Cambio de paradigma

Forjar una transición energética justa en la era de poder corporativo e imperial

Traducción al español: Mercedes Camps

La energía basada en los combustibles fósiles es un pilar del sistema capitalista que ha concentrado poder y riqueza y amenaza la vida en la Tierra. Para el ensayo introductorio de esta edición de Estado del Poder, el Transnational Institute (TNI) reunió a un especialista en grandes empresas petroleras de Oriente Medio, una académica y activista que trabaja para lograr una transición energética justa y un destacado organizador sindical del sector petrolero de Trinidad y Tobago, para que conversaran sobre la dinámica del poder en nuestro sistema energético actual y cómo realizar la transición hacia un futuro energético democrático, justo y sostenible.

Nick: En el TNI hemos analizando las relaciones de poder en la economía mundial desde hace doce años a través de nuestro informe, el Estado del Poder. Me resultó interesante en esta edición sobre energía que la palabra “poder” tiene un doble significado: quién tiene poder sobre nuestros sistemas, pero también el poder que la energía nos da a nosotros y a la economía mundial. Para comenzar, quisiera preguntarte, Tim, cómo consideras que el sistema energético basado en los combustibles fósiles desde el siglo xix ha configurado la distribución de poder en la actualidad. Y, a la vez, ¿de qué modo el poder ha configurado nuestro sistema energético?

Tim: En mi libro, Carbon Democracy, planteo el argumento, que puedo resumir en una oración, de que el carbón posibilitó la democracia masiva y que el petróleo le impuso límites. El argumento es que en el siglo xix, cuando los Estados industrializados se volvieron extremadamente dependientes del carbón como única fuente de energía, los trabajadores lograron tener un poder político sin precedentes porque por primera vez podían desconectar el sistema energético de un país, en lo que pasó a conocerse como la huelga general, en que los trabajadores del carbón, los trabajadores ferroviarios y los trabajadores portuarios podían interrumpir ese suministro de energía. Ese poder fue fundamental para el surgimiento de la democracia de masas a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx. El petróleo revirtió esta situación, en parte debido a que brindaba una alternativa, por lo que era más fácil debilitar a esa fuerza de trabajadores organizados, pero también porque el petróleo era diferente, al ser líquido que salía del suelo bajo su propia presión. De modo que no hacía falta enviar a trabajadores bajo tierra, se podía extraer fácilmente con oleoductos y buques o camiones cisterna de manera más flexible y era más difícil interrumpir su suministro.

Aun así, los trabajadores petroleros de Oriente Medio estaban tan decididos como los trabajadores del carbón en Europa a ganarse sus derechos políticos y económicos. En Irán, Irak y Arabia Saudita, los tres principales países petroleros de Oriente Medio, los trabajadores organizaron huelgas, como la huelga general en Irán, que dio inicio a la nacionalización del petróleo en 1951. Pero los trabajadores perdieron el poder que habían conquistado respecto del sistema energético y político en decenios anteriores, especialmente porque el petróleo se producía en partes del mundo diferentes de los centros de la vida industrial capitalista. Ello abrió una brecha entre quienes participaban en el consumo y quienes participaban en la producción de energía, lo que dificultó que los trabajadores petroleros en un lugar como Irán entablaran vínculos con luchas políticas en Occidente. Es así que el petróleo tuvo un efecto profundo en el surgimiento de formas políticas en el siglo xx a través de su capacidad para socavar la política democrática en todas partes.

Nick: Gracias, Tim. Quizá Ozzi quisiera comentar algo al respecto, ya que has sido trabajador y sindicalista en el sector del petróleo y el gas. ¿Cómo ves esta interacción de energía en la distribución de poder según tu propia experiencia?

