La corporación inteligente

 

Datos y economía digital

 Anita Gurumurthy y Nandini Chami

Cuatro siglos después de que East India Company estableciera el patrón de extracción de recursos por parte de corporaciones, la mayor parte del mundo se encuentra actualmente bajo el control del poder corporativo desbocado. Pero el poder corporativo está a punto de lograr la «supremacía cuántica”, algo que los movimientos sociales en la era digital deben comprender para adaptar el ritmo de sus luchas. El cambio cuántico proviene del poder de los «datos en red”, los ingredientes que componen la receta de la era digital del capitalismo.

El capitalismo contemporáneo se caracteriza por la acumulación de datos como capital. Big Tech, como se conoce colectivamente a las grandes empresas digitales, utilizan el modelo de negocio de plataforma, que aprovecha la fuerza combinada de la conectividad a Internet (ley de Metcalfe, que el valor de una red proviene del número de sus conexiones) y la información algorítmica (a lo que IBM se refiere como la ley de Watson, la ventaja competitiva derivada del aprendizaje externo de todos los demás a través de la computación cognitiva).

El modelo de plataforma proporciona un marco para las interacciones en el mercado al conectar sus diversos ‘nodos’ (consumidores, anunciantes, prestadores de servicios, productores, proveedores e incluso objetos) que comprenden el ecosistema de la plataforma, recolectando constantemente sus datos y utilizando algoritmos para optimizar las interacciones entre ellos como medio para maximizar las ganancias.

El modelo de plataforma surgió como una propuesta comercial a principios de la década de 2000, cuando las compañías de Internet que ofrecían servicios de comunicación digital comenzaron a extraer datos de los usuarios de las redes sociales para generar información valiosa para la publicidad dirigida.

La socialización de Internet y el hecho de que haya cada vez más transacciones económicas en línea condujeron a la globalización del modelo de plataforma y su dinámica central de información algorítmica basada en datos en constante expansión sobre las actividades de una base de usuarios en constante crecimiento.

Se estima que para 2025, más del 30% de la actividad económica mundial estará mediada por compañías de plataformas, una indicación de la creciente «plataformización» de la economía real. En todos los sectores económicos, desde la agricultura hasta la fabricación predictiva, el comercio minorista e incluso el trabajo de cuidados remunerado, el modelo de plataforma es ahora un elemento esencial.

Amazon, por ejemplo, no sólo vende productos, sino que ahora es crucial en el comercio minorista, similar a lo que era la electricidad para las fábricas a principios del siglo XX.

El poder corporativo está a punto de lograr la «supremacía cuántica”, algo que los movimientos sociales en la era digital deben comprender para adapta el ritmo de sus luchas

El control de la información algorítmica basada en datos brinda a los propietarios de plataformas un punto de vista único: el poder de dar forma a la naturaleza de las interacciones entre los nodos. Prácticas como la segmentación e hiperfocalización de los consumidores por parte de Amazon a través de la manipulación de precios, la disciplina panóptica de Uber a sus conductores asociados y el algoritmo de clasificación de popularidad de TripAdvisor de las casas, restaurantes y hoteles listados son ejemplos de cómo estas plataformas median las transacciones económicas.

La acumulación de datos que alimenta la optimización algorítmica permite una extracción de datos intensificada, en un ciclo que se retroalimenta y que culmina en el control totalizador de la plataforma de ecosistemas económicos enteros.

Por lo tanto, la ventaja de la información proporcionada por algoritmos puede caracterizarse como una “prima digital”, semejante a la «prima de innovación» que disfrutaban las empresas del primer movimiento en la era predigital. En la búsqueda por adquirir y retener esta «prima digital», las plataformas afirman los derechos de propiedad de facto sobre los datos de sus clientes, exprimiendo constantemente a la competencia y eventualmente logrando la integración vertical y horizontal.

Amazon, por ejemplo, ya no es una librería en línea, y tal vez esa nunca fue su intención. Con un conocimiento profundo de cómo funciona el mercado, Amazon es líder del mercado en logística anticipada («Realizado por Amazon») y análisis de negocios (AWS). No sólo ha desplazado a las tradicionales estaciones de carga de contenedores en las ciudades portuarias, sino que ha comenzado a parecerse cada vez más a una empresa naviera.

La dinámica de una economía de información algorítmica ha conducido a que grandes sectores de la actividad económica estén controlados por un puñado de monopolios de plataforma.

