Entrevista a Guy Standing

«Los nuevos avances tecnológicos están agravando las desigualdades económicas y fortaleciendo el capitalismo rentista »

Lucía Vicent Valverde entrevista a Guy Standing en el número 140 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global sobre el concepto de precariado y la noción de renta básica.

Guy Standing, economista, profesor e investigador, fundador y copresidente de la Basic Income Earth Network (BIEN), ONG que promueve la renta básica como derecho y cuyas propuestas ensaya actualmente en un programa piloto en India. Stanting, que fue director del programa de seguridad socioeconómica de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha formulado el concepto de precariado. Además, es autor, entre otros, de los libros The Precariat: The New Dangerous Class (2011) y A Precariat Charter: From Denizens to Citizens (2014).

Lucía Vicent (LV): Usted identifica el precariado como una nueva clase social (diferente al proletariado) y distingue tres subgrupos. ¿Qué caracteriza a cada uno y qué relaciones existen entre ellos? ¿Cuáles son las respuestas de estos tres grupos frente a su situación?

Guy Standing (GS): Aunque está cambiando, el precariado es una clase en gestación, aún no una clase en sí misma con una conciencia única definida, ya que todavía se encuentra internamente dividida. En breve, se pueden identificar tres facciones o grupos dentro del precariado.

El primero es el que denomino atavistas, compuesto por mucha gente que siente que se ha quedado fuera de la vieja clase trabajadora o de las familias y comunidades proletarias y miran atrás a lo que imaginan como un “pasado perdido” de capitalismo industrial en el que ellos o personas como ellos estaban insertos en la sociedad a través de los llamados “derechos laborales” o derechos sociales. Los atavistas presentan un nivel relativamente bajo de educación formal y este grupo ha tendido a reaccionar frente a su pertenencia al precariado apoyando a grupos populistas neofascistas, incluidos los ejemplos destacados de Donald Trump y Marine Le Pen.

La segunda facción consiste en lo que llamo nostálgicos. Son aquellos dentro del precariado que sienten que han perdido un “presente” (un aquí y ahora), un sentido de estar en casa y de tener una casa. Este grupo está formado principalmente por migrantes y minorías étnicas que se sienten desconectados del grueso de la sociedad. Son denizens [moradores], no ciudadanos, con menos derechos que estos últimos. Tienden a ser políticamente pasivos, excepto cuando les ocurre algo particularmente dramático. Pueden sentirse progresistas; es poco probable que se sientan neofascistas.

El tercer grupo son los que denomino progresistas. Mientras que los atavistas tienen un sentido de relativa privación al pensar que han perdido un pasado y los nostálgicos presentan un sentimiento de carencia al pensar que han perdido un presente, los progresistas consideran que han perdido el futuro. Constituyen principalmente la parte del precariado con más estudios. Cuando asistieron a la universidad se les prometió un futuro, una carrera de desarrollo personal, pero como he recogido en los dos libros sobre el precariado, se han dado cuenta de que lo que les habían vendido era un “billete de lotería”. Se graduaron con la perspectiva de un largo periodo de inseguridad económica sin un futuro realista, y se produce un efecto de frustración sobre su estatus. Sin embargo, no son únicamente víctimas, dado que no se han dejado seducir por la agenda de la socialdemocracia del siglo XX de medir el éxito y el desarrollo a lo largo de la vida profesional en un “trabajo” estable. Buscan, efectivamente, el resurgimiento de la Ilustración dirigida a una recuperación de la igualdad, la libertad y la solidaridad social. Es esta tercera facción del precariado la que definirá la política progresista en la próxima década.

LV: ¿Existe una identidad común en el precariado como antes existía una conciencia de clase obrera? En caso afirmativo, ¿cómo movilizar a través de esta identidad al precariado?

GS: Creo que es demasiado romántico pensar que alguna vez existió una única conciencia de clase en el proletariado. Siempre ha estado compuesto de grupos con diversos enfoques sobre cuestiones como la raza, el género e incluso la ocupación. El precariado puede describirse como una clase en gestación, como indiqué antes, precisamente porque hay diferentes facciones con diferentes perspectivas o conciencias. Sin embargo, hay signos de que está instalándose una norma creciente en el precariado que es progresista en esencia. Esto se debe en parte a que hay mucha gente que está ingresando en el precariado procedente de la universidad y que están buscando unas nuevas políticas del paraíso, como he descrito en otro lugar. [1]

LV: En su opinión, ¿cuáles son las perspectivas para el empleo en el futuro escenario que plantea la robotización o Cuarta Revolución Industrial de la que se está empezando a hablar?

