Race2Paris – Shifting gears for climate action: Transforming europe’s transportation
Race2Paris – Shifting gears for climate action: Transforming europe’s transportation
FUHEM Ecosocial pertenece a la red socio-ecológica de laboratorios de ideas SET-NETWORK que se creó como respuesta a la escalada de la desigualdad social, a la profundización de la crisis climática, y al surgimiento del populismo de derecha y extrema-derecha en toda Europa.
Este colectivo está formado por seis organizaciones de diferentes partes de Europa:
Corporate Europe Observatory – https://corporateeurope.org/en
Momentum Institute – https://www.momentum-institut.at/
Centro per la Riforma dello Stato CRS – https://centroriformastato.it/
Minerva progressieve denktank – https://www.denktankminerva.be/
Transnational Institute TNI – https://www.tni.org/es
FUHEM Ecosocial – https://www.fuhem.es/ecosocial/
La red tiene el objetivo de contribuir a una transición ecológicamente sostenible y justa de nuestras economías y sociedades. Colaborando más allá de las fronteras y políticas de la UE, queremos aumentar el impacto colectivo que tenemos sobre los problemas políticos europeos y globales.
Los grupos participantes son organizaciones independientes de la sociedad civil comprometidas con la transparencia y los valores democráticos fundamentales. No están afiliadas a ningún Partido político, y poseen todo un historial de lucha social y ecológica, cuyo impacto se ve complementado en su unión. El objetivo es el de ampliar la red de modo significativo, primero dentro y luego más allá del espacio político europeo para construir sobre esas fortalezas y tener mayor impacto político.
La red ha publicado su primer informe Race2Paris – Shifting gears for climate action: Transforming europe’s transportation, que examina algunas de las principales características del desarrollo del sector del transporte en la Unión Europea y en siete países europeos: Austria, Bélgica, la República Checa, Alemania, Italia, Holanda y España, especialmente centrado en la liberalización del ámbito ferroviario. A pesar de los compromisos globales, se ha encontrado una desconcertante realidad – el sector del transporte de estos países se sitúa muy por detrás de las aspiraciones del Acuerdo de París, especialmente en lo que se refiere a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
A continuación, ofrecemos el texto completo del informe en ingles, el resumen ejecutivo del informe y la traducción al español del Capítulo referido a España, elaborado por el investigador de FUHEM Ecosocial Pedro L. Lomas.
Naturaleza sagrada. Cómo podemos recuperar nuestro vínculo con el mundo natural
Naturaleza sagrada. cómo podemos recuperar nuestro vínculo con el mundo natural
Karen Armstrong
Crítica/ Planeta, Barcelona 2022 190 págs.
Reseña publicada en la sección LECTURAS del número el número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
¿Qué cabe hacer para recuperar un vínculo más auténtico y menos destructivo con la naturaleza?
Karen Armstrong nos ofrece una obra notable que replantea nuestra relación nociva y cosificadora con la naturaleza, proponiendo como solución un enfoque espiritual y humanamente sensible hacia el entorno natural, lo cual puede apreciarse desde su mismo título: Naturaleza sagrada. Cómo podemos recuperar nuestro vínculo con el mundo natural.
Su temprana vocación religiosa llevó inicialmente a nuestra autora a un convento católico hasta que, tras siete años en él, colgó los hábitos y comenzó su formación académica en Oxford, pero su convicción de que las tradiciones religiosas y sapienciales tienen algo valioso que ofrecer a la humanidad no la ha abandonado nunca, y así ha terminado escribiendo más de una decena de libros dedicados a la historia comparada y la filosofía de las religiones. Con ello, se ha convertido en una de las mayores expertas en temas religiosos a nivel mundial, siendo Naturaleza sagrada su última obra escrita hasta el momento.
En cada uno de los capítulos que componen esta obra, diez en total, se repite la misma estructura: la autora parte de una idea presente en diferentes tradiciones religiosas y filosóficas, explora sus ramificaciones y desemboca en una sección que denomina «Camino a seguir» en la que, extrapolando las enseñanzas que dichas tradiciones pueden ofrecer a la sociedad occidental actual, pretende motivar un cambio en la mentalidad del lector que genere un mayor respeto y veneración por la naturaleza; todo ello para intentar solventar la crisis ecosocial y medioambiental.
Frente a la actual crisis ecosocial, la autora propone una revolución o conversión en las mentes con el objetivo de recuperar el vínculo espiritual entre el ser humano y la naturaleza (y con ello poder llevar a cabo acciones que verdaderamente supongan una mejora para el entorno natural). Así, Armstrong afirma:
«No basta con cambiar nuestra forma de vida, hemos de modificar también la totalidad de nuestro sistema de creencias» (p. 15)
necesitamos superar la dañina cosmovisión reduccionista y mecanicista que ha propiciado la Modernidad euro-norteamericana. De esta forma, la autora sugiere el cultivo de una sensibilidad de veneración hacia la naturaleza como fin en sí misma y por su valor intrínseco, para lo cual cabría apoyarse en tradiciones desarrolladas especialmente en Oriente (que han mantenido la creencia en la inmanencia de una sagrada fuerza presente en la naturaleza que unía a todo ser, ya fuera persona, animal o vegetal, a diferencia del carácter sobrenatural de un Dios distante propio de las religiones occidentales).
Para ello, al comienzo del libro, Armstrong defiende la necesidad de recurrir a mitos (mythos) positivos con tal de percibir la sacralidad natural mediante la puesta en práctica de rituales o ceremonias artísticas que enseñen a apreciar estética y emocionalmente la naturaleza de manera compasiva, pues el discurso científico de advertencia ecológica parece no ser suficiente. Así, en el capítulo 2 continúa explicando cómo distintas tradiciones mítico-religiosas defienden la existencia de un sagrado principio en forma de energía que mantiene en armonía todo el cosmos y que puede captarse mediante la contemplación de la naturaleza para el desarrollo de una mentalidad antropocósmica, ya sea con el qi en el confucianismo, el tao en el taoísmo, los devas en el hinduismo, la buddhadhatu en el budismo Mahayana, o el Ein Sof en la mística judía de la Cábala.
Siguiendo con la exploración de diferentes narraciones religiosas, durante el capítulo 3, Armstrong invita a la reflexión sobre la santidad de la naturaleza criticando nuestro modo de interactuar con ella en beneficio propio, pues recurrimos a ella únicamente por su valor instrumental. Así, la autora no deja de insistir en que debemos modificar nuestro pensamiento sobre la naturaleza, para lo cual es necesario prestar atención a las “señales” que esta nos envía en forma de desastres naturales.
La naturaleza resulta ser una epifanía que el ser humano moderno debería apreciar (y para ello tiene que aprender a considerar sus acontecimientos como hechos extraordinarios y asombrosos).
Durante el resto de los capítulos, Armstrong explica que la toma de conciencia en forma de responsabilidad humana ante el daño causado al medio ambiente debe ser adquirida por toda la sociedad, reflejando así nuestra gratitud hacia la misma. Para ello, podríamos aprender a acomodarnos al equilibrio natural como ejemplo de biomímesis con la creación de sociedades humanas compatibles con ecosistemas naturales.
En el capítulo 6 expresa que este cambio de mentalidad es un proceso exigente que supone comenzar buscando cierta soledad, alejándonos de las distracciones mundanas, purificando nuestro ser y abandonando nuestro yo para someternos a la divinidad. Esto es lo que en la Grecia antigua se expresaba con el término de kénosis o “vaciamiento” del yo, es decir, un abandono del ego, como muestran figuras tales como Gandhi, M.L. King y Nelson Mandela.
En una kénosis ilimitada «todo se entrega a una reciprocidad creativa y espontánea» (p. 90), y llega a advertirse que todos los seres humanos, animales y vegetales se hallan en un proceso armónico de complementación. En este sentido, los humanos seríamos capaces de sintonizarnos con la naturaleza al dejar de imponer nuestra voluntad sobre ella, permitiendo así una relación armoniosa, de manera que nuestra vida se desarrollaría de un modo más acorde y respetuoso con el medio.
Para que una situación así pueda llevarse a cabo, en el capítulo 8 Armstrong propone que se siga la regla de oro o ética de la reciprocidad, que consiste en no hacer al resto lo que a uno no le gustaría que le hiciesen. Confucio fue uno de los primeros que la expuso como esencia del concepto ren, cuyo sentido remite a las obligaciones de uno con el otro y a la capacidad de ponerse en su situación, mostrando que nuestro comportamiento con el exterior también determina la conducta del otro. Así, preocuparse por el otro supone preocuparse por la naturaleza, honrándola y protegiéndola para participar de su reconstrucción y armonía.
Ahora bien, no se trata de una relación mística, sino de una ética derivada del hábito de la compasión, de ser responsables de nuestros actos y ser conscientes del vínculo humano con lo natural, respetando su equilibrio y sus principios.
Esta regla guarda relación con el principio hindú de ahimsa, que Armstrong introduce en el capítulo 9, cuya traducción sería “no causar daño”. Fueron los jainistas quienes mayor importancia dieron a este principio, pues trataban todo cuanto existe en el universo como poseedor de una yivá −una especie de principio vital− que había de ser respetada y tratada como sagrada y libre.
Señala la importancia de la no violencia explicando que el daño a todo ser que forma parte del todo supone a su vez el daño hacia uno mismo. Lo que Armstrong propone es romper con la alteridad y ampliar miras, comprendiendo que “lo otro” no existe como contraparte de “lo mío”, sino que todo forma parte del todo.
Con todo ello, el capítulo 10 evoca la imagen de los círculos concéntricos, propia de la tradición china, señalando la necesidad de trascender tanto el egoísmo como las ideas posesivas y de extender a los otros nuestra empatía. Esto no se reduce al ámbito privado, sino que es extensible a lo colectivo y, según comenta Armstrong, los chinos ya tenían este pensamiento global desde los albores de su historia.
Siguiendo en este sentido las enseñanzas de Mencio, plantea ir un paso más allá y no circunscribir los límites de nuestra empatía a los de nuestra especie, sino extenderlos a la totalidad de la naturaleza. Esta extensión supone tratar todo cuanto existe como poseedor de un valor que le es propio y que, por tanto, merece en sí mismo respeto. Esta tarea de ensanchar los círculos concéntricos le corresponde al individuo, de tal modo que cada uno tiene una cuota de responsabilidad en la ulterior consecución de la paz, razón por la cual no es algo que dependa únicamente de las decisiones tomadas por los partidos políticos.
Finalmente, Armstrong concluye señalando que para superar la crisis medioambiental resulta necesario reconectar con la naturaleza, y para ello la autora aconseja alejarse del ruido y de la continua actividad de nuestras sociedades para admirar la naturaleza en su silente majestuosidad. Ello implica superar la ruptura histórica entre Dios y la naturaleza, devolviendo a esta su carácter sagrado. Y, para llevar a cabo tal transformación, hemos de cambiar primero nosotros mismos mediante un proceso de toma de conciencia en virtud del cual asumamos las consecuencias de nuestras acciones y adquiramos una postura más biocéntrica que antropocéntrica hacia el medio natural.
«El hecho de que comprendamos al fin que nuestra propia existencia depende de la naturaleza indica que ha llegado la hora de abandonar nuestro antropocentrismo para abrazar, como preocupación última, la totalidad del cosmos» (p. 138-139).
En definitiva, se trataría de conseguir una transformación espiritual comunitaria y antropocósmica a favor de la naturaleza que acabe con las formas más destructivas de conducta humana. Sin duda, ¡no es pequeña tarea!
Inés Sanz Manzano, Elena Pardo Cabrera, María Celina Martínez Cubillo y Luis Sánchez de Benito
Máster en Humanidades Ecológicas, Sustentabilidad y Transición Ecosocial, UAM-UPV.
Entrevista a Bonnie Campbell
«En el sector extractivo es de vital importancia centrarse en las obligaciones de los gobiernos del país de origen en las afectaciones al medio ambiente y los derechos humanos»
Nuria del Viso entrevista a Bonnie Campbell en la sección A Fondo del número 163 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global titulado «Geopolítica, el territorio y los conflictos».
Bonnie Campbell (MA., DPhil, Universidad de Sussex) es . Es profesora emérita de economía política en el Departamento de Ciencias Políticas de la Université du Québec à Montréal (UQAM), donde ha dirigido el Centre interdisciplinaire de recherche en développement international et société (CIRDIS). Fue miembro del Grupo Asesor nombrado por el Gobierno federal canadiense para las Mesas Redondas Nacionales sobre Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y el Sector Extractivo Canadiense en Países en Desarrollo (2006-2007), así como del Grupo de Estudio Internacional de la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas sobre la revisión de los regímenes mineros en África de 2007 a 2011. Campbell acaba de completar la dirección de un proyecto de cinco años (2018-2023) titulado «Acceso a la sanidad pública, ingresos de la minería y políticas públicas», y realizado en dos países de África Occidental, Malí y Burkina Faso.
En esta entrevista ahonda en los efectos de las compañías mineras, generalmente del Norte global, sobre los estados y las comunidades del Sur.
Las actividades extractivas generan toda una gama de impactos entre los que destacan los daños al medioambiente y las violaciones de los derechos humanos, así como cambios indeseados sobre la capacidad regulatoria y de control de los estados donde tienen lugar tales actividades a manos de poderosas transnacionales.
Nuria del Viso (NV): Usted ha estudiado ampliamente la industria extractiva (IE) y la gobernanza, especialmente en África. Este sector se ha ganado una dudosa reputación por su capacidad para moldear la gobernanza en los tiempos de la reestructuración neoliberal hasta hoy, habiendo conseguido alinear las reformas con los intereses del sector. ¿Cuáles son las dinámicas en juego?
Bonnie Campbell (BC): Evidentemente, las dinámicas específicas en juego varían enormemente según el tiempo y el lugar y dependen de un amplísimo abanico de factores relacionados con la especificidad cultural, social, política y económica. Si se adopta una perspectiva más amplia, existen dinámicas importantes relacionadas con cuestiones como la evolución de los papeles y las funciones de los distintos agentes presentes, ya sean públicos o privados, las transformaciones derivadas de la introducción de reformas neoliberales y las relaciones asimétricas de poder que se configuran a raíz de estas transformaciones; los consiguientes problemas de legitimidad y "licencia social" para operar a los que se enfrentan las empresas extractivas y los marcos normativos en evolución y cada vez más complejos en los que operan estos agentes. Estrechamente relacionado con lo anterior está el actual proceso de renovación de las estrategias desplegadas por las empresas para ganar legitimidad para sus operaciones, que van desde las estrategias más tradicionales de responsabilidad social corporativa (RSC) de "prestación de servicios", hasta medidas cada vez más sofisticadas como las "compensaciones de biodiversidad" para sugerir que existe una compensación por la pérdida de biodiversidad sin cuestionar la naturaleza del propio modelo de las industrias extractivas mismas.1
Una dimensión adicional es la tecnificación creciente de los enfoques adoptados para analizar, gestionar y legitimar las actividades, tendencia que contribuye a oscurecer ciertas dimensiones clave relativas a las relaciones de influencia y poder. Sin embargo, estas son esenciales si se quiere comprender los procesos que tienen lugar, sus repercusiones, los problemas que plantean y las posibles vías para encontrar soluciones más adecuadas a las dificultades creadas y estrategias alternativas al desarrollo de los recursos naturales.
NV: ¿En qué medida el protagonismo de las empresas extractivas afecta a la capacidad de los estados para regular el sector y controlar las actividades de las empresas? ¿Cuáles son las repercusiones de esta situación tanto en términos políticos como sociales?
BC: Para comprender los orígenes de las actuales situaciones de asimetrías de poder en el sector extractivo, resulta útil una brevísima perspectiva histórica. Como se recordará, en las décadas de 1980 y 1990, bajo los auspicios de las instituciones financieras internacionales (IFI), una abrumadora mayoría de gobiernos de países ricos en recursos de todo el Sur global introdujeron regímenes mineros liberalizados, aparentemente para impulsar el desarrollo de sus países ricos en minerales pero endeudados. Las IFI recomendaron la introducción de sucesivas generaciones de medidas de liberalización de gran alcance destinadas específicamente a atraer inversiones extranjeras directas en un sector minero a gran escala cada vez más privatizado. Esto se produjo junto con reformas que exigían una fuerte retirada del Estado del sector minero. Con el tiempo, las IFI animaron a los países a alinear su legislación minera con los códigos mineros más liberalizados. Esto condujo a un proceso acumulativo de liberalización que pretendía crear un entorno lo más atractivo posible para la inversión privada.2 En otras palabras, las medidas promovidas por las IFI crearon dinámicas regionales y continentales a través de las cuales se animaba a los países a competir entre sí para crear el régimen minero más liberalizado.
Un aspecto de la retirada programada de los estados de la gestión del sector extractivo fue la transferencia de lo que antes se consideraban funciones estatales frente a los operadores mineros privados en asuntos clave como regulación, prestación de servicios como carreteras, salud y seguridad. Ante la reducción de los fondos públicos, los estados estaban a veces más que dispuestos a acomodarse a esta tendencia y se embarcaron en lo que se ha descrito como un proceso de "ausencia selectiva". La dificultad radicaba en que este proceso creaba ambigüedad en cuanto a quién correspondía la responsabilidad y creaba lagunas en la gobernanza. En ausencia de la capacidad de los estados para hacer cumplir su propia normativa, por ejemplo, en materia de impactos ambientales, o disponer de los medios financieros y técnicos necesarios para supervisar los impactos y, en caso necesario, introducir medidas correctoras. Las situaciones resultantes plantearon problemas de legitimidad para las empresas y crearon las condiciones en las que cada vez era más probable que se produjeran conflictos. Se puede observar cómo las tendencias relativas a la disminución de la capacidad de los estados para regular el sector y controlar las actividades de las empresas puede ser un factor que contribuye a la violencia que caracteriza las de las actividades extractivas en determinadas regiones.
NV: La narrativa de la "gobernanza nacional débil" ha sido ampliamente utilizada por las empresas para justificar su forma de actuar. ¿Cuál es tu valoración sobre esta manera de proceder?
BC: De hecho, las situaciones de gobernanza débil han sido creadas por la serie de reformas neoliberales introducidas en el sector y que se ven reforzadas por la asunción de funciones y responsabilidades del Estado por parte de las empresas que el propio Estado en ocasiones no puede permitirse asumir. Como he indicado, estas situaciones tienen alta probabilidad de generar conflictos, calificados por las empresas como "riesgos para la seguridad", lo que lleva a una tendencia creciente a la militarización del sector. Como ha señala la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas (UNECA) en un informe:3
Desde una perspectiva política, las iniciativas de responsabilidad social corporativa (RSC) no deben considerarse un sustituto de la responsabilidad de los gobiernos hacia sus ciudadanos a la hora de proporcionar infraestructuras básicas y otros bienes públicos. De hecho, las iniciativas de RSC deberían complementar los esfuerzos del gobierno a través de las instituciones administrativas locales y las autoridades locales. El marco que un gobierno elija para que un gobierno elija para afianzar la RSC debe ser claro en cuanto a las responsabilidades de las empresas mineras y qué responsabilidades deben corresponderse con las de las empresas mineras y comunicarse a éstas. (p 89)
La solución a los riesgos de seguridad a los que se enfrentan las empresas no pasa por más estrategias de RSC, sino porque las empresas respeten las leyes del país en el que operan, sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos y protección del medio ambiente y la legislación nacional, paguen los impuestos, derechos y cánones a los que están sujetas y, de manera más general, que se reconozca ampliamente la legitimidad de los Estados para prestar servicios a sus poblaciones, condición para que se les exija rendir cuentas en relación a una redistribución más justa de los ingresos a sus poblaciones. La narrativa de la "gobernanza débil" sirve no solo para una justificación miope para que las empresas asuman funciones que antes asumían los estados, sino que, paradójicamente, debido a la fragilización de las estructuras estatales, su reducción y la falta de capacidad para hacer cumplir los marcos normativos crea condiciones que pueden socavar la legitimidad de las actividades de las propias empresas.
NV: ¿Existen características distintivas del modelo de gobernanza del sector de las IE en África respecto a las de América Latina o Asia? En caso afirmativo, ¿cuáles son?
BC: Se trata de una pregunta difícil por las razones sugeridas en respuesta a la primera. En un nivel se pueden señalar factores que sugieren patrones de similitud debido al hecho de que ha habido olas similares de reformas de liberalización introducidas por las IFI en diferentes regiones del mundo. Sin embargo, cuando se analizan las trayectorias específicas de determinados países, no solo se encuentran similitudes, sino también diferencias, como hemos visto en un estudio que analizaba las experiencias de Mongolia y Guinea.4
Debido a los diferentes contextos, el modelo de gobernanza del sector de las IE presenta características específicas, al igual que lo hacen las formas de resistencia y las estrategias en respuesta a la contestación. Además, nuestro entendimiento de las formas y grados de resistencia depende obviamente de la información producida y disponible. A este respecto, parece haber más información sistematizada sobre las resistencias y su represión en América central y del sur.5
Esto no implica, sin embargo, que en África no existan múltiples formas y lugares de resistencia. De hecho, la aparición de resistencias es frecuente, pero la información sobre dichas impugnaciones es muy escasa, dispar y de difícil acceso. En África, las causas de los conflictos que surgen en las explotaciones mineras tienen que ver sobre todo con:
1) el reparto de los ingresos mineros, el acceso al empleo, la falta de contribución al desarrollo social y económico;
2) la pérdida de medios de subsistencia o el desplazamiento físico de poblaciones o pueblos y el riesgo de que se produzcan tales desplazamientos;
3) peligros para la salud causados, por ejemplo, por vertidos de cianuro, o el temor a que se produzcan tales vertidos debido a la insuficiente capacidad e independencia de las autoridades locales para controlar esas situaciones y la calidad del agua.
Hay ejemplos de resistencia en torno a las amenazas ecológicas, como ilustra la resistencia a la empresa canadiense de petróleo y gas Reconnaissance Energy Africa Ltd. (ReconAfrica) en Namibia y Botsuana. Esta empresa poseía licencias de prospección petrolífera que abarcaban zonas donde habitan los san y otros pueblos indígenas, así como fuentes críticas de agua dulce y fauna en peligro de extinción. Actualmente se está investigando la integridad y exactitud de esta situación.
En lo que respecta al acceso a la información, cuando se mediatiza y está disponible internacionalmente, suele ser porque la resistencia afecta a las operaciones, los equipos o el personal de una empresa extranjera.6
La información sobre la represión de las manifestaciones de las comunidades locales, aunque conocida en los países afectados, se filtra muy raramente al extranjero, a menos que también participen organizaciones internacionales de protección de los derechos humanos y del medio ambiente. Debido a la persistencia de relaciones a menudo muy asimétricas entre las autoridades locales, favorables a la implantación de actividades mineras, y las comunidades locales, que sufren las consecuencias, estas no suelen tener otro recurso que organizar manifestaciones para hacer oír sus reivindicaciones. Esto ha ocurrido, por ejemplo, en varias ocasiones en Senegal, especialmente en Niokolo Mako, en mayo de 2021.
Fuente: Protestas contra los impactos de las actividades extractivas de compañías extranjeras en Niokolo Mako, Senegal. Le Quotidien.7
NV: ¿Qué papel desempeñan la contestación y la movilización de la sociedad contra el poder de las empresas transnacionales extractivas y las élites en las IE? ¿Es posible identificar la emergencia de nuevos espacios políticos de cambio? ¿En qué condiciones?
BC: Este fue el objeto del número especial que editamos en 2019 David Szablowski y yo misma.8 La cuestión de la resistencia y la movilización de la sociedad es muy amplia, y como se resume en la introducción de este número especial:
El sector extractivo representa un escenario importante para estudiar las dinámicas de la resistencia y los cambios en la gobernanza. En redes que abarcan países y regiones de todo el mundo, la gobernanza extractiva representa una lucha entre grados de cambio y continuidad en la que una gran diversidad de actores −incluidas empresas extractivas, activistas, estados anfitriones y de origen, movimientos indígenas, prestamistas, empresas consultoras, grupos de derechos humanos, etc.− compiten por dar forma al sector y a la distribución transnacional de sus costes y beneficios. Estas luchas suelen tener lugar a través de coaliciones y redes multiescalares que compiten entre sí y emplean diversas estrategias reguladoras, como la promoción de la cultura de la auditoría, la realización de campañas en favor de la transparencia, la readaptación de las normas de derechos humanos al sector privado y el desarrollo de espacios para la consulta indígena. Comprender el complejo papel que desempeña la reforma en la gobernanza extractiva puede aportar una visión más profunda de los procesos económicos, sociales, políticos y medioambientales en los que está implicada a nivel nacional, internacional y transnacional.
Para analizar estas cuestiones se ha propuesto una amplia gama de enfoques. Por ejemplo, el enfoque político de los asentamientos se basa en las perspectivas institucionalistas al integrar más profundamente el poder y la política en el análisis. Aparte de la gran variedad de situaciones, dependiendo del enfoque adoptado, las conclusiones a las que se llega sobre si han surgido nuevos espacios políticos para el cambio y la evaluación de su importancia pueden diferir.
Los estudios sobre iniciativas multipartitas incluidos en el número especial mencionado anteriormente sugieren que, en ocasiones, puede haber ganancias, como ilustra la experiencia de la participación de las ONG en la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI, por su sigla en inglés) en Colombia y Perú.9 Sin embargo, este tipo de avances incrementales pueden no ser estables a largo plazo. En el caso de este estudio, los éxitos conseguidos por las ONG a través de la ITIE condujeron a un periodo de reacción en el que el gobierno y la industria argumentaron que era necesario reducir la normativa para fomentar la inversión. Conclusiones similares se desprenden del estudio sobre cuestiones parecidas en Mongolia y Guinea, que detalla los procesos de reforma/reacción/contrarreforma, lo que sugiere que las empresas extractivas también pueden poseer formas significativas de poder estructural o de poder de retención en las iniciativas multipartitas.10 En consecuencia, la influencia ideológica y material acumulada en las negociaciones de las MSI puede no ser suficiente para convencer al sector en su conjunto de que apoye cambios ambiciosos en la gobernanza.
Lo que ponen de relieve estos estudios y los demás basados en un estrecho conocimiento empírico de los procesos en marcha es el carácter indeterminado de la aparición de nuevos espacios políticos para el cambio y, por tanto, la importancia crítica de prestar especial atención a los enfoques metodológicos adoptados, así como una sólida comprensión de las condiciones específicas que en cada situación concreta pueden configurar la ampliación o, alternativamente, el estrechamiento del espacio político.
NV: ¿Y cuál es el papel de las instituciones locales y de la legalidad consuetudinaria en el entramado de empresas extractivas, estados y otros actores nacionales e internacionales? ¿Cuáles son los resultados de esta situación, esto es, gobernanza privada en las zonas de extracción con empresas controlan y configuran la gobernanza?
BC: Este tema subraya, por un lado, la importancia crítica de los enfoques de investigación de abajo a arriba (bottom-up) y, por otro, el hecho de que los procesos en marcha pueden arrojar resultados que apunten en direcciones opuestas.
Un estudio del número especial de la revista antes citada11 analiza el modo en que las comunidades organizan su resistencia a las explotaciones mineras exigiendo el derecho al consentimiento y al desarrollo autodeterminado. La indagación sobre el modo en que se hacen valer estos derechos, el lenguaje que se utiliza y las reivindicaciones que se formulan, revela carencias de la reforma de la gobernanza minera posterior al apartheid que a menudo no se captan en los análisis amplios y de arriba abajo (top-down) de estos procesos. El planteamiento del autor pone de manifiesto el carácter espacial y territorializado de la gobernanza minera en la Sudáfrica posterior al apartheid. Su contribución distingue dos ámbitos de lucha interrelacionados para llamar la atención sobre distintos aspectos de la resistencia comunitaria a los regímenes mineros impuestos:
1) reafirmaciones estratégicas de subjetividad, costumbre y jurisdicción;
2) prácticas de desarrollo autodeterminado.
En este trabajo, Huizenga analiza la defensa de las comunidades locales y sus luchas por la propiedad, el territorio y la autoridad para ahondar en el complejo campo de poder que constituye la reforma y la innovación de la gobernanza minera. La legislación estatal, sostiene, está siendo cuestionada por los agentes locales y el activismo jurídico transnacional. Aunque reconoce que cada escala de la política tiene sus propios efectos políticos, al centrarse en la naturaleza entrelazada de las formas territoriales, regionales, nacionales y transnacionales del derecho, la política y el gobierno, muestra que múltiples estructuras e instituciones interactúan a través de la política transnacional. Huizenga ilustra que, si la gobernanza minera es cada vez más transnacional, también lo es la resistencia y la organización de las comunidades. Las comunidades demandantes como Xolobeni invocan el "derecho consuetudinario vivo" para fundamentar sus reivindicaciones de derechos sobre la tierra en una concepción del derecho «tal y como se practica en la vida cotidiana de los pueblos que acceden y gestionan la tierra y los recursos colectivamente y que introducen cambios en sus leyes consuetudinarias en respuesta a las cambiantes condiciones sociales y económicas». El autor sostiene que el concepto de "derecho consuetudinario vivo" es un posicionamiento estratégico que incorpora nociones del derecho internacional de los derechos indígenas junto con el derecho consuetudinario de forma que permite a las comunidades constituirse como actores políticos al tiempo que eluden la autoridad antidemocrática de los jefes tradicionales.
Este estudio sugiere que, aunque la distribución racial y la economía política de la minería en Sudáfrica se han resistido increíblemente al cambio y los pueblos rurales siguen soportando la violencia de la extracción de minerales, se están produciendo ciertos cambios importantes. El autor sostiene que la lucha política y social, articulada en parte mediante luchas en los tribunales, ha tenido efectos materiales en la medida en que se ha detenido la minería y ha abierto un espacio para la declaración de reivindicaciones alternativas a la comunidad, la propiedad, el territorio y el consentimiento. El autor añade que la batalla judicial de Xolobeni debe leerse en el contexto más amplio de las luchas comunitarias contra la minería que tienen lugar en todo el país y concluye que es en estos esfuerzos de contestación donde se ilustran más claramente las prioridades de la reforma de la gobernanza minera en un Estado en transición.
En su contribución al mismo número,12 David Szablowski también examina cómo el derecho consuetudinario y el indígena están siendo impugnados en las luchas por la gobernanza extractiva. Más concretamente, analiza cómo las empresas extractivas han desarrollado un conjunto de prácticas de gobernanza para dar forma a la legalidad local en las zonas que rodean los emplazamientos de las operaciones extractivas. Las empresas tratan de hacerlo para producir territorios que faciliten la extracción de recursos de acuerdo con las necesidades y preferencias de las empresas transnacionales. Las comunidades, sus sistemas de gobernanza y su capacidad de acción colectiva pueden poner en peligro este proyecto. Las comunidades rurales de las regiones ricas en recursos suelen gobernar aspectos sustanciales de la vida cotidiana a través de instituciones jurídicas locales y consuetudinarias. Estas instituciones funcionan de forma semiautónoma con respecto a la gobernanza estatal, que puede reconocerlas, ignorarlas u oponerse a ellas. Los estados suelen conceder autoridad legal a las empresas extractivas asignándoles derechos formales que prevalecen sobre los sistemas de gobernanza locales; sin embargo, las autoridades estatales suelen dejar en manos de las empresas extractivas la tarea de relacionarse con los actores locales para hacer efectivos sus derechos. En consecuencia, las empresas extractivas deben tratar con actores cuyos puntos de referencia proceden en parte de la legalidad local, indígena y consuetudinaria.
Leídos conjuntamente, estos dos últimos artículos sugieren dos vías alternativas para las comunidades y la legalidad local frente a la extracción. El primero muestra cómo las comunidades sudafricanas y sus aliados han podido influir en los tribunales nacionales para que se reconozca la autoridad territorial basada en la gestión colectiva de los espacios jurídicos locales. El segundo estudio, en cambio, se centra en los contraprocesos que pretenden cortar este tipo de conexiones y cerrar estas oportunidades. Este segundo estudio muestra cómo los instrumentos y estrategias de relaciones comunitarias de las empresas extractivas pueden tener como objetivo impedir el acceso a espacios jurídicos extra locales que podrían ayudar a proporcionar las herramientas y el apalancamiento para el desarrollo autodirigido y la autoridad local sobre la justicia.
NV: Mientras que la mayoría de los investigadores se centran en las luchas sobre los modos de gobernanza en el sector de las IE, en su artículo publicado en la revista The Extractive Industries and Society (2019), Hatcher y usted identifican que la lucha verdaderamente importante en los conflictos mineros se dirime en torno al poder estructural, y distinguen entre "modos de gobernanza" y "poder estructural" poder estructural y distinguen entre "modos de gobernanza" y "poder estructural" referido al sector minero. ¿Puede explicarlo con más detalle? Cómo se ejerce el poder (material referido al sector minero. ¿Puede explicarlo con más detalle? ¿Cómo se ejerce el poder (mecanismos materiales e ideológicos) en las zonas extractivas?
BC: De hecho, sostenemos que si uno está interesado en comprender las condiciones que contribuyen a la posibilidad de cambio en la distribución de la autoridad y la influencia, es útil conceptualizar recurriendo a dos nociones: relaciones estructurales de poder y modos de gobernanza.13 En nuestro trabajo, utilizamos el término "relaciones estructurales de poder" para referirnos a la capacidad de crear reglas, normas y modos de funcionamiento esenciales para las distintas dimensiones de un sistema concreto, ya sea nacional o internacional. En cuanto al concepto de modos de gobernanza en el sector minero, lo utilizamos para referirnos a la suma de las formas de regulación de cada una de las dimensiones relacionadas (económica, social, política y medioambiental) que determinan, en cualquier período o lugar dado, las condiciones de explotación de los recursos mineros. Estas formas son multiescalares e incluyen formas de regulación tanto nacionales como transnacionales. El concepto pretende ayudar a los analistas a centrarse en las relaciones sociales específicas que están en la base de los acuerdos institucionales, así como en el papel de los actores implicados en los procesos de toma de decisiones que emanan de estos acuerdos. También subraya la necesidad de tener en cuenta cómo interactúan las formas de regulación con los mecanismos institucionales, las relaciones de poder y la influencia. Las relaciones estructurales de poder y los modos de gobernanza también ayudan a poner de relieve la existencia de cambios en la práctica y, como consecuencia, la posible formación de nuevos espacios políticos. En otras palabras, los cambios que se producen en circunstancias específicas han conllevado nuevos acuerdos políticos que implican a las élites políticas y a otros grupos que, en consecuencia, sugieren la posibilidad de cambios en los modos de gobernanza y, con estos cambios, el inicio de una transformación en las relaciones de poder entre los agentes implicados.
La decisión de tratar cada uno de estos conceptos separadamente nos ha permitido rastrear una dinámica más profunda en las luchas que están teniendo lugar en la resistencia a la gobernanza extractiva. En general, las personas analistas y estudiosas se centran en las luchas sobre los modos de gobernanza, es decir, los marcos normativos y los acuerdos institucionales que rigen la minería. Sin embargo, como se argumenta más arriba, la verdadera lucha que está teniendo lugar en estos conflictos es en torno al poder estructural: la capacidad de configurar las normas a largo plazo.
En cuanto a cómo se ejerce el poder −los mecanismos materiales e ideológicos− en las zonas extractivas, podemos ilustrar esta cuestión refiriéndonos a la influencia de los agentes transnacionales que intervienen en los procesos de decisión de los actores nacionales para contribuir a conformar los resultados de los procesos en el país. Esta fue una dimensión central del programa de investigación que acabamos de concluir sobre «Acceso a la sanidad pública, ingresos de la minería y políticas públicas» en dos países de África Occidental, Malí y Burkina Faso, que poseen una considerable riqueza mineral. Aunque la influencia de las empresas puede adoptar numerosas formas, a continuación, se ofrecen algunos ejemplos de cómo se ejerce el poder.
- La configuración de espacios de toma de decisiones y agendas. En ocasiones, estos espacios pueden verse erosionados por influencias y presiones externas. Las influencias y presiones externas pueden ser indirectas (encuestas del sector como las del Fraser Institute, el Investment Attractiveness Index y el EY Top 10 Business Risks Facing Mining and Metals), o directas (a través de la participación en negociaciones reales de nuevos códigos mineros en las que la Cámara de Minas, las empresas, las IFI y las embajadas pueden desempeñar un papel mucho más destacado que la sociedad civil o las organizaciones de mineros artesanales). El resultado de esta influencia empresarial es la perpetuación de marcos regulatorios fiscales muy atractivos que privan a los estados de importantes fuentes de ingresos. Entre las medidas concretas se incluyen las exenciones fiscales discrecionales y no esenciales; el incumplimiento de cláusulas que reducen el periodo de estabilidad establecido en el código minero más reciente; la negociación por parte de las empresas de regímenes fiscales específicos definidos por acuerdos bilaterales para empresas mineras concretas, en lugar de someterse al régimen fiscal que regula todas las actividades mineras.
- La influencia de actores privados externos está presente no solo en la formulación de nuevos marcos regulatorios, sino también a la hora de asegurar que sus actividades queden exentas de ciertos aspectos en la implementación de los marcos.
- En ocasiones, se da prioridad a los contratos mineros sobre los marcos reguladores nacionales.
- Pueden surgir problemas de trazabilidad inadecuada, problemas de acceso a la información y, más en general, problemas de transparencia en la gestión de los ingresos mineros a escala nacional.
Nuestra investigación buscaba documentar dichas presiones y la capacidad de influencia, pero también proponer medidas para contrarrestarlas. A un nivel más analítico, nuestro enfoque intenta comprender la posibilidad de cambio en la distribución de la autoridad y la influencia y, por tanto, de la aparición de los cambios en la distribución de las relaciones estructurales de poder, centrándose en la reproducción de los modos de gobernanza. Esto nos lleva a conclusiones que difieren en ocasiones de las de los estudiosos que identifican y se centran en un núcleo inmutable de acuerdos institucionales extractivistas y, en consecuencia, subrayan la permanencia de las instituciones de gobernanza.
NV: La IE tiene un largo historial de violencia, represión y criminalización, que se está convirtiendo en una tendencia mundial. ¿Cómo valora la relación entre la IE y los derechos humanos? ¿Está tendencia crece y se afianza a medida que crece el extractivismo? ¿O podemos identificar señales o formas que contrarrestan esta tendencia?
BC: Esta pregunta es clave y plantea varias dimensiones. La criminalización de los defensores de los derechos humanos y del medio ambiente en el sector extractivo va claramente en aumento.14 En el centro de esta tendencia se encuentran temas de transparencia, información, rendición de cuentas y sobre todo ello, relaciones de poder asimétricas. Con el fin de ganar legitimidad y “licencia social” para operar, las compañías extractivas se han embarcado durante años en una amplia gama en constante evolución de medidas voluntarias de RSC. Como es cada vez más reconocido, esas medidas son totalmente inadecuadas ya que no cuestionan el modelo extractivo que está en el origen de los problemas de legitimidad que encaran las compañías. Debido a las presiones de las comunidades afectadas y de las organizaciones de la sociedad civil en los países afectados, o de los países de origen de las empresas y de las organizaciones internacionales de la sociedad civil, se han producido algunos avances para incorporar medidas legislativas que garanticen la rendición de cuentas. Por ejemplo, varios países de Europa (Francia, Alemania, Países Bajos y Noruega) están adoptando leyes para hacer obligatoria la diligencia debida en materia de derechos humanos, y la Unión Europea está desarrollando una legislación similar. Dado que la mayoría de estas leyes exigen que las empresas actúen con cautela para prevenir daños ambientales, generalmente se las conoce como leyes obligatorias de derechos humanos y debida diligencia ambiental. Sin embargo, en otros lugares, por ejemplo en Canadá, a pesar de varias décadas de esfuerzos, se ha progresado poco para lograr el reconocimiento por parte del Gobierno de su responsabilidad de obligar a las empresas a que rindan cuentas por supuestas violaciones de los derechos humanos y el incumplimiento de las obligaciones relativas al medio ambiente a pesar del hecho de que estas empresas se benefician de marcos fiscales y regulatorios muy favorables y, en ocasiones, de importantes cantidades de financiación pública. La razón de este impasse es claramente el puro poder político que tiene el sector sobre el aparato de toma de decisiones del país. Entre otros ejemplos de esta observación está la capacidad de las dos grandes asociaciones mineras canadienses de movilizar a los grupos de presión para influir en los votos de los parlamentarios. Por poner solo un ejemplo, cuando se intentó fortalecer los poderes de la propuesta Defensora del Pueblo de Canadá para la Conducta Empresarial Responsable (CORE), según la Oficina del Comisionado de Lobby de Canadá, durante el período crítico de toma de decisiones (enero de 2018 a abril de 2019), las dos asociaciones mineras de Canadá se comunicaron 530 veces con quienes debían tomar las decisiones y funcionarios políticos de alto rango para influirlos sobre este tema. En consecuencia, a pesar de las múltiples formas de apoyo público que ofrece a las empresas del sector extractivo, Canadá todavía no cuenta con mecanismos para responsabilizar a las empresas registradas en Canadá por las implicaciones para los derechos humanos y las consecuencias ambientales de sus actividades en el extranjero.
Por ello, y en vista de la frecuente ausencia de posibilidad de obtener reparación de las instituciones en su propio país, aunque es un proceso largo y muy costoso, una vía emergente es buscar reparación en los tribunales del país de origen de la empresa implicada. Este proceso, conocido como litigio transnacional, tiene el potencial de transformar las implicaciones de las políticas de RSC, introduciendo una responsabilidad real en lo que en el pasado ha sido esencialmente un ejercicio retórico. En el caso de Canadá, por ejemplo, los litigios transnacionales han introducido una interpretación distinta del deber de diligencia de la empresa matriz en la jurisprudencia, creando un contexto propicio para los demandantes.15 En un caso llevado ante los tribunales canadienses, Choc v. Hudbay, personal de seguridad presuntamente disparó contra aldeanos maya-q’eqchi’ mientras protestaban contra el proyecto minero Hudbay en Guatemala. Un maestro de escuela y activista maya-q’eqchi’ fueron asesinados y muchas mujeres maya-q’eqchi’ fueron violadas. La moción de la empresa para desestimar las reclamaciones se basó en que una empresa matriz no tiene el deber de diligencia hacia aquellos perjudicados por las acciones de su filial. Sin embargo, el tribunal canadiense −el Tribunal Superior de Justicia de Ontario− determinó que la empresa Hudbay Minerals había establecido una relación de proximidad entre ambas partes al comprometerse públicamente con la RSC en Guatemala y adoptar los Principios Voluntarios en Seguridad y Derechos Humanos, por lo que desestimó la moción de la empresa. La petición inicial se presentó en Canadá en 2010 y el caso aún está en curso.
A falta de otras vías para buscar reparación, el litigio civil transnacional es una opción destacada. Sin embargo, presenta serios problemas, por ejemplo, en relación con su accesibilidad para las víctimas de abusos contra los derechos humanos, su impacto en la jurisdicción de los países anfitriones y el tiempo y costo de dicho proceso para buscar reparación en los tribunales del país de origen de la empresa.16 Donde aún no existe, lo que se necesita urgentemente es la introducción de obligaciones legisladas en los países de origen que establezcan que las empresas podrían enfrentar responsabilidad si contribuyen de alguna manera a violaciones de derechos humanos en el extranjero. La legislación inspirada en este modelo impondría amplias obligaciones de debida diligencia a las empresas constituidas en Canadá o que realicen negocios en Canadá. Es de vital importancia centrarse en las obligaciones de los gobiernos del país de origen de la empresa. Iría de la mano de los numerosos esfuerzos de las comunidades afectadas para buscar reparación de violaciones de derechos humanos o poner fin a proyectos que son destructivos para el medio ambiente. Cabe subrayar que las iniciativas en este sentido son numerosas y en ocasiones exitosas, como en el caso de los ciudadanos ecuatorianos que votaron a favor de detener el desarrollo de todos los nuevos pozos petroleros en el parque nacional Yasuní, en el Amazonas, una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta.17 En el mismo país, en agosto de 2023, habitantes de Quito fueron convocados a participar en un referéndum sobre la prohibición de la minería a cualquier escala en los bosques del Chocó. Según el Consejo Nacional Electoral (CNE), el 68% de los electores expresó su apoyo a la prohibición, mientras que solo el 31% estuvo a favor de permitir la minería. La prohibición de la minería se aplicará a las 124.000 hectáreas de la Comunidad Andina del Choco, compuesta por las localidades rurales de Calacali, Gualea, Nanegal, Nanegalito, Nono y Pacto.18 Estos resultados merecen especial atención porque revelan el deseo de los ciudadanos, cuando en realidad son consultados, de un modelo de desarrollo diferente, basado en alternativas de vida más sostenibles.
Nuria del Viso es editora de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global y miembro de FUHEM Ecosocial.
NOTAS:
1 Más información en Lynda Hubert Ta y Bonnie Campbell, «Environmental protection in Madagascar: Biodiversity offsetting in the mining sector as a corporate social responsibility strategy» (2023), The Extractive Industries and Society. 15, disponible en: https://doi.org/10.1016/j.exis.2023.101305
2 Véase Banco Mundial, Strategy for African Mining, Documento Técnico del Banco Mundial núm. 181, Africa Technical Department Series, Unidad de Minería, División de Industria y Energía, Banco Mundial, Washington, DC, 1992.
3 Comisión Económica para África de las Naciones Unidas, Minerals and Africa's Development, The International Study Group Report on Africa's Mineral Regimes", UNECA, 2011.
4 Bonnie Campbell y Pascale Hatcher, «Neoliberal reform, contestation and relations of power in mining: Observations from Guinea and Mongolia», The Extractive Industries and Society, vol. 6, núm. 3, julio de 2019, pp. 642-653, disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2214790X18301989
5 Véase, por ejemplo, The "Canada Brand" Violence and Canadian Mining Companies in Latin America, Osgoode Legal Studies Research Paper núm. 17/2017, disponible en: https://papers.ssrn.com/s ol3/papers.cfm?abstract_id=2886584 ; y también Isabel Orellana et al., «Une cartographie de conflits socio-écologiques associés à l'extractivisme dans une perspective critique d'éducation relative à l'environnement», Éducation relative à l’environnement, Open Editions Journal, vol. 17-2, 2022, disponible en: https://journals.openedition.org/ere/9315
6 Véase, por ejemplo, «Mines: Des installations et des gros engins de la société True Gold incendiés par les populations», Le Faso.net, 15 de enero de 2015, disponible en: https://lefaso.net/spip.php?article62789
7 Disponible en: https://lequotidien.sn/marche-pacifique-a-niokolo-mako-les-populations-exigent-de-pmc-a-respecter-sa-rse/
8 David Szablowski y Bonnie Campbell (eds.), «Contesting Extractive Governance: Power, Discourse, Violence, and Legality», The Extractive Industries and Society, vol. 6, núm. 3, julio de 2019, disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2214790X19301479
9 Elisa Aron, Anthony Bebbington y Juan Luis Dammert, «NGOs as innovators in extractive industry governance. Insights from the EITI process in Colombia and Peru», The Extractive Industries and Society, vol.6, núm. 3, 2019, pp. 665-674, disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2214790X18301771
10 Ibidem.
11 Daniel Huizenga, «Governing territory in conditions of legal pluralism: Living law and free, prior, and informed consent (FPIC) in Xolobeni, South Africa», The Extractive Industries and Society, vol.6, núm. 3, 2019, disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2214790X18301102
12 David Szablowski, «Legal enclosure' and resource extraction: Territorial transformation through the enclosure of local and indigenous law», The Extractive Industries and Society, vol.6, núm. 3, 2019, disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2214790X18302806
13 Campbell y Hatcher, 2019, op. cit.
14 Véase Moira Birss, Criminalizing Environmental Activism, Informe de NACLA sobre las Américas, vol. 49, núm. 3, 2017, pp. 315-322, disponible en: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/10714839.2017.1373958
15 Véase el artículo de próxima aparición: E.R. Grégoire et al., «Ecosystemic Approaches to Extractive Business and Human Rights Issues», Revue québécoise de droit international, en prensa.
16 Ibidem.
[17] Véase Dan Collyns, «Ecuadorians vote to halt oil drilling in biodiverse Amazonian national park», The Guardian, 21 de agosto de 2023, disponible en: https://www.theguardian.com/world/2023/aug/21/ecuador-votes-to-halt-oil-drilling-in-amazonian-biodiversity-hotspot
[18] «Ecuadorians vote against mining in Choco Andino», Telesur, 21 de agosto de 2023, disponible en: https://www.telesurenglish.net/news/Ecuadorians-Vote-Against-Mining-in-Choco-Andino-20230821-0015.html
Descarga el texto completo en formato pdf: Entrevista a Bonnie Campbell
Justicia ecológica para la Tierra
"Necesitamos un nuevo enfoque sobre las relaciones ser humano-naturaleza. La justicia ecológica promueve la equidad con el medio, con las próximas generaciones y con otras especies."
Nueva sesión de los Debates para un pensamiento inclusivo, ciclo de encuentros para reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles.
Organizado por la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial con la Casa Encendida de Fundación Montemadrid, esta sesión que tendrá lugar el próximo martes 3 de diciembre de 2024, a las 18 h., propone abordar algunos de los elementos clave que hay detrás de la emergencia de un nuevo campo de la justicia centrado en los derechos de la naturaleza.
La crisis ecosocial nos interpela, entre otras cosas, sobre el modo en el que tenemos que afrontar nuestras relaciones con la naturaleza, ya que una de las dimensiones más relevantes de esta es precisamente la forma en la que nos apropiamos de la misma y los impactos asociados.
En ese sentido, con frecuencia, se ha apelado a los valores instrumentales que soportan los distintos códigos éticos de comportamiento individual, o que constituyen la base de la regulación de las relaciones entre seres humanos en las que media algún aspecto relacionado con la naturaleza. Este ha sido el ámbito tradicional del derecho y de la justicia ambientales. Sin embargo, esta forma de las relaciones entre el ser humano y la naturaleza en la que esta es un objeto de la relación entre humanos, y no es un sujeto con intereses propios está cada vez más puesta en entredicho, y es claramente insuficiente.
Fruto de esta insatisfacción se está produciendo la emergencia de una justicia ecológica, donde son centrales los valores intrínsecos de la naturaleza que, más allá del inevitable antropocentrismo epistemológico, confieren calidad de sujeto de derechos a la naturaleza sobre la base de sus propios intereses, que necesitan ser representados y defendidos, como lo son ya los de los humanos.
Las manifestaciones de que algo nuevo se está gestando en el mundo de la justicia para salir del antropocentrismo en el que está sumida son ya muchas y muy diversas. Y la fuerza con la que esta nueva corriente recorre los recovecos del derecho es impactante. Así, incluso el derecho constitucional está siendo ya permeado por estos nuevos aires en las relaciones ser humano-naturaleza, como se demuestra, por ejemplo, en los casos de los textos constitucionales de Ecuador (2008) o de Bolivia (2009), incluso en la redacción de la fallida propuesta de constitución sometida a referéndum en Chile, o en multitud de resoluciones de tribunales constitucionales en diversos países del mundo.
Intervienen:
Rodrigo Míguez Núñez, profesor en la Universidad del Piamonte Oriental (Italia).
Valeria Berros, profesora en la Universidad Nacional del Litoral (Argentina).
Leticia Alburquerque, profesora en la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil).
Presenta y modera:
Pedro Lomas, FUHEM Ecosocial.
El evento es gratuito, necesita registro previo y se desarrollará en una sala Zoom de la Casa Encendida.
Regístrate en: https://www.lacasaencendida.es/encuentros/justicia-ecologica-para-la-tierra?eventId=4961
Una vez realizada la inscripción, y antes de la sesión, recibirás un correo electrónico de confirmación con los datos de acceso al encuentro.
Acceso a las anteriores sesiones del ciclo Debates de pensamiento inclusivo.
Este evento se organiza alrededor de la justicia ecológica, tema que, en sus distintas vertientes, se trata a fondo en el número 167 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global. Este número otoñal de la revista da voz a algunos de los investigadores del proyecto europeo Interdisciplinary Approaches on Ecological Justice (Speak4Nature), en el que participa el área ecosocial de FUHEM. Para más información sobre los contenidos y avances del mismo, se puede consultar: https://www.speak4nature.eu/.
Sustentabilidad y transiciones ordenadas
Convocatoria de ayudas “Línea A” del Ministerio para la Transición ecológica y el reto democrático. para el desarrollo de actividades de interés general consideradas de interés social, en el ámbito de la investigación científica y técnica y protección al medio ambiente en materias de competencia estatal.
El proyecto «Sustentabilidad y transiciones ordenadas» busca contribuir a una transición ecológica justa que promueva el bienestar social y el desarrollo de cuantas capacidades y libertades permitan salvaguardar la calidad de vida de las personas. Para ello, resulta preciso evaluar el modo de vida en la sociedad española y sus consecuencias socioecológicas para orientar la transformación del modelo productivo y social, inspirar políticas públicas y cambios en prácticas y comportamientos sociales y ofrecer un acervo de conocimientos y herramientas para facilitar una transición ordenada.
En este sentido, se hace imprescindible mostrar la importancia de los vínculos de la biodiversidad con la prosperidad humana, discernir las mejores estrategias de conservación del medio natural, evaluar las actuaciones de adaptación frente a las principales amenazas del cambio climático, poniendo el foco en las condiciones de vida de la población y en las instituciones e infraestructuras necesarias en las que esa vida se desenvuelve y, especialmente, en las prácticas agroalimentarias por sus implicaciones en la seguridad alimentaria y el equilibrio territorial del país. Se hace igualmente necesario profundizar la discusión pública de estas cuestiones, sensibilizando a la ciudadanía ante el desafío de la transición ecológica y el reto demográfico y, especialmente, a la comunidad educativa, proporcionando materiales y experiencias didácticas innovadoras basadas en la construcción colectiva del conocimiento y el aprendizaje activo.
Objetivo general: Evaluar el modo de vida en la sociedad española y sus consecuencias socioecológicas, sensibilizando a su población ante el desafío de la transición ecológica y el reto demográfico, especialmente entre la comunidad educativa en los ámbitos de la alimentación y los desequilibrios territoriales.
