Sobre ciencia y religión

El punto de partida para un diálogo fructífero entre ciencia y religión en nuestros
días debería ser este: la ciencia es lo mejor que tenemos desde el punto de vista del conocimiento físico-biológico y lo más peligroso que los humanos hemos creado desde el punto de vista ético.
Contra lo que se suele pensar (y a veces decir), lo más peligroso no es la
mala ciencia, la falsa ciencia o la pseudociencia, sino precisamente la buena
ciencia, la mejor establecida desde el punto de vista cognoscitivo.
En este punto, el autor se manifiesta: 1) dando por supuesto que en el marco de nuestra cultura ha habido, efectivamente, un largo conflicto entre ciencia y religión, y que tal conflicto sigue dándose; 2) negando la pretensión religiosa o para-religiosa según la cual hay un conocimiento mejor que el que proporcionan las ciencias (tal como las conocemos desde el siglo XVI); 3) admitiendo la advertencia (que está en los textos fundacionales de varias religiones, y en particular de la judeo-cristiana, según la cual, desde el punto de vista moral, el conocimiento científico comporta un riesgo para los humanos: el de creernos que somos o podemos ser como dios); y concluyendo 4) que si se admite lo que se dice en 2 y lo que se dice en 3, entonces el conflicto no es inevitable sino que puede transformarse en un diálogo fructífero