Lectura Recomendada: Ecoanimal
EcoanimaL. Una estética plurisensorial, ecologista y animalista
Marta Tafalla
Plaza y Valdés Editores, Madrid, 2019
362 págs.
Reseña de Mara Nieto González, FUHEM Educación, publicada en el número 147 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, Periferias: nuevas geografías del malestar.
Ecoanimal, de Marta Tafalla, es un libro imprescindible que nos abrirá no sólo los ojos, sino todos los sentidos, para conectar con la naturaleza, apreciar su belleza y, así, cuidarla.
Se compone de nueve capítulos que nos van adentrando en la estética plurisensorial, ecologista y animalista que subtitula la obra.
Sus páginas nos invitan a abandonar el antropocentrismo con el que nos relacionamos con la naturaleza, y comprender que somos seres ecodependientes, animales que comparten la Tierra con más animales no humanos y con ecosistemas completos.
Su planteamiento parte, además, de una perspectiva ecofeminista, entendiendo que la lógica de dominación y jerarquía que subyace a la explotación de la naturaleza y los animales no humanos es la misma que la explotación de los pueblos indígenas y de las mujeres. Todos estos ejes de dominación están basados en el pensamiento dualista: humano/animal, civilizado/salvaje, hombre/mujer, racionalidad/naturaleza, cuerpo/alma… Basándose en esta misma lógica jerárquica y dicotómica cuestiona la asociación de los sentidos de la vista y del oído como lo intelectual-racional y, por tanto, considerados como más valiosos que el resto de sentidos.
Siguiendo esta línea argumental, Tafalla pone de relieve la multitud de sentidos con los que percibimos el mundo. Lejos de la clasificación simplista que estudiamos en el colegio, según la cual tenemos cinco sentidos, la autora expone una relación de al menos catorce, que incluyen el olfato ortonasal y retronasal, el equilibrio, la propiocepción, la cronocepción, entre otros. Además, desde su realidad como anósmica (carece del sentido del olfato), la autora pone en valor el olfato como una vía fundamental en nuestra interacción con el mundo que nos rodea, en las experiencias vitales, los recuerdos, y en la apreciación estética de la naturaleza. En definitiva, desde la estética plurisensorial, tomar conciencia de todos nuestros sentidos y de su importancia favorece que nos abramos a percibir la naturaleza y el resto de seres con los que compartimos el planeta desde la apreciación estética que nos permite disfrutar de todo ello.
A lo largo del libro la autora señala algunas ideas para apreciar la naturaleza desde esta perspectiva. Nos invita a silenciar nuestra identidad humana para escuchar y apreciar a la naturaleza en toda profundidad, haciendo una crítica al antropocentrismo con el que nos aproximamos a ésta y del que hacemos gala cuando analizamos las conductas de otros animales no humanos. Es necesario que abandonemos la idea de que la naturaleza está ahí para servirnos, los elementos naturales no han sido creados por nosotros ni para nosotros, no están para que los explotemos y obtengamos beneficio de ellos. Sin embargo, sí podemos aproximarnos a ellos, a la naturaleza, desde la apreciación estética, apoyándonos en el conocimiento científico del que disponemos. La biología, la ecología, la geología, etc. nos permiten apreciarla y entenderla de manera profunda.
Intentamos controlar la naturaleza, domesticarla, apropiarnos de ella y, sin embargo, ella encuentra la manera de liberarse y recuperar su espontaneidad. Por ejemplo, la autora nos recuerda que las ciudades están hechas a nuestra medida, pero la vida salvaje reclama su lugar en ellas: plantas que crecen bajo el asfalto, animales que utilizan a su modo los recursos disponibles en las ciudades, ríos desviados para construir en sus orillas que vuelven a su cauce cuando aumenta su caudal por las intensas lluvias, etc. La naturaleza está presente, reclamando su espacio, y podemos aprender a apreciarla en nuestras propias ciudades observando, por ejemplo, las distintas especies de pájaros que comparten el espacio con nosotras y nosotros, las plantas que crecen sin mediación humana, los insectos que encuentran espacios en los que vivir sus vidas. Tafalla presenta el land art o los jardines como espacios donde pueden unirse el arte y la naturaleza de una forma respetuosa con esta última, donde poder apreciar todas esas cualidades estéticas que nos acerquen a ella.