Ozzi: En el caso de Trinidad y Tobago, fue un poco diferente que, por ejemplo, en el Reino Unido. Trinidad y Tobago no tenía una industria del carbón y era principalmente un país agrícola hasta que se descubrió petróleo y ello comenzó a impulsar el sistema energético. Al surgimiento de una industria de combustibles fósiles basada en el petróleo se sumó el surgimiento de uno de los sindicatos más poderosos de nuestro país, el Sindicato de Trabajadores del Petróleo. De modo que creó poder para los trabajadores. El sindicato fue fundamental para lograr el sufragio universal y la independencia. Los trabajadores petroleros que participaron en los disturbios laborales de los años treinta dieron lugar a un sentimiento de nacionalismo y sentaron las bases de lo que sería la independencia de nuestro país, que se declaró en 1962. Ello demostró que el sistema energético en general puede dar lugar a la democracia de masas.

Al reflexionar sobre los sistemas energéticos, pienso inmediatamente en el imperialismo y el hecho de que la arquitectura del sistema energético es muy similar al colonialismo o el imperio, donde existe una pequeña concentración de personas u organizaciones que lo controlan. Una de las primeras empresas multinacionales modernas fue la empresa petrolera Standard Oil, fundada a finales del siglo xix. Tras la Primera Guerra Mundial, los consorcios petroleros realizaron acuerdos con los imperios británico y francés mientras se repartían el Imperio otomano. E incluso en la actualidad, siete de las diez gigantes petroleras son estadounidenses o angloeuropeas. De las otras tres, dos son chinas y una es saudí. De modo que no se puede hablar del sistema energético sin hablar de poder. Y eso se relaciona con el capitalismo mundial, que es impulsado por la producción de mercancías, la producción y el consumo de energía.

Thea: Es evidente que la estructura del capitalismo de combustibles fósiles está estrechamente vinculada con la estructura del poder mundial, económica y geopolíticamente. También es cierto que los sistemas de poder mundial y el capitalismo de combustibles fósiles, que están estrechamente ligados, también han planteado grandes desafíos a ese sistema que ha demostrado sus déficits o vulnerabilidades. Podemos ver que a finales de los años sesenta y a comienzos de los setenta, el entonces denominado “tercer mundo” comenzó a organizarse. Por ejemplo, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) surgió en un momento en que los productores de recursos del tercer mundo intentaban asumir el control de esos recursos, por los cuales no estaban recibiendo beneficios. La OPEP fue una inspiración e incluso un modelo para una propuesta más amplia de un nuevo orden económico internacional, que nunca se concretó, pero que sigue siendo un idea que cuenta con apoyo hoy en día. Entonces, la energía no es solo un lugar de hegemonía, sino también un lugar de lucha. He investigado el tema en Ecuador, Chile y otros países de América Latina, y en la región persiste una idea poderosa de nacionalismo de los recursos, que surge de los sindicatos y los movimientos sociales y coaliciones populares.

La idea es que “nosotros, el pueblo” deberíamos ser propietarios de los recursos y el norte global no debería seguir extrayendo nuestros recursos. Es una forma de protesta que también está presente en nuestro movimiento de transición energética.

Nick: El auge de las grandes empresas petroleras en los últimos decenios ha estado acompañado por una gran financiarización de la economía. ¿Cómo se interrelacionan? ¿Y cuál es la situación actual en cuanto al poder de las grandes empresas petroleras, tanto estatales como privadas?

Tim: En cuanto al petróleo y las finanzas, los dos crecieron juntos. Las grandes multinacionales petroleras también fueron las mayores empresas en cotizar en la bolsa y se asociaron con algunos de los bancos más grandes. Un motivo de esta intersección es, en primer lugar, que la producción de energía es muy cara y requiere una gran cantidad de capital. Un segundo motivo es su capacidad para generar ganancias extraordinarias que atraen finanzas. Ello no se debe
únicamente a la dependencia de la energía en el mundo entero, sino también a que las estructuras de producción de energía son relativamente duraderas, por lo que una vez que se construyen, producirán ganancias durante decenios, lo cual suele suceder en otros procesos industriales. Y, por último, la capacidad de capitalizar esas ganancias futuras explica el enorme valor capitalizado de las grandes empresas petroleras. Al garantizar el flujo de dinero se aseguran de contar con una política de seguridad energética.

