Impacto del Cambio Climático sobre los Ecosistemas

Impacto del Cambio Climático sobre los Ecosistemas

 

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Efectos de la Contaminación sobre la Salud de las Personas

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Efectos de la contaminación sobre el Entorno y los Ecosistemas

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Sistema Biosfera - Sistema Industrial

 

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Lectura Recomendada: Perdiendo la tierra

Nathaniel Rich, Perdiendo la tierra. la década en que podríamos haber detenido el cambio climático, Madrid: Capitán Swing, 2020, 191 págs.

Reseña elaborada por Nuria del Viso del equipo de FUHEM Ecosocial y publicada en el número 155 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global. 

El cambio climático se presenta como una controversia científica pública, algo común en la ciencia, si bien no constituye el tipo de controversia que cabríamos esperar, derivada de visiones científicas distintas o de un desacuerdo genuino sobre los datos. En este caso se trata más bien de una controversia pública calculadamente fabricada, como queda claro después de la lectura de Perdiendo la Tierra, una exhaustiva –aunque sintética– investigación de un periodo histórico cercano –de 1979 a 1989–, cuando estuvimos muy cerca de un acuerdo internacional sobre el cambio climático.

Existen evidencias del cambio climático al menos desde el siglo XIX, y desde 1979 la ciencia climática ya estaba asentada y ha permanecido prácticamente invariable desde entonces. El libro se abre con una frase impactante en este sentido:

«Casi todo lo que sabemos en la actualidad del calentamiento global ya lo sabíamos en 1979» (p. 13).

Desde los ochenta hay un amplísimo consenso científico en torno a los principales hallazgos de la ciencia climática. Entonces, ¿por qué en las últimas tres décadas apenas se ha avanzado en atajar la desestabilización del clima? Rich nos acerca a las respuestas a esta inquietante pregunta.

El cambio climático es un caso paradigmático de agnotología. El término fue desarrollado por Robert Proctor, historiador científico de la Universidad de Stanford, que en 1979 se topó con un memorando secreto elaborado diez años antes por la compañía tabaquera Brown & Williamson donde se exponían las tácticas empleadas por el sector para combatir las medidas antitabaco. A partir de este hallazgo, Proctor comenzó a investigar este tipo de casos. Como la empresa afirmaba en aquel comunicado, «La duda es nuestro producto. [La duda] es la mejor manera de competir con el volumen de información que existe en la mente del público en general. También es el medio para crear controversia», según recoge una noticia  de  la  BBC  (Georgina  Kenyon, «Agnotología: la ciencia de sembrar el engaño para vender», BBC, 17 de enero de 2016). Como subrayaba Philip Mirowski en una conferencia en 2012, los negacionistas «no pretenden cambiar la ciencia climática, sino nublar la mente de la gente común.

El objetivo principal es obstaculizar cualquier acción de reducción de emisiones, comprar tiempo para formular otros componentes y desarrollarlos como opción política» (Conferencia inaugural del congreso «Life and Debt: Living through the Financialisation of the Biosphere», Universidad Tecnológica de Sidney).

La agnotología, ya con medio siglo de historia a sus espaldas, alcanza hoy nuevas cotas en un contexto de explosión de las redes sociales que multiplican sus efectos. Bruno Latour en Dónde aterrizar resalta la situación de “delirio epistemológico” en la que nos encontramos, especialmente desde la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, algo de lo que se hace eco Jorge Riechmann en otro artículo de esta misma revista.

Podría parecer que la inacción ha dominado siempre nuestra aproximación al calentamiento global. Pero, como recuerda Rich, hubo un tiempo no tan lejano en que «había un consenso general sobre el hecho de que se tenía que pasar a la acción de inmediato» (p. 17), y «un amplio consenso internacional acordó poner en marcha un mecanismo para conseguir un tratado global vinculante» (p. 17).

De la mano de Rich descubrimos una década que ahora parece asombrosa, cuando el cambio climático no generaba en EEUU posturas partidistas automáticas, cuando las corporaciones petroleras investigaban el cambio climático –incluso un presidente de Exxon, Edward David hijo, llegó a afirmar en 1982 la adhesión de la petrolera a la transformación integral de las políticas energéticas globales (p. 89)–, y cuando congresistas y senadores preocupados por el fenómeno podían organizar sesiones sobre el asunto con el testimonio de científicos, o cuando un grupo de 24 senadores de ambos partidos pidieron al presidente Bush padre –era 1989– un compromiso de reducción de emisiones, y el cambio climático llegó a ser la ter- cera preocupación de los estadounidenses (p. 127).

El negacionismo climático surgió de las propias empresas y se materializó con la captura de un grupo de científicos –especialistas en física atómica y otras ramas de la ciencia distintas a la climática– contratados al servicio de los intereses corporativos. Rich deja claro la responsabilidad de la petroleras, que conocían el problema del cambio climático desde los años cincuenta, y la industria automovilística desde los setenta, igual que las eléctricas. Las empresas implicadas han invertido cifras astronómicas para desacreditar y poner en duda el conocimiento de la ciencia climática, sembrando la confusión y el escepticismo. Esta estrategia ha sido desplegada en distintas controversias públicas, antes y después del cambio climático, y es ya conocida como la “estrategia del tabaco”, por ser el primer sector industrial que la utilizó como constató Proctor y tal como recogen Oreskes y Conway en su libro Mercaderes de la duda.

Si Rich se centra en una década particular para mostrar la deriva del asunto climático y a sus protagonistas, Oreskes y Conway se enfocan en Mercaderes de la duda en explorar precisamente esta estrategia, dedicando el capítulo 6 al cambio climático. Aunque con acentos, estilos y periodos históricos diferentes (Oreskes y Conway analizan hasta 1997), ambos libros resultan complementarios.

Perdiendo la Tierra se compone de tres partes –«Gritos en la calle (1979-1982)»; «Ciencia ficción de mala calidad (1983-1988)»; y «Veréis cosas que deberéis creer (1988-1989)»– y 21 capítulos, además de una introducción y un epílogo. Cada capítulo va encabezado por un título y un periodo histórico.

En la primera parte del libro, Rich retrata cómo el cambio climático se abría paso entre la ciencia, el activismo y las instituciones políticas oficiales –Gobierno, Congreso y Senado– con notable consenso, incluso en las filas de ambos partidos. En la segunda parte cubre el periodo de 1983 a 1988 y explora cómo fuerzas contrarias en torno al cambio climático pugnaron por prevalecer. En la tercera parte, de 1988 a 1989, el autor narra el proceso de retirada de apoyo de EEUU al acuerdo internacional y su descarrilamiento final mientras se desplegaba el negacionismo a toda potencia.

Rich adopta un enfoque histórico bien documentado a través de numerosas entrevistas con los protagonistas de los hechos y desarrolla su argumento de forma ágil a través de capítulos breves. El libro mantiene la tensión, aunque la proliferación de nombres puede despistar en más de un momento. El hilo del relato, sin embargo, se mantiene gracias a dos personajes principales que guían la narración: un activista ecologista, Rafe Pomerance, y un científico climático, James Hansen, en torno a quienes pululan no pocos actores. Apuntar que quizá la historia de héroes, villanos y víctimas que presenta Rich resulte algo simplista.

El autor narra la historia –o la intrahistoria– de un fracaso no anunciado de la deriva climática y cómo se fueron cerrando las posibilidades de un acuerdo. Un par de años después de las entusiastas declaraciones de David hijo, Exxon había reconsiderado su postura y vuelto a los combustibles fósiles convencionales. Para 1988, el Instituto Americano del Petróleo (conocido como API) «empezó a prestar atención a los argumentos políticos relacionados con el negocio» (p. 135) y se fortaleció el contraataque: los departamentos de investigación corporativos se cerraron y en su lugar se invirtieron millones de dólares para desacreditar las certezas que iba señalando la investigación climática y, en su lugar, sembrando la duda, con una alta efectividad que condujo al consenso de inacción a partir de 1989. Como afirma Rich, «Esa era la nueva tendencia: no solo la expresión de indiferencia o precaución, sino del advenimiento de una fuerza antagonista, nihilista» (p. 112). Para 1992, el presidente Bush padre había pasado de declararse “medioambientalista” (p. 128) a principios de los ochenta a ofrecer una postura más que tibia en la Cumbre de la Tierra en Río.

En contrapartida a la “guerra sucia” del negacionismo, la controversia sobre el cambio climático implica cada vez más cuestiones morales, como remarca Rich en el epílogo, donde la voz del autor se hace más nítida. Estas razones están ganando peso progresivamente en la crisis del clima, tanto aquellas sobre la relación inversa existente entre responsabilidad de las emisiones y gravedad de los impactos como las referidas a la responsabilidad con las generaciones futuras y otros seres vivos. Los argumentos que esgrimen tanto Greta Thunberg como el papa Francisco en su encíclica Laudato Si van en esa dirección.

En su conjunto, el libro es exponente de cómo los entramados sociotécnicos, tal como sostienen los estudios de ciencia y tecnología (Science and Technology Stu- dies, o STS por sus siglas en inglés), constituyen ensamblajes fuertemente cohesionados; no hay separación posible entre elementos sociales, o políticos, y elementos científicos o técnicos, sino que estos componentes se entrelazan en un todo que se co-produce procesualmente y co-evoluciona, tal como defiende Bijter, dando lugar a un latouriano tejido sin costuras de elementos tecno-científicos- socio-político-económicos, tal como sostiene el enfoque constructivista de los STS. Un ejemplo en este sentido que recoge el libro se refiere a la necesidad que activistas, científicos y políticos concienciados con el cambio climático y a las puertas de una importante reunión en Toronto en 1988 para impulsar un acuerdo internacional similar al del ozono, buscaban una cifra “mágica” que movilizara las voluntades políticas, pero, lejos de proporcionarlo el conocimiento científico, fue el activista Rafe Pomerance el que dio con una cifra con gancho: reducir el 20% de emisiones para el año 2000 (posteriormente, 2005), una muestra más de cómo consideraciones científicas se entretejen con las políticas y las sociales en un conjunto sociotécnico sin fisuras ni costuras.

El autor muestra cómo el relato, la imagen y el lema de un hecho científico tiene mucho que ver con que se adopten o no medidas para ponerle remedio, como se hizo evidente en el caso del “agujero” de la capa de ozono donde un buen framing y una imagen potente ayudaron a lograr un acuerdo internacional, el Protocolo de Montreal.

Quizá uno de los problemas que ha enfrentado el cambio climático es que no haya logrado encontrar una imagen poderosa y un relato que interpele a la gente –como logró el agujero de la capa de ozono–, que genere sensación de urgencia y movilice a la ciudadanía.

Por otra parte, Rich afirma que el relato climático  no  ha  cambiado  sustancialmente desde 1989, punto del que cuesta no disentir dado que en las últimas tres décadas se ha desarrollado la potente maquinaria del negacionismo climático y actualmente el relato dominante es radicalmente distinto, y mucho más nocivo, que en 1989.

En esta absorbente investigación de una década crucial para las políticas del cambio climático sorprenderá encontrar nombres de políticos/as muy conocidos sosteniendo posturas que hoy se tacharían de “radicales”. La distancia de estas posturas a las que hoy sostiene el Partido Republicano en EEUU, el Partido Conservador en Reino Unido o sus homólogos en España da cuenta del retroceso que hemos sufrido en las últimas tres décadas en materia de políticas climáticas, que solo se han puesto en cuestión tras el “terremoto” juvenil inspirado por Greta Thunberg y las urgencias puestas de manifiesto por la crisis de la COVID-19.

Perdiendo la Tierra investiga la intrahistoria de lo que pudo ser y no fue, y de cómo se marchitaron los avances logrados a lo largo de una década. Como afirma Rich,

«Si los Estados Unidos hubieran respaldado una propuesta ampliamente apoyada a finales de los ochenta –la congelación de las emisiones de carbono, junto a una reducción del 20% en 2005– el calentamiento podría haberse limitado a menos de 1,5ºC» (p. 17).

Esta es nuestra pérdida y de ahí la importancia del libro para arrojar luz sobre ella. La revitalización de la memoria es importante para reconstruir los hechos y saber dónde nos encontramos y por qué.

 

 


Pandemias en la era de la Sexta Gran Extinción

Pandemias en la era de la Sexta Gran Extinción

FUHEM Ecosocial

Dosieres Ecosociales, noviembre 2021

La pérdida de la integralidad en la biosfera está provocando pandemias recurrentes. En la actualidad acontecen dos hechos relacionados. Por un lado, asistimos a lo que se ha denominado la Sexta Gran Extinción, un periodo en el que la tasa de extinción de especies es cien veces superior a la tasa normal de un periodo geológico.

El Antropoceno ha iniciado un proceso de extinción masiva.

Por otro lado, aún estamos padeciendo las consecuencias de la primera pandemia zoonótica global (strictu sensu) detectada a finales de 2019. Ambos acontecimientos están relacionados y exigen cambios sustanciales en los modos de vida contemporáneos. Sin embargo, aún no se ha logrado el conocimiento y la consciencia suficiente para que esos cambios se puedan suscitar.

El presente documento, que pertenece a la Colección Dosieres Ecosociales, muestra una lectura de la pandemia desde la perspectiva de la erosión a la que está siendo sometida la biodiversidad mundial. Aborda los vínculos entre la pérdida de integralidad de la biosfera resultante de la acción antrópica y las pandemias zoonóticas. Ofrece una perspectiva de la COVID-19 que trascienda la realizada en términos estrictamente sanitarios y que engarce con la crisis ecosocial en curso, con el fin de sensibilizar a la opinión pública sobre la necesidad de la defensa de la biodiversidad como la mejor forma de prevenir futuras pandemias.

Dividido en tres partes, el dosier incluye en la primera de ellas, el texto de las dos declaraciones realizadas desde FUHEM Ecosocial sobre la COVID-19, las señales y las respuestas. La segunda parte recopila una serie de textos publicados por FUHEM Ecosocial significativos sobre la materia que ayudan a abordarla desde diferentes perpectivas. La tercera parte ofrece una selección de recursos, en torno a la temática tratada en el dosier, elaborada desde el Centro de Documentación Virtual de FUHEM Ecosocial.

Esperamos que este dosier pueda aportar una mirada multidimensional que sirva para comprender que si se quieren evitar nuevos episodios de pandemias con origen en la zoonosis, hay que defender y preservar los ecosistemas atendiendo a los factores más relevantes que influyen en su transformación, degradación o destrucción.

ÍNDICE:

Introducción

PARTE I. DECLARACIONES

COVID-19: una pandemia en medio de la crisis ecosocial, Santiago Álvarez Cantalapiedra.

Señales y respuestas: las enseñanzas no atendidas de la pandemia, Santiago Álvarez Cantalapiedra.

PARTE II. TEXTOS

Pandemia, crisis ecosocial y capitalismo global, Santiago Álvarez Cantalapiedra.

Pandemia posnormal: las múltiples voces del conocimiento, Silvio Funtowicz y Cecilia Hidalgo.

Raíces socioecológicas de una pandemia prevista, Colectivo FRACTAL.

La ciencia es la mejor herramienta para luchar contra las pandemias que vendrán, Raquel Pérez Gómez.

Biodiversidad: combatir la sexta extinción masiva,  Bo Normander.

PARTE III. RECURSOS

Selección de Recursos, Susana Fernández Herrero.

 

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Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de FUHEM y no refleja necesariamente la opinión del MITERD.


Las Macrogranjas: Impactos sobre el Territorio y la Calidad de Vida

Las Macrogranjas: Impactos sobre el Territorio y la Calidad de Vida

 

 

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Impactos del Cambio Climático en los sistemas Litorales Españoles

Impactos del Cambio Climático en los sistemas Litorales Españoles y repercusiones sobre la Calidad de Vida

 

 

 

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Calidad del Aire y Efectos de la Contaminación sobre la Salud de las Personas

Calidad del Aire y Efectos de la Contaminación sobre la Salud de las Personas

 

 

 

 

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Efectos del Cambio Climático sobre los ecosistemas e Impactos sobre la Calidad de Vida

Efectos del Cambio Climático sobre los ecosistemas e Impactos sobre la Calidad de Vida

 

 

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Este mapa conceptual ha sido realizado con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD).


Perdida de biodiversidad y pandemias

Perdida de biodiversidad y pandemias

La presión humana provoca una degradación ambiental sin precedentes que conduce, entre otras cosas, a una pérdida importante de biodiversidad que nos hace más vulnerables. Esto significa que la salud de los ecosistemas de los que nosotros y todas las demás especies dependen está deteriorándose más rápidamente que nunca. Nosotros estamos erosionando los principales fundamentos de nuestras economías, sociedades, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo. No podemos seguir ignorando el riesgo de pandemias derivadas de los cambios ambientales generados por las políticas que no tienen en cuenta la biodiversidad.

 

 

Esta publicación (video / infografía / anuncio / etc.) ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD).


Pandemias en la Era de la Sexta Gran Extinción. Análisis Documental

Pandemias en la Era de la Sexta Gran Extinción

Selección de Recursos

Desde el Centro de documentación Virtual de FUHEM Ecosocial hemos elaborado una selección de recursos que hablan sobre la pérdida de biodiversidad, el desarrollo de pandemias, la estrecha relación que hay entre ambas y cómo prevenir futuras pandemias.

La selección recoge Informes elaborados por prestigiosas instituciones y organizaciones , como: Convenio sobre la Diversidad Biológica – CDB, la Comisión Europea,  Ecologistas en Acción, Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático – IPCC, The Intergovernmental Science Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services – IPBES,  Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente – PNUMA, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud y World Wildlife Fund – WWF.

Todos los informes pueden descargarse a texto completo y son una herramienta muy útil para comprender que la salud del medioambiente y la salud humana están unidas, por lo que frenar la destrucción de los ambientes naturales y disminuir la pérdida de biodiversidad redundará en ecosistemas saludables que contribuirán la nuestra propia supervivencia.

Ofrecemos también una recopilación de libros de especialistas que ofrecerán diferentes perspectivas sobre la materia: Mike Davis, Ramón Fernández Durán, Sandra Hempel, Roger Lewin, Richard Leakey, Salvador Macip, Andreas Malm, David Quammen, Sara Shah, Rob Wallace, David Wallace-Wells, Edward O. Wilson.

 

 

INFORMES

 

Convention on Biological Diversity – CBD

Guidance on integrating biodiversity consideration into One Health approaches. CBD/SBSTTA/21/9

Montreal, Canadá, CBD, 2017, 17 págs.

Disponible en: https://www.cbd.int/doc/c/501c/4df1/369d06630c901cd02d4f99c7/sbstta-21-09-en.pdf

 

Convenio sobre la Diversidad Biológica - CDB

Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 5

Montreal, Canadá: Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, 2020, 212 págs.

Disponible en: https://www.cbd.int/gbo/gbo5/publication/gbo-5-es.pdf

 

Comisión Europea

Estrategia de la UE sobre la biodiversidad de aquí a 2030. Reintegrar la naturaleza en nuestras vidas

Bruselas, Bélgica: Comisión Europea, 2020, 27 págs.

Disponible en: https://eur-lex.europa.eu/resource.html?uri=cellar:a3c806a6-9ab3-11ea-9d2d-01aa75ed71a1.0007.02/DOC_1&format=PDF

 

Ecologistas en Acción

Las relaciones entre biodiversidad y cambio climático en 2020: retrospectiva y horizonte (desde Kunming y Glasgow)

Madrid: Ecologistas en acción, 2020, 48 págs.

Disponible en: https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/2020/12/Informe-biodiversidad-y-cambio-climatico.pdf

 

Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático

Cambio Climático y Biodiversidad. Documento Técnico V del IPCC.

Ginebra, Suiza: Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, 2002, 93 págs.

Disponible en: https://archive.ipcc.ch/pdf/technical-papers/climate-changes-biodiversity-sp.pdf

 

IPBES - The Intergovernmental Science Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services

IPBES Workshop on Diversity and Pandemics

Bonn, Alemania: Secretaría IPBES, 2020, 108 págs.

Disponible en: https://ipbes.net/sites/default/files/2020-12/IPBES%20Workshop%20on%20Biodiversity%20and%20Pandemics%20Report_0.pdf

Excecutive Summary disponible en: https://ipbes.net/sites/default/files/2020-12/IPBES%20Workshop%20on%20Biodiversity%20and%20Pandemics%20Report_0.pdf

 

IPBES - The Intergovernmental Science Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services

El Informe de Evaluación Mundial sobre la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas. Resumen para los encargados de la formulación de políticas

Bonn, Alemania: Secretaría IPBES, 2019, 60 págs.

Disponible en: https://ipbes.net/sites/default/files/2020-02/ipbes_global_assessment_report_summary_for_policymakers_es.pdf

 

PNUMA – Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Instituto Internacional de Investigación en Ganadería 

Prevenir la próxima pandemia: zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión

Nairobi, Kenya: PNUMA, 2020, 82 págs.

Disponible en:

https://wedocs.unep.org/xmlui/bitstream/handle/20.500.11822/32316/ZP_SP.pdf

 

TRAFFIC

Wildlife Trade, COVID 19, and Zoonotic Disease Risks

Cambridge, UK: Trafic, 2020, 10 págs.

Disponible en:

https://www.traffic.org/site/assets/files/12764/covid-19-briefing-vfinal.pdf

 

World Bank

People, pathogens and our planet: The economics of one health

Washington DC: The World Bank, 2012, 65 págs.

Disponible en: https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/11892

 

 

WHO - World Health Organization; CBD - Secretariat of the Convention on Biological Diversity

Connecting global priorities: Biodiversity and human health – A state of knowledge review.

Geneva and Montreal: WHO y CBD, 2015, 364 págs.

Disponible en: https://www.cbd.int/health/SOK-biodiversity-en.pdf

 

World Wildlife Fund – WWF

Pérdida de naturaleza y pandemias: un planeta sano por la salud de la humanidad. Segunda edición.

Madrid: WWW España, 2020, 16 págs.

Disponible en: https://wwfes.awsassets.panda.org/downloads/informe_perdida_de_naturaleza_y_pandemias__actualizacion_junio_de_2020.pdf 

 

World Wildlife Fund - WWF                                                                                                                          

Planeta vivo 2020: revertir la curva de la pérdida de biodiversidad. Resumen

Grand, Suiza: WWF, 2020, 25 págs.

Disponible en: https://wwfes.awsassets.panda.org/downloads/infomeplanetavivo_2020_resumen_1.pdf

Informe completo en inglés:

https://wwfes.awsassets.panda.org/downloads/livingplanetrerport_2020_informe_completo.pdf?55320/Informe-Planeta-Vivo-2020

 

 

LIBROS

 

 

DAVIS, Mike

Llega el monstruo: COVID-19, gripe aviar y las plagas del capitalismo

Madrid: Capitán Swing, 2020, 226 págs.

 

 

 

 

FERNÁNDEZ DURÁN, Ramón

El antropoceno: la expansión del capitalismo global choca con la biosfera

Barcelona: Virus, 2011,105 p.

 

 

 

 

HEMPEL, Sandra

Atlas de las epidemias

Madrid: Librero, 2020, 224 págs.

 

LEWIN, Roger; LEAKEY, Richard

La sexta extinción: el futuro de la vida y de la humanidad

Barcelona: Tusquets Editores, 1997, 312 págs

 

 

 

 

MACIP. Salvador
Las grandes epidemias modernas: la lucha de la humanidad contra los enemigos invisibles
Barcelona: Planeta, 2020, 384 págs.

 

 

 

 

MALM, Andreas

El murciélago y el capital: coronavirus, cambio climático y guerra social

Madrid: Errata Naturae, 2020, 256 págs.

 

 

 

 

QUAMMEN, David

Contagio: la evolución de las pandemias

Barcelona: Debate, 2020, 624 págs.

 

 

 

 

SHAH, Sara

Pandemia: mapa del contagio de a enfermedades más contagiosas del planeta

Madrid: Capitán Swing, 2020, 336 págs.

 

 

 

 

WALLACE, Rob

Grandes granjas, grandes gripes. agroindustria y enfermedades infecciosas

Madrid: Capitán Swing, 2020, 536 págs.

 

 

 

 

WALLACE-WELLS, David

El planeta inhóspito: la vida después del calentamiento

Barcelona: Debate, 2019, 352 págs.

 

 

 

 

WILSON, Edward O.

Medio planeta: la lucha por las tierras salvajes en la era de la sexta extinción

Madrid: Errata Naturae, 2017, 320 págs.

 

 

 

 

 

Publicaciones de FUHEM Ecosocial

 

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global

 

Pandemia y crisis ecosocial

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm 154, 2021.

 

 

 

ÁLVAREZ CANTALAPIEDRA, Santiago, Pandemia, crisis ecosocial y capitalismo global, pp. 5-10.

https://www.fuhem.es/papeles_articulo/pandemia-crisis-ecosocial-y-capitalismo-global-introduccion154/

COLECTIVO FRACTAL, Raíces socioecológicas de una pandemia prevista, pp. 11-21.

https://www.fuhem.es/papeles_articulo/raices-socioecologicas-de-una-pandemia-prevista/

 CAMPILLO, Antonio, La pandemia, un episodio del Antropoceno, pp. 23-31.

https://www.fuhem.es/papeles_articulo/la-pandemia-un-episodio-del-antropoceno/

PÉREZ GÓMEZ, Raquel, La ciencia es la mejor herramienta para luchar contra las pandemias que vendrán., pp. 81-90.

https://www.fuhem.es/papeles_articulo/la-ciencia-es-la-mejor-herramienta-para-luchar-contra-las-pandemias-que-vendran/

FUNTOWICZ, Silvio; HIDALGO, Cecilia, Pandemia posnormal: las múltiples voces del conocimiento., pp. 109-122.

https://www.fuhem.es/papeles_articulo/pandemia-posnormal-las-multiples-voces-del-conocimiento/

 

La Situación del Mundo

BOADA JUNCÀ, Martí; MANEJA ZARAGOZA, Roser; KNOBEL GUELAR, Pablo

“El papel vital de la biodiversidad en la sostenibilidad urbana.”

GARDNER, Gary; PRUGH, Tom; RENNER, Michael (dirs.), Ciudades sostenibles. Del sueño a la acción. La Situación del Mundo 2016. Informe Anual del WorldWatch Institute.

Barcelona: FUHEM Ecosocial, Icaria, 2016, pp. 275-291, 373-376.

Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2021/11/El-papel-vital-biodiversidad-SitMundo-2016.pdf

 

MACHALABA, Catherine C.; LOH, Elisabeth H.; DASZAK, Peter; KARESH, William B.

 “Enfermedades emergentes de origen animal.”

GARDNER, Gary; PRUGH, Tom; RENNER, Michael (dirs.), Un mundo frágil: hacer frente a las amenazas a la sostenibilidad. La Situación del Mundo 2015. Informe Anual del Worldwhatch Institute.

Barcelona: FUHEM Ecosocial, Icaria, 2015, pp. 155-171, 256-259.

Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2021/11/Enfermedades-emergentes-origen-animal-SitMundo-2015.pdf

 

BROWN, Peter G.; SCHMIDTT, Jeremy J.

“La vida en el Antropoceno: ¿un escenario tendencial o una retirada compasiva?”

PRUGH, Tom; RENNER, Michael (dirs.)

Gobernar para la Sostenibilidad. La Situación del Mundo 2014. Informe Anual del Worldwhatch Institute.

Barcelona: FUHEM Ecosocial, Icaria, 2014, pp. 109-120, 396-400.

Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2021/11/La-vida-en-Antropoceno-SitMundo-2014.pdf

 

FOLKE, Carl

“Respetar los límites del planeta y recuperar la conexión con la biosfera.”

ASSADOURIAN, Erik; RENNER, Michael (dirs.)

¿Es aún posible logara la Sostenibilidad? La Situación del Mundo 2013. Informe Anual del Worldwhatch Institute.

Barcelona: FUHEM Ecosocial, Icaria, 2013, pp. 51-62, 585-586.

Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2021/11/Respetar-limites-planeta-SitMundo-2013.pdf

 

NORMANDER, Bo

“Biodiversidad: combatir la Sexta Extinción Masiva.”

ASSADOURIAN, Erik; RENNER, Michael (dirs.)

Hacia una prosperidad sostenible. La Situación del Mundo 2012. Informe Anual del Worldwhatch Institute.

Barcelona: FUHEM Ecosocial, Icaria, 2012, pp. 311-323, 410-412.

Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2021/11/Biodiversidad-combatir-sexta-extincion-SitMundo-2012.pdf

 

LOVEJOY, Thomas

“Impactos del cambio climático sobre la biodiversidad.”

ENGELMAN, Robert; RENNER, Michael; SAWIN, Janet (dirs.)

El mundo ante el calentamiento global. La Situación del Mundo 2009. Informe Anual del Worldwhatch Institute.

Barcelona: FUHEM Ecosocial, Icaria, 2009, pp. 125-129.

Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2021/11/Impactos-cambio-climatico-biodiversidad-SiMundo-2009.pdf

 

Dosieres Ecosociales


El papel de la biodiversidad

OBERHUBER, Theo, LOMAS, Pedro L.; DUCH, Gustavo; GONZÁLEZ REYES, María

Madrid: FUHEM Ecosocial, 2010, 36 págs.

Disponible en: https://www.fuhem.es/wp-content/uploads/2019/08/Dossier_El_papel_de_la_biodiversidad.pdf

 

 

BLOG Tiempo de Actuar

Tiempo de Actuar, un blog de FUHEM educación+ecosocial para compartir recursos didácticos que nos ayuden a afrontar la crisis de convivencia entre las personas y con el entorno.

NIETO GONZÁLEZ, Mara, ¿Cómo nos afecta la pérdida de biodiversidad?, 06-05-2021

https://tiempodeactuar.es/blog/como-nos-afecta-la-perdida-de-biodiversidad/

DI DONATO, Monica, Pérdida de biodiversidad y pandemias: un nexo oscuro y peligroso, 18-03-2020.

https://tiempodeactuar.es/blog/perdida-de-biodiversidad-y-pandemias-un-nexo-oscuro-y-peligroso/

DI DONATO, Monica La larga sombra de las granjas que nos enferman, 16-06-2021

https://tiempodeactuar.es/blog/la-larga-sombra-de-las-granjas-que-nos-enferma/

GONZÁLEZ REYES, Luis, Ideas (aquí no extendemos “recetas”) para trabajar la problemática del coronavirus desde la educación ecosocial. #EA26, 01-04-2020.

https://tiempodeactuar.es/blog/ideas-aqui-no-extendemos-recetas-para-trabajar-la-problematica-del-coronavirus-desde-la-educacion-ecosocial-ea26/

VISO, Nuria del, Un virus, la humanidad y la Tierra, 13-05-2020.

https://tiempodeactuar.es/blog/un-virus-la-humanidad-y-la-tierra/

GONZÁLEZ REYES, Luis, Veo, siento, pienso, me pregunto. Coronavirus, medio ambiente y sistema inmune, 22-04-2020.

https://tiempodeactuar.es/blog/veo-siento-pienso-me-pregunto-coronavirus-medio-ambiente-y-sistema-inmune/

 

Susana Fernández Herrero

Centro de Documentación Virtual

FUHEM Ecosocial

Noviembre 2021

 

 

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD).


Biodiversidad: combatir la sexta extinción masiva

Biodiversidad: combatir la sexta extinción masiva

Bo Normander

En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, los dirigentes mundiales contrajeron un compromiso colectivo para preservar los recursos biológicos de la Tierra, acordando el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB). Sin embargo, una mayoría de los políticos ha incumplido su responsabilidad de proteger la naturaleza, y el planeta ha padecido una pérdida dramática y constante de su biodiversidad. No solo han desaparecido mamíferos excepcionales como el rinoceronte negro de África occidental, el tigre del Caspio y el bucardo de los Pirineos, sino que un número alarmante de animales, insectos y plantas está actualmente al borde de extinción. Es posible que especies emblemáticas como el oso panda, el tigre o el delfín fluvial chino desaparezcan en un futuro próximo en estado salvaje, sobreviviendo únicamente en los zoológicos mediante costosos programas de cría en cautividad.[1]

La Lista Roja de Especies Amenazadas, elaborada por la Unión Inter- nacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), establece siete categorías de riesgo de extinción, que evidencian la tendencia alarmante de la evolución de la biodiversidad. De las casi 35.000 especies de vertebrados estudiadas hasta la fecha cerca del 20% están clasificadas como «amenazadas», oscilando desde el 13% en las aves hasta el 41% en los anfibios (véase el gráfico 15-1). Desde 1980 a 2008, una media de 52 especies ha avanzado cada año hacia una categoría más próxima a la extinción. De todos los grupos estudiados, la mayor proporción de especies amenazadas se encuentra entre las cicadas (Cycadophyta) y los esturiones (Acipenseridae), con un 64 y un 85% respectivamente. Las cicadas, plantas con aspecto de palmeras, se distribuyen por muchas zonas tropicales y subtropicales y son los vegetales con semillas más antiguos del mundo. Las principales amenazas que les afectan son el deterioro y pérdida de su hábitat debido al proceso urbanizador, así como la extracción ilegal de ejemplares por recolectores. Los esturiones también son especies muy primitivas, encontrándose entre las familias de peces más antiguas del mundo. El esturión beluga del mar Caspio produce huevas que pueden alcanzar un precio de 10.000 dólares el kilo por su venta como caviar negro. La demanda de caviar ha provocado una grave sobreexplotación de las poblaciones de esturión en toda Europa y Asia.[2]

Un segundo indicador que revela la pérdida de biodiversidad es el Índice Planeta Vivo, basado en el seguimiento de las poblaciones de más de 2.500 especies de vertebrados. Este indicador refleja una tendencia negativa similar, con un declive de la biodiversidad desde 1992 del 12% a escala mundial y del 30% en las regiones tropicales (véase el gráfico 15-2). Se estima por tanto que el ritmo actual de extinción de las especies es unas 1.000 veces superior al de la época pre-industrial. Los científicos han calificado este declive como la sexta extinción masiva de la historia de la Tierra, y la única provocada por una criatura viviente: el ser humano. Las otras cinco extinciones masivas sucedieron hace mucho tiempo, siendo la última y más conocida la ocurrida a finales del Cretácico, hace 65 millones de años, y que exterminó a los dinosaurios.[3]

¿Cuál es la causa de esta tragedia biológica? La respuesta es, sencillamente, la intervención humana. Los cinco factores principales que están conduciendo a esta pérdida de biodiversidad, según la Secretaría del CDB son: la transformación de los hábitats, la sobreexplotación, la contaminación, la invasión de especies exóticas y el cambio climático. La humanidad ha transformado los ecosistemas durante las últimas décadas hasta un grado nunca visto con anterioridad. Para mantener el crecimiento económico y la demanda creciente de alimentos, recursos y territorio, gran parte de las zonas naturales del planeta ha sido transformada en espacios edificados o cultivados, para la agricultura y las plantaciones.

 

La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio calculó en 2005 que 15 de los 24 «servicios ecosistémicos» están en declive, incluyendo el suministro de agua dulce, las poblaciones  de peces marinos y el acceso a un aire y a un agua sin contaminar (véase el capítulo 16).[4]

 

Por qué es importante la biodiversidad

Cada vez es mayor el cúmulo de evidencias, y el mensaje está claro: esta- mos perdiendo biodiversidad a todos los niveles. Pero, ¿por qué debemos preocuparnos por la biodiversidad? Mientras el mundo pueda producir bastantes alimentos y podamos obtener suficiente madera, combustible y otros recursos de los bosques, las tierras agrícolas y los océanos ¿qué nos importan unos cuantos miles de especies raras, de las que nadie ha oído hablar? Muchas personas se plantean esta importante cuestión. No comprenden del todo ni valoran la importancia de la biodiversidad, o incluso ignoran el significado de este término. En una encuesta realizada en 2010 en Europa, las dos terceras partes de las personas entrevistadas afirmaron haber oído hablar de la biodiversidad, pero solo el 38% fue capaz de explicar su significado. Sin embargo, una vez informados el 85% consideró que la pérdida de biodiversidad constituye un problema bastante o muy grave.[5]

Utilizando una definición sencilla de libro de texto, la diversidad biológica puede definirse como la variedad de la vida a todos los niveles de organización biológica. La definición más aceptada probablemente sea la formulada en 1992 por el CDB: biodiversidad es «la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras cosas, los ecosistemas terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte; comprende la diversidad dentro de cada especie, entre las especies y de los ecosistemas».[6]

La definición del CDB es muy amplia, en el sentido de que contempla no solo la diversidad de todos los organismos vivos sino también la diversidad de los sistemas ecológicos de los que estos forman parte. La conservación de la biodiversidad, por tanto, no consiste únicamente en luchar contra la caza de ballenas, como se desprendería de la película de Liberad a Willy, o en salvar el oso panda, símbolo de las campañas del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Consiste en conservar la vida en todas sus formas.

Para comprender mejor la importancia de la biodiversidad de un determinado hábitat o ecosistema, podríamos imaginarnos la diversidad biológica como un gigantesco edificio construido a base de naipes, cada uno de los cuales representa una especie o una función ecosistémica.

Podríamos retirar unas cuantas cartas sin graves consecuencias  para el edificio, pero si retiramos un naipe equivocado, todo el edificio se desplomará. La biodiversidad es un sistema extremadamente  complejo formado literalmente por millones de especies diferentes  —desde microorganismos diminutos hasta los depredadores que ocupan la cúspide de la jerarquía de la vida—  interrelacionados a través de cadenas alimentarias, polinización, predación, simbiosis, antibiosis y muchas otras interacciones químicas y biológicas, gran parte de las cuales ni siquiera conocemos. Dañar a una de estas partes —exterminando por ejemplo a unas pocas especies claves— puede provocar el colapso de todo el sistema.

Por ejemplo, la intensa deforestación de la isla de Pascua, que se remonta a los siglos XV y XVI, provocó la extinción de árboles, plantas, insectos y de todas las especies nativas de aves, generando la devastación irreversible del ecosistema y los actuales problemas que padece de grave erosión del suelo y sequía. Igualmente, la introducción de especies exóticas puede resultar fatal para los ecosistemas, como evidencia en Australia el caso famoso del conejo.

Desde su introducción en 1859 por los colonos europeos, el conejo ha tenido un impacto devastador para la ecología australiana, siendo responsable del importante declive y la extinción de muchos mamíferos y plantas nativas. Su proliferación también ha provocado graves problemas de erosión, pues al devorar las plantas nativas desprotege la superficie del suelo, muy vulnerable a los agentes erosivos.[7]

Más allá de las graves consecuencias  negativas derivadas de la pérdida de biodiversidad, desde un punto de vista ético el ser humano no tiene derecho a decidir ni a juzgar qué especies deben sobrevivir y cuáles no. Todas las especies son igualmente importantes y los humanos no tenemos derecho a eliminar a millares de organismos. Conservar la biodiversidad también es vital desde un punto de vista más antropocéntrico: no se trata únicamente de una aspiración humana a disfrutar de una naturaleza diversa y apasionante, sino de la capacidad que tienen los ecosistemas intactos de satisfacer las necesidades humanas básicas, en lo que se refiere a alimentos, agua limpia, medicinas, combustibles, material biológico, etc.

El valor de la biodiversidad es incalculable y es imposible medirlo ciertamente en términos monetarios. No obstante, un estudio reciente del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha intentado hacer una valoración económica de una característica predeterminada de la biodiversidad. Sus conclusiones indican que una inversión de solo el 0,5% del producto mundial bruto para hacer más respetuosos con el medio ambiente los sectores relacionados con el capital natural (agricultura, actividades forestales, pesquerías y gestión del agua dulce) ayudaría a crear nuevos empleos y más riqueza económica, mitigando al tiempo los riesgos del cambio climático, del aumento de la escasez de agua y de la pérdida de servicios de los ecosistemas. Dicho de otro modo, conservar la diversidad biológica constituye un paso fundamental para lograr la prosperidad económica.[8]

Objetivos incumplidos

A pesar de la evidencia de que conservar la biodiversidad es fundamental para la riqueza humana, aún no se han realizado verdaderos esfuerzos políticos en este sentido. Las Partes firmantes del CDB se comprometieron en 2002 «a conseguir  una reducción significativa del actual ritmo de pérdida de biodiversidad para 2010». Ocho años más tarde las mismas Partes se reunieron en Nagoya (Japón), concluyendo que dicha meta no se había cumplido ni a nivel mundial, ni nacional, ni regional. En consecuencia, se renovó la meta, adoptándose un Plan Estratégico para la Biodiversidad 2011-2020, con 20 nuevos objetivos —denominados las Metas de Aichi— y comprometiéndose los estados a «adoptar medidas efectivas y urgentes para detener la pérdida de di- versidad biológica a fin de asegurar que, para 2020, los ecosistemas sean resilientes y sigan suministrando servicios esenciales».[9]

 

Algunas de las Metas de Aichi son bastante ambiciosas, otras son me- nos rigurosas y algunas cuestiones ni siquiera se abordan. Por ejemplo, se ha pasado completamente por alto la biodiversidad urbana (véase el cuadro 15-1). Pero en conjunto el Plan Estratégico  refleja una acepta- ción internacional creciente de la importancia de la biodiversidad. Es necesario, sin embargo, que este acuerdo mundial origine planes de acción nacionales concretos y ambiciosos, así como una integración verdadera del valor de la biodiversidad en todas las políticas, sectores sociales y contabilidades  nacionales relevantes. Este será el principal reto de los gobiernos en los próximos años, pero en el pasado hemos asistido lamentablemente a grandes fracasos en este campo. El hecho de que casi todos los países incumpliesen las metas establecidas para 2010, sin asumir ninguna crítica y sin ningún tipo de consecuencias, refleja la falta absoluta de voluntad política para actuar con urgencia con el fin de salvar la biodiversidad.[10]

 

La pérdida de biodiversidad frente al cambio climático

La conciencia generalizada sobre los peligros del cambio climático surgió hace menos de una década y culminó en 2007 con la concesión del Premio Nobel de la Paz conjuntamente al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) y al exvicepresidente de EEUU, Al Gore, por su contribución a este tema. Sin embargo, la pérdida de biodiversidad no ha logrado captar todavía tanta atención como el cambio climático, a pesar de que sus consecuencias son igual- mente nefastas. En un estudio de 2009 publicado por la revista Nature, la biodiversidad figura como «el límite planetario» transgredido por la humanidad en mayor medida, subrayando la urgencia de combatir su pérdida. Esta cuestión dista bastante, sin embargo, de contar con tanto nivel de conocimiento científico y de consenso como las relativas a las fuentes energéticas y al cambio climático.[11]

A principios de 2011, los gobiernos decidieron crear la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Como el IPCC, que fue creado en 1988, el IPBES debería ser la interfaz entre la comunidad científica y los responsables políticos. Pero para que el IPBES pueda adquirir tanta importancia como el IPCC, será necesario destinar muchos más recursos a este organismo, un objetivo evidente en junio de 2012 para los participantes en la Conferencia de Río+20. El IPBES debería reunir a los expertos y científicos más destacados para disponer de la información científica, técnica y socioeconómica más reciente, ayudando a que sean factibles y alcanzables las metas de conservación de la biodiversidad para 2020, promoviendo un mayor interés mundial sobre el problema de la pérdida de diversidad biológica.[12]

 

Cuadro 15-1. La agricultura  urbana puede reducir la pérdida de biodiversidad

La protección de la biodiversidad en las zonas urbanas cada vez tiene mayor importancia. Esto se debe en parte al rápido proceso de urbanización. Por primera vez en la historia, más de la mitad  de la población  mundial  vivía en 2009  en zonas urbanas. Se prevé que el crecimiento  urbano  se mantenga  durante  las próximas décadas, si bien a un ritmo decreciente. Merece especial atención, por tanto, que aspiremos a hacer la vida en las ciudades más sostenible ambientalmente.

En general, el proceso urbanizador tiene un impacto negativo sobre la biodiversidad, especialmente sobre la flora y la fauna autóctonas de las zonas sometidas al crecimiento urbano. Pero no todas las especies se ven afectadas negativamente  por las construcciones y la abundancia  y diversidad de especies en algunos espacios urbanos, especialmente en la periferia de las ciudades, puede llegar a ser más elevada que la existente en las zonas rurales circundantes, aunque muy diferente. Un estudio realizado en Dinamarca reveló que la zona urbana de Copenhague alberga una gran variedad de especies en sus parques, bosques, lagos, playas, refugios de vida silvestre y otros espacios verdes, constituyendo de hecho uno de los lugares más ricos del país en términos de biodiversidad. Más del 60% de la superficie terrestre de Dinamarca se cultiva de forma intensiva, dejando muy poco espacio para la biodiversidad, mientras que en varias zonas semi-urbanas existen reductos con gran riqueza natural.

La naturaleza  ha sido expulsada durante  décadas de las ciudades. Ni siquiera el Plan Estratégico 2020 para la Biodiversidad aborda el tema de la biodiversidad urbana. Para contrarrestar este olvido, en los últimos  años han surgido una serie de iniciativas ciudadanas y municipales, como las asociaciones urbanas de apicultores, el cultivo  en balcones  y azoteas y los proyectos  de huertos  verticales  en Ámsterdam,  Singapur  y la ciudad de Nueva York, así como en un número  creciente de otras ciudades. Estas iniciativas  pueden invertir  la pérdida de biodiversidad y fomentar  la agricultura  y las zonas verdes urbanas, al tiempo que ofrecen vías para mejorar la calidad de vida, la alimentación  y la integración  de la naturaleza en las ciudades. Otro ejemplo de este tipo de experiencias es el cultivo en las ventanas. En un caso, más de 13.000  personas en todo el mundo descargaron durante un año instrucciones sobre cómo construir un huerto,  sembrando  sus propias  frutas  y verduras, como fresas, tomates  y pimientos, aprovechando  sus ventanas.

Los cultivos y huertos urbanos ayudan a detener la destrucción ambiental  y la pérdida de biodiversidad. Como ha señalado Jac Smit, fundador  y antiguo  presidente de la Red de Agricultura  Urbana, la agricultura urbana «crea espacios verdes, recicla los residuos, reduce el transporte, proporciona empleo, sustituye productos caros de importación, evita la erosión y es beneficiosa para el microclima». Actualmente existen muchos terrenos urbanos  baldíos, que pueden  transformarse  en espacios verdes. Debería comenzarse por obligar a las autoridades locales a que proporcionen información sobre los usos del suelo en zonas urbanas, y a que aprueben una planificación  urbanística que favorezca la creación de nuevas zonas verdes y espacios diversos.

Fuente: véase nota al final nº 10.


 

Un inconveniente importante de las Metas de Aichi es que las obligaciones jurídicas que conllevan son relativamente débiles, o inexistentes. El Protocolo de Kioto sobre cambio climático constituye por el contrario un acuerdo contractual que implica responsabilidades legales para los países signatarios. Establece además unas metas nacionales concretas y medibles, como por ejemplo los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Las metas para evitar la pérdida de biodiversidad son mucho más imprecisas,  vagas y difíciles de valorar.

Sin embargo, pese a sus buenas intenciones el Protocolo de Kioto parece abocado al fracaso en lo que se refiere a lograr sus metas de reducción de emisiones. El IPBES debería actuar con premura para adoptar un enfoque sencillo y accesible de información, con el fin de establecer metas nacionales para la protección de la biodiversidad. No existe evidentemente ningún indicador concebible capaz de reflejar con exactitud los cambios de biodiversidad de los diferentes ecosistemas a distintas escalas espaciales y temporales, debido a la complejidad inherente de los hábitats dentro de los ecosistemas. Pero el IPBES sí debiera definir un subconjunto de indicadores capaces de reflejar una evaluación nacional equilibrada de las tendencias de la biodiversidad, de manera eficaz y medible, para evitar que los países sigan eludiendo sus responsabilidades.[13]

 

Detener la pérdida de hábitats naturales

Conservar los bosques y los hábitats naturales del mundo requiere actuaciones tanto a nivel local y nacional como global. Lamentablemente, estas áreas están experimentando un rápido deterioro. Desde 1990 a 2010 la superficie forestal mundial disminuyó un 3,4% (1,4 millones de kilómetros cuadrados) de 1990 a 2010, aproximadamente el equivalente al tamaño de México. La deforestación sigue avanzando imparablemente en muchos países, principalmente para la transformación de bosques en zonas agrícolas. Por otra parte, la expansión de zonas edificadas y de las redes de transporte sigue siendo un motor importante para el cambio de los usos del suelo en todo el mundo. A nivel regional, África y Sudamérica han experimentado las mayores pérdidas netas de superficie forestal desde el año 2000, con una reducción anual del 0,5% en ambos continentes.[14]

La Meta 5 del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica establece que «Para 2020, el ritmo de pérdida de todos los hábitats naturales, incluidos los bosques, se reducirá por lo menos a la mitad, y hasta un valor cercano a cero donde sea factible». Esta meta no es muy ambiciosa y resulta relativamente imprecisa, por lo que debiera reforzarse, exigiendo que se ponga fin a la deforestación y a la pérdida de hábitats naturales. Ello implica que todos los países deberán empezar a enfrentarse a los intereses que subyacen a la utilización de una superficie creciente de tierras para la producción de madera, alimentos, piensos y, más recientemente, biocombustibles. Requiere asimismo una modificación de las políticas y subvenciones que favorecen la deforestación para adaptarlas a una economía de deforestación cero.

Por ejemplo, los trabajadores de la industria maderera ilegal deberían ser destinados a proteger los ecosistemas forestales en vez de a destruirlos. Este tipo de enfoque ha sido utilizado para resolver otros problemas similares. Por ejemplo, el programa de conservación de las tortugas marinas en Brasil contrata a los antiguos furtivos, remunerándoles para proteger en vez de para explotar la población de tortugas. La iniciativa TAMAR favorece actualmente a docenas de comunidades costeras del nordeste de Brasil, proporcionando empleo y otros beneficios públicos a los habitantes locales.

Un análisis reciente del PNUMA indica que con una inversión de tan solo 40.000 millones de dólares anuales en programas de reforestación y pagos a los propietarios de tierras por conservar los bosques, el valor añadido en la industria forestal podría aumentar un 20% desde 2010 a 2050.[15]

En 2011 había al menos 160.000 espacios protegidos en todo el mundo, que representan alrededor del 13% de la superficie terrestre, equivalente al tamaño de Rusia. Sin embargo, las zonas marinas protegidas solo abarcan aproximadamente el 7% de las aguas costeras y un 1,4% de los océanos. La meta del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica establece proteger el 17% de las zonas terrestres y aguas continentales y el 10% de las zonas marinas y costeras. Estas metas son muy poco ambiciosas, y el Plan carece además de un marco para garantizar la conservación real de las zonas protegidas.[16]

En teoría, los espacios protegidos, como las reservas y los parques nacionales, son útiles porque permiten una extracción mínima o nula de recursos y porque minimizan o prohíben su urbanización. En la práctica, sin embargo, la realidad es muy distinta. En Indonesia, por ejemplo,  se supone que unos 12 millones de hectáreas de bosque tropical están protegidas, pero la realidad sobre el terreno es bien distinta, pues se siguen talando y quemando los bosques. La declaración de espacios protegidos está resultando una defensa inadecuada frente a la tala ilegal, el avance de la agricultura y la caza furtiva. La información por satélite indica que unos 1,3 millones de hectáreas de bosques de difícil acceso se encuentran simultáneamente en espacios protegidos y en concesiones madereras, lo que evidencia la incapacidad del gobierno para hacer respetar las políticas conservacionistas.[17]

La situación de los océanos también es alarmante. La mayoría de los arrecifes de coral del mundo se encuentran en grave peligro debido al impacto del cambio climático y a unas prácticas pesqueras insostenibles (véase el cuadro 15-2). Se estima que la capacidad de captura de la flota pesquera mundial supera hasta 2,5 veces el nivel de pesca sostenible. La pesquería industrial practicada mediante grandes buques arrastreros es especialmente dañina para el buen estado del océano y la diversidad de especies. Reducir el volumen de capturas hasta niveles sostenibles requiere medidas contundentes. Las subvenciones de la Unión Europea y de otros estados a la pesca industrial deberían ser eliminadas progresivamente, o reorientadas hacia prácticas sostenibles que contribuyan a mejorar el medio ambiente y reporten beneficios a las comunidades locales.[18]

La conservación de la biodiversidad marina requiere nuevos acuerdos mundiales en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, tanto dentro de las zonas marinas bajo jurisdicción nacional como fuera de ellas, dado que siguen careciendo actualmente de protección y de regulación. Debería establecerse asimismo una red mundial de reservas  marinas para incrementar la proporción protegida de los océanos, ahora tan reducida. En la Conferencia Río+20, o en un plazo breve inmediatamente después, debería acordarse proteger al menos el 20% de los océanos —incluyendo todos los principales puntos calientes de biodiversidad marina, como los arrecifes de coral y las montañas submarinas.

El estudio del PNUMA sobre la economía verde señalaba que mejorar la protección de los recursos marinos y hacer que las pesquerías mundiales sean más respetuosas con el medio ambiente podría incrementar las rentas de los recursos mundiales desde unos 26.000 millones de dólares hasta 45.000 millones, contribuyendo así a aumentar la prosperidad económica.[19]

 


Cuadro 15-2. Arrecifes de coral amenazados

Es frecuente  referirse  a los arrecifes  de coral como  «las selvas del océano»  por su enorme biodiversidad. Dierentes especies de coral crean estructuras de distintas formas y tamaños, originando  una excepcional variedad y complejidad  en el ecosistema del arrecife, proporcionando hábitat  y refugio a gran diversidad de organismos marinos.

Sin embargo,  los arrecifes  de coral  evidencian  cada vez más indicios  de estrés, sobre todo  si están próximos a urbanizaciones costeras. Aproximadamente  un 20% de los arrecifes de coral del mundo  se han perdido  ya o están gravemente  dañados, mientras otro 35%  podría perderse entre los próximos 10 y 40 años. Muchas de las actuales amenazas a los arrecifes de coral pueden relacionarse con la actividad humana, incluyendo  la sobrepesca y unas artes pesqueras muy destructivas. Las repercusiones del cambio climático constituyen una de las amenazas más graves para los arrecifes de coral. A medida que aumente la temperatura,  es probable  que se hagan más frecuentes los episodios de blanqueo masivo y los brotes de enfermedades infecciosas. Por otra parte, el incremento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera altera la composición química del agua de mar, provocando su acidificación. A medida que el agua de mar se vuelve más ácida, los organismos cuyo esqueleto está formado por carbonato cálcico, como los pólipos que construyen el coral, tendrán  más difícil  desarrollarse. En casos extremos su esqueleto o concha podría incluso empezar a disolverse.

Todavía es muy limitado  el conocimiento  científico sobre las consecuencias biológicas que tendría la acidificación de los océanos. Hasta ahora, la única manera eficaz de evitar su acidificación es impedir la acumulación de más dióxido de carbono en la atmósfera, reduciendo las emisiones de combustibles fósiles. Salvar los arrecifes de coral no solo requiere, por tanto, una mejor regulación que les proteja de prácticas pesqueras destructivas, sino prestar también una mayor atención al problema del cambio climático.

Eirini Glyky y Bo Normander

Fuente: véase nota al final nº 18.


 

Son necesarios verdaderos cambios

Para lograr proteger con éxito la biodiversidad terrestre y marina es absolutamente crucial mejorar la defensa de los espacios protegidos ya declarados, así como de los nuevos que sean creados, y que las autoridades locales y nacionales asignen recursos y medios suficientes a la protección de la tierra y del mar. Para muchos países se trata de una cuestión política, por la que hay que luchar tanto a nivel nacional como mundial. Pero aunque es importante proteger los hábitats naturales y aplicar metas ambiciosas para conservar la biodiversidad, reducir la insostenible tasa de consumo por persona, especialmente en los países industrializados, resulta igualmente crucial. Actualmente la sociedad mide el éxito en términos de crecimiento económico, y el crecimiento se mide en términos de incremento del consumo (véase el capítulo 11). El modelo actual de sociedad de consumo está destruyendo el planeta y sus recursos, por lo que debe cambiarse si queremos conservar el planeta para las generaciones futuras.

Evitar la sexta extinción masiva requerirá una serie de medidas con- cretas, como las esbozadas en este capítulo, para proteger la riqueza biológica común del mundo. Requerirá también cambios fundamentales en las pautas actuales de consumo de los recursos naturales. Exigirá por último que los políticos empiecen a adoptar de una vez decisiones reales que contribuyan a proteger la naturaleza y la biodiversidad y que constituyan el detonante para generar una prosperidad sostenible.

La Conferencia Río+20 de junio de 2012 constituye una gran oportunidad para que los dirigentes políticos del mundo se reúnan, y adopten las medidas necesarias para que el debate bien intencionado sobre economía verde y desarrollo sostenible se transforme verdaderamente en las medidas que ayuden a mantener la prosperidad y a salvar el planeta.

Bo Normander es director del Worldwatch Institute en Europa.

 

Este texto fue publicado en: ASSADOURIAN, Erik; RENNER, Michael (dirs.), Hacia una prosperidad sostenible. La Situación del Mundo 2012. Informe Anual del Worldwhatch Institute, Barcelona: FUHEM Ecosocial, Icaria, 2012, pp. 311-323, 410-412.

 

NOTAS: 

[1] Convenio de las Naciones Unidas sobre diversidad biológica (CDB), en www.cbd.int/history;  International Union for Conservation of Nature (IUCN), The IUCN  Red List of Threatened   Species 2011.2, Summary Statistics, en www.iucnredlist.org/about/summary-statistics.

[2] Gráfico 15–1 y datos del texto, de IUCN, op. cit., nota 1; M. Hoffmann et al., «The Impact of Conservation on the Status of the World’s Vertebrates», Science, 10 de diciembre de 2010, pp. 1503–09; Jean-Cristophe Vié, Craig Hilton-Taylor y Simon N. Stuart (eds.), Wildlife in a Changing World: An Analysis of the 2008 IUCN Red List of Threatened  Species (Gland, Suiza: IUCN, 2009); IUCN Species Survival Commission, «Sturgeon More Critically Endangered than Any Other Group of Species», nota de prensa (Gland, Suiza: 18 de marzo de 2010).

[3] Gráfico 15–2 y datos del texto, de WWF, ZSL, y GFN, Informe Planeta Vivo 2010 (Gland, Suiza: IUCN, 2010); Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (EEM), Ecosistemas y Bienestar Humano:  Síntesis de Biodiversidad (Washington, DC: World Resources Institute, 2005); R. Leakey y R. Lewin, The Sixth Extinction: Patterns of Life and the Future of Humankind (Nueva York: Bantam Dell Publishing Group, 1995); A. D. Barnosky et al., «Has the Earth’s Sixth Mass Extinction Already Arrived?» Nature, 3 de marzo de 2011, pp. 51–57.

[4] Secretariat of the Convention on Biological Diversity, Global Biodiversity Outlook 3 (Montreal: 2010); EEM, op. cit., nota 3.

[5] Gallup Organisation, Hungría, Attitudes of Europeans towards  the Issue  of Biodiversity: Analytical  Report, Wave  2, Flash Eurobarometer 290, realizado para la Comisión Europea (2010).

[6] Kevin J. Gaston y John I. Spicer, Biodiversity: An Introduction, 2ª ed. (Hoboken, NJ: Wiley-Blackwell, 2004); CDB, op. cit., nota 1.

[7] J. Diamond, «Easter Island’s  End», Discover Magazine,  agosto de 1995; Australian Government, «European Wild Rabbit (Oryctolagus cuniculus)», Invasive Species Fact Sheet,  Department of Sustainability, Environment, Water, Population and Communities, 2011.

[8] U.N. Environment Programme (UNEP), Towards a Green Economy: Pathways to Sustainable Development and Poverty Eradication  (Nairobi: 2011).

[9] UNEP, Report of the Sixth Meeting of the Conference of the Parties to the Convention on Biological Diversity, Annex I, Decision VI/26, 2002; UNEP, Report of the Tenth Meeting of the Conference of the Parties to the Convention on Biological Diversity, 2010.

[10] Cuadro 15–1 de los siguientes: UNEP, Keeping Track of Our Changing Environment. From Rio to Rio+20 (1992–2012) (Nairobi: 2011), p. 4; J. Lyytimäki et al., «Nature as a Nuisance? Ecosystem Services and Disservices to Urban Lifestyle», Journal of Integrative  Environmental  Sciences, septiembre de 2008, pp. 161–72; A. H. Petersen et al., «Natural Assets in Danish National Parks» (en danés), Universidad de Copenhague, 2005; B. Normander et al., «State of the Environment 2009—Part A: Denmark’s Environment under Global Challenges», National Environmental Research Institute, Universidad de Aarhus, 2009; Brian McCallum y Alison Benjamin, Bees in the City: The Urban Beekeepers’ Handbook (York, Reino Unido: Guardian Books, 2011); HoneyLove Urban Beekeepers, en honeylove.org; Eagle Street Rooftop Farm, en rooftopfarms.org; base de datos de los proyectos Greenroof & Greenwall, en www.greenroofs.com; Windowfarms, «A Vertical, Hydroponic Garden for Growing Food in Your Window», en www.windowfarms.org; Fred Pearce y Orjan Furubjelke, «Cultivating the Urban Scene», en Paul Harrison y Fred Pearce (eds.), AAAS Atlas of Population and Environment (Washington, DC y Berkeley, California: American Association for the Advancement of Science y University of California Press, 2000).

[11] J. Rockström et al., «A Safe Operating Space for Humanity», Nature, 24 de septiembre de 2009, pp. 472–75.

[12] Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad  y Servicios de los Ecosistemas, en www.ipbes.net/about-ipbes.html.

[13] B. Normander et al., «Indicator Framework for Measuring Quantity and Quality of Biodiversity—Exemplified in the Nordic Countries», Ecological Indicators, febrero de 2012, pp. 104–16.

[14] U.N. Food and Agriculture Organization, Global  Forest Resources Assessment 2010 (Roma: 2010).

[15] Guy Marcovaldi, Neca Marcovaldi y Joca Thomé, «Retail Sales Help Communities and Sea Turtles in Brazil», en The State of the World’s Sea Turtles: SWOT Report Volume IV (Arlington, VA: 2009), p. 35; «Forests—Investing in Natural Capital», en UNEP, op. cit., nota 8.

[16] IUCN/UNEP,  The World  Database on Protected  Areas  (WDPA), en www.protectedplanet.net; UNEP, op. cit., nota 10.

[17] Forest Watch Indonesia y Global Forest Watch, The State of the Forest: Indonesia (Bogor, Indonesia y Washington, DC: 2002).

[18] Cuadro 15–2 de Clive Wilkinson (ed.), Status of Coral Reefs of the World: 2008 (Townsville, Australia: Global Coral Reef Monitoring Network, 2008); Alice McKeown, «One-Fifth of Coral Reefs Lost, Rest Threatened by Climate Change and Human Activities», Vital Signs Online, mayo de 2009; O. Hoegh-Guldberg et al., «Coral Reefs Under Rapid Climate Change and Ocean Acidification», Science, 14 de diciembre de 2007, pp. 1737–42.

[19] D. Pauly et al., «Towards  Sustainability in World Fisheries», Nature,  8 de agosto de 2002, pp. 685–95; «Fisheries—Investing in Natural Capital», en UNEP, op. cit., nota 8.

 


La ciencia es la mejor herramienta para luchar contra las pandemias que vendrán

La ciencia es la mejor herramienta para luchar contra las pandemias que vendrán

Raquel Pérez Gómez

El comienzo de 2020 nos sorprendió con la noticia de la aparición en la lejana ciudad china de Wuhan, de un patógeno llamado SARS-CoV-2 (Severe acute respiratory syndrome coronavirus 2, en inglés) que, como su nombre indica, provocaba un síndrome agudo respiratorio. Se le asignó el número dos por su parecido y cercanía con el SARS-CoV-1, un virus de la misma familia que apareció también en China allá por el año 2002. Occidente dormía tranquilo sin sospechar siquiera que el SARS-CoV-2 podía suponer una amenaza. Pocos meses después, la OMS declaraba la COVID-19 (la enfermedad provocada por este virus) como una epidemia a nivel mundial. Hacia mediados de año había alcanzado prácticamente todos los continentes. Un año después los fallecidos se cuentan por millones.

Este es un relato con el que ya estamos familiarizados, pero ¿por qué el SARS-CoV-2 ha conseguido llegar convertirse tan rápido en una amenaza global?, ¿qué es exactamente lo que ha hecho que este virus sea tan peligroso?

 

Causas de la alta peligrosidad del SARS-CoV-2

La COVID-19 es un caso claro de zoonosis; es decir, una enfermedad infecciosa producida por un patógeno animal que ha adquirido la capacidad de infectar al ser humano. Los procesos de transferencia de patógenos entre especies ocurren muy rápido en términos evolutivos, sin dar tiempo a que las defensas del nuevo hospedador se habitúen a protegerse de ellos. Al acceder a un organismo sin memoria inmunológica contra él, un virus puede hacer verdaderos estragos. Aun así, el SARS-CoV-2 no puede considerarse demasiado letal comparado con algunos de sus parientes, como el SARS-CoV-1 y el MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio). De hecho, una alta letalidad no es un carácter muy adaptativo para un virus, ya que provoca la muerte rápida del hospedador y rompe la cadena de contagio. El SARS-CoV-2, en cambio, se ha dispersado con facilidad, probablemente ayudado de su largo período de incubación. Esto significa que pasa bastante tiempo desde que una persona se contagia hasta que comienzan a aparecer los primeros síntomas, con lo cual el patógeno tiene tiempo de saltar a otros hospedadores antes de que haya evidencias de contagio. Se favorece así un efecto en cadena que hace complicado el rastreo de infectados. Asociado a este problema está el hecho de que este coronavirus puede provocar una infección asintomática. Es decir, el hospedador puede no presentar síntoma alguno de contagio en todo el proceso. Sin embargo, sí es capaz de transmitir el virus. La cadena de transmisión del virus es descubierta cuando aparece un caso con síntomas, o bien no se descubre nunca.

Uno de los motivos que ha propiciado la rápida expansión de este virus es que ha adquirido un sistema muy sofisticado para infectar células humanas

Su propagación por vía aérea complica la situación, ya que un virus respiratorio tiene facilísimo acceder a nuevos hospedadores y puede moverse rápidamente por la población, a diferencia de uno que se transmita por sangre o vía venérea, por ejemplo. Hoy en día sabemos que permanecer unos minutos en contacto con aerosoles generados por una persona contagiada en un lugar sin ventilación es suficiente para resultar infectado.

