una visión heterodoxa de la economía mundial, que permite comprender en profundidad y con precisión las características estructurales y la dinámica actual, y atender a los problemas reales.

La gravedad de los problemas económicos y la relativa esterilidad de las interpretaciones habituales revelan la necesidad de aproximaciones críticas al estudio de la economía mundial.

El trabajo de cuidados: historia, teoría y políticas

Crsitina Carrasco, Cristina Borderías y Teresa Torns (eds.)

Este texto recupera y avanza en los debates en torno al trabajo de cuidados, trabajo imprescindible para la reproducción social y el bienestar cotidiano de las personas, que continúa siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres, pero que resulta de vital importancia para toda la sociedad. Desde hace cuarenta años ha ido aumentando progresivamente el interés entre quienes se ocupan y preocupan del bienestar en las sociedades contemporáneas, especialmente en el pensamiento feminista, que ha mostrado que las tareas de atención y cuidado de la vida de las personas son labores imprescindibles para la reproducción social y el bienestar cotidiano.

Este análisis recoge los debates, elaboraciones teóricas y estudios aplicados en torno al trabajo de cuidados producidos en las diferentes disciplinas sociales en las últimas décadas, aportando una perspectiva histórica.

 

Educación Ecosocial: cómo educar frente a la crisis ecológica. La Situación del Mundo 2017. Informe Anual del Worldwatch Institute. 

Educación Ecosocial explora las áreas tradicionales de la educación ambiental, tales como el aprendizaje basado en la comprensión del funcionamiento de la naturaleza y el pensamiento sistémico, y también otros aspectos esenciales de la educación como el aprendizaje socio-emocional o las pedagogías que conceden gran importancia al juego. Con ello, la presente edición de la colección La situación del mundo, principal publicación del Worldwatch Institute, examina cómo repensar la educación con el fin de desarrollar una sociedad sostenible preparada para adaptarse al cambio global.

La edición española de la Situación del Mundo, como es habitual, incluye un Apéndice centrado en algún aspecto de la temática central del informe, pero referido a la situación medioambiental española. Este año esta sección incluye dos capítulos: uno escrito por Rafael Díaz Salazar sobre el cambio ecológico de la educación, y otro firmado por Víctor M. Rodríguez Muñoz (director del Área de Educación de FUHEM) y Yayo Herrero López (directora general de FUHEM), Claves para la construcción de un proyecto educativo transformador.

Cambio Climático, S.A. es un trabajo del Transnational Institute que ahora FUHEM Ecosocial publica en castellano.

Los autores documentan meticulosamente cómo los ejércitos y las corporaciones, con el consenso de ciertos grupos políticos, buscan hacer del cambio climático un gran negocio del que lucrarse, mientras profundizan la exclusión de las y los desposeídos, expuestos a las peores consecuencias. Al mismo tiempo, el libro invita a la ciudadanía a pensar otros modos de abordar las consecuencias de la crisis climática respetando los derechos sociales y la sostenibilidad.

El libro plantea una serie de incómodas pero necesarias cuestiones ante las que no podemos permanecer indiferentes: ¿Quiénes son los ganadores y los perdedores de las nuevas estrategias de «seguridad climática»? ¿Cuáles son las implicaciones de que instituciones como el Pentágono o corporaciones como Shell reformulen el alcance del cambio climático desde los ámbitos de justicia social y ambiental a los de seguridad? ¿Qué es lo que se va a asegurar, para quién, por parte de quién y a qué coste?

 

Buen Vivir: utopía para el Siglo XXI

Patricio Carpio Benalcázar

El libro aborda el Buen Vivir como una construcción colectiva desde diferentes enfoques y posiciones que expresan la diversidad de tendencias movilizadas por encontrar rutas para traspasar el maldesarrollo dominante y confluir en sistemas sociales sustentables para el siglo XXI.

El Buen Vivir representa uno de los esfuerzos más relevantes para definir derroteros civilizatorios alternativos para las sociedades de este siglo y abarca subsistemas como las pluridiversidades, ecoarmonías, soberanías y otras economías, con sus respectivas dimensiones como el Estado plurinacional, los derechos de la naturaleza o la democracia participativa.

El Buen Vivir, para constituirse en alternativa de poder, debe enfrentar los tres grandes paradigmas que sostienen la noción de desarrollo y sus prácticas instituidas: la colonialidad, el crecimiento económico y la teoría de la modernización.

 

Estado del Poder 2020: La corporación

En este informe –el noveno de los publicados por TNI y el quinto editado en español por FUHEM Ecosocial– recogemos una selección de artículos de la versión original en inglés que exploran la naturaleza cambiante de la corporación en tiempos de digitalización y financiarización para tratar de responder a una cuestión candente: ¿Cómo puede la sociedad civil organizada confrontar el creciente poder corporativo y construir alternativas?

Actualmente, las corporaciones dominan la economía mundial y gozan de gran influencia en las instituciones administrativas a través de diversos mecanismos –potentes núcleos de lobby, altos cargos con estrechos lazos corporativos o más oscuras tramas de “regalos” y contratos–.

 

La gran encrucijada: crisis ecosocial y cambio de paradigma

Santiago Álvarez Cantalapiedra

Ensayo publicado por HOAC se estructura en tres partes. La primera, compuesta de cuatro capítulos, caracterizan la crisis ecosocial: «la crisis de las muchas crisis». En ella subyace una crisis ecológica, económica y de cuidados, una profunda involución social y un vaciamiento democrático.

La segunda parte aborda el orden social que surge de las transformaciones anteriores. Vivimos unos tiempos inciertos donde el futuro está abierto.

La última parte del libro plantea la urgencia de un cambio de paradigma que sea capaz de situar en el centro de la conversación pública la vida buena. Sin una idea de lo que significa, se hace difícil construir una sociedad justa que permita que todas las personas puedan llegar a fin de mes sin que eso impida salvar al mundo.

Y en todo ello, qué pueden aportar las religiones en la búsqueda de respuestas a los problemas socioambientales.


PAPELES 150

Papeles cumple 35 años y sus 150 números la han convertido en una referencia indiscutible para conocer los principales problemas y debates de nuestro tiempo.

Pionera en la investigación para la paz en sus inicios, lo es también desde hace más de una década al delimitar la problemática ecosocial y abordar, con una mirada interdisciplinar, temas relacionados con la sostenibilidad, la cohesión social y la democracia, considerando la paz como eje transversal de análisis.

El pensamiento de analistas, teóricos y activistas, tanto del panorama nacional como internacional, hacen de las páginas de Papeles escenario intelectual crítico para una sociedad justa en un mundo habitable.

El nuevo número de PAPELES: Trabajo y vida buena en la encrucijada, cuenta con una INTRODUCCIÓN que lleva la firma de Ángel Martínez González-Tablas que, en tanto que es expresidente y patrono de FUHEM y que ha conocido esta revista de primera mano desde sus inicios, repasa la historia de esta revista, así como los desafíos, la funciones y objetivos que como revista crítica debe tener en el presente y futuro cercano.

La sección de A FONDO centra su atención en la cuestión del trabajo y la vida buena en la encrucijada ecosocial, complementándose con un texto de André Gorz en la sección REFERENTES, introducido por el director de la revista, Santiago Álvarez Cantalapiedra.

En ACTUALIDAD, dos artículos aluden las necesarias respuestas en clave social y solidaria a la crisis económica post-Covid19: la fiscalidad justa y el ingreso mínimo vital desde una mirada crítica. Con esa misma mirada completa la sección un artículo de José Manuel Naredo sobre decrecimiento y posdesarrollo.

A su vez, en EXPERIENCIAS centramos la atención en el caso de Bután y Felicidad Interior Bruta (FIB) como un marco conceptual y criterio de razón pública que delimita la agenda política butanesa.

Finalmente, en este número se recoge un ENSAYO de Ofelia Agoglia sobre las etapas por las que transcurre la historia ambiental Argentina y las respuestas que emergen de la corriente ambiental crítica latinoamericana, y otro de Pere Ortega centrado en la economía militar en España desde el franquismo a la democracia.

Y por supuesto no deja de estar presente la sección LECTURAS en la que se reseñan algunas publicaciones recientes que pueden resultar de especial interés para nuestros lectores y lectoras.

A continuación, ofrecemos el Sumario de la revista, que podrás descargar a texto completo, junto con la Introducción de Ángel Martínez González-Tablas, y el artículo sobre el Mito del trabajo de Erik Gómez-Baggethun y José Manuel Naredo. 

SUMARIO

INTRODUCCIÓN

PAPELES en sus 35 años: vocación y función de una revista crítica, Ángel Martínez González-Tablas.

A FONDO

El mito del trabajo: origen, evolución y perspectivas, Erik Gómez-Baggethun y José Manuel Naredo.

La civilización del malestar: precarización del trabajo y efectos sociales y de salud, Joan Benach, Pere Jódar y Ramón Alòs.

Calidad de vida y mercado de trabajo, Lucía Vicent Valverde.

Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030. Equilibrios difíciles entre lo ecológicamente necesario y lo políticamente posible, Emilio Santiago Muíño.

ACTUALIDAD

Fiscalidad justa: una respuesta solidaria a la crisis económica derivada de la Covid19, Xavier Casanovas Combalia.

Ya está aquí el Ingreso Mínimo Vital, Guillermo Fernández Maíllo.

Comentarios y aportaciones a la meta del decrecimiento, a la sombra de los diccionarios del Posdesarrollo y del Decrecimiento, José Manuel Naredo.

EXPERIENCIAS

Felicidad Interior Bruta (FIB): una vía política para otro desarrollo, Luis Rodríguez Calles.

ENSAYO

¿Civilización sin barbarie? Crónica de un eterno retorno. Reflexiones desde la corriente crítica latinoamericana, Ofelia Agoglia.

La economía militar en España del franquismo a la democracia, Pere Ortega.

REFERENTES

André Gorz: revisitando la noción de trabajo, Santiago Álvarez Cantalapiedra.

Temas para una izquierda futura, André Gorz.

LECTURAS

No Go World. How Fear Is Redrawing Our Maps And Infecting. Our Politics, de Ruben Andersson.

Nuria del Viso

Contra la caridad, de Daniel Raventós y Julie War.

Diego Escribano Carrascosa

La Gran Encrucijada, de Santiago Álvarez Cantalapiedra.

Margarita Suárez Barrera

RESÚMENES

 

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Tel.: +34 914310280

Email: publicaciones@fuhem.es

Puedes adquirir la revista PAPELES en nuestra librería virtual.

 


Selección Recursos: Riesgos nucleares

Dentro de unos días se conmemorará el 75 aniversario de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki (6 – 9 de agosto de 1945).

Dos bombas atómicas, la Little Boy y la Fatman mataron o condenaron a muerte a unas 246.000 personas y causaron terribles daños, ya que los efectos de la radioactividad perviven hasta hoy.

En FUHEM Ecosocial hemos recopilado una serie de artículos publicados en los 35 años de historia de nuestra revista PAPELES, que abordan los riesgos y consecuencias del uso de la energía y las armas de origen nuclear.

PAPELES nació a mediados de la década de los ochenta, una década caracterizada por el recrudecimiento de la Guerra Fría debido al incremento de la tensión entre EEUU y la URSS, el desafío de la guerra de las galaxias, los euromisiles y la amenaza nuclear.

Ya desde sus primeros números PAPELES reflejó su preocupación por temas referidos a los gastos militares, al impacto ecológico de la carrera de armamentos, la transparencia y la falta de control sobre las armas nucleares y sobre las nuevas amenazas procedentes de Irán, Corea del Norte y el enfrentamiento entre Inda y Pakistán.

Para ello, contó con la colaboración de organizaciones como: Stockholm International Peace Research Institute - SIPRICampaign for Nuclear Disarment (CND) y Greenpeace; y con autores de la talla de Vicenç Fisas Armengol, Rafael Grasa Hernández, Michael T. Klare, Manuel Ruiz Pérez, Luis Alberto Sanz, Marisa Loredo, William Arkin, José M. Martín Medem, José Carlos Lechado, Harald Müller, Nicolau Barceló, Paul C. Warnke, José María Tortosa, Ricardo Arredondo, Wade L. Huntley y Michael Spies.

La Revista PAPELES contó entre los números 58 y 74 (1996-2001) con una sección titulada: Crónica sobre No Proliferación y Desarme Nuclear, escrita por Vicente Garrido Rebolledo que durante esos años era colaborador del Centro de Investigación para la Paz - CIP de FUHEM y miembro del Programa de No-Proliferación Nuclear del Peace Research Institute of Frankfurt –PRIF.

Esta sección recogía las principales noticias y avances producidos en materia de control de armamentos nucleares, (no) proliferación e iniciativas de desarme nuclear. negociaciones para la conclusión de un Tratado de Prohibición Total de las Pruebas Nucleares (CTBT), misiones de verificación del desmantelamiento del programa de armas de destrucción masiva de Irak.

La amenaza o riesgo nuclear producto del enfrentamiento: India-Pakistán en el Sudeste Asiático y la Península Coreana en Asia Oriental.

Reflexionó acerca de las perspectivas de éxito o fracaso de los acuerdos como el Strategic Arms Reduction Treaty - START II, Tratado de Reducción de Armas Estratégicas , el Tratado para la Prohibición Total de las Pruebas Nucleares (CTBT) o la Convención para prohibir la producción de materiales fisionables con propósitos militares (Cut-off).

Los artículos incluían al final un listado de publicaciones recientes relacionadas con el tema tratado.

A partir de 2007, la nueva etapa de la revista: Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global ha reflejado los debates sobre las ventajas o inconvenientes de la utilización de energía nuclear con un diálogo entre Eduardo González y Francisco Castejón, moderado por Mónica Lara del Vigo (Papeles 100, 2007/2008)

El número 106 (2009) publica un texto de Eduard Rodríguez Ferré Y Salvador López Arnal que aborda el marco –político, económico, militar, de seguridad, de (des)información a la ciudadanía– en el que se suele mover y proyectar la industria nuclear, bajo el título El poder del lado oscuro de la fuerza. Presiones, falacias e intereses atómico-nucleares

Los mismos autores que nos hablan en 2011 sobre la catástrofe de Fukushima, dando la vuelta al lema publicitario del poderoso lobby nuclear internacional que decía que la energía nuclear, es ilimitada, limpia, barata y segura (113).

Ni es ilimitada dada las reservas internacionales de uranio; ni es limpia analizada en su conjunto; ni es barata si sumamos todas las externalidades y el inmenso pozo sin fondo que representa el tratamiento de los residuos radiactivos.

Salvador Lopez Arnal entrevista en el número 128 a Andrés Martínez Lorca sobre las secuelas de la tragedia ocurrida 1966 cuando chocaron sobre el cielo de Palomares, una aldea de la costa levantina de Almería, dos aviones militares norteamericanos, un B-52 cargado con cuatro bombas atómicas de hidrógeno y un avión nodriza KC-135 que lo abastecía de combustible en pleno vuelo. Dos bombas atómicas se rompieron e incendiaron provocando en la zona una grave contaminación de uranio y plutonio. Una tragedia de la que ni entonces, ni tampoco a lo largo de la Transición, se informó adecuadamente a la opinión pública española, ni tampoco de las secuelas que todavía afectan al terreno y a sus habitantes.

Papeles 135 recoge las preguntas que se hace el escritor sueco Henning Mankell sobre los residuos radiactivos: ¿van a ser los residuos radiactivos, el oscuro legado que nuestra Humanidad dejará a las futuras generaciones? ¿Serán los residuos nuestros agujeros negros? ¿Cuál será nuestra responsabilidad en futuros y trágicos escenarios?

Ante la gran preocupación sobre el cambio climático y sus efectos entre la población, la industria nuclear se postula como una solución a las emisiones de gases de efecto invernadero, alegando que la producción de electricidad a partir de la energía nuclear está libre de emisiones de CO2. Xavier Bohigas en su artículo Centrales nucleares, emisiones de CO2 y cambio climático (Papeles 138) comenta diversos estudios que muestran que la energía nuclear no está exenta de emisiones de CO2, tanto si analizamos todo el ciclo de vida de una central nuclear, como si nos restringimos a la fabricación del combustible nuclear.

La energía nuclear no es una alternativa para mitigar el cambio climático, pues tiene enormes inconvenientes en comparación con la opción de las energías renovables.

A través de dos artículos aparecidos en los números 135 y 140, José Ramón Barrueco analiza las consecuencias medioambientales del conflicto generado en Salamanca, en pleno corazón de la dehesa, en la que ha fijado sus intereses una empresa de origen australiano que pretende explotar una mina de uranio.

Los textos revisan los avances y avatares de la resistencia de la Plataforma Stop Uranio y otros agentes de Retortillo (Salamanca) y alrededores, donde se ubica este proyecto (aún sin aprobar) de la empresa Berkeley Minera España, que ya ha causado cuantiosos impactos ecológicos y sociales en la zona.

En una nueva entrevista de Salvador López Arnal esta vez a Miguel Muñiz Gutiérrez sobre la industria atómica y la lucha antinuclear, se exponen diversos motivos para rechazar la energía nuclear:

  • Los impactos en la salud de la contaminación radiactiva que emite el funcionamiento cotidiano de cualquier reactor atómico, al emitir más de 40 tipos de elementos radiactivos. Como esa radiactividad va al medio ambiente, tiene la posibilidad de entrar en el organismo a través de los alimentos o el agua.
  • Seguridad: basta recordar Chernóbil en 1986 y Fukushima. Catástrofes irreversibles a escala humana, porque han dejado su huella en todo el planeta.
  • Los residuos radiactivos: residuos con los que no se sabe qué hacer, muchos de ellos con una actividad de cientos de miles de años, en los que serán peligrosos y que son una herencia envenenada de esta era que ya denominamos el Antropoceno.
  • La vinculación de la industria nuclear civil y militar, no solo por las bombas de uranio, plutonio o hidrógeno, sino sobre todo por los proyectiles de munición de uranio empobrecido; unos proyectiles que se están usando en todas las guerras que han estallado desde 1991, que se usan para perforar blindajes. Unos proyectiles que cuando explotan contaminan con radiactividad, y para muchos años, los lugares en que han explotado, provocando enfermedades en la población

Por último, queremos destacar el artículo de Tica Font para Papeles 149 que bajo el título: Utopía y Antropoceno: críticas y respuestas al reto nuclear, la autora habla sobre cómo el reto nuclear se compone de encontrar una respuesta al almacenaje de los residuos y afrontar el elevado número de armas nucleares existentes.

Reto de los residuos nucleares

Este reto tiene dos procedencias, los residuos de la industria nuclear, en concreto para la producción de energía, y los residuos procedentes de las pruebas de armas nucleares. El legado nuclear que la industria de este sector ha acumulado a lo largo del siglo XX y que dejamos para la vida futura es un problema con importantes repercusiones económicas, ambientales y sociales.

Según la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), actualmente hay más de 370.000 toneladas de residuos, de ellas 250.000 toneladas son de combustible nuclear almacenadas y 120.000 toneladas de combustible nuclear gastado reprocesado, a las que habrá que añadir las procedentes de cientos de instalaciones en vías de desmantelamiento.

El 98% de estos residuos provienen de centrales nucleares, el resto provienen de hospitales, centros de investigación, centros de producción de isotopos o de instalaciones militares (fábricas de armas o el combustible para reactores de propulsión de submarinos)

La construcción de cualquier forma de almacenamiento tiene unos requerimientos tan singulares que todavía hoy en día no se ha encontrado una solución técnica y segura al almacenamiento de estos residuos.

En definitiva, no hay ninguna propuesta que demuestre que los residuos de alta actividad se vayan a mantener aislados del entorno durante decenas de millones de años. Por eso, «dada la escala de tiempo de la que hablamos, hay que tomarse un tiempo para decidir qué hacemos con este legado de residuos nucleares»

Capacidades nucleares existentes

En el mundo tenemos 14.465 armas nucleares. El número de armas nucleares en el mundo ha disminuido desde el final de la Guerra Fría, en su punto más álgido hubo unas 70.300 armas, consecuencia de los tratados START I y II de reducción de los años posteriores; pero teniendo en cuenta la potencia de las armas nucleares existentes, podemos afirmar que las actuales existencias equivaldrían a100.000 explosiones como las de Hiroshima y Nagasaki.

El número de armas nucleares quedan repartidas de la siguiente manera: Rusia 6.500, Estados Unidos 6.185, Francia 300, China 290, Reino Unido 200, Pakistán150-160, India 130-140, Israel 80-90 y Corea del Norte 20-30. Como podemos ver el 88% de todas ellas están en manos de Estados Unidos y Rusia. De todas estas armas, 3.750 están operativas, es decir, están ya montadas en misiles, sea en bases terrestres o submarinos y listas para ser utilizadas de manera inmediata; el resto, están almacenadas y algunas pocas retiradas para desmantelar.

Para la autora, lo preocupante son las actuaciones unilaterales tomadas por Trump, actuaciones que están tensionando al resto de Estados nucleares, no solamente a Corea del Norte o Irán. Lo preocupante es que todo este poder destructivo está en manos de una sola persona.

El artículo también aborda la modernización de los sistemas nucleares es la introducción de la Inteligencia Artificial (IA) que puede desdibujar los límites entre la guerra convencional y la guerra nuclear, lo que puede comportar una escalada de conflictos.

El texto también da visibilidad a las iniciativas de respuesta de la sociedad civil organizada, a través de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), que trabaja por impulsar un Tratado sobre Prohibición de las Armas Nucleares. ICAN agrupa a 547 ONG y desde ahí se ha impulsado, participado y presionado a los Estados para que apoyen, firmen y ratifiquen este Tratado.

La sociedad civil trabaja para crear un estado de opinión suficientemente amplio que presione moral y políticamente sobre los Estados que se resisten buscando estigmatizar el uso de estas armas y la doctrina que justifica su uso.

Las personas que habitamos este planeta necesitamos un compromiso claro, efectivo y vinculante hacia un desarme nuclear.

El reto social y medioambiental es eliminar todas las armas nucleares.

 


El mito del trabajo

El mito del trabajo: origen, evolución y perspectivas

Erik Gomez-Baggethun y José Manuel Naredo

Vivimos en una sociedad estructurada en torno al trabajo. El trabajo no es sólo el principal medio por el cual satisfacemos nuestras necesidades, sino también un importante vector de integración social y un indicador clave de estatus e identidad. En nuestra era, los edificios más altos y espectaculares ya no son iglesias, templos y catedrales para honrar a los dioses, sino rascacielos de oficinas al servicio del trabajo.

La noción de trabajo se percibe hoy como una categoría eterna y universal que tendemos a asumir acríticamente. Pero, por naturalizada que nos parezca hoy en día, la noción de trabajo no existía en otros tiempos.[1] Se consolidó allá por el siglo XVIII, junto con que la noción de producción y la propia idea sistema económico.[2]

La mayoría de las sociedades preindustriales no estaban organizadas en torno al trabajo e incluso carecían en sus idiomas de un término equiparable a la palabra trabajo. Las palabras utilizadas para expresar ideas relacionadas con lo que hoy se entiende por trabajo tenían un significado mucho más estrecho (por ejemplo, para designar actividades concretas) o mucho más amplio (que puede incluir la actitud meditativa del chamán).[3]

La antigua Grecia ofrece un buen ejemplo de una sociedad no estructurada en torno al trabajo. El relato etimológico detallado de Arendt[4] muestra que, al igual que las sociedades primitivas, los antiguos griegos no tenían una palabra que integrara la amplia gama de actividades que actualmente incluimos bajo el término «trabajo» como una categoría homogénea, como tampoco la tenían los antiguos romanos. Su vocabulario contenía una variedad de conceptos para designar diferentes actividades, sujetas a diferente valoración social. Por ejemplo, se despreciaban las tareas ordinarias y generalmente penosas (pónos) relacionadas con la subsistencia y el abastecimiento diario, que no se identificaban con la obra (ergon). Pero no era tanto la manualidad o el esfuerzo exigido por las actividades lo que llevaba a calificarlas de serviles o degradantes, como el carácter dependiente de quienes las realizaban ya fueran esclavos o asalariados.

En Roma se mantuvo ese desprecio por las actividades penosas y dependientes, lo que llevó a Cicerón a afirmar que «cuanto tenga que ver con un salario es sórdido e indigno de un hombre libre […] como también lo es el comercio de reventa».[5] Y en la Edad Media también se siguió careciendo de un término que comprendiera la gama de actividades que ahora llamamos trabajo. Además, como todavía no se había inventado la noción hoy usual de sistema económico, en el lenguaje de las sociedades primitivas, antiguas o medievales no se encuentra una clara diferenciación entre actividades productivas e improductivas, ni entre el trabajo (productivo) y el ocio (parasitario).

El trabajo como criatura de la revolución industrial y la ciencia económica

El trabajo tal como lo conocemos hoy en día es una palabra y una categoría que surgió en un contexto social e ideológico concreto: se estableció conjuntamente bajo el capitalismo industrial y bajo la eclosión de la moderna ciencia económica como disciplina independiente.[6] Se introdujo en el siglo XVIII y se consolidó un siglo más tarde a través de la codificación legal. Además, a finales del siglo XIX al XX, el trabajo (como mano de obra asalariada) se convirtió en la fuente central de supervivencia, identidad personal y movilidad social en los países industrializados.[7] Esbocemos sumariamente cómo surgió y se acabó imponiendo la ideología y la disciplina actual del trabajo.

Las alabanzas a una vida ordenada por la reglamentación monástica y militar se ajustaban a las necesidades del naciente capitalismo. El sonido de las campanas en los monasterios y de las trompetas en los campamentos y barracones, pronto sería imitado por la sirena de las fábricas que pidieron a los trabajadores que se sometieran al ritmo del proceso económico a través del reloj.[8] También hay que advertir que, en el medio rural, el ritmo de las tareas realizadas variaba mucho a lo largo del año, al verse condicionada por las estaciones y el clima, dificultando englobarlas todas bajo una categoría homogénea. Solo la reducción del peso de las tareas agrarias y el avance industrial, unidos a la capacidad de controlar el ambiente mediante iluminación y climatización artificiales, abrió la posibilidad de concebir e imponer la aplicación de un tiempo de trabajo homogéneo durante todo el año.

Ya separado de los ritmos de la naturaleza, el tiempo se convirtió en dinero, y el uso del reloj difundió la idea de “falta de tiempo”. Thompson[9] señala que, en el siglo XVI, cuando las campanas de los relojes comenzaron a sonar a intervalos regulares, el trabajo se empezó a erigir en un valor supremo.

La concepción actual del trabajo surge del capitalismo industrial y la eclosión de la moderna ciencia económica

Aunque la ética del trabajo se había ido extendiendo en siglo XVI entre la burguesía industrial y mercantil, todavía costaría mucho tiempo romper el desprecio por el trabajo asalariado presente entre los campesinos. Incluso tras la liquidación de los usos “comunes” de la tierra y el cercamiento de las fincas que dejó sin medios de vida a buena parte del campesinado en Inglaterra, se constata que llevar a los campesinos y artesanos a las fábricas resultó una tarea difícil. «A los tejedores de lana –escribe Thomson[10]– no les gustaban las fábricas: representaban primero la disciplina; la campana o sirena de la fábrica; el tiempo bajo vigilancia [...] entrar en la fábrica era pasar de ser una persona autónoma y motivada, por pobre que fuera, a ser un sirviente». Los empleadores se quejaban de que los tejedores mantuvieron el “San lunes”, la tradición del absentismo de los lunes[11], que a veces incluso extendían hasta el martes.[12] Un trabajador dispuesto a vender mano de obra al mejor postor era raro en tiempos preindustriales. Thompson señala que no es hasta mediados del siglo XIX cuando podemos vislumbrar «el tipo de trabajador templado, prudente y responsable, orgulloso de poseer un reloj».[13] El evangelio del trabajo finalmente se había impuesto.

Es en el siglo XVIII cuando fue tomando cuerpo la idea actual de trabajo, consolidando su glorificación y su institucionalización como fuente central de ingresos y estatus.[14] El trabajo apareció entonces por primera vez como una categoría homogénea, medible en unidades de tiempo o valor[15] y se identificó unívocamente con el trabajo productivo (de valor añadido) excluyendo las actividades no mercantilizadas. También se identificó unívocamente con la actividad útil, ya que el ocio se degrada a una naturaleza meramente pasiva y parasitaria, corrompiendo el significado antiguo de la palabra, que comprendía la idea de un ocio activo y creativo. El trabajo se convirtió gradualmente en el principal marcador de estatus e identidad en las sociedades industriales, así como el vector más importante para el reconocimiento y la integración de la sociedad.

En este contexto la palabra trabajo fue surgiendo y extendiéndose junto con la revolución industrial y la ideología económica dominante. Cabe afirmar que en el grueso de los países y lenguas del mundo occidental la palabra trabajo tomó sus raíces de otras que significaban tareas penosas y dependientes. «En el griego moderno la palabra doulía significa trabajo en general, como transposición directa de la palabra esclavitud en el griego antiguo, douleía, y doulos, esclavo. Al igual que en español y en francés las palabras trabajo y travail proceden de la voz latina tripalium, que designaba el potro de tres palos al que se ataban los esclavos o malhechores para infligirles castigo. También en ruso las palabras rabota –trabajo– o rabotnik –trabajador– proceden de la raíz rab –esclavo–. En ingles, la palabra labor –trabajo– es originariamente sinónimo de torment –tormento– o agony –agonía–. Y algo similar ocurre en rumano, macedonio, ucraniano, polaco, búlgaro, checo y eslovaco».[16] De esta manera, resulta en extremo paradójico que se pretenda construir una sociedad de personas libres e iguales a base de someterlas mayoritariamente a las servidumbres de un trabajo dependiente, de considerarlas mera “fuerza de trabajo” o “capital humano” a gestionar por otros, con la diferencia respecto a los propietarios de esclavos que ahora los que alquilan y utilizan el trabajo no tienen que preocuparse de cuidar, ni de amortizar a los trabajadores.

La palabra trabajo tomó sus raíces de otras que significaban tareas penosas y dependientes

Paralelamente, a medida que en el siglo XVIII se extendía la palabra trabajo y se gestaba la moderna idea de sistema económico, con la noción de producción y el afán de acrecentarla mediante el trabajo, fue cambiando también la noción de riqueza y del modo de obtenerla. Así, autores que van desde Aristóteles a Copérnico han venido afirmando que «la tierra concibe por el sol y de él queda preñada, dando a luz todos los años».[17] Sin embargo, William Petty, destacado economista del siglo XVII, estableció ya la llamada “ecuación natural” de la riqueza, en la que afirmaba que «el trabajo es el padre y la tierra la madre de la riqueza». Con lo cual un nuevo ingrediente activo y masculino, el Padre-Trabajo, vino a sustituir a las potencias celestes a la hora de fecundar a la Madre-Tierra, erigiéndose en una categoría fundamental del enfoque económico ordinario. Un paso más allá lo dieron los llamados economistas clásicos, con Adam Smith a la cabeza, atribuyendo ya al Padre-Trabajo el monopolio de la creación (de valor monetario o de cambio). En efecto, la primera frase de su famoso libro fundacional, La riqueza de las naciones (1776), afirma que «el trabajo anual de cada nación es el fondo que la surte de todas aquellas cosas necesarias y útiles para la vida». Frase cuya aceptación acrítica denota que ya se ha operado un fuerte lavado de cerebro, puesto que, entre otras cosas, el aire que respiramos…o el agua que bebemos, asociados a esos dos fenómenos consustanciales con la vida y la alimentación, que son la fotosíntesis y el intercambio iónico, poco tienen que ver con el trabajo. La teoría del valor trabajo, formulada por Smith y asumida y divulgada por Ricardo y por Marx, contribuyó a entronizar la categoría trabajo como ingrediente básico en la producción (de valor) y a afianzar la axiomática que subyace a la idea usual de sistema económico que las Cuentas Nacionales se encargan de cifrar.

Precisiones sobre el concepto de trabajo

En su significado más amplio, trabajar es «ocuparse en cualquier actividad física o mental» (según el Diccionario de la Real Academia Español de la lengua) y trabajo 1) «acción de trabajar» y 2) «ocupación retribuida». El Diccionario de Oxford del Inglés define el trabajo de forma algo más estricta como «toda actividad que implica un esfuerzo mental o físico realizado para lograr un propósito o resultado». Sin embargo, en el lenguaje económico, la noción dominante de “trabajo” tiene un significado mucho más estrecho, que viene delimitado implícitamente por la noción usual de sistema económico. Es corriente que se utilice la palabra trabajo ignorando y solapando las marcadas diferencias de significado que se observan entre la noción amplia y coloquial de trabajo y aquella mucho más estricta del enfoque económico ordinario.

Hemos de recordar por tanto que la noción de trabajo como actividad humana asociada a la actividad de producción (de valor) es un ingrediente básico de la noción usual de sistema económico[18] que a su vez contribuye a reforzar la noción de trabajo al atribuirle funciones productivas (de valor). La categoría trabajo así definida es un objeto teórico. Es decir, que al igual que la de los objetos económicos, es una categoría que viene definida implícitamente por el sistema económico, ya que registra solo aquellas actividades humanas asociadas al proceso llamado de producción, que se supone infunde valor a los objetos económicos. De ahí que esta categoría de trabajo sea más restringida que la acepción coloquial del término y que los contables nacionales se vean obligados a delimitar el contenido de los agregados velando por la coherencia de la representación contable de la idea admitida de sistema económico, cuando exigen una estricta correspondencia entre producción y trabajo y, por ende, dejan de contabilizar como trabajo aquellas actividades que no consideran productivas (de valor), como ocurre, por ejemplo, con las tareas domésticas y de cuidados no retribuidas.

Estas actividades, al no infundir valor monetario a ningún objeto económico, no computan ni como trabajo, ni como producción, ni como consumo. Por el contrario, las metodologías al uso de las contabilidades nacionales han acordado dar a la actividad remunerada de los funcionarios el tratamiento de trabajo, incluyendo también en los agregados de producción y de consumo el valor añadido imputado de estos “servicios no destinados a la venta”, que se valoran simplemente por el sueldo que cobran los funcionarios. En uno y otro caso se trata de preservar la coherencia lógica del sistema manteniendo las correspondencias biunívocas antes mencionadas entre trabajo, producción y consumo (presente o diferido).[19] El aire que respiramos ni se produce ni se consume ni, por supuesto, respirar es trabajo. Como tampoco lo es escribir un artículo, correr, conducir, mover o clasificar objetos, dar patadas a un balón, cocinar, limpiar, cuidar personas, animales o plantas… si no tienen una contrapartida monetaria o monetizable. Sólo si esta contrapartida existe, las actividades pasan a convertirse en trabajos que producen “bienes y servicios”. En suma, que la noción de trabajo así definida forma parte de las categorías constitutivas de la noción usual de sistema económico que se inventó en el siglo XVIII y se consolidó después haciendo creer que se trata de algo objetivo y universal.

