Guerra y armas, dos conceptos cada vez más difusos

Guerra y armas, dos conceptos cada vez más difusos

 Tica Font 

El final de la Guerra Fría supuso una victoria del bloque occidental, con Estados Unidos como líder del grupo y una derrota del bloque soviético, con Rusia como líder. El final de la guerra comportó la rotura de un mundo bipolar y el nudo de conflictividad mundial dejó de ser Este–Oeste. Los conflictos armados a partir de este momento dejan de estar alineados con el nudo de conflictividad mundial y empiezan a aparecer términos para diferenciar estas guerras de las anteriores.

Se han llevado a cabo muchas investigaciones sobre estas guerras de post Guerra Fría y desde diversos enfoques. Desde el punto de vista de la seguridad Mary Kaldor1 acuñó el término “nuevas guerras”2 y Mark Duffield3 abordó estas nuevas guerras desde el binomio seguridad–desarrollo. Estos y otros muchos autores alrededor del año 2000 describen las nuevas guerras enfatizando sus diferencias con las guerras anteriores, sean la II Guerra Mundial o la Guerra Fría, y buscan las nuevas señas de identidad de los conflictos surgidos a finales del siglo XX.

En estos primeros años del 2000 se hizo necesario acudir a métodos comparados para poder afirmar que realmente existían diferencias entre los conflictos del pasado y los actuales. Para ello, era necesario elaborar categorías de comparación y herramientas a través de las cuales pudiéramos explicar las diferencias y similitudes. Kaldor estableció su punto de comparación o punto de partida en la Guerra Fría, y autores como Munkler lo harán respecto a las guerras de la Edad Moderna.

Otros autores, entre ellos Newman,4 consideran que no se puede hablar de “nuevas guerras” como un fenómeno que presente rasgos identificativos diferentes de los conflictos conocidos hasta ahora. Newman defiende que las diferencias entre estos conflictos y las guerras tradicionales se han exagerado, que no han cambiado tanto, y apunta que lo que ha cambiado es nuestra aproximación y análisis de estudio y sobre todos los medios de comunicación.

El objetivo de este trabajo no está en sopesar cuánto hay de nuevo o viejo en las guerras actuales, sino aportar características de los conflictos actuales que nos ayuden a entender las lógicas de la guerra.

La estrategia asimétrica supone organizarse de manera diferente al rival con el objetivo de maximizar las fortalezas propias y explotar las debilidades del oponente

Kaldor propone que, para estudiar las guerras actuales, para entender su lógica de gestación y desarrollo, tenemos que analizar las siguientes categorías o variables clave: los actores, las causas, los objetivos, los métodos y la financiación. Otros autores proponen añadir más categorías de análisis. Duffield propone añadir la que denomina “emergencias complejas”. Otros autores consideran conveniente añadir categorías como el marco geográfico, o el marco legal de la violencia, pero en este trabajo no las vamos a tener en cuenta porque no son tan relevantes para nuestro objetivo.5

 

Actores. Infinidad de estudios coinciden en resaltar el amplio abanico de actores que intervienen en los conflictos, sean actores públicos o privados, estatales o no estatales, con uniforme o sin uniforme. En los conflictos podemos observar: fuerzas armadas regulares (estatales y públicas) o restos de estas (militares que abandonan el ejército y por tanto son no públicas), grupos paramilitares, milicias, grupos del crimen organizado, unidades de autodefensa, mercenarios extranjeros o fuerzas militares extranjeras. En general podemos afirmar que la gran mayoría de estos actores adolecen de una sólida estructura y cadena de mando o jerarquía, son grupos atomizados que responden más bien a estructuras horizontales que operan autónomamente.

Duffield pondrá el acento en lo que llama las “guerras en red”, guerras que se basan en redes cada vez más privadas de actores estatales y no estatales que actúan más allá de las competencias territoriales de los gobiernos; en estas guerras se producen alianzas entre redes políticas, sociales o económicas.

 

Causas o desencadenantes de la guerra, los estudios apuntan a que los agrupemos en dos apartados. En el primero se situarían como causas las cuestiones políticas basadas en identidades religiosas, étnicas o tribales; en el segundo, las motivaciones económicas, contienda por los recursos o las riquezas.

