Luchando por la sanidad pública en Suecia

Luchando por la sanidad pública.
La batalla de una comunidad rural en Suecia contra los recortes neoliberales en el servicio de salud

Desirée Enlund

Las comunidades rurales de la provincia de Västernorrland, en el norte de Suecia, no están acostumbradas a ser protagonistas de la actualidad mediática, pero, en 2017, su lucha por acabar con los recortes en la atención de la maternidad y las urgencias médicas ocupó muchos titulares de la prensa nacional. ¿Qué lecciones pueden extraer de esta experiencia quienes luchan por construir contrapoderes en las áreas rurales del Norte Global?

En enero de 2017, dos comadronas de la ciudad de Sollefteå, en la provincia de Västernorrland, en el norte de Suecia, decidieron organizar un curso para enseñar a padres y madres cómo prepararse para dar a luz en un automóvil. La sala de maternidad y el centro de urgencias del hospital público local tenían previsto su cierre para el 1 de febrero y, en estas zonas escasamente pobladas, los recortes supondrían que algunas mujeres deberían viajar hasta 200 km para llegar al hospital más cercano con este tipo de servicios.

Cuando los medios informaron de la noticia, el tema atrajo el interés nacional. Pero ya antes, durante 18 meses, se habían organizado varias manifestaciones en la región, con una participación creciente. La tercera manifestación reunió a 20 000 personas en Härnösand,I una cifra que excede la población total de la ciudad y representa casi el 10 % de la población regional. Dos semanas después de que se celebrara el curso y antes de que se produjera el cierre previsto de los servicios, los ciudadanos y las ciudadanas ocuparon la entrada del Hospital de Sollefteå.

¿Qué distancia supone ‘demasiado lejos’ cuando realmente necesitas atención inmediata? ¿Cuántos impuestos puedes pagar sin obtener un mínimo a cambio? ¿Y cómo era posible que se obligara a las mujeres a dar a luz fuera del hospital en un Estado de bienestar como Suecia? Todas estas preguntas cautivaron la imaginación del público y situaron el foco mediático en este tema, hasta entonces algo marginado. En este ensayo, examino qué impulsó a los habitantes de la zona de Sollefteå a protestar contra el recorte de los servicios de salud pública, cómo lo están haciendo y por qué han tenido éxito.

Que empiecen las protestas

Después de 18 meses de protestas contra los recortes, escribiendo cartas a los periódicos locales, movilizándose en grupos de Facebook y organizando varias manifestaciones después de que la prensa revelara las primeras noticias, la ocupación comenzó la noche del 30 de enero de 2017. Centenares de personas se reunieron en la entrada del Hospital de Sollefteå, en la provincia de Västernorrland, en el norte de Suecia. Muchas pasaron la noche allí y, un año después, el hospital sigue ocupado día y noche. El desencadenante de esta acción fueron los recortes previstos en la atención de las urgencias y el acceso de las mujeres a la atención de la maternidad en la sanidad pública.

Las protestas se convocaron tanto por el carácter desigual de los recortes —que afectarían principalmente a la zona norte de la provincia, donde se cerraría la sala de maternidad y perjudicarían de manera desproporcionada a las mujeres, mientras que la zona sur permanece casi intacta—, así como la legitimidad de estos, ya que el ahorro estimado representaría apenas una pequeña parte del déficit presupuestario. La zona sur de la provincia, de menor superficie, tiene una mayor densidad de población, mientras que la del norte, donde se previeron los recortes, tiene una mayor superficie pero una población más escasa.

La gran mayoría de los nacimientos en Suecia tienen lugar en un hospital, por lo que las mujeres de la zona norte de la provincia tendrían que recorrer una larga distancia para dar a luz. Los políticos de la provincia fueron objeto de críticas cuando prometieron que adquirirían una o dos ambulancias más, pero el curso organizado por las comadronas se presentó como algo muy oportuno, ya que las ambulancias, en teoría, no están pensadas para atender a las mujeres durante el parto y el personal carece de formación especializada en nacimientos. De hecho, por lo general, en Suecia se espera que las mujeres acudan al hospital cuando ya se ha iniciado el trabajo de parto.

