Utopías en la era de la supervivencia

Además de tomar como eje el Buen Vivir para su análisis de las utopías contemporáneas, el libro muestra la forma en que los contenidos discursivos asociados a la revalorización del lugar, la empatía en las relaciones sociales, la ciclicidad de la temporalidad y la atención de las experiencias vivas, revelan el talante de una época, en la que, poco a poco, se empieza a reconocer la necesidad de transformaciones estructurales de hondo calado, para sortear una crisis de cuyas soluciones dependerá la supervivencia de la humanidad en el planeta.

Omar Felipe Giraldo es doctor en Ciencias Agrarias por el Departamento de Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo y se tituló como médico veterinario por la Universidad en la Universidad Nacional de Colombia. Autor de numerosos artículos en revistas especializadas, actualmente realiza un posdoctorado en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México y es profesor de la licenciatura de Sociología en la misma institución. Sus líneas de investigación abarcan la ecología política, el pensamiento ambiental y la epistemología de los estudios rurales.

A continuación reproducimos, con permiso del autor, la introducción al libro, al que puedes acceder íntegramente en el enlace al final de la página.

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

«Esta es la encrucijada de la historia: o la muerte o la simbiosis».
Michel Serres
El Contrato Natural

El médico helénico Hipócrates fue el primero en utilizar el término crisis para referirse al momento decisivo en la enfermedad de un paciente, durante el cual el curso de una enfermedad podría, o bien resolverse hacia el restablecimiento de la salud, o por el contrario, evolucionar hacia el desenlace fatal. De manera que la palabra crisis, derivada del lenguaje de la medicina, enuncia un lapso crucial, en el que cierta patología puede tomar cualquiera de los dos caminos. Recordar la anterior definición, sirve para llamar la atención sobre el hecho de que la crisis ambiental contemporánea es una etapa de inflexión que debe ser interpretada como un periodo de disyuntiva civilizatoria, en cuyos fatídicos posibles se encuentra la consumación del animal humano, gracias a sus propios méritos. Ésta es la razón por la cual he resuelto denominar a nuestro presente, la era de la supervivencia, como una forma de nombrar una época de profundas decisiones existenciales, de las cuales dependerá la conservación de nuestra especie en el planeta.

Vivimos una era turbulenta, en la cual existe una documentada evidencia del riesgo de autoextinción a consecuencia de la insostenible civilización construida. Sin exageraciones apocalípticas, pero con sustento científico, el suicidio colectivo es uno de los sentidos anunciados por el cual podemos optar en caso de continuar la ruta transitada. La buena noticia, por lo menos siguiendo las definiciones médicas, es que las crisis no solo conducen a resoluciones trágicas o a catástrofes inevitables, también existe la opción de que el paciente recupere la salud, lo que para nuestro caso significa escoger la alternativa de crear las condiciones adecuadas para sobrevivir –y de hacerlo con dignidad–. Es esa la vía en la cual comienzan a circunscribirse las utopías del siglo XXI, o por lo menos, es la interpretación que en las siguientes páginas trataré de sostener.

Aunque la palabra utopía a menudo se emplea en sentido negativo para denotar denigrantemente un proyecto optimista que parece fantasioso desde el momento de su misma formulación, en el presente libro se utiliza este concepto para referirse a proyectos políticos posibilistas, siempre en aras de su realización. Se pretende mostrar que los discursos de las utopías en la era de la supervivencia están configurándose en disputa con los símbolos culturales de la modernidad capitalista y estructurándose en torno a la reproducción de la vida. Dicho en otras palabras: se explicará cómo las utopías contemporáneas están buscando fines distintos de aquellos trazados por el proyecto de la civilización occidental moderna.

El Buen Vivir es un ejemplo ilustrativo de este fenómeno, en la medida en que es una buena muestra de los lenguajes, preocupaciones y objetivos de las utopías de comienzos de siglo. En lo básico podría decirse que el Buen Vivir es un proyecto político alternativo que ha surgido recientemente en Latinoamérica –especialmente en Ecuador y Bolivia–, el cual ha capturado la atención de movimientos sociopolíticos, y ha despertado un creciente interés en espacios académicos de distintas latitudes. Es prueba de su relevancia política su presencia como paradigma orientador de las constituciones de ambos países. A mi juicio, en el contexto latinoamericano, el Buen Vivir es la más atrayente alternativa a la modernidad capitalista.

Los principios fundamentales han sido tomados de las culturas aymara y quechua, y de las expresiones suma qamaña y sumak kawsay, las cuales, en términos generales, podrían definirse como el arte de vivir en equilibrio y armonía con lo existente, por medio de la comprensión y la experiencia plena, de que todo está interrelacionado con lo demás. El concepto hace hincapié en una vida plena, con acceso a lo suficiente y necesario en absoluta correspondencia con el bienestar de la Madre Tierra y el de los demás seres humanos. El enunciado “no se puede Vivir Bien, si los demás viven mal” podría resumir el fin de una sociedad comunitaria e interdependiente, guiada por los principios de la complementariedad y la reciprocidad, según propone su discurso y a lo que aspira su práctica política.

