Disparidades productivas y crisis económica

Necesitamos un buen diagnóstico sobre las causas de la crisis económica; diagnóstico que es condición necesaria –aunque, por supuesto, en modo alguno suficiente– para su superación. Las páginas que siguen apuntan en esa dirección. El autor propone una reflexión centrada en la vertiente económica de la crisis, pero no podemos ignorar que una adecuada comprensión de los desequilibrios en las finanzas y en las cuentas públicas, por citar dos asuntos continuamente tratados por analistas y publicistas, trascienden, desbordan el plano estrictamente económico. Es necesario abrir el foco del análisis, si no queremos quedar atrapados en una visión economicista, que no económica, incapaz de ofrecer luz sobre las raíces profundas tanto de la crisis actual como de las precedentes.

Al utilizar el plural causas, el autor se distancia de aquellos planteamientos que, de una manera u otra, persiguen encontrar la causa, con mayúsculas, de la crisis; en las hipotecas basura, la ausencia de regulación, el sistema de estímulos, la existencia de una moneda única o la desindustrialización de algunas economías, y por ello, el texto se detiene también en las asimetrías productivas que han atravesado el proceso de construcción europea.

Se plantea dos interrogantes, inseparables, alrededor de los que se articula el resto de la argumentación, que son: a) ¿qué entidad y qué características presentan en la UE esos desequilibrios productivos?; y b) ¿en qué medida ayudan a entender la profundidad, originalidad y complejidad de la crisis?

También son dos las hipótesis de trabajo desde las que el autor pretende acercarse a la contestación de ambas preguntas. En primer lugar, la construcción europea descansa sobre un espacio productivo estructuralmente heterogéneo que, lejos de haberse corregido a medida que se han dado pasos en la integración comunitaria, se ha preservado y en algunos aspectos se ha acentuado. En segundo lugar, esa heterogeneidad de especializaciones productivas (con su reflejo en las inserciones comerciales) supone la existencia de inercias y potencialidades de crecimiento asimismo diferentes, lo que está en el “corazón” mismo de una explicación estructural de la crisis.

Fernando Luengo afirma que el mayor desafío de la política económica es actuar en una diversidad de planos como, por ejemplo, alcanzar mayores umbrales de eficiencia energética, aumentar la cualificación de la fuerza de trabajo, dotar de mayor densidad tecnológica las instalaciones y equipos productivos, renovar las infraestructuras y aumentar la calidad de la gestión empresarial. Este debe ser el eje de las transformaciones estructurales, muy distinto del que ahora orienta la actuación de los gobiernos: reformar los mercados de trabajo, rescatar sin condiciones a los bancos y desmantelar los Estados de Bienestar.