Uno de los argumentos que generó más indignación fue planteado por el máximo responsable de la Diputación Provincial, que señaló que, si solo necesitas acceso a la salud de vez en cuando, puedes desplazarte una distancia mayor para obtenerlo, algo que, a los ojos de la ciudadanía ignoraba por completo la realidad de los nacimientos y episodios como los infartos, en los que el tiempo es un factor decisivo.

Los ciudadanos comenzaron a movilizarse de varias formas en toda la provincia, entre otras cosas organizando debates públicos en los medios locales y manifestaciones en las calles, tanto en las ciudades de la costa como en las más pequeñas del interior. A pesar del tamaño de estas manifestaciones y del número de protestas que se estaban celebrando en toda la región, los hechos recibieron poca atención fuera de la provincia y del norte de Suecia.

Después de muchos giros y vuelcos confusos, en noviembre de 2016 la Diputación Provincial tomó la decisión final de que cerraría la sala de maternidad en Sollefteå en un plazo de tres meses. Los recortes ya no incluían a Örnsköldsvik, sino que se centraban únicamente en la atención de la maternidad y las urgencias en Sollefteå. Fue en ese momento cuando los ciudadanos ocuparon la entrada del Hospital de Sollefteå, un día antes del previsto para la clausura de la sala de maternidad, el 1 de febrero de 2017.

Aunque el movimiento okupa ha sido marginal en Suecia, a menudo se ha recurrido a las ocupaciones para alcanzar objetivos políticos.1 En este caso, la acción se inspiró en la ocupación del centro público de salud en Dorotea unos años antes, que también se inició para protestar contra los recortes en la atención de las urgencias y puso de manifiesto que las ocupaciones podían funcionar como instrumento político en un país donde el conflicto político y la acción directa han adoptado, por lo general, otras formas. La ocupación en Dorotea se convirtió en una de las más prolongadas de la historia de Suecia y terminó con la decisión de la provincia de reactivar el servicio, después de que las protestas hubieran impulsado un referendo provincial sobre la cuestión.

La atención mediática, que al principio se había centrado en el curso ofrecido por las dos comadronas, fue mantenida por los y las activistas que ocuparon la entrada del Hospital de Sollefteå. La acción se mantuvo durante toda la primavera y se convirtió en un lugar popular para que los políticos nacionales se posicionaran con respecto a temas de sanidad. Cuando está a punto de celebrarse un año de la ocupación, esta ha logrado transformar lo que antes no se consideraba un problema en una cuestión política urgente que debe abordarse a nivel nacional.

Suecia neoliberal

¿Por qué Suecia, un país conocido por su Estado del bienestar socialdemócrata, está siendo escenario de importantes protestas que reivindican unos servicios básicos de maternidad? El acceso universal a una larga lista de derechos sociales asegura que incluso aquellos a quienes les va mal puedan tener una vida digna. Aunque la imagen del Estado del bienestar sueco sigue imperando en el exterior, la realidad es que hace mucho tiempo que Suecia dio un giro neoliberal, al igual que la mayoría de los demás países europeos. Este cambio ideológico ha sido la fuerza que ha impulsado el declive del Estado del bienestar sueco de los últimos 30 años y se observa en elementos como un mercado inmobiliario cada vez más desregulado y las restricciones impuestas al derecho a la asistencia personal para personas con discapacidades. La mayoría de las empresas públicas operan ahora de acuerdo con los principios del mercado y el sector público del bienestar ha adoptado con fervor las ideas de lo que suele conocerse como ‘nueva gestión pública’.

La sanidad pública en Suecia se organiza en el ámbito provincial, lo cual significa que la implementación de una lógica como la de la nueva gestión pública no ha venido impuesta por el Gobierno nacional, sino por los numerosos organismos regionales elegidos democráticamente. Esto ha dado lugar a varias consecuencias en todo el país, pero, en general, ha supuesto un cambio drástico en el funcionamiento del sector de la sanidad.2

   Un factor importante de este cambio ha sido la priorización de los controles presupuestarios y un traspaso de poder de los profesionales de la salud al personal directivo intermedio, que carece de conocimientos prácticos sobre las realidades cotidianas de la atención sanitaria. El cambio ha afectado a diversos grupos de trabajadores y trabajadoras del sector de la salud, que se han visto atrapados entre las demandas del presupuesto y la dirección, por un lado, y las necesidades de los pacientes, por el otro. Los efectos de esta tensa situación han afectado a los distintos grupos de diferentes maneras, pero el personal de enfermería, que tiene un alto nivel de responsabilidad, se ha visto particularmente afectado por la intensificación de la carga de trabajo.