GS: Si se piensa en la actual revolución industrial en marcha ‒que no creo que sea la cuarta, ya que ha habido muchos periodos previos de cambio tecnológico rápido centrada en la informática y la electrónica, entonces puede pensarse erróneamente que vamos a ser testigos de una oleada de desempleo masivo debido a los robots, que reemplazarán el trabajo humano. Hay mucho trabajo que puede realizarse, y nuevas tecnologías tienden a generar nuevas formas de empleo y trabajo. Sin embargo, como sostengo en el reciente libro The Corruption of Capitalism,[2] sin duda los nuevos avances tecnológicos están agravando las desigualdades económicas y fortaleciendo el capitalismo rentista.

LV: Uno de los resultados de la tecnologización y del trabajo precario es la pérdida de un “relato” profesional. ¿Cuál es la reacción frente a este “desenraizamiento” en el plano laboral? ¿Puede encontrarse aquí el semillero para el ascenso de la extrema derecha?

GS: Típicamente, el precariado carece de una clara identidad o narrativa ocupacional en su vida. Esto se debe a su posición de inseguridad y a que no tiene el control sobre su tiempo. No implica una desvinculación del trabajo per se. La mayoría de las personas que pertenecen al precariado probablemente querrían desarrollar una profesión o un conjunto de habilidades junto a un sentido de la creatividad en el trabajo que realizan. Considero que esta es la razón por la que el ala más progresista del precariado apoya la renta básica. Son los que carecen de estudios quienes han apoyado a los grupos políticos de extrema derecha.

LV: Cuando algunos empezaban ya a hablar de «brotes verdes» y de «vuelta a la normalidad», usted advirtió que estábamos a las puertas de un cambio radical que posiblemente definirá la sociedad y la política en el siglo XXI. Usted menciona el estatus de denizen [morador] y el origen etimológico de precariado en “plegaria” ¿Nos aproximamos al fin de la época de los derechos universales? ¿Estamos en la antesala de una sociedad aún más dicotómica de “señores” y “siervos” que tienen que rogar por sus derechos, de privilegiados y desposeídos, sin apenas gradación intermedia (clase media)?

GS: Desgraciadamente, se ha venido registrando una pérdida sostenida de derechos de ciudadanía y, en general, la gente no se ha dado cuenta de lo que estaba pasando. El precariado ha estado perdiendo derechos culturales, civiles, sociales, económicos y políticos, como documento en mi libro El precariado, una carta de derechos.[3] Mencionas la palabra “plegaria”. Lo relevante aquí es que la raíz latina original de precariado es “obtener mediante la plegaria”. Lo que esto significa es que no pueden obtener nada como un derecho o como una obligación legal, sino que tienen que depender de pedir, rogar o mostrarse serviles ante los burócratas o las figuras en posición de autoridad.

No hemos alcanzado el fin de la era de los derechos universales. Sin embargo, debemos alzar nuestra voz y demandar la recuperación del universalismo. Esto es crucial en el debate sobre la renta básica. Existe una crisis de dominación de clase por la plutocracia que ha corrompido nuestra democracia y por una élite de multimillonarios que sirven los intereses de esa plutocracia. El precariado está dominado y explotado por mecanismos más allá de unos salarios raquíticos y volátiles. No considero que el concepto de clase media no sea útil. Asistimos a una fragmentación de clase en la que los plutócratas y la élite obtienen la mayor parte de sus elevados ingresos a través de diversas formas de renta mientras que el creciente precariado experimenta una reducción real de su salario y la pérdida de derechos sociales como la baja médica remunerada y la perspectiva de una pensión decente.

LV: Somos testigos de una corrupción sistémica (corrupción económica y política, de “puertas giratorias”), y muy especialmente en España. ¿Cómo se relacionan estos elementos?

GS: La corrupción de la política es una de las consecuencias más preocupantes y deprimentes de la era de la globalización y refleja el poder y el sesgo ideológico de la plutocracia. Si todo es mercantilizado, entonces los políticos pueden ser comprados por el capital. La política se ha convertido en una ocupación que sirve como trampolín. El peor rasgo es lo que he llamado el “Goldmansachismo”, que engloba a numerosos individuos que pasan de ser ejecutivos en Goldman Sachs a puestos de responsabilidad política y, de nuevo, de la política a Goldman Sachs. Los nuevos movimientos progresistas deberían plantear reivindicaciones para evitar esta práctica.