Este proceso contribuyó a entronizar la metáfora absoluta de la producción (es decir en, una metáfora que transfiere ideología en cuestiones relevantes sin respaldo lógico ni empírico alguno) y la correspondiente noción de trabajo, noción que al estar asociada a una contrapartida o producto monetario o monetizable deja fuera cantidad de actividades que coloquialmente podrían ser calificadas de trabajo y que pueden ser muy importantes, pero que permanecen así invisibilizadas o ninguneadas por el enfoque económico dominante. Y cuando una red analítica deja escapar aspectos inestudiados caben dos posibilidades: estirar esa misma red para atrapar elementos que quedaban fuera o usar otras redes y enfoques más adecuados, siendo en el caso que nos ocupa esta segunda opción la más fructífera. Porque, por ejemplo, en el caso de las tareas domésticas o de cuidados no retribuidas, no parece que se haría mucha justicia incluyéndolas como producción y consumo de servicios a costa de mercantilizarlas y minusvalorarlas, al imputarles para ello el salario miserable del trabajo doméstico. En vez de minusvalorarlas de esa manera, sería mejor visibilizarlas estudiando el tiempo destinado a cada una de ellas, así como la utilidad social o el sentimiento y la motivación individual de quienes las ejercen (viendo si son obligadas o libres, penosas o placenteras…). También habría que revisar en que medida el “tiempo libre” está plagado de servidumbres que las empresas, administraciones o familias han venido cargando sobre determinadas personas, dando lugar a eso que Illich llamó “trabajo sombra”[20]… o está sometido a los dictados de la “sociedad de consumo”. Esta sería la manera de visibilizar aspectos y dimensiones que ocultan los enfoques económicos dominantes de la producción y del trabajo.

 Crisis de la noción de trabajo

Hemos visto que el contexto social e ideológico marcado por la sociedad industrial y la idea usual de sistema económico aportó el caldo de cultivo adecuado para que la noción de trabajo pudiera prosperar. Pero este contexto fue cambiando y durante las últimas décadas asistimos a una crisis de la noción de trabajo tal y como se ha venido entendiendo en el último siglo en el seno de las sociedades industriales. El peso de las actividades agrarias e industriales fue decayendo en favor de “los servicios”, la metáfora de la producción fue perdiendo capacidad explicativa ante la eclosión de nuevas formas de adquisición de riqueza ajenas al PIB[21], y hasta la propia noción de trabajo se ha ido resquebrajando, pues las relaciones laborales se modificaron, los trabajadores asalariados se fueron reconvirtiendo en falsos autónomos y/o emprendedores y el “trabajo sombra” fue invadiendo el llamado tiempo libre, a la vez que el ocio se sometía cada vez más a las servidumbres de la sociedad de consumo.

La “creación de valor” que realizan las principales empresas tiene hoy más que ver con la emisión de activos financieros y la compraventa de bienes patrimoniales que con el trabajo destinado a la fabricación y venta de mercancías, generando un proceso de acumulación de capital cada vez más desvinculado del trabajo por varias razones. La creciente automatización, no sólo ahorra trabajo, sino que cambia la naturaleza de los procesos y la función de los trabajadores: convierte a los antiguos obreros de las fábricas en meros vigilantes de máquinas mantenidas y reparadas por especialistas, que suelen depender de otras empresas que venden esos servicios. A este fraccionamiento de tareas se añade la posibilidad que ofrecen los actuales medios informáticos de ejercer múltiples actividades sin necesidad de “acudir al trabajo”, diluyendo así la propia jornada y tiempo presencial de trabajo, como bien ha ilustrado la eclosión de “trabajo virtual” practicado durante la reciente pandemia de la COVID-19. Asimismo, las tecnologías digitales y la generalización en el uso de los medios sociales han desconfigurado las tradicionales líneas divisorias entre trabajo y ocio, convirtiéndonos en “trabajadores digitales” para las grandes corporaciones tecnológicas. Nuestra jornada laboral comienza en el momento que encendemos nuestros móviles, nos conectamos a internet y empezamos a generar datos aportando tiempo de “trabajo digital” que las empresas tecnológicas convierten en capital.[22]

Por otra, se acusa el fraccionamiento ocasionado por la deslocalización de procesos desde las antiguas metrópolis industriales hacia el resto del mundo, recurriendo luego al transporte y la logística para unir las piezas a ensamblar y embalar y distribuir los productos a vender. Con lo que las empresas transnacionales han organizado la mismísima creación de valor derivada de la fabricación y venta de mercancías en redes que alcanzan dimensiones planetarias y que se sirven además de los paraísos fiscales para camuflar ingresos y evitar impuestos. Este nuevo contexto –en el que lucro que obtienen los grandes oligopolios empresariales de la fabricación y venta de mercancías al amparo de marcas y modas, se junta con el procedente de operaciones financieras, concesiones, reclasificaciones de terrenos u otros que les permiten obtener plusvalías o rentas de situación– hace imposible calcular la contribución de los distintos trabajadores (ya sean obreros, empleados, directivos…o “trabajadores digitales” gratuitos) a ese proceso de “creación” colectiva de valor.

La creciente automatización, no solo ahorra trabajo, sino que cambia la naturaleza de los procesos y la función de los trabajadores

En esta nueva situación la justificación productivista del trabajo decae en el mundo académico, no sólo con la economía neoclásica y su teoría subjetiva de la formación y distribución del valor, sino también con la economía crítica que recurre a otros instrumentos para romper el reduccionismo del enfoque económico habitual. Por una parte, la economía institucional percibe la distribución del valor generado en el proceso económico como un juego de poder favorable al empresariado, cuyas imposiciones son corregibles por instituciones como el salario mínimo, los convenios reguladores… o la renta básica universal. Por otra, la economía ecológica pide a gritos volver a conectar el análisis de los procesos económicos con el mundo físico y social en el que se desenvuelven, adoptando enfoques transdisciplinares y multidimensionales que también tienen que ver con la distribución. Por ejemplo, la denominada Regla del Notario[23] subraya que la valoración de procesos y trabajos suele variar en sentido inverso al coste físico y a la penosidad de los mismos: es decir que los procesos con mayor coste físico y los trabajos más penosos suelen ser los menos remunerados. Se traslada así al mundo del capital y del trabajo asalariado la valoración elitista de tareas propias de sociedades jerárquicas anteriores.[24]

Y el gran problema actual surge de que cuando se generalizó la necesidad de dinero para vivir y cuando, para esa mayoría de personas carentes de fortuna, el trabajo dependiente aparece como su única fuente de ingresos, esta tendencia, unida al miedo al desempleo por la automatización y deslocalización del trabajo, refuerza la posición negociadora de las empresas, afianzando las relaciones de dominación y la precarización de las condiciones de trabajo observada en los últimos decenios en los países llamados desarrollados. Lo que nos lleva a una situación paradójica: cuando, por una parte, los aumentos el paro y de la productividad física del trabajo[25] piden a gritos la reducción de la jornada laboral acompañada de medidas como el establecimiento de una renta básica universal, por otra, los poderes establecidos se resisten a satisfacer estas demandas. Para defender el statu quo se alimenta la visión de que, por fin, la sociedad industrial ha permitido a la mayoría salir de la miseria y trabajar mucho menos que antes. Pero este mito está hoy solventemente refutado por estudios antropológicos que muestran que las sociedades precapitalistas destinaban a resolver sus problemas de intendencia bastante menos tiempo del que ocupa la actual jornada laboral. Y es que, como puntualiza Marshall Sahlins, el sentimiento de escasez resulta de relacionar medios con fines y los pueblos “primitivos” estudiados por él cubrían con más facilidad sus modestas necesidades que los pobladores de las actuales “sociedades de consumo”, de ahí el provocativo título[26] –«Edad de piedra, edad de abundancia»– de su libro más más divulgado.

En lo referente al tiempo de trabajo hay que puntualizar que aumentó dramáticamente con la revolución industrial y la expansión del capitalismo, alcanzando un máximo de alrededor de 3.500 horas por año a mediados del siglo XIX[27] para luego disminuir progresivamente hasta mediados del siglo XX debido a la lucha sindical. La reducción del tiempo de trabajo llegó a concebirse entonces como el resultado inevitable de los aumentos constantes en la productividad del trabajo. Keynes (1930) predijo famosamente 15 horas de trabajo a sus nietos[28] y hasta Nixon previó una semana laboral de 4 días.[29] Sin embargo, el empoderamiento de la actual tiranía corporativa observado desde finales del siglo pasado ha invertido la situación, manteniendo una enconada oposición a la reducción de la jornada laboral y a la implantación de la renta básica. La evolución histórica descrita evidencia que este cambio de actitud responde sobre todo al afán de la actual tiranía corporativa de ampliar su poder y sus beneficios, forzando a las personas a atarse al tripalium en condiciones cada vez más precarias.

Las sociedades precapitalistas destinaban bastante menos tiempo al trabajo para cubrir sus necesidades del que ocupa la actual jornada laboral

La relativa salud de la que sigue gozando el trabajo como elemento central y vertebrador de las sociedades contemporáneas, se explica por una efectiva combinación en el uso del “palo y la zanahoria”. Así, junto a los mecanismos coercitivos que nos fuerzan a trabajar (miedo al paro, la miseria y la exclusión social), no hay que subestimar los incentivos y mecanismos culturales (consumo como fuente de placer, comodidad, ostento, y símbolo de estatus social) que empujan a grandes segmentos de la población a abrazar voluntariamente el evangelio del trabajo.[30] Sin embargo, una vez que nuestras necesidades materiales básicas han sido cubiertas (con toda la complejidad que supone definir lo que entendemos como “básico”), el trabajo como fuente de felicidad a través del consumo evoca la imagen de una rueda de hámster. En una sociedad desigual, la competición por el estatus a través del consumo no tiene fin.[31] La mercantilización y el afán de emulación desatados en las actuales “sociedades de consumo” hace que la meta de las necesidades se desplace más rápidamente que los ingresos de que dispone la mayoría de la población para alcanzarla, generando un “estado de insatisfacción crónica”. Illich llega a presentar así al homo economicus como un eslabón intermedio en la transfiguración de la naturaleza humana desde el homo sapiens hacia el homo miserabilis. «La generación que siguió a la Segunda Guerra Mundial fue testigo de este cambio de estado en la naturaleza humana desde el hombre común al hombre necesitado (needy man)».[32]

Perspectivas

Las perspectivas que ofrece la encrucijada actual oscilan entre dos extremos. El de una sociedad adquisitiva cada vez más crispada en la que se sigan dando nuevas vueltas de tuerca al aumento conjunto del paro y el trabajo compulsivo precario, del consumo y de la competitividad, a costa de la insolidaridad y la segmentación social. Situación consustancial a una sociedad que seguiría prisionera de la mitología del trabajo.  O bien, el de una sociedad más cohesionada y solidaria, con medidas de protección social que aseguren un mínimo vital y favorezcan el libre ejercicio de actividades útiles e incluso placenteras, creativas y cooperativas. Y en la que se practique una reducción consciente del dominio de la actividad mercantil y de la jornada laboral, a la vez que se reorganiza y reparte el trabajo asalariado, a fin de evitar la actual dicotomía entre el paro y el trabajo compulsivo y de corregir la acusada asimetría que hoy se observa entre la retribución y la penosidad del trabajo.  Todo ello unido a la necesidad de revisar críticamente la propia noción de “tiempo libre”, para defenderla de las servidumbres del “trabajo sombra”.

Durante las últimas décadas, los resultados de la pugna por avanzar en las dos direcciones indicadas se han venido inclinando lamentablemente en favor de la primera. No obstante, en los últimos años se observa un repunte de los debates y movimientos sociales a favor de la reducción de la jornada laboral mediante el reparto del trabajo y de la implementación de una renta básica. Las razones que motivan estas reivindicaciones incluyen la reducción de la desigualdad y el paro frente a la nueva ola de automatización del trabajo,[33] la lucha por la conciliación entre trabajo y la vida privada, comunitaria y pública,[34] y la necesidad de desactivar la carrera consumista ante la crisis ecológica y climática.[35]

Además, el debate en torno al trabajo ha ganado una fuerza renovada al calor de la crisis global desatada por la pandemia de la COVID-19 y su impacto en las relaciones laborales, creando tasas masivas de paro, dando un vuelco a las dinámicas convencionales de trabajo (por ejemplo, con el teletrabajo) y desencadenando de la noche a la mañana esquemas de renta básica como medida de contención frente a los impactos sociales y económicos de la pandemia. Esperemos que este nuevo impulso siga ganado fuerza y ayude a trascender los dogmas de la ideología económica dominante, permitiendo que la dignificación, reducción y reparto equitativo de tareas socialmente necesarias se consolide como una de las grandes luchas sociales del siglo XXI por la salud y el bienestar humano y planetario.

 

Erik Gomez-Baggethun es profesor del Departamento de Estudios Internacionales de Medio Ambiente y Desarrollo en la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida (NMBU) y miembro del Instituto Noruego para la Investigación de la Naturaleza (NINA)

José Manuel Naredo es economista y estadístico.

Puedes descargar el artículo completo: El mito del trabajo: origen, evolución y perspectivas

 

NOTAS

[1] José Manuel Naredo, «Configuración y crisis del mito del trabajo», Scripta Nova, vol. VI, núm. 119(2), 2002; Marie-Noëlle Chamoux, «Sociétés avec et sans concept de travail», Sociologie du Travail, núm. 36, 1994, pp. 57-71.

[2] José Manuel Naredo, La economía en evolución: historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico, Siglo XXI de España (4ª ed. actualizada), Madrid, 2015a.

[3] Dominique Méda, Le Travail. Une valeur en voie de disparition? Flammarion, Paris, 2010.

[4] Hannah Arendt, The human condition, University of Chicago Press, Chicago, 1998 [1era ed. 1958].

[5] José Manuel Naredo, op. cit., 2015a, p. 139).

[6] André Gorz, Métamorphose du travail. Critique de la raison économique, Éds. Galilé, Paris, 1988; José Manuel Naredo, op. cit., 2015a.

[7] Andrea Komlosy, Work: The last 1,000 years, Verso Books, London, 2018.

[8] Lewis Mumford, Technics and civilization, The University of Chicago Press, Chicago, 2010 [Ed. en castellano, Madrid, Alianza Ed., 1981].

[9] Edward P. Thompson, «Time, work-discipline, and industrial capitalism», Past & present, núm. 38, pp. 56-97, 1967.

[10] Edward P. Thompson, The making of the English working class, Open Road Media, 1963, pp. 337-338.

[11] Tom Hodgkinson, How to be Idle, Penguin, Londres, 2005.

[12] Frank Ackerman, The changing nature of work. Washington, DC, Island Press, 1998.

[13] Edward P. Thompson op. cit., 1963.

[14] André Gorz, op. cit., 1988.

[15] Jacques Ellul, La technique ou l'enjeu du siècle, A. Colin,  Paris, 1954 [la referencia corresponde a la edición en castellano: La edad de la técnica, Octaedro, Barcelona, 2003, p. 331].

[16] José Manuel Naredo, op. cit., 2015a, p. 142. Ref. Georges Kersaudy, G. Langues sans frontières. A la découverte des langues de l’Europe, Paris, Autremente, Paris, 2001, pp. 136-137.

[17] Nicolás Copérnico, De revolutionibus orbium coelestium, libro I, cap. X, transcripción de Thomas S. Kuhn, La revolución copernicana, Barcelona, Ariel, 1978, pp. 235-240.

[18] Véase José Manuel Naredo, op. cit., 2015a, cap.24.1 «La axiomática que preside la versión cuantitativa corriente del sistema económico y sus limitaciones».

[19] Ibídem, p. 557.

[20] Ivan Illich, Shadow Work, Marion Boyars, New Hampshire, 1981.

[21] Estudiadas en José Manuel Naredo, Taxonomía del lucro, Siglo XXI de España, Madrid, 2019.

[22] Trebor Scholz (ed.), Digital labor: The Internet as playground and factory, Routledge, 2012.

[23] José Manuel Naredo, Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Siglo XXI, Madrid, 2015b; José Manuel Naredo, op. cit., 2019.

[24] Thorstein Veblen, The theory of the leisure class, Viking House, Nueva York, 1934 (ed. original: 1899) [Ed. en castellano, México, FCE, 1995]

[25] Por ejemplo, si usamos el sector agrario como ilustración, en la en la agricultura española por cada caloría invertida en forma de trabajo humano se obtenían 94 en productos agrícolas y ganaderos en la campaña 1950-51 y 420 en 1977-78, multiplicándose por 4,5 la productividad del trabajo humano en ese período (José Manuel Naredo, Evolución de la agricultura en España (1940-2000), Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, 2004, p. 401). También se estima que la productividad del trabajo humano, calculada de esa misma manera, se ha multiplicado por 12 entre 1950 y 2008 (a partir de los datos contenidos en Manuel González de Molina et al., Historia de la agricultura española desde una perspectiva biofísica (1900-2015), Servicio de Publicaciones del Ministerio de Agricultura, Madrid, 2019,  pp. 360 y 374). Es obvio por otra parte que estos aumentos de productividad del trabajo humano se han logrado a base de inyectar en energía directa o indirecta usando medios químicos y mecánicos y poniendo en cuestión el futuro de los sistemas agrarios.

[26] De la edición francesa: Marshall Sahlins, Âge de Pierre, âge d’abondance, Gallimard, Paris, 1976,  [Ed. en castellano, Akal, Madrid, 1981].

[27] Hans-Joachim Voth, Time and work in England 1750-1830, Clarendon Press, Oxford, 2000; Juliet Schor,  The overworked American: The unexpected decline of leisure, Basic books, Nueva York, 2008.

[28] John Maynard Keynes, Economic possibilities for our grandchildren. In Essays in persuasion, Palgrave Macmillan, Londres, 2010 [1era ed., 1930], pp. 321-332.

[29] William M. Blair, «Nixon Foresees 4-Day Work Week», New York Times, 23 de septiembre de 1956.

[30] Mecanismos que coinciden en lo fundamental con los descritos por La Boetie hace siglos como base de la “servidumbre voluntaria” que soporta el despotismo (Etienne de La Boetie, Discours de la servitude volontaire, Librairie Philosophique J. Vrin, Paris, 2002 [1576]).

[31] Fred Hirsch, Social limits to growth, Routledge, 2005.

[32] Ivan Illich, I.  (1992) “Needs”, en Wolfgang Sachs , W. (eEd.), The Development Dictionary: A Guide to Knowledge as Power, Londres, Nueva Jersey: Zed Books, Londres, 1992, p. 88 [hay traducción en castellano del Centro de Aprendizaje Intercultural (CAI), Cochabamba, 1997].

[33] Ford, M. (2015). Rise of the Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future. Basic Books.

[34] Gorz, Op.Cit. (1988).

[35] Knight, K. W., Rosa, E. A., & Schor, J. B. (2013). “Could working less reduce pressures on the environment? A cross-national panel analysis of OECD countries”, 1970–2007. Global Environmental Change, 23(4), 691-700.


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Cerca de 690 millones de personas padecen hambre.

En 2019, 750 millones de personas, o casi una de cada 10 personas en el mundo, se vieron expuestas a niveles graves de inseguridad alimentaria.

2 000 millones de personas en el mundo no disponían de acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes en 2019.

Si continúan las tendencias recientes, el número de personas afectadas por el hambre superaría los 840 millones para 2030.

La COVID-19 puede añadir entre 83 y 132 millones de personas al número total de personas subalimentadas en el mundo en 2020.

A escala mundial, la carga de la malnutrición en todas sus formas sigue constituyendo un desafío.
Según las estimaciones actuales, en 2019 el 21,3% (144,0 millones) de los niños menores de cinco años
sufría retraso del crecimiento, el 6,9% (47,0 millones) padecía emaciación y el 5,6% (38,3 millones) tenía sobrepeso.

El último informe de FAO El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020. Transformación de los sistemas alimentarios para que promuevan dietas asequibles y saludables, confirma la tendencia sobre la que se ha informado en ediciones anteriores: el número de personas afectadas por el hambre a nivel mundial ha ido aumentando lentamente desde 2014.

El informe muestra que la carga de la malnutrición en todas sus formas sigue constituyendo un desafío. Se han realizado algunos progresos en relación con el retraso del crecimiento infantil, el bajo peso al nacer y la lactancia materna exclusiva, aunque a un ritmo demasiado lento todavía. En relación con el sobrepeso infantil no se han logrado mejoras y la obesidad en adultos está aumentando en todas las regiones.

En el informe se complementa la evaluación habitual de la seguridad alimentaria y la nutrición con previsiones sobre cómo podría ser el mundo en 2030 si continúan las tendencias del último decenio. Las previsiones muestran que el mundo no está en vías de lograr el objetivo del hambre cero para 2030 y, pese a que se han realizado ciertos progresos, tampoco lleva camino de lograr las metas mundiales sobre nutrición, de acuerdo con la mayoría de los indicadores. Es probable que la seguridad alimentaria y el estado nutricional de los grupos de población más vulnerables se deterioren aún más debido a las repercusiones socioeconómicas y sanitarias de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19).

El mundo está avanzando, pero no lleva camino de cumplir las metas establecidas para 2025 y 2030 en relación con el retraso del crecimiento infantil y el bajo peso al nacer, y solo va por buen camino de lograr la meta de 2025 relativa a la lactancia materna exclusiva.

La inseguridad alimentaria puede empeorar la calidad de las dietas y, en consecuencia, incrementar el riesgo de diversas formas de malnutrición, lo cual puede conducir a la desnutrición, así como al sobrepeso y la obesidad.

Las dietas saludables son inasequibles para numerosas personas, especialmente la población pobre, en todas las regiones del mundo. Las estimaciones más prudentes indican que más de 3 000 millones de personas en el mundo no se pueden permitir este tipo de dietas. Se estima que, de media, las dietas saludables son cinco veces más costosas que las dietas que solo satisfacen las necesidades energéticas mediante alimentos amiláceos.

El paso a dietas saludables puede contribuir a reducir los costos sanitarios y relacionados con el cambio climático para 2030, pues los costos ocultos de estas dietas saludables son menores que los de los hábitos de consumo actuales. Se prevé que la adopción de dietas saludables dé lugar a una reducción de hasta el 97% de los costos sanitarios directos e indirectos y entre el 41% y el 74% de los costos sociales de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030.

 

En el informe se destaca la calidad de la dieta como vínculo decisivo entre la seguridad alimentaria y la nutrición. El cumplimiento de las metas del ODS 2 solamente será posible si las personas disponen de alimentos suficientes para comer y si lo que comen es nutritivo y asequible.

Se presenta asimismo un nuevo análisis del costo y la asequibilidad de las dietas saludables en todo el mundo, por región y en diferentes contextos de desarrollo. Igualmente se presentan valoraciones de los costos sanitarios y en relación con el cambio climático asociados a los hábitos actuales de consumo de alimentos, así como los posibles ahorros si estos hábitos se modificasen en favor de dietas saludables que incluyan consideraciones de sostenibilidad.

 

El informe concluye con un examen de las políticas y estrategias para transformar los sistemas alimentarios a fin de lograr dietas saludables asequibles, como parte de los esfuerzos necesarios para acabar tanto con el hambre como con todas las formas de malnutrición.

 

Aunque el informe completo está actualmente disponible en inglés, hay un resumen en español.

A continuación ofrecemos un video de presentación del informe en inglés.

Más información sobre el informe y acceso a otros recursos, en la web de la FAO.


Día Mundial de la Población 2020

El 11 de junio se celebra el Día Mundial de la Población.

Por este motivo traigo como recomendación de lectura el Informe del Estado de la Población Mundial 2020 del Fondo de Poblacion de Naciones Unidas -UNPF (siglas en inglés)

Bajo el título: Contra mi voluntad. Desafiar las prácticas que perjudican a las mujeres y niñas e impiden la igualdad, el UNPF quiere visibilizar situaciones de violencia contra las mujeres en todo el mundo: la mutilación genital femenina, los matrimonios forzados, y el desamparo por la condición de mujer.

Día tras día, a decenas de miles de niñas se les arrebata la salud, los derechos y la salud, los derechos y su futuro, ya que son sometidas a prácticas que les causan daños físicos o psicológicos —o ambos— con el conocimiento y el consentimiento plenos de sus familias, amigos y comunidades

Estas prácticas reducen y limitan su capacidad para participar plenamente en la sociedad y desarrollar todo su potencial. Las consecuencias se propagan por toda la sociedad y apuntalan los mismos estereotipos y la desigualdad de género que motivaron aquellos actos tan perjudiciales.

Mutilación Genital Femenina

200 millones de mujeres y niñas que viven en la actualidad se ven afectadas por la mutilación genital femenina. Se calcula que 52 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a la mutilación genital femenina por médicos, personal de enfermería y de partería. En cualquier circunstancia, la mutilación genital femenina constituye una violación de los derechos humanos y la ética médica.

La mutilación genital femenina vulnera los derechos fundamentales de las mujeres y las niñas —a la salud, la integridad física, la ausencia de discriminación y a no sufrir un trato cruel o degradante—.

Esta práctica puede provocar lesiones físicas y psicológicas graves que se prologan a lo largo de toda la vida de la mujer. Puede llegar a matarlas.

4.1 millones de niñas y mujeres se enfrentan al riesgo de sufrir la mutilación genital femenina este año.

Matrimonio infantil

Comprometidas, entregadas, comercializadas, vendidas

La escolarización de una niña normalmente acaba en el momento en que la casan. Comienza la maternidad, las oportunidades se evaporan, las puertas del futuro se cierran de golpe.

Esta práctica nociva es impuesta por lo general a las niñas por los miembros de su familia, de su comunidad o de la sociedad en su conjunto, independientemente de si la víctima otorga su consentimiento o es capaz de otorgarlo de forma plena, libre e informada.

El matrimonio infantil está prohibido prácticamente en todo el mundo. Pero cada día se producen 33.000 a escala mundial; la práctica trasciende países, culturas, religiones y grupos étnicos.

Compradas y vendidas

El matrimonio infantil suele tener carácter transaccional, y se casa a las niñas para aliviar una carga o asegurar el compromiso de su cuidado. En el caso de la dote y el pago de una cantidad por la novia, se trata de transacciones financieras y directas.

Las dotes son abonadas por la familia de una novia al novio, en principio, para el mantenimiento de la esposa.

El precio de la novia es abonado por el novio o su familia para “comprarla”

Tales prácticas, las cuales son más habituales entre las personas pobres y con menos formación, se agravan en tiempos de crisis y desplazamientos, refuerzan el matrimonio infantil y contribuyen a su mayor prevalencia, ya que cuanto más joven sea la niña, menor será la dote o mayor el precio de la novia: una mujer más joven o una niña se considera más valiosa, ya que tiene más años por delante para la maternidad y el servicio doméstico.

Si bien estas prácticas han sido prohibidas en la mayoría de países, la aplicación resulta complicada.

 

Preferencia por los hijos varones

Desdeñada, desamparada, anulada

Cuando se valora más a los niños que a las niñas, la presión para dar a luz a un varón es abrumadora. Esta predilección puede llegar a ser tan acusada como para que las parejas no escatimen esfuerzos para que no nazca una niña o, si ya tienen una hija, no se encarguen de su salud y bienestar porque anteponen el de un hijo.

La selección del sexo con sesgo de género: la interrupción de un embarazo si el feto es de sexo femenino, la determinación y la elección del sexo antes de implantar el embrión y la clasificación de espermatozoides para la fecundación in vitro

La selección posnatal del sexo: se mide por el exceso de mortalidad entre las niñas recién nacidas y de corta edad que refleja la discriminación y el abandono continuados de las niñas

140 millones de mujeres y niñas son consideradas desaparecidas

 

 

 

 

 

 

La causa subyacente: la desigualdad de género

Las prácticas nocivas perpetúan la supremacía de los hombres y los niños sobre las mujeres y las niñas al atribuirle menor valor a estas. Pero estos daños no solo refuerzan la subordinación de la mujer, además son herramientas de control de su sexualidad y fecundidad.

Mutilación Genital Femenina

La mutilación genital femenina se basa en la creencia errónea de que mejora la fecundidad, favorece el placer sexual masculino, reprime la sexualidad femenina, mejora la higiene, evita la infidelidad, satisface las demandas de las instituciones religiosas o propicia la aceptación de la comunidad. Tiene por objeto salvaguardar la pureza, el honor y la limpieza de las niñas con el propósito de aumentar sus posibilidades de matrimonio y controlar su sexualidad.

Matrimonio infantil

El matrimonio infantil suele estar motivado por el deseo de preservar la virginidad de la niña para su marido. Muchos progenitores creen que el matrimonio precoz protegerá a sus hijas de la violencia sexual, y así depositan la responsabilidad por la seguridad de su hija en manos del marido y la familia de este. Raras veces se considera la posibilidad de que el marido sea la fuente de la violencia sexual.

Preferencia por los hijos varones

La preferencia por los hijos varones, cuando se manifiesta como selección del sexo con sesgo de género, representa también el ejercicio de las preferencias sociales y familiares en relación con la fecundidad de la mujer.


Este año marca el comienzo de una “década de acción” encaminada a alcanzar para 2030 los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que abarcan en su meta 5.3 la eliminación de este tipo de prácticas. Si queremos conseguir nuestro propósito y proteger la integridad física de millones de mujeres y niñas en peligro, ha llegado el momento de poner todavía más empeño. Es imperativo que avancemos con más celeridad

Los gobiernos han de cumplir con su deber de salvaguardar a las mujeres y las niñas. Los tratados de derechos humanos como la Convención sobre los Derechos del Niño guían a las autoridades para que adopten “todas las medidas eficaces y apropiadas posibles para abolir las prácticas tradicionales que sean perjudiciales para la salud de los niños”.

 

 

 


Entrevista a Joaquim Sempere

Entrevistamos a Joaquim Sempere, doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona y licenciado en Sociología por la Universidad de París-X, aprovechando su visita a Madrid para la presentación de su libro Las cenizas de Prometeo.

¿Qué significa una buena vida, una vida de calidad en el contexto de la crisis ecosocial?

¿Qué rasgos y dimensiones tiene ese tipo de vida deseable?

¿Cómo cubrimos las necesidades humanas?

¿Cómo nos relacionamos?

¿Qué uso hacemos de los tiempos?

Santiago Álvarez Cantalapiedra entabla una conversación con Joaquim Sempere acerca de cuáles aspectos ayudan a definir una vida buena, cómo cubrimos las necesidades humanas, cómo nos relacionamos, y cómo usamos los tiempos, entre otros temas.

Según nos cuenta Sempere "la vida no es sólo supervivencia es mucho más, una vida de calidad, una vida buena realmente humana. Somos parte de la naturaleza y conectamos con ella para recuperar la noción de nuestro origen, de nuestra vida."

 

Recuperamos también unos artículos de Sempere escritos para la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global:

 

La explosión de las necesidades en el marco del sistema socioeconómico

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 102, 2008, pp. 103-109.

Durante el siglo XIX, con antecedentes que se remontan a la revolución científica europea iniciada en el siglo XVI, emerge en Europa y América del Norte un sistema socioeconómico intrínsecamente expansivo: el capitalismo industrial. A lo largo del siglo XX y XXI éste se extenderá por el resto del mundo.

¿Cuál es el origen de esta expansividad?


La relación capital-trabajo como relación de poder social

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 108, 2009, pp. 55-64

En el modelo capitalista, el capital privado sufraga una parte de la vida del obrero que no tiene nada que ver con la esfera productiva. Cumple, por tanto, una función social, que convierte al capitalista en un gestor que goza de un importante poder para condicionar la vida de un número de personas. El capitalismo sustrae a los actores reales de la actividad económica la soberanía material sobre sus vidas: los convierte en siervos, en juguetes zarandeados por estrategias empresariales orientadas al máximo beneficio para el capital. El Estado podría –y debería– ampliar sus competencias para ofrecer siempre oportunidad de trabajo e ingreso a cualesquiera personas empleadas de empresas privadas, públicas o cooperativas lanzadas al desempleo por las fluctuaciones de la demanda.


Acotaciones sobre los orígenes del neoliberalismo

Papeles de Relaciones ecosociales y cambio global, núm. 124, 2013/14, pp. 29-36

El neoliberalismo golpea fuerte en Europa hoy, especialmente en Irlanda y los países del Sur del continente. Pero sus golpes empezaron mucho antes y alcanzan al mundo entero. Recuérdense la involución en los EEUU de Reagan y en la Gran Bretaña de Thatcher, a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, por no hablar del Chile de Pinochet. Más tarde se encadenaron varias crisis financieras en Asia y otras regiones del mundo como resultado de la imparable tendencia de un capitalismo desregulado a la especulación. Todo ello obedeció a un largo proceso que se remonta a mediados del siglo pasado. Pese a la abrumadora hegemonía ideológica del individualismo burgués hoy en los países del mundo euronorteamericano, la población de esos países muestra una fuerte adhesión al Estado del Bienestar. Esto significa que valores como solidaridad, ayuda mutua, bien común son ampliamente compartidos


Papel y límites de la acción intersticial en las transiciones postcarbono

Papeles de  Relaciones ecosociales y cambio global, núm. 127, 2014, pp. 91-106

La próxima transición socioecológica está llamada a romper lo que ha sido norma en el pasado: el aumento de la cantidad de energía usada, asociado aun aumento de la complejidad del sistema social. Nos enfrentamos a crecientes dificultades para imaginar una transición ordenada y organizada a gran escala. El autor aborda en este artículo los retos y potenciales limitacione q ue encaran algunas iniciativas alternativas con miras a la transición a una sociedad postcapitalista ecológicamente sostenible: las ciudades en transición y las cooperativas ecológicas, sin obviar los obstáculos que plantean en cualquier proceso transformador las condiciones socioeconómicas para la inmediata transición y la cuestión del poder


El colapso energético en la Cuba de los años 90

Papeles de Relaciones ecosociales y cambio global, núm. 140, 2017/18, pp. 13-32

Si existe un caso real de una economía industrial que haya sufrido lo más equiparable a un pico del petróleo y posterior colapso energético, ese es el de la Cuba de los años posteriores al hundimiento de la URSS. La adaptación repentina a una creciente escasez de suministros en los años noventa obligó a la economía cubana a acometer importantes reformas en el ámbito agrario y energético que para muchos han convertido a la isla en un faro de sostenibilidad, si bien se trata de un proceso con sus luces y sus sombras. El presente texto analiza el caso cubano a partir de la síntesis y el comentario de la tesis doctoral de Emilio Santiago Muiño, publicada en una versión resumida como libro por FUHEM Ecosocial con el título de Opción Cero: el reverdecimiento forzoso de la Revolución cubana.

 

Otras entrevistas

Entrevista a Joaquim Sempere, Santiago Álvarez Cantalapiedra, 2020.

Entrevista a José Manuel Naredo, José Bellver, 2020.

Entrevista a Bernardo Gutiérrez, Diego Escribano, 20219-

Entrevista a Michael T. Klare, José Bellver y Nuria del Viso,

Entrevista a Esteban Hernández, Salvador López Arnal, 2019.

Entrevista a Paul Mason, por José Bellver, 2019.

Entrevista a Javier de Lucas, por Susana Fernández Herrero, 2018.

Entrevista a Tica Font, por Susana Fernández, 2018.

Entrevista a Bernd Röttger, por Elisa Schwis, 2018.

Entrevista a Cecilia Díaz-Méndez, por Monica Di Donato, 2018.

Entrevista a Juliet Schor, por José Bellver, 2018.

Entevista a Guy Standing, por Lucía Vicent, 2018

Entrevista a Ganaderas en Red, por Monica Di Donato, 2018.

Entrevista a Stuart Wallis, por Allen White (traducido por Nuria del Viso), 2018.