Esto se está traduciendo en el aumento de las bajas por enfermedad entre enfermeras, además de una escasez general de profesionales que deseen trabajar en condiciones tan precarias, lo cual está obligando a hospitales de todo el país a clausurar pabellones. Así, los cambios afectan en particular a una línea de trabajo que tradicionalmente se ha diferenciado por género, como la enfermería, practicada en su gran mayoría por mujeres.3

Que el cierre de la sala de maternidad de Sollefteå causara tal indignación se explica por el modelo medicalizado de atención de la maternidad en Suecia, donde la norma es un parto hospitalario. En todo el país, solo unas 100 mujeres cada año dan a luz en casa. No existen directrices nacionales para el parto en el domicilio, y solo dos provincias cubren los gastos (en las otras 19 lo tienen que pagar las familias). En las salas de maternidad de los hospitales, las comadronas son las responsables de los embarazos y los partos sin complicaciones, y el obstetra solo entra en escena en caso de emergencia. Tras dar a luz, una madre primeriza puede permanecer en la sala de atención posnatal, atendida por comadronas y auxiliares de enfermería, hasta 48 horas y, el resto, hasta 24 horas. Después, las madres son derivadas a las clínicas de asistencia primaria en las que visitan enfermeras, ya que no existen revisiones posnatales en el domicilio.

Las protestas —y en particular la ocupación del Hospital de Sollefteå— lograron poner de relieve varios de los problemas que está provocando la reducción de la asistencia social en el sector de la sanidad pública, ayudando a introducirlos en la agenda política. Uno de ellos es la aplicación de políticas de austeridad en la salud pública y sus efectos sobre el ambiente de trabajo y la capacidad de contratar a personal cualificado en áreas con escasa población. Otro fue la importancia de la demografía y las distancias en un país con una distribución espacial muy desigual de empleos, servicios y atención médica, de forma que la gente empezó a preguntarse por qué debería pagar impuestos si se beneficia mucho menos que la población urbana. A veces, una preocupación subyacente de todas estas cuestiones era cómo afectarían los recortes a la salud de las mujeres e incrementaría la vulnerabilidad de estas en las áreas poco pobladas.

Toda una provincia movilizada

La primera manifestación, la celebrada en Örnsköldsvik, fue más o menos un acto espontáneo, convocado por un grupo de comadronas y avivado por la indignación de los recortes generalizados en la sanidad en la zona norte de la provincia, que terminó con la clausura de todas las salas de maternidad en el norte de la región. La manifestación fue sorprendentemente multitudinaria, y las calles se llenaron de gente que marchaba al ritmo de un tambor mientras clamaba la consigna ‘Sin sala de maternidad, ¡Ö-vik se detiene!’ en un borrascoso día de septiembre. Cuando tuvo lugar la manifestación, los políticos ya habían modificado el plan de recortes para que solo afectara al Hospital de Sollefteå, pero los grupos organizadores decidieron seguir adelante de todos modos.

Con el paso del tiempo, la movilización fue mejorando en materia organizativa. La segunda manifestación, celebrada en Kramfors unas semanas después, atrajo aún a más gente, y avanzó durante toda una hora frente al hotel donde mantenían una reunión los socialdemócratas de la provincia, que acababan de proponer los recortes. La última manifestación, en abril de 2016, fue la más numerosa, con la participación de unas 20 000 personas, y también arropada por la comunidad empresarial de la zona. Esta se organizó en torno a los grupos Sollefteå Framtidens Akutsjukhus (Sollefteå, el Hospital de Urgencias del Futuro) y Föreningen Ådalen Reser Sig (la Asociación Ådalen Despierta). Aquí, el tema de la supervivencia en el que se había centrado el debate se hizo evidente cuando los representantes empresariales, que intentaban proteger la vida económica de la región, marcharon junto a familias con niños en cochecitos, que intentaban sostener su propia supervivencia.