Otro de los motivos fundamentales que ha propiciado la rá  Su proteína de espícula (o Spike, en inglés), aquella que usa para acceder a las células de un hospedador, actúa como una ganzúa capaz de unirse con enorme afinidad a los receptores ACE2 (Angiotensin-converting enzyme, en inglés) presentes en las células humanas.[1] Este receptor es especialmente abundante en las vías respiratorias y los pulmones; por ello es ahí donde su ataque es más potente, y por ello provoca el desarrollo de una afección respiratoria grave. Su afinidad con el receptor ACE2 humano es tan fuerte que provoca una rápida proliferación del virus y el subsecuente deterioro del tejido y la función respiratoria, acompañada de una fuerte respuesta inflamatoria capaz de agravar, aún más si cabe, los síntomas de la enfermedad. Probablemente, alguna mutación accidental de la proteína Spike, sumada a la permanente cercanía de poblaciones humanas con la especie de origen, supuso un factor crucial que propició que alguna variante del virus pudiera saltar a las personas.

Por último, otro de los factores fundamentales que han alimentado esta pandemia está relacionado con la alta disponibilidad de hospedadores para el virus que supone la sobrepoblación humana, con una alta concentración en los núcleos urbanos. A lo que se añade la enorme movilidad de las personas, que pueden cruzar de un continente a otro en apenas unas horas. Para cualquier virus nuestra civilización representa un objetivo suculento.

 

La lucha contra el SARS-CoV-2 está teniendo éxito

No podemos hablar estrictamente de éxito en la lucha contra un virus que ya ha dejado más de tres millones de fallecidos por todo el planeta. No existe en este momento ningún otro patógeno que provoque tantas muertes a nivel mundial. Sin embargo, hemos de ser conscientes de que la situación podría haber sido aún peor. Las medidas de profilaxis contra la enfermedad, sobre todo el uso de mascarilla y el distanciamiento social, son afortunadamente efectivas. Pero además, hay una serie de factores críticos que han contribuido a que podamos combatir eficientemente al patógeno.

El diagnóstico supuso un primer reto: desarrollar, comercializar e implementar sobre la marcha métodos fiables de detección del virus a gran escala. Hoy en día tenemos test de diagnóstico rápidos, eficientes y diversos (PCR, antígenos, anticuerpos…). Puede que en su momento esta fuera la tarea más sencilla de llevar a cabo, pero nos supuso un tiempo precioso ponerlo a punto.

Al tratarse de un virus relativamente desconocido, nos enfrentábamos a él sin un tratamiento efectivo. Tampoco estaban claros los protocolos médicos de actuación. Así que los países con sistemas sanitarios más fuertes soportaron mejor el embate de la enfermedad al poder trabajar más holgadamente con grandes cifras de enfermos críticos en los hospitales. Mientras que países y ciudades con sistemas sanitarios más precarios, o con gobiernos que se han desentendido de la pandemia, han tenido un enorme impacto sobre su población; lo que lamentablemente se ha traducido en miles de vidas perdidas.

Uno de los factores que ha tenido más relevancia en la lucha contra la COVID-19, ha sido la disponibilidad de mucha información previa respecto a la familia de los coronavirus. Dada la existencia de numerosos estudios precedentes sobre el SARS-CoV-1 y el MERS, y abundante investigación referente a los coronavirus en general, no se partió de cero en el análisis del SARS-CoV-2. Había ya grupos con una larga trayectoria en el estudio de esta clase de virus, como el que dirige el Dr. Enjuanes, en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, en Madrid. Este es un claro ejemplo de lo importante que es invertir en investigación básica, aquella que no parece tener una aplicación inmediata. En primer lugar porque, como ya hemos comprobado, el conocimiento generado puede volverse vital en un momento crítico como este. En segundo lugar, porque tener centros de investigación fuertes establecidos en nuestro territorio facilita que los grupos de científicos se pongan a trabajar en asuntos sensibles de actualidad en tiempo record. También los estudios sobre el desarrollo de las vacunas de ARN mensajero llevaban más de veinte años en marcha. Ha hecho falta una emergencia mundial para darles el empujón final que necesitaban, y han resultado sorprendentemente efectivas. Probablemente esto sea un hito en el diseño de vacunas que ayudará a la lucha contra numerosos patógenos.

En un año hemos conseguido un buen puñado de vacunas muy efectivas. Probablemente sea un hito en el diseño de vacunas que ayudará contra otros patógenos

La ciencia y la tecnología han demostrado numerosas veces que son la mejor herramienta para enfrentarse a los retos que afronta la humanidad. Cientos de laboratorios de todo el mundo se pusieron a trabajar a todo vapor para determinar cómo se transmitía este nuevo virus, cómo bloquearlo, cómo realizar un diagnóstico fiable y temprano, cómo diseñar pruebas rápidas para dicho diagnóstico, cómo se desarrolla la enfermedad y cómo tratar a los pacientes para maximizar la supervivencia y minimizar el daño. En un tiempo record se determinó la secuencia de 30.000 nucleótidos del ARN del virus, que contiene información para producir unas pocas proteínas, necesarias para generar virus nuevos. Se ha dado con la clave de su infectividad, el hecho de que una de esas proteínas, conocida como Spike, se adapta como un guante al receptor ACE2 humano. Decenas de laboratorios de todo el mundo se han puesto manos a la obra para desarrollar una vacuna que prevenga el contagio y el desarrollo de una enfermedad grave utilizando precisamente esa proteína como objetivo. Todo esto a una velocidad de vértigo. En cuestión de un año hemos conseguido un buen puñado de vacunas distintas que ya están funcionando y administrándose en multitud de países. Otras tantas están en vías de desarrollo y llegarán pronto. Vacunas que son muy seguras, efectivas y, gracias al esfuerzo conjunto de todos los organismos implicados, que vienen con todas las garantías.[2]

Estas vacunas, si bien no pueden prevenir completamente el contagio y la transmisión del virus, sí que previenen en un porcentaje altísimo el desenlace fatal de la enfermedad. Hay además, en este momento, tres vacunas que se están desarrollando en nuestro país. La más prometedora quizá sea la del equipo de Luis Enjuanes, que promete tener un efecto esterilizante; es decir, evitará el contagio y la transmisión de la enfermedad, además de la aparición de síntomas. Es la única manera definitiva de impedir el avance del virus. Esta vacuna promete estar lista para su uso a principios del año que viene.[3] Hay que señalar, sin embargo, que pese a estar realizando un trabajo excelente, los equipos españoles que trabajan en el desarrollo de estas vacunas lo hacen en condiciones precarias, con unas plantillas reducidas y unos medios y una financiación muy limitados. Quizás con un mayor esfuerzo económico por parte de las instituciones podríamos haber conseguido tener lista nuestra vacuna antes de esa fecha.

 

Las mutaciones de los coronavirus

Hay virus de ADN y ARN, de cadena simple y cadena doble. El SARS-CoV-2 es un virus de ARN de cadena simple, y por tanto muy inestable gen  y, como veremos, un genoma inestable hace que un virus sea más peligroso. Por fortuna, los coronavirus tienen lo que se conoce como sistema de corrección de la copia (proofreading en inglés); esto significa que corrigen si encuentra algún error al generar las nuevas cadenas de ARN y reducen de forma importante la generación de mutaciones, sin llegar a evitarlas totalmente. En términos numéricos, esto se traduce en que de cada aproximadamente 10-20 copias del SARS-CoV-2 que se generan, en una de ellas hay un cambio de una letra de las 30.000 que componen su ARN. Este cambio ocurre al azar y en general tiene un efecto deletéreo sobre el patógeno, con lo que mayoritariamente estas mutaciones se pierden. O bien es un cambio sinónimo y no tiene ningún efecto. Es extremadamente raro que el simple azar provoque la aparición de una mutación que mejore las funciones del virus. Así que las mutaciones no parecen un gran problema a priori; pero se convierten en un problema si pensamos que cada individuo infectado produce millones de copias del virus en un solo día, y que hay millones de infectados por todo el planeta. Los números muy bajos se compensan con números muy altos. Esta es la razón por la que están apareciendo variantes del virus, sobre todo en países donde la incidencia de la enfermedad es muy alta, porque a más copias del virus, mayor probabilidad hay de que surjan variantes peligrosas.[4]

El SARS-CoV-2 es un virus de ARN de cadena simple, muy inestable genéticamente. Es decir, tiene una alta tendencia a mutar

Cuando aparece una variante del virus que no solo no muere, sino que tiene cierto éxito en su proliferación o dispersión, automáticamente se extenderá por la población como la pólvora. Es lo que ha ocurrido con la variante británica, una versión del virus que contiene la mutación N501Y, que parece ser capaz de reproducirse con mayor eficiencia que la variante previa y se dispersa con mayor facilidad. Por esta razón, está desplazando de la población a otras versiones del virus. Las mutaciones más relevantes en el virus parecen estar ocurriendo en la proteína Spike que, ya hemos mencionado, propicia el acceso del virus a las células como si se tratara de una llave. La versión con la mutación N501Y se ajusta de forma mejorada a la cerradura (receptor ACE2), con lo cual el proceso entero de acceso a la célula y por tanto de reproducción del virus se ven mejorados. La consecuencia es que al proliferar más fácilmente también genera más carga viral en los contagiados, por tanto provoca infecciones más severas y con peor pronóstico, resultando finalmente más mortífera.

Cuando nuestro cuerpo entra en contacto con el virus, o con la vacuna, nuestro sistema inmune reacciona generando anticuerpos específicos contra él; o más bien contra distintas partes de él, conocidas como antígenos (cualquier fragmento del virus que resulte ajeno al organismo). Si las nuevas mutaciones modifican suficientemente el antígeno que nuestro cuerpo ya reconoce, el virus podría escapar parcialmente del efecto de nuestras defensas. A estas mutaciones se las conoce como mutaciones de escape (escape mutations, en inglés), que son muy ventajosas para el virus. A este cambio morfológico del virus producido por acumulación de mutaciones se le conoce como deriva antigénica (antigenic drift, en inglés). La mutación E484K, que ha aparecido de forma recurrente en las variantes brasileña, sudafricana y californiana, y una muy parecida en la variante india (E484Q), parecen capaces de evitar, al menos en parte, el ataque de los anticuerpos. Estas mutaciones preocupan a los especialistas porque podrían poner en peligro el programa de vacunación. Las vacunas siguen siendo eficaces, pero su efectividad se puede ver comprometida a medida que surjan variantes capaces de escapar a nuestras defensas. Las vacunas no pueden evitar este proceso. La  .[5] Esto se puede lograr combinando la administración masiva y rápida de vacunas con el mantenimiento de medidas profilácticas, al menos hasta que podamos tener el virus bajo control, y podamos rastrear con claridad las cadenas de infectados y las variantes que hay en circulación. Las nuevas variantes son el resultado de unas tasas de infección altísimas en países con una protección sanitaria deficiente, como Brasil o la India, y es la consecuencia del descuido en las medidas de prevención de contagios.

Una de las supuestas ventajas frente al coronavirus parecía ser que no existía la posibilidad de que distintas variantes pudieran recombinar para producir una nueva versión del virus más peligrosa. Este fenómeno, típico del virus de la gripe, se conoce como cambio antigénico (antigenic shift, en inglés), y es lo que hace que una vacuna tenga que ser renovada cada año. Se descartó inicialmente que este proceso pudiera ocurrir con el SARS-CoV-2, pero a medida que aumenta el número de variantes aumentan las sospechas de que pueda ocurrir. De hecho, ya hay evidencias de que se han podido dar los primeros casos en EEUU.

La única estrategia viable para impedir la aparición de mutaciones es reducir al máximo la reproducción del virus, es decir, de personas infectadas

Estos fenómenos de evolución del virus preocupan a los expertos, que insisten en hacer un seguimiento intensivo de nuevas variantes mediante el método de secuenciación (que consiste en la lectura del ARN), para identificar mutaciones presentes en los virus.[6] Los países ricos están implementando sus servicios de control pandémico, pero los países menos afortunados no cuentan con los medios para poder hacer esto; y es en estos países con alta incidencia donde el virus podría dar alguna mala sorpresa, como es el hecho de que surja una variante capaz de evadir nuestras defensas e ignorar el efecto protector de las vacunas. Esto nos pondría de nuevo en la casilla de salida, una nueva versión del virus que sería de nuevo capaz de matar, de infectar masivamente y que podría conducirnos otra vez al confinamiento masivo, y a un colapso sanitario y económico. En este caso habría que preparar nuevas vacunas y administrar de nuevo a toda la población dosis de refuerzo. Los científicos saben cómo hacerlo y están preparados para ello, pero producir y administrar millones de dosis de vacuna volvería a llevarnos muchos meses.

 

Las pandemias que vendrán

La ciencia ha demostrado que puede enfrentarse a situaciones de emergencia, que la tecnología puede poner todo su empeño y el ser humano lo mejor de su ingenio para luchar contra una crisis de estas características. Sin embargo, en ciencia también se sabe que la naturaleza encuentra vías de escape, con lo cual no se puede descartar totalmente que el virus pueda adquirir una forma de minar la eficacia de las vacunas.

La humanidad va a necesitar años para tener bajo control al SARS-CoV-2, y no podemos descartar que se convierta en un mal endémico, una especie de gripe de nuevo nivel. Tampoco podemos descartar que nuevos patógenos salten de la naturaleza a las poblaciones humanas, especialmente en un mundo en el que la destrucción de hábitats amenaza con dar vía libre a virus que nunca deberían salir de sus hospedadores habituales en selvas profundas. En ese caso, la ciencia y el conocimiento saldrán de nuevo a dar lo máximo de su parte; pero no tenemos ninguna garantía de que un nuevo virus tenga las mismas características que este. Es decir, no sabemos si seremos capaces de hacer una lucha tan eficiente como se ha hecho contra el SARS-CoV-2. Probablemente los métodos de diagnóstico se desarrollarían rápidamente; puede que más, dada la experiencia adquirida en este aspecto durante la pandemia. Sin embargo, un nuevo virus podría también tener un sistema de contagio aun más eficiente, con un período de incubación más dilatado y capaz de provocar infecciones asintomáticas; con lo cual podría dispersarse rápidamente por las poblaciones. Un nuevo virus que podría ser más letal, o tener una letalidad tardía, teniendo tiempo de contagiar a muchas personas antes de acabar con el hospedador. Podría provocar secuelas permanentes, tal como está ocurriendo con la COVID persistente, e incluso incurables, con gravísimas consecuencias para nuestros sistemas sanitarios. Podría tratarse de un tipo distinto de virus, que mute con facilidad, que no tenga sistema de proofreading y además sea capaz de recombinar con otras variantes, algo así como un virus de la gripe muy agresivo. Podría darse el caso de que fuera un virus de una familia desconocida, de la que no tenemos información preexistente como para ponernos a trabajar inmediatamente. Podría tratarse de un virus de ADN o incluso un retrovirus, como el VIH; y no hay evidencias de que las vacunas de ARN sirvan en estos casos. Podría ser, y esto es quizá lo más peligroso, que las vacunas no funcionaran con suficiente eficacia. Hemos tenido una suerte extraordinaria de que la COVID-19 sea una enfermedad susceptible a la vacunación, porque hay enfermedades para las que se busca vacuna durante décadas y aun así no se consigue; tal es el caso de la malaria, que causa cientos de miles de muertos todos los años. ¿  ¿Y si la dificultad hiciera que se tardara el triple de tiempo en conseguir un remedio eficiente? Estaríamos hablando del triple de muertos, de una pandemia el triple de larga, con un impacto sobre nuestra salud, nuestras vidas y nuestra economía difícil de calcular.

Pase lo que pase en un futuro, la ciencia se pondrá al servicio de la humanidad, como ha hecho siempre, y la experiencia con el coronavirus será muy útil para organizar los esfuerzos de luchar contra una nueva pandemia. Pero tratándose de amenazas naturales estaremos siempre jugando a una lotería peligrosa, una ruleta rusa que no deberíamos permitirnos. Ahora ya sabemos que el aislamiento temprano de un posible nuevo patógeno y de las personas infectadas es prioritario en este tipo de casos y no deberíamos tener miedo de tomar decisiones drásticas llegado el momento, aunque sean impopulares.

Mientras tanto, bien podemos cuidarnos en salud y luchar por unos sistemas sanitarios fuertes y bien aprovisionados, y reforzar la investigación de nuestros países. Necesitaremos mucha información de base, grupos de trabajo potentes y científicos dispuestos a luchar por nuestras vidas en caso de que sea necesario.

 

Raquel Pérez Gómez es licenciada en Biología, especialista en genética y doctora por la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid

Artículo publicado en: Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 154, 2021, p.p. 81-90.

[1] Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Raquel Pérez Gómez, Luis Santamaría, «El virus SARS-CoV-2 imita una proteína humana y aumenta así su patogenicidad e infectividad», Eldiario, 22 de junio de 2020, disponible en:

https://www.eldiario.es/cienciacritica/sars-cov-2-proteina-aumenta-patogenicidad-infectividad_132_6065889.html

[2] Raquel Pérez Gómez, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Joaquín Hortal y Fernando Valladares,

«Las revolucionarias y seguras vacunas de ARN», Eldiario, 20 de diciembre de 2020, disponible en: https://www.eldiario.es/cienciacritica/revolucionarias-seguras-vacunas-arn_132_6516806.html

[3] Mónica Lara del Vigo, Luis Enjuanes: «Vamos a por una vacuna intranasal y de una sola dosis muy potente», Eldiario, 23 de marzo de 2021, disponible en:

https://www.eldiario.es/sociedad/luis-enjuanes-vacuna-intranasal-sola-dosis-potente_128_7336766.html

[4] Raquel Pérez Gómez, Miguel Ángel Rodríguez Gironés, Luis Santamaría y Fernando Valladares, «La importancia evolutiva de aplanar la curva de la COVID-19», Eldiario, 30 de enero de 2021, disponible en:

https://www.eldiario.es/cienciacritica/importancia-evolutiva-aplanar-curva-covid-19_132_7177079.html

[5] Raquel Pérez Gómez, Luis Santamaría, Fernando Valladares, «Contagios astronómicos y comportamientos irresponsables amenazan la efectividad de las vacunas de la COVID-19», Eldiario, 25 de febrero de 2021, disponible en:

https://www.eldiario.es/cienciacritica/contagios-astronomicos-comportamientos-irresponsables-amenazan-efectividad-vacunas-covid-19_132_7249663.html

[6] Raquel Pérez Gómez, Adrián Escudero, Luis Santamaría, Fernando Valladares, «El control de variantes del SARS-CoV-2 es imprescindible en la lucha contra la COVID-19», El diario, 12 de marzo de 2021, disponible en:

https://www.eldiario.es/cienciacritica/control-variantes-sars-cov-2-imprescindible-lucha-covid-19_132_7290936.html

 

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COVID-19: una pandemia en medio de la crisis ecosocial

COVID-19: una pandemia en medio de la crisis ecosocial

Santiago Álvarez Cantalapiedra

Director FUHEM Ecosocial

Sabíamos que podía ocurrir. Las pandemias han sido recurrentes en la historia de la humanidad. Sin alejarnos demasiado en el tiempo, cabe recordar que durante el último medio siglo hemos visto, entre otros virus, el sida, el ébola, el SARS, la H1N1, el MERS y la gripe aviar. Los virólogos y epidemiólogos sabían que un nuevo virus podía causar una pandemia y la probabilidad con que podía acontecer. Los científicos llevan más de una década señalando que esas infecciones serán probablemente zoonóticas, es decir, transmisiones de virus de animales salvajes o domésticos a humanos. En septiembre del año pasado, apenas un mes antes de que se conociera el primer brote de coronavirus en la ciudad de Wuhan, un equipo de 14 científicos y expertos de un programa de la OMS y el Banco Mundial hicieron público el informe Un mundo en peligro. Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias.[1] Ahí ya se señalaba que el planeta debía prepararse para hacer frente a una inminente pandemia provocada por un patógeno respiratorio que podría matar a millones de personas y perturbar profundamente la economía mundial.  Las advertencias de los autores del informe cayeron en saco roto. Podemos hablar de la criminal irresponsabilidad y mala fe de muchos dirigentes, pero nadie podrá decir que no se sabía que una pandemia de este tipo estaba acechando en el horizonte.

Ahora que no queda otra que plantar cara a esta pandemia, nadie ignora que estamos ante una crisis que no sólo es sanitaria. La pandemia se ha revelado también como un fenómeno que permite comprender qué rasgos tiene y cómo funciona la sociedad actual. A un acontecimiento que admite tantas aproximaciones como aristas muestra (sanitarias, sociales, económicas o políticas), a un fenómeno de estas características, en ciencias sociales se le llama hecho social total, al afectar al conjunto de los componentes y relaciones fundamentales de una sociedad. También es posible contemplar esta pandemia como un ensayo general de las amenazas globales que se desprenden de la crisis ecosocial y que, al proyectarse sobre el conjunto de la humanidad, adquieren una dimensión existencial. Asimismo, esta experiencia nos ha introducido en un gigantesco experimento natural. Este acontecimiento se ha convertido en un campo de estudio inestimable para cualquier investigador. Al afectar a toda la humanidad en un periodo temporal perfectamente acotado permite aislar comportamientos e impactos comparándolos con los de periodos precedentes a la pandemia.

Así pues, no estamos únicamente ante una trágica perturbación, también estamos delante de una oportunidad para conocernos mejor y extraer enseñanzas. Si esta situación exige una ciudadanía activa capaz de responder solidariamente a la emergencia social y sanitaria, en el plano intelectual exige una tarea no menos importante para quienes buscan y promueven el bien común: la voluntad de comprender a través del análisis crítico. El carácter de hecho social total, de ensayo general y de experimento natural que tiene esta pandemia nos pone ante una oportunidad inédita para confirmar, rectificar y ampliar durante los años venideros buena parte del saber acumulado en torno a la naturaleza de la crisis ecosocial y sus consecuencias.

La pandemia del COVID-19 ha irrumpido paralizando y trastocando nuestras vidas. Debemos subrayar que ni estamos en condiciones ni pretendemos hacer una interpretación ambiciosa e integral de lo que significa la crisis en la que estamos inmersos, pero sí podemos indicar algunos problemas con los que necesariamente tendremos que enfrentarnos.

En los últimos años hemos reclamado sin descanso, desde la mirada ecosocial propia de esta Fundación, una mayor atención a la crisis ecológica, a la pérdida de cohesión de nuestras sociedades, una respuesta más humana al problema de los desplazados y una defensa más decidida de la democracia como proceso que se construye a partir de la deliberación y la participación de toda la ciudadanía, sin exclusiones. En el contexto de estos afanes, el COVID-19 nos ha traído la evidencia de una profunda crisis de cuidados, un sistema de salud público formado por magníficos profesionales pero infradotado y dañado por los ajustes de las últimas décadas, y un menoscabo de derechos y libertades por la urgente necesidad de decretar el estado de alarma para hacer frente a la emergencia sanitaria. La pandemia está poniendo de manifiesto la importancia que tienen las condiciones sociales y ambientales para la salud y la calidad de vida de pueblos y personas. Las sociedades con mayores y mejores dotaciones de bienes y servicios públicos, con ecosistemas más sanos y variados y con un tejido social más cohesionado están en mejores condiciones de afrontar este tipo de amenazas. Así pues, contra las pandemias se necesita: ecología y servicios públicos de calidad, solidaridad y cuidado mutuo, más democracia y mucha ciencia (con conciencia).

Son muchas las enseñanzas y reflexiones que esta pandemia está suscitando a la sociedad. Anticipamos sólo algunas de ellas:

  • La primera es que detrás de esta pandemia está la acción humana sobre la naturaleza. La alteración de los hábitats y la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas derrumban barrerasen la expansión de los patógenos, al mismo tiempo que nuestros estilos de vida tienden puentes muy efectivos para su propagación. Las implicaciones de los actuales modos de vida sobre la salud de las personas y el planeta son evidentes y exigen un replanteamiento colectivo.
  • De ahí que también esté poniendo de manifiesto la necesidad de replantear fines, medios y prioridades. La crisis ha de servirnos para no confundir la calidad de vida con el nivel de vida y para repensar qué es lo importante para las personas y las sociedades y, en consecuencia, cuáles han de ser las prioridades de las políticas públicas y, particularmente, de las políticas económicas.
  • Si esta pandemia reclama, al igual que la crisis ecosocial, un replanteamiento profundo y sin más demora del modo de vida imperante, y al mismo tiempo es una oportunidad para discernir acerca de lo que es verdaderamente importante, la pregunta acerca de qué entendemos por buena vida en el contexto de las crisis que padecemos se convierte en la pregunta crucial de nuestros días.
  • También muestra cómo la desigualdad amplifica el dolor y la penuria. El virus y las medidas de contención que se están aplicando afectan a los diferentes sectores de la población de una manera radicalmente distinta. Vemos que el confinamiento es diferente según las condiciones y el tipo de vivienda, que está excluyendo de la educación a 500.000 niños de nuestro país que viven en casas sin ordenador o que los servicios sociosanitarios de atención a los mayores son un pilar básico del Estado de Bienestar que aún falta por asentar. No estaremos seguros hasta que no lo estén los demás. Por eso la desigualdad y la falta de cohesión social se convierten en los principales obstáculos que hay que remover para superar esta u otras crisis venideras.
  • Esta pandemia ha revelado el importante papel que deben jugar las instituciones públicas y, en particular, el Estado en una sociedad moderna. No puede retraerse de su responsabilidad y debe garantizar suficientes infraestructuras y servicios públicos de calidad en los ámbitos de la salud, la investigación, la educación y los cuidados.
  • Finalmente, acontecimientos como el que vivimos debe alertarnos de que sucumbir a la tentación autoritaria siempre es una posibilidad. Si flaquean las convicciones y los valores democráticos de la ciudadanía, en nombre de la defensa de la salud pública puede surgir una ‘sociedad vigilada’ donde la securitización y el control social se conviertan en rasgos dominantes del nuevo orden social emergente.

¿Qué futuro deparará esta pandemia? Nadie lo sabe, pero la historia nos enseña que tras una profunda perturbación las sociedades cambian. Las estructuras, las instituciones y las mentalidades se transforman y, en consecuencia, también lo hacen las conductas individuales y colectivas. El mundo de entreguerras poco se parecía al que existía con anterioridad a la primera gran conflagración y el que surgió de la Segunda Guerra Mundial fue un mundo radicalmente diferente del de entreguerras. Todavía hoy apenas nos damos cuenta de lo mucho que han cambiado nuestras sociedades después de la crisis financiera del año 2008. Hemos asistido durante este tiempo, casi de forma imperceptible, a la emergencia de un nuevo orden social, tanto en el plano interno como en el internacional. Incurriremos, pues, en un profundo error si pensamos que tras la pandemia todo va a seguir igual. No se trata de un paréntesis. Se están produciendo cambios sustanciales en los comportamientos individuales, en la funcionalidad de las instituciones sociales y en la dinámica estructural de la economía. Detectar esos cambios adquiere una importancia crucial a la hora de construir las respuestas adecuadas.

Lo más inmediato son las consecuencias sociales de esta pandemia, que ya se empiezan a mostrar en toda su gravedad. La fuerte temporalidad de la economía española ha enviado al paro en pocos días a cientos de miles de trabajadores y trabajadoras cuyos empleos no se han renovado. Una fracción significativa de la población vulnerada[2] se va a quedar fuera de la protección que debería brindar el llamado escudo social. Buena muestra de ello es que se están extendiendo las colas ante las puertas de parroquias y bancos de alimentos. Debería haber sido el momento de poner en marcha una renta básica universal que evitara estas lagunas de cobertura y el desborde de unos servicios sociales que ni tienen medios ni están preparados para evaluar, comprobar y gestionar las distintas ayudas con que afrontar una variedad casi inabarcable de situaciones de necesidad.

No debemos engañarnos, la existencia de una oportunidad para nada prejuzga la forma en la que vaya a resolverse. También 2008 traía consigo una oportunidad y algunos de sus principales valedores no dudaron en afirmar que si el capitalismo quería sobrevivir tenía que reformarse profundamente. Sin embargo, la oportunidad pasó y los que salieron fortalecidos fueron los intereses causantes de la crisis. Aprendamos la lección. Si no queremos que ahora vuelva a pasar lo mismo tenemos que poner los medios para que no suceda. No tenemos la solución que abriría las puertas a un futuro sostenible, más justo y democrático, pero en el análisis precedente se apuntan las líneas en las que tenemos que trabajar para hacerlo posible: en red con otros similares y sin perder un tiempo del que no disponemos.

[1] The Global Preparedness Monitoring Board (GPMB). Se puede consultar el informe íntegro en castellano en: https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_Annual_Report_Spanish.pdf

2 Desde la perspectiva de los derechos humanos y la justicia social parece más propio hablar de población vulnerada que de población vulnerable, que es la expresión que ha hecho fortuna. La población que soporta las lacras del desempleo, la pobreza o la marginación social se encuentra en esa situación porque no tiene suficientemente reconocidos y garantizados sus derechos y, por consiguiente, quien padece esa situación no es porque sea vulnerable sino porque está siendo vulnerado en sus derechos.

Texto publicado en CTXT el 25 de mayo de 2020. Disponible en:  https://ctxt.es/es/20200501/Firmas/32235/Fuhem-covid-pandemia-crisis-ecosocial-sostenibilidad-alternativas.htm 


Señales y respuestas: las enseñanzas no atendidas de la pandemia

Señales y respuestas: las enseñanzas no atendidas de la pandemia

Santiago Álvarez Cantalapiedra

Director de FUHEM Ecosocial

La crisis ecosocial lleva decenios lanzando señales inequívocas que obstinadamente desatendemos. La crisis ecosocial es una crisis sistémica que no se reduce a la crisis ecológica global que hoy padecemos, ni muchos menos a su dimensión climática. Es una crisis pluridimensional y multiescalar que afecta a todos los planos de la realidad: el biofísico, el productivo y el reproductivo. Sus consecuencias principales se traducen en la erosión de las bases sociales y naturales que sostienen la vida humana y en la destrucción sistemática de otras especies. Muchos de los acontecimientos que vivimos -como la pandemia, el cambio climático, las desigualdades o las distintas formas de violencia estructural- son manifestaciones de esta crisis general que incluye vectores ecológicos, económicos y políticos que se entrecruzan y exacerban mutuamente. Son exponentes de cómo la actividad humana está reduciendo la capacidad de la Tierra para albergar la vida y la resiliencia para sobreponerse a la presión que sobre ella ejercemos, hechos que en ningún caso son ajenos a la manera en que el capitalismo se estructura y organiza a escala global.

Una crisis que es sistémica viene acompañada irremediablemente de múltiples señales. El cambio climático, por ejemplo, hace tiempo que nos avisa de que eventos hasta hace poco excepcionalmente raros y peligrosos se están volviendo cada vez más frecuentes. La desestabilización del clima ha pasado de ser una advertencia abstracta de la comunidad científica a una catástrofe cotidiana retransmitida en directo. Los impactos de los fenómenos climáticos extremos, el incremento de la superficie anegada por la elevación del nivel del mar y la degradación paulatina de los ecosistemas como consecuencia de alteraciones atmosféricas y edafológicas tensionan las sociedades, generan innumerables conflictos socioecológicos y desplazan de manera forzada a millones de personas. En este escenario de deterioro progresivo de las condiciones ecológicas y climáticas arrancó en noviembre del año 2019 la pandemia de la COVID-19. La pandemia no es sino la enésima señal de alarma del alcance y envergadura de la crisis ecosocial en todas sus dimensiones.

 

La pandemia: una señal más que ignoramos

Esta pandemia no ha sido fruto del infortunio, pues no es un fenómeno natural ajeno a la actividad humana. Irrumpió como una consecuencia más de cómo tratamos a la naturaleza. Estamos degradando criminalmente la biosfera. Lo sabemos porque nos lo dice la ciencia y porque lo ven nuestros ojos cada día, pero actuamos como si lo ignoráramos o no nos lo creyésemos del todo.

La comunidad científica llevaba más de una década señalando el riesgo de nuevas infecciones zoonóticas que podían adquirir una dimensión global. Meses antes de la aparición del primer brote en Wuhan, el Informe anual sobre la preparación mundial ante emergencias sanitarias se publicó con el significativo título de «Un mundo en peligro», centrándose en esa ocasión en los riesgos biológicos que se manifiestan como epidemias y advirtiendo de la inminencia de una próxima pandemia.

Autores como Mikes Davis ya habían denunciado reiteradamente que la destrucción de la naturaleza por el capitalismo creaba las condiciones para pandemias como la que estamos sufriendo. Davis publicó en 2005 The Monster at our Door. The global Threat of Avian Flu [en castellano en El Viejo Topo, 2006]; en el año 2020, con la ampliación y revisión del libro anterior bajo un nuevo título -The Monster Enters: COVID-19, Avian Flu and the Plagues of Capitalism [en castellano en Capitán Swing, 2020]-, Davis quiso enfatizar que la amenaza que años antes llamaba a nuestra puerta ya estaba dentro. La COVID-19 hay que entenderla desde ese contexto de catástrofes virales anticipadas y finalmente concretadas en los últimos años. Rod Wallace ha escrito recientemente Grandes granjas, grandes gripes. Agroindustria y enfermedades infecciosas [Capitán Swing, 2020], donde señala que cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo tan peligrosos en la actualidad se topará irremediablemente con el sistema agroindustrial y, en concreto, con la producción ganadera de carácter intensivo. Los procesos actuales de apropiación humana de la biomasa terrestre y de destrucción de la integridad de la biosfera asociados al modo de vida característico de la civilización industrial capitalista no encuentran parangón en la historia. La presión de la economía sobre los ecosistemas está erosionando la biodiversidad y las barreras naturales que nos protegen de los agentes patógenos, al tiempo que los estilos de vida globalizados favorecen su expansión por todo el planeta. De esta manera la pandemia, la crisis ecosocial y el capitalismo global aparecen como elementos íntimamente relacionados.

 

La respuesta a la pandemia

Tras tantas advertencias desoídas no resulta extraño que la amenaza terminara por materializarse. Una vez concretada, la respuesta inmediata, como no podía ser de otro modo, fue básicamente terapéutica. La urgencia ante los ritmos de las tasas de contagio requería cortar la transmisión con confinamientos, distanciamientos físicos, reducciones en la movilidad y en la interacción social, a lo que se unió posteriormente el empleo generalizado de mascarillas y el acomodo del sistema de la seguridad social a la nueva situación de emergencia sanitaria. Una respuesta adaptativa a las circunstancias que tuvo como apuesta fuerte la búsqueda de vacunas. Una apuesta que salió relativamente bien por la rapidez y eficacia con la que se lograron desarrollar las vacunas e implementar a gran escala los procesos de vacunación. Sin embargo, los avances terapéuticos nos han sumergido en un ilusionismo tecnológico que distrae de las causas al concentrar la atención solo en los efectos.

Este enfoque sanitario ha conseguido desplazar casi por completo cualquier posible aproximación centrada en el origen de las pandemias. Las causas inmediatas de la propagación de infecciones zoonóticas tienen mucho que ver con la pérdida de biodiversidad. Los virus se encuentran aislados de nosotros de forma natural gracias a los ecosistemas. Estos ecosistemas constituyen verdaderos espacios de amortiguación frente a la virulencia de los patógenos. Los expertos señalan que las áreas con mayor cobertura vegetal y diversidad de aves muestran tasas más bajas de infección porque los mosquitos -que sirven de vector de infección- se diluyen en el entorno y disponen de menores probabilidades para encontrar el huésped adecuado. Existe una relación clara entre el advenimiento de epidemias y la deforestación. La tala de los bosques provoca, por ejemplo, que las especies de murciélagos que los habitan terminen posándose en los árboles de los hábitats humanos, aumentando con ello la probabilidad de interacción con las personas y, por consiguiente, incrementando el riesgo de transmisión de los virus.

En la misma medida en que se ha ido ganando la batalla a través de la vacunación, se han ido obviando estas causas inmediatas que originan las pandemias. También las condiciones sociales de salubridad y hacinamiento. Y, por último, se han terminado por oscurecer las “causas de las causas” que provocan estas dinámicas: los acelerados ritmos de los cambios en los usos del suelo debidos a la urbanización y, sobre todo, a la expansión de la agricultura intensiva, que ha provocado que solo en los últimos cincuenta años se haya transformado un tercio de la superficie terrestre.  Cambios recientes en el uso de la tierra que, según los últimos estudios, son responsables de más del 50% de las enfermedades infecciosas zoonóticas que han afectado a la especie humana desde 1940.[1] El abandono de esta mirada preventiva a resultas del éxito obtenido con la respuesta terapéutica paradójicamente nos está desarmando frente al riesgo de nuevas pandemias que, al no atajarse las causas en origen, están resultando cada vez más frecuentes. Un estudio de la Universidad de Brown ha estimado que entre la década de los ochenta del siglo pasado y la primera del nuevo siglo el número de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas se ha multiplicado por tres.[2]

 

Las enseñanzas de la pandemia

La conclusión que deberíamos extraer de todo ello es que frente a las pandemias necesitamos, tanto o más que respuestas sanitarias, acciones decididas para salvaguardar la salud de los ecosistemas cambiando radicalmente los modos de vida que los están transformando y destruyendo. La recurrencia de nuevas pandemias, combinadas con otras problemáticas como la desigualdad o la inseguridad alimentaria a modo de sindemias, serán inevitables mientras no revirtamos los procesos actuales de apropiación desmesurada de la biomasa terrestre que monopolizamos los seres humanos.

No atender al hecho de que las zoonosis dependen de un delicado equilibrio entre seres humanos, patógenos y biodiversidad, impide comprender que cuando nuestros comportamientos y actividades económicas presionan o alteran la integralidad de un ecosistema la salud humana y, por consiguiente, también nuestra calidad de vida, se resienten con ello. Es un error concebir la salud humana a partir de las respuestas terapéuticas y las instituciones sanitarias que inciden únicamente en las manifestaciones de las enfermedades una vez que se han producido. Existen determinantes sociales y ecológicos de la salud que no podemos ignorar y sobre los que debemos actuar si se aspira a alcanzar sociedades saludables con parámetros razonables de calidad de vida.  Eso se traduce en que tenemos que replantearnos urgentemente las prioridades y delimitar colectivamente a qué cosas concedemos valor. La principal enseñanza que deberíamos haber extraído de la experiencia traumática de esta pandemia es que la mentalidad materialista y tecnocrática basada en una fe ciega en el mercado y la tecnología, y obsesionada por dominar la naturaleza y la acumulación de la riqueza y el poder, es un auténtico dislate que nos conduce al peor de los escenarios posibles. Tras una apariencia de prosperidad material sin término, genera una vorágine extractivista y consumista que provoca un deterioro ecológico y social que solo beneficia a unos estrechos círculos de intereses económicos en detrimento de una vida buena para los seres humanos, sus descendientes y el resto de las especies con las que compartimos casa común.

 

[1] Yewande Alimi, Aaron Bernstein, Jonathan Epstein, Marcos Espinal, Manish Kakkar, Deborah Kochevar y Guilherme Werneck, Report of the Scientific Task Force on Preventing Pandemics, Harvard Global Health Institute, Agosto 2021 [se puede consultar en: https://cdn1.sph.harvard.edu/wp-content/uploads/sites/2343/2021/08/PreventingPandemicsAug2021.pdf]

[2] Katherine F. Smith, Michael Goldberg, Samantha Rosenthal, Lynn Carlson, Jane Chen, Cici Chen y Sohini Ramachandran, «Global rise in human infectious disease outbreaks», Journal of The Royal Society Interface, Volume 11, Issue 101, 6 de diciembre de 2014 [https://doi.org/10.1098/rsif.2014.0950]

 

Texto publicado en CTXT el 24 de noviembre de 2021. Disponible en: https://ctxt.es/es/20211101/Firmas/37835/covid19-pandemia-zoonosis-biodiversidad.htm


Papeles 155: Ritmos Autoritarios

La lucha por la emancipación y el respeto de los derechos de distinto tipo, tanto de las mayorías como de las minorías, se encuentra en una encrucijada. En los últimos años se acumulan evidencias de un giro autoritario alrededor del mundo. No es ajeno a este contexto la crisis ecosocial de fondo.

Utilizando el sistema democrático, se encumbran líderes que manejarán los mimbres de la democracia precisamente para vaciar o subvertir su contenido. Las fuerzas de la ultraderecha ganan terreno en un contexto de complejidad e incertidumbres de gran envergadura, mientras se profundizan las desigualdades, la precariedad y el señalamiento de ciertos grupos. La verdad y la confianza, puntales de cualquier sociedad y, especialmente, en las democracias sufren el embate autoritario.

Con un discurso renovado que apela al nacionalismo excluyente, estas fuerzas se presentan como portadoras de respuestas, aunque los desafíos son de tal calado que incluso aunque atinaran en las recetas, las soluciones a menudo exceden la capacidad de un solo partido o de un solo gobierno.

Este número de Papeles de Relaciones Ecoociales y Cambio Global  explora en su semimonográfico las complejidades del ascenso ultraderechista, sus matices, semejanzas y diferencias, a fin de hallar claves para interpretar el fenómeno.

La sección A FONDO Se abre con un análisis de Javier de Lucas, e incluye artículos de Maximiliano Fuentes Codera y Giaime Pala, Juan José Tamayo, José Rama y Ana González-Páramo, además de una entrevista de Nuria del Viso a Carolin Emcke.

Muy en línea con el tema del semimonográfico, el magistrado Luis Carlos Nieto sopesa en ACTUALIDAD las repatriaciones de menores en Ceuta, y en REFERENTES Jordi Mir explora las palabras del ideólogo de Trump (y otros) Steve Bannon, y Nuria del Viso examina el pensamiento de Janet Biehl, una de las máximas representantes del ecologismo social e impulsora del término ecofascismo.

Un lugar destacado ocupa la sección ANIVERSARIO, en la que conmemoramos los 50 años de La ley de la entropía y el proceso económico, libro de referencia de Nicholas Georgescu-Roegen, con sendos artículos de Jorge Riechmann y Clive Spash.

El número se completa con la sección LECTURAS.

A continuación, ofrecemos el SUMARIO de la revista, que podrás descargar a texto completo, junto con el artículo introductorio de Santiago Álvarez Cantalapiedra y el texto firmado por Javier de Lucas.

 

SUMARIO

INTRODUCCIÓN

Riesgo de cierre autoritario

Santiago Álvarez Cantalapiedra.

A FONDO

Sobre autoritarismo y discursos de odio

Javier de Lucas.

Entrevista a Carolin Emcke

Nuria del Viso.

Pasado y presente de la extrema derecha europea

Maximiliano Fuentes Codera y Giaime Pala.

El cristoneofascismo: teísmo político y dios sacrificial

Juan José Tamayo.

Vox ¿Un partido más de la derecha radical europea?

José Rama.

Frontex, la cara oscura de la Unión Europea

Ana González Páramo.

ACTUALIDAD

Repatriaciones de menores sin garantías en Ceuta

Luis Carlos Nieto.

ANIVERSARIO | GEORGESCU-ROEGEN: 50 años de La ley de la entropía y el proceso económico

1971-1972-1973 La fallida “revolución vernadskiana” (y bioeconómica) y nuestro ingreso en el delirio epistemológico

Jorge Riechmann

Romper con la economía tradicional: la economía ecológica y el cambio de paradigma de Georgescu-Roegen

Clive Spash

REFERENTES 

Steve Bannon: Fogonazos en los diagnósticos, oscuridad tenebrosa en las respuestas

Jordi Mir

Janet Biehl, precursora del análisis del ecofascismo y sus raíces

Nuria del Viso

La “ecología” y la modernización del fascismo en la ultraderecha alemana

Janet Biel

LECTURAS

Fundamentos para una economia ecológica y social, de Clive L. Spash

Federico Aguilera Klink

Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar, de Antonio Turiel

Daniel Guinea Recuerdo y Pablo Grau Murcia

Perdiendo la tierra. La década en que podríamos haber detenido el cambio climático, de Nathaniel Rich

Nuria del Viso

RESÚMENES

 

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Lectura Recomendada: Europa, pandemia y crisis económica

Desde el Centro de Documentación de FUHEM Ecosocial recomendamos una nueva lectura. Se trata del Dossier número 43 de Economistas sin Fronteras dedicado a: Europa, pandemia y crisis económica.

Coordinado por Lucía Vicent Valverde y Fernando Luengo Escalonilla, el dossier propone un debate sobre la naturaleza de la crisis —económica, pero también social, ecológica e institucional— abierta por la pandemia y sobre las políticas que las instituciones comunitarias han arbitrado; políticas destinadas tanto a promover la reactivación de las economías como, sobre todo, a sentar las bases de una profunda transformación estructural de las mismas.

Se complementa con la reseña de un libro que ha parecido de especial interés para el tema tratado (Reescribir las reglas de la economía europea, de Joseph Sitiglitz), a cargo de Marta Cazorla, y con la sección «Para saber más» que recoge una selección bibliográfica y una webgrafía con recursos de interés para seguir profundizando en los temas planteados.

A continuación ofrecemos el índice y un pequeño resumen de cada texto:

ÍNDICE

Presentación: Europa, pandemia y crisis económica, Lucía Vicent Valverde (Universidad Complutense de Madrid e investigadora en el ICEI-UCM) y Fernando Luengo Escalonilla (Economista).

Desde que se registró el primer caso del virus, a comienzos del mes de diciembre de 2019, el rápido avance de la pandemia ha tenido trágicas consecuencias para la salud y ha puesto en jaque a las economías de todo el mundo, sin excepción.

En el terreno económico, la incontrolable transmisibilidad del virus supuso la paralización de la actividad económica, que, a pesar de los diferentes intentos de reactivación, todavía queda lejos de la situación prepandémica. Incluso en las economías más fuertes, como las comunitarias, que cuentan con más recursos para articular una respuesta urgente y adecuada para afrontar este desafío, la recuperación está muy lejos de haberse consolidado. La emergencia sanitaria ha demostrado las carencias del modelo económico imperante.

La pandemia ha cuestionado los cimientos mismos del proyecto comunitario, abriendo un escenario de incertidumbre que se proyecta sobre el futuro de la Unión Europea (UE) y de las economías que la integran.

 

La lucha contra la pandemia y la crisis necesita otra Europa, Lucía Vicent Valverde (Universidad Complutense de Madrid e investigadora en el ICEI-UCM) y Fernando Luengo Escalonilla (Economista)

Valoración de la respuesta comunitaria en tiempos de pandemia, sus objetivos y resultados y propone una reflexión que, trascendiendo la coyuntura y la situación concreta de cada economía, ponga sobre la mesa algunas de las cuestiones centrales referidas a las políticas europeas que apuntan al proceso de construcción y a la institucionalidad de la UE.

 

Deserción: La Unión Europea en la pandemia del coronavirus, Wolfgang Streeck (Director emérito del Max Plank Institute for the Study of Societies)

Sobre el juego de responsabilidades que ha operado en el tablero europeo a raíz de la pandemia, demostrándonos, una vez más, que la Unión Europea no está a la altura de los acontecimientos. Los actores protagonistas de la partida europea contra el COVID-19, concretamente, las instituciones centrales de la Unión y sus Estados integrantes, han sido incapaces de articular una respuesta coordinada y funcional, capaz de amortiguar los efectos de la propagación del virus, atender sus causas y plantear soluciones de la entidad que exige la situación.

 

Pacto Verde Europeo: no es sostenible todo lo que reluce. Por una alternativa ecosocial en una Europa pospandemia, Judith Carreras García (Presidenta de la Fundación Viento Sur)

El Pacto Verde Europeo es el ejercicio narrativo más ambicioso desde la creación de la Comunidad Económica Europea y la propuesta más articulada desde el Tratado de Maastricht, hace treinta años. Una apuesta estratégica de las élites de la UE para relanzar el deteriorado proyecto europeo, contradictoria en sus fines y que genera importantes tensiones, incluso entre sus defensores.

 

Impacto potencial de los fondos europeos en las economías receptoras, Antonio Sanabria Martín (Universidad Complutense de Madrid e investigador en el ICEI-UCM)

Análisis de las vías de financiación y su impacto potencial sobre las economías receptoras de la respuesta comunitaria a la crisis del COVID-19. El autor es consciente de la incertidumbre que rodea un diagnóstico de este tipo, carente de antecedentes, sin por ello renunciar a una interpretación compleja y detallada de la cuestión

 

¿Fondos Nueva Generación de la Unión Europea? No, gracias, Adolfo Rodríguez Gil (Economista; Ecologistas en Acción)

Complementa el análisis anterior sobre los instrumentos de financiación de la UE. El texto arranca con una descripción de los recursos movilizados y otras medidas de emergencia desplegadas para hacer frente a la pandemia y la crisis, poniendo especial atención en la suspensión de la aplicación del Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento.

 

El Banco Central Europeo, benefactor de los bancos en la crisis de la pandemia, Ángel Vilariño Sanz (Economista)

Pone el foco de su artículo en el papel neurálgico del Banco Central Europeo (BCE) en el periodo dominado por la pandemia y las políticas encaminadas a reactivar y reestructurar las economías comunitarias. La intervención de esta institución ha tenido muy en cuenta la experiencia, que el autor califica de fallida, en los años que siguieron al crack financiero, consistente básicamente en proteger de la bancarrota a los grandes bancos

 

La banca pública europea en la salida de la crisis, Nuria Alonso Gallo y David Trillo del Pozo (Universidad Rey Juan Carlos e investigadores en el ICEI-UCM)

Análisis del decisivo papel que ha desempeñado la Banca pública europea, de dispar entidad dependiendo del país comunitario considerado. De hecho, la banca pública ha sido —en términos generales y en España, por supuesto— un verdadero «colchón amortiguador» que ha permitido mitigar el colapso productivo provocado por la pandemia y las medidas de confinamiento adoptadas por los gobiernos.

 

El poder corporativo en la Europa del capital, Erika González Briz y Pedro Ramiro Pérez (Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad)

Arranca el texto con una consideración que los autores consideran crucial: la enorme cantidad de recursos que, en comparación con las partidas sociales, reciben las grandes empresas españolas con cargo al NGEU y al BCE. Pone de relieve diferentes hitos que ilustran la centralidad corporativa desde el nacimiento mismo de las Comunidades Europeas: la creación de la Mesa Europea de Industriales, la aprobación del Tratado de Maastricht y las políticas desreguladoras y privatizadoras que se desplegaron desde entonces, un escenario propicio para la ampliación y consolidación de las grandes empresas, que ganaron en tamaño e influencia.

 

Fondos de recuperación de la UE 2021. No son lo que parecen, Adrian Zelaia-Ulibarri (Ekai Group)

Aproximación a las ayudas puestas a disposición de los Estados en línea con los objetivos de recuperación, transformación y resiliencia enunciados por la CE. Con ese propósito, incide en algunos hechos que nos permiten detectar los rasgos fundamentales de la estrategia comunitaria y que revelan las controversias entre lo enunciado y lo realmente perseguido por las instituciones europeas.

 

El libro recomendadoReescribir las reglas de la economía europea (Joseph Stiglitz), Marta Cazorla Rodríguez (Traductora y economista)

Para saber más.

Acceso al Dosier completo en formato pdf: Europa, pandemia y crisis económica


Sobre autoritarismo y discursos de odio

La sección A FONDO del número 155 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, publica un artículo de Javier de Lucas, Sobre autoritarismo y discursos de odio, que argumenta la tesis de que el autoritarismo está de vuelta, fruto de una multiplicidad de factores en una compleja interacción, y los destinatarios de ese movimiento de odio son, como siempre, los más débiles. El autor se aleja de la teoría sobre una “internacional del odio”, y se acerca más a las tesis del pluralismo inclusivo.

A continuación, ofrecemos el texto completo del artículo, al final del cual se podrá descargar en formato pdf.

Los amigos de la revista Papeles me han invitado a reflexionar a propósito del horizonte de autoritarismo que parece cernirse sobre nosotros. Y me plantean, por ejemplo, qué relación tiene ese auge autoritario con el recrudecimiento de los mensajes y aun los discursos de odio, en particular en las redes sociales (donde cada vez son más los trolls y los haters) y en los medios de comunicación, pero también y de forma creciente en determinados discursos políticos.

En lo que sigue, trataré de ofrecer algunos de los argumentos en los que se basa mi opinión a ese respecto. Puedo resumir así mis tesis: no tengo la menor duda de que el autoritarismo está de vuelta. Tampoco, sobre la complejidad de los factores que lo propician. Y me parece muy claro que en toda Europa y por supuesto en España, los destinatarios de ese movimiento de odio son, como siempre, los más débiles, según ejemplifica la focalización de esa “marea de odio” en grupos que encarnan la diferencia visible. Lo demuestran las agresiones a personas que son identificadas como miembros de LGTBIQ, o a los menores inmigrantes, como hemos vivido en España en diferentes ocasiones este mismo año. En otras palabras, no creo que el incremento actual de los discursos del odio y, en su caso, su especificidad, se deba a la existencia de una particular conspiración entre la extrema derecha y ciertos movimientos fundamentalistas cristianos que, a su vez, daría cuenta del tournant populista/autoritario que vivimos, tal y como proponen los defensores de la teoría de la “internacional del odio”. Esa es una visión, a mi juicio, simplista e insuficiente.

A mi entender, entre las razones que propician este giro autoritario global que nos amenaza, (de los EEUU a Europa, pasando por Brasil, India, Filipinas o Myanmar) parece muy relevante la exacerbación de la conciencia de riesgo e incertidumbre globales, activadas por dos fenómenos de cuya existencia sabíamos, pero nos hemos negado a tomar en serio hasta ahora. El primero, la aceleración de las evidencias del desastre medioambiental, que amenaza a la vida misma en nuestro planeta como consecuencia de lo que acertadamente se denomina Antropoceno. El segundo, la brutal certificación de que el otro gran riesgo para la seguridad humana no es tanto el de un conflicto nuclear, sino las pandemias que, como hemos sufrido en estos dos últimos años, se convierten en sindemias.[1]

Entre las razones que propician el giro autoritario global parece muy relevante la exacerbación de la conciencia de riesgo e incertidumbre globales

En uno y otro caso, la esperanza viene de la ciencia. Pero la ciencia, frente al estereotipo ingenuo que hace de ella la nueva magia, por no decir la nueva religión, está lejos de proporcionarnos respuestas seguras, inequívocas y desde luego, inmediatas (pese al éxito innegable que han supuesto las vacunas frente a la COVID-19), por dos razones. Una, que los avances en ciencia no son ni lineales ni definitivos. Y, sobre todo, porque no garantizan la llegada de sus soluciones a todo el mundo, ni simultáneamente, ni de forma equitativa: eso depende de las decisiones políticas que se adopten y en las que median intereses económicos de primer orden. Lo estamos viendo precisamente a propósito de la distribución de las vacunas.

Ese cóctel de factores ha propiciado a mi juicio, insisto, un incremento de la incertidumbre y del miedo y, con ellos, las consecuencias habituales de la ignorancia y el prejuicio: la experiencia histórica nos dice que ese es el caldo de cultivo para la aparición de un discurso de orden, de seguridad, que suele concretarse en torno a mesías, héroes o caudillos que, a su vez, las más de las veces son marionetas o coartadas populistas de quienes no dejan de incrementar sus beneficios en esos ríos revueltos, en esos tiempos difíciles.[2]

El miedo, la frustración, la incertidumbre, generan con facilidad una suerte de disonancia cognitiva, un rechazo de la razón ilustrada, de la ciencia, y una repulsa al juego de controles y balances propio de la democracia representativa, por contraste con la legitimidad directa y la supuesta eficacia del populismo propio de la democracia emocional. Es el caldo de cultivo de las teorías negacionistas, que recurren a la tesis de una conspiración de las élites –aliadas con los científicos– para privarnos de nuestras libertades.

Como mostró René Girard,[3] ese discurso de orden, característico de sociedades cerradas, necesita identificar enemigos, chivos expiatorios, que activen la dinámica centrípeta de adhesión al poder interno. Y, de nuevo, la experiencia histórica nos muestra a quiénes se apunta para que desempeñen ese papel: los otros, sobre todo los otros más vulnerables y en particular aquellos otros que están entre nosotros, que acaban de llegar y que pretenden quedarse. Por eso, uno de los ejemplos más claros es el discurso del odio azuzado en nuestro país contra los menores inmigrantes. Y no solo por parte de la extrema derecha. Lo peor es que una parte importante de las fuerzas políticas acaban tratando de competir en esa carrera del odio en la que, evidentemente, la campeona es la extrema derecha. Una extrema derecha que juega imprudentemente el papel de agente portador del virus, de la narrativa tóxica que puede acabar contaminando al resto del espectro político.

En resumen, a mi juicio, cambia el contexto y con él, cambian los escenarios, cambian los nombres de los actores y sus ropajes, pero nihil novum sub sole. Estamos ante la enésima versión de un mensaje que estructura toda concepción autoritaria y, desde luego, fundamentalista. Y que, por cierto, no es monopolio del cristianismo. Tampoco hoy: lo comprobamos en las doctrinas salafistas y en el wahabismo, pero también, por ejemplo, en el hinduismo excluyente en India, o en el budismo fundamentalista, que alimenta la represión contra los rohingyas. Hay demasiado eurocentrismo (o, si se prefiere, demasiado prejuicio de que Occidente es el centro de todo) en esa teoría que identifica la internacional del odio con la alianza trumpista “cristoneofascista”.

Dicho lo anterior, no incurriré en la pretensión de ofrecer una teoría sobre el odio en los límites de un artículo como este. Máxime cuando existen muy notables y conocidas contribuciones, desde la filosofía, la psicología o la sociología. Me atendré a recordar y destacar los argumentos de algunas de ellas y, en segundo lugar, a llamar la atención sobre ese ejemplo del actual discurso de odio, el que afecta a los menores inmigrantes.

 

Los discursos del odio: una constante histórica y doctrinaria

No descubro nada si digo que lo primero que necesitamos es despojarnos de mensajes simplificadores, como los que difunden las teorías conspiratorias, en todas sus versiones. Me parece que esas teorías tienen en común dos rasgos: ante todo, una más o menos explícita visión maniquea y, por tanto, simplista, que sirve a la reafirmación del nosotros de turno (nosotros, la luz; ellos, la oscuridad). Y creo que eso implica un segundo rasgo, una suerte de pereza mental o de incapacidad para un análisis que se atreva a enfrentarse con la verdadera dificultad, esto es, con la complejidad de lo real, que no es solo una teoría, (la concepción ontológica y metodológica defendida, por ejemplo, por Edgar Morin), sino una característica cada vez más presente en nuestras circunstancias, las de la globalidad, la interdependencia, la multidimensionalidad.

Una parte importante de las fuerzas políticas acaban tratando de competir en esa carrera del odio en la que la campeona es la extrema derecha

Pues bien, como ya he adelantado, creo que ese es el tipo de simplificación que puede propiciar la tesis que sostiene la existencia, hoy, de una “internacional del odio”, de alcance global, vinculada a la “internacional cristoneofascista”,[4] una alianza de la extrema derecha con movimientos fundamentalistas cristianos, en EEUU, Brasil, Polonia o Hungría y que estaría en la raíz de este regreso a los autoritarismos.

El primer error de bulto de esa tesis, a mi juicio, es desconocer que, como resulta evidente, el fundamentalismo religioso y el fanatismo no son patrimonio exclusivo de sectas cristianas y de la extrema derecha en Occidente. Sin duda, coexisten en este momento y en diferentes países movimientos sociales e incluso partidos políticos cuyo discurso o, mejor, cuyo principal recurso electoral consiste precisamente en la explotación de esos motores poderosos de la conducta que son el miedo, el odio y el resentimiento, tal y como subrayó Nietzsche y trató de reformular Scheler,[5] recogiendo un leit motiv doctrinal clásico. Recordemos el primus in orbe deos facit timor, de Terencio, argumento que desarrollarán para la ciencia política Maquiavelo y Hobbes y que reiterará en clave teológico-política Carl Schmitt.

Una línea argumental que ha analizado –a mi juicio, con mucho acierto– Axel Honneth en su análisis de la sociedad del desprecio[6] y, de modo más reciente, Carolin Emcke, que es quizá quien ha explicado mejor –a mi juicio– el reverdecimiento hoy de esa constante del odio. En cualquier caso, se trata de un rubrum cuyos presupuestos y propósito son muy distintos a los agudamente sugeridos por Nietzsche. Todo ello, a mi juicio, tiene mucho que ver con la genial lección de Simmel sobre la noción de Fremdheit,[7] que suele ser considerada la base de la sociología de la inmigración, pero que –en realidad– va mucho más allá, pues ofrece un buen soporte antropológico y filosófico sobre la construcción del otro como extraño y la conexión de esa extrañeza, de esa ajenidad, con la de amenaza o peligro. De ahí, el odio hacia ese otro que es manifiestamente diferente al mismo tiempo que está instalado entre nosotros como vecino: como decía Simmel, “un otro que llega hoy y se queda mañana”.

Querría explicarme bien. No estoy tan ciego como para ignorar que se ha producido una efervescencia de movimientos y partidos políticos que explotan el recurso del odio en todo el mundo, vinculados en su inmensa mayoría a la extrema derecha, por supuesto también en democracias que pretenden ser el símbolo del universalismo, de Francia a los EEUU, pasando por Alemania y también nuestro país. Movimientos que han azuzado el repliegue autoritario, la explotación de nuevo del leitmotiv primario del miedo, ante las amenazas e incertidumbres que nos acechan.

Como sostiene Emcke, el odio del que hablamos «no es la expresión de un sentimiento individual, no es espontáneo, es fabricado y requiere cierto marco ideológico, que debe ser y es alimentado… el odio fabrica su propio objeto».[8] Eso no significa necesariamente sostener, como parece proponer la tesis de la “internacional del odio”, que el incremento de los discursos de odio responda una organización transnacional vinculada a los movimientos neoconservadores (reaccionarios, creo que sería el calificativo más adecuado) de extrema derecha, en alianza con concepciones fundamentalistas cristianas. Sin duda, hay puntos de coincidencia entre la ideología reaccionaria neocon de Steve Bannon y algunos otros ideólogos de Trump, y la que manifiestan grupos populistas de extrema derecha en Europa, del Rassemblement National de Le Pen (antiguo Front National) a Alternative für Deutschland (AfD) y Vox, pasando por la Lega Nord o Fratelli di Italia, Fidesz en Hungría, o Prawo i Sprawiedliwosc (PiS) en Polonia.[9] Y por supuesto, no cabe ignorar que Bannon ha vendido su asesoramiento en Alemania, Italia, Polonia, Hungría y España. Pero se olvidan los escenarios de la hegemonía de discurso de odio en Myanmar, Filipinas, la India o el Afganistán de los talibanes, por poner solo algunos otros ejemplos. Por eso, a mi juicio, para entender el porqué del auge global de este fenómeno, en lugar del simplismo de una poderosa y malvada conspiración (siempre occidental y judeocristiana), podemos y debemos contextualizar con precisión de qué hablamos, para entender mejor por qué sucede aquí y ahora.

En mi opinión, esta efervescencia de los discursos de odio sería más bien una nueva versión de un fenómeno muy viejo, una constante histórica, insisto, que vuelve a florecer hoy, porque lo favorece nuestro contexto, la lógica que domina el actual ejercicio de la política, reducida, como ha explicado muy bien Manuel Cruz, a una papilla emocional de fácil digestión. Se trata de una concepción anunciada por Débord y que, a su vez, no cae del cielo, sino que tiene mucho que ver con las pretensiones de quienes ejercen de actores y protagonistas de la actual fase de capitalismo financiero, de fundamentalismo de un mercado cada vez más virtual, cuyo santo y seña es siempre la des-regulación y su dogma la maximización del beneficio, para lo que no dudan en la conocida receta de socialización de sus pérdidas, cundo llegan las vacas flacas que su ambición depredadora ha causado. Lo vimos sin paliativos en la gran recesión de 2008. Hoy vivimos, como propone Soshana Zuboff, una era de «capitalismo de vigilancia», posibilitado en gran medida por ese escenario neohobbesiano potencialmente implícito en la “sociedad del riesgo”, teorizada sobre todo por Beck,[10] un escenario magnificado como consecuencia de la pandemia de la COVID-19, que ha devenido en sindemia.

Ese es el contexto, a mi entender, en el que se produce ese incremento del recurso a los discursos del odio vinculados a la actual etapa de política espectáculo, la de la democracia de las emociones[11] a la que alude la mencionada expresión de Manuel Cruz, dominada por la explotación de los sentimientos y pasiones como seudoargumentos. Todo ello, al amparo del repliegue identitario, en una aparente paradoja que a mi juicio no es tal: los supuestos partidarios del mercado abierto son siempre ferozmente proteccionistas cuando se trata de salvaguardar sus beneficios, frente a las exigencias de relaciones más equitativas que llegan del otro lado –del tercer mundo si podemos seguir utilizando esa expresión–.

Decía que Carolin Emcke ha arrojado luz sobre la especificidad de los actuales discursos de odio, a partir del análisis de lo que ha sucedido en Alemania recientemente: «Algo ha cambiado en Alemania, ahora se odia abierta y descaradamente», sostiene. Y lo mismo se puede decir de otros países de la UE, y de los EEUU. Pero no solo de ellos. Se trata de un discurso de odio que se basa en la seguridad de estar en lo cierto, en la posesión de la verdad, no solo en una opción ideológica. Es imposible desligarlo de la concepción característica del fanatismo, tal y como sostiene Emcke, que cita a este propósito la voz “fanatismo” de la Enciclopedia, redactada por Alexandre Deleyre: «El fanatismo es un celo ciego y apasionado que nace de las opiniones supersticiosas y lleva a cometer actos ridículos, injustos y crueles, no solo sin vergüenza ni remordimiento, sino también con una suerte de goce y de consuelo».[12] Y esa proliferación de los mensajes de odio se cobra un coste muy grave para las democracias: la extensión del miedo, la existencia de ciudadanos de segunda clase que ven afectada negativamente los actos más sencillos de su vida cotidiana, desde pasear por la calle a alquilar un piso.