Objetivos específicos:
- Caracterizar el modo de vida de la sociedad española y las tendencias que lo atraviesan para evaluar sus impactos socioambientales sobre la calidad de vida de las personas.
- Profundizar en la importancia que para la sostenibilidad tiene conocer, comprender y comunicar los vínculos recíprocos que existen entre la biodiversidad y la prosperidad humana, dando a conocer las principales evidencias científicas, analizando los principales efectos que la crisis de biodiversidad tiene sobre la integridad de los ecosistemas y la salud de la población y explicitando los principales debates sobre las diferentes estrategias de conservación de la naturaleza.
- Identificar las principales amenazas que se ciernen sobre la calidad de vida de la población española asociadas al cambio climático, así como las condiciones sociales (infraestructuras, espacios físicos u organizaciones e instituciones) para hacerlas frente favoreciendo relaciones y redes sociales capaces de promover valores y comportamientos que incrementen la resiliencia de las comunidades.
- Analizar las prácticas y el modelo agroalimentario existente para facilitar una transición en ese ámbito que sea justa, segura y sostenible.
- Estudiar los desequilibrios territoriales y los riesgos de una transición energética y alimentaria que no tenga en suficiente consideración las necesidades y los problemas de la España vaciada.
- Incorporar al ámbito educativo, a través de la definición de situaciones específicas de aprendizaje y programaciones adaptadas a la LOMLOE, las problemáticas y los desafíos anteriormente planteados.
PAPELES 167: La Tierra clama Justicia Ecológica
La crisis ecosocial también nos interpela sobre el modo en el que tenemos que afrontar nuestras relaciones con la naturaleza, ya que una de las dimensiones más relevantes de esta es precisamente la forma en la que nos apropiamos de la misma y los impactos asociados.
Con frecuencia, se ha apelado a los valores instrumentales que soportan los distintos códigos éticos de comportamiento individual, o que constituyen la base de la regulación de las relaciones entre seres humanos en las que media algún aspecto relacionado con la naturaleza.
Este ha sido el ámbito tradicional del derecho y de la justicia ambientales. Sin embargo, esta forma de las relaciones entre el ser humano y la naturaleza en la que esta es un objeto de la relación entre humanos, y no es un sujeto con intereses propios está cada vez más puesta en entredicho, y es claramente insuficiente.
Fruto de esta insatisfacción se está produciendo la emergencia de una justicia ecológica, donde son centrales los valores intrínsecos de la naturaleza que, más allá del antropocentrismo epistemológico inevitable de ser valores humanos, confieren calidad de sujeto de derechos a la naturaleza sobre la base de sus propios intereses, que necesitan ser representados y defendidos, como lo son ya los de los humanos.
El número 167 de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global aborda algunos de los elementos clave que hay detrás de la emergencia de este nuevo campo de la justicia.
Abre la revista la INTRODUCCIÓN del doctor en Ecología e investigador del área ecosocial Pedro L. Lomas.
A FONDO examina algunos de los principales debates en el ámbito de la naciente justicia ecológica a través de los artículos de Rodrigo Míguez Núñez, Valeria Berros, Digno Montalbán Zambrano, Leticia Alburquerque, Adriana Biller Aparicio y Gabrielle Tabares Fagundez, Ezio Costa Cordella, Nuria del Viso y Breno Bringel.
La sección REFERENTES también indaga acerca de esos nuevos valores y sus derivadas ecosociales, a través de la vida de la activista hondureña Berta Cáceres, de la mano de Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera, profesora y activista de referencia en el ámbito del ecofeminismo europeo.
ACTUALIDAD incluye un trabajo sobre desigualdad y justicia en la adaptación al cambio climático de Francisco Heras Hernández, En EXPERIENCIAS, Jesús Pagán nos presenta la propuesta de los Termopolios en el ámbito de la transición alimentaria. Linda Bustillos y Vladimir Aguilar abordan en ENSAYO la cuestión de la plurinacionalidad en las relaciones internacionales y el derecho, así como sus consecuencias en las relaciones entre pueblos y Estado en Latinoamérica. Cierra el número nuestra sección LECTURAS.
A continuación, ofrecemos el SUMARIO de la revista y el acceso a texto completo de la Introducción y el artículo de Digno Montalbán Zambrano sobre cómo el derecho puede transformar nuestra relación con la tierra. Y si quieres saber un poco más del contenido de cada artículo, no te pierdas la sección RESÚMENES.
INTRODUCCIÓN
El clamor de la Tierra por una justicia ecológica, Pedro L. Lomas.
A FONDO
Justicia y derecho ecológico: apuntes para una transición en acto, Rodrigo Míguez Núñez.
Entramados jurídicos de protección de la naturaleza: diálogos y tensiones, Valeria Berros.
Más allá del ser humano: cómo el derecho puede transformar nuestra relación con la tierra, Digno Montalván Zambrano.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el caso de la asociación de Señoras por el Clima contra Suiza, Letícia Alburquerque, Adriana Biller Aparicio y Gabrielle Tabares Fagundez.
Ambientalismo para pobres diablos: Escazú y el ambientalismo en América Latina y el Caribe, Ezio Costa Cordella.
Los relatores especiales de la ONU y su papel frente a los derechos de la naturaleza y la justicia ecológica, Nuria del Viso.
Democracia energética y justicia (ecológica) global contra el gatopardismo fósil, Breno Bringel.
ACTUALIDAD
La adaptación al cambio climático desde una perspectiva social: el enfoque de la adaptación justa, Francisco Heras Hernández.
EXPERIENCIAS
La propuesta de los termopolios, Jesús Pagán.
ENSAYO
El dilema de la plurinacionalidad para el Derecho Internacional y las Relaciones Internacionales. El derecho de los Estados versus el derecho de los Pueblos Indígenas en América Latina, por Linda Bustillos, Vladimir Aguilar.
REFERENTES
Berta Cáceres. Un legado vivo, Yayo Herrero.
LECTURAS
Enseñar comunidad. Una pedagogía de la esperanza, Bell Hooks.
Charo Morán
Las verdades incómodas de la transición energética, Manuel Casal Lodeiro.
José David Sacristán
Migraciones climáticas, Beatriz Felipe.
Nuria del Viso
No hemos odiado a los pobres. Cien cartas en su centenario (1923-2023), Lorenzo Milani.
Santiago Álvarez Cantalapiedra
Notas de lectura
Salvador López Arnal, la humildad de un sabio, José Sarrión Andaluz e Iñaki Vázquez Álvarez (eds).
Nuevo tiempo de actuar para la paz, Fundación Seminario de Investigación para la Paz.
Información y compras:
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El clamor de la Tierra por una justicia ecológica
El número 167 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global abre con un texto introductorio de Pedro L. Lomas que bajo el título El clamor de la tierra por una justicia ecológica1, plantea la insatisfacción con el antropocentrismo como marco para el derecho y la justicia ambientales, lo que se concreta en la creciente necesidad que surge en distintos ámbitos de afrontar las relaciones ser humano-naturaleza más allá de los valores instrumentales y la ética individualista que promueven estos. De esta insatisfacción está emergiendo unos nuevos derecho y justicia ecológicos que, aunque con un cierto antropocentrismo epistemológico inevitable, pretenden superar este marco, generando todo tipo de herramientas innovadoras.
A continuación, ofrecemos el texto completo del artículo, al final del cual se podrá acceder a la descarga del mismo.
El desarrollo económico en un contexto capitalista y las distintas repercusiones de este sobre los ecosistemas a todas las escalas y en diversos ámbitos (sobre los ciclos biogeoquímicos del planeta, sobre la biodiversidad, sobre el clima, etc.) es el factor más explicativo de la grave crisis ecosocial que estamos viviendo. Y no sólo por los efectos que directamente estamos sufriendo en la actualidad (aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, aceleración del ritmo de aparición de enfermedades a escala global, etc.), sino también por la propia naturaleza de esta afección. Así, mientras que algunos aspectos de dicho desarrollo conciernen directamente al estado de las cosas, a su coyuntura en un momento determinado, la afección a los ecosistemas está, a su vez, relacionada con las propias condiciones de posibilidad de todos los seres vivos. Es decir, que atañe a las condiciones de habitabilidad del planeta para el conjunto de nuestra especie, pero también, y en este contexto este matiz es relevante, las que se refieren a otros seres vivos, que están adaptados biológicamente a las condiciones ambientales actuales. Es la ecodependencia o interdependencia entre los distintos seres vivos lo que aquí se manifiesta directamente.2
Grietas en las bases antropocéntricas de nuestras relaciones con la naturaleza
La ecodependencia no se caracteriza, por tanto, por una mera relación de intercambio entre un productor (los ecosistemas) y un consumidor (el ser humano), en la que este último satisface sus necesidades para alcanzar el bienestar (humano), como es frecuentemente caricaturizada. Y dado que la ecoindependencia es físicamente imposible en nuestro mundo, la palabra clave que caracteriza inequívocamente esta relación frente a otras posibles relaciones es la de dependencia. Siendo el ser humano una parte de la naturaleza, existe entre ambos una relación de dependencia que se establece en una sola dirección: el ser humano depende de la naturaleza para su supervivencia, y no al revés. Y esa dependencia se sustancia en los límites ecológicos de distinta índole que el planeta impone a cualquier régimen de metabolismo social que pretenda ser sostenido en el tiempo.3
Esta constatación de la ecodependencia de los seres vivos tiene multitud de consecuencias prácticas. De entre todas ellas, dos serán las que aquí se destaquen inicialmente.
En primer lugar, el hecho de que se trata de un aspecto de la crisis ecosocial cuya resolución no se puede posponer a mejores momentos en el panorama económico (cuando el desarrollo económico esté en una cierta fase) o a determinadas condiciones ideales en el ámbito social (cuando haya conciencia generalizada del problema). Asunciones que subyacen al enfoque de sostenibilidad débil, en el que la determinación del rumbo correcto de las relaciones entre el ser humano y la naturaleza se deja en las manos (invisibles) de una ética más “verde” para las tareas de la producción o el consumo, con el soporte del progreso técnico y el desarrollo económico.4
Pero esa ecodependencia también implica poner sobre la mesa explícitamente lo problemático que resulta el enfoque antropocéntrico habitualmente aplicado en la caracterización de estas relaciones ser humano-naturaleza.5 Así, el espacio de actuación para afrontar la crisis ecosocial no queda delimitado exclusivamente por el marco de las meras relaciones entre seres humanos y sus distintas derivadas, en las cuales la naturaleza juega un papel de objeto para su reparto (fetichismo de la mercancía)6 más o menos justo entre generaciones y territorios, sino que involucra a otros seres vivos e intereses más allá de aquellos que habitualmente nos interpelan.
Consecuentemente, es necesario abordar una nueva forma de relacionarnos con la naturaleza, de tomar conciencia de su valor intrínseco. Desde la “naturaleza para nosotros o entre nosotros”, las acciones para afrontar la crisis ecosocial y establecer unas relaciones más virtuosas con la naturaleza se desplazarían hacia un verdadero “nosotros como parte de la naturaleza”, más acorde con la verdadera esencia del concepto de ecodependencia.
Ética ecológica y valores intrínsecos: rompiendo con la instrumentalidad
Así, mientras que el universo de los valores instrumentales, e incluso el de los valores relacionales, es un espacio mucho más explorado,7 se hace crucial profundizar en aquel otro de los valores intrínsecos, es decir, aquellos valores que hacen referencia a los seres vivos y a los ecosistemas, por sí mismos, y no como meros instrumentos al servicio del ser humano. Sin embargo, esta tarea presenta un enorme desafío y no pocas contradicciones en el camino. Parecería imposible deshacerse de un cierto antropocentrismo epistémico a la hora de establecer el valor de la naturaleza, en tanto que éste siempre acaba siendo un valor que establece el ser humano y, por tanto, no deja de ser, en cierto sentido, un valor para el ser humano. No obstante, sí que parece realista distinguir esta versión epistemológica del antropocentrismo de aquella otra versión de lo antropocéntrico en un sentido meramente instrumental. Una que entiende la naturaleza como un simple suministrador de beneficios, con una visión estrecha de la misma como una forma de capital que realiza una serie de funciones, o proporciona unos determinados servicios o contribuciones que hay que gestionar para el bienestar humano, ya sea directamente o en términos monetarios.8
El impulso de una teoría del valor para la naturaleza coherente con estos parámetros (de origen ciertamente antropocéntrico, pero con un enfoque no instrumental), no constituye una tarea sencilla, y afronta numerosos obstáculos. Éstos toman la forma de distintos modos de valoración instrumental, así como de un discurso de pretendida pluralidad, que apuntala más todavía, sin embargo, esta vía antropocéntrica y utilitarista de puesta en valor económico de la naturaleza en todas sus facetas.9 Frente a esta visión instrumental, son muchas las fuentes de valor posibles en el ámbito de los valores intrínsecos, entre ellas algunas como la sintiencia (tienen valor aquellos seres que tienen sentimientos), la integridad ecológica (tienen valor aquellos ecosistemas cuya estructura y funcionamiento es completo, es decir, responden a una identidad característica de esa tipología de ecosistema, en toda su complejidad) o la agencia (tienen valor aquellos seres que son capaces de actuar de modo independiente), por poner algunos ejemplos.
Recorriendo los senderos que convergen hacia una justicia ecológica
Distintas fuentes de valor estas que, en esa búsqueda de una relación virtuosa con la naturaleza que supere la visión meramente antropocéntrica, ayudan a comprender cómo la noción convencional del derecho y la justicia —nuestro derecho a un medio ambiente sano centrado en la regulación de los conflictos, reales o potenciales, entre las personas o entre estas y las instituciones de las que se ha dotado con un trasfondo más o menos natural (justicia ambiental)— resulta claramente deficiente.
En ese sentido, las manifestaciones de que algo nuevo se está gestando en el mundo de la justicia para salir del antropocentrismo en el que está sumida son ya muchas y muy diversas. Y la fuerza con la que esta nueva corriente recorre los recovecos del derecho es impactante. Así, incluso el derecho constitucional está siendo ya permeado por estos nuevos aires en las relaciones ser humano-naturaleza, como se demuestra, por ejemplo, en los casos de los textos constitucionales de Ecuador (2008) o de Bolivia (2009), incluso en la redacción de la fallida propuesta de constitución sometida a referéndum en Chile, o en multitud de resoluciones de tribunales constitucionales en diversos países del mundo.
Especialmente relevantes resultan los debates y polémicas surgidas alrededor de los nuevos sujetos de derechos y los diferentes enfoques que se han adoptado para ampliar su condición de objeto del derecho, desde aquellos más biocéntricos a aquellos otros con de índole más ecocéntrica.10
De este modo, distintas versiones del enfoque biocéntrico vienen siendo utilizadas como argumentos para recalcar la condición moral de organismos no humanos. Aparte de las normas que protegen a los animales domésticos, en tanto que compañeros de vida de seres humanos o a ciertas especies de ganado y su bienestar en vida, hay otras manifestaciones. Son muchos los casos ya en los que individuos pertenecientes a especies distintas de la nuestra, y no asociadas directamente a nuestra vida diaria, han sido considerados no objeto sino sujeto de derechos y, por tanto, sus intereses individuales han sido defendidos frente a la instrumentalidad de sus vidas. Famosos son, por ejemplo, los casos de distintos primates que han adquirido el estado de “personas no humanas” para los tribunales argentinos.
Por otra parte, son también múltiples las formas de ecocentrismo que se han desarrollado a lo largo de los tiempos, y que ahora adquieren centralidad en la tarea de ir más allá de los individuos y establecer las bases para que sean los ecosistemas en su conjunto los que sean sujetos de derecho. Algunas parten de aproximaciones con un carácter más científico-conservacionista, asociadas, en gran medida, a legislación de protección de ecosistemas completos o de procesos naturales, en la línea del enfoque ecosistémico y de ciertas prácticas de restauración ecológica y de renaturalización. Otras, se apoyan en ciertas culturas que no consideran al ser humano como el elemento último de la creación divina, y reconocen el carácter sagrado de ciertos elementos naturales, como ríos o bosques. Y, finalmente, también existen aproximaciones al enfoque ecocéntrico de las relaciones ser humano-naturaleza que se basan en el reconocimiento de ciertas cosmovisiones de pueblos originarios que no conciben la diferencia entre ellos y la naturaleza, sino que se consideran y actúan como naturaleza.
Todas estas manifestaciones, y otras muchas a distintos niveles, son muestra inequívoca de la emergencia de una justicia ecológica que debe abordar sin demora el camino por recorrer más allá del antropocentrismo imperante, en esa tarea no sólo de regular las relaciones entre las personas sino de contribuir a la construcción de sus subjetividades como también corresponde al derecho. Todo un camino para responder al clamor de la Tierra y sus pueblos.
Pedro L. Lomas es investigador del área ecosocial de FUHEM.
Acceso al artículo en formato pdf: El clamor de la Tierra por una justicia ecológica.
NOTAS
1 Este artículo ha sido escrito en el marco del proyecto Speak4Nature, ref. 101086202, del programa Horizon-MSCA-2021-SE-01, financiado por la Unión Europea. No obstante, las ideas y opiniones expresadas son exclusivas del autor y no necesariamente se corresponden con las de la Unión Europea. Ni la Unión Europa ni el programa MSCA se hacen responsables de las mismas.
2 Yayo Herrero, «Miradas ecofeministas para transitar a un mundo justo y sostenible», Revista de Economía Crítica, vol. 16, 2013, pp. 278-307.
3 Johan Rockström et al., «A safe operating space for humanity», Nature, vol 461, 2009, pp. 472-475; Katherine Richardson et al., «Earth beyond six of nine Planetary Boundaries», Science Advances, 9, 2023, 37.
4 Maite Cabeza Gutés, «The concept of weak sustainability», Ecological Economics, vol. 6, núm. 3, 1996, pp. 147-156 y Pedro L. Lomas, «Las falsas soluciones y sus peligros para la sostenibilidad. El caso del ecomodernismo», en José María Enríquez Sánchez et al. (eds.), Repensar la sostenibilidad, UNED, Madrid, 2020.
5 Clarence J. Glacken, Traces on the Rhodian shore: nature and culture in Western thought from ancient times to the end of the eighteenth century, University of California Press, Berkeley and Los Angeles, USA, 1967.
6 Nicolás Kosoy y Esteve Corbera, «Payments for ecosystem services as a commodity fetishism», Ecological Economics, 69 (6), 2010, pp. 1228-1236.
7 Roldan Muradian y Unai Pascual, «A typology of elementary forms of human-nature relations: a contribution to the valuation debate», Current Opinion in Environmental Sustainability, 35, 2018, pp. 8-14.
8 Joaquín Valdivielso, «Value in nature from the perspective of ecological ethics» en Luis Lloredo et al., The theory of justice stemming from the current ecological challenges, Deliverable 2.1. Speak4Nature, 2024.
9 Roldan Muradian y Erik Gómez-Bagghetun, «Beyond ecosystem services and nature's contributions: Is it time to leave utilitarian environmentalism behind?», Ecological Economics, 185, 2021, 107038.
10 Una revisión de estos y otros enfoques se encuentra en el trabajo de Digno Montalbán Zambrano, Naturaleza y derechos. La representación de lo no-humano en la Filosofía, la Política y el Derecho, Tesis doctoral, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Carlos III de Madrid, 2023, disponible en: https://hdl.handle.net/10016/37048
Retos para la sostenibilidad: estrategias para enfrentar el futuro
Retos para la sostenibilidad: estrategias para enfrentar el futuro
En todas partes se habla de sostenibilidad. El término florece por doquier. Cosas y procesos de todo tipo aparecen sin rubor alguno acompañados del apellido sustentable o sostenible. Tan es así, que se define como sostenibles —o sustentables— cuestiones que en esencia no lo son, ni pueden serlo, como por ejemplo la minería o explotación de petróleo sostenibles, o el crecimiento económico sostenible, cuando es obvio que, en un mundo con límites biofísicos finitos, es imposible un crecimiento permanente en el tiempo, es decir sostenible.
Se ha vampirizado el sentido profundo de la sostenibilidad. Su empleo se ajusta a los más diversos intereses, sobre todo económicos: el mercado demanda que los productos sean sustentables para estar a tono con las demandas de la época, podríamos apostillar. La sustentabilidad devino en mero comodín, como muchos otros comodines del fetiche capitalista. Una civilización que, dicho sea de paso, parece tener precisamente la capacidad de vampirizar todo concepto que intente oponerse a la codicia del capital.
Su empleo indiscriminado ha hecho que casi todo pueda ser presentado como sustentable, superando o incluso ignorando el profundo origen del término.
Este nuevo ejemplar de la Colección Dosieres Ecosociales quiere impulsar una discusión sobre los retos de la sostenibilidad.
Enviar enlace a esta dirección:Retos para la sostenibilidad: estrategias para enfrentar el futuro
En estas páginas se recogen algunas de las ponencias y aportes del I Foro Internacional: Retos de la Sostenibilidad, organizado por el Doctorado en Sostenibilidad Territorial, mención en Posdesarrollo del Departamento de Economía, Empresa y Desarrollo Sostenible, Facultad de Economía y Ciencias de la Administración de la Universidad de Cuenca, que tuvo lugar en octubre del año 2023.
El presente libro coordinado por Patricio Carpio Benalcazar y prologado por Alberto Acosta tiene como eje de la discusión la sostenibilidad o la sustentabilidad, se despliegan aquellos elementos contrarios que marcan el debate entre la insostenibilidad y la sostenibilidad, el desarrollo y el Buen Vivir, el universo y el pluriverso, el antropocentrismo y el biocentrismo. Es un esfuerzo colectivo con el que se quiere dar pasos más allá del “post”; prefijo que apenas nos dice lo que no queremos más, en este caso “el desarrollo” y que camina por lo que parece ser un terreno desconocido, pero que tiene muchos elementos que sirven ya de guía para cuestionar el mundo actual superando todas las insensateces tan propias de la Modernidad.
AUTORÍA:
Alberto Acosta. Economista ecuatoriano. Fue ministro de Energía y Minas (2007) y presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Candidato a la Presidencia de la República del Ecuador por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas (2012-2013). Compañero de lucha de los movimientos sociales. Profesor universitario. Autor de varios libros y artículos.
Patricio Carpio Benalcazar. Doctor por la Universidad de Alicante (España) y Magister en Antropología del Desarrollo por la Universidad del Azuay (Ecuador). Sociólogo por la Universidad de Cuenca (Ecuador). Actualmente es director del Programa Doctoral en Sostenibilidad Territorial con mención en Estudios del Postdesarrollo de la Universidad de Cuenca (Ecuador).
María Falconí Abad. Socióloga y Magíster en Género, Ciudadanía y Desarrollo Local por la Universidad de Cuenca (Ecuador). Doctora en Humanidades-Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma del Estado de México. Docente e investigadora de la Universidad de Cuenca e integrante del Grupo de Estudios Interdisciplinarios de Género de la Universidad de Cuenca.
Eduardo Gudynas. Es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo. Ha sido investigador visitante en la Universidad de Munich (Alemania), profesor Arne Naess en la Universidad de Oslo (Noruega) e integrante de la Comisión para la Transformación de la Economía Global del Club de Roma.
Yayo Herrero. Doctora en Ciencias Sociales y Política por la Universidad del País Vasco. Licenciada en Antropología Social y Cultural, Diplomada en Educación Social e Ingeniera Agrícola. En la actualidad es profesora asociada de la Universidad de Cantabria (España), socia-trabajadora de la cooperativa Garúa y profesora colaboradora de la Cátedra Unesco de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible de la UNED (España).
José Efraín Astudillo Banegas. Doctor en Sociología y Antropología por la Universidad Complutense de Madrid (España) y licenciado en Filosofía, Sociología y Economía por la Universidad de Cuenca (Ecuador). Docente e investigador en la Universidad de Cuenca. Coordinador de investigaciones del Programa Doctoral en Sostenibilidad Territorial con mención en Estudios del Posdesarrollo. Miembro del Movimiento Social Cabildo Popular por el Agua de Cuenca (Ecuador).
Enrique Santos Jara. Doctor en Psicología por la KU Leuven (Bélgica), Magister en Antropología del Desarrollo por la Universidad del Azuay y sociólogo por la Universidad de Cuenca (Ecuador). Fue profesor e investigador de las universidades de Cuenca, Machala y Católica de Guayaquil en Ecuador. Actualmente es director de las carreras de psicología de la Universidad UTE (Ecuador).
Paul E. Little. Doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia (Brasil), donde fue profesor y director del Postgrado en Antropología. Especialista en estudios amazónicos, con investigaciones sobre las relaciones ecológicas de los pueblos del bosque dentro del contexto de rápidos cambios en el uso de la tierra. Actualmente trabaja como consultor internacional en políticas territoriales de América Latina.
Santiago Álvarez Cantalapiedra. Doctor en Economía Internacional por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Valladolid (España). Director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global. Miembro del consejo editor de la colección de libros Economía Inclusiva y del consejo de redacción de la Revista de Economía Crítica.
Carlos Quizhpe Parra. Ingeniero ambiental por la Universidad de Cuenca (Ecuador), Magister en Estudios Socioambientales (FLACSO Ecuador) y doctorante en el Programa Doctoral en Sostenibilidad Territorial con mención en Estudios del Postdesarrollo de la Universidad de Cuenca (Ecuador). Especializado en ecología política y conflictos socioambientales, sus publicaciones recientes tratan sobre extractivismo minero, petrolero y la defensa del agua en los Andes.
Puedes consultar nuestros anteriores Dosieres Ecosociales.
En colaboración con el Programa Doctoral Sostenibilidad Territorial con mención en Estudios de Postdesarrollo de la Universidad de Cuenca (Ecuador).
Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
Más allá del ser humano: cómo el derecho puede transformar nuestra relación con la tierra
La sección A FONDO del número 167 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global ofrece un artículo de Digno Montalván Zambrano1 titulado: «Más allá del ser humano: cómo el derecho puede transformar nuestra relación con la tierra», que examina cómo el derecho puede ayudarnos a enfrentar la crisis ecológica, tomando como ejes tres enfoques: el antropocentrismo, el biocentrismo y el ecocentrismo, sus traducciones jurídicas y posibles limitaciones. Finalmente defiende la idea de que el derecho puede aportar en la construcción de una nueva conciencia ecológica que nos permita habitar desde una relación horizontal y armónica con la naturaleza.
A continuación, ofrecemos el texto completo del artículo, al final del cual estará disponible el link al texto en formato pdf.
Los cada vez más pronunciados efectos del calentamiento global y la falta de acuerdos sólidos para combatirlo, han dado cuenta de la doble dimensión de la crisis ecológica que vivimos.
En primer lugar, enfrentamos una «crisis» climática. Hemos dañado gravemente el planeta y ahora asistimos a los síntomas abruptos de la enfermedad crónica que hemos provocado. Pero también atravesamos una «krisis»2 civilizatoria. En esta segunda dimensión, la «Krisis» nos ofrece un espacio para repensar el paradigma civilizatorio antropocéntrico e insostenible que nos ha gobernado hasta ahora y decidir avanzar hacia una nueva forma de ser y estar en el planeta que tenga en cuenta nuestra interdependencia con el mundo no humano.
Si bien los datos científicos nos permiten describir la «crisis» climática y sus efectos, una auténtica solución a este problema requiere de un cambio de paradigma que asuma el momento de «Krisis» civilizatoria que atravesamos. Se necesitan nuevas consciencias y formas del ver mundo que nos ayuden a superar la visión utilitarista y economicista con la que nos hemos relacionado con la naturaleza. Esto, como es evidente, no es una tarea fácil, sin embargo, pequeños destellos de transformación se han logrado a partir del uso de una herramienta insospechada, el derecho.
El derecho juega un papel activo en la formación de conciencias. A través de la ley determinamos lo que es correcto o incorrecto, lo permitido y lo prohibido, lo reprochable moralmente y aquello que consideramos justo o deseable. El derecho no solo regula subjetividades, también las construye. Hasta hace relativamente poco, el derecho entendía a todo lo no-humano como cosas carentes de valor intrínseco, simples bienes apropiables por el ser humano para su uso. Esta aproximación ayudó a legitimar actitudes depredadoras hacia el ambiente, amparadas en un falso modelo de desarrollo antropocéntrico, consumista e individualista. Así, se normalizó la idea de que con el intercambio de papeles y firmas podemos reclamar la propiedad individual y el uso indiscriminado de elementos de la naturaleza que han estado allí millones de años antes que nosotros. Esto, por fortuna, parece estar cambiando.
En las últimas décadas, la crisis ecológica ha reabierto la discusión filosófica, política y jurídica sobre nuestra relación con la naturaleza. Diversas teorías se han aproximado a este debate, todas ellas agrupadas en alguno de los siguientes tres grandes marcos de pensamiento: el antropocentrismo, el biocentrismo y el ecocentrismo . Mientras el primero defiende la centralidad del ser humano en nuestros debates sobre el valor del ambiente, los otros sostienen que hay argumentos fuertes para establecer que el centro de valoración no debe estar en el ser humano, sino en los seres que tienen vida (biocentrismo) o en las interrelaciones entre la materia inerte y viva que hacen posible la existencia en este planeta (ecocentrismo).
En este trabajo expondré cuáles son las diferencias entre cada uno de estos tres marcos de pensamiento, sus traducciones jurídicas y las oportunidades o limitaciones que ofrecen para la construcción de una nueva civilización ecológica.
Antropocentrismo y derecho: ¿un ambiente para el ser humano?
El término antropocentrismo tiene dos dimensiones, una epistémica y otra moral. Por un lado, el antropocentrismo epistémico describe el hecho de que las reflexiones sobre el valor de la naturaleza las hace el ser humano.3 Esta forma de antropocentrismo no puede ni debe ser rechazada. El debate sobre el valor de la naturaleza se da siempre a través de mediaciones humanas y, en este sentido, es inevitablemente antropocéntrico.4 Por otro lado, el antropocentrismo moral refleja la doctrina según la cual los seres humanos constituyen la sede y medida de todo valor. Una visión dualista que sustenta la consideración de estos como amos y señores absolutos de los recursos naturales que nutren sus procesos productivos e idea de desarrollo.5 Bajo esta perspectiva, la naturaleza es vista como una cosa, un objeto sin valor intrínseco y, por ello, completamente subordinado a los intereses de los seres humanos. Mientras el antropocentrismo epistémico es ineludible, el antropocentrismo moral no solo puede, sino que debe superarse si queremos construir una nueva consciencia ecológica.
La literatura especializada suele dividir al antropocentrismo moral en grados, aquellos «fuertes o excluyentes» y otros «débiles o moderados». El antropocentrismo fuerte sería aquel que niega toda consideración ética o moral a las entidades no-humanas y promueve su explotación ilimitada, mientras el antropocentrismo débil reconocería un grado de consideración moral para ciertos elementos de la naturaleza, pero en función de su relevancia para el cumplimiento de fines e intereses humanos. Si bien esta división mencionada suele ser ampliamente aceptada en la literatura especializada, resulta poco precisa, pues esconde las líneas de continuidad entre ambas formas de antropocentrismo. Aunque diversos autores se han esmerado en dosificar las posiciones antropocéntricas clasificándolas entre excluyentes/fuertes o débil/moderadas, dicha protección es siempre utilitarista, es decir, se justificará en razón de las necesidades terapéuticas, estéticas, biológicas o económicas que la naturaleza satisface para el ser humano. Como recoge Costa, el imperativo ecológico que las resume vendría a adoptar la formulación siguiente: «en interés de la humanidad, protege y preserva la naturaleza».6
Por lo anterior, sostengo, el antropocentrismo moral no se divide en excluyente y moderado, pues todas las formas de antropocentrismo moral son excluyentes, en la medida que mantienen en el centro al ser humano y separan del circulo de la moralidad a seres no humanos. Esto es así, incluso en aquellas posturas que reconocen deberes indirectos hacia la naturaleza. En estos casos, lejos de lo que pretende indicar el adjetivo «débil», nuestra vulnerabilidad frente al ambiente no «debilita» ni «modera» la centralidad del humano, sino, por el contrario, la refuerza. Esta fragilidad se traduce en estrategias para acelerar nuestro avance científico y disminuir los riesgos de nuestra vida sobre el planeta.
El antropocentrismo moral no se divide en excluyente y moderado, pues todas las formas de antropocentrismo moral son excluyentes
Dentro del discurso jurídico, el modelo antropocéntrico de protección del ambiente se plasmó en la visión clásica del derecho humano a un ambiente sano. Este derecho considera a la protección del ambiente como un elemento sine qua non para el disfrute de los derechos humanos. Es decir, busca proteger aquellos «recursos» naturales que se consideran indispensables para la protección y desarrollo de los derechos del ser humano.7 Si bien la defensa de este derecho ha permitido logros importantes en la protección del ambiente, su capacidad para generar cambios que integren a la naturaleza como un participante activo de la discusión sigue siendo limitada.
En la protección del derecho humano a un ambiente sano, se tiende a priorizar soluciones económicas y regulatorias frente a un reconocimiento más profundo del valor intrínseco de los ecosistemas.8 Estos análisis costo-beneficio, a su vez, suelen estar sesgados en contra de la regulación ambiental, al minimizar los beneficios ecológicos difíciles de valorar y exagerar los costos de cumplir con las regulaciones.9 El tradicional derecho humano antropocéntrico a un ambiente sano expresa, de esta forma, un optimismo cientificista que pretende, a través del derecho, convertir a la inevitable incertidumbre ecológica en un lenguaje de probabilidades numéricas. Así, el fracaso en la gestión y el control de los procesos y riesgos naturales no es atribuido a un problema civilizatorio, sino a un problema de falta de conocimientos o competencia.
Un enfoque biocéntrico: ¿pueden los animales o las plantas tener derechos?
El biocentrismo se opone al antropocentrismo, pues no sitúa al ser humano como el eje único de nuestras preocupaciones sobre la naturaleza. En su lugar, propone ubicar en el centro a los seres vivos, en tanto individuos, para, a partir de ello, dar cuenta de que hay razones suficientes para otorgar igual consideración moral a ciertos no-humanos. Por un lado, a diferencia de las posturas antropocéntricas, el biocentrismo busca la preservación de los seres vivos por el interés que poseen ellos mismos y no por su utilidad para el ser humano. Por otro lado, a diferencia del ecocentrismo, el biocentrismo sitúa el estatus moral en las criaturas individuales y no en los sistemas ecológicos . Es decir, los biocentristas no son holistas, no consideran que los sistemas ecológicos son relevantes en sí mismos, sino solo en la medida en que protegen o hacen posible las vidas individuales que hay en ellos.10 En otras palabras, no consideran moralmente relevantes a las especies en tanto conjunto, sino a los animales individualmente considerados; tampoco al bosque, sino al árbol, en singular.
Existen diversas formas de biocentrismo y cada una de ellas tiene su propio criterio al momento de definir qué es una vida moralmente relevante y capaz de merecer derechos. Para algunos vivir una vida implica poder experimentar placer y dolor (sensocentrismo), para otros, poseer facultades cognitivas que te permitan ser consciente de que experimentas una vida (cognitivismo) y, para un último grupo, tener impulsos latentes, consientes o no, que muestren un esfuerzo por perseverar o preservarse (conatus).
Por un lado, el biocentrismo sensocentrista valoriza al animal sintiente atribuyéndole importancia moral a partir de su cercanía con la capacidad humana de experimentar placer o dolor. El filósofo australiano Peter Singer, considerado el padre fundador del movimiento animalista moderno,11 sostiene que si hay ciertos animales que, al igual que nosotros, pueden sentir, la separación de estos de la comunidad moral constituye un prejuicio irracional al que denomina «especismo».12 Este ha sido el punto de partida para que otros autores como Tom Regan propongan la idea de los derechos de los animales, desde una aproximación deontológica y cognitivista. Para este autor, la capacidad de experimentar una vida es una característica habilitante para ser sujeto de derechos. A su vez, experimentar una vida requiere de un grado de consciencia que va más allá de la mera capacidad de sentir placer o dolor. Así, por ejemplo, podríamos afirmar con seguridad que una rana puede experimentar dolor, pero no que tiene una capacidad cognitiva tal que le permita razonar, tener intereses o dar cuenta de su propia existencia. Por ello, sostiene Regan, si ciertos seres no-humanos, como los mamíferos mayores de un año, tienen un grado de consciencia y, por tanto, al igual que nosotros, la capacidad de experimentar una vida, no existe argumento alguno que justifique negarles derechos morales.13
A diferencia del ecocentrismo, el biocentrismo sitúa el estatus moral en las criaturas individuales y no en los sistemas ecológicos
Por otro lado, el biocentrismo del conatus amplía el espectro de la moralidad hacia seres vivientes no sensibles, pero manteniendo el carácter individualista propio de todo modelo biocéntrico. El conatus es un concepto filosófico desarrollado principalmente por Baruch Spinoza y que significa ímpetu, impulso, esfuerzo, empeño y lucha, sin connotaciones teleológicas. Como indica Callicott, «mientras que “esforzarse” puede introducir implícitamente la noción de meta –esforzarse por o hacia algo, sea o no consciente–, perseverar puede entenderse de forma inercial: el impulso, consciente o no, de continuar o permanecer en un estado o condición existente».14 Tomando como eje la capacidad de un ente para perseverar en la vida, el biocentrismo del conatus se preocupa tanto por los seres vivos sintientes como por los no sintientes, como las plantas. Así, autores como Paul Taylor han usado este concepto para sostener que, si bien las plantas no tienen un sistema nervioso que les permita experimentar placer o dolor, con el crecimiento de sus raíces o tallos, dan cuenta de hay en ellas un tipo de esfuerzo por vivir, por preservarse, es decir, un conatus, que las hace merecedoras de consideración moral.15 Los biocentristas del conatus, sin embargo, no encuentran en los ecosistemas, la biosfera o la diversidad en general relevancia moral alguna; en ellos, consideran, no se expresa claramente un esfuerzo por mantenerse. Tampoco tendrían relevancia moral, por ende, la materia inerte: los ríos, las montañas o los glaciales. En ellos no parece haber conatus y, por tanto, desde su punto de vista, tampoco vida.
La única propuesta biocéntrica que ha sido trasladada al derecho es la del biocentrismo-sensocéntrico, a través del discurso por los derechos de los animales. Los casos de la orangután Sandra16 y la chimpacé Cecilia17 en Argentina son ejemplo de ello. En estos casos, las cortes otorgaron el estatus de «persona no humana» a estos animales, bajo el argumento de que, al igual que los seres humanos, estos grandes simios experimentan sufrimiento y pueden disfrutar conscientemente de su libertad. Así lo dijo la corte en el caso de Cecilia, al manifestar que «resulta innegable que los grandes simios, entre los que se encuentra el chimpancé, son seres sintientes por ello son sujetos de derechos no humanos».18
El punto de partida del modelo biocéntrico sensocentrista está lleno de antropocentrismo, una vez que exige de los otros seres lo que nosotros poseemos
Los casos de la orangután Sandra y la chimpancé Cecilia ilustran los aportes del biocentrismo en la ampliación de la comunidad de justicia y, por ende, en el reconocimiento de derechos más allá del ser humano. Sin embargo, su alcance sigue siendo limitado. El punto de partida del modelo biocéntrico sensocentrista está lleno de antropocentrismo, una vez que exige de los otros seres lo que nosotros poseemos (capacidad de sentir o consciencia), «humanizándolos» hasta que puedan ser aceptados en nuestro círculo moral. La antropomorfización de los animales en esta forma de biocentrismo puede llegar al extremo de depositar en ellos ya no solo derechos sino, también, obligaciones. Así lo proponen Sue Donaldson y Will Kymlicka en su libro Zoópolis, al definir a los animales como ciudadanos con diferentes derechos y responsabilidades: los animales domésticos serían ciudadanos plenos que deben cumplir con el deber de alimentarse a partir de una dieta vegana (al margen de la dieta natural del animal); los animales salvajes serían gobernantes de sus territorios que, en caso de aproximarse peligrosamente a nuestros dominios humanos, pueden ser considerados enemigos-invasores; y los animales liminales o fronterizos serían migrantes con unos pocos derechos, fácilmente revocables.19 De esta forma, los comportamientos que deben tener los animales son designados tomando como parámetro de referencia ya no solo la capacidad de sentir o razonar del ser humano, sino, yendo mucho más allá, la organización social que este ha ideado.
El problema de la antropomorfización de los animales que implica la propuesta biocéntrica no radica solo en quitar lo «animal» de los animales, sino, además, en no cuestionar lo «humano» en los seres humanos. El discurso biocéntrico por los derechos de los animales no propone romper el marco desde el que el derecho entiende al ser humano, sino, únicamente, indicar que ese marco se aplica de forma incoherente o discriminatoria.
Un enfoque ecocéntrico: ¿pueden los ecosistemas tener derechos?
El término «ecocentrismo», al contrario del individualismo biocéntrico y del antropocentrismo, ve al ser humano como parte de un mundo que comparte con otras especies y un sustrato físico que soporta y hace posible la vida. En su formulación jurídica, el ecocentrismo no limita los derechos a los animales, sino que los reconoce también para las plantas y los seres microscópicos e incluso para la materia inerte como los ríos, glaciales y montañas.
Aunque en su origen el ecocentrismo se utilizó para describir las éticas ambientales de carácter holista formuladas desde Occidente y en las cuales el discurso científico tiene un papel protagónico, la expansión de este enfoque ha llevado a que se relacione al ecocentrismo con prácticas ancestrales de pueblos indígenas y religiones no judeo-cristianas de todo el mundo. Por lo anterior, no existe una forma de ecocentrismo, sino diversos ecocentrismos.
En primer lugar, existen propuestas ecocéntricas-conservacionistas que otorgan a la ciencia ecológica, biológica o de los sistemas terrestres la última palabra en la determinación de lo que es la naturaleza y nuestras obligaciones morales hacia ella. Este es, por ejemplo, el enfoque del filósofo estadounidense Baird Callicott, quien, siguiendo el pensamiento del conservacionista Aldo Leopold,20 propuso una ética de la tierra por la cual los hechos otorgados por la ciencia ecológica sirvan como la fuente de sentimientos morales adecuados para la preservación de la naturaleza y el reconocimiento de su valor intrínseco.21 Este pensamiento ecocéntrico-conservacionista, a su vez, ha derivado en propuestas específicas dentro del campo jurídico. Así, el momemtum ecológico provocado por el conservacionismo estadounidense en la década de los setenta inspiró la que es considerada la primera obra jurídica en plantear la idea de los derechos de la naturaleza, el ensayo del año 1972, Should Trees Have Standing, del profesor estadounidense Chistopher D. Stone.22 A partir de las ideas de este libro, se promulgó, en el 2006, la primera legislación cercana a la idea de los derechos de la naturaleza en un municipio de 7 000 habitantes en Estados Unidos.23
En segundo lugar, el «ecocentrismo religioso» representa a aquellas posturas que, reinterpretando los textos judeo-cristianos o acudiendo a otras religiones como el budismo, el hinduismo o el taoísmo, han buscado desmontar la tradicional narración religiosa del ser humano como el fin último de la creación. En lo jurídico, el modelo ecocéntrico religioso fue implementado en la sentencia de la Corte Suprema de Uttarakhand-India que reconoció a los ríos Ganges y Yamuna como personas jurídicas con derechos propios.24 En esta sentencia, la Corte dio cuenta de que la legislación y jurisprudencia de la India ya reconocía personalidad jurídica a ídolos religiosos del hinduismo (como templos), razón por la cual, teniendo en cuenta que los ríos Ganges y Yamuna son venerados como divinidades dentro del hinduismo, resultaba razonable considerarlos también personas «jurídicas/legales/entidades vivas con todos los derechos, deberes y responsabilidades correspondientes de una persona viva».25 Otro ejemplo de este modelo es la obra del sacerdote católico estadounidense Thomas Berry, quien, a partir de una reinterpretación de la idea de la creación del cristianismo, propuso ver al propio universo como la primera comunidad sagrada.26 Inspirando en la propuesta de Berry, el profesor sudafricano Cormac Cullinan en su libro Derecho Salvaje, establece que para redescubrir la jurisprudencia de la tierra y desarrollar formas apropiadas para nuestra época es esencial comenzar por observar las leyes dictadas por lo que él denomina el Gran Derecho, es decir, los principios fundamentales que rigen el universo.27
A diferencia de los ecocentrismos conservacionistas y religiosos, el ecocentrismo descolonial se forma de abajo a arriba, a partir de las prácticas de los pueblos indígenas
Por último, lo que defino como ecocentrismo descolonial, representa a aquellas cosmovisiones, propias de pueblos indígenas y comunidades locales de alrededor del mundo, para las cuales la relación de horizontalidad con la naturaleza nace de la identificación ontológica con sus territorios. A diferencia de los ecocentrismos conservacionistas y religiosos cuyas éticas se forman de arriba hacia abajo, es decir, a partir del trabajo de científicos o teólogos altamente especializados, el ecocentrismo descolonial se forma de abajo hacia arriba, esto es, a partir de las prácticas de los pueblos indígenas y comunidades locales, sostenidas en el tiempo y que develan una relación de armonía con la naturaleza.
Formas de ecocentrismo descolonial han derivado en el reconocimiento de derechos de la naturaleza. Es el caso de la lucha por el reconocimiento de los derechos de la Pachamama consagrados en la Constitución de Ecuador del 2008.28 Pachamama es un concepto indígena-kichwa que ha sido traducido como «Madre Tierra» y que expresa la relación espiritual que tienen los pueblos indígenas con su territorio. Otro caso de ecocentrismo descolonial fue la ley de Nueva Zelanda que reconoció al río Whanganui como sujeto de derechos. Este caso fue fruto de una disputa de siglos impulsada por el pueblo maorí para el reconocimiento de sus derechos territoriales. Producto de esta lucha, en el 2014, la Corona y las tribus maoríes suscribieron un acuerdo en el cual se consagró al Te Awa Tupua, esto es, la río Whanganui en su totalidad, comprendiendo sus elementos físicos y espirituales, como persona legal con derechos inherentes. En marzo del 2017 este acuerdo se elevó a rango de Ley,29 siendo considerado y celebrado como el primer caso en el que se aplican los derechos de la naturaleza a escala global.
A modo de conclusión: ¿qué derecho, para qué mundo?
Como expuse al inicio de este trabajo, el derecho tiene un rol activo en la construcción de subjetividades. Promueve formas específicas de entender el mundo, al mismo tiempo que delimita nuestros marcos de acción. Es, por tanto, un actor principal en la construcción de una nueva consciencia ecológica. En este contexto, pensar el derecho en términos antropocéntricos, biocéntricos o ecocéntricos, nos permite observar el postulado moral que promueve la norma y sus limitaciones. Así, por ejemplo, entender qué queremos decir cuando decimos que la naturaleza es un «objeto» o «sujeto» de protección jurídica, resulta fundamental para examinar la postura de cada sistema normativo frente a la «Krisis» civilizatoria. También lo es preguntarnos qué queremos decir cuando decimos que la naturaleza es un sujeto de derechos, un bien público o simplemente una cosa apropiable. Estas son grandes preguntas que no puedo responder a profundidad en este texto, sin embargo, me permiten introducir al lector o lectora la influencia del derecho sobre nuestra forma de ver y ser con la naturaleza.
En la misma línea, aunque aceptemos que la naturaleza puede ser un sujeto de derechos, sigue siendo relevante preguntarnos de qué naturaleza hablamos y quién la representa. Al respecto, creo que es especialmente relevante hablar de las naturalezas que se forman en lo humano y lo local y no, únicamente, de la se escribe en laboratorios de pensamiento y experimentación de «Occidente». Yo prefiero hablar de las naturalezas que surgen de las representaciones humanas locales, contextuales, aquí y ahora. De esta forma, la naturaleza de la que hablemos tendrá siempre un rostro humano y el humano que definamos tendrá siempre una dimensión natural.
Digno Montalván Zambrano es Investigador postdoctoral de la Universidad Carlos III de Madrid en el grupo de Investigación sobre el Derecho y la Justicia (GIDYJ).
NOTAS:
1 Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto «Ecoprudencia. Revisión de los fundamentos antropocéntricos de la teoría jurídica contemporánea ante la transición ecológica» (TED2021-132334B-I00), dirigido por José María Sauca e Isabel Wences y financiado por la Agencia Estatal de Investigación (Ministerio de Ciencia e Innovación) y por la Unión Europea (NextGenerationEU) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resilencia. Este artículo forma parte del proyecto N. 101086202 (Speak4Nature), HORIZON-MSCA-2021-SE-02, financiado por la Unión Europea. Sin embargo, los pntos de vista y las opiniones que aquí se expresan pertenecen exclusivamente a sus autores y no necesariamente reflejan los de la Unión Europea. Ni la UE ni la autoridad que concede el proyecto se hacen responsables de tales opiniones.
2 Retomando el origen etimológico de la palabra crisis del antiguo verbo griego «krinein», que significa elegir, decidir una disputa, discernir o juzgar.
3 Jorge Riechmann, Un mundo vulnerable: ensayos sobre ecología, ética y tecnociencia, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2000, p. 37; Andrew Dobson, Green political thought, 4ª ed., Routledge, Londres; Nueva York, 2007, p. 42.
4 Por ejemplo, este artículo ha sido escrito por un ser humano y, por ende, actuando desde un antropocentrismo epistémico inevitable.
5 Digno Montalván Zambrano, «Justicia ecológica», EUNOMÍA. Revista en Cultura de la Legalidad, núm. 18, 2020, p. 179, disponible en: https://doi.org/10.20318/eunomia.2020.5272
6 Carlos Alberto Franco da Costa, «¿Ética ecológica o medioambiental?», Acta Amazonica 39, núm. 1, 2009, pp. 113-120.
7 Para un estudio detallado sobre la evolución de este derecho en la Corte Interamericana de Derechos Humanos se puede consultar: Digno Montalván Zambrano, «El derecho al medio ambiente sano como un derecho autónomo en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos», Anales de la Facultad de Derecho, núm. 37, 2020, pp. 63-83.
8 Susana Borràs, «New Transitions from Human Rights to the Environment to the Rights of Nature», Transnational Environmental Law 5, núm. 1, 2016, pp. 113-43.
9 Daniel Bodansky, The Art and Craft of International Environmental Law, Harvard Univ. Press, Cambridge, 2010, pp. 65-66.
10 Robin Attfield, «Biocentrism», en Encyclopedia of environmental ethics and philosophy, ed. J. Baird Callicott y Robert Frodeman, Macmillan Reference, Detroit, 2009, pp. 97.
11 Este autor, a su vez se inspiró en el pensamiento utilitarista de Jeremy Bentham y John Stuart Mill.
12 Peter Singer y Paula Casal, Liberación animal, Editorial Trotta, Madrid, 1999, p. 42.
13 Tom Regan, En defensa de los Derechos de los Animales, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2016, pp. 105, 212 y 230.
14 J. Baird Callicott, Thinking like a planet, Oxford Univ. Press, Oxford (Reino Unido), 2014, pp. 217-18.
15 Paul W. Taylor, Respect for nature: a theory of environmental ethics, 25th anniversary edition, Princeton University Press, Princeton, 2011.
16 II Cámara Federal de Casación Penal de Buenos Aires. Habeas Corpus Orangutana Sandra, 68831/2014/CFC1, de 18 de diciembre de 2014, disponible en: http://www.saij.gob.ar/camara-federal-casacion-penal-considera-una-orangutana-sumatra-es-sujeto-derechos-nv9953-2014-12-18/123456789-0abc-d35-99ti-lpssedadevon.
17 Tercer Juzgado de Garantías de Mendoza. Habeas Corpus presentado por la A.F.A.D.A respecto del chimpancé Cecilia «sujeto no humano», P-72.254/15, de 3 de noviembre de 2016, disponible en el siguiente enlace: http://www.saij.gob.ar/declara-chimpance-cecilia-sujeto-derecho-humano-ordenando-su-traslado-nv15766-2016-11-03/123456789-0abc-667-51ti-lpssedadevon
18 Tercer Juzgado de Garantías de Mendoza. Habeas Corpus presentado por la A.F.A.D.A respecto del chimpancé Cecilia «sujeto no humano», P-72.254/15, de 3 de noviembre de 2016, p. 30.
19 Sue Donaldson y Will Kymlicka Zoopolis: una revolución animalista, Errata Naturae, Madrid, 2018.
20 Aldo Leopold, Una ética de la tierra, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2017.
21 Baird Callicott, 2014, op. cit.
22 Christopher D. Stone, Should trees have standing?: toward legal rights for natural objects, William Kaufmann, Inc., Los Altos, California, 1974.
23 El texto íntegro de la ordenanza, en inglés, se puede consultar en el siguiente enlace: http://files.harmonywithnatureun.org/uploads/upload666.pdf
24 Corte Suprema de Uttarakhand, Writ Petition (PIL) No.126 of 2014, Sentencia de 20 de marzo de 2017: https://elaw.org/system/files/attachments/publicresource/in_Salim__riverpersonhood_2017.pdf
25 Ibidem.
26 Thomas Berry, The Great Work: Our Way into the Future, Bell Tower, Nueva York, 1999, p. 59.
27 Cormac Cullinan, Wild Law: A Manifesto for Earth Justice, Green Books, 2ª ed. Totnes (Reino Unido), 2011.
28 El artículo 71 de la Constitución de Ecuador establece: «Art. 71.- La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos».
29 Te Awa Tupua Act. Disponible en: https://www.legislation.govt.nz/act/public/2017/0007/
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Acceso al artículo completo en formato pdf: Más allá del ser humano: cómo el derecho puede transformar nuestra relación con la tierra
Wellbeing for All: Building Climate Resilient Cities Together (We All)
En el contexto de la crisis climática, la transición hacia un futuro postcrecimiento es la única opción viable si queremos garantizar un futuro sostenible, justo y equitativo para las generaciones venideras. En particular, las ciudades deben ir más allá de la lógica del crecimiento para alcanzar la resiliencia frente al cambio climático. Esta transición solo puede ser sostenible si se lleva a cabo de forma democrática para que pueda corresponder a las necesidades de las distintas comunidades y partes implicadas.