Ozzi: Con respecto a la interacción entre energía y finanzas, si nos remontamos a la crisis energética de los años setenta, en realidad se trató de una crisis financiera. De hecho, esa crisis desempeñó un papel fundamental en la renovación del poder de los Estados Unidos en las finanzas mundiales, debido a que tuvo como consecuencia la convertibilidad del dólar de los Estados Unidos en oro y dio lugar a la reproducción del petrodólar, lo cual permitió el flujo de dinero de bancos multinacionales estadounidenses a países no productores de petróleo menos desarrollados. Ello provocó un cambio de los préstamos institucionales a los préstamos comerciales, que reposicionó a los bancos privados estadounidenses, los cuales pasaron a dominar el sector de las finanzas a nivel mundial, del mismo modo en que las empresas petroleras de los Estados Unidos dominan el sector energético mundial. Esto provocó la grave crisis de la deuda en muchos países del sur global y permitió que los partidarios del poder neoliberal e imperial impusieran programas de ajuste estructural que consolidaron las relaciones de poder imperial y neocolonial, y arraigó estas relaciones de poder desiguales.

Thea: Es un momento muy contradictorio para formular esta pregunta, debido a que estamos ante una incipiente transición energética, que aún es muy incierta y desigual. Por un lado, la Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda −no la oferta− de combustibles fósiles alcanzará su nivel máximo en unos años.

También hay quienes pronostican que si se lleva a cabo la transición energética, habrá más de un billón de dólares en activos varados, lo cual afectaría gravemente a las empresas energéticas y el sistema financiero. Ello podría sugerir que la industria de combustibles fósiles tiene los días contados. Sin embargo, claramente no es así debido a que también ha registrado ganancias sin precedentes debido a la inestabilidad geopolítica y al continuo aumento de la demanda energética, que en gran medida sigue estando satisfecha por los combustibles fósiles.

También estamos ante nuevas dinámicas, como el auge de empresas de capital de riesgo que invierten en combustibles fósiles, entidades menos transparentes, más difíciles de gobernar incluso que una empresa multinacional de accionistas. Como Brett Christopher ha demostrado, estas empresas de capital de riesgo están incursionando en la energía y la infraestructura, lo que significa que cada vez son propietarias de más infraestructura social fundamental. A menudo convierten estos activos de un modo similar a los fondos buitre, intentando extraer valor para luego venderlo. Lo que resulta irónico es que han comenzado a adquirir más infraestructura de energía sucia, en parte, debido a que algunos fondos de jubilación y otros inversores institucionales retiraron sus inversiones de los combustibles fósiles, lo cual puede dificultar la eliminación progresiva del sector. Es un resultado perverso de una medida que, por lo demás, es admirable por parte de algunas instituciones e inversores.

Nick: ¿Y de qué modo los cambios en los sistemas energéticos se interconectan con los cambios geopolíticos tras el surgimiento de potencias económicas como China y la India?

Tim: Uno de los elementos de cambio sin duda es el surgimiento de China y la India como consumidores de energía y, especialmente en el caso de China, como grandes productores de energía. Por su parte, Estados Unidos, que había sido el mayor productor del mundo durante varios decenios, pero después de los años setenta había disminuido su producción, tuvo un segundo impulso como productor de energía con el aumento del denominado petróleo de esquisto, o el petróleo producido mediante la fracturación hidráulica. Esto ha sido desestabilizador debido a que no está bajo el control de las grandes empresas multinacionales del petróleo que controlan el precio, sino que, con más frecuencia, está en manos de empresas petroleras nuevas o más pequeñas, por lo que nadie controla el precio. La consecuencia de ello ha sido la extraordinaria volatilidad de los precios del petróleo y el surgimiento de empresas de capital de riesgo se debe en parte a que lograron aprovechar esa volatilidad para su beneficio económico.

Nick: Y, Ozzi, ¿qué ocurre con los actores no estadounidenses, como Venezuela o China? ¿Puedes explicar el conflicto entre Venezuela y Guyana? ¿Qué revela sobre el sistema energético y la lucha geopolítica actual?

