Santa Cristina, una aventura educativa

Fui profesor de Historia y Director de Santa Cristina en los últimos años de la dictadura de Franco, entre 1969 y 1975, cuando este centro era Sección Filial nº 11 del INEM Ramiro de Maeztu. Era entonces tan joven que Enrique García Alamán me llamaba cariñosamente “el chico de Preu”.

De Santa Cristina salí, al principio de la transición a la democracia, para ocupar la plaza que había obtenido por oposición, como profesor del Instituto de Bachillerato más antiguo y popular del madrileño barrio del Pilar, el Instituto Gregorio Marañón, en el que he continuado mi compromiso con la enseñanza pública ejerciendo muy a gusto la docencia hasta mi jubilación y al cual, como podéis comprender, me siento también muy vinculado afectivamente.

Pero, vistos desde la perspectiva de esta larga carrera docente, creo que los más entrañables de mi vida profesional fueron los años vividos entre los frágiles tabiques de Santa Cristina y que los logros profesionales de los que estoy más satisfecho son, sin duda, resultado de todo lo que aprendí trabajando, codo con codo, con aquel equipo de profesores/as (cuya selección y coordinación me encargó FUHEM en 1969), que entramos en Septiembre de dicho año en aquella Filial 11 y de la renovación educativa que, desde Santa Cristina, intentamos impulsar (no sin vencer bastantes resistencias internas y externas), en los centros del Hogar del Empleado.

Estoy, sobre todo, satisfecho de haber puesto mi granito de arena (junto con todos mis compañeros/as de aquella antigua Filial 11), en la introducción de unas cuantas “peligrosas innovaciones” educativas (hasta entonces inéditas en Colegios e Institutos Nacionales), que fueron empezando a funcionar, poco a poco, en los centros del Hogar y están ya teóricamente implantadas en la mayoría de los Colegios Públicos e Institutos de Enseñanza Secundaria, aunque se vean hoy seriamente amenazadas por la insensata política del ministro Wert.

“Peligrosas innovaciones” educativas, introducidas, a pesar de la oposición de la Inspección de Enseñanza del final de la Dictadura, como eran la dirección colegiada, las tutorías, la participación de alumnos en las reuniones de evaluación y en la elaboración de las normas de convivencia, los Consejos de Dirección con participación de todos los estamentos escolares, los seminarios de educación sexual, las convivencias entre alumnos nuestros y alumnas de otra filial (cuando la coeducación estaba prohibida), las reuniones periódicas con padres (un antecedente de las asociaciones y de las escuelas de padres), y la formación del profesorado, que, más tarde, desarrollarían los movimientos de renovación pedagógica. Esas mismas innovaciones que justamente ahora, con el pretexto de la crisis económica, está poniendo en grave peligro la torpe y sectaria política de recortes de los servicios públicos aplicada por el gobierno.

De esas experiencias pedagógicas que, no sin luchar denodadamente, iniciamos un pequeño equipo de profesores/as de Santa Cristina (algunos de los cuales –como nuestros queridos Enrique García Alamán, Carmen Prendes, Fernando Herrero, Antonio Marcoida– no están ya con nosotros), de esas experiencias pedagógicas creo que hemos sido un poco pioneros y podemos sentirnos legítimamente orgullosos/as. También pueden sentirse orgullosos/as los alumnos, madres y padres que participaron en ellas, de los que ese pequeño grupo de profesores/as tanto aprendimos, Del mismo modo, creo que pueden sentirse legítimamente orgullosos todos los compañeros/as que han continuado hasta hoy esta apasionante aventura educativa que ha sido y (aunque se cierre), seguirá siendo para todos nosotros Santa Cristina.