En este sentido, el proyecto WeAll tiene como objetivo principal proporcionar un espacio de aprendizaje para que la ciudadanía de las ciudades participantes, entre ellas Madrid, aumenten su agencia transformadora y aceleren su transición hacia el postcrecimiento en tiempos de emergencia climática. Estas harán uso de aquellas prácticas que pueden desarrollar para reducir la huella ecológica de la ciudad y situar el bienestar de su ciudadanía en el centro de la acción colectiva. A través de la educación, adquirirán nuevas habilidades y herramientas de liderazgo para influir en la política local desde sus diferentes roles y desde los objetivos del postcrecimiento. El proyecto considera de gran relevancia la planificación y el diseño de esta transición, que ha de ser inclusiva, colaborativa y democrática.
Más concretamente, el proyecto está centrado en el desarrollo de un modelo educativo atractivo y reproducible sobre la transición postcrecimiento como principal instrumento para capacitar a las personas que trabajan en/con los gobiernos locales, las empresas, los barrios y las comunidades de seis ciudades europeas. Fomentará procesos democratizados y participativos de planificación y negociación de políticas orientadas al postcrecimiento que impliquen a representantes de sociales, empresariales y municipales, legitimando así los planes de la ciudad en esta línea. A su vez, el proyecto pondrá especial atención en los barrios menos favorecidos de las ciudades seleccionadas, a los que se abordará/implicará tanto indirecta como directamente, con el fin de reforzar las capacidades de sus comunidades para organizarse en torno a estrategias de postcrecimiento en su ciudad, articular sus necesidades frente a los consejos municipales y participar en la planificación y ejecución de las políticas municipales.
El proyecto WeAll busca así proporcionar a todas las personas participantes una comprensión general de la transición y las políticas alineadas con el postcrecimiento, y les ayudará a entender su papel en este cambio, llevado a cabo mediante una planificación política inclusiva y democrática. Se buscará a su vez contribuir a dotar a las personas de un conjunto de habilidades, herramientas y competencias necesarias para la transición al postcrecimiento, como la colaboración, la solidaridad, el pensamiento sistémico, la autoorganización y la escucha activa. Finalmente, el proyecto dará lugar a un conjunto de aprendizajes teóricos y prácticos, que se plasmarán tanto en un manual educativo como en un manual básico para otras ciudades europeas.
Objetivos específicos:
1) Desarrollar un modelo de educación y capacitación para la ciudadanía, las empresas y los gobiernos locales de seis ciudades europeas, entre ellas Madrid, sobre el papel y las oportunidades de las estrategias postcrecimiento en la transición hacia sociedades más sostenibles.
2) Crear un diálogo entre todas las partes para toda la ciudadanía y generaciones en torno a la transformación postcrecimiento y, con ello, abordar simultáneamente el cambio climático y la desigualdad.
3) Desarrollar un manual educativo y un manual básico para ciudades postcrecimiento que se centrarán en un nuevo conjunto de habilidades centradas en la colaboración, la solidaridad y la negociación a través del apoyo entre iguales y diversos métodos deliberativos que mejoren su implicación en el proceso y la integración de sus necesidades en la planificación de futuros planes y políticas en línea con el postcrecimiento.
La formación desarrollada tendrá un módulo general introductorio del marco conceptual sobre postcrecimiento aplicado al contexto urbano, explorando conceptos asociados como la economía del donut, la creación de riqueza comunitaria o los servicios básicos universales. A su vez, cada socio elaborará módulos a medida, con distintos enfoques y grupos destinatarios elegidos para capacitar a las redes locales de interesados en facilitar la transición hacia una ciudad posterior al crecimiento. En el caso de FUHEM, se diseñará un módulo destinado a redes vecinales y movimientos sindicales, y poniendo especial énfasis en los ámbitos alimentario, de movilidad y de urbanismo/vivienda. Además, a partir de la identificación de los agentes sociales pertinentes, se realizará un diagnóstico y un informe con recomendaciones para la ciudad de Madrid.
Participantes:
En el proyecto participan seis organizaciones procedentes de cinco países europeos, entre las cuales están, además de FUHEM: el Transnational Institute (TNI), que lidera el proyecto, y Commons Network, ambas de Países Bajos; el Institut za Politicku Ekologiju de Croacia; Oikos, de Bélgica, y; Nazemi de República Checa.
Financiación:
Este es un proyecto financiado por el Programa Erasmus+ de la Comisión Europea.
¿Qué es la inteligencia artificial?
La sección A Fondo del número 164 de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global dedicado a la Inteligencia Artificial recoge un artículo de Ramón López de Mántaras y Pere Brunet donde definen ¿Qué es la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial (IA en adelante) es una colección de componentes computacionales que permiten construir sistemas que emulan funciones realizadas por el cerebro humano.1 El campo de la IA comenzó a mediados de los años cincuenta y desde entonces ha pasado por ciclos de promesas, entusiasmo, críticas y dudas.
Podemos distinguir entre IA basada en conocimiento e IA basada en datos. La IA basada en el conocimiento, que empezó a desarrollarse a finales de los años setenta, intenta modelar el conocimiento humano mediante modelos informáticos. Comienza de arriba hacia abajo a partir de un análisis humano sobre qué conceptos y conocimientos utilizan los individuos para resolver problemas o responder consultas en un dominio concreto de especialización, formalizando e implementando dichos conocimientos mediante lenguajes de representación basados en la lógica matemática. Esta IA basada en el conocimiento utiliza bases de conocimientos, modelos conceptuales, ontologías, estrategias de razonamiento automatizado, técnicas heurísticas de resolución de problemas y aprendizaje profundo.2
En cambio, la IA basada en datos se ha desarrollado mayoritariamente a partir del siglo XXI. Comienza de abajo a arriba a partir del análisis de grandes cantidades de datos que se procesan mediante algoritmos estadísticos de aprendizaje, tales como los algoritmos de aprendizaje profundo, para extraer patrones en dichos datos que se usan para resolver problemas cuya solución se construye en base a los patrones extraídos.3 La IA basada en datos requiere una cantidad ingente de datos de entrenamiento, así como computación de altas prestaciones para poder funcionar. Además, los datos de entrenamiento tienen que ser de alta calidad para que dicho funcionamiento sea correcto.
La IA basada en conocimiento ha demostrado ser muy eficiente en tareas que requieren razonamiento o planificación, mientras que la IA basada en datos funciona mejor en tareas que, en lugar de razonamiento o planificación, requieren sobre todo detectar patrones estadísticos como por ejemplo el procesamiento de imágenes o lenguaje. Pero, con toda probabilidad vamos a ver cada vez más aproximaciones híbridas que combinen ambos enfoques.4
Uno de los desarrollos sorprendentes de la IA basada en datos nos llegó de la mano de los traductores automáticos. El investigador Franz Josef Och fue pionero en diseñar los primeros algoritmos en 2003, y luego Google los incorporó entre los años 2005 y 2007. Estos nuevos traductores funcionaban tras aprender de ingentes cantidades de datos. Según Och,5 para poder traducir bien entre dos idiomas se necesita un corpus de texto bilingüe de más de 150 millones de palabras y dos corpus monolingües de más de mil millones de palabras.
En 2012, un equipo de la Universidad de Toronto liderado por Geoffrey Hinton consiguió́ que un tipo de red neuronal, llamada «convolucional», alcanzara un 85% de aciertos al clasificar, entre mil categorías posibles, 150.000 imágenes de la base de datos ImageNet. Tanto estas redes de clasificación como las de los traductores automáticos son casos concretos de redes neuronales de aprendizaje profundo, ejemplos de la IA basada en datos. La idea proviene de los trabajos del investigador japonés Kunishiko Fukushima en 1980, quien había desarrollado el «neocognitrón», una red neuronal artificial inspirada, a su vez, en los estudios de David Hubel y Torsten Wiesel sobre el sistema visual de los animales, trabajos por los que en 1981 estos investigadores recibieron el premio Nobel.6 Hubel y Wiesel descubrieron que nuestra corteza visual se encuentra organizada según una jerarquía de capas, de tal manera que las neuronas contenidas en cada capa detectan características de complejidad creciente en los objetos de una imagen.
En estos y otros casos, estas redes deben entrenarse primero con una enorme cantidad de datos. De hecho, la IA basada en datos trabaja en dos fases: la primera de aprendizaje o entrenamiento y la segunda, de uso (en algunos casos, ambas fases interaccionan de manera que los sistemas continúan aprendiendo durante su uso). La primera es altamente costosa y laboriosa y requiere gran potencia de cálculo, mientras que la segunda puede ejecutarse en ordenadores personales o teléfonos móviles y es eficiente y rápida.
Hay que observar que, por ejemplo, en el caso de la clasificación de imágenes, hasta hace poco ni había bases de datos de imágenes lo suficientemente grandes ni existía la potencia de cómputo necesaria para poder entrenar redes multicapa en un tiempo razonable. Dicho entrenamiento consiste en ajustar los valores numéricos correspondientes a los “pesos” de las conexiones que unen las neuronas artificiales de la red. Para ello, a la máquina se le proporciona una gran cantidad de imágenes ya etiquetadas, y un algoritmo va ajustando los valores de los pesos en función de los errores que comete la red al clasificar las imágenes de entrenamiento. Antes de comenzar el entrenamiento los valores asignados a las conexiones son aleatorios, y el proceso finaliza cuando los pesos alcanzan valores estables. Por supuesto, todo ello requiere partir de una representación numérica de la imagen (o del texto en el caso de la traducción automática). Esto se consigue asociando un número a cada píxel (o un conjunto de números a cada frase), de modo que, desde el punto de vista de la máquina, las imágenes y los textos no son más que un enorme conjunto de números.7
Para la segunda fase, una vez la red neuronal ya ha sido entrenada, disponemos de una inmensa estructura de neuronas artificiales (pequeños elementos de software dispuestos en capas, cada uno de los cuales calcula su ”valor“ promediando muchos de los valores de las neuronas de la capa anterior). La red neuronal, conjunto de neuronas con su estructura conectiva y conjunto de ”pesos“ asociados a las conexiones que las unen, puede ya almacenarse como cualquier otro fichero y exportarse a los ordenadores o teléfonos móviles que la usarán. Luego, en esta segunda fase de uso, los datos concretos (un texto, una imagen o aquello que requiera la tarea que el usuario desea resolver) se convierten a una representación numérica que alimenta la primera capa de neuronas. La información se va propagando capa a capa a través de los pesos asociados a las conexiones y finalmente, los valores asociados a las neuronas de la última capa acaban conformando la respuesta del sistema de IA.8
Estos sistemas de IA basada en datos (sistemas de IA en lo que sigue) han experimentado un auge espectacular en los últimos años, con aplicaciones que van desde el diagnóstico precoz en medicina y la predicción del plegado de las proteínas hasta la robótica moderna, pasando por campos tan diversos como los juegos por ordenador, la previsión del impacto del cambio climático, el juego del tenis, la investigación en coches autónomos o las armas autónomas.9
El esfuerzo por llegar a construir máquinas que de algún modo se asemejen a nosotros ha generado sistemas que se equivocan como nosotros
Con todo, y a pesar de los éxitos del aprendizaje profundo aplicado al procesamiento del lenguaje, vemos que, contrariamente a lo que ha llegado a afirmarse, seguimos estando muy lejos del nivel humano. La razón de dichas exageraciones seguramente obedece a la competencia entre empresas para hacerse con la parte más grande de un pastel que es extremadamente lucrativo. Pero, aunque aún falte mucho para lograr traducciones automáticas de calidad similar a las de un humano profesional, no cabe duda de que una herramienta como Google Translate resulta muy útil si no somos muy exigentes con el resultado y si supervisamos y corregimos el resultado final.
En todo caso, a menudo ni siquiera los diseñadores de los sistemas de aprendizaje profundo saben con exactitud por qué la máquina funciona cuando acierta ni por qué falla cuando se equivoca. Este serio inconveniente, conocido como «problema de la caja negra», hace que sea prácticamente imposible explicar las decisiones que toman estos sistemas.10 Y es que los sistemas de IA cometen errores. El esfuerzo por llegar a construir máquinas que de algún modo se asemejen a nosotros ha generado sistemas que se equivocan como nosotros. Lo vemos en los sistemas de traducción automática y en muchos otros. El porcentaje de error depende del tipo de problema, de la calidad de los datos de aprendizaje, de la estructura de la red neuronal y de la calidad del proceso de entrenamiento, pero nunca es nulo. Es algo que no tiene porqué ser grave en muchos casos, si repasamos el resultado del sistema y lo corregimos en caso necesario (como hacemos cuando usamos los sistemas de traducción) o en los sistemas que generan hipótesis que luego vamos refrendando, o en los sistemas de AI que a pesar de sus errores funcionan en promedio (sistemas publicitarios en los que lo que cuenta es los clientes que captemos, a pesar de que en otras personas no funcionen). Pero esto conlleva que en aplicaciones críticas como pueden ser las de diagnóstico médico o las militares y de control y vigilancia, la postsupervisión por parte de una persona experta que se haga responsable de la decisión final sea imprescindible.
Por otra parte, la IA en realidad no es inteligencia en el sentido comúnmente aceptado. Lo que poseen los sistemas de IA son habilidades para resolver problemas y tareas específicos, pero sin ningún tipo de comprensión sobre la naturaleza de los elementos con los que trabaja y sobre sus interrelaciones. Su falta de sentido común les hace capaces de identificar una persona que está de pie delante de una pared sin saber que es una persona y que esta no puede atravesar la pared.11
En este momento vemos una fuerte ola de adopción entusiasta de la IA en muchas áreas de la actividad humana. Pero la ausencia de conocimientos de sentido común imposibilita que los sistemas de IA puedan comprender ni el lenguaje ni lo que “perciben” sus sensores. Del mismo modo, no pueden gestionar situaciones imprevistas ni tampoco aprender a partir de la experiencia. Los sistemas de IA basados en aprendizaje profundo pueden aprender correlaciones entre eventos (funciones matemáticas simétricas) pero no las relaciones asimétricas que nos llevan a diferenciar causas de efectos. Pueden asimilar, por ejemplo, que la salida del sol está relacionada con el canto del gallo, pero no que la primera es causa del segundo, y no al revés. El aprendizaje de las relaciones causa-efecto por parte de los sistemas de IA es justamente una línea de investigación actual muy interesante.12
Como ya dijo Arthur Clarke en los años sesenta, cualquier tecnología que sea suficientemente sofisticada no puede distinguirse de la magia.13 De aquí es de donde surge una buena parte del relato social que actualmente rodea los sistemas de IA. No entendemos porqué un sistema de IA puede traducir textos o responder acertadamente a preguntas que le hacemos, de la misma manera que nuestros abuelos no podrían entender cómo podemos, con un simple teléfono móvil, mandar fotos al instante a cualquier punto del planeta. La sorpresa ante el hecho de no saber entender estos sistemas nos lleva a considerarlos mágicos. Y la magia nos transporta al campo de la ficción y los mitos. Abandonamos la realidad y, ya instalados en el ámbito de los mitos, creemos que el potencial de la IA no tiene límites y que estos sistemas nos llevarán a inteligencias superiores a la humana.14
La ausencia de conocimientos de sentido común imposibilita que los sistemas de IA puedan comprender ni el lenguaje ni lo que “perciben” sus sensores
La fascinación se amplifica porque llueve sobre nuestra innata tendencia a generar mitos y a disfrutar de ellos. Creamos máquinas y soñamos pensando que nos dominarán. Pero nuestro deber es separar los mitos de la realidad. Podemos inventar grandes historias sobre lo que nos puede deparar la IA, pero debemos dejarlas en el rincón de los mitos y, en cambio, escuchar a los expertos para saber cuál va a ser la realidad. Michael Shermer habla de la imposibilidad de que lleguemos a ver máquinas que piensen, que sean autoconscientes y que tengan emociones. Este apocalipsis, esta singularidad, dice irónicamente, lo más probable es que nos llegue en algún momento entre los años 2525 y 9595.15
Pero por muy sofisticada que llegue a ser la IA en el futuro, siempre será diferente de la humana. Porque el desarrollo mental humano se nutre de las interacciones con el entorno, que a su vez se basan tanto en la corporeidad de nuestros sentidos y sistema perceptivo como en nuestro sistema motor. Una corporeidad perceptiva y motora que no existe en las inteligencias artificiales no corpóreas. Junto con la intencionalidad, esencialmente humana, que no tienen ni tendrán los sistemas de IA,16 que por ello ven necesariamente limitadas sus capacidades de aprendizaje.17 En todo caso, la fascinación no cesará. Y será perfectamente aceptable si sabemos mantenerla en el ámbito de los mitos mientras, al mismo tiempo, nos esforzamos por entender la realidad y los hechos objetivos. Porque quienes nos querrán controlar serán personas concretas, no máquinas.18 Y porque los verdaderos problemas de la IA no provienen de una supuesta singularidad tecnológica que pueda surgir de hipotéticas y futuras superinteligencias artificiales. Los verdaderos problemas están en la manipulación, en el uso ilícito de datos privados y en su privacidad, en la vigilancia y el control masivo de la ciudadanía, en la autonomía de sistemas que pueden usarse contra las personas (como las armas autónomas), en la confianza excesiva en las capacidades de la IA, en los sesgos de los algoritmos, en la imposibilidad de rendición de cuentas en el caso de funcionamiento erróneo, y en el excesivo poder que acumulan unas pocas empresas tecnológicas.19
Los verdaderos problemas están en la posibilidad de manipulación, en el uso ilícito de datos privados y el control masivo de la ciudadanía
En 2020, las investigadoras Timnit Gebru y Margaret Mitchell, codirectoras en aquel momento del equipo de ética de Google, ya advirtieron del riesgo que suponía que la gente asignase intención comunicativa y comprensión del lenguaje a artefactos.20 Tras haber publicado esta consideración ética, Google las despidió.
Dado el interés público en la IA y el entusiasmo de muchas organizaciones, tanto privadas como instituciones gubernamentales, por desarrollar aplicaciones que afecten a las personas en su vida diaria, es importante que la comunidad de IA, incluidos los desarrolladores de aplicaciones así como los investigadores, participen en debates abiertos, en parte para evitar expectativas excesivas con una reacción inevitable posterior y en parte para evitar un uso inadecuado de la IA que puede causar efectos secundarios negativos innecesarios y sufrimiento humano indebido. Al mismo tiempo, debemos darnos cuenta de que ningún conjunto de reglas o limitaciones tecnológicas incorporadas puede evitar el uso malicioso por parte de actores sin escrúpulos.21 La responsabilidad final siempre recae en los seres humanos, tanto como diseñadores como usuarios, y deben rendir cuentas.
Ante los evidentes peligros a que nos enfrenta un desarrollo de la IA todavía no regulado y basado en el lucro de unas pocas corporaciones, muchos expertos están pidiendo una regulación que garantice que estos sistemas vayan dirigidos a cubrir necesidades de las personas, respetando sus derechos y sin dañarlas, violentarlas, controlarlas o manipularlas. Pero, además, es imprescindible educar a los ciudadanos (en particular a los jóvenes en las escuelas y universidades y a los políticos) sobre los beneficios y riesgos de estas tecnologías de IA. Los estudiantes de ciencias e ingeniería deben recibir una formación ética que les permita entender las implicaciones sociales de las tecnologías que desarrollarán.22 Y los ciudadanos en general deben exigir estar mejor informados, desde un sentido crítico que les permita discernir, que les aporte mayor capacidad para evaluar los riesgos tecnológicos y que lleve a hacer valer sus derechos. Las administraciones deben ser valientes para regular y visionarias para invertir en una educación que capacite adecuadamente a sus jóvenes y ciudadanos.
Ramón López de Mántaras Badia es profesor de investigación del CSIC y director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial. Es uno de los pioneros de la inteligencia artificial en España.
Pere Brunet i Crosa es doctor y catedrático jubilado de la Universidad Politécnica de Catalunya, investigador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau y divulgador científico.
Descárgate el artículo completo en formato pdf: ¿Qué es la inteligencia artificial?
NOTAS
1 Luc Steels y Ramón López de Mántaras, «The Barcelona declaration for the proper development and usage of artificial intelligence in Europe», AI Communications 31, 2018, pp. 485-494, disponible en: https://content.iospress.com/articles/ai-communications/aic180607 . Véase también el texto original de la declaración de Barcelona en: https://www.iiia.csic.es/barcelonadeclaration/
2 Ibidem.
3 Ibidem.
4 Ramon López de Mántaras, 100 coses que cal saber sobre inteligència artificial, (en catalán), Cossetània, Barcelona, 2023, pp.. 48 a 50.
5 Franz Josef Och, , Statistical Machine Translation: From Single-Word Models to Alignment Templates, Technical Report, RWTH Aachen, Department of Computer Science, 2003, disponible en: http://www-i6.informatik.rwth-aachen.de/publications/download/520/OchF.J.--StatisticalMachineTranslationFromSingle-WordModelstoAlignmentTemplates--2002.pdf ; también su presentación de 2005, ya como empleado de Google: «Machine Translation», Summit 2005, Phuket, 2005.
6 Ramón López de Mántaras, «El traje nuevo de la inteligencia artificial», Investigación y ciencia, Julio de 2020, disponible en: https://www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/una-nueva-era-para-el-alzhimer-803/el-traje-nuevo-de-la-inteligencia-artificial-18746
7 Para más detalle, véase nota anterior.
8 Esta es una explicación simplificada. Los sistemas de IA pueden contener varias redes neuronales y pueden contemplar aprendizaje dinámico de manera que el sistema continúe aprendiendo a partir del uso de la red, en caso de que haya forma de verificar si las respuestas que va dando son o no correctas (si no lo son, el sistema modifica los pesos de las conexiones entre neuronas para intentar evitar que el error detectado se repita en el futuro). En este caso, las dos fases de aprendizaje y uso no son independientes.
9 Para más detalle, véase Ramon López de Mántaras, 2023, op. cit., pp. 56 a 265.
10 Véase Ramón López de Mántaras, 2020, op. cit.
11 Ramon López de Mántaras, 2023, op. cit., p. 45.
12 Ramon López de Mántaras, «Intel·ligència artificial versus intel·ligència humana» (en catalán), en IA: Inteligencia Artificial, catálogo de exposición, CCCB, 2023, pàgina 48, disponible en: https://www.cccb.org/es/publicaciones/ficha/ia-inteligencia-artificial/243181
13 Ramon López de Mántaras 2023, op. cit., p. 47.
14 Ramon López de Mántaras, 2023, op. cit., p. 44.
15 Pere Brunet, Tica Font y Joaquín Rodriguez, Robots Asesinos: 18 preguntas y respuestas, Centro Delàs de Estudios para la Paz, 2021, p. 01.2, disponible en: https://centredelas.org/wp-content/uploads/2021/12/RobotsAsesinos_18PreguntasYRespuestas_DEF.pdf. Ver también: https://centredelas.org/robots-asesinos-18-preguntas-y-respuestas/?lang=es
16 Ramon López de Mántaras 2023, op. cit., p. 52.
17 Ibidem, p. 51.
18 Pere Brunet, Tica Font y Joaquín Rodriguez, op. cit., p. 01.2
19 Ramon López de Mántaras 2023, op. cit., p. 52.
20 Ibidem, p. 49.
21 Luc Steels y Ramón López de Mántaras, op. cit.
22 Ramon López de Mántaras 2023, op. cit., p. 52.
¿Quién teme a la Inteligencia Artificial?
Ciclo de encuentros para reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles.
Organizado por la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial con la Casa Encendida de Fundación Montemadrid.
Cada sesión contará con la presencia de los y las autoras de algunos artículos destacados de la revista, según la temática elegida para cada edición y se pondrá a disposición de los asistentes materiales como artículos y resúmenes de cada número, para facilitar la reflexión y la puesta en común.
La sesión que tuvo lugar el 2 de octubre de 2024 abordamos cómo la creciente adopción de sistemas de Inteligencia Artificial – IA en distintos ámbitos de nuestra vida nos obliga a reflexionar bajo múltiples perspectivas en torno a las implicaciones de estas tecnologías y que fue el tema abordado por el número 164 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
Bajo una mirada amplia, esta compleja tecnología conlleva en ese sentido toda una serie de implicaciones ecológicas (ya que emplea grandes cantidades de recursos, energía y agua con amplias consecuencias sobre los ecosistemas), sociales, económicas y políticas.
Otra dificultad para evaluar las consecuencias de la IA viene de la mano de su complejidad y opacidad. No resulta evidente identificarla y, mucho menos, definirla y conocer cómo funciona.
El desarrollo de esta tecnología está completamente integrado en las estructuras sociales, políticas y económicas de la sociedad. En este sentido, la IA no hay que verla únicamente como el producto de un proceso tecnocientífico, sino también como el resultado de la red de interconexiones de intereses, relaciones de poder, valores, normas, prácticas, costumbres y sesgos preexistentes durante el proceso de diseño, desarrollo y adopción del artefacto, de manera que su funcionamiento suele generar resultados discriminatorios por motivos de género, origen étnico o clase social. A su vez, la propia tecnología que forma parte de ese entramado de relaciones contribuye a su redefinición e influye, cuando no determina, los comportamientos en una sociedad.
La sesión titulada ¿Quién teme a la IA? contó con la presencia de:
– Ramón López de Mántaras, profesor de investigación del CSIC y director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial.
– Lucía Ortiz de Zárate Alcarazo, investigadora en Ética y Gobernanza de la Inteligencia Artificial (IA) en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
– José Bellver, investigador en FUHEM Ecosocial.
Presentó y moderó: Monica Di Donato, FUHEM Ecosocial.
A continuación, ofrecemos el video de la sesión completa.
Contaminación omnipresente: un límite planetario olvidado
«¿Quién ha tomado la iniciativa que pone en movimiento esa cadena de envenenamientos, esa ola creciente de muerte que se va extendiendo como la que se forma cuando cae una piedra sobre un lago tranquilo?»
Rachel Carson
«Siempre he pensado que los países poco poblados de África están enormemente subcontaminados»
Lawrence Summers
«No podemos permitirnos perder un solo dólar de nuestro negocio.»
Pollution letter (Documento desclasificado de Monsanto)
El número 166 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su sección A Fondo un artículo de Joan Benach y Ferrán Muntané como pese a los múltiples y duraderos efectos nocivos para la salud humana y ambiental, la contaminación química y la alteración antropogénica de los flujos biogeoquímicos son unos de los problemas ecológicos más subestimados.
El poder de la industria química y los fallos en los sistemas de regulación contribuyen a agravar esta situación, haciendo patente la necesidad de transitar hacia un modelo basado en el control democrático, el rigor científico y unas formas de vida sostenibles.
A continuación, ofrecemos el texto completo del artículo «Contaminación omnipresente: un límite planetario olvidado».
En 2009, científicos del Stockholm Resilience Center (Suecia) trazaron los límites planetarios que la humanidad debe respetar para salvaguardar la estabilidad de la Tierra.1 Con el paso del tiempo, el número de estos límites superados ha ido en aumento, y, actualmente, ya hemos excedido seis de los nueve establecidos: el cambio climático, desencadenado por las emisiones de gases de efecto invernadero y el consecuente calentamiento global; la integridad de la biosfera, que está llevando a la pérdida de biodiversidad y la extinción de especies; los cambios en el uso del suelo, con la deforestación y la transformación de tierras para la agricultura; la sobreexplotación de los recursos hídricos y el uso del agua dulce; los desequilibrios en los ciclos del nitrógeno y el fósforo, resultado del flujo biogeoquímico alterado; y la introducción de nuevas sustancias, que están generando contaminación a través de productos químicos sintéticos y plásticos.2 Sin embargo, dos de los tres restantes (la acidificación oceánica y la acumulación de aerosoles en la atmósfera) están en camino de ser sobrepasados próximamente.
Si bien algunos de estos límites, como el cambio climático y la integridad de la biosfera, han recibido una creciente cobertura por los medios de comunicación, algunos son negligentemente ignorados. Es el caso, por ejemplo, de los límites relacionados con los flujos biogeoquímicos y la contaminación a través de productos químicos. Sin embargo, este último ha sido señalado con gran preocupación por parte de numerosos análisis científicos:
Se producen y liberan al medio ambiente cientos de miles de químicos sintéticos. Para muchas sustancias, los efectos potencialmente grandes y persistentes en los procesos del sistema terrestre de su introducción, particularmente en la integridad funcional de la biosfera, no son bien conocidos, y su uso no está bien regulado (…) el único espacio verdaderamente seguro (…) es aquel donde estas entidades están ausentes a menos que sus impactos potenciales con respecto al sistema terrestre hayan sido evaluados exhaustivamente. Esto implicaría que el límite planetario cuantificado debería establecerse en cero liberación de compuestos químicos sintéticos al medio ambiente abierto, a menos que hayan sido certificados como inofensivos y sean monitoreados.3
A medida que tomamos conciencia de las limitaciones ecológicas globales impuestas por la estructura particular de la biosfera en la que habitamos, surge la urgencia de regular de manera efectiva y rápida la contaminación. Sin embargo, el panorama actual plantea preocupaciones significativas. En primer lugar, los recursos científicos y los sistemas de información resultan ser insuficientes y carecen de transparencia y accesibilidad. Segundo, los mecanismos reguladores son lentos, inadecuados y, demasiado a menudo, incapaces de garantizar el cumplimiento de las normativas. Y tercero, falta un sistema completo de vigilancia, inspección, evaluación y sanción con los recursos adecuados, competencia y transparencia para garantizar el cumplimiento de la legislación.
Un mar de contaminantes
En efecto, vivimos inmersos en un mar de contaminantes. Empezando por los plásticos, omnipresentes por su versatilidad para la fabricación de todo tipo de bienes cotidianos como bolsas, envoltorios, cosméticos, juguetes, electrodomésticos y ropa, brindan comodidad a nuestras vidas. Sin embargo, una vez producidos, comercializados y consumidos masivamente, son desechados y arrojados a vertederos y océanos, donde tardan décadas o incluso siglos en descomponerse, liberando contaminantes en el suelo, el aire y el agua.4 5 Los plásticos están compuestos de un gran número de sustancias, muchas de las cuales son tóxicas (bifenoles, ftalatos, etc.), mientras que otras, como los polímeros, todavía no conocemos su toxicidad. Sin embargo, día tras día, sin darnos cuenta, ingerimos,6 bebemos, respiramos,7 tocamos y absorbemos plásticos y sus aditivos. Partículas diminutas se cuelan en nuestro organismo, afectando nuestra salud de formas que cada vez comprendemos mejor.8 9 Por ejemplo, es alarmante descubrir que niños y niñas españoles excretan plásticos en su orina debido al bisfenol A presente en su alimentación,10 o que los bebés de bajo peso en cuidados intensivos están en contacto con estos materiales.11 Incluso actividades aparentemente inocentes como consumir comida rápida12 o utilizar una pajita de papel13 para beber pueden exponernos a tóxicos dañinos.14 Más impactante aún es saber que los microplásticos han logrado cruzar barreras tan íntimas como la placenta, transportando consigo no solo partículas, sino también gérmenes y compuestos químicos hacia nuestros cuerpos.15 Incluso el polvo de nuestras casas, que solía ser simplemente ácaros y pelo, ahora contiene fibras sintéticas como el poliéster y sustancias químicas nocivas provenientes de nuestra ropa y dispositivos electrónicos como los polibromados.
Pero, además de los plásticos, este mar de contaminantes en el que vivimos está repleto de muchas otras sustancias y materiales nocivos. Hoy día, el mundo se encuentra inundado por aproximadamente 350 000 productos químicos, con cerca de 70 000 de ellos registrados en la última década. Lo sorprendente es que alrededor de 30 000 de estos productos se han registrado únicamente en países de renta baja, donde la capacidad para gestionar y eliminar de manera adecuada los productos químicos es enormemente limitada.16 Esto ha llevado a un incremento alarmante en la acumulación de basura tóxica, que desproporcionadamente afecta a las regiones más pobres del planeta. La investigación científica ha lanzado una advertencia clara: los contaminantes químicos se han convertido en una presencia casi universal, afectando a humanos, animales y prácticamente todos los rincones del planeta .17 La contaminación trasciende fronteras, climas y comunidades, afectando desde las regiones más aisladas del Ártico, donde los inuit basan su dieta en animales marinos contaminados, hasta los rincones más desarrollados y privilegiados del mundo.
Los contaminantes químicos se han convertido en una presencia casi universal, afectando a humanos, animales y prácticamente todos los rincones del planeta
Por supuesto, la rápida y desigual industrialización, el transporte de mercancías y el uso masivo de vehículos privados, especialmente en áreas urbanas densamente pobladas, contribuye significativamente a la emisión de contaminantes atmosféricos nocivos como los óxidos de nitrógeno, el dióxido de azufre, el monóxido de carbono, los compuestos orgánicos volátiles y las partículas en suspensión. Estos contaminantes tienen diversos efectos adversos sobre la calidad del aire y la salud humana. Por ejemplo, contribuyen al smog y la formación de lluvia ácida, afectando la calidad del aire y dañando los ecosistemas. La dimensión del problema es tal que, en 2023 se estimaba que solo siete países (Australia, Estonia, Finlandia, Granada, Islandia, Mauricio y Nueva Zelanda) cumplían los estándares de calidad del aire de la OMS.18 Todo ello sin contar las consecuencias para la vida y el medio ambiente: destrucción de bosques, demolición de aldeas, desplazamiento de decenas de miles de personas y la constante amenaza para miles de animales cuyos hábitats naturales han sido arrebatados.
Incluso el espacio es escenario de contaminación y destrucción antropogénica. En apenas siete décadas, el espacio se ha llenado con decenas de miles de objetos espaciales que, con el paso del tiempo, se han fragmentado, dando origen a objetos más pequeños. Sin contar los satélites que ya no están operativos, se estima que hay alrededor de 500 000 objetos con tamaños entre uno y diez centímetros orbitando alrededor de la Tierra, y otros 21 000 de más de diez centímetros, algunos tan grandes como una estación espacial. Unas 10 000 toneladas de basura espacial orbitando a miles de kilómetros por hora justo encima de nuestras cabezas. La contaminación espacial aumenta las probabilidades de colisión con los satélites en funcionamiento, lo cual pone en riesgo la prevención de desastres naturales y el funcionamiento de las telecomunicaciones. Con más frecuencia de la que pensamos, estos desechos acaban cayendo contra la Tierra.19 20
Volviendo a la Tierra, estos procesos de bioacumulación y biomagnificación implican que ninguna criatura, desde el más pequeño de los peces hasta el ser humano, está a salvo de su impacto. Por ejemplo, en la UE casi una cuarta parte de la población activa, 32 millones de personas trabajadoras, están expuestos a agentes cancerígenos considerados peligrosos para la salud, y en España se estima que en los sectores de actividad más peligrosos esa situación afecta a la mitad de las personas trabajadoras. Pero los contaminantes no solo se encuentran en lugares remotos, sino también en objetos de nuestra vida diaria, como la ropa que vestimos, infundida con miles de productos químicos durante su fabricación.[21] Esta realidad nos enfrenta a un desafío formidable: cómo detener la propagación de estos contaminantes que, de manera lenta y sigilosa, socavan la salud planetaria (y extraplanetaria).
Una sindemia silenciosa y persistente
Nuestra interacción diaria con el vasto mundo de las sustancias químicas tiene efectos profundos, tanto en la salud del planeta como en la nuestra. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la exposición a productos químicos peligrosos contribuye a generar cerca de dos millones de muertes anuales. Esta cifra, alarmante por sí sola, apenas roza la superficie de un problema que abarca una amplia gama de consecuencias ocultas y a menudo subestimadas,22 creando una sindemia planetaria silenciosa. 23 24 Según la Comisión sobre Contaminación y Salud de The Lancet,25 la contaminación química es un problema global en aumento, cuyos efectos en la salud humana son enormemente subestimados. Los impactos de estas sustancias son particularmente devastadores para las poblaciones y países de bajos ingresos , así como en ciudades y comunidades donde la presencia de químicos tóxicos, radionúclidos y metales pesados es una constante.
A lo largo de los años, la ciencia ha profundizado en el estudio de cómo estos compuestos afectan tanto a nuestra salud como al medio ambiente. Un momento clave en esta exploración fue la publicación, en 1996, de Nuestro Futuro Robado, un libro que puso el foco en la disrupción endocrina, un fenómeno cada vez más preocupante.26 Este término se refiere a cómo diversas sustancias químicas, muchas de las cuales son derivadas del petróleo y presentes en nuestro día a día, interfieren con el sistema endocrino con el potencial de alterar el desarrollo reproductivo y hormonal tanto en humanos como en la fauna, poniendo en riesgo no solo la salud individual sino también la biodiversidad global. Más recientemente, la ciencia ha arrojado más luz sobre algunos aspectos perturbadores de esta realidad.
Los impactos de estas sustancias son particularmente devastadores para las poblaciones y países de bajos ingresos
En primer lugar, la omnipresencia de estos contaminantes significa que estamos expuestos a un «efecto cóctel», donde las interacciones entre diferentes sustancias pueden tener efectos imprevisibles, incluso en dosis bajas. En segundo lugar, muchos de estos químicos son persistentes y bioacumulativos, lo que significa que tienen tendencia a acumularse dentro del organismo en forma de un legado tóxico. En tercer lugar, la exposición a estos químicos no se limita a una etapa específica de la vida; comienza en el útero y nos acompaña hasta la tumba, manifestándose en enfermedades y trastornos años después de la exposición inicial. Incluso si un feto en el útero queda expuesto en un momento clave del desarrollo, no solo habrá consecuencias sobre el feto y luego en la edad adulta, sino que también se verán afectados los nietos y bisnietos de la madre expuesta, produciéndose un salto de una o dos generaciones (herencia epigenética transgeneracional).[27] Enfrentamos, por tanto, una sindemia química tóxica con graves repercusiones en el medio ambiente y la salud humana.
La exposición a niveles altos de contaminantes aéreos está vinculada con un aumento en problemas respiratorios como el asma y la bronquitis, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y ancianos. Además, se ha establecido una correlación directa entre la contaminación del aire y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, así como infecciones respiratorias. Actualmente, la contaminación es la mayor causa ambiental de enfermedades y muertes prematuras a nivel mundial, con más de nueve millones de fallecimientos al año , la mayoría debido a la contaminación del aire. Esta cifra supera con creces las muertes por SIDA, tuberculosis y malaria combinadas. Más del 95% de las muertes relacionadas con la contaminación del aire ocurren en países de ingresos bajos y medios. La exposición a químicos nocivos como los pesticidas están detrás de más de 385 millones de intoxicaciones anuales entre estos trabajadores y trabajadoras esenciales en el Sur global, con la mayoría de los casos registrados en Asia y África.[28] La contaminación por exposición al plomo está detrás de más de 5,5 millones de adultos fallecidos por enfermedades cardiovasculares solo en 2019, el 90% de los cuales en países de ingresos bajos y medios.
Actualmente, la contaminación es la mayor causa ambiental de enfermedades y muertes prematuras a nivel mundial, con más de nueve millones de fallecimientos al año
Sin embargo, la exposición a diversos contaminantes va más allá de causar enfermedades agudas. Estas sustancias pueden alterar nuestro ADN, dando lugar a mutaciones, cáncer y malformaciones congénitas. Muchos contaminantes actúan como venenos lentos, siendo neurotóxicos que pueden desencadenar enfermedades degenerativas, autoinmunes, hormonales, cardiovasculares, metabólicas y del sistema nervioso, además de infertilidad. Estos contaminantes pueden imitar o alterar la función de hormonas como los estrógenos, teniendo un impacto profundo en órganos vitales como los ovarios, el páncreas y la tiroides.29 Por poner solo un ejemplo, trabajar más de una década en una peluquería o salón de belleza puede triplicar el riesgo de desarrollar cáncer de ovario.30 Lo más inquietante es que la exposición a estas sustancias no distingue edad, afectando desde la etapa embrionaria y fetal hasta la infancia temprana, momentos en los que nuestro sistema hormonal se encuentra en su estado más delicado. En muchos casos, la contaminación, que puede envenenar a las personas durante generaciones, se percibe como un fenómeno normal, en gran medida invisible. Una razón es que la relación entre la exposición a contaminantes y el desarrollo de enfermedades causadas por esta tardan años en manifestarse, dificultando la identificación de la relación causal.
Aunque todas las personas, independientemente de la posición social o geográfica, compartimos el riesgo, es importante subrayar que el impacto de esta exposición no se distribuye de manera equitativa entre la población. Las personas en situaciones de mayor precariedad y/o más vulnerabilizadas se ven desproporcionadamente afectadas. Así, las consecuencias de nuestra interacción con estos contaminantes persistentes son también una cuestión de justicia social.31 32 33
El fracaso de los sistemas de protección
En cuanto a nuestra comprensión de la toxicidad de las sustancias químicas, podemos identificar varios escenarios que condicionan la eficacia de los sistemas de protección. En primer lugar, cuando la toxicidad de los productos químicos es desconocida o apenas sospechada, las autoridades tienden a adoptar una postura de espera o de negación, permitiendo que las empresas opten por soluciones que prioricen la eficiencia y el beneficio económico en sus procesos de producción. En este contexto, la intervención gubernamental es escasa o nula, dejando un amplio margen para la acción corporativa sin restricciones significativas. Cuando contamos con un conocimiento limitado, pero existen indicios suficientes que apuntan hacia la toxicidad, la acción política sigue siendo insuficiente. Las pocas intervenciones que se impulsan a menudo se ven obstaculizadas por la resistencia de las empresas, que despliegan una variedad de estrategias legales, económicas, políticas y mediáticas para esquivar cualquier regulación que amenace su libertad de acción. Finalmente, en aquellos escenarios en los que contamos con un arsenal de evidencia científica robusta que confirma la toxicidad de las sustancias, es cuando encontramos una respuesta regulatoria más firme, particularmente en los países más desarrollados y con mayores recursos, desplegando restricciones y prohibiciones para las sustancias de conocida toxicidad aguda. Sin embargo, cabe señalar que esta respuesta raramente se extiende a las sustancias cuya toxicidad produce problemas de salud crónicos, especialmente aquellas que actúan en dosis bajas y provienen de fuentes variadas.
El único escenario deseable, el de una regulación apropiada que impida el uso de sustancias con efectos tóxicos agudos y crónicos para la salud, es el resultado de un conocimiento profundo sobre los riesgos, una amplia cobertura mediática que eleva la visibilidad del problema y un fuerte impulso de presión social y política ejercida por grupos comprometidos con el control de estas sustancias. Así, la efectividad de las medidas depende de la compleja sinergia entre el conocimiento científico, la conciencia pública, la legislación adecuada y la movilización comunitaria y política.
¿Qué fallas en nuestro marco regulatorio permiten que estemos expuestos a productos tóxicos?
¿Qué brechas en los procesos de aprobación y vigilancia facilitan esta realidad?
¿Por qué los mecanismos, diseñados para salvaguardar la salud pública y el medio ambiente, no han logrado cumplir adecuadamente con su propósito?
Tatiana Santos, directora del área de químicos de la Oficina Europea del Medio Ambiente (EEB) –y también autora en este semimonográfico–, ofrece algunas respuestas al destacar las limitaciones de la actual normativa europea para el control de químicos industriales conocida como REACH:34
[REACH] ha fracasado en protegernos frente a miles de sustancias químicas y en evitar el almacenamiento masivo en nuestros cuerpos de químicos altamente peligrosos… La salud de las personas está en peligro. El fracaso de la UE para controlar los productos químicos nocivos está escrito en la sangre y la orina contaminadas de todos los europeos… La Comisión se está preparando para permitir que los productos químicos más dañinos se sigan utilizando en al menos la mitad de los productos en los que se utilizan actualmente, a pesar de su evaluación de que los ahorros relacionados con la salud superarán ampliamente los costos para la industria.35
Intereses, maldades y delitos del poder corporativo
Contrariamente a lo que sería deseable, cuando surgen pruebas contundentes de la toxicidad de ciertas sustancias, o incluso cuando hay indicios legítimos, las corporaciones priorizan sistemáticamente sus beneficios económicos sobre el bienestar de la población y la integridad del medio ambiente. Parte de su estrategia implica generar una percepción de necesidad, real o inventada, tanto en productores como, especialmente, en los consumidores. Este proceso se apuntala en el papel de la industria química como un motor importante para el crecimiento económico, especialmente en EEUU y Europa, representando un porcentaje considerable del PIB de ambos territorios (de hasta el 25% en EEUU).36 37
Gracias a esta potente influencia económica,38 39 la industria química no ha dudado en ejercer una presión considerable sobre los gobiernos y la ciudadanía, invirtiendo generosamente en actividades de lobbying, empresas de relaciones públicas, agencias de publicidad y medios de comunicación. De los más de 12 000 grupos de presión que intentan influir en las decisiones de las instituciones comunitarias, el Consejo Europeo de la Industria Química lidera el ranquin de presupuesto anual para estas actividades.40 Este esfuerzo coordinado busca incidir en los procesos legislativos (captura del legislador), sembrar dudas y propagar falsedades, convenciendo a la sociedad de la seguridad de los productos químicos, su indispensabilidad o su compromiso con el bienestar ambiental y comunitario. Tampoco dudan en recurrir al tráfico de influencias y la corrupción directa, el aprovechamiento de información privilegiada, la cooptación de investigadores,41 el descrédito de científicos independientes 42 43 44 e, incluso, el uso de tácticas represivas y la difamación de activistas, sindicalistas y cualquier persona que sea percibido como una amenaza. También es frecuente la retención o la manipulación de la información como una táctica defensiva clave para salvaguardar sus intereses. Este comportamiento es particularmente alarmante en el caso de numerosas sustancias químicas utilizadas extensamente, como los aditivos en plásticos, colorantes y plastificantes, así como otros componentes encontrados en una amplia gama de productos de consumo. Otra estrategia consiste en la elusión de la regulación mediante estrategias dilatorias y, cuando es necesario, asumir el coste de multas como un coste más de su negocio. Un informe de 2018 reveló que se incumplen entre el 70% y el 80% de las obligaciones de información por parte de la industria, incluyendo datos críticos sobre la toxicidad de las sustancias.45 Por último, cuando se trata de enfrentar riesgos, las corporaciones no escatiman esfuerzos para asegurar sus beneficios, recurriendo al extractivismo, el despojo, y hasta tácticas que podrían compararse con las empleadas por organizaciones mafiosas. En Estados Unidos, se adentran en los entresijos de los procesos electorales, haciendo uso de la propaganda y las tecnologías de redes sociales para inclinar la balanza a su favor. Más allá de sus fronteras, no dudan en manipular gobiernos e instituciones políticas de otros países para alinearlos con sus intereses. En la Unión Europea, el poderío de las grandes empresas se hace sentir en las principales instituciones competentes, como la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Consejo, que son siempre objeto de presiones para favorecer las operaciones del capital transnacional, tanto dentro como fuera de la UE.46
Es urgente replantear y fortalecer los mecanismos de regulación y control para proteger el bienestar común frente a los intereses particulares de unas pocas corporaciones
Este complejo entramado de influencias no solo socava la integridad de las instituciones encargadas de proteger el bienestar público y el medio ambiente, sino que también pone en jaque la confianza de la sociedad en estas entidades.[47] Además, perpetúa un entorno de regulación ineficaz, permitiendo que los intereses corporativos se impongan sobre la salud, bienestar y seguridad de la sociedad, al mismo tiempo que socavan la capacidad de la sociedad para tomar decisiones informadas y protegerse contra posibles daños. Por todo ello, es urgente replantear y fortalecer los mecanismos de regulación y control para proteger el bienestar común frente a los intereses particulares de unas pocas corporaciones poderosas.
Que se coman la contaminación
Lawrence Summers, quien ocupó cargos tan influyentes como el de economista jefe del Banco Mundial o Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, defendió la lógica de depositar desechos peligrosos en países con salarios más bajos como algo perfectamente lógico, sugiriendo incluso que las zonas habitadas por personas pobres no estaban «suficientemente contaminadas» desde una perspectiva económica. Esta perspectiva constituye una forma de imperialismo perpetrado por las corporaciones transnacionales que pone de relieve una cruda realidad: en su búsqueda implacable de ganancias, la industria de los residuos tóxicos y la expansión neoliberal amenazan tanto la salud humana como la del planeta, afectando de manera desproporcionada a las poblaciones más pobres. Pero Summers no es un caso aislado. Para muchos economistas, la contaminación no se ve como un problema crítico a erradicar, sino como algo que debe gestionarse dentro de los confines del «libre mercado». Este paradigma no solo perpetúa la explotación del trabajo de los más vulnerables y marginados, sino que también insiste en que la preservación de la lógica capitalista es esencial para la prosperidad global, incluso para las futuras generaciones.48 La elección de las comunidades que habitualmente se convierten en vertederos de desechos tóxicos no es aleatoria, sino que está profundamente influenciada por la clase social, la raza y la etnia,49 revelando cómo ciertas vidas y ecosistemas se consideran prescindibles en el altar del progreso económico.50
De ahí que, curiosamente, naciones como Estados Unidos, Alemania y Francia sean exportadores netos de desechos, mientras que China lidera la exportación de materiales peligrosos. Destinos como México, India y Uzbekistán se han convertido en importadores masivos de estos peligrosos desechos. Simultáneamente, países como China,51 Mozambique, Senegal y Afganistán enfrentan niveles alarmantes de contaminación química a causa de la acumulación de basura.52 Este fenómeno, a menudo descrito como imperialismo ambiental, muestra cómo los países más acaudalados del mundo desplazan millones de toneladas de residuos hacia naciones del Sur global. Lugares como Guinea, Ghana, Haití y otros se han convertido también en vertederos químicos, farmacéuticos y radiactivos. En la mayoría de los casos, ni las autoridades, ni los científicos, ni la propia población tienen conocimiento de la presencia y magnitud de los riesgos ambientales existentes, sus posibles efectos sinérgicos y sus desiguales repercusiones en la salud y el bienestar de la población.53 La relación entre la acumulación de desechos tóxicos y los determinantes sociales de la salud es un área que, aunque no completamente comprendida, ha comenzado a revelar tendencias alarmantes. Investigaciones en Estados Unidos y Europa han evidenciado que las comunidades más desfavorecidas enfrentan de manera desproporcionada las consecuencias negativas derivadas de la proximidad a instalaciones de residuos y vertederos tóxicos.54 También se está empezando a arrojar luz sobre la importancia de la justicia ambiental, el activismo y la participación ciudadana,55 especialmente en áreas afectadas por la contaminación industrial. Estos estudios, aunque son limitados, sugieren una relación directa entre la privación material y el aumento de la desigualdad ambiental, reafirmando la idea de que las comunidades más empobrecidas suelen ser las más afectadas por este tipo de contaminación.56 Sin embargo, aún es raro encontrar análisis que integren de manera conjunta los determinantes sociales y ambientales,57 y la investigación en países de ingresos bajos o medios es especialmente limitada.58 A pesar de estos desafíos, queda claro que las decisiones en torno a la creación de nuevas instalaciones industriales o los planes de remediación deben priorizar la precaución, la equidad y la salud pública.
El comercio internacional de residuos tóxicos encarna una de las injusticias ambientales más flagrantes de nuestra época: la exportación de residuos tóxicos desde países desarrollados a naciones más empobrecidas.[59] Numerosas empresas incluso sitúan sus instalaciones de tratamiento o reciclaje de residuos en países de ingresos bajos, beneficiándose de la mano de obra barata y la laxitud normativa. De este modo, la agenda corporativa perpetúa innovadoras formas de imperialismo, mercantilizando, degradando y destruyendo los recursos naturales de ciertos territorios; un proceso que está intrínsecamente ligado a factores como la deuda externa, la necesidad de divisas o la «asistencia humanitaria». Aunque iniciativas internacionales como el Convenio de Basilea y las prohibiciones impuestas por la OCDE intentan atenuar estos problemas, la efectividad en su implementación aún encuentra importantes barreras. Esta «externalización» de los costos ambientales hacia los países en desarrollo resalta la urgencia de adoptar un enfoque en la gestión ambiental y económica que no solo sea más equitativo, sino también sostenible a largo plazo.
La democracia o la vida
Nos encontramos ante un panorama marcado por la falta de transparencia, regulación inadecuada, un sistema de vigilancia deficiente y unas condiciones sociales insuficientes para la protección de la salud y el medio ambiente. Estos problemas derivan de la ausencia de políticas económicas y científicas que dificultan o imposibilitan la toma de decisiones informadas y democráticas sobre la autorización o restricción del uso de productos químicos. El primer elemento está vinculado a cómo se lleva a cabo la producción industrial, especialmente en el uso de productos químicos cuyas garantías de seguridad para la salud pública y el entorno ambiental a medio y largo plazo son cuestionables. En palabras de Jacqueline Verrett, una ex toxicóloga de la FDA:
No es que los responsables gubernamentales sean corruptos, sino que su sentido del deber se ve continuamente erosionado por sus contactos con la industria y por interesarse más por los efectos a corto plazo en la industria que por los efectos a largo plazo en los consumidores. (…) Es necesario que las agencias de reglamentación dejen de prestar derechos a los productos químicos. Los productos químicos no tienen ningún derecho, quienes los tienen son las personas.60
Para corregir esta situación es necesaria una política de salud pública que exija generar y compartir información detallada y precisa sobre los riesgos asociados con estos productos y sustancias. Al mismo tiempo, en relación con la política científica, es necesario reforzar la capacidad de evaluar, científica y socialmente, los riesgos asociados tanto con las sustancias usadas en el pasado como con aquellas en uso actualmente. La industria química ha crecido hasta convertirse en un gigante con un negocio y poder enormes que opera de forma opaca. Esto ha transformado al consumidor en alguien más crédulo y conformista ante la insuficiente vigilancia en la evaluación de residuos y productos de consumo. Estos procesos están llenos de irregularidades como la conformación de equipos de expertos que favorecen los intereses industriales o sistemas de medición de riesgos que distan mucho de ser objetivos.61 El proceso de medición de riesgos está impregnado de suposiciones sobre la naturaleza y el valor de lo que se mide. La complejidad y diversidad de los fenómenos a evaluar hacen extremadamente difícil identificar valores seguros y medir riesgos de manera precisa,62 lo que recuerda a la «falacia de McNamara», que critica la dependencia de tomar decisiones críticas a partir exclusivamente de métricas cuantitativas, ignorando lo que no se puede cuantificar.