Ozzi: En primer lugar, cabe señalar que las grandes empresas petroleras de Estados Unidos, ExxonMobil en este caso, siguen ocupando un lugar central. Pero antes quisiera explicar la disputa sobre tierras, que se remonta más de cien años a la era colonial, cuando Guyana era una colonia británica, Gran Bretaña estaba intentando ampliar su influencia imperialista y Venezuela era una nación independiente. Esta disputa prácticamente se abandonó cuando Chávez visitó Guyana en 2004 y anunció que daba la cuestión por terminada. La situación comenzó a cambiar en 2006, cuando el Gobierno de Chávez realizó una serie de nacionalizaciones y reguló el sector petrolero.

La mayoría de las empresas petroleras multinacionales habían aceptado las nuevas condiciones, salvo dos, ConocoPhillips y, por supuesto, ExxonMobil. Habían exigido una indemnización de decenas de miles de millones de dólares a través del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). Sin embargo, en 2014, el CIADI falló que Venezuela debía pagar tan solo 1600 millones de dólares a ExxonMobil, lo cual enfureció al entonces presidente y director ejecutivo de la empresa, Rex Tillerson. Un año más tarde, Exxon anunció que, súbitamente, había encontrado noventa metros de petróleo de buena calidad y cuando se observa el acuerdo de reparto de producción entre Guyana y ExxonMobil, la empresa se quedó con el 75 % de las ganancias del petróleo para recuperar costos y el resto lo repartió en partes iguales con Guyana. Además, el artículo 32 del Acuerdo de Estabilidad establece que el Gobierno no podrá “enmendar, modificar, rescindir, declarar nulo o inaplicable, exigir la renegociación, obligar a sustituir o de otro modo evitar, alterar o limitar” el acuerdo. Es decir que ni la población de Venezuela ni la de Guyana se beneficiarán de la intervención política de ExxonMobil en la región.

Por lo que no se trata de un conflicto entre las dos poblaciones, sino de un conflicto entre ExxonMobil y la población de estos dos países sudamericanos. De hecho, justo después de que Guyana firmara la Declaración de Argyle por el diálogo y la paz con Venezuela el 14 de diciembre de 2023, mediante la cual se declara que ninguna parte recurrirá al uso de la fuerza, un buque de guerra británico visitó Guyana el 29 de diciembre de 2023.

También cabe señalar que en julio de 2023, el presidente de China Xi Jinping se reunió con su homólogo guyanés, Mohammed Irfan Ali. En la reunión, Xi Jinping destacó la relación entre China y Guyana y el papel importante desempeñado por China en Guyana. Por su parte, Ali reafirmó ese punto y manifestó su admiración por el liderazgo y la influencia mundial de China. Es evidente que Guyana se está convirtiendo rápidamente un campo de batalla para el posicionamiento geopolítico mundial. Este es otro ejemplo claro del vínculo inseparable entre el sistema energético mundial y la competencia imperial.

Nick: Tim, en tu libro, Carbon Democracy, también examinas el modo en que la política del petróleo ha configurado el militarismo, especialmente en Oriente Medio, y en relación con Israel y la guerra de 1967. ¿Tiene la guerra sus orígenes, directos o indirectos, en el autoritarismo o el militarismo del carbono del que hablas en el libro?

Tim: Sí y no. Indirecta, más que directamente. La guerra en Gaza es causada por el Estado de Israel, que quiere dominar por completo la zona de Palestina histórica y no tolera ningún tipo de reclamo de derechos nacionales para los palestinos. Los vínculos más amplios con la geopolítica del petróleo radican en que Israel no podría haber hecho esto sin el apoyo financiero, militar y político de Estados Unidos. La influencia y el sistema de propaganda que Israel puede organizar para mantener el apoyo del Gobierno estadounidense están relacionados con el militarismo de Estados Unidos, que se vincula estrechamente con la historia del petróleo. Estados Unidos gasta más dinero en sus fuerzas armadas que las siguientes diez potencias militares del mundo. Ello a veces se atribuye, en términos muy simplistas, a que Estados Unidos necesita defender sus recursos vitales, como el petróleo.