Como ha explicado también Emcke en su último libro, Journal, a propósito de la experiencia de la pandemia, no es difícil advertir el nihilismo epistémico que está presente en los movimientos supremacistas y que muestra un profundo resentimiento contra el proyecto universalista y emancipador heredado de la Ilustración. Un rechazo que se ha hecho más fuerte, en la medida en que el universalismo, espoleado por la crítica feminista y antietnicista, se ha abierto hoy a una concepción pluralista e inclusiva de las diferencias, que choca con el modelo seudouniversalista criticado por Benhabib, como señalaré enseguida, del que se creen únicos representantes los modelos supremacistas.

Esa proliferación de los mensajes de odio se cobra un coste muy grave para las democracias: la extensión del miedo y la existencia de ciudadanos de segunda clase

Una vez más nos encontramos ante la constante histórica del recurso a la coartada del repliegue identitario, nutrido con el proyecto habitual de creación de la realidad social, mediante la apelación a una historia propia más o menos fantasmagórica (algo que sabemos desde la obra seminal de Berger y Luckman y el conocido trabajo de Benedict Anderson)[13] que parecería guiada por el propósito de hacer bueno aquel dicterio de Freud sobre el narcisismo de las pequeñas diferencias. Se trata de una respuesta dialéctica, de repliegue, frente a las concepciones universalistas. Y esa respuesta tiene más fuerza, más adhesión popular, cuando se advierte que buena parte de las pretendidas concepciones universalistas no son tales. Quiero decir que la reacción es más sencilla, es más fácil que prenda, cuando se puede mostrar que el supuesto universalismo que nos predican no es el de la concepción universalizante que da lugar al mejor universalismo, el jurídico, concretado en la noción de derechos humanos,[14] sino la cobertura de proyectos imperialistas o coloniales, característicos de lo que Sheila Benhabib denominó «universalismo abstracto» o «universalismos de sustitución». Es esta una versión muy próxima en realidad a una noción esencialista de universalismo, que consagra a su vez una visión de los derechos humanos dependiente de un punto de vista cultural unilateral. Benhabib es también quien –a mi juicio– ha señalado con más cierto que en el fondo se trata de un problema ligado conceptualmente a la preocupación a la que Husserl dedicó su decisivo La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental,[15] en el que estudiaba los problemas que afectan al modelo occidental (europeo) de racionalidad. Como señala a su vez Benhabib, Husserl se muestra atormentado por la convicción de que la cultura occidental sucumbiría si la filosofía (como théoria) no podía generar reflexiones sobre lo universal, sino solamente sobre el ámbito de la Lebenswelt. Para Husserl, la reflexión sobre la crisis de las ciencias europeas permitía defender el racionalismo filosófico como una forma que tiene pretensión de universalidad para todos los seres humanos.

Frente al universalismo ligado a la racionalidad (y a los presupuestos etnoculturales europeos, más incluso que occidentales), Benhabib propuso, como se recordará, un universalismo interactivo, más acorde con el modelo de una democracia que, además de deliberativa, muestra una voluntad y capacidad inclusiva de la pluralidad real: «Entre los legados de la modernidad que necesitan de una reconstrucción –pero no ser desmantelados por completo–, se cuenta el universalismo moral y político, comprometido con los ideales ahora aparentemente “anticuados” y poco creíbles del respeto universal hacia cada persona en virtud de su humanidad, la autonomía moral del individuo, la justicia e igualdad económica y social, la participación democrática y el ejercicio de unas libertades políticas y civiles más extensas que sean compatibles con los principios de justicia y la formación de asociaciones humanas solidarias».[16] Posteriormente, Benhabib se decantó por la noción de iteración democrática, en lugar del modelo habermasiano de democracia deliberativa. Lo han explicado desde perspectivas muy diferentes Barber o  Santos.[17]

Para combatir la proliferación de los discursos de odio, es preciso reaccionar frente a esa concepción fundamentalista que se autoarroga la representación del “verdadero pueblo” y la defensa de los “verdaderos valores”, pero a duras penas consigue ocultar su filiación elitista y autoritaria. Y, a mi juicio, hay que hacerlo como propone Emcke, con una reivindicación del pluralismo inclusivo, de la democracia impura: «el pensamiento autoritario, neonacionalista, racista y antifeminista ha penetrado en el centro de nuestras sociedades. Ya no está en los márgenes, está en el corazón de nuestras democracias. El intento de ridiculizar, estigmatizar, deshumanizar a las mujeres o a los musulmanes, a las personas LGBTIQ+ y a los judíos, el intento de tratar la pluralidad –y no la homogeneidad– como un peligro para la democracia... todo eso se ha vuelto aceptable. Tenemos que oponer resistencia a este discurso antihumanista. Tenemos que alzar la voz, aunque individual o colectivamente no seamos atacados. Tenemos que defender la igualdad en la diferencia».[18]

 

El ejemplo de la focalización del discurso de odio en los niños migrantes

Sabemos bien (por ejemplo, gracias por ejemplo a las enseñanzas de Simmel, Freud o Fromm) cuál es la dinámica del proceso de construcción social del otro como enemigo. Una dinámica que es una exigencia de la afirmación del “nosotros”. Es decir: el nosotros esencialista no puede existir sin la creación del enemigo. Para conseguir ese propósito de construcción de la radical ajenidad, de la radical extrañeza del otro, es preciso deshumanizarlo, negarle las características que tiene en común con nosotros, focalizar la supuesta incompatibilidad de sus diferencias y su presentación como amenaza. Así sucede, por ejemplo, con los grupos que encarnan la diferencia de opción sexual, como hemos visto en la secuencia más reciente de agresiones en España, con la marcha nazi en Chueca como símbolo. Pero quizá el colmo de ese proceso es el que estamos construyendo a propósito de los menores inmigrantes, en los que destruimos la característica fundamental, emblema de la máxima y universal vulnerabilidad: son niños.

Todos recordamos el episodio ocurrido durante las elecciones autonómicas celebradas en Madrid en mayo de 2021, con motivo de un cartel electoral de Vox que decía: «Un mena, 4.700 euros al mes. Tu abuela, 426 euros de pensión/mes» Sorprendentemente, tras la denuncia realizada por el PSOE y por la fiscalía de Madrid, que advertían sobre lo que parecía un mensaje de odio que podía constituir un delito de odio, la jueza instructora del juzgado nº 53 archivó la denuncia y, ante el recurso de la fiscalía, la Audiencia Provincial confirmó esa decisión. Lo de menos es la falsedad del dato, de la comparación, que no resiste el menor contraste empírico. Se trataba de poner el acento en el carácter extraño, incompatible, peligroso, de esos menores.

La propaganda de Vox, en la menos mala de las hipótesis, era a mi juicio una manifestación –que podemos considerar simbólica– de la reacción de ignorancia, prejuicio y fanatismo desgraciadamente nada infrecuente ante la presencia de los inmigrantes. Una reacción que responde a esa “dificultad de la extrañeza” a la que ya me he referido, la dificultad de la alteridad, podríamos decir. Pero en el caso del cartel, creo que ni siquiera había tal excusa, sino pura y simplemente manipulación electoralista, a sabiendas de que no se decía la verdad. La Fiscalía había advertido en su denuncia de la imagen física «prejuiciosa del menor como persona extranjera, violenta y delincuencial, al ser este el concepto incorporado con carácter general respecto a un individuo encapuchado, embozado y radicalizado».

La denuncia fue archivada por la juez titular del Juzgado de Instrucción número 53 de Madrid porque, según explicó el auto, debía situarse en el contexto de la campaña electoral para las elecciones autonómicas de Madrid. «Los hechos denunciados constituyen el desarrollo, la forma de expresión en campaña electoral de la política de inmigración del partido Vox, así como también la política sobre el delito de usurpación y otras cuestiones», explicó la magistrada Mónica Aguirre. La instructora entendió que el artículo 6 de la Constitución Española estable que «Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres». Y añadía: «la política migratoria, al igual que el desalojo de viviendas por quienes las posean sin título alguno, deberá siempre acomodarse a la legislación vigente. Vox, como formación política que concurre a las elecciones, propone un programa que incluye una política determinada en materia de inmigración, y en clave electoral con el eslogan “Protege Madrid”, publica carteles y difunde mensajes, siendo varios de los mensajes relativos a los menores extranjeros acogidos en España, personas desde luego especialmente vulnerables». A juicio de la magistrada, Vox «está ejercitando su derecho a la libertad de expresión al exponer y difundir el programa del partido sobre la política de inmigración, además de otros temas, conforme a lo establecido en el artículo 6 de la Constitución Española».

Mención expresa merece una última afirmación del auto de la magistrada de Madrid, que subraya que no le correspondía a la justicia analizar si las cifras que daba el cartel sobre el gasto de los menos en comparación con las pensiones eran veraces: «Esta cuestión carece de trascendencia a los efectos de determinar la posible comisión de las infracciones penales que se denuncian… En resumen, no hay indicios de la comisión de un delito de odio, delito electoral o de infracción penal alguna que justifique la incoación de una causa penal, siendo de aplicación el principio de intervención mínima que rige en el ámbito penal». A su vez, la Audiencia Provincial de Madrid desestimó el recurso que presentó la Fiscalía contra el archivo de la denuncia. El tribunal entendió que se trataba de un "mensaje electoral" que «con independencia de si las cifras que se ofrecen son o no veraces» viene a representar «un evidente problema social y político, incluso con consecuencias o efectos en nuestras relaciones internacionales, como resulta notorio». Pero, a juicio del tribunal, existían "serias dudas" de que los hechos base pudieran ser considerados delito, dada «la forma de presentarse y de haberse exteriorizado» en la campaña electoral.

Lo que me parece relevante de este episodio es que se ningunea lo que, a ojos de muchos de nosotros, es una grave violación de los derechos de los menores implicados, sobre los que se dirige este mensaje de odio. La consecuencia es que se relativiza la lógica jurídica y política que debería prevalecer, la que es propia de nuestra legislación, conforme a la Convención Internacional de los Derechos del Niño, el marco internacional de obligada referencia. Esa lógica jurídica, pero también política y democrática, pone el énfasis en un principio fundamental: antes que inmigrantes, antes que extranjeros, esos menores –niños y adolescentes– son eso, niños. Por tanto, tras su llegada,la respuesta a su presencia corresponde a las autoridades de protección de la infancia, más que a los responsables de la política migratoria. Y esa perspectiva queda desdibujada por tales decisiones judiciales, que desdibujan el principal perjuicio causado por este discurso de odio, esto es, que –como ha subrayado el profesor Albert Mora– se incremente el número de ciudadanos que justifica y reclama políticas discriminatorias. Si no nos tomamos en serio proteger los derechos de esos menores (sí, inmigrantes; sí, irregulares), es que no nos tomamos en serio los derechos de los niños. Y si eso es así, ¿qué derechos están a salvo?

 

Javier de Lucas es senador en la XIV legislatura (Grupo Parlamentario Socialista), presidente de la Comisión de Ciencia, Innovación y Universidades del Senado (XIV Legislatura) y catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en el Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de Valencia (España).

NOTAS:

[1] Me refiero a las consecuencias sociales, económicas y políticas derivadas de la pandemia y de su gestión que, como ha señalado con acierto Manuel Cruz, potencian el virus social más poderoso que conocemos, junto a la ignorancia: el virus del miedo. Manuel Cruz, El virus del miedo, La Caja Books, Algemesí (Valencia), 2021.

[2] Es ya un lugar común subrayar la coincidencia que ofrecen las novelas de Dickens (Tiempos difíciles, Oliver Twist y, sobre todo, Casa desolada), con la crítica de Marx y de Engels al capitalismo manchesteriano. Lo proponía hace años el siempre agudo Francisco Jarauta y lo ha recordado recientemente Massimo La Torre en su magnífico ensayo «La maison "d’âpre vent" et le droit comme désespoir», Archivs für Rechts- und SozialPhilosophie, Vol. 104, septiembre 2018, pp. 315-327, en el que explica las razones del juicio pesimista de Dickens sobre cómo el Derecho, la ley, es experimentado por las clases populares como fracaso, si no como causa de desesperación.

[3] René Girard, La violence et le sacré, Grasset, París, 1972, luego desarrollada en De la violence à la divinité, La Violence et le Sacré, Grasset, París, 2007. También, Le bouc émissaire, Grasset, París, 1982. Hay versión en castellano de la obra original, La violencia y lo sagrado, Anagrama, Barcelona, 2006.

[4] Juan José Tamayo, La internacional del odio, Icaria, Barcelona, 2020. Una versión más matizada, la que ofrece Patrícia Campos a propósito de lo que sucede en EEUU, India y sobre todo Brasil, en su A Máquina do Ódio, Companhia das Letras, Sao Paolo, 2020. Véase también la entrevista a Patricia Campos en Foreign Policy, september 2020,

[5] Por todos, Scheler, Max, Das Ressentiment im Aufbau der Moralen (1912). Hay edición en castellano, El resentimiento en la moral, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1938. Como quizá se recordará, el original fue una ampliación de un ensayo anterior, publicado bajo el título de «Uber Ressentiment und moralisches Werturteil», en Zeitschrift für Pathopsychologie (1912). Hay una reedición del original alemán, Das Ressentiment Im Aufbau Der Moralen, en la colección RotteReie de Klosterman, 2004.

[6] Axel Honneth, La sociedad del desprecio, Trotta, 2011, que reúne textos publicados entre 1981 y 2001, donde Honneth desarrolla un proyecto que, desde la “lucha” asociada al reconocimiento, pretende examinar sus negaciones, es decir, aquellas manifestaciones que se expresan en nociones como desintegración, desgarramiento, patología, cosificación o desprecio.

[7] Me refiero a las siete páginas de su “Exkurs über den Fremden”, en el capítulo IX de su Soziologie. Untersuchungen über di Formen de Vergesellschaftung, Duncker&Humbolt, Berlín, 1908 (hay traducción al castellano, Sociología: Estudios Sobre las Formas de Socialización. Fondo De Cultura Económica (México), 2015. De las tesis de Simmel son deudores en buena medida los autores que participan en un libro colectivo muy relevante, a mi juicio, sobre alteridad, integración y exclusión en países receptores de inmigración. Se trata de Schwierige Fremdheit. Über Integration und Ausgrenzung in EinwanderungsLändern, Fischer, 1993, editado por F. Balke, R. Habermas, P. Nanz y P. Sillem, que recoge las aportaciones del Coloquio celebrado en Frankfurt, en 1992, bajo el lema «Fremd ist der Fremde nur in der Fremde». Entre ellas, destacaré las de E. Balibar y G. Kepel.

[8] Carolin Emcke, Contra el odio, Taurus, Madrid, 2017 (Gegen den Hass, Fischer V., 2016). La cita es de la página 17.

[9] Sobre los presupuestos ideológicos y la alianza de la extrema derecha política y religiosa con Trump y el importante papel desempeñado por los medios de comunicación, me parece útil la consulta del libro de Nicole Hemmer, Messengers of the Right. Conservative Media and the Transformation of American Politics, University of Pennsilvanya Press, 2016, y el de Kathleen Belew, Bring the War Home. The White Power Movement and Paramilitary America, Harvard University Press, 2018. Por mi parte, he tratado de explicarlo en otros trabajos: por ejemplo, de Lucas, «Tres entierros de M.L. King. El racismo en EEUU, 50 años después de su asesinato», Contexto, núm. 166, 2018. Luego, más extensamente, en de Lucas, Nosotros que quisimos tanto a Atticus Finch: de las raíces del supremacismo al Black Lives Matter, Tirant Editorial, Valencia, 2020 (capítulos 7 y 8, pp. 150-183).

[10] Es la tesis a la que dedicó buen aparte de su trabajo el sociólogo alemán. Vid por todos su Weltrisikogesellschaft, Suhrkamp, 2007. Hay traducción al castellano, La Sociedad del riesgo mundial. En busca de la seguridad perdida, Paidós, Barcelona, 2008.

[11] Pierre Rosanvallon, La contre-démocratie. La politique á l’âge de la déconfiance, Seuil, París, 2006; más recientemente, Pierre Rosanvallon, Le Siècle du populisme: Histoire, théorie, critique, Seuil, París, 2020.

[12] La cita, en Emcke, 2017, página 179.

[13] Berger y Luckman, La construcción social de la realidad, Amorrortu, Lemona, 1968. También, Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, FCE, México D.F., 1983.

[14] Me refiero sobre todo al universalismo jurídico trasunto del mejor universalismo ético en la línea que inauguran los estoicos, pasando por los teólogos-juristas españoles fundadores del derecho internacional como derecho de gentes y que llega a Kant, pasando por los teólogos juristas del XVI, para desembocar en el esbozo de una comunidad internacional que los inspiradores de la Carta de la ONU, con Eleanor Roosevelt al frente, querían asentar. Un hilo argumental, este del universalismo humanista, que fue corregido severamente por Foucault y más recientemente por el filósofo camerunés Achille Mbembé, que ha propuesto el concepto de necropolítica, como crítica a la estrategia de la lógica colonial que aún pervive. Recientemente, el mismo Mbembé ha expuesto su crítica del falso universalismo en Notes sur l’eurocentrisme tardif, publicado el 17 de marzo de 2021 en AOC. La primera versión fue una conferencia pronunciada en la “Sommet du septiembre”, celebrada en el Musée du Quai de Branly, con ocasión de la Saison Africa 2020.

[15] Edmund Husserl, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Crítica, Barcelona,1991 [1936].

[16] Benhabib, S., (2006) Las reivindicaciones de la cultura. Igualdad y diversidad en la era global, Katz p.14. Cfr. También, Benhabib (2008), “Otro universalismo: Sobre la unidad y diversidad de los derechos humanos (original: “Another Universalism : On the unity and diversity of Human Rights”), Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, (39), 175–203.

[17] El libro de Benjamin Barber, Jihad vs. McWorld: How Globalism and Tribalism Are Reshaping the World, Times Book, Nueva York, 1995 se adelantó al debate que propuso Hungtinton en su Clash of Civilisations, un claro alegato a favor del universalismo de sustitución. Por su parte, Boaventura de Sousa Santos ha dedicado no pocos trabajos a la crítica de esa supuesta lógica universalista y sus presupuestos. Véase, por ejemplo, Descolonizar el saber, reinventar el poder, Trilce, Ciudad de México, 2010; Para descolonizar el occidente. Más allá del pensamiento abismal, CIDECI, San Cristóbal de las Casas (México), 2011; Construyendo las Epistemologías del Sur. Antología Esencial, CLACSO, Buenos Aires, 2018.

[18] Véase, por ejemplo, la entrevista de Icíar Gutiérrez a Carolin Emcke en eldiario.es, 25 de septiembre de 2021.

Acceso al artículo en formato pdf: Sobre autoritarismo y discursos de odio.

 


Riesgo de cierre autoritario

Santiago Álvarez Cantalapiedra introduce el número 155 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global con un texto que bajo el título Riesgo de cierre autoritario aborda las razones del ascenso de la extrema derecha y el giro autoritario que se está produciendo en la política debido, entre otras causas, al vaciamiento que está sufriendo la democracia actual.

En las sociedades capitalistas se extiende el sentimiento de que el sistema político y económico no funciona bien. La economía y la política se muestran incapaces de responder con coherencia y creatividad a los retos civilizatorios planteados. Así lo atestiguan la lentitud, falta de ambición y radicalidad en las respuestas a la crisis ecológica; se revela también en la inacción ante la creciente inseguridad de no tener empleo, o acceder a él de forma precaria, como consecuencia del desarrollo de las plataformas digitales, la robotización o los avances en el campo de la inteligencia artificial; brillan por su ausencia las medidas distributivas frente al aumento de la desigualdad social y la polarización territorial provocadas por una globalización desbocada; más preocupante aún es el tipo de respuesta que se está dando a la crisis mundial de los refugiados, que nadie duda que se intensificará a medida que a los desplazados por conflictos violentos y migrantes económicos se sumen los climáticos.

A ese sentimiento de impotencia se une la impresión de que incluso la institucionalidad de las democracias liberales pueda convertirse en una rémora para el funcionamiento eficaz del propio capitalismo. La preocupación de quienes piensan que el modelo de capitalismo occidental pierde comba y es menos eficiente que el capitalismo político o autoritario ejemplificado por China refuerza la amenaza de transitar hacia lo que se ha denominado “democracias iliberales”. La interiorización pesimista de esta impotencia hace presagiar un futuro en el que se acentúa la erosión de la democracia liberal deslizándose hacia formas de gobierno más autoritarias, aun cuando mantengan una fachada y unas instituciones nominalmente democráticas. Esta deriva autoritaria ya es visible en numerosos países del mundo.

 

El ascenso de la ultraderecha

En este giro autoritario cabe situar el ascenso del nacional populismo de derechas. No es un fenómeno que se circunscriba al mundo occidental (tiene manifestaciones en todo el planeta: en la India, en Filipinas, en Myanmar, etc.), pero no deja de sorprender la facilidad con que ha arraigado en sociedades que tenían a gala sostener una larga tradición liberal crítica con el autoritarismo.

Aunque la extrema derecha no sea un espacio político uniforme, porque presenta características y énfasis propios en cada lugar, amalgama en todas sus manifestaciones miedos, descontento y frustraciones a través de ideas reaccionarias, discursos de odio y continuas apelaciones a una supuesta identidad nacional amenazada. Son movimientos que presentan ideas simples y programas imprecisos, impulsados sobre todo por la facundia, la insolencia y el lenguaje directo de sus caudillos.

El notable auge de posiciones extremas en la derecha europea tiene sus antecedentes inmediatos en Francia, Italia o Bélgica con formaciones como el Frente Nacional, la Liga del Norte o Vlaams Blok, que incorporan en la década de los noventa del siglo pasado el nacional populismo al escenario político. Desde entonces la derecha radicalizada ha ido sembrando con más de una treintena de partidos prácticamente la totalidad del espacio político europeo, alcanzando y consolidando su representación en las instituciones parlamentarias. Con la entrada del nuevo siglo, la novedad ha sido la llegada al gobierno de partidos conservadores ultranacionalistas en algunos países pertenecientes a la Unión Europea (en Polonia, con el triunfo de Ley y Justicia durante la legislatura de 2005-2007, regresando de nuevo al gobierno en las elecciones de 2015 con la coalición Derecha Unida, o en Hungría, gracias a la arrolladora victoria en las elecciones del año 2010 de Fidesz-Unión Cívica Húngara en alianza con el Partido Popular Demócrata Cristiano). Pero el momento culminante de la consolidación de la extrema derecha en Europa y América se produce en el año 2016 con el brexit y el triunfo electoral de Trump, al que seguirá la llegada al poder de Bolsonaro en enero de 2019. En España, la irrupción de Vox en el parlamento andaluz en las elecciones del año 2018, fue seguida de su consolidación al año siguiente en el Congreso de los Diputados y la Eurocámara.

 

¿Qué hay detrás del ascenso de la extrema derecha?

Uno de los debates más candentes de la actualidad tiene que ver con las razones del avance de las ideas y de las organizaciones de extrema derecha. En este tipo de debates siempre existe la tentación de caer en esquematismos simplificadores que, acompañados de fáciles descalificaciones, solo contribuyan a ensombrecer los diagnósticos y a neutralizar las estrategias con las que evitar eficazmente la expansión de la ultraderecha.

Así pues, desahogos aparte, tratemos de preguntarnos qué hay detrás del ascenso de esta derecha radicalizada, a sabiendas de que es un debate abierto que no se puede cerrar precipitadamente con conclusiones provisionales y explicaciones tentativas. Para empezar, puede ser útil situar el contexto histórico en el que se asienta la extrema derecha en el panorama político europeo. Su presencia e influencia coincide con los primeros síntomas del agotamiento del orden neoliberal en la década de los noventa y, tras su quiebra definitiva con la crisis del año 2008, con las heridas sociales que dejaron los draconianos ajustes llevados a cabo después con la imposición del Pacto Fiscal Europeo del año 2011. Una vez neutralizado el ascenso de Syriza y de cualquier otra alternativa de izquierdas continental, quedó despejado el campo político para la expansión de la ultraderecha en las ruinas de un orden social neoliberal instituido durante más de tres décadas con la connivencia de liberales y socialdemócratas. El tipo de respuestas que la UE ha dado a la crisis de refugiados del año 2015 y a las sucesivas olas migratorias ha terminado por fraguar un ambiente que naturaliza buena parte de los postulados defendidos por esa derecha escorada hacia posiciones cada vez más extremas.

Conviene aclararlo. La nueva derecha nacional populista no es una reedición del neoliberalismo fracasado, sino que bebe sobre todo del neoconservadurismo norteamericano de las últimas décadas. El neoconservadurismo difiere del neoliberalismo en cuanto al papel otorgado al Estado, reivindica un nacionalismo económico y político ausente en los sueños globales neoliberales y muestra una insólita capacidad para trasladar el eje de los conflictos al plano de la identidad y al terreno cultural.[1]

Esa extrema derecha de base neoconservadora supo percibir el malestar y descontento existente, señaló a las elites globalistas como responsables del desaguisado y reinterpretó el derecho a la protección social desde una lectura nacional-nativista que excluye a la población inmigrante y despoja al sistema público de protección social del carácter universalista que se desprende de su definición como derecho de ciudadanía. Pero, sobre todo, ha sabido explotar en tiempos de incertidumbre y malestar los miedos que surgen de un abanico de amenazas cada vez más amplio.

Nuevos peligros se descubren y se anuncian casi a diario derivados del cambio climático, de nuevas pandemias, del avance de las biotecnologías y la inteligencia artificial, de las crisis productivas y financieras, del desabastecimiento de insumos esenciales o de las crisis energéticas y alimentarias en ciernes. En resumen: el miedo a las múltiples catástrofes que pueden golpearnos ciega e indiscriminadamente y pillarnos desprevenidos y sin defensas.

El miedo es un sentimiento que conoce la mayoría de las criaturas ante la presencia de una amenaza que pone en peligro la vida, y genera una respuesta que oscila básicamente entre las opciones alternativas de la huida y la agresión. En los seres humanos, como resalta oportunamente Bauman,[2] la cosa se complica en la medida en que nos enfrentamos además a un temor de “segundo grado”, una especie de miedo social culturalmente elaborado, que se puede hacer presente tanto si hay una amenaza inmediata como si no. Los miedos humanos suelen tener distintas fuentes: aquellos que surgen de las amenazas a la integridad corporal y a las propiedades de una persona; aquellos otros que afloran cuando se ve comprometido el orden social del que depende la seguridad del medio de vida (el empleo o una renta) o la supervivencia (en el caso de invalidez o de vejez); y finalmente aquellos asociados a peligros que amenazan la posición de las personas en la jerarquía social y su identidad (bien sea de clase, de género, nacional, étnica o religiosa). A partir de estas fuentes de inseguridad construye política y culturalmente la extrema derecha los miedos sociales.  Ahora bien, numerosos estudios muestran que estos miedos sociales elaborados política y culturalmente son fácilmente disociables en la conciencia de quienes los padecen de los peligros que los causan, de modo que las reacciones defensivas o agresivas resultantes, destinadas a amortiguar esos temores, pueden ser reorientadas hacia sujetos y colectivos sin ninguna responsabilidad sobre la situación de inseguridad generada. Son los “chivos expiatorios” que surgen de la negación y deformación de la alteridad, de la incapacidad (o de la falta de voluntad deliberada) de asumir la diferencia y acoger lo diverso.

 

El vaciado de las democracias

Los discursos de la extrema derecha no surgen espontáneamente ni arraigan en cualquier sitio. Tienen mayores posibilidades de prosperar cuando las democracias se vacían, y se vacían cuando se banalizan y reducen a un mero juego electoral.[3] La reducción de la democracia a un ritual de este tipo otorga a los partidos que entran en liza un protagonismo casi absoluto, de manera que terminan por monopolizar el escenario político, haciendo de la política una actividad que gira casi exclusivamente en torno a la conquista del gobierno, relegando a un segundo plano aspectos tan importantes para la democracia real como el tipo y calidad del debate público sobre los asuntos comunes, el grado de participación y fortaleza del tejido social, el nivel de confianza y reconocimiento de las instituciones políticas por parte de la ciudadanía o la cuestión de las actitudes y valores que conforman la cultura democrática de una población. La dinámica centrada exclusivamente en la práctica electoral exige a los partidos un grado de tecnificación y oligarquización que agranda la brecha entre las elites políticas y la ciudadanía.[4]

A la merma de confianza en el sistema democrático contribuye también la conciencia creciente de que el poder reside en instituciones de escaso raigambre y legitimidad democrática (bancos centrales, organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario, el Banco Mundial o algunas de las principales instituciones europeas) y la proliferación de elites globales que operan fuera de las instituciones democráticas.

Este debilitamiento y vaciamiento de las democracias crea en no pocas ocasiones actitudes “antipolíticas”. La pérdida de confianza popular en el sistema democrático y la orfandad de amplios sectores sociales golpeados por las crisis que no se sienten representados, sino más bien abandonados, cuando no directamente despreciados por unas elites políticas que perciben distantes y ciegas a su malestar, no solo abre un espacio para el ejercicio de la política por otras vías, sino que también supone una puerta de entrada a formaciones que hacen del “antiestablishment” su bandera, arrogándose la voz del pueblo para decirle al pueblo que los políticos elegidos por el pueblo no están a la altura de la historia.

 

Respuestas al ascenso de la extrema derecha

El riesgo de un cierre autoritario es real cuando las incertidumbres y los miedos avanzan a un ritmo más rápido que las respuestas concretas a los problemas de la gente. La nueva extrema derecha está cosechando demasiadas adhesiones desde hace tiempo y frente a ella –señala con acierto Albert Recio– «la vieja retórica de la izquierda resulta bastante ineficiente, sobre todo porque no suele ir acompañada de políticas reales que ayuden a transformar la situación. También porque no ayudan muchas veces a generar una autoestima y una autonomía de acción a los sectores que más padecen las lacras del sistema. El discurso sobre la vulnerabilidad, sobre la necesidad de cualificación de la gente con pocos estudios, refuerzan estigmas y no ayudan a que la gente que los sufre se movilice en otras direcciones. Hay que plantearse en serio la lucha contra la ultraderecha moderna. Y no nos podemos limitar a centrarnos en el espantajo del fascismo. Se requiere una intervención en muchos niveles. En desarrollar políticas bien pensadas, inclusivas allí donde se tiene poder. En reconstruir redes sociales en los barrios, pueblos y lugares de trabajo donde vive la gente que puede ser víctima potencial de esta ultraderecha. Por decirlo de una forma un poco brusca: hacen falta más sindicalistas y cuadros vecinales y locales que activistas en movimientos identitarios (se pueden defender muchos derechos básicos en esos lugares, a menudo con más posibilidades que encerrados en pequeños colectivos) (…) la pandemia ha sido una oportunidad de mostrar que la gente corriente, la “poco cualificada”, la ignorada, es la que se ha demostrado esencial para impedir que la tragedia se convirtiera en hecatombe social».[5] Una oportunidad que además ha permitido situar las cuestiones socioeconómicas por delante de las socioculturales (como la identidad y la seguridad), así como la importancia de la coordinación y cooperación internacional a la hora de abordar eficazmente los retos que se nos agolpan en este siglo. Y esto es especialmente relevante porque los partidos de la derecha radical populista necesitan para avanzar electoralmente marcar la agenda política, de manera que el debate público se traslade hacia sus temas preferidos (la inmigración o el terrorismo) y la opinión pública asuma con naturalidad la manera que tienen de enfocarlos.[6] Respuestas que requieren tiempo, presencia social y organización y que suelen ser menos vistosas que la visibilidad que otorgan las reacciones airadas vía tweets a las que parece que nos hemos acostumbrado.

Santiago Álvarez Cantalapiedra

Director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

 

Acceso al artículo a texto completo en formato pdf: Riesgo de cierre autoritario

NOTAS:

[1] El filósofo del CSIC José María Mardones fue una de las personas que más tempranamente distinguió a neoconservadores de neoliberales. Resultan ilustrativos en este punto sus libros Posmodernidad y neoconservadurismo [Editorial Verbo Divino, 1996] y Capitalismo y religión. La religión política neoconservadora [Editorial Sal Terrae, 991]. Para comprender el influjo neoconservador en la radical renovación de la derecha española, particularmente la que se aglutina en torno al PP, resulta muy recomendable el libro de Pablo Carmona, Beatriz García y Almudena Sánchez, Spanish Neocon. La revuelta neoconservadora en la derecha española, Traficantes de sueños, Madrid, 2012.

[2] Zygmunt Bauman, Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores, Paidós, Barcelona, 2010.

[3] Peter Mair, Gobernando el vacío. La banalización de la democracia occidental, Alianza Editorial, Madrid, 2015.

[4] Ese marco –que es el propio de la mercantilización y espectacularización de la vida social que anticipó Debord en sus ensayos sobre la sociedad del espectáculo– se ha visto reforzado y profundizado por un entorno digital que ha transformado por completo los modos de comunicación política y en el que se priman las emociones y los sentimientos antes que la información rigurosa y el debate argumentado.

[5] Albert Recio, «Fascismo y ultraderecha», Mientras tanto, núm. 201, mayo de 2021. Disponible en: http://www.mientrastanto.org/boletin-201

[6] Cass Mude, La ultraderecha hoy, Paidós, Barcelona, 2021.


Los peligros de militarizar la crisis climática

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El Informe ve la luz en un contexto en el  que cada vez hay más reivindicaciones políticas de seguridad climática como respuesta al empeoramiento de los impactos de la desestabilización del clima, pero sin embargo, hay muy poco análisis crítico sobre qué tipo de seguridad se ofrece y a quiénes.

Esta guía elaborada por Nick Buxton, desmitifica el debate y destaca el papel de las fuerzas armadas en provocar la crisis climática, los peligros de que ahora sean ellas quienes brinden soluciones a los impactos climáticos, los intereses de las empresas que lucran con ello, los efectos en las personas más vulnerables y las propuestas de alternativas para una "seguridad" basada en la justicia.

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1.¿Qué es la seguridad climática?

La seguridad climática es un marco político y normativo que analiza el impacto que tiene el cambio climático en la seguridad. Ese marco prevé que los fenómenos meteorológicos extremos y la inestabilidad climática generados por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provocarán trastornos en los sistemas económicos, sociales y ambientales y, por lo tanto, socavarán la seguridad. Surgen las siguientes interrogantes: ¿de qué tipo de seguridad se trata y a quiénes se beneficia?

El impulso tras la ‘seguridad climática’ y su demanda surgen de un poderoso aparato militar y de seguridad nacional, en particular de los países más ricos. Esto significa que la seguridad se percibe en función de las ‘amenazas’ que representa para sus operaciones militares y su ‘seguridad nacional’, un término que lo abarca y que básicamente se refiere al poderío económico y político de un país.

En este marco, la seguridad climática examina las amenazas directas que se perciben contra la seguridad de un país, como es el caso de las consecuencias para las operaciones militares; por ejemplo, el aumento del nivel del mar afecta las bases militares o el calor extremo impide las operaciones militares. También analiza las amenazas indirectas o las formas en que el cambio climático agravaría las tensiones, los conflictos y la violencia existentes, que podrían extenderse o  afectar a otros países. Entre estas se incluyen la aparición de ‘escenarios’ de guerra nuevos, como el Ártico, donde el deshielo deja al descubierto recursos minerales nuevos, así como disputas por el control entre las principales potencias. El cambio climático se define como un ‘multiplicador de amenazas’ o un ‘catalizador de conflictos’. Las narrativas sobre la seguridad climática suelen prever, según las palabras de una estrategia del Departamento de Defensa de Estados Unidos, “una era de conflicto persistente... un entorno de seguridad mucho más ambiguo e impredecible que el que se enfrentó durante la Guerra Fría”.

La seguridad climática se integra cada vez más en las estrategias de seguridad nacional y es adoptada de forma más amplia por organizaciones internacionales como  las Naciones Unidas y sus organismos especializados, así como por los movimientos sociales, el mundo académico y los medios de comunicación. Solo en 2021, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, declaró el cambio climático una prioridad de la seguridad nacional de su país, la OTAN elaboró un plan de acción sobre clima y seguridad, el Reino Unido anunció que se pasaba a un sistema de “defensa preparada para el clima”, el Consejo de Seguridad de la ONU celebró un debate de alto nivel sobre clima y seguridad, y está previsto que la seguridad climática sea un tema importante en la agenda de la conferencia COP26 en noviembre en Glasgow.

Como se explora en esta aproximación al tema, darle a la crisis climática el marco de un problema de seguridad resulta profundamente problemático ya que, en última instancia, refuerza un enfoque militarizado del cambio climático que probablemente agudice las injusticias para quienes serán las personas más afectadas por la crisis en ciernes. El peligro de las soluciones basadas en la seguridad radica en que, por definición, buscan asegurar lo que existe: un statu quo injusto. La respuesta basada en la seguridad considera una ‘amenaza’ a cualquiera que pueda alterar el statu quo, como los refugiados, o que se opongan directamente a él, como los activistas climáticos. También excluye otras soluciones de tipo colaborativo para la inestabilidad. La justicia climática, por el contrario, nos obliga a revertir y transformar los sistemas económicos que provocaron el cambio climático, dándoles prioridad a las comunidades que están en la primera línea de la crisis y anteponiendo sus soluciones.

2.¿Cómo se transformó la seguridad climática en una prioridad política?

La seguridad climática se nutre de la historia más extensa que ha tenido el discurso sobre seguridad ambiental en los círculos académicos y de formulación de políticas que, desde las décadas de 1970 y 1980, examina los vínculos entre el ambiente y los conflictos y, en ocasiones, presiona a los responsables de la adopción de decisiones para que integren las inquietudes de índole ambiental a las estrategias de seguridad.

La seguridad climática se introdujo en el ámbito de las políticas (y de la seguridad nacional) en 2003, con un estudio que el Pentágono encargó a Peter Schwartz, un ex planificador de la empresa Royal Dutch Shell, y a Doug Randall, de Global Business Network, una consultora de Estados Unidos. Ambos advirtieron que el cambio climático podría conducir a una nueva Edad Media: “A medida que se desaten la hambruna, las enfermedades y las catástrofes derivadas del clima debido al cambio climático abrupto, las necesidades de muchos países excederán su capacidad de carga. Eso generará una sensación de desesperación, que probablemente desemboque en una agresión ofensiva para recuperar el equilibrio... Las perturbaciones y los conflictos serán características endémicas de la vida”. El mismo año, en un lenguaje menos hiperbólico, la ‘Estrategia de Seguridad Europea’ de la Unión Europea (UE) señaló al cambio climático como un problema de seguridad.

Desde entonces, la seguridad climática se ha integrado cada vez más a la planificación de la defensa, las evaluaciones de inteligencia y los planes operativos militares de un número creciente de países de renta alta, incluidos Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá, Alemania, Nueva Zelanda y Suecia, además de la UE en general. Lo que la distingue de los planes de acción climática a nivel nacional es el foco puesto en las consideraciones militares y de seguridad nacional.

Para las entidades militares y de seguridad nacional, el foco puesto en el cambio climático refleja la convicción de que todo planificador racional puede ver que el problema se está agravando y que afectará a su sector. Las fuerzas armadas son de las pocas instituciones que planifican a largo plazo, para asegurar la continuidad de su capacidad de librar conflictos armados y de su preparación para los contextos cambiantes en los que lo hace. La institución también tiende a examinar los peores escenarios de una manera diferente a la de los planificadores sociales, lo que puede ser una ventaja en cuanto al cambio climático.

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, resumió en 2021 el consenso de los militares estadounidenses sobre el cambio climático: “Nos enfrentamos a una crisis climática grave y creciente que amenaza nuestras misiones, planes y capacidades. Del incremento de la competencia en el Ártico a la migración masiva en África y América Central, el cambio climático está contribuyendo a la inestabilidad y nos impulsa a misiones nuevas”.

De hecho, el cambio climático ya afecta directamente a las fuerzas armadas. Un informe del Pentágono de 2018 reveló que la mitad de 3500 zonas militares padecían los efectos de seis categorías clave de fenómenos meteorológicos extremos, como marejadas ciclónicas, incendios forestales y sequías.

Esta experiencia con los impactos del cambio climático y el ciclo de planificación a largo plazo distanció a las fuerzas de seguridad nacionales de muchos de los debates ideológicos y del negacionismo referidos al cambio climático. Eso significó que, incluso durante la presidencia de Donald Trump (2017-2021), las fuerzas armadas siguieron adelante con sus planes de seguridad climática, aunque en público los minimizaran para no atraer las críticas negacionistas.

La determinación de controlar cada vez más los riesgos y amenazas potenciales impulsa el foco de la seguridad nacional referido al cambio climático, lo que significa que busca integrar todos los aspectos de la seguridad del Estado para lograrlo. Esto hizo que aumentaran los fondos destinados a cada rama coercitiva del Estado durante varias décadas. El especialista en seguridad Paul Rogers, profesor emérito de Estudios por la Paz de la Universidad de Bradford, en el Reino Unido, denomina ‘liddism’ (o sea, mantener las cosas bajo control) a la estrategia, que es “tanto generalizada como acumulativa, que implica un esfuerzo intenso por desarrollar tácticas y tecnologías nuevas que eviten problemas y los supriman”. La tendencia se aceleró desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el surgimiento de tecnologías algorítmicas alentó a los organismos de seguridad nacional a monitorear, anticipar y, en lo posible, controlar todas las eventualidades.

Si bien los organismos de seguridad nacional lideran el debate y fijan la agenda en materia de seguridad climática, también hay un número creciente de organizaciones no militares y movimientos sociales que abogan por prestarle mayor atención a la seguridad climática. Entre ellas se incluyen grupos de expertos en política exterior como el Brookings Institute y el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), de Estados Unidos, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) y Chatham House, del Reino Unido, el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Clingendael (Países Bajos), el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Francia), Adelphi (Alemania) y el Instituto Australiano de Política Estratégica. Uno de los principales defensores de la seguridad climática en el mundo es el Centro para el Clima y la Seguridad (CCS), un instituto de investigación con sede en Estados Unidos que mantiene lazos estrechos con el sector militar y de seguridad, así como con las jerarquías del Partido Demócrata. Varios de estos institutos, junto con militares de alto rango, fundaron el Consejo Militar Internacional sobre Clima y Seguridad (IMCCS) en 2019.

US troops driving through floods in Fort Ransom in 2009

Soldados estadounidenses conducen vehículo en medio de inundaciones en Fort Ranson en 2009.

BOX 1 Cronología de las principales estrategias de seguridad climática

 

3.¿Cómo planifican los organismos de seguridad nacional para el cambio climático? ¿Y cómo se adaptan a él?

Los organismos de seguridad nacional de los países industrializados de renta alta, y en especial sus servicios militares y de inteligencia, planifican para el cambio climático de dos maneras esenciales: mediante la investigación y predicción de escenarios futuros de riesgos y amenazas según distintas hipótesis de aumento de temperatura; y mediante la aplicación de planes para la adaptación climática de su sector militar. Estados Unidos marca la tendencia en la planificación de la seguridad climática, debido a su tamaño y hegemonía (Washington gasta más en la defensa que los 10 países que le siguen, tomados en conjunto).

1. Investigación y predicción de escenarios futuros

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Esto incluye a todos los organismos de seguridad relevantes, en especial a los militares y de inteligencia, en el análisis de los impactos existentes y esperados para las capacidades militares de un país, su infraestructura y el contexto geopolítico en el que opera. Hacia el final de su mandato en 2016, el presidente estadounidense Barack Obama fue más allá al indicar a todos sus departamentos y organismos “que se aseguren de que los impactos relacionados con el cambio climático estén considerados plenamente en el desarrollo de la doctrina, las políticas y los planes de seguridad nacional”. En otras palabras, que el marco de seguridad nacional sea central en la totalidad de la planificación climática. El Gobierno de Trump dio marcha atrás en este sentido, pero el de Biden retomó donde había quedado Obama y ordenó al Pentágono que colaborara con el Departamento de Comercio, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, la Agencia de Protección Ambiental, el Director de Inteligencia Nacional, la Oficina de Políticas sobre Ciencia y Tecnología y otros organismos con el fin de desarrollar un análisis de riesgo climático.
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Se utilizan diversas herramientas de planificación, pero a largo plazo las fuerzas armadas confían desde hace tiempo en el uso de escenarios para evaluar los diferentes futuros posibles y determinar si el país tiene las capacidades necesarias para lidiar con los diversos niveles de amenaza potencial. El influyente informe de 2007, Era de las consecuencias: Las repercusiones del cambio climático mundial en la política exterior y la seguridad nacional, es un ejemplo característico, ya que describe tres escenarios de impactos para la seguridad nacional de Estados Unidos según posibles aumentos de la temperatura mundial de 1.3, 2.6 y 5.6 grados. Estos escenarios se basan tanto en la investigación académica –por ejemplo, del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) – como en informes de inteligencia. De esta manera, las fuerzas armadas desarrollan planes y estrategias y comienzan a integrar el cambio climático en sus ejercicios de modelización, simulación y juegos de guerra. Por ejemplo, el Mando Europeo de Estados Unidos se prepara para una mayor inestabilidad geopolítica y posibles conflictos en el Ártico a medida que el hielo marino se derrite y crece el transporte marítimo internacional y la prospección petrolera en la región. En Oriente Medio, el Mando Central de Estados Unidos incluye la escasez de agua como un factor en sus planes de campaña futuros.
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Otros países de renta alta siguieron el ejemplo y adoptaron el enfoque de Washington, que considera el cambio climático como un ‘multiplicador de amenazas’, pero poniendo énfasis en aspectos distintos. La UE, por ejemplo, que no tiene un mandato de defensa colectiva para sus 27 Estados miembros, enfatiza la necesidad de tener más investigación, monitoreo y análisis, más integración en estrategias regionales y planes diplomáticos con sus vecinos, el fortalecimiento de las capacidades para la gestión de crisis y de respuesta ante catástrofes y el fortalecimiento de la gestión migratoria. La estrategia para 2021 del Ministerio de Defensa del Reino Unido establece como objetivo principal “poder luchar y ganar en entornos físicos cada vez más hostiles e implacables”, pero también desea poner énfasis en sus colaboraciones y alianzas internacionales.
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2. Preparación de las fuerzas armadas para un mundo con cambio climático

Como parte de sus preparativos, las fuerzas armadas también buscan asegurar su operatividad en un futuro caracterizado por el clima extremo y el aumento del nivel del mar. No es poca cosa. Las fuerzas armadas de Estados Unidos identificaron 1774 bases expuestas al aumento del nivel del mar. Una de ellas, la Estación Naval de Norfolk, en Virginia, es uno de los mayores centros militares del mundo y padece inundaciones anuales.

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Aparte de adaptar sus instalaciones, las fuerzas armadas de Estados Unidos y de otros países de la OTAN también se mostraron comprometidas a ‘ecologizar’ sus instalaciones y operaciones. Eso generó un incremento en la instalación de paneles solares en las bases militares, de combustibles alternativos en el transporte marítimo y de equipos que funcionan con energía renovable. El Gobierno británico informó que se fijó la meta para que todos sus aviones militares tengan 50 % de fuentes de combustible sostenibles y el Ministerio de Defensa se comprometió a tener “cero emisiones netas para 2050”.
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Aunque estas medidas se anuncian como indicios de la ‘ecologización’ de las fuerzas armadas (algunos informes se parecen mucho al ecoblanqueo corporativo), la motivación más apremiante para que el sector militar adopte las energías renovables es la vulnerabilidad que le generó la dependencia de los combustibles fósiles. El transporte de este combustible para mantener en funcionamiento sus hummers, tanques, barcos y aviones es uno de los mayores quebraderos de cabeza logísticos para las fuerzas armadas estadounidenses y fue una fuente de gran vulnerabilidad durante la ocupación de Afganistán, ya que el ejército del Talibán atacó con frecuencia los barcos petroleros que abastecían a las fuerzas estadounidenses. Un estudio del ejército de Estados Unidos concluyó que en Irak se sufría una baja cada 39 convoyes de combustible, pero en Afganistán se producía una cada 24. A largo plazo, la eficiencia energética, los combustibles alternativos, las unidades de telecomunicaciones que funcionan con energía solar y las tecnologías renovables en general presentan la perspectiva de unas fuerzas armadas menos vulnerables, más flexibles y eficaces. El exsecretario de la Armada de Estados Unidos, Ray Mabus, lo expresó con franqueza: “Avanzamos hacia los combustibles alternativos en la Armada y el cuerpo de Marines por una razón principal, y es para hacernos mejores combatientes”.
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Sin embargo, resultó bastante más difícil reemplazar el consumo de petróleo en el transporte militar (aéreo, naval, terrestre) que constituye la mayor parte del uso militar de combustibles fósiles. En 2009, la Armada de los Estados Unidos anunció su ‘Gran Flota Verde’, comprometiéndose con la meta de reducir a la mitad la energía consumida de fuentes no fósiles para 2020. Pero la iniciativa quedó por el camino, al quedar en evidencia que no existían los suministros de agrocombustibles necesarios, ni siquiera con una enorme inversión militar para expandir la industria. La iniciativa sucumbió debido al aumento vertiginoso de los costos y la oposición política. Aunque hubiera prosperado, hay pruebas considerables que señalan que el uso de biocombustibles tiene costos ambientales y sociales (como la subida de precios de los alimentos) que socavan su pretensión de ser una alternativa ‘verde’ del petróleo.
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Aparte del enfrentamiento militar, las estrategias de seguridad nacional también se ocupan del despliegue del ‘poder blando’: diplomacia, coaliciones y colaboraciones internacionales, y trabajo humanitario. Por tanto, la mayoría de las estrategias de seguridad nacional también utilizan el lenguaje de la seguridad humana como parte de sus objetivos y hablan de medidas preventivas, prevención de conflictos, etc. Por ejemplo, la estrategia de seguridad nacional del Reino Unido de 2015 incluso se refiere a la necesidad de abordar algunas de las causas fundamentales de la inseguridad: “Nuestro objetivo a largo plazo es fortalecer la resiliencia de los países pobres y frágiles ante las catástrofes, los shocks y el cambio climático. Esto salvará vidas y reducirá el riesgo de inestabilidad. También es mucho más rentable invertir en preparación y resiliencia ante las catástrofes que responder después del evento”. Estas son palabras sabias, pero no se manifiestan en la forma en que se organizan los recursos. En 2021, el Gobierno del Reino Unido recortó GBP 4000 millones de su presupuesto de ayuda exterior, de 0,7 % a 0,5 % de su ingreso nacional bruto, supuestamente de forma temporal para reducir el volumen de préstamos y enfrentar la crisis de la COVID-19, pero poco después de aumentar el gasto militar en GBP 16 500 millones, lo que equivale a un crecimiento anual del 10%.

The military depends on high levels of fuel-use as well as deploys weapons with lasting environmental impacts

Las fuerzas armadas utilizan una gran cantidad de combustible y despliegan armas que tienen impactos ambientales duraderos.

 

4.¿Cuáles son los mayores problemas al describir el cambio climático como un asunto de seguridad?

El problema fundamental cuando se considera el cambio climático como un asunto de seguridad es que se responde a una crisis provocada por la injusticia sistémica con soluciones de ‘seguridad’, configuradas en una ideología e instituciones concebidas para buscar el control y la continuidad. En esta época en que controlar el cambio climático y garantizar una transición justa exigen la redistribución radical del poder y la riqueza, la estrategia de seguridad busca perpetuar el statu quo. En el proceso, la seguridad climática genera seis consecuencias principales.

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1. Oculta o desvía la atención de las causas del cambio climático, lo que frena los cambios necesarios a un status quo injusto. Al centrarse en las respuestas a los impactos del cambio climático y las intervenciones de seguridad que podrían ser necesarias, se desvía la atención de las causas de la crisis climática: el poder de las empresas y países que más contribuyen a provocar el cambio climático, el papel de las fuerzas armadas (uno de los mayores emisores institucionales de GEI), y las políticas económicas, como los tratados de libre comercio, que agravan la vulnerabilidad de muchas personas ante los cambios derivados del clima. Ignora la violencia intrínseca del modelo económico de extracción globalizado, presupone y apoya implícitamente la concentración de poder y riqueza, y busca detener los conflictos y la ‘inseguridad’ resultantes. Tampoco cuestiona el papel de los propios organismos de seguridad en la defensa de un sistema injusto. Si bien los estrategas de seguridad climática señalan la necesidad de abordar las emisiones de GEI que genera el sector militar, eso nunca llega a reclamar el cierre de la infraestructura militar o la reducción radical de las fuerzas armadas y el presupuesto destinado a la seguridad y, de esa manera, pagar los compromisos existentes y brindar financiación climática a los países en desarrollo para que inviertan en programas alternativos, como un Nuevo Pacto Verde Mundial.

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2. Fortalece una industria y un aparato militares y de seguridad en auge que alcanzaron una riqueza y un poder sin precedentes tras el 11 de septiembre de 2001. La inseguridad climática pronosticada se convirtió en una nueva excusa ilimitada para el gasto militar y de seguridad y para las medidas de emergencia que eluden las normas democráticas. Casi todas las estrategias de seguridad climática describen un panorama de inestabilidad cada vez mayor, lo que exige una respuesta de seguridad. Como expresó el contralmirante de la Armada de Estados Unidos David Titley: “Es como verse envuelto en una guerra que dura 100 años”. Titley lo planteó como un argumento a favor de la acción climática, pero por defecto también es un argumento por el aumento cada vez mayor del gasto militar y en seguridad. En este sentido, sigue una larga tendencia de los militares que buscan justificaciones nuevas para la guerra, incluso para combatir el consumo de drogas, el terrorismo, los piratas informáticos, etc., lo que llevó a que los presupuestos del gasto militar y de seguridad crecieran rápidamente en todo el mundo. Los llamamientos del Estado a la seguridad, inmersos en un lenguaje de enemigos y amenazas, también se utilizan para justificar medidas de emergencia, como el envío de tropas y la promulgación de leyes de emergencia que eluden los organismos democráticos y restringen las libertades civiles.
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3. Transfiere la responsabilidad de la crisis climática a sus víctimas, calificándolas de ‘riesgos’ o ‘amenazas’. Al considerar la inestabilidad que provoca el cambio climático, los defensores de la seguridad climática advierten sobre el peligro de implosión de los Estados, lugares que se vuelven inhabitables y personas que deben migrar o recurren a la violencia. En el proceso, quienes tienen la menor responsabilidad por el cambio climático son los más afectados y también son vistos como ‘amenazas’. Es una injusticia triple. Se aplica una larga tradición de narrativas de seguridad por la cual el enemigo siempre está en otra parte. Como señalara la profesora Robyn Eckersley, “las amenazas ambientales son algo que los extranjeros les hacen a los estadounidenses o al territorio estadounidense”, y jamás son provocadas por las políticas internas de Estados Unidos y sus aliados.
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4. Refuerza los intereses empresariales. En la época colonial, e incluso antes, la seguridad nacional se identificaba con la defensa de los intereses de las empresas. En 1840, el ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Lord Palmerston, fue inequívoco: “Es tarea del Gobierno abrir y asegurar los caminos para el comerciante”. Este enfoque sigue guiando la política exterior de la mayoría de los países en la actualidad, y se ve reforzado por el creciente poder de la influencia empresarial en el gobierno, el mundo académico, institutos de políticas y organismos intergubernamentales como la ONU o el Banco Mundial. Esto se ve reflejado en muchas estrategias de seguridad nacional relacionadas con el clima que expresan una preocupación particular por las consecuencias del cambio climático en las rutas marítimas, las cadenas de suministro y los impactos climáticos extremos en los centros económicos. La seguridad de las mayores empresas transnacionales se redunda automáticamente en la seguridad del país entero, aunque esas mismas transnacionales, como las petroleras, sean las principales contribuyentes de la inseguridad.
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5. Genera inseguridad. El despliegue de fuerzas de seguridad suele generar inseguridad para el resto. Esto ha sido evidente, por ejemplo, en la invasión y ocupación militar de Afganistán, liderada por Estados Unidos y apoyada por la OTAN durante 20 años. Lanzada con la promesa de seguridad contra el terrorismo, sin embargo terminó alimentando una guerra interminable, conflictos, el regreso del Talibán, y posiblemente el surgimiento de fuerzas terroristas nuevas. De manera similar, la policía en Estados Unidos y otros países suele crear mayor inseguridad para las comunidades marginadas que padecen la discriminación, la vigilancia y la muerte con el fin de mantener la seguridad de las clases adineradas propietarias. Los programas de seguridad climática liderados por las fuerzas de seguridad no serán ajenos a esta dinámica. Como lo resume Mark Neocleous: “Toda seguridad se define en relación con la inseguridad. Todo llamado a la seguridad no solo debe implicar la especificación del miedo que lo genera, sino que ese miedo (inseguridad) exige las contramedidas (seguridad) para neutralizar, eliminar o constreñir a la persona, grupo, objeto o condición que genera el miedo”.
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6. Socava otras formas de lidiar con los impactos climáticos. Cuando la seguridad se convierte en el marco contextual, las interrogantes que surgen siempre son qué es lo que está inseguro, en qué medida y qué intervenciones de seguridad podrían funcionar, y nunca si la seguridad debería ser la estrategia siquiera. El asunto se establece en un binario de amenaza versus seguridad, que requiere la intervención del Estado y, a menudo, justifica acciones extraordinarias ajenas a las normas de la toma de decisiones democrática. Así se descartan otras estrategias, como aquellas que procuran analizar causas más sistémicas o centradas en valores diferentes (por ejemplo, de justicia, soberanía popular, alineación ecológica, justicia restaurativa), o basadas en diferentes organismos y enfoques (por ejemplo, el liderazgo de la salud pública, soluciones basadas en los bienes comunes o en la comunidad). También reprime a los mismos movimientos que reclaman estas estrategias alternativas y desafían los sistemas de injusticia que perpetúan el cambio climático.

US troops watch burning oil fields in wake of US invasion in 2003

Soldados estadounidenses observan la quema de yacimientos petrolíferos tras la invasión de Estados Unidos en 2003.
Crédito: Arlo K. Abrahamson/Armada de los Estados Unidos

BOX 2 Patriarcado y seguridad climática

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Tras la estrategia militarizada de la seguridad climática subyace un sistema patriarcal que normaliza los medios militares para resolver los conflictos y la inestabilidad. El patriarcado está profundamente arraigado en las estructuras militares y de seguridad. Se evidencia más en el liderazgo y el predominio masculino en las fuerzas militares y paramilitares del Estado, pero también es inherente a la forma en que se concibe la seguridad, el privilegio que los sistemas políticos otorgan a los militares y la forma en que el gasto y las intervenciones militares casi no se cuestionan, aunque no cumplan con sus promesas.
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Los conflictos armados y las respuestas militarizadas a las crisis repercuten más en las mujeres y las personas LGBT+, que también soportan una carga mayor al lidiar con las consecuencias de crisis tales como el cambio climático.
En particular, las mujeres están a la vanguardia de los movimientos por el clima y por la paz. Por ese motivo hace falta una crítica feminista de la seguridad climática, y buscar soluciones feministas. Como argumentan Ray Acheson y Madeleine Rees, de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad: “Sabiendo que la guerra es la forma máxima de inseguridad humana, las feministas abogan por soluciones a largo plazo a los conflictos y apoyan una agenda de paz y seguridad que protege a todos los pueblos”.

Mujeres desplazadas que transportan sus pertenencias llegan a Bossangoa, República Centroafricana, tras huir de la violencia. Crédito: ACNUR/ B. Heger (CC BY-NC 2.0)

5.¿Por qué los movimientos sociales y las organizaciones ambientales defienden la seguridad climática?

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A pesar de estas inquietudes, varias organizaciones ambientalistas y de otro tipo han impulsado políticas de seguridad climática, como el Fondo Mundial para la Naturaleza, Environmental Defense Fund y The Nature Conservancy, de Estados Unidos, y E3G, de Europa. El grupo de acción directa de base Extinction Rebellion Netherlands, de Países Bajo, incluso invitó a un destacado general holandés a escribir sobre la seguridad climática en su manual ‘rebelde’.
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Cabe destacar que, dadas las distintas interpretaciones que existen sobre la seguridad climática, algunos grupos quizá no expresen la misma perspectiva que los organismos de seguridad nacional. El politólogo Matt McDonald identifica cuatro perspectivas diversas de la seguridad climática, que varían según en la seguridad de quién se centran: las ‘personas’ (seguridad humana), las ‘naciones-Estado’ (seguridad nacional), la ‘comunidad internacional’ (seguridad internacional) y el ‘ecosistema’ (seguridad ecológica). Superpuestos con una combinación de estas perspectivas están los programas emergentes de prácticas de seguridad climática, que son intentos de mapear y articular políticas que podrían proteger la seguridad humana y prevenir conflictos.
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Las demandas de los movimientos sociales reflejan esta diversidad de puntos de vista y, en la mayoría de los casos, se preocupan por la seguridad humana, pero algunos pretenden captar a los militares como aliados y están dispuestos a utilizar el marco de la ‘seguridad nacional’ para lograrlo. Al parecer, se basan en la convicción de que esa alianza lograría recortar las emisiones militares de GEI, ayudaría a recabar el apoyo político de fuerzas políticas que suelen ser más conservadoras para la adopción de medidas climáticas más audaces y, de esta manera, presionar para que el cambio climático se instale en los circuitos de ‘seguridad’ del poder, donde finalmente tendrá la prioridad debida.
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A veces, los Gobiernos, como el de Tony Blair en el Reino Unido (1997-2007) y el de Obama en Estados Unidos (2008-2016), también utilizan las narrativas de seguridad como una estrategia para que los actores estatales reacios se comprometan con la acción climática. Como argumentó en 2007 la ministra de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Margaret Beckett, en ocasión del primer debate sobre seguridad climática en el Consejo de Seguridad de la ONU: “Cuando la gente habla de problemas de seguridad, lo hace en términos cualitativamente diferentes a los de otros tipos de problemas. La seguridad es vista como una exigencia y no como opción... señalar los aspectos de seguridad del cambio climático cumple el papel de impulsar a los gobiernos que aún no han tomado medidas”.
Sin embargo, al hacerlo se difuminan y fusionan perspectivas de seguridad muy diferentes. Y dado el poder duro del aparato militar y de seguridad nacional, que supera con creces a cualquier otro, esto termina por reforzar la narrativa de seguridad nacional, incluso dándole un brillo humanitario o ambiental que es políticamente útil a las estrategias y operaciones militares y de seguridad, y a los intereses empresariales que buscan proteger y defender.
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6.¿Cuáles son los supuestos problemáticos de los planes militares de seguridad climática?

Los planes militares de seguridad climática incorporan supuestos fundamentales que luego determinan sus políticas y programas. Una serie de supuestos inherentes a la mayoría de las estrategias de seguridad climática señala que el cambio climático causará escasez, lo que provocará conflictos, y que serán necesarias soluciones en materia de seguridad. En este marco maltusiano, las poblaciones más empobrecidas del mundo –en especial de regiones tropicales, como la mayor parte de África subsahariana– son consideradas la fuente más probable de conflictos. Este paradigma de Escasez > Conflicto > Seguridad se refleja en innumerables estrategias, lo que no sorprende para una institución concebida para ver el mundo a través de las amenazas. El resultado, sin embargo, es un sólido hilo distópico que conduce a la planificación de la seguridad nacional. Un video de entrenamiento característico del Pentágono advierte de un mundo con “amenazas híbridas” que surgen en rincones oscuros de ciudades y que los ejércitos no podrán controlar. Esto también sucede en la realidad, como se vio en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, donde quienes intentaban sobrevivir en circunstancias de desesperación absoluta fueron tratados como combatientes enemigos y muertos a balazos en lugar de ser rescatados.
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Como señaló Betsy Hartmann, esto responde a una historia más antigua de colonialismo y racismo que patologiza deliberadamente a pueblos y continentes enteros, y se complace en proyectarla hacia el futuro para justificar el despojo y la presencia militar constantes. Excluye la posibilidad de que la escasez dé pie a la colaboración, o que los conflictos tengan una resolución política. También, como se señaló anteriormente, evita intencionalmente analizar cómo la escasez, incluso en épocas de inestabilidad climática, tiene su raíz en actividades humanas y es un reflejo de una mala distribución de recursos, y no de la escasez absoluta. Y justifica la represión de movimientos que reclaman y se movilizan por el cambio del sistema porque los ve como amenazas, al suponer que cualquiera que se oponga al orden económico vigente presenta un peligro de inestabilidad.

7. ¿La crisis climática genera conflictos?