Mientras se llevaban a cabo estas manifestaciones, un pequeño grupo de personas comenzó a revisar los antecedentes y la base de la decisión de recortar el gasto en ciertas zonas de la provincia y no en otras, así como el funcionamiento de la asamblea elegida que administra la atención médica de la región. Esta ‘auditoría ciudadana’ dio lugar a una gira de conferencias por varias ciudades, donde se explicaron diversos episodios de mala gestión en la Diputación Provincial, ‘la Saga de la Diputación Provincial’. Varios grupos de Facebook informaron y debatieron sobre las políticas de la provincia y funcionaron como cauces para movilizar a las personas y animarlas a sumarse a las manifestaciones y otros actos de protesta. Los periódicos locales fueron otro foro importante para mantener largos debates, a través de numerosas cartas sobre los distintos aspectos de la cuestión.

Unos meses después de la tercera manifestación, comenzaron a verse dos grandes orientaciones en el movimiento. Sollefteå Framtidens Akutsjukhus siguió centrándose en influir en los políticos para que cambiaran de dirección utilizando medios parecidos a los anteriores. En septiembre de 2016 se organizó una manifestación en el marco de la primera manifestación nacional de la red ‘Otra sanidad es posible’, que se movilizó en 26 ciudades en un corto período de tiempo, aunque no llegó a las cifras de las grandes manifestaciones anteriores.

La asociación Föreningen Ådalen Reser Sig empezó a hablar sobre lo que denominaban ‘Manifestación 3.0’. La asociación contaba con un grupo de investigación que, en noviembre de 2016, empezó a presentar los resultados de sus pesquisas y sus ideas al público en una serie de charlas en las ciudades afectadas. El plan era hacerse cargo de parte del servicio sanitario de la provincia: primero en forma de centro de salud en Sollefteå, luego ampliarlo a Kramfors y, finalmente, hacerse cargo de todo el Hospital de Sollefteå para salvaguardar la atención médica en el norte de la región. Para ello, pusieron en marcha una asociación económica, una entidad empresarial que persigue una gestión democrática y el beneficio de sus miembros, llamada Vård och Omsorg i Norrland (Asistencia Sanitaria y Atención en Norrland). Las charlas sirvieron como punto de partida para crear una base de miembros que estarían interesados en participar en el nuevo servicio de atención médica que estaban planificando en la zona.

La ocupación parece disponer de su propia organización, que se solapa con estos dos grupos. Tras crear un grupo de Facebook, desde donde se organizan actividades y se mantienen muchos debates, han conseguido llenar la entrada del hospital con cuatro turnos por día.

El personal sanitario es el que tiene más dificultades para realizar una huelga, en parte porque la ley los obliga a trabajar si el empleador lo exige y, en parte, porque a menudo son personas que están ahí por su dedicación a los demás, pese a todos los contratiempos. La ocupación se convierte así en una huelga invertida: es la ciudadanía la que irrumpe en el lugar de trabajo cuando el personal no puede abandonarlo.4

Las personas que han protagonizado la ocupación han estado publicando fotos en su grupo de Facebook. Esas fotos, junto con el registro de ocupantes, son una muestran de su diversidad. Después de seis meses, más de 1700 personas han participado en algún turno para ocupar la entrada del hospital, de las cuales 1200 eran mujeres (el 68 %). La mayoría son personas que trabajan (48 %), pero muchos también son pensionistas y algunos estudiantes, con una edad promedio de 53 años. Mientras que la mayoría ha ocupado la entrada solo una vez, algunas personas lo han hecho hasta 40 veces.

Cabe también mencionar la diversidad geográfica, ya que el 15 % de las personas que han ocupado el recinto proceden de otras zonas de Suecia, aunque la gran mayoría, en torno a dos tercios, son residentes del municipio de Sollefteå y del resto de la provincia de Västernorrland.5 Aunque, como hemos visto, las protestas y las reivindicaciones han adoptado muchas formas, fue la ocupación lo que realmente captó el interés de los medios nacionales. A juzgar por las fotos, también es evidente que la ocupación sigue atrayendo la imaginación del público incluso un año después. De vez en cuando, aparece alguna celebridad mostrando su apoyo y fotografiándose en el lugar.