En la Guerra Fría estábamos habituados a encuadrar los conflictos armados dentro de la lógica geoestratégica sin conceder mucha importancia a otros factores internos así fueran identitarios o nacionalistas. Aunque los factores históricos siempre han formado parte de la base en que se apoyan los conflictos armados, Kaldor añade que este nuevo nacionalismo por una parte busca desintegrar el estado y no construirlo, al mismo tiempo que sostiene que este nacionalismo carece de ideología modernizadora. También afirma que este tipo de políticas de identidades es intrínsecamente excluyente y, por tanto, tendente a la fragmentación. Estos actores, además, adolecen de una sólida estructura y cadena de mando.

En cuanto a las causas o desencadenantes económicos se puede afirmar que la guerra es la continuación de la economía por otros medios. Münkler6 considera que en las guerras actuales el uso de la fuerza se ha convertido en una fuente de ingresos, o bien para subsistir —la guerra como forma de vida—, o bien para enriquecerse. Otros autores,7 identifican la codicia como el principal impulsor de los nuevos conflictos armados.

 

Métodos y estrategias. En las guerras actuales se pueden observar cambios estratégicos y tácticos relevantes, tal como se analiza a continuación.

La virulencia hacia la población civil: la población ya no es un daño colateral; se producen genocidios, masacres, desplazamientos masivos de población, violencia sexual contra las mujeres, violencia hacia minorías étnicas. Ataques a las ciudades, destrucción de infraestructuras vitales como electricidad, potabilizadora de agua, almacenes de comida, hospitales, escuelas, viviendas, etc.

Actuaciones hibridas: se evita el combate cuerpo a cuerpo y se utilizan estrategias de guerrillas urbanas, el territorio se captura mediante el control político de la población. Se utilizan técnicas de desestabilización dirigidas a sembrar miedo y odio.

 

Financiación. El bando formado por el ejército de un Estado lo pagará de las arcas públicas, del presupuesto general, con los impuestos de los ciudadanos o los ingresos propios del Estado; también puede que reciba ayuda desde el exterior. Los grupos no estatales si no reciben ayuda de un Estado exterior tienen recurrir a financiarse con el comercio ilegal de drogas, armas, personas, diamantes u otros recursos naturales de los que se apropien; otras formas pueden ser los saqueos, el robo, la extorsión el secuestro/rescates, transferencias de la diáspora de ciudadanos que viven en otros países o incluso de la ayuda humanitaria cuando la desvían al mercado negro. Por eso algunos autores consideran que todos estos incentivos económicos propician a ciertas partes a prolongar el conflicto.

 

Guerras asimétricas

El adjetivo “asimétricas” quiere poner el énfasis en las diferencias entre los dos bandos enfrentados que se hacen la guerra. En primer lugar, las diferencias entre actores: por un lado, uno de los bandos suele ser un ejército potente de un país industrializado y desarrollado, un Estado que tiene el monopolio del uso legal de la violencia, y por otro, grupos, en muchos casos difusos, con pocas dotaciones de armas y que suelen llamarse guerrilleros, terroristas, milicianos, insurgentes o resistentes. La otra asimetría podemos encontrarla en los medios para realizar la guerra, David contra Goliat8 o piedras contra tanques, como ha sido el conflicto que confrontaba el ejército de Israel con jóvenes palestinos. O, por ejemplo, en las guerras de Irak, Afganistán o Ucrania, donde Estados Unidos o Rusia tiene un poder militar que sus oponentes no tienen y por tanto no pueden enfrentarse en el mismo terreno con ellos; o el uso de aviones convencionales o camiones como armas que se empotran en espacios con alta densidad humana como si fueran armas.

Esta desigualdad tan abismal obliga al bando débil a desarrollar o refinar métodos de combate clandestinos y distintos. En la guerra asimétrica no existe una confrontación directa entre bandos, los adversarios utilizan una estrategia asimétrica para debilitar la capacidad del uso de la violencia del bando con superioridad militar. La estrategia asimétrica supone pensar y organizarse de manera diferente al oponente con el objetivo de maximizar las fortalezas propias, explotar las debilidades del oponente y ganar libertad de acción, al tiempo que tienen por objeto negar las ventajas de oponente y explorar las vulnerabilidades (de la parte más fuerte, sean jurídicas, políticas o geográficas) antes que buscar el enfrentamiento directo.