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La suposición de que el cambio climático generará conflictos está implícita en los documentos de seguridad nacional. El análisis de 2014 del Departamento de Defensa de Estados Unidos, por ejemplo, sostiene que las consecuencias del cambio climático “son multiplicadores de amenazas que agravarán factores estresantes en el exterior, como la pobreza, la degradación ambiental, la inestabilidad política y las tensiones sociales, condiciones que pueden habilitar la actividad terrorista y otras formas de violencia”.
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Una mirada superficial sugiere la existencia de vínculos: 12 de los 20 países más vulnerables al cambio climático experimentan conflictos armados en la actualidad. Si bien una correlación no equivale a una causa, el análisis de más de 55 estudios sobre el tema por los profesores estadounidenses Burke, Hsiang y Miguel intentó demostrar vínculos causales, con el argumento de que, por cada subida de un grado en la temperatura, los conflictos interpersonales e intergrupales crecían 2,4 % y 11,3 %, respectivamente. Desde entonces, su metodología ha sido muy cuestionada. Un informe publicado por la revista Nature en 2019 concluyó: “La variabilidad y/o el cambio climáticos ocupan un lugar bajo en la lista clasificada de los impulsores de conflictos más influyentes en todas las experiencias hasta la fecha, y los expertos lo clasifican como el más incierto en su influencia”.
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En la práctica resulta difícil separar el cambio climático de otros factores causales que generan conflictos, y hay escasa evidencia que indique que las consecuencias del cambio climático llevarán necesariamente a la gente a recurrir a la violencia. De hecho, a veces la escasez puede reducir la violencia ya que las personas se ven obligadas a cooperar entre ellas. Por ejemplo, una investigación en las tierras áridas del distrito de Marsabit, en el norte de Kenia, concluyó que en períodos de sequía y escasez de agua la violencia era menos frecuente ya que las comunidades de pastores empobrecidos se inclinaban aún menos a iniciar conflictos en esos momentos, y también tenían regímenes de propiedad colectiva fuertes pero flexibles que regulaban el agua y les ayudaban a adaptarse a la escasez.
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Queda claro que lo que más determina el estallido de conflictos son tanto las desigualdades subyacentes inherentes en este mundo globalizado (herencia de la Guerra Fría y la globalización profundamente desigual), como las respuestas políticas problemáticas a las situaciones de crisis. Las intervenciones torpes o manipuladoras de las élites suelen ser uno de los motivos por las que una situación difícil se convierte en un conflicto y, en última instancia, en una guerra. Un estudio financiado por la UE sobre los conflictos en el Mediterráneo, el Sahel y Oriente Medio reveló, por ejemplo, que las causas principales de los conflictos en estas regiones no eran las condiciones hidroclimáticas, sino los déficits democráticos, el desarrollo económico distorsionado e injusto y los mediocres intentos de adaptación al cambio climático que terminan por agravar la situación.
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Siria es otro ejemplo similar. Muchos relatos de militares revelan cómo la sequía en la región derivada del cambio climático provocó la migración del campo a la ciudad y la guerra civil resultante. Sin embargo, quienes estudiaron más de cerca la situación concluyen que el recorte de los subsidios agrícolas, una medida neoliberal del Gobierno de Bashar al Assad, tuvo un impacto mucho mayor en esa migración que la sequía. Pero difícilmente podremos hallar un analista militar que atribuya la guerra al neoliberalismo. Además, no hay evidencia de que la migración haya tenido algo que ver con la guerra civil. La población migrante de la región afectada por la sequía no participó en gran medida en las protestas de 2011, y las demandas de los manifestantes no estaban relacionadas directamente con la sequía ni la migración. Las protestas pacíficas se transformaron en una guerra civil prolongada gracias a que Assad decidió optar por la represión en lugar de adoptar reformas como respuesta a los reclamos de democratización, además del rol de actores externos, como Estados Unidos.
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También hay evidencia que indica que la probabilidad de conflictos puede crecer de consolidarse el paradigma clima-conflicto. Este impulsa la carrera armamentista, distrae de otros factores causales que generan conflictos y socava otras estrategias para la resolución de conflictos. Por ejemplo, el creciente recurso al discurso y la retórica militar y estatista sobre las corrientes de agua transfronteriza entre India y China debilitó los sistemas diplomáticos existentes para compartir el agua e hizo más probable el conflicto en la región.
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Véase también: ‘Rethinking Climate Change, Conflict and Security’, Geopolitics, Special Issue, 19(4).

Syria’s civil war is simplistically blamed on climate change with little evidence. As in most conflict situations, the most important causes arose from the Syrian government’s repressive response to the protests as well as the role of external players in

Se suele culpar a la guerra de Siria por el cambio climático, de una manera simplista, sin tener pruebas suficientes. Al igual que en la mayoría de los conflictos, las causas más importantes surgieron de la respuesta represiva del Gobierno de Siria a las protestas y al papel de actores externos en fomentar el conflicto. Foto de Azaz, Siria. Crédito: Christiaan Triebert (CC BY 2.0)
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8. ¿Cómo impacta la seguridad climática en las fronteras y la migración?​

La percepción de la ‘amenaza’ de la migración masiva domina las narrativas sobre seguridad climática. Para el influyente informe estadounidense de 2007, Era de las consecuencias: Las repercusiones del cambio climático mundial en la política exterior y la seguridad nacional, la migración a gran escala es “quizá el problema más preocupante asociado con el aumento de las temperaturas y el nivel del mar”, y advierte que “desencadenará serias inquietudes de seguridad y disparará las tensiones regionales”. Un informe de la UE de 2008, Cambio climático y seguridad internacional, clasificó a la migración provocada por el clima como el cuarto problema de seguridad en importancia, después de los conflictos por los recursos, los daños económicos a las ciudades/costas y las disputas territoriales. El informe reclamó “mayor desarrollo de una política migratoria europea integral”, en vista del “estrés migratorio adicional que desencadena el ambiente”.

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Estas advertencias potenciaron las fuerzas y dinámicas a favor de la militarización de las fronteras que, incluso sin advertencias climáticas, ya eran hegemónicas en las políticas fronterizas del planeta. Las respuestas cada vez más draconianas ante la migración debilitaron sistemáticamente el derecho internacional al asilo y provocaron un sufrimiento incalculable de los pueblos desplazados, que soportan viajes cada vez más peligrosos cuando huyen de sus países de origen en busca de asilo así como entornos cada vez más ‘hostiles’ cuando lo logran.
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El miedo que se ha sembrado contra los ‘migrantes del clima’ también coincide con la guerra mundial contra el terrorismo, que fomentó y legitimó el refuerzo gradual y constante de las medidas de seguridad y el gasto del Estado. De hecho, numerosas estrategias de seguridad climática equiparan la migración con el terrorismo y advierten que los migrantes en Asia, África, América Latina y Europa serán terreno fértil para la radicalización y el reclutamiento por parte de grupos extremistas. Estas ideas refuerzan las narrativas que apuntan a los migrantes como amenazas y sugieren una probable intersección entre la migración y los conflictos, la violencia e incluso el terrorismo, lo que generará inevitablemente Estados fallidos y caos contra los cuales los países ricos tendrán que defenderse.
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No mencionan que el cambio climático puede limitar en vez de provocar la migración, ya que los eventos climáticos extremos atentan incluso contra las condiciones básicas para la vida. Tampoco toman en cuenta las causas estructurales de la migración y la responsabilidad que le cabe a muchos de los países más ricos por el desplazamiento forzoso de población. La guerra y los conflictos son algunas de las principales causas de la migración, junto con la desigualdad económica estructural. Sin embargo, las estrategias de seguridad climática evaden la discusión sobre los acuerdos económicos y comerciales que generan desempleo y la pérdida de la dependencia de los alimentos básicos, como el TLCAN en México, las guerras que se libran por objetivos imperiales (y comerciales) como sucedió en Libia, o la devastación de comunidades y el ambiente que provocan las corporaciones transnacionales, como las empresas mineras canadienses en América Central y del Sur, todo lo cual fomenta la migración. Tampoco destacan cómo los países con más recursos financieros reciben el menor número de refugiados. Proporcionalmente, de los 10 países mayores receptores de refugiados solo uno, Suecia, es un país de renta alta.
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La decisión de centrarse en las soluciones militares para la migración, y no en las soluciones estructurales o incluso compasivas, generó un enorme aumento en la financiación y la militarización de las fronteras en todo el mundo, en previsión del fuerte crecimiento de la migración provocada por el clima. El gasto que Estados Unidos destina a la migración y las fronteras pasó de 9.200 millones de dólares  a 26.000 millones de dólares entre 2003 y 2021. La agencia de la guardia de fronteras de la UE, Frontex, aumentó su presupuesto de 5,2 millones de euros en 2005 a 460 millones de euros en 2020, y ya tiene reservados 5.600 millones de euros para el período de 2021 a 2027. Las fronteras actualmente están ‘protegidas’ por 63 muros en todo el planeta.
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las fuerzas militares intervienen cada vez más ante los migrantes, tanto en sus fronteras nacionales como en zonas alejadas de su territorio. Estados Unidos suele enviar barcos de la armada y guardacostas para patrullar el Caribe, y desde 2005 la UE le encargó a su agencia fronteriza, Frontex, el patrullaje conjunto del Mediterráneo con las armadas de los Estados miembros y los países vecinos. Australia ha utilizado sus fuerzas para impedir que los refugiados desembarquen en sus costas. India despliega un número creciente de agentes de su Fuerza de Seguridad Fronteriza (BSF) –que tienen potestad para recurrir a la violencia– en la frontera oriental con Bangladesh, lo que la convierte en una de las zonas limítrofes más letales del mundo.
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Véase también:

9. ¿Qué rol cumplen las fuerzas armadas en la creación de la crisis climática?​

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En lugar de recurrir al sector militar como una solución para la crisis climática, es más importante examinar cómo contribuye a la crisis climática con sus altos niveles de emisiones de GEI y su rol fundamental en el mantenimiento de la economía de los combustibles fósiles.
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Un informe del Congreso de Estados Unidos indica que el Pentágono es el mayor consumidor institucional de petróleo del mundo, pero según la normativa vigente, no está obligado a tomar ninguna medida drástica de reducción de sus emisiones en consonancia con el conocimiento científico. Un estudio de 2019 calculó que las emisiones del Pentágono ascendían a 59 millones de toneladas de GEI, más que el total de emisiones conjuntas de Dinamarca, Finlandia y Suecia en 2017. La organización británica Scientists for Global Responsibility calcula que el sector militar del Reino Unido emitió 11 millones de toneladas de GEI, equivalentes a 6 millones de automóviles, y que la UE emitió 24,8 millones de toneladas, siendo la contribución de Francia un tercio del total. Estos estudios presentan estimaciones conservadoras debido a la falta de transparencia de los datos. También se supo que cinco empresas de venta de armas con sede en los estados miembros de la UE (Airbus, Leonardo, PGZ, Rheinmetall y Thales) emitieron, como mínimo, 1,02 millones de toneladas de GEI en conjunto.
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El alto nivel de las emisiones de GEI de las fuerzas armadas se debe a su extensa infraestructura (la institución suele ser la mayor propietaria de la tierra en la mayoría de los países), su alcance mundial –especialmente las de Estados Unidos, que mantienen más de 800 bases militares en el planeta, muchas de las cuales participan de operaciones de contrainsurgencia que dependen del combustible– y el alto consumo de combustibles fósiles de la mayoría de los sistemas de transporte militar. Un avión de combate F-15, por ejemplo, utiliza 342 barriles (54 510 litros) de petróleo por hora, y es casi imposible de reemplazar con alternativas de energía renovable. Aviones y barcos militares tienen ciclos de vida prolongados, lo que asegura emisiones de carbono durante muchos años.
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Sin embargo, el mayor impacto en las emisiones radica en el propósito dominante de las fuerzas armadas, que es asegurar el acceso de su país a los recursos estratégicos, y el funcionamiento sin tropiezos del capital, así como la gestión de la inestabilidad y las desigualdades que provoca. Esto resultó en la militarización de regiones ricas en recursos (como Oriente Medio y los Estados del Golfo y las rutas marítimas alrededor de China) y también convirtió a las fuerzas armadas en el pilar coercitivo de esta economía construida sobre el consumo de combustibles fósiles y comprometida con el crecimiento económico ilimitado.
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Finalmente, el sector afecta el cambio climático a través del costo de oportunidad de invertir en las fuerzas armadas y no en la prevención del colapso climático. Los presupuestos militares casi se duplicaron desde el final de la Guerra Fría, aunque no ofrecen soluciones a las mayores crisis de la actualidad, como el cambio climático, las pandemias, la desigualdad y la pobreza. Ahora que el planeta necesita la mayor inversión posible en la transición económica para mitigar el cambio climático, se le suele decir al público que no hay recursos para hacer lo que exige la ciencia climática. En Canadá, por ejemplo, el primer ministro Justin Trudeau se jacta de sus compromisos climáticos, pero en 2020 su Gobierno destinó 27.000 millones de dólares al Departamento de Defensa Nacional, y solo 1.900 millones de dólares al Departamento de Ambiente y Cambio Climático. Hace 20 años, Canadá gastó 9.600 millones de dólares en su defensa y solo 730 millones de dólares en el ambiente y cambio climático. Así, en las últimas dos décadas, mientras la crisis climática se agrava, los países gastan más en las fuerzas armadas y sus armas que en tomar medidas que protejan al planeta de un cambio climático catastrófico.
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Véase también: Meulewaeter, C. et al. (2020), Militarismo y crisis ambiental. Una reflexión necesaria, Centre Delas.

10. Los militares, los conflictos y su vínculo con el petróleo y la economía de extracción​

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Históricamente, la guerra suele surgir de la lucha entre las élites por el control del acceso a fuentes de energía estratégicas. Esto es especialmente cierto en el caso de la economía del petróleo y los combustibles fósiles, que provoca guerras internacionales, guerras civiles, el surgimiento de grupos paramilitares y terroristas, conflictos por el transporte marítimo y óleo/gasoductos, y una intensa rivalidad geopolítica en regiones clave, desde Oriente Medio al océano Ártico (a medida que el hielo se derrite permite el acceso a yacimientos de gas y rutas de transporte nuevos).
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Un estudio indica que entre 25 % y 50 % de las guerras interestatales desde el comienzo en 1973 de la denominada era moderna del petróleo estaban relacionadas con el petróleo, siendo la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003 un ejemplo notorio. El petróleo también lubrica, literal y metafóricamente, la industria de las armas, proporcionando tanto los recursos como el motivo para que muchos Estados se embarquen en el gasto armamentista. De hecho, hay pruebas de que los países utilizan la venta de armas para asegurar y mantener el acceso al petróleo. El mayor acuerdo de armas en la historia del Reino Unido (conocido como ‘Al-Yamamah’) se firmó en 1985 y pactó la exportación de armas a Arabia Saudita (para nada respetuosa de los derechos humanos) por muchos años, a cambio de 600.000 barriles de petróleo diarios. La empresa BAE Systems ganó decenas de miles de millones de dólares con la venta, lo que ayuda a subsidiar las compras de armas del propio Reino Unido.
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En todo el planeta, la creciente demanda de productos básicos expandió la economía de extracción a regiones y territorios nuevos. Esto amenaza la propia existencia y soberanía de las comunidades locales y, por lo tanto, provoca resistencia y conflictos. La respuesta suele manifestarse en una brutal represión policial y violencia paramilitar, que en muchos países colaboran de forma estrecha con las empresas locales y transnacionales. En Perú, por ejemplo, Earth Rights International (ERI) sacó a la luz 138 acuerdos firmados entre empresas dedicadas a la extracción y la policía en el período 1995-2018, que “permiten a la policía brindar servicios de seguridad privada dentro de las instalaciones y otras áreas... de proyectos de extracción a cambio de una ganancia”. El asesinato de la activista indígena hondureña Berta Cáceres en 2016, perpetrado por paramilitares vinculados al Estado que trabajan con la empresa de represas Desa, es uno de numerosos casos en el planeta donde el nexo entre la demanda capitalista internacional, las industrias de extracción y la violencia política generan un entorno letal para el activismo y los miembros de la comunidad que se atreven a resistir. Global Witness ha documentado la creciente ola de violencia en el mundo: en 2020 registró el récord de 227 asesinatos de defensores de la tierra y el ambiente, con un promedio de más de cuatro por semana.
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Véase también: Orellana, A. (2021), Neoextractivismo y violencia estatal: Defendiendo a los defensores en América LatinaEstado del poder 2021. Ámsterdam: Transnational Institute.

Berta Cáceres famously said ‘Our Mother Earth – militarized, fenced-in, poisoned, a place where basic rights are systematically violated – demands that we take action

Berta Cáceres sostuvo “La Madre Tierra militarizada, cercada, envenenada, donde se violan sistemáticamente los derechos elementales, nos exige actuar”. Crédito: coulloud/flickr (CC BY-NC-ND 2.0)

 

Militarismo y petróleo en Nigeria

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Quizás en ningún lugar sea tan evidente la conexión entre el petróleo, el militarismo y la represión que en Nigeria. Los regímenes coloniales y los sucesivos gobiernos posteriores a la independencia utilizaron la fuerza para asegurar el flujo de petróleo y de riqueza a una pequeña élite. En 1895, una fuerza naval británica incendió la ciudad de Brass para asegurar que la Royal Niger Company retuviera el monopolio del comercio de aceite de palma por el río Níger. Se estima que 2.000 personas perdieron la vida en el incendio. Más recientemente, en 1994, el Gobierno nigeriano estableció el Grupo de Trabajo de Seguridad Interna del estado de Rivers para reprimir las protestas pacíficas en Ogoniland contra las actividades contaminantes de la empresa Shell Petroleum Development Company (SPDC). La brutal acción en Ogoniland provocó la muerte de más de 2.000 personas, y la violación y flagelación de muchas más, entre otras violaciones de derechos humanos.
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El petróleo fomentó la violencia en Nigeria, en primer lugar al brindar recursos para que los regímenes militares y autoritarios tomaran el poder con la complicidad de las empresas petroleras transnacionales. Según un conocido comentario de un ejecutivo nigeriano de la Shell, “para una empresa comercial que intenta realizar inversiones, necesitas un entorno estable... Las dictaduras pueden dártelo”. Se trata de una relación simbiótica: las empresas escapan al escrutinio democrático y los militares se envalentonan y enriquecen al brindar seguridad. En segundo lugar, la distribución de los ingresos petroleros sienta las bases para el conflicto, así como la oposición a la devastación ambiental que provocan las compañías petroleras. Esto condujo a resistencias y conflictos armados en Ogoniland, que tuvieron una respuesta militar feroz y brutal.
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Aunque está vigente una paz frágil desde 2009, cuando el Gobierno nigeriano acordó pagar estipendios mensuales a los exguerrilleros, persisten las condiciones para que el conflicto resurja, algo que ya es una realidad en otras regiones de Nigeria.
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Contaminación petrolera en la región del Delta del Níger. Crédito: Ucheke/Wikimedia (CC BY-SA 4.0)

11. ¿Qué impacto ambiental tienen el militarismo y la guerra?

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Por su naturaleza, el militarismo y la guerra priorizan los objetivos de seguridad nacional y excluyen todo lo demás. Además se caracterizan por una forma de excepcionalismo, lo que significa que, con frecuencia, al sector militar se le da libertad de acción para ignorar incluso las normas y restricciones que protegen de forma limitada al ambiente. En consecuencia, tanto las fuerzas militares como las guerras dejaron una herencia ambiental en gran medida devastadora. Los militares utilizan grandes cantidades de combustibles fósiles, despliegan armas y artillería profundamente tóxicas y contaminantes, atacan la infraestructura (industria del petróleo, servicios de alcantarillado, etc.), dejando a su paso daños ambientales persistentes y paisajes llenos de municiones y armas tóxicas, explotadas y sin detonar.
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El imperialismo estadounidense incluye una historia de destrucción ambiental, como la contaminación nuclear en curso en las Islas Marshall, el uso del defoliante químico agente naranja en Vietnam y el de uranio empobrecido en Irak y la antigua Yugoslavia. Muchos de los sitios más contaminados en Estados Unidos pertenecen a instalaciones militares y figuran en la Lista de Prioridad Nacional de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos
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Los países afectados por guerras y conflictos también sufren impactos a largo plazo debido a la ausencia de gobernanza que debilita la normativa ambiental, obliga a las personas a destruir sus propios entornos para sobrevivir y fomenta el surgimiento de grupos paramilitares que, con frecuencia, extraen recursos (petróleo, minerales, etc.) mediante prácticas ambientales sumamente destructivas y que violan los derechos humanos. No es de extrañar que en ocasiones a la guerra se la describa como ‘desarrollo sostenible a la inversa’.
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Véase también: How does war damage the environment? The Conflict and Environment Observatory.

12. ¿Los militares no son necesarios para las respuestas humanitarias?

Una justificación importante para invertir en las fuerzas armadas en esta época de crisis climática es que son necesarias para actuar ante las catástrofes relacionadas con el clima, y muchos países ya recurren a sus militares en este sentido. Tras el paso del tifón Haiyan, que causó estragos en Filipinas en noviembre de 2013, las fuerzas armadas de Estados Unidos llegaron a desplegar 66 aviones militares, 12 embarcaciones navales y casi 1.000 militares para despejar carreteras, trasladar trabajadores humanitarios, distribuir suministros de socorro y evacuar personas. Durante las inundaciones de Alemania en julio de 2021, el ejército alemán [Bundeswehr] ayudó a reforzar las defensas contra el agua, rescatar personas y a limpiar cuando el agua retrocedió. En muchos países, sobre todo de renta baja y media, las fuerzas armadas quizá sean la única institución con la capacidad, el personal y la tecnología necesaria para actuar ante eventos catastróficos.

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Que el sector militar desempeñe funciones humanitarias no significa que sea la mejor institución para la tarea. Hay jerarcas militares contrarios a que las fuerzas armadas participen en tareas humanitarias porque consideran que estas distraen de los preparativos para la guerra. Aunque acepten esa función, existen muchos peligros de que los militares entren a desarrollar actividades humanitarias, especialmente en situaciones de conflicto o cuando la intervención humanitaria coincide con los objetivos estratégicos militares. Como admite abiertamente Erik Battenberg, experto en política exterior de Estados Unidos, en la revista del Congreso estadounidense, The Hill, “la ayuda en casos de desastre dirigida por militares no solo es una urgencia humanitaria, sino que también puede servir para una urgencia estratégica más amplia, como parte de la política exterior estadounidense”.
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Eso significa que la ayuda humanitaria viene acompañada de intenciones ocultas: en su mínima expresión proyecta un poder blando, pero a menudo busca influir activamente en regiones y países para que sirvan a los intereses de un país poderoso, incluso a costa de la democracia y los derechos humanos. Estados Unidos tiene una extensa historia de uso de la ayuda como parte de la contrainsurgencia en varias ‘guerras sucias’ de América Latina, África y Asia antes, durante y después de la Guerra Fría. En las últimas dos décadas, las fuerzas militares de Estados Unidos y la OTAN intervinieron frecuentemente en operaciones militares y civiles en Afganistán e Irak con el despliegue de fuerzas y armas, además de las tareas de ayuda y reconstrucción. En general, esto las llevó a hacer lo contrario al trabajo humanitario. En Irak, la intervención generó abusos militares, como las violaciones generalizadas de derechos humanos de los detenidos en la base militar de Bagram. Incluso en Estados Unidos, las tropas enviadas a Nueva Orleans dispararon contra los habitantes desesperados, llevadas por el racismo y el miedo.
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La intervención militar también puede socavar la independencia, neutralidad y seguridad de los trabajadores civiles de ayuda humanitaria, haciéndolos más propensos a los ataques de grupos militares insurgentes. La ayuda militar con frecuencia termina siendo más cara que las operaciones de ayuda civil, al desviar los limitados recursos estatales hacia las fuerzas armadas. La tendencia generó la profunda preocupación de organizaciones como la Cruz Roja/Media Luna Roja y Médicos sin Fronteras.
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Sin embargo, las fuerzas armadas prevén un papel humanitario más amplio en esta época de crisis climática. Un informe de 2010, Cambio climático: Posibles efectos sobre las demandas de asistencia humanitaria y respuesta ante catástrofes de las fuerzas armadas de Estados Unidos, del Centro para el Análisis Naval, sostiene que los factores estresantes del cambio climático exigirán no solo más asistencia militar humanitaria, sino también intervenciones militares para la estabilización de países. El cambio climático se convirtió en la nueva justificación para la guerra permanente.
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No hay duda de que los países necesitarán equipos eficaces de respuesta ante las catástrofes, así como la solidaridad internacional. Pero eso no tiene por qué estar vinculado a las fuerzas armadas, sino que podría recurrirse a una fuerza civil nueva o reforzada con un propósito humanitario exclusivo que no incluya objetivos contradictorios. Cuba, por ejemplo, con recursos limitados y en condiciones de bloqueo, desarrolló una estructura de Defensa Civil altamente eficaz e incorporada a cada comunidad que, combinada con comunicaciones estatales efectivas y asesoramiento meteorológico experto, le ayudó a sobrevivir a muchos huracanes con una cantidad de heridos y muertos menor que países vecinos más ricos. Cuando el huracán Sandy pasó por Cuba y Estados Unidos en 2012, solo 11 personas murieron en la isla caribeña, frente a 157 muertos en territorio estadounidense. Alemania también tiene una estructura civil (Technisches Hilfswerk/THW, la Agencia Federal de Socorro Técnico), en su mayoría integrada por voluntarios, que generalmente se utiliza para la respuesta ante catástrofes.

A number of survivors were shot by police and the military in the wake of Hurricane Katrina in the midst of racist media hysteria about looting. Photo of coastguard overlooking flooded New Orleans

Varios sobrevivientes recibieron disparos de la policía y las fuerzas militares tras el Huracán Katrina en medio de la cobertura mediática racista acerca de los saqueos. Foto de un oficial de la guardia costera observando a Nueva Orleans bajo agua. Crédito: NyxoLyno Cangemi/USCG

13. ¿Cómo buscan las empresas de armas y seguridad lucrar con la crisis climática?

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“Creo que [el cambio climático] es una oportunidad real para la industria [aeroespacial y de defensa]”, afirmó en 1999 Paul Drayson, entonces ministro de Ciencia e Innovación y ministro para la Reforma de Adquisiciones de Defensa Estratégica del Reino Unido. Y tenía razón. La industria de las armas y la seguridad experimentó un auge en las últimas décadas. Las ventas acumuladas de la industria de armas, por ejemplo, se duplicaron entre 2002 y 2018, de 202.000 millones de dólares a 420.000 millones de dólares, y muchas grandes empresas, como Lockheed Martin y Airbus, ampliaron su ramo de negocio a todos los ámbitos de la seguridad desde la gestión de fronteras hasta la vigilancia nacional. Y la industria prevé que el cambio climático y la inseguridad que traerá aparejada impulsarán más esas ventas. En un informe de mayo de 2021, Marketandmarkets pronosticó que el sector de la seguridad nacional tendrá pingües ganancias debido a “condiciones climáticas dinámicas, el aumento de las calamidades naturales, el énfasis del Gobierno en las políticas de seguridad”. Se calcula que el ramo de la seguridad fronteriza tendrá un crecimiento anual del 7 % y que el sector de la seguridad interior en general crecerá un 6 % anual.
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La industria se beneficia de diferentes formas. Primero, busca sacar provecho de los intentos de las principales fuerzas militares de desarrollar tecnologías que no dependan de los combustibles fósiles y sean resilientes a los impactos del cambio climático. Por ejemplo, en 2010, Boeing obtuvo un contrato por 89 millones de dólares con el Pentágono para desarrollar el avión no tripulado SolarEagle (QinetiQ y el Centro de Conducción Eléctrica Avanzada de la británica Universidad de Newcastle se encargarán del armado), que tiene la ventaja de considerarse una tecnología ‘verde’ y también la capacidad de permanecer en el aire más tiempo, al no tener que reabastecerse de combustible. La estadounidense Lockheed Martin trabaja con Ocean Aero para fabricar submarinos con energía solar. Como la mayoría de las transnacionales, las empresas de armamento también tienen interés en promover sus esfuerzos de reducción del impacto ambiental, al menos según sus informes anuales. Dada la devastación ambiental que provocan los conflictos armados, ese lavado verde se vuelve surrealista en ocasiones. Un ejemplo se dio en 2013 cuando el Pentágono invirtió 5 millones de dólares para desarrollar balas sin plomo que, según las declaraciones de un portavoz del ejército de Estados Unidos, “pueden matarte o dispararle a un objetivo sin peligro para el ambiente”.
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En segundo lugar, prevé más contratos debido a que los gobiernos refuerzan sus presupuestos en preparación para la inseguridad que provocará la crisis climática en el futuro. Esto impulsó la venta de armas, equipos de vigilancia y fronterizos, productos policiales y de seguridad nacional. La segunda conferencia sobre Energía, ambiente, defensa y seguridad (E2DS), celebrada en 2011 en Washington DC, se mostró exultante sobre la posible oportunidad comercial que ofrece la expansión del sector de la defensa a los mercados ambientales, afirmando que estos superaban ocho veces el tamaño del mercado de la defensa, y que “el sector aeroespacial, de defensa y de seguridad se prepara para abordar lo que parecería convertirse en su mercado adyacente más importante desde el fuerte surgimiento del negocio de la seguridad civil/interior hace casi una década”. Lockheed Martin, en su informe de sostenibilidad de 2018 anuncia esas oportunidades, y señala que “el sector privado también tiene un papel en la respuesta ante la inestabilidad geopolítica y los eventos que pueden amenazar las economías y las sociedades”.
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Véase también: Castillo, J.M. (2016) Los negocios del cambio climático. Virus

14. ¿Cómo impactan las narrativas de la seguridad climática en el plano interno y la policía?

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Las perspectivas de seguridad nacional no tienen que ver exclusivamente con las amenazas externas, sino también con las internas, incluidas aquellas que amenazan los intereses económicos esenciales. Por ejemplo, la ley británica del Servicio de Seguridad (1989) encomienda expresamente al servicio de seguridad la función de “salvaguardar el bienestar económico” del país; la ley de Educación de Seguridad Nacional de Estados Unidos (1991) estipula de manera similar vínculos directos entre la seguridad nacional y el “bienestar económico de Estados Unidos”. Este proceso se aceleró tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando se consideró que la policía era la primera línea de la defensa de la patria.
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Se ha interpretado que esto significa gestionar el descontento civil y la preparación para toda inestabilidad, marco en el cual el cambio climático es visto como un factor nuevo que impulsa una mayor financiación para los servicios de seguridad como la policía, las cárceles y los guardias fronterizos. Esto se engloba bajo el nuevo mantra de ‘gestión de crisis’ e ‘interoperabilidad’, que pretende una mejor integración de los organismos estatales dedicados a asuntos de seguridad –como orden público y ‘descontento social’ (la policía), ‘conciencia situacional’ (recopilación de información), resiliencia/preparación (planificación civil) y respuestas de emergencia (que incluye a las cuadrillas de emergencia y el antiterrorismo; la defensa química, biológica, radiológica y nuclear; la protección de infraestructura crítica, la planificación militar, etc.) – en estructuras nuevas de ‘mando y control’.
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Esto se acompaña de una mayor militarización de las fuerzas de seguridad internas, lo que implica que la fuerza coercitiva apunta cada vez más hacia adentro, así como hacia afuera. En Estados Unidos, por ejemplo, el Departamento de Defensa transfirió más de 1.600 millones de dólares en equipamiento militar excedente a departamentos de todo el país desde el 11 de septiembre de 2001, mediante su programa 1033. El equipamiento incluye 1.114 vehículos blindados de protección resistentes a las minas (conocidos como MRAP). Las fuerzas policiales también compraron cantidades crecientes de equipos de vigilancia, incluidos aviones de vigilancia y tecnología de rastreo de teléfonos celulares.
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La militarización se evidencia en las intervenciones policiales. Las redadas policiales en Estados Unidos por unidades de élite tipo SWAT pasaron de 3.000 al año en la década de 1980 a 80.000 solo en 2015, en su mayoría por registros de drogas y en forma desproporcionada contra minorías étnicas. En todo el mundo, como se analizó anteriormente, la policía y las empresas de seguridad privada suelen participar en la represión y el asesinato de activistas ambientales. Que la militarización apunte cada vez más a los activistas climáticos y ambientales, dedicados a frenar el cambio climático, subraya cómo las soluciones de seguridad no solo no abordan las causas subyacentes, sino que pueden profundizar la crisis climática.
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Esta militarización también se filtra en las respuestas de emergencia. La financiación que el Departamento de Seguridad Interior destinó a la ‘preparación contra el terrorismo’ en 2020 permite que esos mismos fondos se utilicen para “una mejor preparación contra otros peligros no relacionados con actos de terrorismo”. El Programa Europeo para la Protección de Infraestructuras Críticas (EPCIP) también incluye su estrategia de protección de la infraestructura ante los impactos del cambio climático en un marco de ‘lucha contra el terrorismo’. Desde principios de la década de 2000, muchos países de renta alta adoptaron leyes con poderes de emergencia que podrían aplicarse en caso de catástrofes climáticas y que son de amplio alcance y con un control democrático limitado. La ley británica de Contingencias Civiles (2004), por ejemplo, define una “emergencia” como cualquier “evento o situación” que “amenaza con dañar gravemente al bienestar humano” o el “ambiente” de “un lugar en el Reino Unido”. La norma faculta a los ministros a presentar “disposiciones de emergencia” de alcance prácticamente ilimitado sin recurrir al Parlamento, lo que incluye autorizar al Estado la prohibición de reuniones, viajes y “otras actividades específicas”.
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15. ¿Cómo afecta la agenda de la seguridad climática a otros ámbitos, como los alimentos y el agua?

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El lenguaje y el marco de la seguridad se han infiltrado en todos los ámbitos de la vida política, económica y social, en particular en relación con la gobernanza de recursos naturales clave, como el agua, los alimentos y la energía. Como sucede con la seguridad climática, el lenguaje de la seguridad de los recursos se emplea con distintos sentidos, pero tiene escollos similares. Lo impulsa la sensación de que el cambio climático aumentará la vulnerabilidad del acceso a estos recursos esenciales y que, por lo tanto, es primordial brindar ‘seguridad’.
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No cabe duda de la existencia de pruebas sólidas que advierten que el cambio climático afectará el acceso a los alimentos y el agua. El informe especial del IPCC, El cambio climático y la tierra (2019), pronostica un crecimiento de hasta 183 millones de personas adicionales en riesgo de padecer hambre para 2050 como consecuencia del cambio climático. El Global Water Institute vaticina que la intensa escasez de agua podría desplazar a 700 millones de personas en el planeta para 2030. En gran medida esto sucederá en los países tropicales de renta baja, los más afectados por el cambio climático.
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Sin embargo, cabe señalar que muchos actores destacados que advierten sobre la ‘inseguridad’ de los alimentos, el agua o la energía expresan lógicas nacionalistas, militaristas y corporativas similares a las que dominan los debates sobre la seguridad climática. Los defensores de la seguridad dan por supuesta la escasez y advierten de los peligros de la escasez nacional, con frecuencia promueven soluciones corporativas de mercado y, en ocasiones, defienden el uso de las fuerzas armadas para garantizar la seguridad. Sus soluciones para la inseguridad siguen una receta estándar, centrada en la maximización de la oferta: ampliar la producción, fomentar la inversión privada y utilizar tecnologías nuevas para superar los obstáculos. En el área de los alimentos, por ejemplo, esto condujo al surgimiento de la agricultura climáticamente inteligente dedicada a aumentar el rendimiento de los cultivos en un contexto de temperaturas cambiantes, siendo introducida por alianzas como AGRA, cuyas protagonistas son las grandes corporaciones agroindustriales. Con respecto al agua, impulsó la financiarización y privatización del agua, con la convicción de que el mercado está en mejor posición para gestionar la escasez y las alteraciones.
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En el proceso, se ignoran las injusticias existentes en los sistemas de energía, alimentos y agua, en vez de aprender de ellas. La deficiencia actual en el acceso a los alimentos y el agua no responde tanto a la escasez sino a la forma en que estos sistemas, dominados por las empresas, priorizan las ganancias sobre el acceso. Esta situación permite el consumo excesivo, sistemas ecológicamente dañinos y cadenas de suministro mundial derrochadoras controladas por un pequeño puñado de empresas que atienden las necesidades de unos pocos y niegan el acceso a la mayoría. En estos tiempos de crisis climática, esta injusticia estructural no se resolverá con el aumento de la oferta, ya que eso solo agravará la injusticia. Solo cuatro empresas –ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus– controlan entre 75 % y 90 % del comercio mundial de cereales. Sin embargo, este sistema alimentario liderado por las empresas no solo no acabó con el hambre que afecta a 680 millones de personas, sino que es uno de los mayores contribuyentes a los GEI, responsable de entre 21 % y 37 % del total de las emisiones.
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Los fracasos del concepto de seguridad que promueven las empresas hicieron que muchos movimientos ciudadanos reclamaran alimentos, agua y soberanía, democracia y justicia para abordar directamente los problemas de equidad que deben resolverse para garantizar la igualdad en el acceso a los recursos esenciales, particularmente en esta época de inestabilidad climática. Los movimientos por la soberanía alimentaria, por ejemplo, exigen el derecho de los pueblos a producir, distribuir y consumir alimentos inocuos, saludables y culturalmente apropiados de manera sostenible, dentro y cerca de su territorio; todas cuestiones que el término ‘seguridad alimentaria’ ignora y que en gran medida son la antítesis del afán de lucro de la agroindustria internacional.
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Véase también:
Hands on the Land (2016), Enfriando el planeta: las comunidades de la línea del frente encabezan la lucha, Ámsterdam: Transnational Institute.

Deforestation in Brazil is fueled by industrial agricultural exports

La deforestación en Brasil es causada por las exportaciones de la agricultura industrial. Crédito: Felipe Werneck – Ascom/Ibama (CC BY 2.0)

16.¿Podemos rescatar la palabra ‘seguridad’?

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Por supuesto, muchas personas exigirán seguridad ya que refleja el deseo universal de cuidar y proteger las cosas que importan. Para la mayoría, seguridad significa tener un trabajo digno, un lugar para vivir, acceso a la atención médica y la educación, y sentirse a salvo. Por lo tanto, es fácil entender por qué los movimientos sociales se muestran reacios a dejar de lado la palabra ‘seguridad’, y en cambio buscan ampliar la definición para que incluya y priorice las amenazas reales del bienestar humano y ecológico. También es comprensible que, en este momento en el que casi no hay políticos que reaccionen ante la crisis climática con la seriedad que se merece, que los ambientalistas busquen otros marcos y aliados para conseguir las acciones necesarias. Sería indudablemente un gran avance si pudiéramos reemplazar la interpretación militarizada de la seguridad por un concepto de seguridad humana centrada en las personas.
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Hay organizaciones que intentan hacerlo, como la iniciativa británica Rethinking Security y la Fundación Rosa Luxemburgo y su trabajo sobre perspectivas de una seguridad de izquierda. TNI también ha trabajado el tema, articulando una estrategia alternativa a la guerra contra el terrorismo. Sin embargo, es un terreno difícil dado el contexto de fuertes desequilibrios de poder imperante en el planeta. Por lo tanto, la confusión de significados en torno a la seguridad suele servirle a los intereses de los poderosos, y así la interpretación militarista y corporativa centrada en el Estado prevalece sobre otras, como la seguridad humana y ecológica. Como lo expresa el profesor de relaciones internacionales, Ole Waever, “al denominar un hecho determinado como un problema de seguridad, el ‘Estado’ puede adjudicarse un derecho especial, uno que, en última instancia, siempre será definido por el Estado y sus élites”.
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O, como sostiene el académico contrario a la seguridad Mark Neocleous, “darle un tratamiento de seguridad a asuntos del poder social y político ejerce un efecto debilitador al permitir que el Estado absorba la acción genuinamente política en relación con los asuntos en cuestión, consolidando el poder de las formas existentes de dominación social y justificando el cortocircuito incluso de los más mínimos procedimientos democráticos liberales. En lugar de tratar los problemas como asuntos de seguridad, entonces, deberíamos buscar formas de politizarlos de maneras no referidas a la seguridad. Vale la pena recordar que uno de los sentidos de estar ‘seguro’ es ‘no poder escapar’: debemos evitar pensar en el poder del Estado y la propiedad privada mediante categorías que no nos permitan escapar de ellos”. En otras palabras, existe un fuerte argumento a favor de dejar los marcos de seguridad en el pasado y de adoptar estrategias que brinden soluciones justas y duraderas a la crisis climática.
Véase también: Neocleous, M. y Rigakos, G.S. eds., 2011. Anti-security. Red Quill Books.

17.¿Cuáles son las alternativas a la seguridad climática?

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Queda claro que, de no haber cambios, los impactos del cambio climático serán determinados por la misma dinámica que provocó la crisis climática en primer lugar: poder empresarial concentrado y su impunidad, fuerzas armadas excesivas, un Estado de seguridad cada vez más represivo, pobreza y desigualdad crecientes, formas debilitadas de la democracia e ideologías políticas que premian la codicia, el individualismo y el consumismo. Si continúan dominando la política, los impactos del cambio climático serán igualmente poco equitativos e injustos. Para brindar seguridad a todos en la actual crisis climática, y especialmente a los más vulnerables, sería prudente enfrentar esas fuerzas y no fortalecerlas. Es por eso que muchos movimientos sociales se refieren a la justicia climática y no a la seguridad climática, porque lo que se requiere es una transformación sistémica y no solo asegurar una realidad injusta para continuar en el futuro.
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Sobre todo, la justicia exigiría un programa urgente e integral de reducción de emisiones de los países más ricos y contaminantes, similar al Nuevo Pacto Verde o al Pacto Ecosocial, que reconozca la deuda climática que tienen con los países y comunidades del Sur Global. Exigiría una importante redistribución de la riqueza en el plano nacional e internacional y la priorización de los más vulnerables ante los impactos del cambio climático. La miserable financiación climática que las naciones más ricas prometieron (y que aún no cumplieron) a los países de ingresos bajos y medios es completamente insuficiente para la tarea. Un primer buen paso hacia una respuesta más solidaria ante los impactos del cambio climático sería desviar parte de los 1,981 billones de dólares que el mundo gasta actualmente en las fuerzas armadas. De manera similar, un impuesto a las ganancias corporativas extraterritoriales recaudaría entre 200.000 millones y 600.000 millones de dólares al año para apoyar a las comunidades vulnerables más afectadas por el cambio climático.
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Más allá de la redistribución, fundamentalmente tenemos que comenzar a atacar los puntos débiles del orden económico mundial que podrían vulnerar aun más a las comunidades durante el recrudecimiento de la inestabilidad climática. Michael Lewis y Pat Conaty sugieren siete características esenciales que hacen que una comunidad sea resiliente: diversidad, capital social, ecosistemas saludables, innovación, colaboración, sistemas estables de comunicación y modularidad (esto último significa un sistema donde si algo se rompe, el resto no sufre consecuencias). Otras investigaciones demuestran que las sociedades más equitativas también son mucho más resilientes en una crisis. Todo esto apunta a la necesidad de buscar transformaciones fundamentales de la actual economía globalizada.
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La justicia climática requiere poner a quienes se ven más afectados por la inestabilidad climática en primera línea y en liderazgo de las soluciones. No se trata solo de lograr que las soluciones funcionen para ellos, dado que muchas comunidades marginadas ya tienen respuestas propias para la crisis que todos enfrentamos. Los movimientos campesinos, por ejemplo, con sus métodos agroecológicos, no solo están poniendo en práctica sistemas de producción de alimentos que revelaron ser más resistentes al cambio climático que la agroindustria, sino que también almacenan más carbono en el suelo y construyen las comunidades que pueden resistir en tiempos difíciles.
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Esto exigirá la democratización de la toma de decisiones y el surgimiento de formas de soberanía nuevas que requerirán la reducción del poder y el control de las fuerzas armadas y las empresas, así como el aumento del poder y la rendición de cuentas de los ciudadanos y las comunidades.
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Finalmente, la justicia climática exige una estrategia de resolución de conflictos mediante formas pacíficas y no violentas. Los planes de seguridad climática se nutren con los relatos de miedo y de un mundo de suma cero donde solo un determinado grupo puede sobrevivir. Dan por supuesto el conflicto. La justicia climática busca, en cambio, soluciones que nos permitan prosperar colectivamente, donde los conflictos se resuelvan de manera no violenta y los más vulnerables reciban protección.
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Podemos contar con la esperanza de que, a lo largo de la historia, las catástrofes suelen demostrar lo mejor de las personas, creando minisociedades utópicas y efímeras, construidas precisamente sobre la solidaridad, la democracia y la rendición de cuentas que el neoliberalismo y el autoritarismo han despojado de los sistemas políticos contemporáneos. Así lo registró Rebecca Solnit en Paradise in Hell, donde examinó en profundidad cinco catástrofes de magnitud, desde el terremoto de San Francisco de 1906 hasta la inundación de Nueva Orleans de 2005. Solnit señala que, si bien estos eventos nunca son buenos en sí mismos, pueden “revelar de qué otra manera podría ser el mundo, revelan la fuerza de esa esperanza, esa generosidad y esa solidaridad. Revelan la ayuda mutua como un principio operativo por defecto y a la sociedad civil como algo que espera entre bastidores cuando está ausente del escenario”.
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Vease tambien:
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Comunidades en la primea línea de lucha contra el cambio climático exigen soluciones de justicia climática.
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Agradecimientos: Quisiéramos agradecer a Simon Dalby, Tamara Lorincz, Josephine Valeske, Niamh Ní Bhriain, Wendela de Vries, Nuria del Viso, Deborah Eade y Ben Hayes.

El contenido de este informe se puede citar o reproducir con fines no comerciales y siempre que se mencione debidamente la fuente de información. El TNI agradecería recibir una copia o un enlace del texto en que se utilice o se cite este documento. 

 


Día Mundial de las Ciudades

El 31 de octubre de celebra el Día Mundial de las Ciudades que tiene como objetivo promover el interés de la comunidad internacional en la urbanización sostenible, impulsar la cooperación entre países y ciudades para aprovechar las oportunidades y abordar los desafíos de la urbanización, contribuyendo a la sostenibilidad en todo el mundo.

Bajo el tema general del Día Mundial de las Ciudades: Mejor ciudad, mejor vida, el subtema de este año será Adaptar las ciudades para la resiliencia climática.

Los principales objetivos del Día Mundial de las Ciudades 2021 son:

  • Aumentar la conciencia sobre la adaptación al cambio climático y la resiliencia urbana.
  • Inspirar acciones climáticas a nivel local compartiendo conocimientos sobre soluciones efectivas de
    resiliencia en sistemas urbanos.
  • Contribuir a la implementación de la Nueva Agenda Urbana, el Marco de Sendai para la Reducción
    del Riesgo de Desastres y el Acuerdo de París para el Cambio Climático para lograr los Objetivos de
    Desarrollo Sostenible (ODS).

Esto se relaciona con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11, meta 11b, que señala:

“Para 2020, aumentar sustancialmente el número de ciudades y asentamientos humanos que adoptan e implementan políticas y planes integrados para [...] la adaptación al cambio climático y la resiliencia a los desastres.”

La Nueva Agenda Urbana (párr. 79) incluye un compromiso complementario de: “promover la acción climática
internacional, nacional, subnacional y local, incluida la adaptación al cambio climático y [...] apoyar la
construcción de resiliencia”.

El Día Mundial de las Ciudades marca el final de las celebraciones del mes de Octubre Urbano, que este año
promueve la acción climática ambiciosa y tiene lugar inmediatamente antes de la 26ª Conferencia (COP-26) de la Convención Marco de las Naciones Unidas (CMNUCC), del 1 al 12 de noviembre de 2021 en Glasgow, Escocia, por lo que es una oportunidad de consolidar mensajes, logros y preocupaciones de la comunidad urbana para llevarlos a la COP-26.

Fomentar la resiliencia a la crisis climática puede impulsara las economías y hacer que las ciudades sean más saludables y mejores lugares para vivir.

FUHEM Ecosocial ha colaborado con  ONU Hábitat en la difusión de los eventos organizados en la campaña  Octubre Urbano y por ello, para celebrar el Día Mundial de las Ciudades ofrecemos una selección de artículos publicados en nuestra revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, que ha dedicado un interés  especial por abordar temas relacionados con el derecho a la ciudad, los problemas y desafíos del mundo urbano, la ciudad global, el reto de las ciudades ante la alimentación sostenible, los procesos de gentrificación, las iniciativas comunitarias y movimientos vecinales, las nuevas formas de habitar lo urbano, la ciudad como espacio común, la calidad de vida y la perspectiva de género en la ciudad, la agroecología y los huertos urbanos, las ciudades sostenibles, la resiliencia, es decir la ciudad por la que merece la pena luchar.

Derecho a la vivienda, derecho a la ciudad. Por una acción municipalista, Agustín Hernández Aja, Iván Rodríguez Suárez, Lucas Álvarez del Valle, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 148, invierno 2019-2020, pp. 71-84.

La trampa de una visión urbano-céntrica. David Harvey, del derecho a la ciudad a la revolución urbana, Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 147, otoño 2019, pp. 99-107.

La “smart city” o la “cité radieuse” en la era digital,  Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 144, inviierno 2018-2019, pp. 91-103.

Comentarios críticos al texto de Jean-Pierre Garnier “Gentrificación: un concepto inadecuado para una temática ambigua”, Ibán Díaz Parra, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 141, primavera 2018, pp. 39-46.

Agroecología y ciudad: Alimentación, ambiente y salud para una agenda urbana sostenible, Walter Pengue, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 139, oto´ño, 2017, pp. 63-77.

Las ciudades españolas ante el reto de la alimentación sostenible, Pedro M. Herrera, Daniel López y Nuria Alonso, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 139, otoño, 2017, pp. 133-141.

«Gentrification»: un concepto inadecuado para una temática ambigua Jean-Pierre Garnier, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 137, primavera, 2017, pp. 13-26.


Problemas y desafíos del mundo urbano
nún. 130, verano 2015

Hacer frente al proyecto urbanizador del capital, Santiago Álvarez Cantalapiedra, pp. 5-10.

La invisibilización urbana de las clases populares, Jean Pierre Garnier, pp. 29-45.

Financiación local. Apuntes para un cambio en el modelo, Bernardino Sanz y David Bustos, pp. 47-61.

Endeudamiento urbano. La insostenibilidad social de la deuda municipal de Madrid, Carlos Sánchez Mato, pp. 63-74.

Inmigrantes en ciudades globales. El caso de Madrid, Colectivo Ioé, pp. 75-87.

La trascripción espacial del empobrecimiento general. Los barrios como el sumidero de los desechos de la crisis, Víctor Renes Ayala, pp. 89-102.

La ciudad por la que merece la pena luchar, Vicente Pérez Quintana, pp. 103-112.

Municipios y participación ciudadana
núm. 129, primavera 2015

La apuesta municipalista, Santiago Álvarez Cantalapiedra, pp. 5-10.

La ciudad como espacio común, Imanol Zubero, pp. 13-23.

(Re)volver a la ciudad para conquistar la calidad de vida, Julio Alguacil Gómez, pp. 25-35.

Apuntes sobre algunas consecuencias sociales de la reforma local, de 2013, Andrés Boix Palop, pp. 37-52.

Un tema clave: el modelo de financiación local y su relación con los distintos modelos inmobiliarios, José Manuel Naredo, pp. 53-55.

Porqué las ciudades y las ciudadanías son tan importantes, Fernando Prats, pp. 57-71.

Ciudades para las personas, ciudades para la vida: Género y urbanismo, Isabela Velázquez Valoria, pp. 73-83.

Llevar la Transición a la ciudad: problemas y posibilidades del enfoque de «Transición» para cambio climático y la limitación de recursos, Peter North y Noel Longhurst, pp. 85-98.

La revolución democrática desde abajo en el municipalismo: ciudadanía, movimientos sociales y otra manera de hacer política, Jordi Mir, pp. 99-109.

Tendencias y alternativas urbanas
núm.111, otoño 2010

Tendencias y alternativas urbanas, Olga Abasolo, pp. 5-8.

La urbanización del mundo, Javier Gutiérrez Hurtado, pp. 41-55.

Los ecosistemas urbanos en la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio en España, Juan Carlos Barrios, pp. 57-66.

Aceras, plazas y parques: la potencialidad de la ecología urbana y las prácticas barriales, José L. Fernández Casadevante y Alfredo Ramos, pp. 7-76.

De los ecobarrios a las ecociudades. Una formulación sintética de la sostenibilidad urbana, Carlos Verdaguer, pp. 77-85.

La okupación como transformación del estado presente de las cosas, Jacobo Rivero y Olga Abasolo, pp.87-97.

Agricultura urbana: un aporte a la rehabilitación integral, Nerea Morán, pp. 99-111.

El idealismo del espacio público, Manuel Delgado, pp. 113-120.


Otros Artículos de PAPELES:

Pequeñas ciudades, transformaciones rurales y consumo de alimentos en el Sur Global, Cecilia Tacoli, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 131, otoño 2015, pp. 23-33.

Ciudad, urbanismo y clases sociales en perspectiva, Jordi Borja, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 126, verano 2014, pp. 111- 127.

¿Regeneración urbana? Deconstrucción y reconstrucción de un concepto incuestionado, María Castrillo, Ángela Matesanz, Domingo Sánchez Fuentes y Álvaro Sevilla, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 126, verano 2014, pp. 129-139.

CittàSlow: la lentitud para construir una ciudad sostenible, Mara Miele, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 122, verano 2013, pp. 129-139.

Cultivar la resiliencia. Los aportes de la agricultura urbana a las ciudades en transición, José Luis Fernández Casadevante y Nerea Morán Alonso, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 119, otoño 2012, pp. 131-143.


Encuentro Mundial Educar para la vida

El Encuentro Mundial Educar para la Vida es una movilización cultural a nivel mundial sobre la educación para la vida como clave de construcción de un futuro colectivo y el respeto por el bien común, tendrá lugar del 2 al 12 de noviembre de 2021.

Es un proyecto que tiene la finalidad de reflexionar y crear un diálogo en torno a la educación, a las formas de vida que hemos adoptado como humanidad y a las posibilidades de transformarlas mediante una educación diferente. Este proyecto surgió a partir del desafío que para la humanidad ha significado la pandemia y la crisis ambiental, desafíos que se han visto agravados por problemáticas sociales como la desigualdad, la pobreza y las migraciones.

MOTIVACIONES

La educación se enfrenta a una gran encrucijada para tiempos de post pandemia. El planeta podría ser considerado en emergencia humanitaria, las tensiones producidas por el cambio climático, el hambre, las guerras y la pandemia muestran que su efectos negativos y las soluciones son desiguales.

La contundencia de la realidad y la incertidumbre de las respuestas tanto científicas, como políticas y económicas, hacen que la educación aparezca, una vez más, como la tabla de salvación de la especie. Con ella tendremos la capacidad de  construir los puentes necesarios para lograr una relación armoniosa con nosotros, con la naturaleza y con la vida.

¿Es la educación el punto de partida para identificar aquellos aspectos que nos han conducido a la situación actual; al desequilibrio, a la injusticia, a la monetización de la vida y al progresivo deterioro de la naturaleza?

¿Cómo consolidar el papel de la educación crítica y un escenario democrático que garantice los derechos humanos y el respeto a la vida?

¿Es posible que desde la educación se produzcan las transformaciones necesarias para reconocer el valor de la naturaleza, de los ecosistemas y de las otras especies, y la aceptación colectiva que desde nuestra supervivencia como especie depende en gran medida del respeto hacia ellas?

¿Es posible que desde la educación se pueda impulsar la movilización social como fuente pacífica de cambio cultural y político?

OBJETIVOS

  • Dinamizar una movilización cultural transformadora de las formas de pensar, de producir, de consumir, de convivir en armonía con nosotros mismos, con la comunidad, con la sociedad y con la naturaleza, teniendo en cuenta la perspectiva de la educación como clave para la construcción de un futuro colectivo basado en el respeto por el bien común.
  • Desarrolla un diálogo de experiencias individuales, institucionales, comunitarias, colectivas, que permita conocer la estrategias y metodologías que desde la educación se han construido y constituyen dinámicas ejemplares. posibles de ser reproducidas, adaptadas, acogidas como fuentes de transformación de la vida.
  • Promover en la ciudadanía del mundo, organizaciones no gubernamentales, instituciones, espacios de intercambio, redes de cooperación, estrategias de incidencia política y de comunicación, medios alternativos sobre la educación y la vida antes y después de la pandemia como una plataforma para el cambio educativo, económico, cultural, político y el impulso de la transición ecológica.
  • Identificar y elaborar puentes que permitan la transformación de la educación en relación con los aspectos de la vida que no forman parte de la agenda educativa y comunicativa tradicional en las distintas regiones del planeta.

 

FORMATOS DE PARTICIPACIÓN

Conferencias: desarrollo de un tema estratégico orientado a pensar de forma crítica la realidad de los diferentes campos de reflexión, su importancia a nivel planetario y su relación con la educación.

Paneles: conversación entre dos expertos sobre un tema específico relacionado con cada uno de los campos de reflexión.

Diálogos: presentación de experiencias de distintas partes del mundo relacionadas con las grandes temática del Encuentro.

 

CAMPOS DE REFLEXIÓN 

El diálogo que este Encuentro propone se realizará en formato virtual y se desarrollará alrededor de seis temas: Educar para la crítica, Cultura de paz, Ciudadanía global, Justicia, Comunicación y Educar en la vida y con la vida.

 

 

 

Educar para la crítica

Es necesario formar una ciudadanía sin miedo para dilucidar con acierto sobre la información verdadera o falsa que circula en medios y redes. Una ciudadanía inmune al engaño que diferencie lo que es bueno para todas y se movilice para lograrlo. Con clara conciencia de respeto por el bien común. Es Incorporar a las escuelas, colegios e institutos una pedagogía para la crítica centrada en mejorar la capacidad de compresión de niñas, niños y jóvenes sobre las distintas realidades, para tener elementos claros de entendimiento de las continuas crisis humanas y ecológicas, y encontrar la mejor forma de enfrentarlas. Es enseñar a los y las que van llegando que hemos hecho cosas buenas y, al mismo tiempo, tantas que pudieron evitarse. Enseñar que es posible que el mundo fuera otro si como ciudadanía hubiéramos conocido el daño que podríamos provocar.

16 Conferencias y 4 Experiencias

Cultura de Paz

Entendidas como un proceso de reconocimiento de las miles de formas, experiencias de resistencia y expresiones locales, comunitarias, étnicas de las que se puede aprender a vivir pacíficamente o a defenderse pacíficamente de la guerra. El universo de los DDHH y la democracia como el escenario de su garantía. Una cultura antimilitarista en donde el lenguaje bélico haya sido reemplazado por uno de la solidaridad, un lenguaje de la aceptación de los disensos múltiples, desde donde se trabaje arduamente en la construcción de una sociedad planetaria justa, antipatriarcal, antirracista, solidaria con nosotros mismos como seres humanos, con las otras especies que habitan el planeta y con la misma naturaleza de la cual somos parte.

10 Conferencias y 3 Experiencias

Ciudadanía global

Las preguntas sobre qué somos como especie, de qué manera ocupamos el planeta y cómo distribuimos la riqueza, nos obligan a pensarnos como una ciudadanía global cargada de responsabilidades frente a los más vulnerables y frente a otras especies. Ser ciudadanos del mundo es tener derechos y es, ante todo, un proyecto político de dimensiones e interconexiones incalculables en donde la educación debe ser entendida como una movilización cultural para la transformación de las formas de vida contrarias a la vida misma. Pero cabe interrogarnos sobre la idea de la naturaleza como bien común. Ser ciudadanos del mundo es reconocernos como parte de la naturaleza y desde allí respetar con inteligencia la vida misma.

11 Conferencias y 3 Experiencias

El día 4 de noviembre Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial, participará con la Conferencia:

Santiago Álvarez

La crisis ecosocial y la injusticia ecológica como amenazas para la paz

Modera: Lina Vásquez

País: España
Hora: 17:00 a 17:50
Idioma: Español

 

Justicia

El mundo actual muestra cómo el poder económico monopoliza las decisiones, concentra los beneficios y reclama derechos mientras elude deberes. La ausencia de solidaridad y compromiso con un modelo económico más equitativo y justo por parte de los poderosos es una realidad incuestionable, pero sería bueno entender que no se trata de filantropía o compasión, sino más bien de justicia. Justicia que en el plano de lo social debería entenderse como la garantía de derechos mínimos que cualquier ser humano debe poseer. Se hace necesario mirar con atención cómo todos estos derechos básicos se han convertido en un negocio y un espacio para desplazar responsabilidades y agencias. Su garantía se ha ido postergando. Nos han educado alejados de la comprensión de lo que es justo, de los derechos, y aceptamos con facilidad que, en medio de la opulencia de unos pocos, millones pasan hambre.

6 Conferencias y 3 Experiencias

Comunicación

Hemos ido creando, de la mano de la tecnología, un territorio virtual en el que, cada vez y con mayor intensidad y velocidad, nos integramos. Ese tránsito de tener medios de comunicación a habitar un territorio de la comunicación está transformando, no solo la manera como nos comunicamos y relacionamos, sino también, la forma como vivimos y hacemos política. Ya sabemos que la política es ante todo comunicación. Ese territorio virtual está en disputa. Y la educación es clave de comprensión de lo que sucede, lo que se está construyendo y cómo puede ser utilizado en pro del bien común. La política, entendida como un lenguaje de administración, gestión y manipulación del poder, encuentra en ese territorio herramientas de comunicación nunca antes disponibles. Las empresas compiten en un mercado de un alcance inimaginable. Las instituciones educativas tienen acceso a la biblioteca más grande; internet, los aspectos y dinámicas de lo global comprenden ahora ciertos monopolios de la comunicación que forman interconexiones, formas y tiempos distintos, especialmente en los campos de la educación.

7 Conferencias y 4 Experiencias

Educar en la vida y con la vida

La mente y el cuerpo son territorios de altísima complejidad y sus cartografías serían bitácoras claves para comprender el camino, ese trayecto, ese viaje corto que es la vida y en el que tantas veces naufragamos. El cerebro y la mente, lugares de enigmas y profundos misterios de emociones vitales y el cuerpo, territorio de los sentidos, son la vida misma. Unos desconocidos, el otro objeto de violencias, vetos y tabúes. La mente ha sido colonizada por la razón instrumental. La imaginación encerrada en la norma y condenada por subversiva. El arte como expresión de la singularidad y por lo tanto de la vida tiene cerradas las puertas de la Escuela.

El aula es centro de atención programada del conocimiento y no está pensado como un espacio de vida. Como eco territorio. La pandemia advierte sobre ese desconocimiento del cuerpo y mente y ha hecho emerger miedos que provienen de allí, la intención política de reclamar el regreso a la normalidad contrasta con la crítica a esa normalidad y la lucha por cambiarla.

8 Conferencias y 11 Experiencias

El día 8 de noviembre Luis González Reyes de FUHEM Educación participará con la Conferencia:

Luis González Reyes

Por qué y cómo realizar una educación ecosocial

Modera: Carlos solano

País: España
Hora: 18:00 a 18:50
Idioma: Español

EXPERIENCIAS

Del  9 -12 de noviembre se presentarán 28 experiencias, procedentes  de diferentes partes del mundo.

Descarga el Programa de Experiencias

 

Puedes consultar sobre los diferentes participantes en el Encuentro.

Inscripción

 

PROGRAMACIÓN

                                                                 


Escenarios temporales de la crisis pandémica

 

El próximo 26 de octubre de 2021 tendrá lugar la tercera sesión del Ciclo Debates para un Pensamiento Inclusivo, organizado por FUHEM Ecosocial y La Casa Encendida. Este ciclo de encuentros tiene como objetivo reflexionar y debatir sobre las grandes tendencias y cuestiones que atañen a nuestro tiempo, y que definen el funcionamiento y los objetivos del sistema socioeconómico en el que vivimos, para imaginarnos entre todos y todas, alternativas justas, inclusivas y sostenibles.

La sesión Posibilidades y probabilidades: Lo que podemos aprender de lo ocurrido, parte de tres preguntas ligadas a los escenarios temporales de la crisis pandémica (pasado, presente y futuro) para abordar cómo, en la era del capitalismo global, las formas de relacionarnos con la naturaleza han generado condiciones idóneas para la propagación de pandemias, exacerbando además la virulencia ligada a las perturbaciones climáticas.

En este contexto, el encuentro reflexiona, además, sobre las claves para prevenir futuras pandemias en un marco de incertidumbre y complejidad.

Existe un amplio consenso entre la comunidad científica sobre el hecho de que la presión humana sobre los ecosistemas está erosionando la biodiversidad y las barreras naturales que nos protegen de aquellos agentes patógenos que favorecen las condiciones ideales para la propagación de pandemias de origen zoonótico.

Se cree que esta situación contribuye, además, a acentuar, tanto por su frecuencia como por sus impactos, fenómenos ligados a la crisis ecosocial, como, por ejemplo, las perturbaciones climáticas. Pese a todo esto, los avisos de la ciencia durante décadas han caído en saco roto, siendo completamente desatendidos por la acción política.

En este diálogo el encuentro pretende reconstruir, a través de los distintos aspectos que conforman la temática, los escenarios que han marcado el desarrollo de esta crisis anunciada.

En el apartado ¿Qué ha pasado?, haremos un diagnóstico del panorama al que hemos llegado, inmersos en la confluencia de muchas crisis.

En ¿Qué pasa?, analizaremos este conocimiento como lección ante futuras amenazas.

Por último, en '¿Qué podría pasar?', haremos una proyección en el marco de una realidad cambiante, compleja e incierta.

En ese sentido, la Covid-19 ha dejado expuestas amplias brechas de conocimiento, incertidumbre, conflictos de valores, intereses y visiones enfrentadas, no sólo acerca de la enfermedad sino también acerca de la sociedad. Además, ha puesto en tela de juicio el papel mismo de la ciencia en relación con problemas complejos, en el sentido de que el estado actual del conocimiento científico no es capaz de garantizar la predicción absoluta y el control sobre cualquier tipo de perturbación que podamos experimentar en el futuro.

Ante esta situación, probablemente sería mucho más efectivo que nuestras sociedades se orientasen también a actuar en la búsqueda de resiliencia-adaptación, y no bajo el supuesto de que los recursos deberían asignarse exclusivamente al desarrollo de una estrategia de predicción y control.

Una lección que la pandemia ha dejado clara es que tenemos que convivir con la complejidad. A partir de ahí, y siendo conscientes del contexto incierto en el que hay que tomar además decisiones urgentes, la cuestión es: ¿Sabemos cómo hacerlo?

Participan en el debate tres de los autores del número 154 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, “Pandemia y Crisis Ecosocial”.

Modera: Santiago Álvarez Cantalapiedra, director de FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

Coordina: revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global de FUHEM Ecosocial.

La actividad se desarrolla en una sala Zoom entre las 18 y las 19.30 h. Inscríbete de forma gratuita.

Una vez realizada la inscripción, y antes de cada sesión, se enviará un correo electrónico de confirmación con los datos de acceso al encuentro.

 


La vivienda: entre el derecho y la especulación

Las dificultades para acceder a la vivienda, tanto en alquiler como en propiedad, marcan las condiciones de vida de una parte significativa de la población, especialmente la más joven.

Desde el Centro de Documentación Virtual de FUHEM Ecosocial ofrecemos una Selección de artículos publicados en el número 148 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, que bajo el título Ciclón Inmobiliario, analiza la situación actual de la vivienda en España.

Según palabras de Santiago Álvarez Cantalapiedra, en la INTRODUCIÓN del número, la vivienda sigue siendo una asignatura pendiente en la tarea de promover una vida buena. Para ello, es necesario un cambio de modelo inmobiliario y acertar con las políticas públicas que promuevan el acceso a la vivienda.