Entrevista a Juan Bárcena, por Monica Di Donato, 2018.

Entrevista a Roberta Sonnino, por Monica Di Donato y José Luis López Casadevante, 2017.

Entrevista a Rafael Díaz Salazar, por Salvador López Arnal (2017).

Entrevista a Randall Wrey, por Lucía Vicent y José Bellver (2017).

Entrevista a José Luis Moreno Pestaña, por Monica Di Donato (2017).

Entrevista a Mª Eugenia Rodríguez Palop, por Nuria del Viso (2017).

Entrevista a Ada Colau, por Nuria del Viso (2017).

Entrevista a Joaquim Sempere, por Nuria del Viso (2017).

Entrevista a Albert Sanfeliu, por Clara Senent y Carlos Saavedra (2016).

Entrevista a Alfredo Caro-Maldonado, por Salvador López Arnal (2016).

Entrevista a Miguel Ángel Soto, por Monica Di Donato (2016).

Entrevista a Jesús Núñez Villaverde, por Nuria del Viso (2016).

Entrevista a Carme Valls Llobet, por Nuria del Viso (2016).

Entrevista a Miguel Candel, por Salvador López Arnal (2015).

Entrevista a Bill McKibben, por José Bellver (2015).

Entrevista a Yanis Varoufakis, por Nick Buxton (2015).

Entrevista a Mario Espinoza Pino, por Salvador López Arnal (2015).

Entrevista a Richard Heinberg, por Luis González Reyes (2015).

Entrevista a Renzo Llorente, por Salvador López Arnal (2015).

Entrevista a Eduardo Garzón, por Salvador López Arnal (2015).

Entrevista a Fefa Vila y Begoña Pernas, por FUHEM Ecosocial (2015).

Entrevista a Marina Subirats, por Nuria del Viso (2015).

Entrevista a Javier de Lucas, por Nuria del Viso (2014).

Entrevista a Cristina Carrasco, por Olga Abasolo y Lucía Vicent (2014).

Entrevista a Gérard Duménil y Dominique Lévy, por Bruno Tinel (2014).

Conversación con Manfred Max-Neef, por Santiago Álvarez Cantalapiedra (2014).

Entrevista a Michael Löwy, por Rafael Díaz Salazar (2014).

Entrevista a Antonio Elizalde Hevia, por José Luis Fernández Casadevante (2014).

Entrevista a Silvia Federici, por Tesa Echeverria y Andrew Sernatinguer (2014).

Entrevista a Marta Antonelli y Francesca Greco, por Monica Di Donato (2013).

Entrevista a Alberto Magnaghi, por José Luis Fernández Casadevante y Nerea Morán Alonso (2013).

Entrevista a Igor Sádaba, por Olga Abasolo (2013).

Entrevista a Giuseppe De Marzo, por Nuria del Viso (2013).

Entrevista a Rafaela Pimentel, por Lucía Vicent (2013).

Entrevista a Mar Nuñez, por Olga Abasolo (2013).

Entrevista a Daouda Thiam. Con testimonio de Sini Sarry, por Nuria del Viso (2013).

Entrevista a Rafael Poch-de-Feliu, por Salvador López Arnal (2013).

Entrevista a Endika Zulueta, por Equipo FUHEM Ecosocial (2013).

Entrevista a Sabino Ormazabal, por José Luis Fernández Casadevante (2013).

Entrevista a Susan George, por Nuria del Viso (2013).

Entrevista a Jorge Riechmann, por Salvador López Arnal (2012).

Entrevista a Antonio Turiel, por Santiago Álvarez Cantalapiedra (2012).

Entrevista a Raúl Zibechi, por José Luis Fernández Casadevante (2012).

Entrevista a Carlo Petrini, por Monica Di Donato (2012).

Entrevista a Rafael Feito, por Santiago Álvarez Cantalapiedra (2012).

Entrevista a Eduardo Gudynas, por Nuria del Viso (2012).

Entrevista a Mbuyi Kabunda, por Nuria del Viso (2012).

Entrevista a Rafael Poch-de-Feliu, por Salvador López Arnal (2012).

Entrevista a Carlos Martín Beristain, por Nuria del Viso (2012).

Entrevista a Chatherine W. de Wenden, por Antonio Izquierdo (2012).

Entrevista a Eduard Rodríguez Farré, por Salvador López Arnal (2012).

Entrevista a Saturnino "Jun" Borras, por Nuria del Viso (2011).

Entrevista a Harald Welzer, por Nuria del Viso (2011).

Entrevista a Loretta Napoleoni, por Nuria del Viso (2011).

Entrevista a Bonnie Campbell, por Nuria del Viso (2011).

Entrevista a Samuel Ruiz, por Cristina Ávila-Zesatti (2011).

Entrevista a Danielle Nierenberg, por Monica Di Donato (2011).

Entrevista a Antonio Ruiz de Elvira, por Monica Di Donato (2011).

Entrevista a Karen Marón, por Santiago Álvarez Cantalapiedra (2011).

Entrevista a Víctor M. Toledo, por Monica Di Donato (2010).

Entrevista a Narciso Barrera-Bassols, por Monica Di Donato (2010).

Entrevista a Juan Carlos Gimeno, por Monica Di Donato (2010).

Entrevista a Juan Gutiérrez, por Amador Fernández-Savater (2010).

Entrevista a Pepe Beunza, por José Luis Fernández Casadevante y Alfredo Ramos (2010).

Entrevista a Emilio Lledó, por Olga Abasolo (2010).

Entrevista a Juan Andrade, por Salvador López Arnal (2010).

Entrevista a Miguel Manzanera Salavert, por Salvador López Arnal (2010).

Entrevista a Eduard Rodríguez Farré, por Salvador López Arnal (2010).

Entrevista a Silvia L. Gil, por Salvador López Arnal (2010).

Entrevista a Miguel Ángel Rodríguez Arias, por Salvador López Arnal (2010).

Entrevista a Pablo de Greiff, por José Luis F. Casadevante y Alfredo Ramos (2010).

Entrevista a Serge Latouche, por Monica Di Donato (2009).

Entrevista a Alberto Acosta, por Matthieu Le Quang (2009).

Entrevista a Gerardo Pisarello, por Salvador López Arnal (2009).

Entrevista a José Luis Gordillo, por Salvador López Arnal (2009).

Entrevista a Francisco Fernández Buey, por Nuria del Viso (2009).

Entrevista a Paul Nicholson, por Nuria del Viso (2009).

Entrevista a Alfredo Embid, por Salvador López Arnal (2009).

Entrevista a Miquel Porta Serra, por Salvador López Arnal (2009).

Entrevista a Rafael Feito, por Salvador López Arnal (2009).

Entrevista a Ignacio Perrotini Hernández, por Salvador López Arnal (2009).

Entrevista a Joan Martínez Alier, por Monica Di Donato (2009).

Entrevista a Federico Aguilera Klink, por Salvador López Arnal ( 2008).

Entrevista a Sergio Ulgiati, por Monica Di Donato (2008).

Entrevista a Arcadi Oliveres, por Nuria del Viso (2008).

Entrevista a Ramón Fernández Durán, por Nuria del Viso (2008).

Entrevista a Antonio Elizalde, por Nuria del Viso (2008).

Entrevista a Jorge Riechmann, por Nuria del Viso (2008).

Entrevista a Rodolfo Stavenhagen, por Nieves Zúñiga (2008).

Entrevista a Saskia Sassen, por Nieves Zúñiga (2007).

 


PAPELES celebra su 35 cumpleaños

PAPELES en sus 35 años: vocación y función de una revista crítica

Ángel Martínez González-Tablas

PAPELES nació en 1985 cuando la transición española daba, con todas sus ambigüedades y contradicciones, los primeros pasos: la democracia iniciaba su andadura marcada por la dureza de una reconversión económica llevada a cabo con criterios de realismo capitalista, planeaba la sombra del referéndum de la OTAN, se empezaba a constatar lo que significaba la transición pactada con los sostenedores de la dictadura y crecía un entorno ominoso alrededor del terrorismo de ETA, mientras en el ámbito mundial, con el desafío de la guerra de las galaxias, los euromisiles y la amenaza nuclear, se vivía el auge del movimiento pacifista en la última fase de la guerra fría,.

Fue entonces cuando FUHEM promovió una iniciativa pionera en España, el Centro de Investigación para la Paz (CIP), que desde sus inicios estuvo impregnado por una concepción amplia de su enunciado. En este marco nació la revista y a ese periodo corresponde su primera etapa, que duró hasta 1993 y en la que se publicaron, con distintos formatos, cuarenta y nueve números bajo el nombre de Papeles para la paz.

En la segunda etapa –entre 1994 y 1997, números 50 a 60- se hacen más explícitos, ya bajo el formato actual, los elementos de una mirada compleja y el título pasa a ser Papeles de cuestiones internacionales de paz, ecología y desarrollo.

La tercera tiene de paréntesis, el contenido queda en la penumbra y lo adjetivo se hace sustantivo, publicándose entre 1997 y 2007 los números 61 a 98, bajo el título de Papeles de cuestiones internacionales.

La cuarta –desde el número 99 publicado en 2007 hasta la actualidad- reconecta, bajo el nombre de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, con la interpretación extensa de la paz enunciada en 1994, pero formulándola en los términos propios de una época muy distinta de la que vio el nacimiento de la revista. Al igual que veinte años antes fue pionera en la investigación para la paz, vuelve a serlo ahora al delimitar la problemática ecosocial – la articulación de sostenibilidad medioambiental, cohesión social y calidad democrática-  como el campo en el que se dilucida el signo de los nuevos tiempos.

Papeles, sin ser una revista de actualidad, nunca a lo largo de su historia ha dado la espalda a la realidad, su alimento ha sido siempre lo que acontecía y su evolución ha sido fiel reflejo de los cambios acaecidos. Por ello, siendo una revista de pensamiento crítico en el ámbito de las ciencias sociales, pocas veces se ha dejado seducir por los cantos de sirena de la elucubración abstracta, especulativa y desiderativa.

Ahí están como muestra los debates de la paz, el referéndum de la OTAN, el desarme en la “era del exterminismo”, el despegue de la conciencia ecologista, la reconfiguración del orden mundial tras la desaparición de la URSS, la globalización y los cambios en el capitalismo hasta el momento actual, en el que priman las diferentes manifestaciones de la crisis ecosocial en que estamos inmersos y el análisis de las profundas amenazas que nos esperan si no somos capaces de abordar a tiempo un cambio global.

En el terreno personal, dan testimonio de esta trayectoria los sucesivos equipos directivos de la revista, sus Consejos de Redacción y Asesores, los autores que han escrito en sus páginas, los lectores que han sido su razón de ser y los patronatos de la FUHEM que a lo largo de estos treinta y cinco años han respaldado el proyecto. Papeles es una experiencia más excepcional de lo que nos gustaría en el panorama español, fruto de la interacción de todos estos componentes, una revista con perfil propio que ha sobrevivido a los avatares del trayecto sin, a la postre, perder identidad, capaz de mirar con responsabilidad al futuro complejo e incierto de nuestro tiempo.

Aunque la invitación del director de la revista a que, una persona que estuvo presente en su nacimiento y que sigue vinculado a la FUHEM, escriba la Introducción a este número 150 tiene mucho de reconocimiento simbólico a los que desde posiciones no siempre visibles la han hecho posible, objetivamente es también una oportunidad para reflexionar con libertad y sin ambages sobre sus rasgos de identidad y sobre las que deberían ser sus aspiraciones.

Es inevitable que al optar por unos contenidos, un perfil y unos destinatarios la revista renuncie a otras posibilidades que serían legítimas. No se puede querer todo a la vez. Lo que, en cambio, se le puede pedir, incluso exigir, es que sea coherente con el propósito que enuncia y que lo persiga sin concesiones. Su contenido puede ser susceptible de lecturas diversas, pero su intención y sus principios no deben ser ambiguos. Y seguirlos en los términos en los que se enuncian es un compromiso público.

En tiempos digitales, de redes sociales, fakenews y confusión, en la España diversa de una Europa difícil, debe ser pleno el desarrollo de nuestra condición de revista de pensamiento ecosocial, lo cual implica radicalmente crítico, desde una independencia real y profunda. Sin que la renuncia a la intervención política directa implique desatención a los actores sociales, al trabajo en red y a la interacción con enfoques afines.

En los temas que aborda, la revista tiene que ser una plataforma privilegiada sobre los problemas reales del mundo y de nuestras sociedades, tratados sin sectarismo de escuela o enfoque. Tiene que ocuparse con rigor de los que están en el debate público, analizar con escrupulosidad los que tienden a ser percibidos de forma sesgada, aflorar los que, subyaciendo, no tienen suficiente cobertura, conectar en tiempo real, en una época plagada de ruidos, con el mejor conocimiento científico.

Para conseguirlo tendrá que perseverar sin descanso en el complicado equilibrio entre rigor y accesibilidad. No se trata de asumir las exigencias formales de las publicaciones académicas, pero sí las del saber y la intelectualidad más seria, la que se ancla en la realidad, sin renunciar en todos y cada uno de los materiales que publica al nivel de calidad exigible a una publicación de prestigio y referencia, aceptando el reto de expresar las cosas de forma tan comprensible como sea posible.

Además, tiene que aceptar el desafío -inherente a una formulación que no es fácil de comunicar, que no va a favor de moda o corriente, pero que tiene espacio y función social- de estar presente y tener influencia, de construir y cultivar un entorno social vivo que, de una u otra forma, se sienta y sea partícipe.

No siendo una revista para convencidos, ni para quienes aspiran a encontrar un enfoque con respuesta para todos los interrogantes, Papeles tiene ante sí una doble prueba que le debe permitir contrastar en qué medida está avanzando en la función que pretende. De un lado, conseguir una interacción rica con el entorno más próximo: los autores que escriben en sus páginas, los miles de alumnos que se educan en los colegios de Fuhem, las familias que confían la formación de sus miembros más jóvenes a una institución con un proyecto del que la revista es expresión, los trabajadores y colaboradores de la Fundación; si estos colectivos no la conocen y no la hacen suya no es verosímil que vayan a hacerlo quienes están más alejados. De otro lado, Papeles tiene que lograr que sea excepción quién conociéndola no esté interesado en seguirla como fuente imprescindible de información, aunque lo haga desde la discrepancia. Asumamos sencillamente este doble baremo, como una prueba del algodón, con todas sus consecuencias.

En fin, aceptemos como hipótesis de trabajo que lo expuesto es a lo que aspirarían tantos que estuvieron en los orígenes y han estado en el desarrollo de Papeles. Gracias al director de la revista por poder expresarlo en este treinta y cinco aniversario que celebra su número 150. Se trata de recoger el guante.

 

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Ángel Martínez González-Tablas es expresidente y patrono de FUHEM

 

 

 

 

 


Mundo rural en tiempos de pandemia

El mundo rural y su función dentro de los escenarios que abre esta “nueva normalidad” es determinante: en el ámbito agroalimentario, sanitario, en su relación con la ciudad, frente a la posibilidad de posibles rebrotes, etc. Por esa razón, los primeros días en los que empezábamos la desescalada, decidimos realizar esta entrevista y trasladar nuestras dudas a expertos y expertas con el objetivo de destacar los elementos claves que han emergido durante la pandemia y los posibles escenarios que se presentan para el futuro del mundo rural.

Así, hemos hablado con María Sánchez, Luis del Romero, Yayo Herrero y Gustavo Duch y con ellos y ellas hemos realizado un:

Análisis de la situación: ¿Qué ha pasado en el mundo rural con la pandemia?

La emergencia sanitaria provocada por la COVID-19 ha amplificado los problemas ya existentes en la España rural vaciada, y provocado toda una serie de contradicciones y sinsentidos peligrosos fruto de un “modelo” de confinamiento pensado desde y para el mundo urbano (que parece ser casi la única perspectiva con la cual se mira “al mundo”). En este sentido, nos han contado los elementos sobre los cuales pondrían más la atención.

Construcción de escenarios: ¿Qué pasará en el mundo rural tras la pandemia?

Al mismo tiempo, esta pandemia ha dejado claro que vamos a enfrentarnos a escenarios muy inciertos que podrían chocar con el funcionamiento del mundo urbano (alta densidad de población, intensa movilidad, espacios reducidos, etc.). Quizás esta pandemia está siendo la oportunidad para tomar conciencia del mundo rural y apoyar su revalorización. En ese sentido, ¿puede existir un peligro de “comercialización” del mundo rural en lugar de un entendimiento real de sus necesidades y rasgos productivos? En otros términos, ¿se amplía el riesgo de que los intereses del mundo urbano primen una vez más sobre la vocación y desarrollo de un mundo rural muy golpeado?

Los escenarios inciertos y difíciles que nos vamos a encontrar tras la pandemia, hacen necesaria una reflexión seria y desde diferentes perspectivas sobre el papel y el futuro del mundo rural.

  1. Además, te recordamos que, si te interesan estas reflexiones y quieres seguir profundizando sobre el tema, no dejes de leer: Un panel de seis expertas y expertos reflexiona sobre la España rural vaciada y degradada. Diálogo entre Elisa Oteros-Rozas, Luis Camarero, Virginia Hernández, Sergio del Molino, Lucía López Marco y Valentín Cabero, publicado en el número 147 de nuestra revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, dedicado a las Periferias: nuevas geografías del malesta.

 

https://www.youtube.com/watch?v=i1EFgAM1eKM&feature=youtu.be


Día Mundial de los Refugiados: Selección de recursos

 

79,5 millones de personas se encontraban desplazadas al final del año 2019

Cada minuto, veinticuatro personas lo dejan todo para huir de la guerra, la persecución o el terror.

El desplazamiento forzado casi se ha duplicado desde 2010 (41 millones entonces frente a 79,5 millones ahora).

El 80 por ciento de las personas desplazadas del mundo se encuentran en países o territorios afectados por inseguridad alimentaria aguda y desnutrición, muchos de ellos son países que enfrentan riesgos climáticos y de desastres naturales.

Más de las tres cuartas partes de los refugiados del mundo (el 77 por ciento) están atrapados en situaciones de desplazamiento prolongado, por ejemplo, la situación en Afganistán, ahora en su quinta década.

Más de ocho de cada 10 refugiados (el 85 por ciento) se encuentran en países en desarrollo, generalmente un país vecino del que huyeron. En 2018 el 84% vivían en países empobrecidos.

28 millones de niños han sido obligados a huir de sus hogares por conflictos armados. otros 20 millones de niños han migrado por otras causas. Casi 50 millones de niños desarraigados, migrantes, lejos de sus hogares.


En 2001 las Naciones Unidas declararon el 20 de junio como Día Mundial de las Personas Refugiadas, cuyo objetivo era rescatar del olvido la dramática situación que viven millones de personas desarraigadas entre refugiados, apátridas, desplazados internos y solicitantes de asilo que actualmente hay en el mundo.

Recogemos hoy una selección de recursos que abordan la situación de los refugiados en el mundo, las causas de estos desplazamientos forzados y la posibilidad de retorno.

ACNUR

Informe tendencias globales 2020

El informe anual de ACNUR Tendencias Globales, presentado hace dos días muestra que un número sin precedentes de 79,5 millones de personas estaban desplazadas a fines de 2019. Es la cifra más alta jamás registrada por ACNUR.

El informe también señala que disminuyeron las posibilidades para las personas refugiadas que esperan en una solución rápida de su difícil situación. En la década de 1990, un promedio de 1,5 millones de refugiados pudieron regresar a sus hogares cada año. Durante la última década, ese número se ha reducido a alrededor de 385.000 personas, lo que significa que el aumento en el desplazamiento hoy supera ampliamente las soluciones.

El informe Tendencias Globales de ACNUR muestra que de los 79,5 millones de personas que se encontraban desplazadas al final del año pasado, 45,7 millones eran personas que habían huido a otras áreas de sus propios países. El resto eran personas desplazadas en otros lugares, 4,2 millones de ellas esperaban el resultado de sus solicitudes de asilo, mientras que 29,6 millones eran refugiados y otras personas que se habían visto obligadas a desplazarse fuera de su país.

 

CEAR - Comisión Española de Ayuda al Refugiado

Las personas refugiadas en España y Europa. Informe 2020

El decimoctavo Informe anual de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), presentado ayer, analiza la situación de las personas refugiadas en el mundo, en la Unión Europea y, principalmente, en España.

Un año más, se han alcanzado cifras de desplazamiento forzado sin precedentes a escala global: en 2018 se produjo un aumento de 2,3 millones de personas desplazadas respecto al año anterior y se alcanzó la cifra de 70,8 millones.

El incremento acelerado que se ha producido en el último lustro plantea importantes retos a los que la comunidad internacional debe ofrecer respuesta. Uno de ellos es la efectividad del principio de responsabilidad compartida, a fin de aliviar la situación de los principales países de acogida, los más próximos a los de origen de las personas refugiadas y que actualmente albergan a la mayoría de estas.

Siria, Palestina, Afganistán, Sudán del Sur y Myanmar son los principales países de origen de las personas refugiadas; Colombia es el que tiene un mayor número de personas desplazadas dentro de sus fronteras y Venezuela el que suma más nuevos solicitantes de protección internacional.

Este escenario se ha visto afectado por la crisis sanitaria y económica originada por la COVID-19. En este contexto, CEAR ha transmitido diversas recomendaciones y propuestas a las autoridades para que se garanticen los derechos de las personas migrantes, solicitantes de asilo y refugiadas y se avance en el reconocimiento de los mismos.

FUHEM Ecosocial

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global

Migraciones forzadas

La responsabilidad de Occidente en las causas que dan origen a este fenómeno, tanto en los conflictos armados actuales, como en los procesos de expulsión por destrucción de hábitat, pone en evidencia la insuficiente respuesta ofrecida y el continuado incumplimiento de los compromisos adquiridos.

Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial, abre el número con una introducción sobre las causas, responsabilidades y respuestas de los desplazamientos forzosos. La llamada «crisis de los refugiados» es un nuevo ejemplo de cómo las políticas migratorias y de asilo están desafiando en Europa los fundamentos de la democracia: a la ausencia de mecanismos comunitarios de acogida a quienes arriban desesperados a las costas europeas y a las vulneraciones de los derechos humanos de los migrantes y refugiados en el territorio de la UE.

Los siete artículos que componen el ESPECIAL, ofrecen una amplia panorámica sobre los distintos tipos de desplazamientos involuntarios, sus causas e implicaciones. En esta pluralidad de enfoques encontramos la apuesta de Sandro Mezzadra de adoptar un nuevo lenguaje conceptual en los estudios sobre migraciones como recoge su artículo, Proliferación de fronteras y derecho de fuga. Javier de Lucas en Refugiados: preguntas y respuestas ante una crisis que no es coyuntural, ofrece un estado de la cuestión respecto a lo que considera una mal denominada “crisis de refugiados”. Susana Borrás aporta un cuestionamiento del estatus jurídico de los desplazados por causas medioambientales en: La migración ambiental: entre el abandono, el refugio y la protección internacional. Por su parte, Alice Edwards realiza un análisis de las tendencias de la jurisprudencia en cuanto al reconocimiento de las solicitudes de asilo relacionadas con el género en Distinción, discreción, discriminación: las nuevas y, es de esperar, últimas fronteras para las solicitudes de asilo relacionadas con el género. Naomí Ramírez explica las causas que subyacen a la actual crisis de refugiados procedentes de Siria. El texto: De cómo una revolución fue ahogada en el Mediterráneo, plantea que la falta de acción internacional frente a los abusos y crímenes del régimen de Bashar al-Asad y el surgimiento de Daesh son las dos caras de una misma moneda que obliga a huir a los sirios. Estrella Galán escribe: Desde Aylan hasta París; recorrido por un drama humanitario sin precedentes. Por último, se recoge una visión de los exiliados por motivos económicos Exiliados económicos: jóvenes españoles en el extranjero, a manos de Mario Rísquez.

IDMC - Internal Displacement Monitoring Centre

Global Report on Internal Displacement 2020

El informe del IDMC de 2020 arroja cifras sin precedentes: 2019 batió record en cuanto a las cifras de personas deslazadas dentro de sus países desde que el centro realiza este tipo de análisis. Los conflictos y los desastres causaron 33,4 millones de nuevos desplazamientos en 145 países y territorios.

En cuanto a los desplazamientos causados por desastres, cerca de 1900 eventos dieron lugar a casi 24,9 millones de nuevos desplazamientos en 2019.

Merece la pena resaltar que esta cifra triplica el número de desplazamientos originados por conflictos y violencia. Además, es la cifra más elevada desde 2012.

La mayoría de estos nuevos desplazamientos se registraron en Asia oriental y en el Pacífico y Asia meridional, donde las lluvias monzónicas, las inundaciones y las tormentas tropicales afectaron a regiones en las que residen millones de personas.

El país en el que mayor número de desplazamientos asociados a desastres registró fue India, seguido de Filipinas y Bangladesh. En la región Europa y Asia central, merece la pena destacar que España fue el segundo país con mayor número de este tipo de desplazamientos. Se registraron 23.000 y la mayoría se relacionaron con los incendios que tuvieron lugar en verano de 2019 y que quemaron cerca de 90.000 hectáreas.

En el informe se hace especial referencia a los incendios en las Islas Canarias, que fueron los peores en 10 años. También se destaca la importancia de las tormentas eléctricas y las lluvias torrenciales, que afectaron el este y el sudeste de la Península Ibérica y que causaron unos 5.000 desplazamientos, especialmente en Valencia y en Murcia.

 

Revista Migraciones Forzadas

Retorno ¿voluntario, seguro, digno y duradero?

El retorno voluntario en condiciones de seguridad y dignidad como solución duradera al desplazamiento ha sido durante mucho tiempo un principio básico del régimen internacional de los refugiados.

En los 20 artículos sobre el Retorno incluidos en este número de RMF, los autores exploran los diferentes obstáculos para lograr un retorno sostenible, algunos comunes en distintas situaciones de desplazamiento, mientras que otros son específicos de ciertos contextos.

Muchos de los autores que participan tratan la necesidad de prevenir el retorno prematuro o forzado, y de los riesgos que pueden acarrear.

También hablan sobre las suposiciones y percepciones que influyen en la política y la práctica. Los ejemplos de buenas prácticas y las observaciones sobre los resultados de las investigaciones presentadas en este número proceden de todas partes del mundo.

El número también contiene una minisección titulada Hacia el entendimiento y el tratamiento de las causas profundas del desplazamiento, preparado para servir de base a los debates del primer Foro Mundial sobre los Refugiados del pasado diciembre de 2019. Esta compilación de artículos escritos por autores miembros de la ONU, de ONG y del mundo académico busca mejorar el entendimiento colectivo de algunas de las causas profundas del desplazamiento.

 


Refugiados en la Unión Europea

Refugiados en la Unión Europea: desde el alarmismo de emergencia a la gestión común

Daniele Archibugi, Marco Cellini y Mattia Vitiello

La Unión Europea se encuentra en una encrucijada: el brexit, las políticas económicas y la incapacidad de gestionar con éxito los ingresos de refugiados, han aumentado el euroscepticismo y ponen en riesgo el proyecto de integración europea.

El tema de la migración, y específicamente de los refugiados, probablemente ha sido el más relevante en alejar a tantas personas de la UE como institución.

En el debate político europeo, los ingresos de refugiados y solicitantes de asilo se han descrito catastróficamente, como si hubiera un número interminable de personas tratando de ingresar a Europa por todas partes.

Desde 2015, la situación comenzó a ser narrada como una crisis por los medios de comunicacion, los políticos y los académicos, por tres razones principales:

  1. el aumento de solicitantes de asilo;
  2. la insuficiencia del Sistema Europeo Común de Asilo (SECA) en responder al creciente número de personas en busca de protección internacional;
  3. el intento de varios partidos y líderes políticos de lograr consenso electoral abordando el tema del ingreso de refugiados.

Si bien el SECA ha demostrado ser incapaz de hacer frente al aumento de los ingresos,[1] en la siguiente sección mostraremos que el número de solicitantes de asilo (y de personas a las que se les otorgó protección) no representa ni ha representado en el pasado una cantidad crítica, especialmente considerando una perspectiva comparativa global. Por esta razón, describir la situación de los refugiados europeos en términos de crisis es incorrecto. La narración de una 'crisis europea de refugiados', de hecho, no es solo una cuestión semántica, ya que se utilizó para presionar a las instituciones europeas a implementar políticas de emergencia, cuando hubiera sido más prudente introducir medidas destinadas a abordar el problema de forma estructural en una perspectiva a largo plazo.

Ni los ingresos ni el total de refugiados alojados en Europa justifican el alarmismo de políticos y medios de comunicación

El presente artículo se estructura como sigue: la primera sección analiza algunos datos para mostrar cómo, considerados desde una perspectiva comparativa, ni los ingresos ni el total de refugiados alojados en Europa justifican el alarmismo utilizado por varios políticos y medios de comunicación . La segunda sección examina la legislación europea sobre el asilo, analizando críticamente el sistema de Dublín, las medidas de emergencia y la política exterior de la UE adoptada a partir de 2015. La tercera describe la ineficacia de las políticas de emergencia adoptadas por la UE, destacando los riesgos que representan para la UE y para solicitantes de asilo y refugiados. La sección cuatro presenta algunas propuestas concretas para superar la lógica de emergencia que aborda el problema de los refugiados.

La crisis no solo ha terminado; nunca ha habido ninguna crisis

Para comprender la magnitud del problema de los refugiados europeos, es necesario compararlo a nivel mundial. Según ACNUR,[2] durante el pico de la "crisis europea de refugiados", se presentaron más de tres millones de solicitudes de asilo en todo el mundo. En el mismo año, la UE recibió alrededor de un millón de solicitudes, mientras los primeros seis países por número de solicitudes recibieron conjuntamente 1.737.131 solicitudes (Gráfico 1).

 

Por lo tanto, la UE recibió aproximadamente un tercio del total de solicitudes de asilo presentadas a nivel mundial. La Tabla 1 muestra que la relación entre los flujos de refugiados y la población total de los países receptores es similar para la UE y otros países con ingresos altos y es sustancialmente inferior a países como Turquía y Sudáfrica. La proporción de la UE aumentó en 2015 y 2016, pero la disminución en 2017 indica que el pico aparentemente ha pasado.

 

Al comparar el número total de refugiados acogidos por toda la UE con el número de los seis principales países de acogida, aparece una imagen similar. El Gráfico 2 muestra cómo en 2015 la UE acogió a menos refugiados que Turquía y Pakistán y un número similar a Líbano e Irán.

Los datos presentados sugieren que si hubo una crisis europea, no fue por la cantidad de solicitantes de asilo y refugio, sino más bien debido a la gestión europea de las solicitudes,, incapaz de hacer frente armónicamente a los flujos y redistribuir equitativamente los costos de recepción entre los Estados miembros.

Observando únicamente los datos europeos (Gráfico 3), en 2015 los Estados miembros recibieron 1.256.515 solicitudes de asilo, aunque otorgaron protección internacional a solo 327.955 personas; en el mismo año  se detectaron 1.822.177 personas intentando ingresar a la UE sin documentos.[3] Sin embargo, desde principios de 2016, las solicitudes de asilo, las decisiones positivas y las detecciones comenzaron a disminuir, y en 2018 tanto las decisiones positivas como las detecciones volvieron a los niveles de 2013, mientras las solicitudes de asilo volvieron a los niveles de 2014.

Fuente: Los datos sobre las decisiones positivas y las solicitudes provienen de Eurostat (2018).[4] Los datos sobre las detecciones provienen de Frontex (2018).[5]

La evidencia discutida en esta sección, por lo tanto, muestra que la narrativa de la crisis europea de refugiados ha sido muy exagerada, y que los flujos de solicitantes de asilo han vuelto a niveles que podríamos definir estructurales para la UE.

¿Por qué es importante reconocer que la narrativa en términos de crisis es incorrecta? ¿Y por qué es esencial no tratar el fenómeno en términos de crisis?

La representación dominante ha impulsado tanto a la UE como a los Estados miembro a centrarse en la implementación de medidas de emergencia y la firma apresurada de acuerdos que externalizan el control de las fronteras exteriores de la UE a terceros países, desviando la atención de la búsqueda de un conjunto más efectivo y consistente de medidas estructurales capaces de responder adecuadamente al fenómeno de los solicitantes de asilo en Europa.

Las políticas de emergencia implementadas por la UE

El SECA es el conjunto de normas relativas a la gestión de refugiados y solicitantes de asilo, que establecen una mayor cooperación para garantizar que los solicitantes de asilo sean tratados por igual en un sistema abierto y justo en toda la UE. Para abordar lo que se percibió y describió como un desastre inminente, desde 2015 la UE ha adoptado medidas de emergencia que se pueden dividir en dos categorías: i) de política interna; y ii) de política exterior.

En cuanto a la política interna, la Comisión Europea, en mayo de 2015, adoptó la Agenda Europea de Migración que incluía varias medidas. En primer lugar, la Agenda identificó un método de gestión, llamado Hotspot, para apoyar a los Estados miembro afectados por el aumento de los flujos. El método Hotspot implica la formación de equipos de especialistas llamados a identificar, registrar y tomar rápidamente las huellas digitales de los migrantes. En segundo lugar, propuso la implementación de un mecanismo de reubicación, mediante el cual las personas con clara necesidad de protección internacional son identificadas en Italia y Grecia y transferidas a otros Estados miembros para procesar sus solicitudes. Por fin, proporcionó el programa de reasentamiento donde por cada ciudadano sirio que regresara de las islas griegas, otro sería reasentado a la UE directamente desde Turquía. La carga financiera de la Agenda fue apoyada por el presupuesto de la UE.

La ineficacia de las políticas europeas de asilo y, en particular, del llamado Sistema de Dublín es evidente

Con respecto a las políticas exteriores, la UE concluyó una serie de acuerdos con algunos países terceros de tránsito, Turquía, Libia y Marruecos, con el objetivo de reducir los flujos de solicitantes de asilo. Los acuerdos proporcionan apoyo financiero de la UE a terceros países a cambio de un control más robusto de sus fronteras.

Los riesgos asociados a la externalización del problema de los refugiados

La ineficacia de las políticas europeas de asilo y, en particular, del llamado Sistema de Dublín es evidente, y se ha informado tanto en la literatura sobre el tema[6] y, más instrumentalmente, por políticos y periodistas cada vez que ocurría un aterrizaje irregular. ¿Pero cuáles son sus límites reales?

Primero, a pesar de los esfuerzos de la UE, persisten diferencias considerables entre los Estados miembro con respecto a varios aspectos de los procedimientos de asilo, como el tiempo necesario para examinar las solicitudes,[7] el porcentaje de decisiones positivas,[8] las condiciones de los solicitantes de asilo que esperan el examen de sus solicitudes, así como las políticas de integración implementadas por los diferentes Estados miembro.[9] Cada país continúa manteniendo sus propias reglas, impidiendo que los solicitantes de asilo se beneficien de igualdad de condiciones en todos los Estados miembro.

En segundo lugar, la norma según la cual el primer país de llegada es responsable de examinar las solicitudes ha contribuido a empeorar la situación, creando dificultades considerables para los sujetos involucrados. Para los Estados miembro, esta regla ha acabado por cargar desproporcionadamente a los Estados fronterizos externos de la UE. Esta regla también ha tenido efectos negativos para los solicitantes de asilo y refugio. Los Estados miembro continúan teniendo diferentes reglas: el Gráfico 4 muestra la tasa de aceptación de los Estados miembro de la UE en 2018.