Un elemento diferencial de las guerras actuales: tienen lugar en zonas urbanas donde los combatientes pueden confundirse entre la población civil

Por lo general, podemos decir que hay tres asimetrías. Asimetrías de métodos, que consisten en el uso de conceptos operacionales o doctrinas tácticas distintas de las del adversario, o cuando uno de ellos no respeta las leyes o reglas de la guerra; la asimetría de medios o de capacidades, debido a la diferencia en tecnología, cantidad y calidad o tipos, y la asimetría de voluntades, que se da cuando uno de los bloques antagónicos ve que sus intereses vitales están comprometidos y como consecuencia está dispuesto a asumir mayores riesgos y acciones contra el otro.

 

Guerras híbridas

El concepto de “guerra híbrida” se ha aplicado en los contextos de la guerra en Irak, Afganistán o Georgia, por tanto, en contextos de guerra que involucran a los Estados occidentales o rusos y actores armados no estatales o no públicos ubicados en la periferia del sistema político mundial y que suelen estar vinculados a un estado fallido. Pero hay que tener presente que esta forma de guerra podría aplicarse también a Estados que se sienten amenazados por alguna potencia militar. Estamos observando que este término de guerra híbrida también se está empleado en escenarios en los que no hay formalmente declarada una guerra. La guerra híbrida es un fenómeno que, propiciado por el final de la Guerra Fría, la globalización y la era de la información, constituye un proceso natural de reacción al estilo militar occidental.

Independientemente de cómo adjetivamos las guerras actuales, si como asimétricas, híbridas o de cuarta generación, los conflictos contemporáneos nos permiten hacer algunas constataciones sobre los elementos más característicos de cómo hacer la guerra.

Uno de los hechos diferenciales de las guerras actuales se encuentra en el hecho de que tienen lugar en zonas urbanas, donde los combatientes  pueden confundirse entre la población civil y puede provocar una colisión en la manera occidental de hacer la guerra, generando limitaciones u obstáculos en el diseño del combate, en el uso de armamento y con la legalidad de la guerra. También debe tenerse presente que tanto el bando débil como los países de la periferia tienen mayor capacidad para asimilar las bajas en combate de la que tienen los países occidentales. Por esta razón el bando débil trata de llevar el combate de las fuerzas militares hacia espacios que le sean favorables, propiciando una guerra de desgaste en la que el vencedor es no el que tiene mayor capacidad, sino más resiliencia. El bando débil suele tener gran habilidad para moverse en la era de la información, en la utilización de internet o de las redes sociales divulgando contenido e imágenes favorables a su causa, en la comunicación de ideas, mitos o estereotipos y en el enfrentamiento de estas con los de sus enemigos, intentando hacerse un espacio en los canales de comunicación mundial. La digitalización de la sociedad ha hecho que internet se convierta en un nuevo campo de batalla donde las reglas todavía están por definirse  y formularse.

La digitalización  ha hecho que interne se convierta en u nuevo campo de batalla donde las reglas todavía están por definir

En los conflictos modernos, el énfasis en los modelos de lucha está desplazando o ampliando las actuaciones de combates tradicionales a estrategias que combinan las actuaciones convencionales o tradicionales propias de la guerra con medidas políticas, económicas, de información/publicidad o interferencia electoral. Estas actuaciones combinadas pueden incluir ciberataques, manipulaciones en las redes sociales, elementos de presión económica con el fin de desestabilizar a la opinión pública del adversario, fomentar movimientos subversivos que de forma combinada utilicen armas convencionales, tácticas irregulares, actos terroristas y comportamientos delictivos, cómo asociarse al crimen organizado (desde dónde financiarse, entre otras razones) o a la ciberdelincuencia, de modo que se amplía el espacio del campo de batalla para conseguir objetivos políticos.