INTRODUCCIÓN

La vivienda entre el derecho y la especulación

Santiago Álvarez Cantalapiedra

El acceso a la vivienda constituye un derecho fundamental. Está reflejado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948, que en su artículo 25 reconoce el derecho de toda persona a disfrutar de la adecuada provisión de bienes y servicios que garanticen su salud y bienestar. Entre esos bienes y servicios esenciales se encuentra la vivienda, ya que la satisfacción de las necesidades humanas asociadas a ese bien primario resulta crucial en relación con una vida buena y el avance del bienestar en una sociedad. De ahí que la mayoría de las constituciones, además de enunciar el reconocimiento de este derecho, hablen también de la obligación de los poderes públicos de promover su adecuada materialización.

 

ESPECIAL. VIVIENDA: ENTRE LA ESPECULACIÓN Y LA INNOVACIÓN  SOCIAL

La vivienda: problema y propuestas

Vicente Pérez Quintana

El problema de la vivienda en España no es una cuestión de que no haya casas suficientes o capacidad para generarlas, sino que amplios segmentos de la población no pueden acceder a ellas, o lo hacen en malas condiciones o a costa de grandes sacrificios. En todos los parámetros que se examinen sobre la vivienda aparece un descuadre entre oferta y demanda, propio de un sistema de relaciones económicas que antepone el valor de cambio al valor de uso y que desliga la producción del consumo. Todo ello provoca graves consecuencias de largo alcance social. El autor formula una serie de pautas y propuestas para paliar esta situación.

 

Análisis comparado de modelos inmobiliarios en Europa

Maite Arrondo Segovia y Raquel Rodríguez Alonso

Garantizar el acceso a la vivienda al conjunto de la población sigue siendo a día de hoy un reto de difícil solución en España, hasta el punto, que parece haberse convertido en una de las características del fenómeno urbano. A través del análisis de algunos aspectos de las políticas de vivienda en países del entorno europeo y en el propio ámbito comunitario, el artículo pretende poner de manifiesto la necesidad de buscar un nuevo modelo para nuestro país que reoriente la situación.

 

El derecho a la vivienda frente a la financierización y el turismo masivo: experiencias internacionales

Irene Escorihuela Blasco

El derecho a la vivienda está fuertemente amenazado por la entrada de los centros urbanos de las ciudades en procesos globales de extracción de rentas. La financiarización y el turismo masivo convierten la vivienda en activos financieros altamente lucrativos, aumentando así su precio y expulsando al vecindario que no puede asumir su coste. Desde los poderes públicos se está empezando a poner coto a estos nuevos fenómenos, ya sea a través de impuestos como de regulaciones. Sin embargo, los actores internacionales que protagonizan estos procesos se mueven en mercados opacos y altamente desregulados, donde empezar a intervenir por parte de las administraciones no resulta sencillo. Grabar las rápidas transacciones de viviendas o limitar las ofertas de plataformas digitales pueden ser primeros pasos hacia un mayor control de estos mercados que puedan caminar hacia su futura regulación o limitación según se considere.

 

Derecho a la vivienda, derecho a la ciudad. Por una acción municipalista

Agustín Hernández Aja, Iván Rodríguez Suárez, Lucas Álvarez del Valle

Desde 2015, coincidiendo con la llegada de los nuevos ayuntamientos, se produjeron una serie de acontecimientos que supusieron cambios importantes para sus políticas de vivienda: los desahucios hipotecarios que dejaban todos los días familias en la calle, el crecimiento de la pobreza urbana con un incremento de la demanda de alojamientos públicos o el incremento del precio de la vivienda, tanto en compra como en alquiler, junto a las restricciones económicas que suponían la aplicación de una “regla de gasto” que cercenaba la autonomía municipal de forma desmesurada. En ese marco, hasta final de 2018, se produjo un debate sobre la responsabilidad de los ayuntamientos en la resolución del Derecho a la vivienda que aquí hemos intentado sintetizar en 10 líneas de acción prioritarias.

 

La subida de los alquileres: ¿falta de oferta o fondos buitres?

Javier Gil García

Durante los últimos años los precios de los alquileres se han disparado y las continuas subidas se han convertido en un problema social de primer orden. Es frecuente que escuchemos que las subidas se deben a una cuestión de oferta y que la solución pasa por construir más viviendas. En este artículo se plantea una hipótesis alternativa. Tras el crack financiero de 2008, los acuerdos bancarios internacionales exigían que los bancos se deshicieran de sus activos tóxicos para garantizar su solvencia (y la del conjunto del sistema). Pero en España sucedía todo lo contrario: miles de familias eran desahuciadas y las carteras de los bancos se llenaban de viviendas en proceso de desvalorización.
En este contexto el Gobierno interviene el mercado inmobiliario para forzar la entrada masiva de los fondos buitre en España, que serán los encargados de comprar las viviendas de los bancos. Por lo tanto, estamos ante la reestructuración del sistema financiero español, y su primer efecto ha sido que los precios de los alquileres se han disparado.

 

PERISCOPIO

La vivienda en Barcelona, algunas experiencias y pensando en el futuro

Núria Pedrals Pugés

Como en muchas otras grandes ciudades en la actualidad, los habitantes de Barcelona han visto peligrar crecientemente el acceso a la vivienda en los últimos años. Este artículo analiza la variedad de iniciativas que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Barcelona con el objetivo de cumplir el derecho a la vivienda tratando de incrementar el parque de vivienda asequible para la ciudadanía.

 

ENTREVISTA

Entrevista a José Manuel Naredo sobre el modelo inmobiliario español

José Bellver Soroa

Hablar de la problemática de la vivienda en España implica necesariamente hablar del modelo inmobiliario español, algo sobre lo que, en su extensa trayectoria, ha trabajado incansablemente José Manuel Naredo. A través de una gran variedad de publicaciones, entre las que cabe destacar algunos de sus libros más recientes como El modelo inmobiliario español: y su culminación en el caso valenciano (Icaria, 2011), en coautoría con Antonio Montiel, el libro colectivo coordinado junto a Federico Aguilera titulado Economía, poder y megaproyectos (Fundación Cesar Manrique, 2011), o su último libro en torno a la Taxonomía del lucro (Siglo XXI, 2019), José Manuel Naredo es una de las personas que mejor ha analizado y descrito el despilfarro tanto económico como ecológico que el modelo inmobiliario español lleva aparejado, subrayando además sus nefastas consecuencias sociales, de la mano de un marco económico-político que lo promueve para beneficiarse de él.

 


Día Mundial del Hábitat

 

Por mandato de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1985, el Día Mundial del Hábitat se observa el primer lunes de cada octubre, seguido de eventos que se celebran en todo el mundo durante el mes de Octubre Urbano.

El propósito es reflexionar sobre el estado de nuestros pueblos y ciudades, enfatizar el derecho de todas las personas a una vivienda adecuada, servicios básicos y oportunidades sociales y económicas, y recordar que todos tenemos el poder y la responsabilidad de moldear el futuro de nuestros países, ciudades y pueblos, promoviendo políticas de desarrollo urbano sostenible.

 

El tema del Día Mundial del Hábitat 2021 es Acelerar la acción urbana para un mundo libre de carbono, que es particularmente relevante a la luz de la próxima conferencia COP-26, programada para realizarse en Glasgow, Reino Unido, del 1 al 12 de noviembre de 2021.

Urbanización y emisiones de carbono

La población urbana mundial ha aumentado vertiginosamente desde mediados del siglo XX. De acuerdo con el Banco Mundial, entre 1950 y la actualidad, la población de ciudades de todo el mundo se ha cuadriplicado con más de 4.200 millones de personas que viven en entornos urbanos. Durante el mismo tiempo, la concentración de dióxido de carbono atmosférico, un indicador clave del calentamiento global, ha aumentado en más de un tercio (figura 1), casi en su totalidad debido a la actividad humana. Hoy en día, las ciudades representan alrededor del 75% del consumo energético mundial y son responsables de más del 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. La forma en que se planifican, construyen y gestionan las ciudades es clave para reducir las emisiones de carbono y mantener el calentamiento global dentro de los límites establecidos por el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático de 2015.

 

Esto es especialmente importante ya que de acuerdo a datos de UNDESA, se proyecta que la población mundial en las ciudades crecerá en 2.500 millones de personas en los próximos 30 años, lo que elevará la proporción de habitantes en áreas urbanas del 55 por ciento actual a casi el 70 por ciento en 2050. La urbanización se está llevando a cabo más rápidamente en las regiones menos desarrolladas del mundo.

Actualmente, tres veces más habitantes urbanos viven en las regiones menos desarrolladas que en las regiones más desarrolladas, y el 90% de los nuevos residentes urbanos vivirán en África y Asia. La mayoría de las ciudades de África y Asia que albergarán a estas poblaciones, aún están por construirse, y el Foro Económico Mundial proyecta que dos tercios de las inversiones en infraestructura urbana en África necesarias para 2050 aún no se han realizado. Existe una ventana de oportunidad para dar forma a estas ciudades de una manera que se reduzca el consumo total de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

El crecimiento de la población y la migración a las ciudades, en muchos casos causados por el estrés climático, crean desafíos en la prestación de servicios básicos, en particular a las poblaciones más vulnerables. Es necesario asegurar que las ciudades en crecimiento sean compactas y que la expansión se lleve a cabo de manera planificada para adaptarse al número creciente de residentes y reducir así su huella de carbono. Las ciudades compactas también hacen que la prestación de servicios básicos como la gestión de residuos, el transporte,
la energía, el agua y el saneamiento, sean más eficientes en cuanto a recursos y económicamente viables. Por lo tanto, ONU-Habitat promueve una estrategia que combina la planificación urbana compacta con la buena gobernanza y la prestación equitativa de servicios básicos. Evitar la expansión urbana también reduce el estrés en los ecosistemas, promueve una convivencia equilibrada entre los asentamientos humanos con la naturaleza, y contribuye a la prevención de enfermedades zoonóticas como el COVID-19.

Según palabras de António Guterres Secretario General de la ONU, en la Reunión con los principales alcaldes de C40 Cities, 16 de abril de 2021.

“Las ciudades también están al frente de la crisis climática. Más de 500 millones de residentes urbanos ya enfrentan un aumento del nivel del mar y tormentas más frecuentes o severas. A mediados de siglo, más de 3.300 millones de personas podrían estar en riesgo de sufrir impactos climáticos severos. Las ciudades también tienen una huella de carbono descomunal. Con poco más de la mitad de la población mundial, emiten más del 70% de los gases de efecto invernadero globales. La pandemia de COVID-19 es una catástrofe global, pero la inversión en recuperación es una oportunidad generacional para poner la acción climática, la energía limpia y el desarrollo sostenible en el centro de las estrategias y políticas de las ciudades. La forma en que diseñamos la generación de energía, el transporte y los edificios, así como diseñamos nuestras propias ciudades, será decisiva para encaminarnos hacia la consecución del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Necesitamos una revolución en la planificación y en la movilidad urbana: incluida una mejor eficiencia de combustible; vehículos de emisión cero; y cambios hacia caminar, andar en bicicleta, transporte público y desplazamientos más cortos. Las ciudades se beneficiarán más de la eliminación gradual del carbón: aire limpio; espacios verdes al aire libre y gente más sana.”

 

ONU Hábitat está alentando  los gobiernos nacionales, las autoridades locales, el sector privado, organizaciones no lucrativas, el mundo académico y otros profesionales urbanos a marcar el día organizando eventos a través de webinarios o talleres en línea, paneles de discusión en línea y entrevistas.

 

 

Descarbonizar

Cada país, ciudad, institución financiera y empresa debe adoptar planes para lograr cero emisiones netas para el 2050. Alcanzar cero emisiones brinda oportunidades económicas, aumenta la resiliencia de la red energética, el comercio y la competitividad exportadora.

 

 

Planificar la movilidad

Incentivar la transición a vehículos de emisión cero, la infraestructura para caminar y montar en bicicleta, crear transporte público seguro, accesible y de calidad, así como crear desplazamientos más cortos.

 

 

 

Renaturalizar

Los espacios públicos verdes reducen el carbono, regulan la temperatura y mitigan las islas de calor urbanas, creando espacios que facilitan la socialización.

 

 

 

Aplicar soluciones basadas en la naturaleza

Reverdecer la ciudad de forma planificada ayuda a mejorar la resiliencia frente a efectos del cambio climático como sequías, olas de calor e inundaciones.

 

 

 

Edificios energéticamente eficientes

Las nuevas infraestructuras y viviendas deben ser energéticamente diseñadas para las condiciones locales y los edificios existentes deben ser modernizados implementando medidas o tecnologías para hacerlos más eficientes, tales como un mejor aislamiento o ventilación.

 

 

Materiales de construcción de bajas emisiones

En la construcción de nueva infraestructura se deben usar materiales que no produzcan dióxido de carbono mientras se extraen o fabrican.

 

 

Transición energética

La transición de energía contaminante a renovable debe ser justa y debe involucrar a los gobiernos locales, asociaciones y el sector privado, para apoyar a las comunidades afectadas y generar empleos verdes.

 

 

Para más información sobre las actividades que se llevarán a cabo visita la web de Octubre Urbano.


Lectura recomendada: Confesiones de un ecologista en rehabilitación

Confesiones de un ecologista en rehabilitación

Paul Kingsnorth

Editorial Errata Naturae, Madrid 2019, 367 págs.

Reseña de Andrea Frutos, Clara Puente, Guillermo Ríos y Jorge Riechmann publicada en la sección LECTURAS del número 151 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

«Las falsas esperanzas son peores que la falta de esperanzas, y las acciones inútiles solo conducen a la desesperación»

Nuestras sociedades se están aproximando a un colapso socio-económico y ambiental, si es que no están ya del todo inmersas en él: son muchos los indicios de esta crisis sistémica. En este camino, lo salvaje es sometido al progreso de lo humano (se diría que ya reducido a mero progreso científico-tecnológico), que mira con incomodidad hacia su origen. Nos contamos relatos, errados en su fundamento, que pretenden a toda costa justificar la peligrosa deriva en que nos hallamos… ¿Seremos capaces de visualizar el lugar al que nos dirigimos?

Confesiones de un ecologista en rehabilitación aborda esta problemática. Su autor, el activista y escritor inglés Paul Kingsnorth, nos adentra en su autobiografía como vehículo para una crítica ecológica. Desde su juventud, sus pensamientos se han enmarcado en la estrecha conexión afectiva entre la naturaleza, la ecología y el reencuentro del hombre con el paisaje y el pasado. En palabras del autor: «me hice ecologista por la fuerte relación emocional que siento ante la naturaleza salvaje y el mundo que está más allá de lo humano» (p. 96). Esta obra representa, junto con su última publicación Savage Gods (2019), una llamada a la retirada estratégica, que puede tomar la forma de un renovado vínculo con el hogar, lo autóctono y lo pequeño. En el caso de Kingsnorth, el lugar desde donde se organiza esta reflexión es una zona rural de Irlanda, a la que se mudó en 2014 con su mujer y sus dos hijos (p. 129).

¿Cómo se llega a esta retirada? Nuestro autor lo explicó en otro texto: «Durante quince años, fui un ecologista convencido y escritor especializado en el tema. Durante dos años, fui editor de la revista The Ecologist. Desde sus páginas, luché contra el cambio climático, contra la desforestación, contra la sobrepesca, la destrucción de los ecosistemas, la extinción de las especies, etc. Escribí sobre cómo el sistema económico global estaba afectando al sistema ecológico. Hice todo lo que hacen los ecologistas. Pero después de un tiempo, dejé de hacerlo. Hay dos razones para haber llegado a ese punto. Una es que ninguna de las campañas ha tenido éxito, excepto a un nivel muy local. A nivel global, todo va a peor. La segunda razón es que los ecologistas, me parece a mí, no están siendo honestos consigo mismos. Cada día se hace más obvio que el cambio climático es imparable, que la sociedad actual no es coherente con las necesidades del planeta, y que el crecimiento económico forma parte del problema. Que el futuro no va a ser verde, confortable y sostenible para 10.000 millones de personas. Que va a ser lo contrario. Y todos los ecologistas hemos estado realizando nuestra labor propia, haciendo como que lo imposible va a ocurrir. Yo ya no me trago ese cuento, y creo que no soy el único» («Why I stopped believing in environmentalism and started the Dark Mountain Project», The Guardian, 29 de abril de 2010).

¿Se puede elaborar reflexión certera sobre cuestiones ecológico-sociales a partir de objetos como la guadaña o el inodoro seco, y las prácticas asociadas con ellos? Kingsnorth nos muestra que sí. El estilo de estas confesiones es el de un manifiesto: claro, directo y expresivo. Esto no limita la calidad de la prosa ni el amplio abanico de referencias del autor: científicos, poetas, artistas y novelistas convergen en sus páginas (todo un paradigma de lo que en los últimos tiempos venimos llamando humanidades ecológicas o ambientales). Sus palabras no solo nos remiten a sus experiencias personales, sino que ilustran un compromiso con un modo de vida: «No estoy hablando de derrota ni de rendición. Estoy hablando de recogerse en un lugar donde puedas respirar, para sentirte libre y humano de nuevo. A partir de ahí todos los caminos están abiertos si les prestas atención» (p. 159).

Uno de los asuntos principales que aborda el libro es la ruptura en el mundo occidental del vínculo entre lo humano y lo salvaje o silvestre (no siempre resulta fácil traducir wild): aquello que Thomas Berry –como señala Kingsnorth– denominó «la gran conversación» entre la especie humana y el resto de la naturaleza (p. 18). Esta gran ruptura recorre nuestra historia, desde el relato abrahámico, pasando por la Ilustración europea, hasta la actualidad. Nuestros días están gobernados por una esperanza romántica que idealiza el futuro: una vuelta al paraíso perdido en clave de progreso tecnológico.

A juicio de Kingsnorth, hay tres mitos que constituyen nuestra comprensión del mundo; el mito de la naturaleza, interpretada como algo ajeno a nosotros; el mito del progreso, asentado sobre el delirio racionalista, que considera lo natural como instrumento o medio para lo humano; y el mito de la civilización, responsable de la democracia de consumo y la economía global, consecuencia de los anteriores:

«Somos, nos decimos a nosotros mismos, la única especie que se ha enfrentado a la naturaleza y la ha vencido. Esa es nuestra gloria» (p. 342).

Pero esta fe en el dominio sobre lo natural a través de una industrialización masiva ha tenido consecuencias devastadoras: cambio climático (causado por la sobredosis de gases de efecto invernadero), desaparición de los glaciares y desestabilización de Ártico, aumento del nivel del mar, crisis energética, desforestación, Sexta Gran Extinción, etc. Y ante esta situación de colapso y crisis, ¿cuáles y cómo son los discursos que ofrece el ecologismo actual? Destacan términos como “ecologismo progresista, sostenible, verde”, “ecologismo de izquierda anticapitalista” o “neoecologismo”. Todos ellos, en el fondo –denuncia Kingsnorth, han sido devorados por la mercantilización, subordinándose a un utilitarismo capitalista: «Es la misma narrativa de siempre: la expansión, la colonización, el progreso, pero esta vez despojada de dióxido de carbono. Es la última fase del exterminio continuo de la naturaleza virgen y no humana; la misma falta de reparos, el mismo egocentrismo, la misma ambiciosa confusión. Es la destrucción en masa de los pocos lugares salvajes que quedan en el mundo para seguir alimentando la economía humana. Y, sin ninguna ironía, hay gente que a esto lo llama “ecologismo”» (p. 100).

Kingsnorth, a lo largo de su vida como activista, vio desaparecer el ecologismo de la primera ola, que centraba sus narrativas en torno al ecocentrismo y la biofilia, sustituido acercamientos políticos e ideológicos: «si te limitas a hablar de tecnología, puedes venir a jugar con los chicos grandes, pero tienes que olvidarte de todas las demás tonterías», (p. 71). Aquí cabe evocar el estremecedor documental de Jeff Gibbs, Planet of the Humans (2019), que realiza un análisis similar pero desde EEUU.

De esta manera, viendo cómo el ecologismo global se entregaba al activismo en vez de a la acción presente, real, el autor decidió adoptar una actitud de retiro y abandono estratégico: ir más allá de las murallas de la civilización, huir a lo salvaje, volver al origen de «la gran conversación» perdida. En suma, decidió replantear el relato: y para ello, junto con su amigo Dougald Hine, puso en marcha el Proyecto Dark Mountain (en 2009) vertebrado por cierta idea de “descivilización” (uncivilization). El manifiesto de Dark Mountain tuvo la motivación de reconciliar lo humano y lo salvaje a través de la empatía, la compasión y la contemplación que el arte facilita.

El arte “descivilizado” mantiene una responsabilidad y misión especial: crear nuevas narrativas que, desde un lugar alejado de la civilización, enfrenten la amenaza del ecocidio. «La creatividad sigue siendo la más ingobernable de nuestras fuerzas» (p. 352). Así, la escritura descivilizada pone en perspectiva los mitos sobre los que se sostiene nuestra civilización. El foco se traslada desde lo humano hacia el conjunto de lo vivo, lo salvaje, lo virgen, lo natural, que, ahora sí, debe ser tratado un fin en sí mismo. «No presentamos este manifiesto porque tengamos algo que decir, sino porque tenemos algo que hacer, pero no podemos hacerlo solos» (p. 361).

En definitiva, como señaló Kingsnorth en «The lie of the land» para The Guardian (18 de marzo de 2017), lo que nos propone, tras tantos años de campaña activista, es enraizar nuestra identidad ecológica en nuestra identidad cultural e histórica y así hacerla única. Frente a los excesos del globalismo económico, hay que volver al sentido de pertenencia, de conocimiento y de cuidado en una comunidad. Siguiendo el lema del economista Leopold Kohr en The Breakdown of Nations (1957), luego popularizado por Ernst F. Schumacher: small is beautiful.

Acceso a la reseña en formato PDF: Confesiones de un ecologista en rehabilitación. LECTURAS 151.

 


Entrevista a Federico Aguilera Klink

«La universidad actual enseña a obedecer y anula la curiosidad, anulando o contribuyendo a invalidar psicológicamente a las personas que al final ni comprenden dónde viven ni se comprenden a sí mismas»

Salvador López Arnal conversa con Federico Aguilera Klink, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna y Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente Lucas Mallada, 2004; en relación a su artículo «La universidad: entre la irrelevancia, la mediocridad y la cretinización de alto nivel», publicado en el portal digital Rebelión.[1]

Esta entrevista pertenece al número 144 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

 

Salvador López Arnal (SLA): Publicaste el 6 de septiembre de 2018 en Rebelión un artículo, magnífico en mi opinión, con este título: «La universidad: entre la irrelevancia, la mediocridad y la “cretinización” de alto nivel». Permíteme algunas preguntas sobre este trabajo y temáticas relacionadas.

Abres tu escrito con dos citas. La primera –doble– es de Antonio Orejudo. La segunda parte de la cita dice así: «…la única conclusión era que nuestra universidad había sufrido desde la República hasta nuestros días un proceso de degradación moral y académica del que era imposible recuperarse (…) Al perderse en los primeros años de la Transición la oportunidad de corregir drásticamente esta situación, los jóvenes políticos de la democracia facilitaron al franquismo una de sus últimas victorias: garantizaron que los efectos de ese atroz desmoche llevado a cabo por el régimen en la universidad perdurarían durante siglos». ¿No es Orejudo demasiado crítico? ¿No han existido movimientos universitarios que han abonado, que han sido activos en senderos muy pero que muy alejados?

Federico Aguilera Klink (FAK): La expresión «atroz desmoche», pertenece a Laín Entralgo y da título al libro de Jaume Claret Miranda que muestra la depuración que hace el franquismo en la universidad, a partir del golpe de estado de 1936, y la postración en la que queda. Esto no excluye la posterior existencia minoritaria de movimientos universitarios ni de docentes aislados que constituían y siguen constituyendo auténticos oasis en el desierto o en el páramo universitario franquista y actual. Por eso estoy de acuerdo con Orejudo en que la situación no cambió mucho con la Transición igual que no cambió en muchos otros ámbitos, como lamentablemente seguimos constatando todavía. Mi propia experiencia como estudiante y como profesor es que ni ha habido ni hay voluntad de enseñar a pensar por cuenta propia pues la mayoría del profesorado no sabe lo que es eso, se mantiene en la obediencia y en la sumisión, de manera consciente o inconsciente.

 

SLA: La segunda cita es esta: «Periodista: ¿Piensa que instituciones como la universidad desaparecerán en el futuro y serán sustituidas por otro tipo de institución más abierta, completa y profunda? David Peat: En más de un sentido esto es motivo hasta de esperanza». Pero esa institución más abierta, completa y profunda, ¿no sería, nombrada de otro modo, una universidad realmente democrática al servicio del saber y no de otro tipo de finalidades? O, visto desde otro punto de vista, ¿la desaparición de la universidad actual no puede generar escenarios aún peores?

FAK: No veo que pueda haber nunca una universidad democrática sin que existan personas democráticas ni instituciones democráticas. Todo esto en la universidad es pura apariencia. Cuando hablo de personas democráticas me quedo con la idea de Erich Fromm (La condición humana actual) del «carácter revolucionario» en el sentido de personas que traten de ser «desobedientes, libres e independientes». ¿A qué poder le interesan esas personas y esa universidad? La desaparición de la universidad actual, para mí un espacio de aburrimiento y de sumisión (con excepciones individuales), es una necesidad. La sumisión de los docentes al poder político-empresarial, (cuando no se someten al «establishment mandarinal universitario» del que habla Morin), elaborando “ideas”, programas e investigaciones a la carta, es realmente lastimosa.

 

SLA: Pero existen excepciones en esa sumisión del profesorado al poder político-empresarial… Por lo demás, a muchos profesores asociados su situación laboral no les permite muchas disidencias.

FAK: Por supuesto que existen excepciones, que yo considero “heroicas” y dignas de admiración, que achaco a personas que se mueven en torno a ese carácter revolucionario del que habla Fromm, y que asumen la precariedad. Sobre las disidencias, es cierto que los profesores asociados son muy vulnerables y no se les permite salirse del surco porque se les castigaría con la no acreditación o simplemente se les expulsaría, lo que muestra el estado de apertura intelectual de la universidad y revela que muchos catedráticos han llegado a serlo por ser obedientes a una línea de trabajo y a un poder. También conozco el caso, muy poco habitual, de una doctoranda que se negó a aceptar la composición del tribunal que iba a juzgar su tesis doctoral, propuesta por el catedrático que era director de su departamento, porque los miembros del tribunal no sabían nada del tema de la tesis. Y conozco el sufrimiento y el coraje de esa persona, hoy titular. Por eso, lo peor, a todos los niveles docentes de la “jerarquía” universitaria es, desde mi punto de vista, la sumisión aprendida o la obediencia instalada mentalmente que, como pasaba en la mili, se transforma en exigencia de obediencia para el “inferior”. Es como decir (consciente o inconscientemente), si yo obedezco, tú también; de ahí que para una persona que obedece y que está atrapada-instalada en la jerarquía académica ver a alguien que trata de desobedecer y de pensar mínimamente por cuenta propia es algo insoportable, pues te recuerda qué estás haciendo tú en ese contexto de poder.

Castoriadis en «¿Qué democracia?» lo expresa de manera espléndida: «el poder más grande… preformar a alguien de tal modo que haga por sí mismo lo que se quería que hiciera sin necesidad de dominación o de poder explícito. Conforma un conjunto de capacidades, disposiciones y potencialidades incorporadas en nuestras prácticas antes de que el sujeto pueda tomar conciencia de ellas…lo que imposibilita (al menos de entrada) su cuestionamiento, por eso hay que asumir como tarea primordial la formación de los individuos autónomos» (C. Castoriadis, «¿Qué democracia?» en Escritos políticos. Antología, edición de X. Pedrol, Ed. Catarata. Madrid, 2005, p. 26.

 

SLA: Comentas en el artículo que la universidad debería enseñarnos a pensar y a hacernos personas mejores, centrándose en «enseñar a pensar por cuenta propia, planteándose las preguntas relevantes para poder entender el mundo en el que vivimos y poder así entenderse mejor uno mismo y rechazar el aprender a obedecer». Si no es eso lo que se hace, ¿qué se enseña en tu opinión en nuestras actuales universidades?

FAK: La universidad actual enseña a obedecer y anula la curiosidad, anulando o contribuyendo a invalidar psicológicamente a las personas que al final ni comprenden dónde viven ni se comprenden a sí mismas, se alienan, se alejan de ellas mismas y aprenden a repetir lo que se les “enseña” para poder escapar cuanto antes con el menor coste monetario y psíquico. Esto lo expresaba muy bien en 1969 Joan Robinson, catedrática de economía de la Universidad de Cambridge: «La economía es una rama de la teología. ¿Cómo se ha logrado hacer aceptar a varias generaciones de estudiantes estos conjuros sin sentido? La mayoría de los estudiantes no comprenden de qué va la cosa; piensan que tal vez no sean lo suficientemente inteligentes para entenderlo y se callan. Pero los inteligentes aprenden el truco; empiezan a tener un interés en creer que han aprendido algo importante. Dedicarán el resto de sus vidas a enseñarlo a nuevas generaciones. Así se va perpetuando el sistema [pero] los estudiantes no pueden desperdiciar unos años preciosos aprendiendo solo a recitar conjuros». (J. Robinson, «La economía hoy», en Relevancia de la Teoría económica, Ediciones Martínez Roca. Barcelona, 1976, pp. 165-173.

Por su parte, Leontief, Premio Nobel de Economía, afirmaba en 1982: «Los departamentos de Ciencias Económicas están preparando a una generación de eruditos estúpidos, genios de las matemáticas esotéricas, pero verdaderos niños en materia económica […]. Los métodos utilizados para mantener la disciplina intelectual en los departamentos de Economía más influyentes de las universidades estadounidenses pueden, a veces, recordar a los usados por los marines para mantener la disciplina en Paris Island» (W. Leontief, «Academic Economics», Science, 9 de julio de 1982, vol. 217, núm. 4555, pp. 104-107, versión española en Archipiélago, núm. 33, pp. 28-33, 1998). [2]

Lo que indican las citas anteriores es qué se enseña y cómo se enseña, es decir, se enseña dogmatismo o “catecismo” con los manuales y eso requiere disciplina y autoritarismo (que no es nada más que maltrato), una manera autoritaria de “repetir”, igual que cuando yo, de pequeño, aprendía el catecismo. Pero además, lo que ocurre es que cuando uno lee con atención los manuales y los compara con los textos originales de algunos autores citados en esos manuales, resulta que los autores de esos manuales demuestran que, en muchos casos, no han leído a los autores que “citan” sino que se limitan a copiar y repetir lo que vienen diciendo los manuales desde el inicio de los tiempos. Esa es al menos mi experiencia con autores como Pigou, Coase o Hardin, de los que los manuales solo repiten majaderías que ellos nunca escribieron, pero que, si las recitas en el ámbito académico, «da la apariencia de que sabes», de que sabes repetir, claro.

Si esto ocurre en Inglaterra y los EEUU sin un «atroz desmoche» franquista, pero con otro tipo de «desmoche», ya te puedes imaginar el futuro de la universidad. Por eso, el profesorado que no cumple con estos requisitos de obediencia y sumisión (hablar de intelectuales es un sarcasmo) es el que acabará yéndose y formando otros centros de pensamiento o se quedará mientras pueda aguantar, pero siempre de manera muy minoritaria y sufriendo, como señalo en mi artículo, o quizás acabe sometiéndose.

 

SLA: Pero los ejemplos que pones se refieren a facultades de Economía o de Economía y Empresa, podría ocurrir que no fuera el caso en otras facultades. Por ejemplo, en Físicas, Matemáticas, Historia o Filosofía.

FAK: Podría ocurrir, pero no es lo que me llega (sin buscarlo) cuando doy algún curso y sale el tema. Conozco licenciados en Ingeniería, Medicina, Derecho, Veterinaria, Agronomía, Farmacia y muchas otras especialidades que me hablan, en público, de sus experiencias negativas en este sentido.

 

SLA: Decías antes que el profesorado crítico acabará yéndose y formando otros centros de pensamiento o bien se quedará mientras pueda aguantar. Si fuera lo primero, ¿dónde podría irse? ¿A qué centros de pensamiento te estás refiriendo?

FAK: Claro, esa es la respuesta de David Peat, refiriéndose a Inglaterra, que no sé en qué habrá quedado. En nuestro país desconozco la existencia de centros de ese tipo aunque hay intentos de crearlos de manera informal por parte de profesores, universitarios o no, que cuentan con la seguridad del funcionariado. También hay personas independientes, me viene a la cabeza el caso de Jordi Pigem (filósofo), de Manel Ballester (catedrático de cardiología y ahora fuera de la universidad), de Paco Puche, uno de nuestros grandes especialistas en el tema del amianto, de Pedro Prieto, uno de nuestros grandes sabios, que llevan a cabo una investigación realmente fascinante y muy relevante.

A otro nivel, espacios como, Oxfam, GRAIN, Observatorio Europeo de las Corporaciones (CEO), Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL), Observatorio Crítico de la Energía o blogs como Usted no se lo cree (Ferran Vilar) y The Oil Crash (Antonio Turiel), entre otros, juegan un papel muy destacado.

 

SLA: Citas a Ralston, (La civilización inconsciente, Anagrama, Barcelona, 1997, pp. 81-82): «Las universidades se han convertido en amplia medida en las criadas del sistema corporativista. Y esto no se debe solo a las especializaciones académicas y sus impenetrables dialectos, que han servido a su vez para ocultar tras multitud de velos la acción gubernamental e industrial… si las universidades son incapaces de enseñar la tradición humanista como parte central de sus más alicortas especializaciones es que se han hundido otra vez en lo peor del escolasticismo medieval». Me detengo en esta reflexión. Donde leo «sistema corporativista», ¿debo leer, como equivalente, sistema capitalista?

FAK: Entiendo que sí, realmente no hay otro sistema. Ralston se refiere a las universidades occidentales, pero parece que la situación debe ser similar por todo el mundo. No hay que olvidar la pregunta que se hacía Erich Fromm en La condición humana actual, «¿Qué clase de hombre requiere nuestra sociedad para poder funcionar bien?». Y respondía: «Necesita hombres que cooperen dócilmente en grupos numerosos, que deseen consumir más y más y cuyos gustos estén estandarizados y puedan ser fácilmente influidos y anticipados. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, que no estén sometidos a ninguna autoridad o principio o conciencia moral y que, no obstante, es­tén dispuestos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina social; hombres que puedan ser guiados sin fuerza, conducidos sin líderes, impulsados sin meta, salvo la de continuar en movimiento, de funcionar, de avanzar».

Chris Hedges, en La muerte de la clase liberal, lo plantea con más dureza refiriéndose a las universidades en EEUU, que son las que siempre nos ponen como ejemplo, y Owen Jones en El Establishment, sugiere la misma situación en Inglaterra. Me parece que es importante cuestionar el mito de la universidad como espacio libre e independiente que no creo que haya existido como tal y en conjunto, alguna vez en algún lado, sean universidades privadas o públicas. Manda el que financia, pero insisto, siempre hay pequeños espacios de resistencia y de independencia, hasta en las universidades más insospechadas, que suelen conllevar un coste personal elevado y una gran soledad, al mismo tiempo que un placer insuperable derivado de sentir que investigas y enseñas lo que consideras socialmente relevante y del agradecimiento de algunos pocos estudiantes por estar ahí y así.

 

SLA: ¿Ralston está pensando en las universidades privadas o en las públicas?

FAK: No hace una distinción entre ambas, pero se puede afirmar que no tiene que haber demasiadas diferencias. Hay dos noticias recientes que pueden ayudar a entender las lógicas de las universidades privadas. La primera se refiere a la Universidad de Harvard, ejemplo incuestionado de «universidad de calidad». Pues bien, hace unas semanas, la ONG GRAIN publicó un informe señalando que el fondo de dotación de la Universidad de Harvard había gastado 1.000 millones de dólares en la compra de 850.000 hectáreas de tierras agrícolas e indicaba que:

«Las adquisiciones de tierras agrícolas por parte de Harvard fueron hechas sin las auditorías previas adecuadas y han contribuido al desplazamiento y el acoso a comunidades tradicionales, a la destrucción ambiental y a conflictos por el agua. En particular, las consecuencias de estas adquisiciones son perjudiciales en Brasil, donde el fondo de dotación de Harvard adquirió casi 300 mil hectáreas de tierras en el Cerrado, la sabana más biodiversa del mundo.

Las poco claras inversiones en tierras de Harvard tuvieron como resultado ganancias inesperadas para los administradores de los fondos y sus socios comerciales, pero fracasaron como estrategia de inversión para la universidad.

Y exhortaba a los estudiantes, docentes y ex alumnos de Harvard a exigir que el fondo de dotación de la universidad termine con todas las inversiones en tierras agrícolas, tome medidas inmediatas para resolver todos los conflictos de tierras asociados a sus propiedades actuales y asegure que las comunidades afectadas sean compensadas adecuadamente por los daños.» [3]

Por otro lado, las universidades privadas son básicamente «unidades de negocio» como expresa con claridad una reciente noticia[4] que señala que Laurate Education, el dueño de la Universidad Europea, «la pone en venta con el resto de su negocio continental». «Así lo han confirmado los responsables del grupo estadounidense en la última presentación de resultados, correspondientes al segundo trimestre de su ejercicio fiscal. En ella, la compañía detalló sus planes de “desinvertir sus unidades de negocio ubicadas en Europa, Asia, y Centroamérica, con las que se espera generar un mínimo de 1.000 millones de euros en ventas y crear un modelo de negocio más simplificado”, según se explica en el documento dirigido a los inversores».

 

SLA: Habla también Ralston de acciones gubernamentales e industriales. ¿Nos das un ejemplo de las primeras? ¿Otro de las segundas?

FAK: La financiación pública recortada y condicionada, más la orientación, en el caso español de organismos gubernamentales como la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) que “evalúan” la actividad investigadora con patrones delirantes y obsoletos pero funcionales a una idea rancia de investigación (y a unos intereses muy claros como es el primar dónde se publica sin preocuparse del contenido) condiciona la acreditación y promoción del profesorado. Esto ha llevado a que investigadores estudien las revistas que considera relevantes la ANECA para ver qué artículos se publican y escribir artículos con contenidos y formatos similares simplemente porque «son las que cuentan». Recientemente el Tribunal Supremo acaba de dictar una sentencia obligando a considerar la calidad de los trabajos publicados y no solo la revista o editorial donde se publican.[5] Pero fíjate qué Ministerio de Educación tenemos que afirma que la sentencia anterior solo afecta a la persona que recurrió contra la denegación del sexenio, y no al resto del profesorado.[6]

Las acciones industriales o empresariales están claras, son las cátedras empresariales y la financiación privada a líneas de investigación. Mi postura es clara en esta cuestión. Los bancos y grandes empresas tienen que pagar impuestos y dejar de hacer creer que apoyan a la universidad con cátedras que no son nada más que limosnas ridículas que solo les benefician a ellos, ya que ganan mucho dinero y «orientan y condicionan» las líneas de investigación a la vez que, me imagino, que obtiene más desgravaciones fiscales. Por cierto, una investigación reciente de Begoña P. Ramírez en Infolibre demuestra que los principales bancos y cajas llevan años sin pagar el Impuesto sobre Beneficio de Sociedades, porque, a pesar de los beneficios multimillonarios, la declaración les sale a devolver. En una nota[7] explico estas “hazañas bancarias”.

 

SLA: Poco y nada bueno. ¿Podrías poner algún ejemplo de eso que acabas de señalar, que bancos y corporaciones «orientan y condicionan» las líneas de investigación?

FAK: Te pongo dos ejemplos genéricos que ayudan a situarnos en el contexto en el que vivimos para no idealizar ni a la universidad ni a los bancos ni a los gobiernos. ¿Qué líneas van a priorizar en la Universidad los bancos que han perpetrado un atraco a nivel mundial y que han empobrecido a la mayoría de la población con el apoyo entusiasta de los gobiernos? Como señala Rafael Poch: «Es el atraco perfecto. Con alevosía y reiteración. Primero una quiebra del sistema financiero, víctima de su propio latrocinio, que se salva mediante un rescate astronómico a base de dinero público. La cifra del coste neto del rescate para el conjunto de los países del G-20 facilitada por el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, es 905.000 millones de dólares. Sumado al monto de los paquetes de estímulo de los respectivos estados nacionales, toda esa inyección aumentó en un año la deuda pública de la eurozona en casi diez puntos, desde el 69,3% en 2008, al 78,7% del PIB en 2009. Entonces se preparó el terreno para el segundo atraco.

El truco ha sido olvidar el motivo y centrarse en la consecuencia. El problema es la deuda, se dice, no el orden atracador que la ocasionó. El casino ha desaparecido. Es la deuda. ¿La solución?: un segundo robo». El segundo atraco es el desmonte social. La deuda es resultado del excesivo gasto social, se dice. Así pues, menos seguro de paro, peor seguridad social, más privatización, más desmonte de lo público, retroceso de derechos laborales, más abuso y más desigualdad. Los ladrones del primer atraco regresan al escenario del crimen para robar más.[8]

O ¿para qué se acerca la banca a la universidad? Cuando Saviano afirma que «Las asociaciones que trabajan en la transparencia[9] han mostrado datos irrefutables. El Reino Unido es, sin duda, el país más corrupto del mundo, no en términos políticos o policiales, pero sí cuando hablamos de blanqueo de dinero (…). En el pasado, a los bancos les asustaba aceptar el dinero de la mafia, eso fue en los ochenta y los noventa. Hoy en día, son los bancos los que buscan el dinero de la mafia para subsanar la falta de liquidez (…). Los sistemas de control bancarios han sido rebajados a sus mínimos y han permitido que la mafia entre. Hablamos de un fenómeno relativamente reciente. La mafia se sirve de los bancos para lavar su dinero y los bancos de sus filiales off shore en América Latina y Asia, un dinero que, ahora, penetra en la economía legal».[10]

Incluyo dos enlaces para los lectores. Uno del Observatorio Europeo de las Corporaciones (CEO, por sus siglas en inglés)[11] sobre sus prácticas habituales en todo tipo de actividades empresariales y de lobby, sin excluir la compra de expertos.  Y otro de la ONG Tax Justice Network (TJN)[12] que está llevando a cabo un trabajo espléndido. Si la banca y las corporaciones quieren apoyar líneas de investigación y desean una universidad que realmente lo sea, sería estupendo que apoyasen a CEO y a TJN o investigaciones similares en la universidad.

Finalmente, y en el campo de las farmacéuticas es necesario citar el trabajo del científico Peter Gotzsche (Medicamentos que matan y crimen organizado), que compara a estas empresas con el crimen organizado,  afirma que han corrompido los sistemas de salud e insiste en que las industrias farmacéuticas están causando más muertes que los cárteles de la droga, así es que parece que nos movemos entre mafias.[13]

Reparemos en otra información[14] sobre la cesión al Santander de la gestión de la app oficial de las universidades públicas. ¿Se puede decir todavía que en España existe la universidad pública? ¿No parece más adecuado señalar que la banca, y especialmente el Banco de Santander, controla a la universidad? A la vista de uno de los párrafos que se citan, sobre las condiciones que se “aceptan”, concretamente que «El Santander se reserva también el derecho de vender la app en el extranjero y prohíbe a las universidades incorporar a la app soluciones bancarias que sean competitivas con los productos y servicios del Santander», da la impresión de que la universidad “acepta” estar al servicio del Santander.

 

SLA: Para aclarar posiciones, ¿toda acción gubernamental sobre la universidad, siempre y en toda circunstancia, es forzosamente negativa?

FAK: Claro que no, pero llevamos muchos años sin una acción gubernamental claramente positiva para la universidad. En realidad, los gobiernos que hemos tenido y los que presumiblemente tendremos no muestran una preocupación por hacer de la universidad un espacio de libertad y de construir personas que piensen por cuenta propia.

 

SLA: Entre esos gobiernos, ¿incluyes también el Gobierno actual del presidente Sánchez?

FAK: Me remito a la decisión del Ministerio de Pedro Duque, imagino que apoyada por Pedro Sánchez, en contra de la sentencia del Supremo referida a evaluar la calidad de los contenidos de las publicaciones y no solo el “prestigio” de las editoriales y revistas donde se publica.

 

SLA: ¿Qué compondría esa tradición humanista que debería enseñarse, no de manera marginal, en la universidad?

FAK: La tradición humanista tiene como objetivo construir o ayudar a formar personas que, además de su formación profesional, puedan atreverse a hacerse preguntas, como decía Machado, y pensar por cuenta propia en un contexto de respeto a la persona y de comprensión del contexto sociedad, naturaleza y economía. Respecto de lo que se enseña y en cómo se enseña pues no se puede proporcionar una formación humanista de manera autoritaria. Creo que lo mejor que puedo hacer es explicar lo que hacía yo en clase y que el lector juzgue.

El primer día de clase les decía a mis estudiantes: «Ustedes tienen dos posibilidades, aprender a pensar o aprender a obedecer, pero conmigo solo vamos a trabajar la primera ya que la segunda no es para mí una opción. Además, vamos a trabajar leyendo y discutiendo textos originales, no con manuales ni apuntes, así verán por su propia cuenta la diferencia entre lo que les han dicho que dicen algunos autores y lo que ellos dicen. Por otro lado, esto les va a ayudar a ver que también algunos premios Nobel y economistas famosos escriben y argumentan con una confusión considerable e incluso dicen unas majaderías memorables. No pasa nada, se puede criticar a un Nobel, como a cualquier autor, con argumentos, pero solo mediante la lectura de textos originales pueden ustedes conocer de verdad lo que argumentan otros autores, así no dirán nunca “a mí me dijeron que fulanito decía…”. Ya les advertía que esto lleva su trabajo. Luego discutiremos en clase las ideas principales que hayan visto y las dudas que tengan de su lectura, me interesa mucho ver qué han entendido y qué les resulta difícil entender y por qué.

Tienen mucho que decir y se aprende a organizar la mente y a ordenar los argumentos, es decir, a pensar con claridad. Aunque no se lo crean, todos podemos aprender mucho de los demás escuchando, preguntando y respetando las intervenciones. Yo también aprendo mucho de ustedes. Para mí las clases son espacios de respeto y de reflexión y se viene a ellas con un trabajo realizado que consiste en la lectura o lecturas de cada semana, no son clases para tomar apuntes y repetir lo que se dice, sino para reflexionar sobre lo trabajado y mejorar su comprensión. Finalmente, un aspecto clave para mí es el de conocerles, identificarles, llamarles por sus nombres y/o apellidos, lo que facilita el acercamiento y la confianza, no el “colegueo”, entre ustedes y yo. Conocerles es muy útil para recordar y anotar cómo trabaja cada uno, pero es algo más profundo, implica hacerles saber que existen para mí, que no son anónimos, y esto facilita la comunicación y motiva al estudiante. Esa es, al menos, mi experiencia. La participación en clase en un 80% de las lecturas permite aprobar la asignatura. Aprobar vía examen es más complicado pues les pido que reflexionen, con los autores que hayamos trabajado, en relación con noticias y problemas de actualidad para ver en qué medida les ayudan o no a comprender lo que ocurre».

Este planteamiento humanista respeta al estudiante como persona y cuenta con él, no es una pose; es que realmente no se puede enseñar con apuntes ni catecismos, eso es adoctrinar. A pesar de esto algún compañero me comentó que varios estudiantes le habían dicho que no elegían “mis” asignaturas porque Aguilera te obliga a pensar. Si a esto añades que mi campo de trabajo ha estado siempre vinculado a la economía institucional, economía ecológica, economía del agua, etc., que cuestiona los conceptos o etiquetas aprendidos en los primeros cursos, para muchos estudiantes “mis” asignaturas eran una especie de oasis personal e intelectual y también de cierto enfado pues me ‘increpaban’ ¿Y ahora tratamos estas cuestiones? A veces el enfado era grande, y lo entiendo pues lo que creían que habían aprendido se les caía por completo al pasar de un sistema de economía cerrada (en el que la biología y la termodinámica no existen) a un sistema de economía abierta, como señalaba mi admirado Kapp, en el que no hay economía sin biología ni termodinámica, y los conceptos que “funcionan” en un sistema cerrado no sirven en el nuevo sistema.

 

SLA: ¡Ojalá hubiera sido alumno tuyo! ¡Qué suerte que tienen algunos! Afirmas: «Dados los incentivos académicos para ser considerado merecedor de una plaza de profesor, cada vez es más necesario que el trabajo académico sea socialmente “irrelevante” y no cuestione apenas nada si quieres que te publiquen en alguna revista “académicamente relevante” en el sentido de que “cuente” como mérito académico». ¿Nos das algún ejemplo de esta irrelevancia social?

FAK: Muchas gracias, la verdad es que he disfrutado mucho. Quizás mi propio trabajo sirva de nuevo y represente a miles de docentes e investigadores. Oficialmente para la ANECA mi trabajo investigador es desde 2002 (hasta ese año obtuve tres sexenios de investigación) irrelevante académicamente, quizás por relacionar la existencia de problemas ambientales con la calidad de la democracia y la manera autoritaria y arbitraria que tienen los gobiernos de tomar decisiones y de plegarse a los intereses empresariales, algo expresado en libros y artículos en revistas científicas de manera argumentada y con datos. Pero en economía, hablar del poder (sin el cual no hay explicación científica de lo que pasa) está considerado «poco serio y de mal gusto».

A pesar de dirigir varios proyectos nacionales de investigación, de dirigir grupos de investigación españoles en proyectos europeos, de participar como profesor de cursos, conferencias y másteres en universidades españolas y extranjeras que precisamente valoran mi investigación, la ANECA rechazó mis peticiones de sexenios desde 2002. De hecho, el primer ranking de profesores de Economía Aplicada, realizado por un grupo de investigación en métrica de la Universidad de Granada me situaba entre los 10 primeros de toda España. (Sin que yo termine de creer en los rankings ni en su metodología, algo obsesivo hace ya unos años con Google Scholar y Researchgate).

En realidad, hay trabajos de investigación muy valiosos que tienen más difusión a través de revistas no consideradas de alto nivel por la ANECA, periódicos, digitales o no, y cuya relevancia al abordar temas de actualidad es total, pero que no son considerados valiosos académicamente. En ese sentido, la relevancia del trabajo de difusión que hace Rebelion.org es inmensa.

 

SLA: ¿Hay en las universidades, en las facultades españolas una apología consciente o inconsciente del capitalismo desregulado? ¿No hay corrientes críticas o muy críticas? Pienso, por ejemplo, en la oposición al Plan Bolonia.

FAK: Sí a las dos preguntas, aunque no se puede olvidar que el 90% del contenido es capitalismo, sin nombrarlo así, sino vendido como economía científica o académica a través de manuales aparentemente asépticos o científicos, pero siendo realmente puro adoctrinamiento ideológico que la mayoría del profesorado considera que es lo que los estudiantes tienen que estudiar para ser considerado como un economista.

En realidad, esto “enseña” un formalismo habitualmente descontextualizado y sin claridad conceptual que te permite aprobar exámenes sin entender casi nada de la economía real, como señalaba Leontief, que era matemático. Por su parte, Owen Jones en El Establishment, afirma (y lo comparto pues es una experiencia que he vivido en diferentes cuestiones) «toda la ideología de mercado libre se basa en una estafa: el capitalismo británico depende por completo del Estado. Es más, a menudo la ideología mercantilista del establishment es poco más que una simple fachada para colocar recursos públicos en manos privadas a expensas de la sociedad» (p. 253). De esto apenas se habla en las facultades de Economía cuando es la práctica habitual en todos los países y comunidades autónomas. Hasta el Financial Times lo tiene claro, pero la Universidad es un mundo ajeno a la realidad.

Luego hay un pequeño porcentaje de economistas críticos que se las ven y se las desean para poder continuar con su trabajo. Por ejemplo, el economista y profesor de la Universidad de Cambridge Ha-Joon Chang, se considera a sí mismo en la universidad como «parte de una minoría de aproximadamente el 5%» (citado por Owen Jones).

Con respecto a la idea de capitalismo desregulado entiendo que el capitalismo siempre está regulado, lo relevante es preguntarse quién tiene capacidad para cambiar las reglas, con qué criterios y a quién beneficia (o perjudica) esa nueva regulación. Como indica Dean Baker de manera más concreta: «Durante el último cuarto de siglo, los progresistas no han dejado de lanzar diatribas contra el “fundamentalismo del mercado libre”. Su principal queja se refiere a que los conservadores quieren eliminar el sector público y dejarlo todos en manos del mercado. Pero este planteamiento es un completo disparate. La derecha tiene tanto interés como los progresistas en que el sector público se implique en la economía. La diferencia radica en que los conservadores quieren que el sector público intervenga de un modo que redistribuya el ingreso en provecho de los más pudientes. La otra diferencia está en que la derecha es lo suficientemente lista como para ocultar estas intervenciones, tratando de que parezca que las estructuras que redistribuyen el ingreso hacia los de arriba no son más que el resultado del funcionamiento natural del mercado.

Los progresistas estamos favoreciendo la causa de los miembros de la derecha cuando les acusamos de ser unos “fundamentalistas del mercado”, dando por buena la idea de que los conservadores efectivamente desean una estructuración de la economía de acuerdo con su estado natural».[15] Esto es una especie de ABC de primero de economía que se ignora sistemáticamente mientras se presta atención a los supuestos automatismos del supuesto mercado y se enseña a jugar a los estudiantes y a recitar conjuros, como afirmaba Joan Robinson.

 

SLA: De acuerdo, de acuerdo con tu crítica. Gracias.

FAK: Finalmente, me gustaría señalar que aunque sea de manera inconsciente, la economía que enseñan los manuales, así como la “lógica” que se explicita en ellos como ejemplo de racionalidad económica supuestamente universal basada en el egoísmo y como supuesto reflejo de la naturaleza humana, no es nada más que ideología (que ya cuestionaba Adam Smith en su defensa de la compasión o empatía frente al supuesto egoísmo del ser humano) y que legitima un comportamiento criminal por parte de los economistas y empresarios en nombre de la obtención del máximo beneficio privado e ignorando en consecuencia los costes sociales y ambientales de esas decisiones económicas llamadas racionales, como expresa con toda claridad el excelente dibujo de Miguel Brieva.[16]

Eduardo Galeano ya lo expresó con inmensa claridad:

La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas (…) Los militares, los mercaderes, los banqueros, y los fabricantes de opiniones y de emociones de los países dominantes tienen el derecho de imponer a los demás países dictaduras militares o gobiernos dóciles, pueden dictarles la política económica y todas las políticas, pueden darles la orden de aceptar intercambios ruinosos y empréstitos usureros, pueden exigir servidumbre a sus estilos de vida y pueden dictar sus tendencias de consumo. Es un derecho natural, consagrado por la impunidad con que se ejerce y la rapidez con que se olvida (…) La memoria del poder no recuerda: bendice. Ella justifica la perpetuación del privilegio por derecho de herencia, absuelve los crímenes de los que mandan y proporciona coartadas a su discurso. La memoria del poder, que los centros de educación y los medios de comunicación difunden como única memoria posible, sólo escucha las voces que repiten la aburrida letanía de su propia sacralización. La impunidad exige desmemoria.

En el mundo académico, una de las pocas personas que se ha atrevido a verlo así ha sido la ex-catedrática de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, Soshane Zuboff, escribiendo en 2009 un artículo sobre la racionalidad económica de Wall Street,[17] qué se enseña y legitima en la universidad, y que ella califica como de «crímenes económicos contra la humanidad», tanto por el modelo de negocio que enseñan como por el tipo de persona o de personalidad criminal que «forman y configuran» para llevar a cabo ese negocio. Más concretamente, para Zuboff:

«Los financieros actuales se centran en realizar “transacciones” sin preocuparse por las consecuencias de esas transacciones, tales como fracturar la economía mundial, generar pérdidas de trillones de dólares y hundir millones de vidas (…) rechazando su responsabilidad por ellas (…) la mayoría de los expertos culpan a la falta de regulación y de vigilancia de esta locura o bien a la existencia de los incentivos erróneos que la han empujado (pero) ignoran la terrible quiebra humana que se encuentra en el origen de esta crisis que deriva de un modelo de empresa que genera de manera rutinaria distanciamiento, irreflexión y la anulación del juicio moral individual (…). Banqueros, intermediarios y especialistas financieros han sido todos ellos participantes en un modelo de empresa centrado en sí mismo que celebra lo que es bueno para los miembros de la organización a la vez que deshumaniza y distancia a todos los demás miembros ajenos a ella (…) La crisis económica ha demostrado que la banalidad del mal disimulada bajo un modelo de empresa ampliamente aceptado puede poner al mundo entero en peligro (…). En la crisis de 2009, la creciente evidencia de fraude, conflictos de interés, indiferencia ante el sufrimiento, rechazo de la responsabilidad y la ausencia sistémica de un juicio moral individual, generó una masacre económica y administrativa de tal tamaño que constituye un crimen económico contra la humanidad».[18]

Y es que, aunque cueste creerlo, se sigue manteniendo, en esencia, el mismo núcleo teórico y la misma idea de racionalidad en la enseñanza de la economía desde hace décadas. De hecho, Adam Smith enseñaba una economía mucho más radical y lúcida que la que todavía se sigue enseñando basada en un comportamiento consistente en negar la evidencia empírica manteniendo sin cambiar la misma teoría, algo que es considerado como un comportamiento delirante por el psiquiatra y profesor de la Universidad de Alcalá Alberto Fernández Liria para quien «…los “economistas” han producido un discurso propio que  “explica” lo que sucede en unos términos idiosincrásicos y tiene la característica peculiar de no modificarse aunque sus predicciones no se cumplan o los hechos parezcan desmentirlos. Los profesionales de la salud mental trabajamos con personas que mantienen discursos con características semejantes».[19]

El problema adicional es que ese comportamiento se divulga mediante la publicidad como un comportamiento deseable y se califica de racional, así “nos instalamos” como consumidores en un estado de enajenación cuidadosamente programada que apenas nos permite entender algo, mientras no nos afecte y nos haga sufrir de manera directa y dolorosa.

SLA: Gracias por la referencia a Alberto Fernández Liria y muchas gracias también por este regalo que nos haces de Miguel Brieva. En toda esta situación, ¿qué papel juega la generalizada precarización, la proletarización del profesorado universitario?

FAK: La precarización es fundamental para conseguir la sumisión, lo que añadido a la jerarquización y maltrato tan extendido en la universidad genera docentes proletarizados, asustados, mal pagados y peor formados. No tienen tiempo para reflexionar ni la jerarquía, ese establishment mandarinal universitario del que habla Morin, muestra interés por incentivar y/o acompañar en su reflexión a los nuevos investigadores, más bien se transmite obediencia en la línea de investigación, en dar(le) las clases al que manda y en esperar que en algún momento te saquen o salgan plazas y “te toque”.

La precarización es fundamental para conseguir la sumisión, lo que añadido a la jerarquización y maltrato tan extendido en la universidad genera docentes proletarizados, asustados, mal pagados y peor formados.

SLA: Te manifiestas muy crítico en tu artículo con los que llamas expertos en “ciencias de la educación”. ¿En quiénes estás pensando ¿Por qué eres tan crítico?

FAK: No pienso en nadie en concreto, cuando critico la pedagogía estoy criticando unas decisiones que prestan más atención a las formas que al contenido, es decir, el envoltorio cuenta más que el contenido. En este sentido, las reflexiones de Michéa y de Debord me ayudaron a comprender mejor el objetivo deliberado de conseguir un alto nivel de estupidez ordenado por el Ministerio de Educación, vía ANECA y los equipos rectorales obedientes, de investigar de una manera determinada y de trabajar con guías docentes que nadie entiende, llenas de “competencias” que hay que “encajar” y darles “peso”, pero todo ello en un contexto en el que casi nadie se pregunta con claridad por los contenidos relevantes que necesitan aprender los estudiantes ni cómo se enseñan esos contenidos.

El resultado, como me comentan algunos sorprendidos profesores de distintas facultades y universidades cada vez que sale el tema, es la sorpresa por el elevado nivel de estupidez que muestra desde hace años la universidad. Todos están sorprendidos al observar el bajo nivel de inteligencia y el elevado nivel de sumisión que les rodea, por eso la cita tan lúcida de Orejudo al principio de mi artículo y, al mismo tiempo, tan obvia para cualquiera que tenga una mínima capacidad de observación. Desde mi punto de vista, el espacio universitario se caracteriza por un bajísimo nivel de inteligencia y por un elevado nivel de deterioro mental y/o de maldad. A veces bromeaba con una compañera de psicología sobre la necesidad de realizar un proyecto de investigación sobre la calidad de la salud mental del profesorado universitario.

Yo estoy convencido de que si los estudiantes pudieran expresar con libertad lo que les llega a ellos en las aulas nos quedaríamos horrorizados. Solo hay que hablar con ellos sin chantajes ni intimidaciones. Lo que ocurre es que también los estudiantes están “aprendiendo” a moverse en este contexto y “juegan” a aparentar que estudian, como muchos profesores ‘juegan’ a aparentar que enseñan, “exigiendo” una bajada en los requerimientos para aprobar y mostrando un nivel de confrontación del tipo «no me vengan ahora a decirme que trabaje» (es mi caso con asignaturas en los últimos cursos) que hace muy difícil las clases.

 

SLA: En cuanto a la investigación, afirmas, el problema es que «lo importante no es qué se investiga sino dónde se publica». ¿No hay entonces investigaciones de interés en las universidades públicas? ¿Extiendes las críticas al CSIC?

FAK: Cada vez es mayor el movimiento de rechazo por toda Europa, y me imagino que también fuera de ella, (pero compatible con la mayor obediencia a la vez) a la sumisión a la política de las revistas “científicas” que se apropian de los resultados de la investigación financiada (de manera insuficiente) con fondos públicos, pero a las que gobiernos como el español pagan cantidades muy elevadas (25 millones de euros al año) para poder usarlas como fuentes de referencia científica en las evaluaciones de los docentes (y unos 213 millones de euros desde 2012).[20] Precisamente hace unos días, George Monbiot ha publicado un claro artículo titulado de manera contundente «La estafa de las revistas científicas llega a su fin».[21]

 

SLA: Sí, sí, lo hemos publicado también en Rebelión.

FAK: No conozco la situación del CSIC, pero no veo que haya razones para que sea diferente de la situación que se vive en las universidades si los criterios que fija la ANECA son los mismos.

 

SLA: Citando a Morin, has hablado de él varias veces, hablas de la «falsa racionalidad» con «la que nos educan en la universidad y que impide realmente pensar con claridad, comprender y reflexionar». ¿Qué tipo de racionalidad irracional es esa que estás denunciando? ¿Dónde ves más su hegemonía?  La universidad, señalas, sigue instalada en un enfoque reduccionista y lo enseña e impone como si fuera científico. ¿Qué es un enfoque reduccionista? ¿Cómo logra imponerlo sin disenso? Sé que son varias preguntas en una.

FAK: Te uno las dos preguntas anteriores y te contesto con uno párrafos de Morin que expresan perfectamente esa cuestión, aunque recomiendo la lectura completa de su excelente artículo «El desafío de la globalidad», publicado en Archipiélago en 1993.

El pensamiento que compartimenta, recorta, aísla, permite a los especialistas y expertos ser eficaces en sus compartimentos y cooperar eficazmente en sectores de conocimiento no complejos, sobre todo en los que afectan al funcionamiento de máquinas artificiales, pero la lógica a la que obedecen extiende sobre la sociedad y sobre las relaciones humanas las coerciones y los mecanismos inhumanos de la máquina artificial; y su visión determinista, mecanicista, cuantitativa y formalista ignora, oculta o disuelve todo lo que es subjetivo, afectivo, libre y creador.

Además, los espíritus parcelados y tecno-burocratizados son ciegos a las inter-retro-acciones y a la causalidad en bucle, y a menudo consideran todavía los fenómenos a la luz de la causalidad lineal; perciben las realidades vivas y sociales según la concepción mecanicista/determinista, tan solo válida para las máquinas artificiales. Más amplia y profunda es la incapacidad del espíritu tecno-burocrático para percibir ‒y concebir lo global y lo fundamental‒, la complejidad de los problemas humanos.

Los problemas son interdependientes en el tiempo y en espacio, mientras que las investigaciones disciplinarias aíslan los problemas entre sí. Hay ciertamente, sobre todo en lo que se refiere al entorno y al desarrollo, una primera toma de conciencia que lleva a promover investigaciones inter-disciplinarias, pero, pese a una importante asignación de fondos a estos efectos, los resultados son escasos porque los diplomas, carreras y sistemas de evaluación tienen lugar en el marco de disciplinas. Hay, sobre todo, una resistencia del stablishment mandarinal/universitario al pensamiento trans-disciplinario tan formidable como lo fue la de la Sorbona de siglo XII al desarrollo de las ciencias. La posibilidad de pensar y el derecho a pensar son rechazados por el principio mismo de organización disciplinaria de los conocimientos científicos y por el confinamiento de la filosofía sobre sí misma. La mayor parte de los filósofos desdeñan consagrar su reflexión a los conocimientos nuevos que modifican las concepciones del mundo, de lo real o del hombre. Por vez primera en la tradición que naciera en los griegos, se vuelven de espaldas al cosmos, al destino del hombre en el mundo, a las aporías de lo real. El mundo agoniza, y ellos discuten sobre el sexo de Edipo, debaten sobre un Lebenswelt sin Leben ni Welt.

En cuanto a evitar el disenso o imponer el “consenso”, es una cuestión de poder disfrazado de «esto es ciencia» y lo demás no cuenta. Me remito a las reflexiones de Joan Robinson y de Leontief citadas más arriba que son aplicables a otros campos y universidades. En oposición a esa línea obediente, insisto, hay pequeños núcleos de investigadores en universidades y fuera de ellas que cuestionan ese pensamiento reduccionista.

 

SLA: Otra de tus afirmaciones críticas: «la mayoría de las carreras universitarias siguen siendo excesivamente largas y sin apenas contenido relevante, sin enseñar a relacionar, duplicándose y triplicándose “temas sin contenido y sin profundidad” y evitándose las cuestiones clave y las preguntas relevantes que son las que permiten comprender en qué sociedad vivimos, qué implicaciones tiene nuestra manera de “pensar” y de vivir y qué perspectivas tenemos como especie para vivir de manera razonable en este planeta». ¿Nos das algún ejemplo de lo que apuntas? Por ejemplo, en la facultad de Filosofía de la Complutense, ¿se evitan esas cuestiones clave de las que hablas?