La ocupación —junto con otras acciones colectivas en todo el país, como las dos manifestaciones nacionales de septiembre de 2016 y 2017, bajo el lema de ‘Otra sanidad es posible’, y las diversas manifestaciones por una mejora de la atención de la maternidad en agosto de 2017— ha conseguido que la salud de las mujeres pase a ser una cuestión política en el plano nacional.

A día de hoy, se mantienen, en paralelo, la ocupación y el plan del centro de salud privado pero sin fines de lucro, aparentando no ser dos planteamientos contradictorios. La ocupación está llegando a su primer año y el primer centro de salud formado por socios en el país abrió el 20 de diciembre de 2017.

‘Es la misma lucha ahora que antes’

El éxito de las protestas se explica, en parte, porque estas han conseguido vincular las luchas de hoy con la historia de otras luchas, resistencias y victorias que tuvieron lugar en la zona en el pasado. Así, se han entrelazado distintas luchas contra la injusticia separadas por un lapso de 85 años. Durante las movilizaciones, el nombre de ‘Ådalen’ empezó a aparecer cada vez con más frecuencia.

Hay muchas escalas espaciales que dividen la provincia de Västernorrland y que podrían destacarse en este caso. Por un lado, encontramos las dos regiones de Medelpad y Ångermanland (la zona más afectada por los recortes), que componen la provincia de Västernorrland, y las tres ciudades (Örnsköldsvik, Kramfors y Sollefteå) que se vieron afectadas por los recortes, además de la provincia en sí, que es la administración regional que decidió aplicar los recortes en la sanidad pública.

Otra escala se hallaría en la región de la Costa Alta, donde se ubican estas ciudades; la denominación más habitual en los circuitos turísticos y que se ha impulsado para promover la zona como destino turístico, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2000. Sin embargo, el nombre tradicional, Ådalen, empezó a hacerse cada vez más común para aludir a la población que se vería afectada por los recortes. El nombre de Ådalen ya no figura en los mapas ni en las señales de tráfico, y hoy día casi no se usa para referirse a la región que abarca la zona norte de la provincia de Västernorrland y las tres ciudades afectadas. Ådalen ha sido arrinconado de forma deliberada y ocultado en las sombras de la historia.6 Así que, ¿por qué no recuperarlo del cajón del olvido y volver a hablar sobre lo que sucedió allí?

Desde 1931, Ådalen ha sido el escenario de acontecimientos con una gran carga política. Para entender la fuerza que supone invocar el nombre de Ådalen, debemos remontarnos a la época de la industrialización en Suecia. En la década de 1920, Suecia figuraba entre los países con un mayor índice de conflictos laborales del mundo.7 Las huelgas siguieron siendo ilegales, pero cada vez más comunes, hasta la década de 1930, cuando varios hechos cambiaron esta situación conflictiva y situaron a Suecia en el camino hacia el acuerdo y el consenso entre los sindicatos y la patronal. Uno de estos hechos fue el Pacto de Saltsjöbaden, que sentó las bases para las siguientes décadas de relaciones laborales pacíficas.

Otro hecho anterior fue el conflicto laboral en Ådalen en 1931, marco de algunos de los complejos industriales de más envergadura durante el período de industrialización de Suecia y en el que la actividad forestal representaba una parte importante. La zona albergaba una gran cantidad de aserraderos y una industria naviera que suministraba los productos al resto de Europa. Justo antes de que empezara la Primera Guerra Mundial, las exportaciones de los aserraderos de Västernorrland representaban más del 25 % de los ingresos del país y la mitad de los ingresos por exportaciones en esta región del norte de Suecia. Durante ese período, también fue escenario de frecuentes y a veces violentas luchas laborales,8 una situación que alcanzó su punto álgido con el episodio, tristemente célebre, de 1931, cuando el ejército mató a tiros a cuatro trabajadores y un transeúnte.9

Este enfrentamiento se produjo entre los estibadores del puerto que prestaban su servicios a la industria forestal. Cuando se declararon en huelga para reivindicar mejores condiciones de trabajo, la administración del puerto llamó a los rompehuelgas, lo cual avivó aún más la ya tensa situación. Los trabajadores organizaron una manifestación y, ante este panorama, se desplegó al ejército para que restaurara el orden público. Este conflicto allanó en parte el triunfo del Partido Socialdemócrata Sueco (SAP) en las elecciones generales del año siguiente. En sus intentos por construir lo que más tarde se convertiría en el famoso Estado del bienestar sueco, la imagen de Ådalen y los conflictos que se habían vivido allí se presentaron como un ideal del espíritu de consenso como medio para crear un país moderno. Esto hizo que los enfrentamientos en Ådalen y otros lugares que condujeron a la creación del Estado del bienestar parecieran un vestigio del pasado que se debía olvidar y al cual nunca deseamos regresar.