Los estudios sugieren que en cuestión de un par de décadas, estos monopolios habrán superado a las corporaciones petroleras, automotrices y financieras en la capitalización de mercado. Hoy en día, los modelos de negocio basados ​​en plataformas representan siete de las ocho principales compañías del mundo clasificadas por capitalización de mercado. La corporación de plataforma pan-global, con su ADN de inteligencia basada en datos, ha reemplazado a la corporación industrial transnacional como el Leviatán de nuestros tiempos.

 

La corporación inteligente en formato de diagrama. Fuente: ITForChange

 

The ‘Intelligent Corporation’ in diagrammatic form. Source: ITForChange

 

Como la forma dominante de organización económica en el orden capitalista mundial, la corporación siempre ha ejercido el poder, no sólo en el mercado sino también en los ámbitos político y sociocultural. El surgimiento de la «corporación inteligente» definida por la economía política de datos capitalista ha producido cambios cualitativos en el ejercicio del poder corporativo, que incluye los siguientes:

(a) De dominar el mercado a convertirse en el mercado

 Al igual que su predecesor, la corporación inteligente también apunta a la dominación completa del mercado. En el capitalismo basado en plataformas, los modelos de negocios locales basados ​​en el conocimiento contextual íntimo son completamente desplazados por la intermediación basada en datos de las transacciones sociales y del mercado.

Al eliminar estos reductos dispares de la acumulación de capital, los propietarios de plataformas maximizan sus ganancias. Por ejemplo, el conocimiento contextual de los vecindarios que determinaron la ventaja competitiva y la distribución de los retornos para los taxis tradicionales no tiene sentido cuando Uber, la empresa de transporte con sus algoritmos de rutas inteligentes, entra en escena. El intrincado conocimiento de las condiciones agrarias locales y la intuición sobre los mercados locales ya no importa en la agregación liderada por las plataformas de la agricultura como servicio.

La corporación inteligente también va un paso más allá de «dominar el mercado» a «convertirse en el mercado». Al integrarse en diversos sectores de mercado, estas compañías operan tanto gestionando una plataforma (es decir, administran el mercado y sus reglas) como promoviendo sus propios bienes y servicios. Esto las sitúa en competencia directa con las empresas que usan su infraestructura, creando un conflicto de intereses.

La corporación inteligente va un paso más allá de «dominar el mercado» a «convertirse en el mercado”

Por ejemplo, Amazon utiliza sus datos del mercado para consolidar sus propias marcas, lanzando productos de alta demanda a precios inferiores a los vendidos por sus competidores. También se sabe que utiliza sus datos de servicios web para orientar las decisiones sobre en qué nuevas empresas invertir, cuáles adquirir y cuáles simplemente eliminar.

Del mismo modo, Google ha manipulado los resultados de búsqueda para priorizar sus propios servicios. En la India, se supo que las plataformas de transporte Uber y Ola priorizan los automóviles que poseen o alquilan sobre los de los conductores asociados. Las plataformas de envío de comida han sido acusadas de discriminar injustamente a los restaurantes asociados para priorizar sus propias «cocinas en la nube”.

Como ha observado Lina Khan, especializada en las leyes de competencia de Estados Unidos, además de los riesgos tradicionales de discriminación y retención obligada reconocidos por expertos jurídicos sobre la gobernanza de servicios públicos esenciales, las empresas que dependen de la infraestructura de plataforma también se enfrentan al riesgo de apropiación. Esto se debe a que el propietario de la plataforma puede recolectar información basada en datos sobre sus prácticas comerciales e implementarla en contra de los servicios públicos.

En esta nueva estrategia para adquirir poder en el mercado, la monopolización de mercado a largo plazo lleva ventaja en el corto plazo a la hora de partir de condiciones de igualdad. El ecosistema que una plataforma busca capturar tiene espacio solo para un ganador y dispone de los medios para renunciar a ganancias inmediatas e invertir en la integración empresarial (a través de adquisiciones agresivas) y el desarrollo sistemático de la capa de datos. Otros competidores están destinados a quedarse en el camino.

Este espíritu empresarial está en perfecta sintonía con el mantra de alto riesgo y alto rendimiento de los fondos de riesgo en los que sólo una minoría de las inversiones resulta redituable. La dependencia de los fondos de riesgo y los retrasos en la oferta pública inicial han producido una cosecha de unicornios temerarios: «compañías tecnológicas multimillonarias que comparten los atributos de una enorme valoración y proscriben sin fundamento a los fundadores».