LV: Como usted ha indicado, la explotación del precariado se produce ya no solo en el trabajo asalariado, sino también fuera de él, por ejemplo a través del endeudamiento adquirido, que a su vez condena a conservar un empleo en las condiciones que sea. En su opinión, ¿cuáles han sido los principales mecanismos que actualmente intervienen en este círculo vicioso que atrapa a las personas en la precariedad? ¿Qué respuestas posibles y en qué ámbitos habrán de desarrollarse las alternativas que rompan con estos riesgos?

GS: El endeudamiento personal es un gran medio por el que se explota al precariado. Siempre ha existido el endeudamiento, pero por primera vez en la historia la deuda es sistémica y es manejada por el capital financiero. Se trata de un mecanismo tanto de control como de explotación. Si estás crónicamente endeudado puedes perder fácilmente la capacidad de pensar y actuar con coraje o de mirar más allá de mañana, metafóricamente hablando. La inseguridad producida por el hecho de estar muy endeudado tiende a reducir la estabilidad mental y la resiliencia.

Otro mecanismo de control es el estado y la naturaleza de la actual política social. La evaluación de medios económicos y las pruebas de comportamiento de cara a comprobar si corresponden subsidios constituye una fuerte erosión de libertades. Debemos luchar para revertir esas tendencias demandando un giro en la condicionalidad en las políticas sociales.

LV: En los últimos años, se debaten nuevas propuestas, y otras que no lo son tanto, como son la Renta Básica Universal o el Trabajo Garantizado, que podrían contribuir a mejorar las condiciones del empleo y las condiciones de vida de las personas. ¿Podría darnos su opinión sobre estas u otras alternativas que ayudarían a revertir el ascenso de la precariedad laboral?

GS: He defendido durante muchos años que una renta básica como derecho ciudadano es una respuesta esencial ante el crecimiento del precariado. Considero que la noción de Trabajo Garantizado es errónea y peligrosa. ¿Qué clase de trabajo sería “garantizado”? ¿Qué ocurriría si alguien rechaza un trabajo que algún burócrata dice que es “garantizado”? Es un camino hacia programas con contraprestaciones de trabajo por un subsidio y hacia una mayor explotación. En cambio, como he insistido en mi nuevo libro Basic Income: An how can make it happen,[4] una renta básica daría a las personas la sensación de controlar sus vidas y las permitiría en mayor medida realizar trabajos que no son empleo, como cuidar de sus ancianos padres o de sus hijos, o realizar trabajo para la comunidad. Es una propuesta emancipadora, y eso es lo que busca el ala progresista del precariado.

LV: Algunas aproximaciones reivindican una redefinición conceptual de la categoría de trabajo. ¿Está de acuerdo con la necesidad de revisar qué es el trabajo? ¿Qué dimensiones, relaciones y actividades son fundamentales a la hora de analizar el trabajo en su conjunto?

GS: Durante años he defendido que resulta de vital importancia distinguir entre trabajo y empleo. El empleo es lo que se realiza a cambio de un salario, para unos jefes o para el Estado. Constituye una forma de alienación. Resulta necesario tener un empleo en tanto que vivimos en una sociedad de mercado, pero no debemos mirar de forma romántica el empleo, ni, por descontado, pensar que nos puede proporcionar “felicidad”. Tenemos que hacerlo, pero la mayoría de la gente se ve obligada a mantener empleos que preferirían no tener. En contraste, el trabajo en un sentido amplio incorpora un valor de uso. Muchas formas de trabajo que no se caracterizan como empleo o se miden como empleo en las estadísticas de empleo disfuncionales que utilizan los gobiernos y las organizaciones internacionales tienen mucho más valor para nosotros y para las comunidades que muchas de las formas de actividad laboral.

Necesitamos un cambio radical respecto a lo que entendemos por trabajo y en las estadísticas elaboradas y publicadas por los gobiernos, que son vergonzosas.

Acceso al texto completo del artículo en formato pdf: Entrevista a Guy Standing.

 

NOTAS:

[1] Con la idea de políticas del paraíso, Guy Standing se refiere a la reinvención de la trinidad progresista de igualdad, libertad y fraternidad. La política del paraíso se basaría, según el autor, en el respeto de los principios de la seguridad económica y de todas las formas de trabajo y ocio, en lugar del duro trabajo de la sociedad industrial. Standing aborda extensamente este concepto en el libro El precariado, una carta de derechos, Capitán Swing, Madrid, 2014.

[2] Guy Standing, The Corruption of Capitalism: Why Rentiers Thrive and Work Does Not Pay, Biteback Publishing, Londres, 2016.

[3] Guy Standing, op. cit., 2014.

[4] Guy Standing, Basic Income: An how can make it happen, Penguin Books, Londres, 2017.

Traducción: Nuria del Viso