Varios elementos permitieron vincular las injusticias del pasado con las actuales. Después de la segunda manifestación, el grupo de Facebook ‘Ådalen Despierta’ empezó a enlazar las similitudes entre las dos épocas y otro grupo de Facebook para la ocupación eligió el nombre de ‘Ådalen 2017’. En la prensa local, las conexiones parecían evidentes:

Nací en Ådalen a finales de los años cuarenta y fui testigo del cierre de muchos aserradores, el aumento del desempleo y muchos otros problemas en los años cincuenta. Mi padre se manifestó en Ådalen en 1931, donde fueron asesinados cinco de sus compañeros. Se manifestaban por sus condiciones de vida. Yo me manifesté en Lunde en 1981 para homenajear a mi padre y a todos los que le acompañaron. El domingo pasado, me manifesté en Härnösand por NUESTRAS condiciones de vida.
Margaretha Bodén, Sollefteå, Tidningen Ångermanland, 28 de abril de 2016, cartas a la redacción.

Cuando los medios nacionales empezaron a interesarse por las protestas, al iniciarse la ocupación —aunque también en algunas noticias anteriores—, los artículos se enmarcaban en torno a la idea de que Ådalen estaba alzándose de nuevo. Uno de los principales periódicos vespertinos nacionales, Expressen, escribió que “Ådalen se ha visto obligado a volver a sublevarse”, añadiendo que “cada zona del país en proceso de despoblación deberá hallar su Ådalen interno”, dado que la clase política parece incapaz de resolver el problema de los servicios sociales fuera de las zonas urbanas.10 El otro gran vespertino nacional, el Aftonbladet, siguió la misma línea, al publicar una tira cómica sobre el conflicto titulada ‘Ådalen despierta de nuevo’, escrita por un famoso autor y editor de la zona.11

   El uso del nombre Ådalen ayudó a establecer una conexión entre las injusticias de hoy y las de otras épocas, y demostró ser una forma eficiente de involucrar a la gente y animarla a participar en las protestas. La elección del nombre parece haber sido una estrategia deliberada de los y las activistas, y la creación de un contrapoder se formuló a través de las referencias constantes en los medios tradicionales y sociales a los recortes dirigidos específicamente contra Ådalen. El uso de la historia de las luchas laborales, que ejercieron una enorme influencia en la transformación de Suecia en un Estado de bienestar, ayudó a definir quién era el ‘nosotros’ que protestaba y que, una vez más, recibía un trato injusto. Después de 1931, la población de Ådalen fue vista como especialmente rebelde y propensa a movilizarse contra las injusticias, aunque fuera a costa de un alto precio. Esta identidad subversiva histórica proyectada sobre las personas que viven en Ådalen es útil hoy día cuando se enfrentan nuevas injusticias, como el menoscabo del bienestar contra el que resisten en estos momentos.

¿Dónde están las feministas?

Dado que la industria tiene un papel tan importante para el norte de Suecia, la desindustrialización que se inició en la década de 1960 dio lugar a varios conflictos laborales y huelgas salvajes en las décadas siguientes. Hubo una gran huelga de mineros en cuatro ciudades mineras en 1969, seguida de la huelga de la limpieza en 1974-75, que se extendió por todo el país y varias de las mismas ciudades mineras. Una de las soluciones a la desindustrialización impulsada por el Gobierno nacional consistió en sustituir los empleos perdidos en la industria por empleos en el sector público, en el que se contrató a muchas más mujeres de lo que se había hecho antes en la gran industria.