Un ejemplo paradigmático de la falsa objetividad es la introducción, en los años cincuenta, del concepto de Ingesta Diaria Admisible (IDA) para aditivos alimentarios y, más tarde, para residuos de pesticidas. Con este concepto se pretendió establecer un marco de seguridad para el consumo de estas sustancias mediante la identificación de una dosis de un aditivo que no causara efectos tóxicos observables en animales, y luego dividir ese valor por cien para determinar lo que se consideraría seguro para el consumo humano diario. Sin embargo, este proceso es más complejo y subjetivo de lo que parece, con expertos cuya legitimidad ha sido cuestionada por numerosas decisiones sobre los valores seguros que a menudo favorecen los intereses de las industrias involucradas. Si bien este enfoque carece de una base científica sólida para distinguir claramente entre las concentraciones de una sustancia que son dañinas y las que no lo son, sus conclusiones se convierten prácticamente en dogma.63 Una mayor transparencia, rigor y participación democrática en la evaluación de la seguridad alimentaria son imprescindibles para asegurar unos estándares de protección de la salud pública adecuados. Esto incluye, entre otras cosas, cuestionar la noción de la «aceptabilidad del riesgo», que es una noción esencialmente social, normativa, política o comercial que establece qué riesgo para la salud estamos dispuestos a asumir colectivamente, en este caso en lo referente a la ingesta de aditivos y pesticidas.64
En Europa, la batalla por una regulación más estricta de los productos químicos y pesticidas se encuentra en un punto crítico, enfrentando la poderosa influencia de la industria contra los esfuerzos por proteger la salud pública y el medio ambiente. Uno de los principales campos de batalla es el Pacto Verde (Green Deal) de la UE, lanzado en 2020 con el ambicioso objetivo de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050, promoviendo al mismo tiempo la economía, la salud y la calidad de vida de sus ciudadanos. Este pacto incluyó una estrategia para avanzar hacia una sostenibilidad química, enfocándose en las sustancias más peligrosas, como carcinógenos y disruptores endocrinos, entre otros. A través de más de ochenta iniciativas, se buscaba regular, prohibir y mejorar la información sobre sustancias tóxicas, en un esfuerzo por garantizar un futuro sin toxinas. Esta estrategia contó con el apoyo total del Parlamento Europeo y el Consejo Europeo, generando grandes expectativas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por mejorar la regulación de productos peligrosos, la realidad es que los ciudadanos todavía estamos expuestos a altas concentraciones de químicos y pesticidas. La resistencia de la poderosa industria química, particularmente notable en Alemania, ha sido un freno significativo, presionando hasta que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, eliminó del plan de trabajo de la Comisión las reformas clave para el Pacto Verde en otoño de 2022. Este retroceso generó controversia y protestas de varios países europeos que luchan por la eliminación de sustancias tóxicas en los productos de consumo y por entornos laborales seguros.<65 Sin embargo, la presión de la industria química no cesó, buscando crear lagunas en la regulación y persuadiendo a la Comisión Europea para que retrase o incluso abandone los compromisos establecidos en la Estrategia de Sustancias Químicas para la Sostenibilidad del Pacto Verde (CSS, Chemicals Strategy for Sustainability).
En Europa, la batalla por una regulación más estricta de los productos químicos y pesticidas se encuentra en un punto crítico
En 2024, con las crecientes protestas de agricultores en varios países europeos, la cercanía de las elecciones europeas y la aspiración de Ursula von der Leyen por ser reelegida como presidenta de la Comisión Europea, la jefa del ejecutivo comunitario tomó la decisión de postergar la normativa de reducción de pesticidas, una medida clave del Pacto Verde, dejando en evidencia el poder de la industria química sobre las decisiones que afectan el bienestar colectivo.66 Además, la industria también lucha para evitar la expansión del GARM (Generic Approach to Risk Management); retrasar la revisión de la normativa europea REACH (Registration, Evaluation, Authorisation and Restriction of Chemicals); redefinir el «concepto de uso esencial» o EUC (Essential use concept), una política derivada del Protocolo de Montreal que aboga por prohibir las sustancias peligrosas en productos de consumo, salvo en circunstancias excepcionales donde su uso sea indispensable para la sociedad y no existan alternativas viables, entre otros frentes.67
La causa de fondo, de nuevo, es la necesidad de crecimiento insostenible y acumulación constante de capital por parte de una industria química que se ha convertido en una pieza clave del sistema capitalista contemporáneo, en el que la desposesión continua de las mayorías y la explotación destructiva del planeta solo desplazan temporalmente su crisis.68 69 De ahí los esfuerzos por resistir cualquier intento de limitar la producción y el uso de productos químicos, dado que constituyen una fuente fundamental de rentabilidad y acumulación de capital, independientemente de sus consecuencias ambientales y de salud pública. Entender el papel que juega esta industria es fundamental para comprender mejor la articulación de un sistema que nos empuja a una auténtica crisis civilizatoria.
Actuar ante un síntoma de la crisis capitalista
Con seis de los nueve límites planetarios ya sobrepasados, enfrentamos una amenaza existencial que exige una transformación social sin precedentes. La salud de nuestro entorno y nuestra propia salud están profundamente entrelazadas; son inseparables. No podemos pretender cuidar una sin atender a la otra; son dos caras de la misma moneda unidas por un hilo que nos conduce, o bien hacia el bienestar colectivo o bien hacia nuestra perdición conjunta. La actual sindemia química, ese entrelazado de factores químicos adversos que afectan nuestra salud colectiva, es un buen ejemplo de esta interdependencia. Nuestro consumo de productos químicos peligrosos y nuestra gestión de residuos tóxicos no solo perjudican nuestra salud, sino que también dañan el planeta que habitamos, subrayando la necesidad de una estrategia preventiva y global que pasa, en última instancia, por repensar y transformar radicalmente nuestra sociedad.70 El microbiólogo y ambientalista René Dubos nos recordaba que «cada civilización tiene su propia forma de peste que solo puede controlar reformándose a sí misma.»71
Así, para enfrentar la creciente amenaza de la sindemia química, es imperativo explorar nuevas rutas. Una primera clave para lograr un futuro sostenible y saludable yace en transformar radicalmente nuestra forma de producir y consumir. Una acción fundamental y urgente es reducir drásticamente el consumo insostenible de productos que recorren miles de kilómetros para llegar a nuestras manos, y promover una dieta basada en productos locales, de temporada, frescos, no procesados y libres de químicos dañinos, siendo conscientes de que, si bien los alimentos orgánicos ofrecen una alternativa más saludable, no están completamente exentos de sustancias nocivas.72 73 74
Otra necesidad acuciante tiene que ver con el fomento del reciclaje dentro de una economía que tienda a la circularidad. Aquí, el reciclaje de plásticos destaca por su urgencia y las insuficientes soluciones a nivel internacional. A pesar de los esfuerzos de organizaciones como la OCDE, que reporta que solo un 9,4% de los residuos plásticos fueron reciclados en 2020,75 con proyecciones modestas de mejora para 2040, el reciclaje plástico enfrenta el problema adicional de reintroducir sustancias tóxicas en el ciclo de uso. Para ello es imprescindible un tratado internacional que regule su uso de manera transparente y democrática, con el objetivo de reducir o prohibir ciertos productos y facilitar su evaluación,76 así como buscar alternativas verdaderamente sostenibles, incrementar las inversiones en gestión de residuos ambientalmente responsable y mejorar los sistemas de recolección, transporte, reciclaje y eliminación de plásticos no reciclables, evitando a la vez el uso de sustancias químicas perjudiciales.
Una estrategia de vital importancia pasa por profundizar y diversificar nuestro conocimiento. Necesitamos una comprensión detallada que no solo describa los problemas, sino que también abarque sus causas. Esto significa ir más allá de los análisis de riesgo tradicionales para incluir una exploración de los factores estructurales, los elementos sistémicos y políticos, y un entendimiento completo de sus efectos. Es esencial contar con información clara sobre la eficacia de las medidas de prevención, vigilancia, protección y mitigación existentes.77 Además, debemos impulsar la investigación de alternativas seguras, inspirándonos en la biomímesis y la química verde, 78 sin comprometer nuestro entorno o salud. Un ejemplo ilustrativo de este enfoque es el estudio reciente liderado por Johan Rockström, que destaca la necesidad de un cambio de paradigma en cómo abordamos y entendemos las interacciones entre la humanidad y nuestro entorno, y que pone el acento en comprender las «entidades novedosas».79
Debemos impulsar la investigación de alternativas seguras, inspirándonos en la biomímesis y la química verde, que buscan soluciones en la naturaleza
Sin embargo, más allá del análisis y la investigación, lo que se necesita es acción. Aunque contamos con el conocimiento necesario para cambiar el curso, la gran pregunta es: ¿quién puede impulsar estos cambios? Dados sus antecedentes, dejar nuestro futuro en manos de las corporaciones causantes de esta situación sería un ingenuo acto de autodestrucción. De hecho, las élites harán todo lo posible por bloquear los cambios sociales necesarios, prefiriendo preservar su poder y mantener el statu quo. Para alcanzar una sostenibilidad genuina necesitamos una planificación económica y ecológica democrática que priorice las transformaciones necesarias en los países y sectores con mayor carga de responsabilidad, al mismo tiempo que genera las condiciones para una mayor justicia y calidad de vida para la mayoría global.
Un dilema cercano
Nos encontramos en un planeta químico que se vuelve cada vez más tóxico, un mundo donde la salud parece un lujo que se nos escapa. La dinámica del actual capitalismo que se nutre de la explotación, la violencia y el menosprecio por el bienestar se muestra insostenible y en conflicto directo con la vida misma. Nos enfrentamos a un capitalismo que literalmente «no cabe en el mundo», en una guerra abierta contra la existencia.
El actual momento histórico determinará el futuro de la humanidad, enfrentando una amenaza global de magnitud catastrófica. La cuestión de si somos pesimistas u optimistas se vuelve irrelevante ante la urgencia de actuar decisivamente por nuestra supervivencia.81 Esto solo es posible con una planificación consciente y dirigida, sin la cual el sistema capitalista nos llevará inevitablemente al desastre.[82] La urgencia de enfrentar los límites de nuestro planeta, incluyendo esta sindemia silenciosa y tóxica, exige cambios profundos. Debemos explorar alternativas que reconozcan la necesidad de transitar hacia un modelo económico y productivo más simple, equitativo y verdaderamente sostenible. Como apunta el economista ecológico John Bellamy Foster, estamos en un punto de inflexión crítico que requiere una reevaluación profunda de nuestras prioridades y estrategias para asegurar un futuro viable para todos:
La naturaleza de la crisis ambiental global es tal que está en juego el destino de todo el planeta y cuestiones sociales y ecológicas de enorme complejidad, todas ellas atribuibles a las formas de producción que ahora prevalecen. Es imposible evitar que la crisis ambiental mundial empeore progresivamente a menos que se aborden a escala global los problemas fundamentales de producción, distribución, tecnología y crecimiento. Y cuanto más se plantean estas cuestiones, más evidente se vuelve que el capitalismo es insostenible ecológica, económica, política y moralmente y debe ser superado.83
Las sociedades, esencialmente las más acomodadas, deben realizar cambios drásticos en su forma de producir y consumir energía y materiales. La clave está en reducir el consumo de lo superfluo y redistribuir los recursos de manera más justa, para así disminuir el impacto ambiental sin comprometer nuestra calidad de vida. Necesitamos renunciar urgentemente a un modo de vida imperial, injusto e insostenible[1] que ignora o niega los límites biofísicos de la Tierra. Ello solo es posible mediante políticas de crecimiento selectivo o decrecimiento.[2] Este cambio no consiste únicamente en ajustes técnicos o económicos; es una revolución en nuestra relación con el planeta.[3] [4] [5] La pregunta es: ¿estamos listos para aceptar una reducción significativa en nuestra capacidad de consumo material a cambio de una mejor calidad de vida compatible con la salud planetaria y la solidaridad intergeneracional?
[1] Alberto Acosta y Ulrich Brand, «Salidas del laberinto capitalista», Icaria, Barcelona, 2017.
[2] Luis González Reyes, Adrián Almazán, Decrecimiento: del qué al cómo, Icaria, Barcelona 2023.
[3] Vandana Shiva, «Cómo poner fin a la pobreza», Biodiversidad, 28 de julio de 2005, disponible en: https://www.grain.org/es/article/entries/1063-como-poner-fin-a-la-pobreza
[4] Jorge Riechmann, «Transiciones ecosociales, colapso, decrecimiento: ya no tendremos tiempo de equivocarnos dos veces», Sistema, vol. 269, 2024, pp.161-176.
[5] Joan Benach, La salud es política. Un planeta enfermo de desigualdades, Icaria, Barcelona, 2020.
Para movilizar a la sociedad hacia este cambio, necesitamos ofrecer una visión del futuro que sea tanto esperanzadora como positiva. Se trata de adoptar nuevos valores sociales que fomenten sociedades más frugales y, al mismo tiempo, más prósperas. La transformación necesaria va más allá de implementar políticas; implica cambiar radicalmente nuestras expectativas y deseos. La verdadera pregunta estratégica de hoy no es solo qué cambios debemos hacer, sino cómo podemos hacerlos realidad. Nos enfrentamos al desafío de construir rápidamente una identidad colectiva radicalmente distinta, preparada para vivir de manera diferente. Este es el reto de nuestra era: forjar un futuro en el que prosperemos dentro de los límites biofísicos de nuestro planeta, no a su costa.89
Para asegurar un futuro donde la humanidad pueda florecer con dignidad y equidad, es esencial fomentar una conciencia global que sea crítica, colectiva y capaz de movilizarnos hacia el cambio. Estamos en un punto de inflexión donde debemos ser audaces, imaginando y poniendo a prueba alternativas que nos llenen de esperanza y nos otorguen el poder de actuar.[90] En estos momentos decisivos, ya no hay espacio para excusas, dilaciones o engaños. En lugar de aferrarnos a la idea contradictoria del «desarrollo sostenible», es tiempo de que nos enfoquemos en diseñar y vivir dentro de una economía que no solo sea amigable con el medio ambiente, sino también justa para todos. Manuel Sacristán, hace ya tres décadas, soñaba con «lograr un mundo justo en un planeta habitable». Este objetivo es hoy más urgente y necesario que nunca. La propuesta de un ecosocialismo no puede ser un mero cambio de etiqueta, sino una invitación a repensar nuestras prioridades y estrategias para asegurar un futuro donde la vida en todas sus formas pueda florecer. Es una visión audaz, pero es precisamente la audacia lo que se necesita para enfrentar los desafíos de nuestro tiempo. La hora de actuar debe ser ahora; la salud planetaria y el futuro de nuestra civilización dependen de ello.
Joan Benach es profesor, investigador y activista de salud pública. Director del Grup Recerca Desigualtats en Salut (GREDS-EMCONET), UPF; codirector del JHU-UPF Public Policy Center; UPF Barcelona School of Management; Ecological Humanities Research Group GHECO, UAM.
Ferran Muntané es investigador del JHU-UPF Public Policy Center, la UPF Barcelona School of Management Grup Recerca Desigualtats en Salut (GREDS-EMCONET), UPF.
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NOTAS
1 Johan Rockström, Will Steffen, Kevin Noone, et al., «A safe operating space for humanity», Nature, vol. 461, 2009, pp. 472–475.
2 Katherine Richardson, Will Steffen, Wolfgang Lucht, et al., «Earth beyond six of nine planetary boundaries», Science Advances, vol. 9, núm. 37, 2023.
3 Ibidem.
4 OCDE, «OECD work on plastics», disponible en: https://www.oecd.org/environment/plastics/
5 Mikael L.A. Kaandorp, Delphine Lobelle, Christian Kehl et al., «Global mass of buoyant marine plastics dominated by large long-lived debris», Nature Geoscience, vol. 16, 2023, pp. 689–694.
6 Kieran D. Cox et al., «Human Consumption of Microplastics», Environmental Science & Technology, vol. 53, núm. 12, 2019, pp. 7068-7074.
7 Alvise Vianello et al. «Simulating human exposure to indoor airborne microplastics using a Breathing Thermal Manikin», Scientific Reports, vol. 9, 2019, p. 8670.
8 Li Liu et al., «Cellular internalization and release of polystyrene microplastics and nanoplastics», Science of the Total Environment, vol. 779, 2021, p. 146523.
9 Evangelos Danopoulos et al., «A rapid review and meta-regression analyses of the toxicological impacts of microplastic exposure in human cells», Journal of Hazardous Materials, vol. 427, 2022, p. 127861.
10 Lidia Casas et al., «Urinary concentrations of phthalates and phenols in a population of Spanish pregnant women and children», Environment International, vol. 37, núm. 5, 2011, pp. 858-866.
11 Luz Iribarne-Durán et al., «Presence of Bisphenol A and Parabens in a Neonatal Intensive Care Unit: An Exploratory Study of Potential Sources of Exposure», Environmental Health Perspectives, vol. 127, núm. 11, 2019, p. 117004.
12 Laurel Schaider et al., «Fluorinated Compounds in U.S. Fast Food Packaging», Environmental Science & Technology Letters, vol. 4, 2017, pp. 105−111.
13 Pauline Boisacq et al., «Assessment of poly- and perfluoroalkyl substances (PFAS) in commercially available drinking straws using targeted and suspect screening approaches», Food Additives and Contaminants, vol. 40, núm. 9, 2023, pp. 1230-1241.
14 Raffaele Marfella et al., «Microplastics and Nanoplastics in Atheromas and Cardiovascular Events», New England Journal of Medicine, vol. 390, 2024, pp. 900-910.
15 Antonio Ragusa et al., Plasticenta. «First evidence of microplastics in human placenta», Environ Int, vol 146, 2021, p. 106274.
16 Zhanyun Wang et al., «Toward a Global Understanding of Chemical Pollution: A First Comprehensive Analysis of National and Regional Chemical Inventories». Environ. Sci. Technol, vol. 54, núm. 5, 2020, pp. 2575−2584.
17 Theo Colborn, T., John Peterson Myers y Dianne Dumanoski, Our Stolen Future, Dutton, Nueva York, 1996.
18 IQAir, 2023 World Air Quality Report, IQAir, 2024.
19 Valentina Raffio, «La marea de basura espacial inquieta a los expertos: "Es como si cada semana cayera un coche del espacio"», El Periódico,22 de febrero de 2024, disponible en: https://www.elperiodico.com/es/ciencia/20240222/basura-espacial-inquieta-expertos-10-000-toneladas-98511485
20 Silvia Hernando, «Lluvia de chatarra: 100 toneladas de basura espacial caen al año en la Tierra, El País, 24 de febrero de 2018, disponible en: https://elpais.com/elpais/2018/02/16/eps/1518774498_638902.html?autoplay=1
21 Giovanna Luongo, Chemicals in textiles. A potential source for human exposure and environmental pollution, Stockholm University, Estocolmo, 2015.
22 OMS, «The public health impact of chemicals: knowns and unknowns - data addendum for 2019», OMS, 6 de julio de 2021, disponible en: https://www.who.int/publications/i/item/WHO-HEP-ECH-EHD-21.01
23 El término «sindemia» se refiere a la co-ocurrencia de dos o más enfermedades o condiciones de salud en una población que interactúan entre sí de manera compleja, exacerbando los efectos negativos de cada enfermedad individualmente. Este término también implica la consideración de factores sociales, económicos, ambientales y políticos que influyen en la salud.
24 Merrill Singer et al.,«Syndemics and the biosocial conception of health», The Lancet, vol. 389, núm. 10072, 2017, pp. 941-950.
25 Philip Landrigan et al., «The Lancet Commission on pollution and health», Lancet, vol. 391, núm 10119, 2017, pp. 462-512.
26 Colborn, Peterson Myers y Dumanoski, 1996, op. cit.
27 Pete Myers, «Prólogo», en Nicolás Olea, Libérate de tóxicos. Guía para evitar los disruptores endocrinos, RBA, Barcelona, 2019.
28 Atlas de los Pesticidas, Hechos y cifras sobre químicos tóxicos en nuestra agricultura, Fundación Heinrich Böll, Amigos de la Tierra, PAN Europa, 2023.
29 Nicolás Olea, Libérate de tóxicos. Guía para evitar los disruptores endocrinos, RBA, Barcelona, 2019.
30 Lisa Leung et al., «Occupational environment and ovarian cancer risk», Occup Environ Med, vol. 80, núm. 9, 2023, pp. 489-497.
31 Miquel Porta, Vive más y mejor. Reduciendo tóxicos y contaminantes ambientales, Grijalbo, Barcelona, 2018.
32 Miquel Porta et al., «Differences in serum concentrations of organochlorine compounds by occupational social class in pancreatic cancer», Environ Res, vol. 108, núm. 3, 2008, pp. 370-379.
33 Devon C. Payne-Sturges et al., «Disparities in Toxic Chemical Exposures and Associated Neurodevelopmental Outcomes: A Scoping Review and Systematic Evidence Map of the Epidemiological Literature», Environmental Health Perspectives, vol. 131, núm. 9, p. 96001.
34 Tal y como señala la Agencia Europa de Químicos (ECHA), el REACH (abreviatura de «Registro, evaluación, autorización y restricción de las sustancias y mezclas químicas») «es un reglamento de la Unión Europea adoptado para mejorar la protección de la salud humana y el medio ambiente frente a los riesgos derivados de las sustancias y mezclas químicas,» y promover «métodos alternativos para la evaluación del peligro de las sustancias, a fin de reducir el número de ensayos con animales»; pero también para: «potenciar al mismo tiempo la competitividad de la industria química de la UE». Ver: European Chemicals Agency, «Comprensión de REACH», ECHA, disponible en: https://echa.europa.eu/es/regulations/reach/understanding-reach
35 Pilar Pérez, «Los europeos están expuestos a "niveles alarmantemente altos de sustancias químicas y somos altamente vulnerables», El Mundo, 12 de julio de 2023, disponible en: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/07/12/64ad8fa2fdddff451b8b4578.html
36 European Chemical Industry Council, «Chemical Industry Contributes $5.7 Trillion To Global GDP And Supports 120 Million Jobs», CEFIC, New Report Shows, 11 de marzo de 2019, disponible en: https://cefic.org/media-corner/newsroom/chemical-industry-contributes-5-7-trillion-to-global-gdp-and-supports-120-million-jobs-new-report-shows/
37 Cybersecurity and Infrastructure Security Agency (CISA), «Chemical sector profile», CISA, 23 de marzo de 2022, disponible en: https://www.cisa.gov/sites/default/files/publications/Chemical-Sector-Profile_Final%20508.pdf
38 Federación Empresarial de la Industria Química Española (FEIQUE), «La industria química aporta 5,7 billones de dólares al PIB mundial y contribuye a crear 120 millones de empleos, según un nuevo informe», FEIQUE, 11 de marzo de 2019, disponible en: https://www.feique.org/la-industria-quimica-aporta-57-billones-de-dolares-al-pib-mundial-y-contribuye-a-crear-120-millones-de-empleos-segun-un-nuevo-informe/
39 Oxford Economics, The Global Chemical Industry: Catalyzing Growth and Addressing Our World’s Sustainability Challenges, Oxford Economics, Washington DC, 2019.
40 Álvaro Merino, «Registro de Transparencia de la UE», El Orden Mundial (EOM), 14 de diciembre de 2018, disponible en: https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/lobbies-grupos-presion-union-europea/
41 Nadia Gaber, Lisa Bero y Tracey J. Woodruff, «The Devil they Knew: Chemical Documents Analysis of Industry Influence on PFAS Science», Annals Of Global Health, vol. 89, núm. 1, 2023, p. 37.
42 Dan Fagin y Marianne Lavelle, Toxic deception. How the Chemical Industry Manipulates Science, Bends the Law, and Endangers Your Health, Birch Lane Press/Carol Publishing Group, Nueva Jersey, 1996.
43 Christine Meisner Rosen, Gerald Markowitz y David Rosner, Deceit and Denial. The deadly politics of industrial pollution, University of California Press, California, 2002.
44 Sheldon Rampton y John Stauber, Trust Us, We're Experts: How Industry Manipulates Science and Gambles with Your Future, TarcherPerigee, Nueva York, 2001.
45 Dolores Romano, «Pesticides, Plàstics i perfums. Com s’incompleixen les normatives de la UE», YouTube, 21 de diciembre de 2021, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=ReisK-n7U20.
46 Corporate Europe Observatory, Blood on the Green Deal. How the EU is boosting the mining and defence industries in the name of climate action, Corporate Europe Observatory, Bruselas, 2023.
47 Nina Holland, «La industria de los pesticidas sabotea un futuro habitable: ¿por qué seguir tolerándolo?», El Salto, 21 de noviembre de 2023, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/agrotoxicos/industria-pesticidas-sabotea-futuro-habitable-tolerandolo
48 John Bellamy Foster, «Let them eat pollution: Capitalism and the World Environment», Monthly Review, vol. 40, núm. 8, 1993, pp. 10-20.
49 Eddie J. Girdner y Jack Smith, «Killing me softly. Toxic waste, corporate profit, and the struggle for environmental justice», Monthly Review Press, Nueva York, 2002.
50 Ibidem.
51 Macarena Vidal Liy, «China cierra de forma definitiva sus fronteras a los residuos de otros países», El País, 16 de diciembre de 2020, disponible en: https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2020-12-15/china-cierra-de-forma-definitiva-sus-fronteras-a-los-residuos-de-otros-paises.html
52 Johann Martínez et al., «The world-wide waste web», Nat Commun, vol. 13, 2022, p. 1615.
53 Marco Martuzzi, Francesco Mitis y Francesco Forastiere, «Inequalities, inequities, environmental justice in waste management and health», European Journal of Public Health, vol. 20, núm. 1, 2010, pp. 21–26.
54 U.S. Department of Health and Human Services, «Environmental Justice Index», disponible en: https://www.hhs.gov/climate-change-health-equity-environmental-justice/environmental-justice/index/index.html
55 Merlin Chowkwanyun, «Environmental Justice: Where It Has Been, and Where It Might Be Going», Annu. Rev. Public Health, vol 44, 2023, pp. 93–111.
56 Camila Alvarez, «Structural Racism as an Environmental Justice Issue: A Multilevel Analysis of the State Racism Index and Environmental Health Risk from Air Toxics», J. Racial and Ethnic Health Disparities, vol. 10, 2023, pp. 244–258.
57 Roberto Pasetto, Benedetta Mattioli y Daniela Marsili, «Environmental Justice in Industrially Contaminated Sites. A Review of Scientific Evidence in the WHO European Region», Int J Environ Res Public Health, vol. 16, núm. 6, 2019, p. 998.
58 Shuai Shao, Liwen Liu y Zhihua Tian,«Does the environmental inequality matter? A literature review», Environ Geochem Health, vol. 44, núm. 9, 2022, pp. 3133-3156.
59 Girdner y Smith, 2002, op. cit.
60 Jaqueline Verret y Jean Carper, Eating May be Hazardous to your Health, Simon and Schuster, Nueva York, 1994.
61 Como afirmó el físico William Thompson, Lord Kelvin: «Cuando puedes medir lo que estás diciendo y expresarlo en números, sabes algo sobre ello». Ver: Rothman, K.J., Modern Epidemiology, Little, Brown and Company, Boston, 1986.
62 Joan Benach, «Health Concepts and Health Measures in Establishing Health Priorities: Some Unresolved Issues», en Institut Borja de Bioética, Distribución de recursos escasos y opciones sanitarias, SG Editores, Barcelona, 1996.
63 Sven Oven Hansson, Setting the limit. Occupational Health Standards and the Limits of Science, Oxford University Press, Oxford, 1998.
64 Marie-Monique Robin, Nuestro veneno cotidiano, Península, Barcelona, 2012.
65 Javier H. Rodríguez, «La Comisión Europea cede a la presión de la industria y retrocede en la prohibición de químicos peligrosos», El Salto, 12 de julio de 2023, disponible en: https://www.elsaltodiario.com/toxicos/comision-europea-cede-presion-industria-retrocede-prohibicion-quimicos-peligrosos
66 María R. Sahuquillo, «Von der Leyen aparca la reducción de pesticidas tras la protesta del campo y plantea más ayuda», El País, 6 de febrero de 2024, disponible en: https://elpais.com/internacional/2024-02-06/von-der-leyen-aparca-la-reduccion-de-pesticidas-tras-la-protesta-del-campo-y-plantea-mas-ayudas.html
67 Corporate Europe Observatory, «How “essential” are hazardous substances?», Corporate Europe Observatory, 24 de enero de 2024, disponible en: https://corporateeurope.org/en/2024/01/how-essential-are-hazardous-substances
68 Joan Benach, Juan Manuel Pericàs y Eliana Martínez-Herrera, «La salud bajo el capitalismo», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, vol. 137, 2017, pp. 29-56, disponible en: https://www.fuhem.es/papeles_articulo/la-salud-bajo-el-capitalismo-contradicciones-sistemicas-que-permean-la-ecohumanidad-y-danannuestra-mentecuerpo/
69 Joan Benach et al., «Public health and inequities under capitalism: systemic effects and human rights» en Jordi Vallverdú, Angel Puyol y Anna Estany (eds.), Philosophical and methodological debates in public health, Springer, 2019.
70 Joan Benach et al., «The case for planetary health prevention», J Epidemiol Community Health, vol. 76, núm. 2, 2022, pp. 105-106.
71 René Dubos, El espejismo de la salud, Fondo de Cultura Económica, México, 1975.
72 Marcin Barański et al.,«Effects of organic food consumption on human health; the jury is still out!», Food & Nutrition Research, vol. 61, núm. 1, 2017, p. 1287333.
73 Charles Benbrook y Brian Baker, «Perspective on Dietary Risk Assessment of Pesticide Residues in Organic Food. Sustainability», Sustainability, vol. 6, núm. 2014, pp.3552-3570.
74 Carl K. Winter, «Pesticide residues in imported, organic, and "suspect" fruits and vegetables», J Agric Food Chem., vol 60, núm. 18, pp.4425-4429.
75 OECD, op. cit.
76 Miquel Porta, Leonardo Trasande y Marina Fernández, «Un tratado global sobre plásticos que sea ético, científico, inclusivo y transparente», El País, 30 de mayo de 2023, disponible en: https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2023-05-30/un-tratado-global-sobre-plasticos-que-sea-etico-cientifico-inclusivo-y-transparente.html
77 Miquel Porta et al., «Conclusiones y consideraciones finales», en Miquel Porta, Elisa Puigdomènech, Ferran Ballester (eds), Nuestra Contaminación Interna, La Catarata, Madrid, 2009.
78 Jorge Riechmann, Un buen encaje en los ecosistemas, Los libros de la Catarata, Madrid, 2014.
79 Johan Rockström et al., «Safe and just Earth system boundaries», Nature, vol. 619, 2023, pp. 102–111.
80 La expresión es del filósofo Carlos Fernández Liria. Ver: Arpa Talks, «Carlos Fernández Liria. Filosofía, política, progreso, marxismo, capitalismo», YouTube, 15 de enero de 2024, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=wt1S_Mxxv40&t=5409s
81 John Bellamy Foster, Batuhan Sarican, «Monthly Review’ and the Environment», Monthly Review, 1 de noviembre de 2023, disponible en: https://monthlyreview.org/2023/11/01/monthly-review-and-the-environment/
82 John Bellamy Foster, «Planned Degrowth: Ecosocialism and Sustainable Human Development», Monthly Review, julio-agosto 2023.
83 John Bellamy Foster, op. cit., 1993.
84 Alberto Acosta y Ulrich Brand, Salidas del laberinto capitalista, Icaria, Barcelona, 2017.
85 Luis González Reyes, Adrián Almazán, Decrecimiento: del qué al cómo, Icaria, Barcelona 2023.
86 Vandana Shiva, «Cómo poner fin a la pobreza», Biodiversidad, 28 de julio de 2005, disponible en: https://www.grain.org/es/article/entries/1063-como-poner-fin-a-la-pobreza
87 Jorge Riechmann, «Transiciones ecosociales, colapso, decrecimiento: ya no tendremos tiempo de equivocarnos dos veces», Sistema, vol. 269, 2024, pp.161-176.
88Joan Benach, La salud es política. Un planeta enfermo de desigualdades, Icaria, Barcelona, 2020.
89 Jorge Riechmann, «El colapso no es el fin del mundo: pistas para una reflexión estratégica» en Riechmann J, Matarán A, Carpintero O. (eds.), Para evitar la barbarie. Trayectorias de transición ecosocial y de colapso, Eds. de la Universidad de Granada/CICODE, Granada, 2019.
90 Manuel Sacristán, «Comunicación a las jornadas de ecología y política de Murcia», Mientras Tanto,vol. 1, 1979.
Riesgo climático, condiciones sociales y acciones de adaptación y respuesta ante eventos extremos
Riesgo climático, condiciones sociales y acciones de adaptación y respuesta ante eventos extremos
El presente dosier se sitúa en la realidad presente de la desestabilización del clima, y las condiciones de agravamiento previstas medidas por la ciencia para los próximos años y décadas. En este marco, su objetivo es examinar las posibilidades de la acción social y la organización de las instituciones públicas para paliar, en la medida de lo posible, los impactos más duros del cambio climático y, a la vez, evaluar las bases organizativas que mejor pueden contribuir a una estructura social que afronte de la mejor manera posible los retos por venir.
En este sentido, el dosier se abre con un artículo general que examina los riesgos y realidades de los eventos climáticos extremos en España, a cargo de Camilo Ruiz y Rafael Suárez, de la Universidad de Salamanca.
La segunda parte del dosier, entra a examinar en primer lugar, desde un plano más teórico, los posibles modos de organización institucional y social, explorando el papel del Estado en las estrategias de adaptación al cambio climático, y la necesidad de un Estado Ecosocial, que propone Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del Área Ecosocial de FUHEM. Por su parte, Luis Lloredo y Javier Zamora, de la Universidad Autónoma de Madrid, examinan las posibilidades de los comunes y de la acción comunitaria para hacer frente a los retos de la desestabilización del clima y de la crisis ecosocial en general.
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Los siguientes dos artículos con los que se completa el dosier analizan estrategias concretas para responder a los retos climáticos. Ana Sanz Fernández, Carmen Sánchez Guevara y Miguel Núñez Peiro exploran, desde la dimensión local, la adaptación de las ciudades a los extremos térmicos estivales y, en concreto, exponen el caso de la intervención realizada en Getafe (Madrid) entre el Ayuntamiento y la Universidad Politécnica para adaptar la ciudad a tales eventos.
Finalmente, Irene Rubiera y Jaime Doreste, miembros del equipo legal de los Juicios por el Clima en España, examinan las posibilidades que ofrece la vía judicial como medio para la acción de la sociedad civil ante los incumplimientos de los compromisos climáticos y, en concreto, la experiencia de los Juicios por el Clima en España.
AUTORES/AS:
Camilo Ruiz Méndez es doctor en doctor en Física y profesor de Didáctica de las matemáticas y ciencias experimentales de la Universidad de Salamanca.
Rafael Suárez López es profesor de Didáctica de las ciencias experimentales de la Universidad de Salamanca.
Santiago Álvarez Cantalapiedra es director del Área Ecosocial de FUHEM y director de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
Luis Lloredo Alix es doctor en Filosofía legal y profesor e investigador en la Universidad Autónoma de Madrid.
Javier Zamora García es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas (UAM), master en Pensamiento Social y Político (University of Sussex) y doctor en Derecho, Gobierno y Políticas Públicas (UAM). Fue investigador FPU en el departamento de Ciencia Política de la UAM.
Ana Sanz Fernández, Carmen Sánchez-Guevara Sánchez, Miguel Núñez Peiró, Daniel Torrego Gómez y Patricia San Nicolás son investigadoras de la Universidad Politécnica de Madrid.
Irene Rubiera de Felipe es abogada y comunicadora política.
Jaime Doreste Hernández es abogado ambientalista y profesor asociado de derecho ambiental en la UAM.
Ambos autores se integraron en el equipo legal de los Juicios por el Clima.
Puedes consultar nuestros anteriores Dosieres Ecosociales.
Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
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PAPELES 166: Contaminantes químicos. El veneno cotidiano
Muchas son las amenazas que confluyen en la crisis ecosocial. Una de las más olvidadas pero no por ello menos importante es la polución del ambiente por contaminantes químicos.
El número 166 de la revista Papeles de relaciones ecososociales y cambio global nos alerta de que vivimos inmersos en un entorno saturado por estas sustancias. Son omnipresentes porque forman parte de una amplia gama de bienes de uso cotidiano. Y, en primer lugar, los plásticos, presentes en bolsas, envoltorios, cosméticos, juguetes, electrodomésticos y ropa.
Una vez producidos, comercializados y consumidos masivamente, los plásticos se desechan y arrojan a vertederos y océanos, donde tardan décadas o incluso siglos en descomponerse, liberando múltiples contaminantes.
Hay muchos otros presentes en nuestros alimentos, agua, suelos y aire. Los hay de toxicidad probada y otros de los que aún se desconoce su peligrosidad, pero todos estos tóxicos se siguen utilizando día tras día, acumulándose en nuestro organismo y afectando nuestra salud de múltiples formas, e incluso llegando a traspasar la placenta materna.
Frente al probado perjuicio de muchas de estas sustancias se esperaría una decidida acción regulatoria por parte de las autoridades nacionales y comunitarias. Sin embargo, la mayor parte de las normas quedan eclipsadas en un limbo o son directamente rechazadas por la acción de múltiples lobbies de la poderosa industria química.
Este número de PAPELES explora algunos ángulos de esta problemática. Abre la revista la Introducción de Santiago Álvarez Cantalapiedra sobre esta problemática.
A Fondo examina la cuestión de los contaminantes químicos como amenazas invisibles a través de los artículos de Joan Benach y Ferran Muntané, Tatiana Santos, Javier Guzmán, y Valeria Berros. La sección Referentes también indaga esta cuestión a través de un perfil y de dos extractos de Primavera Silenciosa, de Rachel Carson, de la mano de Christof Mauch, director del centro de investigación que lleva el nombre de la bióloga marina y referente indiscutible del ecologismo.
Actualidad incluye la primera parte del exhaustivo análisis de Carlos Pereda sobre desigualdad económica en España. En Experiencias, Youssef Ouled examina la racialización que imponen los algoritmos de la inteligencia artificial, mientras que Raúl Garrobo aborda en Ensayo el colapso ecosocial y ecosocialismo. Cierra el número nuestra sección Lecturas.
A continuación, ofrecemos el Sumario del número con los enlaces de descarga del texto completo de los textos de Santiago Álvarez Cantalapiedra que introduce el número y el de Joan Benach y Ferrán Muntané sobre contaminación química.
SUMARIO
INTRODUCCIÓN
El veneno cotidiano, Santiago Álvarez Cantalapiedra.
A FONDO
Contaminación omnipresente: un límite planetario olvidado, Joan Benach y Ferrán Muntané.
El riesgo químico: una amenaza invisible en la Unión Europea, Tatiana Santos.
Por muy verde que nos lo pinten, Javier Guzmán.
¿Qué nos dicen los litigios ambientales sobre nuestro tiempo?, Valeria Berros.
ACTUALIDAD
Desigualdad económica y dominación en España. Treinta años de crecimiento lento y mal repartido (I), Carlos Pereda.
EXPERIENCIAS
Hablar del racismo y la raza del algoritmo, Youssef Ouled.
ENSAYO
Colapso ecosocial, ecosocialismo y antropología simétrica, Raúl Garrobo Robles.
REFERENTES
La primavera silenciosa de Rachel Carson, Christof Mauch.
LECTURAS
Contra lo común. Una historia radical del urbanismo, Álvaro Sevilla Buitrago
José Luis Fernández Casadevante, «KOIS»
Simbioética. Homo sapiens en el entramado de la vida (elementos para una ética ecologista y animalista en el seno
de una nueva cultura de la tierra Gaiana, jorge Riechmann.
Raúl Garrobo Robles
Se busca: un futuro posible en el que desear vivir, Miguel Brieva.
Manuel Casal Lodeiro
Cobalto rojo. El Congo se desangra para que tú te conectes, Siddharth Kara.
Pedro L. Lomas
Notas de lectura
Límites ambientales y justicia ecosocial. Un diálogo filosófico con la igualdad de capacidades, Cristian Moyano.
FUHEM Ecosocial
El mundo entonces. Una historia del presente, Martín Caparrós.
FUHEM Ecosocial
RESÚMENES
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El veneno cotidiano
Es indudable que nuestro modo de vida proporciona abundantes mercancías e innumerables comodidades a quienes pueden pagárselas. La opulencia material de las sociedades de consumo es el mejor argumento que ha logrado el capitalismo para legitimarse a lo largo de su historia. Sin embargo, ese aparente bienestar suele ocultar importantes costes sociales y ambientales que, si fueran puestos de relieve y distribuidos equitativamente, harían dudar de si merece la pena pagar un precio tan elevado para unos resultados que –desde la perspectiva de la calidad de vida de la gente– resultan bastante decepcionantes.1
Entre los costes que todas las personas terminan pagando en mayor o menor grado, disfruten o no del confort de la mayoría o de los privilegios de la minoría, se encuentran las pérdidas de años de vida útil por contaminación.
Así comienza la Introducción del número 166 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global dedicada a los contaminantes químicos, y escrita por Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del área ecosocial de FUHEM y de la revista, cuyo texto íntegro ofrecemos a continuación.
La contaminación de la tierra, el aire y las aguas de ríos y mares con sustancias peligrosas es posiblemente la arista más desconocida de la actual crisis ecosocial. Es el atentado más insidioso de los cometidos por el ser humano contra la naturaleza debido a su magnitud, persistencia y, sobre todo, alcance universal. Ha llegado a los rincones más remotos del planeta y todos los seres humanos estamos expuestos a sus amenazas, aunque ciertamente los más pobres de una manera desproporcionada. El vertido de sustancias tóxicas sintetizadas por la actividad humana es, al igual que el cambio climático, un problema de contaminación (se emiten residuos a unos niveles superiores a las capacidades de asimilación y regeneración de los ecosistemas), pero los productos elaborados por la industria química tienen, aparte de la facultad de envenenar por saturación, el inmenso poder de introducirse en los procesos y en las estructuras vitales de los organismos contaminados pudiendo provocar además mutaciones y alteraciones letales en el funcionamiento de los órganos.
Una amenaza silenciosa incrustada en la cotidianidad
La contaminación química es una amenaza invisible que se encuentra en todas partes. Se halla en la alimentación, en los vestidos, en los cosméticos, en los ambientadores que aromatizan las viviendas y en el mobiliario que las adorna. También está en los campos de césped artificial en los que se juega al fútbol o en el aire de las ciudades donde los minúsculos trozos generados por la abrasión de los neumáticos se inhalan en combinación con otro material particulado.2 Está tan profundamente intrincada en nuestro modo de vida que la ingerimos, la respiramos y penetra en nuestra piel sin que apenas podamos evitarlo. Forma parte de nuestra cotidianidad. Hoy el polvo de una casa es en gran parte fibra textil desprendida de la vestimenta que ha generado la industria de la moda rápida (fast fashion). Sobre las grandes ciudades de nuestro país llueven literalmente toneladas de microplásticos,3 y a los que inhalamos porque flotan en el aire hay que añadir los que comemos y bebemos por encontrarse en alimentos tan frecuentes como la sal o el pescado o en refrescos y bebidas como la cerveza.4
Las fuentes de la contaminación
Las normas de producción y consumo vigentes son las responsables últimas de la introducción imprudente, y a una velocidad sin precedentes, de las nuevas sustancias químicas. Estamos rodeados de cientos de miles de ellas, y solo algunas (pocas más de 26 000) se encuentran debidamente registradas en la base de la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas.5 Las pulsiones competitivas que impulsa la innovación tecnológica en las empresas para la conquista de posiciones ventajosas en los mercados están inundado el mundo de tóxicos hasta convertir el planeta en un vertedero global. El sector agroalimentario mundial (agribusiness) y la industria química son los sectores que protagonizan esa inundación.
No deja de resultar paradójico que la alimentación sea una actividad que amenace con intoxicarnos. Para que esta ironía resulte más o menos inteligible conviene recordar cómo se ha complejizado a medida que la hemos convertido en un negocio. En la actualidad, en el sistema alimentario global e industrializado el propio hecho de cultivar el alimento casi podría decirse que es lo de menos, añadiendo así una nueva paradoja a la anterior. Ahora nos encontramos ante una larga cadena formada por innumerables eslabones que empieza por la producción de insumos químicos (fertilizantes, insecticidas y otros plaguicidas) y biotecnológicos (semillas, material genético para la reproducción animal, etc.), continúa con la demanda de equipos agroindustriales (cebados con petróleo) y avanza, a través del procesamiento industrial y complejas redes logísticas de distribución, hacia una oferta tan variada de productos que hace casi imposible que la toma de decisiones del consumidor pueda estar debidamente informada y resultar racional. Huelga decir que en medio de ese largo proceso el campesinado se vuelve irrelevante y desaparece de la vida social cualquier posible arraigo con la cultura agrícola rural. En su lugar emergen otros actores y se conforman otras relaciones de poder e interés, y de resultas de todo ello contemplamos campos de cultivo saturados de plaguicidas, aguas envenenadas por innumerables tóxicos y restos de envoltorios que lo inundan todo y que, una vez fragmentados en residuos de pequeño tamaño, pueden llegar incluso a incorporarse de forma tan imperceptible como intrincada a nuestra dieta.
La fina película de vida que rodea la corteza terrestre es la principal pagadora de la agroquímica. Nuestra vida depende de la actividad agraria y esta, a su vez, solo es viable gracias a una capa de mantillo que surge de la interacción entre lo vivo y lo que rodea a la vida. Ahí habitan microorganismos que desarrollan funciones portentosas, prodigiosos gorgojos microscópicos y, de entre los habitantes mayores del mantillo, la asombrosa lombriz, el indicador más excelso de la calidad y salud de la tierra. Todo ello hace posible el desarrollo de los ciclos biogeoquímicos que resultan esenciales para el mantenimiento vital del planeta. Sin las bacterias que fijan el nitrógeno las plantas no crecerían. Sin los organismos que cohabitan y conforman el mantillo, ni el carbono ni minerales como el hierro, el manganeso o el sulfuro resultarían beneficiosos a las plantas. La acción de irrigar venenos químicos para combatir una hierba que compite con un cultivo o para acabar con un insecto que amenaza la cosecha puede dar al traste con ese complejo equilibrio dinámico que constituye el mantillo y que representa como ninguna otra cosa la trama de vida. El modelo agroindustrial actual, buscando únicamente rentabilizar sus inversiones, emprende la tarea de simplificar y homogeneizar un medio natural que es complejo en su propia condición, y para esa faena no duda en esparcir numerosos contaminantes mediante el uso indiscriminado de fertilizantes y plaguicidas.
La contaminación de nuestro mundo no es solo asunto de pulverizaciones masivas sobre el mundo agrario. Se ha desarrollado también una potente industria química encargada de fabricar sustancias que la naturaleza nunca inventó. Estas sustancias ofrecen propiedades y funcionalidades nuevas a los artículos cotidianos que nos rodean y, por esa ventaja competitiva, son incorporadas a nuestro modo de vida con gran facilidad además de con enorme celeridad. Esta velocidad con que son creadas e introducidas hace casi imposible cualquier seguimiento y evaluación previa de sus efectos, minando la eficacia de la regulación y abocando al fracaso a los sistemas de protección. Desconociendo las interacciones, transformaciones y acumulaciones de efectos que la introducción de esos productos puede provocar, esa rueda creadora se convierte en realidad en un rodillo amenazante cuyos efectos solo empiezan a ser visibles cuando los daños están hechos y las soluciones, en el caso de que las hubiera, llegan tarde de manera inevitable.
Efectos sobre la salud global
Los compuestos químicos desempeñan un papel cargado de ambigüedad sobre el bienestar de una sociedad. Algunos han propiciado mejoras y ventajas indiscutibles, pero también se acumulan las evidencias científicas sobre los efectos tóxicos que determinadas sustancias químicas peligrosas están provocando sobre el medio natural, la salud humana y la del resto de los animales.
Se suelen clasificar estos compuestos como persistentes y no persistentes. Los primeros permanecen en el ambiente por largos periodos de tiempo, y al no degradarse con facilidad en el medio ni metabolizarse en los organismos son difíciles de eliminar y se van acumulando en los tejidos de los seres vivos con los años. Son llamados forever chemicals o compuestos orgánicos persistentes (COP).6 Los otros, como por ejemplo los componentes de plásticos, cierto tipo de pesticidas y cosméticos, son más fáciles de eliminar, por lo que la dosis diaria absorbida puede ser descartada por la orina.
Las sustancias químicas peligrosas actúan sobre nuestro ambiente, afectan a la calidad de las aguas y de los suelos, y amenazan con perturbar los ecosistemas y la fauna silvestre. Según estudios recientes en casi el 70% de las aguas superficiales y subterráneas del planeta la presencia de sustancias tóxicas persistentes superaba los criterios de seguridad para considerarlas potables (criterio del regulador canadiense, el más exigente).7
La contaminación química afecta nuestra salud en función del grado de exposición y del tipo de químico contaminante. Incluso antes de nacer ya estamos expuestos a ellos, pues algunos traspasan con facilidad la placenta y afectan al desarrollo del feto. La huella de esos químicos queda registrada habitualmente en nuestra sangre y orina. El doctor Nicolás Olea, una de las máximas autoridades en el estudio de las relaciones entre ambiente y salud humana, ha dedicado años de investigación al estudio de los disruptores endocrinos, sustancias que una vez dentro del organismo –bien sea por vía digestiva, dérmica o inhalatoria– modifican el equilibrio de las hormonas y que, por esa razón, tienen un impacto destacado sobre la obesidad, la diabetes o los problemas tiroideos, patologías todas ellas de carácter hormonal, la fertilidad en las parejas, el desarrollo neuroconductual y el TDAH en los niños y, a largo plazo, se asocian igualmente al cáncer de mama en la mujer o al de próstata en el hombre.8
Apuntar a las causas raíz
Solemos oír útiles sugerencias para rebajar el grado de exposición a estas sustancias. Por ejemplo, para reducir la exposición a los pesticidas se recomienda comer productos frescos, cercanos y de temporada procedentes de la agricultura ecológica; si se trata de minimizar las amenazas de la disrupción hormonal, se aconseja evitar envases y plásticos en la cocina sustituyéndolos por otros de cerámica o cristal; evitar, en cualquier caso, la tapa de plástico a la hora de calentar en el microondas y cambiarla por un plato invertido; la batería debe ser metálica, los vasos de cristal o de loza y deben desterrarse de la cocina las sartenes antiadherentes de materiales tóxicos y las jarras de plástico. Ante la variedad de productos presentes en nuestro hogar, mantengámoslas bien ventiladas, mejor pasar la aspiradora que barrer los suelos y, por supuesto, eliminar de todas las casas los ambientadores sintéticos y el uso de determinados productos higiénicos (hay productos mucho más inertes y seguros para la limpieza como el vinagre y el bicarbonato). Frente a los riesgos asociados a los productos cosméticos, más vale estar sanos que deslumbrantes. Cuidado con los textiles, etc. etc.
Sin embargo, el cuidado y la vigilancia no puede recaer únicamente sobre la acción individual quitando el foco de atención de la industria química y del modo de vida que hemos construido, principales responsables de la creación de los entornos tóxicos en los que inevitablemente estamos obligados a desenvolvernos. La traslación de la responsabilidad de protección al individuo que soporta la amenaza no solo resulta impropia sino profundamente inútil. La industria química es la principal responsable de estos riesgos sobre la salud global y, en la mayoría de las ocasiones, ha incurrido además en dolo al ocultar información y tergiversar la verdad.9
Pero esa industria –como cualquier otra– opera bajo determinadas estructuras e instituciones que, asumidas y aceptadas, constituyen las reglas con las que toca jugar. Nuestro modo de vida ha convertido el planeta en una inmensa cloaca de cuya toxicidad no podemos librarnos ni con los comportamientos más insolidarios e injustos. Estamos comiendo pescado contaminado procedente de los países donde situamos los vertederos de los objetos que ya no deseamos. Es la característica esencial de nuestro modo de vida imperial: extraer aquello que se necesita y devolver lo que no se quiere. Los metales pesados extraídos de las minas y los residuos tóxicos depositados en los vertederos llegan a las aguas costeras a través de los ríos, se acumulan en los sedimentos marinos y, desde allí, entran en la cadena trófica a través del plancton y luego pasan a los peces hasta terminar en los grandes depredadores –como el atún– que llenan nuestros platos.>10 En la aldea global aquello que lanzamos a los demás termina volviendo hacia nosotros como un bumerán, y no hay regulación estatal capaz de protegernos y de evitar que eso suceda.
Santiago Álvarez Cantalapiedra
Director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
NOTAS:
1. Así lo hemos puesto de manifiesto en el I Informe Ecosocial sobre la calidad de vida en España que hemos elaborado desde el Área Ecosocial de FUHEM, disponible en: https://www.fuhem.es/informe-ecosocial/
2. La contaminación por partículas (material particulado o PM) hace referencia a partículas de distintos tamaños compuestas por diferentes químicos. Las más conocidas –las PM10 y PM2,5– son aquellas inhalables que tienen diámetros iguales o menores a los 10 micrómetros o a los 2,5 micrómetros respectivamente. Para hacernos una idea del tamaño se suele poner de referencia el tamaño del cabello: 70 micrómetros de diámetro, es decir, 30 veces más grande que la partícula fina más grande. Las principales fuentes de PM en las ciudades son las chimeneas y los tubos de escape de los vehículos.
