REFERENTES: Francisco Fernández Buey

La sección REFERENTES del número 149 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global dedicado a las Utopías, recoge dos textos de Paco Fernández Buey: Charles Fourier y los elementos positivos de la utopía (1974) y Utopía y vocación científica en la representación socialista moderna de la sociedad capitalista (1990), que forman parte de una de las inquietudes y temáticas que acompañaron al autor hasta el final de sus días: la utopía y los pensadores utópicos, y su consideración y papel en la tradición marxista y en otras tradiciones emancipatorias.

Ambos textos vienen precedidos por una Presentación elaborada por Salvador López Arnal, bajo el título: Francisco Fernández Buey: elementos positivos de la Utopía.

A continuación, ofrecemos un pequeño fragmento de los dos textos y un enlace para poder descargarlos en formato pdf.

Utopía y vocación científica en la representación socialista moderna de la sociedad capitalista.

Francisco Fernández Buey

Conferencia impartida en el Instituto Simancas de Valladolid en septiembre de 1990.

La vocación científica, la aspiración al análisis científico de la sociedad, ha sido un rasgo característico de los programas socialistas desde sus primeras formulaciones modernas.

Expresada con mayor o menor fuerza y con tonalidades distintas, esta aspiración la encontramos en todos los grandes del pensamiento socialista del siglo XIX: en Proudhon y en Marx, en Owen y en Cabet, en Herzen y en Chernichevski, en Engels y en Garrido.

La aspiración a hacer ciencia social para, basándose en ella, transformar en un sentido igualitario una sociedad en la que reinaba la injusticia y la desigualdad fue algo compartido, en la segunda mitad del siglo pasado, por todas las corrientes socialistas. Con matices cuya importancia habrá que ver, libertarios y marxistas, socialistas, anarquistas y comunistas de las diferentes nacionalidades europeas subrayaron una y otra vez que la capacidad para comprender científicamente lo que era la sociedad capitalista distinguía de forma radical el moderno ideal emancipador de la milenaria lucha del hombre oprimido contra el mal social.

No solo eso: algunas de las corrientes socialistas que mayor implantación llegaron a tener entre los trabajadores de la industria mantuvieron con mucho énfasis que sin ciencia no podía haber liberación, que sin conocimiento científico el trabajador no lograría desalienarse.

Esta coincidencia tan amplia se explica, naturalmente, por el prestigio social que a lo largo del siglo XIX fuera adquiriendo la ciencia en la mayoría de las sociedades europeas, y sobre todo en aquellas que habían dado los primeros pasos en el camino de la industrialización.

Con razón ha denominado David Knight la era de la ciencia al período histórico que va desde la revolución Francesa de 1789 hasta los años de la Primera Guerra Mundial. Pues en esa época, que casi coincide con el siglo XIX, se institucionaliza la ciencia y el adjetivo científico pasa a ser de uso corriente para designar profesiones y actividades.

Leer más

 

Charles Fourier y los elementos positivos de la utopía

Francisco Fernández Buey

Hoy [1974] ya no puede caber duda acerca de la revalorización de la utopía de Charles Fourier que se está operando en los países de capitalismo avanzado en la última década. Referencia explícita a Fourier –y más en general a los filósofos sociales del primer tercio del siglo XIX llamados por Marx y Engels «socialistas utópicos»– hay ya en las declaraciones de algunos de los más conocidos protagonistas del mayo-junio francés de 1968.

Declaraciones que, sin entrar en el análisis concreto de aquellos elementos de la doctrina fourierista que, según estos portavoces habría que reivindicar en la actualidad, sitúan muy en primer plano la necesidad de oponer un proyecto global de nueva sociedad ante la falta de futuro constatada no solo en la ideología burguesa oficial, dominante en el capitalismo maduro o capitalismo monopolista de Estado, sino también en los programas de las organizaciones políticas tradicionalmente mayoritarias de la clase obrera.

Sería excesivo, sin embargo, atribuir a los dirigentes estudiantiles del 68 la paternidad exclusiva de la argumentación que sirve de base a esas declaraciones. Se trata, por el contrario, de una argumentación ampliamente difundida durante los años sesenta en los medios intelectuales del occidente capitalista y que echa sus raíces en una triple observación:

  1. La crisis general de la ideología burguesa en los países de capitalismo avanzado es ya un hecho, como lo revela la posición meramente defensiva de la clase dominante en estos países ante los proyectos de cambio en todos los órdenes de la base material y de las principales sobreestructuras institucionales de la misma; esa posición defensiva solo se manifestaría ofensivamente por medio de la extensión del militarismo (carrera armamentista), de los controles policíacos (constante aumento numérico de las fuerzas de policía y progresivo perfeccionamiento técnico del armamento represivo puesto a su disposición), de las medidas restrictivas introducidas en el parlamentarismo (tendencia al presidencialismo) y, finalmente, por medio de la demagógica afirmación de supuestas libertades que opera como palanca para la “integración” de las clases sociales oprimidas y disparadero de actividades adormecedoramente consumistas. Todo lo cual no deja lugar para el desarrollo de la imaginación creadora, la voluntad humana y los auténticos valores morales del hombre.
  2. Pero a esa ausencia de proyecto para el futuro –se observa también en la misma argumentación– el actual movimiento socialista de los países capitalistas avanzados no parece oponer más que un inmediato marco de reformas de mayor o menor amplitud (aunque siempre tímidas y no negadoras globalmente del «sistema ») cuya implantación gradualista prolongaría desmesuradamente la etapa histórica de la transición y alejaría a las brumas de un porvenir impalpable el momento de la revolución verdaderamente liberadora, el momento del fin de la explotación del hombre por el hombre, de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y del fin del reino de la necesidad. Esa prolongación y ese alejamiento admitidos como programa de actuación serían, por otra parte, un síntoma de debilidad y de crisis en un movimiento que, al mismo tiempo, y contradictoriamente, afirma la suficiente maduración de la contradicción básica de la formación económico-social capitalista.
  3. A todo lo cual habría que unir la ausencia de un proyecto global, en el sentido socialista, en aquellos países en los cuales con más o menos profundidad se ha consumado la abolición de la propiedad privada de los principales medios de producción. Pues, en efecto, el nuevo ordenamiento social arduamente conquistado en esos países, después del período de transición «muy provechoso moralmente» que preveía Engels en 18913 y que sirvió de bandera para importantes contingentes revolucionarios hasta los años cincuenta del presente siglo, no parece constituir ya un ejemplo a seguir en las condiciones actuales teniendo en cuenta la pérdida, patente en esos países no-capitalistas, de valores elementales de la moral socialista (como el internacionalismo proletario) y la implantación y difusión en la mayoría de ellos de unos criterios «desarrollistas» análogos a los de los países capitalistas, criterios que solo pueden conducir a la aparición de un nuevo individualismo.

De esas observaciones se desprende, obviamente, la conclusión aludida de una alternativa global de sociedad de nuevo tipo y, por tanto, la necesidad de empezar de nuevo el movimiento, en un sentido auténticamente socialista, por la liberación de las clases sociales dominadas. Pero nunca se empieza totalmente de nuevo.

Y de ahí las afirmaciones programáticas de vuelta a los principios teóricos del siglo XIX revolucionario o, a lo sumo, a la práctica del movimiento revolucionario de los años veinte del presente siglo: la vuelta a Marx, predominantemente al Marx de la «Liga de los Comunistas», la vuelta a la problemática de los consejos obreros de la izquierda de la III Internacional o, con mayor radicalismo histórico, la vuelta a los clásicos del «socialismo utópico» y particularmente a Fourier.

Leer más