Un mejor análisis es que la idea engañosa de que los suministros de petróleo son de algún modo vulnerables, en lugar de ser una causa de nuestra vulnerabilidad a una catástrofe climática, se utiliza para generar la sensación de que la seguridad estadounidense está en peligro. Este lenguaje de vulnerabilidad es fundamental para desviar una gran cantidad de recursos públicos a la industria armamentista y de seguridad. De modo que, Estados Unidos no está del lado de Israel para defender el petróleo, sino, al igual que Israel y con su ayuda, para defender los mitos de inseguridad de los cuales depende su propio militarismo.

Nick: Quisiera dejar de lado el aspecto militar, para centrarme en los aspectos ecológicos de esta cuestión. Nuestro sistema energético es claramente destructivo para el planeta, tiene impactos en el clima, el medio ambiente y la salud. Entonces, ¿por qué ha resultado tan difícil cambiar de rumbo?

Thea: Ello implica cuestiones de política y poder más profundas y también los mecanismos del sistema capitalista. Mencioné el fenómeno de los activos varados. Este es un problema, ya que los combustibles fósiles, al igual que todo sector extractivista, tienen costos iniciales, fijos y hundidos muy elevados. De modo que apuestan a que, con el transcurso del tiempo, en unos decenios, obtendrán una ganancia de esa inversión y antes de eso es simplemente un costo. No es difícil imaginar por qué los propietarios de activos de combustibles fósiles son extremadamente reticentes a cambiar de sistema energético, incluso si tienen oportunidades para lucrar con el nuevo sistema energético. Y habida cuenta de su enorme influencia y conexiones políticas, el sector está muy bien posicionado para coordinar, postergar y negar y hacer todas las cosas que sabemos que ha hecho. El otro problema es que la industria está profundamente vinculada en la materialidad de la vida capitalista, si consideramos a la industria de petroquímicos o del plástico. Es por ello que hay quienes dicen que les cuesta imaginar el fin del petróleo sin imaginar el fin del capitalismo.

Pero hay otros motivos por los cuales resulta difícil cambiar nuestro sistema energético más allá de los intereses de los más poderosos; por ejemplo, los países exportadores de petróleo de bajos y medianos ingresos, como Ecuador. Me sigue sorprendiendo que no haya absolutamente ningún plan o discusión en centros de poder institucional sobre lo que ocurrirá con países cuya base fiscal está completamente vinculada a los ingresos del petróleo y que no pueden proporcionar servicios sociales, infraestructura pública o cuestiones básicas de gobernanza sin esos ingresos. No se puede evitar la difícil realidad de que la transición del petróleo negará una fuente de ingresos fundamental a una serie de Estados pobres y de bajos o medianos ingresos.

Nick: Y eso, por supuesto, también está muy relacionado con Trinidad y Tobago. Entonces, me pregunto, Ozzi, ¿qué piensas sobre los impactos ecológicos y por qué ha sido tan difícil realizar la transición de esta forma de energía?

Ozzi: Thea ha planteado una preocupación fundamental respecto de los pequeños países exportadores de gas y petróleo, como el nuestro. Toda nuestra economía se ha basado en el petróleo y el gas durante decenios y aún representa casi el 40 % de nuestro PIB y el 80 % de nuestras exportaciones. De hecho, el sector de la energía representó un 58,2 % de los ingresos gubernamentales. Sin esos ingresos, afrontamos el riesgo de que colapse el seguro social, es decir, toda la red de seguridad social nacional. De modo que se vuelve un verdadero desafío a la transición. Ahora mismo estamos luchando por una transición justa progresiva en Trinidad y Tobago, movilizando a nuestras bases para que eviten que el Gobierno realice una transición neoliberal. La llaman transición justa, pero no lo es. Es simplemente un manto para ocultar una nueva ola de programas de ajuste estructural. Hemos sufrido la pérdida de miles de empleos y aún no nos han dado los nuevos empleos prometidos. Lo que están haciendo es mercantilizar y privatizar aún más los servicios públicos, como el agua y la electricidad. Y ni siquiera están cambiando las fuentes de energía, dado que están firmando nuevos acuerdos de explotación de gas. También están firmando acuerdos con las mismas empresas multinacionales para proyectos de energía renovable, por ejemplo, Trinidad y Tobago está trabajando con BP en proyectos de energía solar. De modo que, debemos protegernos del imperialismo y del capitalismo verdes.

