PAPELES celebra su 35 cumpleaños
PAPELES en sus 35 años: vocación y función de una revista crítica
Ángel Martínez González-Tablas
PAPELES nació en 1985 cuando la transición española daba, con todas sus ambigüedades y contradicciones, los primeros pasos: la democracia iniciaba su andadura marcada por la dureza de una reconversión económica llevada a cabo con criterios de realismo capitalista, planeaba la sombra del referéndum de la OTAN, se empezaba a constatar lo que significaba la transición pactada con los sostenedores de la dictadura y crecía un entorno ominoso alrededor del terrorismo de ETA, mientras en el ámbito mundial, con el desafío de la guerra de las galaxias, los euromisiles y la amenaza nuclear, se vivía el auge del movimiento pacifista en la última fase de la guerra fría,.
Fue entonces cuando FUHEM promovió una iniciativa pionera en España, el Centro de Investigación para la Paz (CIP), que desde sus inicios estuvo impregnado por una concepción amplia de su enunciado. En este marco nació la revista y a ese periodo corresponde su primera etapa, que duró hasta 1993 y en la que se publicaron, con distintos formatos, cuarenta y nueve números bajo el nombre de Papeles para la paz.
En la segunda etapa –entre 1994 y 1997, números 50 a 60- se hacen más explícitos, ya bajo el formato actual, los elementos de una mirada compleja y el título pasa a ser Papeles de cuestiones internacionales de paz, ecología y desarrollo.
La tercera tiene de paréntesis, el contenido queda en la penumbra y lo adjetivo se hace sustantivo, publicándose entre 1997 y 2007 los números 61 a 98, bajo el título de Papeles de cuestiones internacionales.
La cuarta –desde el número 99 publicado en 2007 hasta la actualidad- reconecta, bajo el nombre de Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, con la interpretación extensa de la paz enunciada en 1994, pero formulándola en los términos propios de una época muy distinta de la que vio el nacimiento de la revista. Al igual que veinte años antes fue pionera en la investigación para la paz, vuelve a serlo ahora al delimitar la problemática ecosocial – la articulación de sostenibilidad medioambiental, cohesión social y calidad democrática– como el campo en el que se dilucida el signo de los nuevos tiempos.
Papeles, sin ser una revista de actualidad, nunca a lo largo de su historia ha dado la espalda a la realidad, su alimento ha sido siempre lo que acontecía y su evolución ha sido fiel reflejo de los cambios acaecidos. Por ello, siendo una revista de pensamiento crítico en el ámbito de las ciencias sociales, pocas veces se ha dejado seducir por los cantos de sirena de la elucubración abstracta, especulativa y desiderativa.
Ahí están como muestra los debates de la paz, el referéndum de la OTAN, el desarme en la “era del exterminismo”, el despegue de la conciencia ecologista, la reconfiguración del orden mundial tras la desaparición de la URSS, la globalización y los cambios en el capitalismo hasta el momento actual, en el que priman las diferentes manifestaciones de la crisis ecosocial en que estamos inmersos y el análisis de las profundas amenazas que nos esperan si no somos capaces de abordar a tiempo un cambio global.
En el terreno personal, dan testimonio de esta trayectoria los sucesivos equipos directivos de la revista, sus Consejos de Redacción y Asesores, los autores que han escrito en sus páginas, los lectores que han sido su razón de ser y los patronatos de la FUHEM que a lo largo de estos treinta y cinco años han respaldado el proyecto. Papeles es una experiencia más excepcional de lo que nos gustaría en el panorama español, fruto de la interacción de todos estos componentes, una revista con perfil propio que ha sobrevivido a los avatares del trayecto sin, a la postre, perder identidad, capaz de mirar con responsabilidad al futuro complejo e incierto de nuestro tiempo.
Aunque la invitación del director de la revista a que, una persona que estuvo presente en su nacimiento y que sigue vinculado a la FUHEM, escriba la Introducción a este número 150 tiene mucho de reconocimiento simbólico a los que desde posiciones no siempre visibles la han hecho posible, objetivamente es también una oportunidad para reflexionar con libertad y sin ambages sobre sus rasgos de identidad y sobre las que deberían ser sus aspiraciones.
Es inevitable que al optar por unos contenidos, un perfil y unos destinatarios la revista renuncie a otras posibilidades que serían legítimas. No se puede querer todo a la vez. Lo que, en cambio, se le puede pedir, incluso exigir, es que sea coherente con el propósito que enuncia y que lo persiga sin concesiones. Su contenido puede ser susceptible de lecturas diversas, pero su intención y sus principios no deben ser ambiguos. Y seguirlos en los términos en los que se enuncian es un compromiso público.
En tiempos digitales, de redes sociales, fakenews y confusión, en la España diversa de una Europa difícil, debe ser pleno el desarrollo de nuestra condición de revista de pensamiento ecosocial, lo cual implica radicalmente crítico, desde una independencia real y profunda. Sin que la renuncia a la intervención política directa implique desatención a los actores sociales, al trabajo en red y a la interacción con enfoques afines.
En los temas que aborda, la revista tiene que ser una plataforma privilegiada sobre los problemas reales del mundo y de nuestras sociedades, tratados sin sectarismo de escuela o enfoque. Tiene que ocuparse con rigor de los que están en el debate público, analizar con escrupulosidad los que tienden a ser percibidos de forma sesgada, aflorar los que, subyaciendo, no tienen suficiente cobertura, conectar en tiempo real, en una época plagada de ruidos, con el mejor conocimiento científico.
Para conseguirlo tendrá que perseverar sin descanso en el complicado equilibrio entre rigor y accesibilidad. No se trata de asumir las exigencias formales de las publicaciones académicas, pero sí las del saber y la intelectualidad más seria, la que se ancla en la realidad, sin renunciar en todos y cada uno de los materiales que publica al nivel de calidad exigible a una publicación de prestigio y referencia, aceptando el reto de expresar las cosas de forma tan comprensible como sea posible.
Además, tiene que aceptar el desafío -inherente a una formulación que no es fácil de comunicar, que no va a favor de moda o corriente, pero que tiene espacio y función social- de estar presente y tener influencia, de construir y cultivar un entorno social vivo que, de una u otra forma, se sienta y sea partícipe.
No siendo una revista para convencidos, ni para quienes aspiran a encontrar un enfoque con respuesta para todos los interrogantes, Papeles tiene ante sí una doble prueba que le debe permitir contrastar en qué medida está avanzando en la función que pretende. De un lado, conseguir una interacción rica con el entorno más próximo: los autores que escriben en sus páginas, los miles de alumnos que se educan en los colegios de Fuhem, las familias que confían la formación de sus miembros más jóvenes a una institución con un proyecto del que la revista es expresión, los trabajadores y colaboradores de la Fundación; si estos colectivos no la conocen y no la hacen suya no es verosímil que vayan a hacerlo quienes están más alejados. De otro lado, Papeles tiene que lograr que sea excepción quién conociéndola no esté interesado en seguirla como fuente imprescindible de información, aunque lo haga desde la discrepancia. Asumamos sencillamente este doble baremo, como una prueba del algodón, con todas sus consecuencias.
En fin, aceptemos como hipótesis de trabajo que lo expuesto es a lo que aspirarían tantos que estuvieron en los orígenes y han estado en el desarrollo de Papeles. Gracias al director de la revista por poder expresarlo en este treinta y cinco aniversario que celebra su número 150. Se trata de recoger el guante.
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Ángel Martínez González-Tablas es expresidente y patrono de FUHEM