¿Nucleares? No gracias.10 años de Fukushima

 

 

Se cumplen 10 años ya del fatídico 11 de marzo de 2011 cuando se produjo en Japón un potente terremoto de magnitud 9 en la escala Richter, considerado como el seísmo más poderoso que ha azotado Japón desde que el país comenzó a llevar el registro de los seísmos en el siglo XIX.

Al terremoto le siguió el tsunami. En menos de una hora se sucedieron una serie de gigantescas olas que permitieron que el maremoto penetrase en la central de Fukushima, con unas consecuencias devastadoras, los técnicos perdieron por completo el control de la central y de todos sus reactores, causando fallas en la planta nuclear y la liberación de contaminación radioactiva.

Lo ocurrido en la central de Fukushima fue clasificado, según la Escala Internacional de Accidentes Nucleares, como un accidente de nivel 7, calificación que constituye el máximo valor de la escala, y que solo había sido utilizado una vez más en la historia: con el accidente de Chernóbil de 1986.

El área ecosocial de FUHEM a través de su revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global ha reflejado los debates sobre las ventajas e inconvenientes  de la utilización de la energía nuclear, las consecuencias ambientales de su uso y de los residuos radiactivos que genera, las resistencias ciudadanas a proyectos de minería de uranio y las respuestas ante una industria nuclear que se postula como una solución a las emisiones de gases de efecto invernadero, alegando que la producción de electricidad a partir de la energía nuclear está libre de emisiones de CO2.

Por ello, desde el Centro de Documentación Virtual de FUHEM Ecosocial hemos seleccionado algunos artículos publicados en la revista desde el año 2007, que recogen análisis, entrevistas y diálogos de expertos en la materia.

La selección comienza con un diálogo entre Eduardo González y Francisco Castejón, moderado por Mónica Lara del Vigo aparecido en el número 100 de PAPELES sobre las ventajas e inconvenientes de la utilización de la energía nuclear.

El número 106 (2009) publica un texto de Eduard Rodríguez Ferré Y Salvador López Arnal que aborda el marco –político, económico, militar, de seguridad, de (des)información a la ciudadanía– en el que se suele mover y proyectar la industria nuclear, bajo el título El poder del lado oscuro de la fuerza. Presiones, falacias e intereses atómico-nucleares

Los mismos autores que nos hablan en 2011 sobre la catástrofe de Fukushima, dando la vuelta al lema publicitario del poderoso lobby nuclear internacional que decía que la energía nuclear, es ilimitada, limpia, barata y segura (113).

Ni es ilimitada dada las reservas internacionales de uranio; ni es limpia analizada en su conjunto; ni es barata si sumamos todas las externalidades y el inmenso pozo sin fondo que representa el tratamiento de los residuos radiactivos.

Juan Masiá Clavel en el artículo publicado en PAPELES 125 cuestiona la armonía ecológica en la tradición oriental de equilibrio entre identificación con la naturaleza y manipulación tecnológica, así como la armonía social de una cultura de la concordia comunitaria, tras la tragedia de Fukushima.

Salvador Lopez Arnal entrevista en el número 128 a Andrés Martínez Lorca sobre las secuelas de la tragedia ocurrida 1966 cuando chocaron sobre el cielo de Palomares, una aldea de la costa levantina de Almería, dos aviones militares norteamericanos, un B-52 cargado con cuatro bombas atómicas de hidrógeno y un avión nodriza KC-135 que lo abastecía de combustible en pleno vuelo. Dos bombas atómicas se rompieron e incendiaron provocando en la zona una grave contaminación de uranio y plutonio. Una tragedia de la que ni entonces, ni tampoco a lo largo de la Transición, se informó adecuadamente a la opinión pública española, ni tampoco de las secuelas que todavía afectan al terreno y a sus habitantes.

PAPELES 135 recoge las preguntas que se hace el escritor sueco Henning Mankell sobre los residuos radiactivos: ¿van a ser los residuos radiactivos, el oscuro legado que nuestra Humanidad dejará a las futuras generaciones? ¿Serán los residuos nuestros agujeros negros? ¿Cuál será nuestra responsabilidad en futuros y trágicos escenarios?