Además, existe una contradicción bastante fuerte entre una UE basada en la libre circulación de personas, por un lado, y la voluntad de limitar la movilidad de los solicitantes de asilo, por otro lado . El deseo de evitar los movimientos secundarios de los solicitantes de asilo les dificulta utilizar sus recursos individuales (como tener redes familiares y sociales en un país específico, dominar un idioma específico, tener habilidades profesionales para gastar en un país en lugar de otro), contribuyendo a que los refugiados sean obligados a escapar del registro de huellas dactilares y a tratar de llegar a los países elegidos a través de rutas ilegales, corriendo riesgos que ponen en peligro sus vidas.[10]

Los instrumentos de emergencia implementados incluyeron:

a) el reasentamiento;

b) el mecanismo de reubicación;

c) la subcontratación del control de las fronteras de la UE. Los tres instrumentos tuvieron un impacto limitado.

El programa de reasentamiento, iniciado en 2017, tenía objetivos bastante modestos, o sea, permitir la llegada segura a Europa desde terceros países hasta un total de 22.500 refugiados vulnerables. Un total de 19.432 personas han sido reasentadas. El objetivo se logró aunque el número total involucrado está muy por debajo de lo que sería necesario. Muy inferior fue la efectividad de la reubicación, terminada en 2017 después de más de dos años. El objetivo establecido de 100.000 solicitantes de asilo era ya insuficiente para distribuir equitativamente a los solicitantes de asilo en los países europeos. Además, solo 34.000 personas fueron reubicadas. Dado que se ha concluido con menos de un tercio del objetivo y que algunos países (como Polonia y Hungría) no han participado, mientras otros Estados miembro han participado con menos de las cuotas asignadas, está claro que el mecanismo de reubicación, que en la nueva programación solo será voluntaria y probablemente incluso menos efectiva, ha fallado.

La estrategia de externalizar el control fronterizo de la UE ha sido más efectiva, aunque solo para reducir las llegadas.[11] Como muestran los datos de Frontex,[12] de hecho, desde 2015 a 2018, la mayoría de las rutas han visto una reducción significativa de las detecciones en casi todos los años considerados. La reducción general de las detecciones, así como de las solicitudes de asilo (que se muestran en el Gráfico 3), es en gran parte el resultado de la efectividad de los acuerdos firmados con Turquía, Libia y más recientemente Marruecos. Sin embargo, si bien la política de externalizar el control de las fronteras de la UE parece tener cierto éxito en la reducción de las llegadas, presenta serios problemas que deberían considerarse, tanto para la UE como para los migrantes.

Primero, debería considerarse la naturaleza de los regímenes políticos en Turquía, Marruecos y Libia, ya que ninguno de ellos respeta los derechos humanos, y menos aún los derechos humanos de los solicitantes de asilo. En resumen, el destino de los refugiados que a menudo huyen de países en guerra civil se pone en manos de otros regímenes igualmente brutales. Este tipo de subcontratación plantea tres problemas interrelacionados:

  1. la contradicción entre la subcontratación a países que no respetan los derechos humanos y los principios en los que se basa la UE;
  2. el riesgo y en muchos casos la certeza de que los solicitantes de asilo se encuentran en una posición en la que sus derechos humanos son violados nuevamente;
  3. la dependencia de la UE hacia países no democráticos.

El Tratado de la Unión Europea es bastante claro sobre el papel fundamental de la democracia y el respeto de los derechos humanos no solo dentro de la UE,[13] sino también en la forma en que la UE se proyecta fuera de sus fronteras. Pero, ninguno de los tres países tiene un sistema efectivo de protección de los derechos humanos.[14]

La subcontratación del control fronterizo coloca a los solicitantes de asilo y refugio en una posición muy peligrosa

Si bien esta situación contradictoria puede, por lo visto, dañar la credibilidad de la UE en términos del respeto de sus principios fundacionales y potencialmente puede socavar sus objetivos para difundir las prácticas democráticas y el respeto de los derechos humanos, esta contradicción coloca a los solicitantes de asilo y refugio en una posición muy peligrosa. Además, la subcontratación del control fronterizo  europeo coloca a la UE en una posición potencialmente vulnerable. Concluir acuerdos con regímenes autoritarios con poca transparencia, responsabilidad y respeto del estado de derecho hace que la UE esté en peligro de chantaje. Estos países pueden abrir sus fronteras en cualquier momento y crear artificialmente nuevas entradas de refugiados en caso de que sus exigencias no sean aceptadas.

Superar el enfoque de emergencia mediante la implementación de soluciones estructurales

La falta de efectividad de las políticas de emergencia muestra la necesidad de abandonar el enfoque de emergencia en favor de una gestión estructural capaz de lidiar no solo con los problemas actuales sino también con posibles nuevos aumentos repentinos en los flujos.

Cualquier intento de superar el enfoque de emergencia y encontrar soluciones estructurales debe seguir al menos cuatro trayectorias:

  1. reducción de salidas de países de origen;
  2. asegurar una distribución justa de la carga entre los Estados miembro de la UE;
  3. garantizar el respeto de los derechos humanos de los solicitantes de asilo y refugiados tanto en la UE como en el marco de sus relaciones exteriores;
  4. mejorar la gestión de los solicitantes de asilo y refugiados.
Reducción de salidas de países de origen

Grandes flujos de solicitantes de asilo, en la mayoría de los casos, son el efecto de conflictos internos o internacionales. Esto también se confirma para las entradas europeas de las últimas décadas: las guerras de los Balcanes de la década de los noventa del siglo pasado, las guerras en Irak y Afganistán, las guerras civiles sirias y libias han generado el mayor número de solicitantes de asilo. El Gráfico 5 confirma estas afirmaciones ilustrando como, de 2014 a 2018, la mayoría de los países que generaron los mayores flujos de solicitantes de asilo fueron devastados por guerras y guerras civiles, y/o eran países en los que se violan sistemáticamente los derechos humanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De hecho, la guerra no es la única causa del fenómeno. Las violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos, las epidemias y los desastres naturales, así como el subdesarrollo económico y social también están en la raíz de los flujos de asilo. Sin embargo, la guerra es a menudo un evento repentino que en poco tiempo crea muchas personas que necesitan protección internacional. Está claro, por lo tanto, que para evitar flujos grandes y repentinos, es necesario prevenir el estallido de conflictos armados. ¿Puede hacerlo la UE?

A pesar de los progresos de la UE en la Política Común de Seguridad y Defensa, los Estados miembro continúan disfrutando de un alto grado de autonomía y diferentes preferencias. Los Estados miembro tienen el poder de intervenir o promover acciones militares sin ningún tipo de escrutinio por parte de las instituciones europeas. Pero la UE a menudo tiene que lidiar con las consecuencias migratorias de tales intervenciones.

La competencia de la UE en tales situaciones está limitada por los poderes conferidos por los tratados. Si bien la UE tiene la posibilidad de emprender acciones diplomáticas, así como ciertos tipos de acciones militares (mantenimiento de la paz, construcción de la paz, etc.), los Estados miembro conservan el derecho a emprender acciones autónomas sin la interferencia de la UE y de los otros Estados miembro. Las intervenciones militares se deciden sin prestar atención al efecto boomerang que producirán: guerras civiles a largo plazo y flujos de refugiados durante al menos una generación. Para abordar esta tensión, la UE debería haber desarrollado una coordinación más efectiva con respecto a las intervenciones de construcción de paz en áreas vecinas o aquellas áreas que podrían crear efectos indirectos como nuevos flujos de refugiados.

Obviamente, este camino está lejos de ser fácil de seguir. La principal dificultad de dicha propuesta es que otorgar a la UE poder de decisión sobre las intervenciones militares de los Estados miembro requeriría una reforma de los Tratados. Sin embargo, el procedimiento para reformar los Tratados es extremadamente largo y complejo, especialmente dado que los países miembros tienen preferencias diferentes.[15]

Asegurar una distribución justa entre los estados miembros de la UE

Uno de los aspectos más problemáticos y espinosos de la estrategia de asilo general y de emergencia de la UE ha sido la falta de una distribución justa de las cargas derivadas de la gestión de las solicitudes de protección internacional, como se denuncia a menudo incluso antes de la llamada crisis de refugiados.[16]

Existen varias razones que explican la distribución desigual de los refugiados entre los países miembros,[17] sin embargo, la propuesta por Thielemann,[18] es decir, la mayor propensión de los países miembros a ser free riders en momentos de mayor flujo de refugiados eligiendo no actuar si no están directamente involucrados, explica muy bien por qué la UE no ha podido implementar políticas efectivas, y también sugiere una posible forma de impedir las prácticas de free riding: implementar un sistema de distribución europea vinculante.

Dicho sistema debería basarse en los principios de solidaridad y equidad entre los países miembros. Para implementar dicho sistema, en primer lugar, se deberian establecer y asignar cuotas anuales de solicitudes de asilo a cada país. Las cuotas podrían basarse en parámetros objetivos como el PIB per cápita, la tasa de desempleo, el stock de refugiados ya alojados. Una vez que las cuotas han sido establecidas y vinculantes, la UE debería establecer un sistema que desaliente a los Estados miembro de no respetarlas. En este sentido, se podría implementar un sistema de infracción similar al utilizado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en caso de incumplimiento de los parámetros macroeconómicos. De hecho, como el incumplimiento de estos parámetros se considera un riesgo para la resiliencia del euro y, por lo tanto, para la propia UE, el problema de los refugiados también parece representar un riesgo para la resiliencia de la UE, si no por otra razón que el gran impulso que ha dado a los partidos populistas, nacionalistas y antieuropeos[19] en todos los países miembro. Sin embargo, es fundamental proporcionar también un mecanismo que permita a los solicitantes de asilo elegir el país al que se trasladarán[20] para facilitar su integración una vez que se otorgue protección internacional.

En la práctica, la gestión de este sistema podría otorgarse a la Comisión Europea y al Consejo de Ministros en la formación de Justicia y Asuntos de Interior, que por un lado deberían ser responsables de supervisar el cumplimiento de las cuotas y, por otro lado, deberían tener el poder de imponer sanciones si los Estados miembro no las cumplen.

Garantizar el respeto de los derechos humanos tanto en la UE como en el marco de sus relaciones exteriores

La UE fue creada para respetar los derechos humanos internamente y promoverlos externamente. Sin embargo, los acuerdos celebrados con ciertos países están muy lejos de los estándares de derechos humanos de la UE. De hecho, estos acuerdos se han concluidos con países donde no se garantiza el respeto de los derechos humanos. Pero, también se han denunciado violaciones de los derechos humanos contra los solicitantes de asilo en el territorio de la UE, como lo demuestran Amnistía Internacional[21] y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos.[22]

En cuanto al respeto de los derechos humanos de los solicitantes de asilo en el contexto de los acuerdos firmados con terceros países, la UE podría adoptar al menos tres estrategias. La primera y más efectiva es poner fin a los acuerdos cuando se denuncian casos de violación de derechos humanos. La segunda es establecer oficinas europeas permanentes en el territorio de los países terceros, con la tarea y el poder de supervisar el respeto de los derechos humanos de los migrantes.  La tercer estrategia es ubicar en estos países instalaciones de la UE que puedan evaluar las solicitudes de asilo y decidir si otorgar protección, brindando viajes seguros al país anfitrión o un regreso seguro a los países de origen.[23]

Con respecto a la cuestión de las violaciones de los derechos humanos de los solicitantes de asilo por parte de los Estados miembros de la UE, en principio, la UE ya tendría los instrumentos para abordarlas, a través de la suspensión de la membresía prevista por el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea. El Consejo Europeo, a través de una mayoría de 4/5, puede declarar que existen riesgos de violaciones graves de los derechos humanos, por lo que comienza el procedimiento. En más de una ocasión[24] se ha discutido la posibilidad de activar este mecanismo. Sin embargo, nunca se ha llevado a la siguiente etapa, que requiere la unanimidad de los países miembro y permitiría aplicar sanciones a los Estados infractores. Requerir unanimidad para establecer la violación, de hecho, vacía este instrumento de cualquier credibilidad política.

Mejorar la gestión de los solicitantes de asilo y refugiados

Desarrollar un sistema de asilo más responsable e inclusivo requiere superar las diferencias entre los Estados miembro en las políticas de asilo, así como superar la regla del primer país de llegada y el impedimento para los movimientos secundarios una vez que la protección ha sido otorgada. Para hacerlo, la UE debería tomar medidas más enérgicas.

Una solución eficaz podría ser reformar las directivas de condiciones de recepción, de procedimientos y de calificaciones.[25] Sobre la base de las buenas prácticas implementadas por los estados más virtuosos, dicha reforma debería proporcionar, en primer lugar, un examen rápido de las solicitudes de asilo, basado en reglas claras igualmente aplicadas en cada Estado miembro; en segundo lugar, debería prever la armonización de las normas sobre las condiciones de recepción de los solicitantes de asilo; y, por último, debería garantizar programas comunes para la integración de los refugiados y su acceso a los servicios públicos.

Para facilitar la transición y, sobre todo, para garantizar una aplicación verdaderamente homogénea entre los Estados miembro, las directivas podrían transformarse en regulaciones. A diferencia de las primeras, las últimas establecen normas detalladas que pueden aplicarse directamente sin la necesidad de que los Estados miembro las conviertan en leyes nacionales, evitando así que los Estados se aparten de los estándares de la UE.

Por último, la posibilidad de otorgar a los refugiados el derecho a la libre circulación dentro de la UE representaría un importante paso adelante en la política europea de asilo, permitiría a los refugiados una mayor oportunidad de integración y, junto con la armonización propuesta anteriormente, eliminaría las razones detrás de los intentos de los solicitantes de asilo para escapar del registro a sus llegada a Europa.

Para implementar tal medida, la UE podría tomar varios caminos. Desde una perspectiva minimalista, podría incluir a los refugiados entre los beneficiarios del derecho de libre circulación previsto en el Tratado de Schengen, creando un documento de identidad europeo especial otorgado por razones humanitarias, reconocido y válido en toda la UE; o, en una perspectiva genuinamente cosmopolita,[26] podría establecer un instituto europeo especial de ciudadanía para refugiados, que no solo incluya el derecho a la libre circulación sino que también daría acceso a otros derechos, tales como la posibilidad de votar en elecciones nacionales y locales en los países en los que residen, o en elecciones europeas.[27] Sin embargo, en ambos casos, esto conduciría finalmente a la creación de un sistema europeo de asilo específicamente diseñado para garantizar las mejores condiciones posibles para que los refugiados se integren dentro del territorio de la UE.

Conclusión: la estrategia europea para los refugiados como una oportunidad para la integración europea

La situación de los refugiados europeos en los últimos años se ha descrito y narrado en términos catastróficos. En consecuencia, tanto los Estados miembro como la UE han centrado sus esfuerzos en la implementación de soluciones de emergencia en lugar de desarrollar políticas estructurales capaces de abordar la situación desde una perspectiva a largo plazo.

Los datos sobre los solicitantes de asilo y los flujos de refugiados muestran que la narrativa de la situación de los refugiados ha sido muy exagerada por razones políticas. El problema europeo de los refugiados, por lo tanto, no parece derivarse de la naturaleza excepcional de las entradas, sino más bien de la incapacidad del SECA para gestionarlas, y de la actitud de varios países miembros para luchar entre ellos en lugar de colaborar.

Las políticas a largo plazo deben abordar las raíces del problema de los refugiados

Hemos descrito las principales normas e instrumentos del SECA, así como las medidas de emergencia adoptadas por la UE tanto internamente como externamente. En el frente de las políticas internas, el SECA se basa en las Regulaciones de Dublín y las Directivas de Recepción, Calificación y Procedimientos. El Reglamento establece qué país es responsable de examinar cada solicitud de asilo, identificándolo en virtud de dónde el solicitante de asilo ingresó por primera vez a Europa. Las Directivas, por un lado, tienen como objetivo armonizar las prácticas entre los Estados miembro estableciendo un conjunto de normas mínimas comunes para todos los países. Las medidas internas de emergencia, como los planes de reubicación y reasentamiento, por otro lado, tenían como objetivo redistribuir la carga de los flujos de asilo desde los Estados miembro más afectados a los menos afectados por las llegadas. En el frente de la política exterior, la UE se ha concentrado en formalizar acuerdos con ciertos terceros países de tránsito con el objetivo de reducir la llegada de solicitantes de asilo al territorio europeo.

Nuestro análisis crítico de las políticas europeas indica que han sido ineficaces tanto en el frente interno como en el externo. En particular, el artículo muestra cómo las políticas internas han sido en gran medida insuficientes y, en algunos casos, como la regla del primer país de llegada, han contribuido a acentuar los problemas. Al mismo tiempo, las políticas para externalizar el control de las fronteras exteriores de la UE muestran cierta eficacia para limitar las llegadas, pero han llevado a una situación en la que los solicitantes de asilo, y los migrantes en general, se encuentran en situaciones de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos.

Hemos sugerido varias políticas a largo plazo destinadas a resolver los problemas planteados por el enfoque de la UE sobre el asilo.

Primero, las políticas a largo plazo deben abordar las raíces del problema de los refugiados . Dado que la mayoría de los solicitantes de asilo provienen de países devastados por conflictos armados, a menudo iniciados por países occidentales y apoyados por países europeos, la UE debería poder considerar también las implicaciones en términos de flujos de refugiados sobre las intervenciones militares de sus Estados miembro. Una oficina especial coordinada por el Alto Representante de la Unión y compuesta por ministros de Asuntos Exteriores de los Estados miembro podría supervisar estos temas. Si bien la decisión de tomar o participar en acciones militares es actualmente un poder soberano de los Estados miembro, las consecuencias en términos del aumento de los flujos de solicitantes de asilo y refugiados tienen efectos indirectos significativos para toda la UE que, hasta ahora, han sido totalmente ignorados.

En segundo lugar, es necesario abordar el desequilibrio entre los Estados miembro generado por la legislación europea, que actualmente ejerce una presión desigual sobre los diferentes países. Para hacerlo, es necesario implementar un sistema europeo vinculante para la distribución de solicitantes de asilo, basado en los principios de solidaridad y equidad , y asegurar que cada Estado miembro contribuya de acuerdo con sus propios recursos y posibilidades. Sin embargo, para que este sistema sea efectivo, es necesario crear desincentivos que desalienten a los Estados a no cumplirlo.

En tercer lugar, la UE debe supervisar y promover el respeto de los derechos humanos tanto internamente como en sus relaciones externas. Como hemos visto, hay informes sobre la violación de derechos humanos de refugiados y solicitantes de asilo tanto en países con los que la UE tiene acuerdos específicos para la gestión de fronteras exteriores como incluso en los propios Estados miembro.

Externamente, la UE podría adoptar al menos dos estrategias:

  1. poner fin de inmediato a tales acuerdos cuando se denuncian violaciones de los derechos humanos de los solicitantes de asilo; y
  2. proporcionar, dentro de dichos acuerdos, el establecimiento de oficinas europeas permanentes con el poder de supervisar el respeto de los derechos humanos de los migrantes. Internamente, es necesario que el Consejo Europeo sea más firme cuando los países miembros cometen violaciones de derechos humanos contra refugiados y migrantes.

Hay que implementar us sitema europeo vinculante para la distribución de solicitantes de asilo, basado en la solidaridad y la equidad

Por último, es necesario continuar la armonización de las políticas de asilo entre los Estados miembros, creando un sistema europeo que ofrezca a los solicitantes de asilo y refugiados las mismas oportunidades y los mismos derechos en todo el territorio de la Unión. En este sentido, es necesario reformar las Directivas de Recepción, Procedimientos y Calificaciones, según las mejores prácticas de los Estados más virtuosos. La transformación de las directivas en regulaciones podría ayudar a la transición y hacer que el sistema sea más efectivo dado que las segundas son directamente aplicables dentro de los sistemas legales de los Estados miembro y, por lo tanto, no les dejaría la opción de alejarse demasiado de los estándares comunes. Para facilitar la integración de los refugiados y evitar que los solicitantes de asilo utilicen rutas ilegales y clandestinas para moverse de un Estado miembro a otro es necesario otorgarles el derecho a la libre circulación dentro de la UE, eliminando las razones detrás del intento de escapar del registro a sus llegadas.

Estas propuestas pueden parecer poco realistas cuando los refugiados a menudo se utilizan como chivos expiatorios para cultivar estados de ánimo nacionalistas y xenófobos en toda Europa. En lugar de complacer estos sentimientos, una verdadera política europea podría mostrar que los refugiados solo son un problema menor que enfrenta hoy la UE, un problema que una estrategia común con visión de futuro y coherente podría manejar con éxito. Ciertamente, se necesita una política más activa no solo para defender los derechos humanos de los refugiados, sino también para evitar desacreditar los valores generales de la

Daniele Archibugi es director de investigación en el Consiglio Italiano Nazionale delle Ricerche y profesor de Innovación, Gobierno y Políticas Públicas en la Universidad de Londres

Marco Cellini y Mattia Vitiello, IRPPS - Consiglio Nazionale delle Ricerche

 

Accede al texto completo del artículo en formato pdf: Refugiados en la Unión Europea: desde el alarmismo de emergencia a la gestión común

NOTAS

[1] Mattia Vitiello, «La Crisi dei Rifugiati e il Sistema Europeo Comune di Asilo: Che Cosa non ha Funzionato?», Meridiana, 86, 2016, pp. 145-165; Marco Cellini, «Filling the Gap of The Dublin System: A Soft Cosmopolitan Approach», Journal of Contemporary European Research, 13(1), 2017a, pp. 944-962, Rainer Bauböck, «Europe’s Commitments and Failures in the Refugee Crisis», European Political Science, 17(1), 2018a, pp. 140-150.

[2] ACNUR, «Population Statistics Database», Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, 2018 [online],  disponible en: http://popstats.unhcr.org/en/time_series

[3] Frontex, «Detections of Illegal Border-Crossings Statistics», European Border and Coast Guard Agency, 2018 [online],

[4] Eurostat, Asylum Applicants by Citizenship Annual Data, Eurostat, 2018 [online],

[5] Frontex, 2018, Op. cit.

[6] Mattia Vitiello, 2016, Op. cit.; Marco Cellini, 2017a, Op. cit.

[7] EuroAlternatives, «Chart of Lampedusa», European Alternatives, 2015 [online], disponible en: https://euroalter.com/wp-content/uploads/2014/07/Carta-di-Lampedusa-impaginato-def.pdf

[8] Marco Cellini, 2017a.

[9] Alexander Wolffhardt, Carmine Conte y Thomas Huddleston, «The European Benchmark for Refugee Integration: A Comparative Analysis of the National Integration Evaluation Mechanism in 14 EU Countries», Fundacja Instytut Spraw Publicznych, Varsovia, 2019.

[10] OIM, Fatal Journeys Volume 3: Improving Data on Missing Migrants, Organización Internacional de las Migraciones, Global Migration Data Analysis Centre, 2017 [online].

[11] Ali Emre Benli, «March of Refugees: An Act of Civil Disobedience», Journal of Global Ethics, 14(3), 2018, pp. 315-331. Doi: 10.1080/17449626.2018.1502204.

[12] Frontex, 2018, Op. cit.

[13] Unión Europea, Consolidated Versions of the Treaty on European Union, Official Journal, 2012, [online], C 326, 26/10/2012 P. 0001 - 0390,

[14] Ver Amnestía Internacional, The States of the Worlds Human Rights, Amnesty International, 2018 [online],

[15] Mathias Koenig-Archibugi, «Explaining Government Preferences for Institutional Change in EU Foreign and Security Policy», International Organization, 58(01), 2004, pp.137-174.

[16] Michael Barutciski y Astri Suhrke, «Lessons from the Kosovo Refugee Crisis: Innovations in Protection and Burden‐Sharing», Journal of Refugee Studies, 14(2), 2001, pp. 95-115. Doi: 10.1057/97814039141495; Gregor Noll, «Prisoner’s Dilemma in Fortress Europe: On the Prospects for Equitable Burden‐Sharing in the European Union», German Yearbook of International Law, 40, 1997, pp. 405-437; Eriko R. Thielemann, «European Burden‐Sharing and Forced Migration», Journal of Refugee Studies, 16(3), 2003, pp. 225-358. 10.1093/jrs/16.3.225.

[17] Eric Neumayer, «Asylum Destination Choice: What Makes Some West European Countries More Attractive Than Others?», European Union Politics, 5(2), 2004, pp. 155-180. Doi: 10.1177/1465116504042444; Eriko R. Thielemann, «Why European Policy Harmonization Undermines Refugee Burden‐Sharing», European Journal of Migration and Law, 2004, 6(3), pp. 43-61, Eriko R. Thielemann, «Why Refugee Burden‐Sharing Initiatives Fail: Public Goods, Free‐Riding and Symbolic Solidarity in the EU», Journal of Common Market Studies, 56(1), 2018, pp. 63-82. Doi: 10.1111/jcms.12662; Timothy J. Hatton, «Asylum Policy in the EU: The Case for Deeper Integration»,  CESifo Economic Studies, 61(3‐4), 2015, pp. 605-637. Doi: 10.1093/cesifo/ifv002; Natascha Zaun, «States as Gatekeepers in EU Asylum Politics: Explaining the non‐Adoption of a Refugee Quota System», Journal of Common Market Studies, 56(1), 2018, pp. 44-62. Doi: 10.1111/jcms.12663.

[18] Eriko R. Thielemann, 2018, Op. cit.

[19] Daniele Archibugi y Ali Emre Benli (eds.), Claiming Citizenship Rights in Europe: Emerging Challenges and Political Agents, Routledge, Londres, 2017.

[20] Rainer Bauböck, «Refugee Protection and Burden‐Sharing in the European Union», Journal of Common Market Studies, 56(1), 2018b, pp. 141-156. Doi: 10.1111/jcms.12638.

[21] Amnistía Internacional, 2018, Op. cit.

[22] ACNUDH, In Search of Dignity: Report on the Human Rights of Migrants at Europe's Borders, Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2017a [online], ACNUDH, (2017b). Committee Against Torture Considers Report of Italy, Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Comité contra la Tortura, 2017b [online].

[23] European Alternatives, 2015, Op. cit.

[24] Maria Fletcher, «Article 7 sanctions: a legal expert explains the EU’s ‘nuclear option’», The Conversation, 2017 [online].

[25] Bernd Parusel y Jan Schneider, «Reforming the Common European Asylum System», Delmi, Estocolmo, 2017 [online].

[26] Pierre Haassner, «Refugees: A Special Case for Cosmopolitan Citizenship?», en Re-imagining Political Community: Studies in Cosmopolitan Democracy, Daniele Archibugi, David Held y Martin Kohler (eds.), Stanford University Press, Palo Alto, 1998, pp. 273-286; Benhabib, S. , «On the Alleged Conflict Between Democracy and International Law», Ethics & International Affairs, 19(1), 2005, pp. 85-100. Doi:  10.1111/j.1747-7093.2005.tb00491.x; Daniele Archibugi, «The Global Commonwealth of Citizens. Toward Cosmopolitan Democracy», Princeton University Press, Princeton 2008.

[27] Marco Cellini, «Addressing the Refugee Crisis by European Citizenship», en Claiming Citizenship Rights in Europe, Daniele Archibugi y Ali Emre Benli (eds.), Routledge, Londres, 2017, pp. 27-46.

 


REFERENTES: Francisco Fernández Buey

La sección REFERENTES del número 149 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global dedicado a las Utopías, recoge dos textos de Paco Fernández Buey: Charles Fourier y los elementos positivos de la utopía (1974) y Utopía y vocación científica en la representación socialista moderna de la sociedad capitalista (1990), que forman parte de una de las inquietudes y temáticas que acompañaron al autor hasta el final de sus días: la utopía y los pensadores utópicos, y su consideración y papel en la tradición marxista y en otras tradiciones emancipatorias.

Ambos textos vienen precedidos por una Presentación elaborada por Salvador López Arnal, bajo el título: Francisco Fernández Buey: elementos positivos de la Utopía.

A continuación, ofrecemos un pequeño fragmento de los dos textos y un enlace para poder descargarlos en formato pdf.

Utopía y vocación científica en la representación socialista moderna de la sociedad capitalista.

Francisco Fernández Buey

Conferencia impartida en el Instituto Simancas de Valladolid en septiembre de 1990.

La vocación científica, la aspiración al análisis científico de la sociedad, ha sido un rasgo característico de los programas socialistas desde sus primeras formulaciones modernas.

Expresada con mayor o menor fuerza y con tonalidades distintas, esta aspiración la encontramos en todos los grandes del pensamiento socialista del siglo XIX: en Proudhon y en Marx, en Owen y en Cabet, en Herzen y en Chernichevski, en Engels y en Garrido.

La aspiración a hacer ciencia social para, basándose en ella, transformar en un sentido igualitario una sociedad en la que reinaba la injusticia y la desigualdad fue algo compartido, en la segunda mitad del siglo pasado, por todas las corrientes socialistas. Con matices cuya importancia habrá que ver, libertarios y marxistas, socialistas, anarquistas y comunistas de las diferentes nacionalidades europeas subrayaron una y otra vez que la capacidad para comprender científicamente lo que era la sociedad capitalista distinguía de forma radical el moderno ideal emancipador de la milenaria lucha del hombre oprimido contra el mal social.

No solo eso: algunas de las corrientes socialistas que mayor implantación llegaron a tener entre los trabajadores de la industria mantuvieron con mucho énfasis que sin ciencia no podía haber liberación, que sin conocimiento científico el trabajador no lograría desalienarse.

Esta coincidencia tan amplia se explica, naturalmente, por el prestigio social que a lo largo del siglo XIX fuera adquiriendo la ciencia en la mayoría de las sociedades europeas, y sobre todo en aquellas que habían dado los primeros pasos en el camino de la industrialización.

Con razón ha denominado David Knight la era de la ciencia al período histórico que va desde la revolución Francesa de 1789 hasta los años de la Primera Guerra Mundial. Pues en esa época, que casi coincide con el siglo XIX, se institucionaliza la ciencia y el adjetivo científico pasa a ser de uso corriente para designar profesiones y actividades.

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Charles Fourier y los elementos positivos de la utopía

Francisco Fernández Buey

Hoy [1974] ya no puede caber duda acerca de la revalorización de la utopía de Charles Fourier que se está operando en los países de capitalismo avanzado en la última década. Referencia explícita a Fourier –y más en general a los filósofos sociales del primer tercio del siglo XIX llamados por Marx y Engels «socialistas utópicos»– hay ya en las declaraciones de algunos de los más conocidos protagonistas del mayo-junio francés de 1968.

Declaraciones que, sin entrar en el análisis concreto de aquellos elementos de la doctrina fourierista que, según estos portavoces habría que reivindicar en la actualidad, sitúan muy en primer plano la necesidad de oponer un proyecto global de nueva sociedad ante la falta de futuro constatada no solo en la ideología burguesa oficial, dominante en el capitalismo maduro o capitalismo monopolista de Estado, sino también en los programas de las organizaciones políticas tradicionalmente mayoritarias de la clase obrera.

Sería excesivo, sin embargo, atribuir a los dirigentes estudiantiles del 68 la paternidad exclusiva de la argumentación que sirve de base a esas declaraciones. Se trata, por el contrario, de una argumentación ampliamente difundida durante los años sesenta en los medios intelectuales del occidente capitalista y que echa sus raíces en una triple observación:

  1. La crisis general de la ideología burguesa en los países de capitalismo avanzado es ya un hecho, como lo revela la posición meramente defensiva de la clase dominante en estos países ante los proyectos de cambio en todos los órdenes de la base material y de las principales sobreestructuras institucionales de la misma; esa posición defensiva solo se manifestaría ofensivamente por medio de la extensión del militarismo (carrera armamentista), de los controles policíacos (constante aumento numérico de las fuerzas de policía y progresivo perfeccionamiento técnico del armamento represivo puesto a su disposición), de las medidas restrictivas introducidas en el parlamentarismo (tendencia al presidencialismo) y, finalmente, por medio de la demagógica afirmación de supuestas libertades que opera como palanca para la “integración” de las clases sociales oprimidas y disparadero de actividades adormecedoramente consumistas. Todo lo cual no deja lugar para el desarrollo de la imaginación creadora, la voluntad humana y los auténticos valores morales del hombre.
  2. Pero a esa ausencia de proyecto para el futuro –se observa también en la misma argumentación– el actual movimiento socialista de los países capitalistas avanzados no parece oponer más que un inmediato marco de reformas de mayor o menor amplitud (aunque siempre tímidas y no negadoras globalmente del «sistema ») cuya implantación gradualista prolongaría desmesuradamente la etapa histórica de la transición y alejaría a las brumas de un porvenir impalpable el momento de la revolución verdaderamente liberadora, el momento del fin de la explotación del hombre por el hombre, de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y del fin del reino de la necesidad. Esa prolongación y ese alejamiento admitidos como programa de actuación serían, por otra parte, un síntoma de debilidad y de crisis en un movimiento que, al mismo tiempo, y contradictoriamente, afirma la suficiente maduración de la contradicción básica de la formación económico-social capitalista.
  3. A todo lo cual habría que unir la ausencia de un proyecto global, en el sentido socialista, en aquellos países en los cuales con más o menos profundidad se ha consumado la abolición de la propiedad privada de los principales medios de producción. Pues, en efecto, el nuevo ordenamiento social arduamente conquistado en esos países, después del período de transición «muy provechoso moralmente» que preveía Engels en 18913 y que sirvió de bandera para importantes contingentes revolucionarios hasta los años cincuenta del presente siglo, no parece constituir ya un ejemplo a seguir en las condiciones actuales teniendo en cuenta la pérdida, patente en esos países no-capitalistas, de valores elementales de la moral socialista (como el internacionalismo proletario) y la implantación y difusión en la mayoría de ellos de unos criterios «desarrollistas» análogos a los de los países capitalistas, criterios que solo pueden conducir a la aparición de un nuevo individualismo.

De esas observaciones se desprende, obviamente, la conclusión aludida de una alternativa global de sociedad de nuevo tipo y, por tanto, la necesidad de empezar de nuevo el movimiento, en un sentido auténticamente socialista, por la liberación de las clases sociales dominadas. Pero nunca se empieza totalmente de nuevo.

Y de ahí las afirmaciones programáticas de vuelta a los principios teóricos del siglo XIX revolucionario o, a lo sumo, a la práctica del movimiento revolucionario de los años veinte del presente siglo: la vuelta a Marx, predominantemente al Marx de la «Liga de los Comunistas», la vuelta a la problemática de los consejos obreros de la izquierda de la III Internacional o, con mayor radicalismo histórico, la vuelta a los clásicos del «socialismo utópico» y particularmente a Fourier.