Según podrá apreciarse, es una filosofía absolutamente profunda –y con frecuencia muy mal interpretada–, que debe comprenderse en toda su riqueza. No puede equipararse de ninguna manera al desarrollo o al progreso, ni a las nociones de bienestar o calidad de vida. Es una utopía que para su realización demanda de agudas transformaciones culturales y de la revisión de las bases mismas de la civilización occidental moderna.

No está de sobra anotar que el proyecto no se restringe, ni mucho menos, a las acciones de los gobiernos de los países en cuestión. De hecho, cuando uso la expresión “utopía del Buen Vivir”, no estoy haciendo alusión a la ejecutoria de los proyectos gubernamentales en curso, sino a la construcción política que ha venido entretejiéndose por parte de movimientos sociales, académicos y diferentes actores en distintas partes de Latinoamérica. De modo que no reduciré el proyecto a los ejercicios y enunciaciones personales de ciertos gobernantes, o a los artículos constitucionales de los países que la han adoptado, pues considero que hacerlo significaría abaratar la propuesta e innecesariamente despojarla del filo con la que ha emergido.

La anterior advertencia sirve para aclarar que la hermenéutica que en ocasiones haré del discurso de ciertos políticos –en especial en el capítulo 3 y 4–, no tiene el propósito de reflexionar sobre sus opiniones, ni sobre la legislación hasta ahora aprobada para regularla. Se trata de entender las enunciaciones que poco a poco se han impuesto al discurso de esos sujetos. Como podrá apreciarse, la imbricación de sus enunciados no es ni coyuntural ni fortuita; tampoco es un asunto ideado por unos individuos particulares ubicados en cierto nivel de poder. El orden de este nuevo discurso utópico es, en cambio, un asunto de época, con antecedentes de diverso tipo, el cual se encuentra situado en un sistema global que es preciso develar.

En realidad, este libro puede ser leído como el intento por entender la manera en que un proyecto político de este tipo pudo surgir en el mundo contemporáneo, pero también, como el esfuerzo por aportar con algunas herramientas teóricas a la complejidad de realización de una utopía tan ambiciosa.

Respecto a este último objetivo, la investigación en su primer capítulo, parte del reconocimiento de la necesidad de atender la sofisticación de dispositivos de poder que reproducen el orden existente. Como se sabrá, la ingenuidad de muchas utopías está en el hecho de ignorar que no solo somos artífices de un futuro a ser construido, sino que además estamos marcados por la historia heredada. De modo que la gran pregunta no está únicamente relacionada con las sociedades alternativas que debemos imaginar. Al mismo tiempo, debemos interrogarnos sobre la forma en que se pueden llevar a cabo esos sueños en medio de la sofisticación de los mecanismos de poder que hacen perdurar los regímenes de dominio. Efectivamente, esta primera sección debe entenderse como un marco teórico que reunirá algunos conceptos para ayudar a interpretar la utopía del Buen Vivir, y como un entramado de instrumentos que aportará algunas claves para su realización pragmática.

En lo específico, se acoge la propuesta de contraponer ideología y utopía, en la medida en que se acepta que la ideología es el medio más útil para mantener el estado de cosas, y por lo tanto, la fuente de significaciones más rica para la elaboración de cualquier utopía. De hecho, no se escogió iniciar por la descripción detallada de los contenidos del Buen Vivir, sino por un plexo abstracto de conceptos que reúne algunas categorías que ayudan a guiar la discusión a lo largo de la investigación. El propósito es evitar la candidez que supone hablar de transformaciones y cambios en la sociedad, sin atender primero la dificultad de desprenderse de los presupuestos ideológicos recibidos del pasado.

En el segundo capítulo se intenta desandar el camino que nos ha conducido a la crisis de la civilización. Particularmente se abordan las ideologías modernas instituidas como discursos de verdad, cuyos contenidos mantienen las soluciones a los problemas de hoy, cautivas en un círculo vicioso y sin alternativa de escape. El objetivo, por un lado, es comprender las causas estructurales y las enfermedades sistémicas que hacen que los problemas se reproduzcan y se perpetúen a sí mismos; y por el otro, contribuir a liberar el campo discursivo de las ideologías modernas, para ayudar a que las alternativas utópicas se mantengan alejadas de la cercanía de los regímenes de verdad y las prácticas modernas. Es importante tener en cuenta que la crítica que se hará durante todo el capítulo, parte desde una perspectiva de civilización diferente, la cual, en palabras de Guillermo Bonfil Batalla (1991:84), pone en el centro de las críticas las premisas fundadoras y los caminos propuestos o recorridos, “porque cuestiona en primer término el punto al que se quiere llegar”.