Como Derek Thompson, periodista del The Atlantic, dijo irónicamente: “Si te despiertas en un colchón Casper, haces ejercicio con un Peloton antes del desayuno, Uber te lleva el desayuno a tu escritorio en WeWork, pides el almuerzo a DoorDash, vuelves a casa en Lyft y cenas con Postmates has interactuado con siete empresas que colectivamente perderán casi 14.000 millones de dólares este año”. El espectacular batacazo de WeWork en su oferta pública inicial puede ser una señal de lo que vendrá, pero la carrera para vencer a la competencia simplemente se está intensificando.

(b) De la mano de obra barata a la libertad del trabajo

 En la economía capitalista, la contradicción clave se plantea entre capital y trabajo. El capital busca permanentemente liberarse de la mano de obra a través de avances tecnológicos y territorios que la sustituyan para cambiar el modo de producción y reducir costes laborales. En la economía de la información, el capital parece haber estado muy cerca de alcanzar su búsqueda primigenia.

Mediante una vigilancia de 360​°, la corporación inteligente crea un ecosistema de optimización automática, manipula cada nodo, expande su red cautiva, acumula capital de datos y afianza su dominio. Es capaz de lograr una huella operativa mundial con pocos activos y una base de empleados minúscula.

Uber, por ejemplo. Los conductores de Uber no se consideran empleados en la mayoría de los lugares donde opera la empresa. Con una vista panorámica de la ciudad y sus carreteras, los clientes y el conductor, Uber se hace cargo del transporte urbano, a menudo sin tener un solo taxi. Traspasa la responsabilidad al conductor, que debe tomar un préstamo a alto interés para adquirir un vehículo y convertirse en el codiciado «socio» de Uber; la corporación extrae del conductor más que únicamente tiempo de trabajo.

La demanda general de mano de obra parece estar disminuyendo en la economía digital. Como destaca The Economist, “en 1990, los tres principales fabricantes de automóviles en Detroit acumularon ingresos por 250.000 millones de dólares, una capitalización de mercado de 36.000 millones y 1,2 millones de empleados. En 2014, las tres principales empresas de Silicon Valley registraron ingresos de 247.000 millones de dólares y una capitalización de mercado de más de 1 billón, pero tan sólo 137,000 empleados”.

En el trabajo por pedido y en el micro-trabajo, el modelo de negocio de la plataforma y sus algoritmos asociados crean una competencia perpetua entre los trabajadores, fragmentándolos y evitando que se organicen colectivamente o se sindicalicen en defensa de sus derechos. En los sectores tradicionales de fabricación y servicios intensivos en mano de obra, el capital digital está logrando una amplia transformación de forma lenta, pero segura.

 

Los trabajadores de Amazon, en su mayoría de ascendencia de África oriental, protestan en 2018 en Minnesota contra las condiciones de trabajo, como ser rastreados por ordenador y ser obligados a trabajar a cierta velocidad. Fuente: Fibonacci Blue / Flickr / (CC BY 2.0)

 

Las proyecciones muestran que la automatización basada en la inteligencia artificial (IA) eventualmente desplazará a la mano de obra. Se estima que más del 40% de la fuerza laboral mundial perderá su empleo por la irrupción en la industria de la IA en los próximos 15-25 años.

Puede crearse un número limitado de trabajos bien remunerados para personas con habilidades avanzadas en el desarrollo de tecnologías de datos e inteligencia artificial, pero la mayoría de la fuerza laboral terminará en un trabajo de servicios personalizados y mal remunerado. Para los países del Sur Global, el desafío será especialmente pernicioso. A medida que el aumento de los salarios erosiona la ventaja comparativa de la mano de obra en estas economías, es probable que el cambio a la tecnología de inteligencia artificial desencadene una tendencia de retorno, mediante la cual las fábricas se trasladen a países más ricos que ofrecen un apoyo de infraestructura más sofisticado para el despliegue de sistemas de inteligencia artificial.

Según el Banco Mundial, es probable que más de dos tercios de la fuerza laboral en los países en desarrollo pierdan sus empleos. No está claro cómo estos cambios afectarán a la segmentación de género y las jerarquías en los mercados laborales. Sin embargo, de acuerdo a las tendencias actuales, parecería que las mujeres serán las primeras en perder el empleo en esta transición, con una reversión tanto de las ganancias salariales como del estatus.