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REFERENTES: Erik Olin Wright Construyendo utopías reales

Imaginar utopías reales es un elemento componente central de una empresa intelectual más amplia que puede llamarse ciencia social emancipadora. La ciencia social emancipadora trata de generar conocimiento científico pertinente para el proyecto colectivo de cuestionar diversas formas de opresión humana. El hecho de llamar a esto una forma de ciencia social antes que simplemente crítica o filosofías sociales, supone reconocer la importancia que para este objetivo tiene el conocimiento científico  sistemático  acerca  de  cómo  funciona  el  mundo.  El  término emancipador señala un propósito moral central en la producción del conocimiento, esto es, la eliminación de la opresión y la creación de condiciones que favorezcan el florecimiento humano.1  Y la palabra social supone la creencia de que la emancipación humana depende de la transformación del mundo social y no solamente de la vida interior de las personas.

Para el logro de este objetivo, toda ciencia social emancipadora debe realizar tres tareas básicas: elaborar un diagnóstico y crítica sistemáticos del mundo como es; imaginar alternativas viables; y comprender los obstáculos, posibilidades y dilemas de la transformación. Según sean los tiempos y los lugares, unas tareas pueden ser más urgentes que otras, pero todas son necesarias para elaborar una teoría emancipadora general […]

Alternativas viables

La segunda tarea de la ciencia social emancipadora consiste en desarrollar una teoría coherente y creíble de alternativas a las instituciones y estructuras sociales que eliminen o, cuando menos, mitiguen significativamente los daños e injusticias que se hayan detectado en el diagnóstico y la crítica. Las alternativas sociales pueden elaborarse y evaluarse desde tres diferentes criterios: deseabilidad, viabilidad y factibilidad. Como puede verse en el gráfico estos criterios se entienden en una especie de jerarquía: no todas las alternativas deseables son viables y no todas las alternativas viables son factibles.

 

 

 

Deseabilidad. La exploración de las alternativas deseables sin las limitaciones de la viabilidad o la factibilidad es el campo de la teoría social utópica y de gran parte de la filosofía política normativa. Como es de esperar, estos debates son muy débiles desde el punto de vista institucional, puesto que lo que importa es el enunciado de principios abstractos antes que las reformas institucionales. Así, por ejemplo, la descripción marxista del comunismo como una sociedad sin clases, regida por el principio de «a cada uno según sus necesidades, de cada uno según su capacidad», es casi muda con respecto a las reformas institucionales que convertirían este principio en algo funcional. Igualmente, las teorías liberales de la justicia elaboran y defienden los principios que deben materializarse en las instituciones de una sociedad justa sin estudiar de modo sistemático el problema de si cabe establecer realmente instituciones sostenibles y vigorosas para poner en práctica esos principios en la forma pura en la que se formulan. Estos debates son importantes porque pueden ayudar mucho a clarificar nuestros valores y fortalecer nuestro compromiso moral con la ardua tarea de conseguir el cambio social. Pero el pensamiento utópico puro sobre las alternativas es de escasa utilidad para la tarea práctica de construir instituciones o para dar crédito a las críticas a las instituciones actuales.

 

Viabilidad. El estudio de alternativas viables pregunta a los propósitos de transformar las estructuras e instituciones sociales existentes si, en caso de realizarse, darían lugar en verdad a las consecuencias emancipadoras que motivaron la propuesta de una forma sostenible y vigorosa. Una objeción frecuente a las propuestas igualitarias radicales es que «suena bien en la teoría, pero no funcionará jamás». El ejemplo más conocido de este problema es la planificación centralizada integral, la forma clásica con la que los revolucionarios intentaron realizar los principios socialistas. Los socialistas eran muy críticos con la anarquía del mercado y sus efectos destructivos sobre la sociedad, y creían que una economía racionalmente planificada mejoraría las vidas de la gente. La reforma institucional pensada para hacerlo posible era la planificación centralizada integral. Resultó que hay una serie de consecuencias «perversas» no queridas de la planificación centralizada integral que subvertían los objetivos propuestos tanto a causa de la sobrecarga de información generada por la complejidad como por una serie de problemas relacionados con los incentivos.

Otro ejemplo del problema de la viabilidad es la propuesta de una renta básica generosa universal de la que se hablará en el capítulo 6. Supongamos que cada cual recibiera un estipendio mensual sin condiciones, suficiente para vivir en un nivel de vida socialmente respetable. Existen muchas razones según las cuales, desde el punto de vista moral radical de la justicia social, esta propuesta puede verse como una alternativa deseable a los procesos existentes de distribución económica. Sin embargo, hay escépticos que sostienen que una renta básica generosa no es una alternativa viable al mundo existente: podría crear incentivos perversos y todos nos convertiríamos en adictos al sofá; quizá aumentaran tanto los tipos impositivos que estrangularían la actividad económica; quizá desencadenara tal resentimiento hacia la gente que viviera solo de la renta básica entre quienes alternaran la renta básica con las ganancias del mercado de trabajo que una renta básica in- condicional resultara políticamente inestable. Tales son los tipos de asuntos que habrá que considerar en el debate acerca de la viabilidad de las alternativas.

Una objeción frecuente a las propuestas igualitarias radicales es que «suena bien en la teoría, pero no funcionará jamás»

Por supuesto, la viabilidad de una reforma concreta para el logro de objetivos emancipatorios puede depender en gran medida del contexto histórico y de divesos tipos de condiciones colaterales. Por ejemplo, una renta básica universal generosa puede ser viable en un país en el que haya una vigorosa cultura enraizada de ética del trabajo y un sentido de obligación colectiva porque es esa sociedad habría poca gente en términos relativos que consumiera toda su renta sin contribuir nada a cambio. Pero puede no ser viable en una sociedad muy atomizada, egoísta y consumista. O bien el ingreso básico podría ser viable en una sociedad que, durante un largo periodo, hubiera desarrollado un Estado del bienestar redistributivo basado en un mosaico de programas, pero no en una sociedad con un Estado del bienestar limitado y miserable. En consecuencia, los debates sobre la viabilidad también incluyen otros sobre las condiciones contextuales posibles para que funcionen bien las reformas institucionales.

Los límites de lo factible dependen en parte de las creencias de la gente acerca de qué tipos de alternativas son viables

La exploración de alternativas viables incluye la cuestión de su factibilidad práctica en las condiciones sociales existentes. Algunos podrán plantear la pregunta de cuál sea el sentido de hablar acerca de una alternativa teóricamente viable si no es estratégicamente factible. La respuesta a estos escépticos es que hay tantas incertidumbres y contingencias acerca del futuro que no podemos saber ahora cuáles serán realmente los límites de las alternativas futuras factibles. Piénsese en la Unión Soviética en 1987. Nadie creía que el colapso del Estado soviético y la subsiguiente transición al capitalismo se darían en unos cuantos años. Quizá podamos decir algo acerca de los tipos de cambios por los que cabe luchar ahora mismo o los tipos de coaliciones que son posibles o imposibles en las condiciones actuales y qué clases de estrategias políticas serán eficaces o ineficaces en el futuro inmediato. Pero cuanto más en el futuro tratamos de ver, menos seguros podemos estar acerca de los límites de lo que es factible.

Dada esta incertidumbre acerca del futuro, hay dos razones de por qué es importante tener una idea tan clara como sea posible sobre la gama de alternativas viables al mundo en que vivimos que, si se aplicaran, tendrían bastantes posibilidades de ser sostenibles. En primer lugar, al elaborar ahora esa idea es más probable que si en el futuro las condiciones históricas amplían los límites de las posibilidades factibles, las fuerzas sociales actualmente comprometidas con el cambio social emancipador estarán en situación de formular estrategias prácticas para implementar una alternativa. Es más probable que las alternativas viables se conviertan en alternativas factibles si están bien pensadas y entendidas. En segundo lugar, los límites reales de lo que es factible dependen en parte de las creencias que tenga la gente acerca de qué tipos de alternativas sean viables. Este es un asunto esencial y fundamental para la comprensión sociológica de la idea misma de que existen «límites de posibilidad» del cambio social: los límites de posibilidad no son independientes de las creencias acerca de dichos límites. Cuando un físico sostiene que hay un límite máximo a la velocidad a la que pueden desplazarse las cosas, se supone que se trata de una limitación objetiva que actúa con independencia de nuestras creencias acerca de la velocidad. Igualmente, cuando un biólogo dice que en ausencia de ciertas condiciones la vida es imposible se trata de limitaciones objetivas. Por supuesto, el físico y el biólogo pueden estar equivocados, pero sus afirmaciones son acerca de límites de posibilidad reales, insuperables. Las afirmaciones acerca de los límites sociales de posibilidad son diferentes de estas afirmaciones acerca de límites físicos y biológicos porque en el ámbito social las creencias de la gente acerca de los límites afectan de modo sistemático a lo que es posible. La descripción sistemática y convincente sobre las alternativas viables a las estructuras e instituciones sociales existentes de poder y privilegio, en consecuencia, es un componente del proceso social mediante el cual se pueden cambiar los mismos límites sociales de las alternativas factibles.

No resulta sencillo argumentar creíblemente que «otro mundo sea posible». La gente nace en sociedades que ya están hechas de antes. Las normas de la vida social que aprende e interioriza según crece parecen naturales. La gente se preocupa por las tareas de la vida cotidiana, la de ganarse el pan, sobrellevar las penas de la vida y disfrutar de sus alegrías. La idea de que cabe cambiar deliberadamente el orden social en alguna forma fundamental que haga la vida significativamente mejor para la mayoría de la gente es de largo alcance tanto porque es difícil imaginar alguna alternativa funcional mejor y porque es difícil imaginar cómo desafiar con éxito las instituciones existentes de poder y privilegio con el fin de crear dicha alternativa. Así pues, incluso si uno acepta el diagnóstico y la crítica de las instituciones existentes, la respuesta más natural de la mayoría de la gente probablemente es un sentido fatalista de que, en realidad, no es mucho lo que puede hacerse para cambiar las cosas realmente.

Este fatalismo plantea un problema grave para la gente comprometida con la lucha contra las injusticias y males del mundo social existente por cuanto el fatalismo y el cinismo acerca de las perspectivas del cambio emancipador reducen las perspectivas de dicho cambio. Por supuesto, una estrategia es justamente no preocuparse mucho sobre si se maneja o no un argumento científicamente creíble acerca de las posibilidades del cambio social radical y tratar de crear en su lugar una visión inspiradora de una alternativa deseable fundada en la ira que suscitan las injusticias del mundo en que vivimos e imbuida de esperanza y pasión acerca de las posibilidades humanas. A veces, estos buenos deseos carismáticos han sido una fuerza poderosa que ha ayudado a movilizar al pueblo para la lucha y el sacrificio. Pero es improbable que constituyan una base adecuada para transformar el mundo en formas que realmente creen una alternativa emancipadora sostenible. La historia de las luchas humanas en pro del cambio social radical está repleta de victorias heroicas sobre las estructuras existentes de opresión seguidas por la construcción trágica de nuevas formas de dominación, opresión y desigualdad. La segunda tarea de la ciencia social emancipadora, por lo tanto, es desarrollar de forma tan sistemática como sea posible una concepción científicamente fundamentada de las instituciones alternativas viables.

 

Factibilidad. La elaboración de teorías coherentes de alternativas factibles es la tarea central del trabajo práctico de las estrategias de cambio social. Esta resulta ser muy difícil tanto porque los puntos de vista acerca de la factibilidad son vulnerables a los «buenos deseos» como por el alto grado de contingencia de las condiciones que en el futuro afecten a las perspectivas de éxito de las estrategias a largo plazo.

Como en el caso de la viabilidad, la factibilidad no es en realidad una dicotomía simple entre lo factible y lo no factible: proyectos diferentes de transformación institucional tienen posibilidades distintas de realizarse. La probabilidad de que una alternativa dada a las estructuras e instituciones sociales existentes se realice en algún momento en el futuro depende de dos tipos de procesos: en primer lugar, de las estrategias conscientemente perseguidas y del poder relativo de los actores sociales que apoyan o se oponen a la alternativa en cuestión. La estrategia cuenta porque es muy improbable que las alternativas emancipadoras «sucedan» sin más. Solo pueden darse porque la gente trabaja para conseguirlas y es capaz de superar distintos tipos de obstáculos y formas de oposición. La probabilidad del éxito en último término, pues, depende del equilibrio del poder de las dos fuerzas sociales contendientes que intentan imponer o rechazar conscientemente la transformación emancipadora En segundo lugar, la probabilidad de que se implemente una alternativa concreta depende de una trayectoria a lo largo del tiempo de una amplia gama de condiciones socioestructurales que afecta a las posibilidades de éxito de estas estrategias2.

Esta trayectoria de condiciones es en sí misma parcialmente el resultado de los efectos no deseados acumulativos de la acción humana, pero también es el resultado de las estrategias conscientes de los actores para transformar las condiciones de sus propias acciones. En consecuencia, la factibilidad de una alternativa depende de en qué medida sea posible formular estrategias coherentes, convincentes que ayuden a crear las condiciones para implementar las alternativas en el futuro y contar con el potencial para movilizar las fuerzas sociales necesarias para apoyar la alternativa cuando se den esas condiciones. La comprensión de estos asuntos es el objetivo de la tercera tarea general de la ciencia social emancipadora: la teoría de las transformaciones.

Transformación

La tercera tarea de una ciencia social emancipadora es la elaboración de una teoría de la transformación social. Podemos pensar en la ciencia social emancipadora como la teoría de un viaje desde el presente a un posible futuro. El diagnóstico y la crítica de la sociedad nos dicen por qué queremos dejar atrás el mundo en que vivimos; la teoría de las alternativas nos dice hacia dónde queremos ir; y la teoría de la transformación nos dice cómo llegamos de aquí allí, esto es, cómo hacer factibles alternativas viables. Una teoría de la transformación implica cuatro componentes centrales:

1. Una teoría de la reproducción social.

2. Una teoría de los saltos y contradicciones del proceso de reproducción.

3. Una teoría de  la  dinámica  y  trayectoria  subyacentes  al  cambio  social  no  querido.

4. Una teoría de los actores, estrategias y luchas.

Este artículo forma parte de la sección REFERENTES del número 149 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global. Puedes descargar el texto completo en formato pdf: Construyendo utopías reales.

 

NOTAS:

*  Este texto es un extracto del capítulo II del libro Construyendo utopías reales, publicado en lengua española por la editorial Akal en el año 2014. Agradecemos la gentileza de la editorial al autorizarnos a reproducirlo.

1  En un intercambio personal, Steven Lukes observó que el término «emancipación» estaba conectado originalmente con la lucha contra la esclavitud: la emancipación de los esclavos implicaba su liberación de la servidumbre. De modo más general, la idea de la emancipación se vinculaba con las nociones liberales de libertad y del logro de plenos derechos liberales antes que los ideales socialistas de igualdad y justicia social. En el siglo XX, la izquierda se apropió del término para referirse a una más amplia visión de eliminar todas las formas de opresión y no solamente aquellas que implicaban formas coercitivas de negación de las libertades individuales. Empleo el término en este sentido amplio.

2  Para citar (fuera de contexto) el famoso aforismo de Marx: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. Véase Karl Marx (1985, 1992) El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Suele entenderse con la cita que las estructuras sociales imponen límites a la acción humana, pero el contexto real es acerca de las condiciones mentales de la acción: El pasaje prosigue: La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando estos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal». Si bien el argumento de Marx se centraba en ese tipo de límites culturales para transformar el mundo, la idea más general es que las estrategias colectivas encuentran condiciones que no se pueden reconducir a una decisión estratégica.

 


Selección Recursos Ecosociales

Hoy celebramos el Día Mundial del Medo Ambiente, y este año está dedicado a la Biodiversidad, bajo el lema La hora de la Naturaleza.

 Han pasado 10 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el año 2010 Año Internacional de la Diversidad Biológica, con el fin de atraer más la atención internacional sobre el problema de la pérdida continua de la biodiversidad.

En 2020, diez años más tarde, las preocupaciones de los expertos siguen vigentes y los números todavía más alarmantes. En ese sentido, los estudios más significativos hablan de que la ratio de extinción actual puede ser similar, incluso superior, al de las anteriores 5 extinciones masivas.  En otras palabras, estamos ante lo que se conoce como “la sexta gran extinción”. Esto significa que la salud de los ecosistemas de los que los seres humanos y todas las demás especies dependen, está deteriorándose más rápidamente que nunca.

Estamos erosionando los principales fundamentos de nuestras economías, sociedades, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo.

Si miramos los números, se estima que entre 1992 y 2016, las denominadas “zonas muertas” se han incrementado en un 75,3%; que se ha perdido alrededor del 2,8% de superficie de bosque y el 28,9% en biodiversidad de vertebrados. En los vertebrados terrestres, por ejemplo, la biomasa de ganado (la cantidad de carbono) es superior a la presente en la biodiversidad salvaje. Y podríamos seguir.

En definitiva, esta crisis surge de un aumento dramático en la “apropiación humana” de los recursos naturales para mantener el ritmo de rápido crecimiento de la población, los cambios en la dieta hacia un mayor consumo de productos animales y una mayor demanda de energía para soportar todo este aumento de la actividad humana. Cada vez somos más, tenemos una creciente conectividad global y cada vez modificamos más las áreas naturales para satisfacer necesidades de bienes y servicios.

Los efectos de esta variación en la biodiversidad se ven además agravados por el hecho de que cada especie, dentro del ecosistema en el que vive, interactúa con las otras especies a través de relaciones de simbiosis, competencia, depredación, parasitismo, etc. La extinción de una especie puede, por lo tanto, alterar indirectamente la abundancia de otras especies causando un cambio adicional en la composición del ecosistema al que pertenece, y aumentando su vulnerabilidad a episodios críticos, tal y como nos ha enseñado la pandemia de la COVID-19.

Desde el Centro de Documentación Virtual de FUHEM Ecosocial ofrecemos una Selección de Recursos sobre la importancia de proteger la biodiversidad ya que es la base que sustenta toda la vida.

Declaración FUHEM Ecosocial sobre la COVID-19

En los últimos años hemos reclamado sin descanso, desde la mirada ecosocial propia de esta Fundación, una mayor atención a la crisis ecológica, a la pérdida de cohesión de nuestras sociedades, una respuesta más humana al problema de los desplazados y una defensa más decidida de la democracia como proceso que se construye a partir de la deliberación y la participación de toda la ciudadanía, sin exclusiones.

Son muchas las enseñanzas y reflexiones que esta pandemia está suscitando a la sociedad, y una de ellas es que detrás de esta pandemia está la acción humana sobre la naturaleza. La alteración de los hábitats y la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas derrumban barreras en la expansión de los patógenos, al mismo tiempo que nuestros estilos de vida tienden puentes muy efectivos para su propagación. Las implicaciones de los actuales modos de vida sobre la salud de las personas y el planeta son evidentes y exigen un replanteamiento colectivo.

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Dossier Ecosocial:  El papel de la biodiversidad

Asistimos al deterioro no sólo de los ecosistemas, sino de los cimientos mismos de nuestra civilización, por ello, resulta urgente pensar la biodiversidad no como una esfera que atañe solo a la ecología, sino también al ámbito más humano y cultural. El presente Dossier profundiza en esta reflexión a través de cuatro artículos de análisis que abordan el tema desde diferentes perspectivas; y se completa con una selección de recursos sobre biodiversidad:

La biodiversidad es vida, Theo Oberhuber,

La biodiversidad, los ecosistemas y sus valoresPedro L. Lomas,

Trigos y garcillas, Gustavo Duch y

Saltar la valla de la escuela para asomarse a la biodiversidad, María González Reyes,

Selección de recursos: Biodiversidad, CIP-Ecosocial

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Pérdida de biodiversidad y pandemias: un nexo oscuro y peligroso

Monica Di Donato

La reflexión que queremos lanzar a través de esta entrada en el blog de FUHEM Ecosocial, Tiempo de Actuar guarda una fuerte relación con la actualidad de estas semanas, aunque se centra en abordar y proponer un eje de análisis muy específico: existe un nexo, quizás todavía no explorado de modo exhaustivo, entre la pérdida de biodiversidad y una mayor vulnerabilidad de las personas frente al riesgo de epidemias infecciosas.

Esta propuesta constituye una hoja de ruta para orientar al profesorado en cómo trabajar en el aula en una doble dirección:

a) la lectura y comprensión de los datos sobre la situación de la biodiversidad (diagnóstico sobre el estado), sus causas y consecuencias

b) profundizar sobre cómo actúa la pérdida de biodiversidad en la exposición al riesgo de pandemias infecciosas. Somos conscientes de que este último vínculo no es lineal y no es muy valorado fuera de ambientes especializados, pero consideramos que puede ser útil y original trasladar este ejercicio de reflexión a la comunidad educativa, en concreto entre el alumnado de bachillerato y los últimos cursos de ESO.

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Biodiversidad: combatir la sexta extinción masiva

Bo Normander

¿Cuál es la causa de esta tragedia biológica? La respuesta es, sencillamente, la intervención humana. Los cinco factores principales que están conduciendo a esta pérdida de biodiversidad, según la Secretaría del CDB son:

  • la transformación de los hábitats,
  • la sobreexplotación,
  • la contaminación,
  • la invasión de especies exóticas
  • el cambio climático.

La humanidad ha transformado los ecosistemas durante las últimas décadas hasta un grado nunca visto con anterioridad. Conservar la biodiversidad también es vital desde un punto de vista más antropocén-trico: no se trata únicamente de una aspiración humana a disfrutar de una naturaleza diversa y apasionante, sino de la capacidad que tienen los ecosistemas intactos de satisfacer las necesidades humanas básicas, en lo que se refiere a alimentos, agua limpia, medicinas, combustibles, material biológico, etc.

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El papel vital de la biodiversidad en la sostenibilidad urbana

Martí Boada Juncà, Roser Maneja Zaragoza y Pablo Knobel Guelar

Las ciudades han sido entendidas como sistemas funcionalmente antinaturales, donde la biodiversidad espontánea, la vegetación, los animales y los nichos ecológicos que los soportan, quedan al margen del reconocimiento humano.

Las estructuras que soportan el sistema urbano, basadas en materiales inorgánicos e infraestructuras verticales y horizontales de gran envergadura, como el metro y los grandes edificios, han constituido un escenario poco facilitador de la comprensión del mundo natural.

Utilizar la biodiversidad como uno de los indicadores fundamentales de sostenibilidad urbana hace posible esbozar formas de promover y evaluar la biodiversidad de las urbes, los servicios ecosistémicos que esta proporciona y funciones biológicas más amplias en el medio urbano.

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REFERENTES: Erik Olin Wright. Utopías reales

Presentación

Santiago Álvarez Cantalapiedra

A Erik Olin Wright se le conoce, sobre todo, por su esfuerzo de reconstruir desde el marxismo un marco teórico con que analizar la estructura de clases en el capitalismo contemporáneo. Sin embargo, al iniciarse la década de los noventa, buena parte de sus energías las empleó en el estudio de las utopías, tema por el que ya había mostrado un inusitado interés en sus tiempos de estudiante.

El contexto en el que Wright inicia este proyecto no era nada halagüeño. Los años noventa del siglo pasado nacieron marcados por la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética. El neoliberalismo gobernaba las principales economías y dominaba las políticas de los gobiernos de la mayoría de las democracias capitalistas.

Eran tiempos de desencanto y repudio a cualquier idea de socialismo tras el fracaso y el descrédito de las economías de planificación centralizada. La afirmación de Thatcher de que no existía alternativa terminó convirtiéndose en el principal dogma de fe de la época: fuera del capitalismo no había salvación. Desde el mundo intelectual se decretó, en coherencia con los signos de los tiempos, el fin de la historia, con el liberalismo como la única forma universal de gobierno. Todavía tenía que pasar una década para que un incipiente movimiento alterglobalizador empezara a proclamar que otro mundo era posible.

No obstante el contexto tan adverso, Wright comenzó un proyecto de investigación centrado en la búsqueda de alternativas realizables bajo el título de Utopías reales. ¿Por qué utopías? ¿y por qué reales? Utopías, porque la ausencia de una alternativa sistémica al capitalismo global hacía que la posibilidad de superar este sistema se concibiera como algo utópico. Ha llegado a resultar tan inconcebible ese acontecer que Jameson considera, ejerciendo de fedatario de las creencias de la época, que para el común de los mortales resulta más fácil hoy imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.1

El adjetivo de reales se entiende mejor cuando repasamos los intentos de rehabilitación del pensamiento utópico dentro de la tradición marxista. Las utopías concretas (Bloch) o las utopías realizables (Marcuse) no eran concebidas como ideales fuera de la historia sino como programas políticos que por ambiciosos y radicales podían parecer en un determinado momento irrealizables, pero en ningún caso imposibles. A diferencia de la utopía abstracta, las utopías concretas y realizables empiezan a diseñar la sociedad ideal del mañana sin ignorar las características de la sociedad del presente con todas sus dinámicas y contradicciones. En esa estela hay que entender las utopías reales de Wright.

Antes de señalar los rasgos específicos del proyecto Utopías reales, hay sin embargo una cuestión de la que era consciente Wright y que se relaciona mucho con la forma en que encaraba el asunto de las utopías Paco Fernández Buey, el otro autor seleccionado para esta sección de Referentes.

Wright sabía que la expresión “utopías reales” podía parecer una contradicción en los términos. A pesar de ello, la asumió de buen grado, porque la idea del proyecto era precisamente revelar esa tensión entre los sueños y el mundo práctico poniendo de manifiesto que los primeros forman parte también de la realidad, y que lo que puede llegar a ser posible nunca deja de ser totalmente independiente de nuestra imaginación, ya que nuestra forma de ver es la que suscita la voluntad política que puede propiciar o entorpecer los cambios sociales radicales.

A Paco Fernández Buey las expresiones utopía realizable, concreta o real también le sonaban a oxímoron y paradoja, lo que le llevó a afirmar que «de la vieja utopía lo salvable, si algo queda, sería, pues, la ironía, las diversas modalidades del humor», pues la reivindicación de la ironía, la parodia y la sátira es un punto compartido por todas las personas que defienden la utopía, tanto de aquellas que la utilizan como recurso metafórico como por las que la contemplan como elemento motivador de la acción política o les preocupa su fundamento antropológico al concebirla como expresión de ese heroísmo del espíritu que nos hace inconformistas y nos incita a luchar contra la catástrofe.

Pero volvamos al proyecto de Wright. El objetivo que se propuso fue formular unos principios institucionales capaces de inspirar alternativas emancipadoras al mundo existente. Algo que se encuentra a medio camino entre el simple debate sobre los valores morales que justifican el empeño y el minucioso detalle de las características institucionales que toman cuerpo en una sociedad radicalmente diferente. Hay cosas que no están al alcance de un investigador porque corresponden a la praxis social, pero lo que sí puede anticipar en un plano, si se quiere, más teórico es «determinar los principios organizativos esenciales de las alternativas a las instituciones existentes, los principios que orientarán las tareas de constitución de instituciones basadas en la práctica de la prueba y el error».2

Con ese propósito, el proyecto inició un largo proceso jalonado de publicaciones y un número aún mayor de versiones que el autor fue presentando para su discusión y sometimiento al escrutinio público en el seno de diferentes encuentros de grupos y asociaciones, como las reuniones anuales de la Asociación Americana de Sociología, la Sociedad para el Adelanto de la Socioeconomía o el Grupo de Marxismo Analítico con el que mantuvo siempre cierta vinculación.

Una primera síntesis de las ideas centrales apareció en un artículo publicado en la New Left Review en el año 2006.3 También en el nº 117 de nuestra revista Papeles publicamos en el año 2012 un artículo de Wright en el que profundizaba en uno de los aspectos centrales de su propuesta: los equilibrios entre la sociedad civil, el mercado y el Estado.4

Erik O. Wright sitúa a la democracia y al poder social enraizado en la sociedad civil en el centro de la transformación del capitalismo, replanteando el socialismo en términos de poder social y democracia radical. Pero la versión más acabada y desarrollada del trabajo de Wright quedó reflejada en Construyendo utopías reales, libro publicado por Akal en el año 2014, del que extraemos el texto que a continuación reproducimos gracias a la amabilidad y a las facilidades brindadas por la editorial.

En este libro Wright piensa las utopías en el marco más amplio de una ciencia social emancipadora. Un marco que comprende tres tareas:

1) el diagnóstico crítico de las instituciones y estructuras que dañan a las personas,

2) la formulación de las alternativas propiamente dichas y 3) la articulación de estrategias de transformación social que permitan la implantación de las alternativas. El diagnóstico y la crítica del presente se encuentran estrechamente relacionadas con la formulación de una teoría de la justicia que permite, además de comprender, evaluar la realidad. En esta teoría, nociones como buena vida o plenitud humana (o las equivalentes de bienestar o calidad de vida) juegan un papel fundamental. En la segunda tarea, Wright se sirve de tres criterios (deseabilidad, viabilidad y factibilidad) que actúan a modo de un cedazo que criba las propuestas, diferenciando aquellas que no pasan de meros desiderátums hasta llegar a las que adquieren visos de probabilidad. Finalmente, el proceso de cambio social que posibilita la implantación real de las utopías exige conocer los mecanismos de reproducción social, las grietas, las contradicciones y las rupturas del sistema, así como sus inercias y trayectorias, para que las estrategias y luchas colectivas de los sujetos sociales puedan aprovechar las oportunidades o eludir los obstáculos que se encuentran al avanzar hacia los objetivos democráticos igualitarios históricamente asociados con la idea del socialismo. El extracto que reproducimos a continuación se centra en los criterios con que elaborar y evaluar las diferentes alternativas sociales.

Acceso al artículo en formato pdf: Erik Olin Wright. Utopías reales.

NOTAS

1  Frederic Jamenson, «Future city», New Left Review nº 21, mayo-junio, 2003.

2  Erik Olin Wright, Construyendo utopías reales, Akal, Madrid, 2014, p. 24.

3  Erik Olin Wright, «Los puntos de la brújula. Hacia una alternativa socialista», New Left Review, nº41, pp. 81-109.

4  Erik Olin Wright, «El modelo ‘triádico’ de sociedad en Genealogies of Citizenship de Somers», Papeles de Relaciones ecosociales y cambio global, n º117, pp. 27-42.


¿El fin de la corporación?

 

Es hora de hacer obsoleta la corporación maximizadora de ganancias y controlada por los accionistas

Marjorie Kelly

 

Imagina que a tu ciudad la atraviesan trenes gigantes que viajan a una velocidad increíble porque los propietarios de los trenes pagan a sus conductores en función de la velocidad. La ciudad establece límites de velocidad, instala luces intermitentes, envía a la policía para mantener a los peatones fuera de las vías. Inevitablemente, los trenes siguen atropellando personas y automóviles, causando lesiones y muertes. ¿Cómo responde el ayuntamiento? Reparando cruces y vallas.

Así es como la sociedad intenta ahora regular el comportamiento de las corporaciones. Aprobamos regulaciones para las grandes corporaciones manteniendo intacto su objetivo de maximización de beneficios. Cuando las corporaciones evaden las regulaciones muy intrincadas (recuerda que los megabancos casi hacen colapsar toda la economía mundial en 2008), nuestra respuesta es reparar las barreras regulatorias.

Es hora de hacer obsoleta la corporación maximizadora de ganancias y controlada por accionistas. En el momento peligroso que enfrentamos, con las crisis de la emergencia climática y la desigualdad desbocadas, ha llegado el momento de que las corporaciones dejen de actuar como si su principal deber fuera servir a los accionistas financieros.

Incluso los presidentes de las mayores empresas de los Estados Unidos aceptaron este hecho, al menos retóricamente, en una declaración de la Mesa Redonda de Negocios en agosto de 2019. El grupo indicó que era consciente de la necesidad de cambiar su propósito corporativo para servir a un conjunto más amplio interesados. Del mismo modo, durante la reunión de la élite financiera en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos en enero de 2019, un tema clave fue la pérdida de fe en el actual statu quo de la economía. Axios lo llamó "un ajuste de cuentas para el capitalismo”.

Lo que debe cambiar es la propiedad y el diseño estructural de la corporación

Sin embargo, en estas conversaciones falta la verdad más amenazante, que lo que debe cambiar es la propiedad. Mientras las fuerzas estructurales de la propiedad corporativa actual permanezcan como hasta ahora, donde solo los accionistas votan al consejo ejecutivo y son predominantemente ricos, donde las empresas definen el éxito como un aumento en el precio de las acciones y remunera a los ejecutivos generosamente por lograrlo, no hay suficiente retórica o regulación externa que pueda alejar a las empresas de su objetivo actual: crear más riqueza para los ricos, a la mayor velocidad posible.

Lo que debe cambiar es el diseño estructural y la propiedad de la propia corporación. Necesitamos prever y crear un concepto completamente nuevo de la compañía, una empresa justa, diseñada de adentro hacia afuera con un nuevo mandato: servir al bienestar general y al bien público. La empresa justa es el único tipo que, en última instancia, debería permitirse que exista. Se acerca el momento en que la sociedad debe terminar con la corporación tal como la conocemos.

Esta tarea puede parecer hoy inimaginable. Tan solo las diez principales corporaciones de los Estados Unidos, entre ellas Apple, Exxon Mobil, General Motors y Walmart, tienen ingresos de más de 2,18 billones de dólares y dan empleo a 3,6 millones de personas. En comparación, los ingresos totales del Gobierno de Estados Unidos en 2015 fueron de sólo 3,1 billones de dólares y el empleo total (con exclusión de los militares) de 2,7 millones de personas.

En otras palabras, la suma de 10 corporaciones constituye dos tercios del tamaño del gobierno más poderoso del mundo. A nivel mundial, en 2011 el Instituto Federal de Tecnología de Zúrich descubrió que sólo 1.318 corporaciones de gran tamaño controlan el 80% de los ingresos comerciales.

El mismo estudio de Zúrich mostró que 147 corporaciones controlan el 40% de la riqueza total de la red. Fuente: Vitali et al. (2011)

Estas corporaciones son, a su vez, propiedad de unos pocos: el 10% más rico de Estados Unidos posee el 84% de las acciones de empresas que cotizan en la bolsa. La propiedad concentrada de activos en la élite mantiene a las corporaciones en su órbita actual, bloqueando el sistema más amplio en las prácticas extractivas que conducen a una mayor desigualdad y destrucción ecológica.

Luces apagadas, luces encendidas

Por el contrario, las formas democráticas y justas de propiedad de la empresa tienen, por su naturaleza, más probabilidades de proporcionar amplios beneficios públicos. Por ejemplo, la reciente debacle con Pacific Gas & Electric en California (PG&E), la compañía propiedad de inversionistas cuyo equipamiento mal gestionado y obsoleto provocó incendios forestales de 2017 y 2018, incluido el catastrófico incendio de Camp Fire que mató a 85 personas y destruyó la localidad de Paradise.

En la temporada de incendios de 2019, PG&E respondió mediante el corte de la energía durante semanas en las áreas propensas a incendios, dejando a millones literalmente en la oscuridad.


Imagen satelital del incendio. Fuente: NASA (Joshua Stevens) [Dominio público]

Sin embargo, las luces permanecieron encendidas en las regiones atendidas por el Distrito Municipal de Servicios Públicos de Sacramento, de propiedad comunitaria, conocido popularmente como SMUD. Es ampliamente reconocido que esta compañía –mayoritariamente de propiedad pública, cuya misión es servir a sus clientes y no obtener el máximo beneficio de ellos– ofrece un servicio más barato y fiable que su homóloga privada. De hecho, en los últimos años, varias jurisdicciones vecinas atendidas por PG&E han intentado unirse a SMUD (pero PG&E lo ha impedido con frecuencia).