3. Carlos Edo, Francisca Fernández-Piñas, Francisco Leganes, May Gómez et al., «A nationwide monitoring of atmospheric microplastic deposition», Science of The Total Environment, Volume 905, diciembre de 2023, https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2023.166923
4. Virginia Gálvez Blanca, Carlos Edo, Francisca Fernández Piñas, Miguel González-Pleiter y Roberto Rosal, «Detectamos microplásticos en el agua del grifo», The Conversation, 31 de mayo de 2023, https://theconversation.com/detectamos-microplasticos-en-el-agua-del-grifo-205514
5. https://echa.europa.eu/es/home
6. Es el caso del famoso DDT, uno de los siniestros protagonistas del libro Primavera silenciosa de Rachel Carson. Los plaguicidas sintéticos comenzaron a usarse durante la Segunda Guerra Mundial buscando la forma de proteger a los soldados de los mosquitos que transmiten enfermedades infecciosas como el tifus y el paludismo. Probada su eficacia insecticida, se empezaron a utilizar masivamente en la agricultura desde entonces. También forma parte de este grupo el PVC, así como productos fluorados –conocidos como PFAS– que forman parte de los aislantes y tienen propiedades repelentes del agua y antimanchas. Se estima que en el mercado hay actualmente más de 4.700 utilizadas en sectores tan diversos como el procesado alimentario, la industria textil o la fabricación de material sanitario (véase Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico: Los químicos que nos rodean: PFAS. Los químicos eternos). También están los llamados biocidas, productos que se han utilizado durante muchos años y cuya huella, aunque ahora están prohibidos, permanece en la naturaleza. Suelen propagarse con gran facilidad a largas distancias a través del aire (dado su carácter semivolátil) y del agua y, dado que se acumulan en el organismo, mediante las especies migratorias (véase también Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Los químicos que nos rodean). Ambos documentos pueden ser descargados desde la página web del Ministerio: https://www.miteco.gob.es/es/calidad-y-evaluacion-ambiental/temas/productos-quimicos.html, https://www.miteco.gob.es/es/calidad-y-evaluacion-ambiental/temas/productos-quimicos.html
7. EFE Verde, 9 de abril de 2024: «El 69 % de las aguas superficiales y subterráneas del planeta está contaminado por sustancias químicas persistentes» (https://efeverde.com/aguas-superficiales-subterraneas-sustancias-quimicas-persistentes/?utm_source=email&utm_campaign=1424%20EFEverde%2011%20de%20abril_copy&utm_medium=email).
8. Puede consultarse la entrevista a Nicolás Olea realizada en octubre del año 2023 por el Área Ecosocial de FUHEM, disponible en: (https://www.fuhem.es/2023/10/27/entrevista-a-nicolas-olea/), así como la más recientemente aparecida en «La Voz de la salud» con fecha del 25 de junio de 2024 y a cargo de Laura Miyara, https://www.lavozdegalicia.es/noticia/lavozdelasalud/enfermedades/2024/06/21/nicolas-olea-experto-toxicos-ambientales-recipientes-vayan-microondas-cristal/00031718974484018362236.htm
9. La industria química, al igual que la del tabaco y el petróleo, han sido conscientes de la peligrosidad de los productos que estaban fabricando. Corporaciones como DuPont y 3M, los mayores fabricantes de PFAS, sabían los efectos adversos que provocaban los productos que lanzaban al mercado y, aun así, obstaculizaron la divulgación de los efectos ecológicos y que sobre la salud de las personas esos compuestos tenían, rechazando la regulación de estas sustancias. Nadia Gaber, Lisa Bero y Tracey Woodruff han revisado la documentación interna de la propia industria –desde el momento en que se pusieron los PFAS en comercialización (años cuarenta) hasta que se estableció su toxicidad a finales de la década de los noventa– y han demostrado hasta qué punto las empresas sabían y cómo utilizaron estrategias empleadas con anterioridad por la industria tabacalera y farmacéutica para influir en la investigación y distorsionar el debate público. Nadia Gaber, Lisa Bero, Tracey J. Woodruff, «The Devil they Knew: Chemical Documents Analysis of Industry Influence on PFAS Science», Annals of Global Health 2023; 89(1): 37, 1–17. DOI: https://doi. org/10.5334/aogh.4013
10. Alba Ardura Gutiérrez, «Estamos consumiendo pescado contaminado por los residuos electrónicos que enviamos a África», The Conversation, 6 de septiembre de 2021, disponible en: https://theconversation.com/estamos-consumiendo-pescado-contaminado-por-los-residuos-electronicos-que-enviamos-a-africa-166911
Me refugio entre Papeles
Me refugio entre PAPELES
Durante los meses de julio y agosto el Círculo de Bellas Artes llevará a cabo una iniciativa llamada Refugio Climático, un espacio abierto para la ciudadanía, en pleno centro de Madrid.
Refugio Climático se articula en torno a la idea de socializar y compartir un confort térmico que, generalmente, nuestras sociedades reservan solo para lugares de ocio asociados al consumo o para aquellos que pueden pagarlo. Además de un lugar donde estar, será un espacio de oportunidad para visibilizar propuestas y generar alianzas entre actores sociales que desean actuar en un ámbito que afecta a la sociedad y quieran hacer posible un futuro sostenible.
Tiene un triple objetivo: ser un espacio aglutinador de iniciativas en torno a la acción climática; generar sinergias y alianzas entre empresas, proyectos, colectivos y agentes sociales; y poner el foco no solo en la reflexión y el pensamiento, sino también en la acción.
En el marco del refugio climático, se desarrollarán actividades culturales orientadas a divulgar la emergencia climática y a fomentar imaginarios de futuro sostenibles, incluyendo encuentros, talleres, conciertos, performances y actividades para familias.
FUHEM Ecosocial participará en esta iniciativa organizando la actividad Me refugio entre PAPELES: Circulo de lecturas y reflexiones ecosociales.
Esta actividad pretende ser un espacio de lectura, reflexión y debate compartido en línea con las pretensiones y el marco crítico que vertebra la propuesta del Refugio Climático, que promueve y fomenta precisamente el pensamiento crítico hacia estrategias de acción y cambio colectivas que inspiren la construcción de un escenario social plural más justo, democrático y sostenible, en definitiva, un nuevo modelo ecosocial de convivencia.
¿Qué temáticas vamos a abordar?
Hablaremos sobre cómo las grandes amenazas globales que se derivan de la crisis ecosocial actual ponen de manifiesto la preocupante envergadura de la gran crisis que estamos viviendo.
¿Estamos dispuestos a cuestionarnos, como ciudadanía activa, crítica y consciente, el orden social, económico y político que determina nuestras sociedades y nuestros estilos de vida?
¿Estamos dispuestos a repensar una nueva realidad en la que sepamos interiorizar cuáles son nuestros límites como especie y lo que eso implica?
¿Estamos dispuestos a pensar qué es lo verdaderamente importante para las personas y las sociedades?
Estas preguntas son sólo algunos ejemplos de las reflexiones que la Revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global de FUHEM Ecosocial quiere suscitar con el fin de fortalecer un entorno crítico que recapacite sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo.
Programación:
Jueves, 18 de julio
Morir de calor. Salud y cambio climático: aspectos clave para la adaptación.
Dinamizado por Pedro L. Lomas, FUHEM Ecosocial
Martes, 23 de julio
Crisis ecosocial y modo de vida: una relación insostenible.
Dinamizado por: Monica Di Donato, FUHEM Ecosocial.
Miércoles, 28 de agosto
Nos envenenan la vida. Contaminantes y tóxicos en nuestro entorno.
Dinamizado por: José Bellver, FUHEM Ecosocial.
Horario: 18-19h.
Sala: Salón de Baile
Precio: Entrada libre previa inscripción
En las diferentes sesiones, el equipo coordinador de FUHEM Ecosocial se encargará de facilitar todos los materiales necesarios para su desarrollo. Los y las asistentes recibirán además un ejemplar gratuito de la Revista PAPELES.
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Nos refugiaremos de las altas temperaturas y pasaremos un buen rato conversando.
Organizan:
Principales amenazas en salud asociadas al cambio climático y aspectos clave para la adaptación
Principales amenazas en salud asociadas al cambio climático y aspectos clave para la adaptación
El número 164 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, dedicado a la Inteligencia Artificial, publica en su sección Actualidad el artículo titulado Principales amenazas en salud asociadas al cambio climático y aspectos clave para la adaptación de Julio Díaz y Cristina Linares codirectores de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III de Madrid.
En este artículo se evalúa cómo ha sido este verano de 2023 a nivel global y en España desde el punto de vista de los fenómenos extremos acontecidos. Este relato sirve de base para posteriormente profundizar en cómo el cambio climático afecta a la salud humana y cuáles son los principales riesgos asociados, algunos de ellos poco conocidos. También se aborda la necesidad de la adaptación como medida para reducir los impactos en la salud y se analiza el caso concreto de la adaptación al calor en España.
Los meses de verano de 2023 trajeron una gran cantidad de fenómenos meteorológicos extremos como los devastadores incendios forestales en Canadá o las inundaciones ocurridas en la costa este de Estados Unidos. Un «comienzo inusualmente temprano y agresivo» de la temporada de huracanes en el Atlántico.
Un devastador incendio forestal en la isla hawaiana de Maui, alimentado por el calor y los vientos ciclónicos, que prácticamente destruyó una ciudad histórica. En Grecia, las olas de calor, la sequía, los incendios forestales demoledores y unas históricas inundaciones mortales han dejado el país devastado.1 En Libia, las muertes por las inundaciones producidas por el ciclón Daniel arrojan un balance provisional de más de 11.000 muertes y se teme por brotes de enfermedades infecciosas que podrían hacer aumentar esta cifra. En España, una Depresión Aislada en Niveles Altos de la atmósfera (DANA) ha provocado grandes daños en la zona central y varias muertes.
Según el Servicio de Cambio Climático Copernicus, los meses junio-julio-agosto de 2023 la temperatura en el planeta fue de 16,77 °C, lo que supone un 0,66 °C por encima de la media. En Europa, los datos son un poco peores: 19,63 °C de temperatura media, con un 0,83 °C de aumento. Según Copernicus, la temperatura media global del planeta en 2023 ha sido 1,48 ºC más alta que los valores preindustriales, es decir, a 0,02 ºC de llegar al límite marcado por el Acuerdo de París para 2100.
Un nuevo análisis de la organización sin ánimo de lucro Climate Central ha trazado una línea directa entre esas temperaturas y el cambio climático, argumentando que casi la mitad de la población mundial –3.900 millones de personas– experimentó 30 o más días entre junio y agosto con temperaturas que se hicieron al menos tres veces más probables por el cambio climático.
En España, el verano de 2023 ha sido el tercero más cálido desde que hay registros, solo superado por los de 2022 y 2003. En su transcurso, se registraron cuatro olas de calor, con un total de 24 días en esa situación. La temperatura media del verano en España fue de 1,3 ºC superior al promedio norma.2 Evidentemente, estas anomalías tienen una consecuencia directa en la salud como recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por ejemplo, las altas temperaturas que se registraron en Europa en el verano de 2022 conllevaron asociada una mortalidad atribuible a la temperatura de 61.000 personas, de las cuales 11.000 se produjeron en España. El verano de 2023 ha dejado una mortalidad atribuible a las olas de calor en España de 1.834 muertes.
En este punto quizá haya que remarcar que cuando se producen temperaturas extremas en España,3 en particular en la zona centro, suele deberse a dos situaciones meteorológicas claramente definidas. Una de ellas, es una situación de bloqueo anticiclónico que impide los movimientos verticales y horizontales del aire, lo que conlleva a un calentamiento progresivo debido a la alta insolación. En esa situación meteorológica, se produce un incremento importante en los niveles de ozono troposférico. La segunda situación meteorológica que puede estar presente en una ola de calor es la advección de polvo cálido y seco procedente del Sahara. En este caso, además de subir la temperatura también lo hacen las concentraciones de contaminantes como las partículas (PM10), el dióxido de nitrógeno (NO2) y el ozono (O3).
En algunas causas específicas de mortalidad como son las muertes por causas circulatorias y respiratorias el efecto de la contaminación es superior al de la propia temperatura. Por tanto, la atribución exclusiva a la temperatura del aumento de mortalidad en olas de calor debe de analizarse en mayor detalle, tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualitativamente a la hora de introducir la contaminación atmosférica como otro elemento básico en los planes de prevención ante altas temperaturas. Hay que recordar que la contaminación atmosférica se relaciona en España a corto plazo con 10.000 muertes al año.4
Por otra parte, las mismas situaciones meteorológicas que provocan esas altas temperaturas han incidido en la exacerbación de una sequía en nuestro país como no se recordaba desde 1995, condiciones que han conducido a nuestros pantanos a contar con un volumen embalsado de tan solo el 36,8% de su capacidad total, según datos de 18 de septiembre 2023. Lo que es menos conocido es que las sequías, además de sus evidentes impactos directos en el sistema agrícola y ganadero, también tienen consecuencias a corto plazo sobre la salud. Las sequías aumentan la morbilidad a corto plazo por causas circulatorias, respiratorias, renales e incluso enfermedades mentales aumentando también las enfermedades de transmisión hídrica, originadas por la falta de agua y su menor calidad.5
Las sequías aumentan la morbimortalidad a corto plazo por causas circulatorias, respiratorias, renales e incluso enfermedades mentales, además de las enfermedades de transmisión hídrica.
Los dos fenómenos anteriores, altas temperaturas y sequía, sin duda, han contribuido de forma relevante a los incendios forestales incontrolables que hemos sufrido durante este verano especialmente en el sur de Europa, como se citaba anteriormente. En España, con 254.000 hectáreas de territorio arrasadas en el año 2022 –el peor dato del decenio–, la superficie quemada multiplica casi 5 veces a la superficie del récord registrado en 2012.6 En 2023 esta cifra ha bajado cerca de 88.000 hectáreas quemadas. Al igual que ocurría con la sequía, los incendios forestales también tienen un efecto en la salud a corto plazo hasta ahora no monitorizado adecuadamente por la vigilancia en salud pública. Investigaciones realizadas en nuestro país indican que los incendios forestales inciden en la mortalidad por causas cardiovasculares y respiratorias, en los partos prematuros y en el bajo peso al nacer en lugares alejados hasta cientos de kilómetros del foco del incendio.7
Por otro lado, y no solo en verano, el cambio climático modifica las condiciones ambientales de humedad y temperatura que hacen que se redistribuyan e incrementen enfermedades como son dengue, chikunguya, zika o virus del Nilo transmitidas por vectores como mosquitos (Aedes aegypti, Aedes Albopictus, Culex spp), o de enfermedades vinculadas a las garrapatas como la enfermedad de Lyme y el virus hemorrágico Crimea-Congo.
Los cambios a nivel climático están modificando también los procesos de polinización, alterando sus estacionalidades y concentraciones con el consiguiente impacto sobre los procesos alérgicos. Las enfermedades alérgicas son sensibles al clima: condiciones más cálidas favorecen la producción y liberación de alérgenos transportados por el aire (pólenes, esporas, etc.) que tienen efecto sobre las enfermedades respiratorias alérgicas y que pueden inducir asma, dolencia que ya afecta a unos 300 millones de personas a nivel mundial.
Por si esto fuera poco, a nivel global, el número de desastres naturales relacionados con la meteorología se ha más que triplicado desde los años sesenta del siglo XX. Cada año, estos fenómenos causan más de 60.000 muertes, sobre todo en los países en desarrollo. El aumento del nivel del mar y unos eventos meteorológicos cada vez más intensos y/o frecuentes destruyen hogares, servicios médicos y otros servicios esenciales. Más de la mitad de la población mundial vive a menos de 60 km del mar y, en España, la población residente en municipios costeros supera los 15 millones de personas, en torno a un tercio del total lo que supone que muchas personas pueden verse obligadas a desplazarse, acentuando a su vez el riesgo de efectos en salud, desde trastornos mentales hasta enfermedades transmisibles.8
También están aumentando la frecuencia y la intensidad de las inundaciones y se prevé que siga incrementándose la frecuencia y la intensidad de precipitaciones extremas a lo largo de este siglo. La creciente variabilidad de las precipitaciones afectará probablemente al suministro de agua dulce, y la escasez de esta puede poner en peligro la higiene y aumentar el riesgo de enfermedades diarreicas (cada año provocan a nivel mundial aproximadamente 760.000 defunciones de menores de cinco años). En los casos extremos, la escasez de agua causa sequías y hambrunas. En 2020, hasta un 19% de la superficie terrestre mundial se vio afectada por sequías extremas.9
La incidencia del cambio climático en la producción de alimentos y en las enfermedades que se transmiten por esta vía10 es un tema importante en los países desarrollados, pero es vital en los países menos favorecidos. La sinergia entre todos estos factores, especialmente en los países o zonas geográficas más desfavorecidas, está provocando la aparición de los migrantes climáticos, más de 2 millones en la actualidad, de los que cerca de 900.000 son desplazados dentro de los propios países. Se estima que en el año 2050 habrá cerca de 200 millones de desplazados a nivel global.
Mitigación, proyecciones y adaptación
Desde el punto de vista de la reducción de emisiones, parece que los compromisos actuales de mitigación serán insuficientes para lograr el objetivo del Acuerdo de París de mantener la temperatura media del planeta por debajo de un incremento de 1,5 ºC en relación al periodo preindustrial. Los datos actuales indican que en los próximos cinco años (2023-2027), se prevé que la temperatura media global en superficie sea entre 1,44 y 1,55 ºC más alta que la de los niveles preindustriales, según las modelizaciones realizadas por el centro Barcelona Supercomputing Center y que los 2 ºC se alcanzarán en la década de 2050, de hecho, 2023 ha sido el más cálido desde que hay registros con una temperatura media del planeta de 1,48 ºC como se ha citado en la introducción.
Según la Agencia Europea Copernicus, al ritmo actual de emisiones llegaremos a un escenario en el que se alcanzará un incremento de 3 ºC en la temperatura media global en el horizonte del 2100.
Parece evidente, por tanto, que además de redoblar los esfuerzos en la mitigación –los impactos asociados a una subida de 2 ºC no son los mismos que a 3 ºC– hay que efectuar políticas encaminadas hacia la adaptación a la nueva realidad asociada al cambio climático si queremos minimizar la vulnerabilidad de las personas a los impactos anteriormente descritos.
Un ejemplo exitoso de estos procesos de adaptación lo tenemos en el caso de las olas de calor y puede servir de ejemplo de cómo, aunque aumente la temperatura, los impactos en salud no tiene que incrementarse al mismo ritmo, como se expone a continuación.
En España, en el periodo 1983-2018 la temperatura máxima diaria ha subido, de media, 1,4 ºC , es decir, a un ritmo de 0,41 ºC por década. En un escenario desfavorable de emisiones (RCP8.5) este ritmo de aumento de temperatura en el periodo 2051-2100 será de 0,66 ºC por década. Por lo tanto, las olas de calor aumentarán tanto en frecuencia como en intensidad y, consecuentemente, la mortalidad asociada a las olas de calor también lo hará. En concreto, se pasará de las 428 olas de calor al año (definiendo ola de calor desde el punto de vista de su impacto en salud y sumando todas las que se producen a nivel provincial en España) registradas en el periodo 2000-2009 a unas 557 olas de calor al año en el periodo 2021-2050 y a 2.269 olas de calor al año en el periodo 2051-2100. La mortalidad atribuible a las olas de calor pasará entonces de 1.310 muertes/año que se produjeron en el periodo 2000-2009 a cerca de 13.000 muertes/año en el periodo 2051-2100.11
Una revista trimestral publicada desde 1985 con una mirada interdisciplinar, la revista aborda temas relacionados con la sostenibilidad, la cohesión social y la democracia, considerando la paz como eje transversal de análisis.
Los datos anteriormente descritos se han obtenido suponiendo que el impacto que tiene el calor sobre la mortalidad diaria se ha mantenido constante en el tiempo. Pero a través de diferentes investigaciones epidemiológicas se conoce que esto no es así. Diversos estudios realizados en España y en otros países, indican que el impacto del calor está disminuyendo de forma clara . En nuestro país, de un incremento de la mortalidad atribuible a las olas de calor cercano al 14% por cada ºC en el que se superaba la temperatura de definición de ola de calor para el periodo 1983-2003 se ha pasado a un impacto de menos del 2% en el periodo 2004-2013.12
Diversos estudios realizados en España y en otros países, indican que el impacto del calor en la mortalidad está disminuyendo.
Esto indica que, si el impacto del calor ha disminuido sobre la población, se está produciendo un proceso de adaptación al calor, aunque para justificar con mayor rigor esta afirmación, hay que aclarar previamente varios conceptos.
En primer lugar, indicar que la mortalidad atribuible a las olas de calor muy pocas veces se debe al denominado golpe de calor, sino que al igual que ocurre con la contaminación atmosférica o el ruido, el efecto de las altas temperaturas es, principalmente, agravar patologías previamente existentes. Es decir, personas con enfermedades respiratorias, cardiovasculares, renales, neurológicas o endocrinas de base que, frente a una ola de calor, ven agravados sus síntomas de manera importante e ingresan en un hospital o si la descompensación no es controlada, fallecen. Un ejemplo, en el año 2003 en España en los primeros quince días de agosto se registró un exceso de mortalidad atribuible a una ola de calor muy intensa de 6.600 personas, de estas solo 141 fallecieron por golpe de calor.
Otro concepto es el referente a lo que se denomina temperatura de mínima mortalidad (TMM). Si se representa en un sistema de ejes X-Y la relación existente entre la temperatura y la mortalidad, en el eje Y se registra la mortalidad diaria que se produce en un determinado lugar en un tiempo fijo y en el eje X se representa la temperatura máxima diaria a la que se produce esa mortalidad, esta relación tiene una forma de “V” de forma universal. La rama izquierda de la “V” es más alargada que la rama derecha. El vértice de esa “V” es el valor que indica la temperatura a la cual la mortalidad analizada tiene su valor mínimo. Ese punto es lo que se denomina TMM. La mortalidad que queda representada a la izquierda de la TMM es la mortalidad atribuible al frío, a la derecha de TMM se representa la mortalidad atribuible al calor. Esta TMM es variable de un lugar a otro, por ejemplo, en Madrid está en torno a los 30 ºC, en Barcelona a los 26 ºC o en Córdoba a los 32 ºC.
Más a la derecha de esa TMM, hay otra temperatura clave que es aquella a partir de la cual la mortalidad registrada atribuible al calor se dispara de forma brusca, a esta temperatura se le denomina temperatura umbral de definición de ola de calor (Tumbral); es a partir de esa temperatura cuando se define una ola de calor desde el punto de vista de la salud. Por supuesto, esta Tumbral también varía de unos lugares a otros y en tiempo, es 36 ºC para la provincia de Madrid, 31 ºC para Barcelona o en 41,5 ºC para Córdoba.
¿En qué consiste la adaptación al calor? ¿Está ocurriendo?
Tanto la TMM como la Tumbral además de ser diferente de unos lugares a otros, ambas también varían o evolucionan en el tiempo de forma más o menos simétrica. Si la Tumbral o la TMM son cada vez mayores (se incrementan), significa que cada vez hacen falta temperaturas más altas para que aumente la mortalidad por calor, es decir, la variación de la TMM o la Tumbral constituiría un indicador de la adaptación poblacional al calor. Si la TMM o la Tumbral se incrementan más rápido del ritmo al que suben las temperaturas por el calentamiento global podremos decir que nos estamos adaptando al calor desde el punto de vista del impacto en salud. Teniendo en cuanta este proceso de adaptación, en el periodo 2050-2100 no habrá 13.000 muertes atribuibles al calor, sino que estaremos en valores próximos a las 1.000 muertes/año, valores incluso inferiores a las 1.300 muertes/año del periodo 2000-2009.
Para responder a si esta adaptación está ocurriendo realmente se ha de comparar si las temperaturas máximas diarias en un determinado lugar están incrementándose a un ritmo más o menos rápido que lo está haciendo la TMM. Si suben más rápido que las TMM no habrá adaptación, si crecen de forma más lenta que las TMM entonces sí hablaremos de un proceso de adaptación.
A nivel global, las temperaturas máximas diarias en España en el periodo 1983-2018 han subido a un ritmo de 0,41 ºC/década, mientras que la TMM lo ha hecho a un ritmo de 0,64 ºC/década por lo que de forma general podemos decir que España se está adaptando al calor. Si examinamos las provincias de forma individual, hay provincias que se están adaptando muy bien, con un crecimiento de TMM a un ritmo de casi 1,5 ºC/década, como es el caso de Córdoba, Huelva o Lugo, mientras que, en otras, esta TMM no está incrementándose, sino que está decreciendo como puede ser el caso de Ciudad Real o Valladolid.
Es clave conocer qué factores posibilitan la adaptación para poder modificar aquellos en los que se puede intervenir.
Colección Economía Inclusiva
La profundización de la crisis ecosocial reclama un paradigma inclusivo capaz de combinar las perspectivas de la economía política, la economía ecológica y la economía feminista ofreciendo una mirada compleja e integradora.
Los factores que pueden explicar estas heterogeneidades geográficas se está investigando en la actualidad. Parece ser que el carácter predominantemente urbano o rural de la provincia juega un papel importante, así como que en ese lugar se den altas temperaturas de forma habitual; también influyen otros factores como el nivel de renta, la pirámide de población, el estado de las viviendas. Es clave conocer qué factores posibilitan esta adaptación para poder modificar aquellos en los que puede intervenir con objeto de conseguir esta adaptación al calor y, por tanto, disminuir la vulnerabilidad de la población a las temperaturas extremadamente altas.
Según la OMS, los estudios sobre la vulnerabilidad a las olas de calor deben de realizarse a escala local ya que son los factores locales los que hacen que unas poblaciones sean más vulnerables al calor que a otras. Por ejemplo, un estudio realizado en los diferentes distritos de Madrid13 concluye que el nivel de renta, la existencia o no de aire acondicionado y el porcentaje de población mayor de 65 años puede explicar por qué unos distritos son más vulnerables al calor que otros, y entre estos el que resulta más importante respecto al riesgo atribuible es el nivel de renta. Por tanto, son los distritos más pobres los que más sufren las consecuencias de las olas de calor. En la misma línea de estudios de carácter local, otro estudio realizado en España concluye que las provincias urbanas son hasta seis veces más vulnerables al calor que las rurales.14 Entre las variables que influyen en esa vulnerabilidad se encuentra como factores de riesgo, el índice de pobreza, el porcentaje de personas mayores de 65 años y como factores de protección aparecen significativos el número de licencias de rehabilitación y la calidad de la edificación. También es un factor de protección la habituación al calor, es decir, que en ese lugar ocurran olas de calor de forma frecuente.
Aspectos para la adaptación
Aunque ya se ha citado anteriormente que la calidad de la vivienda y su rehabilitación, así como la posibilidad de acceso al aire acondicionado, o la disminución de la pobreza energética son factores que influyen en una menor vulnerabilidad al calor y una mejor adaptación, factores de carácter urbanístico también pueden contribuir, una mayor proporción de construcciones bioclimáticas con cubiertas y muros vegetales y un mejor aislamiento en paredes y ventanas. Se trata de medidas que han de implementarse a nivel local, determinando con anterioridad cuáles son más eficientes en cada zona geográfica.
Desde el urbanismo de la ciudad se recomienda plantar árboles y construir parques y fuentes, así como reducir en lo posible el asfalto y materiales no permeables. Todos estos factores disminuirían en el efecto de isla térmica que en las ciudades costeras especialmente influye en la mortalidad y en los ingresos hospitalarios que se producen en olas de calor.15 También desde la ciudad se contribuye mediante el transporte de forma importante a las emisiones de gases de efecto invernadero, por tanto, una movilidad sostenible es otro factor clave que puede contribuir a una disminución del problema y, por tanto, a una mejor adaptación.
Otro factor que ha resultado ser muy relevante en los procesos de adaptación al calor es la existencia de planes de prevención ante las altas temperaturas. Desde el año 2004 de junio a septiembre cada verano se ponen en funcionamiento estos planes de prevención que han resultado tener un importante efecto en la disminución del impacto al calor especialmente en el grupo de mayores de 65 años.16 Una medida clave sería mejorar esos planes de prevención detectando grupos especialmente vulnerables (trabajadores al aire libre, personas con enfermedades renales, neurológicas, respiratorias, circulatorias) y articular protocolos de actuación para estos grupos.
Los planes de prevención han de diseñarse a nivel local teniendo en cuenta las características socioeconómicas, urbanísticas, sanitarias y demográficas de cada lugar.
Esto conduce a mejorar la gestión de los riesgos derivados del calor y, por tanto, a una disminución de los impactos en salud. Estos planes han de diseñarse a nivel local como ya se ha comentado, teniendo en cuenta las características socioeconómicas, urbanísticas, sanitarias y demográficas de cada lugar.
Por último, tener en cuenta que el cambio climático no solo se reduce a la mayor exposición a las altas temperaturas, sino que se relaciona con un aumento de la contaminación atmosférica, la exacerbación de los procesos de sequías, una mayor frecuencia de incendios forestales, una mayor probabilidad de enfermedades trasmitidas por el agua y los alimentos, el aumento de enfermedades transmitidas por vectores como mosquitos y garrapatas. Lo ideal sería poder diseñar planes que integren todos estos factores.17 De esta forma se daría respuesta a un problema global como es el de los impactos en salud derivados del cambio climático.
Como conclusión, parece claro que ante el panorama actual y futuro que nos presenta los riesgos en salud derivados del cambio climático, las actuaciones no deben dirigirse únicamente hacia la mitigación de emisiones. Es necesario un esfuerzo mayor en adaptación que minimice la vulnerabilidad de las personas. Son necesarios sistemas de alerta temprana y vigilancia epidemiológica centrados en salud ambiental y en especial aquellos que permitan gestionar los riesgos asociados al cambio climático. Mitigación, adaptación y gestión del riesgo son las herramientas en salud pública para afrontar el mayor reto ambiental y social al que se enfrenta la humanidad.
Julio Díaz Jiménez es profesor de investigación y codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano, Instituto de Salud Carlos III, Madrid.
Cristina Linares Gil es científica titular y codirectora de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano, Instituto de Salud Carlos III, Madrid.
NOTAS
[1] Kieran Mulvaney, «El histórico clima extremo de este verano podría ser una señal de lo que está por venir», 11 de septiembre de 2023, National Geographic, disponible en: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2023/09/clima-extremo-verano-historico-senal-futuro-viene
[2] El verano de 2023 fue el tercero más cálido desde que hay registros, Ministerio de Transición Ecológica y el reto Demográfico,14 de septiembre de 2023, disponible en: https://www.miteco.gob.es/es/prensa/ultimas-noticias/2023/09/el-verano-de-2023-fue-el-tercero-mas-calido-desde-que-hay-regist.html
[3] Raquel Ruiz-Páez et al., «Does the meteorological origin of heat waves influence their impact on health? A 6-year morbidity and mortality study in Madrid (Spain)», Science of the Total Environment, vol. 855, 2023, 158900.
[4] Manuel Ansede, «La contaminación ha matado a 93.000 personas en España en una década», El País, 22 de junio 2018, disponible en: https://elpais.com/elpais/2018/06/21/ciencia/1529592814_225910.html
[5] Coral Salvador, «Implicaciones de la sequía en la salud», aemetblog, 19 marzo de 2022, disponible en: https://aemetblog.es/2022/03/19/implicaciones-de-la-sequia-en-la-salud/
[6] Europa Press, «Los incendios forestales arrasan más 250.000 hectáreas en 2022, el peor de la década con diferencia», Europa Press, 17 Septiembre 2022, disponible en: https://www.europapress.es/sociedad/medio-ambiente-00647/noticia-incendios-foresrales-arrasan-mas-250000-hectareas-2022-peor-decada-diferencia-20220917114449.html
[7] Cristina Linares et al., «Impact on mortality of biomass combustion from wildfires in Spain: A regional analysis», Science of the Total Environment, vol. 622-623, 2018, pp.547-555.
[8] Katie Hayes y Blake Poland, «Addressing Mental Health in a Changing Climate: Incorporating Mental Health Indicators into Climate Change and Health Vulnerability and Adaptation Assessments», Int J Environ Res Public Health, 2018, 15 (9), 1806.
[9] Marina Romanello et al., «The 2021 report of the Lancet Countdown on health and climate change: code red for a healthy future», The Lancet, vol 398, 2021, pp.1619-1662.
[10] Isidro Juan Mirón et al., «The influence of climate change on food production and food safety», Environmental Research, 216, 2023, 114674.
[11] Julio Díaz et al., «Mortality attributable to high temperatures over the 2021–2050 and 2051–2100 time horizons in Spain: Adaptation and economic estimate», Environmental Research, 172, 2019, pp.475-485.
[12] Julio Díaz et al., «Time trend in the impact of heat waves on daily mortality in Spain for a period of over thirty years (1983–2013)», Environment International, 116, 2018, pp. 10-17.
[13]José Antonio López-Bueno et al., «Analysis of the impact of heat waves on daily mortality in urban and rural areas in Madrid», Environmental Research, 195, 2021, 110892.
[14] José Antonio López-Bueno et al., «Analysis of vulnerability to heat in rural and urban areas in Spain: What factors explain Heat’s geographic behavior?», Environmental Research, 207, 2022, 112213.
[15] Teresa Cuerdo-Vilches et al., «Impact of urban heat islands on morbidity and mortality in heat waves: Observational time series analysis of Spain’s five cities», Science of the Total Environment, 890, 2023, 164412.
[16] Miguel Ángel Navas-Martín et al., «Heat Adaptation among the Elderly in Spain (1983–2018)», International Journal of Environmental Research and Public Health, 20, 2023, 1314.
[17] Crinstina Linares et al., «A new integrative perspective on early warning systems for health in the context of climate change», Environmental Research, 187, 2020, 109623.
Acceso al artículo completo en formato pdf: Principales amenazas en salud asociadas al cambio climático y aspectos clave para la adaptación
Estudio preliminar sobre indicadores alimentarios
Los alimentos representan unas de las palancas más potentes para mejorar la salud humana, impulsar la justicia social y alcanzar la sostenibilidad ambiental.
Al mismo tiempo, sin embargo, amenazan actualmente tanto a las personas como al planeta. En ese sentido, vemos que la humanidad debe enfrentarse al inmenso desafío de proporcionar dietas saludables a una población mundial en continuo crecimiento a través de sistemas alimentarios sostenibles. Si bien, de alguna manera, la producción mundial de calorías procedente de alimentos ha seguido generalmente el ritmo de crecimiento de la población, más de 800 millones de personas todavía carecen de alimentos suficientes (con una clara tendencia al alza), y muchos más consumen dietas de baja calidad o basadas en alimentos no adecuados desde un punto de vista nutricional y/o saludable.
Por el otro, cada vez más estudios apuntan que la producción mundial de alimentos amenaza también a la estabilidad climática y la resiliencia de los ecosistemas puesto que constituye, como se desprende de la literatura especializada, uno de los mayores impulsores de la degradación ambiental y transgresión de los límites planetarios.
Los sistemas alimentarios, en su conjunto, tienen impactos ambientales en toda la cadena de suministro, desde la producción hasta el procesamiento, la distribución y el consumo final, y además van más allá de la salud humana y ambiental al afectar también a la sociedad, la cultura, la economía, así como a la salud y el bienestar de los animales.
Ahora bien, si bien existe una amplia literatura sobre los impactos ambientales de la producción de alimentos, resulta más difícil disponer de información robusta y homogénea sobre los efectos ambientales de las elecciones y el consumo individuales de alimentos (también en términos de manejo, cuando la hay), sobre todo en lo que respecta a los productos y las cantidades físicas de los mismos, más allá del dato meramente monetario. Esta información es importante porque los consumidores pueden ser una palanca útil para orientar o impulsar cambios en los patrones productivos, aunque, sin duda, haya que impulsar una acción más amplia en distintos sectores y a diferentes niveles, que debe incluir también mejoras en las prácticas de producción y distribución, reducciones en la pérdida y desperdicio de alimentos, etc.
Esta revisión sistemática de los antecedentes en la literatura especializada ha sido útil para detectar las lagunas, innovaciones y problemas ligados tanto a los indicadores, así como a las fuentes estadísticas disponibles y utilizadas en los estudios relativas a los flujos físicos clave que intervienen en el metabolismo del hogar.
Para concluir, parece relevante citar aquí un trabajo que, a partir de esa amplia revisión bibliográfica realizada y descrita sintéticamente en los apartados anteriores de este texto, ha intentado colmar algunas lagunas detectadas y presentar una propuesta original sobre el metabolismo de los hogares (también por lo que a la dimensión alimentaria respecta y en la cual nos centraremos aquí) en España y a escala regional. En concreto, el trabajo al que nos referimos (Di Donato, 2022) ha permitido describir y analizar las tendencias, diferencias asociadas y cambios intervenidos relativos al metabolismo de los hogares regionales en España para diferentes categorías de consumo identificadas, constituyendo así además la primera estimación en la literatura española e internacional del metabolismo económico de los hogares españoles en términos físicos y desagregados a nivel regional, y que incluye entre sus objetivos contabilizar los impactos y las huellas asociadas a los patrones metabólicos de las unidades de consumos hogares y, finalmente, con carácter absolutamente novedoso y en fase de profundización, persigue una primera aproximación a las desigualdades físicas de los hogares a escala regional.[1]
Por lo que aquí interesa recalcar, realiza además una explotación directa de los datos físicos de la Encuesta de Presupuestos Familiares asociados a 13 categorías de alimentos consumidas en el hogar y la posibilidad de cruzar hogar por hogar esta información con los factores determinantes de carácter socioeconómico. Otro elemento a mencionar es que supone una aproximación de abajo hacia arriba (bottom-up) con representatividad a nivel regional que ha permitido la construcción de un esquema de entradas y salidas de flujos físicos consistente con el funcionamiento del hogar. El trabajo ofrece también una primera estimación de las huellas de carbono e hídrica de la alimentación de los hogares a nivel regional sobre la base de información de carácter físico.
Para concluir, es interesante subrayar que de la perspectiva empleada en ese estudio sugiere varias dimensiones de profundización y mejora de los indicadores en el ámbito alimentario, entre las cuales cabe mencionar:
- La posibilidad de desarrollar un marco conceptual y metodológico que, a partir de la contabilidad de flujos física ligada al metabolismo de los hogares y de naturaleza directa, permita la construcción de indicadores de carácter biofísico para el análisis de los fenómenos de la pobreza e inseguridad alimentaria.
- La inclusión en la contabilidad de la variable del consumo doméstico de agua en el balance de sustancias que constituyen los insumos del modo de vida de los hogares, así como la elaboración de indicadores metabólicos que lo tengan en cuenta en el ámbito alimentario (más allá de las huellas hídricas).
- La profundización en el estudio de los patrones de consumo de alimentos ecológicos y su extensión dentro de los hogares españoles, con el fin de sondear sus efectos ambientales y en términos de salud (mejora de la dieta).
- El desarrollo del análisis físico y monetario con una contabilidad del uso del tiempo en el hogar español, con interés potencial en términos de género o desigualdad (tareas domésticas ligadas a las compras de alimentos, la manipulación, etc.).
- Complementar el análisis del consumo material y de los impactos asociados a la dimensión alimentaria con análisis de tipo energético-nutricional.
[1] Este elemento es importante ya que permitiría ampliar el ámbito de análisis económico-ecológico de los hogares vinculado a los aspectos distributivos del metabolismo de los hogares en términos físicos.
Autora:
Monica Di Donato: Investigadora de FUHEM Ecosocial. Doctora en Economía por la Universidad de Valladolid (UVa). Desde la perspectiva de la economía ecológica, trabaja principalmente con índices e indicadores de sostenibilidad fuerte aplicados a sistemas complejos, en particular al sistema alimentario. Su ámbito de investigación especifico se centra en el análisis de los flujos físicos de los hogares, a través del enfoque del metabolismo socioeconómico.
Acceso al texto completo: Estudio preliminar sobre indicadores alimentarios.
Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
El presente y el futuro de la seguridad alimentaria en el contexto de la multicrisis
El presente y el futuro de la seguridad alimentaria en el contexto de la multicrisis
El año 2023 ha batido nuevamente los récords y se ha inscrito en los anales de la historia climática como el más cálido registrado en los últimos 174 años, afectado por episodios extremos de inundaciones, tormentas, fuertes sequías, incendios forestales, brotes de plagas y enfermedades.
Así, a medida que se extienden los efectos de la crisis climática, también están aumentando la frecuencia y la intensidad de esos desastres relacionados y no extraña que la agricultura sea uno de los sectores más expuestos y vulnerables bajo ese contexto de riesgo, dada su gran dependencia de los recursos naturales y la estabilidad de las condiciones climáticas.
Los desastres recurrentes pueden menoscabar también los logros en materia de seguridad alimentaria y nutrición de las poblaciones, a través de la reducción de la disponibilidad de alimentos en los mercados locales, así como socavar la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios, ocasionando niveles sin precedentes de daños y pérdidas en la agricultura en todo el mundo, dando también lugar a situaciones de desempleo en las zonas rurales, provocando una disminución de los ingresos de los agricultores y trabajadores agrícolas, el desplazamiento y la emigración de determinadas zonas rurales, etc.
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En definitiva, la suma de factores naturales unidos a condiciones sociales y económicas (aumento de la desigualdades, precariedad laboral, falta de acceso a servicios básicos, etc.) pueden impactar en la salud del sistema alimentario hasta desembocar en situaciones de inseguridad alimentaria más o menos intensas.
Este dosier tiene como objetivo contribuir a profundizar en las implicaciones que el escenario de grave multicrisis ecológica (cambio climático, pérdida de biodiversidad, aumento de las temperaturas, etc., que se manifiestan, como hemos visto, a través de fenómenos extremos cada vez más recurrentes) puede llegar a tener sobre la seguridad alimentaria (pensada en términos de producción, pero también de disponibilidad, adecuación, suficiencia, inocuidad y sostenibilidad) y sus escenarios para los próximos años, sin olvidar el mecanismo perverso por el cual el sistema agroindustrial resulta, a su vez, el principal impulsor de estos fenómenos.
Lo haremos de la mano de expertos y expertas que nos ayudarán a componer las piezas para entender el presente y el futuro de la seguridad alimentaria, respondiendo a cuatro grandes preguntas:
¿Cómo y cuánto nuestro sistema alimentario (en particular en su dimensión productiva) y la trasformación a lo largo de la historia de sus relaciones con los ecosistemas -en términos de transformaciones sociometabolicas- contribuye a la crisis ecológica y puede generar impactos para la seguridad alimentaria presente y futura de España?
¿Cuáles serán las consecuencias y riesgos que cabe esperar a medio-largo plazo sobre la producción agrícola en España y, en consecuencia, sobre su seguridad alimentaria, desde la perspectiva agroclimatologica?
¿Qué repercusiones y qué riesgos podemos esperar para la dimensión nutricional y dietética, más en concreto (por ejemplo, por la pérdida de nutrientes, o los cambios en patrones dietéticos, etc.), así como para la salud de las personas, teniendo en cuenta el marco de la seguridad alimentaria entendida en sentido amplio?
En el plano de las alternativas, ¿podemos considerar y en qué términos la agroecología una apuesta fiable –frente al modelo productivo actualmente dominante, insostenible e injusto- para la seguridad alimentaria en España de cara al futuro?
AUTORES/AS:
Monica Di Donato investigadora de FUHEM Ecosocial. Es doctora en Economía por la Universidad de Valladolid (UVa). Desde la perspectiva de la economía ecológica, trabaja principalmente con índices e indicadores de sostenibilidad fuerte aplicados a sistemas complejos, en particular al sistema alimentario. Su ámbito de investigación especifico se centra en el análisis de los flujos físicos de los hogares, a través del enfoque del metabolismo socioeconómico.
Noelia Parajuá es investigadora postdoctoral en el Departamento de Historia Económica, Instituciones, Política y Economía Mundial de la Universidad de Barcelona, y miembro del Food Action and Research Observatory (FARO) de la misma universidad. Su línea de investigación principal es la transformación de los sistemas alimentarios desde una perspectiva transdisciplinar
María Luz Hernández Navarro es profesora Titular de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Zaragoza. Investiga sobre climatología agrícola, desarrollo rural en general y sobre la situación de las mujeres rurales.
Carlos A. Gonzalez Svatetz es Médico epidemiólogo y especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. Ex jefe de la Unidad de Nutrición y Cáncer del Instituto Catalana de Oncología (ICO) y fue el coordinador en España del Estudio Prospectivo Europeo de Nutrición y Cáncer (EPIC).
Markos Gamboa es Consultor/Formador en Agroecología/Permacultura, especializado en Diseño Integral de Sistemas Alimentarios Agroecológicos. Técnico en Agricultura Ecológica, Contabilidad y Logística/Distribución. Jornalero del sector primario (México, Francia y diversas zonas de España): horticultura, fruticultura, ganadería extensiva carne/leche y transformación alimentaria.
Puedes consultar nuestros anteriores Dosieres Ecosociales.
Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.
Dosieres Ecosociales Relacionados
Bienestar sin crecimiento
El artículo Bienestar sin crecimiento firmado por Max Koch, profesor de Política Social y Sostenibilidad, Universidad de Lund, Suecia, examina el papel del bienestar y las políticas sociales dentro de transformaciones ecosociales más amplias en un contexto de poscrecimiento aplicando los conceptos de bienestar sostenible y «espacio operativo seguro y justo».
Publicado en la sección A FONDO del número 161 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global proporciona también un análisis empírico de la popularidad de las políticas ecosociales diseñadas para dirigir la economía y la sociedad hacia este espacio: ingresos máximos y básicos, impuestos sobre la riqueza y comida, así como una reducción de los tiempos de trabajo.
Estudios comparativos, como los llevados a cabo por Parrique y colaboradores o Haberl y colaboradores indican que los intentos de desacoplar en términos absolutos el crecimiento del PIB del uso de materiales y las emisiones de gases de efecto invernadero o bien han fallado completamente o bien no han alcanzado la dimensión necesaria, en términos de extensión o rapidez de reducción de esos parámetros, como para cumplir los objetivos climáticos acordados en París. El corolario es que «el desacoplamiento tiene que ser complementado con estrategias de suficiencia orientadas y por un refuerzo estricto de los objetivos de reducción absoluta»,1 así como con el definitivo abandono de la prioridad del crecimiento del PIB como objetivo último de las políticas.2 El objetivo de este artículo es entender mejor el papel del bienestar y las políticas sociales dentro de transformaciones ecosociales más amplias en un contexto de poscrecimiento.3
Dado que las analogías históricas pueden servir para entender las posibles características de futuros patrones de cambio, se comenzará con la coyuntura política y económica del período de posguerra tras la Segunda Guerra Mundial, que ensayaron cómo la política social y el estado llegaron a regular el crecimiento capitalista. A esto le sigue un esquema teórico de los roles del Estado de bienestar y la política social dentro de una estrategia de "bienestar sostenible" destinada a garantizar que las prácticas económicas y sociales se desarrollen dentro de un «espacio operativo seguro y justo».4 Todo esto se complementa en la sección siguiente con el examen de políticas ecosociales concretas que investigaciones previas sugirieron como respetuosas de los límites superior e inferior de este espacio, y se discute sobre su popularidad en Suecia. En las conclusiones se resumen y se reflejan los principales resultados, identificando además algunas posibles vías de investigación futura.5
Regulación socioeconómica en la estrategia de crecimiento de la posguerra
En gran parte de Europa occidental, el vínculo entre bienestar y trabajo entró en la agenda tras la Segunda Guerra Mundial. El nexo fordista entre bienestar y trabajo descansaba en el reconocimiento del sindicalismo y una negociación colectiva más o menos centralizada.6 Como resultado, los salarios se ligaron al crecimiento de la productividad, mientras que las políticas fiscales y de crédito se orientaron a la creación de una demanda efectiva en las economías nacionales. Los sindicatos respetaban el poder de la dirección para controlar los procesos de trabajo (con frecuencia taylorizados). El Estado apoyaba este “compromiso de clase” mediante políticas diseñadas para integrar los circuitos de las industrias de bienes de capital y de consumo, así como mediando en los conflictos entra capital y trabajo, especialmente en los relativos a los salarios individuales y sociales. Este acuerdo permitió que las normas sobre producción y consumo evolucionasen en paralelo –particularmente en el caso de bienes de consumo de producción masiva como frigoríficos, televisores, coches o viviendas estándar– conduciendo a tasas de crecimiento del PIB y salarios reales sin precedentes, especialmente entre los años cincuenta y sesenta. El Estado podía usar la creciente recaudación de impuestos de los ingresos primarios de los participantes del mercado laboral para crear y/o expandir los sistemas de bienestar con el objetivo de cubrir riesgos como la vejez, la enfermedad o el desempleo.
La regulación del crecimiento económico asumió distintas formas según los países. Los “regímenes” del bienestar variaban, sobre todo, en términos de la división del trabajo social entre el mercado y las esferas públicas a las cuales correspondían distintas formas y niveles de imposición, y que estaban asociadas a distintos patrones de estratificación.7 El enfoque del régimen de bienestar ha sido retomado posteriormente en los discursos de modernización ecológica. De acuerdo con Dryzek,8 los países socialdemócratas como Suecia están mejor preparados que los países liberales, por ejemplo, en la gestión de la interrelación entre políticas sociales y ambientales. Esto se debe a que en los países socialdemócratas hay un mayor apoyo a la idea de que las políticas ambientales pueden ser buenas para los negocios, así como para sus aparatos estatales y regímenes de gobernanza en funcionamiento más desarrollados, que son entendidos como una precondición para trayectorias de “crecimiento verde”. El resultado sería una «integración tanto de las preocupaciones igualitarias como de las ambientales». 9 Aún así, si se toman indicadores ambientales clave como el de emisiones de CO2 per cápita o las huellas ecológicas de la producción y el consumo, una investigación comparativa no respalda la “hipótesis de la sinergia” en la cual los países socialdemócratas se comportarían mejor que los liberales, los conservadores o los países del Mediterráneo.10 Lo que afectaría más al cumplimiento de los objetivos ambientales no sería tanto su pertenencia a un régimen de bienestar determinado sino su nivel de PIB per cápita: en general, cuanto más rico es un país, peor es su comportamiento en términos de indicadores ambientales .11
En general, cuanto más rico es un país, peor es su comportamiento en términos de indicadores ambientales
La evolución reciente no ha conducido a una situación en la que se haya reducido la fuerte relación entre crecimiento económico y actividad del estado de bienestar, sino a una transición entre el énfasis sobre la demanda hacia una gestión más ligada a la oferta en el contexto de la transnacionalización y financiarización de la producción y la inversión. Las instituciones de bienestar se modificaron y recibieron nuevas funciones dentro de la estructural general del “Estado competitivo”.12 Diseñado para dar soporte a los actores nacionales y/o locales de la economía global, la política social llegó a ser considerada como una "inversión". Sin embargo, hasta ahora, las estrategias de regulación socioeconómica de "demanda" y "oferta" han tenido en común ignorar en gran medida los aspectos ambientales del desarrollo capitalista del bienestar. En cuanto a las huellas ecológica y de carbono, los estándares de bienestar material occidentales tras la Segunda Guerra Mundial no fueron de ningún modo generalizables al resto del planeta –a pesar del hecho de que fueron culturalmente celebrados, ideológicamente reforzados y exportados a otras muchas partes del mundo–. De hecho, si los ciudadanos de todas las naciones hubieran llevado estilos de vida similares a los occidentales, el planeta habría terminado en una emergencia climática aguda mucho antes.
Un "espacio operativo seguro y justo" y el bienestar sostenible
El marco de un "espacio operativo seguro y justo" puede servir como punto de partida para conceptualizar la actividad de un Estado de bienestar y la toma de decisiones políticas ecosociales en contextos de poscrecimiento, dado que considera tanto los límites planetarios como los sociales. La economía y la sociedad se desenvuelven dentro de un espacio en forma de dónut, donde el uso de recursos está por debajo del nivel de los límites planetarios críticos (el límite superior o espacio ecológicamente sostenible y seguro), pero por encima del nivel de suficiencia requerido para satisfacer las necesidades básicas de las personas (el límite inferior o el espacio socialmente seguro). No solo se conceptualiza aquí a la economía como un subsistema de los sistemas biofísicos y sociales, sino que los sistemas de bienestar serían considerados como partes dentro de un contexto ecológico y entendidos como "sistemas de abastecimiento"13 para satisfacer necesidades de modo sostenible. Teniendo en cuenta el techo ambiental, la actividad del Estado de bienestar y las políticas sociales no asumirían ya más la forma simplista de crecientes impuestos redistribuidos –como en el período de la posguerra–, sino que implicarían decisiones controvertidas enfocadas a los recursos de poder de grupos de ricos y personas influyentes.
El marco de un espacio operativo seguro y justo puede servir como punto de partida para conceptualizar la actividad de un Estado de bienestar
El concepto de “bienestar sostenible”,14 en general, y las teorías de las necesidades humanas, en particular, podrían servir como contexto teórico para una nueva generación de políticas sociales y de bienestar.15 Comenzando con la “doble injusticia” –que las responsabilidades y los impactos del cambio climático con frecuencia trabajan en direcciones opuestas, dado que los grupos que tienen más posibilidades de ser afectados por estos últimos son aquellos con menos responsabilidad de haberlos causado–, el bienestar sostenible considera el hecho de que las políticas sociales necesitarán tener en cuenta las desigualdades y los conflictos que es probable que surjan como consecuencia de la descarbonización de los patrones de producción y consumo, y que se harán cada vez más necesario formularlas en formas que creen sinergias con los objetivos ambientales, pero también de modo aceptable para el electorado. Esto incluye el reconocimiento de los umbrales y límites críticos del bienestar material, una revisión paralela de los sistemas de bienestar y la idea de que en un mundo limitado no todos los “deseos” de –con frecuencia– bienes “posicionales” pueden ser apoyados políticamente en nombre de la soberanía del consumidor. Algunos seguramente tendrán que ser restringidos. Otros debates en los círculos de bienestar sostenible y decrecimiento/poscrecimiento han dado lugar a la adopción de sistemas de cuentas basados en las necesidades frente a aquellos otros basados en las cuentas hedónicas, utilitarias y subjetivas del bienestar.16
La metodología del Desarrollo a Escala Humana introdujo en término “satisfactor” para subrayar las formas culturales específicas –y más o menos ecológicamente sostenibles– en las cuales se satisfacen las necesidades en la práctica.17 Desde la perspectiva de una mayor transformación ecosocial, las idea políticas que funcionan como lo que Max-Neef llamó satisfactores de necesidades “sinérgicos” son particularmente relevantes dado que tienen el potencial de satisfacer de modo más que justo una necesidad en contextos diferentes y, por tanto, podrían servir como punto de inicio para comenzar un «círculo virtuoso de políticas de bienestar sostenible».18 Las discusiones académicas y políticas acerca de sistemas de generación de bienestar dentro de un «espacio operativo seguro y justo» han intentado más bien identificar los niveles máximos y mínimos de la satisfacción de necesidades, así como los instrumentos políticos ecosociales con potencial para orientar la economía y la sociedad respetando estos «techos y suelos».19
Utilizando el ejemplo de Suecia, se discutirán ahora ciertos datos cuantitativos sobre algunas de las propuestas políticas ecosociales que la investigación previa ha identificado como capaces de dirigir la economía y la sociedad hacia el «espacio operativo seguro y justo» mencionado anteriormente, subrayando tanto límites superiores como inferiores: renta máxima, impuestos a la riqueza, renta básica, reducción de las horas de trabajo e impuestos a la carne (Tabla 1).