Tim: El petróleo ha determinado en gran medida nuestros modos de pensamiento económico que, a su vez, determinan la energía y la transición. Hay una relación entre la historia del petróleo, en particular, y las concepciones de crecimiento, en las que se consideraba que la aparente disponibilidad ilimitada de yacimientos petrolíferos justificaba una economía basada en el crecimiento. Podemos verlo hoy en día con la continua expansión del uso de combustibles fósiles, que se prevé que continuará al menos hasta 2030. Y la naturaleza del imperialismo verde significa que la transición también es desigual. En la mayoría de los países industrializados europeos, posiblemente incluso en Estados Unidos, el consumo de combustibles fósiles es menor en la actualidad de lo que era en los años noventa. La expansión constante sucede fundamentalmente en otras partes, lo que refleja el hecho de que a determinados países les resulta caro invertir en parques eólicos marinos y energía solar con fines comerciales. Hay puntos de inflexión, como el hecho de que el costo relativo de la energía renovable sea más barato que las fuentes de energía basadas en los combustibles fósiles, pero lleva tiempo que estos puntos de inflexión afecten a todo el sistema y ello no está ocurriendo con suficiente rapidez.

Thea: Quisiera añadir a las reflexiones de Tim que, además de los elevados costos de capital de las energías renovables, la ganancia real de estos sectores es baja y aún incierta en comparación con los combustibles fósiles. Ello significa concretamente que el subsidio del Gobierno es muy importante, lo cual se manifiesta como la eliminación del riesgo (asumir el riesgo), descuentos impositivos activos, rebaja de impuestos, compensación de costos de capital, préstamos asequibles, etcétera. La mayoría de los países del sur global no pueden hacer eso y están limitados para realizar inversiones públicas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), sus préstamos y sus acreedores. Y los países como Estados Unidos, que tienen los medios, no hacen lo suficiente para llevar a cabo una transición energética. Más allá de si consideramos que los Estados deberían asegurar las ganancias privadas, es una cuestión importante en términos de por qué la transición se ha desacelerado y por qué China y Estados Unidos, por motivos diferentes, se destacan por su capacidad de asegurar todo tipo de transición.

Nick: Además de abordar la exclusión de países de esta transición, ¿cómo podemos abordar también las formas en que la transición puede excluir a los trabajadores o tener impactos negativos en las comunidades, por ejemplo, con la extracción de minerales de transición en el sur global?

Thea: Cuando pensamos en el abastecimiento de insumos minerales para las tecnologías de energía renovable, existen muchos elementos de la tabla periódica que se consideran fundamentales o esenciales, como el cobalto, el litio, las tierras raras, el grafito, entre otros. Y plantean muchas preocupaciones y dilemas para los productores del sur global. En primer lugar, debido a que, en comparación con el petróleo, es difícil imaginar mantener a un país sobre la base de las ganancias del litio, porque el tamaño del mercado no se compara y los yacimientos están mucho más dispersos. Entonces, la cuestión de la ventaja de los productores, como hemos visto con la OPEP, se vuelve más difícil. También conllevan muchos impactos ecológicos y sociales y explotación laboral. De modo que, si bien no tienen la misma huella de carbono que la industria de combustibles fósiles, la minería conlleva un daño ambiental y social enorme a nivel local y está asociada con una de las peores trayectorias de violaciones de los derechos humanos. El agronegocio y el sector minero se disputan el primer puesto del sector donde mueren más personas o donde se reprime a más trabajadores. Entonces, ampliar las tecnologías para generar energía renovable, dado que son necesarias para paneles solares, baterías de litio, etc., es preocupante desde el punto de vista ecosocial de derechos humanos y gobernanza. Se observa la reproducción de relaciones neocoloniales en cuanto a sus impactos.