 

El ciberespacio, la ciberguerra y las ciberarmas

En la década de los setenta se empezó a hablar de hackers, de sus habilidades para entrar en los ordenadores y sistemas del Pentágono, la CIA o la Bolsa de Wall Street. Las actividades que desarrollaban no tenían ánimo de lucro, solo buscaban el reconocimiento de sus habilidades y con frecuencia acababan contratados por la empresa atacada. Pero con los inicios del siglo XXI el espíritu de los ataques cibernéticos ha dado un cambio radical, cuyo motivo o componente principal debe buscarse en el uso generalizado de internet en la vida cotidiana, a niveles institucionales de todas las administraciones en su gestión, así como de las empresas. Cuando el uso de internet ha pasado a ser un acto imprescindible del quehacer diario, comienzan a aparecer los actos delictivos y los ataques y agresiones entre Estados.

En los últimos años en varios escenarios los Estados han utilizado el ciberespacio para agredir a un enemigo o adversario. En septiembre de 2007 dos aviones israelíes bombardearon un espacio industrial sirio cerca de la frontera turca, ninguno de los dos países dio publicidad a la actuación militar. No entraremos en detalles hipotéticos sobre cómo se pudo llevar a cabo esta intervención, pero es evidente que los militares israelíes se apoderaron de los sistemas de defensa antiaéreos de Siria que les permitió que los “ignoraran” o que no fueran detectados, consiguiendo que las armas antiaéreas estuvieran calladas e inmóviles mientras los aviones israelíes llevaban a cabo el bombardeo sin preocuparse por poder ser abatidos.

Estonia, ex república de la URSS, aprobó en 2007 una ley que ordenaba eliminar símbolos rusos. Fruto de esta situación, servidores web estonios recibieron millones de solicitudes que no pudieron responder y se colapsaron. Los ciudadanos no pudieron utilizar la banca online, los servicios gubernamentales o entrar en los diarios digitales. Se produjo un ataque que colapsó el sistema obligando a desconectar las “fronteras cibernéticas” y dejó el país paralizado durante días. El rastreo de las direcciones de los ordenadores desde donde se produjeron los ataques terminaban perdiéndose la pista en Rusia, pero Rusia lo negó.

En Georgia en 2008 fuerzas de Osetia del Sur atacaron territorio georgiano. El ejército georgiano respondió mediante la fuerza, pero Rusia lanzó un ataque cibernético contra páginas web de los medios de comunicación y del Gobierno. Las líneas de conexión de Georgia iban a través de Rusia y Turquía, los routers se colapsaron y dirigieron el tráfico hacia el exterior. El Gobierno decidió localizar sus webs fuera de territorio en servidores de Google en California. El sector bancario se vio afectado puesto que frente a la posibilidad de un robo masivo de información bloquearon las operaciones online. Rusia, nuevamente, negó ser la responsable.

Un paso más allá y gracias a los microprocesadores, ha sido atacar con el software que controla y supervisa los procesos industriales a distancia. El caso más conocido, el virus Stuxnet, que se instala en el sistema operativo y se queda esperando hasta el momento de su activación, este virus fue utilizado para atacar a Irán, en concreto para atacar la capacidad de crear armas nucleares en 2012. Para detener el programa nuclear iraní se aplicaron un embargo a la importación de petróleo de producción iraní, sanciones al Banco Central iraní e, incluso, se bloqueó el estrecho de Ormuz. Como a pesar de todas las sanciones y bloqueos Irán continuaba con el programa de armamento nuclear, incorporaron el virus Stuxnet, que aprovecha las vulnerabilidades del sistema operativo Windows, con el fin de atacar a las centrifugadoras y obligar a parar la central nuclear. Las sospechas sobre la autoría de este ataque han recaído en Estados Unidos e Israel; ninguno de los dos ha reconocido los hechos.

En 2014 Edward Snowden filtró a la prensa documentos que desvelaban un complejo entramado de agencias de inteligencia en numerosos países occidentales mediante los cuales se establecía un sistema de vigilancia globalizada, recopilando datos, registros, documentos y comunicaciones de todo tipo, utilizando programas secretos de vigilancia masiva y rompiendo la seguridad de los sistemas operativos IOS, Android o violando los cifrados de las BlackBerry. Resultaba que Estados Unidos vigilaba y espiaba a sus propios aliados, incluso se escuchaban las llamadas de la presidenta Merkel.9