Tabla 1: Apoyo a las políticas ecosociales en Suecia 2020 (porcentajes)
Ideas de políticas ecosociales | A favor | En contra | Indeciso |
Límites a la renta (n=1274) | 24,8 | 61,1 | 14,1 |
Impuestos a la riqueza (n=1372) | 42,5 | 42,7 | 14,8 |
Renta básica (n=1303) | 17,6 | 71,1 | 11,3 |
Reducción del tiempo de trabajo (n=1353) | 51,6 | 31,4 | 17,0 |
Impuestos al consume de carne (n=1396) | 30,3 | 52,7 | 17,1 |
Fuente: Encuesta representativa llevada a cabo dentro del proyecto “The New Urban Challenge: Models of Sustainable Welfare in Swedish Metropolitan Cities”. Se pidió a los encuestados que evaluasen las políticas mencionadas y contestasen sobre una escala de Likert de 5 puntos que contenía las siguientes categorías: muy bien y bastante bien (“a favor”), muy mal y bastante mal (“en contra”), ni bien ni mal (“indeciso”).
En el debate sobre el papel del Estado de bienestar en la salvaguarda de la satisfacción de las necesidades a un nivel suficiente –el límite inferior del "espacio justo y seguro"–, los proponentes de un Estado de bienestar sostenible o ecosocial apoyan la creación de una renta básica universal e incondicional (RBU),20 la expansión/creación de unos servicios básicos universales (SBU),21 un sistema de cupones22 o una combinación de los tres. Cuando nos fijamos en las variedades nacionales de dichas combinaciones, los regímenes de bienestar y la dependencia del camino institucional previo pueden ser factores importantes a la hora de determinar la mezcla concreta de RBU, SBU y cupones en cada país. Puede ser más fácil extender estos sistemas allí donde ya existe una fuerte tradición universal en servicios de bienestar, como es el caso de los países nórdicos, mientras que sería menor el papel de una RBU. Esta hipótesis estaría apoyada por el hecho de que, de acuerdo con nuestra encuesta, algo más del 17% están a favor y un 71% en contra de la introducción de una RBU en Suecia. De este modo, en ese país, la SBU supondría una base institucional más apropiada para una transformación ecosocial, posiblemente extendida y complementada selectivamente con algún esquema de renta mínima (más o menos testado). Allí donde la SBU existe en formas muy rudimentarias y la tradición del bienestar liberal predomina, la RBU podría ser la forma más fácil y rápida de proceder. Esto es debido a que la construcción de sistemas universales de bienestar lleva bastante tiempo y, con toda probabilidad, solo podría llevarse a cabo con una perspectiva de medio-largo plazo.
En cuanto al límite superior del espacio operativo seguro y justo, se han presentado muchas menos propuestas. Si embargo, existen aproximaciones filosóficas que defienden el limitarianismo en un mundo ecológicamente limitado,23 al cual los académicos de las políticas sociales podrían volver, y propuestas económicas más concretas,24 que proponen la definición de rentas máximas como una proporción de las rentas mínimas (10:1, 20:1 etc.). No hay, sin embargo, un acuerdo sobre cuál sería el nivel al que habría que poner el límite (a partir del cual la imposición sería del 100%) y tampoco sobre si todas las formas de riqueza tendría que ser limitadas.25
El bienestar sostenible considera el hecho de que las políticas sociales necesitarán tener en cuenta las desigualdades y los conflictos que es probable que surjan
Dada la novedad de la propuesta política, por cuya introducción ningún gran partido político hace campaña actualmente, no supone una gran sorpresa que no haya más que un cuarto de la población sueca que apoya una renta máxima de aproximadamente 145.000 euros anuales. Sin embargo, no es inconcebible que el apoyo a una política como esta se incrementaría si se promoviese más activamente y fuese objeto de debates políticos en la población. Así que nadie se llamará a sorpresa si el apoyo a un –comparativamente moderado pero más conocido– impuesto a la riqueza es bastante mayor (42,5%). Los participantes en la encuesta mencionaban la última propuesta con más frecuencia, aunque muchos no eran conscientes del reciente debate académico sobre los límites a la riqueza y/o a la renta.
Dos sugerencias más de reforma ecosocial, con frecuencia subrayadas como satisfactores sinérgicos de necesidades universales tan diferentes como protección, participación, ocio, creación y libertad (siguiendo la terminología de Max-Neef), son una reducción de las horas de trabajo (especialmente para desactivar el círculo trabajo-gasto-consumo), y un impuesto sobre el consumo de carne (para apoyar a la agricultura ecológica, una nutrición más vegetariana y una transición general a un modo de vida poscarbono). De lejos, la reducción de las horas de trabajo es el instrumento político más popular de los seleccionados aquí: cerca del 52% de los participantes verían bien una semana de trabajo de 30 horas en Suecia (como opuesta a las 40 horas semanales actuales). A pesar de esto, solamente el Partido de la Izquierda Sueca (Vänster) hace campaña en este sentido. El apoyo a un impuesto a la carne se situó en un 30%, con casi un 53% de personas que se oponían a esta política. Sin embargo, un 17% de “indecisos” indican un mayor potencial estructural de popularidad futuro.
Los resultados del relativamente alto apoyo a un impuesto a la riqueza y a la reducción de las horas de trabajo parecen sugerir que los gobiernos, particularmente en contextos de bienestar socialdemócrata como el sueco, podrían ser más ambiciosos de lo que son actualmente a la hora de implementar políticas ecosociales. Pero también el atractivo de Nuevos Pactos Sociales Verdes, cada vez más amplios, indica que la movilización de la sociedad civil, los partidos políticos y las agencias gubernamentales pueden, de hecho, reforzarse entre sí en la creación del impulso necesario para las transformaciones socioecológicas en contextos de poscrecimiento .26 Eckersley subraya que los gobiernos son todavía capaces de llevar a cabo cambios de gran calado utilizando el ejemplo de la crisis actual de la COVID-19: después de varias décadas de retroceso del Estado de bienestar, la reacción inmediata de los gobiernos occidentales fue una expansión de la actividad del Estado –desde restricciones sobre la movilidad a través de nuevos tipos de pagos hasta paquetes de estímulo para empresas–. En cuanto a una posible salida conjunta de las crisis climática y de la COVID-19, ella sugiere un «estímulo a través del gasto en infraestructura verde con un abandono secuencial de la industrias más intensivas en emisiones y dañinas desde el punto de vista ecológico» para permitir una restructuración ecológica de la economía después de la crisis pandémica.27
Aunque, en general, los resultados empíricos apuntan a una diferencia considerable entre las medidas de largo alcance que los científicos consideran necesarias para afrontar de modo significativo la emergencia climática y la sobrecapacidad ecológica (ver Introducción) y las medidas que los ciudadanos de los estados de bienestar avanzados, como Suecia, están preparados a dar apoyo actualmente. Las explicaciones de esta gran diferencia incluyen la inculcación del modo de pensar del crecimiento en las mentes de las personas o la consolidación de las prácticas sociales e individuales habituales, que con frecuencia aparecen como el modo “natural” de hacer las cosas.28 Dado que la idea de que todo un rango de instituciones como los sistemas legal, educativo y de bienestar, que han demostrado ser cruciales para los relativos altos estándares de bienestar con los que se califica a las sociedades occidentales, históricamente se desarrollan en paralelo con el crecimiento económico y actualmente están acoplados al mismo, cualquier movimiento político más allá del crecimiento económico capitalista necesitaría tener en cuenta la preocupación que surgiría por una posible pérdida de bienestar, anomia o exclusión social.29
Una forma de desactivar estas preocupaciones es expandir los espacios ya existentes, donde se han testado formas alternativas, sostenibles y cooperativas de trabajo y vida comunitaria. Con este propósito, sería necesario llevar a cabo ejercicios participativos, como seminarios, consultas o foros de debate.30 Tal y como sugiere el ejemplo irlandés,31 los gobiernos podrían apoyar este proceso mejorando el estatus de los foros ciudadanos y dándoles un carácter consultivo. Esto estaría en línea con los argumentos de los teóricos de ciencias políticas de que una respuesta adecuada a la crisis ecológica requiere aumentar las instituciones de representatividad democrática a través de mecanismo de democracia directa y deliberativa que tengan el potencial de la “deliberación disruptiva”.32
Conclusiones
Frente a un marco de fondo de emergencia climática, transgresión de otros límites planetarios y el fallo de las respuestas políticas del “crecimiento verde”, este artículo afronta el papel potencial del bienestar y las políticas sociales en un contexto de profunda transformación ecosocial y poscrecimiento. Se revisa la literatura previa relevante, los conceptos teóricos de bienestar sostenible y "espacio operativo seguro", así como las ideas de políticas ecosociales diseñadas para dirigir a la economía y la sociedad hacia un funcionamiento dentro de este espacio, y se discuten los datos cuantitativos para Suecia y un contexto de bienestar socialdemócrata.
La revisión teórica y de la literatura sugieren que cualquier cambio hacia estados de bienestar sostenible requeriría, independientemente del punto de partido institucional y de la pertenencia a un determinado régimen de bienestar, una transformación profunda y fundamental33 desde la lógica expansionista que viene caracterizando el bienestar occidental desde el período de la posguerra a uno que considere seriamente los límites sociales y ambientales (aquí considerados como "espacio operativo seguro y justo"). Sin embargo, los resultados empíricos indican que la pertenencia a un determinado régimen de bienestar podría ser un factor importante a la hora de identificar las trayectorias concretas de cada país dentro de esta línea general de cambio. La investigación comparativa previa demuestra que los ciudadanos de los países nórdicos son más propensos a apoyar el bienestar sostenible,34 este estudio aumenta la evidencia sobre el apoyo a políticas concretas diseñadas para dirigir la economía y la sociedad hacia un espacio operativo seguro y justo. En cuanto al límite inferior, en los países como Suecia, de la tradición socialdemócrata del bienestar, son más posibles medidas como la SBU, mientras que el RBU sería más relevante para los países liberales. En cuanto al límite superior, el apoyo es mucho mayor a impuestos a la riqueza que a límites sobre la renta/riqueza. Sin embargo, este resultado podría estar influido también por cierta falta de conocimiento de esta última propuesta política.
El futuro desarrollo conceptual de la aproximación del bienestar sostenible debería incentivar el diálogo entre el decrecimiento, el limitarianismo filosófico y la política social para mejorar nuestra comprensión del bienestar dentro de los límites planetarios. Políticamente, será crucial no solo discutir y estudiar las sugerencias políticas individuales, sino también desarrollar modelos de cómo se podrían reforzar unas a otras en un nuevo círculo político virtuoso. El apoyo para este tipo de estrategia política así como para determinadas políticas individuales puede aumentar cuando se codesarrolla entre investigadores, activistas y ciudadanos en distintos tipos de foros de deliberación. Este conocimiento sería crucial para la formación de alianzas políticas que permitan generar el tipo de cambio social que requiere una respuesta efectiva y socialmente inclusiva a la emergencia climática.
Max Koch es profesor de Política Social y Sostenibilidad, Universidad de Lund, Suecia.
NOTAS
1 Helmut Haberl et al., «A systematic review of the evidence on decoupling of GDP, resource use and GHG emissions, part II: Synthesizing the insights», Environmental Research Letters, 15(6), 2020, pp. 065003.
2 Tim Parrique et al., Decoupling debunked. Evidence and arguments against green growth as a sole strategy for sustainability, Brussels: European Environment Bureau 2019.
3 Para una revision general de la literature al respecto, ver Tuuli Hirvilammi et al., «Social policy in a Climate Emergency Context», Journal of Social Policy, 52(1), 2023, pp. 1-23.
4 Kate Raworth, Doughnut Economics: Seven Ways to Think Like a 21st-Century Economist, Random House, Londres, 1997.
5 Una parte del contenido de este artículo se basa en Max Koch, «Social policy without growth: Towards sustainable welfare states», Social Policy and Society, 21(3), 2022, pp. 447-459. El autor quiere agradecer expresamente a los editores de esta revista por el permiso para tomar ciertos contenidos del artículo.
6 Michel Aglietta, A Theory of Capitalist Regulation: The US Experience, Verso, Londres, 1987.
7 Gøsta Esping-Andersen, The Three Worlds of Welfare Capitalism, Polity, Cambridge, 1990.
8 Ian Gough et al., «JESP symposium: climate change and social policy», Journal of European Social Policy, 18(4), 2008, pp. 25–44.
9 Ibidem.
10 Max Koch y Martin Fritz, «Building the eco-social state: do welfare regimes matter?» Journal of Social Policy 43(4), 2014, pp. 679–703.
11 Martin Fritz y Max Koch, «Economic development and prosperity patterns around the world: structural challenges for a global steady-state economy», Global Environmental Change 38, 2016, pp. 41–48.
12 Philip G. Cerny, «The competition state today: from raison d’etat to raison du monde», Policy Studies, 31(1), 2010, pp. 5-21.
13 Andrew Fanning, Daniel O'Neill y Milena Büchs, «Provisioning systems for a good life within planetary boundaries», Global Environmental Change, 64, 2020, p. 102135.
14 Max Koch y Oksana Mont (eds), Sustainability and the Political Economy of Welfare, Routledge, Londres, 2016.
15 Max Koch, «The state in the transformation to a sustainable postgrowth economy», Environmental Politics, 29(1), 2020, pp. 115–133.
16 Milena Büchs y Max Koch, Postgrowth and Wellbeing: Challenges to Sustainable Welfare, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2017.
17 Manfred Max-Neef, Human Scale Development: Conception, Application and Further Reflections, Zed Books, Nueva York, 1991.
18 Tuuli Hirvilammi, «The virtuous circle of sustainable welfare as a transformative policy idea», Sustainability, 12(1), 2020, p. 391.
19 Ian Gough, «Defining floors and ceilings: The contribution of human needs theory», Sustainability: Science, Practice and Policy, 16(1), 2020, pp. 208-219.
20 Philippe Van Parijs y Yannick Vanderborght, Basic Income: A Radical Proposal for a Free Society and a Sane Economy, Harvard University Press, Cambridge, 2017.
21 Anna Coote y Andrew Percy, The Case for Universal Basic Services, Polity, Cambridge, 2020.
22 Katharina Bohnenberger, «Money, vouchers, public infrastructures? A framework for sustainable welfare benefits», Sustainability, 12(2), 2020, p. 596.
23 Ingrid Robeyns, «What, if anything, is wrong with extreme wealth?», Journal of Human Development and Capabilities, 20(3), 2019, pp. 251-266.
24 Sam Pizzigatti, The Case for a Maximum Wage, Polity, Cambridge, 2018.
25 Hubert Buch-Hansen y Max Koch, «Degrowth through income and wealth caps?», Ecological Economics, 160, 2019, pp. 264–271.
26 Max Koch, «State-civil society relations in Gramsci, Poulantzas and Bourdieu: Strategic implications for the degrowth movement», Ecological Economics, 193, 2022, p. 107275.
27 Robyn Eckersley, «Greening states and societies: From transitions to great transformations», Environmental Politics, 30 (1-2), 2021, pp. 245-265.
28 Max Koch, «The naturalisation of growth: Marx, the regulation approach and Bourdieu», Environmental Values, 27(1), 2018, pp. 9–27.
29 Milena Büchs y Max Koch, «Challenges to the degrowth transition: The debate about wellbeing», Futures, 105, 2019, pp. 155–165.
30 Mònica Guillén-Royo, «Applying the fundamental human needs approach to sustainable consumption corridors: Participatory workshops involving information and communication technologies», Sustainability: Science, Practice and Policy, 16(1), 2020, pp. 114-127; Max Koch, Jayeon Lindellee y Johanna Alkan-Olsson, «Beyond growth imperative and neoliberal doxa: expanding alternative societal spaces through deliberative citizen forums on needs satisfaction», Real-world Economics Review, 96, 2021, pp. 168-183.
31 Clodagh Harris, «Democratic innovations and policy analysis: climate policy and Ireland’s citizens assembly», en John Hogan y Mary Murphy (eds.), Policy analysis in Ireland, Policy Press, Bristol, 2021, pp. 221-35.
32 Marit Hammond, «Democratic deliberation for sustainability transformations: between constructiveness and disruption», Sustainability: Science, Practice and Policy, 16(1), 2020, pp. 220-230.
33 Hubert Buch-Hansen, Max Koch e Iana Nesterova, Deep Transformations: A Theory of Degrowth, Manchester University Press (en prensa), Manchester, 2023.
34 Martin Fritz y Max Koch, «Public support for sustainable welfare compared: Links between attitudes towards climate and welfare policies», Sustainability, 11(15), p. 4146.
Acceso al artículo completo en formato pdf: Bienestar sin crecimiento.
Palestina: La tragedia permanente (1947-2024)
Palestina: La tragedia permanente (1947-2024)
En la región mediterránea, el conflicto palestino-israelí es el más antiguo y el más difícil de resolver. Personifica a la perfección la dinámica colonial de asentamientos que ha tenido lugar en Palestina desde 1897 hasta nuestros días, y los efectos dominó del conflicto afectan a la estabilidad y la seguridad de todo Oriente Medio y la zona euromediterránea.
Bichara Khader, profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina y fundador del Centro de Estudios e Investigación sobre el Mundo Árabe Contemporáneo escribe para la sección ENSAYO del número 165 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, el artículo «Palestina: La tragedia permanente (1947-2024)», donde repasa las raíces fundamentales de la tragedia palestina y los acontecimientos más inmediatos, principalmente desde 2017 hasta octubre de 2023.
En cierto sentido, el conflicto palestino-israelí es la madre de la mayoría de los conflictos de la región. Y como sabiamente comenta Stephen Calleya, «la estabilidad en Oriente Medio y en toda la zona euromediterránea depende de la resolución del conflicto israelo-palestino».
Si todas las conferencias de paz, las diplomacias itinerantes y los esfuerzos de mediación han fracasado patéticamente a la hora de lograr una solución justa y duradera, se debe principalmente a la terrible incomprensión de las causas profundas del conflicto, su centralidad en la región e incluso su importancia global, magníficamente analizada por John Collins en su libro Palestina global. El letal ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la desgarradora devastación de Gaza son un ejemplo de libro de este malentendido.
El 7 de octubre se produjo un horrible atentado con muchos israelíes inocentes muertos, heridos o secuestrados. Pero este no es el comienzo de la historia: es el resultado de una larga trayectoria de negación, desposesión y humillación del pueblo palestino. Es la historia de 76 años de cero responsabilidad y total inmunidad para Israel.
La contextualización del 7 de octubre es, por tanto, de vital importancia: no es antisemitismo ni justificación de la violencia, como argumenta Israel. Es más bien una revelación: la violencia no surge en el vacío, como recordó sabiamente Antonio Guterres, secretario general de la ONU.
El 7 de octubre ha hecho añicos muchas ilusiones, entre ellas la de que la cuestión palestina no es un tema central o que Israel puede proseguir su despiadada ocupación y su expansión desenfrenada disfrutando al mismo tiempo de seguridad y paz.
El 7 de octubre ha demostrado la incoherencia de la diplomacia occidental, que durante décadas repitió como un loro el mantra del proceso de paz y la solución de los dos Estados, mientras protegía a Israel y afianzaba su ocupación.
Esperemos que el trauma producido en Israel por el 7 de octubre y la devastación generalizada y el grave sufrimiento en Gaza sirvan de llamada de atención. La hoja de ruta para la paz presentada por Josep Borrell, jefe de la diplomacia comunitaria, durante la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE el 22 de enero de 2024, va en la dirección correcta, ya que propone celebrar una conferencia preparatoria y poner en marcha no otro proceso de paz, sino un «proceso de solución de dos Estados» que «debería conducir a un Estado palestino independiente que conviva con Israel».
Lo que temo es que se repitan los marcos ya agotados: conferencias, grupos de trabajo, dilaciones y negociaciones interminables. La comunidad internacional no debería repetir la farsa del Proceso de Oslo, ya que la escalofriante situación de Gaza requiere un remedio urgente y una solución duradera. Como ya advirtió Philippe Lazzarini, Comisario de la UNWRA, la difícil situación de Gaza y la tragedia de sus niños muertos, mutilados, huérfanos, traumatizados y privados de educación «manchan nuestra humanidad común».
Mi propósito aquí no es reescribir otra historia de la tragedia palestina de 2024, sino explicar la pertinencia de la afirmación de Antonio Guterres de que el 7 de octubre no se produjo en un vacío. En otras palabras, analizaré las raíces fundamentales de la tragedia palestina y los acontecimientos más inmediatos, principalmente desde 2017 hasta octubre de 2023.
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El origen del problema (1897-1948)
Ningún analista ha captado mejor la quintaesencia de la cuestión palestina que Edward Said. Para él, la cuestión de Palestina es la pugna entre una afirmación y una negación. La afirmación quedó consagrada en la Declaración del Primer Congreso Sionista que tuvo lugar en Basilea, Suiza, del 29 al 31 de agosto de 1897, en la que se establecían los objetivos del movimiento sionista: «El sionismo aspira a establecer para el pueblo judío un hogar pública y legalmente asegurado en Palestina». La reunión fue presidida por Theodor Herzl (1860-1904), considerado el fundador del sionismo político desde la publicación de su memorándum titulado Judensstaat (El Estado de los judíos) en 1896. El sionismo fue teorizado como una respuesta al «antisemitismo europeo», y como «un retorno a la tierra prometida», con el objetivo de crear un Estado «exclusivamente judío».
Esta afirmación iba acompañada de una negación: la narrativa sionista argumentaba que Palestina no es un Estado independiente, ya que es una provincia del Imperio otomano, que está ocupada por «extranjeros» y que es «atrasada». Peor aún, es un «desierto vacío». De ahí el lema de los sionistas, formulado por Israel Zangwill a finales del siglo XIX, «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra». Los palestinos fueron condenados a la invisibilidad y su causa quedó relegada a la no cuestión.
La habilidad del movimiento sionista y de sus patrocinadores coloniales, principalmente Gran Bretaña, consistió en transformar una realidad en una no-realidad. Palestina era vista como un territorio vacío que había que llenar, ya que «la naturaleza aborrece el vacío». Theodor Herzl señaló en sus diarios: «Tanto el proceso de expropiación como la eliminación de los pobres deben llevarse a cabo con discreción y circunspección» para hacer sitio a los judíos. El primer presidente israelí, Chaim Weizmann, calificó el éxodo árabe de «limpieza milagrosa de la tierra». Más tarde, en 1969, Moshe Dayan reconoció con franqueza: «Hemos venido a este país que fue colonizado por árabes y estamos construyendo un Estado judío».
Esta es la quintaesencia del colonialismo de asentamientos personificado, como subraya Patrick Wolfe, por el deseo de crear una sociedad completamente nueva en lugar de, o sobre las ruinas de, una ya existente: el colonialismo de asentamientos «destruye para reemplazar» .
En un memorándum del 18 de julio de 1917 que Lord Rothschild envió al Gobierno británico, aconsejaba que «Palestina debería ser reconstituida como el Hogar Nacional para el Pueblo Judío».
En respuesta a las demandas sionistas, el 2 de noviembre de 1917, el Gobierno británico emitió su famosa Declaración Balfour, en forma de una carta del ministro de Asuntos Exteriores, Arthur Balfour, a Lord Lionel Walter Rothschild. El segundo párrafo de la carta es bastante revelador: «El Gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará todo lo posible para facilitar la consecución de este objetivo, quedando claramente entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías de Palestina…».
El contenido de la carta es espantoso: una potencia europea (Gran Bretaña) promete transformar un territorio no europeo (Palestina) en «un hogar nacional» para el pueblo judío. A los palestinos, que representaban el 93 % de los habitantes, se les califica de «comunidades no judías» sin derechos políticos, pero solo con «derechos civiles y religiosos». Mientras que los judíos de Palestina (apenas un 7 % de la población) y las diásporas judías dispersas son considerados un «pueblo» que necesita un «hogar nacional».
La Declaración fue llevada a cabo por el Mandato Británico en Palestina (1922-1948) alterando el curso de la historia. El desequilibrio demográfico que existía a favor de los árabes palestinos (en 1922, había unos 663 893 palestinos y solo 83 794 judíos) se ha transformado en una «asimetría europea» a favor del sionismo. De hecho, el Mandato Británico en Palestina fomentó el establecimiento de instituciones sionistas, mientras reprimía sistemáticamente la realidad y la resistencia árabes en Palestina, allanando el camino para la creación de Israel. Entre 1922 y 1948, la población judía en Palestina pasó del 7% al 30% de la población total. Pero la base territorial era pequeña y desconectada (los judíos poseían solo el 6,59% del total de la tierra palestina). Había que invertir esta asimetría territorial. Esto se hará entre 1947 y 1949.
Creación de Israel y la primera Nakba palestina (1947-1949)
Dos años después del final de la Segunda Guerra Mundial, una resolución de la Asamblea General de la ONU (29 de noviembre de 1947) dividió Palestina en tres segmentos: 56% para un Estado judío, 43% para un Estado palestino y 1% que quedaría bajo estatuto internacional.
Los sionistas se alegraron: se les daba lo que no poseían. Pero en el territorio propuesto para constituir el Estado judío había unos 498 000 judíos y 497 000 palestinos. Había que invertir esta simetría demográfica, ya que los sionistas querían un «Estado exclusivamente judío», y no binacional.
Antes de la creación de Israel, el 14 de mayo de 1948, las organizaciones paramilitares sionistas (Stern e Irgun) −que los británicos consideraban organizaciones terroristas− protagonizaron una oleada de terror. El 9 de abril de 1948 (un mes antes de la proclamación del Estado de Israel) un comando del Irgún masacró a la población de Deir Yassin, un pueblo situado a solo 5 km de Jerusalén. Le siguió una serie de otras masacres destinadas a aterrorizar a la población y expulsar a los palestinos de su tierra ancestral. En 1949, más de 500 pueblos palestinos y casi una docena de barrios urbanos fueron vaciados de sus habitantes y aproximadamente dos tercios de la población palestina (750 000) fueron convertidos en refugiados.
Tras expulsar a los palestinos del territorio, Israel impondrá su propia narrativa, expulsando a los palestinos de la historia
Esta política bien planificada de limpieza étnica se llevó a cabo con gran celeridad y ha sido ampliamente documentada por historiadores palestinos e israelíes, principalmente Ilan Pappe y Benny Morris. Mientras Ilan Pappe se opone a la limpieza étnica por motivos morales, Benny Morris utiliza la retórica de la necesidad para justificar las masacres y expulsiones palestinas, «sin las cuales Israel no podría haberse creado como Estado de mayoría judía». En los países occidentales, durante mucho tiempo, estos hechos han sido negados o considerados como daños colaterales.
Para los palestinos, fue la Primera Nakba, (catástrofe): una tragedia humana, una derrota política y un terremoto geopolítico. Se ha desencadenado una dinámica conflictiva. Tras expulsar a los palestinos del territorio, Israel impondrá su propia narrativa, expulsando a los palestinos de la historia. «Hasta hoy −comenta Edward Said− es un hecho sorprendente que la mera mención de los palestinos o de Palestina en Israel, o para un sionista convencido, es nombrar lo innombrable».
La creación de Israel se convirtió no solo en una cuestión palestina, sino también árabe. Los ejércitos de cuatro Estados árabes lanzaron una ofensiva contra el naciente Estado judío, pero fueron derrotados. Se ocuparon y anexionaron nuevos territorios: en 1949, Israel amplió su base territorial ocupando el 78 % de la Palestina histórica. Sin duda, la lógica del desplazamiento y la desposesión funciona en tándem con una lógica de expansión territorial y estructura el colonialismo de asentamientos. «Más que una ubicación fija −escribe John Collins− la frontera colonial de los asentamientos se concibe mejor como una estructura en movimiento». A día de hoy, en 2024, Israel es el único país del mundo con fronteras en constante movimiento.
Sentimiento de culpa
Europa ha sido parte integrante de la cuestión palestina al externalizar «la cuestión judía» en detrimento del pueblo palestino, desposeído y exiliado. De hecho, es el antisemitismo europeo, el Mandato Británico y principalmente el horrible genocidio de judíos en Europa lo que dio origen a Israel. No es de extrañar que la Shoah, calificada por Viviane Forester de «crimen occidental», haya producido en Europa un inmenso sentimiento de culpabilidad. La opinión oficial y popular europea en general, sintió que tenía una «deuda moral»con Israel y los judíos. Por el contrario, los acontecimientos en el mundo árabe, en un contexto de descolonización, se percibían en gran medida como hostiles a Occidente.
Europa ha sido parte integrante de la cuestión palestina al externalizar «la cuestión judía» en detrimento del pueblo palestino, desposeído y exiliado
En ese contexto, la relevancia estratégica de Israel se vio reforzada: muchos europeos percibían a Israel no solo como un refugio seguro para los judíos, sino también como un escudo frente a un turbulento entorno antioccidental y un baluarte que protegía los intereses europeos. En miles de libros, documentales, películas, etc. Israel fue visto desde 1948 hasta 1967 como parte integrante de Occidente, un aliado, un bastión de la democracia occidental, un paradigma de valentía y un símbolo de modernidad (esta percepción permanece casi intacta en 2024). La cuestión palestina pasó a un segundo plano. La difícil situación de los refugiados se consideró una «cuestión humanitaria».
La guerra de 1967: De la ocupación a la colonización
En 1967 se produjo otra guerra que desembocó en la ocupación por Israel del Sinaí egipcio, los Altos del Golán sirios y Cisjordania bajo dominio jordano y la Franja de Gaza administrada por Egipto. La guerra trajo consigo una Segunda Nakba, ya que 430 000 palestinos fueron expulsados de sus tierras o alentados a hacerlo. Ya el 29 de septiembre de 1967, Yossef Weitz, antiguo director del Fondo Nacional Judío, escribió un artículo en Davar en el que pedía el traslado de la población árabe: «Entre nosotros, debe quedar claro que no hay sitio para ambos pueblos en el país… con el traslado de los árabes, el país quedará abierto para nosotros… No debe quedar ni un solo pueblo ni una sola tribu».
La ocupación cambió la geografía del conflicto y alarmó a la comunidad internacional. La resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada el 22 de noviembre de 1967, pedía la «retirada de las fuerzas armadas israelíes de los territorios ocupados en el reciente conflicto».
Más tarde, en 1977, la CEE declaró su «oposición a la política de establecimiento de colonias», y a «cualquier intento de modificar unilateralmente el estatuto de Jerusalén». Israel hizo oídos sordos a las resoluciones del Consejo de Seguridad y a la oposición europea a la política israelí en los territorios ocupados.
En 1987, veinte años después del inicio de la ocupación de los territorios palestinos, proliferaron los asentamientos judíos y la ocupación militar se hizo más dura. La situación en los territorios ocupados empeoró considerablemente. En este contexto de ocupación desenfrenada, estalló la Primera Intifada pacífica palestina como un acto de resistencia pacífica y desafío. Fue «seguramente una de las mayores insurrecciones anticoloniales del periodo moderno», comenta Edward Said. Es en ese mismo año de 1987 cuando se crea Hamás, acrónimo del Movimiento de Resistencia Islámica. Mientras Yasser Arafat, envalentonado por los acontecimientos en los territorios ocupados, declaraba en Argel (12-15 de noviembre de 1988) la «independencia de Palestina». La UE reaccionó a la declaración el 21 de noviembre de 1988: «La decisión de los palestinos refleja la voluntad del pueblo palestino de afirmar su identidad nacional». La OLP en el exilio fue rehabilitada para gran disgusto de Israel.
Lamentablemente, la invasión iraquí de Kuwait (2 de agosto de 1990) produjo un daño colateral: la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) fue condenada al ostracismo por no condenar abierta e inequívocamente la invasión iraquí.
Los pueblos árabes saludaron la liberación de Kuwait, pero se escandalizaron de que la ocupación israelí de los territorios palestinos y árabes quedara impune. Florecieron las acusaciones de doble rasero. Dirigiéndose al Congreso el 11 de marzo de 1991, el presidente Bush anunció que ya era hora de resolver la cuestión palestina y presionó para que se convocara la Conferencia de Paz de Madrid (30 de octubre de 1991). El primer ministro israelí, Shamir, aceptó a medias participar, pero impuso sus condiciones: ninguna participación de una delegación palestina separada, ninguna presencia de miembros de la OLP y ningún representante de Jerusalén Este. En la reunión de Madrid se puso en marcha un Proceso de Paz para Oriente Próximo (PPOM), pero pronto se demostró que era una farsa y que estaba condenado al fracaso.
Es probablemente la razón por la que la OLP −que fue excluida de la Conferencia de Madrid− entabló conversaciones secretas con una delegación israelí en Oslo que desembocaron en el Acuerdo Provisional, conocido como Acuerdo de Oslo, anunciado oficialmente el 13 de septiembre de 1993, en la Casa Blanca. En el intercambio de cartas de 1993 entre Rabin y Arafat, la OLP reconoció «el derecho del Estado de Israel a existir en paz y seguridad» y aceptó la resolución 242 de la ONU. Israel solo reconoció a la OLP «como representante legítima del pueblo palestino». No es de extrañar que el reconocimiento del derecho de Israel a existir por parte de los palestinos fuera aclamado por el escritor israelí Amos Os como «la segunda victoria en la historia del sionismo».
A día de hoy Israel no ha reconocido el derecho de los palestinos a la autodeterminación, como comunidad nacional, y no se ha retirado de un solo acre de territorio. Hoy en día, Israel sigue siendo el único país del mundo que nunca ha declarado internacionalmente sus fronteras y nunca ha reconocido los Altos del Golán, Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este como territorios ocupados. En su lugar, afirma que son «territorios liberados». Esta distorsión del lenguaje revela la asimetría estructural de poder entre Israel y los palestinos, y explica por qué todo el proceso de paz se ha «convertido de hecho en un mecanismo para afianzar la ocupación militar de Israel».
La Segunda Intifada (2000) y sus consecuencias
Las negociaciones de Camp David (julio de 2000) entre Ehud Barak, Arafat y Clinton estaban condenadas al fracaso desde el principio. Un eminente escritor palestino, Fayez Sayegh, resumió la oferta de Barak-Clinton a Yasser Arafat: «A una fracción del pueblo palestino… se le promete una fracción de sus derechos… en una fracción de su patria… y esta promesa se cumplirá dentro de varios años, mediante un proceso gradual en el que Israel ejercerá un poder de veto decisivo sobre cualquier acuerdo».
Tras el fracaso de las negociaciones de Camp David, la provocadora visita de Sharon a Haram al Sharif, el 29 de septiembre de 2000, pretendía reivindicar su derecho como israelí a visitar el lugar sagrado musulmán. Desencadenó una explosión de ira palestina. La Segunda Intifada estalló en los territorios ocupados. Duró cuatro años en los que el ejército israelí mató a cientos de palestinos y decenas de israelíes murieron o resultaron heridos en atentados suicidas. Israel hizo gala de una enorme preponderancia del poder militar y de su total desprecio por el derecho internacional.
El colapso del proceso de paz: una historia anunciada
El artículo 31 (cláusula 7) de la Declaración de Oslo establecía explícitamente: «Ninguna de las partes iniciará ni adoptará medida alguna que modifique el estatuto de Cisjordania y la Franja de Gaza a la espera del resultado de las negociaciones sobre el estatuto permanente». Sin embargo, con el paso de los años, los palestinos fueron desposeídos, expulsados, expropiados ilegalmente y confinados en enclaves desconectados. Y mientras Israel construía asentamientos, las excavadoras israelíes arrasaban bloques de apartamentos y casas enteras de palestinos. Todas estas medidas y muchas otras subvertían abiertamente la Declaración de Oslo. Si Israel pudo violar tan fácilmente la Declaración de Oslo es porque «las negociaciones de Oslo fueron mediadas por el más parcial de los intermediarios, Estados Unidos».
El fallecimiento de Arafat (en noviembre de 2004) se percibió en Estados Unidos como la eliminación de un «engorroso obstáculo». Cuando Mahmoud Abbas le sustituyó, la OLP y la Autoridad Palestina quedaron totalmente rehabilitadas. El nuevo Presidente palestino es invitado a la Casa Blanca y, en una conferencia de prensa conjunta, el presidente Bush defiende la idea de «una solución viable de dos Estados» que «garantice la contigüidad de Cisjordania» y una «vinculación significativa entre Cisjordania y Gaza». (En 2024, Biden repite el mismo mantra).
Coincidiendo con esta visita, en enero de 2006, se celebraron las elecciones palestinas. La rotunda victoria de Hamás supuso un duro golpe no solo para Al Fatah, sino también para los partidarios occidentales de la Autoridad Palestina en funciones. La UE, en total contradicción con su proclamado principio de promoción de la democracia, se puso del lado de Estados Unidos para imponer a Hamás condiciones sin precedentes (reconocimiento de la existencia de Israel, renuncia a la violencia y respaldo a los Acuerdos de Oslo). Nunca se impusieron condiciones similares a ningún gobierno israelí. Hamás tomó el control de la Franja de Gaza en represalia por lo que consideraba un atraco electoral, expulsó a los combatientes de Al Fatah de la Franja y estableció un gobierno dirigido por Hamás. Desde entonces, no solo se ha impuesto un drástico asedio a Gaza, sino que Israel ha atacado este territorio densamente poblado en cuatro ocasiones: en 2008-2009, 2012, 2014 y 2021, matando a miles de palestinos (el 70% de ellos niños y mujeres) y destruyendo numerosas instalaciones, como escuelas, hospitales e infraestructuras, algunas de ellas financiadas por la UE y sus Estados miembros. Esta política se denominó «segar la hierba», cortar las alas a Hamás pero dejarlo vivo ya que afianza la división palestina y, por tanto, la ocupación israelí. La elección del presidente Trump en 2017 fue la gota que colmó el vaso.
El «Acuerdo del siglo» (28 de enero de 2020): la «Declaración Balfour» estadounidense a favor de Israel
El 28 de enero de 2020, el presidente Trump ha anunciado la parte política de su plan para resolver el conflicto palestino-israelí, apodado el «Acuerdo del siglo». Urdido por un trío sionista radical –Jared Kushner, yerno de Trump; David Friedman, embajador estadounidense en Israel; y Jason Greenblatt, enviado especial estadounidense para Oriente Próximo–-, el plan es una versión actualizada y revisada de la visión de Shimon Peres de un «Nuevo Oriente Próximo» que pretende una próspera región de Oriente Próximo con Israel como corazón.
De hecho, todo el plan se centra en la preocupación israelí por la seguridad y el reconocimiento de Israel como «Estado judío». Propone una serie de enclaves palestinos rodeados por un Israel ampliado, estipula que el valle del Jordán permanecerá bajo soberanía israelí absoluta y que Israel será responsable de todos los pasos fronterizos internacionales hacia el Estado palestino propuesto. En violación de la resolución de la ONU de 1949, el Plan rechaza el derecho al retorno de los refugiados palestinos e incluso contempla la posibilidad de una transferencia de territorio de las comunidades árabes de los triángulos que reduciría la «carga» demográfica árabe en Israel. El Plan estipula que Jerusalén seguirá siendo la capital unificada de Israel. Y, por último, el Plan no excluye un «Estado palestino» desarmado y no contiguo en el 13% de los territorios palestinos ocupados, pero propone una capital palestina en Abu Dis, en la periferia al este de Jerusalén, y no en Jerusalén Este, la vieja ciudad palestina anexionada por Israel.
Presentado en la Casa Blanca el 28 de enero de 2020, el Plan es el más belicista con el que podrían soñar los sionistas más radicales. No es de extrañar que Benjamin Netanyahu, que fue el único anfitrión de la ceremonia en la Casa Blanca, aplaudiera a su amigo Donald calificando la ceremonia de «día histórico».
Después de la Declaración Balfour de 1917 que prometía una patria en Palestina para el pueblo judío, el Trato del Siglo de Trump, es simplemente una versión estadounidense de la Declaración Balfour y una sentencia de muerte a la solución de Dos Estados.
Los Acuerdos de Abraham (15 de agosto de 2020)
El «Acuerdo del siglo» eliminó todos los derechos palestinos de la mesa. Los Acuerdos de Abraham entre Israel y algunos países árabes sacaron a la luz las relaciones de Israel con ellos y cambiaron el paradigma del conflicto árabe-israelí. Los Acuerdos de Normalización entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos se anunciaron el 15 de agosto de 2020. Bahréin se unió a los Acuerdos el 11 de septiembre y la ceremonia de firma en la Casa Blanca tuvo lugar el 15 de septiembre. Así pues, los Acuerdos de Abraham constituyen otro importante logro de la política exterior de Israel, ya que la doctrina de Netanyahu de «paz por paz y paz mediante la fuerza» ha dado sus frutos. Los Acuerdos no están condicionados a ningún cambio en la política israelí respecto a los territorios ocupados.
Aclamados por Israel como un avance histórico, los Acuerdos de Abraham levantan un tabú en la política árabe (tratar con Israel), abren nuevas vías de cooperación, desplazan el centro de gravedad de la región hacia los Estados árabes del Golfo, desvían la atención hacia la amenaza iraní y reducen la relevancia de la cuestión palestina. En resumen, los Acuerdos de Abraham han creado una dinámica peligrosa que puede conducir a un desastre estratégico con un aumento de la tensión en el Golfo, guerras por poderes (en Irak, Yemen y Líbano), un aumento de la fricción entre Argelia y Marruecos, la parálisis total de la Unión del Magreb Árabe y la continua agitación en Sudán.
Una vez más, la cuestión central palestina queda relegada a un segundo plano para gran satisfacción de Israel. Sin embargo, es una mera falacia creer que el problema puede archivarse para siempre. El ataque mortal de Hamás del 7 de octubre y el feroz asalto israelí a Gaza, desde entonces, ofrecen amplias pruebas del efecto dominó de la cuestión palestina sin resolver.
Las elecciones israelíes del 1 de noviembre de 2022 arrojan un claro ganador: un «Gobierno israelí abiertamente racista»
Las elecciones israelíes del 1 de noviembre de 2022 han devuelto a Netanyahu como primer ministro con el apoyo de 14 escaños obtenidos por los partidos racistas de Bezalel Smotrich (Sionismo Religioso) e Itamar Ben-Gvir (Poder Judío-Otzmat Yehudit), lo que ha provocado consternación y preocupación. El influyente periodista del New York Times, Thomas Friedman, que no es conocido por ser un feroz crítico de Israel, escribió un duro artículo titulado «El Israel que conocíamos ha desaparecido», en el que acusaba a la coalición de Netanyahu de incluir a «extremistas judíos antiárabes y abiertamente racistas». Una opinión tan dura de un periodista que durante tantos años se esforzó por embellecer la imagen de Israel fue una «divina sorpresa».
El problema de la expresión de preocupación de Friedman es que sugiere que el «Israel que él conocía era mejor» que la Coalición extremista de Netanyahu, olvidando que todas las políticas israelíes, antiguas y nuevas, respecto a los palestinos de los territorios ocupados, han sido ilegales y denunciadas por Human Rights Watch, Amnistía Internacional e incluso la israelí B’Tselem, tachándolas de apartheid.
Israel empezó a derivar hacia la derecha radical con la elección de Menachem Begin, como primer ministro de Israel, el 17 de mayo de 1977. Pero no cabe duda de que todos los gobiernos del Partido Laborista, desde 1948 hasta 1977, fueron progresistas para los israelíes, pero represivos para los palestinos, tanto para los que tenían la ciudadanía israelí (la llamada minoría árabe) como para los que vivían en los territorios ocupados. Sin embargo, está claro que con Netanyahu el giro a la derecha se ha hecho más evidente. La aprobación de la Ley Básica, que afirma que el Estado nación es del pueblo judío, es una prueba de fuego del cambio de política.
Desde la formación del nuevo Gobierno de extrema derecha, a finales de 2022, la situación en Cisjordania se ha vuelto insoportable
Esta ley se considera un triunfo de la derecha ultranacionalista israelí, que confiere el derecho de autodeterminación exclusivamente a los judíos israelíes y a todos los inmigrantes judíos en Israel y convierte a los ciudadanos palestinos de Israel en ciudadanos de segunda clase de iure. David Rothkopf, de la Universidad John Hopkins, no se anduvo con rodeos: «Israel se está convirtiendo en una matocracia antiliberal, y se me están acabando las formas de defenderla».
Lo que diferencia al actual Gobierno de Netanyahu (desde 2022) de los gobiernos laboristas del pasado es el hecho de que los racistas israelíes de hoy no tienen inhibiciones a la hora de hablar alto y claro para que todos los oigan. Ben-Gvir, por ejemplo, considera con orgullo al fallecido extremista Meir Kahane como su héroe y maestro, amenaza con deportar a los «ciudadanos desleales», pide una Ley de deportación contra los que tiran piedras a los soldados, insta a la institución de la pena de muerte, aboga por el desmantelamiento de la Autoridad Palestina y la anexión de Cisjordania.
Desde la formación del nuevo Gobierno de extrema derecha, a finales de 2022, la situación en Cisjordania se h vuelto insoportable: ha aumentado el número de asentamientos, han proliferado los puestos de control, se ha llevado a cabo la anexión de facto de grandes franjas de tierra palestina, se han destruido hogares palestinos, se han desplazado comunidades enteras, se ha reprimido el activismo palestino, se ha acosado y asesinado constantemente a palestinos en Cisjordania, se ha «encerrado» y bombardeado con frecuencia a palestinos en Gaza y se ha devastado la economía palestina. Se llevó a cabo una Nakba silenciosa con total impunidad. Ninguna administración estadounidense, demócrata o republicana, ha estado dispuesta hasta ahora a ejercer ninguna influencia sobre Israel, lo que envalentona a la extrema derecha judía, sin miedo a ninguna resistencia por parte del Gobierno estadounidense. La UE, paralizada por sus divisiones internas, fue a remolque de Estados Unidos, mostró preocupación por las políticas israelíes, pero rehuyó cualquier sanción significativa. En vísperas del atentado del 7 de octubre, los territorios palestinos estaban al borde de la explosión.
El 7 de octubre de 2023 y la destrucción de Gaza
El mortífero atentado de Hamás, llamado «el diluvio de Al-Aqsa», ha sido la chispa que inició un incendio geopolítico. El ataque cogió a todo el mundo desprevenido. En un día murieron 1200 israelíes y unos 240 rehenes fueron secuestrados. Las vallas y barreras fueron fácilmente derribadas. La tecnología de vigilancia israelí fue ridiculizada. Para el actual Gobierno de Israel, dirigido por Netanyahu, aquel ataque supuso un fracaso personal y estratégico, ya que Netanyahu se enorgullecía de ser «señor seguridad» y a menudo se jactaba de que Israel nunca había conocido una época más pacífica, protegido por un poderoso ejército y blindado por el sistema Cúpula de Hierro, capaz de interceptar cohetes procedentes de Gaza y otros lugares.
El postulado de Israel se basaba en una serie de ilusiones, que Joshua Leifer resumió acertadamente: que los palestinos y sus aspiraciones de libertad podían ocultarse tras barreras de hormigón e ignorarse; que cualquier resistencia restante podía gestionarse mediante una combinación de tecnología y potencia de fuego abrumadora, y que el mundo, y especialmente los Estados árabes suníes, se habían cansado de la cuestión palestina, que podía eliminarse de la agenda mundial, y, en consecuencia, que los gobiernos israelíes podían hacer lo que quisieran y no sufrir consecuencias. El ataque de Hamás echó por tierra estos postulados, hirió a la sociedad israelí hasta la médula y desacreditó la visión de Netanyahu sobre el futuro de Israel.
Sin embargo, los políticos israelíes y la mayoría de los comentaristas hicieron la vista gorda ante los propios motivos del ataque de Hamás. Para ellos, el ataque de Hamás está impulsado por «el odio antisemita asesino contra los judíos» y procede de una «mentalidad similar a la nazi». Para ellos, la historia comienza el 7 de octubre. El contexto histórico más amplio es simplemente ignorado o descartado: 57 años de ocupación tiránica, negociaciones fallidas, anexión desenfrenada, criminalización de la resistencia no violenta, cuatro ofensivas israelíes en Gaza desde 2008 hasta 2021, complicidad estadounidense, complacencia europea y una desilusión general con un sistema internacional que permitió la desposesión palestina y erosionó la capacidad palestina de emplear medios no violentos para cambiar el statu quo y lograr la autodeterminación.
El Ministro de Asuntos Exteriores jordano, Ayman Safadi, resume así el debate: «Es el conflicto el que hizo a Hamás, no Hamás el que hizo el conflicto». Para Israel, esta suposición es una blasfemia. Peor aún, contextualizar es antisemitismo. No solo no se puede criticar a Israel, sino que la mera alusión al sufrimiento del pueblo palestino ocupado o un simple llamamiento al alto el fuego se consideran apología del terrorismo. El primer ministro belga, Alexander De Croo, y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, han sido acusados de «apoyar el terrorismo» solo por pedir un alto el fuego humanitario. Incluso el Papa ha sido reprendido por Israel. Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, enfureció a Israel solo porque reconoció que los atentados de Hamás (que condenó vehementemente) «no se produjeron en el vacío».
Al día siguiente, Israel exigió que Guterres se disculpara y presentara su dimisión. Para Netanyahu, Hamás es el Isis y la política de Israel es una «política antiterrorista». Pero el mismo Netanyahu afirmó en 2019: «Los que quieren frustrar la creación de un Estado palestino deben apoyar el fortalecimiento de Hamás y la transferencia de dinero a Hamás». Para él, esta es la garantía de que no surja un movimiento palestino unificado. Al recibir el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Valladolid, el 19 de enero de 2024, Borrell no se anduvo por las ramas y afirmó que «Hamás fue financiada por el Gobierno de Israel en un intento de debilitar a la Autoridad Palestina liderada por Al Fatah».
Sin embargo, el contexto más amplio del atentado no debe eclipsar las motivaciones inmediatas. Sin ser exhaustivo, puedo sugerir lo siguiente:
- El asedio de Gaza, que se convirtió en una prisión al aire libre, y las ofensivas israelíes regulares, desde 2007, han convencido a Hamás de que la situación se volvió insoportable y Gaza, inhabitable. En su primer informe de 16 páginas sobre los ataques del 7 de octubre, hecho público el 20 de enero de 2024, Hamás justificó los ataques afirmando que eran un «paso necesario» para «hacer frente a todas las conspiraciones israelíes contra el pueblo palestino».
- Hamás estaba perdiendo popularidad al empezar a ser percibido como otra autoridad gobernante y no como un movimiento de resistencia. Al lanzar el ataque, Hamás quería demostrar que sigue siendo la «verdadera resistencia» y el guardián de la Mezquita Sagrada de Jerusalén.
- Hamás consideraba que los acuerdos de normalización entre Israel y algunos Estados árabes dejaban de lado la cuestión palestina e ignoraban la terrible situación que se vive bajo la ocupación. El atentado pretendía socavar un acuerdo israelí-saudí.
- Hamás es consciente de la asimetría militar estructural, ya que Israel sigue siendo la potencia militar dominante en la región. Pero al tomar a Israel desprevenido, Hamás quería enviar un mensaje a los palestinos y a los Estados árabes de que Israel no es invencible, como pretende. Hamás quería romper este mito diciendo que no es porque Israel sea fuerte por lo que los palestinos y los árabes no se atreven, es porque ellos no se atreven por lo que Israel es fuerte.
- El ataque de Hamás pretende también mostrar, a los ojos de los palestinos, la ineptitud e incompetencia de la Autoridad Palestina de Ramala. Y, por tanto, Hamás pretende que se cuente con ella en futuras negociaciones.
- El nuevo Gobierno israelí, que es el más extremista y racista de la historia de Israel, no solo dividió a la sociedad israelí, sino que animó al ejército israelí y a los colonos judíos de Cisjordania a acosar e incluso matar a los palestinos (más de 300 palestinos muertos desde el 7 de octubre y unos 4.500 encarcelados), mientras que ministros de extrema derecha, como Ben Gvir y Smotrich, impulsaron la expansión de los asentamientos y la anexión formal de grandes franjas de territorio de Cisjordania. Hamás quería incendiar Cisjordania.
En pocas palabras, Hamás quería demostrar, aunque fuera cruelmente, la crueldad de una ocupación desenfrenada, la complicidad de Occidente, la traición de algunos Estados árabes y el fracaso de la Autoridad Palestina, aunque eso desencadenara una guerra devastadora.