(c) De la acumulación por desposesión a un cercamiento espacio-tiempo a escala planetaria

Capturar el tiempo y el espacio previamente no mercantilizados siempre ha sido una estrategia central de la expansión capitalista. En la economía de la información estamos presenciando una nueva fase de la acumulación primitiva: a través del «despojo de datos«. La expropiación de datos de los intercambios sociales diarios a través del modelo de negocio de plataforma es comparable a la expropiación de recursos naturales de la producción capitalista en una época anterior.

La extracción generalizada de datos por parte de las empresas de plataforma ha transformado la interacción social sometida a la minería de datos en un factor de producción, un recurso tan valioso como la tierra para la creación de bienes y servicios. La centralización de la riqueza y el poder hoy en día se deriva del despojo de calidad y escala sin precedentes.

La dinámica del despojo de datos se autopropulsa. Actualmente se conoce bien que las plataformas siguen una estrategia agresiva de retención de los usuarios, ofreciendo gratificación instantánea a cambio de datos y haciendo que les resulte costoso abandonar la plataforma.

Las superplataformas chinas WeChat y Meituan-Dianping combinan noticias, entretenimiento, reseñas de restaurantes, entrega de comida y servicios de taxi, junto con aplicaciones transversales como sistemas de pago y billeteras digitales, lo que demuestra una presencia ‘adherente’ que es casi adictiva.

La expropiación de datos de los intercambios sociales diarios a través del modelo de negocios de plataforma es comparable con la expropiación de recursos naturales de la producción capitalista en una época anterior

La incesante minería de datos no solo transforma las interacciones sociales a través de su mercantilización. Los ecosistemas «inteligentes» de redes de datos van un paso más allá. Crean los algoritmos inteligentes que permite la captura de extremo a extremo de todo el proceso de producción. Los productos lácteos basados en cadena de bloque de Alibaba conectan a los productores en Nueva Zelandia con los consumidores en Beijing, creando una cadena de suministro sin interrupciones. Del mismo modo, ET Agricultural Brain, de Alibaba, consolida el modelo de agricultura industrial en Asia, adquiriendo tierras agrícolas y controlando a distancia sus actividades a través de tecnologías de IA para el seguimiento en tiempo real.

 

Fuente: Web de Environment Brain

 

De este modo, el capital puede traspasar las dimensiones del tiempo y el espacio para crear un nuevo marco comercializado al servicio de las cadenas de valor agrícolas con consecuencias potencialmente adversas a largo plazo. Como señala GRAIN, organización que trabaja para apoyar a los pequeños agricultores y la biodiversidad, tal consolidación transfronteriza del modelo “de la granja a la mesa” por parte de las grandes empresas tecnológicas no sólo debilita los medios de subsistencia tradicionales, sino que también podría arrasar las economías agrícolas locales en Asia.

Cuando la participación en la plataforma en los términos marcados por el propietario se convierte de hecho en la única opción para los agentes económicos, el extractivismo de datos se normaliza. Como ocurrió con las prácticas depredadoras del colonialismo, las tácticas de plataforma de la corporación inteligente funcionan como un proyecto neocolonial. La diferencia es que esta vez, en lugar de empresas europeas, están al mando empresas de plataforma estadounidenses y chinas.

Con el pretexto de proporcionar conexión a Internet subsidiada a grupos marginados, Facebook Zero se ha centrado esencialmente en abrir mercados de datos sin explotar en el Sur Global. La World Trade Platform, una iniciativa de Alibaba, es un esfuerzo por extraer información sobre mercados previamente inexplorados en países africanos mediante el desarrollo de capacidades digitales y de datos de pequeñas y medianas empresas. La plataforma Digifarm que está probando en Kenia el operador de telecomunicaciones líder Safaricom (lanzado por Vodafone) es en efecto un intento de incluir datos valiosos sobre las prácticas agrícolas y el comportamiento crediticio de los pequeños agricultores para construir servicios financieros alrededor de su sistema de dinero móvil M-PESA.

Una explotación profundamente insostenible del mundo natural acompaña los rápidos avances de la corporación inteligente. Tomemos el caso de la vasta huella ecológica del sector de entrega de comida en línea. Según un estudio de 2018 publicado en la revista científica Resources, Conservation and Recycling, la entrega de comida rápida puerta a puerta en China generó un aumento de casi ocho veces en los desechos de envases en solo dos años, de 0,2 millones de toneladas (2015) a 1,5 millones de toneladas (2017).

