La economía solidaria no está en paro

El artículo destaca como la mayor parte de iniciativas sociales dirigidas a mejorar el mundo, adoptan formas de economía solidaria: el consumo responsable, el comercio justo, la agricultura campesina, los huertos comunitarios, las ecoaldeas, los centros de recuperación y reciclaje, la inserción sociolaboral, la promoción del patrimonio, las redes de trueque y las monedas libres, la solidaridad internacional, el turismo solidario, las finanzas éticas, la cultura popular, la comunicación alternativa, el trabajo colaborativo en Internet, etc.

La economía social o solidaria viene a ser la dimensión económica de lo que podríamos denominar la esfera pública no estatal, formada por una serie de iniciativas de tipo social, político, cultural y económico, impulsadas autónomamente por los sectores populares para resolver sus necesidades. Aunque las iniciativas de economía solidaria son muy heterogéneas entre sí, todas comparten la primacía tanto de la satisfacción de necesidades por encima del lucro, como de la persona por encima del capital, así como la gestión democrática de la actividad, auténtica línea de ruptura, ésta, con la empresa capitalista.

La economía solidaria constituye una vasta constelación de prácticas de producción, comercialización, consumo y crédito alternativas a las capitalistas, que se está desarrollando con fuerza a lo largo del mundo desde los años ochenta del siglo pasado. Más resistente a la crisis actual que las empresas convencionales, la economía solidaria puede devenir embrión de una economía poscapitalista si consigue crecer, mantener su doble dimensión de sector socioeconómico y de movimiento social, articularse en mercados sociales que la desconecten del mercado capitalista y forjar alianzas con el resto de sujetos de cambio social y de economías críticas.