Y de hecho, la respuesta de Israel al ataque de Hamás fue devastadora: actuando en «defensa propia» sus ofensivas aéreas y terrestres se salieron de las proporciones: en 120 días después del 7 de octubre, más de 26 550 gazatíes han muerto, dos tercios de ellos niños y mujeres, 66 000 han resultado heridos, miles están atrapados, probablemente muertos, bajo los escombros, familias enteras han sido aniquiladas, el 75% de las viviendas han sido destruidas, casi 2 millones de habitantes (el 85% de la población) desplazados. En ninguna parte hay un refugio seguro. Los bombardeos incesantes y los ataques indiscriminados contra escuelas, mezquitas, iglesias, hospitales, panaderías, conducciones de agua, redes de alcantarillado y electricidad han provocado un sufrimiento atroz a la población de Gaza. La falta de alimentos y agua potable y la proliferación de enfermedades son otro «genocidio en el genocidio». En su intervención en el Foro Económico Mundial de Davos, Antonio Guterres habló alto y claro: «Las operaciones militares de Israel han sembrado la destrucción masiva y han matado a civiles a una escala sin precedentes durante mi mandato como secretario general». En una entrevista en el diario español El País (19 de enero de 2023), Francesca Albanese, relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, dio una cifra desgarradora: 1000 niños han sido amputados sin anestesia.
Es una ironía de la historia que casi el 80% de los habitantes de Gaza sean hijos y nietos de refugiados palestinos que fueron expulsados de sus hogares en la Primera Nakba de 1947-1949.
Los líderes occidentales viajaron a Israel para mostrar su compasión y solidaridad tras el ataque del 7 de octubre. Pero la implacable embestida de Israel contra Gaza hizo saltar las alarmas en Estados Unidos y en Europa, y provocó una gran indignación en el Sur global. Sin embargo, en un alarde de hipocresía, Estados Unidos votó en contra de las resoluciones que pedían un alto el fuego. La votación de la Asamblea General de la ONU, el 12 de diciembre de 2023, pidió un alto el fuego humanitario en Gaza, devastada por la guerra. En lo que parece ser un reproche a Estados Unidos e Israel, la resolución fue aprobada abrumadoramente por 153 votos, 23 abstenciones y 10 votos en contra. Entre los que votaron en contra estaban Israel y Estados Unidos. Los Estados miembros de la UE, una vez más, estuvieron divididos: dos países votaron en contra de la resolución (Austria y Chequia), 16 votaron a favor y 8 se abstuvieron.
Escudado por Estados Unidos, Israel continuó con su embestida inhumana, que «es única», en palabras de Raz Segal, profesor asociado israelí-estadounidense de estudios sobre el genocidio y el Holocausto, en el sentido de que es un genocidio, «porque la intención está articulada muy claramente. Y se articula a través de los medios de comunicación, la sociedad y la política israelíes». De hecho, ha habido una oleada de incitaciones genocidas por parte de funcionarios israelíes deshumanizando a los palestinos de Gaza. Isaac Herzog, presidente de Israel, declaró sin pudor: «es toda una nación la responsable: no es cierta esta retórica sobre civiles no conscientes, no implicados». Yoav Gallant, ministro de Defensa, fue aún más lejos al pedir «un asedio total a la Franja de Gaza», añadiendo que «no habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible», y que «estamos luchando contra animales humanos». Amihai Eliyahu sugirió bombardear Gaza con armas nucleares. La asesora del ministro de Defensa, Giorna Eiland, exigió que se dejara a los gazatíes «dos opciones: quedarse y morir de hambre o marcharse». Hay innumerables ejemplos más. El documento de Sudáfrica, en el que se expone el caso de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, dedica nueve páginas a las declaraciones genocidas de funcionarios israelíes.
Un documento del 13 de octubre de 2023 del Ministerio de Inteligencia israelí recomienda una transferencia total de la población gazatí sin esperanza de retorno
Obviamente, ni la alarma mundial ni los llamamientos al alto el fuego parecen disuadir al Gobierno israelí. La masacre continúa. Israel pide a los habitantes que se marchen: ¿Pero, adónde? ¿Es esto «defensa propia»? ¿Es una represalia proporcionada? se preguntan muchos comentaristas. ¿O se trata de una Tercera Nakba en ciernes: expulsar a los palestinos de su territorio? Un documento de diez páginas, fechado el 13 de octubre de 2023 y con el logotipo del Ministerio de Inteligencia, recomienda una transferencia total de población sin esperanza de retorno. El presidente Biden y su secretario de Estado, Antony Blinken, advirtieron a Israel sobre el traslado forzoso de palestinos, calificándolo de imposible. Pero si la historia sirve de guía, cabe dudar de la sinceridad y eficacia de Estados Unidos como constructor de la paz en Oriente Próximo.
El día después
«Si en Gaza hay 100 000 o 200 000 árabes, y no dos millones, toda la conversación sobre el día después será diferente», dijo el ministro israelí de extrema derecha Smotrich. En un artículo publicado en el Jerusalem Post, Gila Gamliel, ministra israelí de Inteligencia, se mostró de acuerdo con Smotrich: «En lugar de canalizar dinero para reconstruir Gaza… la comunidad internacional puede contribuir a sufragar los costes del reasentamiento, ayudando a la población de Gaza a construir una nueva vida en sus nuevos países de acogida». Los ministros Ben Gvir y Smotrich propusieron despoblar Gaza y reasentar a judíos en la Franja. Se les ha reprendido no porque su propuesta sea inmoral e ilegal, sino porque empaña la imagen de Israel en el extranjero.
El 4 de enero de 2024, Yoav Galant, ministro israelí de Defensa, dio a conocer su plan para el día después. Rechazó la expulsión de los habitantes de Gaza, no por inmoral e ilegal, sino por impracticable. Para él, después de la guerra, Hamás no gobernará Gaza. En su lugar, «organismos» palestinos –comités civiles locales– estarán al mando, a condición de que no sean hostiles a Israel. Israel establecerá bases militares y puestos de control y se reservará el derecho a operar dentro de la Franja de Gaza. Las fronteras estarán bajo control efectivo israelí.
Se expresaron muchas otras ideas: imposición de «zonas tampón significativas» dentro de Gaza, trocear el territorio en pequeños enclaves desconectados como en Cisjordania, negación de cualquier papel para una Autoridad Palestina reformada en Gaza, «desradicalización» de la sociedad palestina, la «desmilitarización» de la Franja de Gaza. «La seguridad en Gaza será responsabilidad exclusiva de Israel», martillea Netanyahu. Para él, cualquier fuerza de mantenimiento de la paz dirigida por la ONU no es bienvenida. Todas estas ideas demuestran la creciente normalización de opiniones extremas y poco realistas dentro de la política y la sociedad israelíes.
Gran parte de las especulaciones sobre el día después se basan en el supuesto de que Hamás desaparecerá pronto política y militarmente
Gran parte de la especulaciones sobre el día de después se basan en el supuesto de que Hamas desaparecerá pronto política y militarmente, de que los palestinos aceptarán vivir en Gaza bajo el dominio efectivo israelí, de que la Autoridad Palestina no tendrá voz ni voto, de que los Estados árabes seguirán de brazos cruzados, de que la comunidad internacional dará la espalda a los derechos legítimos de los palestinos y de que Estados Unidos seguirá dando un cheque en blanco a Israel.
Es cierto que Israel bombardea Gaza con munición estadounidense, que Estados Unidos siempre estuvo detrás de Israel y aceptó su derecho a defenderse. Pero Israel ha ido demasiado lejos en su inhumana embestida contra Gaza, con consecuencias negativas no solo para el propio Israel, sino también para las diásporas judías en Europa y Estados Unidos.
Por eso, la postura de Estados Unidos sobre el día después empieza a chocar con los planes de Israel. En muchas ocasiones, el presidente Biden rechazó el plan de Israel denunciando la expulsión prevista de palestinos, la reocupación de la Franja por el ejército israelí, el traslado de colonos o el «adelgazamiento» del territorio de Gaza.
A medida que la ofensiva israelí se cobraba un enorme número de vidas humanas, la UE empezó a manifestar su gran preocupación. En numerosas declaraciones, Josep Borrell, Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, condenó los bombardeos indiscriminados israelíes y la matanza de inocentes.
Un Estado, dos Estados, un Estado de apartheid o ningún Estado
En francés, hay un dicho que reza: A quelque chose malheur est bon, que a grandes rasgos significa que toda nube tiene su lado bueno. De hecho, el 7 de octubre y la despiadada devastación de Gaza han echado por tierra muchas falsas suposiciones sobre la cuestión de Palestina, como la falacia de que la cuestión de Palestina es marginal, que el injusto statu quo es manejable, que Israel tiene un «derecho bíblico» sobre Palestina, rebautizada como Eretz Israel, que significa «un país que busca la paz», que «es excepcional», que no hay ningún socio palestino, que a los árabes no les importa el destino de los palestinos, que el Norte global se retuerce las manos condenando, lamentando, denunciando la ocupación y la expansión de Israel, pero no hace nada. Hay algo de verdad en el último punto: de hecho, existe un sentimiento creciente de que Occidente ha fallado a los palestinos y ha ofrecido un apoyo generalizado, cuando no legitimidad, a la política de Israel en los territorios ocupados, lo que ha llevado al colapso del Proceso de Oslo.
Los demás supuestos han demostrado su vacuidad y absurdo: Palestina, como bien señala Maha Yahya, ha sido «puesta de nuevo en el centro del discurso público y ha revigorizado los llamamientos en favor de una solución política al problema palestino». Millones de manifestantes salieron a las calles, en las capitales del Norte y del Sur global coreando «Palestina libre». Daniel Levy explica esta protesta mundial: «Palestina ocupa ahora este tipo de lugar simbólico: es una especie de avatar de una rebelión contra la hipocresía occidental, contra el orden mundial inaceptable y contra el orden poscolonial». Bahrein, que normalizó sus relaciones con Israel, llamó de vuelta a su embajador, como hicieron algunos Estados latinoamericanos. Los Acuerdos de Normalización se denuncian abiertamente y el debate sobre la normalización entre Israel y Arabia Saudí se ha congelado. El statu quo israelí en los territorios palestinos ocupados de demostrado ser insostenible. Toda la región se encuentra la borde del abismo, con crecientes riesgos de escalada. EEUU y la UE repiten ahora una verdad que hace tiempo que no se cumple: Israel no gozará de seguridad ni de paz si se sigue oprimiendo e ignorando a los palestinos y hay que prever (EEUU) o incluso imponer (Josep Borrell, de la UE) una solución basada en dos Estados.
El problema con la solución de los dos Estados es que su posibilidad y viabilidad han disminuido considerablemente. En una encuesta, publicada en enero de 2023, solo el 34% de los judíos israelíes y el 33% de los palestinos apoyaban la solución de los dos Estados, un resultado probablemente debido a su viabilidad. De hecho, un Estado palestino soberano y contiguo se ha convertido en una imposibilidad geográfica. Sin embargo, no hay otra opción que la solución de los dos Estados. La solución de un Estado es rechazada con vehemencia por Israel, el Estado de apartheid es rechazado con vehemencia por los palestinos y la solución del no Estado, es decir, la expulsión de más de cinco millones de palestinos de Gaza y Cisjordania es imposible.
Josep Borrell anunció una hoja de ruta de diez puntos para allanar el camino hacia una solución global. El documento expone una serie de ideas relativas a un nuevo proceso, denominado «Proceso para la solución de dos Estados», que se pondrá en marcha. El documento afirma explícitamente que el objetivo «es un Estado palestino independiente» que viva «codo con codo con Israel», y «la plena normalización entre los Estados árabes e Israel». También propone celebrar una Conferencia de Paz preparatoria con ministros de Asuntos Exteriores y directores de organizaciones internacionales.
Si el objetivo último de la Conferencia es afirmar que no hay otra opción que la solución de los dos Estados, y que el objetivo último es la creación de un Estado palestino independiente, creo que existe un consenso general al respecto, con una excepción: Israel. ¿Cuáles son las herramientas diplomáticas (persuasión, incentivos, presiones, etc.) que pueden utilizarse para implicar a Israel en el debate sobre el día después y sobre la solución de los dos Estados?
Para evitar cualquier obstrucción, dilación o negociación interminable, propongo una línea de acción complementaria:
- Que la Asamblea General de las Naciones Unidas reconozca a Palestina como miembro de pleno derecho.
- Que el Consejo de Seguridad adopte una resolución que consagre un acuerdo de paz basado en la solución de los dos Estados.
- EEUU y la UE deben reconocer sin demora al Estado de Palestina y unirse a los 139 países (72% de los Estados miembros de la ONU) que ya lo han hecho. Esta es «la única manera de avanzar en la solución de los dos Estados», escriben Daniel Harden y Larry Garber en un artículo publicado en el New York Times.
El reconocimiento del Estado de Palestina por parte de EEUU y de los Estados miembros de la UE demostrará al pueblo palestino que Estados Unidos y Europa están finalmente acompañando sus palabras de paz con acciones significativas. Además, el reconocimiento conferiría legitimidad nacional al pueblo palestino. Sería un incentivo importante para mejorar la imagen y reforzar la credibilidad de Occidente en el Sur global y reducir el abismo entre Occidente y el resto del mundo. La presencia de embajadores estadounidenses y europeos en Palestina garantizaría que los palestinos de Cisjordania y Gaza tuvieran línea directa con la Casa Blanca y con las capitales europeas. El reconocimiento tendría otros dos beneficios: reforzaría el capital político de la Autoridad Palestina y enviaría un mensaje claro al actual Gobierno israelí de que Estados Unidos y la UE no consienten más sus políticas en los territorios ocupados.
Hay opositores a la medida en la UE –principalmente entre los partidos de derecha y extrema derecha y los regímenes populistas– y en Estados Unidos, principalmente entre los grupos de presión sionistas y en el Congreso y el Senado. Los funcionarios de la UE deberían dejar claro que este reconocimiento no solo allana el camino para una solución duradera de la cuestión palestina, sino que también contribuye a la paz y la estabilidad en toda la región mediterránea y refuerza el papel geopolítico de Europa en su Vecindad Meridional. Desde 1999, la UE y sus Estados miembros han declarado en repetidas ocasiones que reconocerán el Estado palestino «a su debido tiempo». Ha llegado el momento de cumplir las promesas.
En un futuro inmediato, Estados Unidos y los países europeos deberían pedir un alto el fuego en Gaza y la liberación de los rehenes israelíes y los prisioneros palestinos. La renuencia a hacerlo está dañando su credibilidad y es un flaco favor a su aliado israelí.
El fallo de la Corte Internacional de Justicia, el 26 de enero de 2024, sobre un caso presentado por Sudáfrica contra Israel es una llamada de atención. Israel no está a salvo de ser procesado. La sentencia de la CIJ obliga a Israel a tomar medidas para prevenir actos de genocidio en Gaza, prevenir y castigar la incitación al genocidio, facilitar la entrada de ayuda humanitaria e informar sobre todas las medidas adoptadas en el plazo de un mes.
Esta sentencia histórica es crucial: no solo tiene implicaciones significativas para la credibilidad del orden internacional basado en normas, sino que también aumenta la presión sobre Israel, a quien se pide que «tome todas las medidas a su alcance» para desistir de matar palestinos contraviniendo la Convención sobre el Genocidio. Indirectamente, la sentencia aumenta la presión sobre los aliados estadounidenses y europeos de Israel. Curiosamente, aunque Estados Unidos se burló del caso contra Israel calificándolo de carecer de fundamento, fue la juez estadounidense Joan Donoghue quien leyó la orden.
¿Acatará Israel la sentencia de la CIJ? No es tan seguro, ya que Netanyahu prometió anteriormente que «nadie nos detendrá, ni La Haya».
Conclusión
Desde 1948 hasta 2024, la cuestión de Palestina ha sido un tema central en la política regional y mundial. El conflicto generado por la creación de Israel en tierras palestinas en 1948 y su expansión territorial desde entonces, ha sido la madre de casi todos los conflictos interestatales e intraestatales de la región y un factor decisivo en la inestabilidad regional. Los palestinos han sufrido una tragedia permanente. En 76 años, han vivido una triple Nakba con un primer éxodo forzoso en 1948 , un segundo éxodo en 1967, una Nakba silenciosa en los territorios ocupados desde 1967 hasta hoy, y una Nakba en curso en Gaza desde 2007 y especialmente desde el 7 de octubre de 2023. En resumen, Europa externalizó la cuestión judía en detrimento del pueblo palestino, que pagó el precio de un crimen europeo.
En vísperas del 7 de octubre, se hizo evidente que el statu quo en los territorios ocupados no era sostenible, ya que la interminable ocupación en Cisjordania y el asedio de Gaza asfixiaban a los palestinos.
El Norte global, principalmente EEUU y la UE, hicieron oídos sordos a las frecuentes advertencias de que la situación se había convertido en una bomba de relojería, de que sus políticas declaratorias estaban afianzando y perpetuando la ocupación israelí y de que deberían salirse del camino trillado e imponer una solución a la cuestión palestina porque es una causa justa y una búsqueda moral de dignidad igualdad y humanidad.
El horror del atentado del 7 de octubre y el subsiguiente ataque a Gaza han proporcionado una prueba convincente de que no existe una solución militar para el conflicto, de que existe un apoyo generalizado al derecho palestino a la autodeterminación y una condena internacional de las políticas de Israel en Cisjordania y de sus devastadores bombardeos en Gaza, calificados por un antiguo funcionario de la ONU como «un caso de genocidio de manual» y, por último, de que solo una solución justa y duradera puede evitar otro 7 de octubre y otra tragedia palestina.
Bichara Khader es profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina y fundador del Centro de Estudios e Investigación sobre el Mundo Árabe Contemporáneo. Actualmente es profesor visitante en varias universidades árabes y europeas. Ha publicado una treintena de libros sobre el mundo árabe, las relaciones euroárabes, euromediterráneas y europalestinas.
Acceso al texto del artículo completo en formato pdf: Palestina: la tragedia permanente (1947-2024)
Agenda Ecosocial. Diálogo con Eduardo Gudynas
Agenda Ecosocial. Diálogo con Eduardo Gudynas
FUHEM Ecosocial organiza junto a Economistas sin Fronteras, un Diálogo con Eduardo Gudynas en el marco del Proyecto Europeo Speak4Nature.
El acto tendrá lugar el próximo día 29 de mayo de 2024, en el Ateneo La Maliciosa de 19 a 21 h.
Eduardo Gudynas es un biólogo y analista uruguayo que realiza su investigación en el Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), donde está especializado en el estudio de las relaciones entre ambiente y desarrollo. Ha sido un promotor activo de los Derechos de la Naturaleza y las concepciones del Buen Vivir andino.
También es investigador asociado en la Universidad de California, Davis, y fue el primer latinoamericano en recibir la cátedra Arne Naess en Ambiente y Justicia Global de la Universidad de Oslo.
Docente invitado en universidades de Uruguay y otros países de América Latina, EE UU y Europa. Acompaña a múltiples organizaciones ciudadanas, desde grupos ambientalistas a federaciones indígenas, en distintos países del continente latinoamericano, estando involucrado especialmente con los movimientos sociales que buscan promover alternativas al desarrollo.
Este diálogo tiene como objetivo repasar y debatir en común, al hilo de las propuestas del pensador latinoamericano y de su trayectoria y experiencia como miembro en varias organizaciones sociales, el contexto actual de la crisis civilizatoria así como las alternativas trasformadoras que, en un ámbito territorial, socioeconómico y político, se postulan desde los movimientos populares.
La entrevista/diálogo será dinamizada por el director del Área Ecosocial de FUHEM, el economista Santiago Álvarez Cantalapiedra.
Contará con las intervenciones, desde una fila cero, de:
- Carmen Madorrán (Profesora de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid).
- Antonio Pulgar (Abogado y Coordinador de Estudios en ONG FIMA, Chile)
- Silvina Ribotta (Profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad)
- Miembro de Economistas sin Fronteras
Después se dará paso a la participación abierta del público asistente.
Recuerda:
Extractivismo y justicia ecológica. Diálogo con Eduardo Gudynas.
FECHA: 29 de mayo – 2024
HORA: 19 – 21 h.
LUGAR: Ateneo La Maliciosa
C/ Peñuelas 12, Madrid
Disponible el Diálogo con Eduardo Gudynas
Agenda Ecosocial. Diálogo con Eduardo Gudynas
El pasado 29 de mayo de 2024 FUHEM Ecosocial organizó junto a Economistas sin Fronteras, un Diálogo con Eduardo Gudynas en el marco del Proyecto Europeo Speak4Nature.
Eduardo Gudynas es un biólogo y analista uruguayo que realiza su investigación en el Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), donde está especializado en el estudio de las relaciones entre ambiente y desarrollo. Ha sido un promotor activo de los Derechos de la Naturaleza y las concepciones del Buen Vivir andino.
También es investigador asociado en la Universidad de California, Davis, y fue el primer latinoamericano en recibir la cátedra Arne Naess en Ambiente y Justicia Global de la Universidad de Oslo.
Docente invitado en universidades de Uruguay y otros países de América Latina, EE UU y Europa. Acompaña a múltiples organizaciones ciudadanas, desde grupos ambientalistas a federaciones indígenas, en distintos países del continente latinoamericano, estando involucrado especialmente con los movimientos sociales que buscan promover alternativas al desarrollo.
Este diálogo tenía como objetivo repasar y debatir en común, al hilo de las propuestas del pensador latinoamericano y de su trayectoria y experiencia como miembro en varias organizaciones sociales, el contexto actual de la crisis civilizatoria así como las alternativas trasformadoras que, en un ámbito territorial, socioeconómico y político, se postulan desde los movimientos populares.
La entrevista/diálogo fue dinamizada por el director del Área Ecosocial de FUHEM, el economista Santiago Álvarez Cantalapiedra y contó con las intervenciones, desde una fila cero, de:
- Carmen Madorrán – Profesora de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid.
- Antonio Pulgar – Abogado y Coordinador de Estudios en ONG FIMA, Chile
- Javier Esteban – Economistas sin Fronteras
A continuación ofrecemos el diálogo completo.
Papeles 165: Paz ambiental. Hacia un nuevo paradigma
La investigación para la paz lleva más de seis décadas analizando diversas formas de conflictividad −muy especialmente, los conflictos armados− y desarrollando las mejores herramientas para abordarla y trascenderla de forma pacífica.
A medida que la crisis ecosocial se agrava y se erige como la principal cuestión de nuestro tiempo, y la pugna por los recursos naturales estalla en multitud de conflictos socioecológicos por todo el mundo, los estudios de paz están ampliando su atención a este tipo de hostilidades, que representan cada vez una parte más amplia de la conflictividad global.
El objetivo es doble: reflexionar sobre la problemática, desarrollando el concepto de paz ambiental, y aplicar los instrumentos disponibles a esta nueva conflictividad. Este número de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global explora el novedoso campo de teoría y praxis donde se entrecruzan la investigación para la paz y los análisis de la crisis ecosocial y los conflictos asociados.
Buena parte de las autoras y autores pertenecen al grupo de trabajo de Paz Ambiental de la Asociación Española de Investigación para la Paz - AIPAZ, que se constituyó hace tres años.
El número se abre con una reflexión de Santiago Álvarez Cantalapiedra en la INTRODUCCIÓN sobre la necesidad de cambiar el actual paradigma a fin de ser capaces de construir la paz en el siglo XXI.
A FONDO reúne reflexiones sobre los retos de la investigación para la paz ante la crisis ecosocial, firmado por Jesús Sánchez Cazorla, la ética del cuidado de la Tierra, por Irene Comins, el pensamiento sobre la naturaleza en autores referentes de la paz, por Pere Ortega, así como un texto sobre la jurisprudencia de la Tierra y los derechos de la naturaleza, que firma Bernardo Hernández-Umaña, y un análisis de Beatriz Arnal Calvo sobre las alternativas feministas a la paz ambiental y climática. La sección incluye también artículos sobre los conflictos ambientales, de la mano de Luis Sánchez Vázquez, la criminalización de las personas defensoras ambientales, por Ana Barrero e Inés Giménez, y una entrevista al Relator Especial de la ONU sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente, David Boyd, que firma Nuria del Viso, para quien la crisis climática y medioambiental planetaria es una crisis de derechos humanos.
ACTUALIDAD incluye un interesante artículo de Chloé Meulewaeter sobre Greenwashing de la industria militar en las instituciones europeas y la estrategia de del lobby armamentístico europeo para acceder a financiamiento sostenible.
Bichara Khader, uno de los mayores expertos en asuntos euromediterráneos y euroárabes reflexiona en ENSAYO sobre las raíces fundamentales de la tragedia palestina y los acontecimientos más inmediatos, principalmente desde 2017 hasta octubre de 2023.
El número se cierra con la sección de LECTURAS.
Sumario
INTRODUCCIÓN
Cambiar de paradigma para construir la paz del siglo XXI, Santiago Álvarez Cantalapiedra
A FONDO
Ética del cuidado de la Tierra, Irene Comins Mingol
La investigación para la paz ante la crisis ecosocial: algunas consideraciones y propuestas, Jesús Andrés Sánchez Cazorla
Pensamiento por la paz y la naturaleza, Pere Ortega
No puede haber paz sin sostenibilidad de la vida ni justicia de género: alternativas feministas a la paz ambiental y climática, Beatriz Arnal Calvo
Jurisprudencia de la Tierra y derechos de la naturaleza: aportes del nuevo constitucionalismo latinoamericano, Bernardo Alfredo Hernández-Umaña
Entrevista con David R. Boyd, Relator Especial de la ONU sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente: «La crisis climática y medioambiental planetaria es una crisis de derechos humanos», Nuria del Viso
Conflictos ambientales y su abordaje desde la investigación para la paz, Luis Sánchez Vázquez
La criminalización de las personas defensoras ambientales en América Latina, Ana Barrero e Inés Giménez
Los conflictos ecosociales: De la securitización a algunas propuestas desde la ciencia y las tecnologías de paz, Pere Brunet
ACTUALIDAD
Greenwashing de la industria militar en las instituciones europeas, Chloé Meulewaeter
ENSAYO
Palestina: La tragedia permanente (1947-2024), Bichara Khader
LECTURAS
Biorregiones. De la globalización imposible a las redes territoriales ecosostenibles, Nerea Morán, Jose Luis Fernández-Casadevante (“Kois”), Fernando Prats y Agustín Hernández (eds.)
Luis González Reyes
Verde, rojo y violeta. Una izquierda para construir ecosocialismo, Francisco Fernández Buey
Santiago Álvarez Cantalapiedra
Menos es más. Cómo el decrecimiento salvará al mundo, Jason Hickel
Mateo Aguado
Cuaderno de notas
RESÚMENES
Información y compras:
Tel.: +34 914310280
Email: publicaciones@fuhem.es
Puedes adquirir la revista PAPELES en nuestra librería virtual.
Seminario Extractivismo y transición ecosocial justa
FUHEM Ecosocial organiza un Seminario sobre Extractivismo y transición ecosocial justa., en el marco de la serie de Seminarios del Proyecto Europeo Speak4Nature. Para ello contará con la colaboración de la organización Fiscalía del Medio Ambiente. FIMA (Chile).
El Seminario que será presentado y moderado por Santiago Álvarez Cantalapiedra, Director de FUHEM Ecosocial contará con la presencia de:
Santiago Correa y Antonio Pulgar - FIMA, Santiago de Chile.
Discursos y prácticas del extractivismo: el caso del litio.
Eduardo Gudynas - CLAES, Uruguay
Reflexiones sobre extractivismo y alternativas al desarrollo.
Cambiar de paradigma para construir la paz del siglo XXI
Vivimos tiempos inciertos marcados por la guerra.
Cualquier conflicto bélico da lugar a pérdidas de vidas humanas e inflige un sufrimiento enorme a las poblaciones afectadas. Son las principales consecuencias de esa barbarie, pero no las únicas. Genera otros impactos, como la destrucción de las infraestructuras y la devastación económica que intensifican y prolongan esos efectos hacia otras generaciones. Pocas veces se suele señalar lo que supone de destrucción en el entorno natural. Las guerras representan un desastre total para quienes las padecen en carne propia y para sus descendientes. Por eso, como dijo Julio Anguita conmovido ante la muerte de su hijo, «malditas sean las guerras y los canallas que las hacen».
Así comienza el artículo de Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, como texto introductorio al número 165 dedicado a la Paz Ambiental.
A continuación, ofrecemos de forma abierta y gratuita el texto completo.
Las guerras nunca son accidentales. Responden a tensiones que surgen de desajustes y contradicciones que se vuelven inmanejables. Tienen que ver con el intento de preservar los privilegios de un determinado modo de vida, con las rivalidades que surgen de la forma en que se organizan las sociedades y con el hecho de que la industria de las armas se conciba como un negocio y un sector estratégico en el funcionamiento de la economía. Los EEUU, principal potencia económica mundial y referencia de democracia impuesta a todo el orbe, es una economía militarizada, tanto por lo que representa la industria militar y el gasto en defensa en el PIB como por ser el principal país exportador de armas del planeta. La guerra en Ucrania y la desatada entre Israel y Hamas han disparado las cotizaciones en bolsa de sus principales corporaciones de armas y han elevado sus exportaciones hasta un 42% del total mundial (periodo 2019-23). Aunque los EEUU venden armas a 107 países, es Europa Occidental su principal cliente, acaparando –para el periodo mencionado– el 72% de total de sus exportaciones.1 En un momento en el que su dominio económico y geopolítico se está viendo cuestionado, EEUU responde a este desafío fortaleciendo su papel como proveedor global de armamento, lo que le permite dar un nuevo impulso a la economía y alinear bajo su hegemonía a la vieja Europa.
La reconfiguración del atlas geopolítico mundial
Según los datos que publica anualmente el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo, el gasto militar mundial aumentó un 6,8% en 2023 (el mayor incremento en los últimos quince años), hasta alcanzar un volumen de 2,4 billones de dólares.2 Es una aberración cuando una parte de la humanidad padece aún profundas carencias básicas y el planeta afronta un desafío ecológico sin precedentes. Como telón de fondo, nos encontramos la crisis de hegemonía estadounidense y el surgimiento de una nueva geoeconomía acompañada de una competencia geopolítica multipolar a nivel global y regional.
Se está perfilando un nuevo atlas geopolítico: por un lado, la convergencia de intereses estratégicos entre potencias asiáticas está alentando el entendimiento entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Por otro lado, rodeando esa conexión de regímenes asiáticos surge otra alianza de países en torno a dos ejes, el del Atlántico Norte con EE UU y sus socios de la OTAN y la UE, y el de Asia-Pacífico, con países como Japón, Corea del Sur, Filipinas o Australia. Ni son bloques cerrados ni se encuentran definidos de la misma forma, pero revelan la tensa competición que va surgiendo entre dos modelos de capitalismo3 que pugnan por el liderazgo y protagonizan la fragmentación de la economía mundial.
Estamos ante un escenario incierto, pero que apunta hacia un mundo multipolar con cada vez menos multilateralismo como consecuencia del afianzamiento de diferentes bloques económicos. El auge económico de China (y sus incursiones en África y Latinoamérica) ha provocado inquietud en Washington dando carta de naturaleza a la actual tensión geopolítica. Esas tensiones se manifiestan ya en conflictos armados en el este de Europa (frente de Ucrania), Oriente Medio (Siria, Líbano, Gaza, Irak o la reciente con Irán) y África,4 sin olvidar el riesgo de la apertura de un tercer frente en Asia-Pacífico (fricciones entre Filipinas y China, la cuestión taiwanesa o las tiranteces con la nuclearizada Corea del Norte).
Un escenario preocupante en el que nadie dice querer la guerra, pero en el que todo el mundo se prepara para ella armándose hasta los dientes y, en cuyas circunstancias, nadie logrará controlar los acontecimientos porque cualquier error de cálculo o comunicación podrá desencadenar escaladas y conflictos de consecuencias impredecibles.
Secundar esa dinámica perversa está conduciendo a Europa a un proceso de militarización preocupante, como está demostrando la actitud de la Comisión frente al conflicto en Ucrania. Durante el último lustro se han creado la Dirección General de Industria de Defensa y Espacio (donde se vincula la defensa y la seguridad con el objetivo climático) y el Fondo de Defensa Europeo (con un presupuesto de 8 000 millones de euros para I+D), se han militarizado las fronteras a través de FRONTEX (la mayor Agencia de la UE) y se ha constituido Fondo Europeo de Paz para el entrenamiento y equipamiento de fuerzas militares situadas fuera de la UE. Asimismo, se ha reflejado doctrinalmente esa tendencia en la Estrategia de la UE para una Unión de la Seguridad, que declara el objetivo explícito de la defensa del modo de vida imperante y, más recientemente, el 5 de marzo de 2024, con la presentación por parte de la Comisión Europea de la Estrategia Industrial de Defensa con un aporte de 1 500 millones de euros para el nuevo Programa Europeo de Industria de Defensa.5
Los gastos de defensa, una decisión propia de los Estados miembros, se han disparado en la mayoría de los países bajo la admonición de perseguir el número mágico del 2% del PIB de cada una de las economías europeas, un porcentaje que posiblemente ya ha sido alcanzado, o incluso superado, dada la opacidad que rige en la contabilidad del gasto militar.6 Para el caso de España, es conocida la enorme distancia entre el gasto oficial de defensa y el gasto real, distribuido y disfrazado en partidas presupuestarias dispersas por diferentes ministerios y organismos oficiales. Gracias al valioso trabajo realizado por el Centro Delàs d’Estudis per la Pau7 sabemos que el gasto militar ascendió en el año 2023 a 27 617 millones de euros, superando aquel porcentaje al representar ya 2,17% del PIB.8 El grupo antimilitarista Tortuga lo eleva a 48 800 millones (más del 4% del PIB) como consecuencia, entre otras cosas, de incorporar también las autorizaciones del gasto extrapresupuestario, es decir, las decisiones tomadas en el consejo de ministros y ministras con posterioridad a la aprobación de los presupuestos generales del Estado en las que se aprueban ampliaciones de gasto, principalmente para inversiones en sistemas de armas y acciones en el exterior.9
A pesar de estas discrepancias, la cifra del 2% sigue blandiéndose en la narrativa belicista para apelar a la existencia de un imaginario déficit de inversión en defensa, cuyo origen residiría en la supuesta brecha entre las cifras oficiales del gasto actual y el mencionado 2%. En palabras del presidente Pedro Sánchez, «nuestro continente, la Unión Europea, registra un déficit de inversión en defensa de 56 000 millones de euros».10 Un incremento del gasto que, de darse en el recobrado marco de austeridad fiscal que ahora se propugna, implicaría recortes en otras partidas del presupuesto público o un incremento del endeudamiento de los países miembros de la Unión.
La guerra en el Capitaloceno
En la estrategia bélica siempre ha estado presente el objetivo de perturbar el hábitat donde vive el enemigo, modificando o destruyendo las condiciones sociales y naturales de su supervivencia. Ahora bien, históricamente esos cambios ambientales quedaban circunscritos a las zonas geográficas en las que se enfrentaban los ejércitos. En consecuencia, las trasformaciones provocadas por las guerras suponían fuertes perturbaciones locales durante cortos periodos de tiempo, pero con una huella destructiva relativamente reversible. Sin embargo, la magnitud y la variedad de las consecuencias ecológicas de los conflictos armados se modificó sustancialmente con la tecnificación de las contiendas iniciada a finales del siglo XIX y consumada con la Gran Guerra. Desde entonces la disposición de un armamento cada vez más sofisticado unido a la utilización de arsenales con una potencia destructiva sin precedentes ha sumido a la humanidad en una nueva era, la de la guerra mecanizada moderna, que no es sino la expresión, en el ámbito militar, de lo que representa el Antropoceno: una nueva época en la que las capacidades humanas, ampliadas gracias al complejo tecnocientífico, permiten perturbar y destruir los ecosistemas a una escala global. En este sentido, las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado no solo supusieron un punto de inflexión en el acto bélico, sino también la expresión de la ruptura de la relación del ser humano con su entorno de manera que, a partir de entonces, las guerras con todo su aparato militar se han convertido en uno de los principales factores de la antropización de la naturaleza.
La entrada en esta nueva era ha implicado asimismo un giro en las estrategias bélicas. Hasta entonces, la huella destructora de las guerras sobre la naturaleza era considerada poco menos que un efecto colateral de la conflagración: el objetivo era el combatiente y no tanto el entorno en el que se desenvolvía, dado que la capacidad de alterarlo sustancialmente era más bien limitada. Sin embargo, a partir de la guerra de Vietnam (1955-1975) y la Guerra Fría la destrucción del entorno natural se convirtió en un objetivo deliberado de la acción militar para desalojar al combatiente.11 En efecto, la protección que otorgaban las trincheras, los túneles y las tácticas defensivas de ejércitos y guerrillas capaces de mimetizarse con el entorno han sido crecientemente neutralizadas mediante el empleo de tecnologías que arrasan el terreno de operaciones cuando no es posible identificar al combatiente. La estrategia de tierra quemada, como la que está llevando a cabo el gobierno de Israel en Gaza, alinea la destrucción del ecosistema con el objetivo de la eliminación del enemigo.
La noción de ecocidio, que surgió de las críticas a la intervención estadounidense en Vietnam,12 apunta a esta estrategia orientada a destruir al enemigo arrasando con todo aquello que le permite sobrevivir (la tierra que cultiva, el agua que bebe o el aire que respira). Las consecuencias ecológicas de las guerras adquieren una dimensión y una perduración nunca vista debido a la intensidad destructiva de los combates. Las huellas que dejan en los ecosistemas permanecen por décadas una vez finalizado el conflicto. El uso masivo en la guerra de Vietnam de armas químicas como el napalm o de defoliantes como el agente naranja para destruir los bosques y las cosechas en los territorios del Vietcong provocaron unos daños en unos ecosistemas que aún no se han recuperado.
En 1980 el historiador y teórico marxista inglés E. P. Thompson escribió el ensayo titulado «Notas sobre el exterminismo, la última etapa de la civilización»13 para referirse a la posibilidad de la aniquilación masiva de la vida ante una eventual guerra nuclear en el contexto de la Guerra Fría. La tendencia hacia el exterminio de la civilización contemporánea no se reduce en la actualidad al empleo de unas armas de destrucción masiva que no han parado de perfeccionarse desde entonces. El propio modo de vida derivado de la actual civilización industrial capitalista se ha convertido en sí mismo en una estructura de destrucción masiva que arrasa con la biodiversidad y desestabiliza el clima en el planeta. Sus prácticas, estructuras, instituciones, actores y relaciones de poder han provocado una crisis ecosocial global que daña irreversiblemente la biosfera hundiendo a la humanidad en una trampa civilizatoria y en un desorden geopolítico de los que resulta difícil escapar.
Son muy pocas las voces que se alzan denunciando esta situación. Una de las más autorizadas entre los líderes mundiales es la del Papa Francisco cuando habla de la «gran desmesura antropocéntrica» (la hybris griega) en la que nos ha metido el paradigma tecnocrático, imponiendo una racionalidad científico-técnica subordinada y al servicio de la acumulación del capital y la lógica del máximo beneficio con el menor coste económico, que vuelve imposible cualquier sincera preocupación por el planeta y la promoción de un multilateralismo que persiga la paz mundial. Es la reclamación de un cambio de paradigma que corrija la concepción del ser humano que ya no reconoce su posición justa respecto al mundo al asumir una postura autorreferencial centrada exclusivamente en sí mismo y en su poder. Una denuncia que resulta creíble y sincera en cuanto que arranca autocríticamente de la propia «representación inadecuada de la antropología cristiana» que ha llevado a «respaldar una concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo».14
La necesidad de un nuevo paradigma
La amenaza bélica global y la dinámica exterminista de la crisis ecológica exigen afrontar los desafíos y los conflictos actuales desde otros paradigmas. La crítica al sistema tecnocrático debería hacernos ver que nos encontramos ante una crisis de civilización (es decir, ante un momento histórico que sitúa a la humanidad en una encrucijada) en la que no valen las recetas heredadas del pasado. La escalada armamentística en un escenario mundial de creciente fragmentación y pugna por la hegemonía dentro del capitalismo global no es la respuesta adecuada. Necesitamos un nuevo multilateralismo que rompa con la tendencia de las últimas décadas a evitar cualquier intento de regulación consciente en las relaciones internacionales y que reconozca el papel de las organizaciones de la sociedad civil para superar las debilidades de la comunidad internacional. Se requiere un cambio de paradigma en el tratamiento de los problemas globales que incorpore una concepción holística y positiva de la paz.
Con este propósito, el Grupo de Paz Ambiental de la Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ) celebró en septiembre del año pasado sus primeras jornadas con el título Qué significa la paz ambiental en el siglo XXI.15 En ellas se señaló que «es una paz positiva centrada en los ecosistemas y en las personas, en sus derechos y en la justicia social y de género. Una paz que nos lleva a actuar con conciencia global y de especie, porque los grandes problemas del siglo XXI son planetarios, no entienden de fronteras y, aunque de forma diferenciada, afectan a todas las personas y especies vivas. La paz ambiental se contrapone al modelo de vida del Norte global impuesto por el capitalismo y a sus sistemas de seguridad militar, que actualmente mantienen los modelos de crecimiento y de explotación neocolonial de recursos, que son causa de la crisis ecosocial. Tiene como objetivo proteger a la naturaleza y a las personas, armonizando las tensiones entre política y seguridad, para poder satisfacer las necesidades básicas de las comunidades sin destrucción de su hábitat y abordando los conflictos con métodos pacíficos y de diálogo; además de acompañar y visibilizar los movimientos de defensa del territorio y las resistencias a una destrucción socioambiental que, a menudo, tiene un marcado componente de clase, género y raza». Con esa misma intención ofrecemos ahora este número de la revista Papeles.
NOTAS:
1 «European arms imports nearly double, US and French exports rise, and Russian exports fall sharply», SIPRI, 11 de marzo de 2024.
2 «Global military spending surges amid war, rising tensions and insecurity», 22 de abril de 2024.
3 El reequilibrio del poder económico entre Norteamérica y Europa, por un lado, y Asia por otro (o si se prefiere, entre viejos centros capitalistas y nuevos países emergentes), lleva aparejado –según Branko Milanovic– dos tipos de capitalismo en competición que no solo se diferencian en la esfera política, sino también en la económica. Branko Milanovic, Capitalismo nada más. El futuro del sistema que domina el mundo, Taurus, Madrid, 2020.
4 Una buena explicación de los conflictos armados y del resurgir de los golpes de Estado en África en el contexto de los cambios geopolíticos actuales se encuentra en Óscar Mateos: «África en el torbellino de la volatilidad global», Nueva Sociedad núm. 310, NUSO, marzo-abril de 2024, pp. 135-152.
5 Se pueden consultar más detalles de la Estrategia Industrial y del Programa Europeo en la página oficial de la UE.
6 Una cosa son las cifras oficiales y otra las reales. Existe una deliberada oscuridad sobre el tema que se convierte en una fuente de ineficiencia y corrupción que debería preocupar a una sociedad democrática. Se dan con frecuencia irregularidades en la contratación de obras y suministros, sobrecostes en los programas de armamentos, desviaciones del gasto militar en las partidas de los ministerios de defensa, así como traslaciones hacia las de otros ministerios, sin olvidar el recurso al gasto extrapresupuestario, sin apenas justificación y control.
7 Resulta muy meritorio el trabajo realizado por este centro de investigación, reflejado en sus numerosos libros e informes sobre la evolución del gasto militar real de los Presupuestos Generales del Estado, el negocio de la industria armamentística, los lobbies de la economía de la guerra, las formas de financiación del armamento, la responsabilidad social corporativa de las entidades financieras, las exportaciones de armas o la militarización de fronteras y de los problemas ambientales.
8 Es de acceso libre la base de datos.
9 Grup Antimilitarista Tortuga y Juan Carlos Rois, Continúa el inmoral crecimiento por la puerta de atrás, marzo de 2024.
10 Acta taquigráfica del Pleno del Congreso del día 10 de abril de 2024, p. 5.
11 Daniel Hubé, «Las guerras del siglo XX: una historia de ruptura entre el hombre y su entorno», The Conversation, 6 de julio de 2023.
12 Barry Weisberg (comp.), Ecocide in Indochina. The ecology of war, Canfield Press, San Francisco, 1970.
13 Edward Palmer Thompson, «Notes on Exterminism, the Last Stage of Civilization», New Left Review 121 (1980), pp. 3–31.
14 Véase «Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno» en el capítulo tercero de la encíclica Laudato Si’. Aspectos que Francisco ha remarcado de nuevo en la exhortación Laudate Deum.
15 Se puede acceder a la totalidad de los vídeos de las jornadas en la página web de FUHEM.
Acceso al artículo completo e formato pdf: Cambiar de paradigma para construir la paz del siglo XXI
Ética del cuidado de la Tierra
El planeta Tierra está experimentando un hecho sin precedentes: la degradación a escala masiva de sus ecosistemas a manos de una de las especies a las que acoge, el ser humano.
El número 165 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica un artículo de Irene Comins Mingol, profesora del Departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I, Castellón que bajo el título «Ética del cuidado de la Tierra», señala las contribuciones de la ética del cuidado para abordar los desafíos medioambientales que enfrentamos como humanidad. A través de la resignificación de nuestro autoconcepto como seres humanos, así como de nuestra visión de la naturaleza, la ética del cuidado tiene el potencial de ayudarnos a transitar hacia un nuevo modo-de-ser-en-el-mundo como modo-de-ser-cuidado.
A continuación, ofrecemos el texto completo del artículo.
Desde 1950 nuestro estilo de vida y nuestros patrones de consumo han acelerado el deterioro medioambiental exponencialmente. Por un lado, protagonizamos el mayor nivel de expoliación de los recursos naturales. Hemos destruido casi la mitad de los grandes bosques de la Tierra, exterminando miles de especies vegetales y animales. Los expertos estiman que estamos generando la mayor extinción masiva de la historia.1 Por otro lado, estamos contaminando la tierra, el aire y el agua de un modo altamente peligroso para la sostenibilidad de la vida. Hemos liberado a la atmósfera cantidades ingentes de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Hemos arrojado al suelo y al agua decenas de miles de productos químicos, muchos de ellos toxinas de larga duración que envenenan poco a poco los ciclos de la vida. Ambos procesos, expoliación de los recursos y contaminación, marcan el camino hacia la destrucción.
Depende de los seres humanos emprender otro camino, uno en el que participemos activamente en la preservación y la mejora de la vida en la Tierra. Todavía estamos a tiempo, podemos elegir la vida. Joanna Macy y Molly Brown denominan a este necesario cambio de rumbo el «Gran giro», el cambio de una sociedad del crecimiento industrial a una civilización de sostenimiento de la vida. Como se señala en el Preámbulo de la Declaración Internacional de la Carta de la Tierra la elección es nuestra: «formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción». En este artículo revisaremos el potencial de la ética del cuidado para accionar ese Gran giro.
En 1982 Carol Gilligan acuñó la expresión «ética del cuidado» para identificar el diferente desarrollo moral que las mujeres experimentan como resultado de la socialización y la práctica del cuidar. Lo que hacemos nos hace, y la práctica del cuidado ha desarrollado en las mujeres una serie de valores y habilidades necesarias para el cuidado que también podrían desarrollar los hombres si sus mundos de experiencia fueran similares. La histórica atribución del cuidado a las mujeres hace que sitúen como centro de la moralidad el sostenimiento de la vida y la preservación de las relaciones; y que desarrollen una mirada, la del cuidado, que ha resultado ser no solo fundamental para el espacio privado, sino también para el espacio público y para resignificar la relación del ser humano con el medio ambiente. Una mirada, la de la ética del cuidado, que debe y puede universalizarse, más allá de los roles de género, como valor humano.
La ética del cuidado pone la vida −y su sostenibilidad− en el centro y contribuye al Gran giro en varios sentidos. En primer lugar, nos abre a una nueva visión de nosotros mismos, a una autoconciencia ampliada, en la que el ser humano es consciente de su íntima interconexión con la naturaleza. En segundo lugar, la ética del cuidado cambia nuestra visión de la naturaleza de una mecanicista a otra organicista, de un paradigma de dominación de la naturaleza a un paradigma de cuidado y sostenimiento de la vida. Esas visiones renovadas del ser humano y de la naturaleza se convierten, finalmente, en el motor para transitar hacia un nuevo modo-de-ser-en-el-mundo como modo-de-ser-cuidado.2
Hacia una autoconciencia ampliada
El concepto de ser humano inherente a la ética del cuidado diverge del individualismo unilateral hegemónico. La relación y la interdependencia son conceptos centrales en una ética del cuidado, pues es la red fundamental sobre la que se basa nuestro accionar y nuestro posicionarnos en el mundo. El pensamiento que guía la ética del cuidado es el de seres humanos interdependientes en el objetivo de conseguir una vida de calidad. Selma Sevenhuijsen acuñó el término «autonomía relacional» para referirse a este fenómeno.3
La ética del cuidado ve al ser humano como un sujeto relacional y considera prioritario en la moral el mantenimiento de las relaciones y de la interconexión, no solo a nivel interpersonal, sino también con la naturaleza. Pues no solo somos interdependientes sino ecodependientes,4 estamos sujetos a los límites biofísicos del planeta. La relacionalidad que caracteriza el cuidado se extiende más allá de la interdependencia humana para abordar la relacionalidad de la vida en su conjunto. Así, la conciencia de interdependencia, que genera y cultiva la ética del cuidado, va más allá de lo interpersonal para abrazar la comunidad de la vida. «Esta comunión con la comunidad de la vida es la que hemos considerado como experiencia central de la ética del cuidado».5 Y es que en nuestros esfuerzos por promover el Gran giro necesitamos reconstruir una noción de sujeto relacional, interconectado, compasivo y consciente de su terrenalidad. No debemos olvidar que «tenemos Tierra en nuestros adentros»,6 estamos formados por las mismas energías y los mismos elementos fisicoquímicos. La etimología de la palabra humano bien nos lo ilustra, su raíz, humus, significa tierra. Por ello, ser conscientes de nuestra terrenalidad es el primer paso para la construcción de una nueva concepción del ser humano abierta a la dimensión ecológica.7
La relacionalidad que caracteriza el cuidado se extiende más allá de la interdependencia humana para abordar la relacionalidad de la vida en su conjunto.
La ética del cuidado puede ayudarnos a tomar conciencia de esa profunda unidad y a cultivar en el ser humano una conciencia de comunión con el universo.8 Como advierte Jesús Mosterín, la historia del pensamiento occidental ha sido tremendamente antropocéntrica, resultado de los delirios de una autoconciencia aislada.9 Una nueva conciencia ecológica necesita partir del anclaje de la autoconciencia en la conciencia cósmica. Frente a una noción reduccionista del sujeto, como individuo autónomo, inconsciente de su interdependencia y ecodependencia, necesitamos ensanchar nuestra autoconciencia, ampliar nuestro concepto del yo, cultivando lo que podría llamarse empatía cósmica.10 El sentido de interdependencia y de interrelación dentro de la comunidad de la vida forma parte fundamental de la ética del cuidado, y puede contribuir significativamente a la construcción de una conciencia holística biocéntrica.
Según el filósofo brasileño Leonardo Boff, hay razones para la esperanza que nos permiten vislumbrar en el horizonte la transición hacia esa nueva autoconciencia ecológica. Boff resume en cinco los grandes momentos de la historia universal y humana:11 Cósmico, el universo en proceso de expansión irrumpe en el escenario, nosotros estábamos ahí, en las posibilidades contenidas en ese proceso. Químico, a medida que se fueron densificando los diferentes cuerpos celestes se formaron los elementos que constituyen cada uno de los seres, los mismos elementos químicos que circulan por nuestro cuerpo. Biológico, hace aproximadamente 3800 millones de años surgió la vida en la Tierra. Humano, hace diez millones de años aparece el ser humano, que ha sometido a todas las demás especies, −a excepción de la mayoría de los virus y de las bacterias−; se trata del peligroso triunfo de la especie homo sapiens y demens. Planetario, la humanidad se descubre a sí misma con el mismo origen y destino que todos los demás seres de la Tierra; aparece una nueva autoconciencia.
Repensando nuestra cosmovisión
Junto al cultivo de esa autoconciencia ampliada necesitamos una reformulación de nuestra visión de la naturaleza, de nuestra cosmovisión. Existen dos tradiciones de ciencia en la historia occidental de las que hemos heredado dos visiones distintas de la naturaleza. La tradición galileana, que se desarrolló en la revolución científica de los siglos XVI y XVII, y continúa en la actualidad, sustituyó una visión de la naturaleza organicista y holística −propia de la tradición aristotélica−, por otra mecanicista y reduccionista. En el siglo XIX el positivismo se encargó de llevar hasta sus últimas consecuencias esta visión, y consolidarla como la única cosmovisión posible. Esta visión ha acompañado no solo la revolución industrial, sino también el desarrollo del capitalismo y la globalización.12
La tradición aristotélica concebía la naturaleza como un organismo vivo. Una concepción del mundo cercana a la hipótesis Gaia que desarrolló, en 1969, el científico James Lovelock, y según la cual la Tierra tiene reacciones y formas de equilibrio propias de los seres vivos. De tal forma que, según la hipótesis Gaia, la Tierra podría considerarse un superorganismo vivo. La tradición galileana de ciencia rompería esa visión organicista para imponer otra mecanicista, lo que contribuiría a afianzar la visión del ser humano ocupando un lugar jerárquicamente superior en la naturaleza, que es objetivada y que, como tal, puede ser sujeta a relaciones instrumentalizadas a merced del crecimiento económico e industrial. Así pues, no se trata de una mera concepción de la naturaleza sin consecuencias, sino que describe sin tapujos el espíritu motriz de este modelo de ciencia: la búsqueda del dominio y el control de la naturaleza. El objetivo no es comprender la finalidad de los fenómenos de la naturaleza, sino explicar cómo funcionan determinados aspectos del mundo atendiendo a una lógica claramente antropocéntrica. Esta transformación de la naturaleza de una madre viva y nutricia en una materia inerte y manipulable se adaptaba perfectamente a la exigencia de explotación del capitalismo naciente. Mientras que las metáforas organicistas de la naturaleza se basan en los conceptos de interconexión y reciprocidad, la metáfora de la naturaleza como una máquina se basa en el postulado de la separabilidad y manipulabilidad. En el paradigma reduccionista de la tradición galileana, «un bosque se reduce a madera comercial y la madera se reduce a celulosa para las industrias que fabrican pulpa de madera y papel».13 Como señala Vanada Shiva, el reduccionismo último consiste en vincular la naturaleza con una visión de la actividad económica en la cual el dinero es el único patrón de valor y riqueza.