Atendiendo el marco teórico presentado en la primera parte, en el tercer capítulo se presenta el Buen Vivir como una utopía, la cual se mantiene en una dialéctica constante con la crítica a las ideologías de la modernidad desarrollada en el capítulo 2. Inicialmente se exponen los principios epistemológicos de la relacionalidad de todas las cosas, la complementariedad, la reciprocidad y la ciclicidad de la temporalidad. En esa sección se intenta hacer una tematización de algunos presupuestos ontológicos y epistémicos alternativos, inspirados en las racionalidades vivas de algunas sociedades rurales latinoamericanas, para luego mostrar cómo los mismos podrían aterrizarse en algunas propuestas políticas específicas. Particularmente, se discuten las reformas que hasta el momento se han emprendido en Ecuador y Bolivia, y se debaten algunos de los desafíos que la utopía ha debido enfrentar en la práctica.

Durante el cuarto capítulo se hace una genealogía del Buen Vivir, con el fin de encontrar la historia de las ideas que nutren su discurso. En este apartado utilizo la metodología de la arqueología de Michel Foucault, la cual, en términos muy generales, consiste en encontrar los entrecruzamientos de acontecimientos y enunciados de orígenes aparentemente distintos, que explican la emergencia de una práctica discursiva. La hipótesis de trabajo consiste en que el tema de la no asegurada supervivencia de la especie humana en el planeta a causa de la degradación ambiental antropogénica, es el eje que articula diversos enunciados de orden muy diferente, pero que pueden rastrearse con relativa facilidad en el pensamiento occidental. En efecto, se plantea que el quiebre del discurso utópico surgió en el periodo comprendido entre 1985 y 1995, aunque sus enunciados se siguen de diversas situaciones acaecidas durante todo el siglo XX.

Se analizan de manera específica los entreveramientos del miedo a la autoextinción de la humanidad por el holocausto nuclear; las evidencias científicas en torno a la degradación ecológica; el derrumbamiento del bloque socialista; el crecimiento del movimiento indianista en Latinoamérica y la “etnización” de su discurso; el renacimiento de los mitos occidentales del milenarismo, el Jardín del Edén y la Edad de Oro; la actualización de las utopías rurales, y la transformación del paradigma científico y las correspondencias con las filosofías de los pueblos no occidentales.

Aunque parezcan acontecimientos de un orden enteramente diferente, se mostrará cómo el Buen Vivir puede remitirse a las interrelaciones de todos esos sucesos, para que al final se pueda hablar con los enunciados políticos con los que hoy la utopía está hablando. Finalmente el propósito en esta parte es mostrar que las utopías en la era de la supervivencia responden a una época específica, y que sus soluciones atienden a todo un entramado de situaciones de un orden mayor, con las cuales se proponen caminos alternativos para tratar de cambiar el rumbo suicida en el que nos encontramos.

En el quinto capítulo se explica la manera en que el discurso del Buen Vivir se sitúa en el contexto de los debates de la globalización contemporánea. En concreto, se discute como el recorte en la percepción de la temporalidad lineal e infinita orientada hacia el futuro, incide sobre las fuentes de inspiración de los nuevos discursos utópicos, y las respuestas en las acciones colectivas de los movimientos sociales latinoamericanos en el marco del neoliberalismo. Posteriormente, se expone la ubicación de este proyecto en el contexto de la crisis del capitalismo y el descreimiento de los discursos del “desarrollo”, aunque también se plantea la sospecha de si discursos como éstos son un instrumento útil al sistema mundial de poder. Se retoman las críticas de varios autores frente a lo que ellos han llamado despectivamente el “pachamamismo”, y se advierte sobre los perjuicios que dichos discursos podrían estar generando en los pueblos históricamente oprimidos y subordinados.

Finalmente, como una forma de concluir, se bosquejan algunas reflexiones sobre los retos que un proyecto de este tipo tiene que afrontar durante el paso del discurso a la acción. Ahí se retoman los postulados presentados a lo largo de la investigación y se arguye que las transformaciones anheladas por la utopía del Buen Vivir, deben hacerse directamente sobre los símbolos de la cultura, lo cual implica una revolución total de los fines mismos de la educación, así como de los contenidos y formas del aprendizaje. Las conclusiones se enfocan en la dirección en que podrán introducirse cambios en las legislaciones, reformas económicas o políticas, aunque se deja claro que mientras no transformemos los presupuestos ontológicos que hemos heredado de la modernidad, no estaremos a la altura de una transformación como la que requiere una era en la cual se determinará nuestra permanencia en el planeta.


Utopías en la era de la supervivencia. Una interpretación del Buen Vivir, de Omar Felipe Giraldo