Algunos observadores dicen que es injusto comparar a SMUD y PG&E porque esta última da servicio a áreas más propensas a incendios. Sin embargo, SMUD también provee a algunas regiones propensas a incendios, donde ha invertido en torres de transmisión diseñadas para soportar vientos fuertes, y estas áreas no han experimentado problemas. Además, según el periódico digital Sacramento Bee, muchas empresas de servicios públicos más pequeñas y de propiedad cooperativa que prestan servicios en áreas con alto riesgo de incendio mantuvieron un servicio fiable incluso cuando las zonas de PG&E se quedaron a oscuras.

La diferencia es el diseño de propiedad. La propiedad y el control financieros está detrás de las prácticas negligentes de PG&E. PG&E pasó una década sin inspeccionar el tendido eléctrico de cerca de 100 años que atraviesa un área muy boscosa. Este tendido se rompió y provocó el incendio de Camp Fire.

La diferencia es el diseño de propiedad. PG&E se centró en maximizar el precio de las acciones y SMUD tiene la misión principal de servir a sus clientes

¿Por qué una empresa tan grande, con ingresos de 17.000 millones de dólares en 2018, descuidaría el mantenimiento básico del tendido eléctrico? Porque estaba enfocada en otra cosa. Perseguía su objetivo principal: maximizar el precio de las acciones. En lugar de invertir para mantener a las comunidades seguras, PG&E sirvió a los accionistas gastando miles de millones para recomprar sus propias acciones durante una década a fin de inflar artificialmente su precio. El precio de la acción finalmente se desplomó, cayendo en picado entre 2017 y 2019 de 70 dólares a menos de 10 dólares por acción. Al parecer, esos miles de millones que PG&E gastó se desvanecieron.

La conexión entre la titularidad de la propiedad y el comportamiento de la empresa a menudo es desconocida por el público, pero no por los activistas y políticos progresistas del norte de California. La ciudad de San Francisco, el gobernador de California Gavin Newsom y una coalición de funcionarios de ciudades y condados han estado luchando para tomar el control de PG&E, ya que la empresa está en quiebra.

El gobernador ha amenazado con una adquisición pública, mientras que 110 funcionarios de ciudades y condados propusieron conjuntamente convertir a la empresa en una cooperativa de propiedad de los usuarios. En representación de ese grupo, el alcalde de San José, Sam Liccardo, señaló que el marco del grupo haría de "PG&E una empresa viable de propiedad del cliente que será transparente, responsable y equitativa”.

Su objetivo, en resumen, es crear una empresa justa.

Un nuevo paradigma

Para que nuestra civilización pueda vivir de manera segura dentro de los límites planetarios, con una economía que nos permita florecer, se necesitarán procesos de toma de decisiones económicas más democráticos. En el epicentro de este cambio hay nuevos tipos de propiedad empresarial.

La propiedad es la condición original del sistema en una economía. Toda economía se define por su forma dominante de propiedad: en la era agraria, la propiedad de la tierra era de la monarquía y la aristocracia terrateniente; en la era industrial, la propiedad de ferrocarriles y fábricas era de los capitalistas sin escrúpulos; en el comunismo, era propiedad del Estado; y en la economía financiarizada de hoy, la élite financiera posee la propiedad de los activos.

Si vamos a pasar con éxito de un panorama económico propenso al desastre a uno potencialmente de bienestar para todos y todas, entre los cambios necesarios esenciales estará crear un nuevo paradigma empresarial dominante. Si no cambia la propiedad de las corporaciones –quién las posee y con qué fines– será imposible lograr otras formas de cambio y poco probable que tengan éxito.

Una empresa justa se puede definir de forma sencilla: una empresa donde el bien público es primordial, donde la propiedad ha evolucionado para convertirse en una propiedad amplia y donde las empresas han evolucionado más allá de la norma primitiva de máxima ganancia financiera para unos pocos hacia la incorporación de una nueva norma de servicio para la mayoría.

El diseño de propiedad de la compañía dominante en la actualidad, la empresa controlada por los inversores y maximizadora de ganancias, representa un monocultivo de diseño. Su forma emblemática es la empresa que cotiza en la bolsa. Si bien hay menos de estas firmas icónicas (el número de compañías estadounidenses que cotizan en las bolsas de valores se redujo a la mitad entre 1996 y 2012), el principio de maximización de ganancias tiende a permanecer igual, con grandes empresas privadas como Koch Industries y Cargill o con empresas de capital privado. Ya sean públicas o privadas, las empresas controladas por el capital dominan la economía capitalista.

Bolsa de Tokio. Las empresas que cotizan en bolsa dominan la economía mundial. Fuente: Dick Thomas Johnson/Flickr/ (CC BY 2.0)

El control por parte del capital es lo que aleja a las empresas de la misión vital para la que existen, como sucedió en el desastre de PG&E. El propósito de las economías es satisfacer las necesidades humanas. Cuando las empresas existen únicamente para generar ganancias para el capital, la sociedad está en peligro. Como observó John Maynard Keynes: “Los especuladores pueden no hacer daño como burbujas en un flujo constante de empresas. Pero la situación es seria cuando la empresa se convierte en una burbuja en un remolino de especulación”. Toda la sociedad puede convertirse, en términos de Keynes, en "un subproducto de las actividades de un casino". Aquí es donde nos encontramos hoy, en una economía del 1%, por el 1%, para el 1%.

Una economía de, por y para las personas requiere un nuevo arquetipo de empresa. A diferencia del monocultivo de la empresa controlada por el capital, se puede vislumbrar un nuevo modelo en una rica diversidad de diseños que incluyen cooperativas, empresas propiedad de los empleados, bancos comunitarios, cooperativas de crédito, empresas sociales, bancos estatales, empresas públicas y comunidades, entre otros. En ellos, la propiedad y el control no están en manos de la economía de casino, sino de las personas, con un interés natural en comunidades y ecosistemas saludables.

Dichas empresas son precursoras de un modelo arquetípico emergente, que puede convertirse en nuestra guía hasta que llegue el día en que podamos enfrentar el desafío mayor de rediseñar las grandes corporaciones. Los diversos modelos actuales muestran que la arquitectura de propiedad define el propósito del negocio y determina en gran medida si las empresas operan teniendo en cuenta el bien común.

Como escribí en Owning Our Future, hay un lenguaje sencillo que describe diferentes elementos del diseño de propiedad, con cinco elementos centrales: propósito, membresía, gobernanza interna, capital y redes. Externamente, por encima y alrededor de ello está la relación de la empresa con el gobierno. Internamente, el diseño empresarial potencia el liderazgo ético o el liderazgo de extracción con la intención de acumular una riqueza individual incalculable.

5 elementos del diseño de la propiedad

  1. Propósito
  2. Propiedad
  3. Gobernanza interna
  4. Capital
  5. Redes

La propiedad de capital representa una propiedad en ausencia y un comercio especulativo rápido, orientado a la máxima extracción de riqueza. Las redes de este arquetipo son los mercados de valores y el comercio financiero mundial, desconectados de los impactos a los trabajadores, las comunidades y la biosfera. La postura hacia el gobierno es el intento de dominación a través del cabildeo y escapar de la regulación lo más posible.

La generación emergente de empresas está diseñada para crear las condiciones para que florezca la vida. Presentan la propiedad en manos de empleados, comunidades y líderes cívicos conectados a la economía real de trabajos, hogares y familias. Dichas empresas están dirigidas por una misión social y ecológica, incorporada en la gobernanza interna donde se tienen en cuenta las voces de las partes interesadas.

Estas empresas aún requieren capital, pero como su socio, no como su amo. Las redes éticas respaldan a estas empresas, como las redes mundiales de cooperativas y los inversores de impacto. La mayoría de estas empresas generan ganancias, pero no las maximizan. Buscan equilibrar el beneficio con la misión. En relación con el gobierno, no infringen el derecho de las personas físicas a gobernarse a sí mismas, ni infringen otros derechos humanos universales.

Variantes de un arquetipo emergente

 El aspecto de este arquetipo en el mundo real se puede ver en los modelos globales existentes. Vemos un nuevo propósito de las empresas, por ejemplo, en la empresa B, donde las compañías adoptan un compromiso jurídico con el bien público. Existen 2.655 corporaciones B en 60 países, certificadas por el laboratorio B sin fines de lucro. Hay 5.400 entidades similares sin ánimo de lucro que adoptan un propósito público a través de estatutos constitutivos en 34 estados de los Estados Unidos, incluidas empresas como Kickstarter, Patagonia y King Arthur Flour.

Si bien el modelo de empresa B tiene sus defectos –se enfoca en el propósito, pero no en la propiedad o la gobernanza, y también carece de mecanismos de sanción sólidos–, representa un paso importante en el reconocimiento cultural de que es posible administrar empresas exitosas con el beneficio público como principal objetivo.

Algunos critican que las empresas del tipo de Corporación B sean totalmente privadas, en lugar de públicas, pero esta es en general la forma en que surgen los cambios sociales poderosos, como con los estándares orgánicos y los estándares de construcción ecológica LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental), que comenzaron como una innovación del sector privado antes de lograr la aceptación institucional.

Las empresas sociales también incorporan un claro propósito público, por ejemplo las creadas para contratar a los desempleados de larga duración. Tech Dump en Minneapolis, por ejemplo, entrena a ex reclusos en el reciclaje de productos electrónicos. Las empresas sociales, a menudo de propiedad de organizaciones sin fines de lucro, utilizan métodos empresariales para abordar problemas sociales. Social Enterprise Alliance tiene más de 900 miembros en 42 estados de los Estados Unidos. El emprendimiento social se enseña en escuelas de negocios como Oxford, Harvard y Yale.

Tech Dump recicla dispositivos electrónicos y da trabajo a ex reclusos. Fuente: Techdump

La economía social, un concepto relacionado pero más amplio, que incluye a las cooperativas, tiene gran aceptación en Canadá, particularmente en Quebec, una provincia con más de 7.000 empresas cooperativas con ingresos anuales de más de 40.000 millones de dólares.

El poder de la gobernanza interna, combinado con una propiedad de base amplia, funciona en John Lewis Partnership (JLP), que, a pesar de las recientes dificultades financieras relacionadas con las condiciones económicas en el sector minorista, sigue siendo la cadena de grandes almacenes más grande del Reino Unido, con ventas de más de 11.700 millones de libras y una plantilla de 81.500 personas.

Esta empresa es propiedad exclusiva de sus empleados o, como los llama JLP, socios. El propósito declarado de la empresa es servir a la felicidad de sus cooperativistas, quienes ejercen su voz a través de una estructura de gobernanza democrática de consejos, comités y foros elegidos.

Cabe destacar el contraste con las empresas controladas por el capital, donde sólo los accionistas –propietarios del capital– son considerados miembros. Los empleados de las empresas tradicionales no son miembros. Están marginados y desposeídos, no tienen derecho a reclamar los beneficios que contribuyen a crear y carecen de voz en el gobierno, ganando poder sólo a través de la afiliación sindical. Pero en una empresa propiedad de los empleados como JLP, la plantilla no está conceptualmente fuera de la empresa. Ellos son la firma.

La propiedad de empresas por parte de los empleados está avanzando en los Estados Unidos, el Reino Unido y otros lugares. Si creciera sustancialmente, los trabajadores comenzarían a ocupar los círculos dominantes de la economía.

El grupo de firmas alternativas más antiguo y extenso es el sector cooperativo –negocios propiedad de las personas a las que sirven– que incluye cooperativas de crédito propiedad de los depositantes; cooperativas agrícolas como Sunkist, Ocean Spray y Land O ’Lakes; y cooperativas de consumidores como REI.

A nivel mundial, las cooperativas tienen más de 1.000 millones de miembros e ingresos combinados de 3 billones de dólares. La organización cooperativa de trabajadores más grande es la Corporación Mondragón en España, una federación de trabajadores propietarios que incluye 98 cooperativas de propiedad de los trabajadores, 80.000 trabajadores y 12.000 millones de euros de ingresos. Vende productos en todo el mundo y tiene su propio banco, universidad, incubadoras de empresas y agencia de bienestar social.

En la cooperativa Organic Valley, propiedad de los agricultores, una empresa de Wisconsin con ingresos de 1.000 millones de dólares, los propietarios-miembros son sus 1.650 proveedores, los agricultores que producen la leche, el queso y los huevos orgánicos que distribuye la empresa. Organic Valley combina la propiedad en manos de la gente con un propósito vivo: salvar las granjas familiares. Debido a que esta empresa vende solo productos orgánicos, la restauración y protección del ecosistema también está garantizada. A medida que la compañía ayuda a los nuevos miembros agricultores a través del riguroso proceso para convertirse en productores orgánicos, el crecimiento de la empresa se traduce en una mayor restauración de las cuencas y los suelos.

El modelo fundamental de propiedad pública ha comenzado a resurgir a escala mundial como una estrategia viable después de la crisis financiera de 2008. Comenzando en América Latina, se ha producido un movimiento mundial para reclamar la propiedad comunitaria de los sistemas de agua después del desastroso fracaso de muchas empresas de agua propiedad de corporaciones. Este movimiento ha reclamado la propiedad pública del agua en al menos 235 casos en 37 países, beneficiando a 100 millones de personas.

Nuestro futuro como especie depende de nuestra capacidad para restaurar nuestra relación con el agua, la tierra y otros recursos generativos de la naturaleza. La arquitectura de la propiedad es clave.

Igualmente vital para nuestro futuro es quién posee el sistema bancario, un tipo de servicio que proporciona un bien público, por lo tanto, apropiado generalmente para que sea de la titularidad pública.

Los bancos públicos desempeñan un papel importante en China, Alemania, la India y varios países de América Latina. La Unión Europea (UE) tiene más de 200 bancos públicos y semipúblicos, con más de 80 agencias de financiación, que engloban el 20% de todos los activos bancarios. Las 413 cajas de ahorro municipales de propiedad pública de Alemania, Sparkassen, poseen más de 1,1 billones de euros en activos. Como señaló The Economist, estos bancos atravesaron la crisis financiera mundial "apenas sin un rasguño”.

Véanse también: The Power of Public Finance for the Future We Want (en español) y Public Finance for the Future We Want (Resumen ejecutivo en español).

Estos bancos se mantuvieron al servicio del público, libres de las demandas de los especuladores que llevaron a otros bancos a un mal comportamiento que casi hundió la economía mundial.

Se suman a una fuerza más grande de lo que casi nadie conoce. Nuestra sociedad se encuentra en un punto de ruptura, pero también en un momento de profunda innovación y rediseño. Estos modelos de propiedad alternativa tienen mucho que enseñarnos sobre lo que vendrá después: cómo se pueden aplicar sus lecciones de diseño al gran desafío de la corporación moderna.

De la regulación al diseño institucional

 En un momento en que el planeta está al borde del abismo, millones de personas viven en la ansiedad económica y la extrema derecha está creciendo en todas partes, es evidente que las viejas formas de regular el capitalismo ya no son suficientes. Las herramientas del pasado son un punto de partida, pero son inadecuadas para enfrentar los problemas de las corporaciones actuales.

Por ejemplo, las leyes antimonopolio, son una herramienta que potencialmente puede abordar el problema crítico del tamaño de las empresas (aunque en las últimas décadas, las estrategias antimonopolio han sido sorteadas por la captura y el cabildeo corporativo), pero incluso en el mejor de los casos, el antimonopolio no aborda el tema clave del propósito de la corporación.

El bien común debe formar parte del ADN de las instituciones y las prácticas económicas

¿Se puede y se debe permitir que las empresas busquen la maximización de los beneficios para los accionistas como su propósito principal? Este es un aspecto amenazante para su actividad que no se resuelve al fraccionarlas o evitar las fusiones y adquisiciones.

Otros enfoques como la regulación del salario mínimo y la imposición de un máximo de horas de trabajo tampoco abordan su propósito central, lo que deja a las corporaciones vía libre para encontrar formas de evitar esas reglas: externalizar empleos, por ejemplo, o convertir puestos de trabajo de tiempo completo en contratos de obras y servicios.

Muchos de los enfoques utilizados hoy en la regulación, incluidos los salarios mínimos, los sindicatos, la regulación de valores a la antigua usanza y las redes de seguridad social, se remontan a la década de 1930. Por supuesto, todavía los necesitamos y deben fortalecerse. Pero en el turbocapitalismo contemporáneo, globalizado y financiero, desplegar sólo estas herramientas es como poner una señal de límite de velocidad frente a un tren que acelera.

El bien común debe formar parte del ADN de las instituciones y sus prácticas económicas. Si podemos lograr tal transformación, significará que el bienestar económico de la comunidad y los trabajadores ya no dependerá de los caprichos legislativos o presidenciales en un momento determinado, sino que estará respaldado por un cambio duradero en la arquitectura subyacente del poder económico: el diseño de la propiedad y el control.

La ciencia de sistemas nos dice que los sistemas sociales humanos no están estructurados simplemente por reglas y reglamentaciones, sino que se autoorganizan en torno a valores, en torno a lo que nos interesa instintivamente. El valor central del sistema actual se puede sintetizar en el problema del sesgo de capital: una inclinación hacia las finanzas y los acaparadores de riqueza imbuidos de forma invisible en todo el sistema: en los valores, la cultura y las instituciones.

El problema central es la maximización de beneficios a través de la extracción financiera

Los intereses de capital a menudo son promovidos mediante las medidas políticas, como ocurre con los impuestos más bajos sobre las ganancias de capital que sobre los ingresos laborales, o rescates para grandes bancos, pero no para los deudores hipotecarios comunes y corrientes. Sin embargo, el sesgo de capital reside más profundamente en las arquitecturas y normas económicas básicas, en las instituciones y la propiedad del capital. El problema central es la maximización de beneficios a través de la extracción financiera. Esto es lo que la sociedad ha intentado sortear durante mucho tiempo a través de soluciones técnicas regulatorias.

Cambiar este sesgo central significa abordar la pregunta que está en el núcleo de la economía política: la cuestión de la propiedad y el control del capital productivo. Necesitamos pasar a un nuevo tipo de sistema económico eficiente, sostenible desde el punto de vista político y ecológico: una economía política moral y democrática, diseñada para el bienestar de todas las personas.

Un aspecto central de esta evolución es poner fin a la corporación maximizadora de ganancias y controlada por los inversores.

Un fracaso de la imaginación

La economía contemporánea centrada en el capital está comenzando a resultar insostenible incluso a sí misma. Es un sistema programado para su propia implosión.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió sobre la acumulación de "nubes que amenazan tormenta" de la próxima crisis financiera; el inversionista multimillonario Paul Tudor Jones ha destacado una "burbuja de deuda mundial"; y el administrador de fondos Jim Rogers ha pronosticado un colapso financiero que será el más grande que ha visto en sus 76 años.

La comunidad financiera está hablando de la "burbuja de todo", el aumento insostenible en el valor de las acciones, los bienes raíces y otros activos, y The New York Times pregunta, "¿cómo podría ser el pinchazo?". Después del último colapso, el Wall Street Journal declaró: "el Wall Street que hemos conocido durante décadas ha dejado de existir". ¿Podrá resultar cierto la próxima vez?

Diez años después, lo que es diferente es que los jóvenes se están movilizando de una forma que no se veía desde la década de 1960, y las ideas políticas radicales están sobre la mesa como nunca antes. Es posible que nos estemos acercando a puntos de inflexión en los que se vislumbra un cambio histórico importante.

Es un buen momento para tener en cuenta las dos herramientas clave que poseen los progresistas: legitimidad e imaginación. Una vez que un sistema pierde legitimidad, no importa cuán fuerte parezca, finalmente caerá. Piensa en el apartheid en Sudáfrica. Piensa en Harvey Weinstein y otros hombres poderosos frente al movimiento #MeToo. Piensa en las monarquías que dominaron el mundo durante milenios, antes de la democracia.

El sistema capitalista ya ha perdido una gran legitimidad. Este proceso puede profundizarse, a medida que ayudamos a otros a ver cómo y por qué el sistema está fallando a la gran mayoría. Un paso clave es ayudar a las personas a comprender una verdad expresada por el historiador cultural Edward Said, que la herramienta fundamental del imperio es convertir a los nativos en extraños en su propia tierra. Y añadió: "lo que se pierde es recuperable al principio sólo a través de la imaginación”.

Lo que a menudo mantiene en pie un sistema político-económico agonizante es el fracaso de este tipo de imaginación. Pero los principales pensadores y activistas de hoy están perforando la aparente invencibilidad con propuestas y enfoques audaces.

Por ejemplo, el Gobierno del Reino Unido todavía tiene el control del Royal Bank of Scotland (RBS), que los contribuyentes rescataron en 2008 por un monto de 45.000 millones de libras. La New Economics Foundation (nef) en el Reino Unido ha propuesto que RBS sea de propiedad pública, dividiéndola en una red de 130 bancos locales.

En los Estados Unidos, mi colega de The Democracy Collaborative, Thomas Hanna, ha propuesto de manera similar que en la próxima crisis financiera, los responsables de elaborar políticas consideren convertir a los bancos que quiebran en propiedad pública permanente. Esta es una forma de desfinanciarizar nuestra economía, dividir grandes concentraciones de capital y proporcionar los fondos necesarios para prioridades como la energía verde. Si tales ideas parecen extravagantes en la actualidad, pueden volverse eminentemente prácticas en una crisis.

El Nuevo Pacto Verde, que exige una movilización de 10 años para satisfacer el 100% de las necesidades de energía a través de fuentes de energía limpias, renovables y de cero emisiones, es otra vía para impulsar los modelos empresariales de la próxima generación.

El proyecto Sunset Park Solar en la ciudad de Nueva York es el tipo de iniciativa que un Nuevo Pacto Verde podría financiar en los Estados Unidos. Uprose, una organización de latinx, se asoció con el organismo estatal de la ciudad de Nueva York Economic Development Corporation y otros socios para instalar energía solar de propiedad comunitaria en la Terminal del Ejército de Brooklyn. Proporcionará a 200 residentes de bajos ingresos electricidad menos costosa y más resiliente frente a las caídas en la red en el contexto del cambio climático.


La organización comunitaria latinx UPROSE impulsó un proyecto solar comunitario para responder a la crisis climática y crear empleos verdes. Fuente: Groundswell

Proyectos de energía de gestión comunitaria como este podrían ser reforzados por una nueva agencia federal propuesta por mis colegas Gar Alperovitz y Johanna Bozuwa. Han esbozado una propuesta para la creación de una Administración Comunitaria de Propiedad de Energía (COPA), similar a la Administración de Electrificación Rural del Presidente Franklin Roosevelt que llevó la energía eléctrica al 90% de las áreas rurales anteriormente desabastecidas. Una nueva COPA a nivel nacional podría desplegar financiamiento y creación de capacidades para construir servicios públicos de energía administrados por la comunidad.

Tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos, está ganando impulso el compromiso con un sistema de energía renovable justo y controlado por la comunidad. En los últimos años, ha habido un aumento de las campañas de adquisición de servicios públicos, incluida la campaña Switched On London y la campaña #NationalizeGrid contra National Grid, una compañía británica con fines de lucro que opera tanto en Nueva Inglaterra como en el Reino Unido.

El Partido Laborista británico llevó esta visión más allá con su propuesta de adquisición total de los servicios de energía Big Six. Aunque los laboristas perdieron estrepitosamente las elecciones de 2019, en gran parte debido a Brexit, el problema no fue la impopularidad de otras políticas económicas clave como la propiedad pública. Por ejemplo, en una encuesta de 2017, el grupo de investigación liberal del Reino Unido, Legatum Institute, encontró que el 83% apoyaba la propiedad pública del agua y el 77% apoyaba la propiedad pública del gas y la electricidad.

Otro sector donde se necesitan empresas de próxima generación es el cuidado de la salud, particularmente el sector farmacéutico, donde los precios vertiginosos, la escasez recurrente, los problemas de seguridad posteriores a la comercialización y el aumento de la financiarización son resultados naturales de las empresas diseñadas para maximizar las ganancias.

Mi colega Dana Brown ha propuesto desarrollar un sector farmacéutico público para los Estados Unidos, como un enfoque sistémico que reemplace la necesidad de reformas poco sistemáticas que luego podrían ser rescindidas. Dicho diseño incluiría un instituto nacional de investigación y desarrollo público (I + D) que desarrolle medicamentos esenciales; fabricantes públicos estatales y locales; y distribuidores mayoristas públicos regionales. Las ganancias se devolverían a los balances públicos, y podrían invertirse en determinantes sociales de la salud, como el desarrollo económico local.

La idea de una "opción pública" en la industria farmacéutica ha sido respaldada por los senadores Elizabeth Warren y Bernie Sanders. Y en el Reino Unido, la propuesta del Partido Laborista "Medicamentos para la Mayoría" exigía la anulación de las patentes cuando fuera necesario para la salud pública y para la fabricación de medicamentos de propiedad pública a gran escala. (Es cierto que esta no es una política que tendrá éxito en el gobierno de Boris Johnson).

Además de las estrategias sectoriales, se pueden promover empresas de próxima generación modelo por modelo, como con la propiedad de los empleados, la que está más madura para aplicar en escala. En Italia, por ejemplo, los trabajadores cuyos lugares de trabajo están siendo cerrados tienen el derecho prioritario de unirse a sus compañeros de trabajo y adquirir la empresa, de conformidad con la Ley Marcora. El Partido Laborista ha propuesto un derecho similar en el Reino Unido, y Bernie Sanders hizo lo propio en los Estados Unidos. A medida que la generación del baby boom alcance la edad de jubilación, 2,34 millones de firmas propiedad de empresarios de esa generación entrarán al mercado estadounidense en los próximos 10 años, un evento que se llama el "tsunami de plata". Si se pueden vender más de estas empresas a los trabajadores, se podría modificar la curva de la historia, ayudando a crear una gran revolución democrática de la propiedad.

También se necesitarán nuevos tipos de modelos que aún no existen, particularmente en el sector de la tecnología. Existe un movimiento a favor de las cooperativas de plataformas propiedad de los trabajadores, como alternativas a las empresas de alta tecnología propiedad de multimillonarios. Un ex ejecutivo de Microsoft sugirió un modelo de "capital de usuario final", en el que los usuarios obtienen capital en empresas como Facebook, ya que los datos de los usuarios agregan valor. Una start-up llamada Driver’s Seat ayuda a los conductores de viajes en automóvil a agregar y capturar el valor de sus datos, en lugar de que lo extraigan empresas como Uber.

La Ley de Capitalismo Responsable de Elizabeth Warren ha propuesto un enfoque completo para crear un nuevo modelo de empresa responsable, que requeriría que las empresas estadounidenses con ingresos de más de 1.000 millones de dólares obtengan nuevos estatutos federales (en la actualidad, las empresas están autorizadas a nivel estatal), con deberes fiduciarios más amplios, creando un nuevo mandato para servir no sólo a los accionistas sino también a los empleados y la comunidad. La legislación también propone reservar a los empleados el 40% de los puestos en la junta directiva.

En estos enfoques variados podemos ver cómo se podría promover un nuevo paradigma de la empresa justa modelo por modelo, sector por sector, crisis por crisis. Al ayudar a que las empresas se vendan a los empleados, en lugar de ser absorbidas por los competidores, podemos comenzar a detener la cinta transportadora que contribuye al aumento del tamaño de las empresas. Del mismo modo, si las empresas se fraccionan por las políticas antimonopolio, las nuevas empresas podrían tener el mandato de convertirse en propiedad de los trabajadores.

Podemos actuar de manera oportunista, como con PG&E o rescates bancarios, aprovechando las quiebras y las crisis para alentar a las empresas a la propiedad pública o comunitaria permanente. Los sectores donde el argumento moral para la propiedad pública es fuerte, como la atención médica o el agua, pueden ser objeto de movilización. Los bancos pueden ser reconceptualizados poderosamente como servicios públicos, como en el movimiento ya creciente en Estados Unidos y el Reino Unido por más bancos municipales, estatales y cooperativos.

Finalmente, llegará el día en que todas las grandes corporaciones deban estar sujetas a rediseño. Podemos sentar las bases para ese día a través de enfoques que promuevan la aceptación cultural, como la amplificación de las voces de los líderes empresariales progresistas en empresas exitosas que tengan una propiedad de base amplia y liderada por la misión, haciendo que el negocio sea un nuevo tipo de moral y justicia firma.

Fuente: https://www.project-equity.org/wp-content/uploads/2018/07/Project-Equity-National-Small-Business-Closure-Crisis.pdf

 

Seguir adelante

En todo esto, los movimientos sociales y ambientales tienen un importante papel que desempeñar. También son vitales los teóricos y los estudiosos del derecho, necesarios para avanzar en las teorías académicas de la empresa justa. La observación que hizo Franklin Roosevelt sugiere el tipo de marcos jurídicos necesarios: que la empresa privada "se ha convertido en una especie de gobierno privado, un poder en sí mismo".

Las grandes corporaciones en ningún sentido son privadas, como un hogar o una familia, ni son gobiernos democráticos, como ciudades, estados y naciones. Son una tercera entidad, una entidad con poder que nunca se ha democratizado y aún funciona con la cosmovisión arcaica y aristocrática donde los derechos de la riqueza prevalecen sobre otros derechos humanos.

La palabra "corporación" no aparece en ninguna parte de la Constitución de los Estados Unidos. Las corporaciones no surgieron en la forma actual hasta la era industrial. Lo que preocupaba a los padres fundadores era proteger a las personas contra los abusos del rey.

Como observó el profesor de derecho de la Universidad de Hofstra, Daniel Greenwood, esa mentalidad condujo a una gran división en la ley entre lo público y lo privado: limitaciones al gobierno por un lado, protección de las libertades individuales por el otro. Cuando las corporaciones surgieron más tarde, se colocaron en el lado privado de esta división, haciéndose pasar por personas privadas, poseyendo libertades que requieren protección del gobierno que excede su alcance adecuado.

Cuando reconocemos que las gigantescas corporaciones son gobiernos privados está claro que las personas y nuestros órganos electos necesitan protección contra el alcance de estas entidades antidemocráticas, que deben reorganizarse adecuadamente por el interés público.

Reconceptualizar la empresa, rediseñarla, desplazar a la corporación tal como la conocemos es una tarea tan enorme como la eliminación de las emisiones de carbono, pero ambas son igualmente necesarias. La diferencia es que si bien el desafío climático es conceptualmente mucho más avanzado y ampliamente aceptado como esencial, la tarea de rediseñar la corporación apenas se reconoce y sigue siendo muy poco teorizada.

Si tal tarea parece imposible, podríamos recordar que la transformación fundamental es históricamente tan común como la hierba. Sólo hay un escenario futuro que es completamente imposible: la continuación del status quo.

La tarea comienza simplemente por ver: reconocer que el diseño de propiedad es importante, que se encuentra en la raíz de la actual crisis. Todavía no poseemos una claridad común de que los problemas de profundización no son accidentales o el resultado de una política, sino que son los resultados predecibles de la organización básica de la economía extractiva.

Lo que es peor, los progresistas no compartimos una visión económica alternativa positiva de lo que podría reemplazar al capitalismo, si no que nuestras mentes se obsesionan con la distopía. De hecho, es cierto que los apagones de California son sólo un indicio de lo que está por llegar si, durante la devastación que se avecina, las corporaciones gigantescas siguen teniendo el control con el único objetivo de generar ganancias a corto plazo. Es hora de comenzar juntos a imaginar el diseño de la empresa de la próxima generación.

 

SOBRE LA AUTORA

Marjorie Kelly es investigadora superior y vicepresidenta ejecutiva de The Democracy Collaborative (TDC) y destacada teórica en "diseño empresarial de próxima generación". En el Instituto Tellus, Kelly cofundó la Corporación 20/20 para imaginar y defender diseños empresariales que integran objetivos sociales, ambientales y financieros. Kelly es coautora de The Making of a Democratic Economy (Berrett-Koehler Publishers), Owning Our Future: The Emerging Ownership Revolution (2012) y The Divine Right of Capital, que fue nombrado uno de los 10 mejores libros de negocios de Library Journal en 2001.

 

Traducción: Nuria del Viso, Área Ecosocial de FUHEM

 

El presente artículo forma parte del informe Estado del poder 2020, cuya versión en español es editada en formato electrónico por Transnational Institute (TNI), Attac España y FUHEM Ecosocial. La versión íntegra del informe en inglés se puede encontrar en https://longreads.tni.org/the-end-of-the-corporation/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


FUHEM Ecosocial: declaración ante la COVID-19

FUHEM Ecosocial: declaración ante la COVID-19

 

Sabíamos que podía ocurrir. Las pandemias han sido recurrentes en la historia de la humanidad. Sin alejarnos demasiado en el tiempo, cabe recordar que durante el último medio siglo hemos visto, entre otros virus, el sida, el ébola, el SARS, la H1N1, el MERS y la gripe aviar. Los virólogos y epidemiólogos sabían que un nuevo virus podía causar una pandemia y la probabilidad con que podía acontecer. Los científicos llevan más de una década señalando que esas infecciones serán probablemente zoonóticas, es decir, transmisiones de virus de animales salvajes o domésticos a humanos. En septiembre del año pasado, apenas un mes antes de que se conociera el primer brote de coronavirus en la ciudad de Wuhan, un equipo de 14 científicos y expertos de un programa de la OMS y el Banco Mundial hicieron público el informe Un mundo en peligro. Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias.1 Ahí ya se señalaba que el planeta debía prepararse para hacer frente a una inminente pandemia provocada por un patógeno respiratorio que podría matar a millones de personas y perturbar profundamente la economía mundial.  Las advertencias de los autores del informe cayeron en saco roto. Podemos hablar de la criminal irresponsabilidad y mala fe de muchos dirigentes, pero nadie podrá decir que no se sabía que una pandemia de este tipo estaba acechando en el horizonte.

Ahora que no queda otra que plantar cara a esta pandemia, nadie ignora que estamos ante una crisis que no sólo es sanitaria. La pandemia se ha revelado también como un fenómeno que permite comprender qué rasgos tiene y cómo funciona la sociedad actual. A un acontecimiento que admite tantas aproximaciones como aristas muestra (sanitarias, sociales, económicas o políticas), a un fenómeno de estas características, en ciencias sociales se le llama hecho social total, al afectar al conjunto de los componentes y relaciones fundamentales de una sociedad. También es posible contemplar esta pandemia como un ensayo general de las amenazas globales que se desprenden de la crisis ecosocial y que, al proyectarse sobre el conjunto de la humanidad, adquieren una dimensión existencial. Asimismo, esta experiencia nos ha introducido en un gigantesco experimento natural. Este acontecimiento se ha convertido en un campo de estudio inestimable para cualquier investigador. Al afectar a toda la humanidad en un periodo temporal perfectamente acotado permite aislar comportamientos e impactos comparándolos con los de periodos precedentes a la pandemia.

Así pues, no estamos únicamente ante una trágica perturbación, también estamos delante de una oportunidad para conocernos mejor y extraer enseñanzas. Si esta situación exige una ciudadanía activa capaz de responder solidariamente a la emergencia social y sanitaria, en el plano intelectual exige una tarea no menos importante para quienes buscan y promueven el bien común: la voluntad de comprender a través del análisis crítico. El carácter de hecho social total, de ensayo general y de experimento natural que tiene esta pandemia nos pone ante una oportunidad inédita para confirmar, rectificar y ampliar durante los años venideros buena parte del saber acumulado en torno a la naturaleza de la crisis ecosocial y sus consecuencias.