Los padres de la ciencia moderna, como Francis Bacon, interpretaban además como naturaleza tanto a la mujer como a las culturas no occidentales, legitimando, con ello, la subyugación de la mujer y las culturas no occidentales como partes de la naturaleza. Subyace así una misma lógica de dominación funcionando en los marcos conceptuales opresivos del antropocentrismo, el androcentrismo y el etnocentrismo. La ética del cuidado es la clave del nuevo paradigma hacia el que queremos transitar. Es fundamental sustituir el paradigma de la dominación por el paradigma del cuidado. Frente a la lógica excluyente de la dominación y de la acumulación económica, cabe promover la lógica alternativa del cuidado de la vida, una lógica que está construida sobre una visión organicista de la naturaleza.
En el contexto de la actual crisis ecosocial resulta fundamental sustituir el paradigma de la dominación por el paradigma del cuidado.
La historia del pensamiento occidental podría describirse como una historia paulatina, pero perseverante, de construcción de una racionalidad que atenta contra la sostenibilidad de la vida en favor de la acumulación económica.14 Frente a esa lógica de la acumulación económica, la lógica de la sostenibilidad de la vida concede un lugar prioritario a la supervivencia, al mantenimiento de la salud, a las tareas de la reproducción y el cuidado de la especie, tareas que además de mantener la vida proporcionan una comprensión práctica de que la naturaleza ha de preservarse si queremos sobrevivir.
La lógica de la sostenibilidad de la vida es una lógica desarrollada por las mujeres en el seno de su histórica atribución y socialización en las actividades del cuidar. Y es que «las protagonistas de la supervivencia en la mayor parte del planeta son mujeres».15 «Las mujeres producen, reproducen, consumen y conservan la biodiversidad, son las guardianas de las semillas desde tiempos inmemoriales, saben conservar el equilibrio y la armonía».16 Esa sabiduría desarrollada por las mujeres para la supervivencia es un legado transmitido de unas generaciones a otras, que puede y debe desgenerizarse. No se trata de rescatar algo así como una esencia eterna de mujer, sino de «rescatar y universalizar su experiencia civilizatoria, proponiéndola como modelo para hombres y mujeres».17
Así, la reivindicación del cuidado la hacemos desde una visión constructivista y no esencialista, en la que se busca una desgenerización y universalización de los valores de la ética del cuidado. La atribución histórica del cuidado a las mujeres ha desarrollado en ellas unas habilidades morales de priorización del mantenimiento de las conexiones, de sostenibilidad y cuidado de la vida, que son extrapolables al ámbito público y ecológico. Así, el cuidado tiene tres dimensiones inseparables:18 una dimensión interna –de relación de cuidado con mi vida−, una dimensión social –cuidando la vida de los demás−, y una dimensión ecológica –el cuidado de la vida natural−.
Del modo-de-ser-trabajo al modo-de-ser-cuidado
La autoconciencia ampliada y la cosmovisión organicista que están en la base de la ética del cuidado son fundamentales para el empoderamiento ecologista. El paradigma del cuidado nos ayuda a ampliar nuestro sentido del yo, profundizando en la experiencia de interconexión y compasión por el conjunto de la comunidad de la vida, refuerza los vínculos de la relacionalidad, el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad, de nuestra interdependencia y ecodependencia. Con ello el cuidado se convierte en un importante motor para la acción moral. La práctica ecológica no puede basarse ni en la mera evitación del castigo, ni en la referencia filosófica a la tradición de derechos y obligaciones, ambas han demostrado ser insuficientes para adoptar una actitud ecológica profunda y como estilo de vida. Y es que no es tanto el deber sino el querer el verdadero motor de la acción moral. La autoconciencia ampliada y la concepción organicista de la naturaleza nos ayudan a transitar hacia un nuevo modo-de-ser-en-el-mundo que tiene como motor el reconocimiento de la centralidad de la vida, su admiración y el deseo de preservarla.
Actualmente vivimos lo que Leonardo Boff denomina la dictadura del «modo-de-ser-trabajo». Las diferentes facetas del quehacer humano se miden según criterios cuantitativos de eficacia y eficiencia; y los espacios −y, sobre todo, los tiempos− se organizan de forma invisible a merced de los intereses del neoliberalismo y del crecimiento económico. Este modo-de-ser-trabajo nos ha conducido, de mano del desarrollo tecnológico y de las ansias de control sobre la naturaleza, a protagonizar un deterioro medioambiental sin precedentes en la historia del planeta Tierra.19 Rescatar y reconstruir el «modo-de-ser-cuidado» es el antídoto contra la devastación del frágil equilibrio de la biosfera y de nuestro frágil equilibrio como humanos. Es el modo-de-ser-en-el-mundo que rescata nuestra humanidad más esencial.
La autoconciencia ampliada y la concepción organicista de la naturaleza nos ayudan a transitar hacia un nuevo modo-de-ser-en-el-mundo
El cuidado es así a la vez factum y telos. Como factum originario da respuesta a la inherente fragilidad y vulnerabilidad del ser humano. Heidegger ya identificó el cuidado como la característica ontológico-existenciaria fundamental, que nos define como especie, pues el ser humano es, desde su nacimiento, especialmente vulnerable, un ser necesitante, constituyéndose el cuidado en elemento vertebrador de su mundo de la vida. Pero el cuidado es además un telos, un camino a reconstruir, pues vivimos en una sociedad del descuido, caracterizada por una crisis de los cuidados.20 Necesitamos un cambio de paradigma, un cambio de mirada, que posibilite el cuidado y un desarrollo humano sostenible. Un Gran giro que implica, entre otras cosas, desacelerar, abandonar la senda de la hiperproducción y el hiperconsumo como propone Serge Latouche, siendo conscientes de los límites físicos del planeta y de la importancia de preservar la biodiversidad.
La actitud cuidadora es contraria a la feria de las vanidades, depredadora de la naturaleza y de nosotros mismos, que ha caracterizado el pensamiento hegemónico en las últimas décadas. Frente a la feria de las vanidades como descripción de la vida humana, el cuidado como descripción de la vida humana. El modo-de-ser-cuidado frente al modo-de-ser-trabajo no es depredador ni acumulador, sino preservador y sostenedor de la vida. El propio Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señala cómo a través de las tareas y saberes del cuidado se maximizan la utilidad de los recursos disponibles para la satisfacción de las necesidades básicas.21 Así el cuidado es contrario al despilfarro, es sabiduría del aprovechamiento, conciencia de la necesidad de mesura y autocontención, de la importancia de ajustar nuestros ritmos a los de la naturaleza.
Investigadoras de la ética del cuidado como Joan Tronto, Ruth Lister y Selma Sevenhuijsen han resumido en tres las fases en las que el modo-de-ser-cuidado se desarrolla como eje vertebral y práctica de una sociedad civil activa:
1. Ser sensibles y detectar las necesidades de cuidado;
2. Asumir la responsabilidad y la potencialidad para ser agente de cambio;
3. Realizar las acciones pertinentes, es decir, materializar el cuidado.22
Esta ciudadanía cuidadora o cuidadanía, abraza e incluye a la dimensión ecológica, en la que la ciudadanía:
1. Está atenta y es sensible a las necesidades ecológicas,
2. Reconoce su potencialidad y motivación para ser agente de cambio
3. Realiza las acciones de cuidado pertinentes.
En el contexto ecológico además es evidente cómo incluso las acciones privadas, de nuestra cotidianidad, tienen implicaciones públicas con carácter de ciudadanía.23 Así, en un sentido amplio, desde la ética del cuidado podemos definir la ciudadanía como el proceso en el que nos comprometemos e involucramos en procesos de cuidado de unos seres humanos a otros y a la naturaleza. El cuidado es clave para una ciudadanía consciente de sus esferas de responsabilidad y sus múltiples posibilidades de acción ciudadana cotidiana, individual o colectiva, para el bienestar de los más necesitados y el sostenimiento de la naturaleza.
Conclusión
Es necesario salir del camino de la destrucción y emprender ese Gran giro en el que los seres humanos participemos activamente en la preservación y la mejora de la integridad, la belleza y la evolución de la vida en la Tierra. Será importante para el desarrollo humano y la sostenibilidad de la vida en el planeta educar en una ética del cuidado de la Tierra, para lo que es fundamental, como hemos visto, nuestro autoconcepto y el concepto de naturaleza que cultivemos. Además, como hemos señalado, la reivindicación del modo-de-ser-cuidado parte de una defensa de la desgenerización del cuidado, reivindicando el cuidado como valor humano y no como rol de género. De ahí que esa educación ambiental deberá ser necesariamente coeducativa, para superar los roles de género y facilitar que todos los seres humanos participen de manera significativa en actividades que promuevan el sostenimiento y el cuidado de la vida. Ese cambio de rumbo sanará la Tierra y a nosotros con ella.
Irene Comins Mingol es profesora del Departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I, Castellón.
NOTAS:
1 Mark Hathaway y Leonardo Boff, El Tao de la liberación. Una ecología de la transformación, Trotta, Madrid, 2014, p. 32.
2 Leonardo Boff, El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la Tierra, Trotta, Madrid, 2002, p. 75. Boff toma el concepto modo-de-ser-en-el-mundo de Heidegger, en referencia a la condición situada, y en relación con el mundo, de la existencia humana.
3 Selma Sevenhuijsen, «The place of care. The relevance of the feminist ethic of care for social policy», Feminist Theory, vol. 4, núm. 2, 2003, pp. 179-197.
4 Yayo Herrero, «Miradas ecofeministas para transitar a un mundo justo y sostenible», Revista de economía crítica, núm. 16, 2013, pp. 278-307.
5 Alfonso Fernández Herrería y Mª Carmen López, «La educación en valores desde la carta de la tierra. Por una pedagogía del cuidado», Revista Iberoamericana de Educación, vol. 53, núm. 4, 2010, p. 13.
6 Leonardo Boff, op.cit., p. 58.
7 Vicent Martínez Guzmán, «Filosofía e Investigación para la Paz», Tiempo de Paz, núm. 78, 2005, pp. 77-90.
8 Jesús Mosterín, La naturaleza humana, Espasa-Calpe, Madrid, 2006.
9 Jesús Mosterín, «El espejo roto del conocimiento y el ideal de una visión coherente del mundo», Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, vol. 1, núm.1, 2003, pp. 209-221.
10 Mark Hathaway y Leonardo Boff, op.cit., p. 156.
11 Leonardo Boff, op.cit., p. 59-60.
12 Irene Comins Mingol, «La Filosofía del Cuidado de la Tierra como Ecosofía», Daimon, Revista Internacional de Filosofía, núm. 67, 2016, pp.133-148.
13 Vandana Shiva, Abrazar la vida. Mujer, ecología y supervivencia, Instituto del Tercer Mundo, Montevideo, 1991, p.47.
14 Carmen Magallón, Mujeres en pie de paz, Siglo XXI, Madrid, 2006, p. 270.
15 Ibidem, p. 271.
16 Purificación Ubric Rabaneda, «Gaia y las semillas de la Paz. Las propuestas de Vandana Shiva», en Francisco Muñoz y Jorge Bolaños Carmona (eds.), Los habitus de la paz. Teorías y prácticas de la paz imperfecta, Universidad de Granada, Granada, 2011, p. 345.
17 Carmen Magallón, op.cit., p. 276.
18 Alfonso Fernández Herrería y Mª Carmen López, op.cit., pp. 14-15.
19 Leonardo Boff, op.cit., p. 80.
20 Irene Comins Mingol, «El cuidado, eje vertebral de la intersubjetividad humana», en Irene Comins Mingol y Sonia París Albert (eds.), Investigación para la paz. Estudios filosóficos, Icaria, Barcelona, 2010, pp. 73-87.
21 PNUD, Informe sobre desarrollo humano 1999, Mundi-Prensa, Madrid, 1999.
22 Ruth Lister, Citizenship. Feminist Perspectives, McMillan, Londres, 1997.
23 Andrew Dobson, «Ciudadanía ecológica», Isegoría, núm. 32, 2005, pp. 47-62.
Ecoansiedad: de la parálisis a la acción climática y ambiental
La crisis climática y ecológica no solo sitúa a las especies salvajes al borde de la extinción, arrastra a los glaciares a la desaparición y hace que podamos llevar la ropa de verano casi la mitad del año. Nuestra salud es una de las víctimas principales de este cambio climático y ambiental que hemos generado en el planeta a una velocidad récord en la historia de la humanidad. De cómo actuemos en esta década dependerá el futuro de las especies que habitan la Tierra, incluido el ser humano.
La revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global publica en su número 160 un artículo firmado por Irene Baños, periodista ambiental, que bajo el título "Ecoansiedad: de la parálisis a la acción climática y ambiental", aborda el significado del concepto, las evidencias que exponen su creciente relevancia, así como las herramientas disponibles para reducir los impactos negativos de quienes la sufren.
Las evidencias sobre el cambio climático se acumulan. La temperatura media mundial ha aumentado más de 1,1ºC desde la época preindustrial,1 en tan solo 150 años. En España, un 70% de la población vive en zonas donde ya se ha superado el grado y medio.2 A partir de los 1,5 ºC de aumento global, la comunidad científica advierte de un efecto dominó generado por el descontrol del equilibrio de los ecosistemas y los fenómenos climáticos interconectados entre sí, de los que dependemos para nuestra supervivencia. Si no cambiamos la forma de actuar actual, a finales de siglo tendremos una temperatura casi 3 ºC más alta que en torno a 1900.3
Con cada décima que aumenta, incrementa la gravedad de los impactos en nuestra salud. En España, el número de muertes atribuibles a la temperatura entre junio y septiembre de 2022 fue casi cuatro veces superior al que se produce en un verano normal.4 Los incendios y las sequías, a su vez, aumentan el riesgo de enfermedades circulatorias, respiratorias, o renales.5 Además, los cambios en las condiciones ambientales de humedad y temperatura permiten la proliferación de enfermedades transmitidas por mosquitos o garrapatas, entre otros vectores.6
Se calcula que entre 2030 y 2050 el cambio climático causará unas 250.000 defunciones adicionales al año debido a la malnutrición, la malaria, la diarrea y estrés térmico,7 principalmente en los países en desarrollo, que son los que menos han contribuido históricamente a la crisis climática y, sin embargo, los más vulnerables frente a sus impactos.
La relación entre la salud mental y el cambio climático es menos evidente, pero cada vez hay más pruebas sustanciales al respecto. El cambio climático se asocia a una mayor frecuencia y gravedad de los fenómenos meteorológicos extremos que, a su vez, se relacionan con mayores niveles de trastorno de estrés postraumático (TEPT), depresión, ansiedad, abuso de sustancias e incluso violencia doméstica.8 Las catástrofes naturales y sus consecuencias, que pueden incluso provocar desplazamientos humanos forzados, conocidos como «migraciones climáticas», también tienen efectos indirectos en las infraestructuras físicas y sociales, perturbando los sistemas educativos, médicos, económicos y de transporte. Esto se suma a la carga de estrés de los individuos que sufren los impactos climáticos y ambientales y amenaza especialmente la salud mental de las personas en condición de mayor vulnerabilidad, por ejemplo personas dependientes de cuidados.
A medida que los fenómenos meteorológicos relacionados con el cambio climático se intensifican y se aceleran, las repercusiones en la salud mental seguirán el mismo patrón. En junio de 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el cambio climático plantea graves riesgos para la salud mental y el bienestar.9 Por consiguiente, la OMS insta a los países a que incluyan el apoyo a la salud mental en su respuesta a la crisis climática. Asimismo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) afirmó que la rapidez del cambio supone una amenaza creciente para la salud mental y el bienestar psicosocial, provocando, entre otros, trastornos que van desde el malestar emocional hasta la ansiedad, la depresión, el dolor o las conductas suicidas.10
Ante semejante panorama, no es de extrañar que a los impactos directos y constatables de la crisis climática y ecológica se sumen emociones como el miedo, la culpa, la frustración y la angustia ante un futuro incierto y poco prometedor. Es lo que conocemos como ecoansiedad.
En busca de un concepto para el malestar global
La ecoansiedad es un malestar emocional significativo que incluye una amplia gama de emociones dolorosas y complejas, pero no está categorizada como una enfermedad mental. La Asociación Americana de Psicología define la ecoansiedad como «el miedo crónico a la fatalidad medioambiental», que puede incluir la respuesta a la crisis climática pero también a problemas ambientales como la pérdida de especies y la contaminación. El término «ansiedad climática», por su parte, se utiliza para describir las reacciones al cambio climático en particular.11
En otras palabras, la ecoansiedad o ansiedad climática es un conjunto de emociones que se desarrolla en una persona al tomar conciencia de la magnitud de los impactos presentes y futuros de la crisis ambiental o climática. Entre esos sentimientos se encuentran la tristeza, la angustia, el miedo, la impotencia o la rabia. El estrés y el miedo crónicos frente a las consecuencias de un futuro aterrador se unen a la impotencia y la frustración por no disponer de las herramientas necesarias para reducir los impactos del mismo, así como al sentimiento de culpa por haber contribuido, aunque sea mínimamente, a empeorar la situación.12 Dichas emociones pueden traducirse en síntomas físicos que incluyen desde la falta de energía o atención hasta los ataques de pánico.
La ecoansiedad afecta a personas de todas las edades, pero principalmente a las generaciones más jóvenes.13 Quienes han nacido entre la década de los noventa y principios de los 2000 pertenecen a lo que se conoce como «generación del clima», la primera generación que ha crecido experimentando los efectos del cambio climático, no como algo abstracto, sino como parte de su día a día.14 Las vidas de las personas en esta franja de edad, y de las que les siguen, se desarrollan bajo el peso de un sombrío pronóstico para su bienestar y el de sus descendientes, y tienen dificultades para aspirar a una calidad de vida superior a la de sus progenitores.
En el sondeo El futuro es clima, realizado conjuntamente por PlayGround y Osoigo Next entre más de 9.000 ciudadanos españoles de entre 16 y 30 años de edad en 2022, la práctica totalidad de las personas consultadas manifestó su preocupación por la emergencia climática, tanto por las consecuencias para las generaciones futuras como por los impactos actuales.15 Además, más del 80% reconoció haber sufrido ecoansiedad alguna vez, casi el 40% la ha padecido alguna vez y más de un cuarto de la población encuestada la sufre de forma frecuente. A nivel internacional, la revista científica The Lancet publicó en diciembre de 2021 una encuesta en la que participaron 10.000 personas de diez países diferentes con edades comprendidas entre los 6 y los 25 años. Casi la mitad de las personas encuestadas afirmó que sus sentimientos y pensamientos sobre el cambio climático afectan negativamente a su vida cotidiana, incluida su capacidad de concentración y estudio, su alimentación, su capacidad de descanso y el disfrute de sus relaciones. El 75% de las personas encuestadas afirmó que «el futuro es aterrador» y un 56% aseguró que «la humanidad está condenada».
Este malestar remite a la percepción de una gobernanza climática inadecuada que produce sensación de traición y abandono, especialmente entre los jóvenes
Si nos preguntamos por las causas de la ecoansiedad, encontraremos en primer lugar el deterioro ambiental y el aumento de la temperatura global con sus consecuentes impactos. Sin embargo, esta situación no es un fenómeno aislado que se produce de forma natural, sino que es un proceso directamente relacionado con la actividad del ser humano. Como tal, la raíz de la angustia climática y ambiental está igualmente relacionada con el comportamiento humano. La encuesta publicada en 2021 por The Lancet señala la falta de acción de los responsables públicos y las personas adultas como una de las principales causas de la ecoansiedad. Los resultados muestran que este malestar está relacionado con la percepción de una gobernanza climática inadecuada que genera sentimientos de traición y abandono, especialmente entre las personas jóvenes, que ven peligrar la posibilidad de aspirar a un futuro próspero. El informe destaca que estos factores de estrés crónicos tendrán implicaciones negativas a largo plazo, y que irán en aumento, para la salud mental de las generaciones más jóvenes. En palabras de los autores del informe:
Por lo tanto, la ansiedad climática en los niños y jóvenes no debe considerarse simplemente causada por el desastre ecológico, sino que también está correlacionada con la falta de acción de actores más poderosos (en este caso, los gobiernos) ante las amenazas que se enfrentan.17
Una de las críticas habituales a las personas que afirman padecer ecoansiedad es que simplemente se dejan llevar por una moda y sucumben a los caprichos de una generación jóven, sin grandes retos históricos que afrontar y, en su mayoría, blanca, es decir, privilegiada. Ese discurso se debe, en parte, a que la narrativa y la investigación sobre las respuestas emocionales negativas al cambio climático se han centrado predominantemente en las experiencias y perspectivas de un grupo demográfico blanco y occidental. Sin embargo, una investigación publicada en el Journal of Environmental Psychology, titulada «Climate anxiety, wellbeing and pro-environmental action: correlates of negative emotional responses to climate change in 32 countries» (Ansiedad climática, bienestar y acción proambiental: correlatos de las respuestas emocionales negativas al cambio climático en 32 países), revela que estos sentimientos no son solo preocupaciones occidentales, sino que son comunes entre la juventud de los diferentes continentes.18
Investigadores de todo el mundo encuestaron a más de 10.000 estudiantes universitarios de 32 países sobre cómo les hacía sentir la desestabilización del clima. Independientemente de su país, casi la mitad de los jóvenes encuestados dijeron estar «muy» o «extremadamente» preocupados por el cambio climático. Curiosamente, la mayor proporción de participantes que indicaron estar «muy» o «extremadamente» preocupados por el cambio climático se registró en España (77,6 %) y la menor en Rusia (9,6 %). Estos resultados que corroboran una preocupación global se suman a los presentados en la encuesta de The Lancet, puesto que la mayoría de las personas encuestadas de Brasil (86%), India (80%), Nigeria (70%) y Filipinas (92%) declararon sentirse asustados frente al cambio climático.19
Iniciativas como The Eco-Anxiety Africa Project, que recoge información sobre la situación del fenómeno en Nigeria para ayudar a las y los jóvenes del país a superarlo, refuerzan la idea de que este tema es de interés global más allá de la investigación académica. Aun así, dada la situación global de injusticia climática, los impactos y los marcos de actuación son muy diferentes según la ubicación geográfica. Precisamente, el estudio de Journal of Environmental Psychology muestra que, dependiendo del lugar en el que se viva, la capacidad de actuar por la protección del clima y el medioambiente varía, puesto que los obstáculos más evidentes para la acción directa son de carácter político.20 No es igual de accesible exigir acciones desde la ciudadanía en países plenamente democráticos que en países que no protegen el derecho a la libertad de expresión o a las manifestaciones, por ejemplo.
La encrucijada entre la ecoparálisis y la ecoacción
Britt Wray, investigadora de Stanford especializada en cambio climático y salud mental y autora del libro sobre ecoansiedad Generation Dread, afirma que la ansiedad climática no es en sí misma un problema. En realidad, es una respuesta sana que demuestra una toma de conciencia de la gravedad de la situación en la que nos encontramos y de la urgencia de actuar para reducir los impactos.
El problema surge cuando estos sentimientos de angustia, rabia, frustración o pena impiden a la persona funcionar en su vida cotidiana o incluso ponen en peligro su salud. Es decir, lo preocupante no es tanto la ecoansiedad como tal, que al fin y al cabo es un reflejo natural del momento de crisis, sino cómo la abordamos y en qué comportamiento deriva. Si supone una fuerza motriz que motiva un giro hacia la acción climática y medioambiental o si, por el contrario, conduce a la parálisis o incluso a la enfermedad.
La clave es descifrar cuáles son las pautas para transformar esos sentimientos en una fuente de motivación y no de desidia. Para ello, es importante identificar las responsabilidades de los diferentes actores implicados en la actual situación de crisis y su empeoramiento o mejora. Tal y como asegura la encuesta publicada en The Lancet, es necesaria una acción climática y ambiental palpable para aliviar los sentimientos de abandono, frustración y rabia de la ciudadanía.21 La respuesta gubernamental y empresarial, entre otros sectores, es, por tanto, el primer paso para paliar los sentimientos de ecoansiedad. En dicha respuesta de quienes ejercen un amplio poder de transformación influye la modulación de nuestros propios comportamientos individuales, pero, sobre todo, la exigencia de cambios a través de las herramientas a nuestro alcance como el ejercicio del voto y la presión desde la colectividad.22 Cualquier persona, desde cualquier ámbito y a pesar de las diversas situaciones personales, puede activar los mecanismos de transformación que estén a su alcance. Ese es el antídoto principal para aliviar la parálisis climática, tomar conciencia del poder que ostentamos como parte de la ciudadanía y ser parte activa de la solución.
En un sondeo en 32 países, la mayor proporción de personas «muy» o «extremadamente» preocupadas por el cambio climático se registró en España (77,6 %)
En ese camino, sin embargo, es fundamental ser conscientes de nuestro rol en esta situación de crisis y no caer en las trampas de la culpabilización o la perfección. Ambas obsesiones pueden repercutir negativamente en nuestro estado emocional y también favorecer la inacción. Las responsabilidades ciudadanas deben canalizarse en estrategias de cambio para no caer en la culpa y en la posible parálisis. Este mecanismo lo vemos, por ejemplo, a través del sistema actual de reciclaje en España: las empresas deberían responsabilizarse de reducir la cantidad de plástico que llega a los supermercados y encargarse de la correcta recogida y gestión de los residuos. Sin embargo, apuestan por una gestión que evita que asuman su responsabilidad y, por el contrario, culpabiliza a los consumidores por no actuar correctamente a la hora de separar la basura en casa, lo que puede provocar un sentimiento de rechazo por parte de la ciudadanía. Lo mismo ocurre con la perfección en los gestos individuales, obsesionarnos con nuestros fallos cotidianos es contraproducente, puede llevar al agotamiento, la frustración y la resignación, y además desvía la atención de las acciones que podemos llevar a cabo con un impacto mayor.
En ese sentido, actuar en colectividad puede liberarnos de esas cargas y potenciar nuestra relevancia para influir en el cambio estructural. La acción colectiva puede adoptar la forma de participación en asociaciones que trabajan activamente para transformar la sociedad como los grupos de consumo sostenible o las iniciativas de presión política local, pero también incluye otras decisiones como el apoyo a un medio de comunicación que ofrezca información especializada de forma independiente y desde un enfoque constructivo, la firma de peticiones para pedir cambios relacionados con la protección ambiental y la adhesión a grupos de protesta o desobediencia civil.
No podemos olvidar, además, que hablamos de salud mental. La ecoansiedad, aunque no se considere una enfermedad, afecta a nuestro bienestar emocional y, como tal, debe integrarse en los planes dedicados a este campo y tratarse con la rigurosidad que estas afecciones requieren. Por ello, es conveniente incentivar la creación de grupos de apoyo y lugares propicios para el intercambio y la expresión de emociones, como los grupos de lectura climática o las asociaciones de barrio que dedican un espacio a la escucha. Asimismo, es fundamental incluir a especialistas en salud mental en las conversaciones en torno a la temática, profundizar en los consejos que se transmiten a través de canales como los medios de comunicación y favorecer el acceso a terapias profesionales con especialización en psicología ambiental o climática, o al menos con sensibilidad hacia la ecoansiedad. El objetivo es disponer de herramientas y técnicas para afrontar las dificultades, superar las emociones negativas, transformar la ecoansiedad en un impulso positivo y, sobre todo, hayar motivos para la esperanza.
La esperanza como una herramienta para avanzar
En su libro Hope in the Dark (Esperanza en la oscuridad, en la traducción en español), la escritora e historiadora estadounidense Rebecca Solnit define la esperanza como un hacha para derribar puertas, la única manera de afrontar el presente y avanzar hacia el futuro:
La esperanza no es un billete de lotería con el que puedes sentarte en el sofá y aferrarte a él, sintiéndote afortunado. Es un hacha con la que derribar puertas en caso de emergencia. [...] La esperanza únicamente significa que otro mundo podría ser posible, no es una promesa, no está garantizado. La esperanza exige acción; la acción es imposible sin esperanza. [...] Tener esperanza es entregarse al futuro, y ese compromiso con el futuro es lo que hace habitable el presente.23
Esa esperanza, que se basa en la acción y no en la espera pasiva de una solución que provenga de agentes externos, es la mejor aliada para superar los estados de ánimo, sentimientos o pensamientos que nos generan una ansiedad paralizante. Esa esperanza se trabaja desde el plano individual, convirtiéndola en colectivo, pero también requiere el apoyo desde ámbitos como la educación y la información ambiental. Comunicar y educar en la esperanza no significa negar la gravedad de la situación ni maquillar la situación de emergencia en la que nos encontramos. Mostrar los hechos en base a la evidencia y el consenso científico es clave para generar conciencia, pero no es suficiente para generar acción y evitar caer en el miedo. De ahí la importancia de acompañar esos procesos con mensajes que aporten soluciones, que permitan imaginar nuevos modelos de sociedad y que muestren ejemplos reales y cercanos de personas o iniciativas que ya están generando la transformación que esta situación de crisis requiere.
La esperanza, que se basa en la acción, es la mejor aliada para superar los estados de ánimo que nos generan una ansiedad paralizante
En el caso del cambio climático, los medios de comunicación recurren con frecuencia al uso del alarmismo y las narrativas del miedo para enfatizar la gravedad de la situación e impulsar una concienciación que pueda conllevar, a posterior, la toma de decisiones políticas, o bien simplemente para generar un mayor interés de la audiencia hacia sus contenidos. Sin embargo, varios estudios demuestran que dichas narrativas corren el riesgo de generar justo el efecto contrario. En el caso de las migraciones climáticas, por ejemplo, una de las consecuencias más complejas de la crisis climática, los partidos con agendas políticas xenófobas se apoderan del alarmismo para promover el blindaje de las fronteras y la creación de estrictas medidas antiinmigración.24 De hecho, los investigadores Bienvenido León y Carmen Erviti advierten que el alarmismo climático es también un área potencial de desinformación.25 Frente a los mensajes que conducen al pánico, es necesario centrarse en narrativas positivas y de soluciones con el fin de generar una reacción constructiva de la audiencia. Un estudio publicado en octubre de 2022 concluye que los enfoques positivos y constructivos en la información sobre cambio climático se traducen en una mayor probabilidad de apoyo ciudadano a las políticas climáticas, en detrimento de las narrativas del miedo.26
Por otro lado, los profesionales de la comunicación y la psicología coinciden en la importancia de una comunicación que no se limite a presentar la transición que requieren nuestras sociedades como una renuncia o un sacrificio, sino que muestre los beneficios que dichos cambios pueden aportar a nuestro bienestar y calidad de vida.27 Apostar por una educación y una comunicación ambiental constructivas no significa mostrar una imagen edulcorada de la situación de crisis ni priorizar un discurso utópico e inalcanzable, sino dotar a la ciudadanía con herramientas para superar la frustración y transformar la pena, la angustia o la rabia en acción.
En definitiva, los sentimientos relacionados con la ansiedad climática y la ecoansiedad están aumentando de forma general en la sociedad a medida que las personas adquieren mayor conocimiento y conciencia de las amenazas globales actuales y futuras asociadas a la crisis climática y ecológica que estamos experimentando. Aunque puede conllevar sufrimiento y resultar angustiosa, la ansiedad climática no implica una enfermedad mental. De hecho, puede considerarse una ansiedad positiva, o «ansiedad práctica», como la describen algunos expertos,28 que conduce a la búsqueda de soluciones para hacer frente a las amenazas presentes y futuras. Sin embargo, es fundamental analizar, comprender y gestionar esos sentimientos con el fin de evitar que se conviertan en un impedimento añadido para nuestra salud y nuestro bienestar. Asimismo, es necesario identificar las causas de dichos sentimientos, como la inadecuada respuesta gubernamental frente a la emergencia.
La ecoansiedad no es un fenómeno que se genera de manera aislada, únicamente en conexión con la situación ambiental y climática de forma abstracta, sino que está directamente relacionada con la ambición y los resultados palpables de la acción climática y ambiental por parte de actores como los responsables políticos y empresariales. En palabras de Jennifer Olachi Uchendu, experta nigeriana en ansiedad climática y fundadora de The Eco-Anxiety Africa Project:
La ecoansiedad está motivada por la realidad de la crisis climática, por lo que las acciones para abordar el cambio climático son acciones para abordar la ecoansiedad. Así de sencillo. Si quieres reducir la ecoansiedad, entonces reduce el cambio climático.29
La solución a la ecoansiedad no es otra que la misma que necesitamos para garantizar un futuro seguro y saludable para el planeta y todos los seres vivos que lo habitan: atajar la crisis climática y ecológica.
Irene Baños Ruiz es periodista ambiental, autora de Ecoansias (Ariel, 2020) y de Accionistas del Cambio (Boldletters, 2022).
NOTAS:
] IPCC, Cambio Climático 2021: Bases físicas. Contribución del Grupo de Trabajo I al Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, Suiza, 2021, p. 5.
2 Eduardo Robaina, «Un 70% de la población española vive en zonas que se han calentado más de un 1,5 ºC», Climática, 21 de febrero de 2022, disponible en:
3 Climate Action Tracker, «2100 Warming Projections: Emissions and expected warming based on pledges and current policies», 11 de noviembre de 2022.
4 Cristina Linares y Julio Díaz, «Así nos está robando la vida el cambio climático», The Conversation, 11 de octubre de 2022.
También: Instituto de Salud Carlos III, «Sistema de monitoreo de la mortalidad (MoMo)».
5 Coral Salvador et al., «Implicaciones de la sequía en la salud», AEMET Blog, 19 de marzo de 2022.
6 Ricardo Molina et al., Cambio climático y enfermedades transmitidas por vectores. Guía para profesionales, Observatorio de Salud y Medio Ambiente de Andalucía (OSMAN), Escuela Andaluza de Salud Pública; Dirección General de Salud Pública y Ordenación Farmacéutica Consejería de Salud y Familias, Granada, 2021, p. 33.
7 Organización Mundial de la Salud, «Cambio Climático y Salud», OMS, 30 de octubre de 2021.
8 European Climate and Health Observatory, Climate change impacts on mental health in Europe. An overview of evidence, marzo de 2022.
9 Organización Mundial de la Salud, «Mental health and Climate Change: Policy Brief», OMS, 3 de junio de 2022.
10 IPCC, «Climate change: a threat to human wellbeing and health of the planet. Taking action now can secure our future», IPCC, 28 de febrero de 2022.
11 Susan Clayton et al., Mental Health and Our Changing Climate: Impacts, Inequities, Responses. 2021, American Psychological Association y ecoAmerica, Washington, D.C., p. 37 y 71.
12 Pihkala Panu, Anxiety and the Ecological Crisis: An Analysis of Eco-Anxiety and Climate Anxiety, Sustainability, vol. 12, núm. 19, 2020, 7836.
13 Susan Clayton et al., op. cit, 2021, p. 6.
14 Isabel Grace Coppola, Eco-Anxiety in “the Climate Generation”: Is Action an Antidote?, Environmental Studies, Electronic Thesis Collection, 71, 2021.
Es importante apuntar que la autora de este estudio afirmó que «no hubo aleatoriedad en la selección de los participantes y cualquier miembro de las organizaciones [ambientales] podía ser entrevistado. Esto significa que mis conclusiones no son ampliamente generalizables más allá de estas organizaciones».
15 Playground y Osoigo Next, El Futuro es Clima. Informe de resultados, 2022.
16 Caroline Hickman et al., «Climate anxiety in children and young people and their beliefs about government responses to climate change: a global survey», The Lancet Planetary Health, vol. 5, núm. 12, E863-E873, 2021.
17 Ibidem. Traducción realizada por la autora, texto original en inglés: «Thus, climate anxiety in children and young people should not be seen as simply caused by ecological disaster, it is also correlated with more powerful others (in this case, governments) failing to act on the threats being faced».
18 Charles A. Ogunbode et al., «Climate anxiety, wellbeing and pro-environmental action: correlates of negative emotional responses to climate change in 32 countries», Journal of Environmental Psychology, vol. 84, 2022, 101887, ISSN 0272-4944.
19 Caroline Hickman et al., 2021, op cit.
20 Charles A. Ogunbode et al., 2022, op. cit.
21 Caroline Hickman et al., 2021, op cit.
22 Susan Clayton et al., 2021, op cit, p. 8.
23 Rebecca Solnit, Hope in the Dark: Untold Histories, Wild Possibilities, Haymarket Books, 2016, p. 4. Texto traducido por la autora, original en inglés: «Hope is not a lottery ticket you can sit on the sofa and clutch, feeling lucky. It is an axe you break down doors with in an emergency. [...] Hope just means another world might be possible, not promised, not guaranteed. Hope calls for action; action is impossible without hope. [...] To hope is to give yourself to the future, and that commitment to the future is what makes the present inhabitable». Hay traducción en español: Esperanza en la oscuridad. La historia jamás contada del poder de la gente, Capitán Swing, 2017.
24 Sarah Nash y Caroline Zickgraf, «Stop peddling fear of climate migrants», OpenDemocracy, 23 de septiembre de 2020.
25 Bienvenido León y Carmen Erviti, «La comunicación del cambio climático en redes sociales: fortalezas y debilidades», en Daniel Rodrigo-Cano et al. (eds.), La comunicación del cambio climático, una herramienta ante el gran desafío, Ed. Dykinson, Madrid, 2021, p. 215.
26 Niheer Dasandi et al., «Positive, global, and health or environment framing bolsters public support for climate policies», Commun Earth Environ, 3, 239, 2022.
27 Adam Corner et al., Principles for effective communication and public engagement on climate change: A Handbook for IPCC authors, Climate Outreach, Oxford, 2018.
28 Pihkala Panu, 2020, op cit.
29 DW Global Ideas & Environment, Twitter Spaces: Climate anxiety, how to cope?, 15 de noviembre de 2022.
Acceso al texto completo del artículo en formato pdf: Ecoansiedad: de la parálisis a la acción climática y ambiental.
La creación de riqueza y pobreza: neoliberalismo y desigualdad
La Colección Economía Inclusiva del área Ecosocial de FUHEM publica el texto de Hassan Bougrine, La creación de riqueza y pobreza: neoliberalismo y desigualdad.
Ni la riqueza ni la pobreza responden a un orden natural inevitable, ni la creación de una puede entenderse sin la otra.
Esta es la idea directriz que guía este esclarecedor ensayo en el que se analiza, desde una perspectiva histórica, el desarrollo de los mecanismos que generan y perpetúan la opulencia y la escasez, estrechamente vinculados a las instituciones políticas y económicas, así como a las relaciones de poder e intereses que representan en el neoliberalismo.
El economista Hassan Bougrine disecciona el papel desempeñado por el Estado en el diseño de políticas económicas, monetarias, fiscales y sociales, y las repercusiones de la propiedad privada en el control y transferencia de la riqueza, mostrando sus efectos más “depredadores” en el capitalismo actual, como la destrucción de empleo, el aumento de la desigualdad o el agravamiento de la crisis ecológica.
Bougrine nos invita a extraer de todo ello las debidas enseñanzas: la conveniencia de un Estado que profundice en la democracia real y en la soberanía nacional o la promoción de una cooperación multilateral en la política internacional que favorezca el acceso de los países más pobres a la tecnología y la financiación. Este volumen será de gran interés para los responsables políticos, académicos y estudiantes concernidos por la economía política, el desarrollo económico y la macroeconomía.
El libro ofrece propuestas prácticas para implementar políticas económicas que permitan a nuestras sociedades combatir la pobreza y la desigualdad, avanzando hacia la justicia social, el progreso y la prosperidad compartidos.
El autor analiza la trayectoria de las sociedades modernas y estudia sus sistemas políticos para exponer la raíz fundamental de la pobreza, el desempleo y el subdesarrollo y, por ello, el presente libro muestra los requisitos necesarios para obtener el pleno empleo, crear riqueza y asegurar el progreso.
El primer capítulo presenta un análisis del surgimiento del Estado primitivo y su papel económico para mostrar, de este modo, cómo desde la antigüedad fue y ha sido un agente al servicio y protección de los intereses de la clase económicamente dominante. Este diagnóstico ayuda a comprender la situación actual resultante de las políticas de empobrecimiento aplicadas por el Estado neoliberal.
En el segundo capítulo, el autor insiste sobre la importancia de la democracia en el Gobierno, la cual permitiría a las masas influir e, incluso, contribuir directamente a la elaboración de políticas económicas que sirvan a sus intereses.
En el tercer capítulo Bougrine muestra la manera en la que el Estado puede crear riqueza y distribuirla equitativamente entre todos los miembros de la sociedad.
El tema del cuarto capítulo es la importancia de la soberanía del Gobierno nacional en el ámbito financiero porque elimina las limitaciones presupuestarias y permite al Gobierno financiar todos los proyectos de desarrollo, desde la política de pleno empleo hasta la inversión en educación, la investigación científica y la innovación para lograr el progreso tecnológico e industrial, que es el tema del quinto capítulo.
El sexto capítulo es de particular importancia para América Latina y el sur global, que ha sufrido —y sigue sufriendo— el flagelo del colonialismo. En dicho capítulo, el autor aborda lo que él mismo ha denominado “el peso de la historia” para explicar las razones de la disparidad entre los países colonizadores y las colonias, así como el papel de la política industrial seguida en aquella época, que incluía la imposición de un régimen comercial, por la fuerza de las armas, a fin de garantizar el crecimiento y la prosperidad de los países coloniales, lo que redundó en perjuicio de los países colonizados.
En el séptimo capítulo, Bougrine concluye prestando atención a la crisis ecológica resultante de la industrialización que se basa en la energía de los combustibles fósiles, patrón sobre el que se han construido las economías capitalistas desde su creación.
El cambio hacia una economía ecológica no traerá por sí mismo la justicia social y económica de manera automática, para alcanzar este objetivo, debemos trabajar incansablemente a fin de construir una sociedad mejor.
SOBRE EL AUTOR
Hassan Bougrine
Es doctor en Economía por la Universidad de Ottawa (Canadá) y profesor en la Laurentian University (Canadá), en la que actualmente es director del Departamento de Economía. Ha sido, asimismo, profesor visitante e investigador en varias instituciones de Europa, África y América Latina, como la Universidad Autónoma de Zacatecas y la Universidad de Guadalajara (México).
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS
PRESENTACIÓN, Santiago Álvarez Cantalapiedra.
PRÓLOGO, Juan Francisco Valerio Quintero.
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1. EL ESTADO, EL MERCADO Y LA GESTIÓN DE LAS RELACIONES DE CLASE
- Introducción.
- El Estado primitivo y su función económica.
- El Estado neoliberal y las políticas de pauperización.
- Conclusión.
CAPÍTULO 2. LA DEMOCRACIA EN EL GOBIERNO: EL PODER DE LA ELABORACIÓN DE POLÍTICAS
- Introducción.
- La democracia en el Gobierno.
- Democracia económica y social.
- Conclusión.
CAPÍTULO 3. RIQUEZA PRIVADA… Y DEUDA PÚBLICA
- Introducción.
- De activos y pasivos.
- Política pública y creación de riqueza.
- Conclusión.
CAPÍTULO 4. PLENO EMPLEO FRENTE A ESCASEZ
- Introducción.
- La austeridad y la creación de escasez artificial.
- La necesidad del pleno empleo.
- Conclusión .
CAPÍTULO 5. INNOVACIÓN, APROPIACIÓN Y PROGRESO
- Introducción.
- El gran salto adelante de la humanidad: la innovación y el papel del Estado.
- La mercantilización del conocimiento y las perspectivas de progreso.
- Conclusión.
CAPÍTULO 6. ATRASO INDUSTRIAL, COMERCIO INTERNACIONAL Y FINANZAS
- Introducción.
- El peso de la historia, la gran divergencia y la política industrial.
- El poder de las finanzas: eliminación de la restricción externa.
- Conclusión.
CAPÍTULO 7. LA INDUSTRIALIZACIÓN Y LA CRISIS ECOLÓGICA
- Introducción.
- La economía fósil y el auge de la industrialización capitalista.
- La economía verde como alternativa.
- Conclusión.
A continuación, el autor nos presenta el libro.
Para ir conociendo más el texto te invitamos a leer la Presentación del libro escrita por Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del Área Ecosocial de FUHEM.
La creación de riqueza y pobreza. Presentación
La creación de riqueza y pobreza: neoliberalismo y desigualdad, Hassan Bougrine.
Presentación
Este libro de Hassan Bougrine muestra de forma elocuente que la pobreza no es natural ni inevitable, sino una elección a partir de las reglas e instituciones que se diseñan en una sociedad y de las políticas públicas que se aplican en un momento determinado.
Nada impediría aliviarla si así lo decidiéramos. Incluso las severas restricciones que nos impone actualmente la crisis ecológica no nos condenan irremediablemente a la pobreza, sino a repensar los fines que perseguimos y los medios para lograrlos.
Enumeraré algunas de las principales ideas que animan el libro:
• Primera: en las sociedades modernas la riqueza y la pobreza se encuentran vinculadas dialécticamente y, por eso mismo, en ellas asistimos a un proceso de “coproducción” de ambas. Dicho con otras palabras: los mecanismos de producción de riqueza y pobreza bajo el capitalismo van de la mano.
• Segunda: los mecanismos a través de los que se crea riqueza y pobreza se relacionan con las instituciones y las relaciones de poder; así pues, las fuentes de la riqueza y de la pobreza son las del poder y las instituciones por él diseñadas.
• Tercera: resulta enormemente relevante saber cómo se diseñan las instituciones y las políticas económicas y sociales, pues dependiendo de quién detenta el poder y qué intereses prima, podemos encontrarnos ante un “Estado depredador” que contribuye con sus políticas a la explotación y opresión de clases sociales, territorios, mujeres y naturaleza o bien, por el contrario, ante agentes y procesos que podrían contribuir a la justicia social y de género, a la prosperidad compartida y a la preservación de la naturaleza.
Cabe ilustrar esta argumentación atendiendo a la institución de la propiedad. Cuando los recursos vitales y productivos eran comunes, la subsistencia y el bienestar de una sociedad eran de hecho tareas colectivas. Pero cuando el acceso a esos recursos se volvió privativo (es decir, cuando adoptaron la forma de propiedad privada), la escasez económica empezó a recrearse como un problema individual, de manera que los estados de privación de las personas pasaron a estar marcados por quienes detentan el poder de apropiarse —generalmente a través de la coacción— de unos recursos que anteriormente eran compartidos. La implantación generalizada de la propiedad privada de los medios de vida y de producción bajo el capitalismo ha venido unida a un fuerte deseo de posesión, algo que no estaba presente en las pasiones humanas con anterioridad, definiendo la estratificación social e introduciendo privilegios y un desigual grado de respeto a personas, grupos y clases sociales.
En la evolución histórica del sistema de propiedad privada las formas son tan variadas que se han ido extendiendo más allá de los recursos tangibles, para incluir el control de los bancos privados sobre la creación del dinero y el acceso al crédito, privilegiando así a ricos y poderosos y excluyendo o dificultando el acceso al resto de los miembros de la sociedad. Más aún, el sistema de propiedad privada envuelve ahora también el conocimiento y las ideas (a través
de los derechos de autor, marcas, licencias y patentes) hasta llegar incluso a los afectos, como nos muestra toda la literatura gerencial acerca de la identificación y entrega que exigen actualmente las corporaciones modernas a sus empleados. La propiedad devino así en un dispositivo de control social y de transferencia generacional de riqueza (a través de la herencia) que no solo produce desigualdad y pobreza, sino que también la perpetúa.
En sociedades como las capitalistas, el poder se asienta en la riqueza, el poder económico se fusiona con el político, y el Estado se convierte en un agente al servicio y protección de los intereses de la clase económicamente dominante.
La profundización y extensión de la democracia y la soberanía nacional, más allá del estricto perímetro conceptual y político en que han sido confinadas, resulten fundamentales para que la prosperidad pueda llegar a ser distribuida equitativamente entre los miembros de una sociedad y las transformaciones socioeconómicas puedan ser llevadas a cabo para afrontar la profunda crisis ecosocial que atravesamos.
La importancia de utilizar el poder político del Estado ha quedado perfectamente acreditada en la era neoliberal. No bastaba con generar un consenso pasivo que garantizara el consentimiento a través de la difusión e inoculación de su cuerpo doctrinal (individualismo competitivo, deseo de posesión, primacía del mercado, etc.), también era necesaria la aplicación de políticas derivadas del uso del poder del Estado. Las políticas neoliberales de privatización y mercantilización crecientes tuvieron como consecuencia inmediata la creación de una escasez artificial que ha sumergido a muchos miembros de la sociedad en la privación y la pobreza mientras se lograba construir un marco general que permitía el logro de los fines privados. De esta experiencia convendría extraer las debidas enseñanzas. Por ejemplo, un Estado reformado a partir de las ideas de democracia real y soberanía nacional, acompañado de un multilateralismo que reflejara una cooperación honesta en la política internacional para abordar los desafíos globales y facilitar el acceso de los países empobrecidos a la tecnología y a la financiación necesaria, constituirían piezas claves de la construcción de alternativas.
Esta tarea requiere de un doble movimiento que ejecuta con maestría Bougrine. Por un lado, se hace necesaria la combinación de enfoques y disciplinas para mostrar la raíz de los problemas y desvelar los mecanismos a través de los que se recrea la riqueza y la pobreza. Solo un diálogo interdisciplinar desde un enfoque integrador permite desvelar las fuentes de poder. Por otro lado, si la historia cuenta, si las situaciones que se viven son dependientes de las trayectorias seguidas, es necesario completar el movimiento anterior con otro que nos permita aprender de la historia.
El análisis de los distintos aspectos de la realidad económica que aborda este libro no se hace desde una economía autista, sino desde el diálogo con los conocimientos que nos proporcionan otras disciplinas (como la antropología, la etnografía, la politología o las ciencias naturales), y se hace además en comparación con lo acontecido en otras épocas.
El resultado es una sugerente indagación en los factores que contribuyen a mejorar la comprensión de nosotros mismos y de los fenómenos en la sociedad y en la naturaleza, permitiéndonos identificar qué vectores podrían impulsar una prosperidad verdaderamente inclusiva que diera sentido y contenido a la idea de progreso humano.
Santiago Álvarez Cantalapiedra
Director del Área Ecosocial de FUHEM
Febrero de 2024
Explorando vínculos entre la biodiversidad y calidad de vida
Explorando vínculos entre la biodiversidad y la calidad de vida
El contacto con la naturaleza mejora y alarga nuestra vida. Hoy sabemos que residir cerca de espacios verdes se asociaba con una mejor salud física y mental, con un menor riesgo de padecer enfermedades y, en general, con una menor tasa de mortalidad y una mayor esperanza de vida.
La biodiversidad contribuye a nuestra calidad de vida de múltiples maneras. No solo nos suministra alimentos, medicinas y materias primas esenciales en nuestro día a día, sino que también participa indirectamente en numerosos procesos que son fundamentales para nuestra salud y bienestar, como el secuestro de carbono, la purificación del aire, la depuración del agua o la polinización. Asimismo, la biodiversidad es fuente de bienestar psicológico y emocional a través de las diversas contribuciones intangibles que proporciona a las personas mediante, por ejemplo, la contemplación y el disfrute estético de los paisajes, o la tranquilidad y relajación que produce en general interactuar con la naturaleza.
Al calor de estas evidencias, este dosier tiene como propósito ahondar en los vínculos naturaleza-bienestar desde una doble perspectiva correlacionada: por un lado, atendiendo a las múltiples contribuciones positivas que la biodiversidad y los ecosistemas nos proporcionan cuando están sanos y, por otro, atendiendo a los efectos negativos que la actual crisis antropogénica de biodiversidad está teniendo y tendrá sobre la integridad de los ecosistemas y, en consecuencia, sobre la prosperidad social.
Enviar link a esta direcciónExplorando los vínculos entre la biodiversidad y la calidad de vida
En aras de contribuir a este debate, este Dosier Ecosocial propone un conjunto de artículos que abordan la importancia de los vínculos entre la biodiversidad y la calidad de vida desde diferentes puntos de vista.
A modo de introducción al dosier, Mateo Aguado, en su artículo «La importancia de comprender cómo nuestra salud y bienestar dependen de los ecosistemas y la biodiversidad», nos ofrece una breve pero profunda y actualizada revisión sobre la enorme relevancia que tiene conocer y comprender las relaciones que entre la naturaleza y la calidad de vida humana existen.
A continuación, José Antonio Corraliza, en su artículo «Naturaleza, identidad y paisaje. ¿Necesitamos la naturaleza tanto como parece?», nos aportar interesantes reflexiones sobre el papel de la estimulación procedente de la naturaleza en la vida humana, y sobre la necesidad que tenemos de recuperar la conexión y el contacto con la naturaleza en un contexto social cada vez más cargado de recursos tecnológicos.
En esta misma línea, Xiomara Cantera, en su artículo «Salud humana y salud planetaria: dos caras de una misma moneda», nos adentra en el concepto clave de salud planetaria, mostrándonos cómo la salud humana no puede abordarse aisladamente de la del resto de los seres vivos, pues las personas no podemos estar sanas si las plantas, los hongos los animales y los ecosistemas que nos rodean no lo están.
Seguidamente, en su artículo «Restauración participativa de ecosistemas y sus beneficios en la microbiota y salud humana», Marcela Bustamante y colaboradores indagan en los efectos beneficiosos que la restauración ecológica participativa ha demostrado tener sobre la salud de las personas que la practican.
Por último, Elena Krause, en su artículo «Ella es Gaia y ella lo sabe», nos propone un bello recorrido de diversas historias que nos adentran en lo que somos: unos seres profundamente ecodependientes.
A continuación podrás acceder al texto completo de cada uno de los artículos que componen el Dosier.
Mateo Aguado
La importancia de comprender cómo nuestra salud y bienestar dependen de los ecosistemas y la biodiversidad
José Antonio Corraliza
Naturaleza, identidad y paisaje. ¿Necesitamos la naturaleza tanto como parece?
Xiomara Cantera
Salud humana y salud planetaria: dos caras de una misma moneda
Marcela Bustamante-Sánchez
Restauración participativa de ecosistemas y sus beneficios en la microbiota y salud humana
Elena Krause
Ella es Gaia y ella lo sabe
Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.