De modo que esta es una historia conocida, pero al mismo tiempo es un proceso de relocalización interna, es decir que el Gobierno estadounidense, por ejemplo, está diciendo que no quiere depender de estas cadenas de suministro volátiles y quiere que el litio y el cobalto se extraigan en Estados Unidos. Por un lado, podemos decir que eso es justo para el resto del mundo debido a que Estados Unidos debería pagar el precio social y ecológico de todas sus necesidades extractivas, pero en realidad no está sustituyendo el extractivismo en el sur global, dado que la demanda está creciendo. Además, las minas de Estados Unidos están afectando principalmente a los pueblos indígenas y a las comunidades rurales latinas, es decir, a las mismas poblaciones vulnerables que son las más afectadas en países de ingresos bajos y medios.

La producción de materias primas para energías renovables también provocó una competencia a la baja, dado que los productores de minerales del sur global intentan competir por inversiones con Estados Unidos, a pesar de que el Gobierno estadounidense compensa los costos de capital y brinda exenciones impositivas a las empresas mineras.

Nick: Ozzi, formas parte de movimientos de trabajadores que están atravesando la transición e intentan construir una transición justa. ¿Cuál es tu experiencia al respecto?

Ozzi: Como mencioné, en Trinidad y Tobago estamos experimentando una transición injusta. Aún estamos firmando nuevos contratos de producción de petróleo con BHP Billiton, Shell y BP, mientras que los empleos que quedan ya no son decentes. Es como haber retrocedido a los años treinta y cuarenta, cuando los trabajadores no tenían ningún derecho en el sector de la energía.

Nuestro sindicato está trabajando con los Sindicatos por la Democracia Energética para presentar una alternativa que se enmarque en lo que se denomina el “enfoque de la vía pública”. Este enfoque intenta marcar el camino que ampliaría la propiedad pública de la energía y construiría una nueva economía política coherente con las expectativas y aspiraciones de muchas de las personas que trabajamos en sindicatos y movimientos sociales. Ello implicaría la nacionalización absoluta del sector de energía.

La historia ha demostrado que la actual expansión energética es inseparable de la expansión capitalista. Esto es lo que está provocando la crisis climática y el colapso del ecosistema mundial. De modo que todo medio viable y eficaz de limitar la expansión energética y mitigar el impacto climático debe implicar asumir el control de cómo se genera y utiliza la energía. El control de la energía es fundamental, habida cuenta de las realidades técnicas y también desde
el punto de vista de la estrategia política. Es así que la lucha por la energía puede brindar un enfoque claro para quienes formamos parte de movimientos para luchar por un cambio sistémico radical.

Nick: Tim y Thea, ¿qué retos debemos enfrentar para lograr un sistema energético más democrático, encabezado por los ciudadanos y los trabajadores? ¿Qué debemos cambiar del sistema energético?

Tim: No tengo nada que añadir a lo que dice Ozzi. Nos ha demostrado muy bien que la energía no solo es una cuestión técnica de brindar una cierta cantidad de gigavatios, sino que es donde se organiza nuestra política y donde se ponen a prueba las cuestiones de justicia y justicia social. Y esa conciencia política no ha estado allí en varias instancias en el pasado y, por ello, su resurgimiento es muy prometedor, habida cuenta de la escala de la transición que
debemos atravesar.

Thea: Quisiera volver a algo que mencioné antes, que es la renuencia de los inversores capitalistas a invertir en energía renovable, lo que da lugar a subsidios públicos de infraestructuras privadas. Esto plantea la cuestión de por qué no eliminar al intermediario. Si el bolsillo público ya está subsidiando y aprobando legislación importante como la Ley de Reducción de la Inflación en Estados Unidos, para llevar a cabo esta transición, ¿por qué no contemplar la propiedad pública directa de la capacidad de generación eléctrica, la propiedad del tendido y los cables de distribución? En el estado de Nueva York, por ejemplo, he trabajado en una investigación que apoyaba la campaña de la organización Democratic Socialists of America (DSA), que logró que se aprobara legislación mediante la cual se empoderó a una entidad estatal propietaria de la capacidad de generación eléctrica para que comprara más capacidad de energía renovable y ayudara a descarbonizar los edificios públicos. La cuestión de la propiedad es fundamental ahora debido a que es evidente que no podemos depender de la motivación del lucro para descarbonizar lo más rápido posible, como lo exige la ciencia climática.