Esto ha coincidido con el crecimiento exponencial del sector en el país, donde el número de clientes que utilizan plataformas de entrega de alimentos pasó de cero en 2009 –cuando apareció la primera aplicación de entrega (Ele.me)– a 406 millones a finales de 2018.

La economía de plataforma es un verdadero consumidor de recursos, cuyas redes se proyecta que consumirán aproximadamente una quinta parte de la electricidad mundial para 2030 sólo para mantener su funcionamiento.

La pérdida de autodeterminación para los individuos y las comunidades en estos nuevos modos de producción basados ​​en datos refleja una asimetría en el poder que antes era imposible. Esta es la ruta a través de la cual la nueva corporación coloniza los cuerpos y la naturaleza, toma el control de la producción y de la reproducción social e intensifica la acumulación a escala mundial.

Del mismo modo que la acumulación de capital imperialista empobreció a las colonias, los territorios de los que se extraen los datos de las compañías de plataforma mundial chinas y estadounidenses se encuentran atados a las franjas de bajo valor del nuevo orden económico.

Como destaca la edición de 2019 del informe sobre Economía Digital de la UNCTAD, en el valor de capitalización de mercado de las 70 plataformas digitales más grandes del mundo, las de Estados Unidos y China tienen una participación combinada del 90%, en comparación con sólo el 1% en África y América Latina.

 

Distribución geográfica de las principales plataformas internacionales a nivel mundial en 2018.

Extraído del informe sobre Economía digital de UNCTAD, 2019. Fuente: Holger Schmidt

 

(d) La «corporación profunda» y la muerte del contrato social

No es ningún secreto que en la era digital, el Estado profundo ha vivido una transformación. Las revelaciones de Edward Snowden y los testimonios de testigos de Xinjiang, dominado por los uigures de China, han expuesto el funcionamiento oscuro del complejo militar-industrial contemporáneo, el nexo nefasto entre las grandes empresas tecnológicas y el Estado. Los activistas por la justicia comercial han señalado constantemente la «mano oculta» de Silicon Valley y las corporaciones chinas que usan a sus gobiernos para luchar por sus propios intereses, reduciendo las decisiones políticas a decretos ejecutivos para consolidar su poder.

La propia democracia deliberativa está en peligro de extinción a medida que los tentáculos de las corporaciones inteligentes se extienden al núcleo de la vida pública

Pero lo que recién ahora ha salido a la luz es el surgimiento de la «corporación profunda», la extensión de los tentáculos de empresas inteligentes tipo Kraken –plataforma de comercio de criptomonedas– en el núcleo de la vida pública. La captura de la vida social por el capitalismo de plataforma ha distorsionado el espacio político gracias a las cajas de resonancia de la esfera pública automatizada.

El contagio de la propaganda engañosa y la guerra informativa en las campañas políticas se ha vuelto imposible de contener en una esfera pública determinada por filtros algorítmicos. En este contexto, la propia democracia deliberativa está en peligro de extinción.

Las asociaciones público-privadas en los sistemas de bienestar digitalizados representan una seria amenaza para el contrato social. En 2012, la Agencia de Seguridad Social de Sudáfrica se asoció con una empresa que desarrolla soluciones de pagos digitales para gestionar sus servicios sociales. Aprovechando su acceso a los detalles bancarios de los beneficiarios de asistencia social, la compañía comenzó a hacer deducciones no autorizadas de las cuentas de beneficiarios para préstamos y servicios financieros para otros de sus negocios. El Estado se vio severamente limitado a la hora de adoptar sanciones contra la empresa, que amenazó con marcharse con toda la base de datos si se rescindía el contrato.

El sistema de crédito social que está desarrollando China en asociación con ocho empresas tecnológicas lleva la «corporatización» de la gobernanza a un nivel completamente nuevo. El acceso a los beneficios y los derechos garantizados de los ciudadanos ahora se basan en la calificación del comportamiento sobre la base del historial de compras en línea, las transacciones financieras y las conexiones a las redes sociales en las plataformas asociadas.

Con el arquetipo de «buen consumidor» equiparada al ciudadano meritorio, la ciudadanía queda así desvinculada de las reivindicaciones políticas. La «corporación profunda» adquiere la autoridad formal para mediar el contrato social.

Estamos viviendo una fase del capitalismo que está marcada por la concentración extrema del mercado, una desigualdad de la riqueza sin precedentes y la disminución de la participación del trabajo en el ingreso mundial, un contexto que ha llevado incluso al FMI a expresar cautela. No es casualidad que este período de injusticia económica intensificada haya coincidido con la aparición del capitalismo de plataforma y su vehículo en el mundo real, la corporación inteligente.