FAK: Empiezo por el final, así es que te contesto que no sé lo que hacen en filosofía en la Complutense. Conozco mejor lo que se hace en las facultades de Económicas y me reafirmo en lo que digo. La prueba es que son los propios estudiantes los que se quejan de que se les repiten contenidos similares en varias asignaturas sin darles una idea clara de los temas, no hay nada más que preguntarles a ellos e incluso sin preguntarles, mi experiencia en cursos en diferentes universidades es que son los propios estudiantes de diferentes grados e ingenierías los que empiezan a contar en público sus decepcionantes experiencias por toda España.

Pero además es que cuando uno abre alguna cuestión conceptual la respuesta de los estudiantes es habitualmente (porque así lo han aprendido) repetir trivialidades y lugares comunes bajo la apariencia de que saben algo de economía. Siguen instalados (les han instalado) en el esquema de lo privado es bueno, lo público es malo; el mercado es bueno, la “intervención” es mala; los empresarios son emprendedores, lo público-funcionarios son burócratas, etc. Es decir, han aprendido a repetir una serie de conjuros, como decía Joan Robinson, que son puro adoctrinamiento ideológico y no saben hacerse preguntas ni ver si los conceptos que creen utilizar (utilizan más bien puras etiquetas vacías) les sirven para pensar con claridad. Yo siempre les digo que lean a Adam Smith para aclarar todas estas cuestiones pues cualquier otro economista desde Galbraith en adelante les asusta si no les repite las mismas majaderías.

Una prueba de lo anterior es que mientras contesto esta entrevista, (27 de Septiembre) el electrónico CTXT publica como una novedad, para que veas dónde estamos, una entrevista a la economista Mariana Mazzucato  catedrática del University College en Londres[22] en la que vuelve a tratar de aclarar la confusión conceptual e ideológica creada sobre el mercado, lo público, el Estado,…etc, insistiendo en que los éxitos empresariales innovadores en EEUU están todos relacionados con las ayudas y la inversión públicas, algo que saben perfectamente los grandes empresarios pero que, al mismo tiempo, defienden el discurso (la apariencia) del mercado libre y de la necesidad de una empresa privada competitiva y eficiente frente a la ineficiencia de lo público.

En el fondo no dice nada nuevo que no dijera (de otra manera) Adam Smith, y más recientemente Galbraith, Stiglitz o Dean Baker entre otros pero, como decía Georgescu Roegen en 1975, «tenemos que enfatizar lo obvio porque ha sido ignorado durante mucho tiempo». El problema es que ahí seguimos con esa tarea casi imposible porque el peso abrumador del adoctrinamiento y del lavado de cerebro en las facultades de economía y en otras muchas es impresionante y consigue que sigamos instalados en «el prohibido ver lo evidente» de El Roto a pesar de la realidad que vivimos. Ese es el éxito de la ideología y de la propaganda de los medios de comunicación apoyada por el bombardeo pseudointelectual de las grandes corporaciones. No hay nada más que escuchar o leer cómo plantean estos días los medios de comunicación el intento italiano de cuestionar esta Unión Europea en manos de los bancos que tanto daño y tanta pobreza ha generado. Pues nada, el discurso oficial se basa en la inmensa mentira de que Grecia ha salido ya de la crisis y que Italia no nos puede llevar a otra. Es vomitivo.

 

SLA: Lo es. Me alegra que cites también a El Roto. Paco Fernández Buey, como sabes, lo consideraba uno de nuestros grandes filósofos-humoristas.

FAK: Efectivamente, para mí también lo es. También hay mucho que aprender de este otro filósofo que es Miguel Brieva.

Por otro lado, fíjate lo que decía Adam Smith en La riqueza de las naciones (1776):

Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que venga de esta categoría de personas (los empresarios) debe siempre ser considerada con la máxima precaución, y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no sólo con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo. Porque provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho la han engañado y oprimido en numerosas oportunidades.

Y lo que afirma Stiglitz, que fue asesor económico de Clinton y que sabe cómo funcionan los empresarios, en su libro Los felices 90. La semilla de la destrucción (2003). Enuncia los tres principios “empresariales” que él fue viendo que seguían los líderes de las grandes empresas con los que tenía que lidiar. Son estos:

1. La gente de negocios generalmente se opone a las subvenciones… para todos menos para sí mismos.

2. Todo el mundo está a favor de la competencia… en todos los sectores de la economía menos en el suyo propio.

3. Todo el mundo está a favor de la franqueza y la transparencia… en todos los sectores de la economía, menos en el suyo propio. La conclusión a la que llega Stiglitz es que «la mayor parte de las empresas veían las subvenciones como algo totalmente garantizado».

De la banca que no paga impuestos ni te cuento. El Financial Times tiene un artículo espléndido de hace unos años donde reconoce que la banca, causante de este latrocinio, sigue mandando con ayudas públicas y sin asumir sus responsabilidades.[23]

 

SLA: Estos ejemplos que citas en el artículo «Pregunté a un médico cuánto tiempo tardaría en enseñarme a ser médico. “Seis semanas”, respondió (…) Después de todo, no tardamos en olvidar al menos la mitad de lo que aprendemos en la universidad (…) Pregunté a un ingeniero cuánto tiempo tardaría en enseñarme a ser ingeniero. “Tres meses”, respondió. No a ser un verdadero ingeniero, sino a comprender su lenguaje y sus problemas, a aprender lo esencial de su forma de pensar». (Zeldin, Conversación, 1999), ¿no son un poco exagerados? ¿Mes y medio para aprender a ser médico?

FAK: Se trata, como indica Zeldin, de aprender lo esencial de la forma de pensar. Claro que lo que plantea Zeldin parece exagerado, pero a mí me parece que no lo es. Una cosa es la base técnico-científica de una carrera, si la tiene, y otra su práctica, cómo abordar problemas concretos, qué conceptos son relevantes, qué aspectos a tener en cuenta, aprender esa actitud es a lo que se refiere Zeldin. Obviamente es la clave. Mis estudiantes se incomodaban conmigo cuando les paraba y les decía: «defíneme cuál es el problema ¿Qué conceptos te pueden ayudar o no a plantearlo adecuadamente y a entenderlo mejor?» Y se quedaban desconcertados porque no estamos acostumbrados a reflexionar, sino que aprendemos a obedecer y a repetir, entre otras cosas porque si no obedeces corres el peligro de no aprobar.

La mayoría de los universitarios ni siquiera aprenden a plantearse preguntas relevantes.

Es lo que afirma más arriba Galbraith. Y Chomsky, por ejemplo, tiene en youtube una excelente entrevista sobre qué es la educación en la que defiende que el objetivo de la educación consiste en hacer mejores personas que sepan pensar por su cuenta y que lo importante no es el programa que se “cubre” sino lo que se “descubre” por parte del estudiante. Nada que ver con las prácticas habituales.

 

SLA: Hablas también en tu escrito de las cátedras empresariales. Sé que has hablado de ello antes de pasada, pero te pregunto más en concreto: ¿qué es una cátedra empresarial? ¿Cuáles son sus efectos más perniciosos si los hubiera?

FAK: Me refiero a las cátedras que son financiadas por bancos, empresas e incluso organismos públicos. Evidentemente no me opongo a la colaboración entre la universidad y estos sectores pero mi impresión es que están financiando líneas concretas de investigación y exigiendo una reorientación ideológica de esas líneas en la defensa machacona, fraudulenta y genérica de que lo privado y el mercado es lo más eficiente, es decir, en la defensa de un lenguaje y de un esquema que no existe tal y como ellos lo plantean sino que oculta un saqueo feroz de lo público y un secuestro de la democracia, eso sí, en nombre del mercado, la eficiencia, la competencia, etc. Hay muy buenos economistas que trabajan sobre estos temas, pero apenas se leen en la universidad. Un buen ejemplo es Galbraith padre cuyo diagnóstico lúcido escrito en 1972, y que yo cito con frecuencia, sigue siendo ignorado porque seguimos básicamente igual. Fíjate lo que afirmaba: «Cuando la corporación moderna adquiere poder sobre los mercados, poder sobre la comunidad y poder sobre las creencias pasa a ser un instrumento político, diferente en forma y en grado, pero no en esencia, del Estado mismo. Sostener algo contrario es más que evadirse de la realidad. Es disfrazar esta realidad. Las víctimas de este encubrimiento son los estudiantes a los que formamos en el error. Los beneficiarios son las instituciones cuyo poder disfrazamos de esta manera.

No puede haber duda: la economía, tal como se la enseña, se convierte, por más inconscientemente que sea, en una parte de la maquinaria mediante la cual se impide al ciudadano o al estudiante ver de qué manera está siendo gobernado o habrá de estarlo» (J.K. Galbraith, «El poder y el economista útil», en Anales de un liberal impenitente, vol. 1, p. 189, Gedisa, Barcelona, 1982). En un trabajo mío (La economía patriarcal como estructura psíquica) disponible en la web[24], que es el texto de una charla que di en homenaje al psiquiatra chileno Claudio Naranjo en Madrid en 2013, planteo todas estas cuestiones.

La economía, tal como se la enseña, se convierte, por más inconscientemente que sea, en una parte de la maquinaria mediante la cual se impide al ciudadano o al estudiante ver de qué manera está siendo gobernado o habrá de estarlo

Insisto, si queremos que algo cambie, las grandes corporaciones tienen que pagar impuestos y salir de la universidad, claro que también hay mucho profesorado deseoso de ser catedrático ‘al servicio’ de estas cátedras así es que algo serio pasa también en la universidad. De hecho, mi impresión es que hay mucho profesorado que “investiga” (si es que se puede llamar investigación a su trabajo) y elabora informes “a la carta” para los partidos, no se trata de investigaciones libres e independientes sino, es una suposición, de encargos que cuando uno los lee se ve con claridad que están hechos a la carta. El campo de excusas del encargo a la carta es muy amplio, puertos, aeropuertos, autovías, trasvases, embalses, leyes variadas, dirección de másteres, regiones ultraperiféricas, costes de insularidad, cohesión social, pensiones…, en fin, un “nicho” como dicen algunos, que da para mucho. Y esos encargos se esgrimen como documentos “científicos”, solamente porque están elaborados por profesores universitarios (ese sería el argumento de autoridad), pero yo creo que nadie se los toma en serio, ni siquiera los que los encargan, que se cuidan mucho de que no se incluyan reflexiones inconvenientes. En realidad, la indeseable presencia como la más que perniciosa influencia de políticos indeseables en la universidad con profesores que aceptan esta situación es muy habitual.

 

SLA: Una pregunta fuera de la línea central. Citas mucho a Manuel Azaña en tu artículo. ¿Por qué? ¿Admiración, respeto histórico, coincidencia con sus reflexiones? ¿No hablaba el presidente republicano fallecido en el exilio de una universidad muy distinta a la nuestra?

FAK: Cito a Azaña porque me sorprendió hace mucho tiempo su claridad para reflexionar sobre la universidad (1911) y sobre la España de principios del siglo XX en relación con la enseñanza y la democracia. Para mí Azaña, en esos ámbitos en los que más le he leído, tiene una actualidad total. Igual que cito a Adam Smith y recomiendo su lectura pues sus reflexiones lúcidas son muy actuales. Todo lo que ayude a reflexionar con claridad sobre el contexto en el que vivimos me parece relevante. Por supuesto que incluyo autores que no comparto porque su lectura también ayuda a reflexionar y obtener claridad conceptual, que es lo que siempre he tratado de hacer con los estudiantes. Adoctrinar nunca ha sido mi trabajo.

 

SLA: Tu reflexión final: «Desde luego, después de lo que está aflorando a raíz del caso Cifuentes (y de los muchos casos similares que puede quizás haber en otras universidades), hay que reconocer lo poco que hemos avanzado». ¿No es una conclusión demasiado pesimista? El caso Cifuentes u otros casos similares, ¿no están muy centrados en una o en dos universidades?

FAK: Claro que es pesimista, cuando diagnósticos como los de Tomás Moro (1516), Adam Smith, Azaña, etc., siguen siendo relevantes y actuales es que algo serio pasa. Cuando Joan Robinson, Galbraith, Leontief, Chomsky, Hedges, Parenti y tantos profesores de distintas universidades y periodistas serios siguen insistiendo en el tema es porque el problema es muy grave y porque predomina un contexto de apariencias y de no criticar a la universidad. Insisto de nuevo, hay que preguntarle a los estudiantes de manera no intimidatoria. No se trata solo de dos universidades sino de prácticas habituales y de la presencia directa e indirecta de la peor política y de los peores políticos y docentes en las universidades.

 

SLA: No te he preguntado por «el caso Casado» o por la tesis doctoral del presidente Sánchez. ¿Quieres hacer algún comentario?

FAK: Parece, por lo que voy leyendo, que son dos ejemplos más de comportamiento de universidades a la carta. Igual que Stiglitz habla del «Capitalismo de amiguetes», podríamos hablar de las universidades de amiguetes que, lo mismo te facilitan un Grado, que un máster, una tesis doctoral o alguna asignatura. De todas maneras, hace años que funcionan “centros” que, previo pago, te hacen un trabajo de fin de grado, de máster, tesis doctorales y, por supuesto, trabajos para asignaturas.

 

SLA: Llega la pregunta de siempre: de acuerdo, es así, tal como describes y comentas críticamente. Pero, ¿qué hacer entonces? ¿No hay solución? ¿Solo un cambio general podría permitir una universidad con otras características muy distintas? ¿Cómo podemos intervenir?

FAK: Cualquier respuesta se va a banalizar. Volvemos al inicio de la entrevista y a lo que sugería David Peat. La desaparición de esta universidad que, en su mayoría, transmite obediencia, adoctrinamiento y sumisión es un motivo de esperanza pues el papel que cumple es el de contribuir a la cretinización. Esto permite que la propia universidad siga con sus juegos, sus peleas internas y su ficción de espacio de pensamiento independiente (no es un espacio de pensamiento libre, sino un espacio libre de (en el sentido de sin) pensamiento, que las corporaciones y partidos políticos controlan-compran cada vez más a esta universidad financiando estudios que enseñen a mirar para otro lado y, al mismo tiempo, con un porcentaje muy pequeño de actividad realmente libre e independiente. Y esta universidad, o lo que sea, es muy funcional a un sistema empresarial, ideológico y político llamado capitalismo que nos lleva al abismo a todos, con un sufrimiento muy elevado, y con unos cuantos millones de privilegiados entre los que nos encontramos al vivir del saqueo que nuestros gobiernos y corporaciones imponen al planeta y a la mayoría de las personas.

 

SLA: ¿Quieres añadir algo más?

FAK: Sí, este dibujo, cuyo autor desconozco y que me parece muy relevante.

SLA: No creo que haya forma mejor de finalizar nuestra conversación. Mil gracias por tu tiempo y por tus interesantes reflexiones.

Salvador López Arnal es miembro de CEMS (Centro de Estudios de los Movimientos Sociales) de la Universidad Pompeu Fabra.

Acceso a la entrevista completa en formato pdf: Entrevista a Federico Aguilera Klink

NOTAS:

[1] F. Aguilera Klink, «La universidad: entre la irrelevancia, la mediocridad y la cretinización de alto nivel», Rebelión, 6 de septiembre de 2018.

[2] Se pueden ver más ejemplos en: http://www.publicacionescajamar.es/pdf/publicaciones-periodicas/cuaderno-interdisciplinar-de-desarrollo-sostenible-cuides/8/8-510.pdf

[3] GRAIN y Rede Social de Justiça e Direitos Humanos, El fiasco de Harvard: mil millones de dólares en tierras agrícolas, GRAIN, septiembre de 2018.

[4] J. García Ropero, «El dueño de la Universidad Europea la pone en venta con el resto de su negocio continental», Cinco Días, 16 de agosto de 2018.

[5] A. Munárriz, «El Supremo carga contra el sistema español de evaluación científica por ignorar el contenido de los artículos», Infolibre.es, 18 de septiembre de 2018.

[6] A. Munárriz, «La "dictadura del impacto" se impone en la universidad pese al varapalo del Supremo», Infolibre.es, 30 de septiembre de 2018, disponible en:

[7] F. Aguilera Klink, «La ULL el Banco de Santander y los Paraísos Fiscales», Lacasademitia.es, 29 de mayo de 2016.

[8] R. Poch, «Atraco perfecto», 8 de febrero de 2011.

[9] Paradise Lost: Ending The Uk’s Role As A Safe Haven For Corrupt Individuals, Their Allies And Assets, Transparency International, abril de 2016.

[10] «Roberto Saviano: “El Reino Unido es el país más corrupto del mundo, cuando hablamos de blanqueo de dinero”», Euronews, 4 de abril de 2017.

[11] https://corporateeurope.org/

[12] https://www.taxjustice.net/

[13] M. Ayuso, «La industria farmacéutica es muy rica y ha corrompido los sistemas de salud», El Confidencial, 3 de noviembre de 2014.

[14] C. del Castillo y L. Galaup, «Los rectores ceden al Santander la gestión de la app oficial de las universidades públicas», Eldiario.es, 15 de octubre de 2018.

[15] http://www.sinpermiso.info/textos/el-mito-del-fundamentalismo-del-mercado-libre

[16] Véase al final de esta entrevista.

[17] S. Zuboff, «Wall Street's Economic Crimes Against Humanity», Bloomberg, 20 de marzo de 2009.

[18] Ibídem.

[19] A. Fernández Liria, «Economía y psico(pato)logía», Mediterráneo Económico, Vol. 23, mayo de 2013.

[20] A. Villareal, «Esto es lo que cuestan las revistas científicas: España se ha pulido 213 millones desde 2012», El Confidencial, 16 de febrero de 2018.

[21] G. Monbiot, «La estafa de las revistas científicas se acerca a su fin», Eldiario.es, 16 de septiembre de 2018.

[22] S.J. Dubner, «Mariana Mazzucato: «¿Es Silicon Valley producto del libre mercado o de la mano activa y visible del Estado?», ctxt, 26 de septiembre de 2018.

[23] F. Aguilera Klink, «No cambiaran nuestro modelo de convivencia», Rebelión, 24 de noviembre de 2015.

[24] Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/282077216_Economia_patriarcal_como_estructura_psiquicaalgunas_implicaciones


¿Civilización sin barbarie?

¿Civilización sin barbarie? Crónica de un eterno retorno: Reflexiones desde la corriente crítica latinoamericana, de Ofelia Agoglia, fue publicado en la sección ENSAYO del número 150 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global

El presente trabajo se enfoca en el análisis de la contradicción estructural conceptualizada como “civilización o barbarie”,
visibilizada en el marco de las etapas por las que transcurre la historia ambiental Argentina, según los modelos productivos dominantes.
Posteriormente, el debate se centra en las posibles respuestas que emergen de la corriente ambiental crítica latinoamericana, focalizando
en la reinstauración de modelos de corte neoliberal, de base conservadora, institucionalizados como propuestas civilizatorias.

 

Puede ser muy injusto exterminar salvajes, sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos que están en posesión de terreno privilegiado; pero gracias a esta injusticia, la América, en lugar de permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta, la más inteligente, la más bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra [...] Así, pues, la población del mundo sujeta a revoluciones que reconocen leyes inmutables: las razas fuertes exterminan las débiles, los pueblos civilizados suplantan la posesión de la tierra a los salvajes.

Domingo F. Sarmiento, 1909.1

Reflexionar sobre la barbarie y sobre cómo evitar su avance, eje central sobre el que discurre este trabajo, resulta un desafío por demás interesante si se consideran los alcances que la categoría barbarie adopta en el contexto latinoamericano. La aplicación de la contradicción estructural conceptualizada en términos dicotómicos como civilización o barbarie, particularmente en Sudamérica y Argentina, no puede analizarse desvinculada de su carga histórico-valorativa configurada bajo una matriz sustentada en la explotación social y el despojo ambiental.

Los procesos de mayor concentración de la riqueza, estructurada sobre la apropiación desigual de los recursos naturales, desde la historia oficial, se visibilizan como los principios fundantes de las nuevas repúblicas del sur. La corriente civilizatoria decimonónica, en apariencia ideológicamente liberal, se propone arrasar con todo vestigio de “barbarie”, remanente del proceso colonizador, estigmatizando bajo esta condición a los sectores sistemáticamente despojados de sus condiciones materiales de reproducción social y ambiental (pueblos originarios, gauchos y criollos iletrados). Como así también, a todas aquellas vertientes políticas y corrientes ideológicas que, desde el periodo independentista en adelante, hayan propuesto un tipo de organización social, política y económica, sostenido sobre un modelo de distribución más equitativo, que trastocara los intereses de la burguesía nacional concentrada en torno a la extracción primaria.

Los procesos más interesantes que se han desarrollado en Latinoamérica paradójicamente emergen desde la barbarie

Bajo este esquema de dominación tradicional, constituido sobre la riqueza concentrada de materias primas, los procesos más interesantes que se han desarrollado en Latinoamérica, que se visualizan como de transición hacia relaciones de mayor justicia social y ambiental, paradójicamente, emergen desde la barbarie.

La singularidad de este proceso constituye el hilo conductor sobre el cual transcurre el análisis propuesto. Para ello, en primera instancia se presenta un recorrido que describe, a grandes rasgos, las etapas por las que transcurre la historia ambiental 2 en la mayor parte de los países sudamericanos y específicamente en Argentina, estructurado sobre la relación que se establece entre sociedad/naturaleza, según los modelos productivos dominantes. De forma particular, se hace hincapié en las propuestas que, a lo largo de este proceso, pueden considerarse huellas de los inciertos pasos que abren camino hacia alternativas de transición socio-ecológica en clave histórica.

Posteriormente, el debate se centra en las posibles respuestas que emergen de la corriente ambiental crítica latinoamericana, considerando el papel que le cabe a este movimiento al interpelar propuestas políticas que irrumpen desde la barbarie y, como tales, se erigen sobre una matriz social de carácter igualitario. Focalizando en las contradicciones y retrocesos que implica la reinstauración de modelos de corte neoliberal, aunque de base conservadora, institucionalizados como propuestas civilizatorias.

 

Configuraciones de la historia ambiental sudamericana: rasgos principales

Se ha dicho, y dicho muy bien,

que el estudio de lo pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir;

porque desengañémonos, la base de nuestras operaciones siempre es la misma,

aunque las circunstancias alguna vez la desfiguren.

Manuel Belgrano, 1814..3

El presente texto se organiza en torno a las grandes etapas que se identifican como constitutivas de la historia ambiental sudamericana. Para ello, se toman como referencia los trabajos de Alimonda;4 Brailovsky y Foguelman;5 Brailovsky;6 Chumbita;7 Galasso;8 Galeano;9 Hernández Arregui;10 Leff;11 Pigna;12 Quijano;13 y Ramos14, entre otros, a partir de los cuales se propone un abordaje que entrecruza los aspectos ecosociales con los procesos históricos y su análisis político.

El elemento unificador sobre el que se estructuran los límites entre una etapa y otra, está dado, por la relación que se establece, entre los modelos productivos dominantes y las políticas públicas, sobre el uso, explotación y distribución de los recursos naturales, que resultan de esos modelos. El análisis se complementa, tomando en cuenta las interrelaciones, entre el contexto social local y las determinaciones del contexto internacional, que enmarcan cada proceso.

 

La gran ruptura ambiental. El dominio por despojo (fines del s. XV - principios del s. XIX)

Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos, que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas.

Mariano Moreno, 1802.15

Esta etapa se centra en dos grandes momentos, el primero se refiere al sistema de organización socio-espacial característico de las culturas precolombinas, entre las que destaca el modelo incaico, tanto por su escala geográfica como por la influencia ejercida sobre gran parte de los pueblos del sur andino.

La organización del imperio inca, tal como sostienen Brailovsky y Foguelman, «constituye un espectacular ejemplo de eficiencia en el manejo de la tierra y el respeto al equilibrio ecológico de la región»16, estructurado sobre un modelo socio-productivo de agricultura en terrazas, armónico con la fragilidad del ambiente natural, desarrollado según complejos y delicados mecanismos tecnológicos y sociales.

Según las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega17, rescatadas por Brailovsky18, Galeano19 y Pigna20, el sustento se basa prioritariamente, en el cultivo de la papa y el maíz, aunque se cultivan más de cien especies, y el desarrollo de tecnologías apropiadas para el secado de carne y el congelamiento de la papa. Las actividades pecuarias se organizan en torno a la domesticación de camélidos como animales de carga y la esquila de alpacas para la elaboración de textiles. Se practica el descanso de la tierra y su fertilización a través de excrementos humanos y guano de aves. Cada familia cuenta con una parcela para satisfacer sus necesidades alimenticias, más un excedente requerido desde la organización central, que se acopia para el mantenimiento del imperio, la manutención de viudas, huérfanos y ancianos, y para superar condiciones climáticas extremas. La seguridad social se organiza y planifica sobre un riguroso sistema decimal posicional que permite conocer con precisión la composición poblacional y, una red de caminos que se extiende comunicando todo el territorio de influencia del imperio. La estructura socio-productiva se erige sobre la figura del Inca y una compleja red de administración que regula el trabajo y la educación, el reparto colectivo de la tierra y, en particular, sobre la ausencia de moneda. Según, el Inca Garcilaso:

Todos universalmente sembraban lo que había menester para sustentar sus casa, y así no tenían necesidad de vender los abastecimientos, ni sabían que cosa era carestía. De manera que lo necesario para la vida humana, de comer y de vestir lo tenían, que nadie podía llamarse pobre ni pedir limosna. Todos sabían tejer y hacer sus ropas, todos sabían labrar la tierra, todos se hacían sus casas, y las mujeres eran las que sabían de todo.21

El segundo momento se desarrolla a partir de la invasión ibérica, cuyos alcances y efectos sobre el centro y sur del continente, suponen una ruptura ambiental de tal envergadura que puede catalogarse de ecocidio22. El dominio por despojo social y ambiental se organiza sobre un sistema extractivo que sienta las bases de la explotación colonial y las relaciones de dependencia económica, política y cultural, que se generan a partir de su instauración. Según sostiene Alimonda:

La conquista de América por parte de los europeos fue probablemente la experiencia más violenta y radical de la historia. Se constituyó allí una ruptura que da origen a la particular heterogeneidad y ambigüedad de las sociedades americanas y de sus imaginarios sociales, pero también a la flora, la fauna y los paisajes con que conviven.23

A nivel ecológico la ruptura se materializa en diversas dimensiones, entre ellas, la extracción intensiva de metales preciosos supone el mayor impacto (se calcula que sólo del cerro Potosí se extraen dieciséis millones de kilogramos de plata). La estructura productiva colonial tiene por finalidad principal satisfacer las necesidades de circulante de las potencias ibéricas en el momento en que su poderío se encuentra en clara declinación. Al respecto señala Brailovsky:

De una amplia gama de posibilidades de extracción de excedentes (fruto de una oferta natural extremadamente rica y ampliamente diversificada) se adopta una solución muy restringida, la especialización en la producción de una sola mercancía, la mercancía dinero. La posesión de territorio suple el desarrollo industrial de la península, según observa Quevedo: “el metálico nace en las Indias honrado/ donde el mundo le acompaña/ viene a morir en España/ y es en Génova enterrado.24

Así como Potosí se transforma en el centro de la vida colonial, Buenos Aires lo hace como el principal puerto del virreinato. De allí la impronta que adquiere la denominación del enorme río por el que salen los recursos naturales hacia la metrópoli, como “de la Plata” y su fuerte significación sobre el desarrollo de un modelo mercantil sostenido en la exportación de materias primas, según las demandas externas de regiones biosféricas.25

En sentido contrario, tal como argumentan Galeano26 y Ramos27, la otra cara de la ruptura socioambiental se produce como resultado de la sobre explotación social, pero fundamentalmente de la desidia y la ignorancia de quienes en nombre de la civilización llevaron a cabo el proceso de colonización.

Se calcula que en 150 años la población nativa se redujo en un 95%, la red de riego y el sistema de cultivo por terrazas fueron abandonadas, dando como resultado la inutilización de los frágiles suelos andinos, por desertificación o por erosión, resultado de la aplicación de una tecnología inapropiada, como la utilización del arado.

A tres siglos de economía de rapiña de recursos, le siguió la agricultura de grandes haciendas para el mercado

Luego de tres siglos de economía de rapiña, estructurada sobre la apropiación intensiva de recursos minerales, vino la devastación del sistema de seguridad social y la sustitución de un sistema de producción agraria de subsistencia por uno de explotación en grandes haciendas destinado al mercado. La magnitud de la ruptura socioambiental es de tal envergadura, que: por primera vez en la historia de la región, «el nuevo mundo conoce, la paradoja de una agricultura que provoca hambre en vez de saciarla».[28]

 

Los años de lucha independentista. Propuestas desde la barbarie (albores del Siglo XIX)

Las guerras por la independencia de las colonias españolas se desarrollan en las primeras décadas del s.XIX. Más allá de lo triunfos, avatares, traiciones y decepciones que recorren este periodo, a los fines aquí consignados, resulta interesante destacar algunas de las alternativas políticas que emergen desde el interior mismo de la revolución. Y que, entre sus propuestas, contempla un plan integral para el uso, manejo y distribución de los ecosistemas naturales, que resulta complementaria con la necesidad de construcción de una identidad latinoamericana.

En este sentido, es desde el sector independentista que logra materializar su objetivo (posteriormente bastardeado por los connacionales que se benefician del mantenimiento del mercado colonial) del que emergen formas de organización social, que resultan interesantes a la hora de imaginar opciones hacia una transición socio-ecológica.

La vastedad del movimiento independentista implica realizar un recorte desde donde poder visibilizar los ejes principales que conforman su ideario en la región sur del continente. No sólo por su relevancia histórica, sino por la singularidad de su concepción ideológica, muy avanzada para la época. Ejemplo de ello, lo constituyen las propuestas de organización política desarrolladas por Manuel Belgrano29 y José Artigas.30

Según los trabajos de Brailovsky y Foguelman;31 Galeano32 y Pigna33, más allá de sus aportes como uno de los ideólogos fundamentales de la Revolución de Mayo y su papel al frente del ejército del Norte, Manuel Belgrano puede considerarse un visionario en materia de alternativas ecosociales. Siendo secretario del consulado de comercio de Buenos Aires en los años previos a la revolución, impulsa un programa que integra actividades agrarias, mercantiles e industriales. Para fomentar la agricultura recomienda la rotación de cultivos y la forestación de los campos (en particular en zonas desérticas), la creación de una escuela de agronomía y el reparto de tierras y herramientas entre los estudiantes, en forma de subsidio. Complementariamente propone un sistema de extensión agraria, sostenido a través de un adelantado plan de educación ambiental a cargo de la iglesia, institución que impartía la enseñanza y que debía instruir sobre métodos de labranza para el cultivo de trigo (con fines alimenticios), y de cáñamo y lino para la producción textil. En cuanto al desarrollo mercantil, propicia la creación de una flota mercante para contrarrestar los abusos del comercio internacional y la formación de una curtiembre, promoviendo el cuidado de forestales destinados a la extracción de tanino. Incentiva la creación de instituciones de enseñanza técnica y las innovaciones tecnológicas. Sobre ordenamiento territorial plantea, entre otros, un sistema de manejo de aguas corrientes con el objeto de evitar epidemias, mejoras en el sistema de comunicación interna, la creación de una escuela de arquitectura y agrimensura y el desarrollo de un plan estadístico. De forma integral, Belgrano promueve los derechos de la mujer, la educación gratuita, la integración de los pueblos originarios y la distribución de la riqueza, en un contexto desfavorable a esta posición, tal como lo manifiesta en la memoria consular de 1809:

Si es cierto como lo aseguran todos los economistas, que la repartición de las riquezas hace la riqueza real y verdadera de un Estado, elevándolo al mayor grado de felicidad, mal podrá haberla en nuestras provincias, cuando existiendo el contrabando y con infernal monopolio se reducirán las riquezas a unas cuantas manos que arrancan el jugo de la Patria y la reducen a la miseria.34

Complementariamente, adelantándose un siglo a las ideas de las revoluciones sociales de principios del siglo XX, José Artigas, desde la proclama de la Convención de los Pueblos Libres[35] de 1815, propone un plan de reforma agraria con equidad social sostenido en los siguientes puntos: distribución de tierras, democracia e igualitarismo, protección a la industria local y americanismo. Según observa Galeano:

El código agrario de 1815 –tierra libre, hombres libres– fue las más avanzada y gloriosa constitución dictada por esos tiempos. Surgida como una respuesta revolucionaria a la necesidad nacional de recuperación económica y justicia social, decreta la expropiación y reparto de las tierras pertenecientes a europeos y americanos (emigrados a causa de la revolución) y el decomiso a latifundistas, bajo el principio “los más infelices serán los más privilegiados.36

Desde su perspectiva, todo hombre es igual ante la ley, siendo los indios y los desposeídos los que tienen mayor derecho. En el mismo sentido, el reglamento contiene disposiciones específicas para radicar a los pobres sobre los campos y convertir en paisanos a los gauchos errantes, evitando la acumulación de la tierra en pocas manos.

Tal como describe Chumbita37, «el movimiento artiguista surge del levantamiento insurreccional, conjugando las ideas liberales igualitarias con las costumbres de las pampas y la rebeldía de los gauchos». Su programa reclama la independencia absoluta de España para fundar el poder político en los derechos de los hombres y los pueblos, al tiempo que establece la educación pública universal y obligatoria, conforme los principios del contrato social de Rousseau.

No obstante, los esfuerzos de Belgrano, Artigas y tanto otros, en particular Mariano Moreno, Juan José Castelli, Juana Azurduy38 o el propio San Martín y, más allá de que, «a carga de lanza y machete, los desposeídos de las guerrillas montoneras39 asumen las luchas post independentistas con el mismo ímpetu»40, los resultados no son los esperados. La idea de unidad americanista se disuelve al fragor de las nuevas naciones dominadas por burguesías terratenientes, comerciantes y especuladores, al servicio del industrialismo británico, aunque barnizadas de liberalismo francés. La emergencia de estos grupos económicos, se consolida sin desarrollar ningún aporte al impulso de la industria local, sino como parte de un engranaje internacional, que si bien, por un lado, apoya la independencia de las colonias de España, por otro, promueve el endeudamiento y la dependencia del mercado británico, con el apoyo explícito de latifundistas locales beneficiados históricamente de un modelo de intercambio desigual.41

El modelo exportador repercute en la destrucción e las economías regionales y las artesanías locales

El despojo colonial sostenido en la extracción de minerales es reemplazado por un modelo exportador, que repercute en la destrucción de las economías regionales y las artesanías locales, dedicados al abastecimiento del mercado interno. De este modo, la traición sostenida por la oligarquía local y la cadena externa de dependencia, se imponen sobre los cimientos de una reforma agraria y un modelo de organización igualitario y americanista, que emerge pensado desde la barbarie, pero que nunca llega a ser.

 

La inserción en la división internacional del trabajo. Un modelo de apropiación concentrado (mitad del S. XIX a mitad del S. XX)

 El comercio y el común interés de los individuos han creado lazos entre Europa y América que ningún gobierno puede ahora disolver. Y mientras esos lazos existan, Europa tendrá el derecho y ciertamente no carecerá de los medios ni de la voluntad de intervenir en la política de América, por lo menos en la medida necesaria para la seguridad de los intereses europe

John Ponsonby42

Finalizadas las cruentas contiendas fratricidas entre dos modelos que se disputan el control de la nueva nación, inmortalizada por Sarmiento bajo la contradicción «civilización y barbarie»43 el proyecto civilizador se institucionaliza, por sobre los restos del sistema de organización proteccionista con sustento popular, llevado a cabo por los caudillos federales. Superada “la herejía bárbara”, la oligarquía se reencuentra con su cometido histórico, los representantes del ideario civilizador sostienen:

…contentémonos con la humilde idea de enviar a aquellos bazares europeos nuestros productos y materias primas, para que nos los devuelvan transformados…materias primas es lo que Europa pide, para cambiarlas en ricos artefactos.44

 Por su parte, los cambios ecológicos45 acontecidos en los suelos pampeanos, fruto de una combinación de elementos de origen antrópico y natural, favorecen el desarrollo del cultivo de granos y el inicio del modelo de apropiación concentrada de la tierra.

De la combinación de estos elementos, emerge una particular organización sociopolítica, de concentración por distribución, a través del reparto de tierras fiscales entre particulares de clase alta cercanos al poder político. A mediados del siglo XIX, doscientas noventa familias son dueñas de nueve millones de hectáreas.46 El modelo de apropiación privada promovido desde el poder político determina el modo de uso y explotación, así como la injusta distribución de la renta que se obtiene de la explotación de la naturaleza.

Bajo un esquema de demanda sostenida de materias primas y alimentos por parte del industrialismo europeo, Sudamérica ingresa en la división internacional del trabajo, según la disposición geográfica de recursos naturales de cada país. En el caso argentino, como productora de cereales, carnes y lanas, según las ventajas comparativas que otorga la fertilidad del ecosistema pampeano. De este modo el esquema de intercambio comercial ratifica el camino trazado por Europa con relación al destino de América Latina.

El crecimiento de la industria exportadora de bienes primarios condiciona el modelo de producción, en detrimento del intercambio comercial con países limítrofes autosuficientes. Situación que favorece un particular proceso de industrialización sin revolución industrial, impulsado por empresas extranjeras, alejado del modelo clásico de crecimiento paulatino de las fuerzas productivas, que se establece a partir de la sustitución de una actividad por otra.47

La inserción en el mercado global supone un tipo de organización social adaptada a la clase dominante

El capital externo aprovecha las ventajas de invertir en un sector débilmente desarrollado, con relación a la demanda sostenida de alimentos y materias primas, generada por las nuevas relaciones de producción y la emergencia del proletariado industrial. La actividad agroindustrial no sólo produce importantes modificaciones en los ecosistemas pampeanos, sino también en la distribución, el transporte y comercialización de recursos naturales, las relaciones laborales y la adopción de tecnologías, pero, sobre todo, en el uso y ordenamiento del territorio.48

La inserción en el mercado global supone un tipo de organización social adaptada a las condiciones de la clase dominante, para lo cual, la centralización del poder en manos de un Estado fuerte que trabaja a su servicio, constituye la herramienta principal para la imposición de un modelo, cuyo requisito fundamental es despojar del territorio todo vestigio de barbarie remanente del periodo anterior.49 Tal como expresa Sarmiento en El Facundo: «no trate de economizar sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país».50

Hacia el interior de la etapa descrita, se destaca un acontecimiento que visibiliza los alcances del proceso de concentración por apropiación y la intrincada relación de dependencia interno-externa que se necesita para llevarlo a cabo: la guerra contra el Paraguay. Desarrollada por la triple alianza conformada por Brasil-Argentina-Uruguay, constituye el capítulo más infame del devenir histórico del sur de América, cuyos efectos sobre la población y la cultura material paraguaya, pueden calificarse de genocidio.

Hasta la invasión, Paraguay es la única nación que ha resistido la intromisión del capital extranjero, a partir de una organización socioeconómica autónoma y sostenida. A diferencia del resto de los países del sur del continente, es el Estado (con el apoyo de las masas campesinas) quien ocupa el lugar de una burguesía nacional inexistente y el que define, el uso y destino de sus recursos.51 El modelo se estructura sobre una economía autárquica, sin dependencia del comercio exterior, favorecida por dos elementos esenciales, por un lado, su posición geográfica mediterránea, por otro, la supresión de la oligarquía terrateniente.

Según Galeano, Ramos y Chumbita, en 1865, Paraguay cuenta con una línea de telégrafos y una línea de ferrocarril, produce materiales de construcción, textiles diversificados, papel, loza y pólvora, al mismo tiempo que desarrolla de forma exponencial la industria siderúrgica.52 Dispone de un astillero y una flota mercante, desde donde maneja sus exportaciones con una balanza comercial positiva. Cuenta con una moneda fuerte y capital suficiente para invertir en su proceso productivo sin necesidad de endeudamiento externo, al tiempo que maneja los movimientos migratorios para el desarrollo endógeno (se contratan técnicos ingleses, y se envía a algunos jóvenes a capacitarse al extranjero). Casi la totalidad del territorio tiene carácter público, el Estado cede a los campesinos la explotación de parcelas a cambio de cultivarlas, sin derecho a venta. El control del manejo de los recursos naturales se complementa con la construcción de caminos, puentes, obras de riego y represas, así como el estricto mantenimiento de las dos cosechas anuales, rescatada de la tradición jesuita. El sistema proteccionista se estructura sobre el impulso a la industria nacional, el mercado interno y la protección aduanera de los ríos navegables.

El mercado británico, dependiente del circuito comercial periférico, manifiesta su preocupación por la influencia de la experiencia paraguaya sobre los países vecinos, «resultándole inaceptable, no intervenir de forma directa en el proceso productivo de una nación que construye su destino, sin dependencia de la banca externa y al margen del flujo del libre comercio».53 De la preocupación, pasa a la acción, y ejecuta todos los mecanismos de los que dispone desde su hegemonía global, para promover la guerra a partir de un acuerdo tripartito entre Uruguay, Argentina y Brasil. Este acuerdo, cuenta con el beneplácito de las clases dominantes de los tres países, azuzadas desde la prensa, que brega por la defensa del libre comercio, estigmatizando la figura de Solano López54 (práctica que a lo largo de los años se vuelve cotidiana, cada vez que el statu quo se siente amenazado).

La guerra dura más de lo calculado, el «oprobioso tirano resiste la invasión por cinco años, con el apoyo literal de toda la población, inclusive los niños».55  Al final de la guerra sólo sobreviven 250.000 paraguayos, como resultado de una contienda que se erige para redimir al pueblo paraguayo y termina con su exterminio. Es el triunfo de la civilización y el progreso, que deja en bancarrota a los países invasores y en absoluta devastación al territorio y la población paraguaya.

Al igual que hizo el colonialismo a principios del siglo XIX sobre la Haití autodeterminada56, la historia se repite y recrudece sobre el modelo autonómico paraguayo, del mismo modo que ocurrirá en diferentes momentos de la historia latinoamericana, cada vez que una nación proponga un tipo de organización, que ponga en riesgo el mantenimiento de las relaciones de dependencia económica institucionalizadas a partir de la división internacional del trabajo.

 

El bien-estar en manos del Estado, propuestas desde la barbarie (mediados del siglo XX)

Sentimos la íntima proximidad de lo que estaba perdido en las brumas del tiempo

o disperso en un catálogo de anécdotas inconexas y falseadas.

Se vuelven vivas y reales las hazañas de Tupac Amaru,

las esperanzas de tantos alzamientos de indios, negros, mulatos y zaparrastrosos

que oligarquías crueles y rapaces ahogaron en sangre.

 John William Cooke, 1977.57

 

Las primeras décadas del siglo XX transcurren entre los avatares de una sucesión de crisis económicas y sociales, que evidencian la desigualdad estructural provocada por el modelo agroexportador decimonónico, ensalzado por la elite dominante como el hecho fundante de una república pujante, que mientras ve crecer los índices de su producto bruto al fragor de la exportación de alimentos, provoca una brecha insalvable con las mayorías excluidas, que no alcanza a cubrir sus necesidades mínimas, entre ellas las alimentarias.

A mediados de los años cuarenta, el peronismo irrumpe en el imaginario y la estructura social argentina, constituyéndose en el hecho político de mayor relevancia de la historia nacional de los últimos setenta años. El análisis de las implicancias estructurales de un movimiento, considerado desde diversas concepciones ideológicas como el «hecho maldito del país burgués»58, traspasa largamente los fines de este trabajo. Por esta razón, el eje se centra en las principales propuestas políticas y conquistas sociales de este periodo, y sus implicancias directas o indirectas sobre la cuestión ambiental, considerando que, tal como sostiene Commoner:

Si queremos sobrevivir y conservar nuestra herencia natural y nuestra propia humanidad, debemos descubrir, al fin, la manera de resolver por medios sociales los males sociales que amenazan ambas cosas.59

Gran parte de las medidas adoptadas en este periodo, trastocan los intereses de la oligarquía nacional (cuyas prácticas se han venido explicitando a lo largo de este trabajo), poniendo por primera vez, desde la emergencia fundacional de la nación argentina moderna, a los herederos de la barbarie en el centro de la escena política.

Desde sus inicios el peronismo se manifiesta como una confluencia de sectores unidos por la necesidad de reconfigurar el modelo productivo desde un carácter nacional, para frenar la influencia del capital extranjero propiciado por el sector agroexportador. Su propuesta política, sostenida por una fuerte presencia del Estado, implica una ruptura con las relaciones de dependencia desigual respecto al comercio británico.

Ruptura que se materializa a través de la implementación de medidas orientadas a una efectiva recuperación del control económico, tales como, la nacionalización del Banco Central, el control del tipo de cambio, las tasas de interés y la circulación monetaria, la nacionalización de los depósitos de la banca privada y el control del crédito. Así como al manejo integral del sector productivo, para lo cual se crea el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) y un régimen estatal de reaseguros, destinado al manejo estatal del comercio exterior, la nacionalización de los ferrocarriles y las empresas de transporte y comunicaciones, el impulso a la flota mercante, la recuperación de la soberanía de los puertos y la creación de una aerolínea nacional. Paralelamente, se cancela la deuda externa con la Baring Brothers, contraída en 1824 y se opta por no ingresar al sistema del Fondo Monetario Internacional.60

Entre 1946 y 1949, en Argentina se produce un despegue generalizado de todas sus fuerzas productivas, estructurado sobre la sustitución de importaciones y el apoyo estatal a la industria nacional, desde una organización particular caracterizada por su fuerte impronta social. A diferencia del capitalismo tradicional, el Estado ocupa el lugar del sector privado, en un sistema mixto con preponderancia de empresas estatales, cuyo sistema de acumulación se produce por transferencia de ingresos del sector agroexportador al industrial.61 Dando como resultado un capitalismo con grados de socialización, que cuenta con el apoyo mayoritario de los trabajadores.

En este esquema, el Estado se hace cargo de la tarea que la burguesía local no asume en siglo XIX. Además del control de los servicios básicos ya señalado, toma el control de amplios sectores de la industria, como la siderúrgica, farmacéutica, metalúrgica, química, automotriz, aeronáutica, fabricaciones militares y astilleros.

Con el peronismo, el Estado toma el control de lo servicios básicos y de amplios sectores de la industria

Mientras desde el sector estatal se producen tractores, aviones, embarcaciones, vagones ferroviarios y automóviles, se promueve la pequeña y mediana empresa, conformada en cooperativas o con capitales privados de origen nacional, a partir de un sistema de créditos blandos, otorgados desde la banca nacional.

Las medidas adoptadas a nivel social conllevan a que grandes sectores excluidos accedan por primera vez a derechos como: tribunales de trabajo, sindicatos por ramas, vacaciones pagas, indemnización por despido y accidentes, salario mínimo, convenios colectivos de trabajo, turismo social y pago de aguinaldo. Se crea el Ministerio de Trabajo y se institucionaliza el estatuto del peón rural.62

Un elemento a destacar es la preponderancia de la política sobre la economía, puesta de manifiesto en dos aspectos centrales, por un lado en la programación en planes quinquenales en temas estratégicos como trabajo, salud, desarrollo científico-tecnológico, educación, servicios y comunicaciones, como herramienta central para atender las demandas de un país cuya vastedad territorial (octavo en superficie a nivel global) no se condice con una poblacional escasa y desproporcionalmente concentrada. Situación que requiere necesariamente, de políticas públicas de cobertura nacional. Por otro, en el control estatal de la renta agraria diferencial, recurso del que históricamente se habían valido las burguesías terratenientes para imponer sus intereses por sobre el resto de los sectores. Esta ventaja comparativa, asociada al menor costo de producción local con relación al costo del mercado mundial, como resultado de la calidad del suelo y las condiciones climáticas que favorecen la producción agropecuaria, contribuye al enriquecimiento de una «oligarquía parasitaria que derrocha ganancias y explota a los trabajadores con una mínima inversión tecnológica».63

El peronismo toma la renta diferencial como política de Estado, impone retenciones a la renta de la exportación agropecuaria, que luego es transferida por el Banco Central al sector industrial, lo cual se combina con políticas aduaneras proteccionistas (que impiden la competencia de manufacturas extranjeras). A ello se suma el congelamiento del alquiler de la tierra por parte de los terratenientes, medida que beneficia a los pequeños productores.64

En cuanto a las decisiones orientadas al uso y distribución de los recursos, se nacionalizan los servicios energéticos, tanto el gas como las usinas eléctricas, que hasta el momento pertenecían a empresas extranjeras, lo que significa un cambio profundo en las relaciones sociales y en la democratización de la distribución energética.

La política ambiental adquiere carácter de hecho con la decisión política de reordenar el territorio respecto a la explotación agropecuaria. Complementariamente, se realiza un mapa ecológico del país, que establece las regiones productivas y las zonas de reserva, lo cual implica un reconocimiento de las posibilidades reales de cada lugar, procurando evitar o frenar la sobreexplotación.65

Por primera vez en el país se promueve que enormes contingentes de población proveniente de sectores desfavorecidos, disfruten y conozcan sus maravillas naturales, desde una perspectiva que pone de manifiesto la interrelación que se asume desde el gobierno, entre ambiente y territorio, cultura y estado, como elementos constitutivos de la nueva nación, conformada sobre una concepción de naturaleza propia, que genera riqueza, pero también identidad. Esta dualidad conceptual que otorga a lo natural, valor material y espiritual, convierte a la naturaleza en un símbolo que, al mismo tiempo, «aúna, otorga referencia del lugar donde se vive (que es diferente a otras latitudes), ubica y completa a los sujetos». La conjunción entre lo natural y lo nacional, permite una alternativa real de apropiación, «poner en circulación esta representación en el discurso, posibilita un registro simbólico fuerte y una marcada identificación».66

Si bien el proceso de industrialización y la expansión de los sectores urbanos tienen implicancias ecológicas visiblemente negativas, y el uso de los recursos naturales se somete a los procesos económicos y al interés social, según el modelo de crecimiento de primera mitad del siglo XX, «al menos se vislumbra una perspectiva de utilización racional y moderada, con referencia a posturas abiertamente enfrentadas al cuidado del ambiente».67 En este sentido, resulta interesante rescatar algunas de las medidas institucionalizadas en la Constitución de 1949, en la que se reconoce a los ciudadanos y a la naturaleza como sujetos portadores de derechos, en particular en el capítulo V, que versa sobre la función social de la propiedad, el capital y la actividad económica:

La propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, está sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común. Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo e intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento, en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva. El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino. La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social.

Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedades imprescriptibles e inalienables de la nación, con la correspondiente participación en su producto. Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaren en poder de particulares serán transferidos al Estado (Artículos 38 al 40).

Medidas que, como tantas otras propuestas emanadas desde la barbarie (considerada desde la carga simbólica de este trabajo), serán deslegitimadas desde la historia oficial, aunque permanezcan grabadas en la memoria colectiva de aquel “aluvión zoológico”68, del que emerge el primer peronismo. Ya que, a pesar de la ferocidad del golpe de Estado de 1955 y sus cruentas estrategias para erradicar la identidad peronista de una vez y para siempre, hay un elemento que la oligarquía no tuvo en cuenta, y es lo que Lacan denomina «el fantasma del goce neurótico del otro», representado en este caso, por el odio que despierta el goce del “negro peronista”, que no se olvida nunca de que con el peronismo fue feliz.69

 

Instauración del capitalismo financiero. El terror y el shock económico como estrategias de dominio (fines del S.XX - principios del S.XXI)

Esta etapa, caracterizada como modernización periférica, tiene rasgos similares en diversas regiones de Latinoamérica. La oleada revolucionaria de los setenta, conformada por movimientos sociales de liberación nacional que adoptan diferentes formas según el contexto local (impulsados por la cristalización de la revolución cubana), va a ser cruentamente acallada, a través de un plan sistemático de terrorismo de Estado, perpetrado por cúpulas militares instigadas desde el poder civil, instaurado en la mayoría de los países del sur del continente.

En particular en Argentina, los tres golpes de Estado que, con sus matices, se suceden desde 1955, tienen por objeto concluir con el plan original de arrancar de la memoria los rastros simbólicos de aquella barbarie, que a lo largo de la historia propuso alternativas materiales al poder concentrado de la oligarquía terrateniente. No obstante, los derechos adquiridos en la década del cuarenta calan hondo en la conciencia popular y, a pesar de dieciocho años de proscripción, el peronismo gana las elecciones de 1973.

Queda claro entonces que, para reestablecer el control, va a ser necesario recurrir a la vieja táctica de la fuerza y el horror, aludiendo a los principios morales de la república y la seguridad jurídica, que una y otra vez, se constituyen en argumento de la clase dominante para conservar sus privilegios, no importa si para ello se requiere bombardear la Plaza de Mayo70, condenar a la pobreza a grandes sectores de la población, profundizar la desigualdad o exterminar una generación. Argumentos que quedan de manifiesto en algunos discursos de la Sociedad Rural Argentina, previos al último y más certero de los golpes de Estado, acontecido en marzo de 1976:

Como argentinos y hombres de campo, nos causa enorme preocupación e inquietud la situación por la que atraviesa nuestra Patria. Queremos que de una vez por todas se encuentre el camino apropiado para la recuperación de la República. Estamos viviendo una crisis que tiene profundas raíces morales [...] Es indispensable que todos los sectores del país hagan un gran esfuerzo para superarla y para ello es fundamental asegurar el orden en todos los aspectos, para que renazca la confianza y tenga sentido el trabajo creador.71

Deberemos apelar a todas nuestras reservas, porque ya nadie deja de percibir que lo que está aquí en juego no es un triunfo electoral o el predominio de un grupo sobre otro, sino toda una manera de concebir la vida, que determinará el mundo sombrío o brillante en el que deberán crecer nuestros hijos: el del colectivismo o el de la libertad.72

La complejidad de este periodo requiere necesariamente realizar un recorte estructurado sobre las políticas ambientales establecidas en tres momentos diferentes; el primero asociado a los gobiernos democráticos de principios de los setenta; el segundo centrado en los procesos dictatoriales; y el tercero, a la instauración del neoliberalismo en la década del noventa, considerando las principales implicancias sociales y económicas de una de las etapas más cruentas por la que atraviesa Latinoamérica en el siglo XX.

En materia ambiental, tal como lo reconoce la CEPAL73, a principios de la década del setenta, el ambiente se reconoce como tema de agenda gubernamental latinoamericana, en consonancia con el contexto internacional. En Argentina, en 1973 se crea la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, bajo la órbita del Ministerio de Economía. Desde allí se elabora el Plan Nacional de Medio Ambiente (decreto 4858/73), en el que destaca el Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo74, pronunciado por Perón desde el exilio en 1972.

El clima intelectual del debate latinoamericano centro-periferia, conlleva a considerar la política ambiental como parte del poder de decisión del Estado sobre el territorio. El foco se centra en el cuestionamiento a la división internacional del trabajo, establecida entre potencias industrializadas y economías proveedoras de materias primas, y en particular, en torno «al control sobre las fuentes de energía y los bienes primarios estratégicos».75 Se pone de manifiesto la conexión entre los problemas ambientales y la dependencia económica de los entonces denominados países del tercer mundo, de modo que el poder y la dominación de unas naciones sobre otras, resulta del establecimiento de un patrón de relaciones ambientales.76

Bajo la misma lógica, se reclama en términos de soberanía política la necesidad de que cada país pueda definir su modo de organización social y sus esquemas ambientales. Hablar de ambiente implica reivindicar el derecho a la definición del uso de los recursos naturales y a regular las relaciones de fuerza que implica su control, uso y distribución77 dentro del país, y en su relación con otros países.78

En el plano nacional, instaurada la dictadura cívico militar en marzo de 1976, la matriz del Estado autoritario se centra en un ejercicio sistemático, intenso y criminal para detectar y castigar toda forma de activación popular.79 La disolución de los lazos de solidaridad y el desmembramiento forzoso de cualquier tipo de acción comunitaria, en materia política, social y económica, de la cual la política ambiental no queda exenta. Se inicia un proceso de fragmentación administrativa a partir de la diseminación de las áreas de incumbencia de la Secretaría de Estado de Recursos Naturales y Medio Ambiente, hacia otras instancias del aparato administrativo.80

Poco a poco la concepción política del ambiente se va desdibujando en un tinte sanitarista, se crea la Subsecretaría de Recursos Naturales Renovables y Ecología dependiente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, para finalmente concentrarse en el Ministerio de Salud Pública, con la misión de «entender en las acciones sanitarias relacionadas con la preservación y mejoramiento del ambiente».  Esta mirada borra la concepción de ambiente como recurso estratégico, o como resultado de relaciones de poder y “mucho menos como derecho de un pueblo a su control y definición.81 Se rompe con la perspectiva anterior, en tanto se invisibiliza y neutraliza todo tipo de acción política, simplificando el problema ambiental a un tema de daño, consecuencia de la intervención humana.

En términos socioeconómicos, la dictadura inicia el camino de mayor desigualdad por la que atraviesa la sociedad argentina82, que termina desembocando en la crisis estructural de 2001. El modelo económico impuesto, repite viejas recetas de libre comercio, abandonando la estrategia de autarquía económica, para lo cual se recurre al congelamiento de salarios, liberación de precios, devaluación de la moneda, disminución del control impositivo, desregulación económica y apertura de las importaciones,  sostenido sobre una marcada política de desindustrialización que favorece la actividad financiera, a partir de la suba de las tasas de interés y el incremento exponencial del endeudamiento externo. La estrategia se basa en la acumulación rentística, la apertura externa irrestricta, comercial y de capitales83, y el disciplinamiento social.

A partir de estas medidas, se restablece la prevalencia del mercado en la asignación de recursos y se restringe la participación del Estado en la toma de decisiones, que favorece a las elites agropecuarias, los grupos económicos y financieros locales, y los intermediarios de las finanzas y el comercio internacional.84

Hacia fines de la década del setenta, se produce una combinación de elementos que incluye: costos favorables, buenas condiciones climáticas y bajas en la demanda externa de carne, que lleva a que, paulatinamente, el modelo de ganadería extensiva dé lugar a un incremento de la producción agrícola. Se intensifica la producción de girasol y se difunde el cultivo de soja, promocionado por multinacionales proveedoras de paquetes tecnológicos para su desarrollo. Lo cual una vez más, beneficia a los grandes productores, con capacidad para asumir los costos de tecnología, adaptada en tamaño y potencia a grandes extensiones de tierra, culminando en un proceso mayor de concentración, con fuerte incidencia en la reducción de diversidad asociada al monocultivo, que se va a incrementar de forma exponencial en la década del noventa.

En esta década el desarrollo sostenible consolida su presencia en materia de legislación y políticas públicas, en cuanto a la modalidad y las estrategias de intervención sobre lo ambiental en toda Latinoamérica.85 En 1992, en Argentina, se restructura la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, anexando dependencias que entienden sobre recursos estratégicos, procesos de privatización de empresas estatales y financiamiento internacional. Esta definición opera sobre la capitalización86 y objetivación87 de lo ambiental y, por ende, del territorio. El ambiente aparece como función principal del mercado y sus necesidades:

…la posibilidad de comprar y vender naturaleza se considera una condición previa para su explotación sostenible y su conservación a largo plazo e influye en la definición y aplicación de los derechos de propiedad y de poder dispositivo de la naturaleza.88

Así, conceptos como preservación, equilibrio o racionalidad en el uso, que marcaron las decisiones de la política ambiental argentina de los noventa, adquieren importancia según su contribución al funcionamiento del libre mercado. La naturaleza deja de constituir una entidad autónoma, fuente de vida y de discurso, para pasar a cumplir una «posición pasiva, dependiente, delimitable, administrable como recurso natural, requerido para la industria y el comercio».89 El ambiente se diluye en los diferentes elementos que lo componen: agua, tierra, bosques, fauna, minerales, adquiriendo una realidad particionada, externa a la sociedad, cuantificable e inteligible mediante métodos compatibles con su objetivación.90

En cuanto a la concepción jurídica, la constitución argentina de 1994, se distancia de la noción ligada al ambiente como un derecho del Estado, a la determinación del uso y distribución de los recursos naturales, promoviendo un derecho “al ambiente”. Es decir que antes que una facultad para determinar su uso o distribución, el derecho al ambiente supone que su portador puede gozar de él, con la condición previa de que este ambiente debe ser «sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano».91

En los noventa, la importancia de la política ambiental argentina pasa a depender de la contribución al mercado

El papel del Estado se reduce a la generación de políticas que regulen los aspectos que el mercado no puede rectificar, y a promover las medidas correctas para lograr un crecimiento económico que proteja la calidad del ambiente y la integridad del acervo de capital.92 Se promueve la asistencia técnica de organismos internacionales, desde una concepción neutral de la ciencia y la técnica, que contribuye a concebir al ambiente como cuestión “a-tópica”, fuera del espectro político existente.93

Por último se destaca que, con la instauración del neoliberalismo, se privatizan todos los recursos naturales estratégicos: el petróleo, el gas, el carbón, el agua, las empresas generadoras y distribuidoras de electricidad, el transporte público (previo cierre de la red ferroviaria), la aerolínea estatal, los medios de comunicación, los astilleros, el correo, el banco hipotecario, la caja nacional de ahorro y seguro, el sistema estatal de jubilaciones y pensiones; a lo que se suma la descentralización de servicios esenciales como salud y educación a la órbita de las provincias, sin el financiamiento ni la infraestructura necesaria para garantizar su funcionamiento y la confiscación de depósitos bancarios privados.

Transcurridos veinticinco años de devastación económica, exclusión social, cartelización de la política y entrega de los recursos naturales, los nuevos sujetos de la barbarie, aglutinados en movimientos piqueteros, de desocupados, derechos humanos, jubilados, centrales obreras disidentes, con fuerte presencia docente y estatal, emergen de las cenizas, abriendo camino hacia lo que se constituirá en un proceso inclusivo de carácter popular, simbolizado en el sentido de la alteridad de Levinas, en una categoría que sintetiza su identidad bajo la consigna: “la patria es el otro”.

 

Crónicas del eterno retorno. Debates actuales sobre la avanzada neoliberal conservadora.

Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengamos historia, no tengamos doctrina, no tengamos héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como una propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.

Rodolfo Walsh, 1968.

Reflexionar sobre las condiciones sobre las que discurre el presente, resulta mucho más complejo que debatir en clave histórica, más aún, si de lo que se trata es de imaginar salidas alternativas con algún grado de viabilidad, considerando los estrechos márgenes de acción que se vislumbran en un contexto incierto y reciente, articulado sobre estrategias perversas de despojo material y de profunda devastación simbólica.94

En el siglo XXI, la contradicción estructural conceptualizada en términos dicotómicos se reconfigura a partir del “aggiornamento” de un viejo sujeto de estigmatización, enfatizando en la adjetivación que más se adecua a este espacio-tiempo, de lo que resulta que, el viejo fantasma del populismo, aparte de populista deviene corrupto. Bajo esta matriz, el “populismo”, se presenta como el origen de todos los males existentes, y su exterminio, se establece en el principio prescriptivo de la oleada neoliberal reinstaurada en el poder en sur del continente, desde fines de 2015.

En esta coyuntura, y más allá de los aciertos y desaciertos, de los gobiernos progresistas, que conformaron el espectro político en la mayoría de los países del sur del continente, durante la primera década del siglo XXI, analizar el papel que le cabe al movimiento ambiental latinoamericano, a la hora de interpelar los alcances del modelo inclusivo americanista propuesto desde esos procesos, se vuelve prioritario.

El carácter contrafáctico de este debate, genera enormes contradicciones hacia el interior de la corriente crítica que asume como preocupación teórica la cuestión socioambiental, que calan hondo, al momento de proponer alternativas de transición hacia un modelo de justicia social y ecológica.95 En este sentido, el ejercicio de revisión crítica de la producción teórica desarrollada desde esta corriente, sobre el carácter neoextractivista de los progresismos latinoamericanos, resulta cuanto menos paradójico, si se considera que la mayoría de esos procesos, están siendo arrasados por sistemas cuya conformación ideológica y material, se estructura en la explotación por despojo. Y en el breve lapso que llevan en el poder, han profundizado hasta el paroxismo, relaciones de dependencia colonial que, en el pasado reciente, era imposible pensar que pudieran volver a establecerse.

No obstante ello, en tiempos de oscuridad conceptual, quizás de lo que se trata es de reconfigurar los interrogantes, y volver sobre las inquietudes iniciales sobre los que se erigen los principales tópicos del debate neoextractivista (por más obvio que parezca este ejercicio y más allá de toda certeza), focalizando en las contradicciones y retrocesos que implica la institucionalización, por medio de procesos democráticos, de proyectos políticos cuya matriz ideológica expresa lo peor de la conjunción entre, la volatilidad de las “corporaciones financieras” y la violencia del “mesianismo conservador”.96

Lo cual remite, en primer lugar, a poner el eje en el papel del Estado y considerar: ¿Cuál sería la estrategia política concreta para adoptar, para salir del extractivismo, teniendo en cuenta las relaciones históricas de dependencia de nuestro continente? Y en este mismo sentido, ¿sería posible una salida por fuera de la intervención y la organización del Estado, considerando las estrategias y los mecanismos de reproducción con que cuentan los grupos de poder concentrados en Latinoamérica? Por otro lado, si se asumen y se reconocen estos mecanismos de poder ¿la fragilidad del Estado no es la mejor herramienta con que cuentan y han contado los sectores concentrados para mantener sus privilegios?

En segundo lugar, si uno de los ejes principales de este debate, es romper con las relaciones coloniales en términos simbólicos, colocarse por fuera de los procesos objeto de crítica, desde una posición de cierta superioridad neutral, ¿no supone reproducir la estructura de las condiciones coloniales? En este mismo esquema, priorizar la crítica férrea (en algunos casos en términos virulentos y dogmáticos), más allá de la plena consciencia de los efectos devastadores del neoliberalismo financiero, sobre los sectores más desfavorecidos, ¿no supone reproducir estas condiciones desde una situación de privilegio?