La pandemia del COVID-19 ha irrumpido paralizando y trastocando nuestras vidas. Debemos subrayar que ni estamos en condiciones ni pretendemos hacer una interpretación ambiciosa e integral de lo que significa la crisis en la que estamos inmersos, pero sí podemos indicar algunos problemas con los que necesariamente tendremos que enfrentarnos.

En los últimos años hemos reclamado sin descanso, desde la mirada ecosocial propia de esta Fundación, una mayor atención a la crisis ecológica, a la pérdida de cohesión de nuestras sociedades, una respuesta más humana al problema de los desplazados y una defensa más decidida de la democracia como proceso que se construye a partir de la deliberación y la participación de toda la ciudadanía, sin exclusiones. En el contexto de estos afanes, el COVID-19 nos ha traído la evidencia de una profunda crisis de cuidados, un sistema de salud público formado por magníficos profesionales pero infradotado y dañado por los ajustes de las últimas décadas, y un menoscabo de derechos y libertades por la urgente necesidad de decretar el estado de alarma para hacer frente a la emergencia sanitaria. La pandemia está poniendo de manifiesto la importancia que tienen las condiciones sociales y ambientales para la salud y la calidad de vida de pueblos y personas. Las sociedades con mayores y mejores dotaciones de bienes y servicios públicos, con ecosistemas más sanos y variados y con un tejido social más cohesionado están en mejores condiciones de afrontar este tipo de amenazas. Así pues, contra las pandemias se necesita: ecología y servicios públicos de calidad, solidaridad y cuidado mutuo, más democracia y mucha ciencia (con conciencia).

Son muchas las enseñanzas y reflexiones que esta pandemia está suscitando a la sociedad. Anticipamos sólo algunas de ellas:

  • La primera es que detrás de esta pandemia está la acción humana sobre la naturaleza. La alteración de los hábitats y la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas derrumban barreras en la expansión de los patógenos, al mismo tiempo que nuestros estilos de vida tienden puentes muy efectivos para su propagación. Las implicaciones de los actuales modos de vida sobre la salud de las personas y el planeta son evidentes y exigen un replanteamiento colectivo.
  • De ahí que también esté poniendo de manifiesto la necesidad de replantear fines, medios y prioridades. La crisis ha de servirnos para no confundir la calidad de vida con el nivel de vida y para repensar qué es lo importante para las personas y las sociedades y, en consecuencia, cuáles han de ser las prioridades de las políticas públicas y, particularmente, de las políticas económicas.
  • Si esta pandemia reclama, al igual que la crisis ecosocial, un replanteamiento profundo y sin más demora del modo de vida imperante, y al mismo tiempo es una oportunidad para discernir acerca de lo que es verdaderamente importante, la pregunta acerca de qué entendemos por buena vida en el contexto de las crisis que padecemos se convierte en la pregunta crucial de nuestros días.
  • También muestra cómo la desigualdad amplifica el dolor y la penuria. El virus y las medidas de contención que se están aplicando afectan a los diferentes sectores de la población de una manera radicalmente distinta. Vemos que el confinamiento es diferente según las condiciones y el tipo de vivienda, que está excluyendo de la educación a 500.000 niños de nuestro país que viven en casas sin ordenador o que los servicios sociosanitarios de atención a los mayores son un pilar básico del Estado de Bienestar que aún falta por asentar. No estaremos seguros hasta que no lo estén los demás. Por eso la desigualdad y la falta de cohesión social se convierten en los principales obstáculos que hay que remover para superar esta u otras crisis venideras.
  • Esta pandemia ha revelado el importante papel que deben jugar las instituciones públicas y, en particular, el Estado en una sociedad moderna. No puede retraerse de su responsabilidad y debe garantizar suficientes infraestructuras y servicios públicos de calidad en los ámbitos de la salud, la investigación, la educación y los cuidados.
  • Finalmente, acontecimientos como el que vivimos debe alertarnos de que sucumbir a la tentación autoritaria siempre es una posibilidad. Si flaquean las convicciones y los valores democráticos de la ciudadanía, en nombre de la defensa de la salud pública puede surgir una ‘sociedad vigilada’ donde la securitización y el control social se conviertan en rasgos dominantes del nuevo orden social emergente.

En los últimos cinco años, la perspectiva ecosocial nos ha llevado a ocuparnos de acontecimientos de gran calado, con una relevancia tan grande e incluso mayor que la de esta pandemia. Son realidades que están configurando nuestro presente y futuro más inmediato, y que constituyen el contexto desde el que dar respuesta a los problemas y desafíos que nos ha planteado la COVID-19:

  • La crisis ecológica ha mostrado en estos últimos años sus aristas más apremiantes. El Acuerdo de París de diciembre de 2015 resulta claramente insuficiente frente a la urgencia e intensidad del cambio climático. En mayo del año 2019, el Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad dio a conocer el resumen de su informe sobre el estado de la biodiversidad en el mundo, advirtiendo que la biosfera está siendo perturbada a una escala sin precedentes. Son hechos tan incontrovertibles, que se suceden los pronunciamientos de los científicos advirtiendo de la gravedad de la situación del planeta. La última advertencia de la comunidad científica ha sido realizada el pasado cinco de noviembre de 2019 desde la prestigiosa revista BioScience por más de 11.200 científicos de 153 países.2
  • La llegada a Europa en el año 2015 de un millón de personas huyendo de la guerra de Siria originó una crisis humanitaria en nuestro continente. Esta circunstancia asentó en nuestro entorno inmediato una realidad que, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ha venido para quedarse: el importante incremento del desplazamiento forzado de personas, que alcanzó en el año 2014 una magnitud que no se había registrado desde la II Guerra Mundial. Un proceso que, unido al de las migraciones internacionales, define nuestra época y plantea un relevante desafío a nuestra sociedad: la alteridad y la gestión solidaria de la diversidad.
  • El mundo también está cambiando en el orden político. Desde el año 2014, Narendra Modi ocupa el cargo de Primer Ministro de la India. El 20 de enero de 2017, Donald Trump se convierte en el 45º presidente de los EEUU. El 1 de enero de 2019, Jair Bolsonaro es proclamado presidente del Brasil. Se suman a un conjunto de dirigentes que ya estaban en el poder, como Vladímir Putin o Viktor Orban, que hacen gala de actitudes populistas y posiciones nacionalistas y conservadoras. Desde el ascenso de Xi Jinping en 2013, China se consolida ante el mundo como una modalidad de capitalismo más dinámica y eficaz que la occidental, aunque también más autoritaria. Europa da muestras de desconcierto ante sus fracturas internas y la geopolítica emergente. El orden mundial se vuelve cada vez más multipolar y menos multilateral. La democracia se vacía de contenidos y los gobiernos se tornan iliberales justo cuando más necesitados estamos de democracias de calidad, cooperación global y gobernanza cosmopolita.
  • También estamos asistiendo a lo que se conoce como la «cuarta revolución industrial». Un mundo nuevo que, al integrar el big data y la inteligencia artificial con las nanotecnologías y la biología sintética, abre tantas posibilidades como amenazas. La brecha entre lo que podemos y debemos hacer se agranda. Gracias a la tecnociencia estamos adquiriendo la capacidad de cambiar las reglas de la evolución humana y perturbar el funcionamiento del planeta. Va a ser más necesaria que nunca una ciencia con plena conciencia ecosocial y moral del alcance de sus consecuencias. En este último lustro hemos observado con claridad los efectos del asentamiento de las tecnologías de la información y la comunicación derivadas de la anterior revolución tecnológica. De su mano han surgido las llamadas «economías de plataforma» (Uber, Airbnb, Cabify, Glovo, etc.) y el poder monopólico de las Big tech (Google, Apple, Facebook, Microsoft, Amazon) que hasta el momento se ha traducido, sobre todo, en mayor precariedad laboral, evasión fiscal, contaminación del debate público por la propagación de fakes y riesgos de mayor control social y vulneración de la privacidad a través de la tecnovigilancia.

¿Qué futuro deparará esta pandemia? Nadie lo sabe, pero la historia nos enseña que tras una profunda perturbación las sociedades cambian. Las estructuras, las instituciones y las mentalidades se transforman y, en consecuencia, también lo hacen las conductas individuales y colectivas. El mundo de entreguerras poco se parecía al que existía con anterioridad a la primera gran conflagración y el que surgió de la Segunda Guerra Mundial fue un mundo radicalmente diferente del de entreguerras. Todavía hoy apenas nos damos cuenta de lo mucho que han cambiado nuestras sociedades después de la crisis financiera del año 2008. Hemos asistido durante este tiempo, casi de forma imperceptible, a la emergencia de un nuevo orden social, tanto en el plano interno como en el internacional. Incurriremos, pues, en un profundo error si pensamos que tras la pandemia todo va a seguir igual. No se trata de un paréntesis. Se están produciendo cambios sustanciales en los comportamientos individuales, en la funcionalidad de las instituciones sociales y en la dinámica estructural de la economía. Detectar esos cambios adquiere una importancia crucial a la hora de construir las respuestas adecuadas.

No debemos engañarnos, la existencia de una oportunidad para nada prejuzga la forma en la que vaya a resolverse. También 2008 traía consigo una oportunidad y algunos de sus principales valedores no dudaron en afirmar que si el capitalismo quería sobrevivir tenía que reformarse profundamente. Sin embargo, la oportunidad pasó y los que salieron fortalecidos fueron los intereses causantes de la crisis. Aprendamos la lección. Si no queremos que ahora vuelva a pasar lo mismo tenemos que poner los medios para que no suceda. No tenemos la solución que abriría las puertas a un futuro sostenible, más justo y democrático, pero en el análisis precedente se apuntan las líneas en las que tenemos que trabajar para hacerlo posible: en red con otros similares y sin perder un tiempo del que no disponemos.

Lo más inmediato son las consecuencias sociales de esta pandemia, que ya se empiezan a mostrar en toda su gravedad. La fuerte temporalidad de la economía española ha enviado al paro en pocos días a cientos de miles de trabajadores y trabajadoras cuyos empleos no se han renovado. Una fracción significativa de la población vulnerada3 se va a quedar fuera de la protección que debería brindar el llamado escudo social. Buena muestra de ello es que se están extendiendo las colas ante las puertas de parroquias y bancos de alimentos. Debería haber sido el momento de poner en marcha una renta básica universal que evitara estas lagunas de cobertura y el desborde de unos servicios sociales que ni tienen medios ni están preparados para evaluar, comprobar y gestionar las distintas ayudas con que afrontar una variedad casi inabarcable de situaciones de necesidad.

Como Fundación, nuestra intención es profundizar, si cabe con mayor convicción, en la orientación de los últimos años, poniendo especial énfasis en tres grandes objetivos: elaborar un informe periódico centrado en la calidad de vida y en los objetivos que,  deben ser esenciales en el mundo que vivimos, segundo, coadyuvar al desarrollo de una visión integradora de la economía, en la que la sostenibilidad ecológica, los cuidados y la cohesión social sean ejes vertebradores y, tercero, ayudar a que se desarrolle una educación, alejada de todo adoctrinamiento, que prepare a las personas que se forman en nuestras aulas para entender y afrontar el mundo en el que van a tener que vivir, favoreciendo las competencias que van a resultar imprescindibles para desenvolverse en una realidad social muy distinta de la actual y de la que vivieron sus progenitores, anticipación a la que el enfoque educativo dominante no siempre da la importancia que merece.

Lunes, 11 de mayo de 2020

 

1 The Global Preparedness Monitoring Board (GPMB). Se puede consultar el informe íntegro en castellano en: https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_Annual_Report_Spanish.pdf

2 En el año 1992, más de 1.500 científicos (entre los que se incluían la mayoría de los premios Nobel de ciencias que vivían por entonces) constataron a partir de la evidencia empírica disponible y las tendencias en curso que el rumbo que había adoptado la humanidad estaba empujando a una destrucción generalizada de los ecosistemas de la Tierra. Esta primera advertencia de la comunidad científica mundial es conocida como ‘primer aviso’. Veinticinco años después, la comunidad científica lanza un ‘segundo aviso’, donde se denuncia el fracaso de la humanidad para resolver los retos ambientales enunciados en el primer llamamiento y se manifiesta especial preocupación por la trayectoria del cambio climático, la deforestación y los cambios en los usos de suelo asociados en gran medida a la ganadería de rumiantes y los altos niveles de consumo de carne. Además, se advierte de La sexta gran extinción, que está provocando la desaparición masiva de especies a un ritmo y con una extensión que no tiene precedentes. El mismo grupo de científicos que promovieron ese segundo aviso, publicó el cinco de noviembre de 2019 el ‘tercer llamamiento’ centrado en la emergencia climática. [Se puede consultar en:

https://academic.oup.com/bioscience/advance-article/doi/10.1093/biosci/biz088/5610806].

3 Desde la perspectiva de los derechos humanos y la justicia social parece más propio hablar de población vulnerada que de población vulnerable, que es la expresión que ha hecho fortuna. La población que soporta las lacras del desempleo, la pobreza o la marginación social se encuentra en esa situación porque no tiene suficientemente reconocidos y garantizados sus derechos y, por consiguiente, quien padece esa situación no es porque sea vulnerable sino porque está siendo vulnerado en sus derechos.

Acceso a la Declaración en formato pdf:  FUHEM Ecosocial: declaración ante la COVID-19


Cuerpos vulnerables

Cuerpos vulnerables: La intensificación del trabajo en las residencias de personas mayores

Paloma Moré

Este artículo forma parte del ESPECIAL Cuerpos frágiles y capitalismo publicado en el número 137 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global. Presenta los resultados de una investigación sobre cuidados a personas mayores en España y Francia. Más que resaltar los aspectos comparativos, el texto se centra en analizar el papel del cuerpo como elemento central del trabajo de cuidado en las residencias de personas mayores.

Esta dimensión corporal del cuidado se pone en relación con la organización del trabajo en estos centros y, concretamente, con la presión de tiempos. El objetivo es poner de manifiesto cómo la intensificación del trabajo en los centros residenciales tiene nefastas consecuencias tanto sobre los propios residentes como sobre las auxiliares que cuidan de ellos. Así, se pone de manifiesto una contradicción entre la noción de “cuidar”, y lo que esta implica, y el trabajo “real” llevado a cabo en las residencias.

El trabajo de cuidado es indispensable para mantener la vida humana, principalmente en las etapas de mayor vulnerabilidad y dependencia, como son la infancia y la vejez. En sociedades que están en pleno proceso de envejecimiento, como es el caso de España, donde las proyecciones1 estiman que las personas de 65 y más años supondrán el 38,7% de la población en 2064 ascendiendo a casi 16 millones de personas, los cuidados de larga duración para personas mayores se están convirtiendo en una preocupación creciente. En este contexto, las residencias se ofrecen como una solución integral para los cuidados de personas que ya no pueden permanecer en su domicilio y suponen un sector con una creciente demanda de fuerza de trabajo.

Por tanto, en la actualidad, la preocupación por los cuidados es creciente, pero no siempre ha sido así. A pesar de tratarse de un trabajo universal, su importancia no se ha tenido en cuenta mientras han sido prestados por las mujeres en el entorno familiar. En este sentido, el valor de los cuidados y su reconocimiento como trabajo no se ha producido hasta que, debido a una serie de factores sociales, las mujeres, de manera masiva, han ido orientando en mayor medida su tiempo de trabajo hacia el mercado laboral y menos hacia la familia, dando lugar a lo que se ha denominado la "crisis de la reproducción social". Así, de manera paradójica, los cuidados se han hecho "visibles" como problemática política, social y académica cuando han entrado en "crisis", es decir, cuando han dejado de ser prestados silenciosa y gratuitamente, como obligaciones familiares del género femenino, para transformarse progresivamente en servicios mercantilizados. En este contexto, desde los años noventa, las migraciones internacionales de mujeres han comenzado a abastecer de mano de obra destinada a atender la creciente demanda de trabajo de cuidados en las zonas ricas del Norte Global,2 algo que también ha sucedido en España.3 De esta manera, quienes a menudo desempeñan el trabajo de cuidado en los servicios mercantilizados, como son las residencias de personas mayores, siguen siendo mujeres, pero de origen inmigrante.

Los cuidados se han hecho "visibles" como problemática política, social y académica cuando han entrado en "crisis".

Este artículo recoge parte de los resultados de una investigación comparativa sobre los empleos de cuidados a personas mayores en España y Francia.4 La metodología utilizada combina varias técnicas de investigación con un enfoque cualitativo: entrevistas a trabajadoras, entrevistas a informantes clave y observación participante. Concretamente, aquí se analiza el estudio sobre el trabajo en residencias, para el que se realizaron 35 entrevistas en profundidad: doce entrevistas en profundidad con trabajadoras en Madrid y quince en París, además de siete entrevistas con informantes clave, entre los que se incluyen dos directoras de residencias (una en Madrid y otra en París), un trabajador social contratado en una residencia (Madrid), un director de centro de día (Madrid) y tres responsables técnicos de servicios sociales (dos en Madrid y uno en París).

Estas entrevistas se han complementado con un proceso de observación participante bastante intenso en el que se “siguió” a las trabajadoras durante sus jornadas laborales con el fin de poder “ver de cerca” la realidad de su trabajo y poder contrastarla con sus relatos biográficos. Esta técnica se llevó a cabo en dos residencias. Por un lado, en una residencia municipal de la periferia madrileña, de tamaño mediano (70 plazas) gestionada por una empresa privada. Por otro lado, en una residencia de gran tamaño (150 plazas) situada en la periferia parisina y que, pese a pertenecer a una entidad sin ánimo de lucro, estaba gestionada por una empresa privada. En ambos casos, la observación consistió en diez días de seguimiento del trabajo de las auxiliares, entre seis y ocho horas por día, en los turnos de la mañana y de la tarde.

Anclajes teóricos

Los cuidados, estén remunerados o no, deben ser considerados trabajo y, como cualquier otro trabajo, se definen por una organización social, unas relaciones sociales concretas y unos modelos "ideales" de realización que cobran sentido en contextos específicos. La división sexual del trabajo, entendida como el reparto jerarquizado del trabajo entre los sexos,5 ha motivado que, al estar adscritos al género femenino, los cuidados se hayan considerado actividades reproductivas y no un "verdadero" trabajo. A partir de los años ochenta, gracias a los estudios con perspectiva feminista, esta idea ha ido superándose.

Si bien en las primeras definiciones del cuidado se ponía el énfasis en que era un trabajo "de amor",6 posteriores estudios han avanzado mucho en desvincular los cuidados de una supuesta inclinación femenina y han puesto el énfasis en la idea, inspirada en el Buen Vivir, de que los cuidados sostienen la vida.7 Esta noción de asociar los cuidados a una pretensión de mantener la vida para que "podamos vivirla de la mejor manera posible", no escapa a la percepción práctica de las propias trabajadoras. A menudo señalaban que en su trabajo era difícil priorizar las tareas (alimentación, aseo, refuerzo emocional, etc.) porque el cuidado consistía en un “todo” difícil de desagregar. Así lo resumía Emma, una de las empleadas entrevistadas en esta investigación, cuando se le preguntaba por la tarea o actividad más importante en su trabajo: «Todo es importante, es la vida la que es importante, en su globalidad».

Tal y como señala Emma, en el cuidado no se pueden jerarquizar las tareas y «todo es importante»8 porque lo esencial es mantener la vida y el entorno en su conjunto. En esta misma línea, Fischer y Tronto señalan que:

«Cuidar es una actividad genérica que comprende todo aquello que hacemos para mantener, perpetuar y reparar nuestro “mundo”, para que podamos vivir en él lo mejor posible. Este mundo comprende nuestros cuerpos, a nosotros mismos y nuestro entorno: todos los elementos que se articulan en una red compleja de sostenimiento de la vida»..9

Esta definición sitúa a los cuidados en el centro de las relaciones sociales –no solo familiares, domésticas o interindividuales– sino en todo tipo de relaciones entre seres humanos, y de estos con su entorno, y, además, permite visibilizar que las relaciones de cuidado son diversas, transversales y multidireccionales. Por tanto, los cuidados se articulan en “distintos niveles”, desde los intercambios cara a cara, donde las emociones y los cuerpos son fundamentales, hasta las relaciones sociales en el ámbito institucional y político. Esta concepción permite pensar que las personas que trabajan como cuidadoras no solo son “proveedoras” de cuidados, sino que también son  “receptoras” de cuidados en un complejo entramado de relaciones sociales en el que viven las consecuencias de las políticas migratorias, las políticas públicas en torno a los cuidados, las políticas de empresa sobre la organización del trabajo, las decisiones de sus empleadores, etc. En este sentido, las cuidadoras y sus cuerpos, pueden estar más o menos cuidados por la organización concreta del trabajo, como se verá más adelante.

La división sexual del trabajo ha motivado que, al estar adscritos al género femenino, los cuidados se hayan considerado activivdades reproductivas y no un "verdadero" trabajo.

Sin embargo, en lo que respecta al desempeño de su actividad, las residencias de personas mayores se caracterizan porque los cuerpos son un elemento central, pues gran parte del trabajo se realiza sobre cuerpos ajenos siendo, además, la exposición del propio cuerpo particularmente destacable.10 Por «trabajo sobre el cuerpo» (body work) se entiende el trabajo que se centra directamente en los cuerpos de los demás: manipular, evaluar, diagnosticar, y supervisar los cuerpos, que se convierten así en objeto directo del trabajo, implicando un contacto muy intenso, íntimo y, a menudo, sucio con el cuerpo, con su desnudez y sus secreciones.11 El trabajo sobre el cuerpo no está exento de relaciones sociales de género, clase social y etnicidad; así, las ocupaciones que desempeñan un trabajo sobre el cuerpo más “sucio” suelen implicar un menor reconocimiento y estar desempeñadas por personas en categorías sociales más desfavorecidas,12 como es el caso de las mujeres de clase trabajadora, y a menudo de origen inmigrante, que trabajan como auxiliares en las residencias de personas mayores.

Además, en las residencias el tiempo es un factor determinante para entender cómo se realiza el trabajo de cuidado. Así, mientras en entornos domésticos el cuidado se organiza en torno a las tareas y no implica una distinción clara entre la “vida” y el “trabajo”, en las residencias el tiempo está organizado de manera industrial, casi taylorista, y todo está medido a través de un horario estricto y supervisado a base de reloj. Sin duda esta forma de organizar el trabajo de cuidado es más eficaz en cuanto al ahorro de tiempo y costes, pero también resulta más difícilmente "comprensible" desde el punto de vista humano.13 De esta manera, la cuestión de establecer rutinas, estándares, horarios y tiempos de trabajo resulta una condición necesaria pero sumamente problemática para mantener una organización del trabajo que cumpla con unos estándares de eficacia racional.

La intensificación del trabajo y sus repercusiones

En la residencias, el proceso de trabajo para organizar la rutina diaria de los residentes implica una concatenación de tareas secuenciales, bien definidas, y marcadas según un horario preciso que rige la marcha del centro y armoniza los distintos equipos: levantar a todas las personas antes de las nueve, desayuno hasta las diez, etc. Este proceso de trabajo se caracteriza por su rigidez frente a las características generales del trabajo de cuidado, que difícilmente puede ser medido14 y, de manera particular, frente a las características específicas de la población destinataria, que tiene en la mayoría de los casos algún grado de dependencia. De esta forma, la enorme cantidad de retrasos que pueden producirse, ligados a la actividad humana, simplemente, no están previstos. Así, cualquier incidente o  accidente, como puede ser una persona que se desorienta, que no colabora para levantarse, etc., es un obstáculo que entorpece la cadencia del "bien organizado" proceso de trabajo.

En cuanto a la organización de los horarios de trabajo, para prestar cuidados durante las veinticuatro horas del día, las residencias se organizan siempre a través de tres turnos de trabajo de ocho horas: mañana, tarde y noche. Por las mañanas, las auxiliares comienzan por las habitaciones, solas o en parejas, para ir despertando, levantando, quitando los pañales sucios de la noche, llevando al baño, aseando las partes íntimas, duchando, poniendo nuevas protecciones y vistiendo a cada residente, haciendo un intenso trabajo sobre el cuerpo. Una vez la persona está limpia, cambiada, vestida y perfumada, se la acompaña hasta el salón, en silla de ruedas o caminando, donde se le da el desayuno, si no lo puede hacer por ella misma, y se regresa a la habitación donde debe hacerse la cama, cambiando las sábanas si es necesario, y limpiar y retirar todos los desechos relacionados con los excrementos de la persona. Estas tareas materiales se complementan con otras ligadas a la dimensión psicológica de la persona mayor. Así, las auxiliares deben procurar dejar un margen de autonomía para no atrofiar las capacidades que las personas todavía tienen, deben intentar darles ánimos, conversación, estimularlas, motivarlas… Para reforzar la autoestima de las personas y para que, en la medida de lo posible, sientan que la residencia “es su hogar”. Pues, como las auxiliares suelen repetir, lo que ellas hacen es “un trabajo humano”. Sin embargo, este contacto personalizado que otorga “humanidad” lleva su tiempo, ralentiza el ritmo de trabajo, les hace implicarse, detenerse, prestar atención, y ellas “no tienen un minuto que perder”.

En las residencias, el tiempo es un factor determinante para entender cómo se realiza el trabajo de cuidado

Esta secuencia de trabajo con la que las auxiliares empiezan la mañana es agotadora, especialmente teniendo en cuenta que debe repetirse cada día al menos ocho o diez veces consecutivas y con sus todos los imprevistos que, por supuesto, van surgiendo.15 Las estimaciones sobre el tiempo recomendado para hacer este proceso de manera satisfactoria rondan los cuarenta y cinco minutos. Sin embargo, la observación participante puso de manifiesto que la carga de trabajo obligaba a las auxiliares a reducir drásticamente los tiempos dedicados a estas tareas. Así, en la residencia estudiada en París este proceso se limitaba a veinte minutos por persona, mientras que en la residencia de Madrid se llegaba a reducir incluso hasta doce minutos. Evidentemente, esto implica una desmesurada intensificación del trabajo y la eliminación de las tareas menos visibles, como todo el trabajo sobre las emociones, al ser consideradas “accesorias” a las tareas más evidentes. A continuación, se ofrece un extracto del cuaderno de campo de una jornada de observación en la residencia de Madrid para ilustrar cómo las trabajadoras lograban mantener esa disciplina horaria a través de la intensificación del trabajo sobre los cuerpos ajenos y de un enorme coste físico, emocional y moral para sus propios cuerpos:

Extractos de los Cuadernos de Campo: Madrid, 17 de enero de 2014

 Desde las siete y media hasta las nueve de la mañana, que es la hora del desayuno, dos auxiliares, Mercedes y Marisa, tienen que despertar, levantar, duchar y vestir a dieciséis residentes totalmente asistidas, con movilidad muy reducida y un deterioro cognitivo severo que limita la interacción y la comunicación con las auxiliares. Cuando terminan con una, mientras avanzan a otra habitación, la dejan en su silla de ruedas en el pasillo, esperando a que alguien la baje al comedor, porque ellas no pueden “perder tiempo” en esa tarea.

 Una de estas residentes es Doña Antonia –me dicen– es una de las más difíciles de levantar: con la cabeza completamente perdida, tarareando sin parar canciones que aún perduran en su memoria, esta anciana senil no facilita en absoluto el trabajo: peso pesado, con brazos y piernas rígidas que ofrecen resistencia, moverlas supone un gran esfuerzo, y levantarla de la cama a pulso es arriesgado. Con ayuda de la grúa, y entre dos auxiliares, la levantan y la sientan en una silla geriátrica para poder ducharla, pero la señora no puede detener su incontinencia y pone todo el suelo de la habitación perdido. Entonces, mientras Mercedes la lleva al baño y comienza a ducharla, Marisa se va corriendo a la habitación siguiente para ir adelantando trabajo. Me van diciendo todo el rato: «fíjate el ritmo que llevamos, y aun así nunca llegamos a tener a todos listos para las nueve, que es la hora del desayuno». «No paramos en toda la mañana y a las doce tenemos que volver a cambiarlos». «A este ritmo no sé hasta dónde llegaremos». «Sobre todo ahora, después del ERE –expediente de regulación de empleo–, tenemos dos auxiliares menos, en media jornada». Efectivamente, con un trabajo así, cada persona cuenta y, a causa de la remodelación de plantilla tras el ERE, ahora hay dos compañeras que están a tiempo parcial. «Les intentamos hablar para que nos ayuden, pero no podemos hacer más». ¿Estimular, “dejar hacer”, dar conversación? No hay tiempo para eso.

 Mercedes suda hasta chorrear la camisa. Su compañera, Marisa, que es mucho más joven, también suda y corre con las mejillas enrojecidas por el esfuerzo. Las posturas en las que se ponen implican que la espalda esté constantemente tensa, tienen que estar medio agachadas, con el cuerpo doblado a cuarenta y cinco grados, tanto para ducharlos como para levantarlos, vestirlos... Solo de verlo duelen los riñones.

 Doña Antonia, recién duchada, de nuevo no puede evitar su incontinencia y los excrementos empiezan a chorrear por el agujero de la silla hasta el suelo. A toda prisa la limpian como pueden con una toalla, pues no hay tiempo para volver a lavarla o sentarla en el váter hasta que termine. Le ponen un pañal, la visten a la carrera y con ayuda de una grúa la trasladan a la silla de ruedas. Los restos de excrementos se quedan esparcidos por el suelo, se los llevan arrastrando con la silla de ruedas y los recogen como pueden con papel higiénico. ¿Pararse a limpiarlo? ¡Imposible! «Te vas a hartar del olor» –me dicen– y es verdad que es muy desagradable. Seguimos avanzando y Mercedes exclama: «¡ay, qué sudores!» –mientras se seca la frente con el brazo–. «¡Habrá quién no se crea que tenemos que estar dos horas así! ¡A este ritmo y sin parar! Esto es así a diario, no es que nos lo estemos inventando».

Este extracto muestra que la repercusión de la intensificación del trabajo sobre los cuerpos, las emociones y el sentido moral que las trabajadoras atribuyen a su trabajo es muy negativa. Además, se pone de manifiesto que el trato hacia las personas mayores deja mucho que desear en cuanto al respeto de su integridad como personas. En este sentido, desde una aproximación profesional a los cuidados geriátricos16 se remite a menudo a la importancia de hablar con las personas mayores, estimularlas, motivarlas, dejarles hacer por ellas mismas y no hacer en su lugar, no infantilizarles ni anular sus posibilidades, respetar su intimidad, no entrar en las habitaciones sin llamar, consultarles a la hora de vestirles, etc., pero, ¿cómo hacerlo cuándo la intensificación del trabajo llega a este punto? Por ejemplo, en la observación se constató que, en lugar de pedir permiso antes de entrar a las habitaciones o de saludar, las auxiliares, presionadas por el ritmo de trabajo, se dirigían sin mayor dilación directamente a levantarlas de la cama o a quitarles la ropa, casi sin dejarles tiempo para despertarse. La organización del trabajo estaba establecida en ambos casos como si fuera una secuencia lógica de tareas que las auxiliares pudieran desempeñar “limpiamente” siguiendo un ritmo de trabajo constante. Sin embargo, las personas residentes, aunque suene obsceno tener que recordarlo, son seres con vida, que se mueven o no quieren moverse, a quien hablar, dar conversación, que hacen preguntas, o se quejan, gritan, lloran y se resisten a moverse, necesitan ir al baño, a veces insistentemente, etc. Y las auxiliares sortean todo esto, como una carrera de obstáculos, dejando claro que cuanto más están obligadas a correr, más desagradable se vuelve el trabajo y más escollos éticos encuentran.

Cuerpo a cuerpo

Una constante en los relatos de las trabajadoras en los dos estudios de caso son los problemas de salud ligados al trabajo. Esto es una consecuencia directa de las características del trabajo antes descritas: por un lado, la realización de esfuerzos físicos como levantamiento de pesos y movimientos repetitivos que implican que continuamente se fuerce la espalda y los brazos; por otro, la intensificación de los ritmos de trabajo, que contribuye a incrementar los niveles de riesgo, porque bajo la presión de tiempos a menudo se descuida la atención a mantener posturas ergonómicas y se fuerzan ciertas partes del cuerpo. Así, la mayoría de las trabajadoras entrevistadas habían tenido algún problema de salud relacionado con la espalda, ya fuera por acumulación de fatiga y malas posturas o debido a algún accidente de trabajo.

En este sentido, en Madrid, de las doce informantes que habían trabajado como auxiliares, siete afirmaron haber sufrido problemas de salud relacionados con el trabajo. La mayoría de ellas relataron el momento preciso (una caída o un mal movimiento) en el que habían sufrido un accidente. En el caso de París, de nueve auxiliares de enfermería, cinco relataron también accidentes o problemas de salud directamente relacionados con el trabajo y, de las seis auxiliares de cafetería, cuatro también relataron problemas de salud ligados al trabajo. En ambos casos, las personas que no habían sufrido ningún problema de salud relacionado con el trabajo habían llegado recientemente al oficio o habían ejercido durante periodos cortos. Por eso su respuesta a menudo dejaba entrever más bien un “no, todavía” que un “no” rotundo. De todas las auxiliares a quienes se realizó entrevistas en profundidad y que llevaban diez o más años en el oficio, solamente dos de ellas declaraban no haber sufrido problemas “todavía” a pesar ser buenas conocedoras, a través de otras compañeras, de la problemática. Además, durante los periodos de observación en ambos terrenos se constató, a través de numerosas charlas informales y de la propia observación de los movimientos y las posturas de las trabajadoras, la constante presencia de estos problemas, como explica Heidy, una auxiliar entrevistada en Madrid:

«Mira, por querer avanzar hacemos movimientos que no son anatómicos: llevamos con esta mano la silla y queremos llevar con la otra mano el oxígeno y así haces fuerza. “¡Déjalo, mira como está tu muñeca, mira como está tu mano!” –les digo yo­–. O se están agachando y yo les digo: “¡dobla las rodillas, dobla las rodillas!”».

En este sentido, la observación participante puso de manifiesto que, casi constantemente, las auxiliares reclamaban una mirada de atención a las posturas que deberían mantener: la inclinación de la espalda cuando se trabaja sobre una persona encamada; los levantamientos de peso cuando se hacen las movilizaciones de la cama a la silla, y viceversa; las cabriolas que debían hacer con las muñecas al empujar las sillas de ruedas para entrar y salir de los baños y las habitaciones; la fuerza que debe hacerse para empujar a una persona de 70 kilos en una silla de ruedas, etc.

La repercusión de la intensificación del trabajo sobre los cuerpos, las emociones y el sentido moral que las trabajadoras atribuyen a su trabajo es muy negativa

Por otra parte, durante la observación realizada en los talleres que una asociación de mujeres migrantes que trabajan en cuidados en Madrid, imparte para formar a cuidadoras domésticas en atención geriátrica, se presenció la manera en que las auxiliares que impartían los talleres hacían hincapié en estos aspectos, mostrando de manera práctica la forma correcta de hacer estos movimientos para no lastimarse.  Sin embargo, tanto formadoras como alumnas coincidían en que, si bien es necesario conocer “la teoría”, en la práctica las posibilidades de aplicarla se limitan: por un lado, por la imposibilidad de utilizar material mecánico y, por otro lado, por la intensificación de los ritmos de trabajo. Así, pese a que en las formaciones se aconseja e informa acerca de la manera en que se deben hacer los movimientos para evitar hacerse daño o tener un accidente, y pese a que se han introducido mejoras técnicas, como camas medicalizadas o las grúas, para aliviar la carga física de trabajo, estas recomendaciones de ergonomía no son suficientes a la hora de impedir los accidentes y las dolencias físicas.