Intentamos controlar la naturaleza, domesticarla, apropiarnos de ella y, sin embargo, ella encuentra la manera de liberarse y recuperar su espontaneidad.
Las vidas de los animales no humanos, al igual que los recursos naturales, también han sido instrumentalizadas, y la apreciación estética que hacemos de ellos es muy superficial. Los reducimos a simples objetos ornamentales, servir de metáforas despojándoles de su verdadera identidad, los utilizamos para trabajar al servicio de las personas pero “agradeciéndoles por su servicio” (o, más bien, su explotación), o los exhibimos en zoos o circos para, supuestamente, apreciar su belleza pero eliminando su agencialidad, su naturaleza libre, su propia vida para ponerla al servicio humano. Esto último es lo que la autora denomina “paradoja estética”, según la cual los seres humanos encuentran plancentero contemplar a un animal a pesar de que sus condiciones de exhibición le causen daño. Los seres humanos desterramos a los animales de sus hábitats naturales, les obligamos a permanecer en entornos hostiles, les forzamos a huir de los lugares que ocupamos y les culpamos y despreciamos en sus intentos de recuperar sus espacios. Muchas personas son capaces de afirmar que aman a los animales mientras defienden o participan de su explotación visitando zoos y espectáculos, se alimentan de ellos, se visten con sus pieles o decoran sus casas con sus cuerpos.
Si entendiéramos que cada animal es en sí mismo un sujeto propio, un individuo particular y único, un ser con una vida propia, que se relaciona con el mundo de una determinada forma, con un cuerpo, unos sentidos, unos deseos y una identidad concreta y, en definitiva, con su propia historia igual que cada uno de nosotros y nosotras, probablemente no les someteríamos a la explotación a la que les sometemos actualmente, no los usaríamos como fuerza de trabajo, ni permitiríamos la existencia de la industria ganadera, ni nos comeríamos sus cuerpos, su leche o sus huevos.
Los seres humanos desterramos a los animales de sus hábitats naturales, les obligamos a permanecer en entornos hostiles, les forzamos a huir de los lugares que ocupamos y les culpamos y despreciamos en sus intentos de recuperar sus espacios
Apreciar la naturaleza y las vidas de los otros animales no significa apreciar lo que nos pueden aportar a nosotros y nosotras como humanas, sino que implica abandonar la perspectiva antropocéntrica para admirar cada una de esas vidas que también merecen ser vividas. Hemos tardado siglos en intentar entender estas vidas, en entender a esos sujetos con identidad propia, no les hemos visto como seres inteligentes, con emociones y deseos, sino simplemente como recursos a los que explotar, como objetos de los que podemos hacer uso para nuestro propio beneficio, para satisfacer nuestras necesidades, sin comprender que no están en la Tierra para eso, sino que están aquí para vivir sus vidas, igual que las personas.
Poco a poco, debido a la crisis climática que estamos provocando, están desapareciendo cada día cientos de especies de fauna y flora que dejaremos de recordar y de poder apreciar. Desde la estética plurisensorial, animalista y ecologista, la autora nos invita a apreciar todas esas vidas, todas esas especies de fauna y flora para frenar su desaparición, para cuidarlas, y para no olvidar las que ya han desaparecido. La única forma de conservar y cuidar las vidas de todos esos animales no humanos y plantas es conservando sus ecosistemas, poniendo en práctica la estética ecoanimal.
Acceso al texto completo de la reseña en formato pdf: EcoanimaL. Una estética plurisensorial, ecologista y animalista.