Una segunda respuesta radica en los sindicatos y la militancia sindical. En Estados Unidos, hace unos años ocurrió algo importante: el sindicato United Mine Workers, que representa a los trabajadores mineros del carbón, aprobó oficialmente una transición justa. Esto es fundamental debido a que una transición justa requiere organizar a los trabajadores que quieren una transición y organizarse en torno a ella para su beneficio, en lugar de postergar una transición
por temerle y, en cambio, aliarse con sus jefes. Recientemente, también hubo una huelga importante muy militante y creativa del sindicato de trabajadores del sector automotriz, United Auto Wokers, que intentó asegurar que los trabajadores del sector lideraran la transición hacia los vehículos eléctricos, debido a que esa transición puede tener todo tipo de repercusiones para los trabajadores. Hay temores de despidos, de automatización, precarización laboral, etcétera. Pero el sindicato decidió ser protagonista y obtuvo muchísimos contratos que aseguran que las normas que se apliquen a los trabajadores que construyen las baterías y los automóviles eléctricos sean las mismas que se han aplicado al trabajo automotriz tradicional. Este es un ejemplo de lo que puede suceder cuando los sindicatos se organizan no en defensa de empleos e industrias sucias, sino que adoptan una postura de ataque para configurar el tipo de transición a energías renovables que desean. Ello no significa que no siga siendo una lucha asimétrica con las empresas y los jefes, pero creo que finalmente redunda en más poder para los trabajadores.

Nick: Ozzi, para culminar, muchos de los lectores de esta publicación participan en luchas por la energía, en las que se enfrentan a los sistemas de poder arraigados. ¿Qué mensaje quisieras transmitirles?

Ozzi: Recientemente, el Sindicato de Trabajadores de Yacimientos Petrolíferos (OWTU), junto con otros sindicatos del sur global, lanzó TUED South para demostrar que existe una alternativa legítima de una vía pública al enfoque existente y defectuoso de descarbonización privatizado. Mi mensaje es que jamás debemos dejar de exigir un cambio de sistema. Los reclamos de un cambio de sistema son las únicas respuestas justas para combatir la crisis climática.
La transición hacia el capitalismo tuvo un impacto negativo en el medio ambiente. Por lo tanto, lo que la mayoría de los países necesitan, especialmente en el sur global, es abandonar el capitalismo.

Muchas de las intervenciones para reducir emisiones no serán posibles sin medidas firmes y progresivas del sector público. Para lograr una transición justa progresiva se necesitará un sector de servicios públicos que posea los recursos adecuados. De las luchas de todo el mundo hemos aprendido que aún es posible hacer una diferencia, que la sociedad humana puede realizar una transición y reorganizarse para proteger el planeta y al mismo tiempo proteger los medios de subsistencia de quienes lo habitan. Ese es mi mensaje.

1 Este es un fragmento editado de una entrevista realizada en enero de 2024 por Nick Buxton, cofundador y editor de Estado del Poder, también disponible en formato de podcast.

Timothy Mitchell es un teórico político, historiador y catedrático de estudios sobre Oriente Medio, Asia Meridional y África en la Universidad de Columbia. En 2012, su libro Carbon Democracy:
Political Power in the Age of Oil redefinió la historia de la energía en Oriente Medio, demostrando el modo en que el petróleo debilitó la democracia, contribuyó al militarismo y al imperio, y creó un mito peligroso de crecimiento infinito.

Thea Riofrancos es profesora adjunta de ciencias políticas de Providence College y miembro del Climate and Community Project, un grupo de estudios de izquierda. Se dedica principalmente a investigar la política de extracción, en particular en América Latina
y Estados Unidos. Su próxima publicación es Extraction: The Frontiers of Green Capitalism.

Ozzi Warwick es director de educación e investigación del Sindicato de Trabajadores Petroleros de Trinidad y Tobago y secretario general del Movimiento Sindical Conjunto. Es miembro fundador de Trade Unions for Energy Democracy South (TUED South), una nueva plataforma sindical liderada desde el sur, que ha adoptado un enfoque público a una transición energética justa.

Nick Buxton es coordinador del centro de conocimientos del TNI y editor fundador del informe Estado del Poder.

Estado del poder 2024 | Energía, poder y transición

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