Ciudad: proyecto colectivo y comunes

La ciudad se ha convertido en un importante espacio de pugna entre los intereses del capital y los intereses de la ciudadanía. Varias décadas de avance neoliberal han transformado la fisonomía de las ciudades, que han quedado jalonadas por los signos del capitalismo y el consumismo. En contraste, el “nuevo municipalismo” está alentando una visión alternativa a la visión dominante -privatizadora, mercantilizadora y securitaria de la ciudad que se traduce en un desarrollo urbanístico sin fin y profundamente segregado. Las propuestas municipalistas abogan por la construcción de la ciudad para todos y todas de forma participativa.

Recogemos tres artículos que inciden en estas visiones y que coinciden en explorar la construcción de la ciudad como un commons al servicio de la gente y que se preservar desde una gestión colectiva.

(Re)volver a la ciudad para conquistar la calidad de vida, de Julio Alguacil

La ciudad, como concepto, ha sido el lugar de origen de la política y de la democracia que dieron pie al desarrollo de los derechos de ciudadanía. En su devenir histórico ha sido también el lugar de la tensión dialéctica entre la acumulación de capital y la reproducción de la vida. Si bien, en su recorrido y tras las sucesivas revoluciones científico técnicas, la ciudad ha perdido los atributos que le eran propios, privilegiando la mercantilización frente a la cohesión, para ser el origen de los graves problemas ambientales y sociales de nuestras sociedades contemporáneas. La ciudad neoliberal, mercantil, dispersa, fragmentada se ha desbordado llevándonos a un riesgo cierto de colapso. En este trabajo se da cuenta de la naturaleza de los retos para revertir el proceso urbanizador proponiendo la (re)vuelta a la ciudad como modelo para conquistar la calidad de vida.

La ciudad como espacio común, de Imanol Zubero

Otro gobierno municipal es posible, sí, pero sólo sobre la base de otra concepción de la ciudad y de la ciudadanía. No es posible gobernar de otra manera la ciudad si previamente no la resignificamos. ¿Podemos ir más allá de lo que una primera interpretación de la categoría “espacio común” puede indicar? Por supuesto que la ciudad es un espacio potencialmente abierto al uso de todas las personas, pero esta potencialidad no basta. Hay espacios diseñados para su uso público o colectivo que, sin embargo, acaban convertidos en «no-lugares» (M. Augé) o en «espacios basura» (R. Koolhaas): recursos potenciales que, sin una comunidad que los use y sin que se construya conscien temente en ellos y a partir de ellos, que se apropie de los mismos y los recree continuamente, se vuelven espacios vacíos, degradados, vigilados o
cerrados. Y esto vale tanto para la ciudad en su conjunto como para los diversos espacios que la componen.

La ciudad por la que merece la pena luchar, de Vicente Pérez Quintana

El cambio de modelo productivo, alejado de la estacionalidad y la economía de burbuja que caracteriza el actual, orientado hacia la sostenibilidad ecológica y en el que la participación ciudadana sea preservada como uno de los objetivos fundamentales suponen cuestiones necesarias para cualquier modelo de ciudad que se plantee. Desde los movimientos sociales se ha incidido en ello mientras las decisiones institucionales iban por otro lado, apostaban por el beneficio obviando la complejidad, el equilibrio y la eficiencia que requiere un verdadero desarrollo urbano.