¿Qué significa vivir con la corporación inteligente?

En primer lugar, como ha demostrado este ensayo, lo nuevo de esta fase del capitalismo que ha generado la economía digital es un cambio cualitativo profundo. La “datificación”[1] y el capital de datos transforman la manera en que tiene lugar la «acumulación por despojo» capitalista. La expansión de los sistemas inteligentes hace posible una colonización y mercantilización de la vida cotidiana a escala planetaria por parte de la nueva corporación en modos que antes eran imposibles. Tanto la naturaleza como los cuerpos están atrapados en un recinto planetario en la medida en que todo y todos pueden convertirse en datos.

En segundo lugar, la información basada en algoritmos se alimenta y fortalece el aparato de financiarización que dirige la economía neoliberal. A través de la confluencia perversa de datos y finanzas, la corporación inteligente universaliza y naturaliza su autoridad, destruyendo el mercado de bienes e ideas.

En tercer lugar, a través del extractivismo de datos, la corporación inteligente devasta la socialidad, llevando el proyecto ideológico del neoliberalismo hasta la expropiación de lo político, lo que representa una desposesión profunda, una «invasión ontológica» de la subjetividad humana.

¿Dónde nos deja todo esto?

Como ha destacado la UNCTAD, el ritmo de concentración del poder corporativo es extremadamente preocupante. Un ejemplo: la relación beneficio / ventas de Amazon aumentó del 10% en 2005 al 23% en 2015, mientras que la de Alibaba aumentó en sólo cuatro años del 10% en 2011 al 32% en 2015.

Los representantes políticos en todo el mundo están luchando por reformar sus leyes heredadas para frenar el avance de la corporación inteligente. Incluso los gobiernos nacionales de las poderosas corporaciones de plataforma estadounidenses y chinas luchan por contener sus excesos.

La Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos (FTC) está investigando actualmente a Amazon y Facebook por abuso del dominio del mercado, mientras que el Departamento de Justicia de Estados Unidos está investigando a Google. El estado de California se enfrenta a una gran resistencia de Uber y Lyft a su nueva regulación de los derechos laborales de los trabajadores que realizan servicios para las plataformas, y las dos empresas lideran una iniciativa por valor de 60.000 millones de dólares para liberarse de la responsabilidad de considerar a los trabajadores como empleados.

En noviembre de 2019, la administración estatal para la regulación del mercado en China tuvo que celebrar una reunión  con Alibaba y otras plataformas minoristas en línea sobre sus prácticas de amenazas y uso de la fuerza contra otros competidores, en violación de las regulaciones existentes para frenar la conducta anticompetitiva.

En países donde la economía de plataforma nacional es incipiente, la situación es aún peor. A menudo, no existen marcos jurídico-institucionales para gobernar las plataformas corporativas. Por ejemplo, Nigeria no ofrece protección jurídica adecuada a las PYME y los consumidores en su mercado emergente de comercio digital. Del mismo modo, los trabajadores de plataforma en el trabajo doméstico en Filipinas, el turismo en Indonesia y el transporte en Sudáfrica no están cubiertos por las leyes laborales vigentes.

Ver también el ensayo de Adoración Guamán: La arquitectura corporativa de la impunidad: Lex Mercatoria, autoritarismo de mercado y resistencia popular.

Los críticos de la corporación transnacional industrial han demostrado durante mucho tiempo cómo la desterritorialización y la desnacionalización de sus operaciones comerciales crea una crisis de gobernanza empresarial. La naturaleza virtual o en línea y global de la corporación inteligente ha exacerbado este problema. Las lagunas de las leyes de impuestos predigitales basadas en una presencia física en un determinado país han sido explotadas activamente por las compañías de plataforma para evadir la responsabilidad fiscal a través de la transferencia de ganancias a jurisdicciones de bajos impuestos.

 


Una sexta parte de toda la riqueza privada del mundo está depositada en paraísos fiscales. Fuente: Estado del poder 2019

De manera similar, cuando se enfrentan con la responsabilidad por prácticas injustas en los mercados extranjeros, es muy fácil para las compañías de plataforma transferir la responsabilidad a su empresa matriz fuera de la jurisdicción. Por ejemplo, Uber en Sudáfrica recurrió a la defensa de que sus conductores socios eran empleados de la empresa matriz con sede en los Países Bajos y no de la filial sudafricana, para evadir sus responsabilidades bajo las leyes laborales vigentes.