Estos eventos nos introducen en el debate de un concepto nuevo que sería el de arma cibernética y cómo ajustarla al Derecho Internacional. La experiencia nos muestra que se llevan a cabo actuaciones en el ciberespacio susceptibles de ser calificadas como uso de la fuerza dentro de un contexto de conflicto armado, y que muchos Estados están desarrollando capacidades cibernéticas dentro de sus estrategias de defensa y seguridad, tanto ofensivas como defensivas. No tenemos un concepto de ciberarma definido jurídicamente, pero sí podemos decir que un arma cibernética no es asimilable a un objeto, debe abordarse en términos funcionales a una acción que se lleva a cabo con una finalidad. Un ciberataque puede tener una finalidad delictiva, terrorista, bélica, de espionaje o activismo social. Habrá que tener en consideración en cualquier ataque en el ciberespacio el acto en sí mismo, quién es el autor, quién es el destinatario, con qué finalidad se ha llevado a cabo y qué efectos ha provocado.10

La irrupción de la inteligencia artificial puede llegar a transformar la forma de intervenir en los conflictos y en la guerra.

En términos generales, la población se preocupa por la posibilidad de crear máquinas que deliberadamente engañan, manipulan o coaccionan a las personas. En definitiva, se está abriendo un escenario tecnológico donde se hace posible continuar la guerra y los combates por medios no armados en el sentido convencional de las armas, continuar los combates a través del ciberespacio, un espacio sin fronteras físicas y en el que todavía no se ha empezado a confeccionar su regulación jurídica.

La irrupción de la inteligencia artificial puede llegar a transformar la forma de intervenir en los conflictos y en la guerra, la manera en que la sociedad percibe estas intervenciones, y puede comportar una pérdida de centralidad de los humanos. La importancia de la investigación en inteligencia artificial puede medirse en las desorbitadas cantidades de dinero que algunos países están destinando a su desarrollo, así como se puede visualizar en el protagonismo creciente que ocupa dentro de la rivalidad que mantienen las principales potencias económicas. El atractivo de esta tecnología viene determinado por la posibilidad de convertir innovación científica en riqueza y poder político.

 

Conflictividad geopolítica. Actuaciones hostiles

Como se ha mencionado, el final de la Guerra Fría supuso el final de un mundo bipolar, el eje de confrontación por la hegemonía mundial venía dado por el bloque occidental liderado por Estados Unidos y el bloque soviético liderado por Rusia. La Guerra Fría acabo con la victoria de Estados Unidos y pasamos a un mundo unipolar, en este periodo el poder hegemónico de Estados Unidos está siendo rivalizado por China, que está compitiendo por la hegemonía económica, tecnológica y militar. Estamos en un periodo de transición, de un mundo unipolar a un mundo multipolar. La pérdida de peso hegemónico de Estados Unidos abre la puerta a una competición entre aspirantes a ser considerados potencias y aumenta el riesgo de confrontaciones militares. Nadie objeta a China como aspirante a reemplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica, pero Rusia aspira a tener un papel como potencia militar (no económica o tecnológica) y cabe mencionar que hay otros países que aspiran o disputan el papel de potencias regionales como India-Indonesia en Asia-Pacifico o Irán-Arabia Saudí en Oriente Medio.

Estas confrontaciones no necesariamente o no únicamente se llevarán a cabo en el terreno militar. Las grandes empresas multinacionales van a tener un papel relevante y marcarán la agenda política a escala mundial. Las empresas de internet pueden llegar a considerarse “un recurso natural» (los datos de los usuarios) de igual o mayor valor que los hidrocarburos o ciertos minerales.

En este periodo de competitividad por tener estatus de potencia mundial podremos observar acciones hostiles entre Estados como la desestabilización política y la disrupción económica, acciones de desinformación, el ciberespionaje, la compraventa de empresas o la imposición de sanciones económicas. Las llamadas guerras comerciales o económicas cada vez son más frecuentes y tienen más peso en las agendas de los Estados y en actores no estatales como las multinacionales.

Entre los objetivos a conseguir con actividades hostiles figuran: erosionar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones o empresas, generar desconfianza en el sistema democrático, político y administrativo, socavar la cohesión social o los modelos sociales de los Estados, de las comunidades políticas (como la UE) o de organismos internacionales (ONU, OTAN…), fragilizar el sistema de gestión o de gobierno para que tenga menos capacidades o convencer de la decadencia de un sistema político o empresarial (tanto a la población a la que va dirigida como a la propia del atacante).