Los recortes en los servicios sociales suponen, precisamente, un golpe contra aquella solución. Esto desplaza el conflicto sobre la reducción del bienestar a nuevos entornos fuera de las áreas urbanas y afecta en particular a las mujeres, tanto por la pérdida de los servicios de atención médica como por la pérdida de su principal mercado laboral en el sector público. Esta realidad se reflejó en las movilizaciones, ya que las estadísticas de los primeros seis meses de la ocupación del hospital mostraron que las mujeres constituían la columna vertebral de la labor cotidiana para mantener las protestas. En el fondo de la cuestión, se halla el tema de la atención sanitaria de las mujeres y cómo el acceso desigual a ella puede tener repercusiones especialmente preocupantes en áreas poco pobladas, y cómo la falta de capacidad para la atención de urgencia puede convertirse en una lucha contra el tiempo y la distancia, la vida y la muerte.

La cuestión de la igualdad de acceso a la atención a la salud de la maternidad se convirtió, desde un buen principio, en un asunto de importancia política nacional, pero son las provincias las que deben resolverlo. Y aunque las personas que están ocupando afirman que no abandonarán la entrada del Hospital de Sollefteå hasta que recuperen la sala de maternidad, hay una pregunta que se ha pasado por alto: la de los trabajos de las mujeres en un sector de la sanidad pública cada vez más desprovisto de recursos y con unas condiciones laborales extremadamente precarias. ¿Cómo se puede incorporar la vida de las mujeres como trabajadoras en aquello que vale la pena proteger, sin centrarse únicamente en la función reproductiva de las mujeres? Las mujeres han sido una fuerza impulsora de gran parte de las acciones de protesta en torno al Hospital de Sollefteå, pero parece que aún resulta difícil movilizarse en torno al trabajo de las mujeres de la misma manera que sucede cuando se cierra una fábrica y se despide a los hombres.

Qué podemos aprender

Los procesos de reestructuración económica tienen distintos efectos según el lugar donde se producen. En Suecia, el fenómeno ha sido objeto de debates y estudios desde una perspectiva principalmente urbana. En las zonas poco pobladas del país, han cobrado importancia también otros tipos de reestructuraciones y líneas de conflicto, como la redefinición de los empleos en el Estado del bienestar que, en su día, se usaron para solucionar la reestructuración industrial. En estos momentos, uno de los conflictos más urgentes y que está sirviendo como base para movilización muy diversa de contrapoder se halla en la prestación equitativa de la sanidad pública en todo el país. Hay varias cosas que podemos aprender de las movilizaciones de Ådalen.

Una de ellas es la idea generalizada de que es en la ciudad donde sucede todo, que la mera cantidad de personas, de alguna forma, facilitará de por sí la acción colectiva. Puede que eso sea cierto, pero puede también que cuando las posibilidades para vivir en un determinado lugar se ven amenazadas, cuando se eliminan los servicios básicos que lo hacen viable, la gente movilice contrapoderes para luchar por su derecho a seguir viviendo donde nació o donde eligió instalarse. Este parece ser el panorama en la periferia del Estado del bienestar sueco, donde los servicios son escasos y están distribuidos de forma desigual.

Se podría incluso hablar de desiertos de servicios donde la vida cotidiana se está volviendo cada vez más difícil de manejar. Según una noticia de la televisión pública sueca (SVT), hoy alrededor del 10 % del país carece de servicios como consecuencia de los cierres de los últimos 50 años, pero especialmente de los últimos 10 años.12 Antes de convertirse en un desierto de servicios, la población de Ådalen ha optado por comenzar a luchar, demostrando que el campo también puede ser la base para crear un contrapoder progresista, a diferencia de como se suele retratar la movilización rural.

En este intento por formular un contrapoder, han invocado la historia, en este caso infame. Sin embargo, las historias no deben ser tan espectaculares para vincular las luchas actuales con las del pasado. Las historias de lucha —a poder ser con victoria incluida— pueden ayudar a formar contrapoderes que puedan resistir al incremento de las desigualdades. Estas historias no deben estar necesariamente en perfecta sintonía con el presente, ya que las luchas obreras en la zona marginada de Ådalen en 1931 están muy lejos de la situación actual de desmantelamiento del acceso de las mujeres a la sanidad pública en un Estado del bienestar rico. Sin embargo, podría ayudarnos a volver a conectar con formas de acción colectiva en un momento en que los problemas suelen entenderse como algo particular y que se considera que cada uno es responsable de solucionar sus propios problemas.