En cuanto al tema de la representatividad y las estrategias de participación social, si bien es el tópico que resulta más controversial, considerando el acompañamiento inicial de muchos de los teóricos de la corriente crítica a los procesos progresistas, inclusive en la definición de sus principios estructurales. No obstante ello, en el contexto regresivo actual, vale la pena volver a considerar, ¿según qué parámetros de representatividad resulta válido priorizar el argumento de las continuidades entre extractivismo clásico y neoextractivismo, por sobre los derechos adquiridos de vastísimos sectores de la población en términos inclusivos? y más aún, ¿estos argumentos, resultan suficientes, cuándo de lo que se trata es de que sean las comunidades las que definan sus principios? Más allá de los avances y retrocesos acontecidos en los años del progresismo ¿no son los sectores sociales mayoritarios quienes deben conducir este proceso, según sus tiempos, debilidades y fortalezas? Por otro lado, si los principios originales se consideran válidos, y la fragilidad se presenta al momento de disputar la hegemonía a los sectores del poder concentrado y sus herramientas clásicas de coacción ¿no hubiera sido interesante redoblar la apuesta desde el interior de los procesos?

Por último, con relación a las críticas internas y externas, sobre las estrategias cortoplacistas, la falta de conocimiento sobre los ritmos y los procesos metabólicos y sobre la falta de determinación en la toma de decisiones, resulta necesario repensar, ¿qué mecanismos se deberían implementar?, para que quienes cuentan con las herramientas teóricas y el conocimiento técnico, se involucren en los procesos de toma de decisión y en la definición de los procedimientos para su aplicación, asumiendo los costos que implica poner el cuerpo, en la disputa del sentido común, lo cual remite una vez más, al debate inicial que da origen a este trabajo.

El recorrido trazado, deja al descubierto que, a lo largo de la historia de Latinoamérica, los procesos de explotación social y apropiación ambiental se erigen sobre la interrelación de dominio de los hombres entre sí y de la sociedad sobre la naturaleza, pero fundamentalmente sobre la construcción del sentido común. Las estrategias e instrumentos, de los que se valen las clases dominantes para mantener su condición, se repiten y reproducen en una “crónica de eterno retorno”, dirigida a desarticular las propuestas de carácter emancipatorio, que emergen desde los confines de la barbarie. El poder de los grupos concentrados se sostiene a partir de los mecanismos institucionales y jurídicos, que el propio sistema forja para mantener y reproducir su situación. Sobre este aspecto se observa que, si bien los instrumentos utilizados se reconfiguran acorde con las particularidades del contexto y que, incluso cuando las condiciones se tornan desfavorables, no dudan en recurrir a la violencia y el terror para preservar sus privilegios, la estrategia de estigmatización valorativa se mantiene constante, más allá de las variaciones de sus argumentos.

El orden conservador organiza el sentido común bajo su forma de mirar el mundo, naturalizando la desigualdad como un proceso inevitable.

Tal como se desprende del proceso analítico desarrollado, el orden conservador organiza el sentido común bajo su forma de mirar el mundo, naturalizando la desigualdad como un proceso inevitable. En este esquema, los argumentos van mutando según la adjetivación con la que, en cada momento histórico, se califica al sujeto social identificado con la barbarie, y al cual es necesario combatir y derrotar (material, pero sobre todo, simbólicamente): indios salvajes, gauchos vagos, negros peronistas, jóvenes subversivos, piqueteros desestabilizadores, populismos corruptos.

Cabe entonces preguntarse, de que estrategias valerse para disputar la batalla del universo simbólico, considerando los recursos con que cuentan las oligarquías latinoamericanas para lograr restablecerse por sobre procesos sociales, que en determinados momentos de la historia, logran conformar sistemas de organización política de matriz inclusiva, con fuerte raigambre popular.

En este sentido, es imposible desconocer la significación de los progresismos latinoamericanos del siglo XXI, considerando que, a pesar de haber conseguido logros indiscutibles en materia de justicia e inclusión social, en casos emblemáticos como Argentina y Brasil, no han podido preservar su hegemonía, dejando paso al restablecimiento del neoliberalismo conservador. Ejes sobre los que discurrieron los principales debates desarrollados en el marco del Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, que tuvo lugar en Buenos Aires en noviembre de 2018, y que resulta interesante rescatar.

Entre los logros alcanzados, se destaca el haber sacado más de 70 millones de personas de la pobreza (entre el año 2000 y el 2015), lo cual constituye un dato irrefutable sobre la importancia de estos procesos, sea cual sea el marco ideológico desde el que se analice. En el mismo sentido, se pueden mencionar, la reducción de la desigualdad, el establecimiento de nuevas formas de participación política, un mayor acceso a la salud, la educación y los servicios sociales. La democratización creciente de las relaciones interpersonales y la institucionalización de nuevos derechos, los avances en materia de igualdad de género y derechos humanos, las políticas de integración latinoamericana y de soberanía continental, el desendeudamiento externo, el establecimiento de nuevas formas de gobernabilidad, la estabilidad democrática, el acercamiento de los jóvenes a la política, la revalorización de la cultura como herramienta de transformación, el engrosamiento de los sectores medios, la apuesta al desarrollo científico-tecnológico, el fortalecimiento de la industria nacional y el establecimiento de estrategias económicas de articulación selectiva.97

Con relación a los desafíos, el debate se estructura sobre cuatro ejes que representan los límites con los que se enfrentan y deberán enfrentarse estos procesos, de producirse “una nueva oleada progresista”, constituidos por: aspectos económicos; de estructura institucional; de orden ecológico y; fundamentalmente de carácter ideológico, en torno a la disputa del sentido común.

A nivel económico se destaca la necesidad de generar un plan que consiga sostenerse más allá de la satisfacción de necesidades materiales básicas, que generan estabilidad en un primer momento, pero que una vez satisfechas, requieren de un proceso constante de distribución de la riqueza y de reducción de los índices de desigualdad, como factor excluyente de gobernabilidad. Considerando especialmente la volatilidad de los sectores medios.98

En términos institucionales, se plantea la necesidad de adecuar el sistema de gobernanza a las condiciones actuales de distribución del poder, a partir de establecer una nueva arquitectura institucional, fundamentalmente en el ámbito judicial, cuya estructura de funcionamiento es la más perimida, no sólo para regular sobre las nuevas estructuras de poder, sino también para legitimar la incorporación de nuevos actores sociales.99

En materia ambiental, se advierte que el nuevo proceso económico que se vaya a desarrollar, debe estar  necesariamente estructurado en función de los límites ecológicos. En un proceso que, de materializarse una segunda etapa de procesos progresistas, se avizora inevitablemente como un socialismo ecológico.100

Con relación a la necesidad de revolucionar el sentido común (considerado como el conjunto de criterios morales, procedimientos lógicos y actitudes, que se ejecutan sin reflexionar acerca de ellas), cuyo accionar se materializa en el «lenguaje, en el conjunto de indignaciones y tolerancias morales que constituyen los algoritmos de la vida cotidiana, así como en la forma de actuar y ser en el mundo».101 En esta línea, la transformación del sentido común acorde con las características de los progresismos latinoamericanos, se plantea como el eje fundamental del nuevo programa ideológico. Para lo cual, habrá que valerse de todas las herramientas posibles, en un proceso sistemático y planificado, que involucre aspectos: culturales, artísticos, comunicacionales, educativos, morales e institucionales, de modo tal, que el viejo orden no pueda aprovecharse de momentos de debilidad para volver a restablecerse.

El desafío consiste entonces en repensar las estrategias para revolucionar el sentido común, de forma tal de articular las condiciones materiales y subjetivas, recuperando y revalorizando lo mejor de los procesos sociales de la historia latinoamericana, en los cuales se encuentran claves interesantes, para la conformación de estrategias de transición hacia relaciones de mayor justicia social y ecológica.

 

Ofelia Agoglia, es investigadora en el nodo Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto Interdisciplinario de Ciencias Básicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina) e integrante del grupo de trabajo de Ecología Política de CLACSO.

Acceso al texto completo en formato pdf: ¿Civilización sin barbarie? Crónica de un eterno retorno: Reflexiones desde la corriente crítica latinoamericana.

NOTAS:

1 Domingo Sarmiento, Obras Completas, Tomo II, Ed. Luz del día, Buenos Aires, 1909, p. 241.

2 Según las bases sobre las que Héctor Alimonda (Anotaciones sobre historia ambiental, ecología política y agroecología en una perspectiva latinoamericana, en IV Congreso Brasileño de Agroecología, Porto Alegre, Brasil, 2003, p.32), considera como historia ambiental, con relación a los patrimonios colectivos: «esas herencias tienen un componente material, constituido por la huella ecológica de la humanidad en general, y de cada comunidad en particular, sobre el entorno físico-natural, a partir de una dinámica de destrucción y reconstrucción, y por el conjunto de elementos e instalaciones edificados por los humanos para satisfacer sus diversas necesidades. Todo ello representa procesos de satisfacción de necesidades que, son a su vez el origen de nuevas carencias y necesidades. Pero existen también los componentes inmateriales de esas herencias, cuya vigencia, legitimidad y significación no son unívocas, y que son objeto de luchas a veces tan enconadas como las de los componentes materiales. Nos referimos a todas las dimensiones culturales, simbólicas y de valores que conforman ese patrimonio inmaterial».

3 Manuel Belgrano, Autobiografía, Buenos Aires, 1814.

4 Héctor Alimonda, Las tormentas de la materia. aporte para una Ecología Política latinoamericana, CLACSO, Buenos A, 2006, p. 96.

5 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, Memoria Verde. Historia ecológica de la Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2001.

6 Antonio Elio Brailovsky, Historia ecológica de Iberoamérica. De los mayas al Quijote, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2005. Véase también del mismo autor: Historia ecológica de Iberoamérica II. De la Independencia a la Globalización, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2006.

7 Hugo Chumbita, Historia Crítica de las Corrientes Ideológicas Argentinas. Revolucionarios, Nacionalistas y Liberales 186-1988. Editorial Fundación Ross, Buenos Aires, 2013.

8 Norberto Galasso, Peronismo y Liberación Nacional, 1945-1955, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2003; Véase también del mismo autor: Sarmiento. ¿Civilizado o Bárbaro?, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2003, y; La década infame, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo. Buenos Aires, 2005; Artigas y las masas populares en la Revolución, Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2006.

9 Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Catálogos, Buenos Aires, 2007.

10 Juan José Hernández Arregui, La Formación de la Conciencia Nacional, Ed. Plus Ultra. Buenos Aires, 1960.

11 Enrique Leff, «La ecología política en América Latina. Un campo en construcción», en Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana, CLACSO, Buenos Aires, 2006; Véase también del mismo autor: Aventuras de la Epistemología Ambiental: de la articulación de ciencias al diálogo de saberes, Siglo XXI, México, 2007.

12 Felipe Pigna, Libertadores de América, Grupo Editorial Planeta, Buenos Aires, 2010. Véase también del mismo autor: Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes, incorrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930, Planeta, Buenos Aires, 2012, y; Manuel Belgrano. El hombre del bicentenario, Planeta, Buenos Aires, 2016.

13 Aníbal Quijano, «Colonialidad de poder y clasificación social», Cuestiones y Horizontes de la Dependencia Histórico Estructural a la Colonialidad/Descolonialidad del Poder, CLACSO, Bueno Aires, 2014

14 Jorge Ramos, Historia de la Nación Latinoamericana, Editorial Continente, Buenos Aires, 1968. Véase también del mismo autor: Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, Senado de la Nación, Buenos Aires, 2006.

15 Mariano Moreno, Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios, Buenos Aires, 1802.

16 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, op.cit., p. 25.

17 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales, Espasa Calpa, Buenos Aires, 1970.

18 Antonio Elio Brailovsky, op.cit., 2005.

19 Eduardo Galeano, op.cit.

20 Felipe Pigna, op.cit., 2010.

21 Inca Garcilaso, op.cit., p.35.

22 Como observa Alimonda (op, cit., 2003, p. 33): este proceso, “implicó el sacrificio gratuito de universos simbólicos y de tecnologías adaptadas a diferentes ecosistemas del continente, basadas en siglos de paciente observación de los procesos naturales. Gran parte de estos procesos se desarrollaron espontáneamente, con independencia de la voluntad y de las intenciones del poder imperial, sin embargo, formaron parte de un gigantesco dispositivo de reordenamiento social y ambiental de los territorios en función del establecimiento de lo que ha sido denominado «economía de rapiña».

23 Héctor Alimonda, op. cit., 2006; La Naturlaeza Colonizada. Ecología Política y Minería en américa Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2011; «Notas sobre la ecología política latinoamericana: arraigo, herencias, diálogo», Ecología Política, núm. 51, Icaria, Barcelona, 2016.

24 Antonio Elio Brailovsky, op.cit., 2006, p. 41.

25 Las culturas biosféricas se han desarrollado de forma incipiente con los primeros Estados centralizados, y de manera más plena a partir del siglo XVI, con la explotación imperialista del resto del mundo por parte de Europa. Estas, acopian los recursos de su propio territorio y también de ecosistemas lejanos; pueden desarrollar pautas de “usar y tirar” con respecto a los recursos naturales, convencidas de que, una vez exprimida una zona, se podrá comenzar a “desarrollar” la siguiente (Jorge Riechmann, Ética ecológica. Propuestas para una reorientación, Icaria, Barcelona, 2004, pp. 1-2).

26 Eduardo Galeano, op.cit.

27 Jorge Ramos, op.cit., 1968; op.cit., 2006.

[28] Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, op.cit., p. 33.

29 Manuel Belgrano (1770-1820), abogado, economista, político, diplomático y militar de destacada actuación en la historia argentina de las dos primeras décadas del siglo xix. Uno de los principales ideólogos que impulsaron la Revolución de Mayo y uno de los principales artífices de la independencia argentina, sigue despertando, a casi dos siglos de su muerte, la admiración de los que lo conocen y el desprecio de quienes siguen viendo en él a un denunciante de las injusticias, las inequidades y el atraso nacional, provocados por los que él llamaba “partidarios de sí mismos” (Felipe Pigna, op.cit., 2016, p.1).

30 José Gervasio Artigas (1764-1850) estadista y militar uruguayo, participó de la guerra de independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata, destacado defensor del federalismo, recibió el título de protector de los pueblos libres.

31 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, op.cit.

32 Eduardo Galeano, op.cit.

33 Felipe Pigna, op.cit., 2010; op.cit., 2016.

34 Manuel Belgrano, op.cit., p. 35.

35 Artigas es quien organiza el Congreso de los Pueblos Libres, que tiene lugar en junio de 1815 en la Villa del Arroyo de la China (Entre Ríos, Argentina), para tratar la organización política de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero, el papel de las comunidades indígenas en la economía de la confederación y la política agraria (Hugo Chumbita, op.cit.).

36 Eduardo Galeano, op.cit., p.154.

37 Hugo Chumbita, op.cit., p.43.

38 Moreno y Castelli, representan el ala más radical de la Primera Junta, conformada en mayo de 1810. Sus ideas están fuertemente influenciadas por la Revolución Francesa, pero también imbuidas del carácter americanista del sueño de la Patria Grande, van a ser literalmente acalladas, en el caso de Castelli a quien le cortan la lengua, y en el caso de Moreno, a través de una muerte dudosa en altamar. En el mismo sentido, Juana Azurduy, considerada la más grande heroína de la independencia argentina, organizó y luchó en el escuadrón de “los leales”, bastión fundamental en la liberación del Alto Perú y el ejército del Norte, va a ser objeto del abandono deliberado y de la pobreza que le impone la oligarquía patricia que se hace con el gobierno, después de la independencia.

39 Ramos, hace referencia a las tropas gauchas federales, en la contienda contra los unitarios a mediados del S. XIX.

40 Jorge Ramos, Jorge Ramos, op.cit., 2006, p.60.

41 Hugo Chumbita, op.cit.; Jorge Ramos, op.cit., 2006.

42 Oscar Muiño, Buenos Aires la colonia de nadie, Eudeba, Buenos Aires, 2015, p.45.

43 Sarmiento, D. (1845). Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentina. Al proponer el diálogo entre civilización y barbarie como el conflicto primordial en la cultura latinoamericana, se da forma a una polémica que comienza en el periodo colonial y que continúa hasta el presente (Ramos, op.cit., 2006).

44 Eduardo Galeano, op.cit., p.42.

45 Se trata de un desequilibrio ecológico de envergadura, tal como observa Darwin en 1825: “de una hierba gruesa pasamos a una alfombra verde de pasto fino”, los suelos originales eran ricos en materia orgánica pero pobres en nitrógeno, la introducción del ganado significó suplir esta falta, a lo que se suman los incendios producidos por los indígenas y como política de manejo agrario, todo lo cual, resulta en la fertilidad de los suelos pampeanos (Brailovsky y Foguelman, op.cit., p.105).

46 Antonio Elio Brailovsky, op. cit., 2006

47 Jorge Ramos, op.cit., 2006.

48 Juan José Hernández Arregui, op.cit.

49 Norberto Galasso, op.cit., 2006; Jorge Ramos, op.cit., 1968.

50 Eduardo Galeano, op.cit., p. 243.

51 Eduardo Galeno, op.cit.; Jorge Ramos, op.cit.,1968

52 Ibídem; Hugo Chumbita, op.cit.

53 Jorge Ramos, op.cit., 1968, p. 45.

54 Francisco Solano López (1826-1870) fue el segundo presidente constitucional de Paraguay entre 1862 y 1870. Se desempeñó como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y jefe supremo de la nación paraguaya durante la guerra de la triple Alianza.

55 Eduardo Galeano, op.cit., p. 250.

56 En 1791 estalló la revolución esclava, la guerra fue larga, el país quedó paralizado, “en 1803 casi toda la colonia, antiguamente floreciente, era un gran cementerio de cenizas y escombros. El país nació en ruinas y no se recuperó jamás” (Eduardo Galeano, op.cit., p. 92).

57 John W. Cooke, «Apuntes sobre el Che», en Revista compromiso, núm. 3, Buenos Aires, 1977, p. 7.

58 William Cooke en Norberto Galasso, op.cit., 2003.

59 Barry Commoner, El círculo que se cierra, Plaza y Janés, Barcelona, 1971, p. 245.

60 Norberto Galasso, op.cit., 2003; Jorge Ramos, op.cit., 2006.

61 Norberto Galasso, op.cit., 2003.

62 Juan José Hernández Arregui, op.cit.

63 Norberto Galasso, op.cit., 2003, p. 9.

64 Jorge Ramos, op.cit., 2006.

65 Durante este periodo se observa un intenso programa de protección de áreas naturales y de otras en peligro de extinción. Se dicta la Ley de defensa de la riqueza forestal (ley Nº 13273/48), que prohíbe la devastación de bosques y tierras forestales y obliga a la reforestación. Se establecen seis nuevos parques nacionales, tres reservas nacionales y un monumento natural (Ximena Carreras Doallo, «Discurso y política forestal en el peronismo histórico. Entre la protección al ambiente y el productivismo, 1946-1955», Estudios Rurales, vol. 6, núm. 11, CEAR-UNQ, Buenos Aires, 2016, pp. 22-23).

66 Ibídem

67 Ibídem

68 Concepto peyorativo con el que se simboliza a los obreros que produjeron el histórico “17 de octubre” de 1945, y que fue utilizado para descalificar a los simpatizantes del peronismo desde una marcada posición de clase.

69 Daniel Santoro, Peronismo y Goce: Un Diálogo con Daniel Santoro Sobre Lacan y Evita, Pájaro Rojo, Buenos Aires, 2014.

70 El bombardeo a la Plaza de Mayo, ocurrido el 16 de junio de 1955, constituye uno de los acontecimientos más terribles cometidos contra la población civil, por parte de la Fuerza Aérea y la Marina argentina, instigados desde el poder civil, con el apoyo de la iglesia. El objetivo era el asesinato de Perón, en un intento de golpe de Estado fallido, que culminó con 364 muertos, además de casi 800 heridos.

71 Diario La Nación, 28 de julio de 1975.

72 Diario La Nación. 13 de diciembre de 1975.

73 CEPAL, Políticas públicas para el desarrollo sustentable: la gestión integrada de cuencas, 1994 disponible en: http://www.eclac.org/publicaciones/xml/9/19759/lcr1399s.

74 Vale la pena profundizar en las ideas centrales de este mensaje, en el que se proponen algunas de las medidas que se considera urgente tomar ante la crisis ambiental, y sobre la posición a adoptar desde los países periféricos, con relación a la soberanía de sus recursos.

75 Horacio Machado Aráoz, «El auge de la Minería transnacional en América Latina. De la ecología política del neoliberalismo a la anatomía política del colonialismo», en: La Naturaleza colonizada. Ecología política y minería en América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2011, pp. 152.

76 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit.

77 En sintonía con la aprobación de la resolución de Naciones Unidas acerca de la soberanía permanente sobre los recursos naturales, en que se establece: “el reconocimiento del derecho inalienable de todo Estado a disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales en conformidad con sus intereses nacionales, y respeto a la independencia económica de los Estados” (Resolución1803 de Naciones Unidas, 1962).

78 Myriam del Valle Díaz, La política ambiental argentina: entre 1973-1999. EUSJ, San Juan, Argentina, 2009.

79 María Alejandra Ciuffolini, En el llano todo quema: movimientos y luchas urbanas y campesinas en la Córdoba de hoy, EDUCC, Córdoba, 2009.

80 Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman, 2001

81 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit., p. 107.

82 De haber alcanzado el mínimo histórico de desempleo en 1974, la cifra se incremente del 2,7% al 17,3% en 1996, para llegar al récord histórico de 21,5% en 2001. Lo mismo ocurre con el índice de Gini que pasa del 0,35 al 0,40 en la dictadura, hasta alcanzar el 0,55 en 2002. En cuanto al nivel de deuda externa pública en relación al PIB, en 1974 estaba en 10%, en 2002 se ubicar en el 160% (CEPAL, Estudio económico sobre América Latina, 2015).

83 Estas políticas se van a complementar con la Ley de entidades financieras de 1977 y la Ley de inversiones extranjeras, que permiten respectivamente, restituir a las entidades financieras la facultad de captar depósitos por cuenta propia y fijar las tasas de interés activas y pasivas, así como la liberalización de la entrada de capitales externos en el país, restringiendo al mínimo las áreas prohibidas para este tipo de inversiones, asegurando un trato igualitario a las inversiones extranjeras y las nacionales (Mario Rappaport, «La herencia de la dictadura militar», Diario Página 12, 25 de marzo de 2011, Buenos Aires, 2011).

84 Ibídem

85 Werner Raza, «Desarrollo capitalista, neoliberalismo y ambiente en América Latina: Una breve sinopsis», Ecología Política, núm. 20, 2000, pp. 153-165.

86 Por capitalización se entiende la representación del medio biofísico (naturaleza y economías no industrializadas), así como de las esferas domésticas (naturaleza humana) como reserva de capital, susceptible de ser comercializada en el mercado (O’Connor en Inca Garcilaso De la Vega, op. cit., 2013).

87 El proceso de objetivación se refiere a que el ambiente, toma la forma de un reservorio o depósito de materias primas, de activos naturales para la producción de mercancías (Escobar, 1998; Raza, 2000).

88 Werner Raza, op.cit., p.161.

89 Omar Ramírez, «El espejo invertido de la realidad: del discurso del desarrollo a la apología de la gestión ambiental», Avá Revista de Antropología, núm.10, 2007, p. 75.

90 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit.

91 Congreso de la Nación. Constitución de la República Argentina de 1994. Buenos Aires, 1994, artículo 41.

92 Inca Garcilaso de la Vega, op.cit.

93 Héctor Leis, La Modernidad insustentable, Nordan, Montevideo, 2001, p. 108.

94 Ofelia Agoglia, Contribuciones de la teoría social crítica al análisis de la problemática ambiental y sus posibles alternativas de resolución en clave latinoamericana, Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, CLACSO, Buenos Aires, 2018.

95 Ofelia Agoglia, op.cit.

96 Ibídem

97 Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, CLACSO, Buenos Aires, 2018.

98 Ibidem.

99 Cristina Fernández, Capitalismo, neoliberalismo y crisis de la democracia, en Primer Foro M de Pensamiento Crítico, 2018

100 Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, 2018.

101 Álvaro García Linera, El futuro de la izquierda y de la dignidad humana, en Primer Foro mundial de Pensamiento Crítico, 2018.


Lectura Recomendada: Contra la doctrina del shock digital

Contra la doctrina del shock digital

Adrián Almazán y Jorge Riechmann (eds.)

Centro de Documentación Crítica, Ciempozuelos (Madrid), 2020, 156 págs.

Explicaba Joseph Tainter en The Collapse of Complex Societies (1988) que un factor decisivo que lleva históricamente a las civilizaciones a entrar en procesos de colapso y que, al mismo tiempo, constituye una señal de que se ha entrado en ellos, es el declive de los rendimientos marginales de la complejidad. Es sabido que una característica inherente al proceso civilizatorio desde sus albores es la estrategia de resolver problemas mediante incrementos de la complejidad. Cuando se dispone de un flujo extra de energía (fuego, animales de tiro, agricultura... carbón, petróleo, gas natural, uranio...) la tendencia es a aplicarlo a dichos problemas incrementando la complejidad social, y por tanto también su ritmo metabólico. Así, si una sociedad recolectora-cazadora experimentaba una época de sequía, simplemente migraba a otro lugar con mejores condiciones. Pero si una sociedad sedentaria y agrícola experimenta esa misma situación se embarcará en transformaciones de alto coste energético, como la creación de canales de irrigación. Esto suele conllevar la aparición de nuevos problemas que hay que resolver a su vez incrementando más la complejidad y, por tanto, generando nuevos problemas: es la denominada trampa de la complejidad.

Esto puede prolongarse a lo largo de los siglos hasta que se alcanza un punto en que las ventajas que obtiene la sociedad por cada aumento de complejidad comienzan a decaer: cada vez cuesta más esfuerzo lograr alguna mejora, estas son cada vez menores, y llega el momento en que el simple mantenimiento de la complejidad existente comienza a exigir más y más energía (el efecto Reina Roja, en honor al personaje de Lewis Carroll). En última instancia la sociedad comienza a perder complejidad y entra en lo que Tainter denomina colapso (esto es: una reducción brusca y profunda del nivel de complejidad).

La apuesta por la quinta generación de telefonía móvil es un moderno ejemplo de este proceso y un claro aviso de la llegada de nuestra civilización industrial a dicho punto de inflexión. Si nos remontamos al inicio de la telefonía deberemos reconocer que supuso un salto de enorme trascendencia en las capacidades sociales de comunicación a distancia, con un coste relativamente bajo en instalación de líneas de par trenzado y en construcción de centralitas y terminales, relativamente sencillos de fabricar con la tecnología del momento: la curva de rendimientos de la complejización en esta área tecnológica comenzaba con una pendiente elevada. La puesta en marcha de la primera generación de telefonía celular (analógica, en 1979) fue otro salto notable en las capacidades de telecomunicación, al independizarlas de un punto fijo de conexión. Las inversiones comenzaban a complicarse, pues ya no servían los millones de km de cables de la telefonía fija y se necesitaba instalar antenas allí donde quisiera ofrecerse cobertura.

La siguiente generación, la 2G, supuso otro paso relevante de la mano de la digitalización, aunque realmente el gran avance de liberarse del punto fijo de conexión se había producido ya en la fase anterior. La 3G aportó después la primera conectividad a Internet, y comenzaron a introducirse los smartphones. A cada salto, el coste en terminales, nuevas antenas, sustitución de las antiguas y consumo energético, debido sobre todo a la ampliación de la cobertura y al incremento del tráfico de datos, fue aumentando de manera considerable. La 4G apenas supuso, desde el punto de vista de la funcionalidad, más que una ampliación en el ancho de banda (más velocidad). Y en ese punto estábamos cuando la industria decidió dar un nuevo salto e inventó la 5G cuyos costes anunciados resultan descomunales no sólo en instalaciones nuevas (incluidos miles de satélites) sino también en consumo energético (varias veces el de la 4G). Y toda esta nueva complejidad, ¿para solucionar qué problema social, exactamente? Entre las funciones nuevas que se han anunciado se incluyen la llamada “internet de las cosas” (conexión domótica de electrodomésticos, por ejemplo), la conducción de vehículos autónomos, la descarga casi instantánea de películas, la comunicación más rápida entre robots en las fábricas o la posibilidad de realizar operaciones quirúrgicas a distancia. A nada que se sopesen costes contra beneficios parece claro que hemos llegado a unos escasos rendimientos sociales comparados con el salto de complejidad/energía/recursos que se nos propone (o más bien se nos impone, puesto que los planes de despliegue están ya en marcha, con un nulo debate público).

En este contexto es en el que se publica un pequeño pero bien armado arsenal defensivo contra la 5G en forma de libro. Sus coordinadores (y autores de buena parte de los textos) son Adrián Almazán y Jorge Riechmann, representantes de dos generaciones de filósofos implicados en la lucha ecologista más consciente, y que se están destacando en estos últimos tiempos por una crítica radical al despliegue de la tecnología 5G en nuestro país, con contundentes textos como los incluidos en esta recopilación bajo el título Contra la doctrina del shock digital.

Los numerosos argumentos con que los autores atacan la irracionalidad e inconveniencia del despliegue antidemocrático de la quinta generación de telefonía móvil abarcan tanto cuestiones sociopolíticas (ampliación del control y vigilancia de la población) como de salud (principio de precaución ante la posible nocividad reconocida por la propia OMS de las radiaciones electromagnéticas, que ahora serían ampliadas) o de coste de oportunidad en un contexto de declive energético y material, una cuestión esta que aún no resulta suficientemente conocida para los movimientos en defensa de la privacidad o de la salud, y por tanto especialmente pertinente en una obra de este tipo, con vocación de abarcar todo el espectro del activismo social.

Los cinco artículos y un manifiesto que conforman esta obra fueron publicados previamente en medios como Ctxt.es, ElDiario.es, Ecologista y la revista 15/15\15. Su reunión en forma de libro no podría ser más oportuna, a las puertas de una irrigación masiva con fondos europeos de todo tipo de entelequias más o menos disparatadas y peligrosas, pero todas ellas marcadas por los valores sagrados para la cultura hegemónica: innovación, tecnología y modernización, recargados ahora por el poder mágico de la descarbonización (mágico puesto que no se sostiene en los hechos empíricos que lo digital esté exento de emisiones de CO2, más bien todo lo contrario). A los autores españoles, con Almazán y Riechmman a la cabeza, se une en el primero de los textos, el que introduce el concepto de doctrina del shock digital, el colectivo francés Écran total.

Si estábamos inmersos ya en el más descomunal experimento jamás realizado con seres humanos (en realidad nadie sabe cómo afectarán a largo plazo las masivas e ubicuas radiaciones de microondas a nuestra especie ni a otras), a este hecho no reconocido se unirá ahora una multiplicación de las capacidades de control y vigilancia ya existentes sobre las poblaciones y un derroche inmoral de recursos energéticos y materiales (nunca revelados oficialmente) para multiplicar las infraestructuras necesarias para una 5G que apenas una minoría elitista deseaba. Hay quien afirma que la 5G es a nuestra civilización como la construcción de moais fue a la antigua civilización de Rapa Nui, un delirio megalomaníaco, una huida hacia adelante que sólo sirvió para acelerar la caída en el colapso más atroz.

Personalmente echo de menos en esta obra una exploración más profunda de la relación con la doctrina del shock descrita por Naomi Klein en su conocida obra de 2007. El título del libro sugiere una conexión muy interesante, aunque quizás hubiese sido más adecuado titularlo «Contra la doctrina digital del shock», puesto que lo que es digital es más bien la aplicación de la doctrina y no el propio shock, que en este caso se trata de la pandemia de COVID19. Las pistas más importantes acerca de esta aplicación digital de la doctrina general descrita por la autora canadiense las encontraremos en el primero de los textos que conforman el libro, donde se nos advierte de que «el centro» de dicha doctrina consiste en «la intensificación de la digitalización de la vida cotidiana y económica» (p. 15). El golpe de Pinochet o la desintegración de la URSS fueron algunos de los shocks históricos aprovechados por el neoliberalismo para imponer por la vía rápida los dogmas de los Chicago boys, como nos reveló Naomi Klein. Ahora el libro de Riechmann y Almazán nos explica cómo el impacto no previsto de una pandemia está siendo usado para imponer, sin el más mínimo debate público, una digitalización forzosa en una sociedad que, si hay algo que no necesita en estos momentos, son procesos que la conviertan en menos resiliente aun de lo que es, porque como enuncia el título de uno de los apartados del libro «el crecimiento de la tecnología únicamente puede ser fuente de colapsos ecológicos y sanitarios» (p. 20).

La COVID19 «ha sido la oportunidad perfecta para reforzar nuestra dependencia de las herramientas informáticas y desarrollar muchos proyectos económicos y políticos previamente existentes», y no precisamente proyectos emancipadores o ecológicos, cabría aclarar. La escasa contestación social ante este shock se debe, en buena medida, a que aún no somos mayoritariamente conscientes del proceso de colapso ecosocial. «La pandemia actual debería incitarnos a transformar radicalmente» nuestras sociedades insostenibles, advierten los autores, y sin embargo la gestión público-privada de la misma está haciéndonos profundizar aun más en su insostenibilidad. O, en palabras de Riechmann: «La digitalización acelera el capitalismo, y con ello contribuye a hacer más probable el colapso ecosocial» (p. 77). Es por ello que la aplicación indiscutida de esta doctrina digital no es simplemente la enésima treta capitalista para crear nuevos nichos de negocio a costa de recursos públicos y tampoco es una solución ingenieril más a la busca de un problema. Debido al crítico momento histórico en el que se produce, el despliegue de la 5G constituye un paso más hacia nuestra autodestrucción.

Manuel Casal Lodeiro

Instituto Resiliencia

 


Entrevista a José Manuel Naredo sobre economía, lucro y poder

José Manuel Naredo habla en esta entrevista publicada en la sección A FONDO del número 151 de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global de cómo el enfoque económico ordinario considera el proceso económico como un proceso “productivo” de supuestos “bienes y servicios” que debe de crecer incesantemente, dejando un “medio ambiente” físico, pero también político, social, e incluso financiero, inestudiado; por tanto, sin advertir si ese crecimiento se asocia o no a algo social y ecológicamente deseable.

Frente a ello, Naredo propone en su nuevo libro Taxonomía del lucro (2019) visibilizar, clasificar y jerarquizar todas las fuentes de lucro que el enfoque económico ordinario engloba y da indiscriminadamente por buenas en términos de producción, cuando más bien de lo que se trata es de actividades de adquisición de riqueza, en cuyos mecanismos el poder constituye un ingrediente clave.

Desde la primera edición de La economía en evolución (1987), una de las obras de historia del pensamiento económico más reconocidas en nuestro país, José Manuel Naredo lleva sacándole los colores a la ideología económica dominante por su incapacidad para interpretar la importancia de las relaciones de poder en la economía, así como su dependencia ecológica invisibilizada por el velo monetario que recubre la noción de sistema económico.

En este sentido, mientas el enfoque económico ordinario sigue promoviendo la idea de que la riqueza procede principalmente de la producción, Naredo ha venido subrayando en sus múltiples publicaciones cómo se ha transitado de una «economía de la producción» a una «economía de la adquisición». De ahí que ahora, en su último libro proponga realizar una Taxonomía del lucro[1] que en definitiva permita distinguir las diferentes formas de lucro “realmente existentes”, que incluya por tanto aquellas formas de lucro que pudieran considerarse punibles (como las muchas prácticas corruptas escenificadas en la economía española y que recoge exhaustivamente el libro), además de las socialmente admitidas.

José Bellver (JB): Llevas tiempo apuntando, por lo menos desde tu libro de La economía en evolución, cuya cuarta edición actualizada vio la luz en 2015, que la idea usual de sistema económico limita la visión de lo económico al ámbito de lo monetario, recubriéndolo además de un halo benéfico con la “metáfora de la producción” e ignorando aspectos que interaccionan con, o forman parte de, la realidad económica pero no tienen reflejo en el enfoque económico dominante. Entendiendo que te refieres con ello a la realidad ecosistémica, al ámbito de la reproducción social y la influencia del poder, ¿a qué se debe esta “anacronía académica”, con la que está cayendo?

José Manuel Naredo (JMN): En efecto, al considerar el proceso económico como un proceso “productivo” de supuestos “bienes y servicios” reflejados en el famoso PIB, se recubre como dices de un halo positivo todo el lucro que recoge ese agregado monetario y se ve con buenos ojos que crezca sin analizar lo que incluye y lo que excluye. Hablo así de la metáfora absoluta de la producción, recordando que se entiende por tal una metáfora que permite transferir ideología y juicios de valor sobre temas socialmente relevantes sin contar con apoyo racional ni empírico alguno. Con lo que su función expresiva no puede, así, racionalizarse, ni el concepto sustituirse, ocupando en este caso un lugar esencial como soporte de la ideología económica dominante. Pero si nos damos cuenta de que el llamado PIB agrega los “valores añadidos” de operaciones variopintas que meramente consiguen revender con beneficio, se desinfla ese halo positivo que proyecta sobre el lucro así obtenido la metáfora de la producción. Por ejemplo, el aeropuerto sin aviones de Castellón habrá sumado en el PIB, al igual que los sobrecostes de hasta el 60% que se han facturado en las obras de algunos tramos del recubrimiento de la M-30 en Madrid. Además, el proceso de mercantilización y la creación de nuevas necesidades conlleva automáticamente aumentos del PIB, sin que necesariamente originen ganancias de utilidad. Por ejemplo, antes el grueso de la gente iba a pie al trabajo, mientras que ahora la mayoría tiene que comprar medios o servicios de transporte para llegar al trabajo, cuya fabricación y mantenimiento origina aumentos del PIB y, todavía más, si caen a diario en embotellamientos o tienen accidentes y gastan más en carburante, reparaciones, etc., sin que esa mayor “producción” y “consumo” de servicios se refleje en un mayor disfrute de la vida.

Así el PIB, al atribuir una realidad monetaria domesticada a esa producción metafórica que se presupone que debe crecer para colmar de “bienes y servicios” a la población, hace que se salude con entusiasmo su crecimiento asociado al proceso de mercantilización en curso, sin advertir si ese crecimiento se asocia o no a algo social y ecológicamente deseable, dejando así un medio ambiente inestudiado.

JB: ¿En qué consiste ese medio ambiente inestudiado?

JMN: El reduccionismo monetario del enfoque económico dominante deja, por una parte, un medio ambiente físico inestudiado, que se ha naturalizado con el nombre de “medio ambiente”, como si fuera algo neutro y objetivo, cuando en realidad es un mero fruto de la cortedad de miras del enfoque económico ordinario, desde el que se habla para referirse a él de “externalidades”. Cuando ese medio ambiente de la economía estándar no existe para las ciencias de la naturaleza ya que forma parte de su objeto de estudio habitual. Por ejemplo, para la hidrología no hay medio ambiente que valga: estudia el ciclo hidrológico en su conjunto, desde la fase atmosférica, la precipitación, la infiltración, la escorrentía, hasta que el agua llega al sumidero último de los mares y la evaporación la va devolviendo a la fase atmosférica, para que reinicie el ciclo ganando calidad y cota. Así, al entronizar la palabra medio ambiente como algo objetivo y encomendar a entidades —agencias internacionales, ministerios…— que se ocupen de cuidarlo cuando carecen de competencias para hacerlo, induce a marear permanentemente la perdiz a base de gestos ceremoniales y campañas de imagen verde orientadas a contentar a la población.

Y se produce también un medio ambiente político y social inestudiado, pues el enfoque económico ordinario hace abstracción de la influencia del poder en la toma de decisiones económicas y limita el análisis social al vinculado a esa otra categoría domesticada que es el trabajo. Para visibilizar y analizar estos entornos inestudiados por el enfoque económico ordinario hay que superar su reduccionismo monetario y recurrir a enfoque políticos, antropológicos y sociales más amplios, que aborden el comportamiento humano y las relaciones de dominación, no solo en forma de relaciones de clase, sino también y sobre todo de clientelismo político y económico que cultivan esas organizaciones jerárquicas que son los partidos políticos y las empresas, brindando apoyo a los actuales poderes oligárquicos… o de las relaciones patriarcales que acostumbra a albergar la familia tradicional, relaciones de dominación que se entrecruzan y recorren todo el cuerpo social e inciden sobre la formación y distribución del lucro, la salud o la calidad de vida en nuestras sociedades.

Pero, además, paradójicamente, el enfoque económico ordinario, anclado y arropado por la metáfora de la producción, genera también un medio ambiente financiero inestudiado. Es el que se ve espoleado por el proceso de financiarización en curso, que ha alimentado el lucro asociado a los procesos de creación de dinero papel, bancario y financiero y de las plusvalías que genera el comercio de bienes patrimoniales (sobre todo bursátiles e inmobiliarias) al margen del PIB. Este lucro se ha venido emancipando y creciendo a tasas muy superiores a las del PIB y desacoplándose del mismo, como analizo en el libro Taxonomía del lucro. Así, el enfoque económico ordinario sigue tomando el PIB como fuente básica de ingresos y considerando el proceso económico como un proceso de producción de riqueza, soslayando que en realidad se trata de un proceso de adquisición de riqueza. Y ello tanto porque el propio PIB alberga actividades meramente extractivas y/o adquisitivas, como porque han ido engordando fuentes de lucro ajenas al PIB. Por eso en el libro Taxonomía del lucro señalo la necesidad de visibilizar, clasificar y jerarquizar todas esas fuentes de lucro que el enfoque económico ordinario engloba y da por buenas indiscriminadamente al incluirlas en el PIB o las ignora al quedar fuera del mismo.

JB: Y ¿cómo se te ocurrió hacer este libro?

JMN: La inspiración me vino cuando me invitaron a presentar en Sevilla un libro coordinado por Manuel Delgado y Leandro del Moral.[2] Ello ocurrió tras haber promovido antes con Federico Aguilera Klink el curso sobre Economía, poder y megaproyectos realizado en Lanzarote bajo el patrocinio de la Fundación César Manrique y el libro que con el mismo título se publicó en 2009, en la Colección Economía & Naturaleza, patrocinada por esa misma fundación. Y después de haberme ocupado del tema en trabajos sobre las “mordidas” y “pelotazos” asociados al sobredimensionado aquelarre constructivo de infraestructuras hidráulicas y de transporte y a las dos últimas “burbujas inmobiliarias”, la reciente publicación del libro sobre Los megaproyectos en Andalucía, espoleó mis reflexiones sobre los megaproyectos desplazándolas hacia las prácticas extractivas de lucro en general,  pues la amplia gama de casos, formas e instrumentos de pillaje recogida en esa obra, hace que la palabra megaproyecto resulte demasiado estrecha e imprecisa para designarla.

De pronto me sorprendió que, a estas alturas, faltara el aparato conceptual y la terminología adecuada para esclarecer el panorama complejo de la adquisición de riqueza. Vi que la idea de sistema económico que se enseña en los manuales, y que asume el común de los mortales, al estar gobernada por la noción de producción, no deja cabida al estudio de las formas de adquisición de riqueza que, paradójicamente, resultan cada vez más habituales e importantes. Al creer que ese sistema —con su carrusel de la producción y del consumo está sometido a los automatismos del mercado, se suele ignorar la presencia y la discrecionalidad del poder en la toma de decisiones, que constituye, junto a la información privilegiada, el ingrediente clave de los mecanismos de adquisición de riqueza asociados al mundo de las grandes corporaciones y los megaproyectos. Además, con la creencia de que la actividad económica está regida por la producción y el mercado, se presupone también que es buena de por sí, porque parece que cubre demandas insatisfechas, eliminando la moral y el poder del escenario económico. Lo cual induce a soslayar que la actividad económica diaria está plagada de operaciones y megaproyectos apalancados por el poder cuya finalidad es el ordeño directo por sus promotores de la cadena de valor en alguna de las fases del desarrollo de los mismos, siendo su función productiva o utilitaria —en los casos en los que exista y alcance algunos resultados— un mero pretexto encubridor de la verdadera finalidad extractiva que lo impulsa y que suele quedar en la sombra. A la vez que se ignoran las redes clientelares que posibilitan estas prácticas y su incidencia sobre la generación y redistribución del lucro.

JB: ¿Podrías sintetizar las ideas fuerza que te inspiraron a hacer el libro y qué es lo que tratas de aclarar en él?

JMN: Las reflexiones antes indicadas me llevaron a vislumbrar una gran paradoja: la economía, ciencia del lucro, no clasifica ni revisa las formas de lucro, las da por buenas al agregarlas en el PIB o las ignora al excluirlas. Esta sorprendente paradoja pudo producirse porque la moderna idea de sistema económico cerró en falso el divorcio subrayado por Aristóteles entre la economía, que se ocupa de la intendencia, y la crematística, que se ocupa del lucro.

JB: Y ¿cómo pudo cerrarse ese divorcio?

JMN: Justificando indiscriminadamente el lucro como algo socialmente deseable. Y eso ocurrió cuando la economía se emancipó de la moral, allá por el s.XVIII, basando su idea de sistema económico sobre el objetivo de acrecentar la producción de riquezas renacientes sin menoscabo de los bienes fondo, acorde con la vieja visión organicista del mundo en la que se pensaba que la Madre-Tierra, no solo hacía crecer las cosechas, los bosques o la pesca, sino también los minerales y que los continentes dilataban sus límites. Así, el famoso Tableau économique (1758) de Quesnay presentaba entre las actividades productivas de riquezas renacientes asociadas a la Madre-Tierra no solo la agricultura, los bosques y la pesca, sino también la minería (no en vano durante largo tiempo los yacimientos mineros se han venido denominando “criaderos”). A la vez que puntualizaba que, según su criterio, producir no era revender con beneficio, sino generar riquezas renacientes. El objetivo de la nueva ciencia económica apuntó así a gestionar y orientar ese crecimiento de riquezas renacientes hacia fines utilitarios. Y al multiplicar esta producción física por los precios de los productos mudaba en producción monetaria: el crecimiento físico de riquezas renacientes se plasmaba en “valores añadidos” monetarios.

Pero cuando a finales del siglo XVIII y principios del XIX esa visión organicista del mundo se vino abajo, la idea de sistema económico siguió imperando ya en el mero campo de los valores monetarios y, en contra de los que postulaba Quesnay, producir acabó siendo revender con beneficio dando lugar al famoso agregado de producción: el PIB. Este agregado recoge los “valores añadidos” que resultan de restar al valor en venta de ciertos “bienes y servicios” el coste de obtención.

Así, insisto, la metáfora absoluta de la producción y la meta del crecimiento económico justificaron (o ignoraron) indiscriminadamente las formas de lucro, al agregarlas (o ignorarlas) en el PIB. A la vez que la función de producción se erigió en la fuente que “crea” valores añadidos (lucro) y, junto a la idea mercado, revistió el lucro de utilidad, cerrando en falso el antiguo divorcio entre economía y crematística.

JB: De hecho, has venido comentando en tus trabajos que el enfoque económico ordinario, al presentar el proceso económico como un proceso “productivo” soslaya su naturaleza cada vez más “adquisitiva”, que ha ido in crescendo. ¿Cómo se ha producido este desplazamiento desde la producción hacia la adquisición de riqueza?

JMN: Este desplazamiento desde la producción hacia la adquisición de riqueza se ha visto impulsado por procesos de cambio diferentes.

En primer lugar, la ideología, los valores y las instituciones propios de la civilización industrial divorciaron el comportamiento humano del característico de la biosfera. Al igual que el resto de la biosfera, en principio la especie humana apoyó su intendencia en cadenas tróficas asociadas a la fotosíntesis, pero tras la revolución industrial desplazó ese apoyo hacia el extractivismo. Así, resulta paradójico que triunfara la metáfora de la producción, justo cuando el proceso económico pasó a apoyarse crecientemente en la extracción (y deterioro) de esas rarezas de la corteza terrestre que son los yacimientos mineros en explotación, hasta hacer que la especie humana moviera más tonelaje que cualquier fuerza geológica, lo que ha inducido a definir esta singularidad como una nueva era geológica denominada el Antropoceno. Y en esta situación la propia actividad agraria fue perdiendo su condición inicial de renovable, para convertirse en una actividad dependiente de las inyecciones de energía y materiales externos y contaminante que, para colmo, deterioraba los suelos, los cauces y acuíferos y recortaba la diversidad biológica y paisajística. Lo cual, unido a una valoración sesgada (formalizada por la Regla del Notario)[3] que considera solo el coste de extracción, no el de reposición de lo extraído, y que hace que las actividades finales de elaboración y comercialización se lleven la parte del león de los “valores añadidos” generados, hace que la agricultura y las propias actividades extractivas tengan un peso ridículo en el PIB. Así, como constato en el libro Taxonomía del lucro, la pobre agricultura tan ponderada por los fisiócratas como la verdadera fuente originaria de valor, explicaba en 2017 solo el 2,7 % del PIB de la economía española, las actividades extractivas el 0,2 % y la industria manufacturera el 14,2 %. Con lo cual la famosa “producción material” de mercancías que ha venido acaparando la atención de economistas clásicos y marxistas, apenas alcanza ya a superar el 20% del PIB, correspondiendo el resto mayoritario a los servicios.

Por otra parte, está el proceso de mercantilización que provoca aumentos automáticos del PIB como ya hemos comentado. Basta que se deteriore la calidad del agua de un manantial o de la que sale por el grifo, para que haya que comprar agua embotellada que se cobra muchísimo más cara y, al aumentar la “producción” de agua embotellada que antes no hacía falta, aumente el PIB.

Pero es sobre todo el proceso de financiarización, que es el que más ha contribuido a alimentar formas de lucro ajenas al PIB. En lo que concierne al mundo financiero valga decir que cobró una importancia sin precedentes, espoleado desde el último tercio del siglo XX por cambios institucionales que lo potenciaron. Estos cambios se orientaron, por una parte, a desvincular la creación de dinero del mundo físico, a diversificar la creación de activos financieros y a liberalizar y agilizar su comercio, potenciando los mercados financieros internacionales. Se consiguió así romper el vínculo tan exclusivo que había venido uniendo a los Estados con el dinero, al multiplicarse los activos financieros que usurparon las funciones de este y las entidades capaces de emitirlos al margen del control estatal, apoyando la creación de lo que acostumbro a llamar dinero financiero. Los Estados fueron perdiendo, unos más que otros, las riendas del dinero y, por ende, su capacidad de intervenir sobre la economía, con el consiguiente recorte del poder “político” estatal en favor de los emergentes poderes “económicos” transnacionales, hasta desembocar en la presente “globalización” financiera.

JB: Por favor precisa un poco más en que ha consistido la llamada financiarización de la economía.

JMN: La palabra financiarización trata de designar el proceso mediante el cual los activos financieros han ido cobrando gran importancia y protagonismo en el mundo económico. Una buena muestra del crecimiento trepidante, muy superior al del PIB, que han observado en los últimos decenios la masa monetaria y los activos financieros es que, mientras en 1980 el valor del PIB a escala planetaria se situaba bien por encima del valor de la masa monetaria, de los activos financieros y de los activos derivados, treinta años después, en 2015,   se sitúan todos bien por encima del PIB.[4] Y este desacoplamiento entre el PIB y los activos financieros es mucho más acusado en los países ricos. Por ejemplo, si en 2015 el valor de los activos financieros planetarios multiplicaba por cuatro al valor del PIB, en España lo multiplicaba por ocho.[5]

Este proceso en el que el valor de los activos financieros e inmobiliarios (y el lucro asociado a ellos) va dejando pequeño al PIB, ocurrió gracias a los cambios institucionales producidos a raíz de la desvinculación del dólar al oro en 1971, cambios que acabaron configurando el actual sistema monetario internacional y desencadenando los procesos de diversificación de activos y desintermediación financiera, que referiremos sumariamente a continuación.[6]

Los fenómenos de diversificación de activos financieros, permitieron trasladar el riesgo de las deudas exigibles, sobre los mercados financieros internacionales a través del fenómeno de las titulizaciones. Las titulizaciones consisten en “empaquetar” y transformar activos financieros de los bancos que no son negociables en los mercados financieros —como son, por ejemplo, sus préstamos al consumo o sus créditos hipotecarios— en bonos o títulos de renta fija negociables en esos mercados. De esta manera la banca consigue vender las deudas exigibles, de las que es acreedora, en los mercados financieros internacionales obteniendo liquidez y trasladando el riesgo sobre los compradores. Como es sabido, este dispositivo, al conectar por primera vez de forma importante y directa el riesgo inmobiliario de las “hipotecas subprime” estadounidenses con los mercados financieros en los que cotizaban, fue el que provocó el chispazo que marcó el inicio de la crisis global en el verano de 2007 y la desconfianza hacia los “activos tóxicos” que erosionaban la solvencia de las entidades.

Los cambios en la regulación del panorama financiero internacional iniciados en la década de los setenta dieron lugar a la llamada desintermediación financiera, al permitir que la intermediación financiera propia de la banca se extendiera por el mundo empresarial, llevando los fenómenos de creación monetaria más allá de los confines de la banca y de las fronteras de los Estados, capitaneada por el “eje dólar-Wall Street-City de Londres”, como núcleo principal de los mercados financieros internacionales que posibilitaron la creación de nuevas formas de liquidez planetaria.

Al igual que el papel-moneda permitió construir sobre él la creación de dinero bancario, ambos sirvieron de base a los nuevos procesos de creación de lo que acostumbro a denominar dinero financiero. Pues junto a la cadena de créditos y depósitos que originaba la creación de dinero bancario se desplegaron otras cadenas más amplias de activos y pasivos financieros que se respaldan mutuamente en los balances de las empresas siendo fuente de una nueva creación monetaria globalizada amparada en la confianza de los ahorradores y en la liquidez que facilitan los mercados financieros internacionales, al posibilitar en todo momento a los titulares vender los activos financieros convirtiéndolos en dinero líquido.

Así como la creación de dinero bancario reforzó el poder y el riesgo de los bancos, esta nueva creación monetaria refuerza el poder y el riesgo de las entidades empresariales que son capaces de llevarla a cabo, pues la emisión de títulos no solo permite captar dinero a las entidades que los emiten, sino que las acciones mismas se han transmutado en moneda no ya como depósito de valor, sino como medio de pago en las billonarias compras y absorciones de empresas y en la remuneración a directivos y accionistas.

La mayor capacidad de crecimiento de las empresas transnacionales que se dedican a crear dinero financiero, emitiendo títulos y controlando o comprando empresas (públicas y privadas), frente a aquellas otras que se limitan a las tareas ordinarias de fabricación y comercialización, acarrea el continuo reforzamiento del poder del capitalismo transnacional frente a los Estados y al capitalismo local, que van siendo comprados y sometidos a sus intereses expansivos.

JB: ¿Qué incidencia ha tenido la financiarización en la formación y distribución de los ingresos?

JMN: La financiarización antes indicada ha desatado dos procesos que se alimentan mutuamente al ampliar enormemente, por una parte, la capacidad de compra sobre el mundo derivada de la creación de dinero (papel, bancario y, sobre todo financiero) y, por otra, de las plusvalías obtenidas de la compraventa de bienes patrimoniales (sobre todo de activos financieros e inmobiliarios). Y, en consecuencia, ha venido ampliando también la polarización social que se observa entre las personas y entidades beneficiarias de los ingresos derivados de esa creación monetaria generalizada y de ese comercio de bienes patrimoniales y las que no lo son.

Por otra parte, cabe subrayar que la trepidante expansión de la capacidad de compra sobre el mundo en manos de las grandes corporaciones empresariales creadoras de dinero bancario y financiero, ha favorecido la inflación de los precios de los activos patrimoniales inmobiliarios y financieros, a la vez que en los países ricos se mantienen estables los precios de los bienes de consumo, ya que la precarización de las condiciones de trabajo y el desmantelamiento del “Estado de bienestar” han venido escatimando los ingresos a la mayoría de la población y deprimiendo su demanda de bienes de consumo. Esta inflación de los precios de los activos patrimoniales ha generado una creciente polarización social entre propietarios, que se benefician de la revalorización de los activos patrimoniales, y no propietarios, cuyos ingresos se han venido recortando. A la vez que se impone al conjunto social la mentalidad de los propietarios, haciendo que los media saluden como bueno para todo el mundo el crecimiento de las cotizaciones bursátiles e inmobiliarias.

JB: Tanto en trabajos tuyos anteriores como en este último libro llamas la atención sobre algo que también están apuntando otros autores como Piketty, esto es, la necesidad de realizar cuentas nacionales de patrimonio, que entre otras cosas darían una imagen más fiel de lo que ocurre con la riqueza y su distribución, en contraste con el cajón de sastre de la producción. ¿Cómo podría ponerse esto en marcha? ¿Qué opinas de las propuestas de impuestos a las grandes fortunas y los impuestos de patrimonio? ¿Hay manera de hacerlos realmente efectivos?

JMN: En efecto, el problema es que para tener información de los procesos arriba descritos hace falta contar con cuentas de patrimonio que registren los ingresos derivados de todas estas creaciones de valor ajenas al PIB y eso muchas veces no ocurre. Por ejemplo, en España el INE ha venido elaborando solamente las cuentas nacionales de flujos centradas en el consabido PIB, pero no cuentas de patrimonio, aunque las incluya la metodología de cuentas Nacionales de Eurostat. El Banco de España elabora desde hace tiempo las Cuentas Financieras de la economía española, que incluyen cuentas de patrimonio financiero, y solo recientemente ha estimado el valor del patrimonio en vivienda, por lo que tuve que estimar el patrimonio inmobiliario y hacer las Cuentas de Patrimonio de la economía española para poder interpretar lo ocurrido con las últimas burbujas inmobiliarias.[7] En estas investigaciones ya venía advirtiendo desde hace mucho tiempo que el patrimonio se distribuye peor y crece más que la renta y el gasto, por lo que resulta clave priorizar los estudios sobre el patrimonio a la hora de explicar la creciente desigualdad, como vienen subrayando ahora los textos de Piketty.

En cualquier caso, las estadísticas tributarias tienen una percepción más amplia y adaptada a la realidad que trasciende los ingresos recogidos en el PIB, reflejando el creciente peso de las plusvalías patrimoniales en los ingresos de los hogares. Esto lo vengo constatando tanto en el Impuesto sobre la Renta de la Personas Físicas (IRPF) de Estados Unidos (EEUU) como de España. En ambos, el peso de las plusvalías realizadas por revalorizaciones patrimoniales sigue una tendencia marcadamente creciente, aunque sujeta a los altibajos de la coyuntura. Por ejemplo, en EEUU el peso de las plusvalías patrimoniales realizadas y declaradas, que no alcanzaba el 2% de los ingresos los hogares en 1980, llegó a superar el 10% antes del pinchazo de la burbuja inmobiliario-financiera a finales de 2007, para recuperarse tras la caída superando ya en 2015 el 7%. Y este porcentaje es mucho más elevado para los hogares con mayor renta y patrimonio.

En España ocurrió algo parecido, aunque con altibajos más marcados por el gran peso que tuvieron las plusvalías realizadas durante el pasado boom inmobiliario. En el IRPF español el peso de los ingresos por plusvalías declaradas por la venta de bienes patrimoniales, que no llegaba a explicar el 1% de los ingresos de la renta de los hogares recogidos en el IRPF en 1995, pasó a suponer cerca del 8% en la cúspide de la burbuja inmobiliaria, para caer tras su pinchazo situándose en 2018 en torno al 3%.  Pero este porcentaje medio próximo al 3%, se eleva al 14% y al 26% para el 5% y el 1% de hogares con más renta (en el IRPF de 2015). Y esto se refiere solo a las plusvalías declaradas en el IRPF, cuando predomina el afán de evadir o minimizar su declaración y sobre todo las grandes fortunas se suelen escaquear mediante ingenierías que contemplan vías de evasión fiscal muchas veces vinculadas a los “paraísos fiscales” y testaferros, ejemplificadas en nuestro país por el comportamiento del propio Rey Juan Carlos, de expresidentes de gobiernos autonómicos y de grandes corporaciones. Habría que poner coto a estas prácticas para que un impuesto sobre las grandes fortunas fuera eficaz y no se tradujera en un aumento de la tributación de los paganos de siempre: las clases medias de funcionarios, profesionales… y pensionistas. Lo mismo ocurre con la Renta Básica:[8] si se financia con el IRPF, como usualmente se propone, sin haber saneado antes el impuesto para evitar el escaqueo generalizado de todos los que no tienen sueldos e ingresos fiscalizados por la administración tributaria, se degradará su propósito.

A todo esto, el enfoque económico ordinario sigue considerando la “producción y venta de bienes y servicios” plasmada en el PIB como la única y verdadera fuente de “creación de valor” y soslayando el creciente peso de los ingresos derivados de la creación tan generalizada de dinero y del comercio de activos patrimoniales. Paradójicamente, en el mundo asociado las grandes corporaciones que cotizan en bolsa también se habla de “crear valor” como objetivo, pero referido en este caso al mero aumento del valor cotizado de las empresas y este es un valor virtual que supera normalmente con mucho el valor del patrimonio neto de las empresas, como se explica en el libro Taxonomía del lucro. A la vez, el enfoque económico ordinario soslaya también la parasitación de los ingresos contenidos en el PIB por actividades predominante adquisitivas y muchas veces corruptas que no generan utilidad alguna. Con lo cual, al percibir no solo que el lucro sin contrapartida o con contrapartida virtual o corrupta asociado a las operaciones financieras e inmobiliarias ha venido dejando pequeño al PIB, sino parasitando el mismo PIB, nos encontramos con un panorama verdaderamente inquietante, que trata de reflejar metafóricamente el cuadro de El grito, de Munch, que elegí para la portada del libro Taxonomía del lucro, frente al cuento con final feliz que nos regala el enfoque económico ordinario. Panorama en el que, insisto, se ensancha la brecha entre los propietarios y beneficiarios de las redes clientelares imperantes asociadas a la actual tiranía corporativa y los que no lo son.

JB: ¿Podemos hablar en este sentido de una separación entre la creación de valor y producción de cosas que se suponen útiles? ¿Crees que esto guarda relación con la existencia de una “emancipación” de las élites de las tareas “productivas”?

JMN:  Es evidente que esto ocurre. Pero la ideología económica dominante trata de soslayarlo al presuponer que el lucro que persigue el homo economicus se deriva de la “producción de bienes y servicios”, cuando este axioma no se sostiene cuando existen formas mucho más sencillas de lucrarse. Recuerdo el inicio de esa joya de realismo italiano que es la película de Rossi titulada Manos sobre la cuidad, en el que los capos de la mafia napolitana, a la vez que daban un buen “pelotazo urbanístico”, se carcajeaban de esos capitanes de la industria que tenían que gestionar grandes y complejas factorías y pelearse con los sindicatos para conseguir algo de beneficio. Pero hace ya más de un siglo Veblen, en su libro La clase ociosa (1899) advertía que la relación de las élites, por él denominadas «clase ociosa», con el proceso económico «es una relación adquisitiva, no productiva; de explotación, no de utilidad».[9] Y es que la manera más fácil y directa de obtener dinero es fabricarlo. Como esto era monopolio del Estado, el Código Penal impone duras penas a los falsificadores. Pero hoy día no solo los bancos crean dinero bancario, sino que cualquier corporación que se precie es capaz de crear dinero financiero, a la vez que es mucho más fácil lucrarse “creando valor” en los mercados financieros y/o comerciando con bienes patrimoniales que fabricando mercancías. Como hemos indicado, el marco institucional, al permitir la financiarización en curso, ha incentivado el divorcio que puntas entre “creación de valor” y “producción” y la “emancipación” de las élites de las tareas “productivas”.

JB: Mencionas en el libro el concepto de clase política y su solapamiento con las relaciones clientelares que han existido desde tiempos inmemoriales y que en la Europa mediterránea, y particularmente en España, han ido mudando del caciquismo agrario a un neocaciquismo financiero-inmobiliario. ¿En qué punto estamos ahora? ¿Ha cambiado algo la llamada «nueva política»?

JMN:  A mi juicio la gran contradicción es la que enfrenta a Estados que se pretenden “de derecho” (que teóricamente dan un trato igualitario a todos los ciudadanos) con las relaciones de caciquismo clientelar que se mantienen desde épocas inmemoriales y que hoy se plasman en el actual clientelismo político y económico que albergan y promueven en la sombra esas dos instituciones jerárquicas generalmente admitidas que son los partidos políticos y las empresas. Clientelismo que tiene una larga trayectoria en nuestro país y que, por definición, promueve tratos de favor y recompensas en el comportamiento de las burocracias políticas y empresariales que rompen con el pretendido trato neutro e igualitario que marcan los Estados de derecho.

¿Hasta qué punto se mantiene el viejo caciquismo bajo nuevas formas de clientelismo político? ¿Hasta qué punto permanecen vigentes las siguientes apreciaciones de Joaquín Costa y de Macías Picavea sobre los males del caciquismo que corrompían España?

«No es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es usual entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias […] O, dicho de otro modo, no es el régimen parlamentario la regla, y excepción de ella los vicios y las corruptelas […] al revés, eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituyen el régimen, son la misma regla».[10]

«El caciquismo encierra dos inferiores aspiraciones: dominar, no gobernar; expoliar, no administrar».[11]

Valga como ejemplo de la pervivencia de estas prácticas de dominación y expolio lo ocurrido con el empeño de privatización del Canal de Isabel II de la Comunidad de Madrid, analizado en el libro colectivo titulado s claro agua. El plan de saqueo del Canal de Isabel II.[12] Además de relatar la trama del expolio, se adjunta una cronología detallada que evidencia que no fue algo improvisado, sino que se venía planificando desde hacía mucho tiempo.

Pero no cabe precisar aquí cómo ha mudado el caciquismo clientelar con orígenes más asociados al mundo rural que predominaba hace un siglo, hacia el caciquismo inmobiliario-financiero hoy imperante. Ni cómo mudó desde la escuela de corrupción y picaresca desatadas al calor del estraperlo, las licencias de importación, la reclasificación de terrenos y demás regalías discrecionales del franquismo, hasta el clientelismo desplegado en torno a los partidos políticos gobernantes y las grandes corporaciones empresariales en nuestra coronada democracia. Recordemos solo que la extensión de relaciones clientelares asociadas a las redes de poder oligárquico imperante en cada caso, es la que ha mantenido la corrupción como un mal endémico.