Conclusión

El cuidado de personas mayores supone un trabajo donde la exposición corporal de las personas implicadas se sitúa en el centro de la relación, tanto para quienes tienen la responsabilidad de cuidar como para quienes reciben el cuidado. En este sentido, el cuidado, más que un “cara a cara”, implica un “cuerpo a cuerpo”. Por un lado, las auxiliares manipulan repetidamente los cuerpos ajenos en su sentido más íntimo tratando de mantener la vida en condiciones dignas a quienes no pueden ya realizar por sí mismos las tareas más básicas y necesarias. Por otro lado, la exposición corporal de quienes realizan este trabajo es particularmente intensa.

Una rígida organización del trabajo y su intensificación mediante la presión de tiempos son mecanismos de gestión económica que, al ser aplicados al ámbito de los cuidados, tienen consecuencias nefastas. En este caso, se ha mostrado que los cuerpos de las trabajadoras, maltratados y desgastados por el trabajo, como los de las personas residentes, atendidos deficitariamente y deshumanizados, sufren enormemente como consecuencia de la organización del trabajo. Por supuesto, las consecuencias no son solo físicas, sino que son indisociables de la dimensión emocional  y moral.17 Así, se ha intentado mostrar cómo, a ritmo de cadena de montaje, las auxiliares manipulan y transforman el “producto” de la mañana a la noche, tratando de mantener la vida de la mejor manera posible, pero sabiendo que el cuidado es el gran ausente en esa relación de trabajo, tanto para ellas como para “sus” residentes.

En definitiva, se pone de manifiesto una gran contradicción entre una noción holista del cuidado que se basa en la responsabilidad de dar una respuesta adecuada ante una necesidad, y el trabajo “real” que las auxiliares pueden desempeñar en entornos donde la organización del trabajo es excesivamente economicista.

Paloma Moré es Doctora en sociología y Licenciada en periodismo.

Acceso al artículo completo en formato pdf: Cuerpos vulnerables: La intensificación del trabajo en las residencias de personas mayores

 

NOTAS

1 INE, Population Projection for Spain, 2014-2064 [en línea], 28 de octubre de 2014. Acceso el 9 de marzo de 2017.

2 S. Sassen, «Global cities and survival circuits», en B. Ehrenreich y A. R. Hochschild (eds.) Global Woman: Nannies, Maids and Sex Workers in the New Economy, Granta Books, London, 2002.

3 V. Rodriguez (ed.), Inmigración y cuidados de mayores en la comunidad de Madrid, BBVA, Madrid, 2012.

4 P. Moré, Los cuidados en las grandes ciudades, Colección Monografías, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid (en prensa).

5 D. Kergoat, «Division sexuelle du travail et rapports sociaux de sexe», en H. Hirata, F. Laborie, H. Le Doaré y D. Senotier (eds.) Dictionnaire critique du féminisme, PUF, Paris, 2000.

6 H. Graham, «Caring: a labour of love», en J. Finch y D. Groves (eds.), A labour of love: women, work and caring, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1983.

7 C. Carrasco, «La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres? », Mientras Tanto, Nº 82, Barcelona, 2001.

8 P. Molinier, Le travail du Care, La Dispute, Paris, 2013, p. 224.

9 B. Fischer y J. Tronto, «Toward a feminist theory of care», en Abel, E. y Nelson, M. (dir.), Circles of Care: Work and Identity in Women’s Lives, SUNY Press, Albany, 1990, pp. 36-54.

10 N. Foner, The Caregiving Dilemma: Work in an American Nursing Home, University of California Press, Berkeley, 1994, p. 190.

11 C. Wolkowik, «The Social Relations of body Work», Work, Employment & Society, 16(3), 2002, pp. 497-510.

12 Ibidem, p. 501.

13 E. P. Thompson, «Time, Work-Discipline, and Industrial Capitalism», Past and Present, núm. 38, 1967, pp. 56-97.

14 C. Vega, Culturas del cuidado en transición. Espacios, sujetos e imaginarios en una sociedad de migración, Editorial UOC, Barcelona, 2009, p. 297.

15 N. Foner, op. cit.

16 En este sentido el documental Me llamo Carmen [en línea] realizado por la diócesis de Málaga de la organización Caritas, ilustra estas expectativas que se recaen sobre las personas que trabajan en los centros residenciales. Acceso el 9 de marzo de 2017.

[17] P. Moré, «Cuidados "en cadena": cuerpos, emociones y ética en las residencias de personas mayores», Papeles del CEIC, 1/2016.


Utopías en tiempos de pandemia

En el número 149 de Papeles reflexionamos sobre la noción de utopía y qué significados adquiere en un contexto de crisis socioecológica generalizada.

Queremos explorar los caminos de la utopía como un horizonte hacia el que mirar en un contexto como el actual de guerra contra el planeta en la era del Antropoceno, esa era en la que los humanos llegamos a modificar tanto el planeta como los propios movimientos geológicos.

Filósofos como Tomás Moro, Campanella y Platón han considerado la utopía en clave de horizonte deseable. Junto a esta, aparece una interpretación negativa o peyorativa de la utopía, especialmente desde una defensa conservadora de las relaciones de propiedad existentes; muchos pensadores y activistas en el siglo XVIII se les calificaba de “utópicos”.

También Marx separó su análisis, que calificaba de científico frente al “socialismo utópico” de aquellos que, como Fourier y Owen experimentaban con proyectos de empresas, comunidades, etc. socialistas, controladas por los trabajadores, y reflexionaban sobre futuros posibles en esta línea. Y de nuevo después de la I Guerra Mundial se vuelve al primitivo concepto de la utopía como ideal que el revolucionario opone a la glorificación positivista de lo existente, que también fue retomado en las rebeliones del 68. Actualmente, ciertas propuestas que se presentan como “soluciones” a la crisis civilizatoria, como el transhumanismo o la geoingeniería, incluyen rasgos utópicos en el sentido de lejanos, irrealizables (u-topos, sin lugar), o poco deseables.

La utopía, como proyección de un futuro deseable, tiene un carácter netamente subjetivo, dependiendo desde qué ángulo político se examine. Lo que para unos pueden ser utopías —el mencionado transhumanismo, por ejemplo— puede ser interpretado por otros como lo contrario, la distopía.

En Utopías en tiempos de pandemia se hace ese repaso histórico de la noción de utopía; se ubica en el contexto contemporáneo del Antropoceno; se realiza una crítica a las utopías tecno-científicas, como es el caso del transhumanismo (superación de las enfermedades, muerte, con la biomedicina e incluso traspaso de nuestra mente a un ordenador); y se reflexiona sobre qué queda de la utopía pacifista con nuestra actual capacidad militar de destrucción, o de la utopía socialista después de las experiencias vividas.

Este número Papeles estrena un nuevo diseño, con nuevas secciones y organización, aunque mantenemos las sugerentes ilustraciones de Javier Muñoz.

A continuación ofrecemos el sumario del número donde podrás encontrar, en abierto y a texto completo, tanto la INTRODUCCIÓN,  los textos de Erik Olin Wright y Paco Fernández Buey de la sección REFERENTES y el texto que recoge los RESÚMENES de los artículos.

SUMARIO

INTRODUCCIÓN
La utopía en la era del Antropoceno, Santiago Álvarez Cantalapiedra.

A FONDO

Utopía. El estado actual de la cuestión, Francisco Martorell Campos.

Tomás Moro: el nacimiento de la utopía moderna, Jesús Joven Trasobares.

Entrevista a Luis Fernando Medina sobre socialismo y utopía, José Bellver Soroa.

Utopías y prospectiva en Geddes y en Mumford, José Manuel Naredo Pérez.

Entre utopías y distopías tecnocientíficas. El caso del transhumanismo, Sergio Martínez Botija.

Utopía y antropoceno: críticas y respuestas al reto nuclear, Tica Font Gregori.

ACTUALIDAD

Refugiados en la Unión Europea: desde el alarmismo de emergencia a la gestión común, Daniele Archibugui, Marco Cellini y Mattia Vitiello.

REFERENTES

Erik Olin Wright: Utopías reales, Presentación. Santiago Ávarez Cantalapiedra.

Construyendo utopías reales, Erik Olin Wright.

Francisco Fernández Buey: Elementos positivos de la Utopía, Salvador López Arnal.

Utopía y vocación científica en la representación socialista moderna de la sociedad capitalista, Paco Fernández Buey.
Charles Fourier y los elementos positivos de la utopía, Paco Fernández Buey.

LECTURAS
Historia de la agricultura española desde una perspectiva biofísica (1900-2010), de Manuel González de Molina, David Soto Fernández, Gloria Guzmán Casado, Juan Infante Amate, Eduardo Aguilera Fernández, Jaime Vila Traver, Roberto García Ruiz.
Monica Di Donato

El planeta inhóspito: La vida después del calentamiento, de David Wallace-Wells.
Meritxell Balada, Paula Estrada y Joan Freixa

La máquina es tu amo y señor, de Jenny Chan Tang, Xu Lizhi, Li Fei y Zhang Xiaoqio.
Lucía Vicent

¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por un Green new Deal, de Héctor Tejero y Emilio Santiago.
FUHEM ECOSOCIAL

Fluminismo, de Ginny Battson.
FUHEM ECOSOCIAL

RESÚMENES

 

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Los discursos en torno a la emergencia climática

Los discursos en torno a la emergencia climática
Rubén Gutiérrez Cabrera
Dosieres Ecosociales, mayo 2020.

En poco tiempo, la “emergencia climática” se ha convertido en nuevo marco con el que los medios de comunicación y la opinión pública global se refieren a la actual situación de crisis climática que enfrenta la humanidad, pasando de ser un concepto apenas utilizado a perfilarse como un eslogan con un potencial de incidencia en las políticas ambientales sin precedente.

En este contexto, se vuelve fundamental indagar en los relatos surgidos en torno a la “emergencia climática”, pues del resultado de las batallas que se libran en torno a su definición e implicaciones dependerá en gran medida que las “declaraciones de emergencia climática” se decanten del lado de la sostenibilidad y la justicia climática, o del lado de un repliegue autoritario en forma de ecofascismo.

A continuación, ofrecemos el primer epígrafe del texto que aborda la importancia del análisis del discurso, el papel de los medios de comunicación y la pertinencia de sensibilizar a la ciudadanía sobre la necesidad de interpretar críticamente los mensajes que reciben en torno a la emergencia climática. Al final de la página encontrarás el acceso al dossier completo.

La importancia de analizar el discurso. Para una guerrilla semiológica climática

Cuenta George Lakoff en su ensayo “No pienses en un elefante” el ejercicio que propone el primer día de clase a sus estudiantes en la Universidad de Berkeley. Este consiste en pedirles únicamente que no piensen en un elefante. Una tarea en apariencia sencilla: que hagan lo que hagan, no piensen en un elefante. Sin embargo, relata Lakoff, todavía ningún estudiante ha sido capaz de hacerlo. ¿Por qué? La razón, explica el profesor de lingüística, es la siguiente:

«Toda palabra, como elefante, evoca un marco, que puede ser una imagen o bien otro tipo de conocimiento: los elefantes son grandes, tienen unas orejas que cuelgan, y una trompa; se los asocia con el circo, etc. La palabra se define en relación con ese marco. Cuando negamos un marco, evocamos el marco».[1]

Esta anécdota nos permite comprender un fundamento básico en la generación de los discursos e imaginarios sociales: el lenguaje no es neutral. La utilización de unos conceptos u otros evoca unos marcos determinados que condicionan nuestra manera de entender e interactuar con el mundo. En este sentido, el lenguaje no es solamente un vehículo que expresa ideas, sino que tiene una función constituyente de la realidad social. No solo nombra la realidad: la construye. Por ello, advierte Lakoff: «cuando hay que discutir con el adversario: no utilices su lenguaje. Su lenguaje elige un marco, pero no será el marco que tú quieres».[2]

Este planteamiento de Lakoff nos lleva a una premisa fundamental: en la medida en que el proceso de generación de imaginarios sociales está atravesado por conflictos y relaciones de poder, los discursos dominantes siempre serán el resultado de la disputa por el relato entre los diferentes agentes que pugnan por hacer hegemónicas sus visiones (partidos políticos, corporaciones, ámbito científico-académico, organizaciones de la sociedad civil…), algo que ha sido analizado en profundidad por los autores de la Discourse Theory. En consecuencia, si el lenguaje no es neutral y los discursos están mediados por las ideologías, decodificar la comunicación es un prerrequisito para comprender el estado de las percepciones sociales respecto a cualquier cuestión, también (y sobre todo) respecto a las cuestiones ambientales.

Empecemos, por ejemplo, deteniéndonos en el concepto “desarrollo sostenible”. Acuñado en los años 80 bajo la hegemonía neoliberal y difundido en 1987 por el Informe Brundtland, este concepto proyectaba, mediante la yuxtaposición de las palabras “desarrollo” y “sostenible”, la aparente superación del conflicto existente entre el modelo de desarrollo neoliberal basado en el dogma del crecimiento, por un lado, y la sostenibilidad, por otro. Pese a que ya desde principios de los años 70 el Club de Roma había planteado la necesidad de fijar límites al crecimiento, lo que relegaba al concepto “desarrollo sostenible” a la categoría de oxímoron (unión de dos conceptos contradictorios entre sí), las tesis del decrecimiento no lograrían prevalecer, mientras que el marco del “desarrollo sostenible”, sin embargo, terminaría convirtiéndose en el núcleo del discurso ambientalista oficial desde la Cumbre de Río de 1992. Hoy, sin embargo, el fracaso de este paradigma es una realidad incuestionable.

¿Cómo se explica que un concepto-trampa[3] como “desarrollo sostenible” haya conformado los marcos institucionales de la gobernanza ambiental global, mientras conceptos como “decrecimiento”, más acordes con los presupuestos científicos mayoritariamente aceptados, hayan quedado prácticamente excluidos de la discusión pública?

Responder a esta pregunta exige adentrarnos en las relaciones de poder y los procesos de acumulación de capital para comprender la mayor capacidad de las élites para articular discursos y estrategias a escala planetaria, controlar la opinión pública global y crear visiones hegemónicas. Capacidad que se sitúa más allá del plano discursivo, pero de la que los discursos son «huellas, pistas, hebras, síntomas que el analista debe saber describir e interpretar»[4]. Entender, como afirma Nuria del Viso, que «la crisis climática es un conflicto con estrategias enfrentadas»[5], exige hacer un esfuerzo por rastrear dichos discursos para desentrañar las estrategias que hay tras ellos.

La importancia de la propaganda en relación al papel central que los medios de comunicación juegan en lo que Noam Chomsky ha denominado la «democracia del espectador»[6] no puede pasarse por alto en este punto. Desde que el presidente Woodrow Wilson creara la Comisión Creel para diseñar la estrategia comunicativa con la que el gobierno estadounidense convencería a la población norteamericana, que hasta entonces era pacifista, para que Estados Unidos entrase en la Primera Guerra Mundial[7], sabemos que los discursos propagados a través de los medios de comunicación son determinantes para la formación de una ciudadanía crítica.

De ahí que el debate acerca de si el lenguaje que utilizan los medios de comunicación describe con la suficiente precisión la dimensión del reto ecológico al que nos enfrentamos hoy sea ineludible.

No es casualidad que, en la primera de sus tres demandas, el movimiento Extinction Rebellion reivindicara desde su nacimiento que «el gobierno debe decir la verdad declarando una emergencia climática y ecológica, trabajando con otras instituciones para comunicar la urgencia del cambio»[8]. En esta línea, medios como The Guardian[9], La Vanguardia[10] y otros muchos han comenzado a cambiar en los últimos meses su terminología para dar prioridad a conceptos como “emergencia climática” o “crisis climática” frente a “calentamiento global” o “cambio climático”, siguiendo las consideraciones de plataformas de referencia como EFEverde o la Fundeu del BBVA[11].

Pero llegar a las salas de control de los medios de comunicación no es suficiente para transformar las percepciones del público. Umberto Eco sostenía que «los medios de comunicación de masas no son portadores de ideología: son en sí mismos una ideología»[12]. Eco, que elaboró toda una compleja teoría sobre los procesos de significación producidos en las sociedades humanas, proponía la semiología como herramienta para comprender «todos los procesos culturales como procesos de comunicación»[13]. Y en su ensayo “Para una guerrilla semiológica”, el profesor y filósofo italiano afirmaba con gran lucidez que la batalla por el relato «no se gana en el lugar de donde parte la comunicación sino en el lugar a donde llega»[14]. Por este motivo, Eco sugería la necesidad de una estrategia de “guerrilla puerta a puerta” «para incitar a la audiencia a que controle el mensaje y sus múltiples posibilidades de interpretación».[15]

Siguiendo a Eco, una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo probablemente sea la de desplegar una estrategia de guerrilla semiológica climática que sensibilice a la ciudadanía sobre la necesidad de interpretar críticamente los mensajes que reciben en torno a la emergencia climática. Pues de no hacerlo, corremos el riesgo de volver a ser arrastrados a nuevas guerras. En esta ocasión, en nombre de la emergencia climática.

[1] G. Lakoff, No pienses en un elefante, Editorial Complutense, Madrid, 2007, pp. 6.

[2] Ibidem.

[3] J. C. Monedero, El gobierno de las palabras. Política para tiempos de confusión, Fondo de Cultura Económica de España, Madrid, 2011, pp. 34.

[4] P. Santander, «Por qué y cómo qué hacer análisis del discurso», Cinta Moebio. Acceso el 17 de junio de 2019.

[5] N. Del Viso, «La crisis climática es un conflicto con estrategias enfrentadas», CTXT, 16 de abril de 2019.

[6] N. Chomsky e I. Ramonet, Cómo nos venden la moto, Icaria Editorial, Barcelona, 1993.

[7] Ibidem.

[8] «Our Demands», Extinction Rebellion. Acceso el 23 de junio de 2019.

[9] D. Carrington, «Why the Guardian is changing the language it uses about the environment», The Guardian, 7 de mayo de 2019.

[10] M. Camps, «La Vanguardia’ dará prioridad a la expresión ‘crisis climática’, en lugar de ‘cambio climático», La Vanguardia, 6 de junio de 2019.

[11] Redacción EFEverde, «EFEverde y Fundéu propondrán mejoras en el lenguaje periodístico del cambio climático», EFEverde, 4 de junio de 2019.

[12] U. Eco, «Para una guerrilla semiológica» en U. Eco, La estrategia de la ilusión, Lumen, Buenas Aires, 1987.

[13] U. Eco, La estructura ausente. Introducción a la semiótica3ª edición, Lumen, Barcelona, 1986, pp. 22.

[14] U. Eco, «Para una guerrilla semiológica» en U. Eco, La estrategia de la ilusión, Lumen, Buenas Aires, 1987.

[15] Ibidem.

Acceso al documento completo: Los discursos en torno a la emergencia climática


La utopía en la era del Antropoceno

El texto de Santiago Álvarez Cantalapiedra, corresponde a la INTRODUCCIÓN del número 149 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, dedicado a las utopías en tiempo de pandemia.

Un mapa del mundo que no contenga el país Utopía no merece siquiera un vistazo (Oscar Wilde)

Aunque el término utopía surge en el Renacimiento, las primeras expediciones por las tierras utópicas fueron tan antiguas como las capacidades simbólicas y de fabulación del ser humano. Tal vez se deba a ello que Francisco Fernández Buey, quien tanto aprecio mostró por la razón utópica,1 asociara siempre las ilusiones que brotan naturalmente de la vida de los seres humanos a la idea de la utopía.2

Es sabido que utopía es un nombre inventado por Thomas More que los filólogos atribuyen a la combinación del prefijo griego ou, (no) con la palabra topos (lugar). Tres siglos y medio más tarde, el economista y filósofo John Stuart Mill utilizó por vez primera el término distopía en una intervención parlamentaria para referirse a la perspectiva poco halagüeña que se desprendía de la vigencia de algunos factores del presente. Cinco décadas después, Patrick Geddes y Lewis Mumford introducen -nos los recuerda José Manuel Naredo en su artículo- el término eutopia para expresar el buen lugar en el que estar y al que deberíamos ir.

¿Por qué nos debería interesar, en la era del Antropoceno, la utopía entendida como eutopía? ¿Qué significado puede tener al comienzo del siglo XXI, atenazados como estamos por amenazas globales que adquieren una dimensión existencial? Son preguntas que nos llevan a orientar nuestra mirada, por primera vez en los treinta y cinco años de vida de la revista, a ese lugar imaginado que debería figurar en los mapas que merecen ser ojeados.

¿Para qué sirve la utopía?

Como sugiere Jesús Joven al introducirnos la obra de Thomas More en este número, la sociedad que prefigura esta primera utopía literaria está lejos de ser una sociedad justa (debido a la existencia de esclavitud); tampoco parece una sociedad deseable, ni siquiera para el propio autor que la imagina, pues en ella se hace patente la ausencia de Dios. Es probable, pues, que More no estuviera imaginando un “buen lugar”, sino un “no lugar” desde el que comentar críticamente el mundo que le rodeaba. Este papel crítico es la primera y más destacada función que cabe atribuir a la utopía. Pero hay, al menos, otras dos funciones más que merecen nuestra atención.

La segunda función de la utopía es ayudar a imaginar alternativas. La utopía como invariante de la historia humana forma parte de las ilusiones naturales de las que habla Leopardi y reivindica Fernández Buey, una atalaya desde la que visualizar y anticipar otra realidad. El género utópico ha servido, por ejemplo, para lanzar nuevos principios sociales al servicio de la emancipación de la mujer –es el caso de Charlotte P. Gilman, precursora con su  Herland (1915)-  o de una organización alternativa de la economía –como la imaginada por el socialista norteamericano Edward Bellamy en su novela Looking Backward (1888)- que luego, a resultas de tantas luchas, han terminado por hacerse realidad  en muchos lugares. El sufragio femenino, la educación universal o la abolición del trabajo infantil son principios que pertenecieron en su día al género utópico y que hoy están presentes en gran número de sociedades de nuestro mundo, aunque -evitemos olvidarlo- no en todas.

Así pues, el potencial crítico de la utopía adquiere sentido en medio de la oscuridad del presente solo cuando se pone al servicio de la emancipación humana. Pero para poder desatar este potencial hay que empezar por diferenciar a los ilusos de quienes albergan ilusiones, pues no es lo mismo hacerse ilusiones que tener ilusiones. ¿Y qué diferencia una cosa de la otra? Los ilusos se diferencian de los utópicos en que defienden ideales que se encuentran fuera de la historia. Sus ilusiones no son realizables. Por el contrario, el utópico alberga una ilusión realizable, tal vez no en el momento presente y dentro del orden social dominante, pero no imposible en otro momento histórico y bajo otras circunstancias. El utópico, a diferencia del iluso, engarza la utopía a una realidad que no queda reducida al campo de lo existente. La realidad es también un campo de posibilidades, de opciones por explorar y de experiencias alternativas que practicar, algunas incluso ya iniciadas, aunque rápidamente sofocadas o desplazadas a un segundo plano de la historia por el poder. Cuando se formula una utopía, señala Juan José Tamayo, «no se está proponiendo un imposible; se busca cambiar las coordenadas que la hacen imposible para que sea posible».3

La tercera función de la utopía está muy relacionada con esta doble función crítica y alternativa que acabamos de comentar. La utopía, en cuanto instancia crítica que además ayuda a previsualizar otra realidad, se convierte en motivación para la acción y en horizonte que guía el cambio social. Como señaló Paco Fernández Buey, resulta indispensable para iniciar y sostener la acción política desde una perspectiva emancipadora: «No ha habido ni habrá filosofía moral sin utopías, o sea, sin la prefiguración de sociedades imaginarias más justas, más igualitarias, más libres y más habitables de las que hemos conocido y conocemos. La imaginación utópica ha sido y será el estímulo positivo de todo pensamiento político moral».4 Tal vez ha sido Eduardo Galeano quien, desde el campo literario, más haya reivindicado este papel de la utopía.[5] Son muy conocidas las palabras con las que se hace eco de la respuesta que dio el cineasta argentino Fernando Birri a la pregunta ¿para qué sirve la utopía?: «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar». Utopía que combina crítica y alternativa, que guía la praxis y la orienta hacia ella. Esa es su función.

De la utopía social a las ilusiones tecnológicas

La publicación, en Lovaina en 1516, Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía inaugura el pensamiento utópico moderno. Aunque la noción de utopía estuvo enraizada en sus comienzos al ámbito social y tenía un marcado carácter político, con el tiempo fue cediendo terreno en favor de las ilusiones tecnocientíficas. No es accidental ese tránsito. Las utopías, por su carga crítica y alternativa, se convirtieron en una peligrosa herramienta al servicio de la emancipación humana. Recuerda Pierre Musso que este giro de la utopía hacia el ilusorio solucionismo tecnológico se produce en épocas tan tempranas como las de las revoluciones sociales y obreras de los años 1830 en Francia: «El objetivo fue eludir la conflictividad política para celebrar el progreso técnico y la revolución industrial (…) La utopía deja de ser sociopolítica para convertirse en científico-técnica. Esta inflexión fundamental, en sus orígenes, pretendía una toma de poder tecnocrática, relegando a un segundo plano a la utopía social, e incluso socialista. Esto es lo que pretenden algunos sansimonianos al reducir el cambio social a realizaciones técnicas».6

En los umbrales de la «cuarta revolución industrial», derivada de la integración de la inteligencia artificial con las nanotecnologías y la biología sintética, las ilusiones tecnológicas renacen cada vez con más fuerza. El libro Homo Deus de Harari sintetiza mejor que ningún otro esas ilusiones presentes en la sociedad actual. La posibilidad que se le ha abierto al ser humano de acabar con los flagelos del hambre, la guerra y la enfermedad le faculta para ascender a un nivel superior en la escala evolutiva: «El ascenso de humanos a dioses puede seguir cualquiera de estos tres caminos: ingeniería biológica, ingeniería ciborg e ingeniería de seres no orgánicos».7 No hay que esperar a la lentísima selección natural ni a la azarosa mutación de los genes cuando resulta posible forzar los cambios con las palancas de la biotecnología, la inteligencia artificial o la nanotecnología. Esta ilusión tiene hoy nombre e ingentes recursos a su servicio. El transhumanismo, que no es más que la búsqueda de la inmortalidad a través de la tecnología, cuenta con el respaldo inestimable de Google y la NASA a través de la Universidad de la Singularidad, dedicada en exclusiva a este asunto.

El deslizamiento hacia lo distópico

La capacidad de seducción que tienen las nuevas tecnologías parece irresistible. Pero si por un momento pudiésemos suspender esa atracción, logrando unas mejores condiciones para preguntarnos acerca de si esas opciones son realmente deseables, es probable que nos surgieran unas cuantas reservas. La exitosa serie Black Mirror refleja magistralmente el malestar y la inquietud que nos provoca tanto ilusionismo tecnológico. En sus capítulos abunda la distopía y escasea la eutopía.

Cabe preguntar si este desplazamiento de las utopías por las distopías es algo reciente o viene de lejos. Aunque la ficción distópica ha vivido siempre sus momentos más dorados después de las grandes crisis colectivas, la utopía ha llevado en su reverso la distopía desde los inicios. De ahí que quepa distinguir las utopías puras de las parodias utópicas, que no buscan presentar un ideal sino más bien evitarlo. Entre los autores de las primeras encontraríamos a More con su Utopía, a Campanella con La ciudad del Sol, a Bacon con Nueva Atlántida, a Bellamy con Mirando hacia atrás y, sobre todo, a Morris con Noticias de ninguna parte. Entre los cultivadores de las segundas, autores como Italo Calvino, H.G. Wells o Úrsula K. Le Guin, que imaginaron en muchas de sus obras futuros distópicos con la intención de que anticipando esos horizontes tenebrosos nos encontrásemos en mejores condiciones de sortearlos. Otros, como Yevgueni Zamiatin con Nosotros, Aldous Huxley con Un mundo feliz o George Orwell con 1984, es posible que ni siquiera albergaran tal esperanza.

En cualquier caso, pocos tiempos tan proclives a las distopías como los actuales. Están tan presentes en nuestros días que gran parte de la literatura juvenil más celebrada responde a este género (véase la trilogía de Los juegos del hambre de Suzanne Collins o el tríptico de Verónica Roth formado con sus novelas Divergente, Insurgente y Leal, todas ellas llevadas al cine en los últimos años con gran éxito de público). Tampoco han escapado a esta tentación muchos autores consagrados: ahí está el mundo apocalíptico que describe Cormac McCarthy en La carretera, el renacer del antisemitismo que plantea Philip Roth en La conjura contra América o la acogida que han logrado las dos novelas de Margaret Atwood sobre la República de Gilead (El cuento de la criada y Los testamentos).

¿Qué significado puede tener la Utopía en la era del Antropoceno?

La ciencia ficción ha cultivado un campo muy próximo al de las utopías. El racionalismo mágico presente en este género literario ha permitido viajar a la Luna o a las profundidades de la Tierra cuando aún no era posible. La conciencia del futuro como un vasto territorio de posibilidades ha permitido que algunas mentes lúcidas fueran capaces de anticipar acontecimientos que luego otros seres humanos han presenciado. Desde que en el siglo II el escritor griego Luciano Samósata imaginara un viaje a la Luna, el ser humano ha realizado la mayoría de las ilusiones que ha albergado: ha llegado hasta los confines de los océanos, ha dado la vuelta al mundo, explorado las simas más profundas y formulado teorías, como la de las cuerdas  cósmicas y los agujeros de gusano, que hacen verosímiles los viajes en el tiempo que imaginó el incomparable Herbert George Wells veinte años antes de que el no menos genial Einstein formulara la teoría general de la relatividad.

La ciencia ficción es un género moderno, hija de la confianza en el futuro y de la idea de progreso. El futuro como algo mejor que el presente. «El progreso es la realización de las utopías», decía Oscar Wilde. La narrativa utópica es en cierto modo una variante de la filosofía del progreso, pero ¿qué idea de progreso cabe albergar en nuestra época?

La idea de “progreso” que define nuestra época a menudo se parece más a la progresión de una enfermedad que a su curación. Para Walter Benjamin el progreso, cuando es contemplado desde la mirada del oprimido, se asemeja mucho a un vendaval que deja a su paso un reguero de víctimas y escombros. Desde esa perspectiva, el progreso es sinónimo de catástrofe y la utopía tiene que ver, sobre todo, con la esperanza de detener ese progreso. Cuando se avanza en la dirección equivocada, el progreso es lo último que se necesita. No tiene ningún sentido progresar en dirección al abismo, y hacia allí es adonde nos conduce este modelo de civilización.8

La civilización industrial capitalista encandila a sus víctimas con un progreso aparente, no real, pues en su discurrir deteriora las bases naturales y sociales sobre las que se sostiene. Nos ha conducido a una crisis ecosocial de la que brotan múltiples amenazas existenciales: amenazas climáticas, pandemias impulsadas por la globalización con efectos impredecibles sobre la salud pública o disputas en torno a recursos estratégicos que tensionan la geopolítica internacional en un contexto de proliferación nuclear.9

El futuro no tiene el mismo significado ahora que antes de la crisis ecológica. Con anterioridad a esta crisis el futuro se podía contemplar todavía como un territorio de posibilidades: cabía pensarlo como un tiempo mejor donde proyectar aquello que no resulta posible alcanzar en el tiempo presente. Pero ahora no. La crisis ecológica ha determinado nuestro futuro. Lo vemos con claridad al observar las consecuencias del cambio climático. Desde el punto de vista de la crisis climática, el futuro nunca va a poder ser mejor y, por eso, toda nuestra lucha por el futuro gira entre lo “malo” y lo “peor”. Y la diferencia entre ambos futuros es enorme: nada menos que la posibilidad entre un convivir aún civilizado y la más atroz de las barbaries. Tanta es la diferencia entre ambos futuros, que no cabe pensar en la utopía más que como la aspiración a conseguir lo menos malo. Los nuestros son tiempos de concesiones, de la búsqueda del mal menor. Lo mejor deja de estar a nuestro alcance y debemos conformarnos con lo menos malo. Son tiempos de utopía formulada en negativo: «hoy no luchamos por construir la brillante utopía, sino para evitar las distopías peores».10

Predominan hoy las distopías, que no son sino hijas de la creciente consciencia de que vivimos un gran desastre social y civilizatorio. Dar la vuelta al calcetín de sentido trágico del presente pasa por hacer florecer la carga alternativa que tiene la utopía y que no alcanza a imaginar el pensamiento que se queda en meramente distópico. Si la distopía llega a ser, en el mejor de los casos, una crítica cuando apunta al estado de barbarie al que nos conduce el presente, la utopía además de la crítica proporciona la imaginación política necesaria para lanzar la realidad en otra dirección, hacia un buen vivir en un buen lugar, hacia la eutopía.

[1] Este número inaugura nuevas secciones. La que denominamos Referentes tiene como objetivo recuperar textos de autores/as que son una referencia indiscutible en las temáticas que aborda la revista. En esta ocasión está compuesta de tres textos, dos de Francisco Fernández Buey y otro de Erik Olin Wright.

[2] Francisco Fernández Buey, Utopías e ilusiones naturales, El Viejo Topo, Barcelona, 2007.

[3] Juan José Tamayo, Invitación a la utopía, Editorial Trotta, Madrid, 2012, p. 149.

[4] Francisco Fernández Buey, op. cit, pp. 12 y 13.

[5] Galeano cultivó a lo largo de toda su obra la utopía crítica y poética. Algunas de las frases que dejó escritas se convirtieron en lemas de la acampada del 15 M (así ocurrió con esta, «si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir», extraída de su libro Los hijos de los días). Entre los muchos escritos que nos legó, tal vez el que mejor refleja el espíritu utópico del autor es el titulado «El derecho al delirio», del que entresaco los siguientes versos: «¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible (…) en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros/ la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será tampoco mirada por el televisor (..) la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar/ se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega (…) los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo/ ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas» (Patas arriba. La escuela del mundo al revés, Siglo XXI, Madrid, 1998, pp. 341-344).

[6] Pierre Musso, «De la utopía social a la utopía tecnológica», El punto de vista nº 7: Tiempos de utopías (Le Monde diplomatique), Ediciones Cybermonde S.L., Valencia, 2011, pp. 7 y 8.

[7] Yuval Noah Harari, Homo Deus, Debate, Barcelona, 2016, p. 56.

[8] Christopher Ryan, Civilizados hasta la muerte: el precio del progreso, Capitán Swing, Madrid, 2020.

[9] Sin mencionar los riesgos tecnológicos del impulso fáustico: las consecuencias de la combinación de la inteligencia artificial con la manipulación genética y las posibilidades de crear una especie -los ciborgs- no completamente orgánica.

[10] Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros, Mra ediciones, Barcelona, 2020, p. 107.

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