La falta de regulaciones internacionales vinculantes que rijan los flujos de datos transfronterizos también ha ayudado al extractivismo de datos desenfrenado, similar a la brecha en el establecimiento de normas internacionales sobre las obligaciones de las empresas transnacionales en materia de derechos humanos.

La enorme influencia política de las corporaciones inteligentes ha alcanzado proporciones mortales para la democracia y la política. En los Estados Unidos, por ejemplo, cuando Amazon buscaba un lugar donde instalar su nueva sede, los gobiernos municipales corrieron a postrarse desesperadamente en el proceso de licitación, mientras depositaban sus esperanzas en que la segunda sede de Amazon reavivara sus moribundas economías locales. Una ciudad incluso ofreció a Jeff Bezos una alcaldía permanente.

La corporación inteligente ha tenido un éxito aún mayor que la corporación industrial a la hora de tejer una red invisible de poder discursivo para distraer a los detractores. Esto se debe en parte al poder persuasivo de la ideología californiana. Los fundadores libertarios de los inicios de la era tecnológica pudieron fundir el compromiso inquebrantable con la libertad individual y la libertad económica como libertad de regulación, depositando una fe ciega en el potencial democrático inherente de Internet.

Los fundadores y directores ejecutivos de Silicon Valley se han proyectado como defensores anárquicos de las libertades individuales, defendiendo valores tecno-libertarios, apoyando el filantro-capitalismo y abogando por un descarado tecno-solucionismo para resolver problemas socioestructurales. También han logrado promover la ficción del «emprendimiento» como un truco new age para políticas públicas inadecuadas.

Incluso las empresas tecnológicas chinas, con una genealogía diferente de un capitalismo hipernacionalista respaldado por el Estado, han desplegado una versión reducida de esta visión económica neoliberal en sus declaraciones al público mundial. Por ejemplo, en su intervención plenaria en el Foro Público de la Organización Mundial del Comercio de 2018 (OMC), Jack Ma, fundador del grupo Alibaba y de la iniciativa e-World Trade Platform, señaló que aprovechar la oportunidad digital para las pequeñas empresas, mujeres y jóvenes, especialmente en los países en desarrollo, consistía en menos reglas y un comercio digital más libre.

Si bien la incursión del capitalismo en la filantropía del desarrollo no es algo nuevo, el alcance y la capacidad ideológica mundial de las grandes empresas tecnológicas lleva la despolitización del desarrollo a nuevos niveles.

Más recientemente, en un contexto de demandas por malas prácticas contra las grandes empresas tecnológicas por sus propios empleados, pone en peligro el cuasi sagrado estatus de los directores fundadores y los expone al desencanto público al revelarse reiteradas incidencias de minería de datos clandestina y juegos algorítmicos, lo que desluce su brillo inicial.

Alphabet (la empresa matriz de Google) ya no puede usar su lema «Hacer lo correcto» sin ironía. Facebook se ha visto obligado a cambiar su alegato «demasiado grande para caer» por el de «protector y defensor de las libertades de la comunidad mundial». Es posible que Alibaba no pueda proclamar su compromiso con el desarrollo de las PYME en África por mucho más tiempo.

La fachada se ha derrumbado. Y esta ruptura en la hegemonía discursiva de la corporación inteligente en la que nos encontramos actualmente es el momento adecuado para generar un desafío colectivo.

Por tanto, debemos resistir para que la riqueza de datos y de redes pueda ser apropiada y utilizada para crear una sociedad justa y humana. Esto significa tomar a la corporación inteligente por los cuernos y forjar un movimiento que sea capaz de lidiar con los límites ético-políticos de la información digital.

Dada la enorme influencia económica y política de la corporación moderna en la era digital, es una tarea urgente liberar a las personas y al planeta del poder corporativo.

Las luchas contra la extrema injusticia del comercio mundial y el régimen de propiedad intelectual por parte de los movimientos sociales transnacionales han demostrado la conexión necesaria entre la agenda para la justicia del desarrollo y el desmantelamiento del poder empresarial. Construir alianzas entre movimientos se ha convertido en una estrategia vital para detener el saqueo inexorable de las empresas transnacionales.

Algunos ejemplos inspiradores a este respecto son el movimiento de justicia comercial contra la globalización corporativa, la búsqueda del desarrollo sostenible por parte del movimiento ambiental, las luchas feministas para recuperar el cuerpo y la esfera de la reproducción social del capital, y la lucha de los trabajadores contra la intensificación de la explotación del trabajo y el desmantelamiento de la protección social en la globalización neoliberal.