Algunos autores denominan a este tipo de hostilidades “amenazas irregulares”, centrándose eminentemente en el tipo de actuaciones que ejerce Rusia. Aunque no todas sean novedosas, aparte de los ciberataques, incluyen acciones de desinformación, impulso a la subversión política, el uso de la violencia o la amenaza de su uso, para socavar el orden político e influir en gobiernos vulnerables o el uso de mercenarios.11

Algunos autores como Ortega añaden que el concepto de seguridad se ha hecho más complejo en tanto que los límites entre lo civil y militar de han difuminado, y que en ocasiones se solapan. Ortega nos recordará palabras de Borrell como que «vivimos en un mundo en el que todo puede ser un arma»,12 puede bastar un cuchillo, un camión o un avión convencional para cometer un acto de terrorismo. Incluso los procesos migratorios pueden convertirse en arma política. En este sentido, cabe recordar a Erdogan con los refugiados sirios o Marruecos en Ceuta. Distorsionar la cadena de suministros o el transporte de mercancías también puede formar parte de este paquete de actos hostiles.

Algunos autores consideran que no podemos calificar todas estas acciones de guerra híbrida, en tanto que no hay una guerra. Por eso, este escenario de luchas por la hegemonía mundial lo denominan “zona gris” para determinar cualquier actividad militar o no militar ejercida con una cierta ambigüedad en la amplia franja que existe entre la guerra abierta y la paz.

 

Tica Font Gregori es experta en economía de la defensa y comercio de armas, y cofundadora del Centre d’Estudis per la Pau J.M. Delàs al que pertenece.

1 Mary Kaldor, profesora de Gobernanza Global en el London School of Economics y experta en estudios sobre guerra, paz y seguridad. El libro de referencia es Mary Kaldor, Las Nuevas Guerras. Violencia organizada en la era global, Tusquets Editores, Barcelona, 2001.

2 En el número 97 (2006) de esta misma revista, PAPELES, Mary Kaldor ofrece una visión de estas nuevas guerras. Puede consultarse en: https://www.fuhem.es/papeles_articulo/un-nuevo-enfoque-sobre-las-guerras/

3 Mark Duffield, Las «nuevas guerras» en el mundo global, Catarata, Serie Relaciones Internacionales, Madrid, 2004.

4 Edward Newman, «The New wars debate: A historical perspective is needed», Security Dialogue, vol. 35, 2004, pp. 137-189.

5 Un trabajo que recoge las  aportaciones desde las diversas perspectivas académicas: Víctor Bados  y Marién Duran, «Las nuevas guerras: Una propuesta metodológica para su análisis», Revista UNISCI, núm. 38 (2015), disponible en: https://www.ucm.es/data/cont/media/www/pag-72452/UNISCIDP38-1BADOS-DURAN.pdf

6 Herfried Münkler, Viejas y «nuevas guerras». Asimetría y privatización de la violencia, Siglo XXI, Madrid, 2005.

7 Paul Collier y Anke Hoeffler, «Greed and grievance in civil war», Oxford Economics Papers, vol. 56, núm. 4 (2004), pp. 563-595.

8 Josep Baqués, Las Guerras Híbridas: Un balance provisional, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Documento de Trabajo 01/2015, 2015. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_trabajo/2015/DIEEET01-2015_GuerrasHibridas_JosepBaques.pdf

9 José Luis Aznar, Evolución de los modelos de confrontación en el ciberespacio, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Opinión 03/2015, 2015. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2015/DIEEEO03-2015_Confrontacion_Ciberespacio_JL.Aznar.pdf

10 Margarita Robles, El concepto de arma cibernética en el marco internacional: una aproximación funcional, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Documento Opinión 101/2016, 2016. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2016/DIEEEO101-2016_Arma_Cibernetica_MargaritaRobles.pdf

11 Andres Ortega, «Todas las guerras son híbridas, pero la guerra y lo híbrido han cambiado», Blog del Real Instituto Elcano, 2021. Disponible en:  https://www.realinstitutoelcano.org/todas-las-guerras-son-hibridas-pero-la-guerra-y-lo-hibrido-han-cambiado/

12 Ibídem.

 

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