En este sentido, la atención de la salud pública pasa de ser un derecho de todos los ciudadanos y ciudadanas a convertirse en un problema individual, donde los buenos clientes se trasladan a donde los servicios son mejores. Esta individualización de los problemas 13 es contraria a la idea de que muchos problemas son compartidos por grupos más numerosos y distancian nuestras soluciones de la acción colectiva. Si no podemos pensar en términos de problemas colectivos, ¿cómo vamos a encontrar soluciones colectivas? El uso de las historias de acciones colectivas puede ayudarnos a reconectar a través de las desigualdades que muchas veces compartimos, y volver a conectarnos con victorias del pasado de las que nos habíamos olvidado.14

   En el caso de las protestas del Hospital de Sollefteå, la historia de las luchas y victorias del pasado, aunque estuvieran relacionadas con desigualdades de otra índole, se utilizaron para protestar contra las desigualdades creadas por la reducción del bienestar en la actualidad. La conexión de estas luchas generó un contrapoder que movilizó a una gran parte de la población en diversas acciones de protesta. Ådalen, como un zona con una gran carga política, con un trauma nacional de trasfondo, se ha convertido en un nombre muy útil para retomar en estos tiempos de lucha. Cada país tiene su propia historia de luchas y victorias, y reconectar con ellas podría ser una forma de participar en las luchas actuales.

NOTAS:

I. Aunque esta cifra se ha puesto en tela de juicio.

1. Polanska, D.V. (2017) «Reclaiming Inclusive Politics: Squatting in Sweden 1968-2016», Trespass: a journal about squatting 1(1):36-72.

2. Hasselbladh, H., E. Bejerot y R.Å. Gustafsson (2008) Bortom new public management. Institutionell transformation i svensk sjukvård. Lund: Academica Adacta.

3. Selberg, R. (2012) Femininity at Work-Gender, Labour, and Changing Relations of Power in a Swedish Hospital.

4. Fredriksson, K. (2017) ‘BB-ockupanterna svar på pinsförbudet: “Gratis pins till vårdanställda!”’, Aktuellt Fokus. 27 de junio.

5. Sundqvist, B., BB Ockupationen i Sollefteå – första halvåret. 2017, Facebook: Ådalen 2017 (Sollefteå BB Ockupationen).

6. af Geijerstam, J.S., Sörlin (2000) Det glömda Ådalen. Stockholm: Dagens Nyheter.

7. Nyzell, S. (2011) ‘Det kollektiva våldets gränser: Möllevångskravallerna i Malmö 1926’, Arbetarhistoria 2-3: 138-139.

8. Björklund, J. (1976) Strejk-förhandling-avtal: facklig aktivitet, arbets-och levnadsvillkor bland sågverksarbetare i Västernorrland 1875-1914. Avd. för ekonomisk historia, Universidad de Umeå.

9. Johansson, R. (2011) Kampen om historien-Ådalen 1931-Sociala konflikter, historiemedvetande och historiebruk 1931-2000. Stockholm: Hjalmarson & Högberg Bokförlag AB, Kammakargatan 11, 111 40.

10. Barr, B. (2015) ‘Snart behövs Ådalen i varenda landsände’, Expressen. 12 de octubre.

11. Jonsson, M. (2015) ‘Ådalen reser sig igen – serie av Mats Jonsson’, Aftonbladet. 15 de octubre.

12. Müller, A. (2017) En tiondel av Sverige saknar lokal service, in Sveriges Television. SVT: svt.se.

13. Brown, W. (2015) Undoing the Demos. Durham, NC: Duke University Press.

14. Tsing, A. (2009) ‘Supply chains and the human condition’, Rethinking Marxism 21(2): 148-176.

SOBRE LA AUTORA

Desirée Enlund es candidata doctoral en Geografía Humana en el Departamento de Geografía e Historia Económica e integrante de la Escuela de Graduados en Estudios de Género en la Universidad de Umeå, Suecia.

Traducción: Beatriz Martínez
Este artículo forma parte del informe Estado del poder 2018, editado en castellano por Transnational Institute (TNI) y FUHEM Ecosocial.