Ante la gran preocupación sobre el cambio climático y sus efectos entre la población, la industria nuclear se postula como una solución a las emisiones de gases de efecto invernadero, alegando que la producción de electricidad a partir de la energía nuclear está libre de emisiones de CO2. Xavier Bohigas en su artículo Centrales nucleares, emisiones de CO2 y cambio climático (PAPELES 138) comenta diversos estudios que muestran que la energía nuclear no está exenta de emisiones de CO2, tanto si analizamos todo el ciclo de vida de una central nuclear, como si nos restringimos a la fabricación del combustible nuclear.

La energía nuclear no es una alternativa para mitigar el cambio climático, pues tiene enormes inconvenientes en comparación con la opción de las energías renovables.

A través de dos artículos aparecidos en los números 135 y 140, José Ramón Barrueco analiza las consecuencias medioambientales del conflicto generado en Salamanca, en pleno corazón de la dehesa, en la que ha fijado sus intereses una empresa de origen australiano que pretende explotar una mina de uranio.

Los textos revisan los avances y avatares de la resistencia de la Plataforma Stop Uranio y otros agentes de Retortillo (Salamanca) y alrededores, donde se ubica este proyecto (aún sin aprobar) de la empresa Berkeley Minera España, que ya ha causado cuantiosos impactos ecológicos y sociales en la zona.

En una nueva entrevista de Salvador López Arnal esta vez a Miguel Muñiz Gutiérrez para el número 142 de PAPELES sobre la industria atómica y la lucha antinuclear, se exponen diversos motivos para rechazar la energía nuclear:

  • Los impactos en la salud de la contaminación radiactiva que emite el funcionamiento cotidiano de cualquier reactor atómico, al emitir más de 40 tipos de elementos radiactivos. Como esa radiactividad va al medio ambiente, tiene la posibilidad de entrar en el organismo a través de los alimentos o el agua.
  • Seguridad: basta recordar Chernóbil en 1986 y Fukushima. Catástrofes irreversibles a escala humana, porque han dejado su huella en todo el planeta.
  • Los residuos radiactivos: residuos con los que no se sabe qué hacer, muchos de ellos con una actividad de cientos de miles de años, en los que serán peligrosos y que son una herencia envenenada de esta era que ya denominamos el Antropoceno.
  • La vinculación de la industria nuclear civil y militar, no solo por las bombas de uranio, plutonio o hidrógeno, sino sobre todo por los proyectiles de munición de uranio empobrecido; unos proyectiles que se están usando en todas las guerras que han estallado desde 1991, que se usan para perforar blindajes. Unos proyectiles que cuando explotan contaminan con radiactividad, y para muchos años, los lugares en que han explotado, provocando enfermedades en la población

Por último, queremos destacar el artículo de Tica Font para PAPELES 149 que bajo el título: Utopía y Antropoceno: críticas y respuestas al reto nuclear, la autora habla sobre cómo el reto nuclear se compone de encontrar una respuesta al almacenaje de los residuos y afrontar el elevado número de armas nucleares existentes.

Reto de los residuos nucleares

Este reto tiene dos procedencias, los residuos de la industria nuclear, en concreto para la producción de energía, y los residuos procedentes de las pruebas de armas nucleares. El legado nuclear que la industria de este sector ha acumulado a lo largo del siglo XX y que dejamos para la vida futura es un problema con importantes repercusiones económicas, ambientales y sociales.

Según la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), actualmente hay más de 370.000 toneladas de residuos, de ellas 250.000 toneladas son de combustible nuclear almacenadas y 120.000 toneladas de combustible nuclear gastado reprocesado, a las que habrá que añadir las procedentes de cientos de instalaciones en vías de desmantelamiento.

El 98% de estos residuos provienen de centrales nucleares, el resto provienen de hospitales, centros de investigación, centros de producción de isotopos o de instalaciones militares (fábricas de armas o el combustible para reactores de propulsión de submarinos)

La construcción de cualquier forma de almacenamiento tiene unos requerimientos tan singulares que todavía hoy en día no se ha encontrado una solución técnica y segura al almacenamiento de estos residuos.

En definitiva, no hay ninguna propuesta que demuestre que los residuos de alta actividad se vayan a mantener aislados del entorno durante decenas de millones de años. Por eso, «dada la escala de tiempo de la que hablamos, hay que tomarse un tiempo para decidir qué hacemos con este legado de residuos nucleares»