La sociedad civil transnacional ha forjado laboriosamente alianzas y solidaridades a través de estos movimientos para exponer los excesos corporativos, presionando a las Naciones Unidas para que establezcan un tratado internacional vinculante sobre las obligaciones de derechos humanos de las empresas transnacionales ante dificultades casi insuperables.

En la era digital, a medida que el poder corporativo asume proporciones indomables, donde los directores ejecutivos tecnológicos crean y rigen dominios de datos, los marcos actuales de análisis de poder y acción pueden no llegar muy lejos. Se necesita con urgencia una estrategia coordinada y coherente para permitir una distribución más equitativa de las ganancias de los negocios de plataforma.

El Manifiesto de Justicia Digital publicado en noviembre de 2019 por la Just Net Coalition, a través de un proceso de diálogo estratégico y sostenido entre grupos y activistas de derechos digitales, justicia comercial, grupos feministas, ecologistas, sindicatos y activistas de derechos humanos, esboza una posible hoja de ruta. Como subraya el Manifiesto, necesitamos una acción inmediata a lo largo de tres frentes amplios para reclamar el poder digital de la corporación inteligente:

a) recobrar la propiedad de nuestros datos e información personal y colectiva instituyendo un marco de derechos económicos para los recursos basados en datos.

b) gobernar, recuperando infraestructuras críticas de la plataforma de manos privadas y gestionar esas infraestructuras críticas de plataforma como servicios públicos.

c) aplicar un modelo de gobernanza desde lo local a lo mundial para las infraestructuras digitales y de datos que respalde las economías locales y la autodeterminación democrática de las colectividades, evitando el cierre de todo el mercado y los ecosistemas sociales mediante una fuente de datos centralizada.

En otras palabras, la gobernanza de la infraestructura tecnológica debe permitir el florecimiento de economías locales diversas y dejar espacio para que funcionen múltiples modelos de plataforma (cooperativas, empresas sociales, públicas, etc.) desafiando el ímpetu totalizador del capitalismo digital mundial.

La gobernanza de la infraestructura tecnológica debe permitir el florecimiento de economías locales dispares y modelos de plataformas múltiples contra el ímpetu totalizador del capitalismo de plataforma mundial.

La globalización neoliberal y la financiarización han llevado a sociedades profundamente desiguales. La impunidad de las grandes corporaciones ha sido crucial en esta dinámica.

Los movimientos sociales han presentado varias propuestas creativas para contrarrestar esta situación: legislar la renovación de los estatutos cada cinco años anulando el principio de la existencia jurídica perpetua de las corporaciones; gravar el comercio de acciones sobre la base del período de tenencia para contener la especulación financiera excesiva; fijar un límite a los activos personales de los fundadores o directores ejecutivos, entre otros.

La digitalización exige una nueva frontera para la resistencia. El poder de la corporación inteligente debe ser contenido a través de tácticas pequeñas y grandes en los ámbitos político y cultural. Se debe explorar una nueva sabiduría sobre la gobernanza de los datos para un futuro verdaderamente emancipatorio para todas las personas.

 

SOBRE LAS AUTORAS

Anita Gurumurthy es miembro fundadora y directora ejecutiva de IT for Change. Anita trabaja en temas de economía digital y sociedad, con un enfoque en la economía política del desarrollo. Escribe periódicamente sobre la conexión digital y la justicia social y de género

 

 

Nandini Chami es subdirectora de IT for Change. Se dedica a la investigación y la promoción de políticas en las intersecciones de la política digital, la justicia para el desarrollo y la igualdad de género. Sus intereses de investigación son la justicia de datos, las economías de plataforma inclusivas y el comercio digital y de género.

 

 

Traducción: Nuria del Viso, FUHEM Ecosocial

 

El presente artículo forma parte del informe Estado del poder 2020, cuya versión en español es editada en formato electrónico por Transnational Institute (TNI), Attac España y FUHEM Ecosocial. La versión íntegra del informe en inglés se puede encontrar en

https://longreads.tni.org/the-intelligent-corporation-data-and-the-digital-economy/

 

[1] La datificación se refiere a la tendencia tecnológica que transforma numerosos aspectos de nuestra vida en datos que luego son transferidos como información que se convierte en una nueva forma de valor. Fuente: Wikipedia [N. del T.]