JB: ¿Es España un país especialmente corrupto?

JMN: Creo que sí lo es, y en mi libro Taxonomía del lucro dedico a confirmarlo el capítulo titulado «España, teatro de prácticas corruptas» y otros referidos a figuras de corrupción específicas. En la amplia casuística abarcada, se ve que la corrupción alcanza desde a la familia real, hasta expresidentes autonómicos y de la patronal, viendo que se trata de un problema sistémico y que tiene gran importancia económica directa e indirecta. Otra cosa es que hay que reconocer que estas prácticas se extienden —tal vez de forma menos descarada o más discreta, al contar con mejores controles y una ciudanía más crítica— en otros países europeos de capitalismo maduro.[13]

JB: Parece que existe una aceptación social del enriquecimiento sin contrapartida social alguna, como pueden ser las prácticas especulativas y/o corruptas de todo tipo, desde el mundo financiero al inmobiliario, que por otra parte deriva en la protección y el predominio del derecho de propiedad sobre otros derechos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo revertimos esto?

JMN:  Lamentablemente, existe esa aceptación social de prácticas especulativas y/o corruptas. Que personajes corruptos como Jesús Gil ganaran varias veces por goleada las elecciones municipales en Marbella… o que partidos como el PP sigan cosechando votos pese a sus fuertes tramas de corrupción que han aflorado en los tribunales y en la prensa, así lo atestiguan. Creo que el libro Taxonomía del lucro explica en buena medida cómo hemos llegado hasta aquí al relatar cómo se construyó la ideología que ampara tal estado de cosas y se cómo han evolucionado las relaciones clientelares que lo sostienen. Y se concluye que, bajo el paraguas ideológico de la producción y del mercado, el mar de corrupción que hoy ha conseguido aflorar evidencia, primero, que buena parte de la corrupción suele ser legal; segundo, que tiene gran peso económico (directo e indirecto); y tercero, que tiene carácter sistémico.

En el libro dedico un capítulo a las reflexiones sobre el precio justo y los contratos de los juristas y teólogos de la hoy llamada Escuela de Salamanca que, antes de que se impusiera la ideología económica dominante, nos recordaban que la ganancia podía alcanzar con facilidad tintes mezquinos y antisociales y, en tal caso, debería de ser identificada, denunciada y penalizada, como turpe lucrum. Hoy deberíamos identificar y denunciar el turpe lucrum derivado del expolio caciquil imperante durante el pasado boom inmobiliario que agravó la crisis por dos caminos: uno, financiando numerosas operaciones y megaproyectos de muy dudoso interés económico y social para facilitar el “pelotazo” de algunos y, otro, extendiendo prácticas de administración desleal y apropiación indebida que ilustra el rosario de casos de corrupción antes mencionado.

El hecho de que algunos de estos casos de corrupción estén siendo juzgados y condenados muestra el camino para revertir esta situación. El hecho de que la reforma del Código Penal de 2015 tipificara nuevos delitos económico distintos del robo y de la estafa, como son la administración desleal y la insolvencia punible, denota que la moral ha vuelto a entrar de nuevo en la economía y arroja un rayo de luz sobre la posibilidad de revertir la situación. Creo que corregir la situación actual exige desvelar todas las formas de lucro y clasificarlas en función de su interés económico, ecológico y social para orientar normativas acordes con el interés general y marcar mejor la frontera de los delitos económico. Y desvelar y jerarquizar todas las formas de lucro es la tarea que me propuse en el libro Taxonomía del lucro, que dio lugar a esta entrevista.

José Bellver Soroa es economista y, en el momento de la publicación de la entrevista, miembro de FUHEM Ecosocial.

NOTAS:

[1] José Manuel Naredo, Taxonomía del lucro, Siglo XXI de España Editores, Tres Cantos, Madrid, 2019.

[2] Manuel Delgado y Leandro del Moral, Los megaproyectos en Andalucía. Relaciones de poder y apropiación de riqueza, Aconcagua Libros, Sevilla, 2017.

[3] Expuesta en Naredo, J.M. (2015) Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Madrid Siglo XXI, y a la que se refiere el mimo libro Taxonomía del lucro (2019) sobre el que versa esta entrevista.

[4] José Manuel Naredo, 2019, Op. cit., pp. 191-192.

[5] Ibid., gráfico p. 194.

[6]  El lector interesado puede encontrar una exposición más detallada de los mismos en Jose Manuel Naredo, Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Siglo XXI, Madrid, 2015.

[7] Mis primeras estimaciones del Balance Nacional y del patrimonio de los hogares figuran en mi ponencia sobre «Composición y distribución de la riqueza de los hogares españoles» presentada en el I Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza de la Fundación Argentaria, Vol. II, Fundación Argentaria, Madrid, 1993, en mi capítulo sobre «Riqueza personal y familiar», en Salustiano del Campo (dir.), Tendencias sociales en España (1960-1990), Vol. III, Fundación BBV, Madrid, 1993, y en mi libro titulado La burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica reciente (1985-1995), Siglo XXI, Madrid, 1996. Posteriormente he venido actualizando las estimaciones del Balance Nacional y el patrimonio de los hogares españoles en varios volúmenes publicados por FUNCAS. Véase, por ejemplo: Jose Manuel Naredo, Óscar Carpintero y Carmen Marcos, Patrimonio inmobiliario y Balance Nacional de la economía española (1995-2007), FUNCAS, Madrid, 2008.

[8]La renta básica (RB) es una transferencia monetaria, universal e incondicionada del Estado a sus ciudadanos.

[9]  Thorstein Veblen,The Theory of the Leisure Class. An Economic Study of Institutions, Mac Millan Company, Nueva York, 1899 [Edición en castellano: Teoría de la clase ociosa, FCE, México, 1995, p. 214].

[10] Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo como la forma actual de gobierno en España, 1901.

[11] Macías Picavea, El problema nacional, 1899.

[12] Plataforma contra la privatización del CYII, Más claro agua. El plan de saqueo del Canal de Isabel II, Traficantes de Sueños, Madrid, 2017.

[13] Para aclarar este tema, el entrevistado remite a dos libros muy ilustrativos sobre la corrupción y las redes de poder en el Reino Unido: los de David Whyte, How corrupt is Britain?, Pluto, Londres,2015, y de Owen Jones, El Establishment, Seix Barral, Barcelona, 2015.

Acceso al texto completo de la Entrevista en formato pdf: Entrevista a José Manuel Naredo sobre economía, lucro y poder.


Felicidad Interior Bruta (FIB)

El articulo de Luis Rodríguez Calles: «Felicidad Interior Bruta (FIB): una vía política para otro desarrollo» pertenece a la sección EXPERIENCIAS del número 150 de Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global.

La Felicidad Interior Bruta (FIB) en Bután ha sido proclamada como un elemento central de la vida en el país. En este artículo, se analiza el FIB como una guía moral u horizonte civilizatorio en el desarrollo en Bután y como un marco conceptual o criterio de razón pública que delimita la agenda política butanesa.

Se analizan prácticas y concepciones morales, culturales y religiosas que son propias de la sociedad butanesa y se examina la GNH Survey.

Bután, Bhutan o Druk-Yul es una monarquía constitucional de las más jóvenes del mundo, enclavada entre los dos gigantes asiáticos, China e India, en plena cordillera del Himalaya.

La historia del pequeño país guarda ciertas similitudes con otros países de Asia del Sur con influencias tibetanas, como Nepal.[1] Alberga una población de casi 800.000 habitantes (como Chipre) en una extensión de aproximadamente 38.000 km² (el tamaño de Suiza).

El país, un gran desconocido en Occidente, registra escasas apariciones en los medios de comunicación, que se suelen centrar en destacar su atractivo turístico dada su vasta riqueza natural y cultural. No obstante, en las últimas décadas, también ha sido objeto de atención de diversos estudiosos de la economía política, la filosofía o los estudios del desarrollo.

El país ha sido bautizado como una «economía de la felicidad», «el país más feliz del mundo»[2], e incluso se ha asociado con el paradisíaco Shangri-La de James Hilton.[3] Intelectuales como Jeffrey Sachs,[4] Joseph Stiglitz[5] o el expresidente francés Nicolás Sarkozy[6] han puesto el foco de estudio en Bután y su novedosa concepción del desarrollo en torno al concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB). En efecto, la Felicidad Interior Bruta, por oposición al Producto Interior Bruto, medida por excelencia del desarrollo de los países del Norte, ha sido una apuesta que pretende ser una medida del desarrollo que impugne el crecimiento económico como principal objetivo de una nación desarrollada o en desarrollo, buscando una aproximación holística que tenga en cuenta la felicidad de la ciudadanía.

Algunas de las cuestiones que van más allá del progreso económico y que forman parte de la medición que se realiza a partir del concepto y la filosofía de la FIB son, entre otras, el buen uso del tiempo, la intensidad de las relaciones sociales, o la diversidad y capacidad de resiliencia ecológica. La FIB entiende que la felicidad se halla no sólo en la satisfacción de las necesidades materiales, sino también en la satisfacción de un tipo de necesidades inmateriales que se refieren a la libertad, la estabilidad emocional o psicológica y la identidad.

La vitalidad de la comunidad de referencia y la participación en los ritos sociales y prácticas culturales cumplen la función de dar un sentido a la trayectoria vital de los individuos. La búsqueda de la realización personal y social del individuo está estrechamente ligada a la concepción sobre la felicidad para los budistas –el sukha. Esta felicidad habrá de encontrarse en un verdadero entendimiento del mundo y el yo: en las relaciones interpersonales, no en las posesiones materiales.

Con estas premisas, en Bután se articulan un conjunto de políticas públicas, con base en un desarrollo moral de tipo budista, que podrían lograr desafiar las presiones convergentes capitalistas de los modernos países desarrollados del Norte. La Felicidad Interior Bruta comprime conceptual y operativamente la particular idea de cuál debería ser el camino al desarrollo en Bután.

 

El origen del FIB en Bután

La Felicidad Interior Bruta (FIB) representa a un concepto (idea que concibe o forma el entendimiento) que se puede entender de diversas maneras: como un conjunto de disposiciones a modo de criterios prácticos de razón pública, una guía normativa para la política pública, una meta-norma, un artefacto de medición y evaluación, o un código moral y ético. En todo caso, en la actualidad, es un concepto que viene a resumir las particularidades en el camino al desarrollo en Bután. Una definición generalista, sin necesidad de entrar en detalle, pero aceptada por todas las instituciones oficiales de Bután,[7] podría ser la dada por el GNH Centre, sito en Thimphu, Bután:

La Felicidad Interior Bruta (FIB) es una aproximación holística y sostenible al desarrollo, la cual trata de equilibrar valores materialistas y no materialistas con la convicción de que la humanidad busca la felicidad. El objetivo del FIB es conseguir ese desarrollo equilibrado en todas las facetas de la vida que son esenciales.[8]

Respecto a su nacimiento, se toma aquí la primera referencia a la FIB más aceptada: una entrevista para el New York Times, publicada el 29 de abril de 1980, cuando Jigme Singye Wangchuck, el más célebre expresidente butanés, contestaba a una pregunta sobre el crecimiento y el desarrollo en Bután diciendo que «existe el producto interior bruto, pero también una felicidad interior bruta». [9] Michael T. Kaufman, autor del artículo, remarcaba las siguientes palabras del rey de Bután:

Mientras que resulta importante mejorar las condiciones de vida del país, otras condiciones relacionadas con la felicidad no debían ser puestas en peligro por el  camino al desarrollo     perseguido.[10]

Este artículo, junto a otro publicado después en el mismo medio y por el mismo autor, son consideradas las primeras referencias oficiales a la FIB.[11] Este momento inaugural para el concepto FIB a nivel internacional está protagonizado por Jigme S. Wangchuck, momento en que se acuñaría un “eslogan” bien conocido en el país: «La Felicidad Interior Bruta es más importante que el Producto Interior Bruto». A partir de ese momento, se declara explícitamente la importancia de la felicidad, luego traducida al concepto FIB, en la vida política butanesa.

Pero volviendo al nacimiento del concepto, una conversación de Jigme Y. Thinley, un destacado político butanés, con el profesor McDonald, podría arrojar luz sobre la aparente falta de acuerdo respecto a los orígenes del término.[12] En la conversación, Thinley asegura que meses después de la coronación de Jigme S. Wangchuck, en 1972, fue la primera vez que se escuchó el término Felicidad Interior Bruta. Lo significativo de las declaraciones de Thinley es su concepción de la FIB como una guía para la política butanesa que opera, al menos, desde la década de los 70: una “idea de fondo” que orienta las estrategias políticas en Bután desde entonces.

En Bután, la Felicidad Interior Bruta (FIB) orienta las estrategias políticas

Tal afirmación abre un debate sobre la presencia histórica de la felicidad en la historia de Bután. En otro lugar, elaboré una reconstrucción de algunos momentos clave de la historia política del país en los que la felicidad ha sido, de una manera u otra, un referente para la elaboración de legislación, escritos y textos sagrados, o disposiciones éticas y morales vinculadas al budismo.[13] De entre las más destacables se encuentran las referencias explícitas a la felicidad en algunos textos antiguos de Bután, como el Tsa Yig Chenmo o el Segundo Código Legal de Bután, en base a lo cual es frecuente afirmar que la felicidad –siempre– ha sido un referente vital para la política en Bután, que –siempre– ha estado “de fondo” en las mentes de los gobernantes, y que ha influido decisivamente en la formación de instituciones políticas y el estilo de gobierno.[14] No en vano, las referencias a la felicidad encontradas en el Tsa Yig Chenmo se remontan a hace más de seis siglos. Ese sustrato histórico es el que podría haber convergido en el nacimiento de la FIB, traduciendo las referencias históricas a la felicidad en Bután en torno a un nuevo concepto con la idea de hacerlo oficial.

Cabría distinguir, entonces, entre la felicidad y/o FIB como meta-norma que ha estado presente, con matices, de manera histórica en Bután, del dispositivo FIB, criterio de razón pública recogido en textos oficiales del país y traducido internacionalmente a modo de filosofía del desarrollo. La diferenciación entre la (filosofía) FIB y el (dispositivo) FIB es el objeto central del presente artículo.

 

Cuatro manifestaciones de la FIB

A partir de su nacimiento, el concepto FIB ha sido abordado de muy diversos modos, siendo, de hecho, operacionalizado, entendido y estudiado desde distintas ramas del conocimiento, las cuales le han otorgado un significado no siempre coincidente. En este artículo se trata de dar cuenta del concepto Felicidad Interior Bruta desde una perspectiva sociológica, considerándolo de manera general una herramienta de planificación del desarrollo. Así, la FIB puede ser entendida, al menos, en las siguientes manifestaciones:

  • Como guía moral u horizonte civilizatorio humano, resultado del proceso de traducción de un conjunto de principios budistas que se van a agrupar en torno a un dispositivo político, social, cultural y  religioso.[15]
  • Como marco conceptual desde el que se despliegan el conjunto de políticas públicas, disposiciones legales, etc. en Bután.[16] Esta manifestación es la que representa a la FIB como una herramienta de planificación del desarrollo estrictamente hablando.
  • Como práctica o responsabilidad individual derivada de un contrato social particular. El contrato social se fundamentaría sobre la madurez moral a la que da soporte el conjunto de principios budistas de amplio seguimiento en el país.[17]
  • Como meta-norma con alcance global.[18]

La tarea de operacionalizar y dotar de contenido con capacidad de agencia a lo que puede ser un concepto moral, un marco de desarrollo, una práctica individual o una meta-norma global como la FIB, es una tarea compleja, a la luz de las dificultades que son reconocidas por las autoridades del propio país, expuestas, por ejemplo, en McDonald[19] y por similares retos a los que se han enfrentado experimentos de desarrollo con ambiciones parecidas, tal y como recoge, por ejemplo, J. Sachs[20] respecto de Ecuador o Bolivia.

En este artículo, se exploran más a fondo las dos primeras manifestaciones de la FIB previamente apuntadas. Se reservan para la conclusión algunas reflexiones sobre las otras dos manifestaciones con ánimo de suscitar la discusión académica. El anterior exordio no es óbice de un posterior debate acerca de las premisas hasta aquí planteadas, pues la amplitud del concepto admite tantas caracterizaciones como personas escriban sobre él.

 

El FIB como guía moral u horizonte civilizatorio

La Felicidad Interior Bruta (FIB) en Bután puede ser entendida como una manifestación de un código moral que sirva como horizonte civilizatorio, y que, tal y como se defiende aquí, podría ser resultado de un proceso de secularización y traducción de un conjunto de tradiciones religiosas budistas que han estado operando en Bután desde hace siglos. En el fondo, en este epígrafe se tratará de dar cuenta del proceso de construcción de un conjunto de marcos de sentido que dan lugar a una particular “forma de pensar” (en el sentido dado por el lingüista Lakoff)[21] en Bután. Se presentan algunos de los principios morales del budismo Mahāyāna, tratando de ponerlos en relación con una conceptualización común del horizonte vital al que se pretende dirigir la nación butanesa a través de la FIB. Más adelante, se defiende la necesaria conexión entre desarrollo moral y felicidad, conexión presente en la mayoría de las tradiciones religiosas, de manera destacable en Bután, pero que ha ido desapareciendo en los países desarrollados neoliberales como resultado de los procesos de modernización y globalización. En último lugar, se explora la naturaleza de la traducción de los principios morales del budismo en una filosofía FIB, operación que podría haber funcionado como invención de una tradición que sirve como mecanismo de refuerzo de la identidad, creencias, valores y convenciones en la sociedad butanesa. Se evitará, por el momento, dar una definición precisa del concepto de felicidad por la polisemia del término dentro de la práctica y teoría budista.

El budismo Mahāyāna, del que después surgiría la corriente de budismo Vajrayāna esotérico, es la religión oficial en Bután desde principios de los años 1970 y está enraizado en la tradición del país al menos desde que es país (siglo XVII). El budismo ha tenido y tiene una influencia cultural y política incuestionable, incluyendo una clara influencia sobre la creación del concepto de la Felicidad Interior Bruta.[22] Se puede afirmar que la FIB toma, para su fundación, numerosos preceptos morales del budismo Mahāyāna para traducirlos a una guía moral que sirva de modelo de comportamiento.[23] Muchos de estos preceptos budistas se fundamentan sobre la base de una serie de prácticas, rituales y códigos de conducta dirigidos a lograr la iluminación / felicidad dentro de la cosmovisión budista. De igual modo, la corriente budista Theravāda tiene un concepto moral del universo que aporta idéntico marco para la interpretación y planificación de la política como una esfera más del comportamiento moral. Las prácticas budistas han marcado, en este sentido, las derivas históricas del poder en buena parte de Asia del Sur y el sudeste asiático[24], no siendo Bután una excepción.

Para la aplicación de estas prácticas, resulta evidente la necesidad implícita de cierta madurez moral por parte de los gobernados en la consecución de los objetivos explicitados por la FIB.[25] Dicho de otro modo, el desarrollo y madurez moral que se requiere de los gobernados por –y gobernantes de– la FIB da por descontado un sustrato cultural proporcionado por el budismo y la práctica budista. Es necesario, por tanto, dar cuenta de esas prácticas y principios budistas que dotan a la filosofía FIB de contenido específico acerca de los comportamientos esperados, los códigos morales y éticos y que, a modo de guía o norma, orientan definitivamente el horizonte humano, espiritual y civilizatorio representado en la FIB. Algunos de esos principios se examinan a continuación, aunque una caracterización completa de las prácticas budistas en Bután habrá de buscarse, por ejemplo, en autores como Rigyal y Prude[26] o Halkias.[27]

Uno de los conceptos más importantes para el budismo es el de “verdad definitiva” o Ultimate Truth. Con este concepto, la teoría budista alude a la naturaleza infinita de la realidad del universo y el cosmos. La comprensión de la “verdad definitiva” implica, en términos generales, un esfuerzo significativo por tratar de comprender la naturaleza del universo, mediante lo cual sería posible un estado de iluminación.[28] La narrativa de la FIB alude, al respecto, a la importancia de un desarrollo personal de tipo comunitario, rechazando el desarrollo personal individualista y alienante basado en el consumo. El desarrollo desde la óptica budista pasa por la “adquisición del conocimiento”, esto es, la superación de los deseos que nos impulsan al consumo, logrando como fin último la iluminación.[29]

La narrativa de la FIB alude a la importancia de un desarrollo personal de tipo comunitario, no individualista

Dirigido a alcanzar la iluminación y la verdad definitiva, se encuentra el “Noble Camino Óctuple” o Eigthfold Path, código de conducta por excelencia del budismo seguido por sus practicantes con el objetivo de llevar una vida ética, acabando con el sufrimiento y cesando las causas de la ignorancia y sus malestares asociados.[30] Los ocho “brazos” del Noble Camino son: 1) visión adecuada, 2) intención adecuada, 3) discurso/palabra adecuada, 4) acción adecuada, 5) sustento vital adecuado, 6) esfuerzo adecuado, 7) conciencia adecuada, y 8) concentración adecuada.

Cada una de las conductas y prácticas prescritas por el Noble Camino tienen una carga “kármica” que afecta sobre la vida presente y futura del individuo. El karma es el concepto budista (heredado del hinduismo védico) que se refiere a los resultados de los comportamientos y actuaciones personales: el fruto de las acciones individuales.

El concepto de karma está estrechamente vinculado con el de “verdad definitiva”, puesto que es un ingrediente fundamental del Noble Camino. Según el budismo Mahāyāna, la ley de causa y efecto representada en el karma implica la concepción de un universo interconectado en el que las buenas acciones convierten a las personas en “buenas personas” en sus vidas posteriores, pero también en la presente. Las buenas o malas acciones tienen consecuencias para la reencarnación, así como para la felicidad de todos los seres humanos.[31] Lo relevante del concepto de karma es que añade a esa guía moral budista la necesidad de interdependencia entre los miembros de una sociedad. Como explica Ura[32], el karma es una revisión constante de las interacciones de los unos con los otros, lo que empuja a interacciones sociales dirigidas a alcanzar la felicidad. En suma, la noción de karma hace explícita, con base en el Noble Camino, una guía moral acerca del bien y el mal, con consecuencias sobre –y como consecuencia de- los actos, las palabras y los pensamientos individuales.

En efecto, la cosmovisión budista se fundamenta sobre el reconocimiento de una realidad no dual, esto es, sobre la interconexión de todos los organismos del planeta, los cuales se ven afectados por igual por las leyes del karma. En el budismo no existe la noción de ego, eliminando así el concepto eterno del alma de la tradición judeocristiana.

Este conjunto de prácticas y principios morales y éticos constituyen un cuerpo de sabiduría que debería ser capaz de crear las condiciones propicias para alcanzar el objetivo final de la práctica y filosofía budista: la iluminación, o traducida a la filosofía FIB, la felicidad. Tal afirmación hace implícita una relación entre el desarrollo moral propiciado por el budismo, también propuesto por casi todas las religiones conocidas, con el camino conducente a la felicidad.

En el fondo, la conexión entre madurez moral y verdadera felicidad se ha constituido en la base intelectual para la mayoría de los sistemas de coordinación social del mundo. En el cristianismo, por ejemplo, la generosidad, la compasión y el respeto por los demás, representados en los diez mandamientos, conducen a la adopción de una cierta sensibilidad moral y a conductas pro-sociales. En el islamismo, del mismo modo, también se encuentran prescripciones sobre una moral relacionada con la caridad, la vida pacífica y el compañerismo con los semejantes. Igual sucede en la tradición del confucianismo o el hinduismo. El budismo, particularmente el budismo Mahāyāna, fundamenta su camino a la felicidad como un camino en el que cultivar la compasión y la contribución a la felicidad de los otros.

Estas sabidurías universales, también presentes en culturas indígenas, y continuadas por tradiciones seculares posteriores tales como la de Aristóteles, Kant, Bentham, incluso Rawls o Adam Smith, han sido progresivamente diluidas como consecuencia de los distintos procesos de modernización.[33] En particular, se podría afirmar que esta madurez moral y sabiduría ancestral ha sido sustituida por, al menos, dos principios universales aplicables a la mayoría de sociedades industriales (neo)liberales: en primer lugar, el abandono de la felicidad como fin último, reemplazada por fines secundarios como la riqueza o la libertad individual; en segundo lugar, la negación de la madurez moral como código de conducta que rige nuestras vidas, siendo reemplazada por fuerzas ajenas a nuestro control, como el mercado o la globalización.

Esta pérdida de dirección de las religiones en la globalización económica y cultural contemporánea han transformado el camino a la felicidad. Las sociedades occidentales, en general, han sustituido una trayectoria de progreso personal racional por una trayectoria de autoindulgencia irracional, haciendo de la madurez moral y el desarrollo personal un logro espontáneo que habrá de llegar una vez eliminadas las constricciones morales de la religión.[34] Las consecuencias de estos procesos de modernización y secularización sobre los principios morales y éticos que una vez dieron sustento a la mayoría de sistemas de coordinación social son evidentes en la actual realidad de los países desarrollados: una altísima desigualdad social[35], una insostenibilidad de los procesos productivos que, orientados a la maximización del beneficio por encima de todo, han dado lugar a la era del maldesarrollo[36], propiciando, incluso, una reactualización de las peores profecías maltusianas, ahora vislumbradas como un inminente desastre o colapso civilizatorio, ecológico, etc.[37]

El budismo en Bután, por su parte, sigue siendo un elemento central en la vida política, cultural y social en el país. La FIB reivindica la práctica budista como propia y necesaria para alcanzar la iluminación / felicidad. La práctica budista está reconocida como una tradición viviente, de manera que ambos elementos, tradición y viviente, contribuyen al mantenimiento del conocido como “camino medio” del budismo. Los teóricos budistas, según esta tradición viviente, adaptan la ortodoxia religiosa al espacio y tiempo en que se practica el budismo, reinventándose de continuo sin perder la dirección ni abandonar el fin último de la felicidad en medio de la globalización cultural. Esto significa que el budismo, como tradición viviente, sigue permeando y delimitando los márgenes del poder, así como orientando la práctica política en países que integran la cosmovisión moral hasta aquí descrita.

Toda vez que se puede dar por descontado un determinado sustrato sociocultural en Bután, así como una cierta madurez moral en sintonía con los principios morales y éticos de la filosofía FIB, es necesario reconocer que tal madurez no ha sido explícitamente promovida por los poderes políticos de manera oficial hasta épocas recientes: hace poco más de una década. Antes bien, tales principios han tenido su “atrio de poder” hacia dentro de las instituciones monásticas y budistas del país. De nuevo, al estudiar el FIB como código moral u horizonte civilizatorio, es necesario diferenciar entre una filosofía que siempre ha estado de fondo en Bután, al relacionarse directamente con la filosofía budista, y el FIB como herramienta de planificación y evaluación recogida oficialmente por el aparato político. Aquella filosofía se tradujo a la herramienta FIB mediante la creación de indicadores y variables, tratando de recoger el seguimiento y aceptación del conjunto de prácticas y preceptos anteriormente expuestos entre la sociedad butanesa. Esa misma herramienta FIB se reivindica, por tanto, como una guía moral que logra aglutinar la práctica budista extendida por el país, tomándose como si fuese una tradición: la tradición butanesa encarnada en el FIB.

Si bien la filosofía que ahora representa el FIB está directamente relacionada con una filosofía budista de fuerte arraigo en el país, la herramienta política denominada FIB puede ser considerada como una invención reciente. De este modo, si tomamos como referencia los estudios de Hobsbawm[38] sobre la invención de las tradiciones políticas, la invención de la tradición FIB podría haber tenido el propósito político de actuar como mecanismo de refuerzo de la identidad, creencias y valores de la sociedad butanesa. Siguiendo este argumento, la herramienta FIB tendría el propósito de promover la cohesión social del país, a la vez que podría estar reafirmando una posición soberana frente a las presiones externas. Del mismo modo, la FIB serviría para legitimar y reafirmar la posición de las instituciones del Estado como instituciones distintivamente butanesas, marcando un claro horizonte vital común frente a las distintas presiones globalizadoras[39] y sobre la base de un nacionalismo étnico.[40] No obstante, esta manera de entender la operación de traducción estaría restando crédito a la genuinidad de la filosofía FIB, pues el sustantivo invención señala una ruptura con la tradición. Nuevamente, se hace preciso recordar la diferencia entre el FIB como filosofía reencarnada del budismo, de la FIB como herramienta política. La última, sin duda reciente, pretende recoger los principios representados por la primera, transformándose en la ideología oficial de Bután. Aunque el aparato político actual pueda estar sostenido por una invención de la FIB que es reciente, se ha tratado de demostrar aquí hasta qué punto la tradición budista ha sido responsable de inspirar la filosofía FIB, viéndose en ella continuada.

 

La FIB como marco conceptual para las políticas públicas y el desarrollo

A partir de 2005, el gobierno de Bután decide desarrollar la FIB como un marco conceptual para las políticas públicas, creando una serie de indicadores para “traducir” la filosofía generalista incluida en el concepto FIB en una filosofía mensurable. La creación de indicadores FIB, pensados para desarrollar un índice de medición en última instancia, deberían servir, también, como objetivos o metas capaces de visibilizar un camino o propósito común en consonancia con los valores y madurez moral tradicional del país. Dicho de otro modo, capaces de constreñir y enmarcar los procesos de elaboración política en Bután.[41] Para ello se crea, en un primer instante, la Gross National Happiness Commission, una institución gubernamental encargada de «promocionar un ambiente propicio para la satisfacción de la felicidad de los butaneses». Con vocación intelectual y académica se crea The Centre for Bhutan Studies & GNH Research, y nace una revista de publicación periódica, Journal of Bhutan Studies. Un tercer pilar de las instituciones del FIB descansa sobre el GNH Centre Bhutan, una organización de la sociedad civil sin ánimo de lucro y bajo el patronato de la casa real butanesa.

Estas tres instituciones son las principales encargadas de debatir, planificar y ejecutar las políticas del FIB, así como velar por la transversalidad de éste en la agenda política butanesa, ya sea mediante la divulgación científica o mediante la acción política directa.[42] Son, por tanto, la materialización política/civil resultado del ejercicio de translocación de la filosofía FIB a un marco conceptual y operativo para la política en Bután, que a su vez vendrá a ejecutarse mediante la aplicación de planes quinquenales (Five-years plans).

A continuación, se esbozará una caracterización de la FIB como dispositivo político que orienta y ayuda a planificar las políticas públicas en Bután dirigidas hacia la felicidad de los butaneses. Para ello, se estudiarán cada uno de los indicadores contenidos en el dispositivo FIB, así como su alcance e implicaciones sociológicas sobre la base de lo hasta aquí presentado. Para ello, se propone el siguiente ejercicio: un análisis del contenido medido y observado por el FIB a través de las preguntas y cuestiones que se introducen en el cuestionario que se aplica a los nacionales butaneses, el GNH Survey o cuestionario FIB, que constituye la herramienta fundamental en el sistema de planificación y evaluación de las políticas en Bután.[43] Se dará cuenta del alcance sociológico de los dominios del FIB, entendidos como objetivos que visibilizan un horizonte común y orientan la agenda política del país y se realizará una pequeña revisión o estado de la cuestión de cada uno de los debates sociológicos que los mismos plantean. Para ello, se parte de una exploración previa de los treinta y tres indicadores del FIB, reflejados en el cuestionario en setenta y dos preguntas, normalmente resumidos en nueve dominios o dimensiones que dan forma al conjunto.

Una representación visual que ya resulta habitual para presentar el FIB se observa en la figura 1. Se enumeran con más detalle los nueve dominios y treinta y tres indicadores, así como su peso relativo en la formación del índice FIB en la figura 2. Estos son: bienestar psicológico; salud; buen uso del tiempo; educación; diversidad cultural y resiliencia; buena gobernanza; vitalidad de la comunidad; diversidad ecológica/resiliencia; y calidad o estándar de vida. Se aborda, en lo que sigue, el análisis de los nueve dominios.

 

Figura 1. Los 9 dominios del FIB [44]

 

Figura 2. Dominios, indicadores y su peso en el FIB [45]

Dominio Indicadores Peso Dominio Indicadores Peso
Bienestar psicológico Satisfacción de vida 33% Uso de tiempo Trabajo 50%
Emociones positivas 17% Sueño 50%
Emociones negativas 17% Buena gobernanza Participación política 40%
Espiritualidad 33% Servicios 40%
Salud Salud autopercibida 10% Desempeño gobierno 10%
Días saludables 30% Derechos fundamentales 10%
Discapacidad 30% Vitalidad de la comunidad Donaciones de tiempo/dinero 30%
Salud mental 30% Seguridad percibida 30%
Educación Nivel alfabetismo 30% Relaciones comunitarias 20%
Escolarización 30% Familia 20%
Conocimiento 20% Diversidad ecológica y resiliencia Daño a la vida salvaje 40%
Valores 20% Asuntos urbanos 40%
Diversidad cultural y resiliencia Zorig Chusum (artesanía) 30% Responsabilidad medioambiental 10%
Participación cultural 30% Asuntos ecológicos 10%
Idioma nativo 20% Calidad de vida Ingresos per cápita 33%
Driglam Namzha (etiqueta) 30% Patrimonio 33%
Vivienda 33%

 

1) Bienestar psicológico: esta batería de preguntas del GNH Survey va orientada a conocer la percepción subjetiva del encuestado sobre su propio bienestar. Las limitaciones de este tipo de mediciones y los sesgos que pueden introducir en los resultados han sido identificadas en otros lugares.[46] Aun así, sí que permiten reflejar, entre otras cosas, las percepciones acerca de la calidad de las relaciones sociales y personales como parte de la satisfacción general con la vida, la capacidad para manejar experiencias y emociones tanto positivas como negativas o el nivel de espiritualidad de los preguntados.

El budismo no distingue entre lo que se entiende en Occidente por emociones y otro tipo de procesos mentales. Por el contrario, reconoce las actividades mentales que conducen a un adecuado equilibrio personal, beneficiosas, y aquellas que lo alejan de este objetivo: dañinas. En el fondo, la práctica budista consiste en la introspección personal en busca de los sentimientos y emociones que puedan ser destructivos y alejen del equilibrio personal para ser removidos. Las emociones que el budismo dice que han de ser evitadas forman parte de lo que se denomina dukkha, sufrimiento o insatisfacción, y son:

(a) el deseo (Tahā, o literalmente sed) como materialización de las pulsiones tanáticas que nos abandonan al placer y la satisfacción de experiencias placenteras (hedonismo).   El budismo sostiene que estas experiencias psicológicas han de ser sustituidas por deseos que resulten en beneficio de otros (altruismo);

(b) el odio como estado de la mente obsesionada con la destrucción y no la construcción de estados mentales en busca del equilibrio; y (c) el egoísmo, que representa la separación del yo y el conjunto y se materializa en la avaricia, el odio, la arrogancia, etc. La falsa creencia en la distinción entre uno mismo y el entorno es opuesta a la concepción budista de la interdependencia entre el individuo y su entorno[47], sujeta a las leyes del karma. La práctica budista va orientada a contrarrestar estas pulsiones mentales en aras del bienestar. En este caso, es evidente que bienestar psicológico y religión van ligados.

Volviendo al propio cuestionario FIB, en él se pregunta en una escala numérica por el nivel de felicidad percibida, el nivel de felicidad deseado y el nivel de satisfacción con diversos aspectos de la vida cotidiana, entre otras cosas.

Las valoraciones subjetivas de la felicidad sirven de control para ponderar la validez de los resultado posteriores

Aunque técnicamente pudieran ser cuestiones demasiado subjetivas para ser tomadas en cuenta, lo cierto es que sirven de pregunta de control en el cuestionario para ponderar la validez de los resultados posteriores. Además, son variables de rápida lectura para tomar el pulso a la satisfacción de la Felicidad Bruta en términos generales. El uso de este tipo de indicadores está bien valorado por algunos esfuerzos recientes de mediciones del desarrollo alternativas, por ejemplo, el del informe Stiglitz-Sen-Fitoussi.[48]

(2) Salud: la felicidad y el goce de una buena salud son cuestiones íntimamente ligadas. Hay que tener en cuenta que en Bután permanece vigente la práctica médica indígena tradicional junto a la moderna medicina como parte del camino medio característico de la vía butanesa de desarrollo. Bután mantiene una cobertura sanitaria universal y gratuita que llega a más de un 90% de la población, gracias a lo cual se han hecho importantes avances sanitarios capaces de ser reflejados en indicadores sobre salud de alcance internacional.[49] No obstante, aún presenta sus propias particularidades. La salud integral del individuo es concebida por las comunidades originarias del país como un equilibrio entre salud física y salud mental, siendo necesaria una integración del individuo con su entorno y consigo mismo. La salud es, por tanto, algo más que la mera ausencia de enfermedad. En Bután se suelen referir a la felicidad con una popular sentencia: «lus lu na tsha med, sems lu sdug sngal med», que podría traducirse por «sin enfermedad física ni preocupaciones mentales». La felicidad se convierte, por tanto, en un fin en sí mismo en tanto que ausencia de malestar.

Ello explica el esfuerzo de Bután por lograr una salud de sus habitantes más allá de una mera cobertura sanitaria en los términos habituales. Mantener una buena salud es una cuestión de equilibrio personal y comunitario. Se constituye así en un estado buscado activamente, fundamentalmente a través del ejercicio espiritual, reflexivo y físico: de ahí la conexión entre religión, felicidad y salud. Como siempre, la salud es un elemento transversal al resto de cuestiones relacionadas con el desarrollo, por lo que, habitualmente, la adecuación del resto de indicadores del FIB determina el nivel de salud general. En este sentido, el cuestionario evalúa la salud auto percibida por los encuestados, así como otras variables que indican el estado de salud en los términos descritos anteriormente y con resultados, en general, satisfactorios.[50]

(3) Buen uso del tiempo: es una cuestión clave bastante reveladora de la naturaleza de una vía determinada de desarrollo. Teniendo en cuenta lo expuesto por la literatura sociológica acerca de la monetización del tiempo o el dinero como valor del tiempo de trabajo propia del desarrollo capitalista de los países del Norte, el surgimiento del dinero como agente controlador del tiempo ha venido a transformar por completo las relaciones de la vida social.[51] La eficiencia en la organización espacial y temporal propia del fordismo y el taylorismo en tiempos de la modernidad, es ahora flexibilidad y adecuación de ambas dimensiones como condición propia de la posmodernidad.[52] Por tanto, podemos afirmar que el control del tiempo individual por parte de los agentes de poder, y puesto al servicio de los intereses de la producción capitalista, es un fenómeno propio de lo que llamamos modernidad capitalista, y por tanto de lo que antes he referido como maldesarrollo.[53]

En el centro de este indicador se halla una discusión en torno al trabajo dentro o fuera del aparato productivo, esto es, el trabajo remunerado –dentro– y el trabajo voluntario o comunitario –fuera. Es decir, sobre si empleamos nuestro tiempo fuera o dentro del aparato productivo, al servicio de determinados intereses corporativos. Una medición del desarrollo tradicional, como es el PIB, no toma en cuenta ningún trabajo que se encuentre fuera del marco formal productivo de un país, por ejemplo, el trabajo de activismo o voluntariado, los intercambios de bienes y servicios en las comunidades, o incluso el autocultivo para consumo propio.

El FBI toma en cuenta trabajo remunerado y no remunerado, y da igual importancia al tiempo de descanso

Un modelo de desarrollo orientado al crecimiento del PIB, en consecuencia, incentiva toda actividad –uso de tiempo– que contribuya a la producción en los límites del mercado laboral del país. La definición de tiempo de trabajo que se utiliza en la medición del FIB, por el contrario, incluye también el trabajo no remunerado tal y como se describía anteriormente. En especial el trabajo relacionado con el cuidado familiar, el trabajo comunitario y el trabajo voluntario.[54]

En la encuesta, además de interesarse por el detalle del uso del tiempo en lo que se refiere al trabajo o la actividad diaria, se concede igual importancia al tiempo de descanso. Se incluye por tanto una pregunta acerca de las horas de sueño y la calidad del mismo, como indicador clave para lograr el bienestar personal.[55]

(4) Educación: Bután tiene una larga tradición de educación monástica fundamentada en la práctica budista. Esta educación consiste en la memorización de largos pasajes de libros religiosos con enseñanzas del tipo causa-efecto, con la finalidad de capacitar a los alumnos para desarrollar complejos argumentos y ricos debates en torno a temas filosófico-morales. La propia institución de enseñanza está revestida, también en sus prácticas, de un fuerte componente ritual y canónico. La relación maestro-alumno se sostiene igualmente por unos estrictos roles en los que la autoridad del maestro no es cuestionada y donde el pensamiento independiente y crítico se desarrolla escasamente. La investigación sobre las prácticas educativas tradicionales y su contribución a la cultura en Bután es una materia amplísima, aunque estos breves apuntes pueden ser suficientes aquí para entender el porqué del choque entre ambas corrientes educativas. En este choque se encuentra representada, de nuevo, la idea del camino medio en el desarrollo característico de Bután.[56]

En la idea del camino medio budista, Bután ofrece algunos ejemplos de equilibrios funcionales. Es el caso de las exitosas green schools, un proyecto del ex-ministro de educación de Bután, Thakur Singh Powdyel[57], donde se trata de conjugar la tradicional ética comunitaria heredada del budismo con la exigencia técnica y valores de la enseñanza moderna. En ellas, resulta fundamental la adscripción de los alumnos a la ética y moral de la institución educativa: el respeto por el entorno, la solidaridad, la camarería y el compromiso, integradas con la moderna formación en disciplinas técnicas y prácticas.

Por lo que respecta al cuestionario FIB, en él se trata de encontrar reflejo, a través de sus preguntas, del peso del saber popular y local, el mantenimiento de las costumbres y tradiciones y la educación sobre salud, civismo, y ecología como base de la felicidad de los butaneses.

(5) Diversidad cultural y resiliencia: una cuestión prioritaria en la vía de desarrollo seguida por Bután. Como parte del camino medio, el país se encuentra en la posición de tener que equilibrar la influencia cultural externa (cuya injerencia es cada vez mayor, fruto de la reciente apertura a las relaciones exteriores, el turismo y las nuevas tecnologías de la información con la llegada del nuevo siglo) y la importante herencia cultural tradicional del país ligada a la práctica budista. Es frecuente afirmar que la preservación de la cultura y principios tradicionales en Bután cumple las funciones de atemperar la influencia de la cultura occidental y la modernización que trae consigo la globalización, proporcionar los valores necesarios para un desarrollo espiritual y emocional equilibrado o mantener la soberanía y cohesión interior del pequeño país. En este sentido, Bután da claros signos de resistencia cultural frente a la globalización capitalista neoliberal, realizando un esfuerzo activo por mantener el pulso mediante la promoción de cuatro aspectos culturales clave:[58] el lenguaje (Dzongkha), habilidades u oficios artesanos tradicionales (zorig chosum), la participación sociocultural en festividades, rituales, etc., y el seguimiento de los códigos de conducta y etiqueta públicos (Driglam Namzha).

Así, en la encuesta se introducen preguntas dirigidas a conocer el grado de implantación del Driglam Namzha, la utilización del Dzongkha entre los encuestados, y su posición frente a determinadas conductas sancionables como matar, robar, mentir, abusar sexualmente, etc.

Equilibrar influencia externa y herencia tradicional es una prioridad en la vía de desarrollo seguida por Bután

(6) Buena gobernanza: encontramos en este punto un elemento transversal de toda la actuación del gobierno y la satisfacción del FIB como elemento central de la política social y económica del país. Una buena gobernanza habría de ser resultado del encuentro entre la actividad ejecutiva de los representantes institucionales y la consecución del fin último del FIB: la felicidad y el equilibrio personal.

La encuesta trata, de esta manera, de estudiar las percepciones (satisfacción) de los encuestados sobre la gobernanza a través de indicadores del tipo: valoración de determinadas acciones del gobierno, percepciones acerca del sistema electoral y de partidos, grado de participación política, etc. En la última encuesta de 2015 se incluyen, además, algunas preguntas encargadas de valorar el grado de penetración y buen funcionamiento de una herramienta telemática propuesta por el PNUD para Bután: the virtual zomdu, y que el país ha incorporado recientemente con cierto grado de éxito. La misma consiste en una plataforma informática que permite la asistencia virtual, a través de internet, a las reuniones institucionales del gobierno en todos los niveles de la Administración. Además de eso, permite la intervención oral en las reuniones de los asistentes virtuales, de manera que se convierte en una herramienta que acerca los procesos decisorios de la esfera gubernamental a los ciudadanos con problemas de movilidad o de poblaciones remotas y aisladas. No obstante, está por ver el éxito de su implantación, máxime teniendo en cuenta las características sociodemográficas del pequeño país.

(7) Vitalidad de la comunidad: dentro de la satisfacción del FIB en Bután se encuentra la importante cuestión de la vitalidad de las comunidades dispersas por el territorio. Este indicador pretende hacer una representación del capital social y relacional del país formado por las relaciones cooperativas y las redes sociales que en él se establecen. En el fondo, lo que se pretende medir es el apoyo social prestado a través del trabajo voluntario y comunitario, la cualidad y calidad de los lazos sociales, las relaciones familiares y la sensación de seguridad en términos subjetivos que se experimenta como resultado de los anteriores.[59]

Entre las cuatro necesidades básicas del individuo en sociedad, se encuentra la necesidad de identidad o pertenencia identitaria. Precisamente, la herramienta política representada en el FIB va fuertemente orientada a la satisfacción de esta necesidad a través de los sentimientos de pertenencia y grado de confianza en la comunidad. Este elemento es igualmente transversal al resto de cuestiones: el individuo necesita dar una coherencia a su experiencia y trayectoria vital. Esta experiencia viene determinada por las relaciones y vínculos que el individuo establece con su entorno, por lo que la participación en acontecimientos sociales, vecinales, comunitarios, de voluntariado y cooperación pueden generar un sentimiento de pertenencia a la comunidad. Lo contrario sería la alienación social de un individuo outsider: la anomia en los términos de la sociología funcionalista.

En efecto, todo esto este trabajo comunitario, como trabajo no remunerado, se sitúa fuera del marco formal productivo de un país: es trabajo informal.  En Bután a este tipo de trabajo se le conoce como woola y es definido como trabajo comunitario, trabajo voluntario y ayuda informal.[60] El woola ha jugado un papel decisivo en el sostenimiento y mejora de las comunidades locales, que son la base de la organización social de un país que sigue siendo mayoritariamente rural.

En la encuesta se pregunta acerca de la cantidad de dedicación a labores como: construcción de edificios religiosos, rituales religiosos, construcción de viviendas, campañas de recaudación, de limpieza, de restauración de caminos, etc. Respecto al woola, el cuestionario considera catorce actividades como tal: el trabajo voluntario en hospitales, centros de salud, instalaciones agrícolas y de riego, o centros para animales, entre otros. Por último, resultan destacables las preguntas respecto a la seguridad percibida, por ejemplo, cómo de seguro se siente el encuestado cuando anda solo por la calle durante la noche. La pregunta cuestiona directamente el grado de confianza y seguridad que el individuo tiene en la comunidad. Al respecto, resulta que Bután, según el Global Peace Index de 2019[61], es el decimoquinto país más seguro del mundo y el primero de Asia.

(8) Diversidad ecológica y resiliencia: En lo que se refiere a la diversidad ecológica y la capacidad de resiliencia en Bután, la encuesta introduce diversos elementos que merecerían ser abordados con la suficiente profundidad. Es altamente reseñable la política activa en favor de la conservación y mimesis con el medio ambiente y el entorno natural que caracteriza a Bután. En el índice FIB se pretenden ver reflejadas ciertas preocupaciones en este sentido. En general los indicadores intentan medir el grado de preocupación de los butaneses por cosas como la polución, la responsabilidad percibida para con la naturaleza, la preocupación por la vida animal y la preocupación por problemas derivados de la urbanización. Se trata, por tanto, de obtener una respuesta o devolución por parte de los ciudadanos sobre los que se aplican las políticas públicas que configuran el camino al desarrollo que se viene describiendo.

El índice FIB pretende también reflejar la diversidad ecológica y la capacidad de resiliencia del país

Bután es uno de los países menos contaminantes del mundo, con mayor biodiversidad y cobertura forestal por habitante (protegida constitucionalmente) y a punto de convertirse en un país 100% orgánico, con una actividad productiva sostenible/renovable fuertemente vinculada a la energía hidráulica. De hecho, Bután ha acaparado algunas portadas recientemente, tras hacer la apuesta más comprometida en el marco de la Cumbre sobre el cambio climático de París respecto a la reducción de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. En la actualidad, ya es un “sumidero de emisiones de carbono” (del inglés carbon sink) dado que absorbe tres veces más CO2 del que emite en su conjunto. Recientemente se ha visto envuelto en un proyecto conjunto con la World Wildlife Fund (WWF) para recabar y reestructurar fondos destinados a la protección de sus bosques con el propósito de aumentar la cantidad de CO2 que es capaz de absorber. El proyecto se llama Bhutan for Life y se suma a otros proyectos similares de calado medioambiental notable, entre los que destaca el conocido como GPP Bhutan –Green Public Procurement in Bhutan.

(9) Calidad o estándar de vida: finalmente se encuentra la dimensión del índice FIB más conectada a las tradicionales mediciones materiales del tipo PIB. El indicador trata de dar cuenta del nivel de bienestar material del encuestado mediante preguntas acerca del poder adquisitivo de su unidad familiar, el nivel de ingresos y activos de los que dispone, y la calidad de la casa o solución habitacional de que disponga. Nótese que esta dimensión material de la situación de los encuestados queda relegada a un último lugar en la encuesta y supone un capítulo más de lo que en Bután se considera calidad de vida, vivir bien o felicidad.

A este tipo de indicador y a la importancia que adquiere en la orientación del modelo de desarrollo de un país se reduce la aproximación más superficial a la cuestión de la medición –PIB vs. FIB. En el fondo, la cuestión del equilibrio entre PIB y FIB representa la oposición dialéctica entre producir vs. felicidad o desarrollo económico vs. desarrollo personal y social, oposiciones básicas en las cuales se puede situar a Bután.

En suma, el FIB como código de buenas prácticas, como guía para la elaboración de políticas públicas o como marco de planificación en Bután, empuja, según el análisis previo de los nueve pilares, a un camino al desarrollo que tenga en cuenta las siguientes premisas:

  • Las condiciones de posibilidad que crea el FIB están sustentadas por una adscripción a la práctica budista en la búsqueda del bienestar personal y colectivo. Sobre la base de un adecuado desarrollo moral de los butaneses, se logra reproducir en el contexto sociopolítico del país el conjunto de prácticas, creencias y valores de los que se dio cuenta anteriormente.
  • Un desarrollo ecológicamente sostenible, respetuoso, y en biomímesis con el entorno resulta más eficiente desde el punto de vista material. La superación de la capacidad biofísica del planeta por los desmanes del modelo de desarrollo capitalista requiere un replanteamiento de todo nuestro aparato productivo y las prácticas asociadas al mismo si queremos asegurar nuestra permanencia en la tierra. La gestión de los recursos naturales del país ha de estar orientada por esta visión.
  • Un desarrollo equilibrado de fronteras hacia dentro, con una democracia participativa capaz de movilizar a todos los sectores de la ciudadanía, resulta eficaz para mantener una población integrada en el proyecto de nación, dando coherencia a sus vidas como ciudadanos. En ello ha jugado un papel vital el respeto y admiración de los ciudadanos por la monarquía en Bután, así como el alto grado de autonomía política de las comunidades budistas y regiones dispersas por el país que satisfacen adecuadamente este tipo de desarrollo.
  • El mantenimiento de una cultura y tradiciones propias resulta importante para garantizar la necesidad básica de identidad. Además, el trabajo comunitario y las actividades reproductivas de cuidado juegan un papel fundamental en el sostenimiento del bienestar social. Frente a la globalización capitalista y la extensión de prácticas asociadas a un modelo de desarrollo puramente materialista, Bután mantiene un camino al desarrollo que nace de su idiosincrasia propia.

 

Conclusiones

Tal y como se ha podido demostrar, en Bután convergen, al menos, dos manifestaciones de la FIB: (a) un código moral, o guía moral, que aporta los marcos de sentido y los horizontes civilizatorios del conjunto de la población butanesa; y (b) un criterio de razón pública que restringe y orienta las políticas públicas en Bután hacia la satisfacción de la felicidad. En suma, se articula como conjunto sociopolítico y cultural, promovido desde las instituciones políticas, con el fin de crear las condiciones necesarias para que los butaneses logren la felicidad. Pero, la FIB, considerado como una responsabilidad colectiva, necesita también un compromiso individual de los ciudadanos para que participen de su felicidad propia y la de los demás. El ciudadano como individuo precisa entender la filosofía contenida en el dispositivo FIB, aceptando la responsabilidad de tomar un papel activo en el mantenimiento de las actitudes, prácticas y comportamientos que el mismo representa. Esta responsabilidad será la que dé lugar a la madurez moral propia de lo que podríamos llamar el “vivir felizmente”, condición según la cual un ciudadano podría llegar a ser feliz. La GNH Survey ha trasladado un mensaje claro a la comunidad internacional en ese sentido: Bután es uno de los países más felices del mundo.[62]

La particularidad del camino al desarrollo que transita Bután es el resultado de aquellas prácticas individuales y del contexto donde tienen lugar las dinámicas políticas, económicas, sociales y culturales propias del país, y que tampoco pueden explicarse exclusivamente en torno a la filosofía y el dispositivo FIB. De hecho, la esencia misma del desarrollo hace que sea difícil canonizar y replicar un pretendido “modelo” de desarrollo a modo de receta que resulte por igual en diferentes fronteras, por lo que el conjunto FIB puede que no sea exportable como paquete orientador del desarrollo ni como meta-norma global que consiga replicarse tal cual. Lo que sí puede ocurrir, sin embargo, es que determinadas pulsiones ciudadanas, iniciativas civiles o pequeñas políticas localizadas –locales– coincidan en el tiempo, teniendo la fuerza de marcar un objetivo común y un camino convergente que impulse un modelo de desarrollo alternativo al modelo hegemónico. En ese sentido, el FIB podría contribuir a inspirar y delimitar los contornos de algunas de esas apuestas, si bien conviene recordar su limitada fuerza geopolítica, pues Bután representa no más de un 0,01% de la población mundial.

Pero ¿hasta qué punto puede Bután exportar la idea de la felicidad como objetivo o fin último de la política pública? Los esfuerzos por internacionalizar el relato en torno al FIB por parte de Bután ya han comenzado. El punto de partida pudo haber sido el año 2011, cuando Bután logró que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobase una resolución que invitaba a los países a apostar por la elaboración de medidas adicionales que logren capturar la importancia de la felicidad y el bienestar en el desarrollo de las naciones, con el propósito de que sean capaces de orientar las políticas públicas de sus gobiernos hacia ese fin. Este objetivo, además, ha sido incluido como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para 2020, así como en la agenda 2030. En esta línea, se creó en 2012 un grupo internacional de investigadores provenientes de diferentes disciplinas con el propósito de traducir y adaptar los objetivos políticos y el paradigma de desarrollo representado en el FIB a los diferentes contextos internacionales.[63] Asimismo, el Centre For Bhutan Studies and GNH ha logrado celebrar, hasta la fecha, siete conferencias internacionales sobre el FIB, reuniendo ponencias de autores internacionales y butaneses sobre la felicidad, el budismo, los estudios del desarrollo y el alcance del FIB en el contexto mundial. Como resultado de la última de ellas, se logró facturar una publicación colaborativa editada por el mismo Centre For Bhutan Studies and GNH[64] que apuesta por la felicidad como objetivo político central de la agenda mundial.

Además, las relaciones bilaterales de Bután con otros países del Sur Global han logrado fecundar y empujar a favor de algunas de las apuestas políticas más relevantes de los últimos años. En particular, los gobiernos del Buen Vivir y el Vivir Bien, en Ecuador y Bolivia respectivamente, se han nutrido de las sabidurías ancestrales de sus comunidades originarias indígenas, en clara sintonía con las sabidurías populares de las comunidades rurales de Bután. Los intercambios más relevantes han tenido lugar en el ámbito de la agricultura tradicional o la conservación del medio natural, compartiendo expertise y saber hacer. De especial relevancia son dos encuentros entre Bután y Bolivia, celebrados ambos en 2014, conocidos como “Encuentros Internacionales del Dragón y el Cóndor”. Durante estos eventos, se desarrolló un intercambio de saberes y experiencias en los que Bután compartió, desde la base de sus entidades propias, el cálculo del Índice de Felicidad Interior Bruta con varios países, entre ellos Ecuador, México y Bolivia, con el fin de poder resolver la demanda social de felicidad de aquellos pueblos, mediante la creación de una metodología que aporte de manera armónica y complementaria a la construcción colectiva de la medición e implementación del Vivir Bien/Felicidad/Buen Vivir. Desgraciadamente, los resultados de tales encuentros son inciertos. Tras realizar algunos contactos personales con autoridades en Bolivia, interesándome por la naturaleza y resultados de los encuentros, tan sólo he podido obtener un par de documentos, redactados ad hoc, que dan cuenta de su realización, sin ningún tipo de información complementaria.

Otros países tan dispares como Brasil, Japón, Tailandia, Canadá o Francia se han interesado por la medición del desarrollo que realiza el FIB, adaptando e integrando con diferentes resultados el concepto FIB en sus procesos de elaboración de políticas públicas, en algunos casos logrando permear contextos institucionales y prácticas individuales con relativo éxito.

Luis Rodríguez-Calles es investigador en el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) de la Universidad Pontificia de Comillas

 NOTAS:

[1] Andrea M. Savada y George L. Harris (ed.), Nepal and Bhutan. A country study. Federal Research Division of the Library of Congress, Washington, 1991.

[2] Jeffrey Sachs, «La economía de la felicidad», El País, 4 de septiembre de 2011.

[3] Sandra Brunet, Johannes Bauer, Terry De Lacy y Karma Tshering, «Tourism Development in Bhutan: Tensions between Tradition and Modernity», en Journal of Sustainable Tourism, 9 (3), 2001, pp. 243-263.

[4] Jeffrey Sachs, La era del desarrollo sostenible: nuestro futuro está en juego. Aupemos el desarrollo sostenible a la agenda política mundial, Deusto, Bilbao, 2015.

[5] Joseph Stiglitz, El precio de la desigualdad, Punto de lectura, Madrid, 2014.

[6] Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi. Medir nuestras vidas. Las limitaciones del PIB como indicador de progreso, RBA, Barcelona, 2013.

[7] Karma Ura, Sabina Alkire, Tshoki Zangmo, Karma Wangdi, A Short Guide to Gross National Happiness Index, CBS&GNHr. Thimphu, 2012.

[8] Traducción propia. Ibidem

[9] Traducción propia. Citado en: ¿Lauchlan Munro, «Where did Bhutan’s gross national happiness come from? The origins of an invented tradition», Asian Affairs, núm. 47, 2016, p. 74. El artículo original tiene la siguiente referencia: Michael T. Kaufman, «Basketball is Big in Bhutan but Traditions are Prized Too», New York Times, 29 de abril de 1980, p. 2.

[10] Traducción propia. Citado en: Ibidem, p. 74

[11] Ibidem

[12] Thinley en Ross McDonald, Taking Happiness Seriously: Eleven Dialogues on Gross National Happiness. The Centre for Bhutan Studies, Thimphu, 2010.

[13] Luis Rodríguez-Calles, «Breve historia de Bután. Una identidad y un horizonte común en torno a la felicidad como objetivo político», Estudios de Asia y África, 54 (2), 2019, pp. 373-390.

[14] Ross McDonald, op. cit., 2010

[15] Ritu Verma, «Gross National Happiness: meaning, measure and degrowth in a living development alternative», Journal of Political Ecology, 24, 2017, pp. 476-490

[16] Karma Ura, «The experience of Gross National Happiness as development framework», ADB South Asian Working Paper Series, 42, 2015, pp. 1-30.

[17] Ross McDonald, «Towards a new conceptualization of Gross National Happiness and its foundations», Journal of Bhutan Studies, 12, 2005, pp. 23-46.

[18] Ritu Verma, op. cit., 2017

[19] Ross McDonald, op. cit., 2010, pp. 1-11

[20] Jeffrey Sachs, op. cit., 2005

[21] George Lakoff, Política moral. Cómo piensan progresistas y conservadores, Capitán Swing, Madrid, 2016.

[22] Tashi Wangmo, John Valk, «Under the influence of Buddhism: The Psychological Well-being indicators of GNH», Journal of Bhutan Studies, 26, 2012, pp. 53-81.

[23] Samdrup Rigyal y Alyson Prude,  «Buddhism in Contemporary Bhutan», en M. Jerryson. (ed.), The Oxford Handbook of Contemporary Buddhism, Oxford University Press, New York, 2017, pp. 61-76.

[24] Matthew Walton, Buddhism, Politics and Political Thought in Myanmar, Cambridge University Press, Cambridge, 2016.

[25] Ross McDonald, op. cit., 2005

[26] Samdrup Rigyal y Alyson Prude, op. cit., 2017

[27] Georgios T. Halkias,  «Buddhist Models of Self: Politics when People Matter», en Karma Ura. y Dendup Chophel (eds.), Buddhism Without Borders, Proceedings of the International Conference on Globalized Buddhism, The Centre for Bhutan Studies, Thimphu, 2012.

[28] Michael Givel, «Mahayana Buddhism and Gross National Happiness in Bhutan», International Journal of Wellbeing, 5(2), 2015, pp.14-27

[29] Sandra Brunet, Johannes Bauer , Terry De Lacy & Karma Tshering, «Tourism Development in Bhutan: Tensions between Tradition and Modernity», Journal of Sustainable Tourism, 9 (3), 2001, pp. 243-263.

[30] Georgios T. Halkias, op. cit., 2012

[31] Michael Givel, op. cit.

[32] Karma Ura, op. cit., 2012a

[33] Ross McDonald, op. cit., 2005

[34] Ibidem, p. 28

[35] Branko Milanovic, Global Inequality: A New Approach for the Age of Globalization, Harvard University Press, Cambridge, 2016; Joseph Stiglitz, op. cit., 2014.

[36] José María Tortosa, 2001, El juego global. Maldesarrollo y pobreza en el capitalismo mundial. Barcelona: Icaria.

[37] Carlos Taibo, Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo. Catarata, Madrid, 2016.

Jorge Riechmann, Autoconstrucción: la transformación cultural que necesitamos, Catarata, Madrid, 2015.

[38] Eric Hobsbawm y Terence Ranger (ed.), The Invention of Tradition, Cambridge University Press, Cambridge, 1983.

[39] Lauchlan Munro, «Where did Bhutan’s gross national happiness come from? The origins of an invented tradition», Asian Affairs, 47: 1, pp.71-92

[40] Michael Hutt (ed.), «Ethnic Nationalism, refugees and Bhutan», Journal of Refugee Studies, 9(4), 1996, pp. 397-420.

[41] Kent Schroeder, The Politics of Gross National Happiness. Image and Practice in the Implementation of Bhutan’s Multidimensional Development Strategy [Tesis doctoral]. University of Guelph, Ontario, 2014.

[42] Karma Ura, The Bhutanese Development Story, 2013.

[43] Para un análisis sobre la manera de operacionalizar el índice FIB puede consultarse: Sophus A. Reinert, Thomas Humphrey y Benjamin Safran, «Bhutan: Governing for Happiness», Harvard Business School Case, 2014, pp. 715-024.

[44] Elaboración propia a partir de The Centre for Bhutan Studies & GNH, A compass towards a just and harmonious society, GNH Survey report, CBS&GNHr, Thimphu, 2015.

[45] Karma Ura et. al., An extensive analysis of the GNH Index, CBS&GNHr, Thimphu 2012.

[46] Alejandro Adler y Martin E.P. Seligman, «Using wellbeing for public policy: Theory, measurement, and recommendations», International Journal of Wellbeing, 6(1), 2016, pp. 1-35.

[47] Paul Ekman, Richard J. Davidson, Matthieu Ricard y B. Alan Wallace, «Buddhist and psychological perspectives on emotions and well-being», Current Directions in Psychological Science, vol. 14(2), 2005, pp. 59-63.

[48] Joseph Stiglitz et al., op. cit., 2013

[49] Tashi Tobgay, Tandin Dorji, Dorji Pelzom, y Robert V. Gibbons, «Progress and delivery of health care in Bhutan, the Land of the Thunder Dragon and Gross National Happiness», Tropical medicine & international health. 16(6), 2011, pp. 731-6.

[50] Ibídem

[51] Norbert Elias, Sobre el tiempo, (3ªed), FCE, México, 2010

[52] David Harvey, La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. (2ª ed.), Amorrortu, Buenos Aires, 2012.

[53] José María Tortosa, op. cit., 2001

[54] Karma Ura, et al., op. cit., 2012b

[55] Lam Dorji, Yangzom y Tashi Wangmo, «GNH Time-use», International Journal of Business Intelligent, núm.4, vol. 1, junio de 2015, pp. 6-10.

[56] Brian Denman, y Singye Namgyel, «Convergence of monastic and traditional education in Bhutan?», International Review of Education, 54(3-4), 2008, pp. 475–491.

[57] Una asociación mallorquina ha editado un libro en castellano y catalán sobre las experiencias de las green schools en Bután contadas por el señor Powdyel, con quien, para este artículo, se ha establecido contacto personal y hecho sendas consultas sobre el modelo educativo butanés. Véase: Thakur S. Powdyel,  Mi escuela verde: Una guía, Fundació Educació per la vida, Mallorca, 2015.

[58] Ritu Verma, op. cit., 2017

[59] Karma Ura et al., op. cit., 2012a

[60] Karma Ura, Beneficiary Labour Contribution, The Centre for Bhutan Studies, monograph 17, junio de 2005.

[61] Global Peace Index 2019.

[62] The Centre for Bhutan Studies & GNH (2015). A compass towards a just and harmonious society. 2015 GNH Survey report. Thimphu: CBS&GNHr.

[63] Ritu Verma, op. cit., 2017

[64] Centre For Bhutan Studies and GNH, op. cit., 2017.

Acceso al texto completo en formato pdf: Felicidad Interior Bruta (FBI): una vía política para otro desarrollo